tres libros de poesía

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Tres libros de poesía

La sangre devota Zozobra

El son del corazón

Page 4: Tres libros de poesía

Primera edición en Clásicos para Hoy: 2014

Producción:Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

Dirección General de Publicaciones

D.R. © 2014 de la presente ediciónConsejo Nacional para la Cultura y las Artes

Dirección General de PublicacionesPaseo de la Reforma 175

Colonia Cuauhtémoc, C.P. 06500México, D.F.

Las características gráficas y tipográficas de esta ediciónson propiedad de la Dirección General de Publicaciones del Conaculta

Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,

comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por

escrito del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Dirección General de Publicaciones

ISBN 978-607-516-578-3

Impreso y hecho en México

Page 5: Tres libros de poesía

Ramón López Velarde

Tres libros de poesíaLa sangre devota

ZozobraEl son del corazón

CLÁSICOS PARA HOY

méxico

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La sangre devota

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Consagro este libro a los espíritus

de Gutiérrez Nájera y Othón

R.L.V.

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PRÓLOGO*

Enemigo de explicar mis procedimientos, aun en las ocasiones en que la crítica apta o la bajeza de la estulticia han tocado temas ge-nerales, quiebro hoy esa línea de silencio.

Deseo afirmar que por lealtad y legitimidad conmigo mismo esta segunda edición es idéntica a la de 1916, sin cambio de una palabra, ni de un punto, ni de una coma.

Una sola novedad: en el primer poema, el nombre de la mujer que dictó casi todas las páginas.

Retocar el pasado es superchería. De tal modo soy fanático por la inmutabilidad de la obra de arte, que la hago extensiva a sus anexos. Por ello conservo, en las dedicatorias, a algunos indivi-duos, eliminados, a la fecha, de la órbita de mi voluntad.

En la portada de la edición anterior, Herrán copió una figura femenina y la iglesia de Churubusco. Paréceme de justicia, dentro

* Este texto se incluyó a partir de la edición de 1941 de La sangre devota (Ediciones Loera y Chávez, México), la que siguió a la primera, de 1916. Considérese que este Prólo-go del autor —como consignan los editores del libro en 1944 (Editorial Nueva España, México) y ediciones posteriores— estaba destinado a una segunda edición que el autor planeaba pero que no pudo llevar a cabo. [N. del ed.]

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

de la recta continuidad espiritual de que he hablado, mencionar aquí a Angelita Díaz de León, para que viva lo que mis versos pue-dan defenderse de la capa de polvo del tiempo.

R.L.V.

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EN EL REINADO DE LA PRIMAVERA

A Josefa de los Ríos

* 17 de marzo de 1880

† 7 de mayo de 1917

Amada, es Primavera.

Fuensanta, es que florece

la eclesiástica unción de la cuaresma.

Hay un alivio dulce

en las almas enfermas,

porque Abril con sus auras les va dando

la sensación de la convalecencia.

Se viste el cielo del mejor azul

y de rosas la tierra,

y yo me visto con tu amor... ¡Oh, gloria

de estar enamorado, enamorado,

ebrio de amor a ti, novia perpetua,

Page 14: Tres libros de poesía

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

enloquecidamente enamorado,

como quince años, cual pasión primera!

Y con la dicha de palomas que huyen

del convento en que estaban prisioneras

y se van lejos, bajo la promesa

azul del firmamento

y sobre la florida de la tierra,

así vuelan a verte en otros climas,

¡oh, santa, oh, amadísima, oh, enferma!

estos versos de infancia que brotaron

bajo el imperio de la Primavera.

Page 15: Tres libros de poesía

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TENÍAS UN REBOzO DE SEDA

A Eduardo J. Correa

Tenías un rebozo en que lo blanco

iba sobre lo gris con gentileza

para hacer a los ojos que te amaban

un festejo de nieve en la maleza.

Del rebozo en la seda me anegaba

con fe, como en un golfo intenso y puro,

a oler abiertas rosas del presente

y herméticos botones del futuro.

(En abono de mi sinceridad

séame permitido un alegato:

entonces era yo seminarista

sin Baudelaire, sin rima y sin olfato.)

Page 16: Tres libros de poesía

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

¿Guardas, flor del terruño, aquel rebozo

de maleza y de nieve,

en cuya seda me adormí, aspirando

la quintaesencia de tu espalda leve?

Page 17: Tres libros de poesía

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SER UNA CASTA PEQUEÑEz...

A Alfonso Cravioto

Fuérame dado remontar el río

de los años, y en una reconquista

feliz de mi ignorancia, ser de nuevo

la frente limpia y bárbara del niño...

Volver a ser el arrebol, y el húmedo

pétalo, y la llorosa y pulcra infancia

que deja el baño por secarse al sol...

Entonces, con instinto maternal,

me subirías al regazo, para

interrogarme, Amor, si eras querida

hasta el agua inmanente de tu pozo

o hasta el penacho tornadizo y frágil

de tu naranjo en flor.

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

Yo, sintiéndome bien en la aromática

vecindad de tus hombros y en la limpia

fragancia de tus brazos,

te diría quererte más allá

de las torres gemelas.

Dejarías entonces en la bárbara

novedad de mi frente

el beso inaccesible

a mi experiencia licenciosa y fúnebre.

¿Por qué en la tarde inválida,

cuando los niños pasan por tu reja,

yo no soy una casta pequeñez

en tus manos adictas

y junto a la eficacia de tu boca?

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VIAJE AL TERRUÑO

A Enrique Fernández Ledesma

INVITACIÓN

De tu magnífico traje

recogeré la basquiña

cuando te llegues, oh, niña,

al estribo del carruaje.

Esperando para el viaje

la tarde tiene desmayos

y de sus últimos rayos

la luz mortecina ondea

en la lujosa librea

de los corteses lacayos.

No temas: por los senderos

polvosos y desolados,

te velarán mis cuidados,

galantes palafreneros.

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

Y cuando con mil luceros

en opulento derroche

se venga encima la noche,

obsequiará tus oídos

con sus monótonos ruidos

la serenata del coche.

EN CAMINO

Al fin te ve mi fortuna

ir, a mi abrigo amoroso,

al buen terruño oloroso

en que se meció tu cuna.

Los fulgores de la luna,

desteñidos oropeles,

se cuajan en tus broqueles,

y van, por la senda larga,

orgullosos de su carga

los incansables corceles.

De la noche en el arcano

llega al éxtasis la mente

si beso devotamente

los pétalos de tu mano.

En la blancura del llano

una fantasía rara

las lagunas comparara,

azuladas y tranquilas,

con tus azules pupilas

en la nieve de tu cara.

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TRES LIBROS DE POESÍA

La aurora su lumbre viva

manda al cárdeno celaje

y al empolvado carruaje

un rayo de luz furtiva.

Surge la ciudad nativa:

en sus lindes, un bohío

parece ver que del río

el cristal rompen las ruedas,

y entre mudas alamedas

se recata el caserío.

Como níveo relicario

que ocultan los naranjales,

del coche por los cristales

¿no distingues el Santuario?

Del esbelto campanario

salen y rayan los cielos

las palomas con sus vuelos,

cual si las torres, mi vida,

te dieran la bienvenida

agitando sus pañuelos.

LLEGADA

Por las tapias la verdura

del jazmín cuelga a la calle,

y respira todo el valle

melancólica ternura.

Aromarán la frescura

de tus carrillos sedeños

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

los jardines lugareños,

y en las azules mañanas

llegarán a tus ventanas,

en enjambre, los ensueños.

Escucharás, amor mío,

girando en eterna danza,

la interminable romanza

de las hojas... Y en el frío

mes de diciembre sombrío,

en el patriarcal sosiego

del hogar, mi dulce ruego

ha de loar tu belleza

cabe la muda tristeza

del caserón solariego.

Esparcirán sus olores

las pudibundas violetas

y habrá sobre tus macetas

las mismas humildes flores:

la misma charla de amores

que su diálogo desgrana

en la discreta ventana,

y siempre llamando a misa

el bronce, loco de risa,

de la traviesa campana.

A tus plácidos hogares

irán las venturas viejas

como vienen las abejas

a buscar los colmenares.

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TRES LIBROS DE POESÍA

Y mi cariño en tus lares

verás cómo se acurruca

libre de pompa caduca,

al estrecharte mi abrazo

en el materno regazo

de la amorosa tierruca.

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POBRECILLA SONÁMBULA...

A Pedro de Alba

Con planta imponderable

cruzas el mundo y cruzas mi conciencia,

y es tu sufrido rostro como un éxtasis

que se dilata en una transparencia.

¡Pobrecilla sonámbula!

Pareces, en tu ruta de novicia,

ir diciendo al azar: “No me hagáis daño;

temo que me maltrate una caricia”.

Devuelves su matiz inmaculado

al paisaje ilusorio en que te posas

y restituyes en su integridad

inocente a los hombres y a las cosas.

Así cruzas el mundo

con ingrávidos pies, y en transparencia

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TRES LIBROS DE POESÍA

de éxtasis se adelgaza tu perfil,

y vas diciendo: “Marcho en la clemencia,

soy la virginidad del panorama

y la clara embriaguez de tu conciencia”.

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DOMINGOS DE PROVINCIA

En los claros domingos de mi pueblo, es costumbre

que en la Plaza descubran las gentiles cabezas

las mozas, y sus ojos reflejan dulcedumbre

y la banda en el kiosco toca lánguidas piezas.

Y al caer sobre el pueblo la noche ensoñadora,

los amantes se miran con la mejor mirada

y la orquesta en sus flautas y violín atesora

mil sonidos románticos en la noche enfiestada.

Los días de guardar en pueblos provincianos

regalan al viandante gratos amaneceres

en que frescos los rostros, el Lavalle en las manos,

camino de la iglesia van las mozas aprisa;

que en los días festivos, entre aquellas mujeres

no hay una cara hermosa que se quede sin misa.

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MI PRIMA ÁGUEDA

A Jesús Villalpando

Mi madrina invitaba a mi prima Águeda

a que pasara el día con nosotros,

y mi prima llegaba

con un contradictorio

prestigio de almidón y de temible

luto ceremonioso.

Águeda aparecía, resonante

de almidón, y sus ojos

verdes y sus mejillas rubicundas

me protegían contra el pavoroso

luto...

Yo era rapaz

y conocía la o por lo redondo,

y Águeda que tejía

mansa y perseverante en el sonoro

corredor, me causaba

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

calosfríos ignotos...

(Creo que hasta la debo la costumbre

heroicamente insana de hablar solo.)

A la hora de comer, en la penumbra

quieta del refectorio,

me iba embelesando un quebradizo

sonar intermitente de vajilla

y el timbre caricioso

de la voz de mi prima.

Águeda era

(luto, pupilas verdes y mejillas

rubicundas) un cesto policromo

de manzanas y uvas

en el ébano de un armario añoso.

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A LA GRACIA PRIMITIVA DE LAS ALDEANAS

Hambre y sed padezco: siempre me he negado

a satisfacerlas en los turbadores

gozos de ciudades —flores de pecado.

Esta hambre de amores y esta sed de ensueño

que se satisfagan en el ignorado

grupo de muchachas de un lugar pequeño.

Vasos de devoción, arcas piadosas

en que el amor jamás se contamina;

jarras cuyas paredes olorosas

dan al agua frescura campesina...

Todo eso sois, muchachas cortijeras,

amigas del buen sol que os engalana,

que adivináis las cosas venideras

cual hacerlo pudiese una gitana.

Amo vuestros hechizos provincianos,

muchachas de los pueblos, y mi vida

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

gusta beber del agua contenida

en el hueco que forman vuestras manos.

Pláceme en los convites campesinos,

cuando la sombra juega en los manteles,

veros dar la locura de los vinos,

pan de alegría y ramos de claveles.

En el encanto de la humilde calle

sois a un tiempo, asomadas a la reja,

el son de esquilas, la alternada queja

de las palomas, y el olor del valle.

Buenas mozas: no abrigo más empeños

que oír vuestras canciones vespertinas,

llegando a confundirme en las esquinas

entre el grupo de novios lugareños.

Mi hambre de amores y mi sed de ensueño

que se satisfagan en el ignorado

grupo de doncellas de un lugar pequeño.

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LA BIzARRA CAPITAL DE MI ESTADO...

A Jesús B. González

He de encomiar en verso sincerista

la capital bizarra

de mi Estado, que es un

cielo cruel y una tierra colorada.

Una frialdad unánime

en el ambiente, y unas recatadas

señoritas con rostro de manzana,

ilustraciones prófugas

de las cajas de pasas.

Católicos de Pedro el Ermitaño

y jacobinos de época terciaria.

(Y se odian los unos a los otros

con buena fe.)

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

Una típica montaña

que, fingiendo un corcel que se encabrita,

al dorso lleva una capilla, alzada

al Patrocinio de la Virgen.

Altas

y bajas del terreno, que son siempre

una broma pesada.

Y una catedral, y una campana

mayor que cuando suena, simultánea

con el primer clarín del primer gallo,

en las avemarías, me da lástima

que no la escuche el Papa.

Porque la cristiandad entonces clama

cual si fuese su queja más urgida

la vibración metálica,

y al concurrir ese clamor concéntrico

del bronce, en el ánima del ánima,

se siente que las aguas

del bautismo nos corren por los huesos

y otra vez nos penetran y nos lavan.

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CUARESMAL

Tu paz —¡oh, paz de cada día!—

y mi dolor que es inmortal,

se han de casar, Amada mía,

en una noche cuaresmal.

Quizá en un viernes de Dolores,

cuando se anuncian ya las flores

y en el altar que huele a lirios

el casto pecho de María

sufre por nos siete martirios;

mientras la luna, Amada mía,

deja caer sus tenues franjas

de luz de ensueño sideral

sobre las místicas naranjas

que por el arte virginal

de las doncellas de la aldea,

lucen banderas de papel

e irisaciones de oropel

sobre la piel que amarillea.

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

Fuensanta: al amor aventurero

de cálidas mujeres, azafatas

súbditas de la carne, te prefiero

por la frescura de tus manos gratas.

Yo te convido, dulce Amada,

a que te cases con mi pena

entre los vasos de cebada

la última noche de novena.

Te ha de cubrir la luna llena

con luz de túnica nupcial

y nos dará la Dolorosa

la bendición sacramental.

Y así podré llamarte esposa,

y haremos juntos la dichosa

ruta evangélica del bien

hasta la eterna gloria.

aMéN.

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EN LAS TINIEBLAS HúMEDAS...

En las alas oscuras de la racha cortante

me das, al mismo tiempo, una pena y un goce:

algo como la helada virtud de un seno blando,

algo en que se confunden el cordial refrigerio

y el glacial desamparo de un lecho de doncella.

He aquí que en la impensada tiniebla de la muda

ciudad, eres un lampo ante las fauces lóbregas

de mi apetito; he aquí que en la húmeda tiniebla

de la lluvia, trasciendes a candor como un lino

recién lavado, y hueles, como él, a cosa casta;

he aquí que entre las sombras regando estás la esencia

del pañolín de lágrimas de alguna buena novia.

Me embozo en la tupida oscuridad, y pienso

para ti estos renglones, cuya rima recóndita

has de advertir en una pronta adivinación,

porque son como pétalos nocturnos, que te llevan

un mensaje de un singular calosfrío;

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

y en las tinieblas húmedas me recojo, y te mando

estas sílabas frágiles en tropel, como ráfaga

de misterio, al umbral de tu espíritu en vela.

Toda tú te deshaces sobre mí como una

escarcha, y el translúcido meteoro prolóngase

fuera del tiempo; y suenan tus palabras remotas

dentro de mí, con esa intensidad quimérica

de un reloj descompuesto que da horas y horas

en una cámara destartalada...

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OFRENDA ROMÁNTICA

Fuensanta: las finezas del Amado,

las finezas más finas,

han de ser para ti menguada cosa,

porque el honor a ti resulta honrado.

La corona de espinas,

llevándola por ti, es suave rosa

que perfuma la frente del Amado.

El madero pesado

en que me crucifico por tu amor,

no pesa más, Fuensanta,

que el arbusto en que canta

tu amigo el ruiseñor

y que con una mano

arranca fácilmente el leñador.

Por ti el estar enfermo es estar sano;

nada son para ti todos los cuentos

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

que en la remota infancia

divierten al mortal;

porque hueles mejor que la fragancia

de encantados jardines soñolientos,

y porque eres más diáfana, bien mío,

que el diáfano palacio de cristal.

Pero con ser así tu poderío,

permite que te ofrezca el pobre don

del viejo parque de mi corazón.

Está en diciembre, pero con tu cántico

tendrá las rosas de un abril romántico.

Bella Fuensanta,

tú ya bien sabes el secreto: ¡canta!

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PARA TUS PIES

Hoy te contemplo en el piano, señora mía, Fuensanta,

las manos sobre las teclas, en los pedales la planta,

y ambiciona santamente la dicha de los pedales

mi corazón, por estar bajo tus pies ideales.

Porque yo sé de tu planta ser de todas la más pura,

tu planta sabe las rutas sangrientas de la Pasión,

que por ir tras Jesucristo por calles de la Amargura

dejó el sendero de lirios de Belkis y Salomón.

Y así te imploro, Fuensanta, que en mi corazón camines

para que tus pies aromen la pecaminosa entraña,

cuyos senderos polvosos y desolados jardines

te han de devolver en rosas la más estéril cizaña.

En las tertulias de noches de prolongada vigilia,

en el piano me pareces moderna Santa Cecilia

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

que cual solícita novia, con sus armónicos pies,

con la magia de los ojos y el milagro del sonido,

venciendo horas y distancia me lleva siempre a través

de los valles lacrimosos, al Paraíso Perdido.

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NUESTRAS VIDAS SON PéNDULOS

¿Dónde estará la niña

que en aquel lugarejo

una noche de baile

me habló de sus deseos

de viajar, y me dijo

su tedio?

Gemía el vals por ella,

y ella era un boceto

lánguido: unos pendientes

de ámbar, y un jazmín

en el pelo.

Gemían los violines

en el torpe quinteto...

E ignoraba la niña

que al quejarse de tedio

conmigo, se quejaba

con un péndulo.

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

Niña que me dijiste

en aquel lugarejo

una noche de baile

confidencias de tedio:

dondequiera que exhales

tu suspiro discreto,

nuestras vidas son péndulos...

Dos péndulos distantes

que oscilan paralelos

en una misma bruma

de invierno.

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POEMA DE VEJEz Y DE AMOR

A Armando J. Alba

Mi vida, enferma de fastidio, gusta

de irse a guarecer año por año

a la casa vetusta

de los nobles abuelos,

como a refugio en que en la paz divina

de las cosas de antaño

sólo se oye la voz de la madrina

que se repone del acceso de asma

para seguir hablando de sus muertos

y narrar, al amparo del crepúsculo,

la aparición del familiar fantasma.

A veces, en los ámbitos desiertos

de los viejos salones,

cuando dialogas con la voz anciana,

se oye también, sonora maravilla,

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

tu clara voz, como la campanilla

de las litúrgicas elevaciones.

Yo te digo en verdad, buena Fuensanta,

que tu voz es un verso que se canta

a la Virgen, las tardes en que mayo

inunda la parroquia con sus flores;

que tu mirada viva es como el rayo

que arranca el sol a la custodia rica

que dio para el altar mayor la esposa

de un católico Rey de las Españas;

que tu virtud amable me edifica,

y que eres a mis ósculos sabrosa,

no como de los reyes los manjares,

sino cual pan humilde que se amasa

en la nativa casa

y se dora en los hornos familiares.

¡Oh, Fuensanta: mi espíritu ayudado

de tus manos amigas

ha de exhumar las glorias del pasado!:

en el ropero arcaico están las ligas

que en el día nupcial fueron ofrenda

del abuelo amador

a la novia de rostro placentero,

y cada una tiene su leyenda:

“Tú fuiste, Amada, mi primer amor”,

“Y serás el postrero”.

¡Oh, noble sangre, corazón pueril

de comienzos del siglo diecinueve,

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TRES LIBROS DE POESÍA

para ti la mujer, por el decoro

de sus blancas virtudes,

era como una Torre de Marfil

en que después del madrigal sonoro

colgabas los románticos laúdes!

Yo obedezco, Fuensanta, al atavismo

de aquel alto querer, te llamo hermana,

y fiel a mi bautismo,

sólo te ruego en mi amoroso mal

con la prez lauretana.

Tu llanto es para mí linfa lustral

que por virtud divina se convierte

en perlas eclesiásticas, bien mío,

para hacerme un rosario contra el frío

y las hondas angustias de la muerte.

Los vistosos mantones de Manila

que adornaron a las antepasadas,

y tienes en las manos delicadas,

me sugieren la época intranquila

de los días feriales

en que el pueblo se alegra con la

Pascua,

hay cohetes sonoros,

tocan diana las músicas triunfales,

y la tarde de toros

y la mujer son una sola ascua.

Page 46: Tres libros de poesía

46

rAMÓN lÓPEz VELARDE

También tú, con las flores policromas

que engalanan los clásicos mantones

de Manila, pudieras haber ido

a la conquista de los corazones.

Mas, oh, Fuensanta, al buen Jesús le pido

que te preserve con su amor profundo:

tus plantas no son hechas

para los bailes frívolos del mundo

sino para subir por el Calvario,

y exento de pagano sensualismo

el fulgor de tus ojos es el mismo

que el de las brasas en el incensario.

