villoro aproximaciones a una etica de la cultura

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  • 7/26/2019 Villoro APROXIMACIONES A UNA ETICA DE LA CULTURA

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    APROXIMACIONES A UNA TICA DE LA CULTURA 131

    Este aparente conflicto ha dado lugar a mltiples debates.

    Por desgracia, casi todos lo presentan en trminos que dan lu-gar a una antinomia: "universalidad" frente a "peculiaridad"

    cultural. Presentado en esos trminos el conflicto se vuelve

    insuperable. Obliga a optar entre uno de dos trminos antitti-

    cos. La primera opcin elegira el reencuentro con lo peculiar.

    La cultura ajena proveniente por lo general de un estado de

    colonizacin se ve como inadaptada a la situacin propia,

    enajenante, por ende. Habra que volver a lo "propio", enten-

    dido como lo que nos distingue y singulariza frente a otrasculturas.1 Se sostienen, entonces, dos proposiciones oscuras:

    1) Existira algo as como una "identidad" nacional o tnica.

    Por "identidad" de un pueblo o una nacin podemos entender

    simplemente los rasgos que nos permiten reconocernos como

    miembros de esa comunidad. Esas notas varan de un sujeto a

    otro. Pueden ser tan diversas como una manera de hablar o de

    comer, un hbito de vestir, el recuerdo de una festividad local,

    un giro de pensamiento o aim una carencia compartida. "Iden-

    tidad" no es entonces ningn atributo oculto que habra que

    descubrir, ni un conjunto de caractersticas "peculiares" opues-

    tas a las que compartimos con otros pueblos. Para cada quien

    la "identidad" de su pueblo se reconoce en ciertas notas obser-

    vables, sin que venga al caso saber si comparte, o no, esas notas

    con otras culturas. Cuando, por el contrario, se sostiene la ne-

    cesidad de volver a un "ser" o "identidad" propios, del que es-taramos "enajenados", esos trminos tienen que significar algo

    ms "profundo". Habra algo exclusivo, caracterstico, que cons-

    tituye una cultura, alguna realidad profunda, que se alcanza-

    ra al arrancarnos las mscaras de las culturas recibidas. Por

    desgracia, esa identidad es inasequible. Toda cultura es histri

    ca, proviene del encuentro entre culturas de orgenes diversos,

    1 En muchos de los autores que han pugnado por la realizacin de una filo-sofa latinoamericana autntica encontramos esta posicin. Tanto para Leopol-do Zea como para Augusto Salazar Bondy, por ejemplo, la filosofa latinoame-ricana se considera enajenada por ser una copia de ideas ajenas; frente a esasituacin habra que volver a "lo propio". (Sobre la posicin de L. Zea, cfr. miartculo "Sobre el problema de ia filosofa latinoamericana", en CuadernosAmericanos,nm. 3, mavojuno de 1987, pp. 86104; sobre la de A. Salazar Bon-

    dy, cfr.David Sobrevila, Repensando la t radi cin naci onal, Ed. Hipatia, Lima,vol. 2, pp. 495 ss.)

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    132 APROXIMACIONES A UNA TICA DE LA CULTURA

    es resultado de evoluciones, rupturas e influencias innumera-bles. No hay "esencia" alguna que descubrir. La bsqueda de

    ese "ser propio" podra conducir, en cambio, a otra salida: iden-tificarlo con alguna herencia cultural del pasado. Entonces, al

    buscar lo peculiar puede caerse en la veneracin de la tradi-cin y bajo el nombre de "identidad" correr el riesgo de sacra

    lizar los aspectos culturales ms reacios al cambio.2) Por otra parte, quien opta por rescatar la peculiaridad de

    una cultura frente a la "universalidad" cultural suele suponer

    otra proposicin igualmente discutible: la equivalencia de to-das las culturas. Pero el relativismo cultural rompe con una idea

    cara a la modernidad e inherente a la nocin de racionalidad:existen formas de cultura ms racionales que otras. No todas

    las culturas son en realidad equivalentes: las hay oscurantistas

    y represivas y otras que garantizan en mayor grado el perfec-cionamiento del hombre y su poder para dominar y transfor-mar el entorno. Proyectar un ideal de emancipacin humana

    implica aceptar la existencia de culturas ms atrasadas que otrasen la aproximacin a ese ideal.

    Pero en el debate universalidadpeculiaridad, la tesis contra-ria es igualmente confusa. Quienes, frente a la proposicin de

    la equivalencia de las culturas, eligen una cultura universal,

    corren varios riesgos. Confundir la cultura universal con una

    cultura particular de una etapa en la evolucin de Occidente es

    uno de ellos. Al relativismo cultural se opone una forma de

    vida y una concepcin del mundo superiores, de validez uni-versal. Pero esa cultura superior slo puede tener como rasgos distintivos los ideales de la Ilustracin europea.2 Bajo el lema

    de la universalizacin puede ocultarse el etnocentrismo euro-peo. Por otra parte, al establecer como valores universales laracionalidad y el progreso, esa postura suele hacer el juego a

    la ideologa de dominacin de los pases desarrollados. Que eldominio sobre los otros siempre ha pretendido justificarse en

    la superioridad de los valores que la civilizacin dominadora

    aporta a los dominados.Por ltimo, la insistencia en el valor superior de una cultura

    universal puede caer en otra confusin: la de universalidad de

    2 En un libro reciente de Alain Finkelkraut, La dfai te de la pense,Pars, 1988,puede verse una crtica del relativismo cultural sobre esta lnea.

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    APROXIMACIONES A UNA TICA DE LA CULTURA 133

    jurey defacto.Podemos fcilmente confundir, sobre todo si nosinteresa hacerlo, lo que debera ser una cultura universal que,

    por la universalidad de sus valores y principios, normara atodo pueblo, con los rasgos culturales que, de hecho, se han unlversalizado. As puede con facilidad omitirse la distincinentre un ideal normativo de cultura universal y la cultura tecnieada y comercializada, difundida por los medios interna-

    cionales de comunicacin de masas, que de hecho han cubierto

    la superficie del planeta. Cuando se opone una cultura univer-sal a la realidad de las culturas particulares no siempre se es-pecifica a qu cultura nos referimos.

    En suma, el dilema "universalidad""peculiaridad" es confuso y ha dado lugar a polmicas estriles. Se trata de una anti-nomia engendrada por los trminos lingsticos utilizados que

    impiden ver el verdadero problema. Para que ste salga a la luz,

    habra que presentarlo en otros trminos, susceptibles de defi-niciones ms precisas.

