yo, martin lutero

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 Yo, Martín Lutero 285 YO, MARTÍN LUTERO

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Teatro

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  • Yo, Martn Lutero 285

    YO, MARTN LUTERO

  • Ricardo Lpez Aranda286

    PERSONAJES

    MARTN LUTEROTHOMAS MUNTZERCABALLERO WARTZ

    PADRE STAUPITZP. MELANCHTON

    P. BUCERP. CRISOSTOMO

    P. EULOGIOP. LUCAS

    P. ANSELMOP. RAFAELP. AGUSTIN

    P. GENERAL DE LOS AGUSTINOSFEDERICO DE SAJONIA

    JUAN TETZELBURGOMAESTRE

    CARDENAL ALEANDROCARDENAL CARACCIOLO

    CARDENAL JULIO DE MEDICIS. S.S. CLEMENTE VIIS. S. LEN X

    JACOBO FCARMIGUEL FCAR

    IGNACIO DE LOYOLARAQUEL

    MARGARITAMACARIOEZEQUIEL

    ESTHERELENA

    CLOTILDE FCARALBERTO

    EL EMPERADOR CARLOS

  • Yo, Martn Lutero 287

    ACTO PRIMERO

    ESCENA PRIMERA

    (El P. MARTN en un crculo de luz, en el centro del proscenio.)

    P. MARTN. Dios, que hizo el mundo, nos coloca en l para que cadauno cumpla su tarea. El campesino ara, la sierva limpia, el herrerogolpea el yunque. Yo..., Martn Lutero, vine a recordaros elmensaje de Cristo: (Comienza a quitarse el hbito) que el profetay el artesano, el juez y el caballero, el rey y el mozo de cuadras, elanalfabeto y el doctor en teologa son iguales ante Dios en lo quems importa: la libertad de conciencia. (De pronto, angustiado,como debatindose en una terrible pesadilla.) No, ThomasMuntzer! No he sido un impostor! Me oyes, Thomas Muntzer?Ahora que ambos somos ya historia, tan slo, escchame! Pue-des orme? Thomaaas. ..!

    (Oscuro.)

    RAQUEL. (En off.) Thomaaas...!

    ESCENA SEGUNDA

    (Luz sobre las ruinas de una iglesia. Thomas Muntzer celebrando misa.Campesinos: es el momento de alzar. Silencio. De pronto entrancorriendo MACARIO y RAQUEL, arrastrando una vieja carreta.)

    RAQUEL. Huye, Thomas...!

  • Ricardo Lpez Aranda288

    MACARIO. Huid todos...!

    RAQUEL. Llegarn de un momento a otro...!

    MACARIO. Recoged lo que podis y huid a los bosques.

    (Revuelo. Los campesinos inician huida. Gritando. Todos, menosEZEQUIEL y ESTHER.)

    MUNTZER. Quietos! (Todos se inmovilizan.) Qu ha ocurrido,Macario?

    MACARIO. Nuestro pueblo ha sido destruido.

    RAQUEL. Por la maana los bandidos nos liberaron de la tirana delElector. Mataron a los que se resistieron y se llevaron las ovejas.

    MACARIO. Al medioda, el Elector nos liber del desorden de losbandidos y ajustici a los familiares de los que, a la fuerza, sellevaron los bandidos.

    RAQUEL. Y al atardecer las tropas del Arzobispo nos liberaron, asu vez, no s si del Elector, de los bandidos o del infierno.

    MACARIO. El pueblo ha sido incendiado.

    RAQUEL. Todos -hombres y animales- han muerto.

    EZEQUIEL. Y... vuestros hijos?

    MACARIO. Asesinados.

    ESTHER. Los... siete? (MACARIO baja la cabeza.) Aaah...! (Y seabraza a Ezequiel, llorando.)

    MUNTZER. Quin lo hizo?

    WARTZ. (Entrando.) Yo...!

    UNA VOZ. El caballero Wartz...!

    (Al verle gritan todos. Van a huir. Pero ahora vemos que los bandidosrodean todas las salidas.)

    MUNTZER. Quietos! He nacido entre vosotros. Mis padres se

  • Yo, Martn Lutero 289

    curvaron sobre el arado junto a los vuestros. Cuando paso,vuestros hijos dicen: Ah va Thomas Muntzer, nuestro amigo.Quin me acusara de malicia o de mentira? Pues bien, yo os digo:No levantis la espada contra la violencia ni huyis. Dios seencargar de castigar a los asesinos!.

    ESTHER. (Lanzndose sobre WARTZ.) Maldito...!

    MUNTZER. Nooo...!

    (ESTHER apenas ha logrado llegar hasta WARTZ: dos bandidos laaferran.)

    WARTZ. De modo que sta es una de tus comunidades de campesi-nos. Nada de nadie. Todo para todos. Como los primeros cristia-nos. Debes ser harto elocuente. nete a m.

    MUNTZER. Jams .

    WARTZ. Tu colaboracin o... (Seala a ESTHER.) su vida: elige,Thomas Muntzer!

    MUNTZER. No.

    WARTZ. (A sus bandidos.) La rutina. (Grita ESTHER.)

    MUNTZER. No les enfrentars a m. He nacido y crecido entre ellos.Soy uno de ellos. (Grita ESTHER.) Mis padres y mis hermanostambin lo fueron. T lo sabes, Ezequiel: fueron asesinados elmismo da que los tuyos! (Grita ESTHER.)

    EZEQUIEL. Consentirs que la torturen hasta la muerte?

    WARTZ. Y a todos los dems. Depende de... (A MUNTZER.) ti.

    WARTZ. (Re.) T, yo, los nobles, los banqueros, los arzobispos, elPapa, el Emperador, sta... (Seala a ESTHER que grita y grita.)todos tenemos una... (Irnico) misin. Mis verdugos tambin.(Mostrando a uno.) Mrale. Su rostro es igual al nuestro y al destos. (Le empareja a EZEQUIEL.) Hemos nacido todos de, y enla misma tierra. (Les suelta.) Nuestra ventaja sobre ellos es que

  • Ricardo Lpez Aranda290

    t y yo sabemos lo que queremos mientras que ellos, se dejanllevar. Siempre ha ocurrido as.

    MUNTZER. Para qu?

    WARTZ. Llego a un pueblo, lo conquisto, reno a sus gentes y lesexplico el mundo que quiero construir para ellos. Pero en cuantome voy les pierdo. No les han convencido mis razones.

    MUNTZER. No las tienes.

    WARTZ. Las mismas que t; ambos queremos liberarles de laesclavitud. (Por sus bandidos.) Eran campesinos.

    MUNTZER. Ahora son asesinos a sueldo

    WARTZ. No: O conmigo o contra m. No hay alternativa. Meeligieron. Es todo.

    MUNTZER. Nosotros somos neutrales: sufrimos en silencio. Reza-mos.

    WARTZ. Neutrales? Con sus cosechas, con sus tributos se llenan lasarcas de los prncipes, de los banqueros, y de los arzobispos. Consus brazos ganan el dinero que, luego -traducido en armas- sirvepara continuar la opresin. Financian, sin saberlo, su propiaesclavitud. Por eso, se unen a m, o debo destruirlos, pues son lafuente de un poder injusto. No tengo otro camino para hacer larevolucin.

    MUNTZER. Desesperarlos?

    WARTZ. Forzarlos a elegir.

    MUNTZER. (Grita ESTHER.) Este es tu mtodo?

    WARTZ. El tuyo es peor: les hablas, les haces reflexionar, losdesesperas.

    MUNTZER. Los salvo.

    WARTZ. Prometindoles el cielo mientras sus hijos son asesina-

  • Yo, Martn Lutero 291

    dos, sus cosechas son incendiadas y al que dice Por piedad:basta!, le dan la hoguera? Por qu crees que ambos, t y yo,estamos fuera de la ley? Porque ambos hemos dicho: La ley esinjusta. Slo que t aades: Someteos. Ganaris el cielo. Y yo: A las armas...! . Ambos deseamos un orden nuevo. Por eso elpoder nos mete en el mismo saco, nos persigue por igual. No, a ti...ms. Porque si yo les robo qu? Con estrujar ms a stos... Tamenazas con secar las fuentes mismas de su poder, a la larga, puessi yo combato y robo a los banqueros, a los prncipes, caballos,trigo y dinero t les combates en la raz de su poder, en losprincipios sobre los que se asienta pues les robas no sus brazos, niel fruto de su sudor sino lo fundamental: sus conciencias.

    MUNTZER. No predico la rebelin.

    WARTZ. An..., pero la hars. O la harn ellos sin ti. Y aun contrati. Al despertar sus conciencias ests poniendo en movimiento unamquina terrible: saber...! . Qu ejrcito tendr jams lafuerza de un pueblo que, de pronto, comprende que el poder quele oprime no es fatal, sino impuesto, y deja de ser legal si esinjusto? No nos reprochan a ti predicar ni a m matar, sino que lohagamos por principios contrarios a sus intereses. Si t predicarasy yo matara a sueldo de la iglesia, ambos ganaramos el cielo:predicacin habitual y guerra santa. Si por cuenta del Emperador,a ti te daran una abada; y a m, medallas y un retiro por serviciosal Estado. Y si a sueldo de los banqueros, qu fortunn!, el mejorsistema para vivir bien y envejecer respetado. Pero los caminoshabituales no sirven con nosotros, somos idealistas. Caros lecuestan al mundo los que no buscan su ideal oficial -el medropersonal- sino una nueva forma de justicia. Que el mundo estmal, todos lo saben, pero no lleva as miles de aos? A quarriesgar la vida por cambiarlo si la experiencia demuestra quehubo otras tentativas pero jams tuvieron xito? Mas t y yosomos idealistas. Creemos que hay un remedio: Cambiarlotodo. Esto ha estado en el corazn de muchos y en labios de

  • Ricardo Lpez Aranda292

    algunos, durante cientos de aos; pero todos decan: Maana.T y yo hemos dicho: Ahora!. Qu nos diferencia?: predicasla revolucin a (seala a los campesinos) unos pocos; y yo la quieropara todos. Que t te limitas a liberar las conciencias, y yo quieroliberar tambin sus cuerpos. Pero (le aferra) necesito ideas...!

    MUNTZER. Qu extrao ver una espada mendigando ideas...!

    WARTZ. Me ha costado aos comprender que las ideas son las racesdel rbol en que las leyes, y en definitiva el poder, anida. Mralos:(seala a sus bandidos y a los campesinos) Unos y otros creen queel mundo de las ideas les es ajeno. Algo tan simple: el monopoliodel conocimiento, del saber es... la clave de todo! Hay quedecrselo: que todo, su esclavitud y su hambre no son fatales sinoconsecuencia de unas estructuras legales que, a su vez, no son msque escalones, una pirmide alzada sobre la base de unas ideas; yque si stas cambian, su vida cambiar. Basta de que piensen quea peor. Basta de mejor que no piensen. Desentramosles quse oculta bajo los santos de sirenas que afirman: Las ideas hanmuerto! Hay que ser realistas, concretos. Basta de consentirque, en nombre de lo legal, se pisotee lo justo! Se acab elespectculo bufo de que a quien aplaude, prebendas y a quien dicela verdad, hoguera. (Angustiado.) Pero ellos tienen detrs tres milaos de ideas. Dame t otras sobre las que edificar una estructuradoctrinal que dure otros tres mil. O piensas que lucho por elpoder de un da, o de una vida? Si no consigo que mi lanza se claveen la historia quedara sin sentido todo: muertos, devastaciones, suagona... (ESTHER grita.)

    MUNTZER. Asesino...!

    WARTZ. Lo ves? Yo... asesino. Sus muertes, justicia. Tienencdigos. Eso quiero de ti tambin; limita mi poder. Organzalo.Mas no en contra del pueblo, sino a su servicio. Necesito unaideologa, una estructura legal. No se puede sustituir la injusticiapor slo el caos. Dame una doctrina sobre la que edificar un nuevo

  • Yo, Martn Lutero 293

    estado, o pasado un tiempo, mi esfuerzo se derrumbar.

    MUNTZER. Quieres que te ayude a acallar tus remordimientos. Noser tu cmplice...!

    WARTZ. Prefieres ser mi vctima. Lo fcil. Lo difcil es... asociarse.

    MUNTZER. Contigo? Jams.

    WARTZ. (Sarcstico.) Quieres avanzar solo, ante la mirada de lasestrellas y el asombro de los hombres. Yo tambin lo so. Peroni t ni yo podemos ser mrtires solitarios. Tenemos compromi-sos, responsabilidades. Yo... (Seala a sus bandidos.) con ellos;t... (Seala a los campesinos.) con stos. No tienes derecho aenviarles a la muerte sin consultarles. A ellos, quiz no lesimporte contaminarse, con tal de seguir vivos. (Por ESTHER quegrita.) Pregntale...!

    ESTHER. Slvame...!

    MUNTZER. No puedo...! (Grita ESTHER.) No! (Cae de rodillas.)No...!

    WARTZ. Plantate el futuro.

    MUNTZER. El cielo!

