reforma y contrarreforma en andalucía. capítulo 1

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REFORMA Y CONTRARREFORMA EN ANDALUCIA BIBLIOTECA DEL CER Nº1 GABINO FERNÁNDEZ CAMPOS

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A principios del último tercio del siglo pasado unos vecinos de Iznatoraf (Jaén) mandaron una carta a Madrid para pedir a "Don Cipriano de Valera" nuevos libros como el que había transformado sus vidas. La inesperada carta, explicaba que todo había empezado con la llegada de un vendedor ambulante de Biblias y el cambio que, la simple lectura del Evangelio de San Lucas, obró en el hombre más inmoral y sacrílego del lugar. Hoy no son tan desconocidos los Reformadores Andaluces. Con todo, podemos afirmar que el tema de este nuevo libro de la Biblioteca Cultural Andaluza es una de las "asignaturas pendientes" y constituye una página olvidada de nuestra Historia y Literatura

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Gabino Fernández Campos (Villanueva de

los Infantes, Ciudad Real, 1944). Bachiller en

Ciencias Bíblicas y Licenciado en Teología en la

especialidad de Historia de la Iglesia, escritor,

periodista, profesor en varios centros superiores

de enseñanza religiosa evangélica, antólogo,

pastor ordenado en 1969, articulista en medios

de comunicación de España y América, coordi-

nador de exposiciones... Ver más en el interior.

”Durante años y años, el pastor don Gabino

investigó y divulgó la historia de nuestros hete-

rodoxos. Cuando tenía mérito, que era durante

la dictadura y el Estado confesional. A trancas y

barrancas, don Gabino difundió la obra bíblica de

Casiodoro de Reina y de Cipriano de Valera, hizo

la historia de la Inquisición y defendió la sevilla-

nidad de los frailes jerónimos de San Isidoro del

Campo que abrazaron la fe según Lutero y tuvie-

ron que huir de la ciudad, río abajo, mucho an-

tes de los topicazos de los exilios y destierros, de

Blanco White y de Cernuda. Al cabo de los años,

restauradas las libertades y entre ellas la religio-

sa, hemos vuelto a encontrarnos venturosamente

con el pastor Gabino Fernández Campos a pie de

obra de su obra: presentando en el monasterio de

San Isidoro del Campo la edición de la “Biblia del

Oso” de Casiodoro de Reina. Con una mano sobre

esa Biblia y en la bendita libertad, nos plantea-

mos la duda de que quizá los que vengan por lí-

nea directa de San Isidoro y San Leandro sean los

protestantes y no los católicos, los de la Reforma

y no los de la Contrarreforma. A los evangélicos

sevillanos, pues, que los registren de esta terrible

ciudad tridentina e inquisitorial en la que quizá

todavía vivamos.”

Antonio Burgos. En su columna sobre la vida

sevillana en El Mundo, 14/10/2002.

REFORMA Y CONTRARREFORMA EN ANDALUCIA

BIBLIOTECA DEL CERNº1

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GABINO FERNÁNDEZ CAMPOS

Foto de Ignacio Simal

Biblioteca del CER

9 7 8 8 4 6 6 5 5 5 6 9 2

978-84-665-5569-2

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Reforma y Contrarreforma

en Andalucía

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GABINO FERNÁNDEZ CAMPOS

Reforma y Contrarreforma en Andalucía

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Categoría: HistoriaSubcategoría: Europa

No está permitida la reproducción total o parcial de esta obra ni su trata-miento o transmisión por cualquier medio o método sin autorización es-crita del realizador.

1… edición. © 1986. Biblioteca de la Cultura Andaluza. Tomo 65.2… edición. © 2006. Editorial MAD. 25 Aniversario.3… edición. © 2006. Primer Congreso Evangélico Andaluz.4… edición. © 2009. Biblioteca del CER

Realización: Centro de Estudios de la ReformaISBN: 978-84-665-5569-2

Consigue nuestras publicaciones desde www.protestantes.net

Fotocomposición del interior: Editorial MADFotocomposición de la cubierta: Webmarkez

Powered by PublidisaDL: SE-0000-2009

Foto de portada: Detalle del Patio de los Naranjos en la Catedral de Sevilla

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SALUDO AL LECTOR

Gabino Fernández Campos llevaba más de diez años cumpliendo la misión que le había llevado a él y a su familia a la capital andaluza cuando recibió este en-cargo de la Biblioteca Cultural Andaluza. Todos esos años como pastor protestante en los años 70 le habían permitido rodearse de un numeroso grupo de entusiastas y jóvenes nuevos creyentes que, privándose de horas de ocio y sueño, invirtieron muchos esfuerzos ayudándole a poner en orden parte del libro que tienes ahora entre tus manos. Seguramente no es coincidencia que uno de aquellos jóvenes fuese Luís Abril, el actual Presidente de Publidisa que a día de hoy continua apoyando sus proyectos. Yo asistí como un niño a aquella aventura ig-norando que no es habitual que los padres pasen largas horas buscando algún dato entre cientos de miles de pol-vorientas hojas de papel. Ahora, que sí soy consciente de lo especial que era mi padre, tengo el honor de presentar esta ambiciosa colección. Con ella esperamos que, ayu-dados de las nuevas tecnologías, los Escritores Olvidados de Castilla León o la Reforma y Contrarreforma en An-dalucía entre otros, sean accesibles en cualquier formato, en cualquier parte del mundo y en cualquier momento con un solo clic desde www.protestantes.net Gracias a ti, apreciado lector, todo ese esfuerzo ha valido la pena.

José Pablo Fernández

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NOTA INTRODUCTORIA

A principios del último tercio del siglo pasado,unos vecinos de Iznatoraf (Jaén) mandaron una carta aMadrid para pedir a «Don Cipriano de Valera» nuevoslibros como el que había transformado sus vidas.

La inesperada y extraña carta, explicaba que todohabía empezado con la llegada de un vendedorambulante de Biblias y el cambio que, la simple lecturadel Evangelio de San Lucas, obró en el hombre másinmoral y sacrílego del lugar.

