the life de los termes

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Del mismo autor de La vida de lashormigas y La vida de las abejas,LA VIDA DE LOS TERMES, refleja deun modo inquietante la vida deesas hormigas blancas que vivenciegas en pirámides de barro odebajo de la tierra. El misterio desu escabroso nidal, llamado«comejenera», es algo queimpresiona como una miniatura delpurgatorio del Dante. Maeterlinck,maestro en miedos, escuchónfrente a la gran puerta de lamuerte, sacude el alma del lectorcon la idea de que le estáreservada al hombre una vida

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colectivista, sórdida y sin márgenescomo la de los termes.Maurice Maeterlinck

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La vida de lostermes

(Comegenes u hormigasblancas)

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ePub r1.0FLeCos 30.08.2015

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Título original: La Vie des TermitesMaurice Maeterlinck, 1927Traducción: Teodosio Leal

Editor digital: FLeCosePub base r1.2

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INTRODUCCIÓN

I

La VIDA DE LOS TERMES, lo mismoque La Vida de las Abejas, de la cualtodas las aserciones que se han hechohan sido reconocidas exactas por losespecialistas, no es una biografíaromanceada, como está de moda hacerloen estos momentos. He permanecido fielal principio que me ha guiado en la obraprecedente, que ha consistido en noceder jamás a la tentación de añadir a lomaravilloso real un maravilloso

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imaginado. Por no ser ya joven, me esmás fácil resistir a esta tentación,porque los años enseñan poco a poco atodo hombre que sólo la verdad esmaravillosa. Entre otras cosas, tambiénenseñan los años al escritor que losornamentos del estilo envejecen máspronta y rápidamente que él, y que sólolos hechos estrictamente expuestos y lasreflexiones sobria y netamenteformuladas pueden tener mañana casi elmismo aspecto que hoy.

Por consiguiente, yo no headelantado un hecho ni aportado unaobservación que no sea indiscutible yfácilmente comprobable. Es el primerdeber, cuando se trata de un mundo tan

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poco conocido y tan desconcertantecomo aquel en que vamos a penetrar. Lamás inocente fantasía, la más ligeraexageración, la más pequeña inexactitud,privaría a un estudio de este género detodo crédito e interés. Espero que hayade esto muy poco, a menos que en algúnpunto haya sido inducido a error poraquellos a quienes he seguido en esteestudio, lo que no es apenas probable,porque no he tenido en cuenta más quetrabajos de entomólogos profesionales,escritores puramente objetivos y muyfríos, que no tienen otro culto que el dela observación científica, y que la mayorparte de las veces no parece que se dencuenta del carácter extraordinario del

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insecto que estudian, y en todo caso, nose cuidan, en modo alguno, de insistir enél hasta poner de relieve todo su valor.

De los relatos a los que no se puededar entero crédito, de cientos deviajeros que nos han hablado de lostermes, ya reproduciendo sin crítica lascharlas de los indígenas o dejándosellevar por la exageración, he tomadomuy pocas cosas, no haciendo excepcióna esta regla más que cuando se tratabade exploradores ilustres; por ejemplo,de un David Livingstone, que era,además, un sabio y escrupulosonaturalista.

Hubiese sido fácil, a propósito decada afirmación, colmar la margen

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inferior de las páginas de notas yreferencias. Y hay capítulo donde seríapreciso erizar de éstas todas las frases,y en el que la glosa habría devorado eltexto como en los más enrevesados denuestros manuales escolares. Pienso queel lugar adecuado de las susodichasnotas y referencias está en labibliografía que el lector encontrará alfin del volumen, tanto másventajosamente, cuanto que la literaturaconsagrada a los termes no es todavíatan copiosa como la de las abejas.

He aquí los hechos, que yo heencontrado esparcidos, difusos,disimulados en cien parajes diversos, amenudo sin significación, porque

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estaban aislados. Como en La Vida delas Abejas, mi papel se ha limitado areunirlos y agruparlos tanarmoniosamente como he podido; adejarles obrar los unos sobre los otros,envolviéndolos en algunas reflexionespertinentes, y sobre todo, a ponerlos enclaro, porque los misterios de latermitera[1] son más ignorados que losde la colmena, aún de los aficionados,cada día más numerosos, que seinteresan especialmente por el estudiode los insectos. La sola interpretaciónde estos hechos me pertenece más omenos, como pertenece al lector, quesacará quizás de ella conclusionescompletamente diferentes. Por lo demás,

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es la única cosa que pertenece alhistoriador, y la monografía de uninsecto, sobre todo de un insecto tansingular, no es, en suma, más que lahistoria de una colonia desconocida, queen ciertos momentos parece originariade otro planeta, y esta historia demandaser tratada de la misma manera metódicay desinteresada que la historia de loshombres.

Si se quiere, este libro hará parejacon la Vida de las Abejas, pero el colory el medio no serán los mismos. Encierto modo, son estos dos libros el díay la noche, el alba y el crepúsculo, elcielo y el infierno. De un lado —almenos a primera vista y a condición de

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no profundizar demasiado, porque lacolmena tiene también sus dramas y susmiserias— todo es luz, primavera, estío,sol, perfume, espacio, alas, azur, rocío yfelicidad sin igual entre las alegrías dela tierra. De otra parte todo sontinieblas, opresión subterránea,violencia, avaricia sórdida e inmunda,atmósfera de calabozo, de mazmorra yde sepulcro, pero también, en la cima,sacrificio mucho más completo, másheroico, más reflexivo y más inteligentepor una idea o un instinto —pocoimporta el nombre, los resultados sonsemejantes— desmesurado y casiinfinito; lo cual, en resumidas cuentas,compensa muchas bellezas aparentes,

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aproxima a nosotros las víctimas, nosvuelve casi fraternales —desde ciertopunto de vista, mucho más fraternalesque las abejas o que todo otro serviviente sobre esta tierra— y hace deestos desgraciados insectos losprecursores y prefiguradores de nuestrospropios destinos.

II

Los entomólogos, ateniéndose en esto alos geólogos, conjeturan que lacivilización de los termes, quevulgarmente se llaman hormigas blancas,bien que ellas sean de un blanco muy

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dudoso, precede en cien millones deaños a la aparición del hombre sobrenuestro planeta. Estas conjeturas sondifícilmente comprobables. Por lodemás, como ocurre frecuentemente, lossabios no están de acuerdo. Los unos, N.Holmgren, por ejemplo, los incorpora alos Protoblatoides que se extinguen en elPérmico, haciéndoles recular así en lanoche, sin medida y sin fondo, del findel Primario. Otros los encuentran en elLiásico de Inglaterra, de Alemania y deSuiza, es decir, en el Secundario; otros,en fin, no los descubren más que en elEoceno superior, es decir, en elTerciario. Ciento cincuenta especies deellos se han identificado incrustados en

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el ámbar fósil. Sea lo que fuere, lostermes remontan ciertamente algunosmillones de años, lo que ya es bastante.

Esta civilización, la más antigua quese conoce en la más curiosa, la máscompleja, la más inteligente y, en ciertosentido, la más lógica, la mejoradaptada a las dificultades de laexistencia, que, antes que la nuestra, seha manifestado sobre este globo. Desdevarios puntos de vista, aunque feroz,siniestra y a menudo repugnante, essuperior a la de las abejas, la de lashormigas y la del hombre mismo.

III

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La literatura consagrada a los termesestá lejos de ser tan rica como la que seha acumulado alrededor de las abejas yde las hormigas. El primer entomólogoque se ha dedicado seriamente a esteestudio fue J. G. Koenig, que vivió largotiempo en las Indias, en Tranquebar,distrito de Madras, donde pudo hacerloa placer. Murió en 1785. Vino acontinuación Henry Smeathmann, que es,con Hermann Hagen, el verdadero padrede la Termitología. Su célebre memoriasobre ciertos termes africanos,publicada en 1781, encierra unverdadero tesoro de observaciones einterpretaciones, donde han bebido sinagotarlo todos los que se han ocupado

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del insecto, y los trabajos de sussucesores, singularmente los de G. B.Haviland y de T. J. Savage, hanconfirmado casi siempre la exactitud desus investigaciones.

Por lo que se refiere a HermannHagen, de Königsberg, en 1855, publicóen la Linnea Entomologica, de Berlín,una monografía metódica y completa, enla que analiza con la precisión,minuciosidad y conciencia que esforzoso reconocer que los alemanesaportan a este género de trabajos, todolo que se ha escrito sobre los termesdesde la India y el Egipto antiguos hastanuestros días. Se encuentran en ellareunidas y criticadas centenas de

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observaciones hechas por todos losviajeros que los han estudiado en Asia,África, América y Australia.

Entre los trabajos más recientes,citaremos, ante todo, los de Grassi ySandia, que fijaren la micrología deltermes y fueron los primeros ensospechar el papel asombroso de ciertosprotozoarios en el intestino del insecto;los de Charles Lespès, que nos habla deun pequeño termes europeo que llama,quizás equivocadamente, el termeslucífugo; los de Fritz Müller, de FilippoSilvestri, que se ocupa de los termessudamericanos; los de Y. Sjostedt, quese interesa en el estudio de los termesafricanos, y hace, ante todo, obra de

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clasificador; los de W. W. Froggatt, que,con el naturalista W. Saville-Kent, agotacasi todo lo que se puede decir acercade los termes australianos, y los de E.Hegh, que se ciñe especialmente a lostermes del Congo, y que continuando eltrabajo de Hagen y prolongándolo hasta1922, resume en una obra notable, muycompleta y copiosamente ilustrada, casitodo lo que se sabía en esta fecha acercadel insecto de que tratamos. Réstanostodavía citar a Wasmann, H. Imms, NilsHolmgren, el gran termitólogo sueco; K.Escherich, un entomólogo alemán que,singularmente, ha hecho acerca de lostermes de Erythrea estudios sumamentecuriosos, y en fin, para no citar

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inútilmente todos los nombres queencontraremos en la bibliografía,mencionaremos a L. R. Cleveland, queen los magníficos laboratorios de laUniversidad de Harvard, realiza desdehace años, en los protozoarios delintestino de nuestros Xilófagos,experimentos y estudios que figuranentre los más pacientes y sagaces de labiología contemporánea. Tampocoolvidamos las interesantes monografíasde E. Bugnion, que tendré ocasión decitar más de una vez, y remitamos denuevo al lector, en cuanto a lo demás, ala bibliografía que se encuentra al finalde este libro.

Esta literatura, aunque no sea

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comparable a la que se ha consagrado alos himenópteros, basta, sin embargo,para fijar las grandes líneas de unaorganización política, económica ysocial de un destino que quizás prefiguradel rumbo en que vamos y de lo que nosespera, si no reaccionamos antes que seademasiado tarde. Es posible quehallemos en ella algunas indicacionesinteresantes y lecciones provechosas.Sin exceptuar las abejas y las hormigas,no hay en este momento, lo repito, sobreesta tierra de seres vivos, nada que estéen conjunto tan lejos y tan cerca denosotros, ni que sea tan miserablemente,tan admirablemente, tan fraternalmentehumano.

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Nuestros utopistas van a buscar a loslímites en que la imaginación se refractay difunde, como un rayo de luz, modelosde sociedades futuras, cuando antenuestros ojos las tenemos que sonprobablemente tan fantásticas, taninverosímiles y, quién sabe, tanproféticas como las que podríamosencontrar en Marte, Venus o Júpiter.

IV

El termes no es un himenóptero como laabeja y la hormiga. Su clasificacióncientífica, bastante difícil, no parece aúnestablecida ne varietur, pero

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generalmente se le incluye en el génerode los orcópteros u ortopteroidesneurópteros o seudoneurópteros, tribu delos Corrodantes. Actualmenteconstituyen un orden distinto: el de losIsópteros. Ciertos entomólogos leclasificarían fácilmente entre loshimenópteros, a causa de sus instintossociales.

Los grandes termes habitanexclusivamente los países cálidos,tropicales o subtropicales. Ya hemosdicho que, a pesar de su nombre,raramente es blanco. Toma,aproximadamente, el color de la tierraque ocupa. Según las especies, su tallava de 3 a 10 ó 12 milímetros; es decir,

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que a veces alcanza la de nuestraspequeñas abejas domésticas. El insecto,por lo menos en cuanto al grueso de lapoblación —pues veremos más adelanteque su polimorfismo es inverosímil—,semeja, poco más o menos, una hormigamal dibujada, de vientre alargado,rayado de estrías transversales, blando ocasi larval. Igualmente veremos que enla lucha por la vida pocos seres han sidotan mediocremente armados por lanaturaleza. No tiene el aguijón de laabeja ni la formidable coraza de quitinade la hormiga, su enemigo másencarnizado. Normalmente carece dealas, y cuando las posee, le han sidoirrisoriamente prestadas con el fin de

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conducirle a la hecatombe. Pesado ydesprovisto de toda agilidad, no puedeescapar al peligro por la fuga. Tanvulnerable como un gusano, se entregasin defensa a todos los que en el mundode los pájaros, de los reptiles, de losinsectos, están ávidos de su carnesuculenta. No puede subsistir más que enlas regiones ecuatoriales, y, mortalcontradicción, perece en cuanto seexpone a los rayos del sol. La humedadle es absolutamente necesaria, y casisiempre está obligado a vivir en lospaíses donde durante siete u ocho mesesno cae una gota de agua. En una palabra,casi tanto como con el hombre, lanaturaleza se ha mostrado con él injusta,

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malévola, irónica, caprichosa, ilógica opérfida. Pero también, y a veces mejorque el hombre, al menos hasta hoy, hasabido sacar partido de la únicaperfección que una madrastraolvidadiza, curiosa o simplementeindiferente, quiso dejarle: una pequeñafuerza que no se ve, que en él llamamosinstinto, y en nosotros, sin que se sepapor qué, inteligencia. Con ayuda de estapequeña fuerza, que ni siquiera tiene unnombre bien definido, ha sabidotransformarse y crearse las armas que noposeía más espontáneamente quenosotros las nuestras; ha sabidoorganizarse, hacerse inexpugnable,mantener en sus ciudades la temperatura

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y humedad que le sen necesarias,asegurar el porvenir, multiplicarse hastael infinito y devenir poco a poco el mástenaz, el mejor arraigado y el mástemible de los ocupantes y de losconquistadores de este globo.

Por esto me ha parecido que no eraocioso interesarse un instante en esteinsecto, a menudo odioso, pero a vecesadmirable; de todos los seres vivos queconocemos, el que de una miseria iguala la nuestra ha sabido elevarse a unacivilización que, desde cierto punto devista, no es inferior a la que nosotrosalcanzamos hoy.

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LA COMEJENERA

(NIDO DE LOS TERMES)

I

Se cuentan de mil doscientas a milquinientas especies de térmites. Las másconocidas son: el Termes bellicosus,que edifica enormes montículos; elnemorosus, el lucifugus, que ha hechouna aparición en Europa; el incertus, elvulgaris, el Coptotermes, el borneensisy el mangensis, que tienen soldados conjeringa; el Rhinotermes, el Termes

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planus, el tenuis, el malayanus, elviator, uno de los raros que viven aveces al descubierto y atraviesan lasciénagas en largas líneas, encuadrandolos soldados a los obreros portadores;el Termes longipes, el foraminifer, elsulphureus, el gestroi, que atacadeliberadamente los árboles vivos ycuyes guerreros son feroces; el Termescarbonarius, cuyos soldados ritman, deuna manera muy particular, el martilleomisterioso, del cual volveremos ahablar; los Termes latericus, ellacessitus, el dives, el gilvus, elazarellii, el translucens, el speciosus,el comis, el laticornis, el brevicornis, elfuscipennis, el atripennis, el ovipennis,

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el regularis, el inanis, el latifrons, elfolicornis, el soridus, que habitan la islade Borneo; el laborator, de Malaca; losCapritermes, cuyas mandíbulas, enforma de cuernos de macho cabrío, sedistienden como resortes y proyectan alinsecto a veinte o treinta centímetros dedistancia; los Termopsis, losColotermes, que son los más retrasados,y otros cientos cuya enumeración seríafastidiosa.

Añadamos que las observacionessobre las costumbres del insecto exóticoy siempre invisible son recientes eincompletas, que muchos puntospermanecen obscuros, y que lacomejenera está colmada de misterios.

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En efecto; además de que el insectohabita comarcas en que los naturalistasson infinitamente más escasos que enEuropa, el terme no es, o al menos noera, antes que los americanos sehubiesen interesado en su estudio, uninsecto de laboratorio, al cual no se lepuede apenas observar en colmenas ocajas de cristal, como se hace con lasabejas y las hormigas.

Los grandes entomólogos, talescomo los Forel, los Charles Janet, losLubbock, los Wasmann, los Cornetz yotros muchos, no han tenido ocasión deocuparse de ellos. Si el insecto penetraen un gabinete de entomología esgeneralmente para destruirlo. Por otra

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parte, despanzurrar una comejenera noes cosa fácil ni agradable. Las cúpulasque la cubren son de un cemento tanduro que el acero de las hachas se mellaen él y sería menester hacerla saltar conpólvora. A menudo los indígenas, pormiedo o superstición, rehúsan secundaral explorador que, como refiereDouville en su viaje al Congo, estáobligado a vestirse de cuero y aenmascararse, a fin de escapar a lasmordeduras de millares de guerrerosque en un instante le envuelven y nosueltan la presa. En fin, cuando lacomejenera está abierta no presenta másque el espectáculo de un inmenso yhorrible tumulto, pero de ningún modo

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los secretos de la vida cotidiana.Además de esto, hágase lo que se haga,jamás se llega a las últimas guaridassubterráneas, que se hunden a variosmetros de profundidad.

Existe, es verdad, una raza de termeseuropeos, muy pequeños yprobablemente degenerados, que unentomólogo francés, Charles Lespès, haestudiado concienzudamente hacesetenta años. Se les confunde bastantefácilmente con las hormigas, aunque sonde un blanco ambarino y casi diáfano.Se encuentran en Sicilia, singularmenteen la región de Catana, y sobre todo enlas landas de los alrededores deBurdeos, donde habitan los viejos

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troncos de pinos. Al contrario de suscongéneres de los países cálidos, no seintroducen sino muy raramente en lascasas, no haciendo en ellas más queinsignificantes estragos. No sobrepasanla talla de una pequeña hormiga y sonfrágiles, miserables, poco numerosos,inofensivos y casi desprovistos dedefensas. Son los parientes pobres de laespecie, quizás descendientesdescarriados y debilitados de loslucifugus, de los cuales hablaremos mástarde. En todo caso, no pueden darnosmás que una idea aproximada de lascostumbres y de la organización de lasenormes repúblicas tropicales.

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II

Algunos termes viven en los troncos delos árboles perforados en todos sentidosy surcados de galerías que se prolonganhasta las raíces. Otros, como los Termesarboreum, construyen su nido en lasramas, y lo fijan en ellas tansólidamente, que resisten a los másviolentos tornados, y que paraapoderarse de él es preciso serrar lasramas. Pero la comejenera clásica, la delas grandes especies, es siempresubterránea. Nada más desconcertante,más fantástico, que la arquitectura deestas viviendas, que varían según el paísy en una misma comarca, según las

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razas, las condiciones locales, losmateriales disponibles; porque el geniode la especie es inagotablementeinventivo y se acomoda a todas lascircunstancias. Las más extraordinariasson las comejeneras australianas, de lascuales W. Saville-Kent, en su importantevolumen en cuarto, titulado TheNaturalist in Australia (El Naturalistaen Australia), nos da algunas fotografíasdesconcertantes. Ora es un simplemontículo rugoso, cuya base es unacircunferencia de una treintena de pasosy la altura de tres o cuatro metros, quetiene el aspecto de un pilón de azúcartruncado y averiado. Por otra parte,estos montículos ofrecen el aspecto de

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enormes montones de barro, deformidables borbollones de greda, cuyaebullición hubiese sido súbitamentecongelada por un viento siberiano,cuando no hacen pensar en laslacrimosas concreciones calcáreas degigantescas estalagmitas, ahumadas porlas antorchas en las grutas célebres ydemasiado visitadas, o todavía sugierenel informe montón de células, cien milveces aumentado, donde ciertas abejas,salvajes y solitarias, atesoran su miel; osuperposiciones imbricadas de hongos,o inverosímiles esponjas ensartadas alazar, o medas de heno o de trigodeterioradas por las tempestades; ohacinas normandas, picardas o

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flamencas, porque el estilo de estaspilas de heno, trigo, estiércol, etcétera,es tan marcado y permanente como el delas casas. Los más notables de estosedificios, que no se encuentran más queen Australia, pertenecen al TermesBrújula, Magnético o Meridiano, asíllamado porque sus viviendas estánsiempre orientadas de Norte a Sur,presentando la parte más ancha hacia elMediodía y la parte más estrecha haciael Septentrión. Respecto a esta curiosaorientación, los entomólogos se hanarriesgado a hacer diversas hipótesis,pero no han encontrado todavía unaexplicación que se imponga. Con susagujas, su floración de pináculos, sus

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arbotantes, sus múltiples contrafuertes,sus capas de cemento, que se desbordanlas unas sobre las otras, evocan lascatedrales carcomidas por los siglos;los castillos en ruinas que imaginaGustavo Doré, o las ciudadesfantasmagóricas que pintaba VíctorHugo diluyendo una mancha de tinta olos posos del café. Otras, de un estilomás circunspecto, presentan unconglomerado de columnas onduladas, acuyo techo no alcanza un hombre acaballo y armado de una lanza; o sealzan a veces a seis metros de alturacomo pirámides carcomidas u obeliscosroídos y desconchados por milenariosmás devastadores que los del Egipto de

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los Faraones.Lo que explica las extravagancias de

estas arquitecturas es que los termes noconstruyen, como nosotros, sus casasdesde fuera, sino desde dentro. Siendociego, no solamente no ve lo que edifica,sino que, aunque viese, no podría darsecuenta da ello por no salir jamás de suvivienda. No se interesa más que por elinterior de su morada y nunca por suaspecto exterior. En cuanto a la maneracomo se las arregla para construir así abintra y a tientas lo que ninguno denuestros albañiles osaría intentar, es unmisterio que no está todavía bienesclarecido. Aún no se ha asistido a laedificación de una comejenera y las

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observaciones del laboratorio sondifíciles, teniendo en cuenta que desdeel primer momento los termes cubren elcristal con su cemento en caso denecesidad, o lo vuelven mate con laayuda de un líquido especial. Es precisono perder de vista que el termes es antetodo, un insecto subterráneo que seintroduce primeramente en el suelo, lehorada, y el montículo que emerge no esmás que una superestructura accesoria,pero inevitable, formada por escombrostransformados en estancias que seelevan y se extienden según lasnecesidades de la colonia.

