racionalidad limitada

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 NOTAS EL  PRINCIPIO DE RACIONALIDAD LIMITADA E  H A SIMÓN  Y  E L  PRE MIO NOB EL DE  ECONOMÍA ALBERTO HIDALGO TUÑON Oviedo Ij uando hace unos días el presidente del Comité Nobel de la Academia Sueca de Ciencias, Erik Lundberg, anunciaba su con-  cesión en la especialidad de Ciencias Económicas a Herbert Alexander Simón, ironizó sutilmente las peculiaridades rela ciones que cristalizaban en aquel momento entre la «organización» concesionaria y la teoría premia da: «Simón -dijo- podría ayudarnos a comprender el pro ceso que condujo a la elección del galardonado». La iro nía autoreflexiva de Lundberg pasó desapercibida. Los más sagaces intérpretes atisbaron que se trataba de una estratagema tendente a justificar la elección de otro nor teamericano, en base a criterios puramente asépticos. Frente a la contestación creciente que el galardón viene suscitando y a la temida acusación de «partidismo», el portavoz de la Academia parecía querer escudarse tras una pantalla «objetivable» e inatacable: los límites es tructurales y organizativos que la propia mecánica de la distinción conlleva: «Hubimos de analizar -añadió Lund berg- 75 propuestas, que en principio quedaron reduci das a 25 candidatos dignos de tener en cuenta. Quería mos dar el prernio Í?  quien más lo  mereciera  sin tener en cuenta su nacionalidad, incluso si era otro norteamerica no». Ni que decir tiene que las  ttoúzs sckit decisión-ma- king  de Simón explican «técnicamente» por qué la  canti dad de información  reunida por la Academia Sueca de Ciencias, dados los canales que mediatizan las propues tas,  tuvo que resultar no sólo finita, sino forzosamente limitada.  Explican, además, por qué mecanismos se selec cionaron los 25 candidatos dignos «satisfactorios», diría Simón) entre las alternativas disponibles. A buen seguro sus métodos analíticos permiten reconstruir el  criterio que sirvió para seleccionar los candidatos «aceptables», que sastisfacían el «nivel de aspiración» marcado por los miembros del comité de acuerdo, tal vez,  zon fines últi mos cuya fijación no depende tanto de ellos mismos como de instancias externas y superiores la imprecisa variable «entorno organizacional» en terminología de Simón). Más aún, inspeccionando la «memoria retroacti va» de los electores, Simón estaría en condiciones de determinar con sus modelos de elección racional la  escala de preferencias  que inspiraba el anterior  criterio  de selec ción. En efecto: i) Si la aplicación privilegiada de técni cas matemáticas para la solución de los problemas socio económicos la llamada  Econometrta)  seguía manteniendo el omnímodo prestigio que determinó la elección de los primeros galardonados en Economía desde Jan Tinber- gen 1969) a Kenneth J. Arrow 1972), pasando por Paul Samuelson 1970) y Simón Kuznets 1971) 1); ii) si el paradigma «niarginalista» seguía definiendo la orto doxia entre los miembros de la Academia Sueca, como el reciente caso de Milton Friedman 1976) demostraba es candalosamente; y iii) si la repercusión internacional de un método, de una teoría o de una polémica en el gre-  1) Como se sabe, el conflictivo Premio Nobel en Ciencias Económi cas fue creado en 1968 por el Banco Estatal de Suecia y, aunque su administración fue gentilmente cedida a la Real Academina sueca de Ciencias, su equiparación monetaria con los demás adolece de esta «dependencia» financiera. Los modelos de Simón podría asumir sin di ficultad este extremo como una  premisa de  decisión  más. De este modo, la «escala de preferencias», que tentativamente reconstruyo en el texto, quedaría reforzada notablemente, pues los supuestos económicos, aludi dos engarzan mejor en el baremo administrativo de una Banca Nacio nal que en el de una «institución científica». Obsérvese, de paso, que la preferencia por la Econometría aclara en parte y por razones «inter nas» la concesión del Nobel en 1975 al soviético Leónidas V. Kantoro- vich, sin necesidad de recurrir a superficiales especulaciones sobre su posible «disidencia». En todo caso, reconocer la potencia explicativa de los modelos de Simón en una cierta escala  organizacional  no obstaculiza el planteamiento de sus paradojas internas, del mismo modo que el teorema de Gódel no significa una infravaloración de la Lógica Formal. 68 EL BASILISCO EL BASILISCO, número 4, septiembre-octubre 1978, www.fgbueno.es

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NOTAS

EL PRINCIPIO DERACIONALIDAD LIMITADADE H. A. SIMÓNY EL PREMIO

NOBEL DE E C O N O M Í AALBERTO HIDALGO TU Ñ ONOviedo

Ij uand o hace unos días el presidente delComité Nobel de la Academia Sueca deCiencias, Erik Lundberg, anunciaba su con-

i cesión en la especialidad de CienciasEconómicas a Herber t Alexander Simón,

ironizó sutilmente las peculiaridades relaciones que cristalizaban en aquel momentoentre la «organización» concesionaria y la teoría premiada : «Simón -di jo- podr ía ayudarnos a comprender e l proceso que condujo a la elección del galardonado». La ironía autoreflexiva de Lundberg pasó desapercibida. Losmás sagaces intérpretes atisbaron que se trataba de unaestratagema tendente a justificar la elección de otro norteamericano, en base a criterios puramente asépticos.Frente a la contestación creciente que el galardón vienesuscitando y a la temida acusación de «partidismo», elportavoz de la Academia parecía querer escudarse trasuna pantalla «objetivable» e inatacable: los límites estructurales y organizativos que la propia mecánica de ladistinción conlleva: «Hubimos de analizar -añadió Lundberg- 75 propues tas , que en pr inc ipio quedaron reducidas a 25 candidatos dignos de tener en cuenta. Queríamos dar el prernio Í? quien más lo mereciera sin tener encuenta su nacionalidad, incluso si era otro norteamerican o » .

Ni que decir t iene que las ttoúzs, sckit& decisión-ma-king de Simón explican «técnicamente» por qué la cantidad de información reunida por la Academia Sueca deCiencias, dados los canales que mediatizan las propuestas , tuvo que resultar no sólo finita, sino forzosamentelimitada. Explican, además, por qué mecanismos se seleccionaron los 25 candidatos dignos («satisfactorios», diríaSimón) entre las alternativas disponibles. A buen segurosus métodos analíticos permiten reconstruir el criterioque sirvió para seleccionar los candidatos «aceptables»,

que sastisfacían el «nivel de aspiración» marcado por losmiembros de l comité de acuerdo, ta l vez , zon fines últimos, cuya fijación no depende tanto de ellos mismoscomo de instancias externas y superiores (la imprecisavariable «entorno organizacional» en terminología de

Simón). Más aún, inspeccionando la «memoria retroactiva» de los electores, Simón estaría en condiciones dedeterminar con sus modelos de elección racional la escalade preferencias que inspiraba el anterior criterio de selección. En efecto: (i) Si la aplicación privilegiada de técnicas matemáticas para la solución de los problemas socioeconómicos (la l lamada Econometrta) seguía manteniendoel omnímodo prestigio que determinó la elección de lospr imeros ga lardonados en Economía desde Jan Tinber-gen (1969) a Kenneth J . Arrow (1972) , pasando porPaul Samuelson (1970) y Simón Kuznets (1971) (1); ( i i)si el paradigma «niarginalista» seguía definiendo la ortodoxia entre los miembros de la Academia Sueca, como elreciente caso de Milton Friedman (1976) demostraba es

candalosamente; y (ii i) si la repercusión internacional deun método, de una teor ía o de una polémica en e l gre-

(1) Co mo se sabe, el conflictivo Prem io Nobe l en Ciencias Económicas fue creado en 1968 por el Banco Estatal de Suecia y, aunque suadministración fue gentilmente cedida a la Real Academina sueca deCiencias, su equiparación monetaria con los demás adolece de esta«dependencia» financiera. Los modelos de Simón podría asumir sin dificultad este extremo como una premisa de decisión más. De este modo,la «escala de preferencias», que tentativamente reconstruyo en el texto,qued aría reforzada notablemente, pues los supuestos económicos, a ludidos engarzan mejor en el baremo administrativo de una Banca Nacional que en el de una «institución científica». Obsérvese, de paso, quela preferencia por la Econometría aclara en parte y por razones «internas» la concesión del Nobel en 1975 al soviético Leónidas V. Kantoro-

vich, sin necesidad de recurrir a superficiales especulaciones sobre suposible «disidencia». En todo caso, reconocer la potencia explicativa delos modelos de Simón en una cierta escala organizacional no obstaculizael planteamiento de sus paradojas internas, del mismo modo que elteorema de Gódel no significa una infravaloración de la Lógica Formal.

