ormeño y osses-nueva legislación sobre tierras indígenas en chile

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CUADERNOS DE LA REALIDAD NACIONAL %á> N» 14 OCTUBRE DE 1972 Trimestral Bernartl JEANNOT El problema mapuche en Chile Hugo ORMEÑO, Jorge OSSES Nueva legislación sobre indígenas en Chile María Ester GREBE, Sergio PACHECO, José SEGURA La cosmovisión mapuche Wilson CANTON! Fundamentos para una política cultural mapuche Christian LALIVE Sociedad dependiente, “clases populares” y milenarismo en ( Enrique COLINA, Daniel DIAZ Ideología del melodrama en el viejo cine latinoamericano Eugenio MAFFEI, Emilio MARCHETTI Estructura agraria y consejos comunales campesinos: situación actual, análisis y estrategia NOTAS DE INVESTIGACION Urs MULLES La voz de las cifras (un análisis de las elecciones entre 1957 y 1971) Franz HINKELAMMERT Consideraciones sobre las alternativas del cambio de las estructuras económicas en Chile Ariel DORF.MAN Salvación y sabiduría del hombre común: la teología de Selecciones del Render's Digest Luis BRAVO, Sonia SALAS La salud mental en la enseñanza básica PROGRAMA DOCENTE SEGUNDO SEMESTRE 1972 UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE CENTRO DE ESTUDIOS DE LA REALIDAD NACIONAL

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CUADERNOS DE LA REALIDAD NACIONAL %á>N» 14 OCTUBRE DE 1972 Trim estral

B ernartl JE A N N O T El problem a m apuche en ChileHugo ORM EÑO, Jorge OSSES Nueva legislación sobre indígenas en ChileM aría E ster G R E B E , Sergio PA CH ECO, José SEGURA La cosmovisión m apucheW ilson CANTON!Fundam entos para una política cultural mapuche

Christian LALIVESociedad dependiente, “ clases populares” y m ilenarism o en (E nrique COLINA, Daniel DIAZIdeología del m elodram a en el viejo cine latinoam ericano Eugenio M A FF E I, Em ilio M A RCH ETTIE structura agraria y consejos com unales cam pesinos: situación actual, análisis y estrategia

NOTAS DE INV ESTIG ACIO N Urs M U LL E SLa voz de las cifras (un análisis de las elecciones entre 1957 y 1971) Franz H IN K ELA M M ERTConsideraciones sobre las alternativas del cambio de las estructuras económicas en ChileA riel DORF.MANSalvación y sabiduría del hom bre com ún: la teología de Selecciones del Render's DigestLuis BRAVO, Sonia SALAS La salud m ental en la enseñanza básicaPROGRAM A D O CEN TE SEGUNDO SEM ESTRE 1972

UNIVERSIDAD CATOLICA DE C H IL ECENTRO DE ESTUDIOS DE LA REALIDAD NACIONAL

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CUADERNOS DE LA REALIDAD NACIONALN9 14 OCTUBRE DE 1972 Trimestral

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Bernard JEANNOT

3 El problema mapuche en Chile

Hugo ORMEÑO, Jorge OSSES

15 Nueva legislación sobre indígenas en Chile

f S O María Ester GREBE, Sergio PACHECO, José SEGURA

. T i N L ^ 46 La cosmovisión mapuche

3 . X^ Wilson CANTONI

Chrislián LALIVE

" iEnrique COLINA, Daniel DIAZ

Eugenio MAFFEI, Emilio MARCHETTI

análisis y estrategia

X p UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE

¿ CENTRO DE ESTUDIOS DE LA REALIDAD NACIONAL - CEREN

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VOTA!- DF. INVESTIGACION

La voz de las cifras (un análisis de las elecciones entre 1957 y 1971)

Urs MULLER

Franz HINKELAMMERT

175 Consideraciones sobre las alternativas del cambio de las estructuras

económicas en Chile

186 Salvación y sabiduría del hombre común: la teología de Selecciones del

Reader's Digest

Luis BRAVO, Sonia SALAS

202 La salud mental en la enseñanza básica

209 PROGRAMA DOCENTE SEGUNDO SEMESTRE 1972

213 COMENTARIOS DE LECTURAS

Nota: En nuestro número anterior fue omitido, por un error, el nombre del profesorJuan NOEMI al pie de su artículo Trascendencia y Transhistoria: la crítica marxista de la religión, en la página 278.

Los trabajos publicados por Cuadernos de la Realidad Nacional sólo pueden ser reprodu­cidos con autorización de la Revista.

Ariel DO REMAN

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El problema mapuche en ChileB e r n a r d J e a n n o t

Sociólogo, Dirección de Asuntos Indígenas

Si intentamos, en breves palabras, ¡singularizar la población mapuche dentro de la población chilena, debemos previamente precisar que esta última comprende dos tipos de poblamientos. El primero está constituido por los descendientes de los colonizadores españoles llegados del Perú y de las numerosas olas de colonos emigrantes, principalmente de origen europeo, que se sucedieron en Chile desde la llegada de Almagro en 1536 y sobre todo desde la de Pedro de Valdivia, en 1541. El segundo tipo está formado por los descendientes de los pueblos aborígenes radicados en esta parte de América, que antes de la llegada de los conquistadores españoles no era todavía Chile. En esa época, el mundo, vale decir el Occidente, terminaba donde empezaban los océanos. Sin embargo, desde muchos siglos antes, los antepasados mapuches actuales, como cual­quier otro grupo humano, trabajaban, guerreaban, oraban o festejaban en la pena o en la alegría. La llegada de los blancos significó para estas poblaciones y en particular para los mapuches, el status de pueblos con­quistados, a tal punto que se puede dividir a la población chilena con­temporánea entre los descendientes de los conquistadores y los descen­dientes de los pueblos conquistados.

Aunque existen en Chile numerosos otros grupos descendientes de estos pueblos conquistados, nos limitaremos aquí solamente a los mapu­ches y ello, por dos razones esenciales: Ellos solos representan más del 80% de los descendientes de estos “pueblos conquistados” y, además, por­que su lugar en el orden histórico-social chileno los hace un elemento de base para cualquier estudio de la realidad chilena contemporánea y muy principalmente en lo que al sector agrario se refiere.

Intentar comprender por qué el pueblo mapuche “ constituye pro­blema” en el Chile de 1972, obliga no sólo a remontarse en el curso de la historia chilena, sino que, sobre todo, a desarmar el mecanismo por el cual pudo constituirse un Estado chileno cuya existencia era con­substancial con la disolución, el aislamiento y la negación de una enti­dad sociocultural. A cuatro siglos de dominación social, política y eco­nómica, el Gobierno de la Unidad Popular pretende responder por una liberación del “hacer” de la minoría mapuche. El “ser” ha sido sufi­cientemente utilizado para su propia negación para que ya sea tiempo de reconocer a los mapuches no el simple acceso, sino la participación

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plena y entera de la praxis nacional. La cuestión no es más quién “ser” , siuo qué “hacer” . Es así como nos proponemos exponer las tareas cum­plidas en este sentido por el Gobierno del doctor Salvador Allende, así como las grandes líneas de su acción para los años venideros.

I. ORIGEN DEL PROBLEMA

Las teorías sobre el origen de la población del continente americano son numerosas, así como aquellas sobre el origen del pueblo mapuche. Estas se enfrentan en discursos más o menos elaborados dentro de los cuales no nos aventuraremos, y a los cuales remitimos a nuestros lectores que particularmente podrían interesarse en ellos '. Para noso­tros, el origen del problema mapuche, en la forma como lo constatamos en 1972, se remonta a la época en que los conquistadores españoles irrumpieron en el interior del conjunto sociocultural que formaban los antepasados de los mapuches actuales. En 1540, cuando la población blanca era de 154 personas, la de los indígenas, toda rebelada, alcanzaba al millón. Treinta años más tarde encontramos que, frente a 7.000 blancos se encuentran 450.000 indios pacificados y 150.000 indios rebel­des2, o sea, un total de 600.000. En 30 años, el 40% de los indios, vale decir, 400.000 individuos, han desaparecido. Lo menos que se puede decir es que la Conquista no fue un movimiento pacífico, sobre todo si se considera que en las postrimerías del siglo XIX, es decir, después de tres siglos de la llegada de los primeros españoles, la población mapuche no puede ser estimada en más allá de 150.000 personas.

1. La irrupción violenta

Frente a estos conquistadores sedientos de territorios para poblar, de mercados para conquistar, de almas para convertir, de lógica a expandir, el pueblo mapuche ofrecerá resistencia durante más de tres siglos (en una de las guerras más largas de la historia universal), infligiendo a los invasores bajas que fluctuaron entre veinticinco y cincuenta mil sol­dados. La guerra de Arauco comienza como una guerra de resistencia tribal. Su objeto es defender la zona o región en que están compren­didas sus tierras atacadas por los conquistadores. Pero el sometimiento de miles de indios, destinados a la explotación agrícola y minera, intro­duce un nuevo factor. Junto a las tribus que defienden sus tierras se levantan los indios explotados. Ya no es sólo una guerra de resistencia; es también una guerra que reviste caracteres de lucha social. Los con­quistadores y encomenderos representan una i potencia extranjera en lucha invasora contra un pueblo de menos desarrollo histórico que se une y actúa como una clase3.

Esta resistencia obliga a los estrategos de la conquista a reconocer que ella ha estado mal planteada y que hay necesidad de revisarla. Para ello, “ lo primero era salvar la zona comprendida entre el Maulé y el

1 Ver, sobre todo, Handbood of South American Indians, de Cooper Johan, 1946, donde, entre otras cosas, se encuentra una amplia bibliografía.

2 Mellafe, Rolando, La introducción de la esclavitud negra en Chile; Tráfico y rutas. Santiago, Ene. H. S. Ltda. 1959, p. 261.

3 Para más detalles sobre ese período, ver: Vítale, Luis, Interpretación Marxista de la Historia de Chile, Tomo I, Pía, 1971.

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Biobío” 4. Es así como el 9 de enero de 1641 fue firmado el Tratado de Quilín, por el cual se reconocía formalmente el Biobío como el límite norte del territorio de la Araucanía. Pero en el hecho, este no fue jamás reconocido porque entraba en contradicción con la insaciable acumula­ción primitiva de capital de los encomenderos y la racionalidad de la conquista de América. Y tanto es así que, mientras los españoles con­solidaban sus posiciones, proseguía la penetración en el territorio de la Araucanía. Esta segunda fase de la irrupción primera estará caracte­rizada por incesantes combates de tipo guerrillas, así como periódicos levantamientos armados de carácter general, y luego, por la imposi­ción ya irreversible de la cultura dominante. A través de la dinámica histórico-social, movilización-desmovilización de los mapuches (conse­cuencia de innumerables convenios resultantes de las guerrillas o le­vantamientos o viceversa), se introducirá el conocimiento y uso de nuevos cereales, de nuevos vegetales, de animales domésticos (caballos y bueyes, principalmente), el uso de los metales, e tc .. . , todos éstos aportes materiales a los cuales debe agregarse la miscegenación, la ins­talación de colegios, sobre todo dirigidos por misioneros católicos, la introducción del valor de cambio, de la economía monetaria en una so­ciedad que sólo conocía el valor de uso y la economía natural sin mer­cado. Consecuentemente, todos esos valores occidentales tienden a re­constituir adentro de la psique que los adopta, la estructura mental que ellos expresan.

Es así como durante dos siglos y medio de dominación española, el pueblo mapuche va a vivir entre la guerra y la paz, las torturas de su desaparición física, a través de la guerra, represión y mestizaje, de su negación territorial (a través de la ocupación), de su desintegración política, social y cultural (a través de la instalación cada vez más as­fixiante de un dominio extranjero, con su idioma, sus leyes y sus prohibi­ciones) ; en suma, de su dominación económica (a través de la implan­tación de una economía de mercado).

Se comprenderá fácilmente que el grado de resistencia de un pueblo tiene sus límites. Es así como al comienzo del siglo XIX, en la época de la constitución de la República de Chile (1810), las confrontaciones militares van a disminuir y casi desaparecer por completo. En efecto, en la lucha para imponer la cultura occidental, la alienación no es sólo experimentada por el pueblo explotado, sino también por el pueblo ex­plotador. En Chile, como en numerosos otros países de América latina, este último es oprimido por el mismo opresor de aquellos que él contri­buye a dominar. Se trata de un imperialismo que se da a diferentes nive­les. Este simple hecho explica, por una parte, el advenimiento de la Re­pública chilena y, por otra parte, la circunstancia de que este adveni­miento no solamente no haya modificado la estructura de relaciones sociales generadora del poder económico y político, sino, por el con­trario: la estructura de poder de la República constituida es la antigua estructura ahora fortalecida y ampliada por la independencia.

La ideología liberal y democrática de los artífices de la liberación chilena va ahora a chocar con la estructura de poder real de los terra­tenientes. Con la Independencia, la política del Estado chileno relativa a la integración nacional del mapuche va a expresarse fundamental­

4 Encina, Francisco, Historia de Chile, Tomo II, pp. 366-367, Santiago, 1949.

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mente en la legislación sobre el “ indígena” y en el subsistema legal de­rivado de ella. Esta política será la resultante de dos concepciones que se enfrentan. La primera concepción o el primer sistema, como lo ex­presa Ignacio Domeyko 5 “se fúnda casi exclusivamente en la fuerza, en el terror, en la propaganda por las armas” . Esta concepción radical se fundamenta en la inferioridad intrínseca, consustancial del indígena (es decir, siendo parte de la esencia misma de la naturaleza del indio): “por la naturaleza de carácter, el indio es indomable, enemigo encar­nizado de los cristianos, feroz, opuesto a todo orden y disciplina, alta­nero y atrevido” . Fluye de ello una política racista y destructiva. La segunda posición o el segundo sistema, impregnado, por el contrario, de la idea de la unidad del espíritu humano, trata de reconocerle un lugar al indígena en la medida en que éste acepta el modelo universal, el único válido, el m ejor. . . , etc., que se le propone. Esto es lo que Domeyko expresa cuando afirma: “El objeto principal que se propone, no puede ser otro que el de reforzar aquellas ideas, costumbres e incli­naciones de la población india, que más se oponen a su verdadera civi­lización” . Entre estas dos posiciones tan reductoras la una como la otra, la política del Gobierno va a ser una oscilación permanente entre sus propios intereses, los intereses del Estado y los supuestos de la población indígena.

2. La irrupción legal

Toda la historia del pueblo mapuche, desde la independencia chilena y hasta nuestros días, puede colocarse bajo el signo de la “ irrupción legal” , como sucesora de la “ irrupción violenta” que caracterizó a la colonización española. Esta irrupción ofrecerá, durante el curso de la evolución histórico-social del sistema chileno 6 diversas formas y con­tenidos, sin que en ningún momento su objetivo central deje de ser el de tratar de “subordinar al mapuche a las estructuras nacionales y re­gionales del poder económico y político e integrarlo a la nación me­diante su desaparición como minoría nacional” . Este objetivo es justi­ficado en nombre del progreso nacional y en nombre de la civilización y desarrollo del mapuche, en la medida en que desaparezca como mi­noría étnicamente diferenciada y atrasada. (En toda la legislación, incluso en proyectos legislativos, no se encuentra una sola afirmación de respeto o estímulo a la personalidad cultural distinta del indígena) 7.

Esta irrupción legal puede dividirse en tres etapas sucesivas:

a) El período de plena capacidad jurídica del indígena, que va desde el Reglamento - Ley de 1813 hasta la Ley de 1852

Este período, impregnado del espíritu igualitario de la Revolución Fran­cesa, lleva a O’Higgins, en 1819, a dictar un decreto mediante el cual se transformaba a los indígenas en ciudadanos de pleno derecho, para

5 Ignacio Domeyko, Araucanía y sus habitantes, Editorial Francisco de Aguirre, segunda edición, Santiago, 1971.

6 Sobre la noción de sistema, estructura y objeto, ver, Racionalidad e Irracionalidad en Economía, Maurice Godelier, Ed. Maspero, París, 1968.

7 Para todo lo que trata de la legislación indígena nos hemos largamente ayudado deP excelente trabajo de Wilson Cantoni: Legislación indígena e integración del mapuche, diciembre 1969, San­tiago, Chile.

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terminar con la situación en que “nacían esclavos, vivían sin participar de los beneficios de la sociedad y morían cubiertos de oprobio y miseria” . Bajo este régimen, cuyo análisis resulta esencial para la comprensión de la política tradicionalmente adoptada de integración del indígena, la sociedad mapuche se va a encontrar sin ninguna defensa y privada de toda justificación de resistencia. Bajo el manto del ideario liberal de igualdad formal de derechos se va a pulverizar personas y grupos efec­tivamente desiguales en su fuerza económica y cultural.

Con el tiempo, el Estado va a querer extender su dominio sobre la Araucanía, que de territorio administrativamente no organizado pasará a gozar de la misma estructura administrativa que el resto del país. Para el Estado chileno, la zona de la Frontera, la Araucanía, va a ser reemplazada por las provincias de Biobío, Arauco, Mailleco, Cautín, Valdivia, Osorno y Llanquihue. Si se quería poblar esas provincias, ha­bía que detener la implantación anarquista de pioneros (en la frontera del banditismo) y retomarla en forma ordenada y metódica. En efecto, si el Estado pasa a caucionar la instalación de colonos, tanto chilenos como extranjeros (alemanes, franceses, suizos. . . ) tiene que asegurar sus protecciones y defensas frente a las bandas de aborígenes que en todo momento podían hacerlos objetos de sus ataques. Por ello, y como corolario del establecimiento de la gran propiedad, se impone la crea­ción de la propiedad indígena. Es así como llegamos al segundo período de esta irrupción legal.

b) El periodo de pacificación y de radicación. De 1853 hasta 1929

Lo que puede presentarse como una conquista de la población mapuche no resulta en la realidad sino la consagración del fenómeno de domi­nación, de pulverización, de desintegración experimentados por la so­ciedad mapuche.

A partir de 1852, es decir, después de una treintena de años de la supuesta igualdad de derechos, la colonización espontánea, es decir, anarquista, violenta, efectuada por los particulares, crea una cierta efervescencia propicia a la reanudación de los combates por parte de los mapuches, a la cual responde una especie de “ fiebre acaparadora” de los colonos ya instalados y de los recién llegados. El Estado, enton­ces, deseoso no solamente de dirigir, sino de consolidar su política de colonización, debe tomar medidas para terminar con un liberalismo des­tructor que puede llegar a su eliminación misma. Es así como la ley de 4 de diciembre de 1866 prohíbe a los particulares la compra de terrenos indígenas que no tienen títulos de dominio, quedando sólo el Estado exceptuado de dicha prohibición. (Se exige de los aborígenes la pre­sentación de un título de dominio, pero tanto en la teoría como en la práctica éstos eran casi imposibles de conseguir, tanto por el aisla­miento geográfico y cultural de los mapuches, cuanto por la ambigüedad de las leyes). Una comisión de ingenieros radicará a los indígenas en los terrenos que estén ocupando de modo efectivo y continuado por el plazo de un año, pasado el cual pasarán a ser dueños legales mediante la donación de un título de merced en nombre de la República. Las demás tierras se refutaron baldías y, por consiguiente, del Estado. La extensión del derecho de propiedad al indígena es hecha tanto a título individual (propiedad particular de un indígena) como a título comu­nitario.

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Esta ley ha sido acusada de haber creado el problema de las comu­nidades indígenas, al reconocer el derecho de propiedad en forma co­munitaria. Pero la ley no creó la comunidad indígena, que preexistió a ella, sino que tuvo que ajustarse a la realidad de la organización social del indígena, que no contenía el concepto ni la norma de la propiedad privada del suelo. Además, era del interés del Gobierno utilizar la ascendencia y el liderato de los caciques (lo que habría sido imposible con la desorganización de la base social de ese liderato) 8, como medida táctica y transitoria. Es decir, que el reconocimiento de la comunidad indígena no buscó la conservación deliberada de la etnia mapuche, sino más bien fue la condición previa de su negación. Por ejemplo, el criterio adoptado de ocupación continuada y efectiva de un año, por lo menos, para la donación del título de merced, tiende no solamente a privar al indígena del territorio natural que él ocupaba reduciéndolo a la por­ción cultivable durante un año, sino que rompe el sistema económico aborigen con el sistema de rotación de tierras y, a través de éste, la organización política y social de todo el grupo étnico.

Es así como, mediante 30 años, de 1853 a 1884, va a producirse lo que podríamos llamar la planificación de la colonización del territorio hasta allí ocupado por los mapuches, y es merced a la política de paci­ficación basada en el reconocimiento de título de merced, respecto a lo cual es significativo hacer notar que no comenzó a ser otorgado sino en 1884, después del aplastamiento del último levantamiento mapuche.

Durante casi 50 años se otorgaron títulos de merced. Este tiempo va desde los años 1884 a 1929, período que dejó, a pesar de las leyes dic­tadas en su transcurso, toda libertad a los colonos, para “ arreglar” , los deslindes de sus propiedades. Para tener una idea aproximada del proceso de radicación, es decir, de concesión de tierras a la población mapuche, basta decir que entre 1884 y 1929 se otorgaron 3.078 títulos de merced con 475.423 hás. en beneficio de 77.751 indígenas, lo que re­presenta aproximadamente 6,1 há. por persona. A título de comparación y para justificar nuestros ataques a esta legislación, podemos agregar que en ese mismo período el Estado chileno otorgó a colonos 9.000.000 de hás. que representaron la superficie total de las provincias de Bío-Bío a Llanquihue, restada ya la superficie otorgada a los mapuches. Mien­tras que se distribuía en promedio 6,1 há. a cada mapuche, se entre­gaba a cada colono lotes de quinientas hectáreas.

Sin embargo, la propiedad indígena quedaba, por una parte, como una espina clavada en el afán de acumulación de la gran propiedad. Por otra parte, el sector latifundista necesitaba más que nunca una mano de obra barata, inculta y enteramente sometida. A estos dos problemas las “reducciones” oponían un obstáculo insuperable. Se puso fin a esta situación en 1929, entrándose en la tercera fase de la irrupción legal.

c) El proceso de división de las comunidades

El proceso de división de las comunidades empezó a implantarse en 1929, de acuerdo a la ley de agosto de 1927, que creara el Tribunal Espe­cial de División de Comunidades y cuyos defectos y errores hicieron que fuera reemplazada por la Ley 4.111, de junio de 1931.

La situación legal establecida en 1931 se mantuvo estable por más de treinta años. Esencialmente sigue vigente hasta el día de hoy. Da

8 Cacique, palabra española para designar Loñko, en mapuche. Representa al jefe de un grupo de parentesco localizado y esencialmente autónomo.

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curso a la política de división de las comunidades, que tiene que ser pedida, a lo menos, por un tercio de los comuneros (este quórum, sin ser democrático, de cualquier modo es una victoria del indígena con relación a la Ley de 1927, que estipulaba que el Tribunal especial pro­cediera a la división de todas las comunidades, independientemente de la voluntad de ellos). Por otra parte, el artículo 5 de esta ley (de 1927) era letra muerta, ya que declaraba que “el Tribunal procedería previamente, sin forma de juicio, a restituir la integridad de los terre­nos comprendidos en el título de merced y en los planos respectivos. En otras palabras, significó que las usurpaciones que hasta la fecha se producían podían seguir impunes.

Este período va a estar caracterizado por la voluntad del Estado de poner término a la propiedad indígena comunitaria, procediendo a la división de los terrenos otorgados años antes. Es decir, que después de haber desposeído a la sociedad mapuche de la integridad de su terri­torio, de habérselo confundido entre 9.000.000 de hás., haciendo impo­sible todo reagrupamiento social, toda ayuda mutua, todo fortaleci­miento de su unidad, el cuerpo social desmembrado, se ha llegado al extremo de su liquidación por la ruptura del último “significado” de su unidad. En efecto, esta división, que ha hecho del mapuche un minifun- dista sin acceso al crédito, sin acceso a la educación, sin acceso a los circuitos que le permitirían salir de su estado de dominación, lo deja en un estado subproletario. Una vez la comunidad dividida, el indíge­na ebtiene el derecho de vender su propiedad libremente, lo que es una manera suplementaria de obligarlo, aún más rápidamente, a integrarse al subproletario de las ciudades o del campo. Quitando la tierra al ma­puche, después de habérsela concedido “ con gotero” , se le priva, no solamente de la posibilidad de vivir, sino, lo que es más grave, se borra a la fuerza su ser social diferente, se borra de golpe la minoría nacional.

En resumen, el origen del problema, que se remonta a la irrupción de los españoles, es la consecuencia lógica de la colonización de Chile por las poblaciones blancas. A la dominación violenta e impuesta sucede la dominación legalizada, que bajo la máscara del interés de la minoría nacional mapuche, no ha hecho más que radicalizar su tarea de disolu­ción. Toda la historia de esta dominación es la historia de la incapaci­dad de la clase dominante, desde los conquistadores hasta los sectores medios y urbanos, de resolver el problema que planteaba y plantea aún hoy día la población mapuche como minoría nacional. Pero, ¿cuáles pueden ser las características de esta minoría, hoy día?

II. EL ESTADO ACTUAL DE LA MINORIA NACIONAL MAPUCHE

De los cuatro grupo aborígenes que forman parte de la nación chilena, los aymarás del norte, los mapuches en el sur, los fueguinos en el extre­mo sur y los nativos de la Isla de Pascua, los araucanos o mapuches son, sin lugar a dudas, los más numerosos e importantes, como ya lo hemos señalado. Relevante también es el hecho de que están enclavados en una extensa zona que abarca alrededor de siete provincias de la región centro-sur del país, de gran importancia agrícola, en la que son afec­tados, cada día más y de manera directa por el proceso de Reforma Agraria.

Los mapuches constituyen en Chile una subcultura nacional, y al referirnos al concepto de subcultura no lo hacemos en tono peyorativo, sino constatando lisa y llanamente la existencia real de una cultura con matices propios diferenciados de la cultura mayoritaria del país. Sin embargo, al mismo tiempo los mapuches son parte del campesinado chileno y comparten con él la opresión de una clase.

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a) Estado antropológico

No estamos muy seguros de no caer en un mito huinca9 al intentar ha­cer una síntesis antropológica del pueblo mapuche. Conceptos como la “negritude” en Africa, el indianismo en México, son mitos creados por los blancos y muchas veces asimilados por la clase dominante autóc­tona. En este sentido, el nacimiento de la “ indianidad” chilena, no es quizás sino el reverso de una percusión suscitadora de un nuevo racismo contra la “abolición de la diferencia en la transparencia” .

En todos los casos en que los mapuches utilizan sus últimas parti­cularidades como el “significante” de su opresión o aun usan su idioma como una metalengua de contra-dominación, nosotros tenemos que so­brepasar el juego peligroso de la definición del indio por una oposición interna a una pareja dicotómica indio/ladinos, mestizo, descendiente de español, conquistador o huinca. El peligro, aquí, no está en la dife­rencia, sino en el riesgo de pasar de una situación de dominación a otra, por una falta de clarividencia que consistiría en continuar afirmándose bajo el sello de la opresión con el fin de ganar una liberación mayor. Sabemos que es propio de la liberación ser infinita y -ser como paso obligado de la estructura en evolución (entendemos por eso el aspecto positivo, dinámico, de todo sistema y por consecuencia de toda estruc­tura) 10.

Estas pocas líneas eran sin duda necesarias para ponernos en guar­dia ante la facilidad de caer en un indianismo irreal y etnocéntrico. Definir en algunas frases el estado antropológico de la sociedad ma­puche es definir el estado de su totalidad n . La población mapuche se estima, hoy en día, en alrededor de 600.000 personas, de las cuales 450.000 estarían repartidos en el sector rural y 150.000 en el sector urbano. Esta población urbana doblemente o triplemente desplazada, constituye un subproletariado submiserable y explotado, condenado a las tareas más bajas. Se distribuye en gran parte en las tres grandes ciudades de Chile: Concepción, Valparaíso y Santiago. Los mapuches ,que viven en ciudades de segunda importancia no pueden ser contados como verda­deramente urbanos por la estrechez de los lazos que guardan aún con el sector rural vecino.

Los 450.000 mapuches del sector rural se reparten en las 7 provincias del centro-sur de Chile, de Bío-Bío a Llanquihue, entre los 37° y 40° de la latitud sur.

La antropología piensa el acontecimiento en el seno de una estruc­tura y discierne las estructuras a través de los acontecimientos. En este sentido la única estructura que nos permite pensar al mismo tiempo en la identidad y la diferencia es la del sistema económico que en su totalidad nos obliga a buscar su nexo interno o su relación de corres­pondencia con los otros sistemas que pueden, en función de la historia, dominar o ser dominados por él. Evidencia aún más clara cuando se trata del estudio de una sociedad en transición 12 como es la sociedad mapuche. De un sistema seminómade basado en la caza, la recolección y la agricultura, hemos pasado a un sistema sedentario, esencialmente agrícola, en unidades culturales geográficamente dispersas y aisladas las unas de las otras. A través de una transformación obligada de la racionalidad económica se han transformado las otras racionalidades, como el sistema de parentesco, el sistema político y e¿ sistema religioso.

J* Huinca — extranjero, quien no es mapuche y por extensión palabra que designa los blancos en mapuduojún (idioma mapuche).

10 Sobre los problemas de dicotomías: colonizador/colonizado; dominador/dominado; explotador/ex- plotado con aplicación a la “Judaidad” . y er los libros de Albert Memmi.

11 Notaremos que la acción del hombre es adelantar una situación histórica dada, determinada, de constituir una nueva totalidad. La acción revolucionaria debe adelantar esta totalidad.

12 Mischa Titiev, Araucanian Culture in transition, University of Michigan, 1951.

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El modo de producción actual es de autoconsumo, esencialmente individual, incluso si persisten, cada vez menos, ciertas manifestaciones comunitarias como el “ mingaco” , que reúne un grupo egocéntrico de parientes y amigos del organizador, o el “keluwn”, en el cual participa menos gente, solamente parientes y vecinos cercanos del organizador, manifestaciones que aún dan lugar a todo un sistema de prestaciones y contraprestaciones mal conocidas por falta de estudios profundos. Los intercambios se hacen a la vez a „ravés del sistema global (economía monetaria) y a través del “ trueque” . Este último parece más bien res­ponder a una situación de profunda inferioridad económica (se estima que el nivel de ingreso de una familia mapuche es de E° 4.500 al año) más que a un verdadero intercambio socioeconómico.

Los sistemas socio-político y de parentesco parecen haber sido prácticamente destruidos por la autoridad chilena cercana. La autori­dad interna, aunque limitada, de las comunidades, es una organización informal que reagrupa a hombres de buena posición económica, según el criterio mapuche, y que puede representar la opinión pública. El sistema de parentesco de carácter patrilinial (parece ser el resultado de la manera en que fueron entregados los terrenos, a través de los títulos de merced) tiende cada vez más a no reagrupar sino a la familia nuclear, antes de la disolución de la familia extensa. “En términos generales se puede decir que la formación de las reducciones tuvo como consecuencia el debilitamiento de la organización sociopolítica de los mapuches hasta tal punto que virtualmente desaparecieron las autori­dades formales internas; los grupos más amplios gradualmente pier­den su significado organizador e integrador y crece la independencia y aislamiento del grupo familiar” 13.

El sistema religioso, basado sobre la machi, debilitado por la acción de los misioneros, parece confundirse con las fiestas que, como el ngui- llatún, constituyen las /últimas manifestaciones de encuentros de los componentes de cada comunidad o del conjunto de comunidades. Final­mente, la unidad de la sociedad mapuche se da básicamente en térmi­nos de identidad sociocultural. Esta identidad se logra para los mapu­ches a través de criterios difusos y tan variados como: los rasgos físicos, los apellidos, el idioma, ser habitantes de una reducción, la posesión de una cultura propia y diferenciada de las otras culturas aborígenes chi­lenas y de la sociedad global, etc. Si bien es cierto que la sociedad ma­puche, como minoría nacional, existe, no es menos cierto que cada vez es más difícil discernir su originalidad “ esencial” fuera de la sociedad dominante que la engloba.

b) Estado sociológico y estructural

Como acabamos de verlo, toda caracterización de la minoría nacional mapuche pasa por el análisis de las relaciones de ésta con la sociedad chilena en su conjunto. No es tan seguro que la aculturación form al14 del pueblo mapuche no sea ya un hecho consumado. En todo caso el paisano mapuche, al igual que su vecino no-mapuche, sufrió la misma explotación, la misma dominación. El sistema aplicado en el sector rural chileno ha buscado siempre la desaparición del mapuche como entidad étnica diferente, no para ingresarlo plenamente a la nación chilena sino para unirlo al grupo del subproletariado campesino chileno, de manera que se le aplique el mismo tipo de política. Es así que a la desorgani­zación de la racionalidad mapuche se agrega el control cada vez más severo de la tierra, a través del proceso de minifundización. División de las comunidades, a lo que es necesario agregar la usurpación violenta

13 Milán Stuchlik, El estado actual de la sociedad mapuche. U. de Chile. Documento memo.14 Ver Bastide, Roger, Le prochain et le lointain, pp. 137-148. Ed. Cujas. París, 1970.

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o legalizada de las tierras otorgadas por los títulos de merced y el cre­cimiento demográfico. Hoy en día se calcula que cada indígena en pro­medio apenas alcanza a tener entre 0,9 y 1,4 hás.

En cuanto al derecho a la educación, la marginación, es decir, la negación a este derecho, es aún más evidente. Se calcula que de toda la población mapuche, 30 personas tienen títulos universitarios y más o menos 300 son profesores primarios. Así, si bien es cierto que toda estructura social representa una apariencia de realidad, podemos afir­mar que la realidad de las superestructuras que engloban el modo de producción y las relaciones de producción de la minoría mapuche, es objetivamente dominadora, opresiva y reductora. Tres características conceptuales que se verifican concretamente en la vida cotidiana de los individuos a través del desarrollo de sus fuerzas productivas. Estas relaciones sociales se comparten con todos los campesinos chilenos, pero con una dominación suplementaria: la dominación de su raza. Los mapuches constituyen una minoría nacional oprimida y son, tal como Lenin consideraba la situación de los judíos en la Rusia zarista, doble­mente dominados: dominados como clases y dominados como raza.

La pertenencia objetiva de los mapuches al proletariado chileno es fácil demostrarla. Su originalidad no está en la “diferencia” , sino en el lugar especial que ocupan, por un lado, como clase explotada par­ticipando en la lucha de clases al lado de todos los chilenos y, por otro, como minoría nacional, desarrollando una lucha por su reconocimiento y su integración a la nación: el movimiento es doble y toda la obra del gobierno de la Unidad Popular consiste en no frenar este dinamismo revolucionario objetivo, en no impedir el antagonismo de esas dos fuer­zas, sino que por el contrario, en unirlas para fortalecer la lucha de clases en el campo. Así es como también la lucha del gobierno es contra los sectores de derecha, que frente al peligro de la dictadura del pro­letariado, han buscado siempre su división y, en este cuadro, la exacer­bación de las minorías nacionales.

III. LAS TAREAS CONCRETAS REALIZADAS POR EL GOBIERNO DE LA UNIDAD POPULAR

La victoria del Gobierno de la Unidad Popular fue la victoria de la utopía sobre la ideología. En efecto, si nosotros hacemos de la utopía una forma especial de la ideología, es decir, “un proceso de pensamien­to que recibe su impulso no de la fuerza directa de la realidad social, sino de conceptos tales como símbolos, ficciones, sueños, ideas que son en el sentido más comprensivo del término, no-existentes” 15, somos lle­vados a oponer en el interior de nuestra sociedad de clase las ideologías propiamente tales que “persiguen un fin de estabilización de la realidad social” y “ las utopías que tratan, por el contrario, de cambiar esta rea­lidad” . A este nivel las utopías no pueden definirse como irrealizables. Esta noción de “ irrealizable” se hace relativa desde el punto de vista de un orden social determinado, el que domina actualmente. De allí, la conclusión de un Mennheim, que deja a la utopía todo su valor crea­dor: “Nosotros consideramos como utópicas todas las ideas que tras­cienden una situación (que no es solamente la proyección de nuestros deseos) y que tienen, en alguna medida, el poder de transformar el orden histórico-social existente” ie.

Pero no es sin razón que Marx y Engels han designado de “socialis­mo utópico” las primeras formas del socialismo. Sin ser propiamente de la “naturaleza” , ellas tendían a definir lo que debería ser un estado

15 Mannheim, Ideología and Utopia, Londres, 1936 (p. 173 de la trad. esp. México, 1941).16 Ibid (p. 180 de la trad. esp.).

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natural de los hombres en sociedad. Nuestra utopía, al contrario, se coloca en el interior de la lucha de clases y se amarra a la historia. En este cuadro la Unidad Popular, representada por Salvador Allende, ob­tuvo el acceso a dos instrumentos esenciales, la ley y la institución. ¿Cómo fueron utilizados estos medios frente al problema mapuche? He aquí la cuestión a la cual nos proponemos responder.

Las posibilidades legales del gobierno son materializadas por dos leyes: la Ley de Reforma Agraria N9 16.640, del 28 de julio de 1967, del gobierno de Frei, y la Ley de Indígenas N-' 14.511, de 3 de enero de 1961, del gobierno de Jorge Alessandri. La primera consagra la pertenencia de la sociedad mapuche a la clase campesina chilena, permitiendo su incorporación a los beneficios de la Reforma Agraria. Esta incorpora­ción ha sido extremadamente débil durante el gobierno de los demócra- tacristianos, pues no tanto en los hechos, pero sí en la teoría, ella pre­suponía la desintegración del pueblo mapuche, es decir su disgregación como minoría nacional. Esta afirmación no es de ninguna manera gra­tuita, ya que toda la oposición de los sectores tradicionalmente reaccio­narios al proyecto de ley expuesto por el Gobierno desde mayo de 1971, con el fin de reemplazar la ley de indígenas de 1961, descansa sobre este postulado: todo arreglo del problema mapuche en Chile pasa por la desaparición de ellos como entidad, grupo, etnia, comunidad, etc.. . , es decir, como minoría nacional.

En efecto, la herramienta legislativa que representa la Ley Indí­gena N° 14.511, de 1961, obstruye las posibilidades de acción del go­bierno porque ella vuelve prácticamente a la Ley de 1931, y no sola­mente sin ningún cambio verdadero, sino además no tomando en cuen­ta la degradación de la situación del indígena. El crecimiento demo­gráfico, la pérdida de terrenos por usurpaciones o por venta después de la división de las comunidades, el desgaste de los suelos, la incapa­cidad estructural de competencia de los pequeños explotadores a través de la dominación capitalista del modo de producción y de comerciali­zación y del otorgamiento del crédito, la ausencia de todo acceso a la educación, a la salud... la negación de toda representación política que no sea individual, e tc... han llevado naturalmente a los propios cam­pesinos a la iniciativa de un cambio de la legislación indígena. En el Segundo Congreso Nacional Mapuche, en diciembre de 1970, en Temuco, se aprobó un proyecto de ley que después de una larga discusión sirvió de base al que ha elaborado el gobierno. Este proyecto, presentado al Congreso Nacional desde mayo de 1971, postula las siguientes líneas de acción:

a) Rápida incorporación de los grupos indígenas a las actividades económicas, políticas y sociales de la comunidad nacional, eliminando paulatinamente toda diferencia de tratamiento, legislación o discri­minación.

b) Impulso e incremento a la productividad del trabajo y la plena ocupación de la mano de obra del pueblo indígena, por medio de pro­gramas de educación, asistencia técnica, crediticia, sanitaria, econó­mica . . .

c) Recuperación y aumento de los terrenos asignados en merced a fin de aumentar la proporción disponible por habitante indígena.

d) Sustitución del sistema de propiedad individual de pequeños lotes o hijuelas, por un sistema cooperativo que convierte a las comuni­dades en unidades perfectamente organizadas de producción.

e) Centralización y unificación de la labor del Estado frente al problema indígena en un organismo autónomo, dotado de facultades legales y recursos suficientes para promover y llevar a cabo el desarrollo integral de los grupos indígenas del país.

Además se establece que al lado de la labor puramente técnica de las medidas puestas en práctica, y a través de la creación del Instituto

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ce Desarrollo Indígena, será promovido el desarrollo social, educacional v cultural de los indígenas de Chile, considerando su “ idiosincrasia” y respetando sus costumbres.

La segunda obra llevada a cabo por el gobierno de la Unidad Popu­lar. y siempre sobre la iniciativa de los propios campesinos, es la crea­ción en Temuco de un Instituto de Capacitación Mapuche. En efecto, son los mapuches ellos mismos, los que han hecho notar al Ministro de Agricultura que en la ley de 1961 existía un artículo, el N9 99, que de­claraba: “Autorízase al Presidente de la República para que, depen­diente del Ministerio de Agricultura, establezca en Temuco un Centro de Capacitación Agrícola Regional. . . ” Es así que con el aporte de or­ganismos como CORA, SAG, INDAP, CORFO, ODEPA, etc... se ha constituido una corporación de derecho privado, de duración ilimitada, con personalidad jurídica, que en julio de 1971 daba vida a este Insti­tuto de Capacitación. En construcción desde hace varios meses, debe tener capacidad en una primera etapa para 160 personas, quienes por turnos recibirán la capacitación adecuada con el fin de promover el desarrollo económico, social y cultural del pueblo mapuche, de mejorar sus condiciones de vida y de trabajo e impulsar su mayor participación en las actividades agropecuarias, forestales, industriales, pesqueras, ar­tesanales, etc.

Por fin, la tercera acción concreta del gobierno es realizada por la Dirección de Asuntos Indígenas. Esta institución centralizada, en todo tiempo caracterizada por su ineficacia (falta de personal y de financia­miento pero sobre todo falta de real voluntad política) ha visto este año aumentado su presupuesto en un 250%. Este organismo se consagra ahora a las tareas de restituir y emplear las tierras mapuches, de dar a los mapuches asistencia técnica y crediticia, y de formular una polí­tica educacional.

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Nueva legislación sobre indígenas en ChileH u g o O r m e ñ o M e l e t J o r g e O s s e s D a ñ in

Abogados de la Dirección de Asuntos Indígenas

INTRODUCCION

Desde hace por lo menos un siglo se viene arrastrando en Chile el de­nominado “problema indígena” , en términos de aceleración y agrava­ción progresiva. Lo que a mediados del siglo pasado constituyó tan sólo una cuestión de soberanía nacional, ha llegado a transformarse en un complejo problema de orden social que hoy rebasa todos los cauces institucionales y legales, amenazando convertir a varias provincias del país en un verdadero polvorín, si no se adoptan con prontitud las me­didas conducentes a evitarlo.

La ceguera e incapacidad de los gobernantes y de la sociedad chi­lena en general, para enfrentar el problema, han tenido como lógica consecuencia un empeoramiento de la trágica situación en que se en­cuentran aproximadamente 800.000 personas a lo largo y lo ancho del territorio nacional. No obstante reconocerse y ponderarse la existencia del “problema” , con sus profundas y tremendas implicancias en todos los órdenes, se ha persistido tozudamente en “no proponerse ningún plan general, ninguna solución coherente y consecuente del problema mapuche, pretendiéndose, en forma tácita, la chilenización lenta y larga de los mapuches” a.

En efecto, la actitud de los gobiernos ha consistido exclusivamente en establecer un conjunto de normas legales destinadas esencialmente a definir y reglamentar las formas de tenencia de la tierra, omitiendo toda incursión en los ámbitos culturales, sociales, económicos, educa­cionales y de otro tipo que el asunto ofrece en su complejo conjunco. Se ha entendido, hasta ahora, que el “problema” radica exclusivamente en los sistemas de tenencia y aprovechamiento de la tierra y con tal objeto se ha dictado una frondosa e intrincada legislación, a la que ni los propios indígenas han tenido acceso.

Sin embargo, la agudización de los elementos condicionantes del problema, que provocan profundas contradicciones con la actitud de la sociedad global, y el advenimiento al Gobierno de movimientos políticos que representan y defienden con autenticidad los intereses de las clases desposeídas, han generado los factores propicios para que se inicie la

1 El Estado Actual de la Sociedad Mapuche, Milán Sludelic y Vaclav Sale. Universidad de Chile, 1971.

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búsqueda de los caminos que, con realismo y sin temor, conduzcan a una solución justa, democrática y rápida de la situación.

Los propios campesinos indígenas, los partidos políticos populares y el Gobierno del Dr. Salvador Allende, han resuelto enfrentar la cues­tión indígena en toda su exacta magnitud, sin velos ni disfraces, a fin de poder lograr en conjunto una salida oportuna a la justificada presión que vienen ejerciendo en los últimos tiempos estos compatriotas que durante muchos decenios y a través de generaciones han debido sufrir derrotas, despojo, humillación y marginalidad.

Ciertamente el “problema indígena” no es el único ni probable­mente el más grave, en términos absolutos, que pesa sobre el país. Se encuentra en igual o muy parecido nivel al de todos los sectores explo­tados de la sociedad: campesinos, pirquineros, comuneros agrícolas del norte, pobladores marginales, etc. Sin embargo, tiene un grado de con­centración local que le otorga características altamente explosivas. El 72% de la población rural de la provincia de Cautín es mapuche, y poco menos del 50% de la población total de dicha provincia se encuentra vinculado pasivamente al problema. Los estudios sobre la materia, ge­neralmente parciales y asístemáticos, señalan que entre el 5% y el 10% de la población total de Chile es indígena.

El volumen y gravedad del asunto excusan toda otra fundamen- tación de las medidas que sobre el particular se adopten.

Una de las primeras determinaciones del actual Gobierno ha sido la de proponer una nueva legislación que, en lo fundamental, entregue las herramientas jurídicas e institucionales necesarias para encontrar la solución que se busca, sin descuidar, entretanto, la iniciación inme­diata de las labores más urgentes que la situación aconseja, a fin de evitar que la espera de nuevas fórmulas jurídicas produzca la esteri­lización de la acción presente.

En este ensayo trataremos de presentar una exposición sobre elPROYECTO DE L E Y QUE ESTABLECE NORM AS SOBRE INDÍGENAS enviado por elPresidente de la República al Congreso Nacional en mayo de 1971, y que actualmente se encuentra sometido a discusión en el Parlamento.

Para la adecuada comprensión de la actitud que asumen los ac­tuales gobernantes creemos conveniente deslizar una rápida mirada al comportamiento de la sociedad chilena frente a los grupos indígenas en los últimos 150 años, es decir, durante el período que históricamente se denomina republicano. Aunque el enfoque resultará necesariamente parcial, toda vez que se realizará desde un punto de vista meramente jurídico, restándole toda claridad que emana de su confrontación con las causas, situaciones coetáneas y resultados, al menos puede permi­tirnos una rápida comparación con el estado presente y explicarnos algunas de las razones fundamentales del proyecto de ley.

Pensamos, luego, que es de interés bosquejar algunas considera­ciones generales que estructuran y determinan la política indígena a que obedece el proyecto de ley, para terminar con un examen general de la iniciativa legal que nos preocupa.

Obviamente, por la naturaleza elemental de este trabajo, deberán soslayarse numerosos aspectos que tienen profunda incidencia en la so­lución planteada.

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ELEMENTOS PARA UN BOSQUEJO HISTORICO DE LA LEGISLACION SOBRE INDIGENAS

Desde los primeros años de la vida republicana se han venido dictando en Chile normas jurídicas destinadas a resolver algunos problemas plan­teados por la existencia de grupos indígenas, particularmente mapu­ches, que resistieron tenazmente al proceso de conquista y colonización realizados, primero por los españoles y, luego, por nacionales y extranje­ros que penetraron los territorios ubicados al sur del río Biobío.

Las normas jurídicas dictadas han obedecido a los criterios y las necesidades planteadas concretamente, de suerte que podemos señalar dos grandes etapas, ya cumplidas, y una tercera, que podría iniciarse con la aprobación del proyecto de ley que actualmente pende de la con­sideración del Congreso Nacional. El primer período comienza con el Decreto Supremo de 1? de julio de 1813, que ordenó la fundación de villas para indígenas; termina con la dictación de la Ley N? 4.169, de 29 de agosto de 1927, que creó los Tribunales Especiales de División de Comunidades Indígenas, y que puede caracterizarse esencialmente por 1a, preocupación legislativa de delimitar las tierras que conservarían los nativos y aquellas que pasarían al Estado en virtud del derecho de do­minio inmanente que éste ejerce en los territorios conquistados. El se­gundo período, desde la Ley 4.169 a la fecha, se distingue fundamental­mente por centrar todo el problema en la división de las comunidades indígenas, medio a través del cual se pretende incorporar a los indí­genas a la nacionalidad y abrirles las puertas a,l desarrollo y progreso. El tercer período puede, tentativamente, darse por iniciado el 19 de mayo de 1971, fecha en que el Presidente de la República, Dr. Salvador Allende, envió al Congreso Nacional el proyecto de ley ya aludido.

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I. PRIMER PERIODO: DE LA RADICACION

Señalábamos que esta primera etapa de la legislación indígena, que comprende 114 años, tuvo por finalidad principal esclarecer o delimitar los derechos de los nativos a las tierras que estaban ocupando, a fin de permitir al Estado disponer de las restantes en beneficio de colonos y particularmente de los intereses privados vinculados al Gobierno. Las normas legales dictadas fueron numerosas. Se pueden señalar las prin­cipales:

1. Decreto de 19 de julio de 1813 que, dejando constancia de la “extrema miseria, inercia, incivilidad, falta de moral y educación en que viven abandonados en los campos los Indígenas” , dispone que se rematen “ los pueblos de indios” , es decir, los terrenos que ocupan^ a fin de que con el producto del remate se formen “villas formales” , se entregue a cada familia indígena “una casa de quincha o rancho, con dos departamentos a los menos, y también su cocina y despensa, todo bien aseado” , se les reserve además una propiedad rural de la que “podrán disponer con absoluto y libre dominio” , y por una vez se dé a cada familia de indios una yunta de bueyes, con su arado, los ins­trumentos de labranza más comunes, las semillas para las siembras del primero año, y un telar para tejidos ordinarios de lana” . Finalmente, el mencionado decreto, luego de formular diversas declaraciones de orden teórico programático, designa una “Co­misión de Reducción y Venta de Pueblos de Indios” , formada por los senadores Juan Egaña, Joaquín Echeverría y Gabriel de Tocornal, con las más amplias facultades. Este primer acto de la organización republicana dirigido a indígenas lleva ya el germen de lo que habrá de convertirse en la política oficial y extraoficial del Estado y la sociedad chilena en toda la vida futura: privar a los indígenas de sus tierras, mediante la re­ducción y venta de sus “pueblos” .

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2 — Cuadernos

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2. Bando Supremo de 4 de marzo de 1819; decreta que los indígenas “para lo sucesivo deben ser llamados ciudadanos chilenos, y libres como los demás habitantes del Estado, con quienes tendrán igual voz y representación, concurriendo por sí mismos a celebrar toda clase de contratos, a la defensa de sus causas, a contraer matrimonio, a comerciar, a elegir las artes que tengan inclinación, y a ejercer la carrera de las letras y de las armas, para obtener los empleos políticos y militares correspondientes a su aptitud” . Termina expresando: “ Queda suprimido el empleo de Protector General de Naturales como innecesario” . Este ordenamiento jurídico, de notable inspiración libe­ral, pretendió lograr la igualdad e integración de dos culturas en conflicto mediante una disposición legal, haciendo caso omiso de una realidad diametralmente opuesta. La historia ha demostrado que ninguno de los propósitos igualitarios del mencionado Bando Supremo llegó a convertirse en realidad.

3. Ley de 10 de junio de 1823 y Decreto de 28 de junio de 1830, que ordena a los intendentes nombren un vecino para que “se instruya de los pueblos de indígenas que existan o hayan existido en su provincia” , a fin de que se midan, tasen y rematen los terrenos sobrantes pertenecientes al Estado. La ley mencionada dispuso, en el artículo 39, “Que lo actual poseído según ley por los indígenas se les declare en perpetua y segura propiedad” .

4. Ley de 2 de julio de 1852, que creó la provincia de Arauco, la que comprende en su demarcación “ los territorios de indígenas situados al Sur del Bío-Bío y al Norte de la provincia de Valdivia” . El artículo 39 autorizó al Presidente de la Bepública “ para dictar las ordenanzas que juzgue convenientes para el mejor Gobierno de la Frontera, para la más eficaz protección de los indígenas, para promover su más pronta civilización y para arreglar los contratos y relaciones de comercio con ellos” .

5. En virtud de esta autorización se dictaron los “ decretos de 14 de marzo de 1853, 10 de marzo de 1854, 4 de diciembre de 1855, 15 de enero de 1856, 17 de abril de 1856, 5 de junio de 1856, 9 de julio de 1856, 23 de marzo de 1857 y 16 de octubre de 1863, que fijan los procedimientos para la enajenación de terrenos de indígenas. Los princi­pios generales contenidos en esta reglamentación son los siguientes: a) toda compra de terrenos hecha a indígenas o de terrenos situados en territorios de indígenas re­quiere de la intervención de un funcionario del Estado (intendentes, gobernador de in­dígenas, etc.); b ) la intervención de dicho funcionario tiene por objeto “ asegurarse de que el indígena que vende presta libremente su consentimiento, de que el terreno que vende le pertenece realmente y de que sea pagado o asegurado debidamente el pago del precio convenido” ; c ) los títulos de transferencia o dominio deben ser registrados; d ) la reglamentación se hizo aplicable a las provincias de Arauco, Nacimiento, Valdivia, y al territorio de colonización de Llanquihue. No obstante todas las aparentes precauciones adoptadas por el Gobierno, la verdad es que los indígenas siguieron siendo despojados de sus tierras, mediante mil argucias de orden legal, a las que jamás pudo ponerse remedio.

6. El 4 de diciembre de 1866 se dicta una ley que dispone la fundación de pobla­ciones en el territorio de los indígenas y da normas para la enajenación de las propie­dades de éstos. La citada ley constituye uno de los hitos más importantes en el proceso de expoliación y despojo a que se venía sometiendo al pueblo mapuche. El artículo 49 establece la norma general en el sentido de que “los contratos traslaticios de dominio sobre terrenos situados en territorios indígenas, sólo podrán celebrarse válidamente cuando el que enajena tenga título escrito y registrado competentemente” . Y luego, el artículo 59 dispone que “ Para los efectos del inciso l 9 del artículo anterior (es decir, para que los indígenas también puedan celebrar contratos traslaticios de dominio sobre sus tie­rras), se procederá a deslindar los terrenos pertenecientes a indígenas por una comi­sión de tres ingenieros” . Este es el origen de la Comisión Badicadora y de los Títulosde Merced. El artículo 69 reputa como terrenos baldíos y, por consiguiente, de propiedad del Estado, todos aquellos respecto de los cuales no se haya probado (por los indí­genas) “una posesión efectiva y continuada de uno, por lo menos” . Mediante la apli­cación de esta norma la Comisión Badicadora que operó con posterioridad fue pri­vando a los indígenas de la mayor parte de sus suelos. Bastaba para ello, como constade las Actas de Badicación, con no tener por probada la posesión efectiva y continuadaa lo menos un año sobre los terrenos que realmente ocupaban los mapuches. El título les reconoce posesión sólo sobre una parte de lo que reclamaban. La misma ley dis­pone, en el artículo 39, que “ los terrenos que el Estado posea actualmente y los que en adelante adquiera, se venderán en subasta pública en lotes que no excedan de qui­nientas hectáreas” , pagándose el precio en cincuenta anualidades iguales, sin intereses.

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En suma, la ley de 4 de diciembre de 1866 facilitó la apropiación de las tierras de indígenas, tanto por el Estado como por los particulares.

7. Ley de 4 de agosto de 1874, que prohibió “ a los particulares la adquisición por cualquier medio de terrenos de indígenas” entre el río Malleco y el límite norte de la provincia de Valdivia, prohibición que, sin embargo, no rigió “ respecto de los fundos cuyos títulos estuvieren inscritos ya en la forma legal” . Asimismo dispuso que las fun­ciones atribuidas por la ley de 1866 a una comisión de ingenieros se desempeñarían por un ministro de la Corte de Apelaciones de Concepción (art. 79). A este magis­trado correspondió iniciar realmente el proceso de radicación en Chile, puesto que la Comisión de Ingenieros creada por la ley de 1866 jamás otorgó un título. Sus funcio­nes vinieron a ser ejercidas por este ministro de Corte y por la comisión creada por la ley de 20 de enero de 1883.

8. Ley de 14 de octubre de 1880, que dispone establecer “ dos colonias de indí­genas, una en la baja frontera, en el punto denominado los Altos de Tirúa, a treinta leguas al Sur de Cañete; y la otra en la alta frontera, a una legua hacia el río Traiguén” . Agrega que cada una de estas colonias se compondrá de trescientos lotes de tierra y cada lote, de veinte hectáreas.

9. Ley de zO de enero de 1883, que creó nuevamente la Comisión Radicadora de Indígenas, compuesta de un abogado y dos ingenieros designados por el Presidente de la República, prohibió a los indígenas por diez años enajenar sus tierras, aun las que tuvieren título registrado; y restableció el cargo de Protector de Indígenas. La comi­sión creada por esta ley tuvo una larga vida, ya que sólo fue suprimida por el artículo 45 de la Ley N9 4.802, de 24 de enero de 1930. Durante más de cuarenta años llegó a otorgar 2.919 títulos de merced, sobre 526.285 hectáreas de terreno, para 83.170 per­sonas. Su tarea, sin embargo, quedó inconclusa, ya que vastas zonas de las provincias de Valdivia, Osomo y Llanquihue no recibieron su visita, por lo que los campesinos in­dígenas no recibieron título alguno, problema que aún hoy día les crea grandes di­ficultades.

El período analizado termina con la Ley N° 4.169, de 29 de agosto de 1927.

En términos generales, puede decirse que esta etapa legislativa se caracteriza por lo siguiente:

a) Las normas jurídicas dictadas se refieren exclusivamente al pueblo mapuche, omitiéndose en absoluto toda referencia a los demás grupos indígenas del país, especialmente los del norte;

b) El propósito primero y probablemente exclusivo de la norma - tividad jurídica de la época fue resolver los conflictos entre el Estado chileno y los grupos indígenas respecto del dominio de los vastos terri­torios de la zona de La Frontera. Naturalmente en este conflicto triun­fó el poder del Estado, en beneficio generalmente de los grupos sociales detentadores del poder, de suerte que, en definitiva, se logró que los mapuches, dueños absolutos y exclusivos de cerca de 10.000.000 de hec­táreas, quedaran reducidos a poco más de 500.000;

c) Para facilitar el despojo, revistiéndolo, sin embargo, con al­gunos velos de legalidad, se establecieron fórmulas jurídicas como la in­tervención del intendente de Arauco, o los procuradores de indios, o las comisiones radicadoras, inspiradas todas en el afán de oficializar la ocupación de las tierras de indígenas para traspasarlas a latifundistas, traficantes y colonos;

d) Llama poderosamente la atención que en la fundamentación de casi todos estos cuerpos legales se deja constancia de que preocupa al Estado y al Gobierno los vicios y abusos que se cometen frecuentemente con los indígenas, a quienes se está privando por medios arteros y en­gañosos de sus tierras, sin que se adopten medidas realmente protec­toras;

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e) Las normas dictadas en muy pequeña medida pretendían pro­teger la integridad de las tierras de los indígenas;

f) En general, todas las leyes pretenden la incorporación o asi­milación de los indígenas, extinguiéndolos como etnia y como cultura. Por lo demás, ningún cuerpo legal reconoció la existencia de diferencias culturales y étnicas entre los nativos y los invasores, suponiendo que a los primeros sería fácil acoger las formas de vida de los últimos, especial­mente si se dictaban leyes imponiéndolas.

n . SEGUNDO PERIODO: DE LA DIVISION

La segunda época en la legislación sobre indígenas se distingue por postular, esencialmente, la división de las tierras de indígenas, a fin de asignar a cada comunero un retazo determinado de terreno. En este empeño se dictaron varias leyes que someramente indicaremos:

1. Ley N° 4.169, de 29 de agosto de 19z7, crea un tribunal especial, con asiento en Temuco, formado por un ministro de la Corte de Apelaciones de esta ciudad, un indígena y un agrimensor, para que proceda a la división de las comunidades indí­genas que tengan título de merced. Cabe observar que con esta ley se inicia un proceso de restricción de la aplicación del régimen jurídico especial, el que se ha venido agudizando en los años posteriores. La ley se aplicará sólo a las comunidades indí­genas que tengan título de merced, excluyéndose a todos los numerosos campesinos y tierras que no alcanzaron a obtener el reconocimiento de sus derechos por la Comisión Radicadora, la que pronto fue suprimida. La división y el régimen jurídico que es­tablece la Ley 4.169 se aplicarán, entonces, sólo a las tierras con título de merced. El ordenamiento jurídico en referencia contiene las siguientes ideas generales: a) la división puede solicitarla cualquiera de los comuneros; b ) antes de proceder a la di­visión, el tribunal procederá “ sin forma de. juicio a restituir la integridad de los te­rrenos comprendidos en el título de merced y en los planos respectivos” (art. 5Q); c ) las hijuelas en que se dividan las comunidades pueden ser libremente gravadas o enajenadas cuando el adjudicatario hubiere cumplido con la Ley de Instrucción Primaria Obligato­ria o cuando su cónyuge o hijos mayores sepan leer y escribir y, en este último caso, con autorización judicial; d ) a los indígenas que vivan en comunidades y no tengan título de merced se les considerará como colonos nacionales, debiendo radicárseles en terrenos fiscales, y e) la ley se aplica a todo el territorio nacional al Sur de la pro­vincia de Biobío, ésta inclusive. El Decreto Supremo N9 1851, de 4 de julio de, 1928 reglamentó minuciosamente la Ley 4.169.

2. Ley N° 4.802, de 24 de enero de 1930. Este cuerpo legal constituye otro pasoimportante en la legislación indígena, puesto que aporta nuevos elementos en la con­figuración de los esquemas que han venido rigiendo hasta,la fecha: a) desde luego, la ley crea los tribunales especiales llamados Juzgados de Indios, que tuvieron por prin­cipal misión dividir las comunidades indígenas y conocer de otras materias relacio­nadas con ellas; b ) la división debía llevarse a cabo “ de oficio” por el Tribunal, aunsin petición o contra la oposición de los comuneros, demostrándose con ello que el le­gislador vio con muy buenos ojos la propiedad singular y, a través de ella, la posibili­dad del desarrollo y prosperidad de los indígenas; c ) se establece que los terrenos de la comunidad sólo se adjudicarán a los comuneros que se encuentren domiciliados en ella, y que las cuotas de los ausentes se les enteraré en dinero (art. 99); d ) se resuelve en derecho sobre la situación jurídica de los ocupantes de terrenos de la comunidad, disponiéndose que los títulos emanados del Estado o reconocidos por éste prevalecen sobre el título de merced, y que, además, son expropiables los terrenos que los particu­lares deben devolver a indígenas por sentencia judicial, a fin de que permanezcan enpoder del particular vencido. Ambas instituciones, aplicadas durante más de 40 años, han servido para consumar el despojo de muchas tierras indígenas; e ) se establece una amplia libertad para enajenar los terrenos de indígenas, sin más limitación quet una formal autorización del juez de indios, requisito que también se suprime después efe los 10 años de promulgación de la ley,' a fin de que las tierras indígenas se incorporen al régimen común de propiedad; f ) se suprime la Comisión Radicadora de Indígenas, entendiéndose que el proceso de deslindamiento de la propiedad de los nativos ha ter-

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minado, lo que ciertamente no era eféctivo, ya que extensos territorios carecen aún hoyde todo título en favor de los indígenas.

3. Decreto Fuerza de Ley NQ 266, de 2O de mayo 'de 1931. Introdujo diversas mo­dificaciones a la Ley N9 4.802, destacándose entre ellas las siguientes: a) dispuso quela división de las comunidades sólo procedería cuando lo solicite la tercera parte de los comuneros; b ) amplía la competencia de los juzgados de indios, señala diversas normas referentes a la organización y funcionamiento de dichos tribunales, y e ) señala diversas otras normas de procedimiento.

4. Decreto Supremo Nq 4.111, de I 2 de junio de 1931. Fijó el texto definitivo de la ley sobre división de comunidades indígenas, liquidación de créditos y radicación de indígenas, es decir, la Ley N9 4.802, con las modificaciones que le introdujo el Decreto Fuerza de Ley N9 266, ambos ya mencionados.

5. Ley N° 6.519, de 5 de febrero de 1940, que prorrogó por un año las restric­ciones y limitaciones de la capacidad de los indígenas establecidas en el Decreto 4.111.La prórroga empezó a regir desde el 11 de febrero de 1940. Lo mismo dispusieron lasLeyes N9 6.822, de 18 de febrero de 1941, N9 7.165, de 3 de febrero de 1942. Las su­cesivas prórrogas alcanzaron hasta el 10 de febrero de 1942. A partir de esta fecha nose dictó una ley de prórroga, por lo que se inició el período en que los indígenas dispu­sieron de plena capacidad para enajenar y gravar sus tierras, fueran ellas comunidades, acciones y derechos en ellas, o hijuelas singulares resultantes del proceso de división. Este período duró hasta el 7 de febrero de 1947 y durante él se traspasaron al dominio de latifundistas, medianos y pequeños propietarios no indígenas, una gran cantidad de te­rrenos, que provisoriamente y por falta de datos exactos se ha estimado en 100.000 hectáreas. Se da el caso de comunidades que en su integridad se han incorporado al la­tifundio vecino. La gran mayoría de las enajenaciones han tenido como causas deter­minantes la presión, las urgentes necesidades de subsistencia, muchas veces la ignorancia y desconocimiento de los procedimientos judiciales y notariales, y en no pocos casos los vicios y la irresponsabilidad. Los campesinos indígenas mantienen aún hoy día absolutamente cuestionadas estas ventas, a las que consideran meras “ usurpaciones” y reclaman la restitución de sus tierras.

6. La Ley 8.736 de 28 de enero de 1947, publicada en el Diario Oficial de 7 de febrero de 1947. Esta ley tiene una extraordinaria importancia puesto que en dos breves disposiciones pretendió destruir todo el proceso de usurpación cometido durante los cuatro años que los campesinos indígenas pudieron enajenar libremente sus tierras. El mencionado cuerpo legal dispone:

“ARTICULO l 9: Continuarán en vigencia las limitaciones y restricciones de lacapacidad de los indígenas, establecidas en el Decreto N9 4.111, de 12 de junio de 1931, que fijó el texto definitivo de la Ley 4.802, mientras se haga la reforma general de la Ley de Indios, actualmente en vigor. ARTICULO 29. La presente ley regirá desdé el 11 de febrero de 1943” .

La primera observación que salta a la vista es que ya en 1947 el legislador pensaba que debían reformarse las normas sobre indignas, de lo que dejó expresa constancia en el artículo primero. Sin embargo, la reforma no vino a realizarse sino en enero de 1961, es decir, catorce años después, con la dictación de la Ley N9 14.511. El artículo 29, por su parte, pretendió cubrir el período de libre enajenación, entre el 11 de febrero de 1943 y la fecha de publicación de esta ley, al 7 de febrero de 1947. Por cierto se trata de una ley de claro efecto retroactivo, ya que hacía exigible la autorización del Juez de Indios para la venta de tierras que se había efectuado en el pasado, durante el período de cuatros años en que no se exigió.

El artículo 29 no surtió los efectos deseados, ya que la Corte Suprema de Justicia, en reiterados fallos, acogió los recursos de inaplicabilidad por inconstitucionalidad, de­ducidos por los particulares demandados de nulidad y restitución de las hijuelas adqui­ridas sin autorización del Juez de Indios, entre el 11 de febrero de 1943 y el 7 de febrero de 1947. Con ello el mencionado artículo 29 quedó sin aplicación y las ventas de terrenos realizadas en el período cuestionado resultaron purificadas por vía indirecta, ya que, aun cuando la declaración de la Corte Suprema se aplica a cada juicio, ya nadie quiso seguir invocando la Ley 8.736, porque corría el riesgo de que fuera declarada inaplicable, y con ello perdiera el juicio. Cuatro años de usurpación, despojo y abuso quedaron sin sanción.

7. Decreto con Fuerza de Ley NQ 56, de 25 de abril de 1953, publicado en el Diario Oficial de 16 de mayo de 1953.

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Esta norma jurídica creó la Dirección de Asuntos Indígenas, dependiente del Mi- nisteri: de Tierras y Colonización, para dar cumplimiento a la ley sobre división de comunidades indígenas. Por el artículo 39 se dispuso que:

‘Además de las atribuciones referidas, la Dirección de Asuntos Indígenas tendrá a su cargo la debida organización de las comunidades indígenas existentes o que se establezcan en el futuro, la constitución legal de las familias indígenas y de sus dere­chos patrimoniales. Asimismo tendrá la supervigilancia de la explotación económica ra­cional de los predios agrícolas del dominio de comunidades indígenas o de los subdi- vididos cuyos actuales propietarios indígenas la solicitaren; y para ello podrá cons­tituir cooperativas, sociedades, o asociaciones de carácter económico, sobre las cuales ejercerá las atribuciones que en cada caso se establezca” . Para dar cumplimiento a tan amplias funciones se consultó una planta de funcionarios compuesta por un director, un abogado, un secretario general y dos oficiales.

8. Ley Ng 14.511, de 3 de enero de 1961, que deroga todas las leyes anteriores sobre indígenas, establece los Juzgados de Letras de Indios, y fija normas sobre división de comunidades, liquidación de créditos y radicación de indígenas. Se encuentra vigente, por lo que intentaremos una breve síntesis de ella. Destacaremos los siguientes aspectos:

a) Establece cinco Juzgados de Letras de Indios en las ciudades de Victoria, Temuco, Imperial, Pitrufquén y La Unión, que forman parte del Poder Judicial, y con una amplia competencia que comprende la división de las comunidades indígenas, la restitución de las tierras poseídas por terceros ajenos a la comunidad, la resolución de los conflictos que se originen sobre la administración y goce de los terrenos comunes, las autorizaciones para enajenar o disponer de los terrenos de indígenas y, en general, todas las materias relativas al título de merced y a las tierras comunes;

b ) Crea un sistema de defensa judicial de los indígenas, ampliando el número de abogados y su competencia;

c ) Contempla normas detalladas para proteger la integridad de las tierras de los campesinos indígenas, prohibiendo su enajenación a personas no indígenas y exi­giendo la autorización judicial en las enajenaciones a indígenas, en los contratos de arrendamiento y aparcería;

d ) Señala normas para la división de las comunidades, exigiendo que ésta seapedida a lo menos por la tercera parte de los. comuneros, prohibiendo que se adjudi­quen hijuelas que excedan a una unidad agrícola familiar, y señalando que los lotesdeben ser adjudicados a los indígenas “que vivan o laboren en la reserva” ;

e ) Mantiene la prioridad de los títulos de particulares sobre el de merced, en la generalidad de los casos, y conserva la facultad expropiatoria en beneficio del parti­cular que debe restituir tierras indígenas a la comunidad;

f ) Permite la expropiación de tierras indígenas para fines educacionales, para construir poblaciones, y para otros fines singulares;

g ) Conserva el sistema de radicación en tierras fiscales, respecto de aquellos indí­genas que carezcan de título de merced;

h ) Señala detalladas normas sobre el Crédito Indígena (Título V III), administrado por un Consejo Regional en el que hasta la fecha no han tenido participación los campesinos, y con alcances bastante limitados.

Puede señalarse enfáticamente que la Ley N? 14.511 no es más queel perfeccionamiento de todo el sistema judicial iniciado con la LeyN? 4.169, de 27 de agosto de 1927, sin un aporte estructural básico y definido en beneficio del pueblo araucano. Por el contrario, a través de las diversas leyes se perfeccionan los métodos de despojo legal de las tierras, aumentando la marginación y opresión.

De ahí que podamos tipificar este segundo período de la legislación indígena en los siguientes caracteres:

a) Se refiere exclusivamente a los indígenas de la zona de la Araucanía, excluyendo implícitamente a los aborígenes de otras zonas del país. La misma Dirección de Asuntos Indígenas creada por DFL. N? 56, de 1953, tiene por objeto sólo dar cumplimiento a la ley sobre división de comunidades indígenas, que precisamente tiene aplicación nada más que en la Araucanía. De ahí que este organismo, expresión de la voluntad del Estado y de la sociedad global, jamájs hubiere iniciado o bosquejado siquiera una visión global del problema.

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b) El objetivo principal de todo el período legislativo es la divi­sión de las comunidades indígenas, intención en la que se pasa por etapas sucesivas. La Ley N? 4.169 estableció la división como fórmula puramente civilista, bastando que la solicitara uno solo de los comu­neros. Posteriormente, la Ley N? 4.802 impuso la división, facultando a los jueces para decretarla de oficio. Se recapacita con el Decreto N? 4.111, que exige la petición de la tercera parte de los comuneros, idea que mantiene la Ley N? 14.511. Cualesquiera sean las variaciones, lo esen­cial es que el legislador ve con muy buenos ojos la división y, más que eso, estima que produciéndose ella se soluciona todo el “problema in­dígena” en Chile. La verdad es diametralmente opuesta. Hasta la dicta- ción de la Ley N? 14.511, es decir, en 34 años de aplicación del sistema, se logró dividir apenas 800 comunidades indígenas, generándose cerca de 14.000 pequeñas propiedades, lotes o sitios de superficies que en algunos casos llegaron a menos de una hectárea. Durante la aplicación de la Ley N? 14.511 y hasta el mes de febrero de 1971, según informes proporcionados por los propios Juzgados de Letras de Indios, se habían recibido peticiones de división de 1.362 comunidades, de las cuales sólo habían logrado realmente dividirse 126: menos del 10%. Se necesitarían cien años para dividir todas las comunidades que han pedido su divi­sión. Debe concluirse que el sistema de división de las comunidades indígenas ha fallado definitivamente.

c) Durante este período se deja de aplicar el sistema de radica­ción para dar paso al de título gratuito de dominio sobre tierras fisca­les disponibles. La diferencia es importante, ya que durante el período anterior se reconoció derecho de propiedad a los indígenas sobre los terrenos que poseían, aun cuando se les reducía bastante. En cambio, el nuevo procedimiento consiste en ceder o entregar tierras que, jurí­dicamente al menos, no pertenecen a los indígenas sino al Estado, no obstante que aquéllos las ocupan y poseen desde tiempos inmemoriales.

d) En una primera etapa se facilitó la transferencia de tierras indígenas a otros sectores, particularmente latifundistas, comerciantes y empresarios. Ello significó que más de 100.000 hectáreas pasaran al dominio de particulares, privando de sus tierras a un importante sec­tor de campesinos indígenas. Contra esta política sólo vino a reaccio­narse con la Ley Ñ9 14.511, que prohibió la enajenación de terrenos a personas no indígenas.

e) Se establecen fórmulas legales para privar a los indígenas de sus terrenos y legalizar la ocupación ejercida por personas ajenas a las comunidades. En el choque de intereses, el sistema legislativo, que in­terpreta los intereses del grupo dominante, se inclina por los no indí­genas en manifiesto perjuicio para los mapuches. Claras demostraciones de esta actitud son la división de las comunidades, las autorizaciones para vender y transferir las tierras, la prioridad generalizada de los títulos de dominio particular sobre el título de merced, la expropiación en beneficio del ocupante de las tierras que deben devolverse a los indígenas por resolución judicial, etc. Un ejemplo: entre enero de 1961 y enero de 1971 se presentaron 1.434 demandas sobre restitución de tie­rras a los Juzgados de Letras de Indios. Se fallaron en favor de los indígenas demandantes sólo 352, no obstante que en la mayoría de los casos existía y existe evidentemente ocupación de particulares sobre terrenos de indígenas. En los mencionados 352 juicios se dispuso la restitución de 3.380,79 hás. a los demandantes. Sin embargo, sólo se restituyeron real y materialmente 1.362 hás. En términos promedios,

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cala Juzgado de Letras de Indios restituyó anualmente 27,2 hás. a los indígenas.

í Se crean Tribunales Especiales, primero llamados Juzgados de Indios y luego, con más eufemismo, Juzgados de Letras de Indios, que paulatinamente van adquiriendo mayor competencia. En un principio tuvieron por misión dividir las comunidades indígenas y han termi­nado conociendo la mayor parte de los problemas que crea la comu­nidad. Por diversas razones estos juzgados han fracasado absoluta­mente en su cometido y se encuentran profundamente desprestigiados ante los campesinos indígenas. Las fórmulas paternalistas de solución de los problemas, las tramitaciones largas, oprobiosas y estériles a que han sido sometidos los campesinos; la insensible tendencia a iden­tificarse y representar los intereses de la sociedad global contra el indígena; los resultados negativos; la aplicación de procedimientos dis­criminatorios de parte de jueces y funcionarios; la falta de una real vinculación con los campesinos para conocer sus problemas, convir­tieron a los Juzgados de Indios en un enemigo del mapuche a tal punto que, en forma unánime, éstos exigen su supresión. En el fondo estos Tribunales han servido como una herramienta más de segregación y opresión, sin que nada positivo hayan aportado para solucionar el pro­blema indígena.

g) Se observa la tendencia a incorporar las tierras indígenas a la legislación común, para lo cual todas las restricciones y limita­ciones de la capacidad de los indígenas, que por cierto se refieren ex­clusivamente a los títulos a merced y sus consecuencias, se establecen por plazos limitados, los que periódicamente han debido venirse reno­vando.

h) No se adoptan medidas concretas ni se establecen medios le­gales e institucionales para enfrentar el problema del desarrollo de los grupos indígenas, señalándose normas puramente formales y abs­tractas que suponen que los campesinos indígenas deben usar de los mismos sistemas y recursos del resto de los nacionales, lo que en el fondo significa condenarlos irremisiblemente a la postración y la mise­ria. La creación de la Dirección de Asuntos Indígenas, el año 1953, cons­tituye el primer esfuerzo para enfrentar el problema en término socio­económico. Los recursos de que se le ha dotado han impedido, sin embargo, que llegue a realizar una labor significativa. La Ley N? 14.511 contiene algunos resortes de la misma naturaleza que, sin embargo, o han resultado menguados frente a la magnitud del problema, o lisa y llanamente no se han usado. El crédito indígena, al que la Ley N? 14.511 destina todo un título de su articulado, ha carecido de todo destino, toda vez que ha sido pequeño, limitado, inorgánico, otorgado más con criterio de dádiva o limosna que de producción. Ha sido esencialmente un crédito individual y, por lo mismo, de muy bajo monto. Hasta el año 1971 su monto máximo por beneficiario era de E9 6.000,00, cantidad que carece de todo significado productivo y de desarrollo. Por otra parte, no obstante haber transcurrido más de once años desde la dictación de la ley, no se ha dado cumplimiento a lo dispuesto en el art. 97, que encargó al Ministerio de Educación Pública elaborar de preferencia un plan de cinco años para la construcción de escuelas de zonas indígenas; ni a lo establecido en el artículo 98, que encomendó al mismo Ministerio confeccionar planes de estudios especiales para las escuelas que fun­cionen en zonas indígenas.

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“ Basados en las características económicas de la región a que servirán y en sus ne­cesidades, debiendo contemplar en especial ramos de educación agrícola y de artesanía aborigen” .

Otro tanto ha ocurrido con la autorización concedida por el art. 99 al Presidente de la República para que

“ dependiente del Ministerio de Agricultura, establezca en Temuco un Centro de Ca­pacitación Agrícola Regional, cuyas finalidades principales serán las siguientes: a) im­partir enseñanza práctica, tanto agrícola y ganadera como de artesanía doméstica campesina; b ) desarrollar labor de extensión agropecuaria y proporcionar la asistencia técnica adecuada; c ) fomentar la creación y desarrollo de cooperativas agrícolas; d) desa­rrollar en los medios indígenas labor de asistencia familiar y cultural, y e ) facilitar y promover la coordinación de la labor de los demás Ministerios y Servicios Públicos en las zonas indígenas con el fin de facilitar la integración de los aborígenes a la nacio­nalidad” .

