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Léxico de la cestería en la Argentina Hebe Luz Ávila EL LÉXICO DE LA CESTERÍA EN LA ARGENTINA PRÓLOGO Las sociedades estudiadas por los etnólogos tienen del trabajo una idea distinta. Lo asocian a menudo al ritual, al acto religioso, como si en ambos casos el fin fuera entablar con la naturaleza un diálogo en virtud del cual naturaleza y hombre pueden colaborar: concediendo ésta al otro lo que espera, a cambio de los signos de respeto, o de piedad incluso, con los cuales el hombre se obliga ante una realidad vinculada al orden sobrenatural. “Elogio del trabajo manual”. Claude Lévi-Strauss Luces y sombras de la cestería - Generalidades Probadamente la cestería es una de las actividades más antiguas que practicara el ser humano desde sus orígenes: el carbono radiactivo ha registrado restos de cestería de hace entre 12 y 10 mil años, en sitios arqueológicos de El- Fayum, en el alto Egipto, y en América se ha determinado su presencia desde hace por lo menos 9000 años. El trabajo artesanal con fibras vegetales es anterior a la agricultura, de cuando los grupos nómadas se dedicaban a la recolección de frutos, a la pesca y a la cacería. Para estas primeras actividades elaboraron recipientes para la conservación y el traslado de sus alimentos y pertenencias, así como redes, cuerdas, e incluso trampas. El problema para los arqueólogos es que los tejidos vegetales, al ser orgánicos, no perduran como la piedra o la cerámica. Sin embargo, se ha determinado que la cestería es anterior a esta última, como lo han demostrado las numerosas piezas arqueológicas de alfarería que tienen en su base restos o huellas del tejido vegetal sobre el que se elaboraron. Es que, ante la necesidad de contener líquidos, se ideó cubrir los cestos primigenios con brea, cera de abejas o barro, y con el tiempo surgió la cerámica, que usó 1

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Léxico de la cestería en la ArgentinaHebe Luz Ávila

EL LÉXICO DE LA CESTERÍA EN LA ARGENTINA

PRÓLOGO

Las sociedades estudiadas por los etnólogos tienen del trabajo una idea distinta. Lo asocian a menudo al ritual, al acto religioso, como si en ambos casos el fin fuera entablar con la naturaleza un diálogo en virtud del cual naturaleza y hombre pueden colaborar: concediendo ésta al otro lo que espera, a cambio de los signos de respeto, o de piedad incluso, con los cuales el hombre se obliga ante una realidad vinculada al orden sobrenatural. “Elogio del trabajo manual”. Claude Lévi-Strauss

Luces y sombras de la cestería

- Generalidades

Probadamente la cestería es una de las actividades más antiguas que practicara el ser humano desde sus orígenes: el carbono radiactivo ha registrado restos de cestería de hace entre 12 y 10 mil años, en sitios arqueológicos de El-Fayum, en el alto Egipto, y en América se ha determinado su presencia desde hace por lo menos 9000 años.

El trabajo artesanal con fibras vegetales es anterior a la agricultura, de cuando los grupos nómadas se dedicaban a la recolección de frutos, a la pesca y a la cacería. Para estas primeras actividades elaboraron recipientes para la conservación y el traslado de sus alimentos y pertenencias, así como redes, cuerdas, e incluso trampas.

El problema para los arqueólogos es que los tejidos vegetales, al ser orgánicos, no perduran como la piedra o la cerámica. Sin embargo, se ha determinado que la cestería es anterior a esta última, como lo han demostrado las numerosas piezas arqueológicas de alfarería que tienen en su base restos o huellas del tejido vegetal sobre el que se elaboraron. Es que, ante la necesidad de contener líquidos, se ideó cubrir los cestos primigenios con brea, cera de abejas o barro, y con el tiempo surgió la cerámica, que usó cestos como moldes en la elaboración de ollas de barro empleadas para cocinar los alimentos. Y más adelante, cuando se pudieron conseguir las fibras suaves – algodón, lino, lana, seda -, y con las mismas técnicas de la cestería, surgirá la artesanía textil, algo más complicada o elaborada, pues además requería de telares o marcos, y no sólo de las manos como su antecesora.

Por otra parte, el contar con diversidad de materiales en todo el mundo y la simplicidad de la técnica de cruzar o enrollar fibras ha dado como resultado el desarrollo de la cestería en todas las civilizaciones; una práctica universal, aunque en cada lugar con sus rasgos propios. Y así, podemos hoy reconocer a la cestería como una técnica de tejido que trabaja con fibras largas y flexibles –básicamente de origen vegetal- y una modalidad de entrelazamiento de las mismas en una estructura, con el fin de elaborar artefactos de formas planas o volumétricas. En cuanto a los procedimientos, los más empleados son el anudado para mallas y redes, la aduja, entramado y trenzado.

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Esta artesanía comenzó entonces como una necesidad, con un fin utilitario, y con el tiempo y su perfeccionamiento, se amplió a decorativa y también artística.

