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POLITICA

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  • Rebelarse desde el nosotrxs

    Porque desde el abismo es imposible vivir sin luchar

  • COPYLEFTEsta publicacin es una herramienta de lucha contra el capitalismo, la colonialidad y el patriarcado en todas sus expresiones, por lo que puede reproducirse y distribuirse en todos los soportes imaginables, de los cuales se sugiere el ms poderoso: de boca en boca en comunidad.

    Rebelarse desde el nosotrxs Porque desde el abismo es imposible vivir sin luchar

    Autores: Gustavo Esteva Jrme Baschet Vilma AlmendraEmmanuel Rozental

    Primera edicin: Quertaro, Diciembre de 2013

    Diseo de Portada: Alicia Esquivel [[email protected]]Maquetacin: Guadalupe Suarez [[email protected]]Impresores: Atani Impresin y Diseo [[email protected]]

    Equipo de En cortito ques pa largo en esta publicacin:Rene Olvera Salinas [[email protected]]Arturo Chavero Osorio [[email protected]]Juan Alberto Pichardo Hernndez [[email protected]]Isel Lucio Trujillo [[email protected]]

    C

  • Rebelarse desde el nosotrxs

    Una publicacin autogestiva y sin patrn

    Porque desde el abismo es imposible vivir sin luchar

  • CONTENIDO

    Presentacin - En cortito ques pa largo.........................................6

    Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin -Gustavo Esteva.........................................................8

    Ya estamos en camino, haciendo otros mundos - Jrme Baschet.......................................................39

    La paz de los pueblos sin dueos -Emmanuel Rozental y Vilma Roco Almendra Quiguans......................67

    La paz de la Mama Kiwe en libertad, de la mujer sin amarras ni silencios - Vilma Roco Almendra Quiguans.........................85

  • PresentacinEn cortito ques pa largo

    La compilacin de textos que tienes en tus manos es un pretexto para compartir-nos dolores y sueos entre compaerxs; para arrancarle tiempo a las mltiples actividades cotidianas y necesarias de nuestros colectivos y reflexionar desde no sobre- el Horror de las relaciones sociales capitalistas/patriarcales/coloniales/estatistas nuestras diversas rebeldas.

    La importancia de reflexionar desde el Horror nuestras rebeldas pensamos y sentimos que nos ofrece algunas opciones de salida al estado de confusin poltica en el que estamos inmersos a nivel mundial, donde incluso, la diferencia entre ellxs [los de arriba] y nosotrxs [los de abajo] se desdibuja por la ejecucin de un entramado de mecanismos de control, cooptacin y represin sistemticos que estn ganando terreno.

    No negar ni maquillar el Horror nos ancla a la realidad de guerra en que estamos muriendo, con balas, venenos, becas, o programas sociales y reflexionarlo desde y no sobre nos permite dejar de verlo ajeno a nuestros espacios de habitacin, trabajo, recreo. Espacios desde dnde rebelarse no solo resulta deseable sino la nica opcin de vivir con dignidad, como est ocurriendo en muchsimos espacios en todo el mundo, pequeos o grandes, cada uno a sus modos pero contra el Horror, contra los de arriba, contra la confusin que promueven.

  • Agradecimientos

    Agradecemos a los compaerxs Gustavo Esteva, Jrme Baschet, Emmanuel Rozental y Vilma Almendra sus palabras que ahora se vuelven letra y viajan de mano en mano; a lxs compaerxs que haciendo la coperacha de manera autogestiva financiaron esta edicin; a lxs artistas que lo diagramaron y dieron color y vida a sus pginas; a quienes sin patrn lo imprimieron en sus talleres autnomos; a quienes lo distribuirn por fuera y en contra de los crculos de distribucin capitalista; a quienes lo leern y compartirn reproducindolo de todas las maneras imaginables; gracias compaerxs.

  • Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin1

    Gustavo Esteva

  • 9Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin

    Son tiempos de indignacin. Por eso, son tiempos de reflexin.

    Segn me cuenta Cecilia Zeledn, en una tarde lluviosa y fra, hace ya varios aos, durante una reunin de mujeres en Oventic, las compas promotoras nos dijeron: Cuando una est enojada, tiene rabia, digna rabia, hay que echar claridad sobre la rabia; hay que preguntarnos por qu nos sali ese enojo. Buscando se va conociendo el corazn adentro y entendindose juntas con otras que vamos caminando.

    1Las notas para la intervencin improvisada en el Tercer Seminario internacional de reflexin y anlisis ...Planeta Tierra: movimientos antisistmicos, San Cristbal de Las Casas, Cideci-Unitierra, 1 de enero de 2013, fueron revisadas y actualizadas por el compaero Gustavo Esteva para su publicacin en este libro durante julio de 2013.

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Gustavo Esteva

    Mxico est cayendo a pedazos. Perdi la paz y tiene el tejido social y el alma desgarradas. Sin cachondeo apocalptico, con entereza, necesitamos repasar rigurosamente nuestro horror, preguntarnos de donde sali todo este dolor y esta rabia que sentimos, para echarles claridad.

    Recojamos algunos hechos que pueden ilustrar la gravedad del drama actual.

    Recuento de los daos

    La tercera parte de los mexicanos vive actualmente fuera de Mxico una de las ms grandes migraciones de la historia. 20 millones han emigrado a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio de Norteamrica. La mayora va a Estados Unidos y Canad, pero los mexicanos estn emigrando hasta pases tan lejanos como Japn.

    Mxico vive en un estado de guerra permanente, de ocupacin interna. No nos cansemos de repetir las cifras de la guerra civil impulsada por el presidente Caldern y que continan las autoridades actuales de todos los niveles: ms de 100 000 muertes, 20 000 desaparecidos reportados y muchos ms no reportados, medio milln de desplazados, por lo menos 50 000 secuestrados Se trata del conflicto ms mortfero del mundo: una espiral de barbarie, lo calific Le Monde. Se han registrado numerosas masacres, incluyendo las de migrantes centroamericanos (particularmente indgenas). Numerosas poblaciones, sobre todo en el norte del pas, viven bajo un toque de queda impuesto

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    Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin

    por los criminales y los comercios slo pueden operar bajo un rgimen de proteccin pactado con ellos. La seguridad toma la forma de militarizacin y paramilitarizacin. Este rgimen de ocupacin es la expresin poltica de la ocupacin econmica, que se extiende todos los das.

    Mxico ha dejado de ser un estado de derecho. Las violaciones de los derechos humanos y de los pueblos son constanteslo mismo que la persecucin de defensores de esos derechos, de los ambientalistas, de los periodistasy particularmente de los luchadores sociales. Existe buen nmero de presos polticos y de conciencia. Existe una regresin democrtica, una desviacin estructural de poder y la cooptacin de la ley por distintas facciones. La Corte Interamericana de Derechos Humanos defini esta situacin como el uso de los poderes del estado para perseguir y abatir los derechos civiles de la gente. En otras palabras, quienes estn en el poder formal actan de mala fe hacia la poblacin que se supone deben proteger. Segn Amnista Internacional, la tortura practicada por las fuerzas de seguridad mexicanas es una prctica generalizada y sistemtica que en los ltimos aos alcanz niveles escandalosos. La impunidad por estos actos o las violaciones de derechos humanos es casi total. De los 22 campos de ilegalidad establecidos por Naciones Unidas, Mxico est presente en 21.

    Mxico ya no puede considerarse una sociedaddemocrtica. Se ha documentado con claridad la prctica del fraude, la compra y manipulacin de votos y otros vicios del sistema electoral y del rgimen de partidos, todos los cuales se hallan en descomposicin

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Gustavo Esteva

    y muestran un deterioro profundo en su democracia interna, que nunca fue muy slida. Grave corrupcin afecta todos los niveles y esferas del gobierno y de los tres poderes ejecutivo, legislativo y judicial-, que carecen de apropiados controles y sistemas de equilibrio. La farsa electoral y el despotismo y autoritarismo crecientes han propiciado una prdida creciente de confianza en el rgimen democrtico. Carecemos ya de la principal institucin de una sociedad democrtica: la conviccin de la mayora de los ciudadanos de que pueden elegir libremente a sus representantes y que esos representantes realmente los representan. Tal conviccin nunca fue muy fuerte en Mxico, por el largo periodo de ficcin democrtica en la dictadura perfecta que manej el PRI de 1928 a 2000. La poca confianza que se tena en el sistema democrtico se perdi en los aos recientes, cuando a las manipulaciones y fraudes tradicionales se agreg la grave descomposicin de todos los partidos polticos.

    La libertad de expresin se encuentra seriamente en

    entredicho. Segn el Comit para la Proteccin de Periodistas, con sede en Nueva York, hay un deterioro muy marcado en las condiciones de la libertad de prensa. 70 periodistas han sido asesinados en los ltimos diez aos. Se han reprimido, incluso con asesinatos, mltiples expresiones de comunicacin independiente. Se impone por la fuerza el silencio a cuantos resisten la ocupacin de sus vidas y sus tierras. Dos grandes empresas monopolizan el sistema de radio y televisin y lo han puesto al servicio de intereses polticos facciosos.

    La evolucin de la economa ha sido desastrosa: es una

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    Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin

    de las peores de Amrica Latina y ha llegado a ser inferior a la de Hait el pas que ocupa recientemente el ltimo lugar. La crisis, como un estado de cosas, se extiende ya a todos los sectores de la actividad econmica y es cada vez ms profunda.

    La tasa anual de crecimiento econmico entre 1981 y 2011 es de poco ms de dos por ciento, apenas la tercera parte de la que se registr en los 20 aos anteriores, de 1960 a 1981. En ese periodo, adems, el pas ha enfrentado cinco crisis econmicas serias, en 1982, 1986, 1995, 2001 y 2009. En este ltimo ao se produjo la cada en el producto ms pronunciada de Amrica Latina, un 9%.

    Ms de 60 millones de mexicanos se encuentran bajo la lnea de la pobreza. 50 millones viven en inseguridad alimentaria; 12 millones no pueden comprar la canasta bsica; 28 millones sufren hambre; tres millones enfrentan hambruna.

    La inmensa mayora de los mexicanos se encuentra en la economa informal. Casi diez millones de personas estn formalmente desocupadas y muchos millones ms sub-ocupadas.

    La clase media entr en un proceso de aguda degradacin y buena parte de sus integrantes cay debajo de la lnea de pobreza o entr en el sector informal.

