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DERECHO INDGENA Y DERECHOS HUMANOS EN AMRICA LATINA. Rodolfo Stavenhagen Con la colaboracin de: Tania Carrasco, Luis Daz Mller, Mario I barra, Carmen Junqueiro, Salomn Nahmad, Luis Alberto Padilla, Eunice Paiva, Nemes io J. Rodrguez Y Stefano Varese. APARTADO. INTRODUCCIN. Este trabajo surgi como respuesta a una preocupacin acerca de la situacin de los de rechos humanos de las poblaciones indgenas en Amrica Latina. Es ampliamente conoci do, y est profusamente documentado en la literatura, el hecho de que la poblacin i ndgena del continente ocupa, por lo general, las posiciones ms bajas en la escala de los ndices socioeconmicos y en la estratificacin social de nuestros pases. Los pr ogramas de gobierno, conocidos genricamente bajo el nombre de indigenismo, se han preocupado fundamentalmente por elevar los niveles de vida de las poblaciones i ndgenas, mediante proyectos de desarrollo de la comunidad, planes educativos, pro gramas mdico-sanitarios, etc. Un problema complejo es el de la tierra de las comu nidades indgenas, vinculado como est a la problemtica general de la estructura agra ria y a los diversos procesos de reforma y contrarreforma agraria que han tenido lugar en distintos pases del continente. Sin embargo, la problemtica de las poblaciones indgenas no se reduce a carencias d e orden material ni al desafo del desarrollo econmico y social. Se trata de algo m ucho ms profundo y complejo: la posibilidad de sobrevivencia de ms de cuatrociento s grupos tnicos indgenas del continente, que suman alrededor de treinta millones d e habitantes, como colectividades con identidad tnica y cultura propias, en el ma rco de las sociedades nacionales. La violacin de los derechos humanos de los grup os indgenas no se manifiesta solamente por las carencias de orden material y los procesos de despojo y explotacin de los que son vctimas, que han sido extensamente documentados en los ltimos aos, sino tambin por que se les ha negado sistemticament e la posibilidad de poder conservar y desarrollar sus propias culturas (incluyen do lenguas, costumbres, modos de convivencia y formas de organizacin social). La mayora de los indgenas en Amrica Latina constituye colectividades de campesinos pobres, cuyos deprimentes niveles de vida son el resultado de un largo proceso h istrico y de la forma en que fueron insertados primero en el sistema colonial y p osteriormente en la estructura econmica de las republicas independientes de Amrica Latina. Su explotacin ha sido doble: por una parte, una explotacin de su clase, p or su condicin precisamente de campesinos pobres y marginados, carentes de tierra s y de recursos, insertos en muchos casos en sistemas de explotacin de la mano de obra semifeudales (peonaje, pongueaje y otras formas de servidumbre vinculadas a la existencia del latifundio en el agro latinoamericano). Por otra parte, por su condicin tnica de indgenas, discriminados y despreciados por el racismo inherent e y los sentimientos de superioridad cultural de la sociedad nacional, dominada por los valores culturales occidentales . Ambos factores, la explotacin de clase y la discriminacin tnica, han llegado a conf igurar un cuadro en el cual se presentan en ocasiones violaciones masivas de los derechos humanos de los pueblos indgenas: asesinatos y masacre que han sido incl uso calificados de genocidio, despojo de tierras, privaciones injustas de la libertad, no aplicacin de las garantas individuales con stitucionales, discriminacin en la aplicacin de leyes y procedimientos judiciales, traslados forzosos de poblacin, obstculos a la participacin, etc. En aos recientes estas violaciones a los derechos humanos de los pueblos indgenas han sido denunci adas por las propias organizaciones indias, por grupos y comits de defensa de los derechos humanos, partidos polticos, agrupamientos religiosos y asociaciones de universitarios e investigadores. En 1980 se reuni en Rtterdam, Holanda, El Tribuna l Rusell para estudiar y denunciar esta situacin. La Comisin Interamericana de Der echos Humanos se ha ocupado de estos temas y diversos foros de la Organizacin de las Naciones Unidas tambin han hecho eco a las denuncias cada vez ms numerosas e i nsistentes al respecto. La tesis principal de este trabajo es que la violacin de los derechos humanos de las poblaciones indgenas de Amrica Latina no es un fenmeno aislado y fortuito, sino que responde a condiciones estructurales propias de la historia econmica y poltic

a de la regin. Lo que es ms, la estructura jurdica e institucional de nuestros pases , enraizada en el sistema de Gobierno de la Colonia y en el liberalismo econmico y poltico del siglo XIX, es el marco que permite precisamente -sin proponrselo- la violacin de los derechos humanos de la poblacin indgena. Las legislaciones naciona les, en la medida en que afectan a las poblaciones indgenas, han contribuido en g ran medida a la crtica situacin de estos pueblos. Dichas legislaciones surgen de u na concepcin del Estado y de la sociedad nacional que favorece precisamente tal s ituacin. Es, pues, en la legislacin misma, y en la filosofa sobre el Estado y la na cin, donde encontraremos parte de la explicacin de la problemtica situacin de los de rechos humanos de los indios. En el primer captulo de este trabajo se hacen algunas consideraciones sobre la po ltica indiana de la Corona espaola durante el perodo de la Conquista y la Colonia. En el segundo Captulo se analiza el pensamiento poltico latinoamericano del siglo XiX con relacin a la poblacin indgena. El tercer captulo constituye un anlisis compar ativo de la legislacin indigenista en Amrica Latina, y en l se hacen algunas consid eraciones sobre el derecho consuetudinario de las comunidades indgenas. En el capt ulo cuarto se hace una breve descripcin y evaluacin de las instituciones indigenis tas y su funcionamiento. En el quinto captulo se pasa revista a la legislacin inte rnacional relativa a las poblaciones indgenas. El captulo sexto presenta los plant eamientos y las demandas de las organizaciones indgenas, y en el sptimo captulo se presenta un recuento muy resumido de violaciones a los derechos humanos de los p ueblos indios, denunciados en los ltimos aos. Finalmente, se presentan cuatro captu los monogrficos sobre la situacin jurdica y los derechos humanos de los indios en B rasil, Guatemala, Mxico y Per. Tambin se agrega una bibliografa selectiva sobre el t ema. En la presentacin de este trabajo intervinieron varias instituciones y diversos i nvestigadores, es decir, se tata realmente de un trabajo colectivo. El estmulo or iginal para la realizacin de esta investigacin fue proporcionado por el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, y particularmente por su director en 1983, Hernn Montealegre. El trabajo de investigacin fue llevado a cabo por un e quipo de especialistas dirigido por Rodolfo Stavenhagen, principalmente concentr ado en el Colegio de Mxico, que proporcion la infraestructura y ayuda material al proyecto. Tambin ha colaborado activamente el Instituto Indigenista Interamerican o, cuyo director, Oscar Arze Quintanilla, acogi con mucho entusiasmo la idea de e ste estudio. Este ltimo no solamente aport recursos humanos y valiosa informacin de su biblioteca, sino tambin solicit oficialmente a los gobiernos de sus estados mi embros la informacin legal indispensable para la realizacin del trabajo. Sergio De lgado, a la sazn secretario general del Instituto, colabor activamente con el auto r. El Instituto Nacional Indigenista de Mxico proporcion durante 1983, cuando era dirigido por Salomn Nahmad, valiosa colaboracin al proyecto. El Centro Antropolgico de Documentacin en Amrica Latina (CADAL) y en lo particular a su director, Nemesi o J. Rodrguez, han colaborado estrechamente en la concepcin y realizacin de este tr abajo, particularmente en lo que se refiere al anlisis de materia documental prov eniente de las organizaciones y los movimientos indgenas. Finalmente, debe mencio narse la contribucin de la Universidad de las Naciones Unidas, a travs de su proye cto sobre Minoras tnicas y su desarrollo humano y social . En este trabajo colectivo, diversos colaboradores asumieron distintas responsabi lidades. Los primeros materiales para el segundo captulo, una parte del captulo tr es y el captulo cuarto fueron preparados por Tania Carrasco. El anlisis comparativ o de la legislacin indigenista en Amrica Latina presentado en el tercer captulo, fu e preparado originalmente por Luis Daz Mller. Mario Ibarra del DOCIP en Ginebra, quien tuvo acceso a informaciones gentilmente proporcionadas por la Oficina Internacional del trabajo y el Centro de Derechos Humanos de la ONU, hizo el acopio de los materiales que aparecen en el captulo q uinto. Los captulos sexto y sptimo fueron preparados originalmente por Nemesio J. Rodrguez, con base en los materiales existentes en el CADAL. Los estudios de caso sobre los distintos pases fueron redactados por Carmen Junqueira y Eunice Paiva (Brasil) y Stefano Varese (Per). La bibliografa fue preparada por Vernica Valenzuel a y Diana Miloslavich, con material proveniente sobre todo de la biblioteca del Instituto Indigenista Interamericano, y con la ayuda dela Unidad de Cmputo del El

