ser hombre

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Asun Gandarillas Solinís, 2015 1 SER MUJER, SER HOMBRE, SER LIBRE “La hombría es un honor, pero a menudo es un honor mortal”. (Godelier, 1986) Introducción Este trabajo realiza un somero análisis de lo que significa ser mujer y ser hombre en nuestra cultura, así como de las repercusiones de la feminidad y de la masculinidad en la vida de los seres humanos. Desde un punto de vista feminista, planteo la deconstrucción del sistema patriarcal a partir de la creación de nuevas formas de ser persona desde cada sexo, centrándome más específicamente en los varones, apuntando nuevas masculinidades y valorando la importancia de la implicación de los hombres en el trabajo por la igualdad de género, tanto desde lo público como desde lo privado. La utopía de la libertad frente al patriarcado El patriarcado es un sistema basado fundamentalmente en unas relaciones asimétricas y jerárquicas entre dos sexos –mujer y hombre-, a quienes se enviste de características rígidas que definen cómo deben comportarse, apropiándose de sus subjetividades, de las cuales es difícil salir. Así es como se construyen los géneros – femenino y masculino-, a partir de la interacción de lo social con lo biológico, quedando las mujeres supeditadas a una cultura construida por y para los hombres y convertida en universal, con los varones como modelo y centro de todo. Este sistema rígido configura la sociedad y se mantiene desde estamentos públicos, privados, y desde las individualidades. Los Estados y las confesiones religiosas tienen alto interés en ello, aunque no pueden controlar del todo una realidad matizada por la variabilidad existente en cuanto los sexos y a las formas como estos pueden manifestarse, y de hecho se manifiestan. Actualmente, existen opiniones acerca de hablar de varios sexos, de feminidades y de masculinidades. Por otra parte, este “edificio” patriarcal no está “sano” del todo, afortunadamente. Presenta fisuras más o menos profundas provocadas por disidencias individuales y colectivas que tratan de echarlo debajo de múltiples formas. Ser mujer y ser hombre es una simplificación biologicista basada en la posesión de unos u otros órganos genitales. Pero la realidad es más compleja, ya que los cromosomas, las hormonas implicadas en el proceso de desarrollo, y la formación de los órganos genitales, no siempre se encuentran alineados. Otras veces lo están, sin embargo, la persona desarrolla una identidad diferente a lo que le indica la biología. Anne Fausto-Sterling, en su libro “cuerpos sexuados”, propuso en 1993 la existencia de cinco sexos con la intención crítica de romper con esta mentalidad dicotómica (hembra, macho, herm –hermafroditas auténticos-, serm “seudohermafroditas” masculinos-, y serf –“seudohermafroditas femeninos”-) (Fausto-Sterling, 2006: 104). Australia ya reconoce un tercer sexo, el “intersexual”, desde 2013, y se incluye como una nueva categoría más junto a “mujer” y “hombre”

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Nuevas masculinidades.

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 Asun  Gandarillas  Solinís,    2015                                                                                                                                                                              

1    

SER MUJER, SER HOMBRE, SER LIBRE

“La hombría es un honor, pero a menudo es un honor mortal”. (Godelier, 1986)

Introducción

Este trabajo realiza un somero análisis de lo que significa ser mujer y ser hombre en nuestra cultura, así como de las repercusiones de la feminidad y de la masculinidad en la vida de los seres humanos. Desde un punto de vista feminista, planteo la deconstrucción del sistema patriarcal a partir de la creación de nuevas formas de ser persona desde cada sexo, centrándome más específicamente en los varones, apuntando nuevas masculinidades y valorando la importancia de la implicación de los hombres en el trabajo por la igualdad de género, tanto desde lo público como desde lo privado.

La utopía de la libertad frente al patriarcado

El patriarcado es un sistema basado fundamentalmente en unas relaciones asimétricas y jerárquicas entre dos sexos –mujer y hombre-, a quienes se enviste de características rígidas que definen cómo deben comportarse, apropiándose de sus subjetividades, de las cuales es difícil salir. Así es como se construyen los géneros –femenino y masculino-, a partir de la interacción de lo social con lo biológico, quedando las mujeres supeditadas a una cultura construida por y para los hombres y convertida en universal, con los varones como modelo y centro de todo.