Sin embargo, las observaciones deun entomólogo provenzal, M. E.

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Bugnion, que durante cuatro añosestudió de cerca los termes de Ceylán,pueden darnos alguna idea de su manerade proceder. Se trata del termes de loscocoteros, el Eutermes ceylonicus, quetiene soldados con jeringa (ya veremosmás adelante lo que esto quiere decir).

«Esta especie —dice M. E. Bugnion— hace su nido en la tierra, bajo lasraíces del cocotero; a veces también alpie de la palmera Kitul, de la cual losindígenas extraen un jarabe.

»Cordones grisáceos, dispuestos alo largo de los árboles que se elevandesde las raíces hasta los brotesterminales, denuncian la presencia deestos insectos. Estos cordones, que

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tienen poco más o menos el espesor deun lápiz, son otros tantos pequeñostúneles destinados a proteger los termescontra las hormigas (obreros ysoldados) que llevan las provisiones ala cima de los árboles.

»Formados de restos de madera y degranos de tierra aglutinados, loscordones de los Eutermes son para elnaturalista una preciosa materia deestudio. Basta levantar con un cuchilloun pequeño segmento del túnel parapoder seguir con la lupa el trabajo dereconstrucción.

»Un experimento de este género hasido hecho en la plantación deSeenigoda el 19 de diciembre de 1909.

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Son las ocho de la mañana y el día esmagnífico. El termómetro marca 25°. Elcordón expuesto al Oriente se encuentraexactamente a pleno sol. Habiendorayado la pared en una longitud de uncentímetro, veo presentarse en laabertura inmediatamente una docena desoldados que, después de avanzaralgunos pasos, se disponen en círculocon sus cuernos frontales dirigidos haciaafuera, prestos a hacer frente a unenemigo eventual.

»Al volver, después de un cuarto dehora de ausencia, compruebo que lostermes, reintegrados todos a la galería,están ya ocupados en reparar la partedestruida. Una fila de soldados se

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mantiene al nivel de la abertura con lascabezas dirigidas hacia afuera y loscuerpos guarecidos en el interior.Agitando vivamente sus antenas estánocupados en marcar los bordes de labrecha embebiéndolos con su saliva.

»Una franja húmeda, de color másobscuro que el resto de la pared, se veya todo alrededor. Bien pronto apareceun trabajador de un nuevo género,perteneciente esta vez a la casta de losobreros. Después de haber reconocidoel lugar por medio de sus antenas, sevuelve bruscamente y, presentando suextremidad anal, deposita en la brechauna gotita opaca de un amarillopardusco, expulsada de su intestino

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recto. Otro obrero que trae en la boca ungrano de arena aparece poco despuésviniendo también del interior. El granode arena, que hace el oficio de unpequeño morrillo, es depositado sobrela gotita en el lugar señalado.

»La maniobra se repite ahora de unamanera regular, pudiéndose ver de vezen vez, durante una media hora, un terme(obrero) que inspecciona la brecha,vuélvese y emite su gotita amarilla, yotro, cargado con un grano de arena quedeposita sobre el borde. Algunosaportan, en lugar de granos de arenas,detritos de madera. Los soldados, queremueven constantemente sus antenas,parecen especialmente encargados de

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proteger los obreros y dirigir su trabajo.Alineados como al principio, al nivel dela abertura, se separan en el momento enque un obrero se presenta y le muestran,al parecer, el lugar en que debedepositar su carga.

»El trabajo de reparación, ejecutadoenteramente desde el interior, ha duradohora y media. Soldados y obreros (estosúltimos relativamente en pequeñonúmero) se han repartido de comúnacuerdo la tarea».

Por su parte, el doctor R. Escherichha tenido ocasión de observar en unjardín botánico tropical la manera deproceder de los Termes redemanniWasm, y ha notado que tienen un plan

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bien determinado. Comienzan por laconstrucción de una especie deandamiaje constituido por los cordonesde ventilación, transformando en seguidaeste andamiaje en fábrica maciza,rellenando todos los vacíos y dando final edificio nivelando cuidadosamentelas paredes.

III

En ciertos puntos de Queensland oAustralia occidental, principalmente enel Cabo York, y sobre todo en losalrededores de Albany Pass, lascomejeneras se extienden sobre dos

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kilómetros próximamente, que pueblande pirámides simétricas y regularmenteespaciadas. Recuerdan inmensoscampos cubiertos de estas hacinas de lascuales acabo de hablar, o las tumbas delvalle de Josaphat, o una fábrica dealfarería abandonada, o esas extrañashileras de piedras druídicas de Carnac,en Bretaña, que producen el asombro delos viajeros cuando las columbran desdeel puente del navío, resistiéndose acreer que sean la obra de un insecto máspequeño que una abeja.

En efecto, la desproporción entre laobra y el obrero es casi inverosímil.Una comejenera mediana, de cuatrometros, por ejemplo, puesta a escala

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humana, nos daría un monumento de seiso setecientos metros de alto; es decir, talque el hombre no lo ha construido nunca.

Existen en otros puntos del globoaglomeraciones análogas, pero tienden adesaparecer ante la civilización, queutiliza de ella los materiales,singularmente para la construcción decaminos y casas, porque suministran uncemento incomparable. El termeaprendió a defenderse contra losanimales, pero no previo al hombre dehoy. En 1835 el explorador Aarandescubrió, al norte del Paraguay, una deestas confederaciones, que tenía cuatroleguas de circunferencia, y donde lascomejeneras estaban tan agrupadas que

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no dejaban entre ellas intervalos de másde quince a veinte pies. Desde lejossimulaban una enorme ciudad formadapor innumerables chozas, y daban alpaisaje, como dice ingenuamente unviajero, un aspecto completamenteromántico.

Pero las más grandes comejeneras seencuentran en el África central,singularmente en el Congo belga. Lasque miden seis metros de altura no sonraras, y algunas alcanzan siete u ocho.En Mompono, una tumba erigida sobreuna comejenera semejante a una colina,domina la campiña circundante. Unaavenida de Elisabethville, en el Alto-Katanga, nos muestra, seccionada por el

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paso del camino, una comejenera dosveces más alta que la choza situadaenfrente. Y para la construcción delferrocarril de Sakania fue preciso volarcon dinamita algunos de estosmontículos, cuyas ruinas sobrepasabanla chimenea de las locomotoras.

Se encuentran en el paíscomejeneras tuniliformes, quedespanzurradas tienen el aspecto deverdaderas casas de dos o tres pisos, enlas cuales el hombre podría instalarse.

Estos monumentos son de unasolidez que resisten a la caída de losmás grandes árboles, tan frecuente enestos países de tornados, y que los máscorpulentos animales los escalan sin

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hundirlos ni quebrarlos, con el fin depacer la hierba que crece en sus cimas;porque el limo, o más bien la especie decemento de que están formados, ademásde que participa de la humedad,cuidadosamente mantenida en el interiordel edificio, habiendo sido triturado porel insecto y pasado por su intestino, esde una fertilidad extraordinaria. Algunasveces crecen árboles sobre estasconstrucciones, que, cosa extraña, lostermes, que destruyen todo lo queencuentran, respetan religiosamente.

¿Cuál es la edad de estos edificios?Es muy difícil calcularla. En todo casosu crecimiento es muy lento, y de un añoa otro no se advierte en ellos ningún

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cambio. Como si estuviesen tallados enla piedra más dura, resistenindefinidamente a las lluvias diluvianasde los trópicos. Constantes y cuidadosasreparaciones los mantienen en buenestado, y como, a menos que ocurra unacatástrofe o una epidemia, no hayninguna razón para que una colonia querenace sin cesar llegue jamás a su fin, esmuy posible que algunos de estosmontículos remonten a tiempos muyantiguos. El entomólogo W. W. Froggatt,que ha explorado un númeroconsiderable de comejeneras, no haencontrado más que una solaabandonada, sobre la cual había pasadola muerte. Es verdad que otro

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naturalista, G. F. Hill, estima que en elQueensland septentrional el ochenta porciento de los nidos de Drepanotermessilvestrii y del Hamitermes perplexusson invadidos poco a poco y en seguidaocupados, de una manera permanente,por una hormiga, la Iridomyrmessanguineus. Pero ya volveremos ahablar de la guerra inmemorial de lashormigas y de los termes.

IV

Abramos con W. W. Froggatt uno deestos edificios donde bullen millones deexistencias, aunque por fuera no se

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encuentre allí ninguna traza de vida,porque parecen tan desiertos como unapirámide de granito, sin que nadadenuncie la actividad prodigiosa quefermenta en ellos día y noche.

Como ya he dicho, la exploración noes fácil, y antes que W. W. Froggatt muypocos naturalistas habían obtenidoresultados satisfactorios.Perfeccionando los métodos anteriores yprovisto de mejores herramientas quesus antecesores, el eminente entomólogoSidney hizo primeramente serrar el nidopor el medio y después, oblicuamente,de abajo a arriba. Sus observaciones,unidas a las de T. J. Savage, nos dan unaidea general y suficiente de la

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distribución de la comejenera.Bajo una cúpula de madera

masticada y granulada, de dondeirradian numerosos pasajes al centro dela ciudad, a 15 ó 30 centímetros porencima de la base se encuentra una masaredonda de grosor variable, según laimportancia de la comejenera, pero que,agrandada a las proporciones humanas,sería más vasta y más alta que la cúpulade San Pedro de Roma. Está formada dedelgadas capas de una materia leñosa,bastante blanda, que se enrollaconcéntricamente como tiras de papelpardo. Es lo que los entomólogosingleses llaman la Nursery, que nosotrosllamaremos el Nido, y que corresponde

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a los alvéolos de los panales de nuestrasabejas. Está generalmente lleno demillones de pequeñas larvas, no másgruesas que una cabeza de alfiler, y losmuros están perforados por miles deaberturas minúsculas, aparentementedestinadas a asegurar la ventilación. Latemperatura es allí sensiblemente máselevada que en las otras partes de lacomejenera, porque parece que lostermes han conocido mucho antes quenosotros las ventajas de una especie decalefacción central. El calor contenidoen el nido es tal, que T. J. Savage,habiendo abierto un día bastantebruscamente las grandes galerías delcentro y queriendo mirarlas demasiado

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cerca, retrocedió ante la bocanada deaire caliente que le golpeó el rostro,estando a punto —dice— de cortarle larespiración, y embadurnándolecompletamente los cristales de susanteojos.

¿Cómo está mantenida estatemperatura constante, que es para lostermes una cuestión de vida o muerte,puesto que una variación de 16 gradosbasta para matarles? J. T. Savage loexplica por la teoría del termosifón,estando asegurada la circulación delaire caliente y del frío por cientos depasadizos que recorren toda la vivienda.En cuanto a la fuente de calor, que,según las horas y las estaciones, no debe

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ser únicamente solar, estáprobablemente alimentada por lafermentación de una masa de hierbas ode detritos húmedos.

Recordemos que las abejas regulanigualmente a voluntad la temperaturageneral de la colmena y la de susdiversas partes. Esta temperatura,durante el estío, no pasa de 85 gradosFahrenheit, y en invierno no desciendepor debajo de 80 grados. La constantetérmica está asegurada por lacombustión de los alimentos y por losequipos de ventiladoras. En el lugardonde se elabora la cera la temperaturase eleva hasta 95 grados gracias a lasobrealimentación de los insectos que

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elaboran la cera.A los dos lados de esta Nourricerie,

desde donde las galerías conducen hacialas más bellas cámaras, huevos blancosy oblongos están apilados en pequeñosmontones como granos de arena. Enseguida, descendiendo, llegamos aldepartamento que encierra la reina. Lesostienen bóvedas, así como a las piezasadyacentes. El suelo está perfectamenteunido y el techo, bajo y cimbrado,semeja la cúpula que formaría un cristalde reloj. Le es imposible a la reina dejaresta, celda, mientras que los obreros ylos soldados que la cuidan y guardanentran y salen libremente.

Esta reina, según los cálculos de

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Smeathmann, es veinte o treinta vecesmás gruesa que el obrero, lo cual pareceser cierto para las especies superiores,singularmente para el Termes bellicosusy el natalensis; porque la talla de lareina está generalmente en razón directacon la importancia de la colonia. Paralas especies medianas T. J. Savage hacomprobado que en un nido en que elobrero pesa diez miligramos la reinaacusa doce mil. Por lo contrario, en lasespecies primitivas, los Calotermes, porejemplo, la reina es apenas más grandeque el insecto alado.

La cámara real es, por otra parte,extensible, y se ensancha a medida queprospera el abdomen de la soberana. El

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rey la habita con ella, pero no se lecolumbra apenas porque está casisiempre atemorizado y modestamenteoculto bajo el enorme vientre de suesposa. Volveremos a hablar de losdestinos, de los infortunios y de lasprerrogativas de esta pareja real.

De estas cámaras desciendengrandes caminos hacia el subsuelo,donde se abren vastas salas sostenidaspor pilares. La disposición de loscompartimientos es menos conocida,porque para explorarles es precisoprimero demolerlos a golpes de hacha ode azadón. Todo lo que se puede saberes que allí, como alrededor de lascámaras, se superponen innumerables

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celdas ocupadas por larvas y ninfas endiversos estados de su evolución.Cuanto más se desciende más aumenta elnúmero y la talla de los jóvenes termes.Allí también se encuentran losalmacenes donde se amontonan lamadera masticada y la hierba cortada enpequeñísimos trocitos: son lasprovisiones de la colonia. Por lo demás,en caso de penuria, cuando falta lamadera fresca los muros mismos de todoel edificio suministran, como en loscuentos de hadas, los víveresnecesarios, puesto que están hechos demateria excrementicia, es decir,eminentemente comestible en el mundoque nos ocupa.

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En ciertas especies una parteimportante de los pisos superiores estáreservada al cultivo de hongosespeciales que reemplazan a losprotozoarios que encontraremos en elcapítulo siguiente, y que, como ellos,están encargados de transformar lamadera vieja o la hierba seca con el finde hacerlas asimilables.

En otras colonias se encuentranverdaderos cementerios, instalados en laparte superior del montículo. Podemospermitirnos suponer que en caso deaccidente o de epidemia los termes deestas colonias, no pudiendo marchar alcompás de la muerte y consumir a sudebido tiempo los cadáveres que ella

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multiplica excesivamente, los amontonancerca de la superficie, con el fin de queel calor del sol los desequerápidamente. En seguida los reducen apolvo, y forman así una reserva devíveres con la cual alimentan a lajuventud de la ciudad.

El Drepanotermes silvestris tienehasta reservas vivas, carne sobre lamarcha, aunque la expresión sea aquícompletamente impropia, no teniendoningún medio de locomoción la carne encuestión. Cuando, por razones quenosotros no podemos penetrar, elgobierno oculto de la comejenera estimaque el número de ninfas sobrepasa elnecesario, encierran en habitaciones

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especiales las que sobran, después dehaberlas cortado las patas, con el fin deque moviéndose sin utilidad no pierdansu gordura, comiéndoselas después amedida de las necesidades de lacomunidad.

En estos mismos Drepanotermes sedescubren instalaciones sanitarias. Lasdeyecciones son acumuladas en recintosdonde se endurecen y devienen sin dudamás sabrosas.

He aquí en grandes líneas ladisposición de les compartimientos dela comejenera. Por lo demás, sonbastante variables, porque no existe —tendremos más de una ocasión decomprobarlo— animal menos rutinario

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que nuestro insecto, y que sepa, tan hábily flexiblemente como el hombre,plegarse a las circunstancias.

V

Del enorme hipogeo, que, generalmente,se hunde bajo tierra en la proporción enque se eleva, irradian innumerables,interminables pasadizos que seextienden a lo lejos, a distancias quetodavía no se han podido medir, hastalos árboles, hasta los matorrales, hastalas hierbas, hasta las casas quesuministran la celulosa. Así es como enciertas partes de la isla de Ceylán y de

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Australia, principalmente en ThursdayIsland y en el archipiélago del CaboYork, kilómetros de extensión estánminados por las galerías subterráneas deestos gnomos, las cuales se han vueltocompletamente inhabitables. En elTransvaal y en Natal, el suelo, de unlado a otro del país, está surcado decomejeneras. C. C. Fuller ha encontradoallí, sobre dos pequeñas superficies de635 metros cuadrados, catorce y diez yseis nidos pertenecientes a seis especiesdiferentes. En el Alto-Katanga seencuentra, a menudo, por hectárea, unacomejenera de seis metros de altura.

Al contrario de la hormiga, quecircula libremente por la superficie del

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suelo, los termes, exceptuados losadultos alados, de los cuales hablaremosen seguida, no abandonan las cálidas yhúmedas tinieblas de su tumba. Jamáscaminan al descubierto, y nacen, viven ymueren sin ver la luz del día. En unapalabra, no existen insectos más ocultos.Están consagrados a la sombra eterna. Sipara abastecerse les es precisofranquear obstáculos, que no puedenperforar, los ingenieros y losexploradores son requeridos.Construyen sólidas galerías formadas dedetritos de madera sabiamente amasadosy de materia fecal. Estas galerías sontubulares cuando no tienen sostén; perosus técnicos, con una habilidad notable,

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sacan partido de las menorescircunstancias que permiten la másmínima economía de trabajo y demateria primaria. Agrandan, rectifican,repasan, pulen las hendidurasaprovechables. Si la galería corre a lolargo de una pared se hará semitubular;si puede seguir el ángulo formado pordos muros será cubierta, sencillamente,de cemento, lo cual ahorra dos terceraspartes de la tarea. Sus pasadizos,estrictamente construidos a la medidadel insecto, están provistos, de distanciaen distancia, de apartaderos análogos alos de nuestras rutas de montaña, a finde permitir a los portadores cargados devíveres cruzarse sin dificultad. Algunas

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veces, como ha observado Smeathmann,cuando el tráfico es intenso, reservanuna vía para la ida y otra para elretorno.

No abandonaremos este hipogeo sinllamar la atención sobre una de las másextrañas y más misteriosasparticularidades de este mundo, queencierra tantas rarezas y misterios. Yahemos hecho alusión a la humedadsorprendente e invariable que llegan amantener en sus viviendas, a pesar de lasequedad del aire y del suelocalcinados, a pesar de los implacablesardores de los interminables estíostropicales, que agotan las fuentes,devoran todo lo que vive sobre la tierra,

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y desecan hasta las raíces de los grandesárboles. El fenómeno es talmenteanormal, que el doctor DavidLivingstone, el gran explorador dobladode naturalista, extremamenteconcienzudo, a quien Stanley se unió denuevo en 1871 en los bordes del lagoTanganiyka, se preguntó desconcertadosi, por procedimientos que nos sontodavía desconocidos, los habitantes dela comejenera no llegarían a combinar eloxígeno de la atmósfera con elhidrógeno de su alimentación vegetal, demanera que a medida que se evaporareconstituyesen el agua de que tienennecesidad. La cuestión no está todavíaresuelta, pero la hipótesis es

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perfectamente verosímil. Tendremos quecomprobar más de una vez que lostermes son químicos y biólogos quepodrían darnos lecciones.

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LAALIMENTACIÓN

I

Los termes han resuelto especialmente,una vez por todas, más perfecta ycientíficamente que ningún otro animal,a excepción quizás de ciertos peces, elproblema capital de toda vida, es decir,el problema de la alimentación. No senutren más que de celulosa, que es,después de los minerales, la substanciamás extendida sobre nuestra tierra,puesto que forma la parte sólida, la

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armadura de todos los vegetales. Dondehaya un bosque, raíces, arbustos, unahierba cualquiera, encuentran, por tanto,inagotables reservas. Pero, así como lamayor parte de los animales, los termesno pueden digerir la celulosa. ¿Cómohacen, pues, para asimilársela? Segúnlas especies, han eludido la dificultad dedos maneras semejantemente ingeniosas.Para les termes que cultivan y explotanlos campos de hongos, de los cualesvolveremos a hablar, la cuestión esbastante sencilla; pero para las otrasespecies ha permanecido muy obscura yno hace mucho tiempo que L. R.Cleveland, gracias a los potentesrecursos de los laboratorios de la

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Universidad de Harvard, la haelucidado. Primeramente, hacomprobado que de todos los animalesque se han estudiado los termesxilófagos poseen la fauna intestinal másvariada y abundante, la cual representaaproximadamente la mitad del peso delinsecto. Cuatro formas de protozoariosflagelados atacan literalmente susentrañas y son por orden de su tamañolos siguientes: el Trichonymphacampanula, que pulula allí por millones;el Leidyopsis sphaerica, elTrichomonas y el Streblomastix strix.No se les encuentra en ningún otroanimal. A fin de eliminar esta fauna, sesomete, durante veinticuatro horas, al

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terme a una temperatura de 36°, lo cualno parece molestarle, pero todos susparásitos abdominales quedananiquilados. Desembarazado así elterme, o defaunado (défauné), comodicen los técnicos, si se le nutre decelulosa puede vivir de diez a veintedías, al cabo de los cuales muere dehambre. Pero, si antes del plazo fatal sele restituyen sus protozoarios, continúaviviendo indefinidamente[2].

Al microscopio se imagina uno veral protozoario absorber en el intestinode su hostelero las partículas de madera,digerirlas y morir después para ser a suvez digerido por el terme.

Por su parte, salido del intestino, el

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protozoario perece casi inmediatamente,aun colocándole sobre un montón decelulosa. Es un caso de indisolublesimbiosis, como la Naturaleza nos daalgunos ejemplos.

No es inútil añadir que losexperimentos de L. R. Cleveland hansido hechos sobre más de cien miltérmites.

En cuanto a saber cómo fijan el ázoeatmosférico que necesitan para elaborarlas proteínas o cómo transforman loshidratos de carbono en proteínas, esproblema que aún está en estudio.