Colegio de Mxico. Elia Aguilar contribuy con su eficiencia de siempre a asegurar los mltiples aspect os tcnicos, administrativos y secretariales del proyecto, y Luis Arturo Rodrguez, de la Unidad de Cmputo, salv el texto y la tipografa en un tiempo rcord. A todos ell os mi agradecimiento sincero. La responsabilidad final de este trabajo y de sus errores y deficiencias es del director del proyecto. Rodolfo Stavenhagen. I. DE CMO SUBYUGAR A LOS NATURALES... No se puede entender la situacin de los derechos humanos de las poblaciones indgen as en Amrica Latina sin hacer referencia a las modalidades de la conquista ibrica y a la insercin del continente y de sus habitantes originales en el sistema colon ial. En efecto, la violacin sistemtica de los derechos humanos de los nativos del continente americano comenz en el momento mismo de la invasin europea. Sus condici ones actuales, su relacin con el Estado, sus problemas, carencias y demandas tien en su origen en el hecho de la conquista y en el establecimiento del sistema col onial. No basta con recordar que toda conquista tiene sus conquistadores, y todo sistem a colonial sus colonizadores y colonizados. De hecho, la situacin de los indgenas de Amrica slo se fue definiendo a lo largo de un proceso jurdico e institucional en el que se establecieron los mecanismos y las instituciones que habran de normar las relaciones entre indgenas y no indgenas en el transcurso de tres siglos de col oniaje, y mediante el cual se fue conformando la posicin de los indgenas en el mar co de la sociedad global. El punto de partida del sistema de relaciones entre la poblacin indgena y la no in dgena fue el momento del primer contacto entre los europeos y los entonces llamad os naturales , determinando no solamente por el fortuito encuentro de dos mundos , sin o por la percepcin que aqullos tuvieron de stos. El meollo de la cuestin estaba en l a forma en que los europeos vieron y conocieron a los indgenas, es decir, la forma en que los fueron integrando cognoscitivamente en su universo semitico e ideolgico. En otras palabras, se trata de determinar el encuentro y la relacin con el Otro . 1 La relacin con el Otro fu la base misma del nuevo sistema de dominacin que estable cieron los espaoles en Amrica. Cristbal Coln, si bien se refera a la bondad y la gene rosidad de los indios que encontraba en las islas, fue incapaz de aceptar su cul tura y especificidad, su diferencia , por que su esquema ideolgico y semiolgico no se lo permita, la negacin del Otro, es decir del indio, de su cultura y de su humani dad fue caracterstico de Coln y de muchos de los que lo siguieron, y es negacin del Otro constituy la base del dominio espaol y de la opresin y explotacin de los indgen as. La negacin del Otro es la primera y ms fundamental violacin de los derechos hum anos. No fue desde luego la nica. El concepto mismo de descubrimiento le dio al ahora lla mado por algunos encuentro de dos mundos -que se haba desarrollado paralelamente pe ro ignorndose-, un giro europeizante que hasta hoy persiste en gran medida en la visin de lo americano y lo indgena. (Recordamos simplemente el uso ideolgico al que se prestan las preparaciones para la celebracin de 1992 del Quinto Centenario ). Lo mismo puede decirse del uso del 1 Esta cuestin precisamente en lo que se refiere a la conquista de Amrica, ha sido magistralmente tratada por Todorov (1982). trmino indio , que ha sido calificado como un tpico concepto de la situacin colonial , c ncepto mediante el cual se redujo la especificidad y la enorme variedad de puebl os americanos a una sola masa indiferenciada de indgenas explotables y convertibl es a la fe... 2 La relacin con los indios comenz a preocupar a las autoridades reales al poco tiem po de haberse realizado el primer contacto. Esta preocupacin se transform en un ap arato jurdico e institucional que haba de normar y reglamentar las relaciones entr e espaoles e indgenas durante ms de tres siglos de coloniaje, y que hasta hoy da con figura la relacin entre poblaciones indgenas y el Estado de Amrica Latina. Desde le segundo viaje de Cristbal Coln, en 1947, los Reyes le entregaron una Inst ruccin en la cual ya se hace referencia a las poblaciones indgenas: Primeramente, que como seis en las dichas islas, Dios queriendo, procuris con toda diligencia de animar e atraer a los naturales de las dichas Indias a toda paz e

quietud, e que nos hayan de servir a estar so nuestra seora e sujecin benignamente , e principalmente que se conviertan a nuestra fe catlica y que a ellos y a los q ue han de ir a estar en las dichas Islas sean administrados los Santos Sacrament os por los religiosos e clrigos que all estn en fueren, por manera que Dios Nuestro Seor sea servido, y sus conciencias se aseguren. Algunos meses ms tardes, otra Instruccin a Coln determina que vayan a algunos relig iosos a las Indias para que procuren convertir a nuestra f catlica a los dichos ind ios naturales de las dichas Indias... Y en 1509, el rey Fernando V instruye a Die go Coln para ir de gobernador a la isla Espaola: ... diris de mi parte a los caciques e otros indios principales de la dicha isla, q ue mi voluntad es que ellos y sus indios sean bien tratados como nuestros buenos sbditos y naturales... habis de dar orden que los indios no hagan fiestas ni ceri monias que solan hacer, si por ventura las hacen, sino que tengan en su vivir la forma que las otras gentes de nuestros reinos, y esto se ha de procurar en ellos poco a poco y con mucha maa, y sin escandalizar ni maltratar... por cuanto a cau sa de andar los indios vagabundos y no querer trabajar, pagndolos lo que justamen te haban de haber... En 1513 el rey instruy a Pedraras Dvila, quien se diriga al Darin: Esto es ms necesari que all se faga ans que no en la Ysla Espaola por que los indios son ms aplicados a l trabajo y an acostumbrado sienpre a olgar y avemos visto que en la Espaola se v an huyendo a los montes por no trabajar... 3. A los pocos aos, los indios de la isl a Espaola (hoy Santo Domingo), haban sido exterminados!. 2 Bonfil Batalla (1971). El Consejo Mundial de Pueblos Indgenas en su V Asamblea General celebrada en Lima, Per, en 1987, adopt una resolucin sobre los 500 aos , que se reproduce como anexo al captulo VI de este trabajo. 3 Morales Padrn (1979). El descubrimiento de Amrica plante un serio problema jurdico a los espaoles. De l se o uparon los reyes, los clrigos, los filsofos y los juristas. Aunque la legitimidad de la conquista la derivaban los Reyes Catlicos de las bulas papales de Alejandro V I y del Tratado de Tordesillas de 1994, durante muchos aos los tratadistas siguie ron polemizando con pasin y vehemencia acerca de los ttulos que supuestamente daban derecho a la Corona espaola sobre las tierras y las poblaciones de Amrica. Desde el inicio se fueron perfilando dos grandes corrientes de opinin al respecto . La primera posicin, representada por trataditas tales como Gregorio Lpez, miembr o del Consejo de Indias, y Solrzano Pereira, autor de la clebre obra Poltica Indian a, afirmaba el derecho de conquista por ser los indios ...brbaros, pecadores, infieles y viciosos... Todos los infieles, sin distincin al guna, quedaban catalogados como posibles sbditos del mundo cristiano, comprendido s bajo la jurisdiccin del papado, que podra en un momento anular la organizacin y e l rgimen jurdico de los gentiles. Sarracenos e indios deban merecer igual trato de los cristianos. La segunda posicin representada por pensadores de la talla de Bartolom de la Casas y Francisco de Vitoria negaba el poder temporal del papado sobre los infieles, tampoco aceptaba la supuesta jurisdiccin universal del emperador, y distingua vari a clases de infieles, separando a los sarracenos, enemigos e invasores de tierra s cristianas, de los indios de Amrica, que no daaban no posean tierras antes perten ecientes a imperios cristianos. Sostena que el derecho natural amparaba las perso nas y los bienes de los gentiles y que la sola infidelidad, no era causa suficie nte para el despojo. Francisco de Vitoria afirmaba: los indios aunque infieles an tes de la llegada de los espaoles eran legtimos seores de sus cosas pblica y privada mente 4. La Corona, desde luego, resolva estas cuestiones pragmticamente segn ms convena a sus intereses, y tomaba de unos y otros de esto tratadistas segn sus conveniencias. Vitoria adujo como ttulo legitimizador de la conquista el de la barbarie de los i ndios, o sea, que por no saber stos gobernarse por s mismos, podan, y les convena, s er sujetos por los espaoles, Gines de Seplveda, el celebre polemizador contrincant e de las Casas, ... basndose en Aristteles declar que los indios eran brbaros, amantes y siervos por natura, los crea necesariamente ligados a los hombres de razn superior, como eran los europeos, relacin que beneficiaba a ambos, por que la misma naturaleza, los

unos deban gobernar y los otros, faltos de capacidad propia, sujetarse, si los in dios resistan podan ser dominados por guerra. Segn Solrzano Pereira, las soluciones que los diversos autores propusieron para l tema indiano fueron: 4 Zavala (1971), Cp. 1. Vocacin Divina: Dios, que es quien dispone de los Imperios, quiso que los indios fuesen sujetos a los espaoles y privados de sus reinos por sus muchos pecados. Ha llazgo: las tierras nuevas estn habitadas, cabe sujetar a los habitantes por guer ra justa, cuando media causa suficiente. Barbarie: los indios por su carencia de razn debe sujetarse por la ley natural a los espaoles, quienes los elevarn a la vi da racional. Los indios tienen costumbres depravadas y faltan a la ley de natura leza, para remediar lo cual puede intervenir los espaoles. Los indios son infiele s y adems idolatras, sujetables por ello...5. Una vez asegurada la toma de posesin de un territorio, acto ritual y formal a travs del cual los reyes se arrogaban el derecho de disponer de tierras y poblaciones ajenas, la Corona autorizaba a quienes de hecho practicaba el descubrimiento y l a conquista a realizar una serie de actividades econmicas y obtener beneficios y privilegios, a cambio de determinadas obligaciones ante el rey. Esta autorizacin se conceda a travs de las capitulaciones, que constituan contratos o cartas-mercede s entre la Corona y los particulares. En algunas de estas capitulaciones se haca referencia al buen trato que haba de darse a los indios. Por ejemplo, ejemplo, en la capitulacin a Francisco Pizarro se le manda encomendarlos; en otra, en cambio , se permite que se tomen por esclavos a aquellos que fuesen rebeldes una vez am onestados y requeridos6. La discusin en torno a la naturaleza y la condicin de los indios sigui ocupando la atencin de los letrados del siglo XVI. El debate se hizo particularmente agudo cu ando los dominicos, y luego otros clrigos, comenzaron a reaccionar contra el duro trato que los colonos espaoles daban a los indios. En la Espaola, los jernimos red actaron un interrogatorio sobre la capacidad de los indios, a fin de resolver si iban a vivir como hombres libres, o a continuar encomendados. "Las respuestas, dice Zavala, fueron poco favorables para los indios: se dijo que carecan de razn, que no guardaban las costumbres cristianas, que no saban vivir como libres, etc. El dominico fray Toms Ortiz, en 1525, afirmaba que los indios: .... coman carne humana ...ninguna justicia haba entre ellos, andaban desnudos y n o tenan vergenza, eran como asnos abobados, alocados e insensatos y no teman en nad a matarse ni matar, ni guardaban verdad si no era en su provecho, eran inconstan tes, no saban qu cosa era consejo, ingratsimos y amigos de novedades, se preciaban de borrachos, eran bestiales en los vicios, ninguna obediencia ni cortesa tenan mo zos a viejos ni hijos a padres, no eran capaces de doctrina ni castigo, eran tra idores, crueles y vengativos, haraganes, ladrones, hechiceros, cobardes, no guar daban fe el marido a la mujer ni sta al marido, carecan de barbas y si algunas les nacan se las arrancaban: nunca cri Dios gente ms cocida en vicios y bestialidades, sin mezcla de bondad y polica. No poda extraar, a raz de descripciones tan contundentes, que existiera opinin favor able a la esclavitud de los indios. Sin embargo, la actitud de la Corona fue amb igua y vacilante al respecto. En 1530 se expidi una cdula real prohibiendo la escl avitud, pero en 1534 se autoriz de nuevo. Frente a estas tendencias, se alz la voz de Antonio de Montesinos, desde 1511, en varios clebres sermones, y ms tarde, inf luido por el propio Montesinos, la de fray Bartolom de las Casas, quien afirmaba que los indios, como criaturas de Dios, participan de los atributos humanos; tie nen por lo tanto uso de razn; son por eso capaces de religin, de virtud, de vivir como libres en sociedad civil y de tener propiedades, leyes, y gobiernos legtimos , todo lo cual han demostrado prcticamente tener y usar antes de la llegada de lo s espaoles7. Poco a poco se fue estableciendo un conjunto de normas y reglas para encuadrar a los indgenas en un sistema de relaciones que los mantenan subordinados al dominio del colonizador y que en gran medida conforman an hoy, por sus efectos histricos, las relaciones entre indios y no indios en Amrica Latina. Este sistema abarcaba los ms diversos aspectos, el militar, el religioso, el econmico, el poltico, el edu cativo, etctera.