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mió de científicos sociales pesaba aún como factor determinante en caso de indecisión -(y ahí estaban las tablasd e inputs-out-puts de Wassily Leontief en 1973 y el salomónico Nobel de 1974 repar t ido entre Kar l GunnarMyrdal y Friedrich A. von Hayek para atestiguarlo)-,entonces Herber t A. Simón enca jaba en e l re t ra to-robotdel nuevo Nobel de Economía con la misma probabilidad que el Cardenal Karol Wojtyla en el de Papa antes

del último cónclave católico. Sólo en el caso de que sevalorase (iv) el discutible rasgo de «cabeza de serie» enuna nueva disciplina con técnicas propias -the new scienceof management decisión- subiría la cotización de este norteamericano, nacido hace 62 años en Milwaukes, en elranking de los nobelables. Que la declaración oficial dela Academia Sueca celebre sus «trabajos pioneros en torno al proceso de toma de decisiones en el seno de organizaciones económicas», ratifica la inclusión de este sector en la escala de preferencias. Con todo, los modelos deelección racional de Simón seguirían sin poder determinar por qué su autor era «quien más merecía el premio»,aú cuando se inyectasen como datos relevantes en su

memoria retroactiva los «accésit» al Nobel en los añosinmedia tamente anter iores . Cier tamente la decena derivales que compartían su posición de prioridad, quedaríareducida a menos de la mitad sin que este adulterio de laracionalidad del modelo sirviese para arrojar todavía uncandida to único.

En suma, contra los pronósticos de Lundberg el ad-ministrativista de Pittsburgh y Doctor Honorífico de laUnivers idad sueca de Lund no podr ía ayudar a comprender «enteramente» el proceso que condujo a la eleccióndeJ galardonado, porque sus modelos de decisión noes tán construidos para optimizar, sino tan sólo para satis

facer realistamente (2). Al negar explícitamente a los órganos de decisión de los individuos y de las organizaciones complejas el extraordinario poder de la omnisciencia que los católicos atribuyen al Espíritu Santo y la economía clásica el empresario, no es extraño que Simónfuese el primer sorprendido ante la concesión del Nobel.

Este breve análisis contextual pone de manifiesto,según creo, que la ironía autojustificativa de Lundbergconsis te , en e l fondo, en una inquie tante paradojaPorque si fue cierto que la elección de Simón se ejecutóconforme a los criterios de racionalidad que sus modelosde toma de decisiones postulan, entonces lo que quedajustificado propiamente no es la concesión particular delpremio en Ciencias Económicas este año, sino el mecanismo sueco de adjudicación del Nobel. Al pretender incorporar autocontextua lmente los procedimientos deelección racional al objeto sobre el que, en última instancia, recae la elección, los miembros del comité Nobelse habrían galardonado paradójicamente a sí mismos. Endefinitiva, lo que les habría empujado a designar al galardo nad o habr ían s ido, po r e jemplo, considerac iones «egolátricas», que poco o nada tienen que ver con la racionalidad, salvo lo que de tal haya en un patológico mecanismo de «identificación». Por este lado, el reconocimiento de los límites de la razón desemboca en la aceptación de una arbitrariedad irracional en toda decisión

excluyente y última, que una suerte de psicoanálisis podría sacar a la luz.

12) Cfr. D. J . White: Teoría de la decisión, Alianza Univ., Madrid,1972 ,

Pero aún cabe otra salida, no por racional menos paradójica. De acuerdo con los criterios decisionales de Simón tan «racional» hubiese sido su designación como lade cua lquier otro nor teamericano, inc luyendo a P.M.Sweezy ó a P. Baran. Si por añadidura la nacionalidad nopesaba en la balanza, según nos asegura Lundberg, elespectro de rivales crecería notablemente hasta incluir asovié t icos dignos de l Nobel , como V.S. Nemchinov o

cualquier otro sobresaliente discípulo de Kantorovich y aalgún tercermundista destacado, por no hablar de laescuela marxista francesa de Charles Bettelheim. Parece,pues inevitable (-si se rechazan los motivos subconscientes más o menos irracionales-) sostener que el determinante último para distinguir a Simón procede delcontenido mismo de sus modelos decisionales. Pero lapreferencia absoluta por un modelo «satisfaccionista» sólopuede efec tuarse racionalmente desde un modelo «opt i -mizador» y nunca desde otro, a su vez, «satisfaccionista». Concre tando, únicamente se puede e legir a l mejorcandidato, «al que más lo merezca» desde el supuesto deu n a racionalidad absoluta y perfecta. Ahora bien, Simón ha

sostenido frente a la economía clásica y frente al «taylorismo» que tal supuesto no sólo es falso, sino inaplicableen la práctica, proponiendo como alternativa el l lamado«principio de racionalidad limitada». Como quiera que elgalardón adjudicado a su obra equivale al reconocimiento de la verdad científica de sus doctrinas sobre la racionalidad (o más modestamente, a la consagración de suvalidez teórica) y como quiera que para llevar a cabo taladjudicación se util izaron procedimientos de elecciónque verificaban o falsificaban de hechos tales^octrinas, sesigue que el comité Nobel hubo de enfrentar una situación dialéctica particularmente crítica: Paradójicamentesólo podía reconocer a Simón como e l mejor candidato,si en la práctica falsificaba la doctrina premiada de la racionalidad limitada. En otras palabras, sólo podía reconocer la validez del «principio de racionalidad limitada»a costa de negar cualquier límite a la racionalidad de talconcesión, es decir , a costa de afirmar su propia omnisciencia. Desde este punto de vista la declaración deLundberg, más que como ironía autojustificatoria, se nospresenta ahora como una confes ión de perple j idad y unasincera petición de ayuda. «Simón podría ayudarnos acomprender e l proceso que condujo a la e lecc ión de lgalardonado» significa ahora: «¿Cómo reconocer la validez absoluta del principio de la racionalidad limitada sinincurrir en contradicción?». Tal es, en realidad, el proyecto teórico que alienta en la obra entera de Simón.

Aunque en es ta nota sólo pre tendo esbozar sus coordenadas generales, me permito llamar la atención sobre elinterés filosófico que para una nueva «crítica de la razón» (en este caso, administrativa) encierran los trabajosinterdisc ipl inares de l premio Nobel de es te año en Ciencias Económicas.

1. EL MARCO TEÓRICO:LA AD MINISTRACIÓN DE LASORGANIZACIONES.

La calificación de «desconocido», tras la que algunos

medios de prensa cultural de nuestro país han enmascarado su ignorancia, no le cuadra bien a Herbert Simón.No sólo porque tres de sus obras mayores (9, 12, 40)(3) , así como varios artículos importantes (50, 58, 62,76) , han recibido versión castellana con anterioridad a la

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concesión del .Nobel , s ino, sobre todo, porque el espectro de especialistas interesados en sus contribucionesdesborda ampliamente el de otros muchos galardonadossupuestamente más conocidos por sus colaboraciones enla revista News-Week, pongamos por caso. Y ésto, porq u e , como ha subrayado acertadamente Zenon Pylyshynno hace mucho, Simón «ha aportado percepciones fundamentales en psicología, sociología, economía, estadísti

ca, filosofía de la ciencia, gestión, ciencia de sistemas,investigación de operaciones, técnicas de programación einteligencia artificial» (4). La enorme dispersión temáticade sus trabajos y su carácter interdisciphnar no le hanimpedido, en efecto, alcanzar una insólita profundidaden el tratamiento técnico de las diversas materias. Noobstante , es ta apariencia de dispersión oculta muchas veces las «íí/ej pretensiones teóricas de su obra, a saber:Construir un modelo global para la administración de lasorganizaciones complejas, en el que encajen cómodamente todos los aspectos relevantes, desde la psicologíade los individuos hasta los condicionamientos estructurales raacrosociológicos que determinan su eficacia y desde

los factores tecnológicos que han revolucionado la productiv idad hasta la significación filosófica más profun daque la automatización de las funciones intelectuales estáteniendo para el hombre y para su «propia identidadcomo espec ie» .

