sobre la cualidad innata de resistencia de los pueblos de latinoamérica

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Jesús Adrián Díaz Ramales 1 Sobre la cualidad innata de resistencia de los pueblos de Latinoamérica (conflicto entre lo Mismo y lo Otro, desde una perspectiva colonizadora) 1 Encuentro Cultural: ¿amistad o sumisión? El encuentro es un acontecimiento contundente, iniciático e inevitable. En el transcurrir de su existencia cada uno se topará con muchos otros lo que provocará en cada cual cambios precisos para su desenvolvimiento y subsecuentes transformaciones transitorias. Las posibles consecuencias de este choque al encuentro dependerán en todo al albergar un sentido de intensión 2 deshonesto precedente. Este acudir premeditado, cuya pretensión puede tener como objetivo la aprehensión de lo Otro (mediante la sujeción, opresión y posterior transformación) constituye literalmente la planeación de un asalto. O por lo contrario puede que la intención que impulse la búsqueda de una relación sea originada por la disposición a la experiencia de lo extraño. 1 Este Texto se publicó en una recopilación llevada a cabo por la Academia libre y popular cuando el autor se identificaba como estudiante del séptimo semestre de la Licenciatura en Filosofía, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. 2 Expectativa de aprehensión nulificadora de la diferencia, negativa, que se dirige ha, constitutiva del sentido de lo otro a la manera de la intencionalidad husserliana pero sobreponiendo su mundo al mundo extraño de quien visita.

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Decolonialidad

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Page 1: Sobre La Cualidad Innata de Resistencia de Los Pueblos de Latinoamérica

Jesús Adrián Díaz Ramales1

Sobre la cualidad innata de resistencia de los pueblos de Latinoamérica (conflicto entre lo

Mismo y lo Otro, desde una perspectiva colonizadora)

1 Encuentro Cultural: ¿amistad o sumisión?

El encuentro es un acontecimiento contundente, iniciático e inevitable. En el transcurrir de su existencia cada uno se topará con muchos otros lo que provocará en cada cual cambios precisos para su desenvolvimiento y subsecuentes transformaciones transitorias. Las posibles consecuencias de este choque al encuentro dependerán en todo al albergar un sentido de intensión2 deshonesto precedente. Este acudir premeditado, cuya pretensión puede tener como objetivo la aprehensión de lo Otro (mediante la sujeción, opresión y posterior transformación) constituye literalmente la planeación de un asalto. O por lo contrario puede que la intención que impulse la búsqueda de una relación sea originada por la disposición a la experiencia de lo extraño.

El Encuentro Cultural Presencial acontece en el choque ontológico entre partícipes del pueblo (pertenecientes o no a una cultura y nacionalidad distintas, por ejemplo: los pueblos y naciones cuya historia y relaciones precolombinas les unen por condición y circunstancias vigentes, o, finalmente, entre poblaciones de cualquier parte del orbe), y, partícipes ajenos al pueblo (pertenecientes a una unidad en lo mismo, a una totalidad acultural homogénea). La distinción de estos grupos diferentes entre sí no radica en la condición cultural que los distingue y que simplemente separa categorialmente, sino en el sentido al encuentro que los impulsa, la

1 Este Texto se publicó en una recopilación llevada a cabo por la Academia libre y popular cuando el autor se identificaba como estudiante del séptimo semestre de la Licenciatura en Filosofía, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.

2 Expectativa de aprehensión nulificadora de la diferencia, negativa, que se dirige ha, constitutiva del sentido de lo otro a la manera de la intencionalidad husserliana pero sobreponiendo su mundo al mundo extraño de quien visita.

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actitud en pretensión al encuentro con el pueblo a la ventaja; en su intención oculta, posible e implícita, a la dominación. Caracterizamos, pues, no la actitud general de todo aquel que a nuestras tierras mesoamericanas resulte ser extranjero; no acusamos al pacífico turista o al exiliado cultural bienvenido. Sino al colonizador, es decir, al grupo obstinado de quienes buscan refundarlo todo en parte de su dominio.

