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Sumario edición impresa #559 / Sábado 14 | 6 | 2014 LITERATURA Argentina se las ve negras Con voluntad de boom. Así definen editores y gestores culturales a la rama local del policial. Por Horacio Convertini Tal vez sólo se trate del reflejo de una época que le otorga el premio Príncipe de Asturias al irlandés John Banville, también por su álter ego policial Benjamin Black. Pero lo cierto es que la literatura negra parece vivir un momento dorado que se extiende a nuestras orillas. Datos duros del escenario argentino: una colección más de novelas y ya son cuatro; dos festivales pidiendo pista (Córdoba en septiembre, Rosario en octubre) que se suman a los existentes, el Azabache de Mar del Plata (que se celebró en mayo) y el BAN! de Buenos Aires (que llegará entre el 1 y el 9 de agosto); autores que no son estrictamente del “palo” pero que lo visitan con obras valoradas por la crítica (Sergio Olguín con Las extranjeras,Selva Almada con Ladrilleros , Betina González con Las poseídas , ganadora del Premio Tusquets 2012). Se escribe, se publica, se organiza. También se exporta: los autores argentinos son una referencia del género en Europa, ganan premios, son traducidos. Irresistible tentación hablar de boom: hay evidencias concretas, pruebas que ni al investigador más torpe se le pasarían por alto. Sin embargo, como en las buenas y viejas historias de detectives, conviene desconfiar de lo obvio. O al menos ponerlo en entredicho y ver qué hay debajo. Esfuerzo en solitario Los festivales son más producto del esfuerzo de un escritor en solitario que de una lógica de mercado. Las megagrupos editoriales no acompañan y los recursos grandes, que permiten sostener la organización e invitar a autores extranjeros, salen de distintas cajas oficiales. Ernesto Mallo, alma mater del BAN!, dice que, debido a una baja general de la economía,

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Revista ñ - Informe Lit Arg

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Sumario edición impresa #559 /

Sábado 14 | 6 | 2014

LITERATURA

 

Argentina se las ve negras

Con voluntad de boom. Así definen editores y gestores culturales a la rama local del policial.

Por Horacio Convertini

 

Tal vez sólo se trate del reflejo de una época que le otorga el premio Príncipe de Asturias al irlandés John Banville, también por su álter ego policial Benjamin Black. Pero lo cierto es que la literatura negra parece vivir un momento dorado que se extiende a nuestras orillas. Datos duros del escenario argentino: una colección más de novelas y ya son cuatro; dos festivales pidiendo pista (Córdoba en septiembre, Rosario en octubre) que se suman a los existentes, el Azabache de Mar del Plata (que se celebró en mayo) y el BAN! de Buenos Aires (que llegará entre el 1 y el 9 de agosto); autores que no son estrictamente del “palo” pero que lo visitan con obras valoradas por la crítica (Sergio Olguín con Las extranjeras,Selva Almada con Ladrilleros , Betina González con Las poseídas , ganadora del Premio Tusquets 2012). Se escribe, se publica, se organiza.

También se exporta: los autores argentinos son una referencia del género en Europa, ganan premios, son traducidos. Irresistible tentación hablar de boom: hay evidencias concretas, pruebas que ni al investigador más torpe se le pasarían por alto. Sin embargo, como en las buenas y viejas historias de detectives, conviene desconfiar de lo obvio. O al menos ponerlo en entredicho y ver qué hay debajo.

Esfuerzo en solitarioLos festivales son más producto del esfuerzo de un escritor en solitario que de una lógica de mercado. Las megagrupos editoriales no acompañan y los recursos grandes, que permiten sostener la organización e invitar a autores extranjeros, salen de distintas cajas oficiales. Ernesto Mallo, alma mater del BAN!, dice que, debido a una baja general de la economía, deberá manejarse para esta edición con un 30% menos de presupuesto. “Si seguimos así vamos a tener que salir a robar”, bromea.

Aun con menos dinero, traerá, entre otros, a un notable del género, el griego Petros Markaris. Lo mismo le pasa al escritor y ex juez Fernando López, quien lleva un año tejiendo apoyos privados y públicos para organizar Córdoba Mata, pero cuando cierra un punto acá, se le abre otro allá. El proyecto, que iba a concretarse en abril, se hará finalmente entre el 10 y el 12 de septiembre. Este tono de “patriada” se traslada también al marco editorial. La nueva colección de novelas del género se llama Código Negro (Editorial Punto de Encuentro) y se lanzó con una batería de textos de primer nivel, como El Gordo, el Francés y el Ratón Pérez , de Raúl Argemí, o Noches sin lunas ni soles , de Rubén Tizziani. Su espíritu es reivindicativo y nostálgico. “Queremos

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recuperar una tradición de relatos policiales que, en la Argentina, se remonta a los años cuarenta, con las colecciones Sexton Blake, El Club del Misterio o El Séptimo Círculo. Libros de bolsillo, a precio accesible, que se vendían en los quioscos”, dice el escritor Roberto Bardini, uno de los impulsores del proyecto junto a Rolo Diez.

Las obras de Código Negro remiten a esos antecedentes, tanto en formato como diseño, y cuestan un tercio del valor promedio de una novela de los grandes sellos. “Muchos autores de Código fueron traducidos al alemán, francés, inglés, italiano. Varios integran los catálogos de las colecciones negras de Gallimard (Francia) y Mondadori (Italia), y han ganado el prestigioso premio Dashiell Hammett que otorga la Semana Negra de Gijón. Pero como bromean Diez y Argemí, en Argentina no los conoce ni el loro. En un país donde el ninguneo cultural es parte del paisaje, hay que tomárselo con soda. O, mejor, con whisky. Ya llegará ese oscuro día de justicia”, señala Bardini.

