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RELIGIOSIDAD JUVENIL URBANA: EXPERIENCIAS COMUNITARIAS 1 1 Esta investigación fue realizada para el Injuv por un equipo del Instituto Superior de Pastoral de Juventud dirigido por Ingrid Marx e integrado por María Angélica Cruz y Marco Antonio Villalta.

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RELIGIOSIDAD JUVENIL URBANA: EXPERIENCIAS COMUNITARIAS1

1 Esta investigación fue realizada para el Injuv por un equipo del Instituto Superior de Pastoral de Juventud dirigido por Ingrid Marx e integrado por María Angélica Cruz y Marco Antonio Villalta.

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Introducción

Varias generaciones de jóvenes, en Chile, han respondido a sus búsquedas participativas en las instancias que les ofrecen las iglesias cristianas. Los datos de las investigaciones señalan que los grupos religiosos cristianos se constituyen en la segunda experiencia asociativa de mayor convocatoria, compitiendo estrechamente con los clubes deportivos. En mayor número corresponden principalmente a la Iglesia Católica, lo que se explica porque la población católica representa, según el último censo, al 74,0% de la población chilena entre 15 y 29 años.2. Sin embargo, en las demás iglesias cristianas, tanto las iglesias evangélicas históricas (metodista, presbiteriana, luterana, anglicana, etc.) como en las pentecostales de formación más reciente, existe una importante participación de jóvenes en grupos propiamente juveniles.3 En las últimas décadas es la comunidad juvenil el lugar donde se realiza, en forma estable, la participación religiosa de los jóvenes. Ello responde a una opción por desarrollar un acompañamiento a los procesos madurativos, al mismo tiempo que posibilitar una experiencia de protagonismo y participación organizada de los jóvenes. Esta opción surge de la necesidad de adecuación de la experiencia religiosa a los cambios culturales que se observan en la sociedad occidental y que inciden directamente en el fenómeno religioso. Por una parte, hay una mayor conciencia de la importancia y especificidad del período juvenil en la formación de la persona y, por otra, también las formas tradicionales de participación religiosa ya no responden a los desafíos y necesidades de muchos jóvenes, que aspiran a una experiencia religiosa más personalizada y protagónica. La socialización religiosa entrega orientaciones culturales importantes que inciden en las valoraciones, percepciones y conductas de las personas. Conocer los procesos socializadores que se generan en las experiencias comunitarias religiosas juveniles nos permite acercarnos a su funcionalidad social y su posible contribución al desarrollo de la vida de los jóvenes. Esta participación se da a nivel de todo el país, conformando un modo importante de socialización de la actual generación en algunas ciudades del país. Dada la poca información respecto a las peculiaridades de la vida de los jóvenes de provincias, se optó por realizar el estudio en tres regiones del país,(VIII, IX y X), más precisamente en las ciudades de Chillán, Temuco y Puerto Montt. La investigación de los componentes de la experiencia religiosa de los hombres se constituye desde siempre en un tema de interés para la investigación social. Nuestra propuesta asume una perspectiva exploratoria de indagación respecto a las transacciones presentes entre religiosidad y cultura en el ámbito de la participación juvenil. Dados los objetivos del presente estudio, nos referiremos a los aportes teóricos que nos permiten comprender la experiencia comunitaria de los jóvenes en organizaciones religiosas cristianas, asumiendo que se inscribe por una parte, en los modos de vivir la religión que se ofrecen en el actual contexto sociocultural y por otra en los sentidos que asume la experiencia religiosa en la existencia humana. El objetivo central de la investigación fue el siguiente:

2 Fuente: INE, cit. por Reinoso, A. en "Jóvenes de los 90: Datos de un mosaico, en busca de un

sujeto social" en Primer Informe Nacional de Juventud, INJ, Santiago, 1994

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3 Al respecto, es interesante el dato que entrega un estudio realizado en el ISPAJ, en 1992, con estudiantes de enseñanza media de Santiago. Según este estudio, el 30% de los jóvenes que se identificaban como católicos participaba en algún grupo religioso. Entre los de otras iglesias cristianas, participaban el 24% de los jóvenes integrantes de estas iglesias.

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Conocer las percepciones, valoraciones y expectativas de los jóvenes que participan en comunidades y movimientos religiosos cristianos de base de áreas urbanas de las regiones Octava, Novena y Décima y la implicancia de esta experiencia participativa socializadora en la formación de su identidad y proyecto de vida.

I. Quienes Son y Que Buscan Los participantes en grupos juveniles católicos y de otras iglesias cristianas, se ubican principalmente en los sectores populares urbanos. Son jóvenes que provienen, en su mayoría, de familias de nivel socioeconómico medio -bajo o bajo, aun cuando no suelen ser de extrema pobreza. Entre los entrevistados estaban estudiantes de enseñanza media y estudiantes universitarios, obreros especializados y empleados. Las edades fluctuaban entre los 14 y los 26 años, concentrándose entre 17 y 22 años. Son jóvenes que viven en Chillán, Temuco y Puerto Montt. 4 Para entender lo que buscaban: La decisión por ingresar en un grupo, implica la aceptación del riesgo de dejar que otros intervengan en el espacio personal. Es decir, presupone el reconocimiento de un espacio en que lo individual se sumerge en el colectivo, en función de satisfacer expectativas que no podrían ser satisfechas sólo desde el individuo. Los jóvenes dicen de las distintas búsquedas personales que orientaron su camino hacia el grupo juvenil: Los jóvenes católicos: En la iglesia católica la participación de los jóvenes se enmarca en el ámbito de la Pastoral Juvenil y es fruto del protagonismo laical que emerge en la vida religiosa institucional desde la década de los 30 y toma más ímpetu a partir del Concilio Vaticano II.5 Se define como una participación voluntaria de los jóvenes en las instancias propias del ámbito juvenil. En ese sentido, se entiende que no todos los jóvenes católicos participan en grupos juveniles. Cuando preguntados respecto a las razones que los llevaron a integrar un grupo de pastoral juvenil, sus respuestas apuntaron a tres grandes áreas motivacionales: las que hicieron referencia a búsquedas más interaccionales y de tipo afectivos: "la cuestión de la soledad", la necesidad de estar con otros jóvenes; las que expresaron expectativas de orientación activa: el ser protagonista "tenía algo que dar" y las que nombraron razones asociadas a la pertenencia religiosa y a la práctica de la fe.: “mi formación viene de hartos años, cuando acólito...” “me sentía que algo me faltaba... empecé a los 17 años a buscar lo que es la Confirmación...” Algunos señalan una experiencia previa de participación religiosa debido a la pertenencia familiar a la iglesia. Derivada de esta pertenencia se da una participación en la catequesis escolar o parroquial, realizada en general entre los 10 o 12 años, destinada a recibir la Primera Comunión. Esta experiencia es señalada por muchos

4 La investigación fue realizada en Temuco, Chillán y Pto. Montt. Se realizaron dos grupos focales : uno católico y otro pentecostal (con jóvenes de distintas iglesias) en cada ciudad. En Pto. Montt además se realizó una entrevista grupal a un grupo de adolescentes15-17años. Además se entrevistaron a 6 jóvenes, en cada ciudad, participantes activos, para profundizar en la información.

3 5 Ver González y Marx, 1992 y Díaz, 1995.

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como un primer acercamiento más militante a la participación en grupos religiosos. Para ellos, el ingreso al grupo juvenil es una continuidad con su experiencia religiosa, pero desde una decisión voluntaria. De hecho, en muchos lugares, la Pastoral Juvenil está constituida básicamente por los grupos que se forman para preparar el sacramento de la confirmación que es parte de la formación católica destinada a los jóvenes. Algunos señalan que la motivación religiosa muchas veces no está tan presente al momento de entrar, sino que, como lo dice un joven, es algo "que se da allá, después". En ese sentido la socialización familiar y/o la asistencia a colegios católicos aparece en muchos casos como un factor influyente, porque favorece un acercamiento previo al mundo religioso. Los más adolescentes señalaban haber llegado "para ver de lo que se trataba", sin tener muy claro estar buscando algo. Al insistir en la pregunta, fue surgiendo principalmente la necesidad de encontrar un espacio interaccional grato: "buscar amigos", "porque estaba solo." Los cristianos protestantes: La participación de los jóvenes pentecostales en los grupos juveniles es, en la mayoría de los casos, su manera de vivir la experiencia religiosa, lo que hace más difícil identificar en su discurso una explicitación de sus motivaciones y búsquedas al momento de decidir esta participación.

"M: Yo participo del grupo de jóvenes porque somos todos jóvenes,... las mujeres de la iglesia también tienen su organización, los hombres también tienen su organización, los matrimonios también se reúnen aparte,” Pero, aunque los jóvenes pentecostales no tienen un discurso elaborado para sus propias motivaciones, sí hacen referencia a los motivos que impulsan a "otros" jóvenes, los que no han nacido en el pentecostalismo, a participar. Hablan de por qué los demás jóvenes ingresan a los grupos, la idea de "búsqueda" está siempre presente. Por otro lado, asociado a estas búsquedas está la imagen de que "los otros" están llenos de carencias, lo que tiene que ver con el sentido que para los pentecostales tiene la experiencia religiosa: Dios es el sentido máximo de sus vidas y el que llena todas sus necesidades. La dimensión afectiva, y también la soledad en que viven muchos jóvenes también es reconocida como una motivación común, tal como señalaron los jóvenes de grupos católicos. Sin embargo, no aparece como lo más importante o la motivación más valedera. Entre los jóvenes entrevistados, la gran mayoría señaló que su participación en el grupo estaba asociada a su pertenencia previa a una familia cristiana." Porque de chico a uno lo llevan a la iglesia." Entre los ritos de paso señalados, se hicieron referencias a que en la adolescencia los jóvenes asumen públicamente, frente a la comunidad, la decisión personal de ser parte de la iglesia. Aun cuando se señala el sentido personal de la decisión de aceptar el llamado, también se hace referencia frecuente a que Dios interviene directamente revelándose a cada uno en particular: “... a veces vemos pasar muchos jóvenes por nuestras iglesias, algunos quedan, otros se van y esto es, en parte, es lo más importante, es una revelación personal que tiene cada día.” Es interesante destacar que en algunas iglesias se da, como en la iglesia católica, un proceso sistemático de educación en la fe, marcado en etapas de acuerdo al ciclo evolutivo. Es decir, gradualmente, desde niños van siendo introducidos en la vida eclesial, y en aspectos doctrinales de la religión, hasta llegar a una profesión pública de fe, que en el caso de los católicos corresponde a la Confirmación. Una de las características básicas del pentecostalismo es el llamado radical a la conversión individual ante la inminente segunda venida de Cristo. Así, la vida de los pentecostales se divide en "un antes y un después" de la conversión. La importancia de esta conversión de los jóvenes obedece a que todo creyente debe

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experimentar en su propia vida la "presencia del Señor". Así, en la comunidad pentecostal se acepta que también los hijos "nacidos en el evangelio" experimenten su propia "crisis" para así tener su propia experiencia de la cual dar "testimonio". De este modo, la comunidad pentecostal espera que el joven pase por el pecado y luego descubra que "el Señor quiere que viva de otra manera"; así, también tienen su propia "conversión" como adultos. De ahí que sea aceptado, “el distanciarse del evangelio” durante algún tiempo, el que puede durar entre 2 y 3 años y acaba cuando el propio joven, siente la necesidad de otros caminos a los que ya ha probado y se reinserta en su comunidad o en una nueva Este proceso de conversión produce el "encuentro con el Señor", entendido como una "liberación de las esclavitudes impuestas por el mundo". Está presente la idea de que los jóvenes que llegan a la Iglesia pentecostal son los jóvenes "liberados por el Señor". Los otros jóvenes, "los que están en la droga, el homosexualismo, la delincuencia y el alcohol, están atrapados en el mal". Se entiende así las distinciones bien que libera/mal que atrapa: Dios "libera" a estos jóvenes y los "transforma" (dejan de ser...), es lo que ocurre cuando gana el bien. Aquí la motivación de los jóvenes que llegan es el deseo de "escapar" de distintos problemas, problemas que también afectan a los jóvenes pentecostales, pero que con la ayuda del Señor pueden salir adelante. "Salimos a buscar algo que no encontramos. Volvemos a los que nos estiman y quieren." Los jóvenes confirman la fuerza modeladora del discurso pentecostal que señala que la vida se desenvuelve en la polaridad pecado/gracia. De ahí la necesidad, por así decir "pedagógica" de que experimenten la lejanía de Dios para alcanzar la conversión verdadera que, sin embargo, opera siempre por decisión de Dios, es decir es por que Dios lo quiere que están ahí. Es el modo de cumplir activamente en lo que le corresponde a cada uno: "trabajar para la obra de Dios". Comparando las motivaciones a participar entre ambas iglesias, podríamos decir que lo que las diferencia principalmente es que en la Iglesia Católica la participación en grupos de pastoral corresponde a los jóvenes que optan por una participación más activa y estable en algún movimiento o parroquia. No necesariamente son todos los jóvenes que se definen como religiosos. Muchos de los jóvenes que sé autoidentifican como católicos y practican su fe no participan en grupos pastorales. Mientras en las Iglesias Evangélicas, la mayoría de los jóvenes de cada agrupación se integra al segmento joven de su iglesia y desde esa pertenencia practican su fe. De ahí que en la participación sus razones están más asociadas a motivaciones religiosas.