Así, el encuentro en amistad es articulado en la interacción de los sujetos partícipes del pueblo, gracias al incluyente y dispuesto sentido de expectación que les «identifica», es decir, también con sujetos de la exterioridad cultural. Pues, los ‘sujetos partícipes del pueblo’ no son exclusivamente los nacidos en territorios colonizados, porque así como hay habitantes nacidos en estos territorios que se identifican no con el pueblo, sino en la actitud propia de lo Mismo, sabemos que no todos los individuos, extranjeros o no, se identifican en lo Mismo. Sino que se disponen a la experiencia en sintonía a la actitud propia del pueblo. Luego, tomamos con certeza la afirmación: “El deseo metafísico tiende hacia lo totalmente otro” (Levinas, 2006, p.57); por lo que transitar una relación de tal naturaleza enriquece integramente a quienes de ella participan. Es el encuentro con el otro el suceso estético, epistemológico y ético, por excelencia.

Por otro lado, el encuentro en sumisión implica, de parte de las subjetividades componentes de lo Mismo,3 un sentido intensional: llevado por la búsqueda de la aprehensión, delimitación y conformación significante sobre los individuos partícipes del pueblo. De tal manera que estos asientan ante sus imágenes y convenciones: que en el abandono de sus usos y modos de estar y convivir tiendan a lo Mismo.

2. Del porqué del sabotaje cultural y de su astucia.

El sabotaje cultural se entreteje en un segundo momento, en que (de manera astuta) la fuente que constituye en agresión oculta el sentido de intensionalidad que lo llevó a concertar el encuentro con el pueblo

3 Utilizamos «lo Mismo» como la categoría que connota el marco abstracto de una unidad absolutista, y la «tendencia a lo Mismo» como la proceso sistemático que denota la totalización, que cánsela diferencias y singularidades conteniéndolas en lo Mismo. Así como utilizamos estas dos categorías, otras serán tomadas.

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(esa comunidad otra para sí). Mostrándose, dejándose percibir, al embaucar, de manera amigable y llamativa (en seductora diferencia), llevando la objetividad de su pretensión al máximo y utilizando la mentira y el disfraz, imperceptiblemente. El pueblo quizás ya desconfía, sospecha, presiente; sin embargo su capacidad de acogimiento y mutación incluyente no lo advierten. El agresor emitente vigila y procura filtrar en profundidad la raíz de su influencia acultural por la tendencia a lo mismo: en la conquista y homogenización de los placeres y las costumbres.

¿Por qué el ataque cultural?

¿Por qué amilanar contra quien te recibe en amistad, contra quien te escucha, contra quien es diferente? Precisamente en la diferencia radica el motivo de injerencia. El desconocer y no controlar ha de provocar incertidumbre, ofuscamiento e impotencia: miedo, odio incluso. La necesidad de saber, de presentir certeza, la necesidad de convencerse a sí de que se sabe, de que uno controla, se ha constituido —dentro de la interioridad de algunas subjetividades acarreadas al estilo de lo mismo— como una urgencia incontrolable. Esta necesidad de firmeza ante la expectación de la existencia inauguro una actitud patológica y solitaria: la Ansiedad. Sostenemos que quienes han tomado las riendas del poder a lo largo del tiempo y así mismo logrado la imposición de sus Convenciones —entendidas como horizontes de sentido, que determinan los modos de relación y sensibilidad, derivados y justificados en las respuestas “legales” a los problemas universales— son quienes han padecido (y quizás heredado) la Ansiedad ante la experiencia de la existencia. Tal condición ha empujado a elaborar las estructuras y los sistemas necesarios para controlar todo aquello que a sus consideraciones amenaza, en tanto que le ignoran. Obtener control sobre los eventos singulares e independientes, ya sean los fenómenos naturales o las subjetividades extrañas, es el objetivo. Para ello se ha buscado —de manera consciente o no— desarticular y substituir la identidad cultural de individualidades ajenas a su dominio discursivo, suplantar la originalidad de todo aquél que comunique y se relacione desde reflexiones intersubjetivas originarias sobre lo real (horizontes originarios de sentido); pues tal despliegue de personalidad cultural resulta insoportablemente, amenazador. Puesto que la actitud de los

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pueblos originarios extiende y articula un territorio de exterioridad más allá de su horizonte de dominio o comprensión. El motivo que da «razón» al sabotaje, a la conquista cultural se encuentra en la necesidad de afirmación del Yo ante lo Otro. Este Yo que necesita reafirmarse sobre lo Otro —erradicar su diferencia—, dibuja la imagen de un individuo abstracto que la racionalidad de la modernidad ha elaborado y promovido. Es el molde en que las particularidades culturales, una vez sometidas, son vertidas a su figura (a sus rasgos y definiciones marcadas por los designios de las reacciones naturales a la vigencia). Este proceso de fusión, de tendencia a lo Mismo, no es sino un síntoma, el grito desesperado que extiende su resonancia al abismo mismo del ser. La incertidumbre ante lo incomprensible de la existencia y la impotencia ante lo incontrolable de los existentes, generan el fulgor vertiginoso de esta neurótica y epidémica reacción; más no la justifican.

