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© 2010-Instituto de Estudios y Formación de la CTA© 2010-Ediciones CTA© 2010-Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales -CLACSO-

ISBN 978-987-23915-9-1

INSTITUTO DE ESTUDIOS Y FORMACIÓN CTAPiedras 1065, Bs. As., email: [email protected]

Director: Claudio Lozano

CTA EDICIONES

Coordinador: Marcelo Paredes - [email protected] Edición: Cora Rojo - [email protected]ño, diagramación y armado:Yolanda Padilla - [email protected]án Piedras - [email protected] Piedras - [email protected]

CONSEJO LATINOAMERICANO DE CIENCIAS SOCIALES - CLACSOAv. Callao 875, piso 4º G, C1023AAB. Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Tel [54 11] 4811 6588, Fax [54 11] 4812 8459e-mail [email protected], web www.clacso.org

Editor Responsable: Emir Sader, Secretario Ejecutivo de CLACSOCoordinador Académico: Pablo Gentili, Secretario Ejecutivo Adjunto de CLACSO

ÁÁrreeaa ddee PPrroodduucccciióónn EEddiittoorriiaall yy CCoonntteenniiddooss WWeebbResponsable Editorial: Lucas SablichDirector de Arte: Marcelo Giardino

CLACSO cuenta con el apoyo de laAgencia Sueca de Desarrollo Internacional (ASDI)

Diagramación: Yolanda Padilla - [email protected]ño de tapa: Fabián Piedras - [email protected] en: Gráfica Laf - Monteagudo 741 (B1672AFO) Villa Lynch

Todos los derechos reservados. Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723

Stavenhagen, RodolfoLos pueblos originarios : el debate necesario / Rodolfo Stavenhagen ; compila-

do por Norma Fernández. - 1a ed. - Buenos Aires : CTA Ediciones : CLACSO :Instituto de Estudios y Formación de la CTA, 2010.

176 p. ; 20x14 cm. - (Pensamientos / Norma Fernández; 5)

ISBN 978-987-23915-9-1

1. Pueblos Originarios. I. Norma Fernández, comp. II. TítuloCDD 305.8

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Índice

PrólogoRepensarnos desde la raíz. Norma Fernández 5

El "problema indígena" y los derechos humanos 11

Algunas preguntas 31

Las Organizaciones Indígenas: actores emergentes en América Latina 35

¿Quiénes son los indios? 37

Indigenismo y movimiento indígena 38

El liderazgo indígena 45

Las alianzas 47

Etnia y clase 48

El apoyo externo 52

Perspectivas del Movimiento Indígena 52

Hacia una nueva visión 56

Multiculturalidad y derechos culturales 69

El planeta multicultural 69

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De lo global a lo glocal 73

Identidad y derechos culturales 75

Los derechos de los pueblos indígenas 80

Multiculturalismo ¿para qué? 83

Repensar América Latina desde la subalternidad: el desafío de Abya Yala 89

Conclusiones 130

Apéndice 145Siete tesis equivocadas sobre América Latina

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Prólogo

REPENSARNOS DESDE LA RAÍZ

Llegamos al Bicentenario de la Nación Argentina yaún es socialmente dominante la vieja idea de "civilizacióno barbarie" de la Generación del '80, que relegaba a lospueblos originarios a una condición casi infrahumana, de"resabio del pasado" y obstáculo para el desarrollo. Yahabían aniquilado a muchas de sus comunidades y leshabían quitado sus territorios ancestrales para convertirlosen propiedad privada de los nuevos terratenientes quenacieron al cobijo de las expediciones militares. El pró-ximo paso era destruirlos simbólicamente, declarar su "noexistencia" como antes habían declarado que sus tierras ypoblados eran el "desierto" patagónico. Curiosa tendenciade los militares argentinos ésa de hacer desaparecer a susenemigos… tan tenebrosamente recobrada en el 76.

Pero ellos no sólo no desaparecieron sino que con-tinuaron sobreviviendo tenazmente aferrados a sus cos-movisiones milenarias, en medio de siglos de miseria,exclusión y desarraigo. Y la paradoja de la Historia es que

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ahora, cuando finalmente la civilización occidental capita-lista ha entrado en un acelerado ciclo de crisis económi-cas, políticas y de sentido en los países centrales, de losrincones latinoamericanos del sur del mundo con mayorpresencia indígena surgen algunas firmes alternativas rea-les que recuperan la posibilidad de soñar con un mundomejor. "Un mundo donde quepan todos los mundos",como se repite en cada edición del Foro Social Mundial.Y es que de eso se trata: reinventar el Estado, aban-donando la idea rígida de la construcción de una solasociedad, lengua y cultura, que ejerce dominación sobretodas las diferencias internas. Cada vez crece más la ima-gen de naciones pluriculturales, tan respetuosas de laequidad económica como de la diversidad cultural de sushabitantes.

Ése es el debate actual en todo el planeta, los vien-tos nuevos que sopla el siglo XXI. ¿Y quiénes están apor-tando la "novedad" a las discusiones sobre el futuro de laamenazada especie humana? Los Pueblos Originarios, nimás ni menos. El proceso social, político y cultural que sedesató en Bolivia en los últimos años y llevó al gobierno alprimer presidente indígena de América así lo prueba.Como las Constituciones boliviana y ecuatoriana, fruto deun apasionado y realmente democrático transcurso de dis-cusión de los distintos sectores sociales y políticos, hastadar forma a las primeras naciones multiculturales del con-tinente. Y algo más fundamental aún: la boliviana habla dela suma kawsay, o "buen vivir" –el estado de armonía entrelos hombres y la naturaleza– que viene acuñado a travésde siglos de transmisión oral. La ecuatoriana va aún más

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allá y declara "los derechos de la naturaleza" frente a ladepredación permanente que la civilización hegemónicaejerce sobre ella.

Y es que detrás de estos debates subyacen distintasconcepciones del desarrollo. Para la civilización occidentalcapitalista la naturaleza son sólo "recursos naturales" ensubasta universal: los compran quienes tienen más dineropara apostar. Y la industrialización no repara en elementosrenovables o no renovables, todo se lo tragan sin parar,desde los hornos a la fabricación de microchips. Los mon-tes nativos son devastados para plantar soja y los puebloscordilleranos destruidos por empresas mineras inescru-pulosas. La tómbola sigue girando aunque aumenten lostsunamis, las inundaciones y sequías, los tornados y hura-canes, se derritan los glaciares y la temperatura llegue apicos extremos para la permisividad humana.

Ellos, los Pueblos Originarios, saben de qué se trata.Siempre lo supieron. Su relación con la naturaleza no essólo de carácter económico, sino cultural y espiritual. Suidentidad se juega con ella. Saben que si se destruyen oagotan sus territorios es la supervivencia misma la que searriesga. Y por eso plantean otros modelos de desarrollo,más sustentables y respetuosos de la tierra, el subsuelo,el agua, el aire, las especies vegetales y animales. El cui-dado del medioambiente sobre el que vienen alertandolos ecologistas desde hace décadas ellos lo sabían desdeel comienzo de la Historia, sólo que no los escuchamos.Como miramos para otro lado cuando una investigaciónde la UBA descubrió que el 56% de los argentinos tenemos

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sangre indígena en las venas: sospecho que cada unopiensa que pertenece al 44% restante…

Por eso este tema es absolutamente estratégico parael momento actual. Y nadie mejor para hablar sobre él entoda su dimensión que Rodolfo Stavenhagen,1 quien fueraRelator de Derechos Humanos y Libertades Fundamenta-les de los Pueblos Indígenas en Naciones Unidas durantedos periodos consecutivos. Profesor, investigador, escritormexicano de inmenso prestigio internacional, despertó ala adocenada intelectualidad latinoamericana de los años60 con sus Siete tesis equivocadas para América Latina,donde derribaba uno por uno los mitos coloniales cons-truidos por el poder hegemónico para nuestros países ysociedades. A fines de 2009 visitó la Argentina para diver-sas actividades académicas, y le propusimos armar estelibrito de la colección Pensamientos de la CTA.

Para ello desgrabamos la charla que dio en el Ins-tituto Universitario ISEDET, y que oficia de excelente in-troducción al tema de los Pueblos Originarios, a lo que

1 Doctor en Sociología, Universidad de Paris, Francia (1965). Profesor-investigador Emérito: Centro os - El Colegio de México. InvestigadorNacional Emérito: Sistema Nacional de Investigadores, México, Autor denumerosas publicaciones en diversos países e idiomas sobre derechoshumanos, pueblos indígenas, relaciones interétnicas, conflictos deEstudios Sociológic étnicos, sociología agraria, movimientos sociales.Profesor y conferencista en numerosas universidades e instituciones deinvestigación en América Latina, América del Norte, Europa, África yAsia. Consultor de la ONU, UNESCO, OIT, OEA sobre pueblos indígenasy minorías étnicas; consultor ocasional de otros organismos

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agregamos algunas pocas preguntas que contestó pormail. El resto está compuesto por el texto que redactó paraun seminario organizado por CLACSO y otros dos artícu-los que nos envió desde México para completar este volu-men. No quisimos dejar afuera –aunque no se refiereespecíficamente al tema indígena– sus Siete tesis…, por-que son un ejemplo de pensamiento descolonizado, queabrió puertas para los debates posteriores que nos ocu-pan. Comentar sus textos es una tarea que me excede,pero sobre todo desluciría el placer de apreciarlos sinintermediaciones.

Están corriendo nuevos vientos en América Latina yen nuestro país, dejando atrás las nefastas décadas dedictadura y neoliberalismo. Es una buena ocasión pararepensarnos desde la raíz.

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El "problema indígena" y losderechos humanos

Exposición en el Instituto Universitario ISEDET,

18 de noviembre de 2009

Muy buenas noches a todas y todos. Es un verda-dero placer poder participar en esta Cátedra sobre Amé-rica Latina que dicta Mario Yutzis, con quien somos cola-boradores y colegas desde hace muchos años en ladefensa de los derechos humanos, no sólo de los pueblosindígenas sino en términos generales, en el ámbito deNaciones Unidas donde nos conocimos y también en unaorganización mundial que lucha contra el racismo y la dis-criminación de la cual los dos formamos parte. Me damucho gusto poder acompañarlo esta noche, y agradezcola hospitalidad de esta institución.

La temática que interesa ahora en el marco de lamateria tiene que ver particularmente con lo que se ha lla-mado aquí la problemática indígena en relación con losderechos humanos. Sabemos que esto es un tema de cre-ciente debate, discusión, análisis y acción a diferentesniveles en los países de América Latina y también enArgentina. Entonces, yo me permitiré dividir mi exposiciónintroductoria, breve, en dos aspectos, porque están muyvinculados.

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Por una parte, tenemos conciencia –como ciudada-nos que somos, comprometidos, enterados, de algunamanera preocupados por las cosas que pasan en nuestromundo– de que en los últimos años ha habido efecti-vamente una discusión creciente a nivel nacional e inter-nacional con respecto a los derechos humanos de lospueblos indígenas, que han sido tan violados, tan vulne-rados durante tantos siglos en nuestro continente, y tam-bién en otras partes del mundo.

Frente a esta situación de creciente discusión, cono-cimiento, conciencia a nivel mundial, el sistema interna-cional ha respondido. Algunos dicen "no lo suficiente".Otros dicen que tal vez no exactamente en la dirección enque debe ser. Otros dicen: "bueno, pero se ha abierto unaventana para la acción en el sistema internacional, hayque aprovecharlo". Y otros más dicen "es peligroso reco-nocer los derechos de los pueblos indígenas en el sis-tema internacional, porque ¿adónde nos va a llevar todoesto?".

Eso lo hemos escuchado en Naciones Unidas, en loscomités en que hemos estado activos. Esta es una parte.

Pero para entender mejor estos aspectos de tantaactualidad es también necesario no olvidar el contextohistórico, el contexto geográfico, el contexto político-social y cultural dentro del cual se ha dado sobre todo enlos países latinoamericanos el debate en torno a los dere-chos de los pueblos indígenas. Y yo diría no solamente entorno a los derechos de los pueblos indígenas, sino en

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torno al concepto mismo de pueblos indígenas y su re-lación con el poder político, con lo que generalmentellamamos el Estado nacional. El Estado nacional ha inven-tado el concepto "el problema indígena", del cual se hablaen la literatura, en los documentos políticos, en las aulasuniversitarias. Es parte de una discusión en la que se haninvolucrado los políticos de los partidos, los ideólogos delas grandes teorías, y los políticos o funcionarios prácti-cos que resuelven problemas todos los días.

Pero, desde luego, para los pueblos indígenas elproblema es otro. Para ellos el problema es el Estado,fundamentalmente. O: si para los "no indígenas" hay unproblema indígena, pues para los "indígenas" ha habidosiempre un problema no indígena; yo podría decir que elproblema ha sido el Estado, ha sido el poder político. Delo que se habla es básicamente de la relación entre lospueblos indígenas y los Estados nacionales. Y esta rela-ción tiene una historia, una vieja historia, que como sabe-mos, en nuestro continente se inicia con el fatídico viajede Cristóbal Colón en 1492, cuando "descubre a losindios" porque pensó que había llegado a la India. Primeraconcepción equivocada, ya que de ahí arrancan todas lascontradicciones y las fallas de comunicación que se die-ron entre unos y otros. Simplemente por el nombre queColón y los españoles –y luego el resto de los europeos–les pusieron a los pobladores que encontraron en estaparte del globo terráqueo, los indios. De ahí arranca unaconcepción ya de por sí llena de equivocaciones yambigüedades.

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El segundo aspecto tiene que ver con que Colón ensus cartas al Rey de España y otros en sus crónicas,comenzaron a describir a la población pero no entendían niel lenguaje ni la cultura, ni a los pueblos –llamémoslos indí-genas, porque todavía no tenemos otro concepto–, que losespañoles encontraron aquí. Es decir, lo que un historiadory filósofo francés en su famoso libro de hace algunos añosllama "el descubrimiento del otro". Toda la historia delRenacimiento y de los viajes del descubrimiento y de laconquista europea del resto del mundo –no sólo en Amé-rica, también en África, Asia, en las islas del Pacífico y delCaribe, etc.–, ha sido un diálogo fallido entre unos y otros.El descubrimiento del otro significa caracterizarlo en laforma en que lo ven quienes lo nombran, quienes lo des-cubren, y quienes luego llegan a dominar el espaciogeográfico, histórico, político, cultural, que determina la his-toria de los últimos 500 años. Le imponen al otro las carac-terísticas que ellos desean, que ellos quieren.

Y esto es lo que sucedió. La historia de la coloniza-ción está perfectamente documentada al respecto. Que elllamado "descubrimiento del otro" fue en realidad un"encubrimiento del otro". Fue un no entender al otro. Y asícomo los europeos no entendieron a los pueblos indíge-nas, así también los pueblos indígenas tuvieron dificulta-des en entender a los españoles, a los portugueses, a losingleses, a los franceses, a los holandeses que llegaron aestas costas. Y en otras partes del mundo igual.

El problema de la comunicación está en la base deldesconocimiento mutuo que sigue hasta hoy en día. Y por

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eso insisto tanto en esto, porque tiene que ver con losdebates contemporáneos sobre los derechos humanosque se dan en la ONU, que se dan en la OEA, que se danen nuestros congresos y parlamentos a nivel nacional,que se dan en nuestras universidades y centros de inves-tigación. Que se dan también en la opinión pública, y quese dan entre los propios actores sociales de nuestra socie-dad, las organizaciones civiles no gubernamentales, lossindicatos, los partidos políticos, etc.

Hay un desconocimiento mutuo que tiene 500 años,y que se inició con la colonia. Se inició –lo sabemos muybien porque nos lo dicen nuestros libros de historia–cuando los españoles se preguntan si los indios que hannombrado y descubierto, caracterizado y catalogado dealguna manera, son seres humanos o no. Si los indios tie-nen alma o no tienen alma. Si los indios pueden ser evan-gelizados y cristianizados por los conquistadores o debenser liquidados y eliminados como animales salvajes. Esose hablaba incluso en los grandes tratados teológico-jurí-dicos del siglo XVI y siguió en los siglos XVII y XVIII enalgunos escritos.

Pero si esto fue la colonia –y ya sabemos cómo sefue resolviendo esto durante la época colonial–, el debateno terminó con la independencia política de nuestras repú-blicas latinoamericanas, sino que se acentuó, incluso, enla época republicana; nada más que cambió de carácter,cambió de términos, cambió de conceptos. A principiosdel siglo XIX, que fue una época en que el colonialismoeuropeo se extendió en África y en Asia, el problema de la

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población indígena, tal como lo veían los europeos, era elde la confrontación entre la barbarie y la civilización. Entrelos salvajes y los civilizados. Esto lo planteó, a su manera,Sarmiento en Argentina, en la primera parte del siglo XIX.Pero esto llenó las discusiones de los juristas, los historia-dores, los filósofos ingleses, franceses, alemanes, duranteel siglo XIX.

En Estados Unidos hay algunos estudios que cono-cemos hoy, de los historiadores, que demuestran cómotodo el concepto norteamericano de la conquista delOeste, que fue tan idealizada en las películas de Holly-wood de los años 40, se ejemplifica en algún historiadornorteamericano del siglo XX que dijo: "La identidad nortea-mericana está basada en el concepto de frontera. La his-toria norteamericana es una historia de la conquista de lafrontera". ¿Y qué significaba la conquista de la frontera?Significaba la expansión de la sociedad civilizada sobresociedades que no eran civilizadas, que eran caracteriza-das como primitivas, como salvajes, como incapaces deser civilizadas. Eso justificó la eliminación de los pueblosindígenas del occidente norteamericano, la conquista delas praderas, de las montañas, el establecimiento de losasentamientos de los colonos y la exclusión desde el prin-cipio, incluso desde la Constitución de Estados Unidos, afines del siglo XVIII, la eliminación y liquidación de los indí-genas como participantes reales y posibles de la nuevasociedad independiente norteamericana. Los indígenasestaban excluidos, simple y llanamente.

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Y los excluyeron no sólo conceptualmente como sal-vajes y primitivos, no dignos de la civilización que ellosaportaban en su conquista hacia el occidente, sino que losexcluyeron también jurídicamente al firmar una serie detratados entre la Corona inglesa y luego el Gobierno nor-teamericano independiente hasta mediados del siglo XIX.Reconocían, por una parte, que los indígenas eran distin-tos, eran diferentes, tenían una historia de soberanía, deautonomía, tenían sus territorios, que algo había que hacerpara respetar todo eso, y entonces firmaban tratados queeran una enorme farsa de manipulación contra los indíge-nas, haciéndoles ver que el Estado norteamericano lesreconocía algunos derechos. Firmaron más de cien trata-dos, creo que hasta 300 tratados en EEUU con las tribusindígenas. Y luego, a mediados de siglo, cuando ya teníanun poder suficiente, el Congreso norteamericano simple-mente abolió todos los tratados de un plumazo. Dijo:"estos tratados ya no nos obligan, no nos sirven, y lo quequeda de estas tribus indígenas lo vamos a meter todo enunas reservaciones". Y eso es lo que pasó.

Este modelo se siguió también en Canadá, en NuevaZelandia, y en Australia, ahí donde el imperio anglosajónse había establecido. Y se siguió también en Sudáfrica. Enparte yo creo que fue imitado en el siglo XIX en los paísesde aquí, del Cono Sur, por las repúblicas existentes, parti-cularmente Argentina y Chile en su tratamiento contra losindígenas. Los indígenas estaban fuera de la sociedad,estaban fuera de la polis, fuera del sistema jurídico impe-rante, y debían ser tratados como algo extraño al cuerposocial, al cuerpo cultural, al cuerpo civilizado, a la religión

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dominante, etc. Entonces el concepto "civilización y bar-barie" comenzó a generar un tipo de políticas sociales,económicas desde luego, y militares, entre el Estado quecada vez se hacía más poderoso en estos países, y laspoblaciones indígenas que, desde luego, habían recibidoun tratamiento distinto durante la época colonial, pero queel Estado republicano y la visión del Estado nacional neo-liberal republicano que nació en el siglo XIX no podía,realmente, tolerar.

Esto justificó, como lo hizo en otras partes delmundo también, la liquidación física muchas veces, losgenocidios, las masacres, los desalojos de los pueblosindígenas de los territorios y las regiones donde estabanasentados, para dar lugar a la gran propiedad privada, alos terratenientes, a los hacendados, a los fazendeiros, alos ganaderos, etcétera.

Con variantes, esto se dio en todos los países lati-noamericanos. Se dio aquí, se dio en Brasil con elsupuesto avance de la sociedad nacional, la ampliaciónde las fronteras de la sociedad brasilera sobre el Amazo-nas, y todavía sigue hasta hoy ese proceso. Perocomenzó a ser justificado con ese mito inicial. Por esopodríamos llamarle el pecado original de la conquista o delo colonial. El mito original de la comunicación y el desco-nocimiento del otro, que no sólo no fue –como dije haceun rato– un descubrimiento, sino al contrario, un encubri-miento de la realidad del otro para justificar la imposicióndel propio modelo cultural.

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Vamos otra vez al siglo XIX, a la segunda parte delsiglo XIX, en América Latina, donde nuestras élites cultu-rales, intelectuales, etc., absorben una nueva ideología,también proveniente de la vieja Europa, como las anterio-res, que es el racismo. La idea de que el mundo está divi-dido en grupos biológicamente diferenciados por atributosfísicos. Y a esas diferencias biológicas los antropólogoslas comenzaron a estudiar en sus laboratorios, como elcolor de la piel, el tipo de dientes, la calidad del pelo, lasmediciones del cráneo. Bibliotecas llenas. Son antigüeda-des para los libreros, a quienes les encantan los libros anti-guos, y todavía hay algunos de esos libros circulando, enlos que se justifica esa diferenciación.

Algunos dicen que esto proviene de la Ilustración yde los intentos científicos de Linneo de clasificar todo:vamos a clasificar las plantas, los animales, los climas.También vamos a clasificar los seres humanos, ¿por quéno?, es muy científico eso, muy metodológico, muy obje-tivo. Usamos un instrumento de medición y entoncesdecimos: los negros tienen el cráneo de esta forma, losblancos lo tienen de ésta. Los indígenas tienen la estaturamás alta o más baja que los europeos del norte, que a suvez se diferencian de los del sur, los meridianos, los bra-quicéfalos, los dolicocéfalos… Son conceptos que usába-mos incluso cuando yo era estudiante de antropología.Pero la diferenciación servía, como lo sabemos muy bien,a crear el mito de la desigualdad cultural. Y de la desi-gualdad intelectual, que luego condujo al invento delcociente de inteligencia que han usado los psicólogoshasta la época actual.

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Pero partiendo de esta manía de clasificación físicade las poblaciones se llega al concepto de que hay dife-rencias entre las poblaciones, y que las diferencias físicasestán, de alguna manera, relacionadas con desigualdadesculturales y desigualdades de tipo social, de tipo intelec-tual, de tipo psicológico. Y ésta fue la base del supuestoracismo científico, que nace en Europa hacia fines delsiglo XIX, que es retomado por los intelectuales nortea-mericanos y latinoamericanos, en todos aquellos lugaresdonde los europeos llegaron a establecerse. Y es reto-mado para justificar un sistema de explotación econó-mica, de opresión, de discriminación, de dominio ysubordinación política. Entonces, el concepto del racismoes usado para nuevamente crear el mito de la incapacidadde los indígenas de ser admitidos como ciudadanos ple-nos en esta sociedad, porque tal vez ahora ya todo elmundo estaba más o menos de acuerdo en que los indí-genas tienen alma, pero a lo mejor eran inferiores a losblancos por estas razones, supuestamente, del racismo.Esto duró hasta principios del siglo XX.

Y todavía en el siglo XX se seguía excluyendo a losindígenas de la sociedad, con base en argumentacionesde tipo racista. Que por otro lado condujeron, como biensaben ustedes porque Argentina es un caso emblemáticode esto, a políticas selectivas de inmigración, que llevarona la idea de que mediante la inmigración se puede mejorarla calidad demográfica de la población. Y algunos paísesllevaron esto hacia el concepto del mestizaje: es total-mente necesario mezclar las poblaciones para que surjannuevas razas, o nuevos pueblos. Vasconcelos, el filósofo

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mexicano fue uno de ellos, cuando escribe en los años 20del siglo XX sobre la nueva raza cósmica que surge en lastierras latinoamericanas, que es mejor que las razas que lacomponen. Pero en otras partes donde la idea del mesti-zaje no tuvo ese efecto, la idea era que las razas blancas,o la raza, con sus variantes supuestamente blancas euro-peas, mejoren. ¿Mejores para qué? Nunca se decía. Peroeran mejores que las razas inferiores que poblaban estecontinente antes de la llegada de los europeos.

O sea que el mito se siguió manteniendo. El mito quenace con la conquista, que sigue durante la colonia, y quese desarrolla a expensas de los indígenas a favor delEstado republicano en el siglo XIX, se sigue manteniendoen el siglo XX, documentado –hay una gran literatura sobreesto– en estos conceptos del racismo, que sabemos muybien a qué condujeron en la propia Europa durante laSegunda Guerra Mundial. El racismo desenfrenado de losnazis que contribuyó al Holocausto, a los genocidios, a laeliminación de pueblos enteros de la faz de la tierra.Ahora, lo que se hizo en las colonias no está ni siquierasuficientemente documentado, aunque hay historias de lacolonización en África, en la India, en el sudeste asiático.Y desde luego, la historia no escrita del genocidio de losindígenas en América Latina.

¿Por qué no está escrita? Porque la historia la escri-ben siempre los vencedores. Y la historia, la mayoría delas veces, es oficial. Sobre todo la historia que se enseñay se usa en las escuelas, en los manuales de historia,donde quienes escriben, desde luego, la escriben de

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acuerdo a su propia percepción. Y eso pasó con los indí-genas. Por ejemplo, hay un historiador de los mapuche enChile, José Bengoa –conocidísimo historiador– que ha ana-lizado los libros de texto que se usaban en su país desdeel siglo XIX hasta el siglo XX, mostrando la imagen carica-turesca de los libros de historia que usaban los niños enlas escuelas todavía hasta hace pocos años, sobre el pue-blo mapuche y otros pueblos indígenas en Chile. Es real-mente lamentable. El mito sigue, entonces, funcionando aexpensas del otro, a expensas del excluido, a expensasdel pueblo indígena.

Y llegamos –voy muy rápido– a la mitad del sigloXX, por ejemplo, y entonces el racismo, sobre todo en laposguerra de la Segunda Guerra Mundial, no es política-mente correcto. Ya algunos Estados no pueden fincar suspolíticas abiertamente en criterios racistas, aunque Sudá-frica lo hizo hasta la década pasada con el apartheid. EnAmérica Latina se suavizó mucho porque desde el iniciodel período independiente en nuestros países latinoameri-canos había un discurso alternativo, que surge de lasluchas de Bolívar, de los independentistas, de los padres,de los libertadores, en las guerras de independencia deAmérica Latina, era un poco: "aquí todos somos iguales.Nos hemos deshecho del yugo de los españoles, que nosimpusieron 300 años de esclavitud, ahora somos paísesindependientes, soberanos, y toda la población va a tenerlos mismos derechos". Incluso Bolívar, en alguno de susescritos y también Morelos en México, decían: "ya no sepermite usar el concepto 'indio', porque aquí ahora todosvan a ser americanos, iguales. Y ya no se habla de africa-

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nos y de negros, porque aquí no habrá esclavitud, enton-ces todos serán iguales".

Eso era un bonito mito, el contramito. Se siguemanejando mucho en el lenguaje, público, popular: "enAmérica Latina todos somos iguales". Pero la realidad nosdemuestra que no es cierto. Ahí están los estudios quemuestran la desigualdad, la discriminación, la exclusiónsocial de los indígenas. Pero los mitos son fuertes, ¿no?

Y entonces, a partir de la segunda mitad del siglo XX,quienes cultivan este mito, pero con nuevas concepcio-nes, son los científicos sociales. Son los antropólogos, lossociólogos, los desarrollistas, los que se ponen al serviciodel Estado, del progreso, de la civilización. Pero la civili-zación entendida en términos del siglo XX ahora se llamadesarrollo, y se llama modernización. Entonces los objeti-vos de las políticas públicas que se definen en el siglo XXtienen el objetivo de unificar la nación, de hacer desarro-llar la nación, de hacerla progresar, de modernizar lasestructuras productivas, de aumentar el crecimientoeconómico, el PBI, el producto per cápita, etc.