Y aunque el alma atónita se queda

con las venustidades tentadoras

a las que dan el fruto de su industria

los gusanos de seda,

quiere mejor santificar las horas

quedándose a dormir en la almohada

de tus brazos sedeños

para ver, en la noche ilusionada,

la escala de Jacob llena de ensueños.

Y las alegres ropas,

los antiguos espejos,

el cristal empañado de las copas

en que bebieron de los rancios vinos

los amantes de entonces, y los viejos

cascabeles que hoy suenan apagados

y se mueren de olvido en los baúles,

Page 47: Tres libros de poesía

47

TRES LIBROS DE POESÍA

nos hablan de las noches de verbena,

de horizontes azules,

en que cobija a los enamorados

el sortilegio de la luna llena.

Fuensanta: ha de ser locura grata

la de bailar contigo a los compases

mágicos de una vieja serenata

en que el ritmo travieso de la orquesta,

embriagando los cuerpos danzadores,

se acorda al ritmo de la sangre en fiesta.

Pero es mejor quererte

por tus tranquilos ojos taumaturgos;

por tu cristiana paz de mujer fuerte;

porque me llevas de la mano a Sión,

cuya inmortal lucerna es el Cordero;

porque la noche de mi amor primero

la hiciste de perfume y transparencia

como la noche de la Anunciación;

por tus santos oficios de Verónica,

y porque regalaste la paciencia

del Evangelio a mi tristeza crónica.

Los muebles están bien en la suprema

vetustez elegante del poema.

Las arcas se conservan olorosas

a las frutas guardadas;

el sofá tiene huellas de los muslos

salomónicos de las desposadas;

entre un adorno artificial de rosas

Page 48: Tres libros de poesía

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

surgen, en un ambiente desteñido,

las piadosas pinturas polvorientas;

y el casto lecho que pudiera ser

para las almas núbiles un nido,

nos invita a las nupcias incruentas,

y es el mismo, Fuensanta, en que se amaron

las parejas eróticas de ayer.

Dos fantasmas dolientes

en él seremos en tranquilo amor,

en connubio sin mácula yacentes;

una pareja fallecida en flor,

en la flor de los sueños y las vidas;

carne difunta, espíritus en vela

que oyen cómo canta

por mil años el ave de la Gloria;

dos sombras adormidas

en el tálamo estéril de una santa.

ENVÍO

A ti, con quien comparto la locura

de un arte firme, diáfano y risueño;

a ti, poeta hermano que eres cura

de la noble parroquia del Ensueño;

va la canción de mi amoroso mal,

este poema de vetustas cosas

y viejas ilusiones milagrosas,

a pedirte la gracia bautismal.

Page 49: Tres libros de poesía

49

TRES LIBROS DE POESÍA

Te lo dedico

porque eres para mí dos veces rico;

por tus ilustres órdenes sagradas

y porque de tu verso en la riqueza

la sal de la tristeza

y la azúcar del bien están loadas.

Page 50: Tres libros de poesía

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ME DESPIERTA UNA ALONDRA...

A José Juan Tablada

Hasta el ángulo en sombra en que, al soñar los leves

sueños de la mañana,

funjo interinamente de árabe sin hurí,

llega la dulce voz de una dulce paisana.

La alondra me despierta

con un tímido ensayo de canción balbuciente

y un titubeo de sol en el ala inexperta.

¡Gracias, Padre del día,

oh, buen Pastor de estrellas cantado por Banville!

Gracias por el saludo en que esta embajadora

del alba, me ha traído un mensaje de abril;

gracias porque el temblor de su canto se funde

con las madrugadoras esquilas de mi tierra,

y porque el sol que tiembla en sus alas no es otro

que el que baña la casa en que nací, y el valle

azul, y la azul sierra.

Page 51: Tres libros de poesía

51

TRES LIBROS DE POESÍA

¡Gracias porque en el trino

de la alondra, me llega

por primer don del día, este don femenino!

Page 52: Tres libros de poesía

52

PARA TUS DEDOS ÁGILES Y FINOS

Doy a los cuatro vientos los loores

de tus dedos de clásica finura

que preparan el pan sin levadura

para el banquete de nuestros amores.

Saben de las domésticas labores,

lucen en el mantel su compostura

y apartan, de la verde, la madura

producción de los meses fructidores.

Para gloria de Dios, en homenaje

a tu excelencia, mi soneto adorna

de tus manos preclaras el linaje,

y el soneto dichoso, en las esbeltas

falanges de tus índices se torna

una sortija de catorce vueltas.

Page 53: Tres libros de poesía

53

ME ESTÁS VEDADA Tú...

¿Imaginas acaso la amargura

que hay en no convivir

los episodios de tu vida pura?

Me está vedado conseguir que el viento

y la llovizna sean comedidos

con tu pelo castaño.

Me está vedado oír en los latidos

de tu paciente corazón (sagrario

de dolor y clemencia),

la fórmula escondida

de mi propia existencia.

Me está vedado, cuando te fatigas

y se fatiga hasta tu mismo traje,

tomarte en brazos, como quien levanta

a su propia ilusión incorruptible

hecha fantasma que renuncia al viaje.

Page 54: Tres libros de poesía

54

rAMÓN lÓPEz VELARDE

Despertarás una mañana gris

y verás, en la luna de tu armario,

desdibujarse un puño

esquelético, y ante el funerario

aviso, gritarás las cinco letras

de mi nombre, con voz pávida y floja,

¡y yo me hallaré ausente

de tu final congoja!

¿Imaginas acaso

mi amargura impotente?

Me estás vedada tú... Soy un fracaso

de confesor y médico que siente

perder a la mejor de sus enfermas

y a su más efusiva penitente.

Page 55: Tres libros de poesía

55

CANONIzACIÓN

Primer amor, tú vences la distancia.

Fuensanta, tu recuerdo me es propicio.

Me deleita de lejos la fragancia

que de noche se exhala de tus tiestos,

y en pago de tan grande beneficio

te canonizo en estos

endecasílabos sentimentales.

A tu virtud mi devoción es tanta

que te miro en altar, como la santa

Patrona que veneran tus zagales,

y así es como mis versos se han tornado

endecasílabos pontificales.

Como risueña advocación te he dado

la que ha de subyugar los corazones:

permíteme rezarte, novia ausente,

Nuestra Señora de las Ilusiones.

Page 56: Tres libros de poesía

56

rAMÓN lÓPEz VELARDE

¡Quién le otorgara al corazón doliente

cristalizar el infantil anhelo,

que en su fuego romántico me abrasa,

de venerarte en diáfano capelo

en un rincón de la nativa casa!

Tanto se contagió mi vida toda

del grave encanto de tus ojos místicos,

que en vano espero para nuestra boda

alguna de las horas de pureza

en que se confortó mi gran tristeza

con los primeros panes eucarísticos.

Page 57: Tres libros de poesía

57

NOCHES DE HOTEL

Se distraen las penas en los cuartos de hoteles

con el heterogéneo concurso divertido

de yankees, sacerdotes, quincalleros infieles,

niñas recién casadas y mozas del partido.

Media luz...

Copia al huésped la desconchada luna

en su azogue sin brillo; y flota en calendarios,

en cortinas polvosas y catres mercenarios

la nómada tristeza de viajes sin fortuna.

Lejos quedó el terruño, la familia distante,

y en la hora gris del éxodo medita el caminante

que hay jornadas luctuosas y alegres en el mundo:

que van pasando juntos por el sórdido hotel

con el cosmopolita dolor del moribundo

los alocados lances de la luna de miel.

Page 58: Tres libros de poesía

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MIENTRAS MUERE LA TARDE...

Noble señora de provincia: unidos

en el viejo balcón que ve al poniente,

hablamos tristemente, largamente,

de dichas muertas y de tiempos idos.

De los rústicos tiestos florecidos

desprendo rosas para ornar tu frente,

y hay en los fresnos del jardín de enfrente

un escándalo de aves en los nidos.

El crepúsculo cae soñoliento,

y si con tus desdenes amortiguas

la llama de mi amor, yo me contento

con el hondo mirar de tus arcanos

ojos, mientras admiro las antiguas

joyas de las abuelas en tus manos.

Page 59: Tres libros de poesía

59

DEL PUEBLO NATAL

Ingenuas provincianas: cuando mi vida se halle

desahuciada por todos, iré por los caminos

por donde vais cantando los más sonoros trinos

y en fraternal confianza ceñiré vuestro talle.

A la hora del Ángelus, cuando vais por la calle,

enredados al busto los chales blanquecinos,

decora vuestros rostros —¡oh, rostros peregrinos!—

la luz de los mejores crepúsculos del valle.

De pecho en los balcones de vetusta madera,

platicáis en las tardes tibias de primavera

que Rosa tiene novio, que Virginia se casa;

y oyendo los poetas vuestros discursos sanos,

para siempre se curan de males ciudadanos

y en la aldea la vida buenamente se pasa.

Page 60: Tres libros de poesía

60

HERMANA, HAzME LLORAR...

Fuensanta:

dame todas las lágrimas del mar.

Mis ojos están secos y yo sufro

unas inmensas ganas de llorar.

Yo no sé si estoy triste por el alma

de mis fieles difuntos

o porque nuestros mustios corazones

nunca estarán sobre la tierra juntos.

Hazme llorar, hermana,

y la piedad cristiana

de tu manto inconsútil

enjúgueme los llantos con que llore

el tiempo amargo de mi vida inútil.

Fuensanta:

¿tú conoces el mar?

Dicen que es menos grande y menos hondo

Page 61: Tres libros de poesía

61

TRES LIBROS DE POESÍA

que el pesar.

Yo no sé ni por qué quiero llorar:

será tal vez por el pesar que escondo,

tal vez por mi infinita sed de amar.

Hermana:

dame todas las lágrimas del mar...

Page 62: Tres libros de poesía

62

EN EL PIéLAGO VELEIDOSO

Entré a la vasta veleidad del piélago

con humos de pirata...

Y me sentía ya un poco delfín

y veía la plata

de los flancos de la última sirena,

cuando mi devaneo

anacrónico viose reducido

a un amago humillante de mareo.

Mas no guardo rencor

a la inestable eternidad de espuma

y efímeros espejos.

Porque sobre ella fui como una suma

de nostalgias y arraigos, y sobre ella

me sentí, en alta mar,

más de viaje que nunca y más fincado

en la palma de aquella mano impar.

Page 63: Tres libros de poesía

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SUS VENTANAS

A Artemio de Valle-Arizpe

Sus ventanas floridas,

que miran al oriente,

llevan buena amistad con las auroras

que, con primicias fúlgidas, esmaltan

el campo de victorias de su frente.

Aquella madrugada

apareció el Amor tras de su reja

y la dejó lavada

con el cristal cerúleo de su pozo...

¡Y todavía, adentro

de mi alma, hay un gozo

fluido, de mujer madrugadora

que riega su ventana y la decora!

Ventanas que rondé

en la alborada de mis mocedades;

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

rejas con caracoles

en que Ella gusta de escuchar el sordo

fragor de las marinas tempestades;

rejas depositarias

de aquellos soliloquios de noctívago

y de mi donjuanismo adolescente;

que yo os mire de nuevo,

¡oh, ventanas abiertas al oriente!

Page 65: Tres libros de poesía

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EN LA PLAzA DE ARMAS

Plaza de Armas, plaza de musicales nidos,

frente a frente del rudo y enano soportal;

plaza en que se confunden un obstinado aroma

lírico y una cierta prosa municipal;

plaza frente a la cárcel lóbrega y frente al lúcido

hogar en que nacieron y murieron los míos;

he aquí que te interroga un discípulo, fiel

a tus fuentes cantantes y tus prados umbríos.

¿Qué se hizo, Plaza de Armas, el coro de chiquillas

que conmigo llegaban en la tarde de asueto

del sábado, a tu kiosco, y que eran actrices

de muñeca excesiva y de exiguo alfabeto?

¿Qué fue de aquellas dulces colegas que rieron

para mí, desde un marco de verdor y de rosas?

¿Qué de las camaradas de los juegos impúberes?

¿Son vírgenes intactas o madres dolorosas?

Page 66: Tres libros de poesía

66

rAMÓN lÓPEz VELARDE

Es verdad, sé el destino casto de aquella pobre

pálida, cuyo rostro, como una indulgencia

plenaria, miré ayer tras un vidrio lloroso;

me ha inundado en recuerdos pueriles la presencia

de Ana, que al tutearme decía el “tú” de antaño

como una obra maestra, y que hoy me habló con

ceremonia forzada; he visto a Catalina,

exangüe, al exhibir su maternal fortuna

cuando en un cochecillo de blondas y de raso

lleva el fruto cruel y suave de su idilio

por los enarenados senderos...

Mas no sé

de todas las demás que viven en exilio.

Y por todas inquiero. He de saber de todas

las pequeñas torcaces que me dieron el gusto

de la voz de mujer. ¡Torcaces que cantaban

para mí, en la mañana de un día claro y justo!

Dime, plaza de nidos musicales, de las

actrices que impacientes por salir a la escena

del mundo, chuscamente fingían gozosos líos

de noviazgos y negros episodios de pena.

Dime, Plaza de Armas, de las párvulas lindas

y bobas, que vertieron con su mano inconsciente

un perfume amistoso en el umbral del alma

y una gota del filtro del amor en mi frente.

Mas la plaza está muda, y su silencio trágico

se va agravando en mí con el mismo dolor

Page 67: Tres libros de poesía

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TRES LIBROS DE POESÍA

del bisoño escolar que sale a vacaciones

pensando en la benévola acogida de Abel,

y halla muerto, en la sala, al hermano menor.

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POR ESTE SOBRIO ESTILO...

Esta manera de esparcir su aroma

de azahar silencioso en mi tiniebla;

esta manera de envolver en luto

su marfil y su nácar; esta única

manera con que porta la golilla

de encaje; esta manera de tornar

su mutismo en venero de palabras

y su boca en ahorro...

Esta manera

que es reservada y que es acogedora,

con que viene a encontrar mis panegíricos;

esta manera de decir mi nombre

con mofa y mimo, en homenaje y burla,

como que sabe que mi interno drama

es, a la vez, sentimental y cómico;

esta manera con que en la honda noche,

de sobremesa en vagos parlamentos,

se abate su sonrisa desmayada

sobre el mantel; esta feliz manera

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TRES LIBROS DE POESÍA

con que niega su brazo y con que otorga

la emoción, cuando vamos de paseo

por la alameda colonial y adusta...

Por este suspirante y sobrio estilo

de amor, te reverencio, estrella fiel

que gustas de enlutarte; generoso

y escondido azahar; caritativa

madurez que presides mis treinta años

con la abnegada castidad de un búcaro

cuyas rosas adultas embalsaman

la cabecera de un convaleciente;

enfermera medrosa; cohibida

escanciadora; amiga que te turbas

con turbación de niña al repasar

nuestra común lectura; asustadizo

comensal de mi fiesta; aliada tímida;

¡torcaz humilde que zureas al alba,

en un tono menor, para ti sola!

¡Bien hayas, creatura pequeñita

y suprema; adueñada de la cumbre

del corazón; artista a un mismo tiempo

mínima y prócer, que en las manos llevas

mi vida como objeto de tu arte!

Estrella y azahar: que te marchites

mecida en una paz celibataria

y que agonices como un lucero

que se extinguiese en el verdor de un prado

o como flor que se transfigurase

en el ocaso azul, como en un lecho.

Page 70: Tres libros de poesía

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LA TEJEDORA

Tarde de lluvia en que se agravan

al par que una íntima tristeza

un desdén manso de las cosas

y una emoción sutil y contrita que reza.

Noble delicia desdeñar

con un desdén que no se mide,

bajo el equívoco nublado:

alba que se insinúa, tarde que se despide.

Sólo tú no eres desdeñada,

pálida que al arrimo de la turbia vidriera,

tejes en paz en la hora gris

tejiendo los minutos de inmemorial espera.

Llueve con quedo sonsonete,

nos da el relámpago luz de oro

y entra un suspiro, en vuelo de ave fragante y húmeda,

a buscar tu regazo, que es refugio y decoro.

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TRES LIBROS DE POESÍA

¡Oh, yo podría poner mis manos

sobre tus hombros de novicia

y sacudirte en loco vértigo

por lograr que cayese sobre mí tu caricia,

cual se sacude el árbol prócer

(que preside las gracias floridas de un vergel)

por arrancarle la primicia

de sus hojas provectas y sus frutos de miel!

Pero pareces balbucir,

toda callada y elocuente:

“Soy un frágil otoño que teme maltratarse”,

e infiltras una casta quietud convaleciente

y se te ama en una tutela suave y leal,

como a una párvula enfermiza

hallada por el bosque un día de vendaval.

Tejedora: teje en tu hilo

la inercia de mi sueño y tu ilusión confiada;

teje el silencio; teje la sílaba medrosa

que cruza nuestros labios y que no dice nada;

teje la fluida voz del Ángelus

con el crujido de las puertas:

teje la sístole y la diástole

de los penados corazones

que en la penumbra están alertas.

Divago entre quimeras difuntas y entre sueños

nacientes, y propenso a un llanto sin motivo,

voy, con el ánima dispersa

en el atardecer brumoso y efusivo,

Page 72: Tres libros de poesía

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

contemplándote, Amor, a través de una niebla

de pésame, a través de una cortina ideal

de lágrimas, en tanto que tejes dicha y luto

en un limbo sentimental.

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BOCA FLExIBLE, ÁVIDA...

Cumplo a mediodía

con el buen precepto de oír misa entera

los domingos; y a estas misas cenitales

concurres tú, agudo perfil; cabellera

tormentosa; nuca morena; ojos fijos;

boca flexible, ávida de lo concienzudo,

hecha para dar los besos prolijos

y articular la sílaba lenta

de un minucioso idilio, y también

para persuadir a un agonizante

a que diga amén.

Figura cortante y esbelta, escapada

de una asamblea de oblongos vitrales

o de la redoma de un alquimista:

ignoras que en estas misas cenitales,

al ver, con zozobra,

tus ojos nublados en una secuencia

de Evangelio, estuve cerca de tu llanto

Page 74: Tres libros de poesía

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

con una solícita condescendencia;

y tampoco sabes que eres un peligro

armonioso para mi filosofía

petulante... Como los dedos rosados

de un párvulo para la torre baldía

de naipes o dados.

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EL CAMPANERO

Me contó el campanero esta mañana

que el año viene mal para los trigos.

Que Juan es novio de una prima hermana

rica y hermosa. Que murió Susana.

El campanero y yo somos amigos.

Me narró amores de sus juventudes

y con su voz cascada de hombre fuerte,

al ver pasar los negros ataúdes,

me hizo la narración de mil virtudes

y hablamos de la vida y de la muerte.

—¿Y su boda, señor?

—Cállate, anciano.

—¿Será para el invierno?

—Para entonces,

y si vives aún cuando su mano

me dé la Muerte, campanero hermano,

haz doblar por mi ánima tus bronces.

Page 76: Tres libros de poesía

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A SARA

A J. de J. Núñez y Domínguez

A mi paso y al azar te desprendiste

como el fruto más profano

que pudiera concederme la benévola

actitud de este verano.

(Blonda Sara, uva en sazón: mi apego franco

a tu persona, hoy me incita

a burlarme de mi ayer, por la inaudita

buena fe con que creí mi sospechosa

vocación, la de un levita.)

Sara, Sara: eres flexible cual la honda

de David, y contundente

como el lírico guijarro del mancebo;

y das, paralelamente,

una tortura de hielo y una combustión de pira;

Page 77: Tres libros de poesía

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TRES LIBROS DE POESÍA

y si en vértigo de abismo tu pelo se desmadeja,

todavía, con brazo heroico

y en caída acelerada, sostienes a tu pareja.

Sara, Sara, golosina de horas muelles;

racimo copioso y magno de promisión, que fatigas

el dorso de dos hebreos:

siempre te sean amigas

la llamarada del sol y del clavel; si tu brava

arquitectura se rompe como un hilo inconsistente,

que bajo la tierra lóbrega

esté incólume tu frente;

y que refulja tu blonda melena, como tesoro

escondido; y que se guarden indemnes como real sello

tus brazos y la columna

de tu cuello.

Page 78: Tres libros de poesía

78

LA TÓNICA TIBIEzA...

¿Cómo será esta sed constante de veneros

femeninos, de agua que huye y que regresa?

¿Será este afán perenne, franciscano o polígamo?

Yo no sé si está presa

mi devoción en la alta

locura del primer

teólogo que soñó con la primera infanta,

o si, atávicamente, soy árabe sin cuitas

que siempre está de vuelta de la cruel continencia

del desierto, y que en medio de un júbilo de huríes,

las halla a todas bellas y a todas favoritas.

No sé... Mas que en la hora reseca e impotente

de mi vejez, no falte la tónica tibieza

mujeril, providente

con los reyes caducos que ligaban las hoces

de Israel, y cantaban

en salmos, y dormían sobre pieles feroces.

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¿QUé SERÁ LO QUE ESPERO?

Tus otoños me arrullan

en coro de quimeras obstinadas;

vas en mí cual la venda va en la herida;

en bienestar de placidez me embriagas;

la luna lugareña va en tus ojos,

¡oh, blanda que eres entre todas blanda!,

y no sé todavía

qué esperarán de ti mis esperanzas.

Si vas dentro de mí, como una inerme

doncella por la zona devastada

en que ruge el pecado, y si las fieras

atónitas se echan cuando pasas;

si has sido menos que una melodía

suspirante, que flota sobre el ánima,

y más que una pía salutación;

si de tu pecho asciende una fragancia

de limón, cabalmente refrescante

e inicialmente ácida;

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

si mi voto es que vivas dentro de una

virginidad perenne y aromática,

vuélvese un hondo enigma

lo que de ti persigue mi esperanza.