En lo poltico, diversas leyes, cdulas y ordenanzas, reunidas en la Recopilacin de I ndias afirman que era necesario que los indios guarden sus usos y costumbres, si stas no son claramente injustas. Por ejemplo, en 1542 se orden a las Audiencias d e Indias: ...no den lugar a que en los pleitos de entre indios, o con ellos, se hagan proc esos ordinarios, ni haya largas, como suele acontecer por la malicia de algunos abogados y procuradores, sino que sumariamente sean determinados, guardando sus usos y costumbres no siendo claramente injustos... Y en 1580 se repite: "Como sabis, tenis orden precisa de que en los pleitos de los dichos indios no se hagan procesos ordinarios y que sumariamente se determinen, guardando sus usos y costumbres, no siendo claramente injustos, es necesario sa ber los usos y costumbres que los dichos indios tenan en tiempo de su gentilidad. . ." En la Recopilacin de Indias se dice nuevamente: ...ordenamos y mandamos, que las leyes y buenas costumbres que antiguamente tenan los indios para su buen gobierno y polica, y sus usos y costumbres observados y guardados despus que son cristianos, y que no se encuentran con nuestra sagrada r eligin, ni con las leyes de este libro y las que han hecho y ordenado de nuevo, s e guarden y ejecuten; y siendo necesario, por la presente las aprobamos y confir mamos... De estas disposiciones, concluye Silvio Zavala, se desprende el propsito de la le gislacin espaola de mantener en cierta forma las antiguas realidades polticas de lo s pueblos indios. Hubo, desde luego, prohibiciones de diverso tipo, como aquella de que los indios no podan usar caballos ni armas (instrumentos y smbo los del poder espaol!). Sin embargo: Las formas jurdicas medievales de Derecho Pblico, que autorizaban dentro del Estad o entidades organizadas con cierta autonoma, explican el estatuto poltico de los i ndios dominados. Cuando Humbolt visit Nueva Espaa al final de la colonizacin espaola , an adverta que los indios formaban como una nacin aparte, privilegiada en derecho s y vejada por todos, incomunicada de espaoles y mestizos por las leyes. Los caci ques an tenan la jefatura nominal de sus pueblos, pero eran trabajadores del campo , como los indios comunes8. 7 Ibd.. Cp. IV, pp. 47 y 53. Vase tambin Hanke (1959), Cp. I. Para un relato cuidados o de cmo los espaoles vean a los indios en el siglo XVI, consltese Vzquez (1962). En el siglo XVII, Juan de Palafox, obispo de Puebla, defenda ante el rey las virtude s y bondades de los indios. Vase Palafox (1986). Para llegar al establecimiento de un sistema de dominacin poltica como el que se i ba perfilando en la Recopilacin de Indias, haba sido necesario someter militarment e a aquellos que se resistan a aceptar la religin catlica y no se sometan voluntaria mente al dominio de la Corona. Tambin sobre las causas y la naturaleza de la guer ra contra los indios se discuta mucho entre los juristas espaoles. Se fue desarrol lando la teora de la "guerra justa", es decir, la que se poda hacer legtimamente en contra de los indios que no aceptaban la fe catlica o que se resistan al dominio poltico espaol, o que agredan a los propios espaoles. Para legitimizar su accin en la guerra contra los indios, nuevamente los espaoles inventaron un documento formal , el Requerimiento, el cual deba ser ledo a los indios para comunicarles que eran sbditos de la Corona y que tenan que aceptar el cristianismo. Slo si no hacan caso a l Requerimiento, les era permitido a los espaoles hacer la guerra. Cumpliendo con los requerimientos, Hernn Corts, en una de sus expediciones dijo a un cacique: ...que iba por mandato de V.M. a ampararlos y defenderlos, as sus personas como s us haciendas, y hacer saber como haban de tener y adorar un solo Dios, y que asim ismo les vena a hacer saber como en la tierra est V.M. a quien el universo por pro videncia divina obedece y sirve; y que ellos asimismo se haban de someter y estar debajo de su imperial yugo y hacer lo que en su real nombre los que ac por minis tros de V.M. estamos, les mandsemos y hacindolo as, ellos seran muy bien tratados y mantenidos en justicia, y amparadas sus personas y haciendas, y no lo haciendo a s, se procedera contra ellos y seran castigados conforme a justicia9. Comentando el formalismo extremo de los requerimientos, Bernal Daz del Castillo r elata: "se les escribi una carta y aunque sabamos que no la haban de entender, sino

como vean papel de Castilla, tenan por cierto que era cosa de mandamiento 10. Un au tor contemporneo concluye con respeto al uso del Requerimiento: En la prctica... of reci dificultades; o bien por que no se les traduca a los indios, o bien por que s e les lea en circunstancias inadecuadas (cuando huan), o bien porque los mismos in dgenas lo refutaban, o por que se les lea una vez que se les haba atacado 11. Segn el Requerimiento los indios tenan la obligacin de reconocer la Iglesia como supremo g obernante del mundo y permitir que se les predique la fe. Un autor resume: ...si los indios reconocen inmediatamente estas obligaciones, todo ir bien; pero si no lo hacen, el Requerimiento registra, como conclusin, las medidas punitivas que adoptarn los espaoles rpidamente. Entrarn en la tierra con el fuego y la espada, subyugarn por la fuerza a los habitantes a la Iglesia y a la Corona, y por ltimo, segn palabras del documento, los espaoles avisan a los indios: Y tomar vuestras mujeres e hijos y los har esclavos, y como tales, los vender y dis pondr de ellos como Su Majestad mandare, y os tomar vuestros bienes y os har todos los males y danos que pudiere, como a vasallos que no obedecen ni quieren recibi r su seor y le resisten y contradicen; y protesto que las muertes y daos que de el la se recrecieren sea vuestra culpa, y no de Su Majestad, ni ma, ni de estos caba lleros que conmigo vinieron...12 Fueron variadas y a veces contradictorias las disposiciones de la Corona relativ as al trato con los indios. Cristbal Coln haba querido imponer un tributo a los indios como sbditos que eran de la Corona, pero fracas. Implant entonces la encomienda; es decir, reparti los indio s entre los espaoles (1499), los cuales exigan de aqullos un servicio o trabajo per sonal. A cambio el encomendero tena que dar instruccin religiosa al indgena y se ob ligaba a defender la tierra. Enterada la reina, manifest su desagrado por esta li bre disposicin del Almirante, de tal manera que en 1502 Nicols de Ovando llevara i nstrucciones para suprimir las encomiendas y poner a los indios bajo la Corona, a la que deban pagar tributo. El proyecto fracas y en... 1503 Ovando quedaba autor izado a encomendar indios. Pero si los 1 500 colonos que haban pasado con Ovando no estaban muy dispuestos a trabajar, tampoco los indgenas sentan especial vocacin por el trabajo y huan a los montes... En 1509 se ordena que los indios slo sirvan uno o dos aos y no por vida, pero no se cumpli, ya que se solan tener hasta por dos vidas, y se presionaba para que los descendientes de los pobladores los heredar an13. Al correr las protestas de los clrigos, el rey convoc a una junta en Burgos en 151 2, en la cual se reconoci la libertad del indio pero tambin la justicia de la enco mienda. Las Leyes de Burgos, promulgadas en ese ao, constituyen el primer cuerpo bsico del estatuto indgena. Establecen una serie de obligaciones de los encomender os para con los indios, pero muy pronto fueron superadas por nuevas leyes y orde nanzas14. Durante toda la primera mitad del siglo XVI arreci la polmica acerca del trato a l os indios y la disputa sobre las instituciones que deban normar las relaciones en tre el colonizador y los indgenas. Pese a diversos intentos por abolir la encomie nda como forma de control y explotacin de la poblacin indgena, sta se mantuvo, aunqu e fue duramente atacada por Las Casas y otros defensores de los indios. La presin de estos clrigos condujo finalmente a la aprobacin por el rey de un nuevo cuerpo de ordenanzas conocido como las Leyes Nuevas de 1542, que en general eran bastan te favorables a la poblacin indgena. Pero estas Leyes fueron muy atacadas por los espaoles de las colonias, quienes finalmente lograron que fueran prcticamente letr a muerta15. Sobre la encomienda se sigui legislando en Espaa durante mucho tiempo, y sta no qued finalmente abolida sino hasta 1721, aunque ya desde el siglo XVI ha ba quedado prcticamente en desuso en varias partes del reino16. Si la encomienda lleg a ser una forma de movilizacin de la fuerza de trabajo indgen a en beneficio del encomendero (y vale la pena recordar que no todos los espaoles llegaron a ser encomenderos, tambin haba espaoles pobres en las Indias), el tribut o impuesto por la Corona fue una forma directa de extraccin de riqueza en favor d el Estado y de la Iglesia. Hubo mltiples variantes de tributo (en trabajo y en es pecie), y con frecuencia la obligacin de los indgenas de pagar tributo condujo a c onflictos entre los representantes de la Corona y de la Iglesia por una parte, y los encomenderos por la otra, quienes alegaban que el tributo les perjudicaba a