Es cier to que él mismo se autodefine modestamentecomo «un teórico de los grupos y de las organizaciones»( 3 3 , p. xi), y no resulta descabellado asegurar que talestemas constituyen el nervio centrd de sus preocupaciones y de su actividad como científico hasta tiempos recientes. Pero un análisis más conspicuo de su «cronología bibliográfica» revela que la Teoría de la Organización o Escuela de los Sistemas Sociales, nombres con los

que suele designarse su orientación específica, (5), notolera este confinamiento académico en una disciplina, nila institucionalización de sus fronteras. En efecto, a causade la burocratización progresiva de la sociedad industrialcontemporánea, por un lado, y de la creciente importancia teórico-práctica del enfoque behaviorista en las llamadas Ciencias Humanas, por otro, la Teoría de la Organización ha llegado a convertirse en la disciplina-encrucijada, en que confluyen temáticamente las ciencias sociales

(3) Los números colocados entre paréntesis en el texto remiten desdeahora a la bibliografía cronológica compilada al final de esta nota, cuyocometido principal —servir de guía intuitiva a la evolución del pensami ento y de los intereses dé Simón— no impide q ue la utilicemos para

estos y otros menesteres . Aunque incompleta, es ta relación recoge lostrabajos más significativos, entre los que destacamos con un asteriscolos más influyentes .

(4) p. 54 3. La referencia completa de la obra de Pylyshyn en (50). Ennuestro país las contribuciones de Simón han s ido ponderadas por

, psicólogos, cóm o Julio Seoane (Aprendiza je Lingüútko en InteligenciaArtificial, Tesis doctoral. Universidad de Valencia, 1972), juristasespecializados en Administración, como Alejandro Nieto G. (La Burocracia, Yol, I, El pensamiento burocrático. Instituto de Estudios Administrativos, M adrid , 1976, pp. 687 y ss .), lógicos de orientación cibernética inte resado s en la mecanización del pensamiento (Manuel Garrido y su círculo valenciano), especialistas en Management, como GariosP a ra me s Mo n te n e g ro {Introducción al «managenienf», Escuela Nacionalde A dmin istración Pública, Madrid, 2^ ed. , 1974), ingenieros preocupados por el trabajo productivo y por el es tudio de las relaciones labo

rales , á l es tilo de José María Vegara (J M org/znización científica del tra-. bajo, ¿ciencia o ideología?, Fontanella, Barcelona, 1971), sociólogos genera les , como Carlos Moya {Burocracia y sociedad industrial, Cuadernospara el Diálogo, Madrid, 1972) e, incluso, ontólogos y filósofos del cal ib re de Gus tavo Bueno {Ensayos Materialistas, Taurus, Madrid, 1972,p . 359) .

y humanas y científico-metodológicamente todas ella conlas naturales. De este modo resulta que la supuesta dispersión, ¿.Idi que antes aludí, halla su centro de gravedaden esta encrucijada. Respecto a ella los límites de desviación máxima parecen encontrase en su interés metodológico por la Física Matemática y la Filosofía de la Ciencia( 1 1 , 31, 64, 65 y 69), en una dirección, y en sus contribuciones a la Teoría Lógica de las máquinas y al campo

de la Inteligencia Artificial (3 0, 41 , 44, 48 , 56, 70 y 76),en otra. Ahora bien, tales límites extremos están íntimam en te cosidos entre sí por el «hilo conductor» que atraviesa toda la producción teórica de Simón, a saber, elque resulta de privilegiar la formalización y matematiza-ción de las teorías sociales sobre las investigaciones empíricas. Pues, a pesar de que el propio autor de Models ofyVlííK ha calificado de «secundar^' purpose» (33, p. ix) su«aplicación de las matemáticas a la ciencia social», no cabe duda de que nos hallamos ante un partidario decididoy nada ingenuo de convenir a las matemáticas en el«lenguaje universal» de todas las ciencias, en base a uncrite rio d e utilidad. N o se trata sólo de que su práctica

científica así lo atestigüe claramente contra sus protestasde em piris mo : Si realizásemos una representación gráficade sus dispersos trabajos, utilizando como coordenadasrespectivamente la «formalización teórica» (X) y la «investigación fáctica» (Y), se observaría una fuerte concentración al lado del eje X, siempre y cuando pudiésemosarbitrar un procedimiento aceptable para cuantificar elgra do d e «formalización» y de «factualismo». Pe ro podemos ahorrarnos este esfuerzo acudiendo a las declaraciones explícitas de su autor, cuando defiende la utilizaciónde las ma tem ática s en las ciencias sociales con tra las ob-jeccionés provenientes de la «complejidad» de los llamados fenómenos sociales y de las reticencias, que los científicos sociales no-matemáticos o «humanistas» han contribuido a exacerbar. «Me gustaría argüir -enfatiza Simóncon orgullo- que la traducción matemática es en sí mismaUna contribución sustantiva a la teoría. Las matemáticasse han convertido en el lenguaje predominante en lasciencias naturales, no porque sea cuantitativo -un errormu y com ún-, s ino principalmente porque permite razonar claray rigurosamente en torn o a fenóme nos excesivamente complejos para ser manejados con palabras. Estaventaja de las matemáticas sobre lenguajes más imperfectos gozará de mayor relevancia aún en las ciencias socialesqu e e n las naturales, por que trabajan con fenónlenos dema yor co mplejidad. C on el debid o respeto a los profe-

(5) Nicolá s P. Mouzelis (Organización y Burocracia, Península, Barcelona, 1973) ubica la teoría de la. organización, en el sentido específico deSimón, del modo siguiente: «Resulta evidente una especie de polariza-,ción: En el polo empírico, los psicólogos sociales de la escuela de las'relaciones humanas prescinden de los aspectos racionales del comportamiento. En el polo normativo, los economistas y los teóricos de la ordenación científica toman en cuenta estos aspectos, aunque. . . olvidanlos elementos no racionales del comportamiento. . . La teoría de la organización se encuentra principalmente en los escritos de Herbert A.Sim ón, su más ilustre represen tante, y puede ser considerada, como unintento de colmar el vacío exis tente entre los dos extremos expresadosy de acabar así con esta situación esquizofrénica de las ciencias sociales» (p. 133). Para la expresión «Escuela de los Sistemas Sociales»,menos, usual, consúltese Bruno Lussato: Introducción crítica a los sistemasde organización, Tecniban, Madrid, 1976, pp. 78 y ss.).

(6) Sim ón se refiere a los mod elos matemát icos en los que formalizala teoría interaccionis ta expuesta por George C. Homans en The Human Group (New York, Harpers , 1950; versión castellana en Eudeba,Buenos Aires, 1963) y las constataciones empíricas ofrecidas por LeónFestinger, S. Schachter y K. Back en Social Pressures in InformalGróups,(New York , Harpers , 1950) .

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sores Homans y Festinger (6), afirmaré que las tradiciones matemáticas aquí estipuladas expresan más clara yexactamente de lo que lo hacen los textos verbales originales, lo que los autores de dichos textos pretenden»( 3 3 , p. 89). Gracias, así pues, a este criterio «pragmatista» de valoración, más sutil que el mero criterio«cuantitativo» de corte positivista, Simón no sólo justifica la aplicación de las matemáticas a todas las áreas delas ciencias sociales, incluidas las más complejas, sinoque se halk en condiciones de exigir tal aplicación comosi se tratase de una perentoria necesidad. No son éstosaires de siervo, sino de señor. Las matemáticas, lejos deaceptar el papel de «instrumento», que inicialmente seles confería, acaban reclamando el trono de «jerga universal» de todas las ciencias en la obra del nuevo Nobelen ciencias económicas. Tal vez otros hayan visto enello un rasgo de «asepsia científica». Desde una perspectiva gnoseológica, me parece que la calificación de «formalismo», diagnostica más exactamente el caso. Un formalismo que, por añadidura, dota a la obra de Simón deesa unidad y coherencia interna, que muchos le niegan,mientras otros admiran tanto.