Otras especies de gran talla, de unacivilización más avanzada, no tienenprotozoarios intestinales, pero confían la

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primera digestión de la celulosa aminúsculas criptógamas, cuyas esporassiembran sobre un abono artificialconvenientemente preparado,disponiendo así, en el centro de lacomejenera, vastos campos de hongosque cultivan metódicamente, como hacenlos especialistas del Agárico comestibleen los subterráneos de las antiguascanteras de los alrededores de París.Son verdaderos jardines donde seelevan ruedas consagradas a un Agárico(Volvaria eurhiza) y a un Xilaria(Xylaria nigripes). Sus procedimientosnos son todavía desconocidos, porqueen vano se ha intentado obtener en loslaboratorios las bolas blancas de este

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agárico llamadas mycotetes; noprosperan más que en la comejenera.

Cuando abandonan la ciudad natalpara emigrar o fundar una colonia nueva,tienen siempre cuidado de llevar unacierta cantidad de estos hongos o almenos de sus conídeas, que son lasimiente de ellos.

¿Cuál es el origen de esta dobledigestión? Se reduce a conjeturas más omenos aceptables. Es verosímil quehace millones de años los antecesoresde los termes que se descubren en losterrenos secundario y terciario,encontraban abundancia de los alimentosque podían digerir sin la ayuda de unparásito. ¿Sobrevino una larga penuria

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que les forzó a nutrirse de detritosleñosos, y entre los millares de otrosinfusorios sólo los que albergaban elprotozoario específico sobrevivieron?

Notemos que hoy día todavíadigieren el humus, que está, como sesabe, formado de substancias vegetalesdescompuestas o ya digeridas porbacterias. Aquellos a los que se hasuprimido los protozoarios y que están apunto de morir de hambre, vuelven a lavida y prosperan indefinidamente si seles pone a régimen exclusivo de humus.Es evidente que con este régimen losprotozoarios no tardan en reaparecer enel intestino.

¿Pero por qué han renunciado al

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humus? ¿Es porque en los países cálidoses menos abundante, menos accesibleque la celulosa propiamente dicha? ¿Esla aparición de la hormiga que trocó elabastecimiento en humus más difícil ymás dañoso? L. R. Cleveland, por suparte, supone que mientras se nutrían dehumus absorbían al mismo tiempopartículas de madera que conteníanprotozoarios, los cuales se multiplicarony los habituaron a la xilofagia exclusiva.

Estas hipótesis son más o menosdiscutibles. Entre ellas no se omite másque una: la hipótesis de la inteligencia yla voluntad de los termes. ¿Por qué noadmitir que hayan encontrado máscómodo y preferible albergar en sí sus

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protozoarios digestivos, lo que lespermitió renunciar al humus y comercualquier cosa? Esto es lo queseguramente habría hecho el hombre sise hubiese encontrado en su lugar.

Para los termes fungícolas, es decir,para los que cultivan los hongos, laúltima hipótesis es la única defendible.Es evidente que en el origen los hongosnacieron espontáneamente sobre losdetritos de hierbas y madera acumuladosen sus cuevas. Debieron comprobar queestos hongos suministraban unaalimentación mucho más rica, mássegura y más directamente que el humuso los detritos leñosos y que ademástenían la ventaja de desembarazarse de

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los protozoarios, que entorpecían suvida. Desde entonces cultivaronmetódicamente estas criptógamas, y a talpunto perfeccionaron este cultivo, quehoy día, por escardas hechascuidadosamente, eliminan todas las otrasespecies que nacen en sus jardines y nodejan prosperar más que las dosvariedades de Agárico y de Xilaria,reconocidas como las mejores. Además,al lado de los jardines en explotaciónpreparan jardines suplementarios,jardines de espera, con reservas desimientes destinadas a la edificaciónrápida de capas auxiliares, a fin dereemplazar las que se sientenbruscamente fatigadas o esterilizadas,

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como ocurre frecuentemente en elfantástico mundo de las criptógamas.

Evidentemente, o al menosprobablemente, todo esto es debido alazar, como, de igual modo, del azar havenido la idea del cultivo en hacinas,que es la más práctica, como loatestiguan los campos de hongos de losalrededores de París.

Notemos, por otra parte, que lamayoría de nuestros inventos sonatribuidos al azar. Casi siempre es unaindicación, una insinuación de lanaturaleza la que nos pone sobre lapista. Importa sacar partido en seguidade la indicación, explotar lasconsecuencias que de ella se derivan.

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Esto es lo que hicieron los termes taningeniosa y sistemáticamente comonosotros lo hubiéramos hecho. Cuandose trata del hombre, es un triunfo de suinteligencia; cuando es cuestión delterme, es la fuerza de las cosas o elgenio de la naturaleza.

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LOS OBREROS

I

La organización social y económica dela comejenera es mucho más extraña,más complicada y más desconcertanteque la de la colmena. Se encuentran enla colmena obreras, alvéolos conhuevecillos y larvas, machos y unareina, que no es en el fondo más que unaobrera cuyos órganos reproductores sehan desarrollado libremente. Todo estemundo se nutre de la miel y del polenrecolectado por las obreras. En la

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comejenera el polimorfismo es mássorprendente. Según Fritz Müller, Grassiy Sandias, clásicos de la termitología, secuentan de once a quince formas deindividuos que han salido de huevos enapariencia idénticos. Sin entrar en eldetalle complicado y demasiado técnicode algunas de estas formas, que a faltade otro nombre se las ha denominadoformas 1ª, 2ª y 3ª, nos limitaremos aestudiar las tres castas (que por lodemás comprenden subdivisiones), yque se pueden llamar la casta laboriosa,la casta guerrera y la casta reproductora.

Como sabemos, en la colmena, lahembra reina sola; es el matriarcadoabsoluto. En cierta época prehistórica,

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ya por revolución o evolución, losmachos fueron relegados al último lugar,y algunos cientos de entre ellos sonsimplemente tolerados durante un ciertotiempo como un mal oneroso, peroinevitable. Salidos de un huevosemejante a aquellos de los que nacenlos obreros, pero no fecundados, formanuna casta de príncipes haraganes,glotones, turbulentos, amigos de losgoces, sensuales, importunos, imbécilesy manifiestamente despreciados. Tienenun magnífico aparato de la visión, peroel cerebro muy estrecho, y estándesprovistos de toda arma, noposeyendo el aguijón de la obrera, queen el fondo no es más que el oviducto

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que una virginidad inmemorial hatransformado en estilete envenenado.Después de los vuelos nupciales,cumplida su misión, son privados de lavida, sin gloria, porque las vírgenes,prudentes e implacables, no se dignansacar contra tal ralea el precioso y frágilpuñal reservado para los grandesenemigos, contentándose con arrancarlesun ala y arrojarles a la puerta de lacolmena, donde mueren de frío yhambre.

En la comejenera, una castraciónvoluntaria reemplaza el matriarcado.Las obreras son o machos o hembras,pero su sexo está completamenteatrofiado y apenas diferenciado. Son

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totalmente ciegas y no tienen armas nialas. Están encargadas de larecolección, elaboración y digestión dela celulosa, y alimentan a todos los otroshabitantes. Fuera de ellas ninguno deestos habitantes, sea el rey, la reina, losguerreros o estos extraños substitutos yestos adultos alados, de los cualesvolveremos a hablar, es capaz deaprovechar los víveres que seencuentran a su alcance. Morirían dehambre sobre el más magnífico montónde celulosa los unos, como losguerreros, porque sus mandíbulas son detal modo monstruosas que hacen la bocainaccesible; los otros, como el rey, lareina, los adultos alados, que dejan el

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nido, y los individuos puestos en reservao en observación para reemplazar, encaso de necesidad, a los soberanosmuertos o insuficientes, porque no tienenprotozoarios en el intestino. Sólo lostrabajadores saben comer y digerir; son,en cierto modo, el estómago y el vientrecolectivos de la población. Cuando unterme, a cualquier clase que pertenezca,tiene hambre, da un golpe de antena alobrero que pasa. Inmediatamente éstesuministra al solicitante menor de edad,es decir, susceptible de llegar a ser rey,reina o insecto alado, lo que tiene en elestómago. Si el pobre vergonzante esadulto, el trabajador le vuelve la partetrasera, cediéndole generosamente lo

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que contiene su intestino. Como se ve,esto es el comunismo integral, elcomunismo del esófago y de lasentrañas, llevado hasta la coprofagíacolectiva. Nada se pierde en la siniestray próspera república, donde se realiza,desde el punto de vista económico, elsórdido ideal que la naturaleza pareceproponernos. Si alguno cambia de piel,el desecho de su indumentaria esinmediatamente devorado; si alguienmuere, obrero, rey, reina o guerrero, elcadáver es al instante consumido por lossupervivientes. No habiendodesperdicios, la limpieza es siempreautomática y provechosa: nada se tira,todo es bueno, todo es comestible, todo

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es celulosa, y los excrementos sevuelven a utilizar casi indefinidamente.Por lo demás, el excremento es, si asípuede decirse, la primera materia detodas sus industrias, comprendiendo enellas, como acabamos de verlo, las de laalimentación. Sus galerías, por ejemplo,están interiormente pulidas y barnizadascon el mayor cuidado, y el barnizempleado es exclusivamente estercolar.Trátase de fabricar un tubo, de apuntalaruna galería, de construir celdas ohabitaciones, de edificar departamentosreales, de reparar una brecha, de obturaruna hendidura por donde pudiesecolarse una corriente de aire fresco o unrayo de luz, cosas, entre todas, de las

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más temibles, en todos estos casesrecurren siempre también a los residuosde su digestión. Se diría que, ante todo,son químicos trascendentales, cuyaciencia ha superado todo prejuicio, todarepugnancia, alcanzando la serenaconvicción de que en la naturaleza nadaes repugnante y que todo se reduce aalgunos cuerpos simples, químicamenteindiferentes, propios y puros. En virtudde la sorprendente facultad de dominarlos cuerpos y transformarlos según lasobras, las necesidades y lascircunstancias que posee la especie, losobreros se dividen en dos castas, asaber: los grandes y los pequeños. Losprimeros, provistos de mandíbulas más

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potentes, cuyas láminas crecen comotijeras, van a lo lejos, por caminoscubiertos, a despedazar la madera yotras materias duras para realizar elabastecimiento. Los segundos, másnumerosos, se quedan en casa,consagrándose a los huevos, larvas yninfas, a la alimentación de los insectosperfectos, a la del rey y la reina, y alcuidado de los almacenes y del menaje.

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LOS SOLDADOS

I

Después de los trabajadores vienen losguerreros, machos o hembras, sexos dela misma manera sacrificados eigualmente ciegos y privados de alas.Aquí tomamos fielmente de los hechoslo que llamaremos inteligencia, instinto,fuerza creadora, genio de la especie ode la naturaleza, a menos que el lectorno le dé algún otro nombre que leparezca más justo y preferible.

Normalmente, como ya hemos dicho,

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no existe ser más desheredado que elterme. No tiene armas ofensivas nidefensivas. Su vientre blando se dejaperforar bajo la presión del dedo de unniño. No posee más que un instrumentopara un trabajo obscuro y sin descanso.Atacado por la más ruin hormiga, esvencido de antemano. Si sale de suguarida, sin ojos, casi arrastrándose,provisto de pequeñas mandíbulas,hábiles para pulverizar la madera, peroinaptas para atrapar al adversario,apenas ha franqueado el umbral, estáperdido. Y esta guarida, que es su patria,su ciudad, su único bien y su todo, sualma verdadera, que es el alma de sumultitud; este santasantorum de todo su

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ser, más herméticamente cerrado que unavasija de gres o un obelisco de granito,una irresistible ley ancestral le ordenaen ciertos momentos del año abrirlo portodas partes. Rodeado de millares deque acechan estos minutos trágicamenteperiódicos, en que todo lo que él posee,su presente y su porvenir, es ofrecido ala destrucción, ha sabido hacerse, no sesabe desde cuándo, lo que el hombre, suigual en la desheredación, ha hecho a suvez después de largos milenarios deangustia y de miseria. Ha creado todaclase de armas invencibles para lucharcontra sus enemigos normales, losenemigos de su orden. En efecto, no hayun solo animal que pueda descantillar la

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comejenera, reducida a merced delenemigo, y la hormiga no puedeinstalarse en ella más que por sorpresa.Sólo el hombre, el último venido,nacido ayer, a quien el terme no conocíay contra el cual, por tanto, no ha tomadotodavía sus precauciones, puede llevar acabo el asalto del nido con la ayuda dela pólvora, el azadón y la sierra.

Sus armas no las ha tomado el terme,como nosotros las nuestras, del mundoexterior. Ha obrado mejor, lo que pruebaque está más cerca que nosotros de lasfuentes de la vida. Las ha forjado en supropio cuerpo, las ha sacado de sí,materializando en cierto modo suheroísmo, por un milagro de su

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imaginación, de su voluntad, o gracias aalguna connivencia con el alma de estemundo o al conocimiento de misteriosasleyes biológicas, de las cuales notenemos todavía más que una vaga idea,porque es cierto que sobre este punto ysobre algunos otros, el terme sabe deellos más que nosotros y que lavoluntad, que en nosotros no va más alláde la conciencia y no comanda más queal pensamiento, el terme la extiende atoda la región tenebrosa dondefuncionan y se modelan todos losórganos de la vida.

A fin de asegurar la defensa de susciudadelas ha hecho salir de huevos, entodo semejantes a aquellos de donde

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nacen los insectos trabajadores —porque ni al microscopio se descubrediferencia alguna entre ellos—, unacasta de monstruos escapados de unapesadilla y que recuerdan las másfantásticas diablerías de HieronymusBosch, de Breughel-le-Vieux y deCallot. La cabeza acorazada con quitinaha tomado un desarrollo fenomenal,alucinante, y está provista demandíbulas más voluminosas que elresto del cuerpo. Todo el insecto no esmás ni otra cosa que un escudo deencina y un par de tenazas cizallas,semejantes a las de les cangrejosgrandes de mar, llamados escribanos,accionadas por músculos potentes. Y

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estas tenazas, tan duras como el acero,son tan pesadas y talmente embarazosasy desproporcionadas, que el que estáabrumado por ellas es incapaz de comery debe ser alimentado al pico por lostrabajadores.

Se encuentran algunas veces en lamisma comejenera dos clases desoldados, la una grande y otra depequeña talla, aunque las dos sonigualmente adultas. La utilidad de estospequeños soldados no está todavía bienexplicada, teniendo en cuenta que encaso de alerta emprenden la fuga tanpronto como los obreros. Parecenencargados de la policía interior yalgunas especies tienen tres tipos de

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guerreros de este género.Una familia de termes, los Eutermes,

tienen soldados que son todavía másfantásticos, a los cuales se les llamanarigudos, naricornes o termes contrompa o con jeringa. No poseenmandíbulas y su cabeza estáreemplazada por un aparato enorme yraro, que se parece exactamente a lasperas para inyecciones, que venden losfarmacéuticos o los comerciantes deobjetos de caucho y que es tanvoluminoso como el resto del cuerpo.Con la ayuda de esta pera o de estaampolla cervical, estando desprovistosde ojos, proyectan, por apreciación,sobre sus adversarios, a dos centímetros

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de distancia, un líquido viscoso que losparaliza, y que la hormiga, el enemigomilenario teme mucho más que a lasmandíbulas de los otros soldados[3].Esta arma perfeccionada, especie deartillería portátil, es tan netamentesuperior a la otra, que permite a uno deestos termes, el Eutermes monoceros,aunque ciego, organizar expediciones dedescubierta y hacer en masa salidasnocturnas para ir a recolectar a lo largodel tronco de los cocoteros el liquen,del cual es goloso.

Una curiosa fotografía al magnesio,tomada en la isla de Ceylán por E.Bugnion, nos muestra el ejército enmarcha, deslizándose como un arroyo

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durante varias horas, entre dos filas desoldados bien alineados con la jeringavuelta hacia fuera, a fin de mantener araya las hormigas [4].

Son muy raros los termes que seatreven a desafiar la luz del día. No seconoce apenas más que el Hodotermeshavilandi y el Termes viator o viarum.Es verdad que, excepcionalmente, nohan hecho como los otros voto deceguera.

Tienen ojos con facetas, yencuadrados de soldados que losprotegen, los vigilan y los dirigen, van ala ciénaga en busca de provisiones ymarchan militarmente en filas de doce oquince individuos. Algunas veces, uno

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de los soldados que los flanquean subesobre una eminencia a fin de reconocerlos alrededores, y da un silbido al cualresponde la tropa acelerando el paso.Fue este silbido el que delató supresencia a Smeathmann, el primero quelos descubrió. También aquí, como en elejemplo precedente, el desfile de lasinnumerables tropas requirió cinco oseis horas.

Los soldados de otras especies nodejan jamás la fortaleza que estánencargados de defender; los retiene allíuna ceguera total. El genio de la especieha encontrado este medio práctico yradical de fijarlos en su puesto. Además,no son eficaces más que en las almenas

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cuando pueden hacer frente. Volvedlos, yestán perdidos, sólo el busto estáarmado y acorazado, y el planoposterior, blando como un gusano, quedaexpuesto a todas las mordeduras.

II

El enemigo nato es la hormiga, enemigohereditario, enemigo desde hace dos otres millones de años, porque esgeológicamente posterior al terme[5].

Se puede decir que, a no ser por lahormiga, el insecto devastador de quevenimos tratando sería, quizás, a la horapresente, el amo de la parte meridional

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de este globo, si no se sostiene, por otraparte, que a la necesidad de defendersecontra la hormiga debe el terme lo mejorde sí mismo, a saber: el desarrollo de suinteligencia, los admirables progresosque ha realizado y la prodigiosaorganización de sus repúblicas;problema que es difícil resolver.

Remontando las especies inferiores,encontramos, entre otras, elArchotermopsis y el Calotermes, loscuales no son todavía constructores, ypractican sus galerías en los troncos delos árboles. Todos ejecutanaproximadamente la misma tarea y lascastas apenas se diferencian.

Para impedir a la hormiga penetrar

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en el nido, se contentan tapando elorificio con excremento mezclado conserrín. Sin embargo, un Calotermes, eldilatus, ha creado ya un tipo de soldadocompletamente especial, cuya cabeza noes más que una especie de enorme tapóntallado en punta que, para tapar unagujero, reemplaza ventajosamente alserrín.

Llegamos así a las especies máscivilizadas, los grandes termescultivadores de hongos y los Eutermescon jeringa, volviendo a encontrar,escalón por escalón —hay de ellascentenas—, todas las etapas de unaevolución, todos los progresos de unacivilización que, probablemente, no ha

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alcanzado todavía su apogeo.Este trabajo, apenas esbozado por E.

Bugnion[6], es, por el momento,imposible, porque de las mil doscientaso mil quinientas especies que sepresume existen, Nils Holmgren, en1912, no había clasificado más quequinientas setenta y cinco, de las cualesdoscientas seis eran de África y no seconocían las costumbres más que de unacentena de ellas aproximadamente. Perolo que sabemos permite ya afirmar queentre las especies estudiadas existe lamisma escala de valores que entre losantropófagos de la Polinesia y las razaseuropeas que alcanzan la cima denuestra civilización.

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La hormiga ronda noche y día lacomejenera en busca de una abertura.Contra ella, principalmente, se tomantodas las precauciones y las menoresgrietas están severamente guardadas,especialmente las que necesitan laschimeneas de ventilación, porque la dela comejenera está asegurada por unacirculación de aire a la cual nuestrosmejores higienistas no tendrían reparosque poner.

Pero cualquiera que sea el agresor,desde que el nido es atacado y aparecebrecha en él, se ve surgir la enormecabeza de un defensor que da la alarmagolpeando el suelo con sus mandíbulas.Inmediatamente acude el cuerpo de

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guardia, después toda la guarnición, quecon sus cráneos obturan las aberturas,agitando al azar, ciegamente, un matorralde formidables, aterradoras y ruidosasmandíbulas, o, siempre a tientas,precipitándose como una jauría debulldogs sobre los adversarios, aquienes muerden rabiosamente,llevándose el pedazo y no soltandojamás la presa[7].

III

Si el ataque se prolonga, los soldados seenfurecen y emiten un sonido claro,vibrante y más rápido que el tic-tac de

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un reloj, que se oye a varios metros dedistancia, y al cual responden desde elinterior de la comejenera con un silbido.Esta especie de canto de guerra o dehimno de cólera, producido por loschoques de la cabeza contra el cementoy el frotamiento de la base del occipuciocontra el corselete, es muy netamenteritmado, y se reanuda de minuto enminuto.

A veces, a pesar de la heroicadefensa, acaece que un cierto número dehormigas llegan a introducirse en laciudadela. Los soldados, entonces,inflamados de ardor, contienen alinvasor del mejor modo que pueden,mientras en la retaguardia los obreros se

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apresuran a tapiar las desembocadurasde los pasillos. Los guerreros sonsacrificados, pero el enemigo quedacontenido. Por esto se encuentranalgunos montículos en los que los termesy hormigas parecen convivir en buenarelación. En realidad, las hormigas noocupan más que una parte que les hanabandonado definitivamente, sin quepuedan penetrar en el corazón de laplaza.

Generalmente el ataque, que muyraramente finaliza con la toma total de laciudadela, termina con la razzia de laspartes conquistadas. Cada hormiga -diceH. Prel, que ha observado estoscombates en el Usambara (África

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oriental Alemana) - hace una mediadocena de prisioneros que, mutilados, seresisten débilmente en el suelo; enseguida, cada uno de los merodeadoresrecoge tres o cuatro termes, que se lleva;las colonias se reforman y reintegran asu guarida.

El ejército de hormigas observadotenía diez centímetros de ancho por unmetro cincuenta de largo. Emitía enmarcha una estridencia continua.