Profetas sin tierraLa colección que abrió la estampida es Negro Absoluto (Aquilina Ediciones), lanzada en 2008 bajo la dirección de un especialista, Juan Sasturain. La idea: novelas ambientadas en Buenos Aires con personajes que pudieran saltar de un texto a otro. Autores: el propio Sasturain, Ricardo Romero, Leo Oyola, María Inés Krimer, entre otros. Romero, que además es uno de los editores, se muestra irónico ante la idea de un boom negropolicial: “Existir, existe, sólo que todavía no hemos logrado transmitírselo a la gran masa de lectores”. Y arriesga una respuesta a la hipótesis del ninguneo local a los autores argentinos: “¿Se lo lee a Larsson en Suecia?

La literatura policial, en su país de origen, tal vez esté contaminada por un prejuicio de denuncia inmediata, por la idea de que compite con el diario o el noticiero, lo cual es un error. Y eso puede quitarle al lector la inocencia del apasionamiento que implica meterse en una buena historia de crimen”. El que viene a patear el tablero es Carlos Sáez, director de Extremo Negro (Del Nuevo Extremo), colección que tiene el concurso de género policial más fuerte del país, por cantidad de participantes (mil en tres ediciones) y por el dinero que entrega al ganador (20 mil pesos). “Todo boom es un mito que convence de su existencia. También hay mucha fantasía en eso de que los autores argentinos triunfan afuera y no acá. Los números y los casos no lo demuestran. ¿Dónde es afuera? ¿Sudamérica, España, Estados Unidos, Corea del Sur? Los escritores argentinos que se vanaglorian de sus logros en tierras lejanas me hacen acordar a esos cantantes de cantina que dicen haber vuelto al país luego de una extensa y exitosa gira por Centroamérica”. Lo que sí acepta Sáez es que en este país se escribe mucho policial. “Extremo Negro nace por la necesidad de contener la obra que nos acercaban los autores argentinos. Y el concurso, por una necesidad de organizar ese caos”.

En la escudería Sáez brillan firmas como Mallo, Alvaro Abós y Roberto Arlt (con sus crónicas policiales del diario Crítica). López, el de Córdoba Mata, también es editor de la serie Tinta Roja (de la editorial Eduvim, que publica a los ganadores del Premio Azabache). Sostiene que, hoy por hoy, “lo negro tiene más vitalidad en los diarios y en la televisión que en los libros, lo contrario a lo que ocurría de los años cincuenta a los ochenta”. Una suerte de competencia desleal que obliga al autor a que su creación “supere el discurso de los medios acerca de la inseguridad”. ¿Y el boom, López?

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“Parece que es un mito, al menos de acuerdo a una consulta que hice entre libreros, editores y escritores del interior”. Mientras los grandes best sellers del género (Claudia Piñeiro, Pablo De Santis, Guillermo Martínez) navegan por las aguas seguras del mainstream, otros autores hacen olas desde los márgenes para lograr visibilidad, reconocimiento, mercado. Tal vez esta sea la principal característica de la Argentina negra del siglo XXI. Como dice Bardini, “los escritores negrocriminales constituyen una fraternidad sin fronteras, alejada de la hoguera de las vanidades y que debe enfrentarse a la conjura de los necios”.

Horacio Convertini es autor de los libros “La soledad del mal” y “El último milagro”, y trabaja como periodista en Clarín.

LIBROS COMENTADOS

Las extranjeras de Sergio Olguin

Se inició en el periodismo trabajando para Página/12, La Nación o El País (Montevideo) entre otros. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires, simultaneando los estudios con el periodismo. Fue fundador y director de la revista cultural V de Vian y de El Amante del Cine, además de trabajar en una importante editorial. Publicó su primera novela en el año 2002, y ha obtenido numerosos premios, destacando el Tusquets de Novela en el año 2009.

Sergio Olguín es un autor anómalo, alguien que escribe por fuera de las modas y la trivialidad de una literatura autorreferencial que solo se muestra para ser citada. Olguín cuenta historias. Narra, en el sentido más profundo y ancestral del término.

Sus lectores percibimos las sensaciones de aquello que los personajes viven. Vemos con los ojos de sus palabras. Recordamos cada uno de sus libros no solo con la memoria narrativa sino con la memoria emotiva. Sus textos dejan huellas en la boca del estómago, en las manos que tocan, en el peso que por momentos nos agobia la espalda. A Olguín se lo lee con el cuerpo. Su lenguaje quiere hacerse entender. Desprecia la arrogancia de la oscuridad deliberada, el manierismo asfixiante de los fanfarrones.

 El regreso de Verónica Rosenthal, la periodista más seductora y arriesgada de la novela policial argentina. Dos jóvenes extranjeras, Petra y Frida, son asesinadas al término de una fiesta en una casa de la alta sociedad tucumana, en Yacanto del Valle.

Sus cuerpos aparecen tirados en el campo con signos de violencia y ataque sexual. La periodista Verónica Rosenthal nunca pensó que su aventura por el Noroeste argentino terminaría con sus amigas muertas y, aunque no confía en la policía ni en la justicia locales, está decidida a encontrar a los culpables.

Gracias a su talento periodístico y a la inesperada ayuda de personas entrañables, Verónica se adentra en un peligroso juego de responsabilidades del que ella quizá también forme parte. Y en medio de tanta muerte, el amor y el deseo regresan al cuerpo de Verónica después de un período oscuro de su vida.

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Las extranjeras, el nuevo libro de Sergio Olguín, es un policial de ritmo alucinante, pero también una historia romántica cargada de erotismo y la crónica de costumbres de un pueblo donde reina la impunidad y donde el asesinato de mujeres forma parte de su vida cotidiana. 

FICCIONES

484 mm³Por Yamila Bêgné

 El 14 de junio 2014, la Revista Ñ publica un cuento de Yamila Bêgné, 484 mm3, perteneciente a Protocolos naturales.

En la nota, podemos leer:

“Un conjunto de relatos marca el tono de esta nueva voz de la literatura argentina, que conjuga observación e introspección con un registro más narrativo.”

“Una escalera, una caída, la anécdota de ese accidente doméstico y su resaca protagonizan este texto de Yamila Bêgné, que integra su primera colección de relatos, de prosa a la vez íntima y distante.”