Pero antes de proceder a sintetizar el «modelo global » Í que subyace a la teoría de la organización, convienecomplementar éste análisis «sincrónico» de la bibliografía con otro de carácter más «diacrónico». El campo dela llamada Ciencia de la Administración y del managementha sufrido varias sacudidas en lo que va de siglo, acompa ña da "de vertiginoso s virajes en las orientacion esteóricas habilitadas para su estudio: Taylorismo, escuelaclásica o universalista de administración, escuela de las relaciones hum anas, interaccionismo, teoría de la organización, ecologismo, teoría de los sistemas, etc. La capacidadde reacción ante los nuevos avances tecnológicos de la sociedad postindustrial de los teóricos del management, su

rápid a adap tación a los cambios de tod o ard en y la fecundidad de que han dado prueba a la hora de diseñarnuevas respuestas, apenas tiene parangón en otros camp o s . Pues bien, uno de los pocos teóricos que han asimilado con mayor flexibilidad este ritmo despiadado hasido precisamente Herbert Simón, quien no ha cesadode protagonizar abandonos críticos de orientaciones añejas y asunciones justificadas de nuevos planteamientos enun cuadro teórico cada vez más «polimorfo». John C.Buechner (7), por ejemplo, que ha intentado sistematizarel desarrollo histórico de la ciencia de la administración,distin gu iend o cuatro grand es «enfoques» glob ales (el tradicional, el conductista, el decisional y el ecológico),

concede a Simón el papel principal en los dos intermed ios , que cubren un período de más de treinta años.B ru no Lussato (8), por su parte, ha confeccionado un curioso cuadro de representantes de las principales corrientes de pensamiento sobre e l management, en el que el ad-ministrativista de Pittsburgh en la década de los cuarentay profesor de «Ciencia del computador y Psicología»desde los años sesenta sale extremadamente favorecido.Se trata del único autor que figura en todas las disciplinasenumeradas por Lussato, a saber: Contabilidad y explotación, economía de la.empresa, teoría de la organización,relacion es hum anas y ciencias d eí com portam iento, mate-

(7 ) Public Administration, The Dickenson Series in Polit ical Science,

Belmont, California, 1968.(8 ) op. cit. p. 128. El esquem a original se debe a Jose ph L. Massie:«Managemen t Theo r y» en Handbook of Or^nization de James March(ed.) , lR.and MacNalIy, Chicago, 1965.

máticas y estadística cuantitativas e ingeniería industrial.En realidad, la capacidad de reciclaje de Simón en uncampo en el que las nuevas técnicas han pasado de modaya en el momento de su puesta en práctica, es un hechotan inusitado que requiere una explicación de carácterge ne ral . Eclecticismo y provisionalidad son dos. conc eptos que no bastan ni siquiera para describir su acerada resistencia al desafío. Su convencimiento, en cambio, deque ha asentado sobre bases científicas firmes una nuevadisciplina de la «decisión administrativa» quizá sea unaautoconcepción no exenta de fundamento. En todo caso,el marco teórico en el que se mueve con tanta holguraparece poder encajar en su seno no sólo los antiguosplanteamientos (debidamente corregidos y reformula-dos) , sino también las innovaciones técnicas más recientes , tales como los circuitos cibernéticos, la investigaciónoperativa, el análisis de sistemas y los cálculos electrónicos posibilitados por los computadores digitales. Veá-m o s l o .

Como se sabe, la teoría de la organización halla suprecusor en Chester L Barnard (9) y en Herber t A.

Simón su teórico más destacado. Frente a la escuela delas relaciones humanas, esta nueva orientación enfatizalos aspectos racionales del comportamiento humano (espec ialm ente el proceso d e adoptar decisiones) y frente aTaylor y la escuela universalista de administración(ambos coincidentes con las teorías económicas clásicasen él sup ue sto d e la perfecta racionalidad de los agentesy en el carácter normativo de sus principios) subraya lanecesidad de una consideración más empírica de los procesos psicológicos y económico-sociales implicados en laorganización. Entre estos dos extremos, criticándolos yasumiéndolos a un tiempo, Simón y sus colaboradores(March , 40 ; Cyer t, 32; Newell , 41 , 48 , 56, 71; Smith-burg y Thompson, 12) construyen un modelo organizativo global, cuyos principales componentes asumen significativamente el aspe cto de variables formalizadas, relacionadas entre sí por ecuaciones matemáticas. Realismo yrigor se combinan a la perfección en este modelo, cuyosele me nto s básicos pue den resumirse a grandes rasgos dels igu ien te modo:

A) La teoría económica del equilibrio entre contribución y estímulo enunciada por Barnard. De acuerdocon ella, cuan do un individuo se une a una organización,se produce una especie de transacción por cuya mediación el sujeto recibe estímulos (dinero o cualquier otrotipo de recompensa) a cambio de su contribución al fun

cionamiento de la organización. De este modo se va formando una estructura de relaciones intersubjetiva que,pese a estar compuesta por un agregado de individuos,resulta irreductible a sus componentes, pues posee unavida propia y unos valores independizados de la vida yde la moral de sus miembros.

(B) Un sistema cibernético autocontrolado de comunicación, que permite a la organización autoregularsetanto interna como externamente. Mediante tal sistemano sólo se recobra internamente p\ equilibrio perdido enlos conflictos, sino que puede hacerse frente, entreo t r o s , al problema de cambio de fines y preferencias enla orga niz ació n. D e este m od o , la Qjrgañizacijón se adapta

(9 ) The Punctions of the Executive, Cambridge, Mass. , Harvard Univer-

sity Press, 1938. (Versión castellana en Insti tuto de Estudios Polít icos,

Madr id , 1959) .

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continuamente a las exigencias impuestas por él medioambiente s iempre cambiante .

(C) Los proceso s de tom a de d ecisiones, sin cuyaconsideración ninguna teoría administrativa puede resultar consistente, ya que están presentes én toda organización cualquiera que sea su índole (económica, industrial,política, penitenciaria, etc.)- Simón trata de estudiar notanto las decisiones en sí, como la forma en que se adop

tan, proporcionando así una visión más exacta de los mecanismos que configuran dinámicamente la vida social ysus marcos relaciónales más que institucionales. Las decisiones se adoptan en base a una multiplicidad de premisas, clasificables en dos grandes bloques (fácticas y de valor) , que limitan seriamente no sólo las posibilidades deelección, sino también la racionalidad del agente constreñida externa (limitaciones tecnológicas) e internamente(motivaciones, valores, fidelidades y, sobre todo, capacidades de conocimiento e información).

(D) Un marco conceptual general, en el que pueda«fiíndamentarse una ciencia del hombre, que concilledesahogadamente su naturaleza dual de animal social yracional» (33, p. vii). Sólo en este marco cabe identificarel esquema general de distribución entre las diversas unidades que intervienen en la anatomía y en la fisiologíade la adopción de decisiones. Se da cuenta así tantb de

los aspectos racionales como de los no racionales delcomportamiento organizacional, sólo que a un nivel deformación tal que los conceptos fisiológicos (v.g. «organismo») y psicológicos (v.g. «nivel de aspiración») quedan diluidos en fórmulas matemáticas.

Re to rna ré ahora al diagnóstico de «formalismo»anticipa do atrás, al obj eto d e formular una consideracióncrítica sobre este marco conceptual tan sucintamente

expuesto. Quiero advertir , no obstante, que reprochar aSimón la formalización de todas las variables que intervienen en la organización (y, por consiguiente, en la sociedad globalmente considerada), no significa en modoalguno proclamar su inutilidad a priori, ni acusarle de falsificador de la realidad o de hechicero, como hace envidio sam ente Stanislav Andresk i (10), cuyo terrorism overbal sí que resulta tergiversador e inútil. Se trata simpl em en te d e constatar, un hec ho cuya importancia gno -seológica puede ser capital para el «cierre categorial» dela teoría de la organización y de la ciencia de la administración. En este sentido incide la crítica de PatrickDoreian (11) a la axiomatización realizada por Simón so-

(fO) Las ciencias sociales como forma de brujería, Taurus , Madr id , 1973,

pp. 157-9 .

(11) has matemáticas y el estudio dejas relaciones sociales, Ed. Vicens-Vi-ve s , Ba r ce l ona , 19 13,_B&--J3-5-6.

