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Podía verme en ellos Escritura de estudiantes activistas del movimiento de trabajadores agrícolas 1995–2005 Por Julie Wilson, exalumna de SAF

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Escritura de estudiantes activistas del movimiento de trabajadores agricolas, 1995–2005 Por Julie Wilson, exalumna de SAF

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Podía verme en ellosEscritura de estudiantes activistas del movimiento de trabajadores agrícolas1995–2005Por Julie Wilson, exalumna de SAF

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La actividad consiste en acción y reflexión: es praxis; es transformación del mundo.’

–Paulo Freire, Pedagogía del oprimido

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La actividad consiste en acción y reflexión: es praxis; es transformación del mundo.’

–Paulo Freire, Pedagogía del oprimido

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La organización Estudiantes en Acción con Campesinos (SAF) frecuentemente hace referencia al concepto de cambio social. Es probable que si asistes a uno de nuestros eventos, en menos de 10 minutos nos escucha-rás pidiendo cambios, tales como mejores condiciones de vida y de trabajo, y mejores salarios para trabajadores agrícolas, así como consumidores bien informados que aprecien y trabajen con los trabajadores para defender-los. El gran número de personas que participan en nues-tra comunidad y apoyan nuestro trabajo entienden que SAF pone énfasis en la acción y quieren ser parte de este trabajo para lograr un cambio. Sin embargo, la cultura de SAF también valora el pro-ceso, algo que no entendí o apoyé hasta que comencé a trabajar como empleado en el 2004. En los años subsiguientes he visto procesos como la reflexión y el consenso muchas veces, y me he dado cuenta que SAF es un lugar reflexivo que se opone a maneras de pen-sar que simplemente producen resultados. En efecto, he estado orgulloso de nuestros logros, pero frecuentemente aún más orgulloso de cómo llegamos a conseguir esas victorias.

La verdad es que SAF balancea las contradicciones inherentes entre el proceso y la acción, sabemos que la reflexión y el aprendizaje solos no crean un cambio, mientras que los resultados que ocurren sin transparen-cia y seriedad pueden ser vacíos o hasta irresponsables. Creemos en trabajar por la justicia para los trabajadores, y la justicia no es un concepto que sólo se centra en los resultados. Está basada en la plena participación de todos y en la equidad para todos, y trabajar para lograrla

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requiere que demos el ejemplo para crear el mundo mejor que deseamos.

El gran número de estudiantes que han definido el trabajo de SAF durante los últimos 17 años participaron en un proceso de pensar y actuar que frecuentemente cambió sus vidas aún más que las de las personas que iban a servir. En total, nuestro programa de verano representa más de 600 experiencias distintas, cada una es un caso de la práctica por medio de la cual los estudiantes apren-den, reflexionan y actúan conjuntamente y al lado de los trabajadores agrícolas. Por medio de ejercicios semana-les de escritura, los estudiantes de prácticas ponen en orden sus ideas y entienden más profundamente lo que vivieron en los campos. Entre otras lecciones, la escritura les enseña que comprometerse a este trabajo significa dedicarse a aprender continuamente.

Casi dos décadas y miles de pasajes después, nos hemos convertido en un catálogo con un gran recurso, un proyec-to de memoria que relata el proceso colectivo de apren-dizaje y acción de muchas personas que han sido parte de SAF. Al mirar hacia el futuro y al seguir demandan-do las reformas a la agricultura que son tan necesarias, contamos con el obsequio de estas memorias documen-tadas. Creo que no podemos perder el camino porque las tenemos.

—Tony Macias, 2009

Créditos de fotografías: Portada—Fotografía de Celerino Mercado, 1995. Doble página: Cortesía de estudiantes de SAF 1995–2005, © SAF.

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Cortesía de estudiantes de SAF 1995–2005, © SAF

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INTRODUCCIÓN Participé en el programa de prácticas de Estudiantes en Acción con Campesinos (SAF) en 1993. Mis experien-cias visitando campamentos de trabajadores agrícolas y ayudando a una maestra en un Programa de Educación para Migrantes me afectaron profundamente. Vi injus-ticias en las escuelas de las cuales desconocía como estudiante blanca de habla inglesa con una situación financiera cómoda.

Gustavo Razo, un estudiante de prácticas de SAF, escribió en un pasaje que leerás más adelante: ‘La calidad de la educación es importante y provechosa. Grandes cantidades de educación, del tipo que no instruye, no tiene ningún valor. Eso es lo que les pasa a muchos estudiantes migrantes.’ Estas palabras me recuerdan de lo que vi en un salón de clases en el que trabajé como asistente ese verano: una oportunidad desperdiciada. La maestra no trató de entender o de desafiar a sus estudiantes, y el sistema entero no les ofreció nada mejor.

Después del programa de verano participé en el programa de Americorps con trabajadores agrícolas, di clases en las escuelas públicas y estudié un posgrado en educación. Esto fue a raíz de preguntas que comencé a hacer ese verano: ¿cuáles son las jerarquías de poder y privilegio en las escuelas, y cómo puedo retarlas?

Gracias a SAF, muchos estudiantes universitarios

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comienzan a hacer nuevas preguntas, algunas sobre las vidas de los trabajadores agrícolas y otras sobre su papel como agentes de cambio.

En las siguientes páginas, leerás pasajes escritos por es-tudiantes universitarios que participaron en el programa de SAF entre 1995 y 2005. Estos pasajes fueron toma-dos de los proyectos documentales de los estudiantes sobre tradiciones populares de trabajadores agrícolas y de entradas semanales en sus diarios que entregaron al coordinador del programa. Leí todo este material para un proyecto que realicé con SAF que formó parte de mis estudios de doctorado en la Facultad de Educación en UNC-Chapel Hill.

Analicé el trabajo de los estudiantes para entender qué sintieron al aliarse con trabajadores agrícolas que tenían la gran tarea de luchar para obtener derechos humanos, condiciones seguras de trabajo, vivienda habitable, atención de salud básica y una educación valiosa. Quería entender qué motivaba a los estudiantes a seguir adelante cuando se encontraban con grandes obstáculos en su lucha por la justicia. Me preguntaba si escribir les ayudaba a perseverar, dándoles un foro para conmemorar sus éxitos y comprender sus fracasos.

En las siguientes páginas, comparto los testimonios de los estudiantes para ayudarnos, como lectores, a entender nuestros propios esfuerzos para responder a la injusticia que vemos en nuestro trabajo y en la vida diaria. —Julie Wilson

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AGRADECIMIENTOS

Como todo el trabajo de SAF, ésta publicación ha sido posible gracias a un proceso colaborativo. Un agra-decimiento especial a Oberlin College por la beca para ex-alumnos, la cual hizo posible el diseño, traducción y publicación en Internet de estas páginas. Gracias al personal de SAF, Bart Evans, Tony Macias, Joanna Welborn y Melinda Wiggins por sus consejos para la escritura y publicación de esta obra. A Alejandra Okie por su magnífica traducción y a Chris Sims por el bello diseño. A los estudiantes-escritores, quienes compartieron su historia de compromiso a la justicia y a la reflexión en estas páginas: Nereida Arguijo, Julia Finkel-stein, José de Jesús Franco, Coby Jansen, Elida Molina, Angelita Morado, Felipe Olvera, Fred Ortmann, Palmar Plonk, Scott Pryor, Rosie Rangel, Gustavo Razo, Juan Carlos Vieyra, Kate Vyborny y los estudiantes que decidieron conservar el anonimato. Finalmente, mi profundo agradecimiento a los estudiantes de SAF de 1996 y a los 5 empleados de SAF que participaron en el estudio que precedió a esta publicación; sus escritos y sus vidas son una fuente de inspiración y fortaleza. —Julie Wilson

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INSUFICIENCIA

Los estudiantes universitarios llegan a participar en el programa de SAF con diferentes niveles de conocimien-to sobre los trabajadores agrícolas. Aproximadamente la mitad de ellos tienen conocimiento de primera mano debido a que sus familiares son trabajadores agrícolas.

