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9/ REVIe"'E.\POIIIIINitAL pERSONAJE Dylana Jenson confiesa que el fallecimiento de su padre, hace un año, fue determinante para ella. Su muerte representó un gran cambio en mi madu rez. Entonces sentí que la vida era muy corta y que debía vivirla de otra forma". Juan Fernando Cordero Durante su última visita a Costa Rica, a principios de mes, Dylana ]enson ahondó en las razones por las que cejó en la búsqueda del violín que necesita. az. Eso es lo que anhela Dylana Jenson. Pero, ¿acaso no tiene sufi- ciente tranquilidad espiritual un artista? Por lo visto no, cuando no se cuenta con los medios adecuados para de- sarrollar sin tropiezos una carrera. es el dilema que ha acompañado a la célebre violinista de origen costarricen- 1 se, quien en 1972, a los 11 años de edad, · sorprendió al país con su talento musical. Ahora Dylana ha renunciado a la bús- queda de un instrumento acorde con su ni- vel de interpretación, labor en la que estu- vo inmersa los últimos años. Una decisión casi metafísica que ella explica con senci- llas palabras: "Yo escogí no frustrarme más". Hemos concertado una cita en la casa de unos familiares suyos, en San Pedro de Montes de Oca, para conocer con detall e su versi ón sobre la noticia del retiro, que empezó a circular con ocasión de los tres conciertos que ofreció en el país a finales de la semana pasada. La artista aparece en la sala vistiendo un juego de pantalón y blusa larga azul con motivos de colores, sandalias y una vincha azul en la cabeza, y sonríe de inmediato, con esa sonrisa fácil y grande que los cos- tarricenses recuerdan de sus primeras pre- sentaciones en el Teatro Nacional. "Tener un violín propio y de alta calidad se había convertido en una obsesión para mí. Me frustraba mucho el no conseguirlo e incluso me enojaba, también me ponía triste. Por eso escogí no pensar s en eso y estar en paz", afirma, luego de que rom- pemos el hielo con algunas acotaciones so- LA NACION, 11 DE ABRIL DE bre el espléndido verano tico y las tormen- tas de nieve en los Estados Unidos. Dylana confiesa que el fallecimiento de su padre, Lee, hace un año, fue lo que más influyó en esa determinación. "Su muerte fue una experiencia muy fuerte para y representó un gran cambio en mi madurez. Fue cuando sentí que la vi- da era muy corta y que debía vivirla de otra forma". Hasta ese momento, su existencia era prácticamente una trilogía: su familia, sus conciertos y conseguir un violín. Préstamo Luego de obtener, en 1978, el segundo lugar en el prestigioso concurso Chaikovs- ki, en Moscú, a la edad de 17 años, no sólo se le abrieron las puertas a los conciertos en los grandes escenarios del mundo, sino que recibió en préstamo de parte de la Fundación Colburn un valioso violín. Con él actuó los siguientes cuatro años, que fueron de gran destaque profesional: grabó varios discos y tocó en Europa, la ex Unión Soviética y Japón. Pero al cumplir 21 años, el instrumento le fue solicitado por los propietarios, precisamente cuando Dylana comenzaba a obtener buenos divi- dendos de sus presentaciones. Tuvo que iniciar entonces la búsqueda por su propia cuenta, en la que invertiría los siguientes 10 años. Entretanto, tenía que conformarse con violines que le pres- taban para cada ocasión, lo que afectaba su desempeño. "Con violines que no son buenos no puedo expresarme ni oírme bien", aseguró hace un tiempo. Durante esta entrevista, dijo: "No se sabe qué "voz' va a tener el violín que le prestan a uno. Eso es terrible- mente confuso para el sentimiento artísti- co". Durante ese período hubo muchas posi- bilidades pero ninguna se concretó. Y vol- ver a empezar. Cuando lo usaba, el violín de la funda- ción Colburn valía $450 mil y estaba en venta, pero tenía que pagarlo al contado y nadie le prestaba esa cantidad de dinero. El mismo instrumento cuesta ahora un millón y medio de dólares. "Sin un buen violín se me reducían las posibilidades de actuar, lo que significaba una disminución en mis ingresos y en con- secuencia menos posibilidades de juntar el dinero para comprar un instrumento ade- cuado", explica la artista. .. -Incluso Dylana Jenson le planteó varias propuestas al Gobierno costarricense. Una de ellas consistía en que el Estado comprara el instrumento como si fuera una obra de arte y se lo diera a ella en calidad de préstamo. A cambio, la violinista residi- ría en Costa Rica para impartir una cátedra internacional en su especialidad. Cuando Dylana dejase de tocar, el violín volvería a manos del Estado. Sin embargo, por las limitaciones eco- nómicas del país, no fue posible concretar