Sumario edición impresa #560 /

Sábado 21 | 6 | 2014

Profetas de un presente imperfecto

Por Andrés Hax

Pobre Philip K. Dick. Murió en 1982, con 53 años, paranoico, marginal y con problemas de dinero, como lo fue siempre. Póstumamente, es un artista canónico Indiscutido amado tanto por Hollywood como por la academia. Pero más allá de los vaivenes de la reputación, ahora sabemos que Dick fue un visionario. Si estuviera vivo (hoy tendría 86 años) probablemente sería contratado por Google con un título como “Ingeniero del futuro” igual a Vinton Cerf, uno de los arquitectos de Internet, que trabaja para esa omnívora empresa bajo el título, “Evangelista Jefe de Internet para Google”. Es que Dick vislumbró el futuro, el que es nuestro presente; tanto en cuanto a artefactos tecnológicos como en los sistemas sociales que se arman alrededor de ellos y también las neurosis y conflictos de personalidad que ellos generan en el individuo. Art Spiegelman lo dijo concisamente: “Lo que fue Kafka para la primera parte del siglo XX, Philip K. Dick lo es para la segunda mitad”. Una reciente nota de la BBC señaló qué escenarios de Dick se han convertido en realidad: la modificación del idioma inglés en Los Angeles dada la mezcla de culturas y lenguas; interfaces en dispositivos basados en tecnología “touch” y de gestos; tecnología de verificación de identidad

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por el iris; publicidades personalizadas según el perfil del usuario; prevención de crimen preventiva vía procesamiento de base de datos; avances en inteligencia artificial; la privatización de la exploración del espacio; debate sobre la moralidad de los robots. Esto es una lista parcial. Pero más allá de estos aciertos puntuales, que son comunes al género de ciencia ficción y ficción especulativa (piensen en el holograma de La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares, el Viaje a la luna de Julio Verne, farmacéuticos para modificar la sensación de bienestar en Un mundo feliz de Aldous Huxley, la omnipresente vigilancia por videomonitor en 1984 de Georges Orwell), Dick, mejor que nadie, describió cómo la tecnología modifica nuestra memoria, identidad y espíritu bajo su uso abusivo por gobiernos y corporaciones para vigilarnos y mantenernos dentro un opresivo sistema económico corporativo.

  

LITERATURA

Graciela Montaldo. Latinoamérica como construcción intelectual

Entrevista. Una de las académicas argentinas más prestigiosas en los EE.UU., retoma aquí un ensayo reciente sobre Rubén Darío. Anticipa además, su nuevo libro, acerca de los inicios de la cultura de masas.

Por Jorgelina Nuñez

Entrevista. Una de las académicas argentinas más prestigiosas en los EE.UU., retoma aquí un ensayo reciente sobre Rubén Darío. Anticipa además, su nuevo libro, acerca de los inicios de la cultura de masas.

Su nombre empezó a figurar en los lejanos tiempos de la revista Babel, por la época en la que también aparecía su primer libro, un trabajo crítico pionero sobre El limonero real , de Juan José Saer. Allí, Graciela Montaldo ya mostraba un punto de vista agudo y personal, el mismo que caracterizará toda su producción posterior: una mirada amplia y a la vez precisa, que detecta cuestiones centrales y las ubica en un contexto que ilumina su aparición.

Venía de La Plata, pero se doctoró en la UBA y en 1990 los vientos académicos la llevaron a ejercer durante varios años en la Universidad Simón Bolívar, de Caracas, donde escribió sus primeros libros. “Me fui un poco por casualidad –le cuenta a Ñ momentos antes de regresar a Nueva York junto con su marido, el escritor Sergio Chejfec– porque quería hacer una experiencia de unos dos años fuera de Argentina. Me quedé catorce. Fue un tiempo muy productivo, de mucho aprendizaje. Allí escribí mis tres primeros libros. Me fui de Caracas porque había empezado a perder esa energía. La situación política se había complicado mucho en 2003; no tenía lugar para nuevos proyectos ni capacidad para involucrarme en una coyuntura que devenía más y más autoritaria.” De pronto, el campo. Literatura argentina y tradición rural abrió la serie de sus ensayos cuyos temas, inicialmente enfocados en escritores de nuestro país, se fueron expandiendo hacia fenómenos comunes al resto del continente, especialmente los que tuvieron lugar entre el fin del siglo XIX y principios del XX. Quizá esto sea resultado de la distancia y de la capacidad de Montaldo para detectar

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coincidencias que derriban las fronteras del localismo. Así surgieron La sensibilidad amenazada. Fin de Siglo y Modernismo y Ficciones culturales y fábulas de identidad en América Latina .

Salvo The Argentina Reader , preparado en colaboración con Gabriela Nouzeilles, que presenta al público universitario norteamericano textos básicos del país, el resto de sus libros se publicó aquí, donde es habitual verla circular, invitada a algún congreso o dictando cursos de posgrado. Justamente, acaba de inaugurar la Maestría en Literaturas de América Latina, de la UNSAM, con un curso sobre la violencia en la literatura de la región. A fines del año pasado, Montaldo dio a conocer Viajes de un cosmopolita extremo, un conjunto de crónicas imprescindibles de Rubén Darío que seleccionó y prologó para el Fondo de Cultura Económica. La construcción de la figura del intelectual latinoamericano y su rol en distintos momentos ha sido uno de los ejes de sus indagaciones. Por eso no sorprende su interés por el poeta nicaragüense que, también como cultor de la crónica, es un maestro insoslayable.

–¿Qué enseña Darío como cronista?–Fue uno de los primeros, junto con José Martí, en desarrollar el género en términos modernos. Esas crónicas interpelan fuertemente el presente y la relación conflictiva de la literatura con la profesionalización del escritor. Darío resolvió ese conflicto dándole a la crónica una entidad poco frecuente en su época. Concibió el periodismo como una forma de intervención política y cultural. Si bien distingue el ámbito de la poesía como el lugar de reserva de lo estético, hay muchos cruces entre su literatura y la crónica. Nos enseña cómo se puede ser moderno a través de un uso de la escritura que en el periodismo fue muy notable. Y también, de qué manera posicionarse frente a las demandas del mercado. Darío no lo repudió ni se entregó a él, hizo algo más inteligente: generó un tipo de interés para un público nuevo, eventualizando acontecimientos que parecían no tener atractivo y que él puso en el centro de un debate moderno.