ellos. Desde luego, los ms perjudicados fueron los indgenas y los estudios sobre la poca de la Colonia mencionan innumerables casos en que los indios de diferente s pueblos hacan llegar sus quejas a las autoridades reales, sealando que la carga tributaria que se les impona, aunada al sistema de explotacin de la encomienda, lo s estaba arrojando a la miseria17. Varias otras formas de explotacin del trabajo indgena se fueron desarrollando dura nte la Colonia. Entre ellas, los indgenas eran obligados a proporcionar trabajado res para las minas, los obrajes y las obras pblicas, para el Estado y para la Igl esia, y a veces para los particulares e incluso, en ocasiones, para sus propios caciques indios, mantenidos por los espaoles como una lite intermediaria entre la administracin colonial y las comunidades de base. Pero al mismo tiempo la Corona fue desarrollando una poltica social de proteccin y tutela a los indios, la cual permiti a las comunidades indgenas mantener cierta a utonoma y privilegios a lo largo de la poca colonial, pese a encomenderos, terrate nientes y autoridades eclesisticas y reales. Toda esta legislacin se concentr en la Recopilacin de Leyes de Indias de 1680 con la cual culmin, hasta cierto punto, la actividad legislativa espaola relativa a los indios de Amrica. Posteriormente, ha bra pocos cambios esenciales en las instituciones jurdicas coloniales que normaban las relaciones entre el Estado y los indios. APARTADO. 1. El concepto de nacin y los indgenas.1. Despus de la independencia poltica, en la mayora de las repblicas latinoamericanas l os indgenas adquirieron las libertades y los derechos de los dems sectores de la p oblacin, pero en muchos casos fueron tambin objeto de leyes y reglamentos especial es que los mantuvieron en situacin de marginalidad e inferioridad con respecto a la poblacin mestiza y blanca. Aunque se les conceda la igualdad jurdica, de hecho l as comunidades indias no podan disfrutar de las mismas libertades polticas y cvicas debido a la situacin de inferioridad econmica, discriminacin y subordinacin poltica que las caracterizaba. Si bien durante la primera mitad del siglo XIX las comuni dades indias pudieron mantener, por lo general, el control sobre sus tierras col ectivas (que en muchos casos les haba sido garantizado por la legislacin tutelar c olonial), despus de los movimientos liberales de mediados de siglo, fueron en gra n medida despojadas de sus propiedades. Con la expansin de la frontera agrcola y g anadera y el desarrollo de las relaciones capitalistas de produccin en el campo ( trabajo asalariado, produccin de cultivos comerciales, compra-venta de predios rst icos, inversiones de capital en la propiedad agraria, crecimiento de la infraest ructura econmica en el medio rural, etc.), los indgenas fueron objeto de despojos masivos, a veces -como en el Cono Sur- de masacres y exterminios en masa, y much os pueblos fueron empujados a las regiones ms inhspitas. En otros pases se recrudec i la explotacin de la mano de obra indgena por parte de latifundistas, finqueros y hacendados, reforzndose incluso ciertas formas no capitalistas de explotacin de la mano de obra, como la servidumbre (peonaje, pongueaje), el servicio por deudas, el pago en especie (tiendas de raya, pulperas). As, se fue creando el complejo la tifundio / minifundio que ha asegurado el predominio hasta nuestros das de una cl ase social latifundista sobre la masa campesina indgena en algunos pases del conti nente, y que condujo a lo largo del siglo XX a los diversos movimientos de refor ma agraria cuya dinmica an no se ha agotado. La situacin de los indios en las nuevas sociedades republicanas fue definida por su posicin en la estructura econmica, pero tambin por la concepcin que de ellos tenan las lites gobernantes y sus intelectuales, y que se plasm en la ideologa de la nac in y del Estado. En efecto, el comportamiento de las lites latinoamericanas respec to a la poblacin indgena, una vez obtenida la independencia poltica, fue ms bien cir cunstancial y episdico. En el conjunto de problemas que estas lites se disponan a r esolver, la problemtica indgena desempeaba un papel secundario. Nota 1 La primera parte de este capitulo ha sido publicada en Stavenhagen (1986) . La segunda parte se basa en material recopilado por Tania Carrasco. Desde hace ms de un siglo los intelectuales latinoamericanos han intentado conscientemente construir una cultura e identidad propias para Amrica Latina. Pero el concepto mi smo de "Amrica Latina" no tuvo su origen en el subcontinente. Fue acuado por un ap ologista francs de la corte de Napolen III, quien vio en la Latinit un argumento id

eolgico apropiado para contrarrestar el expansionismo angloamericano en el contin ente, favoreciendo a la vez sus propias intenciones imperialistas. Fin de nota. En un principio, nuestros intelectuales liberales no aceptaron de buena gana est a "latinidad" de inspiracin francesa; muchos de ellos eran incluso ms propensos a buscar inspiracin en los Estados Unidos y su Doctrina Monroe, puesto que se ident ificaban con el progreso y la modernidad. Los llamados pensadores del siglo XIX vea n a Estados Unidos como el modelo a seguir en la lucha por la segunda emancipacin , la cultural, que tendra lugar despus de la independencia poltica. En los pases hispanos, la lite intelectual estaba dividida generalmente entre grup os tradicionales y conservadores, fuertemente identificados con la herencia espao la y catlica, y los elementos modernizadores y progresistas, que rechazaban esa t radicin, considerndola como feudal y retrgrada, y deseaban al mismo tiempo incorpor ar a la cultura latinoamericana algo de la ilustracin francesa, del racionalismo britnico y del pragmatismo y empirismo norteamericano. Sin embargo, en la medida en que las presiones polticas y econmicas asociadas al d estino manifiesto yanqui empezaron a hacerse sentir en el desarrollo de Amrica La tina, sobre todo a partir de mediados del siglo pasado, las nuevas generaciones de intelectuales latinos se volvieron ms crticas respecto al modelo cultural angloam ericano. Sobrevino entonces una tendencia a "mirar hacia adentro , con el objeto d e buscar las races culturales y la identidad no en modelos extranjeros sino en la s propias sociedades latinoamericanas, en su composicin tnica e histrica. La bsqueda de races, de una identidad propia, en contraposicin a la simple transpos icin y adaptacin de modelos culturales franceses, britnicos o norteamericanos a las circunstancias nacionales, se torn casi una obsesin para muchas generaciones de e scritores, artistas, msicos y filsofos latinoamericanos, en su actitud estrechamen te relacionada con el proceso poltico y econmico de la construccin nacional". Detrs d e todo ello, se encontraba, por supuesto, una eleccin poltica. Despus del fracaso d el sueo unitario bolivariano de una sola nacin americana de California a la Tierra del Fuego, que pudiera contrarrestar la ya entonces evidente amenaza que la heg emona norteamericana representaba para el continente, los nuevos Estados independ ientes tuvieron que desarrollar las formas y contenidos de sus autnticas "cultura s nacionales", y si stas an no existan, como era efectivamente el caso en todas par tes, era preciso inventarlas y crearlas. Y ste suele ser un proceso lento y dolor oso que an no se ha completado en Amrica Latina. As, se dio una profunda contradiccin en este proceso de evolucin cultural entre la bsqueda de una verdadera identidad "americana" y el casi desesperado anhelo de "p rogreso" y "modernidad". Esto ltimo supona deshacerse de las trabas de un degradan te pasado colonial y feudal para acoger los valores y las instituciones importad os de Europa y Estados Unidos. A su vez, la bsqueda de una verdadera identidad am ericana significaba el rechazo a los modelos extranjeros impuestos de manera art ificial y la elaboracin de lo que podra llamarse una cultura nacional . Est contradicc in ha caracterizado la historia cultural de Amrica Latina por ms de un siglo y perm anece an en el centro de los grandes debates culturales que tienen lugar en la ac tualidad. Otra de las contradicciones importantes en este proceso se fue dando entre la ne cesidad de una cultura nacional por un lado, y la integracin a una cultura region al o continental, por el otro. Mirar hacia adentro no slo signific el rechazo a mo delos extracontinentales -an cuando estos modelos no fueron nunca realmente recha zados- sino, por el contrario, activamente incorporados y absorbidos por la cult ura latinoamericana a lo largo de un proceso que ha representado ambigedades perm anentes y persistentes en el desarrollo cultural de Amrica Latina. Mirar hacia ad entro signific tambin subrayar lo distintivo de lo nacional frente a los rasgos cu lturales comunes compartidos con otros pases. Esta situacin, sin embargo, no fue d e ninguna manera producto de decisiones subjetivas o arbitrarias por parte de la s lites culturales del continente, sino el resultado de la fragmentacin poltica y c ultural que tuvo lugar tras el resquebrajamiento del imperio espaol. Tres siglos de dominio colonial haban creado en Amrica Latina una estructura econmi ca y una administracin poltica fuertemente centralizadas en Espaa, cuyo principal xi to haba sido, sin embargo, incorporar todas las regiones dispares de Latinoamrica en una red de unidades funcionales interrelacionadas. Haba ms contacto e intercamb

io entre las provincias americanas del imperio espaol durante la poca colonial, qu e entre los Estados independientes de la regin durante el siglo XIX y principios del XX: Contrariamente a lo que ocurri en los Balcanes un siglo ms tarde cuando, d espus del resquebrajamiento de los imperios otomano y austro-hngaro, cada una de l as naciones preexistentes pudo finalmente establecer su propio Estado, en Latino amrica los nuevos Estados fueron a menudo creados para satisfacer las ambiciones de lderes polticos o militares, o de pequeas camarillas dominantes, y la tarea de f ormar una nacin que diera contenido y sustancia a ese cascarn poltico y militar fue dejada para despus. La elaboracin de una cultura nacional se transform en un objet ivo primordial de los nuevos Estados de Amrica Latina, una vez que se apaciguaron los desrdenes polticos del periodo posindependentista y que pudo alcanzarse ciert a estabilidad econmica. Tres razones primordiales sustentan la importancia de este objetivo. En primer l ugar, era necesario legitimar el poder poltico. Los dirigentes de las distintas f acciones revolucionarias, los dictadores militares, los caciques regionales empujados por las circunstancias a desempear papeles de importancia na cional, los falsos "emperadores" autoinvestidos y los representantes electos por el puado de notables que controlaban el proceso poltico durante el periodo de Indep endencia -es decir, ms o menos durante todo el siglo XIX-, necesitaban ms que los atavos externos de autoridad para dejar su huella en la historia. Hablaban y actu aban en nombre de la "nacin" o del "pueblo", esa entidad abstracta que, de hecho, an no exista. Necesitaban una nacin en cuyo nombre pudieran legitimar el poder que haban obtenido, en cuyo nombre pudieran tratar como iguales a otros Estados, y p ara cuyo beneficio y bienestar haban sido electos, designados, ungidos o llamados por el pueblo a hacer una revolucin. De tal manera que all en donde haba un Estado , tena que haber una nacin, y en donde haba una nacin deba existir una cultura nacion al. Las lites intelectuales recogieron la estafeta. En segundo lugar, la construccin nacional era importante porque tras el desmembra miento del imperio espaol en Amrica, los nuevos y an dbiles Estados eran fcil presa p ara las ambiciones expansionistas e imperialistas de britnicos, franceses y norte americanos. Si ninguna de estas potencias fue capaz de establecer un dominio for mal y permanente sobre las naciones latinoamericanas, ello se debi fundamentalmen te a las rivalidades existentes entre ellas mismas (y la unilateral Doctrina Mon roe de Estados Unidos), y se originaron formas indirectas de dominacin poltica y e conmica sobre los nuevos Estados en vez del dominio colonial directo. El nacional ismo y la cultura nacional devinieron poderosos instrumentos destinados a fortal ecer a los nuevos Estados ante las ambiciones de imperios extranjeros y de vecin os hostiles. No hay duda respecto al hecho de que pases como Paraguay, Per, Ecuado r, Colombia, Chile, Bolivia, Guatemala, Panam y Mxico desarrollaron y fortaleciero n su conciencia nacional a raz de su resistencia ante las invasiones extranjeras que sufrieron, o bien como resultado de guerras con estados vecinos y de su rech azo a ser incorporados en unidades polticas ms amplias. En tercer lugar, el desarrollo de la conciencia nacional y, con ello, de la cult ura nacional, se transform en una cuestin imperativa para la construccin del aparat o de estado (administracin pblica) y de la economa nacional (desarrollo econmico). Y es aqu en donde encontramos la tercera contradiccin importante en la evolucin cult ural de las naciones latinoamericanas. Esta contradiccin es la que existe entre el concepto de cultura nacional, tal com o ha sido adoptado por las lites intelectuales y polticas, y la cruda realidad de estructuras sociales y econmicas fragmentadas, desintegradas y sumamente polariza das, as como, en algunos pases, una composicin de la poblacin altamente diferenciada en trminos tnicos y culturales. Algunas veces pareciera cristalizarse un proyecto histrico nacional, haciendo con verger esa "voluntad" nacional o popular tan anhelada por los nacionalistas romnt icos del siglo XIX. Pero ms a menudo la "cultura nacional" representaba los deseo s ms o menos coherentemente articulados de la pequea clase dominante, heredera de la administracin colonial y desesperadamente necesit ada de legitimar su poder y desarrollar los mecanismos destinados a excluir del aparato poltico a las masas populares (campesinos, indios, esclavos negros que to maron parte en las guerras de Independencia).