Pueden ser discutibles o mejorables las finalidades asignadas al Centro, pero en todo caso constituyen una buena palanca para promover el desarrollo de los campesinos indígenas. Sin embargo, la intención quedó en la letra de la ley. Ni siquiera se cumplió con un deber de pa­triotismo y justo reconocimiento a los padres de nuestra nacionalidad, ya que no se han erigido los monumentos al Toqui Lautaro que autoriza al art. 106 de la Ley N" 14.511.

En suma, puede sostenerse que la legislación indígena en Chile ha sido esencialmente antindígena. Ha tendido sistemáticamente a pri­varles de sus tierras, en una primera etapa en nombre del Estado, y de sus derechos soberanos, sobre todo el territorio nacional; y en su segundo período a pretexto de incorporar al indígena a la nacionalidad. Ha desconocido la realidad objetiva e incuestionable, cual es que los mapuches, y en general todos los grupos indígenas, constituyen sectores étnicos-culturales distintos del resto de los chilenos, con las conse­cuencias económicas que acarrea. Se ha enfocado el problema con un criterio abiertamente paternalista, negando validez a los requerimien­tos, demandas y peticiones de los indígenas, y procurando imponer solu­ciones que, cualquiera sea el precio, convienen más a los intereses de los grupos y sectores dominantes.

La legislación indígena, como toda superestructura social, ha ser­vido de instrumento de dominación y explotación de los campesinos mapuches. j

PROYECTO DE LEY QUE ESTABLECE NORMAS SOBRE INDIGENAS

I. BASES GENERALES Y FUNDAMENTOS

El proyecto de ley que ha propuesto el Ejecutivo ha debido partir de varios hechos que conviene reseñar sumariamente:

Problema Nacional. El “problema indígena” es un problema nacio­nal en dos sentidos: 1) se refiere a un elevado número de compatriotas que se encuentran esparcidos, a veces sin comunicación interior al­guna, a lo largo y lo ancho del territorio nacional. La cuestión afecta no sólo a los campesinos mapuches de la región de la Frontera (entre el río Bío-Bio y el Golfo de Reloncaví), sino que también a numerosos grupos ubicados en el Norte Grande, en algunos valles del Norte Chico,

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en la isla de Chiloé, en la zona de los Canales y en la Isla de Pascua; y 2) la solución interesa no sólo a los indígenas sino que a toda la so­ciedad chilena, por las motivaciones socioeconómicas y de convivencia que acarrea para el país.

Reconciliación. Los indígenas se encuentran agraviados y descon­fían, por lo que la sociedad chilena tiene que pensar seriamente en re­conciliarse con ellos, especialmente con los mapuches, como única alter­nativa para encontrar una solución armónica y consecuente al problema. Es bien sabido que los mapuches han resistido por más de tres siglos las políticas de dominación realizadas primero por los conquistadores hispá­nicos, y luego por los colonizadores de la república. No obstante la larga duración de la guerra, al final venció la superioridad numérica y bélica. Sin embargo, jamás el mapuche se ha dado por vencido y a través de muchas generaciones persiste su ánimo de recuperar la tierra perdida, especialmente aquella que el Gobierno de la Nación les reservó a fines del siglo pasado y primeras décadas del presente. La derrota jamás aceptada, unida al despojo, a la marginación, y a la segregación han conformado un estado espiritual y mental que se destaca por la des­confianza, la frustración y la esperanza de la reivindicación total. Existe un claro y definitivo antagonismo entre los sectores mapuches y el resto de la sociedad, y como en esta lucha siempre ha perdido el indí­gena, lo natural es que se encuentre resentido. Para lograr una solución integral, en que participen tanto los afectados como el Estado chileno, es previo eliminar la barrera que dificulta el entendimiento. Y para ello es menester reconocer validez a la plataforma de lucha que man­tienen.

Ninguna solución es factible sin que la sociedad global reconozca los errores en que ha incurrido en el pasado y enmiende rumbos. Per­sistir en la actitud de justificación del despojo y la marginación es negarse a la búsqueda de soluciones. De ahí que pensemos que el país en su integridad, unos más, otros menos, debe reconocer con hidalguía y objetividad que su conducta no ha sido ecuánime respecto de los sectores indígenas, por lo que, aun cuando ello implique sacrificios de varios órdenes, debe buscar la reconciliación.

Diferencias. Los indígenas son distintos al resto de la población nacional. Lo importante es que culturalmente son diferentes. Errada­mente algunos, intencionadamente otros, sostienen que los mapuches son iguales a todos los chilenos y que, en consecuencia, no deben esta­blecerse en su beneficio normas jurídicas ni tratamientos distintos. Las autoridades del Gobierno Popular sostienen, por el contrario, que esta idea estereotipada ha servido como cortina de humo para ocultar todo el proceso de despojo y marginación a que se ha sometido durante muchos años a los pueblos indígenas. Lo honesto es reconocer una realidad objetiva: los grupos indígenas, especialmente los mapuches, constitu­yen una cultura (o subcultura como sostienen algunos antropólogos y sociólogos) que tiene claros y definitivos rasgos diferenciantes de la sociedad global. “Los mapuches forman una minoría dentro de la so­ciedad global chilena, con características socioculturales bastante cla­ras como para permitir una delimitación más o menos exacta y uní­voca” 2.

2 Milán Stuchlik y Václab Solc, op. cit.

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El asunto tiene sus consecuencias: si los indígenas son iguales al resto de los chilenos, fácilmente se deduce por los interesados un argu­mento que se usa con generalidad, especialmente por las capas medias y superiores del país: el hecho de que se encuentre subdesarrollado, pau­pérrimo y miserable se debe a que el indígena tiene una incapacidad estructural para el progreso, la prosperidad, el desarrollo. Todo esfuer­zo que se haga —agregan— será inútil, puesto que el “ indio” no llegará jamás a ninguna parte. En conclusión, para esta posición, el indígena es flojo, vicioso y se encuentra destinado siempre a ser lo que es. Por el contrario, si con realismo y sin temor o prejuicio se acepta que el ma­puche, como todos los indígenas, es distinto de los demás chilenos, porque distinta es su cultura, su historia, sus problemas, su vida misma, se puede entrar con seguridad en el planeamiento de una acción que, reconociendo dichas diferencias, las tome en consideración para la for­mulación de toda teoría o programa. Aceptar que el mapuche tiene una cultura diferente no es racismo. Por el contrario, facilita la entrada al problema y sus soluciones, puesto que ejlo trae como consecuencia reconocer al mismo tiempo que su cultura es igualmente valiosa e im­portante, que intelectual y físicamente son capaces de alcanzar el desarrollo y participar de la vida nacional con real igualdad de po­sibilidades, que la razón de su actual estado no se debe a su condición racial sino a factores de orden económicosocial discriminatorios y mar­ginantes.

Participación. Los indígenas pueden y deben participar activamen­te en la construcción de una sociedad más justa y democrática, apor­tando con su esfuerzo y su capacidad. Es decir, si hoy se encuentran marginados social y económicamente bajo diversas formas de opresión y sojuzgamiento, deben buscarse los medios que conduzcan a una plena integración. Se trata de un grupo demasiado importante como para ser olvidado o postergado. Los campesinos indígenas representan el 72% del total de la población rural de la provincia de Cautín. Aunque las estimaciones son variables, por la carencia de datos exactos y oficiales, puede sostenerse fundadamente que la población auténticamente indí­gena del país es superior al 5% de la población nacional. Hay quienes consideran que este porcentaje llega al 10%. La política a seguir debe ser de doble acción: de una parte la sociedad global, especialmente a través del Estado, debe procurar cambiar las condiciones de inferioridad socioeconómica en que se encuentran los grupos indígenas y, por otra parte, los indígenas deben participar activamente en el proceso de desarrollo del país, integrándose a todos los frentes de lucha y de tra­bajo.

La lucha es justa. Una premisa es básica: reconocer que la lucha del indígena, fundamentalmente del campesino, es justa, auténtica, y obedece a circunstancias y razones reales. Ante las “ tomas” de predios agrícolas y “corridas de cercos” que se sucedieron con relativa inten­sidad durante los años 19*70 y 1971 en las provincias de la Araucanía, algunos sectores políticos sostuvieron que obedecían exclusivamente a la acción de agitadores de extrema izquierda (M.C.R., Netuaiñ, Mapu, etc.) que “abusando de la credulidad de los mapuches” , los embarca­ban en aventuras sin destino. La verdad, sin embargo, es muy dife­rente. El espíritu de lucha y reivindicación del indígena existe con o sin incentivación, como una estructura fundamental de su formación espiritual. Los partidos de izquierda no han hecho más que encauzar

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esta situación objetiva que ha existido desde hace muchos decenios, muchas veces reprimida, royendo el alma del mapuche, pero que en muchas oportunidades tuvo afloramientos violentos. La lucha no la inventaron los extremistas, como la lucha de clases tampoco la inventó el marxismo. Es el producto necesario de la profunda contradicción que viven en carne propia los campesinos mapuches: hasta ayer fueron dueños de los inmensos territorios que constituyen la Araucania, y hoy sobreviven en medio de las más oprobiosas condiciones sociales y eco­nómicas. Conviene entonces hacer claridad en el planteamiento del problema: si aceptamos que la actitud rebelde y reivindicativa del ma­puche es justa podremos encontrarle una solución. Si por el contrario, como se ha sostenido por los gobiernos pasados, representando los in­tereses de los sectores opresivos del país, la lucha que plantean los campesinos indígenas no es justa, no es legítima, altera las reglas del juego, pretende retrotraer las cosas a etapas superadas de la historia, naturalmente no podrá llegarse a solución alguna, más que la represión y el sojuzgamiento permanentes. Pero esta premisa deben admitirla aun algunos sectores del actual ‘Gobierno, para quienes “es errónea y falsa la polarización entre chilenos y mapuches” 3, puesto que “por origen histórico y por el mestizaje la población mapuche es chilena y forma parte de los sistemas sociales y de la sociedad chilena” . Esta afirmación lleva a algunos a sostener que los problemas que afectan a los mapu­ches son los mismos que gravan a todo el campesinado del país, por lo que la solución debe ser única y de conjunto. Es decir; la solución debe establecerse en términos “chilenos” , generales, con los padrones y categorías de la cultura y sociedad global dominantes. Ello implica negar valor a la solución en términos “mapuches” , como la han plan­teado los propios campesinos indígenas. Por ejemplo, a la exigencia formulada por los mapuches en el sentido de que se “aumente la ca­bida” de sus comunidades, es decir, se les entregue una mayor cantidad de terreno que se incorpore al mismo régimen de comunidad-goce en que actualmente se encuentran, la posición “chilenizante” responde ofreciendo que los mapuches se incorporen, masivamente si es posible, a las tierras de la reforma agraria, en los términos y bajo el régimen de estas últimas. Es decir, se acepta que el clamor por más tierra es justo, pero se ofrece una salida que no se ajusta ni satisface a la petición de los mapuches. Ello significa desconocer el valor del ideal de lucha que sustenta el indígena. Y no hay razón alguna para negar a los campesinos la validez de sus planteamientos y los términos en que formulan las soluciones. La sociedad global deberá así reconocerlo para poder entrar con seguridad en el problema, a través del diálogo y el proceso de creación dialéctico.

La tierra no es todo. El denominado “problema indígena” , no se re­fiere sólo a la tenencia de la tierra, como hasta ahora y con notable ceguera, ha querido entenderse. La cuestión de la tierra es, por cierto, la infraestructura del asunto, pero no lo es todo, puesto que tiene además profundas implicaciones culturales, étnicas, sociales, etc. Res­tringir el problema a lo relativo a la tierra (tenencia, ocupación, distri­bución, etc.), es minimizar el asunto y, desde luego, encontrarse con una imposibilidad básica para encontrarle solución. Esta ha sido tradi- ::onalmente la actitud de los gobiernos pasados para los cuales la

3 Hernán San Martín, Los Araucanos, Quimantú, .1972.

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solución del tremendo problema de los campesinos mapuches ha consis­tido exclusivamente en la división de sus comunidades, a fin de entre­gar a cada uno de ellos un retazo de terreno determinado, con deslindes claros y con un documento o título que acredite su dominio, cualquiera sea la superficie a que se refiere. Sostenemos, por nuestra parte, que la solución que se busca debe ser integral y partir del hecho incuestio­nable de que el problema es de una variada contextura; por lo que la solución deberá expresarse en términos suficientemente amplios y di­versos.

Limitaciones. Existen limitaciones objetivas y materiales que de­ben ser debidamente ponderadas para enunciar los caminos de solu­ción que se resuelven. La población indígena se encuentra medianamente determinada, y bien puede decirse que alcanza a una cifra cercana a las 800.000 personas. En la región de la Araucanía, los indígenas cam­pesinos no son menos de 400.000. La superficie de terreno que se Ies ha otorgado o reconocido en merced por el Estado chileno de fines del siglo pasado y primeras décadas del presente es también clara y per­fectamente determinable. Los datos que se poseen en el Archivo de la Dirección de Asuntos Indígenas señalan que la referida superficie fue de 536.000 hás. Sin embargo, en la actualidad esta superficie no pasa de las 400.000 hás., por lo que la relación es de 1 há. de suelo por in­dígena. Esta pequeña cantidad de tierra, que ciertamente condiciona toda solución, se encuentra por lo general sobreexplotada, erosionada o exigida hasta el máximo. Es decir, el suelo es poco y malo. La pobla­ción campesina indígena es numerosa, con serias limitaciones de capa­citación, educación, permeabilidad. Las pequeñas explotaciones agro­pecuarias de los campesinos indígenas sé encuentran muy lejos de las técnicas y procedimientos modernos; faltan maquinarias, obras civiles de infraestructura, etc. En suma, la situación del campesino indígena es notablemente grave, con grandes limitaciones de todo orden, que obligan a una solución realista y factible. Debe excluirse todo intento de demagogia como, por ejemplo, cuando se postula que a cada familia de campesino indígena se entregue por el Estado una superficie de terreno igual a una unidad agrícola familiar. Como idea es perfecta, pero total­mente divorciada de la realidad. En efecto, si estimamos que una uni­dad agrícola familiar, en los términos definidos por la letra h) del artículo 1? de la Ley 16.640, no puede ser inferior, en términos prome­dios y generales, a un retazo de suelo de 50 hectáreas de superficie, y al mismo tiempo aceptamos que las familias de campesinos mapuches no son menos de 50.000 (a razón de 8 personas por familia), llegaremos a la conclusión aritmética de que para cumplir con la finalidad pro­puesta se necesitan no menos de 2.500.000 hectáreas de suelo. Esto equi­vale a toda la provincia de Cautín y la mitad de la provincia de Malleco. Fácil es concluir que la alternativa carece de factibilidad. Insistir en ella encierra una suerte de irresponsabilidad sumamente sospechosa. Así como en ésta, en otras materias se actúa con absoluto desapego de la realidad: se sostiene que la división de las comunidades facilita la integración y mejora con ello las condiciones de vida de los indígenas; que la transformación o aporte de las tierras indígenas a cooperativas campesinas priva a los indígenas del dominio de sus tierras, las que pa­sarán al Estado; que la plena libertad para comerciar y transferir las tierras es un poderoso motor para el desarrollo y la prosperidad, etc. La solución al problema debe, necesariamente, ser realista, seria y fac-

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tibie, puesto que, de otro modo, se caerá en los mismos errores y vicios de Gobiernos anteriores, todos los cuales se han venido ganando la des­confianza del campesino indígena, precisamente por la imposibilidad de cumplirles lo ofrecido.

Incorporación o integración. Debe definirse con la mayor concre­ción qué es lo que quieren para el futuro los propios interesados, la so­ciedad global y el Gobierno respecto de los grupos indígenas; deben fijarse metas muy precisas a cumplir para que la acción determinada cumpla con los fines propuestos. Hay quienes sostienen que los grupos indígenas deben incorporarse a la sociedad chilena, entendiéndose por incorporación el proceso que implique asimilación, aculturación y, ñor último, extinción del indígena como individualidad étnica y cultural. En cambio, hay quienes creen que el proceso justo que ayuda a la solu­ción es el de la integración, es decir, aquel mediante el cual la cultura y los pueblos indígenas, conservando en plenitud sus rasgos caracterís­ticos, pasan a participar intensamente, con igualdad de derechos, en el proceso de desarrollo general del país. El Gobierno y los campesinos indígenas se han pronunciado por este último camino. Algunos sectores políticos lo han hecho por el primero.

Indígenas y mapuches. El proyecto de ley se refiere a todos los grupos indígenas del país, cualquiera sea su ubicación territorial, en el entendido de que debe enfocarse el problema en toda su real magnitud nacional. No hay razón alguna que autorice para excluir a los numero­sos compatriotas que en la cordillera o los valles del norte, en la zona austral o en la lejana Isa de Pascua sufren desde hace muchos dece­nios el estado de marginalidad que con más patética intensidad se ob­serva en la Araucanía. ,

Sin embargo, debe reconocerse que respecto de aquellos sectores aborígenes no existe un conocimiento claro y positivo que permita adop­tar de inmediato y sin vacilaciones las medidas que sean adecuadas para su desarrollo. El organismo del Estado encargado de la materia, la Dirección de Asuntos Indígenas, no dispone por ahora de los anteceden­tes suficientes para esquematizar una política, debido a que durante toda su existencia no se ha propuesto extender su labor a otros grupos indígenas que no sean los mapuches. De ahí que la iniciativa legal del Ejecutivo, sin excluir ningún conglomerado indígena, ha debido remi­tir su normatividad específica a los problemas del pueblo mapuche, par­ticularmente en lo relativo a las tierras. Sin embargo, quedan abiertas en el mismo proyecto todas las vías y posibilidades para que se pueda penetrar con agilidad en los problemas de los otros indígenas en pro­cura de su solución.

Ley instrumento. Debe tenerse presente, finalmente, que la ley sobre indígenas no constituye en sí la solución total del problema; no es la panacea, sino que, cuando más, abre los cauces y ofrece las posi­bilidades a través de las cuales puede dirigirse la voluntad del Go­bierno y de la sociedad general para encontrar las soluciones. El orde­namiento jurídico no puede hacer más que ofrecer alternativas, ins­trumentos y herramientas con los cuales trabajar en la aplicación de una política clara, definida y directa. Por ello es por lo que el pro­yecto de ley no contiene programas, planes de trabajos ni medidas con­cretas. Ellos irán resultando espontáneamente de la propia lucha de los campesinos y la agilidad de los gobernantes para encauzarla.

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II. ANALISIS DEL PROYECTO DE LEY SOBRE INDIGENAS

El proyecto de ley propuesto por el Ejecutivo postula cumplir las si­guientes finalidades concretas:1. Recuperación, aumento y protección de la integridad de las tierras

indígenas. /2. Substitución del sistema de tenencia y explotación individual de las

tierras indígenas por fórmulas cooperativas o comunitarias que las transformen en unidades perfectamente organizadas de producción.

3. Incremento de la producción y productividad del trabajo.4. Integración a las actividades nacionales mediante un impulso siste­

mático al desarrollo integral de los grupos indígenas.5. Unificación y centralización de la labor del Estado para lograr los

fines propuestos en la política indígena.

Cabe dejar constancia de que los objetivos señalados se encuentran estrechamente vinculados unos con otros, en una forma de interacción que los condiciona recíprocamente. Así, por ejemplo, no es posible in­crementar la productividad de las tierras indígenas sin que necesaria­mente se substituya el actual sistema de tenencia y explotación indi­vidual de los pequeños lotes que poseen los campesinos indígenas; ni puede pensarse responsablemente en cumplir con una meta de inte­gración sin que previamente se satisfagan algunas exigencias funda­mentales y mínimas planteadas por los campesinos, como lo es la recu­peración de las tierras “usurpadas” . Esto significa, por otra parte, que el orden en que se han señalado no implica mayor o menor importancia, aun cuando puede sostenerse, respecto de los cuatro primeros, que se encuentran indicados en orden de complejidad y duración temporal creciente. Es decir, recuperar y ampliar las tierras indígenas es una labor notablemente más simple y que requiere menos tiempo que subs­tituir el sistema de tenencia de la tierra. Con mayor esfuerzo y a más largo plazo, puede lograrse el objetivo señalado en el punto 3?, y, sin duda, lograr la finalidad indicada en el punto 4? requiere de un plazo aún mayor y el uso de medios y esfuerzos superiores, como que lograrlo es cumplir con el objetivo final y supremo de la política indígena que propicia el Gobierno Popular.

Analizaremos cada uno de los objetivos señalados, en relación con el texto mismo del proyecto de ley.

A. Recuperación, aumento y protección de la integridad de las tierras indígenas

El proyecto de ley, para éste y los fines generales de su texto, comienza por delimitar el ámbito de aplicación de sus disposiciones, conceptuan­do o definiendo al “ indígena” y las “ tierras indígenas” . El artículo 1? establece a quiénes se tendrá por indígenas para todos los efectos le­gales, y el artículo 2? hace lo propio respecto de las tierras indígenas. La medida tiene una finalidad práctica bastante clara: demarcar los sujetos del ordenamiento jurídico evitando que en el desarrollo de las instituciones y mecanismos contenidos en el proyecto se efectúen re­peticiones inútiles.

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En cuanto a la singularización del “ indígena” , se ha procurado usar Ies elementos más objetivos y concretos, a fin de evitar interpre­taciones equívocas. Desde luego, se ha considerado indígenas a todas las personas a quienes las leyes de radicación reconocieron de hecho di­cha calidad, y a las que, de alguna manera más o menos directa, se encuentran vinculadas a los títulos de merced o títulos gratuitos de do­minio concedidos por el Estado en virtud de las leyes indígenas. Se ha procurado, de ia misma manera, excluir a todas aquellas personas que por actos posteriores han llegado a vincularse con las tierras a que se refieren los títulos de merced, es decir, a lo que en este trabajo y en la terminología operacional se denomina “particular” o “no indí­gena” . Por cierto, se ha incluido en este concepto de indígena tanto a los comuneros de títulos de merced como a los adjudicatarios de hi­juelas singulares en que se han dividido éstas, como, asimismo, a los herederos de unos y otros.

Se ha extendido el concepto a aquellos indígenas, particulamente de la zona de la Araucanía, que carecen de todo título sobre los terre­nos que ocupan desde tiempos inmemoriales, generalmente por no ha­ber alcanzado hasta ellos las comisiones radicadoras, pero que, incues­tionablemente, conservan las “ costumbres, usos, lengua, tradiciones, prácticas y hábitos de los pueblos” señalados anteriormente.

Estos elementos conceptuales, agregados a la descendencia con­sanguínea que se contempla en el N9 79 del artículo 1?, permiten in­cluir en la concepción de “ indígena” a por lo menos el 95% de la po­blación mapuche, con factores definitorios bien claros y precisos y, por lo general, documentados.

Se complementa la noción disponiéndose en el N9 69 del precitado artículo l9, que se tendrá, además, por indígena, a la persona que “ha­bitando en cualquier lugar del territorio nacional, tenga por actividad productiva principal la agricultura, la ganadería, la pesca, la explo­tación de bosques o formas de economía natural o de consumo y, ade­más, se distinga del resto de los habitantes de la República por conservar sistemas de vida, hábitos, costumbres, tradiciones, formas de trabajo, de convivencia y religión que encuentran su origen en los grupos étni­cos aborígenes del país” . Este concepto, que probablemente adolezca de algunos defectos formales, permite, sin embargo, singularizar a todos y cada uno de los grupos indígenas que pueblan el país.

El N9 79 del artículo 1? extiende la calidad de indígena a los des­cendientes de las personas que, conforme a los~ números anteriores, por cualquier concepto territorial, sociológico, étnico o antropológico, pue­dan ser consideradas como tales.

El artículo 29 del proyecto delimita el ámbito espacial de aplica­ción de las normas legales propuestas, particularmente en relación a los mecanismos de recuperación y protección de ia integridad de la tie­rra. Siguiendo la misma técnica del artículo l9 se identifica la “ tierra indígena” , en primer lugar, con relación a los actos emanados del Es­tado que han significado reconocimiento o cesión del derecho de do­minio. En tal virtud se reputan tierras indígenas todas aquellas que se comprendan en los títulos de merced o títulos gratuitos de dominio otorgados en conformidad a las leyes sobre indígenas que se han men­cionado en este trabajo. Los cuatro primeros números del artículo 29 delimitan las tierras indígenas con un elemento de fundamentación en las normas jurídicas objetivas y, dicho sea de paso, representan aproximadamente 536.000 hectáreas en la zona de la Araucanía.

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Con las dos disposiciones legales analizadas, se tiene claramente definido: 1? qué es aquello que se recuperará, ampliará y protegerá, y 29 en favor de quiénes se realizará esta recuperación, ampliación y pro­tección.

Recuperación de tierras indígenas

Es la primera y más firme bandera de lucha del pueblo araucano, por lo que debe tener un lugar destacado en todo intento de solución del problema indígena. Su significado económico-material puede no ser im­portante; en el fondo no representa una medida sensible para quebrar la estrecha relación hombre-tierra; pero, sin embargo, constituye el ingrediente emocional, anímico y moral que abre las puertas a todo intento para provocar el desarrollo integral. Puede enfatizarse la situa­ción expresando que sin recuperación de las tierras “usurpadas” no será posible poner en marcha ninguna de las otras medidas u objetivos del proyecto de ley.

Se pretende recuperar para los campesinos indígenas todas las tie­rras comprendidas en los títulos de merced o títulos gratuitos de do­minio concedidos a indígenas en virtud de las leyes de 4 de diciembre de 1866 y posteriores. La, superficie total de las provincias de Biobío a Llanquihue es de 9.476.010 hectáreas. Los terrenos concedidos en mer­ced a indígenas en dicha zona suman 526.285,12 hás. Se calcula que aproximadamente el 25% de las tierras asignadas a indígenas se en­cuentra actualmente en poder de particulares o no indígenas. Ello sig­nifica más o menos 131.000 hás. que, a su vez, constituyen el 1,4% de la superficie total de las provincias mencionadas. En términos absolu­tos no es nada, pero para el pueblo mapuche es bastante.

El proyecto de ley contempla dos mecanismos para la recuperación de las tierras indígenas que han salido del dominio o tenencia de los campesinos indígenas.

1. Restitución. A esta materia se refiere el Párrafo Tercero del Título Primero del proyecto. Mediante sus disposiciones se establece un procedimiento administrativo-judicial destinado a obtener la restitu­ción de las tierras indígenas ocupadas por particulares o personas no indígenas, procedimiento que puede resumirse en los siguientes tér­minos :

a) El Consejo del Instituto de Desarrollo Indígena —organismo que la misma ley crea—, previos los estudios técnicos realizados por sus departamentos o unidades de trabajo, dispone, mediante un acuerdo formal, la restitución total o parcial de las tierras indígenas, definidas en el artículo 2?, que por cualquiera causa se encuentren ocupadas por personas no indígenas (art. 19);

b) De este acuerdo o resolución se notifica al ocupante en forma directa y por publicación en el Diario Oficial (art. 20);

c) Transcurridos treinta días desde la notificación del acuerdo, el Instituto de Desarrollo Indígena procede a tomar posesión material de los terrenos que ha ordenado restituir, con el auxilio de la fuerza pública si fuera necesario (art. 22), a objeto de hacer entrega de ellos a los indígenas a quienes corresponda;

d) Si hubieren mejoras o frutos pendientes en el predio que se restituye, se produce una compensación entre su valor y el de la in-

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3 — Cuadernos

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dernxización, que deberá pagar el ocupante por su ocupación (arts. 23, 24 y 25);

e) El ocupante de los terrenos que se ha ordenado restituir, puede pedir al propio Instituto que reconsidere la resolución, en caso que esti­me que ella ha sido infundada, y puede, igualmente, reclamar ante el Juzgado de Letras de Mayor Cuantía del departamento respectivo. Este tribunal resolverá en definitiva si el acuerdo del Instituto se ha ajustado a derecho, pero, en todo caso, no podrá alegarse en el juicio la pres­cripción (art. 26);

f) En el juicio a que diere lugar la reclamación del particular ocupante siempre primará el título de merced o título de dominio a indígenas sobre cualquier otro exhibido por el ocupante no indígena. En caso que éste tenga un título de dominio emanado del Estado o reconocido por éste, sólo tendrá derecho a una indemnización (ar­tículo 27) ;

g) Si los Tribunales de Justicia resuelven en definitiva que el pro­pietario de los terrenos es el particular o no indígena y, por conse­cuencia, revocan el acuerdo del Instituto de Desarrollo Indígena que dispuso la restitución, los terrenos a que se refiere pueden ser expro­piados por el Instituto (art. 34);

h) El pequeño propietario a quien afecta el acuerdo de restitu­ción recibe una indemnización, a título de gracia, equivalente al ava­lúo fiscal del predio restituido (art. 29).

El procedimiento indicado resulta sumamente ágil, rápido y pre­ciso, contrariamente a lo que ocurre hoy día con los Juzgados de Le­tras de Indios. El mecanismo de la restitución deberá ser aplicado por el Instituto respecto de aquellos ocupantes no indígenas que carezcan de títulos de dominio sobre el predio, o que tengan títulos viciados, nulos o defectuosos o, finalmente, cuando sobre un mismo predio existe superposición de títulos.

2. Expropiación. Se encuentra contemplada en el Párrafo Cuar­to del Título Primero del proyecto de ley. Se realiza conforme a las siguientes ideas generales:

a) Se declaran expropiables, por causa de utilidad pública e in­terés social, los terrenos ocupados por indígenas desde antes del 1? de enero de 1965, y sobre los cuales existan títulos de dominio a favor de otras personas (art. 31), medida con la cual es posible otorgar títulos de dominio, y con ello seguridad y tranquilidad a los numerosos grupos y familias de campesinos indígenas que hoy día carecen de ellos y viven y ocupan terrenos sobre los cuales otras personas tienen títulos de mero papel;

b) Se declaran igualmente expropiables las acciones y derechos, de cualquier origen que sea, que sobre tierras indígenas tengan per­sonas no indígenas (art. 32). Por esta vía se sanea el dominio de los predios sometidos a título de merced, excluyendo a toda persona que no sea indígena, lo que hasta ahora constituye un factor de pertur­bación y explotación bastante grave;

c) Por el artículo 33 se declaran expropiables las tierras indí­genas que, por cualquiera causa, no se encuentran en actual posesión o dominio de indígenas, no importando el título de dominio del actual ocupante. Esta norma, ciertamente amplia, permite recuperar para indígenas todas aquellas tierras comprendidas en los títulos de mer­ced, o títulos gratuitos de dominio que por diversos motivos han salido

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del dominio legal de los campesinos indígenas y se han incorporado a los latifundios, predios vecinos, etc. Esta norma resulta aplicable en subsidio del procedimiento de restitución y operará exclusivamente cuando el ocupante tenga un título sano o saneado sobre las tierras indígenas objeto de la expropiación. Así ocurre, por ejemplo, con las tierras indígenas vendidas con las autorizaciones pertinentes de los in­tendentes, protectores de indígenas o juzgados de indios; con los pre­dios expropiados por el Estado y entregados a particulares; con los terrenos perdidos para los indígenas a virtud de una sentencia ju ­dicial, etc.;

d) Finalmente, se declara la expropiabilidad de los terrenos res­pecto de los cuales se hubiere dictado sentencia judicial ejecutoriada que acoja la reclamación del particular ocupante, en los casos en que se hubiere usado del mecanismo de la restitución, analizado en el pá­rrafo anterior (art. 34);

e) La expropiación se hará por el Instituto de Desarrollo Indí­gena, de conformidad a las normas de la actual Ley de Reforma Agra­ria, N? 16.640, salvo en cuanto a la forma de pago de la indemnización en que se establecen algunas fórmulas más benignas para el expro­piado;

f) Las tierras expropiadas se asignarán a los campesinos indí­genas en cualquiera de las formas establecidas en el Título IV de la Ley N? 16.640, es decir, en forma de dominio individual, cooperativo, o parte individual y parte en cooperativa, según las circunstancias de hecho de cada expropiación.

Los procedimientos de restitución y expropiación que se han re­señado permiten recuperar las tierras indígenas y reconstituir la inte­gridad de los predios comprendidos en los títulos de merced y títulos gratuitos de dominio en un plazo no superior a cinco años, según los recursos económicos que se destinen al cumplimiento de la finalidad propuesta. De esta manera se cumplen perfectamente dos objetivos: re­cuperar para los campesinos mapuches una cantidad del orden de las 150.000 hectáreas de terreno, y dar satisfacción a corto plazo a una de las más fuertes aspiraciones del pueblo araucano.

B. Aumento de las tierras indígenas

Aun cuando resulta materialmente imposible romper en definitiva la rígida estructura minifundiaria de las tierras indígenas, pueden inten­tarse algunas soluciones locales de ampliación a través de tres fór­mulas que operen paralelamente:

1. Incorporación masiva al proceso de reforma agraria. A pesar de las serias resistencias del indígena a incorporarse al proceso de re­forma agraria, es posible lograrlo en la medida en que se respeten sus formas culturales y de convivencia y se adecúen los procedimientos a esa realidad. Para este objeto el proyecto de ley: a) les otorga una preferencia para ser beneficiarios de los predios expropiados; b) in­corpora al Director del Instituto de Desarrollo Indígena al Consejo de la Corporación de la Reforma Agraria, y c) en la discusión parlamen­taria se ha dispuesto que la Corporación de la Reforma Agraria re­serve para asignar a indígenas un porcentaje de las tierras que expro­pie en la zona de la Ar&ucanía.

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La verdad es que, en este aspecto, más que disposiciones legales, se requiere de determinaciones claras y precisas de los organismos del agro en armonía con los consejos comunales campesinos y demás organiza­ciones de masas. En lo que va corrido del actual Gobierno estas deci­siones se han adoptado, aun cuando por fallas y trabas operacionales se ha hecho difícil llegar a un estado de plena aplicación.

C. Compra directa de predios para formar un fondo de tierras

El proyecto de ley contempla esta solución alternativa como una facul­tad del Instituto de Desarrollo Indígena (arts. 39, letra a), y 42, letraf) ), que deberá ser ejercida en todos aquellos casos en que las nece­sidades y situaciones de hecho lo requieran. En el Congreso Nacional esta facultad se ha explicitado suficientemente, de manera que puede llegar a convertirse en una fórmula sumamente útil para solucionar el problema de la tierra.

D. Caducidad de los derechos de los ausentes

Uno de los factores más perturbadores en las comunidades indígenas lo constituyen los “ ausentes” , es decir, aquellos comuneros que no vi­ven ni trabajan personalmente las tierras que les corresponden por su derecho cuotativo. Estos ausentes pueden ser de dos tipos: a) el ausente absoluto que, no obstante tener derecho a tierras, no las posee ni trabaja porque los demás comuneros se lo impiden de una manera u otra; b) el ausente relativo, que no vive ni trabaja personalmente en el predio común, pero realiza actos de dueño a través de mediero, in­quilino, arrendatario, etc. En tanto los primeros, que generalmente tienen tierras en otra comunidad, no obtienen provecho alguno de su cuota ni tienen expectativas de obtenerlo, a menos que se produzca la división de la comunidad, los segundos se convierten en explotadores de los demás comuneros, a los que periódicamente asedian exigiendo la participación, cuota o pago de renta que corresponda. Generalmente el ausente relativo vive en el pueblo y se encuentra incorporado a otro tipo de actividades productivas.

El proyecto de ley señala que al comunero que no vive y trabaje personalmente las tierras indígenas se le tendrán por irrevocablemente extinguidos sus derechos a contar de la fecha en que la ley entre en vigencia. Estos derechos acrecerán en beneficio de la cooperativa cam­pesina, si se encontrare constituida, o de todos los comuneros que vivan y trabajen personalmente en la comunidad (arts. 6? y 3? tran­sitorio) .

El comunero a quien afecte la caducidad de sus derechos podrá exigir de la cooperativa o la comunidad, en su caso, que se le pague el justo precio de su acción o cuota, tasada por el Instituto de Desa­rrollo Indígena. Para estos efectos el Instituto otorgará un préstamo al deudor, el que se reembolsará en un plazo de 10 años (art. 4? tran­sitorio) .

Esta medida permite consolidar la actual tenencia del terreno co­mún, eliminar un factor de perturbación permanente, entregar una compensación al ausente absoluto que ahora nada tiene y, finalmente, terminar con una forma de explotación injusta, beneficiando con ello al indígena campesino.

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Conviene dejar constancia de que el proyecto de ley no pretende que la ampliación de las tierras indígenas sea de una magnitud que, por sí sola, venga a constituir la solución definitiva de este factor bá­sico. Las limitaciones objetivas y materiales desde las que necesaria­mente debe partirse habilitan para afirmar que, tanto la recuperación como la ampliación de las tierras indígenas, no pueden mirarse con de­masiada ambición y deberán cumplir una misión secundaria en el pro­ceso de desarrollo integral de las comunidades indígenas.

E. Protección de la integridad de las tierras indígenas

El patrimonio territorial de la cultura y el pueblo mapuche es actual­mente del orden de las 400.000 hectáreas que, con la aplicación de los mecanismos de restitución y expropiación, pueden llegar a cerca de las 600.000. Es lógico pensar que esta infraestructura debe conservarse como garantía de la supervivencia de los grupos indígenas, y como ele­mento indispensable para proyectar toda política de desarrollo.

Con este propósito, el proyecto contiene varias disposiciones que cautelan y resguardan la integridad de las tierras indígenas, confor­me a las siguientes ideas generales:

a) Las tierras de la comunidad indígena no pueden ser enaje­nadas y sólo pueden gravarse en favor de los organismos de crédito y desarrollo del Estado (art. 5?) ;

b) Las acciones, cuotas o derechos en las comunidades indígenas no pueden enajenarse sino en favor de otros indígenas campesinos de la misma comunidad, de las cooperativas campesinas y de otras uni­dades de producción del área agrícola reformada (art. 5?) ;

c) Los goces en las comunidades sólo pueden darse en arrenda­miento o aparcería a otro indígena campesino (art. 79) ;

d) Las hijuelas o lotes singulares no pueden enajenarse, salvo en favor de otros indígenas campesinos, cooperativas campesinas u otras unidades de producción del área agrícola reformada (art. 8?). Y po­drán gravarse sólo en favor de los organismos del Estado;

e) Las mismas hijuelas o lotes pueden darse en arrendamiento o mediería a cualquiera persona, pero por un plazo máximo de 3 años;

f) Todas las enajenaciones, gravámenes, arrendamientos, etc., se encuentran sujetos a control del Estado, a través de la autorización previa que debe otorgar el Instituto;

g) Los actos y contratos celebrados en contravención a las prohi­biciones señaladas adolecen de nulidad absoluta, la acción de nulidad es imprescriptible y puede pedirse la nulidad por acción popular (ar­tículo 12).

Estas disposiciones legales de ninguna manera establecen la inca­pacidad legal del indígena para celebrar actos y contratos. Por el con­trario, en lo que no diga relación estricta con las “ tierras indígenas” queda sometido a las normas del derecho común —lo que ocurre con el derecho de dominio sobre cualquier inmueble que no se encuentre entre los indicados por el artículo 29 del proyecto. El indígena es, pues, plenamente capaz y se encuentra regido por la ley general.

Las normas especiales para proteger la integridad de las tierras indígenas no atienden a la mayor o menor capacidad, inteligencia, cul­tura o educación de los indígenas, puesto que a este respecto no hacen ningún distingo. Las disposiciones cautelares se encuentran estableci­

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das en cierta medida en interés individual del campesino indígena, pero fundamentalmente en orden a la preservación de la cultura ma­puche. a la cohesión de los pueblos indígenas, a la realización plena de estos grupos de conciudadanos, impidiendo su frustración y alie­nación.

F. Substitución del sistema de tenencia y explotación de la tierra

La tenencia y explotación individual y minifundiaria de las tierras indígenas constituye un impedimento estructural para impulsar una política de pleno desarrollo de los campesinos indígenas. El proyecto de ley tiende a romper radicalmente con este esquema tradicional, mediante las siguientes líneas gruesas:

a) Se declara la indivisibilidad absoluta de las tierras indígenas, cualquiera sea la actual situación jurídica de éstas (comunidades, lo­tes individuales, títulos singulares, etc., art. 14). Como consecuencia de esta medida se termina con el proceso de división iniciado en 1927 y que ningún beneficio ha significado al pueblo mapuche. A la concep­ción civilista del derecho de propiedad debe oponerse una nueva que, por lo demás, y desde hace muchos años, se encuentra incorporada al derecho positivo chileno. Los ordenamientos jurídicos que reglan la pequeña propiedad rústica, las comunidades agrícolas, el saneamiento de títulos de la pequeña propiedad rústica, y la liquidación de una comunidad agrícola familiar, inmueble en copropiedad y derechos en una cooperativa de reforma agraria, tienen establecido que los pre­dios a que se refieren son indivisibles, aun en el caso de sucesión por causa de muerte. Resulta sospechoso que, en cambio, las comunidades indígenas se hayan mantenido por tanto tiempo sujetas a una división que técnica y socialmente es repudiable;

b) Junto con la indivisión, que implica bloquear el camino al pro­ceso de pulverización, el proyecto abre varias posibilidades para el reagrupamiento y la organización técnica y racional de la tenencia y explotación de las tierras indígenas. El artículo 14 del proyecto de ley contenido en el Mensaje del Ejecutivo postulaba a que las tierras in­dígenas pasen a constituirse en cooperativas campesinas, fundamen­talmente de producción, señalando algunas normas para facilitar la transformación. Sin embargo, durante la discusión del proyecto en la Cámara de Diputados, se elaboró, por los funcionarios de Gobierno, una fórmula que fue aceptada en parte por la Cámara. Para su cabal com­prensión conviene transcribirla íntegramente:

“ARTICULO . . . : Las tierras de indígenas son indivisibles y la comunidad cons­tituida sobre ellas es iliquidable, salvo los casos expresamente contemplados en esta ley.

“ ARTICU LO . . . : Las tierras de indígenas podrán trabajarse, aportarse o trans­formarse en cooperativas campesinas, comunidades, sociedades u otras personas jurídicas y unidades de producción creadas en el área agrícola retormada.

“ARTICU LO . . . : Las personas jurídicas a que se refiere el artículo anterior seregirán por las normal legales que actualmente les son aplicables y por las que, dentro del plazo de 180 días contados desde la publicación de esta ley, dicte el Presidente de la República, teniendo como bases generales las siguientes:

“ l 9 Las unidades de producción se constituirán por instrumento privado, autori­zadas las firmas de los constituyentes por un Notario u Oficial de Registro Civil;

"2° Podrán ser miembros de estas unidades de producción campesinos indígenas y no indígenas;

"39 Los indígenas podrán aportar a las unidades de producción a que se refiere

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el artículo . . . sus hijuelas singulares, cuotas, derechos hereditarios o goces en comuni­dades sobre tierras de indígenas, cualquiera sea el título a virtud del cual los posean;

“49 El ingreso y aporte de bienes, hijuelas, acciones, derechos y goces podrá ha­cerse en cualquiera forma o a cualquier título, y será, en todo caso, enteramente vo­luntario;

“ Sin embargo, tratándose de tierras de indígenas que se encuentren en comunidad, sea que ésta se hubiere constituido por título de merced, título gratuito de dominio, su­cesión hereditaria o por cualquiera otra causa o título, los dos tercios de los comuneros que vivan y trabajen personalmente en ellas podrán acordar su aporte en propiedad a cualquiera de las unidades de producción a que se refiere el artículo anterior.

“ En este caso, los comuneros que no quieran formar parte de la persona jurídica que se forme, tendrán derecho a exigir de la unidad de producción que se cree o a la cual se aporte el inmueble, que se le pague el justo precio de su cuota en el predio común y de todas las mejoras, créditos o derechos que les correspondan en él.

“ El pago deberá hacerse al contado dentro de los 60 días siguientes a la fecha del acuerdo. Para estos efectos, el Instituto de Desarrollo Indígena podrá otorgar un crédito a la unidad de producción, en la forma que establezca el reglamento;

“59 La determinación de la cuota o derecho que a cada comunero corresponda en el predio común, para los efectos de establecer su valor de aporte o el monto de la indemnización a que se refiere el número anterior, se hará de común acuerdo por los comuneros, y en caso de desacuerdo, por el Instituto de Desarrollo Indígena;

“6° El aporte de tierras de indígenas no privará al propietario o comunero del uso y goce vitalicio de su vivienda y de los terrenos necesarios para huerto, chacra y quinta de consumo familiar;

“79 El aporte en propiedad de tierras de indígenas a cualquiera de las unidades de producción a que se refiere el artículo anterior, deberá inscribirse gratuitamente a nombre de dichas unidades en el Conservador de Bienes Raíces o Archivo respectivo, bastando para ello la presentación de copia autorizada del instrumento de constitución y de la publicación en el Diario Oficial de la resolución que aprueba su existencia, en los casos en que este último trámite fuere procedente;

“ 89 Un porcentaje determinado de los excedentes que produzcan las unidades de producción deberá distribuirse entre sus miembros en proporción a la cantidad, cuota o derecho a terreno que hubiere aportado;

“99 Si la unidad de producción se disolviere o liquidare por cualquier causa, de­berán restituirse a sus miembros los terrenos, cuotas o derechos que hubieren aportado, salvo las excepciones contempladas en la ley, y

“ 109 Los miembros de las unidades de producción que resuelvan retirarse de ellas, tendrán derecho a que se les pague en dinero efectivo y al contado el valor de su aporte y de los incrementos que hubiere experimentado. El valor de estos bienes se determinará de común acuerdo entre la unidad de producción y el socio que se retira y, en caso de desacuerdo, por el Instituto de Desarrollo Indígena” .

c) Conviene destacar que todo cambio es enteramente voluntario para el campesino indígena. La ley entrega alternativas y posibilida­des, pero de ninguna manera impone una actuación determinada. De este modo algunos campesinos se organizarán en cooperativas de producción, otros en cooperativas de servicios, aquellos en sociedades de reforma agraria, otros adherirán a centros de reforma agraria, y és­tos continuarán realizando su explptación individual y minifundiaria. La única excepción a la norma estriba en que, tratándose de tierras indígenas en comunidad, los dos tercios de los comuneros que vivan y trabajen personalmente en ellas pueden acordar su aporte en propie­dad a cualquiera de las unidades de producción que se han mencionado. Y en este caso, los comuneros que no concuerden con la opinión abier­tamente mayoritaria y se nieguen a trabajar en la forma que ésta ha acordado, perderán su derecho a tierra y sólo podrán exigir una justa indemnización en dinero. Los fundamentos de este mecanismo son mu­chos y profundos, pero lamentablemente escapan a las limitaciones de este estudio;

d) Las unidades de producción que se creen en las tierras indíge­nas, se regirán por la completa legislación y reglamentación vigente, lo

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que implica un gran paso para llegar a la unificación legislativa. Sin embargo, como la naturaleza de los problemas que origina la tenencia de las tierras indígenas, generalmente de origen técnico, es variada y compleja, se solicita al Parlamento delegue facultades al Presidente de la República con el objeto de establecer normas legales que faciliten y hagan operable el tránsito al reagrupamiento o cooperativización;

e) Por otra parte, cualquiera transformación del sistema de te­nencia y explotación de la tierra, especialmente la cooperativa, permite mantener la integridad de la comunidad indígena desde el punto de vista sociocultural;

f) El reagrupamiento y transformación de las comunidades y pe­queños lotes individuales requiere de una capacitación sistemática e intensiva de los campesinos indígenas, labor que hasta ahora no se ha podido cumplir por los servicios del agro debido a que les ha fal­tado una real adecuación de sus métodos y formas de trabajo a la idiosincrasia y problemática del mapuche. El Instituto de Desarrollo Indígena, con sus propios medios y en coordinación con los demás or­ganismos del Estado, podrá cumplir esta tarea en la medida en que se le proporcionen los recursos necesarios;

g) Las vías de desarrollo planteadas por el proyecto de ley facili­tan en gran medida la incorporación de los campesinos indígenas al proceso productivo nacional, permitiendo diferenciar claramente dos campos de la actividad humana: por un lado, la labor productiva, de significación económica, que puede y debe realizarse en conjunto entre campesinos indígenas y no indígenas con técnicas y procedimientos mo­dernos, y, por otro lado, el desarrollo de las formas culturales y sociales que pueden perfectamente mantenerse en el grupo étnico al cual le son propias.

G. Incremento de la producción y la productividad

Al cumplimiento de esta finalidad se encuentran encaminadas las si­guientes medidas del proyecto de ley:

a) Recuperación, aumento y protección de la integridad de las tierras indígenas, materia sobre la que se han hecho amplias conside­raciones en párrafos anteriores, por lo que nos remitimos a ellos;

b) Substitución del sistema de tenencia y explotación individual de las tierras por fórmulas cooperativas o comunitarias, a las que igual­mente se ha hecho mención anteriormente;

c) Incorporación de recursos económicos no deteriorados al tra­bajo de las tierras indígenas. Nada se obtiene con aumentar las tierras y lograr su transformación en organizaciones amplias de producción si al mismo tiempo no se realiza un esfuerzo considerable para dotarlas de una infraestructura capaz de provocar el despegue. Los campesinos indígenas, $n un porcentaje demasiado alto, carecen de los medios ma­teriales necesarios para montar empresas modernas y técnicamente efi­cientes de producción. Carecen de maquinarias, equipos, caminos, bo­degas, establos, habitaciones, etc. La ausencia sólo puede ser suplida por los recursos del Estado a través del Instituto de Desarrollo Indí­gena y de los demás servicios estatales (Corporación de Fomento, Ins­tituto de Desarrollo Agropecuario, Banco del Estado, etc.) (arts. 39, le­tra a) y 42, letra g) ) ;

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d) Elevación de la productividad a través de la asistencia técnica, la capacitación y el adiestramiento realizados tanto por el Instituto como por los otros servicios estatales (INDAP, INACAÍ5, SERCOTEC, SAG, etc.). Con este fin ya se encuentra próximo a entrar en funciona­miento el Centro Regional de Capacitación Mapuche construido en Temuco;

e) Diversificación de los cultivos y la producción, encauzándola preferentemente a formas de agroindustria, artesanía, etc.;

f) Organización y racionalización de la comercialización de los productos;

g) Liberación de algunos tributos, tasas y derechos por un período mediano.

La ley no ha podido entrar en la casuística de señalar las vías por las cuales puede lograrse un aumento de la producción de los campe­sinos indígenas. Ha debido limitarse a dejar abiertas las posibilidades y a establecer las herramientas que podrán usarse para ello. Por lo demás el problema de la baja producción y rentabilidad del trabajo campesino es general a todos los minifundistas, sean o no indígenas, por lo que el Estado deberá enfrentarlo en su conjunto, y existen ya los mecanismos legales y reglamentarios que lo permiten. Tan sólo habrá de tenerse presente que el problema del campesino indígena tiene ciertos razgos de singularidad que exigen también métodos espe­ciales de trabajo. Lo importante es que el propio campesino indígena, en el sur o en el norte, se interese realmente por romper el proceso circular de empobrecimiento en que se encuentra inmerso, y para ello debe cumplirse una enérgica campaña de capacitación.

H. Integración a las actividades nacionales mediante el impulso sistemático al desarrollo integral de los campesinos indígenas

Como se expresa en párrafos anteriores, ésta constituye la finalidad suprema de la política indígena que ha delineado el Gobierno Popular, por lo que su realización implica un tremendo desafío no sólo para el Gobierno sino para toda la sociedad chilena. Este objetivo ha quedado claramente definido en el proyecto de ley. El artículo 38 dispone que:

“El objetivo principal del Instituto será promover el desarrollo social, educa­cional y cultural de los indígenas de Chile, considerando su idiosincrasia y respe­tando sus costumbres” .

Por su parte, el artículo 39 establece que corresponderán al Instituto las siguientes funciones y atribuciones:

“ a) formular y llevar a cabo una política de desarrollo integral de la pobla­ción indígena en todo el territorio nacional” .

Es un hecho incuestionable que en la actualidad no existen clara­mente definidas, en términos concretos y técnicos, las medidas que de­ben adoptarse para lograr estos objetivos tan generales. De ahí que el proyecto señale que, sin perjuicio de las labores que el propio Instituto pueda cumplir, pueda “celebrar, coordinar y dirigir convenios con or­ganismos públicos o privados, nacionales o internacionales, para la rea­lización de estudios técnicos y de factibilidad que digan relación con el desarrollo integral del pueblo indígena” .

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En este sentido el proyecto de ley opta por señalar algunas medidas concretas, en algunos casos, pero en general se resuelve por dejar abier­tas las posibilidades para que puedan llevarse a cabo todas las labores que una política definida y clara en beneficio de la población indígena quiera realizar.

Aunque en forma desordenada, podemos señalar las siguientes me­didas concretas:

a) El proyecto asegura la tenencia de la tierra estableciendo la inembargabilidad de las tierras y algunos bienes; prohibiendo la ena­jenación o gravamen de las tierras, salvo en casos muy calificados; limita temporalmente la facultad de los indígenas para dar en arren­damiento, mediería u otra forma de explotación las tierras; somete al control d e l, Estado todo acto que implique privación del dominio o tenencia de la tierra; estabiliza la actual tenencia mediante la cadu­cidad de los derechos de los ausentes;

b) La iniciativa establece procedimientos claros, expeditos y sen­cillos para resolver las cuestiones que se originan sobre la administra­ción, uso, goce y explotación de las tierras indígenas, a fin de llevar la tranquilidad y estabilidad necesarias al progreso en las comunidades. Para este efecto se señalan, en síntesis, las siguientes medidas: 1) se suprimen los Juzgados de Letras de Indios y se someten todos los asuntos al Juzgado de Letras de Mayor Cuantía del departamento donde se en­contrare ubicado el inmueble, aumentándose con ello notablemente la capacidad de atención del campesino indígena, acortando las distancias;b) se contempla un procedimiento judicial verbal, directo, con inter­vención activa de los propios comuneros y del Instituto de Desarrollo Indígena, de sus organizaciones de bases y del Cuerpo de Carabineros, y c) se establece una asistencialidad amplia y gratuita;

c) Se promueve el autodesarrollo de las comunidades a través de la cooperativa; establece formas para llegar a la organización de las comunidades indígenas en Asambleas de Comuneros, Estatutos de Co­munidades, Comités de Disciplina, etc., y se establece la participación directa de los propios campesinos indígenas en la elaboración y desa­rrollo de las políticas generales y especiales que deban cumplirse por el Gobierno en materia indígena. Esta participación se logra en varios niveles: el Consejo del Instituto de Desarrollo Indígena estará inte­grado por seis representantes campesinos, elegidos directamente por las bases; se estructurarán consejos consultivos regionales o zonales para la aplicación y control de las políticas fijadas, Consejos que esta­rán también integrados por una proporcional representación campe­sina; en la resolución de los conflictos que se originen en la comunidad deberá tener una activa participación la Asamblea de Comuneros, de cuya opinión sobre el asunto controvertido deberá darse debida cuenta al juez a quien corresponda resolver el asunto;

d) Una de las misiones más delicadas y difíciles que deberá cum­plirse será la de eliminar y superar toda forma de discriminación o segregación, por lo que implícita o explícitamente en el proyecto de ley se postula: a) “asegurar la desaparición de la diferencia socioeconómica entre los mapuches y el resto de la sociedad chilena, lo que significa hacer desaparecer el sentido de inferioridad de ellos y el de superiori­dad” del resto de los chilenos3; b) procurar que las tierras de indígenas

3 Stuchlik y Solc., op. cit.

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se incorporen a regímenes, cooperativos u otras formas de producción, sometiéndose a las normas legales que rigen para la generalidad de los chilenos; c) promover la divulgación, conocimiento y valoración de la cultura de los pueblos indígenas, a fin de que la sociedad' global las admita en su ser propio y les haga un lugar igualitario en el contexto general del desarrollo social; y d) desarrollar una política general, sistemática y coordinada para lograr la incorporación del pueblo indí­gena a la nacionalidad, a las actividades económicas, sociales y cultu­rales;

e) En general, la sociedad, a través del Instituto de Desarrollo Indígena, deberá promover, provocar, lograr, con sus propios recursos, en coordinación con otros organismos del Estado, o con la ayuda de Instituciones privadas, nacionales o internacionales, la elevación del nivel educacional, económico, social, cultural, sanitario, etc., de los indígenas de Chile, mediante la construcción, habilitación, mantención de escuelas, centros de especialización y capacitación, becas, auxilio escolar, caminos, postas, centros culturales, etc. Será posible realizar todas estas misiones en la medida en que los propios campesinos las impulsen y exijan.

Unificación y centralización de la labor del Estado

El título segundo del proyecto de ley crea el Instituto de Desarrollo Indígena, persona jurídica de derecho público, autónomo, de duración indefinida y que se relacionará con el Gobierno a través del Ministerio de Agricultura.

Este organismo constituye una antigua aspiración de los campe­sinos indígenas que, a través de varios Congresos Nacionales, han ve­nido pidiendo la creación de un servicio que “promueva el desarrollo” de los mapuches. Para enfatizar más aún la idea, las organizaciones indígenas han solicitado la creación de una Corporación de Desarrollo, en el entendido de que con esta denominación dispondrán de más recur­sos económicos y facultades legales. Sin embargo, primó el criterio de de optar por la denominación presente, sin que ello implique menguar­le atribuciones ni financiamiento.

“El objetivo del Instituto será promover el desarrollo social, edu­cacional y cultural de los indígenas de Chile, considerando su idiosin­crasia y respetando sus costumbres, procurando su integración a la co­munidad nacional” señala el artículo 38 del proyecto, con lo que fija un amplio campo de acción para el nuevo organismo.

Anotaremos algunas características del Instituto de Desarrollo In­dígena.

a) Se estructura sobre la base de los recursos humanos y mate­riales de la actual Dirección de Asuntos Indígenas, aún cuando su pro­yección es considerablemente superior;

b) Pasa a formar parte del sector público agrario, con lo que queda claramente señalado que el problema indígena, al que dedicará sus esfuerzos el Instituto, no es sólo relativo a la tenencia de la tierra sino que es fundamentalmente socioeconómico, vinculado a la agricultura. Por ello se relaciona con el Gobierno Central a través del Ministerio de Agricultura y no del de Tierras y Colonización, como ahora ocurre con la Dirección de Asuntos Indígenas;

c) Las funciones y atribuciones del Instituto, señaladas en el

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articulo 39, son amplísimas y tienden a provocar el “desarrollo integral de la población indígena en todo el territorio nacional” ;

d) La dirección superior del Instituto estará a cargo de un Con­sejo integrado por siete representantes del Gobierno vinculados a las actividades agropecuarias y educacionales, y seis representantes de los indígenas y campesinos, con lo que se establece una proporcionalidad bastante igualitaria, como probablemente no ocurre en otros organis­mos del Estado; ->

e) En el Consejo del Instituto reside el poder máximo de resolu­ción del organismo, y sus funciones y atribuciones se señalan deta­lladamente en el artículo 42. Ellas, en suma, permiten al Consejo “ for­mular las políticas generales que deberá cumplir el Instituto” y resolver sobre todos los asuntos de orden especial o particular que le sean so­metidos;

f) El Instituto será administrado por un Director Ejecutivo, nom­brado por el Presidente de la República y de su exclusiva confianzak y dispondrá de las atribuciones y facultades necesarias para organizar y conducir su marcha en cumplimiento a las líneas generales de acción que se le fijen por el Consejo;

g) El financiamiento del Instituto deberá ser señalado anualmente en el Presupuesto de la Nación, conforme lo señala el artículo 46 del Proyecto. Se discutió latamente la posibilidad de entregar al organismo un financiamiento propio, especialmente por medio de la afectación de determinados tributos o tasas, pero finalmente se llegó a la con­clusión de que los recursos económicos de que disponga deben encon­trarse sujetos a toda la política general que elaboren los organismos de Hacienda del Gobierno a fin de permitir su debida sincronización con las demás actividades del Estado;

h) El Proyecto del Ejecutivo propone que el Instituto se encuentre sometido a la fiscalización de la Superintendencia de Bancos en lo que respecta al ingreso e inversión de sus fondos y al examen o juzga­miento de las cuentas de las personas que tengan a su cargo bienes de la entidad (artículo 48), en atención a que el control de la mencionada Superintendencia es más expedito y rápido que el que realiza la Con- traloría General de la República, como ha quedado demostrado con otros organismos del sector agrario (CORA, INDAP, etc.). Sin embargo, durante la discusión parlamentaria se impuso el criterio de entregar el control del Instituto a la Contraloría General de la República.

Puede decirse, en síntesis, que el Instituto de Desarrollo Indígena, con una estructura orgánica ágil y moderna, puede llegar a conver­tirse en una poderosa palanca para promover y lograr el desarrollo de los campesinos indígenas, mediante el cumplimiento de las finalidades de la ley que en estos párrafos se han reseñado. Todo dependerá, sin embargo, de los recursos económicos que anualmente se le asignen en el Presupuesto de la Nación. En lo que respecta al Gobierno Popular, existe una decisión clara y terminante de apoyo irrestricto a la política que se ha delineado, por lo que puede enfáticamente asegurarse que el Instituto contará con todos los recursos que sea menester.

Es bueno dejar constancia, por último, de que el Instituto no viene a parcelar la realidad campesina para dividir a “ indígenas” y “huin- cas” . Por el contrario, como queda dicho, su misión es integradorá por excelencia, en términos tales que las políticas y medidas concretas que se adopten deben tender precisamente a cumplir esta finalidad. De ahí que

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con el conocimiento especializado de la realidad mapuche deberá pro­mover, activar, coordinar la labor que incuestionablemente deberán realizar los demás servicios del Estado en el sector indígena. Así, por ejemplo, organismos como INDAP, SAG, INACAP, Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas, Ministerio de Educación, Servicio Nacional de Salud, etc., deberán intensificar su labor en beneficio de los campesinos indígenas, con una tónica y orientación proporcionada por el Instituto de Desarrollo Indígena, al que, en determinadas circunstancias, podrá corresponder además una actitud suplementaria de la que adopten los demás servicios.

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Cosmovisión mapuche 1M a r ía E s t e r G r e b e *S e r g io P a c h e c o * *J ó s e S e g u r a * *

\

I. INTRODUCCION

Con el propósito de lograr un orden descriptivo y totalizador del cosmos, el ser humano ha erigido marcos de referencia conceptuales; y, obser­vando empíricamente las características sobresalientes del universo —tales como espacio, tiempo y materia— ha establecido entre ellas rela­ciones significativas. En consecuencia, la cosmovisión está integrada a un contexto cultural y social, puesto que “ las cosmologías que el hombre ha construido en diversas épocas y lugares reflejan inevitablemente el medio ambiente físico e intelectual en el cual ha vivido, incluyendo por sobre todo los intereses y la cultura de la sociedad particular a la cual él ha pertenecido” 2.

Tres tipos de visiones cósmicas coexisten hoy día en nuestra com­pleja sociedad contemporánea. Ellas son: 1) los modelos de la sociedad primitiva —visiones simples proyectadas a partir de concepciones con­cretas— ; 2) los modelos metafísicos de diversos sistemas filosóficos o religiosos, y 3) los modelos matemáticos de la ciencia moderna3. En el presente estudio nos ocuparemos del primer modelo, tal como aparece, actualmente, en la cultura mapuche de Chile. Nos aproximaremos a ella no como a una reliquia histórica, sino como a un testimonio vivo y tras­cendente de una antiquísima tradición, la cual está determinando, en la práctica, muchas de las actitudes, valores y pautas culturales del ma­puche respecto a la tenencia de la tierra.

Con este trabajo deseamos aportar una perspectiva cultural para analizar y comprender los actuales problemas del agro mapuche, to-

° Profesora de Antropología Cultural, Escuela de Medicina, U. de Chile.Estudiantes de Medicina de 2? y 79 Años, respectivamente.

1 Dedicamos este trabajo al pueblo mapuche y a su larga lucha en defensa de sus derechos a la tierra de sus antepasados. Lo dedicamos asimismo, en particular, a nuestros amigos mapuches de las reducciones de Zanja, Pitraco, Trumpulo Chico, Botrolwe, Tromén y Truf-Truf, cuya sabiduría hemos recibido como un precioso legado. En forma muy especial, lo dedicamos en calidad de homenaje póstumo al lonko Luis Millao Cusihuén, recientemente fallecido, cuyo profundo conoci­miento de su cultura, su honestidad, bondad y espíritu de justicia inspiraron y dieron impulso inicial al presente trabajo.

2 Véase Howard Percy Robertson, “ Cosmology” . En Encyclopaedia Britannica, London, William Benton, 1966, VI, p. 582.

3 Loe. cit.

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mando como punto de partida los niveles profundos de pensamiento —ya sea conscientes o inconscientes, tácitos o explícitos— que rigen para aquellos numerosos grupos mapuches que aún se sienten identificados con las vertientes telúricas de su milenaria tradición oral.

Consecuentemente, el objetivo del presente trabajo consiste en es­tudiar la visión cósmica del mapuche y sus relaciones con las estructuras dualistas y contenidos simbólicos. Asimismo, es nuestro propósito esta­blecer relaciones entre la cosmovisión mapuche y otras especies aná­logas pertenecientes a culturas foráneas, basándonos en comparaciones bibliográficas. A través de estas últimas no se pretenderá probar la exis­tencia de entronques genealógicos, pero sí destacar las sorprendentes concordancias y analogías estructurales existentes entre su cosmovisión y aquellas de otras culturas aborígenes indoamericanas y asiáticas.

La hipótesis de trabajo que utilizamos en este estudio se desprende de los contenidos de una publicación nuestra precedente, la cual consti­tuye su antecedente bibliográfico inmediato4. Su enunciado es el si­guiente: La cosmovisión mapuche presenta una estructura simbólica, dual y simétrica, basada en parejas de oposición. En el libre juego de sus contradicciones y conflictos internos residen las alternativas de cambio cultural dinámico, adaptación gradual o permanencia estática. En sus símbolos residen las claves para comprender su hermético len­guaje. Ellos son reveladores, reales y multivalentes. Ellos son capaces de articular e integrar en un todo realidades heterogéneas, y explicarnos situaciones aparentemente paradójicas o contradictorias5.

II. MATERIAL Y METODO

Orientados en todo momento por los objetivos generales del presente trabajo, se estableció contacto con quince portadores de las prácticas, creencias y conocimientos tradicionales relacionados directa o indirec­tamente con cosmovisión. Por transmitirse estos últimos sólo entre ini­ciados y por poseer un carácter secreto y esotérico, nuestro material tuvo que restringirse a aquellos portadores que cumplían con varias con­diciones necesarias:

1. Estar desempeñando activamente los roles de machi (chamán), dunulmachife (lenguaraz de la machi), lonko (cacique) o nillatufe (oficiante del nillatún, ritual de fertilidad); o, en su defecto, estar ligado por lazos de parentesco o amistad estrecha con los antedichos.

2: Pertenecer a una reducción tradicional de vida ritual activa y que evidenciara un proceso de aculturación poco profundo.

3. Haberse desarrollado un rapport en el cual la profundidad de] contacto humano hiciese imposible un bloqueo o distorsión en la trans­misión de los testimonios verbales.

El trabajo de terreno se llevó a cabo en seis reducciones de la pro­vincia de Cautín: Zanja, Pitraco, Trumpulo Chico, Truf-Truf, Brotrolwe

4 Véase María Ester Grebe, Joaquín Fernández y Carlos Fiedler, “ Mitos, creencias y concepto de enfermedad en la cultura mapuche” . En Acta psiquiátrica y psicológica para América latina, XVII, 3, 1971, pp. 180-193. Otro antecedente bibliográfico próximo es un estudio exploratorio del mundo sobrenatural mapuche efectuado por L. C. Faron (ver Hawks of the Sun, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1964, pp. 49-79).

5 Mircea Eliade, “ Observaciones Metodológicas sobre el Estudio del Simbolismo Religioso” . En Mircea Eliade y Joseph M. Kitagawa, Metodología de la Historia de las Religiones, Buenos Aires, Paidós, 1967, pp. 128-135.

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t Trrzien. en las cuales se habían desarrollado contactos y trabajo pre­vi: ¿.irante períodos que oscilaron entre cinco y dos años de duración. Dorante dicha labor previa, emergieron espontáneamente algunos con­tenidos aislados que fueron de extrema utilidad para confeccionar las pautas de trabajo.

Dos expediciones de terreno realizadas durante los veranos de los años 1971 y 1972 6, sumados a algunos viajes invernales ocasionales, fue­ron suficientes para recolectar los materiales básicos del presente es­tudio.

Entre las diversas técnicas etnográficas empleadas, destacamos dos principales:

1. Entrevistas libres y semiestructuradas, complementadas con di­bujos o croquis de cosmovisión realizados ya sea por el propio entrevis­tado o por el entrevistador, siguiendo las instrucciones del entrevistado.

2. Controles de la información verbal, con el fin de precisar al máximo sus contenidos. Se emplearon los siguientes tipos de control:

2.1. Observación directa de actividades rituales en las cuales se reactualizaran los componentes de la cosmovisión; y de actividades ce­remoniales no rituales en cuyos elementos materiales e inmateriales se reflejaran los mismos en forma clara;

2.2. Entrevistas seriadas, repitiendo el mismo investigador una misma pauta de entrevista después de cierto período de tiempo largo o breve; o bien repitiendo la entrevista a los mismos entrevistados, pero aplicada esta vez por otro miembro del equipo de investigación.

El registro de la información se efectuó en forma literal manus­crita o por medio de grabaciones magnetofónicas. Una tabulación sen­cilla fue utilizada para procesar los datos de terreno, empleándose sis­temáticamente el método comparativo para confrontar dicho material etnográfico con el bibliográfico. En todo momento ha primado un cri­terio sintético, eliminándose los detalles irrelevantes, no significativos o excepcionales, tomando como puntos de referencia básicos nuestros objetivos e hipótesis de trabajo.

III. RESULTADOS

Nuestros resultados serán expuestos en dos partes principales:1. El cosmos mapuche.2. Los seres sobrenaturales.Para analizar los contenidos de la primera parte, hemos distinguido

cinco niveles o categorías analíticas básicas:1.1. Una concepción vertical del cosmos relacionado con un orden

jerárquico, ético o temporal.1. 2. Una concepción horizontal del cosmos, asociada tanto a un

orden ceremonial espacial como a un orden ético, los cuales se relacio­nan con fenómenos geográficos y climáticos específicos.

1.3. Una concepción temporal-espacial, asociada a los giros cir­culares de las ceremonias tradicionales.

*5 Deseamos destacar que las dos expediciones de terreno fueron integradas por alumnos de Medi­cina de la Universidad de Chile. Agradecemos a Carlos Fiedler, alumno de Tercer Año de Me­dicina, su breve pero valioso aporte inicial durante el trabajo de terreno de 1971. Agradecemos, asimismo, el interés demostrado por Roberto León (4? Año de Medicina) y María Angélica Espi­nosa (Enfermería).

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1. 4. Una concepción material del cosmos, relacionada con los ele­mentos naturales que plasman físicamente el universo.

1. 5. Una concepción colorista del cosmos, derivada tanto de una percepción empírico-racional de la realidad concreta como de una vasta red de relaciones simbólicas.

Para analizar los contenidos de la segunda parte, distinguiremos dos niveles o categorías básicas:

2. 1. Estratificación de los seres sobrenaturales.2. 2. Funciones de los seres sobrenaturales.

1. EL COSMOS MAPUCHE

1. 1. Concepción vertical del cosmos

Los mapuches conciben el cosmos como una serie de plataformas que aparecen superpuestas en el espacio. Dichas plataformas son todas de forma cuadrada y de igual tamaño. Fueron creadas en orden descen­dente en el tiempo de los orígenes, tomando como modelo la plataforma más alta, recinto de los dioses creadores 7. Consecuentemente, el mundo natural es una réplica del sobrenatural. El modelo básico, entregado por catorce testimonios, contiene seis o siete plataformas estratificadas. Ellas se describen gráficamente en el esquema N? 1.

La agrupación de estas plataformas cuadradas define la ubicación de las tres zonas cósmicas: cielo, tierra e infierno8. Las cuatro plata­formas del bien, wenu mapu o meli ñom wenu, son el aposento orde­nado y simétrico de los dioses, espíritus benéficos y antepasados. Ellas se oponen a las dos plataformas del mal, anka wenu y minche mapu, zonas oscuras, extrañas y caóticas en las cuales residen, respectiva­mente, los espíritus maléficos (wekufe) y los hombres enanos o pigmeos (laftrache). La contradicción derivada de la oposición de estas dos zonas cósmicas en perpetuo conflicto se proyecta dinámicamente en la tierra, mundo natural en el cual este dualismo esencial se sintetiza. A pesar de que, desde un punto de vista lógico, podríamos reducir las tres zonas cósmicas a dos —mundos natural y sobrenatural—, la visión cósmica del mapuche apunta hacia otro criterio, puesto que, para él, el mundo sobrenatural es algo tan real y tangible como el natural. Al respecto, Elíade afirma que “para el hombre religioso, lo sobrenatural está indisolublemente ligado a lo natural” , puesto que “ la naturaleza expresa siempre algo que la trasciende” 9. En resumen, la visión cós­mica mapuche es dualista y dialéctica: el wenu mapu contiene sólo al bien (tesis); el anka wenu y minche mapu representan sólo el mal (antítesis); y en la tierra coexisten el bien y el mal en una síntesis que no implica fusión, sino yuxtaposición dinámica. La verdadera po-

7 Similarmente, en la cosmología de la India, el punto de partida de la creación reside en la cimacósmica. A partir de allí “ la creación se fue realizando gradualmente debajo de ella, por etapassucesivas” . Véase Mircea Eliade, Mitos Sueños y Misterios, Buenos Aires, Fabril, 1961, p. 140.

8 La división del cosmos en dichas tres zonas posee amplia difusión geográfica. Véase Mircea Eliade,“ Chamanismo y Cosmología” , en El Chamanismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1960,pp. 209, 222-227.

9 Véase Lo Sagrado y lo Profano, Madrid, Guadarrama, 1967, p. 115. Refiriéndose al hombre pri­mitivo, Charles Houston Long coincide con Eliade. El símbolo religioso primitivo “revela unapercepción del mundo diferente al nivel ordinario de la experiencia” , puesto que el hombre com­prende lo sagrado como real y lo reactualiza en ritos y ceremonias. (Consúltese “ Primitive Religión” ,en Encyclopaedia Britannica, op. cit., XIX, p. 112.

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4 — Cuadernos

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laridad tiende a la unión; y la conjunción de dos fuerzas opuestas es una condición necesaria para lograr el equilibrio cósmico dualista.

Refiriéndonos en forma específica a nuestro esquema N? 1, debemos destacar la coherencia y coincidencia de los testimonios del total de los portadores tradicionales en los siguientes aspectos: El meli ñom wenu aparece siempre dividido en cuatro plataformas, numeradas del 1 al 4 en orden ascendente. El anka wenu está ubicado casi unánimemente entre el mapu y el meli ñom wenu. Sin embargo, hay algunos aspectos divergentes: Contra ocho testimonios que mencionan la existencia de seis plataformas cósmicas, hay siete que coinciden en señalar la pre­sencia de una séptima plataforma, el minche mapu. Dicha plataforma es una región subterránea que recibe varias denominaciones: trufkén mapu (tierra de las cenizas), laftrache mapu (tierra de la gente peque­ña) y kofkeche mapu (térra de la gente del pan). La omisión de esta plataforma puede ser interpretada como un conocimiento de antiguo origen que esté en proceso de extinción, o bien como un préstamo cul­tural cristiano de origen reciente; puede ser interpretada, asimismo, como un bloqueo de comunicación por ser un conocimiento excesiva­mente oculto, o por tratarse de un área relacionada con el mal que ins­pire rechazo. Cabe recordar que los mapuches evitan en lo posible hablar de tópicos que implican alguna relación directa o indirecta con las fuerzas del mal, por creer que “hablar del mal llama al mal” . Posiblemente por esta misma razón se ha recibido una información in­completa sobre la forma del anka wenu; sólo un grupo de testimonios le ha asignado forma cuadrada y el grupo restante ha eludido determi­nar su forma.

Nuestras dudas son disipadas en gran medida al estudiar la forma del rehue, altar de la machi. En efecto, él posee ya sea cuatro o siete peldaños, según sea la región y la reducción. Es evidente que sus es­calones representan las plataformas del árbol cósmico. Aquellas va­riedades de siete peldaños equivaldrían al cosmos completo —incluyendo al minche mapu— ; y las de cuatro equivaldrían al meli ñom.

La concepción vertical del cosmos mapuche de siete plataformas estratificadas posee importantes paralelos en Asia, América y otros con­tinentes. Al respecto, es posible afirmar que la visualización de siete pisos cósmicos superpuestos correspondientes a los siete cielos planeta­rios “ es un tema que se integra en un complejo simbólico-ritual común a la India, al Asia Central y al Cercano Oriente Antiguo” 10. En Amé­rica aparecen nuevas variantes: los navajos, zuñis y yanomamó es­tratifican el cosmos en cuatro plataformas 11; los aztecas en trece 12, y los mayas en trece mundos de arriba y nueve mundos de abajo 13. A su vez, los incas conciben un universo generado desde una montaña sa­

10 Mircea Eliade, Mitos, Sueños y Misterios, op. cit., p. 139. Destacamos que la concepción de las siete plataformas cósmicas aparece en Mesopotamia antigua. (Véase Eliade, “ Observaciones metodológicas sobre el estudio del simbolismo religioso’', op. cit., pp. 135-137). Actualmente, es aún vigente entre los tártaros siberianos, yakutos y diversas culturas del Asia Central y Norte, de Oceanía e Indo­nesia, donde rige entre los batak. Sin embargo, para algunos grupos como los mongoles y los calmucos el mundo se concibe en sólo tres o cuatro plataformas. (Véase Eliade, El Chamanismo, op. cit., pp. 213-228).

11 Consúltese, respectivamente, para los dos primeros, Eliade, Mitos, Sueños y Misterios, op. cit., p. 189; y para el último, Napoleón Cliagnon, Yanomamo, New York, Holt, Rinehart and Winston, 1968, pp. 44-45.

12 Revísese la interesante información proporcionada por George C. Vaillant en The Aztecs of México, Harmondsworth, Pelican, 1950, p. 171.

- >"*-vanus Morley, The Ancient Maya, London, Oxford University Press, 1946, p. 216.

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grada a partir de la cual se realiza la creación, como es posible com- probar en muchos mitos de creación andinos” 14. Recordemos que la montaña sagrada es el símbolo del universo y que dicha montaña suele aparecer dividida en pisos y plataformas 15.

1.2. Concepción horizontal del cosmos

El universo mapuche está orientado según los cuatro puntos cardinales, reconociéndose, por lo tanto, cuatro direcciones organizadas a partir del Este, lugar de la Cordillera de los Andes y región matriz de la pre­sente concepción espacial. Consecuentemente, el ciclo solar diario pa­rece ser decisivo en la elección de este punto de referencia, puesto que en el área andina el sol nace en la cordillera (Este) y se pone en el mar (Oeste) ie. La plataforma cuadrada terrestre constituye la “ tierra de las cuatro esquinas” (meli esquina mapu), también llamada “ tierra de los cuatro lugares” (meli witrán mapu) o “ tierra de las cuatro ra­mas” (meli chankiñ mapu). Una machi anciana de gran sabiduría re­sume el relato mítico de la creación de la tierra mapuche: “Primero se creó el meli ñom. Y después meli witrán mapu. Todo cuadrado. Con dios dejaron al mapuche para vivir en esta tierra. Los mandó a vivir en los cuatro lados de la tierra” . Los testimonios recibidos durante nues­tro trabajo de terreno se agrupan en dos alternativas de acuerdo a la diferente colocación espacial de la plataforma cuadrada (véase es­quema N® 2).