Cortesía de estudiantes de SAF 1995–2005, © SAF

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Algunos ya han trabajado como activistas a favor de los trabajadores agrícolas, participando en campañas con el sindicato UFW y otras organizaciones. Algunos han estudiado temas relacionados con los trabajadores agrícolas. Otros conocen muy poco sobre el tema y la orientación en la que participan durante la primera semana del programa de prácticas es una introducción a los trabajadores agrícolas: quiénes son, lo que hacen y cómo experimentan la vida en los Estados Unidos. Es importante mencionar, que para los estudiantes de familias de trabajadores agrícolas de la Costa Oeste, Carolina del Norte y del Sur pueden parecer otro mundo.

La orientación de la primera semana es un período lleno de emoción, adaptación y de inquietud. Algu-nos estudiantes de familias de trabajadores agrícolas escriben que es sorprendente ver que otros estudiantes universitarios dedicarán su verano a ‘mi gente’. Algunos estudiantes del oeste del país extrañan sus hogares y también tienen miedo por la reputación del sur del país por ser un lugar racista. La mayoría se emociona al crear vínculos con otros estudiantes en forma casi inmediata.

Después de la semana de orientación, los estudi-antes se dispersan a sus lugares de trabajo por todo Carolina del Norte y del Sur. Dejan un lugar que se ha convertido en un espacio seguro para compartir historias personales y debate crítico y se van a nuevos lugares, conocen a sus supervisores y compañeros de trabajo, se instalan en sus viviendas y empiezan a interactuar con trabajadores agrícolas. En la orientación, se relacio-naban con trabajadores agrícolas como iguales; ahora los trabajadores agrícolas son parte de su mundo como clientes, estudiantes o sus mayores. Algunos estudi-antes inmediatamente notan semejanzas con su famil-

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ia. Otros se esfuerzan por mejorar su conocimiento del idioma español. Muchos se dan cuenta de que se encuentran en una nueva situación, personas los buscan con necesidades urgentes, pidiendo ayuda y comprensión, acudiendo a ellos. Especialmente al prin-cipio de cada verano, muchos estudiantes escriben que se sienten abrumados e inseguros. Tienen dieciocho, di-ecinueve, veinte años. ¿Qué pueden ofrecer?

Anónimo, 1995 Esta semana fui a un campamento [de trabajadores agrícolas] por primera vez. Al principio fue extraño. Creo que fue porque éramos seis mujeres yendo a un cam-pamento con 50 hombres solteros. Me dio un poco de miedo salirme de la camioneta cuando vi cuántos eran. Sin embargo, parecían inofensivos con sus ojos cansados y sus cuerpos pequeños. Pensé en cuánto se parecían a mis propios tíos y padre después de un día duro en el campo. Como a los 15 minutos, me sentí mucho más cómoda, y después por primera vez me sentí inútil. Un joven que apenas tenía unos 24 años de edad se quedó cerca de mí después de que les hice los chequeos a los otros muchachos. Se veía ansioso por hacerme una pregunta. Yo le sonreí para animarlo a hablar con-migo sobre su preocupación. Con una voz tímida me preguntó ‘¿Sabe cómo puedo enviar dinero a Panamá de un día al otro? Recibí un telegrama ayer diciendo que murió mi padre. Sólo he estado aquí un mes y no tengo idea dónde estoy. No tengo a nadie y mi familia necesita dinero para el funeral’. Sus ojos de color verde intenso suplicaban ayuda. Ahí estaba yo escuchando toda esta información y no sabía qué decirle. Yo sólo había estado

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aquí tres días, sin tener idea al igual que él. Ahí estaba en un campamento para ayudar a trabajadores agríco-las y no le pude ayudar al primero que me pidió ayuda. Lo único que pude hacer fue recomendarle que hablara con una muchacha que trabaja en la oficina [de asis-tencia social]. Después pensé en lo que había pasado. Pensé en su familia, en cómo se ha de sentir de no poder estar con ellos. Me di cuenta que me tenía que quedar pasara lo que pasara. Si no para ayudar, por lo menos para observar y aprender tanto de los trabajadores agrícolas.

Palmar Plonk, 1995 El jueves [nosotros] fuimos a visitar a una pareja mayor negra que estaba teniendo problemas de salud. Esta-ba muy emocionada por la visita porque aún no había visitado ni conocido a ningún trabajador agrícola tem-poral del área, además hablan inglés y me haría bien descansar un poco y no tener que tratar de entender todo en español. En fin, llegamos a la casita blanca y el Sr. Jamison nos saludó. Él había trabajado para el agricultor por 40 años. El Sr. Jamison es el mejor ejemplo de un gigante simpático. Tiene un cuerpo de trabajador, su piel dañada por el sol, pero aún se puede notar su espíritu joven. Entramos a su casa y conocimos a la Sra. Jamison, quien estaba postrada en cama. Ha tenido problemas con úlceras en su piel y tiene artritis grave y problemas con sus pies. Les preguntamos qué necesitaban y el Sr. Jamison nos contó sobre sus prob-lemas. Resulta que antes recibían algún tipo de ayuda financiera para los gastos médicos de la Sra. Jamison pero por alguna razón ya no la reciben y se quedaron con una cuenta sin pagar de $1,500. El Sr. Jamison fue

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a la oficina de asistencia social y a otros lugares para tratar de obtener algún tipo de ayuda para la atención médica de su esposa pero nadie les ayudó. Finalmente se dieron por vencido y trataron de empezar a pagar la deuda, además de tener que pagar su medicina ($150-200 al mes). Él nos dijo que con lo que gana estará pagando esta deuda por muchos años. El Sr. Jamison nos dijo, ‘no soy el tipo de hombre, nunca lo he sido, que buscaría dádivas. Lo único que necesito es un poco de ayuda con la carga. Ni siquiera estoy pidiendo $100. Aceptaré la cantidad más pequeña que alguien me pueda dar’. Dijo que cuando se comunicó con la ofici-na de asistencia social le dijeron que si se jubilaba po-drían cubrir los gastos de su esposa pero mientras siga trabajando no le darán un centavo. Dijo que no quiere renunciar a su trabajo. Le gusta y no está listo para dejarlo. Después nos dijo algo que nunca voy a olvidar. Nos comentó que alguien en la oficina de asistencia social le dijo que le convendría a su esposa si el Sr. Jamison la deja sin nadie que cuidarla, porque enton-ces todos sus gastos serían cubiertos por el gobierno. Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando el Sr. Jamison nos dijo que nunca dejaría a su esposa, no importa qué tan difícil sea pagar sus gastos. Nos dijo, ‘cuando ella era joven e independiente me quería, pero ahora es mayor y me necesita, y nunca la dejaré’. Me llegó al alma escucharlo expresar su lealtad a dos descono-cidos. Prefería pasar el resto de su vida matándose trabajando sin poder salir de deudas que abandonar a su amor por deshacerse por completo de sus problemas económicos.