Este sistema rígido configura la sociedad y se mantiene desde estamentos públicos, privados, y desde las individualidades. Los Estados y las confesiones religiosas tienen alto interés en ello, aunque no pueden controlar del todo una realidad matizada por la variabilidad existente en cuanto los sexos y a las formas como estos pueden manifestarse, y de hecho se manifiestan. Actualmente, existen opiniones acerca de hablar de varios sexos, de feminidades y de masculinidades. Por otra parte, este “edificio” patriarcal no está “sano” del todo, afortunadamente. Presenta fisuras más o menos profundas provocadas por disidencias individuales y colectivas que tratan de echarlo debajo de múltiples formas.

Ser mujer y ser hombre es una simplificación biologicista basada en la posesión de unos u otros órganos genitales. Pero la realidad es más compleja, ya que los cromosomas, las hormonas implicadas en el proceso de desarrollo, y la formación de los órganos genitales, no siempre se encuentran alineados. Otras veces lo están, sin embargo, la persona desarrolla una identidad diferente a lo que le indica la biología. Anne Fausto-Sterling, en su libro “cuerpos sexuados”, propuso en 1993 la existencia de cinco sexos con la intención crítica de romper con esta mentalidad dicotómica (hembra, macho, herm –hermafroditas auténticos-, serm –“seudohermafroditas” masculinos-, y serf –“seudohermafroditas femeninos”-)  (Fausto-Sterling, 2006: 104). Australia ya reconoce un tercer sexo, el “intersexual”, desde 2013, y se incluye como una nueva categoría más junto a “mujer” y “hombre”

 Asun  Gandarillas  Solinís,    2015                                                                                                                                                                              

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en los documentos oficiales. Idénticamente ocurre con el género: existen tantas masculinidades y tantas feminidades como personas.

La “nueva sociología del cuerpo” es una perspectiva interesante, propuesta por Fernando Fernández-Llebrez, que explica la formación de las feminidades y masculinidades a través de la interacción entre lo biológico, lo social y lo psicológico, superando la dicotomía biología-cultura y aportando una mayor flexibilidad a la forma de ser mujer u hombre.  (Fernández-Llebrez 2004: 20).

¿No sería mejor olvidar el afán humano de catalogar, especialmente de forma binaria, y dejar que cada persona se viva libremente como se sienta o desee? La ideología de género patriarcal está interesada en mantener la creencia de que sólo existen dos sexos, utilizando incluso la fuerza (bisturí) para conseguirlo. Así como métodos drásticos o sutiles para penalizar a quienes no se integren en la feminidad o masculinidad hegemónicas.

Comprendiendo el sistema patriarcal a través del DRAE

Esta diferencia y desigualdad entre ambos géneros se descubre fácilmente en nuestra cultura analizando críticamente las definiciones que da el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española:

- Femenino/na: propio de mujeres; dotado de un órgano para ser fecundado; perteneciente o relativo a ellas; débil, endeble.

- Masculino/na: dicho de un ser: que está dotado de órganos para fecundar; perteneciente o relativo a este ser; varonil, enérgico.

- Mujer: persona del sexo femenino; mujer que ha llegado a la pubertad o a la edad adulta; mujer que tiene desarrolladas las cualidades femeninas por excelencia (“Esa sí que es una mujer”); mujer casada en relación al marido.

- Hombre: ser humano del sexo masculino; varón que ha llegado a la edad adulta; individuo que tiene las cualidades consideradas como varoniles por excelencia como el valor y la firmeza (“Ese sí que es un hombre”); marido.

Se deduce que el hombre es “un ser”, es activo, enérgico, valeroso, firme y con entidad propia dentro del matrimonio. Por el contrario, la mujer no es catalogada como ser, es pasiva (es fecundada), débil, endeble y dependiente del hombre (del marido). Además, con el ejemplo elegido -¡esa sí que es una mujer! o ¡ese sí que es un hombre!-, se hace hincapié en la importancia que da la sociedad a ser fieles a cada género (la RAE se niega a contemplar el término género con la acepción que le damos desde el feminismo, a pesar de estar ya integrado en la sociedad española, europea y yo diría internacional).

Avanzando en estas y otras acepciones de la RAE en cuanto a ser mujer o ser hombre, podemos concluir que esta institución se encuentra imbuida de la ideología hegemónica patriarcal, con todas sus características: androcéntrica, sexista y homofóbica (respecto a este último término, no incluyó la palabra homófobo/a hasta 2014).

La construcción de la feminidad y de la masculinidad es la base del sistema patriarcal, y se lleva a cabo con distintos instrumentos: la familia, las religiones, el sistema educativo formal, los medios de comunicación, la publicidad, las

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instituciones, la legislación y el lenguaje. Por tanto, es a partir de cada uno de ellos como habrá que intervenir para erradicar las discriminaciones por cuestión de género.