En el territorio que hoy ocupa nuestro país, las distintas culturas aborígenes fabricaron sus cestas y demás creaciones con los materiales asequibles localmente y las técnicas que estos materiales requerían. En efecto, así como el entorno determina qué tipo de fibra se empleará, la materia prima a utilizar delimita en gran medida los métodos de trabajo y también la tipología de los objetos que se pueden realizar, ya que algunas resultan adecuadas para ciertos objetos, pero ineficaces para otros.

Lo asombroso para arqueólogos y estudiosos de este tema es que tanto el perfeccionamiento de técnicas de cestería como sus diversas aplicaciones se haya producido, simultáneamente, de manera similar en grupos humanos geográficamente muy distantes y sin contacto cultural. Así, resulta inexplicable la existencia de embarcaciones hechas con técnicas de cestería en Egipto en el s. V a. C, muy similares a las que usaban los incas y aún emplean los aborígenes bolivianos y peruanos en el lago Titicaca, y a los caballitos de totora que, se sabe, usaban nuestros huarpes en las lagunas de Guanacache, en Cuyo.

Las diversas expresiones de cestería aborigen que existían a la llegada de los conquistadores se vieron enriquecidas no sólo con los conocimientos técnicos que ellos pudieron traer, sino también con la introducción de nuevas fibras, como la paja de trigo y la de cebada.

Hay que recordar que la gran civilización incaica, de la que recibe influencia todo nuestro NOA, hasta el N de Cuyo, había llegado a tal maestría en estas técnicas cesteras que el Inca Garcilaso de la Vega hace referencia a varios puentes hechos con fibra vegetal (el Cap XV del Libro tercero de sus Comentarios Reales se titula Hacen un puente de paja, enea y juncia en el Desaguadero), y además apoya la teoría de que el nombre Perú deriva de pirua, ya que en todo el territorio abundaban estas construcciones para almacenar frutos o cereales, que él llama ondones y en nuestro Léxico figura como troja.

Por su parte, la cultura guaraní, de la que es tributaria todo nuestro NEA, ha usado desde tiempo inmemorial cuerdas, redes (la pesca es importante recurso en este territorio con tantos cursos de agua), bolsas para cargar el alimento principal que es la mandioca, tamices y prensadores para su harina, todo de fibras vegetales que tan sabiamente ha sabido procesar. Y tuvieron, en la gran Paraquaria, la presencia enriquecedora de las misiones jesuíticas que impulsó un fuerte desarrollo de la región en todos los órdenes.

Una mención especial merecen los huanacache o laguneros, en Cuyo, que llamaron la atención de los cronistas viajeros por sus cestas tejidas de un modo que eran impermeables y les servían así para transportar agua, además de los mencionados caballitos de totora.

Sería interminable hacer un listado de los usos que se han dado a la cestería entre los comunidades indígenas de nuestro país, algunos muy específicos, relacionados con el procesamiento de alimentos; otros que integran un rico repertorio de avíos, enseres, utensilios e incluso piezas decorativas y juguetes. En lo que correspondería a la cestería propiamente dicha, más vinculada con los alimentos, encontramos gran variedad de cestos y canastos destinados a acopiar, transportar, secar, desmenuzar, colar o servir. . También redes, trampas, jaulas, arcos, para la caza y pesca. En la construcción de sus viviendas, los materiales y algunas técnicas de la cestería se emplean para hacer paredes, techos, pisos y puertas. De la misma manera, para amoblar la casa, se elaboran esteras, toldos, cunas. En cuanto al vestuario, se hacen diversos tipos de calzados, cintos, bolsas como la yica, muñequeras, pectorales, vinchas y vestidos. Así también, la

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cestería ha tenido un papel importante en confección de objetos ceremoniales, como lo vemos en los numerosos trabajos arqueológicos de cordelería para los muertos, y toda una serie de piezas realizadas para colocar en los enterratorios (Una visita al MAM en Salta resulta altamente ilustrativa de cómo se conformaba el ajuar de las momias que se conservan en él).

En cuanto a la contribución hispánica, se pueden nombrar los sombreros, la cestería de pleitas, los tipos de cestos especialmente usados en la vendimia, palmas trenzadas y adornos de flores para festividades religiosas o para los difuntos.

Por otra parte, el gran aporte de Sarmiento, con la introducción del mimbre, va a permitir que se desarrolle un nuevo tipo de cestería, con los canastos y muebles de este material, al punto que en el imaginario colectivo del país, cuando se menciona cestería, se la asocia a mimbre (Una experiencia que realizamos, al pedir a personas de diferentes lugares y estratos socio culturales que nombren 5 palabras relacionadas con cestería, en las que – después de canasto- la gran mayoría nombró mimbre, y luego, según el lugar de donde eran, junco, totora, caña. A muchos les costó llegar a nombrar cinco).

