pedro carlos gonzález cuevas, la ira roja, el catoblepas 140:3, 2013

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La ira roja El Catoblepas número 140 • octubre 2013 • página 3 Pedro Carlos González Cuevas En torno a la nueva izquierda radical en España 1. Un fantasma recorre España Según dijo el filósofo John Austin, el análisis del lenguaje no es la «última palabra», sino justamente «la primera». Y es que sólo una metodología del esclarecimiento semántico permite reducir a un mínimo la vaguedad, la ambigüedad, el índice de oscilación del significado. Para este análisis de las palabras, hemos de partir, un tanto esquemáticamente, de dos dimensiones, la emotiva y la cognitiva, que posee toda palabra. Y es que todo vocablo comunica algo a quien lo oye; le informa sobre el dolor, la tristeza, la alegría del emisor. Y recíprocamente, todo término, por conceptual que sea, posee una dimensión emotiva. Por ejemplo, la palabra «matemáticas» suscita en muchos un esencial sentimiento defensivo de temor al aburrimiento. Y, si lo vemos escrito en la portada de un libro, un movimiento de repulsa y apartamiento. Pero si somos capaces de dominar el primer impulso y, hojeando el libro, encontramos la expresión «teoría de conjuntos», ésta puede despertar un sentimiento de extrañeza y de curiosidad que, al menos durante breve tiempo, nos induzca a tratar de averiguar qué quiere decirse con ella. El término «extrema derecha» es, primariamente y en principio, muy preponderantemente emotivo

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La ira roja

El Catoblepas • número 140 • octubre 2013 • página 3

Pedro Carlos González Cuevas

En torno a la nueva izquierda radical en España

1. Un fantasma recorre España

Según dijo el filósofo John Austin, el análisis del lenguaje no es la «última palabra», sino justamente«la primera». Y es que sólo una metodología del esclarecimiento semántico permite reducir a unmínimo la vaguedad, la ambigüedad, el índice de oscilación del significado. Para este análisis de laspalabras, hemos de partir, un tanto esquemáticamente, de dos dimensiones, la emotiva y la cognitiva,que posee toda palabra. Y es que todo vocablo comunica algo a quien lo oye; le informa sobre el dolor,la tristeza, la alegría del emisor. Y recíprocamente, todo término, por conceptual que sea, posee unadimensión emotiva. Por ejemplo, la palabra «matemáticas» suscita en muchos un esencial sentimientodefensivo de temor al aburrimiento. Y, si lo vemos escrito en la portada de un libro, un movimiento derepulsa y apartamiento. Pero si somos capaces de dominar el primer impulso y, hojeando el libro,encontramos la expresión «teoría de conjuntos», ésta puede despertar un sentimiento de extrañeza yde curiosidad que, al menos durante breve tiempo, nos induzca a tratar de averiguar qué quiere decirsecon ella.

El término «extrema derecha» es, primariamente y en principio, muy preponderantemente emotivo

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antes que cognitivo, porque ya en sí mismo, pretende reflejar y determinar, en el lenguaje ordinario,coloquial, una realidad negativa; funciona casi como un eufemismo de las escalofriantes palabras«fascismo», «nazismo» y ahora «franquismo». Los difuntos regímenes de «socialismo real» y losdemocrático-liberales organizaron, cada uno a su modo, sus propios mecanismos de autodefensa frentea sus enemigos, mediante un sistema de fortificaciones concéntricas: en el centro, la estructura mismadel poder; rodeándola, la superestructura supuestamente teórica; a su servicio, el círculo protector dela fuerza pública; y, en fin, como halo puramente emocional, el círculo de lo que se ha denominadoAngstkoeffizient, es decir, el coeficiente de terror puramente emocional, muy deliberadamentecultivado por el régimen de que se trate. Este coeficiente de angustia se cultiva mediante lapresentación propagandística como inminente o poco menos del retorno del horror. En el caso que nosocupa, el vocablo «extrema derecha» invoca una pulsión de retorno al régimen franquista, que, dada lahegemonía ideológica de la izquierda, ha tomado, desde hace tiempo, un significado grotesco, paraterminar, en estos momentos, en pura demonología. Y es que la izquierda española siempre se hacaracterizado por su pereza mental. Antes era la Inquisición la que servía para dar una explicaciónhistórica de nuestra permanente decadencia y todos nuestros problemas sociales y políticos. Hoy, esepapel lo ocupa el «franquismo» o, mejor dicho, una caricatura del régimen político nacido de la guerracivil. Parafraseando al Menéndez Pelayo de La Ciencia Española, podríamos decir que el«franquismo» se ha convertido en «coco de niños» y «espantajo de bobos»; en el Deus ex machina queviene llovido del cielo en situaciones apuradas. ¿Por qué existe el fracaso escolar en España? Por el«franquismo». ¿Por qué hay corrupción? Por el «franquismo». ¿Por qué existe el independentismocatalán y vasco? Por el «franquismo». ¿Por qué los españoles duermen la siesta? Por el «franquismo».¿Por qué no funciona la Justicia? Por el «franquismo». ¿Por qué sigue existiendo la fiesta de los toros?Por el «franquismo».

Sin embargo, como ya hemos adelantado, la interpretación y valoración del «franquismo» haexperimentado últimamente un salto cualitativo, en un sentido que podríamos denominardemonológico. Ya no se trata sólo de un régimen grotesco, representante de la «España negra»; setrata, además, de un sistema político genocida, emparentado con el nacional-socialismo alemán. Y los«franquistas» se han convertido, a manos del Jefe del Estado actual elegido por su «Generalísimo», enlos «marranos» del actual régimen de partidos. Pondrán, sin duda, conservar su fe política ypracticarán sus ritos; pero de forma clandestina, como los judíos sefarditas en la España del siglo XVI.Han sido privados de sus símbolos, como la bandera con el águila de San Juan, y es muy posible que,en la próxima legislatura, el cadáver de Franco sea sacado del Valle de los Caídos, con lo cual no podránofrecerle homenaje.

Y es que en España ha existido y existe, a nivel mediático e intelectual, la plus bête derecha de todaEuropa. Lo que se ha denominado y se denomina «extrema derecha» en España fue un espantajo muyútil en el proceso de transición al régimen de partidos. Sus enemigos y adversarios no tuvieron queprofundizar excesivamente a la hora de destacar sus rasgos negativos; el trabajo se lo dieron

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prácticamente hecho. Cuando hacemos referencia a la «extrema derecha» en España, es decir, a losgrupos que no aceptan el pluralismo político y social, tenemos in mente sobre todo a Fuerza Nueva y asu líder por antonomasia Blas Piñar López. Y junto a ellos, a los tridentinos «Guerrilleros de CristoRey», a los residuos del tradicionalismo carlista y del falangismo fiel al régimen de Franco. Noobstante, fue Fuerza Nueva quien llevó la voz cantante en ese proceso. Blas Piñar López fue un líderpolítico errático y crispado, que destacó, a diferencia de un Jean Marie Le Pen o un Giorgio Almirante,por su perspectiva radicalmente antipolítica. Ningún partido político español de la época defendió unproyecto tan alejado de las preocupaciones y de la mentalidad del español medio.

Durante algún tiempo, se habló de Fuerza Nueva como un conato de «neofascismo» a la española. Perorealmente nunca hubo tal. El partido liderado por Piñar López estuvo anclado en el muy anacrónicoparadigma teológico-político, defensor de la Monarquía tradicional, de la confesionalidad católica delEstado y del corporativismo social y político. Su táctica se limitó a la apuesta directa por el golpe deEstado militar. Piñar López llegó incluso a identificar su alternativa político con las dictadurasmilitares de Stroessner y Pinochet. Además, Fuerza Nueva fue un movimiento absolutamente cerrado ala reflexión y al debate político-cultural. Su inconsistente extremismo sirvió a los gobernantes del«tardofranquismo» para aparecer como reformistas e incluso progresistas. No deja de ser significativoque el «franquismo» como caricatura quedara identificado con un grupo político, como Fuerza Nueva,cuyos dirigentes nunca había tenido cargos significativos en la instituciones del régimen; todo locontrario de lo que ocurría no sólo en Alianza Popular, sino en Unión del Centro Democrático. FuerzaNueva fue una de las coartadas de Fraga y Suárez a la hora de conseguir su carné de demócrata de todala vida. Y la intervención de algunos de sus militantes en la monstruosa matanza de Atocha facilitó algobierno de Adolfo Suárez la legalización del Partido Comunista. Y no digo que esa legalización fuesebuena o mala; simplemente, que las consecuencias políticas de aquellos asesinatos fueron porcompleto contrarias a los objetivos perseguidos por sus ejecutores. Para colmo, Piñar López, el líderpolítico que había clamado públicamente por la intervención directa de los militares, no fue llamado nituvo intervención alguna en las conspiraciones que concluyeron en la intentona golpista del 23 defebrero de 1981. Algo que no evitó –más bien todo lo contrario– que Fuerza Nueva y Piñar Lópezfuesen acusados por el grueso de los medios de comunicación de ser, junto a otros nostálgicos del«franquismo», los promotores directos de la sedición. Hoy sabemos que los inductores estaban enotros lugares; pero Piñar López y los suyos fueron el rostro del golpismo durante años. En definitiva,Fuerza Nueva y su líder representaron a la perfección el papel de «malos», de villanos de la película enaquellas circunstancias. Lógicamente, tras un período de auge aparente, Fuerza Nueva acabóautodisolviéndose después de su estrepitoso fracaso en las elecciones de octubre de 1982. Desdeentonces, la «extrema derecha» desapareció del horizonte político español. Hace algunos años elpolitólogo italiano Marco Tarchi acuñó el término «esuli in Patria» para caracterizar la situaciónpolítica y psicológica de la derecha neofascista tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Sinembargo, el neofascismo, a través del Movimiento Social Italiano, ha disfrutado de una influenciapolítica infinitamente mayor que la de los nostálgicos del «franquismo». Y, en ese sentido, si alguien

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merece el apelativo de «exiliado en su Patria» son los españoles.