–¿Cuáles son las características de la modernidad de Rubén Darío?–Haber visto los problemas de su tiempo con una clarividencia asombrosa. Darío detectó fenómenos incipientes a los que puso de relieve por medio de la palabra. Por ejemplo, la cultura masiva, los movimientos que se estaban produciendo en el público, el consumo, la generación de nuevos discursos sociales para la masa y la multitud. Registró muy rápidamente los nuevos bailes, la moda, las nuevas formas de diversión entre los jóvenes, los espectáculos que experimentaban con técnicas novedosas de visualización. Otros escritores y artistas observaron esos fenómenos despreciándolos. El se dedicó a reflexionar sobre ellos y procesarlos.

–¿Fue esto lo que lo convirtió en una figura intelectual prominente?–Otro aspecto de su modernidad y de su visión de futuro fue haber pensado la cultura en español en términos transnacionales. Recordemos que Darío tuvo una vida peregrina (vivió varios años en la Argentina, en España y en Francia, y recorrió Sudamérica y América Central, los EE.UU., el norte de Africa y buena parte de Europa) y gracias a eso logró capturar esa dimensión que hoy llamaríamos global y que fue en su momento transnacional, internacionalista y, a fines del siglo XIX, absolutamente moderna. Por entonces, se estaban constituyendo los Estados nacionales y el problema de la nación era muy fuerte. Sin embargo, él se despegó de ese aura

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nacional y se instaló en un mundo completamente transatlántico, pensando en España y América en paralelo.

–De allí lo de cosmopolita extremo… –Elegí ese título porque Darío no es el mero cosmopolita que se mueve por todos lados. La diferencia radica en que él a la vez reflexionó mucho sobre lo que estaba observando y sobre esa nueva identidad del escritor viajero. Tenía una conciencia muy grande de lo que estaba generando.

–Tanto en Darío como en Martí, la identidad del intelectual hispanoamericano se construye en la toma de distancia de Europa como de Norteamérica. ¿Qué otras notas lo definen?–Martí y Darío instalan esta nueva figura muy ligada al desarrollo del periodismo. Las crónicas de Martí no sólo se leían en Nueva York, donde las escribía, sino que el resto de los periódicos de América compraban sus notas que, además, ¡se pirateaban muchísimo! Por lo tanto, era leído por un gran número de hispanoamericanos. La suya era una escritura que ya atravesaba un proceso de trasnacionalización. Darío es el otro que genera ese nuevo tipo de relaciones escribiendo desde Europa. Frente a la decadencia de España por la pérdida de las últimas colonias y los conflictos políticos internos, la intelectualidad de los países hispanoamericanos comienza a tener un protagonismo muy grande por primera vez. Darío genera nuevos vínculos entre España e Hispanoamérica. Promovió una cultura de la lengua a través de la cual se creó una conciencia de participación. Este proceso se dio simultáneamente con el fortalecimiento de la idea de nación en cada país. Pero por detrás del aparato de la nación, los intelectuales estaban tejiendo también una trama que fortalecía la cultura hispanoamericana frente a la hegemonía española.

–Si la opción de Darío a fines del XIX fue por lo hispanoamericano, ¿cuál pudo haber sido la opción para nuestros intelectuales en el fin del XX?–Existe la tentación de pensar que también en el siglo XX hubo una transnacionalización importante, pero no fue así. Por entonces, la literatura era muy fuerte como institución, mientras que en el último fin de siglo, la literatura es una práctica más entre muchas otras prácticas estéticas disponibles. Además, hay otro tipo de difusión. Con la globalización se produjo un debilitamiento de las instituciones y todo se hizo más transversal.

–Habla de las crónicas de Darío como una intervención estética y de política cultural, ¿cuáles fueron los efectos inmediatos de esas intervenciones?–Por un lado, la difusión de la cultura letrada y lo estético entre un público que empieza a ser masivo. Darío sabía que estaba escribiendo para un público que ya no era de pares, y que, por ser anónimo, no tiene un carácter nacional sino que pertenece a las diferentes regiones. Y por otro lado, la conformación de una suerte de bloque con esos intelectuales que lograron construir un discurso potente y reforzar las instituciones culturales en un sentido hispanoamericano que hasta entonces no existía como tal. Darío fue muy importante en la construcción de lo hispanoamericano en oposición al avance intervencionista norteamericano y en la constitución de una identidad regional basada en el español. Claro que esto tuvo graves efectos colaterales: muchas lenguas indígenas fueron borradas del mapa de la cultura y reaparecieron recién un siglo después.

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–En un ensayo señala que en hoy la distancia entre proyecto y obra se superpone. ¿No es posible pensar a futuro en un sentido programático?–El proyecto siempre es una puesta en escena de la idea de futuro, pero la idea de futuro no está en un más allá; viene inserta en la obra misma. La diferencia con lo que ocurría en otro momento es que ahora no existe la pretensión de la perdurabilidad. En el arte contemporáneo y en la literatura, los plazos se han acortado y no están pensados para el futuro sino para la comunidad, en intervenciones sobre ámbitos específicos. Lo que ahora pretende la literatura o el arte no es que se los siga viendo o leyendo. El futuro al que aspiran está en la posibilidad de que estas obras generen otras obras. Su futuro es proyectarse en otros, no pervivir en sí mismos.