A la vez, no basta con conocer las técnicas de cestería, sino que este oficio precisa de un gran conocimiento de botánica: características de las palmas, bejucos, raíces, cogollos, cortezas, lianas y de los procesos de obtención de la fibras, algunos tan complicados como el enriado, o trabajosos como el machacado o el despuntado. Y una vez obtenida la fibra, vara, tira o hilo, se necesitan destrezas manuales para retorcer, enrollar, trenzar, plegar, amarrar, entrecruzar, tejer, coser, apretar y dar forma a tantas tramas y texturas. A esto se suma la imprescindible paciencia, concentración y también creatividad, inventiva y sentido estético para dar forma y decorar con guardas y rebordes.

Y complementaria a la cestería en sí, se sumaba toda una ciencia en preparar colorantes extraídos de cortezas, hojas, frutos o semillas y teñir el material, a veces con hervido, y otras con machacado o exprimido.

- La cestería, factor de identidad

Cestería mbyá

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Como ocurrió al trabajar con los dulces caseros, aunque en menor medida y sin alcance de unanimidad, encontré que la cestería tradicional también resulta un factor de identidad cultural en algunas regiones del país. Su práctica se localiza en algunos puntos determinados, donde aún perdura en pueblos, comunidades y asentamientos rurales, a través de las técnicas y saberes que se transmiten de padres a hijos, por tradición oral y práctica (hay quienes testimonian que aprendieron de sólo ver a sus mayores).

. En el NOA

Comenzamos por el NOA, donde históricamente se ubican los comienzos del país: la primera ciudad fundada que perdure es Santiago del Estero, en un proceso que va desde 1550 a 1553, y luego, esta Madre de ciudades fundará Tucumán (1565) y Córdoba (1573), y aportará hombres e importantes bastimentos para la fundación de Buenos Aires en 1580, cuando ya en su territorio había germinado el primer grano de trigo en 1556, y se contaba con Obispado y Catedral desde 1570.

Como en los demás lugares donde encontramos cestería tradicional, las técnicas han pasado de generación en generación, y perdura sólo en contados reductos, con cada vez menor número de artesanos.

Lo que varía de un lugar a otro, como en todas las otras regiones del país, serán los materiales que se consigan localmente. Así, en el área andina, han sido tradicionales las piezas de caña partida con armazón de molle, aunque actualmente solamente algunos artesanos mayores la practican, y en enclaves rurales.

Al sur de los Valles Calchaquíes, especialmente en Animaná (Salta), se destaca la elaboración de cestos en poleo y simbol, y desde la década del 40 fue proverbial la figura del maestro cestero Dionisio Chuchuy.

Ya en el Chaco salteño, los grupos guaraníes producen canastos con caña partida y bejuco o liana.

Santiago del Estero es una de las provincias más mentadas en cuanto a su producción cestera. Se localiza en los Departamentos Río Hondo, Jiménez y Ojo de Agua. Si bien en el pasado fue más abundante la cestería utilitaria de canastos rústicos de tiras de palma, que se usaban masivamente para las compras de mercado (no existían las bolsas de plástico que dan en los supermercados hoy), y en cada casa había varios de los que muestra la fotografía, hoy el turismo ha privilegiado la cestería decorativa de paja brava, unquillo o tirilla de palma y chala coloreada.

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Agradezco el aporte del Ing. Juan María Martínez Gramajo, quien nos cediera las cuatro fotografías de Río Hondo, pertenecientes al archivo de sus padres, importantes investigadores de la cultura santiagueña.

Las termas de Río Hondo y sus alrededores, donde en el pasado existían bañados o lugares anegadizos en los que crecían la paja brava y el unquillo, se ha potenciado como centro turístico, y desde 1979, con la Fiesta Nacional del Canasto que se realiza en el mes de octubre, terminó promocionándose como capital nacional de esta artesanía. El mercado turístico privilegia la cestería decorativa, hecha principalmente con técnica de aduja. (En las fotografías de la década del 40, se distinguen los clásicos canastos bombo para la ropa).

María Teresa Ávila (1960: 81) presenta una imagen acostumbrada en el campo

santiagueño, hasta mediados del siglo pasado. Bajo la sombra de un algarrobo: En las siestas bochornosas, mozas y mozos buscan el refugio placentero de la planta para tejer los canastos de palma y paja, poniéndoles el colorido formando dibujos con las chalas teñidas.

En cuanto la cestería en Catamarca, se destacan Santa María y Ambato, con trabajos en simbol y poleo principalmente. En este punto, más que una prolija síntesis de la producción en esta provincia, interesará el aporte vivencial de una de mis consultoras, Mirtha Presas, especialista en artesanías en el Fondo Nacional de las Artes, que equivaldrá o superará a las fotografías en Santiago del Estero:

- Yo tomé hace unos años en Fiambalá (Catamarca)- textual- de una mujer que contaba sobre su padre que había sido arriero..."el arria contaba con 16 o más mulas cargueras. Se llevaban pasas de uva, pelones, arropes, vinos y aguardientes, patay, algarroba y chañar colocados en bolsas llamadas chiguas y para trasladar uvas,

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manzanas y duraznos frescos se usaba el chinguillo especie de argana con paja que se colocaba sobre el lomo de las mulas. A los quesos de cabra y vaca que son caldeadores del lomo1 se les ponía un lomillo para proteger al animal..." (De Angélica Reales, refiriéndose a su padre Don Domingo Reales, nativo de la Mesada de Zárate).