La autodisolución de Fuerza Nueva dejó al régimen español sin la coartada de un «enemigo» por laderecha. Una de las múltiples paradojas de la situación española ha sido –y es– la reivindicacióninsistente, agónica, de un «centro» sin la previa existencia, al menos semántica, de una derecha. Setrata de un auténtico milagro político-geométrico, el de un espacio político que puede segregar un«centro» y una izquierda, pero sin derecha. Alianza Popular y luego el Partido Popular pretendieronser un «centro» que no tenía a nadie a su derecha. Y es que la palabra «derecha» sigue llevando,todavía hoy, ineludiblemente aparejada la carga afectiva antes reservada a la expresión «extremaderecha». Según se nos ha contado a raíz de su óbito, Manuel Fraga Iribarne murió muy tranquilo y enla paz de Dios, porque, gracias a su presencia en la dirección de Alianza Popular, impidió la existenciade la «extrema derecha». Sin embargo, pese a sus esfuerzos, no se le perdonaron sus orígenesfranquistas, como al resto de las derechas. En el homenaje que le tributó el Congreso de los Diputados,los parlamentarios comunistas –Izquierda Unida–, nacionalistas periféricos –PNV, Amaiur, ERC– seausentaron de la Cámara; y los diputados de CIU y varios del PSOE, como Alfonso Guerra y ElenaValenciano, no aplaudieron.

Sin embargo, el régimen político actual parece seguir teniendo la necesidad de un «coco de niños» y«espantajo de bobos». Y, de vez en cuando, un periódico o una revista suelen ofrecer –por lo general,cuando se cumple el aniversario de la muerte de Franco– un reportaje sobre supuestas tramas«negras» o de «ultraderecha» y de la reorganización de los grupos violentos neonazis. Esto es casi unrito en la peculiar liturgia de nuestro régimen partitocrático. Incluso historiadores inteligentes, como elcatalán Xavier Casals, llevan anunciando años y años la eventual aparición de un partido de extremaderecha postmoderna y ahora últimamente de un grupo neopopulista. Y no hubo nada. Otra vez será.

No obstante, mal que les pese a muchos no existe hoy en España un movimiento de extrema derechadigno de ser tomado en cuenta como alternativa política; lo cual no deja de ser significativo en unaEuropa donde el neopopulismo es ya una alternativa, como es el caso de países como Italia, Francia,Austria, Grecia, Bélgica, Holanda, Finlandia e incluso en la conservadora y liberal Gran Bretaña. Sinembargo, la necesidad de la existencia del enemigo interior continúa. En mayo de 2011, volvió a surgirel fantasma cuando la formación neopopulista Plataforma por Cataluña, liderada por el antiguomilitante de Fuerza Nueva Josep Anglada, consiguió representación en cuarenta y un municipioscatalanes, obteniendo sesenta y siete concejales y más de 66.000 votos. Para algunos politólogos,Plataforma por Cataluña se configuraba ya como «el laboratorio de la nueva ultraderecha en España».Sin embargo, el partido de Anglada no consiguió representación parlamentaria ni en las eleccionesautonómicas de 2011 ni en las generales de 2012. Pero no se desanimen, porque hay más.

El 11 de septiembre pasado tuvo lugar un incidente que contribuyó a la especulación sobre una eventualaparición de la extrema derecha violenta y xenófoba. Justo el día en que el nacionalismo cataláncelebraba su «Diada», un puñado de «ultras» enmascarados y gesticulantes irrumpía en la librería

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«Blanquerna» de Madrid, propiedad de la Generalidad catalana, donde algunos diputados catalanistasconmemoraban su particular evento. Los «ultras» dieron algunos empujones al diputado de CIU JosepSánchez Llibre y a otros asistentes al acto. Los agresores eran, al parecer, militantes de La España enMarcha, una coalición recientemente creada por cinco formaciones políticas: La Falange, NudoPatriota Español, Alianza Nacional, Movimiento Católico Español-Acción Juvenil Española yDemocracia Nacional. Sospechosamente, no había policías en el recinto de la librería; pero sí cámarasde televisión. En unas horas, los agresores estaban detenidos y pocas horas después en libertad concargos. En cambio, no se detuvo a los enmascarados que, en la celebración de la «Diada» en Barcelona,quemaron banderas españolas, francesas y europeas, así como fotografías del Jefe del Estado español.En ese sentido, es preciso dejar claro que la policía española se encuentra infiltrada en los grupos deextrema derecha desde hace décadas y los ha utilizado muchas veces, con la ayuda de la prensa, enparticular de revistas como Interviú y de diarios como El País o Diario 16, a la hora de desprestigiarcualquier idea o movimiento juzgado peligroso para el régimen político actual.

En cualquier caso, el incidente de «Blanquerna» sirvió de nuevo para sacudir el fantasma de la«ultraderecha» y el fervor antifascista tanto en la izquierda como en la derecha. El presidente de laGeneralidad Arturo Mas condenó el ataque, comparando la actitud de los asaltantes con la del «pueblocatalán, que se ha presentado con educación, civismo, respeto, con alegría y patriotismo» a lo largo dela «Diada». Por supuesto, nada dijo de la quema de banderas durante la celebración de su aquelarreantiespañol. El delegado del gobierno catalán en Madrid, Josep María Bosch, presentó una denunciaante la policía acompañado de Sánchez Llibre. La alcaldesa madrileña Ana Botella calificó de«lamentable» el asalto. La portavoz socialista Soraya Rodríguez instó a todos los partidos democráticosa mostrar «tolerancia cero» y a «no minimizar ninguna exhibición de lemas, símbolos franquistas,nazis o fascistas». La diputada del Partido Socialista de Cataluña Teresa Cunillera dijo: «La bestia noestá muerta, está simplemente callada». El comunista Cayo Lara pidió no tener «contemplaciones» ni«tolerancia» con el «fascismo» y el «nazismo». «Con el fascismo y el nazismo no se pueden tenercontemplaciones, no se puede tener tolerancias, porque todo el mundo sabemos qué es lo que hasignificado en la historia de nuestro país y en la historia de Europa». En el Congreso, todo terminó deuna manera enternecedora, mediante un abrazo entre la diminuta vicepresidenta del gobierno, SorayaSáenz de Santamaría y el no excesivamente heroico Josep Sánchez Llibre. Izquierda Unida, a través desus diputados y portavoces en las comisiones de Interior y Justicia del Congreso, Ricardo Sixto yGaspar Llamazares, presentaron una proposición no de ley en el Congreso e instar la actuación de laFiscalía General del Estado, para que se iniciasen los trámites de la declaración de ilegalidad ydisolución de las formaciones de extrema derecha que realicen actuaciones ilegales. Una vez más, laextrema derecha plus bête no ya de Europa sino del mundo, echaba una mano al régimen político quetanto detesta. Piñar López no lo hubiera hecho mejor.

No obstante, lo que más llama mi atención –y no sólo la mía, desde luego– es el plus de legitimidadque disfruta, en nuestro país, la extrema izquierda en todas sus variantes y facetas. No debemos olvidar

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que Izquierda Unida aplaudió la legalización de Bildu, Sortu y Amaiur. Y que ha celebrado conentusiasmo la abolición del la denominada «doctrina Parot» por parte del Tribunal de Estrasburgo. Aese respecto, el diputado de Izquierda Unida Alberto Garzón calificó la sentencia de «buena noticia»,argumentando que «las leyes se han de redactar procurando basarse en la razón y en los derechoshumanos; no en el odio, como se acostumbra en este país». En similar línea, el también diputado deIzquierda Unida, Gaspar Llamazares pidió al gobierno que acate un fallo que está «ajustado aDerecho». La sentencia, dijo, avergüenza al gobierno e instituciones como el Supremo y el TribunalConstitucional, que, a juicio del político comunista, han sufrido un gran «varapalo». Tampoco debemosolvidar las simpatías de los miembros de Izquierda Unida por la dictadura comunista de Fidel CastroRuz y por el régimen de Hugo Chávez Frías. Sublime fue, en ese sentido, el contenido de la carta defelicitación por su cumpleaños que José Luis Centella, secretario general del PCE, envió, en nombre detodo su grupo, a Castro Ruz, deseando que «siga presente en la lucha contra el imperialismo».