II. De los Modos de Constituirse Como Grupos y la Evaluación de los Procesos Grupales

Los grupos juveniles religiosos responden pues, a la convocatoria institucional realizada por la iglesia que les da el espacio, la legitimidad y las condiciones para su funcionamiento. Suelen constituirse de acuerdo a una dinámica autogenerada en el grupo, que favorece un desarrollo relativamente autónomo, bajo la supervisión de los asesores que por su vez son asignados por el párroco, por el pastor o por el Consistorio en las iglesias protestantes. El ingreso al grupo es voluntario y la planificación de los encuentros y actividades responde a favorecer una dinámica interna participativa. Entre los católicos, en los grupos más antiguos, se observa una mayor autogestión de sus actividades y sus participantes suelen tener roles más protagónicos en la gestión de la pastoral juvenil de su sector. Es así como varios jóvenes de los que tienen una participación de más de 2 años en un grupo son, a su vez animadores de grupos nuevos o participan en el coro, catequesis de niños, pastoral social, actividades decanales, etc. Aun cuando el espacio donde los jóvenes católicos se ubican para participar es principalmente la parroquia,

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también han aumentado los grupos de pastoral escolar, que reúne a estudiantes de 1º a 4º medio y la participación de jóvenes en movimientos eclesiales. Estos tienen distintas estructuras, pueden ser asociadas a una congregación religiosa, de laicos, mixtas, etc. Algunos son sólo de jóvenes y otros están vinculados a un movimiento más amplio que incluye también jóvenes. En general, tienen una organización territorial a nivel nacional y/o internacional.6 Si bien en los movimientos asociados a alguna congregación el vínculo principal y su ámbito de acción preferente suele ser los colegios y liceos que tiene a cargo la congregación que lo fundó, su área de acción puede ser también la parroquia. En los movimientos la vinculación suele ser más dependiente de la dirección nacional del movimiento y es menor su relación con la orgánica diocesana. En términos de tipos de agrupaciones, en los jóvenes pentecostales no cabe hacer la distinción entre participación parroquial y participación de movimientos; tampoco se puede hablar de una pastoral juvenil orgánica. La experiencia religiosa de los jóvenes pentecostales se inserta en la comunidad pentecostal y, dado las características del pentecostalismo, se organizan en sus iglesias locales. No obstante, a veces se reúnen con otras Iglesias de la región para realizar peregrinaciones, encuentros de formación, etc.; pero, prima la autonomía de cada Iglesia y comunidad local. Al respecto, en Temuco y en Chillán los jóvenes pentecostales universitarios han señalado que se han creado, en las universidades, grupos bíblicos que agrupan a jóvenes de distintas iglesias. Entre los objetivos de la presente investigación está describir cómo los participantes evalúan las dinámicas y procesos grupales de sus experiencias participativas. Para informarnos del tema les preguntamos ¿qué es lo que más les gusta del grupo? ¿qué no les gusta? ¿qué cambiarían? También las preguntas respecto a ¿qué atrae a los jóvenes? y ¿por qué no les interesa participar? entregaron alguna información adicional acerca de cómo evaluaban el grupo. Al evaluar el interés que los jóvenes tienen por participar señalan que ha disminuido y lo explican porque "a los jóvenes hoy les cuesta mantener la estabilidad y la constancia" en la participación, están siempre buscando cosas nuevas, y no les gusta la rutina grupal. Muchos están "más interesados en las fiestas y celebraciones y después se van". Los que desarrollan un rol de animador de algún grupo, también se autocritican en el sentido de que "quizás no les mostramos cosas atractivas" "...entonces los dejamos solos y no les seguimos pidiendo la ayuda, el apoyo, no le damos nada". Es común que los grupos empiecen con más de 20 integrantes y después se vayan achicando por que los jóvenes no encontraron lo que venían buscando. Dado que los datos aportan elementos posibles de comparar y también muchas similitudes, optamos por presentar juntos lo referente a los grupos pentecostales y lo de los grupos católicos. 1. Tamaño del grupo: La pastoral juvenil católica ha propiciado un modo de organización en pequeños grupos o comunidades juveniles, alrededor de 15 participantes, divididos de acuerdo a sus edades. Cada año, principalmente en las parroquias más organizadas, se vuelven a invitar a jóvenes y se forman nuevos grupos. En las pequeñas capillas o en lugares más alejados suele existir un solo grupo y los integrantes nuevos entran a ese grupo: es "el grupo de la capilla".

6 En la Revista española Misión Joven, nº 213, se publicó un artículo describiendo los principales

grupos y movimientos juveniles católicos presentes en España. Muchos de los nombrados también se encuentran en Chile. Ver "Hacia una tipología de Grupos y Movimientos juveniles" de Antonio S.Romo, Revista Misión Juvenil, nº 213, octubre de 1994. Ed. CSS, Madrid

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En las iglesias evangélicas, por lo general, el tamaño del grupo está asociado al tamaño de la iglesia. Una de las comunidades pentecostales, en que participamos de su encuentro de los sábados, era pequeña y el número de jóvenes en la reunión fue de 7 participantes. En comunidades o iglesias grandes, los jóvenes participan en grupos de 30 y 40 jóvenes. También es posible que los jóvenes de distintas denominaciones participen en un mismo grupo. Los grupos son mixtos y sin diferenciación de edades, hay desde preadolescentes hasta jóvenes adultos en un mismo grupo. 2. Duración del grupo La duración de cada grupo católico, depende del proceso interno que se da en el grupo. Los participantes más antiguos que hemos entrevistado daban cuenta de procesos grupales largos, de más de dos años: "el grupo en que estoy, lleva 4 años, ya somos como 4 o 5, nos seguimos juntando, somos como una comunidad de vida". Sin embargo, algunos asesores comentaron que los nuevos grupos, principalmente de más adolescentes, tienen menor duración, aproximadamente un año y máximo dos años. Un factor señalado como dificultoso para la duración de los grupos en regiones, es que muchos jóvenes se van de la ciudad para estudiar o trabajar en los centros urbanos más importantes, al terminar su enseñanza media. Como se ha señalado, los grupos juveniles pentecostales suelen constituirse como un solo grupo, la "unidad joven" o "la agrupación joven" de su iglesia. Esta característica contribuye a que los jóvenes que participan perciban una gran estabilidad como grupo. La identidad grupal, entonces, es respecto de todos los jóvenes de la Iglesia y no de grupos con nombres y símbolos específicos que los diferencien de "los otros" grupos dentro de una parroquia. 3. Composición del grupo Aunque el tema del número de integrantes de los grupos no aparece como un tema relevante para los entrevistados pentecostales, si lo es la edad. Por una parte están los que valoran positivamente esta heterogeneidad etárea en tanto expresa una gran diversidad y unión (dos elementos claves en el discurso de estos jóvenes) que permite que unos aprendan de otros, haciendo que el ambiente sea "más entretenido". Se percibe especialmente a los jóvenes adultos como "orientadores". Sin embargo, algunos señalaron que la organización en grupos cuyos integrantes tienen distintas edades es, precisamente, una de las cosas que cambiarían de su Iglesia, dado que ello les dificulta el compartir sus experiencias. Aún así, detrás de esta crítica, sigue siendo la dupla unión/desunión lo que les preocupa. En los católicos además, se presenta también la diferenciación por sexo. A pesar de que, en general, se privilegia la formación de grupos mixtos, en algunos movimientos, como Palestra y Schöenstat, se propicia la formación de grupos divididos entre hombres y mujeres. La mayoría de los participantes valoraba que el grupo fuera mixto por la posibilidad de un intercambio formativo entre los dos sexos "uno conoce más al otro, aprende a saber como sienten, qué piensan..." 4. Conducción del grupo En la pastoral católica una figura central de la dinámica grupal es la del animador o animadora del grupo, también denominado monitor. Ellos son los encargados de preparar los encuentros y acompañar la dinámica grupal desde que el grupo se inicia. La elección del animador suele ser en función de su experiencia y nivel de compromiso con la pastoral juvenil de la parroquia. Entre los pentecostales, esta figura es dada por el director o directora de jóvenes. Es designado por el

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pastor o elegido por el Consistorio en las iglesias que tienen este estamento. Es un cargo que se elige anualmente, pudiendo ser reelegido. Al ser elegidos, algunos sienten el rol casi como un mandato divino, al cuál no pueden negarse.7 También suele ser un cargo muy valorado entre los entrevistados católicos, ya que, además de aportar un mayor protagonismo personal, entrega también status y reconocimiento dentro de la parroquia. Pudiera ser que, dadas las escasas posibilidades de asumir roles de mayor influencia social para los jóvenes, el mundo parroquial se presente como un espacio propicio para desempeñar roles más protagónicos. Este reconocimiento es percibido en la vida social donde "te reconocen por ahí, te saludan..."