Hoy no son tan desconocidos los ReformadoresAndaluces. Con todo, podemos afirmar que el tema deeste nuevo libro de la Biblioteca de Cultura Andaluza esuna de las «asignaturas pendientes» que tenemos losandaluces y constituye una página olvidada de nuestraHistoria y Literatura.

En la actualidad, unos veinticinco mil hijos deesta tierra se declaran cristianos, sin otro Fundador yMaestro que Jesucristo, y «herederos de aquellaReforma del siglo XVI, que apuntó gloriosamente ennuestra patria y por lo cual murieron o sufrierondestierro varones tan esclarecidos como Valdés, Valera,Ponce de la Fuente, Cazalla, Juan Pérez, Losada, Seso, ytantos otros».

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PREÁMBULO HISTÓRICORaíces de la Reforma en España

«Nuestro principal objeto- escribía ÁngelHerrero de Mora, en los años 50 del siglo pasado, en elprólogo de su obra "La Iglesia de Jesucristo enEspaña"- es probar por los acontecimientos históricosque la iglesia llamada Católica, Apostólica, Romana,tal cual hoy se profesa por la mayor parte de la razaespañola, no ha existido siempre en España; sino quepor más de la mitad del período transcurrido desdeCristo hasta nosotros, hubo una iglesia más pura que lade Roma, menos separada que ésta del origen yprincipios que su Fundador le diera.»

Las raíces de la Reforma en España (movimientodel Espíritu Santo, con independencia de la «Protesta»alemana y que, pese a lo dicho por propios y extraños,nosotros creemos que ha tenido su continuación hastanuestros días), deben buscarse en la tempranacristianización del país, la tardía claudicación de laiglesia cristiana española ante la sede de Roma y lapersistente preocupación por la traducción de lasEscrituras a la lengua del pueblo, la de todos.

Nos atrevemos a señalar a San Pablo como elque introdujo el cristianismo en España, concesión queno podemos hacerle a sus colegas Santiago o Pedro. Lavisita del primero está anunciada en la Biblia y

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confirmada por la Historia; pero ni lo uno ni lo otropodemos decir de sus compañeros de apostolado.

No deja de ser significativo que hasta el siglo XIno se produce la sumisión de la iglesia cristiana deEspaña a la de Roma, contando incluso con la oposiciónde la «voluntad de los cristianos de Castilla». «¡Más demil años de independencia en su gobierno!» ¿Por qué noconsultas, apreciable lector, las Actas de los Conciliosespañoles?

Las Sagradas Escrituras eran conocidas yrespetadas por las primitivas congregaciones cristianasespañolas. Y registramos numerosos esfuerzos para sutraducción a la lengua del pueblo. Hoy sabemos deversiones al latín, al árabe, al castellano, al valenciano yal catalán, con fechas anteriores al siglo XVI.

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PRIMERA PARTE

SIGLOS XVI, XVII Y XVIII

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LA REFORMA EN ANDALUCÍA

De España se ha dicho que es unpaís europeo sin Renacimiento niReforma. La afirmación es falsa, o por lomenos exagerada, como suelen serlo lasde este tipo en cuestiones tan complejascomo las valoraciones históricas.(MANUEL FRAGA IRIBARNE)

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JUAN DE VALDÉS Y LOS ORÍGENESDE LA REFORMA EN ANDALUCÍA

«El día de mañana, cuando la fuerza delvital espíritu cristiano sacuda y ahuyenteese letargo, se buscarán en España lasCONSIDERACIONES de Valdés, comotoda obra suya.»(Luis Usoz y Río, en 1855.)

Emma Leslie, en su novela «La casa de doñaConstanza», se imagina a Juan de Valdés ante lacongregación evangélica sevillana, a quienes hacía «oírsu palabra conmovedora y persuasiva». También lo veunido por la más estrecha amistad con ConstantinoPonce de la Fuente. Y presenta sus personajes muyrelacionados con él y conocedores de sus obras. Encuanto a Valladolid, dice que «allí se leían los"Diálogos" y las "Consideraciones Divinas" de Juan deValdés, y las Santas Escrituras»

Y pasando de la ficción a la investigacióncientífica, contamos con los siguientes testimonios, porcitar dos, uno del campo católico y otro del evangélico.José F. Montesinos escribió: «Los escritos de Valdésfueron lección grata a la comunidad protestantevallisoletana, y se le menciona en el proceso de Cazallay en el de Vibero. Don Carlos de Seso había traído deItalia las "Consideraciones" y los comentarios sobre lasepístolas de San Pablo; que fueron quemados enValladolid en 1558.» Por su parte, Wolfgang Otto, de

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Hamburgo (curiosamente la misma ciudad alemanadesde donde escribió el anterior autor, granadino, y sedescubrió la primera copia manuscrita en castellano delas «Consideraciones»), dijo recientemente: «Las obrasde Valdés se encuentran en todas las listas de los librosde la Inquisición sobre las obras prohibidas y halladasen ambas comunidades (protestantes) de Sevilla yValladolid.».Y añadió: «En Sevilla vemos en las obrasconservadas de Constantino, muy claramente, el influjode Valdés, mejor dicho, la proximidad de Valdés. Demanera que puede decirse muy bien que la Teología dela comunidad de Sevilla estaba influenciada y formadapor éste.»

La influencia de Valdés alcanzó a muchas otraspersonalidades españolas que no llegaron a romper,formalmente por lo menos, con la Iglesia de Roma.Sabemos, por ejemplo, que la correspondenciamantenida con el Arzobispo Carranza comprometeríanotablemente a este último en el largo procesoinquisitorial en el que se vio envuelto. Y puede hablarsede cierta influencia valdesiana en la religiosidad deMiguel de Cervantes. Además, su larga permanencia enNápoles le convirtió en mentor de gran parte de lanobleza e intelectualidad italiana y española, entre laque se encontraba la hermana de Alonso Manrique,Arzobispo de Sevilla e Inquisidor General.