Rechazada la agresión, los soldadospermanecen algún tiempo en la brecha;después vuelven a su puesto o entran ensus cuarteles. Inmediatamentereaparecen los obreros que habían huidodel peligro, a la primera señal,

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conforme a una estricta y juiciosadistribución del trabajo que coloca deun lado el heroísmo y del otro la manode obra. Se ponen incontinenti a repararlos desperfectos con una rapidezfantástica, aportando cada uno su bolitade excremento. Al cabo de una hora,según ha comprobado el doctorTragardh, una abertura del tamaño de lapalma de una mano queda cerrada; y T.J. Savage nos dice que, habiendo unatarde saqueado una comejenera, seencontró a la mañana siguiente todo enorden y recubierto de una nueva capa decemento. Esta rapidez es para elloscuestión de vida o muerte, pues la menorbrecha es una llamada a innumerables

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enemigos y, fatalmente, el fin de lacolonia.

IV

Estos guerreros, que a primera vistaparecen no ser más que los mercenarios—pero fieles y siempre heroicos— deuna Cartago despiadada, desempeñanotros empleos. En el Eutermesmonoceros, aunque ciegos (nadie ve enla colonia), son enviados enreconocimiento antes que el ejércitoaborde un cocotero. Acabamos de decirque en las expediciones del Termesviator obran como verdaderos oficiales.

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Es bastante probable que ocurra lomismo en las comejenerasenclaustradas, aunque aquí laobservación sea casi imposible, puestoque a la menor alerta corren a la brechay ya no son más que soldados. Unainstantánea tomada al magnesio por W.Savile-Kent, en Australia, nos muestrados de ellos que parecen vigilar a unaescuadra de obreros royendo unaplancha. Estos guerreros tratan dehacerse útiles: transportan los huevosentre sus mandíbulas, se sitúan en lasencrucijadas como si reglasen lacirculación, y Smethmann hasta asegurahaber visto alguno que, con golpecitosafectuosos, asistía a la reina en la

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expulsión difícil de un huevorecalcitrante.

Parecen tener más iniciativas y sermás inteligentes que los obreros, yforman, en suma, en el seno de larepública soviética, una especie dearistocracia. Pero es una aristocraciabien miserable, que, como la nuestra, ytodavía es un rasgo humano, es incapazde subvenir a sus necesidades, ydepende, para vivir, completamente delpueblo. Afortunadamente para ella, alcontrario de lo que ocurre o pareceocurrir entre nosotros, su suerte no estáligada completamente a los caprichosciegos de la masa, sino que se encuentraen las manos de otro poder al cual

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todavía no hemos visto la cara y cuyomisterio trataremos de penetrar másadelante.

Veremos, al hablar de laenjambrazón, que en las horas trágicasen que la ciudad está en peligro demuerte, ellos solos aseguran lavigilancia de las salidas, guardan susangre fría en medio de la locura que lesrodea y parecen obrar en nombre de unaespecie de comité de salud pública queles delega poderes absolutos. Sinembargo, a pesar de la autoridad conque parecen revestidos en muchascircunstancias, y en las que las armasterribles que poseen les permitiríanabusar fácilmente, no permanecen menos

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a la merced del poder soberano y ocultoque gobierna su república. En generalconstituyen un quinto de la poblacióntotal. Si sobrepasan esta proporción; si,por ejemplo -el experimento se ha hechoen las pequeñas comejeneras, únicas enque pueden intentarse observaciones deeste género-, se introduce un númeroexcesivo, el poder desconocido, quedebe saber contar con bastante exactitud,hace perecer casi tantas como se hanintroducido, no porque sean extrañas -seha podido comprobar marcándolas-,sino porque eran excesivas.

No son degollados como los machosde las abejas; cien obreros no darían finde uno de estos monstruos solamente

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vulnerables en el cuarto posterior.Sencillamente, no se les alimenta más«al pico», e incapaces de comer, muerende hambre.

Pero ¿cómo el poder oculto se lasarregla para contar, designar o confinaraquellos que ha condenado? Es una delas mil cuestiones que brotan de lacomejenera y que hasta hoy permanecensin respuesta.

Antes de concluir estos capítulosconsagrados a las milicias de la ciudadsin luz, no olvidemos mencionar algunasextraordinarias habilidades más o menosmusicales que manifiestanfrecuentemente. Parecen ser, en efecto,si no los melómanos, por lo menos lo

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que los «futuristas» llamarían los«ruidosos» de la colonia. Estos ruidos,que tan pronto son una señal de alarma,una llamada de auxilio, una especie delamentación, crepitaciones diversas,casi siempre ritmadas, y a las cualesresponden murmullos de la multitud,hacen creer a varios entomólogos quelos guerreros se comunican entre sí, nosólo por las antenas, como las hormigas,sino también con la ayuda de un lenguajemás o menos articulado. En todo caso, alcontrario de las abejas y hormigas, queparecen ser completamente sordas, laacústica juega un cierto papel en larepública de estos ciegos que tienen eloído muy fino. Es difícil darse cuenta,

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cuando se trata de comejenerassubterráneas o recubiertas de más deseis pies de madera mascada, de arcillay de cemento, que absorben todos lossonidos; pero en las que están instaladasen troncos de árbol, sí se acerca la orejase oye toda una serie de ruidos que nodan la impresión de obedecer solamenteal azar.

Por lo demás, es evidente que unaorganización tan delicada, tan compleja,en donde todo es solidario y estárigurosamente equilibrado, no podríasubsistir sin concierto, a no atribuir susmilagros a una armonía preestablecida,mucho menos verosímil que a lainteligencia. Entre las mil pruebas de

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esta inteligencia que vemos acumularsea lo largo de estas páginas, llamaré laatención sobre la siguiente, porque esbastante común: existen comejeneras enlas que una sola colonia ocupa variostroncos de árboles, a veces bastantedistantes unos de otros, y no tiene másque una pareja real. Estasaglomeraciones separadas, perosometidas a la misma administracióncentral, se comunican tan bien que, si enuno de los troncos se suprime el equipode pretendientes que los termes tienensiempre en reserva, con el fin dereemplazar en caso de accidente a lareina muerta o poco fecunda, loshabitantes de un tronco vecino

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inmediatamente comienzan a criar unanueva tropa de candidatos al trono.Volveremos a hablar de estas formassubstitutivas o suplementarias, que sonuna de las particularidades más curiosasy más hábiles de la política de lostermes.

V

Además de estos diversos ruidos,crepitaciones, tic-tacs, silbidos, gritosde alarma, casi siempre ritmados y quedenotan una cierta sensibilidad musical,los termes tienen también, en numerosascircunstancias, movimientos de conjunto

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igualmente ritmados, como siperteneciesen a una coreografía o a unaorquéstica completamente singular, quesiempre han intrigado prodigiosamente alos entomólogos que los han observado.Estos movimientos son ejecutados portodos los miembros de la colonia,exceptuados los recién nacidos. Es unaespecie de danza convulsa, en la que elcuerpo, agitado de temblores, se mecede atrás a adelante con una ligeraoscilación lateral. Se prolonga durantehoras, interrumpida con cortosintervalos de reposo. Precede,particularmente, al vuelo nupcial, ypreludia, como una plegaría o unaceremonia sagrada, al sacrificio más

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grande que la nación pudiera imponerse.Fritz Müller ve en este suceso lo quellama, con frase gráfica, los LovePassages[8]. Se observan análogosmovimientos cuando se agitan oiluminan bruscamente los tubos en quese aprisionan los sujetos enobservación, en los cuales no es fácilmantenerlos mucho tiempo porquehoradan casi todos los tapones leñosos oaun metálicos y, químicosincomparables, llegan a corroer elvidrio.

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LA PAREJA REAL

I

Después de los obreros y de lossoldados o amazonas, encontramos elrey y la reina. Esta melancólica pareja,confinada a perpetuidad en una celdaoblonga, está exclusivamente encargadade la reproducción. El rey, especie depríncipe consorte, es miserable,pequeño, ruin, tímido, furtivo, siempreescondido bajo la reina. Esta presenta lamás monstruosa hipertrofia abdominalque se encuentra en el mundo de los

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insectos, en el que, sin embargo, lanaturaleza no es avara demonstruosidades. La reina no es más queun gigantesco vientre inflado de huevoshasta reventar, absolutamentecomparable a un budín blanco, de dondeapenas emergen una cabeza y uncorselete minúsculos, parecidos a la deun alfiler negro clavado en una miga depan en forma de salchichón. Según unaplancha del informe científico de Y.Sjostedt, la reina del Termes natalensis,reproducida a tamaño natural, tiene unalongitud de 100 milímetros y unacircunferencia uniforme de 77, mientrasque el obrero de la misma especie notiene más que 7 u 8 milímetros de largo

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y 4 ó 5 de contorno.No teniendo más que insignificantes

patitas en el corselete sumergido en lagrasa, la reina está imposibilitada delmenor movimiento. Pone, por términomedio, un huevo por segundo, es decir,más de 86 000 en veinticuatro horas y30 millones por año.

Si nos atenemos a la estimación másmoderada de Escherich, que en elTermes bellicosus evalúa en 30 000 pordía el número de huevos expulsados poruna reina adulta, llegamos a 10 950 000huevos por año.

En lo que se ha podido observar,parece que durante los cuatro o cincoaños de su vida no puede interrumpir su

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puesta ni de día ni de noche.Excepcionales circunstancias han

permitido al eminente entomólogo K.Escherich violar un día, sin turbarlo, elsecreto de estos departamentos reales.Tomó un croquis esquemático,alucinante como una pesadilla de OdilonRedon, o una visión interplanetaria deWilliam Blake. Bajo una bóvedatenebrosa, baja y colosal, si se lacompara con la talla normal del insecto,llenándola casi completamente, sealarga como una ballena rodeada delangostinos la enorme masa grasa,blanda, inerte y blancuzca del horribleídolo. Millares de adoradores laacarician y lamen sin descanso, pero no

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sin interés, porque la exudación realparece tener tal atractivo, que a lospequeños soldados de la guardia lescuesta mucho trabajo impedir a los máscelosos llevarse algún trozo de la divinapiel con el fin de saciar su amor o suapetito. Por eso las viejas reinas estáncosidas de gloriosas cicatrices yparecen remendadas.

Alrededor de la boca insaciable seagitan centenares de obreros minúsculosque la ingurgitan la papilla privilegiada,mientras que en el otro extremo otramultitud rodea el orificio del oviducto,recoge, lava y lleva los huevos a medidaque fluyen. Por entre esta multitudatareada circulan pequeños soldados

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que mantienen el orden, y guerreros degran talla rodean el santuariovolviéndole la espalda, cara al enemigoposible y alineados en buen orden, lasmandíbulas abiertas, formando unaguardia inmóvil y amenazadora.

En cuanto su fecundidad disminuye,probablemente por orden de estosveedores o consejeros desconocidos,cuya implacable ingerencia encentramospor todas partes, se la priva de todaalimentación. La reina muere de hambre.Es una especie de regicidio pasivo ymuy práctico, del cual nadie espersonalmente responsable. Se devoransus restos con placer, pues esextremadamente grasosa, y se la

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reemplaza por una de las ponedorassuplementarias, de las que nosocuparemos en seguida.

Al contrario de lo que hasta ahora sehabía creído, la unión no se realizadurante el vuelo nupcial como en lasabejas, pues en el momento de éste lossexos no son todavía aptos para lareproducción. El himeneo no se hacemás que después que la pareja,arrancándose mutuamente las alas —extraño símbolo sobre el cual se podríalargamente epilogar—, se ha instaladoen las tinieblas de la comejenera, que noabandonará hasta la muerte.

Los termitólogos no están deacuerdo acerca de la manera como se

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consuma este himeneo. Filippo Silvestri,gran autoridad en la materia, sostieneque la copulación, dada la conformaciónde los órganos del rey y de la reina, esfísicamente imposible y que el rey secontenta con derramar su semen sobrelos huevos a la salida del oviducto.Según Grassi, no menos competente, launión se verificaría en el nido y serepetiría periódicamente.

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LAENJAMBRAZÓN

I

Estos obreros, estos soldados, este rey yesta reina constituyen el fondopermanente y esencial de la ciudad, que,bajo una ley de hierro más dura que lade Esparta, prosigue en la obscuridad suexistencia avara, sórdida y monótona.Pero al lado de estos taciturnos cautivosque jamás vieron ni verán la luz del día,el áspero falansterio cría con muchotrabajo innumerables legiones de

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adolescentes ornados de largas alastransparentes y provistos de ojos confacetas que se preparan en las tinieblas,donde bullen los recién nacidos, aafrontar el resplandor del sol tropical.Son estos insectos perfectos, machos yhembras, los únicos que tienen un sexode donde saldrá la pareja real queasegurará el porvenir de otra colonia siel azar, siempre inclemente, lo permite.Representan la esperanza, el lujodemente, la alegría voluptuosa de unaciudad sepulcral que no tiene otra salidahacia el amor y el cielo. Alimentados«al pico», pues no teniendo protozoariosno pueden digerir la celulosa, vaganociosos por las galerías y las salas,

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esperando la hora de la liberación y dela felicidad. Al fin suena esta hora alaproximarse la estación de las lluvias,hacia el final del estío ecuatorial.Entonces, la inviolable ciudadela, cuyasparedes, bajo pena de muerte para todala colonia, nunca ofrecen otras aberturasque las indispensables para laventilación, y en la que todas lascomunicaciones con el mundo exteriorson rigurosamente subterráneas, poseídade una especie de delirio, de pronto esacribillada de estrechas aberturas,detrás de las cuales se ven vigilantes lasmonstruosas cabezas de los guerreros,que prohíben la entrada lo mismo que lasalida. Estas aberturas corresponden a

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las galerías o pasillos donde seaglomera la impaciencia del vuelonupcial.

A una señal, dada como todas lasotras por el poder invisible, lossoldados se retiran, descubren lasaberturas y dejan paso a los temblorososamantes. Es seguida, según dicen todoslos viajeros que lo han contemplado, sedesarrolla un espectáculo al lado delcual la enjambrazón de las abejasparece insignificante. Del enormeedificio, ya hacina, ya pirámide ofortaleza, y a menudo, cuando hayaglomeración de ciudades, sobrecentenares de hectáreas de superficie, seeleva, como de una caldera al rojo a

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punto de explotar y borbotando de todaslas grietas, una nube de vapor formadade millones de alas que se remontanhacia el azur a la busca incierta y casisiempre burlada del amor. Como todo loque sólo es ensueño y humo, elmagnífico fenómeno no dura más quealgunos instantes y la nube se abatepesadamente sobre el suelo y lo cubrede despojos; la fiesta ha terminado. Elamor ha traicionado sus promesas y lamuerte ocupa su lugar.

Advertidos por los preparativos,prevenidos por el instinto, que no lesengaña, todos los que están ansiosos delsuculento festín que cada año les ofrecela innumerable carne de los novios de la

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comejenera, pájaros, reptiles, gatos,perros, roedores, casi todos los insectosy, sobre todo, las hormigas y laslibélulas, se lanzan sobre la inmensapresa indefensa, que cubre, a veces,millares de metros cuadrados, ycomienza la espantosa hecatombe. Lospájaros, singularmente, se hartan de talmodo, que no pueden cerrar el pico;hasta el hombre toma parte en lainesperada ganga: recoge las víctimas amontones, las come fritas o asadas ohace pasteles cuyo gusto parece querecuerda el de los de almendras, y enalgunos países, como en la isla de Java,los vende en el mercado.

En cuanto el último de los insectos

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alados ha remontado el vuelo, siempreobedeciendo al misterioso poderinasequible que allí reina, la comejenerase vuelve a cerrar, las aberturas sontapadas y los que han salido pareceninexorablemente excluidos de la ciudadnatal.

¿Cuál es su suerte? Algunosentomólogos pretenden que, incapacesde alimentarse, acosados por miles deenemigos que se renuevan, todosperecen sin excepción. Otrostermitólogos sostienen que, aquí y allá,una miserable pareja logra escapar deldesastre y es recogida por los obreros ysoldados de una colonia vecina parareemplazar a una reina muerta o

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fatigada. Pero ¿cómo y por quién seríarecogida? Los trabajadores y lossoldados no vagan por los caminos nisalen nunca al aire libre, y las coloniasvecinas están muradas como las que hanabandonado. En fin, otros afirman queuna pareja puede subsistir durante unaño y criar soldados que la defenderán yobreros que la alimentarán en seguida.Pero ¿cómo vive entretanto, puesto queestá probado que muy raramente tieneprotozoarios y, por consiguiente, nopuede digerir la celulosa? Como se ve,todo esto es aún muy contradictorio yobscuro.

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II

Lo cierto es que, en una república tanavara, tan previsora, tan calculadora,hay un incomprensible despilfarro devidas, de fuerzas y de riquezas, tantomás enigmático cuanto que este inmensosacrificio anual a los dioses de laespecie, que, evidentemente, no persiguemás que la fecundación cruzada, pareceerrar, totalmente, este fin. No puedehaber fecundación cruzada más quecuando haya aglomeración decomejeneras, lo que es bastante raro, ycuando todos los vuelos nupciales serealizaran el mismo día. He aquí mil

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probabilidades contra una para que unapareja, si por milagro logra reintegrarsea la casa natal, sea consanguínea. Noseamos jactanciosos; si estas cosas nosparecen ilógicas o incoherentes, sepuede apostar que nuestrasobservaciones o interpretacionestodavía son insuficientes y que somosnosotros los equivocados, a no ser quepongamos el error en la cuenta de lanaturaleza, que, a primera vista, comodecía Juan de la Fontaine, parece haberhecho otros muchos[9].

Según las observaciones deSilvestri, con el fin de escapar a estosdesastres, algunas especies enjambranpor la noche o en tiempo de lluvias.

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Otras, con el fin de aumentar el númerode sus probabilidades, expulsan susenjambres por pequeños paquetes, perodurante varios meses. A este propósito,conviene señalar, una vez más, que en lacomejenera las leyes generales no sonabsolutamente inflexibles como en lacolmena. Los térmites, tendremos deello otros ejemplos, lo mismo que loshombres, y al contrario de los hábitos detodos los animales que se cree estángobernados por el instinto, son, antetodo, oportunistas y, respetando lasgrandes líneas de su destino, sabencuando es preciso, con tanta inteligenciacomo nosotros, plegarlas a lascircunstancias y adoptarlas a las

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necesidades, o simplemente a lasconveniencias del momento. Enprincipio, para satisfacer a los votos dela especie o del porvenir, o porcomplacer a una idea inveterada de lanaturaleza, practican la enjambrazón,aunque sea prodigiosamente onerosa, yel 99 por 100 de las veces totalmenteinútil; pero, en caso de necesidad, larestringen, reglamentan o aun renunciany se pasan sin ella sin inconveniente.Son monárquicos en principio, si bien,en caso de necesidad, mantienen dosreinas en la misma celda, separadas porun tabique, según ha observado T. J.Savage; o hasta seis parejas reales,como ha comprobado Haviland, sin

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tener en cuenta los reyes y reinas que senos escapan, gracias a las medidastomadas por los obreros para favorecersu evasión, y que hacen tan difícildescubrirlas: Haviland ha buscadodurante tres días a una de estassoberanas antes de encontrarla ocultadebajo de los detritos en el fondo delnido.

En principio, para terminar estaenumeración, es preciso que la reinahaya tenido alas y haya visto la luz deldía; en caso de necesidad, la reemplazanpor una treintena de ponedoras ápterasque nunca han salido del nido. Enprincipio, no admiten rey extranjero; encaso de necesidad, si el trono está

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vacante, acogen con diligencia aquel queles proponen. En general, cadacomejenera no está habitada más quepor una sola especie bien caracterizada;en la práctica, más de una vez se hacomprobado que dos o tres y a veceshasta cinco especies, completamentediferentes, colaboran en el mismo nido.Agreguemos que estas palinodias noparecen incoherentes o irreflexivas,pero miradas más atentamente, tienensiempre una razón invariable, que es lasalud o la prosperidad de la ciudad.

Por lo demás, sobre todos estospuntos hay aún bastantes incertidumbresy, antes de concluir, conviene esperarobservaciones más decisivas, aunque

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son bastante difíciles, pues, como yahemos dicho, hay mil quinientasespecies de termes, y sus costumbres yorganización social no son en nadasemejantes. Parece que algunas de estasespecies han llegado, como el hombre,al momento más crítico de una evolucióncomenzada hace millones de años.

III

El régimen normal es, pues, lamonarquía. Pero mucho más prudenteque la colmena, cuya suerte —y éste esel punto débil de una admirableorganización— está siempre suspendida

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de la vida de una reina única, lacomejenera, en cuanto a su prosperidad,es casi independiente de la pareja real.

Lo que se podría llamar la«Constitución», la ley fundamental, esaquí infinitamente más flexible, máselástica, más previsora, más ingeniosa, yseñala un incontestable progresopolítico. Si la reina terme, o más bien laponedora delegada, pues no es otracosa, lleva a cabo generosamente sudeber, no se la da ninguna rival. Desdeel momento en que su fecundidad cede,se la suprime absteniéndose dealimentarla, o se la agrega un ciertonúmero de coadjutoras. Por esto se hanencontrado hasta treinta reinas en una

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colonia no desorganizada ni caída en laruina, como ocurre en la colmena en quese multiplican las ponedoras, sino alcontrario, extremadamente fuerte yfloreciente. Gracias a la extraordinariaplasticidad de su organismo, queparticipa de las ventajas de la existenciamás primitiva, todavía unicelular, y delas de la vida más evolucionada, yquizás también, es preciso conjeturarlosfaltos de otra explicación, gracias a losconocimientos químicos y biológicostodavía ignorados por el hombre, lostermes parecen poder, en todo momento,y cuando lo necesitan, mediante unaalimentación y cuidados apropiados,transformar cualquier larva o ninfa en

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insecto perfecto y hacer brotar ojos yalas en menos de seis días o sacar delprimer huevo venido un obrero, unsoldado, un rey o una reina. Con este fin,y para ganar tiempo, siempre tienen enreserva un cierto número de individuosprestos a sufrir las últimastransformaciones[10].

Pero, aunque aparentemente puedenhacerlo, en general, por razones que aunno penetramos, no transforman uno deestos huevos o candidatos en reinaperfecta, provista de alas y ojosfacetados, es decir, parecida a las quehan remontado el vuelo por millares, ypresta a ser fecundada por el rey en lacámara nupcial. Casi siempre se

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contentan con sacar ponedoras ciegas yápteras que realizan todas las funcionesde una reina propiamente dicha, sindetrimento para la ciudad. No ocurre lomismo en las abejas, en que la obreraponedora que reemplaza a la soberanamuerta, no dando nacimiento más que ainsaciables machos, conduce en algunassemanas a la ruina y la muerte a lacolonia más rica y próspera.