    H a c i a u n a t i c a d e l a c u l t u r a

    El dilema de que hablamos plantea opciones de eleccin refe-rentes a la cultura. Supone, pues, las preguntas: Qu formasculturales son preferibles? Cules son ms valiosas? Se refierepues a un deber ser. Implica la idea de que, en la creacin ytransmisin d la cultura, debemos tener ciertas disposiciones,proyectar ciertas metas y seguir ciertos comportamientos depreferencia a otros. Si tica es la disciplina que se ocupa del

    deber ser de nuestras disposiciones y acciones, el dilema queplanteamos formara parte de una tica de la cultura. Una tica

    slo puede referirse a comportamientos y disposiciones cons-cientes e intencionales. Incluira, por lo tantoylj)Una tica delas creencias, que habra de referirse a las maneras como la vo-luntad debe incidir en la justificacin, la adopcin y el rechazode las creencias.^2)JUna tica de las actitudes, que se pregunta-

    ra por los valores a los que debera dar preferencia en la cuitu 3

    3 En otro trabajo (Creer, saber, conocer,Siglo XXI, Mxico, 1982, cap. 12) he

    presentado un esbozo de una tica de las creencias.

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    i APROXIMACIONES A UNA TICA DE LA CULTURA

    ra, }(\3) una tica de las intenciones, de los fines que deben fi-jarse para una cultura.

    Por otra parte, una tica de la cultura debera poder sealar

    deberes^, derechos en dos niveles diferentes, relacionados entre s(y Deberes y derechos del agente ante la. cultura a que

    pertenece, como individuo y como miembro de un g rupoffi) Deberes derechos de una comunidad cultural frente a otras

    comunidades, sean stas dominantes o dominadas. Aunque ensentido estricto el nico sujeto moral es el individuo, es claro

    que hay ciertosderechos v deberes que conciernen a todos los

    miembros de un grupo social, solo en cuanto pertenecen a se grupo Podemos~Tablar entonces por economa de expre-sin de derechos y deberes del grupo.

    Cmo determinar esos deberes y derechos? No podemosentrar aqu en la discusin de los fundamentos de una tica dela cultura. Implicara una discusin sobre las caractersticas y lafundamentacin de la tica misma. Pero ste es tema que reba-

    sa el alcance de estas breves reflexiones tanto como mi capaci-dad para resolverlo. Evitar ahora, por lo tanto, esa discusin.Para progresar en nuestro razonamiento, partir de supuestos

    generales que, segn creo, seran aceptables sin demasiada di-ficultad.

    Primer supuesto: Una cultura satisface necesidades, cumple deseos y permite realizar fines del hombre. Cmo? Medianteuna triple funcififlpExpresa emociones, deseos, modos de

    ver y de sentir el mundo. 2) Da sentido a actitudes y comporta-mientos. Seala valores, permite preferencias y eleccin defines. Al dar sentido, ntegra a los individuos en un todo colec

    tivo/3))Determina criterios adecuados para la realizacin deesos fines yvalores; garantiza as, en alguna medida, el xito

    enTas acciones emprendidas para realizarlos.Segundo supuesto: Una cultura ser preferible a otras en.la

    medida en que cumpla mejor con esa triple funcin de expresar,

    dar sentido y asegurar el poder de nuestras acciones.Podem os preguntarnos entonces, cules seran las condi-

    ciones de posibilidad, a priori, para que una cultura realice me-jor esa triple funcin? Esas condiciones podran verse as comoprincipios normativos para la realizacin de una cultura prefe-rible. Sealaran las condiciones de una cultura ideal que cum

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    pliera a la perfeccin sus prop sitos. De hecho, nin gu na cu ltura

    particular cumple cabalmente esos requisitos. Siempre existir

    una distancia entre el ideal normativo expresado por los prin-cipios de una cultura ideal y la situacin real de cada cultura

    particular. Es esa distancia la que hace p osible siem pre la crtica ^

    de la situacin existente a partir de la exigencia normativa no cumplida.

    Esos principios seran universales puesto que enuncian con-diciones para que cualquier cultura cumpla cabalmente sus

    funciones. Pero son universales po r ser for m ales. N ad a dicenacerca de los contenidos que deberan tener las culturas, los

    fines y valores que deberan elegir, las creencias bsicas que deberan compartir, por ejemplo.

    Los principios normativos pueden considerarse como hipo-tticos o categricos. No es indispensable, para mi propsito actual, pronunciamos sobre este pu nto. Po dram os co n side rar-los como principios hipotticos. Su obligatoriedad estara con-

    dicionada a una regla utilitaria que podra formularse as: Si un

    sujeto quiere ayuda r a que una cu ltura cu m pla m ejor co n sus funciones, entonces deber guiarse por los siguientes princi-pios... O bien, podram os juzgar q ue la realizacin d e u na cul-tura que cumple mejor con sus funciones es un im pe rativo tico

    incondicionado, entonces los principios para realizarla se veran como normas categricas.

    Creo que los principios en cuestin pueden reducirse a cua-tro, de cada uno de los cuales pod ran d edu cirse otros m en os

    generales. Los llamar: principios de autonoma, de autentici-dad, de sentido y de eficacia.

    E l p r i n c i p i o d e a u t o n o m a

    Una cultura tendr la posibilidad de cumplir con las funciones

    de expresar a una com unidad , de otorg ar sentido a su vid a y de

    asegurar el xito de sus accion es si, y slo si, tiene la cap a cid ad

    de: 1) Fijar sus metas, elegir sus valores prio ritario s, esta blecer

    preferencias y determinarse por ellas. 2) Ejercer control sobre

    los medios a su alcance para cumplir esas metas. 3) Estable

    cer los criterios para juzgar de la justificacin de sus creencias

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    y atenerse, en el proceso de justificacin, a las razones de que

    esa comunidad dispone. 4) Seleccionar y aprovechar los medios de expresin que juzgue ms adecuados.Podemos llamar a esa condicin principio de autonoma, con

    tal de tomar este trmino en su sentido ms amplio, como ca-pacidad de autodeterminacin sin coaccin ni violencia ajenas.Para que una cultura se realice cabalmente es menester que sus miembros tengan autonoma para decidir sobre los fines yvalores, sobre los medios para realizarlos, sobre la justificacin

    de sus creencias y sobre sus formas de expresin.El ejercicio del principio de autonoma est limitado, en

    cada caso, por las disposiciones de la Constitucin poltica ydel sistema jurdico vigentes. En los Estados multinacionaleso multitnicos o unos y otros, la autonoma cultural de cadanacionalidad o etnia debe ejercerse en el marco del pacto cons-titucional que se supone libremente asumido.