Con emoción, que hacemos nuestra, Juan OrsGonzález escribió así hace cuarenta años: «En Juan deValdés se ven retratadas las aspiraciones y anhelos deEspaña, que quería una restauración cristiana y unavuelta al Cristianismo primitivo, no sólo en el sentidoteórico y dogmático, sino mucho más en sentido moral,ético y místico. Juan de Valdés representa la armoníaentre la fe y la razón, la cultura y la piedad; él hablarácon la misma eficacia, con la misma energía y

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Portada de uno de los libros de Juan de Valdés, impreso por Juan Pérezen Ginebra, 1556, e introducido por Julián Hernández en Sevilla.

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convicción que Calvino y Lutero acerca de la fe ysalvación por gracia, pero tendrá gran precaución enhacer a la vez hincapié en las buenas obras, como frutode esa salvación y como obra de esta gracia. El utilizarála razón, la filosofía, los conocimientos entonces enboga, pero dará siempre supremacía a la fe, a lainspiración a la guía del Espíritu Santo.»

Y seguimos con nuestra cita, que bien merece seralargada un poco más: «Por otra parte, se presentainmaculado en su conducta y vida, intachable en sulenguaje y método, enérgico pero humilde; proclamandolos principios más fecundos, gloriosos, del Evangelio,pero sin zaherir a la jerarquía eclesiástica de una maneradirecta, sin usar lenguaje grosero, vulgar, sin provocar oexcitar las pasiones del populacho. Todo lo contrario,hará sumo hincapié en que el verdadero cristianonecesita serlo antes que todo y sobre todo, en lahumildad, mansedumbre y amor, a semejanza deCristo.»

La presencia de Juan de Valdés y el recuerdo desu vida han permanecido entre los protestantesandaluces. En el s. XVI, como veremos más adelante,sus libros fueron editados o introducidos en Sevilla. Enel XIX, un malagueño dedicó su tesis a los temasvaldesianos y editó su comentario al libro de losSalmos; publicados respectivamente en Ginebra (1880)y Madrid (1885), y en el actual, el pastor evangélicoPatricio Gómez, onubense, al ingresar en la logiasevillana «Isis y Osiris», tomó el nombre simbólico deJuan de Valdés.

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LA COMUNIDAD PROTESTANTEDE SEVILLA

«La ciudad de Sevilla es una de las más civiles,populosas, ricas, antiguas, fructíferas y de mássuntuosos edificios que hoy día hay en España; serriquísima se ve claramente, pues que todo el tesoro delas Indias occidentales viene de ella, y pues que de ellaha el rey un millón y medio de ducados cada año. Lacual es tan gran renta, que pocos reyes hay que tengantanto de todo un reino entero. Es antiquísima; pues que(si creemos a las historias), Hispalo IX, rey de España,la edificó, del cual se llamó Hispalis: Hércules laacrecentó antes de la destrucción de Troya: ser fructíferase prueba por el Aljarafe, donde hay tantos y tantosolivares, de los cuales se saca tanta copia y abundanciade aceite, que provee no sólo a gran parte de España,más aún a otras muchas tierras bien distintas de España,vese también por las vegas de Carmona y de Jerez, tanabundantes en trigo; y por los campos, tan llenos deviñas, naranjales, higuerales, granados y de otrosinfinitos frutos. Y donde no se siembra nada, la tierraproduce mucho del espárrago y del palmito, etc. Tienemucho ganado, y principalmente ovejuno, del cual envíamucha lana a Italia y Flandes.»

Esta larga y desconocida cita, no se debe a unviajero olvidado de los que visitaron Andalucía duranteel siglo XVI. La hemos tomado de un libro escrito y

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publicado en Londres, en 1588, por Cipriano de Valeracon el título de «Dos tratados del Papa y de la Misa»,que todavía figuraba en el «INDEX LIBRORUMPROHITORUM» en 1954. El autor, antiguo estudiantede la Universidad de Sevilla y fraile jerónimo en elpróximo Monasterio de San Isidoro del Campo, seencontraba en Inglaterra desde hacía 30 años, a dondehabía llegado, pasando por Ginebra, para ponerse asalvo del Tribunal de la Inquisición de Sevilla. Que, porcierto, le quemó públicamente en la Plaza de SanFrancisco, el 26 de abril de 1562, en estatua, claro, «porhereje luterano».

Ahora seguimos en nuestra aproximación a laSevilla de mediados del siglo XVI de la mano de otroanfitrión cualificado, Juan de Mal Lara, sevillanotambién y prolífico autor tanto en verso como en prosa,que incluyó la «descripción de Sevilla», que sigo yresumo, en su libro sobre el «Recibimiento que hizo laciudad de Sevilla al Rey D. Felipe N. S.» (Sevilla,1570).

«En toda Sevilla cercada de murallas altas... Haycasas ricamente labradas, casi todas ya con mármoles yaltas, de tres, cuatro y cinco suelos. Hay muchosjardines y huertas dentro de sus muros. Tieneveinticinco collaciones. Monasterios de frailes de todasórdenes y de monjas, donde hay grande riqueza bondadde vida. Edificios señalados. Cuidado extremado en elculto divino. Diligencia en el servicio de beneficios.Cuentas de grandísimo número de Misas, solemnidad defiestas, infinitos jubileos, y en uno se hayó los añospasados número de cuarenta mil hombres y noventa milmujeres sin los niños, viejos y criados, que quedarían encasa. Continuación de confesiones, devoción perpetuade nuestra Señora, y de los demás santos. Muchasconfradías... Encomiendas. No hay Parroquia que no

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tenga su cofradía del Santísimo Sacramento, que con supalio y cera acuden siempre a acompañarlo cuantasveces sale fuera de la iglesia... Sesenta hospitales dondeacogen a pobres.»

«Dicho habemos de los lugares públicos ydevotos, otros hay para negocios de República yjusticia, los Cabildos, los juzgados y audiencias,cárceles.»