Pero luego comienzan otra vez a infiltrarse las visio-nes de las diferencias. Y entonces los investigadoressociales inventan otro concepto: que hay ciertas culturasque son propias de la modernización, y hay otras que porsu arcaísmo, por su tradicionalismo, por estar enraizadasen antiguas prácticas ya superadas por la tecnologíamoderna, etc., son incapaces de modernizarse. He ahíque el mito sigue, y se dice que en nuestra América los

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indígenas no es que sean racialmente inferiores, no es quesean incapaces intelectual o psicológicamente, no es queno tengan alma, puesto que han demostrado una y otravez que la tienen muy bien colocada. Pero el problemaahora es que sus culturas constituyen un obstáculo a lamodernización. Y como los objetivos de nuestras socie-dades son básicamente el progreso y la modernización,¿cuál ha de ser la política de los Estados latinoamericanospara lograr ese desarrollo?

Se pensaron mecanismos de asimilación para losindígenas, etapas por las que tenían que pasar, una trasotra, y entonces al final todos llegarían a este nuevo Nir-vana que es la sociedad de consumo neoliberal globali-zada mundial. Y como queremos que todos puedan teneracceso a esos mismos satisfactores de la sociedad de con-sumo, ir a los shoppings y poder comprar las últimas cosasque el mercado ofrece, tienen que cambiar su cultura.Entonces las políticas indigenistas de nuestros Estados,que se fueron formulando como políticas continentalespúblicas a partir de 1940, más o menos, hasta la actuali-dad, tenían por objeto asimilar a los pueblos indígenas,cambiar sus niveles culturales. Lo que Aguirre Beltrán –unantropólogo mexicano muy activo en el indigenismo–en los años 50-60 calificó de proceso de aculturación. Y laobligación del Estado de acelerar y orientar el proceso deaculturación de los indígenas, para que al final de cuentasdejaran de ser indígenas, para ser plenamente ciudadanosde sus respectivos países: México, Perú, Ecuador, Guate-mala, etcétera.

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Ésa era la política indigenista que todavía en granmedida está siendo perseguida por algunos Estadosnacionales como objetivo en América Latina, y quegeneró toda una serie de teorías y una literatura analítica yteórica, en que el mito de la exclusión de los indígenas seseguía manteniendo, nada más que con otro lenguaje.Ahora era necesario, para que dejaran de ser "inferiores",para que dejaran de estar "excluidos", que sean asimila-dos, integrados a la sociedad, de modo de perder su iden-tidad indígena para poder demostrar que son realmentecapaces de participar en una sociedad moderna, pro-gresista, y sobre todo individualizada. Porque todo esteconcepto de la modernización está basado no sólo en unproceso social, sino en la capacidad del individuo delograr sus objetivos a través de su esfuerzo tesonero, sutrabajo, su inteligencia, su capacidad individual, su movi-lidad social, etc. Entonces, todas las políticas y las insti-tuciones públicas fueron diseñadas para acelerar esteproceso.

Pero en todo ese proceso, ¿quién les preguntó a lospueblos indígenas? Nadie. De los gobiernos latinoameri-canos, nadie. De los antropólogos y sociólogos, muypocos. Y si comenzaron a preguntar, fue en los últimos 20,25 años. Porque a los que estudiamos hace 50 años y tra-bajamos en esas instituciones, en aquel entonces no senos ocurrió preguntar. ¿Por qué? Porque el mito seguía: losindígenas son incapaces de representarse a sí mismos,entonces necesitan interlocutores, necesitan antropólo-gos, sociólogos, misioneros, educadores y otros quehablen por ellos. Pero todos esos otros que se suponía

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que llevaban la voz de los oprimidos, a su vez eran pro-ducto de ese gran desencuentro originario de 1492, ydurante toda su vida profesional e intelectual estaban con-tribuyendo precisamente a la perpetuación del mito en susdiferentes tipos de presentación, en la literatura teórica,analítica, ideológica. Quienes hablaban por los indígenaseran quienes trabajaban en el Estado o para el Estado,quienes estaban en lugares privilegiados como los centrosacadémicos, o tenían acceso a los medios, y podíaninfluenciar la acción de los Estados a favor de los pueblosindígenas, pero interpretando de acuerdo con el mito delmomento qué es lo que se debía hacer.

Y frente a esto, que se puede documentar plena-mente en la literatura de las últimas décadas, los propiospueblos indígenas, por diversas razones –que no datiempo de mencionar ahora– comenzaron a movilizarse, aorganizarse activamente. No comenzaron en el siglo XX,porque eso es muy antiguo: desde la época de la coloniahubo quienes entre los pueblos indígenas se resistieron aser sometidos y calificados y descriptos y excluidos en lamanera que he tratado de exponer muy brevemente. Perola reacción de los gobiernos y de los Estados siempre fuela represión, la violencia, fue el genocidio, fueron lasmasacres, los desalojos violentos, la reducción en reser-vaciones. Todo lo cual eliminaba la posibilidad de que lospueblos indígenas pudieran tener el espacio necesario ensus relaciones con el Estado, sea colonial o nacional, pararealmente hacerse escuchar y dar a conocer sus puntosde vista.

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Lo otro que cambió a fines del siglo XX fue tambiénel ambiente internacional. Después de la Segunda GuerraMundial, como dije muy al principio, surge la época de losderechos humanos, como han dicho muchos filósofos yjuristas. La Declaración Universal de los DDHH, los pactosinternacionales de DDHH de Naciones Unidas, los meca-nismos internacionales de supervisión y protección de losDDHH, y aprovechándose de esa nueva estructura, de esenuevo discurso del siglo XX después del genocidio, des-pués de la catástrofe y los horrores de la Segunda GuerraMundial, finalmente sí podía llegar a ser un siglo de lademocracia, de la participación, de la igualdad en vez dela desigualdad, etc.

Esa es la gran utopía con la que se ha trabajado, ytal vez muchos hemos trabajado en los últimos años, pen-sando que contra los horrores anteriores a lo mejor hayalgo en el pensamiento humano, hay algo en las creen-cias, hay algo en las aspiraciones que nos permiten pen-sar en utopías pero también trabajar para ver si se puedenhacer realidad. Y creo que los derechos humanos es esetipo de campo. Entonces, en ese campo aparecen, por pri-mera vez, los pueblos indígenas. A fines del siglo XXentran a la discusión, llegan sus representantes a la ONU,levantan la mano y dicen "aquí estamos nosotros, somoslos excluidos, a nosotros no nos han escuchado ustedes,señores reyes, presidentes, gobernantes, funcionarios dela ONU. Ustedes hablan de la igualdad de todos, pero enla realidad esta igualdad no ha funcionado para nosotros.Ustedes hablan de que todos tienen los mismos derechosen el papel, pero en la realidad a nosotros nunca se nos

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han reconocido estos derechos. Entonces también quere-mos un espacio, también queremos que se nos escuche,también tenemos demandas insatisfechas, tenemos injus-ticias que denunciar y tenemos aspiraciones a las cualesqueremos llegar como todos los demás pueblos delmundo".

Y por diversas razones, este espacio se fue abriendoen el nivel internacional, a partir de los años 80, hacemenos de un cuarto de siglo. Y llegaron a la ONU en Gine-bra. Y llegaron a Naciones Unidas en Nueva York, y fueronllegando a los organismos regionales: la OEA, la ComisiónInteramericana de Derechos Humanos, la Corte Interame-ricana de Derechos Humanos. Y fueron planteando lanecesidad de considerar los derechos denegados de lospueblos indígenas. No sólo decir "aquí no pasó nada y alfin y al cabo todos somos iguales, indígenas, no indíge-nas, blancos, negros, etc.", que es el discurso liberal clá-sico de los DDHH. Desde luego, sirve, lleva a cierto punto,pero no puede rebasar ese punto. Los indígenas lo handicho muy claro en Naciones Unidas: "Sí, queremos losmismos derechos que los demás, pero queremos tambiénmantener nuestras identidades. Queremos mantenernuestra diferencia, y tenemos muy fuertes razones históri-cas para mantener estas diferencias, porque estas identi-dades nos fueron robadas desde la colonización, cuandofuimos negados como pueblos, cuando fuimos negadoscomo comunidades, cuando fuimos negados como cultu-ras, como lenguas, con tradiciones propias".

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Ya es otra vez el discurso del otro, pero ahora porparte del otro frente a los Estados nacionales. Y dicen:"queremos redefinir nuestras relaciones, y la lucha por losDDHH es una forma de redefinir nuestras relaciones conlos Estados". Por eso luchan los pueblos indígenas y quie-nes los apoyan en el seno de la ONU: por la adopción dela Declaración de ONU sobre los Derechos de los PueblosIndígenas, que después de 20 años de negociaciones esadoptada por la Asamblea General día 13 de septiembrede 2007. Es decir, tiene apenas dos años de existenciaeste nuevo instrumento jurídico internacional de protec-ción de los derechos humanos de los pueblos indígenas.Y la Declaración plantea claramente que no sólo se tratade derechos individuales clásicos, sino también de susderechos colectivos como pueblos, como culturas dife-renciadas.

Ahora suponemos que es normal que todos tenganderechos humanos, pero hace 60 años, cuando se hablóde la Declaración Universal de DDHH en la ONU no eranormal que todo el mundo tuviera los mismos derechos,no era reconocido internacionalmente. Ha requerido másde medio siglo de luchas, de negociaciones, de discusio-nes, para que nosotros hoy podamos vivir en sociedadesque digan: qué bueno, tenemos derechos humanos comotodo el mundo y se nos debe respetar. Pero en realidad,ése no ha sido el caso para los pueblos indígenas. De aquíla importancia que tiene la Declaración sobre los Derechosde los Pueblos Indígenas para fortalecer los derechoshumanos en general, y para repensar las relaciones entrelos pueblos indígenas y los Estados nacionales. Y para

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combatir y destruir, a mi juicio, de una vez por todas, estosmitos sobre el llamado "problema indígena", que nosacompaña desde hace medio milenio.

Gracias.

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Algunas preguntas

–¿Podría hablarme algo sobre las características deesa "alternidad" que ha podido vislumbrar, como aporte nosólo a sus propias comunidades sino a la humanidad engeneral?

En el contexto actual la "alternidad" se puede referira varios conceptos.

–En primer lugar, el encuentro con el otro, que carac-terizó siempre la situación colonial; es decir, el desencuen-tro con el otro. Se refiere especialmente al desconocimientodel otro, y por lo tanto a su rechazo. Bien retratado en lareciente película "Avatar." Connotación más bien negativa.Debería usarse "alteridad".

–En segundo lugar, se puede referir a la búsquedapor "vias alternas" de vida, de desarrollo, de moderniza-ción, de comunicarse con la naturaleza, de convivir entreunos y otros. Connotación más bien positiva.

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–Tercero, a lo que yo me refería era la condición de"subalternidad", es decir, el otro subordinado en la situa-ción neo o post-colonial. Los indígenas como "subalter-nos" en la sociedad nacional. El concepto de "subalterno",que proviene de Gramsci, es usado en los debates sobrela situación post-colonial en lugares como la India, pero seha extendido a cubrir las relaciones entre las sociedadeshegemónicas y las sociedades "subalternas." Relacionesasimétricas entre dominadores y subordinados. Los pue-blos indígenas, las minorías étnicas y raciales caen en estasituación.

–En el debate actual se usan indistintamente términosque creo expresan cuestiones diferentes: multiculturalidad,pluriculturalidad, interculturalidad. Más allá de mis simpatíaspor los dos últimos (el primero me suena a compartimentosestancos), es probable que ud. tenga conceptualizacionesmás finas al respecto.

–Se usa con frecuencia indistintamente el multi, pluri,o poli-culturalismo. Lo más reciente es el concepto de"interculturalidad", que significa interrelación y reciproci-dad entre culturas distintas, y no solamente convivenciaentre ellas. Interculturalidad puede ser el objetivo de unapolítica con respeto a las diferencias culturales. Los pro-gramas educativos pueden ser interculturales en unasociedad multicultural. También se habla de "poli-cultura-lismo", en referencia a una sociedad multicultural en lacual los grupos étnicos actúan en la política, ya sea en lapolítica cultural o en la política electoral, partidista.

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–Bonfil Batalla hablaba de su utopía en torno a las"sociedades plurales". ¿Cómo se las imagina, y qué trans-formaciones deben darse en los Estados, las ciencias socia-les y la sociedad civil para aportar a ese futuro?

–Sociedades plurales (concepto de la antropología)son aquellas en que la población nacional es heterogéneaen lo étnico o cultural. Tradicionalmente los Estados hanquerido asimilar a todos los variados grupos a una socie-dad étnicamente homogénea. Esto ha creado conflictos ytensiones. Bonfil y otros hemos abogado por sociedadesrespetuosas de las diferencias entre los grupos que lacomponen, y de sus derechos humanos. Esto requiere deun nuevo discurso sobre lo "nacional" y de nuevas políti-cas públicas.

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Las Organizaciones Indígenas:actores emergentes en América Latina

El Colegio de México, 1996

Los pueblos indígenas han surgido en años recien-tes como nuevos actores políticos y sociales en AméricaLatina. Con esto significamos que los indios se estántransformando en sujetos activos en vez de continuarsiendo objetos pasivos del cambio histórico. Algo hacambiado en las circunstancias de existencia de laspoblaciones indígenas, algo está cambiando en la rela-ción entre el Estado y los pueblos indígenas, antiguosreclamos y nuevas demandas se han conjuntado para for-jar nuevas identidades, nuevas ideologías están compi-tiendo con paradigmas viejos y establecidos; las teoríasdel cambio social, de la modernización y de la construc-ción nacional están siendo re-exami-nadas a la luz de lallamada "cuestión étnica", tan ignorada y despreciadadurante tanto tiempo, y por último, también ha cambiadola manera de hacer política en torno de la problemáticaindígena.i

Tal vez el punto de partida de nuestro análisisdebiera ser el comienzo formal de una política indigenistacontinental (conocida como indigenismo) en el Primer Con-

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greso Indigenista Interamericano que se realizó en Méxicoen 1940. Allí los delegados gubernamentales de numero-sos países del continente decidieron poner en prácticapolíticas para mejorar las condiciones de vida de laspoblaciones indígenas, principalmente a través de un pro-ceso de asimilación o integración a la llamada "sociedadnacional". Pero esta sociedad nacional dominante, refle-jada en la ideología nacionalista de la clase media urbanablanca y mestiza, rechazaba completamente los compo-nentes indígenas de la cultura nacional y de hecho no lesveía futuro alguno, salvo en un pasado idealizado cuyonúcleo privilegiado eran los museos, y más recientementecomo instrumento para conseguir divisas del turismo y laventa de artesanías.

Las políticas indigenistas, si bien fueron bien inten-cionadas, de hecho resultaron ser etnocidas y bastanteineficaces incluso en términos de sus propios objetivosdeclarados. En los congresos indigenistas interamericanosque se realizan periódicamente (el 11vo. congreso tuvolugar en Nicaragua en diciembre de 1993), los delegadosgubernamentales se lamentan de las condiciones lastimo-sas de los pueblos indígenas del continente. Mientras quelos gobiernos informan de sus programas y proyectos dedesarrollo, con frecuencia de manera autoelogiosa, a lospueblos indígenas sólo se les concede una presenciasimbólica en estos congresos, mientras que su situaciónsocio-económica se deteriora visiblemente. Un estudioreciente del Banco Mundial concluye que la pobreza entrelas poblaciones indígenas de América Latina es severa ypersistente. Además, considera que las condiciones de

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vida de la población indígena, ligadas a la pobreza, sonpor lo general abismales.ii

¿QUIÉNES SON LOS INDIOS?

¿Quiénes son los indios y cuántos hay en AméricaLatina? Si bien los criterios usados en las definicionesvarían de un país a otro y los datos censales son pococonfiables, se estima que existen más de 400 grupos indí-genas identificables, con una población total de más decuarenta millones, que incluyen desde pequeñas tribusselváticas del Amazonas, numéricamente insignificantes ycasi extintas, hasta las sociedades campesinas de losAndes, que suman varios millones de habitantes. Méxicotiene la población indígena más numerosa de AméricaLatina, alrededor de diez a doce millones, pero represen-tan solamente entre 12% y 15% de la población total. Encontraste, los indios de Guatemala y Bolivia constituyen lamayoría de la población nacional, y en Perú y Ecuador lle-gan casi a la mitad. En Brasil, los indígenas representanmenos del medio por ciento de la población total, perocomo son los habitantes originales de la cuenca amazó-nica, han jugado un papel importante en la resistencia con-tra la depredación de sus territorios, exigiendo derechosterritoriales y representación política, luchando por la pre-servación del medio ambiente amazónico y logrando suincorporación en la nueva constitución brasileña adoptadaen 1988.iii

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INDIGENISMO Y MOVIMIENTO INDÍGENA

Los países latinoamericanos tienen una larga y com-plicada historia de legislación indigenista, en la cual laspoblaciones indígenas eran colocadas generalmente endesventaja con respecto al resto de la sociedad, si bienmuchas de las leyes eran protectivas y tutelares. A pesarde que el derecho a la ciudadanía formal fue concedido acasi toda la población en los años posteriores a la inde-pendencia política, los indígenas seguían siendo tratadoscomo menores de edad y legalmente incompetentes ennumerosos países hasta hace muy poco. No fue sino hastalas últimas décadas que se modificaron las leyes básicasen algunos países durante una racha de reformas consti-tucionales que incluyen no solamente normas relativas alas lenguas y culturas indígenas, sino en algunos casostambién a las comunidades indígenas y sus territorioscomo forma específica de organización social. Reformasconstitucionales de este tipo han tenido lugar en Argentina,Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guatemala, México,Nicaragua, Panamá, Paraguay y Perú. Algunos observado-res colocan esta reestructuración en el marco de la "ola dedemocratización" que ha ocurrido en América Latinadurante los años setenta y ochenta. Otros reconocen elpapel activo que las propias organizaciones indígenas handesempeñado en la generación de estos cambios.

El surgimiento de las organizaciones indígenasdurante las pasadas décadas puede considerarse comocausa y efecto de las transformaciones sucedidas en laesfera pública en relación con los pueblos indígenas. Allá

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por los años sesenta tal vez existía solamente un puñadode organizaciones formales creadas y manejadas por per-sonas indígenas que perseguían objetivos de interés paralos pueblos indígenas como tales. A mediados de losnoventa, existen centenas de asociaciones de todo tipo ycon propósitos diversos: organizaciones a nivel local, aso-ciaciones intercomunitarias y regionales, grupos de interésconstituidos formalmente, federaciones, ligas y unionesnacionales, así como alianzas y coaliciones transnaciona-les con contactos y actividades internacionales bien desa-rrollados. Se puede decir con razón que las organizacionesindígenas, su liderazgo, objetivos, actividades e ideologíasemergentes, constituyen un nuevo tipo de movimientosocial y político en la América Latina contemporánea, cuyahistoria y análisis detallados quedan por hacerse.

Una de las primeras organizaciones mencionada confrecuencia como prototipo de otras, es la FederaciónShuar, establecida en los años sesenta con el objeto deproteger los intereses de las diversas comunidades shuaren las tierras bajas amazónicas del oriente ecuatoriano.Los shuar decidieron formar su federación para defendersu territorio de invasiones por parte de colonizadoresexternos y diversos intereses comerciales, y en el procesodescubrieron que la lucha por los derechos a la tierra nopodía desvincularse de su sobrevivencia como un puebloétnicamente distintivo con sus propias tradiciones e iden-tidad cultural. También descubrieron, como lo han hechotantos pueblos oprimidos a lo largo de la historia, que sólojuntando fuerzas y uniendo esfuerzos podrían lograr supropósito. Aunque estuvo motivada por consideraciones

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económicas y sociales (la preservación del territorioancestral, el acceso a los recursos productivos), la luchade los shuar no puede ser descrita simplemente como una"lucha de clases" –en contraste con los conflictos agrariosentre campesinos y terratenientes que ocurrieron más omenos al mismo tiempo en el altiplano andino–. En lamedida en que los shuar y otros pueblos indígenas de lastierras bajas no se insertaban claramente en una estruc-tura agraria de clases sociales, su organización adquiriómayormente un carácter más comunal y étnico que losmovimientos más clasistas de los campesinos indígenasen otras partes de América Latina.iv

Organizaciones similares a las de los shuar surgierondurante los años setenta en varios otros países, y consoli-daron sus actividades durante los ochenta. Pronto logra-ron romper el cerco de las "actividades comunales" a lasque con frecuencia los limitaban los proyectos estatalesde desarrollo. Si bien los programas de "desarrollo de lacomunidad", algunos financiados por agencias multilatera-les y organizaciones no gubernamentales, lograron gene-rar la creciente participación de la población local, prontoresultó obvio para las elites indígenas emergentes que laactividad a nivel local era muy limitada desde el punto devista político. Al poco tiempo, lograron construir una iden-tidad indígena transcomunitaria, incorporando un númerocreciente de comunidades locales y enfatizando la identi-dad étnica como vínculo unificador y agente movilizador.Así surgieron algunas organizaciones étnicas en el esce-nario político, cuyos líderes hablarían en nombre del grupoétnico como tal, en vez de hablar solamente a nombre de

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tal o cual comunidad rural particular. Muy pronto, a estenivel de organización siguieron las asociaciones regiona-les, que incluyen a varios grupos étnicos, tales como laConfederación de Nacionalidades Indígenas de la Ama-zonía Ecuatoriana (CONFENIAE), la Asociación Indígena dela Selva Peruana (AIDESEP), el Consejo Regional Indígenadel Cauca (CRIC) en Colombia, la Confederación Indígenadel Oriente Boliviano (CIDOB) y muchas más. Todas ellasorganizaron sus congresos, publicaron sus manifiestos ydeclaraciones, dirigieron peticiones a los gobiernos esta-tales y nacionales así como a la comunidad internacional,y con frecuencia organizaron acciones militantes talescomo marchas de protesta, manifestaciones, plantones,ocupaciones de tierras, resistencia activa, o bien iniciaronprocesos legales, cabildearon a las legislaturas y a los fun-cionarios públicos, para alcanzar sus diversos objetivos.

Una forma de organización más reciente es la confe-deración indígena a nivel nacional. Una vez más, la Confe-deración de Nacionalidades Indígenas del Ecuador(CONAIE) ha estado en la vanguardia de la actividad políticacuando organizó dos masivos levantamientos indígenaspacíficos en Ecuador en 1990 y en 1993, que práctica-mente paralizaron al país y obligaron al Gobierno nacionala negociar con los pueblos indígenas sobre cuestionesagrarias y otros problemas. La Unión Nacional de Indios delBrasil (UNI), que congrega a numerosas tribus amazónicas,fue muy activa en las discusiones políticas sobre la nuevaconstitución brasileña (1988), igual que lo fue en 1991 laOrganización Nacional Indígena de Colombia (ONIC).v

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Las organizaciones indígenas también se han exten-dido más allá de sus fronteras nacionales al involucrarseen actividades internacionales. En América Central y enAmérica del Sur, los activistas indígenas han tratado, conéxito variable, establecer organizaciones regionales tras-nacionales, y a partir de la segunda mitad de los añosochenta, han tenido lugar diversas reuniones internacio-nales regionales y continentales en torno a las actividadesconmemorativas del "Encuentro de Dos Mundos" (o másbien, los "500 años de resistencia indígena y popular"), elAño Internacional de los Pueblos Indígenas de las Nacio-nes Unidas (1993) y la Década Internacional de los Pue-blos Indígenas, también proclamada por Naciones Unidas(1995-2004). Representantes indígenas de América Latinahan participado también activamente en las discusionesdel Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas sobre Pobla-ciones Indígenas, en el cual se ha venido preparando unaDeclaración de Derechos Indígenas que deberá ser adop-tada eventualmente por la Asamblea General, y tambiéntomaron parte en los debates previos a la adopción delConvenio 169 sobre Poblaciones Indígenas y Tribales dela Organización Internacional del Trabajo. Asimismo losindígenas también forman parte de los órganos directivosdel Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas deAmérica Latina y el Caribe, creado en 1992 por la CumbreIberoamericana de Jefes de Estado. También participan enlas consultas que realiza actualmente la Comisión Intera-mericana de Derechos Humanos de la Organización deEstados Americanos, con respecto a un futuro instru-mento jurídico interamericano sobre derechos indígenas.Estas actividades internacionales han conseguido que los

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representantes indígenas de América Latina hayantomado contacto con representantes de otras partes delmundo, además de que les ha permitido familiarizarse conel derecho internacional y los mecanismos y procedi-mientos de protección de los derechos humanos en el sis-tema internacional, una relación que a su vez promuevesu causa y les ayuda a mejorar su capacidad de negocia-ción política en sus propios países.vi

Un análisis cuidadoso de las declaraciones, resolu-ciones y proclamaciones producidas por estas distintasorganizaciones y congresos (que queda fuera del alcancede este ensayo) nos mostraría una progresión de ideas yuna secuencia de temas de preocupación de sus miem-bros a lo largo de los años. En los primeros años, los mani-fiestos indígenas recordaban al público en general lasubordinación histórica de los indios y su pobreza secular,y reclamaban a los gobiernos algún tipo de retribución yjusticia históricas. Al mismo tiempo, un tema persistenteen muchos de estos documentos fue la idealización delpasado indígena precolonial, descrito a veces como unaespecie de "Edad de Oro", un periodo sin explotación, dis-criminación o conflictos, a la vez que se describía a lasculturas indígenas precolombinas como moralmentesuperiores a la llamada civilización occidental.

En años posteriores, las demandas planteadas porlas organizaciones indígenas se han enfocado más a pro-blemas específicos tales como la tierra, el crédito agrícola,la educación, la salud, la cooperación técnica, las inver-siones en infraestructura etc., problemas de cuya solución

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se hace responsable a los gobiernos. Más recientemente,a las demandas socio-económicas concretas se han agre-gado llamados a la autonomía y la autodeterminación. Laidentidad étnica se ha vuelto un punto nodal de muchasde estas organizaciones; la preocupación por el medioambiente es un tema de primordial importancia, especial-mente en las tierras bajas amazónicas, y cada vez conmayor frecuencia se oyen reclamos de cambios en laslegislaciones nacionales y el cumplimiento de instrumen-tos jurídicos internacionales, tales como el Convenio 169de la OIT y el proyecto de declaración sobre los derechosindígenas de las Naciones Unidas.vii

Las organizaciones indígenas no solamente organi-zan reuniones y difunden sus programas e ideas; tambiénnegocian con las autoridades públicas, mandan represen-tantes a conferencias internacionales, y con frecuenciareciben ayuda financiera de agencias internacionales parafines específicos. ¿Quién representa a estas organizacio-nes y qué tan representativos son de la población indí-gena? Este tema lo plantean con frecuencia los gobiernoscuando desean cuestionar la "autenticidad" de la repre-sentación indígena en los niveles nacional e internacional,o bien se discute entre facciones y grupos rivales quecompiten por el reconocimiento oficial o el acceso a recur-sos. Es cierto que en numerosos casos las organizacionesindígenas existentes fueron estructuradas de arriba abajo,formadas por élites intelectuales indígenas que carecen deuna auténtica base "popular", pero cada vez más las orga-nizaciones indígenas se están construyendo de abajoarriba, a través de un difícil proceso de movilización y

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organización, en el que surgen nuevos liderazgos conbases populares, que expresan las auténticas preocupa-ciones de sus afiliados.

EL LIDERAZGO INDÍGENA

El tema de la representación seguirá siendo plante-ado sin duda durante algún tiempo. El liderazgo tradicionala nivel de comunidad local lo ejerce generalmente unageneración más vieja de autoridades locales quienes apesar de estar inmersos en la cultura de su grupo, no siem-pre están bien preparados para enfrentar los retos de lasorganizaciones "modernas" y las negociaciones políticas.Estas autoridades tradicionales están siendo desplazadaspaulatinamente por una generación joven de activistasindígenas, muchos de ellos profesionales que han vivido yhan calibrado sus habilidades en un ambiente no-indígena.Si bien pueden surgir tensiones entre estas dos generacio-nes, sus papeles son a veces complementarios: las autori-dades tradicionales de ancianos se ocupan de los asuntosde la comunidad, mientras que los líderes más jóvenes seinvolucran en construir organizaciones y alianzas y en tra-tar con el mundo exterior.