E S Q U E M A N ? 2

CONCEPCION HORIZONTAL DEL COSMOS. ORIENTACION Y DIVISION DE LA PLATAFORMA TERRESTRE

Alternativa A

E

O

Dibujo del kultrún

Alternativa BE

14 Franklin Pease, “ Simbolismo de Centro en el Inca Garcilaso” . En Mesa Redonda de Ciencias Prehistóricas y Arqueológicas, Lima, Instituto Riva-Agüero, 1969, p. 206. Confírmese en los siguientes trabajos de la misma publicación recién citada: Lily Ramírez Múñante, “ Simbolismo del Centro en el Padre Bernabé Cobo” , p. 235; y María J. Ramírez Valverde, “ Simbolismo de Centro de Sarmiento de Gamboa” , pp. 213-214.

15 Eliade, Lo Sagrado y lo Profano, op. cit., pp. 45, 150.16 La cordillera nevada, lugar del nacimiento del sol, era lugar sagrado para los indígenas an­

dinos: “ Y la Cordillera Nebada era reberenciada o otra cualquier sierra, que estubiese de ordinario con nieue como a cosa temerosa” . Véase Fray Martín de Murúa, Historia General del Perú. Origen y Descendencia de los Incas, Madrid, Góngora, 1964, II, p. 113. Cf. en José Ignacio López Soria, “ Simbolismo de Centro en Fray Martín de Murúa” ; en Mesa Redonda de Ciencias Prehistóricas y Antropológicas, Lima, Instituto Riva-Agüero, 1969, p. 223. Una perspectiva más amplia es ofre­cida por Eliade, quien sostiene que la salida y puesta del sol, equivalente a la pareja dual día- noche, es un símbolo universal de resurrección. Ver Lo Sagrado y lo Profano, op. cit., pp. 134-135.

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La alternativa A es predominante (11 testimonios); la B es mino­ritaria (6 testimonios). Las palabras de un sabio lonko mapuche apoyan la validez mayor de la alternativa A: “Porque la hoja de aquí abajo tendría que ser, en alguna manera, parte ángulo o triángulo” . En todo caso, ambas alternativas poseen una clara y hermosa analogía con el dibujo antiquísimo pintado sobre la membrana del kultrún, tambor cha- mánico mapuche, el cual es un microcosmos simbólico 17. “El kultrún es como meli esquina mapu” , afirma uno de nuestros amigos mapuches, hijo de una anciana machi (compárense los tres diseños del esquema N? 2).

Las alternativas A y B coinciden en colocar al centro del cuadrilá­tero terrestre el anén mapu (“ tierra donde estamos sentados” ), deno­minado también nelfün mapu (“la tierra de nosotros” ) o raniñ mapu (“el medio de la tierra” ). “En el centro estamos nosotros. Aquí. En una isla estamos nosotros. En el corazón de la isla” , afirma uno de nues­tros entrevistados. Dicho lugar es la tierra mapuche, la cual no se iden­tifica con el territorio mapuche total, sino con la propia reducción y su centro ritual, el nillatúe 1S. Los mapuches consideran que ellos re­siden en ese trozo de tierra por mandato de sus dioses19.

La concepción horizontal del cosmos recién descrita posee profundas raíces telúricas americanas conectadas con mitos de génesis u origen. El Popul Vuh, libro sagrado de los indios quichés de Guatemala, comien­za así: “Habiéndose echado las líneas y paralelas del cielo y de la tierra, se dio fin perfecto a todo, dividiéndolo en paralelos y climas. Todo puesto en orden quedó cuadrado y repartido en cuatro partes como si con una cuerda se hubiera todo medido, formando cuatro esquinas y cuatro lados” 20. Los antiguos cronistas del Perú, refiriéndose al impe­rio incaico y su centro político-religioso, el Cuzco, coinciden en se­ñalar que el imperio de Tahuantinsuyo se dividió en los cuatro rumbos cardinales a partir del Cuzco, división que coincidía con la red principal de caminos del inca. Dicha organización es símbolo y réplica de la creación universal. Según la leyenda de los cuatro hermanos Ayar, “ mar­có la Tierra el hermano mayor, y tirando con una honda cuatro pie­dras hacia las cuatro partes del mundo, tomó posesión della” 21. Y “poblaron aquel sitio que estaba entre dos ríos, los cuales servían como defensa del centro y dividieron el Cuzco en cuatro vecindades al igual como estaría dividido el Imperio” 22. Así, los incas dividieron su seño­río en cuatro partes y pusieron frente a ellas “ a cuatro señores orejo­nes” 23.

17 Refiriéndose a los tambores chamánicos siberiano ,̂ Eliade afirma: “Los tambores constituyen, en efecto, un microcosmos: un límite ‘topográfico’ que separa el Cielo de la Tierra y, en ciertos lugares, la Tierra del Infierno” . (Véase El Chamanismo, op. cit., p. 143). “ Los chamanes de Siberia y los del Asia Central afirman viajar por los aires sentados sobre sus tambores” en sus vuelos mágicos del trance extático. (Véase Eliade, Mitos, Sueños y Misterios, op. cit., p. 127).

18 El nillatúe es un monumento antropomórfico de madera —ya sea en forma de una pareja (hombre y mujer) o de una figura aislada (el hombre)—, colocado en el centro de un espacio sagrado abierto en el cual se celebra el ritual de fertilidad, nillatún, cada cuatro años. En dicho ritual se reactualiza la cosmovisión mapuche.

19 La erección de un altar —el nillatúe— equivale a una cosmogonía. “ Importa comprender bien que la cosmización de territorios desconocidos es siempre una consagración” . (Ver Eliade, Lo Sa­grado y lo Profano, op. cit., p. 37). El poste sagrado representa un eje cósmico o un centro del mundo. (Loe. cit.).

20 Popol Vuh. México, Porrúa, 1965, p. 1.21 Véase Bernabé Cobos, Obras, Madrid, Orbe, 1956, Libro Duodécimo, III, p. 62. Cf. Lily Ramírez

Múñante, op. cit., pp. 235-236.22 María J. Ramírez Valverde, op. cit., p. 214.23 Fray Martín de Murúa, op. cit., II, pp. 36-37. Cf. José Ignacio López Soria, op. cit., p. 227.

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El cosmos, orientado según los cuatro puntos cardinales, fue tam­bién creencia común en las altas civilizaciones mesoamericanas de los aztecas24 y mayas25', y, asimismo, en algunas culturas aborígenes de norteamérica, como los creelc, quienes conciben la tierra como un cua­drado plano 26. Y aún más. De acuerdo a Mircea Elíade, “ el cuadrado construido a partir del punto central es una imago mundi. La división del pueblo en cuatro sectores . . . corresponde a la división del Universo en cuatro horizontes” 27, hecho que se repite en diversas culturas y con­tinentes 28. ' I

De la concepción horizontal del cosmos mapuche derivan dos tipos de orden espacial: uno ético y otro ceremonial. A los puntos cardinales se les asigna un orden jerárquico guiado, respectivamente, por la opo­sición del bien y mal y por el movimiento circular contrario a los pun­teros del reloj a partir del Este, que impera en el ceremonial religioso y profano. El esquema N- 3 ilustra ambos órdenes, tomando como punto de referencia la plataforma terrestre.

E S Q U E M A N » 3

ORDEN ESPACIAL, ETICO Y CEREMONIAL EN LA CONCEPCION HORIZONTAL DEL COSMOS

Orden espacial ético Orden espacial ceremonial

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El orden espacial ético, regido por la pareja de oposición bien-mal, ha asignado a los puntos cardinales distintas connotaciones de bondad y maldad, de acuerdo a asociaciones de origen empírico-racional o mágico-religioso, ligadas a fenómenos naturales, climáticos o geográfi­cos y sus efectos positivos o negativos en la economía agraria y bien­estar general de los mapuches. Dichas asociaciones se organizan de la siguiente manera:

C U A D R O n ? i

ASOCIACIONES ENTRE LA PAREJA DE OPOSICION BIEN-MAL Y LOS PUNTOS CARDINALES

Nivel MAL = OESTE/NORTE BIEN = ESTE/SURgenérico

Nivel MUY MALO MALO/REGULAR MUY BUENO BUENOespecífico = OESTE = NORTE = ESTE = SUR

24 Vaillant, op. cit., p. 170.25 Morley, op. cit., pp. 224, 243-244.26 Harold Driver, Indians of North America, Chicago, The University of Chicago Press, 1969, p. 414.27 Véase Lo Sagrado y lo Profano, op. cit., p. 50.28 Ibid., pp. 50-52.

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Estas asociaciones se representan gráficamente en nuestro cuadrado terrestre mapuche en la forma siguiente:

E S Q U E M A N ° 4

ASOCIACIONES ETICAS EN EL CUADRILATERO TERRESTRE

(puel mapu)MAL £ BIEN

(piku mapu) N (willi mapu)

O(lafkén mapu)

Es obvio que dichas asociaciones derivan tanto de experiencias y conocimientos empírico-racionales como de creencias mágico-religiosas de los mapuches. Veamos cómo se relacionan ellas entre sí y cómo se determina cualitativamente la simbología de los puntos cardinales:

C U A D R O N» 2

PUNTOS CARDINALES Y SIMBOLOGIA

Puntos cardinales Elementos empírico-naturales Elementos mágico-religiosos

ESTE (puel mapu) Buen viento, buen aire o brisa, buen tiempo, buen día, buen tra­bajo, buena cosecha, abundancia, salud

Dioses, espíritus benéficos, ante­pasados, rogativa a los dioses, ayuda divina, buena suerte

SUR (willi mapu) Bonanza: sol, buen viento, buen aire o brisa, buen día, buen tra­bajo, buena cosecha, salud

Buena suerte

NORTE (piku mapu) Viento norte, mal tiempo, lluvia, agua, trueno, temporal, heladas, rocío, enfermedad, muerte

Mala suerte

OESTE (lafkén o ñau mapu)

Oscuridad, viento malo, temporal, maremoto, lluvia mala, nieve, he­ladas, ruina del cultivo, enferme­dad grave-, muerte

Wekufe (espíritu del mal), mala suerte, mal

Los mapuches reconocen tanto aquellos elementos, fuerzas y agen­tes naturales que se pueden controlar mediante su conocimiento y es­fuerzo como aquellos que son imposibles de controlar por los hombres. Frente a estos últimos recurren a explicaciones ligadas a la magia o a la religión. En todo caso, estas dos especies de elementos están determi­nando las connotaciones simbólicas de los puntos cardinales.

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Del análisis del Cuadro N9 2 se desprende que el Este no es solamente el lugar óptimo sino también el de mayor importancia y jerarquía. Se le menciona en primer lugar en las recitaciones rituales. Se dirigen hacia él las rogativas de la machi en todas las ceremonias chamánicas. Y en el gran ritual de fertilidad, el nillatún, todas las actividades se orientan primariamente hacia el este y secundariamente hacia el sur, dándose la espalda al oeste y colocándose defensas tanto en dirección hacia este útimo punto como hacia el norte.

A las relaciones primarias empírico-naturales y mágico-religiosas que explican la simbología de los puntos cardinales, hay que agregar otras derivadas de hechos históricos decisivos. Tanto la invasión y con­quista incaica precolombina como la española del siglo XVI, llegaron por el norte. Los frecuentes movimientos sísmicos y maremotos han devastado trágicamente el oeste costeño de Chile desde épocas remotas. Ambos hechos refuerzan las connotaciones negativas de los puntos car­dinales norte y oeste. Por otra parte, en el este y sur los mapuches dicen tener vecinos fraternales —los mapuches argentinos de Neuquén y los huilliches—, lo cual reforzaría las connotaciones positivas de ambos puntos.

Las relaciones éticas de los puntos cardinales son numerosas y va­riadas en las diversas culturas actuales. Mencionaremos sólo algunos casos. Para los aztecas, quichés, y akwe-shavante de meso y sud América, el punto cardinal óptimo es siempre el este, por asociarse al lugar ori­ginal de la creación del mundo o de la residencia de los dioses 29. Para los dogon del Africa, los cuatro antepasados varones del hombre y sus respectivas esposas se originaron en los cuatro puntos cardinales30.

1. 3. Concepción Espacial-Temporal del Cosmos (Orden espacial ceremonial)

Si revisamos una vez más nuestro Esquema N9 3, constataremos nueva­mente que el orden espacial ceremonial mapuche forma un giro circular orientado según el movimiento contrario a los punteros del reloj a partir del punto cardinal este. Es evidente que dicho orden ceremonial nos transfiere a otro nivel de análisis en el cual el espacio y el tiempo están íntimamente enlazados. En efecto, al realizarse en la práctica las actividades ceremoniales, ellas transcurren en el tiempo y sirven como una medida temporal según el número de veces que se repite el giro circular completo. Esto ocurre en ocasiones de la vida cotidiana pro­fana, tales como servir a un grupo bebidas —mate, chicha, vino o mu- dai— o comidas, siguiendo el orden de la ruedecilla; y, en forma más destacada aún, en ceremonias rituales religiosas, tales como el nillatún (ritual de fertilidad) y el neikurrewén (ritual postiniciático de la ma­chi), en los cuales las danzas y giros de los bailarines y jinetes siguen también el orden de la ruedecilla, repitiéndose en múltiplos pares cre­cientes. Así, el tiempo es percibido a través del eterno retorno del giro circular alrededor del poste sagrado o árbol cósmico que representa el centro del mundo 31.

29 Consúltese, respectivamente, a Vaillant, op. cit., p. 170; Popol Vuh, op. cit., p. 145; y David May- bury Lewis, Akwe-Shavante Society, London, Oxford University Press, 1967, pp. 285, 289.

30 Véase Marcel Griaule y Germaine Dieterlen, “ Los Dogon” . En Daryll Forde ed., Mundos Afri­canos, México, Fondo de Cultura. Económica, 1959, p. 144.

31 Revísese a Eliade, Lo Sagrado y lo Profano, op. cit., p. 27.

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Es interesante señalar que en este orden espacial temporal se repite el movimiento que algunos mapuches asignan al sol: “Viaja por el día de este a oeste y por la noche de oeste a este, por debajo de la Tierra” 32. En el mismo sentido, cabe observar la similitud formal de la ruca ma­puche tradicional —tanto en su contorno general como en la distribu­ción de su mobiliario alrededor del fuego— con la ruedecilla antedicha y su giro circular.

E S Q U E M A N ? 5

RUCA MAPUCHE

Interpretamos esta analogía con Eliade: La morada es una imago mundi o réplica del orden cósmico proyectado en los cuatro horizontes a partir de un punto central que simboliza el axis mundi33.

1. 4. Concepción material del cosmos

Según los mapuches entrevistados, todas las plataformas del cosmos son hechas de la misma materia de la plataforma terrestre. “Las hojas son como tierra. Igual como campo. Así mismo . . . Creemos que estamos igual que aquí” , afirma uno de nuestros amigos mapuches. Y otro con­firma: “Las cuatro hojas de arriba [del meli ñom ] están hechas igual que el mapu, pero to’o, to’o güeno” 34. Y un tercero, más anciano y sabio, agrega: “En esas cuatro hojas creo de que todo hay. Cuando lo largan a uno, lo dan y allá está el embudo que los da, que los mantiene a nosotros. Sí; hay un embudo que los da los granos, que lo’ da lo’ porotos, que lo’ da lo’ animales. Allá arriba creo que está. Todo tiene que haber. Allá no hay pobreza como se ve mucho aquí . . . En igualdad . . . Un mapu abun­dante. Por eso teñimos que rogar allá arriba, para que lo que hace falta aquí, para que aquí llegue . . . Y los que viven allí manejan el animal, manejan la herramienta para defenderse. Manejan el kimün [la sabi-

32 Compárese este dato con Gunter Wagner, “ Los Abaluyia de Kavirondo” . (En Daryll Forde ed., op. cit., p. 67). En esta cultura, se cree que el sol sale trayendo consigo el bien y se pone llevándose el mal. (Ibid., p. 68).

33 Véase Eliade, Lo Sagrado y lo Profano, op. cit., p. 56.34 Algunos mapüches entregan una visión opulenta del meli ñom: “Hay ruka, animales, minas de

plata. Tienen bodega y ruka con alimentos antiguos: cebada, porotos*, linaza. Los weche wentru (hombres jóvenes) bajan y suben los peldaños para traer trigo de las bodegas de los jefes” . . . “Tienen campos, animales como los que hay aquí en la tierra. La ruka, según sé yo, son de pura madera fina, mate de wada (calabaza)” .

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duría] para que a uno le den una sabiduría y de lo que le hace falta. Muchas veces, por no saber lo abusan y lo friegan a uno. Entonces, de allá viene una, para defenderse: una herramienta” .

Este elocuente párrafo nos revela una raíz profunda del pensamien­to mapuche. La extrema pobreza en que se debaten, unida a la dura lu­cha por la supervivencia y la subsistencia, ha reforzado esta concepción material y concreta del más allá como una respuesta desesperada frente a la injusticia social y económica que por mucho tiempo ha predomi­nado en su habitat. A la escasez, deprivación, desigualdad e injusticia en la distribución de bienes materiales existente en la plataforma terres­tre, se opone la abundancia, satisfacción, igualdad y justicia imperante en las cuatro plataformas de la “ tierra alta” . Esta oposición revela nue­vamente la esencia dualista del pensamiento mapuche. La vida terrestre y la sobrenatural forman una pareja de oposiciones, una antítesis dual. Frente a la imposibilidad de mejorar su situación actual en el mundo terrestre —en el cual se ha consolidado un sistema injusto— ellos reac­cionan buscando refugio en su cosmovisión como única solución existen- cial posible.

Es interesante señalar que, en muchas religiones primitivas del mundo contemporáneo y antiguo, esta visión material concreta del cos­mos reaparece con algunas variantes. Entre ellas, destacamos las reli­giones maya de Yucatán, akwe-shavante del Mato Grosso brasileño y yanomamo de la frontera selvática de Venezuela y Brasil33. El hombre primitivo proyecta su mundo en su concepción del cosmos y en su visión particular del mundo sobrenatural benéfico.

1. 5. Concepción colorista del cosmos

La percepción del color de la naturaleza terrestre y de su bóveda ce­leste ha establecido —a través de una serie de asociaciones simbólicas determinadas por la observación empírica— una coherente simbología del color entre los mapuches. Por tanto, el color está íntimamente aso­ciado a la visión del cosmos y sus respectivas plataformas. El siguiente cuadro establece dichas relaciones, tales como ellas emergieron en nues­tras entrevistas y dibujos de terreno.

C U A D R O N 9 3

COLOR Y REGIONES COSMICAS

Colores Regiones cósmicas

BLANCO MELI ÑOM W ENU o¡ VIOLETA

AZUL <{ AZUL FUERTE WENU MAPU¡ CELESTE

NEGRO y ANKA W ENU yROJO MINCHE MAPU

BLANCO - AZUL y MAPU (MELI ESQUINA MAPU):4 PUNTOS CARDINALES; VISION

NEGRO SOBRENATURAL DE LA TIERRA

MAPU (ANEN MAPU):VERDE CENTRO DE LA TIERRA; VISION

NATURAL DE LA TIERRA

35 Consúltese, respectivamente, a Morley, op. cit., p. 221; Maybury-Lewis, op. cit., 289; y Chagnon, op. cit., p. 45.

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El blanco (ayon) y el azul —representado por sus tres gamas: vio­leta (Jcallfü), azul fuerte y celeste (lifkán) — representan a los cuatro colores naturales del cielo, las nubes y sus cambiantes tonalidades, de acuerdo a las condiciones climáticas y meteorológicas de las estaciones del año. Ellos son los colores óptimos y los veremos frecuentemente en los niveles concretos de la vida cotidiana, tales como los pañuelos con que las mujeres mapuches cubren sus cabezas, las prendas de vestir, la pintura de las habitaciones y la decoración y ornamentación generales. Asimismo, el blanco y azul son los colores rituales por excelencia, pre­sentes en los principales emblemas de la machi y del nillatún (véase Esquema N? 6).

E S Q U E M A N? 6

BANDERAS DE LA MACHI Y DEL NILLATUN: SIMBOLOGIA DEL BLANCO Y AZU L3*

Banderas de machi (Zanja)

Banderas de machi (Trumpulo)

36 Los soyotes adornan la parte superior de sus viviendas “ con trapos azules, blancos y amarillos, que representan los colores de las regiones celestes” . (Ver Eliade, El Chamanismo, op. cit., p. 210). Recordemos que el blanco y el amarillo son equivalentes entre los mapuches, representando ambos simbólicamente al sol o bonanza; y el azul a la lluvia.

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Nillatún Zanja 1972 Banderas de los 4 lonkos

El color blanco y las tres gamas de azul antedichas están siempre presentes en los testimonios de los portadores referentes a la visión del espacio sobrenatural benéfico. Sin embargo, su ordenación respectiva no parece ser fija ni estar regida por principios normativos, puesto que ellos son colores percibidos naturalmente en el cielo según el azar de las alternativas meteorológicas o climáticas. “El lifkán (celeste) es este pu’. Azul. Lo que vimo’. Lo que alcanzamos a ver la vista. Pero ma’ allá de lo que vimo’, ahí donde no po’ímos explicar nosotros” . El orden en que se ven los colores de las plataformas es producto de la experien­cia onírica: “Es imaginación no ma’ pu’.- Entonces, el que tiene buen sueño, le da por el sueño que es fle tal color. Cada machi puede verlo distinto” . En nuestro trabajo surgieron múltiples variantes de ordena­ción de estos cuatro colores, coincidiendo sólo tres testimonios de por­tadores calificados que contienen la siguiente graduación del color:

C U A D R O N ? 4

Colores

COLORES Y MELI ÑOM WENU

Plataformas del Meli Ñom Wenu

Celeste (lifkán)Azul fuerte (azul)Violeta (kallfu)Blanco transparente (ayon)

Primer lugar (kiñe ñom) Segundo lugar (epu ñom) Tercer lugar (kela ñom) Cuarto lugar (meli ñom)

Siguiendo un orden cromático regular que va desde el tono más claro al más oscuro de azul, se alcanza un contraste máximo cuando el violeta es sucedido por el blanco. Debemos señalar, sin embargo, que

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el escaso número de testimonios coincidentes y la heterogeneidad de los restantes nos impide, por el momento, discriminar si el orden pre­sentado en el Cuadro N? 4 es producto del azar o indicador de una posible regularidad.

El color negro (kurü) simboliza a la noche (pun), la oscuridad y las tinieblas; a la brujería, los espíritus del mal y la muerte 37. Por su parte, el rojo (kelü) se asocia comúnmente a la lucha o pelea (kewal), al belicismo o guerra (aukán) y a la sangre (mollfüñ). Consecuente­mente, el rojo es color prohibido en el nillatún, ritual que favorece la cohesión social y la fraternidad de los mapuches; y el negro compacto —utilizado como único color en la vestimenta— es considerado sospe­choso por asociarse al brujo (kalku) o al mal espíritu (wekufe)3S. Sin embargo, el rojo también posee connotaciones positivas al relacionarse con las flores del campo y, en especial, con el copihue mapuche.

El verde (karü) simboliza a la naturaleza en todo su esplendor y exhuberancia. Es el color natural de la vegetación y paisaje peculiares de la “región de los lagos” , donde se ubica el mayor número de reduc­ciones mapuches. Es el color de la germinación de la tierra y, por ende, de su fertilidad, de la cual derivan múltiples implicancias de bienestar general para la comunidad. Es el color de la madre tierra. Es el color de la propia tierra, el anén mapu39. Puesto que los mapuches han na­cido “ igual como un árbol que nace y se cría: se cría en la tierra. Pero, al fin y al cabo, cuando se cae se vúelve a tierra. Se pudre” .

La tierra aparece dividida en forma dicotómica como proyección conjunta de la simbología del color de los mundos sobrenatural y natu­ral y sus implicancias éticas. En primer término, los puntos cardinales Este y Sur se asocian a los colores azul y /o blanco de las plataformas del bien (meli ñom wenu). En segundo término, el Norte y Oeste se asocian al negro de las plataformas del mal (anka wenu y minche mapu). Por su parte, el centro de la tierra, anén mapu, se asocia al verde del mundo natural.

E S Q U E M A N 9 7

TIERRA Y SIMBOLOGIA DEL COLOR

E

37 Para los indios dakota, la pintura negra en objetos ceremoniales o en la cara simboliza a la muerte. (Véase Robert Lowie, Indians of the Plains, Garden City, The Natural History Press, 1963, p. 169). S^gún los incas del Perú, los espíritus del mal o del caos “tienen las bocas negras y pintadas las caras como negros” . (Ver Fray Martín de Murúa, op. cit., I, p. 57. Cf. José Ignacio López Soria, op. cit., p. 225).

38 Si un forastero vestido íntegramente de negro visita la ruka de un mapuche en la noche, su pre­sencia seráí rechazada o recibida con extrema desconfianza debido a las connotaciones simbólicas de su vestimenta y de la noche oscura. Ese forastero puede ser, potencialmente, un wekufe (mal espíritu encarnado) o un kalku (brujo).

39 El verde es el color del propio lugar, de lo conocido. “En la perspectiva de las sociedades ar­caicas, todo lo que no es ‘nuestro mundo’ no es todavía ‘mundo’ ” . (Ver Eliade, Lo Sagrado y lo Profano, op. cit., p. 36).

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En esta síntesis simbólica, observamos en la plataforma terrestre una yuxtaposición de colores que representan tanto niveles mágico- religiosos como empírico-naturales, hecho que ilustra elocuentemente una característica profunda del pensamiento onírico mapuche, en el cual confluyen, flexiblemente y sin aparentes contradicciones, la fanta­sía y la realidad. Con esto no queremos implicar que el mapuche no distinga entre sujeto y objeto como base de la percepción y conoci­miento empírico del mundo externo, o que se identifique con el fenó­meno percibido 40, sino que como todo hombre religioso vea en la natu­raleza lo trascendente: lo sobrenatural proyectado en lo natural41.

Cabe señalar que la síntesis colorista simbólica de la tierra no se reitera en ninguna otra plataforma cósmica. Las demás se conciben cada una de un solo color, con excepción de las plataformas del mal, asociadas ya sea al negro puro o bien combinado con rojo. El color supremo parece ser el ayon, identificado con el blanco transparente y la claridad de la luz. Ayon “ es el mapu de jeta chachai (el esposo-padre dios). Es como vidrio. Eso es para ver abajo” , nos informan. “Es para que féta chachai vea desde arriba: es transparente, como espejo” , “ . . . no lo alcanza a ver uno; pero hay algunos que le’ da’ por el sueño” .

En un amplio dibujo del cosmos realizado libre y conjuntamente por dos mapuches —el hijo de un lonko y un machi— por encargo de la primera autora del presente trabajo, se plasma elocuentemente una concepción expresionista y simbólica del color. Las regiones terrestres y astros aparecen en tonalidades fantásticas, adquiriendo una dimen­sión casi extraterrena. De él se desprenden las siguientes asociaciones:

C U A D R O N9 5

REGIONES TERRESTRES, ASTROS Y SIMBOLOGIA DEL COLOR: CONNOTACIONES ETICAS

Colores Regiones terrestres y astros Bien - Mal

Blanco Estrellas

Azul Luna

Violeta Cordillera de los Andes BIEN

Violeta y verde

Volcán Villarrica

Verde Tierra de la propia reducción

Negro Mar

Rojo Sol, cherrufe ( aerolito o cometa de fuego), volcán Llaima

MAL

Los contenidos de este dibujo muestran una visión trascendente de la naturaleza del mapuche y sus implicancias éticas y existenciales. No olvidemos, sin embargo, que ellos pertenecen a un solo testimonio.

A modo de síntesis, presentamos a continuación un cuadro en el que pretendemos establecer correlaciones simbólicas del color, integran­

40 Esta presunción está presente en la teoría de la mentalidad prelógica de Lucien Levy-Bruhl. (Cf. Charles Houston Long, op. cit., p. 112). Sin embargo, Bronislaw Malinowski sostiene un criterio contrario: El hombre primitivo establece una clara división entre lo empírico y lo májgico, entrelo natural y lo sobrenatural. (Véase Magic, Science and Religión, Garden City, Doobleday, 1948, pp. 32-35).

41 Eliade, Lo Sagrado y lo Profano, op. cit., p. 115.

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do todos los elementos previamente descritos que se asocian entre sí en forma evidente y explícita. Ellos han sido analizados previamente en los cuadros y esquemas precedentes42.

«C U A D R O N ? 6

CORRELACIONES SIMBOLICAS DEL COLOR

Puntos Astros y regio-Colores Regiones cósmicas cardinales nes terrestres Bien/Mal

BLANCO| VIOLETA

AZUL -j AZUL FUERTE j CELESTE

MELI ÑOM WENU

o WENU MAPU ESTE/SUR

LUNAESTRELLASCORDILLERA BIEN

NEGRO y

ROJO

ANKA WENU y

MINCHE MAPUOESTE/NORTE

MARSOLCHERRUFEVOLCANLLAIMA

MAL

BLANCO/AZUL y NEGRO

MAPU (TIERRA) (nivel mágico-religio­so o sobrenatural)

ESTE/SUROESTE/NORTE VOLCAN

VERDEMAPU (TIERRA) (nivel empírico-racio­nal o natural)

CENTRO(verde /violeta)

El orden del cosmos mapuche implica, entonces, una integración de las regiones cósmicas, puntos cardinales, astros y regiones terres­tres, todos los cuales se relacionan simbólicamente a través del color y sus connotaciones éticas con la pareja de oposiciones básica bien-mal. Por tanto, el color es simbólico y multivalente debido a “ su capacidad para expresar simultáneamente un número de significados, cuya re­lación no es evidente en el plano de la experiencia inmediata” 43. Dicha capacidad y sus correlaciones están presentes, asimismo, desde otra perspectiva, en el pa-yin de la antigua civilización china 44. En las civi­lizaciones precolombinas de América afloran en formas variadas entre los aztecas, mayas y quichés45. En Africa, la simbología del color al­canza niveles de gran complejidad y sutileza. Turner, en su análisis de la cultura náembu, ha señalado la vinculación del color con las ex­presiones rituales y contextos míticos; con las relaciones y conflictos sociales; con aspectos fisiológicos del organismo humano, aportando una clasificación lógica de su realidad concreta46.

42 Véase Cuadros N.os 3, 4 y 5; y Esquemas -N.os 6 y 7.43 Eliade, “ Observaciones metodológicas sobre el estudio del simbolismo religioso” , op. cit., p. 130.44 Curt Sachs, Historia Universal de los Instrumentos Musicales, Buenos Aires, Centurión, 1947, pp.

156-157.45 Véase, respectivamente, a Vaillant, op. cit., p. 173;'Morley, op. cit., p. 224; y Popol Vuh, op. cit.,

p. 81. Revísese también a Maybury-Lewis, op. cit., pp. 291-292.46 Víctor Turner, “ Colour Classification in Ndembu Ritual” . En Michael Banton ed., Anthropological

Approaches to the Study of Religión, London, Tavistock, 1966, pp. 79-83. Los fons del Dahomey poseen también complejas correlaciones simbólicas del color. (Véase P. Mercier, “ Los Fons del Dahomey” . En Daryll Forde ed., op. cit., p. 329).

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2. LOS SERES SOBRENATURALES

El cosmos mapuche está poblado por tres clases de habitantes: seres sobrenaturales benéficos, seres sobrenaturales maléficos y hombres, ubi­cados, respectivamente, en las cuatro plataformas del bien, las dos del mal y la tierra (ver Esquema N? 1). De acuerdo a su orientación espacial, guiada por los puntos cardinales, los hombres mapuches se dividen en cuatro grandes familias que residen en las cuatro regiones de la tierra. Ellas son los pewenches (gente del Este), los williches (gente del Sur), los pikunches (gente del Norte) y los lafkenches (gente del Oeste). Por haber sido estudiadas dichas divisiones por diversos historiadores chilenos47, nos ocuparemos en el presente trabajo sola­mente de los seres cósmicos sobrenaturales48. A ellos se les asigna status o posicipnes jerárquicas más o menos definidas, atribuyéndoseles, además, roles o funciones específicos. De acuerdo a los testimonios reci­bidos, describiremos; a continuación, sus contenidos principales.

2.1. Estratificación de los seres sobrenaturales

Tomando como modelo su propia estratificación social, los mapuches agrupan a sus dioses y espíritus de acuerdo a dos criterios:

2. 1. 1. Diferenciación de status de cada uno de los miembros de ca­da familia de dioses o espíritus.

2.1. 2. Clasificación jerarquizada de status de una familia de dio­ses o espíritus con respecto a las demás.

2.1. 1. Diferenciación de status

Los dioses y espíritus se organizan simétricamente en diversas familias compuestas por cuatro seres antropomórficos y antroposociales. Cada familia es una unidad, una tetrada constituida por una doble pareja de posiciones en la cual se conjugan dos principios: sexo (masculinidad- femineidad) y edad (vejez-juventud) 49. En consecuencia, la diferencia­ción de status determina la posición preponderante del sexo masculino y la vejez: la mujer aparece subordinada al hombre; y el joven al adulto o anciano. Así la unidad básica está formada por cuatro dioses o espíritus que componen una familia nuclear organizada de la siguiente manera:

C U A D R O N9 7

FAMILIA NUCLEAR DE DIOSES O ESPIRITUS: TETRADA BASICA

Edad Sexo masculino Sexo femenino

VEJEZ Feta chachai Ñuke papai(esposo-padre-dios) ( esposa-madre-diosa)

JUVENTUD Weche wentru üIcha domo(hombre-joven-dios) ( mujer-joven-diosa)

Según los mapuches, a partir de dos seres originales —feta cha- chai y ñuke papai— se generaron los dioses jóvenes —weche wentru y

47 Francisco A. Encina, H istoria de C h ile, Santiago, Nascimento, 1949, I, pp. 67-83.48 Ellos son mitemas o fragmentos míticos pertenecientes a un mito de origen, cuyo relato total aún

no ha sido posible recoger.49 Véase María Ester Grebe, Joaquín Fernández y Carlos Fiedler, op . cit., p. 183.

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ülcha domo—, todas las demás familias nucleares de dioses y espíritus y, además, los hombres. Ellos dos “ dieron vida en el meli ñom” . . . “Crearon el mundo. Dejaron al pueblo mapuche” . . . “Tienen forma de hombre y mujer anciana. Un señor y una mamita no ma’ tenemos” . Por eso, “siempre la suerte tiene que ser par. ¿No ve que nosotros tene­mos dos pies pa’ caminar y dos manos pa’ trabajar?” El pensamiento dualista se expresa aquí en forma pura y elemental50.

No obstante, la famiüa nuclear se completa con cuatro dioses o espíritus que suman dos generaciones: dos padres y dos hijos. “Uno es viejito, el otro es la viejita, el otro el joven y otro la joven niña. Ahí se completan los cuatro . . . Cada ser hay cuatro. Hay cuatro santos: cuatro pillan. Cuatro, cuatro, cuatro. En todo lo que se puede tocar” . Igual como ocurre en la tierra, “ los dioses viven en familia; se cono­cen entre ellos; conversan entre ellos” . En el nillatúe están represen­tados los cuatro dioses. Por eso, en el nillatún “a los cuatro rogamos. Por eso, nosotros cuando hacimos una rogativa, cuatro veces teñimos que orar; teñimos que hincar cuatro veces. Y cuatro veces teñimos que dar un grito para el que está allá arriba que lo’ oiga, que lo’ proteja y lo’ ayude en to’o” . Y según los mapuches, las familias de cuatro dioses escuchan. Y luego otorgarán vida, sabiduría y suerte; fertilidad de la tierra, del hombre y del animal; bienestar, alimentación y salud.

2.1.2. Clasificación jerarquizada de status

Las diversas familias de dioses y espíritus se dividen en dos categorías y cuatro subcategorías, de acuerdo a una clasificación jerarquizada del status correspondiente a cada una de ellas. La jerarquía de cada fa­milia se refleja en su posición relativa en el cosmos: a mayor altura, mayor status y poder.

C U A D R O n » 8

CLASIFICACION JERARQUIZADA DE FAMILIAS DE DIOSES Y ESPIRITUS

Categorías Subcategorías Familias o tétradas

1. DIOSES 1 .1 . MAYORES

1 .2 . MENORES

2. ESPIRITUS 2. 1. BENEFICOS

2 .2 . MALEFICOS

1. 1. 1.

1. 1. 2. 1. 1 .3 . 1. 1. 4. 1. 2 . 1. 1. 2 . 2 . 1. 2. 3. 1. 2. 4.

2. 1. 1. 2. 1. 2. 2. 1. 3.

Meli ñidol: cuatro dioses jefesMeli kiyén: cuatro dioses de la lunaWuñelfe: lucero del albaMeli wanlén: cuatro dioses de las estrellasMeli toeichafe: cuatro dioses guerrerosMeli nillatufe: cuatro dioses de la rogativaMeli tayiltufe: cuatro dioses del canto ritualMeli witrán: cuatro familias de dioses de los cuatropuntos cardinalesPuel mapu: cuatro dioses de la tierra del Este Willi mapu: cuatro dioses de la tierra del Sur Piku mapu: cuatro dioses de la tierra del Norte Lafkén mapu: cuatro dioses de la tierra del Oeste Meli antiku pu lonko: cuatro caciques antiguos Meli antiku pu machi: cuatro machis antiguas Antiku che: antepasados que subieron al wenu mapu (ellos no se agrupan en familias o tétradas) 51

50 Las organizaciones duales son una de las formas más antiguas del pensamiento humano, remon­tándose su origen al neolítico temprano (Véase Ad. E. Jensen, Mito y Culto entre Pueblos Primitivos, México, Fondo de Cultura Económica, 1966, pp. 176-179. Cf. Charles Houston Long, op. cit.,p- m H51 Los espíritus maléficos, cualquiera que sea su origen, se separan en otra agrupación, puesto que no se integran al orden simétrico de familias de cuatro dioses o espíritus. Pertenecen a las dos plataformas cósmicas en las cuales reina el mal y poseen, por lo tanto, un orden jerárquico distinto.

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5 — Cuadernos

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Esta clasificación proviene de un testimonio central de un machi, confrontado con seis testimonios paralelos provenientes de tres machis, un lenguaraz de machi y dos hijos de machi. En ella se han anotado sólo las convergencias principales, excluyéndose los datos ambiguos. Sin embargo, hay un punto contrádictorio que merece un análisis. Si bien para la mayoría de los mapuches el status máximo se identifica con la familia ñidol (de los cuatro dioses jefes), para algunas machis es la familia kiyén (de los cuatro dioses de la luna) la que rige el universo, poseyendo, por lo tanto, jerarquía y poder supremos. Estimamos que, en este último caso, la machi está jerarquizando a partir de su propia ex­periencia o área de acción laboral, puesto que es la luna la que gobierna * la salud, delegando su poder en la machi.

No obstante, todos nuestros entrevistados han coincidido en asignar un orden jarárquico decreciente a los grupos de la luna, lucero y estre­llas. Todos los dioses mayores se ubican en las plataformas superiores del cosmos, asociándose a los colores blanco transparente (ayon) y azul. A su vez, los dioses menores y espíritus benéficos son “empleados de feta chachal ñidol” , colocándose en plataformas inferiores del meli ñom y llegando algunos de ellos hasta la tierra. Los antiguos caciques, machis y personas comunes fallecidas (kuifi ke che) son los antepasa­dos del mapuche que “vivieron en la tierra y subieron arriba” . . . “Es­tán arriba. Cualquier persona pobre. Así, simple. Así como yo que no soy autor de maldá’ ninguna” .

Los espíritus del mal no presentan una clasificación jerarquizada, ordenada y equilibrada, puesto que entre ellos reina el desorden, la desorganización y el caos. Ellos no forman grupos simétricos de dos o cuatro entidades., sino aparecen como seres solitarios y aislados. El po­der supremo de las fuerzas del mal reside en mapu-rei fücha y kude, pareja de jefes superiores que residen ya sea en el anka wenu o minche mapu (plataformas cósmicas del mal) y dirigen ■—de acuerdo con los brujos terrestres (kalku)— a los espíritus maléficos. Según el lugar donde aparezcan estos últimos, se clasifican en wekufes de la tierra, del aire y del agua, destacándose en cada uno de estos grupos un espí­ritu particular por su mayor poder. Entre los wekufes terrestres se asigna status principal al witranalwe, hombre de gran tamaño, que aparece vestido con indumentaria y aperos de huaso, comúnmente de blanco y montado a caballo; entre los wekufes del aire se otorga máxima je­rarquía al cherrufe y al wüyuche, aerolitos o cometas de fuego que des­cienden de las alturas o de las cumbres volcánicas; y entre los wekufes del agua se destacan el nerru-fílu y el chiñi-füu, zorro-culebra y ser­piente peluda de los mares, lagos y ríos.

Los wekufes menores que aparecen comúnmente en la tierra son: el anchimallén, ser pequeño que aparece como esqueleto negro con ca­beza fosforescente o como bola de fuego; el alwe wekufe, ánima o es­píritu de un pariente fallecido; el perrimontún, animal extraño nunca visto que aparece en sueños, visiones o alucinaciones, y el waillepeñ, oveja u otro animal deforme que habita en pantanos o pajonales. Por su parte, los wekufes menores del aire que se perciben con mayor fre­cuencia son: el choñchoñ o tuetué, cabeza de brujo (kalku), que vuela ayudándose de sus enormes orejas, las cuales le sirven de alas; el piwuchén, gallo-culebra con penacho y cola de plumas multicolores, y el meulén, remolino o torbellino de viento y polvo que aparece a medio-

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día. Y en el agua suelen aparecer otros wekufes menores: el trélke wekufe, cuero de vacuno, vivo y de gran tamaño, que posee múltiples tentáculos; y sunpall, mujer-pez o sirena. En todos ellos se encarnan las fuerzas del mal.

2. 2. Funciones de los seres sobrenaturales

La diferenciación y clasificación jerarquizada del status de los seres sobrenaturales pertenecientes al panteón mítico mapuche se definen por medio de la asignación de roles específicos a cada uno de ellos. Cobran sentido a través de las funciones atribuidas a cada familia de dioses o espíritus, funciones que se proyectan tanto en el tiempo como en el espacio profano y ritual. El ejercicio de dichas funciones presupone una continua lucha, una oposición conflictiva de fuerzas duales: las del bien y aquellas del mal. Sin embargo, este permanente enfrentamiento es desigual: las fuerzas del bien duplican a las del mal, concentrándose, respectivamente, en cuatro y dos plataformas cósmicas (véase Esquema N9 1). Es posible interpretar esto último en relación a los mecanismos de defensa del mapuche, puesto que por medio de dicha desigualdad de fuerzas se logra la seguridad y autoafirmación vitales. Recordemos, además, que en la propia plataforma terrestre coexisten las fuerzas del bien y las del mal que rodean al mapuche asentado en su centro, el anén mapu (véase Esquemas N.os 4 y 7), y que la tierra posee dos peligrosos vecinos en el espacio vertical superior e inferior: el anka wenu y el minche mapu (ver Esquema N? 1). En síntesis, el equilibrio de fuerzas entre la plataforma terrestre y aquellas del mal y del bien obedece a la siguiente proporción: tierra mal bien.

1 : 2 : 4En consecuencia, las funciones atribuidas a los seres sobrenatura­

les y su equilibrio guardan estrecha relación con la supervivencia, la salud física y mental del mapuche. Sus poderes y capacidades son múl­tiples y variados, asignándose a cada familia funciones específicas rela­cionadas con su status particular. Siguiendo el orden de la estratifica­ción propuesta en 2. 1. 2, describiremos a continuación las funciones características atribuidas a cada grupo, de acuerdo a testimonios ver­bales representativos.

2. 2. 1. Seres sobrenaturales benéficos

Meli ñidol (cuatro dioses jefes). También denominado f'éta chachal, antiku fücha, antiku dios o awelu dios, es “el que más ayuda, el que más cuida: el cuidador” . Dirige a los demás dioses y “ lo que manda él tiene que hacerse” . . . “Da la vida; da la suerte, animalitos, de to’o. Da trabajo; da el día, el ayon (claridad). Sabiduría, salud también” . Ade­más, “ ñidol ordena la rogativa arriba: el nillatún” .

Meli kiyén (cuatro dioses de la luna). Son dioses de la fertilidad que gobiernan la procreación humana, animal, y la germinación de la tierra. Determinan el sexo y la longitud vital del ser humano. Otorgan vida, bienestar general, alimentación, suerte y salud. Al mapuche “ lo nace kiyén . . . Le da la familia, la crianza. Llama suerte, plata, animal” .

Wuñelfe (lucero del alba). “Cuando viene aclarando, aparece wu- ñelfe. Ayuda al machi, porque machi levanta antes que salga el sol. Lo elige al m ach i.. .Da la virtud por sueño; a otro le da suerte; da el

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peuma (sueño) al machi” . . . “La machi espera a wuñelfu para hacer datún (ritual terapéutico) en la mañana allá. Wuñelfe tiene más po­der: lleva a féta chachai lo que se pide del enfermo; da el encargo de mejoría” . Además, “ trabaja con pewún machi (machi adivina); da remedio, maneja la flor de campo. Da el rocío de la mañana” .

Meli wanlén (cuatro dioses de las estrellas). “Dan luz: es luz de féta chachai. Da animales y pasto. Le da espíritu a los machi” . Da la salud, razón por la cual la machi “ tiene en su bandera wanlén: es ñidol wanlén” , colocado en las dos banderas del rewe (ver Esquema N? 6).

Las familias de la luna, el lucero y la estrella forman un equipo de salud cósmico que tiene a su cargo la prevención j f curación de en­fermedades. “Kiyén da la salud junto con wuñelfe y wanlén” . . . Ellos tres “alumbran, dan vida” . Fijan el sexo del niño al nacer, su desarrollo y la duración de su vida. Debido a que los mapuches asignan un poder ilimitado a este equipo de salud estelar —del cual la machi es su re­presentante terrestre—, el equipo hospitalario moderno no puede en­trar en competencia con él por incompatibilidad cultural.

Meli weichafe (cuatro dioses guerreros) y tralkán (trueno). Re­presentan a los “ guerreros de los malones que hubo antes” . Son dioses auxiliares de ñidol, el cual “ les da el poder para luchar” . “Defienden a cualquier mapuche contra wekufe” . . . “La machi, dicen algunos, le’ piden que lo haga weichán al wekufe que lo tiene al enfermo. Puede corretear al wekufe. Le da el espíritu, ánimo, poder, sabiduría al machi. Buena vista. Da fuerza y poder” . “Cuando sale el trueno, ese es meli weichafe que baja” . El trueno está en el raniñ mapu (el medio de la tierra). Cuando se reúnen to’o los vientos —tanto el Este, tanto el Sur, tanto el lafkén (Oeste), tanto piku (Norte)—, en el medio se pro­duce como un alegato” . Tralkán “ayuda con wekufe. Cuando está eno­jado ayuda a la machi. Le da poder mucho contra wekufe” .

Meli nillatufe (cuatro dioses de la rogativa). “Son también manda­dos por féta chachai. Están en el wenu. Con fuerza y poder hacen ro­gativa arriba y abajo también” . . . “Le dan peuma al nillatufe para que haga el nillatún en la tierra. Son los guardianes del nillatúe. Están en un lugar. Se reúnen para tomar acuerdo, para hacer su rogativa. Es lo mismo que voy a hacer yo. Yo tengo que reunirme con la gente para preparar (el nillatún). Y cuando estamos de acuerdo, vamos ahí donde está la cruz (el nillatúe). No po’imos llegar de un momento a otro sin tomar acuerdo. Ahí le pedimos nosotros lo’ nillatufe, lo’ nillatufe que hu­bo. Se ruega a ellos para pasar bien el año. Dan buen día, buena suerte, salú buena. Atajan lo’ malo’ abajo en la tierra” .

Meli tayiltufe (cuatro dioses del canto ritual). También denomi­nados ülkantufe, “hacen la ceremonia. Ellos ayudan a cantar al machi y a tocar” . En los rituales chamánicos ellos son representados por la yegúlfe, ayudante que toca los instrumentos musicales —kultrún, wada y kaskawilla—, canta y recita, ya sea junto o en alternancia con la machi.

Meli witrán (cuatro familias de dioses de los cuatro puntos cardi­nales). Forman cuatro familias: cuatro dioses del Este (puel mapu), cuatro del Sur (willi mapu), cuatro del Norte {piku mapu) y cuatro del Oeste ( lafkén mapu). “En cada esquina hay un orador. “Tan abajo, son manda’os del ñidol” . Ellos constituyen los dioses de los elementos y fuerzas de la naturaleza, definiendo, por lo tanto, las condiciones me­

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teorológicas y climáticas. Dirigen tanto los vientos, lluvias y tempora­les como la bonanza. Sus atributos han sido detallados anteriormente en relación a la simbología de los puntos cardinales (véase Cuadro N? 2). Por sus funciones, el arco iris (relmu) se relaciona con los dioses de los puntos cardinales. Su aspecto multicolor ha favorecido una her­mosa interpretación simbólica: “Es la bandera del feta chachai. Pa’ la lluvia. Cuando quiere el feta chachai que pare la lluvia, ataja la lluvia” .

Meli antileu pu lonko (cuatro caciques antiguos). “ Son empleados de ñidol” . Reciben diversos nombres según su lugar en el cosmos y las fun­ciones desempeñadas. Así, tromü wenu pu lonko son caciques que go­biernan las nubes; ayon wenu pu lonko son aquellos que dan la trans­parencia al cielo; azul wenu pu lonko y kallfu wenu pu lonko dan res­pectivamente el color azul y violeta al cielo; y tralkán wenu pu lonko gobiernan el trueno. “Son los abuelos antiguos que subieron. Cuando muere un mapuche —buen lonko, buena machi—, ellos van al wenu mapu” . . . “Antiku pu lonko arreglan suerte, animales, plata. Dan la oratoria (eupitún) ” .

Meli antiku pu machi (cuatro machis antiguas). Ellas reciben dis­tintos nombres: fileu, fileu machi, antiku machi, awelu machi, antiku chuchu, antiku fileu. Son “ los espíritus de las machis que van al wenu mapu. Están resguardadas en una ruka del feta chachai. Son muchas. Dan remedios y newén (fuerza) a la machi” . . . “Pa’ tener ese poder, un machi lo nombran. Las machis (de la tierra) piden que lo ayuden;

! hacen rogativa como nillatún para que lo vengan ayudarlo y le dé suer­te. Todo eso. Y se ganen en el enfermo. Eso es. Pedirle mejoría al en­fermo . . . , que sea al fin ganar la vida del enfermo” . . . Ellas dan buena salú” . Los cuatro espíritus del volcán Villarrica, pillan, están íntima­mente relacionados con la machi. “Pillan es un espíritu de la machi. Son sueños de la machi. Es espíritu que da buen peuma (sueño). Da buen tiempo” . . . “Es que ante’ ello’ lo llamaron pillañ a ñidol. Ahora no se le reza casi nada” . Cabe señalar que, para un grupo minoritario de mapuches entrevistados, pillañ posee connotaciones negativas.

Antiku che o feta ke che (antepasados que subieron al wenu mapu). “Han muerto los antiguos y están arriba” . . . “Nosotros somos hijos de los feta ke che antiguos. Ellos son hijos de ñidol” . Su misión es velar en general por su familia y parientes, de acuerdo con ñidol, el jefe.

2. 2. 2. Seres sobrenaturales maléficos

Los wekufes desempeñan funciones generales de agentes del mal, en­fermedad, muerte o mala suerte. Para cumplir con su tarea —encomen­dada por los jefes malignos (mapu rei) y /o el brujo (kalku)— ellos han sido especialmente dotados de diversos poderes mágicos. Suelen apare­cer y desaparecer, tanto en el aire y en el agua como en la tierra; en forma de pájaros, animales, fenómenos naturales o apariciones pseudo- humanas. En su mayoría, se caracterizan por su fisonomía extraña, hí­brida, deforme o fantástica. Con frecuencia sólo es posible escucharlos o sentirlos, por ser, en su mayoría, apariciones nocturnas invisibles. Al hombre “dicen que lo trabajan, lo pescan el espíritu. Hay gente mal- da’oso y eso creo yo de que hay. Entonce’ lo agarra y, aunque sea bueno, lo tienen castiga’o aquí. Y lo tiran contra la familia. Eso’ son lo’ que andan golpeándose por la casa. Hasta que al fin y al cabo lo enferma, lo mata y lo lleva. Eso’ son lo’ verdadero wekufe . . . Al hombre bueno,

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ante’ que muera ya le han hecho el trabajo. Si. Le pescan el alma, el alwe. Eso. Ha muerto el hombre, pero el espíritu anda aquí, ‘pareciendo’ ” . Ese espíritu no alcanza a subir al wenu mapu; al intentarlo, queda en el anka wenu o bien “ queda sufriendo y se va al lafkén (mar) o ñau mapu” .

“La enfermedad viene de ñau mapu . . . Por ser aquí, la tierra1 en el lugar este. Está aquí eso. Aquí nace la enfermedad. Trabajan los kalku . . . Igual como nosotros trabajamos para nuestra vida y mante­nernos, así trabajan para crear enfermedad también” . . . Esta puede ser un “ aire que sale del anka wenu: el kuruf del anka wenu. En la’ nube an­dan lo’ malo” . Y a estas causas mágicas se suman las empíricas, las reales: “el pobre muere más luego. Los ricos como tienen cómo reme­diarse . . . Muchas veces los pobres que somos, morimos más luego porque no hay plata pa’ remediarse . . . Ante’, el que tenía plata dentraba; el que no, moría no ma’ pu’. Entonces, así tiene que ser acá. El que está ma’ maltrata’o, muere ma’ luego” .

Las funciones específicas atribuidas a los espíritus del mal son nu­merosas y variadas; sin embargo, ellas se manifiestan verbalmente con gran restricción, recelo y reserva. Mencionaremos algunos casos:

Cuidar, como gigantesco y maligno guardián, los cultivos y ganado del patrón —el witranalwe— ; aparecer anunciando males y enferme­dades —el anchimallén— ; perturbar la tranquilidad de los parientes o amigos por medio de ruidos nocturnos extraños —el alwe wekufe—; pro­vocar enfermedades pre y postiniciáticas de la machi —el perrimon- tún— ; causar deformidades congénitas —el waillepeñ—. Diseminar epi­demias —el cherrufe y el wüyuche— ; espiar al débil y transportar la enfermedad por los aires transfiriéndola a sus víctimas —el choñchoñ o tuetué— ; chupar sangre humana y de animales, causando la anemia —el piwuchen— ; transportar la enfermedad por el aire al mediodía —el meulén—. Provocar la muerte por inmersión en los ríos, lagos y mares —el nérru-filu chiñi-filu, trelke-wekufe y sunpall.

Aunque nosotros podríamos discutir su agrupación junto a los es­píritus del mal, para los mapuches el sol (antix) posee algunas conno­taciones negativas. Es la pareja polar de la luna: “Kiyén e’ lo que lo que lo’ nació a nosotro’. Pero antü el que lo’ lleva . . . Porque kiyén lo dejó así a uno. Y el sol, parte contrario: cuando muere lo lleva él” . O sea, la vida y la muerte se relacionan respectivamente con la luna y el sol, cuya alternancia dual se asocia al eterno devenir cíclico del día y la noche. Además, “ el sol es kétrai mapu” , tierra del fuego. Por 10 tanto, es malo.O es malo y bueno a la vez, puesto que “amanece” dando la claridad, luz y calor “para secar bien las siembras; para madurar bien” . El sol es, por lo tanto, un astro ambivalente. Y por su misma ambivalencia se le agrupa con las fuerzas del mal, puesto que para los mapuches todo lo ambiguo, indefinido, intermedio o regular se inclina hacia el mal.

IV. CONCLUSIONES

De los resultados expuestos en el capítulo precedente, se deducen al­gunas conclusiones que se referirán a los aspectos descriptivos del tra­bajo y a la posible aplicación de los mismos —como uno de los puntos de vista posibles— en aspectos teóricos y prácticos de la Reforma Agra­ria y legislación de tierras indígenas. De los aspectos descriptivos se desprenden las siguientes conclusiones:

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1. Existe una divergencia cultural entre la cosmovisión mapuche y aquella de la sociedad chilena. Para ellos, lo profano y lo sagrado se yuxtaponen en la matriz terrestre; para nosotros, lo profano y lo sa­grado constituyen dos niveles que se escinden analíticamente.

2. El conocimiento y transmisión oral de la cosmovisión y sus con­tenidos poseen carácter secreto y esotérico, controlándose estrictamente su divulgación al winka (chileno). Todo mapuche conoce, ya sea un segmento pequeño o amplio del esquema total de cosmovisión, según su grado de aculturación y participación activa en ceremonias rituales. Sin embargo, son los portadores de estos conocimientos y creencias -—machi, cacique, dunulmachife y nillatufe— quienes conocen el total.

3. En la comunidad mapuche existen sanciones severas, tanto a nivel humano como divino, para aquellos que difunden conocimientos acerca de la cosmovisión. Dicho régimen punitivo ha favorecido la trans­misión fija y estable de su tradición. Uno de los testimonios verbales más valiosos del presente trabajo, fue proporcionado por un sabio an­ciano que llevó a sus amigos winkas a un bosque aislado, situado lejos de su vivienda, para entregar su solemne testimonio verbal.

4. La religión mapuche no es proselitista. Se conserva y traspasa sólo a nivel del grupo étnico, sin pretender nunca difundirla a los no mapuches. Por lo tanto, su cosmovisión favorece y refuerza la identidad étnica.

5. La tierra posee carácter sagrado, y el mapuche se ubica en su centro. De esta idea se desprende un concepto etnocéntrico del cosmos y de la posición del mapuche en él. Ellos son los hombres destinados por los dioses a vivir en un territorio determinado.

6. La cosmovisión mapuche parece tener raíces comunes indoame- ricanas y, en especial, andinas 52. En este trabajo no pretendemos abor­dar los complejos problemas etnohistóricos del origen del hombre ame­ricano, a pesar de las numerosas analogías estructurales anotadas en el desarrollo del capítulo III. Debemos dejar señalada, sin embargo, la estrecha similitud configuracional con esquemas culturales asiáticos.

7. La cosmovisión pervive ligada a sus aspectos funcionales. Los mapuches creen recibir la única ayuda verdadera de su mundo sobre­natural, puesto que, por el contrario, estiman no haber recibido de los chilenos sino un trato injusto —tanto a nivel social, económico y jurí­dico como en otros niveles de su existencia cotidiana—. Y frente a la consolidación de un sistema injusto, ellos reaccionan con perplejidad e impotencia, refugiándose pasivamente en su cosmovisión como única solución posible. Si no hay justicia acá, ella se encontrará arriba.

8. El nülatún es el eje de la vida religiosa. En su ceremonial se reactualiza dinámicamente la cosmovisión, y, a su vez, dicha cosmo­visión refuerza la cohesión social de la reducción y sus vecinos. Recor­demos que el ramillete de banderas colocadas alrededor del nillatúe es un símbolo de unión fraternal.

9. El fervor religioso de los mapuches se refleja cotidianamente en el eje temporal-espacial profano y sagrado de la existencia. Dicho fer­vor se manifiesta en ciertas prácticas habituales, tales como regar sim­bólicamente la tierra con chicha u otra bebida tradicional antes de

52 Véase Julián H. Steward y Louis C. Faron, Native Peoples of South America, New York, Me Graw Hill, 1959, pp. 262-263.

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beber; regalar objetos pares de “ buen” color; y no romper el orden ceremonial de la ruedecilla, tanto en el orden doméstico como en el ritual.

10. La estructura de la cosmovisión mapuche es simbólica, dual y simétrica, basada en parejas de oposición proyectadas en una síntesis dialéctica (ver hipótesis de trabajo en el capítulo I ) . Dicha estructura emerge claramente en los diversos niveles de análisis del presente es­tudio: en la concepción vertical y espacial del cosmos; en la concep­ción temporal-espacial y material del mismo; en la percepción colorista —colores buenos y malos— y en el panteón mítico basado en una pareja dual originaria y en la oposición de dioses y wekufes.

La situación originada en el agro mapuche a partir de la promul­gación de la ley indígena de 1867 y su aplicación a partir de 1884, signi­ficó la división de la tierra en reducciones otorgadas mediante el título de merced. Una vez formadas dichas reducciones, se produjo la división progresiva de la tierra, debido principalmente a la multiplicación de herederos, que provocó las consecuencias socioeconómicas que conoce­mos. Asimismo, se imposibilitó la movilidad de los grupos y las moda­lidades de adquisición de nuevos terrenos, impulsándose el nacimiento del concepto de terratenencia individual53. Es claro para nosotros que en esta larga gestión no se procedió en ningún momento a tomar en cuenta los cimientos culturales de la comunidad mapuche. Por el con­trario, se originó un esquema de terratenencia contradictorio, opuesto a las normas culturales vigentes 54. El ha contribuido a agudizar su si­tuación presente de marginalidad, fomentando su carencia de integra­ción y participación en la sociedad chilena.

Pensamos que tanto una remodelación de la ley indígena como la aplicación de la Reforma Agraria en el área mapuche debería basarse en un diagnóstico cultural previo completo. Es importante favorecer la participación integral de la comunidad mapuche en dicho diagnóstico cultural como también en la toma de decisiones jurídicas relacionadas con el destino futuro de sus tierras. Consideramos que un conocimiento de la cosmovisión mapuche abre una útil perspectiva para los técnicos que persiguen una reestructuración del actual sistema de terratenencia para lograr otro más justo, realista y respetuoso de los auténticos valo­res culturales de la comunidad mapuche. Cuatro aspectos que emergen del presente análisis podrían contribuir a dicha orientación:

1. Los mapuches poseen un sistema tradicional coherente de divi­sión de la tierra, producto respetable de una sabiduría empírica antigua, acumulada y transmitida como valiosa herencia social.

2. Dicho sistema tradicional de división de la tierra se basa en una orientación especial ética y ceremonial que debería tomarse en cuenta para casos concretos de distribución de tierras.

3. El carácter sagrado de la tierra y la relación telúrica y etno- céntrica del mapuche con respecto a la misma contribuye a erigir una de las principales barreras culturales que deben enfrentar los técnicos. Dichos obstáculos pueden ser controlados, con mayor propiedad, por

r Milán Stuchlik, Sistema de terratenencia de los mapuches contemporáneos, trabajo presentado al XXXIX Congreso Internacional de Americanistas, Lima, 1970, p. 11.

54 L o e . c it.

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medio del conocimiento acerca de la cosmovisión mapuche, cuna de muchas normas, actitudes y valores de su cultura 55.

1 4. La visión mapuche del mundo, dualista y dialéctica, posee una extrema coherencia interna que la hace compatible, desde un punto de

vista estructural, con enfoques lógicos modernos.En síntesis, hoy se enfrentan dos concepciones contrastantes res­

pecto a los problemas agrarios mapuches: la racional y jurídica chilena,

( guiada por la orientación socialista de la Reforma Agraria, y la tradi­cional mapuche guiada por normas y valores desprendidos de su cos­movisión y organización socioeconómica, las cuales responden a patro­nes culturales arcaicos aunque no incompatibles.

¿Es posible conciliar estas dos concepciones y llegar a un compro­miso entre ambas?

Esta interrogante no será resuelta aquí debido a que su compleji­dad y múltiples implicancias técnicas exceden los propósitos y límites del presente trabajo. Creemos que su estudio y solución corresponden tanto a la comunidad mapuche como a los técnicos de la Reforma Agraria.

Septiembre de 1972.

55 Como un caso concreto de barrera cultural, citamos la resistencia de los mapuches para pagar tributo por la tierra, tanto por considerar que ésta les pertenece por razones religiosas e históricas y porque, ademáis, su nivel de ingreso no se los permite.

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Fundamentos para una política cultural mapuche

W i l s o n C a n t o n i

Profesor de ELAS - FLACSO,Jefe de la Unidad de Estudios del Fondo de Educación Sindical

I. EL PROBLEMA HEREDADO

Entre las situaciones de exclusión social generadas y no solucionadas por la formación y el desarrollo capitalista de la sociedad chilena, la más dramática, permanente y profunda es la de los grupos indígenas. Si bien la integración de los grupos étnicos de origen europeo promo­vida por el establecimiento y expansión del Estado chileno ha sido una de las más consolidadas y consistentes de América —lo que se evidencia en el fuerte sentimiento de pertenencia e identidad nacional presentado por los chilenos—, la integración nacional del pueblo mapuche perma­neció como un problema latente 1.

Es bueno recordar que el primer estímulo duradero para la creación de un fuerte aparato (administrativo e ideológico) de Estado en Chile fue precisamente la larga lucha contra los llamados araucanos. Es así que no es difícil percibir que la relativamente bien lograda integración valorativa nacional de los grupos de origen europeo (particularmente en el período republicano) tuvo como una de sus contrapartidas histó­ricas el rechazo y la exclusión de la raza y de la cultura mapuche.

El problema de la integración nacional del pueblo mapuche tiende a presentarse como un problema obscuro. Ello básicamente porque se trata de un problema no solucionado ni solucionable por ninguna de las etapas de la formación social que lo generó 2.

1 Se considerará en este artículo sólo a los mapuches —el más importante de los grupos étiiicos autóc­tonos—, aunque muchos de los planteamientos generales presentados sean valederos para el con­junto de los grupos indígenas chilenos. La integración de los indígenas magallánicos ( alacalufes, yaganes y onas) fue “ solucionada” definitivamente mediante su exterminio. La integración de los quechuas y aymarás del Norte Grande, así como la de los isleños de Pascua, permanece también como un problema latente y en gran parte desconocido, a pesar de que esos grupos se ubican en regiones estratégicas desde el punto de vista de la defensa de la soberanía nacional.

2 La única solución estructuralmente definitiva fue la lograda en la región central (o del indígena sometido desde la Colonia) durante el período de constitución\ de la propiedad latifundista, me­diante la transformación e inmersión completa de las tierras y de la mano de obra indígena en la estructura de la gran propiedad señorial. A mediados del siglo XIX el mapuche de la región central desaparece en la masa de una población campesina mestiza, empleada en fundos y haciendas como inquilinos y peones. Pero en la región de la Frontera (o zona clásica de resistencia indí­gena) e incluso en la región más sureña de Los Lagos (indígena sometido desde la Colonia, pero de incorporación más tardía del territorio en la propiedad latifundista), el mapuche, a pesar de

, vivir finalmente arrinconado y segregado en las reducciones, siempre conservó algún territorio propio, una organización sociocultural específica ( en mayor o menor grado) y una identidad grupal diferenciada. Es este el pueblo mapuche (que hoy día conforma una población aproximada de 400.000 personas en el área rural y de 100.000 personas en el área urbana), cuya integración nacional no fue solucionada en ninguna de las etapas históricas de formación y desarrollo capita­lista de la sociedad chilena.

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No es nuestra intención detenernos ahora en el análisis y en la prueba de la no posibilidad de solución del problema en los periodos histórico-sociales precedentes. Sin embargo, teniendo en cuenta que el objeto de estas reflexiones es contribuir de algún modo a la formulación de la política indígena del Gobierno Popular, es conveniente indicar algunos elementos que ayuden a comprender por qué la integración nacional del mapuche tiende a presentarse como un problema difícil para la izquierda chilena.

En primer lugar, un proyecto viable de emancipación social y libe­ración humana del pueblo mapuche sólo puede surgir como parte de un programa y de una práctica de emancipación y de liberación del campesinado chileno. Hace pocos años que empezó a difundirse y a con­solidarse un movimiento de representación campesina de relativa sig­nificación nacional y de cierta capacidad efectiva de presión política, dentro de los parámetros de la reforma agraria y de la organización sindical paralela establecidos por el Gobierno anterior.

Sólo con el advenimiento del Gobierno Popular, es decir, con la gran movilización que alcanza prácticamente a todas las capas del campesinado, con la difusión y consolidación relativa de los consejos, con el rápido avance de la organización sindical de izquierda (que pasa a ser hegemónica también en el campo), con el amplio debate sobre las formas que deben asumir las unidades productivas en el área refor­mada y con el término del latifundio, aumenta en gran escala la repre­sentación (real y potencial) campesina y el campesinado entra final­mente en la historia de las luchas sociales de Chile como protagonista y sujeto de su propio destino. En consecuencia, se crearon las condicio­nes estructurales para que se planteara también, en la orden del día de la historia chilena, la solución del problema mapuche 3.

Pero el surgimiento de las condiciones de necesidad y de viabilidad de solución de un problema social no significan en sí mismas la solución del problema. Tanto es así que, a pesar de la nueva disposición y actitud asumidas por el Gobierno Popular hacia el mapuche y de las muchas medidas concretamente tomadas en su beneficio, este Gobierno y sus áreas de sustentación no alcanzaron a formular hasta ahora una polí­tica indígena claramente definida en sus metas y consistentemente articulada en su implementación. Ello no se debe a una falta de interés en atender a las reivindicaciones de las comunidades y de las asocia­ciones mapuches, ni se explica tampoco sólo por problemas de coordi­nación administrativa o política. El hecho señalado va más a fondo y toca a la relativa indefinición de la izquierda sobre algunos aspectos centrales que se plantean a una política socialista de integración na­cional del mapuche, lo que se advierte desde la presentación al país del Programa Básico de la Unidad Popular.

Los límites económicos y políticos de la política indígena del Go­bierno Popular serán dados, en lo fundamental, por los límites de la nueva alianza obrero-campesina que se está construyendo con la re­forma agraria y la organización masiva del campesinado. Desde que una alianza de clase con capas postergadas se realiza concretamente —más allá o más acá de consignas ideológicas— por un aumento de

3 El campesinado mapuche realizó, en los primeros meses de 1971, su primera movilización masiva (toma de terrenos usurpados) desde 1883, fecha de su derrota militar definitiva con la caída del último baluarte araucano de Villarrica.

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su participación en el ingreso nacional mediante un aumento de su po­der de representación y presión, la amplitud de la nueva política indí­gena dependerá de la medida en que el campesinado mapuche participe de la nueva alianza indicada.

Sin entrar, por ahora, en la cuestión decisiva de los límites posibles de esa alianza, que se presenta como la cuestión básica de la política agraria ' del Gobierno, cabe señalar que las divergencias y decisiones sobre esa materia tienden a situarse en el terreno de la evaluación táctica de fuerzas y de prioridades. Aun considerando las opciones es­tratégicas de tránsito al socialismo distintas de la estrategia de la Unidad Popular, permanece el hecho de que todas tienen las mismas metas históricas y de que todas las corrientes marxistas se orientan por una teoría básica común. Sin minimizar las agudas divergencias que nacen en la aplicación práctica de la teoría y en la realización de las metas, lo que se quiere hacer resaltar es que el problema de la eman­cipación social del conjunto del campesinado y de su integración igua­litaria en una futura sociedad chilena socialista no constituye un pro­blema estratégico-teórico para el conjunto de la izquierda, al menos en lo que se refiere a la finalidad y a la racionalidad histórica de esa acción dentro de una política general de clase trabajadora.

En contrapartida, el problema de la integración nacional del ma­puche se presenta no sólo como un problema táctico (en qué medida el mapuche va a participar de la nueva alianza obrero-campesina que puede ser realizada en esta etapa), sino también como un problema estratégico (lo que se quiere precisamente alcanzar y realizar como meta histórica) no suficientemente aclarado. No cabe duda de que, des­de el punto de vista general de la situación y destino de clase, no existe tai cuestión estratégica, puesto que se quiere para el campesino mapuche exactamente lo mismo que se quiere para el conjunto del cam­pesinado. Pero el mapuche, además de campesino a título general de clase, forma una minoría nacional étnicamente diferenciada, y la cues­tión estratégica resurge al plantearse el problema central de la política cultural, que consiste en definir con claridad si la política general de clase a ser aplicada al mapuche buscará integrarlo en la nueva sociedad mediante la aceptación o la extinción de su situación específica de minoría nacional diferenciada. Las metas históricas establecidas a este nivel estratégico serán de importancia decisiva para la implementación táctica de la política general de clase a ser desarrollada, particular­mente en los aspectos claves de la incorporación a la reforma agraria y al desarrollo productivo, la nueva organización y autorrepresentación social y la formación de un nuevo liderazgo indígena.

Es sobre ese problema central de la formulación de úna política cultural indígena que se observa una relativa indefinición por parte de los partidos y organizaciones populares, lo que afecta sensiblemente la política indígena general del Gobierno en la medida en que obstacu­liza el aprovechamiento orgánico del potencial de movilización y trans­formación social representado por el campesinado mapuche. La indefi­nición relativa señalada —qué hacer con el mapuche en cuanto ma­puche o, mejor dicho, qué destino estructural aguarda a la minoría nacional mapuche en la futura sociedad socialista— está asociada a un conjunto de factores históricos, dentro de los cuales se pueden des­tacar los siguientes:

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En primer lugar, la izquierda chilena es, a la vez, izquierda y chilena. Con esa proposición tautológica se quiere indicar que también los partidos, las organizaciones y los cuadros de izquierda se formaron y viven en el ambiente cultural y en las tradiciones socializadoras que reproduceá el prejuicio secular contra el indígena. El hecho de que las colectividades y personas de izquierda tengan una conciencia crítica más apta a captar el significado de clase de la discriminación racial no elude el otro hecho de que ellos tienen también que luchar contra acti­tudes, juicios y conductas prejuiciadas, que hacen parte de su propia formación y que pueden disimularse incluso en racionalizaciones ideo­lógicas.

En segundo lugar, el problema de la política cultural indígena tiende a presentarse a la izquierda chilena como un problema teórica­mente oscuro, es decir, no existe una explicación conocida, debatida y racionalmente aceptada sobre las relaciones entre estratificación de clase y estratificación étnica en el proceso de transformación revolu­cionaria de la sociedad. Debido a que la exclusión del indígena no se había planteado como cuestión efectiva de actualidad política, la inte­gración nacional del mapuche siempre se presentó para el pensamiento crítico de la izquierda chilena como un problema residual4. Por otra parte, el pacto tácito de silencio impuesto por la política tradicional discriminatoria de integración del indígena, impidió que la exclusión social impuesta al mapuche lograra siquiera constituirse como problema científico de significación en los círculos universitarios. Esa carencia teórica no es privativa de la izquierda chilena, pero tiene efectos pro­fundos en la formulación de la política indígena del Gobierno Popular, dado que, siempre que se trate de objetivos estratégicos, no hay acción consecuente sin una teoría consecuente que ilumine y oriente el curso histórico de la acción 5.

En tercer lugar, merece destacarse el hecho de que el pueblo mapu­che, por la fuerza misma de la intensidad de su exclusión social, no pudo construir un proyecto propio y consistente de su emancipación social y de su liberación humana en la sociedad en la cual fue forzado a participar. La inexistencia de un programa propio de defensa de sus intereses generales de clase y de afirmación de su personalidad cultural, por parte del principal interesado, no permitió el diálogo crítico del pueblo mapuche con las fuerzas populares chilenas. En consecuencia, se impuso a la izquierda de este país, sea por los prejuicios heredados, $ea por la ausencia impuesta a su único interlocutor valedero, una especie de paternalismo estructural en la cónsideración del problema indígena, circulo vicioso que sólo se romperá cuando el mapuche asuma su propia palabra dentro del proceso revolucionario chileno.

Es así que, en un balance de tendencias de la política puesta en marcha por las corrientes de izquierda en el período del Gobierno Popu­lar, no es sorprendente encontrar posiciones que van desde la negación

4 En el mismo rango residual se situaron los problemas de la incorporación de la mujer al proceso revolucionario y del encauzamiento del potencial de renovación social de la juventud. Cuestiones que, a estas alturas del Gobierno Popular, ya agotaron las posibilidades de solución inmediata dentro de los antiguos esquemas teóricos de orientación y que también tienden a presentarse como pro­blemas políticos importantes, particularmente el primero.

5 La inexistencia de una teoría y de un programa adecuados de incorporación de las poblaciones indí­genas excluidas del proceso de transformación revolucionaria de la sociedad surge como una cuestión política central en los países en que ellas constituyen la mayoría de la población nacional, como es, por ejemplo, el caso de Bolivia.

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lisa y llana de la personalidad cultural diferenciada del mapuche hasta la valorización romántica y folklórica del conjunto de su actual situa­ción cultural.

Los grupos y organizaciones que impulsaran, en los primeros meses de 1971 la movilización masiva del mapuche en la toma de terrenos usurpados y en la constitución de consejos campesinos como poder pa­ralelo en el campo, no concedían ninguna especificidad de clase al pro­blema de la participación igualitaria del mapuche en la sociedad na­cional. En nombre de una política general común a campesinos indí­genas y no indígenas, tendían a considerar como reaccionaria toda consideración estratégica de la personalidad cultural diferenciada del mapuche y de sus conflictos específicos de integración nacional. Esta línea política, que igualaba su programa mínimo con su programa máxi­mo (movilización para la conquista del poder total) podía utilizar in­tensamente algunos de aquellos conflictos (reivindicación histórica so­bre la tierra y odio al huinca usurpador) como expediente táctico, aun desconociendo e ignorando su naturaleza social. Por otra parte, en la movilización para la conquista del poder total, estrategia y táctica se funden en un solo momento de la acción y el problema concreto de integración del mapuche en la sociedad nacional sencillamente se aplaza para el futuro socialista. No obstante, en la medida en que el poder pa­ralelo en el campo no toma cuerpo y que la lucha por la conquista de la totalidad del poder retoma los cauces estructurales de la vía chilena —en que la destrucción de lo viejo y la construcción de lo nuevo se ha­cen simultáneamente—, la debilidad estratégica de tal tendencia resulta cada vez más evidente. Por una parte, su negativa a considerar la personalidad cultural distinta del mapuche y el carácter peculiar de sus contradicciones de clase en la sociedad chilena impide a tal ten­dencia formular cualquiera política específicamente indígena, es decir, tener metas históricas y una estrategia propia en la materia. El precio a pagar es que con ello se repite, en otro discurso y en otra intencio­nalidad política, la línea tradicional de las clases dominantes, que siem­pre se negaron a reconocer el pueblo mapuche como minoría nacional, y reflota su monserga ideológica de que él está culturalmente integrado (sus problemas serían los problemas generales de la marginalidad cam­pesina, particularmente la deficiencia de escolarización). Por otra parte, la ausencia de una estrategia y de una política indígena reducen tal tendencia al aprovechamiento táctico de algunos conflictos preexisten­tes a su intervención, lo que resulta en su permanente debilidad táctica. Ello porque no se puede, a partir de los conflictos inmediatos preexis­tentes, elevar la conciencia y la acción al nivel del conjunto de las contradicciones que caracterizan la situación social específica del pue­blo mapuche, situación que, precisamente, tal tendencia niega, desco­noce o ignora. En consecuencia, las acciones sólo pueden ser masivas cuando no superan los límites de reivindicación y de conciencia pre­sentados tradicionalmente por los indígenas. Lo que representa el se­gundo precio parado jal que debe pagar la tendencia considerada, que se quiere la más genuinamente revolucionaria y busca conducir a las masas a la implantación directa del socialismo 6.

6 La intensa movilización del mapuche en los primeros meses de 1971 (que parecía colocarlo en la vanguardia revolucionaria del campesinado chileno) se hizo a partir de reivindicaciones preexistentes sobre la devolución de terrenos usurpados y sin cambio significativo de la conciencia social que

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En contraposición a esa tendencia voluntarista, existe la acción del grupo de partidos y organizaciones orientados por la estrategia ge­neral de la Unidad Popular, al que se puede agregar las instituciones fiscales (como DASIN y CORA) que tienen actuación directa en el sector indígena. Si bien se trata de un grupo muy diversificado en cuanto a función y representación, es dable afirmar que representa, de modo muy general y en matices diversos, la tendencia predominante en el Gobierno, en lo que a política cultural indígena se refiere.

Sin entrar ahora en las vicisitudes de la formación de tal tendencia, ella se caracteriza, en lo esencial, por aceptar que la participación igua­litaria del mapuche en la sociedad chilena representa un problema es­pecífico de integración que no puede ser eludido y que el pueblo mapu­che debe participar activamente en la construcción de las metas, ca­minos y formas de su nueva participación en la sociedad nacional. Vale decir que los supuestos que fundan esa tendencia permiten la formu­lación y el desarrollo de una política indígena de contenido y de orien­tación socialista.