Y otra valiosa contribución de sus vivencias por Catamarca: En cuanto a las tipas, todavía vive en Catamarca, en el Dto. Ambato, Sara Seco que es una tipera muy reconocida que trabaja las varillas del simbol, un simbol más grueso que el que trabajan en Santa María y los Valles Calchaquíes de Salta. Estas tipas tienen una tradición de 3600 años: El niño de la Peña (museo del Hombre, Antofagasta de la Sierra, Catamarca), tiene dos tipas de esa antigüedad, y la momia del Museo del Hombre de Fiambalá, Catamarca, también tiene dos, con bordados de lana, con guardas y llamas, de 500 años de antigüedad. Yo tengo dos de casi 100 años de antigüedad y una de un metro de diámetro de Sara Seco, con hilos de algodón de color. Los pueblos con tradición agraria los utilizaban para “ventear el grano" y creo que todavía algunos les dan ese uso.

La cestería de La Rioja es similar a la de Catamarca, ya que se usan las fibras vegetales de cada zona: caña, poleo, simbol, junquillo, y se elaboran principalmente cestos, canastos, costureros, tipas. En algunas piezas se utilizan, para decorar, hilo y hebras de lana teñidas con vivos colores, especialmente en cestos pequeños y costureros con tapas. Es muy reconocido el artesano Jesús Aballay, de Sanagasta.

. En el NEA

Las comunidades de pueblos originarios en la región del Gran Chaco conservan la tradición más rica en tejidos de punto o redes de malla, supervivencia de una de las técnicas más antiguas de esta artesanía - entre cestera y textil - de Sudamérica. Emplean principalmente, y desde época prehispánica, la fibra del chaguar o caraguatá, en la confección de ajakás, las grandes bolsas de acarreo, así como las conocidas yicas, de menor tamaño, hamacas, esteras y una variada producción de sogas, cuerdas y redes. También entre los wichis, mbyá y otras comunidades aborígenes, conservan las técnicas de teñidos con pigmentos naturales con diferentes procedimientos que se tratan en el GLOSARIO.

En toda la región, pero especialmente en Formosa, se utiliza la palma caranday y la fibra del carandillo para confección de artificios de delicada terminación.

En Misiones y toda la Mesopotamia se destaca la elaboración de canastos y piezas varias de tacuapí y tacuarembó, así como el empleo de la raíz de güembé en la conformación de variedad de guardas decorativas conocidas como ipará.

En Entre Ríos, se emplea más la espadaña y palma y se distingue su producción por la técnica de pleitas y el esterillado en sillas y sillones.

El NEA se caracteriza por ser la región en la que sobreviven más grupos aborígenes, los que en gran parte se dedican a las artesanías, y entre ellas a la cestería, con una impronta singular. En lo lingüístico, abundan las voces del guaraní, de indeterminada escritura por ser lengua ágrafa (ej. tacuapí, takuapí, takwapi) y variaciones según la comunidad que la emplee. Por otra parte, numerosos términos, pero especialmente el nombre de las plantas, que resultan de género ambiguo, al no tener sexo determinado, como las personas y los animales.

1 La misma Mirtha Presas, ante mi consulta explica: caldeadores del lomo se refiere a que los quesos largan suero que es fuerte y lastiman el lomo del animal, por eso les colocaban lomillos.

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. En Cuyo

Se trata también de una región con fuerte tradición cestera, en este caso de herencia huarpe. Un importante reducto cestero es el Dpto. Lavalle, en Mendoza, y hay buenas artesanas (sólo conocimos mujeres) en Laguna del Rosario (Guanacache). Emplean básicamente el junquillo, que ellas cosechan, y con el que elaboran costureros, paneras, semilleras, portabotellas y unas cestas “con hijos”, es decir pequeñas cestas adosadas. Suelen adornarlas con lana de oveja teñida, y muchas piezas tienen sentido religioso o de fecundidad. Su técnica precolombina ha sido considerada mundialmente de “fineza singular”, después de la cestería china. Mirtha Presas nos aporta: Tres de estas cesteras fueron premio a la trayectoria Fondo Nacional de las Artes, año 2007. Ya casi no usan la totora.

En el mendocino diario Los Andes (16-12-07) 2 se lee: Andrea Jofré vive en Lagunas del Rosario. Ella lleva cincuenta años manteniendo esta tradición: su casa es la que está más rodeada de junquillo (…). Las otras dos artesanas, más jóvenes, son hermanas: se llaman María Amelia y Laura Romero. (…) ¿Cómo esa varita flexible, muy parecida a la paja con la que se hacen escobas, puede volverse tan firme? “Al humedecerse, el junquillo se hincha y el entramado se aprieta”.

La cestería de San Juan y San Luis participa de las características de la región en este aspecto, pues ambas provincias también forman parte del territorio ocupado por los huarpes, y en el centro de Cuyo se ubican las lagunas o bañados de Guanacache : en el noreste de Mendoza, al sudeste de San Juan, y al noroeste de San Luis.

