antologia juan villoro

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AARON ALBERTO PADILLA Breve antología de Juan Villoro Chicago Está duro el frío, ¿verdad? el taxista me miró por el espejo retrovisor. Y esto no es nada. Si le dijera la de fríos que he pasado... Los taxis son espacios narrativos donde no se necesita otro estímulo que el silencio para que el conductor comience a hablar. Me dispuse a oír un monólogo sobre las bajas temperaturas, pero el discurso tomó otro rumbo: ¿Usted conoce Chicago? No. Ah caray, ¿cómo le explicaré pa’ que me entienda? ¿Hace mucho frío? traté de volver al tema. Ni se imagina. Es una ciudad canija, de veras canija. ¿Pero cómo le digo? se pasó la mano por el pelo, de un negro azulado; en el dorso tenía un tatuaje, una virgen de Guadalupe en miniatura. Le pregunté si se lo había hecho en Chicago. Obvio, mi jefe contestó con total desinterés¿Cómo le digo?insistió, sumido en cavilaciones. Mire, a ver si me agarra la onda. Chicago es más o menos del vuelo del DF. Si sube al Ajusco, ve luces hasta La Villa, nomás que ahí hay unos radares gigantes. Todo es muy distinto. Haga de cuenta que está en el Estadio Azteca. ¡Qué América ni qué nada! ¡Es la cancha de los Osos! Desde el estadio se puede ir hasta Chapultepec en un tren de poca madre. Sólo que en Chapultepec no hay bosque sino unos lagos tan grandes que no se ve la otra orilla. En invierno, el viento de los lagos te corta las manos. Es el factor de congelación, que le llaman. ¿Ha visto los cisnes negros de Chapultepec? Bueno, pues allá hay patos salvajes. Vienen en bandadas desde Canadá, o al revés, se van para allá. Los rascacielos son tan altos que los patos no llegan a las azoteas; tienen que volar entre los edificios. Ahí Paseo de la Reforma se llama la Milla Magnífica. ¡No sabe qué

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  • AARON ALBERTO PADILLA

    Breve antologa de Juan Villoro

    Chicago

    Est duro el fro, verdad? el taxista me mir por el espejo retrovisor. Y

    esto no es nada. Si le dijera la de fros que he pasado...

    Los taxis son espacios narrativos donde no se necesita otro estmulo que el

    silencio para que el conductor comience a hablar. Me dispuse a or un

    monlogo sobre las bajas temperaturas, pero el discurso tom otro rumbo:

    Usted conoce Chicago?

    No.

    Ah caray, cmo le explicar pa que me entienda?

    Hace mucho fro? trat de volver al tema.

    Ni se imagina. Es una ciudad canija, de veras canija. Pero cmo le digo?

    se pas la mano por el pelo, de un negro azulado; en el dorso tena un

    tatuaje, una virgen de Guadalupe en miniatura. Le pregunt si se lo haba

    hecho en Chicago.

    Obvio, mi jefe contest con total desinters Cmo le digo?insisti,

    sumido en cavilaciones. Mire, a ver si me agarra la onda. Chicago es ms o

    menos del vuelo del DF. Si sube al Ajusco, ve luces hasta La Villa, noms

    que ah hay unos radares gigantes. Todo es muy distinto. Haga de cuenta

    que est en el Estadio Azteca. Qu Amrica ni qu nada! Es la cancha de

    los Osos! Desde el estadio se puede ir hasta Chapultepec en un tren de poca

    madre. Slo que en Chapultepec no hay bosque sino unos lagos tan grandes

    que no se ve la otra orilla. En invierno, el viento de los lagos te corta las

    manos. Es el factor de congelacin, que le llaman. Ha visto los cisnes

    negros de Chapultepec? Bueno, pues all hay patos salvajes. Vienen en

    bandadas desde Canad, o al revs, se van para all. Los rascacielos son tan

    altos que los patos no llegan a las azoteas; tienen que volar entre los

    edificios. Ah Paseo de la Reforma se llama la Milla Magnfica. No sabe qu

  • torres! Ochenta pisos de puro cristal. Se necesitan unos huevotes para

    trabajar de limpiavidrios. A esos cuates les dicen la fuerza area, pura

    jerga de altura! Un cuado mo apenas aguant un da en un andamio. Y ni

    pagan tanto, no se crea. El cuate que conect a mi hermano vive en un lugar

    pinche, all por el norte, haga de cuenta por Ecatepec. Pero all Ecatepec

    est lleno de negros y hay un chingo de tiendas que abren toda la noche,

    con eso de que muchos trabajan todo el da. Sabe qu me impresion?

    Esas tiendas son de chinos o de coreanos. Ecatepec es negro pero las

    tiendas las dominan los orientales, cmo la ve? Ellos viven en otra zona,

    haga de cuenta Ciudad Satlite. No, si le digo, usted se mete a Satlite y ve

    puros ojitos rasgados. Eso s, los negros traen mejores carros. A los chinos

    les vale madres, no gastan en nada. Si usted entra a Plaza Satlite, todos

    estn comprando fideos o unas chanclas que dan pena. Imagnnese:

    levantar un buen billete para andar en chanclas! Pero le estaba diciendo que

    a mi cuado se le frunci en las alturas. De pronto me dice: rifarme el fsico

    para vivir como negro, ni madres!. Ya le dije que su amigo el que lo

    conect viva en el Barrio de la Sombra, como le dicen a Ecatepec. Eso s,

    hay colonias negras que mis respetos. Ha subido por Las guilas? Bueno,

    ya casi hasta arriba hay unos departamentos de lujo. Ah viven los negros

    ricos. Est un poco lejos pero cada edificio tiene gimnasio y alberca cerrada.

    Con el friazo que hace se antoja una nadadita, viendo la nieve que cae

    afuera. Eso s, no sabe el trfico que hay para llegar a Las guilas. All el

    Perifrico se embotella a las cinco de la tarde y cuando nieva, peor. Chicago

    es bonito pero cabrn. Con decirle que viv en una ratonera donde nos

    cobraban la calefaccin. Haba que echar quarters en la ranura de una

    mquina. Yo traa una chamarra bien lanuda, y ni as. Si no echas tu moneda

    te congelas, es la ley. Qu le iba a decir? Ah, que viva en un lugar jodidn

    pero cntrico. Haga de cuenta La Merced. Chingos y chingos de naves

    industriales! Los chicanos viven por all, luego luego se conoce, por los

    altarcitos con la virgen de Guadalupe. Hasta en invierno les ponen flores, de

    plstico, claro, si no imagnese. Si usted agarra de ah hacia el Zcalo pasa

  • por un chingo de pizzeras de italianos. En la plaza de Santo Domingo hay

    una sinagoga y unos carritos que echan humo y huelen resabroso. El primer

    da pens: tortas, qu a toda madre. Niguas. Te venden unas roscas de

    harina, ms duras las hijas de la chingada! Si sigues hacia el Zcalo y vas

    caminando y es invierno, ya te congelaste! Hay que ir en metro. Los tneles

    atraviesan toda la ciudad. Una vez camin como de la Roma a la Buenos

    Aires, as bajo tierra, bien padrote. Ya ve que aqu el metro lleva pura raza,

    pues ah hay de todo, ejecutivos muy ac, con portafolios de importancia, y

    cada vieja! A una estacin, haga de cuenta Pino Surez, le decamos el

    Nalgdromo. Como le iba diciendo, si va de Santo Domingo al Zcalo

    atraviesa unos comercios supermodernos, como cajas de cristal conectadas

    por puentes, y luego ya llega a la plaza y pues no hay catedral ni bandera ni

    palacio ni nada. Ah, caray, como que me agarr la nostalgia.

    De Chicago?

    Nombre, de Mxico. De pronto me sent en el Zcalo de all. Viera qu

    distinto es.

    Me quedo en la esquina.

    No s si me di a entender, mi jefe. Es que como usted no conoce Chicago!

    Descend en una calle cualquiera. El taxista se persign con el billete y

    arranc rumbo a los vientos de Chicago, Distrito Federal.

    La voz del enemigo

  • Cuando exista la ciudad de Mxico yo usaba un hermoso casco amarillo. En

    lo alto de un poste escuchaba conversaciones telefnicas. El cielo era una

    maraa de cables; la electricidad vibraba, envuelta en plsticos suaves. De

    vez en cuando una chispa gorda, azul, caa a la calle. Ese momento me

    justificaba en el poste. Mi cinturn estaba repleto de herramientas pero yo

    prefera unas pinzas cortas, con dientes de perico. Su mordisco correga la

    herida, la luz volva a correr.

    Enfrente haba un cine; sobre la marquesina se alzaba un castillo de cartn.

    Al fondo, un edificio encenda sus focos rojos para protegerlo de los

    aviones. Los motores hacan ruido pero resultaba imposible verlos en el

    cielo espeso.

    El Supervisor Elctrico exiga una oreja atenta a los cables. Los enemigos

    avanzaban hacia nosotros. Yo no saba quines eran pero saba que

    avanzaban: haba que or llamadas, buscar en ellas algo raro. Una tarde de

    lluvia, atado al poste, escuch una voz peculiar. La mujer hablaba como si

    quisiera esconderse; en tono suave, asustado, pronunci alpiste, fulgor,

    magnolia, balcn roto. Yo estaba ah para seguir conversaciones y

    garantizar que fluyeran sin sorpresas. O esas palabras sueltas, que vibraban

    como una clave insensata. Tena que denunciarlas, pero no hice nada; dej

    que alguien, en otra parte, entendiera lo que a m se me escapaba.

    A los pocos das supe de las palmeras carbonizadas. Los enemigos

    incendiaron un barrio donde an quedaban plantas. Fijo en mi poste,

    ignoraba si la ciudad se dilataba o encoga. A veces las tropas leales

    hablaban por los cables, entre cornetas y clarines; luego una bomba, la

    spera voz de otra milicia.

    En la esquina de enfrente sucedi algo raro; el casco amarillo no se movi

    en muchas horas. Trat de avisar que mi colega haba muerto; los dedos me

    sangraron marcando nmeros ocupados. Mientras vea el casco inerte, volv

    a escuchar las palabras suaves, temerosas: alcoba, canela, estatua.

    Imagin, con minuciosa envidia, que esas palabras significaban un mensaje

  • para otra gente. Para m slo era tristes. Tampoco entonces habl con el

    Supervisor Elctrico.

    Una madrugada me sacudi una explosin. Abr la caja de registros; los

    sensores fotoelctricos despedan humo ptrido. Encend mi linterna; me

    quedaban pilas para unas semanas pero algo me hizo saber que no durara

    tanto en el poste.

    El Supervisor deca en sus llamadas: quien domina los cables domina la

    ciudad. Los enemigos haban cortado la luz, el cine arda en una nube

    rojiza, pero los telfonos funcionaban. O a la mujer decir fragancia,

    planetas, caramelos, piedras lisas. No pude delatarla. Lentamente, con

    terror, con precisa crueldad, entend cun maravillosa era la voz del

    enemigo.

    Debo haber dormido cuando bajaron al colega del poste de enfrente. Luego

    lleg mi turno; una mano enguantada me jal por la espalda. Estaba

    intoxicado de tanto respirar aquel aire maligno y no supe cmo sal de la

    ciudad incendiada.