    WARTZ. Antes. Aqu. (Se mira las manos.) S lo que debe desapa-recer, pero no con qu sustituirlo. En definitiva: no tengo futuro.(Por sus bandidos.) Ellos empiezan tambin a echarlo en falta:Hasta cundo luchar? Y despus qu? .

    MUNTZER. Por qu siguen a tu lado?

    WARTZ. Y tus campesinos al tuyo?

    MUNTZER. Ambos son vctimas. Les han enfrentado!

    WARTZ. No! Estn atados estrechamente con una misma soga: Lafalta de futuro! (MUNTZER en tensin.) Es lo que te pido.(MUNTZER niega con la cabeza.) Ah, tampoco t lo tienes.

  • Ricardo Lpez Aranda294

    MUNTZER. S! (Vencido.) No.

    WARTZ. Pues, bscalo! En tus libros, o en las estrellas, en Dios, oen los hombres, pero encuntranos ese futuro (Le aferra.) y si nopuedes solo, pregunta a los que son como t. (lluminado.) El daen que logremos unir la fuerza de los que son como yo y lainteligencia de los que son como t, implantaremos una justicianueva, sin hambrientos, sin esclavos, sin...

    MUNTZER. La inteligencia y la fuerza hace mucho que hicieron unpacto. Por eso estn las cosas como estn.

    WARTZ. Hablo de los que son como t y como yo: de los idealistas.

    MUNTZER. Eres como dices?

    WARTZ. Deseo ardientemente llegar a serlo, y lo conseguir! Loestoy consiguiendo ya!

    MUNTZER. (Despus de una pausa.) Nunca has sentido la tenta-cin de... ?

    WARTZ. (Evasivo.) Las riquezas...?

    MUNTZER. No.

    WARTZ. Ya. (Irnico.) De la carne?

    MUNTZER. T sabes a qu me refiero. (Le enfrenta.) La tenta-cin... del poder!

    WARTZ. (Atnito.) Tambin... t?

    MUNTZER. Pero lucho contra ella. (Le mira.) Cmo saber que eressincero?

    WARTZ. A m tampoco me resulta fcil confiar en ti.

    MUNTZER. Cunto tardaras en traicionarme?

    WARTZ. Quiz t hayas avisado ya a las tropas del Elector!

    MUNTZER. Mrame!

  • Yo, Martn Lutero 295

    (WARTZ le aferra. Se miran en tensin. Los campesinos se hanarrodillado y cantan, los brazos tendidos al cielo.)

    WARTZ. He sido traicionado ya tantas veces, por otros cuyosrostros parecan an ms inocentes que el tuyo...! (Canta msfuerte el pueblo.) Les oyes?: su desesperacin ha llegado allmite. Su vida o su muerte: elige de una vez. (Se arrodilla ante l.)Unamos nuestras fuerzas! (MUNTZER duda.) Es preciso crearun orden nuevo e imponerlo.

    MUNTZER. (Estallando, liberado. Ya sin dudas.) Los prncipes y losbanqueros, el Emperador y el Papa... todos dicen: Es precisoimponer el orden. Y t, que contra este orden te levantas, yapiensas someterles a otro?

    WARTZ. Quieres que este caos dure siempre? Es esto... tu progra-ma?

    MUNTZER. No es un solo hombre o un grupo quien debe elegir elnuevo orden! Hoy, t y yo creemos ser justos. Pero... lo somos?Y aunque lo furamos, lo sern los que nos sucedan? Sean todoslos hombres sus propios jueces! Que no es mi meta el reinado deuno ni el de varios, aunque de santos se tratara, sino de unaasamblea de todos.

    WARTZ. Las utopas sirven slo para escribir bellos libros. Estisperdidos. Yo conozco la maldad del hombre; cuento con ella; consu bondad equivocada, con su cobarda e ignorancia; con todo. S,o no?

    MUNTZER. No! (WARTZ hace un gesto; grita ESTHER.) No. . .(Grita de nuevo ESTHER: es la agona.) Espera! (Pero WARTZha salido; ESTHER muere.) Dios mo...!

    WARTZ. (Entrando a caballo.) Quise salvarla. l se neg. (A loscampesinos.) Sois testigos. (Los bandidos arrojan el cadver deESTHER a los pies de MUNTZER.) He aqu tu obra. (A EZEQUIELque se ha arrodillado ante el cadver.) Entirrala. Pero cava hondo:

  • Ricardo Lpez Aranda296

    los perros tambin estn hambrientos. (EZEQUIEL se lleva elcadver de su mujer, los campesinos salen detrs. Todosprocesionalmente, cantando.) Crees que la amaba? Y ella a l?T tambin los envidias; qu sencilla es la vida para ellos!: nacer,amarse... morir...; sin preguntas; tantas sin respuesta...!

    (MUNTZER va a salir detrs de sus campesinos; WARTZ, se cruza ensu camino, impidindoselo.)

    WARTZ. Reza: por ellos y por ti. (A cuatro de sus bandidos.) Os dejoa sus rdenes. (A MUNTZER, riendo.) Sern tu guardia personal.(A los dems bandidos.) Vamos. (Van saliendo los bandidos.)

    MUNTZER. (Por los cuatro que le protegen.) No los necesito.

    WARTZ. (Saliendo; re.) Debo velar por tu vida. (Ya ha salido.)

    MUNTZER. (Grita.) Ellos son mi vida...!

    (Se oye la carcajada de WARTZ y el ruido de caballos que se alejan.)

    MUNTZER. Hay muchas cosas que (seala a los campesinos queentran cantando.) no pueden comprender an, pero s dnde estel Mal y dnde el Bien.

    (Los campesinos, en crculo. En el centro, MUNTZER protegido porlos cuatro bandidos.)

    MUNTZER. (A los bandidos.) Dejadme...! (Los bandidos se apar-tan.) No les temis. No os harn nada.

    (Pero los campesinos -antorchas, cnticos- que estrechan ms elcrculo, sacan de pronto sus armas.)

    MUNTZER. No...! (Pensando que quieren liberarle.) Arrojad lasarmas! Qu importa mi vida?

    (En la lucha. Dos de los bandidos son muertos. Los otros dos desarma-dos. Todo rapidsimo.)

    MUNTZER. No a la violencia...! (Entra EZEQUIEL.) Dselo t,Ezequiel, amigo.

  • Yo, Martn Lutero 297

    (Pero ahora se ve clara la intencin de los campesinos: THOMASMUNTZER en el centro. El crculo se estrecha ms, ms...)

    EZEQUIEL. (Apualndole.) Traidor...!

    MUNTZER. (Herido: grita.) Aaah...! (Tiende los brazos.) Hijos...! (Se abraza a uno que le hiere.) He nacido... (Se abraza a otro quele hiere.) entre vosotros... (Se abraza a otro que le hiere.) mispadres se curvaron... (Nueva herida; cae al suelo.) sobre el aradojunto a los vuestros...

    (Un mar de brazos armados de puales le cubre como una ola. Y vacreciendo el cntico que ahora es vibrante, pico.)

    TODOS. (Cantando.) No ms esclavitud! (Y van saliendo.) No mstorturas...!

    MUNTZER. (Solo.) ...Cuando paso...

    TODOS. (Cantando.) No ms palabras: vencer o morir

    (Y van saliendo, los brazos con las armas en alto, pero no en guerreros,sino en mrtires camino del holocausto en apretada masa. EZEQUIELsobre un escudo en lo alto.)

    TODOS. (Cantando.) El mundo no nos ha dejado otra alternativa.

    MUNTZER. ...vuestros hijos dicen... Ah va Thomas Muntzer...(Los cantos se alejan) nuestro... (Se medio incorpora: un brazotendido al cielo, en visionario) amigo...

    (OSCURO.)

    ESCENA TERCERA

    (En lo alto del escenario se proyecta un texto: 31 de octubre de 1517.En la ciudad de Wittenberg. Coro del convento de los agustinos. Losmonjes cantan vsperas.)

  • Ricardo Lpez Aranda298

    (Estn -entre otros- el P. STAUPITZ, el P. MARTN, el P.MELANCHTON y el P. BUCER.)

    P. MARTN. (De pronto, grita.) Basta de rezos mientras la sangre deCristo es vendida con las aves de corral y los cerdos, al otro ladode estos muros. En las cruciales circunstancias por las que atrave-samos, callar es peor que consentir, pues el pueblo interpretar demil modos nuestro silencio y su confusin aumentar. Ha llegadoel momento de la gran decisin.

    P. STAUPITZ. La tentacin se reviste de muchas formas y eldemonio ha elegido sta para vos, Padre Martn.

    P. MARTN. Quince aos de dudas, temores, y sombras. Necesitover claro pues presiento se acerca el momento de la gran decisin.

    P. STAUPITZ. Todos los das estn llenos de decisiones, PadreMartn: sumergos en el Seor y recobraris la paz. (Un gesto: loscantos continan.) Rezad.

    MARTN. Paz y rezos mientras ese charlatn de Juan Teztel pide enla catedral la bolsa, a cambio de la salvacin eterna? La pasin deCristo no puede comprarse con dinero...!

    P. STAUPITZ. No es la sangre de Cristo, sino los merecimientos delos santos desde los primeros tiempos de la Iglesia; ese es el tesoroespiritual que el Padre Santo, por medio de las indulgencias,canaliza hacia nosotros.

    P. MARTN. La salvacin es empresa personal. Nadie puede mere-cer por otro. Slo la sangre de Cristo puede perdonar los pecados!No!: la solucin a la inmoralidad general, la corrupcin delpoder, la injusticia, el desenfreno y la lujuria, que han convertidolas ciudades en cloacas, los monasterios en burdeles y los palaciosen antecmaras de torturas, no est en comprar el perdn condinero! Eso es... simona! Sacrilegio. Hay que atacar la raz delmal: se ha organizado el mundo sobre una religin externa, hechade gestos litrgicos y cmplice de poderes injustos. (Al intentar

  • Yo, Martn Lutero 299

    salir, grita de dolor.) Aaah...!

    P. STAUPITZ. (Acudiendo.) Otra vez ? (Hace un gesto: el P.BUCER y el P. MELANCHTON acuden: entre los tres quitan al P.MARTN el terrible cilicio de cintura.) Se nos pide llamar a laspuertas del cielo. No intentar derribarlas a base de cilicios. Quesea la ltima vez.

    P. BUCER. El burgomaestre ha preguntado si iris. Es la cuarta vez,Padre Staupitz. Si persists en vuestra negativa el Arzobispo deBrandeburgo har saber vuestra actitud a Roma.

    P. MARTN. Y nosotros la suya a Dios! Leed esta carta. Miles decopias han sido repartidas por todo el pas. La gente ya no serecata. En los mercados se lee en voz alta. El pueblo ha perdido elmiedo.

    P. STAUPITZ. (Leyendo.) No es posible que sea autntica!

    P. MARTN. (Leyendo.) Yo, Alberto, Arzobispo de Brandeburgo,a Juan Tetzel...! Y siguen las instrucciones para llevar a buentrmino la venta! No encarecera un dueo a su criado el regateodel precio de una mula con mejores palabras!; y estos otrospapeles? (Leyendo.) Los prncipes os traen y llevan de unaguerra a otra por intereses que no os conciernen. Y el Elector osobliga a luchar -son el desorden!- contra los bandidos. Estos, enrepresalia, incendian los pueblos y se llevan a los que dej elElector por ser an nios. Vuelve el Elector, y en castigo de la levaforzada, arrasa las piedras calcinadas entre las que quedan tan slolos ancianos y las mujeres a las que la edad defendi de lasoldadesca. Y esto en tiempos de paz. Cuando hay guerra entrenaciones, a las muertes aadid las atroces hambres y lasaniquiladoras pestes: durante aos y aos no ondula el trigo sobrelos campos, sino los gritos de los muertos; y en los surcos nobrillan los arados, sino rotas espadas y huesos humanos. Y todopor intereses que no os conciernen. Basta ya. Si los seores quierenpelear, hganlo entre ellos!; porque lo cierto es que, al final de

  • Ricardo Lpez Aranda300

    cada batalla, los cuerpos que se funden al sol bajo los cuervos, sonlos de los desheredados de ambos lados, mientras los prncipesbailan con los banqueros; y los arzobispos con los burguesescelebrando una paz que es siempre la victoria de los poderososcontra el pueblo.

    P. STAUPITZ. Tiempo de libelos; proliferan como setas venenosas.

    P. MARTN. Es la verdad de lo que est ocurriendo! En cuanto a lacarta, tiene el sello del Arzobispo.

    P. STAUPITZ. El Padre Santo le ha encomendado la misin dedistribuir entre el pueblo las indulgencias.

    P. MARTN. Qu Padre Santo? Quien est sentado en el solio deSan Pedro es el Anticristo...!

    P. STAUPITZ. Blasfemo...! (A los dems.) Dejadnos solos. (Salentodos.) Vuestros papeles. (Y tiende la mano.)

    P. MARTN. Slo Dios nos oye. Sinceraos: ni una duda ?

    P. STAUPITZ. Los tiempos no estn para controversias: una chispay el mundo se incendiar como un bosque.

    P. MARTN. Ni una duda?

    P. STAUPITZ. Basta!

    P. MARTN. Yo tambin me he dicho a m mismo basta tantasveces! (En terrible tensin.) Somos dos catedrticos en teologa.A las almas piadosas, a nuestros jvenes e inquietos discpulos, s;pero a nuestras propias conciencias, hasta cundo podremosgritarles basta? Est decidido. (Y sale.)

