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Trabajo Práctico
Final
El comienzo de una empresa familiar
COE
Guerra María Fernanda
DG
2do 28/11/14
Trabajo Práctico Final 2014
Una historia de mi familia
El comienzo de una empresa familiar
Dolores Oroz
Cuerpo A
12 de diciembre de 2014
Diseño Gráfico
Comunicación Oral y Escrita
Reseña:
En el presente trabajo voy a contar la historia de la empresa familiar, creada por mi abuelo y
continuada por mis padres en la actualidad, en Salazar, el pueblo de mi infancia. Contaré
además, brevemente, la historia de mi querido pueblo, describiendo algunos de los
maravillosos momentos que he pasado allí. Salazar es una localidad del centro- oeste de la
provincia de Buenos Aires, situada en el Partido de Daireaux, Argentina. Actualmente,
cuenta con aproximadamente 3000 habitantes, y sigue creciendo considerablemente,
perfeccionando su urbanización.
Mi abuelo nació en Salazar y permaneció allí hasta finalizar sus estudios. En el año 1955,
tuvo que viajar a la ciudad de Olavarría para alistarse en el servicio obligatorio militar. Desde
entonces, estuvo cinco años en la marina.
En el año 1960 regresó a su pueblo natal y comenzó a trabajar en el Club Social Salazar. Allí,
en un evento social, conoció a mi abuela Florentina Herrero con quien luego se casó, en el
año 1964, y posteriormente tuvieron dos hijos: mi papá Alberto Javier y mi tía Verónica.
Al conocer a quien sería su esposa y con la idea de formar una gran familia, decidió
emprender un negocio propio, que le permitiera crecer laboralmente. Así fue que con sus
ahorros fundó, el 10 de mayo de 1963, la empresa que lleva su nombre: Casa Javier Oroz.
Este emprendimiento familiar comenzó como un negocio de materiales de construcción. Con
el correr de los años se fueron agregando varios artículos como elementos de electricidad,
sanitarios, aberturas, vidrieras, chapas, electrodomésticos y ferretería en general. Al principio
el lugar era pequeño, con un espacio muy reducido y sencillo. No tenía empleados, solo lo
ayudaba mi abuela, es decir, que era una pequeña empresa familiar, atendida por sus dueños.
Después de cinco años, el emprendimiento fue creciendo considerablemente, por lo que se
trasladaron a un espacio más grande y ubicado cerca de las avenidas principales del centro.
Allí funciona hoy en día la empresa, con un gran predio en su parte posterior, donde se
guardan los materiales de construcción, en un enorme corralón.
Actualmente, el negocio cuenta con cuatro empleados y mis padres, Javier Oroz y Silvia
Gadea, se sumaron al manejo y administración de la empresa. De esta manera, continúan con
una tradición familiar que se seguirá manteniendo y pasará de generación en generación.
Trabajo Práctico Final 2014
Una historia de mi familia
El comienzo de una empresa familiar
Dolores Oroz
Cuerpo B
12 de diciembre de 2014
Diseño Gráfico
Comunicación Oral y Escrita
Índice
Introducción…………………………………………………………………….…………...2
Investigación exploratoria……………………………………………………..…………….3
Relato escrito…………………………………………………………………..…………….4
Relato visual……………………………………………………………………..…………..9
Conclusión personal…………………………………………………………………….….17
Bibliografía……………………………………………………………………………...…18
Introducción:
La historia que voy a contar se trata del desarrollo y el crecimiento de la empresa de mi
familia, en un pequeño y hermoso pueblo, donde pase toda mi infancia y adolescencia.
La razón por la cual elegí contar esta historia, fue que se trató de un acontecimiento muy
importante tanto para el pueblo como para mis abuelos y mis padres. Todo comenzó como
un proyecto para mi abuelo, y finalmente, el sueño se hizo realidad.
También mencionaré brevemente algunas características de mi pueblo, Salazar, en el que se
encuentra el negocio y en el cual pasé muy lindos momentos.