Descubriendo las masculinidades

“[…] el género es invisible para los hombres de igual modo que la raza es invisible para los blancos”.  (Guash,  2008).  

En España se ha dado un gran avance en cuanto a leyes igualitarias, pudiéndose decir, generalizando, que hemos alcanzado la igualdad formal, pero no la igualdad real. Sin embargo, el Ordenamiento Jurídico todavía presenta restos de desigualdades en cuestión de género: el Código civil hace referencia al “buen padre de familia” y al “diligente padre de familia” en 14 artículos, referidos a actuaciones de responsabilidad (ej. como tutor). Y en uno de ellos se dice que “la responsabilidad del perjuicio causado por los hijos menores de edad que viven en su compañía es del padre y, por muerte o incapacidad de éste, de la madre”. Esto último es irreal (además de extemporáneo), ya que quien se ocupa de las criaturas en la mayoría de los casos son las madres. Sin embargo, la autoridad sigue adjudicándosele al varón. Un ejemplo más de cómo el patriarcado le da la vuelta a la realidad para apropiársela (otro ejemplo sería cuando culpa a las mujeres por “no dar hijos varones” a sus maridos, cuando se sabe que son los cromosomas de estos los responsables).

Podríamos preguntarnos qué es ser un buen padre de familia. O una buena “ama de casa”. Según los roles de la ideología de género androcéntrica las mujeres son las “dueñas” del ámbito privado, pero sin poder, y los hombres en el público, con poder en ambos. Los roles de género, que son una consecuencia de los estereotipos de género, causan, como mínimo, malestar en las mujeres1, ya que quedan supeditadas y en ocasiones subyugadas a los varones. De este modo se crean relaciones asimétricas, injustas, y carentes de libertad para ambos. Porque, si las mujeres lo sufren de varias maneras y en varios ámbitos, los varones también. De hecho, el machismo mata, también a los hombres. Algunas consecuencias negativas de este constructo social llamado masculinidad son2:

- Mayor fracaso escolar. - Superior número de conductas disruptivas en el aula. - Más muertes debidas a conductas de riesgo. - Menor hábito de lectura que las mujeres. - Menor autonomía personal para vivir por su cuenta. - Profesiones sexualizadas, que dificultan una elección en libertad. - “Restricción emocional”, que provoca una dificultad para manejar los

sentimientos y los conflictos, la escasez de empatía y la dificultad para dedicarse a los cuidados.  (Fernández-Llebrez 2004: 34).

En realidad, el concepto de masculinidad no es fijo. Cada sociedad, relación y etapa de la vida de cada persona, muestra sus peculiaridades. He podido comprobar, por                                                                                                                          1  Friedan  2009,  p.63,  69.  “El  malestar  que  no  tiene  nombre”,  sobre  las  mujeres  de  clase  media  de  EEUU  de  los  2  En  el  I  Plan  de  Igualdad  en  Educación  entre  mujeres  y  hombres  en  Andalucía  (Consejería  de  Educación),  se  muestran  detalladamente  las  conclusiones  de  un  estudio  realizado  en  el  año  2004.  

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ejemplo, cómo los roles de género varían con cada cultura o grupo social: en algunos poblados de Mali son las mujeres quienes construyen las casas, haciéndolo en grupo; en Mali y en Guatemala son los varones quienes hacen costura y cosen a máquina; en Marruecos y otros países, los hombres son los encargados de “hacer” las habitaciones de los hoteles. Lo que se repite es la relación de poder ejercida por los varones hacia las mujeres.

Elisabeth Badinter, una de las primeras personas en reflejar críticamente el concepto de masculinidad en su obra XY, la identidad masculina (1992), dice que los jóvenes deben enfrentar dos escollos: “no ser suficientemente machos o serlo demasiado” (a las jóvenes les ocurre lo mismo: en la seducción, son “calentonas”, “ligeritas” o “estrechas”; difícil decisión a la hora de vestir y de manifestarse con un chico para seducirle). Ella explica la construcción de la masculinidad en la infancia a partir de la necesidad del niño de separarse de la madre y de autoafirmarse en ello. Por tanto, el hombre se construiría como lo que no es: no mujer, no bebé y no homosexual. Se autoafirmará en contacto con otros varones (sus pares masculinos, en los boy-scauts, equipos deportivos, las sociedades gastronómicas vascas, etc.). Así pues, “la virilidad no se otorga, se construye, se fabrica”. Es la versión en masculino de lo que Simone de Beauvoir dijo, que sería: “no se nace hombre: llega uno a serlo”. Además, para alejarse de la pasividad del bebé con su madre, se construiría como activo. (Liendro, 1993)3.