3. Lógica de la circunstancia (implicaciones del encuentro-conflicto).

La Resistencia Cultural es inmanente. El movimiento y expresión indeterminables son cualidades que los existentes y la propia vida nos revelan; sus características naturales no son la perpetua paralización y el acatamiento pasivo al sometimiento. En este sentido la Resistencia es concebida como un devenir esencial, como una característica primera del flujo de los existentes que desborda la pretendida paralización del movimiento (ese ideal acorralamiento del sistema/partícula que disminuye la complejidad del cálculo de su ubicación y velocidad). La tendencia a lo mismo busca la cancelación y extinción de la diversidad (que es el movimiento), pero se muestra contradictoria a la naturaleza de la existencia (aunque no con las posibilidades que ésta evoca).

La resistencia cultural emana como consecuencia del sabotaje cultural; actúa en el momento preciso en que el pueblo logra e intuye o sospecha y vislumbra el sentido de intensión habría motivado al emisor-agresor a participar de dicho encuentro. Esta es realizada dentro de un contexto no limitado por la territorialidad (siendo que su pertenencia es tanto heredada como emprendida) es pues, una respuesta activa articulada tanto por la fuerza de las raíces culturales

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como decidida desde la libertad de una conciencia estético-política. Por ello, sus modos y formas son diversos, dependen de la capacidad cultural de cada partícipe del pueblo, perteneciente a una convención e imagen en específico, o en simple diferencia cultural ante lo Mismo.

Siendo que a partir de la consideración de estos aspectos se podrán vislumbrar diferentes modos y formas de resistencia, correspondientes a la intensidad de injerencia sufrida y al contexto cultural donde fue cometida (atendiendo a las singularidades subjetivas e intersubjetivas de las comunidades y sus integrantes), se asoma la capacidad de articular otros modos de resistencia cultural positiva, es decir, no sólo innata sino ejercida consistentemente. Ello apunta a ocupaciones que en el presente esfuerzo no serán abordadas, pero que confiamos al desarrollo y fortalecimiento de las filosofías de la Latinoamérica.

Quizás la profundidad en la que el emisor-agresor «inyectó» el veneno que sintetiza alteridades (que nivela y regula el flujo del sentido y la cultura) sea muy basta y esta substancia perdure a través de las generaciones cual líquido impregnado al pozo subterráneo del que beban las raíces de las vigencias e interacciones sociales; tal vez no lo suficiente como para causar una indeleble influencia sobre la cultura agredida, siendo que a esta violenta intervención es de suyo necesario reabastecer su substancia activa, mediante una actualización de dosis ’ideológicas’, puesto que es imposible que un veneno (substancia sintética externa) pueda suplantar y reemplazar la sustancia esencial y originaria de cualesquiera cultura.

4. Retrato de un encuentro

El 23 de agosto de 1521 cae Tenochtitlán, día 1 (serpiente) del mes 3 (casa). La Resistencia Cultural Indígena comenzó poco antes de la conquista española, entre los años de: 1519 y 1521(siglo XVI).

Atendamos una referencia histórica tomada de la obra de Navarrete, F. (2008):

“En primer lugar, la distribución que tenían las sociedades indígenas en el territorio de lo que hoy es México es clave para entender las diferencias regionales en la composición étnica de nuestro país (…) las sociedades

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indígenas que vivían en lo que hoy es territorio mexicano se distribuían en tres grandes regiones, definidas por sus características culturales y por su medio ambiente [Mesoamérica, Aridamérica y Oasisamérica] (…) más allá de sus diferencias, los pueblos de estas regiones compartieron elementos culturales e identitarios. (…) En suma, antes de la llegada de los españoles, lo que hoy es México era un complejo, rico y cambiante mosaico cultural y étnico en el que varios cientos, sino es que miles, de diferentes grupos humanos convivían, se hacían la guerra, comerciaban, peregrinaban, e intercambiaban ideas e identidades. Mucho de la pluralidad étnica del México actual proviene de esta riqueza cultural prehispánica.