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bre la teoría de Homans. Reprocharle que su formaliza-ción no aporta ningún avance signif icativo para la teoríaes poner el dedo en la l laga certeramente. Porque laaxiomatización, formalización o matematización de teorías carece de interés, si no enriquece el contenido lógico de las teorías verbales sobre las que se construye y sino contribuye a su refutación o verif icación. Pero, aúncuando las construcciones formales de Simón hayan dado

resul tados suf ic ientemente buenos, no deben ignorarsedos graves dif icultades que ponen en entredicho la capacidad de la teoría de la organización para consti tuirse enun nuevo campo cient í f ico desde una perspect iva gno-seológica. La primera descansa sobre el «formalismoontológico terciario» (en terminología de GustavoBueno), que le sirve de fundamento: Psicólogos y sociólogos concuerdan al observar que Simón trata únicamente los aspectos comunes a todos los sistemas autocontro-lados, quedando fuera de su consideración los aspectosespecíf icamente psicológicos y sociales. La segunda deriva del hecho de que la hosti l idad mantenida por los teóricos de la organización (satisfaccionistas) respecto a lateoría de los juegos y de la decisión estadística (optimi-

zadoras) no se fundamenta internamente a nivel de técnicas matemáticas (v.g. a través de la oposición «determi-nismo/probabilismo»), sino que halla su origen en presupuestos que ni son matemáticos, ni formulables matemáticamente. Estas dos dif icultades se potencian aún máscon la constatación filosófica de las limitaciones internasde todo formal ismo.

2. EL MODELO DE ELECCIÓN RACIONALY EL PRINC IPIO DERACIONALIDAD LIMITADA.

«C reo qu e me han dado el premio -declaró Simóna los periodistas el pasado 16 de Octubre- por investigaciones que realicé en gran parte hace veinte años sobrela forma en que se toman decisiones en organizacionescomplejas». Puesto que la Decisión-Making Theory arranca originariamente de la Economía, recurre a las curvasde uti l idad, b usca la maximización del beneficio, se inspira en el marginalismo y trata de orientar el comportamiento económico en si tuaciones de incer t idumbre, notuvo que esforzarse demasiado para adivinar que el comité Nobel se había f i jado en sus modelos de elecciónracional para concederle el galardón. Por su parte, Lund-berg había ratif icado esta conjetura cóñ las siguientes pa

labras: «En esta era de grandes multinacionales y deempresas que en par te son de propiedad públ ica , habíande jad o d e ser válidas las ideas clásicas y simplistas, man tenidas po r los economistas sobre la i ex iste nci a 'd enn osresponsables de tornar decisiones, que todos lo sabían yque se preocupaban tan sólo de obtener un máximo debeneficios». En efecto, el supuesto de la perfecta racionalidad del empresario -( información completa y veraz,capacidad tecnológica suficiente y f ines perfectamentedefinidos)- , asumido por la teoría económica clásica tropieza con tres dif icultades fundamentales: (a) El hechode que las si tuaciones con las que se enfrenta empíricam e n t e e l homo oeconomicus no son precisamente de «competencia perfecta», puesto que no sólo los empresariosson «racionales»,, sino también los demás participantes(empleados, consumidores, proveedores, e tc . ) , individualo colectivamente considerados, (b) El hecho de que la ig

norancia sobre el fumro en si tuaciones de incertidumbreprohibe toda predicción exacta, imposibil i tando, por añadidura, una definición precisa de los objetivos o fines aconseguir , (c) El hecho de que la propia l imitación de lascapacidades perceptivas y computacionales, que impidena tod os los agentes económ icos enfrentar «objetivamente» los complejos problemas con que debe contender .

En esta coyuntura e l mér i to de Herber t A. S imóncomo economista consiste no sólo en haber planteadocrít icamente estas dif icultades, sino, sobre todo, en haberelaborado una est ra tegia para resolver las uni tar iamente .Puesto que tal estrategia conduce, en el fondo, a uncambio de «paradigmas» en las ciencias económicas, auna «revolución científ ica» que pretende sustimir la«economía clásica» por la «administración», pareceobvio que las resistencias a su alternativa se hayan suscitado no tanto entre los «viejos leones» de la economíacomo entre los «jóvenes turcos», que propugnaban opciones más conservadoras. Nadie ignora que la «teoríadel oligopolio» surgió para hacer frente a la primera dif icultad antes reseñad a. Po r su par te, la teoría de los juegos formulada por e l matemát ico John von Neumann yel economista Oskar Morgenstern (12) , así como la teoría de la decisión estadística preconizada por Leonard J.Savage (13), han obtenido éxitos parciales en la resolución de casos sencil los de «competencia» y en la reducción del r iesgo que acompaña a las elecciones ejecutadasen situaciones de incertidumbre. Pero con la tercera dif icultad nadie -hasta Simón- se había atrevido, porque nisiquiera parecía haberse advertido. Aunque la irracionalidad del compor tamiento humano había s ido subrayadadesde Freud por el psicoanálisis de un modo machacón e,imper t inente , « la economía no había a l terado en nada sufe —y una fe ciertamente exagerada— en los poderes de

la razón humana» (33, p. 201). Obviamente no se tratade abandonar el supuesto de la racionalidad para caer enun «irracionalismo», que Simón excluye a priori, sino deapoyarlo empíricamente sobre las bases de la psicología.En este sentido la teoría del aprendizaje behavioristaaparece como el aliado principal de la teoría de la administración en su lucha contra la economía clásica, cuyaesteri l idad se proclama en base a su incompatibil idad conlos datos empíricos. A su vez, el principio de racionalidadlimitada (P.R.L.) , verdadero fundamento de la alternativaadministrativista, pretende construir un modelo simplif icado de las si tuaciones reales de elección en orden adeterminar la conducta de los organismos. Tal modelodeberá recoger en su diseño las propiedades psicológicasde los electores: sus capacidades perceptivas, su pensamiento y su capacidad de aprendizaje. Pero el recurso ala psicología se debe, en últ ima instancia, a la necesidadque la Ciencia de la Administración experimenta a lahora de justif icar la acotación de un campo propio, según se declara paladinamente en Administrative Behavior.«Si no existen l imitaciones para la racionalidad humana,la teoría administrativa resultará estéri l . Constará de unúnico precepto: Selecciona siempre aquella alternativa,entre las disponibles, que conduzca a la más perfectarealización de tus f ines. La necesidad de una teoría administrativa reside en el hecho de que existen l ímites prácticos para la racionalidad hxmíana, y en que limites tales

(12) Theory of Gam es and Economic Behavior, Princeton UniverisityP re s s , 1944 (10^ reimpresión de la 2^ ed. , 1970).

(13) The Foundations ofStatistics, New York, John Wiley, 1954.

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no son está t icos, s ino que dependen del medio ambienteorganizativo en el que t ienen lugar las decisiones del individuo» (9, pp. 240-1).

Así pues, el supuesto de la omnisciencia asumidopor la teoría económica de la f irma es incompatible co nlos supuestos de la teoría de la administración organizativa. Si la incompatibilidad implica «exclusión» y si lateoría excluida posee un terreno científ ico propio, la

usurpación de tal terreno implicará un claro reduccionis-mo. Simón, no obstante, adopta un tono concil iador, alasegurar que no pretende discutir la uti l idad del «tipoideal» del homo oeconomicus para muchos problemas deanálisis y que el P.R.L. se limita al marco de las organizaciones. Ahora bien, si , como es el caso, al mismotiempo se sigue afirmando que los procesos racionales detoma de decisiones se ejecutan casi en su totalidad en elseno de grupos sociales incluidos a su vez en organizaciones, si , además, se sigue considerando la teoría económica de la f irma como un caso particular de la teoríade las organizaciones, y si, finalmente, se sigue presentando la Ciencia de la Administración como una alternativa global a la teoría clásica, entonces vanos ó ñraudulen-tos resultan los intentos de conciliación. El paliativo deque el P.R.L. sólo se aplica cuando se abordan problemas macro-económicos muy amplios, aparte de falso,puesto que previamente se ha procedido a vaciar el contenido de la micro-economía mediante el genérico yomnicomprensivo concepto de «premisa de decis ión»,suena a vana reticencia retórica o a hipócrita y contemporizador ocultamiento de pretensiones reduccionistas.El dilema que solapadamente plantea Simón, tras elescu-do del P.R.L. pue de formularse así: Econom ía o Adm inistración. Este es el tema que se debate en Administra-tive Behavior y que en Models of Man l lega a plantearsebajo la forma de una inquietante paradoja: Por una par

t e , tanto la teoría económica como la administrativa requieren que el hombre se compor te racionalmente«adrede», pero, por otra, «según el t ipo de racionalidad(total o l imitada) que se suponga desaparecerá por completo o b ien ]^ teoría clásica de la firma o bien la teoríade la organización» (3 3, p. 256). D esde esta perspectivaglobal, nuestro análisis teórico nos reconduce de nuevo ala paradoja inicial de este trabajo, cuya radical virulenciase nos desvela en toda su envergadura. El galardón enCiencias Económicas este año implica un auténticoharakiri de la Economía, pues se ha concedido no a uneconomista dedicado a la administración, ni a un admi-nistrativista con aficiones econóniicas, sino a una alterna-tiva-.-excluyente de la propia disciplina concesionaria.