Aceptando esta teoría psicologista, como parte de la construcción de la masculinidad, existen otras causas posibles. Así, Miguel Lorente explica el nacimiento del patriarcado a partir de “la aparición de la conciencia de la paternidad” y de la necesidad de proteger a las mujeres para garantizar el cuidado de las criaturas en épocas de guerras o conflictos. Esto provocaría que ellos se encargaran de adquirir el alimento mientras ellas permanecían dedicadas a los cuidados. De esta manera surgirían los roles de género, ajustados a los ámbitos o espacios público y privado. (2009).

En mi opinión, la capacidad de crear nuevos seres humanos, única de las mujeres, pudo haber sido un factor más en la necesidad de los varones de ejercer poder sobre ellas debido a su propia carencia, que se evidencia en su afán por sobredimensionar el pene-falo como algo que sólo les pertenece a ellos, invistiéndolo de poder. Sería, por tanto, una sobrecompensación, que además les lleva a pensar que quien fecunda (pone la semillita) es el varón, limitando a las mujeres a receptores-maceta (me remito a la RAE). En el pasado (s. XVII) se llegó a pensar que en el espermatozoide se encontraba una personita completa (homúnculo).

Según Gutman (2000), “las identidades masculinas se definen como lo que los hombres dicen y hacen para ser hombres”. Para Téllez y Verdú4, hay cuatro enfoques para caracterizar el tipo de persona que se considera masculina:

                                                                                                                         3  Reseña  del  libro  de  Elisabeth  Baninter  “XY,  la  identidad  masculina”,  Alianza  Editorial,  Madrid  1993,  trad  de      Monserrat  Casals,  254  pp.  4  Tellez  y  Verdú  2011,  pp.  81-­‐82.  

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- Las definiciones esencialistas: a partir de características concretas (valor, acción…). Nos encontramos con la dificultad de decidir qué esencia elegimos (y el grado requerido, supongo).

- Desde la ciencia social positiva: al introducir las escalas M/F en psicología, de las que se deduce que las masculinidad es lo que los hombres realmente son. El problema es que no se explica cuál es la idea de cada categoría, además de partir de lo que se está investigando, al encasillar a cada persona en una de las dos.

- Las definiciones normativas. Pero ¿alguien cumple 100% la norma? - Los enfoques semióticos: a partir de las diferencias simbólicas entre los

lugares masculino y femenino. Definiendo lo masculino como lo no-femenino. Aunque supera las anteriores definiciones, es también una visión limitada.

Queda claro que definir la masculinidad no es posible en su totalidad, lo que evidencia la gran variedad de diferentes formas que hay de ser hombre.

¿Los hombres se mueven por la igualdad?

“Todo hombre es una revolución interior y pendiente”. AHIGE

El feminismo está tratando de deconstruir el patriarcado desde diferentes corrientes de pensamiento y de acción. Hoy día, mostrarse como machista queda francamente mal. Así que nadie es machista, pero los estereotipos de género se mantienen, e incluso en ocasiones parecen más exacerbados. En todo caso, el movimiento de reivindicación que las mujeres llevan haciendo colectivamente desde hace más de dos siglos (y a lo largo de la historia a título individua), está haciendo temblar el edificio masculino, y los varones tienen que posicionarse sí o sí. La inercia de los hombres a querer salir del patrón es una rémora para el avance de la equidad entre mujeres y hombres. Claro que, si necesitan demostrar constantemente que son “hombres de verdad”, soltar esa tensión tiene que ser difícil, además del “coste” que les conlleva dejar el poder y repartirlo con las mujeres, o la dificultad que pueden encontrar en completarse, asumiendo aquellas características que el patriarcado les ha castrado para “no ser mujeres”. Esto último dispara el miedo a ser vistos como homosexuales (o sea, como mujeres), ya que ser hombre es no ser mujer.