"... lo que me llamó la atención fue ser monitor, ya, tal vez a cualquier joven que está dentro de la comunidad ser monitor para él es algo grande, es tener, es ser una persona importante dentro de una capilla o dentro de una parroquia,”(G. Católico) Por otra parte, se ha optado por favorecer que, en general, este rol sea desempeñado por otro joven de edad similar a los integrantes del grupo, de manera de propiciar una relación más democrática, entre pares. Sin embargo, todavía se mantienen modelos de animación muy similares a los de la catequesis de niños, en que se opta por delegar a un joven de más edad la animación de un grupo. Entre los entrevistados más de alguno hacía referencia a su animador como el "tío" o la "tía", cuando esos eran adultos jóvenes que animaban el grupo. Es posible que esta sea una opción en aquellas parroquias o capillas con menor actividad juvenil y que buscan asegurar un modelo formativo más dirigido desde los adultos o del asesor de jóvenes. En cuanto a las atribuciones del rol existen algunas diferencias. En la iglesia evangélica los directores de grupo tienen una función dirigente, similar a cualquier organización. En sus grupos se favorece una división de tareas o ministerios en el grupo, de acuerdo a las capacidades personales y como modo de desarrollarlas para su misión evangelizadora afuera:

“...cada persona tiene sus propios talentos y se le encarga de eso más que de otras cosas, hay unas personas que son encargadas de unas cosas y otras que son encargadas de otras cosas." (G. Pentecostal)

Para los evangélicos su tarea de llevar "otros a la salvación en Dios" es parte de su identidad y todos los integrantes de todas las ramas están llamados a asumirla. En ese sentido, esta tarea es parte de su rol dentro de la iglesia. Los jóvenes se asumen dentro de la iglesia como evangelizadores: "todos somos ministros", "seremos los nuevos adultos de nuestra Iglesia. Somos los encargados de la evangelización”. Se fomenta mucho el liderazgo y se considera que todos deben desarrollar esta capacidad de "influir positivamente en los demás". En los grupos católicos el rol del animador o monitor es central. Además de preparar las reuniones, el proceso grupal se sostiene en su capacidad para favorecer el crecimiento del grupo. Es así como, en sus comentarios, se hicieron frecuentes alusiones a que un mal animador puede hacer fracasar un grupo. También suele ocurrir que un estilo de animación muy autoritaria o muy paternalista lo divida. También suele terminarse el grupo o

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7 " A principio de año, cuando me eligieron directora de jóvenes, yo no tenía muchas ganas de aceptar, porque estoy terminando mi carrera, terminaba la carrera, me tocaban los ramos más difíciles, ... estaba totalmente mal, pedí ayuda acá, opiniones y todos me decían "pero renuncia, di que no puedes ...entonces nosotros estuvimos como en una cadena de oración con otras, otras integrantes del grupo de jóvenes, en que le pedimos al Señor muchas veces de que si él, él elegía la dirección de los jóvenes que eligiera lo, lo mejor, o sea lo que fuera mejor para nosotros, entonces estuvimos orando tanto, “y de repente me dicen que yo sea la directora de jóvenes y yo me voy a echar para atrás, entonces yo dije "chuta no puedo... no puedo... no, ...así como fue que aprobé todos mis ramos, entonces esas son las bendiciones que el Señor da, si uno, si uno le da al Señor, el Señor también le da a uno."(Entrevista, Pentecostal.)

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por lo menos entrar en receso si el animador lo deja. 5. Dificultades más frecuentes Al abordar las posibles dificultades que resienten en la vida grupal, aparecieron aspectos referidos principalmente a la dinámica interna del grupo, a la sistémica interaccional y también a los métodos desarrollados en la preparación de los encuentros formativos. *La sobre actividad y el cansancio Un aspecto importante que tiene que ver con los animadores y los participantes en general de los grupos, tanto católicos como evangélicos, es la gran cantidad de horas que ocupan en actividades de la iglesia. Algunos están todos los días en torno a la capilla o iglesia, dado que viven cerca y sus amigos son de ahí. Entonces las actividades cotidianas son mezcladas con la participación formal. No siempre está preciso cuando termina lo uno y comienza lo otro. Son integrantes de grupo, animan a otro grupo, tienen catequesis, participan en el consejo. A veces pasan tanto tiempo en la iglesia que las demás actividades (estudios, familia, pareja) se resienten “o sea uno no está obligado a ir, uno también tiene la libertad, o sea, yo no puedo poner como excusa que me vaya mal en mis estudios por eso, pero de repente es una... es como una limitante, es una limitante.” (G. Pentecostal) Este exceso de actividades tiene características casi adictivas y algunos jóvenes no saben en qué ocupar su tiempo cuando no están en la parroquia," En estos momentos realmente me siento vacía porque se me han terminado como dos cosas importantes, que es la catequesis y la confirmación, el mismo movimiento en sí, las comunidades misioneras siguen igual, pero hay dos cosas que me faltan, hasta el próximo año..." (G. Católico) * La preparación de los encuentros Uno de los tópicos de su argumentación daba cuenta de la relevancia del método para planificar el desarrollo de los encuentros grupales. La crítica y la autocrítica (de los que también son animadores) señalan que un factor importante del abandono de los grupos son las reuniones latosas y mal preparadas. Este es un tema más presente en el mundo católico, donde existe preocupación por asegurar una pastoral juvenil atrayente, dado que eso favorece la participación de los jóvenes en los grupos pastorales. Se reclama en contra del animador que "habla y habla", "que da largos discursos". Por sus descripciones, se observa que todavía se recurre a la pedagogía discursiva tradicional de tipo deductiva, centrada en el animador que prepara el tema como una pequeña disertación y el grupo es un auditorio pasivo que tiene poco que decir. A veces "hay que aguantar el tema" como un sacrificio por la posibilidad de disfrutar de la experiencia de encuentro con los demás. Algunos temas resultan "muy entretenidos y uno participa harto y aprende". En general hacen referencia a que esos son temas que tienen una relación concreta con su vida. En algunas iglesias, las más tradicionales, todavía no se comparte en los encuentros, temas más afines a la vida juvenil, como lo señalaban algunos jóvenes pentecostales, y ellos desearían que se hiciera. Es probable que se deba a que el encuentro de jóvenes sigue en general los patrones de la reunión de los adultos. En muchas iglesias, el encuentro tiene una connotación más sacralizada donde se vive la celebración (momento de culto) de "alabar al Señor" y, por lo tanto, está más apegado al ritual y a la tradición. Sin embargo, la tradición celebrativa pentecostal tiene a su favor el uso de la alabanza como forma activa de

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orar, en que se da cauce a una expresividad más corporal y con gran descarga de emociones y sentimientos8 y, de esta forma, también es más afín a la sensibilidad juvenil. La incorporación de la música electrónica, (sintetizadores, guitarra eléctrica, batería, etc.) además de la adopción de ritmos y melodías con clara influencia del "gospel" norteamericano, ha resultado muy atrayente para los jóvenes, aun cuando algunos adultos reclaman. Incluso, en la iglesia católica, principalmente en los encuentros tipo EJE, también se han incorporado canciones de raíz evangélica, aunque todavía se mantiene la música acompañada casi únicamente con las guitarras acústicas. Finalmente, tanto en la pastoral católica como en la evangélica más moderna, se comentó que los temas más difíciles correspondían a los temas de formación doctrinal. * Cuando el grupo entra en crisis Los grupos humanos tienen una dinámica interna de crecimiento que está sujeta, como todos los sistemas interaccionales a situaciones de crisis derivadas de los ajustes que se van dando entre sus componentes. Los grupos juveniles, como se ha visto, generan un clima interno de gran afectividad lo que implica la posibilidad de exaltación de los afectos y también de experimentación de emociones encontradas propias de la convivencia. Sin embargo, los jóvenes señalaban que las crisis y conflictos grupales toman especial relevancia en los grupos juveniles, dado que están viviendo una etapa en su vida de búsqueda de autonomía, de afirmación del propio yo y en la cual la relación con los pares, al mismo tiempo que indispensable como refuerzo y experimentación de roles, también suele estar acompañada de tensiones y temores, principalmente por la necesidad de aceptación. Los jóvenes, principalmente del mundo católico, señalaban que les gustaría que en el grupo no se viviera tantas rivalidades y conflictos. A veces los conflictos dividen al grupo en subgrupos antagónicos. Detrás de los conflictos surge la desconfianza y los antagonismos que amenazan con dividir o terminar con el grupo. Los integrantes señalaban que influye mucho la conducción del animador. A veces, su modo de ser autoritario o "barrero" dificulta la unión del grupo, generando relaciones dependientes y adhesiones personalistas. Existe una equivocada percepción en los ambientes cristianos que la fraternidad es incompatible con el conflicto. Los conflictos son parte del aprendizaje que el grupo realiza. Con frecuencia el animador se asusta y trata de evitar los conflictos, tapando su aparición, escabullendo su manifestación abierta, o tomando el asunto como algo personal que debe ser resuelto por él, sin la participación del grupo. Sin embargo, en el crecimiento grupal, la capacidad de abordar los conflictos abiertamente, de hablarse cara a cara es una experiencia que enriquece al grupo y a sus participantes, profundizando las relaciones:

" Se dicen de todo en las reuniones, a veces parece ring ...pero en ese sentido son bien sinceros o sea cuando han tenido problemas entre ellos se dicen las cosas, a veces, a lo mejor, eh es bueno en el sentido que se pueda ayudar, se pueda aconsejar;” * Entre el compromiso y la convivencia Algunos entrevistados expresaron que les molesta en la experiencia grupal "la falta de compromiso de algunos participantes", "que les gusta venir al grupo sólo para las actividades entretenidas" o que vienen siempre que no tienen nada mejor que hacer. Señalaron que eso desanima al grupo y dificulta la planificación

8 C. Parker señala respecto a la expresión corporal en la religiosidad popular que: "El culto

carismático y el culto afroespiritista son terapia y, al mismo tiempo desahogo, reconstitución de identidad a partir de la codificación autodisciplinaria de la expresividad corpórea, restitución de energía vital en medio del ahogo cotidiano de la miseria y del tráfago de la vida citadina en la megápolis."op. cit. p. 268

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de actividades. También algunos resienten que el grupo se transforma en una protección, en un refugio contra las dificultades que se viven afuera y que, si no se proyecta y se abre a compromisos de acción afuera, "quedamos en pura terapia", como lo señala un participante.

III. Los Significados y Funciones que Atribuyen a la Experiencia Participativa.

Aún cuando son similares, a grosso modo, los discursos de ambos grupos de entrevistados, optamos por diferenciar la presentación de los significados dados por cristianos católicos y cristianos pentecostales para distinguir mejor algunas diferencias que aparecieron. 1. Los jóvenes católicos qué dicen encontrar. La elocuencia que algunos manifestaron respecto al significado de la experiencia comunitaria en sus vidas, revela que, en general, los jóvenes valoran haber encontrado en el grupo un espacio donde establecer vínculos afectivos importantes, vivir la experiencia creyente desde una dimensión de comunidad y además realizar actividades entretenidas y que los ayudan a desarrollarse. Es posible agrupar los significados en torno a tres grandes ejes: la comunidad y la fe, la comunidad y la pertenencia afectiva y la comunidad y la vida social. a) La experiencia comunitaria y la vida de fe: La connotación religiosa de la pertenencia es señalada, con frecuencia por los participantes. Se hace referencia constante a que "no es cualquier grupo", que están unidos por una identidad común que es la fe y la pertenencia a la Iglesia. ... “tienes un objetivo común, una meta donde llegar, es, y quizás esa vivencia del Cristo vivo que nos hace tener tanto amor, o tanto entusiasmo por el don de participar con nuestra parroquia." En el grupo han afirmado la identidad creyente que no siempre estaba perfilada en las motivaciones de ingreso.

b) La comunidad como pertenencia y espacio de afectividad: Los sentimientos expresados dan cuenta de un fuerte vínculo de pertenencia que suele generarse en algunos grupos, principalmente cuando mantienen un proceso estable de convivencia M: "No tengo esta sensación de soledad que tenía antes..."