¿Qué "significado otorgarla; esta maquiavélica situación.' ' .Algunos demócratas l iberales admirarán, sin duda, laintrepidez, integridad, apertura y carencia de prejuiciosdel comité Nobel. Otros analistas polí t icos más suspicaces sospecharán que se trata «en el fondo» de un nuevorelanz am iento d e la opción tecnocrática. Com o quieraque las cosas son más complejas y las relaciones entre fenómenos e ideas, teoría y praxis resultan, a simple vista,inextricables, las consecuencias normales de una prontapolarización polí t ica, al gusto maniqueo, suelen ser laobcecación, por un extremo, y el escepticismo, por otro.Por mi par te in tentaré más bien escudr iñar ^oseológi-camente entre l íneas (pues de planteamientos científ icos

tratamos, en definit iva, por más contaminacioiíes «ideológicas», que pued an perturb arnos), que . de cond enar oponderar dogmáticamente al esti lo polí t ico. Por eso, an

tes de proseguir la investigación, advertiré que el «realismo administrativista», al no buscar soluciones «óptimas», sino salidas «viables» (no lo «máximo», sino lo«factible»), no se desinorona fácilmente ante el sencil lo,interrogante de Maurice Godelier (14): «¿En beneficiode quién se busca la eficacia?». La proverbial astucia dela administración (¿de la razón administrativa?), supretendida neutralidad formal, que le permite sobrevivira los cambios de regímenes polí t icos, no se comprometefácilmente y es preciso penetrar en su propio terrenopara descubrir sus verdaderas intenciones y sus auténticas preferencias.

A estas alturas parece indudable que los modelos deelección racional preconizados por Herber t S imón condensan de m^anera apretada todas las virtualidades ence-íxadas en su marco teóxicó global, tal como ha sidoexpuesto en el epígrafe anterior . En la medida en que«ffo puede existir una teoría de la administración o de laorganización sin un teoría de la elección racional» (9, 12,3'3, 40, etc.) , en esa misma medida la fuerza y la debil idad que descubramos en un modelo específ ico de elec

ción racional podrán generalizarse al mo delo organizativoglobal. Uno de los trabajos más celebrados de Simón eneste con texto l leva por t í tulo «A Behavioral Mo del ofRat ional Cholee» (33, pp. 241-60) , cuyo contenidopuede describirse sucintamente como sigue, a r iesgo desimplif icarlo excesivamente:

(A) Se toman como datos de partida, a falta de conocimientos empíricos más precisos, los que suministrala experiencia «común» que los humanos t ienen de susprocesos internos de elección (el conductismo no excluye en este caso la introspección), por una parte, y delmedio ambiente externo en el que viven, por otra. Algu

nos de estos datos, que constr iñen las posibil idades deelección inicialmente, son reconocidos por los modelos«clásicos» de iracionalidad global, a saber: (i) El cc^njuntode alternativas abiertas a la elección, A. (ii) Las relaciones determinadas por las l lamadas «funciones de expecta t ivas de remuneración, V(s)», entre este conjunto Á yel con junto de los resul tados, S, que se darán tras laelección. Y (i i i) el orden de preferencias entre las expectativas de remuneración, que se f i ja o bien mediante lainformación relativa a los resultados que ocurrirán efectivamente cuando se eli ja una alternativa deteminada, Sa ,o bie n m ed ian te la información sojbre la probabilidad deque se siga un resultado concreto, Pa (s). A partir dee s t o s datos los modelos de racionalidad global construyen

sus respectiva s reglas de decisión, t ípicamente tres {cfer.53, p. 245).

(B) Pe ro las reglas de los mo delo clásicos son objetables, en base a la completa falta de evidencia empírica de que las si tuaciones actuales de elección humanaimpliquen procesos de computación tan complicados. Enconsecuencia, Simón se dispone a introducir algunas mo-

(14) Racionalidad e irracionalidad en la Economía, Ed. Siglo XXI, México , 1967, p. 9. Godelier l leva a cabo un análisis comparativo de la noción de racionalidad en distintos sistemas económicos, especialmente«primitivos», desde una perspectiva etnológica. Engloba de este modola «economía capitalista» en un todo que no le permite discriminar los

planteamientos de Simón y otros marginalistas. Lo curioso del caso esque Simón se sitúa, por un lado, en un nivel más básico que el etnológico (a saber, el biológico) y, por otro, en un plano más abstracto yp o t e n t e {e \ formal).

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difícaciones q ue restrinjan los proceso s com putacionales,de ta l modo que se simule más empíricamente la conducta que observ an los hum anos en las situaciones reales deelecc ión:

(a) La prim era innov ación con ciern e a la función d eexpecta t ivas de remunerac ión, que deberá adoptar , unode lo s dos valores (1, 0) —situación del vend edo r de una

casa— o de los tres valores (1 , O, -1) — situación deljugador de ajedrez—, según las circunstancias. Con ellose encuentra Simón capacitado para enunciar en oposición a las tres reglas de los modelos clásicos, la siguienteKEGhA D: «(i) Investigar un conjunto de resultados posibles (un subconjunto, S' de S) tal que las expectativasde remuneración sean satisfactorias (es decir, V(s)=l)para todos los resultados posibles (para todo s de 5"). (ii)Buscar una conducta alternativa (una a de A°), cuyosresul tados pos ibles es tén todos en S' (tal que a se aplique sobre un conjunto , Sa , que esté contenido en 5')»( 3 3 , p.248). Siendo A° el subconjunto de las alternativasque el organismo «considera» o «percibe», este procedi

miento asegura un resul tado satisfactorio, siempre que see n c u e n t r e u n a a con tales características.

(b) La segunda innovación consiste en introducirun mecanismo que almacena información sobre laaplicación de todo a d e A sobre S de S. Como quieraque este mecanismo procesa «secuencialmente» la informa ción y la compara ent re sí antes d e realizar la elección,no en su totalidad, sino tan sólo basta que alcance unasolución, la disminución de los cálculos resulta considerable. En circunstancias favorables las unidades de información requieren a lmacenar únicamente una pequeñacantidad de información. La solución obtenida, sin em

ba rgo , no e s óptima, ni única, sino tan sólo factible o sa-tisfactoria.

(c) La tercera innovación respecto a los modelos clásicos consiste en sustituir la función escalar que ellosexigen por una función vector, V (s), para las expectativas de remuneración. Basta ahora una ordenación parcial(no total) de dichas expectativas. De tal «flexibilidad» enla ordenación se extrae un resultado inmediato: Elmodelo de Simón se enfrenta con éxito a tres casosespeciales ante los que la teoría clásica sucumbe. Parasolventar los satisfactoriamente se precisa una regla adicional: R E G L A E , «Buscar un subco njun to S (esto es, Y(s)5:k) . Buscar entonces una a de A, tal que Sa se encuen

tre e n S '» (33 , p. 252) . De es te mod o obt iene Simónuna soluc ión viable para el caso en que un grupo de personas han de adoptar una solución conjunta, para el casode un individuo que esté tratando de utilizar un ciertonúmero de va lores que no t ienen denominador común y,finalmente, par a la situación de un indiv iduo que partade un nivel de aspiración, k, garant izando mínimamentey des ee am pliar sus expectativas. N o entra ré en detallestécn icos .