Investigación exploratoria:
La información necesaria para completar la historia a contar fue seleccionada y recopilada a
partir de los recuerdos de mis padres, mis hermanas y de algunos momentos que quedaron
grabados en mi memoria.
Además, realicé una entrevista a mi padre, lo que me permitió conocer más la historia de mis
abuelos.
Relato escrito:
El pueblo de mi infancia se llama Salazar, es un pequeño lugar alejado de las grandes
ciudades y ruidos. Allí nació y creció toda mi familia. Algunos tuvimos que partir a buscar
otros rumbos y a finalizar nuestros estudios, ya que allí hay educación hasta el nivel
secundario. Sin embargo, para la mayoría de los que vivimos allí, es imposible no regresar
de vez en cuando, ya que es nuestro lugar especial en el mundo. Está rodeada de caminos de
tierra, lo que hace que se encuentre algo aislada de las ciudades cercanas. Fue fundada por
Raimundo Salazar, el 31 de octubre de 1911. Arrancó siendo un pueblo muy pequeño,
instalado próximo a la estación del ferrocarril.
En sus comienzos, sus habitantes eran en general terratenientes que trabajaban la tierra y se
dedicaban a la agricultura y la ganadería. Además de los peones y sus familias que se
asentaban en las estancias próximas. De esta manera, el pueblo poco a poco fue creciendo,
de la mano del trabajo y de la inmigración. (Pantanali, 2011, pág. 12)
Hoy en día, cuenta con aproximadamente 3000 habitantes (CENSO, 2010), y sigue creciendo
poco a poco y perfeccionando su urbanización. La principal fuente del trabajo proviene del
campo, siendo la agricultura la mayor producción.
Cuenta con un jardín de infantes, un colegio primario y dos secundarios, uno de ellos de
orientación económica- contable y el otro de orientación en ciencias naturales y agricultura.
Hay un hospital municipal y una comisaría. Además cuenta con un club de futbol y dos clubes
sociales.
Año tras año se realizan eventos culturales y festivales artísticos, manteniendo la tradición y
el espíritu folclórico de la región. Toda la gente sale a festejar, siempre alegre y divertida.
En el año 2011, con el motivo del festejo del centenario de Salazar, se realizó un encuentro
de artesanos, quienes realizaron muestras y esculturas que hoy adornan un hermoso paseo
del pueblo.
Es un lugar pequeño, de gente muy amable y entre los vecinos nos conocemos como si
fuéramos una gran familia. Nunca falta el cálido saludo de “¡Buenos Días!”, “¡Buenas
tardes!, “¿Cómo te va?”, “¡Chau!”; es un gran placer encontrarse con tanta gente querida.
Pensar en mi pueblo me trae muy lindos recuerdos, de momentos compartidos con mi familia
y con mis amigos. Recuerdo los típicos domingos, que aunque odiaba levantarme, lo hacía
con un solo objetivo: sentir el aroma de la comida de mi abuela. También los encuentros en
familia, cuando nos reuníamos todos juntos y ocupábamos la mayor parte de la manzana del
pueblo. El olor del asado recién cocido, toda la comida; los mates con amigos y las risas.
La historia familiar comenzó con la llegada de mis bisabuelos a estas tierras. Mi familia es
muy numerosa, tanto del lado paterno como materno, formamos un gran grupo, que sigue
creciendo.
Desde el lado paterno, todo empieza con el nacimiento de mi abuelo Javier. Mi abuelo Javier
Francisco Oroz nació en Salazar, el 6 de abril de 1932. Su padre Francisco Oroz de Navarro
era español y su madre, Mariana Deanna, italiana, y habían llegado al pueblo en busca de
trabajo en el campo. Mi abuelo permaneció allí hasta finalizar sus estudios, ya que, según el
mandato estatal, y en un contexto histórico particular, tuvo que retirarse de su pueblo. En el
año 1955, tuvo que viajar a la ciudad de Olavarría para alistarse en el servicio obligatorio
militar. Desde entonces, estuvo cinco años en la marina.