    Del principio de autonoma se siguen ciertos deberes y dere-chos de todo agente ante la cultura a que pertenece y ante lasculturas ajenas. Ante todo, el deber de todo sujeto de procurar la autonoma de su propia cultura. Deber de contribuir, en lacreacin y transmisin de la cultura, a que las creencias, actitu-des y expresiones culturales estn basadas en las decisiones libres de la propia comunidad; de luchar, por lo tanto, contra laimposicin de formas culturales como instrumentos de domi-

    nacin. Se sigue tambin, por otra parte, el deber de respetar laautonoma, de las formas culturales ajenas, de no imponer aotras comunidades, sin su libre aceptacin, nuestras creencias,actitudes y fines, deber de respetar, en otros, formas de vidaque no compartimos, deber, en suma, de tolerancia.

    A esos deberes corresponde el derecho de toda cultura a lamayor autonoma compatible con el marco constitucional vi~

    Igente. Comprende el derecho a la autonoma de expresin: uti

    ' lizacin de su propia lengua y de sus propios recursos expre-sivos; el derecho a utilizar los conocimientos y tcnicas queconsidere convenientes; el derecho a fijar sus metas y progra-mas colectivos y a determinar las instituciones y procedimien-tos de decisin para cumplirlos.

    Contrario a la autonoma cultural no es la aceptacin de pro-ductos culturales de otras comunidades sino la sumisin a la

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    APROXIMACIONES A UNA TICA DE LA CULTURA 137

    dominacin por otras culturas. Lo opuesto a la autonoma no

    es la adopcin de lo ajeno sino su imitacin ciega, que supone la

    sumisin a dictados heternomos.Las formas culturales pueden ser utilizadas como instru-

    mentos ideolgicos al ser inducidas en otras comunidades. En-tonces ejercen una funcin de dominacin. En las situacionesde dependencia, la cultura de la metrpoli dominante acta con frecuencia como instrumento de sojuzgamiento de pueblos

    o etnias marginales, minoritarias y dependientes. La enajena-cin en la cultura del dominador suele ser mayor en los grupos privilegiados de la comunidad dominada. Se origina a menudoen una capa social cuyos intereses estn ligados al dominador,en forma consciente o inconsciente, y que slo es capaz de pro-ducir y transmitir una cultura imitativa, reflejo y repeticin dela metrpoli. Pero es fcil confundir el diagnstico de esa cul-

    tura enajenada. No es tal, por aceptar formas culturales oriun-das de otra cultura sino por imitarlas o seguirlas de modoheternomo. La aceptacin de ideas ajenas puede, por lo contrario, favorecer la propia autonoma frente a la dominacin.Ha~sI3o el caso de los movimientos libertarios o ilustrados ennaciones dependientes, que se alimentaron con la incorpora-cin de ideas y actitudes provenientes de la misma metrpolidominante. La enajenacin cultural no consiste en la recepcin

    de creencias ajenas sino en su aceptacin sin discusin ni justi-ficacin por la propia razn; no estriba en el seguimiento defines y valores distintos a los de la propia tradicin, sino en suadopcin por autoridad o fascinacin ciega y no por decisinlibre y personal. Tampoco consiste la enajenacin cultural en laadopcin de productos, tcnicas o costumbres importadas delexterior. Por lo contrario, la apropiacin de tcnicas, instru-mentos o procedimientos de trabajo ajenos, su integracin ycontrol por comunidades tcnicamente ms atrasadas ha sidoun factor frecuente de progreso, por haber ampliado el mbitode poder de esas sociedades. La sujecin a tcnicas y a proce-dimientos de trabajo cuyo control escapa a una comunidad

    dependiente es un factor de enajenacin; en cambio, su asimi-lacin y manejo en provecho propio afirma su autonoma. No

    es, por ende, la procedencia externa de un producto o instru-mento la causa de enajenacin, sino su prdida de control.

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    Por otra parte, la propia herencia cultural puede convertirseen instrumento de dominacin en el interior de una sociedad, al imponerse por los grupos privilegiados al resto de la socie-dad para mantener el sistema existente. La defensa de la "idio-sincrasia" de un pueblo frente a las "ideas disolventes" venidasdel exterior ha estado casi siempre al servicio deJnsjfqrms.depoder establecida'sTTa repeticin irreflexiva de las convencio-nes heredadas es un factor de enajenacin tan poderoso como la imitacin ciega de las formas de vida ajenas.

    En consecuencia, la defensa contra la funcin dominadora

    de una cultura ajena no consiste en el regreso a una forma devida "propia", que nos distinga frente a ella, sino en el ejerciciode la decisin y la razn personal, tanto terica como prctica. Pretender superar una forma de cultura "imitativa" con el regre-so a lo "peculiar" puede conducir, en cambio, a otras formas ideolgicas de dominacin, al reformar estructuras de domi-nio internas.

    Notemos por ltimo que la pareja conceptual autonomahe

    teronoma cultural no coincide con la de cultura nacionalcul-tura ajena. En efecto, es la cultura nacional, aceptada de hechocomo factor unificador de los distintos sectores de un pas, laque suele ser un instrumento de enajenacin frente a las diver-sidades culturales de las regiones, grupos o etnias. Y son lasculturas nacionales las que suelen acudir a los conceptos de

    "identidad" o "peculiaridad" nacionales. La realizacin de laautonoma cultural puede tomar entonces el sesgo de una rup-

    tura con la cultura nacional aceptada. Es el caso de los movi-mientos disruptivos, libertarios, o de las llamadas "contra-culturas".

    E l p r i n c i p i o d e a u t e n t i c i d a d

    Una cultura slo puede cumplir con sus funciones si, y slo si,

    es expresin de las disposiciones reales de los miembros deuna comunidad, si es consistente con los deseos, propsitos yactitudes de sus creadores. Puesto que esos deseos, propsitosy actitudes estn en relacin con sus necesidades, una culturacumplir mejor con sus funciones si responde a esas necesi-dades.

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    Solemos calificar a una persona de "autntica" cuando: 1) Su

    comportamiento es consistente con sus creencias, actitudes e

    intenciones reales. Un componente de la autenticidad es la ve-racidad o sinceridad. 2) Cuando sus comportamientos y lascreencias que profesa son consistentes con sus emociones,deseos y preferencias efectivas, cuando expresan su verdaderapersonalidad. Ser tanto ms autntica cuanto ms profundosy permanentes sean los rasgos que expresa de esa persona-

    lidad. Un segundo componente de la autenticidad es la cohe

    rencia interior. Lo contrario a la'"autenticidad" aplicado a unapersona sera un tipo cualquiera de inconsistencia entre susexpresiones y comportamientos y sus verdaderas actitudes,creencias e intenciones. La inautenticidad podra calificarsecon adjetivos tales como "insincero" "falso", "mendaz", o bien"superficial", "frvolo" "vano", etctera.