–¿Y qué planes tiene Ud. en su futuro inmediato?–Estoy escribiendo un libro sobre el comienzo de la cultura de masas en la Argentina y sus consumos en el cambio del siglo XIX al XX. Tomo un corpus muy heterogéneo de gente que escribió sobre esos fenómenos contemporáneamente y que incluye historiadores, memorialistas, policías y anarquistas. Abordo relaciones más que objetos. Por ejemplo, actrices de revista se contactan con sabios europeos; la violencia del suburbio que se vincula con las represiones obreras de los grupos de choque o cómo los jóvenes de la elite tomaron el tango como práctica cultural y bajo ese denominador derivaron luego en las patotas o en las brigadas patrióticas. Es como ver el lado B de las instituciones culturales: la red que hace posible que la gran literatura se produzca y el gran arte se consolide. Quiero investigar qué nos dicen esas relaciones que quizá nos ayuden a entender algunos fenómenos del presente.

Un ejemplar trabajo crítico

Por Sylvia Molloy

 “Viajes de un cosmopolita extremo” comienza, de manera perversa y acertada, con un viaje insólito: la visita que hace Darío en 1895 al lazareto de Martín García. Viaje y enfermedad se conectan, se contagian: el viaje, que se tiende a asociar con lo positivo, por lo menos en el optimista cambio de siglo –energía, diversión, conocimiento, saludable expansión– aquí aparece conectado, contaminado se diría, con la dolencia, el desconcierto, la falla. Con igual lúcida perversidad termina el libro de Montaldo con otro viaje insólito en que desplazamiento y enfermedad se conectan, las “Apuntaciones del hospital” que escribe Darío en julio de 1915 en Nueva York durante su estadía en un hospital de la ciudad, enfermo de congestión pulmonar y seis meses antes de su muerte, es decir al final de su itinerario. Este marco narrativo que aúna escritura y dolencia –conjunción que marca la escritura de buena parte de la modernidad (piénsese en José Asunción Silva, en el Verlaine de “Mis hospitales”, en Huysmans)– es otro hallazgo más de este libro notable. Digo bien este libro de Montaldo y no “la recopilación que hace Montaldo de los viajes de Darío”. Porque queda claro que lo que tenemos entre manos es mucho más que una antología de textos del poeta. Montaldo pone a dialogar los textos de Darío, sabiamente contrapuestos en un orden particular, en un ejemplar trabajo crítico. Como Barthes,

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Graciela Montaldo “escribe (su) lectura”. Son textos de Darío, sí, pero desde Montaldo, a través de su sostenida, aguda mirada.

Fragmento de su presentación de la reciente antología de Montaldo, en Buenos Aires.

Cantos de un destino que habla desde lejos

Poesía. En “Novela”, escrito entre 1958 y 1960 e inédito hasta ahora, Calveyra se interroga acerca de la imposibilidad de delimitar géneros literarios.

Por Sara Cohen

 

Que Arnaldo Calveyra haya escrito Novela entre 1958 y 1960, que recién hoy se publique y que pueda pensarse como si fuese un libro recientemente escrito, no es algo que sorprenda, porque es inherente a la escritura del autor la presencia de tiempos y espacios superpuestos en los que la espera hace al devenir de esos textos fragmentarios. A modo de ejemplos se mencionarán dos casos en su obra. El poeta nacido en Mansilla, Entre Ríos, en 1929, que se radicó en París en 1960, en 1962 sufre la pérdida de su madre. Permanece en esa ocasión en la abadía benedictina de Solesmes. De ese retiro surgen dos libros, uno escrito en esos días, Libro de las mariposas y otro, Maizal del gregoriano, que escribe cuarenta años más tarde, a partir del encuentro de unas notas en un cuaderno.

Es importante ahí recalcar que no es un dato menor el momento en el que surgen esas notas que serán libro cuarenta años después: “Y yo, entrerriano recién llegado a la abadía de Solesmes en busca de retiro y de silencio”. Otro libro, Diario del fumigador de guardia , fechado: Ensenada, 1951- París, 1983, en su primera versión fue escrito cuando el poeta trabajaba en Ensenada en un muelle de fumigación. Lo rescata de un baúl medio mojado, treinta años después, y lo reescribe en París. Que el último libro publicado se titule Novelay que nos interrogue acerca de la imposibilidad de delimitación de los géneros literarios, tampoco nos sorprende, el mismo Calveyra ha dicho que él ha llegado tarde al reparto de géneros. La vida trascurre atenta a los hechos pero volátil en la superposición onírica que la escritura le propone.

Novela está dividida en tres partes. Tampoco nos tendría que sorprender que la primera parte no esté numerada ni titulada, la segunda lleve el número 2, bajo el título “Larga noche de amor”, y la tercera el número 3, con el título “Diario del verano”. Queda claro que no hay comienzo ni fin, como en casi todos los libros de Calveyra, sino un continuo discontinuo que retorna traspapelando lugares y tiempos. Si bien en este libro encontramos aquello que ya desde su juventud define la escritura del autor: el de ser única y difícil de ser relacionada con otras poéticas, hay diferencias inevitables en la posición del poeta respecto de otros libros posteriores. Aquí es evidente que predomina el tema del amor y del descubrimiento del mismo, figuran en el texto las siguientes palabras: “¿Cómo habíamos llegado al amor?” o “¿De quién sos ahora?, te preguntaba casi divertido en sueños (…) No, ninguno de los dos ha podido perderse tanto para el otro” o “estar infinitamente alegre e infinitamente triste de esperarte en la misma esquina”. Está más cercano al tono

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de Cartas para la alegría , su primer libro de poemas, dedicado a su madre y publicado en Buenos Aires en 1959. Allí escribió: “ ¿Y sabes?, no supe que estaba triste hasta que me pidieron que cantara”.

Al encontrar en Novela “Carta para de aquí a veinte años”, como algo muy lejano para el joven poeta, en donde dice “Enamorados siempre del canto del mismo pájaro” , podemos sostener casi convencidos que sí, que en la literatura de Calveyra perdura ese enamoramiento después de veinte años y más. Es elocuente sin embargo hacer jugar los textos ahí donde hablan de la labor del poeta, en Maizal del gregoriano Calveyra escribe, cuarenta años después, con su cuaderno de notas: “Escriba desvelado por el canto y por el hombre que se ocupa de las velas, no abandones tu página. De lo contrario, tu página terminará por abandonarte, se mandará mudar, te dejará en cueros en medio de la noche que no acaba”.