En la medida en que más y más jóvenes indígenaspasan por el sistema educativo formal y logran obtenerposiciones profesionales como agrónomos, maestros,médicos, abogados etc., ha surgido una elite intelectualindígena en varios países latinoamericanos, que se estátransformando en la fibra vital de las nuevas organizacio-

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nes. Los intelectuales indígenas están involucrados activa-mente en desarrollar el "nuevo discurso indígena" queotorga a estas organizaciones sus identidades distintivas.No solamente se ocupan de formular la agenda política desus movimientos, también redescubren sus raíces históri-cas, se preocupan por la lengua, la cultura y la cosmología,y se involucran activamente en "inventar tradiciones" yconstruir nuevas "comunidades imaginarias". En la medidaen que la nueva inteligentsia indígena participa en redesnacionales e internacionales y logra difundir su mensajehacia otros sectores de la población, y en la medida enque es capaz de movilizar recursos y obtener cierta canti-dad de "bienes colectivos" (recursos materiales y políticos,reconocimiento público y legal, etc.), los intelectuales indí-genas se han transformado en vínculos indispensables enel proceso de organización y movilización.

Por otra parte, el liderazgo indígena también lograobtener apoyo de sus bases populares, de los activistaslocales involucrados en la lucha contra las violaciones delos derechos humanos, o por los derechos a la tierra, o almedio ambiente, temas en que con frecuencia juegan unpapel especialmente activo las mujeres indígenas. Aveces parece haber alguna tensión entre los activistaslocales y los intelectuales, porque los primeros se preocu-pan de asuntos más inmediatos y buscan soluciones con-cretas, mientras que los segundos se involucran más en laconsolidación de las instituciones a mediano y largoplazo. Además, mientras que los intelectuales indígenascontribuyen al desarrollo de una ideología y una Weltans-chauung "indianista", y también se encuentran a veces

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envueltos en discusiones con diversas tendencias ideoló-gicas en América Latina (nacionalismo, marxismo, teologíade la liberación, democracia cristiana, protestantismoevangélico), los activistas locales no tienen mucha pacien-cia con estos debates intelectuales y se interesan más enla negociación de problemas específicos con el poderexistente en vez de alcanzar la pureza o la coherencia ideo-lógicas. Estos diversos enfoques, así como otros facto-res, han conducido a no pocas disputas sobre asuntosorganizativos, estrategia y tácticas que a veces dan laimpresión de un movimiento indígena muy fragmentado yfaccionalizado.

LAS ALIANZAS

En la medida en que la mayoría de las comunidadesindígenas en América Latina consisten de sociedadescampesinas rurales, las demandas indígenas tienen mu-cho en común con las preocupaciones de todos los cam-pesinos acerca del derecho al agua y la tierra, la cuestiónde la reforma agraria, el crédito agrícola, la asistencia téc-nica, el acceso a los mercados, los precios y los subsidiosagrícolas etc. Estas han sido cuestiones particularmenteurgentes en el altiplano andino, como en otras partes,desde los años sesenta, cuando surgieron numerososmovimientos campesinos militantes en América Latina.Además, si bien las organizaciones indígenas son cons-cientes de su identidad y su independencia, tambiénsaben que su impacto y alcance serán limitados si se aís-lan de otros movimientos sociales. De esta manera, las

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organizaciones indígenas han tenido que enfrentar dostipos de problemas interrelacionados: el papel de los movi-mientos indígenas en el marco de los conflictos y de la arti-culación de intereses en la sociedad nacional, y el temacrucial de la construcción de alianzas estratégicas conotras organizaciones.

Sobre el primer punto, no me referiré a los añejosdebates, comunes en el siglo diecinueve y a principios delveinte, sobre la supuesta inferioridad de las "razas" indí-genas en América Latina, ni al objetivo de las élites nacio-nales de eliminar a los indígenas "bárbaros" que hacíanpeligrar la sobrevivencia de la civilización. Más bien, eldebate se ha centrado en las décadas más recientes, endos conceptualizaciones alternativas: por una parte, laidea de que las culturas indígenas no estaban integradasa la cultura nacional y que la integración nacional requeríade la rápida incorporación de los indios, por lo tanto, desu desaparición como tales. Para las organizaciones indí-genas, este modelo les presentaba algunas opciones: yasea aceptar las políticas asimilacionistas del Estado ne-gociando sus términos, o rechazarlas totalmente y bienpresentar alternativas posibles. Cada una de estas tresposturas ha sido asumida en algún momento por algunade las organizaciones indígenas.

ETNIA Y CLASE

Por otra parte, a partir de los años treinta, se ha dadoun largo debate acerca de si los pueblos indígenas deben

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ser considerados como una instancia de una clase socialsubordinada y explotada (campesinado de subsistencia,trabajadores agrícolas), o bien como pueblos oprimidosculturalmente diferenciados (nacionalidades), que de he-cho también pueden estar diferenciados internamente enlo social y lo económico. Este es el debate sobre etnia oclase, que se ha escuchado frecuentemente en las aulasacadémicas, y tiene implicaciones para los objetivos y lasestrategias de los movimientos indígenas y de otros movi-mientos sociales. Si se ha de considerar a las poblacionesindígenas simplemente como un segmento del campesi-nado explotado, entonces la solución a sus problemas sepodrá encontrar en la lucha y la organización clasistas (sin-dicatos campesinos, reforma agraria). Además, el énfasisen la identidad étnica diluiría la conciencia de clase y suscorrespondientes actitudes políticas. Pero, si se considerala identidad indígena como fundamental, entonces losasuntos vinculados a la situación de clase resultaránsecundarios.

Tal parecería que la mayoría de las organizacionesindígenas en años recientes han optado por la segundade estas posiciones. Sin negar o ignorar la cuestión cla-sista, han enfatizado la identidad étnica y los aspectos"étnico-nacionales" de sus luchas, lo que también les haproducido cierta prominencia a nivel nacional como en elextranjero. Una de las razones que las ha llevado a adop-tar esta posición es el enfoque bastante sesgado que hanadoptado los partidos políticos tradicionales de izquierdaen América Latina con respecto a la "cuestión indígena".Durante muchos años estos partidos promovieron una

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postura "clasista" clásica frente a los conflictos sociales,que enajenó a muchos aliados potenciales indígenas queno veían reflejadas sus propias preocupaciones en el dis-curso marxista de muchos de estos partidos políticos. Sepueden ver ejemplos de estas tensiones en el conflictoentre los sandinistas y los miskitos en Nicaragua durantelos ochenta, y en la evolución de la ideología y la guerrarevolucionarias en Guatemala durante treinta años, hastala firma de la paz en 1996.viii

El debate acerca de la clase vs. la etnia también tieneimplicaciones más amplias en cuanto a estrategia y tácti-cas políticas, porque tiene que ver con la posibilidad deque los movimientos indígenas hagan alianzas con otrasorganizaciones sociales y políticas. Desde el inicio de suproceso de organización y movilización, los activistas indí-genas se dieron cuenta que para lograr sus objetivos másamplios, y para evitar el encapsulamiento, tendrían quebuscar alianzas con otros sectores de la sociedad, parti-cularmente con los sindicatos de trabajadores, las organi-zaciones campesinas, los estudiantes, los intelectualesurbanos, así como con instituciones establecidas como laiglesia católica (o cuando menos con algunas de sus ten-dencias actuales, específicamente la teología de la libera-ción), y bajo ciertas circunstancias, también con algunospartidos políticos.

Algunas organizaciones indígenas tuvieron sus ini-cios como filiales de algún partido político: en México, elPRI organizó algunas organizaciones indígenas en lossetenta; en Bolivia los diversos partidos políticos tenían, y

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algunos todavía tienen, filiales indígenas. Un partido clara-mente indígena, el katarismo (Movimiento Indígena TupacKatari) compitió abiertamente por el poder político, y suantiguo candidato presidencial, Víctor Hugo Cárdenas,quien se identifica como indígena aymara, es desde 1993vice-presidente de Bolivia en un gobierno de coalición. Porlo común, sin embargo, las organizaciones indígenas hanevitado afiliarse a algún partido político (no así sus miem-bros individuales), y sus líderes generalmente rechazanlos ofrecimientos que les hacen los partidos políticos paraincorporarlos o cooptarlos a las estructuras partidariasestablecidas.ix

Sin embargo, los líderes indígenas se han dadocuenta de la necesidad de establecer alianzas tácticas conotras organizaciones sociales, particularmente cuando secomparten los objetivos de la lucha social, como por ejem-plo en la defensa de los derechos humanos bajo regíme-nes represivos como las sucesivas dictaduras militaresen Guatemala. El problema de las alianzas se ha planteadopúblicamente en algunos congresos internacionales a losque asisten las organizaciones indígenas. Los participantessubrayan el hecho que la movilización popular amplia-mente inclusiva tendrá mayor impacto político que accio-nes aisladas llevadas a cabo por grupos más pequeños yfragmentados. Por otra parte, los líderes indígenas afirmanque sus intereses específicos (la identidad étnica, el reco-nocimiento de los derechos históricos de los pueblos indí-genas) se pierden fácilmente y resultan subordinados a laspreocupaciones más generales de las organizacionespopulares. Por lo común temen (con alguna justificación)

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que las organizaciones indígenas llegarán a ser jugadoresmenores en un juego dominado por las organizacionesmestizas establecidas, y que se arriesgan a ser manipula-dos por los políticos mestizos más experimentados.

EL APOYO EXTERNO

Las organizaciones indígenas no habrían llegadohasta donde han llegado en estos años sin apoyos exter-nos. De hecho, numerosas organizaciones tuvieron su ini-cio con ayuda de agentes externos, que aún mantienen enalgunos casos su ascendencia sobre ellas. Las misionescatólicas y protestantes ayudaron a algunas de las asocia-ciones indígenas amazónicas a organizarse en los añossesentas y setentas. También han sido instrumentales enorganizar el movimiento indígena, en diversos momentos,los maestros, agrónomos en servicio gubernamental,antropólogos de instituciones académicas, trabajadoresde la salud y otros profesionistas no indígenas, así comoactivistas de diferentes tipos de grupos políticos. Muchasde estas organizaciones ahora reciben ayuda financiera osubsidios de numerosas agencias internacionales y orga-nizaciones no gubernamentales de diversos tipos que sehan establecido en América Latina.

PERSPECTIVAS DEL MOVIMIENTO INDÍGENA

El surgimiento del movimiento indígena, ¿es un fenó-meno temporal o es un hecho permanente que representa

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algún cambio profundo en las sociedades latinoamericanas?Sólo el tiempo lo dirá, pero por ahora está claro, cuandomenos para quien esto escribe, que el movimiento indígenaexpresa fuerzas sociales fundamentales que subyacen algu-nas de las transformaciones que han estado ocurriendo enel continente durante el último tercio de este siglo.

Existe cierto número de factores que pueden darrazón del surgimiento de la conciencia indígena y de estosnuevos movimientos sociales en la escena pública. En pri-mer lugar, hay que mencionar el desencanto generalizado,y el fracaso de las políticas desarrollistas tradicionales quefueron aplicadas asiduamente por los gobiernos naciona-les y las organizaciones multilaterales desde el fin de laSegunda Guerra Mundial. El "desarrollo económico" era lapalabrita mágica, utilizada por generaciones de planifica-dores oficiales y académicos, que traería mejores nivelesde vida y mayores ingresos a los pobres, los marginaliza-dos, las poblaciones atrasadas de América Latina.

Esto no sucedió así, como lo ha demostrado la"década perdida" de los ochenta.

Las poblaciones indígenas fueron efectivamenteincorporadas al sector "moderno" de la economía a travésde los mecanismos del mercado, las migraciones de tra-bajadores, la ampliación de la infraestructura de comuni-caciones y transportes, pero vieron cómo los beneficiosdel crecimiento iban a dar, como siempre, a las elites.Salvo algunos proyectos "piloto", la situación de los pue-blos indígenas se fue deteriorando durante este periodo, al

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ir perdiendo su autonomía y sus medios de subsistencia yvolverse más y más dependientes del capitalismo de mer-cado. En este proceso de desarrollo desigual, las pobla-ciones indígenas fueron en todas partes "víctimas" másque "beneficiarios", las poblaciones más vulnerables y frá-giles atrapadas en la vorágine de cambios económicos ysociales acelerados e inestables. Este hecho no pasódesapercibido para la inteligentsia indígena emergente,quienes pronto se volvieron escépticos de las proyeccio-nes económicas optimistas, las promesas de sus gobier-nos y las predicciones acerca de su acceso inminente alprogreso y la civilización. Así como habían sido grandeslas esperanzas, también fue grande la desilusión.x

Otro factor que está vinculado al anterior, fue la cre-ciente conciencia de los intelectuales indígenas emergen-tes de que el Estado-Nación moderno que la elite mestizahabía venido construyendo con tanto ahinco desde elsiglo XIX tenía fallas de origen. En vez de ser un Estadoincluyente, resultó ser excluyente: las culturas indias erannegadas, los indios eran víctimas de racismo y discrimi-nación abierta o sutil; los pueblos indígenas (aun cuandoconstituían mayorías demográficas como en Bolivia y Gua-temala y en numerosas regiones subnacionales en losdemás países), estaban excluidos del bienestar econó-mico, de la igualdad social, de los procesos de toma dedecisión política, y del acceso a la justicia en el sistemalegal. Los indios no se reconocían en el modelo prevale-ciente del Estado "nacional", tal como este fue construidopor las elites mestizas y blancas de la clase dominante.(Mientras que los mestizos llegaron al poder en países

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como México, las jerarquías tradicionales racial-culturalesdominadas por los descendientes criollos de los coloniza-dores españoles o de otros europeos prevalecieron hastabien entrado el siglo veinte en los demás países).

Las raíces indígenas de América Latina fueron con-sideradas durante mucho tiempo como un lastre por laselites europeas, y las políticas indigenistas asimilacionis-tas de los gobiernos indicaban claramente que las culturasindígenas no tenían futuro en el Estado-Nación moderno.A pesar de haber recibido el derecho formal de ciudadaníaen la mayoría de los países latinoamericanos, los pueblosindígenas han sido tratados frecuentemente como ciuda-danos de segunda clase, cuando no se les denegabansimplemente estos derechos (en algunos países fuerontratados como menores de edad, tutelados por el Estado,discapacitados legalmente). La democracia representa-tiva, la participación política institucional, la igualdad antela ley, el debido proceso, el respeto de sus lenguas, cultu-ras, religiones y tradiciones, así como la dignidad acor-dada por el resto de la sociedad nacional; todo esto no erapara los indios. Muchos indígenas interiorizaban de hecholos estereotipos y los estigmas que les fueron impuestospor los sectores dominantes, y recurrían a la auto-nega-ción y la auto-denigración con tal de ser aceptados por losno-indios. Otros desarrollaron una "cultura de la resisten-cia", volviendo hacia adentro, evitando el contacto con elmundo exterior lo más posible (una reacción que en añosrecientes ha sido cada vez más difícil de mantener). Otrosmás, conscientes de que el modelo existente de Estadonacional les niega su identidad y su sobrevivencia como

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culturas viables, han comenzado a cuestionar la ideadominante de la Nación, al proponer concepciones alter-nativas de Estado multicultural y poliétnico. Esta es una delas demandas que el nuevo movimiento indígena haestado proponiendo en años recientes.

No hay duda que el movimiento indígena se ha ins-pirado a su vez en las luchas anticoloniales de liberaciónde los años de posguerra. Los intelectuales indígenas sehan identificado con los movimientos de liberación nacio-nal, considerando con frecuencia que sus propias luchastambién son anticoloniales, porque sus pueblos fueronvíctimas de un colonialismo anterior que se transformó encolonialismo interno durante el periodo independiente. Alobservar los logros de los movimientos anticoloniales y deliberación nacional, es probable que se hicieran la pre-gunta, "¿Y nosotros por qué no?". De hecho, en los nume-rosos manifiestos y proclamas indígenas, los pueblosindios de América Latina son presentados como víctimasdel colonialismo y su lucha como una resistencia antico-lonial. Esto fue formulado y repetido de manera muy claraen numerosos foros nacionales e internacionales durantelas conmemoraciones del 500 aniversario del "Encuentrode Dos Mundos", un evento que estimuló aún más la cons-titución de las organizaciones indígenas en el continente.

HACIA UNA NUEVA VISIÓN

El surgimiento de las organizaciones indígenastambién refleja la emergencia de una cosmovisión indí-

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gena o indianista, que todavía no constituye una ideologíapolítica estructurada y coherente, pero que contiene ele-mentos de ella que la distinguen claramente de otras ide-ologías que permearon el pensamiento social durantemuchas décadas. Tal parece que la emergente intelectua-lidad indígena rechazó las ideologías hegemónicas de laépoca porque estas no encaraban la problemática de lospueblos indígenas y el estado nacional en forma ade-cuada, y luego se dedicó a construir sus propios textosideológicos.

Estrechamente vinculado a las ideas del desarrolloeconómico y de la construcción nacional, está el conceptode "modernización", que alguna vez fue promovido comoun proceso social universalizante e inclusivo que abarcaríaeventualmente a todas las formas tradicionales, atrasadaso pre-modernas de sociedad. Se consideraba que estasformas eran propias de las comunidades y las culturas indí-genas, y que por lo tanto estaban destinadas a desapare-cer. Las políticas de modernización, promovidas como unremedio al subdesarrollo y la pobreza, fueron diseñadaspara acelerar este proceso, considerado por muchos comoinevitable y deseable. El paradigma de la modernización,aún mantenido en alto por los estadistas como sinónimode progreso y por lo tanto moralmente legítimo, es consi-derado hoy en día por muchos activistas indígenas y sussimpatizantes como poco menos que etnocida. La ideo-logía indianista emergente encuentra poco apoyo en esteparadigma y generalmente lo rechaza como objetivo viablepara los pueblos indígenas. Esta tensión se expresa clara-mente en los conflictos en torno de los cambios ecológi-

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cos, particularmente en las regiones de selva húmeda tro-pical. En dichas regiones, la modernización se identificacon frecuencia con vastas transformaciones ecológicasque destruyen los recursos bióticos del bosque tropical, elhabitat de numerosos grupos indígenas.

La teoría de la modernización (una de las modas inte-lectuales asociadas a la sociología del desarrollo) tambiénplanteaba la necesidad de profundos cambios en los valo-res culturales de las poblaciones "atrasadas" y "tradiciona-les". Diversas escuelas de "cientistas sociales aplicados"aplicaban sus conocimientos para decirles a las poblacio-nes indígenas del mundo que sus modos de vida estabanmoralmente equivocados (el enfoque misionero) o queeran disfuncionales al mundo moderno (el enfoque tec-nocrático). Los pueblos indígenas que aceptaban estosargumentos bien pronto se encontraban moralmente des-pojados, culturalmente empobrecidos y materialmentedevastados. La ideología indígena (o indianista) actualcuestiona por ello al paradigma de la modernización comoirrelevante en el mejor de los casos, y como potencial-mente destructivo de los valores indígenas.

Durante décadas, el enfoque de la modernizacióncon respecto a los cambios sociales y culturales entre lospueblos indígenas compitió con la visión del mundo delmarxismo, no sólo como un mapa cognoscitivo del"mundo real" en el cual se encontraban los pueblos indí-genas, sino también como una guía revolucionara para laacción y la transformación histórica. Los grupos políticosmarxistas y sus diversas tendencias tenían a veces sus

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plataformas "indigenistas" (cuando pensaban en los pue-blos indígenas, lo cual no sucedía con frecuencia). Ge-neralmente esto significaba invitar a los indios a que sedeshicieran de sus identidades indígenas para incorpo-rarse a la lucha de clases como campesinos pobres yexplotados. Algunas veces, significaba simplementerechazar llanamente a los pueblos indígenas como dema-siado primitivos para comprender la lucha de clases yconcentrar su atención en la revolución entre las clases"avanzadas" de América Latina, en primer lugar el proleta-riado urbano. Se sostenía que una vez ganada la batalla,un gobierno revolucionario ilustrado llevaría el progreso alos indígenas atrasados.

Los intelectuales indígenas reconocían que la visiónmarxista ortodoxa del "problema indígena" no era tan dis-tinta del enfoque de la "modernización" discutido con ante-rioridad. Algunos de ellos rechazaron ambos enfoquescomo siendo productos del "Occidente colonizador". Elescepticismo indígena aumentaba conforme algunos gru-pos indígenas se encontraron literalmente entre el fuegocruzado de las guerrillas izquierdistas y los ejércitos repre-sores en diversos estados latinoamericanos durante lossetenta y los ochenta (Bolivia, Colombia, Guatemala, Perú.En Nicaragua, se encontraron entre un gobierno revolucio-nario izquierdista y los contras organizados por EstadosUnidos).xi Así, la ideología indianista surgió como una alter-nativa al vacío ideológico (en cuanto a pueblos indígenasse refiere) de las principales filosofías políticas tanto libe-rales como marxistas. Si bien sería difícil hablar actual-mente de una ideología indianista acabada, estructurada y

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coherente (de hecho, podría nunca ocurrir), existe ciertonúmero de temas e hilos conductores que persiste y rea-parece en las diversas corrientes del "indianismo", talcomo se expresa en los documentos de las organizacio-nes los grupos, seminarios, conferencias, talleres, revistasy periódicos indígenas. Estos planteamientos van de lamano frecuentemente con demandas específicas dirigidasprincipalmente a los gobiernos, pero también a veces a lasociedad en su conjunto. Estos temas pueden agruparsebajo cinco grandes rubros:

11)) DDeeffiinniicciióónn yy ssttaattuuss lleeggaall.. Mientras que los burócra-tas, los juristas y los antropólogos (así como alguno queotro misionero) se han complicado la vida en torno a lacuestión de quién es y quién no es indio (o lo que consti-tuye lo "indígena") –por lo que la definición y cuantificaciónde los pueblos indígenas en América Latina es una tareaambigua– el derecho a la auto-definición es una de lasdemandas recurrentes de las organizaciones indígenas.Ahora se ha transformado en una cuestión de identidadcultural, y con frecuencia un asunto de honor (indepen-dientemente de criterios tan "objetivos" como el uso de lalengua, el vestido, o la participación activa en la vida de lacomunidad). Más que una elección individual, se trata paramuchas organizaciones del reconocimiento grupal y de laidentidad colectiva. Mientras ser indígena significa estarestigmatizado, la auto-identificación no ofrece mayoresincentivos; pero como están cambiando los tiempos, laauto-identificación indígena se ha vuelto un instrumentopolítico en un espacio social contestado.

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En la medida en que las etiquetas sociales y cultura-les con frecuencia implican un status legal específico, y enque la atribución del status legal ha sido típicamente unaprerrogativa de los gobiernos, las organizaciones indíge-nas que reclaman el derecho de auto-definición (que esconsiderado ahora como un derecho humano fundamen-tal), también cuestionan la autoridad de los gobiernos aimponer este status unilateralmente (que es de hecho loque ha ocurrido desde el principio). El movimiento indí-gena reclama un nuevo status para los pueblos indígenasen el marco de una sociedad democrática, reclamo que enlos últimos años encuentra su expresión en los cambioslegislativos y constitucionales mencionados al inicio deeste ensayo.

22)) DDeerreecchhoo aa llaa ttiieerrrraa.. Aunque los derechos a la tierray la cuestión agraria ya no reciben mucha atención en laera de la globalización económica, estos problemas sonfundamentales para la sobrevivencia de los pueblos indí-genas en América Latina, y constituyen una de susdemandas principales. La pérdida de sus tierras (esencialpara su modo de vida) ha sido una constante en la histo-ria indígena de América Latina, y la lucha por la preserva-ción o la restitución de sus derechos agrarios está en labase de muchos de los intentos recientes de los indígenaspor organizarse. La tierra y sus diversos recursos (los bos-ques, el agua, la fauna y la flora, incluso los minerales) seven principalmente como bienes colectivos, comunales,aunque la noción de los derechos de propiedad individualha penetrado entre los indígenas después de décadas deexpansión capitalista. Numerosas luchas agrarias han te-

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nido lugar entre los mapuches de Chile, en el altiplanoandino en Perú y Ecuador, entre los mayas de Guatemala,y se encuentran en la base de los conflictos sociales enMéxico, inclusive el levantamiento indígena en Chiapas en1994. La cuestión de la tierra no está aún resuelta para elcampesinado indígena en América Latina, y su descuidopor parte de los gobiernos –después de la ola de reformasagrarias, ya olvidadas y relegadas, como parte del pro-grama de la Alianza para el Progreso durante los sesen-tas– impone severas cargas a los pueblos indígenas.

Si bien los derechos agrarios en sentido estricto serefieren a los recursos productivos, los pueblos indígenastambién reclaman con insistencia sus derechos territoria-les, es decir, el reconocimiento y la delimitación legal desus territorios ancestrales, ocupados en forma continuapor un grupo indígena a lo largo del tiempo, y que gene-ralmente representa el espacio geográfico necesario parala reproducción cultural y social del grupo. Los territoriosindios han sufrido graves pérdidas como resultado de lacolonización del exterior o expropiaciones decretadas porlos gobiernos, y hay consenso de que sin su propio terri-torio, la sobrevivencia social y cultural de los pueblos indí-genas se ve seriamente amenazada.

33)) LLaa iiddeennttiiddaadd ccuullttuurraall.. El cambio cultural espontá-neo y el proceso de aculturación, así como las políticasestatales de asimilación de los pueblos indígenas, se hanconsiderado como etnocidas, es decir que ponen en peli-gro la supervivencia de las culturas indígenas. A través deuna cultura pasiva de resistencia, numerosos pueblos indí-

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genas han logrado preservar elementos de su cultura ymantener su identidad étnica, la cual se ha visto fortale-cida en años recientes por el renacimiento cultural cons-ciente fomentado por las elites indígenas y los militantesculturales. Así, por ejemplo, la cultura maya está siendopromovida activamente en Guatemala por numerosasorganizaciones indígenas (además, en un ambiente alta-mente represivo, la actividad propiamente cultural es algomenos peligrosa que una actividad abiertamente política).Las lenguas y tradiciones quechuas y aymaras son revivi-das en los países andinos; y en México una organizaciónde escritores e intelectuales indígenas promueve las lite-raturas indígenas. Algunas veces, estas actividades reci-ben apoyo gubernamental, pero generalmente dependende sus propios recursos, tal vez con alguna ayuda de unaONG simpatizante.

Desde el siglo diecinueve el castellano fue declaradolengua oficial y nacional de los estados hispanoparlantesde América Latina, y las lenguas indígenas fueron califica-das de "dialectos" en el mejor de los casos, no merecedo-ras de ser preservadas. En consecuencia, la educaciónformal y privada (generalmente misionera) les impuso a losgrupos indígenas la lengua del Estado, y con frecuenciaprohibía incluso su uso en las instancias públicas (proce-dimientos legales, administración municipal etc.). Con taldesventaja en el uso de sus propias lenguas, los derechosde los pueblos indígenas eran fácil y sistemáticamentevulnerados. En años recientes, como resultado de lasdemandas indígenas y de la re-evaluación de las políticasindigenistas por parte de maestros y científicos sociales,

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algunos gobiernos han aplicado programas de educaciónbilingüe en las regiones indígenas. Las organizacionesindígenas ahora reclaman servicios educativos en sus pro-pios idiomas, programas de capacitación de maestrospara sus propias gentes y contenidos curriculares quetomen en cuenta las culturas indígenas. En algunos esta-dos (por ejemplo, en Perú), las lenguas indígenas ahorahan sido reconocidas como lenguas nacionales. En otros,en los asuntos administrativos y jurídicos de interés paralos indios se debe permitir el uso de las lenguas indígenas.

44)) OOrrggaanniizzaacciióónn ssoocciiaall yy ccoossttuummbbrree jjuurrííddiiccaa.. La vidacomunitaria indígena, y por tanto, la viabilidad de las cul-turas indígenas, dependen de la vitalidad de la organiza-ción social del grupo y, en muchos casos, del uso activode la costumbre jurídica local. Esto se ha transformadodesde hace poco en una demanda importante de las orga-nizaciones indígenas, en la medida en que el no reconoci-miento de la organización social local y de la costumbrejurídica por parte del sistema jurídico estatal y de la admi-nistración pública también contribuye al debilitamiento y ladesaparición potencial de las culturas indígenas.