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Page 1: POIIIIINitAL pERSONAJE - repositorio.sibdi.ucr.ac.cr:8080

9/ REVIe"'E.\POIIIIINitAL

pERSONAJE

Dylana Jenson confiesa que el fallecimiento de su padre, hace un año, fue determinante para ella. Su muerte representó un gran cambio en mi madurez. Entonces sentí que la vida era muy corta y que debía vivirla de otra forma".

Juan Fernando

Cordero

Durante su última visita a Costa Rica, a

principios de mes, Dylana ]enson ahondó en las razones por las que cejó en la búsqueda del

violín que necesita.

az. Eso es lo que anhela Dylana Jenson. Pero, ¿acaso no tiene sufi­

ciente tranquilidad espiritual un artista?

Por lo visto no, cuando no se cuenta con los medios adecuados para de­sarrollar sin tropiezos una carrera.

Es·~ es el dilema que ha acompañado a la célebre violinista de origen costarricen-

1 se, quien en 1972, a los 11 años de edad, · sorprendió al país con su talento musical.

Ahora Dylana ha renunciado a la bús­queda de un instrumento acorde con su ni­vel de interpretación, labor en la que estu­vo inmersa los últimos años. Una decisión casi metafísica que ella explica con senci-llas palabras: "Yo escogí no frustrarme más".

Hemos concertado una cita en la casa de unos familiares suyos, en San Pedro de Montes de Oca, para conocer con detalle su versión sobre la noticia del retiro, que empezó a circular con ocasión de los tres conciertos que ofreció en el país a finales de la semana pasada.

La artista aparece en la sala vistiendo un juego de pantalón y blusa larga azul con motivos de colores, sandalias y una vincha azul en la cabeza, y sonríe de inmediato, con esa sonrisa fácil y grande que los cos­tarricenses recuerdan de sus primeras pre­sentaciones en el Teatro Nacional.

"Tener un violín propio y de alta calidad se había convertido en una obsesión para mí. Me frustraba mucho el no conseguirlo e incluso me enojaba, también me ponía triste. Por eso escogí no pensar más en eso y estar en paz", afirma, luego de que rom­pemos el hielo con algunas acotaciones so-

LA NACION, 11 DE ABRIL DE

bre el espléndido verano tico y las tormen­tas de nieve en los Estados Unidos.

Dylana confiesa que el fallecimiento de su padre, Lee, hace un año, fue lo que más influyó en esa determinación.

"Su muerte fue una experiencia muy fuerte para mí y representó un gran cambio en mi madurez. Fue cuando sentí que la vi­da era muy corta y que debía vivirla de otra forma".

Hasta ese momento, su existencia era prácticamente una trilogía: su familia, sus conciertos y conseguir un violín.

Préstamo

Luego de obtener, en 1978, el segundo lugar en el prestigioso concurso Chaikovs­ki, en Moscú, a la edad de 17 años, no sólo se le abrieron las puertas a los conciertos en los grandes escenarios del mundo, sino que recibió en préstamo de parte de la Fundación Colburn un valioso violín.

Con él actuó los siguientes cuatro años, que fueron de gran destaque profesional: grabó varios discos y tocó en Europa, la ex Unión Soviética y Japón. Pero al cumplir 21 años, el instrumento le fue solicitado por los propietarios, precisamente cuando Dylana comenzaba a obtener buenos divi­dendos de sus presentaciones.