    Mxico produce el hombre ms rico del mundo y algunos de los ms pobres. No se trata de dos fenmenos distintos sino de dos aspectos del mismo proceso. El 10% ms acaudalado recibe ms de la mitad del ingreso nacional. Buena parte de su riqueza sale del pas y se acumula en parasos fiscales. El lavado de

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Gustavo Esteva

    dinero asciende por lo menos a 45 000 millones de dlares al ao.

    Se cierran todas las puertas legales para los jvenes.

    Existen ms de 10 millones de ninis jvenes que no pueden continuar sus estudios ni encuentran trabajo. En las comunidades indgenas, slo uno de cada mil jvenes podr tener ttulo universitario. La mayor parte de los graduados de las universidades mexicanas no podrn tener empleo en aquello que estudiaron. La va de la migracin est crecientemente cerrada para los jvenes, pues el costo de cruzar la frontera est fuera de sus posibilidades econmicas. Como las familias ya no pueden sostenerlos, un nmero creciente de jvenes son condenados a la ilegalidad, que empieza por actuaciones limitadas en el margen de la ley y se hace cada vez ms grave y riesgosa en una espiral de deterioro humano.

    El ritmo y magnitud de la destruccin y degradacin de la naturaleza no tiene precedentes. La desregulacin y la concesin masiva de tierras a intereses privados ha propiciado una acelerada destruccin ambiental, que en algunos casos lleg ya a extremos irreversibles. El aire, el agua, el suelo y el subsuelo, el bosque, las playas, los ros, lagos y marestodo ha sido objeto de compraventa, destruccin sistemtica y degradacin continua.

    En suma, sobre todo a partir de los aos 90, se adopt en Mxico, de manera sistmica e institucionalizada, una poltica y una estrategia que han producido un empeoramiento progresivo de las condiciones de vida del pueblo mexicano y de sus posibilidades de acceso a

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    Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin

    proteccin jurdica cuando se violan sus derechos.

    En el curso de las dcadas pasadas los gobiernos mexicanos han adoptado diversas estrategias econmicas, sociales y represivas, pero no han dejado de tener una planificacin bien detallada, que ha buscado imponer por la fuerza una lgica de gobierno y de organizacin social en la que los derechos de las personas, como individuos y como grupos, se subordinan a las prioridades de intereses econmicos nacionales e internacionales. Se desechan o marginan los derechos de la gente en nombre de la estabilidad macro-econmica y al servicio de intereses privados.

    Se cuenta con amplia evidencia de la violacin sistemtica y masiva de los derechos humanos de los pueblos indios, as como de otros grupos bien identificados y de la poblacin en general; muertos innumerables, secuestros, feminicidios, migrantes que caen vctimas del crimen, la extorsin y la discriminacin; personas desplazadas, trabajadores despedidos, sindicatos desmantelados, personas sin empleo, mal nutridas y hambrientas, muchas de ellas en la crcel; devastacin ambiental extendida, un sistema de salud en buena medida desmantelado; militares, policas y otras fuerzas represivas patrullando las calles; impunidad para quienes cometen todos esos crmenes

    Hay evidencia especfica de la devastacin que las corporaciones dejan a su paso: invasin, despojo y expropiacin de la tierra, de los recursos naturales y de incontables reas y bienes que eran mbitos de comunidad.

    Este es nuestro horror. El ao pasado, en este mismo

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Gustavo Esteva

    Seminario, suger que no estbamos al borde del abismo sino que ya habamos cado en l y pareca insondable. La imagen se mantiene: no se ve fondo en esta cada libre de degradacin material y espiritual en que ha cado el pas.

    El escenario

    No es consuelo constatar que esa espiral destructiva se generaliza por el mundo y un nmero creciente de pases cae en ella. Hace 150 aos algunos socialistas alemanes pensaban que su pas podra evitar las rupturas y desgarramientos que el rgimen capitalista estaba produciendo en Inglaterra. Marx les advirti que no deban alzarse farisaicamente de hombros y hacerse ilusiones optimistas. Se los dijo elegantemente en latn: De te fabula narratur, lo que podra traducirse como Mrense en ese espejo. Reconoci que las naciones podan y deban escarmentar en cabeza ajena, pero no saltar ni descartar por decreto procesos histricos. A los hermanos y hermanas de otros pases que se encuentran en condiciones mucho mejores que las nuestras y se sienten a salvo de nuestras desgracias, necesitamos decirles que caminan en la misma direccin, hacia el despeadero; que haran bien en mirarse en este espejo.

    Necesitamos aquilatar con rigor la naturaleza de este horror. Quiz salimos ya de la pesadilla neoliberal, pero eso slo significa que acaso habramos entrado en otra peor.

    El neoliberalismo, aunque slo fuese en la retrica, en el discurso, se postulaba como una orientacin que pona la vida social en manos del mercado. Un alto

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    Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin

    funcionario del presidente Bush declar que nada tena contra el Estado: slo quera reducirlo a un tamao en que fuera posible deshacerse de l en el excusado. Esta posicin de los fundamentalistas del mercado fue ya abandonada hasta por sus ms decididos promotores. La descart desde 2007 el Banco Mundial. Los presidentes latinoamericanos la desecharon en El Salvador un ao despus. Cuando el presidente Obama tom posesin por primera vez seal con claridad que slo el Estado poda hacer frente a la crisis. Unos meses despus dijo lo mismo el primer ministro de Inglaterra y procedi a nacionalizar la banca en riesgo de bancarrota.

    En un sentido riguroso, el neoliberalismo ha muerto. Para describir la orientacin actual podemos emplear la expresin que hace aos usamos para aludir a la Unin Sovitica y a los pases del socialismo real: capitalismo de Estado. En esta nueva modalidad que habra sustituido al neoliberalismo, el Estado no sera ya un dispositivo para la gestin poltica y para procesar diferencias entre grupos y clases sociales. Es cada vez ms claramente un conjunto de aparatos, reglas e instituciones para controlar a la poblacin y proteger al capital de sus propios excesos. Se le usar cada vez ms, no cada vez menos, como queran los neoliberales puros. El neoliberalismo no era nuevo ni liberal. El posneoliberalismo es capitalismo puro y duro, capitalismo salvaje, sin matices ni reservasbajo administracin estatal.

    El capitalismo, adems, sufre una regresin. El capital ha estado regresando a la vieja tcnica colonial del despojo ante el colapso de la equvocamente llamada economa real, es decir, la esfera caracterizada por relaciones capitalistas de produccin dedicada a producir bienes y

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Gustavo Esteva

    servicios. El colapso fue causado en parte por los excesos e imprudencia de los capitalistas tras la disolucin de la Unin Sovitica, pero tambin por las contradicciones estructurales que ha estado sealando Wallerstein.

    El capital fue siempre un rgimen basado en el despojo: naci con el cercado de los mbitos de comunidad, con la destruccin de formas autnomas de subsistencia. La palabra privada, en la expresin propiedad privada, viene de privar, de despojar. Pero desde Marx distinguimos con claridad el periodo de la acumulacin originaria, la que Adam Smith llamaba acumulacin previa. No es la evolucin idlica que siempre han querido imaginar los defensores del capitalismo. No es el producto del esfuerzo empeoso de unos cuantos que acumulan riquezas mediante vida austera y trabajo duro y fundan el capitalismo al convertir sus ahorros en medios de produccin. La acumulacin originaria es el proceso histrico en que los trabajadores carecen ya de las condiciones de realizacin de su trabajo, cuando ya no pueden ser propietarios de esas condiciones. Es el proceso en que se disocian el productor y los medios de produccin, en que se expropia a los trabajadores de las condiciones en que pueden realizar su actividad. Se le llama originaria porque es la prehistoria del capital y del rgimen capitalista de produccin. El famoso captulo XXIV del tomo I de El Capital muestra con toda claridad que este proceso nunca fue pacfico o tranquilo. Fue una historia de despojo, en la cual, segn Marx, unos cuantos usurpadores expropiaron a la masa del pueblo de sus medios de subsistencia.

    La acumulacin originaria no ha cesado. Esa forma violenta de despojo ha acompaado la historia del capitalismo y lo caracteriza. Sin embargo, una vez

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    Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin

    cumplida su funcin histrica la gestacin del rgimen capitalista de produccin- fue quedando ms o menos en el margen. En el centro dominaba la ley del valor y se realizaba la forma de acumulacin simple y ampliada propia de este rgimen especfico de produccin. Si bien esta forma domina an en el mundo y sigue siendo la fuente principal de la ganancia capitalista, la dinmica del sistema ya no se encuentra ah porque lo impiden lmites de toda ndole. Lo que David Harvey est llamando acumulacin por despojo es esta regresin a formas coloniales, pre-capitalistas, de acumulacin. En Amrica Latina se ha estado llamando extractivismo a tal forma de despojo, para referirse en particular al de la explotacin minera. El mismo mecanismo, el mismo principio, se est empleando en la especulacin inmobiliaria en las ciudades y en el sistema financiero: un pequeo grupo se apropia de porciones crecientes de la plusvala generada por la operacin capitalista en su conjuntosin participar en su generacin. Al paso que vamos, cada vez ms acelerado, ya no podremos caracterizar a este rgimen como capitalista: ser una modalidad poscapitalista que emplea procedimientos precapitalistas para formas salvajes de acumulacin

    Esta evolucin ha estado desmantelando los procedimientos de la democracia y haciendo evidente la naturaleza de ese rgimen poltico. Se desvirta el rgimen de representacin, que slo representara al 1%, como seal Occupy Wall Street. Adems, la implementacin del despojo exige recurrir cada vez ms a la violencia y desmantelar el estado de derecho, en la forma de un estado de excepcin no declarado para el que se usan diversos pretextos, como el terrorismo internacional o la guerra contra los narcotraficantes. El Estado se convierte

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Gustavo Esteva

    en empresario de la violencia, una vez que ha perdido legitimidad y el monopolio de la fuerza. Se instala, paso a paso, una especie de criptoestalinismo o neoestatalismo que a veces tiene ngulos populistas. En nuestro caso, el uso del garrote y la zanahoria se combinar con un instrumento perverso: hordas de golpeadores locales bien adiestrados, para hacer aparecer la resistencia como conflicto entre comunidades o grupos de pobladores, un instrumento que el PRI perfeccion en el curso de sus dcadas de dictadura perfecta.

    Cuando la esperanza se vuelve anticapitalista

    En estas circunstancias no hay lugar alguno para el optimismo. La perspectiva es sombra. La Cuarta Guerra Mundial que hace ya una dcada anticiparon los zapatistas, esa guerra en que la poblacin misma se caracteriza como enemigo, est teniendo un impacto desastroso en todos los aspectos de la vida social y en la naturaleza. Cmo evitar la desesperacin ante esta perspectiva? Cmo evitar las reacciones desesperadas que se observan ya en muchas personas, particularmente entre los jvenes?