Sobre la base de la estrategia y de los supuestos señalados, el Go­bierno Popular se decidió a enfrentar el problema de la exclusión social del mapuche, institucionalmente congelada desde la legislación de 1931, impulsando una nueva política que, en el corto plazo, se materializó en las siguientes líneas principales de acción: restitución administrativa de tierras usurpadas, presentación al Congreso de una nueva legislación indígena, reorganización y agilización del servicio público especializado, activación y democratización de la asistencia educacional, acuerdos DASIN-CORA para la incorporación del campesinado mapuche a la reforma agraria. Cumple destacar, en lo que se refiere a la participación de los mapuches en la nueva política, que el proyecto de ley presentado al Parlamento fue fundamentalmente elaborado por la Confederación Nacional de las Asociaciones Mapuches, habiendo sido el primer proyecto del Gobierno Popular ampliamente discutido y aprobado por las bases. Esa Confederación, la más representativa del pueblo mapuche y que congrega elementos de todas las orientaciones partidarias, se originó en área democratacristiana pero se convirtió en fuerza de sustentación de la política indígena del Gobierno Popular, lo que evidencia la amplitud y la capacidad de sensibilización masiva de esa nueva política.

Escapa al objetivo de este trabajo realizar un examen del resultado de las medidas adoptadas en las distintas líneas de acción emprendidas. Pero tomando la materia en conjunto y dejando constancia de varios avances sectoriales o zonales muy positivos, es constructivo y oportuno señalar dos hechos. En primer lugar, se advierte, dentro de la política de corto plazo indicada, la ausencia de una línea específica sobre polí­tica cultural. Es cierto que las medidas sobre activación y democrati-

tradicionalmente las orientaba. En este sentido, el movimiento realizado de toma de tierra podría haber sido impulsado por cualquier grupo político dispuesto a hacerlo, especialmente bajo el alero del Gobierno Popular, que impedía la represión policial en el campo. Desde el punto de vista de un análisis histórico concreto, no se puede minimizar la participación indígena en la gestación y la función de los consejos comunales, particularmente en Cautín, análisis que no fue hasta ahora razonablemente efectuado. Sin embargo, lo que se quiere destacar es que, a partir de la moviliza­ción señalada, no se pudo avanzar hacia la reorganización económica de las comunidades (a pesai de los consejos) ni hacia la reorientación de la conciencia social del conjunto del campesinado indígena. Tanto es así que, después del movimiento realizado, la gran mayoría de ese campesinado permaneció alejada de cualquiera transformación de las actividades productivas y se mantuvo influencíable por la propaganda de la oposición en contra de su incorporación a la reforma agraria.

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zación de la asistencia educacional son parte de la esfera de la cultura y que en ese terreno se lograron algunos resultados expresivos 6a.

Pero no es menos cierto que las actividades educacionales desarro­lladas o planificadas no fueron acompañadas por una discusión orgá­nica de los problemas substantivos de la integración cultural del mapu­che. Es así que se verifica una activación educativa no orientada por una nueva política cultural, con el riesgo de conservarse los valores de la política educacional anterior, tradicionalmente difundidos entre los mapuches por el aparato escolar y otras agencias socializadoras7.

El segundo hecho a considerar es que las líneas de acción puestas en marcha en el corto plazo tienden cada vez más a encontrarse con obstáculos estructurales (objetivos y subjetivos), particularmente en lo que se refiere a la incorporación a la reforma agraria y al estableci­miento de bases económicas objetivas de participación igualitaria. Vale decir que la política del corto plazo se agota y que los obstáculos estruc­turales que surgen sólo pueden ser vencidos por una política del largo plazo.

El surgimiento de los obstáculos estructurales señalados se rela­ciona con el surgimiento de obstáculos del mismo tipo frente a la polí­tica general de transformación revolucionaria de la sociedad, puesta en marcha por el Gobierno Popular. Su eliminación depende del avance de la participación del pueblo en la economía y en el poder, mediante un programa de liberación de clase y de desarrollo nacional que los tra­bajadores reconozcan como suyo y que sea ejecutado por ellos mismos. Si este es el camino de victoria del conjunto de la clase trabajadora, con mayor razón será el camino del pueblo mapuche, secularmente excluido, aislado y despreciado. De ahí la importancia de la nueva polí­tica cultural, entendida como la transformación revolucionaria de la conciencia y de los valores, capaz de transformar el mapuche en el su­jeto de su propio destino cultural dentro de una política general de clase trabajadora. Pero la conciencia no es la conciencia de sí mismo, sino que es producida y mediatizada por las condiciones concretas de la existen­cia social y por las posibilidades objetivas de su transformación. Lo que obliga a situar la nueva política cultural dentro de una estrategia de conjunto que caracterice la situación de clase específica del mapuche, que defina las metas de su integración a la sociedad en tránsito hacia el socialismo y que transforme las contradicciones que actualmente lo des­garran en Jas fuerzas impulsoras de un proyecto colectivo y autorreali- zado de liberación social y humana.

Ahora bien, la primera tarea que se plantea es la caracterización de la situación específica de clase del mapuche, problema hasta ahora

6a Incremento de las becas de estudio concedidas de 556 en 1970 a 3.000 en 1971 y a 10.000 en 1972, con sensible aumento del monto medio de ellas; participación de representantes del Consejo Campesino Provincial de Cautín y de Federaciones Provinciales de Estudiantes Mapuches en el Consejo Seleccionador de Becas; instalación de Hogares Estudiantiles Mapuches, construcción de un Instituto de Capacitación Indígena en Temuco, para impartir capacitación técnica en convenio con INACAP; convenio con el Ministerio de Educación para construcción prioritaria de escuelas dotadas de internados en zonas rurales indígenas, etc.

7 Los valores de esa educación buscan la ascensión social y la asimilación cultural en términos indi­vidualistas y desvinculados de la solidaridad de clase y de grupo étnico, dentro de una ideología de clase dominante que interpreta la situación de exclusión del mapuche como producida fundamen­talmente por su ignorancia y por su incapacidad de superación personal, que serían producidas, a su vez, por el atraso económico y cultural derivados de la vida en comunidad y de la conservación de la cultura originaria. El problema de la educación como ideología deformadora es tan impor­tante para la mistificación y desclasamiento de la conciencia social del mapuche que merece un análisis especial.

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no suficientemente dilucidado por el pensamiento crítico de la izquierda y fuente teórica de equivocaciones o perplejidades en la práctica.

Con el objeto de contribuir, en alguna medida, a la formulación de una estrategia que permita fundar una política indígena permanente y unificada del Gobierno Popular, se presenta un intento de definición de la situación específica de clase del mapuche. Las reflexiones que cons­tituyen esa propuesta teórica buscan indicar escuetamente un nuevo esquema general de análisis y de orientación, que debe ser desarrollado en varias direcciones e integrado críticamente a la teoría de las clases sociales. Vale decir que no tienen otra pretensión sino la 'de representar un punto de partida y de incitación al debate.

II. SITUACION DE ESTRATIFICACION DE CLASE DE TIPOCOLONIAL

Naturaleza general de las relaciones del mapuche con la sociedad chilena.

Desde que el pueblo mapuche fue militarmente sometido, perdió su li­bertad política de pueblo autónomo y fue insertado en las estructuras regionales de la sociedad chilena; la naturaleza general de su relación con esa sociedad es la naturaleza de las relaciones de clase en las que fue obligado a participar. En consecuencia, la situación social del ma­puche se define fundamentalmente como situación de clase, lo que significa:

a) Que su situación social se define por la posición que ocupa en la estratificación general de clases de la sociedad chilena, y

b) Que su situación económica, política y cultural se relacionan entre sí mediante la situación de clase que presentan. (En otras pala­bras, la situación de clase del mapuche se compone de su situación económica, política y cultural y representa la articulación entre ellas) 8.

En el sentido de las relaciones generales de clase que mantuvo y mantiene con la sociedad chilena, no existe un problema mapuche es­pecífico. Desde que el mapuche se transformó de un pueblo libre en una clase dominada, pasó a tener una solidaridad fundamental de destino histórico congas clases dominadas de Chile y la solución de sus proble­mas básicos de esas clases. Tales problemas derivan de la naturaleza misma y del modo de ser de las relaciones de clase de la sociedad capi­talista y se expresan en la explotación económica, en la dominación po­lítica y en la dependencia cultural, que sólo pueden ser eliminadas con la superación de este tipo de sociedad. Es así que la solución de los pro­blemas fundamentales de clase del mapuche se encuentran en la cons­trucción de la sociedad socialista.

Modo particular de inserción del mapuche en la estratificación de clase.

Pero la inserción y presencia del mapuche en la estratificación de clase de la sociedad chilena presentan también características peculiares, que deben ser consideradas para efecto de una comprensión correcta y to­talizada de su situación social. Esas características peculiares se expre-

8 Los supuestos de este enfoque integrado de la situación de clase, importante para caracterizar la situación social del mapuche y la correlación de fuerzas en una estructura de clases, no se pre­sentan ahora, para no alargar excesivamente este trabajo.

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6 — Cuadernos

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san en el hecho de que el mapuche, como grupo étnico diferenciado en cuanto a la raza y cultura, sufrió discriminaciones especiales de clase asociadas específicamente a su diferenciación racial y cultural. Esas discriminaciones especiales de clase representan el modo particular de inserción del mapuche en la estratificación de clase y definen las con­diciones específicas de su relación con la sociedad nacional.

El sistema de estratificación de clase es en sí mismo un sistema de discriminación, puesto que representa y establece posibilidades distintas de participación económica, política y cultural. Es por ello que las rela­ciones de clase son fundamentalmente relaciones de discriminación y es por ello que se puede hablar de discriminaciones generales y de dis­criminaciones específicas de clase. Para caracterizar la situación del mapuche —así como de cualquier grupo étnico que presentá a la vez condiciones generales y específicas de participación de clase— propo­nemos el concepto de situación de estratificación de clase de tipo colo­nial. Este concepto expresaría el modo particular que asume la estrati­ficación general de clase cuando discrimina específicamente a todo un grupo étnico sobre la base 'de su diferenciación racial y cultural. Vale decir que el concepto sugerido representa un tipo de estratificación, de clase y de participación social que:

a) Expresa a la vez las condiciones generales y específicas de la relación del mapuche con la sociedad nacional, y

b) Es una parte del sistema de estratificación de clase que conforma la sociedad nacional9.

Características de la situación social del mapuche como situación de estratificación de clase de tipo colonial

Entre las características principales, se pueden destacar las siguien­tes: 1

A. Situación económica

Relaciones o discriminaciones generales de clase. En la sociedad colo­nial (zona central o del indígena sometido desde la Colonia) el mapu­che se transforma en mano de obra servil y después se mezcla y es inser­tado en conjunto en las posiciones más interiorizadas del sistema pro­ductivo, como peón o inquilino de la gran’ propiedad señorial. En la so­ciedad republicana (zona de la Frontera, o de resistencia indígena) el mapuche es segregado en conjunto en las reducciones, como pequeño propietario en una economía agrícola de subsistencia. Tanto en un caso como en otro, el mapuche pasó a participar de las relaciones de explo­tación e inmovilidad económica comunes a todos los que ocupan posi­ciones similares en el sistema productivo.

Relaciones o discriminaciones específicas de clase. La transforma­ción obligada del mapuche en trabajador adscrito a la gran propiedad o en pequeño productor segregado se hizo al precio de dos guerras de

9 En este sentido, la situación de estratificación de clase de tipo colonial del mapuche sería la manifestación del desarrollo desigual y combinado de la sociedad capitalista chilena, en lo que se refiere al tipo de integración nacional impuesto a los grupos étnicos autóctonos. Para una aplicación histórica (parcial) del concepto sugerido véase Relaciones del Mapuche con la Sociedad Nacional Chi­lena, Escuela Latinoamericana de Sociología, Santiago, 1972. Para una síntesis teórica preliminar de las notas centrales del mismo concepto (como modelo general) véase documento interno (mimeo- grafiado) de la misma Escuela.

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conquista (la colonial y la republicana) y del despojo de sus tierras, es decir, del bien económico básico de sustentación de su organización so­cial y de su cultura. En el período republicano al mapuche no se le dio oportunidad de participar en la colonización dirigida por el Estado y fue aislado espacialmente en lás reducciones, con dotación de tierra inferior a la de los demás colonos. Después de establecido en las reduc­ciones, continuaron las usurpaciones de sus terrenos, ilegales o legales (mediante un derecho patrimonial discriminatorio aplicable sólo al ma­puche) . Sobre la base de la legislación que lo agrupa y segrega en las reducciones, el mapuche reorganiza su actividad productiva y establece su ajustamiento económico específico con la sociedad chilena, mediante la comunidad basada en la unidad productiva familiar autónoma y en la propiedad colectiva legal de la tierra. Este ajustamiento lo pro­tegía contra la pérdida de sus terrenos y el descenso a la posición de campesino sin tierra. Ahora bien, la meta principal de la legislación indígena dictada desde 1927 hasta 1964 es la destrucción de aquel ajus­tamiento económico, a través de la quiebra de propiedad colectiva legal de la tierra. La segregación del mapuche en las reducciones lo conde­naba históricamente a la minifundización y a las relaciones expo- liativas de mercado. A la acción acumulativa de esos dos factores (a los que se agregan los efectos de la política sistemática de división de las comunidades, de las usurpaciones legales o ilegales de tierras y de las enajenaciones de terrenos dictadas por la miseria) se debe el dete­rioro progresivo de la economía de subsistencia del mapuche, caracte­rizada por la situación actual de- desahorro de la mayoría de las uni­dades productivas familiares, por períodos regulares de privación y ham­bruna, por la activación del proceso de proletarización y por roces inso- lubles dentro de las comunidades.

B. Situación 'política

Relaciones o discriminaciones generales de clase. En la medida en que el mapuche se inserta en la estratificación de clase como mano de obra servil, como trabajador adscrito a la propiedad latifundista y como pequeño productor en una economía de subsistencia, pasa a sufrir las discriminaciones políticas comunes a todos los situados en tales po­siciones de clase; es decir, la no representación política absoluta por un largo período y, después de logrado el derecho de voto, la neutralización y la manipulación sistemática de su voluntad política como clase.

Relaciones o discriminaciones específicas de clase. La inserción obligada del mapuche en la estratificación de clase de la sociedad chi­lena se hizo al precio de la pérdida de su autodeterminación como pue­blo libre, es decir, mediante la imposición de la discriminación política esencial contra una colectividad humana. Después de ser radicado en reducciones, el mapuche continuó manteniendo una organización social y una cultura que lo diferenciaban claramente como minoría nacional. No obstante, jamás le fue concedida una representación política como minoría nacional, sea a través de la representación parlamentaria, sea a través del reconocimiento de instituciones mapuches de representación nacional.

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C. Situación cultural

Relaciones o discriminaciones generales de clase. En la medida en que el mapuche pasa a participar de la estratificación de clase en las posi­ciones descritas, experimenta las mismas discriminaciones culturales co­munes a los que ocupan posiciones similares. O sea, exclusión o partici­pación reducida en el control de los medios de educación, de sociali­zación, de expresión, de comunicación y de justificación de la organi­zación de la sociedad y del significado de la vida en ella.

Relaciones o discriminaciones específicas de clase. Si bien la política de segregación del mapuche ha provocado discriminaciones o dificultades especiales en todos los niveles y formas de participación cultural señalados, es necesario destacar la discriminación cultural fun­damental verificada al nivel de la justificación de la organización de la sociedad, es decir, de la legitimación de la estratificación de clase esta­blecida y de la posición ocupada por el mapuche en ella. Pesé a todas las consignas cristianizadoras y civilizatorias, la inserción del mapuche en la estratificación de clase de la sociedad colonial y de la sociedad republicana se basó en la justificación propia de las guerras de con­quista, es decir, la fuerza. Pero el ejercicio del poder desnudo de la fuerza, cuando contradice las normas internas propias al grupo que lo ejecuta, necesita siempre justificarse de alguna forma. Es así que —como todos los grupos blancos vencedores en las guerras de conquista y reparto co­lonial del mundo generadas por la expansión mundial del modo de producción capitalista— los conquistadores españoles y republicanos desarrollaron justificaciones descalificadoras del mapuche, que les per­mitieron legitimar la violación de sus propios códigos normativos de convivencia social y moralidad humana en sus relaciones con ellos. Por una parte, degradaron la cultura mapuche, considerándola inferior o perversa. Pero las discriminaciones de clase —explotación económica, dominación política, degradación cultural— aplicadas contra el ma­puche, sea en la guerra de conquista colonial, sea en la guerra de con­quista republicana, siempre fueron de tipo general, transformando todo un pueblo libre en una clase dominada, explotada y degradada. En consecuencia, la justificación normativa de esa discriminación general de clase debía ser también general, descalificando la naturaleza humana misma del discriminado, independientemente de su asimilación cultural, de su posición social objetiva o de su desempeño personal concreto. Es así que el grupo étnico mapuche genéricamente discriminado pasa a ser evaluado como una raza intrínsecamente inferior, una especie de subhumanidad, a la cual no se aplican plenamente los valores y normas civilizados o cristianos ni los plenos honores correspondientes a la elevación en la estratificación de clase. Es por ello que el núcleo esencial de la discriminación étnica contra el mapuche es siempre la discrimi­nación racial. Se establece así un sistema normativo y socializador dicotomizado y repartido en dos legitimaciones distintas de la estrati­ficación de clase existente. Una que se aplica a los grupos étnicos social­mente discriminadores, que justifica la posición ocupada en la estrati­ficación de clase por los miembros de esos grupos de acuerdo a la ideo­logía dominante en la Colonia o en la República (por ejemplo, según la ideología liberal dominante en el período republicano, las distintas posiciones y situaciones de clase se justifican de acuerdo al desempeño, a la iniciativa y a la capacidad individuales). La otra, aplicada al mapu­

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che y a los demás grupos étnicos autóctonos, justifica la posición y la situación de clase inferiorizada del indígena, así como todas las dis­criminaciones o crímenes realizados específicamente contra él, mediante su supuesta inferioridad racial. De acuerdo a tal justificación discrimi­natoria, el mapuche es explotado, dominado o degradado socialmente no porque es víctima de discriminaciones de clase, pero sí porque es biológica y naturalmente inferior.

III. NATURALEZA SOCIAL DE LA CULTURA MAPUCHE

Entre las diversas perspectivas en que una cultura puede ser enfocada, lo que nos importa ahora es destacar:

a) La naturaleza social de la cultura mapuche, o sea, evidenciar el hecho de que el significado social de esa cultura (naturaleza y poder de orientación) es dado por las relaciones sociales fundamentales que la producen, y

b) Las transformaciones de ese significado, generadas por el modo particular de integración del mapuche en la estratificación de clase de la sociedad chilena.

A. Limitándonos al período republicano y considerando, en pri­mer lugar, la etapa de la radicación en el sistema de reducciones, es dable puntualizar lo siguiente:

1. La derrota militar, la pérdida de la autonomía política de la an­tigua organización social de los grupos mapuches y la política tradi­cional de desvalorización de las culturas indígenas representaron la pérdida de la autonomía de la cultura originaria mapuche para desarro­llarse de acuerdo a su dinámica estructural anterior (basada en rela­ciones distintas de propiedad, de autoridad y de honor). De ahí para adelante, la vida de la cultura mapuche dependerá progresivamente de las condiciones de participación del pueblo mapuche en la estratifica­ción de clase de la sociedad chilena y de las transformaciones subse­cuentes del nivel del desarrollo productivo. En este sentido, se puede decir que la cultura mapuche pasó a ser una subcultura dentro de la sociedad nacional.

2. La inserción del mapuche en la estructura agraria chilena del período republicano se hizo mediante su segregación en las reducciones, sujetas a una legislación patrimonial y a una administración especí­fica. Vale decir que la incorporación del mapuche a la situación de clase de los pequeños propietarios agrícolas asumió características distintas con relación a los otros pequeños propietarios. Sobre la base de esa incorporación distinta, el mapuche realizó su ajustamiento económico específico en la sociedad chilena (unidades productivas familiares bajo tenencia legal colectiva de la tierra), reorganizó su actividad produc­tiva, adaptó su organización social a la nueva situación, consolidó la comunidad legalmente constituida y conservó su cultura, ajustándola a las transformaciones verificadas en la estructura productiva, familiar y de autoridad. Ello significa que las condiciones en que el mapuche fue insertado en la estratificación de clase, como pequeño propietario en una economía agrícola de subsistencia, permitieron la conservación de su cultura anterior como cultura específicamente distinta de las demás

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subculturas de clase. En este sentido se puede decir que la cultura ma­puche se conservó como cultura de enclave.

Se conoce muy poco acerca de la estructura normativa de esa cul­tura mapuche. Entre los razgos generales más sobresalientes que ca­racterizan la especificidad de esta cultura se pueden señalar: idioma, organización familiar, líderes médico-religiosos, ceremonias y líderes rituales, hábitos alimentarios, vestuario, artesanía, manifestaciones ar­tísticas y, sobre todo, sentimiento de historia, de pertenencia e identi­dad grupal específica.

3. Particularmente asociada a la valorización de la identidad gru­pal mapuche, se presenta lo que podríamos llamar cultura normativa de resistencia, que sirve de elemento de refuerzo de la cultura de en­clave. Esa cultura normativa de resistencia es producida por las expe­riencias dramáticas de relacionamiento con los españoles, chilenos y demás grupos étnicos dominantes, es decir, es generada por las dis­criminaciones de clase impuestas al mapuche. El núcleo orientador de la cultura normativa de resistencia es lo que podríamos llamar con­ciencia étnica defensiva. Entre las características y funciones de ese tipo de conciencia social (que corresponde a la situación de estratifica­ción de clase de tipo colonial), conviene destacar:

3.1. Su primera función es enfrentarse a la legitimación de la es­tratificación de clase que descalifica étnicamente al mapuche, conside­rándolo racialmente inferior, poco inteligente, flojo, borracho, ladrón, huraño, adverso a los valores y prácticas civilizados y cristianos, etc. La conciencia étnica defensiva del mapuche niega radicalmente esas impu­taciones y formula una descalificación correspondiente del huinca, que es el no mapuche, el extranjero, el que representa todo lo malo, abo­minable y vil, el embustero, el que se apodera de sus tierras y sus bienes, el ladrón de mujeres y niños, etc. Vale decir que las dos justifica­ciones se enfrentan y se excluyen en los mismos términos (descalifica­ción simétrica y antagónica).

3. 2. En el marco de las relaciones de clase entre mapuches y no mapuches percibido y justificado en términos de mutua descalificación étnica, el mapuche, orientado por la conciencia étnica defensiva, tiende a percibir la estratificación de clase, en primer lugar, como la diferen­ciación y el antagonismo entre tipos de hombres y no como la diferen­ciación y el antagonismo entre clases sociales. En la medida en que el mapuche sufre discriminaciones especiales de clase justificadas por su condición de mapuche, los antagonismos de clase surgen, en su forma inmediata, como el antagonismo entre tipos de hombres. En este sen­tido, la conciencia étnica defensiva, como conciencia social inmediata que es, expresa una verdad social e histórica que no puede ser eludida mientras persistan los factores que la generan. Pero la conciencia étnica defensiva es una conciencia social parcial, que no logra entender los factores que relacionan todos lós grupos étnicos en un solo sistema ge­neral de estratificación de clase y que determinan las discriminaciones específicas contra el mapuche. Esta comprensión sólo sé alcanza con la conciencia de clase o, más precisamente, con la conciencia política de clase. Es así que la conciencia étnica limitada a sí misma tiende a operar como factor de conservación ideológica de la situación de clase del mapuche, como situación de estratificación de clase de tipo co­lonial.

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3. 3. Como cultura de enclave, pero particularmente como cultura normativa de resistencia, la cultura mapuche conservada tiende a ais­larse de la sociedad y de la cultura nacional, puesto que ni la cultura de enclave ni la conciencia étnica de la cultura de resistencia visuali­zan con claridad las relaciones de clase en que el mapuche está inser­tado, tendiendo a percibirlo como un pueblo distinto y al margen de aquellas relaciones.

B. El desarrollo regional (avance del sistema de comunicaciones en general, extensión de instituciones y servicios nacionales, particular­mente la red escolar, la integración económica, etc.) pone progresiva­mente término al aislamiento geográfico y social, del mapuche, modi­fican sus pautas culturales y sus esquemas de referencia y acentúan la orientación de su economía de subsistencia hacia el mercado. La consecuencia de ese proceso es el avance de la asimilación en general y el debilitamiento de la cultura de enclave. Este debilitamiento es obvia­mente más acentuado en las zonas indígenas más integradas a los centros urbanos, en las generaciones ascendientes, en los que emigran hacia la ciudad, en los que se elevan en la estratificación de clase. Sin embargo, el debilitamiento de la cultura de enclave no conduce necesariamente al debilitamiento de la cultura normativa de resisten­cia y de la cohesión e identidad grupal mapuche. Ello porque el avance en la asimilación cultural y la elevación en la estratificación de clase (esta última por parte de algunos sectores minoritarios mapuches ru­rales y urbanos) se realizan en una situación de estratificación de clase de tipo colonial, con la persistencia de discriminaciones especiales contra este grupo étnico, incluso en aspectos decisivos de las relaciones interpersonales. Es así que en ese proceso de integración entre no igua­les, en la medida en que el mapuche se asimila culturalmente como chi­leno (internalizando los valores de la ideología dominante) y asciende en la estratificación de clase (probando que es igual de acuerdo a un mismo sistema de oportunidades), pasa a percibirse y a sentirse como más discriminado. Vale decir que, en la medida en que se completa el proceso de asimilación cultural y se avanza en la estratificación de clase (lo que realizaría plenamente la integración entre iguales), se agudiza la crisis de identidad propia a un proceso de integración entre no iguales. El mapuche afectado por esa crisis ni puede identificarse plenamente con una sociedad que lo descalifica, ni puede dejar de ser lo que es, una persona socializada y culturalizada de acuerdo a esa misma sociedad y relacionada con ella por los vínculos que determinan su realidad de un ser social concreto.

En consecuencia, se advierte que la crisis de identidad señalada representa un conflicto valorativo insoluble en la situación de estratifi­cación de clases de tipo colonial, que pone progresivamente al desnudo la naturaleza estructuralmente conflictiva (asimilación-rechazo) del proceso de integración correspondiente a tal situación, puesto que, en la medida en que ese proceso se realiza, se vuelve contra sí mismo.

¿Cómo se soluciona el conflicto integrativo representado por esa ambivalencia de identidad y de lealtad grupal? No puede solucionarse de modo pleno y orgánico mientras exista la situación social que lo genera. Sin embargo, los victimados por esa crisis deben decidir de al­gún modo sobre este problema central de la definición de sí mismos. Sobre la base de investigaciones parciales realizadas, es dable señalar,

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muy sumariamente, lo siguiente: Como tendencia general, el movi­miento espontáneo hacia la autoidentificación como chileno, generada por el avance en el proceso de asimilación, cuando choca con la percep­ción consciente de la discriminación racial, produce una autoidentifi­cación reactiva con la identidad étnica mapuche, identidad esa que va­loriza la condición humana del discriminado y rechaza la descalifica­ción hecha a su persona y a su pueblo de origen. Esa autoidentificación reactiva existe como tendencia general, pero es sensiblemente afectada por la edad, el contorno social y la situación económica. Como conse­cuencia de esa tendencia general, se verifica una conservación de la conciencia étnica defensiva y de la cultura normativa de resistencia, independientemente del debilitamiento de la cultura de enclave y del avance de la culturalización como chileno. Como tendencia minoritaria, el movimiento espontáneo hacia la autoidentificación como chileno ge­nerado por el avance en su proceso de asimilación, cuando choca con la percepción consciente del rechazo representado por la discrimina­ción racial, produce la vergüenza y la negación de la condición de mapuche. Tal tendencia minoritaria existe cuando ocurre la desinte­gración de la conciencia étnica defensiva no acompañada de la adqui­sición de una conciencia coherente de clase. En tales condiciones, el debilitamiento de la cultura de enclave significa el surgimiento de ele­mentos de una cultura dominada, es decir, que acepta la descalifica­ción racial del mapuche. El surgimiento de esos elementos está asociado al deterioro económico agudo y a la aceptación de una ideología asimi- lacionista individualísticamente orientada.

Para dar una idea sobre la distribución de las dos tendencias se­ñaladas, se puede indicar, a título de hipótesis relativamente consis­tentes, que ...

1. El doble movimiento de asimilación-rechazo se advierte clara­mente en el ciclo generacional. Es así que en la infancia predomina la opción por la identidad chilena, adolescentes y jóvenes tienden a divi­dirse entre ambas identidades y los adultos se vuelven mayoritaria- mente hacia la identidad mapuche. A partir de la adolescencia (percep­ción consciente de las relaciones sociales) las experiencias de privación e inmovilidad social derivadas de la situación económica mala refuerzan significativamente la identificación reactiva con la identidad mapuche. Vale decir que esa identificación reactiva es una acción defensiva de tipo colectivo que traduce las experiencias de clase del mapuche en la

. forma permitida por su conciencia social dominante, o sea, la con­ciencia étnica defensiva.

2. El campesinado mapuche se presenta de modo general bicultu- rizado. Sin embargo, la gran mayoría de este campesinado preserva la cultura normativa de resistencia independientemente del debilitamiento de la cultura de enclave. Pero en una parte de los campesinos mapuches se verifica la desintegración de la conciencia étnica defensiva y el sur­gimiento de elementos de una cultura dominada, producidos por el de­terioro económico agudo y la desintegración de la vida en comunidad.

3. Entre los mapuches urbanos (trabajadores y capa media) es de por sí evidente el debilitamiento intenso o el desaparecimiento de la cultura de enclave. Aunque no se disponga de datos suficientes para establecer la distribución relativa de las dos tendencias generales seña­ladas, es un hecho indudable la presencia y el desarrollo de una cultura

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normativa de resistencia urbana, sustentada fundamentalmente por la identificación reactiva con la identidad histórico-grupal mapuche.

Ahora bien, sobre la base de las consideraciones precedentes, con­viene destacar algunos aspectos de importancia para la formulación de una nueva política cultural indígena.

1. Como consecuencia del modo particular de su participación en la estratificación de clase de la sociedad chilena, el avance de la asimi­lación cultural y clasista de la minoría nacional mapuche produce ne­cesariamente una ambivalencia de lealtades y la coexistencia estruc­turalmente conflictiva de dos identidades —la chilena y la mapuche— que se atraen y se excluyen. Las soluciones posibles de identificación reactiva con la identidad histórico-grupal mapuche y de negación de la condición de indígena no eliminan ese hecho fundamental, puesto que son acciones substitutivas y compensatorias que no destruyen las causas estructurales de su generación. El carácter conflictivo de tales soluciones se manifiesta, de modo dramático, en el intento de negación y olvido de la condición de indígena. Esa tarea imposible —que supone la internalización del enemigo étnico, que establece impulsiones pro­fundamente contradictorias en la economía psíquica del indígena y que produce traumatismos desoladores desde la infancia— representa la implantación institucionalmente impuesta de una neurosis y de una desmoralización colectiva. Por lo tanto, exactamente al revés de lo que afirma la política tradicional de integración, la minoría nacional ma­puche no está integrada desde el punto de vista esencial de la integra­ción valorativa, que consistiría en la aceptación plena y libre de la iden­tidad nacional chilena o en la coexistencia armónica y no conflictiva de las dos personalidades culturales.

2. En el período histórico que va de la radicación en las reduccio­nes hasta los días actuales, la cultura mapuche tiende a pasar de una naturaleza social predominante de cultura de enclave a una naturaleza social predominante de cultura normativa de resistencia. Como el núcleo de preservación y desarrollo de la cultura normativa de resistencia es la lucha contra las discriminaciones especiales de clase y particularmente la lucha por la valorización de la identidad y de la condición humana del mapuche, la tendencia señalada evidencia que la cuestión cultural indígena se desplaza del terreno de la cultura como asimilación y apren­dizaje de un nuevo modo de vida hacia el terreno de la cultura como ideología. El significado social de fondo de ese desplazamiento histórico consiste en que, a pesar del gran avance asimilativo verificado, se mantiene la situación de estratificación de clase de tipo colonial. Sin embargo, tal desplazamiento implica transformaciones que conviene des­tacar.

En el período en que la naturaleza social de la cultura mapuche expresaba predominantemente una cultura diferenciada de enclave, la conciencia étnica defensiva constituía una contraideología que afirmaba una personalidad cultural distinta producida básicamente por una di­ferenciación cultural real (el mapuche se distinguía fundamentalmente del chileno porque tenía una cultura substantivamente diferente). Vale decir que la ideología legitimadora de la discriminación y la contraideo­logía defensiva, se enfrentaban y se excluían en términos relativamente absolutos, puesto que no compartían ningún campo común de valores. En este sentido, la cuestión cultural de la integración del indígena se

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centraba en el terreno de aprendizaje de un nuevo proyecto y modo de vida. En el período actual la cuestión cultural de la integración del indígena pasa a centrarse cada vez más en el rechazo ideológico a la ideología de la discriminación. Este cambio del significado social de la cultura y de la naturaleza de la personalidad cultural del mapuche trae aparejado y expresa un cambio correspondiente en la fuente ge­neradora de la contraideología defensiva del indígena. Como conse­cuencia del proceso de asimilación cultural efectuado, la impugnación de la legitimación racialmente descalificadora se hace especialmente en nombre de los mismos principios y supuestos de la legitimación reser­vada para los discriminadores. Es así que la contraideología del indí­gena defiende ahora la condición humana y la personalidad cultural distinta del mapuche basándose, en parte, en valores culturales origi­narios substancialmente diferentes, pero fundamentándose cada vez más en los valores de la ideología liberal vigente para los grupos étnicos no autóctonos. Alcanzado este campo común de valores, la contraideolo­gía defensiva del indígena surge como una protesta contra la doble legitimación que caracteriza la situación de estratificación de clase de tipo colonial y como una reivindicación para que se aplique a todos una sola justificación de la estratificación de clase existente, pero reivindi­cación y protesta formuladas en los términos generales de la ideología liberal de las clases dominantes (igualdad básica de los seres humanos, igualdad de derechos ante la ley, atribución de recompensa, honor y status de acuerdo al mérito y al esfuerzo personal, etc., principios per­fectamente valederos, pero insuficientes para revelar las relaciones de clase que impiden su aplicación concreta a las mayorías nacionales y particularmente a los propios mapuches). En consecuencia, la incorpo­ración genérica de valores liberales no elimina sino que refuerza la limitación inherente a la contraideología defensiva del indígena, que consiste en no poder percibir que los antagonismos entre chilenos y mapuches son determinados fundamentalmente por contradicciones es­tructurales de clase. Pero la asimilación de valores liberales, aunque en su forma genéricamente personalista y abstracta, tiende a evidenciar, de acuerdo al mismo código normativo de los discriminadores, el carác­ter arbitrario e injusto de la discriminación racial. Contribuye así, a la larga y a través de las distintas modalidades derivadas de las experien- ciás concretas de clase, al desarrollo de la identificación reactiva con la identidad histórico-grupal mapuche y de una personalidad cultural di­ferenciada en términos de rechazo a la discriminación, ahora dentro de un mismo marco nacional de valores cuya violación se denuncia.

IV. HACIA UNA NUEVA POLITICA CULTURAL

La afirmación del discriminado

La limitación inherente a la contraideología indígena plantea el pro­blema de las contradicciones internas a esa forma de conciencia social.

En primer lugar, desde que el mapuche se transformó de un pueblo libre pn una clase dominada, la conciencia social definida básicamente como categoría étnica es incapaz de percibir sus intereses generales y permanentes de clase y, en ese sentido fundamental, está en contradic­ción con tales intereses. Ello significa que la conciencia étnica defen­

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siva del indígena, producida por la situación de estratificación de clase de tipo colonial y aprisionada en ella, es incapaz de percibir que la ideo­logía que descalifica racialmente al mapuche es en sí misma una dis­criminación cultural de clase que sirve para legitimar las discrimina­ciones de clase económicas y políticas hechas específicamente en su contra. En resumidas cuentas, la conciencia étnica defensiva expresa la realidad clasista y la deformación ideológica de la situación de es­tratificación de clase de tipo colonial.

Pero aunque una parte del pueblo mapuche o todo ese pueblo superara las limitaciones de su conciencia étnica defensiva y adquiriera una conciencia política de clase, tal hecho no eliminaría por sí solo las discriminaciones especificas en clase que lo victiman. Además, aunque se eliminaran, por una acción rápida e intensa, las discriminaciones especiales económicas y políticas que representan la base objetiva de la situación de estratificación de clase de tipo colonial, ni así desapare­cería automáticamente la ideología y la práctica de la discriminación racial contra el indígena. Al contrario, aquella acción provocaría de inmediato una agudización del trato discriminatorio por parte de todos los que se sintiesen (real o ideológicamente) perjudicados o amenaza­dos por ella. Tales hechos verificados repetidamente en diferentes paí­ses y, hasta cierto punto, bajo el Gobierno Popular en Chile, demuestran que la ideología y la práctica de la discriminación racial, una vez im­plantadas y consolidadas en el desarrollo histórico de una sociedad, pa­san a constituir realidades culturales profundas que sólo se extinguen efectivamente con las nuevas generaciones socializadas en una nueva práctica de democracia racial (es decir, una práctica en que los factores raciales no juegan ningún papel en la estratificación de la sociedad).

Ahora bien, los hechos señalados plantean las cuestiones de la ne­cesidad y de la verdad de la conciencia étnica defensiva del indígena mientras permanezca en todo o en parte de la situación de estratifica­ción de clase de tipo colonial, así como la cuestión de la reorientación de esa conciencia dentro de la adquisición de una conciencia política de clase. Mientras dure la situación específica de clase que le inflige discriminaciones especiales (sea en su totalidad económica, política y cultural, sea como herencia cultural de la ideología racialmente des­calificadora), el mapuche será objetivamente discriminado, en mayor o menor grado, por su misma condición de mapuche. La adquisición de una conciencia política de clase revolucionaria por parte del campesi­nado o de los trabajadores urbanos indígenas no eliminará este hecho y, por tanto, no podrá eliminar la conciencia étnica que expresa y defiende la condición misma mapuche. Por otra parte, la existencia de una identidad histórico-grupal mapuche, sea producida por una di­ferenciación cultural real, sea generada por una identificación reactivo- ideológica, representa también una realidad cultural secular y profun­da, que no puede, del mismo modo que la democracia racial o el socialismo, ser establecida o abolida por decreto, sino que se transforma sólo por las necesidades y etapas de su propio movimiento. Pero la adquisición de una conciencia política de clase puede reorientar la con­ciencia étnica del indígena, transformando su función social, así como su identidad cultural diferenciada (en los dos sentidos fundamentales indicados), permitiéndole un nuevo dinamismo estructural que apunte hacia un horizonte más humano de valores sociales y hacia metas histó­

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ricas de mejor convivencia y realización del hombre. La adquisición de una conciencia política de clase, por parte del mapuche, consiste en la comprensión de sus intereses generales y permanentes de clase dentro del funcionamiento y de la marcha de conjunto de la sociedad que lo discrimina. Por tanto, como adquisición de una conciencia política de clase dominada, significa necesariamente la conquista de una concien­cia revolucionaria. La presencia de esa nueva conciencia revoluciona­ria llevará al campesino y al trabajador urbano mapuche a luchar, en cuanto campesino y trabajador a título general, contra todas las discri­minaciones de clase y en cuanto campesino y trabajador mapuche a luchar particularmente contra las discriminaciones especiales de clase que lo victiman en particular 10.

La reorientación de la conciencia étnica del indígena consiste exac­tamente en situarla dentro de esa nueva política revolucionaria. Ello significaría que la conciencia étnica pasa a comprender la totalidad de la situación de clase que la genera y puede superar así su limitación fundamental anterior, afirmándose como conciencia política de clase. Pero tal acto, ¿no representaría la eliminación de la conciencia étnica como tal? La pregunta lleva a dos cuestiones. La primera: ¿qué forma asume la conciencia revolucionaria del mapuche para captar la totali­dad de su situación diferenciada de clase y orientar adecuadamente la acción de suprimirla? La segunda: ¿cómo influenciará esa nueva con­ciencia la personalidad cultural diferenciada del mapuche?

Reorientación revolucionaria de la conciencia étnica

En relación a la primera cuestión, cabe recordar que, durante el pro­ceso de la lucha por la supresión de su situación específica de clase, el mapuche se va a enfrentar con contradicciones económicas y políticas con las clases dominantes y con una contradicción cultural (ideología legitimadora de la discriminación racial) con todas las clases, domi­nantes y dominadas. Las contradicciones económicas y políticas, si se presentaran desacompañadas de la contradicción cultural (por más agu­das que fueran) podrían ser enfrentadas por una conciencia y una práctica revolucionaria común al conjunto de las clases trabajadoras. Pero la contradicción cultural señalada es una discriminación hecha por todas las clases y afecta la condición humana misma del mapuche, descalificándolo racialmente. Ahora bien, al enfrentar esa discrimina­ción de clase, el trabajador mapuche sólo puede afirmar y valorizar su condición específica de mapuche, como primer acto revolucionario de su­presión de la situación de clase particular que lo oprime. Negar aquella condición o actuar como si ella no existiera equivaldría a no enfrentar la contradicción cultural y aceptar su degradación como persona, lo que impediría cualquiera conciencia o conducta de clase, que suponen his­tórica y lógicamente la supresión de la descalificación de casta. Al afir­

10 En las condiciones del desarrollo desigual y combinado de un país como Chile, es dable suponer que la superación del modo particular de participación del mapuche en la estratificación general capitalista de clase sólo podrá realizarse plenamente mediante la superación de esa estratificación general. Vale decir que la supresión de las discriminaciones especiales que él sufre implica una supresión correspondiente de las discriminaciones nacionales de clase. Sin embargo, la distinción establecida entre trabajador a título general y trabajador mapuche a título particular se hace para explicitar la solidaridad con el conjunto de la clase trabajadora por parte del trabajador mapuche, mientras lucha por su liberación particular concreta en el curso del proceso de emancipación social y nacional.

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mar su condición específica de indígena, el trabajador mapuche afirma su universalidad de persona que le permitirá, ahora como clase política, suprimir su situación particular de opresión de clase. Por lo tanto, mien­tras existan la ideología y la práctica de la discriminación racial, la lucha de clase del mapuche es una lucha específica que pasa necesa­riamente por la afirmación de su condición de indígena. La concien­cia que orienta esa lucha específica que busca suprimir la situación de estratificación de clase de tipo colonial es una conciencia étnica (en la medida en que expresa la afirmación de la condición racial o cul­tural degradadas) y es una conciencia revolucionaria (en la medida en que esa afirmación existe para suprimir la situación de clase que la genera y oprime). Para captar esa doble realidad, se podría decir que la conciencia que orienta' esa lucha específica asume la forma de una conciencia étnica revolucionaria o de una conciencia revolucionaria étnicamente referida. No importa mayormente el nombre del concepto. Lo que sí cumple destacar es que esa forma de conciencia realiza la reorientación revolucionaria de la conciencia étnica actual del mapu­che, mediante un acto de liberación cognoscitiva que expresa la totalidad concreta de su situación de clase.

La segunda cuestión —cómo la reorientación revolucionaria de la conciencia étnica influirá en la personalidad cultural diferenciada del mapuche— debe desdoblarse en dos: la influencia sobre la personalidad cultural distinta producida por la identificación reactiva con la iden­tidad histórico-grupal mapuche y la influencia sobre la personalidad cultural distinta producida por diferenciación cultural real.

Término de la personalidad cultural dependiente

En cuanto a la primera influencia, es dable afirmar que el significado social actualmente predominante de aquella identificación reactiva (producida por la conciencia étnica desvinculada de la conciencia polí­tica de clase) representa una regresión y una ambivalencia estructural. El movimiento espontáneo hacia la aceptación de la identidad nacional chilena (producido por el avance del proceso de relacionamiento y asi­milación) choca con la barrera de la discriminación racial y vuelve, en un giro de repliegue, hacia la identidad histórico-grupal mapuche, que protege y valoriza el discriminado. El carácter de la autoidentificación señalada es reactivo, impuesto y compensatorio, incapaz de destruir la fuente del rechazo, y de atracción permanente y conflictiva. Su natura­leza regresiva y compensatoria se revela mucho más en una exaltación e identificación con la identidad histórico-grupal del pueblo mapuche (la identidad simbólica de un pueblo fiero e inasible) que con valores substantivos de la cultura de enclave que permanece entre el campe­sinado indígena. Su naturaleza impotente y contradictoria se evidencia en que ella genera una cultura de resistencia pasiva, incapaz de suprimir su enemigo, orientada por una contraideología (un subproducto depen­diente de la doble legitimación impuesta por la ideología de las clases dominantes) que no alcanza a comprender la situación de clase que la genera, que percibe la sociedad nacional como una sociedad natural de hombres a la vez superiores y discriminadores por la cual siente una permanente atracción y repulsión, contraideología ésa que sólo puede lanzar su denuncia y su llamado para que aquellos hombres cumplan sus propios códigos normativos oficiales de conducta a fin de que los

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mapuches puedan participar tranquilos y respetados en aquella socie­dad.

Ahora bien, la reorientación revolucionaria de la conciencia étnica tendrá como meta y como efecto la destrucción de la autoidentifica- ción señalada. La afirmación revolucionaria de la condición de mapu­che existe exactamente para suprimir la opresión de clase que exige ese acto revolucionario. En consecuencia, la afirmación revolucionaria de la condición de indígena no representa un acto reactivo de carácter re­gresivo o ambivalente. Es cierto que esa afirmación es impuesta por la discriminación. Pero la naturaleza del acto reactivo es radicalmente distinta, puesto que termina con toda ambivalencia al negar el tipo de sociedad que produce la discriminación y se dirige resueltamente hacia el futuro, hacia la construcción de una sociedad nacional donde los hom­bres no sean discriminados por diferencias raciales o culturales. La afir­mación revolucionaria de la condición de mapuche no se orienta por una contraideología, sino por la ideología revolucionaria que explica la opre­sión específica de clase del indígena y la opresión de clase general de los trabajadores, indicando a la vez el camino adecuado y posible de su eliminación. La sociedad nacional no surge más como una sociedad na­tural e intransformable, pero sí como la sociedad de la dominación ca­pitalista que puede ser suprimida por la conciencia revolucionaria y la fuerza colectiva de los oprimidos por ella. Es así que, aprendiendo a distinguir los sistemas sociales, el mapuche puede poner término a su insoluble ambivalencia valorativa anterior con la sociedad nacional y puede identificarse plenamente con el proyecto y la lucha de construc­ción de la sociedad socialista.

El libre florecimiento cultural

En cuanto a la influencia de la reorientación revolucionaria de la con­ciencia étnica sobre la personalidad cultural del mapuche producida por diferenciación cultural real, la proposición anterior contesta una parte de la cuestión. Efectivamente, la primera influencia decisiva será el saneamiento de las fijaciones regresivas y de las ambivalencias para­lizadoras causadas por la dependencia ideológica de la discriminación, así como la expulsión de los elementos desmoralizadores provocados por la internalización del enemigo étnico. Pero esa acción depuradora no representará necesariamente la preservación de la cultura en enclave, tal como subsiste. Ello porque la influencia central de la reorientación revolucionaria de la conciencia étnica sobre la personalidad cultural di­ferenciada del indígena será el aliento a la formación y desarrollo de valores socialistas, especialmente mediante la transformación del con­tenido tradicional de viejos valores comunitarios en un nuevo contenido socialista. Es así que las prácticas, costumbres y visiones del mundo de la cultura de enclave, que estén reñidas con la nueva orientación valora­tiva, tienden a desaparecer o a transformarse por fuerza en un dina­mismo cultural absolutamente espontáneo y libre, que debe ser cuida­dosamente alejado de cualquier dirigismo burocrático. Por otra parte, ese dinamismo cultural tendrá por base objetiva la incorporación del desarrollo tecnológico, la elevación de las fuerzas productivas y la reor­ganización de las unidades de producción, así como recibirá un poderoso impulso de las nuevas formas de organización y representación que se establezcan, en correspondencia con el avance verificado en los niveles

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de la producción y de la conciencia social. En consecuencia, es dable prever, dentro de los parámetros indicados, una renovación primaveral y un nuevo florecimiento de la personalidad cultural diferenciada del mapuche, pero ahora valorativamente integrada a la sociedad nacional que marcha hacia el socialismo.

Para que no se asusten los herederos conscientes o inconscientes del largo pasado nacional de integración opresora, hay que distinguir claramente entre dominación y pluralismo cultural. La dominación cul­tural supone y expresa siempre un sistema de dominación y opresión económica y política. En ese marco, la diferenciación cultural engendra aislamiento y oposición dentro de la sociedad nacional y el sentimiento de pertenencia a culturas diferenciadas se vuelve en identidades polí­ticas contradictorias y conflictivas. Pero en un sistema nacional de participación igualitaria económica y política (una democracia socia­lista efectiva), el sentimiento de pertenencia a culturas diferenciadas no se transforma en identidades políticas antagónicas, puesto que los portadores de las distintas culturas se unen en la identidad nacional común que simboliza su convivencia fraterna y su igualdad social fun­damental. En el marco de esa nueva sociedad —meta histórica del Gobierno Popular y del conjunto de las clases trabajadoras en Chile— el florecimiento de la personalidad culturalmente diferenciada del ma­puche representará un aporte popular inestimable al enriquecimiento de la cultura y de la personalidad nacionales n .

11 Dado el absoluto apremio con que se redactó este trabajo, en los tensos días alrededor del cuatro de septiembre, no se pudo desarrollar la parte conclusiva, que consistiría en la discusión y sugerencia de criterios generales de implementación práctica de las metas de política cultural indicadas, lo que implica necesariamente la coordinación de esas metas con la política económica, organizacional y de investigación. Era parte de nuestro plan analizar la proposición sobre política indígena presentada por el profesor Alejandro Lipschutz. Tal proposición, de la cual se puede parcialmente disentir, representa una postura de profunda integridad intelectual y moral, que no fue seriamente debatida hasta ahora. Era también nuestra intención efectuar un escueto balance del proyecto de ley indígena enviado por el Gobierno Popular al Parlamento, en lo que a la política cultural se refiere.

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Sociedad Dependiente, “ Clases populares'’ y MilenarismoLas posibilidades de mutación de una formación religiosa en el seno de una sociedad en transición.El pentecostalismo en Chile

C h r i s t i a n L a l i v e d ’E p i n a y

Sociólogo, Profesor Asistente de la Universidad de Ginebra

A la memoria de Juan Chacón Corona yVíctor Manuel Mora 1

I. PROYECTO

Las investigaciones que efectué en Chile me permitieron llegar a la conclusión de que el movimiento pentecostal, como tipo de formación religiosa, cesaría de constituir un “refugio de masas” (según la con­notación crítica de la expresión), solamente cuando una transformación global ocurriera en la sociedad chilena2.

La Unidad Popular triunfó en las elecciones presidenciales. Cierta­mente que “ganó el gobierno, no el poder” . No obstante, existe actual­mente una legalidad marxista y revolucionaria (más adelante veremos por qué insistimos en la noción de legalidad). Resulta, pues, conveniente reflexionar acerca de la posibilidad y de la calidad de las transforma­ciones que el advenimiento político de la Unidad Popular podría pro­vocar sobre el movimiento pentecostal.

El presente examen se fundamenta en investigaciones realizadas durante el período democratacristiano. Examen momentáneo, pues la dinámica de los cambios sigue su marcha. La paradoja consiste en que estoy intentando este esfuerzo “ a la distancia” , desde Suiza, lugar donde son muy pocas las informaciones que puedo obtener acerca de las re­acciones actuales de los pentecostales chilenos. Max Weber solía ironizar respecto de aquellos historiadores que tras haber reconstruido el pasado como si éste no hubiese podido desarrollarse de otro modo, encallan de pronto frente al futuro inmediato. Corro, pues, el riesgo de ser refu-, tado por la historia. Riesgo comprendido dentro del cálculo de proba­bilidades por dos razones:

— puedo cometer errores de razonamiento;— no creo en un determinismo mecánico de la historia; por consi­

guiente, todo razonamiento expositivo dentro de las ciencias huma-

1 J. M. Varas, Chacón. Imp. Horizonte, Santiago, 1968. C. Lalive D’Epinay, El Refugio de las masas, Ed. del Pacífico, 1968, pp. 178-179.

2 Facilitaremos al máximo el aparato técnico de este ensayo. Puede consultarse, por una parte, mi obra citada más arriba y, por otra, el libro que estoy a punto de terminar, titulado provisoriamente: Religión, Dinámica Social y Dependencia (El caso del protestantismo en Argentina y en Chile).

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ñas adquiere, a mi juicio, un carácter probabilístico (de allí que en mi título señalo: “ las posibilidades . . . ” y no “ las necesidades . . . ” ).

II. METODO Y DEFINICIONES

Veremos ahora, en particular, en qué forma empleo la noción de estruc­tura comprendida como una mediación entre las determinaciones y las respuestas, mediación que delimita un campo de -posibilidades. Indica­remos brevemente el sentido de ciertos términos incluidos en el título:

Sociedad dependiente: formación social nacional englobada dentro del sistema capitalista mundial a título de formación dependiente (ver los informes de Quartim y de Lalive '1).

“ Clases populares” : pongo la frase entre comillas por tratarse de una noción vaga. Pero el tema de por sí me obliga a no utilizar, por el momento, una definición más precisa. Las “ clases populares” son todas, en diversos grados, clases dominadas.

Milenarismo: movimiento religioso fundamentado en la creencia del advenimiento del millenium, un reino milenario de dicha y prosperidad.

Sociedad en transición: provisoriamente digamos: una sociedad en la que los representantes de las clases dominadas detentan el gobierno y se esfuerzan por romper con el sistema que los engloba (M.P.C.), tra­tando de estructurar un nuevo tipo de sociedad, inspirada en > l socia­lismo marxista.

Pentecostal: se denomina así a un milenarismo protestante (evan­gélico) que goza de gran éxito en ciertos países de América latina, principalmente en Haití, Brasil y Chile i. Deberá precisarse la defini­ción sociológica.

III. CRISIS ESTRUCTURAL, CLASES SOCIALES E IMPLANTACION PENTECOSTAL (GENESIS)

1. La crisis estructural en Chile durante el periodo “neoimperialista”

La raigambre del pentecostalismo guarda una estrecha relación con el tránsito que conduce del “período imperialista” al “neoimperialista” 5 y, por consiguiente, con la crisis de los años 30 (llamada Crisis Mun­dial). En el plano interno chileno, toda la literatura subraya el carácter decisivo de los años 1920 a 1935: agotamiento de los terrenos rozables para el cultivo dentro del marco del sistema latifundista de las ha­ciendas, crisis del salitre, fin de “ la expansión hacia el exterior” , infla­ción, emigraciones internas masivas. Concordamos con la opinión de Aníbal Pinto cuando señala que la Crisis Mundial es “el final wagneria- no” donde un proceso mundial se encuentra con una situación nacional

3 Cf. M.I.P. de Queiroz, Reforme et Révolution dans les Sociétés traditionnelles, Anthropos, París, 1968.

4 A simple lectura de estas páginas, vemos que resulta difícil enunciar una relación causal simpleentre un tipo de formación dependiente y el crecimiento pentecostal. En esos 3 países, los pente-costales registrados (estadísticas oficiales) sobrepasan el 5% de la población total.

5 Conceptos y esquemas tomados de M. Arrubla, “ Esquema histórico de las formas de dependencia’%Pensamiento Crítico, N9 36, ene. 70. Distingue: época del mercantilismo (siglos XVI-XVIII: ca­pital comercial); del libre intercambio (s. XIX: capital industrial); del imperialismo (comienzos del s. X X: capital financiero); del neoimperialismo (a partir de 1930 en ciertos países,, especialmente de América latina: capital de la industria pesada).

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— Cuadernos

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específica. La CEPAL 6 comprueba que Chile fue en América latina el país más duramente afectado.

En el plano político e ideológico, durante el transcurso de aquellas décadas, la idea revolucionaria cesó de ser una utopía para traducirse en organizaciones y acciones, de la clase obrera principalmente, pero también de ciertos sectores medios de empleados. Alessandri fue el pri­mero en asumir la política demagógica que todos conocemos, aumen­tando los empleos de la Administración Pública a fin de reabsorber una fracción del descontento. Los iniciales años 30, recordémoslo, se caracterizan por una inestabilidad gubernamental. El retorno a la “ le­galidad” -—aquel gran mito chileno— tendrá lugar en 1932, con el regreso de Alessandri.

Las clases rurales sometidas permanecen marginadas de aquel pro­ceso, si bien deben soportarlo (emigraciones internas en el plano de la infraestructura, decadencia de la ideología del “patrón” en el plano de la superestructura). Si observamos la historia de Chile durante el pe­ríodo comprendido entre los años 1930 hasta 1970, aislándola, del sis­tema que la engloba, podríamos interpretarla como la de una sociedad desestructurada en busca de un nuevo equilibrio. Pero tal interpretación sería sólo una ilusión óptica. Tan pronto reintegramos a Chile dentro del contexto del sistema capitalista mundial, descubrimos que aquella fase no representaba una anomía (una des-reglamentación y la consi­guiente búsqueda de nuevas reglas). Por el contrario, la crisis chilena posee una estructura cuyo principio (o núcleo estructurante) le es, sin embargo, exterior: observada a partir del sistema capitalista mundial, la “ crisis permanente” chilena nos parece coherente porque adquiere un principio de orden. De todo lo cual se desprende el concepto de “ crisis estructural” interpretado en el sentido de una estructuración (exógena) de una situación de crisis en el seno de una formación dependiente 7.

Dentro de ^ste marco infraestructural todo tiende a favorecer la expansión de una ideología de salvación. Siempre y cuando ésta exista. Dicho en otros términos, las condiciones requeridas para la expansión de nuevas ideologías redentoras pueden estar dadas sin que ello nece­sariamente signifique que tales condiciones sean suficientes. Pero cuan­do dichas ideologías están presentes, no tardarán en difundirse:

1? en las clases sociales más afectadas por la crisis, y 2? en el seno de éstas, entre aquellas que estén menos impregnadas

por las ideologías directamente políticas.

2. El pentecostalismo: breve reseña histórica

Nace en los Estados Unidos a comienzos de siglo. Teológicamente: en­salza los poderes del espíritu (fuego del bautismo, glosología, danza sa­grada, dones de curación, dones de evangelización). Sociológicamente: reintroduce en el cristianismo “ritos de posesión” , creando en conse­cuencia, un lenguaje, un tipo de comunicación con el prójimo y con lo sagrado, radicalmente diferentes de los de las grandes iglesias. Mo­dalidad de expresión que, como veremos, presenta analogías con la

6 CEPAL, Estudio Económico de América Latina, 1954.7 Párrafo autocrítico con respecto a lo que escribí en 1966, cuando trabajaba basándome en un

concepto intuitivo de la dependencia, pero faltámdome un conocimiento teórico e informativo (Lalive, op. cit.„ 1968).

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cultura de las clases dominadas 8. Influye sobre un grupo de metodis­tas entregados a la búsqueda mística que durante los años 1909 - 1910, es excluido de la Iglesia Metodista de Chile (iglesia de tipo “ colonia” en aquella época). Entre estos excluidos se cuenta solamente un gringo. Privado tanto del misionero extranjero como de los dólares, el grupo asumirá de inmediato un carácter propio, llegando a extenderse o a languidecer, según los casos. Hasta 1930, el movimiento pentecostal crece lentamente, provocando, sobre todo, una serie de cismas en las sectas protestantes B. Su crecimiento se debe más a una transferencia de creyentes que a la conversión de incrédulos. Pero a partir de 1930 y hasta nuestros días, se produce un verdadero estallido. La tasa acu­mulativa anual (fórmula de progresión geométrica) del crecimiento protestante se ha mantenido prácticamente estable a lo largo de tres décadas (1930 - 1960): entre un 6% y un 7%. Lo que significa que cada diez-once años, el número de evangélicos se duplica 10. En 1960 los re­gistros indican que sobrepasan los 400.000 (un 5,6% de la población). Y resulta admisible:

a) que por lo menos el 80% de entre ellos es pentecostal, yb) que, dado el carácter violentamente proselitista del movimiento,

cada evangélico declarado atraiga a un “simpatizante” .

3. Pentecostalismo y clases sociales

Si bien resulta evidente que el pentecostalismo se ha convertido en una expresión religiosa de los dominados, el problema de la relación exacta entre este milenarismo y las diversas clases y estratos dominados no puede todavía establecerse en todo rigor. Disponemos, no obstante, de una serie de elementos:

Contrariamente a lo que ha sido escrito a propósito del Brasil, donde el pentecostalismo conquista a sus adeptos particularmente entre los marginados de reciente emigración en las grandes metrópolis centrales (Sao Paulo, especialmente) u , en Chile esta religión popular es rural y urbana a la vez, y de implantación dispareja tanto en los medios rurales como en los medios urbanos. Estadísticas efectuadas en 1960 indican que la densidad evangélica más elevada se registra en Arauco, provincia rural con algunas minas de carbón (tradicional industria de extrac­ción, en decadencia). Le sigue su vecina, Concepción, de urbanización acelerada, donde se agrupan: la industria del carbón en decadencia, las industrias tradicionales (textil, loza, astilleros navales, etc.), la in­dustria de vanguardia, siderurgia y petroquímica. El porcentaje de pro­testantes alcanza allí a un 12%. Luego, la provincia de Santiago, domi­nada por su capital megápolis, viene a quedar por debajo del nivel medio nacional, con un 4,4%. En el norte, zona del cobre, los evangélicos son escasos.

8 También haría falta hacer un estudio psicológico y psicoanalítico sobre el pentecostalismo.9 ¿A qué viene este pájrrafo? Porque el pentecostalismo propone:

— Un modelo de iglesia nacional, liberada del gringo (y a partir de 1920, Chile vive una fuerte corriente nacionalista);

— Una forma de expresión y de participación accesible para las clases dominadas, siendo que el culto protestante tradicional o la misa, están basados en escuchar, en el lenguaje articulado y en el consumo pasivo.

10 Estadísticas chilenas. Tras efectuar el análisis de una muestra del último censo para Santiago, este crecimiento habría mantenido su ritmo durante la última década.

11 E. Willems, Followers of the New Faith, Vanderbilt Un. Press, 1967.

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De hecho, en el mapa del protestantismo chileno se advierte que la región más influida comprende desde el río Biobío hasta Puerto Montt. Se trata de la frontera y de la región de los lagos, el antiguo do­minio de los araucanos, zona de colonización. Pero —-para mayor com­plejidad— en las reservas los indios se mantienen fieles a su religión (clasificada dentro del animismo). Cuatro siglos de esfuerzos por parte de diversas misiones cristianas no han logrado sino escasos resultados. Implantación rural y urbana, pero no en cualquiera clase rural ni ur­bana.

Las encuestas efectuadas en las poblaciones señalan que la distri­bución de los evangélicos es similar a la de las clases del sector 12. Por el contrario, una encuesta proveniente de diversas fábricas e industrias de Santiago, demuestra que allí los evangélicos están subrepresentados, tanto en las empresas nacionales (3,1% de protestantes) como en las multinacionales (3,3%) 13.

A mi juicio, la encuesta proveniente de las poblaciones no establece claramente una distinción entre el obrero estable —el proletario en el sentido estricto de la palabra— y el obrero que forma parte del “ ejército de reserva” . En cambio, la encuesta venida de las fábricas atañe a la clase trabajadora en el sentido preciso del término. Ahora bien, nuestros resultados (Mattelart & Lalive) modifican otros datos: protestantismo muy débil en las minas de cobre (proletariado de aristocracia obrera), fuerte en la zona del carbón, amenazada de agotamiento y donde reina el pánico de la cesantía. En resumen, hasta que no se lleve a cabo una investigación sistemática sobre este punto, creo que es plausible afirmar que, en los medios urbanos, los evangélicos predominan en el subprole- tariado y los estratos más bajos del sector terciario, y son más débiles entre la clase obrera, en su acepción más estricta.

Veamos ahora la situación a partir del agro: Debemos examinar al mismo tiempo las estadísticas provinciales de 1960 u , y la evolución entre 1930 y 1960. A partir de 1930 puede observarse el desarrollo del protestantismo en la frontera y en la región de los lagos, esto es, en la antigua Araucanía, que resulta, a la vez, ser territorio de colonización. Pero, desde 1940, la marea sube hacia el Valle Central, zona del lati­fundio tradicional. Movimiento coherente: un mensaje de salvación echa raíces más fácilmente en una zona donde los indios han sido obli­gados a dejar sus reducciones, perdiendo con ello su base y su funda­mento social, y donde los colonos blancos se han instalado recientemen­te. La tradición, aquella vis inertiae de la historia (Engels), a pesar de toda su fuerza de gravedad, no consigue frenar la divulgación del nuevo mensaje. Pero, paralelamente a la crisis agraria generalizada, el pente- costalismo penetra hasta los bastiones mismos de la tradición latifun­dista: Maulé, Talca, Linares . . . ¿Qué dirán exactamente las estadísticas de 1970?

Por ahora, en todo caso, llegamos a la conclusión provisoria de que el pentecostalismo se extiende particularmente en los medios rurales, entre aquella maraña de estratos sociales que puede designarse como “proletariado rural” y que incluye a los trabajadores sin tierra semi-

12 J. Tennekes (1971, inédito): Portes y Behrmann.13 Encuesta Lalive-Mattelart realizada entre 442 obreros, 1968. Inédita.14 Lástima que los censos religiosos se detengan en las provincias sin llegar hasta los municipios.

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emigrantes, así como a los propietarios de terrenos “subfamiliares” u, quienes, una vez llegada la época de las siembras o de las cosechas, ven­den su mano de obra al latifundista vecino, etc.

Observemos que el término 'proletariado rural resulta exacto en el sentido etimológico (que no tiene más que su fuerza de trabajo para vender), pero puede inducir a confusión frente a la definición del pro­letariado urbano propuesta por mi (por oposición a subproletariado): obrero con trabajo estable. El trabajo del proletario rural es inestable por definición, y la cesanta endémica 16. En resumen, basándonos en las estadísticas actuales (estadísticas cuantitativas, pero también con tres años de trabajo sobre el terreno, de tipo etnológico), llegamos a la conclusión de que el pentecostalismo:— se desarrolla principalmente entre las clases dominadas;— se desarrolla principalmente entre las clases dominadas que tienen

empleos inestables (excluyendo al proletariado estable y a la aristo­cracia obrera);

por consiguiente, subproletariado urbano, proletariado rural y pequeñas capas medias.

Este análisis hecho en términos de clases sociales puede ayudar a comprender por qué, a pesar de desplegar sus actividades sobre un mismo terreno, el marxismo y el pentecostalismo más parecen estar en­tregados a un juego de desencuentros que a una verdadera competen­cia 17. La ideología marxista (tanto en su versión comunista como en su versión socialista) se difunde tradicionalmente a partir del lugar de trabajo. El pentecostalismo, en cambio, a partir del habitat. Hasta el período de Jorge Alessandri (esto es, hasta los años 60), la sindicaliza- ción campesina era ilegal. Prácticamente sólo a partir de la democracia cristiana es que comienza la sindicalización, rural.

De este modo se hace más comprensible esa especie de yuxtaposi­ción de una ideología profana que invita a reconstruir la sociedad de los hombres y de una ideología sagrada que anuncia el advenimiento del reino de Dios; partiendo del poblador, el pentecostalismo ve dismi­nuir su eficacia a medida que se acerca a los grupos con empleos esta­bles. Acostumbrados a contar con el taller, los marxistas se ven afligidos ante los “ejércitos de reserva” , tanto más cuanto que el acceso a los fundos, verdaderas fortalezas ecológicas, les estará prohibido hasta estos últimos años. De hecho, el pentecostalismo constituirá la única “pro­piedad” del proletario campesino desde 1930 hasta 1967, aproximada­mente; todo lo demás será manifiestamente del patrón 18 (¡incluso el cura que celebra la misa en la capilla de la hacienda!).

El lector comprenderá ahora por qué motivo, en nuestro título, he­mos ligado el milenarismo a la noción mal definida de “clases popula­res” ; ya habrá advertido de qué clases principales específicas se trata.

15 Acerca de este concepto y la estructura del agrp, cf.: CID A: “ Chile, tenencia de la tierra y desa­rrollo socioeconómico del sector agrícola” , Santiago, 1966. También el artículo sintético de S. L. Barraclough y A. L. Domike: “ Agrarian Structure in Seven Latin American Countries’% en Land Economics, X L II/4 , 1966.

16. ¿Habrá durante el seminario, algún ensayo sobre la estructura de clases en Chile, que aporte, igualmente, una estadística exhaustiva de estas clases? Eso resolvería para mí muchos problemas.

17 Salvo en la zona del. carbón (provincias de Arauco y de Concepción).18 ¿Existirá en Chile una línea discontinua —de aquellas que H. Desroche es tan aficionado a des­

tacar— que pueda conducir:a) De la estrategia pentecostal basada en la comunidad de persona a persona, alb) Concepto pastoral de las “comunidades de base” de la Iglesia católica, y finalmente ac) La estrategia de los campamentos, lanzada por el MIR pero actualmente adoptada por todos los partidos de izquierda?Existe, en todo caso, un orden cronológico.

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IV. EL PENTECOSTALISMO COMO FORMACION SOCIAL E IDEOLOGICA (ESTRUCTURA)

1. La reconstrucción idealizada de la estructura social tradicional

La aplicación que aquí damos al vocablo “ tradicional” y a sus derivados no debe inducirnos a confusiones. No nos estamos refiriendo ni a Rostow, ni a Eisenstadt, ni a ningún otro. Pretendemos únicamente designar a “ los segmentos sociales de edad más antigua” en forma descriptiva y comparativa 19. Por lo tanto, este subtítulo significa que la comunidad restaura, reinterpretándola, la imagen ideológica (es decir, idealizada, distorsionada, y no la realidad que esa imagen pretende reflejar) de la estructura social de la hacienda en el momento preciso en que dicha imagen ideológica se ve gravemente afectada por un credibility gap.

Se ha dicho que la ideología de la hacienda se basa en tres convic­ciones: en el valor de las relaciones que pueden establecerse de persona a persona; en el convencimiento de que en caso de necesidad el patrón estará siempre allí para resolver cualquiera dificultad (el mito del patroncito), y en la creencia de que el patrón detenta su poder de una tradición secular, de Dios, en última instancia (pues siempre ha sido así, y así debe ser) 20.

Ahora bien, la comunidad pentecostal se basa en la catequización de persona a persona. Constituye una verdadera fraternidad que resuelve los problemas concretos (otorga derechos y exige deberes —por lo tanto, una dignidad humana— a los suyos, e instaura un sistema de ayuda mutua bajo la tutela del pastor). Finalmente, el pastor reasume el papel del patrón en la medida en que también él actúa de modo autori­tario (por lo general, designa a sus acólitos y, si se producen vocaciones —cosa rara— éstas sólo sirven para ratificar la decisión del pastor).

Su forma de proceder se justifica por el hecho de que efectiva­mente él es el elegido del Señor y así lo ha demostrado fundando su iglesia, o acrecentándola si solamente se trata de un sucesor. El pastor ejerce todos los derechos, por ser el lugarteniente (quien tiene el lugar) de Dios. Confirma que su poder emana de Dios al “abrirme los caminos del Señor” . Bástenos lo dicho para explicar la continuidad resignifi­cante. Pero, al mismo tiempo, señalemos el punto de ruptura: la asam­blea pentecostal puede ser comparada a un ejército popular. Está pro­fundamente jerarquizada, pero no refleja una estructura de clases. Cada cual (¡a excepción de las mujeres!) puede alcanzar el nivel más elevado de la escala siempre que sea “poseedor del don” , dicho en términos profanos, cuando se revela como un “ líder nato” . Conocí a ciertos con­versas de 50 años que a los 60 años comenzaban su carrera de obrero, primer grado pastoral (alusión a los “ obreros de la viña del Señor” ). En el seno de una sociedad de estratificaciones rígidas, donde la movilidad sólo se produce intergeneracionalmente, el pentecostalismo propone nuevas formas de movilidad. “La secta substituye un status social por un status religioso” (M. Pope). Pero —último rasgo que hace falta subrayar y en el cual reencontramos la analogía con la hacienda— la comunidad pentecostal representa una sociedad totalitaria que exige

19 Cf. Lalive y Zylberberg, 1971, p. 6 (op. cit. en el otro artículo).20 Cf. J. Medina, Consideraciones . . . , Solar/Hachette, 1964, pp. -30 y ss., en particular p. 39.

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del individuo una entrega total de sí mismo, el abandono de su libre albedrío en beneficio de la comunidad.

Así, el ideal latente de este movimiento consistiría en poder cortar totalmente con el “mundo” (sinónimo de principio del mal) para cons­tituirse en una utopía social. Existen dos hechos que lo impiden:

1. La definición misma de trabajo propia del pentecostalismo, que consiste en afrontar al mundo (cruzada) para llamar al arrepentimiento y anunciar la inminencia del Juicio y del Reino (¡apocalíptica apoyada por los frecuentes terremotos!).

2. El hecho de que a este movimiento nunca se le haya ocurrido, al menos en los países dél cono sur, constituirse en una comunidad ecoló­gica, no tan sólo de habitat, sino también de producción (¿carencia de modelo?). El pentecostalismo ejerce su dominio totalitario sobre el tiempo libre de sus feligreses, pero éstos deben salir al “ mundo” a fin de asegurar su subsistencia.

Por ambas razones, el pentecostalismo vive la contradicción funda­mental de predicar la ruptura con el mundo y al mismo tiempo imponer limitaciones respecto del habitat, del trabajo económico y hasta del tra­bajo sagrado (el proselitismo). Intenta, en seguida, resolver esa con­tradicción enseñando a los suyos a enfrentar la vida exterior a la co­munidad con una ética de la pasividad: “no te metas” (abstente de participar).

Autoritarismo (paternalismo pastoral), totalitarismo e igualitaris­mo, constituyen los tres “ ismos” que fundamentalmente resumen la estructura social del movimiento pentecostal. Pero aún subsiste, una interrogante acerca de su sistema representativo.

2. La ideología21 pentecostal: un dualismo premilenarista conpretensiones totalitarias

Los ejes del dualismo premilenarista

Una policromía imponente suele constituir el principal adorno de los templos pentecostales. Representa un mar enfurecido cuyo oleaje viene a estrellarse contra un islote rocoso. Sobre aquel trozo de tierra amena­zada reposa una Biblia abierta, iluminada por un rayo de luz que cae del cielo atravesando los nubarrones negros de la tempestad. En la Biblia puede leerse el siguiente versículo, o bien otros análogos: “ ¡Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré!” (Evan­gelio según S. Mateo, cap. 11, vers. 28). Este cuadro22 representa ale­góricamente uno de los ejes fundamentales de la ideología pentecostal. En un mundo de perdición y desdicha, radicalmente “malo y perverso” , subsisten islotes de paz: las comunidades de creyentes protegidos por el “poder de Dios” 23, por el Espíritu descendido de lo alto. La tarea de los elegidos consiste en prestar ayuda a aquellos que se ahogan, con­

21 He utilizado varias veces ya la noción de ideología. La empleo en la línea de Althusser.22 Este cuadro no es una creación latinoamericana, sino que forma parte de la serie de policromías

difundidas por las sociedades bíblicas. Así, podemos suponer que no expresa la totalidad de la ideología del protestantismo sectario y que, en forma complementaria, contenga elementos queno estén integrados a dicha ideología, en particular cierta bibliolatría latente: el rayo de luzcae sobre el libro antes que sobre la isla en general.

23 Fórmula que el pentecostalismo emplea para designar al Espíritu Santo. Y no se trata de unconcepto abstracto sino de una denominación que refleja la experiencia religiosa cotidiana. Hacepensar en Durkheim.

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duciéndolos hasta la orilla preservada de la Iglesia. Pero, en modo algu­no se pretende dominar aquel mar enfurecido.

La cosmología se basa en un dualismo radical que lo espera todo del espíritu y nada de lo material. El tema de la espera no se ve refle­jado en el cuadro; sin embargo, constituye un elemento fundamental de ese dualismo. La comunidad, refugio de los conversos situados bajo la protección del Consolador, se mantiene a la espera de un reino cuya inminencia proclama, y del que la Iglesia no representa la garantía sino solamente el signo. La irrupción del reino hará estragos, pero, a la vez, traerá la reconstrucción de una nueva tierra y de nuevos cielos.

Dentro de la cosmología del protestantismo sectario está implicada una sociología religiosa 24 precisa: del paradigma dualista espíritu/ma- teria —que en el plano cosmológico se expresa como cielo/mundo— se deriva ahora la oposición iglesia/sociedad. Si este mundo está conde­nado, ¿por qué ocuparnos de él? Pero, ¿hasta dónde puede llegar este principio de ruptura que rige la ética del creyente? Y aquí el marco fijado por la cosmología permite un cierto margen de elección y de movilidad en los comportamientos sociopolíticos de los creyentes. ¿Se traducirá dicho margen por alguna huelga activa, por protestas en contra de las leyes humanas manifestadas a través de desafíos, dado que sus adeptos ya salieron de este mundo para entrar en otro, sin re­lación común alguna con el anterior?, o bien, ¿se darán por satisfechos con la mera adopción de una pasividad sistemática, de una política de abstención, siempre que la legalidad de Jos hombres la autorice?

Es este segundo tipo de comportamiento sociopolítico el que prima y podemos calificarlo de pasividad conformista. La espera premilena- rista25 genera un desprendimiento del mundo que nunca significará una fuente manifiesta de conflicto. El mandamiento no améis el mundo ni las cosas del mundo de la primera epístola de S. Juan (citada con mucha frecuencia en estas sectas religiosas) se neutraliza con las ins­trucciones de obedecer a las autoridades civiles dadas por S. Pablo a> los cristianos de Roma (cap. 13, vers. 1-7). Toda la política pentecostal está fundamentada en la perspectiva de estas dos referencias bíblicas. Auto­riza aquello que obliga la ley, acepta una cierta participación en el mundo, pero condena toda participación responsable. De allí la prohi­bición general de todo compromiso político, pues tal compromiso no permite adoptar una actitud pasiva.

En resumen, los ejes de la ideología pentecostal están sintetizados por el paradigma fundamental: lo espiritual vs. lo material, que, a su vez, puede detallarse en la forma siguiente:

espíritu cuerpocreyente “gentil” (no creyente)cielo tierratrascendente inmanenteiglesia mundoreino sociedadDios diablobien mal

24 Sobre las distinciones existentes dentro de la ideología, entre una cosmología y una sociología, ver Lalive y Zylberberg, art. cit., pp. 17-19.

25 Premilenarismo en el sentido de que el regreso del Mesías precederá! al Reino, instaurándolo (cf. H. Desroche: Socialisme et sociologie religieuse, Cujas, París, 1965, pp. 76-85).

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Esta ideología va acompañada de una estrategia en la acción combina la ley de sumisión a las autoridades (el Estado) con la la desconexión, del desprendimiento.

El ejercicio concreto de la pretensión totalitaria

Sin adentrarnos en el tema, creemos necesario recalcar que la ideoltr.E y el sistema social se prestan mutuamente apoyo para dar realidad 7 eficacia a la pretensión totalitaria y a la obligación de cortar con e! mundo impuesta a sus fieles. Supongamos el caso de un creyente que aceptara ser dirigente sindical:

— dispondrá de menos tiempo para su iglesia, que pretende mono­polizar sus horas libres26. El pastor comenzará por decir: “ está er¡ cosas del mundo, se pierde . . . ” ;

— en el sindicato, este creyente aprende otra forma de participa­ción, basada no en la renuncia frente a la autoridad, sino en el inter­cambio, en el debate. Cuando su pastor quiera llamarle la atención, tratará de discutir (en cierta ocasión en que deseaba organizar un de­bate con un grupo de dirigentes pentecostales, dije: “podríamos discutir eso entre nosotros” , y el pastor me respondió: “ discutir, no; conversar, hermano” ). La contestación del creyente será interpretada como un desafío al principio mismo del poder (de origen sagrado) en la comu­nidad. Entonces vendrá la excomunión, justificada por la referencia a la elección entre Dios y Mamón 27.

