Abril, 2011Eddy Suárez

Perspectiva Cristiana de

nuestra mirada sobre Venezuela

Mirada desde la REALIDAD

Mirar a Venezuela desde la realidad, no desde una ideología ni desde pequeños mundos cerrados.

Mirarla con hambre de realidad, porque sólo la verdad libera.

Mirar desde la realidad implica rehuir el tono mitinesco, grandilocuente y masificador y la clasificación apriorística de la gente y las instituciones.

Significa esforzarse por nombrar y desentrañar, por captar la configuración de las cosas, sus dinamismos y lo que impide que den lo mejor de sí; buscar poner al descubierto lo que actúa sin que lo percibamos; denunciar, lo más analíticamente posible, lo que quita vida de cualquier manera; proponer lo que lleva a pasar de condiciones de vida menos humanas a más humanas.

Mirada desde DENTROMirar a Venezuela desde dentro, no como espectador o como investigador que se ve a sí mismo por encima de la realidad que observa, sino desde la propia realidad implicado en ella como parte de ella, como venezolano, que liga su propia suerte a la suerte del país.

La perspectiva del cristiano no puede ser otra que la encarnación.

Una prueba muy elocuente de que miramos desde dentro es cuando lo malo no nos da rabia sino que nos duele porque nos afecta como un mal nuestro.

No son admisibles los discursos sobre los otros, descalificados como enemigos, como si no tuvieran que ver nada con uno mismo.

Mirada desde ABAJONo es lo mismo, no puede ser lo mismo mirar la realidad desde arriba que desde abajo.

El cristiano, sea cual sea su condición social, opta por mirar la realidad desde los pobres y juzga los proyectos sobre el país desde como les va en ellos a los pobres.

Asumir la realidad desde la perspectiva de los pobres implica superar el paradigma ilustrado.

Es imposible asumir la perspectiva de los empobrecidos, si no se ha entrado en su mundo, entendiendo que no se entra en la casa del pueblo cuando se va a ella meramente a actividades, en definitiva a dar.

Mirada CONSTRUCTIVAEl cristiano, si en verdad lo es, es portador de una buena nueva. Por tanto su mirada sobre la realidad es una mirada constructiva. Jesús de Nazaret insiste en él no ha venido a juzgar sino a salvar. Esta y no otra, tiene que ser la actitud que caracterice a los cristianos.

En nuestro país, quien no se pliegue al gobierno, renunciando al ejercicio de la razón analítica y crítica, tiene la propensión de agotar su discurso en la mera crítica. De este modo se reduce a la condición de la contracara del régimen, de su sombra.

Un elemento insustituible de construcción de realidad, de creación es el trabajo productivo. Así debemos valorarlo y practicarlo los cristianos y fomentarlo en el país.

Mirada INCLUSIVAEn situación tan polarizada como la nuestra la oferta de salvación tiende a limitarse a los nuestros, dejando fuera no sólo a los que nos adversan sino incluso a los no son de los nuestros.

La legitimidad cristiana de la afiliación política es que sea un camino para encargarse eficazmente del bien común. Si se trabaja sólo para el bien de los del partido y su entorno, esa manera de hacer política no tiene cabida en el horizonte y la propuesta cristianos.

Dios quiere que todos los seres humanos se salven; él no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva; o, como decía Pablo, en Cristo no hay libres ni esclavos, civilizados ni bárbaros, varones ni mujeres, judíos ni gentiles, es decir que estas diferencias, que sí existen, no pueden convertirse en fuente de discriminación.

Los cristianos no podemos buscar prevalecer sobre los demás, sino servirlos, tanto desde la administración pública, como desde la gestión económica, como desde la convivencia ciudadana. No podemos excluir a nadie. Tenemos que contar con todos.

Mirada en orden a que todos se hagan cargo de la realidad como sujetos en interacción simbiótica

Para los cristianos lo que cuenta es el desarrollo humano. Tener cubiertas las necesidades básicas puede ser un condicionante que facilite el desarrollo humano, pero no equivale a él. El desarrollo humano es el desarrollo de la condición de sujetos de los seres humanos.

La aceptación de la condición de sujeto, tanto propia como de los demás, lleva a vivir la cultura de la democracia, expresando siempre la propia opinión, escuchando las de los demás, dialogándolas, llegando a través del diálogo a posiciones y propuestas del nosotros que compone el conjunto, cargando cada quien con la responsabilidad que le toca, aprendiendo a procesar los conflictos de manera que salga fortalecido cada uno de los miembros y el grupo como tal, evaluándolo en conjunto y celebrando a sus tiempos la vida de cada uno y la vida en conjunto y más en general la sacralidad de la vida.

En nuestro país o sostenemos la ideología del mestizaje por el que asumimos que todos somos café con leche, aunque unos más leche a otros, y de este modo hemos absorbido las diferencias, negándonos a reconocerlas, o reconocemos la existencia de otras culturas, pero sobreentendiendo que, fuera de la cultura occidental, tanto en la variable americana tradicional como en la mundializada contemporánea, las demás son meramente residuales, ancladas en el pasado y en trance de desaparecer o de perdurar como meros restos de un pasado que murió.

A nivel cristiano lo que está en juego es si seguimos el paradigma de Babel o el de Pentecostés. Babel representa a una civilización totalitaria que homogeneiza a grandes masas para que, como hormigas disciplinadas, construyan esas obras colosales para la gloria de los poquísimos que dominan desde arriba. Es una buena representación del totalitarismo de mercado que nos domina. Pentecostés es un ámbito en donde caben todos con su propias lenguas y culturas, pero cada uno a su modo, en su lengua y su cultura, comulga en el mismo acontecimiento de salvación.

Mirada que reconoce a las diferentes culturas y las mantiene unidas en interacción simbiótica