En el último periodo de de la historia prehispánica, el periodo posclásico tardío que abarco del siglo XIV hasta el XVI, surgieron, o se consolidaron, las identidades étnicas en resistencia cultural de varios grupos indígenas que han sobrevivido hasta nuestros días (…) Normalmente concebimos a la conquista española del imperio mexica, o azteca, que se realizó entre 1519 y 1521, como un rompimiento brutal e irreversible en la historia de nuestro país. Supuestamente, con este violento hecho de armas terminó el periodo prehispánico, y también la civilización indígena, y se inició un nuevo periodo, el colonial, marcado por la dominación cultural española y occidental. Esta visión (…) ha servido desde el siglo XVIII para justificar la dominación de los grupos étnicos de origen y cultura europeos sobre los indígenas. Sin embargo desde un punto de vista histórico no se sostiene la visión de la conquista de México como el fin del mundo indígena. En los últimos años autores como James Llockhart y Nancy Farris han mostrado que muchos aspectos claves de las culturas y las identidades étnicas indígenas sobrevivieron a la dominación española y constituyeron, de hecho, el fundamento para el desarrollo de la sociedad colonial. Por ejemplo, la agricultura tradicional mesoamericana, centrada en el cultivo de maíz siguió siendo la base de la subsistencia de la población de origen indígena y también de buena parte de la población de origen europeo, si bien también incorporo animales y plantas originarios del Viejo Mundo.

En el terreno de las identidades étnicas y las relaciones interétnicas también hubo continuidades significativas. Par a empezar, el sistema de relaciones interétnicas que imperaban en el México central fue clave para el éxito de la conquista española de los mexicas. En primer lugar, como los diferentes pueblos nahuas de la región se consideraban a sí mismos como extranjeros que habían venido de lejos a conquistar sus tierras, vieron a los españoles como un nuevo grupo de extranjeros de conquistadores y agresivos parecido a ellos. Por eso se identificaron con ellos y los consideraron como posibles aliados, y no como extraños amenazantes. Por otro lado, Hernán Cortés, el capitán de la expedición conquistadora, supo reconocer y aprovechar la pluralidad política y étnica de la región y se alió con los altépetl enemigos de los mexicas como Cempoala, Tlaxcala, Chalco, Tetzcoco, y les prometió respetar su autonomía y su identidad étnica si lo ayudaban a vencer a sus dominadores. Por ello se puede decir que lo que llamamos la conquista española fue una exitosa rebelión de la mayoría de los altépetl dominados por los mexicas que fue encabezada por los españoles.” (pp. 37-43)

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5. Colonización Cultural (consecuencias en sumisión)

La colonización cultural se encadena sobre las bases de una injerencia trascendente. Constituye la fase primigenia del proceso de sintetización, en la que el emisor-agresor conduce a los partícipes del pueblo a abandonar su cultura, a sustituir sus costumbres y concepciones. Ha conseguido infiltrar sus convenciones y sus imágenes, haciéndolas entender como aquello que se debe perseguir y anhelar. Muestra sus «costumbres» (puesto que no es posible nombrar «cultura» a la «tendencia a lo mismo») —por supuesto novedosas en tanto que extrañas— como bellas, buenas; verdaderas: fascinantes. El pueblo se encuentra más que perturbado, con la capacidad de respuesta en resistencia innata enfrentará el grado y tipo de violencia psicagógica blandida por el emisor-agresor con el afán de perpetuar una dominación cultural exitosa.

“Como vimos, en el mundo prehispánico había una gran diversidad de identidades étnicas particulares que, sin embargo, no impedían el intercambio de ideas, bienes y personas, y la construcción de identidades culturales más amplias. Por ello se podría decir que la lógica de las relaciones Prehispánicas era una lógica aditiva, en que lo nuevo podía añadirse a lo viejo sin destruirlo4, en que las culturas e identidades particulares podían interactuar y combinarse con identidades y culturas más amplias sin renunciar a su particularidad.” (Navarrete, 2006, p. 45).