Tuvo que iniciar entonces la búsqueda por su propia cuenta, en la que invertiría los siguientes 10 años. Entretanto, tenía que conformarse con violines que le pres­taban para cada ocasión, lo que afectaba su desempeño.

"Con violines que no son buenos no puedo expresarme ni oírme bien", aseguró hace un tiempo. Durante esta entrevista, dijo: "No se sabe qué "voz' va a tener el violín que le prestan a uno. Eso es terrible­mente confuso para el sentimiento artísti­co".

Durante ese período hubo muchas posi­bilidades pero ninguna se concretó. Y vol­ver a empezar.

Cuando lo usaba, el violín de la funda­ción Colburn valía $450 mil y estaba en venta, pero tenía que pagarlo al contado y nadie le prestaba esa cantidad de dinero. El mismo instrumento cuesta ahora un millón y medio de dólares.

"Sin un buen violín se me reducían las posibilidades de actuar, lo que significaba una disminución en mis ingresos y en con­secuencia menos posibilidades de juntar el dinero para comprar un instrumento ade­cuado", explica la artista.

.. -Incluso Dylana Jenson le planteó varias propuestas al Gobierno costarricense.

Una de ellas consistía en que el Estado comprara el instrumento como si fuera una obra de arte y se lo diera a ella en calidad de préstamo. A cambio, la violinista residi­ría en Costa Rica para impartir una cátedra internacional en su especialidad. Cuando Dylana dejase de tocar, el violín volvería a manos del Estado.

Sin embargo, por las limitaciones eco­nómicas del país, no fue posible concretar

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el plan, que en ese momento significaba una erogación de alrededor de ~ 120 millo­nes.

La intérprete cuenta que hace más o me­nos dos años, el presidente Rafael Angel Calderón y la Ministrn de Cultura, Aída de Fishman, le plantearon la posibilidad de que los cuatro bancos estatales costarricen­ses le ayudaran con la compra, en ese mo­mento estimada en un millón de dólares (alrededor de 139 millones de colones).

"Pero algo pasó, como que alguien invo­lucrado en el asunto dejó un puesto muy importante y todo se detuvo", dice.

Dylana Jenson es consciente de que abandonar la búsqueda del violín puede significar el fin t.lc su carrera.

"No es que no quiera locar más y hacer olea vida, lo que busco es la manera de vi­vir en paz", repile la violinisla, cuyos pró­ximos compromisos artísticos son tres conciertos en Estados Unidos.

"Muchas veces quise retirarme y no pu­de hacerlo porque tenía la esperanza de que algo pasara, pero no fue así. Además, sentía la responsabilidad de dar mi música a los demás. Pero conforme se crece se va enlendiendo que la vida simplemente sigue adelante. Ahora lo entiendo muy bien y eso me hace sentir mejor para lomar la de­cisión, aunque sea un poco egoísta de mi par1e."

Vida en familia

Aparte de sus presentaciones y la vida de hogar, Dylana impar1e lecciones a gru­pos pequeños de estudiantes.

Vive en Ballimore· con su esposo, el chelista y director inglés David Locking­ton, y sus tres hijos, Mariana, de 8 años, Eva, de 5, y Devin, de 2.

Según relata, ella y su marido se hallan muy comprometidos en la lucha interra­cial. No en balde su hija mayor, que es adoptada, es negra, y su hijo menor, tam­bién adoptado, es mestizo. "Para romper los prejuicios hay que involucrar a toda la gente y por eso quise tener una familia multinaciaJ", asevera.

Como parte de ese mismo propósito, Lockington trabaja en este momen¡o en rescalar par1e de la música de la población negra de los Estados Unidos.

Por lo demás es una ama de casa común y corriente, a quien le gusta nadar y salir a caminar con sus hijos y escuchar música popular a todo volumen -como "Top Forty"- mientras limpia la casa.

Cuando visita Costa Rica asegura sentir­se "muy honrada" y aprovecha la ocasión para comer sus platillos pre\eridus: frijoles negros, tortillas, plátanos y frutas.