¿Qué me está reservado

de tu persona etérea? ¿Qué es la arcana

promesa de tu ser? Quizá el suspiro

de tu propio existir; quizá la vaga

anunciación penosa de tu rostro;

la cadencia balsámica

que eres tú misma, incienso y voz de armónium

en la tarde llovida y encalmada...

De toda ti me viene

la melodiosa dádiva

que me brindó la escuela

parroquial, en una hora ya lejana,

en que unas voces núbiles

y lentas ensayaban,

en un solfeo cristalino y simple,

una lección de Eslava.

Y de ti y de la escuela

pido el cristal, pido las notas llanas,

para invocarte ¡oscura

y radiosa esperanza!

con una a colmada de presentes,

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TRES LIBROS DE POESÍA

con una a impregnada

del licor de un banquete espiritual:

¡ara mansa, ala diáfana, alma blanda,

fragancia casta y ácida!

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TUS HOMBROS SON COMO UN ARA...

¿Qué elocuencia, desvalida

y casta, hay en tu persona

que en un perenne desastre

a las lágrimas convida?

La frente, Amor, hoy levanto

hasta tu busto en otoño

que es un vaso de suspiros

y una invitación al llanto.

Tus hombros son como un ara

en que la rosa contrita

de un pésame sin sollozos

húmeda se deshojara.

Cuando conmigo estás sola

¿qué lágrimas ideales

te dan un súbito manto

con una súbita aureola?

Page 83: Tres libros de poesía

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TRES LIBROS DE POESÍA

Te vas entrando al umbrío

corazón, y en él imperas

en una corte luctuosa

con doliente señorío.

Tus hombros son buenos para

un llanto copioso y mudo...

Amor, suave Amor, Amor,

tus hombros son como un ara.

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UN LACÓNICO GRITO...

Yo te digo: “Alma mía, tú saliste

con vestido nupcial de la plomiza

eternidad, como saldría un ala

del nimbus que se eriza

de rayos; y mañana has de volver

al metálico nimbus,

llevando, entre tus velos virginales,

mi ánima impoluta

y mi cuerpo sin males”.

Mas mi labio, que osa

decir palabras de inmortalidad,

se ha de pudrir en la húmeda

tiniebla de la fosa.

Mi corazón te dice: “Rosa intacta,

vas dibujada en mí con un dibujo

incólume, e irradias en mi sombra

como un diamante en un raso de lujo”.

Mi corazón olvida

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TRES LIBROS DE POESÍA

que engendrará al gusano

mayor, en una asfixia corrompida.

Siempre que inicio un vuelo

por encima de todo,

un demonio sarcástico maúlla

y me devuelve al lodo.

Tú misma, blanca ala que te elevas

en mi horizonte, con la compostura

beata de las palomas de los púlpitos,

y que has compendiado en tu blancura

un anhelo infinito,

sólo serás en breve

un lacónico grito

y un desastre de plumas, cual rizada

y dispersada nieve.

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A LA PATRONA DE MI PUEBLO

Señora: llego a Ti

desde las tenebrosas anarquías

del pensamiento y la conducta, para

aspirar los naranjos

de elección, que florecen

en tu atrio, con una

nieve nupcial... Y entro

a tu Santuario, como un herido

a las hondas quietudes hospicianas

en que sólo se escucha

el toque saludable de una esquila.

Vestida de luto eres,

Nuestra Señora de la Soledad,

un triángulo sombrío

que preside la lúcida neblina

del valle; la arboleda que se arropa

de las cocinas en el humo lento;

la familiaridad de las montañas;

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TRES LIBROS DE POESÍA

el caserío de estallante cal;

el bienestar oscuro del rebaño,

y la dicha radiante de los hombres.

Señora: cuando ingreso a la comarca

que riges con tus lágrimas benévolas,

y va la diligencia fatigosa

sobre la sierra, y van los postillones

cantando bienandanza o desamor,

súbita surge la lección esbelta

y firme de tus torres, y saludo

desde lejos tu altar.

Tú me tienes comprado en alma y cuerpo.

Cuando la pesarosa

dueña ideal de mi primer suspiro,

recurre desolada

a tus plantas, y llora mansamente,

nunca has dejado de envolverla en el

descanso de tus hijas predilectas.

Me acuerdo de una tarde

en que, como una reina

que acaba de abdicar,

salía por el atrio de naranjos

y llevaba en la frente

el lucero novísimo

de tu consolación.

Confortándola a Ella, Tú me obligas

como si con la orla

dorada de tu manto

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

agitases un soplo

del Paraíso a flor de mi conciencia.

Porque siempre un lucero

va a nacer de tus manos

para la hora en que Ella

te implore, Tú me tienes

comprado en cuerpo y alma...

En las noches profanas

de novenario (orquestas

difusas, y cohetes

vívidos, y tertulias

de los viejos, y estrados

de señoritas sobre

la regada banqueta)

hay en tus torres ágiles

una policromía de faroles

de papel, que simulan

en la tiniebla comarcana un tenue

y vertical incendio.

Y yo anhelo, Señora,

que en mi tiniebla pongas para siempre

una rojiza aspiración, hermana

del inmóvil incendio de tus torres,

y que me dejes ir

en mi última década

a tu nave, cardiaco

o gotoso, y ya trémulo,

para elevarte mi oración asmática

junto al mismo cancel

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TRES LIBROS DE POESÍA

que oyó mi prez valiente,

en aquella alborada en que soñé

prender a un blanco pecho

una fecunda rama de azahar.

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Y PENSAR QUE PUDIMOS...

Y pensar que extraviamos

la senda milagrosa

en que se hubiera abierto

nuestra ilusión, como perenne rosa...

Y pensar que pudimos

enlazar nuestras manos

y apurar en un beso

la comunión de fértiles veranos...

Y pensar que pudimos,

en una onda secreta

de embriaguez, deslizarnos,

valsando un vals sin fin, por el planeta...

Y pensar que pudimos,

al rendir la jornada,

desde la sosegada

sombra de tu portal y en una suave

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TRES LIBROS DE POESÍA

conjunción de existencias,

ver las cintilaciones del zodiaco

sobre la sombra de nuestras conciencias...

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zozobra

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A RAMÓN LÓPEz VELARDE

Ramón López Velarde: está franca la puerta

para tu audacia lírica. Pasa y siéntate. Un

bello sitial de púrpura deseara. En liza abierta

has burlado al solemne dios, el lugar común.

La Academia está insomne, pues cual un maleficio

la enloquece, a sus años, tu embrujado café.

Tu adjetivo tendría, si hubiera Santo Oficio,

coroza y vela verde en un auto de fe.

Imagino tu sensualidad de católico

en la misa del Arte. Sutilmente diabólico

distraes a los fieles con tu ambigua actitud.

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

Diácono que con manos perfumadas de sándalo,

en tu cáliz elevas hostias rojas, escándalo

de Sancho, que comulga lívido de inquietud.

1917.

Rafael López*

* Dedicatoria del libro Con los ojos abiertos. [N. del ed.]

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HOY COMO NUNCA...

A Enrique González Martínez

Hoy, como nunca, me enamoras y me entristeces;

si queda en mí una lágrima, yo la excito a que lave

nuestras dos lobregueces.

Hoy, como nunca, urge que tu paz me presida;

pero ya tu garganta sólo es una sufrida

blancura, que se asfixia bajo toses y toses,

y toda tú una epístola de rasgos moribundos

colmada de dramáticos adioses.

Hoy, como nunca, es venerable tu esencia

y quebradizo el vaso de tu cuerpo,

y sólo puedes darme la exquisita dolencia

de un reloj de agonías, cuyo tictac nos marca

el minuto de hielo en que los pies que amamos

han de pisar el hielo de la fúnebre barca.

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

Yo estoy en la ribera y te miro embarcarte:

huyes por el río sordo, y en mi alma destilas

el clima de esas tardes de ventisca y de polvo

en las que doblan solas las esquilas.

Mi espíritu es un paño de ánimas, un paño

de ánimas de iglesia siempre menesterosa;

es un paño de ánimas goteado de cera,

hollado y roto por la grey astrosa.

No soy más que una nave de parroquia en penuria,

nave en que se celebran eternos funerales,

porque una lluvia terca no permite

sacar el ataúd a las calles rurales.

Fuera de mí, la lluvia; dentro de mí, el clamor

cavernoso y creciente de un salmista;

mi conciencia, mojada por el hisopo, es un

ciprés que en una huerta conventual se contrista.

Ya mi lluvia es diluvio, y no miraré el rayo

del sol sobre mi arca, porque ha de quedar roto

mi corazón la noche cuadragésima;

no guardan mis pupilas ni un matiz remoto

de la lumbre solar que tostó mis espigas;

mi vida sólo es una prolongación de exequias

bajo las cataratas enemigas.

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99

TRANSMúTASE MI ALMA...

Transmútase mi alma en tu presencia

como un florecimiento

que se vuelve cosecha.

Los amados espectros de mi rito

para siempre me dejan;

mi alma se desazona

como pobre chicuela

a quien prohíben en el mes de mayo

que vaya a ofrecer flores en la iglesia.

Mas contemplo en tu rostro

la redecilla de medrosas venas,

como una azul sospecha

de pasión, y camino en tu presencia

como en campo de trigo en que latiese

una misantropía de violetas.

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100

rAMÓN lÓPEz VELARDE

Mis lirios van muriendo, y me dan pena;

pero tu mano pródiga acumula

sobre mí sus bondades veraniegas,

y te respiro como a un ambiente

frutal, como en la fiesta

del Corpus respiraba hasta embriagarme

la fruta del mercado de mi tierra.

Yo desdoblé mi facultad de amor

en liviana aspereza

y suave suspirar de monaguillo;

pero tú me revelas

el apetito indivisible, y cruzas

con tu antorcha inefable

incendiando mi pingüe sementera.

Page 101: Tres libros de poesía

101

EL VIEJO POzO

El viejo pozo de mi vieja casa

sobre cuyo brocal mi infancia tantas veces

se clavaba de codos, buscando el vaticinio

de la tortuga, o bien el iris de los peces,

es un compendio de ilusión

y de históricas pequeñeces.

Ni tortuga, ni pez: sólo el venero

que mantiene su estrofa concéntrica en el agua

y que dio fe del ósculo primero

que por 1850 unió las bocas

de mi abuelo y mi abuela... ¡Recurso lisonjero

con que los generosos hados

dejan caer un galardón fragante

encima de los desposados!

Besarse, en un remedo bíblico, junto al pozo,

y que la boca amada trascienda a fresco gozo

de manantial, y que el amor se profundice,

Page 102: Tres libros de poesía

102

rAMÓN lÓPEz VELARDE

en la pareja que lo siente,

como el hondo venero providente...

En la pupila líquida del pozo

espejábanse, en años remotos, los claveles

de una maceta; más la arquitectura

ágil de las cabezas de dos o tres corceles,

prófugos del corral; más la rama encorvada

de un durazno; y en época de mayor lejanía,

también se retrataban en el pozo

aquellas adorables señoras en que ardía

la devoción católica y la brasa de Eros;

suaves antepasadas, cuyo pecho lucía

descotado, y que iban, con tiesura y remilgo,

a entrecerrar los ojos a un palco a la zarzuela,

con peinados de torre y con vertiginosas

peinetas de carey. Del teatro a la Vela

Perpetua, ya muy lisas y muy arrebujadas

en la negrura de sus mantos.

Evoco, todo trémulo, a estas antepasadas

porque heredé de ellas el afán temerario

de mezclar tierra y cielo, afán que me ha metido

en tan graves aprietos en el confesonario.

En una mala noche de saqueo y de política

que los beligerantes tuvieron como norma

equivocar la fe con la rapiña, al grito

de “¡Religión y fueros!” y “¡Viva la Reforma!”,

una de mis geniales tías

que tenía sus ideas prácticas sobre aquellas

intempestivas griterías,

Page 103: Tres libros de poesía

103

TRES LIBROS DE POESÍA

y que en aquella lucha no siguió otro partido

que el de cuidar los cortos ahorros de mi abuelo,

tomó cuatro talegas, y con un decidido

brazo, las arrojó en el pozo, perturbando

la expectación de la hora ingrata

con un estrépito de plata.

Hoy cuentan que mi tía se aparece a las once

y que cumpliendo su destino

de tesorera fiel, arroja sus talegas

con un ahogado estrépito argentino.

Las paredes del pozo, con un tapiz de lama

y con un centelleo de gotas cristalinas,

eran como el camino de esperanza en que todos

hemos llorado un poco... Y aquellas peregrinas

veladas de mayo y de junio

mostráronme del pozo el secreto de amor:

preguntaba el durazno: “¿Quién es Ella?”,

y el pozo, que todo lo copiaba, respondía

no copiando más que una sola estrella.

El pozo me quería senilmente; aquel pozo

abundaba en lecciones de fortaleza, de alta

discreción, y de plenitud...

Pero hoy, que su enseñanza de otros tiempos me falta,

comprendo que fui apenas un alumno vulgar

con aquel taciturno catedrático,

porque en mi diario empeño no he podido lograr

hacerme abismo y que la estrella amada,

al asomarse a mí, pierda pisada.

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104

TU PALABRA MÁS FúTIL...

Magdalena, conozco que te amo

en que la más trivial de tus acciones

es pasto para mí, como la miga

es la felicidad de los gorriones.

Tu palabra más fútil

es combustible de mi fantasía

y pasa por mi espíritu feudal

como un rayo de sol por una umbría.

Una mañana (en que la misma prosa

del vivir se tornaba melodiosa)

te daban un periódico en el tren

y rehusaste, diciendo con voz cálida:

“¿Para qué me das esto?” Y estas cinco

breves palabras de tu boca pálida

fueron como un joyel que todo el día

en mi capilla estuvo manifiesto;

Page 105: Tres libros de poesía

105

TRES LIBROS DE POESÍA

y en la noche, sonaba tu pregunta:

“¿Para qué me das esto?”

Y la tarde fugaz que en el teatro

repasaban tus dedos, Magdalena,

la dorada melena

de un chiquillo... Y el prócer ademán

con que diste limosna a aquel anciano...

Y tus dientes que van

en sonrisa ondulante, cual resúmenes

del sol, encandilando la insegura

pupila de los viejos y los párvulos...

Tus dientes, en que están la travesura

y el relámpago de un pueril espejo

que aprisiona del sol una saeta

y clava el rayo férvido en los ojos

del infante embobado

que en su cuna vegeta...

También yo, Magdalena, me deslumbro

en tu sonrisa férvida; y mis horas

van a tu zaga, hambrientas y canoras,

como va tras el ama, por la holgura

de un patio regional, el cortesano

séquito de palomas que codicia

la gota de agua azul y el rubio grano.

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106

PARA EL zENzONTLE IMPÁVIDO...

He vuelto a medianoche a mi casa, y un canto

como vena de agua que solloza, me acoge...

Es el músico célibe, es el solista dócil

y experto, es el zenzontle que mece los cansancios

seniles y la incauta ilusión con que sueñan

las damitas... No cabe duda que el prisionero

sabe cantar. Su lengua es como aquellas otras

que el candor de los clásicos llamó lenguas harpadas.

No serían los clásicos minuciosos psicólogos,

pero atinaban con el mundo elemental

y daban a las cosas sus nombres...

Sigo oyendo

la musical tarea del zenzontle, y lo admiro

por impávido y fuerte, porque no se amilana

en el caos de las lóbregas vigilias, y no teme

despertar a los monstruos de la noche. Su pico

repasa el cuerpo de la noche, como el de una

amante; el valeroso pico de este zenzontle

va recorriendo el cuerpo de la noche: las cejas,

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107

TRES LIBROS DE POESÍA

y la nuca, y el bozo. Súbitamente, irrumpe

el arpegio animoso que reta en su guarida

a todas las hostiles reservas de la amante...

¿Hay acaso otro solo poeta que, como éste,

desafíe a las incógnitas potestades, y hiera

con su venablo lírico el silencio despótico?

Respondamos nosotros, los necios y cobardes

que en la noche tememos aventurar la mano

afuera de las sábanas...

El zenzontle me lleva

hasta los corredores del patio solariego

en que había canarios, con el buche teñido

con un verde inicial de lechuga, y las alas

como onzas acabadas de troquelar. También

había por aquellos corredores, las roncas

palomas que se visten de canela y se ajustan

los collares de luto... Corredores propicios

en que José Manuel y Berta platicaban

y en que la misma Berta, con un gentil descoco,

me dijo alguna vez: “Si estos corredores

como tumbas, hablaran ¡qué cosas no dirían!”

Mas en estos momentos el zenzontle repite

un silbo montaraz, como un pastor llamando

a una pastora; y caigo en la lúgubre cuenta

de que el zenzontle vive castamente, y su limpia

virtud no ha de obtener un premio en Josafat.

Es seguro que al pobre cantor, que da su música

a la erótica letra de las lunas de miel,

lo aprisionaron virgen en su monte; y me apena

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

que ignore que la dicha de amar es un galope

del corazón sin brida, por el desfiladero

de la muerte. Deploro su castidad reclusa

y hasta le cedería uno de mis placeres.

Mas ya el sueño me vence... El zenzontle prolonga

su confesión melódica frente a las potestades

enemigas, y corto aquí mi panegírico

para el zenzontle impávido, virgen y confesor.

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109

QUE SEA PARA BIEN...

Ya no puedo dudar... Diste muerte a mi cándida

niñez, toda olorosa a sacristía, y también

diste muerte al liviano chacal de mi cartuja.

Que sea para bien...

Ya no puedo dudar... Consumaste el prodigio

de, sin hacerme daño, sustituir mi agua clara

con un licor de uvas... Y yo bebo

el licor que tu mano me depara.

Me revelas la síntesis de mi propio zodiaco:

el León y la Virgen. Y mis ojos te ven

apretar en los dedos —como un haz de centellas—

éxtasis y placeres. Que sea para bien...

Tu palidez denuncia que en tu rostro

se ha posado el incendio y ha corrido la lava...

Día último de marzo; emoción; aves; sol...

Tu palidez volcánica me agrava.

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110

rAMÓN lÓPEz VELARDE

¿Ganaste ese prodigio de pálida vehemencia

al huir, con un viento de ceniza,

de una ciudad en llamas? ¿O hiciste penitencia

revolcándote encima del desierto? ¿O, quizá,

te quedaste dormida en la vertiente

de un volcán, y la lava corrió sobre tu boca

y calcinó tu frente?

¡Oh, tú, reveladora, que traes un sabor

cabal para mi vida, y la entusiasmas:

tu triunfo es sobre un motín de satiresas

y un coro plañidero de fantasmas!

Yo estoy en la vertiente de tu rostro, esperando

las lavas repentinas que me den

un fulgurante goce. Tu victorial y pálido

prestigio ya me invade... ¡Que sea para bien!

Page 111: Tres libros de poesía

111

EL MINUTO COBARDE

A Saturnino Herrán

En estos hiperbólicos minutos

en que la vida sube por mi pecho

como una marea de tributos

onerosos, la plétora de vida

se resuelve en renuncia capital

y en miedo se liquida.

Mi sufrimiento es como un gravamen

de rencor, y mi dicha como cera

que se derrite siempre en jubileos,

y hasta mi mismo amor es como un tósigo

que en la raíz del corazón prospera.

Cobardemente clamo, desde el centro

de mis intensidades corrosivas,

a mi parroquia, al ave moderada,

a la flor quieta y a las aguas vivas.

Page 112: Tres libros de poesía

112

rAMÓN lÓPEz VELARDE

Yo quisiera acogerme a la mesura,

a la estricta conciencia y al recato

de aquellas cosas que me hicieron bien...

Anticuados relojes del Curato

cuyas pesas de cobre

se retardaban, con intención pura,

por aplazarme indefinidamente

la primera amargura.

Obesidad de aquellas lunas que iban

rodando, dormilonas y coquetas,

por un absorto azul

sobre los árboles de las banquetas.

Fatiga incierta de un incierto piano

en que un tema llorón se decantaba,

con insomnio y desgano,

en favor del obtuso centinela

y contra la salud del hortelano.

Santos de piedra que en el atrio exponen

su casulla de piedra a la herejía

del recio temporal.

Garganta criolla de Carmen García

que mandaba su canto hasta las calles

envueltas en perfume vegetal.

Cromos bobalicones,

colgados por estímulo a la mesa,

Page 113: Tres libros de poesía

113

TRES LIBROS DE POESÍA

y que muestran sandías y viandas

con exageraciones

pictóricas; exánimes gallinas,

y conejos en quienes no hizo sangre

lo comedido de los perdigones.

Canteras cuyo vértice poroso

destila el agua, con paciente escrúpulo,

en el monjil reposo

del comedor, a cada golpe neto

con que las gotas, simples y tardías,

acrecen el caudal noches y días.

Acudo a la justicia original

de todas estas cosas;

mas en mi pecho siguen germinando

las plantas venenosas,

y mi violento espíritu se halla

nostálgico de sus jaculatorias

y del pío metal de su medalla.

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114

LA MANCHA DE PúRPURA

Me impongo la costosa penitencia

de no mirarte en días y días, porque mis ojos

cuando por fin te miren, se aneguen en tu esencia

como si naufragasen en un golfo de púrpura,

de melodía y de vehemencia.