    P. STAUPITZ. No lo hagis! (El P. MARTN sale. Al P. BUCER.)Que desista de esa refutacin pblica.

    P. BUCER. Pero... si vos opinis como l.

    P. STAUPITZ. En nombre del cielo, convencedle.

  • Yo, Martn Lutero 301

    P. BUCER. La peor traicin es la que un hombre hace con sus actossi stos son contrarios a lo que le dicta su inteligencia; es pecarcontra el Espritu Santo.

    P. STAUPITZ. Hay que ganar tiempo. No s an si sus doctrinas sonverdaderas, o no, pero... son inoportunas: El mundo no estpreparado an para recibirlas! Y menos las conclusiones que lmismo ignora an, pero a las que fatalmente llegar.

    P. BUCER. El origen y licitud de las jerarquas?

    P. STAUPITZ. (Asiente.) Que calle o vaya a Roma a exponer susteoras: hacerlo all es aportar ciencia; gritarlo aqu es rebelarse.

    P. BUCER. En Roma no florecen verdades, sino patbulos!

    P. STAUPITZ. Que vaya! Convencedle!

    P. BUCER. Que le arrastre a la pira y la incendie? Eso me peds?

    P. STAUPITZ. Entonces discutmoslo aqu. Pero no ante el pueblo,sino entre telogos. Es preciso esperar, ganar tiempo.

    P. BUCER. Y entretanto, mientras los campesinos siembran su trigocon sudor para sobrevivir al Santo Oficio le basta cambiar delugar una coma para hacer llegar el oro del mundo a las arcaspontificias. (Entra el P. MARTN con los pergaminos.)

    P. STAUPITZ. La palabra de Dios suele estar envuelta en tupidosvelos y es preciso desentraarla!

    P. MARTN. Doctores tiene la madre Iglesia que os sabrn respon-der. Pero... es que nosotros somos esos doctores e ignoramos larespuesta!

    P. STAUPITZ. Vuestra tesis?

    P. MARTN. S.

    P. STAUPITZ. Entregdmelas.

    P. MARTN. No puedo.

  • Ricardo Lpez Aranda302

    P. MELANCHTON. Del orgullo al error no hay ms que un paso!

    P. MARTN. Y cuntos desde la humillacin, llevada a extremosque repugnan a la inteligencia, cuntos hasta la esclavitud?

    P. STAUPITZ. Os esperamos en la catedral. (Y sale.)

    P. MARTN. Ninguno! Son la misma cosa!; y Cristo vino a haceral hombre libre e hijo de Dios. No a sustituir una esclavitud porotra! La antigua ataba el cuerpo con cadenas; sta pretende marcarcomo a una res el pensamiento. Ni el mismo Dios tiene poder paraesto.

    P. MELANCHTON. Las fuerzas del infierno no prevalecern!

    P. MARTN. Pero de qu lado est hoy ese infierno?

    P. MELANCHTON. (Intenso.) A veces, torna apariencias de luz.

    P. MARTN. (Pausa. De pronto aterrado.) En m? (Mira los perga-minos. Los va a rasgar.)

    ESCENA CUARTA

    (Entretanto gira el fondo del coro, que se convierte en la gigantescapuerta de la catedral de Wittenberg. En la plaza el pueblo compra lasindulgencias haciendo cola ante la mesa del vendedor mientras vanentrando el consejo de la ciudad y por ltimo el burgomaestre y elElector Federico. Cantos. El P. MARTN mira la escena, duda an;tensin; arruga sus pergaminos. De pronto uno de los compradores deindulgencias -un hombre embozado- rasga el pergamino. Estupefac-cin general.)

    BURGOMAESTRE. (A dos guardas.) Al sacrlego...! (El hombre esapresado.)

    P. TETZEL. Oh! Qu dir el Arzobispo cuando sepa las ofensas quea su honor hacen en vuestros dominios!

  • Yo, Martn Lutero 303

    FEDERICO. Nada, si la recaudacin es buena. Roma, el Arzobispo,vos y yo, tenemos el honor aqu. (Y agita la bolsa; los soldadosempujan al embozado al que obligan a arrodillarse a los pies delElector que le alza la cabeza.) Thomas Muntzer! (Asombro entodos.) Buscando el martirio, eh? (A TETZEL, riendo.) S que tuscampesinos han estado a punto de matarte. Queras recobrar tuprestigio a sus ojos con este golpe de efecto verdad? (Irnico.)Ved cmo me juzgasteis mal! A la muerte soy conducido!Llorad por haberme abandonado! . (Re.)

    P. TETZEL. De modo que t eres el pobre loco iluminado quepredica la igualdad de los hombres y la comunidad de los bienes.(Re.) Burgomaestre. Los campesinos le crean un profeta. Algu-nos an lo creen. Hace tiempo que queramos cazarle. (AMUNTZER.) Tus andanzas han terminado! (A los soldados.)Llevadle!

    FEDERICO. No! (Todos le miran.) No ser yo quien corte las alasa pjaro tan til. Agita tus hordas, pero que no abandonen losarados, eh? Mientras todo se quede en lanzar papeles, romperbulas, dar gritos y carreras...

    MUNTZER. Dios arrojar sobre vosotros el fuego de su venganza.

    FEDERICO. Dios que haga lo que quiera. Pero t y los tuyos no medeis motivo para una guerra en serio. (Bajando la voz al odo deTHOMAS MUNTZER.) Confidencialmente, no es el momento.(Sale MUNTZER.)

    MUNTZER. Pero... sin castigo?

    FEDERICO. Si ahorcara a todos los que las rasgan en pblico o ensecreto, me quedara sin sbditos. Las compran. (Le palmea laespalda.) Contentaos.

    (Van saliendo por izquierda.)

    FEDERICO. Esperemos que la recaudacin est a la altura deldiscurso. Asistiris al Auto de Fe.

  • Ricardo Lpez Aranda304

    P. TETZEL. Debo partir.

    FEDERICO. Despus. Me representaris. Me esperan otros corzosy otras aves, mientras vos terminis de desplumar a stas.

    (Han salido todos. Los ltimos los dos contadores de TETZEL con lasarquetas. Queda solo el P. MARTN. Sube la escalinata. Quedadudando ante las grandes puertas de la catedral. Entra MUNTZER.Pausa.)

    MUNTZER. Decdete.

    P. MARTN. (Volvindose.) Muntzer, cmo sabes... ?

    MUNTZER. Tengo hombres en todas partes, incluso en tu convento;decdete a ensear al pueblo la verdad. Toda.

    P. MARTN. No es fcil.

    MUNTZER. Imposible mientras los que la conocen continenocultndola tras las mscaras del fanatismo, el miedo y unapretendida legalidad. (Se oyen risas, msica y canciones.)

    P. MARTN. Qu tienen que ver mis tesis contra las indulgenciascon vuestros propsitos? Los conozco. Adems de qu servira?,los envi al obispo, no me ha contestado. Tampoco ahora me harncaso. Se puede luchar contra todo, menos contra los impenetra-bles muros del silencio. Y me arriesgo a ser condenado. ComoErasmo.

    MUNTZER. El Obispo de Pars le absolvi.

    P. MARTN. Despus que se hubo retractado.

    MUNTZER. La burocracia eclesistica lucha contra las ms preclarasinteligencias del mundo desde hace siglos. Aunque fracasis,intentadlo. Algn da, pese a los tupidos tapices que decoran losdespachos del Santo Oficio, la luz de la inteligencia resplandeceren el mundo. Por qu ese da no puede ser hoy?

    (Msica; canciones y risas de mujer ms fuertes.)

  • Yo, Martn Lutero 305

    MUNTZER. O prefers seguir las huellas de Erasmo al que sucobarda protege de su inteligencia? Es una llama devorndose as misma. Como vos.

    P. MARTN. Vive y ensea en libertad.

    MUNTZER. Pero est pagando su silencio al precio ms alto que unintelectual puede pagar: avergonzarse de su inteligencia!

    (En primer trmino izquierda, sobre la puerta por la que antes entraronvarios hombres, se abre un balcn. Asoman dos mujeres -ELENA yMARGARITA-, se oyen ms fuertes la msica y canciones de borra-chos.)

    P. MARTN. No os confundis. En mis tesis no me rebelo -como vos-contra la estructura del poder, ni contra los hombres que, movidospor bajos intereses, los utilizan, sino contra las falsas interpreta-ciones de la doctrina que hacen posible la estafa ideolgica en quevivimos.

    MARGARITA. Eh, pocholos: quin de los dos sube?; que necesitodinern para comprar mi bula...!

    ELENA. Y yo: subid los dos, guapetones.

    MUNTZER. No hay negocio mejor organizado ni de mayoresganancias que el vicio.

    MARGARITA. Queris que nos condenemos, corazoncetes?

    MUNTZER. Qu importa pecar, si slo es preciso entrar en latienda de enfrente para comprar el perdn?

    ELENA. El gordo para m.

    MUNTZER. (Seala.) Los burdeles rodean las catedrales: hay queacortar distancias entre el pecado y la compra del perdn.

    MARGARITA. Ya, ya, os hacis los tontos de da y en medio de laplaza. Pero de noche...

    ELENA. Cierra. Ya les pescaremos en la cama.

  • Ricardo Lpez Aranda306

    MARGARITA. Vais a ir servidos, camastrones. (Y cierran lasventanas.)

    MUNTZER. Decidos de una vez.

    P. MARTN. Tengo el alma despedazada entre mil apetitos carnalesy mil deseos de pureza. Mi inteligencia me dice: S. Y miconciencia Lnzate...; y tiendo las alas, pero stas caen sobre elbarro, y lucho por salir de mi noche... pero no encuentro fuera sinootra noche. Qu debo hacer... ? Qu debo hacer...?

    MUNTZER. (Irnico.) Alas.. . ; barro... ; noche...; djate depalabrera de plpito. Coge los hechos por los cuernos. Enfrnta-te. Slo la verdad importa.

    P. MARTN. Pero, dnde est mi verdad, ahora? En decir S? Oen gritar No! ? Quince aos esperando la respuesta. Y sloresponde el silencio. Tengo miedo. Y... hay tantas contradiccio-nes en m!

    MUNTZER. Djate de escrpulos de beata, egosta. Piensa en losdems. Explcales el cmo y los porqus de la maraa que nosatenaza. (Comienza a orse muy lejos una msica procesional.)Sabes lo que me ha ocurrido con uno de mis grupos de campesi-nos, el ms fiel? (Msica ms fuerte; estalla.) Despus de hacerlesobjeto de robo y de masacres, de desesperarlos hasta la rebelin,los han condenado a un auto de fe en castigo de lo que ellos mismosprovocaron. (Aferra al P. MARTN.) Y an dudas?

    P. MARTN. No me arrancars una palabra que empuje a nadie a laviolencia.

    MUNTZER. Encirrate en tu torre. Cmplice!

    P. MARTN. Por qu este empeo? Quin soy yo?: nadie. Unoscuro catedrtico.

    MUNTZER. Mrame, mis compaeros se ren de mis sueos. Misseguidores han querido asesinarme. Mi obispo me ha retirado las

  • Yo, Martn Lutero 307

    licencias. El Consejo de la Ciudad haba puesto precio a micabeza. Vengo -desesperado ya- a entregarme. Y... -ah, irona!-me salva... El Elector! Comprendes? Mientras mi fuerza -sivuelvo a recuperarla- no sea ms que un puado de campesinos,los prncipes temiendo por sus posesiones y los banqueros por laseguridad de sus transacciones acudirn al Elector. Este con elpretexto de alzar un ejrcito aumentar los impuestos y modifi-car las leyes. Para qu? Para aplastarme a m? El Elector, unprofesional de la guerra, con todo el poder, el dinero y la ayuda delos prncipes vecinos y aun de Francia, Espaa y Roma si fueranecesario? Sabe que no sera ms que brizna ante el cicln. Esoseremos. Qu negocin!: arcas repletas, poder, prestigio... acambio de un soplido. Comprendes?: nada soy. Slo una encru-cijada de intereses, con el tiempo. T puedes tambin llegar aserlo. En otro plano: la doctrina. La rebelin... -pero esta vez enserio, a gran escala- est a punto de estallar! Slo podremoscontrolarla ponindonos al frente de ella -t en el campo de lasideas, yo, si es preciso, en el de las armas-. Si no, otros lo harn yconducirn al pueblo por caminos an ms atroces. O evolucino revolucin. O en los cdigos, o con las espadas. O en la legalidado con la guerra: no hay alternativa. Escucha.

    P. MARTN. Mi camino no es la poltica sino la ciencia. No quieroconocer tus designios. Mi misin es sta: las Sagradas Escrituras.