Todo lo cual no impide, más bien al contrario, a los comunistas y al conjunto de la extrema izquierdadictar normas de obligado cumplimiento al resto de la sociedad española. Mientras nuestraprácticamente inexistente extrema derecha es objeto de universal condena, la izquierda comunista,portavoz de una tradición política y de un proyecto político genocida, que ha propiciado el exterminiode varios millones de personas y la permanente ruina social, económica y moral de las sociedadesdonde ha ejercido su dominio, se permite dar lecciones de tolerancia y de defensa de los derechoshumanos. Increíble, pero cierto. Sin duda, España sigue siendo diferente. Y es que, en nuestro país, lapropia condena sumaria del régimen de Franco, ha favorecido la hegemonía ideológica e incluso moralno sólo de la izquierda socialista, sino de la comunista. La «imagen» que del «franquismo» se haofrecido sobre todo a la juventud ha contribuido a legitimar cualquier opción antifranquista pormonstruoso que sea su contenido. En ese sentido, no hay duda de que la extrema izquierda comunista,representada sobre todo por la coalición Izquierda Unida, ha conseguido, a diferencia de los restos delfranquismo, articular una especie de «hipermoral», una nueva moral acorde con su proyecto político,que le ha permitido atentar contra los principios morales más elementales de la vida en sociedad y,además, con la conciencia tranquila. Sólo de desde este contexto, puede entenderse el contenido de lasdeclaraciones de la conocida novelista Almudena Grandes: «He tenido que estar seis años leyendolibros de Historia contemporánea, al preparar mi última novela, para darme cuenta de que la verdadhay gente a la que le pesa la caída del Muro, que se pone frenética por desmarcarse de los países delsocialismo real, cuando nuestra tradición es absolutamente distinta, Aquí el PCE no fue un partido quetuviera nada que ver con las purgas de Stalin, ni con el socialismo real. Fue un partido de oposición, elpartido que mantuvo encendida la luz de la democracia durante treinta y siete años de dictadura, y esesa es la verdad. Hay una tradición de unidad, disciplina, generosidad, deseos de ser útiles yresponsabilidad que merece la pena reivindicar».

¿Habían leído usted en alguna ocasión embustes de tal envergadura? Por poner algunos ejemplospalmarios, ¿no tuvo nada que ver el PCE, durante la guerra civil, con el asesinato de Andrés Nin?

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¿Tampoco tuvo nada que ver en el desarrollo de las masacres de Paracuellos del Jarama y Torrejón deArdoz? ¿Y en el genocidio eclesiástico? A ese respecto, me resulta difícil discernir qué resulta máspornográfico en la obra de la señora Grandes, si su libro Las edades de Lulú, sus novelaspseudohistóricas o sus opiniones políticas.

No resulta tampoco extraño, en este contexto, que el inevitable Gaspar Llamazares se sienta orgullosodel papel de Izquierda Unida en la elaboración de la tristemente célebre Ley de Memoria Histórica,que, según él, ha significado, «un paso de gigante en la recuperación de la memoria democrática, eso sí,si sabemos mantener la iniciativa y el pensamiento crítico». «Por primera vez por Ley, y después detreinta años de democracia, se condena el franquismo. Por primera vez, se reconoce solemnemente atodos aquellos que lucharon frente al fascismo y por la libertad y por primera vez también sedeslegitima todo el andamiaje pseudojurídico de los juicios inquisitoriales de los tribunalesfranquistas».

No debemos olvidar que, si hemos de creer a Enrique Silva, los primeros intentos de articular unmovimiento en pro de la «memoria histórica», mediante la creación de un Tribunal Internacionalcontra los Crímenes del Franquismo, fue promovido por el PCE (marxista-leninista) en octubre de1978.

Sin embargo, en el PCE, y en el conjunto de las izquierdas españolas, la autocrítica brilla por suausencia. En la clausura de su XVIII Congreso, José Luis Centella, el ferviente admirador de FidelCastro Ruz, manifestó su inquebrantable voluntad de defensa de las señas de identidad de suorganización política, de cuya trayectoria histórica se mostraba orgulloso: «El Partido Comunistareivindica su pasado heroico y no tenemos que avergonzarnos ni pedir perdón por nada, sino que hayque luchar para que no nos quiten la memoria».

En realidad, nada de esto resulta novedoso. Este tipo de «hipermoral» se encuentra ya presente en losprimeros escritos marxistas del filósofo György Lukács, quien, a la altura de 1920, hacía referencia a la«misión moral» del Partido Comunista, basada en «una fe», «que nunca puede ser conmovida ni por lalentitud de su realización, ni por las circunstancias a menudo más que adversas a las que debeenfrentarse; el verdadero revolucionario asume todo esto, y nunca permite que todas estasperturbaciones y obstáculos le hagan perder de vista su meta y los indicios de aproximación». «Latransición de la sociedad vieja a la nueva no significa, sin embargo, una transformación puramenteeconómica e institucional, sino también una transformación moral».

A diferencia de la extrema derecha, la izquierda radical española, incluso la proetarra, disfruta derepresentación parlamentaria y de una cada vez más amplia influencia social, política y cultural.Izquierda Unida, no lo olvidemos, gobierna en coalición con el PSOE en Andalucía. ¿Cuáles son susideas? ¿Sus referencias internacionales? ¿Sus maestros pensadores? ¿Sus opiniones sobre la másreciente historia de España? Veámoslo.

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2. Una crítica de la Transición

En el ámbito cultural donde resulta más perceptible la influencia de las izquierdas radicales es en lahistoriografía, las ciencias sociales y la filosofía. Han sido estas tendencias político-intelectuales las queinfluyeron en mayor medida en la puesta en cuestión del modelo de transición del régimen de Francoal actual sistema partitocrático. Lo que, en alguna medida, puede considerarse como una hazañaintelectual y política. Y es que el proceso de transición fue, hasta hace poco, mitificado hasta extremosdifícilmente asumibles; como si de una obra sobrehumana se tratase. Tanto es así que uno de loshistoriadores oficiales del régimen actual, Javier Tusell Gómez, lo elevó a elemento fundador de lanación española actual. Para este historiador, la sociedad española no podía basar su orgullo en unahistoria repleta de conflictos, ni en la reivindicación de Gibraltar, ni en glorias lejanas y discutibles,sino en «la hazaña histórica de construir su libertad como costes sociales reducidos y sin modeloinmediato que seguir».

La derecha oficial, representada por el Partido Popular, asumió con todas las consecuencias estaimagen histórica. En los órganos culturales de este partido, la Constitución es interpretada como un«texto sagrado»; la Monarquía se configura como una «institución ejemplar»; y el Estado de lasautonomías como el «orden natural» que configura a España como nación. Sin embargo, para unimportante sector de la izquierda y, sobre todo, de la extrema izquierda, la Transición ha sido, enpalabras de Ariel Jérez, la garantía de la «hegemonía conservadora» que «ha sumergido al campoprogresista en una profunda depresión que alcanza ya dos generaciones», frente a la cual este autorhace referencia a ETA como portavoz de la «opción armada».

La izquierda socialista y, sobre todo, la izquierda radical, gracias a la consolidación social y política desu «hipermoral», no ha dudado, siguiendo esa lógica, en someter esta imagen a una crítica severa ydescalificadora. La etapa de gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero dio un status cuasioficial a estanueva interpretación del pasado español más reciente, a partir de su apoyo económico y político a losmovimientos de reivindicación de la «memoria histórica» y la posterior legislación al respecto. Todoello ha sido fruto no sólo de una movilización social anterior, sino de una labor cultural ehistoriográfica previa. En ese proceso, han tenido un importante papel historiadores como JosepFontana Lázaro, a través de editoriales como Crítica o Pasado-Presente. Patriarca de la historiografíamarxista y adalid del nacionalismo catalán de izquierda, Fontana no ha dudado en calificar a unatransición hasta entonces «sagrada» como un «sainete»; y hace recaer la culpa de su desenlace a laactuación de los partidos de izquierda, como el PSOE y el PCE, que abandonaron sus proyectos detransformación social y de emancipación a cambio del «acceso a las parcelas de poder que les podíaofrecer el posfranquismo». Lo cual supuso el «desarme político, moral e intelectual» del conjunto delas izquierdas. De ello se deduce, según el historiador catalán, que es preciso luchar por una«transición real», consistente en «un proyecto democrático avanzado», cuyo antecedente histórico máspróximo fueron las Brigadas Internacionales combatientes en la guerra civil española, luegotraicionado por Stalin; un «socialismo mejor», contra el «capitalismo realmente existente».