Aquí se podría inferir que la escritura es frágil y lucha para no dejarnos en cueros, y depende de instantes que ya nos han abandonado, pero es capaz de perdurar a la espera. Es la escritura la que perdura, no el instante, no la memoria, la escritura misma es la dimensión del olvido, puerta de ingreso a la ficción. En Novela escribió el joven poeta: “No estaba en mi naturaleza ser poeta; contra una opinión difundida nadie nace poeta, son los otros los que cierran el puño alrededor de algo que resulta ser el canto de uno, que todo lo ignoraba del tema. No, yo no creía en el destino: en un mundo construido de golpe el destino nos habla como desde muy lejos…”. Resulta indudable que los otros han cerrado el puño alrededor del canto de Calveyra, y a su vez el escriba se comprometió con la trabajosa tarea de no abandonar la página.

En su reciente visita a Buenos Aires, durante la Feria del Libro, Arnaldo Calveyra y su mujer, Monique, se tomaron su tiempo para viajar a Mansilla. Me cuenta el autor que en su lugar de origen le quieren poner a una calle su nombre y que lo designaron “hijo ilustre”. Me habla de Entre Ríos, no me habla de sus libros, pero su modo de hablar se podría decir que está en sintonía con su escritura. De algún modo vuelven en nuestra conversación los temas biográficos de distintos autores. En Novela podemos leer: “¿Y nuestras biografías?, ¿quién se quedará con ellas?, ¿quién representará, bajo los rasgos de un adolescente, ante el espejo emplumado, su última noche de la infancia? En toute atrocité. Para entonces, ya no seremos ni tú ni vos”.

LIBROS COMENTADOS

En mi nombre Historias de identidades restituidas de Angela Pradelli

Solapa:

Ángela Pradelli es escritora y Profesora en Letras. Ejerció la docencia en escuelas secundarias y fue coordinadora del Plan Nacional de Lectura para la Provincia de Buenos Aires. Es coordinadora en la Argentina de la Cátedra Latinoamericana y del Caribe de Lectura y Escritura. Coordina talleres de escritura y publica notas sobre educación y lenguaje en distintos medios gráficos. Tanto por su obra narrativa como

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poética, ha recibido premios en el país y en el exterior, entre los que cabe mencionar: Premio Emecé, Premio Clarín, Premio Municipal de Novela Ciudad de Buenos Aires.Sus libros han sido traducidos al alemán, al inglés y, en parte, al italiano y al francés. Paidós ha publicado también La búsqueda del lenguaje, que recibió el Premio al Mejor Libro de Educación (obra teórica) 2010/2011, otorgado por la Fundación El Libro de Buenos Aires. Su libro anterior en este sello es El sentido de la lectura (2013). Contratapa:

La búsqueda de niñas y niños, que los represores robaron durante la última dictadura cívico militar en la Argentina (19761983), lleva ya treinta y ocho años. Este libro cuenta las vidas de Manuel Gonçalves Granada, Ángela Urondo Raboy, Macarena Gelman García Iruretagoyena, Leonardo Fossati Ortega y Jorgelina Paula Molina Planas. Sus cuerpos pequeños fueron arrojados a la experiencia de perderlo todo en un instante: mamá, papá, hermanos, abuelos. Perdieron también sus juguetes, las fotos, la ropa que usaban. Y aunque fueron obligados a crecer bajo un nombre falso, desconociendo su origen y el nombre de sus padres, pudieron, después de muchos años, conocer la verdad y restituir sus verdaderas identidades. Es gracias a cada uno de los protagonistas que pude narrar las historias desde la alegría que me trasmitieron ellos mismos en sus testimonios porque, a pesar del dolor y de las pérdidas, ahora saben quiénes son realmente. Es la felicidad que cada protagonista sintió al encontrar su propio origen la que impulsó la escritura de este libro y la narración de cada historia. Ángela PradelliA menudo uno escucha decir que somos lo que comemos, lo que trabajamos, lo que amamos. En fin, lo que hacemos. Pero, ¿es tan así? Y si la vida, las cosas, no fueran tan lineales, ¿entonces qué? ¿Qué pasa con nuestro origen? ¿Qué pasa si no sabemos de dónde venimos? ¿Somos los mismos? ¿Qué transforma en nosotros al saberlo? Transforma la posibilidad de elegir qué hacer con esa historia. Es decir, hacer nuestra historia. Otra historia, esta vez, la elegida. No es poco: se trata de la libertad. El origen nos habilita nada menos que a ser, ser quienes queremos ser. Guillermo Saccomanno

POESIA

Ahora estamos todos lejos

de Daiana Henderson

Daiana Henderson nació en 1988, en Paraná. Actualmente reside en Rosario, donde estudia Comunicación Social. Publicó Colectivo maquinario (Ediciones Diatriba, 2011), Verao (Ediciones Neutrinos, Entre Ríos, 2012), El gran dorado (Iván Rosado, 2012) y A través del liso por Determinado Rumor. En 2013 su último libro Un foquito en el medio del campo sacó el primer premio compartido en el concurso Felipe Aldana y fue editado por la Editorial Municipal de Rosario.

 

Sumario edición impresa #561 

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Sábado 28 | 6 | 2014

 LITERATURA

Tomás Eloy Martínez

Cuentos de un clásico argentino

Anticipo. “Habla la rubia”, el texto inédito que aquí ofrecemos, integra “Tinieblas para mirar”, que reúne relatos escritos a lo largo de medio siglo. En ellos, el autor de piezas clave de la no ficción argentina vuelve sobre sus obsesiones literarias: el habla popular, el peronismo, la sexualidad y la muerte.