Cuando nos fuimos no me aguantaba las ganas de llorar. Nunca había sentido tanta compasión por alguien

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en mi vida. Estas personas habían trabajado tan duro durante su vida entera y ahora están sufriendo y no es justo. ¿Por qué mi destino es diferente al de ellos? Tengo tanto en cuanto a bienes materiales y ellos apenas se las arreglan.

Nos subimos al coche y nos alejamos de la casa. Ni siquiera pude voltear a ver la casa cuando nos fuimos, esta situación fue muy difícil para mí. Quería borrarla de mi mente, hacer como si no hubiera pasado, decir que todo estaba bien. No sabía qué decir y ni siquiera pude hablar con [mi compañero de trabajo] sobre lo que habíamos visto. Sólo seguía asintiendo con la cabeza y pensando que éste es sólo un caso de las miles de personas que están sufriendo así y no saben a quién acudir. Me di cuenta de qué fregado es nuestro gobierno. Es tan triste pensar que entre más se abren mis ojos, menos y menos quiero ver.

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Fotografía de Scott Pryor, 2001

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ANGUSTIA

Los pasajes en los diarios no sólo muestran sentimien-tos personales de ineptitud pero también una conciencia de que la injusticia se arraiga profundamente. A medida que los estudiantes pasan más y más tiempo realizan-do visitas a campamentos laborales, tienen una mayor conciencia del contexto de las vidas de los trabajadores agrícolas y de su trabajo: el racismo prevalece en las zonas rurales del sur. Ocurren situaciones de abuso en los campamentos de trabajadores. Las condiciones de vida y de trabajo nos recuerdan a historias de la esclavi-tud. No se puede contar con personas que deberían esforzarse para eliminar los daños, como los maestros, algunos son racistas y perpetúan la injusticia al tener expectativas bajas de los jóvenes migrantes.

La gama de emociones y angustia va de tristeza a enfa-do. Los estudiantes tratan de echarle la culpa a alguien, a veces a individuos, a veces a la sociedad desperson-alizada, al sistema.

La angustia profundiza la reflexión de los estudi-antes. Dadas las circunstancias difíciles, ¿qué pueden hacer? ¿Es demasiado para echarse encima? En algunos momentos, las soluciones están fuera de su alcance. A veces, los estudiantes ven una solución pero recon-ocen que está fuera de su control. Otras veces ven una solución y empiezan el largo proceso de tratar de alcanzarla. Si la solución a la educación inadecuada es los maestros generosos y capacitados, se convierten en uno de ellos. Durante el verano son tutores capaces y generosos. Consideran una carrera en el campo de educación. Pero, antes de que tomen esta decisión,

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aparece la angustia en palabras como asqueroso, no tiene ningún valor, horrorizar y asustado. El programa de verano es temporal, pero las condiciones en los campamentos laborales y en los campos persisten.

Los siguientes pasajes describen diferentes tipos de injusticia que los estudiantes presenciaron.

Fred Ortmann, 1995

Diría que la noche del martes fue la más interesante y memorable del verano. Salí de nuevo con la unidad móvil al pueblo de Vance. Me puse de acuerdo con los capataces para que se estacionara la camioneta en medio del campamento. En cuanto me bajé de la camioneta, unos hombres se acercaron y me dijeron que me tenía que ir del campamento. Estos hombres acababan de llegar al campamento y no podían tolerar las condiciones horrorosas y algunas cosas que habían pasado. Tenían miedo de quedarse en el campamen-to otra noche porque temían enfermarse y morirse. Creo que no les caían bien a otros hombres en el campamento.

No estaba seguro de qué decirles a los hombres porque sabía que no los podía sacar del campamento en la unidad móvil. Les pedí que esperaran con calma mien-tras hablaba sobre el problema con mi supervisor y otros en la camioneta. Mientras estábamos pensando en algo que hacer y atendiendo a otras personas en el campa-mento, seguí hablando con ellos para tratar de tranquil-izarlos. Me contaron más detalles sobre lo que había pasado en el campamento. Me dijeron que el patrón les

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vende vino, cerveza y drogas a precios muy altos y por eso la gente le debe mucho dinero al capataz. Querían salirse antes de que se endeudaran porque no estaban trabajando.

Hicimos el siguiente plan. Les dijimos que nadie les podía ayudar ahí y que deberían de salirse del campa-mento y caminar a un lugar donde le pudieran hablar a la oficina del sheriff para que pasaran por ellos. Juntaron sus cosas y se fueron (afortunadamente el capataz no estaba presente). Cuando nos fuimos le hablamos a la oficina del sheriff para que se encargaran. Me reuní con el sheriff y le expliqué qué estaba pasando. Él se había tenido que ocupar de esta misma situación varias veces, apuñalamientos y muertes, y entendió por qué se querían ir estos hombres. Dijo que no tiene un servicio de taxi que lleva a la gente a diferentes lugares y que ‘sólo se pueden subir al asiento de atrás si van a la cár-cel’. Bueno, el agente fue a ver qué estaba pasando de todos modos. Dijo que como eran hombres adultos sin ningún problema físico o mental no podía hacer nada. Cree que los hombres regresaron al campamento esa noche.

Me sentí muy mal porque estos hombres probablemente volvieron al campamento y pudieron haber estado en peligro. Regresé a la oficina el miércoles y me comu-niqué con el departamento de trabajo y la comisión de seguridad de empleo para que hicieran una inspección del campamento. De nuevo, está fuera de mi control. Creo que hice todo lo que pude. Espero que se haga algo para cerrar este campamento ilegal y asqueroso.

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Gustavo Razo, 1999

Durante las últimas tres semanas he estado trabajan-do con estudiantes migrantes de diferentes niveles, de pre-kindergarten a preparatoria. En general, ha sido una gran experiencia para mí. Ayudo a los estudiantes con diferentes materias tales como matemáticas e inglés. Durante el tiempo que les he estado ayudando en las clases he descubierto que tienen una gran capacidad de aprendizaje. Aprenden rápidamente y siempre están dispuestos a trabajar. Sin embargo, la razón por la cual los estudiantes migrantes no alcanzan el nivel académi-co estándar es porque reciben una educación muy lim-itada. A veces es porque no van a la escuela en forma regular, pero también es debido a la percepción falsa que tiene mucha gente, principalmente los maestros, sobre los estudiantes migrantes.