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El libro de Juan Antonio Andrade Blanco, El PCE y el PSOE en (la) Transición, prologado por JosepFontana, desarrolla una acerada crítica, desde supuestos de izquierda radical, a los partidos de laizquierda tradicional. Como Fontana, este autor reprocha al PSOE y al PCE su progresivo abandono delos proyectos de transformación y de emancipación social, en un proceso que osciló, según él, «entre laenfática afirmación de esos principios y el pragmatismo desaforado». El proyecto socialista comenzócon una apuesta por el socialismo autogestionario y marxista, para finalizar en un discurso«modernizador» y «tecnocrático». En el caso del PCE, el debate sobre el leninismo sirvió para«eclipsar el debate sobre el controvertido papal del partido en la Transición». Ni uno ni otro partidofueron capaces de «imponer la ruptura». El PCE se sumó a la reforma de un modo entre «ingenuo» y«autocomplaciente». El eurocomunismo funcionó «como un instrumento legitimador del tacticismocotidiano del partido», «un recurso propagandístico» y «una renuncia a la transformación radical en lasociedad». El autor incide igualmente en el papel de los medios de comunicación en el proceso de«moderación» de ambos partidos, y, sobre todo, en el auge del PSOE y en el declive del PCE. Loscomunistas sufrieron en mayor medida la «coacción ideológica» a la hora de obtener su legitimación ytuvieron que renunciar a su identidad republicana. El «consenso» generó «un discurso de excepciónorientado a legitimar las prácticas políticas del momento en el cual se difuminó una parte de laidentidad ideológica de las izquierdas». En definitiva, la transición funcionó como «un agujero negro»para los ideales y proyectos de transformación social.

Seis años antes, la editorial El Viejo Topo, a la que haremos referencia posteriormente, había publicadoel libro de Benedicte André-Bazzana, Le mythe du Modèle espagnol de transition à la democratie, conun título mucho más descalificador , Mitos y mentiras de la Transición, donde se sometía igualmente acrítica la construcción narrativa del proceso de cambio político. La Transición se convierte en un«mito» para la estabilización del nuevo régimen político. En la construcción del «mito», destaca lapresencia del rey Juan Carlos I, como defensor de la democracia; la exaltación de los políticos quellevaron a cabo el cambio, principalmente Adolfo Suárez y Felipe González; y la valoración positiva del«consenso» como método de llegar a pactos entre partidos. Sin embargo, a juicio de André-Bazzana, el«mito» no sólo ha ocultado selectivamente otros factores a la hora de analizar el cambio político, sinoque se convirtió en un obstáculo para la socialización democrática y tuvo como consecuencia laconfiscación de la soberanía popular. Su cara oculta ha sido «la pasividad de los ciudadanos, ladebilidad de los valores democráticos, e incluso el regreso a determinadas prácticas autoritarias quecreían definitivamente desaparecidas a la muerte de Franco».

En una línea análoga, el historiador Ferrán Gallego ha contribuido a la deconstrucción del discurso dela Transición, mediante un análisis del proceso político desde el asesinato de Carrero Blanco a laselecciones de 1977. No deja de resultar significativo que Gallego recurra a la metodología marxistatradicional a la hora de dar contenido a su análisis. En algunos casos, creemos estar leyendo a ManuelTuñón de Lara con un estilo asaz farragoso. El cambio político fue, a su entender, consecuencia de la«crisis orgánica» del régimen franquista y de la necesidad del «bloque social dominante» de encontrar

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una nueva cobertura institucional y legitimación ideológica. En opinión del autor, las izquierdas noestuvieron a la altura de las circunstancias, al no lograr una auténtica ruptura social y política con elfranquismo; lo que tuvo consecuencias muy negativas en el posterior funcionamiento del régimenpolítico actual, algo que se refleja en la baja calidad de la vida política, la ley electoral restrictiva, lacorrupción, &c., &c.

A un nivel mucho más grueso, el politólogo Juan Carlos Monedero –férvido admirador, como veremosluego, de Fidel Castro y, sobre todo, de Hugo Chávez Frías– ha pretendido igualmente descalificar ydeslegitimar el proceso de cambio político. Lo hace, sin embargo, de una manera excesivamentegrosera y simplista. Si en las obras anteriores, destacaba, aunque fuese discutible su mensajeideológico, el nivel académico, en el caso de Monedero no podemos decir lo mismo. Se trata de unanálisis caricaturesco, una especie de síntesis de todos los lugares comunes de la literaturacaracterística del movimiento de la memoria histórica. No es ya solamente su interpretación delcambio político; es que incide, desde una perspectiva y una jerga que recuerda a los regeneracionistas ykrausistas decimononos, en todos los tópicos de la visión decadentista de España, desde los godos a laactualidad. Y, por supuesto, la guerra civil es una contienda entre demócratas y fascistas. Y el cambiopolítico resulta ser una «transición autorizada». Por ello, reprocha, desde su calidad de «nieto de laira», a las anteriores generaciones intelectuales, de haber tenido «menos coraje del que creyerontener». En cualquier caso, su principal acusación a la Transición fue la negación del pasadorepublicano y antifranquista. Su reivindicación no es otra que «Memoria, recuerdo, justicia yafirmación». Todo un programa.

Como he dicho muchas veces, no soy un entusiasta de la visión mirífica y apologética de la «Santa»Transición. Creo que, en sus líneas generales, se hizo mal. Me repugnan la partitocracia, el Estado delas autonomías y la Monarquía como forma de gobierno. Sin embargo, del estudio de las críticasradicales al modelo de cambio político –basados, por lo general, en un absurdo y extravagantelegitimismo no de la II República, sino del Frente Popular– se deduce que el remedio hubiese sidomucho peor que la enfermedad. Por ello, resulta necesaria una crítica de la Transición desde laderecha, es decir, desde el realismo político y de la defensa de valores como la unidad nacional.

3. Algunos «maestros» de la infamia

¿Cuáles son los maestros de la izquierda radical española? Muchos y variados. Tiene donde elegir. Y esque, sin duda, el pensamiento de la izquierda revolucionaria ha experimentado, a nivel internacional,una evidente renovación y una capacidad de proselitismo por su crítica al proceso de «globalización» ycomo consecuencia de la crisis social y económica provocada por la puesta en cuestión del modeloeconómico neoliberal, a raíz de la crisis financiera de 2008. Basta por darse un paseo por las libreríasmadrileñas para darse cuenta de ello. En sus estanterías apenas pueden encontrarse obras depensadores de la derecha, liberales o conservadores, y no digo ya fascistas, aunque Carl Schmitt está enplena forma; claro que su pensamiento, como veremos, ha sido ya captado por las izquierdas extremas.

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En cualquier caso, la presencia de autores adscritos a la extrema izquierda resulta abrumadora; sólodaré algunos nombres: Toni Negri, Michael Hardt, Michel Foucault, Gilles Deleuze, Alain Badiou,Slavoj Zizek, Friedric Jamenson, Jacques Derrida, Doménico Losurdo, Michael Löwy, Noam Chomsky,Edward Said, Ernesto Laclau, Daniel Bansaid, Terry Eagleton, Pierre Bourdieu, Jacques Rancière,Jacques Braudillard, Giorgio Agambem, David Harvey, Etienne Balibar, Inmanuel Wallerstein, &c.Incluso la insufrible Marta Harnecker vuelve a las librerías. Y los clásicos del pensamiento radical,aparentemente olvidados, resurgen; es el caso de Karl Marx, Vladimir Illich Ulianov –Lenin–, WalterBenjamín, Jean Paul Sartre, León Trotsky, Herbert Marcuse, Franz Fanon, Louis Althusser, &c., &c.

Y es que, a diferencia de la extrema derecha, la izquierda radical y revolucionaria dispone de editorialesy revistas de prestigio a la hora de difundir su pensamiento: Siglo XXI, Crítica, El Viejo Topo, LaCatarata, Txalaparta, Sequitur, Escolar y Mayo, Akal, Anagrama, Síntesis, Prometeo, Seix-Barral,Trotta, Icaria, Debate, Pasado-Presente, Paidós, &c., &c. Incluso una editorial hasta hace poco liberal-conservadora, como Espasa-Calpe, publica, en su colección Austral, obras de Josep Fontana, SlavojZizek o Noam Chomsky.

El caso de Txalaparta es digno de estudio. Se trata de una editorial ligada a la extrema izquierdanacionalista vasca. Entre sus publicaciones se encuentra la conocida obra del argelino Franz Fanon,Los condenados a la tierra, con el célebre prólogo de Jean Paul Sartre, donde, como es sabido, elfilósofo francés incitaba a la violencia a los nativos de Argelia contra los colonos franceses. Suponemosque la publicación de esta obra en una editorial de la extrema izquierda vasca no es casual. Sin duda,los nacionalistas vascos ocupan el lugar de los argelinos, y los españoles el de los imperialistasfranceses. Esta editorial ha publicado igualmente una historia apologética de la organización terroristacatalana Terra Lliure, obra de Carles Sastre, Carles Benítez, Pep Musté y Joan Rocamora, Terra Lliure.Punto de partida, 1979-1995. Una biografía autorizada. No han faltado tampoco en las listas de estaeditorial las obras de Fidel Castro Ruz, de Ernesto Che Guevara –La guerra de guerrillas–, delSubcomandante Marcos o de José Martí, Contra España.