Hasta donde las observaciones delhombre pueden alcanzar, no haydiferencia entre una comejenera queposee una reina auténtica y la que notiene más que ponedoras plebeyas.Ciertos termitólogos pretenden que estasponedoras no pueden producir reyes ni

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reinas, y que sus descendientes estánprivados de alas y ojos, es decir, nodevienen nunca insectos perfectos. Esposible, pero todavía insuficientementedemostrado, que permaneciendo sinimportancia para la colonia, teniendo encuenta que lo que ésta necesita es unamadre de obreros y soldados en vez depoder pasarse fácilmente sin unafecundación cruzada que, según hemosvisto, es muy problemática. Además,todo lo que tiene traza de formassubstitutivas es todavía motivo decontroversia, y uno de los puntos másmisteriosos de la comejenera.

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IV

Lo que es igualmente controvertido, opor lo menos está insuficientementeestudiado, es la importante cuestión delos parásitos (no hablamos de losparásitos intestinales), pues además desus legítimos habitantes, la comejeneraalberga un considerable número degorrones que aún no han sidocatalogados y examinados como los delhormiguero. Se sabe que entre lashormigas estos parásitos juegan un papelinteresante, y pululan de manerafantástica. Wasmann, el granmirmecólogo, ha contado en el

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hormiguero mil doscientas cuarenta yseis especies. Las unas vienensimplemente a buscar, en la tibiahumedad de las galerías subterráneasalimento y albergue, y soncaritativamente toleradas, porque lahormiga es menos burguesa y avara delo que creía el buen La Fontaine. Peroun gran número de estos parásitos sonútiles y aun indispensables. Los haytambién cuyas funciones son del todoinexplicables, singularmente losAntennophorus, la mayoría de loscuales llevan Lasius mixtus, muy bienobservados por Charles Janet. Senespecies de piojos, proporcionalmenteenormes, pues son tan gruesos como la

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cabeza de la hormiga, que, siemprerelativamente, es casi dos veces másvoluminosa que la de nuestro país.Generalmente, sobre una de estashormigas se cuentan tres de estos piojos,que se instalan cuidadosa ymetódicamente uno bajo el mentón, y losotros dos, uno de cada lado del abdomende su hostelero para no desequilibrar sumarcha. El Lasius mixtus, que alprincipio repugna acogerles, una vez quese han instalado sobre él, los adopta, yya no trata de desembarazarse de ellos.¿Qué mártir de nuestras santas leyendassoportarían sin quejarse, durante toda suexistencia, una triple carga tan pesada yembarazosa? La ruda hormiga de la

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fábula no sólo se resigna, sino que cuiday nutre sus fardos como si fuesen sushijos. Cuando uno de estos Lasiusornado de sus monstruosos parásitos haencontrado, por ejemplo, una cucharadade miel, se atraca y regresa al nido.Atraídas por el buen olor otras hormigasse aproximan y solicitan su parte en lainesperada fortuna. Generosamente, elLasius regurgita la miel en la boca delas pordioseras, y sus parásitosinterceptan, al pasar, algunas gotitas delprecioso líquido. Lejos de oponerse, elLasius les facilita el descuento deldiezmo, y con sus compañeras, aguardaa que los pordioseros satisfechos den laseñal de partida. Es preciso creer que

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experimenta paseando sus gigantescospiojos de lujo, que nos harían sucumbirbajo su peso, extraños goces que nosomos capaces de comprender. Endefinitiva, comprendemos muy pocacosa del mundo de los insectos, loscuales están guiados por un espíritu ypor sentidos que no tienen casi nada decomún con los nuestros.

Pero dejemos nuestras hormigas yvolvamos a nuestro Xilófago. Según elprofesor E. Warren, los huéspedes de lacomejenera conocidos en 1919 seelevan a 496, de los cuales 348 soncoleópteros. Cada día se descubrenotros nuevos. Se les clasifica enhuéspedes verdaderos (Symphiles),

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amigablemente tratados; en huéspedestolerados o indiferentes (Synoeketes); enintrusos (Synechtres), perseguidos conahínco, y en parásitos propiamentedichos (Ectoparásitos). A pesar de losnombres científicos que se les da, lacuestión no está clara y esperamos unestudio más completo.

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LASDEVASTACIONES

I

La comejenera, tal como se extiende ymultiplica en su país tropical, con susleyes de bronce increíblementeingeniosas, su vitalidad y su formidablefecundidad, sería un peligro para elgénero humano y cubriría bien prontonuestro planeta, si el azar o no sabemosqué capricho de la naturaleza,generalmente, a nuestro modo de ver,menos clemente, no hubiese querido que

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el insecto sea muy vulnerable yextremamente sensible al frío. No puedevivir en un clima simplemente templado,siéndole preciso, como ya hemos dicho,las regiones más cálidas del globo.Tiene necesidad de una temperatura queoscila de 20 a 36 grados. Por debajo de20 grados su vida se detiene; por encimade 36 grados sus protozoarios perecen ymueren de inanición. Pero allí dondepuede instalarse produce terriblesdevastaciones: Termes Indiæ calamitassumma, decía ya Linneo. «No hay sobrelas partes calientes y tropicales de lasuperficie de la tierra una familia deinsectos cuyos miembros mantengan unaguerra tan incesante contra la obra del

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hombre», añade W. W. Froggatt, que losconocía mejor que nadie. Las casas sedesploman, roídas interiormente desdela base a la cima. Los muebles, la ropablanca, los papeles, los vestidos, elcalzado, las provisiones, las maderas ylas hierbas desaparecen. Nada está alabrigo de sus depredaciones, que tienenalgo de azorante y sobrenatural, porqueson siempre secretas y no se revelanmás que en el instante del desastre.Grandes árboles que parecen vivos, ycuya corteza está escrupulosamenterespetada, caen enteros cuando se lestoca. En Santa Elena dos agentes depolicía conversaban bajo un enormemeliáceo cubierto de hojas. Uno de ellos

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se apoyó en el tronco, y el gigantescofebrífugo, completamente pulverizado ensu interior, se abatió sobre ellos y loscubrió con sus restos.

A veces el trabajo destructor secumple con una rapidez fulminante. Uncultivador de Queenslandia dejó unatarde su carreta en un prado; al díasiguiente no encontró más que losherrajes. Un colono regresó a su casadespués de cinco o seis días deausencia; todo estaba intacto, nadaparecía cambiado ni revelaba laocupación del enemigo. Se sentó sobreuna silla y ésta se hundió. Se agarró a lamesa, que se aplastó sobre el suelo. Seapoyó en la viga central y ésta se

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desplomó arrastrando el tejado en unanube de polvo. Todo quedó al aire,como maquinado por un geniobufonesco, lo mismo que en una comediade hadas del Châtelet. En una nochedevoraron sobre su cuerpo, y durante susueño, la camisa de Smeathmann, queacampó en las proximidades de uno desus nidos con el fin de estudiarlo. Endos días, a pesar de todas lasprecauciones tomadas, aniquilaron loslechos y los tapices de otro termitólogo,el Dr. Henrich Barth. En las tiendas decomestibles de Cambridge, en Australia,todos los artículos almacenadosconviértense en su presa: jamones,tocino, pastas, higos, nueces, jabones,

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etc.: se desvanecen. La cera o lascápsulas de estaño que recubren la bocade las botellas son perforadas, con el finde alcanzar los tapones, y los líquidosse derraman. La hojalata de las cajas deconservas es atacada científicamente:primeramente roen la capa de estaño quela cubre, extendiendo en seguida sobreel hierro puesto al desnudo un jugo quele enmohece, después de lo cual lohoradan sin dificultad. Perforan elplomo, cualquiera que sea su espesor.Créese poner en seguridad las maletas,las cajas, las ropas de camas,colocándolas sobre botellas invertidascon los cuellos introducidos en el suelo,porque así sus patitas no encuentran

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apoyo. Al cabo de algunos días el vidrioaparece corroído como por una piedrade esmeril, y se ve a los insectos ir yvenir tranquilamente a lo largo delcuello y de la panza de la botella,porque segregan un líquido que,disolviendo la sílice contenida en lostallos herbáceos de que se alimentan,atacan igualmente el vidrio. Por lodemás, así se explica la extraordinariasolidez de su cemento, que está en partevitrificado. Algunas veces tienenfantasías dignas de un humorista. Unviajero inglés, Forbes, cuenta en lasOriental Memoirs que, al volver a sucasa, después de algunos días pasadosen la de un amigo, encontró todos los

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grabados que ornaban sus habitacionescompletamente roídos, así como loscuadros, de los cuales no quedaba traza;pero los cristales que los recubríanpermanecían en su lugar cuidadosamentefijados a la pared con cemento, con elfin, aparentemente, de evitar una caídapeligrosa o demasiado retumbante. Porotra parte, como ingenieros previsores,se les ocurrió consolidar, con la ayudade este cemento, una viga que habíanroído demasiado profundamente y queamenazaba romperse antes del fin de suexpedición.

Todos estos estragos se realizan sinque se columbre alma viviente.Únicamente mirando de cerca un

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pequeño tubo de arcilla, disimulado enel ángulo de dos muros o corriendo a lolargo de una cornisa o de un plinto quecomunica con la comejenera, revela lapresencia y la identificación delenemigo; pues estos insectos, que noven, tienen el genio de hacer lo precisopara no ser vistos. El trabajo se ejecutaen silencio, y sólo un oído advertidoreconocería en la noche el ruido demillones de mandíbulas que devoran laarmadura de una casa y presagian suruina.

En el Congo, en Elisabethville, porejemplo, sus inevitables devastacionesestán previstas por los arquitectos y losasentistas, que aumentan en un 40 por

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100 los presupuestos a causa de lasprecauciones que hay que tomar. En lamisma región es necesario reemplazarcada año las traviesas de losferrocarriles, completamente roídas, asícomo los postes telegráficos y laarmadura de los puentes. De todovestido dejado al aire libre durante unanoche no quedan más que los botones demetal, y una choza de indígena, en la queno se haga fuego, no resiste más de tresaños a sus ataques.

II

He aquí sus fechorías domésticas y

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habituales pero a veces trabajan engrande y extienden sus devastaciones auna ciudad o a una comarca entera. En1840, un barco negrero, capturado ydesmantelado, introdujo en Jamestown,capital de la isla de Santa Elena, elEutermes tenuis, pequeño terme delBrasil, cuyos soldados son nasicornes ocon jeringa, que destruyó una parte de laciudad, y fue necesario reconstruir.Parecía —dice su titulado historiógrafoJ. C. Mellis— una ciudad devastada porun terremoto.

En 1879 un navío de guerra españolfue destruido por el Termes dives en elpuerto del Ferrol.

Los Anales de la Sociedad

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Entomológica Francesa (Ser. 2, 1851, t.IX) citan una nota del general Leclerc,donde dice que en 1809 las Antillasfrancesas no pudieron defenderse contralos ingleses porque los termes habíandevastado los almacenes e inutilizadolas baterías y las municiones. Se podríaindefinidamente alargar la lista de suscrímenes.

Ya hemos dicho que volvíanincultivables algunas partes de Australiay de la isla de Ceylán, donde se harenunciado a la lucha. En la isla deFormosa el Coptotermes formosusshikari roe hasta el mortero y derrumbalos muros que no tienen cimientos.

Parece, por tanto, a primera vista,

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que, vulnerables y frágiles como son, yno pudiendo vivir más que en la sombrade su comejenera, bastaría destruir suscúpulas para desembarazarse de ellos.Pero se diría que ya están prestos aparar el inesperado ataque, pues secomprueba que en los países donde sehace saltar con pólvora sussuperestructuras, que en seguida yconstantemente son niveladas por elarado, no edifican más montículos,resignándose, como las hormigas, a unavida completamente subterránea,volviéndose inasequibles.

Hasta hoy la barrera del frío haprotegido a Europa, pero no es ciertoque un animal tan plástico, tan

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prodigiosamente transformable, nopueda lograr aclimatarse en nuestropaís. Ya hemos visto, por el ejemplo delos termes de las landas, que, más omenos advenedizos, existen allí, a costa,es verdad, de una lastimosadegeneración, que les vuelve másinofensivos que la más inofensivahormiga. Quizás es ésta una primeraetapa.

En todo caso, los AnnalesEntomologiques del último siglo relatanextensamente la invasión de algunasciudades de la Charente-Inférieure,singularmente Sanites, Saint-Jean-d’Angely, Tonnay-Charente,la isla de Aix y, sobre todo, La Rochelle

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por verdaderos termes tropicales,importados de Santo Domingo en elfondo de la bodega de los barcos entrelos detritos vegetales. Calles enterasfueron atacadas y solapadamenteminadas por el insecto pululante ysiempre invisible. Toda La Rochelleestuvo amenazada de invasión, y laplaga no fue detenida más que por elcanal de la Verrière, que pone encomunicación el puerto y los fosos. Sehundieron casas, y fue preciso apuntalarel Arsenal y la Prefectura, y hubo un díala sorpresa de descubrir que losarchivos y todos los documentesadministrativos estaban reducidos aresiduos esponjosos. Hechos análogos

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se produjeron en Rochefort.El autor de estas devastaciones era

uno de los más pequeños termes que seconocen: el Termes lucifugus, de tres acuatro milímetros de largo.

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EL PODEROCULTO

I

En la comejenera encontramos el granproblema de la colmena, más insolubletodavía porque en la primera laorganización es más compleja. ¿Quiénreina aquí? ¿Quién da órdenes, prevé elporvenir, traza planes, equilibra,administra, condena a muerte? No sonlos soberanos miserables esclavos desus funciones, cuya alimentacióndepende de la buena alimentación de los

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obreros, prisioneros en su cámara, losúnicos de la ciudad que no tienenderecho a franquear su recinto. El rey noes más que un pobre diablo, tímido,sobresaltado, aplastado bajo el vientreconyugal. En cuanto a la reina, es quizásla más lamentable víctima de unaorganización en la que no hay más quevíctimas sacrificadas a no se sabe quédios. Severamente vigilada, cuandojuzgan que su puesta no es satisfactoriasus súbditos le suprimen los víveres, yen cuanto muere de hambre devoran susrestos, porque es preciso no perdernada, y la reemplazan. A este efecto,como ya hemos visto, tienen siempre enreserva un cierto número de adultos que

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todavía no están diferenciados, y graciasal prodigioso polimorfismo de la razahacen de ellos rápidamente unareproductora.

Tampoco reinan los guerreros,desgraciados fenómenos abrumadosbajo sus armas, sobrecargados detenazas, privados de alas y de sexo,absolutamente ciegos e incapaces decomer. Ni mucho menos los adultosalados, que no hacen más que unaaparición deslumbrante, trágica yefímera, príncipes y princesasinfortunados sobre quienes pesa la razónde Estado y la crueldad colectiva.Quedan los obreros, estómagos yvientres de la comunidad, que parecen al

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mismo tiempo los esclavos y los amosde todos. ¿Es esta multitud la que formael Soviet de la ciudad? En todo caso, losque allí ven, los que tienen ojos —elrey, la reina, los adultos alados—, estánmanifiestamente excluidos deldirectorio. Lo extraordinario es que lacomejenera, así dirigida, pueda subsistirdurante siglos. No tenemos ejemplo, ennuestros anales, de que una república,realmente democrática, haya durado másde algunos años sin descomponerse ydesaparecer por la derrota o la tiranía,porque nuestras multitudes tienen enpolítica la nariz del perro, que no gustamás que de malos olores. No escogenmás que a los menos buenos, y su olfato

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es casi infalible.Pero ¿se conciertan los ciegos de la

comejenera? No todo es silencioso en surepública, como en el hormiguero;ignoramos cómo se comunican entre sí,pero esto no es una razón para que no lohagan. Al menor ataque la alerta sepropaga como una llama; la defensa seorganiza, y las reparaciones urgentes seefectúan con orden y método. Por otraparte, es cierto que estos ciegos reglan asu grado la fecundidad de la reina,moderándola o acelerándola según laatraquen o la priven de sus secrecionessalivales.

De la misma manera, cuando estimanque hay demasiados soldados, restringen

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el número, dejando morir de hambre,para comérselos en seguida, a los quejuzgan inútiles. Desde el huevo,determinan la suerte del ser que de élsaldrá, y hacen a su gusto, según laalimentación que le dan, un trabajadorcomo ellos, una reina, un rey, un adultoalado o un guerrero. Pero ellos, ¿a quiéno a qué obedecen? El sexo, las alas y losojos, inmolados al bien común,sobrecargados de diversas einnumerables tareas: segadores,cavadores, albañiles, arquitectos,carpinteros, jardineros, químicos,nodrizas, enterradores; trabajando,dirigiendo para todo el mundo, andandoa tientas en sus invencibles tinieblas,

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caminando en sus cuevas, eternoscautivos de su hipogeo, parecen menosaptos que ningún otro para darse cuenta,saber, prever y discernir lo queconviene hacer.

¿Se trata de una serie más o menoscoordinada de actos puramenteinstintivos? Primeramente, empujadospor la idea innata, ¿hacen salirmaquinalmente, de la mayoría de loshuevos, obreros como ellos? En seguida,obedeciendo a otro impulso, igualmenteinnato, ¿sacan de otros huevos parecidosa los primeros una legión de individuosde los dos sexos que tendrán alas, nonacerán ciegos y castrados ysuministrarán un rey y una reina para

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perecer en masa poco después? En fin,¿es que un tercer impulso les obliga aformar un cierto número de soldados,mientras que un cuarto les incita areducir el efectivo de la guarnición,cuando ésta exige demasiados víveres ydeviene onerosa? ¿No es todo esto sinoun juego del caos?

Es posible, aunque puede dudarse deque la prosperidad extraordinaria, laestabilidad, la armoniosa inteligencia, laduración casi ilimitada de estas enormescolonias no reposen más que sobre unaserie ininterrumpida de felices azares.Convengamos en que si todo esto esobra suya, el azar está próximo adevenir el más grande, el más sabio de

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nuestros dioses, y en el fondo no es másque una cuestión de palabras, sobre lasque es más fácil entenderse. En todocaso, la hipótesis del instinto no es mássatisfactoria que la de la inteligencia.Quizás lo es un poco menos, porque nosabemos del todo lo que es el instinto,mientras que creemos, con razón o sinella, no ignorar enteramente lo que es lainteligencia.

II

También se nota en las abejas medidaspolíticas y económicas tansorprendentes. No las recordaremos

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aquí; pero no olvidemos que en lashormigas son, algunas veces, aún másasombrosas. Todo el mundo sabe que losLasius flavus, nuestras pequeñashormigas amarillas, por ejemplo,encierran en recintos situados en sussubterráneos y abrigan en verdaderosestablos rebaños de Apidos que emitenun rocío azucarado que ordeñan comonosotros ordeñamos nuestras vacas ynuestras cabras. Otras, las Formicasanguinea, parten a la guerra con el finde hacer razzias de esclavos. Por suparte los Polyergus rufescens noconfían más que a sus siervos el cuidadode criar a sus larvas, mientras que losAnergates no trabajan y son alimentados

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por colonias de Tetramorium cespitumreducidos a cautividad. No citaré másque de memoria a las hormigasfungícolas de la América tropical, quepractican túneles rectilíneos, algunasveces de más de cien metros de largo, yforman, cortando hojas en trozospequeñísimos, una capa de mantillosobre la cual hacen nacer y cultivar, porun procedimiento que es su secreto, unhongo tan particular que jamás se halogrado obtener en otras partes.Citemos, en fin, ciertas especies deÁfrica y Australia en las que se venobreras especializadas, que jamásabandonan el nido, suspenderse por laspatas y, a falta de otros recipientes,

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transformarse en depósitos, cisternas,potes vivientes de miel, de vientreelástico, esférico, enorme, en los queregurgitan la recolección y de donde laabsorben cuando tienen hambre.

¿Es necesario añadir que todo esto,que se podría indefinidamenteprolongar, no reposa sobreinformaciones más o menos legendarias,sino sobre minuciosas observacionescientíficas?

III

En La Vie des Abeilles he atribuido —afalta de algo mejor— la dirección y

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administración, previsoras y ocultas, dela comunidad al «Espíritu de laColmena». Pero esto no es más que unafrase que disfraza una realidaddesconocida y no explica nada.

Otra hipótesis podría considerar lacolmena, el hormiguero y la comejeneracomo un individuo único, perodiseminado aún, o de antemano un soloser vivo que aún no estaría o que ya noestaría coagulado o solidificado, ycuyos diversos órganos, formados demiles de células, que si bienexteriorizadas y a pesar de su aparenteindependencia permanecerían siempresometidas a la misma ley central.Nuestro cuerpo también es una

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asociación, un conglomerado, unacolonia de sesenta trillones de células,pero de células que no pueden alejarsede su nido o de su núcleo y permanecenhasta la destrucción de este nido o deeste núcleo sedentarias y cautivas. Tanterrible, tan inhumana como parezca laorganización de la comejenera, la quellevamos en nosotros está calcada sobreel mismo modelo. La mismapersonalidad colectiva, el mismosacrificio incesante de innumerablespartes al todo, al bien común; el mismosistema defensivo, el mismocanibalismo de los fagocitos para conlas células muertas o inútiles; el mismotrabajo obscuro, encarnizado, ciego,

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para un fin ignorado; la mismaferocidad, las mismas especializacionespara la nutrición, la reproducción, larespiración, la circulación de la sangre,etc.; las mismas complicaciones, lamisma solidaridad, los mismosllamamientos en caso de peligro, losmismos equilibrios y la mismaorganización interior. Así se observaque después de una abundantehemorragia, obedeciendo una orden queviene no se sabe de dónde, los glóbulosrojos se ponen a proliferar de unamanera fantástica; los riñones suplen alhígado fatigado que deja pasar toxinas,las lesiones valvulares del corazón secompensan por la hipertrofia de las

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cavidades situadas detrás del obstáculo,sin que jamás nuestra inteligencia, quecree reinar en la cima de nuestro ser, seaconsultada o esté en estado deintervenir.