Pasa el lunes, y el martes, y el miércoles... Yo sufro

tu eclipse, oh, creatura solar; mas en mi duelo

el afán de mirarte, se dilata

como una profecía; se descorre cual velo

paulatino; se acendra como miel; se aquilata

como la entraña de las piedras finas;

y se aguza como el llavín

de la celda de amor de un monasterio en ruinas.

Tú no sabes la dicha refinada

que hay en huirte, que hay en el furtivo gozo

de adorarte furtivamente, de cortejarte

más allá de la sombra, de bajarse el embozo

Page 115: Tres libros de poesía

115

TRES LIBROS DE POESÍA

una vez por semana, y exponer las pupilas,

en un minuto fraudulento,

a la mancha de púrpura de tu deslumbramiento.

En el bosque de amor, soy cazador furtivo;

te acecho entre dormidos y tupidos follajes,

como se acecha un ave fúlgida; y de estos viajes

por la espesura, traigo a mi aislamiento

el más fúlgido de los plumajes:

el plumaje de púrpura de tu deslumbramiento.

Page 116: Tres libros de poesía

116

INTROITO

Para el libro de Enrique Fernández Ledesma

éramos aturdidos mozalbetes:

blanco listón al codo, ayes agónicos,

rimas atolondradas y juguetes.

Sin la virtud frenética de Orfeo,

fiados en la campánula y el cirio,

fuimos a embelesar las alimañas,

cual neófitos que buscan el martirio.

En la misma espesura se extraviaba

la primeriza luz de nuestra frente,

y ante la misma fiera, reacia y sorda,

cesaba nuestro cántico inocente.

De aquella planta que regamos juntos

eran cofrades la senil vihuela;

los pupitres manchados de la escuela;

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117

TRES LIBROS DE POESÍA

la bíblica muchacha que adoraste;

los días uniformes; el contraste

de un volumen de Bécquer y Fabiola;

la soprano indeleble, que aún nos mima

con el ahínco de su voz pretérita

y el prístino lucero que te indujo

al apurado trance de la rima.

¿Qué hicimos, camarada, del tanteo

feliz, y de los ripios venturosos,

y de aquel entusiasta deletreo?

Hoy la armonía adulta va de viaje

a reclamar a una centuria prófuga

el vellón de su casto aprendizaje.

Mi maquinal dolencia es una caja

de música falible que en lo gris

de un tácito aposento se desgaja.

Y el alma, cera ayer, se petrifica

como los rosetones coloniales

de una iglesia con lama, que complica

su fachada borrosa con el humo

inveterado de los temporales.

Page 118: Tres libros de poesía

118

DÍA 13

Mi corazón retrógrado

ama desde hoy la temerosa fecha

en que surgiste con aquel vestido

de luto y aquel rostro de ebriedad.

Día 13 en que el filo de tu rostro

llevaba la embriaguez como un relámpago

y en que tus lúgubres arreos daban

una luz que cegaba al sol de agosto,

así como se nubla el sol ficticio

en las decoraciones

de los Calvarios de los Viernes Santos.

Por enlutada y ebria simulaste,

en la superstición de aquel domingo,

una fúlgida cuenta de abalorio

humedecida en un licor letárgico.

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119

TRES LIBROS DE POESÍA

¿En qué embriaguez bogaban tus pupilas

para que así pudiesen

narcotizarlo todo?

Tu tiniebla

guiaba mis latidos, cual guiaba

la columna de fuego al israelita.

Adivinaba mi acucioso espíritu

tus blancas y fulmíneas paradojas:

el centelleo de tus zapatillas,

la llamarada de tu falda lúgubre,

el látigo incisivo de tus cejas

y el negro luminar de tus cabellos.

Desde la fecha de superstición

en que colmaste el vaso de mi júbilo,

mi corazón oscurantista clama

a la buena bondad del mal agüero;

que si mi sal se riega, irán sus granos

trazando en el mantel tus iniciales;

y si estalla mi espejo en un gemido,

fenecerá diminutivamente

como la desinencia de tu nombre.

Superstición, consérvame el radioso

vértigo del minuto perdurable

en que su traje negro devoraba

la luz desprevenida del cenit,

y en que su falda lúgubre era un bólido

por un cielo de hollín sobrecogido...

Page 120: Tres libros de poesía

120

NO ME CONDENES...

Yo tuve, en tierra adentro, una novia muy pobre:

ojos inusitados de sulfato de cobre.

Llamábase María; vivía en un suburbio,

y no hubo entre nosotros ni sombra de disturbio.

Acabamos de golpe: su domicilio estaba

contiguo a la estación de los ferrocarriles,

y ¿qué noviazgo puede ser duradero entre

campanadas centrífugas y silbatos febriles?

El reloj de su sala desgajaba las ocho;

era diciembre; y yo departía con ella

bajo la limpidez glacial de cada estrella.

El gendarme, remiso a mi intriga inocente,

hubo de ser, al fin, forzoso confidente.

María se mostraba incrédula y tristona:

yo no tenía traza de una buena persona.

¿Olvidarás acaso, corazón forastero,

Page 121: Tres libros de poesía

121

TRES LIBROS DE POESÍA

el acierto nativo de aquella señorita

que oía y desoía tu pregón embustero?

Su desconfiar ingénito era ratificado

por los perros noctívagos, en cuya algarabía

reforzábase el duro presagio de María.

¡Perdón, María! Novia triste, no me condenes:

cuando oscile el quinqué y se abatan las ocho,

cuando el sillón te meza, cuando ululen los trenes,

cuando trabes los dedos por detrás de tu nuca,

no me juzgues más pérfido que uno de los silbatos

que turban tu faena y tus recatos.

Page 122: Tres libros de poesía

122

DESPILFARRAS EL TIEMPO...

Prolóngase tu doncellez

como una vacua intriga de ajedrez.

Torneada como una reina

de cedro, ningún jaque te despeina.

Mis peones tantálicos

al rondarte a deshora,

fracasan en sus ímpetus vandálicos.

La lámpara sonroja tu balcón;

despilfarras el tiempo y la emoción.

Yo despilfarro, en una absurda espera,

fantasía y hoguera.

En la velada incompatible,

frústrase el yacimiento espiritual

y de nuestras arterias el caudal.

Page 123: Tres libros de poesía

123

TRES LIBROS DE POESÍA

Los pródigos al uso

que vengan a nosotros a aprender

cómo se dilapida todo el ser.

Tu destino y el mío, contrapuestos,

vuelcan el apogeo de la vida

febril e insomne que se va, en la ida

de un cofre que rebosa

y se malgasta en una fecha ociosa.

Las monedas excomulgadas

de nuestro adulto corazón

caen al vacío, con

lúgubre opacidad, cual si cayera

una irreparable sordera.

Y frente al ínclito derroche

de los tesoros que atesora

el yacimiento de las almas, algo

muy hondo en mí se escandaliza y llora.

Page 124: Tres libros de poesía

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HIMENEO

A la señora Laura Martínez Alba

Resígnanse los novios,

con subconsciente pánico,

al soso parabién

del concurso inorgánico.

Al fin, va la consorte

al pecho del anciano, cuyo porte

patriarcal solemniza

las bodas de su vástago

que lo trajeron de su hogar del Norte.

Y la agobiada mano agricultora

sumérgese en el raso de la espalda,

como la Tradición en el dechado

de la Aurora.

Page 125: Tres libros de poesía

125

TRES LIBROS DE POESÍA

Sobre la luz del raso

se retarda y se engríe

la mano, como una rancia pena

en un tablero vívido que ríe.

Mano agrietada, rígida y terrosa,

que en el vaso metálico se posa,

cual si fuera una nuez

sobre la nitidez

de prístina bandeja inoficiosa...

Page 126: Tres libros de poesía

126

LAS DESTERRADAS

A Rafael Pimentel

Ya la provincia toda

reconcentra a sus sanas hijas en las caducas

avenidas, y Rut y Rebeca proclaman

la novedad campestre de sus nucas.

Las pobres desterradas

de Morelia y Toluca, de Durango y San Luis,

aroman la Metrópoli como granos de anís.

La parvada maltrecha

de alondras, cae aquí con el esfuerzo

fragante de las gotas de un arbusto

batido por el cierzo.

Improvisan su tienda

para medir, cuadrantes pesarosos,

la ruina de su paz y de su hacienda.

Page 127: Tres libros de poesía

127

TRES LIBROS DE POESÍA

Ellas, las que soñaban

perdidas en los vastos aposentos,

duermen en hospedajes avarientos.

Propietarias de huertos y de huertas copiosas,

regatean las frutas y las rosas.

Con sus modas pasadas,

y sus luengos zarcillos,

y su mirar somero,

inmútanse a los brillos

de los escaparates de un joyero.

Y después, a evocar la sandia tropa

de pavos, y su susto manifiesto

cuando bajaban por aquel recuesto...

¡Oh, siestas regalonas;

melindre ante la jícara que humea;

soponcio ante la recua intempestiva

que tumba las macetas de las pardas casonas;

lotería de nueces,

y Tenorio que flecha el historiado

postigo de las rejas antañonas!

Paso junto a las lentas fugitivas: no saben

en su desgarbo airoso y en su activo quietismo,

la derretida y pura

compensación que logra su ostracismo

sobre mi pecho, para ellas holgadamente

hospitalario, aprensivo y munificente.

Page 128: Tres libros de poesía

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

Yo os acojo, anónimas y lentas desterradas,

como si a mí viniese

la lúcida familia de las hadas,

porque oléis al opíparo destino

y al exaltado fuero

de los calabazates que sazona

el resol del Adviento, en la cornisa

recoleta y poltrona.

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129

MI CORAzÓN SE AMERITA...

A Rafael López

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.

Yo lo sacara al día, como lengua de fuego

que se saca de un ínfimo purgatorio a la luz;

y al oírlo batir su cárcel, yo me anego

y me hundo en la ternura remordida de un padre

que siente, entre sus brazos, latir un hijo ciego.

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.

Placer, amor, dolor... todo le es ultraje

y estimula su cruel carrera logarítmica,

sus ávidas mareas y su eterno oleaje.

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.

Es la mitra y la válvula... Yo me lo arrancaría

para llevarlo en triunfo a conocer el día,

la estola de violetas en los hombros del Alba,

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

el cíngulo morado de los atardeceres,

los astros, y el perímetro jovial de las mujeres.

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.

Desde una cumbre enhiesta yo lo he de lanzar

como sangriento disco a la hoguera solar.

Así extirparé el cáncer de mi fatiga dura,

seré impasible por el Este y el Oeste,

asistiré con una sonrisa depravada

a las ineptitudes de la inepta cultura,

y habrá en mi corazón la llama que le preste

el incendio sinfónico de la esfera celeste.

Page 131: Tres libros de poesía

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DEJAD QUE LA ALABE...

¿Existirá? ¡Quién sabe!

Mi instinto la presiente;

dejad que yo la alabe

previamente.

Alerta al violín

del querubín

y susceptible al

manzano terrenal,

será, a la vez, risueña

y gemebunda,

como el agua profunda.

Su índice y su pulgar,

con una esbelta cruz,

esbelto persignar.

Diagonal de su busto,

cadena alternativa

Page 132: Tres libros de poesía

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

de mirtos y de nardos,

mientras viva.

Si en el nardo canónico

o en el mirto me ofusco,

Ella adivinará

la flor que busco;

y, convicta e invicta,

esforzará su celo

en serme, llanamente,

barro para mi barro

y azul para mi cielo.

Próvida cual ciruela,

del profano compás

siempre ha de pedir más.

Retozará en el césped,

cual las fieras del Baco

de Rubens;

y luego... la paloma

que baja de las nubes.

Riéndose, solemne;

y quebrándose, indemne.

Que me sea total

y parcial,

periférica y central;

y que al soltar mi mano

la antorcha de la vida,

Page 133: Tres libros de poesía

133

TRES LIBROS DE POESÍA

con la antorcha caída

prenda fuego a mis lacios

cabellos, que han sido antes

ludibrio de las uñas

de las bacantes.

Que me rece con rezos abundantes

y con lágrimas pocas;

más negra de su alma

que de sus tocas.

Page 134: Tres libros de poesía

134

TUS DIENTES

Tus dientes son el pulcro y nimio litoral

por donde acompasadas navegan las sonrisas,

graduándose en los tumbos de un parco festival.

Sonríes gradualmente, como sonríe el agua

del mar, en la rizada fila de la marea,

y totalmente, como la tentativa de un

Fiat lux para la noche del mortal que te vea.

Tus dientes son así la más cara presea.

Cuídalos con esmero, porque en ese cuidado

hay una trascendencia igual a la de un Papa

que retoca su encíclica y pule su cayado.

Cuida tus dientes, cónclave de granizos, cortejo

de espumas, sempiterna bonanza de una mina,

senado de cumplidas minucias astronómicas,

y maná con que sacia su hambre y su retina

la docena de Tribus que en tu voz se fascina.

Page 135: Tres libros de poesía

135

TRES LIBROS DE POESÍA

Tus dientes lograrían, en una rebelión,

servir de proyectiles zodiacales al déspota

y hacer de los discordes gritos, un orfeón;

del motín y la ira, inofensivos juegos,

y de los sublevados, una turba de ciegos.

Bajo las sigilosas arcadas de tu encía,

como en un acueducto infinitesimal,

pudiera dignamente el más digno mortal

apacentar sus crespas ansias... hasta que truene

la trompeta del Ángel en el Juicio Final.

Porque la tierra traga todo pulcro amuleto

y tus dientes de ídolo han de quedarse mondos

en la mueca erizada del hostil esqueleto,

yo los recojo aquí, por su dibujo neto

y su numen patricio, para el pasmo y la gloria

de la humanidad giratoria.

Page 136: Tres libros de poesía

136

MEMORIAS DEL CIRCO

A Carlos González Peña

Los circos trashumantes,

de lamido perrillo enciclopédico

y desacreditados elefantes,

me enseñaron la cómica friolera

y las magnas tragedias hilarantes.

El aeronauta previo,

colgado de los dedos de los pies,

era un bravo cosmógrafo al revés

que, si subía hasta asomarse al Polo

Norte, o al Polo Sur, también tenía

cuestiones personales con Eolo.

Irrumpía el payaso

como una estridencia

ambigua, y era a un tiempo

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137

TRES LIBROS DE POESÍA

manicomio, niñez, golpe contuso,

pesadilla y licencia.

Amábanlo los niños

porque salía de una bodega mágica

de azúcares. Su faz sólo era trágica

por dos lágrimas sendas de carmín.

Su polvosa apariencia toleraba

tenerlo por muy limpio o por muy sucio,

y un cónico bonete era la gloria

inestable y procaz de su occipucio.

El payaso tocaba a la amazona

y la hallaba de almendra,

a juzgar por la mímica fehaciente

de toda su persona,

cuando llevaba el dedo temerario

hasta la lengua cínica y glotona.

Un día en que el payaso dio a probar

su rastro de amazona al ejemplar

señor gobernador de aquel estado,

comprendí lo que es

poder ejecutivo aturrullado.

¡Oh, remoto payaso: en el umbral

de mi infancia derecha

y de mis virtudes recién nacidas

yo no puedo tener una sospecha

de amazonas y almendras prohibidas!

Page 138: Tres libros de poesía

138

rAMÓN lÓPEz VELARDE

Estas almendras raudas

hechas de terciopelos y de trinos

que no nos dejan ni tocar sus caudas...

Los adioses baldíos

a las augustas Evas redivivas

que niegan la migaja, pero inculcan,

en nuestra sangre briosa, una patética

mendicidad de almendras fugitivas...

Había una menuda cuadrumana

de enagüilla de céfiro

que, cabalgando por el redondel

con azoros de humana,

vencía los obstáculos de inquina

y los aviesos aros de papel.

Y cuando a la erudita

cavilación de Darwin

se le montaba la enagüilla obscena,

la avisada monita

se quedaba serena,

como ante un espejismo,

despreocupada lastimosamente

de su desmantelado transformismo.

La niña Bell cantaba:

“Soy la paloma errante”;

y de botellas y de cascabeles

surtía un abundante

surtidor de sonidos

Page 139: Tres libros de poesía

139

TRES LIBROS DE POESÍA

acuáticos, para la sed acuática

de papás aburridos,

nodriza inverecunda

y prole gemebunda.

¡Oh, memoria del circo! Tú te vas

adelgazando en el frecuente síncope

del latón sin compás;

en la apesadumbrada

somnolencia del gas;

en el talento necio

del domador aquel que molestaba

a los leones hartos, y en el viudo

oscilar del trapecio...

Page 140: Tres libros de poesía

140

TIERRA MOJADA...

Tierra mojada de las tardes líquidas

en que la lluvia cuchichea

y en que se reblandecen las señoritas, bajo

el redoble del agua en la azotea...

Tierra mojada de las tardes olfativas

en que un afán misántropo remonta las lascivas

soledades del éter, y en ellas se desposa

con la ulterior paloma de Noé;

mientras se obstina el tableteo

del rayo, por la nube cenagosa...

Tarde mojada, de hálitos labriegos,

en la cual reconozco estar hecho de barro,

porque en sus llantos veraniegos,

bajo el auspicio de la media luz,

el alma se licúa sobre los clavos

de su cruz...

Page 141: Tres libros de poesía

141

TRES LIBROS DE POESÍA

Tardes en que el teléfono pregunta

por consabidas náyades arteras,

que salen del baño al amor

a volcar en el lecho las fatuas cabelleras

y a balbucir, con alevosía y con ventaja,

húmedos y anhelantes monosílabos,

según que la llovizna acosa las vidrieras...

Tardes como una alcoba submarina

con su lecho y su tina;

tardes en que envejece una doncella

ante el brasero exhausto de su casa,

esperando a un galán que le lleve una brasa;

tardes en que descienden

los ángeles, a arar surcos derechos

en edificantes barbechos;

tardes de rogativa y de cirio pascual;

tardes en que el chubasco

me induce a enardecer a cada una

de las doncellas frígidas con la brasa oportuna;

tardes en que, oxidada

la voluntad, me siento

acólito del alcanfor,

un poco pez espada

y un poco San Isidro Labrador...

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142

COMO EN LA SALVE...

¡Oh, bienaventuranza fértil de los que saben

ir gimiendo y llorando deprecativamente,

como en la Salve, que es un óleo y una fuente!

Yo también supe antaño de la bondad del cielo

que en mis acerbos pésames llovía,

y compuse mi Salve, con la fe de un cruzado,

bajo los muros de Antioquía.

Mas hoy es un vinagre

mi alma, y mi ecuménico dolor un holocausto

que en el desierto humea.

Mi Cristo, ante la esponja de las hieles, jadea

con la árida agonía de un corazón exhausto.

¡Señor, Tú que colocas

resina en la corteza impenitente

y agua entrañable en las adustas rocas,

hazme casto y humilde para poder llorar

Page 143: Tres libros de poesía

143

TRES LIBROS DE POESÍA

la bienaventuranza de aquel llanto deshecho

que fertiliza y lava el pecho,

y verás cómo mi alma se atavía

y trueca su congoja en alborozo

para escalar los muros de Antioquía!

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144

LA ESTROFA QUE DANzA

A Antonia Mercé

Ya brotas de la escena cual guarismo

tornasol, y desfloras el mutismo

con los toques undívagos de tu planta certera

que fiera se amanera al marcar hechicera

los multánimes giros de una sola quimera.

Ya tus ojos entraron al combate

como dos uvas de un goloso uvate;

bajo tus castañuelas se rinden los destinos,

y se cuelgan de ti los sueños masculinos,

cual de la cuerda endeble de una lira, los trinos.

Ya te adula la orquesta con servil

dejo libidinoso de reptil,

y danzando lacónica, tu reojo me plagia,

y pisas mi entusiasmo con una cruel magia

como estrofa danzante que pisa una hemorragia.

Page 145: Tres libros de poesía

145

TRES LIBROS DE POESÍA

Ya vuelas como un rito por los planos

limítrofes de todos los arcanos;

las almas que tu arrullo va limpiando de escoria

quisieran renunciar su futuro y su historia,

por dormirse en la tersa amnistía de tu gloria.

Guarismo, cuerda, y ejemplar figura:

tu rítmica y eurítmica cintura

nos roba a todos nuestra flama pura;

y tus talones tránsfugas, que se salen del mundo

por la tangente dócil de un celaje profundo,

se llevan mis holgorios al azul pudibundo.

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146

LA DONCELLA VERDE

En la muerte de José Enrique Rodó

En la quieta impostura virginal de la noche

que cobija al amor con un tenue derroche

de luceros, padrinos del erótico abrazo,

el mundo de Rubén Darío se contrista

por el cordial filósofo que sembró en el regazo

de América esperanzas, por el espectro artista

que hoy arroba al zodiaco con su arenga optimista.

Yo alabo al confesor de la santa Esperanza

y a la doncella verde en la misma alabanza.

Esperanza, doncella verde, tu vestidura

es el matiz de una corteza prematura.

Esperanza, en el arco iris, tu cabellera

ameniza los cielos como una enredadera.

Esperanza, los astros en que titila el verde

son el feudo en que moras y en que tu luz se pierde.

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147

TRES LIBROS DE POESÍA

Los ojos vegetales con que miras y salvas

parodian a la felpa rústica de las malvas.

En la luz teologal de tus dos ojos claros

se surten las luciérnagas, las joyas y los faros.

Rayan la oscuridad del más oscuro mes

las puntas de esmeralda de tus ínclitos pies.

Y tapizas el antro submarino, y la armónica

cuita de los cipreses, y la paleta agónica.