    Por analoga, podramos calificar una cultura de "autntica"

    cuando(Yj)Sus manifestaciones externas son consistentes conlos deseos, actitudes, creencias y propsitos efectivos de susmiembros. Ser tanto ms autntica cuanto responda de mane-ra adecuada a disposiciones permanentes y profundas y no aotras cambiantes y pasajeras(2/Puesto que esas disposicionesestn condicionadas, a su vez, por necesidades, otro rasgo de

    autenticidad de una cultura ser su adecuacin a las necesida-des de la comunidad que la produce.4

    4Tanto Leopoldo Zea como Augusto Salazar Bondy tratan, a propsito de la filosofa latinoamericana, de la necesidad de lograr una filosofa "autnti-ca". Por desgracia, su concepto de "autenticidad' no es siempre claro. L. Zeaes presa, a menudo, de la confusin entre lo "autntico" y lo "propio" de unacultura particular. Sin embargo, en algunas expresiones considera "autnticala adaptacin de una cultura a su realidad, con lo que se acercara a la definidn que aqu propongo. A . Salazar Bondy dio dos definiciones de "autenti-cidad referidas al pensamiento filosfico. Segn la primera (enEx i st e unafi losofa de nuest ra Amri ca?,Siglo XXI, Col. Mnima, Mxico, 1968, pp. 100101),un producto filosfico es "autntico" "cuando se da propiamente como tal yno falseado, equivocado o desvirtuado". Es claro que esta definicin no tieneque ver con el tema que ahora nos ocupa. En una segunda definicin, "unamanera de ser humana o una conducta es inautntica cuando la accin no corresponde al principio reconocido y validado por el sujeto" (cit. por DavidSobrevilla, op. cit .,vol. 2, p. 499). La definicin no deja de ser vaga mientras no

    se adare en qu consiste ese "principio". En realidad, para Salazar Bondy la

    ''inautenticidad' es una caracterstica de una cultura de dominacin. Respon-de con ese concepto a situaciones que he descrito bajo los rubros tanto de "he teronoma" como de "inautenticidad".

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    El concepto de autenticidad cultural es, por supuesto, relati-vo. Pueden considerarse varios niveles de autenticidad segnconsideramos la consistencia de creencias y comportamientos

    en relacin con las disposiciones y necesidades de grupos re-ducidos o con las de una comunidad ms amplia. Por ejemplo, una cultura de lite, propia de sectores hegemnicos dentro

    de una sociedad, puede responder a necesidades y actitudes au-tnticas de una clase privilegiada, pero no ser consistente, en

    cambio, con la realidad del pas en su conjunto. Se trata enton-

    ces de una cultura escindida de la sociedad, expresin de una

    sociedad en s misma escindida. Cuando algunos pensadoreslatinoamericanos han planteado el problema de una culturaenajenada o inadaptada, se refieren a ese caso. Situacin dis-tinta, la de culturas minoritarias que expresan necesidades ymodos de ver el mundo de una etnia o nacionalidad, no com-partidos por el resto del pas. A la inversa del caso anterior, setrata de culturas integradas a su comunidad. Su falta de identi-

    ficacin con una cultura nacional ms amplia no hara ms quereflejar su no integracin plena a la nacin.

    Es claro tambin que no tendra sentido calificar una culturaen bloque como "autntica" o "inautntica". Lo frecuente esque se encuentren en toda cultura sectores' de mayor o menor autenticidad. Por ejemplo, en una sociedad agrcola tradicio-nal, la cultura comercializada, proveniente de la metrpoli,puede estar inadaptada a las necesidades reales, mientras que

    las expresiones religiosas o artesanales pueden corresponder a

    manifestaciones autnticas de esa sociedad.Este principio supone el anterior. Condicin necesaria de au-

    tenticidad parece ser la autonoma. Difcilmente podramos con

    cebir una actitud autntica que no est fundada en la propia

    decisin y basada en las propias razones. Pero la inversa no es

    justa. Podemos imaginar actitudes culturales autnomas que

    no reflejen, sin embargo, los verdaderos deseos ni satisfagan

    las necesidades reales de una comunidad. Por ejemplo, muchos

    retornos a formas culturales del pasado pueden responder amovimientos de independencia frente a una cultura extranjeradominante y, sin embargo, resultar inadaptados a las necesida-des actuales, justamente por corresponder a una poca rebasada.Seran autnomos pero no podramos calificarlos de autnticos.

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    APROXIMACIONES A UNA TICA DE LA CULTURA 141

    De este principio pueden seguirse ciertos deberes y dere-

    chos de cualquier sujeto hacia la cultura de las distintas comu-nidades de que forma parte. Se referirn, ante todo, a la comuni-dad a la que el sujeto ha elegido integrarse. Cualquier persona que participe en la creacin y transmisin de la cultura estaraobligada a procurar su autenticidad, evitando el trasplante deformas de cultura que no responden a las necesidades, deseosy fines de la propia comunidad, sino a necesidades de otras so-

    ciedades. La adaptacin a las propias necesidades de los ele-mentos ajenos, su asimilacixyy transformacin para hacernosconsistentes con las actitudes en la comunidad son, en cambio,formas de recepcin autntica de una cultura.

    Es claro que no puede haber un deber semejante respecto aculturas distintas a aquellas a las que el sujeto pertenece, puesel sujeto de una cultura no puede contribuir a la autenticidadde otra. Sin embargo, habra otra frma de aplicacin del prinapIcTde autenticidad a la relacin de un sujeto con culturas ajenas: Todo sujeto tendra el deber de atribuirle autenticidad aotra cultura mientras no tenga razones suficientes para ponerloen duda, es decir, tendra la obligacin de suponer que las ex-presiones (verbales o no) de otra cultura son consistentes con sus deseos, creencias, actitudes o intenciones, mientras repi-to no tenga razones en contra de esa suposicin. Es un deber

    de confiabilidad.Ahora bien, de este deber podra inferirse otro: el deber de com

    prender y juzgar a los miembros de una cultura ajena de acuer-do con sus expresiones autnticas, esto es, deber de comprendery juzgar al otro segn sus propias categoras, valores y fines y

    no segn los propios de nuestra cultura. Slo as el otro es com

    prendido y juzgado como sujeto y no como objeto. El deber decomprender al otro como sujeto no implica naturalmente acep-tar TTji^I^tro^expresaTsmojsIoTo^^^en^ITToje^cu^comprenderlo y juzgarlo segn sus propios criterios de juiciosinTmpiTerle los propios.

