seleccion de poemas (1)

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JUAN RAMÓN JIMENEZ De Primeras poesías (1898-1902) *** “Paisaje del corazón” *** ¿A qué quieres que te hable? Deja, deja... Mira el cielo ceniciento, mira el campo inundado de tristeza. ¡Sí, te quiero mucho, mucho! --- ¡Ay, aleja tu mejilla de mis labios que se cansan!... Calla, calla; mi alma sueña. ¡No, no llores; que tu llanto me da pena! ¡No me mires angustiada, no suspires; tus suspiros me impacientan! -Mira el vaho que se alza de la tierra. ¡Pobre tierra; cuánto frío! ¿No parece una hermosa virjen yerta? Y allá arriba, ya fulguran las estrellas, las estrellas soñolientas, como luces que acompañan a la muerta...- ¡Cuánta bruma; cuánta sombra! Cierra, cierra los cristales. ¡Siento un yelo por el alma! ...¿Por qué, pálida, me besas? ¿Qué? ¿Qué quieres? ¿Que te bese? ...Deja, deja... Mira el cielo ceniciento, mira el campo inundado de tristeza. *** “Penas blancas” *** Él Ha querido la luna -¡esa luna de llantos!- acercarse a la tierra. ¿Para qué? ¡Quién lo sabe! ¿Para darme tristeza? - ¿Para qué (¿tú lo sabes?) ha querido la luna acercarse a la tierra?- ¡Tanta flor -¡tanto nardo, tanta clara azucena!- llena el valle del mundo de blancura y de esencia! ¿Para qué? ¡Quién lo sabe! ¿Para darme tristeza? - ¿Para qué (¿tú lo sabes?) tanta flor llena el mundo de blancura y de esencia? ¿Para qué, aquella tarde, enlutada de blanco, entre risas y lágrimas, me besaste en la tierra? ¿Para qué? ¿Quién lo sabe! ¿Para darme tristeza? - ¿Para qué (¿tú lo sabes?) entre sisas y lagrimas, me besaste en la tierra? Ella ¡Qué se yo!... ¡Para darte tristeza! De Diario de un poeta reciencasado (1917). XL ¡Sólo un punto! Sí, mar, ¡quién fuera, cual tú, diverso cada instante, coronado de cielos en su olvido; mar fuerte - ¡sin caídas! -, mar sereno - de frío corazón con alma eterna -, 1

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Page 1: Seleccion de poemas (1)

JUAN RAMÓN JIMENEZ

De Primeras poesías (1898-1902)

*** “Paisaje del corazón” ***

¿A qué quieres que te hable?Deja, deja...Mira el cielo ceniciento, mira el campoinundado de tristeza. ¡Sí, te quiero mucho, mucho!--- ¡Ay, alejatu mejilla de mis labios que se cansan!...Calla, calla; mi alma sueña. ¡No, no llores; que tu llantome da pena!¡No me mires angustiada, no suspires;tus suspiros me impacientan! -Mira el vaho que se alzade la tierra.¡Pobre tierra; cuánto frío! ¿No pareceuna hermosa virjen yerta? Y allá arriba, ya fulguranlas estrellas,las estrellas soñolientas, como lucesque acompañan a la muerta...- ¡Cuánta bruma; cuánta sombra!Cierra, cierralos cristales. ¡Siento un yelo por el alma!...¿Por qué, pálida, me besas? ¿Qué? ¿Qué quieres? ¿Que te bese?...Deja, deja...Mira el cielo ceniciento, mira el campoinundado de tristeza.

*** “Penas blancas” ***

ÉlHa querido la luna-¡esa luna de llantos!-acercarse a la tierra.¿Para qué? ¡Quién lo sabe!¿Para darme tristeza?- ¿Para qué (¿tú lo sabes?)ha querido la lunaacercarse a la tierra?-¡Tanta flor -¡tanto nardo,tanta clara azucena!-llena el valle del mundode blancura y de esencia!¿Para qué? ¡Quién lo sabe!

¿Para darme tristeza?- ¿Para qué (¿tú lo sabes?)tanta flor llena el mundode blancura y de esencia?¿Para qué, aquella tarde,enlutada de blanco,entre risas y lágrimas,me besaste en la tierra?¿Para qué? ¿Quién lo sabe!¿Para darme tristeza?- ¿Para qué (¿tú lo sabes?)entre sisas y lagrimas,me besaste en la tierra?

Ella¡Qué se yo!... ¡Para darte tristeza!

De Diario de un poeta reciencasado (1917).

XL

¡Sólo un punto!Sí, mar, ¡quién fuera, cual tú, diverso cada instante, coronado de cielos en su olvido; mar fuerte - ¡sin caídas! -, mar sereno - de frío corazón con alma eterna -, ¡mar, obstinada imagen del presente!

XXVI

Aún cuando el mar es grande,como es lo mismo todo,me parece que ya estoy a tu lado...Ya sólo el agua nos separa,el agua que se mueve sin descanso,¡el agua, sólo el agua!

XXXIV

Se me ha quedado el cieloen la tierra, con todo lo aprendido,cantando, allí.Por el mar estehe salido a otro cielo, más vacíoe ilimitado como el mar, con otronombre que todavíano es mío como es suyo...Igual que, cuandoadolescente, entré una tardea otras estancias de la casa mía

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-tan mía como el mundo-y dejé, allá junto al jardín azul y blanco,mi cuarto de juguetes, solocomo yo, y triste...

LVII

Te deshojé como una rosa,para verte tu alma,y no la vi.Mas todo en torno-horizontes de tierra y de mares-,todo, hasta el infinito,se colmó de una esenciainmensa y viva.

De Animal de fondo (1947)

“La fruta de mi flor”

Esta conciencia que me rodeótoda mi vida,como halo, aura, atmósfera de mí,se ha metido ahora dentro. Ahora el halo es de dentroy ahora es mi cuerpo centrovisible de mí mismo; soy, visible,cuerpo maduro de este halo,lo mismo que la fruta, que fue florde ella misma, es ahora la fruta de ella, flor.La fruta de mi flor soy, hoy, por ti,Dios deseado y deseante,siempre verde, florido, fruteado,y adorado y nevado, y verdecido otra vez(estación total toda en un punto),sin más tiempo ni espacioque el de mi pecho, etami cabeza sentida palpitante,todo cuerpo, alma; míos(con la semilla siempredel más antiguo corazón).Dios, ya soy la envoltura de mi centro,de Ti centro.

RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA

La q es la p que vuelve de paseo.

Pingüino es una palabra atacada por las moscas.

Cuando por los altavoces anuncian que se ha perdido un niño, siempre pienso que ese niño soy yo.

Los tornillos son clavos peinados con la raya al medio.

En el río pasan ahogados todos los espejos del pasado.

El arco del violín cose, como aguja con hilo, notas y almas, almas y notas.

La espina dorsal es el bastón que nos tragamos al nacer.

La gallina es la única cocinera que sabe hacer con un poco de maíz sin huevo, un huevo sin maíz.

El sueño es un depósito de objetos extraviados.

Los presos a través de la reja ven la libertad a la parrilla.

Los ceros son los huevos de los que salieron las demás cifras.

La media luna mete la noche entre paréntesis.