Los frutos de la Independencia fueron rpidamente apropiados por los criollos y la oligarqua terrateniente, quienes estaban separados por un profundo abismo social y cultural de los mestizos y, por supuesto, de las masas de campesinos indgenas as como, en ciertos pases, de la poblacin negra de origen esclavo. En opinin de numerosos observadores, durante la primera mitad del siglo XIX, las sociedades latinoamericanas no constituan an Estados nacionales, sino una serie de unidades regionales vagamente interrelacionadas y basadas en una economa agraria parcialmente auto-suficiente, que ha sido descrita como semifeudal. En ese cont exto, muchos de los conflictos existentes entre las distintas facciones de la cl ase dirigente expresaban las tensiones generadas por la necesidad de un Estado f uerte y centralizador (preferido por las clases medias urbanas y la burguesa emer gente), en contraposicin a intereses regionales centrfugos y a menudo separatistas , que eran fundamentalmente agrarios. La idea de una cultura nacional se transfo rm as, en cierta manera, en un arma ideolgica al servicio del centralismo represent ado, en trminos generales, por los liberales, los progresistas, los modernizadore s de aquella poca. Una profunda y mucho ms persistente divisin exista entre los pequeos grupos dominant es, dueos de la tierra y las minas, y el campesinado indgena subordinado. De hecho , en numerosos pases los indios constituan la mayora de la poblacin y ocupaban los p eldaos ms bajos de la estructura socioeconmica. La divisin de clases era tambin una d ivisin cultural. Las poblaciones indgenas subordinadas haban sido incorporadas a la economa colonial como mano de obra servil, y un rgido sistema de estratificacin y segregacin las mantena efectivamente fuera del proceso poltico. Despus de la Indepen dencia, la esclavitud y la servidumbre fueron abolidas proclamndose la igualdad l egal de todos los ciudadanos. Sin embargo, la subordinacin y explotacin de los ind ios persistieron, fundamentalmente por medio de los sistemas de tenencia y explo tacin de la tierra. El concepto de Estado nacional y de cultura nacional era manejado por las clases altas, los descendientes blancos de los colonos europeos, la aristocracia terra teniente, los elementos burgueses urbanos. El modelo de nacin moderna que iba de la mano con el desarrollo de la economa capitalista era el de las democracias lib erales de Occidente, segn los lineamientos planteados por franceses, britnicos y n orteamericanos. De hecho, las constituciones polticas de Amrica Latina eran copias ms o menos fieles de la constitucin estadounidense, e incorporaban asimismo eleme ntos del sistema legal napolenico. El sistema educativo, aunque todava influido po r el modelo colonial elitista espaol, pronto adopt conceptos europeos (sobre todo franceses) y norteamericanos. Las lites latinoamericanas se consideraban parte de la civilizacin occidental, debido a la religin, el idioma y el ethos cultural. El hecho de que a principios del presente siglo la mayora de la poblacin en numeroso s pases continuara hablando uno de los cientos de idiomas indgenas existentes y co ntinuara viviendo en comunidades cerradas, semiaisladas o tribales, de acuerdo a costumbres y tradiciones propias (a pesar de que gran parte de sta poblacin haba s ido convenida por la fuerza al catolicismo a principios de la colonizacin), no al ter bsicamente la percepcin nacional que las clases dominantes tenan de s mismas. De hecho, las poblaciones indgenas eran consideradas un obstculo para la integracin nacional y, por lo tanto, una amenaza para el legtimo lugar que las lites naciona les crean ocupar entre las naciones civilizadas del mundo. Los principales lderes intelectuales del siglo XIX menospreciaban abiertamente a las culturas indgenas, considerndolas inferiores a la cultura dominante de la poca. Adems, gran parte del esplendor y brillo de las civilizaciones indgenas prehispnicas haba desaparecido ha cia mucho tiempo y la poblacin indgena restante no era ms que una dbil sombra de sus antepasados. La ideologa dominante, basada en el liberalismo y el positivismo, consideraba que el elemento indio o indgena no tena lugar en las nuevas culturas nacionales que s e estaban edificando. El Estado y las clases dominantes utilizaron todos los mec anismos posibles para eliminar esas "lacras", ya que consideraban que ponan en pe ligro sus posibilidades de transformarse en naciones verdaderamente modernas. En numerosos pases incluso, la violencia y el uso de expediciones militares "limpia ron el terreno" para los ganaderos y los nuevos pioneros y empresarios agrcolas, en un proceso que extermin fsicamente a los pueblos indgenas. Esto sucedi en Uruguay

, Argentina y Chile, as como en algunas regiones de Brasil y otros pases. Este mod elo recuerda el proceso colonizador que funcion tan eficazmente en la historia de Estados Unidos. En todo este proceso no falt una dosis importante de racismo. De acuerdo con la i deologa racista en boga durante las postrimeras del siglo XIX y la primera mitad d el XX, vidamente aceptada por numerosos miembros de la lite cultural latinoamerica na, los pueblos indgenas deban ser considerados como racialmente inferiores a los descendientes blancos de los europeos y, por lo tanto, como incapaces de tener a cceso a los niveles superiores de la vida civilizada. Esta visin se extendi inclus o entre el creciente nmero de mestizos, esa poblacin biolgicamente mezclada que dev endra el elemento tnico mayoritario en muchas naciones de Amrica Latina durante el siglo XX. En lo que respecta a los indgenas, la ideologa racista sugera que la nica salida pos ible para las naciones latinoamericanas era iniciar un proceso tendiente a mejor ar el "linaje biolgico" de la poblacin mediante la inmigracin masiva de europeos. D eterminados pases como Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Venezuela, Costa Rica y, en menor grado, algunos otros, pusieron en prctica una p oltica sistemtica destinada a atraer inmigrantes europeos, de quienes se esperaba que aportaran tecnologa, capital, habilidad y espritu emprendedor a los pases atras ados, contribuyendo eventualmente al "blanqueo" racial de la poblacin y al subsec uente progreso (ya que el concepto de desarrollo an no haba sido acuado) de estas n aciones. La ideologa racial no ha desaparecido en absoluto de la visin de la lite cultural e n Amrica Latina. Sin embargo, por razones obvias ancladas en la historia reciente del mundo, esta ideologa ha sido ampliamente desacreditada. Lo que muchos racist as criollos preferan olvidar era que, desde el punto de vista de los idelogos angl osajones, las propias razas latinas (a las que evidentemente pertenecan nuestros id elogos) eran consideradas como inferiores con respecto a las normas anglosajonas, clticas, arias o teutnicas (para mencionar slo algunas categoras raciales que se tr ansformaron en juicios de valor con una enorme carga poltica). Se ha dicho con fr ecuencia que en Amrica Latina el racismo como ideologa oficial no ech races, a difer encia de la situacin en Estados Unidos, y que el mestizaje que comenz desde los pr incipios de la poca colonial impidi el surgimiento del racismo. Si bien es cierto que el mestizaje se desarroll rpidamente, no es correcto afirmar que no hubo racis mo. En el fondo, la evolucin cultural de los siglos XIX y XX estuvo caracterizada por una fuerte corriente de pensamiento racista, que contribuy a formar un perfi l cultural, esgrimido con eficacia por las clases dirigentes, del cual estaban p rcticamente excluidos los pueblos indgenas subordinados (con sus idiomas, costumbr es y tradiciones, cosmovisin y organizacin social, as como su produccin artstica). El principal acontecimiento tnico del siglo xx, en aquellas naciones en las que l os indgenas no haban sido completamente exterminados, fue l rpido crecimiento de la poblacin mestiza. El nmero de los blancos "puros" (si es que alguna vez existi cate gora tal y, por supuesto, el concepto mismo de raza blanca no corresponde a ningn dato cientficamente comprobable), disminua rpidamente, de la misma manera en que lo haca la proporcin relativa de indgenas "puros" en la poblacin global. La poblacin me stiza ocup asimismo los peldaos intermedios del sistema de estratificacin social y econmica, identificndose cada vez ms (sobre todo en la actualidad) con las pujantes clases medias latinoamericanas. No tardaron mucho los intelectuales en descubri r las hasta entonces desconocidas virtudes de los mestizos. A diferencia de lo q ue sola creerse anteriormente, de que el mestizaje resultaba a todas luces negati vo, ahora se consideraba que los mestizos haban incorporado en una sola raza lo m ejor de las dos que intervinieron en su factura. Los mestizos se transformaron p ronto en el soporte del nuevo concepto de nacionalidad, que implicaba el fortale cimiento del Estado nacional. Este ascenso del mestizo, ahora alabado en la lite ratura, en las ciencias sociales y en el discurso poltico, coincidi con la crecien te presencia poltica de partidos provenientes de las clases medias y movimientos sociales que, hacia mediados del siglo XX, prcticamente haban desplazado del centr o del escenario a los partidos oligrquicos ms tradicionales. Jos Vasconcelos, pedag ogo y filsofo mexicano del siglo XX, llam a los mestizos una "raza csmica", auguran do a la vez un papel primordial para Amrica Latina en la historia del mundo.