La función societaria conservadora del pentecostalismo (función ad extra)

Al leer estas páginas resulta inevitable recordar el slogan marxista: “ el opio del pueblo” . Pero pocos conocen el párrafo completo del que “el opio del pueblo” es la conclusión:

“La religión es, por una parte, la expresión de la miseria real y, por otra parte, la protesta contra la miseria real. Es el suspiro de la criatura agobiada, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de los tiempos privados de espíritu. Es el opio del pueblo” .

(M a r x , 1844. ¡Quien subraya es el propio Marx!).

Es evidente que en una sociedad capitalista dependiente, el pente­costalismo con su pasividad y sumisión certifica el orden establecido. Resulta igualmente evidente que representa un competidor peligroso, porque frente a la situación de las “ clases dominadas” ofrece una res­puesta ideológica coherente, completa y eficaz: para el proletariado rural y el subproletariado, entre 1920 y 1960, no existía más alternativa que la sublevación o la pasividad. El peligro del pentecostalismo reside

26 Cf. Lalive y Zylberberg, art. cit., p. 44. Tenemos tres muestras obreras de la zona de Concepción: católica, protestante tradicional, pentecostal. Las tres muestras están constituidas por hombres casados, de edades, salarios y educación, homogéneos. El criterio aplicado para la selección fue que la persona asistiera por lo menos 3 veces al mes al culto o a la misa. El 62% de los pentecos­tales dedican por lo menos 10 horas semanales a su iglesia, contra un 24% de los protestantes y cero (!) de los católicos. Y a la inversa, entre 0 y 4% de protestantes y pentecostales dedican solamente 2 horas semanales, contra 76% de los católicos.

27 Durante una entrevista recogí el relato de un caso semejante, relato de una fuerte intensidad dra­mática (Refugio de las masas, pp. 169-170).

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en que, como toda ideología, ejerce la función de legitimar un sistema de acciones: legitima la pasividad. Y, dado que representa una ideolo­gía religiosa, la legitima recurriendo a lo sagrado, que desde todo tiempo ha sido la fuente más eficaz de legitimidad. Así, inspirados en Paulo Freire, podemos afirmar que el peligro del pentecostalismo proviene de su capacidad de estructurar la “ conciencia oprimida” ; fundándose en una cosmología y, por consiguiente, esclerotizándola. ¿No corre el riesgo, acaso, de imposibilitar toda movilización? Es precisamente a lo que deseo llegar. Pero antes, dos alcances:

— Releamos este texto del joven Marx. Bajo muchos aspectos, el escrito del que ha sido extractado conserva rasgos feuerbachianos (se trata de la Introducción a la Crítica de la Teoría Hegeliana del Derecho). Particularmente, el primer párrafo: “En Alemania, la crítica de la religión e§tá prácticamente terminada. Ahora bien, la crítica de la religión es el comienzo de toda crítica” . Aquí, Marx parece creer todavía que se puede eliminar el error al denunciarlo, siendo que, como él mis­mo lo dirá muy poco tiempo después, el error no puede ser eliminado sino eliminando las condiciones materiales que han permitido la exis­tencia del fantasma (Ideología Alemana y Tesis sobre Feuerbach). Y pienso que el texto que acabamos de citar ¡el Marx de la época del Capital lo habría reafirmado! De todos modos, inspirándome en este texto y en el estudio de Engels sobre el Bauernkrieg, como también en el estudio de la situación concreta de las clases subproletarias urbanas y proletarias rurales, sostendré la tesis de que hasta la última década, el pentecostalismo representaba, de hecho, la única salida ideológica coherente posible para ellas. Y que, si bien fomentaba una alienación del hombre frente a la sociedad, otorgaba, en cambio, a los suyos, un mínimo de dignidad humana que hasta entonces la sociedad les había negado 28.

— Segunda observación: ahora comprenderá el lector por qué afir­mo al comienzo del presente artículo que el pentecostalismo se modifi­caría solamente cuando una transformación global afecte a esa socie­dad: se hizo necesario que ciertas condiciones de conjunto ofrecieran otras posibilidades a las clases que forman el substrato del movimiento pentecostal para que su estructura y su dinámica propia se vieran afec­tadas.

V. EVOLUCION O MUTACION: LAS DINAMICAS DEL FUTURO

La dimensión conformista —de sumisión frente a la legalidad— de] pentecostalismo es una variable fundamental si tratamos —meta final ¡y desilusión permanente de la macrosociología!— de interrogarnos acerca del futuro y de anticipar ciertas predicciones después de estos análisis. Por lo demás, particularmente en Chile, el “ futuro” ya es pre­sente. Mi permanencia allí tuvo por marco la tentativa “ desarrollista” de la democracia cristiana. Hoy día, el programa reformista ha dado

28 Respondiendo a una de mis preguntas, un pastor exclamó: “Dios nos permitió salir de este mundo, no es pa’ que volvamos adentro!” . No solamente expresó un dogma, sino un temor, aquel que nace de la experiencia diaria del mundo que sufren los dominados por su situación de depen­dencia: la cesantía, el hambre, la enfermedad, la muerte.

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paso a un programa revolucionario, por mucho que el equipo dirigen:? se proclame respetuoso de la legalidad constitucional29.

1. Régimen político “ reformista-participacionista”y estabilización del pentecostalismo

El programa de la democracia cristiana sustentaba, como telón de fondo, la teoría de la modernización y del dualismo estructural. La existencia de amplios sectores marginales30 representaba entonces la expresión de la supervivencia de la sociedad tradicional junto a la sociedad moderna. El plan de desarrollo nacional exigía la incorporación de los sectores marginales al mercado nacional, a fin de transformarlos a la vez en asalariados y en consumidores. Uno de los objetivos de la política democratacristiana consistió en fomentar la movilización de aquellos sectores e impulsarlos a organizarse, por lo tanto, a participar. Juntas vecinales, centros de padres, centros de madres, sindicalización campesina31; organizaciones voluntarias de todo orden florecieron du­rante el período de Frei. La base filosófica de aquel movimiento estaba inspirada en el personalismo cristiano de E. Mounnier; su meta socio­económica apuntaba hacia la creación de un amplio mercado nacional; por último, naturalmente, fueron numerosos los que vieron en ello una base de manipulación electoral.

Paralelamente, la Iglesia católica operaba una profunda reforma pastoral —influida, en parte, por una reflexión acerca del fenómeno del desarrollo sectario— para adoptar una política destinada a multi­plicar las “comunidades de base” . De pronto, a partir de 1965, se mani­fiesta una creciente competencia frente al pentecostalismo que, hasta entonces, era casi el único movimiento influyente entre las “ clases po­pulares” descritas más arriba.

Estas nuevas asociaciones voluntarias enseñan una forma de par­ticipación distinta que, frente al totalitarismo sectario, opone la idea comunitaria. La reflexión y la discusión no siempre escapan a la dema­gogia, pero la idea de responsabilidad personal está presente, invitando a cada uno a comprometerse. El punto de partida —las condiciones con­cretas de vida— sigue siendo el mismo, pero estas comunidades llaman a asumirlo conscientemente y a elaborar respuestas inmanentes. Otros mensajes requieren al poblador, otras soluciones le son sugeridas.

Una primera tesis consistiría en que mientras más tengan que ofrecer las sociedades latinoamericanas a las “ clases dominadas” en materia de posibilidades reales de participación directa, más fuerte será la tensión entre la pertenencia al movimiento pentecostal por una parte,

29 Que se nos entienda bien: sostengo que el programa de la Unidad Popular es revolucionario. Que el régimen de la UP debe afrontar los dilemas de una transición dentro de la legalidad, esolo sé.

30 Lo esencial de la obra teórica del DESAL (Centro de Desarrollo Socioeconómico de América Latina) sitúa el concepto de marginalidad dentro del marco de la teoría del dualismo estruc­tural.

31 La sindicalización campesina y el plan original de la reforma agraria, constituyeron, según la opinión general, los elementos más radicales del programa freísta. Por lo mismo, no es ninguna casualidad que el hombre que estái en el origen del proyecto y que dirigió el INDAP, renunciara a su cargo gubernamental en 1968, cuando el régimen dio un “ viraje hacia la derecha” , abandonara las filas de la Democracia Cristiana, y sea hoy el Ministro de Agronomía del Gobierno de la Unidad Popular. Nos referimos a Jacques Chonchol.

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la conciencia de ser ciudadano de un país y miembros de clases sociales cargadas de potencial histórico, por otra 32.

¿Debemos acaso deducir de esta premisa la idea de una decadencia (disminución de efectivos) o la de una mutación (transformación cua­litativa de la estructura social de la secta) ? La prudencia es en este caso imprescindible, pues el efecto sobre el protestantismo sectario depende en gran parte de una coyuntura global inestable.

Distingamos dos situaciones:— En los países donde la implantación del movimiento pentecostal

es reciente y superficial, la hipótesis de su decaimiento resulta admi­sible;

— En los países de alta densidad pentecostal, allí donde ese fenó­meno ha pasado hoy día a ser un elemento constitutivo de las clases populares y de su cultura (Chile, por ejemplo), su decadencia sólo es admisible a muy largo plazo. Se ha formado una tradición que ya data de tres generaciones. Pero si el régimen reformista se hace estable du­rante un largo período 33, puede emitirse la hipótesis de una estabiliza­ción del efectivo. El ritmo de crecimiento se irá debilitando hasta acer­carse cada vez más al nivel del crecimiento vegetativo. Pero para que la ola expansionista llegue a consumirse se requerirá de bastante tiempo y ponemos en duda que los resultados de las estadísticas de 1970, una vez publicados, señalen ya una disminución de ese crecimiento34.

Si a las exigencias de participación que la sociedad multiplica se añade una disminución del crecimiento demográfico del pentecostalis- mo, entonces una mutación cualitativa será inevitable, y ésta se orien­tará hacia el tipo de “protestantismo de santificación” 35.

La secta premilenarista, inspirada en la esperanza del advenimien­to del Reino, resiste difícilmente los embates del tiempo. El Reino se hace esperar y, de cualquier modo, es necesario instalarse en lo provi­sorio que va prolongándose. La expansión prosigue únicamente gracias a la llegada permanente de nuevos conversos para los cuales la espera no hace sino comenzar, preservándose así la esperanza apocalíptica.

Actualmente, en toda América latina las tasas de crecimiento del movimiento pentecostal son tales que el espíritu y el fervor de la “pri­mera generación” se retransmiten intactos. Pero, si aquellos que han “nacido en el Evangelio” (según el lenguaje protestante) aventajan a los “ conversos” , y los segundos no logran reactivar a los primeros, cuan­do además el trabajo sagrado de la comunidad pierde sentido por haber dejado de ser eficaz, entonces la mutación se hace inevitable 36.

32 Trabajé en esa tesis en 1966, al dar término a mi primera misión, por lo tanto durante el “primer período” del régimen DC (cf. Lalive, Refugio de las masas).

33 Aquí surge un nuevo problema: dentro del contexto latinoamericano, ¿puede un régimen “ refor- mista-participacionista” permanecer estable durante un largo período?

34 Ya emitimos esta opinion más arriba, opinión confirmada por un análisis del Censo de 1970, en la provincia de Santiago. Debemos insistir en el hecho de que la repercusión de los procesos glo­bales sobre el fenómeno religioso opera solamente a la larga. Para que llegue a traducirse en los resultados demográficos debe transcurrir, por lo menos, una década.

35 Cf. Christian Lalive D ’Epinay, Les protestantismes latino-americains. Un Modele typologique, en Arch. de Soc. des Reí., N9 30, 1970.

36 Fue H. R. Niebuhr quien fijó los términos de la dinámica de la primera a la segunda generación, conduciendo de la secta a la secta establecida o incluso a la denominación (The Social Sources of Denominationalism, New York, Holt, 1929). Se inspira en el tema weberiano de la “rutinización” del carisma, que fue largamente discutida, pues las investigaciones empíricas ponían al descu­bierto numerosos casos en que la secta se preservaba a través de largo tiempo, a veces siglos enteros (cf. la tesis inédita de J. Seguy acerca de los menonitas). Pensamos que B. R. Wilson puso punto final a esta polémica al proponer una tipología de las sectas y al indicar que esa evolución era propia del tipo de secta “ de conversión” (“ An analysis of sect development” , Am. Soc. Review, 24, 1959. Y “ Typologie des sectes dans une perspective dynamique et comparative” , Arch. de Soc. des Reí., N9 16, 1963).

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2. Sociedad en transición: la mutación posible del pentecostalismo

Ahora bien, el acceso al poder de la Unidad Popular y del Dr. Allende crean una nueva coyuntura. He aquí un régimen que no se contenta solamente con practicar una política populista hacia las clases domi­nadas, sino que se proclama proveniente de ellas y su representante.Y así, sucede ahora que las asambleas sectarias son cuestionadas a partir de sus compromisos de clase. Además, la legalidad —aquella autoridad reconocida por el apóstol S. Pablo— es hoy día revolucionaria. Es ella misma la que llama a la politización y al compromiso. ¿Puede en tal caso el protestantismo sectario conciliar su voluntad de ruptura y su conformismo? ¿No crecerá entonces la tensión entre conciencia social y conciencia religiosa hasta un punto de ruptura?

Tal situación global, en caso de adquirir consistencia y duración, puede llegar a provocar una mutación cualitativa muy particular. Pre­cisemos que se trata de una posibilidad, no de una necesidad, y que tal posibilidad es más plausible si se trata de sociedades sectarias nacio­nales que para aquellas que constituyen dependencias de asambleas norteamericanas.

Del dualismo hacia una dicotomía complementaria

Tal posibilidad preservaría el sistema social de la secta, su totalitarismo y su concepto autoritario del poder en particular, pero reinterpretaría el eje -fundamental de su ideología. Esta conservaría su carácter dico- tómico, pero esa dicotomía consistiría más en una dualidad de términos complementarios que en un dualismo; el espíritu no se opondría a la materia como el principio del bien se opone al principio del mal. Re­presentarían, tanto el uno como el otro, dos niveles distintos, irreducti­bles, pero legítimos y complementarios el uno y el otro: la legitimidad del primero referida a la vida celestial y a las necesidades del alma, la legitimidad del segundo respondiendo por la vida terrestre y por las necesidades del cuerpo.

Si volvemos a examinar el paradigma fundamental de la ideología pentecostal y el conjunto de sus posibles permutaciones, todos aquellos pares están preservados a excepción de los dos últimos (bien/mal: Dios/ Diablo). Ya no se trata de conflicto entre dos potencias sino de com- plementación de dos niveles. Deja de ser una alternativa (debemos elegir, y elegiremos lo espiritual o lo material) para constituir una complementación: el espíritu y el cuerpo deben coexistir en esta vida terrestre. Y aunque el primero sea superior al segundo, el segundo sigue siendo legítimo.

A partir de ese momento, la sociedad pentecostal podría, como tota­lidad, adquirir una dimensión política. El premilenarismo podría ser preservado, pero la espera del otro reino no impediría el poder par­ticipar activamente en la organización de este reino.

Hasta ahora, esa posibilidad parecía derivada de una lógica deduc­tiva. Pero dos factores empíricos le otorgan una consistencia histórica:

a) Primero, tuve oportunidad de conocer este tipo de secta. Mi in­vestigación acerca de las formaciones protestantes puso en evidencia la existencia de tres de estos casos. El principal es la Iglesia Wesleyana Pentecostal, fundada por Víctor Manuel Mora (ver la dedicatoria del

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presente trabajo), quien fuera igualmente un miembro muy activo del Partido Socialista chileno. El ser miembro de esta iglesia implica tam­bién que uno acepta ser socialista. Esta iglesia está establecida en Lota- Coronel, en la zona del carbón, en Concepción. Tal vez no por casua­lidad. En aquella región, donde esas minas están en decadencia, de­biendo soportar además la presión de una fuerte migración proveniente del interior, pentecostalismo y marxismo se entrecruzaban. Solamente allí, que yo sepa, en pleno corazón de aquel bastión de la izquierda mar- xista, el pentecostalismo se había implantado en la clase obrera. Con­texto infraestructural particular, influencia, también, de una fuerte personalidad, ambos factores pueden ayudar a comprender el que una secta de ese tipo haya surgido más bien allí que en otro sitio37.

Si he insistido acerca de la existencia histórica de esta clase de secta, es porque considero que la presencia de modelos puede facilitar la mutación. Así como la coyuntura nacional, particularmente si esa coyuntura se estructura, puede ayudar a que el modelo sea contagioso. Pienso en hombres como aquel obispo de una Iglesia pentecostal rural de alrededor de 30.000 fieles (en 1968). Al recordarle yo la dimensiónpolítica y de rebeldía de los textos bíblicos proféticos y al preguntarlepor qué no sé predicaba sobre esos textos, me respondió:

“Yo sé que existe un mensaje social, e incluso político y revo­lucionario en la Biblia. No sólo en el Antiguo Testamento: tam­bién tenemos la epístola de Santiago. Y aquel mensaje, que per­tenece al Evangelio, ataca a los ricos que explotan a los pobres. En Chile, habría mucho que decir sobre el particular. Pero, por el momento, no podemos hacerlo. Nuestras gentes son demasiado débiles, faltos de madurez, con frecuencia apenas saben leer. ¿Entonces, qué pasaría si predicáramos aquellos textos? No los comprenderían, eso acarrearía problemas en las iglesias, distur­bios. No, no podemos hacer eso” 38.

Y ahora que la legalidad está del lado de “ los pobres” , del lado de la epístola de Santiago, ¿qué haces “hermano obispo” ?

b) El segundo factor está tomado de otro país, de Cuba, donde el desarrollo de las sectas estaba aún en una etapa embrionaria cuando triunfó la revolución castrista. A pesar de que mis informaciones siguen siendo fragmentarias39, he tenido oportunidad de conocer esa clase de secta y parecería que la mutación se amplifica con el transcurso de los años, a medida que el régimen castrista demuestra su capacidad de sobrevivencia y de estabilidad.

Las otras posibilidades

a) La mutación es una posibilidad real. Pero no lo es menos su antítesis: un endurecimiento del dualismo frente a un mundo que se convierte en el anticristo comunista. La propaganda religiosa proveniente del Norte

37 Se trata naturalmente de una explicación a posteriori con todos los riesgos que ésta implica.38 cf. R.M., p. 172.39 Estadía de un mes, marzo y abril de 1971. Señalemos de paso que el crecimiento del protestan­

tismo sectario parece ser muy lento. En cambio, las asociaciones tales como los Testigos de Jehová y los Mormones parecen estar experimentando un verdadero auge entre ciertas capas me­dias, como los pequeños propietarios campesinos, o los pequeños comerciantes, artesanos e indus­triales. Es evidente que esas clases se sienten particularmente afectadas por el Gobierno Popular.

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del Río Grande —y de ciertos países vecinos a Chile— trabaja cierta­mente en ese sentido. Llamado a la cruzada santa, donde tras la preo­cupación por las almas, se perfilan otros intereses. Esta otra posibi­lidad también es real y vigente actualmente. ¡El riesgo es de propor­ciones!

b) En fin, admitamos por un instante la hipótesis siguiente: la transición de la sociedad chilena no se lleva a efecto. El régimen vegeta, estabilizado dentro de un reformismo de tipo “populista” y renuncian­do a cruzar el Rubicón. En cuyo caso se reproduciría una situación glo­bal análoga en sus efectos sobre el movimiento pentecostal a aquella que se produjo durante el primer período de la DC.

VI. LO POSIBLE Y LO REAL: DEL ANALISIS A LA ACCION

“ ¡Se objetará que es una pura utopía! Y por supuesto que lo es. Una utopía es aproximadamente el equivalente de una posibilidad; el que una posibilidad no sea una realidad significa simplemente que las circunstancias dentro de las cuales se encuentra provisoriamente implicada se lo impiden, pues, de otro modo, sólo sería una imposibilidad” .

Ro b e r t M usil (El hombre sin atributos)

Como ya lo dije en la primera parte de este trabajo: corro el riesgo de verme refutado por la historia, dado el hecho de que hace dos años que carezco de toda información acerca de la evolución seguida por los grupos pentecostales. El presente ensayo persigue un doble objetivo:

— Teórico: habiendo trabajado varios años sobre esta materia, ¿seré acaso capaz de deducir, dentro del marco de una lógica de lo posi­ble (o de los posibles), una serie de futuras consecuencias?

— Práctico y político: he regresado a mi “patria de nacimiento” . Sin embargo, en mi “tierra adoptiva” , se está desarrollando un proceso cuyo desenlace me concierne. Ahora bien, la materia de mi estudio —los pentecostales— pertenece a las clases que, objetiva y potencialmente, deben apoyar no sólo pasivamente sino activamente a la Unidad Popu­la r40 y al proceso de cambios. A priori, el factor “pentecostal” imposi­bilita que ese apoyo asuma un carácter activo. Pero existe la posibilidad de una mutación que permitiría transformar a aquella masa de opri­midos-creyentes en personas capacitadas para la acción. He intentado fijar los ejes de tal mutación. Otros se habrán encargado ya de fijar aquellos del endurecimiento anticomunista del pentecostalismo. Y tal vez, han traducido ya sus reflexiones teóricas en estrategias de ac­ción . . .

Ha sido un sentimiento de responsabilidad y de solidaridad el que ha dado origen a estas páginas. Los camaradas chilenos que se inte­resaron por mi libro en 1968, lo hicieron, precisamente, porque trataba de explicar el caso de una “religión popular” , que representaba una expresión de protesta en contra de las condiciones reales de existencia, pero a través de una sublimación (en lugar de cuestionarlas) de aque-

40 Lo que he dicho acerca del conformismo pentecostal y de su naturaleza de clase, me lleva a creer (a menos que la estrategia de la tensión anticomunista ya surta efecto; si bien en Chile tropezará con el carácter nacional e independiente del pentecostalismo) que los pentecostales votan prefe­rentemente en favor de Allende. Es lo que denomino un apoyo pasivo, en lugar del apoyo activo que hoy día requiere la Unidad Popular.

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lias condiciones de existencia. Esos camaradas tienen derecho a esperar de mí que por lo menos trate de indicar la posibilidad de una recupera­ción de esas fuerzas populares.

Y es a ellos, a los que se encuentran en plena labor en Chile mismo, a quienes les corresponde decidir acerca del valor y la utilidad del pre­sente ensayo.

Marzo de 1972

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Ideología del melodrama en el viejo cine latinoamericano *E n r iq u e C o l in a D a n ie l D ía z T o r r e s

Investigadores del Instituto Cubano de Arte Industrial Cinematográfico, ICAIC

I. INTRODUCCION

La penetración colonial y neocolonial en América latina determinó una bifurcación antagónica en el terreno de su cultura. Por una parte, la adopción de un credo de sumisión e impotencia, conducente a la des­personalización nacional de nuestros pueblos y a la resignada acepta­ción de su supuesta inferioridad; por otra, la expresión de una cultura desalienada y soberana, instrumento revolucionario de combate en la confrontación ideológica y expresión artística por la autenticidad y originalidad mismas de su proyección humanista1. Cada una de estas vertientes ha conformado una imagen de Latinoamérica: la primera ha sido la figuración de una concepción de la realidad según los pa­rámetros de las clases dominantes y, por lo tanto, proyectada a partir de necesidades represivas para mantener un status; la segunda ha representado la resistencia y la voluntad de oposición ante el mito de una seudorrealidad concebida como “natural” desde la óptica impuesta por la ideología imperante. Así, pues, en el reconocimiento de la tra­dición cultural latinoamericana y en la definición de los antecedentes históricos de sus expresiones artísticas es imprescindible discernir el valor de esta dualidad.

En los últimos años se habla del nuevo cine latinoamericano. Sus objetivos —concepción del espectador como un ente activo capaz de transformar su entorno; afirmación de nuestra realidad; independen­cia cultural; creación de patrones propios de valoración— coinciden en el presente con la eclosión de una conciencia latinoamericana, con­dicionada por el ejercicio de una praxis revolucionaria en nuestro con­tinente. Esta correspondencia impide considerar al nuevo cine como deudor de una pretendida herencia cinematográfica latinoamericana. Si hablamos en términos de cultura fílmica, el nuevo cine ha partido de cero. Afirmación que no implica la subestimación de una profunda huella seudocultural que adquiere todo su sentido al ser valorada como experiencia negativa. Sobre todo cuando todavía perduran en la mayo-

* Cabe especificar que la definición del “viejo cine” abarca exclusivamente la producción comer­cial surgida de las industrias cinematográficas mexicana y argentina, que a lo largo de casi tres décadas mantuvo su hegemonía en América latina.

1 Humanismo progresivamente desprovisto de sus implicaciones burguesas al insertarse en el desa­rrollo histórico del pensamiento filosófico y social más avanzado en América latina, estrechamente vinculado a la acción revolucionaria de su época. Piénsese en Bolívar, Juárez, Martí, Mariátegui, Ernesto Guevara.

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8 — Cuadernos

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ría de los países latinoamericanos los condicionantes que dan vida a una “cultura de masas” que ha instaurado como hábitos de percepción sus códigos de comunicación. Hallar las vías para superar un gusto y una ideología deformantes, sin extinguirse en la incomunicación, exige el análisis de los mecanismos alienantes de ese patrimonio.

En este sentido, el examen y estudio del “viejo cine” latinoameri­cano sólo puede brindar un aporte parcial, pero útil, para la revelación de una superestructura ideológica que permea todas las esferas de la vida cotidiana desarrollando diversas posibilidades represivas, todas ellas cohesionadoras de la estabilidad del sistema.

II. ORIGENES

En la génesis de este cine confluyen múltiples factores. Durante el pe­ríodo “silente” se producen algunas manifestaciones cinematográficas esporádicas, que sucumben como empresa ante la pujanza monopoli- zadora del cine norteamericano. Hollywood fabrica y difunde el mito del “sueño americano” conformando la imagen de la realidad a los refle­jos del falso universo optimista y promisorio que presentan sus películas. Rasgos epidérmicos de todas las culturas se adaptan a historias no­velescas que tipifican una imagen exótica y pintoresca de los países subdesarrollados. A través de ella se muestra un submundo dominado por los instintos, por una tendencia a la irresponsabilidad y al desen­freno, envuelto en una atmósfera estereotipada de leyenda. Lo primi­tivo se contrapone al orden aséptico de la civilización, catalizando de este modo en la pantalla los deseos frustrados de un universo burgués que exige la conformidad y el equilibrio 2. Este contenido discrimina­torio, ofrecido al consumo popular, abría las compuertas a un proceso de colonización cultural multiforme, que terminaría por encontrar su resonancia “nacional” en las propias cinematografías del hemisferio.

Con el advenimiento del sonoro, el cine norteamericano, interesado en conservar su predominio sobre el público latinoamericano, realizó versiones en lengua española de muchas de sus cintas de éxito3. El fracaso comercial de estos productos de segunda mano animó a capas de la pequeña y mediana burguesías mexicana y argentina, a lanzar sus propias mercancías. La priorización del interés mercantil en la base de creación de las cinematografías nacionales obstaculizó el ca­mino hacia la búsqueda de una genuina expresión autóctona. Por otra parte, se producía el mimetismo de las formas expresivas y los moldes conceptuales del cine norteamericano, que eran asimilados a las co­rrientes ideológicas más reaccionarias de nuestra cultura. El desarro­llo de este proceso, común a las industrias mexicana y argentina, estuvo condicionado por las circunstancias históricas específicas de ambos paí­ses que dieron un matiz peculiar a sus realizaciones.

2 “ La pequeña burguesía y los pequeños intelectuales son particularmente influidos por tales imá­genes novelescas, que son como su “ opio” , su “ paraíso artificial” en oposición con la mezquindad de su vida real inmediata. De ahí el éxito de algunos slogans como: “ es mejor vivir un día como un león que cien años como una oveja” , éxito particularmente grande en quien es, propia e irre­mediablemente, una oveja” . Antonio Gramsci, Literatura y Vida Nacional.

3 E l c u e rp o d e l d e l i to , con Ramón Pereda, versión de The Benson Murder Case; El presidio, con Juan de Landa, Tito Davison, etc., versión de The big house; Drácula, con Carlos Villarías y Lupita Tovar, versión de la cinta original de Tod Browning; Billete amarillo, con José Mojica y Conchita Montenegro, versión de The y e llo w ticket, y muchas otras.

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En México, la clase media productora de la industria fílmica se atrincheró en su visión del mundo, a contrapelo de un proceso histórico liberador de valores revolucionarios que amenazaban la supervivencia de sus intereses.

.. el hábito paternalista mantuvo a la clase media atenta a los humores de los caudillos revolucionarios, esperando de ellos la ventura o la desdicha totales. Mientras tanto, los trabajadores se organizaban sindicalmente al tenor de consignas marxistas y, en el campo de la cultura —la educación pública, el arte, la literatura— prosperaba el espíritu del socialismo. Ni el pasado inmediato ni el futuro inminente auguraban nada bueno a quienes veían en su empleo, su comercio, su propiedad, la garantía de su existencia. La historia misma, expresada en corrientes políticas amenazadoras, parecía conspirar contra su se­guridad, contra su pequeño mundo. En el cine nacional se propuso, en­tonces, la defensa de ese pequeño mundo al margen de la historia y de la política” 4.

Esas estrechas fronteras se concretaban en la idealización nostál­gica de la típica hacienda porfiriana, donde se hacía abstracción de un marco social de relaciones semifeudales en honor del charro cantante, del hacendado benevolente y del arreglo de toda contradicción, sin que surgieran nunca alteraciones reales en el orden establecido. También, la comedia y el drama “de ciudad” se guarecían en los estudios y en los temas intrascendentes y cristianamente moralizantes, a la vieja usanza folletinesca.

En Argentina, a raíz de la crisis mundial del 29 y del golpe oligarco- imperialista que derrocó al gobierno radical del Presidente Irigoyen, una aguda depresión económico-social sumió al país en un estado de des­creimiento y frustración moral. La desintegración del radicalismo co­mo movimiento político demostró “ el fracaso ideológico de la función política nacional de las clases medias” .

“ . . . las clases medias y proletarias sufrieron rudamente el golpe. Los escasos avisos clasificados de los diarios con ofrecimientos de em­pleos promovían caravanas de postulantes, en su mayoría hombres jó­venes. ( . . . ) En aquellos días la delincuencia aumentó bruscamente. La prostitución ponía su nota provocativa y triste en los burdeles del bajo, en la calle Corrientes. ( . . . ) La Ciudad se entristeció. Se tornó callada. Apenas agitada por los tangos que llamaban a la tristeza colectiva de la calle desde los cafés humosos del centro o desde las victrolas de los barrios. ( . . . ) En los suburbios, la miseria proletaria veía crecer en los baldíos a los réprobos de la calle. ( . . . ) En Puerto Nuevo funcionaba la olla popular para los desocupados. El sentimiento de derrota fue característico de esta época. Se sabía en silencio, con resignación o ra­bia, que el país no pertenecía a los argentinos” 5.

Impregnado de un pesimismo ambiental, el cine comercial argentino tradujo el estado colectivo de desesperanza en explosión sentimental, convirtiéndose en rémora para el desarrollo de una conciencia política popular. Al refugiarse en un individualismo exasperado y escéptico, je­rarquizando una visión fatalista de la existencia y ofreciendo la tris­teza eterna como elemento conformador de la idiosincrasia argentina, este cine es el desecho, la excrecencia “ artística” de un populismo re­

4 E m ilio G arcía Riera, Historia documental del cine mexicano (tom o I).5 H ernández Arregui, Imperialismo y cultura.

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accionario. La presencia de la pobreza al trasluz engañoso de los “sue­ños” encarnaba falsamente la situación del proletariado y escamoteaba sus reivindicaciones. La incorporación que hizo del tango con el pro­pósito de asegurar una rentabilidad comercial, desvirtuó el contenido inconformista de esta expresión popular, idealizando su “ difusa protes­ta frente a la vida solitaria en un medio degradado por la miseria y la inseguridad social” . El fracaso transitorio de las clases medias en su gestión política práctica, provocó así el traslado de sus concepciones burguesas a una imagen fílmica conciliadora de intereses opuestos, lo­grada a partir de una meticulosa y aplicada disección afectiva de las contradicciones sociales del medio.

De este modo, una procedencia clasista común a ambas cinemato­grafías, creó una identidad conceptual y formal en sus productos, sal­vando diferencias secundarias en lo referente al mayor o menor rigor técnico de su elaboración y a ciertas pretensiones culturales europei­zantes, más cercanas éstas al cine argentino.

III. SENTIMENTALISMO

Dentro de estos parámetros, la visión pequeño burguesa encontró en el manejo de los sentimientos y en su hipervaloración la vía más ade­cuada para armonizar su amedrentamiento como clase con las exigen­cias de la realidad. E} sentimentalismo fue instrumentado como evasión de aquel caos de los conflictos sociales hacia un anhelo de irrespon­sabilidad parcial, siempre controlada por las reglas éticas del sistema.

En su análisis sobre Arte del pueblo y arte popular, Hauser ha de­finido con claridad el papel del sentimentalismo en la vida de la so­ciedad. Al reconocer que el sentimiento prospera allí donde las insu­ficiencias de la realidad material se imponen, afirma que “ ninguna generación se entrega con tal placer y satisfacción a historias senti­mentales y situaciones melodramáticas, como aquella a la que no le ha sido dado desplegar libremente su vida sentimental” . La sentimen- talidad estética explotada por estas cinematografías no describe los sentimientos como algo normal y evidente, “ como un factor relativa­mente valioso de la vida anímica humana, sino como algo excepcional unido a una situación extraordinaria, caracterizada siempre por un rasgo solemne, extravagante y mórbido. El sentimentalismo es siem­pre sentimiento reprimido. La sensación de que no encuentra ámbito al­guno en la vida de la sociedad se convierte, como algo que uno no puede satisfacer, en algo excesivo, supravalorado, en algo que se tras­lada al plano ideal o irreal” .

Este cine se acomoda entonces, con sus instancias melodramáticas, a las secuelas de un arte sentimental y sublimador, en el que predo­mina la problemática individual sobre la del medio, y donde el carácter clasista de los personajes pasa a un segundo plano. Típico de la pri­mera vertiente cultural señalada al comienzo de este trabajo, dicho “arte” opera la dilución de la problemática social, creando la imagen de “una realidad privilegiada, vaciada de peso y materia” , instaurando lo “ espiritual” como un orden paralelo al orden social y refugiándose en el ámbito de “ lo romántico” , donde “ toda la vida se reduce a una temática unidimensional: la del amor o la vida sentimental” 6. Arte

6 Michelle Mattelart, El N ivel Mítico de la Prensa Seudo-Amorosa. Cuadernos de la Realidad Na­cion al, N9 11, Santiago, Chile.

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que oponiendo a la desigualdad social el mito de. la igualdad natural del ser humano frente a los designios del corazón, adopta una pasiva actitud contemplativa y filistea. Su evanescente trayectoria poética, alérgica a la “grosera materialidad” de la existencia, colma de elegías, suspiros y quejumbrosas añoranzas la prosa y los versos lacrimógenos desde María y Amado Ñervo hasta los folletines novelados 7 de las pu­blicaciones femeninas y José Angel Buesa.

La inclinación costumbrista de esta tradición cultural encubre la falsedad de una pretendida representación de caracteres populares, re­ducidos éstos a la creación de tipos y situaciones sociales caricaturizados y decantados de su acervo popular crítico, cuya expresión más avan­zada no sobrepasa los estrechos lindes ideológicos de un “pitoperismo” romántico. En ellos y en el paternalismo burgués de sus obras ha en­contrado eco una moral chovinista que pregona el retorno al primiti­vismo como fuente de autenticidad, y la celebración de las taras del subdesarrollo como valores populares. Reducida a sus manifestaciones más exteriores, a las que confirió un valor absoluto y totalizador, la representación de lo nacional devino una forma genérica, arquetípica, ahistórica, desvinculada de toda evolución y condicionamientos socia­les. Esta mistificación es la fiel expresión de una cultura en la queel concepto de lo nacional sólo representa el peso muerto de la evolu­ción social, carente de un espíritu de transformación revolucionaria y en donde se han fusionado explotadores y explotados, más allá de sus contradicciones irreconciliables como clases.

Dios, Patria y Hogar componen en estas obras la trilogía insepa­rable del equilibrio social. Así se difunden y reafirman los valores deuna ética burguesa que apela a los sentimientos más genéricos y uni­versales: el amor maternal, el amor a la esposa, a los hijos, etc., para jerarquizar a través de ellos la fidelidad como el valor ético primor­dial. Al ser anulada la posibilidad de encontrar determinantes racio­nales en el comportamiento afectivo de los individuos, la fidelidad se convierte en un instrumento de so juzgamiento y en un puente para la idolatría. Los valores institucionalizados regirán las relaciones familia­res y sociales, a los que deberá adaptarse el individuo por sobre cual­quiera otra motivación real que tenga para violarlos. El corolario de esta concepción hipertrofiada de la fidelidad es respetar el orden es­tablecido, de lo que se desprende que cualquier intento emancipador frente a una estratificación clasista sea asociado a actitudes censura­bles. La moral se convierte, entonces, en un poderoso instrumento de coerción social8. La realidad se reduce a un universo de buenos y ma­los sentimientos y, de esta forma, se preserva el riguroso encasilla- miento de las clases, restringiendo y conformando las aspiraciones de los desposeídos al mito esperanzador de la felicidad. Pobres y ricos se realizan por igual en la ingravidez de su recompensa espiritual y en

7 Según Gramsci, “ la novela de folletín sustituye el fantasear del hombre del pueblo, es un verda­dero soñar con los ojos abiertos... en este caso se puede decir que en el pueblo el fantasear de­pende del “ complejo de inferioridad” (social) que determina dilatadas fantasías sobre la vida de venganza, de castigo de los culpables por los males soportados, etc. ...” .

8 Así se alaban las “ eternas” instituciones sacralizadas de la moral y la familia como médulas de la sociedad, según criterios estáticos que encuentran en la apología de estos valores sus últimos reductos. Engels rebatió en el Anti-Dühring estas posiciones, al expresar su rechazo a “ toda pre­tensión de imponer un sistema cualquiera de moral dogmática como ley moral eterna, definitiva, inmutable en adelante, bajo el pretexto de que el mundo moral tiene también sus principios per­manentes, superiores a la historia y a las diversidades étnicas” ; afirmando, por el contrario, “que toda teoría moral ha sido siempre el producto, en último análisis, del estado económico de la sociedad. Y como la sociedad ha evolucionado siempre en antagonismos de clase, la moral ha sido_ siempre una moral de clases” .

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la buena conciencia resultante de la justeza de sus acciones, lo que permite soslayar el desnivel proporcional en que se materializa esta felicidad. Así, podrán ser felices, el pobre en su condición de pobre, y el rico en el goce de su riqueza; el primero, resignándose a su destino, y el segundo, practicando una filantropía que, sin renegar de su paraíso terrestre, le asegure un lugar en el reino de los cielos.

IV. DIDACTISMO

A fuerza de repeticiones y advertencias, múltiples filmes del viejo cine han preconizado estas virtudes como los ideales de moderación y cor­dura sociales, confiriendo a sus producciones un especial sentido di­dáctico. De su labor evangelizadora se desprende un marcado interés por la moraleja, al estilo de las viejas representaciones de “misterios” , mundanizadas y actualizadas. Este concepto de la moraleja no oculta su esencia represiva, ya que los valores absolutizados a que nos remite re­conocen una realidad social inmutable y estática. Donde no hay cam­bios, la moral es absoluta, todo está definido a priori. De lo que se infiere que profanar este canon implica un castigo, una penitencia. Nos encontramos, pues, ante una moral condenatoria y fatalista que sólo ofrece al pecador la oportunidad del arrepentimiento9. Sin em­bargo, el aparente ascetismo es sólo fingimiento. El objetivo morali­zante que persigue este cine es sincrónico al sensacionalismo incitante y malsano con que explota la anormalidad emocional y la cuasiporno- grafía erótica de sus historias. Anormalidad cuya reiteración acostum­bra al público a la aceptación de toda una imaginería artificial por encima de la realidad cotidiana. Se instiga y se tienta al espectador a una delectación morbosa en lo prohibido, para concluir hipócrita­mente con un golpe de teatro moralizante. De este modo, acondicio­nando sus reflejos a estímulos inmediatamente reprimidos, se opera una domesticación afectiva del público, inculcándole un arte de vivir y un código de sumisión alienantes.

V. LENGUAJE

Esta visión reaccionaria, asumida en su conjunto por el “ viejo cine” , definió el sentido de su proyección ideológica. Su incidencia sobre una masa de espectadores con un bajo nivel cultural, dentro de la esfera deshumanizante de sociedades subdesarrollada,s, propició su éxito y aceptación. Insertado en un contexto de descomposición social, este cine provoca a través de la naturaleza participadora de sus historias, un proceso de identificación entre las frustraciones personales del es­pectador y las penurias sublimadas vividas por sus personajes ficticios. Su contenido contribuye a vulnerar la dignidad del hombre dentro de ese medio, deteniendo su rebeldía en el marco de las decisiones indivi­

9 “ E l d in ero n o es la v id a ” es un ejem p lo característico de esta tendencia : su protagonista, traba­jador “ dem asiado am bicioso” , se hun de progresivam ente en el v ic io del juego, abandonando a su esposa y a su propia m adre. C u ando al final d ec id e redim irse, el “ destino justiciero” lo m arcará: su h ijo cae desde un b a lcón ante sus pies. E n loqu ecid o por esta desgracia, estrangulará a quien lo incitara al v ic io . Este crim en le costará veinte años de cárcel. M oraleja : X a s aspiraciones tienen su lím ite, cada cual d ebe conservarse en su justo m edio.Los ricos “ dem asiado egoístas” tam bién son castigados en estos film es: en F lor d e durazno el v illan o es un ricach o qu e p erece despeñado. Su m adre interpreta esta desgracia com o un castigo d e D ios, y d ec id e enm endar los excesos d e su h ijo con bon d adosa filantropía. M oraleja : E l egoísm o tam bién tiene su lím ite, los ricos deben hum anizarse practican do la caridad.

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duales. Al atomizar el conflicto social ciñéndolo a la persona, el r.e;^: de una acción colectiva se aplaca. El individuo es, de este modo. —ü fácilmente integrable a una sociedad envilecedora10.

Esta coerción también se manifiesta en el condicionamiento lin­güístico a que se somete el espectador. Situaciones idénticas que se re­piten y personajes interpretados por los mismos actores en sucesivos filmes, terminan por hacer del repertorio iconográfico de villanos, ma­dres sufridas, hijos pródigos, muchachas inocentes y mujeres del arroy: signos que el público identifica, inconscientemente, con los valores que representan. El melodrama transfiere a una serie de imágenes y per­sonajes los conceptos de una ideología y una moral cristalizadas. La puesta en escena y las caracterizaciones devienen estereotipos fácil­mente reconocibles.

Paradójicamente, y a pesar del ardor con que la sociedad burguesa defiende el mito del individualismo convirtiéndolo en su valor supremo o incoartable, en lo personal y en lo íntimo se entroniza el lugar co­mún. Lo individual se transforma en lo gregario, la vida privada se convierte en una falacia amoldada a ciertas reglas que dispersan las inquietudes más genuinas del ser humano. En este sentido, puede va­lorarse el lugar común como un elemento didascálico indispensable del viejo cine. Las composiciones de determinadas imágenes (la furia de los elementos asociada a grandes pasiones o momentos de desgracia, los paisajes floridos sugiriendo tiernos idilios, etc.) tienen ya prescrito y probado su efecto emocional en el público, eliminándose el riesgo de interpretaciones inesperadas: el espectador reconoce los mensajes y participa de momentos dramáticos graduados de antemano, en los que es posible definir sin un esfuerzo intelectual el significado ético unívoco de personajes y situaciones. La redundancia, de este modo, no sólo es una forma de hacer disfrutar mecánicamente al público emociones mediante reflejos condicionados, sino el resultado estilístico de una ideología pequeño-burguesa que, ante ló contingente de la realidad, en­cuentra en el lugar común melodramático un refugio previsor.

Resultante del universo simple y maniqueo de sus historias, la es- pecialización en ciertos papeles de actores, cuyos rasgos fisonómicos re­flejan las cualidades o defectos morales de los personajes que inter­pretan, conforma el esquema visual que determinará la apariencia fí­sica de los mismos. En consecuencia, la devoción, el respeto y el amor que según estos patrones debe despertar una madre, quedan encar­nados inigualablemente en una Sara García: símbolo del apego retró­grado a las tradiciones de una clase. El enigma y la diabólica atracción de la pecadora, expresiones de una vergonzante concepción amorosa, encuentran su estilo en la voz grave y en los ademanes envolventes de

10 Un ejemplo práctico de las influencias degradantes de estas películas^ lo encontramos en la cono­cida ópera-tanguera de Libertad Lamarque, Ayúdame a vivir (1936), cuyo éxito en Cuba nos refiere Domingo Di Nubila en su Historia del Cine Argentino:“Puede tenerse idea del fantástico éxito de Ayúdame a vivir si decimos que en Cuba su título llegó a incorporarse al lenguaje popular. Si uno solicitaba un préstamo, comenzaba por decir:—Oye, ¡ayúdame a vivir!Si pedía un puesto al gobierno:—Pero, Sr. Ministro, ayúdame a vivir.Y así sucesivamente hasta que a un negro se le ocurrió, en un bar, pedir al camarero:—Tráeme un ayúdame a vivir.—¿Qué es eso?, preguntó el mozo.—¿Y qué quieres que sea, chico? Un café con leche” .Es de por sí elocuente que la repercusión popular de este filme, se proyectara en la mendicación denigrante, en el arribismo y en el hambre, manifestaciones externas de un status de miseria y subdesarrollo.

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una María Félix o de una Tita Merello. Los torvos designios de la fa­talidad, representados por el villano, se acomodan a las miradas hoscas y a las facciones desagradables de Carlos López Moctezuma. Este re­tablo de personajes convencionales, interpretados por actores-tipos, pro­mueve en el público el culto del vedetismo nacional. La estrella actúa a través del tamiz mítico de su personalidad como elemento amortigua­dor en la profundización crítica de la realidad. Estos héroes que siem­pre encuentran solución a sus males no actuando sobre el medio cir­cundante, sino en el plano individual de los sentimientos, sirven de paliativo a la conciencia social y política de las masas.

Las relaciones entre estos personajes ficticios reducen la realidad a mecanismos artificiales de causa-efecto, que hilvanan un relato ele­mental en el que predomina el impacto emocional inmediato. La anéc­dota, según estas premisas, deviene el aspecto principal en este cine. Esto determinará la estructura narrativa lineal y simple, en la ciial se combinarán las múltiples variantes de dos o tres temas repetidos con­tinuamente. Cuando la anécdota se encierra en sí misma, convertida en fin y objetivo, no permite una transferencia del espectador hacia el medio concreto del cual la película pretende ser un reflejo. Y aún, cuando ésta se enmarca en el pasado, el condicionamiento histórico no deja de ser un injerto ajeno'al contenido de la misma y sólo resulta un telón de fondo ornamental, que como tal adquiere una significación ideológica. De ahí que su intemporalidad ahistórica, producto de esa dicotomía entre vida social y vida afectiva, ofrezca una reproducción idealizada del pasado, acorde a sus sedentarios anhelos de inmovilismo social.

El dinamismo aparente de los argumentos de estos filmes se tra­duce en una profusión de momentos climáticos que como válvulas de escape descongestionan la presión emocional acumulada, para restituir luego un equilibrio final. En esta corrección permanente del nivel de tensión dramática y en la banalización de lo insólito, este cine encuen­tra sus mecanismos reguladores, que impiden la revelación explosiva del trasfondo de sus convenciones hipócritas y de los propósitos que las sustentan.

El desarrollo dramático de estas historias es esencialmente ver­balista, lo que determina una organización de los signos visuales supe­ditada a esta primacía del texto. Esta jerarquización se explica al com­prender que el valor sugerente de las imágenes provoca una incitación interpretativa que desborda el significado inequívoco de este tipo de esquema cinematográfico. Por otra parte, la inexpresividad estética de sus componentes visuales impide trascender el significado inmediato, meramente funcional, de locaciones, decorados, vestuarios, maquillajes, utilería, etc., los que sólo sirven para referir y reafirmar convenciones dramáticas portadoras de formas gastadas y mensajes estandarizados.

Refugiada en la seguridad del estudio, la imagen del mundo burgués se pone a cubierto de la impresión documental de su contexto social. Este enclaustramiento, no justificado por necesidades estéticas, se con­vierte en la expresión de ese patrimonio consciente e inconsciente de cautela que caracteriza su espíritu de clase u . Sus escenografías “se-

11 No siempre el mensaje reaccionario de un filme conlleva una intencionalidad consciente y delibe­rada por parte del autor: basta con que éste “ siga la corriente” y asuma las formas del melo­drama fílmico, por su interés como negociante (y/o por su incapacidad como artista), para que su película ingrese en el arsenal ideológico de la clase burguesa.

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rializadas” , sus iluminaciones teatrales, sus rebuscadas y relucientes fotografías en función de la “ estrella” , crean el molde formal que da cuerpo a estas anécdotas; componiendo, así, una imagen esterilizada y monolíticamente artificial que no ofrece ninguna brecha a la inge­rencia perturbadora de la realidad. Piénsese, si no, en tantos interiores de comedias y dramas argentinos y mexicanos, en los que algunos ele­mentos del mobiliario y del vestuario definen el estereotipo visual que situará a los personajes en su estrato social. A su vez, la sordidez de ciertas locaciones naturales capaces de destacar por su carácter testi­monial el contexto que condiciona la vida anémica del hombre, desapa­rece del esquema con que el “viejo cine” reproduce la vida de los sectores populares. El barrio popular típico es una portada del concepto “pobres pero felices” , expresado formalmente en el colorismo populista de tantas cuarterías, solares y casas de inquilinato mostrados por diversos melo­dramas. Se compone una síntesis organizada según un “ bienintencio­nado” paternalismo burgués, en la cual se aúnan los rasgos más exte­riores y representativos de las “clases bajas” . Así, la reproducción de la pobreza encontrará su molde en la estampa de la humilde vivienda familiar, cuyo decorado provisto de elementos acogedores como la jaula con el pajarito, los canteros de flores, el crucifijo, el sillón, etc., reflejará una estrecha pero suficiente holgura económica.

Esta visión adquirirá sus tintes más sombríos al asociar el pecado a la degradante atmósfera de tabernas, hoteluchos y callejuelas que resulta del esquema moralizante de este cine. Los que reniegan, los incorformistas, se ven ligados al vicio y al clisé de un ambiente seudo- expresionista, con el que se proyecta una concepción mistificadora de las verdaderas causas que engendran los males sociales.

VI POPULARIDAD

El aseguramiento de la popularidad muestra diversas facetas. Pri­mero, la adecuación a un nivel de comprensión según reglas mercan­tiles de oferta y demanda, en la que se destierra, como hemos visto, cualquiera innovación conceptual o formal. Segundo, la incorporación a su estructura de elementos populares que respalden una comunica­ción. Así, el costumbrismo desnaturalizado de estos filmes halla en el empleo del vocabulario popular y de la música, fundamentalmente, la patente de garantía para el favor del público. Los motivos melódicos de tangos, rancheras y boleros cumplen una doble función: dan realce al espectáculo canalizándolo hacia las capas populares, y sirven a su vez para resumir en tonadillas contagiosas la esencia del contenido del filme. De esta manera, el revestimiento musical de imágenes refractadas de la realidad convalida el mito burgués de “ lo popular” , a través de la explotación comercial de los ritmos y canciones de moda, cuyas letras también ofrecen un “acompañamiento” ideojógico a dichas películas. La comunicación así lograda sirve de puente para la transmisión de una ideología pequeño-burguesa que en muchos aspectos se ha adherido como rémora a determinadas manifestaciones populares. En general, este lenguaje ha limitado la adaptabilidad receptiva del público “ edu­cando” sus hábitos de percepción, de tal modo, que para la gran ma­yoría el cine se ha convertido en un camino de salida y no de entrada a la realidad.

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El cine mexicano supo aferrarse a estas reglas, que encontraban en la taquilla su centro de comprobación práctica. Con esta fácil polí­tica de negociante al por mayor, la industria mexicana de cine, fuerte­mente ayudada por diversas causas extracinematográficas, fue despla­zando a la producción argentina de los mercados latinoamericanos. Esta suplantación de poderes tuvo como causas externas fundamentales la Segunda Guerra Mundial y el fenómeno peronista. El sentido de este proceso político encontró una repercusión sintomática en el cine ar­gentino de esos años. Desde la guerra, la ley proteccionista que exi­gía un porcentaje de exhibición de filmes nacionales superior a su pro­ducción cinematográfica anual, amparó la fabricación de cintas de una pésima calidad artesanal y artística12. Conjuntamente con esta carrera mercantil, el espíritu de reforma de la época favoreció la crea­ción de algunas obras que se acercaban a los problemas sociales, aunque limitadas por una visión pequeño-burguesa que no logró apartarse de los cauces del melodrama.

El justicialismo peronista, realizado desde las perspectivas ideoló­gicas de un nacionalismo pequeño-burgués, removió el espíritu reivin- dicativo del proletariado argentino; pero también, en el unionismo pre­conizado por Perón se juntaban múltiples intereses que crearon, desde sus sectores derechistas, un clima propicio para la satisfacción dema­gógica de las aspiraciones de la clase obrera. En el cine, esta actitud oportunista se reflejó en cintas como Que Dios se lo vague, y en menor cuantía, en otras producciones de “ entretenimiento” cuyo volumen cuantitativo sobrepasó los escasos ejemplos de filmes en los que puede hallarse el respiro de una autenticidad social. Películas como Las aguas bajan turbias y Pelota de trapo constituyeron casos excepcionales, rele­gados por la acometida comercial de la producción común.

VII. MELODRAMAS “ CULTOS”

Durante el mismo período, se manifiesta en el cine argentino la ten­dencia a adaptar obras consagradas de la literatura y el teatro uni­versales (entiéndase, europeos), adecuando su contenido anecdótico al marco habitual del melodrama 13. La obra original es disecada y desac­tivada artísticamente al reelaborarse su relato con los ingredientes melodramáticos. Madame Bovary interpretada por Mecha Ortiz, o la señorita Julia, por Amelia Bence, integradas a la acostumbrada puesta en escena del “viejo cine” , reducen los propósitos de la novela o la obra teatral al cuadro cerrado de los dramas pasionales, individuales y atem- perales. En ocasiones, asoman ciertos efectismos estetizantes, algunos

12 Filmes de presupuesto limitadísimo y filmación ultrarrápida, conocidos por el nombre de quickies, se hicieron comunes en el mercado cinematográfico argentino (lo que en México equivalía a las “películas” de Juan Orol). Declaraciones de su más afamado cultor en este país, Julio Irigoyen, ofrecen una idea de cómo se rodaban estos filmes:“ Yo gasto, cuando mucho, tres mil metros de negativo; los otros llegan a veinte mil. En primer lugar reduzco al mínimo el uso de la claqueta. En segundo lugar prescindo del encuadre, que me parece innecesario... filmo así: con una cámara el conjunto, y cuando digo corten sólo deja de trabajar la cámara grande y continúan las luces encendidas; entonces me acerco con una cámara de mano a los actores y filmo los primeros planos. En tercer lugar, jamás repito una escena. Si un actor se equivoca no me aflijo. Cambio de sitio la cámara y sigo filmando desde el instante en que se equivocó” .Algunos títulos de su filmografía son: La nietita del viejito guardafaro, La costurerita de la calle Florida, Galleguita, etc.

13 En su pretendido afán por es’capar a la insulsez artística de su industria, muchos realizadores se lanzan a confeccionar adaptaciones de todo tipo, desde novelas policiales de Gastón Leroux, de aventuras a lo Dumas y vodevilles franceses, hasta obras de Balzac, Ibsen, Strindberg, Tolstoi, Dostoievski, Pirandello,, Flaubert, etc. ...

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fuegos artificiales que pretenden pasar por arte. Pero en su conjunto, esta propensión híbrida que busca su prestigio cultural en el mime­tismo de una cultura extranjera, resultante de condiciones sociales es­pecíficas, patentiza el desarraigo y la sumisión intelectuales que es­conde el culturalismo apriorístico de esta posición colonizada.

En el subdesarrollo vergonzante, pretencioso y cosmopolita de este cine, aparecen con nitidez los rasgos precursores del snobismo intelec­tual característico de una pretendida vanguardia cinematográfica en Latinoamérica. “Vanguardismo” que busca su salida en las imitaciones de los Resnais, Antonioni, etc., y en cuyos filmes apunta el profundo desprecio que hacia su realidad cultural sienten sus realizadores. Para este cine, la fuga de la realidad conduce a las neurosis individuales y a las angustias existenciales de sus “ creadores” , cuyas crisis de con­ciencia intentan unlversalizar y convertir en visión del mundo. La dis­tancia que separa estas modernas sublimaciones “ artísticas” de los la­mentables, aunque más auténticos bodrios del “viejo cine” , se acorta en el denominador común de la actitud escapista que los respalda. Here­deros de una misma tradición cultural, “ lo viejo” y “ lo moderno” inte­gran, por la comunidad de intereses que los identifica, una alianza sim­biótica en la que rejuvenecen los inveterados valores de la moral bur­guesa.

VIII. MELODRAMAS MODERNOS

El melodrama se ha modernizado acomodando sus esquemas a una nueva realidad alienante que ha logrado instrumentar en su favor, con una veracidad de aprovechamiento insaciable, el desarrollo de nuevas técnicas expresivas —surgidas éstas para satisfacer las necesidades apelativas de las sociedades de consumo contemporáneas—. Por un lado, la publicidad ha renovado los antiguos códigos de comunicación, inten­sificando el atractivo de sus mensajes mediante los estímulos narco­tizantes de la opulencia, la pornografía y la violencia “ deportiva” . Por otro, la presencia de la “nueva ola” con su revolución formal en el len­guaje cinematográfico, exenta de una verdadera renovación concep­tual respecto a su realidad, facilitó sus innovaciones, rápidamente tro­cadas en fórmulas de modernidad por el cine más comercial. Con la integración de estos aportes, una misma concepción melodramática de la vida elabora aventuras sentimentales que sirven de compensación a las frustraciones y a la mediocridad en las que escatiman su existen­cia millones de ciudadanos del mundo.

Un superior dominio profesional de la técnica y una mayor com­plejidad psicológica en los personajes presentan la fastuosidad y el oropel que revisten sus historias con el desenfado de lo habitual y lo cotidiano. Generalmente, tras el juego deslumbrante de malabarismos formales se enconde la presencia inalterable de esta concepción. El filme melodramático “ desarrollado” se ha convertido en una vitrina de la sociedad burguesa con una función ambivalente: la de mitigar con sus espejismos de abundancia las aspiraciones materiales no colmadas del público, exacerbando al mismo tiempo una mentalidad individualista que absolutiza la ansiedad por el consumo 14.

14 No olvidar los melodramas norteamericanos estilo A lg o para record ar y Sublim e obsesión , o filmes europeos como V iv ir p or viv ir, Solam ente un verano, Las cosas d e la v ida , L a invitada, etc., ejemplos depurados del melodrama moderno al que se añaden divagaciones sobre la incomunica­ción, el vacío existencial y, en ocasiones, ciertas pinceladas políticas. Sus características espe­ciales merecen un estudio aparte.

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Hoy en día, ia televisión y la radio (y la prensa en general, las grandes empresas productoras de novelas y foto-novelas rosas, a lo Corín Tellado, etc.), han ido reduciendo la preponderancia del cine como medio esencial de difusión de ideas. A través de múltiples canales se viabilizan mensajes que persiguen un objetivo común, cuya ubicuidad llega a establecer un verdadero cerco ideológico que impregna el queha­cer cotidiano del hombre. Estos mensajes, transmitidos internacional­mente, contribuyen a su vez a reafirmar el criterio de una uniformidad cultural que posee en el fondo un valor eficaz como agente colonizador: la modernidad y el progreso hacia la sociedad de consumo se erigen en pináculos de las aspiraciones colectivas, aunque este modelo de consumo no corresponda a las estructuras productivas del mundo sub- desarrollado 15.

Según las películas para cine y TV, las novelas, los cómics y la pu­blicidad que inundan los mercados, los héroes de sociedades desarro­lladas padecen por igual los conflictos sentimentales del habitante de Buenos Aires, Ciudad de México o de cualquiera otra capital latino­americana. Y así vemos cómo la preservación del mundo afectivo ofre­ce el mejor puente para esta universalización cultural, que deviene una universalización de la ideología burguesa (y sobre todo pequeño-bur- guesa).

De esta manera hoy se cumple en la práctica lo que Marx y Engels señalaran en La ideología alemana: “ . . . cada nueva clase que toma el lugar de la que dominaba antes de ella es obligada, aunque sólo sea para alcanzar su fin, a representar su interés como el interés común de todos los miembros de la sociedad: o, para expresar las cosas en el plano de las ideas: esta clase está obligada a dar a sus pensamientos la forma de la universalidad, a representarlos como los únicos razonables y únicos válidos de manera universal” . Por ello, el melodrama burgués y sus di­versas variantes responden a un interés de clase supranacional, có­modamente ajustable a cualquier contexto.

IX. CONCLUSION

La popularidad del melodrama no sólo es el producto de un gusto cine­matográfico o literario deformado. Su aceptación responde al arraigo popular de valores morales pequeño-burgueses, sistematizados pública­mente por la erosión de una superestructura ideológica. El gusto es re­flejo, en última instancia, de la asimilación de esta superestructura, qué ha educado al hombre en principios éticos inmanentes al sistema. Entre las características de estos últimos resalta el fraccionamiento de la conducta humana en la separación de su conciencia cívica y su con­ciencia política, de sus sentimientos y su razón. Desarticulación que obstaculiza una toma de conciencia integral de la problemática del hombre para operar política y socialmente sobre ella.

Esta división es la que permite, entre otras razones, la persistencia de determinados valores, aun cuando cambian las estructuras que los sustentan. Valores que se convierten generalmente en elementos retar­dantes para la celeridad de todo proceso revolucionario de transforma­

15 Nos referimos, fundamentalmente, a películas, programas televisados, etc., de ambiente urbano, cuya incidencia en países del Tercer Mundo con grandes zonas rurales tiene, por lo tanto, un impacto visual más violento como imagen de un promisorio paraíso artificial.

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ción, cuyo requisito previo de autenticidad esté en la dependencia dia­léctica que establezca entre los cambios sociales y su objetivo funda­mental la transformación del hombre16. Cuando se vive un proceso revolucionario que desmitifica y descubre la hipocresía de los valores del sistema, se libra en el hombre una batalla explosiva, desgarradora, que lo coloca en la disyuntiva ineludible de asumir su verdadera liber­tad o claudicar. En la base de esta disyuntiva, esa realidad, potencia- lizada revolucionariamente, desarrolla un proceso educativo que permite —al descubrir las contradicciones y crear la necesidad de soluciones para superarlas— el florecimiento de una conciencia crítica que esti­mula el acercamiento racional del hombre hacia sí mismo y hacia su medio. En esta pasión sana de autoconocimiento y autocrítica surge la reafirmación de valores revolucionarios cuya difusión debe apoyarse en una gestión cultural de propósito unitario, que presente un frente or­gánico en la lucha contra los rezagos pequeño-burgueses.

La funcionalidad de la cultura, y más precisamente del arte, pasa a ocupar, pues, un importante papel en esta ardua labor de educación revolucionaria colectiva. El lastre que representa en todo proceso de cambio la larga herencia en la que el hombre ha formado su vida impone el empleo de tácticas para la comunicación revolucionaria, que tome en cuenta el proceso de desculturización al que han sido some­tidos nuestros pueblos. No significa esto ceñirse a formas caducas y reaccionarias hablando de revolución con un lenguaje burgués adoce­nado; como tampoco encerrarse en la elaboración de un arte hermético que reduzca el alcance de su mensaje 17.

En la actualidad, la atracción por lo melodramático está lejos de ser un asunto caduco. El colapso aparente del “viejo cine” es una trampa engañosa que encubre la mistificación moderna de la realidad que le dio origen. No obstante, la desaparición de sus influencias no se al­canza condenando al ostracismo determinadas obras ni aplicando una fácil y contraproducente política cultural de avestruz. El camino hacia una nueva cultura revolucionaria y hacia un arte auténticamente po­pular, abarcará ante todo una intensa confrontación ideológica, la ac­ción política concreta sobre la realidad, la larga y difícil tarea en todos los frentes educacioñales y sociales, hacia una separación del hombre de aquellos rezagos que todavía condicionan una actitud ante la vida. Su expresión estará determinada, en forma dialéctica, por los requeri­mientos de las presentes transformaciones históricas; por el contacto estreclio del artista, como participante activo, con una realidad que desvaloriza por su misma riqueza y complejidad, cualquier esquema o predicción teórica a que se pretenda someterla.

16 “El hombre es todo el complejo de las condiciones sociales en las que se ha desarrollado y vive... para cambiarlo, es necesario cambiar este complejo de condiciones” . Antonio Gramsci, Literatura y Vida Nacional.

17 Transmitir los nuevos contenidos revolucionarios a un nivel dado de transformación lingüística, sin considerar suficientemente las condiciones objetivas del contexto al que se dirige, origina el pe­ligro de agotarlos en una vocación vanguardista inoperante. Tanto absolutizando los fines estra­tégicos, como supeditando éstos a la táctica se corre el riesgo de serias deformaciones dogmáticaso liberales, rápidamente asimiladas por el enemigo.

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Estructura agraria y Consejos comunales campesinos: situación actual, análisis y estrategiaE u g e n io M a f f e i * E m i l i o M a r c h e t t i * *

CONSIDERACIONES GENERALES

El gobierno de la UP ha planteado para la reforma del sector agrícola un tipo de organización central de la comuna rural: los Consejos Co­munales Campesinos. Estos se han definido como organismos por medio de los cuales todos los sectores campesinos de cada comuna participen unitariamente en la planificación, ejecución y control de la política agraria y de las otras políticas que interesan a los campesinos1.

En documento oficial queda explicitado que el Consejo Comunal Campesino es por definición un instrumento de poder campesino, puesto que es imposible planificar, ejecutar y controlar la política agraria sin tener este poder, y precisamente en la medida en que los Consejos Comunales realicen estas funciones podrá concluirse si éstos tienen poder o no.

Hay pocos estudios sobre los Consejos Campesinos hoy día y padecen del mal común de estos estudios: muy poco alcance teórico y poco o nada de observación empírica en terreno de la dinámica de los hechos con respecto a estas organizaciones 2, lo que determina una idealización un poco oficialista y normativa de los Consejos Campesinos que no per­mite un análisis que sirva para corregir y definir la política con res­pecto a ellas. Por esta razón hemos estimado que era necesario y urgente estudiar más a fondo en terreno lo que estaba ocurriendo con los Con­sejos Comunales Campesinos en primer término y en segundo término proponer si son posibles algunas soluciones.

Con este objetivo en mente se han estudiado cinco Consejos Cam­pesinos de los cuales dos están en el sur y tres en la Zona Central. La selección de estos casos se debe al criterio de poder resaltar las variables que los investigadores consideraron a priori de mayor relevancia para explicar los hechos que están aconteciendo con estas organizaciones. Dos de los Consejos estudiados son presentados aquí como apoyo em­

* Ingeniero Agrónomo y Sociólogo de ICIRA, profesor de Sociología en la Escuela de Agronomía,U.C.V. y en Escuela de Agronomía de U. C. de Santiago.

00 Sociólogo investigador de ICIRA.1 Artículo primero del texto aprobado por la Comisión Nacional Agraria en su sesión del día limes

23 de noviembre de 1971.2 Ver, por ejemplo, Jorge Larraín y Fernando Castillo en Cuadernos de la Realidad Nacional, N9 10,

diciembre 1971, y Wilson Cantoni en el N9 11, enero 1972.Si bien en el artículo de Larraín y Castillo se observa un análisis interesante, falta evidentementeel contacto empírico con el terreno y la dinámica real de los hechos.

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pírico a nuestro análisis3. Los tres casos restantes4 los hemos usado también como información básica, pero por razones de espacio no pre­sentamos su descripción.

Es importante señalar que hemos presentado dos casos que tienen características extremadamente diferentes precisamente para hacerlos más evidentes y poder considerarlos en forma comparativa. Por esta razón, de ninguna manera se ha tratado de buscar casos “promedios” o “ representativos” sino más bien lo contrario. Esta investigación está diseñada en el contexto de una investigación operacional. Esto quiere decir una investigación que tenga aplicación en la práctica y en la política en forma inmediata.

Nuestra experiencia nos indica que las investigaciones convencio­nales a través de sistemas metodológicos muy sofisticados y elegantes, hasta el momento no han tenido una real utilidad en el sector agrícola, especialmente en formulación de políticas y definiciones estructurales. El problema de las investigaciones operacionales es que requiere que los investigadores mismos vayan a terreno y tengan una experiencia profunda de lo que están investigando.

Las investigaciones operacionales no funcionan con encuestadores profesionales “neutros” que sean pagados para hacer la encuesta. Es fundamental la observación directa y el análisis teórico en contacto con el mundo empírico para que este tipo de investigación funcione. Es decir, la investigación operacional está ubicada en el ámbito de la praxis marxista, en otras palabras, en la posibilidad de una síntesis de la práctica empírica y el conocimiento teórico. Por último, es necesario indicar que este trabajo en terreno nos indica que el avance hacia los objetivos planteados por la UP en el campo se ve extremadamente lento con respecto al aumento de poder del campesinado. Es esto lo que nos interesa explicar en las páginas siguientes con el ánimo posi­tivo de que se haga una enmienda radical en la política actual de Reforma Agraria para evitar un posible y grave fracaso.

A modo de aclarar nuestro análisis hemos decidido organizar este estudio en la siguiente forma: consideraciones generales, siete proble­mas claves de los Consejos Campesinos. El caso de Molina, el caso de Sagrada Familia, conclusiones e hipótesis.

1) EL PROBLEMA DEL PODER CAMPESINO Y LOSCONSEJOS CAMPESINOS

Participación y poder campesino han sido temas muy manoseados des­de el nacimiento del régimen democratacristiano hasta el día de hoy. Evidentemente que el concepto de poder marxista es muy diferente al concepto social cristiano de poder. El primero sostiene enfáticamente que el poder en la sociedad capitalista se genera a partir de la propie­dad de los medios de producción por parte de la clase dominante; el segundo, se basa en la teoría pluralista de las organizaciones volun­tarias5 (ej.: juntas de vecinos, centros de madres, etc.), o de empresas de autogestión autónomas.

3 Consejos Campesinos de Molina en Talca y Fresia en Llanquihue. Véase la descripción de cada uno de estos casos más adelante.

4 Los casos de Puerto Varas en Llanquihue, el caso de Sagrada Familia en Talca y el caso de Quinta de Tilcoco en O’Higgins.

5 De ninguna manera descartamos la importancia de organizaciones como los verdaderos sindicatos, es decir, aquellos establecidos en términos de la lucha de clase. Pero sí descartamos los con­ceptos de democracia pluralista basada en la simple competencia entre organizaciones voluntarias,

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Dada la inercia del Aparato Jurídico Político, producto de un modo de Producción Capitalista, las instituciones del agro todavía se movi­lizan en términos de un concepto populista y pluralista tradicional de poder. Es decir, tienden a considerar los Consejos Campesinos como una organización más dentro del comple'jo cuadro que presentan las innu­merables organizaciones campesinas, que nacen y mueren en la me­dida en que el aparato estatal decida usarlas en determinado proyecto o programa. Estas organizaciones voluntaristas presentan entonces las características fundamentales de ser organizadas para satisfacer las demandas programáticas de las burocracias estatales desde su más alta jerarquía hacia abajo y sólo sirven de receptores de información, es decir, no son organizaciones ejecutivas.

En este contexto, se trata entonces de ver en qué medida los Con­sejos Campesinos se han escapado de esta concepción voluntarista de organización y han tomado una dirección que estructura las fuerzas productivas en forma socialista. Es decir, hay que plantear unidades que permitan a los trabajadores controlar los medios productivos; en otras palabras, tener verdadero poder.

Evidentemente que el hecho de controlar los medios productivos puede ser un concepto vago de poder, en la medida en que no se haga un esfuerzo en definirlo en forma un poco más operacional. Sin em­bargo, el mismo documento arriba citado nos da una pauta bastante concreta para esta operacionalización del concepto de poder campesino. Planificación, ejecución y control de la política agraria de la comuna, puede ser entonces el punto de partida de una evaluación de los Con­sejos Campesinos Comunales y, en cierta medida, de los provinciales.

Nuestra pauta de estudio en terreno ha definido entonces un poco más la variable poder, a partir de la misma definición oficial y ha de­terminado que coyunturalmente los temas fundamentales de decisión (y por lo tanto de poder campesino) de los Consejos Comunales son sobre:

— Expropiaciones;— Intervenciones;— Aspectos productivos estructurales (incluyendo el problema de

la gestión económica;— Comercialización;— Financiamiento y crédito;— Planificación;— Infraestructura;— Orientación de la capacitación y asistencia técnica.

Nuestro supuesto es que, en la medida en que los Consejos Campe­sinos tomen concretamente decisiones sobre estos aspectos, se podrá observar un aumento real en el poder de estas organizaciones y, por lo tanto, apartarse del modelo organizacional voluntarista. Este aumento real del poder significa también un grado mayor de centralización a nivel de la comuna, que es condición necesaria del desarrollo socialista de ésta.

ya sea partidos políticos y otras organizaciones, como lo plantea S. M. Lipset, desconociendo totalmente el conflicto de clase a nivel organizacional o macrosocial. Véase S. M. Lipset, “Poli-tical Sociology” , en R. K. Merton et al., Sociology Today, Harper Toschlook, New York, 1965.También sostienen esta teoría de la democracia pluralista con pequeñas variaciones1 y con mucho mayor énfasis funcionalista que Lipset, autores como Philip Selzuick y William Kornhauser.

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Este estudio, por lo tanto, es un estudio más bien de análisis estruc­tural y con objetivos operacionales; no es de ninguna manera un estudio cuantitativo6. Por lo demás, cualquier análisis cuantitativo a estas al­turas muestra un aspecto desolador en cuanto a los Consejos Campe­sinos y en cuanto a los Centros de Reforma Agraria.

En Talca, por ejemplo, existe solamente un Consejo Comunal que toma cierto grado de decisiones (aunque en los documentos de INDAP figuran nueve), el resto son directivas nominales. Las demás provincias agrícolas muestran un cuadro similar y muchas veces peor, ya que a veces no existe ningún consejo comunal. Tal vez, la única excepción sería la provincia de Valdivia, y en cierta menor medida Cautín, donde los consejos han tenido una influencia mayor en la política agraria.

Nuestro análisis toca necesariamente algunos aspectos de las rela­ciones burocracia-campesinos, al referirnos al funcionamiento de los consejos campesinos. Nuestra hipótesis general es que la estructura de la burocracia 7 del sector agrario y el pluripartidismo de la Unidad Po­pular son dos de los grandes problemas y escollos, que frenan el desa­rrollo de verdaderos consejos campesinos que sean instrumentos de poder popular. Volveremos más adelante entonces a tratar este punto.

2) EL PROBLEMA DE LA SOCIALIZACION DE LOS EXCEDENTES YLOS CONSEJOS CAMPESINOS

Si bien el CERA está definido como una unidad productiva que permita la socialización de los excedentes generados en esa unidad, es evidente que esta socialización no se producirá sin el recurso y presencia de un Consejo Comunal fuerte. Esto se debe a que la “socialización es el pro­ceso de la conducción socialista de tales medios en función del interés del proletariado” 8.

El problema se presenta entonces en el sector agrícola porque el proletariado propiamente tal es minoría 9 y la mayoría de los otros es­tratos del campesinado que también deben beneficiarse de los exce­dentes del área socializada tienen por lo general intereses diferentes. En este sentido, el Consejo Comunal debería asumir un papel clave, no sólo en la socialización misma de los excedentes, sino que en el acceso que puedan tener todos los estratos a los beneficios generales que pueda otorgarles el área socializada. Es indispensable no partir necesaria­mente del supuesto de que las unidades productivas generen exce­dentes suficientes para permitir inversiones de tipo productivo, al me­nos durante un cierto lapso de tiempo; por lo tanto, el Consejo Campe­sino en una primera etapa tendrá posiblemente que plantear solamente

6 En ICIRA se acaba de terminar un informe que considera aspectos cuantitativos y censales de los Consejos Campesinos. Véase S. Gómez y E. Klein, In form e sobre la situación de los Consejos Com unales Cam pesinos, ICIRA, marzo, 1972.

7 En este artículo usamos la palabra burocracia o burocracia estatal en el verdadero sentido socio­lógico del término. De ninguna manera es usado en forma peyorativa sino como sinónimo de organización formal. En la mayoría de los casos nos estamos refiriendo a la burocracia estatal del sector agrario en un sentido estructural, es decir, como algo que es producto de condiciones existentes antes de este gobierno y que tienden a agudizarse en forma progresiva.Para una mayor discusión de este tema ver René Billaz y Eugenio Maffei, “La Reforma Agraria Chilena y el Camino hacia el Socialismo: algunas consideraciones” , en C uadernos d e la Realidad N aciona l, N9 11, enero 1972, pp. 55-57. Ver también conclusiones e hipótesis en este artículo.

8 Véase Franz Hinkelammert, “Economía Socialista e interés del proletariado. Discusión de crite­rios de la transformación” , en Cuadernos de la R ealidad N acional, N9 10, diciembre 1971.

9 El problema es que en realidad el proletariado representa sólo un 11% de acuerdo al Censo Agropecuario. Consideramos aquí proletarios absolutos solamente a los voluntarios u obligados sin tierras. No así a log inquilinos que están solamente semiproletarizados.

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9 — Cuadernos

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el acceso a los medios productivos básicos: tierra y agua en iguales tér­minos a todos los estratos, debido a que un plan de ocupación masiva y de liberación de fuerzas productivas requeriría un esfuerzo económico de parte del Gobierno muy fuerte en el sector agrícola, que posiblemente no pueda llevarse a cabo hoy día 10.

3) EL PROBLEMA DE LA ORGANIZACION APARTIR DE ORGANIZACIONES EXISTENTESY ORGANIZACION POR LA BASE

El Decreto 481 (dic. 1970), planteó la formación de los Consejos Cam­pesinos, a partir de las organizaciones existentes que nombran repre­sentantes al Consejo Nacional y, a su vez, genera de arriba hacia abajo los Consejos Provinciales y Comunales. Esto significó, fundamental­mente, entregarles en la práctica el control de los Consejos a organi­zaciones opuestas al Gobierno y, por otro lado, también significó dejar sin representación a la mayoría del campesinado que todavía no está organizado. Estas son las razones por las que el Gobierno ha planteado la formación de Consejos Campesinos desde la base.

Iniciar estos Consejos Organizados por la base ha significado, fun­damentalmente, hacer funcionar asambleas sectoriales dentro de la comuna, a fin de que éstas nombren representantes al Consejo Comu­nal y éstos nombren representantes a los Consejos Provinciales. Todo esto ha significado también que en la realidad hoy día existan Consejos organizados por “decreto” , “ Consejos por la Base” y “Consejos Amplia­dos” (estos últimos son una mezcla de ambos sistemas).

Algunos autores11 y algunos documentos han planteado que la ampliación por la base es la solución a los problemas que han tenido hasta ahora la mayoría de los consejos, que hasta la fecha no se reúnen nunca y realmente sólo existen nominalmente en una lista confeccio­nada por INDAP 12. Sin embargo, los pocos que se reúnen en forma pe­riódica, toman decisiones mínimas o casi mínimas, es decir tienen muy poco poder y son simplemente organizaciones de tipo voluntarista. Ade­más, la experiencia en terreno indica que no hay una correlación posi­tiva entre el poder de los Consejos Campesinos y la organización por la base. Es decir, los Consejos por la base no muestran mayor capacidad de decisión que los generados por decretos; solamente muestran una propensión más marcada a reunirse y a contactarse con la burocracia del agro, ya que por lo general tienen una orientación ideológica fa­vorable a la política del Gobierno. En otras palabras, los Consejos por la base o ampliados muestran claramente una tendencia mayor a reu­nirse y a comunicarse con las organizaciones del agro, pero no mues­tran necesariamente mayor poder que los Consejos por decreto.