Muchos estudiantes migrantes se cambian de un pueblo a otro, de un estado a otro, o hasta de un país a otro. De-safortunadamente, esta es la cruel realidad de muchos de estos estudiantes. Se cambian de una escuela a otra porque sus padres trabajan en los campos y en las gran-jas. Los estudiantes migrantes no se quedan en un lugar por suficiente tiempo para poder aprender como otros estudiantes. Además, por lo general están inscritos en clases de recuperación. Toman clases que no les van a ayudar mucho.

Yo creo que si los estudiantes migrantes tomaran clases que requieren de un mayor esfuerzo intelectual, tendrían más representación en la sociedad, en las universidades y en los negocios. Es muy importante que los estudiantes migrantes reciban una buena educación.

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La calidad de la educación es importante y provechosa. Grandes cantidades de educación, del tipo que no in-struye, no tiene ningún valor. Eso es lo que les pasa a muchos estudiantes migrantes.

Juan Carlos Vieyra, 1999 La primera vez que fui a la casa de Norberto me salí del coche y empecé a echar un vistazo. La casa estaba escondida detrás de unos campos de tabaco. Estaba en muy malas condiciones. La mayoría de las ventanas de la casa estaban rotas y cubiertas con contrachapado. La casa en sí estaba dañada y vieja, y era muy pequeña.

Después, vi a su esposa detrás de la casa con tres de sus hijos. En ese momento lo que vi fue algo un poco increíble porque sólo lo había visto pocas veces. Vi a la esposa de Norberto de rodillas lavando su ropa en-cima de una mesita de madera. Estaba ahí restregando y restregando la ropa. Una manguera estaba extendida desde el interior de la casa y con esa agua estaba la-vando. También tenía un par de cubetas, unas tenían ropa y otras detergente. Tres niños estaban a su lado, todos menores de tres años de edad.

Cuando me vio a mí y a mi amiga se levantó y vino hacia nosotros. Al acercarse podía ver agotamiento en su ros-tro. Era joven pero se notaban señales de envejecimien-to en su cara, posiblemente por el trabajo. Sin embargo, se veía muy contenta caminando con sus hijos de la mano. Mi amiga y ella ya se conocían porque trabajaron juntas en una ocasión. Cuando vino a saludarnos ellas empezaron a hablar.

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Me presenté, pero en ese momento no mencioné nada de mi proyecto de historia oral ni le pregunté si la podía entrevistar. No pensé que era el momento adecuado. Mientras estaban hablando caminé un poco alrededor de la casa. Fui al lugar donde ella había estado lavando y vi que estaba justo al lado de un embalse de agua tur-bia que el agricultor usaba para drenar los campos. El agua se veía muy sucia y había mucho lodo. También vi el bosque detrás de la casa. Al lado de la casa había un garaje pequeño de madera con algunas cosas guarda-das. El piso del garaje estaba completamente mancha-do de aceite, me imagino de cuando reparaban coches.

Después de echar un vistazo, regresé a donde mi amiga estaba hablando con la esposa de Norberto. Empecé a hablar con sus hijos. Los tres eran niños bellos. Me dio mucha tristeza verlos sucios y cubiertos de harapos. Uno de sus hijos, un niño, estaba abrazando una taza de plástico pequeña. Me dio curiosidad ver qué contenía y miré. Lo que vi fueron cuatro pececitos muertos. Me horrorizó. Le pregunté a su mamá por qué tenía cuatro peces muertos y ella contestó que estaba jugando con ellos.

Me dio aún más miedo cuando pensé en el lugar donde pudieron haber encontrado los peces muertos. Lo prim-ero que se me ocurrió fue que probablemente estaban en el agua sucia detrás de la casa. Pensé en que los agricultores drenan los campos y muchas veces el agua contiene pesticidas. Después nos despedimos y nos fui-mos. Durante varios días no pude dejar de pensar en esa pobre familia viviendo en esas condiciones. Nunca

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pensé que vería eso en Carolina del Norte después de todo lo que había escuchado sobre el estado. pesticides. After that we said good bye and left. For the next couple of days I could hardly stop thinking about that poor family living in such conditions. I would never have thought that I would see that in North Carolina after all I had heard about the state.

Fotografía de Scott Pryor, 2001

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RECONOCIMIENTO

En muchos casos, los sentimientos de ineptitud y an-gustia de los estudiantes empiezan a mezclarse con esperanza cuando hacen una conexión a nivel person-al con los trabajadores agrícolas que conocen. Para algunos estudiantes, incluyendo muchos de familias de trabajadores agrícolas, la conexión tiene que ver con reconocerse a sí mismos. ‘Podía verme en ellos’, Felipe Olvera escribió, cuando tuvo contacto con niños en un programa de verano para estudiantes migrantes. Los trabajadores agrícolas les hacen acordar de sus padres y abuelos, los hijos de los trabajadores agrícolas les recuerdan a ellos mismos cuando eran chicos.

La empatía sensibiliza a los estudiantes en cada caso de injusticia: si se le da ánimo y tiene una oportunidad, este chico puede ir a la universidad, como yo. Algunos estudiantes de familias de trabajadores agrícolas deci-den que pueden ser los que pueden marcar la diferencia en las vidas de otros trabajadores. Muchas visitas a los campamentos terminan con una conversación valiosa, con mayor confianza, de manera que los estudiantes se toman el tiempo de conocer a los trabajadores agrícolas no sólo como obreros de campo, sino como personas con historias, con sueños. El deseo inicial de conocer a alguien mejor parece surgir de esa chispa inicial al reconocerse a sí mismo en el otro, casi como si los es-tudiantes de familias de trabajadores agrícolas estuvi-eran retrocediendo el tiempo para conocer mejor a sus familias.

Los estudiantes cuyas familias no han trabajado en la agricultura también aprenden sobre la empatía al recon-

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ocerse a sí mismos. Pero lo que ven en los trabajadores agrícolas tal vez no son experiencias compartidas. En cambio, lo que empiezan a ver son los derechos com-partidos, el derecho emblemático a tener esperanza y el derecho a los estudios, la atención de salud y la seguridad en los lugares de trabajo y los hogares. Los estudiantes se dan cuenta de que hay una gran diferencia entre los que tienen estos derechos, los trabajadores agrícolas les enseñan a ver estas diferencias. Partes de las vidas de los estudiantes se cruzan con las vidas de los traba-jadores agrícolas, tal vez son de la misma edad, pero ahí se terminan los elementos en común. A diferencia de los estudiantes universitarios, los jóvenes que viven en campamentos y trabajan en los campos tienen pocas oportunidades de estudiar. Los trabajadores agrícolas jóvenes hablan con los estudiantes sobre su deseo de retomar los estudios, los trabajadores mayores hablan sobre su deseo de que sus hijos tengan la mejor edu-cación posible. Los estudiantes universitarios escuchan las historias y sueños de los trabajadores agrícolas y los comparan a los suyos. Empiezan a hacer preguntas: ¿Por qué no he valorado mis estudios?, ¿Por qué han sido tan fáciles las cosas para mí?

Felipe Olvera, 2000 Cuando los niños empezaron a llegar [el primer día] me esperé para saludarlos. Estaba observando cómo iban a reaccionar a la Señorita Núñez y a mí. Me podía iden-tificar con ellos porque yo participé en programas para hijos de trabajadores agrícolas y sabía qué estaban pensando y sintiendo. Cuando estaba listo para presen-tarme, uno de los estudiantes empezó a hablar conmigo.