    Desde hace semanas, tal vez meses, vivo en un cuarto con paredes

    metlicas. En una computadora me mostraron una foto terrible. Se

    llama Ciudad de los palacios y registra el cine con su castillo de cartn, el

    alto edificio al fondo, los cables que una vez cuid. Son 67, dijo la voz de

    mi captor. Era cierto. Tuve a mi cargo 67 cables y los proteg de nuestros

    imprecisos enemigos. Durante das indistinguibles de las noches salv la luz

    y las llamadas. Slo una vez da un cable a propsito. Ocurri unos das

    antes de bajar del poste.

    De la ciudad slo quedan fotografas. Si indicara el cable daado, mis

    guardianes podran entrar al laberinto, seguir el hilo hasta otra fotografa,

    hasta la casa donde vivi esa voz distinta. Frente a m estn los 67 cables

    que formaron mi vida. Uno de ellos puede llevarlos a la mujer. S cul es.

    Pero no voy a decirlo.

    El mal fotgrafo

  • Recuerdo a mi padre alejarse del grupo donde se serva limonada. En las playas o

    los jardines, siempre tena algn motivo para apartarse de nosotros, como si los

    nios causramos insolacin y tuviese que buscar sombra en otra parte.

    Puedo ver su cara recortada en el quicio de una puerta, fumando con desgano,

    con la rutina parda del adicto que hace mucho dej de disfrutar el vicio. Nunca se

    quitaba la corbata. Para l las vacaciones eran el momento en que se manchaba

    la corbata y no le importaba. Slo se pona otra al volver al trabajo.

    Supongo que nunca se adapt a nosotros. Nos tomaba en cuenta con la calmosa

    dedicacin con que alguien deja caer gotas azules en un acuario.

    Tambin el verdadero sol lo molestaba. Le sacaba pecas en los antebrazos,

    cubiertos de vellos rojizos. No era un hombre de intemperie. Lo nico que

    disfrutaba de las vacaciones era el trayecto, las muchas horas a bordo del coche.

    Entonces cantaba una cancin sobre un caballo de carreras. Aunque el caballo

    perda siempre, su voz sonaba feliz y libre. Una voz hecha para el camino.

    Distanciarse estaba en su carcter. Nunca lo vimos tomar una fotografa, pero las

    fotos que encontramos muchos aos despus deben ser suyas. Estuvo

    suficientemente cerca y suficientemente lejos de nosotros para retratarnos. Lo

    imagino con una de esas cmaras que se colgaban del hombro y tenan estuche

    de cuero.

    Las fotos recogen jardines olvidados y casas donde tal vez dormimos una noche,

    en camino a otra parte. Entonces ramos ms rubios, ms blancos, ms antiguos.

    Una poca plida, antes de que la fotografa a color se volviera enftica. A mi

    padre le iban bien esos tonos indecisos, donde un coche azul pareca ms gris de

    lo que era.

    Nadie guard las fotos en un lbum, tal vez porque eran malas, tal vez porque

    pertenecan a una poca que se volvi complicado recordar.

    En las tomas aparecen objetos que slo a mi padre le hubiera interesado retratar.

    Las bancas, los postes de luz, los tejados, los coches sobre todo los coches-

    sobreviven mejor que nosotros. Ciertas fotos oblicuas o movidas parecen tomadas

    desde un auto en movimiento.

  • El dato final y decisivo para asociarlas con mi padre es que despus no hubo

    otras. Una tarde subi a su Studebacker y no volvimos a saber de l.

    Las fotografas aparecieron en un desvn, dentro de una maleta con correas,

    estampada con nombres de hoteles a los que no fuimos nosotros. Supongo que

    las dej ah para que lo conociramos de otro modo, para que supiramos lo mal

    fotgrafo que haba sido, cun frgil era su pulso, la falta de concentracin que

    determinaba su mirada. Un detective a sueldo hubiera hecho mejor trabajo.

    Es posible que el autor de las fotografas sea otro? No lo creo. La torpeza, el

    desapego, la atencin vacilante son una firma clara.

    De mi padre sabemos lo peor: huy; fuimos la molestia que quiso evitarse. Las

    fotos confirman su dificultad para vernos. Curiosamente, tambin muestran que lo

    intent. Con la obstinacin del mediocre, reiter su fracaso sin que eso llegara a

    ser dramtico. Nunca supimos que sufriera. Ni siquiera supimos que fotografiaba.

    Hubo un tiempo en que vivimos con un fotgrafo invisible. Nos espiaba sin que

    ganramos color. Que alguien incapaz de enfocar nos mirara as, revela un

    esfuerzo peculiar, una forma secreta del tesn. Mi padre buscaba algo extraviado

    o que nunca estuvo ah. No dio con su objetivo, pero no dej de recargar la

    cmara. Sus ojos, que no estaban hechos para vernos, queran vernos.

    Las fotos, desastrosas, inservibles, fueron tomadas por un inepto que insista.

    Una tarde subi al Studebacker. Supongo que cant su cancin del caballo, una y

    otra vez, hasta que en un recodo solitario gan, al fin, una carrera.

  • La velocidad del sueo; Notas sobre En el Camino

    Se acaban de cumplir 50 aos de la publicacin de En el camino, la trepidante

    bitcora de viaje de Jack Kerouac que cambi la vida de una generacin y puso a la

    novela beat en el centro de la discusin cultural.

    Inspirado en las andanzas de su amigo Neal Cassady y en sus repetidos

    vagabundeos por Estados Unidos y Mxico, Kerouac narr la historia de los

    fugitivos del sueo americano. La novela fue concluida hacia 1955 y esper dos aos

    en la editorial para ser publicada. Mientras esto ocurra volvi a Mxico, vivi en un

    cuarto de azotea de la calle de Orizaba, en el D. F., y convirti su pequea habitacin

    en un faro que pareca arder en su propia luz. Provisto de una inacabable dosis de

    benzedrinas, golpe el teclado a ritmo de free-jazz para componer el extenso

    poema Mexico City Blues. Fiel a su tcnica de escribir varios libros a la vez,

    concibi la novela breve Tristessa, que recupera su relacin con una indgena

    mexicana adicta a los opiceos.

    Poco antes de llegar al pas donde Malcolm Lowry escribi Bajo el volcn y D. H.

    Lawrence La serpiente emplumada, Kerouac le envi una carta a su amigo

    William Burroughs, veterano de los viajes intravenosos y los misterios aztecas, para

    preguntarle acerca de la peligrosidad de un territorio del que no tena buenas

    referencias. No te preocupes, respondi el autor de El almuerzo desnudo: los

    mexicanos slo matan a sus amigos. Esta tranquilizadora noticia prepar a

    Kerouac para acercarse a una cultura que le parecera fascinante y repulsiva en

    dosis iguales, digna de asombro y compasin.

    Interesado en el budismo, asumi la veloz exploracin de la cotidianeidad como una

    meditacin trascendente y busc el nirvana en clave de novela negra para descubrir

    los enigmas del mal y nuevas fuentes de energa.

    En el camino narra una errancia sin rumbo ni mapas definidos. La frase que

    mejor define la novela es pronunciada por un sheriff: Van ustedes a algn sitio,

    muchachos, o simplemente van?. Kerouac y su alter-ego Dean Moriarty (Cassady

    en la vida real) se someten a las metamorfosis que produce el traslado. Viajar no es

    para ellos un medio sino una meta existencial.

    Destinado a convertirse en leyenda, Kerouac produjo toda clase de ancdotas

    vitalistas. Se cuenta que escriba en rollos de teletipo para no detener su torrente

    narrativo con el recambio de hojas (eso no es escritura, es mecanografa, coment

    con clebre irona Truman Capote) y que era capaz de escribir un libro en tres das

    de encierro en un bao.

  • Como ha sealado Rodrigo Fresn, el heredero contemporneo ms prximo a En

    el camino es Roberto Bolao. Sus detectives salvajes (Arturo Belano y su alter-ego

    Ulises Lima) recorren Mxico como rito de paso, son poetas del camino que

    transforman el viaje en un acto esttico radical. Investigadores a contrapelo,

    descubren diversos niveles del xtasis y conforman una tribu que encuentra

    talismanes en las zonas descartadas por la convencin y la costumbre. Mxico les

    brinda la sacudida necesaria para ser transformados por lo que atestiguan.

    En cierta forma, Los detectives salvajes es una novela de la descendencia: trata de

    los muchos herederos del sueo beat, que pareca irrepetible. De manera elocuente,

    Bolao ofrece una obra coral, construida como un estadio en el circulan voces

    mltiples.

    Durante aos, la principal influencia de Kerouac pareci recaer en la contracultura.

    Fue el anticipado evangelista de la horda iluminada que descubra el rock y los

    coloridos estmulos de la Era de Acuario. Un momento cannico al respecto es el de

    Bob Dylan peregrinando a la tumba del autor de En el camino.

    Transformado en icono pop, Kerouac desconfiaba de quienes vean su novela como

    un manual de autoayuda para alcanzar el frenes, ms all de su condicin literaria.

    De manera emblemtica, prefera el otro libro que escribi sobre Neal Cassady,

    Visiones de Cody.

    Ningn escritor escapa a la forma en que es ledo y Kerouac tuvo el ambiguo

    privilegio de transformarse en mito instantneo. Luego de vivir en la oscuridad y

    pasar trabajos para pagar un modestsimo alquiler o una provisin de mariguana,

    fue ms celebrado como un turista csmico que como el poeta que siempre quiso ser.

    Esta paradoja, a fin de cuentas, no es ajena a su impulso esttico. La leccin de sus

    forajidos msticos, como la de los detectives salvajes, es que la experiencia puede ser

    una obra de vanguardia.

    En Tristessa afirma Kerouac: Se escucha el tremendo rugir de un avin de Pan

    American que desciende al aeropuerto de Ciudad de Mxico con pasajeros de Nueva

    York que buscan que sus sueos terminen de manera diferente. La tierra prometida

    tiene menos que ver con el paisaje que con la oportunidad de ser otro. Estar en el

    camino provoca un asombro interior.

    Hace 50 aos Jack Kerouac aceler su prosa para viajar de nuevo hacia el principio.

    Su torrencial capacidad de devorar kilmetros lo devolvi al punto de partida de la

    invencin literaria, la encrucijada del instante decisivo: aqu y ahora, el momento

    en que alguien se atreve a desear que su sueo termine de manera diferente.

  • Breves notas acerca de Bajo el volcn

    El centenario del nacimiento de Malcolm Lowry ha trado congresos en

    cantinas y abadas, algo apropiado para un autor que conoci el paraso en

    alta mar y los bosques de Vancouver, y el infierno en las crceles y los

    hospitales psiquitricos. Generalmente estuvo en ambas partes a la vez. Los

    ambiguos favores del alcohol le permitieron mezclar cielo e inframundo.

    Bajo el volcn -su novela absoluta, definitiva, inagotable- es un vasto poema

    narrativo y una tempestuosa exploracin de la conciencia. Algunos lectores

    lo han visto como un libro hermtico y adivinatorio, lleno de claves

    cabalsticas, y otros como un manual de autoayuda para abandonar de una

    vez por todas el mezcal o entregarse a l en busca de un resplandor suicida.