El concepto de "Amrica mestiza" fue acuado por algunos antroplogos para distinguir aquellas naciones con amplia poblacin indgena de los pases del Cono Sur en los que los indios prcticamente haban desaparecido. Hoy en da, el trmino mestizaje no slo se refiere al proceso de fisin racial, sino tambin al proceso de sincretismo cultural o aculturacin mediante el cual las dos grandes tradiciones culturales que chocar on en el siglo XVI se haban transformado en una nica y global cultura emergente qu e en cada una de las naciones involucradas es considerada ahora como la cultura "nacional". Por lo menos ste es el argumento esgrimido por aquellos que ven en el mestizaje la mdula del nacionalismo y de la unidad nacional. En la medida en que la solucin "racial" (o ms bien racista) al problema de la dive rsidad tnica y cultural (tal como la vean las lites dirigentes) ha cado en desgracia , se ha puesto nfasis en la cuestin cultural. An cuando los pueblos indgenas han dej ado de ser considerados racialmente inferiores a la poblacin blanca o mestiza, la s culturas indgenas se juzgan como atrasadas, tradicionales e incapaces de conduc ir hacia el progreso y la modernidad. Ms an, la existencia de una diversidad de cu lturas indgenas, distintas a la cultura dominante, occidental y urbana de los det entadores del poder poltico y econmico, ha sido considerada como un obstculo a los esfuerzos por lograr la unidad nacional y el desarrollo. As, la solucin encontrada por gobiernos y cientficos sociales ha sido la de fomentar lo que se ha dado en llamar aculturacin, asimilacin, incorporacin o integracin. Con este propsito, los gob iernos han establecido instituciones especializadas y han puesto en prctica poltic as especficas en los campos educativo, cultura!, econmico y social, destinadas a " integrar" a las poblaciones indgenas a la cultura dominante. En la Amrica Latina moderna, el concepto de cultura nacional se ha sustentado en la idea de que las culturas indias no existen; o bien, que si existen tienen nad a o muy poco que ver con la cultura nacional, y que, en todo caso, tienen muy po co que aportar a la cultura nacional (su grandeza, s acaso, pertenece slo al pasad o histrico); en fin, que tales culturas, si an existen, no son ms que vestigios de esplendores pasados y tienden naturalmente a desaparecer, razn por la cual lo mej or que puede hacer un gobierno progresista y modernizante es apresurar su fin. D e este modo, no slo se beneficiara la fortaleza de la unidad y cultura nacionales, sino que los propios pueblos indgenas se veran beneficiados en trminos de su desar rollo material y espiritual, as como su modernizacin y progreso. En trminos polticos y culturales, la idea de nacin en la Amrica Latina contempornea e st basada en la negacin de las culturas indgenas. Los proyectos de desarrollo en la s regiones indias tienen por objetivo mejorar las condiciones y patrones de vida de las comunidades rurales indgenas (la mayora de los indios sigue siendo campesi nas), y actualmente existen numerosos proyectos de este tipo que de hecho contribuyen a la desaparicin de los indios co mo tales. ste ha sido, de hecho, durante dcadas el objeto de las polticas indigenis tas que numerosos pases han adoptado de acuerdo a las recomendaciones que peridica mente hacan los congresos indigenistas latinoamericanos a partir de 1940. Slo desd e 1980 ha cambiado el lenguaje abiertamente asimilacionista de estos encuentros internacionales. Excepto en los museos, las artesanas, el folklore y como atracciones tursticas, a los indios les ha sido negado el derecho a una existencia cultural colectiva en Amrica Latina. Curiosamente, en la Comisin de Derechos Humanos de la Organizacin de Naciones Unidas, tal como suceda anteriormente en la Sociedad de las Naciones, l os delegados de Amrica Latina siempre negaban que existieran "minoras" en sus resp ectivos pases y que hubiera problemas de minoras. Esta actitud ha cambiado en los l timos 15 aos a raz del surgimiento en Latinoamrica de una nueva conciencia respecto al (mal) llamado "problema indgena". Mientras que en algunos pases los indios representan minoras relativamente pequeas, aisladas regionalmente, en otros constituyen a veces la mitad, si no es que una proporcin mayor de la poblacin total. En estos pases, los indios constituyen una m inora "sociolgica" y no "numrica". En toda Amrica Latina existen por lo menos 400 gr upos tnicos indgenas diferentes, cada uno de los cuales tiene su propio idioma, cu ltura y modo de vida. Estos grupos van desde las pequeas bandas aisladas de selvco las, cuya supervivencia est constantemente amenazada por el avance colonizador de la sociedad nacional, hasta las importantes sociedades campesinas indias, fuert

es y numerosas, de los altiplanos y las montaas andinas. A pesar de que las estim aciones varan y los censos son a veces poco confiables, es vlido afirmar que las p oblaciones indgenas hoy en da alcanzan cuando menos 30 millones de habitantes en A mrica Latina (cerca de 10% de la poblacin total), y su nmero est creciendo. Las polticas asimilacionistas de los gobiernos, de la Iglesia, de diversas organi zaciones internacionales y asociaciones privadas han sido bastante exitosas a lo largo de los aos, reforzando las tendencias naturales de la economa de mercado en expansin, de los medios de transporte y comunicaciones, de los sistemas escolare s y de otros mecanismos integracionistas. Algunos observadores durante los aos ci ncuenta y sesenta pronosticaban la inminente desaparicin de los indios en Amrica L atina a finales del siglo XX. Sin embargo, las cosas no han resultado exactament e de esta manera. APARTADO. 2. La ideologa dominante y los indios. Veamos algunos ejemplos del pensamiento latinoamericano, principalmente del sigl o XIX, que ilustran el argumento expuesto anteriormente. Por ejemplo, el venezolano Andrs Bello (1781-1865) ante el legado colonial deca: " Arrancamos el cetro al monarca, pero no el espritu espaol, nuestros congresos, sin sentirlo, obedecen a inspiraciones gticas 2 La revolucin ame ricana -deca el argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888)- no fue movida p or otra cosa que "el indudable deseo de aprovechar una ocasin propicia para susti tuir la administracin peninsular por una administracin local 3. Frente a este orden de cosas la nueva generacin de pensadores intent transformar l a mentalidad, los hbitos y las costumbres de los pueblos americanos, para alcanza r as una nueva y autntica independencia, a la que se llamara emancipacin mental. El chileno Jos Victorino Lastarria (1817-1888), afirmaba que la sociedad tema que co rregir la experiencia de sus antepasados para asegurar su futuro. Por ello era m enester modificar la civilizacin que haba legado Espaa. sta, continuaba diciendo, de ba reformarse completamente porque ella era el extremo opuesto de la democracia q ue las nuevas generaciones se haban planteado4. Y el argentino Esteban Echeverra ( 1805-1851) deca: "La emancipacin social americana slo podr corregirse repudiando la herencia que nos dej Espaa 5. Para estos pensadores, abstraer todo el pasado del presente para construir el po rvenir signific renunciar a l desde una perspectiva formal, en tanto supona negar s u propia historia considerndola impropia. As su historia, su pasado, fue estimada como algo ajeno, como algo que no les perteneca por no haber sido obra suya. El p asado en vez de habrseles presentado de acuerdo a una lgica dialctica se les presen t como lo negativo por excelencia6. En su lucha por ser ellos mismos y por hacer de los pases latinoamericanos nacion es organizadas democrtica y liberalmente, la inteligencia latinoamericana se sirv i de ideas filosficas y modelos polticos que en gran medida eran ajenos a su realid ad. El instrumento ideolgico del cual echaron mano con el propsito de producir el cambio de mentalidad en los pueblos fue, fundamentalmente, el positivismo, cuyos exponentes principales eran Comte, Spencer y Mill. Pero del positivismo no toma ron todo, sino nicamente aquello que les servira para dar solucin a los problemas q ue consideraban ms urgentes, y en funcin de estas urgencias fueron las interpretac iones que de esta filosofa hicieron los pensadores latinoamericanos del siglo XIX . Ellos vieron en el positivismo una doctrina filosfica salvadora. Se les present co mo el arma ms idnea para lograr su plena y verdadera emancipacin mental, y con ella un nuevo orden que haba de repercutir en el campo de lo poltico y lo social. El p ositivismo se les present tambin como doctrina educativa. En algunos pases se lo to m como el mejor instrumento para formar un nuevo tipo de hombre, libre de todos l os defectos que hered de la Colonia, y con un espritu prctico al margen de las supe rsticiones introducidas por el catolicismo. El modelo poltico ms adecuado a sus aspiraciones lo encontraron en Francia, Inglat erra y fundamentalmente en Estados Unidos. De estos tres modelos -representantes y lderes del progreso en el siglo XIX- habran de ser tomadas sus constituciones p olticas, su filosofa, su literatura y cultura en general. En definitiva fueron los modelos conforme a los cuales se pretenda hacer una nueva historia.

Estados Unidos representaba para esta generacin de pensadores, la encarnacin del e spritu liberal, de la modernidad y del bienestar del individuo sobre todas las co sas. Al respecto Sarmiento dice: ...es la Nueva Inglaterra, Norteamrica, la que debe servir de modelo a Hispanoamri ca si en verdad quiere estar a la altura de los tiempos, a la altura del progres o. Ningn pueblo puede ensearnos ya, salvo Norteamrica... No esperamos nada de Europ a, que nada tiene que ver con nuestras razas. Algo puede venirnos de los Estados Unidos, de donde vinieron nuestras instituciones7. Segn Sarmiento, Norteamrica tena la ventaja de ser una sociedad constituida por una raza pura, "los anglosajones deca- no admitieron a las razas indgenas ni como soci os, ni como siervos en su constitucin social. sa fue la base de su xito a diferenci a de la colonizacin ejercida por Espaa, que an no sala de la Edad Media al trasladar se a Amrica, y que absorbi en su sangre a una raza prehistrica y servil 8. Para el pe nsador argentino, los indgenas, adems de tener el cerebro ms reducido que los espaol es peninsulares, no piensan porque no estn preparados para ello, slo sienten. El chileno Lastarria consider que la razn por la cual Latinoamrica no puedo entrar al progreso fue por que los espaoles no conquistaron la Amrica para colonizarla co mo ocurri en Estados Unidos, sino para apoderase de los metales preciosos. A este vicio se uni el desprecio que sintieron por el dueo de la tierra americana quien junto con el "mestizo" tuvo que soportar los trabajos ms duros y degradantes. Mie ntras, los espaoles y criollos se apartaban del trabajo y se enriquecan gracias al trabajo de los indios y mestizos9. En este afn por alcanzar a Estados Unidos, algunos pensadores latinoamericanos co mo Sarmiento, el tambin argentino Juan Bautista Alberdi (1810-1884), y el mexican o Jos Mara Luis Mora planteaban como urgente una inmigracin sana, europea. Es menes ter decan- recibir hombres de otros pueblos, precisamente de aquellos que sean cap aces de remediar el mal causado por los hispanos al mezclarse con razas inferior es. Alberdi afirmaba "queremos que los hbitos de orden y de industria prevalezcan en nuestra Amrica. Por tanto llenmosla de gente que posea hondamente esos hbitos . Otra forma de inhumar todos los males hispnicos era la educacin, que deba estar sus tentada sobre los principios de la individualidad, el derecho de igualdad y de h onor. Al respecto, Jos Mana Luis Mora peda una educacin que arrojase de las mentes las falsas quimeras, fuente de toda incomprensin y desorden; por ello era necesar io reformar la educacin preparando ciudadanos, que se bastasen a s mismos, y que h iciesen con sus propias manos. En 1833 Mora hablaba ya de lo positivo, enfrentndo lo a lo puramente terico, los hombres positivos fueron llamados a ejecutar las re formas especiales de la educacin, porque la antigua educacin falseaba y destrua tod as las convicciones que constituyen a un hombre positivo10. El peruano Manuel Gonzlez Prada, al igual que otros pensadores, se dio a la difcil tarea de destruir el pasado. La guerra con Chile (1879) no mostraba otro camino que romper con ese fatal pasado. Era imprescindible formar a otro tipo de hombr e sobre los principios del positivismo, porque en l vio el mejor instrumento para regenerar al Per. Pero al contrario de los pensadores anteriores, Gonzlez Prada n o niega la realidad indgena que negaron los otros; haba que contar con ella. Reali dad que puede ser positiva o negativa segn se la quiera solucionar. La idea de ha cer del indio una raza inferior da origen a una solucin negativa. Para el pensado r peruano no existen razas inferiores, slo hay hombres buenos y malos. El indio p ara l fue siempre igual, y en su favor alz siempre su violenta voz11. Pero no todos en el Per alzaron la voz en defensa del indio. Mariano Conejo al ha blar sobre el pasado como el ms grave obstculo para alcanzar la democracia afirmab a: hemos heredado la timidez del carcter de la raza aborigen, raza esencialmente db il de nimo, como consecuencia de su gobierno fantico; que siempre la supersticin y el fanatismo destruyen el carcter 12. A su vez otro ilustre pensador peruano, Javier Prado, deca: ...los males han sido y son muy graves, pero hay remedio para combatirlos. Previ niendo aqullos, en primer lugar, de la influencia de la raza (...). Es preciso mo dificar la raza, "remozar" nuestra sangre y nuestra herencia por el cruzamiento con otras razas; es preciso aumentar el nmero de nuestra poblacin, y lo que es ms, cambiar su condicin, en sentido ventajoso a la causa del progreso, por medio de l a inmigracin, pero una buena inmigracin13.