Todo lo que sabemos y acabamos deaprender con dificultad es que lasfunciones más importantes de nuestrosórganos dependen de nuestras glándulasendocrinas, de secreciones internas uhormonas, cuya existencia apenas sesospechaba hasta hace poco,singularmente la de la glándula tiroides,que modera o refrena la acción de lascélulas conjuntivas; la de la glándulapituitaria, que regla la respiración y latemperatura; la de la pineal, la de las

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suprarrenales y la de la glándula genital,que distribuye la energía de nuestrostrillones de células. Pero ¿quién regla asu vez las funciones de estas glándulas?¿Cómo es que en circunstanciasrigurosamente parecidas a unos dan lasalud y la felicidad de vivir y a otros laenfermedad, los sufrimientos, la miseriay la muerte? ¿Habrá, pues, en esta regióninconsciente, como en la otra,inteligencias desiguales y el enfermoserá víctima de su inconsciente? ¿Novemos a menudo que un inconsciente osubconsciente inexperimentado omanifiestamente imbécil gobierna elcuerpo del hombre más inteligente de susiglo, un Pascal, por ejemplo? ¿A qué

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responsabilidad remontar si estasglándulas se equivocan?

Nada sabemos de esto; ignoramostotalmente quién en nuestro propiocuerpo da las órdenes esenciales de lasque depende el mantenimiento de nuestraexistencia; dudamos sí se trata desimples efectos mecánicos oautomáticos o de medidas deliberadasque emanan de una especie de podercentral o de dirección general que velapor el bien común. Por consecuencia,¿cómo podremos penetrar lo que tienelugar fuera de nosotros y muy lejos denosotros, en la colmena, el hormiguero ola comejenera, y saber quién lagobierna, la administra, prevé el

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porvenir y promulga las leyes?Aprendamos primero a conocer lo quepasa en nosotros.

Lo que por el momento podemoscomprobar es que nuestra confederaciónde células, cuando tienen necesidad decomer, de dormir, de moverse, deaumentar o disminuir su temperatura, demultiplicarse, etc.: hace u ordena hacerlo necesario; y lo mismo ocurre cuandola confederación de la comejenera tienenecesidad de soldados, obreros,reproductores, etc.

Afirmemos de nuevo lo dicho: nohay quizás otra solución que considerarla comejenera como un individuo. «Elindividuo —dice muy acertadamente el

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doctor Jaworsky— no está constituido nipor el conjunto de las partes, ni por elorigen común, ni por la continuidad dela substancia, sino únicamente por larealización de una función de conjunto;en otros términos, por la unidad del fin».

Si lo creemos preferible,atribuyamos en seguida los fenómenosque allí ocurren, tanto como los que sedesarrollan en nuestro cuerpo, a unainteligencia esparcida en el Cosmos, alpensamiento impersonal del Universo, algenio de la Naturaleza, al Anima Mundide ciertos filósofos, a la armoníapreestablecida de Leibnitz, con susconfusas explicaciones de las causasfinales a las cuales obedece el alma y de

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las causas eficientes a las que obedeceel cuerpo; ensueños geniales, pero que,en suma, sobre nada descansan.Recurramos a la fuerza vital, a la fuerzade las cosas; a la «Voluntad», deSchopenhauer; al «Plan morfológico», ala «Idea directriz», de Claudio Bernard;a la Providencia, a Dios, al primermotor, a la Causa-sin-Causa-de-todas-las-Causas, o aún al mismo azar; estasrespuestas se equivalen, porque todasconfiesan más o menos francamente queno sabemos nada, que nadacomprendemos, y que el origen, elsentido y el fin de todas lasmanifestaciones de la vida se nosescaparán todavía largo tiempo y quizás

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siempre.Maurice Maeterlinck

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LA MORAL Y LACOMEJENERA

I

Si la organización social de la colmenaparece ya muy dura, la de la comejeneraes incomparablemente más áspera, másimplacable. En la colmena encontramosun sacrificio casi completo a los diosesde la ciudad, pero le queda a la abejaalgún viso de independencia. La mayorparte de su vida se desarrolla fuera, a laluz del sol, se despliega bellamente enlas bellas horas de las primaveras, de

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los veranos y de los otoños. Lejos detoda vigilancia pueden revolotear a suplacer sobre las flores. En la sombríarepública estercórea, el sacrificio esabsoluto, el emparedamiento total, lavigilancia incesante; todo es negraopresión. Los años se suceden en mediode estrechas tinieblas. Todos sonesclavos y casi todos ciegos. Nadie,excepto las víctimas de la gran locuragenital, sube a la superficie del suelo, niatisba el horizonte, ni entrevé la luz deldía. Todo se cumple, de extremo aextremo, en una sombra eterna. Como yahemos visto, si es preciso ir a buscarvíveres a los lugares donde abundan,tienen que hacerlo por largos caminos

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subterráneos o tubulares, nunca trabajanal descubierto. Si se trata de roer unmadero, una viga o un árbol, lo atacanpor dentro, respetando la pintura o lacorteza. El hombre no se da cuenta denada, no columbra jamás uno solo de losmiles de fantasmas que frecuentan sucasa, que hierven secretamente en losmuros y que no se revelan más que en elmomento de la rotura y del desastre. Losdioses del comunismo truécanse allí eninsaciables Molochs. Cuanto más se lesda, más piden, y no cesan de exigir másque cuando el individuo está aniquiladoy su desgracia no tiene remedio. Laespantosa tiranía, de la que aún no hayejemplo entre los hombres, entre los

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cuales los malos tratos siemprebenefician a alguien, aquí no aprovechana nadie. Esta tiranía es anónima,inmanente, difusa, colectiva,inasequible. Lo más curioso einquietante es que no ha salido tal comoes y del todo hecha de un capricho de laNaturaleza. Sus etapas nos prueban quese ha instalado gradualmente y que lasespecies que juzgamos más civilizadasnos parecen también las másesclavizadas y las más dignas delástima.

Todas se consumen, día y noche, sindescanso, en tareas precisas, diversas ycomplicadas. Los monstruosos soldados,vigilantes, resignados y casi inútiles en

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el ajetreo rutinario de la vida cotidiana,esperan en sus negros cuarteles la horadel peligro y del sacrificio de su vida.La disciplina parece más feroz que la delos carmelitas o la de los trapenses, y lasumisión voluntaria a leyes oreglamentos que vienen no se sabe dedónde, es tal que ninguna asociaciónhumana puede darnos ejemplo parecido.Una forma nueva de la fatalidad y quizásla más cruel, la fatalidad social, hacía lacual nos encaminamos, se ha añadido alas que conocíamos y que ya nosbastaban. No existe para ellos reposoalguno más que en el sueño final; laenfermedad misma no está permitida ytodo desfallecimiento equivale a una

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parada mortal. El comunismo es llevadohasta el canibalismo, a la coprofagía,porque, por decirlo así, no se nutren másque de excrementos. Es el infierno, talcomo podrían imaginarlo los huéspedesalados de un colmenar. En efecto, sepuede suponer que la abeja no siente ladesgracia de ser corto y azarante sudestino; experimenta alguna alegría alvisitar las flores en la hora del albarosada, y al volver a entrar, ebria de subotín, en la atmósfera acariciadora,activa y odorante de su palacio de miely de polen. Pero el terme, ¿por qué searrastra en su hipogeo? ¿Cuáles son lastranquilidades, los salarios, losplaceres, las sonrisas de su baja y

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lúgubre carrera? ¿Vive desde hacemillones de años únicamente por vivir, omás bien para no morir, para multiplicarindefinidamente su especie sin alegría,para perpetuar sin esperanza una formade existencia entre todas la másdesheredada, siniestra y miserable?

Verdad es que estas consideracionesson bastante ingenuamenteantropocéntricas. No vemos más que loshechos exteriores y groseramentemateriales, e ignoramos realmente todolo que pasa en la colmena tanto como enla comejenera. Es muy probable que unay otra oculten misterios vitales, etéreos,eléctricos o psíquicos, de los cuales notenemos idea alguna, porque el hombre

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cada día columbra más que es uno de losseres más incompletos y más limitadosde la creación.

II

En todo caso, si más de una cosa en lavida social de los termes nos inspiraaversión y horror, es indudable que unagran idea, un gran instinto, una granimpulsión automática o mecánica, unaserie de grandes azares, si lo preferís —poco nos importa la causa, ya que nopodemos ver más que los efectos—, leseleva por encima de nosotros, a saber:su consagración absoluta al bien

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público; su renunciamiento increíble atoda existencia, a toda ventaja personal,a todo lo que se parezca al egoísmo; suabnegación total, su ininterrumpidosacrificio por el bien de la ciudad, enfin, todo lo que haría entre nosotroshéroes o santos. Encontramos en elloslos tres votos más temibles de nuestrasórdenes más rigurosas: pobreza,obediencia y castidad, llevada aquíhasta la castración voluntaria; pero ¿cuáles el asceta o el místico que porañadidura haya jamás pensado enimponer a sus discípulos las eternastinieblas y el voto de ceguera perpetuasacándoles los ojos?

«El insecto —proclama en alguna de

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sus obras el gran entomólogo J. H. Fabre— no tiene moral». Muy de prisa lodijo. ¿Qué es la moral? Tomando ladefinición de Littré, «es el conjunto dereglas que deben dirigir la actividadlibre del hombre». Esta definición,palabra por palabra, ¿no es aplicable ala comejenera? Y el conjunto de lasreglas que la dirigen, ¿no es el máselevado y, sobre todo, más severamenteobservado que en la más perfecta de lassociedades humanas? No se podríaargüir más que sobre las palabras«actividad libre» y decir que laactividad de los termes no lo es, que nopueden substraerse al cumplimientociego de su tarea, porque ¿qué sería del

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obrero que rehusara trabajar, o delsoldado que huyese el combate? Leexpulsarían y perecería miserablementeafuera o, más probablemente, sería en elacto ejecutado y devorado por susconciudadanos. ¿No es ésta una libertadabsolutamente comparable a la nuestra?

Si todo lo que hemos observado enla comejenera no constituye una moral,¿qué es, pues? Recordad el heroicosacrificio de los soldados que hacenfrente a las hormigas, mientras quedetrás los obreros muran las puertas porlas que podrían escapar a la muerte, y, asabiendas de ellos, los entregan así alimplacable enemigo. ¿No es esto másgrande que el sacrificio de las

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Termópilas, donde aún había esperanza?¿Y qué decir de la hormiga que,encerrada en una caja y dejándola sincomer durante varios meses, consume supropia substancia —cuerpos grasosos,músculos torácicos— para alimentar asus jóvenes larvas? ¿Por qué no ha deser todo esto meritorio y admirable?¿Por qué lo suponemos mecánico, fatal,ciego e inconsciente? ¿Con qué derechoy qué sabemos nosotros de ello? Sialguien nos observase tan obscuramentecomo nosotros les observamos, ¿quépensaría de la moral que nos guía?¿Cómo se explicaría lascontradicciones, los ilogismos denuestra conducta, las locuras de nuestras

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querellas, de nuestras diversiones, denuestras guerras? ¡Cuántos errores ensus interpretaciones! Es el momento derepetir lo que hace treinta y cinco añosdecía el viejo Arkël: «Nunca vemos másque el reverso de los destinos, incluso elde nuestro propio destino».

III

La felicidad de los termes consiste enhaber tenido que luchar contra unenemigo implacable, tan inteligente, másfuerte y mejor armado que ellos: lahormiga. Perteneciendo la hormiga almioceno (terciario medio), hace dos o

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tres millones de años que los termes seenfrentaron con el adversario que nohabía de darles tregua. Es de presumirque si no hubiesen topado con ellas,habrían vegetado obscuramente, sinpreocuparse del porvenir, en pequeñascolonias, descuidada e indolentemente.

El primer contacto fue, naturalmente,desastroso para el miserable insectolarviforme y todo su destino setransformó. Fue preciso renunciar al sol,cobrar ánimos, soterrarse, organizar laexistencia en las tinieblas, construirmuros, fortalezas y almacenes, cultivarjardines subterráneos, asegurar laalimentación por una especie dealquimia viviente, forjar armas de

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choque y arrojadizas, sostenerguarniciones, asegurar la calefacción, laventilación y la humedadindispensables, multiplicarse hasta elinfinito a fin de oponer a los invasoresmasas compactas e invencibles; fuepreciso, sobre todo, aceptar lacompulsión, aprender la disciplina y elsacrificio, madres de todas las virtudes;en una palabra, fue necesario hacersurgir de una miseria sin igual lasmaravillas que hemos visto.

¿Dónde habría ido a parar el hombresi hubiese encontrado, como el terme, unadversario de esa talla, ingenioso,metódico, feroz, digno de sí? Nosotrosnunca hemos tenido más que adversarios

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inconscientes, aislados, y desde hacemillares de años no encontramos frente anosotros otro enemigo serio quenosotros mismos, el cual nos haenseñado muchas cosas, las tres cuartaspartes de lo que sabemos; pero no era unenemigo extraño, no venía de fuera y nopodía aportarnos nada que ya notuviésemos. Es posible que, para nuestrobien, descienda algún día de un planetavecino o surja del lado de donde menosle esperemos, a menos que, desde aquí aentonces, lo que es infinitamente másprobable, no nos hayamos destruido losunos a los otros.

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LOS DESTINOS

I

Es bastante inquietante comprobar quecada vez que la Naturaleza da un ser,que parece inteligente, el instinto social,amplificando, organizando la vida encomún, que tiene por punto de partida lafamilia, las relaciones de madre a hijo,es para conducirle, a medida que laasociación se perfecciona, a un régimencada vez más severo, a una disciplina, acompulsiones, a una tiranía de las másintolerantes e intolerables, a una

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existencia de fábrica, de cuartel o deprisión, sin descanso, sin tregua,utilizando implacablemente, hasta elagotamiento y hasta la muerte, todas lasfuerzas de sus esclavos, exigiendo elsacrificio y la desgracia de todos sinprovecho ni felicidad de nadie, para nollegar más que a prolongar, a renovar y amultiplicar en el horizonte de los siglosuna especie de desesperación común. Sediría que estas ciudades de insectos, quenos preceden en el tiempo, han queridoofrecernos una caricatura, una parodiaanticipada de los paraísos terrestreshacia los cuales se encaminan la mayorparte de los pueblos civilizados; y sediría, sobre todo, que la Naturaleza no

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quiere la felicidad.Pero he ahí millones de años en que

los termes se elevan hacia un ideal queparece están a punto de alcanzar. ¿Quépasará cuando lo hayan realizadoenteramente? ¿Serán más felices,saldrán, al fin, de su prisión? Es pocoverosímil, porque su civilización, lejosde desplegarse en medio del día, serecluye bajo tierra a medida que seperfecciona. Tenían alas, y ya no lastienen; tenían ojos, y han renunciado aellos; tenían un sexo —los másatrasados, los Calotermes, por ejemplo,lo tienen todavía—, y lo han sacrificado.En todo caso, cuando hayan alcanzado elpunto culminante de su destino,

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acontecerá lo que siempre acontececuando la Naturaleza ha sacado de unaforma de vida todo lo que podía obtenerde ella. Un ligero descenso detemperatura de las regiones ecuatoriales,que será igualmente un acto de laNaturaleza, destruirá de un solo golpe, oen muy poco tiempo, toda la especie, dela cual no quedarán más que vestigiosfosilizados. Y todo recomenzará, todohabrá sido, una vez más, inútil, a menosque en alguna parte no sucedan cosas, nose acumulen resultados de los cuales notenemos la menor noción, lo que es pocoprobable, pero, después de todo,posible.

Si esto es posible, apenas

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experimentaremos los efectos de ello. Siconsideramos las eternidades anterioresy los innumerables cambios que hanofrecido a la Naturaleza, pareceevidente que civilizaciones análogas ofácilmente superiores a la nuestra hanexistido en otros mundos y quizás aúnsobre esta tierra. ¿Se ha aprovechado deellas nuestro ascendiente, el hombre delas cavernas, y nosotros mismos hemossacado alguna ventaja? Es posible; perotan mínima y enterrada a talesprofundidades en nuestro subconsciente,que es bien difícil darnos cuenta de ello.Pero aunque así fuese, no habría habidoprogreso, sino regresión, esfuerzosvanos y pérdidas sensibles.

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Por otra parte, se puede pensar quesi uno de estos mundos que pululan enlos cielos hubiese alcanzado en losmilenarios transcurridos o alcanzase eneste momento lo que apuntamos, sesabría.

Los vivientes que lo habiten, amenos que fuesen monstruos de egoísmo,lo que no es apenas plausible cuando sees tan inteligente como sería menesterque fuesen para llegar adondesuponemos que se encuentran, habríantratado de hacernos sacar provecho delo que hubiesen aprendido, y teniendouna eternidad detrás de ellos, habríanllegado, sin duda, a ayudarnos, asacarnos de nuestra sórdida miseria.

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Habiendo, probablemente, superado lamateria, es muy verosímil que estosseres se muevan en regiones espiritualesdonde el tiempo y la distancia niinfluyen ni ofrecen obstáculos. ¿No esrazonable creer que si hubiese existidoen el universo algo soberanamenteinteligente, bueno y feliz, lasconsecuencias hubiesen acabado porhacerse sentir de mundo en mundo? Y siesto no ha ocurrido nunca, ¿por quévamos a esperar que ocurra?

Las más bellas morales humanasestán todas fundadas sobre la idea deque es preciso luchar y sufrir parapurificarse, elevarse y perfeccionarse;pero ninguna trata de explicar por qué es

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necesario empezar de nuevo sin cesar.¿Dónde va, pues, en qué abismosinfinitos se pierde, desde eternidades sinlímites, lo que se ha elevado en nosotrosy no ha dejado vestigios? ¿Por qué si elAnima Mundi es soberanamente sabia haquerido estas luchas y estos sufrimientosque jamás han llegado y que, porconsecuencia, jamás llegarán al fin?¿Por qué no haber puesto, al primeresfuerzo, todas las cosas al punto deperfección a que nosotros creemos quetienden? ¿Por qué es preciso merecer sudicha? Pero ¿qué méritos pueden tenerlos que luchan o sufren mejor que sushermanos, puesto que la fuerza o lavirtud que les anima no la tienen más

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que porque un poder exterior la hapuesto en ellos más propiciamente queen otros?

Evidentemente, no es la comejeneradonde encontraremos respuestas a estaspreguntas; pero ya es mucho que ella nosayude a plantearlas.

II

El destino de las hormigas, de lasabejas, de los termes, tan pequeño en elespacio, pero casi sin límites en eltiempo, es un hermoso resumen, es, ensuma, nuestro destino entero quetenemos un instante, reunido por los

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siglos, en el hueco de la mano. Por estoes bueno escrutarlo. Su suerte prefigurala nuestra, y esta suerte, a pesar de losmillones de años, a pesar de lasvirtudes, del heroísmo, de lossacrificios que en nosotros seríancalificados de admirables, ¿se hamejorado? Se ha estabilizado un poco yasegurado contra ciertos peligros, ¿peroes más feliz y el mezquino salario pagala inmensa pena? En todo caso,permanece sin cesar a la merced delmenor capricho de los climas.

¿A qué tienden estos experimentosde la Naturaleza? Lo ignoramos, y ellamisma no tiene trazas de saberlo, porquesi tuviese un fin habría aprendido a

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lograrlo en la eternidad que precede anuestro momento, visto que la queseguirá tendrá el mismo valor o lamisma extensión que la que hatranscurrido, o más bien, que las dos noforman más que una, que es un eternopresente en el cual todo lo que no hasido alcanzado no lo será jamás.Cualesquiera que sean la duración y laamplitud de nuestros movimientos,inmóviles entre dos infinitos,permaneceremos siempre en el mismopunto en el espacio y en el tiempo.

Es pueril preguntarle adonde van lascosas y los mundos. No van a ningunaparte: han llegado ya. Dentro de cien milmillones de siglos, la situación será la

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misma que hoy, la misma que era haceotros cien mil millones, la misma queera desde un comienzo que, por otraparte, no existe y que existirá hasta unfin que no existe tampoco. En eluniverso material o espiritual no habránada más, nada menos. Todo lo quepodremos adquirir en todos losdominios científicos, intelectuales omorales, ha sido inevitablementeadquirido en la eternidad anterior, ytodas nuestras adquisiciones nuevas nomejorarán más el porvenir que las quelas han precedido han mejorado elpresente. Simples partículas del todo, enlos cielos, sobre la tierra, o en nuestrospensamientos, no serán semejantes, pero

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se encontrarán reemplazados por otrasque habrán llegado a ser semejantes alas que han cambiado y el total serásiempre idéntico a lo que existe y a loque existía.

¿Por qué no es todo perfecto, puestoque todo tiende a la perfección y hatenido la eternidad para llegar a serlo?¿Hay, pues, una ley más fuerte que todo,que jamás lo ha permitido y, porconsecuencia, nunca lo permitirá en noimporta cuál de los miles de mundos quenos rodean?

Porque si en uno solo de estosmundos el fin al cual tienden hubiesesido alcanzado, parece imposible quelos otros no hubiesen sentido el efecto.

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Se puede admitir la experiencia o laprueba que sirve para alguna cosa; perono habiendo llegado nuestro mundodespués de la eternidad a ser más que loque es, ¿no está demostrado que laexperiencia no sirve de nada?

Si todas las experienciasrecomienzan incesantemente, sin quenada llegue a su fin, en todos los astrosque se cuentan por cientos de miles demillones, ¿es esto más razonable porquees infinito e inconmensurable en elespacio y en el tiempo? ¿Es menos vanoun acto porque carece de límites?

¿Qué decir contra esto? Casi nada,sino que no sabemos lo que pasa en larealidad, fuera, encima, debajo y aun

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dentro de nosotros. En rigor, es posibleque en regiones de las que no tenemosidea alguna, desde tiempos sinprincipio, todo se mejore, nada sepierda: de ello nunca nos damos cuentaen esta vida. Pero desde que nuestrocuerpo, que enturbia los valores, no estámezclado en la cuestión, todo devieneposible, todo llega a ser ilimitado comola eternidad misma, todos los infinitosse compensan y, por consecuencia, todaslas probabilidades renacen.