    A este deber es correlativo el derecho de toda cultura a ser

    considerada segn sus propias categoras y valores, sin ser juz-gada condenada o absuelta por el tribunal de una cultura ajena. El principio de autenticidad nos abre as a la posibilidadde reconocimiento del otro como sujeto. No fue ste el proble-

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    142 APROXIMACIONES A UNA TICA DE LA CULTURA

    I

    ma central en el encuentro entre la cultura occidental y las cul-

    turas americanas que no lograron superar ni siquiera los ms

    benvolos de los misioneros?La nocin de autenticidad, tal como la he presentado, difiere

    de la "peculiaridad". Lo peculiar, aquello que nos distingue delas dems culturas, es mantenido por la tradicin, tiene su baseen la continuidad con una herencia. Supone una sociedad cu-yos cambios son lentos y no establecen rupturas con el pasadoinmediato. Pero la tradicin deja a menudo de ser consistente

    con nuevas necesidades, con fines y valores elegidos por ciertos

    sectores o capas sociales. En ese caso, para esos sectores sociales,los contenidos peculiares de una cultura singular se volvern cscaras vacas o vestigios inoperantes, sern resentidos, por lotanto, como inautnticos. Lo que era una forma de vida o unaexpresin autntica en una poca, puede dejar de serlo en otraque presenta necesidades distintas, pues toda sociedad es

    dinmica. En los momentos de transformacin social, muchos

    rasgos culturales provenientes de otras culturas podrn corres-ponder mejor a las nuevas necesidades y a los nuevos valoreselegidos. Para esos sectores sociales, la aceptacin autnoma de rasgos de una cultura ajena y su adaptacin a la propia situa-cin cumplir con el principio de autenticidad, mientras que elatenerse a la tradicin ser un rasgo de falsedad.

    Por ltimo, la autenticidad cultural no est reida con la un .

    versalidad. Ya notamos cmo la adaptacin o integracin de

    elementos de otras culturas puede ser una manera autnticade satisfacer necesidades propias. Adems, las expresionesms autnticas de una cultura, es decir, aquellas que expresan disposiciones mas profundas y permanentes de la condicinhumana, son generalmente las ms universalizables.

    E l p r i n c i p i o d e s e n t i d o

    Toda cultura provecta fines ltimos que dan sentido a la vidapersonal y colectiva. Al hacerlo, establece un mbito~en el quepueden tlorecehciertos valores. El establecimiento de fines yvalores preferenciales orienta la vida de cada individuo v 1qintegra en la comunidad. Una cultura cumplir su funcin

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    especfica si, y slo si, es capaz de sealar fines y establecer va-

    lores preferenciales. Y la cumplir mejor en la medida en que

    esos fines y valores aseguren la realizacin de formas de vida ms perfectas.

    Este principio responde a un inters bsico del hombre, elinters por encontrar un sentido en su vida y, en consecuencia,por hacerla ms digna de ser vivida. Podramos decir lo mis-mo en otra forma: cada cultura ofrece la posibilidad de realizar

    diferentes formas de vida que intentan promover el perfeccio-namiento del hombre, es de^ir, la realizacin de una vida msvaliosa. Asimismo, cada cultura presenta criterios para juzgarcules seran los fines y normas de vida superiores a los acep-tados de hecho por su sociedad, los cuales permitiran formasde vida ms perfectas que las que se dan en ese momento.

    En cabal cumplimiento de este principio, en una cultura ideal,

    supondra los anteriores. En efecto, slo pueden contribuir al

    perfeccionamiento de la vida humana los fines y valores que ha-yan sido elegidos en forma autnoma por el sujeto y que res-pondan a sus verdaderas actitudes y creencias ante el mundo,es decir, que sean autnticos. Culturas de dominacin sonaquellas en que una sociedad impone a otra sus fines y valores.El sentido de la vida de los dominados pende entonces de las

    decisiones y proyectos ajenos. Con todo, autonoma y autenti-cidad son condiciones necesarias pero no suficientes de la rea-lizacin plena de este principio. Pueden concebirse, en efecto,culturas autnomas y autnticas que sean incapaces, en un mo-mento histrico determinado, de otorgar sentido a la vida desus miembros. Es lo que ha acontecido, en mayor o menor me-dida, en algunos pueblos, en periodos de nihilismo o de deses

    peracin generalizados. DiTste principio se deducen varios deberes. En primer lu-

    gar, el deber de todo sujeto de contribuir a que en su culturaprevalezcan los fines y valores ms altos. Puede interpretarsecomo la obligacin de contribuir a la realizacin de los finesque, de hecho, mantienen integrada a la sociedad, le otorganun sentido colectivo y permiten la realizacin de valores socia-

    les compartibles. Pero implica tambin el deber de oposicin y

    denuncia contra las formas culturales'que se consideran falsas,insuficientes o irracionales. Un movimiento semejante puede

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    conducir a la restauracin de valores y formas de vida de la

    propia tradicin, sepultados y olvidados. Puede inducir tam-bin a una actitud de ruptura frente a la herencia cultural y auna eleccin de cambio social. En este ltimo caso, el contactocon otras culturas suele ser un estmulo importante para la pro-puesta de nuevos valores. La influencia de los criterios de va-loracin de otras sociedades puede favorecer el abandono deformas de vida represivas o limitantes y la adopcin de otras en que la vida humana pueda realizarse mejor. El principio de

    sentido obligara, en esos casos, a optar por esas valoraciones

    superiores y a regirse por ellas, con tal, naturalmente, de quesu adopcin respondiera a actitudes y necesidades reales y nofuera el producto de la imitacin deslumbrada.

    La posibilidad de rechazar los fines colectivos y formas devida convencionales, vigentes en una cultura, y de proponer

    nuevos fines y valores, supone la existencia de valores que tras-

    cienden los aceptados de hecho por una sociedad dada. Estos

    pueden, por lo tanto, ser compartidos por sujetos de varias cul-turas. Son transculturales. No est excluido que pudieran ser

    "compartiles por toda cultura; en ese caso, seran universales.Sin embargo, el principio de sentido no exige que se elijan esosvalores, de preferencia a los vigentes, por ser transculturales ouniversales, sino que, en cada caso, se elijan aquellos fines y va-lores que garanticen mejor el perfeccionamiento personal y

    colectivo, sean stos o no exclusivos de una cultura. Porque es-tamos considerando este principio como condicin del ade-cuado funcionamiento de cada cultura. Podra suceder que, dehecho, la aplicacin de este principio, en condiciones de comu-nicacin ideal entre todas las culturas, condujera a normasuniversales y a aceptar criterios valorativos propios de la cul1!ra"pTanetaria que se anuncia, pero ste sera un resultado

    histrico de la aplicacin del principio a cada cultura y no sucondicin.