    Segn el Mahabharata, el libro sagrado de la India, cuando se destruye la esperanza se produce una pena que es casi igual a la muerte. Recuperar la esperanza como fuerza social se ha convertido en una necesidad estricta de supervivencia. La esperanza es la esencia de los movimientos populares: la gente acta movida por la esperanza de que su accin producir el cambio que hace falta. En este contexto, esperanza es lo opuesto de expectativa: no es la conviccin de que las cosas ocurrirn como se desea, sino la conviccin de que la accin tiene

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    Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin

    sentido independientemente de lo que pase. Existe siempre el riesgo de que la esperanza sea experimentada como pasividad y propicie la parlisis, convirtindola en mera ilusin, en sueo escapista. Existe, sin embargo, un remedio efectivo a ese riesgo. Para evitar la desesperacin basta nutrir la esperanza imaginando la opciny dndole realidad. De inmediato. En el presente. Es obvio que la accin en que se encarna la esperanza no puede cambiarlo todo de golpe, pero cualquier avance, por pequeo que sea, es materia de esperanza.

    La experiencia de resistencia, que se extiende cada vez ms, est mostrando que la forma ms efectiva de resistir el horror actual, quiz la nica, es crear una alternativa. No basta decir NO, oponerse, aunque esto es indispensable. El NO necesita estar acompaado de una afirmacin, del acto creativo que muestra no solamente por qu se resiste sino cul es el sentido de la resistencia. Los zapatistas siguen siendo el mejor ejemplo de esta postura. Es cada vez ms evidente que su capacidad de resistencia a lo largo de dos dcadas, ante toda suerte de agresiones cotidianas, se basa en la creacin continua de un mundo nuevo, basado en el empeo transformador cotidiano. No se han colgado de una utopa, de una nueva tierra prometida, o de una ideologa. Han encontrado la manera de aprender juntos sus caminoscaminndolos, aventurndose cotidianamente en nuevo territorio sociolgico y poltico, transformando sus tradiciones recuperadas, enriqueciendo continuamente sus saberes

    En las circunstancias actuales, quienes ya estaban en movimiento necesitan acelerar el paso, profundizar el empeo, concertar con otros y otras acciones y esperanzas y saberes. Quienes estaban paralizados o confundidos,

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Gustavo Esteva

    quienes se haban dejado llevar por la ilusin de las urnas y en ellas depositaban todos sus sueos, quienes son ahora invitados a trasladarlos al 2018, necesitan volcar su energa en el empeo de crear, cada da, los elementos de una sociedad alternativa a la capitalista. No cabe ya esperar ms desastres de cualquier ndole o la llegada de un lder iluminado o un partido al control de los dispositivos del poder. Ha llegado la hora de actuar, en las condiciones, la escala y el sentido que en cada lugar resulte apropiada.

    Las formas de la resistencia

    Necesitamos ponernos en movimiento, resistir con eficacia, pero es preciso hacerlo con sentido. Se ha agotado el tiempo de las marchas, cuando largas y confusas asambleas slo desembocan en un acuerdo sobre la fecha de la siguiente, aunque se reconozca su creciente ineficacia. Se ha estado haciendo evidente que una de las crisis ms profundas del momento es la crisis de la imaginacin: una vez agotadas las teoras y las prcticas que en el ltimo siglo guiaron las movilizaciones se comprueba una grave ausencia de ideas, de iniciativas.

    Una de las formas de expresar la reconstruccin de la iniciativa es la recuperacin de los verbos, sustituyendo sustantivos como educacin, salud, empleo, vivienda, etc., que nos instalan en la dependencia de instituciones contraproductivas, por verbos como aprender, sanar, trabajar, habitar, etc., que nos devuelven la iniciativa, la agencia autnoma de la transformacin.

    Se ha estado formando consenso en cuanto a la necesidad de desmantelar los aparatos del Estado, las instituciones

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    Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin

    dominantes, en vez de tratar de conquistarlas y ocuparlas por cualquier va. La experiencia est demostrando que la manera ms eficaz de hacerlo es suprimir la necesidad de su funcin. De la misma manera, si de lo que se trata es de dejar atrs las relaciones capitalistas de produccin, basadas en la explotacin y la enajenacin, lo que hace falta es eliminar su necesidad para sobrevivir. Y a fin de suprimir las relaciones jerrquicas y autoritarias del rgimen dominante se requiere igualmente disolver su necesidad. En vez de combatir el aparato econmico y poltico o tratar de apoderarse de l el desafo consiste en hacerlo innecesario, disolver las condiciones fundamentales de su existencia.

    Se estn multiplicando los ejemplos de la manera en que la gente est llevando a la prctica esta nueva actitud, que recupera antiguas tradiciones de lucha, en todas las esferas de la vida cotidiana.

    Aprender

    Cada ao las instituciones de educacin superior rechazan a un milln de personas que no pueden acomodar en sus programas. Cada ao los rechazados de organizan para exigir su inclusin y una pequea parte de ellos lo logra. Estas movilizaciones frustrantes se suman a las de cuantos exigen ms y mejores escuelas y maestros, a todos los niveles, y consiguen escasos resultados: ninguna sociedad ha conseguido satisfacer la demanda de educacin. Es una demanda creada por la propia sociedad, cuando convirti los servicios educativos y su certificacin formal en un requisito para ser aceptado como ciudadano legtimo, una condicin a la que slo una minora

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Gustavo Esteva

    puede tener pleno acceso. Incluso en los pases que han logrado mayores avances en materia educativa, como Cuba y Finlandia, se observan inmensos desajustes entre la oferta de servicios educativos y lo que la gente quiere y necesita. El derecho a la educacin, ahora universalmente reconocido, tiene dos impactos importantes en la vida social: centraliza en el Estado recursos y facultades para dar vigencia a ese derecho y convierte a todos los ciudadanos en pedigeos, que demandan continuamente al Estado los servicios educativos que no puede proporcionarles ni en calidad ni en cantidad.

    En suma: el sistema educativo no est preparando a la gente para la vida y el trabajo y crea profunda desigualdad: la mayora de la gente se ve obligada a abandonar la escuela antes de terminar sus estudios y por ese motivo sufre discriminacin de por vida; y la minora que logra llegar hasta el final no encuentra empleo en aquello que estudi.

    Ante esta situacin, casi enteramente universal, se realizan en todas partes del mundo vigorosos esfuerzos para reformar el sistema educativo. Ciertos grupos, cansados de ese empeo que slo logra cambios marginales, intentan crear formas alternativas de educacin. Un nmero creciente de personas, sin embargo, est orientando su esfuerzo en otra direccin. Manden o no sus nios y jvenes a la escuela, para que obtengan el diploma que funciona como una especie de pasaporte en la sociedad moderna, estn organizando formas alternativas de aprender fuera del sistema educativo, sin sujetarse a las reglas del sistema y con creciente autonoma. Se trata, quizs, del movimiento que involucra a mayor nmero de personas en el mundo, aunque quienes estn en l no

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    Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin

    se ven a s mismos como parte de un movimiento: actan por simple sentido comn y por la necesidad de aprender habilidades, destrezas y conocimientos tiles para su vida o que les despiertan curiosidad. Gracias a este movimiento autnomo la gente est recuperando su capacidad de aprender, se organiza para hacerlo sin imposiciones ni cortapisas y logra ejercer la capacidad crtica como punto de partida del aprendizaje mismo, como desafo radical al sistema. Hay creciente conciencia de que por esa va, que se enriquece continuamente, todas las personas, nios y adultos, podran aprender lo que necesitan y quieren, en libertad.

    Cada escuela zapatista, cada centro autnomo de produccin de conocimiento (que desafa la produccin institucional de verdad), cada universidad de la tierra (ya las hay en tres pases), son ejemplos puntuales de empeos que en vez de tratar de reformar los aparatos educativos, cuya contraproductividad se reconoce cada vez ms, organizan formas autnomas de aprender.

    Sanar

    Un fenmeno semejante se observa en el campo de la salud. La contraproductividad del sistema es cada vez ms evidente: se constata continuamente que la industria de la salud tiende a generar ms enfermedades que las que cura. La reforma impulsada por el presidente Obama en el sistema de salud de Estados Unidos, la ms importante de los ltimos 50 aos, no logr evitar que ese sistema siga siendo el ms caro e ineficiente del mundo. Se multiplican en todas partes las iniciativas y esfuerzos para mejorar y ampliar el sistema de salud o crear otras

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Gustavo Esteva

    opciones fuera del sistema, pero al mismo tiempo se extiende una nueva actitud, que no slo se concentra en remedios o terapias alternativas sino en una redefinicin de la forma de determinar en qu consiste estar bien y en nuevas concepciones sobre el cuerpo y el alma. Se trata de una actitud radicalmente novedosa, aunque se apoya en antiguas tradiciones. La postura ante la fiebre puede ser smbolo o metfora de lo que se est haciendo. Si se permite al cuerpo que por ese medio enfrente la situacin, cuidando de no rebasar ciertos lmites de temperatura, la mayor parte de las infecciones que nos aquejan se curarn y nuestro sistema de defensas se habr fortalecido. Si a los tres das la infeccin persiste, habr que recurrir a antibiticos u otros remedios y examinar lo que est pasando con nuestro sistema inmune y nuestro funcionamiento general.

    La construccin zapatista aparece de nuevo como una slida ilustracin del camino as abierto. Partieron de una situacin en extremo delicada, cuando muchas personas moran cotidianamente de enfermedades curables. En su construccin autnoma han estado combinando sus saberes tradicionales y prcticas ms sanas con recursos contemporneos de alta calidad. Sus clnicas han estado ganando un slido prestigio, y no es raro ver que un paciente prista o de otra denominacin acude a una clnica zapatista, frustrado por la mala o nula atencin que recibe en el sistema oficial.

    Comer

    Se ha llegado a un punto en que, como ha apuntado Eduardo Galeano, quien no tiene miedo al hambre tiene miedo de

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    Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin

    comer: mil millones de personas se van cada da a la cama con el estmago vaco y se fortalece la conciencia de los ingredientes dainos de los alimentos que se ofrecen en el mercado. La urbicultura producir los alimentos en las ciudades- y la concertacin de arreglos entre campesinos y productores urbanos es ya una corriente vigorosa de accin que define una tendencia. Cuba es en la actualidad el campen mundial de la agricultura orgnica y la mitad de lo que consumen los habitantes de las ciudades se produce en ellas. La urbicultura empieza a tomar la intensidad de una epidemia en muchos pases y se avanza cotidianamente en su construccin.