(C) Las tres simplificaciones del pu nto an terio rho m olo gan la racionalidad d e una elección al paso qu elimitan los procesos computacionales hasta el punto de

conver t i r los en ejecutables por cualquier persona humananormal. El diagrama que materializa este proceso deelección racional y que, por consiguiente, presenta de unmodo intui t ivo inc luso aquel los aspecto que no hemosrecogido en esta exposición formalizada puede apreciarse

en la FIGURA I. En él adopto una serie de convenciones muy extendidas entre los programadores , que esperoresulten de fácil comprensión.

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FIGURA 1: Diagrama del modelo simplificado deelección racional de Simón. Dando por consabido lossímbolos que aparecen en el texto, bautizaré «intuitivamente a los res tantes». K puede considerarse como el«nivel de aspiración» regulado por (6); M es el mecanismo de «acopio de información» o la «memoria activa».Los mecanismos de flecha pueden etiquetarse «plásticamente» como sigue: (1) «Sondeador sistemático de 5»;(2) «Canal de información sobre los sondeos de S»; (3)« S o n d e a d o r d e A» . Estos tres mecanismos se deducende la innovación (a), si bien el (3) según (a) sólo estácondic ionado por (2) y por {V{s) = 1), mientras que (c)le añade un condicionamiento más, a saber, V{s) ^ K. (4)es «el aplicador sistemático de A sobre S» , diversamentecondicionado también; (5) es «el canal de informaciónsobre las aplicaciones de (4); (6), finalmente, es «el regulador de K» según la información que de la aplicaciónposea Ai .

(D ) La rud eza del diagram a refleja fielmente larudeza de l propio modelo, que puede perfecc ionarseaún más mediante reglas adicionales. No obstante, seperfilan ya en él notables diferencias con respecto a losmodelos clásicos. Quizá convenga destacar el hecho deque las alternativas se eligan secuencialmente, posibilitando así consideraciones dinámicas como la de que «el

nivel de aspiración» {k) puede cambiar de un punto aotro de la secuencia, dependiendo de la información quese posee en un t iempo determinado. En es te sent ido e l«rombo decis ional» que compara V{s) co n k en términosde «mayor que», «menor que» o «igual que» debe con-s iderse dinámicamente como un mecanismo de escalón, talcom o ha s ido r igurosamente def inido p or W. R ossAschby (15). Simón enuncia la regla por la que se guíanestos cambios de escalón en términos de la facilidad( a u m e n t a k) o dificultad (disminuye k) , con que se descubren alternativas satisfactorias. Con este procedimientose asegura una cuasi-unicidad de las soluciones y suexistencia a largo plazo, pues el ajuste del nivel de aspi

ración repercute en las aplicaciones. Otra regla paragarantizar la existencia de soluciones consiste en consi-

(1 3 ) Proyecto para un cerebro, Tecnos, Madrid, 1965, pp. 113 y 149 yss .

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derar la posibilidad de que A° aumente ante la inaplica-bilidad de las aes actualmente percibidas, circunstanciaque se representa en el diagrama mediante la aplicacióndel conjunto A° en trazos discontinuos. Por último, reseñaré el refinamiento que supone para el proceso dinámico la distinción de dos componentes en las expectativas de remunerac ión: Un componente inmediato (el consumo) y otro a largo plazo (la posición en que se deja al

organismo firente al futuro, cuando se elige una determin a d a a) . Todas estas matizaciones repercuten naturalmente en el acopio de información, M.

Simón concluye su artículo con unas sugerencias detipo normativo sobre el modo de llevar a cabo eleccionesen aquellos terrenos, en los que los equipos actuales decomputación no tienen posibilidades de gestionar, esdecir, en aquellos terrenos en los que los computadorespueden considerarse mongólicos frente al hombre. Almismo tiempo se sugiere que el modelo puede servirpara jalonar vías hacia la posible computabilidad de estosmismos procesos, anticipando el t ipo de investigaciones,con que años más tarde alcanzará celebridad en el campode la Cibernética y de la Inteligencia Artificial, a saber,la simulación de los procesos de pensamiento. Pero laintención profunda de este modelo de elección racionalsólo se nos manifiesta en conexión con el P.R.L., entanto que constituye una depurada concrección del mism o .

En el poco espacio de que dispongo intentarécomprimir las líneas principales del análisis gnoseológi-co que he prometido e jecutar . Obsérvese , en pr imer lugar, el estrecho maridaje que se consuma en el modeloentre la Ciencia de la Administración y la Psicología. Losmecanismos internos que se formalizan en él atañen por

igual al t ipo de comportamiento que manifiestan los ejecutivos cuando deciden efectuar una operación comercial, los campeones de ajedrez cuando mueven una piezay los a lumnos de te rcero de B.U.P. cuando resuelven unteorema de lógica de enunciados. Todos estos procesos—ha resumido Simón en un trabajo posterio—- «comprenden tres fases: (i) identificación de las ocasiones quejustifiquen una toma de decisiones; (ii) estimación de lasposibles soluciones y de las acciones que conllevan; (iii)elección de una de ellas. . . Designaré con el nombre deinteligencia (tomando este vocablo del léximo militaranglosajón) a la primera fase del proceso de decisión: laexploración del entorno para identificar las situacionesque requieran és ta . Con e l nombre de concepción (design)designaré la segunda fase: descubrir, desarrollar, analizar,las diversas acciones posibles. Denominaré, en fin, actividad de elección a la tercera fase: escoger una acción entrelas que se hayan considerado» (45, pp . 40-41). Si tomaruna decisión y resolver un problema implica idénticosmecanismos, psicológicamente hablando, se impone unaconsecuencia práctica de primer orden, a saber, que sep u e d e aprender a decidir mejor del mismo modo que seaprende a resolver problemas o a jugar al ajedrez. Pero,desde un punto de vista gnoseológico y, a la vista de losanálisis precedentes, este maridaje instaura una especiede «reduccionismo relajado» en el marco de las cienciassociales, cuyo paradigma explícito podríamos encontrarlo

en el «duunvirato de la sociología y de la historia sobrelas demás ciencias sociales» propugnado por GeorgesGurvitch (16). Este nuevo duunvirato de la psicología yde la administración mantiene con dificultad su equili-.

brio de poder. Por un lado pesa sobre él la predicciónde qu e la adm inistración, en cuan to, teoría racional, unavez reconstruida con ayuda de la psicología, comenzará ainterpretar como racionales muchas facetas de la conducta humana que ahora se explican en términos de afectividad (33, p. 200). En esta línea H. A. Simón ha llegadoa exclamar alborozadamente: «El secreto de los mecanismo s d e resolución de problem as es.. . ¡que nO hay secre

to en ellos: se trata de estructuras, indudablemente complejas, de elementos simples y familiares!». Pero, porotra parte, en la tarea actual de reconstrucción se impone sustituir no sólo al homo oeconomicus, sino también alho m br e ' adminis trador , por un «organismo de conocim ien to y capacidad limitados» (33 , p. 256) con evidentespeligros de psicologismo. En este sentido escuchamos aSimón lamentarse de que «nuestra comprensión de losprocesos racionales no ha llegado aún mucho más alládel- nivel de Robisón Cruspe_,» (33, p. 196). Mientras suot ro «d uún viro» siga siendo el psicologismo, la ciencia d ela administración debe pagar el oneroso tributo del indi-vidualismo y sus cultivadores reconvertirse académicamente a la Psicología, como significativamente ha ocurri

do con Simón. No obstante , aunque menoscaba la integridad del cierre categorial de la economía, de la políticay demás ciencias sociales, este nuevo enfoque ha contribu id o a fundamentar tesis gnoseológicas, cuyos méritosrec laman poderosamente una mayor a tención. Las enumeraré brevemente. En primer lugar, borra la nitidez delos límites entre lo racional y lo no racional, entre losprocesos de decisión y los de influencia, entre la administración y la psicología. Secundariamente rebajar deeste modo la cota de la racionalidad significa tambiénrebajar la cota de la cientifícidad: muchas investigacionessociales pasan a ser estrictamente científicas sin tenerqu e som eter se a los rígidos cánones de cuantificación de