Ahora, la abuela Cleme me hace mojar los dedos con saliva y ponerlos sobre los ojos de don Osorio y decir fuerte: “Por Diosito y la Virgen Santísima, curesé”. Yo y la abuela, las dos, estamos sentadas y tocándonos en la cama de fierro, y don Osorio sigue arrodillado y reza. El tío Beni me trae agua y dice: “Tomá, para que te crezca la saliva”. Yo le pregunto otra vez a la abuela: “¿Qué no habrá sido el picor, abuela?”, y otra vez ella se queda callada. Don Osorio se para y le cuenta al tío Beni que está viendo un poquito de luz. A mí me besa la punta del vestido. “¡Estoy viendo un poquito de luz!”, le dice a la gente que ha venido. Oigo que la gente se pone a aplaudir y a cantar Oh María madre mía. Ahora, uno que ha venido en camión y que vive para el lado de Leales se arrodilla frente de la abuela Cleme y de mí y me muestra la espalda con el morado de las ventosas. La abuela me hace que le ponga saliva y que le diga: “Por Diosito y la Virgen santísima, curesé”. El José y el Mocho andan juntando los pesos que da la gente. A mí me viene un poco de sueño, y miedo porque nadie le va a dar maíz a la gallina colorada y se me puede morir ahora que es el tiempo del emplume, pero el tío Beni y la abuela no quieren que salga y que deje la curación. Para qué habrá venido la Virgen, digo yo.

Todo ha empezado cuando he estado descascarando un poco el eucalipto. Bajo una cáscara había una juanita medio redonda y a mí me ha dado por escarbarla con la uña. La juanita me ha soltado agua cerca de la cara y me ha hecho picar. Yo he mirado arriba para que me dé el aire y se me vaya el picor y en la punta del eucalipto había como un fueguito azul que caminaba despacio y se hinchaba y se calentaba en medio del sol. Lo he llamado al Mocho y le he dicho: –Mirá ese fueguito.

El Mocho me ha dicho que no veía nada y que sería el picor de la Juanita que me estaba haciendo mal. La abuela Cleme venía por atrás. Con las dos manos se ha tapado la resolana de los ojos.

–¿En qué parte?

El eucalipto estaba limpio arriba otra vez.

–Debe ser la Virgen –ha dicho la abuela Cleme. Pero yo me suponía que no. No tenía brazos ni el pelo de la Virgen que estaba en el almanaque. Y si la Virgen era así, y la abuela lo estaba sabiendo porque había visto muchos almanaques con la Virgen, a mí me daba lo mismo.

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La abuela Cleme me ha lavado la cabeza y la cara y me ha puesto un escapulario. Por el gallinero hemos cruzado a la casa de doña Ema y yo me he quedado esperando en el patio a que la abuela le diga: –La Virgen se le ha aparecido a la Rubia, doña Ema.

Y doña Ema me ha besado la punta del vestido y me ha hecho tocarla a la gallina overa de ella a ver si la curo de la tristeza.

Las tres hemos abierto la puerta de atrás del gallinero y hemos ido al galpón donde tiene su carro el tío Beni, la abuela adelante y yo y doña Ema siguiéndola, las tres, y la abuela le ha dicho al tío Beni que llame a los más que pueda porque en el eucalipto se me había aparecido la Virgen y me había hecho curarla a la gallina overa de doña Ema.

Estábamos más o menos todos en el galón y la abuela ha contado lo del eucalipto.

–Habrá sido como en Vipos –ha dicho don Arias–, cuando la Virgen se ha bajado para decir que iban a acabarse los pobres y a la final, se ha desaparecido y no ha vuelto más.

En Simoca también dicen que se ha aparecido una vez –ha dicho la Gregoria, que estaba dándole de mamar al Josesito de ella– y ha curado a cuanta criatura que tenía flojera de vientre.

Y ha sido la abuela Cleme la que ha dicho entonces que yo estaba bendecida y que iba a darle salud a todos.

–¿Qué no habrá sido el picor de la Juanita nomás, abuela?, le he preguntado yo.

–Eso, a lo mejor era el picor –ha dicho doña Basilia, que sabía prepararnos las cataplasmas al José y al Mocho y a mí cuando andábamos con la fiebre y ponerle sebo de pato a la abuela para el reuma. Ella, que es entendida.

Pero a mí el tío Berni me ha hecho a un lado y doña Ema me ha empezado a rezar el rosario y las que eran mujeres a contestarles. Sería para la oración, y la abuela Cleme ha dicho que vayamos al eucalipto a ver cómo era la Virgen. Ella y el tío Beni y doña Ema han salido adelante y seguro que me la han espantado a la gallina colorada cuando han pasado por el gallinero, y yo me he quedado atrás un poco para que la Gregoria le haga la señal de la cruz al Josesito de ella con mi escapulario.

La abuela ha hecho que el tío Beni la ponga de rodillas al frente del eucalipto y todos se han arrodillado y yo también. Arriba del árbol estaba medio oscuro y ya andaban revoloteando algunos tucos.

–Decile a la Virgencita que se aparezca –me ha dicho la abuela.

Vení Virgencita, vení –he dicho yo.

La Gregoria se ha puesto a cantar Oh María madre mía y hasta el tío Beni y don Arias han cantado. Entonces la abuela ha preguntado fuerte: –¿Qué no ven como un fuego en el eucalipto?

El Mocho y el José andaban en medio de la gente haciendo como gárgaras de rana.

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–¡Si no hay nada, abuela! –han dicho.

Para mí que no había nada, pero el tío Beni los ha sacado al Mocho y al José, a los dos, y les ha torcido el brazo. Para mí que no había nada. La Gregoria y la abuela Cleme y las demás han vuelto a cantar Oh María madre mía y la Gregoria se ha tapado la cabeza con un pañuelo para que le vean el respeto.

–Ahora está clarito el fuego –ha dicho doña Ema–. Debe ser la Virgen nomás.

Como al rato, la abuela Cleme me ha llevado a dormir a la cama de fierro de ella y me ha dejado con el escapulario, y cuando la abuela se ha ido el José me ha dicho: –Para qué habrá venido la Virgen.

A mí no me gustaba tampoco que venga.

La gente se ha empezado a juntar a la vuelta del eucalipto y se vienen para la casa así yo los mojo con saliva y les digo lo que la abuela Cleme me ha enseñado: –Por Diosito y la Virgen Santísima, curesé.