    El propio Lowry padeci la fuerza de ese libro nico. Cuando su casa se

    incendi en Canad, sinti que lo haba perdido todo. Aos antes, al

    terminar Bajo el volcn, experiment lo mismo: el libro que le daba cobijo

    haba dejado de pertenecerle y lo condenaba a vivir a la intemperie. Aunque

    escribi poemas, novelas breves y relatos esplndidos, no encontr otro

    desafo como el de la novela ambientada en Cuernavaca.

    Lowry ha sido objeto de dos biografas excepcionales. En 1973, Douglas Day

    public el primer recuento de la atribulada vida que comenz en 1909, en la

    regin de Chesire, tierra de otro reinventor de las palabras, Lewis Carroll.

    Douglas Day reconstruy la historia con aliento impar, pero dependi en

    exceso de una fuente de informacin: Marjorie Bonner, segunda esposa del

    novelista. Veinte aos despus, Gordon Bowker precis los hechos

    en Perseguido por los demonios. Esta segunda biografa comienza con una

    escena en la que Lowry viaja en automvil con su padre. El petulante

    abogado Lowry critica a un hombre que todos los das hace el mismo

    camino a pie, entre la nieve: Es un borracho, dice. El hijo no puede ocultar

    su admiracin por ese ultrajado que se levanta a las cinco de la maana para

    caminar once kilmetros. Es justo que se insulte a alguien capaz de tal

    proeza? En ese momento decide lo que ser de grande: un borracho.

  • Lowry cumpli con creces su ambicin de alcanzar la ms elevada

    dipsomana y no dej de reflexionar acerca del juicio injusto que se concede

    a los dems.

    Naci en el seno de una familia acomodada, recibi una estupenda

    educacin en Cambridge, destac en los deportes, no le faltaron amistades

    ni amores, cont con la tutela del escritor Conrad Aiken y logr que lo

    invitaran a numerosas fiestas, a pesar de que siempre tocaba el ukelele. Sin

    embargo, repudi la seguridad de su familia y de Inglaterra para vivir como

    extranjero, sin trabajo ni vnculos estables. En un gesto casi religioso,

    renunci a todo para explorar la cada del hombre desde la posicin del

    descastado.

    La inocencia vulnerada y la culpa fueron los motores de su escritura. El

    cnsul Geoffrey Firmin, protagonista de Bajo el volcn, tiene un pasado

    confuso. Se le acusa de haber permitido que unos prisioneros murieran en el

    barco que tuvo a su cargo durante la guerra. Aunque suea que lo declaran

    inocente, se persigue a s mismo con toda clase de reproches. El ms grave

    es la imposibilidad de retener a Yvonne, la mujer que ama. Bajo el

    volcn ocurre durante el Da de Muertos de 1938. Yvonne regresa a

    Cuernavaca para un careo definitivo con Firmin.

    Pocas cosas han sido tan fecundas como la forma en que Lowry

    malinterpret la realidad mexicana. Al entrar en una fonda pens que

    ofrecan pollo espectral de la casa y al leer un letrero en un parque pblico

    crey que aluda a la expulsin del paraso.

    Otro malentendido dio lugar a un relato que se convertira en Bajo el volcn.

    Vio a un hombre accidentado al borde de una carretera y se sorprendi de

    que nadie se acercara a socorrerlo. Pregunt qu suceda y crey entender

    que en Mxico la ley prohiba que se ayudara a los heridos. Lo que en

    realidad le dijeron fue que la polica, ineficaz y perezosa, arrestaba a la

    persona ms prxima a la vctima. Por eso teman ayudar al herido. Lowry

    sinti el cautivador espanto de estar en un pas donde la ley impeda salvar a

  • las vctimas. El cuento se expandi hasta convertirse en una inmensa

    parbola sobre el desplome y la bsqueda de redencin a travs del amor.

    Firmin es un accidente que trata de ocurrir e Yvonne es arrollada por un

    caballo que lleva en el anca un 7 cabalstico. Los azares estn determinados

    por un orden oculto y se convierten en augurios que deben ser descifrados.

    Una de las muchas referencias de la novela es un cartel publicitario de la

    pelcula Las manos de Orlac. Lowry no refiere la trama del film, quiz por

    considerarla demasiado prxima a sus objetivos. Las manos de Orlactrata de

    un pianista cuyos dedos no le pertenecen, pues son los de un asesino. Lo

    ms inquietante es que llevar el mal en los dedos puede ayudar en el

    teclado. En qu medida el arte se alimenta de la aniquilacin? No es

    posible vivir sin amar, reza uno de los lemas que el cnsul descubre en

    Mxico. Lowry sugiere que tampoco es posible amar ni crear sin destruir.

    El 19 de febrero de 1947, el editor Jonathan Cape se atrevi a publicar un

    libro con la forma, la intensidad y la belleza de un incendio.

    El volcn sigue activo.

  • Belleza del caos, acerca de James G. Ballard

    En su autobiografa, Miracles of Life (2008), James Graham Ballard habla con

    afecto del mdico que lo acompaar en sus ltimos das. Fue el ltimo

    gesto de aceptacin de un fabulador de desastres.

    J. G. Ballard estudi medicina en Cambridge y en sus aos de estudiante

    vivi con un esqueleto bajo la cama. El deterioro y la muerte fueron su

    inevitable compaa. Nacido en Shangai en 1930, estuvo internado en un

    campo de prisioneros japons de 1943 a 1945. Ah entendi el valor de las

    cosas que se acaban para siempre. Sus textos se poblaran de piscinas

    vacas, aeropuertos abandonados, carreteras invadidas por la vegetacin,

    gente que debe huir.

    A los 13 aos conoci la solidaridad de quienes comparten el peligro y supo

    lo que puede hacer un hombre acorralado. Esta sera la inagotable cantera

    de su escritura.

    Su llegada a Inglaterra le depar un impacto an ms fuerte: una isla de

    caras blancas, donde se viva puertas adentro y sobraban convenciones.

    Formado en la literatura de ciencia ficcin, Ballard no ubic sus historias en

    Alfa Centauri, sino en las oscuras barriadas de la mente. La ultratecnologa

    le import menos que los inquietantes gustos del terrcola.

    La pintura surrealista y los textos de Freud le revelaron que la ms

    arriesgada exploracin conduce al inconsciente. Despus de participar como

    comisario de una exposicin de coches accidentados, en la que hizo que

    una modelo desnuda circulara por la sala, estudi la relacin entre erotismo

    y muerte, y lleg a la conclusin de que para muchos pilotos no hay nada

    tan sexy como un choque. El resultado de estas indagaciones fue Crash,

    tauromaquia posmoderna donde las nociones de erotismo, ceremonia y

    sacrificio encarnan en pilotos suicidas. La colisin de Eros y Tanatos lo

    convirti en autor de culto en Francia y provoc que gente extraa visitara

    su pacfica casa en Shepperton, cerca del aeropuerto de Heathrow (nada

  • ms tpico de Ballard que vivir en un suburbio consagrado a la aviacin,

    donde todo est de paso).

    La fama suele ser un malentendido y el reconocimiento mundial de este

    escritor de alta originalidad ocurri con la ms comn de sus novelas, El

    imperio del sol, que cuenta sus das en el campo de prisioneros de Shangai

    y que fue llevada al cine por Steven Spielberg, con guin de Tom Stoppard.

    Despus de la muerte de su esposa (a causa de una repentina pulmona

    durante unas vacaciones en Espaa), Ballard se hizo cargo de sus tres hijos.

    Los aos sesenta fueron una poca maravillosa que yo conoc por

    televisin, coment. La rutina del inventor de territorios amenazantes

    comenzaba llevando a los nios al colegio; luego se preparaba su primer

    whisky y escriba hasta las cinco de la tarde. Padre ejemplar, detestaba que

    los entrevistadores describieran lo sucia que estaba su casa (si los nios

    son felices, qu importa que no use la aspiradora?).

    Ballard consider que los platos sucios no afectaran la educacin de la

    familia y cre una comunidad a su medida, sucia y jovial, el mejor invento de

    un fabulador de encierros.

    Los cataclismos narrativos de Ballard surgen de los problemas que genera

    una comunidad, esa forma regulada del apocalipsis. En Rascacielos

    investig una sociedad vertical, por la que se viaja en ascensor; en Super-

    Cannes y Noches de cocana se adentr en los parasos urbansticos de la

    Riviera francesa, donde todo est resuelto, salvo la agresividad latente; en

    Vermillion Sands concibi un balneario donde el ltimo juego es el trabajo.

    La psicologa de los personajes y la textura del idioma fueron para l menos

    importantes que el anlisis de los comportamientos colectivos. Con

    frecuencia, sus historias surgen de un planteamiento sociolgico: en Milenio

    negro, la anestesiada clase medie no es radical por ideologa, sino por la

    necesidad de que le suceda algo, y en Super-Cannes, la satisfaccin de

    todas las necesidades bsicas produce una parlisis social donde la

    violencia se canaliza en forma insospechada.

    En la excelente exposicin que en 2008 le dedic el Centro de Cultura

  • Contempornea de Barcelona, se poda ver un video donde el novelista

    hablaba del asesinato de J. F. Kennedy. El magnicidio signific para l el fin

    de una era y le brind una certeza duradera: el hombre es un animal. En

    cierta forma, sus tramas pertenecen a la etologa, son un intrincado estudio

    del comportamiento animal, es decir, humano.

    En su exhibicin de atrocidades (para usar uno de sus ttulos), el fabulador

    se la pas de maravilla. No tuvo una resignacin darwinista ante la

    depredacin; entender la violencia le pareca el primer paso para

    trascenderla.

    Ha muerto el menos convencional de los escritores ingleses, como lo

    llam Martin Amis. Uno de los escritores latinoamericanos que ms lo ha

    ledo, Rodrigo Fresn, resume as el ltimo acto del visionario: Cuando la

    realidad comienza a parecerse demasiado a tus fantasas, llega el momento

    de partir.

    J. G. Ballard logr distinguir, aun en medio del caos, el desconcertante

    resplandor de la belleza.

  • Vuelve Capote

    En sus ltimos aos, Truman Capote proclamaba que haba terminado

    Plegarias atendidas, equivalente neoyorquino de En busca del tiempo

    perdido. Tres adelantos aparecieron en publicaciones peridicas. Uno de

    ellos, La Costa Vasca, irrit profundamente a sus amigos del jet-set.

    Durante aos, el novelista los haba observado para retratarlos con

    insuperable minucia, tal y como haba hecho con los asesinos que

    protagonizan la trama sin ficcin de A sangre fra. Sus acaudalados

    anfitriones sintieron que haba traicionado su confianza: despus de servirle

    meriendas de cinco tenedores, l informaba de los implantes de silicona de

    sus compaeras de mesa. Capote haba sido adoptado como el bufn que

    enrarece en forma agradable el pardo mundo del dinero. Diminuto, con la voz

    aflautada de un duende terrible, era bienvenido como una excentricidad de

    alquiler.

    En una entrevista coment que los millonarios se caracterizan por dos

    cosas: slo son leales a su dinero y sirven mejores verduras. Esto nunca fue

    tan cierto como cuando public La Costa Vasca. Los plutcratas de Nueva

    York se sintieron ofendidos en bloque, y tacharon al intruso de sus agendas

    forradas de antlope. El rechazo abrum al escritor que adems luchaba con

    la adiccin al alcohol y las drogas. La ciudad que anhel desde la infancia le

    haba dado la espalda.