Al concluir la entrevista, se refirió a la posibilidad de tomar par1e de un nuevo in­lento por adquirir el violín si alguien le di­jera que es necesaria su presencia para lo­grarlo. "No diría que no a hacer cosas co­mo hablar con gente o realizar presentacio­nes para conseguirlo, pero no quiero enre­darme", dijo.

REVISTA ~INICAL /10

pERSONAJE

En 1972, con sus escasos 11 años, Dytana Jenson maravilló a los asistentes al Tea1ro Nacional.

Dylana Jenson tenia tres años de edad cuando entró en contacto con .el violín. Un dfa su padre llegó a la casa con uno de estos intrumentos y de Inme­diato la niña quiso tener el suyo propio.

La música era de hecho una tradición en la familia del Dr. Lee Jansen y su es­po5a Ana Teresa Cardona, de nacionali­dad costarricense, cuyos otros hijqs Pe­ter, Kevan, Victoria e lván Incursionaban ya o habrfan de hacerlo pronto, en el aprendizaje del chelo, el violín y la viola,

Cuando la pequeña Dylana tuvo sus primeros contactos con el Instrumento, de la mano de su mamá, sorprendió a quienes la escucharon. A partir de ese momento, sus padres procuraron para ella los mejores profesores.

Años después, en 1972, cuando actuó en el Teatro Nacional, los elogios au­mentaron. El entonces vice Ministro de Cultura, Juventud y Deportes, Guido Sáenz, manifestó: 'No creo en los niños prodigios, pero cuando la escuché no lo podfa creer. A los 11 años ella era un portento, un talento que sólo se da una o dos veces en un siglo",

Tras la presentación, un grupo de cos­tarricenses organizados por el empresa­rio. Richard Beck, unieron esfuerzos para conseguir tondos y subvencionar la ca­rrera de la pequeña artista, lo .cual hiele-ron durante varios años. · · ' Como parte de su trayectoria, logró la

medalla de plata en el concurso Chai­kovski, en Moscú, y sustituyó con gran éxito, en conciertos lnterraclonales, a tres de los más grandes .violinistas del mundo: Nathan Mllstein, Isaac Per1nían y Plnkus Zuckerman, con lo· que· demostró en ese momento poseer un talento espe­cial que la ubicaba entre los más grandes violinistas de todos los tiempos.

la imagen de la niña prodigio se hi­zo popular en el mundo entero.

En diciembre de 19B(l, tras una r.re­sentaclón en el Carnogie Hall, el penódi­co The New Yorl\ liméS ca!Hicó a Dylana de "maestra consumt.Ja" y alabó la exce­

'Jencia de su técnica, la entonación y la pureza del tono en la ejecución del con­cierto para violin de Jan Slbellus.

Hoy día Dylana afirma que la música siempre fue parta de su vida y que jamás representó un trabajo. ~Prueba de ello es que a veces practico viendo televisión", asegura.

. La violinista explica también que en

El entonces vice Ministro da Cultu­ra,. Guido Sáenz, sé 'convirtió en uno de ·los principales Impulsores de la naciente estrella. realidad necesila ejercitar más la parte muscular que la artfstica, y que sólo re­quiere mayor concentración en los ensa­yos cuando trabaja en conjunto con al-gún pianista. .

Sobre el calificativo de prodigio que se le endilga, Dylana relata que aparte de su responsabiildad de tocar, su vida fue siempre muy- normal. Y añade que en eso su mamá jugó un papel muy impor­tante pues siempre le Inculcó la Idea de que la música era lo trascendente, y que ella constitufa apenas un vehfculo para que esa música llegara a los demás.

Para Richard Beck, uno de sus mento­res en las primeras etapas de la carrera de Dylana, el posible retiro. de la artista es una pérdida tremenda para el mundo cultural. Y un motivo de pesadumbre pa­ra quienes, como él, la apoyaron y finan· ciaron . '• . · absolutamente seguros de que Dylana era una persona fuera de serie.