Sería una labor imposible sintetizar en un artículo el pensamiento de todos estos autores. Tan sólo mecentraré en tres: Doménico Losurdo, Alain Badiou y Slavoj Zizek.

El primero es el menos dotado filosóficamente de los tres. Se trata de un profesor de Filosofía de laHistoria en la Universidad de Urbino y presidente de la Sociedad Internacional de la FilosofíaDialéctica Hegeliana. Políticamente, se encuentra muy próximo al comunismo. Sus estudios estáncentrados en la crítica de la tradición liberal, en el análisis de la filosofía clásica alemana, Hegel,Nietzsche y Heidegger. Su interpretación de la filosofía política de Kant es la de un filósofo afín alradicalismo revolucionario de Rousseau y admirador de la Revolución francesa y de Robespierre. A suentender, si el filósofo prusiano se mostró críptico a la hora de expresar su pensamiento político fuecon el objetivo de burlar la censura.

La editorial El Viejo Topo ha publicado dos obras de Losurdo, Contrahistoria del liberalismo y Stalin.

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Historia y crítica de una leyenda negra. En el primero de los libros, Losurdo intenta estudiar elliberalismo en su «concreción», es decir, en «las relaciones políticas y sociales en las que se expresa,además del vínculo más o menos contradictorio que se establece entre estas dos dimensiones de larealidad social». En ese sentido, el pensador italiano interpreta el liberalismo como «una ideología dedominio y hasta una ideología de la guerra». Sin duda se trataba de una ideología que había propiciadoel desarrollo de la riqueza social y de las fueras productivas, pero igualmente la exclusión social eincluso étnica de las mayorías. Entre otras cosas, los pensadores liberales del siglo XIX habíanjustificado la esclavitud y la expansión colonial, la explotación de los niños y de las clases trabajadoras.En realidad, tanto en Estados Unidos en como Gran Bretaña, lo que realmente existía era una«democracia para el pueblo de señores». Losurdo es especialmente duro con Burke y Tocqueville, eincluso critica a Karl Marx, a quien acusa de no tener en cuenta que, tras el triunfo del liberalismo,ciertos grupos sociales y minorías étnicas fueron discriminadas y exterminadas: «Sabemos ya que conla revolución norteamericana se abre el capítulo más trágico de la historia de los pieles rojas, y que elperíodo que va de la Revolución Gloriosa a la revolución norteamericana ve el surgimiento de laesclavitud mercancía de base racial de una dureza sin precedentes».

Losurdo, en cambio, se muestra tolerante hasta el irenismo, en su segunda obra, con la figura de Stalin.Como en el caso del liberalismo, el pensador italiano estima que el stalinismo ha de ser contextualizadohistóricamente; pero esta vez no desde un planteamiento crítico, sino desde la comprensión e inclusodesde la apología. En ese sentido, acusa a los críticos del dictador soviético de haber elaborado unaimagen siniestra, «a partir de abstracciones colosales, arbitrarias». En concreto, el informe Kruschevfue «un discurso reprobatorio que se propone liquidar a Stalin en todos los aspectos». Losurdodefiende su actuación ante la invasión alemana de 1941. Niega que su régimen fuese totalitario,caracterizándolo como una «dictadura de desarrollo». Compara su «culto a la personalidad» con el deRoossevelt o el de Kerenski. Niega la existencia del «holocausto» en Ucrania, promovido por losdirigentes soviéticos. No llega a negar la existencia del Gulag, pero banaliza su significado ycaracterísticas, ya que considera que en su interior predominaba no un proyecto de exterminio, sino«un estímulo productivista y pedagógico». Y es que en el Gulag el detenido es «un «compañero»potencial obligado a participar en condiciones de especial dureza en el esfuerzo productivo de todo elpaís, y después de 1937 es en todo caso un ciudadano potencial».

En Italia, el ensayo de Losurdo suscitó una gran polémica incluso entre las izquierdas. En España, noprodujo ningún comentario en la prensa conservadora. Fue, en cambio, alabado en Mundo Obrero, enun artículo firmado por David Becerra Mayor.

Si Losurdo es fundamentalmente un historiador de la filosofía, y más bien mediocre, con Alain Badiouentramos en otro mundo. Se trata de un auténtico filósofo. Discípulo de Louis Althusser, su sistemafilosófico resulta ser una curiosa amalgama de platonismo y marxismo, teñido de un profundoradicalismo político. Como luego veremos en otro representante del pensamiento radical, Slavoj Zizek,Badiou sueña con un «acontecimiento» fundante, como la Revolución francesa o la Revolución cultural

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maoísta, que restaure el principio de «Verdad». En ese sentido, la democracia liberal es el modelo abatir. A juicio del pensador francés, la democracia liberal es la «organizadora principal del consenso»;supone el «culto al número» y el «relativismo»; y todo lo que se convierta en convencional es falso. Lademocracia liberal carece de relación directa «con una norma afirmativa como la Verdad o el Bien». Enrealidad, más que hablar de democracia, lo realmente existente es el «capital-parlamentarismo», o sea,la «dominación de los propietarios». Se trata, además, de un sistema político «precodificado»,destinado exclusivamente a los «demócratas». Su lema es «Dinero, Familia, Elecciones». «Lasdemocracias contemporáneas –dirá– pretenden imponer al planeta un humanismo animal. En él, elhombre sólo existe en cuanto digno de compasión. El hombre es un animal lastimoso». Los derechoshumanos son «los derechos de los poderosos a destruir otros estados y para hacer posible la subida alpoder –combinando ocupación violenta con «elecciones» fantasmagóricas– de corruptos serviles queentregan a estos poderosos los recursos del país a cambio de nada». En ese sentido, exalta laperspectiva democrático-totalitaria de Rousseau y a los representantes del jacobinismo, comoRobespierre y Saint-Just, al igual que a la Revolución cultural de Mao Tse Tung; porque la democraciarepresenta ante todo y sobre todo la «igualdad». Su enemigo por excelencia es Nicolás Sarkozy, al quecompara con el mariscal Pétain; es un «termidoriano», es decir, un «corrupto», «un aprovechado de laprecariedad de las convicciones políticas». El comunismo, en cambio, es el reino del «nosotros», esdecir, de la auténtica fraternidad. De ahí que, como decía Jean Paul Sartre, todo anticomunista es un«perro», porque manifestaba, con su actitud, el odio al «nosotros».

Si en la exposición de sus ideas e incluso en su estilo Badiou parece un apolíneo, Slavoj Zizek es, sinduda, un dionisiaco, incluso en su aspecto físico, de yeti feliz y apacible. Aunque se ha convertido en unautor mediático, su pensamiento filosófico es extraordinariamente denso, trufado, además, por unestilo ambiguo, críptico, en el que abundan numerosas contradicciones y paradojas. Sin embargo, supensamiento político se encuentra tenebrosamente claro. El pensamiento de Zizek es un pensamientohíbrido, que se nutre de diversas tradiciones filosóficas y políticas: Hegel, Marx, Lenin, Jacques Lacan,la teología cristiana, Carl Schmitt. Ha sido definido como un representante de la «izquierda lacaniana».Zizek se autodefine como marxista, mostrándose partidario de reexaminar la concepción del poder ydel Estado del marxismo clásico y principalmente de Lenin, a quien pretende «repetir». En ese sentido,se muestra, como Badiou, muy crítico con las democracias liberales. «Si te tomas (o aspiras a tomarte)en serio la ideología liberal hegemónica, entonces no puedes ser simultáneamente inteligente yhonesto: o bien eres un estúpido o un cínico corrupto». Y es que, desde su perspectiva revolucionaria,la democracia liberal se perfila como «utópica», ya que la revolución «sólo se autoriza a sí misma» y seencuentra, en consecuencia, por encima de las mayorías. Además, la democracia liberal es «el principalfetiche político, el desactivador fundamental del antagonismo social». En la democracia liberal, elcuerpo social se convierte en una «multitud informe y abstracta»; y que, mediante argumentosmoralistas, excluye de la vida política a los que no son ni liberales ni socialdemócratas. Zizek, asemejanza de Badiou, acusa a la democracia de relativismo; es el «reino de los sofistas», que no sebasan en ninguna «verdad», y la «verdad» es por esencia «unilateral». La «verdad» de los derechos