III

Para consolarnos diremos que la

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inteligencia es la facultad con ayuda dela cual comprendemos finalmente quetodo es incomprensible, y consideramoslas cosas desde el fondo de la ilusiónhumana. Esta ilusión es, quizás, también,después de todo, una especie de verdad.En todo caso, es la única que podemosalcanzar; porque hay siempre, al menos,dos verdades: la una que está demasiadoalta, que es demasiado inhumana,demasiado desesperada y no aconsejamás que la inmovilidad y la muerte, y laotra que sabemos es menos verdadera,pero que poniéndonos anteojeras, nospermite marchar rectos hacia adelante,interesarnos por la existencia y vivircomo si la vida que debemos seguir

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hasta el fin pudiera conducirnos a otrolugar que a la tumba.

Desde este punto de vista es difícilnegar que los ensayos de la Naturaleza,de los cuales hablamos en este momento,parecen aproximarse a un cierto ideal.Este ideal, que no es malo conocer a finde despojarnos de algunas esperanzasdañosas o superfluas, no se manifiesta,en ninguna otra ocurrencia sobre estatierra, tan claramente como en lasrepúblicas de los himenópteros y de losortópteros. Dejando aparte los castores,cuya raza ha desaparecido casi y queapenas podemos estudiar, de todos losseres vivos que está a nuestro alcanceobservar, las abejas, las hormigas y los

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térmites son los únicos que nos ofrecenel espectáculo de una vida inteligente,de una organización política yeconómica que, partiendo de larudimentaria asociación de una madrecon sus hijos, ha llegado gradualmenteen el curso de una evolución, de la cualencontramos aún —como ya hemosdicho—, en las diversas especies, todaslas etapas, a una cumbre elevadísima, auna perfección que desde el punto devista práctico y estrictamente utilitario,desde el punto de vista de la explotaciónde las fuerzas, de la división del trabajoy del rendimiento material, no hemosalcanzado todavía. Nos descubrentambién al lado de la que encontramos

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en nosotros mismos, pero que sin dudaes demasiado subjetiva, una paz bastanteinquietante del Anima Mundi, y es, enúltimo análisis, el interés verdadero deestas observaciones entomológicas que,privadas de este fondo, podrían parecerbastante pequeñas, ociosas y casiinfantiles, enseñándonos, no obstante, adesconfiar de las intenciones deluniverso a nuestro modo de ver; tantomás, cuanto que todo lo que la ciencianos, enseña nos impele solapadamente areconciliarnos con estas intenciones queella se jacta de descubrir. Lo que dice laciencia, es la Naturaleza o el universoquien se lo dicta; no puede ser otra voz,y esto no es tranquilizador, no es propio

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para dar confianza y seguridad, pues hoydía estamos demasiado inclinados a noescuchar más que a ella sobre puntosque no son de su dominio.

Los axiomas fundamentales de laciencia actual afirman que es precisosubordinarlo todo a la naturaleza ysingularmente a la sociedad. Es muynatural pensar y hablar así. En elinmenso aislamiento, en la inmensaignorancia en que nos debatimos, notenemos otro modelo, otro punto dereferencia, otra guía, otro maestro que laNaturaleza, y quien algunas veces nosaconseja apartarnos o rebelarnos centraella, es también ella misma. ¿Qué seríade nosotros, adonde iríamos si no la

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escuchásemos?Los termes se encontraron en el

mismo caso. No olvidemos que nospreceden en varios millones de años.Tienen un pasado incomparablementemás antiguo, una experienciaincomparablemente más vieja que lanuestra. Desde su punto de vista, en eltiempo, somos los últimos venidos, casiniños recién nacidos. ¿Objetaremos quelos termes son menos inteligentes quenosotros? No tenemos derecho asuponerlo porque no tenganlocomotoras, transatlánticos,acorazados, cañones, automóviles,aeroplanos, bibliotecas y alumbradoeléctrico. Sus esfuerzos intelectuales, lo

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mismo que los de los grandes sabios delOriente, han tomado otra dirección, heahí todo. Si no se han inclinado, comonosotros, del lado de los progresosmecánicos y de la explotación de lasfuerzas de la Naturaleza, es porque notenían necesidad de ello, porque dotadosde una potencia muscular formidable,dos o trescientas veces superior a lanuestra, no entreveían la utilidad deexpedientes para venir en ayuda de ellaa multiplicarla. Es igualmente cierto quesentidos cuya existencia y extensiónapenas suponemos, les dispensan de unamultitud de auxiliares, de los cuales nopodemos nosotros prescindir. En elfondo, todos nuestros inventos no nacen

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más que de la necesidad de socorrernuestras debilidades y dolencias. En unmundo en que todos gozasen de salud,donde jamás hubiese habido enfermos,no se encontraría huella alguna de unaciencia que, entre nosotros, ha superadoa la mayor parte de las otras, queremosdecir la medicina y la cirugía.

IV

Por otra parte, ¿es la inteligenciahumana el único canal por donde puedenpasar, el único lugar por donde puedenabrirse paso las fuerzas espirituales opsíquicas del Universo? ¿Es a causa de

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la inteligencia por lo que estas fuerzas,las más grandes, las más profundas, lasinexplicables y las menos materiales, semanifiestan en nosotros, que estamosconvencidos de que ella misma es lacorona de esta tierra y quizás de todoslos mundos? ¿No es extraño y hostil anuestra inteligencia todo lo que hay deesencial a nuestra vida hasta el fondo dela vida misma? Y esta inteligenciamisma, ¿es otra cosa que el nombre quedamos a una de las fuerzas espiritualesque menos comprendemos?

Probablemente hay tantas especies oformas de inteligencia como hay seresvivos o más bien existentes, porque losque llamamos muertos viven tan bien

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como nosotros, y nada prueba sinonuestra jactancia o nuestra ceguera queuna de ellas es superior a la otra. Elhombre no es más que una burbuja quese cree la medida del Universo.

Además, ¿nos damos cuenta de loque han inventado los termes? Sinmaravillarnos una vez más de susconstrucciones colosales, de suorganización económica y social, de sudivisión del trabajo, de sus cortes, de supolítica, que va desde la monarquía a laoligarquía más flexible; de susaprovisionamientos, de su química, desus instalaciones, de su calefacción, desu reconstitución del agua, de supoliformismo; como nos preceden en

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varios millones de años, nospreguntamos: ¿no habrán pasado porpruebas que probablemente tendremos anuestra vez que vencer? ¿Sabemos si eltrastorno de los climas en las épocasgeológicas en que habitaban el Norte deEuropa, puesto que sus huellas seencuentran en Inglaterra, en Alemania yen Suiza, no les ha obligado a adaptarsea la existencia subterránea quegradualmente condujo a la atrofia de susojos y a la ceguera monstruosa de lamayor parte de ellos? ¿No nos aguardarála misma prueba dentro de algunosmilenarios, cuando tengamos querefugiarnos en las entrañas de la tierra afin de buscar allí un resto de calor, y

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quién nos dice que no la venceremos taningeniosa y victoriosamente como elloslo han hecho? ¿Sabemos cómo seentienden y comunican entre sí; cómo, acontinuación de algunas experiencias, dealgunos tanteos, han llegado a la dobledigestión de la celulosa? ¿Sabemos loque es la clase de personalidad, deinmortalidad colectiva, a la cual hacensacrificios inauditos y de la que parecengozar de una manera que ni siquierapodemos concebir? ¿Sabemos, en fin,cómo han adquirido el prodigiosopolimorfismo que les permite crear,según las necesidades de la comunidad,cinco o seis tipos de individuos tandiferentes, que no parecen pertenecer a

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la misma especie? ¿No es una invenciónque profundiza más en los secretos de laNaturaleza que la invención del teléfonoo de la telegrafía sin hilos? ¿No es unpaso decisivo en los misterios de lageneración y de la creación? ¿Dóndeestamos nosotros en este punto, que es elpunto vital por excelencia? Nosolamente no podemos engendrar avoluntad un macho o una hembra, sinoque, hasta el nacimiento del niño,ignoramos completamente el sexo quetendrá, mientras que si supiésemos loque saben estos desgraciados insectos,produciríamos a nuestro gusto atletas,héroes, trabajadores, pensadores, queespecializados hasta el extremo, desde

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antes de su concepción yverdaderamente predestinados, no seríancomparables a los que tenemos. ¿Porqué no hemos de lograr un díahipertrofiar el cerebro, nuestro órganoespecífico, nuestra sola defensa en estemundo, como los termes han logradohipertrofiar las mandíbulas de sussoldados y los ovarios de sus reinas?Hay en eso un problema que no debe serinsoluble. ¿Sabemos lo que haría, hastadónde iría un hombre que fuese no másque diez veces más inteligente que elmás inteligente de nosotros, porejemplo, diez veces más potentecerebralmente que un Pascal o unNewton? En algunas horas este hombre

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franquearía en todas nuestras cienciasetapas que nosotros necesitaremos, sinduda, siglos para recorrer, y franqueadasestas etapas, comenzaría, quizás, acomprender por qué vivimos, por quéestamos sobre esta tierra, por qué sonnecesarios para llegar a la muerte tantosmales, tantos sufrimientos; por quécreemos sin razón que tantasexperiencias dolorosas son inútiles; porqué tantos esfuerzos realizados eneternidades anteriores no han llegado aproducir más que lo que vemos, esdecir, una miseria sin nombre y sinesperanza. Por el momento, ningúnhombre en este mundo es capaz de dar aestas preguntas una respuesta que no sea

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irrisoria. Descubriría, quizás, de unamanera tan cierta como se hadescubierto América, una vida sobreotro plano, esta vida de la cual tenemosel espejismo en la sangre y que todas lasreligiones han prometido sin poderaportar un comienzo de prueba. A pesarde lo débil que es al presente nuestrocerebro, nos sentimos algunas veces alborde de los grandes abismos delconocimiento. Un pequeño empujónpodría sumergirnos en ellos. ¿Quiénsabe si en los siglos helados y sombríosque la amenazan, la humanidad nodebería a esta hipertrofia su salud o, almenos, una prórroga a su condenación?

¿Pero quién nos asegura que tal

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hombre no haya existido jamás en algúnmundo de la eternidad anterior, y,quizás, no diez, sino cien mil veces másinteligente? Si no hay límites para laextensión de les cuerpos, ¿por qué ha dehaberlos para la del espíritu? ¿Por quéno sería esto posible? Siendo posible,¿no se puede afirmar que ha existido? Ysi ha existido, ¿es concebible que nohaya quedado huella de él? Y si no haquedado huella de él, ¿por qué teneresperanza, o por qué lo que no ha sido ono habrá podido ser, tendría algunaprobabilidad de existir jamás?

Es, por lo demás, probable que estehombre, cien mil veces más inteligente,columbraría el fin de la tierra, que, para

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nosotros, no es más que la muerte; peroel del universo, que no puede ser lamuerte, ¿lo vería? Y este fin, ¿puedeexistir, puesto que no es alcanzado? Talhombre hubiese estado muy cerca de serDios, y si Dios mismo no ha pedidohacer la felicidad de sus criaturas, haymotivo para creer que esto eraimposible, a menos que la únicafelicidad que se pueda soportar duranteuna eternidad no sea la nada o lo quenosotros llamamos así y que no es otracosa que la ignorancia, la inconscienciaabsoluta.

He ahí, sin duda, bajo el nombre deabsorción en Dios, el último secreto, elgran secreto de las grandes religiones, el

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que ninguna ha confesado, por miedo dearrojar en la desesperación al hombre,que no comprendería que conservar suconciencia actual tal como es, hasta elfin de los fines de todos los mundos,sería el más cruel de todos los castigos.

V

No olvidemos nuestros termes. No senos diga que la facultad de la cualhablábamos no la han encontrado en símismos, sino que les ha sido dada o almenos indicada por la naturaleza. Enprimer lugar, nada sabemos de esto, ypor otra parte, ¿no es casi lo mismo y, a

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la vez, nuestro caso? Si el genio de lanaturaleza ha podido impulsarles a estedescubrimiento, es que aparentemente lehan abierto caminos que nosotros lehemos cerrado hasta aquí. Todo lo quehemos inventado no ha sido más quemerced a indicaciones suministradas porla naturaleza; pero es imposiblediscernir cuál es la parte del hombre ycuál la de la inteligencia esparcida en eluniverso[11].

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EL INSTINTO Y LAINTELIGENCIA

I

Esto nos conduce al insoluble problemadel instinto y de la inteligencia. J. H.Fabre, que pasó su vida estudiando lacuestión, no admite la inteligencia delinsecto. Nos ha demostrado por mediode experimentos que parecenconcluyentes que el insecto másingenioso, el más industrioso, el másadmirablemente previsor, cuando se leperturba en su rutina continúa obrando

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mecánicamente y trabajando inútil yestúpidamente en el vacío. «El instinto—concluye Fabre— lo sabe todo en lasvías invariables que le han sido trazadasy todo lo ignora fuera de estas vías.Inspiraciones sublimes de la ciencia,inconsecuencias asombrosas deestupidez son a la vez su hijuela, segúnque el animal obre en condicionesnormales o accidentales».

El Sphex del Languedoc, porejemplo, es un cirujano extraordinario yposee una ciencia anatómica infalible. Agolpes de estilete en los ganglioscervicales paraliza completamente, sinque jamás se produzca la muerte acontinuación; el Ephippigère de las

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viñas pone en seguida un huevo sobre elpecho de su presa y aprisiona ésta en elfondo de un agujero practicado en tierraque tapona cuidadosamente.

La larva que saldrá de este huevoencontrará así, desde su nacimiento,caza abundante, inmóvil, inofensiva,viva y siempre fresca. Ahora bien: si enel momento en que el insecto comienza ataponar su agujero, se quita elEphippigère, el Sphex, que durante estaviolación de su domicilio hapermanecido al acecho, vuelve a entraren su vivienda después que el peligro hapasado. La inspecciona cuidadosamentecomo de costumbre, compruebaevidentemente que el Ephippigère y el

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huevo ya no están allí; a pesar de lo cualno deja de reanudar su trabajo en elpunto en que lo había dejado, taponandometiculosamente un agujero que nocontiene nada.

El Amophile erizado y losChalicodomes suministran análogosejemplos. El caso del Chalicodome oabeja alarife, singularmente, es ejemplocomún y sorprendente. Almacena la mielen una celda, pone en ella un huevo y lacierra. Hágase una brecha a la celda enausencia del insecto, pero durante elperíodo consagrado a los trabajos dealbañilería y la reparará al instante.Terminada la albañilería y comenzado elalmacenaje, hágase un agujero en la

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misma celda: la abeja no se cuida de ély continúa regurgitando su miel en elvaso perforado, de donde se derrama amedida que la va vertiendo; después,cuando estima que ha vertido la cantidadde miel que normalmente habría bastadopara llenarlo, pone un huevo, que sedesliza con el resto por la mismaabertura, y satisfecha, cierra congravedad y escrupulosidad la celdavacía.

De estos experimentes y de muchosotros que sería demasiado largorecordar aquí, Fabre deduce muyjuiciosamente «que el insecto sabe hacerfrente a lo accidental a condición de queel nuevo acto no salga del orden de

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cosas que le ocupa en ese momento». Sise trata de un accidente de otro orden,no lo tiene en cuenta para nada; pareceperder la cabeza, y como una mecánicaanticuada, continúa obrando fatal, ciegay estúpidamente en lo absurdo hasta quellega al fin de la serie de movimientosprescritos de los cuales no puede hacerrefluir su curso.

Admitamos estos hechos que, porotra parte, no parecen discutibles, yhagamos observar que reproducenbastante curiosamente lo que pasa ennuestro propio cuerpo, en nuestra vidainconsciente u orgánica. Encontramos ennosotros los mismos ejemplosalternados de inteligencia y de

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estupidez. La medicina moderna con susestudios sobre las secreciones internas,las toxinas, los anticuerpos, laanafilaxia, etc.: nos suministraría unalarga lista; pero lo que nuestros padres,que no sabían tanto de esto, llamabanmás sencillamente la fiebre, resume enuno solo la mayor parte de estosejemplos. La fiebre, como no ignoranlos mismos niños, no es más que unareacción, una defensa de nuestroorganismo formada de mil concursosingeniosos y complicados. Antes quehubiésemos encontrado el medio decontener o reglar sus excesos, por logeneral la fiebre mataba al paciente conmás seguridad que el mal que venía a

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combatir. Es, además, bastante probableque la más cruel, la más incurable denuestras enfermedades, el cáncer, con sudesordenada proliferación de células, nosea más que otra manifestación de ciegoe intempestivo celo de elementosencargados de la defensa de nuestravida.

Pero volvamos a nuestros Sphex y anuestros Chalicodomes y notemos, enprimer término, que se trata de insectossolitarios, cuya existencia, en suma, esbastante sencilla y sigue una línea rectaque nada, normalmente, viene a cortar oa bifurcar. No ocurre lo mismo cuandose trata de insectos sociales, cuyaexcavación subterránea se embrolla y

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confunde con la de miles de otros. Loimprevisto surge a cada paso y la rutinainflexible hace nacer sin cesarinsolubles y desastrosos conflictos. Unaflexibilidad, una perpetua adaptación alas circunstancias, que cambian a cadainstante, son, por tanto, indispensables, yaquí, como en nosotros mismos, háceseinmediatamente muy difícil encontrar lavacilante, dudosa demarcación quesepara el instinto de la inteligencia. Estoes tanto más difícil cuanto que las dosfacultades tienen verosímilmente elmismo origen, descienden de la mismafuente y son de la misma naturaleza. Lasola diferencia consiste en que la unapuede detenerse, replegarse sobre sí

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misma, hacerse consciente, darse cuentadel punto donde se encuentra, mientrasque la otra marcha recta y ciegamenteadelante.

II

Estas cuestiones están todavía muyobscuras y las observaciones másrigurosas se contradicen frecuentemente.Así vemos a las abejas libertarsemaravillosamente de rutinas seculares.Por ejemplo, han comprendidoinmediatamente el partido que puedensacar de los panales de ceramecánicamente simulados que el hombre

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le suministra. Estos panales, en los quelas celdillas están simplementeesbozadas, trastornan completamente susmétodos de trabajo y les permitenedificar en algunos días lo quenormalmente exige varias semanas desudores, de angustia y de prodigiososdispendios de miel. Notaremos, además,que transportadas a Australia o aCalifornia, habiendo comprobado desdeel segundo o tercer año que el estío esallí perpetuo y que las flores no faltannunca, viven al día sin preocuparse delporvenir, contentándose con recolectarla miel y el polen necesario para elconsumo cotidiano y substituyendo laexperiencia hereditaria por sus

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observaciones recientes y razonadas,dejan de hacer provisiones para elinvierno, lo mismo que en la islaBarbada, en medio de refinerías dondedurante todo el año encuentran azúcar enabundancia, cesan completamente devisitar las flores.

Por otra parte, ¿quién de nosotros,observando a las hormigas en su trabajo,no se ha sorprendido de la imbécilincoherencia de los esfuerzos que hacenen común? Se ponen doce a tirar aderecha y a izquierda cada una por sulado para desplazar una presa que dosde entre ellas, si se entendiesen,llevarían fácilmente al nido. La hormigasegadora (Messor barbarus), según las

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observaciones de los mirmecólogos V.Cornetz y Ducellier, ofrece ejemplos deincoherencia y de estupidez todavía másnetos y más típicos. Cuando ciertasobreras están sobre una espiga ocupadasen cortar en la base las glumas queenvuelven los granos de trigo, se puedever a una obrera grande cizallar la cañaprecisamente un poco por debajo de laespiga, ignorando que ejecuta un largo ypenoso trabajo completamentesuperfluo.

Estas mismas segadoras entrojan ensu nido muchos más granos de losnecesarios, los cuales germinan en laestación de las lluvias y las matas detrigo que brotan revelan el

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emplazamiento del hormiguero a loscultivadores, que se apresuran adestruirlo. Durante siglos se ha venidorepitiendo de un modo fatal el mismofenómeno, y la experiencia no hamodificado los hábitos del Messorbarbarus ni le ha enseñado nada.

El Mirmecocystus catoglyphisbicolor, otra hormiga del África delNorte, posee patas muy altas, lo que lepermite salir al sol y desafiar lasquemaduras de un suelo cuyatemperatura pasa de 40°, mientras queotros insectos peor dotados de patasaltas sucumben allí. Esta hormiga selanza a una velocidad loca, que alcanzadoce metros por minuto (todo es

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relativo), aunque sus ojos no alcanzanmás allá de cinco o seis centímetros, niven nada en el torbellino de la carrera.Pasa sobre trozos de azúcar, del que esmuy golosa, sin columbrarlos, y regresaa su vivienda sin aportar nada de suslargas y alocadas correrías. Desde hacemillones de años, millones de hormigasde esta especie recomienzan cada estíolas mismas heroicas e irrisoriasexploraciones sin haberse todavía dadocuenta de que son inútiles.

¿Es la hormiga menos inteligente quela abeja? Lo que de esto sabemosapenas permite afirmarlo. ¿Será queatribuimos a la razón los simplesreflejos de las abejas, o que

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comprendemos mal a las hormigas, yque todas las interpretaciones quehacemos no son más que fantasmas denuestra imaginación? ¿Es el AnimaMundi quien se equivoca más a menudode lo que nosotros osamos suponer? ¿Sele pueden imputar los descuidos de estosinsectos? ¿Y los nuestros? Ya sabemosque uno de los más irritantes enigmas dela Naturaleza son los errores a menudomanifiestos, los actos irracionales queen ella se encuentran. Se llega a creerque tiene genio, pero no buen juicio, yque no siempre es inteligente. Pero ¿conqué derecho, desde lo alto de nuestrocerebro, que no es más que un fermentode esta misma naturaleza, estimamos que

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sus actos son irracionales? Lo racionalde la Naturaleza, si alguna vez lodescubrimos, lo que es posible,aplastará quizás nuestra minúscularazón. Juzgamos todo desde la cima denuestra lógica erguida sobre susrazonamientos, como si fueseindubitable que no puede existir otra ninada que sea lo contrario de la que esnuestro único guía. Esto no es del todocierto. En los inmensos campos delinfinito quizás no es esto más que unerror de óptica. Puede ocurrir que laNaturaleza esté equivocada más de unavez, pero antes de proclamarlo muy altono olvidemos que vivimos todavía enuna ignorancia, en unas tinieblas de las

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que sólo nos formaríamos una idea enotro mundo.