Ningún Estado latinoamericano reconoce formal-mente el pluralismo legal, pero siempre ha existido ciertogrado de tolerancia para los "usos y costumbres" locales(en la época colonial un sistema jurídico especial para las"Repúblicas de Indios" fue establecido por la Corona).Muchas organizaciones indígenas ahora han planteadocomo objetivo el reconocimiento formal de la costumbrejurídica y de las formas tradicionales de autoridad local, de

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resolución de conflictos, prácticas relativas a la herencia yel patrimonio, patrones de uso de la tierra y los recursoscomunales etc. Aquí se están planteando demandas polí-ticas que se expresan con frecuencia en el objetivo indí-gena de lograr un mayor grado de:

55)) ppaarrttiicciippaacciióónn ppoollííttiiccaa.. Las organizaciones indíge-nas ahora no sólo reclaman mayor representación políticaen las instituciones gubernamentales (consejos municipa-les, legislaturas estatales, congresos nacionales), sinotambién tratan de obtener el derecho a la libre determina-ción (garantizado en el derecho internacional), que seexpresa a través de la autonomía y el autogobierno local yregional. Muchos estados todavía temen estas demandas,porque creen que serían un paso hacia la secesión y lafragmentación del Estado nacional, pero las organizacio-nes indígenas generalmente insisten en que sólo pidenautodeterminación interna y mayor participación en la polí-tica nacional, no como una minoría excluida, sino comolos descendientes de los primeros habitantes del país, porlo tanto como los "auténticos" representantes de la"nación". Varios países, como Nicaragua, Panamá y Brasil,han adoptado sendos estatutos de autonomía para lasregiones indígenas, y otros están contemplando hacerlo.Esta es una temática que sin duda producirá numerosascontroversias en el futuro.xii

La evolución del campo de los derechos indígenas anivel internacional en años recientes, ha tenido fuerteinfluencia en la posición y la evolución de las organizacio-nes indígenas en América Latina, y puede haber influido

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también en la evolución de las posiciones de los gobier-nos. El Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas dela ONU ha venido preparando un proyecto de Declaraciónde Derechos Indígenas desde 1982. Los gobiernos latino-americanos al principio prestaban poca atención a estostrabajos, pero al pasar los años están tomando un mayorinterés. Al inicio, la representación indígena latinoameri-cana fue escasa, pero en años recientes más y más orga-nizaciones indígenas de la región han participado en losdebates anuales del Grupo de Trabajo en Ginebra. La asis-tencia a estas reuniones proporciona una oportunidad amuchos líderes indígenas de conocer el medio ambienteinternacional, tomar contactos con sus congéneres deotros países, y de esta manera fortalecer su propia labororganizativa nacional. Cualquiera que sea el resultado finaldel proyecto de Declaración (puede ser que la AsambleaGeneral de la ONU la apruebe con modificaciones), lasorganizaciones indígenas ya se refieren a sus diversos ar-tículos provisionales como un punto de referencia nece-sario en su propio discurso político. Así, por ejemplo, laafirmación que los pueblos indígenas, como todos lospueblos, tienen el derecho a la libre determinación.

Por otra parte, la representación indígena no fue muynumerosa en los debates previos a la adopción del Con-venio 169 de la Organización Internacional del Trabajo en1989. Los puntos de vista indígenas fueron expresadosprincipalmente por los delegados obreros ante la OIT,quienes no siempre estaban muy bien enterados de estosasuntos. Ya que el Convenio 169 ha sido ratificado porcierto número de Estados latinoamericanos, las organiza-

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ciones indígenas se refieren a él con razón como uno delos instrumentos legales existentes que obligan a los go-biernos, y en consecuencia promueven activamente suratificación en los países que aún no lo han ratificado. Enla medida en que existe un derecho internacional emer-gente de los derechos indígenas, las organizaciones indí-genas en América Latina lo utilizarán tanto en lo jurídicocomo en lo político.

El discurso indígena ocurre en la intersección de lostemas referentes a los derechos humanos, la democracia,el desarrollo y el medio ambiente. Se ha vuelto más claroque las demandas indígenas preocupan no solamente alos pueblos indígenas sino que involucran a toda la socie-dad nacional. Los pueblos indígenas reclaman no sola-mente más y mejor democracia, o la mejor aplicación delos mecanismos de defensa y protección de los derechoshumanos, o mayor participación en los beneficios de losprogramas de desarrollo. De hecho, están cuestionando ydesafiando las premisas mismas sobre las cuales ha sidoerigido el Estado Nación en América Latina desde hacecasi dos siglos.

REFERENCIAS

i Sobre la cuestión étnica, véase Stavenhagen (1990);sobre etnocidio y etnodesarrollo, Bonfil (1982)ii (Psacharopoulos & Patrinos 1994)iii Ver González (1994) y también CELADE (1994).iv Salazar (1981), Descola (1988), Ibarra (1987)

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v Guerrero (1993)vi Brysk (1994)vii Stavenhagen (1988)viii Díaz-Polanco (1985), Arias (1990), Le Bot (1995)ix Albó (1994)x Davis (1977)xi Vilas (1992)xii Para una formulación anterior de estos temas véase Sta-venhagen (1992)

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Multiculturalidad y derechos culturales

El Colegio de México, 2002

EL PLANETA MULTICULTURAL

Si admitimos que el mundo contemporáneo se com-pone de un conjunto limitado de países consideradoscomo Estados nacionales, los cuales marcaron la historiade los dos últimos siglos de manera indeleble, entonces eltema del multiculturalismo puede enfocarse en tres nive-les diferentes.

El primero se refiere a la escala planetaria. La pobla-ción humana de nuestro pequeño planeta –pequeño en tér-minos cósmicos– se divide en un gran número de pueblos,naciones, etnias, culturas y civilizaciones, dependiendo delos criterios definitorios utilizados y de las preferencias dequien realiza la clasificación. Yo me inclino por utilizar eltérmino de "pueblos" porque es el que a mi entender pre-senta menos problemas teóricos y porque –y esto esimportante– los dos pactos internacionales de derechoshumanos adoptados por la Asamblea General de la ONUen 1966 establecen de manera contundente "el derecho delos pueblos a la libre determinación".

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También podríamos usar el concepto de "nación", tanmanoseado por los políticos nacionalistas y los maestrosde banquillo en las repúblicas ilustradas; pero recordandoque la nación no es más que una "comunidad imaginada"(Benedict 1983), esta ha perdido un poco de su lustre, con-virtiéndose más bien en un lastre en época de globaliza-ción. No olvidemos, sin embargo, que si bien los pueblostienen derechos, las naciones también tienen voz y votoen las Naciones Unidas y, lo que es más importante, tienenestados y ejércitos que usan con frecuencia para combatira otras naciones.

También hay problemas con el vocablo "etnia", quecon frecuencia viene atado al término "minoría". Así,hablamos de minorías étnicas, de grupos étnicos, de iden-tidades étnicas o de etnicidad, como un atributo de laspersonas, o bien, de conflictos étnicos como de algo quesucede al interior de las fronteras nacionales. A veces noshuele un poco a folclor. Existen lujosos libros profusa-mente ilustrados de "arte étnico" que los amigos le regalana uno para Navidad cuando no saben qué otra cosa obse-quiar. Según algunas estimaciones, hay en el mundovarios miles de etnias, mientras que solamente existenunos doscientos Estados nacionales. Por cierto, según laONU las minorías étnicas también tienen derechos, peromenores que los pueblos y las naciones.

Tenemos el noble vocablo de la "cultura", un con-cepto que abarca mucho y es prácticamente imposible dedefinir. Sabemos que los pueblos, las naciones y las etniasson portadores de culturas diferentes, pero en la tradición

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intelectual la cultura tiende a ser abstraída de los sereshumanos reales y adquirir casi vida propia independiente-mente de los grupos sociales que viven en el tiempo y enel espacio concretos. Se habla, por ejemplo, de la culturauniversal o de la cultura empresarial o de la de los jóvenesetc. La UNESCO (1996), que es el organismo de las Nacio-nes Unidas encargado de promover la cultura en elmundo, establece que la "cultura es la última frontera deldesarrollo".

Finalmente, es preciso mencionar el también vene-rable concepto de "civilización" que constituye una herra-mienta útil para distinguir grandes conglomerados culturalesidentificados por determinados elementos y valores com-partidos, los cuales según algunos autores han competidohistóricamente por la hegemonía o el dominio mundial. Ins-pirándose en O. Spengler y A. Toynbee, entre otros, se pue-den caracterizar periodos de la historia mundial y grandesespacios geopolíticos como conjuntos civilizatorios. Hayquienes hoy en día vaticinan (y de hecho promueven) unacruenta guerra mundial entre civilizaciones. (Huntington)

Quedémonos pues con el concepto de "pueblos". Sialgo ha logrado la globalización, es acercar a los pueblosdel mundo vía medios de comunicación, mercados globa-les, nuevos procesos productivos internacionalizados,homogeneización del consumo y las ubicuas redes derelaciones que traspasan fronteras y desafían el conceptomismo de Estados nacionales. Además, el fenómeno másdramático de la globalización es sin duda el de las masi-vas migraciones de grandes conjuntos humanos (principal

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pero no únicamente de este a oeste y de sur a norte), quehan modificado sustancialmente la composición demográ-fica, cultural, social y política de numerosos países.

La globalización ¿tiende a homogeneizar las culturaso bien a fragmentar la cultura? El debate está abierto. Hayquienes afirman –y lamentan– que la globalización imponecada vez más un solo modelo cultural, impuesto por elImperio al resto del mundo. (El Imperio, dicho sea de paso,es más que el viejo imperialismo de un solo país sobre losdemás; el Imperio, según Hardt y Negri, es el sistema glo-bal de dominación en el que estamos todos involucradosen la actualidad). Otros afirman que que la multiculturali-dad mundial no es más que una estratagema de domina-ción que beneficia al susodicho imperio al crear nichosde mercado culturalmente construidos que de esta ma-nera también fragmentan la capacidad de resistencia y deprotesta.

En fin, hace décadas se viene pugnando por un diá-logo intercultural. El respeto a las culturas otrora oprimidaspor el colonialismo y el racismo internacionales se ha tor-nado un imperativo de la convivialidad mundial. ¿Será quesi hubiera más diálogo entre los pueblos –culturas, civili-zaciones– habría menos guerras? La UNESCO ha asumidoel diálogo entre culturas como una de sus prioridadesdesde su fundación en 1946. La Declaración Universalsobre la Diversidad Cultural, aprobada en noviembre2001, establece que:

"...el pluralismo cultural constituye la respuesta polí-tica al hecho de la diversidad cultural."

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"...Inseparable de un contexto democrático, el plura-lismo cultural es propicio a los intercambios culturales y aldesarrollo de las capacidades creadoras que alimentan lavida pública."

"...La defensa de la diversidad cultural es un impera-tivo ético, inseparable del respeto de la dignidad de la per-sona humana."

Si la diversidad cultural es un hecho de nuestromundo, el pluralismo cultural es la respuesta política en elmarco del respeto a los derechos humanos.

DE LO GLOBAL A LO GLOCAL

Pero esta problemática no aparece solamente a nivelplanetario entre países y regiones, naciones y civilizacio-nes. Por el contrario, en donde se manifiesta con mayoragudeza es precisamente al interior de los Estados nacio-nales, el segundo nivel en que debe analizarse esta temá-tica, que es también en donde los conflictos etnopolíticosy culturales se tornan a veces sumamente violentos. Aquí,el problema fundamental es que la concepción hegemó-nica y ampliamente extendida del Estado nacionalmonoétnico no corresponde a la heterogeneidad culturalde la gran mayoría de los países del mundo. La serie demortíferos conflictos etnonacionales que han caracteri-zado a numerosas regiones durante las últimas décadasdel siglo veinte tiene su origen con frecuencia en la inca-pacidad del Estado para manejar adecuadamente la diver-sidad étnica al interior de sus fronteras.

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Si bien hay en cada conflicto una multitud de facto-res intervinientes, el reclamo del derecho al respeto de laidentidad colectiva es una de las constantes en estos pro-cesos. Así lo reconoce la Declaración de la UNESCOcuando habla del "compromiso de respetar los derechoshumanos y las libertades fundamentales, en particular losderechos de las personas que pertenecen a minorías y losde los pueblos autóctonos." Muchos estados en la actuali-dad han adoptado el multiculturalismo en sus legislacio-nes internas.

El tercer nivel que requiere ser tomado en considera-ción es el local: la familia, el barrio, la comunidad. Cada vezmás, el pluriculturalismo se vive cotidianamente en laescuela, el trabajo, el vecindario, el equipo de fútbol. Es allíen donde se fortalecen o se rompen las barreras intercul-turales. En la Europa multicultural de las migraciones inter-nacionales, los migrantes se enfrentan al racismo y elrechazo de la población local, y lo que es un problemasocial deviene con frecuencia un asunto de justicia y depolicía. En las grandes ciudades norteamericanas lasminorías negras, hispanas y asiáticas se codean y compi-ten en el mercado, en la vivienda, en la escuela, en la calle,y las identidades culturales se politizan y se instrumentali-zan. Según algunos estudiosos, los conflictos civilizatoriosa nivel local pueden poner en peligro la supervivencia delas naciones: es lo que pregona Sartori ante el "peligro" querepresentan los inmigrantes musulmanes en los paíseseuropeos y el inefable Huntington ante la "invasión" hispá-nica en Estados Unidos.

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La multiculturalidad, con sus múltiples facetas yvertientes, es una realidad de nuestro tiempo, que la glo-balización no ha hecho más que resaltar, que algunosdenominan la esfera de lo glocal. Lo que más vemos enla actualidad es su aspecto dramático: sus genocidios,sus depuraciones étnicas, sus desplazados y refugiados,sus motines y matanzas, su intolerancia recíproca. Re-cuérdese el debate político en Francia en torno al uso delvelo islámico (chador) por las jovencitas en las escuelaslaicas de la République Française.

Menos traumáticamente nos impresiona su as-pecto folclórico y comercializado cuya esencia se expresabien en la publicidad de los "colores unidos de Benetton",o los peinados rasta, la rola rap y el baile hip-hop.

IDENTIDAD Y DERECHOS CULTURALES

En el fondo de estas manifestaciones encontramosuna necesidad humana fundamental: la que tiene todogrupo humano de poder vivir de acuerdo con sus valoresy su cosmovisión, la que tiene toda persona de sentirsepertenecer a una colectividad con la cual comparte estosvalores y que le proporciona identidad y seguridad. Estasnecesidades se han transformado un conjunto de dere-chos humanos que son reconocidos cada vez más por elderecho internacional.

Como parte de este conjunto de derechos humanosdestacan los derechos culturales, a los cuales, por cierto,

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se les ha prestado menos atención que a otros. La normainternacional actual de los derechos humanos la propor-cionan los convenios y las declaraciones en la materiaadoptados por el sistema de las Naciones Unidas. LaDeclaración Universal de Derechos Humanos adoptadapor la Asamblea General de la ONU en 1948, establece ensu artículo 27 que:

"Toda persona tiene derecho a tomar parte libre-mente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de lasartes y a participar en el progreso científico y en los bene-ficios que de él resulten".

En otros documentos de la ONU se puede encontraruna gran variedad de referencias a los derechos culturalesque tienen que ver con el acceso a, y el goce de la cultura,el desarrollo cultural, el patrimonio histórico, las lenguas,la educación, la espiritualidad, la investigación científica,los derechos de autor, la propiedad intelectual, los restosarqueológicos, los lugares sagrados y el uso de los recur-sos naturales así como el conocimiento tradicional de laflora y la fauna.

Si bien estos derechos culturales, como todos losdemás derechos, pertenecen esencialmente a la personahumana –es decir son derechos individuales–, es claroque no se pueden ejercer plenamente si no es en el marcode una colectividad social tómese comunidad, etnia, pue-blo o nación. ¿De qué sirve tener el derecho a usar su pro-pia lengua si no hay escuelas o medios de comunicaciónpara ello? ¿Cómo se puede ejercer la libertad de creencia

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si no es en comunión con otros creyentes afines? ¿Cómopuedo gozar libremente y crear plenamente mi cultura sino es junto a otros miembros de la misma?

Los derechos culturales no existen aislados, seencuentran estrechamente vinculados a todos los demásderechos humanos, de tal suerte que la violación de unosimplica la violación de los demás. Tomemos por ejemploel derecho a la educación, garantizado en el artículo 13 delPacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales yCulturales. En atención al marco de la diversidad cultural,el derecho general a la educación puede interpretarserazonablemente como el derecho de los pueblos a la edu-cación en su propia lengua y cultura. Esto es precisa-mente una demanda constante de las minorías étnicas ylos pueblos indígenas en todas partes del mundo, y haciaesta meta se dirigen actualmente los esfuerzos en materiade derechos culturales.

Echando una ojeada a la historia de cómo se fuerondefiniendo los derechos culturales podemos advertir unapaulatina transformación conceptual. Al principio sehablaba del "derecho a la cultura" y se entendía este comoun mecanismo de "acceso" a una entelequia llamada cul-tura, que de alguna manera era considerada como externaal portador de los derechos culturales. Luego se hablabacada vez más de la "participación" en la cultura como unproceso dinámico e interactivo entre creadores y consu-midores de productos culturales. Más recientemente se haenfocado la cuestión de la "identidad cultural" de indivi-duos y pueblos como libertad fundamental y derecho ina-

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lienable. Por último, en años recientes, se hace énfasis enla diversidad y el pluralismo culturales como fenómenossocietarios vinculados al pleno goce de todos los dere-chos humanos.

Este debate conduce progresivamente de un es-quema en el que se privilegian sobre todo los derechos delos individuos (algunas veces exclusivamente) a un esce-nario en que los portadores de los derechos son también(pero no exclusivamente) las colectivades: las comunida-des, las naciones, los pueblos. Puede decirse que los dere-chos culturales siendo poseídos por las personas, estándepositados en los pueblos. Unas y otros son esencialespara el goce efectivo de los derechos culturales.

En suma, estamos hablando de derechos colectivos.La problemática de los derechos culturales de las minoríasy de los pueblos indígenas ilustra bien las distintas ver-tientes del debate.

Tomemos por ejemplo el derecho a la identidad cul-tural, discutido en distintos foros de la UNESCO y otrosespacios a lo largo de los últimos años. Las identidadesculturales no son atributos fijos o permanentes de los in-dividuos. Se trata, más bien, de artefactos, de construc-ciones, de inventos, de discursos, de comportamientos yde mundos simbólicos. De niño yo asumo una identidadcultural que me es dada por mi familia o por el medioinmediato en el cual me encuentro. Con el tiempo puedorazonar y actuar conforme a esa identidad, o bien, asumiry construir otra. Pero esto sucede en el marco de límites

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más o menos rígidos impuestos por las circunstancias demi inmersión en el contexto social y cultural colectivo delcual formo parte. La identidad cultural individual siempre(o casi siempre) refleja una identidad cultural colectivapreexistente y externa a mí.

Puedo aceptarla total o parcialmente, tratar de modi-ficarla o bien rebelarme o alejarme de ella, según las cir-cunstancias. Pero independientemente de las acciones detal o cual individuo, las identidades culturales colectivas semantienen y se reproducen en el tiempo y el espacio.

En el transcurso histórico las identidades colectivaspueden modificarse por factores exógenos a veces vio-lentos, tales como genocidios y conquistas, guerras, des-plazamientos forzados, migraciones de todo tipo, comotambién por efecto de la imposición de estrategias dedesarrollo, políticas educativas, evangelizaciones, o elimpacto de los medios masivos de comunicación.

En la época moderna el fenómeno que más ha in-fluido en las transformaciones de las identidades colecti-vas de los pueblos ha sido la construcción de los Estadosnacionales. El Estado nacional clásico crea, reproduce eimpone a sus súbditos (hoy llamados ciudadanos) unmodelo de nación que excluye y rechaza otros modelosculturales distintos al suyo. Para lograr esta homogeneiza-ción cultural el Estado nacional moderno (desde el sigloXIX hasta la actualidad) echó mano de múltiples mecanis-mos para eliminar, expulsar, marginalizar, aislar, subordinar,asimilar o integrar a los grupos heteroculturales, desde prác-

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ticas de genocidio, depuraciones étnicas, o rígidos sistemasjerárquicos como el apartheid, hasta políticas etnocidas lle-vadas a cabo a veces en nombre de las mejores intencionesy conocidas alternativamente como progreso, desarrollo,misión civilizadora, unificación nacional o indigenismo.

LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS

La creciente atención que reclaman actualmente lospueblos indígenas constituye un buen ejemplo de la di-námica de estos procesos. Antiguamente relegados aldesprecio y la marginación, ignorados por los gruposdominantes y las sociedades nacionales, los pueblos indí-genas han resurgido en años recientes como nuevos acto-res sociales y políticos en numerosos países así como enel escenario internacional. La presencia de los pueblosindígenas en el ámbito internacional ha sido toda una odi-sea y merece una crónica aparte.

Exigiendo sus derechos humanos largamente dene-gados, los pueblos indígenas reclaman ahora prioritaria-mente el respeto a sus derechos culturales, entendidoscomo plataforma indispensable para su plena participaciónen la vida nacional de sus países. Estos planteamientossurgieron con fuerza en México a raíz del levantamientozapatista de 1994. Los Acuerdos de San Andrés firmadosentre el EZLN y el gobierno federal enfocaron los derechosy la cultura indígenas. Curiosamente se pensó que seríanlos temas sobre los cuales iba a ser más fácil lograr unconsenso –como de hecho lo fue–, pero por otra parte

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generaron tanta controversia y conflicto en el país que elgobierno del entonces presidente Zedillo decidió ignorar loque sus funcionarios habían firmado. La reforma constitu-cional del año 2001, ya durante una nueva administración,no se atuvo a lo pactado en los mencionados acuerdos, ya la postre fue rechazada no solamente por los zapatistassino por todo el movimiento indígena nacional y numero-sas organizaciones de la sociedad civil.

Un caso emblemático de estas cuestiones lo pro-porciona Guatemala, en donde el 60% de la poblaciónnacional es indígena. Después de más de tres décadasde guerra civil, en 1996 fueron firmados los Acuerdos dePaz, incluyendo el Acuerdo sobre Identidad y Derechos delos Pueblos Indígenas, que establece que la nación gua-temalteca tiene un carácter multiétnico, pluricultural y mul-tilingüe y reconoce que "los pueblos indígenas han sidoparticularmente sometidos a niveles de discriminación dehecho, explotación e injusticia por su origen, cultura y len-gua...". Además, "que será posible desarraigar la opresióny la discriminación sólo si se reconocen en todos susaspectos la identidad y los derechos de los pueblos que lahan habitado y la habitan..."

El pleno ejercicio de los derechos humanos de lospueblos indígenas requiere del reconocimiento de susderechos como pueblos, es decir, de sus derechos colec-tivos, comunitarios. La multiculturalidad no es, en los paí-ses americanos, una nostalgia folclórica ni un ardid de lasempresas transnacionales para incrementar el consumode sus marcas (acuérdense que hoy en día el gran capital,

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como ha señalado Klein (2000), no vende productos sinoque promueve sus marcas, sus nombres, sus logos). Lospueblos oprimidos, explotados y discriminados que recla-man sus derechos culturales y colectivos no lo hacen para"celebrar la diferencia" –la que, en sí misma, no es nibuena ni mala–, sino para garantizar sus derechos huma-nos y para lograr un mínimo de poder en la polis que lespermita participar en condiciones de igualdad en la gober-nancia democrática de sus países.

También existen fuerzas políticas y corrientes ideoló-gicas que se oponen a estos reclamos y demandas conargumentos diversos. Se afirma, por ejemplo, que sola-mente los derechos individuales pueden ser consideradoscomo derechos humanos; que los pueblos no pueden sersujetos de derechos al margen del Estado; que la propie-dad individual de la tierra y los recursos debe prevalecerpor encima de los intereses colectivos y que la únicaforma admisible de administración territorial es aquellaque ya está establecida en la constitución política delestado republicano (federal como en México, o unitariocomo en Guatemala y Chile).

Nada ilustra mejor estas controversias que el debateen torno a la autonomía. Los Acuerdos de San Andrés, quedebían haberse incorporado a la reforma constitucional,pero no fue así, reconocen el derecho de los pueblos indí-genas a la autonomía, reclamo legítimo porque en la orga-nización territorial administrativa vigente estos pueblos hanestado generalmente marginados de las estructuras delpoder a nivel regional. No obstante que la autonomía es un

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principio filosófico vinculado a la dignidad humana, comolo reconoce la filosofía política de Occidente, hay vocesque siguen oponiéndose a la autonomía de los pueblosindígenas en nombre de la unidad del Estado por una partey de los derechos individuales por la otra, sin remarcar quela autonomía bien entendida no atenta ni contra aquella nicontra éstos. No cabe duda que será necesario precisar lasmodalidades de la autonomía, como se hace en muchospaíses que han adoptado regímenes autonómicos sin caeren los extremos que sus críticos temen. Pero las dificulta-des que pueda acarrear su implementación no deben vul-nerar un derecho humano garantizado en los instrumentosjurídicos internacionales, como es el derecho de los pue-blos a la libre determinación.

La temática central de este nuevo gran "debate porla nación" lo constituyen precisamente los derechos cultu-rales de los pueblos indígenas. Por haberlos descuidado eignorado durante tanto tiempo, ahora se encuentran en elcentro de las preocupaciones nacionales. Si nos seguimosresistiendo a reconocer los derechos culturales de los pue-blos indígenas como derechos humanos, seguiremos ali-mentando la intolerancia, los conflictos sociales y porende, la violencia con su secuela de violaciones graves alos propios derechos humanos.

MULTICULTURALISMO ¿PARA QUÉ?

Resumamos. La diversidad étnica y cultural es unacaracterística de los pueblos del mundo, enraizada en anti-

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guos procesos históricos, y sujeta a constantes modifica-ciones que se aceleran como resultado de la globaliza-ción. La diversidad cultural es un derecho humano queprecisa ser cuidado por adecuadas políticas culturales.Vivir libremente la cultura y la identidad propias es uno delos derechos humanos más preciados (e infelizmente másviolados a lo largo de la historia).

Los derechos culturales son individuales y colecti-vos a la vez. Si se niega a un pueblo como tal el derechoa su cultura colectivamente, se están negando derechoshumanos individuales a sus miembros. Pero, por otra par-te, una colectividad cualquiera que niega derechos huma-nos individuales a sus integrantes en nombre de valoresculturales absolutos no tiene autoridad moral para recla-mar ante otros pueblos el respeto a estos valores. Me re-fiero sobre todo a culturas que permiten o incluso ejercenla violación a los derechos de las mujeres y las niñas, o lasque practican en forma persistente y a veces brutal, la into-lerancia religiosa, la discriminación racial o la xenofobia.

Si bien en algunos casos –como en los países capi-talistas avanzados– la celebración de la diversidad cultural(el tan anunciado multiculturalismo) puede ser un merosimulacro para enmascarar las profundas diferencias so-cio-económicas generadas en forma permanente por elmodelo económico neoliberal, también es cierto que el re-clamo de los pueblos por sus derechos culturales constitu-ye en numerosas circunstancias una parte integral desu lucha por la sobrevivencia, por la igualdad y por la par-ticipación democrática, es en realidad una forma de re-

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sistencia, como lo demuestran los pueblos indígenasactualmente.

En los contextos considerados podemos decir que lamulticulturalidad significa varias cosas a la vez.

a) En primer lugar, se refiere al reconocimiento de una rea-lidad social y cultural. Dicho reconocimiento ya lo esta-mos comenzando a ver en los marcos jurídicos, peroaún no se perfila de manera adecuada y suficiente enlas políticas culturales y educativas ni en la concienciapública.

b) En segundo lugar, la multiculturalidad puede ser consi-derada como un proyecto de nación: la necesidadurgente de redefinir el concepto y el modelo de naciónque maneja la sociedad en su conjunto y el que cadauno de nosotros lleva adentro.

c) Tercero, la multiculturalidad constituye actualmente unmarco para el reordenamiento de las relaciones socia-les y políticas con el objeto de reafirmar lo que tiende allamarse la ciudadanía multicultural.

d) En el campo de las leyes y las instituciones, también hade ser considerada como eje en torno del cual se cons-truye una nueva normatividad jurídica y política en losestados nacionales.

e) Además puede establecerse como objetivo de políticaseducativas y culturales, afectando programas y proyec-

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tos, pensums y currícula, contenidos pedagógicos yprogramáticos, así como instituciones públicas diver-sas (por ejemplo, en México existe desde hace uncuarto de siglo la Dirección General de Culturas Popu-lares y se ha creado el Instituto Nacional de LenguasIndígenas; en Guatemala, la Academia de la LenguaMaya que comenzó siendo una organización no-guber-namental es ahora un organismo para-estatal).

f) De manera cada vez más insistente, la multiculturalidades tomada como una bandera de lucha, es reivindicadacomo una forma de resistencia a las políticas asimila-cionistas y a la discriminación, y se constituye en estaetapa como una manera de hacer política; la multicultu-ralidad se ha vuelta una nueva ideología política.

g) Pero también es criticada, cuando no satanizada, porquienes sienten peligrar sus propias identidades civili-zatorias ante la marea multicultural (sobre todo si setrata de inmigrantes pobres del viejo Tercer Mundoallende las fronteras).

h) Finalmente, como nos lo recuerda Néstor García Can-clini y otros, la multiculturalidad es también unamanera de integrarse a la globalización. Somos pro-ductores y consumidores multiculturales de la globali-zación –ocupamos nichos multiculturales del mercadomundial–, contribuimos al sueño milenario de la acu-mulación multicultural del capital: el nirvana multicultu-ral, sin duda.