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humanos universales son «los derechos de comercio y propiedad privada». Incluso hace una referenciaprovocadora, parafraseando a Heidegger, a la «grandeza interna del stalinismo». Repetir Lenin nosignifica, en el pensamiento del esloveno, retornar acríticamente al pensamiento del revolucionarioruso, sino pensar «lo que no logró hacer», ya que conserva aún su carga subversiva, al demostrar el«agotamiento de la democracia actual» ante lo retos de la globalización. Y es que Zizek, como Badiou,se muestra partidario de una «política de la Verdad», que ve encarnada en Lenin y no en Marx, porqueéste último se haya integrado en «la hegemonía liberal democrática». Y señala: «(…) del mismo modoque un auténtico conservador, un verdadero leninista no tiene miedo a pasar a la acción, de asumirtodas las consecuencias por desagradables que sean, que se derive de realizar su proyecto político». Porello, resulta necesario un «acto heroico» frente a «la violencia objetiva del capitalismo». En esa línea,no sólo exalta a Lenin, sino a la herencia de Robespierre, Saint-Just –«el pasado terrorista es nuestro»,dirá–, Che Guevara y Mao. Significativa es, en ese sentido, su denuncia del «multiculturalismo» comoideología del capitalismo global. De ahí que, frente a la «tolerancia multicultural», sea necesaria, a sujuicio, «una buena dosis de intolerancia, aunque sólo sea con el propósito de suscitar esa pasiónpolítica que alimenta la discordia». Y es que el «multiculturalismo» es una nueva forma de racismo,que implica, por parte de las naciones hegemónicas, «la afirmación de su propia superioridad». Porello, no duda en defender la revolución islámica de Jomeini como un «evento político auténtico», quedemostraba la existencia de un «genuino potencial emancipatorio en el Islam». No resulta extraño queel esloveno reivindique la noción de «enemigo» y la de disciplina; que se muestre partidario de la penade muerte; y contrario a la tolerancia con los homosexuales, ya que se trata de «luchas de victimizaciónde la clase media alta».

4. Héroes, adalides y nuevas generaciones

Mientras la extrema derecha española carece hoy de referentes internacionales, la izquierdarevolucionaria los tiene y muy claros: la Cuba de Fidel Castro Ruz y la Venezuela de Hugo Chávez Fríasy de Nicolás Maduro. Revistas como El Viejo Topo, dirigidas por antiguos discípulos de ManuelSacristán Luzón, muy próxima a Izquierda Unida, no han dudado en publicar artículos del dictadorcomunista cubano, que es presentado en sus páginas como «uno de los escasos políticos del planetaque muestra una genuina preocupación por la sobrevivencia de la especie humana, amenazadaseriamente por un capitalismo cada vez más desenfrenado en su carrera hacia el precipicio». Y es queni la izquierda más o menos socialdemócrata ni mucho menos la extrema izquierda han condenado alrégimen cubano, cuyo fracaso a nivel social, económico, político y moral ya es de por sí evidente. Pero,como hemos visto en Lukács, el comunismo es, ante todo, una fe que no vacila, que no razona. La«hipermoral» continúa ejerciendo su función en ciertas mentes. Así lo muestra Ignacio Ramonet, en sulibro Fidel Castro. Biografía a dos voces, donde el líder comunista cubano aparece como un héroecarlyliano, como el adalid de «un ideal de justicia», representante de «la izquierda a la izquierda de laizquierda internacional», «un referente importante para millones de desheredados de la tierra»; unlíder que posee una autoridad que le confiere «su cuadruple carácter de teórico de la Revolución, jefe

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militar victorioso, fundador del Estado y estratega, desde hace cuarenta y ocho años de la políticacubana». Irrisoriamente, Ramonet sostiene que en Cuba no existe «culto a la personalidad».

El «carisma» de Castro Ruz ha sido trasladado, por parte de los extremistas de izquierda españoles, aHugo Chávez Frías, a quien, tras su muerte, El Viejo Topo dedicó un número extraordinario de larevista, con el título de «Chávez Vive». Cuán nuevo Bossuet, Juan Carlos Monedero le dedicó unaoración fúnebre, en la que el líder bolivariano aparecía como un santo, como un Cristo contemporáneo,el gran enemigo del «fascismo» y del «neoliberalismo»: «Dicen que Chávez ha muerto. Lo dicen losque no saben leer los tiempos del viento, los que no saben de la rabia acumulada, los que no saben de laconciencia encarnada en la memoria». Hay que reconocer que cierta literatura de ultraizquierda resultainsuperable en sus simplezas y necedades.

El Viejo Topo se ha tomado en serio, lo que son las cosas, al sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, aquien Víctor Ríos y Miguel Riera entrevistaron para la revista barcelonesa, dedicándole ¡catorcepáginas!. En la entrevista, el presidente venezolano acusa al gobierno español de «cómplice de laderecha fascista-golpista venezolana». Y sentencian los entrevistadores: «Cita el desempleo y subrayalo intolerable que es que el 55% de los jóvenes españoles no encuentren un puesto de trabajo. Ni quedecir que el Topo está de acuerdo con sus palabras».

En las páginas de El Viejo Topo y en su editorial se han difundido las ideas de Losurdo, Badiou, Zizek,Marta Hacnecker, Sacristán Luzón, Tariq Alí, &c.; y se han reivindicado las figuras de, entre otros, D´Holbach, Robespierre, Saint-Just, Marx, Lenin, &c. Sin duda, han hecho su trabajo. No obstante, laextrema izquierda española ha hecho mucho más. A diferencia de sus antagonistas, ha sabido y logradoreproducir su legado en las nuevas generaciones, es decir, ha garantizado su porvenir. Sólo daré unejemplo, que queda plasmado gráficamente en la conversación publicada en una editorial catalana,Icaria, entre Pablo Iglesias Turrión y Ricardo Romero Laullón. El primero es un joven profesor deCiencia Política en la Universidad Complutense de Madrid, que ha conseguido abrirse paso, comotertuliano, en los medios de comunicación, incluso en programas como El gato al agua, de la cadenacatólico-conservadora Intereconomía; el segundo es menos conocido y se presenta como «eternoestudiante de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Valencia y vocalista en la formación LosChikos del Maíz». Iglesias se consiera discípulo de Lenin, Michael Hardt, Zizek, Agambem, JudithButler, e incluso de Carl Schmitt. Los ídolos políticos de ambos son Fidel Castro y Hugo Chávez.Consideran a Unión, Progreso y Democracia como «lo más parecido al fascismo en su forma amable»,«un proyecto de las clases medias aliadas al poder económico». La Transición fue «nuestro vodevil detercera», en el que las izquierdas pusieron «los muertos en la calle». Ni una palabra para losnovecientos asesinados por ETA. El eurocomunismo conducía «directamente a la desaparición de lospartidos comunistas en la Europa occidental». Los Pactos de la Moncloa fueron «la mayor bajada depantalones que se recuerda». El ejemplo a seguir, para ambas, es el de la izquierda vasca, que supomantener, a su juicio, su «identidad y asumió la importancia de estar organizada en la sociedad civilcomo elemento de poder». Suponemos que con la cale borroka y otros métodos de dudoso contenido

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liberal. Ambos asumen la herencia «antifascista» y consideran la democracia vinculada a la revolución,ya que ésta es «la máxima expresión de la democracia». Interpretan la insurrección asturiana de 1934como «la resistencia democrática frente al intento de la CEDA de destruir los logros de la República».Consideran políticamente lícito «usar la religión» siguiendo el ejemplo de Chávez en Venezuela.Acusan a socialistas y comunistas de haber pactado con «canallas», es decir, con la OTAN. Y diceRicardo Romero: «Yo no voy a condenar jamás ni a la URSS ni a la RDA ni a cualquier tipo deexperiencia socialista. Es como la izquierda abertzale con ETA, ¿tú te crees que cuando ETA hacíasaltar por los aires las piernas de una niña la izquierda abertzale estaba orgullosa? En absoluto,cualquier persona racional lo condenaría. Pero existe un conflicto y cuando hay un conflicto de clasesa nivel mundial, hay que cerrar filas. ¿Por qué hay obligación de condenar a ETA pero no 40 años defranquismo? De la misma manera, ¿por qué estoy obligado a condenar a la Stasi o el Muro si elcapitalismo exterminó razas enteras y saqueó varios continentes?». Tan rudas expresiones delatanuna mentalidad escasamente política y, desde luego, nada maquiavélica, ya que ni tan siquiera soncapaces de ocultar su estrategia manipuladora del lenguaje político: «(…) la dictadura del proletariadotiene muy mala fama y es muy difícil de vender. En lugar de apostar por la dictadura del proletariadopodríamos apostar por democracia popular, democracia participativa que se vender mejor». ParaIglesias Turrión, la dictadura del proletariado es «la máxima expresión de democracia para los máspara destruir los privilegios por los menos». «Pero funciona muy mal porque la palabra dictadura esinfame».

Esperemos que Iglesias Turrión y Romero Laullón no sean los representantes de la izquierda delfuturo, aunque, la verdad sea dicha, dadas las circunstancias, me temo lo peor.