M: "...son como mis hermanos o sea, más que hermanos, nos queremos tanto y llevamos tanto juntos que nos sabemos toda la vida uno del otro, una profundidad de vida total, una entrega total incondicional de ayuda, entonces ehhh eso yo creo que para mí ha sido la... lo que destaca, la parroquia, la tranquilidad que puedo lograr en ella (...) que la gente te quiere"

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Para algunos, los vínculos se van generando porque en el grupo se comparte un rato agradable, disfrutando de un lugar donde estar bien. También señalan que lo que se vive en el grupo es un clima de confianza y autenticidad que no siempre se encuentra en otros lugares c) La comunidad y la solidaridad Aunque con menor frecuencia, están también los que hacen referencia a que en el grupo han logrado recuperar ideales como generación

"... no tuvimos ideales que nos muevan, pero los grupos nos entregan el ideal de Cristo. Él, en su tiempo luchó por las injusticias... entonces lo que nos mueve a nosotros son las actividades de ayuda, la solidaridad." En las afirmaciones anteriores aparece una mayor insistencia en la fuerza afectivo-relacional de la experiencia comunitaria. Lo que convoca es también lo que los mantiene juntos: un espacio para compartir la vida. Estas afirmaciones hablan de la soledad en el espacio externo, de las disonancias que experimentan respecto a los modos de vinculación vividos "afuera" respecto a sus necesidades de afecto y reconocimiento. Reiteradamente se hace referencia a la fuerza afectiva del grupo como espacio de apoyo personal: "existe un amor tan grande en el grupo..."9 Otro significado que aparece es el referido a que el grupo proporciona un modo de vivir la fe religiosa. Es decir, en el espacio privado que constituye la comunidad, es posible experimentar con toda intensidad los sentimientos religiosos que están de cierto modo "proscritos" del mundo social, deslegitimados por las relaciones más instrumentales y racionalizantes de la cultura moderna. Esa identidad de fe, que el grupo refuerza, en los que ya tienen una socialización religiosa previa, y que crea, en los que llegan al grupo por otras motivaciones, implica una experiencia religiosa nueva. Básicamente reconstituye la comunidad como espacio de pertenencia legitimada por un origen fundante común10. En ese sentido, la pertenencia afectiva refuerza lo vinculante a un mundo compartido con otros "iguales a mí" que la experiencia religiosa más simbólica enuncia. Sin embargo, creemos que dadas las connotaciones más autónomas que disfruta el grupo juvenil dentro de la institución eclesial, también ofrece a los jóvenes un modo de vivir su religiosidad como una experiencia subjetiva de cada uno, y menos masiva que la vivida en la comunidad amplia. En cierto modo la fe se privatiza en la experiencia grupal, asumiendo los ritmos y significados que el grupo genera y que cada cual integra a su manera.

9 Sin embargo, a pesar de que esta necesidad de relación y de encuentro afectivo impulsa la

búsqueda del grupo,lo datos de un estudio del ISPAJ, indican que los jóvenes que tienen una baja autoestima tienden a evitarlo, a rehuir el acercamiento a otros. Es probable que experimenten intensamente la atracción hacia el grupo, sin embargo el temor de no ser aceptados, que les confirmaría una vez más su poco valor, los mantenga alejados. En ese sentido, la invitación más personalizada y más insistente logra romper esta barrera y hacerlos parte de la experiencia.

10 "Entendida la religión como una empresa colectiva de producción de sentido más allá de sus

funciones sociales (...) es ella un componente primordial del campo simbólico cultural de un grupo o sociedad que, desde el punto de vista de sus significaciones, reenvía en forma explícita a una realidad extraordinaria y metasocial: lo sagrado, lo trascendente, lo numinoso." Parker, Cristian: "Otra lógica en América Latina. Religión Popular y Modernización Capitalista". Fondo de Cultura Económica, Santiago, 1ªed. 1993, p. 55.

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2. Los significados para los jóvenes pentecostales Al indagar en el sentido que tiene para los jóvenes pentecostales su participación en la Iglesia, se observan algunas coincidencias con los significados que le atribuyen los jóvenes católicos, sin embargo, hay variaciones en el contenido de estas dimensiones, de ahí que hayamos preferido separarlos. Encontramos dos ejes que se repiten en el discurso de estos jóvenes: la connotación religiosa y la identificación del grupo juvenil con un clima de confianza y autenticidad. a) La connotación religiosa de los jóvenes pentecostales Esta dimensión es la más significativa para los jóvenes pentecostales y puede tener dos variantes:

* Un espacio privilegiado para vivir la fe Tal como lo señalamos en el marco teórico, para los pentecostales la salvación se logra por el contacto con el "Espíritu Santo" y el grupo si bien es importante, representa una "vía" para una salvación que es individual; pero la vivencia de la fe se debe vivir diariamente en las distintas esferas de la experiencia cotidiana (trabajo, familia, estudios, etc.) Esto se ve reflejado claramente en el discurso de los jóvenes cuando señalan que ellos por haber "conocido y aceptado a Cristo" están todos los días acompañados por Él. En ese sentido, uno de los significados de la participación en el grupo juvenil es que éste representa el espacio y el tiempo que se "dedica de manera especial" para reflexionar, alabar a Dios, meditar y orar y a través de eso también nutrir su vida espiritual.

F: "...aunque nosotros tenemos como experiencia todos los días, sabemos que no solamente este lugar a nosotros nos ayuda, sino que el hecho de haber conocido a Cristo y haber, haberlo aceptado como nuestro salvador personal, (...) entonces todos los días nosotros tenemos nuevas experiencias, obviamente también tenemos dificultades ... todos estamos llenos de cosas, responsabilidades, y el tiempo nos apremia pero nosotros hemos conocido a un Dios que en medio de toda esa agresividad de este mundo nos puede dar descanso, nos puede dar quietud en nuestra vida ... aquí nos reunimos todos, y aquí en conjunto alabamos al señor cantando, orando, hacemos oraciones en conjunto, escuchamos la palabra que eso a nosotros nos instruye y eso también nos edifica” En ese sentido, de alguna manera también se identifica al grupo con un clima de tranquilidad dentro de la "agresividad" del mundo "exterior".

* la participación como misión Un segundo sentido obedece a lo que antes ya señalamos: si bien la salvación es individual y "Dios está en todas partes" eso no es motivo para vivir la fe de manera aislada; en tanto jóvenes creyentes su "labor" es trabajar junto a otros jóvenes dentro de la iglesia, ésta es casi parte de la obviedad de su vida como creyentes. b) El grupo juvenil como grupo de pares privilegiado Tal como aparece en el marco teórico, en el caso de los pentecostales, la comunidad religiosa aparece en muchos casos como una alternativa a la sociedad general, una comunidad que los acoge, les hace sentirse bien y les permite "participar"; esto es clave si se considera que la mayoría de estos jóvenes viven situaciones de marginación social.

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En ese sentido, el grupo juvenil es como las otras instancias de la comunidad, el grupo privilegiado de relaciones de pares. Así, en un primer sentido el grupo juvenil es entendido como el espacio propio de los jóvenes; así para quienes nacieron en el pentecostalismo este grupo es una instancia de socialización básica. Por otro lado, como existe una fuerte separación con "los otros" que no son cristianos, es en este espacio donde también se comparte "sanamente": “Se producen lazos afectivos...se dan instancias para encontrar amigos, para conversar nuestros problemas e inquietudes.” Los testimonios de los jóvenes hacen referencia a que la religiosidad pentecostal se nutre de la fuerza cohesionante de la comunidad que entrega seguridad psicológica y la posibilidad de proyectar grupalmente las aspiraciones y necesidades vitales.

3. Desde la funcionalidad : El grupo como una experiencia de formación Al hablar de la funcionalidad que perciben en la experiencia participativa, nos referimos a lo que los jóvenes identifican como logros de su experiencia o lo que sienten que el grupo les ha aportado. Para ambos grupos de entrevistados, el grupo aparece como un locus de aprendizajes en distintos ámbitos. Junto con la convivencia entre pares que realizan, los jóvenes evalúan la experiencia grupal como una oportunidad de crecimiento y formación. Al preguntarles qué les ha aportado la participación, si notan cambios en sí mismos y en los demás jóvenes que participan, dan cuenta de vivir una experiencia que los ha hecho cambiar y de modo positivo: " también en la parroquia yo encuentro que como que me corrigen mis errores, yo creo que en el colegio nunca nadie me lo dice.”(G. Católico) En el grupo encuentran los "consejos correctos" porque provienen de una fuente legítima:

"...tengo la confianza que me van a ayudar, me van a prestar ayuda como más correcta... o mejor mentada, mientras si me pongo a conversar con chicos de mi curso, me van a dar quizás qué respuesta y quizás pa' donde me van a tirar ... o sea, que uno tiene como más confianza...(...) o sea, que sea cristiano eh, va a ser la respuesta correcta"... (G. Pentecostal) Los jóvenes señalan cambios madurativos básicamente en tres direcciones:

a. Ampliación de sus capacidades de manejo grupal y organizacional: desempeño de roles, participación en distintas coordinaciones, etc.

" Y la otra cuestión, fue que a mí siempre me ha gustado estar en la cuestión orgánica,

analizar cuestiones, hacer cosas, y ahí se me presentaron las oportunidades de poder hacerlo." (G. Católico)

b. Desarrollo personal, básicamente referido a la adquisición o refuerzo de capacidades asertivas, comunicativas y de autoconocimiento. Como logros importantes aparecen señalados una mayor madurez, sentirse más valorados como personas y ganar "más personalidad". Valoran el adquirir la capacidad de abrirse a otros para compartir la vida, los problemas, las dificultades. Para esto, es importante que se genere un clima de acogida y respeto que favorezca la intimidad y confianza. Un logro importante se refiere a la adquisición de habilidades comunicativas.

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En ese sentido, en la experiencia de compartir ministerios, derivados de habilidades, "tocar frente a otros", como también el predicar en las calles, es reconocida por los jóvenes pentecostales como una forma de desarrollarse, de superar la timidez "yo antes era muy vergonzoso..." Con frecuencia, los jóvenes aluden a que el conversar los temas entre todos, de manera muy abierta, les permitió darse cuenta que no sólo a ellos "les pasaban cosas malas" o enfrentaban crisis y dificultades en sus relaciones familiares o de pareja, etc. El grupo les proporcionaba tanto el apoyo para "compartirlas y desahogarse", como también un modo distinto de enfrentarse a las situaciones. c. Maduración ético-moral y profundización religiosa: Junto con madurar en la construcción de un concepto de sí mismo, que integre los descubrimientos del Yo, que se reconoce en sus capacidades y limitaciones y es capaz de, gradualmente, avanzar en un proyecto de vida personal, la adolescencia implica la elaboración de una primera síntesis ideológica-moral respecto a los códigos morales y a la visión de mundo, dada la necesidad de establecer su propio código de conducta, abandonando la protección de la ética paterna. Las exigencias de la maduración ético-moral apuntan además a un cuestionamiento entre los ideales y la realidad. Es decir, se plantea la necesidad de acompañar las opciones ideológico-morales en un modo de vivir coherente. Esta no es una tarea fácil y varios señalaban sentir que desde el mundo religioso se dan incoherencias o renuncias frente a las exigencias éticas:

“...a veces también es difícil, estar en esta sociedad, porque a veces hay muchas cosas que

como es competitiva muchas veces, ... normalmente hay que hacer cosas... pero hay que hacer cosas por ejemplo poco éticas para sobresalir, o sea, el aserruchar el piso a alguien, eso es típico, en la sociedad y es poco ético también y a veces uno siempre se ve enfrentado a eso ya, y es una lucha constante" (G. Pentecostal)

Algunos, en ambos grupos religiosos, señalaron la necesidad de que el grupo no se transforme en una burbuja que aleje del mundo real.

“...igual tú tienes que darte el tiempo para servir a otras personas, y quizá no está en tu parroquia y van a estar fuera de tu parroquia y tú no las conocí' pero tenís' que ayudarlas igual..." (G. Católico)

M: "O sea, yo no creo que Cristo se agrada de que uno se encierre en la iglesia y..., y se ponga por ejemplo 4 o 5 horas a cantar, ahí, no hace nada por la gente de afuera,." (G. Pentecostal) En sus modos de hablar, es posible también rescatar que este proceso está asociado a las etapas de vida. En ese sentido, en los comentarios de los mayores de 20, algunos ya insertos en la vida laboral o realizando estudios superiores, aparecía más reiteradamente la dimensión ética como una exigencia de la vida de fe. Entre los más adolescentes estas referencias fueron menos explícitas y además estaban dirigidas, principalmente, a criticar las faltas de consistencia ética en el medio social o entre "los que se dicen católicos".