    Frente a otras culturas, se sigue de este principio el deber deno imponerles nuestros fines y valores y, al mismo tiempo, de co-municar los nuestros cuando los consideramos superiores.Deber de informacin, difusin y aim instruccin de las creen-cias y formas de vida que ayudaran a una emancipacin y rea-lizacin mayor del hombre, sin imponerlas, con respeto a la

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    autonoma del otro. A estos deberes corresponden los derechosa la comunicacin entre culturas.

    Una ltima condicin para que una cultura cumpla adecuada-mente sus funciones es que ponga en prctica los medios re-queridos para garantizar el cumplimiento de los fines elegidos.Podramos llamarla contricin de racionalidad instrumental ode eficacia.

    Toda cultura ofrece ciertos medios para alcanzar los finespropuestos y realizar los valores elegidos. Una racionalidadinstrumental o de medios exigira utilizar en cada caso los me-

    dios ms eficaces, que permitieran, por lo tanto, un dominio

    mayor. La racionalidad instrumental se refiere, por supuesto, avarios gneros de tcnicas: las aplicadas al entorno natural osocial, las tcnicas de comunicacin en la interrelacin humanay las de expresin en el arte.

    El principio de eficacia afecta de una manera especial el sis-tema de creencias de una comunidad. Toda comunidad tiene

    inters en que sus creencias sean conformes a la realidad y, por

    ende, le presten una garanta de que las acciones, dirigidas por esas creencias, tengan xito. Las creencias que cumplen conesos requisitos son consideradas racionales. Ahora bien, cadacomunidad cultural establece sus criterios para tener por racio-nal una creencia. Una creencia es racional en la medida en quese funda en razones objetivas, aceptables por una comunidad

    determinada. Podemos nosotros llamar "racionalidad" a la ten-dencia a procurar la justificacin mejor para nuestras creen-cias. Justificacin mejor es aquella que garantiza de manerams firme alcanzar la realidad y, en consecuencia, asegurar elxito de nuestras acciones guiadas por esas creencias. La racio-nalidad responde a un inters bsico: el inters por garantizar que nuestras acciones tengan xito, al ser conformes con la rea

    E1 principio de eficacia exigira, en cada caso, utilizar los me-dios ms eficaces, sean stos productos de la propia comunidadcultural o de sociedades ajenas. En el dominio de las creencias,

    E l p r i n c i p i o d e e f i c a c i a

    lidad.

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    exigira buscar la mejor justificacin para las creencias colec-tivas y rechazar las creencias injustificadas. El sujeto podra as

    poner en duda los criterios de racionalidad aceptados en su cultura y proponer otros que garantizaran mejor el acierto enlas acciones. El contacto con otras culturas, cuya ciencia y tc-nica estn ms avanzadas, suele favorecer este proceso. En estecaso, el principio de eficacia exigira adoptar los criterios deracionalidad ms efectivos y regirse por ellos.

    En relacin con otras culturas diferentes, el principio de efi-cacia implica el deber de recibir, aquilatar, someter a crtica lasideas y tcnicas ajenas y adoptar despus de sopesar sus ven-tajas las que se juzguen ms racionales. A otras culturas lesimpone el deber de informar, transmitir las creencias y tcnicasms racionales a culturas consideradas menos eficaces y, encaso de que las culturas receptoras lo decidan de manera aut-

    noma, asistirlas en el cambio.A estos deberes corresponde el derecho de toda cultura a lainformacin, comunicacin y discusin libre de los logros deotras culturas y, en el caso de que as lo decidan, su colabora-cin para el cambio.

    C o n f l i c t o e n t r e p r i n c i p i o s ?

    Los cuatro principios que he sealado son de igual rango. Noslo son compatibles sino complementarios, porque cada unose refiere a un aspecto distinto de la cultura.

    Sin embargo, en el choque entre culturas surge un conflictoentre los principios de autonoma yautenticidad, por una par-te, y los de sentido y eficacia, por la otra. El progreso est liga-

    do a la asimilacin de tcnicas que permiten un mayor control

    sobre el medio, criterios de racionalidad ms seguros y formasde convivencia social ms libres y equitativas. Todo ello rompelas formas culturales limitantes de las sociedades tradiciona-les. Los principios de sentido y eficacia obligaran a superar lainercia de las formas de vida heredadas y adoptar las que sedan en civilizaciones ms avanzadas. Pero stas no se ofrecen

    como una opcin a la libertad, sino como parte de una maqui-naria de dominacin. La adopcin de una cultura "moderna"

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    APROXIMACIONES A UNA TICA DE LA CULTURA 147

    ajena es tambin la de esa cultura de dominacin. Conduce por

    lo general a la destruccin de las creencias y formas de vida

    autnticas, que le daban una cohesin interna a la comunidad

    y reforzaban su resistencia ante grupos ms fuertes. La acepta-cin de formas culturales ms eficaces e ilustradas ha supues-to, a menudo, la prdida de la autonoma y la enajenacin de

    sociedades tradicionales. Por los principios de autonoma y

    autenticidad, una comunidad se vera impulsada a resistir la

    influencia de la cultura de dominacin y a preservar sus formas

    culturales propias. Pro es claro que el conflicto entre princi-pios se origina por la relacin de dominacin. En una relacinigualitaria entre culturas no se presentara. En una situacinexenta de dominacin, la eleccin por parte de un pueblo dbil

    de las tcnicas, creencias y formas de vida de otro ms eficaz sedara en la medida en que ese pueblo lo decidiera libremente,

    por convenir a sus necesidades y no implicara, por ende, suje-cin. A la inversa, la fidelidad a la propia herencia, al no tenerya la funcin de defensa contra la dominacin exterior, podralibremente adaptarse a la recepcin de formas culturales mseficaces, provenientes de otras civilizaciones. Es la dominacin

    y no la comunicacin entre culturas la que introduce un con-flicto entre la fidelidad a la tradicin y la exigencia del cambio.