El teléfono es el despertador de los despiertos.

La pulga hace guitarrista al perro.

El lunar es el punto final del poema de la belleza.

Las serpientes son las corbatas de los árboles.

Los bostezos son oes que huyen.

Un papel en el viento es como un pájaro herido de muerte.

La estrella parpadea porque tiene sueño.

El pez está siempre de perfil.

La ametralladora suena a máquina de escribir de la muerte.

Las flores que no huelen son flores mudas.

Soda: agua con hipo.

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La avispa es la señorita cursi de los insectos.

ANTONIO MACHADO

De Soledades (1899-1907)

Las ascuas de un crepúsculo morado detrás del negro cipresal humean... En la glorieta en sombra está la fuente con su alado y desnudo Amor de piedra, que sueña mudo. En la marmórea taza reposa el agua muerta.

De Campos de Castilla (1912)

“A orillas del Duero”

      Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día. Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía, buscando los recodos de sombra, lentamente. A trechos me paraba para enjugar mi frente y dar algún respiro al pecho jadeante; o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante y hacia la mano diestra vencido y apoyado en un bastón, a guisa de pastoril cayado, trepaba por los cerros que habitan las rapaces aves de altura, hollando las hierbas montaraces de fuerte olor —romero, tomillo, salvia, espliego—. Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.       Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo cruzaba solitario el puro azul del cielo. Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo, y una redonda loma cual recamado escudo, y cárdenos alcores sobre la parda tierra —harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra—, las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero para formar la corva ballesta de un arquero en torno a Soria. —Soria es una barbacana, hacia Aragón, que tiene la torre castellana—. Veía el horizonte cerrado por colinas oscuras, coronadas de robles y de encinas; desnudos peñascales, algún humilde prado donde el merino pace y el toro, arrodillado sobre la hierba, rumia; las márgenes de río lucir sus verdes álamos al claro sol de estío, y, silenciosamente, lejanos pasajeros, ¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—, cruzar el largo puente, y bajo las arcadas de piedra ensombrecerse las aguas plateadas

del Duero.       El Duero cruza el corazón de roble de Iberia y de Castilla.             ¡Oh, tierra triste y noble, la de los altos llanos y yermos y roquedas, de campos sin arados, regatos ni arboledas; decrépitas ciudades, caminos sin mesones, y atónitos palurdos sin danzas ni canciones que aún van, abandonando el mortecino hogar, como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!       Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora. ¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada? Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; cambian la mar y el monte y el ojo que los mira. ¿Pasó?  Sobre sus campos aún el fantasma yerta de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.       La madre en otro tiempo fecunda en capitanes, madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes. Castilla no es aquella tan generosa un día, cuando Mío Cid Rodrigo el de Vivar volvía, ufano de su nueva fortuna, y su opulencia, a regalar a Alfonso los huertos de Valencia; o que, tras la aventura que acreditó sus bríos, pedía la conquista de los inmensos ríos indianos a la corte, la madre de soldados, guerreros y adalides que han de tornar, cargados de plata y oro, a España, en regios galeones, para la presa cuervos, para la lid leones. Filósofos nutridos de sopa de convento contemplan impasibles el amplio firmamento; y si les llega en sueños, como un rumor distante, clamor de mercaderes de muelles de Levante, no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa? Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.       Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.       El sol va declinando. De la ciudad lejana me llega un armonioso tañido de campana —ya irán a su rosario las enlutadas viejas—. De entre las peñas salen dos lindas comadrejas; me miran y se alejan, huyendo, y aparecen de nuevo, ¡tan curiosas!... Los campos se obscurecen.

Hacia el camino blanco está el mesón abierto al campo ensombrecido y al pedregal desierto.

*** “Orillas del Duero” – fragmento ***

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      ¡Primavera soriana, primavera humilde, como el sueño de un bendito, de un pobre caminante que durmiera de cansancio en un páramo infinito!      ¡Campillo amarillento, como tosco sayal de campesina, pradera de velludo polvoriento donde pace la escuálida merina!      ¡Aquellos diminutos pegujales de tierra dura y fría, donde apuntan centenos y trigales que el pan moreno nos darán un día!      Y otra vez roca y roca, pedregales desnudos y pelados serrijones, la tierra de las águilas caudales, malezas y jarales, hierbas monteses, zarzas y cambrones.      ¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía! ¡Castilla, tus decrépitas ciudades! ¡La agria melancolía que puebla tus sombrías soledades!      ¡Castilla varonil, adusta tierra, Castilla del desdén contra la suerte, Castilla del dolor y de la guerra, tierra inmortal, Castilla de la muerte! [...]

*** “Un loco” ***

    Es una tarde mustia y desabrida de un otoño sin frutos, en la tierra estéril y raída donde la sombra de un centauro yerra.       Por un camino en la árida llanura, entre álamos marchitos, a solas con su sombra y su locura va el loco, hablando a gritos.       Lejos se ven sombríos estepares, colinas con malezas y cambrones, y ruinas de viejos encinares, coronando los agrios serrijones.       El loco vocifera a solas con su sombra y su quimera. Es horrible y grotesca su figura; flaco, sucio, maltrecho y mal rapado, ojos de calentura iluminan su rostro demacrado.       Huye de la ciudad... Pobres maldades, misérrimas virtudes y quehaceres de chulos aburridos, y ruindades de ociosos mercaderes.       Por los campos de Dios el loco avanza.

Tras la tierra esquelética y sequiza —rojo de herrumbre y pardo de ceniza— hay un sueño de lirio en lontananza.       Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano! —¡carne triste y espíritu villano!—.  No fue por una trágica amargura esta alma errante desgajada y rota; purga un pecado ajeno: la cordura, la terrible cordura del idiota.

*** “La saeta” ***

¡Oh, la saeta el cantaral Cristo de los gitanos,siempre con sangre en las manos,siempre por desenclavar!¡Cantar del pueblo andaluz,que todas las primaverasanda pidiendo escaleraspara subir a la cruz!¡Cantar de la tierra mía,que echa floresal Jesús de la agonía,y es la fe de mis mayores!¡Oh, no eres tú mi cantar!¡No puedo cantar, ni quieroa ese Jesús del madero,sino al que anduvo en el mar!

FEDERICO GARCÍA LORCA

De Romancero gitano (1928)

*** “Romance sonámbulo” ***

Verde que te quiero verde.Verde viento. Verdes ramas.El barco sobre la mary el caballo en la montaña.Con la sombra en la cinturaella sueña en su baranda,verde carne, pelo verde,con ojos de fría plata.Verde que te quiero verde.Bajo la luna gitana,las cosas la están mirandoy ella no puede mirarlas. Verde que te quiero verde.Grandes estrellas de escarcha,vienen con el pez de sombra

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que abre el camino del alba.La higuera frota su vientocon la lija de sus ramas,y el monte, gato garduño,eriza sus pitas agrias.¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?Ella sigue en su baranda,verde carne, pelo verde,soñando en la mar amarga. Compadre, quiero cambiarmi caballo por su casa,mi montura por su espejo,mi cuchillo por su manta.Compadre, vengo sangrando,desde los puertos de Cabra.Si yo pudiera, mocito,ese trato no cerraba.Pero yo ya no soy yo,ni mi casa es ya mi casa.Compadre, quiero morirdecentemente en mi cama.De acero, si puede ser,con las sábanas de Holanda.¿No ves la herida que tengodesde el pecho a la garganta?Trescientas rosas morenaslleva tu pechera blanca.Tu sangre rezuma y huelealrededor de tu faja.Pero yo ya no soy yo,ni mi casa es mi casa.Dejadme subir al menoshasta las altas barandas,¡dejadme subir!, dejadmehasta las verdes barandas.Barandales de la lunapor donde retumba el agua. Ya suben los dos compadreshacia las altas barandas.Dejando un rastro de sangre.Dejando un rastro de lágrimas.Temblaban en los tejadosfarolillos de hojalata.Mil panderos de cristal,herían la madrugada. Verde que te quiero verde,verde viento, verdes ramas.Los dos compadres subieron.El largo viento, dejabaen la boca un raro gustode hiel, menta y de albahaca.