IV. Acerca de Sus Representaciones Sociales y Generacionales

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Los jóvenes participan en sus Iglesias desde una categoría específica: ser joven. Interesaba entonces conocer sus representaciones respecto a los significados de ser joven, definidos en tanto componentes de la categoría joven, como percibidos en las atribuciones desde los otros "no jóvenes". Además importaba describir sus representaciones acerca de la sociedad y cómo configuran su proyecto generacional, es decir, cómo quieren ser recordados como generación. Una pregunta central del estudio, se refiere a conocer las implicancias de su experiencia participativa en la formación de la identidad. La identidad, es un concepto dinámico referido a las atribuciones respecto a sí mismo, que permitan autoreconocerse (auto identidad) y las atribuciones respecto a cómo se sienten percibidos por los demás (metaidentidad). Para los jóvenes, ambos componentes (identidad para sí e identidad para otros) son importantes al momento de asumir la integración del Yo, de modo de reconocerse como existentes desde la distinción y unicidad personal: identidad individual (ser único), hasta la percepción de ser parte de un colectivo (ser para otros), identidad social. En el caso de los jóvenes de nuestra investigación, nos interesa particularmente reconstituir sus referentes de identidad en relación con su pertenencia religiosa. 1. Cómo describen la sociedad Los jóvenes entrevistados dan cuenta de este contexto social como amenazante a sus posibilidades de autoreconocimiento y de validación generacional. La mirada al mundo social que entregan los entrevistados, suele asumir un tinte más bien pesimista. Reclaman de un modo de vivir excesivamente centrado en el consumo y en lo material y que en los jóvenes se expresa en la preocupación "por usar ropas de marca para quedar bien socialmente." Comparten las ventajas de vivir en una situación cultural más pluralista, con un fuerte énfasis a la subjetivización de los procesos socializadores y que les abre mayores perspectivas para su desarrollo personal y social y con mayor libertad para definir sus opciones. También experimentan la amenaza de desarraigo que esta complejización trae consigo. Hoy son muchas las posibilidades o incluso las exigencias de espacios de inserción. Sin embargo, este policentrismo corre el riesgo de fracturarse en pertenencias parciales, insuficientes para constituirse en referentes válidos de identidad. Enfrentan las dificultades, comunes a los demás jóvenes del país, de definirse en proyectos sociales que recojan sus inquietudes y sensibilidades y que les ofrezcan espacios donde vivir su necesidad de constituirse socialmente de modo activo. No se observan grandes diferencias en los discursos de ambos grupos. Los jóvenes católicos dan cuenta de la fuerte influencia de la sociedad, a la cuál no siempre es posible resistirse. Sus críticas apuntan a las presiones que perciben o resienten desde el contexto sociocultural. Reclaman que en esta sociedad los jóvenes no tienen cabida, deben crecer pronto para integrarse al sistema. La cultura del logro les resulta contradictoria con sus expectativas, sin embargo, también se sienten encaminados a seguirla para no quedar fuera del sistema. Les parece que la parroquia no logra eludir la presión del medio, y ahí también se viven las contradicciones y las presiones por actuar de acuerdo a las apariencias, resintiendo una fuerza modeladora que les cuesta refutar. " es que, por obligación se tiene que participar en sociedad, porque si uno, eh, quiere ser diferente como que todos te miran...” Entre los pentecostales, principalmente en los pertenecientes a iglesias más pequeñas y de una religiosidad más tradicional, el juicio crítico, similar al católico, apuntaba además a una causa: la presencia de la maldad. El mal se apropia de la sociedad y de los jóvenes, los atrapa en el vicio a través, principalmente, de la tecnología comunicacional (la TV, los videos, los Nintendo), que “los incita al placer y los aleja de la Iglesia”. La forma de contrarrestarlo es que la sociedad se haga cristiana, principalmente que los gobernantes adopten la fe cristiana en su actuar. Sin embargo, no se sienten tan atrapados, más bien son los

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otros los que están amenazados. La vida cristiana, que eligieron seguir, los aleja y orienta hacia un modo distinto de vivir. En el discurso de los jóvenes pentecostales de Chillán y Temuco se observa una mirada más pluralista y secularizada. En su crítica los referentes apuntan al modelo económico, el consumismo, individualismo, la propaganda que fomenta los vicios (cigarro, alcohol). Reclaman en contra de la pérdida de valores tradicionales de la sociedad chilena en pro de dejarse conquistar por los modelos externos. También les parece que la presión por el logro económico, influye negativamente en las familias, “los padres tienen que ausentarse por razones laborales”, “hijos solos”, etc. Y valoran que el desarrollo ha permitido una mejor calidad de vida: educación, salud, observan una mayor preocupación por la asistencia social, principalmente a los ancianos. Reclaman que existe un desarrollo desigual, que privilegia a los más ricos. Algunos de estos jóvenes señalan que en su iglesia existe una preocupación por participar en la vida social, en contribuir al debate público participando en charlas o conferencias con otras organizaciones sociales, en realizar obras sociales. Se definen dentro de la sociedad, no sólo predicando sino actuando en ella

"... no somos un (...) aislado de la sociedad, sino que estamos inmersos cierto en su mundo y como tal debemos lograr que la sociedad sea cada día mejor, ayudarla a crecer".

Otro aspecto interesante respecto al discurso pentecostal, es el énfasis en la necesidad de un orden social y la pérdida de valores morales asociada a una liberalización de las costumbres. " ahora con esto de la libertad qué sé yo, y del pensamiento, están cayendo y están haciendo daño a nuestros jóvenes.” También quisimos conocer las percepciones de los jóvenes de grupos cristianos respecto al tema de la pobreza. Sin embargo, aun cuando están cercanos a este mundo, sus criterios y opiniones al respecto son heterogéneos. No divergen mucho de lo que hemos encontrado en otras investigaciones anteriores. (González y Marx,1992:55; Marx, I. 1993) Está la mirada moral, que atribuye las causas de la pobreza a un problema de valores, pero que tiene dos vertientes, la victimizadora: "el egoísmo de la gente, la gente de arriba". Y la contraria, culpabilizadora, que atribuye la pobreza a la "flojera y a la dejación de los mismos pobres." 11 A muchos jóvenes de estos grupos la pobreza los marca con la discriminación. No pueden acceder a puestos de trabajo si "no tiene la ropa adecuada, aunque estén preparados". Además, sienten que la sociedad tiene una mirada estigmatizante, siempre atribuyendo "a los jóvenes los vicios y los problemas." También algunos la ven como una situación natural que "siempre va a existir", es parte de la sociedad, y a los cristianos les corresponde ser buenos con los pobres, protegerlos. Al respecto, entre los pentecostales surgió que es importante la capacitación para que salgan adelante por sus propios medios : “Hay que sacar ese... esa etiqueta que nos gusta de flojos y de mantenidos.” Eso es coherente con su valoración del esfuerzo personal para mostrar sus capacidades y “que Dios ayuda a quién se ayuda”. Una mirada más crítica al sistema brotó entre los jóvenes más adultos e insertos en la universidad o en el mundo laboral. Los cambios sociales que les parecen necesarios son coherentes a su crítica: más solidaridad, más igualdad, ir en contra la discriminación social y de oportunidades. Respecto a su propio compromiso se sintieron portadores de cambio y responsables de hacerlo posible debido a su grado de influencia social junto a los jóvenes.

11 Respecto al tema son interesantes los datos entregados por la investigación de Contreras, P.,

Corrales, O. y Sandoval, J, "Representación social de la pobreza y los pobres en jóvenes entre 16 y 21 años de sectores altos de Valparaíso" realizado para SUR, Programa de Investigadores Jóvenes , borrador. Valparaíso, 1996.

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El dilema está entre ceder a las presiones del medio y renunciar a sus aspiraciones o luchar por ellas y estar dispuesto a la crítica de los demás. Sienten contradictoria esta demanda con los valores y opciones que recogen de la experiencia comunitaria. Comparten mayoritariamente la distancia generacional con el mundo político, revelando un discurso desinformado y desinteresado "porque la política es buena, los políticos son los que están más o menos chacreros en la cosa." Ello es más notorio en los más jóvenes y en las mujeres. Así, no visualizan un espacio legítimo para canalizar las demandas sociales. Se quedan mucho en el poco preciso "habría que"... 2. ¿Qué es ser joven? Al preguntar por el tipo de joven que sienten más cercano, con quiénes más se identifican, optan por el joven que no renuncia a defender sus ideales, que no se abandona a la pereza o al escepticismo: “que es luchador, no más del montón, que no se queda sentado..." La juventud es percibida, en general, como la etapa de la vida de los grandes impulsos, de la energía y de la alegría de vivir: "ser joven es ser rebelde, ser dinámico...” “Es tener hartos proyectos, como tener hartas ganas de hacer hartas cosas al mismo tiempo." En el discurso de los pentecostales, aparecieron más fuertemente la representación de la juventud como el tiempo de la toma de decisiones y "responsabilidades importantes para la vida", junto a la percepción de que la sociedad impulsa y hasta exige que los jóvenes hagan cosas. Aún así se observa en su discurso un reclamo no bien expresado en contra de los adultos que "están siempre mirando y vigilando", y que critican a los jóvenes por ser rebeldes. “no sé, lo encuentro bueno, positivo y a la vez negativo porque como jóvenes no sabemos todavía, o sea ellos tienen más experiencia y todo ...pero cuando cometemos un error, nos critican mucho entonces no sé..." Para ellos, la autoridad de los mayores es un hecho incuestionable. Sin embargo, aunque temerosos demandan el derecho a actuar con más riesgo, a poder experimentar cosas distintas, a poder ser rebeldes, a poder equivocarse. Para el grupo de adolescentes (católicos) la juventud, en cierto modo, es lo mejor que tiene la vida y hay que disfrutarla porque después llega la adultez con sus problemas y responsabilidades "que esto ya no se va a volver a vivir después po' que esto pasa y pasó no más po'." Llama la atención una sobrevaloración de la juventud como período privilegiado para vivir, y que en los adolescentes aparece asociado a una mala imagen de la adultez: tiempo de preocupaciones, de trabajo y, por lo tanto, de cansancio. Probablemente, se deba a que los adultos les transmitan esas percepciones, asociadas a los retos y recriminaciones frecuentes en las relaciones con ellos. Sin embargo, esta valoración no se corresponde con las descripciones que hacen de los demás jóvenes. Aparece entonces que los jóvenes viven un vacío existencial, que están apáticos y no les interesa la política o los problemas sociales, etc. Otros establecen distinciones en términos sociales: "a este lado están todos los "pungas", obreros, acá están los "hijos de papito", y acá están los del medio..." Al comparar las descripciones de los adolescentes y de los más adultos, se observa que aquellos se sienten dentro de la etapa, están viviendo la juventud. Es decir, los más jóvenes se referían a un "nosotros". Varios de los más adultos que, sin embargo, eran menores de 25 años se asumían como "casi fuera de la juventud", dado que ya "estaban más tranquilos", tenían más claros sus proyectos. Algunos asumieron una descripción de los jóvenes como compasiva y la pastoral como una acción de rescate que los "salve" de su condición de carencia sociocultural.