    Del 9 al 13 de junio de 2013 se realiz en Yakarta la 6. conferencia internacional de Va Campesina, que celebr sus 20 aos de lucha. Se trata de la organizacin campesina ms grande de la historia. Es el movimiento social de mayor tamao del mundo actual. Estuvieron ah representantes de 183 organizaciones de 88 pases. Lo que acordaron tendr repercusiones inmediatas, de enorme relevancia. Pero su conferencia pas de noche para los medios. No existi.

    El hecho corresponde en parte al prejuicio contra los campesinos: no deberan existir; su desaparicin ha sido reiteradamente anunciada por la izquierda y la derecha, como resultado inevitable de la modernizacin. Pero ah estn y son ms que nunca. El prejuicio atribuye tambin a la agricultura industrial y a los monsantos del planeta la produccin actual de alimentos. Pero la agricultura campesina, el pastoralismo y la pesca artesanal siguen siendo la principal fuente de alimentos en el mundo. Segn algunos especialistas, generan hasta 70% de lo que hoy comemos.

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Gustavo Esteva

    Va Campesina forj hace tiempo consenso sobre una nueva definicin de la soberana alimentaria: debemos definir por nosotros mismos lo que comemos, en vez de que lo determinen por nosotros el mercado o el Estado, y debemos producirlo nosotros mismos. Y es lo que la organizacin est haciendo e impulsando en el mundo entero.

    El Llamamiento de Jakarta que se public el 13 de junio merece consideracin detenida. Empieza con un llamado urgente a tejer hilo a hilo la unidad a nivel global entre organizaciones del campo y la ciudad para participar activa, propositiva y decididamente en la construccin de una nueva sociedad, basada en la soberana alimentaria, la justicia y la igualdad Hoy ms que nunca otro mundo es urgente y necesario. La destruccin de nuestro mundo a travs de la sobrexplotacin y desposesin de los pueblos y la apropiacin de los bienes naturales estn produciendo la actual crisis climtica y profundas desigualdades que amenazan a la humanidad en su conjunto y a la vida misma. La Va Campesina dice un rotundo NO a esta destruccin impulsada por las corporaciones.

    El Llamamiento recuerda que Va Campesina articul su visin radical de la soberana alimentaria en Tlaxcala, en 1996, cuando estableci que campesinas y campesinos tendran un papel central en los procesos de resistencia a la agenda de comercio neoliberal y en la construccin de alternativas.

    Va Campesina reconoci la gravedad de la crisis

    sistmica actual, la mayor de la historia, una crisis que est llevando al colapso en muchas partes del mundo. Ante ella, la organizacin reitera su rechazo al capitalismo,

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    Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin

    cuyo agresivo flujo financiero y especulativo genera acaparamiento de tierras, expulsin de campesinas y campesinos de su tierra, y la destruccin de pueblos, comunidades, culturas y ecosistemas, creando migraciones y desempleo masivos.

    Los Altos de Chiapas sufran repetidas hambrunas desde los aos sesenta. La gente se mora de hambre y enfermedades curables, muchas de ellas vinculadas a la desnutricin. Desde que los zapatistas tomaron posesin de sus tierras recuperadas, en 1994, el hambre desapareci de su territorio. Han logrado un alto nivel de autosuficiencia y exportan lo necesario para adquirir lo que requieren en el mercado.

    Hacer

    La tica protestante, la tradicin judeo-cristiana y la devocin por el proletariado han sido vehculos para la idolizacin del trabajo. Se ha perdido por completo de vista el origen etimolgico de la palabra: tripalium, un instrumento de tortura, aunque muchas personas estn conscientes de que el trabajo que realizan es una forma de tortura. Desde Marx adquirimos conciencia de la doble enajenacin asociada con el trabajo en la sociedad capitalista: los frutos de nuestro trabajo se nos hacen ajenos, se nos expropian, se nos enajenan, y la actividad creativa misma, lo que hacemos con manos y cabeza, escapa a nuestro control e incluso a nuestra comprensin.Sin embargo, el trabajo, el empleo, esa forma de tortura, es actualmente condicin de supervivencia para cientos de millones de personas. Muchas manifestaciones de trabajadores en estos aos de vacas flacas han estado saliendo a la calle para sostener que hay algo peor que

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Gustavo Esteva

    ser explotado por el capital: no ser explotado. Indagan por algn capitalista disponible, que los pueda atar de nuevo a la noria capitalista. Al exigir que se les devuelvan las condiciones que se les han quitado expresan tambin su dependencia de ellas, la medida en que se les han convertido en condicin de supervivencia.

    La tregua de clases, la relativa estabilidad que se mantena, surga de un pacto social en que los trabajadores generaban la ganancia de los capitalistas, con su fuerza de trabajo, a cambio de que stos generasen empleos. La tregua se ha roto. Los trabajadores generan ms ganancias que nunca, mientras los capitalistas generan cada vez menos empleos.

    En el actual camino al desastre se extiende la conviccin de que no habr empleos suficientes. Muchas personas no podrn volver a tener un empleo y otras, que nunca lo han tenido, descubrirn que es imposible conseguirlo. Esta circunstancia representa un autntico drama para muchsimas personas, pero tambin aparece como oportunidad de emancipacin. Otras muchas estn descubriendo que en vez de un empleo esclavizante y agotador es posible realizar actividades creativas que generan dignidad e ingreso y permiten construir en autonoma una forma de vida diferenteque busca su definicin ms all del capitalismo.

    En todas las esferas de la vida cotidiana, en todas partes del mundo, se registran empeos que representan una transgresin cultural, iniciativas que se apartan del patrn normal, comportamientos disidentes. Realizarlos no es fcil. Dice bien el viejo dicho: Roma no se hizo en un da. La nueva sociedad, que est surgiendo como

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    Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin

    siempre en el vientre de la antigua es una construccin lenta y parsimoniosa, que avanza a su propio ritmo, sin pausa pero sin prisa. No es un gran evento repentino o un suceso espectacular lo que produce los cambios. La toma de la Bastilla o del Palacio de Invierno, la cada del muro de Berln o el Grito de Dolores se convierten con el tiempo en smbolos de las revolucionespero no lo fueron. Muchos otros acontecimientos semejantes se perdieron en el vaco, se disolvieron en la nada. Slo permanecen en la memoria aquellos que ocurrieron dentro del contexto del verdadero cambio, el que realizaron los hombres y mujeres ordinarios en su vida diaria. Por pequeo que sea, el avance cotidiano, el empeo limitado de todos los das, lo que inventamos o creamos con amigos y vecinos por razones de estricta supervivencia o en nombre de antiguos ideales, es lo que puede representar un cambio verdadero y profundo.

    Deca Paul Goodman: Supongamos que la revolucin de la que hemos estado soando y hablando haya ocurrido ya. Supongamos que nuestro lado gan y que tenemos el tipo de sociedad que desebamos. Cmo vivira cada uno de nosotros, personalmente, en esa sociedad? Empecemos a vivir as ahora! Y cuando nos topemos con obstculos, cosas o personas que no nos permitan vivir de esa manera, entonces busquemos formas de pasar por encima o por debajo de esos obstculos, o de hacerlos a un lado, y as nuestra poltica ser concreta y prctica.

    La construccin zapatista no es, no ha sido nunca, una utopa. Utopa es lo que no tiene lugar en este mundoy por eso se proyecta en el futuro. Los zapatistas han tenido siempre su lugar, aunque lo que hacen, en su vigoroso y

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Gustavo Esteva

    valiente empeo cotidiano, no tenga an el nombre que le corresponde.

    Una de las dimensiones principales de la lucha actual se est librando en el mbito de las palabras y las miradas. Somos las palabras que usamos. Segn nuestras palabras, as vemos, as experimentamos la realidad. Pero no hay ya personas inocentes. No estamos como tabula rasa, como pgina en blanco: hemos sido sistemticamente colonizados y nuestro vocabulario est lleno de palabras ajenas. Cabezas y corazones han sido moldeados desde afuera, en un troquel que al homogeneizar subordina y limita. Desde la Segunda Guerra Mundial, adems, nuestro lenguaje fue invadido por palabras amiba, palabras sin denotacin especfica pero llenas de connotaciones, palabras que desplazan a las buenas y slidas palabras del lenguaje llano y local con que nos hablamos e instalan en su lugar otras cuyo significado preciso ignoramos pero sospechamos que los expertos lo conocen y damos por ciertas sus innumerables connotaciones.

    Todo un captulo de nuestro lenguaje se ha construido en torno a la idea del individuo, del yo y el t, de los tomos homogeneizados que se supone somos y que slo forman un nosotros por su adscripcin o afiliacin a categoras abstractas: las de su sexo, nacionalidad, religin, ideologa Nosotras las mujeres, nosotros los mexicanos o los catlicos o los marxistas Como ese yo artificial y construido se pierde en las masas de tomos de esas categoras abstractas, como cada uno de los yoes parece condenado a existir en la condicin efmera a estable del papel o condicin en que se encuentra pasajero 3B de un avin, estudiante o maestro, cajero o consumidor, trabajador o patrn, actor o espectador-,

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    Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin

    se intensifica la necesidad de luchar por la configuracin y reconocimiento de una identidad propia y nica del individuo que consideramos ser, lo que inevitablemente se convierte en la batalla feroz del individualismo

    Podemos pensarnos como individuos, experimentar el mundo como individuos, poner la vida entera al servicio de ese individuo que creemos ser al servicio de la salvacin de su alma o de su acumulacin de riquezas materiales o de prestigiopero no podemos propiamente ser individuos. Somos nudos de redes de relaciones concretas: eso define nuestra condicin existencial. Cada yo es un nosotros, aunque no lo sepamos o reconozcamos. Desde la sociedad individualista dominante, incluso en las sociedades que han llevado a su extremo esa condicin, ha surgido el empeo de abandonarla radicalmente: se ha estado volviendo insoportable. Se busca ahora recuperar mbitos de comunidad o crear otros nuevos, a fin de vivir cotidianamente en el nosotros que realmente somos. Los empeos se ubican en tres categoras diferentes:

    El cercado de los mbitos de comunidad (the enclosure of the commons) que marc el principio del capitalismo y continu a lo largo de toda su historia nunca se complet: muchos mbitos de comunidad resistieron el cercamiento y conservaron su condicin fsica y social. Todos ellos se encuentran afectados por los embates sistemticos del mercado y el Estado para disolverlos y por el virus del individualismo que afecta inevitablemente a sus integrantes. Su empeo actual consiste en la regeneracin, en afirmarse en lo que todava tienen, en hacer recuento de los daos y en repararlos, introduciendo elementos de renovacin y enriquecimiento.