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Después de eso creamos un vínculo que nadie podría romper, sólo ellos.

Jose de Jesus Franco, 2005 Conocí a un joven en uno de los campamentos que visi-té cuando estaba realizando actividades de alcance a la comunidad, tenía diecisiete o dieciocho años. Este chico vino a los Estados Unidos a trabajar ilegalmente. Vive en una casa con seis hombres con quienes no tiene nada en común. Cuando lo conocí me puse triste porque me estaba siguiendo tratando de conversar durante la hora entera que pasé en el campamento. Inmediatamente me di cuenta de que era porque no hacía mucha vida social con personas de su edad desde hace mucho tiempo. Hablamos sobre sus condiciones de vida y el tipo de trabajo que realizaba en el campo, y después por los últimos 15 minutos de mi visita hablamos sobre el fút-bol. Me fui del campamento entristecido por su situación pero contento al mismo tiempo. Estaba triste por su es-tilo de vida y porque no podía disfrutar su juventud. Sin embargo, también me fui alegre porque, durante la hora que estuve ahí, pudo hablar con alguien de su edad y olvidarse de sus problemas.

Kate Vyborny, 2003 La semana pasada fui de chaperona a una conferencia de AIM [Acción, Inspiración y Motivación, una conferen-cia de educación para hijos de trabajadores agrícolas] con seis chicas que viven en el condado de Harnett. Cu-atro de ellas parecían estar bien adaptadas y saludables,

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aunque no muy motivadas en sus estudios ni por hacer planes para el futuro. Una estudiante de último año tenía mucha motivación y era muy religiosa. Y luego estaba Lidia, quien iba a empezar el segundo año de prepara-toria. Se veía malnutrida y hablaba en forma ruda. Tenía cabello largo hasta debajo de la espalda y no se lo iba a cortar porque sus padres ‘probablemente la golpearían’, dijo con brusquedad. Lidia tenía un promedio de más de 4 puntos en la escuela pero no aspiraba a ir a la uni-versidad porque sus padres necesitaban sus ingresos. No sólo les daba su dinero a sus papás para pagar las cuentas, ella pagaba las cuentas, y estaba preocupa-da durante la conferencia por las que debería de haber pagado. ‘¿Cuántos años tenías cuando empezaste a trabajar?’, me preguntó, retándome a mí y a las otras estudiantes del grupo. Me dio vergüenza admitir que no empecé a trabajar, en ventas al por menor, hasta el último año de preparatoria. No trató de ocultar su despre-cio cuando me dijo que ella había cosechado camotes y realizado otro tipo de trabajo en el campo desde que tenía siete años. ‘No tuve una niñez, eso es seguro’, dijo amargamente. Después, alguien mencionó el tema de la violencia entre pandillas. Ella dijo que ‘Nosotros los mexicanos sólo lastimamos a las personas cuando dicen algo contra nuestra familia, nuestra raza o nuestros amigos’, informalmente describió un incidente: una ami-ga fue amenazada por su ex-novio, entonces ella y un grupo de amigas lo esperaron después de la escuela y lo atacaron. Me costó trabajo pensar en la manera correcta de responder. Quería decirle que debería de usar el sistema en vez de la violencia. Pero parece que a veces el sistema no funciona para gente como ella. ¿Y quién era yo para abogar que sí funcionaba?

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Sé que tengo tendencia a dramatizar, a encontrar el peor de los casos para desarrollar mis ideas. También sé que esto es poco realista. Una de las revelaciones más importantes es la amplia gama de experiencias de los trabajadores agrícolas y de los niños inmigrantes que he conocido hasta ahora, incluyendo los otros estu-diantes del programa de prácticas, que cuestionaron y cambiaron mis expectativas desde el primer día. Pero el impacto de todos los casos extremos recalcan algo que he sabido por un tiempo, y esto se trata de la inmen-sa diferencia entre mi vida y la suya. Para mí y para la mayoría de mis compañeros hasta con diferentes niveles de ingresos, la educación siempre fue algo fácil, algo que teníamos que hacer y para lo cual recibíamos apoyo. Pero para los hijos de los trabajadores agrícolas, la educación es el camino más difícil.

Juan Carlos Vieyra, 1999 Cuando regresé para realizar la entrevista [para el proyecto documental] con Norberto, él había estado en la casa relajándose. Sus hijos estaban afuera jugando. Nos sentamos al lado del garaje para hacer la entrev-ista. Me senté sobre una cubeta y él sobre una llanta. Norberto me escuchó con atención mientras le expliqué el propósito de la entrevista. Después de que comen-zamos la entrevista no le costó trabajo responder a mis preguntas. Se sintió muy cómodo hablando. Fue un poco difícil creer que hace sólo dos días yo era un per-fecto desconocido y ahora estaba sentado frente a mí hablando como si yo fuera uno de sus buenos amigos. No le dio vergüenza hablar sobre su pasado y sobre lo que tuvo que aguantar. Noté que a veces cambiaba su

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tono de voz. En algunos momentos se llenó de emoción, especialmente cuando recordó los tiempos difíciles cu-ando trabajaba cerca de la frontera. Cuando hablamos sobre sus hijos su voz mostraba preocupación y esper-anza. Era evidente que para él lo más importante en la vida eran sus hijos.

Cortesía de estudiantes de SAF 1995–2005, © SAF

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Después de la entrevista nos sentamos por un tiempo y empecé a compartir algunas de mis experiencias como inmigrante de México . . . También hablé con él sobre las dificultades que yo y mi familia tuvimos como traba-jadores agrícolas. Creo que después de que Norberto me oyó hablar de mi vida se identificó más conmigo porque teníamos mucho en común.

COMPENETRACIÓN

La compenetración describe cómo se puede desarrollar la comunicación y la confianza entre los trabajadores agrícolas y los estudiantes durante el transcurso del verano. Esto se desarrolla a partir de las conversacio-nes en los campamentos de trabajadores, en salones de clases, cuando los trabajadores agrícolas comienzan a compartir sus historias, cuando los estudiantes comienzan a escuchar. La compenetración se puede profundizar cuando los estudiantes y los trabajadores agrícolas pueden mantener una relación durante el verano. Esto puede ocurrir en el trabajo, cuando un estudiante que presta servicios legales regresa al mis-mo campamento para investigar posibles infracciones, cuando un estudiante que trabaja en una clínica lleva a un trabajador agrícola a una serie de citas, cuando un estudiante que trabaja en una escuela conoce a la familia de un niño o da clases de inglés como segun-do idioma a adultos. La comunicación y la confianza se desarrollan cuando las personas se relacionan en forma continua.

Hay muchas barreras que impiden que esto ocurra. Algunos trabajadores agrícolas tienen motivos para

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temerles a personas de fuera de su campamento, alguien podría ir a vender drogas, engañarlos para endeudarlos, preguntar sobre su estatus migratorio, robarles. Cuando los trabajadores agrícolas hablan poco o nada de inglés, tienen aún más miedo. Los estudiantes han escrito so-bre visitas contraproducentes, trabajadores que no les abrieron la puerta, que rehusaron atención de salud u otros servicios. Los estudiantes a veces también temen ir a los campamentos de trabajadores, por lo descon-ocido o por experiencia. Las mujeres en particular se pueden sentir incómodas al acercarse a un grupo de varones. Algunas mujeres han escrito sobre ocasiones cuando se sintieron incómodas cuando trabajadores las invitaron a salir, otras sobre cómo no se tomó en cuenta su opinión por ser mujer.