“El impacto más inmediato y profundo que trajo la dominación española en el terreno de las identidades étnicas indígenas fue la agrupación de todos los habitantes originarios de lo que hoy es México, y de toda América, en una nueva categoría étnica, la de “indios”. Este nombre fue aplicado por los españoles a resueltas de un equívoco, pues en un primer momento pensaron que habían llegado a la parte externa de Asia, conocida como las indias orientales, por lo que llamaron “indios” a todos sus pobladores. Posteriormente, cuando esta equivocación fue aclarada, el nuevo gentilicio continuó siendo aplicado para los habitantes del nuevo continente que fue llamado las indias occidentales.” (Navarrete, 2006, p. 47).

La resistencia cultural innata es una cualidad implícita del Otro, y siendo que su alteridad es inaprehensible —en tanto que infinita— su cualidad es irrevocable. Aquel crío al que se le ha implantado con éxito la tarea de perseguir y cumplir el deseo de alguno de sus progenitores, y a la vez soslayado la voluntad natural de perseguir sus propios deseos, ejemplifica una enfermedad causada cuyo registro es pieza de un análisis abordado filosofo etiopatológicamente. Enfermedad, que por naturaleza, puede ser tratada y superada, siendo cierto que el estado de salud sostiene la posibilidad de todo estado de enfermedad, como un cuerpo vivo a un 4 Énfasis sugerido por parte del autor.

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virus. Se puede realizar una analogía plausible entre la alteridad cultural de una comunidad (que sostendría el anhelo del cumplimiento de los deseos colectivos) y la alteridad de un sujeto cualquiera (independientemente de su cultura y situación coyuntural). Por lo que afirmamos que el proceso de desarticulación de la diferencia cultural (la tendencia a lo Mismo) es una enfermedad ocasionada psicagógicamente, y que puede ser afrontada.

6. Colonización Ideológica

La Colonización Ideológica se gesta desde la plataforma sólida de una colonización cultural, y consiste en la sustitución de la «fuente» de la diferencia.

“Aplicar la categoría étnica de “indios” a los habitantes de América no era darles únicamente un nombre, sino atribuirles una naturaleza específica definida por los españoles. En un primer momento, por ejemplo, éstos debatieron si los indios eran humanos, pero la Iglesia católica termino por decretar que sí lo eran. Entonces los indios fueron calificados como «infieles», es decir personas que no conocían ni practicaban la religión católica, que era considerada la única verdadera religión, y que por lo tanto debían ser evangelizadas y convertidas a ella. Esta definición de los indios la convertía además en súbditos de la Corona española, pues el papa Alejandro VII decretó que España tendría derecho a dominar todos los territorios descubiertos con el fin de convertir a sus pobladores al catolicismo. En suma, los indios eran por definición convertibles al catolicismo y dominables por los españoles.” (Navarrete, 2006, p. 48).

La fuente dispensadora de la diferencia haya su materialidad cuando se recurre generacionalmente a las interpretaciones originales de la realidad, relatos culturales, incluso fundacionales y míticos, propios a una demarcación territorial especifica. La quema de los textos que guardaron estos relatos, la manipulación de sus símbolos y la tergiversación de su sentido es análoga a la evaporación del sustrato que dispensa la fuente de la diferencia (proceso que culmina con la imposición picagógica de los múltiples relatos ideológicos de dominación).

El “fenómeno de distribución de posiciones” es una consecuencia de la colonización ideológica y consiste en el reordenamiento de las relaciones bajo la tutela de la presencia

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dominante, el emisor-agresor, que da apertura y criterio de valor a las nuevas categorías sociales y juicios normativos.

“Aunque los españoles reconocieron la humanidad de los indios y su capacidad y obligación de convertirse en católicos como ellos, esto no significa que los reconocieran como iguales. De hecho, diversas concepciones contribuyeron a definir a los indios como inferiores por naturaleza a los españoles, ya fuera por que no habían conocido al cristianismo tanto tiempo como ellos o por que eran “bárbaros” destinados a servir y obedecer a los hombres superiores venidos de Europa.