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Gustavo Esteva

    Numerosos grupos que perdieron sus tierras y territorios, en procesos de colonizacin o en los estados independientes, han estado encontrando ahora la oportunidad de recuperarlos y lo estn haciendo en escala sorprendente. Muchos de los intentos pasan a menudo desapercibidos, a pesar de su magnitud e importancia: los pueblos indios de Per, por ejemplo, han recuperado alrededor de un milln de hectreas, una por una, silenciosamente, y actualmente producen 40% de los alimentos del pas.

    Millones de personas de todo el mundo carecen ya por completo de mbitos de comunidad y parecen confinados a la condicin individual (e individualista) que se impone en las ciudades. En esos espacios, sin embargo, florece tambin un intenso movimiento para la creacin de nuevos mbitos de comunidad. Aunque la forma en que se toman y consolidan las iniciativas es muy diverso, se observa con frecuencia que la amistad es la argamasa, la materia, en la que puede asentarse un nuevo mbito de comunidad. De amistades profundas y prolongadas emanan los impulsos que articulan formas de organizarse y vivir que definen una innovacin sociolgica y poltica que se extiende y reproduce en forma capilar por el tejido urbano.

    Todas estas formas de resistencia, que se muestran actualmente como ebullicin desconcertada, se convierten cada vez ms en una forma de vivir. Vivir es luchar, dicen a menudo los compas en las comunidades zapatistas. Es como el aire que respiramos, una manera de estar en el mundo, que expresa simultneamente la afirmacin de la

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    Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin

    dignidad propia, un orden social compartido y autnomo creado por quienes lo forman- y el gozo de estar vivo. Cada vez ms, se extienden y profundizan los esfuerzos de concertar esos empeos dispersos y heterogneos que tienen abundantes denominadores comunes.

    Quehaceres inmediatos

    A partir del 21 de diciembre de 2012, cuando los zapatistas ocuparon pacficamente los mismos espacios de las ciudades que tomaron durante su insurgencia del 1 de enero de 1994, anunciaron una serie de iniciativas en que de nuevo exponen todo lo que han construido y desafan radicalmente al sistema dominante. Una vez ms, plantean prcticamente lo que significa el principio: Para todos todo, nada para nosotros. De este modo han quedado a la vista un conjunto de deberes que nos comprometen:

    Primer deber: Defender el zapatismo

    Defender el zapatismo, en la actualidad, es defender-nos. El zapatismo ha dejado de pertenecer a los zapatistas. Por una parte, existe hoy un conjunto de iniciativas, en el mundo entero, que han recogido el espritu del zapatismo y a su propia manera, con su propio estilo, adoptan la postura de dignidad cuya expansin desafa a todos los regmenes polticos y econmicos existentes. Tales iniciativas les pertenecen a quienes las toman, no a un grupo o una ideologa. Por otra parte, la experiencia de los zapatistas en los Altos de Chiapas pertenece sin duda a quienes han puesto en ella la vidapero se ha convertido tambin en un patrimonio comn: es el smbolo de las luchas antisistmicas que han estado reconociendo el carcter

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Gustavo Esteva

    pionero del zapatismo, que habra despertado a todos.Segundo deber: Actuar

    Se trata, cada vez ms, de un asunto de estricta supervivencia: necesitamos actuar, en la escala o la trinchera que a cada quien le corresponda, pero actuar. Y necesitamos hacerlo a conciencia lo que significa tener claridad sobre el sentido de lo que se est haciendo, cul es su implicacin. Se trata de saber si los tomates que se cultivan en el techo o el patio trasero de una casa son tomates reaccionarios o tomates revolucionarios, o sea, si resultan estar al servicio del sistema y se ocupan de su reproduccin, o representan una alternativa radical que lo desafa. Se mantienen an en el marco de la construccin individual/individualista? Se trata solamente de seguir una moda o de ocuparse del propio inters? Se mantienen en el marco de las relaciones sociales dominantes? Aunque sea valioso en s mismo cultivar tomates en cada casa, aunque hacerlo puede tener mltiples efectos positivos en el ambiente, la sociedad y la cultura, los tomates nacidos de ese cultivo pueden ser reaccionarios o meramente conservadores. Cuando ese cultivo casero tiene un claro nosotros al cual referirse, cuando corresponde a la creacin o recreacin de mbitos de comunidad, cuando contiene el impulso de afirmar una dignidad que desafa el sistema existente en la prctica concreta y cotidiana, los tomates podrn tener un claro potencial revolucionario, aunque no se atrevan an a decir su nombre. La accin del da, lo que hoy necesitamos hacer, ha de tener un claro signo de resistencia, que por una parte defienda lo propio tierra, territorio, cultura, vida- y por otra parte tenga un carcter antisistmico por la medida en que instala en el presente un embrin de porvenir y es un anticipo material de la sociedad por venir que desmantela los cimientos del sistema poltico y econmico an dominante.

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    Tiempos de indignacin, tiempos de reflexin

    Tercer deber: Signo antipatriarcal

    El anticapitalismo es hoy antipatriarcadoy no puede ser de otra manera. El patriarcado no es un rgimen del pasado ni algo que se resuelve con cuotas de falsa igualacin entre personas de distintos sexos. Es patriarcal el sistema dominante. Ha sido patriarcal el diseo occidental de los ltimos cinco mil aos, que llega a su expresin suprema, la ms daina y peligrosa, con la modernidad y el capitalismo. Al plantearse hoy el colapso de la civilizacin occidental se plantea de manera central el colapso del patriarcado, que ha permeado cabezas y corazones, las mentes y los cuerpos, lo mismo de hombres que de mujeres.

    Ms all de todo empeo igualitario ante la discriminacin y opresin que han sufrido y siguen sufriendo las mujeres, se trata de reinventar la sociedad para dejar atrs el sexo econmico y el principio de la escasez, a fin de fundar la nueva sociedad en otros principios. Como ha dicho Julieta Paredes, de la misma manera que la expresin clases sociales contiene una denuncia de la explotacin de una clase por la otra, la palabra gnero expresa una denuncia de la opresin de las mujeres por los hombres. La nueva sociedad, ms all del capitalismo, necesita fundarse ms all de las clases sociales y del gnero. Hemos de construirla con otros fundamentos.

    En medio del horror, cayendo an por el abismo insondable al que se nos ha empujado, ha estado naciendo la nueva sociedad. Los primeros burgueses y proletarios murieron sin saber que lo eran: haban creado ya las relaciones sociales que definiran al capitalismo, pero sus cabezas estaban an atrapadas en el rgimen que estaban disolviendo. No

  • debemos permitir que nos ocurra algo semejante. De hecho, no tenemos esa oportunidad. Ante la cada del rgimen dominante, por sus propias contradicciones y por nuestras luchas, se est intentando poner en su lugar otro an peor. La nica opcin es abrir bien nuestros ojos y miradas, limpiar a fondo nuestras orejas, para poder ver-nos y reconocer-nos en el empeo de transformacin que ha empezado a crear el mundo nuevo. San Pablo Etla, julio de 2013

  • Ya estamos en camino, haciendo otros mundos1

    Jrme Baschet

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Jrme Baschet

    Nuestra lucha es pensamiento en accin y es pensamiento desde el suelo

    Abahlali base Mjondolo (Movimiento de los

    habitantes de las casas de cartn, Sudfrica)

    Las cosas difciles de hacer en el mundo deben de emprenderse en el momento de su facilidad;

    las cosas ms grandes en el mundo deben de emprenderse en la fase

    de su pequeez Mencio (discpulo de Confusio,

    370-289 antes de nuestra era)

    Ya hemos empezado. Ya estamos en camino.Nuestro NO al capitalismo, nuestro NO a la maquinaria enloquecida de la produccin-para-la-produccin, que provoca destruccin, injusticia, ecocidio y nos despoja de la posibilidad de vivir humanamente ya es irremediable. Empezamos a traducirlo en actos, en actitudes, en formas de ser y compartir. Bien sabemos que el camino es largo y quizs ni siquiera logremos entender plenamente lo que abre ese NO a la sociedad capitalista, al mundo de la mercanca, al reino del dinero. Pero ya empezamos a caminar, sin certidumbre, preguntando, preguntndonos, con la conviccin de que otros mundos pueden florecer y con la esperanza de que puedan sustituirse a la globalidad capitalista.

    1 El texto que aqu publicamos es una versin ampliada de la ponencia presentada dentro del Tercer Seminario internacional de reflexin y anlisis ...Planeta Tierra: movimientos antisistmicos, San Cristbal de Las Casas, Cideci-Unitierra, 30 de diciembre de 2012 - 2 de enero de 2013.

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    Ya estamos en camino, haciendo otros mundos

    En este caminar, hay pasos ms grandes, como los que los pueblos zapatistas han dado desde el 1 de enero de hace casi 19 aos que nuevamente venimos a celebrar aqu, en Cideci-Unitierra; y hay otros ms pequeos. Todos son importantes; ninguno puede ser despreciado, por nfimo que sea. Quisiera hablar de esos pasos de distintos tamaos, empezando por los ms modestos.

    Lo que hacemos y podemos hacer es crear espacios liberados. No necesariamente son espacios fsicos, ni tampoco son totalmente libres de la dominacin capitalista. Pero estn en proceso de serlo (o bien, de por s, estn libres y luchan para no dejar de serlo). Para empezar, es muy importante darnos cuenta de los espacios liberados (o libres, todava) que ya tenemos. De hecho, para que la sociedad capitalista pueda reproducirse, ha sido necesario, por lo menos hasta ahora, que subsistan en ella relaciones sociales no capitalistas. Vivimos en el sistema capitalista, pero nuestros vnculos de compaerismo, de amistad, de amor, nuestra intimidad y nuestros sueos, no se rigen, por lo menos enteramente, por normas capitalistas. De no ser as, la vida en el mundo capitalista, que de por s es insoportable, se volvera literalmente imposible. Si tomamos consciencia de eso, podemos identificar los lugares y tiempos en donde se dan estas relaciones no (totalmente) capitalistas para colocar ah mentalmente la bandera espacios libres. Este gesto puede ayudarnos a tomar conciencia de la existencia de estos espacios, de su importancia, y as defenderlos con ms energa, pues estn en proceso de ser invadidos y colonizados por las categoras de la sociedad de la mercanca, por la angustia del trabajo (o de la falta de trabajo), por la preocupacin del dinero (en este mundo, uno vale lo que gana), por las incitaciones a consumir, por las pantallas de la des-

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Jrme Baschet

    comunicacin, por las reglas mortferas de la competencia (adaptarse o desaparecer), por los estereotipos de vida, por el egocentrismo, la falta de atencin a los dems, etc... Estos espacios que de por s existen tienen que defenderse, pues se van contaminando y restringiendo, al igual que los espacios libres que los pueblos indgenas han sabido mantener, a travs de cinco siglos de imposicin colonial, en torno a sus prcticas comunitarias y sus cosmovisiones y que hoy en da son brutalmente agredidos por los avances del capitalismo depredador. El primer paso, entonces, es tomar consciencia de los espacios libres, no capitalistas o no del todo sometidos a la lgica de la mercanca, que todava existen y asumirlos como la parte de nosotros a partir de la cual podamos resistir a la dominacin capitalista y empezar a recuperar nuestra capacidad de hacer y nuestra libertad2.