«Luego los servicios de toda la ciudad, que soncarnicería, pescadería, matadero. Edificios que tienenmucho que ver. Las boticas, las tiendas de todos losoficios... más de mil bodegas, y tabernas sin número,molinos de aceite, para comer y para medicinas...cuantas cosas ha menestar la vida humana.» En la calleFrancos -precisa nuestro autor-, «todo el ornato que lasmujeres inventaron.»

No podemos seguir más, así que terminamos conlo que dice de los centros educativos, por la vinculaciónde los mismos -como veremos más adelante- de losmáximos protagonistas de mi relato. Y donde, durantesu formación universitaria, Juan de Mal Lara coincidiócon ellos. Dice: «Hay colegios, para estudiar GramáticaSan Miguel. Para artes y Teología religiosos, el deSanto Tomás, y hay colegio de Santa María de Jesús,universidad de Sevilla... la doctrina de los niños y otrosestudios particulares.»

También habla del «Castillo» de Triana, comotrataremos después, aunque calla la razón de su buenconocimiento del interior y los que lo habitaban.

Junto a la Sevilla descrita más arriba, había otras«Sevillas». Ahora debo hablarte de una de ellas, y lopuedo hacer retornando el texto de Cipriano de Valera:«A esta ciudad, el Padre de las misericordias, nosolamente ha enriquecido haciéndola tal civil, populosa,rica, antigua, fructífera y de suntuosos edificios, más

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aun la ha enriquecido, y bendecido en toda bendiciónespiritual, en bienes celestiales, en Cristo, escogiéndolaantes de la fundación del mundo (San Pablo dice todoesto de la ciudad de Efeso), que para ella fuese laprimera ciudad de nuestra España, que en nuestrostiempos conociese los abusos, supersticiones e idolatríasde la Iglesia Romana, y conociéndolas, las publicase,como las ha publicado y ha divulgado para que sereformasen: y así Jesucristo reinase en su Iglesia y elAnticristo fuese desterrado, destruido y muerto.»

El primero que conocemos por nombre de estaotra Sevilla, «secreta», como le gusta decir al escritor yperiodista sevillano Antonio Burgos, y que nosotrospreferimos llamar la Sevilla de los ReformadoresAndaluces, era Rodrigo de Valer; natural de Lebrija yvecino de Sevilla, de una acomodada familia que habíapasado -tal como dice Valera y nosotros entresacamos-«su juventud, no en virtud ni en ejercicios espirituales,no en leer, ni meditar la Sagrada Escritura, sino envanos y mundanos ejercicios... Cerca del año 1540 no sesabe cómo, ni por qué medio, Dios lo tocó, trocó ymudó en otro hombre bien diferente del primero.Dándose con todo su corazón y poniendo todas lasfuerzas de su cuerpo y de su entendimiento en ejerciciosde piedad, leyendo y meditando la Sagrada Escritura.Valióle para esto una poca de noticia de la lenguaLatina, que tenía».

Sus descubrimientos bíblicos, que compartíapúblicamente en «las plazas, calles y gradas» de laCatedral, le alejaban cada vez más de la Iglesia Romanay le acercaban a los Inquisidores, quienes dirigieroncontra él, primero, sus oídos, luego, sus manos y, porúltimo, sus condenas: Confiscación de bienes, destierroy cárcel perpetua (1541) en el Convento de NuestraSeñora, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), «donde

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murió, siendo de cincuenta años y más». Su sambenito,de extraordinario tamaño, fue colgado en la catedral deSevilla.

En este momento creo que tendrás variaspreguntas a flor de piel. Y puede que algunas puedan sercomo éstas: ¿Pensaban otros como él? ¿Quédimensiones, en la ciudad y extramuros, alcanzó la«protesta» de Rodrigo de Valer? ¿Realizaban otraslecturas que pudieran influirles? ¿Estaban organizados?¿Cuál era el perfil social de los que le siguieron? ¿Erannetamente protestantes?

Discípulos de Rodrigo de ValerCon la eliminación de Valer, sólo se consiguió

reducir a la clandestinidad el deseo de renovaciónbíblica y espiritual que alentaba en otros. Sus discípulosfueron tan radicales como él, buscando y abogando poruna Iglesia Cristiana fiel a los patrones del NuevoTestamento, pero mucho más cautelosos. Por eso es quehasta una década después no se registra un nuevoproceso inquisitorial contra los «luteranos» de Sevilla,ahora en la persona de Juan Gil, o Dr. Egidio, comosuele ser nombrado, natural de Olvera en Aragón, quehabía sido estudiante y profesor en Alcalá de Henares yahora Canónigo Magistral de Sevilla, desde el año 1534.

El proceso duró 3 años, y dictó sentencia el 2l deagosto de 1552. El Dr. Egidio abjuró públicamente.Murió cinco años después. De nuevo le juzgó elTribunal de la Fe. Y, encontrándolo culpable, desenterrósus restos mortales y los quemó, por luteranos, el 22 dediciembre de 1560.

Con la ausencia de la ciudad de «siete personas,entre hombres y mujeres», que terminaron en Ginebra, yla recogida de Biblias impresas en el extranjero llevadaa término por el Tribunal de Sevilla durante 1552, con

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un saldo de 450 Biblias, 20 Nuevos Testamentos, 5Salmos, 5 Hechos, 5 Profetas, 7 Reyes, libros para elestudio bíblico y textos de Erasmo, Juan de Valdés, etc.,retornan al silencio. Tres de los que marcharon,volverán pronto a estas páginas. Julián Hernández,castellano, que con su regreso a Sevilla vivirá undramático y ejemplar final. Juan Pérez, andaluz, queeditará para ellos traducciones bíblicas, libros deedificación cristiana y tratados de controversia con laIglesia Romana. Y Diego de Santa Cruz, clérigo, queapoyó económicamente la operación.