Otro elemento clave de la definición española del indio era que debía ser una fuente de trabajo, riqueza y servicios para los españoles. Por ello, éstos podían obligar a trabajar a los indios como un pequeño pago a cambió de la religión que avían recibido de ellos y que les permitía salvar sus almas de ir al infierno. Ésta era considerada también la mejor manera de que los indios aprendieran de la civilización y cultura española y así se hicieran menos bárbaros.

En suma, los indios de México, y de toda América, eran una categoría de seres infieles e inferiores que debían ser evangelizados y dominados por los españoles y que debían trabajar para ellos y darles riquezas5.” (Navarrete, 2006, p. 48-49).

Como podemos leer la diferencia representa, ante el nuevo régimen de valoración y sensibilidad publica de la sociedad, el delito inmediato, la prueba y justificación legal para la condena. El Otro será considerado metafísicamente inferior a lo Mismo, por lo tanto lo será por cada una de sus cualidades originales, y también ilegal en cuanto su alteridad resista.

¿Y qué de la contención frente a la alienación?

Es de importancia vital que pensemos y decidamos articular un proyecto educativo que impulse una formación que valla más allá de la común estructura pedagógica facultada para «capacitar» técnicamente a las poblaciones soslayadas por la dominación o la conquista. Impulsar una educación que permita a los pensantes ser dueños verdaderos de sus propias reflexiones, para dar pie a un restablecimiento de la originalidad cultural de los pueblos de la actual Latinoamerica. Estas acciones se nos muestran

5 Énfasis sugerido por parte del autor.

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imprescindibles para desmentir ciertas opiniones que consideran que la Identidad Latinoamericana es constatable tan sólo por una vía negativa, una identificación que denotaría la precaria situación de un territorio específico de comunidades sin sociedad —herederas de un pasado violento— que continúan y se mantendrán pasivas ante las implicaciones actuales de las intervenciones colonizadoras. No podemos continuar permitiendo que los ensambladores de los discursos hegemónicos (pedagogos de intereses cobardes y malvados) continúen dirigiendo nuestras consideraciones subjetivas e intersubjetivas. Para emprender este camino es necesaria la implementación de una hermenéutica de las consideraciones6, que nos permita exaltar una inteligencia acerca y diagnosticar los daños de las múltiples implicaciones de los discursos hegemónicos de dominación y legitimación del orden social prendido a la vigencia de las valoraciones.

7. La Resistencia Cultural Indígena como Acción Política

A lo largo de generaciones, el pueblo ha lidiado con las múltiples implicaciones, extrapolación de la riqueza, pero sobretodo de la pobreza, que el orden social impuesto por los emisor-agresor ha ocasionado, considerándose incapaz y enclenque además de minoritario. A pesar de sufrir tal circunstancia, no ha claudicado ni desaparecerá alguna vez.

…Si atendemos un área importante de la obra de Jacques Rancier nos encontraremos con que la «política» no es una clase de instrumento mediante el cual se busque imponer voluntades, que alcanza su significado mediante ella misma (como un tipo especifico de evento único) en el que «uno» se mantiene fuera del ámbito común, al participar del tipo de racionalidad que despierta; que se mueve fuera de la normatividad hegemónica, ya que no sólo rompe la lógica del fenómeno de distribución de posiciones (las relaciones entre “los de abajo y los de arriba”), sino que también «coloca» a los sujetos políticos como adecuados y capaces de su ejercicio, dando lugar al sujeto político y no al revés. Racier concebirá el pueblo como el conjunto de los sujetos políticos que no forman parte de los 6 Esfuerzo teórico que será presentado en el Simposio de Filosofía de la Liberación, dentro del marco del XVI Congreso Internacional de Filosofía.

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habitantes “comunes”, aquellos que se encuentran fuera de la clasificación social de una manera «contingente». Así lo leemos en 9 de sus 11 tesis de política que a continuación reproducimos:

1. La política no es el ejercicio del poder. Debe ser definida por sí misma, como una modalidad específica de la acción, llevada a la práctica por un tipo particular de sujeto, y derivando de una clase de racionalidad específica. Es la relación política la que hace posible concebir al sujeto político, no a la inversa.

2. Lo peculiar de la política es la existencia de un sujeto definido por su participación en opuestos. La política es un tipo de acción paradójica.

3. La política es una ruptura específica de la lógica del arkhé, dado que no presupone simplemente la ruptura de la distribución “normal” de las posiciones entre quien ejercita el poder y quien lo sufre sino también una ruptura en la idea de las disposiciones que hacen a las personas “adecuadas” a estas posiciones.

