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Siglo nuevo
opinión
Las trampas de la vidaGaby Vargas
¡Una verdadera incógnita! De niña, al ir en la carretera con mi familia, me impresionaba mucho ver a lo lejos un
resplandor barnizado sobre el pavimento, de tan brillante parecía un espejo de cara al cielo. Yo no le quitaba la vista de encima y trataba de retener ese encanto plateado, pero al acercarnos, siempre desaparecía.
Así son las trampas de la vida. Parecen prometernos la felicidad y la vida perfec-ta, pero al intentar acercarnos, también se esfuman.
Estas trampas suelen ir antecedidas por las palabras “Si sólo...”: Si sólo estuvie- ra más delgado/a, si sólo tuviera más tran-quilidad económica, si sólo conociera a la pareja de mi vida, si sólo pudiera lograr el ascenso, si sólo... Podríamos llenar la hoja completa con estas dos palabras para po-der así terminarla con: entonces mi vida sería perfecta.
Lo que con frecuencia pasamos por al- to es que lo ilusorio de esas trampas se ba-sa, en su mayoría, en el miedo. ¿Miedo? Sí, miedo a no ser, a no tener o a no conseguir lo sufi ciente. Y el miedo se manifi esta con muchos disfraces y se expresa de distintas maneras, como:
1- La perfección. Aunque su búsque-da puede ser un motor positivo en la vida,
también llega a ser una trampa que viene de no sentirnos capaces. Por ejemplo, hay mujeres guapísimas que siempre se en-cuentran un defecto físico que odian, y que ven que el espejismo se relaciona con estar más delgadas, más jóvenes, más be-llas, ser más populares. Entonces acuden a las cirugías como remedio, al grado de terminar deformes. Nada de lo que se ha-cen es sufi ciente. ¿Son más felices? La rea-lidad es que la perfección es una ilusión inalcanzable, al menos para los mortales.
2- Las posesiones. Esta trampa es pen-sar que al comprar el coche nuevo, la casa nueva, o tener la esposa nueva, seremos más felices. ¿Por qué siempre asociamos que poseer bienes equivale a ser felices? Veo en la televisión un reportaje sobre có- mo todas las personas que se han sacado la lotería en Estados Unidos, y todos sin excepción, han terminado con una trage- dia de vida. Al preguntarles si con el di-nero se sintieron más satisfechos, la res- puesta de todos fue “No”. No importa qué tengamos o a dónde vamos, solemos car-gar con ese miedo de supervivencia que está conectado a nuestro cerebro por ge-neraciones: el enorme miedo a nunca te-ner sufi ciente.
3- Complacer. ¿Qué tiene eso de malo?
Complazco a los demás y me complace ha-cerlo. Suena fácil, ¿no? La verdad es que es una trampa si pienso que al complacer a los demás, me van a querer; y si me quie-ren es porque he de ser muy bueno/a. Si soy bueno/a, me querrán a su lado, y así estaré seguro/a y feliz. El problema es que no funciona así. Qué bueno que ayude-mos a todos. Pero cuando dejas un pedaci-to de ti por aquí, otro por allá, un poquito de energía por aquí y otro por allá, te das cuenta que ya no te queda nada para ti. De hecho, al estar solo/a ya no sabes ni quién eres. Pero al hacerlo, obtienes muchas ga-nancias: reconocimiento, dependencia, creas obligaciones, demuestras poder y demás. Es miedo a no ser sufi ciente por ti mismo/a. Necesitas que te necesiten. En la relación tú das todo y el otro/a sólo re-cibe. Sin embargo, si tú no estás para ti, ¿quién lo estará?
Muchas otras trampas tiene la vida y disfraces del miedo; disfraces que nos a-lejan de lo que verdaderamente nos hace felices. A veces, nos damos cuenta dema-siado tarde, sin embargo, y esa es nuestra esperanza, siempre estamos a tiempo de meter el freno y dar la vuelta para captu-rar el verdadero brillo del camino de la vida. §