    El conflicto entre principios, causado por la dominacin ex-terior, oculta su origen al disfrazarse con los trminos de una

    falsa antinomia: el dilema "particularidad""universalidad", de

    que hablamos al inicio de estas anotaciones. La contradiccin aparece entonces porque el primer trmino, "peculiaridad",suele incluir un grado de atraso e irracionalidad y el segun-do, "universalidad", un grado de heteronoma e inautentici-dad. Pero son los conceptos oscuros empleados los que generanla antinomia. Como muchos otros pseudoproblemas filosfi-cos, ste es producto del mal uso del lenguaje.

    Ni la "peculiaridad" ni la "universalidad" son valores de-

    seables por s mismos. Al optar por la "peculiaridad" en la cul-tura, en realidad lo que queremos preservar es la capacidad de

    autodeterminacin y la consistencia de los elementos de la cul-tura entre ellos (la nodisonancia), es decir, su autonoma y su

    autenticidad. Lo que nns nrge pvitar no es la universalizacin.

    sino la cultura de dominacin (propia o ajena) y la disonancia

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    y enajenacin culturales. La bsqueda de lo "propio", de lo

    "peTuTir", no siempre es afirmacin de autonoma, puede seruna forma de servidumbre al pasado o a los poderes dominan-tes. Tampoco es siempre autntica, porque puede conducir aformas culturales inadaptadas a las necesidades cambiantes y,

    por lo tanto, a un desgarramiento entre contenidos culturales de la tradicin y otros ms modernos.

    Por otra parte, al optar por una cultura "universal" lo que

    desearamos es, en realidad, la realizacin de la razn y, por ende, la posibilidad de emancipacin de todos los hombres. La

    universalidad cultural es una consecuencia y aun un supuesto

    hipottico de la realizacin de una comunidad planetaria eman-cipada, pero no es claro que sea un valor por s misma. Podra,

    en efecto, concebirse una universalidad cultural indeseable,por irracional. De hecho, esa forma de universalidad ya empie-za a existir en la cultura comercializada, de consumo, difundi-da por los medios masivos de comunicacin al servicio de inte-

    reses econmicos o de dominacin poltica. Universalidadde

    factono implica, pues, racionalidad.Ei falso dilema peculiaridaduniversalidad debe, pues, trans-

    formarse en otro: autonoma y autenticidad frente a sentido yeficacia. Pero es ste un dilema? En teora no lo es. Porque el

    principio de eficacia exige la adopcin y transmisin a otras culturas de medios ms tiles pero no incluye la coaccin. A su

    vez, el principio de sentido invita a elegir valores superiores para

    la realizacin de la persona que slo podran lograrse en formaautnoma. El respeto a los principios de autonoma y autenti-

    cidad obligaran, en cambio, a que todo progreso en la raciona-lidad y el sentido se realizase por la persuasin, sin violentar al

    otro. A su vez, los principios de autonoma y autenticidad no

    obligan al rechazo de las formas culturales ajenas; incitan, encambio, a su adopcin cuando sta es libre, responde a las pro-pias necesidades y se considera ms racional.

    Los principios de una tica de la cultura trazaran una orij

    cin a cualquier poltica cultural. Puesto que el conflicto entre

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    APROXIMACIONES A UNA TICA DE LA CULTURA 149

    autonoma y autenticidad, por una parte, y progreso, por laotra, slo se genera por la utilizacin de la cultura como instru-mento de dominacin, una poltica cultural ideal estara dirigidacontra cualquier forma de dominacin mediante la cultura. Suideal sera la emancipacin v realizacin plena de la sociedad

    tanto en su interior como en su relacin con otras naciones. Antela influencia de pases ms poderosos, evitara la repeticin deformas culturales imitativas y propiciara la innovacin creati-va que expresara mejor las necesidades propias y aumentara el

    control sobre 1 entorno, sin poner trabas a la comunicacin. Su accin no estara dirigida contra la introduccin de formasculturales ajenas, sino contra su imitacin servil y su imposi-cin. La intromisin de formas vulgarizadas y homogeneizadas de una cultura media, favorecida por intereses comercialestransnacionales y difundida por los medios masivos de comu-nicacin, desplazando las expresiones culturales autnticas de

    las naciones desprovistas del mismo control de los sistemas de comunicacin mundial, es la mistificacin ms acabada deuna cultura universal. Contrarrestar el dominio de esa vulgari-zacin cultural pseudouniversal y fomentar las manifestacio-nes culturales creativas y autnticas sera una lnea clara de

    una poltica cultural.Esa orientacin no equivale a un nacionalismo cultural. El

    nacionalismo, en efecto, obedece al equvoco de confundir laautonoma y autenticidad culturales con el refugio en "lo pe-culiar". Como vimos, esa postura no slo oculta el peligro delregodeo satisfecho en las propias formas de vida, tambin pue-de servir de instrumento de dominacin interna frente a toda

    ruptura cultural de las convenciones que afianzan un sistema.5

    Una poltica cultural que buscara la emancipacin y, por lotanto, aceptara la crtica disrupfiva y la innovacin, tendra como metas principales, a la vez, la proteccin de la creacin cultural autnoma en todos los sectores de la sociedad y elfomento ae la comunicacin v apropiacin libre de los conoci-mientos y tcnicas de otros pases. Su fin debera ser el acceso a

    una cultura planetaria libre de dominacin, basada, por lo tan

    \4 -

    5 Sobre las limitadones de una poltica de nacionalismo cultural, puede ver-se mi artculo "De las confusiones de un nadonalismo cultural" en Sbado,su-plemento de unomsuno,6 de marzo de 1982.

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    to, en la determinacin autnoma de cada pueblo. sta sera

    una cultura unificada en su cima, plural en su base.Una relacin entre las distintas culturas, en una situacin

    ideal, exenta de dominacin, podra conducir, en efecto, a unacultura universal diferente a la universalidad impuesta por ladominacin de Occidente. La comunicacin estrecha entre to-dos los pases, su interdependencia recproca, la aparicin de

    problemas comunes a todas las naciones slo resolubles por

    una solidaridad internacional crea, en nuestros das, una con-ciencia creciente de valores y metas comunes que rebasan lasparticularidades culturales. Pese a que cada cultura guarda suspropios criterios de valoracin, se ha hecho consciente un m:

    jp, bito en que los valores de las distintas culturas se encuentran,aunque difieran las perspectivas e interpretaciones sobre ellos.