El peruano Manuel Vicente Villarn tambin proclam la necesidad de modificar, de tran sformar los hbitos y costumbres del peruano con base en los ejemplos de otros pue blos. Haba que hacer del Per una nacin como los Estados Unidos de Norteamrica. Respe cto al "indio", Villarn fue otro de los pensadores que defendi desde el punto de v ista positivista la situacin del indgena. Es falso que el indio sea incapaz y un degenerado, es hoy como en los tiempos de su grandeza, sano, sobrio y prolfico (...) en vez de explotarlo hay que darle lo s recursos necesarios a la explotacin para que haga fructificar su medio, la cien cia puesta a su servicio har de el un pueblo vigoroso y activo (...) la mejor man era de educarlo es romper el aislamiento a que se le ha sometido, ponindolo en co ntacto con el blanco que trabaja14. Como Per, Bolivia enfrent una desgarradora guerra con Chile en 1879, a raz de la cu al se vio obligada a ceder las zonas salitreras de su litoral y con ellas su nica salida al mar. Fue entonces que apareci en ese pas el positivismo como el instrum ento ms adecuado para dar solucin a los males, fuente de todos sus desaciertos. Bo livia en esa poca era quiz ms indgena que cualquier otro pas latinoamericano, pero su s pensadores se empearon en negar esa realidad. Al igual que Domingo Faustino Sarmiento, las lites bolivianas crean que con la des aparicin del indio y del mestizo, Bolivia habra de regenerarse y alcanzar el progr eso. Al respecto Nicomedes Antelo, que enjuiciaba al indio , desde el punto de vist a naturalista, deca que el cerebro mestizo era sencillamente incapaz para concebi r y entender la libertad republicana, con los derechos y obligaciones que implic aba. La causa de esta incapacidad estaba dada porque esos cerebros pesan segn Ant elo, entre cinco, siete y diez onzas menos que el cerebro de un blanco de raza p ura. El indio no sirve para nada. Pero, eso s agregaba-, representa en Bolivia una fuerza viviente, una masa de resistencia pasiva, una induracin concreta en las vs ceras del organismo social. Por el otro lado existan los mestizos, casta hbrida y estril para la presente labor tecnolgica, como el mulo para el transformismo de la s especies asnar y caballar. La mezcla ha dado origen a esa clase que al mismo t iempo es revoltosa y servil, anrquica y pasiva. La propensin de la casta tiende co mo es notorio, al ocio, a la reyerta, al servilismo y a la intriga, grmenes del b ochinche y del caudillaje, as como del otro lado, la estupidez y el amilanamiento del indio incsico se amoldan a punto de perpetuar la sociedad en el despotismo15 . Por consiguiente, todos estos males que traen consigo los indios y los mestizos necesariamente tendran que sucumbir en la lucha por la existencia, como estaban s ucumbiendo en Australia hombre, plantas y animales. De manera que por virtualida d que es propia del transformismo -deca Antelo- tendrn que desaparecer cuanto ante s el indio y el mestizo de Bolivia, esos dos agentes arcaicos, incsico uno y colo nial el otro, que se extingan bajo la planta de la inmigracin europea16. Ante la voz implacable de Antelo respecto a la negacin del indio y del mestizo, l as palabras de Ignacio Prudencio Bustillo, seguidor de Spencer, resultan generos as al referirse al indio boliviano. Este pensador, preocupado tambin por transfor mar la realidad de su pas ech mano del mtodo positivista como doctrina educativa. B ustillo consideraba que los esfuerzos de los bolivianos deban dirigirse a dar una educacin prctica, que fuera como reverso de la educacin retrica que haban recibido d e las generaciones anteriores. Pensaba tambin que de Norteamrica los bolivianos te nan que aprender mucho. Sobre todo aquello que se refera a la creacin de granjas mo delo, por el estilo de las que Booker T. Washington haba fundado en los Estados U nidos para la educacin de los negros. Granjas iguales a stas ayudaran a los indios, para que aprendieran los mtodos de cultivo de la tierra. Lo que Bolivia necesita ba -afirm- eran tcnicos agrnomos y peritos mercantiles, ms que letrados. Pero no todos los pensadores latinoamericanos del siglo XIX negaron tan drsticame nte el pasado colonial, para el venezolano Andrs Bello los males que padeca Amrica independiente no provenan necesariamente de la raza, ni haba por qu imputarlos a la influencia espaola en la Colonia. Los males de Amrica deca- son propios de toda la humanidad, debilidades de la misma17. Por lo que se refiere a la obra de Espaa en la Colonia -dice Bello-, al gobierno espaol debe todava la Amrica todo lo que tiene de grande y de esplndido en sus edifi cios pblicos. Y de esto deca- debemos confesarlo con vergenza, poco hemos podido con

servar. En cuanto a la guerra de Independencia, mucho debe el hispanoamericano a l espritu que ha heredado de Espaa. Sin embargo, el pensador venezolano reconoca qu e el hombre de Amrica no estaba preparado an para alcanzar plenamente el espritu li beral, pero esos defectos no invalidaban lo bueno y positivo que leg Espaa a los h ispanoamericanos18. En Brasil, como en Hispanoamrica, los pensadores de la poca tambin se nutrieron de la filosofa moderna, alentando el deseo de emanciparse de la metrpoli portuguesa. Asimismo, vieron que el modelo poltico que los llevara por el camino del progreso, se encontraba en las naciones llamadas occidentales: Inglaterra, Francia y Esta dos Unidos. Pero por una serie de circunstancias especiales los planteamientos d e los brasileos diferan de los hispanoamericanos, debido sobre todo a los hechos q ue caracterizaron su independencia. Brasil no tuvo que recurrir a la violencia p ara alcanzar su emancipacin de la metrpoli. Razn por la cual los pensadores brasileo s no vieron un obstculo en el pasado heredado por ellas, ni sintieron como los hi spanoamericanos la necesidad de romper con su pasado ni desligarse de l, sino por el contrario, vieron en ese pasado un buen instrumento para lograr el progreso, e incorporar su pas al mundo del que queran tambin ser parte. La filosofa y el pensamiento que justificaron ideolgicamente esta actitud fue un e clecticismo transitorio entre la filosofa propia de la Colonia y la del Imperio. La figura principal de este pensamiento conciliador fue Frei Mont Alverne (17751868)19. Hacia 1850, ante una serie de transformaciones sociales y econmicas, como la apar icin de una emergente burguesa brasilea, surgieron las primeras manifestaciones de la doctrina que habra de tomar el lugar del eclecticismo, el positivismo, la mism a doctrina que en Hispanoamrica fue vista como instrumento para el logro de una s erie de cambios polticos, sociales y econmicos, as como el medio ms adecuado para po ner fin a la anarqua. En Brasil, el positivismo fue el instrumento ms eficaz para frenar a dos fuerzas cuya orientacin hubiese llevado por el camino de las guerras fratricidas que desgarraron a Hispanoamrica: la Iglesia y la masonera. El primer paso y primer triunfo de esta nueva mentalidad fue la abolicin de la es clavitud en 1888, sin la violencia que acompa a la misma en Estados Unidos. Animad ores de esta accin fueron Miguel Lems (1854-1916) y Texeira Mendes (1855-1927). Pa ra estos pensadores el ideal de orden y progreso establecido por Augusto Comte p oda y deba ser establecido en Brasil20. A los pensadores brasileos parece no importarles la presencia de la poblacin indgen a de su pas. En el caso de los hispanoamericanos, el "indio" constitua un obstculo para el progreso. Para los brasileos simplemente no exista. Sin embargo, an cuando a nivel retrico no pensaron en el "indio" brasileo para la construccin de la nacin, en la prctica, el modelo econmico, social y poltico adoptado estaba encaminado a la destruccin de las poblaciones indgenas, en nombre de la libertad individual y del anhelado industrialismo. As pues, a la generacin de los libertadores polticos haba de suceder est generacin de pensadores positivistas que, como ya se ha visto, pretendan realizar en el campo de la educacin la misma obra que aqullos haban realizado en lo poltico. La bandera d e esta nueva generacin fue la del liberalismo. El tipo de liberalismo que fue tom ado sobre todo de la experiencia norteamericana, no constitua una simple bandera poltica, sino un programa para educar al hombre latinoamericano, para hacer de l u n hombre distinto del que hiciera la Coloma. sta fue la forma en que se hizo la historia del siglo XIX, una historia en la que una minora llena de fe en el futuro decidi negar todo un pasado, salvo en el caso del Brasil, haciendo suyas doctrinas filosficas y modelos polticos que muy poco t enan que ver con la realidad de las ex colonias americanas. En aras de la moderni dad, progreso y civilizacin, a los indgenas y mestizos se les neg el derecho de ser partcipes de la historia y forjadores de su futuro. Pero result que esta negacin n o era ms que una utopa, pues la realidad era mucho ms poderosa, ya que el pasado si gui presente en la vida cotidiana de todos los hombres de Amrica. Continuaban late ntes las fuerzas de las cuales pretendieron liberarse. Al iniciarse el siglo XX, y ante el fracaso del proyecto cultural y poltico propu esto por la generacin de pensadores que vieron en el positivismo la doctrina salv adora, surgi una nueva generacin que opuso nuevas filosofas a la ideologa positivist