¡Compadre!¿Dónde está, dime?¿Dónde está tu niña amarga?¡Cuántas veces te esperó!¡Cuántas veces te esperara,cara fresca, negro pelo,en esta verde baranda! Sobre el rostro del aljibese mecía la gitana.Verde carne, verde pelo,con ojos fríos de plata.Un carámbano de lunala sostiene sobre el agua.La noche se puso íntimacomo una pequeña plaza.Guardias civiles borrachosen la puerta golpeaban.Verde que te quiero verde.Verde viento. Verdes ramas.El barco sobre la mar.Y el caballo en la montaña.

*** “Thamar y Amnón” ***

La luna gira en el cielo sobre las tierras sin agua mientras el verano siembra rumores de tigre y llama. Por encima de los techos nervios de metal sonaban. Aire rizado venía con los balidos de lana. La tierra se ofrece llena de heridas cicatrizadas, o estremecida de agudos cauterios de luces blancas. Thamar estaba soñando pájaros en su garganta, al son de panderos fríos y cítaras enlunadas. Su desnudo en el alero, agudo norte de palma, pide copos a su vientre y granizo a sus espaldas. Thamar estaba cantando desnuda por la terraza.

Alrededor de sus pies, cinco palomas heladas. Amnón, delgado y concreto, en la torre la miraba, llenas las ingles de espuma

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y oscilaciones la barba. Su desnudo iluminado se tendía en la terraza, con un rumor entre dientes de flecha recién clavada. Amnón estaba mirando la luna redonda y baja, y vio en la luna los pechos durísimos de su hermana.   Amnón a las tres y media se tendió sobre la cama. Toda la alcoba sufría con sus ojos llenos de alas. La luz, maciza, sepulta pueblos en la arena parda, o descubre transitorio coral de rosas y dalias. Linfa de pozo oprimida brota silencio en las jarras. En el musgo de los troncos la cobra tendida canta. Amnón gime por la tela fresquísima de la cama. Yedra del escalofrío cubre su carne quemada. Thamar entró silenciosa en la alcoba silenciada, color de vena y Danubio, turbia de huellas lejanas. Thamar, bórrame los ojos con tu fija madrugada. Mis hilos de sangre tejen volantes sobre tu falda. Déjame tranquila, hermano. Son tus besos en mi espalda avispas y vientecillos en doble enjambre de flautas. Thamar, en tus pechos altos hay dos peces que me llaman, y en las yemas de tus dedos rumor de rosa encerrada. Los cien caballos del rey en el patio relinchaban. Sol en cubos resistía la delgadez de la parra. Ya la coge del cabello, ya la camisa le rasga. Corales tibios dibujan arroyos en rubio mapa. ¡Oh, qué gritos se sentían por encima de las casas!

Qué espesura de puñales y túnicas desgarradas. Por las escaleras tristes esclavos suben y bajan. Émbolos y muslos juegan bajo las nubes paradas. Alrededor de Thamar gritan vírgenes gitanas y otras recogen las gotas de su flor martirizada. Paños blancos enrojecen en las alcobas cerradas. Rumores de tibia aurora pámpanos y peces cambian. Violador enfurecido, Amnón huye con su jaca. Negros le dirigen flechas en los muros y atalayas. Y cuando los cuatro cascos eran cuatro resonancias, David con unas tijeras cortó las cuerdas del arpa.

De Poeta en Nueva York (1940)

*** “Iglesia abandonada” ***

Yo tenía un hijo que se llamaba Juan.Yo tenía un hijo.Se perdió por los arcos un viernes de todos los muertos.Le vi jugar en las últimas escaleras de la misa             y echaba un cubito de hojalata en el corazón del sacerdote.He golpeado los ataúdes. ¡Mi hijo! ¡Mi hijo! ¡Mi hijo!Saqué una pata de gallina por detrás de la luna y luegocomprendí que mi niña era un pez               por donde se alejan las carretas. Yo tenía una niña.Yo tenía un pez muerto bajo la ceniza de los incensarios.Yo tenía un mar. ¿De qué? ¡Dios mío! ¡Un mar!Subí a tocar las campanas, pero las frutas tenían gusanos.y las cerillas apagadas               se comían los trigos de la primavera.Yo vi la transparente cigüeña de alcoholmondar las negras cabezas de los soldados agonizantes

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y vi las cabañas de goma              donde giraban las copas llenas de lágrimas.En las anémonas del ofertorio te encontraré, ¡corazón mío!,cuando el sacerdote levanta la mula y el buey con sus fuertes brazos,para espantar los sapos nocturnos que rondan los helados paisajes del cáliz.Yo tenía un hijo que era un gigante,               pero los muertos son más fuertes y saben devorar pedazos de cielo.Si mi niño hubiera sido un oso,               yo no temería el sigilo de los caimanes,ni hubiese visto el mar amarrado a los árbolespara ser fornicado y herido por el tropel de los regimientos.¡Si mi niño hubiera sido un oso!Me envolveré sobre esta lona dura para no sentir el frío de los musgos.Sé muy bien que me darán una manga o la corbata;pero en el centro de la misa yo romperé el timón y entoncesvendrá a la piedra la locura de pingüinos y gaviotas     que harán decir a los que duermen y a los que cantan por las esquinas:él tenía un hijo.¡Un hijo! ¡Un hijo! ¡Un hijoque no era más que suyo, porque era su hijo!¡Su hijo! ¡Su hijo! ¡Su hijo!

*** “Danza de la muerte” ***

El mascarón. ¡Mirad el mascarón!              ¡Cómo viene del África a New York! Se fueron los árboles de la pimienta,               los pequeños botones de fósforo. Se fueron los camellos de carne desgarraday los valles de luz que el cisne levantaba con el pico. Era el momento de las cosas secas,de la espiga en el ojo y el gato laminado,del óxido de hierro de los grandes puentes               y el definitivo silencio del corcho. Era la gran reunión de los animales muertos,traspasados por las espadas de la luz;               la alegría eterna del hipopótamo con las pezuñas de cenizay de la gacela con una siempreviva en la garganta.     En la marchita soledad sin hondael abollado mascarón danzaba.              Medio lado del mundo era de arena,mercurio y sol dormido el otro medio.               