El movimiento por la igualdad necesita de los hombres. Es esencial que “se pongan las pilas”. Que se manifiesten en contra de las violencias de género diciendo públicamente que quienes las causan son los ellos mismos (como género). Que se manifiesten en contra de una masculinidad que los limita, haciéndoles incompletos. Que digan alto y claro que el machismo mata, también a los hombres. Que visibilicen las consecuencias nefastas del estereotipo de género: las mujeres son quienes leen más, quienes están copando las Facultades, quienes aprueban las oposiciones, quienes se ocupan en cuidar su salud, quienes presentan mayor empatía para trabajos en contacto con el público (esencial para el desarrollo de la medicina, por ejemplo).

Oscar Guash nos muestran algunas consecuencias no deseadas para los varones elaboradas por siete grupos de discusión: el fracaso escolar, el exceso de hombres en las cárceles (9 por cada mujer), el olvido por los organismos públicos de la discriminación de género que padecen, la visión estereotipada de la sexualidad

 Asun  Gandarillas  Solinís,    2015                                                                                                                                                                              

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masculina, la simplificación social estereotipada de los hombres, la discriminación que hay en la ley integral en las penas hacia los varones, la paternidad no consentida, la no definición de la homofobia como forma de violencia, el lenguaje, y el maltrato de los varones en los procesos de divorcio y de la custodia. (2008:35).

Algunas de estas conclusiones me resultan chocantes dentro del movimiento feminista. Incluso la queja que hace de que “el movimiento gay se ha apropiado de la homofobia pese a que ésta afecta a todos los varones y no sólo a los homosexuales o gays o la de que la sociología de género en España ha priorizado el análisis de las desigualdades sociales que afectan a las mujeres” frente a otras desigualdades de género como es el caso de las masculinidades.

En todo ello subyace, a mi entender, un déficit de empatía hacia las mujeres y de reconocimiento de su trabajo por la igualdad así como una falta de reconocimiento de la responsabilidad de los varones heterosexuales en todo ello. No parece ver que quienes están trabajando por la igualdad son básicamente las mujeres, encontrándose de bruces con la inercia de una gran parte de los hombres para el cambio. Que, además, desde el feminismo se trata de encontrar un mundo mejor para toda la humanidad, tanto para las mujeres como para los hombres. Que del sector masculino, quienes más se mueven son los homosexuales, por lo que es normal que esté asociada la homofobia a este colectivo. Y que, quienes son víctimas del machismo, llegando a ser asesinadas, son las mujeres. Me resulta peligroso el último punto sobre el trato que reciben los varones en los divorcios y las custodias.

Lorente acuña el término posmachismo para calificar a aquellos varones que, asustados por la pérdida de poder que puede suponerles los avances en igualdad de género, han “modernizado” sus posturas para criticar dichos avances apropiándose del lenguaje igualitario:

El relativismo dominante de la posmodernidad es aprovechado para, a la vez que se habla de los problemas que afectan a las mujeres, compararse con ellas y presentarse como víctimas o hacer referencia a situaciones de discriminación o las dificultades para desarrollarse como padres. (2009:69)

También habla de neomitos como la aportación más característica del posmachismo:

- El Síndrome de Alienación Parental (una invención de algo que no existe). - La idea de que ellos también reciben discriminación y violencia por ser

hombres (desactivando así la violencia de género que sufren las mujeres, porque “ahora todo es violencia”).

- El mito del determinismo irresponsable, presentando a los hombres como víctimas de la propia cultura patriarcal, evitando responsabilizarse.

- Se habla de “machismo” para posturas excesivas, pasando así por personas igualitarias.

- El neomito del “varón castrado”, víctima de las mujeres y del sistema.(2009:124-129)

Estos neomachistas han conseguido que calen en toda la población otras falsedades como el tema de las denuncias falsas, la idea de que las mujeres

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también maltratan a los hombres (y cuando lo hacen son peores, porque a malas, son más malas) y que cuando se separan se quedan con todo. Están luchando por una custodia compartida impuesta, que tiene un riesgo importante para las mujeres víctimas de violencia de género por ellos, o de aquéllas que no tienen suficientes recursos económicos. Además de no reivindicar paralelamente hacerse cargo de los cuidados de las criaturas desde que nacen.