Es verdad que la organización por la base da acceso a más cam­pesinos al Consejo a través de la elección de delegados de los sectores,incluyendo muchos campesinos no organizados. Sin embargo, los hechos muestran también, en muchos casos, que los campesinos del estrato afuerinos-minifundistas participan escasamente en los Consejos por la base o ampliados13.

10 Ver R. Billaz y E. Maffei, op. cit., pp. 67-73.11 Véase Wilson Cantoni, “ Poder popular en el Agro Chileno” , en Cuadernos de la Realidad Nacional,

N9 11, enero 1972.12 Véase caso del Consejo de Molina.13 Véase caso del Consejo de Molina.

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4) CONSEJOS CAMPESINOS Y PARTIDOS POLITICOS

Parece ser que lo más novedoso que se plantea al analizar el funciona­miento y generación de los Consejos Campesinos, es el papel jugado por el o los partidos políticos. Parece ser que la variable más impor­tante en el poder que adquiera un Consejo Comunal, con respecto a las decisiones fundamentales que deben tomarse en la comuna, es el apoyo que le brinde un solo partido político14 en términos de estrategia y de decisiones de política comunal.

Nuestro estudio nos hace resaltar que los consejos que mayores decisiones están tomando son apoyados solamente por un partido polí­tico, y aquellos apoyados por una coalición de partidos, aunque ésta sea la UP, tienden a tomar aspecto de organizaciones voluntaristas, más que organizaciones poderosas y revolucionarias. En otras palabras, el pluralismo partidista parece no ser favorable a la toma de poder de los Consejos, sino que más bien a una adaptación pasiva de ellos a la burocracia estatal. Es necesario indicar también que es fundamental el tipo de modelo ideológico que apoya al Consejo, puesto que eso deter­mina diferentes formas estratégicas del mismo para tomar las deci- ciones a nivel comunal. En otras palabras, hay partidos políticos que tienen modelos congruentes con un aumento de poder de los Consejos y otros no. Los primeros son aquellos que fundamentalmente reconocen aquellas organizaciones auténticas de lucha de clase.

5) SINDICATO CAMPESINO Y CONSEJO COMUNAL

Muy cercano al análisis del partido político como factor fundamental en el funcionamiento de los Consejos, está el análisis de los sindicatos. Este estudio indica algo parecido con respecto al sindicato; es decir, los consejos que realmente se muestran poderosos y organizados, son aquellos en que un sindicato comunal, apoyado fundamentalmente por un partido, los está respaldando no solamente con asesoramiento y ex­periencia de lucha, sino que muchas veces con apoyo económico, ya que los Consejos Campesinos paradojalmente no tienen financiamiento de ninguna especie 15 y tienen que funcionar sobre la base de la buena voluntad de las instituciones del agro. Parece ser que aquellos Consejos campesinos que demuestran ser más poderosos, tienden a escuchar y recibir ayuda del sindicato comunal más que de las instituciones del agro. Esto ha significado, muchas veces, entrar en conflicto con las instituciones que no han comprendido las acciones unilaterales de los Consejos (el caso concreto de Molina y el de Nancagua).

El desarrollo de los Consejos muestra con claridad que el apoyo de un sindicato comunal fuerte y de tendencias monopartidistas, y domi­nado por dirigentes auténticamente proletarios (o de origen proletario), es fundamental y condición necesaria para que los Consejos funcionen de acuerdo a lo que ha planteado el gobierno de la Unidad Popular10

14 Esto está claramente demostrado en la provincia de Talca, donde el único Consejo de los nueve que funcionan es de tendencias claramente monopartidistas. Este mismo fenómeno se presenta en las provincias de Colchagua y Valdivia.

15 Los dirigentes que no cuentan con vehículos, muchas veces se movilizan en vehículos prestadospor el sindicato y otras veces por CORA o INDAP. También los Consejos comunales muchas vecessesionan en los locales sindicales, en especial aquellos afiliados a la CUT.

16 Por ejemplo, el caso de Molina en Talca y el caso de Nancagua en Colchagua.

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Aquí se presenta otra paradoja interesante: la ampliación u or­ganización por la base de los Consejos no permite participar a los di­rigentes de los sindicatos comunales en el Consejo, sino que solamente a los miembros de la base sindical que no tienen la experiencia y capa­cidad de los dirigentes. Esto es negativo, porque si el sindicato, por experiencia de lucha, es la única organización que está realmente en­trenada para manejar las decisiones comunales, no debe por lo tanto quedar fuera del Consejo como organización, porque esto simplemente plantea una descentralización burocrática 17 que debilita a los campe­sinos y los divide una vez más.

6) DIFERENCIACION CAMPESINA Y CONSEJO COMUNAL

Mucho se ha hablado sobre diferenciación campesina 18, y la mayoría de los autores coinciden en que no existe una “ clase campesina” inte­grada y que los campesinos están ubicados en relaciones de producción diferentes, y, además, organizados verticalmente por federaciones pa­ralelas y competitivas. Todo esto configura un cuadro sociológico muy complejo, lo que a su vez hace bastante difícil una política realmente racional en el sector agrícola. Sin embargo, hay algunos aspectos bas­tante claros, que son fundamentales para definir una política de Consejos Comunales. Por ejemplo, que el proletariado agrícola es real­mente una minoría y que los proletarios más marginales, los afuerinos, están a un nivel muy bajo de organización. Más aún, se podría decir que a los afuerinos, por su posición estructural (integrados al minifun­dio), es casi imposible organizarlos sin antes cambiarlos de posición con respecto a las relaciones de producción. Todo esto configura un cuadro sociológico en que se plantea la existencia de proletarios que son minoritarios, organizados en sindicatos que a veces son políticamente bien dirigidos, y pueden ser el pilar de cualquier estructuración socia­lista, pero que, otras veces, han sido desvinculados por una política populista sindical, ya sea del anterior o del actual gobierno.

Nuestro análisis nos indica que, por muy minoritario que sea el proletariado dentro del campesinado 19, éste debe ser el núcleo funda­mental de cualquier Consejo campesino. Este sería el único estrato con un nivel de conciencia adecuado, para permitir y conducir un proceso que permitiera cierto grado de socialización de los excedentes y una política integral de liberación campesina.

7) EL PROBLEMA DE LA CONCENTRACION Y CENTRALIZACIONBUROCRATICA EN RELACION CON LOS CONSEJOS CAMPESINOS

No pretendemos ahondar en este tema por falta de espacio y tiempo, pero sí dejar planteados algunos' problemas fundamentales al respecto.

La burocracia estatal presenta dos características que tienen rela­ción directa con el funcionamiento de los Consejos Comunales: primero, una gran concentración de recursos en la capital del país y en las

17 Nos referimos a descentralización en términos de decisiones y no desconcentración de recursos bu­rocráticos, que es un concepto diferente.

18 Véase R. Billaz y E. Maffei, o p . cit.19 Al inquilino no lo consideramos proletario absoluto pero sí al voluntario contratado en forma

permanente en fundos o asentamientos.

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capitales de provincia20 en desmedro de las áreas de reforma agraria o subdivisiones de ellas. En otras palabras, los recursos están irracio­nalmente colocados donde no se necesitan.

Segundo, hay una gran descentralización del pocter burocrático, lo que hace muy difícil llevar a cabo una política integral e implemen- tarla en forma orgánica. Esta descentralización, que es un proceso an­tiguo y progresivo en la burocracia estatal21, se ha agravado en forma crítica con la competencia partidista dentro del Gobierno de la UP, lo que hace casi imposible tener una política ordenada y planificada con respecto a los Consejos Campesinos. Esta descentralización significa que en las áreas de Reforma Agraria se pueden tomar muy pocas deci­siones, y menos aún entregar muchas responsabilidades a los Consejos Campesinos. Cuando ha habido un partido predominante en un área, tanto en las instituciones del agro y en el sindicato comunal más po­deroso, la descentralización ha sido suplida por una centralización par­tidista que ha permitido hacer una política más coherente con respecto a los Consejos Campesinos. Todo esto indica que la estructura misma del aparato jurídico político actual y la estructura partidista, no son favorables al desarrollo de Consejos Comunales que tengan poder, es decir, que puedan planificar, -programar y, en general, decidir toda la política agraria de la comuna.

En las próximas páginas presentamos dos casos de Consejos Cam­pesinos a fin de ilustrar nuestro análisis y de ahí sacar algunas con­clusiones e hipótesis.

EL CASO DE MOLINA: UN CONSEJO CON PODER

La comuna de Molina representa un área del campo chileno, donde el capitalismo agrario se ha desarrollado quizás con más fuerza que en cualquiera otra parte de Chile22. La comuna constituye un verdadero complejo agroindustrial que debería tener en el futuro mucha importancia en el proceso de la reforma agraria. Molina tiene la población más grande de la provincia de Talca y el mayor número de campesinos organizados dentro de la provincia. La comuna también cuenta en este momento con cinco sindicatos industria­les con más de 400 trabajadores que elaboran productos primarios de la zona. Por esta razón, esta zona intensamente explotada, siempre ha sido conflictiva, con fuertes sin­dicatos rurales en los que se ha producido un alto grado de proletarización del cam­pesinado. Como resultado, en 1965, 22% de la población agrícola económicamente activa de Molina eran voluntarios o trabajadores remunerados únicamente con su salario, es decir, sin ningún control o acceso a medios productivos. La misma cifra a nivel nacional era solamente 11% es decir, proporcionalmente el proletariado rural de Molina es el doble del promedio nacional.

Uno de los aspectos más notables en Molina es que el Sindicato Comunal L a M a r c h a ha sido la fuerza principal en la formación, financiamiento y asesoramiento del Con­sejo Comunal Campesino por la base de Molina. Por esta razón, es preciso analizar los

20 El concepto de concentración desgraciadamente se confunde con el concepto de centralización bu- rocrática. En Chile la burocracia se caracteriza por una extremada concentración de recursos humanos y físicos, en Santiago o en cabeceras de provincias y, por otro lado, presenta una alar­mante tendencia de descentralización en términos ejecutivos. La concentración de profesionales y técnicos de las instituciones que tienen programas relacionados con el agro, queda de manifiesto al observar que más del 70% de estos funcionarios se ubica en Santiago y capitales de provincia.

21 La descentralización en el sector estatal agrario queda de manifiesto con el hecho de que hay más de 20 instituciones que son responsables de asuntos agrarios de carácter similar y que han divi­dido al campesinado en clientelas con tratamientos y programas diferentes. Esta descentralización se agudiza con el sistema de cuoteo de los partidos políticos para ocupar los cargos ejecutivos.

22 Para una excelente descripción del movimiento sindical de Molina hasta 1963, aunque desgraciada­mente con un análisis teórico funcionalista, véase a Henry A. Landsberger y Femando Canitrot, Iglesia, Intelectuales y Campesinos: La huelga campesina de Molina, Ed. Del Pacífico, S. A., Santiago, 1967.

23 IV Censo Agropecuario, Dirección de Estadística y Censos, 1969.

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orígenes históricos de este sindicato24. El sindicato comunal L a M a r c h a , controlado por el PS, es, sin duda, hoy día la organización campesina más fuerte de la comuna. En junio del año pasado tenía 1.697 socios, es decir, más del 65% de todos los traba­jadores asalariados con trabajo estable de la comuna 25. El sindicato tiene como su base principal a los trabajadores agrícolas que no tienen ningún control sobre medios pro­ductivos: sólo reciben salario por su trabajo. El cuadro siguiente muestra la alta propor­ción de este proletariado en el sindicato.

COMPOSICION DE “LA MARCHA” 28

%

Empleados con ración y/o talaje —.................... ...................................................................................... 0,5Inquilinos y viñeros con ración y /o talaje ........................................................................................... 29,2Tractoristas, carpinteros, y mecánicos con ración y /o talaje .................................. 2,3

Total de socios que controlan medios productivos ....................................................................... 32,0Tractoristas, carpinteros y mecánicos sin ración y /o talaje (proletariado) ..... 2,3Voluntarios sin ración o talaje (proletariado) ......................................................................... 65,7Total de socios sin control sobre medios productivos (total del proletariado en el Sindicato) 68,0

Además de tener una mayoría de socios que son proletarios absolutos, los dirigentes comunales de L a M a r c h a también pertenecen al mismo estrato, es decir, no manejan medios productivos. Con esta base proletaria y con una ideología de lucha de clases, el sin­dicato, por su tamaño y organización, ha conquistado bastante influencia en la estructura de poder local. El actual alcalde de Molina e intendente de Talca son los elementos urbanos que promovieron L a M a r c h a hace siete años, por ejemplo. Uno de los volun­tarios que ha luchado en el sindicato desde el principio es el presidente de la Federación Provincial de Sindicados Agrícolas afiliados a la R a n q u il. Otro voluntario y dirigente co­munal de L a M a r c h a fue elegido regidor de Molina en 1971. Cabe destacar que este movimiento del proletariado agrícola ha dado cierto poder al PS en el área. Este partido y el sindicato dieron el apoyo estratégico necesario para el éxito de este Consejo Co­munal Campesino.

El Consejo Comunal Campesino por la base: historia y análisis

El 12 de marzo del año 1971 se formó el Consejo Comunal Campesino por decreto en Molina. En ese momento el Sindicato Comunal L a M a r c h a representaba 65% de los campesinos organizados de la comuna. A pesar de esto, este importante sindicato recibió solamente dos puestos en el Consejo por decreto, mientras que las otras organizaciones campesinas, que representaban el 35% de los campesinos organizados, recibieron ocho de los diez puestos en el Consejo. Por eso, y más bien porque las otras organizaciones campesinas seguían ideologías capitalistas e integracionistas que estaban en contra de las políticas del Gobierno actual, L a M a r c h a nunca participó en este Consejo por decreto. Los dirigentes de L a M a r c h a empezaron entonces a discutir la necesidad de un Consejo campesino en Molina que fuese capaz de llevar a cabo el programa agrario de la Unidad Popular en la comuna de Molina. El Consejo por decreto, después de tener escasa­mente tres reuniones y sin haber hecho nada en la comuna, dejó de reunirse a principios de mayo del año 1971.

A principios de junio el Sindicato Comunal L a M a r c h a informó a INDAP que el mismo sindicato iba a organizar un Consejo Comunal Campesino por la base. Pidió ayuda de INDAP para contactar con los asentamientos, los sindicatos amarillos y los pequeños propietarios que eran clientes de INDAP. Los dirigentes comunales de L a M a r c h a dieron capacitación sobre Consejos Comunales Campesinos por la base a más de ochenta de los delegados de fundos. Estos delegados a su vez movilizaron a los campesinos de sus fundos y de los alrededores de sus fundos explicando la importancia del Consejo Comunal

24 Presentamos una breve reseña histórica del movimiento sindical de Molina. Véase el apéndice de este artículo donde se analizan etapas muy diferenciadas de este movimiento en la comuna rural más proletarizada de Chile.

25 Estimación sobre la base de datos de CORA, VI Zona, y del IV Censo Agropecuario.26 Datos de encuesta de los fundos de La Marcha, marzo de 1972.

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Campesino. En concreto, entonces, estos delegados que habían madurado como ¿in ­g e n t e s e n L a M a r c h a t u v i e r o n control sobre el proceso de las elecciones por la base.

Hubo elecciones en los ocho sectores de la comuna durante la semana del 13 al 19 de junio, en que votaron más de 1.600 campesinos. En cada sector eligieron un con- sejero de la base y dos candidatos para las elecciones generales en que participare- todos los sectores. El domingo 20 de junio, a pesar de una lluvia torrencial que no amainó, se juntaron más de 1.400 campesinos en el gimnasio de Molina para elegir siete consejeros de la base entre los candidatos que las bases mismas propusieron durante la semana an­terior. Con esta elección general, el Consejo Comunal Campesino se constituyó con 15 consejeros de las bases. De los 15 consejeros, habia 11 socialistas de L a M a r c h a , uno comunista de L a M a r c h a , tres democratacristianos del Sindicato Comunal E l L i b e r ­t a d o r .

Es importante destacar que ninguno de los campesinos elegidos por la base habia tenido anteriormente un cargo de dirigente campesino. No fue elegido ningún comer­ciante, ningún dirigente comunal, ningún presidente de Comité de Pequeños Agricultores, o ningún delegado sindical. Es decir, la dirección de las elecciones por la base dirigida por una verdadera organización campesina de lucha social produjo un grupo de diri­gentes auténticamente de la base. Sin embargo, la dirección de elecciones por la base por parte de la burocracia en otros casos muestra la tendencia a elegir consejeros que no son realmente de la base27.

El Consejo como vanguardia de los distintos estratos campesinos de Molina

En las elecciones por la base ganaron campesinos de la base, pero de la base de un solo estrato campesino: los voluntarios o el estrato más proletarizado de la comuna, que es también el con más conciencia de clase y mayor madurez política. De los 15 consejeros elegidos catorce eran voluntarios o trabajadores que recibían solamente un salario por su trabajo 28.

Una de las metas de los consejos comunales campesinos es unificar los distintos estratos campesinos y dar a estos distintos estratos un acceso igual a los medios de pro­ducción y a los excedentes de la producción agrícola comunal. El cuadro siguiente dará una idea de los distintos estratos campesinos y su inserción en la estructura productiva de la comuna.

IMPORTANCIA DE LOS DISTINTOS ESTRATOS2» CAMPESINOS EN LA COMUNA DE MOLINA

Burguesía terrateniente 30 Mediana burguesía (20 a 80 hás.) Pequeña burguesía (5 a 20 hás.)

Semiproletariado agrícola

AsentadosEmpleadosInquilinos e inquilinos-medieros

Proletariado agrícola

Voluntarios

Subproletariado agrícola

Minifundistas afuerinos Hijos de minifundistas Hijos de voluntarios Afuerinos pobladores Afuerinos migrantes

N91860

202

0,30,82,9

19554

638

2,70,79,0

1.747 24,8

4.040 57,1

27 Véase por ejemplo el estudio de caso de Fresia.28 Uno de los 15 consejeros es asentado. Pero éste no participa nunca en el Consejo, debido a que

sus intereses son evidentemente contrarios a una reforma agraria profunda. Es decir, el asentado no está dispuesto a aceptar una política de ocupación masiva y menos aún de un cierto grado de socialización de los excedentes.

29 Este cuadro de los estratos campesinos fue elaborado sobre la base de datos del IV Censo Agro­pecuario y de CORA, VI Zona. No incluimos aquí los familiares no remunerados.

30 La burguesía terrateniente es el número que quedaría después de la expropiación masiva de CORA.

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El semiproletariado agrícola tiende a ser más conservador en la lucha social debido a que tiene un cierto control de medios productivos y muchas veces incluso explota mano de obra asalariada. Los inquilinos reciben salario por su trabajo, pero también tienen las regalías y la ración de tierra y talaje, lo que nos impide calificar a este grupo como proletarios absolutos. De hecho, históricamente el inquilino hasta principios del siglo XIX era un pequeño productor. A medida que el modo de producción capitalista empezó a predominar en la agricultura, no solamente aumentaron los trabajadores asa­lariados en la agricultura, sino que el mismo inquilino empezó a proletarizarse. Sin em­bargo, hasta el día de hoy el inquilino no puede considerarse un proletario absoluto en ningún caso31. Este grupo es relativamente pequeño en Molina ( solamente 9% de la población económicamente activa).

El subproletariado es el estrato más bajo en condiciones de vida en la comuna y representa a la mayoría de los campesinos de Molina (57%). Este estrato tiene como sus características principales:

— trabajo inestable,— falta de contacto con las organizaciones campesinas, con la burocracia agraria y

con todos los servicios públicos 32.En Molina puede observarse el hecho de que el trabajo inestable es la causa de

que este grupo no haya estado organizado por sí mismo o por el Estado. Trabajo ines­table significa que hay poca interacción entre ellos y que este tipo de contacto no per­mite integrarlos a la clase trabajadora. Pensar que esta masa subproletaria tan variada e inserta en relaciones tan primitivas de producción puede defenderse de un Consejo co­munal campesino es creer que la buena voluntad y no la estructura económica deter­mina lo que pasa en la sociedad. Lo que es más realista es una reforma agraria llevada a cabo por un grupo de trabajadores ya organizados, que son los únicos que tienen un nivel de conciencia de clase que acepte un plan masivo de ocupación de esta gran masa de subproletarios.

Como veremos, esto es exactamente lo que empezó a ocurrir en Molina. Un grupo de consejeros que provienen del estrato del verdadero proletariado agrícola empezó a dirigir un proceso de la reforma agraria en Molina y aportó beneficios concretos al sub­proletariado de la comuna. El Consejo por la base, aunque tenía consejeros de un solo estrato, realmente representaba a los demás campesinos. Según un documento del Con­sejo Comunal por la base, que resume los acuerdos de la primera asamblea general delConsejo, éste planteó lo siguiente:

“La necesidad de unificar las fuerzas campesinas desde asentados a afuerinos, desde cesantes a pequeños productores, surgiendo como respuesta a los graves problemas de cesantía y el déficit de producción y la inoperancia de algunos funcionarios con su actitud paternalista. La necesidad de ir a la planificación en el desarrollo co­munal. La necesidad de ir a la busca de nuevas formas de trabajo y organización de los sectores de la reforma agraria, que permita al campesinado poder de decisión en los delineamientos que exige la realización de una reforma agraria realmente pro­funda” .

El primer problema que atacó el Consejo por la base era el más dramático y más evidente en la comuna. Después de un año de Gobierno Popular no había ningún Centro de Reforma Agraria en la comuna y la derecha estaba ganando más terreno cada día en cuanto a convencer a los campesinos de Molina de que los CERA no iban a servir al campesino, sino que iban a ser estructuras de explotación del campesino por parte del Estado. Lo paradojal es que la divulgación de la información sobre los CERA estaba en las manos de la derecha y no de la Unidad Popular.

Sin una acción drástica, por lo tanto, las posibilidades de aplicar una política dereforma agraria que permitiera formas avanzadas de producción y ocupación masiva al campesinado, hubiesen sido muy remotas. Esta decisión de una acción inmediata nació del Consejo y no de la burocracia del agro en la comuna. En este contexto, la estructura del Consejo por la base nació de la acción directa en vez de formarse por una decisión burocrática externa. Por esto, el Consejo por la base no creó una serie de comisiones para discutir los grandes problemas de su comuna. Ya conocían los problemas. Para solucionar esos problemas el Consejo necesitaba financiamiento, que consiguió en el sindicato comunal L a M a r c h a . Esta organización de los trabajadores facilitó vehículo

31 Véase Luis Vítale, Interpretación Marxista de la Historia de Chile, II, Tomo, PLA, Santiago, 1971, pp. 195, 196.

32 El subproletariado, por no tener trabajo estable no tiene libreta de Seguro Social, no tiene asignación familiar, asistencia médica, etc.

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y fondos para sostener a los consejeros durante su trabajo. En la práctica, entonces, surgió otra estructura, los consejeros constituyeron un núcleo en el interior de L a M a r c h a , con una nueva línea de acción. En vez de atender solamente a sus socios en situaciones reivindicativas, el sindicato comunal, a través del Consejo por la base, empezó a tomar la responsabilidad de la dirección de la reforma agraria en la comuna de Molina.

La integración del sindicato comunal La M a r c h a y el Consejo por la base partieron del hecho de que el sindicato aportó al Consejo por la base su experiencia organi­zativa y su capacidad económica. El Consejo, por su parte, aportó al sindicato su energía para créar nuevas líneas de trabajo en el sindicato que fuesen racionales en relación a los intereses de la base. Como estructura, entonces, el Consejo tenía puestos de presidente, secretario y tesorero, pero en la práctica el Consejo ha funcionado como un cuadro de activistas campesinos que han estado asesorados por los dirigentes del sindicato comunal La M a r c h a .

El Consejo por la base de Molina, en vez de ir a reclamar a la burocracia, como es corriente, empezó a formar CERA por la acción directa. Los consejeros promovieron conflictos y tomas en dos fundos en la cordillera de Molina, que juntos cuentan con más de 8.000 hás. En estos dos fundos, la Gobernación de Talca autorizó la interven­ción y más tarde la CORA procedió a expropiar.

A los campesinos de estos dos fundos y a los campesinos de un fundo de 34.000 hás., ya expropiado, los consejeros de Molina divulgaron información sobre el CERA y capa­citaron a los trabajadores. Su estilo de capacitación se basaba en la acción concreta, es decir, en la formación inmediata de CERAS. Instintivamente, los consejeros sabían que los campesinos aprenden en la práctica y no recibiendo educación en cursos formales. Por lo tanto, formaron comités de producción, control y bienestar social que represen­tan a los campesinos de tres fundos que funcionarán integrados cuando este gran centro de la reforma agraria de casi 45.000 hás. empiece con su nuevo plan de explo­tación el l 9 de mayo de este año. En vez de prometer a sus compañeros que los CERAS darían trabajo a los cesantes, los consejeros, de acuerdo con los campesinos de los tres fundos, incorporaron 45 cesantes en el centro para sembrar más tierra y aumentar las empresas forestales. Además, los consejeros promovieron conflictos en cuatro fundos más, pero el gobernador, al constatar que los conflictos en Molina estaban coordinados poi el Consejo de la base de Molina, negó la intervención en estos fundos y planteó a los campesinos que su método era ilegal. A pesar de esto, los campesinos en estos fundos siguieron dispuestos a ingresar en un centro de reforma agraria. Después de este atraso, los consejeros empezaron su trabajo en los fundos ya expropiados que estaban ligados al sindicato comunal L a M a r c h a . Juntaron los fundos de Corcolén y Laura Allende, donde había dos comités campesinos, y otra vez decidieron la formación concreta de otro CERA. Los comités formados por el Consejo tomaron la dirección de este último CERA de más de 600 hás. en mayo. Este tiene rubros tan importantes e intensivos como manzanales y lechería.

En esta forma fueron actuando progresivamente los consejeros hasta mediados de diciembre y solamente en ese momento éste informó a las autoridades de Gobierno y a los funcionarios de CORA que ya existían seis CERAS organizados por ellos en la comuna33. Antes, en los fundos que forman estos CERAS había solamente 239 tra­bajadores; después del trabajo de los consejeros, esos mismos fundos tenían 334 traba­jadores. De hecho, no todos los CERAS formados por el Consejo están compuestos de dos o más fundos; en un caso, por ejemplo, un CERA está ubicado al lado de un asen­tamiento y aislado. Un campesino de este CERA nos informó que sus compañeros ya habían convencido a la mitad de los trabajadores del asentamiento de que formaran un CERA y que solamente el grupo de ex inquilinos estaba en contra de la integración de los dos fundos en un solo CERA. Si este CÉRA tiene éxito económico en el futuro, es muy probable que los dos fundos lleguen a juntarse.

El 19 de diciembre, el Consejo, asesorado por el sindicato L a M a r c h a , movilizó a más de 1.500 campesinos en la segunda asamblea del Consejo Comunal Campesino por la base, para celebrar la constitución de los 6 centros de reforma agraria de la comuna. En esta asamblea, el presidente del Consejo, que era antes un simple voluntario, ya era bastante conocido por esa masa de campesinos por haber realmente dirigido en gran parte el proceso de la reforma agraria en la comuna.

33 En realidad en Molina hay 7 CERAS, pero el séptimo, que no fue organizado por el Consejo campesino, es realmente una unidad productiva que se parece más a un asentamiento. Este CERA es muy ineficiente e insignificante en tamaño, pues tiene 90 hás. físicas y 17 trabajadores solamente.

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Todo este proceso produjo varias reacciones políticas en la comuna de Molina. La primera consistió en que los tres consejeros elegidos por la base, que eran del PDC y del sindi­cato amarillo de la comuna, se retiraron del Consejo Comunal Campesino por la base. Hubiera sido anormal si hubiesen participado con un grupo de campesinos donde la mayoría era de la UP y con intenciones claras de llevar a cabo la formación de los CERAS. Es decir, los consejeros que quedaban en el Consejo por la base eran todos de un par­tido (PS) y de un sindicato ( L a M a r c h a ) . Esto permitía unanimidad y centraliza­ción de decisiones en el consejo. La segunda, que el Consejo Comunal Campesino por decreto empezó a funcionar otra vez, no por una política de servicio a la comuna, sino para criticar al Consejo por la base. Estos dirigentes del sindicato comunal opuesto al Gobierno criticaron al Consejo por la base porque no era “ el Consejo legal” de la co­muna y porque no era “ democrático” .

En parte por esto, la burocracia agraria tomó en serio “ el problema de tener dos Consejos en la comuna de Molina” . Entonces INDAP trató durante los meses de noviembre y diciembre de promover la integración de los dos Consejos. El Consejo Comunal, para no ser molestado más con este juego, tuvo una reunión con el Con­sejo por decreto, en la que le ofreció la mitad de la directiva. Los dirigentes del Consejo por decreto plantearon que entrarian en el Consejo si el Consejo por la base escribía una carta diciendo que é;te era el único responsable de lo que había hecho hasta la fecha. El Consejo por decreto rechazó la carta del Consejo por la base porque “había en !a carta una indiferencia supermayor del acuerdo entre los dos Consejos” . Cuando se preguntó al presidente por decreto cuál era la indiferencia, él respondió: “no sé cual era” . Así fracasó el intento de INDAP de crear un consejo “pluripartidista” en Molina 34.

La tercera reacción política provino de la burguesía terrateniente que se manifestó de la siguiente manera: el patrón del fundo en que el presidente del Consejo por la base era voluntario despidió al presidente del Consejo 35. El patrón veía al Consejo por la base como enemigo de sus intereses36 y por eso despidió al presidente. El mismo día de su despedida una camioneta trató de asesinar al presidente en un camino. Estos dos hechos provocaron una concentración y marcha de casi mil campesinos en pro­testa contra el patrón y en apoyo del Consejo Comunal Campesino y su presidente.

La cuarta reacción hacia el Consejo Comunal Campesino por la base fue la re­nuncia al sindicato de 193 socios de dos grandes fundos. Estos campesinos formaron dos nuevos sindicatos comunales integrados a la Confederación L ib e r ta d . Estos nuevos sindicatos son verdaderos sindicatos apatronados porque los patrones de los dos fundos han entrado “ en sociedad” con sus trabajadores y dan a ellos 50% o más participación de la utilidad líquida de los predios. Estos campesinos desclasados se retiraron de L a M a r ­c h a porque uno de los objetivos del sindicato y particularmente del Consejo es socia­lizar los excedentes de los fundos poderosos de la comuna.

Durante el mismo mes de agosto, los comunistas, que eran socios de L a M a r c h a , renunciaron al sindicato y formaron otro nuevo sindicato comunal, E lia c in G o n z á le z . Ambos grupos, los socialistas y los comunistas, dicen que la causa de esta división no era el Consejo Comunal Campesino, sino el hecho de que los comunistas, por ser tan pocos en el sindicato, no podían ganar puestos de dirigentes desde 1968. E l incidente que causó la división era la acusación de los socialistas a los comunistas de que los gastos de los delegados comunistas eran casi 2 veces más grande que los gastos de los

Los partidos políticos y el Consejo

34 El mismo fenómeno de que Consejos Ampliados no pueden funcionar sobre una base pluriparti- dista se ha presentado en otras comunas del país. En Colchagua los Consejos que funcionan no son pluripartidistas y se han organizado a través de delegados de fundos controlados por el PS. En las comunas de Puerto Varas y Fresia (Llanquihue) los campesinos de distintos partidos no han participado juntos en los Consejos Ampliados. En la comuna de Quinta de Tilcoco (O’Hig- gins) los consejeros de los sindicatos controlados por el PDC nunca han participado en el Consejo Ampliado. En la comuna de Sagrada Familia (Talca) un equipo de 18 funcionarios del Agro esperó un mes la respuesta de un sindicato afiliado a la confederación Libertad, sobre si ellos parti-

■ ciparían en el Consejo Ampliado. Algunos miembros del equipo quisieron promover el Consejo sin estos dirigentes democratacristianos porque el equipo estaba perdiendo su tiempo, pero la ma­yoría de los funcionarios persistía en la creencia de que éstos participarían. Siguieron entonces con reuniones con este grupo más que con cualquier otro grupo de campesinos en la comuna. Cada semana los dirigentes del sindicato DC decían que todavía no podían decidir. Finalmente la comisión agraria de la zona dio una orden por la cual este grupo tuvo que decidir en 3 días. Finalmente los dirigentes de este sindicato dijeron que no participarían en el Consejo ampliado por ningún motivo.

35 Como consejero, el presidente no tiene fuero como los delegados sindicales. Legalmente no tenía derecho a abandonar su trabajo agrícola por trabajo de tipo sindical.

36 El patrón es dueño de qn fundo riquísimo. El ha dado a sus trabajadores 60% de participación en la utilidad líquida del fundo. Los campesinos en su fundo no quieren expropiación. El Consejo representó una amenaza fuerte a los intereses del patrón y sus trabajadores. Los trabajadores pre­fieren participar de los excedentes en la forma que el patrón les ha propuesto, puesto que evi­dentemente les conviene mucho más que participar con mayor número de compañeros en un CERA.

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delegados socialistas. Después de esta división, el sindicato y el Consejo quedaron como organizaciones unipartidistas.

Burocracia y Consejo

Después de la segunda asamblea del Consejo Comunal Campesino por la base de Molina, CORA e INDAP reconocieron que sería imposible planificar y operar en la comuna de Molina sin el apoyo del Consejo por la base. Las instituciones del agro acordaron con los consejeros que toda la acción de las oficinas del área de Molina sería llevada en coordinación con el Consejo por la base. Los funcionarios tuvieron cuatro días de reunio­nes intensivas con seis consejeros, durante los cuales discutieron largamente el plan de expropiaciones de la comuna de Molina. Estos funcionarios propusieron a los consejeros que la CORA expropiaría 50 fundos, pero el Consejo agregó 42 fundos más que CORA debería expropiar por razones sociales37. También en estas reuniones los funcionarios daban capacitación a los consejeros sobre lo que es un centro de reforma agraria.

Aquí cabe destacar también que los consejeros no tenían un entendimiento “ téc­nico” perfecto de los CERAS. Pero el hecho es que algunos funcionarios vieran esto como una falla grande es bien irónico porque los consejeros habían creado seis CERAS en la comuija. mientras que la CORA solamente había formado dos en toda la provincia de Talca. Además, éstos realmente son bastante mal ejemplo de lo que debe ser un CERA, ya que son exactos a un asentamiento. Nuestra investigación en los CERAS for­mados por el Consejo nos mostró que los dirigentes de estas nuevas unidades de produc­ción tenían “la película clara” sobre los siguientes puntos:

— igualdad en términos de trabajo y participación de los excedentes entre los tra­bajadores en el CERA, a diferencia del asentamiento en que los asentados son nuevos patrones y hay gran diferenciación;

— La mujer debe tener participación en el CERA ( en un CERA de Molina una mujer es presidente de la asamblea);

— Que los CERAS deben producir más para incorporar aun más cesantes;— La necesidad de unificar fundos para tener un CERA realmente de tamaño su-

perprédial y económicamente eficiente;— Que una parte de la utilidad líquida debe ir al Consejo Comunal para otras ne­

cesidades de la comuna.

Es decir, sin necesidad de una “ capacitación técnica” de los CERAS, los conse­jeros de Molina crearon CERAS que tienen un dinamismo social que va hacia los obje- tivos planteados por la UP. Estos CERAS nacieron según los criterios de la lucha de clase y solidaridad de los trabajadores. El trabajo que queda para la CORA es entonces solamente una tarea de asistencia técnica y asesoría en este caso.

Dos meses antes de estas reuniones entre la burocracia agraria y el Consejo por la base de Molina, el Comité Técnico de Capacitación Zonal aprobó un plan de capa­citación sobre los CERAS. Según este plan, cuatro funcionarios y seis campesinos darían cursos de capacitación sobre los CERÁS fundo por fundo y después darían cursos sec­toriales en una comuna. Los consejeros de Molina habían mostrado su capacidad y deseo de trabajar en promoción de los CERAS y por eso los funcionarios se ofrecieron a trabajar juntos con los consejeros en este plan. Los consejeros recibirían salario por su trabajo en el plan de CORA. En esta misma época, todos los gastos de la movilización del Con­sejo, viajes a Talca y Santiago para arreglar los casos de conflictos, tomas e intervenciones llegaron a ser demasiado altos, considerando el presupuesto reducido del sindicato L a M a r c h a . Por eso, los consejeros tuvieron que ponerse de acuerdo con los funcionarios y acompañar a los que iban a dar curso sobre los CERAS. Todo esto significó un cambio cualitativo en el estilo de acción del Consejo. En vez de llegar un grupo de consejeros a los fundos a constituir CERAS, cada consejero tuvo que andar con un funcionario para hacer los contactos necesarios en el terreno y a veces para explicar a los campe­sinos lo que había dicho el funcionario en el curso. Durante este tiempo de colaboración con la burocracia, el Conseio dejó de tener reuniones como antes poroue estaban tra­bajando en el plan de la CORA y no tenía sentido tener reuniones si el Consejo no iba a hacer trabajo controlado por él. Terminaron sü trabajo de capacitación en 18 días. De hecho, la colaboración de los consejeros con la burocracia no ha resultado en la formación de más CERAS. Pero ha significado,. sin embargo, que los consejeros no han podido trabajar bien con la base desde el momento que se han integrado a la burocra­cia 38.

37 Actualmente, la lista de expropiaciones de la CORA publicada después tenía menos de 40 fun-dos. El Consejo tuvo que aceptar este hecho.

38 Este fenómeno de burocratización de los consejeros se da con más fuerza en los Consejos quetienen menos unidad y menos fuerza que el Consejo de Molina.

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Este período de burocratización del Consejo se debió fundamentalmente a una falta de financiamiento. El Sindicato Comunal L a M a r c h a no podía financiarlo más y cinco de los consejeros se integrarán a un plan de burocracia. El poder del Consejo para tomar decisiones importantes provino de su integración con un sindicato disciplinado de iz­quierda y de su activismo en la base proletaria. Sin embargo, puede verse que las decisiones importantes tomadas por el Consejo dependían no del control sobre los medios de producción (poder real). Por ejemplo, el Consejo tomó decisiones sobre expropia­ciones e intervenciones solamente a través de aceleración de conflictos. Pero frente al proceso legal de expropiaciones el Consejo tuvo un papel pasivo. Por otro lado, el poder del Consejo para formar CERAS o determinad nuevas estructuras productivas en la co­muna se debe también al gran activismo de este mismo.

En cuanto a comercialización, crédito, proyectos de infraestructura, el Consejo estaba obligado a jugar un papel pasivo. Por ejemplo, en el caso de crédito que INDAP dará en el próximo año a asalariados en los fundos de la comuna para mejorar sus casas y atender a su ración de tierra, el Consejo aprobó formalmente una decisión ya tomada por INDAP. El poder de decidir sobre crédito o comercialización por este Consejo llegará solamente si la burocracia decide hacerlo, cosa que aún no se vislumbra.

Eri este momento, los consejeros están presionando al Sindicato Comunal L a M a r c h a para exigir una nueva cuota a los trabajadores de los fundos de L a M a r c h a que permi­tirá una nueva acción del Consejo con más autonomía que la que actualmente tiene, ya que el sindicato es la única fuente de financiamiento que ha tenido en forma más o menos estable. Todo esto deja en claro que el Consejo Comunal de Molina tenía razones bastante poderosas para enviar una carta al Ministro de Agricultura solicitando la “ obtención de financiamiento para los Consejos y la definición de las atribuciones y facultades de poder que tendrían estas organizaciones” .

Nuestra experiencia en terreno nos indica que, si el Gobierno no plantea abierta­mente el problema del poder de los Consejos, puede suceder que incluso Consejos como el de Molina, que han demostrado con creces su capacidad, terminen transformados en simples organizaciones voluntaristas al estilo de “juntas de vecinos” .

EL CASO DE FRESIA: EL FRACASO DE UN CONSEJO AMPLIADO

El 21 de mayo de 1971 se constituyó el Consejo Campesino Comunal de Fresia, por decreto. Como los demás Consejos por decreto en la provincia de Llanquihue, éste no era nada más que una lista de dirigentes en las nóminas de INDAP. Este Con­sejo fue un aborto, es decir, murió el mismo día de su nacimiento. Unos pocos represen­tantes de los sindicatos comunales se reunieron una vez con los dirigentes nacionales de las organizaciones campesinas, únicamente para establecerlo legalmente, pero el Con­sejo mismo jamás se reunió. Dos meses más tarde, en Fresia, se constituyó el Consejo Comunal Campesino Ampliado por la basesí). Funcionó durante cuatro meses antes del fracaso. Según los datos de FEES, el Consejo ampliado de Fresia funciona. Sin embargo, su criterio para medir el éxito de un Consejo es demasiado formal ( reuniones regulares, comisiones formadas) 40, como para poder desde ahí detectar las raíces de la destruc­ción. Presentamos seguidamente un análisis de este Consejo, para tratar de buscar las causas de su fracaso.

Promoción burocrática del Consejo Ampliado y elecciones por la base

A mediados de junio, los funcionarios de INDAP, del PS y del MAPU, empezaron la promoción de un Consejo Comunal Campesino ampliado por la base. Su finalidad era crear un consejo más democrático o más representativo de todos los campesinos de la comuna de Fresia. Con este fin dividieron la comuna en seis sectores. En cada sector contactaron los comités sindicales y los grupos de pequeños propietarios. Los funcio­narios, siendo de la UP, trabajaron más con campesinos favorables al Gobierno Popular. Los pequeños propietarios mostraron más interés en el Consejo que los campesinos de los sindicatos de la derecha y de la izquierda. Después de un mes de trabajo urgido en los seis sectores, dos consejeros fueron elegidos por cada sector.

Decisiones tomadas por el Consejo y el Poder Económico

3 9 Se entiende por Consejo Ampliado por la base un Consejo con consejeros elegidos directamente por la base más consejeros que representan las organizaciones campesinas ya -existentes,

40 Véase Wilson Cantoni, op. cit., pp. 101 y 103.

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Los doce consejeros por ,|a base eran todos pequeños propietarios. Según funcio­narios de INDAP, eran líderes tradicionales en sus comunidades; es decir, eran los campesinos que habían sido los nexos económicos entre los campesinos de su comu­nidad, y las ciudades cercanas a Puerto Varas y Puerto Montt 41. Además, éstos habían sido capaces de relacionar a los demás campesinos con los servicios y la asistencia ex­terna porque tenían más producción, por lo tanto más contactos con comerciantes y con funcionarios de INDAP. Muchos de estos doce campesinos elegidos por la base tenían varios asalariados en sus predios y además varios de ellos eran presidentes de comités de pequeños agricultores. En otras palabras, en Fresia los caudillos campesinos que han tenido siempre a los otros campesinos como clientela, se habían transformado en con­sejeros elegidos por la base. La misma tendencia se observó en la elección de la direc­tiva del Consejo Ampliado. El presidente era regidor de la comuna de Fresia, presidente del Sindicato Comunal U n id a d S o c i a l , pequeño comerciante de la comuna y como pequeño patrón también tenía asalariados en su pequeña propiedad. El vicepresidente elegido por el Consejo Ampliado era presidente de un comité de pequeños agricultores y tenía un predio de 25 hás., donde también trabajaban obreros asalariados. El secretario del Consejo Ampliado era secretario del Sindicato Comunal U n id a d S o c i a l , un dirigente campesino profesional.

Al considerar el nivel actual de la organización de la base, y la forma de promoción del Consejo Ampliado, los resultados de las elecciones por la base no son muy sorpren­dentes. La mayoría de la promoción fue hecha con pequeños propietarios y unos pocos minifundistas. La única organización de estos grupos en Fresia es el Comité de Pe­queños Agricultores. Según los estudios de INDAP, estos Comités no representan una ver­dadera organización de campesinos, sino que han sido más bien un mecanismo ad-hoc para la distribución de crédito individual. En realidad, los comités no se reúnen, y nunca han luchado por los intereses comunes de sus socios 4Z. Normalmente, el nexo entre los campesinos y la burocracia de INDAP es el presidente del Comité.

La ampliación del Consejo en Fresia fue una mezcla de trámite burocrático y elec­toral. En un mes los funcionarios contactaron a los presidentes de los Comités de Pe­queños Agricultores y otros campesinos conocidos por haber tenido más relaciones con INDAP al ayudarlos a juntar campesinos en reuniones sectoriales. Es decir, usaron el mismo canal de comunicación para promover el Conséjo ampliado. Es importante hacer notar que las reuniones sectoriales tuvieron estilo puramente electoral4S. En Fresia las bases oyeron algunas ideas sobre el Consejo y su poder futuro, como en una campaña electoral cualquiera. Por sus votos los campesinos iban a recibir beneficios. En este caso, el candidato era el Consejo Ampliado. La meta era traer el número más grande posible de campesinos a las elecciones. Pero desafortunadamente el supuesto de que la base puede estar realmente representada a través de elecciones, sin la organización que re­presente los intereses de los campesinos, sobre la base de sus intereses económicos, es uno de los viejos mitos de lá ideología capitalista.

El Primer Congreso Comunal Campesino de Fresia

Después de las elecciones sectoriales, los funcionarios movilizaron a los campesinos para que asistieran al Primer Congreso Comunal Campesino. El 17 de julio del año 1971, más de mil campesinos asistieron a este Congreso para elegir la directiva del Consejó Ampliado. Los candidatos eran los consejeros elegidos por la base, y los consejeros que representaron las organizaciones campesinas de la comuna. Las organizaciones que asistieron fueron el sindicato Comunal U n i d a d S o c i a l afiliado >a la C o n f e d e r a c i ó n R a n - q u i l y de filiación preponderante del P S , y tres sindicatos comunales afiliados a la confe­deración T r i u n f o C a m p e s i n o , de tendencia política democratacristiana44. El sindicato comunal afiliado a la Confederación L i b e r t a d no asistió al Consejo Ampliado. La

41 Puede verse el mismo fenómeno en Cautín, donde los campesinos con más poder en 12 de los16 Consejos tienen dos casas: una en el campo y una en el pueblo. En la comuna de Quinta de Tilcoco (O’Higgins), dos de los consejeros elegidos por la base eran comerciantes, y uno era em­presario tractorista. 5

42 Véase el estudio de INDAP, La Política Crediticia, Santiago, 1971.43 En una reunión de campesinos que componían la comisión organizadora del Consejo Ampliado

de Sagrada Familia (Talca), un campesino dijo: “ Si vamos a organizar este Consejo, debemos saber de qué se trata un Consejo” .Después, el jefe de Desarrollo Social zonal de INDAP, que estaba presente en la reunión, pre­guntó al equipo de 18 funcionarios trabajando en la ampliación del Consejo por qué este campe­sino no sabía nada sobre lo que es un Consejo. Un funcionario le explicó: “ En una reunión sec­torial lo más que podemos esperar es que los campesinos estén en favor del Consejo” .

44 El tamaño de estos sindicatos comunales es el siguiente: Unidad Social (775 socios), PresidenteBalmaceda (413 socios), Patria Joven (265 socios) y Hernán Mery (176 socios). Fuente: INDAP,XIII Zona. La asistencia de estos sindicatos era poca en relación a su tamaño.

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combinación de los campesinos del Sindicato U n id a d S o c i a l y los pequeños propietarios favorables a la UP, significó conquistar la directiva del Consejo por parte de los cam­pesinos de la UP. Los campesinos de los tres sindicatos afiliados a la Confederación T r i u n f o C a m p e s i n o protestaron de los resultados de la elección y por el hecho de que “el Consejo Ampliado fuera una organización de la U P y no de todos los campesinos de la comuna” . Por esta razón los tres sindicatos amarillos se retiraron del Consejo Am­pliado, y el primer Congreso Comunal Campesino de Fresia no alcanzó a unificar los distintos partidos que tienen influencia sobre el campesinado de Fresia.

Después de retirarse del Consejo Ampliado, los campesinos de T r i u n f o C a m p e s i n o reformaron el Consejo por decreto, al que tomaron como su Consejo. Junto con esto hicieron una campaña en toda la comuna en el sentido de que el Consejo Ampliado no era el consejo válido y lograron crear confusión entre los campesinos de la base. En esta forma lo planteó un campesino: “ ¿cómo podíamos actuar para todos los campesi­nos de la comuna si había dos consejos?” . Cabe destacar aquí que esta confusión era producto, en gran parte, también del hecho de que el Consejo Ampliado no tomaba y no podía tomar decisiones en la comuna. Sin embargo, con la ausencia de los democrata- cristianos, el congreso continuó con campesinos favorables a la UP y formó 10 comi­siones para estudiar y discutir los problemas de la comuna45. Cada comisión tenía ase­sores de INDAP y CORA. Muchos campesinos no se interesaron en el trabajo de las comisiones y su asistencia en el segundo día del congreso, era mucho menor que la del día de las elecciones. A pesar de esto, cada comisión produjo un documento de sus discusiones y sus necesidades, en cuanto a los servicios de las distintas instituciones del agro. En general, los documentos hablan y piden más asistencia del Estado: más crédito de INDAP, CORA, y del Banco del Estacfo; mayores plazos en los créditos; más servicio de ECA; construcción de bodegas para papas; más visitas de técnicos; un mé­dico veterinario para la comuna; más crédito para aumentar el número de vacas y más crédito para no tener que vender sus temeros a intermediarios y engorderos; y ayuda técnica para fomentar el cultivo de fruta en la comuna. La imagen que se recibe al leer estos documentos es que los campesinos ven al Consejo Ampliado solamente como una nueva manera de conseguir servicios y favores de la burocracia.

Sindicato comunal débil y Consejo Ampliado sin poder

Aunque los documentos del Primer Congreso Comunal de Fresia presentan claramente lo que los campesinos quieren en cuanto a servicios de su Gobierno, ni el Consejo Am­pliado ni la burocracia agraria han llevado a cabo los propósitos del Congreso. Aunque el Primer Congreso Comunal Campesino de Fresia mostró los deseos de los campesinos de que hubiesen cambios en Fresia, muy pronto el Consejo Ampliado empezó a fallar, en términos de una asistencia cada vez más pequeña a las reuniones, y éstas, a su vez, se tornaron menos frecuentes hasta el fracaso total a fines de octubre.

Según un funcionario, “ el Consejo no presionó a INDAP y otras instituciones del agro para que se hicieran las cosas que se habían acordado en el Congreso” . Parece que los campesinos quedaron esperando la ayuda de afuera. La única ocasión en que el Consejo Ampliado tomó un papel relativamente activo fue en su viaje a Puerto Montt. En este caso, algunos consejeros fueron a las oficinas de Vialidad para discutir problemas de caminos. Pero según un funcionario de INDAP, “ los funcionarios de Vialidad no tomaron muy en serio al Consejo y los consejeros quedaron desilusionados” 48.

Los funcionarios de INDAP y CORA señalaron que una de las causas importantes de inactividad del Consejo Ampliado era su presidente actual (también el presidente de U n id a d S o c i a l ) . N o respondió a las sugerencias y necesidades de los sectores y de la base. Por ejemplo, en el congreso los campesinos habían acordado lo siguiente: Pedir que la Corporación aplique la reforma agraria a los minifundistas y que éstos tengan prioridad en el ingreso a asentamientos sin perder su propiedad y siendo catalogados en su calidad de minifundistas por el Consejo Comunal Campesino.

En vez de cumplir con esta conclusión del Congreso, el presidente ubicó muy pocos campesinos en los fundos expropiados. Otros consejeros quisieron enfrentar los proble­mas de bodegas, escuelas nuevas y caminos; “pero estos problemas no le interesaban al presidente del Consejó” .

45 Comisiones de cultivos, ganadería, fruticultura, conservación de recursos y forestación, créditos y asistencia técnica, abastecimiento e insumos, comercialización e industrialización, expropiaciones, la organización campesina, y la mujer campesina.

46 Problemas similares surgieron en el Consejo Ampliado de Puerto Varas en la comuna que des­linda con Fresia. INDAP y CORA no pudieron responder rápidamente a las peticiones de los consejeros. Además,, los consejeros no presionaron a las instituciones del agro y el Consejo Am­pliado de Puerto Varas empezó a desintegrarse.

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Por ejemplo, la organización sindical, que debía haber sido la fuerza central del Consejo, no tenía ninguna disciplina organizacional ni conciencia de clase. Después de la elección de Allende, el presidente del sindicato U n id a d S o c i a l , actual presidente del Consejo, se transformó en un especialista en tomas, dirigiendo las tomas de más de 10 fundos, v esto le ayudó a ganar la elección de regidor. Los socios de este sindicato en los fundos tomados y en otros expropiados, se han relacionado con la Federación de Asentamientos y parece que están decididos a tener asentamientos en vez de CERAS. Esto parece indicar que la toma de fundos puede ser la manifestación de una conciencia de clase o, por otro lado, puede ser la manifestación de una conciencia individualista y capitalista. En Fresia, parece que fuera la segunda.

El nivel de conciencia de clase en un sindicato agrícola depende de las condi­ciones económicas y de las relaciones de producción específicas, en las cuales éstán in­sertos la mayoría de sus socios. U n sindicato con muchos medieros o poqueños propie­tarios deberá tener mucho menos conciencia de clase que un sindicato de proletarios absolutos que no tienen ningún control sobre los medios productivos ni nada que de­fender fuera de su trabajo. El sindicato U n id a d S o c i a l de Fresia tiene una composi­ción preponderantemente de pequeños propietarios, medieros, inquilinos e inquilinos- medieros. Por otro lado, llama la atención que el proletariado absoluto sea una minoría en el sindicato 47.

Actualmente, la comuna de Fresia muestra una proletarización del campesinado re­lativamente débil, que se debe a las relaciones todavía primitivas de producción y a la agricultura extensiva de Fresia y, en general, en el sur de Chile. El Cuadro NQ 2 nos permite estimar el grado de proletarización en la comuna de Fresia, señalando las pro­porciones de los distintos estratos campesinos de la comuna.

C U A D R O N 9 2

IMPORTANCIA DE LOS ESTRATOS CAMPESINOS EN LA COMUNA DE FRESIA48

N9 %

Burguesía terrateniente 55 2,2( Más de 500 hás.)

Mediana burguesía49 277 11,3(1 0 0 -5 0 0 hás.)

Pequeña burguesía 360 14,3( 5 -1 0 0 hás.)

S emiproletariado

EmpleadosInquilinos e inquilinos-medieros

Proletariado

Voluntarios , ' 375 14,9

Subproletariadó

Minifundistas afuerinosHijos de minifundistas 805 32,7Hijos de voluntarios Afuerinos pobladores

47 Información de funcionarios de INDAP. XIII Zona.48 Elaborado de IV Censo Agropecuario. Dirección de Estadística y Censos. El criterio de este aná­

lisis sobre estratos campesinos es la inserción en, la estructura productiva de los distintos gruposde campesinos. No hemos incluido aquí familiares no remunerados.

49 Para estimar el número de medianos y pequeños propietarios hemos usado el criterio del estudiode CIDA. Véase CIDA, Tenencia de la Tierra y Desarrollo Socio-Económico del Sector Agrícola1966, pp. 283-285.

5153,7

20,9

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Como se planteó en el estudio del caso de Molina, el semiproletariado está en una posición ambivalente con respecto a la estructura productiva y está menos proleta­rizado que los voluntarios 50. En Fresia, el semiproletariado representa casi 25% de la población económicamente activa. Los estratos medios (campesinos que controlan cierto grado de medios productivos) representan en la comuna solamente 14% de proletariado agrícola absoluto. Este grupo de 325 voluntarios está fragmentado en cinco sindicatos 51. Es decir, son una minoría no importante dispersa en los diferentes sindicatos de la comuna, y minoría también, lógicamente, en el sindicato comunal U n id a d S o c i a l , que es el sindicato más grande de la comuna. Todo esto, como dijimos anteriormente, obstacu­liza que U n id a d S o c i a l sea una organización con mucha conciencia de clase. Sus miem­bros manejan sus pequeñas empresas (mediería, pequeña propiedad, ración de tierra y talaje, almacén, etc.). Por lo tanto, U n id a d S o c i a l no puede actuar como vanguardia del cambio estructural, a través del Consejo Ampliado de Fresia.

En Fresia, ni los pequeños propietarios, ni los cesantes, ni los asalariados tienen una organización disciplinada y de mucha combatividad. En otras palabras, no hay nin­guna organización nacida del conflicto de clase, capaz de actuar en un Consejo comu­nal y tomar decisiones importantes en la comuna. Frente a un presidente de tendencias personalistas, el Consejo no ha tenido el poder necesario para reemplazarlo ni para presionar a las distintas instituciones del agro. Aquí se llega al punto clave ya planteado, que el poder de la clase trabajadora nace de su organización bajo la bandera de la lucha de clases y generada por el modo de producción capitalista y no por una pro­moción formal alienada de la realidad estructural concreta de la comuna. Es decir, el primer paso debería haber sido la organización sobre la base de una estrategia, que tomara en cuenta los intereses reales de todos los estratos campesinos y no de los más poderosos.

En el caso de Fresia, la ampliación del Consejo “por la base” no significó que el Consejo Ampliado tuviera más poder que el Consejo por decreto. El Consejo por de­creto de Fresia es simplemente una formalidad, y el Consejo Ampliado “ por la base” no ha llegado a ser muy diferente. A pesar de que la burocracia le ha dado una mejor atención al Consejo Ampliado, éste ha fracasado en la misma forma que el otro.

Durante el mes de marzo, los funcionarios estaban trabajando para reactivar el Consejo. Creen que el Consejo fracasó por no haber sido pluripartidista. Por eso estaban promoviendo nuevas elecciones en los seis sectores. Se pudo asistir, por ejemplo, a una reunión sectorial de Tegualda, donde estuvieron presentes muy pocos campesinos (menos de 50) y donde había una elección que tenía otra vez la meta principal de la movi­lización de los campesinos. Es dudoso que los nuevos consejeros elegidos en esta forma logren más poder que sus antecesores.

CONCLUSIONES E HIPOTESIS

Sobre la base de los Consejos campesinos observados y especialmente en los dos casos que hemos descrito, pueden presentarse una serie de conclusiones a modo de hipótesis. Creemos que el nivel de información cualitativo-estructural es muy pobre hoy día en esta materia y que, por lo tanto, esto podría servir como una primera base de información. En breve, se pueden sugerir las siguientes hipótesis basadas en la cons­tatación empírica en terreno y en la deducción de proposiciones bási­cas que conforman el marco teórico de este artículo:

1. El poder de los Consejos campesinos y, por lo tanto, el grado de autonomía con respecto a la planificación y organización de los recursos están en gran parte determinados por el grado de control que logren estos Consejos sobre los medios de producción a nivel de la comuna (tierra, maquinaria agrícola, capital, crédito, etc.). Por lo tanto, la formación de Consejos sin que el Estado permita el logro del poder real desde un comienzo (control de los medios de producción) deter­mina:

50 Véase estudio del caso de' Molina.51 El número de campesinos organizados en la comuna es 1.739. Datos de INDAP, XIII Zona.

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a) La transformación de los dirigentes campesinos en verdaderos funcionarios mal rentados de la CORA o INDAP debido a que los diri­gentes no ven otra alternativa de adquirir poder que permitir la buro- cratización de ellos mismos;

b) Por la misma razón, la alienación de los consejeros con respecto a otros consejeros y, en especial, con respecto a la base. Lo que signi­fica, a corto plazo, conflicto de la base con la burocracia estatal del agro, en especial con la burocracia estatal de terreno. Por lo tanto, la negación de entregar cierto grado de control52 de los medios de pro­ducción por parte del Estado a los Consejos determina la existencia de Consejos de tipo voluntarista con las mismas características de orga­nizaciones de tipo populista, como las juntas de vecinos y centros de madres, que sólo sirven de “organizaciones contacto” entre trabajadores y burocracia, o como receptoras de donaciones por parte del Estado. Este último tipo de organizaciones no es compatible con un modo de producción socialista, donde el proletariado debe realmente tener poder., 2. El grado de apoyo de un sindicato comunal con historia y ex­periencia organizativa en defensa de los intereses del proletariado agrí­cola favorece la existencia de Consejos Comunales fuertes. Los Conse­jos Campesinos apoyados por sindicatos formados sobre la base de la lucha de clases tienen un grado considerable de poder en una primera etapa. Pero aparentemente se produce un lento proceso en el cual pier­den poder si el Estado no les permite control de los medios productivos a nivel comunal. Esto puede ser grave si, junto con el proceso expro- piatorio, se produce un debilitamiento de los sindicatos. Puesto que es fundamental, como hemos visto, tener una combinación poderosa Con­sejo-sindicato comunal. Por otro lado, es importante tener en cuenta que el poder del Consejo depende en gran medida del poder que tenga el sindicato.

3. La organización o ampliación de Consejos Comunales por la base no determina que:

a) sean más democráticos63;b) tengan más poder.Esto parece indicar que la formación por la base y la ampliación del

Consejo incluyendo a todos los estratos de la comuna deberá ser una iniciativa propia de la dinámica de las organizaciones de lucha social (sindicatos que acepten la ideología de lucha de clases) y no un acto electoral simplemente propuesto “ ad hoc” por la burocracia a cargo de la promoción de los consejos. En efecto, el análisis de los casos señala que los dirigentes, a pesar de ser elegidos por las bases, se van alejando y separando de ellas porque su poder depende simplemente de aceptar

52 De ninguna manera se está haciendo un planteamiento utópico de control total de los medios de producción por parte de los campesinos porque se caería en el mismo error de la concepción de la empresa “ comunitaria” o de empresa de “ autogestión” .Lo que se plantea es que los Consejos deberán tener el grado suficiente de control sobre los me­dios productivos que les permita la “planificación, ejecución y control de la política agraria de la comuna” . En otras palabras, que puedan decidir concretamente sobre las expropiaciones, inter­venciones, comercialización, financiamiento, crédito, planificación, infraestructura y la capacitación y asistencia técnica en la comuna. De ninguna manera se plantea la propiedad privada de los medios de producción por parte del Consejo.En breve, el planteamiento de fondo es que los Consejos adquieran control de los medios produc­tivos en la medida en que favorezcan los intereses de toda la comuna y del país y contribuyan a un proceso nacional y regional de planificación centralizada por parte del Estado.

53 Consejo democrático para nosotros es aquel en el cual el balance de fuerzas permite a los estratos con menos acceso a los medios productivos imponer sus intereses y tomar, por lo tanto, también control de los medios de producción.

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10 — Cuadernos

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las proposiciones de la burocracia y, por lo tanto, se acercan más a ella en la medida en que el proceso va avanzando y el manejo de los recursos sigue en manos de las instituciones locales.

4. La capacidad organizativa de los Consejos Campesinos depende en gran parte de la experiencia ganada por los trabajadores proleta­rios en las organizaciones auténticas de lucha social (sindicatos verda­deros). Esto determinará, por el grado de concientización, una mayor capacidad de controlar con mayor rapidez y eficiencia los medios pro­ductivos en comparación con otros estratos. Por esta razón, las auténti­cas organizaciones de lucha social deberán ser el núcleo alrededor del cual se formen los Consejos Campesinos. Es importante señalar que los sindicatos, donde no predominan los voluntarios o verdaderos pro­letarios, no asumen una política de lucha favorable a la clase traba­jadora y tienden a defender los intereses propios de los estratos que predominan y dirigen esos sindicatos54.

5. El modelo estratégico de lucha del partido que controla las organizaciones de lucha social dentro del Consejo Campesino es de­terminante en el grado de poder y organización que el Consejo adquie­ra en el futuro. Esto significa que el pluripartidismo no favorece la formación de Consejos Campesinos con poder real debido a la inope- rancia que plantean las diferentes estrategias ideológicas o modelos contrapuestos. El pluripartidismo determina una descentralización eje­cutiva por parte del Consejo que lo deja imposibilitado para tomar de­cisiones en forma orgánica. Este mismo fenómeno de descentralización se produce en la burocracia del sector agrario, lo que hace imposible una política que permita la toma del poder por parte de las organiza­ciones; campesinas. El caso de los Consejos Campesinos ilustra empíri­camente que el pluripartidismo y la acción electoral no son factores que necesariamente aseguren democracia y participación popular. En este caso nos referimos a cualquiera clase de pluripartidismo, ya sea con partidos de derecha y de izquierda o con partidos solamente de izquierda.

6. El establecimiento de unidades productivas (en este caso CE­RAS) que permitan un alto grado de socialización de los excedentes sólo será posible si existen Consejos Campesinos que tengan poder, es decir, que puedan forzar este proceso de socialización y que, por lo tanto, representen a los estratos con menos acceso a esos mismos medios de producción.

7. El dilema de la derechización del proletariado al adquirir cierto control sobre los medios productivos a través del Consejo Campesino y las unidades productivas (CERAS) sólo puede resolverse con las exi­gencias que plantee el Estado a estas organizaciones para que los es­tratos no organizados tengan las mismas oportunidades de beneficiarse de los excedentes generados. Pero esto plantea, a su vez, la exigencia de que el Estado tenga claramente trazada una estrategia de transición hacia un modo de producción socialista. Esto se dificulta especialmente en terreno, al haber partidos de diferentes y a veces opuestas estra­tegias, aplicando la política del Gobierno. Brevemente, todas estas hi­pótesis, construidas sobre la base de estudios concretos en terreno, in­

54 Como lo demuestra el caso del sindicato que hemos mencionado en la comuna de Fresia.

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dican claramente que hay varios problemas que solucionar. Primero, alterar la estructura de las instituciones del agro con el fin de lograr una centralización ejecutiva y una desconcentración de recursos. Se­gundo, el sistema multipartidista parece claramente cuestionado para aplicar una política de cambio estructural como es la Reforma Agraria de la Unidad Popular, puesto que con esto predominan los intereses partidistas sobre los intereses del proletariado. Tercero, es necesario revisar la política de reforma agraria con respecto al avance de los objetivos que se habían planteado, para evitar un fracaso que puede tener consecuencias funestas para la liberación de los trabajadores del agro. Hasta el momento no se vislumbra una política muy ordenada, lo que parece atraer enemigos en vez de aliados hacia la alianza elec­toral que sustenta al Gobierno. Todo esto puede significar un grave re­troceso si no se toman las medidas que se plantean seguidamente.

Sugerencias estratégicas

A partir de lo constatado en terreno y del breve análisis teórico presen­tado arriba, se podrían enumerar algunas ideas a modo de sugerencias que pudiesen contribuir a solucionar algunos de los problemas que se están presentando en relación a los Consejos Comunales Campesinos, que afectan evidentemente toda la actual política agraria.

— Primero, como primer paso para poder estar en condiciones de controlar medios productivos y planificar a nivel comunal, es necesario que el Consejo cuente con un presupuesto propio. El ideal sería que este presupuesto se financiara a través del traslado de fondos desde CORA e INDAP, puesto que el Consejo asumiría algunas responsabilidades que estas instituciones desarrollan en la actualidad55. Otra alternativa se­ría fijar una proporción del fondo comunal como presupuesto fijo del Consejo. Sin duda que estas alternativas son las mejores, pero en caso de ser dificultosa su aplicación, deberá buscarse otra alternativa tran­sitoria.

— Segundo, el presupuesto, una vez generado, deberá ir encaminado a los siguientes objetivos:

a) Contratación a tiempo completo de uno o más abogados por el Consejo para atender todo el problema de las expropiaciones, especial­mente aquellas que muestran mayores complejidades legales. Esto es de mucha relevancia, ya que cuando se discuten las listas de expro­piaciones entre la CORA y los Consejos, los campesinos no tienen nin­gún fundamento para defender sus puntos de vista. Por otro lado, mu­chas veces los fundos con más recursos productivos no pueden expro­piarse debido a mecanismos legales que los campesinos no entienden;

b) Contratación de ingenieros agrónomos, técnicos agrícolas, mé­dicos veterinarios, ingenieros civiles, contadores, etc., para solucionar los problemas de capacitación técnica, los problemas técnico-productivos, los problemas de infraestructura, etc. El ideal sería reclutar estos pro­fesionales de CORA, INDAP o SAG por su experiencia y para desconcen­trar los recursos humanos, ubicándolos donde realmente se necesitan. Evidentemente que estas contrataciones podrían tener carácter per­

55 Este traslado de fondos tendría que significar una total autonomía, por parte del Consejo C om unal, en cuanto a su uso. En otras palabras, sería una reducción del presupuesto. de CORA e INDAP para crear el presupuesto de los Consejos.

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manente (estos profesionales pasarían a ser funcionarios, del Consejo comunal) o transitoria, de acuerdo a las necesidades 56.

— Tercero, el Consejo deberá aprobar y proponer los interventores en las unidades productivas de la comuna y exigir su remoción cuando sea necesario. Estos interventores tendrán que tener, evidentemente, las cualidades técnicas adecuadas al cargo y la confianza política por parte del Consejo. Esto es muy importante, ya que se ha constatado en numerosas ocasiones acciones de los interventores en contra de los intereses de los trabajadores y, por lo tanto, en contra de la política de la Unidad Popular. Por otro lado, también se ha constatado que los interventores que realmente trabajan por los intereses de los trabaja­dores, se encuentran con un sinnúmero de obstáculos institucionales.

— Cuarto, se deberán solucionar con urgencia todos los aspectos de reconocimiento legal de todos los Consejos por la base y ampliados. Además, se deberá solucionar fundamentalmente lo referente al fuero de los dirigentes. Este último está afectando negativamente, especial­mente en el caso de los voluntarios de los fundos, es decir, en aquel estrato de mayor dinamismo.

— Quinto, la formación de CERAS deberá ser autorizada y discu­tida por el Consejo con CORA. La formación de CERAS podrá ser tanto una iniciativa iniciada por los Consejos o por la CORA, pero siempre aprobada por el Consejo para que realmente esté de acuerdo a los in­tereses de los trabajadores.

— Sexto, el crédito y los planes de explotación deberán ser apro­bados no solamente por el Banco del Estado, sino que por el Consejo Comunal en primera instancia. En esto es fundamental la intervención del Consejo para que controle el nivel de ocupación y empleo en las unidades productivas. El Consejo deberá rechazar todos aquellos crédi­tos y planes de explotación de las unidades que no cumplan con ciertas metas productivas y de ocupación de fuerza de trabajo.

— Séptimo, los dirigentes de el o los verdaderos sindicatos, deberán, por derecho propio, participar con una o más personas como dirigentes del Consejo comunal. Esto es fundamental para no dividir más a los campesinos a través del paralelismo organizacional, que nunca ha ayu­dado a los trabajadores, y para poder centralizar las decisiones en un organismo suyo.

— Octavo, el fondo comunal deberá formarse a través de un me­canismo de impuestos cambiado a las unidades productivas del área social y del área capitalista. En el área social este impuesto deberá ser proporcional al potencial productivo de cada unidad. Esta sería la única forma realista, tal vez, de formar un fondo comunal, porque posible­mente las unidades productivas no produzcan excedentes durante los primeros años o los produzcan en una proporción muy baja. Este fondo comunal, que debe estar orientado a inversiones productivas que po­drán concretarse en empresas regionales de servicio, deberá compati- bilizar sus objetivos con las empresas verticales de la región.

— Noveno, la CUT (a través de su departamento rural) deberá con­trolar el uso de los recursos presupuestarios asignados a los Consejos, para que éstos realmente estén orientados al beneficio de todos los cam­pesinos de la comuna. Estimamos que el presupuesto regular de ope­

56 Estos funcionarios tendrían que renunciar a sus puestos en estas instituciones, al ser contratados por el C onsejo. C om o solución transitoria, podrían pasar estos profesionales en com isión de ser­v ic ios al C onsejo C om unal Cam pesino.

14S

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ración de los Consejos es el primer paso para que estas organizaciones tengan capacidad de decidir en la comuna; por lo tanto, deben ser fon­dos creados por el Gobierno en forma permanente, como se planteó en el primer punto, y no formados a partir de cuotas voluntarias, a no ser como solución transitoria de extrema urgencia.

Todas estas consideraciones no agotan todos los problemas que tie­nen que enfrentar los Consejos campesinos comunales, puesto que hay razones de tipo estructural que no hacen factible la existencia de or­ganizaciones fuertes que interpretan los intereses de los trabajadores. Estos problemas se refieren, por un lado, a la estructura jurídica polí­tica, incluyendo la estructura partidista y en especial la estructura de la burocracia del agro, que muestra una excesiva concentración de re­cursos humanos y económicos en la capital del país y en las capitales de provincia, y una excesiva descentralización ejecutiva a todos los niveles, que se agrava por la competencia partidista. Por otro lado, tam­bién se refieren estos últimos problemas a la realidad estructural, en la cual están insertos los diferentes estratos campesinos. Esto lo de­muestran las diferencias entre el Consejo Comunal de Molina y Fresia, por ejemplo.

En relación con esto último, creemos que es necesario replantear la política agraria con respecto al papel que deben jugar los Consejos Campesinos Comunales, los CERAS, los Centros de Producción, la me­diana y pequeña propiedad (menos de 40 hás. de riego básico). Este estudio también demuestra que no se puede tener el mismo modelo or- ganizacional en relación a la producción en comunas donde dominan otros estratos campesinos y no el proletariado, donde la formación de verdaderos Consejos campesinos se hace muy difícil. Pareciera ser más indicado tener unidades productivas con más ingerencia del Estado en aquellos casos donde el proletariado es más débil, es decir, preferir la formación de centros de producción. Esto último, sin embargo, está ya fuera del ámbito de este artículo, pero es necesario dejarlo planteado para una próxima y urgente discusión.

Abril 1972.

A N E X O

PERIODO 1932-1964: SINDICALISMO DE CONFLICTO Y SINDICALISMO DE INTEGRACION 57

En realidad, desde la caída de Ibáñez empezaron a llegar por primera vez activiscas del Partido Comunista a Molina, concretamente durante el Gobierno de Alessandri (1932-1938). En ese período se producían, entonces, también, los primeros choques de estos activistas con las milicias republicanas, que estaban muy bien organizadas y muy bien armadas en esa comuna. Sin embargo, el trabajo sindical realmente fue iniciado por los comunistas, en 1938, cuando este partido formaba parte del Gobierno de la coalición del Frente Popular.

Amparándose en la ley sindical para el sector industrial, los comunistas llegaron a organizar más de 48 sindicatos en esa época en Molina. Para 1940 ya habían presen­tado casi todos los pliegos de peticiones. Sin embargo, todo esto fue detenido a raíz de las quejas de la SNA al Gobierno, por lo cual Aguirre Cerda dictó un decreto esti­pulando que la ley sindical no regía para los fundos.

57 Para mayores datos sobre esto, véase a H. Landsberger y F. Canitrot, op. cit., pp. 38 y 39.

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La falta de apoyo del Gobierno y la carencia de los fondos necesarios, hicieron que este movimiento sindical casi desapareciera. Además, con la muerte de Aguirre Cerda, los comunistas salieron del Gobierno. Sin embargo, en 1947 todavía los comu­nistas eran capaces de tener influencia en Molina y se organizó una gran huelga de losobreros industriales de la zona que trabajaban en las viñas. Incluso uno de los tantospliegos exigía más de 60% de aumento salarial.

Pero esta huelga es “tramitada” y frenada por la burocracia del Tribunal Arbitral, lo que hace fracasar este movimiento iniciado y asesorado por los comunistas. El bro­che de oro a la acción contra el sindicalismo marxista lo da la Ley de Defensa de la Democracia, que dejó fuera de la ley a este partido.

Todo esto fue favorable al movimiento que dirigía Emilio Lorenzini, ya que los comunistas tuvieron que retirarse y disminuir el activismo, aunque siguieron trabajando “ ilegalmente” por un buen tiempo.

El movimiento de Acción Sindical Chilena (ASICH ), de inspiración cristiana, al cual estaban conectados Lorenzini y el obispo Manuel Larraín, es entonces el que toma el camino iniciado por los comunistas. Esto sucede desde el año 1952 adelante.

El 11 de octubre de 1953 se organiza el Primer Congreso Sindical de Obreros Cam­pesinos de Molina, al cual asisten delegados de 20 fundos, que representan a 1.800 obreros. Este se-reúne en el salón parroquial de Molina, donde se acuerdan una serie de pliegos con numerosas peticiones.

Este esfuerzo promocional de la ASICH y el ambiente obrero ya existente en Mo­lina desde 1932, desembocaron en la primera huelga masiva en el agro chileno, en diciembre de 1953. En realidad, esta huelga afectó a 30 fundos en aquella época.

Esta huelga, de una importancia histórica muy significativa, paralizó el trabajo de unas 2.500 hás. de viña, con cerca de 2.000 trabajadores, en una época fundamental para estos cultivos.

Entonces, este movimiento sindical de Molina, que fue iniciado en los años 30, gracias al empuje del Partido Comunista, creció después con la ayuda de ASICH, aun­que en un estilo integracionista, que culmina en el año 1964 con el triunfo del po­pulismo democratacristiano.

Durante este período el conflicto de clases no desapareció, ni mucho menos, pero fue en parte amortiguado o adormecido por la ideología democratacristiana, que se basó en un esquema de conciliación entre patrones y campesinos.

A pesar de todo esto, las fuerzas contradictorias siguieron aumentando (en la co­muna de Molina en forma progresiva, lo que no desmiente la historia larga de luchasen la comuna rural más proletarizada de Chile.

La ASICH dio origen a la UCC (Unión de Campesinos Cristianos) en el año 1960, que celebró en septiembre de ese mismo año su primera convención nacional, en San Femando. En la misma forma que la ASICH, la UCC se dedicó a difundir laideología de conciliación de clases no sólo en Molina, sino que en todo el Valle Central5S.

1965-1971: RENACIMIENTO DEL SINDICALISMO DE IZQUIERDA Y LA HISTORIA DE “LA MARCHA’’

En 1965 un pequeño grupo de activistas de los Partidos Socialista y Comunista de Molina, empezó la organización de sindicatos en cinco fundos de la comuna de Molina 5fl. Este grupo había visto que el movimiento de ASICH y la UCC no promovían huelgas de acuerdo a los intereses de los voluntarios e inquilinos, sino que habían predicado sistemáticamente el mensaje de conciliación entre los patrones y los campesinos. Su meta, entonces, era no sólo romper el poder de la UCC en Molina y ofrecer mayor combatividad en cuanto a huelgas en la batalla por salarios justos, sino que también crear una organización capaz de operar bajo la bandera de la lucha de clases, a fin de apoderarse de la tierra, que estaba en manos de la clase latifundista.

El trabajo de este grupo de elementos urbanos encontró su respuesta más fértil entre los voluntarios (los trabajadores asalariados sin derechos a ración de tierra o talaje). Los voluntarios de los fundos de improviso tomaron un rol activo en el proceso y empezaron a organizar y motivar a otros fundos después de terminar su día de trabajo. Un año después, estos voluntarios habían organizado más de 10 fundos. En ese segundo año, 1966, este grupo de sindicatos hizo una huelga para lograr un aumento

58 Para mayor detalle sobre estas federaciones ver A. Affonso, Sergio Gómez, Emilio Klein y Pablo Ramírez, Movimiento Campesino Chileno, ICIRA, 1970, Vol. I.

59 Los dirigentes de este pequeño grupo eran Eliacín González, profesor rural y miembro del Partido Comunista; Guillermo Muñoz, contador y miembro del PS; Manuel Espinoza, profesor rural y miembro del PS, y Sonia Moraga, contadora y miembro del PS.

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de 17% en los salarios de todos los fundos organizados60. Esa conquista fue seguidapor una mayor expansión del movimiento. En el invierno de 1967, este movimientoizquierdista tuvo control sobre más de treinta fundos en la comuna. En julio del mismo año, este grupo de treinta sindicatos hizo otra huelga. Pero esta vez los patrones, que habían reconocido el peligro que representaba este movimiento, decidieron romper el movimiento y negaron aumentar los salarios de sus trabajadores por la segunda vez en menos de un año. Este desafío de los patrones fue la causa de una marcha de 880 campesinos de Molina a Santiago. La dramatización de este conflicto con una marcha de más de 200 km ganó para los campesinos de Molina la simpatía pública y otra vez los patrones estuvieron obligados a aceptar las demandas de los campesinos después de 38 días de huelga.