En el año 1960 regresó a su pueblo natal y gracias a un amigo comenzó a trabajar en el Club
Social Salazar. Este club estaba formado por una sociedad que realizaba bailes, encuentros,
juegos de paddle, juegos de bochas, de tenis, campeonatos de cartas y ajedrez. Allí, en un
evento social, conoció a mi abuela Florentina Herrero con quien luego se casó, en el año
1964, y posteriormente tuvieron dos hijos: mi papá Alberto Javier y mi tía Verónica.
Al conocer a quien sería su esposa y con la idea de formar una gran familia, decidió
emprender un negocio propio, que le permitiera crecer laboralmente. Con mucho esfuerzo y
sacrificio, lograron ahorrar entre los dos un dinero para comenzar a poner en práctica el sueño
de ambos. Así fue que después de tanta dedicación y esmero, logró fundar, el 10 de mayo de
1963, la empresa que lleva su nombre: Casa Javier Oroz.
Este emprendimiento familiar comenzó como un negocio de materiales de construcción. Este
rubro era fundamental para el pueblo y no había mucha oferta allí, ni en lugares cercanos.
Por esta razón, fue muy bien recibido, y si bien empezó con lo básico, poco a poco fue
creciendo cada vez más. Empezó vendiendo materiales básicos como cemento, piedra, arena,
hierro, etc. Con el correr de los años se fueron agregando varios artículos como elementos de
electricidad, pinturas, maderas, sanitarios, aberturas, vidrieras, chapas, electrodomésticos,
artículos rurales y ferretería en general.
Al principio el lugar era muy pequeño, oscuro y con pocos artículos; con un espacio muy
reducido y sencillo. Además, estaba ubicado en un sector bastante alejado del centro, en una
zona poco habitada. No tenía empleados, solo lo ayudaba mi abuela, es decir, que era una
pequeña empresa familiar, atendida por sus dueños. Ella era muy buena vendedora y muy
eficaz para el trabajo. Se encargaba siempre de mantener todo en orden y ayudaba a mi abuelo
en lo administrativo y todo lo que necesitara. Luego, tuvieron un empleado que los ayudaba
en las ventas, pero ellos siempre trabajaron a la par, codo a codo, para sostener el negocio y
sacarlo adelante en momentos difíciles.
Después de cinco años, el emprendimiento fue creciendo considerablemente, por lo que se
trasladaron a un espacio más grande y ubicado cerca de las avenidas principales del centro.
Allí funciona hoy en día la empresa, con un gran predio en su parte posterior, donde se
guardan los materiales de construcción, en un enorme corralón.
En esa época, la situación económica de la zona era muy buena. Los campos daban buenas
ganancias y la población aumentaba. Por esta razón, la ferretería era muy importante para la
población en aumento y la necesidad de construir más viviendas, pero sobre todo para las
estancias y campos en constante crecimiento. Se abastecía a los estancieros para la
construcción de galpones, alambrados, aguadas, tanques, bebederos, etc.
Además, la construcción de antes no era la misma que la de ahora. Poco a poco fue
aumentando la cantidad de elementos ofrecidos, con el desarrollo de nuevas tecnologías. Hoy
se necesitan artículos y materiales para una construcción más rápida. Por esta razón, todos
los productos se fueron innovando y modernizando con el paso del tiempo.
Actualmente, mis abuelos ya no están presentes. El negocio cuenta con cuatro empleados y
mis padres, Javier Oroz y Silvia Gadea, se encargan del manejo y administración de la
empresa. De esta manera, continúan con una tradición familiar que se seguirá manteniendo
y pasará de generación en generación.