En positivo, rescato algunas ideas interesantes de Oscar Guasch:

La masculinidad hegemónica degrada la vida cotidiana de los hombres. De ahí la necesidad de elaborar marcos teóricos no sexistas que visibilicen esas cuestiones. La masculinidad atraviesa todo el sistema social y conforma una suerte de aristocracia basada en el género. Quienes no forman parte del círculo aristocrático padecen distintos grados de discriminación. La masculinidad hegemónica implica un estatus adquirido y no transmisible en la que ciertos grupos de pares se autoatribuyen un estatus y un rango superior que niegan a los demás empleando para ello la homofobia. (2008:34)

Varones igualitarios, “in crescendo”

Pero, a partir del momento en que a algunos hombres, abusando de sus fuerzas y de su ocio, se les ocurrió querer someter a los demás, la edad de oro y de libertad se trocó en una edad de hierro y de servidumbre. (De la Barre, 1993: 26)

Siempre han existido hombres que, aunque escasos, han reconocido la valía de las mujeres y han luchado por mejorar su situación. Y lo han hecho en soledad, siendo silenciados históricamente por ello. Otros, en épocas más recientes, también lo hacen para mejorar la situación de los varones. Algunos se han expresado de forma individual:

- Poulain de la Barre: escribió en 1673 “La igualdad de los sexos”. Sus escritos constituyen el primer discurso filosófico antipatriarcal5.

- Condorcet: publicó un artículo en 1790 “Sobre la admisión de las mujeres en el derecho de la ciudadanía”.

- John Stuar Mill: escribió en 1864 (junto a Harriet Taylos Mill, su pareja) “El sometimiento de las mujeres”, y en 1866 presentó al Parlamento inglés una demanda del voto femenino. Fue la mecha para la aparición del primer grupo sufragista británico.

- Miguel Lorente Acosta: creador del concepto del posmachismo. - Luís Bonino: creador del concepto de michomachismos.

Actualmente, también van surgiendo, aunque tímidamente, agupaciones de hombres, llamados “Hombres por la igualdad”. Su origen se remonta a los años 70 del siglo XX en EEUU, y en España, en 1985.

Instamos a las administraciones públicas Españolas (central, autonómicas y locales) para que desarrollen, en el marco de lo establecido por la ONU y la Unión Europea, políticas de igualdad dirigidas a hombres que nos acerque al objetivo común de hacer nuestra sociedad, más justa y solidaria. (AHIGE)6.

Como indica Guasch, los varones se asocian muy poco por el hecho de serlo. Y en España lo hacen con tres finalidades distintas: una, separados y divorciados; dos, el                                                                                                                          5  Amorós  1993,  p.  34.  En  la  introducción  de  De  la  Barre  1993.  6  AHIGE:  Manifiesto  por  el  desarrollo  de  políticas  de  igualdad  y  sus  consecuencias.  En  www.ahige.org.  

 Asun  Gandarillas  Solinís,    2015                                                                                                                                                                              

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movimiento gay; y tres, los grupos de hombres, que desarrollan un discurso político con poca proyección en los espacios políticos públicos.

Octavio Salazar opina que “los hombres no hemos sentido la necesidad de reflexionar sobre nuestra identidad. Sobre todo porque hemos sido la parte privilegiada del contrato y hemos sido educados en eso que John Stuart Mill (2001) denominó “la pedagogía del privilegio”. (Téllez y Salazar 2015, p. 22).

Destaca en nuestro país la primera Asociación de Hombres por la Igualdad en 2001: AHIGE (www.ahige.org). Creada en Málaga, “como necesidad de dar dimensión social a los cambios y vivencias que estábamos experimentando”. Esta asociación viene realizando acciones (24 de octubre la rueda de hombres contra la violencia de género), formación en instituciones educativas y reuniones en grupos de autoconciencia por todo el país. Además, desde Málaga crearon una Red Social para mujeres y hombres “encontrándonos en igualdad” (eei), y cada año hacen una reunión de convivencia de fin de semana en Fuente de Piedra (Málaga) también con las mujeres.

Además, en Coín (Málaga) existe una asociación igualitaria mixta: Asociación de Mujeres y Hombres por la Igualdad de Género (AMHIGÉ). Entre otras acciones políticas, cada año crean una representación teatral orientada al pueblo y dirigida por la actriz Concha Goyanes (http://amhige.jimdo.com).

Otra asociación mixta es la plataforma por permisos iguales e intransferibles por nacimiento y adopción (PIINA). Se creó en 2004 y la componen 40 asociaciones (feministas, hombres por la igualdad, sindicatos, etc.), y organizaciones, así como personas individuales, con el objetivo de conseguir la equiparación de los permisos laborales por maternidad y por paternidad. Reivindican la ruptura de los roles tradicionales que asocian el cuidado con las mujeres. (http://igualeseintranferibles.org)

“No somos el héroe infalible”

Algunos hombres estamos hartos de ser el hombre que nos han enseñado que debemos ser (hombres serios, resonsables de nuestras vidas y la de l@s demás, tan fuertes y valientes que no podemos rendirnos nunca, sin necesidad de nadie y con las mujeres a nuestro servicio, destacando siempre e intentando ser los primeros, competitivos, agresivos, sin poder expresar sentimientos, viviendo las relaciones sexuales como un examen continuo de nuestra propia virilidad, teniendo todas las soluciones y sabiendo tomar todas las decisiones, no llorando bajo ningún concepto…).