    MUNTZER. Lo que qued de un pueblo va a ser legalmente aniqui-lado. Despus de la fiesta, esas ventanas se llenarn de luces ycantos hasta el alba. Y Tetzel partir con la sangre de las viudasen sus bolsas. Maana otra ciudad: habr despojo, ajusticiamientosy fiesta. Y otra. Y otra. (Le aferra.) Cobarde...!

    P. MARTN. Soy un telogo. No un cabecilla de revueltas, no unprofeta de futuros.

    MUNTZER. Dios dio al hombre la facultad de pensar, y el tormentode dudar, pero tambin nos impuso el deber ms arduo y maravi-

  • Ricardo Lpez Aranda308

    lloso, lo nico que justifica nuestra existencia: elegir! (De rodi-llas, en lucha.) Dios mo!: si queda otro camino, decidme cul es!(Pausa.) Qu silencio! No quiero hacerlo. No es miedo es... (Depronto.) S! Lo es! (Resuelto.) Lo... era! Pues debe hacerse y losque pueden se refugian en sus libros sin mover un dedo, yo sertu brazo! Quizs est equivocado. Pero al reclamar la libertad depensar, cmo excluir el derecho a equivocarse? Nosotros y losprncipes, cardenales y banqueros. No soy tan ingenuo que pienseque el Mal est slo en ellos, y el Bien sea patrimonio exclusivodel pueblo. El Bien y el Mal viven mezclados. Pero est claro quelos hombres que hoy detentan el poder del mundo se aferran almantenimiento de un orden de cosas injusto a todas luces. Laintencin de alguno puede ser buena. Pero el sistema, no. Cuandofue establecido quiz fuera por necesario, legtimo, hoy es inade-cuado e injusto. Hay que cambiarlo. (Inicia salida.) Hasta nunca.

    P. MARTN. Espera.

    MUNTZER. Ya no hay tiempo. Quiz un da formis parte deltribunal que me condenar a la hoguera.

    P. MARTN. Eso no.

    MUNTZER. Aun entonces te seguir comprendiendo porque tam-bin yo estuve indeciso durante aos. Acabo de elegir.

    P. MARTN. Qu?

    MUNTZER. La accin. (Y sale.)

    (Entra la comitiva. Tras la cruz alzada, sobre carretas, EZEQUIEL yvarios de los campesinos de MUNTZER. Llevan ropas de ignominiay las manos atadas. Gritan. No sabemos qu pues el coro de voces quecanta nos impide percibir sus palabras. Entra detrs el Consejo de laCiudad; el BURGOMAESTRE y TETZEL a caballo. El caballo deste lleva tambin dos grandes arquetas, una a cada lado. Los ltimosen entrar son el P. BUCER y el P. MELANCHTON.)

    VARIOS. Piedad...!

  • Yo, Martn Lutero 309

    EZEQUIEL. Thomas Muntzer...!

    VARIOS. Somos inocentes...!

    EZEQUIEL. Donde quieras que ests perdnanos, ThomasMuntzer...!

    VARIOS. Somos inocentes...!

    TETZEL. Por qu se han parado? Acabemos de una vez. Tengo anun largo camino hasta...

    P. MARTN. (Los brazos tendidos al cielo.) Aaah..!

    (El P. BUCER y el P. MELANCHTON se inclinan sobre el P.MARTN. Le alzan.)

    P. MARTN. Sacadme de aqu...!

    (Pero el ruido les hace volverse: las monedas caen y caen y ruedan. Esuna catarata de oro. Una de las arquetas de TETZEL se ha desfondado.)

    BURGOMAESTRE. Soldados!

    (Varios soldados rodean los oros. TETZEL desciende y los recoge.Pero las miradas de todos estn en el P. MARTN que ha quitado alverdugo el hacha y la bolsa de los clavos y lentamente como iluminadoasciende la escalinata de la catedral y est clavando el pergamino delas tesis en la gigantesca puerta de la catedral.)

    (Estupor general. Silencio absoluto. Slo se oye el ruido del hachaclavando los dos grandes clavos.)

    (Oscuro. Volteo de campanas tocando a rebato.)

    ESCENA QUINTA

    (Luz: ALBERTO en su alcoba; las manos en los oros de las arquetas.Estamos en la alcoba. Viste ropn blanco. A su lado JUAN TETZEL

  • Ricardo Lpez Aranda310

    y CLOTILDE FCAR.)

    ALBERTO. (Por los oros.) Slo... esto?

    TETZEL. Son tres mil quinientos florines, Eminencia.

    CLOTILDE. (Por las campanas.) Qu ocurre. Tetzel?

    TETZEL. No lo s. Acabo de llegar de un viaje de ocho meses.

    ALBERTO. Los campesinos de Muntzer asesinaron anoche a un curay han quemado tres iglesias.

    CLOTILDE. Ah, lo de siempre. Te ha gustado mi regalo? (Ymuestra el maravilloso reloj: oro y pedrera. Est dando la hora, lasfiguras entran y salen; es una joya de valor incalculable.) Me lotrajo mi marido de Venecia.

    ALBERTO. El hombre ms rico y ms viejo de la tierra intentahacerse perdonar decepciones de sbanas. Qu hara yo sin ti?

    CLOTILDE. Sin el dinero de mi marido, querrs decir.

    ALBERTO. Viejo usurero: en mala hora me puse en sus manos.

    CLOTILDE. Roma peda veinticuatro mil florines; y t queras laprpura cardenalicia. Se puede discutir todo con Roma, menos elprecio. Pobre Jacobo, crey comprarme con su inmensa fortuna,y ya ves para lo que est sirviendo: para que yo compre loscaprichos de mis jvenes amantes.

    TETZEL. Jacobo Fcar.

    (ALBERTO y CLOTILDE se miran. Esta se cubre y se oculta.)

    ALBERTO. Que espere un momento.

    JACOBO. (Entrando.) Imposible.

    ALBERTO. Tan urgente ?

    JACOBO S.

    ALBERTO. Os crea de viaje.

  • Yo, Martn Lutero 311

    JACOBO. Lo estaba.

    ALBERTO. Supisteis que Tetzel... vena a traerme el oro. Ah lotenis. No lo he contado, pero no debe haber ni la cuarta parte delo que os debo.

    JACOBO. (Cuenta.) Tres mil quinientos florines.

    ALBERTO. (Riendo.) La mejor polica del mundo la tiene...Roma?; el emperador? No! Un banquero...! (Re.) El ms rico,el poderoso, astuto y fro. A veces pienso que todos -hasta elEmperador- no somos ms que funcionarios a sueldo vuestro. Algrano: qu queris si no es... vuestro dinero?

    JACOBO. La cabeza de ese visionario.

    ALBERTO. Thomas Muntzer?

    JACOBO. Martn Lutero.

    ALBERTO. Algn bandido que, por error, ha cado sobre uno devuestros correos? Disculpadme si no estoy al tanto de todo, comovos. He pasado estos ltimos meses visitando mis dominios.

    JACOBO. (Sealando un gigantesco mapa.) Hamburgo, Stehin,Nuremberg, Dantzig, Francfort, Berlem, puerta de Silesia; ciuda-des todas ricas y bien pobladas. Nuestro poder est aqu. Nuestragrandeza.

    ALBERTO. Me vais a indigestar el desayuno con vuestra obsesinpor la geografa. Adems es una broma? Cuando los turcosconquistaron Egipto, todo el trfico de Venecia con ExtremoOriente... (Gesto de cortarse el cuello.) El mejor negocio devuestra vida. Se dice, incluso, que vos financiasteis esa guerra.Tenis negocios en todo el mundo conocido. De modo que nosealis el mapa de Alemania diciendo Aqu se encierra nuestropoder. El vuestro slo tiene por lmite... el firmamento.

    JACOBO. Pues bien: el vuestro, el mo, el del emperador, el deRoma, todos los poderes -polticos, religiosos, econmicos- del

  • Ricardo Lpez Aranda312

    mundo descansan sobre una piedra clave. Si cae, todo se derrum-bar con ella.

    ALBERTO. Qu piedra?

    JACOBO. La ordenacin jerrquica. La sumisin de todos a lavoluntad de un puado: nosotros. Decidles: Sed libres -aunqueslo sea- de pensar por vuestra cuenta y todo se derrumbarcomo un castillo de naipes. O cerramos la boca a ese iluminado onuestro mundo desaparecer.

    ALBERTO. Los campesinos tienen hambre. (Re.) Abrid vuestrosgraneros al pueblo y... todo resuelto! No lo haris, claro. Unaguerra? dos? cien? Sern aplastadas: ha ocurrido ya muchasveces. Pobre Thomas Muntzer!

    JACOBO. No me refiero a l. Al diablo Thomas Muntzer y sushordas de campesinos! De las ideas, no de las espadas, nace loperdurable. La organizacin del mundo -el nuestro, el imperio, laiglesia- es poderosa porque la defienden fabulosos intereses.Muntzer caer como tantos otros antes que l. Este otro -MartnLutero- es mucho ms peligroso. No intenta destruir nuestro ro,sino cambiar su curso.

    ALBERTO. Cambiar un hombre el curso de la Historia?

    JACOBO. Tampoco es eso: Un hombre solo no puede hacer nada. Los muy bien. Comenc a los diecisiete aos, sin ms fortuna quemi tesn y una idea. Utilic una organizacin que ya exista, y susmismos intereses, pero... introduciendo en su estructura una ideanueva.

    TETZEL. (Entrando.) Los peregrinos esperan en la plaza: es da dejubileo.

    ALBERTO. Mal da escogieron. (TETZEL le ayuda a ponerse la capay dems, mientras...) Dais dinero a los poderosos y os olvidis, aveces, de reclamarlo. (Re.) Atados. Y despus de todo si compra-mos tapices, vuestras son las fbricas, y as todo lo dems. Y a

  • Yo, Martn Lutero 313

    cambio de... nada, somos vuestros embajadores, telogos, legisla-dores... Realmente tiene un lmite vuestra fortuna? Vuestra vidaparece cada da... una partida de ajedrez contra el mundo. Y ganissiempre. Cul es el secreto?

    JACOBO. Que lo s todo antes que nadie. S; mi agencia de noticias.Ms an: se sabe tan solo lo que yo quiero.

    ALBERTO. Mi misin... hoy?

    JACOBO. Roma. (Le da un papel.) Partiris hoy Objetivo?: MartnLutero. Excomunin.

    ALBERTO. Empiezo a asustarme. Quin es?

    JACOBO. Un agustino del convento de Wittenberg.

    ALBERTO. Pero... Wittenberg pertenece a los dominios del Elec-tor Federico! Qu pinto yo en esto?

    JACOBO. Mi intermediario en Roma. Entretanto yo ir a Sajonia.S, a negociar con Federico la piel y la lengua de ese monje. Hayque montar una operacin conjunta, en gran escala. Mi hijo esten Pars...

    TETZEL. Todo el oro del mundo por la cabeza de Lutero?

    ALBERTO Le conocis?

    TETZEL. En Wittenberg. Est todo... (Muestra unos papeles.) en miinforme. (ALBERTO los lee mientras...) Se enfrent con lateologa de las indulgencias. Pero -que yo sepa- no tiene nada quever con estas pequeas revueltas. Su nica rebelin concierne a lasideas: concretamente a la interpretacin de los textos...

    JACOBO. Las ideas me importan menos que los hombres que lasdefienden. He conocido a muchos con ideas grandiosas pidiendola limosna de un puesto de escribano en mi antecmara mientrasyo, con slo una idea levant un imperio. Importa el tesn, lafiebre que uno pueda poner en ella.

  • Ricardo Lpez Aranda314

    ALBERTO. Profetas iluminados surgen en cada pueblo y ciudadtodos los aos.

    JACOBO. Tambin yo cre que era otro embaucador. Pero acabo desaber algo de l que me ha asombrado. (Le miran.) Ha permane-cido quince aos en silencio. Demasiado tiempo en un hombrenacido para hablar. Ha meditado, analizado. Lo sabe todo denosotros: las ideas y la madera de que estamos hechos. Y cmo haelegido el momento de vender! (ALBERTO le mira atnito.JACOBO asiente con la cabeza.) Para m no es un telogo, sino uncomerciante revolucionario, genial; y a qu escala!; un pas?;un continente? (Niega.) La Cristiandad! Y no vende armas, sinoideas. Imposible asociarse con l, ni estamos preparados parahacerle la competencia. La ruina!

    ALBERTO. Tantos partidarios tiene?

    TETZEL. Apenas dos o tres discpulos. E innumerables enemigos.Incluso entre los monjes de su convento. Bastara un CaptuloGeneral de la Orden para aplastarle. Es una... sugerencia.

    JACOBO. Lo dudo. Cierto que est solo. Y lo sabe. No tienepartidarios, sino intereses que se apoyan en l; s!: el mismoElector Federico. Pero... no se ha comprometido con l ni conningn otro. Lo contrario a todas las leyes conocidas.