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Progresar de la multiculturalidad al pluriculturalis-mo significa plantear este como una política de derechoshumanos que tiene vertientes filosóficas, constitucio-nales, jurídicas, políticas, económicas, sociales y cul-turales, y que debe ejercerse en los tres niveles yamencionados.

Más allá de políticas específicas de promoción edu-cativa, lingüística, comunicativa y cultural, el pluricultura-lismo requiere de un nuevo concepto de ciudadanía, quese ha llamado, en el marco de enfoques distintos, la ciu-dadanía cultural, multicultural o étnica. La ciudadanía mul-ticultural (Kymlicka) –para retener uno de estos vocablosen el contexto actual–, significa el reconocimiento políticoy jurídico de las diversidades étnicas en el marco de unEstado democrático y la participación activa de grupos cul-turalmente diferenciados –eventualmente de "pueblos" enel sentido sociológico de la palabra– en los procesossocio-políticos. Para lograr este objetivo, se requieren enalgunos casos modificaciones constitucionales de fondo;en otros, nueva legislación. En todo caso, sería precisoemprender reformas del Estado (para usar una palabraque ahora está de moda), construir un nuevo proyecto denación. Lo cual requiere también de un cambio de menta-lidades y de una nueva visión del mundo que queremos,que será, como dicen los zapatistas de las montañas delsureste de México, un "mundo en que quepan todos losmundos."

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REFERENCIAS

Anderson, Benedict. Imagined Communities. Reflectionson the Origin and Spread of Nationalism. London,1983, Verso.

García Canclini, Néstor. Culturas híbridas. Estrategias paraentrar y salir de la modernidad. México, 1989, Gri-jalbo.

Hardt, Michael & Antonio Negri. Empire, Cambridge, 2001,Harvard University Press.

Huntington, Samuel P. The Clash of Civilizations. New York,1996, Simon & Schuster.

Klein, Naomi. No Logo. London, 2000, Flamingo.

Kymlicka, Will. Multicultural Citizenship. Oxford, 1995, Cla-rendon Press.

Sartori, Giovanni. La sociedad multiétnica. México, 2001,Alfaguara.

UNESCO. Nuestra diversidad creativa. París, 1995, UnescoPublishing.

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Repensar América Latina desde lasubalternidad: el desafío de Abya Yala

Exposición en el ciclo "Diálogos de Noviembre",

organizado por CLACSO,

en Buenos Aires, 16 de Noviembre de 2009

Existe una larga y respetable tradición en las cienciassociales en América Latina que consiste en "pensar" laregión como un todo y proponer interpretaciones "macro"en campos tan diversos como la historia, la economía, lacultura, la política, la sociología. Esto comenzó con los lla-mados "pensadores" hacia fines del sigo diecinueve y prin-cipios del veinte quienes elaboraron sugestivos ensayossobre la identidad latinoamericana frente al pasado colo-nial europeo, o ante las pretensiones hegemónicas de laAmérica así como también en torno a la diversidad internade la región.

En la primera vertiente tenemos a quienes subra-yaron la unidad lingüística de la América Hispana no so-lamente como un signo identificador sino como unelemento interpretativo de la identidad cultural y social desus habitantes. Las pretensiones imperiales francesascondujeron a la invención del concepto de AméricaLatina, que sigue muy enraizado en la actualidad, mien-tras que la vocación iberoamericanista de la Hispanidadfomentadas por la España franquista y sus herederos no

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logró el mismo impacto en la conciencia y el discurso delos hispanoamericanos. Además de la identidad lingüís-tica, estas corrientes enfatizaron la importancia de la reli-gión católica como marcador cultural, sobre todo frente ala América anglosajona protestante. De esta diferenciareligiosa surgieron múltiples intentos de caracterizar lapersonalidad y los valores éticos de unos y otros, que sereflejaron a lo largo de varias generaciones en las obrasde ensayistas que se proponían contrastar los valoresmaterialistas del protestantismo septentrional a la espiri-tualidad católica de la América meridional. No faltaríanquienes querían explicar las diferencias económicas entreNorte y Sur con base en estos términos.

A raíz de la Segunda Guerra Mundial, las nuevas ins-tituciones internacionales procedieron a dividir el mundoen conjuntos regionales y así se fue cristalizando el con-cepto de América Latina como unidad de análisis y bloquepolítico (el "voto latinoamericano" en la ONU, la OEA) yespacio de políticas financieras y públicas. La CEPAL. ElBID, la OPS, etc., contribuyeron a enfocar la acción pública(public policies) en torno a esta nueva construcción regio-nal, lo cual no tardó en reflejarse en las actividades de lasciencias sociales (CELADE, FLACSO, promovida por laUNESCO y otras). En el ámbito propiamente académicosurgieron las area studies en las universidades norteame-ricanas, y pronto fueron creados los centros e institutos deestudios latinoamericanos, la mayoría de las veces confuerte financiamiento de fundaciones privadas a instanciasde las necesidades públicas. Para nadie es un secreto queeste interés público regional (cuando menos por América

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Latina) surgió de las preocupaciones geopolíticas de Segu-ridad Nacional del Gobierno americano. Algunos de loscentros mencionados pronto se convirtieron en importan-tes think tanks sobre la "problemática latinoamericana,"desarrollaron curricula latinoamericanistas, atrajeron anumerosos investigadores y estudiantes, lanzaron impor-tantes series de revistas y publicaciones sobre la temáticalatinoamericana y tuvieron una considerable influenciasobre el desarrollo de las ciencias sociales en los paíseslatinoamericanos, sobre todo a partir de los sesentas delsiglo pasado. A través de becas, proyectos de investiga-ción, seminarios y conferencias, publicaciones y docu-mentación, numerosas disciplinas de las ciencias socialesse dedicaron a "pensar" y a "discursar" América Latina.En este proceso se constituyeron instituciones co-mo CLACSO, LASA y ALAS que siguen siendo sitiosemblemáticos en donde se practica el "discurso" latinoa-mericanista.

El pensamiento latinoamericano en las cienciassociales pronto impactó en otras regiones, especialmenteen el entonces llamado Tercer Mundo. Todavía hoy puedeuno encontrarse con académicos en, por ejemplo, algu-nos países asiáticos y europeos quienes no sin un dejo denostalgia preguntan qué ha pasado con el pensamientolatinoamericano en las ciencias sociales. Se trata, porsupuesto, no solamente de una pregunta académica sinotambién ideológica. Porque lo que puede llamarse el "pen-samiento latinoamericano" en las ciencias sociales nosolamente fue una reflexión sobre América Latina en suconjunto sino también, durante alguna época, una manera

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especial de encarar la problemática latinoamericana, aso-ciada a la producción intelectual de algunos investigado-res, pero también, sobre todo, a la continuada labor–durante muchos años– de instituciones señeras talescomo CEBRAP, FLACSO en sus diversas sedes, ILPES,IEPERU, CED en Caracas, y otras no menos importantes.Se trataba de entender los fenómenos que se describíancon términos como subdesarrollo, dependencia, cliente-lismo, modernización, marginalidad, populismo, autorita-rismo, imperialismo, clase media, economía informal,reforma agraria, revolución, y otros. Estos conceptos nohan desaparecido de nuestro lenguaje, desde luego, peroahora ya no ocupan el centro de los debates, como era elcaso durante unas dos décadas que van, digamos, desdelos sesentas a los ochentas, o dicho de otra manera,desde la revolución cubana hasta el "Consenso de Was-hington." O si queremos ser generosos, tres décadashasta la disolución de la Unión Soviética. El pensar de lasciencias sociales sobre América Latina no se encontrabaal margen de los grandes cambios políticos que movían almundo.

Podemos preguntarnos, las ciencias sociales ¿si-guen pensando América Latina –que es diferente a "pen-sar en América Latina."–? ¿Han repensado a la región, ose han olvidado de ella como tal? Las grandes interpreta-ciones ahora han perdido su atractivo; desde que el post-modernismo se adueñó de las ciencias sociales (y seapoderó de numerosos científicos sociales), los megarela-tos ya no están de moda. En su lugar, están de moda lascomparaciones. Se cultivan las investigaciones minucio-

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sas sobre tendencias, divergencias, desviaciones, curvas,contingencias, causalidades, medias y normas, aceptandosiempre, claro, los márgenes de error. Y de esta manerase acumula la información sobre el crecimiento econó-mico, la desigualdad social, los procesos electorales, laurbanización, las migraciones, las actitudes de la opiniónpública, el comportamiento de los consumidores, lainfluencia de los medios, la eficiencia terminal educativa,las conductas sexuales, etc. Se presentan interesantescomparaciones entre países latinoamericanos y sin dudase derivan ideas e interpretaciones sobre lo que resta de"América Latina", incluida ahora la que se encuentra, gra-cias a la globalización, en Estados Unidos, bajo nombrescomo latinos e hispanics.

En términos de producción científica, los resultadosse encuentran generalmente en gruesos volúmenes con-feccionados y coordinados en equipo, y mucho menos enescritos de algún solitario "pensador". Los intentos de sín-tesis (para no hablar de la "gran síntesis" a la europea) sondemasiado escasos para hacer mella en el devenir de lasciencias sociales. Es triste decirlo, pero en buena medida,este retroceso del "pensar latinoamericano" es resultadoprecisamente de las tendencias históricas aludidas y suinfluencia sobre nuestras instituciones y sus presupuestos.

Lo anterior no significa de ninguna manera que lasciencias sociales contemporáneas no hayan producidonuevos conocimientos importantes o propuesto modelos,esquemas analíticos y enfoques teóricos valiosos. La dife-rencia se da en la escala de la unidad de análisis (pocos

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se atreven hoy a generalizar sobre América Latina encualquiera de nuestras disciplinas) y en la ambición de lateorización. Todo este trabajo (que se ha multiplicado con-siderablemente en los últimos años, dando por resultadouna producción vasta, rica y diversificada) es un repensarcolectivo sobre "nuestra América." (Valga la osadía dereferirme a un término passé del gran José Martí).

Tomemos, entre tanta cosecha sabrosa, un botón demuestra. Al presentar una reflexión colectiva sobre la mate-ria, Manuel Antonio Garretón (1999:3) comienza pre-guntándose acerca del significado de la globalización parala integración de Latinoamérica. Advierte que "hay que dis-tinguir entre las transformaciones reales, a nivel estructu-ral, cultural y de la subjetividad individual y colectiva, y lasideologías que acompañan a estas transformaciones."Según el autor, las sociedades latinoamericanas han vividocuatro profundas transformaciones en las últimas décadas:1) el predominio de modelos político-institucionales deconcertación y conflicto que tienden a reemplazar a las dic-taduras, guerras civiles y modalidades revolucionarias; 2)el agotamiento del modelo de "desarrollo hacia adentro," 3)el aumento de la pobreza y la marginalidad, con unarecomposición del sistema de actores sociales, y 4) la cri-sis de la modernización occidental y de cultura de masas,predominante en nuestra cultura.

Se ha reforzado la sociedad política y la democrati-zación, dice Garretón, pero al mismo tiempo su impactoes más reducido en la sociedad postindustrial globalizada,en la cual el eje organizador es el consumo y la comuni-

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cación, a diferencia del trabajo y el Estado que caracteri-zaban a las sociedades industriales nacionales anteriores.Como consecuencia tienden a predominar como nuevosactores sociales básicos los públicos no estructurados(vinculados al consumo) y los actores identitarios ligadosa factores adscriptivos más que electivos y a intereses par-ticulares más que universales. Esta circunstancia modificala concepción clásica de lo que es ciudadanía, acom-pañada de nuevos modelos de inclusión/exclusión antesdesconocidos en nuestros países.

De estas condiciones se derivan varios procesos. Enprimer lugar, la democratización (fundación, transición oreformas) ha conducido a democracias incompletas ydébiles, lo cual replantea el problema de la legitimidad dela política y la democracia misma. El segundo proceso, lademocratización social, ha resaltado el problema de ladesigualdad y la diversidad sociocultural. El tercer pro-ceso tiene que ver con el modelo de desarrollo econó-mico, ya que al acabarse el modelo anterior, se adviertejunto a la integración a conjuntos mayores (globalización,bloques regionales) la desintegración a nivel nacional y ladesestructuración y el debilitamiento de los actores socia-les vinculados al mundo del trabajo. En el cuarto proceso,se cuestiona la modernidad racionalista-instrumental conuna visión latinoamericana identificada, según Garretón,con una América Latina "profunda," ya sea indígena o mes-tiza. Los cuatro procesos mencionados desconocen undesarrollo unidimensional y producen la visión de unadiferenciación multidimensional de las distintas esferas dela sociedad.

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Todo ello, concluye Garretón, (1999: 24-28) conducea que la política en su sentido clásico, como "cemento" dela sociedad o constructora de la identidad nacional, pierdarelevancia y ceda el paso a una "expresión multidimensio-nal de la subjetividad individual y colectiva fuera de la po-lítica." Por ello ya no puede reducirse la idea de espaciocultural latinoamericano a asegurar la identidad y la pre-sencia de la región en el mundo, a través de la lengua ode sus manifestaciones culturales. El proceso de recons-trucción de la polis a nivel nacional-estatal y de construc-ción de un sistema continental incluye dimensioneseconómicas y políticas fundamentales, pero no puedeprescindir tampoco de una dimensión cultural que estápresente en todas las esferas.

Ya Néstor García Canclini había llamado la atención ala heterogeneidad multitemporal de las culturas latinoa-mericanas. Con sagacidad nos dice que en el estudio dela heterogeneidad cultural encontramos "una de las víaspara explicar los poderes oblicuos que entreveran insti-tuciones liberales y hábitos autoritarios, movimientossociales democráticos con regímenes paternalistas, y lastransacciones de unos con otros." (García Canclini,1989:15). La globalización, que García Canclini describecomo "un objeto cultural no identificado" (García Canclini,1999: 50), ha transformado a las sociedades latinoameri-canas en las últimas décadas, pero también ha requeridode nuevos enfoques analíticos, entre los que destacan lahibridización y el multiculturalismo. "En las reuniones degobernantes americanos –observa García Canclini– pare-cen no haberse enterado de que la identidad es ahora,

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para millones de personas, una co-producción internacio-nal. (García Canclini, 1999: 124)

Latinoamérica se ha integrado a la globalizaciónmediante el comercio, la producción, el consumo, lasmigraciones, las ideologías, y a última fecha mediante lacultura. La política, el Estado nacional, los movimientossociales tradicionales ya no explican por sí solos los pro-cesos de cambio que se dan en el continente. Las diver-sidades y la hibridización cultural también juegan su papel.Manuel Antonio Garretón, Néstor García Canclini y otroshan llamado la atención a estos fenómenos, abriendo enlas ciencias sociales nuevos caminos de investigación yanálisis.

Un duro juicio sobre la década del 80 fue pronun-ciado por Francisco Weffort (1995), antes de que asumierael cargo de ministro de cultura de Brasil en el gobierno delotrora sociólogo dependista Fernando Henrique Cardoso.Comienza anunciando que el fin del siglo "registra una delas épocas de mayor crecimiento democrático y tambiénde mayor crisis económica y social en la historia de lospaíses de América Latina," (399) y pregunta, seguramentecon afán polémico, si se puede admitir la posibilidad deque los países mueran. Porque, "si los latinoamericanosno están preparados para ver lo que se viene por allí,podrían ver convertidas en chatarra no sólo muchas desus máquinas e industrias, sino también algunas de susciudades, tal vez regiones e incluso países enteros." (401)Juicio devastador, sin duda, pero fundamentado. Porquesegún Weffort, la modernización ha sufrido un estanca-

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miento en los planos social y económico, que afecta, enalgunos casos, "la posibilidad misma de supervivencia delas sociedades nacionales." He aquí que en la década enla que se celebra en América Latina la transición democrá-tica, y el modelo modernizador globalizante de nuestrassociedades, hay quien cuestiona la viabilidad misma delos países de la región. El empobrecimiento, el desgaste,el estancamiento, son conceptos que se aplican a la"década perdida" de los ochenta. En la mayoría de los paí-ses, constata Weffort, se agravan los viejos problemas desubempleo, marginalidad social, desempleo, caída de losingresos, deterioro de la calidad de vida, destrucción delmedio ambiente, etc. Hoy, veinte años después, los datosconfirman ampliamente este panorama. Pero la culturapolítica latinoamericana, considera Weffort, no refleja estacrisis. Nos dice que "el pensamiento latinoamericanoafirma la política como terreno de la libertad," ya que lalucha contra las dictaduras demostró que es posible avan-zar hacia la democracia incluso en un periodo de crisiseconómica (en contraste con las teorías que afirman quela democracia sólo se da en el marco del desarrolloeconómico). La lucha política, resulta en consecuenciauno de los caminos para que estos países recuperen susentido de viabilidad. Pero, ¿qué es lo que caracteriza lacrisis actual? Según Weffort, es el bloqueo de las perspec-tivas que se ha traducido en un sentimiento de pérdida defuturo. Donde antes se pensaba en el progreso y el creci-miento de la riqueza frente a la pobreza, los años ochentano corresponden a tales esperanzas. El juicio de Weffortes contundente: "Lo que vemos se parece más al desmo-ronamiento de una civilización que al anuncio de una

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nueva era." (410) En fin, una anomía generalizada (ideaque Weffort toma de Medina Echeverría) que nos ha lle-vado a diversos fenómenos de desorganización y dedegeneración social en los que puede llegar a florecerincluso una "civilización de la cocaína" que se ha plante-ado inicialmente en el contexto colombiano pero que yaha penetrado en México, Centroamérica y otros países."Los países latinoamericanos se desintegran por dentro ypor fuera," anuncia Weffort, y la región es una región depaíses estancados, que en los años ochenta sólo se salvapor la democratización. Pero esta democratización que noha podido resolver los problemas fundamentales de lospaíses latinoamericanos nos ha llevado a una extraordina-ria crisis de poder, y puede configurar una situación deregresión, caracterizada por un profundo apartheid social.Ni siquiera la gran capacidad de organización de la socie-dad civil (demostrada a lo largo de la transición democrá-tica) ha podido hacer frente a esta contradicción. Ante estepanorama, Weffort llama a combatir la anomía creando unnuevo orden legítimo, un nuevo consenso. Sus buenosdeseos no constituyen aún un plan de acción. Hay queevaluar lo que ha pasado en la región durante los noventay en el nuevo milenio.

Heraclio Bonilla (2008:196) nos recuerda que la his-toria de América Latina es un proceso claro de "yuxtapo-sición de parcelas de realidad cuya racionalidad remite atemporalidades distintas." Pero a diferencia de los debatesde los años setenta sobre la articulación funcional de losdistintos modos de producción, Bonilla postula que losordenamientos nuevos tienen la capacidad de destruir par-

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cialmente al anterior, al mismo tiempo que no tienen lacapacidad de reconstruir orgánicamente uno distinto. Ellotiene repercusiones en lo económico, lo social y lo polí-tico, que según el autor resulta en una lógica que "proba-blemente esté ubicada en algún lugar del inconscientecolectivo." Para abordar este universo recurre a la historiade las mentalidades y aboga por el "reconocimiento plenodel orden ideal, incluso la preeminencia de la superes-tructura en el ordenamiento del conjunto de la totalidadsocial." (196, 203) Estamos lejos de los análisis marxistasde la dependencia y de las clases sociales a los que seabocaron los científicos sociales latinoamericanos durantela segunda mitad siglo veinte.

Siguiendo, como ha sido costumbre, las principalesmodas intelectuales de los países metropolitanos, los in-vestigadores latinoamericanos exploraron no solamentelas mentalidades sino también las diversas subjetividadesque el postmodernismo iba descubriendo. Frente a las es-tructuras determinantes y determinadoras surgieron los nue-vos actores colectivos; ante el patriarcado real y simbólicose afirmó la identidad de género (femenina), en contrastecon las estructuras de la producción fueron destacadas lasredes de la información y los hábitos de consumo; ladefensa de las libertades fundamentales desbancó la fun-ción social de los grupos organizados, y la pasión por lanación (esa comunidad imaginada como declarara unantropólogo) fue relegada mientras que las diversas identi-dades multiculturales, comunidades en construcción, lle-garon a ocupar el escenario. (Gutiérrez y Balslev 2008)Estos debates fueron introducidos por los diversos escritos

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en torno a la teoría postcolonial, en donde comenzó a tenerimportancia la capacidad de respuesta de los grupos subal-ternos. (Chakravorty 1988)

La gran diversidad interna de los países latinoameri-canos no puede entenderse solamente como resultado deuna historia colonial o de los efectos de una construcciónnacional polarizante o una globalización excluyente. Lacontinuada existencia de formas pre-modernas de explo-tación y exclusión fue señalada desde los sesentas porGonzález Casanova (1963, 2007) y Stavenhagen (1963)mediante el concepto de "colonialismo interno." Quijano(2006, 2007) sostiene que "la colonialidad [del poder] esuno de los elementos constitutivos y específicos delpatrón mundial de poder capitalista. Se funda en la impo-sición de una clasificación racial/étnica de la población delmundo como piedra angular de dicho patrón de poder, yopera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones,materiales y subjetivas, de la existencia cotidiana y a esca-la social." Años antes Quijano (1992) ya había anunciadoque era necesaria "la decolonización epistemológica, paradar paso luego a una nueva comunicación íntercultural, aun intercambio de experiencias y de significaciones, comola base de otra racionalidad que pueda pretender, con legi-timidad, a alguna universalidad."

Este llamado nos acerca a la influencia en AméricaLatina de los estudios postmodernos y postcoloniales,que llaman la atención, como señala Mignolo (2007), a lacoexistencia de un discurso hegemónico (europeo,moderno) y un discurso contrahegemónico (posmoderno,

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poscolonial). Para superar definitivamente el legado de lamodernidad es preciso dar un giro epistémico decolonial.Según Mignolo, el pensamiento decolonial emergió en lafundación misma de la modernidad/colonialidad como sucontrapartida. Y eso ocurrió en las Américas, en el pensa-miento indígena y en el pensamiento afro-caribeño. Laactualidad pide, reclama, un pensamiento decolonial quearticule genealogías desperdigadas por el planeta y ofrez-ca modalidades económicas, políticas, sociales y subjeti-vas "otras".

América Latina comenzó a ser repensada a través denuevos discursos y narrativas. Con frecuencia se olvida,sin embargo, que estos cambios de perspectiva no se handado caprichosamente, sino que reflejan nuevas tenden-cias y procesos sociales, o bien, cuando menos, realida-des ignoradas en gran medida con anterioridad por lasciencias sociales.1 Así ocurre, por ejemplo, con el debate,relativamente reciente, en torno al multiculturalismo y lainterculturalidad ligados a la emergencia de los pueblosindígenas como nuevos actores sociales y políticos enAmérica Latina.2 Como ha planteado Escobar (2005), esteanálisis sugiere la necesidad de desplazarse de la socio-logía de las ausencias de los conocimientos subalternos ala política de la emergencia de los movimientos sociales;esto requiere examinar los movimientos sociales contem-poráneos desde la diferencia colonial.

1 Véase Asociación Latinoamericana de Sociología, ALAS (2009).2 Véase Bonfil 1981, Stavenhagen 1984, Stavenhagen 1997, Walsh 2007,

Dietz y Mateos 2008.

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El surgimiento de los pueblos indígenas comofe-nómeno sociológico y político tuvo que enfrentarse pri-meramente a dos paradigmas bien enraizados en el pen-samiento de los científicos sociales en América Latina.Primeramente, la visión que equipara la modernización,el progreso, el desarrollo y la construcción nacional (con-ceptos poderosos de las ciencias sociales del siglo veinte)con la asimilación e integración de los pueblos indígenasal modelo de nación propuesto (desde el siglo diecinueve)por las clases dominantes, y ejecutado con ahínco por elEstado. Esta perspectiva se cristalizó a mediados del sigloveinte en la política indigenista de los Estados latinoameri-canos, basada en la Carta de Pátzcuaro adoptada por elPrimer Congreso Indigenista Interamericano de 1940.3

La segunda trinchera que tuvo que enfrentar el emer-gente movimiento indígena fue el análisis clasista de ins-piración marxista-leninista, principalmente en su vertientemaoísta. En los debates que proliferaron a partir de ladécada de los sesenta (a veces vinculados a movimientosinsurgentes guerrilleros como en Bolivia, Colombia, El Sal-vador, Guatemala, Nicaragua y Perú) los pueblos indígenasfueron categorizados como "campesinos pobres" cuyasaspiraciones y demandas debían ser canalizadas a travésde la lucha de clases en alianza con otros sectores pro-

3 El Primer Congreso Indigenista Interamericano estableció el Estatuto

Indigenista Interamericano, dependiente de la Organización de Estados

Americanos que fue disuelto en 2009 después de languidecer durante

varias décadas.

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gresistas de la sociedad. Las identidades étnicas de losindígenas fueron más que una vez desechadas como ele-mentos retrógrados y aún contrarrevolucionarios. Las ten-siones que este enfrentamiento de perspectivas generóentre los científicos sociales así como otros actores socia-les tuvo en ocasiones costos políticos y humanos eleva-dos para los pueblos indígenas, como fue el caso en algu-nos de los países mencionados anteriormente.4

La mejor síntesis de la ideología indigenista oficialfue elaborada por el antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán(1967), quien parte del hecho observable que las comuni-dades indígenas se encuentran en las regiones de refugio,a las que no ha llegado la modernización económica ysocial. Se caracterizan por la coexistencia de una pobla-ción ladina (no indígena) dominante y una poblaciónindíge-na dominada, a través del proceso dominical. Losladinos ejercen su dominio desde su sede en la ciudadregional primada, sobre una constelación de comunida-des indígenas fragmentadas que dependen económica-mente de este centro rector, cuya población, compuestaprincipalmente por ladinos, depende a su vez económica-mente de los indígenas. Si bien el proceso dominical giraesencialmente alrededor del mercado y la dependenciaeconómica creada en torno a su funcionamiento, otros fac-tores influyen asimismo en la dinámica del poder ladinosobre la población indígena, como son la segregación

4 Para el caso de Guatemala, véase Esquit (2008); para los países cen-

troandinos ver Pajuelo (2007)

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racial, el control político, la discriminación y los tratos de-siguales a los indígenas por parte de los ladinos, la dis-tancia social, y la acción evangélica. En estas regionesinterculturales existe entre los ladinos y los indígenas unsistema de castas, rígido, adscriptivo, y no un sistema declases abierto, dinámico, basado en la movilidad socialde sus miembros. De allí la necesidad de la acción indi-genista, para liberar a los indios del proceso dominical,integrarlos a la estructura de clases y a la nación. ParaAguirre, la transformación de los indios de castas a claseses un paso esencial en la transformación de las regionesinterculturales de refugio. En este proceso, dejarán de serindios y serán integrados plenamente a la sociedad nacio-nal. La política indigenista del estado tiene, según Aguirre,un papel modernizador, progresista y nacionalista. Lastesis del autor en este libro Regiones de refugio, que fuepresentado por la delegación de México en un congresoindigenista interamericano, fueron ampliamente debatidasen la época, y también incorporadas al pensamiento in-digenista de algunos países latinoamericanos. AguirreBeltrán y otros indigenistas siempre sostuvieron que elindigenismo era una política de los mestizos para los indí-genas, y no una ideología de los propios indígenas. Convariantes nacionales, el indigenismo mestizo ha sido esgri-mido por el pensamiento político y social hegemónico delos países latinoamericanos hasta la actualidad. De hecho,el debate sobre la identidad mestiza y el mestizaje enAmérica Latina, que comenzó desde los primeros añosdespués de la Conquista, sigue vigente hoy en día vincu-lado a la percepción del significado de los movimientosindígenas. (Basave 2009, de la Cadena 2006)

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El movimiento indígena, que emerge de maneraorganizada en la década de los ochenta, ha venido cons-truyendo un nuevo discurso que cuestiona los paradigmascon los que habían venido trabajando las ciencias socialesen la región. A través de congresos y seminarios, mar-chas, protestas, levantamientos, declaraciones, platafor-mas y manifiestos, las organizaciones indígenas afinan sudiscurso en distintos planos, que se refleja de diversamanera en los planteamientos de las ciencias sociales, yal mismo tiempo se nutre de ellos. Veamos algunos detemas más debatidos.