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3. Ser joven de provincia El vivir en provincias, en un país tan centralista como Chile, además es señalado por ellos como una experiencia contradictoria en términos culturales. Resienten una situación de alejamiento y desvinculación con el centro de la modernidad representado por Santiago, que parece devolverles sólo lo malo: la marginación por una parte y las malas costumbres o influencias por otra, sin embargo, valoran el mantenerse en cierto modo protegidos dentro de espacios todavía a medida humana como suelen ser las ciudades más pequeñas. Es ahí donde sienten que todavía es posible vivir experiencias más vinculantes y más sanas de convivencia social. Algunos expresaban la percepción de que los jóvenes de provincia son más "sanos", más ingenuos que los de Santiago, "un poco más conservadores y apegados a la familia". Entre los pentecostales, esta percepción estaba asociada a que la región, en el caso Temuco, era más cristiana y más mapuche, lo que la mantenía más conservadora, y a los jóvenes "más sanos". Se observa, en general, en ambos grupos, un prejuicio hacia los jóvenes de Santiago. Son vistos por ellos o dicen que "los demás los ven" como diferentes. Representan la modernidad ansiada y también temida. Por ejemplo, una niña comentaba que en su liceo los niños ahora ya "están también demasiado rebeldes y parecidos a Santiago." En Temuco, algunos de los entrevistados señalaban que a los jóvenes de la región "les falta una identidad propia." En la discusión grupal, las posiciones se dividieron entre los que defienden que es propio de los jóvenes estar en búsqueda y experimentar con lo nuevo y los que los describen como "copiones", imitadores de lo de afuera. Se refirieron a la poca valoración de la cultura mapuche y que incluso entre los jóvenes de pastoral, suele haber discriminación étnica. Ello da cuenta que el tema diversidad e identidad cultural es un tema público en la región, por lo menos en los discursos de estos jóvenes. 4. Cómo se definen como generación También nos interesaba conocer su identidad generacional como representación colectiva de un proyecto histórico. Es decir, cómo se sentían ellos dentro de la historia y qué rol deseaban cumplir en ella. El rechazo a las representaciones que recogen no logra revertir la mirada crítica que se hacen a sí mismos como generación. Su modo de definirse es un tanto pesimista: "una generación sin ideales".

“...porque donde andamos se nos pone una pared, esa pared tenemos que saltarla (...) nosotros mismos nos estamos tirando pa' tras. (G. Católico) Las siguientes opiniones dan cuenta de su confusión y ansiedad por romper el sin sentido en que se sienten atrapados como generación y sin lograr orientarse:

"en los 70, la gente de los setenta, fueron recordados porque lucharon por sus ideales, ellos, digamos, fueron rebeldes..."

"si nosotros también tenemos el medio como buscarlo, pero el problema es que estamos así, hacia abajo..."

"¡el problema es que está todo hecho!" "No está todo, no está. Falta pero no tenemos algo que nos motive..." "No hay un tema central". "...claro, hay hartas cosas pero, pero es que los jóvenes como que hay un período, la época

del 80 como que, como que los jóvenes no estuvieron ahí, o sea, están un poco sentidos también, porque como habían regímenes autoritarios no se dio para que los jóvenes se pudieran expresar, así como que ese paso de la década de los 70, 80, aquí ahora, entonces transcurrió mucho tiempo para que los jóvenes tuvieran no sé algo en que se movieran".

19 La identificación de los referentes generacionales remite a los sentidos comunes, a las representaciones que el

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medio cultural va elaborando respecto a las sensibilidades y experiencias de cada momento. Frecuentemente los postulados de la modernidad se relacionaban con la imagen de una juventud como portadora privilegiada de lo moderno, del cambio. Al entrar en crisis estos postulados, esta sobreidentificación, dejó al desamparo a los jóvenes que se quedaron sin paradigmas de identificación. Y de alguna forma, además, los atrapó en una transferencia culpabilizadora que los señala ya no como portadores de lo nuevo, si no portadores de la crisis y del fracaso al no encontrarle salida. En Chile, los referentes generacionales apuntan hacia la generación del Golpe de Estado(1973). Es una generación emblemática que no ha sido superada en el imaginario colectivo probablemente porque ha sufrido el martirio. En el proceso de recambio generacional, las nuevas generaciones necesitan derrumbar los mitos asociados a la generación anterior y crear sus propios mitos. Sin embargo, los mártires son mitos indestructibles, y atrapan paradojalmente a la generación que los sucede: ¿cómo superarlos y crear algo nuevo, sin negarlos y sin perder la propia identidad? Los jóvenes aspiran a lograr, lo que denomina Pablo Cifelli, "nuevos mapas cognitivos que puedan ser efectivamente superadores de los viejos esquemas que se muestran insuficientes a la luz de la crisis de representación." (Cifelli, 1994:11) En esas búsquedas, algunos optan por reconstruirse desde los proyectos individuales y lo miran como un fenómeno común que tanto los atrapa como los identifica:

“...pero tal vez queramos ser recordados como eh, o sea, en forma individual, no como grupo, no va

a ser una generación recordada, van a ser individuos recordados,...” En los mismos términos, quieren que sus huellas hablen del individuo que fueron, principalmente que dejen la señal visible de los afectos vividos, sin falsos protagonismos e idealizaciones. Al preguntarles cómo querrían ser recordados señalaron

"así como soy, tal como soy, alegre, a veces enojón, peleador, bueno pa' la talla..." "simplemente que participó y que bueno dio el ejemplo y le sirvió de algo al resto." "como la persona de buen corazón no más que cuando le piden un favor lo hace hasta que

no puede más." "aquí yace un chileno consecuente ¿cachai?" “tratar de ser lo más auténticos posibles y servir ... no importa lo que esté haciendo, pero servir a la

gente, con tus valores...”

En ese sentido, aún cuando asumen un discurso generacional escéptico, su imaginario del futuro es esperanzador. Se proyectan incorporados activamente en acciones de servicio, sea en la parroquia, sea en la vida social. En el discurso pentecostal aparece la demanda por capacitarse, educarse para surgir y así alcanzar influencia social. Vuelve nuevamente a aparecer la noción de liderazgo asociada a una cultura del logro

“... dentro de la iglesia digamos siempre se moviliza a educarnos, a no quedarnos ahí, porque así vamos a poder llegar más arriba, y mientras más arriba estemos, podemos ayudar más a los demás po'. (G. Pentecostal) Un comentario distinto cabe a los más adolescentes. En el grupo focal de 14 a 17 años sus inquietudes estaban más centradas en su cotidiano: las relaciones con los padres, con los amigos, las dificultades de la vida escolar. Sus demandas generacionales todavía se definen en términos de lograr mayor autonomía personal frente a los adultos. Sus imágenes del futuro son poco concretas: les angustia la posibilidad de la muerte de sus padres y quedarse solos, sin su protección. Sienten que hoy la sociedad, en términos laborales, presenta más oportunidades pero también exige mayores calificaciones y "no siempre les da los medios."

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5. Pertenencia e identidad Los datos señalan que la identidad creyente tiene distintas vertientes por donde se va conformando. Está la socialización familiar previa, la catequesis escolar, la pastoral juvenil y está la experiencia de conversión que para los pentecostales es fundante en su identidad.. Teniendo tantas fuentes alimentadoras distintas, las identidades creyentes son también heterogéneas. Nos interesaba distinguir como se representan su identidad creyente para sí, es decir, qué significados le dan a su fe (su autoidentidad creyente) y también qué representaciones atribuyen a los demás, respecto a sí mismo (su metaidentidad). Finalmente, nos interesa conocer los sentidos para su vida que elaboran y que se inscriben en sus proyectos personales. a) La Identidad para sí de los jóvenes pentecostales Una primera dimensión de la identidad para sí tiene que ver con la autoimagen que responde a la pregunta de cómo son los jóvenes pentecostales. Frente a esto, todas las opiniones son positivas, pero varían los criterios que se enfatizan para argumentar esa valoración. * Son felices porque encontraron a Cristo Un primer criterio, al parecer el más importante porque atraviesa varias opiniones relacionadas con otras preguntas, tiene que ver con el sentido profundo de su vidas: la felicidad que han encontrado en Cristo. Esto tiene que ver con uno de los ejes presente, al menos a nivel de discurso, en toda su experiencia religiosa: la búsqueda del sentido, de ahí que interpreten el haber encontrado a Cristo como el sentido de sus vidas. * Son sanos en el modo de compartir Un elemento importante de la autoimagen que tienen los pentecostales, es sentir que son sanos en sus modos de convivencia, entendiéndose que no necesitan los vicios o los estímulos externos para convivir bien. * Tienen normas claras para vivir Frente a un mundo percibido como caotizado y relativista, los jóvenes se definen desde las normas que les da la Iglesia para vivir adecuadamente según el dogma de fe. * Tienen a Dios como centro de su vida Otros, señalan que la especificidad de un "joven cristiano", es la centralidad que tiene Dios para sus vidas, lo que les otorga orientaciones éticas para actuar en lo cotidiano, en sus proyecciones de futuro, en sus relaciones con los demás y en el compromiso de su participación. Reconocen también que la decisión de seguir a Cristo demanda sufrimiento, que, a veces, produce renuncias o dolores difíciles de sobrellevar, si no fuera por la comunidad que apoya . Parte importante de sus creencias se sostiene en la fe en la fuerza sanadora del Señor y, principalmente de iglesias más pequeñas, una confianza de que Dios les provee de ayuda en situación.

La identidad en relación a "otros"

En la base del concepto de identidad está el fenómeno de la semejanza y la diferenciación, todo grupo social construye su identidad comparándose con otros, por ende, establece los límites entre lo que los acerca y aquello que los separa de "los otros". En el caso de los jóvenes pentecostales los otros vienen a ser los no pentecostales. Al respecto, vamos a considerar los elementos de como se identifican en relación a los demás.

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* Lo que los acerca Las apreciaciones sobre su similitud con "los otros" se refieren a las necesidades que comparten y al sentido lúdico que caracteriza la imagen de "ser joven" y buscando negar la metaimagen de ser distintos generacionalmente "...es que hacemos lo mismo que hacen los otros jóvenes, exactamente igual (...) nos reímos, nos divertimos nos contamos chistes (...) no somos tristes no,” Y, así como se parecen en lo “juvenil”, también expresan vivir con los mismos desafíos y riesgos que depara la fragilidad humana y que se traduce en un "todos somos pecadores". * Lo que los separa En la comparación que destaca las diferencias con el resto de los jóvenes, hay una mayor diversidad de sentidos a través de los cuales es más fácil acceder a los lineamentos de la identidad juvenil pentecostal. Esta construcción de la identidad con una mayor base en la diferenciación, tiene que ver con el carácter comparativamente marginal de la Iglesia Pentecostal en relación a la Iglesia Católica, que aparece como la religión oficial. No obstante lo anterior, la definición de las diferencias se hace manteniendo el trasfondo de la similitud básica: "somos jóvenes". Lo que aparece más recurrentemente, es la percepción de "los otros" como experimentando un "vacío", frente a un "nosotros" que encuentran su satisfacción en Cristo. Sin embargo, recogiendo el discurso sobre la conversión, podemos suponer que no está allí la diferencia, pues ellos mismos antes de convertirse también experimentaban ese vacío, de ahí que la diferencia esté en el contenido, en cómo se colma esa carencia. En esa percepción de "los otros", diferenciadora respecto de la propia autoimagen, el vacío aparece poblado por diferentes sentidos: * Los otros: vivir el momento Detrás de esta adjudicación de cortoplacismo, podemos interpretar que el trasfondo de comparación, es el estado de "espera" de los pentecostales frente a la segunda venida de Cristo, esto hace que "el momento" carezca de importancia en sí mismo. Por otro lado, la manera en que "los otros" ocupan ese momento - por ejemplo en la fiesta juvenil - aparece como un sustituto incapaz, al menos a nivel de discurso, de reemplazar el sentido que otorga la fe, lo cual permite justificar de manera plausible la prohibición de dicha fiesta para los jóvenes pentecostales y que es percibida también como un esfuerzo y que causa sufrimiento, principalmente al privarlos de la convivencia con otros pares: las fiestas del colegio, las celebraciones deportivas. * Los otros: logros materiales Esto se relaciona también, con la crítica que estos jóvenes hacen a la sociedad actual como sociedad "materialista" y "consumista"; pero, tampoco es casual, en términos sociales, que venga de estos jóvenes dado que en su mayoría ellos sufren o han sufrido fuertes privaciones socioeconómicas. * Nosotros: más patriotas Algunos jóvenes, los más secularizados, enfatizaron que los evangélicos están más atentos a defender la identidad nacional, preocupados por defender los valores patrios. Esta identidad con los valores patrios, se combina con una separación del mundo: tener doble ciudadanía. Un joven bautista señalaba que los evangélicos son ciudadanos del cielo y ciudadanos del país:

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* Nosotros: confianza en el futuro Su fe religiosa les hace plantearse frente al futuro, de manera optimista, apoyándose en la confianza de que Dios los acompaña.