Finalmente, el sueño y la idealización de mi abuelo Javier se hizo realidad. Todo el esfuerzo
realizado por mis abuelos primeramente y por mis padres luego, se ve reflejado en la
actualidad en la gran empresa que mantiene su calidad y trato afectivo con todos sus clientes
y proveedores, quienes continúan en contacto con el negocio y que en su gran mayoría están
presentes desde su fundación. Con el fin de renovar el lugar y aumentar la comodidad tanto
para el negocio como para los clientes, se está desarrollando un proyecto de reformas y
ampliación del lugar. El progreso constante, demanda la modernización de los servicios
brindados, por lo que próximamente el negocio será remodelado.
Puede decirse, entonces, que todo el sacrificio de mis abuelos valió la pena, ya que lograron
levantar con sus propias manos un emprendimiento que ayudó a toda la familia y permitió
que todos aportaran su granito de arena para mantenerlo y hacerlo crecer cada día un poco
más.
Hoy, 51 años después, la empresa sigue siendo un lugar familiar, conocido y querido por toda
la gente del lugar y sus alrededores. Junto con el pueblo, el negocio continúa creciendo.
Al pensar en el local de mis abuelos y mis padres, tengo muchos recuerdos grabados, que
surgen cada vez que vivo una situación parecida. El aroma de los materiales, los albañiles,
las casas en construcción, todo eso me lleva a esos momentos de la infancia que pasaba con
mi padre y mi abuelo en el local. Siempre iba en bicicleta a visitarlos y cebar mate dulce.
Pasaba las tardes de verano junto a mis abuelos, mirando cada espacio de la ferretería, y todo
me parecía enorme. Cada detalle me llamaba la atención.
Algunas veces mi abuelo hacía un asado en el corralón del local, y nos invitaba a jugar entre
las montañas de arena, que a mí me parecían gigantes, era como estar en un paraíso.
Los pocos momentos que viví con mi abuelo me resultan inolvidables y cercanos. Él partió
cuando yo tenía 6 años, pero siempre estuvo muy presente para mí.
Cómo olvidar sus bolsillos llenos de chocolate derretido, cuando nos traía muchas golosinas
de regalo en los días de verano. Cómo olvidar su piel blanca y sus cachetes colorados. Todos
nos decían cuánto nos parecíamos, por lo que siempre supe que llevaba una parte de él.
Siempre estaba para mis hermanas y para mí, era muy feliz junto a nosotras, sus nietas, y
nosotras junto a él. Nunca olvidaremos sus paseos, sus abrazos y todos sus mimos. Trataba
de darnos todos los gustos y a veces la abuela lo retaba por complacernos y malcriarnos tanto.
Mis abuelos fueron muy importantes para nosotras, y los pocos momentos que compartimos
fueron únicos e imborrables. Siempre estarán presentes.
También recuerdo los viajes al campo, cuando acompañaba a mi padre a hacer alguna entrega
o trabajo. El perro de mi padre era muy cariñoso, siempre queriendo jugar y buscando mimos.
Los clientes amables y chistosos, daban al lugar un ambiente más ameno y divertido. El
camino de tierra, el olor a lluvia, el ruido de los pájaros y de la naturaleza; son momentos
inolvidables.
Los días de lluvia parecen interminables en el pueblo, pero es un alivio cuando llega después
de tanto tiempo de calor, polvo, y arena. El aroma de la tierra mojada es un placer y significa
una fiesta para todas las casas, una bendición para los campos y las cosechas.
En el verano, las mañanas son tan agradables y tranquilas, que se puede oler el aroma a pasto
recientemente cortado y mojado. Todo se vuelve nuevo y placentero como si fuera albahaca
fresca.
Las tardes de mates y amigos en la plaza o en el puente, los paseos en bicicleta, son momentos
que no cambiaría por nada. Se puede disfrutar todo el día y toda la noche sin problemas. Las
calles son tranquilas y las puertas de las casas pueden permanecer abiertas sin temores.