¡Oh, doncella, que guardas los suspiros más graves

del hombre, como guarda un llavero sus llaves:

un relámpago anuncia que el instante se acerca

en que tiñas de ti las aguas de mi alberca,

y a tu paso, fosfórica e inviolable mujer,

mi corazón se abre, pronto a reverdecer!

Y bajo la impostura virginal de la noche

que cobija al amor con un tenue derroche

de luceros, un mito saludable me afianza

y alabo al confesor de la santa Esperanza

y a la doncella verde en la misma alabanza.

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EL RETORNO MALéFICO

A don Ignacio I. Gastélum

Mejor será no regresar al pueblo,

al edén subvertido que se calla

en la mutilación de la metralla.

Hasta los fresnos mancos,

los dignatarios de cúpula oronda,

han de rodar las quejas de la torre

acribillada en los vientos de fronda.

Y la fusilería grabó en la cal

de todas las paredes

de la aldea espectral,

negros y aciagos mapas,

porque en ellos leyese el hijo pródigo

al volver a su umbral

en un anochecer de maleficio,

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149

TRES LIBROS DE POESÍA

a la luz de petróleo de una mecha,

su esperanza desecha.

Cuando la tosca llave enmohecida

tuerza la chirriante cerradura,

en la añeja clausura

del zaguán, los dos púdicos

medallones de yeso,

entornando los párpados narcóticos,

se mirarán y se dirán: “¿Qué es eso?”

Y yo entraré con pies advenedizos

hasta el patio agorero

en que hay un brocal ensimismado,

con un cubo de cuero

goteando su gota categórica

como un estribillo plañidero.

Si el sol inexorable, alegre y tónico,

hace hervir a las fuentes catecúmenas

en que bañábase mi sueño crónico;

si se afana la hormiga;

si en los techos resuena y se fatiga

de los buches de tórtola el reclamo

que entre las telarañas zumba y zumba;

mi sed de amar será como una argolla

empotrada en la losa de una tumba.

Las golondrinas nuevas, renovando

con sus noveles picos alfareros

los nidos tempraneros;

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

bajo el ópalo insigne

de los atardeceres monacales,

el lloro de recientes recentales

por la ubérrima ubre prohibida

de la vaca, rumiante y faraónica,

que al párvulo intimida;

campanario de timbre novedoso;

remozados altares;

el amor amoroso

de las parejas pares;

noviazgos de muchachas

frescas y humildes, como humildes coles,

y que la mano dan por el postigo

a la luz de dramáticos faroles;

alguna señorita

que canta en algún piano

alguna vieja aria;

el gendarme que pita...

... Y una íntima tristeza reaccionaria.

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151

COMO LAS ESFERAS...

Muchachita que eras

brevedad, redondez y color,

como las esferas

que en las rinconeras

de una sala ortodoxa mitigan su esplendor...

Muchachita hemisférica y algo triste

que tus lágrimas púberes me diste,

que en el mes del Rosario

a mis ojos fingías

amapola diciendo avemarías

y que dejabas en mi idilio proletario

y en mi corbata indigente,

cual un aroma dúplice, tu ternura naciente

y tu catolicismo milenario...

En un día de báquicos desenfrenos,

me dicen que preguntas por mí; te evoco

tan pequeña, que puedes bañar tus plenos

Page 152: Tres libros de poesía

152

rAMÓN lÓPEz VELARDE

encantos dentro de un poco

de licor, porque cabe tu estatua pía

en la última copa de la cristalería;

y revives redonda, castiza y breve

como las esferas

que en las rinconeras

del siglo diecinueve

amortiguan su gala

verde o azul o carmesí,

y copian, en la curva que se parece a ti,

el inventario de la muerta sala.

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153

A LAS VÍRGENES

Oh, vírgenes rebeldes y sumisas:

convertidme en el fiel reclinatorio

de vuestros codos y vuestras sonrisas

y en la fragua sangrienta del holgorio

en que quieren quemarse vuestras prisas...

Oh, botones baldíos en el huerto

de una resignación llena de abrojos:

lloráis un bien que, sin nacer, ha muerto,

y a vuestra pura lápida concierto

los fraternales llantos de mis ojos...

¡Hermanas mías, todas,

las que contentas con el limpio daño

de la virginidad, vais en las bodas

celestes, por llevar sobre las finas

y litúrgicas palmas y en el paño

de la eterna Pasión, clavos y espinas;

y vosotras también, las de la hoguera

Page 154: Tres libros de poesía

154

rAMÓN lÓPEz VELARDE

carnal en la vendimia y el chubasco,

en el invierno y en la primavera;

las del nítido viaje de Damasco

y las que en la renuncia llana y lisa

de la tarde, salís a los balcones

a que beban la brisa

los sexos, cual sañudos escorpiones!

¡El tiempo se desboca; el torbellino

os arrastra al fatal despeñadero

de la Muerte; en las sombras adivino

vuestro desnudo encanto volandero;

y os quisieran ceñir mis manos fieles,

por detener vuestra caída oscura

con un lúbrico lazo de claveles

lazado a cada virginal cintura!

¡Vírgenes fraternales: me consumo

en el álgido afán de ser el humo

que se alza en vuestro aceite

a hora y a deshora,

y de encarnar vuestro primer deleite

cuando se filtra la modesta aurora,

por la jactancia de la bugambilia,

en las sábanas de vuestra vigilia!

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EL MENDIGO

Soy el mendigo cósmico y mi inopia es la suma

de todos los voraces ayunos pordioseros;

mi alma y mi carne trémulas imploran a la espuma

del mar y al simulacro azul de los luceros.

El cuervo legendario que nutre al cenobita

vuela por mi Tebaida sin dejarme su pan,

otro cuervo transporta una flor inaudita,

otro lleva en el pico a la mujer de Adán,

y sin verme siquiera, los tres cuervos se van.

Prosigue descubriendo mi pupila famélica

más panes y más lindas mujeres y más rosas

en el bando de cuervos que en la jornada célica

sus picos atavía con las cargas preciosas,

y encima de mi sacro apetito no baja

sino un pétalo, un rizo prófugo, una migaja.

Page 156: Tres libros de poesía

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

Saboreo mi brizna heteróclita, y siente

mi sed la cristalina nostalgia de la fuente,

y la pródiga vida se derrama en el falso

festín y en el suplicio de mi hambre creciente,

como una cornucopia se vuelca en un cadalso.

Page 157: Tres libros de poesía

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FÁBULA DÍSTICA

A Tórtola Valencia

No merecías las loas vulgares

que te han escrito los peninsulares.

Acreedora de prosas cual doblones

y del patricio verso de Lugones.

En el morado foro episcopal

eres el Árbol del bien y del mal.

Piensan las señoritas al mirarte:

con virtud no se va a ninguna parte.

Monseñor, encargado de la Mitra,

apostató con la Danza de Anitra.

Foscos mílites revolucionarios

truecan espada por escapularios,

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

aletargándose en la melodía

de tu imperecedera teogonía.

Tu filarmónico Danubio baña

el colgante jardín de la patraña.

La estolidez enreda sus hablillas

cabe tus pitagóricas rodillas.

En el horror voluble del incienso

se momifica tu rostro suspenso,

mas de la momia empieza a trascender

sanguinolento aviso de mujer.

Y vives la única vida segura:

la de Eva montada en la razón pura.

Tu rotación de ménade aniquila

la zurda ciencia, que cabe en tu axila.

En la honda noche del enigma ingrato

se enciende, como un iris, tu boato.

Te riegas cálida, como los vinos,

sobre los extraviados peregrinos.

La pobre carne, frente a ti, se alza

como brincó de los dedos divinos:

religiosa, frenética y descalza.

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HORMIGAS

A la cálida vida que transcurre canora

con garbo de mujer sin letras ni antifaces,

a la invicta belleza que salva y que enamora,

responde, en la embriaguez de la encantada hora,

un encono de hormigas en mis venas voraces.

Fustigan el desmán del perenne hormigueo

el pozo del silencio y el enjambre del ruido,

la harina rebanada como doble trofeo

en los fértiles bustos, el Infierno en que creo,

el estertor final y el preludio del nido.

Mas luego mis hormigas me negarán su abrazo

y han de huir de mis pobres y trabajados dedos

cual se olvida en la arena un gélido bagazo;

y tu boca, que es cifra de eróticos denuedos,

tu boca, que es mi rúbrica, mi manjar y mi adorno,

tu boca, en que la lengua vibra asomada al mundo

como réproba llama saliéndose de un horno,

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160

rAMÓN lÓPEz VELARDE

en una turbia fecha de cierzo gemebundo

en que ronde la luna porque robarte quiera,

ha de oler a sudario y a hierba machacada,

a droga y a responso, a pábilo y a cera.

Antes de que deserten mis hormigas, Amada,

déjalas caminar camino de tu boca

a que apuren los viáticos del sanguinario fruto

que desde sarracenos oasis me provoca.

Antes de que tus labios mueran, para mi luto,

dámelos en el crítico umbral del cementerio

como perfume y pan y tósigo y cauterio.

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161

LA NIÑA DEL RETRATO

Delinquiría

de leso corazón

si no anegara con mi idolatría,

en lacrimosa ablución,

la imagen de la párvula sombría.

Retrato para quien mi llanto mana

a la una de la mañana,

reflejando en su sal, que va sin brida,

la minúscula frente desmedida...

Cejas, andamio

del alcázar del rostro, en las que ondula

mi tragedia mimosa, sin la bula

para un posible epitalamio...

La niña del retrato

se puso seria, y se veló su frente,

y endureció los dos ojos profundos,

Page 162: Tres libros de poesía

162

rAMÓN lÓPEz VELARDE

como una migajita de otros mundos

que caída en brumoso interinato,

toda la angustia sublunar presiente.

Fiereza desvalida, hecha a mirar

el mar...

Boca en bisel, como un espejo afable

que no hable...

Medias de almo color, para que vaya

por la cernida arena de la playa...

Las deleznables manos,

que cavan pozos enanos,

son carceleras de los océanos...

Linda congoja de la frente linda,

la que inerme y tiránica se brinda

por modelo de copa y de coyunda

y de lira rotunda...

Retrato de iniciales sinfonías:

tus cinco años son cinco bujías

a cuya luz el alma llora;

por eso a ti me abro

como a la honestidad versicolora

de un diminutivo candelabro.

Los invisibles hombros, cual quimera

en que un genio marítimo retoza,

Page 163: Tres libros de poesía

163

TRES LIBROS DE POESÍA

no columbran siquiera

la adoración venidera

que los ha de rozar, como se roza

el codo de una estricta compañera.

Párvula del retrato;

seriedad prematura;

linda congoja de un juego nonato

que enfrente del fotógrafo se apura;

pelo de enigma, como los edenes

enigmáticos desde donde vienes;

víspera bella que cantas

en la Octava de mi más negra hora:

hoy hice un alto por mojar tus plantas

con sangre de mis ojos, y miré

que salías del óvalo de bruma,

como punto final que se incorpora

y como duende de relojería,

a dar en los relojes de mi fe

la campanada de la dicha suma.

Niña, venusto manual:

yo te leía al borde de una estrella,

leyéndote mortífera y vital;

y absorto en el primor de la lectura

pisé el vacío...

Y voy en la centella

de una nihilista locura.

Page 164: Tres libros de poesía

164

IDOLATRÍA

La vida mágica se vive entera

en la mano viril que gesticula

al evocar el seno o la cadera,

como la mano de la Trinidad

teológicamente se atribula

si el Mundo parvo, que en tres dedos toma,

se le escapa cual un globo de goma.

Idolatremos todo padecer,

gozando en la mirífica mujer.

Idolatría

de la expansiva y rútila garganta,

esponjado liceo

en que una curva eterna se suplanta

y en que se instruye el ruiseñor de Alfeo.

Idolatría

de los dos pies lunares y solares

Page 165: Tres libros de poesía

165

TRES LIBROS DE POESÍA

que lunáticos fingen el creciente

en la mezquita azul de los Omares,

y cuando van de oro son un baño

para la Tierra, y son preclaramente

los dos solsticios de un único año.

Idolatría

de la grácil rodilla que soporta,

a través de los siglos de los siglos,

nuestra cabeza en la jornada corta.

Idolatría

de las arcas, que son

y fueron y serán horcas caudinas

bajo las cuales rinde el corazón

su diadema de idólatras espinas.

Idolatría

de los bustos eróticos y místicos

y los netos perfiles cabalísticos.

Idolatría

de la bizarra y música cintura,

guirnalda que en abril se transfigura,

que sirve de medida

a los más filarmónicos afanes,

y que asedian los raucos gavilanes

de nuestra juventud embravecida.

Idolatría

del peso femenino, cesta ufana

Page 166: Tres libros de poesía

166

rAMÓN lÓPEz VELARDE

que levantamos entre los rosales

por encima de la primera cana,

en la columna de nuestros felices

brazos sacramentales.

Que siempre nuestra noche y nuestro día

clamen: ¡Idolatría! ¡Idolatría!

Page 167: Tres libros de poesía

167

LA LÁGRIMA

Encima

de la azucena esquinada

que orna la cadavérica almohada;

encima

del soltero dolor empedernido

de yacer como imberbe congregante

mientras los gatos erizan el ruido

y forjan una patria espeluznante;

encima

del apetito nunca satisfecho,

de la cal

que demacró las conciencias livianas,

y del desencanto profesional

con que saltan del lecho

las cortesanas;

Page 168: Tres libros de poesía

168

rAMÓN lÓPEz VELARDE

encima

de la ingenuidad casamentera

y del descalabro que nada espera;

encima

de la huesa y del nido,

la lágrima salobre que he bebido.

Lágrima de infinito

que eternizaste el amoroso rito;

lágrima en cuyos mares

goza mi áncora su náufrago baño

y esquilmo los vellones singulares

de un compungido rebaño;

lágrima en cuya gloria se refracta

el iris fiel de mi pasión exacta;

lágrima en que navegan sin pendones

los mástiles de las consternaciones;

lágrima con que quiso

mi gratitud, salar el Paraíso;

lágrima mía, en ti me encerraría,

debajo de un deleite sepulcral,

como un vigía

en su salobre y mórbido fanal.

Page 169: Tres libros de poesía

169

ÁNIMA ADORATRIz

Mi virtud de sentir se acoge a la divisa

del barómetro lúbrico, que en su enagua violeta

los volubles matices de los climas sujeta

con una probidad instantánea y precisa.

Mi única virtud es sentirme desollado

en el templo y la calle, en la alcoba y el prado.

Orean mi bautismo, en alma y carne vivas,

las ráfagas eternas entre las fugitivas.

Todo me pide sangre: la mujer y la estrella,

la congoja del trueno, la vejez con su báculo,

el grifo que vomita su hidráulica querella,

y la lámpara, parpadeo del tabernáculo.

Todo lo que a mis ojos es limpio y es agudo

bebe de mis droláticas arterias el saludo.

Page 170: Tres libros de poesía

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

Mi ángel guardián y mi demonio estrafalario,

desgranando granadas fieles, siguen mi pista

en las vicisitudes de la bermeja lista

que marca, en tierra firme y en mar, mi itinerario.

Como aquel que fue herido en la noche agorera

y denunció su paso goteando la acera,

yo puedo desandar mi camino rubí,

hasta el minuto y hasta la casa en que nací

místicamente armado contra la laica era.

Dejo, sin testamento, su gota a cada clavo

teñido con la savia de mi ritual madera;

no recojo mi sangre, ni siquiera la lavo.

Espiritual al prójimo, mi corazón se inmola

para hacer un empréstito sin usuras aciagas

a la clorosis virgen y azul de los Gonzagas

y a la cárdena quiebra del Marqués de Priola.

¿En qué comulgatorio secreto hay que llorar?

¿Qué brújula se imanta de mi sino? ¿Qué par

de trenzas destronadas se me ofrecen por hijas?

¿Qué lecho esquimal pide tibieza en su tramonto?

Ánima adoratriz: a la hora que elijas

para ensalzar tus fieles granadas, estoy pronto.

Mas será con el cálculo de una amena medida:

que se acaben a un tiempo el arrobo y la vida

Page 171: Tres libros de poesía

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TRES LIBROS DE POESÍA

y que del vino fausto no quedando en la mesa

ni la hez de una hez, se derrumbe en la huesa

el burlesco legado de una estéril pavesa.

Page 172: Tres libros de poesía

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A LAS PROVINCIANAS MÁRTIRES

Me enluto por ti, Mireya,

y te rezo esta epopeya.

Mis entrañables provincianas mías:

no sospeché alabar vuestro suicidio

en las facinerosas tropelías.

Antes que sucumbir al bandolero

se amortizaron las sonoras alas

que aleteaban en el fiel alero.

Cúspide del teatro pueblerino:

en un martirologio de palomas

tú las viste volar a su destino.

El novio llorará a su mártir perla,

y que luego lo mate la nostalgia

de no haber acertado a defenderla.

Page 173: Tres libros de poesía

173

TRES LIBROS DE POESÍA

La amó porque tejía, y por su traza

de ángel custodio, cual la amó el gatito

juguetón con la bola de su hilaza.

¡Pobre novio aldeano! ¡Ya no teje

su perla, ya no lee el Oficio Parvo!

¡El cabriolé del novio va sin eje!

Me enluto por ti, Mireya,

y te rezo esta epopeya.

Honorable pajar de la cosecha

honorable: tu incendio es la basílica

en que se ahoga la virgen deshecha.

¡Morir al fuego, si olían tan bien

y tenían un alma como el plúmbago

y un guardarropa como un almacén!

Gemirán las cocinas en que antes

las Mireyas criollas fueron una

bandeja de pozuelos humeantes.

Gime también esta epopeya, escrita

a golpes de inocencia, cuando Herodes

a un niño de mi pueblo decapita.

Santas de los terruños, cuerpos caros

y gratas almas: ved que me he hecho añicos

y azul celeste, y luz, para rezaros.

Page 174: Tres libros de poesía

174

rAMÓN lÓPEz VELARDE

Me enluto por ti, Mireya,

y te rezo esta epopeya.

Page 175: Tres libros de poesía

175

LA úLTIMA ODALISCA

Mi carne pesa, y se intimida

porque su peso fabuloso

es la cadena estremecida

de los cuerpos universales

que se han unido con mi vida.

Ámbar, canela, harina y nube

que en mi carne al tejer sus mimos,

se eslabonan con el efluvio

que ata los náufragos racimos

sobre las crestas del Diluvio.

Mi alma pesa, y se acongoja

porque su peso es el arcano

sinsabor de haber conocido

la Cruz y la floresta roja

y el cuchillo del cirujano.

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176

rAMÓN lÓPEz VELARDE

Y aunque todo mi ser gravita

cual un orbe vaciado en plomo

que en la sombra paró su rueda,

estoy colgado en la infinita

agilidad del éter, como

de un hilo escuálido de seda.

Gozo... Padezco... Y mi balanza

vuela rauda con el beleño

de las esencias del rosal:

soy un harem y un hospital

colgados juntos de un ensueño.

Voluptuosa Melancolía:

en tu talle mórbido enrosca

el Placer su caligrafía

y la Muerte su garabato,

y en un clima de ala de mosca

la Lujuria toca a rebato.

Mas luego las samaritanas,

que para mí estuvieron prestas

y por mí dejaron sus fiestas,

se irán de largo al ver mis canas,

y en su alborozo, rumbo a Sión,

buscarán el torrente endrino

de los cabellos de Absalón.

¡Lumbre divina, en cuyas lenguas

cada mañana me despierto:

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177

TRES LIBROS DE POESÍA

un día, al entreabrir los ojos,

antes que muera estaré muerto!

Cuando la última odalisca,

ya descastado mi vergel,

se fugue en pos de nueva miel,

¿qué salmodia del pecho mío

será digna de suspirar

a través del harem vacío?

Si las victorias opulentas

se han de volver impedimentas,

si la eficaz y viva rosa

queda superflua y estorbosa,

¡oh, Tierra ingrata, poseída

a toda hora de la vida:

en esa fecha de ese mal,

hazme humilde como un pelele

a cuya mecánica duele

ser solamente un hospital!

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EL CANDIL

A Alejandro Quijano

En la cúspide radiante

que el metal de mi persona

dilucida y perfecciona,

y en que una mano celeste

y otra de tierra me fincan

sobre la sien la corona;

en la orgía matinal

en que me ahogo en azul

y soy como un esmeril

y central y esencial como el rosal;

en la gloria en que melifluo

soy activamente casto

porque lo vivo y lo inánime

se me ofrece gozoso como pasto;

en esta mística gula

en que mi nombre de pila

es una candente cábala

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TRES LIBROS DE POESÍA

que todo lo engrandece y lo aniquila;

he descubierto mi símbolo

en el candil en forma de bajel

que cuelga de las cúpulas criollas

su cristal sabio y su plegaria fiel.

¡Oh, candil, oh, bajel, frente al altar

cumplimos, en dúo recóndito,

un solo mandamiento: venerar!

Embarcación que iluminas

a las piscinas divinas:

en tu irisada presencia

mi humanidad se esponja y se anaranja,

porque en la muda eminencia

están anclados contigo

el vuelo de mis gaviotas

y el humo sollozante de mis flotas.

¡Oh, candil, oh, bajel: Dios ve tu pulso

y sabe que te anonadas

en las cúpulas sagradas

no por decrépito ni por insulso!

Tu alta oración animas

con el genio de los climas.

Tú conoces el espanto

de las islas de leprosos,

el domicilio polar

de los donjuanescos osos,

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

la magnética bahía

de los deliquios venéreos,

las garzas ecuatoriales

cual escrúpulos aéreos,

y por ello ante el Señor

paralizas tu experiencia

como el olor que da tu mejor flor.