    ALBERTO. (Leyendo el informe.) Espritu prctico de comercian-te. Alma de profeta y voz de trueno. Una mezcla explosiva.

    TETZEL. Pero con fallo fundamental: sin sentido de la realidad. Noes un... poltico.

    JACOBO. Su realidad es distinta a la nuestra, me temo: por eso nopodemos verla.

    TETZEL. Todo, en l, es confuso. Ms: contradictorio.

    JACOBO. La confusin est en los que le rodean, no en l.

    ALBERTO. (Leyendo.) Aparece, cambia, surge de nuevo: avanza,

  • Yo, Martn Lutero 315

    se retira y espera en silencio, para volver, inesperadamente alataque por el flanco imprevisto. Y, adems, cobarde. (Atnito: aTETZEL.) Y decais no es poltico?

    JACOBO. Y no es cobarde. No se enfrenta pero llegado el caso norenuncia a la pelea.

    ALBERTO. Pero, si es el poltico perfecto!

    JACOBO. Que... no se vende.

    ALBERTO. No tiene armas. Puede acaso conquistar el mundo conuna idea que l mismo admite como confusa?

    JACOBO. Conoce el alma humana. Sabe que no son las ideas claraslas que arrastran a los pueblos, sino la magia de una promesa. Sino logramos aplastarle a tiempo, sus teoras se harn realidades.

    ALBERTO. Hoy?: imposible.

    JACOBO. Peor: en nuestros hijos. (Pattico.) No me importa lasupervivencia de lo que soy sino de lo que significo: No quiero quemuera conmigo el poder nacido de m, que yo he creado. (Sincero,como pensando en voz alta.) Sobra uno. (Niega, estallando.) Noser yo quien caiga al agua. Estamos en el mismo barco. l quierellevarlo a un puerto donde la mercanca es necesaria. Yo... a dondepueda sacar mayores beneficios.

    ALBERTO. (Que empieza a comprender.) A qu precio?

    JACOBO. A cualquiera! Es el curso de la historia lo que est enjuego.

    ALBERTO. (Riendo.) Intereses, historia, religin, futuro: qumezcla tan confusa y contradictoria de datos, conceptos, y ...presentimientos...!

    JACOBO. Es nuestra nica posibilidad: que esta confusin que nodejar de advertir, lo haga dudar y esta duda le paralice por untiempo, el necesario para nosotros actuar.

  • Ricardo Lpez Aranda316

    ALBERTO. Todos, nobles, clero, campesinos, banqueros, alta jerar-qua eclesistica, estamos de acuerdo. Cada grupo se apoya -alternativamente- en los dems, contra el enemigo comn: el msfuerte en ese momento. Ayer vuestro enemigo era la Iglesia, y osaliasteis con los nobles; hoy...

    JACOBO. EL peligro es Martn Lutero. Por eso me aliar con elclero, la nobleza y... el infierno si fuera preciso.

    ALBERTO. Despus (Riendo.) habr llegado el momento deeliminar a los nobles y... repartirnos las ganancias?: tierras,reinos, el Solio de San Pedro...

    JACOBO. Menos... sueos! Bastar con pasaros una renta vitalicia,como a ellos.

    ALBERTO. Qu fatua seguridad. O... acaso tenis un arma secretacontra la historia?

    JACOBO. (Despus de una pausa. Solemne.) S.

    ALBERTO. (Riendo.) Dnde est?

    JACOBO. Aqu...

    (JACOBO gira un panel: surge un espejo enmarcado como si fuera uncuadro. Se refleja en l el rostro de ALBERTO. Una combinacin conotro panel con otro espejo, multiplica el rostro de ALBERTO hasta elinfinito.)

    JACOBO. En esta galera de retratos de vuestros antepasados.Observad con atencin, cada rostro, ved cmo los rasgos vandesdibujndose degeneran! Tengo un hijo. (Sorpresa enorme enALBERTO.) El primer cuadro de mi galera. Tiene vuestra edad:inmensamente rico, pero trabaja desde hace aos, sin por esodescuidar sus estudios en las ms clebres universidades. Alldonde llega, adems de las clases, atiende a nuestras sucursales. Ysi no hay, debe crearlas; y ya florecientes... otra ciudad; otro pas.Donde haya un buen maestro y ricos burgueses que no sepan qu

  • Yo, Martn Lutero 317

    hacer con su dinero.

    ALBERTO. Jams hablasteis de ese hijo.

    JACOBO. Cuido de rodearle de amistades convenientes. (Sealandosu historia.) Se casar un da. Tendr hijos. Los educar como yoa l, nada de malicias: austeridad, tesn en el trabajo, enlacesadecuados. (En hroe.) Sus descendientes no tendrn ese airedecrpito de pergamino carcomido. No por m, por ellos, os envoa Roma, est l en Pars, voy yo a Sajonia y tengo en pie de guerraa mis peones de Venecia, Flandes, Inglaterra, Miln, Florencia.No est en juego mi vida. Ms: el futuro de mi casta. (Pone enmarcha el mecanismo del reloj.) Su madre fue una moza fuerte,alegre, bella. Pude elegir una princesa. Pens en ese futuro. Yeleg el pueblo: ella. Me dio el hijo. Luego... dselo t misma,Clotilde... He sabido siempre los nombres de sus amantes cuandono haban llegado an a serlo. (Entra CLOTILDE.) Confidentes.Por supuesto, casi todos han sido ms jvenes que ella y, buendinero me han costado! Pero todo lo di por bien empleado, ya quecon ello compr mi conciencia.

    ALBERTO. Os crea slo un negociante, seor... moralista.

    JACOBO. Nada hay ms rentable que una conciencia que se sienteculpable. Prostituir el mundo, envilecer cada pas, cada estamen-to, cada grupo dirigente: el secreto del negocio. Vamos. (Y sale.)

    ALBERTO. (Desesperado.) Qudate!

    CLOTILDE. (Con cinismo.) Qu puedes ofrecerme?

    ALBERTO. (Mintiendo.) Amor.

    CLOTILDE. (Con odio.) Por cunto tiempo?

    ALBERTO. (Sincero.) Estoy solo y tengo miedo!

    CLOTILDE. (Vengndose.) Como todos.

    ALBERTO. l no. Es acero.

  • Ricardo Lpez Aranda318

    CLOTILDE. (Negacin la cabeza.) Se finge fuerte. Es su gran truco.Cuenta con la cobarda de los dems. No tiene nada. (Saliendo)Incluso ese hijo, su orgullo, su futuro... no es hijo suyo. (Y va asalir.)

    ALBERTO Volvemos a vernos?

    CLOTILDE. Nunca! (Y sale.)

    (Un gran acorde de rgano. Oscuro.)

    ESCENA SEXTA

    (SALA CAPITULAR)

    (Sentados en doble semicrculo los monjes agustinos que forman elCaptulo General de la Orden. Slo destaca el General de la Orden,sobre estrado y bajo baldaquino. Todos los dems monjes en sillasidnticas y en un mismo plano. Pese a ser todos agustinos no visteniguales, sino segn sus respectivas jerarquas: as el P. LUCAS esobispo, el P. CRISSTOMO, Abad mitrado. Sin embargo, de algnmodo debe haber una unidad -un punto de referencia, la esclavina, porejemplo- de vestuario, pese a la diversidad. Todas las edades.)

    (El P. MARTN en el centro de la escena, de rodillas, las espaldasdesnudas sangrantes. En pie, a su lado, con las disciplinas en las manosestn el P. BUCER y el P. MELANCHTON.)

    P. RAFAEL. (En pie.) Que entrasteis en religin por cumplir unvoto? Pudisteis sustituirlo por una obra piadosa.

    P. MARTN. El mundo era una tentacin para mi naturaleza. Creque en un convento podra vencer mejor las tentaciones, acercar-me ms a Dios.

    P. RAFAEL. Y... no ?

    P. MARTN. (Niega.) Me entregu al estudio intentando huir de mis

  • Yo, Martn Lutero 319

    pasiones.

    P. RAFAEL. Que por ellas trabajasteis en los libros sagrados, y asdescubristeis vuestras doctrinas?

    P. MARTN. S!

    P. EULOGIO. (Ponindose en pie.) Noo...! Un hombre como vos,si abre un libro, es para leer en l su propio pensamiento.

    P. MARTN. Pretendis saber de m lo que yo mismo ignoro?Adems mi doctrina no es nueva. (Coge un libro.) Todos habisledo el Comentario de las Sentencias del telogo Gabriel deBill. (Lo abre.) Enlazando con el pensamiento de Okham, haceresidir en Dios el valor y el sentido de las leyes. (Lee.) Lospecados lo son porque Dios quiere. Las buenas acciones lo son,porque l las acepta como tales. (Cierra el libro de golpe.) Loimportante no es, por tanto, nuestra intencin, sino la aceptacino repulsa divina.

    P. ANSELMO. (En pie.) La predestinacin incondicional?

    P. MARTN. S!

    VARIOS. (Ponindose en pie.) Hereja...!

    (Dos monjes abandonan la escena indignados -el P. ANSELMO yotro- llevndose sus papeles y libros de consulta.)

    P. MARTN. (Golpeando el suelo con el libro.) Slo Dios puedesalvarnos. Podemos acercarnos a l por la fe. Nada puede elhombre, sino confiar en Dios. Abandonarse a l.

    P. RAFAEL. La contricin perfecta puede abolir las penas mereci-das por nuestros pecados.

    P. MARTN. Para qu sirven, entonces, las indulgencias?

    P. RAFAEL. La sangre de Cristo nos redimi. A partir de Ella, elhombre puede merecer por sus obras.

    P. MARTN. No! Slo la sangre de Cristo! Aunque nuestras

  • Ricardo Lpez Aranda320

    penitencias fueran mayores que las de los Santos ms mortifica-dos no podramos, slo por ellas, elevar los ojos a un Dios todajusticia.

    P. EULOGIO. La Buena Nueva quiere, acaso, ponernos frente a lajusticia de Dios, olvidando su misericordia?

    P. MARTN. Eso mismo me preguntaba yo durante aos. Y, depronto, lo vi todo tan claro! La Buena Nueva es la que vive en elhombre, que se hace justo a los ojos de Dios por la fe.

    P. EULOGIO. Pero a qu fe os refers?

    P. MARTN. Aquella por la que Dios nos justifica, segn estescrito: El justo vivir por la fe!. No he sido el primero encondenar las indulgencias, pero estoy llegando ms all. No sloningn hombre puede merecer por otro, sino ni siquiera por smismo. Toda obra de la Ley sin la Gracia, aun teniendo laapariencia de buena accin, es pecado. Malditos los que cumplenlas obras de la Ley y benditos los que cumplen las obras de laGracia! La que hace vivir al cristiano, no es la Ley muerta delLevtico, no es el Declogo, sino el amor a Dios derramado ennuestros corazones por el Espritu Santo. Yo os conjuro, ennombre del Cielo, a que me citis un solo texto sagrado en el quese diga que el hombre puede salvarse por sus obras! (Escnda-lo.)

    P. GENERAL. Silencio! (Todos callan.) No es la doctrina de laIglesia la que estamos sometiendo a juicio, sino la vuestra y losmotivos que os llevaron a ella.

    P. MARTN. Nooo...! Juzgad mi doctrina. Estamos aqu para eso.Pero los motivos que me han llevado a ella, slo Dios puedejuzgarlos, pues slo l los conoce.

    P. AGUSTIN. Pero ambas cosas estn estrechamente vinculadas,pues elegisteis esa doctrina porque solucionaba todos vuestrosproblemas personales. S o no?

  • Yo, Martn Lutero 321

    P. MARTN. Es posible. No lo s.

    P. AGUSTIN. No era la respuesta a una cuestin doctrinal lo quebuscabais, sino la solucin a un problema personal. Lo admits?

    P. MARTN. Para un hombre libre, todos los problemas, aun losajenos, son personales.

    P. THOMAS. se fue el siguiente peldao, no podais vencer lastentaciones de la carne. Abandonasteis la lucha. Mas para acallarlos gritos de vuestra conciencia, llegasteis a la interpretacinpersonal y libre de todos los textos. Pero, y la verdad?

    P. MARTN. Slo es revelada al hombre que la busca, y existe en lnicamente en tanto que la ha buscado. La aceptada por costum-bre es una verdad muerta.

    P. STAUPITZ. Afirmis haberla buscado durante quince aos, ypor todo hallazgo nos trais la confusin?

    P. MARTN. La verdad no cuelga de los rboles. Hay que buscarlay el camino es spero, y envuelto en tinieblas. Qu me repro-chis? Haberla buscado, haber credo encontrarla, o que seadistinta de la que vosotros, sin bsqueda, os creis en posesin?

    P. STAUPITZ. Ni haber buscado la verdad, ni aun defender un error,pues para vos, tiene el rostro de lo verdadero; sino haber sembradola duda en el corazn del mundo.

    P. MARTN. Y vos, a quien debo la primera revelacin, decs eso?Quin me ense a no dejarme invadir y torturar por la obsesindel pecado ni por el temor a perder la Gracia? Vos! Dejad deatacar mis intenciones. Estamos aqu para estudiar mi doctrina.