En épocas de frío, el ruido de los troncos es tan agradable en la estufa que hace que ames el
ruido de las chispas que hace el fuego. Esos sonidos de hogar y pueblo son mejores que los
ruidos de cualquier auto en una ciudad.
Aunque me fui lejos de mi pueblo, las anécdotas y momentos vividos quedaron grabados en
mi memoria. Agradezco haber nacido en ese lugar tan hermoso, donde viví fantásticas
travesuras, pude divertirme con mis amigos, sin temores, pasear libremente en bicicleta, jugar
entre los árboles y disfrutar de la naturaleza. Tuve la mejor infancia que pude haber tenido,
la mejor niñez y adolescencia.
Cada vez que regreso es como si nunca me hubiese ido. La gente sigue saludando,
preguntando por tus cosas. Cada evento de cumpleaños, las fiestas de fin de año, los egresos,
los carnavales, los festivales rurales, todo sigue fantástico como siempre y el tiempo parece
no haber pasado. La gente puede irse y regresar, el pueblo puede crecer y modernizarse, pero
la calidez del lugar y de las personas se mantiene intacta.
Siempre voy a volver a mi pueblo, a mis cosas, es el lugar a donde nací y donde pasé los
mejores momentos. Allí está mi familia, mis seres queridos. Cada reencuentro familiar sigue
siendo único y especial. Festejamos por las cosas buenas que nos pasan y nos ayudamos en
los malos momentos.
En cada vuelta y en cada despedida, sé que voy a regresar, porque es mi lugar especial en el
mundo, y no lo cambiaría por nada.
Uno no sabe lo que es realmente vivir en un pueblo, hasta que siente que forma parte de ello.
Relato visual:
El puente, hoy recuerdo histórico.
Salazar, el pueblo que progresa.
Avenida Barceló
Avenida San Martín
El centro de noche.
Nieve en Salazar, julio de 2009.
Esculturas realizadas para el centenario del pueblo.
Página del Facebook del pueblo.
Frente actual de la ferretería.
Corralón.
Depósito de materiales.
Proyecto de reconstrucción del local.
Fachada.
Junto con el pueblo, el negocio sigue evolucionando…
Conclusión Personal:
Encontré muy interesante la consigna propuesta en este trabajo práctico final. A partir del
mismo, pude expresar mis ideas y sensaciones de manera escrita, logrando abrir caminos y
cumplir metas que antes no había podido concretar. Relatando esta historia pude revivir
momentos hermosos de mi infancia junto con mis abuelos, en mi querido pueblo Salazar.
Mediante la charla con mi padre, pude conocer mejor la historia de mis abuelos y del
emprendimiento familiar. Fue muy lindo saber más cosas de mi historia y escuchar anécdotas
que desconocía.
Comprobé como mis emociones acerca de la historia de la ferretería y el lugar, pueden
emocionar simultáneamente a otros que no han podido tener una experiencia o una vida
"pueblerina".
Llegué a la conclusión de que gracias y, junto al pueblo, la ferretería fundada por mi abuelo
sigue proyectando y evolucionando.
Al contar esta historia, mis sentimientos renacieron y todos los momentos lindos del pasado
volvieron a hacerse presentes. No cambiaría por nada el lugar de mi infancia y todos los
momentos vividos allí. Nadie sabe lo que es vivir en un lugar tan cálido y tranquilo hasta que
no forma parte de ello.
Bibliografía:
Pantanali, Tato, Los sueños de un visionario, Salazar y su gente, Buenos Aires,
Edición del autor, 2011.
Trabajo Práctico Final 2014
Una historia de mi familia
El comienzo de una empresa familiar
Dolores Oroz
Cuerpo C
12 de diciembre de 2014
Diseño Gráfico
Comunicación Oral y Escrita
Entrevista:
Entrevistado: Javier Oroz, mi padre.
Dolores: - ¿Por qué decidió el abuelo inaugurar una ferretería? ¿Qué hacía antes?