El reconocimiento jurídico y constitucional de lospueblos indígenas representa un cambio de lenguaje queanteriormente se refería a "grupos étnicos" y "comunida-des indígenas." A partir de los años ochenta numerosasleyes y varias reformas constitucionales incluyen el reco-nocimiento de los pueblos indígenas. Lo que antes pare-ciera ser un coto reservado a la antropología, despiertaahora el interés de las ciencias políticas y jurídicas. Juntocon los indígenas, aparecen también nombrados, cadavez con más frecuencia, los pueblos de origen africano,los "afrodescendientes" que también han venido recla-mando con insistencia sus derechos denegados e ignora-dos. El reconocimiento constitucional y jurídico establece,en principio, a los pueblos indígenas como sujetos dederecho y como objeto de políticas públicas. Sin embargo,el nombramiento legislativo puede ser también un retro-ceso frente a las nuevas normas internacionales en lamateria, como sucedió en Chile en septiembre de 2009.En este país, el Senado aprobó a al vapor y sin consulta

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previa una enmienda constitucional que simplemente "re-conoce la existencia de los pueblos indígenas" y algunosderechos a las comunidades, organizaciones e integrantesde estos en conformidad con la legislación existente. Chilese coloca así muy lejos de la normatividad internacionalen la materia que ha emergido en los últimos años.5 Lareforma constitucional mexicana de 2001 no es menosrestrictiva e incompleta. El debate constitucional y legisla-tivo sobre el reconocimiento jurídico de los pueblos indí-genas en países que durante su historia independiente loshabían ignorado, se ha vuelto un nuevo campo conten-cioso en el que se dirimen visiones contrapuestas de lanación y de la sociedad. (Chenaut y Sierra 1995)

Los derechos de los pueblos indígenas comienzanser introducidos en el discurso sobre los derechos huma-nos. Aunque los instrumentos jurídicos de derechos hu-manos del sistema intera-mericano no hacen referencia alos derechos indígenas, la Comisión Interamericana y laCorte Interamericana de Derechos Humanos comienzan aocuparse del tema. A partir de 2001, la Corte dicta algunassentencias favorables a los derechos colectivos de lospueblos indígenas, con argumentos que provienen de lasdisciplinas sociales que se venían ocupando de estascuestiones desde hace tiempo.6 A pesar de ello, en 2009,un proyecto de Declaración de los Derechos de los Pue-blos Indígenas aún se encontraba enfrascado en la Orga-

5 Para un resumen de los derechos de los pueblos indígenas en Chile ver

(Instituto 2004)6 Stavenhagen 2009.

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nización de Estados Americanos. En la ONU, en cambio,el Consejo de Derechos Humanos abrió un espacio queculminó con la adopción por la Asamblea General de laDeclaración de la ONU sobre los Derechos de los PueblosIndígenas en septiembre de 2007. Con anterioridad, laOrganización Internacional del Trabajo había adoptado en1989 el Convenio 169 sobre poblaciones indígenas, queha sido ratificado por la mayoría de los estados latinoa-mericanos.

La nueva normatividad internacional en la materia,abre también nuevos espacios para el examen de lasdemandas indígenas en materia de derechos humanos.Así, por ejemplo, las organizaciones indígenas han llevadodenuncias –y con frecuencia han recibido apoyo– antediversos comités de la ONU, la OIT, la UNESCO y la Comi-sión Interamericana de Derechos Humanos, así como alos organismos especializados en propiedad intelectual yrelaciones comerciales. En estos menesteres han recibidoapoyo también de organizaciones internacionales de lasociedad civil y agencias donantes de algunos estados,sobre todo europeos. De esta manera, los pueblos indíge-nas se han ido convirtiendo en nuevos sujetos de derechointernacional, y el derecho indígena ha ingresado comomateria y disciplina en las facultades de derecho de nues-tros países, de las que se encontraba ausente hace ape-nas veinte años.

Con la transición a la democracia que tiene lugar ennumerosos estados de la región a partir de la década delos ochenta, se abre un ciclo de análisis sobre la pro-

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blemática de la ciudadanía. Frente a la ausencia de ciuda-danía en los regímenes autoritarios y a la ciudadanía con-trolada y restringida de los regímenes corporativistas, latransición democrática introduce plenamente el conceptode ciudadanía liberal que se ajusta bien al régimen de mer-cado libre de la era de la globalización. Pronto se advierte,sin embargo, que los acumulados rezagos en materia dederechos económicos, sociales y culturales, la persistentedesigualdad y las repetidas crisis de legitimidad y repre-sentatividad en los países latinoamericanos hacen pro-blemático el concepto (incompleto) de ciudadanía liberalen esta región en esta época. Como consecuencia de lairrupción de los pueblos indígenas en el escenario social ypolítico cobra vigencia la noción de ciudadanía multicultu-ral, que Kymlicka (1996) ha desarrollado para el caso deCanadá.7

En el contexto latinoamericano, Rodrigo Montoya(1998:98) propone la noción de ciudadanía étnica, enconstrucción actualmente. "Hay en el Perú de los últimos25 años un hecho notable: el despertar indígena y la luchapor una ciudadanía étnica. Antes de 1969 no había en laamazonía peruana, ninguna organización indígena. Enjulio de ese año se formó el Congreso Amuesha, embrióny punto de partida de una nueva etapa que alcanzó supunto más alto con la formación de la Coordinadora Indí-gena de la Cuenca Amazónica, (COICA) que liga a las orga-nizaciones nacionales indígenas del Perú, Bolivia, Brasil,

7 Para debates semejantes en otros contextos, ver Martín Díaz (1998).

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Ecuador, Colombia, Venezuela y Surinam, en 1984. Ensólo veinte años hay por lo menos un centenar de organi-zaciones de los pueblos indígenas a nivel de valles, ríos,regiones, departamentos y de toda la selva. Las centralesAIDESEP (fundada en 1981) y CONAP (Confederación deNacionalidades de la Amazonía Peruana, creada en 1988)canalizan las dos vertientes organizativas, que a pesar desu división, expresan un avance significativo de los pue-blos indígenas.... El derecho a la diferencia que se expresaen la noción de "ciudadanía étnica" es una novedad indí-gena en América del Sur..... cuestiona la homogeneidad–igualdad propuesta por el proyecto civilizatorio occiden-tal– Desde las selvas tropicales de América surge una vozque cuestiona el ideal de la igualdad, para restringirlo a unconjunto de derechos como el de la vida, el trabajo, lasalud, la organización, y que reclama un espacio plenopara que las diferencias lingüísticas y culturales se expre-sen libremente."

Al iniciar el siglo, la CEPAL publica un estudio deÁlvaro Bello (2004) que representa una puesta al día tantodel debate académico como de la evolución política de laciudadanía indígena en la región. Este nuevo concepto deciudadanía multicultural, étnica o indígena no solamentetoma en cuenta las realidades multiétnicas de los paíseslatinoamericanos, sino también reconoce como sujetosciudadanos a las colectividades (llámense pueblos, comu-nidades, naciones, nacionalidades etc.) además de losindividuos. La clásica tradición de los derechos individua-les universales es ampliada con el concepto de derechoscolectivos, ahora también reconocido en los instrumentos

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jurídicos internacionales de derechos humanos.8 Persiste,sin embargo, un enconado debate en torno a la noción dederechos colectivos. Hay quienes niegan rotundamente laposibilidad de que existan derechos humanos colectivos,es decir, de las colectividades, e insisten que por defini-ción los derechos humanos son individuales, de la per-sona humana. En los debates en la ONU, algunos paísesrechazan el concepto de derechos colectivos, por lo quevotaron en contra de la Declaración de la ONU sobre losderechos de los pueblos indígenas.

En años recientes, la noción de derechos colectivosde los pueblos ha hecho progresos en el derecho interna-cional, y comienza a abrirse paso también en el derechodoméstico, precisamente en relación con el concepto deciudadanía étnica o multicultural. La situación de los pue-blos indígenas demuestra que no podrán ser ejercidosefectivamente los derechos de los individuos si se desco-nocen los derechos colectivos de las comunidades y pue-blos a los que pertenecen estos. Algunas sentenciasrecientes de la Corte Interamericana de Derechos Huma-nos apuntan en esa dirección.9

8 Los derechos de los pueblos aparecen en el art. 1 de los dos pactos

internacionales de derechos humanos de la ONU, adoptados en 1966. El

derecho de los pueblos indígenas a la libre determinación aparece en el

art. 3 de la Declaración de la ONU sobre los derechos de los pueblos indí-

genas.9 Jelin y Hershberg,1996, Garretón y Newman 2001, González Casanova

y Roitman 1996, Marti y Puig 2007.

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Uno de los planteamientos más insistentes de losmovimientos indígenas se refiere al uso del derecho pro-pio, que es reconocido en algunas de las nuevas legisla-ciones y conduce a animados (y a veces enconados)debates sobre el pluralismo jurídico en nuestros países.La visión monista del derecho, que ha prevalecidodurante la época republicana hasta la actualidad, aceptaque en el Estado nacional ha de funcionar un solo sistemajurídico, y argumenta con frecuencia que la pluralidad dejurisdicciones debilitaría al Estado nacional, crearía fuerosde privilegios en donde todos deberían estar en situaciónde igualdad ante la ley, complicaría innecesariamente laadministración de justicia y permitiría un sinfín de viola-ciones a los derechos humanos individuales. Por la otraparte, se sostiene, por el contrario, que el respeto al dere-cho indígena (también llamado con frecuencia derechoconsuetudinario, usos y costumbres, costumbre jurídica oderecho comunitario) es una garantía para los derechoshumanos de las colectividades indígenas, forma parte delrespeto a la diversidad cultural, y contribuiría a evitar laspersistentes y serias violaciones de los derechos huma-nos de los pueblos indígenas que se han ido acumulandoen el marco del deficiente acceso a la justicia que actual-mente se les brinda. Cada vez más, las cortes supremasy otros tribunales han ido reconociendo las jurisdiccionesindígenas, de tal suerte que el derecho indígena ya estácomenzando a formar parte de los sistemas jurídicosnacionales, no sin tensiones y contradicciones.10 (Staven-

10 La Constitución de Bolivia: Artículo 190. I. Las naciones y pueblos indí-

gena originario campesinos ejercerán sus funciones jurisdiccionales y de

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hagen 1988, Stavenhagen e Iturralde 1990, Serrano 2005,Yrigoyen 2000)

Particularmente controvertidos han resultado los de-bates en torno a la autonomía indígena como nueva formade inserción de estos pueblos en las estructuras delEstado, con frecuencia vinculada al ejercicio del derechode libre determinación. (Assies y Gundermann 2007,Assies, van der Haar y Hoekema 1999) La ConstituciónPolítica del Estado Boliviano, adoptada en 2009, incluyecomo formas de organización político-territorial en el paísla autonomía municipal, regional y departamental, junto conla autonomía indígena. Los sujetos autonómicos de estaúltima son "las naciones y los pueblos indígena originariocampesinos, cuya población comparte territorio, cultura,historia, lenguas, y organización o instituciones jurídicas,políticas, sociales y económicas propias." (Art. 289) EnEcuador, la Constitución de 2008 establece las circuns-cripciones territoriales indígenas o afroecuatorianas "queejercerán las competencias del gobierno territorial autó-nomo" (art. 257). La primera experiencia de autonomíaregional en una zona predominantemente indígena y afro-caribeña en años recientes fue la de la Nicaragua sandi-nista revolucionaria. En 1987 se adoptó el estatuto deautonomía de la Costa Atlántica. En su época fue muy dis-cutida esta experiencia, y a veinte años de distancia exis-

competencia a través de sus autoridades, y aplicarán sus principios,

valores culturales, normas y procedimientos propios.

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ten ya varios estudios de evaluación de sus éxitos y limi-taciones (Díaz Polanco 1991, Frühling, González y Buvo-llen 2007). Más antigua es la experiencia de las comarcasautónomas indígenas en Panamá, pero durante muchotiempo se dio en forma aislada sin mayor impacto regionalen otros países, por lo cual tampoco fue foco de interés delas ciencias sociales.

El levantamiento del Ejército Zapatista de LiberaciónNacional (EZLN) en Chiapas en 1994 generó sus propiasformas de autonomía. Al margen de un cambio significa-tivo en la política estatal que no se logró a través de unosacuerdos de paz incumplidos por el gobierno de la época(1996), los zapatistas procedieron a crear sus propiasautonomías en los municipios que lograron controlar polí-ticamente, exponiéndose al hostigamiento y el desco-nocimiento de las autoridades del Estado. La reformaconstitucional de 2001 reconoce el derecho de los pue-blos indígenas a la libre determinación {que} se ejerce-rá en un marco constitucional de autonomía que asegurela unidad nacional. Hasta la fecha este vago principioconstitucional no ha tenido ningún efecto práctico. EnMéxico el debate en torno a los pros y contras de la auto-nomía indígena sigue sin resolverse. (García Colorado2000, Mattiace 2002)

Vinculado a lo anterior, surge prácticamente comoun nuevo campo de estudio la temática del multicultura-lismo, referida especialmente a la educación y la cultura,pero también a la política y el tema del nacionalismo.(Gutierrez 2006) En la Constitución Política de 2009, "Boli-

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via se constituye en un Estado Unitario Social de DerechoPlurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano,democrático, intercultural, descentralizado y con auto-nomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismopolítico, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentrodel proceso integrador del país." (Art. 1) Estos principiosconstitucionales, como otros semejantes en otras refor-mas constitucionales recientes en América Latina, abrenun espacio a múltiples análisis e interpretaciones de carác-ter multidisciplinario.

La educación intercultural plantea numerosos retos ala visión republicana tradicional de las políticas educativasdel Estado. Después de un largo periodo de haberladejado en manos de la Iglesia, las repúblicas latinoameri-canas comenzaron en el siglo XX a ocuparse de la educa-ción indígena como tarea de Estado. En una primera etapase trataba simplemente de llevar la educación elemental,en sus moldes tradicionales, a las comunidades indígenasrurales. Posteriormente surgió la idea de la educaciónbilingüe (en castellano y la lengua indígena local) como unpaso metodológicamente adecuado para transitar hacia lacastellanización completa. En décadas recientes ha sur-gido la pedagogía multicultural, y más recientemente, lanorma de la educación intercultural, apoyada hoy en díapor instancias internacionales como la UNESCO.11 En Perú,por ejemplo, la educación intercultural bilingüe es un

11 Dos informes señeros de la UNESCO dieron la pauta: Jacques Delors

(1996) y Javier Pérez de Cuellar (1995).

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campo contencioso para el surgimiento de un singular acti-vismo intelectual indígena que choca con visiones alternasde las comunidades serranas y de las oficinas guberna-mentales limeñas.12 (García 2008)

El debate en torno a la interculturalidad se antoja ina-gotable en la medida en que incluye aspectos culturales,sociológicos, antropológicos, lingüísticos, pedagógicos,psicológicos, ideológicos, religiosos, así como económi-cos, políticos y jurídicos, entre otros. Lo que comenzóhace algunas décadas como una discusión más bien téc-nica entre algunos especialistas en torno a la convenienciade utilizar la lengua materna indígena en la enseñanza delcastellano, termina actualmente en un replanteamientototal del sistema educativo nacional. La ONU reconoce elderecho de los pueblos indígenas a su lengua y cultura, asus tradiciones, saberes y cosmovisión; todo aquello queel Estado nacional republicano negó a los pueblos indíge-nas durante prácticamente dos siglos. Hoy se han creadoen diversas partes del subcontinente universidades indí-genas interculturales que pretenden desarrollar nuevaspedagogías, construir nuevas visiones de país, explorarvías alternas de desarrollo, rescatar el ambiente y la natu-raleza como elementos culturales de los pueblos. Siendotan reciente esta experiencia, está abierta la pregunta desu eventual éxito o fracaso.

12 Los intelectuales indígenas también han jugado un papel relevante en

la descomposición del mito nacionalista en México. Ver Gutiérrez 2001.

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El multiculturalismo también choca con el enraizadoracismo anti-indígena y antiafricano que permea a las socie-dades latinoamericanas. Conforme se articula la demandaciudadana de los pueblos indígenas en torno a las alterna-tivas multiculturales de una sociedad plurinacional, sehacen más abiertas y frecuentes las reacciones racistas deaquellos grupos sociales y étnicos cuyos intereses y tradi-cionales prejuicios culturales y raciales son ahora expues-tos a la luz pública. El tema del racismo ha entrado en ladiscusión pública en los medios, en los parlamentos, enlas universidades, allí en donde con anterioridad o noexistía o se encontraba soterrado o era un tabú. En Guate-mala la vicepresidencia de la República encargó undiagnóstico del racismo en el país para elaborar una estra-tegia antirracista. (Casaús 2006) En Bolivia, a raíz de laasunción del primer presidente indígena, ocurrieron múlti-ples incidentes racistas violentos. Ahora se ha creado unviceministerio de descolonización para combatir de frentelas tendencias racistas en la sociedad boliviana. En Perú sedio un enfrentamiento violento entre nativos amazónicos yla policía nacional en junio de 2009 (en torno a ilegales con-cesiones petroleras en tierras indígenas), lo cual desatóuna serie de pronunciamientos racistas en los medios y dealgunas autoridades gubernamentales. Lo mismo ha suce-dido en Chile y en otros países. (Zambrano 2002)

Por las características del régimen colonial y la auto-percepción de algunas sociedades latinoamericanas comonaciones mestizas, la opinión pública pensaba tranquila-mente que el racismo no existía en estos países. Pero en elmomento en que los pueblos indígenas, víctimas seculares

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de políticas racistas que no se atrevían a identificarse comotales, exigen sus derechos humanos y ciudadanos, elracismo enraizado no puede seguir escondido. Lo cualconduce necesariamente a una re-evaluación de la auto-percepción y la autoimagen de las elites hegemónicas asícomo los grupos étnicos (mestizos, ladinos, cholos, mula-tos) que son llamados a redefinirse ante el fenómeno de lademanda ciudadana indígena. (Gutiérrez 2008)

El enfoque intercultural penetra también en la esferade la cultura, incluyendo las políticas culturales en lamedida en que existen. Se ha analizado sobre todo en rela-ción a los medios y los mercados. (García Canclini 1995,Ortiz 1998). Los medios masivos audiovisuales de comu-nicación tienen un papel esencial en la conformación de lacultura popular, así como en la creación y destrucción demitos y estereotipos, en los cuales con frecuencia apare-cen los pueblos indígenas como objetos y sólo rara vezcomo sujetos de su propia historia. (Martín-Barbero 1998)

En México funciona desde 1977 la Dirección de Cul-turas Populares e Indígenas en el marco del gobierno fede-ral, pero su papel –y su presupuesto– ha sido exiguo antela influencia de los medios de comunicación privados. Laspocas radios comunitarias en comunidades indígenassufren el hostigamiento y el desprecio de las autoridadesgubernamentales y de los medios privados.

El talón de Aquiles que refleja la alta vulnerabilidadde los pueblos indígenas ha sido la política de desarrollo,vinculado al problema de la tierra y los recursos. Es dema-

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siado bien conocida la historia del despojo de los pueblosindígenas; la mayoría de los estados latinoamericanos seerigieron sobre las ruinas de las antiguas culturas y civili-zaciones indígenas. Todavía en las últimas décadas delsiglo veinte continuaba –y continúa– la expropiación de tie-rras, territorios, aguas, bosques y otros recursos que aúnquedan en manos de estas comunidades. Y eso a pesarde la legislación mencionada anteriormente. Este procesorecibe su legitimación en las diversas teorías de la moder-nización, el desarrollo, el progreso, la competitividad y laintegración nacional, producidas o transmitidas en nues-tros centros de investigación académica. Para integrarse almercado norteamericano, algunos países andinos yamazónicos proceden a imponer la privatización de las tie-rras y los recursos de los pueblos indígenas. El presidentedel Perú ha tildado de bárbaros, salvajes y retrógrados alos nativos amazónicos que reclaman sus derechos, recor-dando los discursos de sus antecesores del siglo XIX.13

Quienes piensan igual en Brasil, Colombia, Chile o Ecua-dor también se oponen a los derechos indígenas con argu-mentos inspirados en el darwinismo social, el positivismo,el economicismo, el individualismo, que siguen siendomateria corriente en ciertos centros académicos.14

El debate que más ha dividido a la clase política seda en torno a la propiedad de la tierra. Si bien el libera-

13 Para consultar los escritos y declaraciones de Alan García, ver

http://www.elcomercio.com.pe. Para una visión alternativa, véase

Romero (2007).14 Para un estudio de caso en Chile, ver Mella (2007).

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lismo económico del siglo diecinueve hizo todo lo posiblepor entregar las tierras indígenas a los grandes propieta-rios, aún quedaban regiones indígenas aisladas sustraídasa este proceso. Cien años más tarde, bajo las instruccio-nes de los organismos financieros internacionales, losgobiernos latinoamericanos intensificaron su ofensiva con-tra los restos de los territorios indígenas que aún queda-ban en manos de las comunidades. Sin embargo, paraentonces (las últimas décadas del siglo veinte) la resisten-cia indígena había adquirido su propia dinámica, y comose ha mencionado arriba, las nuevas legislaciones reco-nocieron a distinto grado, los derechos tradicionales deposesión y ocupación de los pueblos indígenas sobre sustierras ancestrales. Actualmente se sigue debatiendoacerca de los méritos relativos de la propiedad privada yla posesión colectiva. El neoliberalismo económico, apo-yado por el liberalismo político, pretende llevar hasta susúltimas consecuencias la privatización y concentración enmanos privadas de los últimos resguardos indígenas en elcontinente. Los movimientos indígenas y sus aliados (so-cialistas, ecologistas, altermundistas, indigenistas) armanestrategias para la defensa de las tierras y territorios in-dígenas, como se ha visto en casos tan diversos comoBrasil, Colombia, Panamá, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile,México, Guatemala, Venezuela, Argentina, Surinam y Para-guay. Los organismos públicos y privados de defensa delos derechos humanos han contribuido a ello; algunos tri-bunales supremos como la Corte de Constitucionalidad enColombia han desarrollado jurisprudencia en la materia,así como la Corte Interamericana de Derechos Humanos,que está desarrollando una doctrina protectora de la pro-

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piedad colectiva de los pueblos indígenas en el marco dela Convención Americana de Derechos Humanos.

Igualmente se ha abierto el debate sobre el control yel manejo de los recursos naturales. Lo que según algu-nos gobiernos debe ser enajenado a las empresas trans-nacionales (como ha declarado el gobierno de Perú porejemplo) para asegurar el desarrollo económico del país,los pueblos indígenas reclaman como suyo, basándoseentre otros, en los derechos ahora reconocidos por Nacio-nes Unidas.

Aunque la teoría del desarrollo endógeno (el enfoquecepalino de las primeras décadas y sus variantes) propusouna visión distinta a la del liberalismo rampante, que fueretomada en centros como el ILPES, CEBRAP, CED, IEPESetc., estas perspectivas alternativas fueron a su vez insen-sibles a las realidades multiétnicas de nuestros países yno lograron superar las limitaciones de los paradigmaskeynesiano y pseudo-marxista (reformistas, se les llamaba)que dominaban la vida académica.15 En vez de estimulardebates críticos y abiertos, generaron polémicas ideológi-cas de descalificación mutua, que a su vez engendraronposturas cada vez más radicales y estériles, como el sen-derismo en Perú y otras experiencias guerrilleras de losaños sesenta y setenta. Los movimientos indígenas pro-

15 Para una evaluación reciente véase Burchardt 2006.

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dujeron también su cosecha de "indianismos" radicales,algunos de los cuales florecen todavía.16

Paulatinamente, el movimiento indígena ha produ-cido –en interacción con otros movimientos semejantes endistintas partes del mundo– su propio concepto: el desa-rrollo con identidad, basado no solamente en el respeto alas culturas indígenas, sino en la participación activa delos pueblos. A la par, se construye una visión a futuro del"buen vivir" (concepto incluido en la Constitución bolivianade 2009), que está basado en la supuestamente tradicio-nal visión de integración armónica entre las comunidadesy la naturaleza (el concepto andino de la pachamama, quetiene expresiones similares en otras partes del mundo).

Así como el desarrollismo de hace medio siglo forta-leció el mito del nacionalismo revolucionario, expresadosobre todo políticamente en México y en Bolivia, pero reto-mado a su vez en otros contextos, el resurgimiento delmundo indígena ha creado sus propios mitos. Uno deellos, el andinismo,17 tuvo su momento entre intelectualesde los países centroandinos, quienes cultivaron una visiónde la identidad propia de los pueblos andinos, vinculada ala geografía hostil de la montaña, en contraposición a las

16 Ver Albó (2002) para un examen de la situación entre los aymara de los

países andinos. En Bolivia el movimiento indígena se dividió entre el

indianismo del Mallku Felipe Quispe y el activismo del sindicalista Evo

Morales, quien obtuvo la presidencia de Bolivia en 2005.17 Nada que ver con el deporte de escalar montañas en la región andina.

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poblaciones de la costa y la selva.18 El Tawantinsuyu es elespacio indio precolonial y pre-existente a las fronteraspolíticas actuales, y más amplio aún lo es Abya-Yala, elconcepto que el movimiento indígena ha adoptado parareferirse espacio continental bautizado como América porlos europeos del siglo XVI. La II Cumbre Continental delos pueblos y nacionalidades indígenas de Abya Yala,19

realizada en Quito en 2004, declara: "Somos pueblos ori-ginarios de Abya Yala. Nuestros antepasados, nuestrosabuelos nos enseñaron a amar y venerar nuestra fecundaPacha Mama, a convivir en armonía y libertad con losseres naturales y espirituales que en ella existen. Las ins-tituciones políticas, económicas, sociales y culturales quetenemos, son herencia de nuestros antepasados y son labase para la construcción de nuestro futuro."20 En otra fre-cuencia, las mujeres chicanas –y en grado menor los hom-bres chicanos– en Estados Unidos se reclaman del míticoAztlán, supuesto lugar de origen del pueblo azteca. (Con-treras 2008)

Así como los pueblos indígenas proponen –connombre y apellido– un desarrollo alternativo, solidario,comunitario, participativo, endógeno, armónico con la

18 Flores Galindo (1986)19 Abya Yala es el nombre dado al continente americano por la etnia Kuna

de Panamá y Colombia antes de la llegada de los europeos. Hoy, dife-

rentes representantes de etnias indígenas insisten en su uso para referir-

se al continente, en vez del término "América". Quiere decir "tierra madu-

ra", o según algunos "tierra viva" o "tierra en florecimiento". (Wikipedia).20 www.cumbreindigenabyayala.org/

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naturaleza, protector y no destructor del medio ambiente,igualitario y equitativo, así también reclaman que en lasituación actual sus condiciones de vida se encuentranmuy por debajo de los promedios nacionales y de las con-diciones de otros sectores de la población nacional. Dehecho las cifras que proporcionan los gobiernos, los orga-nismos multilaterales y los centros de investigación,demuestran la continuada existencia de grandes desigual-dades en ingresos, niveles de bienestar, servicios socialesy otros satisfactores entre las poblaciones indígenas y noindígenas.21 Hasta hace poco, las estadísticas oficiales noproporcionaban los datos desagregados que permitieranenfocar las políticas públicas del sector social hacia losnúcleos de población más necesitada, que en granmedida consiste de indígenas. Las autoridades a vecesarguyen que desagregar datos por etnicidad sería un acto"discriminatorio;" otros invocan dificultades metodológicascon altos costos y resultados poco confiables. El hecho esque los especialistas que diseñan, analizan e interpretanlas encuestas, y los que se encuentran en posición detomar las decisiones que serían apropiadas (como reo-rientar los enfoques de las políticas sectoriales) se handedicado poco al estudio de los pueblos indígenas. Enconsecuencia, el "cambio de paradigma" que ha tenidolugar (para llamarlo de alguna manera) requiere también deuna respuesta estructurada de los centros académicosque generan las investigaciones, hacen las preguntas,

21 En mi calidad de Relator Especial de la ONU para los Pueblos Indígenas

(2001-2008) documenté ampliamente esta situación para el Consejo de

Derechos Humanos. (Stavenhagen 2008).

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diseñan los programas y sugieren las respuestas con lascuales deberán trabajar tanto los tomadores de decisionesen el sector público, como los directamente afectados, lospueblos indígenas.