    P. AGUSTIN. Pero qu doctrina? Dnde est? He ido recogiendonotas de lo que en los ltimos meses habis predicado en laCatedral, enseado a vuestros discpulos, y de lo que habis dichodurante los ocho das que llevamos discutiendo. Ni rastro dedoctrina he encontrado. Slo cien caminos diferentes, tan pronto

  • Ricardo Lpez Aranda322

    sealados como abandonados. Mil saltos en el vaco. Cien lagu-nas. Cmo atacar una doctrina que no existe?

    P. BUCER. No estamos aqu para atacar nada sino para discutir todo.

    P. RAFAEL. Pero qu es ese todo?; Cien frases cogidas de aqu yde all sin estructura... sin mdula?

    P. MARTN. Slo los cuerpos muertos pueden ser objeto del anlisisque peds. Los vivos, cambian, se modifican, se adaptan, luchan.

    P. AGUSTIN. Vuestro pecado naci de la desesperanza: Yo nopuedo y degener en orgullo: Luego... nadie puede. He aqu lagran clave de todo.

    P. MARTN. S, s, s. Desde hace quince aos grito: No puedo Yqu se me ha respondido siempre?: Podis. Pero... no puedo!Mi espritu desea acercarse a Dios, pero no puede hacerlo porvuestro camino de la seguridad, sino por el mo de la duda!

    P. GENERAL. Habis hablado mucho, durante estos meses, de losvicios de Roma, de la concupiscencia, del orgullo, el abuso depoder que anidan en ella. No ser que odiis en ella lo que temisen vos mismo?

    P. MARTN. Quiz, pero ya no temo mis pecados. Los amo: los detodos conocidos y los que guardo secretos.

    P. EULOGIO. No se trata de la reforma de la Iglesia. Se trata de crearotra en la que haya cabida para vos.

    P. MARTN. Para m y para los millones de hombres que, como yo,dudan y se preguntan cada da!

    AGUSTIN. Acaso no estn ya respondidas, por Dios, todas laspreguntas humanas?

    P. MARTN. Dnde? Dnde? Dnde?

    VARIOS. (Gritan.) Blasfemia!

    (Gran revuelo; se van otros monjes.)

  • Yo, Martn Lutero 323

    P. MARTN. (Cayendo de rodillas.) Thomas Muntzer, esta guerra espeor que tu guerra.

    P. GENERAL. Silencio...!

    (Todos callan: El P. CRISSTOMO se pone en pie. Se acercaconducido por dos monjes -es ciego- hasta el P. MARTN.)

    P. CRISOSTOMO. (Al P. MARTN.) Soy Juan Crisstomo, Abaddel monasterio de San Lucas; vine de tan lejos a deciros en nombrede los trescientos monjes de mi monasterio que estamos con vos,pero estoy desconcertado. (Duda.) Comenzar haciendo (Entensin.) una gravsima confesin pblica: hace treinta aos quevivo sin fe. (Murmullos de enorme sorpresa.) En mi juventud fui,como todos sabis, un telogo clebre. En el curso de mis estudiosencontr tal cmulo de falsedades, no casuales, sino intenciona-das, que perd la fe. Nadie lo ha sabido hasta ahora. Incluso mismonjes lo ignoran. Cuando vienen a m con preguntas, yo... callo.Cmo horrorizarles con el vaco que me habita, decirles que ladesesperacin me tiene al borde del suicidio? Comenz todo al...quedarme ciego. Me dije: Acepto, aunque inocente, por lospecados de los dems; Dios, a travs de mi dolor y el de tantosinocentes que sufren sin culpa, se apiadar de los pecadores y elmundo ser distinto; que mis sufrimientos se acrecienten,incluso -peda- si, con ello, se adelanta la hora en que la luz de lajusticia se haga sobre el mundo. Pero ste se hunda cada vez msen la abyeccin: asesinatos legales, explotacin, guerras. El in-fierno en el poder an en los puestos ms sagrados. Como si elcielo se complaciese en favorecer el Mal y humillar el Bien.Qued -y queda an- un solo hilo por soltar tanto dolor inocentedebe tener un sentido. He venido slo para haceros esta pregunta:Qu sentido tiene el dolor de los inocentes si nadie puedemerecer por nadie?.

    P. MARTN. No lo s.

    P. CRISSTOMO. Podra Dios ser tan cruel, que hunda en una

  • Ricardo Lpez Aranda324

    desesperacin intil a los que ms le aman?: el dolor, la violenciay las terribles muertes por hambre, por suplicio o peste de losnios, si nadie puede merecer por otro qu sentido tienen?(Pausa.) Dadme una respuesta.

    P. MARTN. Lo ignoro.

    P. CRISSTOMO. Puedo aceptar que durante generaciones y gene-raciones el Mal prevalezca sobre el Bien. Pero que el sacrificio delos inocentes sea intil, es ms de lo soportable.

    P. EULOGIO. La Iglesia dice que s. El mismo Papa ha dichorecientemente...

    P . MARTN. El Papa es el Anticristo...! (Sensacin, exclamacionesde repulsa. A gritos.) Todo aquel que se sirve de Dios para ejercerla maldad y sembrar la confusin es el Anticristo...!

    P. GENERAL. (Ponindose en pie.) Basta de confusin!; elAnticristo sois vos!

    (Y sale; tras l todos menos el P. BUCER, el P. MELANCHTON, elP. CRISSTOMO y el P. LUCAS.)

    P. MARTN. La palabra de Dios no corresponde a la interpretacinque el Papa quiere darle: l es el nico responsable delconfusionismo en que el mundo se ahoga. Setenta veces siete caeel justo; lo dice la Biblia. La naturaleza humana est fracasadadesde el punto de su nacimiento. Slo Dios puede redimirnos; elhombre es slo el ejercicio de una libertad, que, fatalmente, sedestruye a s misma; y slo se salva negndose por la fe.

    P. LUCAS. Defendis lo que hace un ao atacabais; no os abre losojos esta variacin continua?; podra la verdad cambiar de signoy de color cada da, cada ao?

    P. MARTN. Los conducidos por el espritu de Dios son flexibles desentido y de opinin y son llevados milagrosamente por la diestrade Dios all donde no quieren ir.

  • Yo, Martn Lutero 325

    P. LUCAS. Hace dos meses escribisteis al Elector Federico. (Lemuestra la carta; lee.) Vos lo sabis, y si no, yo os lo digo. ElEvangelio no es de los hombres, sino nicamente del Cielo, y elhombre lo recibe.

    P. MARTN. S.

    P. LUCAS. Pero segn vuestra doctrina (Lee en otros papeles.) tanslo debemos sujetarnos al dictado de nuestra propia conciencia.

    P. MARTN. Cierto.

    P. LUCAS. Pero escribisteis al Elector: Lo sabis, y si no, yo os lodigo; es decir: sois libre de pensar en contra de los dictados deRoma; pero debis actuar del modo que yo os dicto; pretendisedificar una doctrina sobre una base que en s misma se contradi-ce?

    MARTN. No predico una doctrina, sino la palabra de Dios. Cono-cais y aceptabais desde hace mucho tiempo mis palabras. Osvolvis contra m por miedo. Esperabais que yo tendiera unpuente entre vuestras conciencias y vuestros intereses. No lo hehecho. No es mi doctrina puente ni cobijo, sino ruptura y comba-te. No ofrezco seguridades, sino dudas. Rechazis mi camino nopor falso, sino por peligroso y difcil. Hubiera podido eludir lacuestin, aplazarla. La Iglesia sabe de esto. Pero he preferido queme vierais como soy: aunque deba perderos como discpulos yamigos y ganaros como contradictorios y enemigos. (Sealandoa...) Como a ellos!

    P. MELANCHTON. Nosotros estamos a vuestro lado.

    P. MARTN. Hasta cundo? (Con tristeza.) Mis amigos son... losprncipes, porque quieren independizarse de Roma; los comer-ciantes, que con la prdida de la autoridad, primero de Roma y conel tiempo de los prncipes, esperan librarse de los impuestos; loscampesinos, que por hacerles mi doctrina iguales ante Diosconfan extender algn da esa igualdad entre los hombres para

  • Ricardo Lpez Aranda326

    quedarse con las tierras de los seores. Yo soy el pretexto.Vosotros no encontris mis respuestas adecuadas a vuestros fines:la seguridad del cielo. Por eso aqu os obstinis ahora en defenderla misma ceguera de Roma que combatais ayer. (Aferrndose alP. CRISSTOMO, que ha permanecido sentado, rgido.) A travsde tus prpados de piedra no ves ya el resplandor de esta nuevaluz? (A los dems.) Roma no puede verlo, pero... (El P. MARTNno puede verlo -est de espaldas ahora-, pero los dems s: el P.CRISOSTOMO est inclinndose, como dormido, a punto de caer)ella aprieta los prpados voluntariamente. (Todos acuden.) Es lasuya una ceguera maldita!

    (El P. CRISSTOMO ha cado al suelo. Su bculo produce un ruidoseco. P. STAUPITZ. Un grito.)

    P. BUCER. Ha muerto...!

    (El P. STAUPITZ recoge el frasco. Lo huele. Comprende. Hanentrado varios monjes que miran atnitos.)

    P. STAUPITZ. Yo os hago responsable de su muerte.

    P. LUCAS. Qu dir Roma cuando se entere? (Alucinado, aterrado,al P. MARTN. Llorando a gritos.) Queris desesperarnos atodos?

    ESCENA SPTIMA

    (Bajo un foco de luz blanqusimo LEON X. Dos maestros de ceremo-nias le estn vistiendo de gran pontifical. Varios camarlengos traen lasropas litrgicas en bandeja de plata: el pectoral, la mitra, etc. Uno deellos sostiene el bculo. Maestros de ceremonias y camarlengos vistenlos distintos hbitos de las rdenes religiosas de la poca. Pero loscolores dominantes son el blanco y oro de los fabulosos ornamentospapales. Y las cuatro manchas rojas, gigantescas, de las capas de los

  • Yo, Martn Lutero 327

    cardenales ALEANDRO, CARACCIOLO, JULIO DE MEDICIS yALBERTO, que comienzan hablando de rodillas y luego van y vienencomo gigantescas llamaradas en torno a LEON X.)

    ALBERTO. Nooo...! La excomunin no, al menos...!

    JULIO. Pero sus seguidores aumentan. No podemos prostituir ladoctrina por consideraciones polticas.

    CARACCIOLO. Aun siendo lo ms importante, no debemos consi-derar slo lo concerniente a la pura doctrina. El EmperadorMaximiliano es ya muy viejo y est enfermo. Morir pronto. Yhabr de elegirse nuevo Emperador. Necesitamos el voto delElector Federico para que triunfe Carlos, nuestro candidato, yFederico protege a Lutero.

    JULIO. El Emperador Maximiliano puede tardar en morir; y,entretanto, ese monje apstata seguir libre y su doctrina seextender an ms. Excomunin!

    ALEANDRO. No es el momento oportuno: Inglaterra, Francia,Venecia, el mundo entero est cada da ms desligado de Roma. YAlemania ms: el pueblo... nos odia.

    JULIO. (Escandalizado.) Odia?

    ALBERTO. (Abriendo un pergamino.) Uno de los mil que cada daaparecen clavados en plazas, puertas de iglesias y mercados detoda Alemania. (Leyendo.) Nombran nuestros cardenales, con-sagran a los prncipes que nos oprimen; protegen a los banquerosque nos explotan; se mezclan en nuestra poltica y son rbitros noslo de nuestras conciencias, sino de nuestras bolsas.

    JULIO. Hay motivos poderosos por los que, a veces, cualquiera queest en el poder se ve obligado a cerrar los ojos ante algunasinjusticias.

    CARACCIOLO. Pero ellos no son polticos profesionales. Noconocen los secretos hilos que mueven la historia. No comprenden

  • Ricardo Lpez Aranda328

    que es preciso que Roma est con todos, porque todos tienenpoderosas razones y sera injusto inclinarse de un solo lado. Poreso hay que obrar an con ms cautela.

    JULIO. Aceptar?

    CARACCIOLO. (Negando.) Ni repudiar: como si no existiera.

    JULlO. Pero llama a Roma... Babilonia, la gran ramera.

    ALBERTO. O deslindamos los insultos de las ideas, y los compor-tamiento de las doctrinas o... nos lleva a su terreno. Obremos conserenidad y astucia.

    JULIO. Excomunin ahora. Actuemos segn las normas legales.

    ALEANDRO. Lo legal es, en cada momento, lo que dicta el interscomn.

    CARACCIOLO. No somos nicamente polticos. Pese a todas lascontradicciones a que los problemas de cada da nos obligan, nodebemos jams perder de vista que aunque los detalles de proce-dimiento no son la mdula de nuestro ordenamiento jurdico, o losrespetamos o cmo exigir a lo dems -el Emperador, los prnci-pes- que los respeten?

    JULIO. Prefers el cisma? (Conmocin. LEON X hace un gesto:dejan de vestirle.) S! El cisma!