    A partir de ah, se puede seguir empujando alrededor nuestro, para contener la presin de la realidad sistmica y ganar ms espacios liberados (o liberar ms profundamente a los que ya tenemos). En esto, hay mltiples escalas. La tarea empieza desde lo personal, lo familiar, los pequeos colectivos que podemos formar con algunos vecinos o compaeros.

    Para quienes vivimos en las ciudades y estamos incitados a asumir patrones de consumo intensivo, podemos empezar a desapegarnos de muchas supuestas necesidades. El capitalismo necesita especialmente dos cosas de nosotros: trabajo y consumo; y podemos tratar de reducir nuestra cooperacin en ambos registros. Buena parte de las grandes corporaciones nacionales o transnacionales realizan sus ganancias en base a los millones de gestos de los consumidores y nosotros

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    Ya estamos en camino, haciendo otros mundos

    podemos, por lo menos en parte, dejar de comprar sus productos, con ms razn si nos damos cuenta que su produccin y distribucin resultan dainas para el medioambiente y la salud humana. Podemos consumir de otra forma, haciendo ms cosas por nosotros mismos en lugar de comprarlas, o comprando a productores locales y no a grandes empresas (lo que, adems, reduce la contaminacin generada por el trasporte de mercanca). Luchar en nosotros mismos y en nuestro alrededor (tambin inventando, en la medida de lo posible, formas ms ofensivas y ms originales que las tradicionales campaas de boicot) en contra de las formas de consumo que contribuyen a la reproduccin del capitalismo es una parte importante si bien insuficiente de nuestro caminar hacia fuera de la sociedad de la mercanca3.

    Como parte del mismo proceso, podemos explorar cmo reducir nuestro sometimiento a las formas de trabajo impuestas por el capitalismo y, ms an, deshacernos de la ideologa del Trabajo, que nos hace creer que este es la nica manera no slo de sobrevivir sino de existir socialmente. Y podemos recuperar nuestra capacidad de hacer. Esto empieza con dejar de comprar refresco o jugo industrial y (volver a) hacer una agua de fruta; se expresa tambin con el hecho de cultivar algunos alimentos, inventando un espacio para eso, por pequeo que sea, incluso en las ciudades. Pero nuestro hacer no se limita a la produccin de alimentos. Tambin, podemos empezar a fabricar otros objetos y proponer servicios tiles para los dems. Quizs, como un primer paso, podamos mantenernos en parte en las relaciones laborales sistmicas e inventar otras actividades al lado de ellas. Hay muchos caminos para hacer por nosotros mismos y reducir poco a poco nuestra cooperacin a la reproduccin del capitalismo.

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Jrme Baschet

    La creacin-defensa-expansin de nuestros espacios liberados inicia desde lo ms pequeo y puede ampliarse a todos las formas de organizacin tal como las que ya existen en las comunidades, colonias, barrios, casas ocupadas, colectivos de medios libres, movimientos de resistencia para el uso de la luz, as como en muchas otras luchas que se estn haciendo presentes a lo largo de este Seminario internacional. Y tambin podemos tejer redes ms amplias, para compartir experiencias y aprender entre muchos, para conocernos mejor. Se trata tambin de prepararnos es decir de ponernos bien listos, en todos los sentidos para esos momentos en los cuales las dignas rabias contenidas se encuentran y se liberan, desmultiplicando la capacidad de accin colectiva y haciendo posible ganar o recuperar espacios liberados mucho ms amplios.

    Una cosa muy importante que hace el valor de nuestros espacios liberados es que permiten empezar a experimentar otras formas de vida y otras relaciones sociales. Se trata de fortalecer contra-conductas basadas en la igualdad de gnero, el sentido de la proporcionalidad, la cooperacin y el respeto al colectivo. Es una tarea decisiva, pues uno de los mayores enemigos de los movimientos antisistmicos es interno y tiene que ver con los desastres que provocan subjetividades moldeadas por los valores de la sociedad capitalista : predisposicin para las luchas de poder ms que para la cooperacin; actitudes de dominacin/sumisin que fomentan formas de organizacin jerarquizadas, individualismo e hipertrofia de los egos, ansiosos por tener la razn sobre los dems ms que preocupados por elaborar posiciones comunes. Entonces, cmo construir un mundo otro con subjetividades tan conflictivas y

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    Ya estamos en camino, haciendo otros mundos

    competitivas? Es por eso que los espacios liberados, en la medida en que permiten alejarse de las formas de ser requeridas por la sociedad de la competencia y fortalecer subjetividades cooperativas, son propiamente determinantes para futuros avances. La lucha contra el capitalismo inicia en nosotros mismos, en nuestras maneras de relacionarnos, en nuestra forma de ser y hasta en lo ms ntimo de nuestros conflictos interiores. Es una lucha, a la vez personal y colectiva, para descapitalizarnos.

    ***

    Son necesarias dos aclaraciones. Primero, no se trata de crear islitas en donde se podra esperar vivir tranquilos, protegidos de los horrores del mundo actual. Hay experiencias de desapego al sistema que parecen ir en esta direccin, y pueden tener sus virtudes. Pero no se trata de crear refugios de vida cmoda (para quienes tienen los recursos necesarios) o nichos de supervivencia (para quienes no los tienen). Si no quieren perder su dimensin anticapitalista, los espacios liberados no pueden preocuparse nicamente por su propia construccin, sin ver que, en sus alrededores, la ofensiva de despojo y desposesin del capitalismo la guerra contra la subsistencia sigue avanzando, aduendose de cada vez ms territorios y recursos, para difundir los cultivos transgnicos, para ampliar la explotacin minera, para desarrollar megaproyectos contra los cuales la resistencia va creciendo, con la conciencia de que no se trata solamente de defender un lugar de vida sino tambin de frenar la lgica productivista que el sistema capitalista necesita para reproducirse pero que resulta sin sentido (ms all de la mera bsqueda de ganancia).Entonces, no es posible elegir entre construir algo nuevo

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Jrme Baschet

    y luchar en contra de lo existente. Caeramos en un falso debate al oponer una actitud que busca enfrentar al capitalismo (para resistir a sus avances y eventualmente destruirlo) y otra que slo pretendera hacer florecer una realidad diferente, nuestra. De hecho, a menos de caer en la trampa de los nichos de sobrevivencia o de vida cmoda, los espacios liberados son espacios de combate, que han de ganarse y defenderse, y que dependen de las luchas que en todas partes resisten a los embates depredadores del capitalismo. Los espacios liberados no pueden mantenerse y crecer sin chocar, de una forma o de otra, con lo que les rodea. Construir (otra cosa) es intrnsecamente oponerse a, luchar en contra. La opcin del construir desde ya mueve el tablero y abre nuevas opciones, pero no nos libra de la cuestin de la conflictividad. Pueden configurarse de diferentes maneras pero no pueden separarse las tres puntas del tringulo: resistir, enfrentar, construir.

    La segunda observacin es que nuestros espacios liberados no son del todo liberados. John Holloway ha insistido en esto: nuestras grietas no son puras y tienen severas limitaciones4.

    Sufren hostigamiento y represin. Se debilitan por los conflictos que aviva la reproduccin de formas de ser propias de la sociedad de la mercanca, tal como el individualismo posesivo, las actitudes competitivas, la incapacidad de escuchar, etc. Y, sobre todo, se enfrentan a la falta de recursos: falta de dinero para cubrir las necesidades, falta de produccin para acceder a los mercados, falta de acceso a los mercados para los productos... Significa que los esfuerzos para crear, defender y dilatar espacios liberados tienen que luchar en permanencia en contra de la presin que ejerce sobre ellos, y adentro de ellos, la fuerza de la

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    sntesis capitalista. En muchos casos, esta presin lleva al debilitamiento, al desnimo, a la implosin.

    Es que hay un tope fuerte. Podemos descapitalizar en cierta medida nuestra mente y nuestra subjetividad. Podemos desapegarnos de varias adicciones capitalistas. Podemos recuperar nuestra capacidad de hacer por nosotros mismos. Pero no desaparece tan fcilmente la raz de la heteronoma radical propia del capitalismo, es decir el hecho de que buena parte de los medios de produccin de bienes y servicios, as como el control de una proporcin creciente de los recursos naturales, estn en manos de ELLOS. Es por eso que nuestro hacer encuentra lmites; es por eso que nos faltan recursos y bienes que necesitamos. Es por eso que nuestros espacios liberados todava no pueden serlo del todo.

    Ser, entonces, que tenemos que volver a plantear la cuestin de los medios de produccin de bienes y servicios? Y ser posible hacerlo de manera en parte renovada? Por un lado, expandir nuestros espacios liberados implica reapropiarnos ciertos recursos y medios de produccin: es el punto donde el choque con el sistema se intensifica y es el paso que slo puede darse en base a una movilizacin colectiva muy amplia, si no es que en el marco de una situacin de insubordinacin generalizada (tal como fue el caso a principios de los aos 2000 en Bolivia y Argentina). Sin embargo, hay diferencias claras con el modelo clsico de la Revolucin, que se centraba por completo en el momento del choque frontal (de ah tambin la centralidad del Estado como herramienta para recuperar los medios de produccin, mediante la reforma agraria y la nacionalizacin de las industrias). Ahora, tratamos de ver y valorar el camino que es posible recorrer

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    Rebelarse desde el nosotrxs - Jrme Baschet

    antes de llegar a este punto, avances ms modestos pero que nos permiten experimentar nuevas capacidades de hacer que no son las de los grandes medios de produccin controlados por ELLOS. Tenemos que preguntarnos cules son las capacidades productivas que la recuperacin de nuestro hacer nos restituye, es decir que estn de por s en nuestras manos y, tambin, cul es la parte de los medios de produccin controlados por ellos que no queremos recuperar sino ms bien desmantelar5. Estas observaciones son muy elementales pero bastan para indicar lo siguiente: podemos plantearnos la cuestin de los medios de produccin de manera parcialmente renovada, pero no podemos dejar de plantearla6.