¿Dónde tenían los centros de propagación?Roto el secreto, a mediados de 1557, «la presa -

sigue contándonos Valera- fue tan grande que sehinchieron las cárceles, y aun algunas casas departiculares. Ochocientos fueron los que por la religiónfueron entonces presos en Sevilla, cosa que asombró alos mismos Inquisidores». El «asombro» se debía tantoa la cantidad como a la calidad de las víctimas, enquienes recuperarían los verdugos el tiempo perdido.Igualmente debió preocuparles su localización en todala ciudad y distrito del Tribunal de Sevilla, que actuabaen lo que ocupan las actuales provincias de Sevilla,Cádiz y Huelva.

Un autor contemporáneo, el Padre Illescas, en suHistoria Pontificial (Burgos 1578), confirma estosextremos: «Todos los presos de la Inquisición enValladolid, Sevilla y Toledo eran personas biencalificadas, así como eran personas tan calificadas, sunúmero era tal que si se hubiera demorado dos o tresmeses en poner freno al mal, estoy persuadido de quetoda España hubiera sido inflamada por ellos.»

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¿Qué provocó todo aquello? La causa fueronunos barriles de vino. ¿Sí? ¡Tenían falsos fondos y enellos venían libros! los había publicado Juan Pérez enGinebra y los traía Julián Hernández, camuflado debuhonero, para burlar los controles inquisitoriales. ¿Porqué? Aquí hay tres cuestiones a las que respondo con elrelato tan cercano que hizo Cipriano de Valera, quienhabía conocido y tratado familiarmente a Julián y Pérezen Sevilla. ¿Por qué los trató? ¿Por qué intervino laInquisición? Su respuesta fue la siguiente: «Con grandeseo y celo que tenía de hacer algún servicio a Dios y asu patria, sacó de Ginebra dos grandes toneles llenos delibros españoles, los cuales libros, y todos los demás,que enseñan verdadera doctrina y piedad, losInquisidores habían prohibido. Porque la ignorancia ytinieblas de Anticristo no ama la sabiduría y claridad delEvangelio de Cristo, de temor que tiene que sus obrasno sean convencidas y redargüidas.»

Para este autor, la espoleta la quitó «un hipócrita,que se vendía por hermano, y era un Judas». Mientrasque en documentación inquisitorial, que se conserva, seafirma que la denuncia partió de un cura que tenía elmismo nombre que el destinatario de una carta y libroque mandaba el Dr. Pérez. También puede decirse queMaría Gómez, criada del Licenciado Zafra, «en un raptode locura, se presentó en la Inquisición delatando a supropio amo y a más de trescientas personas comoluteranos». No creo que estas versiones sean exclusivasni excluyentes. Eran demasiadas personas para poderpasar desapercibidas por más tiempo. Lo que habíanprevisto Julián Hernández y los que salieron con él,como la docena de jerónimos que acababa de abandonarSevilla y Écija, se estaba cumpliendo.

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LAS LECTURAS PROHIBIDASConcretamente, aparte de la Biblia, ¿qué libros

habían llegado hasta ellos? ¿Se conocen autores y títulosde los mismos? ¿Pueden consultarse hoy? ¿Existenediciones modernas?

Entre las primeras lecturas que fueron influyendoen ellos estaban los escritos de sus principales mentores.Dr. Egidio y Dr. Constantino, que sucedió al primero enel cargo de Canónigo Magistral. Quienes, con FranciscoVargas, todos ellos formados en la Universidad deAlcalá de Henares y los círculos erasmistas, seocupaban de instruirles.

Del primero de ellos, dice Antonio del Corro, elmás voraz de todos los lectores implicados (y que yaconocerás mejor más adelante): Puse «empeño en hablaral dicho doctor, sobre sus sermones y comentarios queél había hecho sobre algunos libros de las SagradasEscrituras».

Raimundo González de Montes precisó, en 1567,que «sobre el Génesis, sobre la Epístola de San Pablo alos Colosenses, sobre algunos Salmos y sobre el Cantarde los Cantares dejó en español unos comentariossumamente doctos y que respiran en todo una piedadcristiana y un corazón lleno de espíritu de Dios, loscuales, como preciosas joyas de la Iglesia, se guardanpor varones fieles, para el uso de ella.

Por su parte, Constantino Ponce de la Fuente,que luego presentaremos con más detalles, dio a laestampa los siguientes libros: «Suma de DoctrinaChristiana» (1543), «Exposición del Primer Salmo»(1546), «Confission de un pecador» (1547) Y «DoctrinaChristiana» (1548). Todas estas obras se hanconservado, tanto en sus primeras ediciones en Sevillacomo las que siguieron y que, por seguridad,aparecieron en Amberes y Evora. Este último autor, en

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Portada de la 5.ª edición sevillana, 1551, del primer libro de ConstantinoPonce de la Fuente.

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su primera obra, sigue a otro conquense ilustre, Juan deValdés, ya su «Diálogo de Doctrina Cristiana» (Alcaláde Henares, 1529). El autor y la obra habían sidoprocesados ya porque en ella se sientan las basesbíblicas de una reforma de la cristiandad, que él creíanecesaria y por la que abogaba decididamente en el«Diálogo que mantienen Eusebio, el fraile inquieto,Antonio, el cura terco, y el Arzobispo, paciente», porquien hablaba Juan de Valdés.

Esta «protesta», netamente española, anterior eindependiente de la de Lutero y sólo coincidente portener ambos como Maestro a San Pablo, a través deConstantino llegó a Fray Juan de Zumárraga, que laconvirtió en el segundo libro impreso en el NuevoMundo (México 1545-46) y a San Francisco Javier,quien desde la India, en 1552, lo recomendó paraevangelizar en la China.

Es interesante notar que la obra de Juan deVa1dés se difundió por Sevilla, como igualmente la delos discípulos italianos Bernardino Ochino y PedroMártir. En 1552 fue secuestrado por el Tribunal deSevilla un ejemplar de la primera de sus obras. Y en elCastillo, entre muchos otros libros estaba éste, sucomentario a «La Primera Epístola de San Pablo adCorinthios en Romance» y obras de sus dos discípulosya citados, «para si alguna vez fuese necesario dellospara alguna averiguación».