5. El Partido Popular: la razón cínica

¿Qué decir del Partido Popular? Para describir su actitud tendremos que recurrir a la descripción queel filósofo Peter Sloterdijk realiza de lo que denomina «razón cínica». Para el alemán, las ideologías, ensu sentido clásico, han dejado de ser operativas en las sociedades posmodernas. Y es que, a su juicio,los individuos han llegado, hoy, a la conclusión de que el discurso que les ofrecen los mass media y laselites políticas resulta falaz. Ya no se dejan engañar; lo cual, para Sloterdijk, implica que nuestra épocaes la de un cinismo generalizado que ha sucedido a la era de las ideologías. La tesis de Sloterdijk hasido muy criticada, en particular por Slavoj Zizek. Sin embargo, independientemente de su mayor omenor veracidad, no cabe la menor duda de que existen partidos que, como el dirigido por MarianoRajoy Brey, se comportan como si fuera absolutamente cierta. El Partido Popular, en su prácticaconcreta, parece no creer en nada, salvo en las próximas elecciones. Significativa fue, en ese sentido, larespuesta del actual presidente del gobierno cuando fue interrogado por una periodista sobre suopinión respecto a la derogación por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrabusgo de ladenominada «doctrina Parot». Se limitó a decir «Llueve mucho». Al día siguiente, ante la presión delas asociaciones de víctimas del terrorismo y la opinión pública conservadora, hubo de manifestar surechazo a la decisión del Tribunal, al tiempo que dijo no tener más remedio que cumplirla. Cuando oí el

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exabrupto de Rajoy Brey, recordé de aquella canción de Pablo Guerrero, «Que tiene que llover». Unacanción que podíamos escuchar con toda libertad, a pesar de su claro contenido antifranquista, en lasradios y televisiones del llamado «tardofranquismo». Naturalmente, luego llovió mucho, quizádemasiado, sobre todo en Cataluña y el País Vasco. Rajoy Brey resulta ya exasperante. El líder delPartido Popular se nos muestra como un hombre inarticulado, pequeño burgués de mentalidad,sinuoso, carente por completo de elocuencia, de convicciones y de proyecto político. De buscar unpersonaje literario paralelo a Rajoy Brey, no cabe duda que los encontraremos en Haustad, el directorde periódicos, protagonista, entre otros, de la célebre obra teatral de Henrik Ibsen, Un enemigo delpueblo. Un personaje de demanda «moderación», pero que no duda en traicionar al doctor Stockmann,a la hora de publicar su denuncia sobre las condiciones higiénicas del balneario de la ciudad.

Rajoy encarna, sin duda, la «razón cínica». Tanto es así que ha llegado a exasperar a sus más íntimospartidarios. Un periodista tan alejado de posiciones maximalistas, como Ignacio Camacho, al comentarla actitud del presidente ante la nueva ley de educación, denuncia que la derecha española, ayuna detoda estrategia mediática, «aparece como el monstruo deshumanizado que desmantela la igualdad deoportunidades». Y concluye: «El ministro se ha quedado sólo con su reforma; por un lado, hasta lospadres y profesores más simpatizantes de su causa se sienten desoídos y abandonados, y por otro ni elGobierno ni el partido encuentran quien salga a hacerle un quite a capotazos».

La falta de convicciones arraigadas del gobierno puede verse en otros ámbitos. Ni por un momentoparece haberse planteado, y eso que disfruta de una amplia mayoría parlamentaria, la derogación de laLey de Memoria Histórica. Quizá sea demasiado pedirle. Los socialistas ya han vuelto a demandar laexhumación de los restos de Franco en el Valle de Los Caídos. A lo mejor hasta llegan a un acuerdo conel gobierno. Más grave aún ha sido su actitud ante ETA y los nacionalismos periféricos. Todavía parecesoñar con un pacto con el nacionalismo catalán. Es incapaz de movilizar a sus bases contra elseparatismo. Pero es que, además, el Partido Popular ha dado su adhesión tácita, al contrario de lo queprometió en las elecciones, al nuevo Pacto de Vergara, a la manera de carlistas y liberales en el sigloXIX, llevado a cabo por José Luis Rodríguez Zapatero y Jesús Eguiguren. La excarcelación delterrorista y torturador Uribetxeberría Bolinaga fue todo un símbolo en ese sentido. La aceptaciónacrítica de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo sobre la «doctrina Parot» ha sido la gota que colmael vaso. Puede que ETA haya sido derrotada por las fuerzas de seguridad del Estado; pero no lo ha sidoen los niveles más decisivos, es decir, en el metapolítico y en el sociológico, para lo cual hubiese sidonecesaria una ofensiva a nivel político e intelectual, que no se ha querido llevar a cabo; ni tan siquieraplantear. En estos momentos, la extrema izquierda nacionalista vasca se encuentra más fuerte quenunca a nivel político e ideológico. Todo lo demás es retórica. En cualquier caso, esta política hasupuesto una clara traición del Partido Popular no ya a su electorado, sino un insulto a la dignidad y elhonor de la víctimas de ETA; una violación de los derechos de los muertos. Porque, en pura doctrinaconservadora, la del gran Edmund Burke, los muertos tienen también sus derechos, como los vivos; yposeen una importante función sociológica: la tradición que ha de perdurar.

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Por todo ello, la actual circunstancia política, social e intelectual exige una decisión. Y es que ya noexiste la menor duda de que el Partido Popular no representa a un importante sector de la derechasociológica e intelectual española. No así a los empresarios, que disfrutan hoy de un poder omnímodosobre los trabajadores; o a los corruptos y especuladores. Bien está, según los casos, el predominio dela prudencia o de la ética de la responsabilidad sobre el voluntarismo o la ética de la convicción; perocada cual tiene que ser cada cual. Hay que inventar una nueva derecha. En ese sentido, las críticas deAlejo Vidal Cuadras y Santiago Abascal al Partido Popular van por el buen camino. Naturalmente, estono se improvisa. Treinta años de «centrismo» no pueden pasar en balde. La opción «centrista», queinfructuosamente han intentado teorizar algunos miembros del Partido Popular, carece de entidaddesde el punto de vista intelectual y político. Como ha señalado del gran politólogo belga JulienFreund: «La política es una cuestión de decisión y eventualmente de compromiso (…) Lo que se llama«centrismo» es una manera de anular, en nombre de una idea no «conflictual» de la sociedad, no sóloal enemigo interior, sino a las opiniones divergentes. Desde este punto de vista, el centrismo eshistóricamente el agente latente que, con frecuencia, favorece la génesis y formación de conflictos quepueden degenerar, ocasionalmente, en enfrentamientos violentos». En el mismo sentido se expresaChantal Mouffe –intelectual de izquierda- cuando afirma que el «centrismo», al impugnar la distinciónentre derecha e izquierda, socava «la creación de identidades colectivas en forma de posturasclaramente diferenciadas, así como la posibilidad de escoger entre auténticas alternativas». Y concluyeesta autora: «Si este marco no existe o se ve debilitado, el proceso de trasformación del antagonismo enagonismo es entorpecido, y eso puede tener graves consecuencias para la democracia».

En el fondo, esta decisión tendría que ser una respuesta no sólo al «habitus» centrista característico delPartido Popular, sino al desafío de la «hipermoral» característica de la izquierda social-demócrata y dela extrema izquierda españolas; al desafío de los Badiou y Zizek y a toda la caterva de sus seguidoresespañoles. Ellos han hecho el trabajo; han creado un nuevo «sentido común», frente al cual ladesarbolada derecha española, que ganó las elecciones del 2011 más por los fallos de la izquierda quepor méritos propios, se encuentra indefensa. En ese sentido, el horizonte político-social españolresulta, hoy por hoy, muy complicado, por no decir aterrador. El futuro resulta imprevisible; peroexisten, sin la menor duda, signos alarmantes. Dada la situación actual, si algo parece claro es que elPartido Popular no podrá revalidar su mayoría absoluta. Para colmo, carece de aliados. Conmaltusianismo implacable y digno de mejor causa, destruyó cualquier posibilidad de existencia de unpartido a su derecha. A ese respecto, la responsabilidad histórica de Fraga Iribarne es superlativamentegrave. Hasta ahora, sus únicos aliados posibles han sido los nacionalistas periféricos, si bien lo han sidoigualmente de la izquierda socialdemócrata. Hoy un pacto con estos grupos no sólo sería un error, sinoalta traición. Las encuestas nos indican un fuerte aumento de los votos de Izquierda Unida y de laextrema izquierda separatista vasca. El PSOE no tendría ningún escrúpulo moral o político encoaligarse con Izquierda Unida, con quien ya gobierna en Andalucía. Además, la extrema izquierda leha servido en muchos casos, como en el tema de la «memoria histórica» o en cuestiones de «género» yaborto, de laboratorio de ideas. Sin duda, esa será una de las bazas electorales del Partido Popular, si le

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fallan sus cálculos económicos, que, a estas alturas, ya no le serán suficientes. El líder del PartidoPopular y sus acólitos propugnarán el voto útil –es decir, como estamos viendo, inútil- o el voto delmiedo. No obstante, es vital no caer en las trampas de la agnóstica «razón cínica»; hay que resistir paraluego vencer. Y es que el Partido Popular ha creado, con su torpe política mediática y su nula políticaintelectual, las condiciones para una duradera hegemonía de las izquierdas y de los nacionalistasperiféricos. Su voto es el voto de la nada. En materia de devenir histórico no existe una verdadmetafísicamente establecida. Lo verdadero es aquello que llega a estar en situación de existir y durar; loque merezca ser, será; lo que merecería ser, ya es. Por falsas que puedan ser en abstracto las ideologíasmás nefastas se convierten en «verdaderas» en la medida en que constituyan la realidad cotidiana quenos rodea y con respecto a la cual nos definimos. La independencia del País Vasco y de Cataluña, lavictoria de la izquierda extrema y de la extrema izquierda, pueden ser la «verdad» de mañana; pero esuna «verdad» que tenemos derecho a rechazar para oponerle otra más fuerte. Pienso en una nuevaderecha, libre de nostalgias y de extremismos estériles, podría responder a ese desafío; una derechapara la que la verdadera fuerza consistiese no en detentar la «verdad», sino en no temer a susmanifestaciones. Dixi et salvavi animam meam.