III

Para volver a nuestros insectostengamos cuidado de añadir que laobservación del hormiguero es pocomenos fácil que la de la colmena, y quela del termitero o comejenera, dondetodo está consagrado a las tinieblas, estodavía más difícil. La cuestión que nosocupa es, sin embargo, más importantede lo que parece; porque siconociésemos mejor el instinto de losinsectos, sus límites y sus relaciones con

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la inteligencia y el Anima Mundi,aprenderíamos quizás a conocer, siendolos datos idénticos, el instinto denuestros órganos donde, verosímilmente,se ocultan casi todos los secretos de lavida y de la muerte.

No examinaremos aquí las diversashipótesis emitidas acerca del instinto.Los más sabios salen del paso conpalabras técnicas que, examinadas decerca, no dicen absolutamente nada. Losinstintos no son más que «impulsosinconscientes, automatismosinstintivos», «disposiciones psíquicasinnatas, resultantes de un largo períodode adaptación, ligadas a las células delcerebro, grabadas en la substancia

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nerviosa como una especie de memoria,las cuales serían transmitidas de unageneración a otra según las leyes de laherencia, del mismo modo que losdinamismos vitales en general»,«hábitos hereditarios, razonamientoautomatizado», afirman los más claros ylos más razonables; porque podríamoscitar otros que, como Richard Semon, unalemán, explican todo por«engrames»[12] de la memoriaindividual, comprendiendo también susecphoras[13].

Casi todos admiten, no pudiendoapenas hacer otra cosa, que la mayorparte de los instintos tienen en el origenun acto razonado y consciente; pero ¿por

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qué se obstinan en transformar en actosautomáticos todo lo que sigue a esteprimer acto razonado? Si ha habido uno,es natural que haya varios: o todo onada.

No nos detendremos más en lahipótesis de Bergson, para quien elinstinto no hace más que continuar eltrabajo por el cual la vida organiza lanaturaleza, lo cual es una verdadevidente o una tautología, porque la viday la naturaleza son en el fondo los dosnombres de la misma incógnita; peroesta verdad, demasiado evidente en losdesarrollos que le da el autor deMateria y Memoria y de La EvoluciónCreadora, es a menudo agradable.

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IV

Pero, mientras tanto y en espera de laresolución de esta incógnita, ¿no sepodría hacer depender el instinto de losinsectos y particularmente de lashormigas, de las abejas y de los termesdel alma colectiva, y, por consiguiente,de la especie de inmortalidad o, másbien, de indefinida duración colectivade la cual gozan? La población de lacolmena, del hormiguero o del termitero,como ya hemos dicho antes, parece serun individuo único, un solo ser vivo,cuyos órganos, formados deinnumerables células, no están

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diseminados más que en apariencia,permaneciendo siempre sometidos a lamisma energía o personalidad vital, a lamisma ley central. En virtud de estainmortalidad colectiva, la muerte decentenas, aun de millares de termes, alos cuales suceden inmediatamenteotros, no afecta al ser único, lo mismoque el fin de millares de células ennuestro cuerpo, que otros reemplazan alinstante, no altera la vida de nuestro yo.Desde hace millones de años, como unhombre que no muriese nunca, essiempre el mismo terme quien continúaviviendo; por consiguiente, ninguna delas experiencias de este terme se puedenperder, puesto que no hay interrupción

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en su existencia, ni jamás experimentadivisión o desaparición de recuerdos,sino que subsiste una memoria única queno ha dejado de funcionar y decentralizar todas las adquisiciones delalma colectiva. Así se explicaría, entreotros misterios, que las reinas de lasabejas, que desde hace millares de añosno han hecho más que poner, no hanvisitado jamás una flor, ni han recogidoel polen, ni absorbido el néctar,pudiesen dar nacimiento a obreras, que asu salida del alvéolo sabían todo lo quesus madres han ignorado desde lostiempos prehistóricos, y desde su primervuelo conocerán todos los secretos de laorientación, de la adquisición del botín,

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de la cría de las ninfas y de lacomplicada química de la colmena.Todo lo saben, porque el organismo deque forman parte, y del cual no son másque una célula, sabe todo lo que debesaber para mantenerse. Parece que sedispersan libremente en el espacio, peropor lejos que vayan, permanecen ligadasa la unidad central, de la que no cesande participar. Se bañan de la mismamanera que las células de nuestro ser enel mismo fluido vital, que es para ellasmucho más extenso, más elástico, mássutil, más psíquico o más etéreo que elde nuestro cuerpo. Y esta unidad centralestá, sin duda, ligada al alma universalde la abeja y probablemente al alma

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universal propiamente dicha.Es probablemente cierto que en otro

tiempo estábamos más estrechamenteligados que hoy día a esta almauniversal con la cual nuestrosubconsciente comunica todavía.Nuestra inteligencia nos ha separado deella y cada día nos separa más. ¿Será,pues, el aislamiento nuestro progreso?¿No consistirá en esto nuestro errorespecífico? He aquí lo que contradicenaturalmente la proposición quehabíamos sentado a propósito de ladeseable hipertrofia de nuestro cerebro;pero no habiendo nada seguro en estasmaterias, las hipótesis se combatennecesariamente. Por otra parte, ocurre

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algunas veces que llevando al extremoun lamentable error se transforma enverdad aprovechable, del mismo modoque una verdad examinada largo tiempocon atención, se enturbia, arroja sumáscara y no es ya más que un error ouna mentira.

V

¿Es un modelo de organización social uncuadro futuro, una especie de«anticipación» lo que nos ofrecen lostermes? ¿Es análogo el fin hacia el quenosotros vamos? No decimos que no seaposible, que nunca lleguemos a

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alcanzarlo. Algunas cosas sucedenmucho más fácilmente y más de prisaque uno osaba imaginar. A menudo bastauna pequeña causa para cambiar toda lamoral, todo el destino de una larga seriede generaciones. ¿No descansa sobre lapunta de una aguja toda la inmensarenovación del cristianismo?Vislumbramos, esperamos una existenciamás alta, una existencia más inteligentede belleza, de bienestar, de sosiego, depaz y de felicidad. En el transcurso delos siglos, dos o tres veces, quizás enAtenas, en la India, en algunosmomentos del cristianismo, hemosfallido, si no de alcanzarla, por lomenos de acercarnos a esta existencia.

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Pero no es cierto que la humanidad sedirija realmente, fatalmente de este lado.Es del todo razonable que marchará enun sentido diametralmente opuesto. Si undios jugase hoy día a cara o cruz lasprobabilidades de nuestra suerte conotros dioses eternos, ¿qué pedirían losmás clarividentes? «Por razón —diríaPascal—, no podemos prohibir nidefender ninguna de las dos».

Evidentemente, no encontraremosuna felicidad completa y estable másque en una vida del todo espiritual, deéste o del otro lado de la tumba, porquetodo lo que está unido a la materia esesencialmente precario, cambiante yperecedero. ¿Es posible tal vida?

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Teóricamente, sí; pero de hecho novemos por todas partes más que materia,todo lo que columbramos no es otra cosamás que materia, y ¿cómo esperar quenuestro cerebro, que no es más quemateria, pueda comprender otra cosaque la materia? Lo ensaya, se esfuerzapor conseguirlo; pero en el fondo, desdeque abandona la materia se agita en elvacío.

La situación del hombre es trágica.Su principal, quizás su único enemigo esla materia, y así lo han sentido todas lasreligiones, que están de acuerdo sobreeste punto, porque bajo el nombre demal o de pecado es siempre de lamateria de lo que se trata, y, por otra

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parte, en él todo es materia, comenzandopor el que la desdeña, la condena yquerría a toda costa evadirse de ella. Yno solamente en el hombre, sino en todo,porque la energía, la vida, no es, sinduda, más que una forma, un movimientode la materia, y la materia misma, talcomo nosotros la vemos en su bloquemás macizo, donde nos parece parasiempre muerta, inerte e inmóvil, estáanimada —suprema contradicción— deuna existencia incomparablemente másespiritual que la de nuestro pensamiento,puesto que debe a la más misteriosa, a lamás imponderable, a la más inasequiblede las fuerzas, fluídica, eléctrica oetérea, la formidable, la vertiginosa, la

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infatigable, la inmortal vida de suselectrones, que, desde el origen de lascosas giran como planetas alocadosalrededor de un núcleo central.

Pero, en fin, de cualquier lado quevayamos llegaremos a alguna parte,alcanzaremos alguna cosa, y esta cosaserá otra que la nada, porque de todaslas cosas incomprensibles queatormentan nuestro cerebro, la másincomprensible es, seguramente, la nada.Es verdad que prácticamente, paranosotros, la nada es la pérdida denuestra identidad, de los pequeñosrecuerdos de nuestro yo, es decir, lainconsciencia. Pero, en resumen, esto noes más que un punto de vista de

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campanario que es preciso superar.Una de dos: o bien nuestro yo

llegará a ser talmente grande, talmenteuniversal, que perderá o abandonarácompletamente el recuerdo del pequeñoanimal irrisorio que fue sobre estatierra; o bien permanecerá pequeño yarrastrará esta miserable imagen através de las eternidades sin número, yningún suplicio del infierno de loscristianos será comparable a semejantemaldición.

Arribados, no importa dónde;conscientes o inconscientes yencontrando en tal lugar no importa qué,nos acomodaremos allí hasta el fin denuestra especie. Después otra especie

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recomenzará otro ciclo y asíindefinidamente, porque no debemosolvidar que nuestro mito esencial no esPrometeo, sino Sísifo o las Danaides. Entodo caso, diremos, mientras no estemosen posesión de la certeza, que el idealdel alma de este mundo no estácompletamente conforme con el idealextraño a todo lo que vemos alrededorde nosotros, a toda realidad que, muylenta y penosamente, hemos sacado deun silencio, de un caos, de una barbariehorrorosas.

Es, pues, recomendable no esperarninguna mejora, sino obrar, como si todolo que nos promete no se sabe qué vagoinstinto, qué optimismo hereditario,

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fuese tan cierto, tan inevitable como lamuerte. En resumen, una de las hipótesises tan verosímil, tan incomprobablecomo la otra: porque mientras noshallamos en nuestro cuerpo estamos casicompletamente excluidos de los mundosespirituales cuya existencia presumimosy somos incapaces de comunicar conellos. En la duda, ¿por qué no escoger lamenos desalentadora? Es verdad que sepuede preguntar si la másdescorazonante es la que no esperanada, porque es probable que unaesperanza demasiado segura notardaríamos en encontrarlaexcesivamente pequeña tomándoleaversión, y entonces nos

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desesperaríamos de veras. Sea lo quefuere, «no pretendamos, cambiar lanaturaleza de las cosas —nos diceEpicteto—; esto no es ni posible ni útil;sino, tomándolas tales como son,sepamos acomodar a ellas nuestraalma». Cerca de dos mil añostranscurridos desde la desaparición delfilósofo de Nicópolis no nos hanaportado aún más risueñas conclusiones.

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BIBLIOGRAFÍA

H. SMEATHMANN:Mémoires pour servir à, l’histoire de quelques insectesconnus sous le nom de Termites(Trad. par Rigaud La Rochelle),1786.

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MAURICE MAETERLINCK (Gante,1862 - Orlamonde, 1949). Escritorbelga de expresión francesa, queperteneció al movimiento simbolista.Miembro de una vieja familia flamenca,se educó en un colegio de jesuitas. Lanaturaleza y la poesía ocuparon un lugarimportante en su adolescencia y más

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tarde lo llevaron a renunciar a laprofesión de abogado para consagrarsea la literatura.

Vinculado a los jóvenes poetas belgas,especialmente a Grégoire Le Roy, enParís conoció a A. Villiers de L’Isle-Adam, y participó en elmovimiento simbolista. Ingresó en elmundo de las letras con Serres chaudes(1889), y en el transcurso del mismo añopublicó un drama, La Princesa Maleine,muy elogiado por O. Mirbeau.

Sus piezas teatrales siguientes, Losciegos (1890), Les Sept Princesses(1891), pero sobre todo La intrusa(1890) y Pelleas y Melisande (1892), lo

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convirtieron en el mayor representantedel simbolismo en la escena. Continuóescribiendo dramas, entre ellos Interior(1894), Ariadna y Barba Azul (1902), ypublicó poemas líricos como Douzechansons (1896).

Durante este período, estudió a Jan vanRuysbroeck, F. Novalis y Ralph WaldoEmerson, lo que propició en él unainclinación al pesimismo y a laaceptación del dolor, de lo que seconsoló con la contemplación de lanaturaleza. De allí los libros sobre eldestino humano que escribió a partir de1896: Le Trésor des humbles (1896), LaSagesse et la Destinée (1898), así como

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sobre la organización de los animales:La vida de las abejas (1901). En suteatro se reflejaron tendencias análogas,sobre todo en Sor Beatriz (1900),Monna Vanna (1902) y, másabiertamente, en El pájaro azul (1908).

En 1896 dejó Bélgica y se instaló enParís, donde vivió durante veinte añoscon Georgette Leblanc, admirableintérprete de sus obras. En 1911 obtuvoel premio Nobel por el conjunto de suobra. Apasionado de la metafísica y elocultismo, retomó en El gran secreto(1921) las tesis ya bosquejadas en LaMort (1913), en donde abordaba laexistencia desde un punto de vista

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contrario a la dogmática católica.

En 1937 ingresó en la Academia deciencias morales y políticas comomiembro extranjero. Durante la SegundaGuerra Mundial se refugió en EstadosUnidos, donde continuó escribiendo ypublicando. Otras de sus obras, tras eléxito mundial de su investigación sobrelas abejas, fueron La vida de lastermitas (1927) y La vida de lashormigas (1930).

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NotasMaurice Maeterlinck

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[1] Comejenera: Lugar donde se críacomején. Nido de los térmites. - (N. delT.)<<

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[2] Según los experimentos de L. R.Cleveland, Trichonympha y Leidyopsispermiten, el uno y el otro, a su hostelerovivir indefinidamente, peroTrichomonas sólo le permite unasupervivencia que no sobrepasa desesenta a setenta días. En cuanto alStreblomastix, no ejerce influenciaalguna en la vida de su hostelero. Suexistencia, como la del terme, dependede la presencia de otros protozoarios.Cuando se hace desaparecer a losTrichonympha, los Leidyopsis semultiplican solos más activamente yreemplazan a los Trichonympha.

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Cuando los Trichonympha y losLeidyopsis han desaparecido, losTrichomonas los suplen parcialmente.

Estos curiosos experimentos fueronhechos sobre el gran terme del Pacífico:Termopsis nevadensis Hagen. Seobtiene a voluntad la disminución deluno o del otro de los cuatroprotozoarios, con la ayuda de ayunos ode oxigenación. Por ejemplo, después deseis días de ayuno, Trichonymphacampanula pereció, subsistiendo losotros tres; después de ocho días,Leidyopsis sucumbe; después deveinticuatro horas de oxigenación a laatmósfera, Trichomonas muere, mientras

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los otros tres resisten, etc.<<Maurice Maeterlinck

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[3] M. Bathelier, director del InstitutoPatológico de Saigón, habiendoencerrado en una cubeta de Petri unoscincuenta soldados de Eutermes encompañía de seis hormigas rojas de grantalla, al cabo de algunos minutosencontró a las seis hormigas apioladas eincapaces de moverse. A una de ellasque intentó revolverse, un soldado sedirigió a ella inmediatamente, lacontuvo, y dirigiendo el pico hacia ellala gratificó con una inyección. No había,por otra parte, contacto, y la jeringa delEutermes no conservaba su direcciónhacia adelante más que durante un

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tiempo muy corto. Cuanto más sedebatían las hormigas, más se pegabanlos miembros entre sí y se adherían a lolargo del cuerpo. Luego completamenteinmovilizadas, acabaron por sucumbir.<<

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[4] «El cómputo de este ejército,efectuado en fotografías ampliadas(instantáneas al magnesio), ha sido enuna longitud de 32 centímetros, cifrasque varían de 232 a 623, y en un metro,de 806 a 1917 termes. Tomamos comocifra media mil individuos por metro;esto haría para el ejército entero,desfilando durante cinco horas, a razónde un metro por minuto, un total de300 000 termes. El número de soldadosde guardia contado en una de lasfotografías, era, en una longitud de 55centímetros, de 80 a izquierda y 51 aderecha, lo que da en un metro 146 y 96;

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en conjunto, 238.

»Un día en que el ejército, a su regreso,era hostigado por las hormigas(Pheidologeton), conté a lo largo delbasamento de la cabaña, en una longitudde tres metros y medio, una hilera de281 soldados que, dando frente alenemigo, cubrían la retirada de losobreros cargados de líquenes. Estosmarchaban al lado del muro, al abrigode los agresores» (Dr. E. Bugnion). Noolvidemos que aquí se trata de obreros ysoldados ciegos, y preguntémonos lo quelos hombres harían en su lugar.<<

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[5] El hombre ha sacado partido de estaenemistad mortal. Los indígenas deMadras utilizan ciertas especies dehormigas, especialmente laPheidologeton, para destruir los termesen las factorías de mercancías.<<

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[6] He aquí, según E. Bugnion, algunosgrados de esta evolución:

Primer grado: Amontonamiento delserrín en la parte externa de las galerías.Budines más o menos compactos,formados de serrín y de excremento,destinados a tapar las aberturas(Calotermes, Termopsis).

Segundo grado: Aglutinación de detritosde madera por medio de la saliva o dellíquido contenido en el recto, dispuestosde manera que forman túneles, tabiquesprotectores y nidos enteramentecerrados. Industria del cartón de madera

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en general (Coptotermes,Arrhinotermes, Eutermes).

Tercer grado: Arte de tapiar por mediode un mortero formado con granos detierra y de saliva. Perfeccionamientogradual a partir de simplesencostramientos de tierra hasta lascomejeneras más perfectas.

Cuarto grado: Cultivo de los hongos.Arte cada vez más perfecto de lostermes cultivadores de hongos (Termes).<<

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[7] E. Bugnion en su opúsculo nospresenta, observado de los hechos, uncuriosísimo ejemplo de esta defensainteligente y vigilante. Puso en una cajitacubierta con un cristal una colonia deEutermes lacustris. Al día siguienteencontró la mesa sobre la cual la habíadepositado cubierta de terribleshormigas: las Pheidologeton diversus.Como el cristal no tapaba bien, creyó sucolonia perdida. No había tal.Advertidos del peligro los Eutermes,sus soldados se habían formado sobre lamesa alrededor de la cajita. Una guardiabien alineada se mantenía, además, a lo

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largo de la ranura que quedaba entre elcristal y la cajita. Dando cara alenemigo con sus jeringas, los valientessoldaditos habían velado toda la nochesin dejar pasar una sola hormiga.<<

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[8] Pasajes amorosos<<

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[9] También en las abejas la enjambrazónes una calamidad pública y siempre unacausa de ruina y de muerte para lacolmena madre y para sus coloniascuando se repite en el mismo año. Elapicultor moderno se esfuerza todo loposible por impedirlo, destruyendo lasreinas jóvenes y ampliando losdepósitos de miel, pero a menudo nologra contener lo que llaman «la fiebrede la enjambrazón», pues hoy paga laexpiación de milenarios de bárbarasprácticas y de una selección al revés, enque las mejores colmenas, es decir,aquellas que no habían enjambrado y

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estaban cargadas de miel, eransistemáticamente sacrificadas.<<Maurice Maeterlinck

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[10] Se sabe que las abejas poseen lamisma facultad más restringida. Pueden,en tres días, mediante una alimentaciónapropiada, el ensanchamiento yaireación más abundante de la celda,transformar en reina cualquier larva deobrera, es decir, sacar un insecto tresveces más voluminoso, cuya forma yórganos esenciales son muy diferentes;por esto las mandíbulas de la reina sondentadas, mientras que las de lasobreras son lisas como la hoja de uncuchillo; su lengua es más corta, y laespátula de ésta más estrecha; no tiene elaparato complicado que segrega la cera

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y sólo está provista de cuatro gangliosabdominales, mientras que las obrerastienen cinco; su dardo está encorvadocomo una cimitarra y el aguijón de supueblo es recto; carece de cesta para elpolen, etc.<<

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[11] Recordemos aquí, como ya he dichoen El Gran Secreto, que Ernesto Kapp,en su Filosofía de la Técnica, hademostrado perfectamente que todosnuestros inventos, todas nuestrasmáquinas, no son más que proyeccionesorgánicas, es decir, imitacionesinconscientes de modelos suministradospor la naturaleza. Nuestras bombas sonla bomba de nuestro corazón; nuestrasbielas son la reproducción de nuestrasarticulaciones; nuestro aparatofotográfico es la cámara obscura denuestro ojo; nuestros aparatostelegráficos representan nuestro sistema

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nervioso; en los rayos X reconocemos lapropiedad orgánica de la lucidez delsonámbulo que ve a través de losobjetos, que lee, por ejemplo, elcontenido de una carta lacrada yencerrada en una triple caja de metal. Enla telegrafía sin hilos seguimos lasindicaciones que nos había dado latelepatía, es decir, la comunicacióndirecta de un pensamiento, por medio deondas espirituales análogas a las ondashertzianas, y en los fenómenos de lalevitación y de los desplazamientos deobjetos sin contacto (por lo demásdiscutibles) se encuentra otra indicaciónde la cual no hemos sabido sacarpartido, y que es de esperar que nos

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pondría en el camino del procedimientoque quizás nos permitiría algún díavencer las terribles leyes de lagravitación que nos encadenan a estatierra; porque parece seguro que estasleyes, en lugar de ser, como se creía, porsiempre incomprensibles eimpenetrables, son sobre todomagnéticas, es decir, manejables yutilizables.<<

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[12] Engram: Tendencia que se supone escomunicada al núcleo de una célula queestá experimentando variación, la cualdeviene heredable por transferencia alnucléolo de las células germinales. - (N.del T.)<<

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[13] Ecphora: La proyección decualquier miembro al otro lado del queestá inmediatamente bajo él. - (N. del T.)<<

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