Paralelo a tu quimera,

cristalizo sin sofismas

las brasas de mi ígnea primavera,

enarbolo mi júbilo y mi mal

y suspendo mis llagas como prismas.

Candil, que vas como yo

enfermo de lo absoluto,

y enfilas la experta proa

a un dorado archipiélago sin luto;

candil, hermético esquife:

mis sueños recalcitrantes

enmudecen cual un cero

en tu cristal marinero,

inmóviles, excelsos y adorantes.

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TODO...

A José D. Frías

Sonámbula y picante,

mi voz es la gemela

de la canela.

Canela ultramontana

e islamita;

por ella mi experiencia

sigue de señorita.

Criado con ella,

mi alma tomó la forma

de su botella.

Si digo carne o espíritu,

paréceme que el diablo

se ríe del vocablo;

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

mas nunca vaciló

mi fe si dije “yo”.

Yo, varón integral,

nutrido en el panal

de Mahoma

y en el que cuida Roma

en la Mesa Central.

Uno es mi fruto:

vivir en el cogollo

de cada minuto.

Que el milagro se haga,

dejándome aureola

o trayéndome llaga.

No porto insignias

de masón

ni de Caballero

de Colón.

A pesar del moralista

que la asedia

y sobre la comedia

que la traiciona,

es santa mi persona,

santa en el fuego lento

con que dora el altar

y en el remordimiento

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183

TRES LIBROS DE POESÍA

del día que se me fue

sin oficiar.

En mis andanzas callejeras

del jeroglífico nocturno,

cuando cada muchacha

entorna sus maderas,

me deja atribulado

su enigma de no ser

ni carne ni pescado.

Aunque toca al poeta

roerse los codos,

vivo la formidable

vida de todas y de todos;

en mí late un pontífice

que todo lo posee

y todo lo bendice;

la dolorosa Naturaleza

sus tres reinos ampara

debajo de mi tiara;

y mi papal instinto

se conmueve

con la ignorancia de la nieve

y la sabiduría del jacinto.

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JEREzANAS...

A María Enriqueta

Jerezanas, paisanas,

institutrices de mi corazón,

buenas mujeres y buenas cristianas...

Os retrató la señora que dijo:

“Cuando busque mi hijo

a su media naranja,

lo mandaré vendado hasta Jerez”.

Porque jugando a la gallina ciega

con vosotras, el jugador

atrapa un alma linda y una púdica tez.

Jerezanas,

os debo mis virtudes católicas y humanas,

porque en el otro siglo, en vuestro hogar,

en los ceremoniosos estrados me eduqué,

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185

TRES LIBROS DE POESÍA

velándome de amor, como las frentes

se velaban debajo del tupé.

Acababan de irse

el polisón y la crinolina,

pero alcancé las caudalosas colas

que alargan el imán del ave femenina

de las cinturas hasta las consolas.

Así se reveló, por las colas profusas,

mi cordial abundancia,

y también por los moños enormes que en mi infancia

trocaban a las plantas bizantinas

en rondel de palomas capuchinas.

Jerezanas,

genio y figura

del tiempo en que los ávidos pimpollos

teníamos, de pie,

la misma clementísima estatura

que tenía, sentada, nuestra Fe.

Jerezanas,

traslúcidas y beatas dentaduras

en que se filtra el sol, creando en cada boca

las atmósferas claroscuras

en que el Cielo y la Tierra se dan cita

y en que es visitada Bernardita.

Jerezanas,

de quienes aprendí a ser generoso,

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

mirando que la mano anacoreta

era la propia que en la feria anual

aplaudía en el coso

y apostaba columnas de metal

en el escándalo de la ruleta.

Jerezanas,

grito y mueca de azoro

a las tres de la tarde, por el humor del toro

que en la sala se cuela bobeando, y está

como un inofensivo calavera

ante la señorita tumbada en el sofá.

Jerezanas,

panes benditos,

por vosotras, el Miércoles de Ceniza, simula

el pueblo una gran frente llena de Jesusitos.

Jerezanas,

abísmase mi ser

en las aguas de la misericordia

al evocar la máquina de coser

que al impulso de vuestra zapatilla,

sobre mi vocación y vuestros linos

enhebraba una bastilla.

Dios quiera que esté salvada

la máquina de acústicos galopes,

por la cual fue mi ayer melódica jornada

y un sobresalto mi vida

ante los pulcros dedos hacendosos

resbalando a la aguja empedernida.

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TRES LIBROS DE POESÍA

Jerezanas:

he visto el menoscabo

de los bucles que alabo,

de los undosos bucles

que enjugaron sin mofa mis pucheros,

de los bucles rielantes,

cabrilleo lunar, blanco de la llovizna

y trono de los lápices caseros;

he visto revolar la última brizna

de vuestras gracias proverbiales;

he visto deformada vuestra hermosura

por todas las dolencias y por todos los males;

he visto el manicomio en que murmura

vuestra cabeza rota sus delirios;

he visto que os ganáis

el pan con las agujas a la luz del quinqué;

he sido el centinela de vuestros cuatro cirios;

pero ninguna chanza del presente

logra desprestigiaros, porque sois el tupé,

los moños capuchinos y la gruta de Lourdes

de la boca indulgente.

*

Jerezanas,

colibríes de tápalo y quitasol,

que vagabundas en la gloria matutina

paraban junto a mis rejas,

por espiar la joyante canción de mi madrina

rememorando a Serafín Bemol:

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

“Si soy la causa de lo que escucho,

amigo mío, lo siento mucho...”

Jerezanas,

a cuyos rostros que nimbaba el denso

vapor estimulante de la sopa,

el comensal airado y desairado

disparaba el suspiro a quemarropa.

Jerezanas,

que al cumplir con la ley

de la anual comunión, miráis a la primera

golondrina de marzo en la Casa del Rey

de los Reyes; la párvula golondrina que entró

a enseñaros su pecho de mamey.

Jerezanas,

cuyo heroico destino

desemboca en la iglesia y lucha con el vino,

vistiendo santos

o desvistiendo ebrios, con la misma

caridad de los cantos

que os hinchan las arterias en el cuello.

Jerezanas,

briosas cual el galope que me llenó de espantos

al veros devorar la llanura y el río

sobre el raudo señorío

del albardón de las abuelas;

erguidas como la araucaria,

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TRES LIBROS DE POESÍA

y débiles como el futuro

de un huevecillo de canaria.

Jerezanas:

cuando el sol vespertino amorate

vuestros vidrios, y os heléis

en el diario silencio del inútil combate,

tomad las fechas de mi vida

como hilas del pañuelo de un hermano

para curar vuestra herida

según la vieja usanza,

y para abrigar el nido

del pájaro consentido.

Jerezanas:

yo aspiro a ser el casto reyezuelo

de los días en que os sentís

probadas por el Cielo.

Marchitas, locas o muertas,

sois las ondas del manantial

que ondula arriba de lo temporal,

y en el eterno friso de mi alma

cada paisana mía se eslabona

como la letra de la Virgen:

encima de una nube y con una corona.

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TE HONRO EN EL ESPANTO...

Ya que tu voz, como un muelle vapor, me baña,

y mis ojos, tributos a la eterna guadaña,

por ti osan mirar de frente el ataúd;

ya que tu abrigo rojo me otorga una delicia

que es mitad friolenta, mitad cardenalicia,

antes que en la veleta llore el póstumo alud;

ya que por ti ha lanzado a la Muerte su reto

la cerviz animosa del ardido esqueleto

predestinado al hierro del fúnebre dogal;

te honro en el espanto de una perdida alcoba

de nigromante, en que tu yerta faz se arroba

sobre una tibia, como sobre un cabezal;

y porque eres, Amada, la armoniosa elegida

de mi sangre, sintiendo que la convulsa vida

es un puente de abismo en que vamos tú y yo,

mis besos te recorren en devotas hileras

encima de un sacrílego manto de calaveras,

como sobre una erótica ficha de dominó.

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DISCO DE NEWTON

Omnicromía de la tarde amena...

El alma, a la sordina,

y la luz, peregrina,

y la ventura, plena,

y la Vida, un hada

que por amar está desencajada.

Firmamento plomizo.

En el ocaso, un rizo

de azafrán.

Un ángel que derrama su tintero.

La brisa, cual refrán

lastimero.

En el áureo deliquio del collado,

hálito verde, cual respiración

de dragón.

Y el valle fascinado

impulsa al ósculo a que se remonte

por los tragaluces del horizonte.

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

Tiempo confidencial,

como el dedal

de las desahuciadas bordadoras

que enredan su monólogo fatal

en el ovillo de las huecas horas.

Confidencia que fuiste

en la mano de ayer

veta de rosicler,

un alpiste

y un perfume de Orsay.

Tarde, como un ensayo

de dicha, entre los pétalos de mayo;

tarde, disco de Newton, en que era

omnícroma la primavera

y la Vida un hada

en un pasivo amor desencajada...

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HUMILDEMENTE...

A mi madre y a mis hermanas

Cuando me sobrevenga

el cansancio del fin,

me iré, como la grulla

del refrán, a mi pueblo,

a arrodillarme entre

las rosas de la plaza,

los aros de los niños

y los flecos de seda de los tápalos.

A arrodillarme en medio

de una banqueta herbosa,

cuando sacramentando

al reloj de la torre,

de redondel de luto

y manecillas de oro,

al hombre y a la bestia,

al azahar que embriaga

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

y a los rayos del sol,

aparece en su estufa el Divinísimo.

Abrazado a la luz

de la tarde que borda,

como al hilo de una

apostólica araña,

he de decir mi prez

humillada y humilde,

más que las herraduras

de las mansas acémilas

que conducen al Santo Sacramento.

“Te conozco, Señor,

aunque viajas de incógnito,

y a tu paso de aromas

me quedo sordomudo,

paralítico y ciego,

por gozar tu balsámica presencia.

”Tu carroza sonora

apaga repentina

el breve movimiento,

cual si fuesen las calles

una juguetería

que se quedó sin cuerda.

”Mi prima, con la aguja

en alto, tras sus vidrios,

está inmóvil con un gesto de estatua.

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TRES LIBROS DE POESÍA

”El cartero aldeano

que trae nuevas del mundo

se ha hincado en su valija.

”El húmedo corpiño

de Genoveva, puesto

a secar, ya no baila

arriba del tejado.

”La gallina y sus pollos

pintados de granizo

interrumpen su fábula.

”La frente de don Blas

petrificose junto

a la hinchada baldosa

que agrietan las raíces de los fresnos.

”Las naranjas cesaron

de crecer, y yo apenas

si palpito a tus ojos

para poder vivir este minuto.

”Señor, mi temerario

corazón que buscaba

arrogantes quimeras,

se anonada y te grita

que yo soy tu juguete agradecido.

”Porque me acompasaste

en el pecho un imán

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

de figura de trébol

y apasionada tinta de amapola.

”Pero ese mismo imán

es humilde y oculto,

como el peine imantado

con que las señoritas

levantan alfileres

y electrizan su pelo en la penumbra.

”Señor, este juguete

de corazón de imán,

te ama y te confiesa

con el íntimo ardor

de la raíz que empuja

y agrieta las baldosas seculares.

”Todo está de rodillas

y en el polvo las frentes;

mi vida es la amapola

pasional, y su tallo

doblégase efusivo

para morir debajo de tus ruedas.”

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El son del corazón

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MIS ENCUENTROS CON EL BUEN RAMÓN

I

1917.— Sonora. El general Manzo me invita a visitarlo en La Misa. No llego sino hasta Ortiz. Sin vehículo para proseguir el viaje, en la Estación Ortiz vivo tres días. Son veinte los habitantes de la Estación. No se puede charlar ni con cuatro. Me voy a la playa árida de un arroyo seco. Tengo un libro salvador: ¡La sangre devota! Lo leo cinco, ocho, once veces...

Desde entonces me son familiares Fuensanta, la tierra colorada de zacatecas, el campanero hermano y las ilustraciones prófugas de las cajas de pasas.

II

1917.— En México. Con un amigo —el cabezón Nájera— voy al tea-tro. Trabaja Consuelo Mayendía. Distingo desde la fila undécima a un caballero, vestido de negro, que está en la segunda. Digo al cabezón:

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

—Te aseguro que aquél es el poeta Ramón López Velarde.Lo abordamos a la salida. Se comprueba:—¿Es usted Ramón López Velarde?—Sí, señor. Mucho gusto...Somos amigos.

III

Nos encontramos frecuentemente en el restorán, en la calle, en el bar. Trabaja él en la Secretaría de Gobernación con Aguirre Ber-langa. Es abogado y lo disimula muy bien.

Por las noches, desde su oficina a oscuras, conversa por teléfo-no con misteriosa dama. ¿Sería aquella “alta como una buena in-tención”?

IV

1921.— Muere. Esa mañana, al leer la noticia, voy a Chapultepec. Acompaño al general Obregón —Presidente de la República— en su paseo matinal por el bosque.

—Ha muerto un gran poeta —le digo. Y le cuento de Ramón y le recito sus versos, que impresionan al poeta que existía en Obregón.

Al mediodía, en la universidad, Vasconcelos llega alborozado:—¡Qué gran Presidente tenemos! —dice—. Acabo de hablarle de

López Velarde y me recitó sus versos.—Hágale suntuoso entierro, por cuenta del gobierno —había or-

denado el invencible Manco.

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TRES LIBROS DE POESÍA

Ante la alegría del rector, yo sólo recordé las poesías lópezvelar-descas que acababa de recitar y la formidable memoria del general Obregón.

V

En la Cámara de Diputados.—Voy a proponer que se enlute la tribuna durante tres días por

la muerte de Ramón.Tal digo a Jesús B. González. Encantado Jesús B., me ofrece co-

laborar en la redacción de la iniciativa. De él y mía son las prime-ras firmas.

A sostener la proposición sube a la tribuna otro gran amigo nuestro y del bardo zacatecano: el doctor Pedro de Alba.

VI

Lo enterramos en el Panteón Francés. Discursos. Muchos orado-res. Y versos. Bellos versos...

Yo envío una corona, con un listón blanco. En él pongo esta inscripción a letras negras: “Fuensanta...” y son exactamente cinco los puntos suspensivos, que quieren decir: ruega a Dios por él.

VII

A zacatecas. Vamos en caravana lírica hasta veinte hombres de le-tras o cosa parecida. El gobernador de aquel Estado —Rodarte— hace justicia a López Velarde, grabando su nombre en un crestón

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

de la Bufa y poniéndolo también en Jerez, en la casa en que nació Ramón.

Rafael López preside la caravana lírica y es prominente anima-dor del grupo el melenudo dibujante García Cabral.

Cuando estamos en lo alto de la Bufa, un tren llega a zacatecas, culebreando por los lomeríos. Todos sentimos la justeza del verso del extraño poeta jerezano:

El tren va por la vía,

como aguinaldo de juguetería.

VIII

¿Mi último encuentro con López Velarde?Este libro.

Quinta Niní. Cuernavaca, julio de 1932.

Djed Bórquez

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RAMÓN LÓPEz VELARDE

Una música vaga, desentonada y en sordina que alcanza a los oídos a través de un paisaje quieto, pero rico de olores y colores; una zurda orquesta que descompasa la obra de un genio, como aquella chirimía de indígenas que encontré una tarde magnífica de Tabor y de amor, acompañando a un cadáver al cementerio, y moviéndo-se en los surcos morenos, al ritmo antitético y apenas reconocible de la Marcha fúnebre de Chopin; algo del encanto equívoco de estas evocaciones producen los versos de Ramón López Velarde.

La musicalidad es lo primero que en ellos sorprende... antes de entenderlos. Es una suave brisa que acaricia o que hace daño va-gamente; es un suspiro apasionado o burlón; sentimos estupor ante las asociaciones de sustantivos poéticos y de adjetivos toma-dos a una tecnología bárbara, adjetivos que a veces huelen a yodo-formo; una confusión de lampos, de grisallas, de silencios inexpli-cables que mantienen hipnotizado al ensueño, pero que, al principio, la razón no acepta. Arte ingenuo y decepcionado que se expresa en una monotonía de canto llano, roto, sin embargo, por la acentuación rara del ritmo irregular. Manso ritmo ordinario, con olores a incienso y a manzana, a ropa almidonada y a guayabate

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

monjil. Aun sin prestar atención a lo que expresa, su cadencia nos trae ya un dejo provinciano persistente.

Y en verdad, el poeta es sólo un provinciano, un zagal que esta-ba destinado a tañer su bucólica zampoña en la paz pueblerina, y que, por ironía de la suerte, ha venido a amargar su alma y a com-plicar su canto en la gran sirte de esta capital. Era, antes de su éxodo, un primitivo, un pequeño, atónito ante la vida y que la co-piaba con la candidez de los precursores en el arte de la pintura.

Su temperamento lo asimilaba a los primitivos alemanes: en él la inelegancia de las formas y lo sumario de la factura estaba com-pensado ampliamente por sus dotes de invención y de movimien-to, por el sentido agudo del valor expresivo del detalle, por la gra-vedad del pensamiento y del sentimiento. Tenía su manera el agrado de una rosa silvestre en una tabla de alfalfa florecida; su conciencia escuchaba el mensaje de la poesía, con el aire tímido y sobrecogido con que Dante Gabriel Rossetti pinta a María al reci-bir la Anunciación. Hubiera podido ser cormano del monje Gual-terio de Coincy, que escribía sus fábulas piadosas en una celda con vista a un huerto cerrado. él y su escuela dirigían su arte ingenuo a probar la debilidad humana: el hombre es una criatura muy infe-liz y muy impotente, incapaz de todo si Dios no lo asiste y no sos-tiene su voluntad vacilante.

Allá, en su pueblo natal, acólito e inocente, absorbió la paz de la vida eclesiástica y casera sin incidentes; su sueño se envolvía en un rebozo de seda; veía con ojos amigos la plaza provinciana de las dominicas; placíanle los talles y las nucas campesinas de sus conte-rráneas, las penumbras frescas de su parroquia colonial; las nade-rías que conmovían al pueblo. Garzón, tuvo que prender los vue-los de su imaginación a las cosas nimias, y sus amores candeales fueron a su prima Águeda, a Fuensanta, la primera novia, a quien

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TRES LIBROS DE POESÍA

rendía dulía diciéndole las jaculatorias con que venerara a la Vir-gen de su parroquia.

Entonces era su poesía puramente objetiva, bien que ya presa-giara clausura en el microcosmos.

Poco a poco descubriera su propio mundo enigmático y diverso. De objetivo se tornó subjetivo y, por ende, más lírico, y pronto, de lo exterior usó únicamente como símbolo. Siguió empleando las mismas imágenes familiares y dilectas, los mismos temas provin-cianos; pero entrañó en ellos un significado: el viejo pozo verdino-so y taciturno que, en medio a la casona, copia el primer lucero de la noche, fue su maestro.

Como su alma naciera sensible y dependiente, el misticismo la envolvió maternal en sus plumones; genuflecto se halla ante el misterio, y se promete que, a la hora del cansancio final, los callos de sus rodillas le han de ser viático.

La civilización, el poco de civilización que encierra la Ciudad de los Palacios, ha instilado al poeta un veneno más letal que los de Medea. Al correr por sus venas lo ha metamorfoseado, en cierto modo, hasta el punto de que, a veces, se duda cuál es su verdadera fisonomía espiritual.

Esa estatura de San Cristóbal rústico, los músculos que se acu-san bajo las ropas un tanto desgarbadas, tales atrevimientos en sus versos modernos —ásperos y túrgidos como el deseo de un egi-pán—, su voluntario hermetismo, lo harían digno de ser incluido por Verlaine en su galería de poetas malditos. Recuerda a Rim-baud hasta por aquella “su cara de ángel en destierro”. Esa faz suele ser pacata; pero bien observada es ambigua, por cierto movi-miento hacia atrás de la cabeza; por una ceja en rasgo de eñe que sombrea a un ojo sarcástico y sutil; por la boca sensual de sonrisa infantil. Su franca risa suena en ocasiones más irónica que todos los relinchos de los houyhunhums de Swift.

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

¿Será un sacristán erótico? ¿Oirá algunas veces las misas negras de Gilles de Rais? A mí me parece que hasta su tercer pecado capi-tal es ingenuo y que iría, a lo más, a las cristianas celebraciones que, en el siglo de Elagábal, impulsaban a los fieles a entregarse mutuamente a la hora del Perdón, en una basílica incipiente y ante un Krestus colosal clavado en una Tau, que simbolizaba el princi-pio de la vida, por derivación del oriental culto del sol.

Es, en suma, un neorromántico, un descendiente de René y de Obermman. Ellos experimentaron todas las ansias y todas las in-quietudes; quisieron cubrir a la creación en un gigantesco abrazo, y, al verse muy pequeños para darlo, se rebelaron.

El romántico de hoy siente lo mismo, mas no llega hasta la rebe-lión. ¿Es una fuerza o una lacra?

López Velarde es romántico aun por el hecho de que todavía tiembla ante la mujer. (¡Líbranos, Señor, de la Jactancia!) Su dra-ma, él lo dice, es a la vez sentimental y cómico, y por sus versos pasan amores otoñales, deslumbrantes enlutadas en día nefasto, mujeres cuyos nombres tienen desinencia en diminutivo, doncelle-ces que se prolongan como vacuas intrigas de ajedrez...

ésa es su obsesión, aun cuando lo liberen, a ratos, las remem-branzas de sus frescas provincianas, las propicias pasajeras de los días lluviosos, los giros hieráticos de Tórtola Valencia o el taconeo de estrofa de Antonia Mercé.