    Finalmente, podramos dejar de oponer guiones (y temporalidades) revolucionarios supuestamente incompatibles. Estamos entre dos mundos: ver slo lo viejo que no termina de morir sera tan inapropiado como ver slo lo nuevo que est naciendo. Decir que el nuevo mundo que queremos ya est es cierto (en especial en las montaas del sureste mexicano) y al mismo tiempo engaoso (si lo tomamos demasiado literalmente). Quizs resulte ms pertinente considerar a la vez lo que ya estamos construyendo en nuestro devenir rebelde o revolucionario (de no hacerlo, caeramos en la ceguera y la desesperacin) y lo que todava falta (de no hacerlo, estaramos en riesgo de auto-ilusionarnos)7. Ya no podemos creer en la Gran Revolucin en el futuro, pero tampoco encomendarnos nicamente a nuestro ser o hacer en el aqu y ahora. La temporalidad revolucionaria slo puede ser mltiple, juntando la inmediatez de lo que se est construyendo, la inminencia de lo que se va preparando y la esperanza de lo que todava no es. Habl de espacios liberados de diferentes tamaos.

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    Pero apenas mencion, todava, a lo que han logrado construir los pueblos zapatistas a lo largo de estos 19 aos y es el ejemplo ms notable de espacio liberado que conozcamos (conocindose este espacio liberado bajo el nombre de autonoma). Como escribi Hugo Blanco, es la zona liberada del neoliberalismo donde se gobierna la gente a s misma8, seguramente una de las ms importantes a nivel planetario. Por eso, es referente y fuente de inspiracin, desde hace 19 aos, para muchos movimientos antisistmicos y para muchas personas en todo el mundo. Por eso, estn agredidas las comunidades zapatistas de tantas maneras. Y no olvidemos que para construir y defender esta experiencia fue necesario un levantamiento armado: eso fue el precio para crear un espacio liberado, autnomo, de tal magnitud. Fue con el eco del fuego, con la inteligencia de la palabra y con la fuerza de la dignidad como se pudo defender y expandir a lo largo de 19 aos, hasta la marcha de la gran serpiente del 13 Baktun (21 de diciembre), hasta hoy, hasta lo que sigue. Y tambin es de mencionar que los zapatistas no se han cansado de recordarnos que la autonoma no hubiera podido conquistarse sin la recuperacin de los medios de produccin, en este caso de la tierra9. Pero se puede aadir que la otra vertiente de la autonoma se construy en base a la expansin de la propia capacidad de hacer, en especial en las tareas educativas, de salud, de comercializacin, de comunicacin, sin olvidar la de ser gobierno y ejercer la justicia, asumida de manera rotativa por las autoridades autnomas.

    Es a partir de esta experiencia y los dems procesos autonmicos (en Chern o en otras partes de Mxico y Abya Yala10) como podemos replantearnos las preguntas que surgen a la hora de empezar no en el futuro sino

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    en el presente de nuestro caminar desde ya a reflexionar colectivamente de qu manera puede organizarse una sociedad no capitalista11. No se trata de volver a trazar de antemano los planes de un mundo perfecto sino solamente de acordar algunos principios elementales que derivan del carcter no capitalista de lo que anhelamos y que abren hacia una multiplicidad de posibilidades concretas.

    Se trata de experimentar modalidades de auto-gobierno liberadas de la forma-Estado, para acordar las decisiones necesarias para la vida colectiva. La autonoma supone una organizacin que parte desde abajo, sostenindose fundamentalmente en las asambleas locales de comunidades, barrios, comunas, as como en su capacidad para coordinarse a distintas escalas supralocales. Esto es lo que estn haciendo los municipios autnomos zapatistas, las Juntas de Buen Gobierno, y es lo que tambin podra hacerse a escalas ms amplias.

    Si en la sociedad capitalista, el fro corazn de la sntesis social es la bsqueda de ganancia, la expansin del valor, el crecimiento sin lmite de las actividades productivas, la centralidad de la economa que impone sus normas a todos los aspectos de la vida, romper con esto no puede limitarse a un cambio en el rgimen de propiedad de los medios de produccin ni a una reparticin justa de los excedentes productivos12. Implica no slo restringir el lugar y el impacto social de las actividades productivas, destruir el motor del productivismo capitalista que es la lgica de expansin del valor (y la ganancia) y el sometimiento generalizado al Trabajo, sino sobre todo obliga a redefinir los fundamentos de la vida social, sus principios y

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    su razn de ser, por fuera de las determinaciones econmicas. Es ah donde el buen vivir para todos y en el respeto de la Madre Tierra, que proponen los pueblos indgenas de Abya Yala, constituye una aportacin terico-prctica de extraordinario alcance. Es una manera tremendamente pertinente de hacer de la eleccin en cuanto a la forma misma de la vida el corazn sensible de la organizacin colectiva. Plantea la autoinstitucin de los colectivos ecosociales, en base a los principios de justicia, solidaridad y cooperacin, en la simplicidad material y en la plena realizacin de las capacidades creativas, sentipensantes e interpersonales de cada una/uno de sus miembros. Esto implica, al opuesto de la cada vez ms absurda y destructora expansividad productiva propia del capitalismo, una limitacin de las tareas productivas, que tienen que acordarse y asumirse colectivamente en funcin de las formas de vida constitutivas del colectivo, respetando lo ecolgicamente prudente y preservando uno de los bienes ms valiosos de los seres humanos, el tiempo disponible, clave para la multiactividad creativa y la construccin del buen vivir.

    Por lo tanto, en el proceso de construir un mundo no capitalista, no se trata tanto de tomar los medios de produccin que se encuentran en manos de ELLOS sino ms bien, por lo menos en buena parte, de desmantelarlos (as como Marx indicaba, en La guerra civil en Francia, que no se trata de conquistar el aparato de Estado sino de destruirlo). Se trata de reapropiarnos la parte de las capacidades productivas que pueden ser reorientadas hacia fines colectivamente asumidas como necesarias, mientras se abandone y destruya a las otras. Esta doble operacin es importante no slo en su dimensin de

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    recuperacin de ciertos medios de produccin sino tambin en la medida en que implica disolver la captacin de la fuerza de trabajo para tareas humanamente intiles y ecolgicamente dainas, lo que permite reorientar la capacidad de hacer hacia actividades acordadas como pertinentes. Se trata de un mundo donde quepan muchos

    mundos, que rompa con la perspectiva unificadora de la totalidad, predominante en el sistema capitalista (tambin bajo la forma del Estado, el Partido, la Organizacin, etc.)13. Se trata de dejar florecer un mundo de la multiplicidad, de las diferencias que saben proporcionarse, respetarse y enriquecerse hasta de sus divergencias. Es, por primera vez desde los orgenes de nuestra especie, el mundo de la constitucin intercultural de la humanidad. Un mundo de lugares recobrando sus particularidades, un mundo de memorias abrindose a sus heterogeneidades. Un mundo de muchas formas de concebir y poner en prctica el buen vivir.

    Se trata (aspecto transversal al cual se dedican aqu pocas palabras a pesar de su carcter fundamental) de un mundo en donde la igualdad de gnero es plenamente realidad, en donde todas las posiciones de gnero pueden vivirse sin discriminacin, de manera libre.

    ***

    Construimos. Creamos. Hacemos. Pero tampoco podemos sobrevalorar los alcances de nuestra accin. La idea segn la cual podemos, mediante la fuerza de nuestro actuar, cambiar del todo la realidad es una visin tpicamente occidental, que sera oportuno cuestionar. En el pensamiento chino, por ejemplo, la eficacia no tiene

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    que ver tanto con los alcances de nuestra propia accin sino con la habilidad para captar la potencialidad de las situaciones, para aprovechar los procesos en curso en el devenir del mundo14. Esto no implica condenarse a la pasividad o a la resignacin; ms bien nos invita a articular nuestra accin con la comprensin de las dinmicas del sistema-mundo actual. Por eso, no podemos dejar de relacionar nuestro caminar con el anlisis de la crisis que afecta al capitalismo, por debajo de la fuerza que este manifiesta en sus avances aplastantes. Si bien, lamentablemente, implica ms pobreza, ms desempleo, ms sufrimientos para mucha gente, la crisis del sistema capitalista puede llegar, bajo ciertas condiciones, a ser nuestra oportunidad15.

    Algunos analistas, en especial Immanuel Wallerstein, hablan de una crisis terminal del capitalismo, pues se agudizan contradicciones consideradas como insuperables. Pero este planteamiento parece indicar, de nueva cuenta, la predeterminacin de un futuro ineluctable, como si conociramos el final de la pelcula (aunque haya bifurcaciones que dejan abiertas varias opciones posibles). Quizs implique subestimar la capacidad de metamorfosis y adaptabilidad del sistema capitalista y repetir una profeca que ha sido desmentida muchas veces desde los inicios del siglo 20. Otros plantean que el capitalismo llega a un lmite, sea porque se trata de un sistema basado sobre un principio de crecimiento indefinido en un mundo finito (lo que suena imposible), sea porque el pico petrolero (y de las dems energas fsiles) implicara el fin de las bases materiales de la civilizacin capitalista, sea porque los mecanismos de la acumulacin capitalista estn demostrando su agotamiento. Quizs sea as, pero ya no son de esas cosas

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    que podamos afirmar a ciencia cierta. Por indispensable que resulte el anlisis de las tendencias en curso (y por lo tanto de lo que parecen anunciar), nuestra capacidad de previsin y anticipacin ya no puede atribuirse el carcter de certeza que alcanzaba cuando se crea en las leyes de la historia. Ya no hay certidumbre; ya no hay finales preestablecidos. Es verdad: hablar de una crisis terminal, de un lmite absoluto, nos dara ms confianza, ms esperanza. Pero sera poco prudente pensar que el derrumbe del capitalismo es ineluctable, independientemente de lo que hagamos o no. De hecho, la cuarta de las tesis del subcomandante Marcos sobre los movimientos antisistmicos indica que el capitalismo no tiene como destino inevitable su autodestruccin, a menos que incluya al mundo entero, por lo que no colapsar por s mismo16.