a. Comte, Spencer, Mill y Darwin seran sustituidos por Schopenhauer, Nietzche, Ja mes, Soutrox. La lectura de estas obras dio a la nueva generacin los instrumentos necesarios para liberarse de una ideologa que les impeda alcanzar sus aspiracione s de una nueva idea de progreso21. Lo importante, lo ms trascendente de los planteamientos de esta nueva generacin en la bsqueda por llegar a ser ella misma, radicaba en que ya no queran ser como otr os para lograrlo. Ahora enfocaban su atencin en la realidad que les era propia, y dentro de esta realidad el hombre que vive y le da sentido. Antonio Caso (18831946) haciendo un llamado concreto a los mexicanos dice: "idealistas que os empeis en la salvacin de las repblicas, volved los ojos al suelo mexicano, a nuestras co stumbres y nuestras tradiciones, a nuestras esperanzas y nuestros anhelos, a lo que somos en verdad 22. Al volver los ojos a su realidad, el latinoamericano no poda negar por ms tiempo a l indgena que intilmente trat de borrar o ignorar la generacin de los emancipadores mentales. El indgena estaba ah, y al aceptar su existencia era como quien encontra ba la otra parte de su propio ser. La crtica que hicieron estos pensadores defensores del hombre y de su realidad re specto al pensamiento de los emancipadores mentales, se centraba fundamentalment e en la creencia de que el sajonismo constitua el modelo ms adecuado para construi r las naciones latinoamericanas democrticas y liberales. La crtica sealaba que lejo s de haber creado las soadas democracias liberales propias de los pases sajones, e l positivismo como ideologa justific la creacin de nuevas dictaduras no menos egosta s que las teocrticas, por ejemplo el porfiriato en Mxico. Est generacin no se cansaba de pregonar que no era necesario mirar a otros para se r ellos mismos, que la solucin a nuestros problemas haba que encontrarla en la pro pia realidad americana. Por lo tanto era menester conocerla para encontrar un pu nto de apoyo que le permitiese avanzar. La realidad latinoamericana, deca el urug uayo Jos Enrique Rod (1871-1917), contiene como cualquier otra valores distintos, pero no por ello inferiores. Valores quizs en muchos puntos complementarios de ot ras realidades. sos son precisamente los valores que tiene que desarrollar y obte ner el latinoamericano, sin que ello implique la negacin de lo mejor que poseen o tras culturas, que bien pueden aportar a la cultura latinoamericana23. El mexicano Jos Vasconcelos (1882-1959) tambin se lanz contra el falso modelo y la deslatinizacin que se haba intentado impulsar en el continente, al mismo tiempo qu e muestra las grandes posibilidades de una Amrica mestiza, destinada por la misma herencia recibida, a grandes realizaciones dentro de la cultura. En efecto, Vasconcelos al igual que otros pensadores de su poca, plante la necesid ad de rescatar y reconocer las cualidades de los pueblos latinoamericanos, porqu e sobre ellas habra de descansar el futuro de Amrica. Pero al referirse a los indge nas, consider que stos deban transformar sus hbitos y costumbres, condicin indispensa ble para que los pases latinoamericanos ocuparan su sitio entre las naciones civi lizadas. Partiendo de estas tesis, Vasconcelos encauz su lucha para que los indio s fueran asimilados a la nacin mexicana mediante un sistema escolar nacional24. El cubano Jos Mart (1853-1895) fue otro de los pensadores que conden el intil afn de la generacin romntica del siglo XIX al intentar borrar la realidad latinoamericana , pretendiendo levantar sobre la nada una falsa historia porque, quirase o no -de ca- el pasado colonial estaba all, un pasado que era menester destruir por la va de la asimilacin. Y all tambin estaba el hombre sobre el cual se hizo descansar la ex plotacin de los cuatro siglos de la Colonia; el mismo hombre al que la repblica en sus diversas expresiones despus de la independencia sigui considerando como objet o explotable, el indio, sin el cual esta Amrica no haba de poder salvarse; el indi o como una expresin del hombre que no puede ser ignorada. Porque esta pretensin de imposible olvido y negacin fue la que origin una sociedad dividida, fofa, sin con sistencia25. En Per, pas con una importante poblacin indgena, la preocupacin por la situacin de los indios se hizo sentir sobre todo en dos pensadores, Gonzlez Prada y su discpulo J os Carlos Maritegui. Para Gonzlez Prada, que ya haba alzado la voz en favor del indi o en los aos en que se encontraba en pleno apogeo el positivismo, ni el indio ni el negro dejaban de ser hombres por tener el color de la piel distinto al de su explotador. stas eran justificaciones que se daban a s mismos unos hombres para ex

plotar a otros. El hombre no puede ser instrumento de otro hombre, afirmaba, per o s lo es el indgena y el negro porque se hace del color de su piel el ndice Mariteg ui es el primero en analizar el problema indgena desde la perspectiva econmica y d e clase, desechando como invlido el anlisis puramente tnico o cultural que se hacia en su poca de la cuestin indgena. Aseguraba que: ...el problema indgena era producto de nuestra economa, se identifica con el rgimen de propiedad de la tierra; la ignorancia, el atraso y la miseria de los indgenas , no son sino la consecuencia de su servidumbre. El latifundio mantiene la explo tacin y dominacin absoluta de las masas indgenas por la clase propietaria. La lucha de los indgenas contra los gamonales, ha estribado invariablemente en la defensa de sus tierras contra la absorcin y despojo, por tanto, existe una instintiva y profunda reivindicacin indgena, la reivindicacin de la tierra27. Para el pensador y poltico peruano, el problema del indgena no es un problema mora l y educativo. El explotador encontrar siempre razones morales para mantener y ju stificar su explotacin. La educacin que se le pretende dar para sacarlo de su mise ria e ignorancia ser intil si no se le ofrecen al indgena las oportunidades de real izar lo que ha aprendido. Su problema -afirma- es econmico, de una economa que des cansa en la enajenacin del trabajo de una masa de hombres. Se apoya en el orden c reado por la conquista, que la misma repblica agrav y acrecent. Cambiar este orden, cambiar su estructura sera hacer de esta dividida Amrica Latina una sola y de sus hombres diversos, el hombre sin ms28. Siguiendo esta lnea se orient el pensamiento de otro idelogo y poltico peruano, Vctor Ral Haya de la Torre (1885-1979), creador de la Alianza Popular Revolucionaria A mericana (APRA), as como del trmino Indoamrica. El indio -deca- no podr salir de su si tuacin actual por un movimiento evolutivo, porque la violencia que impera sobre l y la esclavitud en que vive no le permitir jams ejercer normalmente ningn derecho . P ara Haya de la Torre el indgena forma la especificidad de nuestro continente, su presencia es lo que caracteriza a nuestro espacio y tiempo histrico; los indgenas integran la base de nuestra productividad , forman la mdula de nuestra vida colectiva , encarnan la tradicin y la raza y son los objetos eminentes de la explotacin. De ah q ue el mejor nombre de nuestro continente sea el de Indoamrica29. En Mxico, ya en 1854, Francisco Pimentel al observar al indio siente que Mxico se le quiebra en las manos y lanza un grito de alarma. Ante la diversidad eleva un ideal de unidad; define a la nacin como unin; Nacin es una reunin de hombres que prof esan creencias comunes, que estn dominados por una misma idea, y que tienden a un mismo fin . La pieza que falta para lograr esa unin es el indgena, en cuanto se pre senta segregado de la nacin. Por eso, mientras los naturales guarden el estado qu e hoy tienen, Mxico no puede aspirar al rango de Nacin propiamente dicha 30. Aos ms tarde, en 1899, Francisco Bulnes tambin siente el abismo que separa a la soc iedad mexicana. Hay entre las dos razas una muralla que nadie ha podido o querido derribar (...) el indio es patriota para su raza pero no para la que lo ha opri mido; defiende con heroicidad no el territorio nacional, sabe que no es suyo, pe ro defiende lo que le han dejado en las montaas y en los territorios lejanos 31. Al igual que Pimentel, Bulnes propone frente a situacin tan dramtica un ideal de nac in como unidad que habra de formarse a partir de unas cuantas verdades comunes a t odas las clases. Otro pensador mexicano, Andrs Molina Enrquez se preocupaba tambin por la situacin de aislamiento en que se encontraba la poblacin indgena, en tanto que ello no permita la unidad nacional". Es absolutamente indispensable, proclamaba, que en el eleme nto mestizo se refunda toda nuestra poblacin nacional. Para este pensador, al igu al que para Jos Vasconcelos, el mestizo es el nico grupo que puede lograr la unida d, indispensable para formar una nacionalidad y una patria. Veamos por qu el mestizo tiene esta misin. Segn Molina Enrquez el indio es superior al blanco por su adaptacin y "seleccin" al medio; el blanco en cambio, por su ms ad elantada "evolucin". El mestizo por tanto rene en s ambas cualidades: tiene la resi stencia y la adaptacin del indio, la actividad y el progreso del blanco. Por eso su carcter es ms firme, poderoso. Apenas puede encontrarse un mestizo que no tenga grandes propsitos32. En suma, todos estos pensadores proponen que los indgenas deben olvidar sus costu mbres y hasta su idioma mismo si fuese posible. Slo de esta manera solucionarn sus

problemas y formarn una masa homognea, una nacin verdadera. Es decir que la solucin a su aislamiento de tantos siglos se resolver simple y sencillamente con que el indgena deje de ser indgena. La salvacin del indio reside entonces en su incorporac in al sistema econmico de la clase mestiza. Durante esta etapa, tambin los pensadores brasileos expresaron de manera similar l a necesidad de destruir el pasado europeo. Ronald de Carvalho (1893-1935) insist e en la idea de dar a la historia de los pueblos americanos el lugar de eminenci a que en nuestros pensamientos ocupa el de las naciones de otros continentes. "D ejemos -dice- de pensar en europeo. Pensemos en americano (...) no para enfrenta rse a l, sino para tomar conciencia de nuestras propias posibilidades y actuar, d e acuerdo con ellas, en el mismo plano en que los pueblos europeos han actuado d entro de la cultura 33. Graa Aranha (1860-1931) reconoce los orgenes de su cultura, pero seala la transform acin que los brasileos sufrieron en contacto con ella. Toda cultura -escribe- nos vino de los fundadores europeos. Pero la civilizacin s e mestiz aqu para esbozar un tipo de civilizacin que no es exclusivamente europea; fue modificada por el medio y la confluencia de razas pobladoras en el pas. La cu ltura europea debe servir no para prolongar Europa, no como obra de imitacin, sin o como instrumento para crear una causa con elementos provenientes de la tierra, de gentes, del propio salvajismo inicial y persistente. El deseo de liberacin es una seal que ya est en nosotros34. Es este espritu el que mueve la orientacin de los brasileos. Pero nuevamente encont ramos que en la mente de estos pensadores no est presente, como en el caso de los hispanoamericanos, el indgena brasileo. Hablan de una vuelta a la realidad para c onocerla y calibrarla, hablan de lo propio, de lo nacional, pero el indio brasil eo continu marginado del proyecto de nacin que idealmente pensaron construir. No es sino hasta mediados del siglo XX que la intelligentsia brasilea empieza a m irar con otros ojos a su pas, reconociendo la compleja diversidad que parece cara cterizar a Brasil y Latinoamrica. De est