En San Luis son famosas las piezas en las localidades de Trapiche y Papagayos, con motivos decorativos en palma caranday, como las tradicionales muñecas, bolsos, sombreros y forros de botellas.

. En el Centro

La provincia de Córdoba tiene gran tradición cestera. Son célebres en el país las piezas de Quilino, en el Departamento Ischilín, al noroeste de la provincia, con adornos de plumas, entre ellas costureros, carpetas, bandejas y cestos varios.

De Cosquín nos aporta Mirtha Presas: tuvo hasta hace poco una tradición de factura de cestos y sombreros en totora de la cual vivieron muchas familias. Hace pocos meses murió una de las últimas cesteras de totora de Cosquín, y queda uno en Bialet Massé, que ya no trabaja, pero conoce las técnicas.

En la región Centro, el otro reducto cestero - de los más productivos de país- es el Tigre, en la provincia de Buenos Aires. Como se señala en el GLOSARIO, el material básico es el mimbre en todas sus variedades, que fuera introducido por Domingo F. Sarmiento a fines del s. XIX. Con el tiempo, su producción se ha vuelto menos artesanal.

. En la Patagonia

Si bien se tienen noticias de que los pueblos originarios de la región sur del país, incluidos los de Tierra del Fuego, practicaban la cestería, no existe una fuerte tradición cestera ni rasgos destacados de esta artesanía en la actualidad.

Se utilizan materiales propios de la zona, como boqui, la quinileja y la caña colihue, así como diferentes tipos de sauce, especialmente el negro.

2 “El premio a la tradición de tejer junquillo”, en Diario Los Andes, Mendoza, 16 de diciembre de 2007.

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Se pudo registrar, sí, alguna actividad con talleres que promueven su aprendizaje, especialmente con distintos tipos de sauce, y movidos, sobre todo, por la necesidad de atraer al turismo, o recrear viejas antiguas técnicas. Así, tuvo gran éxito el taller que Margarita Maldonado dirigió en Tierra del Fuego, en rescate de la cestería selk´nam, entre marzo y abril de 2010, auspiciado por el FNA y del que recibimos fotografías. 

- Presente y futuro de la cestería

La cestería en la Argentina se ha ido desarrollando en el largo proceso de nuestra historia cultural, sobre la base de herencias prehispánicas, recibiendo los aportes de las conquistadores, recreándose en una artesanía criolla tradicional, absorbiendo luego algunas influencias de la inmigración, hasta alcanzar gran variedad de formas y procedimientos, elementos que perduran, otros que son frutos de la innovación, sobre todo adaptándose a nuevas necesidades. Posiblemente, lo más apremiante haya sido la derivación en una artesanía acorde con las necesidades del intercambio comercial y atracción turística. Por ello las nuevas creaciones como aros, pulseras, llaveros, cintos, carteras, atrapa sueños, etc.

Sin embargo, debemos considerar el hecho de que las artesanías cesteras no son meras actividades económicas, sino que encierran un sentido más profundo, y forman parte importante de nuestro acervo cultural. Como dice Levi Strauss, en el epígrafe de este Prólogo, no es sólo un trabajo, sino que en este oficio subyace todo un sentido ritual, de diálogo respetuoso y de colaboración con la naturaleza.

La cestería como artesanía tradicional ha cumplido un valioso papel a lo largo de la historia, al abastecer a los habitantes de objetos y servicios necesarios para el desarrollo de las actividades, tanto domésticas como sociales y económicas. Y todo ello adaptando las técnicas a los recursos naturales con que se contaba localmente. A tal punto llega esta “cesterodependencia” antes de la fuerte industrialización y de los polímeros, que en un precioso trabajo sobre cestería en La Rioja, España3, aparece entre las ilustraciones un andador hecho con técnica cestera.

Así también me sorprendió que, mientras entrevistaba a una cestera de Río Hondo, una persona mayor le encargó una gaveta (recipiente con dos contenedores adosados, para guardar la yerba y el azúcar: Coincide con la acepción 3 de yerbera, en el DRAE), porque tenía una desde hacía muchos años, que estaba muy gastada, y se había

3 JIMÉNEZ MURO, MARÍA JOSÉ. El léxico de la cestería tradicional en La Rioja. Biblioteca Gonzalo de Berceo. Nº 100, 1981, pp. 105-138, 1981.

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La ilustración presenta un andador, tal como lo conocemos en nuestros días, sólo que, en lugar de estar fabricado con madera, metal o plástico, está hecho con fibra vegetal y técnica de cestería. Esto, que ninguno de mis entrevistados conocía, ni pensó como una posibilidad, nos hace conjeturar cuántos de los objetos que hoy usamos seguramente se elaboraban de manera natural con este procedimiento.

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acostumbrado a ella. Nunca había visto, ni se me ocurrió que se pudiera hacer una gaveta tejida.

A pesar de la antigüedad de este oficio manual, sigue interesando al público, que visita ferias artesanales, puestos de exhibición y venta en lugares turísticos, o mercados campesinos. Su aceptación, posiblemente, se debe a que se considera una técnica que transforma la naturaleza en cultura material y al hecho de ser, todavía hoy, un trabajo manual, uno de los pocos que no ha sido mecanizado.