El mascarón. ¡Mirad el mascarón! !Arena, caimán y miedo sobre Nueva York!  Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano.Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo,            con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles. Acabó con los más leves tallitos del cantoy se fue al diluvio empaquetado de la savia,               a través del descanso de los últimos desfiles, levantando con el rabo pedazos de espejos.                Cuando el chino lloraba en el tejadosin encontrar el desnudo de su mujer               y el director del banco observando el manómetroque mide el cruel silencio de la moneda,               el mascarón llegaba al Wall Street. No es extraño para la danzaeste columbario que pone los ojos amarillos.De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tensoque atraviesa el corazón de todos los niños pobres.     El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico, ignorantes en su frenesí de la luz original.               Porque si la rueda olvida su fórmula, ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos:y si una llama quema los helados proyectos,               el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas. No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.   El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces, ¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje,  tendida en la frontera de la nieve! El mascarón. ¡Mirad el mascarón!              ¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York! Yo estaba en la terraza luchando con la luna.Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.       Y las brisas de largos remos golpeaban los cenicientos cristales de Broadway. La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro para fingir una muerta semilla de manzana.               El aire de la llanura, empujado por los pastores,temblaba con un miedo de molusco sin concha.          Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias

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manos.Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,               los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,los que beben en el banco lágrimas de niña muerta     o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey,               ni el millonario de dientes azules,ni las bailarinas secas de las catedrales,ni constructores, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.Sólo este mascarón,               este mascarón de vieja escarlatina,¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,       que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles               y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street!      El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque               por la angustia imperfecta de Nueva York!

*** “Crucifixión” ***

La luna pudo detenerse al fin por la curva blanquísima de los caballos. Un rayo de luz violenta que se escapaba de la herida proyectó en el cielo el instante de la circuncisión de un niño muerto. La sangre bajaba por el monte y los ángeles la buscaban, pero los cálices eran de viento y al fin llenaba los zapatos. Cojos perros fumaban sus pipas y un olor de cuero caliente ponía grises los labios redondos de los que vomitaban en las esquinas. Y llegaban largos alaridos por el Sur de la noche seca. Era que la luna quemaba con sus bujías el falo de los caballos.

Un sastre especialista en púrpura había encerrado a tres santas mujeres y les enseñaba una calavera por los vidrios de la ventana. Las tres en el arrabal rodeaban a un camello blanco, que lloraba porque al alba tenía que pasar sin remedio por el ojo de una aguja. ¡Oh cruz! ¡Oh clavos! ¡Oh espina! ¡Oh espina clavada en el hueso hasta que se oxiden los planetas! Como nadie volvía la cabeza, el cielo pudo desnudarse. Entonces se oyó la gran voz y los fariseos dijeron: Esa maldita vaca tiene las tetas llenas de leche. La muchedumbre cerraba las puertas y la lluvia bajaba por las calles decidida a mojar el corazón mientras la tarde se puso turbia de latidos y leñadores

y la oscura ciudad agonizaba bajo el martillo de los carpinteros. Esa maldita vaca tiene las tetas llenas de perdigones, dijeron los fariseos. Pero la sangre mojó sus pies y los espíritus inmundos

estrellaban ampollas de laguna sobre las paredes del templo. Se supo el momento preciso de la salvación de nuestra vida. Porque la luna lavó con agua las quemaduras de los caballos y no la niña viva que callaron en la arena. Entonces salieron los fríos cantando sus canciones y las ranas encendieron sus lumbres en la doble orilla del rió. Esa maldita vaca, maldita, maldita, maldita no nos dejará dormir, dijeron los fariseos, y se alejaron a sus casas por el tumulto de la calle dando empujones a los borrachos y escupiendo sal de los sacrificios mientras la sangre los seguía con un balido de cordero. Fue entonces y la tierra despertó arrojando temblorosos ríos de polilla.

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RAFAEL ALBERTI

De Marinero en tierra (1925)

El mar. ¡Sólo la mar!¿Por qué me trajiste, padre,a la ciudad?¿Por qué me desenterrastedel mar?En sueños, la marejadame tira del corazón.Se lo quisiera llevar.  Padre, ¿por qué me trajisteacá?

***

Gimiendo por ver el mar,un marinerito en tierraiza al aire este lamento:  ¡Hay mi blusa marinera!Siempre me la inflaba el vientoal divisar la escollera.

***

...Y ya estarán los esterosrezumando azul del mar.¡Dejadme ser, salineros,granito del salinar! ¡Que bien, a la madrugada,correr en las vagonetas,llenas de nieve salada,hacia las blancas casetas! ¡Dejo de ser marinero,madre, por ser salinero!

***

Branquias quisiera tener,porque me quiero casar. Mi novia vive en el mary nunca la puedo ver.  Madruguera, plantadora,allá en los valles salinos. ¡Novia mía, labradorade los huertos submarinos!  ¡Yo nunca te podré verjardinera en tus jardinesalbos del amanecer!

De Sobre los ángeles (1929)

*** “Los dos ángeles” ***

Ángel de luz, ardiendo,¡oh, ven!, y con tu espadaincendia los abismos donde yacemi subterráneo ángel de las nieblas. ¡Oh espadazo en las sombras!Chispas múltiples,clavándose en mi cuerpo,en mis alas sin plumas, en lo que nadie ve,vida. Me estás quemando vivo.Vuela ya de mí, oscuroLuzbel de las canteras sin auroras,de los pozos sin agua,de las simas sin sueño,ya carbón del espíritu,sol, luna. Me duelen los cabellosy las ansias. ¡Oh, quémame!¡Más, más, sí, sí, más! ¡Quémame!¡Quémalo, ángel de luz, custodio mío,tú que andabas llorando por las nubes,tú, sin mí, tú, por mí,ángel frío de polvo, ya sin gloria,volcado en las tinieblas! ¡Quémalo, ángel de luz,quémame y huye!

*** “El aburrimiento: Poema escénico” (1988) ***

Me aburro.Me aburro.Me aburro.¡Cómo en Roma me aburro!Más que nunca me aburro.Estoy muy aburrido.¡Qué aburrido estoy!Quiero decir de todas las maneraslo aburrido que estoy.Todos ven en mi cara mi gran aburrimiento.

Innegable, señor.Es indisimulable.¿Está usted aburrido?Me parece que está usted aburrido.Dígame, ¿adónde va tan aburrido?¿Que usted va a las iglesias con ese aburrimiento?No es posible, señor; que vaya a las iglesias

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con ese aburrimiento.¿Que a los museos -dice- siendo tan aburrido?¿Quién no siente en mi andar lo aburrido que estoy?¡Qué aire de aburrimiento!A la legua se ve su gran aburrimiento.Mi gran aburrimiento.Lo aburrido que estoy.Y sin embargo... ¡Oooh!He pisado una caca...Acabo de pisar -¡Santo Dios!- una caca...Dicen que trae suerte el pisar una caca...Que trae mucha suerte el pisar una caca...¿Suerte, señores, suerte?¿La suerte... la... la suerte?Estoy pegado al suelo.No puedo caminar.Ahora sí que ya nunca volveré a caminar.Me aburro, ay, me aburro.Más que nunca me aburro.Muero de aburrimiento.No hablo más...

Me morí.