    Capote pospuso la publicacin de Plegarias atendidas. Dijo que el

    manuscrito se encontraba en un casillero de la Estacin Grand Central. Con

    frecuencia, se reuna con su abogado Alan U. Schwartz y su editor Joe Fox a

    contar la trama con tal precisin que resultaba imposible suponer que no

    estaba escrita. Cuando el novelista muri en Los ngeles, a los 59 aos, no

    se encontr otro saldo de esta opus magna que los tres episodios ya

    publicados.

    Incapaz de escribir una mala frase, Capote deslumbr desde Otras voces,

    otros mbitos, escrita a los 23 aos. En las fotografas de esa poca aparece

    como un ngel que ha sobrevivido al horror. Su rostro anunciaba exquisitas

  • y ominosas historias. Con el tiempo, aquel semblante se hinch como una

    mscara de cera que tena atrapados los ojos de un nio. Su biografa tuvo

    un desarrollo similar. Despus de sortear una infancia de desajustes y todas

    las variantes del fracaso escolar, Truman asumi con valenta desafiante su

    homosexualidad y escribi en letra diminuta una prosa cuya tensin

    estilstica lo converta en descendiente de Mansfield, Cather, Isherwood y

    Woolf. Pocos autores han dominado con igual destreza la iluminacin y el

    ritmo de una escena.

    En 1966 Capote renov la novela testimonial con A sangre fra, exploracin

    de la mente criminal. El xito se convirti en la peor amenaza de un cronista

    con tendencia a investigar en exceso la buena vida. Autor de los cuentos de

    Msica para camaleones y Un rbol de noche, el guin para la pelcula Los

    inocentes (basada en Otra vuelta de tuerca, de Henry James), la mejor

    entrevista a Marlon Brando (que sirvi de base para los monlogos

    introspectivos de El ltimo tango en Pars), Capote tambin fue el virtuoso

    que dilapid su talento en banquetes y yates.

    Norman Mailer ha dejado un extraordinario testimonio de la forma en que

    compiti y perdi con Capote en un estudio de televisin. Mientras el

    hiperventilado autor de Los ejrcitos de la noche soltaba parrafadas

    radicales para despertar a la poblacin del sueo americano, Capote deca

    agudos aforismos. Cuando Mailer defendi la espontaneidad de Kerouac, su

    colega se limit a decir: Eso no es escritura: es mecanografa. Al da

    siguiente, Mailer recibi una llamada de su hermana preguntndole si poda

    presentarle a Truman. El atleta de las palabras haba sido vencido con

    alfileres.

    A partir de ese show, Capote apareci en televisin incluso cuando su

    consumo de alcohol aconsejaba otra cosa. Husped de los medios y de los

    coleccionistas de rarezas, escribi cada vez menos. Lo vi en Nueva York en

    1980, cuando ofreci una lectura de tres horas en Lincoln Center. Su cuerpo

    de Humpty Dumpty tena algo quebradizo; por momentos pareca incapaz de

    seguir de pie. Mi vecina de asiento coment: Se va a caer; luego aadi:

  • Por qu no subes y lo sostienes? Le propuse que subiera ella pero me

    ense sus tacones de aguja. Capote termin la lectura sin nuestra ayuda, y

    se despidi con mirada sonmbula. No volvi a publicar un libro.

    En 2004, veinte aos despus de su muerte, la casa de subastas Sothebys

    recibi un sorpresivo ofrecimiento: una manuscrito ntegro de Capote. No se

    trataba de la anunciada radiografa de la sociedad neoyorquina, sino de

    Summer Crossing, novela que el propio autor daba por perdida. A los 19

    aos haba rentado un cuarto en Brooklyn. Al mudarse de ah, dej unas

    cajas en la calle para el camin de la basura. Su casero tuvo el buen tino de

    recoger unos cuadernos. Este rescatista ejemplar, cuyo nombre no se

    menciona en la edicin que acaba de publicar Random House, muri hace

    algunos aos. Sus herederos llevaron los cuadernos a la casa de subastas.

    Por qu tardaron tanto en hacerlo? Por la misma insondable razn por la

    que el autor se desprendi de la novela. Summer Crossing es una pieza de

    juventud, pero revela a un temprano maestro del estilo. La diferencia entre

    la buena escritura y el verdadero arte es sutil pero salvaje, escribira en su

    ltimo libro. A los 19 aos su apuesta ya haba cado del lado del arte.

    Cazador sutil, nunca se equivoc con un adjetivo. La sencilla elegancia de

    su prosa es un desafo de angustia para quien debe vertirla a otro idioma.

    Cuando traduje Un rbol de noche comprob que los sueos del lector

    pueden ser las pesadillas del traductor.

    A los 19 aos la mirada oblicua de Capote ya descubra la fuerza de lo que

    parece banal: ese aspecto de inerme inocencia que slo puede provocar un

    corte de pelo

    Summer Crossing trata de una muchacha que desea conquistar Nueva York

    y es conquistada por sus corrosivas amistades. Novela de iniciacin y cada,

    prefigura la vida del novelista. Plegarias atendidas no apareci en el casillero

    donde Capote juraba haberla guardado. Su regreso es el de una voz que

    estremece por lo que vino despus y ah es apenas futuro, el verano

    inaugural donde una historia se hace posible.

  • Un rbol, de Jos Emilio Pacheco

    En un texto entraable, Laura Emilia Pacheco recuerda los das en que visitaba

    redacciones para repartir y cobrar los textos de su padre, Jos Emilio Pacheco.

    Pocos autores se han dedicado con tal fervor al periodismo cultural.

    Sus plazos de entrega eran agobiantes y slo poda cumplirlos con la ayuda de su

    hija adolescente. Contagiada por el deseo de recuperar el mundo por escrito y el

    ambiente de los diarios, Laura Emilia se convertira con los aos en una notable

    cronista.

    El texto al que me refiero habla de una vocacin y de un trabajo duro. Cuando

    Calvino comparti con Pavese las fatigas de la editorial Einaudi, admir la

    capacidad de su colega de utilizar su vastsimo talento a favor de tareas que otros

    consideraran mnimas y que el converta en piedras culturales. As aprendi que

    una carta, un dictamen, una solapa pueden escapar al estilo personal, pero no al

    rigor. Lo mismo puede decirse de Pacheco.

    Aunque cultiv con destreza de polgrafo todos los gneros, modific uno en tal

    forma que ya resulta inseparable de su impronta: el artculo cultural disfrazado de

    nota objetiva, casi annima. Christopher Domnguez Michael seal hace unos das

    que confirm su vocacin al leer un texto periodstico de Pacheco. Decenas de

    autores le debemos la misma epifana.

    Desde el ttulo, la columna Inventario se postulaba como la obra de un

    amanuense de lo real, un testigo casi annimo, que no pretenda imponer sus

    gustos ni caprichos.

    Pacheco disfrazaba su erudicin y desplegaba conocimientos como si se tratara de

    noticias fciles de conseguir. En una poca anterior a Google era un inslito motor

    de bsqueda que comparta sus hallazgos como si le hubieran llegado solos. Las

    indagaciones y los libros necesarios para atar cabos solan quedar fuera del texto.

    El autor trabajaba con denuedo para que el lector no tuviera que hacerlo.

    Durante dcadas, Inventario ofreci un registro de la cultura en el tono difano,

    de articulada espontaneidad, de quien habla ante una taza de caf. Tanto en la

    poesa como en el periodismo, Pacheco introdujo un renovador tono

    conversacional. Firmaba sus textos periodsticos con sus iniciales (JEP), simulando

  • que su intervencin se limitaba a levantar un acta. Aunque se trataba de piezas

    inconfundibles, las trataba como si no le pertenecieran del todo y se rehus a

    reunirlas en libros. As enfatizaba el sentido de la cultura como hecho colectivo.

    Cuando finalmente aparezcan los muchos tomos capaces de contener su ro de

    referencias y asociaciones, comprobaremos que fue nuestro mayor enciclopedista.

    En una de sus mltiples visitas a la obra de Lpez Velarde, habl de las alusiones

    perdidas, es decir, de las cosas que fueron inteligibles para los contemporneos del

    poeta jerezano y hoy son ajenas para la mayora de los lectores. No se refera a

    localismos o arcasmos, sino a datos culturales que nuestra debilitada poca ha

    dejado de dominar. Inventario fue, precisamente, un intento de restituir los datos

    que se extravan en un entorno empobrecido por los medios, la poltica y la

    propaganda.

    Pacheco vivi inmerso en la literatura pero no practic una elegante evasin de la

    realidad. Al fondo de sus reflexiones yace un juicio moral. A contrapelo de su sobrio

    ttulo, Inventario fue un sistema de alarma contra el deterioro ambiental, el

    desgaste de los valores, el ecocidio, el veneno lento de la corrupcin.

    El tono del cronista de lo diario fue muchas veces apocalptico. Nuestra realidad lo

    mereca. Viga en el incendio, dej una obra que es un ejercicio de resistencia.

    A propsito de Juan Garca Ponce escribi un poema en el que habla de un rbol en

    la acera de su calle. Sitiado por la enfermedad, Garca Ponce no dej de escribir.

    Pacheco lo compara con un rbol de ramas podadas con descuido, donde se han

    incrustado armellas para sostener cables de luz y de telfono. Agraviado, aquel

    tronco resista.

    En una ocasin fui a la casa de Pacheco en la colonia Condesa a entregarle una

    antologa que prepar en Alemania y que inclua Las batallas en el desierto. Olvid

    la direccin exacta pero record el poema dedicado a Garca Ponce. Busqu el rbol

    heroico y di con la puerta necesaria. No es un milagro menor que un poema sirva

    para encontrar la casa del poeta.

    Laura Emilia dijo que, conociendo a su padre, pedira perdn por morir en

    domingo y estropear el descanso de los periodistas.

    El ms considerado de los testigos modific la realidad.

    Jos Emilio ha muerto. Su rbol de palabras sigue en pie.

  • Bravo, mosquito, otra vez Albert Camus

    Se han cumplido 50 aos de la muerte de Albert Camus. El rebelde al que no

    le faltaron enemigos es visto como un heroico defensor de la tica individual

    en un mundo de simulacros y engaos colectivos.

    Alguna vez confes que le hubiera gustado ser escultor. Su obra perdura

    como las piedras del Mediterrneo, el mar esencial que le revel el hechizo

    del mundo.

    Nada de esto hubiera sido posible sin la presencia de dos maestros.

    Hurfano de padre (cado en la primera guerra mundial), Camus naci en un

    pobrsimo barrio de Argelia. Creci con una madre analfabeta y una abuela

    tirnica. Apasionado del ftbol, jugaba de portero porque es la posicin en la

    que menos se gastan los zapatos. En El primer hombre, la novela inconclusa

    que llevaba en el coche donde muri a los 47 aos, escribe: la infancia

    ese secreto de luz, de clida pobreza. La precariedad fue su mbito

    absoluto. Slo al ingresar al liceo supo que otros eran ricos.

    A los 9 aos estuvo a punto de abandonar la escuela. Su madre fue a ver al

    maestro Louis Germaine y le habl de sus dificultades: Albert deba trabajar.

    Germaine se ofreci a darle clases gratuitas dos horas diarias para

    conseguir una beca.