Por otra parte, no será el valor económico el que distinga a los productos de la cestería, ya que en el total de las exportaciones de artesanías de nuestro país, el producido de sus piezas no abarca más del 3%, mientras que el producto textil significa alrededor de un 21% y el cuero asciende a entre 30 y 40%.4

De nuestras observaciones, existe una cestería tradicional, que viene de siglos, y que estas últimas décadas ha ido desapareciendo. Han ido agotándose los recursos, muriendo los artesanos conocedores, perdiéndose el interés ante productos tan trabajosos, cuando uno similar de plástico es más barato, más fácil de higienizar y más práctico. Por eso, en nuestras casas, el canasto bombo para guardar la ropa sucia, o la cesta honda para la ropa del planchado, antes imprescindibles, han sido reemplazados por otros similares de plástico liviano, de atractivas y modernas formas y colores brillantes.

Se pueden reconocer tres grandes momentos en nuestra producción cestera: 1- El prehispánico, del que quedan las herencias aborígenes, como señalamos, base principal sobre las que se conforman algunas manifestaciones regionales; 2- El criollo o mestizo, de largo desarrollo, plena producción y uso generalizado hasta mediados del siglo pasado, como lo demuestran las fotografías de cesteras en Río Hondo, en la década de 1940; y 3- El actual, en el que, luego de un bajón, de una época de sombras, y descuido y casi olvido de la cestería, hay un reverdecer, una incipiente aprecio de lo artesanal, o moda reivindicadora.

Es que, en el último tiempo, y desde medidos de la década del noventa, ha comenzado a haber en la Argentina una revalorización de los pueblos aborígenes. Se les ha comenzado a prestar atención y también, notoriamente, se registra un incremento en la estimación de las artesanías y en su venta. Y así, en estos tiempos marcados por la supremacía de lo descartable, los objetos artesanales tienen el atractivo de lo hecho manualmente, y el valor de aquello que permaneció muchos años sin cambiar. De esta manera, la cestería se convierte en testimonio cultural, se valora como patrimonio de cada región, y comienzan a pensarse nuevos modos de aplicación.

Así es como se distingue un interesante movimiento por difundir lo que se ha denominado cestería botánica o ecológica, y una creciente actividad con cursos y talleres para enseñar sus técnicas y procesos. En estas nuevas modalidades, se incorporan nuevos materiales y creativas innovaciones en las formas y especialmente en la decoración, con el uso de materiales no tradicionales.

4 COMERCIO EXTERIOR DE ARTESANIAS. Consultado en http://www.minagri.gob.ar/SAGPyA/programas/Prodernoa/04=informes/02-publicaciones/_archivos/000003-Evaluaciones/060200-Comercio%20Exterior%20de%20Artesan%C2%A1as%202005%20-%20Informe%20Final%20(FLACSO).pdf?PHPSESSID=ea64c84592cce92f84a9ce851e5431b0

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También esta mirada a lo étnico, o vuelta a lo originario, unida a las gravísimas

problemáticas de contaminación en el mundo, ha dado por resultado la novedad de una conciencia ecológica que está comenzando a formarse, no sólo en nuestro país, sino globalmente.

Nuevas corrientes asociadas a la sustentabilidad y al cuidado de la tierra se traducen en legislaciones de protección del medio ambiente y también en modas que se avanzan en todos los ámbitos. Así, desde todas las disciplinas del diseño y de la arquitectura, actualmente resulta obligatorio el abordaje de estas problemáticas. De esta manera, y tal vez anunciando un futuro luminoso para la fibra vegetal y las técnicas de cestería, en el mundo entero existe una vuelta a las mismas, y así, encontramos muebles e incluso construcciones con un diseño de inspiración cestera y hechos en mimbre.

Se busca la producción sostenible, con mimbre y otras fibras cesteras en el diseño y construcción de muebles, ambientes, accesorios, de manera de evitar sobre todo la madera, y la consecuente tala indiscriminada de bosques. El objetivo es tan claro, que el Pabellón de España para la Expo Shanghai 2010 tiene forma de cesta y está recubierto de paneles de mimbre. Con 7.000 metros cuadrados y el lema “De la ciudad de nuestros padres a la ciudad de nuestros hijos”, ha sido considerado “una hazaña de mimbre”

De mi experiencia con el Léxico de la cestería en la Argentina

Si hay un tema que al parecer no figura en la agenda de los argentinos de nuestros días es la cestería. Algo tan distante y casi desconocido para la enorme mayoría de los habitantes, especialmente los de las grandes ciudades.

- Pero, ¿alguien practica la cestería hoy? – me han preguntado con actitud de disculparme de antemano por mi extravagancia al encarar un tema con tan poco rating.

Sin embargo, a medida que me adentré en su estudio, se me fue iluminando todo un mundo en las sombras del desconocimiento, el olvido, o el desinterés.