Tenemos, también, que en época tan tempranacomo el año 1521, al más alto nivel religioso y civil, encarta al Emperador Carlos V, se denuncia que Lutero hamandado sus libros, algunos hasta traducidos alcastellano, a España. La comercialización de laliteratura reformada, aunque debajo del mostrador,estaba bien organizada. Carranza, Arzobispo de Toledoy Primado de España, informando de sus actividades

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anteriores en Flandes, dice que desde Amberes semandaban libros a Medina del Campo, Sevilla y,posiblemente, a Málaga y Granada. A veces, la compraera directa, como se ve en uno de los penitentes delAuto Público de Fe de Sevilla, el 11 de julio de 1563:«Fray Domingo de Guzmán, Predicador religioso de laOrden de Santo Domingo, residente en el Monasterio deSan Pablo de Sevilla; por cosas de la secta luterana. Ypor haber favorecido y encubierto a personas que teníanla secta luterana y haber traído de Flandes muchascopias de libros herejes y teniéndolos mucho tiempo ensu poder y leído en ellos y comunicándolos con otraspersonas.»

Hernando Colón, hijo del Descubridor deAmérica, era quien más literatura reformada tenía enSevilla. Pero ni él se influyó por ello, ni es fácil queprotestantes sevillanos la consultaran; como hapreguntado y respondido el profesor KIaus Wagner, dela Universidad Hispalense.

En las reservas antes aludidas de losInquisidores, existían libros de autores protestantes. Doylos más conocidos y entre paréntesis la cantidad detítulos: Bullinger (10), Zuinglio (1), Calvino (11),Melanchton (8) y Martín Lutero (1).

Corro, tras decir que había leído al Dr. Egidio,añade: «Además de esto, puse empeño en procurarmealgunos libros de Martín Lutero y de otros doctoresprotestantes de Alemania que me dieron de buenavoluntad los mismos oficiales de la Inquisición, encambio de algún presente o favor que yo les hacía.»

Y por fin aclama, apreciado lector, lo delcargamento de Julio Hernández; para que conozcas lostítulos y autores que tras viajar desde Ginebra a Sevilla,escondidos en vino, prendieron el fuego que devoró aellos y a los hombres y casas a donde llegaron. Como

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después tendré que volver a referirme a ellos, losrelacionaré únicamente aquí: La lista no sé si escompleta, pues documentalmente sólo podemosreferimos a los dos primeros, aunque por la fecha, lugarde impresión y editor, es más que probable que vinieranen el mismo lote:

l. «El Testamento nuevo de Nuestro Señor ySalvador Jesucristo.» Venecia, en casa de JuanPhiladelfho. MDLVI.

Es la revisión que hizo el Dr. Pérez de la primeratraducción del Nuevo Testamento del original griego alcastellano (Amberes, 1543), debida al burgalésFrancisco de Encinas.

2. «Imagen del Antechristo» (1557). Original deBernardino Ochino y traducido por el Dr. Pérez.

3. «Los Psalmos de David.» Venecia, casa dePedro Daniel. Traducción del original hebreo por el Dr.Pérez.

4. «Comentario, o declaración breve ycompendiosa sobre la Epístola de S. Pablo Apóstol a losRomanos, muy saludable para todo Christiano.Compuesto por Juan Valdesio, pío y sincero theologo.»Venecia, Juan Philadelpho. MDLVI.

5. «Comentario o declaración familiar, ycompendiosa sobre la primera Epístola de San PauloApostol a los Corinthios, muy útil para todos losamadores de la piedad Christiana. Compuesto por JuanVV pio y sincero theologo.» Venecia, casa de JuanPhiladelfho. MDLVII.

6. «Sumario breve de la doctrina Christianahecho por vía de pregunta y respuesta, en manera decoloquio, para que así la aprendan los niños con másfacilidad, y saquen della mayor fruto...» Compuesto porel Doctor Juan Pérez. Fue impreso en Venecia en casade Pietro Daniel. MDLVI.

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7. «Breve sumario de indulgencias y gracias.Convertios a mí, y sereys salvos todos los moradores dela tierra: por q yo soy Dios que salvo, y no ay otro.ESAIAS XLV.» (Geneve, Jean Crespin, 1557?)Anónimo. Posible traducción del Dr. Pérez.

8. «Carta embiada a nuestro augustissimo señorprincipe don Philippe, Rey de España...»

Geneve, Jean Crespin, 1557. Escrita por JuanPérez.

Para el lector atento debo recordar que, paraburlar los numerosos y rigurosos controlesinquisitoriales, en algunos, el impresor Jean Crespinaparece como Juan Philadelfho unas veces y PedroDaniel otras. Y el lugar de impresión, Ginebra, secambió por Venecia. Nombres menos sospechosos.Otras medidas de seguridad que tomó fueron lapreinserción de epístolas dedicatorias a personas ajenasa la Reforma, como la Reina Maria de Hungría, regentede los Países Bajos. También recurrió al falsosalvoconducto de escribir en la portada aquello de«visto por los Inquisidores de España».

La noche antes de ser quemado, «Don JuanPonce de León, hijo de la condesa de Bailén, por herejeluterano, dogmatizador y continuar en su error», declaró«él fue el primero a quien vinieron los libros luteranosde Alemania» y que los repartió «entre las personas queél sabía que habían de tenelle secreto y que dio veinteducados al que había traído los dichos libros paraayudar a las costas».

Puede parecer legendario o pintoresco el modode introducir Biblias. Pero ello es sólo uno de los milingenios que han usado desde entonces quienes, porencima de las prohibiciones y el riesgo, lo Que más lesha importado es que la Palabra de Dios llegue al pueblo.