PEDRO SALINAS

De La voz a ti debida (1933)

Tú vives siempre en tus actos.Con la punta de tus dedospulsas el mundo, le arrancasauroras, triunfos, colores,alegrías: es tu música.La vida es lo que tú tocas.        De tus ojos, sólo de ellos,sale la luz que te guíalos pasos. Andaspor lo que ves. Nada más.        Y si una duda te haceseñas a diez mil kilómetros,lo dejas todo, te arrojassobre proas, sobre alas,estás ya allí; con los besos,con los dientes la desgarras:ya no es duda.Tú nunca puedes dudar.        Porque has vuelto los misteriosdel revés. Y tus enigmas,lo que nunca entenderás,son esas cosas tan claras:

la arena donde te tiendes,la marcha de tu relojy el tierno cuerpo rosadoque te encuentras en tu espejocada día al despertar,y es el tuyo. Los prodigiosque están descifrados ya.        Y nunca te equivocaste,más que una vez, una nocheque te encaprichó una sombra-la única que te ha gustado-.Una sombra parecía.Y la quisiste abrazar.Y era yo.

***

Te busco.No en tu nombre, si lo dicen,no en tu imagen, si la pintan.Detrás, detrás, más allá.       Por detrás de ti te busco.No en tu espejo, no en tu letra,ni en tu alma.Detrás, más allá.También detrás, más atrás        de mí te busco. No ereslo que yo siento de ti.No ereslo que me está palpitandocon sangre mía en las venas,sin ser yo.        Detrás, más allá te busco.Por encontrarte, dejarde vivir en ti, en mí,y en los otros.Vivir ya detrás de todo,al otro lado de todo-por encontrarte-como si fuese morir.

***

Ha sido, ocurrió, es verdad.Fue en un dí, fue una fechaque le marca tiempo al tiempo.Fue en un lugar que yo veo.Sus pies pisaban el sueloeste que todos pisamos.Su trajese parecía a esos otros

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que llevan otras mujeres.Su relódestejía calendarios, sin olvidarse una hora:como cuentan los demás. Y aquello que ella me dijofue en un idioma del mundocomo gramática e historia.Tan de verdad, que parecía mentira.

No. Tengo que vivirlo dentro, me lo tengo que soñar. Quitar el color, el número,el aliento todo fuego, con que me quemó al decírmelo. Convertir todo en acaso, en azar puro, soñándolo.Y así, cuando se desdiga de lo que entonces me dijo, no me morderá el dolorde haber perdido una dicha que yo tuve entre mis brazos, igual que se tiene un cuerpo. Creeré que fue soñado. Que aquello, tan verdad, no tuvo cuerpo, ni nombre. Que pierdo una sombra, un sueño más.

***

El sueño es una largadespedida de ti. ¡Qué gran vida contigo,en pie, alerta en el sueño!¡Dormir el mundo, el sol,las hormigas, las horas,todo, todo dormido,en el sueño que duermo!     Menos tú, tú la única,viva, sobrevivida,en el sueño que sueño.Pero sí, despedida:voy a dejarte cerca,la mañana preparatoda su precisiónde rayos y de risas.Afuera, afuera, ya,lo soñado flotante,

marchando sobre el mundo,sin poderlo pisar,porque no tiene sitio,desesperadamente.     Te abrazo por vez última:eso es abrir los ojos.Ya está. Las verticalesentran a trabajar,sin un desmayo, en reglas.Los colores ejercensus oficios de azul,de rosa, verde, todosa la hora en punto. El mundova a funcionar hoy bien;me ha matado ya el sueño.Te siento huir, ligera,de la aurora, exactísima,hacia arriba, buscandola que no se ve estrella,el desorden celeste,que es sólo donde cabes.Luego, cuando despierto,no te conozco casi,cuando, a mi lado, tiendeslos brazos hacia mídiciendo: “¿Qué soñaste?”.Y te contestaría: “No sé,se me ha olvidado”,si no estuviera yatu cuerpo limpio, exacto,ofreciéndome en labiosel gran error del día.

***

Me estoy labrando tu sombra. La tengo ya sin los labios, rojos y duros: ardían. Te los habría besado aún mucho más. Luego te paro los brazos, rápidos, largos, nerviosos. Me ofrecían el camino para que yo te estrechara. Te arranco el color, el bulto. Te mato el paso. Venías derecha a mí. Lo que más pena me ha dado, al callártela, es tu voz. Densa, tan cálida, más palpable que tu cuerpo. Pero ya iba a traicionarnos.

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Así mi amor está libre, suelto, con tu sombra descarnada. Y puedo vivir en ti sin temor a lo que yo más deseo, a tu beso, a tus abrazos. Estar ya siempre pensando en los labios, en la voz, en el cuerpo, que yo mismo te arranqué para poder, ya sin ellos, quererte. ¡Yo que los quería tanto! Y estrechar sin fin, sin pena —mientras se va inasidera, con mi gran amor detrás, la carne por su camino— tu solo cuerpo posible: tu dulce cuerpo pensado.

DÁMASO ALONSO

De Hijos de la ira (1944)

*** “Insomnio” ***

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres              (según las últimas estadísticas).                                  A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en que hace 45 años que me pudro,        y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar a los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.    Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como el perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.    Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole          por qué se pudre lentamente mi alma,      por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,                                             

por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo. Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?          ¿Temes que se te sequen las grandes rosas del día,

las tristes azucenas letales de tus noches?       

*** “Los insectos” ***

Me están doliendo extraordinariamente los insectos,porque, no hay duda, estoy desconfiando de los insectos,de tantas advertencias, de tantas patas, cabezas y esos ojos,oh, sobre todo esos ojosque no me permiten vigilar el espanto de las noches,la terrible sequedad de las noches, cuando zumban los insectos,de las noches de los insectos,cuando de pronto dudo de los insectos, cuando mepregunto: ah, ¿es que hay insectos?,cuando zumban y zumban y zumban los insectos,cuando me duelen los insectos por toda el alma,con tantas patas, con tantos ojos, con tantos mundos de mi vida,que me habían estado doliendo en los insectos,cuando zumban, cuando vuelan, cuando se chapuzan enel agua, cuando...¡ah!, cuando los insectos. Los insectos devoran la ceniza y me roen las noches,porque salen de tierra y de mi carne de insectos los insectos.¡Disecados, disecados, los insectos!Eso: disecados los insectos que zumbaban, que comían, que roían, que se chapuzaban en el agua,¡ah, cuando la creación!, el día de la creación.Cuando roían las hojas de los insectos, de los árbolesde los insectos,y nadie, nadie veía a los insectos que roían, que roíanel mundo,el mundo de mi carne (y la carne de los insectos),los insectos del mundo de los insectos que roían. Y estaban verdes, amarillos y de color de dátil, de color de tierra seca los insectos,ocultos, sepultos, fuera de los insectos y dentro de micarne, dentro de los insectos y fuera de mi alma,disfrazados de insectos.Y con ojos que se reían y con caras que se reían y patas(y patas, que no se reían), estaban los insectos metálicos royendo, royendo y royendo mi alma, la pobre,zumbando y royendo el cadáver de mi alma que no zumbaba y que no roía,

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royendo y zumbando mi alma, la pobre, que no zumbaba, eso no, pero que por fin roía (roía dulcemente),royendo y royendo este mundo metálico y estos insectos metálicos que me están royendo el mundo de pequeños insectos,que me están royendo el mundo y mi alma,que me están royendo mi alma toda hecha de pequeños insectos metálicos,que me están royendo el mundo, mi alma, mi alma,y, ¡ah!, los insectos,y, ¡ah!, los puñeteros insectos.