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Materiales que enriquecen la vida

8.500 paneles de mimbre, propio de la artesanía tradicional tanto de

España como de China, recubren el exterior de la

construcción en esta combinación de claras

referencias al pasado y al futuro.

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Ya cuando preparaba el léxico de los dulces caseros en la Argentina, visitando numerosos lugares de todo el país, había empezado a atender las muestras artesanales y pude hacer algunas entrevistas a cesteros. Mirtha Presas, una de la Directoras del Fondo Nacional de la Artes y experta en artesanías, tuvo luego la atención de darme un listado de los principales artesanos en todo el país, el material que usaban y hasta los teléfonos.

Aunque cabe señalar que, de la conversación con artesanos que ejercían la cestería por tradición, en las distintas provincias donde los visité, me preocupó en un principio la pobreza del léxico. Así, en Las Termas de Río Hondo no pude conseguir que las artesanas me dijeran el nombre de la técnica que empleaban (yo sabía, por mis lecturas, que se trataba de coiled, aduja, acordonado o espiral). Le pregunté: - ¿Qué técnica usa usted? Y me quedó mirando, sin entender. Cambié la pregunta de varias maneras, hasta que le insistí: - ¿Qué hace? Y la respuesta, escueta, fue: - Coso. Le expliqué que esa técnica se llamaba espiral, buscando la palabra de más sencilla comprensión, pero ni siquiera se mostró interesada en el nombre. Ni necesitaba conocerlo: ella sabía ponerla en práctica con maestría.

Junté abundante bibliografía, aunque no son muchos los estudios específicos sobre cestería que hay en nuestro país. Sí encontré muy buenos libros sobre cestería española, así como trabajos completos de la chilena y venezolana.

Lo importante del contacto con cesteros fue que pude obtener el término “en vivo”, es decir en su forma hablada, a la vez que logré corroborar el empleo de algunos que había sacado de libros en el comienzo. En otros casos, hasta hice consultas telefónicas directamente a cesteros de lugares alejados, ya que a la inicial lista que me diera Mirtha Presas la completé por otras conseguidas en las entidades oficiales de Turismo o de Cultura de provincias, como Catamarca o La Rioja. Al final, en algunos casos puntuales, encargué a amigos estudiosos, como Teresita Flores (La Rioja) o José Luis Pignochi (Formosa) que averiguaran algún dato o corroboraran otro.

Comprobé que la gente común, que no está en contacto con el tema de artesanías, y más específicamente con la cestería, maneja muy pocos vocablos de este ámbito, así que fue cuestión de ir juntando en distintas fuentes. Y - algo que no había sido necesario con los dulces caseros, acerca de los cuales todos tienen experiencias y conceptos - debí acudir a informantes de diferentes instituciones y organismos culturales, conocedores del tema.

Las nuevas tecnologías fueron de inestimable ayuda. Baste decir que la Dirección de Cultura de Quilino (Córdoba) me envió por e-mail fotografías de trabajos con adornos de plumas, y que Juan María Martínez Gramajo empleó sus conocimientos de ingeniero para encontrar en Internet la canción Cestera de juncos que buscaba para el epígrafe inicial del glosario, y la bajó gracias a un raro programa que él sabía manejar.

Asimismo, para delimitar y normalizar diferencias (forma, tamaño, uso, asas, tapa, etc.) entre cesto, cesta, canasto y canasta – los principales productos de la cestería - y así precisar sus definiciones, realicé una consulta, también vía e-mail, a numerosas personas en diferentes puntos del país. Y así, no pude dejar de reproducir unas líneas de la respuesta completísima de Ernesto Galdeano, con tan vívidas descripciones.

Las entrevistas fueron no estructuradas, con un cuestionario de preguntas abiertas, que se realizaron por indagación secuencial. Se conversó con cesteros encontrados imprevistamente en algunas ferias y plazas, pero también con los más conocidos de cada lugar. Al final, algunas preguntas puntuales, más de confirmación de datos, se hicieron a cesteros de lugares distantes por teléfono, de los listados recogidos en algunas provincias.

En cuanto a la delimitación del objeto de estudio, me encontré - como ya me había pasado con el Léxico de los dulces – con que terminaba siendo muy abarcador, pues no

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Léxico de la cestería en la ArgentinaHebe Luz Ávila

se trataba sólo de la confección de cestos o canastos y piezas similares, sino también de objetos decorativos como caballitos, muñecas o pulseras. Por otra parte, resulta muy difícil delimitar en algunos casos en los que se superpone en determinados aspectos con la artesanía textil (chaguar, yicas, fajas, sombreros) y la cordelería, que abarcamos dentro del léxico de la cestería. Incluimos también trabajos que comparten el material o parte de las técnicas, como la construcción de cercos y techos de viviendas rurales, así como diferentes tipos de trojas.