Los proyectos documentales son una vía fuera del tra-bajo para que los estudiantes y los trabajadores se conozcan durante un período de tiempo. El éxito de estos proyectos documentales depende en gran parte de la confianza que se ha establecido entre los estu-diantes y los trabajadores agrícolas. Durante la orien-tación los estudiantes aprenden que deben colaborar con los trabajadores para tomar decisiones sobre el proyecto, incluyendo el enfoque en general, los suje-tos de las fotografías y el contenido de las entrevistas. Pero es más fácil decirlo que hacerlo. El momento cu-ando los estudiantes llegan a un campamento con una cámara o micrófono por primera vez puede ser tenso. Algunos de estos encuentros pueden ser forzados, al-gunos mágicos. En los siguientes pasajes, estudiantes que realizaron trabajo documental describen momentos cuando superaron situaciones incómodas para establ-ecer una buena relación con los trabajadores agrícolas.

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Rosie Rangel, 2005 El trabajador que [habíamos] llevado estaba lleno de energía y de opiniones sobre el [Comité Organizador de Trabajadores Agrícolas—FLOC]. Estaba hablando mucho y tenía muchas preguntas para Noah [mi com-pañero del programa]. Yo estaba muy cansado para conversar. Sin embargo me di cuenta que él tenía una cicatriz en forma de media luna en el brazo izquierdo. Por decir algo le pregunté qué le había pasado. Me contó de una tradición que conozco muy bien, Toritos, una celebración de la comunidad en honor al santo patrono de su pueblo en México. Era algo que pensé que sólo se celebraba en el pueblo donde se criaron mis padres. Nunca había hablado con alguien de otra parte de México que me pudiera explicar la impor-tancia de un torito o el castillo. Entre más lo escuché contar la historia de lo que le dejó la cicatriz, más y más palabras reconocí. Encontré la energía para seguir haciéndole preguntas y me enteré de que era la misma celebración, aunque eran tres días diferentes, y por su-puesto, se celebraba otro santo. Hablamos más y más sobre esta tradición. Me contó sobre su liderazgo como organizador de la celebración y después empezamos a tener una conversación más filosófica sobre cómo organizar a los trabajadores agrícolas y por qué pen-saba que era tan difícil. Terminamos de hablar cuando llegamos a su campamento y de una vez le pregunté si estaría dispuesto a permitirnos documentar la histo-ria de su cicatriz y la tradición para nuestro proyecto. Accedió de buena gana y dijo que lo haría con mucho gusto.

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Elida Molina, 2004 Cuando se sentó en el sillón [para la entrevista docu-mental], Don Raymundo empezó a explicarnos que no había recibido el mismo nivel de educación que nosotros y que lo perdonáramos si decía algo incorrectamente. Insistimos que las preguntas que le íbamos a hacer eran sencillas y no se requería ningún tipo de educación para contestarlas. Por alguna razón, repitió esto continua-mente, aunque le pedimos varias veces que contestara normalmente y se relajara. Creo que fue su manera de lidiar con los nervios porque no tenía idea de las pregun-tas que le íbamos a hacer o qué íbamos a hacer.

Durante la entrevista, Don Raymundo no me miró directamente a los ojos. Definitivamente pienso que es por la creencia de algunas familias hispanas criadas en México que no se le debe mirar a los ojos a un superior porque es falta de respeto. Aquí repito que él pensó que éramos superiores a él porque nos dijo que no tuvo la oportunidad de estudiar como nosotros. Por suerte, yo escuché sobre esta creencia en una clase de comuni-cación interpersonal que tomé el semestre pasado. Al principio de la entrevista traté de ver hasta qué punto se sentía cómodo. Primero lo miré directamente a los ojos cuando le hacía las preguntas y él las contestaba. Empecé a darme cuenta que él siempre veía hacia otro lado. Entre más lo miraba a los ojos más incómodo se ponía. Lo miré a los ojos cuando le hice la pregun-ta y después vi hacia otro lado cuando él contestaba y de inmediato me di cuenta que sus respuestas eran más abiertas y personales en vez de contestar como robot como antes. Continué a usar esta táctica con los demás miembros de la familia que entrevistamos.

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Scott Pryor, 2001 Como no había podido ni me había sentido lo suficiente-mente cómodo para tomar muchas fotos de Gabriel, decidí pasar la tarde con ‘los muchachos’ en el cam-pamento de trabajadores. Como sólo necesito retratos de Gabriel para incluir con la entrevista, decidí tratar de documentar el campamento en sí tomando fotos de todos los trabajadores. Me siento un poco liberado por esta decisión porque así puedo tomar más fotos y no centrarme tanto en Gabriel, lo cual me había hecho sentir incómodo.

Después de trabajar, ir a la tienda de comestibles y descansar por más o menos una hora, manejé al cam-pamento a las 7 pm, cuando los chavos regresaban del trabajo. Me quedé un rato en la cocina mientras cocina-ban y se lavaban. Dejé mi estuche con la cámara sobre la mesa a la vista de todos para que se acostumbraran a verla. Finalmente les pregunté a todos los que estaban presentes si les parecía bien si tomaba unas fotos, y dijeron, claro, adelante. Empezaron a bromear entre ellos y yo lo hice también. Terminaron sintiéndose cómodos, fue testimonio, creo yo, de la buena relación que hemos establecido. La luz del atardecer fue algo espectacular, un color naranja intenso entrando por las ventanas de la cocina. Tomé fotos en blanco y negro con mi cámara manual y unas cuantas a color con mi cámara instantánea. Me animaron a tomarles fotos a ellos y también a su vivienda. Por primera vez me invitaron a su dormitorio y me pidieron que tomara fotos de sus camas. Me quedé tomando fotos hasta las 8:30 y después me fui.

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En general, me sentí muy bien esa noche. Me la pasé bien y todos se sintieron cómodos. Todos estuvimos relajados, lo cual fue agradable. Espero ir por lo menos otra noche para tomar fotos. Me gustaría tomar unos tres rollos de blanco y negro y también un rollo de diapositivas.

Coby Jansen, 2002 Llegamos [al campamento] a primeras horas de la tar-de y pasamos un buen rato haciendo pruebas de VIH. Después [la enfermera] se fue y empezamos a hablar con los muchachos sobre el documental. De repente los escorpiones [de metal hechos a mano] aparecieron por todos lados. Desde la última vez que fuimos otro mucha-cho empezó a hacerlos. Le llama . . . Araña. Habla-mos por un rato pero estaba empezando a oscurecer y a lloviznar así que entramos al comedor. Éramos un grupo grande, una multitud alrededor de la mesa. Les dijimos que queríamos hacerles algunas preguntas sobre los escorpiones . . . y nos empezaron a contar historias. Les pregunté si les parecía bien si sacaba mi cámara y dijeron que estaba bien. Así que estando sentada en la mesa enfrente de Romauldo y rodeada de otros trabajadores agrícolas, tome fotos de los escorpiones y sus creadores mientras contaban historias de escorpiones en México.