De Hombre y Dios (1955)

*** “A un río le llamaban Carlos” ***(Charles River, Cambridge, Massachusetts.)

Yo me senté en la orilla:quería preguntarte, preguntarme tu secreto;convencerme de que los ríos resbalan hacia un anhelo yviven;y que cada uno nace y muere distinto (lo mismo que ati te llaman Carlos).Quería preguntarte, mi alma quería preguntartepor qué anhelas, hacia qué resbalas, para qué vives.Dímelo, río,y dime, di, por qué te llaman Carlos. Ah, loco, yo, loco, quería saber qué eras, quién eras(género, especie)y qué eran, qué significaban «fluir», «fluido», “fluente”;qué instante era tu instante;cuál de tus mil reflejos, tu reflejo absoluto;yo quería indagar el último recinto de tu vida:tu unicidad, esa alma de agua única,por la que te conocen por Carlos. Carlos es una tristeza, muy mansa y gris, que fluyeentre edificios nobles, a Minerva sagrados,y entre hangares que anuncios y consignas coronan.Y el río fluye y fluye, indiferente.A veces, suburbana, verde, una sonrisillade hierba se distiende, pegada a la ribera.Yo me he sentado allí, sobre la hierba quemada delinvierno, para pensar por qué los ríossiempre anhelan futuro, como tú lento y gris.Y para preguntarte por qué te llaman Carlos. Y tú fluías, fluías, sin cesar, indiferente,y no escuchabas a tu amante extático,

que te miraba preguntándote,como miramos a nuestra primera enamorada para sabersi le fluye un alma por los ojos,y si en su sima el mundo será todo luz blanca,o si acaso su sonreír es sólo eso: una boca amarga quebesa.Así te preguntaba: como le preguntamos a Dios en lasombra de los quince años,entre fiebres oscuras y los días —qué verano— tan lentos.Yo quería que me revelaras el secreto de la viday de tu vida, y por qué te llamaban Carlos. Yo no sé por qué me he puesto tan triste, contemplandoel fluir de este río.Un río es agua, lágrimas: mas no sé quién las llora.El río Carlos es una tristeza gris, mas no sé quién la llora.Pero sé que la tristeza es gris y fluye.Porque sólo fluye en el mundo la tristeza.Todo lo que fluye es lágrimas.Todo lo que fluye es tristeza, y no sabemos de dóndeviene la tristeza.Como yo no sé quién te llora, río Carlos,como yo no sé por qué eres una tristezani por qué te llaman Carlos. Era bien de mañana cuando yo me he sentado acontemplar el misterio fluyente de este río,y he pasado muchas horas preguntándome, preguntándote.Preguntando a este río, gris lo mismo que un dios;preguntándome, como se le pregunta a un dios triste:¿qué buscan los ríos?, ¿qué es un río?Dime, dime qué eres, qué buscas,río, y por qué te llaman Carlos. Y ahora me fluye dentro una tristeza,un río de tristeza gris,con lentos puentes grises, como estructuras funerales grises.Tengo frío en el alma y en los pies.Y el sol se pone.Ha debido pasar mucho tiempo.Ha debido pasar el tiempo lento, lento, minutos, siglos, eras.Ha debido pasar toda la pena del mundo, como un tiempolentísimo.Han debido pasar todas las lágrimas del mundo, como

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un río indiferente.Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, muchotiempodesde que yo me senté aquí en la orilla, a orillasde esta tristeza, de esterío al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos.

LUIS CERNUDA

De La realidad y el deseo (1936)

Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman,parece como el viento que se mece en otoñosobre adolescentes mutilados,mientras las manos llueven,manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,cataratas de manos que fueron un díaflores en el jardín de un diminuto bolsillo. Las flores son arena y los niños son hojas,y su leve ruido es amable al oídocuando ríen, cuando aman, cuando besan,cuando besan el fondode un hombre joven y cansadoporque antaño soñó mucho día y noche. Mas los niños no saben,ni tampoco las manos llueven como dicen;así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,invoca los bolsillos que abandonan arena,arena de las flores,para que un día decoren su semblante de muerto.

***

Si el hombre pudiera decir lo que ama, Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo Como una nube en la luz; Si como muros que se derrumban, Para saludar la verdad erguida en medio, Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando solo la verdad de su amor, La verdad de sí mismo, Que no se llama gloria, fortuna o ambición, Sino amor o deseo, Yo sería aquel que imaginaba; Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos Proclama ante los hombres la verdad ignorada, La verdad de su amor verdadero.   Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien

Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina, Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu Como leños perdidos que el mar anega o levanta Libremente, con la libertad del amor, La única libertad que me exalta, La única libertad por que muero.   Tú justificas mi existencia: Si no te conozco, no he vivido; Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

***

Adolescente fui en días idénticos a nubes, cosa grácil, visible por penumbra y reflejo, y extraño es, si ese recuerdo busco, que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy. Perder placer es triste como la dulce lámpara sobre el lento nocturno; aquél fui, aquél fui, aquél he sido; era la ignorancia mi sombra. Ni gozo ni pena; fui niño prisionero entre muros cambiantes; historias como cuerpos, cristales como cielos, sueño luego, un sueño más alto que la vida. Cuando la muerte quiera una verdad quitar de entre mis manos, las hallará vacías, como en la adolescencia ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.

***

No es el amor quien muere,somos nosotros mismos. Inocencia primeraAbolida en deseo,Olvido de sí mismo en otro olvido,Ramas entrelazadas,¿Por qué vivir si desaparecéis un día? Sólo vive quien miraSiempre ante sí los ojos de su aurora,Sólo vive quien besaAquel cuerpo de ángel que el amor levantara. Fantasmas de la pena,A lo lejos, los otros,Los que ese amor perdieron,Como un recuerdo en sueños,

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Recorriendo las tumbasOtro vacío estrechan. Por allá van y gimen,Muertos en pie, vidas tras de la piedra,Golpeando la impotencia,Arañando la sombraCon inútil ternura. No, no es el amor quien muere.

MIGUEL HERNÁNDEZ

De Perito en lunas (1933)

¡A LA GLORIA, a la gloria toreadores!La hora es de mi luna menos cuarto.Émulos imprudentes del lagarto,magnificaos el lomo de colores.Por el arco, contra los picadores,del cuerno, flecha, a dispararme parto.¡A la gloria, si yo antes no os ancoro––golfo de arena––, en mis bigotes de oro!

***

LA ROSADA, por fin Virgen María.Arcángel tornasol, y de bonetedentado de amaranto, anuncia el día,en una pata alzado un clarinete.La pura nata de la galaníaes este Barba Roja a lo roqueteque picando coral, y hollando, suma«a batallas de amor, campos de pluma».

***

A UN TIC-TAC, si bien sordo, recuperola perpendicular morena de antes,bisectora de cero sobre cero,equivalentes ya, y equidistantes.Clama en imperativo por su fuero,con más cifras, si pocas, por instantes;pero su situación, extrema en suma,sin vértice de amor, holanda espuma.