[…] un espacio para dejar la fachada aun lado y hablar sinceramente de nuestros miedos, nuestras vulnerabilidades, nuestros deseos e intereses inconfesables y de mostrar que no somos el héroe infalible ni que tenemos que definirnos en función de buscar el control y dominio sobre otros u otras7.

Si a lo que aspiramos es a una sana libertad, debemos abrirnos a nuevas y variadas formas de ser mujer y hombre. En realidad, diversas maneras de ser personas. Para ello es importante dejar de “hacer género”. Construir socialmente individualidades libres con relaciones sanas. Porque, si como desde el patriarcado se piensa,

                                                                                                                         7  Lozoya,  Bonino,  Leal  y  Szil  2003,  citado  en  “El  significado  de  la  masculinidad  para  el  análisis  social”,  de  Téllez  y  Verdú  2011.  

 Asun  Gandarillas  Solinís,    2015                                                                                                                                                                              

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mujeres y hombres somos diferentes (argumento que utilizan para hacernos desiguales), ¿para qué hacer hincapié en ello en cada uno de los estamentos sociales? Abogo por una educación igualitaria, valorando y potenciando lo positivo de cada género y permitiendo que cada persona se desarrolle a su manera.

Salazar opina que los varones están comenzando a movilizarse públicamente por la igualdad, asunto que se ve reflejado en la Campaña Internacional del Lazo Blanco, surgida en Canadá en 1991, con la petición de que se incluya la intervención con los hombres en las políticas de género, en las asociaciones de hombres igualitarios que van surgiendo, y en congresos y encuentros en torno a la condición masculina.

Además, la inclusión del género en Educación, como es el caso del I Plan de Igualdad en Educación en Andalucía, contempla una educación en emociones-empatía y en la autonomía personal (entre otras medidas), pensado para el alumnado masculino. Aprovecho para comentar que la normativa, de obligado cumplimiento en todos los centros educativos de Andalucía, llega escasamente a las aulas.

Todo este avance legislativo de mujeres y de hombres a nivel individual, y de las respectivas organizaciones, ha generado una respuesta reaccionaria en este mundo globalizado neoliberal en el que vivimos. Los gobiernos y las instituciones religiosas no pueden tolerar la desestructuración de un sistema estratégicamente construido. Que sea una parte de la población -los hombres- quien detente el poder (junto a algunas miembros del otro, aliadas por interés) y otra parte -las mujeres- quienes soporten la parte vital y emocional, haciéndolo gratis, es un inteligente montaje para una obra de teatro perfecta para sus intereses. El resultado es el progresivo desmantelamiento de lo conseguido en materia de igualdad a través de una crisis económica que está llevando de vuelta a casa a muchas mujeres que ya se encontraban en el mercado de trabajo. Protegidos por la crisis, los gobiernos están dedicando menos recursos para las personas dependientes y para hacer efectiva la conciliación. Por otra parte, las acciones que están llevando a cabo se dirigen a facilitar que sean las mujeres quienes se responsabilicen de sus criaturas (un ejemplo es el incremento de años cotizados para la jubilación a las mujeres que pierdan años de trabajo por estar dedicadas a la maternidad y el “premio” de un incremento en la pensión ¿qué pasa con los varones que opten por lo mismo?). Además, la justificación con la situación de crisis se viene abajo si tenemos en cuenta que en España también se pretende eliminar la única asignatura que contempla la cuestión de género: la educación para la ciudadanía. Se revela, por tanto, que hay una corriente ideológica patriarcal que está transversalizándolo todo (al contrario de lo que desde Europa se viene exigiendo: la transversalidad o maistreaming de género).

Conclusión

Sin pretender ser optimista, considero que la equidad de género seguirá creciendo. El feminismo está extendiéndose cada vez más y por todas las áreas del planeta. Una comprobación de esta hipótesis es esta misma reacción patriarcal neoliberal ante sus avances, o el odio hacia las mujeres que están mostrando los varones de varias zonas del mundo justificándose con el Islam, y en nuestro país los cerca de

 Asun  Gandarillas  Solinís,    2015                                                                                                                                                                              

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70 asesinatos cada año a mujeres por sus parejas o exparejas cuando éstas se muestran empoderadas.