M: " por ejemplo, los chicos cristianos en la misma Universidad o no sé por ejemplo, tu me dijiste denante, "en donde estabas, ¿buscando trabajo?", yo te dije trabajando, te diste cuenta, entonces esas son cosas que diferencia a los cristianos, los cristianos tienen fe en un futuro, en un futuro mejor". * Del modo de relacionarse entre nosotros/los otros Por una parte, se destaca que se puede compartir con otros jóvenes, pero no llegan a establecer relaciones de mayor intimidad dado que las sensibilidades, los intereses e incluso los lenguajes los separan.

" pero la afinidad, o sea la amistad rica siempre se va a dar con esa misma persona que comparte lo mismo que uno porque uno habla en el mismo idioma,” De alguna manera se aprecia aquí también las distinciones público/privado-secular/sagrado, no es posible exteriorizar la experiencia religiosa, característica de la pequeña comunidad, en ámbitos públicos y secularizados -y aquí lo público aparece como lo no pentecostal- sin que ella pierda su sentido y sea objeto de burla para los otros. Por último, tal vez la diferencia más evidente, tiene que ver con las normas que estos jóvenes respetan y que varían su nivel de exigencia de una iglesia a otra, pero, en general, la comunidad tiene como norma no fumar, no beber alcohol, no asistir a fiestas no religiosas, etc. Todo esto es muchas veces objeto de burla y de marginación de parte de sus pares no pentecostales.

" Dentro de lo que es la sociedad es difícil ser cristiano, es difícil porque la sociedad no está... no está adaptada para un cristiano, uno por el sólo hecho de (...) de no fumar, de no.... de no hacer un montón de cosas, ehh ya es poco hombre".

Metaidentidad: o de cómo nos ven los demás La percepción que los jóvenes pentecostales tienen respecto de cómo los ven los demás, es claramente negativa y al parecer, en muchos casos, está construida sobre la base de actitudes de rechazo y marginación de parte de los no pentecostales. Se sienten bajo una mirada expectante de los demás, y, con frecuencia, tendiente a criticar más que a valorar. Varios son los "apodos" que dicen recibir, ellos tienen su soporte especialmente en la normatividad que los jóvenes pentecostales respetan (no fumar, no tomar, etc.), y del modo como aparecen actuando en la sociedad.

*" nos catalogan que no hacemos nada (en términos sociales), sólo rezamos" * "los otros nos ven como yogurt, canutos, etc". * "nos catalogan de chapados a la antigua, fuera de onda, medios negativos"

También se observa que, entre los jóvenes de iglesias más institucionalizadas, se reclama de una atribución que sienten no les corresponde, es decir, se perciben catalogados en una perspectiva equivocadamente generalizante: "nos ven iguales, pero somos distintos". Esta representación de “ellos” junto con transparentar el estigma de que se sienten víctimas, puede esconder un conflicto con la propia identidad

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derivada de la negación de la diferencia y de su proyección hacia “ellos” como portadores de una identidad en conflicto (Laing,1971) En ese sentido, señalan que “hay iglesias e iglesias” y que no son todos iguales, apuntando quizás a buscar establecer diferencias con otras iglesias que responden a ese estereotipo.

"...no somos retrógrados, nos insertamos en la modernidad: tenemos profesionales y valoramos la educación, no nos quedamos en el pasado, pero nos fundamentamos en Cristo"

También emerge en algunos, probablemente como una manera de defenderse frente a estos prejuicios, una metaidentidad precisamente opuesta afirmada sobre la base de las características que hoy parecen escasas: son valorados socialmente por su mayor respeto por los valores tradicionales, el énfasis en la meritocracia, honestidad, entre otros. De ahí también el reclamo de sentir que no los valoran suficientemente o que el reconocimiento público se da cuando recién los conocen. En el discurso de nuestros entrevistados, es posible que esta tensión se enmarque, principalmente, en relación a su identidad generacional. Es decir, la aspiración de sentir que son "jóvenes comunes y corrientes" se enfrenta a una representación de sí mismos como distintos y también a la percepción de una imagen pública estigmatizada. Esto puede deberse en parte al fuerte prejuicio que existe hacia los pentecostales, lo que se evidencia al analizar la metaidentidad. Pero, creemos que sobretodo se debe a la tensión característica de la etapa juvenil de ir progresivamente definiendo una identidad propia al mismo tiempo que se necesita una fuerte aprobación social, especialmente del grupo de pares. Entre los jóvenes más secularizados, insertos en una sociedad más compleja, es probable que se produzcan dificultades en relación a mantener un núcleo identitario tan excluyente, de "frontera" y, más bien, busquen evolucionar hacia una mayor integración y participación en el mundo social. Se observa que esta dimensión más secularizada está haciéndose presente, sin embargo, todavía enfrenta dificultades y contradicciones que algunos asocian a la crisis de sentido generadas en el contexto social. Sin, embargo, es también esta crisis un signo de los tiempos, "de final del milenio", "que anuncia la venida del Señor". En ese sentido, los jóvenes aspiran lograr una identidad que les permita un reconocimiento a su esfuerzo por lograr una vida guiada y de crecimiento (Canales, el all:1991) ) frente a la anomia que perciben en el medio externo, una vida lograda y de provecho y que se sostenga en la santidad que logra el que sigue a Cristo. Es la apropiación de un proyecto personal ("la vida mía" que señalan Canales et al) que tiene sentido en la salvación que entrega la fe en saberse reconocido por Dios. b). Desde el grupo pastoral: los jóvenes católicos cómo se ven Los jóvenes católicos construyen sus referentes de identidad desde muchas matrices socializadoras. No se percibe en su discurso, una autoreferencia tan unidimensional a la comunidad eclesial, como la que expresan los pentecostales. Son jóvenes, son hijos, son estudiantes, etc. y también son católicos y dentro de esta categoría, o quizás para algunos, por sobre esta categoría, son integrantes de un grupo juvenil católico. Esta aceptación de una identidad más plural, más en tránsito, es una de las diferencias más notorias con los jóvenes cuyos referentes de identidad hemos descrito. Dado que los jóvenes han nacido en un ambiente católico, en una sociedad que se define mayoritariamente como católica, las distinciones van más allá del creer o no creer, pues "todos los jóvenes en si son creyentes, creen en algo". Reconocen una identidad central que está dada por su pertenencia religiosa. Sin embargo, esta identidad es reafirmada permanentemente en la vida grupal a través de las reflexiones teológico-pastorales, de las celebraciones litúrgicas, de la práctica de la oración, etc. Es decir si bien los jóvenes se reconocen desde una identidad común a los demás jóvenes, en general están de

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acuerdo en que la participación en un grupo pastoral entrega elementos que los hacen distintos como personas, principalmente en relación a otros jóvenes. Señalan la percepción de "ser distintos" a los demás" y también advierten que "son vistos de manera distinta", dada su participación en un grupo juvenil. Las siguientes son las diferencias que se autoidentifican respecto a los demás: * Comprometidos/desinteresados Para algunos, los que participan en grupos juveniles son más comprometidos, capaces de renunciar al cansancio, a la flojera y mantener el compromiso de participar. Principalmente los más jóvenes enfatizaban esa diferencia. Expresaban que hoy son muchos los que, a lo mejor les gustaría, estar en un grupo pero que se dejan "vencer por la lata" y optan por la inactividad. * Sanos/en riesgo Para otros, los participantes en los grupos de pastoral están más alejados de los riesgos, (como la droga, por ejemplo), porque ocupan su tiempo de manera más productiva. * Activos/pasivos Son pasivos, que esperan que todo les sea dado. Para ellos, el tiempo es usado productivamente e incluso, les falta tiempo para todo lo que sienten por hacer.

Cómo creen que los demás los ven. Los jóvenes de grupos juveniles católicos, resienten una mirada ambivalente del medio. Con frecuencia en su discurso hicieron referencias a la percepción de sentirse observados y bajo una mirada expectante y enjuiciadora de la demás gente

" Me admiran un poco.... Pero, también están siempre esperando que uno se caiga para gritarle que se cayó...”

* Los otros: los adultos Los jóvenes resienten la mirada autoritaria de los adultos, que utilizan la pertenencia grupal para controlar "... claro que uno va a una fiesta o esta niñita es católica y mira como anda vestida y esta bailando, son las 2 de la mañana y po...” Para ellos esa mirada expectante y enjuiciadora repercute en la participación de los jóvenes que "optan por alejarse". También valoran el sentir la admiración y confianza que los demás depositan en ellos. Algunos señalan que a sus padres les gusta que participen, se sienten "tranquilos y hasta orgullosos". * Los otros: los pares

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Entre los pares, se sienten vistos como raros, especiales, y sobreevaluados. Los más adolescentes sienten la presión por ser aceptados como iguales:

"... de repente a veces yo, yo voy a la esquina igual, ¿ cachai ?, y me junto con ellos y salimos, y los cabros no sé po, por ejemplo, el otro día no más, ¿ cachai ?, nos pasa una botella de pisco y había un cabro me pasó, me ofreció y el le dijo, "no le ofrescai este cabro está en la iglesia, no tomis", le dijo así, ¿ cachai ?, sin ninguna simulación, y me dio una "custión"...” La elaboración de su identidad experimenta una disociación entre lo que sienten como una experiencia grata, de crecimiento y refuerzo a su desarrollo personal y la descalificación de sus pares o el excesivo rigor evaluativo de los adultos. La valoración que reciben, refuerza su autoimagen y estima personal. Sienten que es un respaldo a sus opciones personales, se sienten confirmados. Sin embargo, su estima corre riesgos al enfrentarse con un enjuiciamiento que impone un control externo a sus conductas y desde un criterio que les parece injusto: la pertenencia al grupo. Así, lo que partió como una elección personal, se transforma en una imposición. Ya no se participa para agradarse a sí mismo, si no para agradar a "otros". Y, desde los pares, corren el riesgo de sufrir el rechazo y, lo que es más amenazante, la desconfirmación como válidos. Es decir, para los jóvenes, pueden perder el reconocimiento de pares, es decir de iguales a mí. Esa validación desde el otro "igual a mí" entrega la normalidad necesaria para la elaboración de su identidad, para la confirmación de sí, fundada en el reconocimiento de otros significantes. Sin embargo, frente a la idealización que esconde rechazo, se percibe una actitud defensiva de sobrevaloración de su autoidentidad, en oposición a la estigmatización que les ofrece la metaidentidad del medio. El riesgo entonces es vivir conflictivamente, sintiendo que tienen que actuar de modo casi esquizofrénico: con "doble personalidad" como señala una integrante, tratando de parecerse a los de afuera, al mismo tiempo que buscando la protección del grupo, que además responde a lo que se ha elegido. Como señala Cifelli, "la identidad se puede redefinir únicamente a través de esa ejercitación permanente donde se pasa de ser un individuo anónimo, en un "no-lugar", a ser un "yo" que con-fronta con un "tú" en lugares de reconocimiento, y, que, tal vez así, llegue a construir un nosotros." (Cifelli:8)

V. Síntesis: Un Modo De Interpretar La Experiencia Organizativa De Los Jóvenes De Grupos Cristianos

Los datos dan cuenta de que, tanto en el mundo pentecostal como en el mundo católico los modos de agrupación juvenil experimentan diferencias, tanto en sus prácticas organizativas como en los procesos socializadores que generan. Algunos son portadores de una mirada que privilegia el intimismo, el mirar hacia si mismo, respondiendo a las búsquedas de los jóvenes por ser escuchados. Hay una mirada más tradicional de rescatar los jóvenes del mundo. Otros perciben dos iglesias: la iglesia de los jóvenes y la iglesia de los adultos. Hay quienes, finalmente, asumen que la iglesia es un espacio en que los jóvenes son protagonistas: los jóvenes también son iglesia. Pero su ser juvenil no termina ahí: están llamados a ser portadores de un modo de ser cristianos que sea contagioso en el mundo. Sin embargo, en términos identitarios, los jóvenes de grupos cristianos comparten aspectos contradictorios en términos de una autoidentidad positiva y una metaidentidad que perciben estigmatizada en el medio social. Son sensibles a una mirada que perciben enjuiciadora y cargada de prejuicios.