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Un despacho de Agencias, que leí en el diario SUR, deMálaga, del 13 de agosto de 1982, procedente deVarsovia, decía: «Los aduaneros llegaron a contabilizar4.500 latas que, en vez de contener jamón, comoindicaba el rótulo, contenían la Sagrada Biblia... Elcargamento iba seguramente destinado a la UniónSoviética, pero también podría ir a Checoslovaquia.Ambos países tienen una estricta normativa paraimpedir el ingreso de libros religiosos.»

Una prueba más de la gran influencia queejercieron los libros entre ellos, empezando por laBiblia, la encontramos en las sentencias y Relaciones deAutos de Fe del Tribunal de Sevilla; donde sonfrecuentes los cargos por la lectura, posesión ycirculación de estos escritos.

La mayor parte de estas obras han llegado hastanosotros en ediciones de la época y gracias a laoperación rescate llevada a feliz termino por Luis Usozy Río en el siglo pasado, y que, actualmente, se estápublicando en edición facsímil.

¿Estaban organizados?Conforme crecían iban organizándose más,

siempre con la máxima cautela. En la confesión, antesaludida, de Juan Ponce de León, tal y como informaronlos jesuitas que la oyeron, se dice que él y los demás sejuntaron «para determinar que sería bien tratar de hacerun apartamento en cierta parte, para allí leer ydoctrinarse»... «y que el dicho Don Juan nombró allípara Maestro de ellos a una cierta persona, clérigo.»

Por otro lado tenemos que se congregaban en lascasas de Isabel de Baena, María Cornejo y Luis deAbrego. Según Juan Antonio Llorente, «el doctor

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Cristóbal de Losada, médico de Sevilla, fue ministroprotestante del conventículo».

Eran tantas y tantas las precauciones que setomaban, que hasta tenían sumo cuidado a la hora de loscasamientos. El anterior autor recoge el romance del Dr.Losada. «Enamorado de la hija de un vecino de aquellaciudad la pidió por esposa, el padre no pensaba darlapor marido sino a quien el doctor Egidio le informaseque sabía bien las Santas Escrituras y las entendía ycreía en el sentido perfecto de este Canónigo.»

El día 24 septiembre de 1559, en la Plaza de SanFrancisco, de la ciudad de Sevilla, se leyeron, entreotras, las setencias de que iban a ser quemadas vivas,por luteranas, María Cornejo e Isabel de Baena. yañadieron: «Se mandan derribar las casas en que vivíanaquestas dos doncellas y poner en ellas un mármol conun letrero que declare el delito que en ellas se cometía.»Y otro tanto se hizo con Luis Abrego. Las tres fueronsembradas de sal, como también se exigía.

No tenemos el texto colocado en Sevilla, pero síel de Valladolid, del mismo año y que pudo ver ycopiar, cuando era estudiante (1826-1827) en laUniversidad de aquella ciudad, Luis y Usoz y Río; y quepor la uniformidad del quehacer inquisitorial, sirve parapensar cómo debieron ser éstos: «Presidiendo la IglesiaRomana Paulo IV y Reinando en España Felipe II. ElSanto Oficio de la Inquisición condenó a derrocar yasolar estas casas de Pedro Cazalla y Doña Leonor deVibero su mujer porque los herejes luteranos sejuntaban a hacer conciabulos contra Nuestra Santa FeCatólica e Iglesia Romana Año de MDLIX en XXI demayo.»

Por un Auto de Fe, celebrado en Madrid, 4 deabril 1632, donde se dictó sentencia similar, se ve cómoera consumada esta parte de las condenas: «Fue la

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soldadesca y algunos familiares a caballo, a la calle delas Infantas, y llevaron consigo algunos Gastadoresalbañiles y derribaron la casa de los judíos.»

PERFIL SOCIAL DE LOS PROTESTANTESLa posesión de grandes fincas, procedentes de

los repartos de la Reconquista y el enriquecimiento porel comercio con América, convirtió a Sevilla en lacapital de gran parte de la antigua nobleza de Andalucía.Y en sus objetivos evangelizadores no descuidaronalcanzar a tan influyente grupo social.

Durante el primer proceso del Dr. Egidio, unanónimo y antiguo refugiado español en Ginebratraduce el Catecismo de Calvino al castellano y lopublica en 1550. Fue enviado, con dedicatoria personaldel traductor, a gran número de aristócratas españoles,entre ellos el Almirante de Castilla. y por el prólogo quepuso Juan Pérez a su edición de los Comentarios a laEpístola a los Romanos y Primera a los Corintios,escritos por Juan de Valdés, publicada siete años mástarde también en Ginebra (1556-1557), sabemos quecontinuaban en el empeño. Primero les habla del autor:«Caballero, noble y rico», y luego de cómo prefirió a lostítulos y riquezas dedicarse al estudio de las letrassagradas, estudio bíblico y ser «partícipe de la heredadeterna». Y termina invitándoles para que le imiten:«Miren, pues, los nobles a este generoso caballero, quepor perseverar, y ser siervo de Cristo, no tuvo en nadadar al traste con su propia nobleza, y renunciarla deltodo por no renunciar a Cristo.»

¿Cuántos y quiénes respondieron positivamentey se identificaron con ellos? Responder con precisión noes fácil. Es verdad que sus familias y descendientes hanllegado hasta nosotros. Pero en su memoria y archivosno suele quedar testimonio alguno. «Los «biógrafos

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oficiales» se ocupaban más en adular a los que les dabande comer que a quienes, por la condena inquisitorial,podían producir el efecto contrario. Y de los archivos,«misteriosamente», ha desaparecido la documentaciónque tanto podía ayudamos a determinar los hechos.

De nuevo, el vacío, siquiera en parte, puede serllenado con la documentación inquisitorial, que no quisosilenciar este aspecto en sus penitentes, y con eltestimonio de historiadores, antiguos y modernos, quehan preferido la objetividad a la cobardía o el fanatismo.Con todo, sólo relacionaremos los que estánsuficientemente probados:

-Don Juan Ponce de León, hijo de la condesa deBailén, primo hermano del Duque de Arcos, pariente dela duquesa de Béjar y de otros grandes señores.