Mientras los campesinos estaban en el largo camino entre Molina y Santiago, laCámara chilena debatió y aprobó la nueva ley de Sindicalización ( de 17 de julio de1967), que permitía entre otras cosas la organización sindical a nivel comunal, provin­cial y nacional. Entonces, después de terminar con los detalles de la huelga, los campe­sinos de este movimientos empezaron la organización del primer sindicato comunal del país. Un mes más tarde, el 27 de septiembre de 1967, se constituyó oficialmente el Sin­dicato Comunal de Trabajadores Agrícolas L a M a r c h a , de Molina, que recibió su nombre en conmemoración de la marcha histórica de Molina a Santiago.

Durante el mismo mes de formación del sindicato comunal un conflicto surgió entre los socialistas y los comunistas al presentarse el problema de cuál partido controlaría el sindicato comunal. Como resultado, 1.353 trabajadores agrícolas votaron en la asamblea constitutiva de L a M a r c h a . Sin embargo, seiscientos de estos campesinos fueron llevados a la asamblea con un solo propósito: que votaran por uno de estos partidos. Muchos de estos “ votos fabricados” vinieron de campesinos de la comuna de Río Claro, que queda al lado de Molina, o de pequeños propietarios que no tenían mayor interés en el sindicato en sí.

Los socialistas ganaron tres de los cinco puestos en la directiva. Después de esta elección el número de socios que realmente participaban bajó a 723. En el año siguiente, 1968, solamente los socios que habían participado en el Sindicato Comunal tuvieron derecho a votar y por esto los socialistas siempre han ganado todos los puestos de la directiva, pero los comunistas siguen participando en él sindicato. Una de las razones porque había un número mayor de socialistas en el sindicato era que los primeros volun­tarios que empezaron la organización sindical en los demás fundos de la comuna llegaron a ser miembros y activistas del Partido Socialista.

En el año 1969 L a M a r c h a empezó una campaña para conquistar los fundos con­trolados por la UCC que se había convertido en el Sindicato Comunal El L ib e r ta d o r de Molina (afiliado a la Confederación L ib e r ta d y manejado por el PDC). L a M a r ­c h a conquistó 18 de los fundos que antes controlaba la UCC. La conquista dé estos fundos se debió a una razón: L a M a r c h a había defendido y apoyado los intereses de los campesinos de la comuna con mucha más fuerza que el otro movimiento que en reali­dad era partidario de la conciliación entre patrones y campesinos. A fines de 1969, L a M a r c h a contó con 1.286 socios y en agosto del año pasado había crecido a 1.697 socios. De los socios de L a M a r c h a casi 70% eran voluntarios o proletarios absolutos en el año 1971.

Por esta razón, por su tamaño y por su composición proletaria, el Sindicato Comunal L a M a r c h a es claramente la organización más fuerte y con más conciencia de clase en la comuna.

60 Antes de 1967 la organización a nivel comunal no era legal, pero desde el principio este movi­miento campesino operó clandestinamente a nivel comunal.

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La voz de las cifrasUn análisis de las elecciones en Chile entre 1957 y 1971

U r s M ü l l e r - P l a n t e n b e r g

Investigador del CEREN

A. PROBLEMA Y METODO

La voz de las cifras parece ser el último argumento en todas las discusiones políticas en Chile, aunque muy pocas veces se lo usa hasta el final. Es juego de sociedad y programa político. Lo que se quiere decir es que todos los argumentos políticos pueden reducirse a cifras, a saber, en cifras que indiquen el número de electores dispuestos a hacer valer estos argumentos. Estas cifras entonces tendrían la última palabra.

En estas líneas no se pretende aún sostener el concepto bastante ingenuo que se expresa en la suposición descrita. Sin embargo, parece preciso analizar con cierto vigor los resultados de las elecciones en los últimos 15 años para evitar tanto afirmaciones dogmático-pronósticas del tipo “elecciones son una farsa y no conducen a nada” x, como aseveraciones descuidadas de que una elección ganada sea un seguro para el futuro. Por esto es necesario analizar más de cerca los resulta­dos de las elecciones y, especialmente, los cambios entre una elección y otra, sobre el fondo de los datos de la estadística social. Análisis se­mejantes de elecciones anteriores hechas por Borón, Petras, Zeitlin, Faletto y Ruiz 2, han dado resultados muy instructivos. Pero el método normalmente usado por estos investigadores, el análisis de correlación, no sirve mucho para nuestra problemática, ya que aquí no interesa solamente la correlación entre clases y capas sociales determinadas y partidos políticos o grupos de partidos, sino también, y sobre todo, el cambio en el comportamiento electoral en el tiempo. Los datos en que se fundamenta el análisis son:

1. Los resultados del censo de población del año 1960 3, y2. Los resultados de las elecciones municipales, parlamentarias y

presidenciales desde 1957 hasta 1971 4.La Dirección del Registro Electoral desagrega los resultados de

elecciones por comunas y sexo. Sin embargo, para las elecciones hasta

1 Esta ha sido la posición del MIR en febrero de 1969. El MIR propuso la abstención en las elec­ciones y la lucha armada como único camino para llegar a la revolución, pero rectificó esta posición antes de las elecciones presidenciales del año 1970. Véase Punto Final N° 74, Santiago, 11 de febrero de 1969.

2 Atilio Borón, Desarrollo económico y comportamiento político, en Revista Latinoamericana de Ciencia Política, 1 (1970), N9 2.

James Petras, Maurice Zeitlin, Miners and Agrarian Radicalism, en American Sociological Review,32 (1967), N9 4.

Enzo Faletto, Eduardo Ruiz, Conflicto Político y Estructura Social, en Chile Hoy, México, 1970.3 XIII Censo de Población, 29 de noviembre de 1960, Dirección de Estadística y Censos, Santiago.

Los datos más importantes del censo al nivel de las comunas se encuentran en, Armand Mattelart: Atlas Social de ías Comunas de Chile, Santiago, 1965.

4 Tengo que agradecer a Wolfram Brunger, Franz Hinkelammert y Diana Massei por el envío rápido de los resultados definitivos de las últimas dos elecciones.

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1967 el autor disponía solamente de desagregaciones por provincias. Por esto, una primera reflexión sobre los cambios a largo plazo en los últi­mos 15 años puede hacerse solamente al nivel de provincias. Para este fin se han desagregado las 25 provincias de Chile en cinco grupos se­gún los sectores económicos que en ellas predominan 5. En el Cuadro 1 se puede ver cuál era la participación de los diferentes sectores econó­micos en el total de los ocupados en los diferentes grupos de provincias en 1960 y cómo participaban los grupos de provincias en el total de los electores hábiles en 1970.

c u a d r o i

CLASIFICACION DE LAS PROVINCIAS SEGUN SECTORES DE OCUPACION PREDOMINANTES

Ocupación (en porcentajes) en

G r u p o (Porcentajes en el to­tal de los electores

inscritos)

Provincias Agricultura y pesca

Minería Industria y construcción

Sector • terciario

A. Minería e industria (10,5% )

TarapacáConcepciónMagallanes

16 9 28 47

B. Minería (12,7% )

AntofagastaAtacamaCoquimboO’HigginsArauco

28 21 15 36

C. Industria (45,8% )

ValparaísoSantiago(7? Agrupación)

7 0 34 59

D. Agricultura ypequeña industria (15,9% ) '

AconcaguaSantiago(8? Agrupación)TalcaBiobíoValdiviaOsomoLlanquihueAisén

47 0 18 35

E. Agricultura (15,1% )

ColchaguaCuricóMauléLinaresÑubleMallecoCautínChiloé

59 0 12 29

CHILE(100,0% ) 29 2 24 45

5 Para los fines de este ané/Iisis las dos agrupaciones de la provincia de Santiago se consideran como dos provincias. En el caso de la provincia de Ñuble también existen dos agrupaciones; no era necesario proceder así.

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Tomando en cuenta el número bastante grande de partidos polí­ticos en Chile, no parece tener mucho sentido observar a lo largo de los 15 años la suerte que ha corrido cada grupo político. Desde el punto de vista de la problemática actual se justifica más bien una clasificación de los partidos y de los candidatos a la presidencia en cuatro grupos mayores, que se definen en función de la constelación de fuerzas del año 1970, de la manera siguiente:

1. Como partidos marxistas se han identificado los partidos que en sus programas se han destacado más o menos claramente por posicio­nes marxistas. Estos serían, sobre todo, el Partido Comunista y el Par­tido Socialista, pero también el Partido Socialista Popular y más tarde la Unión Socialista Popular. Como ni el MAPU ni el MIR han participado hasta ahora en elecciones generales, no era necesario incluirlos bajo este rubro. (Para las elecciones presidenciales de 1958, 1964 y 1970 se computa aquí siempre la votación de Salvador Allende).

2. El segundo grupo son tanto el Partido Radical como los partidos que en las elecciones presidenciales de 1958, 1964 y 1970 apoyaron la candidatura de Allende. (Aquí se computa la votación de Bossay en 1958 y de Durán en 1964).

3. Por su tamaño y por su importancia el Partido Demócrata Cristiano debe ser considerado como un caso especial (candidatos a la presidencia: Frei en 1958 y 1964, Tomic en 1970).

4. Todos los otros partidos (y candidatos a la presidencia) consti­tuyen el cuarto grupo, denominado aquí “Derecha sin PDC” . Se trata sobre todo del Partido Conservador Unido y del Partido Liberal, los que se unieron en 1966 con otro grupo derechista en el Partido Nacional. En este grupo se consideran'también los partidos que a principios de la década del 50 se habían fundado en apoyo al Presidente Ibáñez y que después no votaron por Allende; además, los grupos que en 1958 apoyaron al candidato Zamorano (presentado para dividir la votación de izquierda) y al fin, a partir del año 1970, el Partido de la Democracia Radical.

B. LAS ELECCIONES DESDE 1957 HASTA 1971

I. El significado de las elecciones presidenciales

Si consideramos primero los resultados para todo Chile en los últimos 15 años al final del Cuadro 2 6, podemos hacer unas afirmaciones ge­nerales muy importantes:

1. El porcentaje de los votos válidos en el total de los inscritos generalmente es mucho mayor en elecciones presidenciales que en elec­ciones parlamentarias o municipales. Si en las elecciones presidenciales hay una participación de cerca de un 85%, en las elecciones municipa­les o parlamentarias el porcentaje de votos válidos en el total de ins­critos sube, en los mejores casos, hasta un 78% (1963 y 1965), y puede caer hasta un 66% (1960). Por esto, para poder observar cambios en el comportamiento de los votantes y para poder comparar con sentido las diferentes elecciones, es preciso computar los porcentajes de la votación para los diferentes grupos políticos con el total de los ins­critos y no con el total de los votantes o de los votos válidos 7.

t

6 Las letras M, D y P significan:M = Elecciones municipales.D = Elecciones de diputados.P = Elecciones presidenciales.

7 Es perfectamente natural que normalmente ni los partidos ni la Dirección del Registro Electoral computen los porcentajes en el total de los inscritos. Suponiendo una abstención considerable, estos porcentajes son bastante menores que los porcentajes computados sobre el total de los votantes y perjudican así la propaganda de todos los partidos políticos.

154

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C U A D R O 2

RESULTADOS DE LAS ELECCIONES DESDE 1957 HASTA 1971 POR GRUPOS DE PARTIDOSY GRUPOS DE PROVINCIAS. PORCENTAJES EN EL TOTAL DE LOS INSCRITOS. (PARA TODO

CHILE EN PARENTESIS PORCENTAJES EN EL TOTAL DE LOS VOTOS VALIDOS)

Grupo de provincias

Elección Partidosmarxistas

Partido Radical y Partidos

allendistas

PartidoDemócrataCristiano

Derecha sin PDC

Nulos, en blanco y absten­ciones

A. Minería e industria

57 D 21 21 5 23 31

58 P 33 13 18 16 20

60 M 19 21 11 16 3261 D 22 21 10 19 2963 M 24 18 16 16 26

64 P 41 5 38 - 16

65 D 28 15 26 8 2367 M 30 12 25 8 2669 D 30 10 22 10 28

70 P 39 - 22 19 20

71 M 36 6 19 11 28

B. Minería 57 D 10 20 7 30 33

58 P 30 15 15 22 19

60 M 20 18 9 21 3261 D 24 18 10 22 2763 M 23 19 15 18 25

64 P 39 7 39 - 16

65 D 27 12 27 10 2467 M 27 14 23 10 2769 D 27 14 19 10 29

70 P 37 - 20 15 19

• 71 M 34 10 18 11 27

C. Industria 57 D 8 15 8 33 37

58 P 23' 11 19 32 15

60 M 14 16 10 25 3561 D 17 14 12 29 2863 M 20 17 21 23 19

64 P 32 3 54 - 11

65 D 19 9 40 12 2067 M 23 10 31 13 2469 D 23 7 23 17 30

70 P 29 - 24 32 15

71 M 31 5 20 19 25

155

Page 158: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

CONTINUACION DEL CUADRO 2

Grupo de provincias

Elección Partidosmarxistas

Partido Radical y Partidos

allendistas

PartidoDemócrataCristiano

Derecha sin PDC

Nulos, en blanco y absten­ciones

D. Agricultura y 57 D 8 19 6 40 28

industria 58 P 22 13 16 31 18

60 M 11 18 10 29 3361 D 14 15 11 32 2963 M 15 17 15 28 25

64 P 33 5 46 16

65 D 13 13 32 19 2367 M 18 15 26 16 2669 D 21 11 . 21 18 28

70 P 28 - 24 28 19

71 M 29 7 19 19 26

E. Agricultura 57 D 5 22 4 44 25

58 P 19 15 16 31 19

60 M 8 19 7 31 3461 D 9 17 13 34 2763 M 11 18 14 31 26

64 P 29 6 48 - 17

65 D 8 15 30 23 2467 M 14 17 25 17 2769 D 13 17 22 20 28

70 P 24 - 24 31 21

71 M 21 11 19 22 28

CHILE 57 D 9 (14) 19 (28) 6 ( 9) 34 (49) 32

58 P 24 (29) 13 (16) 17 (21) 29 (35) 17

60 M 14 (21) 18 (27) 10 (15) 25 (38) 3461 D 17 (23) 16 (22) 11 (16) 28 (39) 2863 M 19 (24) 18 (23) 18 (23) 23 (30) 22

64 P 34 (39) 4 ( 5) 48 (56) - ( - ) 14

65 D 18 (23) 12 (15) 34 (44) 14 (18) 2267 M 22 (29) 12 (17) 27 (36) 13 (18) 2569 D 22 (31) 10 (14) 22 (31) 16 (23) 29

70 P 30 (36) - ( - ) 23 (28) 29 (35) 17

71 M 30 (41) 7 ( 9) 19 (26) 17 (23) 26

2. Las diferencias entre los resultados de cada elección presidencial y los de la elección pluripersonal precedente son tan grandes que, a primera vista, no parece posible sacar conclusiones de los resultados de elecciones pluripersonales para una elección presidencial inminente.

3. Sin embargo, puede decirse que en las elecciones presidenciales han sacado las mayores ganancias aquellos candidatos que han propa­

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gado más un cambio en la dirección de toda la estructura política. Estos han sido tanto en 1958 como en 1964 el candidato democratacristiano Eduardo Frei y el socialista Salvador Allende. Ellos, habiéndose des­prestigiado las presidencias de Ibáñez (1952-1958) y de Alessandri (1958- 1964), han encontrado con sus programas de reformas fundamentales un apoyo electoral mucho más allá del respaldo que los grupos parti­darios de ellos habían obtenido antes. En 1970, en cambio, Jorge Ales­sandri ganó muchísimos votos con un programa de restauración neoca- pitalista y de renuncia a cualquier tipo de reformismo, mientras el socialista Allende y el democratacristiano Tomic podían conservar ape­nas la votación de los partidos que los apoyaron, porque ellos se refirie­ron en sus programas al reformismo del Gobierno de Frei, sea en el sentido de una superación revolucionaria, sea en el sentido de una con­tinuación acelerada.

4. En todas las elecciones que siguieron directamente a elecciones presidenciales (en 1965 y 1971 con sólo un medio año de distancia) deja observarse una tendencia clara a la consolidación del equilibrio de fuer­zas logrado en las elecciones presidenciales precedentes.

En 1960 ganaron los democratacristianos y los marxistas (hay que tomar en cuenta que el Partido Comunista antes del año 1958 había sido prohibido). En 1965, con Eduardo Frei como presidente, los demo­cratacristianos lograron un éxito impresionante en las elecciones parlamentarias. Y en 1971 ganaron muchos votos nuevos los partidos marxistas, entre ellos sobre todo el Partido Socialista de Salvador Allende.

5. Sin embargo, las pérdidas de los partidos de derecha en 1963 y de los democratacristianos en 1967 y 1969 muestran que la consolida­ción mencionada no es necesariamente más que un acto momentáneo para confirmar la decisión tomada en las elecciones presidenciales. De­pende en gran parte de los resultados económicos, políticos y sociales en la realización y ejecución del programa de un presidente, en qué medida puede ser mantenido y asegurado el terreno que se ha conquis­tado en el electorado. La confianza que se presta a un nuevo presidente en los primeros meses de su mandato puede perderse fácilmente si no se cumplen todas las esperanzas tan rápidamente como una parte del electorado lo había pensado. En este sentido, el hecho de que el Go­bierno de Allende tiene que esperar dos años y medio para las próximas elecciones parlamentarias, es un cierto handicap para la Unidad Po­pular. Los democratacristianos en 1965 pudieron cambiar la composición del Parlamento de una manera decisiva, casi directamente después del triunfo de Freí8.

Sin anticipar aquí los cambios sociopolíticos a largo plazo se puede sacar ya la siguiente conclusión general de los resultados presentados hasta aquí:

En las elecciones presidenciales el electorado chileno participa en la lucha por una reorientación total del sistema político. En este acto participan también electores hábiles que normalmente no votan, sea porque son apolíticos o demasiado cómodos, sea porque quieren desacre­ditar conscientemente las elecciones^como un instrumento de la lucha política. En las elecciones parlamentarias y municipales siguientes el electorado reacciona con respecto a la decisión antes tomada, primero en el sentido de afirmación, después en el sentido de un juicio crítico sobre lo que han logrado el presidente, su gobierno y los partidos que lo apoyan.

8 Sobre la falta de representatividad del Congreso yéase Francisco Cumplido, Constitución Política de 1925: hoy, crisis de las instituciones políticas chilenas, en: Cuadernos de la Realidad Nacional,N9 5, Santiago, 1970.

Page 160: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

II. Cambios a largo plazo en la estructura de partidos

Observamos ahora (en el Cuadro N9 2) el desarrollo a largo plazo de los diferentes grupos de partidos en todos los grupos de provincias. (Sobre el último desarrollo de cada uno de los partidos véase más abajo).

Los partidos marxistas han tenido en los últimos 15 años un incre­mento permanente de su votación en todas partes del país, que parece verdaderamente irresistible. Han sido siémpre más fuertes en las pro­vincias mineras9 y menos fuertes en las zonas puramente agrícolas. Solamente entre 1963 y 1965 hubo un cierto retroceso en su votación, sobre todo en las zonas rurales, lo que se podría explicar por el éxito que tenía el gobierno de Frei en alienar una parte del campesinado de los marxistas mediante la fundación de sindicatos campesinos y el comien­zo de la reforma agraria. Pero esto no ha sido un proceso permanente. Al contrario, entre 1965 y 1969 el porcentaje de votos marxistas aumen­tó más en las provincias agrícolas que en las zonas mineras e indus­triales.

El Partido Radical y los partidos allendistas han podido mante­nerse en cierto modo en su nivel anterior hasta 1963. Sin embargo, des­pués del triunfo de Frei, han sufrido pérdidas graves que no han podido compensar. La separación del ala derecha del Partido Radical en 1969 significaba otras pérdidas, de modo que los grupos y partidos burgueses de izquierda ya no pueden determinar tanto la política del país como les había sido posible en los años 40 y 50. Relativamente fuertes han sido, por lo m,enos hasta 1971, en las provincias puramente agrícolas, donde representaban sobre todo a los pequeños y medianos propietarios. La situación es semejante en las zonas donde predomina la minería. En cambio, en las provincias centrales industriales, Santiago y Valparaíso, estos partidos ya no representan más que a una pequeña minoría.

Los democratacristianos, entre 1961 y 1963, han logrado un incre­mento importante que en 1965 aún se aceleró. El incremento más fuerte se ha dado en las provincias industriales, donde el partido, en 1965, ganó el 40% de los inscritos (es decir, un 50% de los votos válidos). Desde entonces el partido vivió un proceso de desgaste que ha sido más fuerte en los mismos centros industriales, de modo que, en 1971, el PDC obtuvo en todos los grupos de provincias apenas un 20% de los inscritos (o un poco más que un cuarto de los votos válidos).

La derecha (sin el PDC), que antes de 1958 había participado deci­sivamente en la vida política del país, tenía que sufrir las pérdidas más fuertes en 1965 en favor de los democratacristianos. En muchas partes de Chile ha perdido casi la mitad de sus partidarios. Desde en­tonces los partidos de derecha han podido compensar un poco estas pérdidas, sobre todo en los centros industriales. En las provincias con predominancia agrícola, donde la derecha tradicionalmente ha sido más fuerte, las pérdidas en 1965 no eran tan grandes, pero continuaron en 1967. Aquí los partidos de derecha sólo en 1971 recuperaron el porcen­taje que habían tenido en 1965 —y esto solamente porque el Partido de la Democracia Radical se incorporó a la derecha. Puede resumirse: Mientras los partidos marxistas han logrado un incremento permanente a largo plazo y la derecha se recupera poco a poco de su derrota del año 1965, tanto los partidos burgueses de izquierda como los democratacris­tianos pierden terreno. Dependerá decisivamente de la política del Go­bierno de Allende y de los partidos de la Unidad Popular, si este proceso continúa en las elecciones parlamentarias del año 1973.

9 Una explicación de este fenómeno se encuentra en el artículo citado de J. Petras y M. Zeitlin.

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Page 161: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

C. LAS ELECCIONES DESDE 1969 HASTA 1971

I. El, método

Un análisis más exacto será posible sobre las elecciones desde 1969 hasta 1971, las más importantes para la problemática central. Para estas elecciones están disponibles también los resultados desagregados por comunas y sexo 10.

Las 290 comunas de Chile 11 han sido clasificadas en siete grupos según los sectores económicos predominantes. El Cuadro 3 informa so­bre el número de comunas en cada grupo, el porcentaje de cada grupo en el total de inscritos (en 1970) y el porcentaje de los ocupados en los diferentes sectores económicos según grupo (en 1960).

Sobre la clasificación y la definición de cada grupo de comunas in­forma el siguiente cuadro:

I. Como centros mineros se han definido las comunas en las cuales, en 1960, más de un 20% de los económicamente activos han estado ocupados en la minería. A estos centros mineros pertenecen gran­des partes de las provincias de Antofagasta, Atacama y Arauco, las comunas de Machalí, Coronel, Lota y otras.

II. Como centros industriales se han definido las comunas donde más de un 33% trabajaba en la industria o en la construcción. A estos centros industriales pertenecen Iquique, grandes partes del Gran Santiago, Rancagua, Concepción, Talcahuano, Tomé, Val­divia y otras comunas.

III. Como comunas con minería e industria se describen las comu­nas donde minería, industria y construcción ocupaban en con­junto entre un 25% y un 33%, con una participación mínima de un 8% de la minería. Comunas de este tipo son, por ejemplo, La Serena, Ovalle y Natales.

IV. Como centros de industria y comercio se definen las otras co­munas con un porcentaje de entre 25% y 33% de la población económicamente activa en la industria o la construcción. Estos centros de industria y comercio son sobre todo Arica, Antofagas­ta, Coquimbo, Valparaíso, Viña del Mar, el centro y algunas co­munas del Gran Santiago, Talca, Chillán, Magallanes.

V. Como centros de los servicios se definen las comunas con más de un 75% en el sector terciario. Estos centros de servicios son, sobre todo, Providencia y Las Condes.

VI. Comunas con pequeña industria y agricultura son, según esta definición, las otras comunas con menos de un 50% en la agri­cultura o más de un 17% en la industria y construcción. Ejemplos de este tipo de comunas son Quillota, San Antonio, San Fernando, Curicó, Linares, Los Angeles, Temuco, Osorno, Puerto Montt.

VII. Como zonas puramente agrícolas se definen todas las otras co­munas con más de un 50% de los ocupados en la agricultura. Co­munas de este tipo las hay en todas las provincias de Chile, con excepción de Antofagasta, Atacama y Magallanes.

10 En el análisis de las elecciones municipales de 1971 no se han tomado en cuenta los votos de los extranjeros, porque ellos no tienen derecho a voto en las elecciones parlamentarias y presi­denciales.

11 El número de comunas en Chile no es exactamente 290. La diferencia se explica porque en algunos casos los datos disponibles permitían un análisis de subdivisiones de comunas; en otros casos al revés, solamente al nivel de dos comunas en conjunto.

159

Page 162: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

CLASIFICACION DE LAS COMUNAS SEGUN SECTORES DE OCUPACION PREDOMINANTES

Grupo

(Número de comunas)

Porcentaje en el total de los inscritos

Ocupación en

Agricultura y pesca

Minería Industria yconstrucción

SectorterciarioVarones Mujeres Total

I. Minería (26)

3,5 2,3 5,8 11 43 14 31

II. Industria(23)

12,1 11,9 24,0 6 1 43 50

III. Minería e industria (11)

1,7 1,5 3,2 31 14 17 38

IV. Industria y comercio (20)

15,3 15,5 30,8 5 1 29 65

V. Servicios (4 )

1,4 2,1 3,5 4 1 15 80

VI. Industria pequeña y agricultura (30)

6,7 5,5 12,2 38 0 20 41

VII. Agricultura (176)

12,2 8,3 20,5 64 0 10 26

CHILE(290)

52,9 47,1 100,0 29 2 24 45

Page 163: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

II. Diferencias generales según sexo y región

Consideramos ahora los resultados de las elecciones parlamentarias de marzo de 1969, de las elecciones presidenciales de septiembre de 1970 y de las elecciones municipales de abril de 1971 en el Cuadro 4.

Primero se nota la gran diferencia en el comportamiento electoral de los sexos. Mientras hay muchos más varones entre los electores de los partidos marxistas (y cada vez más también entre los,electores de los partidos burgueses de izquierda), los democratacristianos (y progresi­vamente también los partidos de derecha) logran, en todas las eleccio­nes, un -porcentaje mucho mayor entre las mujeres que entre los hom­bres.

Con respecto a las diferentes regiones económicas se verifican las conclusiones a que hemos llegado más arriba. Los partidos marxistas son más fuertes en los centros mineros e industriales, relativamente débiles en las zonas agrícolas y en los centros de servicios. La izquierda burguesa puede mantenerse un poco mejor en las zonas agrícolas y mi­neras. Los democratacristianos han logrado en todas partes (con la excepción de los centros mineros) casi el mismo porcentaje del electo­rado. Y la derecha es más fuerte donde los marxistas son más débiles, y al revés.

III. Los partidos y su fuerza relativaAntes de llegar a la problemática central parece necesario observar más de cerca el sistema actual de partidos, incluyendo ya los resultados de las elecciones municipales de 1971.

De los seis partidos y movimientos que, en 1969, han fundado la coalición de la Unidad Popular, sólo cuatro han participado hasta ahora en elecciones generales: el PS, el PC, el PR y el PSD, mientras práctica­mente, no se conoce la fuerza electoral relativa ni del MAPU, ni del API, ni de la Izquierda Cristiana, que en 1971 se juntó con la UP. Para estos últimos tres grupos podrían sacarse algunas conclusiones de las elec­ciones universitarias sindicales, especialmente de las elecciones en la CUT, donde sólo el MAPU ha demostrado, por lo menos entre los trabajadores organizados, que puede lograr un respaldo electoral relati­vamente importante. Sin embargo, estas elecciones particulares no per­miten tener un cuadro completo. De los partidos marxistas, el PC se destaca por un electorado bastante perfilado. Son sobre todo obreros de las grandes y modernas empresas industriales y mineras los que votan por el PC. El partido es mucho menos fuerte entre las mujeres y en las zonas rurales que entre los varones y en los centros industriales y mineros. Sin embargo, las ganancias relativas que pudo lograr en 1971 han sido mayores entre las mujeres y en las zonas rurales. Aunque los dos partidos marxistas grandes compiten por la misma clase social, pa­rece que el Partido Socialista puede organizar mejor a los obreros de las empresas pequeñas y menos modernas 12. Es cierto que también el PS tiene más partidarios en los grandes centros industriales que en otras partes, pero las diferencias no son tan marcadas como en el caso del PC. En las elecciones municipales de 1971 el PS ganó mucho y llegó a ser el segundo partido del país en términos electorales. Esto se explica seguramente en parte por la atracción del presidente socialista recién elegido; pero se puede suponer también que en esta ocasión partidarios del MAPU (dentro de la UP) y del MIR (fuera de la UP) han preferido votar por el Partido Socialista.

La Unión Socialista Popular se ha mantenido fuera de la coalición de gobierno. Su fuerza electoral ya en 1969 no era muy grande, y en

12 Véase también el artículo citado de Faletto y Ruiz,

161

11 — Cuadernos

Page 164: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

C U A D R O 4

RESULTADOS DE LAS ELECCIONES DESDE 1969 HASTA 1971 SEGUN GRUPOS DE PARTIDOS, GRUPOS DE COMUNAS Y SEXO. PORCENTAJES EN EL TOTAL DE LOS

INSCRITOS

Grupo de comunas Sexo Elección Marxistas PR ij PSD Democrata-cristianos

Derecha sin PDC

Nulos, en blanco y

abstenciones

I. Minería Varones 69 36 11 13 6 3570 45 - 13 15 2871 41 8 11 7 33

Mujeres 69 31 13 19 7 3170 39 - 19 22 1971 39 9 19 9 26

Total 69 34 12 16 6 3370 43 - 15 18 2471 40 8 14 8 30

II. Industria Varones 69 33 7 19 11 3170 42 - 20 21 1771 41 5 16 11 26

Mujeres 69 26 6 24 12 3270 33 - 26 28 1371 35 4 22 13 25

Total 69 29 6 21 12 3270 37 - 23 25 1571 38 5 19 12 26

III. Minería e industria Varones 69 24 15 16 11 3470 37 - 18 22 2371 34 12 15 11 29

Mujeres 69 20 18 21 13 2870 31 - 24 29 1671 30 12 21 15 23

Total 69 22 17 18 12 3170 34 - 21 25 2071 32 12 17 13 26

Page 165: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

Grupo de comunas Sexo Elección Marxistas PR y PSD Demócrata- cristianos

Derecha sin PDC

Nulos, en blanco y

abstenciones

IV. Industria y comercio Varones 69 25 10 22 16 2770 33 — 22 28 1771 33 7 18 16 26

Mujeres 69 19 9 27 19 2670 25 - 27 37 1171 28 6 24 21 23

Total 69 22 10 24 18 2670 29 - 24 32 1471 30 6 21 18 25

V. Servicios Varones 69 14 5 19 31 3270 19 - 20 44 1771 21 3 18 34 24

Mujeres 69 8 4 21 33 3470 13 - 23 50 1471 16 2 21 38 23

Total 69 11 4 20 32 3370 16 - 22 48 1571 18 3 20 36 24

VI. Industria pequeña y agricultura Varones 69 21 13 21 17 2870 29 — 22 28 2171 27 10 17 19 28

Mujeres 69 16 14 25 19 2870 22 - 26 35 1671 22 10 22 24 22

Total 69 19 14 23 18 2770 26 - 24 31 1971 25 10 19 21 25

Page 166: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

Grupo de comunas Sexo Elección Marxistas PR y PSD Demócrata- cristianos

Derecha sin PDC

Nulos, en blanco y

abstenciones

VII. Agricultura Varones 69 18 12 21 19 3070 27 - 23 27 2371 27 8 18 19 27

Mujeres 69 15 12 24 21 2770 21 - 23 32 2471 20 8 21 23 26

Total 69 17 12 22 20 2970 25 - 23 29 2371 24 8 19 21 27

CHILE Varones 69 24,8 , 10,4 19,8 15,0 29,970 33,7 - 21,0 25,6 19,771 32,6 7,6 16,7 15,6 27,5

Mujeres 69 19,8 10,2 24,6 17,8 27,770 26,3 - 25,7 33,2 14,871 27,7 6,5 22,2 19,5 24,1

Total 69 22,4 10,3 22,0 16,2 29,070 30,3 - 23,2 29,2 17,471 30,3 7,1 19,3 17,4 25,9

Page 167: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

C U A D R O 5

RESULTADOS DE LAS ELECCIONES DE 1969 Y 1971 SEGUN PARTIDOS, GRUPOS DE COMUNAS Y SEXO. PORCENTAJES SOBRE EL TOTAL DE INSCRITOS

Grupos de comunas

Sexo Elección USP PS PC PR PSD PDC PDN DR PN Indep. Nulos, en blanco y absten­ciones

I. Minería Varones 69 5 10 21 11 0 13 1 „ 4 _ 3571 4 15 21 8 0 11 — 2 4 2 33

Mujeres 69 4 10 17 13 0 19 1 - 5 - 3171 4 15 19 8 0 19 _ 2 4 2 26

Total 69 5 10 19 12 0 16 1 — 5 — 3371 4 15 20 8 0 14 - 2 4 2 30

II. Industria Varones 69 1 14 18 7 0 19 1 _ 10 3171 0 23 18 5 1 16 1 1 9 1 26

Mujeres 69 1 11 14 6 0 24 1 — 11 _ 3271 0 20 15 4 1 22 1 1 11 0 25

Total 69 1 13 16 6 0 21 1 — 11 _ 3271 0 22 17 4 1 19 1 1 10 1 26

III. Minería Varones 69 2 9 13 13 2 16 2 10 34e 71 1 18 15 10 1 15 1 3 7 1 29industria Mujeres 69 1 10 9 16 2 21 2 _ 11 . 28

71 0 17 13 11 1 21 1 4 8 2 23Total 69 2 10 11 15 2 18 2 _ 10 _ 31

71 1 17 14 10 1 17 1 3 7 2 26

IV. Industria Varones 69 1 8 16 10 0 22 1 _ 14 0 27y 71 1 17 15 6 1 18 0 3 13 0 26comercio Mujeres 71 1 7 12 9 0 27 2 _ 18 0 26

69 1 15 12 5 1 24 0 4 17 0 23Total 71 1 8 14 10 0 24 2 _ 16 0 26

69 1 16 13 5 1 21 0 3 15 0 25

Page 168: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

C U A D R O 5 ( Continuación)

Grupos de comunas

Sexo Elección USP PS PC PR PSD PDC PDN DR PN Indep. Nulos, en blanco y absten­ciones

V. Servicios Varones 69 0 6 8 5 0 19 I — 30 — 3271 0 14 6 3 0 18 5 28 . 1 24

Mujeres 69 0 3 5 4 0 21 1 - 32 - 3471 0 10 5 2 0 21 - 4 33 0 23

Total 69 0 4 6 4 0 20 1 - 31 - 3371 0 12 6 2 0 20 - 5 31 0 24

VI. Industria Varones 69 4 9 7 12 2 21 2 — 15 0 28pequeña 71 1 16 10 8 2 17 1 4 13 1 28y Mujeres 69 4 8 5 13 1 25 1 - 18 0 26agricul­ 71 1 13 8 8 2 22 1 6 17 1 22tura Total 69 4 9 6 12 2 23 2 • - W 0 27

71 1 15 9 8 2 19 1 5 15 1 25

VII. Agricul­ Varones 69 2 8 8 12 1 21 2 — 17 0 30tura 71 0 17 9 8 1 18 0 3 15 1 27

Mujeres 69 1 8 6 12 1 24 2 ' - 19 0 2771 0 13 8 8 1 21 0 3 19 1 26

Total 69 2 8 7 12 1 22 2 - 18 0 2971 0 15 9 8 1 19 0 3 17 1 27

Chile Varones 69 1,8 9,8 13,3 9,7 0,7 19,8 1,4 _ 13,5 0,1 29,971 0,9 18,0 13,7 6,5 1,1 16,7 0,4 2,8 11,8 0,6 27,5

Mujeres 69 1,4 8,2 10,1 9,6 0,6 24,6 1,3 - 16,3 0,1 27,771 0,7 15,4 11,5 5,6 0,9 22,2 0,3 3,1 15,4 0,7 24,1

Total 69 1,6 9,1 11,8 9,6 0,6 22,0 1,4 - 14,8 0,1 29,071 0,8 16,7 12,6 6,0 1,0 19,2 0,4 2,9 13,5 0,7 26,2

Page 169: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

1971 se ha reducido a la mitad. Significado político ha mantenido sola­mente en los centros mineros, sobre todo en las grandes empresas mi­neras del norte.

El Partido Radical, en los últimos decenios, siempre trataba de re­presentar a las capas medias tradicionales y modernas, a saber, los pequeños y medianos productores, comerciantes y propietarios agrícolas, los profesionales, los técnicos y los empleados particulares y públicos. Hasta 1969 ya había perdido mucho de su antiguo electorado, pero se mantuvo mejor en las zonas rurales y en los centros mineros. Con la salida del ala derechista (la DR) el partido perdió en 1971 más de un tercio de su votación. Pero esto no ha sido todo. Con la salida de otro grupo que —preocupado sobre todo por la suerte de las capas medias más tradicionales— fundó el Partido de Izquierda Radical, el PR podría sufrir otras pérdidas en el futuro, aunque todavía no se conoce con exactitud la fuerza electoral relativa de ambos partidos. Sin embargo, la unificación del PR con el PSD podría significar una cierta recreación para este partido.

A la multitud de partidos, movimientos y grupos al lado del Go­bierno, se oponen sobre todo dos partidos grandes, el PN y el PDC. El Partido Nacional, representando las capas más tradicionales del electo­rado, es mucho menos fuerte en los centros mineros e industriales que en las zonas rurales o en el barrio alto de Santiago. En 1971 el partido sufrió pérdidas leves, más notables entre los varones que entre las mu­jeres.

El Partido Demócrata Cristiano, caracterizado a menudo como re­presentación del sector más moderno de la burguesía industrial13, ha movilizado en el último decenio a muchas mujeres, a muchos pobladores marginales y a una parte bastante grande de la clase campesina. Sólo así se puede explicar su fuerza relativa como primer partido. Sin em­bargo, su fuerza electoral bajó, como ya lo hemos visto más arriba, a un nivel casi igual en todas las diferentes regiones económicas del país. Este partido también perdió algo de su votación anterior en las eleccio­nes municipales de 1971.

El Partido Democrático Nacional, aliado desde 1964 con el PDC, per­dió casi todo el resto de su peso político en estas elecciones, mientras tanto el Partido de la Democracia Radical, como el Partido de Izquierda Radical, con sus clientelas relativamente pequeñas, podrían jugar un papel importante en las decisiones sobre los proyectos futuros del Go­bierno y de la oposición.

IV. Las elecciones presidenciales de 1970

Analizamos ahora más de cerca los cambios en el comportamiento elec­toral entre la elección de diputados de 1969 y la elección presidencial de 1970. Allende ganó en 1970 por un margen muy reducido a Alessandri, mientras Tomic ganó bastante menos votos. La primera pregunta sería, ¿por qué el PDC y la derecha no han actuado juntos en 1970, como lo habían hecho en 1964, es decir, por qué no tenían candidato común? La respuesta se encuentra en la situación política de los años 1969-1970. La derecha creía en este tiempo que su capital más valioso sería el des­contento general de grandes partes de capas medias y marginales con la política reformista del Gobierno Frei y que una colaboración con el PDC, insultado antes muy a menudo como criptocomunista, les hubiese costado su argumento de propaganda más efectivo. Los democratacris- tianos, por su lado, no querían y no podían desacreditar lo que habían hecho ellos mismos. Además, el ala izquierda del partido tenía sufi-

13 Véase, por ejemplo, el artículo citado de Faletto y Ruiz en el libro de Luis Vítale, ¿Y después del 4, qué?, Santiago, 1970.

167

Page 170: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

cíente fuerza para impedir una colaboración con la derecha. Al contra­rio, el candidato Tomic, representante del ala izquierda, ha hecho todo para atacar a la derecha y para presentarse como continuador revo­lucionario de la obra reformista de Frei.

Si observamos ahora la parte izquierda del Cuadro 6, notamos que el cálculo de la derecha resultó bastante bueno, pero sin garantizar la victoria final14.

Allende apenas superó en 1970 la votación que en 1969 habían logrado los grupos que después se unieron en la Unidad Popular, y en las zonas rurales perdió votos. Pero no habría sido posible esperar otra cosa, porque, a diferencia de candidaturas anteriores de Allende, esta vez la izquierda presentó un programa consistente y llevó a cabo una lucha electoral ofensiva, consecuente e intransigente. Queda el hecho, en todo caso, de que el MAPU no puede haber aportado muchos votos de la Democracia Cristiana a la Unidad Popular.

Es cierto que Tomic mantuvo el porcentaje del PDC, pero tampoco lo superó por mucho. Las ganancias leves pueden explicarse en parte por los votos de los partidarios del PDN.

En cambio, Alessandri superó bastante el porcentaje normal de los partidos de derecha. Ganó casi un 10% más, y esto entre los que nor­malmente no votan. Un análisis más exacto muestra que sus ganancias han sido mayores en los centros urbanos y aquí especialmente entre las mujeres. Es muy poco probable que aquí se tratara de las llamadas capas medias urbanas. Estas capas medias en Chile no son apolíticas. Al contrario, constituyen la masa partidaria de los partidos de derecha, del PDC y (en un grado cada vez menor) también de los radicales. El aumento enorme de la votación por Alessandri puede ser explicado mu­cho mejor por la existencia de un subproletariado urbano que tiene o busca trabajo en el sector terciario, que normalmente es apolítico y que solamente en situaciones decisivas se declara en favor de los ricos por­que vive de las migajas de ellos. Este subproletariado tiene miedo de la supresión de los beneficios para los ricos porque cree que estos bene­ficios le garantizan la vida. Así tendríamos el resultado: Mientras que los fundamentos de la existencia material de este subproletariado no sean cambiados, el gobierno de la Unidad Popular tiene que tomar en cuenta que una parte de esta capa se declarará en favor de la derecha, no necesariamente en todas las elecciones, pero si en batallas decisivas. Este peligro existe sobre todo, como ya hemos visto, en elecciones presi­denciales. Pero también los plebiscitos que ahora son posibles tienen mu­cho del carácter decisivo y definitivo de una elección presidencial. En este sentido es entendible y políticamente conveniente que la Unidad Popular no acepte proyectos de plebiscitos promovimos por la oposición.

V. Las elecciones municipales de 1971La parte derecha del Cuadro 6 muestra que la derecha en 1971 no ha podido repetir el éxito relativo de Alessandri. Ella ha perdido aún más de lo que había ganado medio año antes, y esto entre las mismas capas. Tanto una parte de los electores de Alessandri como una parte de los electores de Tomic tienen que haber votado por los partidos de la Uni­dad Popular, especialmente por el Partido Socialista. Pero aquí cabe preguntarse qué grado de estabilidad puede tener una decisión por el socialismo cuando los votantes en cuestión sólo poco antes han votado por una renovación del capitalismo, como la prometió Alessandri. Aquí debe tratarse de capas electorales que esperan un mejoramiento en su

14 En el Cuadro 6, para la computación del porcentaje de la Unidad Popular en 1969, se ha sustraído el porcentaje logrado por la DR en 1971. Esto se justifica porque los representantes de la DR en 1969 todavía formaron parte del Partido Radical, mientras en 1970 apoyaron a Alessandri.

168

Page 171: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

CAMBIOS EN LOS PORCENTAJES DE GRUPOS DE PARTIDOS EN 1970 Y 1971, EN COMPARACION CON LAS ELECCIONES PRECEDENTES, SEGUN GRUPOS DE COMUNAS

Y SEXO. PORCENTAJES SOBRE EL TOTAL DE INSCRITOS

i970 en comparación con 2 969 i9 7 i en comparación con i970

Grupos de comunas, Unidad PDC Derecha Nulos, Unidad PDC Derecha Nulos,sexo Popular sin PDC en blanco y Popular sin PDC en blanco y

abstenciones abstenciones

I. Varones + 1 - 1 ■ + 7 - 7 + 4 - 1 - 8 + 5Mujeres 0 0 + 12 - 12 + 8 0 - 14 + 6Total + 1 - 1 + 9 — 9 + 5 - 1 - 10 + 5

II. Varones + 4 + 1 + 9 - 14 + 5 - 4 - 10 + 5Mujeres + 3 + 2 + 14 - 19 + 7 - 4 - 15 + 13Total + 3 + 2 + 12 - 12 + 6 - 4 - 13 + 11

III. Varones + 1 + 3 + 7 - 11 + 9 - 4 - 11 + 6Mujeres 0 + 3 + 10 - 13 + 10 - 3 - 14 + 8Total + 1 + 3 + 8 - 12 + 9 - 4 - 12 + 7

IV. Varones + 1 0 + 9 - 10 + 6 - 4 - 12 + 10Mujeres + 1 0 + 13 - 14 + 8 - 3 - 16 + 11Total + 1 0 + 11 - 12 + 7 - 3 - 14 + 11

V. Varones + 3 + 1 + 11 - 15 + 4 - 2 - 10 + 7Mujeres + 3 + 2 + 16 - 21 + 5 - 1 - 12 + 9Total + 3 + 2 + 14 - 18 + 4 - 2 - 11 + 8

VI. Varones _ 2 + 1 + 7 - 7 + 8 - 5 - 9 + 7Mujeres - 3 + 1 + 11 - 9 + 9 - 4 - 11 + 6Total - 2 + 1 + 9 - 8 + 8 - 5 - 10 + 7

VII. Varones 0 + 3 + 4 - 7 + 9 - 6 - 8 + 5Mujeres - 3 - 2 + 7 - 2 + 9 - 1 - 9 + 1Total - 2 + 1 + 6 - 5 + 9 - 4 - 8 + 4

CHILE. Varones + 1,3 + 1,2 + 7,8 - 10,2 + 6,5 - 4,3 - 10,0 + 7,8Mujeres 0,0 + 1,1 + 11,7 - 12,9 + 7,9 - 3,5 - 13,7 + 9,3Total + 0,7 + 1,2 + 9,8 - 11,6 + 7,1 - 3,9 - 11,8 + 8,5

Page 172: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

situación personal solamente de un cambio radical en la situación po­lítica y que por esto salen decepcionadas cuando el proceso revolucio­nario se retarda o se estanca. El éxito electoral de la Unidad Popular en las elecciones municipales de abril de 1971, por esto, no tiene que ser interpretado necesariamente como una etapa del ascenso irresistible de la izquierda en Chile. Su aseguración o ampliación depende de l,a ra­pidez y de la consecuencia con que el gobierno lleve a cabo su programa.

D. LAS PERSPECTIVAS PARA EL FUTURO

I. Las elecciones complementarias de 1971/72La Unidad Popular ya ha sufrido pérdidas en las elecciones complemen­tarias que han sido necesarias en algunas provincias (para diputados en Valparaíso, en junio de 1971, y en Linares en enero de 1972, y para un senador en las provincias de O’Higgins y Colchagua también en enero de 1972 y para un diputado en Coquimbo, en julio de 1972).

En cada una de estas elecciones complementarias había un solo candidato de la Unidad Popular y un candidato común del PDC y la Derecha. Como se puede observar en el Cuadro 7, en los primeros tres de estos cuatro “miniplebiscitos” la Unidad Popular perdió entre un 2% y un 3% de los inscritos, en comparación con las elecciones munici­pales de 1971. Pero mientras la oposición, en junio de 1971 en Valparaíso perdió más o menos el mismo porcentaje, ella a principios de 1972 pudo ganar un porcentaje semejante en las provincias predominantemente rurales de O’Higgins, Colchagua y Linares, y esto aunque mientras tanto el ala izquierda del PDC, la Izquierda Cristiana, se había juntado a la Unidad Popular, poniendo a una representante suya como candidata de toda la coalición en Linares. Diferentes análisis subrayan que aquí se trataba de una cierta capa de los pequeños y medianos propietarios agrícolas que hasta entonces había favorecido la Unidad Popular, pero ahora —insegura por las reclamaciones hechas en la lucha electoral para una radicalización de la reforma agraria— se cambió a la oposición. El Cuadro 8 muestra por lo menos con toda claridad que el grueso de las pérdidas para la Unidad Popular se ha dado en las comunas rurales y no en las comunas mineras o industriales.

La situación en Coquimbo ha sido aún más difícil para el Gobierno porque la oposición decidió poner como candidato a un militante del PIR (recién salido del Gobierno) para atraer a los votantes radicales. En estas circunstancias la Unidad Popular perdió un 6% de los inscritos en comparación con las elecciones municipales de 1971. Pero si se supone que todo el aumento de la oposición se debe a electores radicales, queda claro que el PIR no ha conquistado mucho más que un tercio del elec­torado radical.

Según estos resultados el Gobierno de la Unidad Popular —insis­tiendo siempre en el principio de la legitimación por elecciones— ten­dría que solucionar el problema de que, por un lado, para ganar o ase­gurar los votos del subproletariado urbano, hay que acelerar el proceso revolucionario y de que, por otro lado, para asegurar los votos de las capas medias rurales, hay que determinar exactamente los limites de este proceso.

Como hemos visto ya, las capas medias urbanas cuentan muy poco como electorado para la Unidad Popular. En esta situación sería absur­do suponer que con una política en contra de los monopolios de la industria y de la distribución, sea tan suave como sea, se podría regañar los votos de la pequeña y mediana burguesía urbanas. Con la elimina­ción de los monopolios, el control directo del Estado y la explotación de ellos para sus fines particulares, llegan a ser aún más interesantes para la pequeña y mediana burguesías industrial y comercial. Estas ca­

170

Page 173: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

pas medias, entonces, no pueden ser de interés político-electoral para la Unidad Popular, pero tienen, esto sí, un significado indirecto, porque de su comportamiento económico dependen en buena medida los re­sultados de la política económica a corto plazo.

C U A D R O 7

PORCENTAJES DE LOS PARTIDOS DE LA UNIDAD POPULAR Y DE LA OPOSICION SOBRE EL TOTAL DE LOS INSCRITOS EN LAS ELECCIONES ENTRE 1969 Y 1972 EN LAS PRO­VINCIAS CON ELECCIONES COMPLEMENTARIAS EN 1971/72 . (PARA COQUIMBO EN

PARENTESIS LOS PORCENTAJES OBTENIDOS POR EL PR EN 1969 Y 1971).

Provincias Sexo Elección Unidad-Popular

Oposición Nulos, en blanco y abstenciones

Valparaíso Varones 69 D 36 39 2570 P 32 51 1771 M 42 36 2271 D 40 34 26

Mujeres 69 D 30 49 2170 P 25 63 1371 M 36 46 1871 D 33 43 24

Total 69 D 33 44 2370 P 28 57 1571 M 39 41 2071 D 37 38 25

O’Higgins y Varones 69 D 37 36 27Colchagua 70 P 35 46 19

71 M 41 34 2572 S 39 36 25

Mujeres 69 D 31 45 2470 P 26 59 1571 M 35 44 2172 S 32 46 22

Total 69 D 34 40 2670 P 31 52 1771 M 38 38 24,72 S 36 40 24

Linares Varones 69 D 34 41 2670 P 29 53 1871 M 38 38 2472 D 35 40 25

Mujeres 69 D 30 47 2370 P 21 64 1571 M 30 48 2272 D 28 50 22

Total 69 D 32 44 2470 P 25 58 1771 M 34 43 2372 D 31 45 24

Coquimbo Varones 69 D 4 5 ( 1 4 ) 27 2870 P 39 39 22

\ 71 M 47 (11) 24 2972 D 41 28 31

Mujeres 69 D 40 (15) 33 2770 P 31 53 1671 M 44 (12) 35 2272 D 37 39 24

Total 69 D 43 (15) 30 2770 P 35 45 1971 M 45 (11) 29 2572 D 39 33 28

171

Page 174: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

C U A D R O 8

PORCENTAJES DE LA UNIDAD POPULAR Y DE LA OPOSICION EN LAS ELECCIONES DE 1971 Y 1972 EN LAS PROVINCIAS DE O’HIGGINS, COLCHAGUA Y LINARES, POR GRUPOS

DE COMUNAS Y SEXO

Grupos de comunas Sexo Elección UnidadPopular

Oposición Nulos, en blanco y

absten­ciones

I. Minería Varones 71 48 18 3572 49 20 32

Mujeres 71 46 27 2772 44 31 25

Total 71 47 22 3272 47 24 29

II. Industria Varones 71 46 31 2372 46 34 20

Mujeres 71 37 43 2072 37 44 18

Total 71 41 37 2272 42 39 19

VI. Industria y agricultura Varones 71 38 38 2472 38 38 24

Mujeres 71 31 47 2272 30 49 21

Total 71 35 42 2372 34 44 22

VII. Agricultura Varones 71 39 37 2572 35 39 26

Mujeres 71 33 46 2172 28 49 23

Total 71 36 41 2372 32 43 25

Total de las tres provincias Varones 71 40 35 2572 38 37 25

Mujeres 71 34 45 2272 31 47 22

Total 71 37 40 2372 35 42 24

Clasificación de las comunas como en el Cuadro 3.

II. La preparación de las elecciones parlamentarias de 1973

La tarea del Gobierno es aún más difícil porque la oposición tiene una clara mayoría en el Congreso, como muestra el Cuadro 9, y porque los partidos de la Oposición colaboran más y más entre sí para impedir la imposición del programa de la Unidad Popular.

Con su clara mayoría en ambas cámaras del Congreso, la oposición puede frenar cualquier proyecto del Gobierno para el cual se hace necesaria una ley. En estas circunstancias, queda claro que las elecciones parlamentarias de 1973 tienen una importancia enorme y que el interés político se concentra cada vez más en ellas. Con la conquista de la mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso el Gobierno ganaría la libertad de acción necesaria para realizar todo su programa, mientras la Oposición, con una mayoría de dos tercios en ambas cámaras, podría paralizar toda actividad del Gobierno.

172

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COMPOSICION DEL CONGRESO CHILENO A FINES DE MAYO DE 1972

C U A D R O 9

Partidos Cámara de Diputados Senado

USP 0 0 1 1PS 14 5PC 21 6IC 9 2PR (con PSD) 13 3API 0 1Unidad Popular 57 17

PDC 47 20PIR 8 5DR 4 2PN 33 5Oposición 92 32

Total 149 149 50 50

En las elecciones de 1973 por primera vez los analfabetos van a tener derecho a voto. Como no se ha logrado una reforma constitucio­nal para crear la Cámara Unica del Pueblo, los partidos tienen que prepararse dentro de las reglas dominantes de la democracia burguesa. Estas reglas se han modificado en cierta manera cuando se permitió la federación y confederación de partidos para fines electorales.

Así se han federado todos los partidos de la Unidad Popular, mien­tras los partidos de la Oposición crearon dos federaciones (PDC/PIR/ - PDN y PN/DR) que después se juntaron en una confederación.

Cuando, a principios de 1972, se hablaba por primera vez de las po­sibilidades de fusiones de partidos o de pactos electorales, se han hecho cálculos en todos lados sobre los efectos probables para los resultados de las elecciones parlamentarias en 1973. Aquí, en los Cuadros 10 y 11 se hacen cálculos similares sobre los efectos de las federaciones, ba­sándose en los resultados de las elecciones municipales de 1971.

C U A D R O 1 0

COMPOSICION DE LA CAMARA DE DIPUTADOS, SEGUN FEDERACIONES Y CONFEDERA­CIONES POSIBLES, BASADA EN LOS RESULTADOS DE LAS ELECCIONES MUNICIPALES

DE 1971

F e d e r a c i o n e s p o s i b l e s Unidad Popular Oposición

Unidad Popular Oposición

Ninguna Ninguna 72 78Federación Dos federaciones 84 66Federación Confederación 72 78

173

Page 176: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

C U A D R O 11

COMPOSICION DEL SENADO, SEGUN FEDERACIONES Y CONFEDERACIONES POSIBLES, BASADA EN LOS RESULTADOS DE LAS ELECCIONES MUNICIPALES DE 1971 10

iF e d e r a c i o n e s p o s i b l e s Unidad Popular Oposición

Unidad Popular Oposición

Ninguna Ninguna 21 29Federación Dos federaciones 23 27Federación Confederación 21 29

Estos cálculos no deben tomarse como realistas en términos abso­lutos. Hay que tomar en cuenta que los partidarios del PIR en 1971 todavía votaron por el PR y ahora están fuera de la Unidad Popular. Y como ya hemos visto, las elecciones complementarias de 1972 signifi­caron un cierto retroceso para el Gobierno de la Unidad Popular. Aun­que la adhesión de la Izquierda Cristiana a la coalición puede haber mejorado el cuadro, hasta ahora parece difícil que la Unidad Popular gane tanto en 1973 como en las elecciones municipales de 1971. Lo que sí muestran los Cuadros 10 y 11 es que con las federaciones no cambia nada en la composición del Congreso si la elección se da a dos bandas y si se supone que las federaciones mismas no conducirían a ningún cambio en el comportamiento electoral. Podría pensarse, por ejemplo, que una confederación que incluya tanto al PN como al PDC sería con­cebida como monstruosa por muchos partidarios de la democracia cris­tiana. Sin embargo, esto no ha sido el caso, aparentemente, en las últi­mas elecciones complementarias. Parece más bien que el carácter ne­cesariamente plebiscitario de una elección entre dos bloques grandes podría tener efectos a favor de la Oposición.

El Cuadro 11 muestra, además, que aun cuando se repitieran los resultados favorables de 1971, sería imposible para la Unidad Popular conquistar la mayoría del Senado. Una elección a tres bandas permitiría como máximo la conquista de la Cámara de Diputados. Todo esto porque se elige solamente la mitad del Senado. Por otro lado, las ganancias de la Oposición en las elecciones complementarias de 1972 están lejos de asegurarle una mayoría de dos tercios en el Congreso.

En todo caso, si los partidos de la Unidad Popular quieren convertir sus votos en más diputados y más senadores, tienen que tratar de divi­dir a la Oposición, asegurando al mismo tiempo su propia unidad. Sobre esto no hay que olvidar que la repartición de los votos depende menos de las maniobras de la Oposición que de la política que van a llevar a cabo el Gobierno y los partidos de la Unidad Popular en los meses que quedan. Hasta ahora las perspectivas no son de las mejores.

16 El único senador de la Unión Socialista Popular cuenta aquí como parlamentario de la Unidad Popular.

174

Page 177: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

Consideraciones sobre las alternativas del cambio de las estructuras económicas en Chile *F r a n z H i n k e l a m m e r t

Investigador del CEREN

I. LA DISCUSION SOBRE LAS RELACIONES MERCANTILES EN ELSOCIALISMO (LA LEY DEL VALOR)

El enfoque tradicional de la estructura económica socialista parte de la polaridad relaciones mercantiles de producción-planificación directa. Las relaciones mercantiles de producción constituyen, según este punto de vista original, necesariamente un modo de producción capitalista, y planificación directa es necesariamente socialista. Después de consti­tuirse la sociedad socialista, esta polaridad simple se transforma en la polaridad mercado-plan, en la cual los dos polos ya no presentan capi­talismo y socialismo, sino que polos que existen de hecho dentro de la propia sociedad socialista. Confrontándose mercado y plan, había que definir las funciones que cumplía cada uno. Las discusiones que se lle­varon a cabo sobre la ley del valor tanto en la Unión Soviética en los años 50, como en Cuba en los 60, tenían como objeto principal esta relación y se fijaron en la explicación de las razones de la sobreviven­cia del mercado —las relaciones mercantiles— en el socialismo. En el fondo se trata de una discusión que continuamente expresa la sorpresa sobre el hecho de que en la sociedad socialista la planificación directa no reemplazaba las relaciones mercantiles de producción. Se tenía que aceptar la posibilidad de relaciones mercantiles de producción, que ni corresponden a modos de producción precapitalistas ni capitalistas; en cambio, si, a socialistas.

Pero en términos de esta polaridad mercado-plan a la vez se enfocó el poder en la sociedad socialista. Es decir, se relacionó esta polaridad con otra, identificando mercado con descentralización y planificación con centralización. Estas identificaciones ocurrieron tanto en las teo­rías burguesas al respecto (la crítica neoliberal del socialismo específi­camente) como igualmente dentro del campo socialista mismo (la po­sición yugoslava en especial, pero tendencias de este tipo están pre­sentes en toda la discusión del stalinismo en Europa oriental, como en Brus, Oscar Lange, etc.). Desde esta identificación hay solamente un paso a otra polaridad, o sea, la que contrapone libertad-dominación. Relaciones mercantiles, de producción, mercado y libertad por un lado —planificación directa, planificación central y dominación por el otro— . Aparece entonces como lógica de la lucha en contra de la dominación la vuelta a formas capitalistas de la producción. La crítica neoliberal y la crítica antistalinista en Europa Oriental parecen encontrarse en una extraña simbiosis, que un autor como Horvat simboliza muy bien

* Documento para discusión presentado en el Seminario del Consejo de Rectores sobre Transform aciones estructurales de la socied ad chilena. Santiago, julio de 1972.

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cuando anuncia la sociedad socialista como la mejor sociedad burguesa que puede haber: lo que sueña la teoría económica neoliberal, el socia­lismo lo puede hacer. Ni más, ni menos.

¿Por qué se da esta solución del problema? Sin duda, ella surge como contestación a una planificación central que tendía a desembocar en un sistema de dominación.

Con la centralización de la planificación se había centralizado el poder, y el problema principal parecía ser la descentralización. Y la descentralización se identificaba con relaciones mercantiles y la exis­tencia del mercado. Si bien eso no excluye cualquier tipo de planifica­ción, sin embargo, restringe la planificación de la economía a las posi­bilidades que ofrece el uso de palancas financieras que actúan prin­cipalmente sobre la demanda y oferta globales.

De esta manera se plantea de nuevo la necesidad de discutir la ley del valor en el socialismo. Esta discusión se anuncia hoy en Chile y las diversas soluciones posibles subyacen a los planteos de política econó­mica del momento. Sin embargo, esta discusión todavía no se lleva a cabo abiertamente. Pero en los planteos sobre la empresa socialista, la autogestión, la política antiinflacionaria, la redistribución del ingreso, etc., está ya presente la evaluación de la ley del valor en el socialismo y nos parece necesario hacer este debate ahora abiertamente. Sin duda, no será la prolongación de debates parecidos en la Unión Soviética y en Cuba. Nuestro problema no es discutir de nuevo todas las razones que hacen sobrevivir las relaciones mercantiles en el socialismo. Si bien estas discusiones pasadas no han llevado a un resultado generalmente aceptado, las experiencias históricas del socialismo no dejan duda de que siguen y seguirán existiendo. Cualquier debate sobre la ley del valor tiene que tomar eso como un dato. La discusión se producirá por tanto más bien sobre la forma que pueden tener las relaciones mercantiles en el socialismo. Este sería el problema real del socialismo chileno, que se mueve entre dos posiciones referentes a las relaciones mercantiles (la ley del valor):

1. La planificación basada en palancas financieras y que excluye una planificación de la economía total en términos físicos.

2. La planificación en términos físicos, que determina las decisio­nes fundamentales sobre los productos finales e intermedios produci­dos sin dejarse guiar por el criterio dominante de la rentabilidad máxi­ma de empresas particulares, sean de propiedad social o privada.

Entre estos dos polos va a girar la discusión, pero no puede llegar a soluciones si no descubre en el interior de estas dos alternativas un contenido específico de la construcción de una nueva sociedad socia­lista. No se trata de formas que pueden servir como distintos caminos hacia un mismo fin. No se trata de planteos “puramente formales” . Con la forma está ya predestinado el contenido social de ella.

Esta referencia al contenido tiene que guiar entonces la discusión de las alternativas formales. Y el contenido de la construcción del so­cialismo no puede ser sino la transformación del país de una manera tal, que se pueda ir conquistando la independencia política y económica para la construcción de una sociedad en la cual se pueda gozar de la vida y reproducirla en niveles siempre nuevos, e. d. una sociedad que sea auténticamente de todos y que permita a todos sentir la patria como suya.

Si bien esta descripción es muy general y casi lírica, podemos ir operacionalizándola enseguida. Este contenido de la construcción de una nueva sociedad implica sobre todo dos elementos fundamentales:

1. Una nueva redistribución actual de los ingresos en un grado que permita a todos los chilenos satisfacer sus necesidades básicas.

2. Una participación en la generación del producto a través de la movilización del trabajo de cada uno.

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Sin estos dos elementos no hay una sociedad socialista y ninguna cultura nueva es válida si no se basa sobre el cumplimiento de estas condiciones centrales. A partir de ellas, por tanto, hay que juzgar las formas alternativas de relaciones mercantiles y planificación en el so­cialismo chileno y —en el fondo— de cualquier otro socialismo también. En este contexto juega igualmente el problema de la participación: la participación tiene que darse en función de estas condiciones funda­mentales. Tiene que ser una participación en las decisiones sobre la redistribución y sobre la colaboración a través del trabajo de cada uno de los chilenos. Además, no hay duda de que una orientación de la sociedad chilena hacia el cumplimiento de estas condiciones funda­mentales es inimaginable sin la participación y la presión de las masas populares. Los ejecutivos de cualquiera sociedad y los grupos de altos ingresos de ninguna manera actuarán espontáneamente hacia tal cum­plimiento. Buscarán miles de maneras para escapar a las consecuencias que para ellos tienen. Por eso es tan fundamental la participación y la presión.

Sin embargo, una participación en las decisiones no tiene ningún sentido, si no se refiere a la posibilidad de dirigir la sociedad en fun­ción de los intereses de las masas. Participar en decisiones que dejan intactas las posiciones de los grupos de altos ingresos y que reproducen continuamente la marginación de la grandes masas del trabajo sería una burla. Nuestra pregunta se formula por tanto de esta manera: ¿Có­mo pueden las masas tomar en sus manos efectivamente la política de redistribución y de la integración de todos en el trabajo? Esa es la pregunta clave, y la respuesta nos daría como resultado la definición de lo que es la democracia socialista.

II. EL ENFOQUE DESCRIPTIVO DE LA REDISTRIBUCION DELCONSUMO Y DEL TRABAJO DE TODOS

Para acercarnos a la respuesta, podríamos preguntar cuáles serían las condiciones reales de una redistribución y una política del trabajo de todos en cuanto a la forma del producto, para preguntar después qué combinación de planificación y relaciones mercantiles es capaz de asegurar decisiones en esta línea indicada. Podemos partir de la redis­tribución.

1. La redistribución del consumo: El cambio del carácter físico de los productos. Vamos a tratar primero de clasificar los productos según la relación entre su carácter físico y el tipo de ingreso al cual corresponden.

Partimos de la base de que hay productos que, según su carácter físico, entran solamente en la canasta de bienes de bajos o altos ingre­sos. Si bien no todos los productos finales tienen este carácter, sí lo tienen muchos. De eso resulta que, una sociedad de alta igualdad de ingresos, consumirá otros productos en otra composición de sociedades de alta desigualdad. En razón de eso es posible describir el cambio del carácter físico de la canasta de bienes en el caso de una redistribución del consumo.

La dificultad de esta descripción, sin embargo, reside en el hecho de que muchas veces diferentes bienes son productos de la misma in­dustria con la consecuencia de que el tamaño relativo de las industrias de por sí no indica el grado de desigualdad de los ingresos. Cada hom­bre tiene que vivir en algún lugar, vestirse, alimentarse, informarse, usar la locomoción, etc. En la línea de cada una de estas necesidades existen industrias. Construcción, agricultura, textil, electrónica, etc. Si se toma como base de la descripción la composición de los bienes fina­les por industria, se llega al resultado de que en un país como Chile estas diversas industrias participan en la composición de la canasta de

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12 — Cuadernos

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bienes de bajos y altos ingresos en forma relativamente igual, excep­ción hecha de la industria automotriz. Llegaríamos entonces al resul­tado de que una redistribución fuerte no va a influir mayormente sobre la producción relativa de las distintas industrias con excepción de la industria automotriz.

Hace falta, por tanto, usar otro criterio del análisis. Tentativa­mente podríamos partir de cuatro criterios, que pueden servir para distinguir los productos de las diversas industrias en relación a su inci­dencia sobre una redistribución de los ingresos.

a) productos que exclusivamente entran en el consumo de ingre­sos bajos y que tienden a desaparecer de la canasta de consumo de ingresos altos. Se trata de alimentos considerados como inferiores, de­terminados tipos de casa, vestidos, etc.;

b) productos exclusivos del consumo de altos ingresos. En un caso como Chile se trata especialmente del automóvil, ciertos artefactos electrónicos, etc.;

c) productos que entran tanto en el consumo de bajos y altos in­gresos, sea en cantidades iguales para los dos o en cantidades más altas para ingresos altos. Se trata especialmente de los alimentos, me­naje, etc.;

d) productos comunes á todos los niveles de ingresos con distinta diferenciación según los ingresos. Este tipo de productos tendrá una importancia relativa siempre mayor cuanto más desarrollada esté la producción industrial del país.

Utilizando estas categorías, podemos describir ahora mejor el efecto de una redistribución del consumo sobre la composición de la canasta de bienes. Los productos exclusivos para los ingresos altos tenderían a desaparecer (categoría b ) ; los productos que entran tanto en el con­sumo de ingresos altos y bajos aumentarían su producción (categoría c ) , y los productos que son comunes según su distinto grado de dife­renciación y sofisticación tenderían a simplificarse en el sentido de que más bien los tipos de baja diferenciación crecen y los otros de­clinan (categoría d ) . Lo que ocurre con los productos que entran exclu­sivamente en el consumo de ingresos bajos dependería del nivel de las fuerzas productivas del país y del límite de una posible igualación de los ingresos (categoría a ) . Pero de todas maneras tenderían a desapa­recer.

Hablamos hasta ahora solamente sobre los bienes finales que en­tran en la canasta de consumo. Podríamos ampliar el cuadro hacia los servicios. Clasificándolos según los mismos criterios, podríamos notifi­car su redistribución igualmente, a condición de que los dividamos en dos partes: 1. Los sueldos pagados que se transforman en ingresos de personas que rinden estos servicios y que se comportan exactamente según las categorías anteriormente derivadas, dependiendo si se trata de ingresos bajos o altos. 2. La infraestructura de servicios (escuelas, hospitales, etc.) que con una redistribución del acceso a su uso experi­mentarían determinados cambios de su carácter. Estos cambios se deri­van de categorías análogas a las anteriores, o sea:

a) servicios exclusivos de ingresos bajos (p. ej., escuelas malas, etcétera);

b) servicios exclusivos de ingresos altos;c) servicios de igual calidad para ingresos bajos y altos;d) servicios de distinta diferenciación según ingresos.Las transformaciones necesarias en el caso de una redistribución

del acceso a los servicios se dan también de una manera análoga al caso de los bienes que integran la canasta de consumo. Los servicios exclusivos de ingresos altos tienden a desaparecer, los de igual calidad para diferentes niveles de ingresos tienden a aumentar, los servicios de distinta diferenciación según ingresos se reformularían en función

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tipo de producción, imposibilitando de esta manera un aprovechamiento pleno de los factores de producción.

ni. LA PLANIFICACION POR PALANCAS FINANCIERAS Y ELCARACTER SOCIALISTA DE LAS RELACIONES DE PRODUCCION

Tenemos hasta ahora una descripción algo más completa de las con­diciones básicas de la construcción de la sociedad socialista. En el fondo se trata de una descripción de las condiciones cuyo cumplimiento nos permite hablar en un sentido auténtico de una sociedad nueva. Participación de las masas no puede significar sino la posibilidad de contribuir a que la sociedad se desarrolle en esta dirección. Sería tam­bién aquí utópico querer la solución inmediatamente. La solución del problema del pleno empleo —de la movilización de la fuerza de trabajo entera— seguramente sólo es posible a través de una transformación más profunda de la que el Gobierno actual puede enfocar a corto plazo. Sin embargo, la discusión de las formas de participación tiene que to­mar en cuenta que la solución del problema se da solamente en el grado en que se avance hacia esta movilización general de la fuerza de trabajo. No hay siempre claridad con respecto a eso, lo que hace que en la discusión de la redistribución del consumo, como punto de partida del programa económico del Gobierno, se habla tanto de las capacida­des ociosas en el país sin darse cuenta de que la fuerza del trabajo es la capacidad ociosa más importante.

La participación en la construcción de la sociedad socialista tiene que considerar siempre si se ofrece un marco global dentro del cual se tiene realmente los mecanismos para poder participar en la orienta­ción de la sociedad hacia el cumplimiento de estas condiciones básicas. Bajo este punto de vista podemos retomar la discusión de las relaciones mercantiles en el socialismo y del concepto de planificación que se apoya sobre palancas financieras, excluyendo una planificación en tér­minos físicos. Habría que ver entonces, hasta qué grado una planifi­cación de este tipo puede asegurar la redistribución del consumo descrita y asegurar a la vez una salida efectiva para la movilización de la fuerza de trabajo entera (entendiendo esta movilización hasta ahora en tér­minos específicamente económicos).

Si la planificación se apoya en palancas financieras, se apoya a la vez en la maximización de las ganancias por parte de las empresas, sean de propiedad social o no. Para estas empresas, por supuesto, da exactamente lo mismo producir para ingresos altos o bajos. Lo que cuenta es la ganancia. Por tanto, insistirán tanto en la ampliación del mercado, que puede ofrecer una mayor diversificación de los produc­tos, como en un aprovechamiento de mercados que ofrecen los ingresos bajos. La empresa como tal parece indiferente frente a estas alter­nativas, pero su indiferencia significa la opción de tratar la demanda de ingresos altos igual como la demanda de ingresos bajos. No se trata de una indiferencia desinteresada.

Sin embargo, la demanda para estos productos de alta diferencia­ción no puede existir sino en el grado en que los grupos de altos in­gresos correspondientes hayan ya satisfecho ciertas demandas básicas. Pero estas demandas básicas las tienen en parte en común los altos y bajos ingresos. Se trata de productos que con igual carácter físico entran tanto en la demanda de ingresos bajos como altos o, por lo menos, tien­den a hacerlo. Escasez relativa de estos productos produce, por tanto, una confrontación: los ingresos altos se vuelcan hacia ellos hasta sa­tisfacerse en un grado tal que su demanda restante se dirige hacia los bienes de alta diferenciación. Eso lleva los precios relativos de una manera tal, que los altos ingresos sean satisfechos hasta que se vuel­

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quen hacia lo otros bienes, expulsando a los grupos de bajos ingresos de la demanda por tales bienes.

En esta orientación de la demanda se encuentra la explicación del fracaso de políticas exclusivamente financieras de la redistribución del consumo. Los altos ingresos pueden siempre concentrarse sobre la demanda de estos bienes que también entran en el consumo de bajos ingresos (en especial: la demanda por alimentos), exigiendo su satis­facción total antes de tolerar una participación de los grupos de bajos ingresos. Y como su demanda por bienes más diferenciados es extrema­damente elástica, lo consiguen. Sin embargo, si un movimiento de la demanda de este tipo se lleva al extremo, quita a la industria manufac­turera toda la demanda. Esto se recupera consiguiendo una mayor des­igualdad de los ingresos, que hace posible que los altos ingresos tengan la posibilidad de volcarse de nuevo sobre productos manufactureros de alta sofisticación, para lo cual el aumento de los precios y, por tanto, de los altos ingresos de la esfera de la producción de estos bienes comunes a bajos y altos ingresos constituye el primer paso.

La historia chilena está llena de ejemplos de intentos de redistri­bución del consumo sobre la base de palancas financieras y los consi­guientes repliegues de estas políticas. El ejemplo más reciente lo da la política del Gobierno de Frei en los años 1965-1966.

Es evidente que una participación obrera del tipo de la autoges­tión no tiene ninguna herramienta para contrarrestar estos movimien­tos de la demanda, qué continuamente imponen la restitución de la desigualdad anterior de los ingresos y del consumo.

Igual cosa se puede decir sobre la posibilidad de una planificación monetaria de asegurar una movilización de la fuerza del trabajo. Siem­pre estará restringida a una política que permite el empleo de la fuerza de trabajo en el grado en que produce más que su ingreso monetario. Todo empleo de la fuerza del trabajo que no cumpla con esta condición es aparentemente irracional. Desde este punto de vista, es mejor no aprovechar una fuerza de trabajo antes de aprovecharla con una pro­ductividad monetaria más baja de su ingreso en términos monetarios. Para el sentido común tal actitud es despilfarro; para el sentido del economista tradicional, en cambio, es expresión de la alta racionalidad de la empresa autofinanciera.

De todo eso sigue que la planificación por palancas monetarias no puede asegurar las condiciones básicas de la construcción de una so­ciedad nueva y justa. De eso se desprende que tampoco puede asegurar una participación de las masas en la construcción de tal sociedad. Si habla de participación tiene que hacerlo en términos totalmente abs­tractos, renunciando a una discusión del contenido de la nueva socie­dad. La participación misma aparece como el contenido y no existe en función de nada. Participar para participar, mientras la participa­ción debería ser la garantía de que realmente se avanza en la dirección de la construcción de la nueva sociedad descrita. La participación se convierte en fetiche y se mistifica.

IV. LA PLANIFICACION EN TERMINOS FISICOS

Sigue de eso la necesidad de formular las posibilidades de asegurar una participación en la construcción de la nueva sociedad a través de una planificación en términos físicos, que restrinja las relaciones mo­netarias de una manera tal, que no puedan predeterminar la distribu­ción del consumo y las decisiones básicas sobre la estructura de pro­ducción. Esta planificación en términos físicos no es de por sí planifi­cación central, y —al revés— la planificación central no es de por sí garantía de que se avance realmente hacia la construcción de una nueva sociedad. Sin embargo, el análisis anterior de las condiciones

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básicas nos permite vislumbrar los grados de descentralización y cen­tralización de la planificación necesaria para asegurar esta meta. Claro está que esta descentralización ya no se puede confundir con relaciones mercantiles y con la constitución de empresas orientadas por la maxi­mización de la ganancia. Se trata más bien de aclarar hasta qué grado el movimiento de masas puede confiar en su experiencia inmediata y hasta qué grado tiene que utilizar la planificación central para lograr sus metas.

Las posibilidades de influencias descentrales sobre la estructura de producción y de empleo se derivan de nuevo del esquema inicial. Las masas productoras tienen un primer plano de posible control en el he­cho de que ellas mismas son las que producen los productos. Como productores pueden influir sobre el carácter del producto resultado de su actividad y, por tanto, modificarlo en otros que sirvan —como pro­ductos— para el consumo de ellos o de otros de su misma clase social. Se trata aquí de una instancia primaria de control descentral que tiene que terminar con la indiferencia de la empresa en relación con lo que produce. Debe preferir producir bienes que entran en el consumo bá­sico de las masas y discriminar sobre productos que tienden a conver­tirse en oferta para ingresos altos. Como se nota, no se trata de im­poner el gusto de los productores de determinado producto a otros. Se trata, en cambio, de mantener la libre elección en el límite de la igualdad tendencial del ingreso. No se trata, por tanto, de discutir aquí si cada sujeto debe tener libre elección en lo que quiere adquirir. Se trata de juzgar sobre el marco de ingresos dentro del cual esta libre elección se puede llevar a cabo. Que esta decisión sea individual y, por tanto, administrativamente no predestinada, es una de las muchas razones de la necesidad de mantener relaciones mercantiles en el so­cialismo.

Además, este control primario no se refiere solamente a la pro­ducción de bienes, sino igualmente a la de servicios. El rechazo a la producción de servicios a los cuales las propias masas no tienen acceso debe ser parte integrante de un control efectivo.