    La nueva situacin de interdependencia mundial destaca, por

    otra parte, metas de cuyo cumplimiento podra depender la

    supervivencia misma de la especie. Sin perder su autonoma,

    cada cultura se ve impedida as a la eleccin de un conjunto devalores en que todas las culturas coincidiran. Empiezan ya aser vigentes ciertos valores que corresponden al inters de

    cualquier miembro de la especie humana y son adoptados por

    cualquier pueblo que busque su pervivencia y su perfecciona-

    miento. Es el caso ya, por ejemplo, del valor del conocimiento

    cientfico y de la doctrina de los derechos humanos, adoptados

    por"la casi totalidad de ios pueblos; ser pronto el caso de losvalores de la preservacin del equilibrio ecolgico y del respe-to a la naturaleza. Esta universalidad cultural en germen no seopone a los particularismos, ni tiene que ver, por supuesto, conla universalidad defactode una cultura consumista y tecnifica

    da impuesta por los pases desarrollados. Aqulla es una uni-versalidad que responde a las necesidades de toda cultura y

    que, por lo tanto, podra enriquecerse con los puntos de vista

    y formas de vida de cada pueblo.La poltica cultural tiene que enfrentarse tambin al proble

    ma de la relacin de las formas culturales hegemnicas en unpas con las de sus minoras. Frente a las culturas minoritariasy a las etnias o nacionalidades existentes en el interior de un

    Estado, ste debera a la vez respetar plenamente su autonoma,

    juzgarlas segn los parmetros de sus propias culturas y pro ;

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    APROXIMACIONES A UN A TICA DE LA CULTURA 151

    piciar su acceso a formas ms racionales de vida. Tendra pues

    la obligacin de suministrarles toda la informacin y asistencia

    necesarias para que cambiaran con el fin de hacer ms eficazsu cultura, tanto para lograr un perfeccionamiento de la perso-na como para obtener mejores conocimientos cientficos y tc-nicos que les aseguraran el logro de sus fines. Pero todo ello enel respeto a la decisin libre de la comunidad concernida.

    Pero ste es el ideal. Es una meta regulativa de la poltica

    cultural que, al chocar con la prctica, se ha visto mil veces dis-torsionada. La pretensin de ayudar a la racionalizacin de lasculturas consideradas ms atrasadas oculta a menudo una po-ltica de subordinacin a una cultura nacional homognea, es-tablecida por el poder central. Tiene entonces el sentido de unaideologa de dominacin y conduce, de hecho, a la destruccino sujecin paulatina de las culturas ms dbiles.*6

    La poltica frente a las culturas minoritarias de un pas se en-frenta a un dilema: la integracin a la cultura nacional conducea la destruccin de las culturas minoritarias; pero el respeto a susformas de vida mantiene su atraso. La solucin slo puede serromper con la idea de la equivalencia entre inteeracin y homogeneizacin cultural. La verdadera integracin slo puedelograrse como resultado de la decisin autnoma de las comu-nidades minoritarias que vean en ese proceso su propio benefi-cio. Por ello, una integracin efectiva slo se lleva a cabo si seacepta el derecho de las comunidades minoritarias a la diferencbydintegracin no implica homogeneizacin, pero s posibilidad real de que las comunidades minoritarias se apropiende los valores y tcnicas de la cultura hegemnica, las incorpo-

    ren a su propia figura del mundo y ejerzan control sobre ellas^Por ello, la nica forma de lograr la integracin, sin destruc |cin de las culturas minoritarias, es crear las condiciones m-nimas para que todo proceso de aculturacin se realice en elrespeto de la autonoma y autenticidad de las comunidadesculturales afectadas. Estas condiciones seran de dos clases?1) Reforzamiento de todas las formas de autodeterminacin

    (polticas, religiosas, educativas, etctera) compatibles con el6Sobre este problema en la poltica indigenista en Mxico, puede verse

    Arturo Warman et al , Deeso que l l aman antropologa mexicana,Nuestro Tiempo,Mxico, 1970.

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    marco general del Estado.f2T)Establecimiento de formas de

    comunicacin con los miembros de esa cultura, basadas en elrespeto a su autonoma y autenticidad (por ejemplo, congresos

    de los representantes de las etnias, vas expeditas de comuni-cacin de sus demandas, fomento de su lengua, representacinadecuada en los rganos de decisin que les afectan, etctera).

    El conflicto no surge pues entre los principios ticos, sinoentre sus formas de aplicacin en la prctica concreta. Es alldonde una poltica cultural debe intervenir para evitar la per-versin de esos principios por los intereses contrapuestos. Su

    fin sera avanzar hacia formas culturales que permitieran elprogreso en la realizacin de una vida humana ms valiosa ycon m ayor poder sobre su entorno y aseguraran, a la vez, lamayor autonoma y autenticidad en la vida comunitaria, perono conservar oscuras "identidades" nacionales, ni tampoco aceptar una "universalidad" de hecho que podra ocultar una

    forma nueva de irracionalidad.

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    EL RELATIVISMO CULTURAL DESDE

    LA MORAL Y EL DERECHO

    R o b e r t o J. Ve r n e n g o

    1. E n e l pensamiento tico contemporneo, el denominado

    relativismo cultural, defendido desde hace varias dcadas por

    diversas posiciones antropolgicas, suele ser cuestionado en

    cuanto que algunos de sus presupuestos epistemolgicos son

    dudosos. As, la posibilidad de una descripcin neutra y fidedig-

    na de un sistema cultural, incluso la posibilidad de una iden-

    tificacin suficiente de valores y pautas de conducta por un ob-

    servador externo al grupo cultural investigado, son temas que

    han merecido anlisis crticos, sobre todo atendiendo a los pos-

    tulados sociolgicos funcionalistas con que el relativismo cul-

    tural ha sido defendido. Esto respecto de problemas epistemo-

    lgicos de las ciencias sociales como de posiciones ideolgicas

    sobre el alcance y lmites del conocimiento cientfico en esas

    ciencias.

    Pero tambin el relativismo cultural ha sido puesto en la

    picota en cuanto ha recibido, por parte de antroplogos impor-

    tantes, una interpretacin que lo convierte, explcita o implci-

    tamente, en una tesis tica. As, Ruth Benedict, por ejemplo,

    consideraba que deban aceptarse como igualmente vlidas,

    normativa y valorativamente, "formas de vida coexistentes [...]

    que la humanidad se ha dado a s mism a",1 de donde no slo

    se extraa la tesis descriptiva neutra de que existen culturas di-

    versas en el mundo actual, sino que las mismas son ticamente

    equivalentes: "igualmente vlidas" afirma Benedict. Pero esta

    tesis es una propuesta normativa de dudosa aceptabilidad

    lgica: del hecho de darse en la experiencia antropolgica di-

    versos sistemas culturales "coexistentes" no se deduce que laspautas normativas culturales diferentes sean "igualmente vli

    1R. Benedict, Patterns of Cult ure, Routledge & Kegan Paul, Londres, 1935,p. 290.

    153