    Sin padre ni hermanos mayores, Camus fue el primer hombre en su

    travesa. Pero no estuvo solo. A los 17 aos enferm de tuberculosis y otro

    profesor lo ayud. Jean Grenier fue a verlo al hospital. Como Germaine, se

    sorprendi de las carencias de ese alumno al que haba colocado en la

    primera fila. No era el mejor de sus discpulos pero tena fiebre por conocer y

    un amor a los placeres del que careca el propio Grenier. En su biografa de

    Camus, Olivier Todd compara el temperamento de maestro y alumno: A

    Camus le gusta admirar a muertos y vivos mientras que Grenier acumula

    crueldades y reticencias El estudiante, a pesar de sus quejas, anhela la

    felicidad; en cambio, el profesor no Lleno de salud, el adulto disfruta

    menos que el joven, presa de gripes y fiebres.

  • 15 aos mayor que su discpulo, Grenier le presta libros, discute la situacin

    poltica de Argelia, lo acerca al comunismo, lee sus textos, mostrando que

    ninguna generosidad supera a la de la crtica (no vacila en escribir al

    margen: superfluo, una bobada), le consigue trabajo como meteorlogo

    (oficio transitorio que tambin desempearon Sartre y Heidegger), y al hablar

    de su comn pasin por los gatos explica que nada hace tan feliz a un

    macho como tener collar, pues eso enloquece a las gatas.

    Se tratan de usted (con una confianza sin familiaridad, apunta Todd). Con

    el tiempo, el alumno se transforma en protagonista de la relacin. Cuando

    Grenier se entera de que su amigo se ha casado sin avisarle, no se ofende.

    Le basta saber que la novia es guapa.

    Sartre le dice a Camus que su maestro es Hegel. El autor de La

    peste responde: el mo es Grenier. Fiel a su origen, valora las opiniones

    del profesor que conoci a los 17 aos. Grenier lee el manuscrito de El

    extranjero y lo califica con un 12 sobre 20: la impresin con frecuencia es

    intensa, agrega sin entusiasmo. Albert le pregunta si en verdad piensa eso.

    El maestro detecta la inseguridad que ha provocado y responde: El

    extranjero es excelente. En 1956 Grenier comenta que El espritu confuso

    es en verdad digno de su ttulo y Camus lo rescribe.

    Grenier resea de modo elogioso novelas y obras de teatro de su alumno,

    sin delatar su afecto. Su generosidad intelectual contrasta con su dificultad

    para pagar rondas de cerveza y el men que privilegia en Lipp: arenque,

    pierna de cordero, ensalada y fruta.

    En 1947 Camus viaja en el Citron recin estrenado de Grenier a la tumba de

    su padre. Ah concibe El primer hombre, donde su maestro aparece como

    Victor Malvan: En tiempos en que los hombres superiores son tan

    adocenados, era el nico que tena un pensamiento personal y una libertad

    de juicio que coincida con la originalidad ms irreductible Cada vez que

    Malvan empezaba diciendo conoc a un hombre que o un amigo o un

    ingls que viajaba conmigo, uno poda estar seguro de que hablaba de s

    mismo.

  • Ciertos artistas tratan de borrar sus deudas. As exaltan la inaudita novedad

    de su talento. Camus fue el caso opuesto: vivi para honrar a los maestros

    que lo sacaron de la pobreza. La profundidad de su obra no se entiende sin

    esta tica de la gratitud.

    A propsito de Grenier, su mentor intelectual, anot en 1933: Sabr alguna

    vez todo lo que le debo?. Y al recibir el premio Nobel escribi a Germain, su

    primer maestro: Sin usted, sin la mano afectuosa que le tendi al nio

    pobre que era yo, sin su enseanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada

    de todo esto.

    En 1924 Louis Germain juzg que el nio al que daba clases gratuitas estaba

    listo para presentarse a examen y recibir una beca. Se calz las polainas de

    las grandes ocasiones y lo llev al liceo de Argel. Antes de la prueba, le

    regal un croissant. Fue el primero en enterarse de los resultados. Cuando

    vio a su alumno, solt una frase que cifrara un destino: Bravo, mosquito.

    Albert Camus haba aprobado.

  • El enviado especial de Dios, Ryszard Kapuscinski

    Ryszard Kapuciski sali de Polonia con una orden de trabajo bastante

    genrica: cubrir las noticias de cincuenta pases. Durante su errancia por

    guerras, revoluciones y golpes de Estado conserv la cordura y renov su

    oficio gracias a la capacidad de entender los sucesos como historias

    ntimas. En la desaforada naturaleza y los cataclismos sociales, insisti en la

    presencia nica e irrepetible del individuo. Nada le fue ms ajeno que el

    informante annimo. Convencido de que todo mundo tiene derecho a ser

    neurtico, slo encontr personas sofisticadas. En la maleza de Ghana

    habl con un hombre cuya mente estaba poblada de animales: la vida

    salvaje se haba convertido para l en vida interior. Las gacelas y las cebras

    le producan un tranquilizador efecto; pero a veces imaginaba un len, un

    len hambriento y detestable, y senta que la cabeza le estallaba. Mientras

    los reporteros recorran el mundo en busca de testigos, el mejor de ellos

    encontraba el mundo en sus testigos.

    En 1975 Kapuciski convers en frica con una descendiente de europeos

    obsesionada por una trgica visin evolucionista: muy pronto, los rubios

    slo seremos el 2% de la humanidad. El cronista formaba parte de esa

    exigua minora pero no vio en ello una desventaja ni un timbre de distincin.

    Acept ser un polaco entre africanos con el vido deseo de aprendizaje de

    quien comprende que nada es ms extrao que la realidad.

    Durante dcadas, Kapuciski cubri noticias sin practicar el periodismo

    de autor. Trabaj de manera fragmentaria, enviando despachos sobre

    frentes de guerra y otras de zonas de conflicto. Slo con el correr de los

    aos sinti el impulso de reelaborar los sucesos para que perduraran en

    libros. Dos tiempos extremos definieron su estilo: la instantnea cobertura y

    la dilatada reescritura. Si John Reed, Egon Erwin Kisch y Martn Luis

    Guzmn asumieron el periodismo como literatura bajo presin, Kapuciski

    necesit de un largo proceso de decompresin de los hechos para

    transformarlos en material definitivo.

  • Podan pasar treinta aos antes de que una ancdota enviada en el lenguaje

    casi annimo del tlex fuera reescrita en clave personal. En este trnsito la

    noticia pblica se converta en un momento privado. El autor no buscaba

    novelizar lo real, sino reorganizarlo con la intensidad de lo que mira y siente

    una persona distinta a cualquier otra.

    Qu merece ser salvado? En el taller de la memoria, los datos nimios y la

    sabidura comn regresan como reveladores aforismos: Cuando se

    mantiene inmvil, el aire no tiene valor, pero basta que se mueva para que su

    precio se dispare. Hay mejor definicin de la precariedad de frica? En el

    trpico de la escasez ningn negocio supera al viento.

    Con estos recursos surgieron libros que reclaman condicin de clsicos en

    los cambiantes territorios del periodismo, la literatura y la historia del siglo

    XX: El imperio, El Sha, bano, Un da ms con vida, El emperador. La Unin

    Sovitica, el ltimo monarca persa, el continente africano, la guerra de

    Angola y el dictador de Etiopa adquirieron entre las pginas deKapuciski

    la indeleble singularidad del tatuaje.

    En nuestro mundo antojadizo la reputacin suele ser un malentendido. El

    tardo xito de Kapuciski se debe, en cierta forma, a una mixtificacin.

    Preocupados por poner en circulacin a un autor doblemente extico (un

    polaco en sitios raros), sus editores ingleses lo anunciaron como un

    carismtico rompedor de records: haba cubierto 27 hechos de guerra,

    escapado de un pelotn de fusilamiento en Burundi y de ser ametrallado en

    Nigeria, y an se haba dado tiempo para ser amigo del Che Guevara. Este

    curriculum de Indiana Jones ilustrado se repiti una y otra vez. Cuando Jon

    Lee Anderson preparaba su biografa del Che, entrevist a su colega. Le

    pregunt acerca de su trato con el guerrillero y descubri que, al menos en

    ese punto, su biografa era inexacta. Fue necesario ficcionalizar al autor para

    hacer atractivas sus verdades. Paradojas del marketing y sus simulaciones.

    Afecto a los ttulos sobrios (de preferencia de una palabra), Kapuciski vio

    cmo su libro Botas (publicado por primera vez en espaol por la

  • Universidad Veracruzana) era rebautizado en Inglaterra como La guerra del

    futbol.

    Observador atento y algo escptico del acontecer, tom con sobriedad los

    equvocos de la fama y no dej de criticar las veleidades de una poca que lo

    convirti en icono. En los ltimos aos se alej de los reportajes y se

    concentr en la tica del periodista. En los cuatro tomos de su Lapidarium

    dej apuntes que se leen como un sensato prontuario de advertencias, un

    manual de conducta para una profesin amenazada.

    Amigo del periodista de Siempre! Luis Surez, admirado por Susan Sontag,

    Salman Rushdie y Gabriel Garca Mrquez, Kapuciski fue llamado por

    John Le-Carr el enviado especial de Dios.

    De acuerdo con su diagnstico, el mximo impedimento del periodista

    contemporneo es el exceso de informacin irrelevante. En consecuencia,

    entendi su trayectoria como un ejercicio de pureza, no solo en un sentido

    moral sino tcnico: la bsqueda de huesos en un bosque de apariencias. No

    es casual que sus reflexiones ms personales llevaran el ttulo de

    Lapidarium: palabras como una pulida coleccin de piedras.

    La nica exclusiva que se pierde un grande del periodismo es la de su

    muerte. En esta idea se basa Scoop (Primicia), la nueva pelcula de Woody

    Allen que en Mxico recibi un ttulo aplicable a lo que sea (Amor y muerte).

    Ah, un reportero regresa de la tumba en pos de su ltima exclusiva.

    Es posible que esta historia no sea ajena al enviado especial de Dios. Hay

    muertos que deciden volver como fantasmas; otros lo hacen como jefes de

    redaccin. Los cronistas ya escribimos con copia para Kapuciski.

  • El pan dormido, en torno a un texto de Eugenio Montejo

    Ha muerto el poeta venezolano Eugenio Montejo. Poco antes de cumplir los

    70 aos se integr a la ronda de fantasmas que viven en su poema Los

    ausentes.

    El padre de Montejo fue panadero en tiempos anteriores a los hornos

    elctricos, cuando la harina se confiaba a una cavidad de ladrillos rojos,

    donde los leos ardan despacio. Aquel hombre que conoca la dignidad del

    trabajo duro se inici como aprendiz, barriendo y cargando canastos,

    ascendi a maestro de cuadra y pudo al fin poner su propia panadera. En el

    ensayo El taller blanco su hijo recupera una infancia dedicada a

    contemplar el paciente esfuerzo de inventar el pan: La harina es la

    sustancia esencial que en mi memoria resguarda aquellos aos. Su blancura

    lo contagiaba todo: las pestaas, las manos, el pelo, pero tambin las cosas,

    los gestos, las palabras. sa fue la escuela de un poeta.

    Montejo prefera trabajar en el silencio de la noche, cuando slo algn pjaro

    despistado conservaba su jornada de trabajo. No es casual que dedicara

    poemas al nimo tembloroso de una vela, a los asombros de una noche

    natal, a los trenes nocturnos, a la soledad de la noche en la noche, cuando

    los amigos se van por cigarros o cervezas y prometen volver pero no lo

    hacen.