    ALEANDRO. Lutero no quiere el cisma. Lo ha dicho expresamente.

    JULIO. Precisamente porque quiere permanecer dentro de la Iglesia,la har estallar. No acepta ser un brazo podrido; sabe que hemoscortado muchos. Es un tumor maligno que nos ha brotado (Sealala frente.) aqu. Y desde aqu nos combate.

    CARACCIOLO. Debe ser destruido. De acuerdo, pero no sin proce-so. Eso jams.

    JULIO. Pues bien, traedle a Roma. (Tensin; victorioso.) No vendr;lo sabis.

  • Yo, Martn Lutero 329

    ALEANDRO. Yo ir a hablar con l: le convencer.

    ALBERTO. Pero quin convencer a Federico y los prncipesalemanes? No: exigirn que el proceso se celebre en Alemania.

    JULIO. All, tanto sea Lutero condenado o absuelto habrn logradoel xito poltico. Proceso? Bien. Pero en Roma. O excomuninfulminante.

    ALBERTO. Alemania arde: baslicas, cancilleras, plazas, campos,todo es fuego, discusiones, peleas. Una bula condenatoria sera elcomienzo de una guerra intil.

    JULIO. No si por ella los espritus se libran del error. No hemospurificado en la hoguera miles de herejes?

    ALEANDRO. Aqu morirn millones, y no por un error doctrinal.Lutero, s. Pero los prncipes no lucharn por defender sus ideas,sino contra la opresin de Roma. Y el pueblo, contra la tirana delos prncipes. Condenar a Lutero en nombre de la doctrinaservir otros intereses! Lutero es ya slo un pretexto!

    CARACCIOLO. Serenidad, dilogo, procedimiento. Pero todo sua-vemente. Lentitud. En medio de un mundo perfectamente estruc-turado, no hay idea ni doctrina nueva que resista un largo proceso.El tiempo, la rutina, la complicacin del procedimiento, desgas-tan, diluyen, borran. Ms cercad a esa misma idea o doctrina conmuros de espadas y los ejrcitos seguirn luchando mucho des-pus de que la idea o doctrina por la que todo comenz haya sidoolvidada. Cada hombre, cada pueblo lleva en s mil cadveres deideas y de sueos que no le impiden vivir; ms poned un muertoverdadero, el de su mujer o el de sus hijos o una guerra, y el cursode su vida quedar marcado para siempre.

    ALBERTO. Y eso... en cuanto al pueblo. Que para los nobles serala gran ocasin, el pretexto exacto para desvincularse de nosotrosde una vez por todas: su sueo.

    CARACCIOLO. Jams, eso... jams.

  • Ricardo Lpez Aranda330

    ALBERTO. Lo gritan.

    CARACCIOLO. No mordern. Tienen problemas internos: campe-sinos rebeldes, bandoleros con pretensiones legales, qu sera deellos si la Iglesia no condenara esas rebeliones? Sus propiossbditos les colgaran de sus almenas y dormiran en sus camas enmenos de un ao. Y lo saben.

    ALEANDRO. Si nosotros queremos sobrevivir, debemos mante-nerles en sus puestos. Tambin lo saben.

    (Msica: LEON X es sacado en la Silla Gestatoria. Tras l salenALEANDRO y ALBERTO. Quedan solos, de rodillas, JULIO yCARACCIOLO. Durante el resto de la escena se oye msica dergano.)

    (Entran criados que les ayudan a quitarse las ropas de gran ceremonia;mientras...)

    JULIO. Lo ms astuto ciertamente sera hacer nosotros mismos lareforma de Lutero.

    CARACCIOLO. Qu locura...!

    JULIO. Lgica. Malo es que se le haya ocurrido la idea, pero seracatastrfico si permitiramos que l mismo la pusiera en prctica.Slo si somos quienes lo cambiamos todo, lograremos que todosiga igual. S que ahora esto no es posible. Por qu no elegir paravencer a Lutero el nico campo de batalla que nadie imaginara,su propia conciencia? S que est en lucha consigo mismo.Confimosle. Ms: estimulmosle. Est desconcertado, en ellmite de su resistencia. Hagmosle creer que Roma le compren-de. Est atrapado.

    CARACCIOLO. Ingeniosa guerra. Pero no podemos arriesgarnos aperderla. Menos an a hacer de l un mrtir. Vivimos de los quenos hicieron. Adems, ese Lutero es demasiado inteligente y cultocomo para destruirse a s mismo.

  • Yo, Martn Lutero 331

    JULIO. Ojal! Qu fcil sera todo. Argumento primero, argumen-to segundo. (Se oyen campanas.) Los mejores telogos del mundoestn de nuestro lado. Somos nosotros. Ni uno solo de sus argu-mentos resistira a una hbil controversia. No inteligente, niculto, es... fuego! Un volcn de palabras, una mezcla de verdadesa medias, de poesa y de... sinceridad! S; aunque parezca incre-ble... es sincero. Y, encima, no se vende. Todos han intentadocomprarle. Hemos!

    (Van entrando camarlengos y Maestros de ceremonias, que comien-zan a vestir a JULlO con ropas blancas de gran pontifical, mientras, l,indiferente a todo contina...)

    JULIO. Y a los ms altos precios. Los prncipes le han ofrecido lasms altas dignidades; los banqueros, dinero; nosotros..., el perdn;el pueblo, el precio ms irresistible: su fe ciega en l. Se niega avenderse. Duda. Y en voz alta refuta hoy, lo que ayer afirmaba.Proclama que est en bsqueda perpetua ni l mismo sabe de qu.Sin advertir que su hallazgo es precisamente la bsqueda de laverdad por medio de la duda.

    CARACCIOLO. (Atnito.) Ya no hay un nico Martn Lutero...?

    (Golpe de trompetas. Entra LEON X seguido de toda la corte papal.Desde lo alto de la Silla Gestatoria hace un gesto; silencio total.)

    LEON X. (Solemne, ritual.) Yo, Len X, muero en 1521 y soysucedido por Julio de Mdicis, que sube al trono pontificio en1525 con el nombre de Clemente VII.

    (Msica de rgano y coros. LEON X baja de la Silla Gestatoria y subea ella JULIO -ya CLEMENTE VII-. LEON X sale de escena.)

    CLEMENTE VII. (Firma un pergamino.) Mantened secreto esteedicto hasta que sea elegido el nuevo emperador. (Entregndole elpergamino a ALBERTO.) Slo entonces, y si vierais que el errorsigue extendindose, hgase pblico. (Y va saliendo.)

    (ALEANDRO desenrolla el pergamino.)

  • Ricardo Lpez Aranda332

    ALEANDRO. (Atnito.) La bula de excomunin... contra MartnLutero.

    (Entra el sonido -como una ola gigante- msica de rgano y gran coro;slo una rfaga. Oscuro.)

    ESCENA OCTAVA

    (PALACIO DEL ELECTOR.)

    (Se est celebrando un suntuoso banquete. Entre los invitados estnJACOBO FCAR, su hijo MIGUEL, CLOTILDE y el caballeroWARTZ.)

    (Acaban de retirarse los cmicos que han representado el Auto de lahereja, escena suprimida en esta versin. Entran y salen criados conbandejas. Pajes escancian vinos en clices de oro; msica. Variasparejas trenzan un baile cortesano. De pronto el Elector FEDERICOcorre hacia su trono, se sube a l y grita.)

    FEDERICO. (En pie, alzando su copa.) Por el Emperador...!

    INVITADOS. (En pie, alzando sus copas.) Por el Emperador...!

    FEDERICO. Porque la die esta misma noche... !

    (Todos ren y beben. Sigue el baile. FEDERICO baila con MARGA-RITA, vestida de gran dama. El caballero WARTZ con CLOTILDE.)

    JACOBO. (A MIGUEL, sealando a ELENA.) Divirtete.

    MIGUEL. No.

    JACOBO. Te encuentro cambiado, hijo. Qu te ocurre?

    (Pero Miguel mira hacia lo alto de la rampa donde acaba de aparecerALEANDRO con ropas de viaje. Desciende. Le ven todos. Cesa lamsica. Se inclinan. Besamanos. Mientras...)

  • Yo, Martn Lutero 333

    FEDERICO. Aleandro, qu ha ocurrido para que Roma me enve asu ms alto emisario?

    ALEANDRO. Pax vobiscum.

    FEDERICO. Gracias. Sabis la buena nueva? El EmperadorMaximiliano agoniza.

    ALEANDRO. (Irnico.) Y... le estis llorando.

    FEDERICO. La fiesta? El remate de un negocio: acabo de venderle(Por JACOBO.) todas mis cosechas por tres aos, intentaba,ahora, venderle alguna de mis reliquias. Quiz vos compristambin. (Hace un gesto; entran criados con arquetas, mientras...)

    ALEANDRO. Hola, Jacobo.

    CLOTILDE. Eminencia ...?

    ALEANDRO. (Por MIGUEL, que se inclina.) Quin es?

    JACOBO. Mi hijo.

    MIGUEL. Y vuestro... servidor.

    WARTZ. (Inclinndose.) Wartz.

    ALEANDRO. El... bandido?

    WARTZ. El... soador, Eminencia.

    FEDERICO. (Abriendo las arquetas.) Las ms fabulosas reliquias dela cristiandad. (Mostrando un relicario.) Ved qu hermoso paal.Del Nio Jess. (Muestra otro relicario.) Dos briznas de paja delpesebre.

    ALEANDRO. Realmente os queris desprender de ellas?

    FEDERICO. Necesito dinero. Mucho. (Riendo.) No adivinis paraqu? (Por otro relicario.) Ved: dos cabellos de la Virgen... (Lomismo.) Fragmentos de los clavos de la pasin. Los veis? (Hacerodar los fragmentos en el interior del relicario.) Son tan pequeos!Pero... no los haba ms grandes en el mercado!

  • Ricardo Lpez Aranda334

    ALEANDRO. Hay quien afirma que esas reliquias no son ms queun tinglado para atraer hacia vuestra bolsa -peregrinos, hospedajes,tiendas de recuerdos- el dinero del mundo entero.

    FEDERICO. Con gran indignacin de Roma. Ah, la competencia.Pierdo. Roma sabe ms que yo de esto. Empez antes. Qunegocio habis venido a proponerme? No se hace todos los das unviaje tan largo. Roma est lejos... aunque pared con pared de micorazn.

    ALEANDRO. (Una pausa.) Martn Lutero.

    FEDERICO. Tambin? (Re.)

    JACOBO. Disculpadme. Debo partir. (A MIGUEL.) Adis, hijo.

    FEDERICO. Acompaadlo; nosotros... (Por ALEANDRO.) debe-mos hablar de negocios.

    (Reverencias. Salen JACOBO, MIGUEL y CLOTILDE; detrs to-dos, menos ALEANDRO y FEDERICO.)

    ALEANDRO. Se dira que huye. De quin de los dos?

    FEDERICO. Quiz de... Martn Lutero. Vino a comprarme sucabeza. Vos tambin?

    ALEANDRO. Tan slo su... silencio.

    FEDERICO. Eso es otra cosa. Debe callar. No quiere. Hay queobligarle. Roma no puede. Yo s. Cunto?

    ALEANDRO. No se trata slo de silencio, sino tambin, y antes, deretractacin.

    FEDERICO. El doble. (A un criado.) Que venga el Padre Martn.(Sale el criado.) Ofreced.

    ALEANDRO. Nuestra ms alta distincin: la Rosa de Oro.

    ALEANDRO. Pero... si ya la tengo! (Y muestra el collar; el perrogrue.) Tres...!

  • Yo, Martn Lutero 335

    ALEANDRO. La recaudacin bruta de un nueva indulgencia queharais predicar en vuestros territorios.

    FEDERICO. (Toca madera.) Con todo el lo que...? Ja! No meinteresa una liquidacin por derribo...!

    ALEANDRO. Leed esto.

    FEDERICO. (Por el pergamino que ALEANDRO le tiende.) Unmensaje del Papa? (Leyendo.) Roma, 29 de agosto. Sin discutir,que se retracte. Si acepta, gracia. Si persiste, sea detenido y tradoa Roma. Si huye se le excomulgar y los prncipes debernentregarle. Yo... No...! Y encima me hace responsable delenvo? (Re.)

    ALEANDRO. Vive en vuestros dominios. A un tiro de piedra devuestro palacio.

    FEDERICO. (Sealando hacia el pblico.) Su convento, veis esaluz?: su celda. Estar estudiando. Estudia incansablemente. No esposible: decdselo a Clemente. Juicio?: negociable. En Roma?:imposible!

    ALEANDRO. Por qu?

    FEDERICO. Nuestras leyes ordenan que todo alemn sea juzgado enAlemania.

    ALEANDRO. Dudis de la imparcialidad de Roma?

    FEDERICO. Claro. Adems...

    ALEANDRO. (Jugando la ltima carta.) Hablemos del Emperador.

    FEDERICO. Al fin entris en materia: la eleccin del futuro Empe-rador.

    ALEANDRO. Sois bien visto por Roma.