***

¡Al polo norte del limón amargodesde tu arena azul, cociente higuera!Al polo norte del limón subieraque no a tu sur, y subo sin embargo.

Colateral a tu almidón, más largo,aquél amaga de otra y una esfera.A dedo en río falta anillo en puente:¡cómo he de vadearte netamente!

De El rayo que no cesa (1934-35)

Un carnívoro chuchillo de ala dulce y homicidasostiene un vuelo y un brilloalrededor de mi vida. Rayo de metal crispadofulgentemente caído,picotea mi costadoy hace en él un triste nido. Mi sien, florido balcónde mis edades tempranas,negra está, y mi corazón,y mi corazón con canas. Tal es la mala virtuddel rayo que me rodea,que voy a mi juventudcomo la luna a la aldea. Recojo con las pestañassal del alma y sal del ojoy flores de telarañasde mis tristezas recojo. ¿Adónde iré que no vayami perdición a buscar?Tu destino es de la playay mi vocación del mar. Descansar de esta laborde huracán, amor o infiernono es posible, y el dolorme hará a mi pesar eterno. Pero al fin podré vencerte,ave y rayo secular,corazón, que de la muertenadie ha de hacerme dudar.

Sigue, pues, sigue, cuchillo,volando, hiriendo. Algún díase pondrá el tiempo amarillosobre mi fotografía.

*** “Elegía” ***(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelanode la tierra que ocupas y estercolas,compañero del alma, tan temprano.

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Alimentando lluvias, caracolasy órganos mi dolor sin instrumento,a las desalentadas amapolas daré tu corazón por alimento.Tanto dolor se agrupa en mi costado,que por doler me duele hasta el aliento. Un manotazo duro, un golpe helado,un hachazo invisible y homicida,un empujón brutal te ha derribado. No hay extensión más grande que mi herida,lloro mi desventura y sus conjuntosy siento más tu muerte que mi vida. Ando sobre rastrojos de difuntos,y sin calor de nadie y sin consuelovoy de mi corazón a mis asuntos. Temprano levantó la muerte el vuelo,temprano madrugó la madrugada,temprano estás rodando por el suelo. No perdono a la muerte enamorada,no perdono a la vida desatenta,no perdono a la tierra ni a la nada. En mis manos levanto una tormentade piedras, rayos y hachas estridentessedienta de catástrofes y hambrienta. Quiero escarbar la tierra con los dientes,quiero apartar la tierra parte a partea dentelladas secas y calientes. Quiero minar la tierra hasta encontrartey besarte la noble calaveray desamordazarte y regresarte. Volverás a mi huerto y a mi higuera:por los altos andamios de las florespajareará tu alma colmenera de angelicales ceras y labores.Volverás al arrullo de las rejasde los enamorados labradores. Alegrarás la sombra de mis cejas,y tu sangre se irán a cada ladodisputando tu novia y las abejas. Tu corazón, ya terciopelo ajado,llama a un campo de almendras espumosasmi avariciosa voz de enamorado. A las aladas almas de las rosasdel almendro de nata te requiero,que tenemos que hablar de muchas cosas,compañero del alma, compañero.

De Cancionero y romancero de ausencias (1938-41)

Ropas con su olorpaños con su aroma.

Se alejó en su cuerpo,me dejó en sus ropas. Lecho sin calor,sábana de sombra. Se ausentó en su cuerpo.Se quedó en sus ropas.

***

Cogedme, cogedme.Dejadme, dejadme,fieras, hombres, sombras,soles, flores, mares. Cogedme. Dejadme.

***

QUERER, querer, querer,ésa fue mi corona,ésa es.

***

En el fondo del hombre,agua removida. En el agua más clara,quiero ver la vida. En el fondo del hombre,agua removida. En el agua más clara,sombra sin salida. En el fondo del hombre,agua removida.

***

No puedo olvidarque no tengo alas,que no tengo mar,vereda ni nadacon que irte a besar.

***

Cerca del agua te quiero llevar,porque tu arrullo trascienda del mar.Cerca del agua te quiero tener,porque te aliente su vívido ser. Cerca del agua te quiero sentir,porque la espuma te enseñe a reír.

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Cerca del agua te quiero, mujer,ver, abarcar, fecundar, conocer. Cerca del agua perdida del mar,que no se puede perder ni encontrar.

JOSÉ HIERRO

De Tierra sin nosotros (1947)

*** “Canción de cuna para dormir a un preso” ***

La gaviota sobre el pinar. (La mar resuena.) Se acerca el sueño. Dormirás, soñarás, aunque no lo quieras. La gaviota sobre el pinar goteado todo de estrellas. Duerme. Ya tienes en tus manos el azul de la noche inmensa. No hay más que sombra. Arriba, luna. Peter Pan por las alamedas. Sobre ciervos de lomo verde la niña ciega. Ya tú eres hombre, ya te duermes, mi amigo, ea... Duerme, mi amigo. Vuela un cuervo sobre la luna, y la degüella. La mar está cerca de ti, muerde tus piernas. No es verdad que tú seas hombre; eres un niño que no sueña. No es verdad que tú hayas sufrido: son cuentos tristes que te cuentan. Duerme. La sombra toda es tuya, mi amigo, ea... Eres un niño que está serio. Perdió la risa y no la encuentra. Será que habrá caído al mar, la habrá comido una ballena. Duerme, mi amigo, que te acunen campanillas y panderetas, flautas de caña de son vago amanecidas en la niebla. No es verdad que te pese el alma. El alma es aire y humo y seda. La noche es vasta. Tiene espacios para volar por donde quieras, para llegar al alba y ver las aguas frías que despiertan, las rocas grises, como el casco

que tú llevabas a la guerra. La noche es amplia, duerme, amigo, mi amigo, ea... La noche es bella, está desnuda, no tiene límites ni rejas. No es verdad que tú hayas sufrido, son cuentos tristes que te cuentan. Tú eres un niño que está triste, eres un niño que no sueña. Y la gaviota está esperando para venir cuando te duermas. Duerme, ya tienes en tus manos el azul de la noche inmensa. Duerme, mi amigo...                                       Ya se duerme mi amigo, ea...

De Agenda (1991)

*** “Lope. La noche. Marta” ***

He abierto la ventana. Entra sin hacer ruido (afuera deja sus constelaciones). “Buenas noches, Noche.” Pasa las páginas de sombra en las que todo está ya escrito. Viene a pedirme cuentas. “Salí al rayar el alba –digo–. Lamía el sol las paredes leprosas. Olía a vino, a miel, a jara.” (Deslumbrada por tanta claridad ha entornado los ojos.) La llevan mis palabras por calles, ascuas, no lo sé: oye la plata de las campanadas. Ante la puerta de la iglesia me callo, me detengo –entraría conmigo si yo no me callase, si no me detuviera–; yo sé bien lo que quiere la Noche; lo de todas las noches; si no, por qué habría venido. Ya mi memoria no es lo que era. En la misa del alba

no dije Agnus Dei qui tollis pecata mundi, sino que dije Marta Dei (ella es también cordero de Dios que quita mis pecados del mundo). La Noche no podría comprenderlo, y qué decirle, y cómo, para que lo entendiese. No me pregunta nada la Noche, no me pregunta nada. Ella lo sabe todo antes que yo lo diga, antes que yo lo sepa.