Por sobre esa teoría, remonta, sin embargo, un sueño: el de la mujer que sea barro para su barro y azul para su cielo. Dejemos que la alabe... antes de que se convenza.

Se hace minúsculo conscientemente (“ser una casta pequeñez”), y dilucida su drama interior con un gesto resignado y lento. Lo decora con todo lo nimio, con todo lo insignificante, y logra, así, renovar el bagaje lírico con que se expresan los sentimientos... aun el amor.

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TRES LIBROS DE POESÍA

Ni en ritmo ni en ideas tiene miedo a la séptima inarmónica y obtiene con ella efectos prodigiosos, disonancias que dan a su ver-so un encanto único, ironía miserable e íntima.

¿Cómo logra fijar algunos aspectos de la belleza que pasa sus-pensa en la fluidez de su vida? Desde su rincón, su alma, que tiene por única virtud el sentirse desollada, atisba; le interesa todo lo que no tiene fin preciso, los despilfarros de fuerza y de pasión, lo fútil, lo que nadie mira, lo sencillo y suave, la debilidad, el pecado, la tristeza. Y todo eso lo traspone en imágenes, en imágenes puras.

La idea es dinámica y la imagen estática. El poeta quiere dete-ner, con un gesto de amante en desespero, el instante fugaz y así lo clava como una mariposa en un cartón de entomologista, con el agudo alfiler de su propia inquietud. Quiere que su creación sea un resumen de su conciencia total del momento, y obstinadamen-te anota todas sus coincidencias.

Todos los artistas que crean según la estética de la intuición, hacen otro tanto: asocian sus estados emotivos a todas las circuns-tancias materiales exteriores, a las más nimias, que serán las más personales; pero éste, que es un máximo ensimismado, prende sus estados interiores uno al otro, los describe ambiguamente y resul-ta, a las veces, ininteligible para los profanos. Y es que se necesita una profunda consonancia para intuir todos los estratos de la con-ciencia de otro espíritu y adivinar así las alusiones a ellos.

De su gramática no hay que hablar, porque ya Rafael López le auguró excomunión mayor.

Mas sí cabe hablar, al paso, de su filosofía, aunque haya en el mundo más cosas de las que puedan soñarse en ella. Es desencan-tada y amarga. El poeta ha dicho valientemente que asistirá con sonrisa depravada a las ineptitudes de la inepta cultura; que toda la ciencia, la zurda ciencia, cabe en la axila de una danzarina, y que la norma de la vida es Eva montada en la razón pura.

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208

rAMÓN lÓPEz VELARDE

¡Que en honor de estas afirmaciones, por los milenarios, des-calzas y purificadas las juventudes vayan en peregrinación a su sepulcro, que ha de estar ornado de una imagen bifronte; por un lado un Salicio plorante; por el otro un pecador que tendrá en la mano un candil en forma de nave!

Genaro Fernández Mac Gregor

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EL SON DEL CORAzÓN

Una música íntima no cesa,

porque transida en un abrazo de oro

la Caridad con el Amor se besa.

¿Oyes el diapasón del corazón?

Oye en su nota múltiple el estrépito

de los que fueron y de los que son.

Mis hermanos de todas las centurias

reconocen en mí su pausa igual,

sus mismas quejas y sus propias furias.

Soy la fronda parlante en que se mece

el pecho germinal del bardo druida

con la selva por diosa y por querida.

Soy la alberca lumínica en que nada,

como perla debajo de una lente,

debajo de las linfas, Scherezada.

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210

rAMÓN lÓPEz VELARDE

Y soy el suspirante cristianismo

al hojear las bienaventuranzas

de la virgen que fue mi catecismo.

Y la nueva delicia, que acomoda

sus hipnotismos de color de tango

al figurín y al precio de la moda.

La redondez de la Creación atrueno

cortejando a las hembras y a las cosas

con el clamor pagano y nazareno.

¡Oh, Psiquis, oh, mi alma: suena a son

moderno, a son de selva, a son de orgía

y a son mariano, el son del corazón!

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211

EL ANCLA

Antes de echar el ancla en el tesoro

del amor postrimero, yo quisiera

correr el mundo en fiebre de carrera,

con juventud, y una pepita de oro

en los rincones de mi faltriquera.

Abrazar a una culebra del Nilo

que de Cleopatra se envuelve en la clámide,

y oír el soliloquio intranquilo

de la Virgen María en la Pirámide.

Para desembarcar en mi país,

hacerme niño, y trazar con mi gis,

en la pizarra del colegio anciano,

un rostro de perfil guadalupano.

Besar al Indostán y a la Oceanía,

a las fieras rayadas y rodadas,

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212

rAMÓN lÓPEz VELARDE

y echar el ancla a una paisana mía

de oreja breve y grandes arracadas.

Y decir al Amor: “De mis pecados,

los más negros están enamorados;

un miserere se alza en mis cartujas

y va hacia ti con pasos de bebé,

como el cándido islote de burbujas

navega por la taza de café.

Porque mis cinco sentidos vehementes

penetraron los cinco Continentes,

bien puedo, Amor final, poner la mano

sobre tu corazón guadalupano...”

Page 213: Tres libros de poesía

213

TREINTA Y TRES

La edad del Cristo azul se me acongoja

porque Mahoma me sigue tiñendo

verde el espíritu y la carne roja,

y los talla, al beduino y a la hurí,

como una esmeralda en un rubí.

Yo querría gustar del caldo de habas,

mas en la infinidad de mi deseo

se suspenden las sílfides que veo,

como en la conservera las guayabas.

La piedra pómez fuera mi amuleto,

pero mi humilde Sino se contrista

porque mi boca se instala en secreto

en la feminidad del esqueleto

con un escrúpulo de diamantista.

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214

rAMÓN lÓPEz VELARDE

Afluye la parábola y flamea

y gasto mis talentos en la lucha

de la Arabia Feliz con Galilea.

Me asfixia, en una dualidad funesta,

Ligia, la mártir de pestaña enhiesta,

y de zoraida la grupa bisiesta.

Plenitud de cerebro y corazón;

oro en los dedos y en las sienes rosas;

y el Profeta de cabras se perfila

más fuerte que los dioses y las diosas.

¡Oh, plenitud cordial y reflexiva:

regateas con Cristo las mercedes

de fruto y flor, y ni siquiera puedes

tu cadáver colgar de la impoluta

atmósfera imantada de una gruta!

Page 215: Tres libros de poesía

215

ANNA PAVLOWA

Piernas

eternas,

que decís

de Luisa La Vallière

y de Thaís...

Piernas de rana,

de ondina

y de aldeana;

en su vocabulario

se fascina

la caravana.

Piernas

en las cuales

danza la Teología

funerales

y epifanía.

Page 216: Tres libros de poesía

216

rAMÓN lÓPEz VELARDE

Piernas:

alborozos y lutos

y parodias de los Atributos.

Piernas

en que exordia

la Misericordia

en la derecha,

y se inicia

en la otra la Justicia.

Piernas

que llevan del muslo al talón

los recados del corazón.

Piernas

del reloj humano,

certeras como manecillas,

dudosas como lo arcano,

sobresaltadas

con la coquetería de las hadas.

Piernas

para que circuyas

el espíritu, que se desarma

entre tus aleluyas;

si la violeta de Parma

tuviese piernas,

serían las tuyas.

Page 217: Tres libros de poesía

217

TRES LIBROS DE POESÍA

Mística integral,

melómano alfiler sin fe de erratas,

que yendo de puntillas por el globo

las libélulas atas y desatas.

¡Te fuiste con mi rapto y con mi arrobo,

agitando las ánimas eternas

en los modismos de tus piernas!

Page 218: Tres libros de poesía

218

GAVOTA

Señor Dios mío: no vayas

a querer desfigurar

mi pobre cuerpo, pasajero

más que la espuma de la mar.

Ni me des enfermedad larga

en mi carne, que fue la carga

de la nave de los hechizos,

del dolor el aposento

y la genuflexión verídica

de tu trágico pavimento.

No me hieras ningún costado;

no me castigues a mi cuerpo

por haber vivido endiosado

ante la Naturaleza

y frente a los vertebrales

espejos de la belleza.

Page 219: Tres libros de poesía

219

TRES LIBROS DE POESÍA

Yo reconozco mi osadía

de haber vivido profesando

la moral de la simetría.

Amé los talles zalameros

y el virginal sacrificio;

amé los ojos pendencieros

y las frentes en armisticio.

No tengo miedo de morir,

porque probé de todo un poco;

y el frenesí del pensamiento

todavía no me vuelve loco.

Mas con el pie en el estribo

imploro rápida agonía

en mi final hostería.

Para que me encomiende a Dios,

en la hostería, una muchacha,

con su peinado de bandós;

y que de ir por los caminos

tenga la carne de luz

de los perones cristalinos.

Y que en sus manos, inundadas

de luz, mi vida quede rota

en un tiempo de gavota.

Page 220: Tres libros de poesía

220

EN MI PECHO FELIz

No he buscado poder ni metal,

mas viví en una marcha nupcial...

Me parece que por amar tanto

voy bebiendo una copa de espanto.

Claroscuro de noche y de día;

corazón y cabeza y hombría

los tres nudos que tiene mi ser

a la buena y la mala mujer.

En mi pecho feliz no hubo cosa

de cristal, terracota o madera,

que abrazada por mí, no tuviera

movimientos humanos de esposa.

Page 221: Tres libros de poesía

221

TRES LIBROS DE POESÍA

¡Desdichado el que en la hora lunar

en su lecho no huele azahar!

... Desposémonos con la sencilla

avestruz, con la liebre y la ardilla...

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222

LA ASCENSIÓN Y LA ASUNCIÓN

Vive conmigo no sé qué mujer

invisible y perfecta, que me encumbra

en cada anochecer y amanecer.

Sobre caricaturas y parodias,

enlazado mi cuerpo con el suyo,

suben al cielo como dos custodias...

Dogma recíproco del corazón:

¡ser, por virtud ajena y virtud propia,

a un tiempo la Ascensión y la Asunción!

Su corazón de niebla y teología,

abrochado a mi rojo corazón,

traslada, en una música estelar,

el Sacramento de la Eucaristía.

Vuela de incógnito el fantasma de yeso,

y cuando salimos del fin de la atmósfera,

Page 223: Tres libros de poesía

223

TRES LIBROS DE POESÍA

me da medio perfil para su diálogo

y un cuarto de perfil para su beso...

Dios, que me ve que sin mujer no atino

en lo pequeño ni en lo grande, diome

de ángel guardián un ángel femenino.

¡Gracias, Señor, por el inmenso don

que transfigura en vuelo la caída,

juntando, en la miseria de la vida,

a un tiempo la Ascensión y la Asunción!

Page 224: Tres libros de poesía

224

SI SOLTERA AGONIzAS...

Amiga que te vas:

quizá no te vea más.

Ante la luz de tu alma y de tu tez

fui tan maravillosamente casto

cual si me embalsamara la vejez.

Y no tuve otro arte

que el de quererte para aconsejarte.

Si soltera agonizas,

irán a visitarte mis cenizas.

Porque ha de llegar un ventarrón

color de tinta, abriendo tu balcón.

Déjalo que trastorne tus papeles,

tus novenas, tus ropas, y que apague

la santidad de tus lámparas fieles...

Page 225: Tres libros de poesía

225

TRES LIBROS DE POESÍA

No vayas, encogido el corazón,

a cerrar tus vidrieras

a la tinta que riega el ventarrón.

Es que voy en la racha

a filtrarme en tu paz, buena muchacha.

Page 226: Tres libros de poesía

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EL PERRO DE SAN ROQUE

Yo sólo soy un hombre débil, un espontáneo

que nunca tomó en serio los sesos de su cráneo.

A medida que vivo ignoro más las cosas;

no sé ni por qué encantan las hembras y las rosas.

Sólo estuve sereno, como en un trampolín

para asaltar las nuevas cinturas de las Martas

y con dedos maniáticos de sastre, medir cuartas

a un talle de caricias ideado por Merlín.

Admiro el universo como un azul candado;

gusto del cristianismo porque el Rabí es poeta;

veo arriba el misterio de un único cometa

y adoro en la Mujer el misterio encarnado.

Quiero a mi siglo; gozo de haber nacido en él;

los siglos son en mi alma rombos de una pelota

Page 227: Tres libros de poesía

227

TRES LIBROS DE POESÍA

para la dicha varia y el calosfrío cruel

en que cesa la media y lo crudo se anota.

He oído la rechifla de los demonios sobre

mis bancarrotas chuscas de pecador vulgar,

y he mirado a los ángeles y arcángeles mojar

con sus lágrimas de oro mi vajilla de cobre.

Mi carne es combustible y mi conciencia parda;

efímeras y agudas refulgen mis pasiones

cual vidrios de botella que erizaron la barda

del gallinero, contra los gatos y ladrones.

¡Oh, Rabí, si te dignas, está bien que me orientes:

he besado mil bocas, pero besé diez frentes!

Mi voluntad es labio y mi beso es el rito...

¡Oh, Rabí, si te dignas, bien está que me encauces;

como el can de San Roque, ha estado mi apetito

con la vista en el cielo y la antorcha en las fauces!

Page 228: Tres libros de poesía

228

VACACIONES

De tu pueblo a tu hacienda te llevabas

la cabellera en libertad y el pecho

guardado por cien místicas aldabas.

Metías en el coche los canarios,

la máquina de Singer, la maceta,

la canasta del pan... Y en el otoño

te ibas rezando leguas de rosarios.

René, el gigante perro del pastor,

en un galope como si nadara,

te escoltaba, buscándote la cara.

Y detrás del René blanco y gigante

en aquel mapamundi de ilusión

cabalgaba sin brida el estudiante.

Page 229: Tres libros de poesía

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TRES LIBROS DE POESÍA

René hacía tres veces el camino

yendo y viniendo desde ti hasta mí,

ladrando porque no y porque sí.

René, acróbata de tu portezuela,

venía a hacer brincar su corazón

escandaloso, arriba de mi arzón.

Luego mordía a las mulas; pero ellas,

al peligroso paso de tu río,

sólo pedían, por sacarte salva,

transfigurarse en un tiro de estrellas.

A ti la voz confidencial del campo

de mañana llamábate la hija

mayor de la comarca, y en la tarde

de todo lo creado la idea fija.

Del mapamundi del amor, no más

yo en estas vacaciones sobrevivo;

pero fuera del mundo van un coche,

un estudiante de Santo Tomás

y un perro que les ladra sin motivo.

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¡QUé ADORABLE MANÍA...!

¡Qué adorable manía de decir

en mi pobreza y en mi desamparo:

soy más rico, muy más que un gran visir:

el corazón que amé se ha vuelto faro!

Cuando se cansa de probar amor

mi carne, en torno de la carne viva,

y cuando me aniquilo de estupor

al ver el surco que dejó en la arena

mi sexo, en su perenne rogativa:

de pronto convertirse al mundo veo

en un enamorado mausoleo...

Y mi alma en pena bebe un negro vino,

y un sonoro esqueleto peregrino

anda cual un laúd por el camino...

Page 231: Tres libros de poesía

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TRES LIBROS DE POESÍA

Por darme el santo y seña, la viajera

se ata debajo de la calavera

las bridas del sombrero de pastora.

En su cráneo vacío y aromático

trae la esencia de un eterno viático.

¡Y, al fin, del fondo de su pecho claro,

claro de Purgatorio y de Sión,

en el sitio en que hubo el corazón

me da a beber el resplandor de un faro!

Page 232: Tres libros de poesía

232

MI VILLA

Si yo jamás hubiera salido de mi villa,

con una santa esposa tendría el refrigerio

de conocer el mundo por un solo hemisferio.

Tendría, entre corceles y aperos de labranza,

a Ella, como octava bienaventuranza.

Quizá tuviera dos hijos, y los tendría

sin un remordimiento ni una cobardía.

Quizá serían huérfanos, y cuidándolos yo,

el niño iría de luto, pero la niña no.

¿No me hubieras vivido, tú, que fuiste una aurora,

una granada roja de virginales gajos,

una devota de María Auxiliadora

y un misterio exquisito con los párpados bajos?

Page 233: Tres libros de poesía

233

TRES LIBROS DE POESÍA

Hacia tu pie, hermosura y alimento del día,

recién nacidos, piando y piando de hambre

rodaran los pollitos, como esferas de estambre.

Quiero otra vez mis campos, mi villa y mi caballo

que en el sol y en la lluvia lanza a mitad del viaje

su relincho, penacho gozoso del paisaje.

Corazón que en fatigas de vivir vas a nado

y que estás florecido, como está la cadera

de Venus, y ceniciento cual la madera

en que grabó su puño de ánima el condenado:

tu tarde será simple, de ejemplar feligrés

absorto en el perfume de hogareños panqués

y que en la resolana se santigua a las tres.

Corazón: te reservo el mullido descanso

de la coqueta villa en que el señor mi abuelo

contaba las cosechas con su pluma de ganso.

La moza me dirá con su voz de alfeñique

marchándose al rosario, que le abrace la falda

ampulosa, al sonar el último repique.

Luego resbalaré por las frutales tapias

en recuerdo fanático de mis yertas prosapias.

Y si la villa, enfrente de la jocosa luna,

me reclama la pérdida de aquel bien que me dio,

sólo podré jurarle que con otra fortuna,

el niño iría de luto, pero la niña no.

Page 234: Tres libros de poesía

234

LA SALTAPARED

Volando del vértice

del mal y del bien,

es independiente

la saltapared.

Y su principado

la ermita que fue

granero después.

Sobre los tableros

de la ruina fiel,

la saltapared

juega su ajedrez,

sin tumbar la reina,

sin tumbar al rey...

Ave matemática,

nivelada es

como una ruleta

Page 235: Tres libros de poesía

235

TRES LIBROS DE POESÍA

que baja y que sube

feliz, a cordel.

Su voz vergonzante

llora la doblez

con que el mercader

se llevó al canario

y al gorrión también

a la plaza pública,

a sacar la suerte

del señor burgués.

Del tejado bebe

agua olvidadiza

de los aguaceros,

porque transparente

su cuerpo albañil

gratuito nivel.

Y al ángel que quiere

reconstruir la ermita

del eterno Rey,

sirve de plomada

la saltapared.

Page 236: Tres libros de poesía

236

EL SUEÑO DE LOS GUANTES NEGROS*

Soñé que la ciudad estaba dentro

del más bien muerto de los mares muertos.

Era una madrugada del Invierno

y lloviznaban gotas de silencio.

No más señal viviente, que los ecos

de una llamada a misa, en el misterio

de una capilla oceánica, a lo lejos.

De súbito me sales al encuentro,

resucitada y con tus guantes negros.

Para volar a ti, le dio su vuelo

el Espíritu Santo a mi esqueleto.

* Los puntos suspensivos ocupan palabras ilegibles en el original. [N. de Djeb Bór-quez.] No añadimos aquí los posibles complementos de un “colaborador anónimo” que aparecen en varias ediciones, cada una con sus versiones propias. [N. del ed.]

Page 237: Tres libros de poesía

237

TRES LIBROS DE POESÍA

Al sujetarme con tus guantes negros

me atrajiste al océano de tu seno,

y nuestras cuatro manos se reunieron

en medio de tu pecho y de mi pecho,

como si fueran los cuatro cimientos

de la fábrica de los universos.

¿Conservabas tu carne en cada hueso?

El enigma de amor se veló entero

en la prudencia de tus guantes negros...

¡Oh, prisionera del valle de México!

Mi carne... de tu ser perfecto

quedarán ya tus huesos en mis huesos;

y el traje, el traje aquel, con que tu cuerpo

fue sepultado en el valle de México;

y el figurín aquel, de pardo género

que compraste en un viaje de recreo...

Pero en la madrugada de mi sueño,

nuestras manos, en un circuito eterno

la vida apocalíptica vivieron.

Un fuerte [...] como en un sueño,

libre como cometa, y en su vuelo

la ceniza y [...] del cementerio

gusté cual rosa [...]

Page 238: Tres libros de poesía

238

EL SUEÑO DE LA INOCENCIA

Soñé que comulgaba, que brumas espectrales

envolvían mi pueblo, y que Nuestra Señora

me miraba llorar y anegar su Santuario.

Tanto lloré, que al fin mi llanto rodó afuera

e hizo crecer las calles como en un temporal;

y los niños echaban sus barcos papeleros,

y mis paisanas, con la falda hasta el huesito,

según se dice en la moda de la provincia,

cruzaban por mi llanto con vuelos insensibles,

y yo era ante la Virgen, cabizbaja y benévola,

el lago de las lágrimas y el río del respeto...

Casi no he despertado de aquella maravilla

que enlazara mis últimos óleos con mi Bautismo;

un día quise ser feliz por el candor,

otro día, buscando mariposas de sangre,

mas revestido ya con la capa de polvo

de la santa experiencia, sé que mi corazón

Page 239: Tres libros de poesía

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TRES LIBROS DE POESÍA

hinchado de celestes y rojas utopías,

guarda aún su inocencia, su venero de luz:

¡el lago de las lágrimas y el río del respeto!

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AGUAFUERTE

A Alfonso Camín

Alfonso, inquisidor estrafalario:

te doy mi simpatía, porque tienes

un aire de murciélago y canario.

Tu capa de diabólicos vaivenes

brota del piso, en un conjuro doble

de Venecias y de Jerusalenes.