    Como los panaderos, Montejo horneaba con calma sus poemas para que

    despertaran a la luz del da. Sus versos estn construidos con la sencillez de

    quien dispone de una materia elemental que se puede amasar de modo

    infinito. Una voz directa habla de las cosas del mundo: Cruzo la calle Marx,

    la calle Freud;/ ando por la orilla de este siglo,/ despacio, insomne,

    caviloso. En su recorrido, encuentra una mujer dormida, un burro que

    soporta el castigo de su amo y no se queja, un jardn intacto, un nio que

    abre los ojos en el pabelln de prematuros, las variadas sombras que arroj

    Pessoa y un gallo loco siempre un gallo- que al modo del poeta, canta a

    deshoras.

  • La poesa de Eugenio est hecha de elementos simples, me dijo un da

    lvaro Mutis, lo interesante es cmo los desordena. Montejo no describe:

    inventa. Cuando habla de una mesa revela el dolor de la madera, lo que

    siente en clave secreta mientras el vino se derrama y los dems conversan o

    mientras aguarda, largamente, su oportunidad de intervenir, de volver a ser

    el sostn de la comida.

    Montejo fue un poeta de los adioses. Se despidi del siglo XX, de su padre,

    de sus amigos, de Lisboa, de otros poetas convertidos en estatuas e incluso

    de s mismo: era mi despedida de este mundo/ la primera vez que me

    mora. La evocacin de lo que se va y regresa como perdurable ausencia

    era su forma de estar presente. Ahora que ha muerto, hay algo a un tiempo

    reconfortante y doloroso en ver los muchos pauelos blancos que dicen

    adis en sus poemas. Nadie estuvo ms capacitado que l para subir a un

    barco, levantar la mano desde la popa y volver ese gesto inolvidable.

    Gracias a que fechaba sus dedicatorias, puedo rastrear la primera y la ltima

    vez que nos vimos. Conoc a Eugenio Montejo el 18 de agosto de 1987. Era

    un hombre discreto, que prefera hablar en voz baja, de educacin siempre

    presente y nunca artificial. Como el otro poeta mayor de Venezuela, Rafael

    Cadenas, no derrochaba palabras en la conversacin; reservaba la lumbre

    para sus versos. En el pas del vociferante Hugo Chvez, la mesura del poeta

    Montejo era un imprescindible valor tico.

    Adicto a Portugal, donde pas varios aos, el autor de Alfabeto del mundo

    tena las maneras tranquilas, la elegancia sobria y la tristeza buena de un

    personaje de Pessoa. Hablar con l era una leccin curiosa. Montejo

    reivindicaba la relacin sencilla con lo que vale la pena. Haba conocido

    mares, islas y bibliotecas, pero saba que nada es tan necesario y misterioso

    como el pan.

    Nos vimos por ltima vez el 2 de agosto de 2005, en casa del poeta Eduardo

    Hurtado y de su esposa Marcela. A la cena asisti Guillermo Arriaga, quien

    tuvo el tino de incluir un poema de Montejo en la pelcula 21 gramos. Esos

    versos que llegan como primeros auxilios (Sean Penn se los recita a Naomi

  • Watts en un hospital) hicieron que la poesa de Montejo comenzara a ser

    muy leda en Estados Unidos. Durante la cena, Arriaga y Montejo

    encontraron territorio comn en los animales. Uno era un arriesgado cazador

    de presas y de historias, otro coleccionaba las voces de las aves que

    escapan para cantar. Arriaga cont que los gansos suelen enviar a un

    explorador para saber si es seguro bajar a una laguna; en caso de que el

    explorador se equivoque, es expulsado de la parvada. Un poeta exiliado,

    coment Montejo.

    Con la cortesa que puso en todos sus afanes, el autor de Terredad tom la

    previsin de anticipar lo que debamos decir de l. El poema La poesa

    define su legado:

    La poesa cruza la tierra sola,

    apoya su voz en el dolor del mundo

    y nada pide

    -- ni siquiera palabras.

    Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;

    tiene la llave de la puerta.

    Al entrar siempre se detiene a mirarnos.

    Despus abre su mano y nos entrega

    Una flor o un guijarro, algo secreto,

    pero tan intenso, que el corazn palpita

    demasiado veloz. Y despertamos.

    Montejo tuvo la llave de la puerta. Qu dej en su taller blanco? El ttulo de

    la novela del escritor cubano Jos Soler Puig, El pan dormido, resume su

    trato con las palabras.

    En la noche del 5 de junio, Eugenio Montejo se rob el fuego por ltima vez.

    Al da siguiente, el pan estaba listo.

  • El sndrome de la rana, Paul Virilio

    El mundo se ha convertido en un sitio extrao donde los mares se calientan

    y requieren de una ducha excesiva que provoca tsunamis y huracanes. La

    segunda naturaleza creada por el hombre no va mejor: las ciudades crecen

    ms all de todo orden. Los problemas urbanos y ecolgicos han perdido su

    referente local: las nieves de Suiza, pas de relojeros, se derriten por humos

    industriales que llegan de lejos.

    La globalizacin ha representado ante todo un reparto ms equitativo de los

    desastres y las marcas comerciales. En cualquier rincn puedes comprar la

    misma hamburguesa e intoxicarte con virus, hormonas, polvos raros o

    colorantes qumicos que viajan mucho para llegar a tu organismo.

    El vendaval que llamamos progreso se ha topado con numerosas voces

    crticas que suelen ser superadas por la tendencia a adaptarnos al deterioro

    o a juzgar que la dependencia de nuevos aparatos mejora nuestra vida.

    Hace unos aos coincid en Calgary con un naturalista canadienese de

    ascendencia japonesa, el profesor Suzuki. Lo conoc en el estrado de un

    teatro donde un grupo de autores bamos a leer cuentos despus de que l

    ofreciera su negra y documentada visin de la bisfera. De acuerdo con los

    requerimientos de su gremio, Suzuki llevaba un cinturn orbitado de enseres

    para la intemperie: navajas, linterna, cantimplora, cinta mtrica y otros

    adminculos que mi ignorancia urbana impide clasificar. La velada de

    literatura y ecologa (combinacin muy canadiense) ocurri ante un pblico

    vido de or a Suzuki. Con la energa de quien ha subido peascos para

    clasificar esquivos minerales, el naturalista se refiri a la indiferencia con

    que se reciben las malas noticias de la Tierra. Sus datos hubieran sido

    tremendos y olvidables de no ser porque los trab en una fbula ejemplar, al

    modo rstico de Esopo.

    Suzuki cont que las ranas (no s si todas o algunas especialmente

    acomodaticias) pueden distinguir el agua fra de la caliente; sin embargo, si

    nadan en una olla donde la temperatura sube poco a poco, son incapaces de

    advertir cambio alguno. Su organismo no detecta el peligro progresivo, y se

  • adapta al desastre que se avecina. En su mente de rana, los cambios

    paulatinos siempre son ideales. De pronto, ve burbujas por todas partes,

    ltima sea de la realidad donde se ha convertido en una rana hervida.

    La alegora de Suzuki era evidente: el hombre se adapta demasiado a las

    catstrofes que surgen poco a poco. Los cuentos que se leyeron despus

    confirmaron, por va emocional y psicolgica, la misma teora. El individuo

    interpreta las reacciones de la gente que cree conocer, hasta que,

    demasiado tarde, descubre que algo hierve en derredor.

    El profeta virtual

    Un rasgo comn de los futuristas es que se mueven poco. Julio Verne

    imaginaba expediciones que le hubiera parecido horrendo hacer y Ray

    Bradbury renov la literatura interplanetaria sin perder su fobia a los

    aviones. A esta categora pertenece Paul Virilio, quien acepta con

    resignacin el mote de filsofo de la velocidad, pero prefiere que se

    recuerden sus estudios de arquitectura por la sencilla razn de que la ciudad

    antecede a la filosofa y la mayor parte de sus reflexiones se concentran en

    los ruidosos dilemas de la urbe.

    A diferencia de Suzuki, que va con sus herramientas a todas partes, Virilio

    prefiere que sea su imagen la que se desplace. Hace dos semanas, los

    asistentes al Encuentro sobre Pensamiento Urbano en Buenos Aires

    pudimos or la videoconferencia que imparti desde su casa en Nantes. El

    analista global es sedentario.

    Si Suzuki habla con la urgencia de quien apaga una fogata, Virilio pertenece

    al gnero de los pesimistas extremos que no pierden el entusiasmo al

    enumerar catstrofes, sonren ante sus oscuros vaticinios y aporrean la

    mesa con la energa de quienes saben que, desde los remotos orgenes de la

    especie, las ideas se comunican mejor con un golpe de tambor. La verdad,

    resulta reconfortante que las peores noticias vengan de alguien apasionado

    por comunicarlas. Otra variante del sndrome de la rana?

    En favor del mtodo expositivo de Virilio hay que sealar que logra lo mismo

    que las fbulas: comunica el horror sin perder la esperanza. Al respecto,

  • conviene recordar el lema de los hermanos Grimm para hablar de ogros y

    hechizos: Entonces, cuando desear todava era til.

    An podemos desear algo en el planeta que hierve como el perol de la

    rana? Resumo la videoconferencia de Virilio en un apretado declogo:

    1.-La velocidad biolgica no se ha ajustado a la velocidad tecnolgica. Se

    puede democratizar la velocidad relativa (motos, coches), pero no la

    velocidad absoluta, que opera sobre el individuo como una violencia no

    sancionada.

    2.-La tecnociencia es al conocimiento lo que el dopaje al organismo: se

    concentra en el rendimiento, no en los efectos secundarios.

    3.-No hay capacidad de respuesta ante un accidente integral, capaz de

    articular al planeta (un crack en la bolsa, una fisura en una central nuclear).

    La nica sincrona global: la democracia de las emociones.

    4.-La ciudad surge con un objetivo de defensa (la muralla es su smbolo). La

    ltima muralla es la demografa (la demasiada gente, el sobrante como

    defensa).

    5.-Las armas nucleares son armas de comunicacin de la destruccin.

    Despus de Al Qaeda, los telfonos celulares son armas de destruccin

    masiva.

    6.-Cada tecnologa inventa su accidente.

    7.-El ascetismo tecnlogico ayuda a entender la tecnologa. Los aparatos

    dejan de ser inteligibles cuando su uso es necesario.

    8.-La ciudad no existe en vivo. Todo momento de la ciudad est hecho de

    pasado y de futuro.

    9.-La prevencin automtica en los artefactos, ajena a los desgnios del

    usuario, industrializa los accidentes (mucho cuidado con las innovaciones

    de Renault). 10.-La globalizacin representa la finitud, la clausura de lo

    conocido: Claustrpolis, el ghetto de todos.

    Cada uno de estos puntos podra inspirar una fbula de la rana. Hay poco

    margen para la ilusin en el presente -el Golfo de Mxico sube de

    temperatura en lo que se lee este artculo-, y sin embargo Virilio se despidi

  • con una proyeccin al futuro del lema de los hermanos Grimm, pensada por

    Apollinarie: violenta es la esperanza. Hay que aprender a hervir por dentro

    para no hacerlo por fuera.