4. La democracia no es un régimen político. Es una ruptura de la lógica del arkhé, en otras palabras, la anticipación de la regla en la disposición por él. La democracia es el régimen de la política en tanto forma de relación que define a un sujeto específico.

5. El pueblo, que es el sujeto de la democracia, y por lo tanto el sujeto matricial de la política, no es el conjunto de los miembros de la comunidad o la clase obrera o la población. Es la parte suplementaria en relación a cualquiera de las partes contables de la población que hace posible identificar la cuenta de los incontados con la totalidad de la comunidad.

6. La esencia de la política es la acción de sujetos suplementarios inscriptos como un plusvalor en relación a cualquier cuenta de las partes de una sociedad.

7. Si la política es el trazado de una diferencia evanescente en la distribución de las partes sociales, entonces su existencia no es de ninguna manera necesaria. Por el contrario,  la política sucede siempre como un accidente recurrente en la historia de las formas de la dominación. El objeto esencial del litigio político es la existencia misma de la política.     

8. La política es específicamente antagónica a lo policial. Lo policial es una distribución de lo visible cuyo principio es la ausencia del vacío y el suplemento.

9. La tarea esencial de la política es la configuración de su propio espacio, lograr que el mundo de sus sujetos y sus operaciones resulten visibles. La esencia de la política es la manifestación del disenso, en tanto presencia de dos mundos en uno.

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A diferencia de Rancier, nosotros afirmamos que el pueblo no es una categoría que distinga entre sujetos partícipes o no de una actividad política, llevada a cabo por fuera de las relaciones instituidas, consideramos que el sólo hecho de la resistencia cultural consiste ya por sí mismo en un acto político, pero nos parece importante rescatar un aspecto clave del razonamiento de Rancier, el cual señala que el «acto» político «suspende» el fenómeno de distribución de posiciones; cuando los sujetos participes del encuentro político comparten las decisiones sobre su porvenir como comunidad, y «acuerdan» positivamente el cumplimiento de estas decisiones, rompen con los decretos de dominación social, literalmente: se liberan (de manera contingente).

Acuerdo Cultural y Conclusiones.

Sostenemos que la actitud ansiosa ante la experiencia de la existencia es el «motivo» que impulsa la pretensión del encuentro inhabilitante. Esta actitud nos revela el verdadero sentido de intensionalidad que antecede y prevalece al encuentro-conflicto; por lo que un acuerdo cultural se nos propone imprescindible, para «develar» y afrontar el problema de la «gestación» de la temerosa violencia que surge ante el acontecimiento metafísico del encuentro con lo Otro. El acuerdo cultural no implica predeterminar, y mucho menos erradicar el azaroso y espontaneo acontecimiento de los encuentros culturales, ni presupone la elaboración de encuentros predeterminados.

El acuerdo cultural será posible siempre y cuando el emisor-agresor y el pueblo «se escuchen», encontrándose «cara-a-cara» y en sinceridad —tanto para sí como para con el otro—, revelando y compartiendo las vertientes intersubjetivas de sus concepciones ante la existencia; al auto-develar y reconocer la actitud correspondiente detrás de la intensionalidad insigne en su respectivos discursos fundacionales: Ansiedad o Paciencia. Actitudes de carácter ontológico, que han dado origen y sentido a la producción de los discursos y a la concatenación de las acciones. Las complejidades para llevar a cabo el acuerdo cultural dependerán del contexto y coyuntura de los sujetos que conformen este encuentro, cuya intención sería consolidar, no una pretendida paz, sino el comienzo de

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una relación honesta.

Referencias.

Levinas, E. (2006). Totalidad e infinito, trad. Daniel E. Guillot, séptima edición,

Sígueme Salamanca

Levinas, E. (2006). De la existencia al existente, trad. Francisco Peñalver, segunda

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edición, Ed. Arena Libros.

Navarrete, F. (2004). Relaciones interétnicas en México. UNAM. DirecciónGeneral de Publicaciones y Fomento Editorial.

Rancier, J. 11 tesis de política. Recuperado el 15 de Septiembre del 2011, dehttp://pervisiones.blogspot.com/2010/03/11-tesis-sobre-la-politica-

ranciere.html