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Ella ha oído esos versos Que se escupen de boca en boca, versos de un malaleche del Andalucía –al que otro malaleche de solar montañés llamara “capellán del rey de bastos”– en los que se hace mofa de mí y de Marta, amor mío, resumen de todos mis amores:                    Dicho me han por una carta                    Que es tu cómica persona                    sobre los manteles, mona                    y entre las sábanas, Marta. qué sabrá ese tahúr, ese amargado lo que es amor. La Noche trae entre los pliegues de su toga un polvillo de música, como el del ala de la mariposa.

Una música hilada en la vihuela del maestro de danzar, nuestro vecino. En la cocina la estará escuchando Marta; danzará, mientras barre el suelo que no ve, manchado de ceniza, de aroma, de trigo candeal, de jazmines, de estrellas, de papeles rompidos. Danza y barre Marta. Pido a la Noche que se vaya. Hasta mañana, Noche. Déjame que descanse. Cuando amanezca regaré el jardín, saldré después a decir misa –Deus meus, Deus meus, quare tristis est anima mea– luego volveré a casa, terminaré una epístola en tercetos, escribiré unas hojas de la comedia que encargaron unos representantes. Que las cosas no marchan bien en el teatro, y uno no puede dormirse en los laureles. Hasta mañana, Noche. Tengo que dar la cena a Marta, asearla, peinarla (ella no vive ya en el mundo nuestro), cuidar que no alborote mis papeles, que no apuñale las paredes con mis plumas –mis bien cortadas plumas–, tengo que confesarla. “Padre, vivo en pecado” (no sabe que el pecado es de los dos), y dirá luego: “Lope, quiero morirme” (y qué sucedería si yo muriese antes que ella). Ego te absolvo. Y luego, sosegada, le contaré, para dormirla, aventuras de olas, de galeones, de arcabuces, de rumbos marinos,

de lugares vividos y soñados: de lo que fue y que no fue y que pudo ser mi vida. Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar.

*** “Viejo San Juan” ***

Junio se acerca, paso a paso de oro. Llama con su aldabón de lluvia cálida. Alguien deja en la mesa la copa de aguardiente y la sombra de una manzana. Pero no hay mano que la tome, cuchillo que la parta para extraer de ella una ventana abierta sobre aquel otro puerto, sobre las calles de piedras azules, sobre los cuerpos próximos, sobre lo irrepetible e imposible. ¿Dónde estará la mano, la gaviota que llegaba volando sobre el mar, la boca con su zumo de quenepa, las ojeras felices que devolvían la felicidad? El aguardiente tiene sabor a lágrima, a sonrisa oxidada por la lejanía. La manzana de sombra se disuelve en la sombra del puerto ¿éste, aquél? quién lo sabe. El aguardiente tiene sabor a nunca más.

De Cuaderno de Nueva York (1998)

Vistió la noche, copo a copo,pluma a pluma,lo que fue llama y oro,cota de malla del guerrero otoñoy ahora es reino de la blancura.¿Qué hago yo, profanando, pisandotan fragilísimo plumaje?Y arranco con mis manosun puñado, un pichón de nieve,y con amor, y con delicadeza y con ternuralo acaricio, lo acuno, lo protejo.Para que no llore de frío.

JOAQUIN SABINA

“19 días y 500 noches”

Lo nuestro durólo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks,en vez de fingir,

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o, estrellarme una copa de celos, le dio por reír.De pronto me vi,como un perro de nadie, ladrando, a las puertas del cielo.Me dejó un neceser con agravios, la miel en los labiosy escarcha en el pelo. Tenían razónmis amantes en eso de que, antes, el malo era yo,con una excepción:esta vez, yo quería quererla querer y ella no.Así que se fue,me dejó el corazón en los huesos y yo de rodillas.Desde el taxi, y, haciendo un exceso,me tiró dos besos... uno por mejilla. Y regreséa la maldición del cajón sin su ropa,a la perdición de los bares de copas,a las cenicientas de saldo y esquina,y, por esas ventas del fino Laína,pagando las cuentas de gente sin almaque pierde la calma con la cocaína,volviéndome loco,derrochando la bolsa y la vidala fui, poco a poco, dando por perdida. Y eso que yo,paro no agobiar con flores a María,para no asediarla con mi antologíade sábanas frías y alcobas vacías,para no comprarla con bisutería,ni ser el fantoche que va, en romería,con la cofradía del Santo Reproche,tanto la quería,que, tardé, en aprender a olvidarla, diecinueve díasy quinientas noches. Dijo hola y adiós,y, el portazo sonó como un signo de interrogación,sospecho que, así,se burlaba, a través del olvido, Cupido de mí.No pido perdón,¿para qué? si me va a perdonar porque ya no le importa...siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga,y la falda muy corta. Me abandonó,como se abandonan los zapatos viejos,destrozó el cristal de mis gafas de lejos,sacó del espejo su vivo retrato,y, fui, tan torero, por los callejones del juego y el vino,que, ayer, el portero, me echó del casino

de Torrelodones.Qué pena tan grande,negaría el Santo Sacramento, en el mismo momentoque usted me lo mande.

Y eso que yo,paro no agobiar con flores a María,para no asediarla con mi antologíade sábanas frías y alcobas vacías,para no comprarla con bisutería,ni ser el fantoche que va, en romería,con la cofradía del Santo Reproche,tanto la quería,que, tardé, en aprender a olvidarla, diecinueve díasy quinientas noches.

MANUEL ÁNGEL MARTÍN LÓPEZ

De Colección de sombras (1991)

“Sombras”

Sombras. Ya tengo las sombras de todas las cosas.Ya tengo completa mi pequeña querida colección de sombras.Día a día, cariñosamente,las he ido furtivas descubriendobajo los puentes, en el mar y en los jardines.A pleno sol acurrucadas con recelo,móviles o pétreas en las noches ávidas.Mi pequeña querida colección de sombras. De móviles árboles, huidizas.Unas veces recortadas sin concierto,otras geométricas y seriascomo el alma del mirto.De nubes viajeras, de grúas y espadañas,de pájaros y hombres. Extraño inevitable disparatedesdoblándose, girando pegadas a la sed de los caminos,desde los turbios barrios a las claras montañas,clavadas en el suelo por la luz. Y ya por fin os tengo y os ordeno.Tu aquí, sombra niña del amor,junto a la vieja sombra de la luna,junto a la sombra airada del orgullo...Mi pequeña y querida coleccióncon quien juego cada día al orden y al caos.Mi único y solitario diamantede insospechadas luces y fragancias,

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mi dulce y delicada siempre míaesbelta en mi memoria donde la sombra reina.

YOLANDA CASTAÑO

“Sugestión” (1999)

Había un labio húmedo descolgado en guirnaldas serosas a reventar muy lento desgarrando un brote así resquebrajado retorciéndose para desenvainarse, para destrabar todo de golpe que una marea me desborda. También el jabón resbala muy viscoso por las piernas. Había un labio lácteo apoteósico rebosando. Desorbitando los bordes y todo vertido. Un labio lento violento a derretirse en la abundancia saliéndose por fuera.

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