En las dos décadas que abarca aproximadamente latransición del milenio, y al asomar el segundo centenariode las independencias políticas de los países hispanoa-mericanos, las naciones que surgieron de las ruinas delimperio español en las Américas se plantean una vez másla cuestión de la identidad nacional. Hace un siglo eracomún la afirmación que estos países constituían aúnnaciones inacabadas, y que era preciso consolidar suconstrucción, descartando la presencia indígena. A lolargo del siglo veinte se proclamaba que la modernizacióny el desarrollo nos conducirían a este objetivo. En esteproceso, el pensamiento hegemónico, reflejado en lasciencias sociales, afirmaba que los indios –en la medidaen que se les reconocía existencia alguna– eran un obstá-culo a superar. Para ello servían las políticas asimilacionis-tas del indigenismo, pero aún sin el indigenismo eracomún considerar que el desarrollo económico y la inte-gración a los mercados globales obtendrían el mismoresultado, la desaparición de los pueblos y las culturasindígenas.

Pero la vuelta del milenio también ha producido unavisión alterna de país, la de un estado plurinacional comoel que se ha dado Bolivia en su nueva constitución de2009, y como el que demandan numerosos movimientosindígenas en otros países. Los intelectuales orgánicos de

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las organizaciones que articulan esta demanda manejanun discurso que conduce a la construcción o reconstruc-ción de identidades étnicas diversas (quechua, aymara,maya, mapuche, mixteca, miskita, purepecha etc.) en elque se combinan elementos de los viejos planteamientosindianistas de hace tres o cuatro décadas con argumentosaltermundistas del movimiento antiglobalizador y antineo-liberal contemporáneo, fundamentados en los principioshoy universalmente reconocidos de los derechos huma-nos de los pueblos indígenas.

Así, la Cumbre de Pueblos Indígenas reunida enPuno, Perú, en mayo de 2009, con la presencia de 6500delegados de numerosos países del mundo y más de 500observadores, aprobó la Declaración del Lago Titikaka,resolviendo:

"Proclamar que asistimos a una profunda crisis de la civili-

zación occidental capitalista donde se superponen las cri-

sis ambiental, energética, cultural, de exclusión social,

hambrunas, como expresión del fracaso del eurocentrismo

y de la modernidad colonialista nacida desde el etnocidio,

y que ahora lleva a la humanidad entera al sacrificio.

"Ofrecer una alternativa de vida frente a la civilización de la

muerte, recogiendo nuestras raíces para proyectarnos al

futuro, con nuestros principios y prácticas de equilibrio

entre los hombres, mujeres, Madre Tierra, espiritualidades,

culturas y pueblos, que denominamos Buen Vivir / Vivir

Bien. Una diversidad de miles de civilizaciones con más

de 40 mil años de historia que fueron invadidas y coloni-

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Rodolfo Stavenhagen 127

zadas por quienes, apenas cinco siglos después, nos

están llevando al suicidio planetario.

Defender la soberanía alimentaria, priorizando los cultivos

nativos, el consumo interno y las economías comunitarias.

Mandato para que nuestras organizaciones profundicen

nuestras estrategias Buen Vivir y las ejerciten desde nues-

tros gobiernos comunitarios.

"Construir Estados Plurinacionales Comunitarios, que se

fundamenten en el autogobierno, la libre determinación de

los pueblos, la reconstitución de los territorios y naciones

originarias. Con sistemas legislativos, judiciales, electora-

les y políticas públicas interculturales, representación polí-

tica como pueblos sin mediación de partidos políticos.

Luchar por nuevas constituciones en todos aquellos paí-

ses que aún no reconocen la plurinacionalidad. Estados

Plurinacionales no sólo para los pueblos indígenas, sino

para todos los excluidos. Para Todos Todo y haciendo un

llamado a los movimientos sociales y actores sociales

para un diálogo intercultural, respetuoso y horizontal, que

supere verticalismos e invisibilizaciones.

"Reconstituir nuestros territorios ancestrales como fuente

de nuestra identidad, espiritualidad, historia y futuro. Los

pueblos y nuestros territorios somos uno solo. Rechazar

todas las formas de parcelación, privatización, concesión,

depredación y contaminación por parte de las industrias

extractivas. Exigir la consulta y el consentimiento previo,

libre e informado, público, en lengua propia, de buena fe,

a través de las organizaciones representativas de nuestros

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128 Los Pueblos Originarios: el debate necesario

pueblos, no sólo de los proyectos sino de toda política y

norma de desarrollo nacional. Exigir la despenalización de

la hoja de coca."22

La Declaración del Lago Titikaka forma parte deuna larga serie de proclamas y declaraciones que las orga-nizaciones indígenas han lanzado a lo largo de las últimasdécadas. En estos documentos se perfila una nueva auto-conciencia indígena, una feroz crítica al neoliberalismocapitalista, una visión alterna del estado nacional, unmodelo distinto de país y una emergente identidad étnicaque busca transformarse en un nuevo concepto de ciuda-danía. La influencia de estos planteamientos se ha hechosentir en los debates políticos y académicos y ha tenidofuerte impacto en los movimientos indígenas, tales comola lucha mapuche por sus tierras, el levantamiento delEZLN en México, los diversos levantamientos y la partici-pación electoral de los indígenas ecuatorianos, los conflic-tos que enfrentan a las comunidades nativas amazónicascon el estado neocapitalista peruano, los esfuerzos que hadesplegado el pueblo maya para reafirmar su identidadcultural en Guatemala, y, a partir de 2006, la participacióndel pueblo aymara en la gestión del estado plurinacionalen Bolivia. En otros niveles, algunos pueblos indígenas deColombia luchan contra el peligro de su extinción, los indí-genas de la Costa Atlántica en Nicaragua aún esperan quese cumpla la promesa de su autonomía regional planteadadesde la victoria sandinista dos décadas antes, y los de

22 http://www.prensaindigena.org.mx/nuevositio/?p=8407.

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Panamá desean que los visos de autonomía logrados ha-ce años con la creación de las comarcas indígenas no sedesvanezcan en el proceso de la globalización neoliberal.Si la lucha indígena por la emancipación23 está aún en susinicios históricos, la resistencia conservadora y liberal delas estructuras del poder no se ha hecho esperar. Para ellobasta mencionar solamente la criminalización de la pro-testa social de los mapuche, la violencia selectiva contralas comunidades indígenas colombianas, el regionalismoracista y violento de los "cambas" del oriente bolivianocontra el empoderamiento indígena, la represión violentade la lucha de las comunidades amazónicas peruanas porsus recursos y sus tierras.

Estos conflictos de visiones, identidades y realida-des sociológicas se dirimen también en el mundo de lasletras y las ideas. Sirva de ejemplo el intento del exitosonovelista y derrotado candidato presidencial Mario VargasLlosa, por descalificar post-mortem al escritor mestizoJosé María Arguedas, profundamente identificado con lacultura quechua, quien había logrado transformar el temadel conflicto de identidades culturales y étnicas en el Perúen uno de los grandes momentos literarios latinoamerica-

23 Sobre la teoría sociológica de la emancipación, Véase Santos (2008).

"Al contrario de algún "poscolonialismo", no pienso que el término "eman-

cipación social" debe ser descartado por ser moderno y occidental.

Realmente pienso, que debe ser profundamente reconceptualizado para

integrar las propuestas emancipatorias de transformación social formula-

das por los diferentes movimientos y organizaciones que componen la

globalización contrahegemónica…" (65)

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nos.24 O la polémica en torno a la autobiografía de Rigo-berta Menchú, cuya validez fue cuestionada por un an-tropólogo social norteamericano, quien así puso en entre-dicho no solamente la integridad personal de la PremioNobel maya, sino también toda una interpretación de laguerra civil guatemalteca de los años ochenta. (Arias 2001)

CONCLUSIONES

A la vuelta del milenio surge nuevamente la preocu-pación de las ciencias sociales por reconstruir una visiónde América Latina. Lo que comenzó hace dos siglos conuna búsqueda ansiosa de las nuevas élites criollas latinoa-mericanas de su identidad nacional, pasó por diversas eta-pas: la integración nacional, el proceso de mestizaje, elindigenismo de Estado, el desarrollo modernizador, lademocratización, la ciudadanía neoliberal. A principios delsiglo veintiuno aparece el indianismo como ideología deresistencia, a la par que surge el multiculturalismo emanci-pador que plantea una nueva sociedad multinacional. Lasdisciplinas sociales académicas han estado un poco almargen de estos procesos, sus paradigmas se han que-dado, por lo general, en la etapa del desarrollismo y de lademocratización. La sociedad civil, al verse liberada delambiente represor del autoritarismo político, logró enrique-

24 Para una introducción a los "textos esenciales" de Arguedas, véase

Pinilla (2004); la crítica de Vargas Llosa en La Utopía Arcaica (1996). Para

una crítica severa de la posición de Vargas Llosa, consúltese Montoya

(1998: cap. VI)

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cerse con los movimientos sociales de derechos humanosy las luchas de los pueblos indígenas por su emancipacióny empoderamiento. La praxis del cambio influyó a su vezen algunas tendencias de las ciencias sociales, comoantes lo habían hecho en su momento, el movimientoobrero, los estudiantes, los habitantes urbanos, los cam-pesinos sin tierra y las mujeres feministas. Como ha suce-dido anteriormente en América Latina, algunos científicossociales han saltado la barrera de la academia a la acciónpolítica y social. En el movimiento indígena han surgido losintelectuales indígenas, reconocidos cada vez más comolíderes sociales y como pensadores y orientadores de nue-vas ideas y visiones para la acción política y la prácticasocial en los campos de la educación y capacitación, lacomunicación social, el desarrollo comunitario, la con-tienda electoral, el cabildeo político y diplomático, el di-seño, el manejo y la evaluación de proyectos, etcétera.

El movimiento indígena encara múltiples problemas,la oposición del estado y de las clases y etnias hegemó-nicas así como sus propias debilidades. Está en procesola construcción de nuevos enfoques teóricos que se hanvenido planteando en torno a las actividades del ForoSocial Mundial y de las diversas reuniones y cumbres indí-genas, así como las reuniones internacionales convoca-das por el movimiento zapatista en la selva de Chiapas.Pablo González Casanova (1997), abre el debate en tornoa la "teoría de la selva".

"La teoría de la Selva Lacandona contra el neoliberalismo

y por la humanidad lleva el espíritu y estilo de las nuevas

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formas de pensar, sentir y actuar. Es una teoría algo cons-

tructivista y un poco postmoderna. No es utópica a la anti-

gua; construye la utopía desde lo real. No recuerda la edad

utópica, ni la espera, ni va a ella, aunque use la imagen del

barco y lo construya en la Selva. No es milenarista ni es

fundamentalista. Sus partidarios declaran que no saben a

dónde va la historia del hombre-mujer y confiesan que no

tienen una estrategia exacta o inexacta para que los seres

humanos vivan con libertad, sin opresiones, ni exclusio-

nes. No corresponde tampoco a una visión quijotesca o

robinhoodiana; combina la aventura y el episodio heroico

y justiciero con la organización de sanchos y campesinos

que la dirigen, construyen, prueban, amplían a lo largo de

varios años, y que ellos mismos corrigen en descubri-

mientos sucesivos de lo necesario y lo posible; letrados

muchos, o auxiliados de letrados que se les juntaron. La

teoría de la Selva no es pre-moderna: su magia es el

espectáculo movilizador. Su "idolatría de la naturaleza" sólo

es un complemento de esa cultura universal, crítica y téc-

nica, con que también aprenden a dominar."

Contra quinientos años de olvido, los indígenasdesafían ahora al mundo y a las ciencias sociales con "unmundo en que quepan todos los mundos." ¡Vaya tarea!

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APÉNDICE

Siete tesis equivocadas sobreAmérica Latina

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En la literatura abundante que se ha producido en losúltimos años sobre los problemas del desarrollo y del sub-desarrollo económico y social se encuentran numerosastesis y afirmaciones equivocadas, erróneas y ambiguas.

A pesar de ello, muchas de estas tesis son acepta-das como moneda corriente y forman parte del conjuntode conceptos que manejan nuestros intelectuales, políti-cos, estudiantes y no pocos investigadores y profesores.Pese a que los hechos las desmienten, y a que diversosestudios en años recientes comprueban su falsedad, ocuando menos hacen dudar de su veracidad, dichas tesisadquieren fuerza, y a veces carácter de dogma, porque serepiten en innumerables libros y artículos que se dedican,sobre todo en el extranjero, a los problemas del desarrolloy subdesarrollo en América Latina. Me referiré en este artí-culo solamente a varias tesis de carácter sociológico, yaque algunas tesis equivocadas de carácter económico hansido ampliamente debatidas y rebatidas por los econo-mistas en tiempos recientes.

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PRIMERA TESIS: LOS PAÍSES LATINOAMERICANOS SON

SOCIEDADES DUALES

En esencia, esta tesis afirma que en los países latinoa-mericanos existen de hecho dos sociedades diferentes yhasta cierto punto independientes, aunque necesaria-mente conectadas: una sociedad arcaica, tradicional, agra-ria, estancada o retrógrada, y una sociedad moderna,urbanizada, industrializada, dinámica, progresista y endesarrollo. La "sociedad arcaica" estaría caracterizada porrelaciones de tipo esencialmente familiar y personal, porinstituciones tradicionales (el compadrazgo, ciertas formasde trabajo colectivo, ciertas formas de dominación perso-nalista y de clientela política, etc.), por una estratificaciónsocial rígida de status adscritos (es decir, en que la posi-ción del individuo en la escala social está determinadadesde el nacimiento, con pocas posibilidades de cambiodurante su vida), y por normas y valores que exaltan –ocuando menos aceptan– el statu quo, las formas de vidatradicionales heredadas de los antepasados, y que consti-tuyen un obstáculo al pensamiento económico "racional".

La sociedad "moderna", por lo contrario, consistiríade relaciones sociales del tipo que, los sociólogos llaman"secundarias", determinadas por las acciones interperso-nales encaminadas a fines racionales y utilitarios; de insti-tuciones funcionales, de una estratificación poco rígida (esdecir, con movilidad social) en que abundan los statusadquiridos por medio del esfuerzo personal y determina-dos ya sea por índices cuantitativos (como son el montode los ingresos o el nivel educativo), ya por funciones

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sociales (ocupación). En la "sociedad moderna" las normasy los valores de las personas tienden a ser orientadoshacia el cambio, el progreso, las innovaciones y la racio-nalidad económica (es decir, el cálculo de mayores bene-ficios con menores insumos).

Según esta tesis, cada una de las dos sociedadesque se encuentran –y se enfrentan– así en cada uno de lospaíses latinoamericanos tiene su dinámica propia. La pri-mera, la arcaica, tiene su origen en la época colonial y aunantes, y conserva muchos elementos culturales y socialesmuy antiguos. Generalmente no cambia, o lo hace muylentamente. En todo caso, los cambios que acusa provie-nen de fuera, justamente de la sociedad "moderna", y noson generados internamente. La otra sociedad, la mo-derna, está orientada hacia el cambio, genera en su senosus propias modificaciones y es, por supuesto, el foco deldesarrollo económico, en tanto que la primera constituyeun obstáculo a ese desarrollo.

En un nivel más sofisticado, y tal vez por ello más en-gañoso, la tesis de la sociedad dual se expresa como unasupuesta dualidad entre el feudalismo y el capitalismo ennuestros países. Se afirma, de hecho, que en gran parte deAmérica Latina subsiste una estructura social y económicade tipo feudal que constituye la base de los grupos socia-les y económicos retrógrados y conservadores, es decir, laaristocracia terrateniente, la oligarquía, los caciques políti-cos locales, etc. Por otra parte, se afirma, existen los nú-cleos de economía capitalista, en que actúan las clasesmedias emprendedoras, progresistas, urbanizadas. Implí-

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cita en esta descripción está la idea de que el "feudalismo"constituye un obstáculo al desarrollo de nuestros países ydebe ser eliminado para dar lugar al capitalismo progre-sista, el que será desarrollado por los grupos sociales decapitalistas emprendedores, en beneficio del país en suconjunto.

No cabe duda que en todos los países latinoameri-canos existen grandes diferencias sociales y económicasentre las zonas rurales y urbanas, entre las poblacionesindígenas y las no indígenas, entre la masa de los campe-sinos y las pequeñas élites urbanas y rurales, y entreregiones muy atrasadas y otras bastante desarrolladas.Tampoco cabe duda de que en algunas zonas atrasadas oaisladas existen grandes latifundios en los cuales las rela-ciones de trabajo y sociales entre los campesinos y el pro-pietario (o su representante) tienen todas las característi-cas de la servidumbre, si no es que de la esclavitud.

Estas diferencias, sin embargo, no justifican el em-pleo del concepto "sociedad dual", por dos razones princi-palmente: primera, porque los dos polos son el resultadode un único proceso histórico, y segunda, porque las rela-ciones mutuas que conservan entre sí las regiones y losgrupos "arcaicos" o "feudales" y los "modernos" o "capita-listas" representan el funcionamiento de una sola sociedadglobal de la que ambos polos son partes integrantes.

En cuanto al proceso histórico se refiere, cabe seña-lar que la conquista de América tuvo desde el principiocaracterísticas comerciales. Esencialmente, se realizó por

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medio de una serie de empresas mercantiles en las queintervenían grandes capitales privados y en que hubo par-ticipación estatal. Es cierto que en algunas regiones,mediante encomiendas y mercedes, se crearon verdade-ros feudos y, por supuesto, las poblaciones indígenas con-quistadas fueron sometidas a las más brutales formas deopresión y explotación por parte de los españoles. Peroasí como la esclavitud de los negros importados desdeÁfrica para trabajar en las plantaciones de azúcar del Ca-ribe y del Brasil respondía esencialmente a las necesida-des de una economía mercantilista orientada hacia losmercados consumidores de Europa, así también el "feu-dalismo" en las zonas indígenas de América no era carac-terístico de una economía cerrada de autosubsistencia(como el clásico feudalismo europeo), sino respondíatambién, a su vez, a las necesidades de: 1) la mineríaexportadora, y 2) la agricultura que abastecía a los centrosmineros o los mercados europeos.

Así pues, durante toda la época colonial el motor dela economía americana era el sistema mercantilista capi-talista en expansión. Las colonias españolas y portugue-sas no eran más que grandes abastecedoras de materiasprimas que alimentaban directa o indirectamente a losdiversos mercados europeos y que sí contribuyeron aldesarrollo industrial de la Europa occidental. La economía"feudal", si es que llegó alguna vez a existir, no era másque subsidiaria de los centros dinámicos –las minas y laagricultura de exportación–, que a su vez respondían a lasnecesidades de la metrópoli colonial. La gran constantede la economía Colonial era la búsqueda y obtención de

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mano de obra barata para las empresas coloniales. Pri-mero se ensayó la esclavitud de los indígenas, luego seintrodujo la esclavitud de los africanos, después se llegóa asegurar el concurso de la mano de obra servil indígena,mediante una serie de procedimientos que variaban des-de la encomienda hasta los repartimientos. Las condicio-nes "feudales" de trabajo y existencia de la mayoría de lapoblación campesina servían justamente para reducir aun mínimo los costos de producción de la minería y laagricultura coloniales. Así, el "feudalismo" en las relacio-nes de trabajo puede ser considerado una función deldesarrollo de la economía colonial en su totalidad, la quea su vez formaba una parte integral del sistema mercanti-lista mundial.

La economía colonial estaba sujeta a fuertes varia-ciones cíclicas. En el Brasil fueron desarrollándose y deca-yendo una tras otra la economía primitiva de extracción demadera, la producción de azúcar en las grandes planta-ciones esclavistas del noreste, la minería del centro delpaís, la extracción del hule en la cuenca amazónica, yfinalmente, en lo que va de este siglo, la producción decafé en el sur y sureste del Brasil. Cada uno de estosciclos trajo una época de auge y prosperidad a la zona enque se desarrollaba. Cada uno de ellos respondía, en sumomento, a la demanda extranjera. Y cada uno de ellosdejó, al terminar, una economía estancada, subdesarro-llada, atrasada, y una estructura social arcaica. En granparte del Brasil, pues, el subdesarrollo siguió y no precedióal desarrollo. En gran medida el subdesarrollo de estaszonas, en la actualidad, no es más que el resultado de un

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desarrollo anterior, pero de corta duración, y del desarro-llo de nuevas actividades en otras zonas del país.

Lo mismo ha acontecido en el resto de AméricaLatina, principalmente en las zonas mineras que florecie-ron en una época y cuya economía decayó después. Losciclos económicos de la América colonial fueron determi-nados, en gran parte, por los ciclos económicos delmundo occidental. En Mesoamérica muchas comunida-des indígenas cerradas, aisladas y autosuficientes nosiempre fueron así. Por una parte, las poblaciones indíge-nas fueron desplazadas por el colonizador a las zonasinhóspitas, en donde se vieron reducidas a condicionesde vida extremadamente miserables; por la otra, en épocade depresión económica estas comunidades, que ante-riormente estaban relativamente integradas a la economíaglobal, se cerraron ante el mundo y fueron reducidas, pornecesidad, a un nivel de subsistencia. Vemos, pues, queen términos históricos el desarrollo y el subdesarrolloestán ligados en América Latina, y que con frecuencia eldesarrollo de una zona implicaba el subdesarrollo de otra.También vemos que las condiciones "feudales" en granmedida respondían a necesidades de la metrópoli colo-nial, de la élite colonial, que nada tenían de feudales.

El tipo de relaciones que se estableció entre unametrópoli colonial y sus colonias se repitió dentro de lospropios países coloniales, en las relaciones que se fuerondesarrollando entre unos cuantos "polos de crecimiento" yel resto del país. Lo que España representaba para suscolonias, eso mismo representaban los centros de la

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Nueva España (y del resto de América Latina) con res-pecto a las zonas atrasadas y aisladas que los rodeaban.

En la actualidad, la misma relación subsiste. Loimportante no es la existencia de dos "sociedades", esdecir, de dos polos que contrastan entre sí en términos dediversos índices socioeconómicos, sino las relaciones queexisten entre estos dos "mundos". En la medida en que eldesarrollo localizado en algunas zonas de América Latinase basa en la utilización de mano de obra barata (¿no es es-to principalmente lo que atrae a nuestros países al capitalextranjero?) las regiones atrasadas –que son proveedorasde esta mano de obra barata– desempeñan una funciónespecífica en la sociedad nacional y no son meramentezonas a las que, por una razón u otra, no ha llegado eldesarrollo. Además, estas zonas "arcaicas" son general-mente exportadoras de materias primas, también baratas,a los centros urbanos y al extranjero. Debido a estas razo-nes –y a otras más– las áreas subdesarrolladas tienden asubdesarrollarse más, porque en ellas intervienen los pro-cesos que Gunnar Myrdal llamó de causación circularcumulativa. En otras palabras, en las áreas "arcaicas" o"tradicionales" de nuestros países acontece lo mismo queen los países coloniales con respecto a las metrópolis(v.gr., en África). Las regiones subdesarrolladas de nues-tros países hacen las veces de colonias internas, y en vezde plantear la situación en los países de América Latina entérminos de "sociedad dual" convendría más plantearla entérminos de colonialismo interno.

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SEGUNDA TESIS: EL PROGRESO EN AMÉRICA LATINA SE REALIZARÍA

MEDIANTE LA DIFUSIÓN DE LOS PRODUCTOS DEL INDUSTRIALISMO A

LAS ZONAS ATRASADAS, ARCAICAS Y TRADICIONALES

Esta tesis difusionista se encuentra en muchos nive-les. Unos hablan de una cultura urbana –u occidental– quese va extendiendo paulatinamente por todo el mundo yque absorben poco a poco los pueblos atrasados y primi-tivos. Otros hablan del modernismo como de una manchade aceite que de un foco central o punto de partida va abar-cando extensiones cada vez mayores. Otros más afirmanque todo estímulo para el cambio en las áreas rurales pro-viene necesariamente de las zonas urbanas. Para apoyarestos argumentos se señala que hasta en las zonas másremotas del mundo se conocen actualmente los radios detransistores, las bicicletas, las pastas de dientes y la Coca-Cola. Esta tesis lleva implícitas otras, que no siempre semanifiestan con la misma claridad: 1) que el desarrollo delsector moderno, esencialmente expansionista, traerá con-sigo ipso facto el desarrollo del sector arcaico o tradicional;2) que la "transición" –como la llaman algunos estudios– deltradicionalismo al modernismo es un proceso actual, per-manente e ineluctible en el que se verán envueltas las so-ciedades tradicionales que existen en el mundo de hoy: y3) que los propios centros de modernismo no son sino elresultado de la difusión de elementos "modernistas" (técni-cas, know-how, espíritu de empresa y, por supuesto, capita-les) provenientes de los países actualmente desarrollados.

Estas tesis pueden considerarse equivocadas porlas siguientes razones:

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a) Si bien es cierto que un sinnúmero de artículos de con-sumo han llegado en los últimos años a las zonas sub-desarrolladas, ello no implica automáticamente eldesarrollo de estas zonas, entendiéndose por desarro-llo un aumento del bienestar social general. Muchasveces no se trata más que de la difusión de la "culturade la pobreza" a las zonas rurales atrasadas, porque noproduce ningún cambio institucional básico.

b) La difusión de manufacturas industriales a las zonasatrasadas ha desplazado, con frecuencia, a florecientesindustrias o artesanías locales, destruyendo así la baseproductiva de una población numerosa y provocandola "proletarización" rural, el éxodo rural y el estanca-miento económico en determinadas zonas.

c) Este mismo proceso de difusión ha contribuido al surgi-miento en las áreas rurales atrasadas de una clase socialde comerciantes, intermediarios, usureros, acaparado-res y habilitadores que concentran en sus manos unaparte creciente del ingreso regional y que, lejos de cons-tituir un elemento de progreso, son un obstáculo para elempleo productivo del capital y para el desarrollo.

d) La "difusión" no es con frecuencia más que la extensiónal medio rural de los monopolios y monopsonios, consus consecuencias negativas para un desarrollo balan-ceado y armónico.

e) En cuanto al capital se refiere, el proceso de difusión hasido más bien de las zonas atrasadas a las zonas mo-

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dernas; existe una constante descapitalización de lasáreas subdesarrolladas en los países latinoamericanos.Esta descapitalización ha sido acompañada de la emi-gración de la población económicamente activa mejorpreparada de las zonas atrasadas: jóvenes con unmínimo de educación que buscan mejores oportunida-des en otras partes. Es este flujo desfavorable para laszonas atrasadas el que determina el nivel de desarrollo(y subdesarrollo) de dichas zonas, y no la presencia oausencia de objetos de fabricación industrial.

f) No hay que olvidar que el proceso de "difusión" al que seatribuyen resultados tan benéficos ya tiene en AméricaLatina más de cuatrocientos años y que, aparte ciertosfocos dinámicos de crecimiento, el resto del continenteestá en la actualidad más subdesarrollado que nunca.

En realidad, la tesis correcta sería: el progreso de lasáreas modernas urbanas e industriales de América Latinase hace a costa de las zonas atrasadas, arcaicas y tradi-cionales. En otras palabras, la canalización de capital,materias primas, géneros alimenticios y mano de obra pro-veniente de las zonas "atrasadas" permite el rápido desa-rrollo de los "polos de crecimiento" y condena a las zonasproveedoras al mayor estancamiento y al subdesarrollo.La relación de intercambio entre los centros urbanosmodernos y las zonas rurales atrasadas es desfavorable aéstas, como lo es para los países subdesarrollados en suconjunto la relación de intercambio entre ellos y los paísesdesarrollados.

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TERCERA TESIS: LA EXISTENCIA DE ZONAS RURALES ATRASADAS,TRADICIONALES Y ARCAICAS ES UN OBSTÁCULO PARA LA FORMACIÓN

DEL MERCADO INTERNO Y PARA EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO

NACIONAL Y PROGRESISTA

Por lo tanto, se afirma, el capitalismo nacional y pro-gresista –localizado en los centros urbanos modernos eindustriales– está interesado en la reforma agraria, en eldesarrollo de las comunidades indígenas, en la elevaciónde los salarios mínimos en el campo, y en otros progra-mas de la misma índole. Esta tesis está equivocada:

a) Porque, salvo raras excepciones, no existe en nin-guna parte en América Latina un capitalismo nacional yprogresista, ni existen las condiciones internacionalespara que éste se desarrolle.

Por un capitalismo "progresista" y "nacional" enten-demos una serie de políticas orientadas en palabra yacción al desarrollo económico independiente del país, esdecir, de las masas de la población. Esto significaría la for-mulación y aceptación por parte de la clase capitalista depolíticas económicas tendientes a: 1) la diversificación dela agricultura para el mercado interno; 2) la transformaciónde los principales recursos naturales del país en el propiopaís, para su uso interno; 3) la creciente industrialización;4) una elevada tasa de reinversión en la agricultura; 5) lacreciente participación estatal en las grandes empresaseconómicas; 6) el control estricto sobre las inversionesextranjeras; y su subordinación a las necesidades nacio-nales; 7) el control estricto sobre la exportación de capita-

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les y de beneficios; 8) el fomento de las empresas nacio-nales en vez de las extranjeras; 9) la limitación estricta deimportaciones no esenciales; 10) la limitación estricta de lafabricación de bienes de consumo no esenciales, y otrosobjetivos de la misma índole.