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Las dificultades apuntan a tener claves más empáticas para leer la realidad, y desarrollar respuestas pastorales que abran las perspectivas de proyección de una religión trascendental.

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Esta no es una participación de multitudes y la cultura actual más bien es contradictoria a sus exigencias. Importa acceder a una lectura que no sólo describa los datos si no que plantee sus perspectivas futuras. Es lo que intentaremos hacer. Para proponer una mirada más interpretativa de los distintos significados y funcionalidades que los jóvenes atribuyen a su experiencia participativa, construimos una tipología utilizando en gran medida el aporte teórico de K.Wilber, como también las perspectivas del análisis de R. Tonelli, expuestos ambos en el marco de referencia. Las tipologías corren el riesgo de hacer reducciones que empobrecen el dato empírico, sin embargo, permiten establecer aproximaciones y diferenciaciones, respecto a lo observado, en base a elementos centrales y comparables entre sí. De acuerdo a las descripciones recogidas en los discursos de los jóvenes evangélicos y católicos, proponemos una tipología que hace referencia básicamente a los significados y funcionalidades existenciales que los jóvenes reportan. Es decir, en qué aspectos de su existencia se sienten transformados o enriquecidos por la experiencia religiosa comunitaria. 1. La fuerza doctrinal como protección y salvación En ese modelo, incluimos las descripciones y discursos cuyo énfasis está puesto en encontrar un orden sagrado desde el cuál es posible ubicar el sentido para la propia existencia. La participación en el grupo, se presenta como el espacio desde el cual ese sentido se viabiliza en términos sociales por el apoyo de una comunidad de referencia y de pertenencia. El sentido profundo de su adhesión, sin embargo, es individual y se entiende como respuesta de cada uno al llamado a la conversión y al seguimiento de los preceptos de la fe y la doctrina en la vida diaria. En ese sentido, el que no se adecua o no lo reconoce del mismo modo, se percibe desubicado. Se privilegia un sentido del encuentro comunitario como momento de oración y alabanza y de escuchar la Palabra de Dios, que actúan como mediación de la providencia divina que se expresa en las experiencias de sanación física, psicológica y espiritual. Su fuerte sentido místico remite a una religiosidad de tipo transcendental, sin embargo, ello no se completa dado que cae en lo que llama Wilber la falacia de sobrevalorar el nivel preracional mágico-mítico a un plano transpersonal incompleto, por no suponer o aceptar el ámbito de lo personal y del desarrollo de la autonomía del yo y de la libertad de la conciencia. Opera a un nivel de la conciencia moral heterónoma, convencional, fundada en el deber impuesto por la norma o por la autoridad. No se percibe otro proceso que el de acercarse a la plenitud del cumplimiento de la voluntad divina. Se entiende "el mundo" como un espacio que amenaza la legitimidad de la experiencia religiosa, en cuanto ofrece valores y opciones contradictorias al sentimiento religioso, y disfuncionales para su realización. La relación iglesia-mundo es más bien funcionalista -la promoción de actividades profanas tiene fines religiosos - o dualista, en el sentido que "se sobrevive afuera", y se busca la "verdadera vida adentro"; así, hay una ausencia de compromiso social porque no son parte del mundo. La funcionalidad del modelo es permitir recuperar el sentido de orden y seguridad personal y social, amenazado por la percepción de vivir en un mundo caotizado y sin referentes válidos donde obtener la estabilidad necesaria para viabilizar los proyectos personales. Los significados percibidos hablan del paso del mal al bien, de la precariedad y desesperación al bienestar, de la enfermedad a la salud. Siempre hay un "antes" vulnerado y vulnerable, a un "después" reconstruido y seguro.12

12 Ver también al respecto a Parker, Cristián: op. cit. p.193

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2. El modelo vivencial transitorio: Un modo de estar juntos Los jóvenes del mundo popular viven hoy la precariedad de espacios donde disfrutar legítimamente su tiempo libre. Con frecuencia buscan instalarse en donde no les tejan estructuras muy formales y donde puedan vivir un encuentro gratuito y gratificante con sus pares. Buscan un espacio distinto a la casa y a la escuela, sin las limitaciones y riesgos que suponen la oferta comercial de esparcimiento. La vida parroquial les sirve también de coartada inocente, principalmente para las mujeres, para estar fuera de la casa en las noches o campamentos. En ese modelo, los contenidos de fe se ofrecen como telón de fondo, y el vínculo eclesial supone una que otra participación celebrativa y uno que otro servicio. Los jóvenes no rechazan de plano el significado religioso para su experiencia, pero le dan el mismo tiempo y lugar que todas las demás experiencias. En ese sentido, también el mundo social es un campo lejano y ocupado por otros y en el cual todavía no se urgen por estar. Este modelo es más común entre los más adolescentes y responde al momento biográfico en que están, que se sostiene en la transitoriedad de sus búsquedas de autoafirmación y que se alimenta, entre otras cosas, en la experimentación de roles y en la necesidad de reconocimiento y de afecto para lograr sentirse confirmados por sus pares. En la práctica grupal valoran el conversar y el convivir en espacios abiertos. También son sensibles a los momentos fuertes, a las celebraciones emotivas. Prefieren al animador o animadora que los acompaña de cerca, pero no los dirige demasiado, que más bien acoge, cuida y perdona las debilidades. En ese sentido, son funcionales a los animadores que asumen el arquetipo materno o paterno, es decir que buscan el cuidado y protección de otros y que encuentran en la parroquia un lugar para hacerlo. Desde sus proyectos grupales son sensibles a realizar pequeñas acciones sociales, que permitan responder a sus motivaciones solidarias y que suelen no responder, todavía a una conciencia social más madura y comprometida. Valoran el sentirse protagonistas y defienden la libertad de elegir y planificar sus acciones, buscando también la aprobación del medio. Para esos jóvenes, los significados de su participación son ambiguos en términos de proyectos de mayor alcance, que el simplemente estar y entretejer juntos el tiempo presente. Sin embargo, ello no necesariamente significa que esos sentidos y funcionalidades más vivenciales, del momento, no puedan evolucionar hacia definiciones más existenciales, permanentes, en la medida que acompañen sus procesos madurativos.

3. El modelo de desarrollo personal: Donde se reconocen y crecen como personas Para muchos jóvenes, principalmente del ambiente católico, lo central de la experiencia grupal es acceder a una mayor personalización, reencontrándose con aspectos ignorados o conflictivos de su yo y asumiendo una mayor autovaloración. Enfatizan los logros y significados en función de su experiencia madurativa, principalmente acentuando los aspectos relativos al desarrollo de aptitudes y capacidades comunicativas, una mayor autoestima y la aclaración de conflictos básicos. En términos de su desarrollo ético-moral, están en la etapa de superación de una ética de conformidad para entrar a un estadio más autónomo, haciéndose más autoconcientes de las exigencias personales frente a sus convicciones éticas. Ese énfasis da cuenta de un modelo de participación grupal que favorece el desarrollo personal y previene de adquirir esa mirada pesimista y negativa del presente, que muchos jóvenes adquieren hoy, y que paraliza las opciones y achata las perspectivas de crecimiento. Se asume que la persona tiene derecho a elegir con libertad sus opciones y se valora el desarrollo de una conciencia moral autónoma.

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El sobreénfasis en el autodesarrollo, tributario del momento que vive la cultura occidental, puede esconder el riesgo de debilitar la generosa mirada hacia los demás, por lo tanto, empobrecer la dimensión colectiva del amor cristiano. Más aún, el autodesarrollo puede llegar a entrar en contradicción con la dimensión religiosa de la vida, que por naturaleza, conecta a cada uno con realidades más allá de sí: los otros y Dios, empobreciendo la vida de su mirada sagrada. Los jóvenes, aun cuando son hijos de una cultura secularizada, tienen sensibilidad ante el misterio de la vida. Sin embargo, esta sensibilidad no siempre encuentra los espacios necesarios para expresarse, madurar y enriquecer la experiencia vital de los jóvenes. No la hay en los espacios sociales, a causa de la misma cultura secularizada de la sociedad. Al interior de las iglesias tampoco tiene un cauce adecuado, porque esta dimensión numinosa de lo espiritual, está subsumida en las precisas fórmulas de la doctrina, que con frecuencia, no llegan a interpretar la sensibilidad religiosa de los jóvenes, que en la actualidad tienen raíces más existenciales que de cultura religiosa.

4. El modelo de la expansión de la conciencia: Hacia un proyecto vital de sentido Algunos testimonios de jóvenes con más larga trayectoria y con experiencias más maduras de participación religiosa, parecen apuntar a un modelo, menos concretado y más paradigmático, que recogería la expansión de la conciencia personal 13 en un proyecto vital de sentido. En ese modelo, la dimensión personal apunta a un asumirse como sujeto de capacidades y limitaciones desarrollando una experiencia existencial de mayor trascendencia. Es decir, la necesidad básica de autorrealización se conecta con la necesidad de trascender en las búsquedas personales, a fin de construir un proyecto vital que reconoce la exigencia de romper con las estrecheces de lo individual, hacia una vinculación y responsabilidad fraterna más amplia. En esta perspectiva, los testimonios recogidos dan cuenta de una percepción de responsabilidad personal en la construcción de un proyecto compartido en torno al bien común. Aún cuando se saben insuficientes para lograr las utopías que sus creencias demandan, se sienten comprometidos a desplegar sus mejores esfuerzos sostenidos en la esperanza de que los cambios son posibles y necesarios. La experiencia comunitaria es percibida como el "locus" en donde es posible vivir nuevos modos de relación y encontrar significados vitalizantes. Sin embargo, junto con constituirse en una experiencia personalizadora y fraterna en sí misma, no se agota en lo íntimo y vivencial, sino que conmina a una proyección vocacional a la vida y en la vida. El sentido profundo de esta vocación se hace desde reconocerse como parte de una experiencia de misterio que amplía lo personal hacia una dimensión trascendente(en el plano de la conciencia universal) de la existencia, y se proyecta en una fraternidad más universal.

13 Sergio Spoerer señala que, algunas formas contemporáneas de religiosidad, favorecen la

"conciencia de la capacidad humana de transgredir sus propios límites dilatando las posibilidades de su conciencia y accediendo a niveles superiores de comunicación fraterna con otros hombres, reconociéndose en su pertenencia a un orden telúrico, cósmico, con sentido " ( Spoerer:64).

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