Javier: - La decisión fundamental fue que no había un negocio de ese rubro en el pueblo, él
sinceramente no conocía nada del mismo. Él una vez que termino el servicio militar (marina)
siguió en la fuerza durante 5 años (le pagaban un sueldo).
D: - ¿Cómo logró abrirla?
J: - Con lo ahorrado en la marina y algo de dinero que tenía la abuela.
D: - ¿Cómo era el lugar al comienzo? ¿Qué artículos vendían?
J: - Muy sencillo, chico y con pocos artículos. Empezó vendiendo la "grueso" de la
construcción: cemento, piedra, arena, hierro, etc.
D: - ¿En qué año se inauguró?
J: - En 1963.
D: - ¿Cómo era la situación del país en ese momento?
J: - Con los vaivenes característicos de este país, pero había más tranquilidad y estabilidad.
D: - ¿Cómo era la vida del pueblo?
J: - Tranquila como es ahora pero con menos habitantes y mucho menos movimiento
en lo que respecta a la construcción.
D: - ¿Cuáles fueron las consecuencias de la apertura de la ferretería?
J: - Muy buena aprobación por parte del público y un constante crecimiento.
D: - ¿Por qué el abuelo hizo ese nombre "Casa Javier Oroz"? ¿Siempre se llamó igual?
J: - Simplemente por alusión a su nombre, si siempre se llamó igual.
D: - ¿Cómo fue creciendo la ferretería? ¿Qué artículos se agregaron?
J: - A lo de construcción se agregó ferretería, pinturas, sanitarios, aberturas, maderas y
artículos rurales.
D: - ¿Cuáles fueron las respuestas de la gente del pueblo?
J: - Muy buena en todo momento.
D: - ¿Quién lo ayudaba a manejar el negocio?
J: - En un principio, la abuela y algún empleado temporario. Luego yo y con el
crecimiento del negocio empleados fijos.
D: - ¿Cómo se conocieron?
J: - Como se conoce la gente en un pueblo, seguramente del colegio y luego todo lo
cotidiano, bailes, reuniones, etc.
D: - ¿Mi abuela aportó dinero para emprender el negocio?
J: - Si, algunos ahorros que ella tenía.
D: - ¿Qué hacía la abuela antes de conocer al abuelo?
J: - Trabajaba de administrativa en un escritorio que se dedicaba a la compra-venta de
ganado y cereales.
D: - ¿A partir en qué momento empezaste a trabajar en el negocio?
J: - Desde los 10 años y en forma definitiva full time a los 18 años cuando terminé el colegio
secundario.
D: - ¿Cómo era tu relación con el abuelo dentro del ámbito laboral?
J: - Muy buena, siempre dejando paso a mis ideas que por una cuestión de edad eran
innovadoras.
D: - ¿Qué tareas realizabas?
J: - Principalmente, atendía el mostrador y reponía mercadería, él se encargaba de lo
administrativo.
D: - ¿En qué momento se sumaron más empleados?
J: - Cuando la magnitud del negocio lo hizo necesario, aproximadamente a partir del año
1985 y luego de que falleciera el abuelo.
D: - ¿En qué momento quedaste a cargo del negocio?
J: - Justamente una vez fallecido el abuelo, febrero del año 2000.
D: - Actualmente, ¿qué tareas realizan mamá y vos?
J: - Mamá fundamentalmente atiende el mostrador. Yo coordino todo y me dedico a la venta,
cotizaciones y pedidos.
D: - ¿Cómo ves a la ferretería hoy en día?
J: - Bien pese al momento del país que no es bueno.
D: - ¿Cuáles son tus expectativas para el futuro?
J: - Siempre lo miro con optimismo, hay que ser organizado, prolijo y estar todos los días
firme en el trabajo.
D: - ¿Piensas que realmente valió la pena la decisión y el esfuerzo de los abuelos?
J: - Si totalmente, de empezar de la nada a ver lo que hoy es el negocio demuestra que valió
la pena la "aventura" del abuelo en ese momento.