Esta fue la primera vez que pasé un período de tiempo prolongado con trabajadores agrícolas. Hablamos sobre los escorpiones, pero también hablamos sobre todo tipo de cosas. Fue chistoso porque uno de los trabajadores agrícolas se me acercó y me mostró su panza (que

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estaba muy hinchada) y dijo ‘lombrices’. Lo miré con-fundida y le pregunté de qué estaba hablando. Sólo dijo lombrices de nuevo y me contó que otros dos traba-jadores tenían el mismo problema. Uno de los mucha-chos jóvenes me vio y dijo ‘parásitos’. ¡Ah, parásitos! Preguntaron si tenía medicina para esto y les dije que no estaba segura. Todavía estaba un poco paranoica porque estaba tratando de ver si estaban bromeando.

Fotografía de Nereida Arguijo

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Después cuando estábamos charlando, Nkechi me tomó una foto a mí y a un muchacho que infló su estomago para que yo viera quién podía sacar más la pansa. To-dos casi nos caímos de tanto reírnos.

Esta fue una de las noches más divertidas en un cam-pamento. Todos estaban tan emocionados de que es-tábamos ahí. Nos regalaron varios escorpiones y sentí que formamos un lazo de amistad con ellos. Cuando nos fuimos más tarde para conducir a casa nos agra-decieron por la lluvia que trajimos, hacía mucho que no llovía… razón de más para sonreír de oreja a oreja.

DETERMINACIÓN

Para muchos estudiantes que participan en el programa, el verano termina con festejos. En algunos momentos, los estudiantes y los trabajadores agrícolas celebran juntos, ya sea al concluir un proyecto documental o el último día de clases. Otros momentos se comparten con el grupo de estudiantes, en las reuniones que ponen fin al programa de prácticas. Tenemos pocos pasajes sobre la celebración que da fin al verano, ya que para ese entonces todos los proyectos requeridos han sido entregados.

Lo que sí tenemos es constancia de la determinación que tienen muchos de los estudiantes al concluir el verano, la determinación de honrar la memoria de los trabajadores agrícolas que han conocido, de honrar la memoria de miembros de su familia, de continuar a ser parte del movimiento a favor de los trabajadores agrícolas. Esta determinación parece un poco festiva,

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especialmente al compararse con los sentimientos de ineptitud y angustia que algunos documentan a principios del verano. La determinación se basa en las relaciones desarrolladas con los trabajadores agrícolas y otros estudiantes de SAF. Algunos estudiantes escriben sobre su capacidad de marcar la diferencia no sólo como individuos, sino como miembros de un movimiento, como ‘nosotros’. Esa sensación de que la justicia se obtendrá al trabajar conjuntamente es clave para contrarrestar los retos inevitables que los estudiantes enfrentarán si continúan en el movimiento, como muchos dicen que lo harán.

Nereida Arguijo, 2005 Siempre recordaré este verano. Fue una experiencia maravillosa trabajar con trabajadores agrícolas. Fui afortunada porque creo que el trabajo de alcance a la comunidad en el área de salud es uno de los mejores puestos del programa de prácticas. Tuve la oportuni-dad de trabajar uno a uno con ellos, y a veces hasta establecer una relación con familias de trabajadores agrícolas. Pude ir a los campos y decirles cómo se deben proteger del tabaco y los pesticidas. Al principio no sabía qué debería hacer, pero después de un tiempo me sentí cómoda en mi trabajo.

Este programa de prácticas me expuso a muchas cosas que nunca iba a conocer. Soy una persona tímida y no me gusta estar alrededor de mucha gente. Gra-cias a este programa de prácticas, conocí a muchas personas bellas con una actitud abierta que luchan apa-sionadamente contra la injusticia. Antes de participar

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en este programa, no sabía que en esta gran nación hay mucha gente pobre que trabaja para que otros puedan tener comida sobre sus mesas. Este programa cambió la forma en la que veo este país. Cuando pensaba en los Estados Unidos, me imaginaba ciudades industriales grandes, ciudades como Nueva York con la Estatua de la Independencia, o San Francisco y su gran puente. Ahora cuando pienso en los Estados Unidos, veo a gente viviendo en condiciones terribles, personas que se levantan muy temprano para cosechar la comida que consumo, veo a gente enfermándose a causa de pesticidas, veo a personas que carecen de información, veo a chicos de 16, 17 años de edad trabajando bajo el fuerte sol; pero lo peor, veo a gente muriéndose en los campos. Veo injusticia en un país del Primer Mun-do. Veo un país que quiere resolver los problemas de otros países y deja de lado sus propios problemas. Pero cuando pienso en los trabajadores agrícolas, también veo el talento, el arte y la cultura que tienen.

Sé que nueve semanas no es suficiente tiempo para lograr un cambio social. Nueve semanas no es suficien-te tiempo en el movimiento a favor de los trabajadores agrícolas, pero sólo es el principio. Apenas empecé en este movimiento y quiero continuar. Quiero ayudar a los necesitados. En cualquier campo que elija, quiero seguir siendo parte de este movimiento.

Julia Finkelstein, 2005 Para muchos estudiantes que participan en el programa, el verano termina con festejos. En algunos momentos, los estudiantes y los trabajadores agrícolas celebran

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juntos, ya sea al concluir un proyecto documental o el último día de clases. Otros momentos se comparten con el grupo de estudiantes, en las reuniones que ponen fin al programa de prácticas. Tenemos pocos pasajes sobre la celebración que da fin al verano, ya que para ese entonces todos los proyectos requeridos han sido entregados.

Lo que sí tenemos es constancia de la determinación que tienen muchos de los estudiantes al concluir el verano, la determinación de honrar la memoria de los trabajadores agrícolas que han conocido, de honrar la memoria de miembros de su familia, de continuar a ser parte del movimiento a favor de los trabajadores agrícolas. Esta determinación parece un poco festiva, especialmente al compararse con los sentimientos de ineptitud y angustia que algunos documentan a principios del verano. La determinación se basa en las relaciones desarrolladas con los trabajadores agrícolas y otros estudiantes de SAF. Algunos estudiantes escriben sobre su capacidad de marcar la diferencia no sólo como individuos, sino como miembros de un movimiento, como ‘nosotros’. Esa sensación de que la justicia se obtendrá al trabajar conjuntamente es clave para contrarrestar los retos inevitables que los estudiantes enfrentarán si continúan en el movimiento, como muchos dicen que lo harán.

Angelita Morado, 2005 Me he divertido mucho aquí en Carolina del Norte, pero también he aprendido lecciones importantes que ninguna escuela, sin importar qué tan buena y cara, me

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podría enseñar. Mi familia es pobre, mi familia también vivió en los campamentos, en viviendas en malas condi-ciones, trabajando días largos bajo el sol caliente, lluvia, y de más. Pero empecé a olvidarme de cómo se sentía desde que comencé a estudiar en UTPA [Universidad de Texas-Pan American] hace cuatro años. Regresar a esta misma área donde viví hace doce años y trabajar con personas como yo y mi familia, me ha enseñado de nuevo que nunca debo olvidar de dónde vengo.