    FEDERICO. Por eliminacin: de tres males: Carlos, Francisco y yo,yo soy el menos cnico, ms razonable y dbil: el ideal para Roma.(Le mira fijamente.) No ser yo; Carlos es joven; por tanto,

  • Ricardo Lpez Aranda336

    inexperto, de familia rica y est, en Espaa, al borde de la guerracivil: el ideal para el cargo (Sacando de una arqueta una fabulosacorona de emperador.) Es mi regalo para Carlos..., porque Carlosser el Emperador. Es el candidato de Roma! Lo... es? (Le arrojala corona, que ALEANDRO recoge en el aire a duras penas.) Oquiz... lo era? (El cardenal ALEANDRO mira la corona y luego,estupefacto, al Elector.) Id a Roma y decidle el precio que pido porMartn Lutero.

    ALEANDRO. El Emperador Maximiliano ha muerto.

    FEDERICO. Cundo?

    ALEANDRO. Hace seis das. Carlos est siendo coronado Empera-dor en este momento.

    (A FEDERICO se le cae la corona de las manos.)

    FEDERICO. Lo saba...!

    ALEANDRO. Quin...?

    FEDERICO. Jacobo. Y que vos traais la noticia. Por eso...; lo sabetodo antes que nadie. Pero tanto retraso...! Habr comprado a miscorreos. (Arroja la arqueta con dinero.) Idiota; seis cosechasvendidas por la dcima parte de su precio; y cuando ya no lonecesito. Me creo... (Se agiganta.) Y no soy ms que un ratnjuguete de...

    (Entran el P. MARTN y el P. STAUPITZ.)

    FEDERICO. (La corona entre las manos.) Tendr que desmontarla yvenderla. (Entran los invitados, entre ellos MIGUEL.) Qu tresinviernos pasarn mis campesinos! (Al P. MARTN.) Compren-dedme: Roma sola... an; pero... encima el Emperador! Espa-a...!: es... mi cabeza. (A ALEANDRO.) Habr juicio, pero...(Gira la bola del mundo.) en cualquier lugar del mundo menosRoma. Elegid. (A sus invitados.) El Emperador Maximiliano hamuerto...! Viva el... (en tensin.) nuevo Emperador... Carlos!

  • Yo, Martn Lutero 337

    (MIGUEL hace un discreto pero intenso saludo al P. STAUPITZ.)Redoblen a muerto todas las campanas del reino! Seis das de lutonacional. (Se sienta.) El viejo puerco tendr sus funerales. (Seoyen campanas.)

    ALEANDRO. Ni un Te Deum por Carlos?

    FEDERICO. Por supuesto. Ahora. Y oficiado por vos. Habiselegido?

    ALEANDRO. (Parando el giro de la gran bola del mundo con un dedo.Lee.) Worms...! (Y sale; detrs, todos los invitados menosMIGUEL.)

    FEDERICO. (Saliendo al P. MARTN.) Ya habis odo dnde serel juicio.

    MIGUEL. (En tensin, pero contenindose.) No ser una trampa?

    FEDERICO. (Con extraeza.) Te importara?

    MIGUEL. Fui, aunque por poco tiempo, alumno suyo.

    FEDERICO. Oh! La poca de la universidad terminar para tipronto. No te molestes por lo que no te importa, hijo. (Y sale.)

    MIGUEL. (Arrodillndose ante Lutero.) No vayis...!

    P. STAUPITZ. La trampa est en que se declare en rebelda.

    MIGUEL. El resultado ser el mismo en Worms que en Roma, puesella elegir los jueces.

    P. STAUPITZ. Debe an estudiar, prepararse, meditar...

    MIGUEL. Los campesinos estn inquietos pero indecisos. Unos aellos. Sed su caudillo. Dad la seal de ataque. Os llaman... padrede la patria y Papa de la nueva Iglesia. Tomad el mando.Armas y dinero no os faltarn.

    P. MARTN. (En lucha.) No correr el riesgo de un paso en falso. Hedado ya demasiados.

  • Ricardo Lpez Aranda338

    (Se oyen voces fuera cantando el Te Deum.)

    MIGUEL. (Definitivo.) Lo tengo todo y lo sacrifico. Y hay muchoscomo yo a los que vuestra palabra inici en la verdad. Ve; vendecuanto tengas y sgueme. Lo estoy haciendo. Ms. Pero yo, enltimo trmino, corro poco riesgo haga lo que haga. Pero yMuntzer y sus campesinos? No podis dejarlos solos!

    P MARTN. Nunca estuve con ellos.

    MIGUEL. (Entregndole unos papeles.) Leed.

    P. STAUPITZ. (Leyendo.) Lutero es el hombre que esperbamos.

    P. MARTN. Arengas, libelos. El pueblo est confuso y cada grupoquiere llevar el agua a su molino.

    MIGUEL. No!: es la voluntad del pueblo. Por miles se estnrepartiendo proclamas por todo el pas. Tomad el mando.

    P. MARTN. Debo ir a Worms...!

    MIGUEL. Por orden del Papa! Y el proceso le presidir el Empe-rador, que no es ms que un ttere en manos de Roma, a la que debeel puesto. No vais a un juicio, sino a vuestra ejecucin...!

    P. MARTN. Muera yo, pero viva eternamente en todos el esprituque alienta en m. Worms ser la catedral del mundo. Subir a suplpito. Estoy dispuesto a todo porque se conozca la verdad.

    P. STAUPITZ. La hoguera... incluida? (El P. MARTN se estreme-ce.) Pensad en Alemania. Encended antes aqu la llama: ya seextender. Partidarios os sobrarn: altas jerarquas eclesisticas,burgueses, nobles, todos los que en Alemania...

    MIGUEL. A sos les importa su nombre, no su doctrina. Y loutilizarn para sus propios intereses. Conozco el pao. No. Y, porDios, dejad de pensar slo en los problemas de Alemania! Lameta es... toda la civilizacin cristiana. Si vais a Worms abjura-ris.

  • Yo, Martn Lutero 339

    P. MARTN. Eso no... Jams!

    MIGUEL. La resistencia de un hombre tiene lmites conocidos antela tortura.

    P. MARTN. (Temblando.) Si sucediera... decid al pueblo que lospapistas me obligaron; desde aqu los hago responsables.

    P. MELANCHTON. Cuando Cristo muri sus discpulos recorrie-ron el mundo predicando su doctrina.

    MIGUEL. Pero l no tiene an una doctrina. (Le aferra.) Si murieseahora todo habra sido intil.

    P. MELANCHTON. (Cayendo de rodillas.) ...menos cada da.(Desesperado.) Habis abierto un camino, pero... desemboca entantos!

    P. STAUPITZ. (Escupiendo la palabra.) Judas...!

    P. MELANCHTON. (Con rencor.) Decdselo...! (Y sale.)

    P. STAUPITZ. No. (Vencido.) El Elector me ha dado a entender...

    (Entra JACOBO FCAR; queda escuchando sin ser visto.)

    P. STAUPITZ. ... Que si os negis a ir peligrara la seguridad delconvento.

    MIGUEL. Otro ultimtum. Dadles el vuestro...!

    P. MARTN. No he predicado la palabra para echar lea al odio delos prncipes contra Roma y alzarme como bandera de susintereses.

    MIGUEL. Cobardes, egostas...!

    P. MARTN. (Negando.) Quedarme sera optar por el silencio,abandonar la batalla fundamental: la de las ideas.

    MIGUEL. Roma, el Emperador, mi padre... entienden un lenguaje.(Y clava su espada en el suelo.) Este...!

    P. MARTN. Cristo no us la violencia. Yo tampoco.

  • Ricardo Lpez Aranda340

    MIGUEL. La violencia se ejerce desde el poder constituido.

    P. MARTN. Por la palabra, no por las espadas, sern vencidos suscrmenes. (Se arrodilla.)

    (Se oyen gritos que se acercan.)

    MIGUEL. An confiis en Federico? Soador! (De rodillas, a sulado.) No comprendis que para l no sois ms que una bazapoltica en el juego cambiante del poder?

    MARTN. (Grita.) No es en l en quien confo! (Le mira intensamen-te.) Ni siquiera en vos...!

    MIGUEL. Entonces, en quin?

    P. MARTN. En Dios... y... en el pueblo! (Las voces, ms cerca y msfuertes.)

    P. MARTN. Odle! Me aclama...!

    (Se oyen voces que gritan: Lutero, traidor! , A la hoguera...!.)

    P. MARTN. No puedo creer... Oh! Dios mo! (Entra el P. BUCER.)

    P. STAUPITZ. Qu est ocurriendo?

    P. BUCER. Grupos de gente recorren las calles y se dirigen haciaaqu. (Con rencor.) Ha corrido la voz de que (Al P. MARTN) osvais. (JACOBO FCAR avanza un paso.) A Worms, es cierto?

    P. MARTN. S, a defender mis ideas.

    MIGUEL. Y sus vidas?, quin las proteger?

    P. BUCER. Han encendido hogueras y arrojan a ellas vuestros libros:se sienten traicionados.

    P. STAUPITZ. El pueblo es un nio ciego.

    P. BUCER. (En un grito: con reproche terrible.) Algn da se harnhombres y vern.

    MIGUEL. Ahora!; ahora!; ahora...!

  • Yo, Martn Lutero 341

    P. MARTN. Pero cmo han podido pensar que yo...?

    MIGUEL. Pensar? Pero si ni imaginan que pueden hacerlo. Rebotarde un miedo a otro miedo: ese ha sido su destino durante siglos ylo seguir siendo durante milenios si no ponemos remedio. PorCristo! Es el momento. Aqu y ahora o nunca ser posible ya,nunca, nunca... (En pie; desesperado.) Buscaba la verdad: laencontr; (Inicia salida.) o mejor... cre haberla encontrado. (Setopa con su padre.)

    JACOBO. (Fro hermtico.) Siempre la has tenido; desde antes de serengendrado: la nica verdad por lo que el mundo ha andado, anday andar para siempre revuelto: (Arranca la espada.) el dinero,imbcil, el dinero...! (Glacial.) A muerte.

    (El P. MARTN, solo, traicionado por sus discpulos, superior, por...todos avanza hacia el fondo, hacia el gran ventanal por el que entra unresplandor rojo y se oyen las voces del pueblo que gritan: Hereje...!A la hoguera...! ; Entran el ELECTOR, ALEANDRO e invitados.)

    MIGUEL. (En terrible tensin, jugando la ltima baza.) El Empera-dor, la Iglesia, el pueblo. Incluso l (Por JACOBO.) todos encontra vuestra!; os atreveris a ir a Worms?

    P. MARTN. S! (Alucinado.) Ir! (Le sobreviene un ataqueepilptico.) Ir...!; ir...!

    (Todos le miran retorcerse en silencio litrgico. El P. MARTN alla,alla, alla. Nadie se acerca a l. Estallan de nuevo los gritos delpueblo. Y todos se van apartando del P. MARTN, en semicrculo,como de un perro apestado y, de pronto, gritan alucinados, convulsos,contagiados.)

    (Oscuro: y fin del primer acto.)

    ACTO SEGUNDO

  • Ricardo Lpez Aranda342

    ESCENA PRIMERA

    (DIETA DE WORMS)

    (Un doble gradero de sitiales gticos de una solemne sencillez. En elsector donde se sientan los eclesisticos estn ALEANDRO, ALBER-TO, CARACCIOLO y TETZEL como ayudante suyo. Y otros. En elsector de la nobleza el Elector FEDERICO y otros dos Electores. Ensector de la alta burguesa estn MIGUEL, JACOBO, elBURGOMAESTRE de Wittenberg y otros.)

    (Casi en el proscenio dos mesas. En una escribanos. En la otra el P.BUCER, el P. STAUPITZ y el P. MELANCHTON, como ayudantesy consultores. Hay profusin de libros y papeles en esta mesa como entodas partes. En el centro de la escena, solo, en pie, ante la barandillael P. MARTN. Al fondo en el centro el gran trono del Emperador,vaco; otros asientos tambin vacos. Estamos al final de una larga yagotadora sesin de trabajo. Hay una mezcla de trajes sencillos y degran ceremonia. Empieza a atardecer.)

    P. MARTN. (Agotado ya.) S, s! Libertad! Yo he sido el primeroy el nico en pedirla. (Escndalo.) Por eso queris destruirme!

    CARACCIOLO. Mentira! La Iglesia ha pedido ya en varios Conci-lios la libertad de espritu

    P. MARTN. Palabras y letra muerta. (Escndalo.)

    CARACCIOLO. Desde hace ms de un ao Erasmo y sus discpulospiden esa libertad. Pero con modos, por los cauces precisos. No enlas plazas, no a gritos.

    P. MARTN. Es que yo pido la libertad de conciencia para todos.Tambin, s, para el pueblo. No como Erasmo para un puado deintelectuales solamente. Por eso no cuchicheo en crculos deiniciados -cmplices, agazapados, comerciantes del digo perono hago- sino que alzo mi voz en los mercados.

  • Yo, Martn Lutero 343

    TETZEL. Mientras predicasteis contra la corrupcin de las