Estas políticas no están siendo realizadas en lamayoría de los países latinoamericanos, y aquellos quehan intentado implantarlas en alguna ocasión han sufridotremendas presiones económicas y políticas del exterior.La historia reciente del Brasil proporciona un ejemplo.Después del golpe militar de 1964, realizado con el apoyode los Estados Unidos, la política económica anterior, quehabía promovido el desarrollo de un capitalismo nacionaly progresista, fue liquidada en favor de un creciente controlde la economía por parte de las corporaciones norteameri-canas. Lo mismo ha pasado en la Argentina, Chile. Boliviay otros países. Con excepción de México (y de Brasil enuna época), la "burguesía nacional" de los países latinoa-mericanos no tiene en ninguna parte poder o influenciasuficiente para hacer sentir realmente sus intereses.

b) Porque basta ahora –y en el futuro previsible–existe un mercado interno suficiente entre la poblaciónurbana, un mercado en constante crecimiento por lasrazones apuntadas en los apartados anteriores, que tieneuna gran potencialidad y que aún no es debidamenteaprovechado, mientras que por otro lado existe, en esasmismas zonas urbanas, una capacidad industrial emplea-da a medias (v.gr. en la industria textil), por razones quenada tienen que ver con el mercado interno, sino con

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lucros, y que por mucho tiempo no necesitará preocu-parse más que por abastecer estas zonas urbanas. Estoquiere decir que zonas como Lima, Sao Paulo, Santiago yla ciudad de México pueden crecer económicamente portiempo indefinido, sin que ello implique necesariamentecambios profundos de estructura de las zonas rurales atra-sadas, de las "colonias internas". Por lo contrario, el creci-miento de las zonas modernas es posible justamentedebido a la actual estructura social y económica en laszonas atrasadas.

La cuestión del mercado interno es esencialmenteuna cuestión de distribución del ingreso. Los economistasy sociólogos hablan constantemente de la necesidad deincorporar a los campesinos de subsistencia "atrasados" auna economía monetaria, con el objeto de fortalecer elmercado interno y fomentar el desarrollo económico. Sinembargo, en ninguna parte en América Latina es mayor ladistancia entre los ricos y los pobres que en las ciudades,en donde está creciendo rápidamente la poblaciónurbana "marginal" de los tugurios, que vive en nivelesdesesperados de miseria. Si el mercado interno fuera real-mente la fuerza motriz de la burguesía latinoamericana,entonces los capitalistas mexicanos, por ejemplo, noestarían buscando, como lo están haciendo, oportunida-des de inversión en América Central, o los del Brasil enParaguay y Bolivia. No estarían exportando anualmentemillones de dólares a los bancos norteamericanos y euro-peos. En vez de esto, estarían dando su apoyo a una polí-tica impositiva más equitativa, a beneficios más reducidosy a una más rápida rotación de capital, menores precios

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de sus productos y niveles más altos de producción. Porlo general, sin embargo, no apoyan ninguna de estastendencias.

CUARTA TESIS: LA BURGUESÍA NACIONAL TIENE INTERÉS EN ROMPER

EL PODER Y EL DOMINIO DE LA OLIGARQUÍA TERRATENIENTE

Se afirma con frecuencia que hay un conflicto deintereses profundo entre la nueva élite (o nueva clase alta)representada por los industriales y empresarios moder-nos, y la élite o clase alta tradicional (que deriva su pree-minencia de la propiedad de la tierra). Si bien es cierto queen algunos países latinoamericanos la aristocracia latifun-dista ha sido eliminada por medios revolucionarios (siem-pre por parte del pueblo, nunca de la burguesía), en losdemás no parece ocurrir ese conflicto de intereses. Por locontrario, los intereses agrícolas, financieros e industrialesse conjugan con frecuencia en los mismos grupos econó-micos, en las mismas compañías y aun en las mismasfamilias. Así, muchos capitales provenientes de los arcai-cos latifundios del noreste del Brasil, por ejemplo, soninvertidos por sus dueños en lucrativos negocios de SaoPaulo. Y en el Perú las grandes familias limeñas, asocia-das económicamente a los capitales extranjeros, sondueñas de los principales latifundios "feudales" de la cor-dillera andina. No existe ninguna razón estructural paraque la burguesía nacional y la oligarquía latifundista no seentiendan; por lo contrario, se complementan muy bien. Yen aquellos casos en que surgen posibles conflictos deintereses (por ejemplo, con respecto a alguna legislación

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que beneficie a una de estas clases y perjudique a otra) nofalta un gobierno burgués o militar conciliador que propor-cione a los sectores perjudicarlos amplías recompensas.

El triste espectáculo de algunas "reformas agrarias"recientes proporciona un buen ejemplo de lo que seacaba de decir. Bajo el acicate de la experiencia cubana yla presión de los Estados Unidos, muchos gobiernos con-servadores de América Latina suscribieron, en la confe-rencia económica de Punta del Este en 1961, la propuestade que sería mejor aguantar algún tipo de reforma agrariaque exponerse a una revolución campesina. Se ha dadomucha publicidad a las "reformas" en Colombia y Vene-zuela y a las leyes o proyectos de reforma agraria en elBrasil, Chile, Ecuador, el Perú y otros países. Pero cuandono se las han matado en interminables discusiones en loscongresos o parlamentos, han sido simplemente eludidasmediante complicados procedimientos judiciales u obstá-culos institucionales especialmente erigidos (como en elBrasil, Ecuador y el Perú). Y en aquellos casos en que algose ha hecho (como en Colombia, Chile y Venezuela), losexpertos están de acuerdo en considerar que se ha hechodemasiado poco, demasiado tarde, demasiado caro y tanmal planeado y ejecutado que estas "reformas" son insufi-cientes para mantenerse al nivel del crecimiento naturalde la población campesina, y mucho más para redistribuirla tierra o quebrar la estructura del poder en el medio rural.Y no se puede decir de ninguno de estos gobiernos queesté controlado por la "aristocracia terrateniente" de talmanera que esté excluida la "burguesía" local. Más bien locontrario.

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La desaparición de la aristocracia latifundista enAmérica Latina ha sido obra exclusivamente de los movi-mientos populares, nunca de la burguesía. La burguesíaencuentra en la oligarquía terrateniente más bien un aliadopara mantener el colonialismo interno, el cual en últimainstancia beneficia por igual a estas dos clases sociales.

QUINTA TESIS: EL DESARROLLO EN AMÉRICA LATINA ES CREACIÓN Y

OBRA DE UNA CLASE MEDIA NACIONALISTA, PROGRESISTA, EM-PREN-DEDORA Y DINÁMICA, Y EL OBJETIVO DE LA POLÍTICA SOCIAL Y

ECONÓMICA DE NUESTROS GOBIERNOS DEBE SER ESTIMULAR LA

"MOVILIDAD SOCIAL" Y EL DESARROLLO DE ESTA CLASE.

Tal vez no exista tesis sobre América Latina másdifundida que ésta. La sostienen estudiosos e investiga-dores, periodistas, políticos y estadistas. Es motivo deseminarios y conferencias, tema de libros voluminosos yconstituye uno de los preceptos implícitos, pero básicos,de la Alianza para el Progreso. Se ha transformado, casi,en un dogma. Pero esta tesis es falsa por varias razones:

1) En primer lugar, el concepto mismo de "clase media"contiene ambigüedades y equívocos. Si se trata, comoes el caso con frecuencia, de estratos que obtieneningresos medios y que se sitúan, por lo tanto, entre losdos extremos de una escala económica, no se tienemás que un agrupamiento estadístico, no una clasesocial. Pero generalmente el concepto se refiere másbien a personas que se dedican a cierto tipo de ocupa-ciones, sobre todo en el sector terciario de la eco-

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nomía: el comercio y los servicios, y principalmente enel medio urbano. Se trata en este caso de empleadosadministrativos, burócratas, comerciantes y cierto tipode profesionistas. También se refiere el concepto, aveces, a aquellos grupos sociales que no encajan den-tro del modelo tradicional de la estructura social latinoa-mericana en la que sólo existían, supuestamente, laaristocracia terrateniente y los peones sin tierra. Todo lodemás, desde pequeños propietarios del campo hastala población urbana en su conjunto, es entonces con-siderado "clase media". Mientras no se definan clara-mente, los términos, cualquier afirmación sobre lasvirtudes y potencialidades de la "clase media" no pasade ser una opinión subjetiva de quien la emite.

2) Muchas veces el término "clase media" es un eufe-mismo para designar a la "clase dominante". Cuando sehabla del papel de los empresarios, de los financieros,de los industriales en el desarrollo de nuestros paísesse hace referencia a una clase social que está en elpoder, en la cúspide de la pirámide económica, social ypolítica, y que toma, en su conjunto, las decisiones queafectan a nuestros países. En este caso, la clase socialde que se habla no es de ninguna manera "media".Cuando ciertos autores ensalzan las virtudes de es-ta "nueva" clase en la política latinoamericana, es evi-dentemente menos comprometedor utilizar el términoneutro "clase media" que identificar correctamente lanaturaleza de este grupo en la cúspide de la estructuradel poder como una nueva clase dominante o élite delpoder.

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3) La tesis de la clase media da la idea de una masapotencialmente mayoritaria de la población que serecluta principalmente en los estratos bajos y que tardeo temprano ocupará totalmente el universo social, en elque los extremos altos y bajos ya no tendrán ningunaimportancia económica los primeros, o numérica lossegundos. Nada más utópico y falso. Ni el crecimientodel sector terciario de la economía es garantía de desa-rrollo, ni el aumento de los sectores con ingresos"medios" (una ficción estadística) hace desaparecer lasdesigualdades económicas y sociales en la sociedad.Por muy acelerado que sea el crecimiento de estosestratos medios, en América Latina, en su conjunto,es mucho mayor, por un lado, el crecimiento de losestratos de ingresos bajos, ya sea en el campo o en laciudad, y por el otro el de los minúsculos estratos deingresos elevados. Pese a la "clase media" –y en partedebido a ella–, la desigualdad económica va en au-mento en América Latina.

4) Los sectores que integran la "clase media" en su sen-tido estricto –pequeños y medianos empresarios, arte-sanos, profesionistas de diversa índole, etc. (es decir,que trabajan por su cuenta o que reciben un salario portrabajos no manuales)– no tienen generalmente lascaracterísticas que se les atribuyen. Dependen econó-mica y socialmente de los estratos altos, están ligadospolíticamente a la clase dominante, son conservadoresen sus gustos y opiniones, defensores del statu quo, ysólo buscan privilegios individuales. Como clase, sehan enriquecido más en América Latina mediante la

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especulación y la corrupción que con el trabajo. Lejosde ser nacionalistas, se aferran a todo lo extranjero,desde la ropa importada hasta Selecciones. Si bien sonreclutados entre los estratos bajos, su bienestar econó-mico y social está vinculado al de la alta burguesía y alde la oligarquía terrateniente, sin las cuales no podríansubsistir. Por lo tanto, constituyen fiel reflejo de la clasedominante, se benefician igualmente de la situación decolonialismo interno. Constituyen la principal masa deapoyo de las dictaduras militares en América Latina.

5) El concepto "clase media" es entendido a veces en tér-minos de los hábitos de consumo de cierto tipo depoblaciones. Así, por ejemplo, el hecho de que loscampesinos consuman cerveza embotellada en vez dechicha o pulque de fabricación casera, o el que lapoblación urbana compre muebles o aparatos electro-domésticos a crédito, es considerado por algunoscomo una señal indiscutible de que estamos mar-chando a grandes pasos hacia una civilización de"clase media". Todo el mundo en América Latina, nosdicen los autores, tiene "aspiraciones de clase media".Sólo es cuestión de darle tiempo al tiempo para queestas aspiraciones se hagan realidad.

Estos razonamientos pueden ser considerados equi-vocados por las siguientes razones. En los niveles de con-sumo, al igual que en los ingresos, es posible determinar,por supuesto, estratos intermedios. Así, habrá quienesconsuman, en el extremo alto, artículos de lujo que estánfuera del alcance de la mayoría, y habrá, en el extremo

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bajo, aquellos que no puedan consumir cerveza ni com-prar muebles o aparatos electrodomésticos a plazos. Perotoda estratificación de este tipo no pasa de ser una mani-pulación estadística.

La clase social no se define por los artículos queconsume, ni el nivel de aspiraciones indica la estructurade las instituciones sociales y la calidad de las relacioneshumanas entre los grupos. La difusión de artículos manu-facturados de origen industrial es a la vez producto delnivel universal de la técnica y de la demanda efectiva. Lamayor parte de la población –sobre todo la urbana– puededisfrutar hasta cierto punto de este tipo de consumo sinque ello implique un cambio fundamental en la estructurade clases ni en las desigualdades en el ingreso, la posi-ción social, el poder político y las relaciones de trabajo.

En cuanto a las aspiraciones se refiere, es evidenteel peligro de tomar gato por liebre, es decir, de tomar lossentimientos subjetivos por una situación objetiva. La crea-ción de "aspiraciones" o "necesidades" de cierto tipo esmás y más, hoy en día, el objetivo de una poderosísimaindustria de la publicidad que se ha infiltrado en todos losmedios y sectores sociales. El nivel de aspiraciones escada vez mayor, y por tanto lo es también el de las aspi-raciones no satisfechas. Esto, como afirman los sicólogos,conduce también a niveles cada vez mayores de frustra-ción y a sentimientos de privación. Las aspiraciones declase media bien pueden transformarse, por lo tanto, enconciencia revolucionaria.

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Por lo demás, los estudios económicos han demos-trado que en América Latina la proporción de los salariosen el ingreso nacional –de los que depende la mayoría dela población– tiende a disminuir, en tanto que la de loslucros y beneficios –de una minoría– tiende a aumentar.Esta tendencia, acelerada en años recientes por los pro-cesos inflacionarios (sobre todo en países como la Argen-tina, el Brasil, Chile, Bolivia y Colombia), no cuadra enmanera alguna con la idea del armónico crecimiento pau-latino de la "clase media".

6) El fortalecimiento de la "clase media" –ya no comohecho sociológico, sino como política social– no tienepor meta esencialmente el desarrollo económico deun país, sino la creación de una fuerza política capazde apoyar a la clase dominante existente y de servircomo amortiguadora de las luchas de clases que pue-den poner en peligro la estabilidad de la estructurasocial y económica vigente. Mucho se lamentan losideólogos de la clase media de que en Cuba no exis-tiese tal clase suficientemente fuerte para hacer frentea la revolución socialista. Y por otra parte se da créditoa la "clase media" por el hecho de que las revolucionesmexicana y boliviana se han "estabilizado" e "institu-cionalizado".

Las llamadas clases medias están estrechamentevinculadas a la estructura económica y política vigente ycarecen de una dinámica propia que pudiera transformar-las en promotoras del desarrollo económico indepen-diente. Una cosa es su relativa importancia numérica y

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otra sus condiciones y su capacidad, como clase, paratomar decisiones que afecten la estructura y los procesoseconómicos. Es notable que los autores que con másahínco defienden el crecimiento de la clase media poca oninguna importancia dan al hecho de que los estratosbajos aún constituyen la gran mayoría de la población enAmérica Latina.

7) Finalmente, la tesis de la clase media tiende a oscure-cer el hecho de que en América Latina abundan las ten-siones, las oposiciones y los conflictos entre las clasesy las etnias; de que el desarrollo social y económico denuestros países depende, en última instancia, de laadecuada solución de estos conflictos; y de que el cre-cimiento de los "sectores medios" –como los llamara unautor norteamericano–, por muy impresionante que seaen ciertas regiones no constituye una solución a estosproblemas, sino más, bien su postergamiento y a veceshasta su agudización.

SEXTA TESIS: LA INTEGRACIÓN NACIONAL EN AMÉRICA LATINA ES

PRODUCTO DEL MESTIZAJE

Esta tesis es frecuente en los países que tienen pro-blemas étnicos: aquellos con fuerte proporción de pobla-ción indígena, y el Brasil con su población negra. Se partede la base de que la colonización ibérica de Américaenfrentó a dos grandes grupos raciales, a dos civilizacio-nes, y que el proceso de integración nacional constituyeun mestizaje a la vez biológico y cultural. En los países de

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la América indígena se considera que la "ladinización" o la"cholificación" constituye un proceso globalizador en elcual desaparecerán las principales diferencias entre laminoría dominante "blanca" u "occidental" y las masascampesinas indígenas. Se afirma que de la estructurasocial bipolar tradicional ha surgido un nuevo elementobiológico y cultural intermedio, el ladino o cholo o mestizo(o mulato en su caso), quien lleva dentro de sí la "esenciade la nacionalidad" y encarna todas las virtudes necesa-rias para el progreso de nuestros países.

La falacia de esta tesis está en que el mestizaje bioló-gico y cultural (proceso innegable en muchas partes deAmérica Latina) no constituye, en sí mismo, una alteraciónde la estructura social vigente. Al igual que la tesis de laclase media, la del mestizaje atribuye a ciertos elementosde la población (definidos arbitrariamente, de acuerdo concriterios muy limitados) capacidades o características queno poseen o, si las tienen, son ajenas a los criterios bioló-gicos o culturales que sirvieron para definirlos.

La integración nacional, como proceso objetivo, y elnacimiento de la conciencia nacional como proceso sub-jetivo, dependen de factores estructurales (es decir, de lanaturaleza de las relaciones entre los hombres y los gru-pos sociales) y no de atributos biológicos o culturales deciertos individuos. La integración nacional (entendida en elsentido de la plena participación de todos los ciudadanosen los mismos valores culturales y en la relativa igualdadde oportunidades económicas y sociales) se realizará enlas zonas indígenas no con el desarrollo de una categoría

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biológica-cultural nueva, sino con la desaparición del co-lonialismo interno. En las colonias internas de nuestrospaíses los mestizos (cholos o ladinos o mistis, como losllaman en diversas partes) son justamente quienes repre-sentan la clase dominante local y regional y quienes man-tienen oprimidos a los indígenas. Son ellos quienes notienen el menor interés en una verdadera integraciónnacional. Por otra parte, en el polo urbano de crecienteimportancia la población rural inmigrante, con frecuenciade origen indígena, se "integra" rápidamente desde elpunto de vista nacional, pero más por las posiciones queva ocupando en la estructura de clases que por el procesode mestizaje.

Por lo demás, la tesis del mestizaje esconde gene-ralmente un prejuicio racista (aunque sea inconsciente): yes que, en lo biológico, sobre todo en los países en quela población mayoritaria acusa rasgos indígenas, el mes-tizaje significa un blanqueamiento", por lo que las virtu-des del mestizaje esconden un prejuicio en contra de loindígena. Pero como ya nadie cree en los argumentosraciales, el mismo prejuicio se manifiesta en el aspectocultural. El llamado "mestizaje cultural" constituye, dehecho, la desaparición de las culturas indígenas; hacerde este mestizaje la condición necesaria para la integra-ción nacional es condenar a los indios de América, queaún suman varias decenas de millones, a una lentaagonía cultural.

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SÉPTIMA TESIS: EL PROGRESO EN AMÉRICA LATINA SÓLO SE REALIZARÁ

MEDIANTE UNA ALIANZA ENTRE LOS OBREROS Y LOS CAMPESINOS, ALIAN-ZA QUE IMPONE LA IDENTIDAD DE INTERESES DE ESTAS DOS CLASES.

No podemos dejar esta visión crítica de AméricaLatina sin referirnos a esta tesis, frecuente entre la iz-quierda ortodoxa. En efecto, se afirma, con base enteorías desarrolladas por Lenin y Mao, que el éxito de larevolución socialista en América Latina depende de que laclase obrera y la clase campesina hagan un frente comúnante la burguesía reaccionaria y al imperialismo.

Si bien esto es correcto como ideal revolucionario ocomo meta deseada en la organización y acción política,debe señalarse que si es válido el análisis de los seis pun-tos anteriores, particularmente el concepto de "colonia-lismo interno", entonces las estructuras sociales existentesy sus tendencias actuales en América Latina no favorecende manera "natural" esta alianza ideal, aunque no desea-mos desechar a priori su posibilidad. Las experienciashistóricas recientes no aportan un solo ejemplo de que laalianza obrero-campesina hubiera realmente tenido lugar.La revolución campesina mexicana tuvo lugar cuando casino había clase obrera urbana, y el pequeño núcleo obreroindustrial fue incluso utilizado por la burguesía para lucharcontra los ejércitos campesinos de Emiliano Zapata. Larevolución boliviana, aunque benefició grandemente a loscampesinos mediante la reforma agraria, fue principal-mente la realización de los mineros del estaño y de unapequeña élite intelectual. En años recientes el campesi-nado ha apoyado al gobierno en su política contraria a los

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intereses de los sindicatos mineros. Los revolucionariosen Cuba obtuvieron finalmente el apoyo de la clase obreraurbana organizada hacia el final de la rebelión armada,cuando la caída de Batista era inminente. La clase obrerade Sao Paulo (la mayor concentración de trabajadoresindustriales en el Brasil) ha elegido constantemente a losgobernadores más conservadores del país –aunque detipo "populista"– y no fue capaz de unir sus fuerzas a lasde los trabajadores rurales relativamente bien organizadosdel noreste para salvar al régimen democrático de Goulartdel golpe militar que lo derrocó. En la Argentina los obre-ros urbanos organizados (ya sean peronistas o antipero-nistas) no han sido capaces o no han querido estableceruna alianza con los campesinos y trabajadores rurales. Enotros países la experiencia es similar.

En el futuro, con el subdesarrollo cada vez másgrande de la mayor parte de América Latina y al caer éstaen forma creciente bajo el control de los Estados Unidos,a través de gobiernos militares o seudodemocráticos, lasituación puede cambiar. Muchos gobiernos continuarántratando de llevar a cabo algún tipo de reforma agraria, yseguramente las fuerzas políticas de izquierda la exigiránen todas partes. Con respecto a estas reformas agrarias(ya sea que se trate de los primeros pasos de una revolu-ción democrática o de una acción de retaguardia de unaburguesía cada vez más atemorizada) es pertinente llamarla atención a los puntos siguientes:

a) Uno de los pasos necesarios en toda revolución demo-crática es la reforma agraria. Pero el acceso de los cam-

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pesinos a la tierra mediante una reforma agraria nocolectivista los transforma en propietarios, con intere-ses comunes a los propietarios en todos los lugares ytodos los tiempos.

b) En materia de reforma agraria los intereses objetivos decampesinos y obreros no son iguales. Una reformaagraria implica, generalmente, un encarecimiento inicialde los géneros alimenticios en las ciudades, que afectaen primer término a la clase obrera. En segundo lugar,implica la canalización de inversiones públicas al sectorrural, con el consecuente perjuicio para el sectorurbano que, como vimos, es, en la situación de colo-nialismo interno, casi el único sector realmente benefi-ciado por el desarrollo económico.

c) La lucha de la clase obrera urbana –políticamente máspoderosa que la clase campesina– por mejores salarios,más y mejores servicios sociales públicos, control deprecios, etc., no es secundada por el sector campesino,ya que los beneficios así obtenidos por la clase obrerase logran generalmente a costa de la agricultura, esdecir, de los campesinos. En América Latina casi la mi-tad de la población económicamente activa trabaja en laagricultura, y sin embargo el sector agrícola recibe sola-mente un poco más del 20% del ingreso total, y su parti-cipación en el ingreso total ha ido disminuyendo másrápidamente que su participación en la población total.

La formación de capital es mucho más importante enel sector no agrícola, y las inversiones públicas y privadas(en servicios públicos, educación, salubridad, seguridad

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social, etc.) benefician principalmente a las poblacionesurbanas. En otras palabras, la clase obrera urbana denuestros países también se beneficia con la situación decolonialismo interno. Esta es una de las razones por lasque no existe en América Latina un movimiento obrerorevolucionario.

d) A diferencia de la Inglaterra del siglo XIX, en donde laexpulsión de los campesinos del campo y su emigra-ción a los sweat-shops industriales significaba una dis-minución de su nivel de vida; a diferencia de la Rusiazarista en que la movilidad rural-urbana era estricta-mente limitada y en que la alianza obrero-campesina sehizo en el campo de batalla; y a diferencia de la ChinaPopular, en donde esa misma alianza se forjó en lalucha contra el invasor japonés, en América Latina laemigración rural no sólo es posible para los desconten-tos del campo sino que representa, las más de lasveces, una mejoría económica y social (aun en las fave-las, las barriadas, los ranchos o las colonias proletarias)con respecto al pasado campesino. Puede suponerseque la conciencia revolucionaria del campesino au-menta en proporción inversa a sus posibilidades demovilidad social vertical individual, y aún más si estaúltima significa a la vez una movilidad geográfica.

e) También podemos suponer que cuanto más intenso seael colonialismo interno en América Latina (es decir,cuanto mayor sea la diferencia entre las metrópolis y suscolonias internas, y la explotación de éstas por aquéllas)tanto menores serán las posibilidades de una verdaderaalianza política entre obreros y campesinos. El ejemplo

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de acontecimientos recientes en el Brasil (la inexistenciade la alianza para hacer frente al golpe militar de 1964) yen Bolivia (la movilización de campesinos por el gobiernoen contra de los mineros) pueden ilustrar este punto.

El cuadro de América Latina que antecede puedeparecer excesivamente pesimista. Si es así, se debe sola-mente al hecho de que el cuadro que nos pintan los"expertos" que perpetúan estas siete tesis equivocadasresulta excesivamente optimista y conduce fácilmente asubestimar las tremendas tareas que América Latina tieneenfrente. Tal vez el mayor obstáculo interno al desarrolloeconómico y social de América Latina (no al crecimientolocalizado) sea la existencia del colonialismo interno, unarelación orgánica, estructural entre un polo de crecimientoo metrópoli en desarrollo y su colonia interna atrasada,subdesarrollada y en creciente subdesarrollo. Con fre-cuencia ni siquiera los gobernantes mejor intencionadostienen conciencia de esta relación que existe entre losniveles económico, político, social y cultural. Si bien esposible que un gobierno progresista pueda tomar algunasmedidas de naturaleza parcial y limitada para poner reme-dio a esta situación, la única salida a largo plazo pareceser la movilización social y política del campesinado "colo-nizado", que tendrá que hacer su propia lucha, con laexcepción del apoyo que recibirá sin duda de los seg-mentos radicales de los intelectuales, los estudiantes y laclase obrera. Es significativo que aun aquellos gobiernosque han reconocido formalmente la necesidad de unareforma agraria no estén dispuestos a tolerar a las organi-zaciones campesinas independientes.

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Otra panacea falsa es el mito de la clase media. Estono quiere decir que los hijos diplomados en los estratos deingresos medios no tengan un papel que desempeñar en eldesarrollo de su país. Algunos sin duda dirigirán ellos mis-mos las revoluciones futuras. Otros, por supuesto, seguiránadministrando la industria petrolera, los ingenios azucare-ros, los hospitales, las universidades y las cadenas de alma-cenes. Se trata más bien de saber en beneficio y en interésde quiénes serán administrados estos organismos. Y eneste sentido, la "clase media" pocas veces ha sido capazde mirar más allá de sus propios bolsillos. Los miles detécnicos y profesionales latinoamericanos que emigrananualmente a los Estados Unidos y a puestos mejor remu-nerados constituyen un ejemplo fehaciente.

En América Latina existe actualmente una crecienteconciencia entre los sectores de la población acerca de cuá-les son los obstáculos reales al crecimiento socioeconómi-co y al desarrollo político democrático. Las personas quepiensan sobre estos problemas se preocupan cada vez me-nos de factores aislados tales como "la falta de recursos", "eltradicionalismo de los campesinos", "la sobrepoblación" y"la heterogeneidad cultural y racial", que aún se encuentranen las preocupaciones de muchos estudiosos. Por el con-trario, son cada vez más conscientes de la estructura y ladinámica internas de la sociedad global y, por supuesto, dela relación de dependencia que guarda esta sociedad conrespecto a la metrópoli industrial, es decir, al fenómeno delimperialismo y neocolonialismo. Esta conciencia sólo pue-de conducir a un análisis más profundo y refinado de la si-tuación latinoamericana, y a una acción nueva más correcta.

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Este libro se terminó de imprimiren el mes de setiembre de 2010 en

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