  • Los dos Mailer

    En 1981 conoc en Berln Oriental a un lector absoluto de Norman Mailer. A

    Hermann le bastaba una copa de aguardiente para hablar de Los desnudos y

    los muertos, la primera novela del autor. Su elogio comenzaba con la frase:

    ese genio slo ha escrito un libro.

    Hermann desempeaba un cargo de burocrtica vaguedad en una empresa

    socialista. Su contacto con la literatura se reduca a esa historia que lea una

    y otra vez. Hermann pas la niez bajo las bombas y la adolescencia entre

    las ruinas. Aquel libro recreaba con inagotable tensin la guerra que le toc

    en suerte.

    Mailer termin la novela a los 24 aos, y en 1948 hizo el obligado peregrinaje

    a Pars, donde recibi una carta de su editor: Los desnudos y los

    muertos era la novela ms vendida de Estados Unidos y sera traducida a 40

    idiomas. Mi amigo alemn estaba al tanto de la vida del escritor hasta este

    punto. Vea la novela como caso nico y la revisaba al modo de un orculo.

    No me atrev a contarle la tormentosa vida posterior del chico prodigio de

    Nueva Jersey.

    Egresado de Harvard y el frente del Pacfico, Mailer mostr una inslita

    madurez en Los desnudos y los muertos. Curiosamente, como ha observado

    Martin Amis, su adolescencia vino ms tarde, cuando empez a disertar

    sobre su vida sexual como si hablara de la guerra de las Termpilas.

    Convencido de que no es la conciencia la que determina al ser, sino el

    generoso alcohol lo que determina la conciencia, lleg borracho a todos

    lados, incluyendo su campaa para alcalde de Nueva York. Para justificar su

    dieta de mariguana y las frecuentes golpizas que propinaba y reciba,

    invent la nocin de hipster, el hroe existencial que nunca se arrepiente y

    hace de la irresponsabilidad una meta de vida. Radical y machista, propuso

    sustituir la pena de muerte por combates de gladiadores y evitar toda forma

    del sexo que no permitiera la procreacin. Fantico del boxeo, entendi el

    arte en trminos de competitividad y trat de unir la violencia con la pasin.

    En su momento ms ruin, apuale a su segunda esposa.

  • En cualquier universidad de Estados Unidos hay un rincn en el que el

    aguerrido Norman hizo de las suyas. En una ocasin sac a pasear a su

    french-poodle y regres apaleado. Unos marino haban dicho que su perro

    pareca marica. Mailer defendi a golpes la virilidad canina. A propsito de

    tanta violencia promocional, Gore Vidal dijo que el hispter estaba entre

    Henry Miller y Charles Manson. Naturalmente, el agraviado trat a Vidal

    como los marinos trataron a su french-poodle.

    En este guin excesivo llama la atencin que el protagonista slo se casara

    seis veces. Mailer tuvo que pagar las ms elevadas pensiones alimenticias

    de la historia de la literatura. Esto lo llev a aceptar numerosos libros por

    encargo: He escrito el doble de lo que debera y con la mitad de calidad,

    acept en su patricia vejez el exhibicionista que dcadas atrs reuni una

    antologa bajo el ttulo de Publicidad para m mismo.

    Despus del xito de Los desnudos y los muertos, Mailer public dos

    novelas lastradas por sus manas polticas y sexuales: Barbary Shore y El

    parque de los ciervos. Cuando la crtica se le volvi en contra, compr un

    anuncio donde se ufanaba de los insultos que le dirigan y escribi cartas

    amenazantes, incluso a su admirado Hemingway.

    Mailer fue su propio Vietnam, pero los desastres slo abarcan una parte de

    su proteica personalidad. En estado de perpetua combustin, tambin fue

    uno de los grandes autores de nuestro tiempo. Fundador del peridico

    Village Voice, entendi que sus fracasos en la novela deban llevarlo a otra

    zona y puso su capacidad escnica, su incomparable destreza para

    socializar y su ilimitada curiosidad al servicio de la crnica. En Los ejrcitos

    de la noche participa en las marchas pacifistas y se describe a s mismo en

    tercera persona, sometindose a la crtica y la irona. El libro recibi el

    Premio Pulitzer y renov el arte de la literatura bajo presin. La pelea,

    Marilyn y La cancin del verdugo son obras clsicas de un cronista que

    desafa a su tema como a un oponente. A veces esto ocurre en el ms literal

    de los sentidos: Mailer viaj a Zaire a cubrir la pelea de Ali contra Foreman;

    despus de cenar y beber copiosamente (adverbio implcito en cualquiera de

  • sus meriendas), fue retado por el gran Muhammad a correr de noche. El

    cronista trot por la sabana hasta ser vencido por sus aos y sus tripas. De

    pronto se encontr jadeando en la proximidad de un len.

    En sus aos de madurez, parcialmente pacificado, Mailer concibi una vasta

    saga sobre los faraones (Noches antiguas). Esta desmesura lo prepar para

    sus ltimos combates: El Evangelio segn el Hijo y Una conversacin

    inusual con Dios. Cansado pero no vencido, a los 84 aos, subi al ring para

    encarar a Dios y recibi un golpe bajo que no vio el rferi.

    Hermann, mi antiguo conocido, pensaba que Mailer era el autor de una

    solitaria obra maestra. Si an vive, tal vez los obituarios le hayan revelado la

    otra vida del autor. En el fondo, Mailer fue las dos cosas: necesit de la

    catstrofe para lograr la perfeccin.

    Personaje de far-west, asumi la lgica de quien acepta un duelo bajo el sol,

    la dignidad del hombre contra los elementos, la valenta del pionero que

    ejerce el derecho a equivocarse y combate la realidad con provocaciones.

    Entrevist asesinos y campeones, depredadores y presidentes, imagin

    dinastas egipcias, vio la llegada a la luna y el hundimiento de los

    acorazados para descubrir que ninguna enormidad supera al individuo que

    se atreve a buscar la ballena blanca. Combati con Dios y perdi, casi

    siempre perdi. Pero hubo momentos en que la realidad sucedi para que l

    la viera. Entonces, organiz lo real como quien mueve las nubes.

    Heroico e imperfecto, Norman Mailer estuvo aqu.

  • Poesa y memoria; a propsito del Premio Cervantes para Juan Gelman

    Juan Gelman recibi el Premio Cervantes con un discurso hecho de fuego y

    de cenizas. Auxiliado por los poetas que lo han acompaado en su larga

    travesa (Hlderlin, santa Teresa, san Juan de la Cruz, Rilke), centr sus

    palabras en el compromiso de encarar el pasado. Nada justifica el pacto con

    la desmemoria. La reconciliacin y el olvido slo son posibles cuando se

    conoce la verdad.

    En el siglo XX Alemania ofreci dos respuestas para abordar un pasado

    incmodo. Despus de la segunda guerra mundial, se declar la hora cero,

    el carpetazo que impeda investigar lo que haba ocurrido. Los secretos mal

    guardados y las sospechas en la sombra evitaron, quiz, brotes vengativos,

    pero transformaron la paz en una tensa variante del recelo y la desconfianza.

    Algo distinto ocurri con la cada del Muro de Berln: se cre un ministerio

    para que los perseguidos pudieran consultar su expediente. Uno de cada

    tres habitantes de la RDA era informante no oficial de la polica secreta.

    Para muchos, revisar los archivos de un pas de delatores equivala a abrir

    una caja de pandora. Otros pensaban que la paranoia sera ms daina que

    la verdad. Alemania mostr que el conocimiento del oprobio es mejor que el

    silencio y la amnesia obligada.

    En esa sintona, Gelman encomia los privilegios de la memoria. Con nimo

    cervantino, afirm que no compareca en Alcal de Henares en condicin de

    especialista: Este discurso carece de invencin, es menguado de estilo,

    pobre de conceptos, falto de toda erudicin y doctrina. Desde dnde habla

    Gelman? Desde la experiencia del dolor trascendido, desde el amor por lo

    que desaparece y sin embargo est ah, desde el placer a contrapelo de la

    historia y sus plurales ignominias. Dos movimientos complementarios

    animan al poeta: la crtica del horror y la celebracin de lo que se aparta del

    dao y puede, acaso, ser soplo, hlito, vida endeble y duradera. Las vctimas

    carecen de fuerza; sin embargo, en su misma condicin precaria, encuentran

    el modo de resistir. En la lnea de Chjov y su herosmo de la debilidad,

    Gelman record a quienes se revisten de fragilidad para enfrentar el espanto,

  • enterrar a sus muertos, inventar un gozo a la intemperie, bajo la cida lluvia

    de la poca.

    El poeta mexicano Eduardo Hurtado ha resumido con elocuencia la

    trayectoria y el temple tico de Gelman: Para un poeta que ha vivido los

    crmenes de una dictadura, la demagogia degradante, el hostigamiento y el

    exilio, la desaparicin de sus compaeros, el secuestro de su hijo y de su

    nuera embarazada, la lenta incertidumbre, la confirmacin de sus muertes y

    la prolongada bsqueda del nieto nacido en un campo de concentracin,

    para un poeta marcado por estas experiencias, el dolor y la rabia forman

    parte del sentimiento de lo inefable. Con todo, la poesa de Gelman no

    demanda la abolicin del sentido en nombre de los escndalos del odio. La

    rebelda superior del poeta consiste en amar lo que ha perdido. En el

    discurso de Alcal, defini la inasible sustancia del amor como lo haba

    hecho en unos versos: dar lo que no se tiene, recibir lo que no se da. Hay

    mayor riqueza que el voluntario intercambio de esas nadas?

    Poeta del exilio, Gelman encontr una frmula perfecta para disolver la

    nostalgia de la tierra proscrita: la presencia ausente de lo amado. Desde

    mediados de los aos setenta, el autor de Carta abierta vive lejos de

    Argentina; sin embargo, ha negado el desarraigo con versos que le deben

    mucho al habla popular de su pas, y con la terca estrategia de hacer

    presente lo lejano, de volverlo certidumbre y belleza herida. Uno de los

    atributos de la memoria consiste en agregar detalles a los recuerdos y lograr

    que lo imaginado adquiera en ocasiones mayor fuerza que lo vivido. Los

    poemas no conocen las distancias.

    En Carta a mi madre, Gelman encontr el germen de su potica del exilio.

    Cinco minutos despus de enterarse de la muerte de su madre en Argentina,

    recibi una carta en la que ella pareca despedirse. Esa voz surgida de la

    tierra sin retorno, provoc una respuesta descomunal. Descentrado,

    obligado a vivir lejos, Gelman imagina un regreso radical, no a su patria, sino

    al vientre de su madre: ...debo haber sido muy feliz adentro tuyo/ habr

  • querido no salir nunca de vos/ me expulsaste y lo expulsado te expuls.

    Una vez fuera, el poeta conoci la tierra, el exilio del hombre.

    Un siglo de oprobio se empe en empujarlo en esa direccin. Separado de

    los suyos, invent palabras. No es causal que en su discurso encomiara la

    avidez con que Cervantes acuaba neologismos, palabras locas y

    necesarias, que permiten describir lo que una persona hace asnalmente o

    la forma en que un estudiante se dedica a bachillear. A Gelman le gusta

    cambiar el gnero de las cosas, decir la fuego para buscar el alma

    femenina de la lumbre o conjugar el verbo amorar para las cosas que han

    sido amadas.