Los varones comienzan a moverse de sus sillas. La inquietud que van sintiendo, unido al desarrollo personal y profesional de las mujeres -espero que apoyadas con políticas de igualdad que lleven a las aulas la convicción del perjuicio que el machismo causa también a los hombres, así como modelos masculinos más igualitarios-, les llevarán a aceptar una nueva realidad más equitativa y justa. Ojalá que no sea a costa de demasiadas mujeres maltratadas y asesinadas. También tengo mis esperanzas puestas en los movimientos de hombres, que pueden –y deben- realizar un papel activo en las políticas de igualdad, convocar manifestaciones, participar activamente en las convocadas por el movimiento feminista, y protagonizar denuncias al machismo en los medios de comunicación. Las mujeres lo necesitamos (y ellos también).

También considero que las nuevas formas de vivir el género no deben ser a costa de “copiar” los estereotipos. No se trata de que las mujeres imiten a los varones en las características negativas de su estereotipo. En las aulas, cada vez se observan más chicas dando manotazos, insultando y pronunciando palabras malsonantes, fumando cada vez más y bebiendo como ellos, sin tener en cuenta, además, que el perjuicio del alcohol es superior en su caso, por un déficit enzimático. Ni que los hombres traten de parecerse a las mujeres en la obsesión por el cuidado del cuerpo, que les induce a una depilación radical, o a que se pasen horas en el gimnasio para desarrollar su musculatura, con una alimentación insana basada en un exceso de proteínas y otras sustancias nocivas (ya se le ha puesto nombre a este desorden de la percepción corporal: vigorexia). Las mujeres quieren parecer débiles al buscar la delgadez, y los varones prefieren que se les vea fuertes. ¿Esto es igualdad? Es imitar para que todo siga igual.

Existe otro tipo de hombre, el “metrosexual”, plenamente subsumido en el sistema de mercado. Se trata de jóvenes con suficiente capacidad adquisitiva, que utilizan gran parte de su tiempo en el culto al cuerpo desde una posición narcisista8. (Díaz, 2006: 157).

La igualdad no es tratar incorporar el estereotipo masculino ni el femenino. La igualdad es desarrollarse plenamente, en libertad y respeto hacia la propia persona y las demás, sin prejuicios ni perjuicios. Salazar, referenciando a Wittig, habla de generar una definición más plural y justa del concepto “humanidad” para acabar con la identificación “Humanidad-Varonidad”. Habla también de la idea de un nuevo paradigma -la ciudadanía como “igualdad diferenciada”- y la garantía jurídica de la dignidad de cada individuo desde el parámetro del “libre desarrollo de la personalidad”9.

Coincido con este autor en la idea de “democracia paritaria” como un objetivo, y en que la “ética del cuidado” (Gilligan) se generalice, valorando la intersubjetividad, la solidaridad o la ternura. Se necesita la promoción de las caracteríasticas asociadas a lo femenino a nivel mundial para salir de esta espiral de destrucción que acosa al                                                                                                                          8  En  el  mismo  artículo  explica  que  la  palabra  “metrosexual”  es  un  neologismo  anglosajón  acuñado  por  el  periodista  inglés  Mark  Simpson  en  1994  (p.  160).  9  Téllez  y  Salazar  2015,  p.25.  

 Asun  Gandarillas  Solinís,    2015                                                                                                                                                                              

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planeta en su totalidad: cooperatividad, sensibilidad, autocuidado y cuidado (de las demás personas, animales no humanos y planeta); y a nivel educativo, la valoración y el potenciamiento de aquellas materias llamadas históricamente “marías” (con el doble sentido perverso de la palabra), que desarrollan aspectos como la creatividad, el trabajo y la conexión corporal.

Es imperiosa la necesidad de que los varones se motiven por el autoconocimiento, por adentrarse en su historia, en su propio mundo personal, superando los miedos atávicos a una transformación personal que, desde luego, les liberará de múltiples cadenas y les permitirá vivir una vida y unas relaciones más satisfactorias. Aprender a necesitar y a mostrarlo, y a salirse del rol de salvador-sapiente. Los centros de yoga y las consultas de psicología, por poner dos ejemplos de trabajos de cuestionamiento y desarrollo personal, están copados por las mujeres. Y ahí están, a la espera de una “paridad” necesaria.

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