Un aporte que consideraba seguro y probado fueron los Diccionarios o Glosarios de voces regionales. Por suerte, en mi biblioteca cuento con una buena cantidad, muchos de ellos por herencia paterna. Ya había trabajado con algunos de ellos para el Léxico de los dulces, y resultaron en gran medida la manera más cómoda de trabajar. Sin embargo, de la lectura de cientos de páginas (son voluminosos, por lo general) no saqué más de seis o siete palabras de cada uno, y en muchos casos repetidas. Los que más me aportaron fueron el de Carlos Rogé, en Mendoza (por la distancia), Vicente Solá en Salta y Carlos Villafañe en Catamarca, estos últimos también por la lejanía en el tiempo, pues muchas de sus voces ya están casi en desuso.

Me llamó la atención que en ninguno de ellos se hacía referencia ni a cesteros ni a cestería, y casi no aparecen voces del campo de la cestería, aunque abundan las referidas a lo textil y al cuero.

En cuanto a la flora, en estos trabajos lexicográficos se registran las plantas, hasta con nombre científico y descripción, pero se hace más hincapié en las propiedades medicinales que en su utilidad en cestería. Así Carlos Villafuerte, al tratar cortadera no consigna que se usa para hacer los cinchones de los quesos.

Si con algún autor estaba familiarizada, pues había revisado y corregido la edición de una colección de once libros suyos, era con Orestes Di Lullo. Hasta contaba con una copia digitalizada de sus maquetas en mi p.c., lo que me facilitó las búsquedas. Consulté en todos ellos, pero especialmente en El folklore de Santiago del Santiago y La Razón del Folklore, libros básicos. Sin embargo este autor, tan minucioso y abarcador, en ninguno se refiere a la cestería. Nombra todos los oficios populares, hasta la platería, que no creo que en Santiago del Estero haya sido importante, pero no este oficio tan característico de su provincia, aunque de manera colateral aparece el chaguar o una pieza de cestería. Solo en El folklore de S. E. se refiere en 4 renglones a la “industria de la paja” (p. 417).

El trabajo más enriquecedor fue el de Ruiz y Chazarreta (1973) y, en la cestería misionera, el de Elba Expósito (2010). Por desgracia, en muy pocas provincias hallé un tratado completo de todos los aspectos de la cestería en el lugar. Lo consideré tan importante que hasta sugerí a amigos estudiosos que escriban algo similar, adaptado a sus provincias. Llegué a enviarles los trabajos como modelos, pero hasta este momento no tuve el resultado interesadamente deseado.

Creo que el problema mayor se me presentó al tratar las plantas textiles. Recién entonces descubrí que una misma especie puede tener varios nombres diferentes, sin que los usuarios lo sepan (ej. chilca y suncho, o anea, espadaña y torora). Recurrí entonces al nombre científico, y colmó mi preocupación el averiguar que cada científico que la estudia en diferentes épocas suele ponerle distintos nombres. Leí febrilmente tratados de botánica y terminé encontrando algunas respuestas en trabajos publicados en la Revista Bonplandia, de la UNNE. Cuando descubrí que el autor en el que más respuestas hallaba era Héctor A. Keller, conseguí que tuviera la gentileza de ser mi consultor y además leyera mi glosario y lo corrigiera.

Conté también con el asesoramiento del Ing. Manuel Palacio, de la UNSE, para las plantas tintóreas. Mi agradecimiento a estos dos estudiosos por su desinteresado aporte.

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Encontré también un escollo en la gran variación en la escritura de algunas especies vegetales, sobre todo en las de origen guaraní y otros idiomas aborígenes, lo que se entiende perfectamente si atendemos a que vienen de un uso sólo oral (karaguatay, karawatay, karaguatá, caraguatá). El amigo Miguel López Bréard, autor del Diccionario Guaraní. contribuyó a despejar algunas dudas.

Lo mismo que me ocurrió con los dulces caseros pasó ahora con la cestería, en cuanto a la Patagonia. Por un lado, porque está muy distante de mi experiencia y por otro, porque muy poco es lo que encontré allí escrito sobre el tema. No ocurre lo mismo en la parte chilena.

- Concluyendo

Este trabajo que intentó abarcar la cestería de la Argentina trata de contribuir al conocimiento lingüístico – y a través de él al folklórico e identitario - del país a través de una de sus manifestaciones culturales más antiguas.

Por otra parte, y teniendo en cuenta que cada vez quedan menos cesteros y sus productos van siendo sustituidos por otros de elaboración más barata o de materiales más asequibles comercialmente, como el plástico o el caucho, un objetivo central de este Léxico fue rescatar palabras. En efecto, sabemos que, al desaparecer una realidad, se pierden las palabras que la nombran, y los estudiosos señalan que, por lo general, su recuerdo puede durar no más de dos generaciones.

Esperemos que, en esta nueva valoración de lo natural y ecológico, y esta al parecer vuelta a la cestería, se reflote esta artesanía, puesto, que en el decir de Levi Strauss:

El trabajo manual, menos alejado de lo que parece del pensador y del científico, constituye asimismo un aspecto del inmenso esfuerzo desplegado por la humanidad para entender el mundo: probablemente el aspecto más antiguo y perdurable, el cual, más próximo a las cosas, es también el más apto para hacernos captar concretamente la riqueza de éstas, y para nutrir el asombro que experimentamos ante el espectáculo de su diversidad.

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