las ciencias naturales. En tercer lugar, las matemáticas,ciencia fronteriza, viene a diluir los límites entre cienciasnaturales y ciencias sociales a nivel de lenguaje, sinpre ju ic io áéí formalismo que repudiábamos en el epígrafeanterior. Finalmente, la superación de esta dicotomíaopera también a nivel de contenido, puesto que algunasdisciplinas sociales (y poten cialmen te todas) ocupan unpuesto en la república de las ciencias, al conseguir hbe-rarse de la «tiranía del espíritu». En concreto, si lograndescripciones de los procesos de elección racional (de libertad), cada vez más ajustados. Generalizand o, pue dedecirse qu e e n la medida en qu e se produ ce un verdadero ajuste entre mecanismos de influencia y deelección, en esa misma medida se supera la dualidad kantiana entre «causalidad» y «libertad», entre «ciencias dela iiíituraleza» y «ciencias del espíritu». Todo ello constituye' una buena prueba de la fecundidad filosófica de losplante amien tos d e H. A. Simón, pero en modo a lgunode su verdad. Mucho me temo que estos espectacularesresul tados gnoseológicos operen con un endeble «esquema de absorción» que en lugar de resolver los problemas , los disuelv e al m od o de los filósofos analíticos. N oen vano comenzó Simón su singladura intelectual militando en el «neopositivismo lógico».

Una postrera observación aún. El P.R.L. en cual

quiera de sus formulaciones mayores (9, pp. 240-2; 33,p p . 198-9; 40, pp. 140-1) reconoce que «la capacidad dela mente humana para formular y resolver problemas re-

(16) Dialéctica y Sociología, Alianza Ed., Maárid, 1969, pp. 301 y

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sulta muy pequeña comparada con la cantidad de problemas, cuya solución se requiere para una conducta objetivamente racional en el mundo real e , incluso, para unaaproximación ra2onable a tal racionalidad objetiva».Aparte de arrojarnos casi sin defensas hacia una especiede «subjetivismo» (por supuesto, «limitado» también,segú n con viene a un prud ente adminis trador)- ¿no nosadentra también es te pr inc ipio en e l ensombrecido mun

do que nos pintan las llamadas leyes de Dror? (17). Si ladificultad de los problemas y sus peligros crece en proporción geométrica, mientras los conocimientos y aptitudes humanas lo hacen sólo aritméticamente y si la capacidad del hombre para modificar su entorno crece aceleradamente, en tanto que las posibilidades de aprovechamiento permanecen es tancadas , ¿a dónde recurr i r parasalvaguardar ese mínimo de racionalidad que aún se postula?. A las organizaciones pa rece indicarnos H . A.Sim ón con sus gestos, en tanto que instrume ntos útilespara la realización de los propósitos humanos. Pero arenglón seguido, nos advierte severamente que se tratade un espej ismo , «po rque los grupos de seres humanos

organizados se encuentran también limitados en su capacidad de ponerse de acuerdo sobre los fines, de comunicarse, y de cooperar, por lo que la organización se convie rte pa ra ellos en un 'problem a'» (3 3, p. 201). Traseste nuevo desencanto, ¿la desesperación?. No, laautomatización. A ella se ha dedicado Simón fervorosamente es tos úl t imos quince años .

3. INT1ERDISCIPLINARIDADE INTELIGENCIA ARTIFICIAL

El panorama del pensamiento de Simón quedar ía

manco, si no hiciese una breve referencia a estos dos tópicos. El comité Nobel, en efecto, reconoció en la declaración oficial que era «uno de los investigadores másimportantes en e l te r reno interdisc ipl inar io». Aunque losdatos aportados hasta aquí avalan sobradamente tal valoración, conviene precisar el sentido de su enfoque inter-disciplinar, pues no ha faltado quien ha apuntado ya eltan to d el N ob el a la Teo ría Gen eral de los Sistemas. Laalterna tiva teó rica de H . A. Simón parece con cretarse aveces en un intento de colaboración interdisciplinar, haciéndose eco en este sentido de las más recientes reacciones contra la desmenbración de las ciencias socialesen manos de los «bárbaros especialistas». Pero la unifi

cación del saber no se basa para él ni en la esfera extra-científica del mundo de los valores, ni es una consecuencia de la formación de «especialistas en generalidades» como para Ludwig von Bertalanffy. Tampoco parece muy entusiasmado por edificar una doctrina comunmente aceptada. La colaboración interdisciplinar sefundamenta más bien en una pr imera ins tancia metodológica, en la que las matemáticas asumen un protago-mismo integral, y en una segunda instancia investigadora,pues en la investigación concreta sobre las organizaciones se necesita la colaboración de psicólogos, sociólogos,políticos, economistas, administradores, estadísticos, matemáticos , antropólogos , e tc . Que la teoría de la organi-zación se haya convertido en sus manos en una disciplinade encrucijada, no significa, sin embargo, que pueda ha-

(17) Cfer. B.M. Gross , La estrategia administrativa, Escuela Nacionalde Adm inistración pública, Madrid, 1971 , pp. 61 y 75.

cerse un trasvase de modelos a través de ella. En realida d, en la organización se pro du ce un «acoplamiento»de inves tigac iones e jecutadas pormen orizadamente encada especialidad. Sin embargo, hay un campo cuyaexploración pionera ha conducido a Simón a los límitesde planteamientos filosóficos de la más alta generalidad:e l de las re lac iones entre hombre y máquina .

H. A. Simón es, sin duda, uno de los analistas máspenetrantes de la naturaleza de la automatización, altiempo que se ha mantenido a la cabeza de la investigación en una de las parcelas más espectaculares de la revolución de los computadores: la simulación del razonamiento humano. Respec to a l p r imer punto me remi to asu The Sciences of the Artificial, no por breve menos su-gerenté. Respecto al segundo basta ojear las 900 páginasde su rec iente Hitman Problem Solving, en colaboracióncon Alien Newell. En general, su posición optimista eneste tem a con trasta con la posición catastrófica del ú ltimoWiener o de Joseph Weizenbaum. El progreso de loscomputadores no sólo no modificará sustancialmente la

estructura ocupacional (si bien tendremos que habituarnos a l oció), sino que incluso supone un alivio para eltrabajador intelectual, incluido el manager, «pues cuantomás avance la automatización, tanto menos necesitanconocer los detalles de su mecanismo los que gobiernanel sistema automatizado. El conductor de un automóvilde 1960 necesita saber menos de lo que hay debajo delcapó que el conductor de un automóvil de 1910. Elusuar io de un computador de 1960 neces i ta saber menossob re e l diseño y funcionamiento de un computador q ueel usuario de uno de 1950. El directivo de una fábricaautomatizada de 1985 necesitará saber menos sobrecómo, físicamente, se producen realmente las cosas enesa factoría que el directivo de una fábrica de 1960» (50,

p . 565). En otro orden de cosas, el peligro de que seforme una é l i te de programadores con poder absolutoqu ed a conjurad o p or la autoprogramación y por e l carác ter subordinado de su función.

Este opt imismo no es tá reñido, s in embargo, con e lreconocimiento de las revolucionarias consecuencias teóricas que para la ciencia del hombre implica el avance enel terreno de la Inteligencia Artificial. Como especialistaen la materia augura para 1985 « una buena descripciónde có mo funciona la m en te hum ana» , sin dejar por ello

de reconocer la relevancia metapsicológica, es decir, f i losófica, de la cuestión. «La definición de la unicidad delhombre s iempre ha formado e l núcleo de sus s is temascosmológico y é t ico. Con Copérnico y Gal i leo, de jó deser la especie situada en el centro del universo, acompañado del sol y de las estrellas. Con Darwin, dejó de serla espec ie creada y especialm ente d otada por Dios dealma y razón. Con Freud dejó de ser la especie cuyocomportamiento era -potencia lmente- regido por la mente rac ional . A medida que empezamos a producir mecanismos que piensan y aprenden, ha dejado de ser la especie única capaz de manipvdación compleja e inteligentede su medio ambiente . Tengo conf ianza en que e l hombre encontrará , como ha hechoen e l pasado, una nuevaforma de describir su lugar en el universo -una formaque satisfaga sus necesidades de dignidad y con un fin-.Pero será una forma tan diferente a la actual como la deCopérnico lo fue de la de Ptolomeo» (50, p. 568) .

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