Notas

{1} John Austin, Cómo hacer cosas con palabras. Barcelona 2008.

{2} Marcelino Menéndez Pelayo, La Ciencia Española. Tomo I. Madrid 1956, pp. 101 ss.

{3} Véase, por ejemplo, Eduardo Martín Pozuelo, El franquismo cómplice del Holocausto. Barcelona2012.

{4} Ricardo de la Cierva, Crónicas de la confusión. Barcelona 1977, p. 288.

{5} Véase José Luis Rodríguez Jiménez, «Origen, desarrollo y disolución de Fuerza Nueva (Unaaproximación al estudio de la extrema derecha española)», en Revista de Estudios Políticos nº 73,julio-septiembre 1991, pp. 261-287.

{6} Marco Tarchi, Isuli in Patria. I fascisti nell´Italia republicana. Parma, 1995.

{7} ABC, 15-I-2012.

{8} El País, 18-I-2012.

{9} Xavier Casals, El pueblo contra el Parlamento. El nuevo populismo en España 1989-2013.Barcelona 2013.

{10} Véase Juan Antonio Cordero, «El laboratorio de la nueva ultraderecha en España», en Claves derazón práctica nº 223, julio/agosto 2012, pp. 26-27.

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{11} El Confidencial, 13-IX-2013.

{12} Madriddiario.es, 23-X-2013. El Comunista, 13-IX-2013.

{13} ABC, 22-X-2013.

{14} ABC, 13-VIII-2013.

{15} Véase Arnold Gehlen, Moral e hipermoral. Río de Janeiro, 1984.

{16} Almudena Grandes-Gaspar Llamazares, Al rojo vivo. Un diálogo sobre la izquierda de hoy.Madrid 2008, pp. 143-144.

{17} Ibidem, p. 73.

{18} Emilio Silva, «Movimiento memorialista», en Diccionario de memoria histórica. Madrid 2011, pp.69 ss.

{19} El País, 29-X-2009.

{20} György Lukács, «La misión moral del Partido Comunista», en Táctica y ética. Escritos tempranos(1919-1920). Buenos Aires, 2005, pp. 77-79.

{21} «El nuevo nacionalismo español», El País, 29-I-2001.

{22} Véase Pedro Carlos González Cuevas, «El retorno de la tradición liberal-conservadora», en Ayernº 22, 1996, pp. 71-88.

{23} Ariel Jérez, «Transición», en Diccionario de memoria histórica. Madrid 2011, pp. 85 ss.

{24} Josep Fontana, «La llegenda de la transició espanyola», en La construció de la identitat.Barcelona 2005, pp. 121 ss. Prólogo a José Andrade Blanco, El PCE y el PSOE en (la) transición. Laevolución ideológica de la izquierda durante el proceso de cambio político. Madrid 2012, pp. 18-19.Por el bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945. Barcelona 2011, pp. 18-19.

{25} Juan Antonio Andrade Blanco, El PCE y el PSOE en (la) Transición. La evolución ideológica de laizquierda en el proceso de cambio. Madrid 2012.

{26} Bénédicte André-Bazzana, Mitos y mentiras de la Transición. Barcelona 2006.

{27} Ferrán Gallego, El mito de la Transición. La crisis del franquismo y los orígenes de lademocracia (1973-1977). Barcelona 2008.

{28} Juan Carlos Monedero, La Transición contada a nuestros padres. Nocturno de la democraciaespañola. Madrid 2011.

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{29} Véase Raznig Keucheyan, Hemisferio izquierdo. Un mapa de los nuevos pensamientos críticos.Madrid 2013.

{30} Domenico Losurdo, Autocensura y compromiso en el pensamiento político de Kant. Madrid2007.

{31} Doménico Losurdo, Contrahistoria del liberalismo. Barcelona 2007.

{32} Doménico Losurdo, Stalin. Historia crítica y leyenda negra. Barcelona 2011.

{33} «Stalin reloaded», Mundo Obrero, 13-VII-2013.

{34} Véase Angelina Uzín Olleros, Introducción al pensamiento de Alain Badiou. Buenos Aires, 2006.Véase también Razmig Keucheyan, Hemisferio izquierda. Un mapa de los nuevos pensamientoscríticos. Madrid 2013, pp. 241-248.

{35} Alain Badiou, El siglo. Buenos Aires, 2005, p. 92. Compendio de metapolítica. Buenos Aires,2009, pp. 24, 25, 65.

{36} Alain Badiou, El despertar de la historia. Madrid 2012, p. 12.

{37} Alain Badiou, Compendio de metapolítica. Buenos Aires 2009, pp. 69, 73, 77. Circunstancias.Buenos Aires, 2009, p. 15.

{38} Alain Badiou, Compendio de metapolítica, pp. 101. ¿Qué representa el nombre de Sarkozy?Villaboa, 2008, pp. 20-21.

{39} Alain Badiou, De un desastre oscuro. Buenos Aires 2006, p. 11.

{40} Véase Christopher Kul-Want-Piero, Slavoj Zizek para principiantes. Buenos Aires 2012. AntonioJ. Anton Fernández, Slavoj Zizek. Una introducción. Madrid 2012. Yannis Stavrakakis, La izquierdalacaniana. Psicoanálisis, teoría, política. México 2010.

{41} Slavoj Zizek, Bienvenidos al desierto de lo real. Madrid 2008, p. 60.

{42} Slavoj Zizek, Repetir Lenin. Madrid 2004, p. 9-10. Bienvenidos al desierto de lo real, p. 66.

{43} Slavoj Zizek, Repetir Lenin. Madrid 2004, pp. 80-81, 156-157.

{44} Slavoj Zizek, Amor sin piedad. Hacia una política de la verdad. Madrid 2004, pp. 10-11.

{45} Slavoj Zizek, Repetir Lenin. Madrid 2004, pp. 11 y 29. Sobre la violencia. Seis reflexionesmarginales. Madrid 2009, pp. 11-12.

{46} Slavoj Zizek, En defensa de causas perdidas. Madrid 2008, pp. 166, 176 y 188.

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{47} Slavoj Zizek, En defensa de la intolerancia. Madrid 2009, pp. 11-12. ¡Bienvenidos a tiemposinteresantes!. Bizkaia, 2011, pp. 37, 55.

{48} Slavoj Zizek, Arriesgar lo imposible. Conversaciones con Glyn Daly. Madrid 2006, pp. 62 y 64,100, 157.

{49} Fidel Castro Ruz, «El mundo medio siglo después», El Viejo Topo nº 205, febrero 2010, pp. 19-24.

{50} Ignacio Ramonet, Fidel Castro. Biografía a dos voces. Barcelona 2008, pp. 16 ss.

{51} «Chávez del pueblo», El Viejo Topo nº 303, abril 2013, p. 28.

{52} «Crónica de una jornada con Nicolás Maduro», El Viejo Topo nº 308, septiembre 2013, p. 5.

{53} Conversación entre Pablo Iglesias y NEGA LCDM, ¡Abajo el régimen!. Barcelona 2013. Véaseigualmente Pablo Iglesias Turrión, Maquiavelo frente a la gran pantalla. Cine y política. Madrid 2013.

{54} Peter Sloterdijk, Crítica de la razón cínica. Madrid 2009. Véase igualmente Margarita Martínez,Sloterdijk y lo político. Buenos Aires 2010, pp. 13 ss.

{55} Véase Razmig Keucheyan, Hemisferio izquierda. Un mapa de los nuevos pensamientos críticos.Madrid 2013, pp. 253 ss.

{56} ABC, 22-X-2013. El Mundo, 23-X-2013.

{57} Henrik Ibsen, Un enemigo del pueblo. Buenos Aires 2007, pp. 107-108.

{58} «Balaclava», ABC, 26-X-2013.

{59} La Gaceta, 4-X-2013.

{60} Véase Javier Rodríguez Arana, El espacio de centro. Madrid 2001.

{61} «Socialismo, liberalismo, conservadurismo», en Veintiuno nº 33, primavera de 1997, p. 103.

{62} Chantal Mouffe, La paradoja democrática. Barcelona 2003, pp. 25-26.

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