Cuando es de siesta, la abuela y el tío Beni me llevan al eucalipto y me hacen arrodillar, y la gente se amontona al lado de mí y me besa el vestido. Siempre es la abuela la que dice primero: –Miren ese fuego.

Y la gente empieza a cantar y a arrodillarse. Para mí que no hay nada.

A cada rato se juntan ahora los camiones y los carros, y el Mocho ha visto que están poniendo una rifa como la de San Roque en el galpón del tío Beni, pero la abuela Cleme no quiere que salga de la pieza más que a la siesta. Con lo que a mí me sabe gustar la rifa de San Roque.

Como a la oración me ha dado un caimiento y parece que el tío Beni se ha ido a llamarla a doña Basilia a ver si me prepara una cataplasma, y doña Basilia ha dicho que si estoy bendecida para qué la quiero. Así que me han dado agua con azúcar y me han puesto abajo del vestido un saco que era del José.

Ahora, a lo mejor me puedo dormir. La abuela Cleme ha roncado con la boca abierta y yo le miro toda la boca pesada. Apenitas lo he oído al José cuando me ha dicho: –Con el Mocho le vamos a poner humo a la Virgen. Así se va a ir.

Pero yo me supongo que a la Virgen le gusta el humo si es que anda en medio de las nubes.

–Los van a ver y el tío Beni les va a torcer el brazo –le he dicho al José. Con toda la gente que se queda a dormir afuera.

–Para qué habrá venido la Virgen –dice el Mocho.

Para qué habrá venido, digo yo.

Cuando ha sido la siesta, la abuela y el tío Beni me han llevado otra vez al eucalipto y me han hecho arrodillar. Como hasta la mitad, el eucalipto estaba tapado del tizne ahora que el José y el Mocho lo han querido quemar con trapos y querosén y el tío Beni les ha torcido el brazo y los ha llevado en el carro para que vivan con la abuela

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Sara hasta que pase todo esto. Parece que don Arias y el tío Beni y todos han trajinado mucho a la noche por tras de la quemazón.

Ha sido la abuela Cleme la que ha dicho primero: –Miren ese fuego.

De atrás de nosotros han salido porfiando con que no, con que ya no se veía nada.

–Se ha ahuyentado la Virgen –han empezado a decir.

Ahora, el tío Beni ha dicho: –Ahí está, se la ve clarito.

Y la gente ha porfiado con que no, y no ha querido arrodillarse más. Para mí que no había nada. Me supongo que la abuela estaba llorando un poco.

Ahora, han venido otros tres para que los moje con saliva, pero después hasta la oración he estado en la cama de fierro de la abuela y me he comido las uñas. Afuera estaban empujándose los carros y los camiones para irse. Dice el tío Beni que ya no voy a dormir más en la cama de la abuela. A lo mejor me deja ver la rifa de San Roque que han puesto en el galpón.

Ahora, ha entrado don Arias y le ha contado a la abuela Cleme que la Virgen se ha aparecido arriba de una higuera en El Cruce y que dos que no caminaban en El Cruce han empezado a caminar lo más bien.

Cuando vengan el José y el Mocho, seguro que la abuela Cleme nos va a llevar para que la veamos a la Virgen.

 

LIBROS COMENTADOS

Griegos en disputa y el seminario de los jueves de Tomás Abraham

Para celebrar los treinta años de su fundación, el Seminario de los Jueves vuelve a Grecia pero a través del trabajo de veintiún filósofos contemporáneos. Bergson, Foucault, Nussbaum, Cassin, Agamben, Castoriadis, Arendt, Deleuze, Heidegger, Strauss, Popper, entre otros, a los que se le suman autores "extra comunitarios" como Rabelais y Gombrowicz, Vernant y Detiènne. Todos tienen en común el haber buscado en Parménides, Heráclito, Platón, Aristóteles, Diógenes, Tucídides o Jenofonte una Grecia que no es espejo, sino fuente de interpretación del mundo. En sus investigaciones sobre los orígenes, los filósofos contemporáneos encuentran conexiones con las preocupaciones actuales: los logros y fracasos de la democracia, la igualdad en relación a la ley y a la riqueza, la tentación de la tiranía, la sedición y su diferencia con la guerra, las discusiones sobre los fundamentos de la política o la inquietud metafísica sobre la verdad. En palabras de Tomás 

DAF de Beatriz Vignoli

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 Beatriz Vignoli nació en Rosario el 29 de enero de 1965. Es escritora, periodista, critica de arte y traductora. Tiene publicados varios libros de poesía,  Almagro (2000), Viernes (2001) y Soliloquios (2007), entre otros, y las novelas Reality (2004) y Molinari baila (2012) . En 2009 publicó  Kozmic Tango, un libro de crónicas sobre su barrio, en la zona sur de la ciudad, que el año pasado derivó en una película producida por Mala Frame y estrenada en el marco de la Semana de la Lectura de Rosario. Allí mismo, en uno de los 16 edificios bajos que rodean la plaza José Hernández, escenario e inpiración de casi todas sus historias, hablamos con la autora sobre su obra, su trabajo como critica cultural y su visión sobre la literatura rosarina.

DAF tiene una historia como muy rara. La empecé a escribir en 1991, como novela, con la idea con la que finalmente fue publicada ahora. Pero además, ese proyecto capitaliza intentos fallidos previos. También, incluyo y hago como una autocita en la novela de textos breves en prosa que escribí en la adolescencia. Hay un fragmentito en bastardillas en el final de la primera parte en el capítulo Música nómade. Ese texto es del año 1980, por ejemplo. Después, hice una serie de intentos de escribir novela que fueron fallando, pero hubo restos que pude conservar en este nuevo texto. Por ejemplo, los nombres de los personajes: Dadá. La idea de que el protagonista se llamara así fue una de las cosas centrales. Dadá simboliza el sinsentido, por el movimiento, la vanguardia artística del dadaísmo.

Sumario edición impresa #562 / Sábado 5 | 7 | 2014