Equidistante del rosal y el roble

trasnochas, y si busco en la floresta

de España un bardo de hoy, tu ave en fiesta

casi es la única que me contesta.

Page 241: Tres libros de poesía

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LA SUAVE PATRIA

PROEMIO

Yo que sólo canté de la exquisita

partitura del íntimo decoro,

alzo hoy la voz a la mitad del foro,

a la manera del tenor que imita

la gutural modulación del bajo

para cortar a la epopeya un gajo.

Navegaré por las olas civiles

con remos que no pesan, porque van

como los brazos del correo chuan

que remaba la Mancha con fusiles.

Diré con una épica sordina:

la Patria es impecable y diamantina.

Suave Patria: permite que te envuelva

en la más honda música de selva

Page 242: Tres libros de poesía

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

con que me modelaste por entero

al golpe cadencioso de las hachas,

entre risas y gritos de muchachas

y pájaros de oficio carpintero.

PRIMER ACTO

Patria: tu superficie es el maíz,

tus minas el palacio del Rey de Oros,

y tu cielo las garzas en desliz

y el relámpago verde de los loros.

El Niño Dios te escrituró un establo

y los veneros del petróleo el diablo.

Sobre tu capital, cada hora vuela

ojerosa y pintada, en carretela;

y en tu provincia, del reloj en vela

que rondan los palomos colipavos,

las campanadas caen como centavos.

Patria: tu mutilado territorio

se viste de percal y de abalorio.

Suave Patria: tu casa todavía

es tan grande, que el tren va por la vía

como aguinaldo de juguetería.

Page 243: Tres libros de poesía

243

TRES LIBROS DE POESÍA

Y en el barullo de las estaciones,

con tu mirada de mestiza, pones

la inmensidad sobre los corazones.

¿Quién, en la noche que asusta a la rana,

no miró, antes de saber del vicio,

del brazo de su novia, la galana

pólvora de los fuegos de artificio?

Suave Patria: en tu tórrido festín

luces policromías de delfín,

y con tu pelo rubio se desposa

el alma, equilibrista chuparrosa,

y a tus dos trenzas de tabaco sabe

ofrendar aguamiel toda mi briosa

raza de bailadores de jarabe.

Tu barro suena a plata, y en tu puño

su sonora miseria es alcancía;

y por las madrugadas del terruño,

en calles como espejos, se vacía

el santo olor de la panadería.

Cuando nacemos, nos regalas notas,

después, un paraíso de compotas,

y luego te regalas toda entera,

suave Patria, alacena y pajarera.

Al triste y al feliz dices que sí,

que en tu lengua de amor prueben de ti

la picadura del ajonjolí.

Page 244: Tres libros de poesía

244

rAMÓN lÓPEz VELARDE

¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena

de deleites frenéticos nos llena!

Trueno de nuestras nubes, que nos baña

de locura, enloquece a la montaña,

requiebra a la mujer, sana al lunático,

incorpora a los muertos, pide el Viático,

y al fin derrumba las madererías

de Dios, sobre las tierras labrantías.

Trueno del temporal: oigo en tus quejas

crujir los esqueletos en parejas;

oigo lo que se fue, lo que aún no toco,

y la hora actual con su vientre de coco,

y oigo en el brinco de tu ida y venida,

oh, trueno, la ruleta de mi vida.

INTERMEDIO

Cuauhtémoc

Joven abuelo: escúchame loarte,

único héroe a la altura del arte.

Anacrónicamente, absurdamente,

a tu nopal inclínase el rosal;

al idioma del blanco, tú lo imantas

y es surtidor de católica fuente

que de responsos llena el victorial

zócalo de ceniza de tus plantas.

Page 245: Tres libros de poesía

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TRES LIBROS DE POESÍA

No como a César el rubor patricio

te cubre el rostro en medio del suplicio:

tu cabeza desnuda se nos queda,

hemisféricamente, de moneda.

Moneda espiritual en que se fragua

todo lo que sufriste: la piragua

prisionera, el azoro de tus crías,

el sollozar de tus mitologías,

la Malinche, los ídolos a nado,

y por encima, haberte desatado

del pecho curvo de la emperatriz

como del pecho de una codorniz.

SEGUNDO ACTO

Suave Patria: tú vales por el río

de las virtudes de tu mujerío;

tus hijas atraviesan como hadas,

o destilando un invisible alcohol,

vestidas con las redes de tu sol,

cruzan como botellas alambradas.

Suave Patria: te amo no cual mito,

sino por tu verdad de pan bendito,

como a niña que asoma por la reja

con la blusa corrida hasta la oreja

y la falda bajada hasta el huesito.

Page 246: Tres libros de poesía

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rAMÓN lÓPEz VELARDE

Inaccesible al deshonor, floreces;

creeré en ti, mientras una mexicana

en su tápalo lleve los dobleces

de la tienda, a las seis de la mañana,

y al estrenar su lujo, quede lleno

el país del aroma del estreno.

Como la sota moza, Patria mía,

en piso de metal, vives al día,

de milagro, como la lotería.

Tu imagen, el Palacio Nacional,

con tu misma grandeza y con tu igual

estatura de niño y de dedal.

Te dará, frente al hambre y el obús,

un higo San Felipe de Jesús.

Suave Patria, vendedora de chía:

quiero raptarte en la cuaresma opaca,

sobre un garañón, y con matraca,

y entre los tiros de la policía.

Tus entrañas no niegan un asilo

para el ave que el párvulo sepulta

y nuestra juventud, llorando, oculta

dentro de ti, el cadáver hecho poma

de aves que hablan nuestro mismo idioma.

Si me ahogo en tus julios, a mí baja

desde el vergel de tu peinado denso

Page 247: Tres libros de poesía

247

TRES LIBROS DE POESÍA

frescura de rebozo y de tinaja,

y si tirito, dejas que me arrope

en tu respiración azul de incienso

y en tus carnosos labios de rompope.

Por tu balcón de palmas bendecidas

el Domingo de Ramos, yo desfilo

lleno de sombra, porque tú trepidas.

Quieren morir tu ánima y tu estilo,

cual muriéndose van las cantadoras

que en las ferias, con el bravío pecho

empitonando la camisa, han hecho

la lujuria y el ritmo de las horas.

Patria, te doy de tu dicha la clave:

sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;

cincuenta veces es igual el Ave

taladrada en el hilo de rosario,

y es más feliz que tú, Patria suave.

Sé igual y fiel; pupilas de abandono;

sedienta voz, la trigarante faja

en tus pechugas al vapor; y un trono

a la intemperie, cual una sonaja:

¡la carreta alegórica de paja!

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EL VERSO INOLVIDABLE...

La síntesis diferencial de este poeta asciende como un trémolo de aristocracias sobre la hora vacía de las hemorragias nacionales. En-frentándolo con la realidad externa que lo nutrió, se llega a la conclusión de que el yo irreductible rebasa los datos de la experien-cia común y proyecta en hipótesis viables las construcciones del porvenir.

Aquel que se evade cotidianamente a zonas de abnegación, don-de se argentan los ideales por congelaciones sucesivas y de donde se vuelve con el sentido ingrávido de la escarcha y la alondra; el que logra, por un esfuerzo sostenido, prender en la noche de la Patria una bella curva espiritual; quien perfecciona el coloquio con los sistemas planetarios que bailan en las franjas del sol co- ladas por la rendija; quien además de todo esto, encadena sus emo-ciones, las combina en los sagrarios intangibles de la personalidad consciente y las filtra por el ojo de una aguja para que caigan libres de escoria, merece ser llamado héroe de la epopeya siglo veinte que vivimos.

Por nudos de discreto heroísmo trepaba López Velarde a los cables que nos tiran las constelaciones.

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Hoy, que estamos familiarizados con los retratos vertiginosos de la pantalla, recordamos con júbilo el busto del poeta y reapare-ce en las películas de la memoria con sus guiños y valores plásticos y espirituales. Pero como aquí el fotógrafo operaba con las falanges ardorosas de la vida, se nos representa cual un malabarista que equilibrase la magia interna y la magia del mundo; surge de nuevo con su sonrisa modelada por el septimino de las cañas panidas; en su máscara leemos la teoría de nostalgias y silencios fecundos, y volvemos a ver su cabeza patricia y denodada y su aspecto de ange-lote escapado de frisos preestelares.

Cuando la madrépora emocional de López Velarde iba a abrir cardinalmente su millón de brazos, resplandecientes de corales y sorpresas, murió trocando en sonrisas el último latido. Dicen que, al ungir su frente, ¡amanecía!

éste es el hombre que dio un salto mortal e inmortal, al pasar de su fino ensayo de La sangre devota a Zozobra y El minutero. Su senti-mentalismo primitivo es más tarde resplandor nervioso; su anarquía ilimitada y difusa tiende a lo exquisito ilimitado y sus simples emo-ciones estéticas conviértense en sensibilidad mental. De este modo, el amorfo iridiscente de la subconciencia: automatismo psíquico, dictado de los sueños, imágenes espontáneas, endopatía; todo el cortejo de inasibles que acompañan a los fenómenos misteriosos que acaecen en nuestra red nerviosa y en los altos centros cerebra-les adquieren carta de ciudadanía en los versos y en la prosa de este cantor infortunado.

En la Provincia armonizará un derroche de luces vegetales por monteríos y huertas; en la ciudad urdió con la risa de la mujer y el juego de arbitrarias cataratas, una metafísica de cristales. Pero no sólo se libertó del terruño charanguero y entumecedor, sino tam-bién de la urbe, esa amortajada con el llanto de la decadencia y el hipo de los bárbaros. Fue cuando empezó a tatuar con sus concep-

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tos acerados las encinas de la selva intocada para convertirse en el arquitecto de sí mismo, el arquitecto que levantaba sus palacios imaginarios con coordenadas, que antes parecían abstrusas, por estar hechas con puntos medulares, y que hoy son claras de “clari-dad desesperante”. Su ubicuidad permitíale ser el metaforista biza-rro que ritmaba su profetismo intelectual con la mecánica del pe-lele, y el flâneur abstraído, que luego se gastaba la broma de tomar un camión astroso. ¡Oh, dúctil Sagitario, cazador de imposibles estrellas cinemáticas! Fue el lustre de su vida en que se dedicó a ensamblar hallazgos de raro calibre, hasta conseguir precipitados quimiocerebrales casi absolutos, como éste:

Mi carne pesa, y se intimida

porque su peso fabuloso

es la cadena estremecida

de los cuerpos universales

que se han unido con mi vida.

Ámbar, canela, harina y nube,

que en mi carne al tejer sus mimos,

se eslabonan con el efluvio

que ata los náufragos racimos

sobre las crestas del diluvio.

Mi alma pesa, y se acongoja

porque su peso es el arcano

sinsabor de haber conocido

la Cruz y la floresta roja

y el cuchillo del cirujano.

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Y aunque todo mi ser gravita

cual un orbe vaciado en plomo

que en la sombra paró su rueda,

estoy colgado en la infinita

agilidad del éter, como

de un hilo escuálido de seda.

¡Así habla el Demiurgo! ¡Su... yo depurado trasciende al egoís-mo y se hace impersonal!

Baja a veces su imperio alcanforado con el terrible cedazo que ya no cierne sino polen de rosaledas y levaduras del trasmundo, para asombrarnos con su poema “Humildemente”, o reconducir-nos a “La Suave Patria” por una coordinación de síntesis espontá-neas forjadoras de un collar de endecasílabos supremos. Sus dedos hortelanos vuelven a oler a jengibre y manzanilla, derraman sus ánforas glucosas de albérchigos y guayabas, mueven a su paso las corolas un allegro de estambres y cruza, rúbrica feliz, por los paisa-jes de su inventiva, “el relámpago verde de los loros”. ¡Arpegios incorruptibles! ¡Mieles de Dios!

He aquí el poeta que odiaba el grito y las contorsiones de los versificadores impacientes. He aquí al hombre que quemaba dia-riamente las etiquetas de la literatura y que hoy se instala en las ágoras de la República resucitado con el aliento de las vírgenes le-janas, sostenido por la parábola que radiaron sus flechas cosmo-gónicas y consagrado por el óleo latino.

Con el decurso de los días aparecen los botareles y armadura de una fábrica que por su inquietud espiritual desborda los cálices apolíneos y que, aprovechando la disimetría de cien torres, se esti-liza góticamente en el azul...

Entendiendo el ideal en el Arte como la armonía de las formas futuras y, dentro de esto, el perfeccionamiento de la humanidad

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por la belleza, ninguno de nuestros poetas alcanza timbres tan nobles como Ramón López Velarde.

Efectivamente, en la breve y condensada obra que nos legó re-saltan la anatomía y virtudes de la mujer y las excelencias del terri-torio, miniadas con el pincel de la comprensión, el cariño y el desinterés. De nuestro acervo literario ésta es la sola vibración líri-ca cuyos elementos orquestan la rapsodia mexicana que se alza como una arquitectura barroca cimentada en basaltos y obsidiana, revestida de tezontle, ónices y tecali, y rematada por logias opali-nas y tímpanos aéreos que se resuelven en gamas ornitológicas y vuelos de colibrí.

Como aceptó la divina amargura de vivir en continuidad poéti-ca de los objetos preciosos que nos rodean, escogió a la mujer para descansar de las tareas espirituales que asedian al constructor mo-derno. Los que le creen romántico no recuerdan que dejó caer en los escudos de su vía crucis estas lágrimas de oro: “El hijo que no he tenido es mi verdadera obra maestra”. Por lo demás, su mano inverosímil hizo de la estatua femenina una delicia avasalladora que finge, bajo las ropas negras, un tratado en marfil de escalofríos.

Su otro oasis fue la Provincia. Rasgando pequeños horizontes, nos reintegró a una patria efectiva, sin truenos, una patria que aunque internamente padece el sarpullido de las fobias, suele ca-racterizarse como un contacto de almas y estrellas.

Pero el poeta frecuenta otros parajes. Las sendas se le motean de precipicios; su sibila, aconsejada por la serpiente, no hace sino gritarle negaciones; sus miembros distiéndense en los crepúsculos hasta tocar las violetas del nubarro. Las telas fantásticas de Zozobra y El minutero se enriquecen con el toque gris de plata y los sulfuros que poblaran las concepciones de un redivivo Greco. El sismo me-dular provoca perturbaciones indelebles que evidencian el patetis-mo raigal.

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Mas, la voluntad alerta, prende en cada jirón de enigma el brote insinuante de unos labios, aterciopela cada sollozo con un acorde y hace abortar en las entrañas de los profundos ébanos nocturnos nácares, plumones, caricias y delirios. Y resulta lo excepcional en poesía; dentro de la negra inmensidad arde la afirmación de la es-trella, la mujer y el cocuyo, reivindicando alegría. ¡Inquietud y ele-gancia!

A esto hay que agregar una complicación pictórica de primer or-den, una bruma leonardesca de ágatas, perlas y cianuros que subli-ma los cuadros del poeta y hacen de los paisajes un derivado del re-poso animal y una secuencia de la fluidez del pensamiento. Almas y formas humanas se encaminan por prados, arroyos y roquedales; sumándose a ellos y amalgamándose en las lejanías para converger en perspectivas abstractas, plenas de futuricidades excesivas...

Esta manera de López Velarde no es aparente: es una integra-ción de infinitesimales que sólo alcanzan los creadores, cada uno de los cuales vive su distinta eminencia, más allá de las escuelas pasadas y presentes.

Como en el verso inolvidable, su ojo, cada mañana, era el prín-cipe del día.

Finalmente, los elementos (psicoestructurales) de que se sirvió López Velarde para realizar la trunca delicia de su ensueño son, sin duda, el nuevo aporte de quilate-rey que vuelca en el tesoro social de la belleza. Estos elementos son la rima, el ritmo y el adjetivo. Vale la pena aventurar una impresión fervorosa.

rIMA.— Con su rima —mentís solemne a los flojos buzos del lengua-je— dio circulación al oro de las minas estáticas, timbrando el mer-cado con remates desconcertantes. Sus consonancias y asonancias son frutos esenciales que caen estilizados del paraíso de la idea.

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rITMO.— Ritmo velado y letárgico que corresponde a las actitudes de un sonámbulo innovador. Música cerebral y doliente que se va imponiendo como la gracia de los rostros queridos y que al fin nos conquista a fuerza de diarios sortilegios. Pocas veces se da el caso en la historia de las literaturas de un ritmo que sea exponente de las modalidades internas del artista que vaya, como en el presente caso, por las líneas quebradas del pensamiento de la vida.

aDJETIVO.— Monstruoso vástago de Laforgue y Herrera y Reissig es el adjetivo velardeano. Es de Laforgue por su audacia orbal, prove-niente de energías insospechadas, caída de los hospitales saturnia-nos y de las faunas y floras invertebradas y geométricas de Orión. Vale como un lingote rico de heliotropos y electrones. Es de Herre-ra y Reissig por su química descompuesta y su cromatismo espec-tral, pues fue extraído de terciopelos submarinos y suscitado por las aventuras de la luz y el sonido en las gargantas, en las cabelleras, en las encías amadas, en los valles y en el diálogo del lucero y el pozo. Sumado al sustantivo precipita cobaltos faraónicos y ocelados, úni-cos para esmaltar la cauda de un destino. A veces es el adjetivo del Espíritu Santo robado al filón bíblico y a los bronces purísimos que rodará por calles y azoteas el Ángelus del día...

Tal el hombre que vislumbró la presencia trágica del alma y que, equilibrando la emoción y el conocimiento, logró el armónico tras-cendente.

López Velarde es acreedor a una viva corona de gratitudes por-que estando dotado como pocos para operar en el vacío, supo con-tenerse y darnos el acento cuajado de su espíritu. Supo decirnos lo estupendo anímico y evitar los saltos bruscos apoyándose en la ironía, como tangente que alegra los márgenes del drama, aunque sin concederle intelectual regalía.

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Fue un dignatario de su Patria y hubiese llegado a ser sintoniza-dor de ondas transoceánicas, arquetipo de esta humanidad que se traslada, sólo Dios sabe a qué generosas maravillas.

Que se alcen sobre su tumba, en este aniversario, nuestras cum-bres mayores, en una alba salutación de ventisqueros.

Rafael Cuevas

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ÍNDICE

LA SANGRE DEVOTA

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11En el reinado de la Primavera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13Tenías un rebozo de seda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15Ser una casta pequeñez... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17Viaje al terruño . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19Pobrecilla sonámbula... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24Domingos de provincia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26Mi prima Águeda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27A la gracia primitiva de las aldeanas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29La bizarra capital de mi Estado... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31Cuaresmal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33En las tinieblas húmedas... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35Ofrenda romántica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37Para tus pies . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39Nuestras vidas son péndulos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41Poema de vejez y de amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43Me despierta una alondra... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50

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Para tus dedos ágiles y finos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52Me estás vedada tú... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53Canonización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55Noches de hotel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57Mientras muere la tarde... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58Del pueblo natal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59Hermana, hazme llorar... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60En el piélago veleidoso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62Sus ventanas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63En la Plaza de Armas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65Por este sobrio estilo... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68La tejedora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70Boca flexible, ávida... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73El campanero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75A Sara . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76La tónica tibieza... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78¿Qué será lo que espero? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79Tus hombros son como un ara... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82Un lacónico grito... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84A la Patrona de mi pueblo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86Y pensar que pudimos... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90

zOzOBRA

A Ramón López Velarde, por Rafael López . . . . . . . . . . . . . . 95Hoy como nunca... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97Transmútase mi alma... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99El viejo pozo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101Tu palabra más fútil... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104Para el zenzontle impávido... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106Que sea para bien... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109

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El minuto cobarde . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111La mancha de púrpura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114Introito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116Día 13 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118No me condenes... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120Despilfarras el tiempo... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122Himeneo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124Las desterradas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126Mi corazón se amerita... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129Dejad que la alabe... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131Tus dientes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134Memorias del circo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136Tierra mojada... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140Como en la Salve... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142La estrofa que danza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144La doncella verde . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146El retorno maléfico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 148Como las esferas... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151A las vírgenes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153El mendigo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155Fábula dística . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157Hormigas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159La niña del retrato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161Idolatría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164La lágrima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167Ánima adoratriz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169A las provincianas mártires . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172La última odalisca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175El candil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178Todo... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181Jerezanas... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184

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Te honro en el espanto... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 190Disco de Newton . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191Humildemente... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193

EL SON DEL CORAzÓN

Mis encuentros con el buen Ramón, por Djed Bórquez . . . . . 199Ramón López Velarde, por Genaro Fernández Mac Gregor . . . 203

El son del corazón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209El ancla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211Treinta y tres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213Anna Pavlowa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215Gavota . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 218En mi pecho feliz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 220La Ascensión y la Asunción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 222Si soltera agonizas... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 224El perro de San Roque . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 226Vacaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 228¡Qué adorable manía...! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 230Mi villa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 232La saltapared . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 234El sueño de los guantes negros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 236El sueño de la inocencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 238Aguafuerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 240La Suave Patria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241El verso inolvidable..., por Rafael Cuevas . . . . . . . . . . . . . . . . 248

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Tres libros de poesía, con un tiraje de 2000 ejemplares, se terminó de imprimir en el mes de julio de 2014, en los talleres de Gráfica, Creatividad y Diseño, S.A. de C.V., Av. Presidente Plutarco Elías Calles, núm. 1321-A, Col. Miravalle, Del. Benito Juárez, C.P. 03580, México, D.F. El cuidado de edición estuvo a cargo de la Dirección General de Publicaciones del Consejo

Nacional para la Cultura y las Artes.