    Qu hace un poeta cuando pierde el pas de su lengua? Lo mismo que

    Antgona y Medea: preserva el recuerdo de sus muertos y combate el

    infortunio con el canto.

    Para Gelman, la misin del poeta consiste en algo ms que escribir contra la

    muerte y el silencio; sus palabras las muchas voces que ah comparecen-

    refutan la negatividad, pero tambin inventan una alternativa, agregan algo:

    con temple cervantino, Gelman sabe que no hay amor sin risa, ni justicia sin

    amor.

    Malos tiempos para la lrica, escribi Bertolt Brecht en los albores del

    nazismo. Todas las pocas han sido aciagas y mezquinas. En todas ellas, el

    canto ha resistido.

    Que Juan Gelman, poeta de la errancia, viva en Mxico es un motivo de

    satisfaccin, pero tambin un desafo: ojal estemos a la altura del

    excepcional que decidi estar entre nosotros para pulir sus palabras con el

    amoroso cuidado con que el Quijote puli sus armas.

  • Otros textos

    Formas de ordenar el universo

    De acuerdo con Borges, ordenar una biblioteca es ya una forma de ejercer la

    crtica. Ese acomodo implica una lgica que rebasa el criterio alfabtico y

    puede provocar arreglos tan peculiares que se confunden con el desorden.

    EnEl libro salvaje, imagin una biblioteca donde los volmenes no

    respondan a una organizacin racional sino al agitado inconsciente de su

    dueo. Cada librero delata un capricho: Cohetes que no regresaron,

    Futbol de ataque, Motores que no hacen ruido, Espadas, cuchillos y

    lanzas, El pescador y su anzuelo, Exploradores que nunca se fueron.

    Mientras ms extensa es una biblioteca, ms se parece a una cosmogona.

    En el caso de las colecciones privadas, el orden se somete a todo tipo de

    supersticiones. La explicacin de ese universo deja de ser histrica y se

    vuelve legendaria.

    Hace unos das, el peridico El Mercurio, de Chile, me invit a un almuerzo

    con Alberto Manguel, que vive en compaa de cuarenta mil volmenes. Con

    el caf, lleg la pregunta imprescindible: cmo se ordenan tantos libros? El

    autor de Una historia de la lectura explic que divida los ttulos por el

    idioma original en que haban sido escritos. Sin embargo, esta organizacin

    por lenguas admita excepciones. La Biblia, el Corn, y las obras

    relacionadas con ellos, eran islas aparte; lo mismo poda decirse

    del Quijote y los cervantistas, cuyo nmero conforma una literatura. Nos

    qued claro que estbamos ante una Biblioteca de bibliotecas, donde el

    criterio de clasificacin slo poda ser regional.

    Los acervos personales retratan una mente. Por ejemplo, Umberto Eco tiene

    una coleccin de incunables muy orientada. Slo admite libros

    hermticos, mgicos y de falsa sabidura: Tengo a Ptolomeo, que se

    equivocaba sobre el movimiento de la Tierra, pero no tengo a Galileo, que

    tena razn.

  • El 21 de noviembre se inaugur en una antigua guarnicin del Distrito

    Federal la Ciudad de los Libros, destinada a reunir bibliotecas privadas. Al

    juntar esas colecciones no slo se preservan obras, sino el sentido crtico

    con que fueron adquiridas. Las intangibles preferencias los modos de leer-

    del ensayista Jos Luis Martnez, el historiador Antonio Castro Leal, el poeta

    Jaime Garca Terrs, el cronista Carlos Monsivis y el poeta Al Chumacero

    cobran cuerpo en esos estantes.

    Ante esa minuciosa reconstruccin de la vida interior de lectores ejemplares,

    pens en otra clase de libros: los rechazados. Cmo sera la biblioteca que

    al modo de un hospicio recogiera volmenes expsitos?

    En ningn otro sitio se abandonan tantos libros como en un hotel. El viajero

    que asiste a un congreso suele recibir ms libros de los que puede o quiere

    llevar a casa. No siempre es fcil desprenderse de ellos ni arrancarles la

    dedicatoria que alguien rubric con esperanza de ser ledo. Pero hacen

    bulto, pesan mucho y recuerdan que el tiempo es limitado. A veces, los

    organizadores tienen la cruel gentileza de enviar al cuarto una enciclopedia o

    una historia de la regin en cinco tomos.

    La vergenza de desprenderse de los libros lleva a algunos huspedes a

    escribir un mensaje para la recamarera, recomendndole la lectura de los

    valiosos tomos que por desgracia no cupieron en la maleta.

    Lo ms probable es que esos hurfanos sean tirados a la basura. Sera

    bueno disear un programa de rescate para crear una biblioteca de obras

    rechazadas que podra catalogarse por distintos niveles de repudio: Libros

    que causan alarma, Libros de portada horrenda, Libros que necesitan

    autoayuda, Libros que da vergenza tener, Libros de amigos ntimos que

    no conocemos, Libros de psimo ttulo, Libros de enemigos, Libros

    que prometen tedio, Libros negados por prejuicio, Libros que no dan

    prestigio, Libros ms extensos que nuestra curiosidad, Libros que

    creemos no entender. Estos motivos de rechazo estimularan la curiosidad

    de otros lectores. La condena atrae.

  • La Biblioteca Negativa promovera la lectura por las mismas causas que

    llevan a negarla. Su catalogacin sera no slo subjetiva sino hermtica. Es

    posible que en ciertas habitaciones se abandonen ms libros que en otras.

    La ignorada disciplina de recuperarlos podra llevar a interesantes

    estadsticas (el ser humano ama las cantidades que no comprende). Qu

    sucedera si descubriramos que en ningn otro cuarto se dejan tantos

    libros como en el 304 de cualquier hotel? Una coincidencia? El

    cumplimiento de un insondable maleficio? En caso de que el Cuarto del

    Abandono fuera cientficamente localizado, la Biblioteca Negativa podra

    incluir una seccin con su nmero (Libros del 304), susceptible de

    fomentar investigaciones esotricas y numerolgicas.

    Los libros negados, que nadie aprecia sueltos, adquiriran importancia al

    ordenarse en una vasta cultura del rechazo. Sin duda alguna, seran

    apreciados por lectores que se dejan atraer por el morbo y no tienen que

    hacer una maleta.

  • El caos que nos ordena

    Son sensibles al tacto las estrellas/ No s escribir a mquina sin ellas,

    escribi Gerardo Diego. La inspiracin proviene de los astros y de algo ms

    humilde, la friccin de las yemas sobre el teclado.

    Hace unos aos, el fotgrafo Pablo Ortiz Monasterio prepar una esplndida

    edicin de fotos de la vida diaria durante la Revolucin Mexicana. Mientras

    los ejrcitos combatan, la costumbre no frenaba sus tareas.

    Una de las mejores imgenes de aquella seleccin es la de un examen de

    mecanografa en el que participan mujeres con los ojos vendados. La escena

    tiene algo de rito: las mquinas de escribir semejan altares donde se oficia a

    ciegas y las secretarias parecen recibir dictado divino, como si se fueran a

    graduar de mdiums.

    Esa foto me trae un lejano recuerdo. Irma era zurda y pareca hecha en otro

    mundo. Sufra para dominar las tijeras y otros utensilios creados por un Dios

    diestro. Desubicada, miraba la realidad como quien sabe que en unos

    minutos se va a ir la luz.

    Yo tena cierto acceso a su universo porque era amigo del Manitas, su

    hermano menor, experto en nudos nuticos. Es curioso el futuro que

    atribuimos a los compaeros de la infancia. El Manitas pareca destinado a

    grandes travesas: un explorador cuyos ojos entrecerrados anticipaban

    vendavales. En realidad, necesitaba gafas pero tard en descubrirlo.

    La extravagancia tiene formas peculiares de volverse lgica. Una tarde

    llegu a casa del Manitas y o un crepitar extrao. Es Irma: est loca,

    explic mi amigo y me llev al comedor. La mesa era presidida por una

    mquina Remington en la que Irma percuta con furioso empeo. Tena los

    ojos vendados; se morda los labios y agitaba la cabeza como una pianista

    convulsa. Una voz sala de una grabadora: como renuevos cuyos alios un

    viento helado marchita en flor. La frase se me grab como todo lo que

    sucedi en ese instante, aunque tard en saber que se deba a la exaltada

    inspiracin de Amado Nervo.

  • Las manos de Irma vaciaban al poeta en el teclado, logrando una

    transmigracin de las almas. De pronto un hilillo de sangre baj de su boca.

    Se haba mordido con demasiada fuerza. Percibi la humedad sobre las

    teclas, se quit la venda, descubri mi presencia y dijo con un desdn

    maravilloso: Qu me miras?

    A los 14 aos particip en un concurso de dictado y rompi rcord de

    velocidad. Asoci su triunfo con las rarezas de su carcter: el alfabeto de la

    mquina estaba tan loco como ella.

    Muchos aos despus supe que a fines del siglo XIX, Christopher Latham

    Sholes separ en el teclado las letras que suelen escribirse juntas (por

    ejemplo, la A y la M) para evitar que los tipos de la mquina de escribir

    chocaran entre s. Sholes reorden el ABC en forma disparatada pero til.

    Por accidente, las combinaciones ms usuales en ingls y otros idiomas

    quedaron del lado izquierdo. Sin saberlo, Sholes dise un aparato ms apto

    para zurdos. Por eso Irma lo domin con tal soberana.

    El teclado QWERTY (llamado as por sus cinco primeras letras) permite que

    un mecangrafo escriba tres mil palabras inglesas usando slo la mano

    izquierda y en cambio disponga de unas trescientas para la derecha.

    En 1936 August Dvorak propuso un teclado ms racional. Hubo

    competencias en las que los usuarios de su mtodo arrollaron a los

    estrafalarios que comenzaban a escribir por la Q. De nada sirvi demostrar

    que ese diseo era superior: la especie se haba acostumbrado al desorden.

    El ordenador personal pareca perfecto para introducir un cambio. Steve

    Wozniak, fundador de Apple, aprendi el mtodo Dvorak en un viaje de avin

    y lo juzg superior al de Sholes. Cre una aplicacin sin el menor xito. Hoy

    en da 500 millones de ordenadores usan el arbitrario alfabeto QWERTY,

    hecho para un aparato casi extinto.

    La cultura de la letra depende de un teclado de aspecto incoherente. Por

    qu perdura la caprichosa invencin de Sholes?

  • Aquella foto de los tiempos de la Revolucin y el recuerdo de Irma muestran

    la importancia de escribir a ciegas, no como una destreza de la mente o la

    memoria, sino del tacto.

    Despus de casi cuarenta aos de usar el teclado no tengo la menor idea de

    dnde estn las letras, pero escribo sin verlas. Mis manos las conocen y

    quiz expresan algo por su cuenta.

    Al anunciar el iPhone, Steve Jobs dijo que haba creado un aparato para la

    herramienta perfecta: el dedo. La informtica depende menos de los

    microcircuitos que de su condicin digital. La civilizacin es tctil. Frotas

    ramas y surge el fuego, frotas teclas y arde una idea: Son sensibles al tacto

    las estrellas.

    El teclado en desorden obliga a entender con los dedos.

    Los libros en Braille no tienen derechos de autor: lo qu