-Doña Catalina Sarmiento, viuda de DonFernando Ponce de León. Veinticuatro de Sevilla.

-María de Bohórquez, hija natural de Don PedroGarcía de Jerez y Bohórquez, grande de España deprimera categoría.

-Doña María y Doña Luisa de Manuel, hijas deD. Fernando de Manuel.

-Fray Domingo de Guzmán. ¿Actuaría contraellos el Santo Oficio? El primero de la lista pensaba«que no le osarían quemar por ser quien era». ¿Resultóasí?

El estamento religioso también estabarepresentado entre los reformadores andaluces. Con loscanónigos Dr. Egidio, Dr. Constantino y Hernán Ruizde Hojeda, de la Catedral sevillana, había una docena desacerdotes de las parroquias de la capital y losalrededores. Juan González, primero de los que fueronquemados, era muy popular en el púlpito y en elconfesionario. De los numerosos conventos, figuraronentre los procesados veintitrés jerónimos, un dominico,

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una franciscana y una jerónima. También había variasbeatas y un ermitaño.

La comunidad contaba con dos médicos. Uno deellos, Cristóbal Losada, servía como Pastor. Dos erantambién los impresores, los plateros y los traperos. Unjurado, un mercader y un amanuense. Y también uno decada oficio siguiente: bordador, caldedero, cerrajero,albañil, calcetero, tabernero, candelero y gallineros.Tres eran estudiantes. Los extranjeros se dedicaban alcomercio o eran marineros en su mayor parte. Carlos deBrujas, flamenco residente en Sevilla, fue el creador yartífice de la vidriera dedicada a la Resurrección en laCatedral Hispalense. Si en todos les casos se hubieraindicado la profesión, tendríamos un cuadro máscompleto. De todas formas, es suficiente para ver lavariedad y cantidad de oficios representados.

Aunque la incorporación a la Iglesia Reformadaobedecía a una decisión personal, encontramos afamilias representadas por varios de sus miembros:Isabel González y seis de sus hijos; Leonor Gómez, consus dos hijas, y hermana y una sobrina; María Mazuelosy dos de sus hijos; Isabel Martínez de Albo y dos de sushijos. Cinco matrimonios sufrieron diversas penas.Asimismo algunas viudas y un «mozo soltero».

De su edad y apariencia física tenemos muy pocainformación. En Sanlúcar de Barrameda fue apresado unniño inglés con doce años. María Bohórquez fuequemada a los veintiséis. Gaspar Ortiz fue encarcelado alos cuarenta y uno. Diego de la Cruz tenía cincuentacuando huyó. El más anciano de todos, siempre segúnlos datos que conocemos, era Hernán Ruiz Cabeza deVaca, con setenta y cinco años. Los inquisidores solíanhacer retratos de los presos, que usaban paradistribuirlos en caso de fuga y para confeccionar, siprocedía, sus estatuas y sambenitos. A veces los

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describían en la correspondencia, como con el sevillanoDiego de la Cruz: «Mediano de cuerpo y abultado decarnes, y que anda el pescuezo un poco acordado, lacabeza algo baja, y es blanco de rostro, los ojos comoencapotados, el rostro algo largo y abultado, la barbaalgo rala, y no muy negra, y la habla delagada.»

En cuanto a la etnia de los protestantesandaluces, sabemos que dos eran judíos (Dr. Constantino y Maestro García Arias) y ocho moriscos (los sietede la familia González y Juliana Daza).

No es correcto seguir afirmando, como propios yextraños lo han venido haciendo, que la Reforma enEspaña no prosperó en el siglo XVI porque le faltó basepopular. Es verdad que no tenemos toda la informaciónnecesaria para trazar con rigor y exactitud el perfilsocial y número de los reformadores andaluces. Aun así,la cantidad de procesos conocidos, que bien puedemultiplicarse por cuatro (pues no todos lograron serapresados o identificados), nos da un millar demiembros a mediados del XVI, con presencia en todoslos grupos sociales de la época.

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Gabino Fernández Campos (Villanueva de

los Infantes, Ciudad Real, 1944). Bachiller en

Ciencias Bíblicas y Licenciado en Teología en la

especialidad de Historia de la Iglesia, escritor,

periodista, profesor en varios centros superiores

de enseñanza religiosa evangélica, antólogo,

pastor ordenado en 1969, articulista en medios

de comunicación de España y América, coordi-

nador de exposiciones... Ver más en el interior.

”Durante años y años, el pastor don Gabino

investigó y divulgó la historia de nuestros hete-

rodoxos. Cuando tenía mérito, que era durante

la dictadura y el Estado confesional. A trancas y

barrancas, don Gabino difundió la obra bíblica de

Casiodoro de Reina y de Cipriano de Valera, hizo

la historia de la Inquisición y defendió la sevilla-

nidad de los frailes jerónimos de San Isidoro del

Campo que abrazaron la fe según Lutero y tuvie-

ron que huir de la ciudad, río abajo, mucho an-

tes de los topicazos de los exilios y destierros, de

Blanco White y de Cernuda. Al cabo de los años,

restauradas las libertades y entre ellas la religio-

sa, hemos vuelto a encontrarnos venturosamente

con el pastor Gabino Fernández Campos a pie de

obra de su obra: presentando en el monasterio de

San Isidoro del Campo la edición de la “Biblia del

Oso” de Casiodoro de Reina. Con una mano sobre

esa Biblia y en la bendita libertad, nos plantea-

mos la duda de que quizá los que vengan por lí-

nea directa de San Isidoro y San Leandro sean los

protestantes y no los católicos, los de la Reforma

y no los de la Contrarreforma. A los evangélicos

sevillanos, pues, que los registren de esta terrible

ciudad tridentina e inquisitorial en la que quizá

todavía vivamos.”

Antonio Burgos. En su columna sobre la vida

sevillana en El Mundo, 14/10/2002.

Foto de Ignacio Simal

Biblioteca del CER

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