Este verano me ha enseñado a ser más humilde de lo que pensé que ya era. Volví a aprender a apreciar y valorar lo que tengo simplemente porque me ha costado mucho trabajo, no nací con el pan debajo del brazo. He aprendido a valorar más a mi familia, debo vivir como si fuera el último día de mi vida. Los hombres aquí anhelan volver a México a ver a sus familias. Debería de estar agradecida que aún tengo a mi familia.

Cambiando de tema, quisiera presentarles a John Riggs, el médico asistente (PA) con el que hacemos visitas a los trabajadores dos veces por semana. John es un terapista respiratorio jubilado que recientemente se graduó como médico asistente. Le apasionan los temas relacionados con los trabajadores agrícolas. Desafortun-adamente, John ha tenido tres accidentes automovilísti-cos en los últimos dos años, las tres veces le chocaron en la parte trasera del coche. Como consecuencia tiene problemas graves de la espalda, ha encontrado poco, si bien, ningún alivio para el dolor a pesar de ir a varios neurólogos, cirujanos y de más. A pesar de esto, está dispuesto a viajar lejos y atender a los trabajadores agrícolas en sus propios hogares. No se queja del dolor, pero a menudo lo veo sentado en el asiento de adelan-

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te, callado, como rezando para que se le quite el dolor. Me siento mal sabiendo que no puedo hacer nada para ayudarle, ojalá pudiera liberarlo de un poco de su carga para ayudar a calmar su dolor.

Lo que pasa es que John habla muy poco español, así que necesita un intérprete. No obstante, John se esfuerza mucho por hablar el idioma y comunicarse con los trabajadores. De hecho ha aprendido algunas frases sencillas. Cada vez que llegamos al campamento, se baja de la camioneta y le da la mano a cada trabajador y dice, ‘Buenas tardes. ¿Cómo están hoy? Mucho calor, ¿verdad?’ Cada vez que tiene que decirle algo a un tra-bajador, se asegura de mirarlo a los ojos y le dice, no a mí ni a ningún otro intérprete, lo que le tiene que decir. Siempre está actuando en su beneficio.

Como estoy estudiando enfermería, él lo toma en cuen-ta y trata de contribuir a mi proceso de aprendizaje. Frecuentemente me explica otras cosas cuando nos subimos a la camioneta y nos vamos, cosas que tal vez no se deben decir enfrente del paciente. A menudo me da revistas después de que termina de leer un artículo, los temas van de hipertensión, hongos en las uñas, dia-betes y de más. Me anima y me dice que puedo hacer casi cualquier cosa con mi título. Me dice, ‘Prácticamente tienes licencia para hacer lo que quieras.’ Le conté que desde hace poco estoy pensando en estudiar medicina con especialidad en psiquiatría después de obtener mi título de posgrado en enfermería. Me explicó, ‘Siendo una chica inteligente como tú me hubiera imaginado que habrías pensado en esto hace mucho tiempo’. Me da animo oír comentarios alentadores como este.

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Desde antes de que encontré por casualidad este programa de prácticas quería regresar a Carolina del Norte y avanzar mi carrera de enfermería. Sin embargo, después de trabajar con todas estas personas maravil-losas e investigar oportunidades de trabajo en el área estoy aún más decidida.

Ever since before I stumbled upon this internship, I wanted to come back to North Carolina and build upon my nursing career. However, working with all these wonderful people and researching on job opportunities on the area, has only strengthened this decision.

CONCLUSIÓN

Desde que empecé a realizar este estudio, una moti-vación ha sido el hecho de que el trabajo a favor de la

Fotografía de Christopher Sims, 1995

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justicia social es una tarea de enormes proporciones, muchos no aceptan el reto y algunos que lo hacen a veces terminan acabados. En su libro sobre el activismo estudiantil, Generación en una encrucijada (Generation at the Crossroads), Paul Loeb analizó las barreras que impiden la participación de los estudiantes. Una barrera es la falta de activistas que son modelos de conducta en campus universitarios, y en particular en los libros asignados en las clases. Pensé en esto frecuentemente mientras estaba escribiendo mi tesis y estos pasajes.

Me motiva mi propia escritura al estar convencida de que los estudiantes que figuran en estas páginas son modelos de conducta para otros jóvenes que están pensando en luchar contra una injusticia. No sólo como modelos, pero modelos ideales, porque los estudiantes, tomando las palabras de Felipe Olvera, pueden verse en otros estudiantes. Espero que los lectores usen los pasajes que he compartido aquí como punto de parti-da en su propia reflexión crítica sobre lo que los motiva para trabajar a favor de la justicia social, además de lo que los inhibe.

Cuando terminé mi análisis de los escritos de los estudi-antes para mi tesis doctoral, les envié un borrador a los estudiantes que escribieron el material que leí. También me reuní y comí con varios estudiantes. Los estudiantes se mostraron muy complacidos y sorprendidos al leer lo que habían escrito, al celebrar su obra perdurable. Algunos me escribieron por correo electrónico, siguien-do el hilo de sus pensamientos que anotaron hace años en sus diarios. Un estudiante de 1996 me escribió, ‘La escritura captó ese momento [un momento en particular que recordó] claramente, pero también incluye muchas historias que había olvidado por completo.’ Un estudi-ante quería escribir más sobre una familia que conoció

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para que el documento estuviera más completo y fuera más representativo de su experiencia. Estas respues-tas indican que la escritura es un acto importante para escritores porque cada vez que escribimos, volvemos a recapacitar, más profundamente, y porque cada vez que tenemos el privilegio de regresar y compartir lo que hemos escrito, lo recordamos.

Paulo Freire nos dice en la cita en la introducción de esta colección que los agentes de cambio actúan y refle-jan. Vemos problemas cuando no hay suficiente acción o reflexión. En la universidad, muchos estudiantes se frustran con tareas de escritura que no tienen importan-cia. A medida que se convierten en activistas, pueden sentir que la escritura es una actividad egoísta que no alcanza a la gente que quieren impactar o que abarca asuntos que los hacen enojar; hay mucho que hacer, no hay tiempo para escribir. Pero sin la oportunidad de explorar la complejidad de su trabajo, y por consiguiente cambiar su enfoque, los activistas terminan acabados.

Los escritos en estas páginas proponen una manera de encontrar equilibrio: la costumbre de escribir sobre nuestras experiencias. El tipo de escritura puede variar dependiendo del escritor. Los estudiantes de SAF tienen diarios personales y realizan proyectos documental-es colaborativos que incluyen entrevistas y fotografía. Cuando uno escribe por su propia cuenta, uno tiene la oportunidad de evaluar cómo se siente. ¿Qué pienso de mis propias acciones? ¿Ahora qué debo hacer? Escribir para un proyecto colaborativo ofrece la oportun-idad de conocer a otras personas y mostrar solidaridad, un ingrediente clave para el cambio social. Ambos tipos de escritura pueden aportar claridad y profundidad para mantener la acción. La escritura es el oxígeno que le prende fuego a la acción.