    De cualquier manera, podemos analizar la crisis como una eventual oportunidad para nuestro caminar anticapitalista sin necesidad de asumir estas visiones. Basta, para eso, analizar la crisis como una intensificacin de las dificultades que el capitalismo encuentra para reproducirse, es decir para generar una cantidad de valor y ganancia que este a la altura del crecimiento exponencial de los capitales que se mueven en busca de su valorizacin17. Las dificultades de reproduccin del sistema (en su ncleo central que es la expansin del valor) slo van superndose mediante soluciones que, a su vez, crean dificultades an mayores, entre las cuales las que derivan del deterioro ambiental no son las menores. En pocas palabras, no podemos hablar con certeza de una crisis terminal, pero s de una crisis sistmica profunda y multidimensional cuya contencin provoca nuevos problemas cada vez ms difciles de resolver. Para

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    nosotros, este diagnstico resulta suficiente. Nos basta para entender cmo lo que hacemos para crear y ampliar espacios liberados puede insertarse en un proceso de debilitamiento progresivo de la reproduccin del sistema capitalista.

    Sera intil volver a presentar aqu las caractersticas de la crisis iniciada en el 2007-2008 y todava en curso18. Despus de una breve recuperacin en 2010, las perspectivas actuales de la economa mundial son de un crecimiento muy dbil, sin hablar de la zona euro que, en su conjunto, ha estado en recesin en el 2012 y lo seguir siendo en el 2013 (y esto es clara seal de que las cosas no van nada bien, pues el capitalismo no puede sobrevivir sin crecimiento)19. Otra dimensin de la crisis es la incapacidad para controlar las deudas de los estados, en especial en Europa y en Estados Unidos20. Esta es una caracterstica estructural desde los inicios del neoliberalismo, pero asumi nuevas proporciones a raz de la crisis, por los rescates de descomunal tamao, con dinero pblico, de los bancos y las grandes empresas21. Existe por lo tanto un crculo vicioso entre el sobreendeudamiento cuya contencin implica polticas de austeridad y el hecho de que estas polticas limitan la capacidad de consumo y acentan las tendencias a la recesin. De manera ms general, slo se logra sostener la actividad econmica gracias al recurso masivo al crdito, pero esto es precisamente lo que llev a la crisis, pues las famosas burbujas terminan explotando unas tras otras, cuando resulta inocultable el carcter artificial de la dinmica de crecimiento alimentado por el crdito (una de la ms peligrosas es actualmente la burbuja inmobiliaria en China, mucho ms grande de la que deton la crisis en Estados Unidos en 2007).

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    Quizs la crisis indique el lmite de un modo de acumulacin propio del neoliberalismo, basado en bajos salarios y endeudamiento tanto privado como pblico; pero no tienen cmo salir de l22. Lo que puede vislumbrarse por debajo de esta contradiccin es la incapacidad sistmica para generar la cantidad de ganancias suficiente para retribuir capitales en crecimiento exponencial23. Es impresionante ver cmo ni el tremendo aumento de la productividad en las ltimas dcadas, ni la tremenda presin sobre los salarios que fue uno de los objetivos centrales de las polticas neoliberales han sido suficientes para que la inversin en el sector productivo recupere una clara atractividad24. Esto indica una situacin crnica de subacumulacin y, ms fundamentalmente, una dificultad cada vez mayor para generar el valor (de cambio) cuya fuente es el trabajo humano, pues la bsqueda de mayor rentabilidad y la competencia llevan a sustituirlo por maquinarias25. Entonces, existe una contradiccin cada vez ms evidente entre la necesidad y la no necesidad del trabajo26. Y esto implica una grave alteracin del corazn mismo del capitalismo, es decir en la realizacin del valor y, por lo tanto, de la ganancia.

    En fin, nuestra esperanza es una apuesta a que se d una convergencia entre los esfuerzos que hacemos para potenciar desde ya nuestros espacios liberados y la crisis estructural que implica una descomposicin de las categoras fundamentales del capitalismo27. Nuestra esperanza es que ambos procesos lleguen a entrelazarse y a fortalecerse mutuamente: que la multiplicacin de nuestros espacios liberados avive las contradicciones sistmicas, mientras estas abran nuevas oportunidades para los espacios que vamos construyendo.

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    Pero hay un factor ms, y decisivo. Es el acelerado ecocidio provocado por la expansin del productivismo ciego del capitalismo. Bien sabemos los altos grados de contaminacin del aire, los suelos, los ros, mantos acuferos y mares, provocados por los desechos txicos de las industrias, la extraccin de recursos energticos y la minera, las mltiples consecuencias de la diseminacin de los transgnicos, la prdida de biodiversidad (desaparecen entre 50 000 y 100 000 especies al ao), la deforestacin y la sobreexplotacin de muchos otros recursos (por ejemplo, la sobrepesca)28. Pero quizs no alcancemos todava a percibir la magnitud de lo que est a punto de provocar el calentamiento global, el cual ya no puede contenerse en los lmites (razonables) de un aumento de 2 grados sino que se encamina hacia una trayectoria de por lo menos 4 grados ms29. Esto significa una elevacin del nivel de los mares de un metro o hasta dos (en promedio), dramticas olas de calor30 y sequas cada vez ms severas, lluvias torrenciales y huracanes ms violentes, perdidas reiteradas de cosechas, enormes deslaves de terrenos y destrucciones de viviendas, desaparicin de una tercera parte de las especies animales y vegetales, acidificacin de los ocanos y disolucin de los corales, desaparicin de la selva amaznica y colapso de muchos otros ecosistemas (manglares, bosques boreales, etc.) que sustentan la vida de pueblos enteros, escasez de agua, reduccin de las tierras cultivables (combinada con la erosin de suelos provocados por el modelo agro-industrial), aparicin de nuevas plagas, expansin de enfermedades tropicales a poblaciones sin defensas inmunitarias, millones de desplazados climticos, aumento de la desigualdad, crecientes tensiones sociales, intensificacin de los conflictos por el control del agua y los procesos de captacin masiva de tierras cultivables por algunos pases

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    como China o Corea, etc... Y esto es slo una versin bastante moderada de lo que pudiera ocurrir, ya que los fenmenos de concatenacin, retroaccin y aceleracin no lineal de los efectos hacen del cambio climtico un proceso sumamente complejo y en parte imprevisible. Todos estos factores podran llevar, si no se da un rpido cambio de rumbo, a colapsos ecosistmicos en cadena, un calentamiento de 8 o 9 grados en el prximo siglo31, una desaparicin completa de los hielos polares, una elevacin del nivel ocenico de hasta 15 metros, una interrupcin de corrientes marinas cuyo papel en la regulacin trmica del planeta es esencial, etc...

    No sobrara recordar tambin las consecuencias sobre la salud humana del productivismo capitalista y su incontenible sed de ganancias. No importa que los refrescos y la comida chatarra provoquen niveles alarmantes de obesidad, sobrepeso, diabetes y enfermedades cardiovasculares: a qu no puedes comer o beber ms todava?, as que se siguen gastando millones en publicidad para aumentar an ms el consumo de estos productos. No importa que las empresas mineras contaminen aguas y suelos con cianuro y dems txicos. No importa que el uso prolongado de celulares desde temprana edad aumente el riesgo de tumores cerebrales. No importa que sustancias (como el bisfenol A) que alteran el sistema hormonal, presentes en pesticidas, alimentos y en los plsticos utilizados para contener alimentos (en especial los biberones) puedan provocar cnceres (en particular de la prstata y del seno), trastornos neurolgicos (ansiedad, hiperactividad, etc.), malformaciones del sistema reproductor, as como una rpida disminucin de la concentracin de espermatozoides (que se ha dividido por dos en las ltimas dcadas)32. No importa que se sigan vendiendo productos que nos

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    envenenan, que nos matan. Nada ms lgico, pues en este mundo el crecimiento econmico y las ganancias de las empresas constituyen el principio rector, que se impone por encima de todas las dems consideraciones. Esto es el capitalismo: un sistema en el cual la ganancia importa ms que la salud, el dinero ms que la vida.

    Pero un nivel tan elevado de destruccin, de ecocidio y de ataques a la integridad humana difcilmente puede dejar de provocar reacciones. En primer lugar, lo que estas expresiones del productivismo capitalista empiezan a generar, en una escala cada vez creciente, es una reaccin de la misma Madre Tierra. A las agresiones humanas, responde y responder con ira y violencia, con huracanes y sequas, inundaciones y destrucciones, plagas y enfermedades, y muchos otros desastres ms. Todo esto como consecuencia de un actuar humano insensato. Todo esto por lo que el chaman yanomami Davi Kopenawa llama, con impecable conciencia crtica, la enfermedad del pueblo de las mercancas, este pueblo cuyos miembros tienen la mente muy obscurecida, pues no dejan de fijar su pensamiento en sus mercancas, como si fueran sus novias33.

    Ser posible que, frente a esta insurreccin de la Madre Tierra, los seres humanos no empiecen a reflexionar34? Qu no vean que es necesario cambiar algo? Que no lleguen a cuestionar al capitalismo? Ciertamente, estar confrontado a la rebelin de la Madre Tierra no lleva automticamente a identificar en el productivismo capitalista la causa principal de tantos desastres. Por eso, se ubica aqu un terreno de lucha de suma importancia. Pues, mientras las instituciones y los medios se esfuerzan y se esforzarn en minimizar los hechos observables, en

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    hacer creer que los problemas, por serios que sean, siguen bajo control y que la tecnologa proveer soluciones para contenerlos, nos toca hacer ver y entender que la ira de la Madre Tierra es consecuencia directa de la lgica capitalista de la produccin-para-la-produccin y de un modelo civilizatorio basado en la instrumentalizacin de la naturaleza. Y si se logra desvirtuar la fuerza de los anestesiantes oficiales (no pasa nada, no es tan grave; es inevitable que haya problemas, pero se van a resolver), puede ser que el instinto de sobrevivencia de la humanidad afectada en sus condiciones de vida, si no es que en la posibilidad misma de su existencia se vuelva un poderoso aliado en la lucha anticapitalista y en el caminar hacia un mundo no capitalista.

    Finalmente, nuestra esperanza, nuestra oportunidad, podra ubicarse en la confluencia de tres fenmenos que bien podran entrelazarse y fortalecerse mutuamente: a) nuestra capacidad para defender y expandir espacios parcialmente liberados, prefigurando as relaciones sociales y subjetividades no capitalistas; b) la intensificacin de la crisis estructural del capitalismo, su creciente incapacidad para superar los obstculos y las contradicciones que su propia reproduccin genera; c) y finalmente la intromisin insurreccional de la Madre Tierra que grita la insostenibilidad del productivismo compulsivo y mortfero del capitalismo.

    Ningn modo de prod