Pero tanto en el caso de los bienes y, más todavía, en el caso de los servicios, parece inmediatamente claro que este control primario es sumamente deficiente y que no puede constituir sino el primer paso de una toma de conciencia del proceso por parte de las masas. En el plano de los bienes puede funcionar eficientemente sólo en lo que respecta a la producción de bienes que entran exclusivamente en la demanda de los ingresos altos, sea por su carácter físico mismo y por su alto grado de sofisticación. No puede funcionar en el caso de bienes que entran tanto en el consumo de ingresos bajos como de ingresos altos. En re­lación a los servicios esta debilidad parece todavía más pronunciada. Muchas veces en los servicios la participación de los que perciben in­gresos altos es muy grande, lo que hace que los propios productores de estos servicios sean muy malos controladores (universidades, p. ej.; sa­lud pública, etc.). En el caso de los bajos ingresos se trata en gran parte de servicios que son de uso exclusivo de los ingresos altos (servi­cios personales, jardineros, etc.) que no tienen alternativa de produc­ción, con el resultado de que el rechazo de la producción en función de ingresos altos implicaría la renuncia al puesto de trabajo (un pro­blema que en el caso de la producción de bienes para ingresos altos existe también, pero con menos intensidad).

Estos problemas ya hacen claro que el control de las masas tiene que mediatizarse por instancias centrales. El obrero de la industria automotriz evidentemente puede rechazar la producción de autos par­ticulares solamente si se gestiona sobre la base de una planificación central la reorientación de la producción a otros productos, p. ej., ca­miones y autobuses. Las personas que prestan servicios personales a los

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ingresos altos pueden rechazarlos solamente si la economía les ofrece puestos de trabajo por lo menos equivalentes en otras partes, lo que jamás puede ser la decisión directa de estas personas. Igual cosa ocu­rre con la producción de bienes intermedios. El obrero del cemento no puede controlar la orientación de su producto hacia su propia clase a partir de su unidad de producción. Si su control no se mediatizara cen­tralmente (a través de una planificación central y de una organización obrera para presionar sobre tal planificación), tendría que delegar su control a los obreros de la construcción, que en otra parte elaboran los edificios, para los cuales el cemento es solamente uno de los insumos.

En todo caso se necesita una mediatización central del control primario, para que todos puedan participar en el control y establecer de esta manera una fuerza social suficiente para poderse enfrentar con grupos dirigentes que de ninguna manera desaparecen simplemente por el hecho de la nacionalización de los medios de producción. No puede constituirse tampoco este control simplemente por la planificación cen­tral. Las instituciones de planificación se componen de un personal que generalmente también tiende a incluirse en los mismos grupos de altos ingresos y —por buenos que sean— no deben tener jamás el poder de definir el contenido social del plan general. Su problema es un pro­blema técnico: asegurar la proporcionalidad del plan, cuyo contenido social se expresa por la presión de las masas. Estas, por tanto, no pue­den confiar sino en la organización propia de ellas, con dirigentes que ganan el salario obrero y que no necesitan sino un conocimiento bas­tante elemental de economía como para poder decir si una determinada política económica favorece a las masas o no. El problema técnico de asegurar una proporcionalidad del plan es un problema complicado, que el obrero escasamente va a poder dominar. Pero el dominio de este conocimiento técnico tampoco resulta. Para efectuar un control del con­tenido social del plan necesita más bien una clara conciencia de clase, que incluya el conocimiento de lo que son las condiciones básicas de la construcción de la sociedad socialista.

Esta necesidad de una mediatización central del control primario aclara, a la vez, que el ejercicio del control primario sobre la redistri­bución del consumo exige la garantía de la movilización de la fuerza de trabajo entera, es decir, el pleno empleo garantizado. Sin tal movili­zación el control primario tiende a fracasar y la iniciativa tiene que pasar al plan central o a las empresas autofinancieras planificadas por palancas financieras. Si bien —por lo tanto— la redistribución del consumo es la meta principal, el objetivo en última instancia tiene que ser esta movilización total de la fuerza de trabajo, entendida tal movilización como la base material y previa de una participación efec­tiva y una presión masiva en función del control de la distribución. La conciencia de clase en un sentido cabal nace de ahí, y solamente de allí.

Sin embargo, una política de pleno empleo de nuevo nace sola­mente sobre la base de un control primario. Las empresas —las uni­dades de producción— pueden controlar la introducción de tecnologías, que muchas veces aumentan solamente la intensidad del capital, per­mitiendo producir lo mismo con menos mano de obra. En muchos casos se trata de procesos perfectamente controlables desde la base. Eso de nuevo exige una definición frente a las ganancias. Las empresas capi­talistas son indiferentes frente a combinaciones intensivas de capital con poca mano de obra u otras con mucha mano de obra y poca inten­sidad de capital. Para ellas cuenta la ganancia y nada más. Un con­trol primario desde la base, que asegura los puestos de trabajo y recién dentro de este límite un rendimiento máximo del trabajo, es perfecta­mente posible. Pero de nuevo exige una conciencia de clase que se opone a los intereses más inmediatos de los propios obreros considera­dos como individuos o grupo. Sin embargo, en este caso los problemas

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técnicos son más complicados aún. En el proceso de la sociedad se trata de asegurar el pleno empleo, pero no cada puesto de trabajo es­pecífico. Una determinada movilidad del trabajo es condición misma del desarrollo de las fuerzas productivas. De nuevo la mediatización central del control primario es una necesidad de la efectividad de este control.

Pero de nuevo esta mediatización central no implica la entrega del poder a técnicos que entienden estas cuestiones. Sin duda la selección de las técnicas adecuadas y la determinación de un sistema de precios lo más ajustado posible a la condición del pleno empleo es un problema altamente complicado. Pero igualmente el criterio de control sigue sien­do fácil y, por tanto, accesible al movimiento de masas: el criterio es si hay o no empleo para todos. Este criterio no debe olvidarse por la auto- mistificación de los economistas tecnócratas. Un ingeniero de caminos es un buen ingeniero solamente en el grado en que sabe cómo se cons­truyen caminos. Igualmente un economista es un buen economista so­lamente en el grado en que sabe indicar posibilidades efectivas del pleno empleo para todos, en circunstancias de una alta igualdad de ingresos. Jamás es un buen economista por la razón de que sabe expli­car bien, porque el pleno empleo es imposible y porque la distribución de ingresos tiene que ser altamente desigual. Economistas de este tipo hay muchísimos y también en Chile, pero según la razón indicada son solamente economistas que saben argumentaciones sofisticadas.

Según lo indicado, el control primario sobre la economía solamente puede hacerse eficiente si se mediatiza por una planificación centrali­zada. A la planificación centralizada corresponde un control político de las masas organizadas que presione para que esta planificación se rea­lice para completar —y no para contrarrestar— e¿ control primario. Sin embargo, de la mediatización por el plan central emanan de nuevo formas de control primario, que tienen que ser tomadas por las mismas masas. Se trata aquí de los controles primarios que utilizan indicadores mercantiles. Pero los usan en contra de determinadas conductas mer­cantiles, en favor de conductas antimercantiles que no pueden sino orientarse en indicadores mercantiles. La conducta mercantil por exce­lencia es la maximización de las ganancias sobre la base de indica­dores mercantiles, que son precios. La conducta antimercantil basada sobre el control primario se refiere al control de precios y de la relación costos/precios en la economía. Este control tiene dos caras:

1. El control fuera de las unidades de producción por parte de consumidores en los mercados de los bienes finales. La planificación estipula precios adecuados cuyo control central es prácticamente impo­sible o exigiría una inflación burocrática tal, que no es deseable. Este control ahora corresponde típicamente a las masas organizadas y se desarrolla como una función descentralizada. (Las JAP, p. ej.).

2. El control dentro de las unidades de producción, que tiene que vigilar sobre la relación considerada racional entre costos y precios. Este control ciertamente tiene una importancia mayor en empresas pri­vadas, frente a las cuales, para una planificación central, la determi­nación de precios adecuados es extremadamente difícil por la falta de información, y donde la vigilancia interna es elemento importante del control de la especulación. Es un control antimercantil en el sentido de que maximización de las ganancias por parte del empresario lo conduce a preferir repartir con sus obreros sus posibles sobreganancias, a una política de precios controlados. Pero este control tiene que efec­tuarse también en el interior de las empresas de propiedad social para asegurar información real de la capacidad de producir, las provisiones, etc. (juntas de vigilancia, p. ej.).

Solamente en este sentido se puede pensar en una posible solución del problema de la descentralización de las decisiones en la economía. En el fondo se deriva de los análisis anteriores que la descentralización

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a través de las relaciones mercantiles es sumamente engañosa. No en­trega a las masas la real posibilidad de decidir sobre el producto econó­mico según sus intereses; sólo les entrega una falsa participación en estructuras, que intrínsecamente dirigen la producción económica hacia los intereses de las minorías que, de hecho, aprovechan del producto por sus ingresos altos. Existe una participación falsa, que permite a las masas elegir a las personas que integrarán tal élite privilegiada, mientras se trata de construir una sociedad sin tal élite.

Y por esta razón —y solamente por ésta—, la planificación central en términos físicos es parte integrante de una descentralización efec­tiva del poder. Nadie niega que una planificación central puede también caer en las manos de élites privilegiadas. Pero por eso no deja de ser el instrumento necesario para la orientación de la economía en función de los intereses de las masas. Lo que la convierte en un instrumento tal, es su vinculación con el control primario y directo por parte de los productores.

Por tanto, en cierto sentido la cuestión no es entre empresa auto- gestionada y empresa planificada. Lo es solamente en el grado en que autogestión significa la legitimación de la orientación predominante de las empresas por indicadores de la ganancia. En este caso el control primario de los productos se excluye, y ellos actúan como capitalistas colectivos, y la planificación se ejerce por palancas financieras. En el otro caso de la planificación en términos físicos, en cambio, el grado de la autonomía de la empresa se determina por el grado de la posi­bilidad de ejercer un control primario sobre el producto y la planifi­cación central es el apoyo indispensable a estas empresas para que el control por los productores pueda ser efectivo en relación a toda la pro­ducción económica. Ella es subsidiaria en referencia al control pri­mario de los productores y no a la ganancia monetaria de la empresa. En este sentido, por supuesto, se trata de descentralizar lo más posible, asegurando, a la vez, que tal descentralización signifique el ejercicio del control primario y no el aprovechamiento de poderes de grupos mi­noritarios en función de sus intereses particulares. Sin embargo, jamás pueden ser los planificadores los que controlen en última instancia esta orientación de las entidades descentralizadas según el interés de las masas. Esta función la puede ejercer solamente una organización de las propias masas, que controle a los mismos planificadores. Sin em­bargo, tal control va más allá de lo puramente económico en el sentido más bien estrecho. Se transforma en seguida en una tarea política y surge la necesidad de establecer un poder político capaz de imponer a los mismos planificadores este papel subsidiario en relación al control primario de las masas o —en otras palabras— transformar una tecno­cracia en técnicos al servicio del interés de las masas.

Sin embargo, ya se trata de problemas que en el contexto de este trabajo no se van a tratar. Tenemos que satisfacernos con anunciarlos.

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Salvación y sabiduría del hombre común: la teología del Reader's DigestA r ie l D o r f m a n

Profesor de Literatura Española e Hispanoamericana en el Departamento de Español de la Universidad de Chile

“ Cuando iba de patrulla en Vietnam, un soldado vio una gran cobra que se deslizaba por el sendero delante de él. Excesivamente miedoso de las culebras, mi amigo le disparó un tiro, revelando así nuestra posición al enemigo. Cuando el jefe de la patrulla le preguntó si no se le había ocurrido otra solución, él contestó vacilante: ‘Sí, mi coronel. . . , pero creí que no teníamos tiempo para pedir un ataque aéreo’. ” (Extraído de “ Humorismo Militar” , Selecciones del Reader’s Digest, mayo 1971).

“La opinión pública sabrá ju z g a r .. .” (Opinión del ciudadano Eduardo Frei Montalva, seguramente en uno de sus discursos públicos o en alguna conversación privada).

“Cierto hombre de ciencia, que hace muchos experimentos con ratas blancas, dice que a menudo se pregunta si no habrá alguna especie superior de aquellas ratas que nos esté usando a nosotros con igual propósito.” (Extraído de “ Ideas Geniales” , Selecciones del Reader’s Digest, mayo 1971).

Lo sabe todo el mundo.No resulta una novedad constatar que Selecciones del Reader’s

Digest1 es abiertamente reaccionario. Es proverbial su defensa del mo­do de vida occidental, cristiano, anglo-sajón, capitalista y norteameri­cano. En el número de mayo de 19712 (Tomo LXI, N9 366), que nos servirá durante el transcurso de nuestro examen como muestra proto- típica para una ejemplificación constante, hay, por lo menos, tres artículos que sin disimulo atacan el comunismo y los países socialistas (“Angela Davis o la forja de un mártir” , “Macao, Ciudad de Oro y Mis­terio” , “El Gran Circo de Moscú” ), y aseveraciones parecidas, pero más breves, se hallan desparramadas de contrabando en varias otras sec­ciones. Si el Reader’s sólo consistiera en esto, no pasaría de ser un burdo propagandista del sistema yanqui, y desnudarlo sería bastante fácil. Tal es así que muchas veces, al fijarse en los contenidos políticos explícitos, el ropaje más visible, se ha desatendido algo más importante:

1 Este trabajo surgió a raíz de un análisis preliminar que se hizo para el programa de televisión “Importa” , que realizaba el Departamento de Español de la Universidad de Chile en el Canal 9 durante 1971. Ilustrado el texto del Reader’s por dibujos de Oski, se comentaron uno por uno los artículos de la revista, y se introdujo el punto de vista del lector por medio de títeres. Agradezco la ayuda de Manuel Jofré Berríos, sin la cual este trabajo habría sido imposible.

2 Nuestra muestra es del año 1971 entero: doce números. Sin embargo, en vez de analizar la tota­lidad o desparramar los ejemplos más típicos, pensamos que lo más adecuado sería mostrar cómo —*n un solo número— se dan todas las características estructurales de las demás. En realidad, cual­quier número hubiera servido.

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la manera en que la revista concibe el proceso de la comunicación misma, la estructura que ha adoptado para derrotar, y aprovechar, una serie de contradicciones generadas en el mundo del siglo XX.

En efecto, el Reader’s nace para entregar cierto tipo de información a un lector que carece de ella y que no la puede ingerir en otros medios masivos de comunicación. Este receptor siente, por razones que exami­naremos más adelante, la necesidad de dominar, sin ser especialista, sin tragarse libros ni revistas, sin crearse grandes rompecabezas, algu­nas porciones del conocimiento que le parecen indispensables. Usando el Reader’s como puente-colador, el lector recibe “ lo mejor de libros y revistas” , en “condensaciones de artículos de interés permanente, colec­cionadas en folleto.” Es decir, el Reader’s selecciona (lo que no es de extrañar, si tomamos en cuenta su título), distingue, entre miles y miles de publicaciones, aquellas que desbordan lo pasajero, lo mera­mente novedoso, para poder permanecer en la mente (y en los anaque­les) del comprador. Lo digno de mayor consideración, de ser estatua en la mente de cada cual, museo interior, se diferencia de lo que será olvidado mañana. Un manual turístico para la geografía de la igno­rancia.

Por eso es un folleto. Más que una revista, porque, si bien conserva su servicio modernizador, su estar-al-día, puede guardarse para con­sulta incesante. Menos que un libro porque, si bien puede habitar una biblioteca, no ahuyenta al adquirente con un aspecto voluminoso, adusto o académico. Con las ventajas de uno y otro: el término medio comu­nicativo exacto para desempeñar la función. Este equilibrio, una ca­racterística que el Reader’s reproduce en otras configuraciones suyas, garantiza que la revista se constituya en un recinto alejado tanto de la intelectualidad estéril de la élite como de los productos residuales de la sociedad de consumo. Su forma-to denuncia la hibridez dentro de la cual sale a luz, los reinos que quiere conciliar: es magazine o es libro, y ninguno de los dos, y ambos, según el punto de vista que se adopte, las conveniencias del lector, la encrucijada precisa donde lo periodístico y lo culto se mezclan, donde novedad y estabilidad, sensacionalismo y residencia, logran un amancebamiento pacífico.

Por eso, ese microcosmos, en cada entrega, se ocupa de todos los sectores que la realidad abre, acentuando la penúltima información proveniente de ese campo. Nos encontramos, antes de abrir el folleto, en su portada, con un revoltijo de temas de la más variada índole. Es una realidad fragmentada, que reproduce la división del mundo en parcelas que el lector ha legitimado ya en su experiencia cotidiana. Cada área aparece claramente delimitada y aparte de las otras, sepa­rada de una posible cohesión globalizadora. La aparente autonomía de los diversos trozos refuerza subterráneamente la imagen que el lector se ha formado de sus propias potencialidades cognoscitivas en un mundo donde todo cambia con tanta fiebre, donde la especialización ha llegado a fronteras traumáticas, donde nada parece adquirir cohe­rencia o integración.

Claro que este aislamiento asfixiante no aparece como tal. Por el contrario, permite que el Reader’s, a la vez que entregue la impresión de pluralismo (que no pasa de ser temático y jamás invita a una po­lémica en que diferentes posiciones verdaderamente se enfrenten), ofrezca al lector la totalidad por acumulación, breve, entretenida, asi­milable. Nada está fuera de ese minimundo: geografía, biografías, his­toria, medicina, política, anécdotas, arquitectura, arte, problemas del mundo actual, relaciones familiares, los últimos adelantos tecnológicos, botánica, consejos, dietética, test, chistes, religión, secciones que, por lo demás, se repiten monótonamente (cambiando de contenido para atraer) de mes en mes. Simulando la ficción de que está atiborrado de informaciones, el folleto puede al mismo tiempo abordar cada sección

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sin relacionarla con los compartimentos laterales; puede enunciar los problemas ahí descritos como absolutamente particulares y las ense­ñanzas extraídas como desgajadas de toda ligazón cualitativa con aque­llo que se ha aprendido en el resto de la revista.

En virtud de que la fuente escrita, anterior, de cada porción es un libro o un ensayo especializado, resulta ser el origen mismo lo que viene a justificar esta parcialidad en la cognición. Al lector se le auto­riza el espíritu con tal de que acepte antes la atomización contundente de ese conocimiento en espacios y líneas demarcatorias previamente establecidas por la sociedad, las santificadas e incontaminadas reser­vas del saber en que una clase social ha dispuesto y organizado el mundo. Es decir, el Reader’s utiliza la división que impuso la burguesía, técni­camente inevitable, del trabajo intelectual (y material), necesaria pa­ra el desarrollo económico y el dominio de la naturaleza, para validar a posteriori la subdivisión de la cabeza de los que quisieran aproximarse a ese conocimiento. La verdad en píldOras, en bolsillos, en roperos, en compartimentos inmaculados, consecuencia infernal de un sistema eco­nómico que aísla al hombre de la totalidad y enajena su humanidad, para el Reader’s se convierte en precondición incuestionable para llegar a conocer auténticamente. Sólo la suma caótica de elementos disgre­gados puede asegurar al individuo su iluminación reveladora. Claro que este método es posible porque, por debajo de variaciones temáticas, di­ferencias meramente anecdóticas, se vive una unidad estructural pro­funda. Cada trozo “seleccionado” no puede sino repetir el mismo len­guaje, procedimiento, técnica, sistema y tesis ideológicas, que los otros componentes. Se reitera cíclicamente en las islas aparentemente inde­pendientes una misma bandera, clima, geología.

Pero hay otros motivos. Como buena parte de los artículos en­frenta algún problema que ha hecho crisis en la sociedad contemporá­nea, por ejemplo, armamentismo, hambre, drogas, delincuencia urbana, contaminación atmosférica, conflicto generacional, subdesarrollo cró­nico, convivencia comunitaria, etc., al separar un tema de otro se le dificulta al lector intuir de qué manera todas estas contradicciones na­cen de un mismo y único sistema, y cómo cada fragmento que se ha deseado arrinconar no es sino un síntoma de una crisis considerable­mente más grave y generalizada. El Reader’s, además, al poder derrotar cada situación angustiante aparte de las discordancias paralelas que pueden advertirse en las demás, logra una transformación milagrosa, agorera. No se presenta el problema para indagar en sus causas o desentrañar sus orígenes, sino que, muy por el contrario, se nos pone frente a los ojos la manera en que en algún lugar modelo y con la inspiración de un ciudadano ejemplar, ese problema se halla en vías de solución. Así, lo que interesa no es saber más acerca de las drogas y las razones por las cuáles éstas proliferan, especialmente en USA y Europa, para poder efectivamente colocar el dilema en su justa ubi­cación. Lo que interesa es ejemplificar la solución individual, imitable por todos, a esa incertidumbre. No hay tal contradicción generada por un sistema; ni siquiera habría un sistema. Sólo hay casos que algunos han sabido enfrentar exitosamente, y que otros podrán resolver con simétrica dedicación y por idénticas vías, siempre que lean Selecciones. A este procedimiento, al que volveremos pronto, ya que constituye el núcleo de la estrategia del Reader’s, se agrega el hecho de que toda otra alternativa está eliminada y que cualquiera situación positiva que pue­da interrogarse en esas disyuntivas se debe a lo que ellas tomaron pres­tado del sistema que propugna el Reader’s.

Estas soluciones fracturadas pueden observarse en la mayoría de los artículos del número de mayo de 1971. En “Se nos mueren los océanos” , dedicado al problema de la polución y los modos de comba­tirla. O en el abismo del hambre resuelto: “Revolución en la agricul­

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tura, promesa de abundancia” . O la congestión en las carreteras y los accidentes: “Cuando se juntan el alcohol y el volante” . O al enfrentar el problema de los accidentes laborales: Riku Ruopsa (“La Prueba de Fuego de Riku Ruopsa” ) supera el accidente mediante su garra y em­puje, que cada cual debe tomar como arquetipo. O en la lucha contra el crimen (“Sherlock Holmes vuelve a vivir” ) . Pero donde llega al colmo es en dos ensayos diferentes (“Tranquilidad sin tranquilizantes” y “Saque provecho de las preocupaciones” ), que resumen la actitud del Reader’s frente a algo más que perturbaciones psicológicas.

Todos sabemos que a cada momento estamos saltones, irritables, tensos, preocupados. En gran medida debido al conjunto de problemas que el Reader’s retrata separadamente en sus páginas como manifes­taciones inconexas. Lo que exige, sin embargo, es que olvidemos los pro­blemas, que no les prestemos atención. En vez de eliminar la causa, el foco infeccioso que es el mundo real, se ordena suprimir el resultado de ese mundo en el cuerpo humano, relajándonos. En vez de cambiar el mundo, se pide que nos tranquilicemos, adaptándonos cómodamente a las imperfecciones. Que el lector no indague, que siga con el Reader’s mejor. Y hasta se propone que la fuente de tensión misma es un bien (en el caso de que no se pueda desterrar), podrá ser el dínamo que nos dé energía. “Si conseguimos que las preocupaciones nos sean de provecho, en vez de dejarnos devorar por ellas, a la larga acabaremos teniendo menos inquietudes que nos estimulen en nuestras labores. Pero no nos preocupemos ahora por eso, que ya habrá tiempo de ha­cerlo.”

Estas explicaciones que el Reader’s se hace de las contradicciones del sistema, y que comparte con todos los órganos de expresión del imperialismo y de la burguesía, tampoco deberían sorprender a nadie. En realidad, aun cuando se enfrenta con sectores “desconocidos” , su­puestamente lejanos de la problemática contemporánea (o por lo me­nos de las molestias que estas situaciones ocasionan), viajes al trópico o al pasado, los últimos avances médicos (“Noticias del mundo de la medicina”, “ Van ganando la batalla a la leucemia” ), la explicación de fenómenos corporales (“Cómo nos adaptamos al frío” ), las realizacio­nes de algún famoso personero del arte (“Guiomar Novaes, poetisa del piano” ), problemas meramente técnicos (“El mundo fluido de los So- gréah” , “El prodigioso avión Mirage” ), etc., el Reader’s no consigue asombrarnos. Utiliza métodos muy conocidos, reducciones que han sido estudiadas reiteradamente y que en esencia son los mismos que Ro­lando Barthes examina en Mythologies.

Una muestra. Todo es exótico en este mundo. Es ese misterio lo que justifica el tono de guía turística y que disimula la trivialidad y monotonía de los descubrimientos, dignos de un parque de entretención. Lo anecdótico y accesorio divierten la atención del lector, mientras que las verdaderas razones, uniones o disimilitudes jamás son observadas. El psicologismo se repite hasta la saciedad, buscando el origen de los fenómenos en exacerbaciones caracterológicas. Hay un moralismo ma- niqueísta como única forma de dramatizar el mundo o explicarse sus conflictos. Se tiende a un optimismo sano, seguro de sí mismo. Se to­man en cuenta sólo las opiniones que consolidan el punto de partida inicial.

Hasta aquí, en realidad, casi no se justificaría este análisis, ya que todo lo expuesto es comprobable en otras formas comunicativas. ¿Para qué repetirse?

Hay, no obstante, algo esencial al Reader’s y que, si bien se nu- clea en otros medios masivos, jamás con la intensidad, centralización y preeminencia que aquí, índice de que habría algo más que un calco de una estructura que se haya investigado anteriormente. Se trata de

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la “ experiencia personal” como ombligo en torno al cual orbitan las demás coordenadas.

La presencia del individuo cotidiano y sus experiencias que no pue­den ponerse en duda o desmentirse, es abrumadora en la revista. Em­pezando por la infaltable y cuasiarquetípica sección “Mi personaje inol­vidable” ; en los dos o tres artículos por número donde se narra algún evento especial que le acaeció a un ser común y corriente; en las in­numerables ocasiones en que, sin abandonar un tono coloquial, de lige­reza y familiaridad, algún “personaje importante” nos cuenta la forma en que le sucedieron hechos sencillos; o cuando el cuerpo humano mismo se hace apéndice de la personalidad rutinaria de un ser estadístico (“Yo soy la gónada de Juan” , “Yo soy la oreja de Juan” , que no apare­cen en el número de mayo que hemos tomado como ejem plo); en los chistes y las “ citas citables” ; en todas estas partes, se diviniza el receta­rio del sentido común, de la percepción común, la simetría del denomi­nador común.

A esto se debe agregar el hecho de que en cada condensación, por separada, trátese del tema que sea, el énfasis se coloca en los individuos que llevan a cabo la proeza. Como muestra, “Lerici y los etruscos” . Importa el descubridor: cuánto gastó, cuánto ganó con la empresa, qué obstáculos tuvo que superar. En el museo muerto de los etruscos, en el lápiz labial de las etruscas, destacan las pisadas de Lerici. Lo mismo su­cede con lo médico, con los aviones, con la agricultura, con el crimen. Hasta los seres “superiores” , fuentes de noticias, se hacen normales y comprensibles, y cualquier lector puede sentirse cómodo en su pre­sencia. La trayectoria biográfica del descubridor importa más que el descubrimiento mismo. Se suaviza de esta manera la lejanía de esa fi­gura protagónica, ya que si bien es imposible que todos realicen exacta­mente esa “hazaña” , todos alcanzarán a imitar al héroe en su evolución moral, su garra, su espíritu competitivo y caritativo, su superación, plagiarlo en todo aquello que lo autorizó a subir hacia el éxito.

Como veremos posteriormente, al tratar la teoría optimista de Se­lecciones, eso significa que el gigante que ha llevado a cabo la odisea merece el transcurso y el premio, debido justamente a que en su vida diaria es un hombre como cualquier otro, que ha cumplido con las leyes éticas del universo, cuya recompensa es la fama, la fortuna, el conocimiento. En todo caso, esta técnica consiente que la personalidad del “ inolvidable” (chico o grande) sea mucho más significativa que sus acciones, que los avances que ha facultado. Al lector casi no le quedan en la cabeza los datos científicos, geográficos, históricos; se entera muy superficialmente (reforzándosele, de todas maneras, la no­ción de que todo se podrá superar por medio de la tecnología, la mo­dernización que salva cualquier mal). El hecho de que un Mirage “en sólo tres minutos puede ascender a 11.000 metros y alcanzar una velo­cidad de Mach 2,2, o sea, más del doble de la del sonido”, dato inútil por lo demás, gira y complace la figura de Marcel Dassault y su evo­lución personal.

Lo que de seguro está grabado para el lector es la ejemplaridad del caso humano expuesto. La información científica, consecuencia de una vida dedicada al bien y al servicio del prójimo y coronada por el éxito, se utilizará para lo que vale, chismografía, sobremesa, decoración. El lector no tiene por qué entender en realidad en qué consiste el avance científico o la novedad, en vista de que está reconfortado por el mo­delo humano que llevó a cabo este paso adelante. La repetición de la vida simbólica e insigne del personaje central del Reader’s en la rutina cotidiana del lector, no sólo actúa como garantía de que las novedades descubiertas también lo beneficiarán a él, sino que tienden a reducir todo a su propia experiencia, traducir cada hecho desconocido a términos confidenciales.

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Y por eso, queda licenciado en su valer. Aun aquella persona más alejada de esa situación pasiva de lector, alguien justamente- activo y señero, puede categorizarse como espejo de un comportamiento emu- latorio para todos los hombres. El hecho de ser precisamente un “hom­bre común” es lo que, aunque parezca paradojal, ha permitido a ese hombre “ fuera de lo común” surgir. Razón por la cual los lectores intu­yen que el Reader’s es su hogar y mandan sus colaboraciones, chistes, experiencias, anécdotas. Todo está adelgazado hasta el yo; yo hice esto, yo lo conocí, yo estuve en tal lugar. Y cada ego comparte geométrica­mente las mismas preconcepciones y posibilidades, cada ser humano se hace común (y comunicativo) en la potencialidad de que su pequeña y transitoria existencia puede universaMzarse en las páginas millonarias del Reader’s.

Así, la revista impone la creencia de que cada uno debe tener con­fianza en su propia experiencia, en eso irreductible que es su buen- entender, te lo digo yo, a mí, a mí me vienes a discutir, pero si yo he vivido mucho, tengo muchas experiencias acumuladas, y cuya ve­racidad nadie podría poner en duda. Claro que se olvida detallar que esas experiencias a que debemos dar crédito, esa moralidad que es nues­tro apoderado, no son naturales, ni ingresan al dominio de la universa­lidad que se objetiviza más allá de la historia, sino que, a su vez, tienen un origen social. El Reader’s adula el “ ti mismo” , tú sabes, tu sentido común, la opinión pública, el hombre de la calle, Julito Martínez, el Padre Hasbún, lo que todos sabemos, lo que nadie en su sano juicio discutiría, todo esto, para que se nos olvide que esa “orientación perso­nal” es un producto. Frente a cualquier problema o cambio, habría que adoptar, por ende, las soluciones que hemos retransmitido desde el pa­sado (notemos la curiosa coincidencia con Descartes), las que están va­lidadas por la tradición. Si sirvieron a tus abuelos, para ti también. Lo que supone un fondo (un fardo) eterno de sabiduría que ha ayudado a todos los hombres ahistóricamente (y en los artículos de arqueología, antropología, historia, se reincide en esta visión, acentuando la identi­dad “común” que el tiempo no ha podido manchar) y que estará siempre ahí, y que es el Reader’s, naturalmente, el depositario y legítimo here­dero de estos “conocimientos en conserva” . Cada personaje que se dra­matiza en el Reader’s, por excepcional que sea, y siempre que lo con­sienta su bondad, puede ser reducido a la misma experiencia común e individual de cada lector. A su vez, cada lector, por molido que esté en el engranaje y la rueda del día-a-día, siempre podrá leer su sem­blanza (casi) biográfica en la revista. El equilibrio entre el protago­nista de la historia y el coro espectador que lo observa descansa en el sube-y-baja de la práctica establecida que ha sido universalmente apro­bada.

Pero esta comitiva del lector dentro de la revista, su invasión ex­tendida, sea por medio de seres representativos, corrientes como él mismo, sea por medio de la traducción de otras personalidades a un idéntico término medio satisfactorio, debe examinarse como índice de una estructura más profunda. Porque ese “hombre común” no sólo es punto de partida y transcurso, sino que también meta. Partiendo del hecho de que ese lector necesita informarse, de que desconoce algo que es esencial para su supervivencia en un mundo renovante y ajeno, el Reader’s entrega, junto con las parcelas científicas, la tranquilidad. Todo es descifrable para ese hombre común; todo puede ubicarse en sus anteojos (anteojeras). Son “selecciones” , muchas de ellas vueltas a re­dactar por “ expertos” en un lenguaje coloquial y alegre. Por medio del Reader’s, el lector puede informarse de todo, pero sin perder su con­dición de “hombre común” . Acumula conocimientos, pero lo hace de una manera tan particular que no permuta su ser, eso irreductible que es su práctica cotidiana, sacrosanta perspectiva que lo confirma en su

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regularidad. El conocimiento no transforma al lector; por el contrario, mientras más lee el Reader’s, menos necesita cambiarse a sí mismo. La fragmentación vuelve a cumplir aquí su rol primordial: no sólo dentro de cada folleto, sino que las ediciones sucesivas mismas tampoco su­ponen conocimientos previos. Entre mes y mes, el lector debe purifi­carse, sufrir una amnesia, enlatar el conocimiento adquirido en otro lugar para que no interfiera en el inocente placer de consumir más, nuevamente. Lo que se aprendió sobre los romanos no sirve para los etruscos. Hawaii no tiene nada que ver con la Polinesia. La fácil eru­dición se posee para los efectos aquietadores de la “ cultura general” y la “renovación informativa” , para el intercambio de banalidades: sirve en cuanto pueda ser digerido anecdóticamente, pero se le ha limpiado su posibilidad de pecado original, la tentación de generar verdad o movimiento (cambio).

El Reader’s es un estómago que digiere sin tener que evacuar. Mi­lagrosamente desaparecen los conocimientos cuando amenazan pasar al intestino, dando muestras de descomposición o crecimiento. Digest. Digerir. Digestión. Puede usted masticar de todo, y en cualquiera can­tidad, sin sufrir calambres o harturas. ¿Para qué hacer esfuerzos? ¿Para qué sufrir las consecuencias? El futuro, el mundo, le pertenecen, porque las incógnitas no son tales. Se consolida al hombre común en su mitología y su representación colectiva: el universo, conveniente­mente segmentado, ya no es un misterio.

Estas características no son casuales. Obedecen al sistema econó­mico y social dentro del cual nace Selecciones, la sociedad capitalista norteamericana y el tipo de hombre que la sufre. A este hombre se le ofrece un mundo de oportunidades supuestamente infinitas. Tal es así que “mi personaje inolvidable” (en el Reader’s de mayo, como siem­pre), explícita esta filosofía para su hijo. “No tenía medios para en­viarme al colegio universitario, así que ese problema estaba resuelto para él. Nunca se justificó por ello, ni mencionó el asunto. Pero, en cierto sentido, me ‘envió’ al colegio en fin de cuentas. Una tarde, cuan­do yo tenía unos 16 años, estábamos en el césped de delante de casa. Era un hermoso día. ‘Hijo mío’, me dijo, ‘mira hasta donde alcance tu vista. Es un gran mundo, y es todo tuyo. Lo único que tienes que hacer es lanzarte hacia él y tomarlo.’ ” Es el mito optimista de Norteamérica y la igualdad de todos para vencer en ese horizonte mágico. Claro que de hecho el capitalismo convierte a cada hombre en una pequeña tuerca, compitiendo enloquecidamente con los demás para poder subsistir, soli­tario, desconfiado, dentro del cajón de su pequeño oficio, experto en rincones. A ese hombre se le ofrece todo, pero se le “ cumple” poco. Muchas llaves para una sola puerta, siempre la misma puerta.

El Reader’s viene a “materializar” los sueños de estos hombres: recrea compensatoriamente el homo universalis que la cultura burguesa elevó a mito desde el Renacimiento adelante3. La revista logra en su lectura lo que la sociedad no puede lograr en la realidad. Por un ins­tante burbujeante, fantástico, cada uno se convierte en sabelotodo, sin que el conocimiento tenga que modificarlo, sin que su empleo afecte la conducta o la práctica. El lector puede dominar el universo sector por sector, mes por mes, escalando peldaño a peldaño, avanzando sin cam­biar de lugar, como un ascensor al cual en vez de subir se le fuera cambiando el ilusorio paisaje de cartón. El hombre separado y fraccio­nado sigue siendo un ser solitario (con sus predios de sabiduría igual­mente solitarios), pero se representa a sí mismo como integrado, en comunión con una totalidad acumulativa (y comulgando con los otros lectores).

3 Véanse las ideas de Panofsky sobre “ compartamentalización” en el Renacimiento.

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No sólo en cada artículo sectorializado, por lo tanto, se minimizar, y explican (y solucionan) falsamente los problemas suscitados por la sociedad contemporánea, sino que el concepto estructural de la c :- municación que hay detrás del Reader’s hace exactamente lo mismo coi­la angustia del hombre contemporáneo (en especial del norteameri­cano) . Este tipo de revista es, en efecto, la conciliación en el terrer.: de las ideas de contradicciones insalvables en la realidad: la tensión entre infinitas posibilidades de desarrollo prometidas, y la limitad: r. real y mediocre de cada situación. Entre la supuesta democracia de oportunidades para ser y conocer, y el encierro y aislamiento que se vive cada día.

Por otra parte, el Reader’s satisface de esta manera tan específica otra necesidad: la del consumo. Todo producto industrial, dentro del sistema renovable de objetos en nuestro siglo XX, estimula al com­prador para que se consuma un objeto que es siempre el mismo bajo la apariencia de ser otro. Esto vale no sólo para la revista como objeto, mes a mes, folleto y folleto, sino que para el conocimiento mismo que propicia. El hombre contemporáneo vive estimulado por la novedad, inci­tado por el sensacionalismo a buscar lo inédito, lo que rompa con el molde normativo, siempre que lo pueda ingerir bajo la forma de lo reiterado y tranquilizador. Pero hay otra razón que potencia al Reader’s : para los habitantes del capitalismo son las ideas las que generan las diferencias entre los hombres, permiten el progreso y explican el éxito y, por lo tanto, es fundamental saber más que el otro para ganar y do­blegar. Hay que producir y consumir más ideas por minuto, combusti­ble eficaz para llegar más lejos. Por medio del Reader’s pueden cum­plirse estos afanes sin alterar el armazón del mundo o la relación tan­gencial con lo docto. Todas esas apetencias son inevitables si se desea que el sistema funcione. (Por ¡ejempilo, es imprescindible que haya novedades, que los hombres quieran consumir, que consideren que las ideas hacen la riqueza, que superarse es conocer más, porque si no el capitalismo abandona los fundamentos ideológicos que acompañan y enuncian mentalmente su dominio económico). Pero-tampoco es po­sible que la clase dominante complazca de verdad estos deseos, cuya realización está justamente limitada por el sistema económico mismo que los estimula. De este choque nace el Reader’s.

Hay que acentuar la circunstancia de que el derecho y obsesión por conocer —y que se proclama teóricamente como patrimonio de toda la población— no es contingente: ha sido internalizada en el sistema sanguíneo de la sociedad capitalista desde sus orígenes. Incluso po­demos rastrear el mito de la búsqueda del infinito (la leyenda fáustica), y las contradicciones reales de los hombres frente a ella, a lo largo de la literatura post-renacentista. (Es interesante observar que ya en sus comienzos el conocimiento se dividió para la burguesía en dos corrien­tes violentamente opuestas, según se trata de la continuación de la tendencia humanista, racional, armónica, científica, o bien de una ten­dencia que H. Hayden4 llama antinaturalista, contrarrenacentista, de­moníaca, de genialidad atormentada. El conocimiento como progreso y como maldición ya trasuntaba en esa época las contradicciones, más agudamente percibidas en el siglo XVII que ahora, del sistema, la des­confianza y la excesiva fe en la ciencia, sin duda exacerbadas por una lucha ambigua contra el contexto interpretativo feudal y dentro de é l).

En todo caso, la divinización del descubrimiento científico del mun­do era necesaria para dominar racional y técnicamente la naturaleza y para movilizar la inventiva, el individualismo, la experimentación y la observación, la aplicación práctica, etc., y poder así construir, con medios materiales y humanos, el mundo comercial e industrial. Y cons­

4 Hyram Hayden, The Coimter-Renaissance, Grove Press, New York, 1964.

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tituía, asimismo, un instrumento en la autodefinición inconsciente frente a la ideología feudal dominante y su visión estática del mundo. En esa época surgen las grandes teorías educacionales de los humanis­tas, que contemplan ya el uso —arriscando un tantico la nariz de tanto acercarse al vox populi— de la imprenta (primer gran medio masivo de comunicación) al servicio de sus ideales. Porque al irse corroyendo los vínculos precapitalistas, al liberar la interpretación de la gente junto con desamarrar sus trabas económicas, se le debía ir dando a esos seres (comienzos del proletariado) un cierto grado de conoci­miento (cada vez mayor, según las condiciones materiales lo fueran exigiendo) para que se explicara en términos “ libres” un mundo que antes había estado fijo y definitivo5. Sin embargo, el peligro de que las masas efectivamente se educaran nunca fue una verdadera alter­nativa: el conocimiento sigue siendo privilegio de la mayoría que sus­tenta el poder económico y político, la que puede orientar el aparato educativo y disponer de él. Naturalmente se continuaba agitando siem­pre la utopía de la burguesía: por medio del conocimiento os salvaréis.Y este conocimiento traería aparejado un progreso material sin par.

Pero a pesar de sus buenas intenciones, finalmente, en la sociedad de masas, la burguesía se encuentra frente a frente con su mito de la democracia de conocimientos (y oportunidades). La crisis que genera el capitalismo durante toda su existencia se agudiza en el mundo del siglo X X : ese cosmos tan perfecto está habitado cada día por más seres que tienen conciencia de su ignorancia y limitación. O deberían tener esa conciencia.

El Reader’s supera esa crisis (y cuando me refiero al Reader’s sin duda que incluyo tantas informaciones periodísticas, revistas, reporta­jes científicos) de una manera brillante: en ese pequeño mundo he­cho a base de lenguaje se lleva a cabo lo que en la realidad es inve- rificable, la conversión microcósmica de cada uno en experto universal, Aristóteles redivivo en el quiosko de la esquina. El conocimiento, punto neurálgico de la sociedad capitalista, por lo que promete y no cumple, por lo que construye y progresa ante los ojos atónitos y por lo que prohíbe y no distribuye, se transforma así en hada protectora, consuelo y varita mágica. De un dolor de cabeza se extrae el Mej oral.

La revista misma y la forma de su compra masiva reproducen a nivel de experiencia primaria esta noción de paridad de derechos para comprender la realidad. Todos tienen acceso al Reader’s, se vende ex- tendidamente, es barato si se toman en cuenta sus pretensiones enci­clopédicas. No hay discriminaciones en la ventajosa lectura del Reader’s: quien desee aprender puede acudir a esa escuela única y esa serie de textos sucesivos e idénticos entre sí, cambiante de tema y estático en su forma, formato y mensaje ideológico.

El lector, al comprar el Reader’s, confía en que está absorbiendo ese mínimo indispensable, la información que —ni más ni menos— le explicará los problemas que no entiende y las áreas de la realidad que ignora. Todo ha sido elegido en función de esa perspectiva común, es un servicio exclusivo, nivelador de secretos y hermetismos y dificul­tades, para que él pueda sentirse satisfecho y pronto enfrentar el nuevo mes si no con el conocimiento, por lo menos con la conclusión de que posee ese conocimiento.

Por eso es primordial que tenga fe en la revista, que sea “mía” (en vista de que sus propias experiencias las puede leer y reescribir desde los puntos de vista de “ mi personaje inolvidable” y el hombre común, participando como anecdótico narrador de su propia existen­cia) . Porque de esta manera se asegura que lo que ahí aparece es lo más importante y lo mejor, fruto de una selección consagratoria. Sen­

5 Véase en Para leer el Capital (Siglo XXI, 1969), las secciones de Balibar sobre el feudalismo.

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tirse privilegiados sin dejar de pertenecer a la masa. Como él, por de­finición (y por determinación social), no tiene cómo conocer directa­mente, sin intermediarios, la copiosa producción contemporánea en to­das las llanuras del conocimiento, el lector debe entregar voluntaria­mente su representación al editor del Reader’s : ese super-lector-común ha leído todo lo que se ha publicado (absolutamente todo, se supone, ya que la variedad de la que se extrae es tan inmensa, pese a que es bien sabido que el Reader’s manda a hacer artículos, publicándolos en di­ferentes revistas para poder después condensarlos) y, por último, la Re­vista en su conjunto representa la Mente Universal, la Divinidad que Co­noce todo y que, por lo tanto, puede reducir también cada inconsis­tencia a los términos que estime convenientes para su mejor captación. En esa summa (teológica) en que confían, en esa Mente Mítica, todo ha sido digerido, envasado, empaquetado. El Superestómago ha cono­cido previamente y otorgará la participación a sus consumidores en cuanto sea provechosa y decente 6.

Detrás del Reader’s, por ende, se anima un proyecto político deter­minado, que se ve en el tipo de comunicación que sugiere, en el tipo de relación lector-productor-vehículo. Es la representación democrá­tica burguesa misma, el Estado como garantía y objetivo vigilante, donde participar es consumir y participar en política es ser espectador de la radio, la televisión o los diarios, y depositar el voto cada cuántos años. El lector ha entregado al Reader’s su derecho a conocer por su cuenta, a investigar, ha deseado ser Representado por la Revista que Selecciona. Lo que, por lo demás, es una mera repetición normal de su experiencia cotidiana enajenada, e incluso reitera una cierta teolo­gía inscrita en las cosas por el sistema.

La Revista es un ser superior (pero tan cercano, tan familiar, tan de “nosotros” , tan amigo) que reconforta a los aislados fieles, los que deberán vivir ritualmente su lectura (y naturalmente su compra). El hábito, la adoración, la droga: entre lector y revista se ejercen en un dominio vertical que fundamenta el modo de comunicarse. En un uni­verso absurdo, el Reader’s asegura que el sentido común, asegura que la realidad y su tradición, verdaderamente existen. En un mundo donde la historia llama al cambio o a la incertidumbre, el Reader’s tranquiliza al lector con su propia naturaleza que no puede cuestionarse. En un universo sin Dios, el Reader’s . . . En una sociedad violenta, el Reader’s . . . En una . . . Reader’s nuestro, que estás en los quioscos, entre los diarios que saben menos, lejos de los libros que aparentan, pero son sólo polvo, gracias, gracias, sálvanos. . .

Cada explicación parcial fragmentada se reafirma circularmente con el paternalismo básico con que se inicia la lectura, la dirección unívocamente vertical del conocimiento, que es pasividad, pero nunca actividad; absorción, pero nunca praxis. La Revista conoce por él, vive por él, lo orienta y decide. Y como él está dentro de la revista, sus experiencias personales tienen un lugar preferencial, el hilo de con­fianza no se rompe nunca. Así puede suceder que, incluso quienes pue­dan tener discrepancias con las actitudes políticas de la revista, su burdo anticomunismo, pudieran gozar el resto de sus secciones (su­puestamente apolíticas).

El Reader’s actúa como barrera y colador frente al mundo hostil y tenso. Todo lo que no aparece en sus columnas carece, de antemano, de interés. Con eso, basta y sobra. La revista puede hablar a nombre del hombre común, porque ella es el hombre común mismo potenciado cuantitativamente. No sabe más en esencia que el más ignorante de sus lectores. Tiene simplemente más datos, más personal, más hombres co-

6 No puedo dejar de hacer aquí una alusión literaria: es como una parodia democrática de la infinita y aristocrática Biblioteca de Babel de que habla Jorge Luis Borges en Ficciones.

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muñes talentosos trabajando y centralizando información, pero no ha perdido su simplicidad, su tono cómodo y amigable, su buen humor, su prudente alegría. No se ha puesto académico, ni sofisticado, ni enrevesa su lenguaje, ni es incomprensible, ni utiliza un lenguaje especializado. Vieron. El conocimiento no tiene para qué hacer eso con los seres hu­manos. El Reader’s mismo demuestra que se puede conocer y seguir siendo la misma persona de siempre, que a pesar de su gargantuesca sabiduría no ha variado su línea. Demostración que se prueba al poder renovar incesantemente el contacto íntimo, inmediato, ser tan “buena gente” . Superior, pero igual. Inalterables el receptor y el emisor y un movimiento perpetuo y febril y circular entre ambos.

Esta democratización del saber por medio de la traducción al idio­ma del hombre común, cumple otras funciones. Al servir de puente entre la élite tecnológica y la gran mayoría que vive en espera de este avance, tanto como fuente noticiosa como para su bienestar personal, el Reader’s promulga una tesis implícita sobre la repartición del cono­cimiento en el mundo real. Tal como el Reader’s informa igualitaria­mente a sus lectores, así los efectos prácticos de este conocimiento —en el mundo real— se distribuyen también equitativamente, con la propia sabiduría y seguridad que utiliza la revista. Cada lector puede recomenzar su carrera hacia el éxito al renovársele la democracia del saber, al disponer, después de la lectura niveladora, de la base mínima irreductible y suficiente para seguir ganando o perdiendo en la batalla por la fama, el dinero, el cariño. Todos quedan al mismo nivel, todos saben lo mismo, han tenido idénticas oportunidades purificantes por medio de la lectura: lo que ocurra después dependerá del talento de cada cual, de las desigualdades naturales que no pueden sino justificar las desigualdades sociales. Lo que la sociedad ha aportado a cada uno desaparece, para que podamos todos competir, y cada cual demostrar su valer individual, su capacidad incuestionable, y después el Reader’s volverá a nivelar, etc. Porque el saber ya no sería privilegio, ni podría entenderse como consecuencia de la situación que se ocupa en una clase social.

No olvidemos que el Reader’s cobra sentido en un sistema donde se ha acentuado el hecho de que son los conocimientos (unidos a una conducta intachable) los que permiten avanzar y donde es inevitable propiciar la fraternidad en el campo del saber. Al desterrar la igno­rancia del lector, al garantizar el eterno retorno de la paridad en el punto de partida, el Reader’s le da derecho al comprador a seguir com­pitiendo, a no seguir atrás. Es útil para la vida. Mediante su medicina mágica, su vitamina gnoseológica, este folleto borra de una plumada las diferencias en la repartición del conocimiento. La verdadera estra­tificación, nacida de una jerarquización clasista más que de diferen­cias que tomaran en cuenta las efectivas capacidades, nacida de la necesidad de dominar las fuentes de la reproducción de ideas con que una clase social hegemónica funda y reconquista a diario su derecho a los medios de producción material, y que, además, se puede corre­lacionar con los países imperialistas y los subdesarrollados, la verdadera estratificación desaparece por obra del Reader’s. Después de navegar por su sueño reparador, cada lector amanece en pie de igualdad. El que está al lado no sabe más que él, y si sabe más, por definición ese conocimiento —al no haber sido seleccionado por el Reader’s— es su- perfluo.

Por eso es posible que el Reader’s, no sólo en sus mensajes mismos, en sus reportajes a la ciencia, sino en el modo de comunicarlos, su­giera que la repartición de la tecnología en sí es neutra y objetiva. Cada lector de la revista no sólo tiene el mismo acceso a la noticia y al consejo que los otros lectores, sino que en su vida el nuevo adelanto médico vendrá tan prontamente a una mujer que vive en el barrio

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Recoleta, aquí en Santiago (y que compra el Reader’s), como a una en Nueva York (que seguramente también compra el Reader’s, según el estrato social del que provenga). El dispendio generoso de la comuni­cación enfatiza idéntica disposición para la ciencia que se está comu­nicando. La burguesía siempre ha confiado en la palabra, en el brillo y la extensión de su verbo, en la posibilidad de que el modo en que comunica las cosas en el plano de las ideas garantiza el modo en que las cosas son.

Pero esta repartición impersonal, justa, más allá de las fronteras ideológicas, esconde en realidad una trampa. Porque la técnica sólo favorece, según el Reader’s, a aquellas personas que adoptan posiciones éticas determinadas. Los personajes que circulan dentro de sus páginas siempre tienen éxito, y esto se supone como consecuencia de su feliz descubrimiento y aplicación del conocimiento. Pero ese éxito es, ante todo, moral: queda supeditado a la bondad de los protagonistas, a su mérito. En una y otra ocasión, la revista enfoca el momento en que el conocimiento, y especialmente la última novedad tecnológica, viene a resolver los problemas planteados. Impresión de racionalidad, progreso, futuro, etc. Pero el Gran Editor sólo ha seleccionado aquellos episodios en que la ciencia interviene después de haberse establecido simultánea­mente la fianza de que los beneficiarios son de una moralidad inta­chable. Así la apariencia objetiva se disuelve: en cada ocasión se en­fatiza el hecho de que la persona sobre la cual se escribe merece aque­llo (por razones estrictamente irracionales) y subyace la seguridad ce que la distribución de los beneficios de esa ciencia se hará de acuerdo con los comportamientos éticos que cada individuo haya mostrado pre­via y predestinadamente. (Quien relacione esto con la ética protestan:? y el espíritu del capitalismo, estudiado por Weber, gana premio). Es obvio que quien no se adscriba a las normas valorativas y conductibles vigentes (ya que de esas se trata, ese el punto de vista al que se aco­plan los editores y los personajes mismos del Reader’s y también t r in ­camente ese lector común) no podrá recibir las consecuencias mágicas del avance tecnológico. La división moral del mundo es anterior a la repartija del botín de los conocimientos. Como un gran médico bru;D que sanciona, el Reader’s sabe que sus lectores se portarán bier.

Pero la repartición moral de que hablamos se reproduce en la es­tructura misma de la revista: hay varias secciones dedicadas a hablarle directamente al lector (“ ¿Tendrá su hijo trabas para aprender' terpretaciones y consejos, a veces redactados en forma de preg\ir_:a 7 respuesta (“Preguntas que todos se hacen acerca de la sexual; 11 : L donde se le entregan conocimientos que, sorprendentemente, a T e c e s pudieran ser de alguna utilidad. Pero el contexto dentro del cual el Reader’s entrega esa información ha sido prefijado por la re la o :- emisor-receptor y por las enseñanzas de los demás artículos. La Re­vista, depositaría de lo conocido y por conocer, dueña de entrega: : la información requerida, confía en cada lector y en su capacidad aplicar correctamente esa porción cognoscitiva que se le otorga desee las alturas de la cotidianeidad. Esos datos son absorbidos desde _ca perspectiva que el lector ya ha internalizado y que no cues: ; : : . 7 1 sabe cómo ha de comportarse si quiere que esa información le sarra de algo, tenga resultados. En efecto, al personalizar la interre^.:.: 1 :e la ciencia, o al hacer de cada viaje por la historia, la geogra:;:. .1 tic - logia o la astronomía una aventura individual o turística il ::cear todo siempre de anécdotas, esfuerzos, lágrimas y sonrisas :r.s:a-ra­neas personales”, se termina por irracionalizar lo cier.:i:i:: rcrrrir-tiéndolo en algo taumatúrgico, fruto de hechicerías. La cier.eia se acer­ca y se familiariza por medio de la experiencia individual ;e ~a:e comunicable, pero eso mismo aleja de la posibilidad de er.:e; :e:la de verdad: se refuerza la noción de impotencia que el hombre c : -

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ráneo tiene, pero al mismo tiempo se inocencia esta distancia y terror que podría angustiar al lector lo suficiente como para exigirle cuestio­nar el mundo y cuestionarse a sí mismo.

Es evidente que en el fondo, detrás de tanto progreso, novedad, ilustración, el Reader’s basa su dominio en un territorio moral previa­mente abonado. Los personajes protagónicos y los lectores pasivos co­mulgan en la misma común-idad. La justicia divina y el ojo editor del Reader’s se identifican. Dentro de este disco rayado, tal como la fi­gura central del artículo recibía, gracias a su individualismo, rectitud, capacidad de superación, los beneficios de la ciencia y del éxito, así el lector recibe los consejos y apropósitos de la revista, comprendiendo que de nada le servirán si no demuestra por medio de su conducta per­sonal (primera manifestación de esta conducta: comprar el Reader’s; segunda: sentarse a leerlo; tercera: comentarlo con un amigo) que es el destinatario legítimo de tanto bien pronosticable, y que la con­fianza que la revista ha depositado en él se verá justificada.

De ahí que el tono cotidiano y sentimental, los consejos lacrimosos, la tan mentada abuelita tal o cual, la comunicación calculada como una conversación directa con el lector en un cómodo sillón, la buena fe, es la condición substancial, emocional, para que la Revista pueda ser creída, tal como ocurre en los foros televisivos o en la propaganda electoral, o en las relaciones amorosas. Directo al corazón, y la razón viene sólita. Que el conocimiento deje de ser incomprensible y, por lo tanto, una amenaza, que se unte en azúcar y melodrama. Y, como siem­pre, se encontrarán secciones dentro de la revista que equivalen como mensaje a esta estructura total. En el que leemos como prototipo, “A mi hija al comprar su primer automóvil” y “ No soy supersticioso, pero . . . ”

Vemos así que el optimismo tan famoso del Reader’s, además de poder rastrearse supuestamente hasta la bonhomía e ingenuidad nor­teamericanas, alegre confianza en el futuro, luz en los momentos de mayores tinieblas, permite el contacto con el lector en términos pre­cisamente no-racionales, insta al lector a sentir que el Reader’s tiene fe en él, en ese yo y su experiencia y lectura personales.

La universalidad de la redención que subasta mensualmente (y que se traduce cuantitativamente en los idiomas en que se edita, similar a “El Atalaya” de los Testigos de Jehová), supone que el hombre es bá­sicamente bueno. Por eso, de ninguna manera es admisible que los ■pue­blos de los países socialistas participaron en una revolución, y que sus gobiernos los representen. En absoluto. Para el Reader’s la inmensa mayoría está aparte de ese proceso, y hay un reducido grupo de hom­bres malvados o meramente equivocados, que dirigen a los demás des­carriándolos. Lo mismo ocurre con los ateos o agnósticos. En el' artículo religioso de turno (“ ¿Dios o la casualidad?” ), el autor se apoya en los astronautas norteamericanos (“aquellos hombres pudieron haber ento­nado un elogio de sí mismos” , pero como “tres modernos Reyes Magos” recitaron uno tras otro el primer capítulo del Génesis) para autorizar su tesis y no contento con ello busca la tradición, el pasado, como prueba: “Cuando me veo arrastrado a las tinieblas, cuando me acosan dudas pasajeras, recurro a un pensamiento muy simple. Quizás alguien lo tilde de vano y aun de infantil, pero a mí me da muy buenos resul­tados” .

“Evoco las grandes mentes que en el curso de 20 siglos han creído en Jesús, mensajero de Dios. Con ellas ando en buena compañía. Y voy (y espero que también el lector) por la vida siguiendo una senda de esperanza.”

En estos párrafos podemos ver resumidas muchísimas caracterís­ticas que ya hemos distinguido, pero nos interesa destacar la normalidad de la creencia del autor, un hombre común como cualquier otro. Los

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y

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que disienten quedan fuera de la “buena compañía” , traicionan “ 20 siglos” , la “ simpleza” , lo “ infantil” , los astronautas, “ la senda de espe­ranza” , al lector y a la revista.

Lo mismo sucede cuando el Reader’s enfrenta a seres extravagan­tes que, abusando de la pureza y apertura del sistema norteamericano, pretenden romper la convivencia. Todo lo que sea revolucionario está ligado no sólo a la sombra y al demonio, sino a la anormalidad, al exotismo. Aquello es ajeno (y las connotaciones racistas no se hacen esperar) a la naturalidad del humano, a su especie biológica, al ré­gimen de vida que se ha dado con óptimos resultados( todos se han salvado y han entrado al reino de Dios) durante tantos milenios. •

, Resulta, por lo tanto, que hay dos tipos de seres que son diferentes del lector de la revista: aquellos que tratan de mordisquear al sistema político y cultural cristiano-occidental, y que desenmascaran sus in­tenciones nefastas al actuar de una manera extraña, misteriosa, rara, digna de una clínica psiquiátrica (o sumidos en la inescrutable orienta- lidad de su conducta); y aquellos que, establecidos en la excepcionalidad de su talento, trasuntan en su vida toda la vertebración ética que cualquier lector puede imitar y atraer a su propio entorno. La traduc­ción que hace el Reader’s de estos últimos al esquema de la cotidia- neidad, de la sencillez, de la “buena compañía” , licencia su éxito en la larga pelea por la popularidad y por el control final del mundo.

La intimidad con los destructores está negada de antemano. Esos parásitos son tan ajenos a la comprensión, tan negros en sus motiva­ciones, tan incalculables, tan errados en su conducta, tan estrafala­rias sus costumbres, que a nadie se le ocurriría sugerir que tienen razón. Además, los que eran como ellos en el pasado han sido olvidados, no han sido registrados por el gran Reader’s del siglo XX. Incluso cual­quiera cualidad que éstos demostraran se considera consecuencia de características “ occidentales” que todavía persisten. En “El Gran Circo de Moscú” lo bueno nace del genio, del individualismo, de la bondad, a pesar de los comisarios, de los látigos, de la vida gris y amurallada. (“A pesar de la cacareada sociedad sin clases de los rusos, en el Circo So­viético impera el sistema que se basa en las estrellas del arte” ) .

Y así se llega a la siguiente ecuación: perversidad moral igual in­comprensión y lejanía del lector. Son seres posesos, que tienen trato con potencias oscuras, exiliados del progreso racional y del Reader’s y de la vida de todos los días, y como no descubren nada, ¿cómo van a ser capaces de repartir algún beneficio o adelanto? Incluso en un Reader’s'1, donde se hablaba sobre Siberia, se mostraba a una gran ciudad científica como un éxito sólo porque estaba incontaminada, ais­lada del conjunto maléfico del resto de la sociedad, porque allá la com­petencia y los privilegios se permitían. Era casi una astilla “ occidental” en el mundo socialista. El Reader’s anticipa que el signo moral es lo que permite el discernimiento y, por lo tanto, el uso de la razón. Lo “ común” que tiene cada lector es más importante que la ignorancia particular que pudiera tener, y la derrota continuamente.

La ciencia queda subordinada a la bondad y ésta, junto con com­probarse en la vida corriente de cada hombre, se define como un re­chazo a todo cambio político, social o económico. Cuestionar el sistema,

7 Abril 1971: en “ El despertar de Siberia, tierra dormida” , se dicen cosas com o: “ hay en Yakutsk más automóviles particulares por habitante que en Leningrado o Kiev.” “ Se les ofrece una extensa variedad de incentivos y beneficios especiales.” Y sobre Akademgorodok, la ciudad de los genios científicos, qué no se dice: “ cuanto más se aleja uno del Kremlin, más libres y cordiales se mues- tra (n ) la mayoría de los soviéticos.” , o “ en esa ciudad de la ciencia, tan apartada de la burocracia propia de la vida soviética, tan inflamada de libertad de pensamiento y expresión, es fácil olvidar los problemas que atormentan a Siberia y pensar únicamente en la magnífica promesa que encierra.” Por eso, cuando se sugiere que “ el futuro de Rusia surgirá de Siberia” , frase de Lomonosov que veía el desarrollo de recursos naturales como lo esencial, el Reader’ s hace que el lector interprete esa frase como augurio de que habrá una norteamericanización de la Unión Soviética, que es la única solución. Pero se podrían hacer análisis similares en cada uno de los números del Reader’s.

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querer transformarlo desde una perspectiva que lo niegue, es quedar automáticamente fuera de la riqueza de los conocimientos. Criticar el sistema no es una forma de conocimiento. El optimismo condena esta crítica; la imagen positiva y vacua del mundo la condena; la repartición previa y jerarquizada de los conocimientos la condena; la burocracia de la seudoerudición la condena.

Al yo se le abren dos posibilidades de alcanzar o soñar ser más, dos vías para la excepcionalidad: ser ángel benefactor, Prometeo, Leo­nardo, Albert Schweitzer, Richard Nixon, o convertirse en demonio os­curantista (comunista y alborotador). La racionalidad y sus fragmen­tos dispersos pertenecen por derecho propio al universo seráfico de los. salvadores. Por oposición, es imposible que los del otro lado puedan explicar nada, o tener algún motivo racional para su comportamiento.

Así, el anticomunismo del Reader’s se verifica a niveles mucho más profundos que el ataque abierto o soslayado en algunos artículos. Tiene que ver con su concepto de la comunicación como defensa automática del sistema capitalista y su ideología. La única visión que podría inter­pretar el mundo coherentemente y resolver el dilema básico del que surge el Reader’s, el marxismo, queda fuera de combate antes de subir al ring. La victoria del Folleto es aún más portentosa si se toma en cuenta que el marxismo, justamente una visión científica, queda re­pudiado en el nombre vicario de la ciencia misma, con toda la apariencia de la objetividad y el sentido común. El Reader’s, para ser comprado y leído, tiene que ser aceptado como racional, ponderado, iluminante, y todo adversario como contrario al verdadero amanecer. Pero este pro­greso está concebido precisamente como si el mundo real fuera formal­mente idéntico al Reader’s mismo, fueran esferas simétricas: hay que acumular cambios disgregados, cómo el lector acumula ideas, que no variarán la afable cara cotidiana del universo. Por eso, el pragmatismo, la pupila que se fija en lo inmediato, son necesarios para equilibrar con una concreción la forma básicamente abstracta y teórica, idealista, en que el Reader’s postula la realidad. El “sentido común” no es sólo el baluarte contra la praxis (aquel conocimiento que real-iza en el cambio del mundo y de sí m ism o): es también la coartada para cualquier abs­tracción, para que la lejanía del Reader’s se ponga la careta de familia y medio ambiente grato.

Podemos llegar a definir ahora las serias implicancias que tiene la solución que el Reader’s propone para el mundo subdesarrollado, ha­biendo eliminado al socialismo. El atraso de este mundo, que nunca es examinado como problema por el Reader’s, se sugiere que se debe a varios factores que ya hemos observado: la rareza de sus costumbres, que fatalmente lo coloca al margen del modo habitual en que se de­bería merecer, y sumar, conocimientos; una renuencia a aceptar ple­namente la tutela norteamericana; la modorra de climas adversos; la falta de una tradición de grandes cerebros.

Pero jamás el Reader’s llegaría a auspiciar la idea de que estos pueblos están condenados per sécula al fracaso. Su optimismo lo im­pide.

La solución económica a estos problemas es fácil de adivinar. Se puede examinar en “Elda y su feria del calzado”, donde un hombre, solitario, logra convertir una aldea abandonada en un próspero centro comercial e industrial. Métodos: importar maquinaria norteamericana, tener hombres emprendedores, tener fe en el futuro, permitir a esos

f hombres dirigir a su antojo las operaciones, tener ideas, ideas, ideas, modernizar y estudiar, adquirir una moralidad a prueba de habladurías, recibir medallas y felicitaciones del gobierno. “ Indudablemente, el caso de Elda nos brinda una inequívoca 'lección: con trabajo, perseverancia, espíritu emprendedor (y con un hombre como Roque Calpena, que ya está forjando planes para exportar calzado a los países del bloque

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oriental), se pueden aprovechar las energías que hoy dormitan en otros muchos lugares. Así está el camino, abierto por Elda, y toda la nación se beneficiará al aprovecharlo” .

Pero más que nada el Reader’s considera que la salvación de esos rezagados no puede venir sino a través del Reader’s mismo. Por mucho que se industrialice e intervengan capitales extranjeros, sabe la re­vista que el problema básico es que esos pueblos deben merecer esa ayuda, deben fiarla con su propio existir cotidiano. La ciencia podrá salvar a esos subdesarrollados, siempre que ellos intuyan antes que la ciencia se destina sólo a aquellos que han consagrado la división del mundo en buenos y malos en los términos que el Reader’s propone.

Así, la técnica podrá ayudar a esos países, con la condición de que sus habitantes se eduquen, tengan los conocimientos imprescindi­bles, la pureza moral, para que el progreso pueda fructificar. ¿Y quién puede entregar masivamente y en forma económica y científica esos conocimientos con el fundamento para la fertilidad de la aplicación tecnológica?

Reader’s Digest, of course.A pesar de su procedencia norteamericana, el Reader’s se defiende

del cargo de que esto sería una penetración extranjera, porque apela al fondo universal que esos marginados tendrían dentro de sí. Al mis­mo tiempo, conserva todo lo autóctono, nacional, propio, bajo el as­pecto de exotismo. Podríamos observar el mismo procedimiento cuando el Reader’s escribe sobre estos países en sus secciones de divulgación geográfica. A medida que leen, progresarán. A medida que se reduzcan (¿se resignen?) a ser “hombre común”, reservando intacta e impoluta su originalidad cotidiana, mágicamente se avanzará en el bienestar y en el ingreso per cápita. La causa del subdesarrollo es, por lo tanto, la culpa de las ideas que oscurecen la cabeza de los pobres y atrasados, y no producto de una situación material. La solución no puede sino ser alimentarlos con las ideas correctas. “Digerir” nociones, para que lle­guen por sí solas las comidas. “Seleccionar” bien sus amistades, y la casa (y techo) en que recibirlas saldrá abracadabra del suelo. “Leer” lo que se debe, y esperar que la materialización ocurra.

Al venderse a sí mismo, el Reader’s vende todo un sistema.Detrás de la luz iluminadora y santa de su falsa sabiduría, se prende

(y por suerte, se apaga) una ampolleta Made in USA.

Enero 1972

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La salud mental en la enseñanza básica

Luis B r a v o V a l d iv ie s o S o n ia S a l a s de B o d in i

Psicólogos, Escuela de Educación, Universidad Católica de Chile

I . I n t r o d u c c ió n

Este trabajo tiene por finalidad mostrar datos concretos sobre la in­cidencia de los trastornos psicológicos y pedagógicos en los escolares chi­lenos. Consiste en un estudio prospectivo —a partir de datos elaborados en diversos centros de investigación. Es un trabajo introductorio para una investigación empírica sobre las causas del fracaso escolar en Chile.

Enfrentamos aquí el problema, principalmente desde el punto de vista psicológico-clínico.

La educación básica chilena está dirigida especialmente al “niño normal” , y se basa en un sistema de enseñanza de modelos uniformes y más o menos estereotipados que se suponía aplicable a todos los escolares. Sólo hace pocos años se crearon algunas escuelas especiales de desarrollo, destinadas a niños con deficiencia intelectual moderada o leve', y otras escuelas para niños sordos y ciegos, reconociéndose así por primera vez —en la práctica— la necesidad de diferenciar la en­señanza de acuerdo con las capacidades o deficiencias de los escolares.

Sin embargo, esta diferenciación se establece a nivel de las gran­des deficiencias intelectuales, sensoriales o motoras, sin tratar de so­lucionar los problemas del escolar “subnormal” .

Estudios efectuados por el Servicio Nacional de Salud y las uni­versidades, nos muestran que el área de subnormalidad es la que ac­tualmente necesita mayor atención en la educación nacional, por su amplitud y por las consecuencias psicológicas y sociales que trae con­sigo. Los datos aportados en esos estudios indican una amplitud tan in­sospechada que obligan a replantear totalmente el problema de la en­señanza especial, para colocarlo a nivel nacional.

Según estos antecedentes la “Enseñanza Especial” dejaría de cons­tituir un sistema complementario para adquirir primera prioridad den­tro de las necesidades de la educación chilena.

Esta “primera prioridad” se basa en los siguientes hechos —que más adelante precisaremos en cifras:

1) El alto porcentaje de escolares intelectualmente “ normales” que presentan trastornos en el rendimiento escolar;

2) La alta incidencia de problemas de aprendizaje escolar, que se transforman en trastornos psiquiátricos infantiles o en deserción es­colar cuando no reciben diagnóstico oportuno y adecuada solución;

3) El enorme desgaste económico y social que significa para el país el fracaso escolar;

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4) La insuficiencia de los medios de diagnóstico y rehabilitación de que dispone la comunidad nacional, en proporción al problema exis­tente;

5) La estrecha relación que hay entre estos problemas y la delin­cuencia juvenil.

II. DESCRIPCION DEL PROBLEMA

a) A s p e c t o c u a n t it a t iv o

De acuerdo a estudios efectuados en el Servicio Nacional de Salud en 1962,,habría una deserción del 8,1% de la población escolar primaria en Chile (niños de 7 a 15 años), lo cual en cifras absolutas significaría que en todo el país desertan anualmente de las Escuelas 314.670 niños. Esta deserción aparece especialmente alta en l.er Año Básico (28,7%). De acuerdo con el motivo de deserción expresado por los profesores y pa­dres, el 20% de estos niños abandona la Escuela por dificultades de aprendizaje, y el 30% por trastornos psicológicos y neurológicos.

Luego, de los niños que abandonan la enseñanza primaria, el factor mental constituye “ la causa que motivó la deserción de la mitad de estos casos” . Según datos de 1969, la deserción escolar en enseñanza básica varía considerablemente según el área geográfica de Santiago, lo cual hace que en algunas comunas llegue al 91,9% (Barrancas) de los escolares, aumentando el problema considerablemente en ciertas zonas de Santiago.

Respecto a la repetición de cursos, ésta alcanzaría en 1962 a 621.476 niños en todo el país, de los cuales el 28% repite por dificultades en el aprendizaje escolar, el 18% por bajo rendimiento, el 7% por trastornos psíquicos y neurológicos.

De acuerdo con los autores de este estudio, la repetición de curso por factores mentales alcanzaría al 67% de los niños. Según este mismo estudio, habría niños que han repetido hasta 4 veces un curso. El 81% de todos los escolares repite un curso, y el 16% repite 2 cursos.

En 1965 se puso en práctica un plan de promoción de todos los alumnos de l 9 Básico, sin necesidad de que hubieran cumplido los re­quisitos necesarios para pasar de curso. Esta política ciertamente que ha tenido dos efectos favorables: disminuir el problema mayor, que era la repetición de cursos en 1- Básico, y lograr que un cierto porcentaje de niños aprenda a leer en 29, sin necesidad de medidas especiales. Sin embargo, la naturaleza misma de las dificultades por las cuales los ni­ños repiten, hace difícil que esta solución sea aprovechable por todos los escolares. No parece probable que la promoción automática a 2? Año Básico permita al niño superar todas sus dificultades de orden psico­lógico o psicopedagógico.

Esta apreciación aparece confirmada por el hecho de que el retardo pedagógico aumenta progresivamente en los alumnos primarios, a partir del comienzo de la escolaridad, hasta los 14 años, edad en la cual se considera que el 40% de los alumnos tendría retraso escolar (informe citado).

En 1970, se publicaron datos referentes a la repetición de cursos ha­bida en 1969, a pesar de la promoción automática. De acuerdo con dichos datos repitieron cursos 190.000 niños en los 4 primeros años de enseñanza básica, lo cual alcanza a un 22,4% de la población escolar primaria (1.290.000) (Datos proporcionados por diario El M e r c u r io , VII-70).

El porcentaje más alto de repetición de curso, corresponde al l.er Año Básico, con aproximadamente el 30% de su colectivo. En 29 y 3.er

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año repitió en 1969 el 20% de los alumnos de cada curso (60.000 niños entre 300.000).

La proporción de repitentes también varía según las comunas de Santiago, reflejando un aspecto socio-cultural implicado en la repeti­ción. Sin embargo, en la repetición misma, parecen jugar un papel im­portante los factores psicológicos personales, por cuanto la mayoría de los niños de un sector escolar pertenece a niveles socio-económicos parecidos. Por otra parte, la comuna de Quinta Normal presenta un ín­dice menor de repetición de cursos en la enseñanza básica que las co­munas de Providencia, Las Condes o Santiago, lo que indicaría que en la repetición influyen otros factores, además del área geográfica y socio-económica del escolar. >

Creemos que el crecido porcentaje de fracaso escolar en los pri­meros cursos se explica por las dificultades de adaptación escolar, por factores maduracionales, y por e,l sistema de enseñanza de lectura (ac­tualmente en uso), además de los factores socio-culturales. En otra oportunidad analizaremos estos factores.

Al problema de la repetición de cursos, debemos agregar el por­centaje de niños que repite varias veces el mismo año, que según el in­forme del SNS alcanzaba en 1962 al 19% de los repitentes.

Costo de la repetición

El costo de la repetición de cursos en 1962, considerando el gasto fiscal por alumnos de enseñanza primaria a E° 216,66, habría significado para el país E° 134.648.990,16 (informe citado SNS, pág. 32).

Si consideramos que en 1969, repitieron curso en los 4 primeros años primarios 290.000 niños, el costo para 1970 de este fracaso equivale a mantener 580 cursos repitentes (Calculamos un promedio de 50 alumnos por curso). El costo por alumno para 1970 ha sido calculado en E° 424,40 anuales, lo que multiplicado por el número de repitentes sólo en los 4 primeros años básicos alcanzaría a E° 123.076.000.

Comentario

En consecuencia, aunque solamente se considerara el aspecto cuanti­tativo del fracaso y la deserción escolar habidas a pesar de la Reforma Educacional y de la promoción automática, creemos que el problema psicopedagógico revestiría primera prioridad dentro del área de la Edu­cación nacional.

Este análisis cuantitativo, bastante- somero, no comprende la pér­dida económica que significa para el país el retardo con que el niño que repite va a comenzar a producir, ni el menor nivel de preparación que logrará alcanzar para especializarse. Tampoco comprende el destino de los niños que desertan de las escuelas y que engrasan las filas de anal­fabetos o de los grupos marginados de la sociedad. Las cifras indicado­ras tampoco comprenden el drama familiar y personal que significa el fracaso escolar. Los datos cualitativos podrán mostrarnos algo de ello.

b) A s p e c t o c u a l it a t iv o

Este aspecto se refiere principalmente a la calidad de los problemas que motivan el proceso y la deserción escolares. La autora del informe SNS estima que en la población escolar primaria habría un 9,7% de niños con problemas en el aprendizaje de la lectura; un 7,4% con pro­blemas en el cálculo, y un 21,6% con un rendimiento general deficiente.

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Page 206: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

El total de niños con dificultades especiales alcanzaría al 39,8% de los escolares primarios.

Si aplicamos este último índice a la población escolar primaria de Chile (1.290.000), resulta que aproximadamente 515.000 niños necesita­rían atención especial por dificultades escolares. Por otra parte, un estu­dio efectuado en 1970 por el Departamento de Psicología de la Universi­dad de Chile, en escolares del área Norte, entre 7 y 10 años, nos confir­ma en cierta manera los datos anteriormente señalados. Según esta in­vestigación, sólo el 42,5% de los escolares presenta un rendimiento in­telectual que puede considerarse normal o superior. El resto presenta un rendimiento que varía de subnormal a deficiente. El nivel de desarro­llo perceptivo —indispensable para el aprendizaje de la lectura y escri­tura— indica que solamente la cuarta parte alcanza un nivel normal (25%). El resto de los escolares caen en categorías inferiores a lo nor­mal. Este mismo estudio muestra que los trastornos emocionales pre­sentan un porcentaje bastante inferior a las dificultades de orden cog- nitivo, lo cual indicaría que la falta fundamental de los escolares resi­diría en los mecanismos directamente relacionados con la percepción y la comprensión de las materias enseñadas en los primeros años básicos (lectura, escritura, aritmética). Estos antecedentes confirman la im­portancia de los factores psíquicos en el fracaso escolar, y la doble ne­cesidad de revisar los programas de enseñanza básica, para adaptarlos a esta realidad, y de establecer sistemas de rehabilitación psicopedagó- gica a nivel nacional.

Creemos que un programa de enseñanza uniforme, a partir de mo­delos teóricos de “normalidad” no sirve para nuestra realidad escolar. Aparece necesario un estudio psicológico previo de las condiciones psí­quicas de las capacidades reales del alumno primario chileno para re- elaborar los programas. Dentro de esta fundamentación empírica del sistema de enseñanza, será necesario establecer programas diferencia­dos para niños “normales” , pero con niveles de rendimiento diferentes. De la misma manera habría que actuar para los cursos de rehabilitación.

c) A s p e c t o p s ic o l ó g ic o - c l ín ic o

El alto número de fracasos escolares incide directamente en la salud mental del niño y de su familia. Cada repetición de curso se traduce en alteraciones angustiosas, depresivas o conductuales para el niño, y en una situación de tensión familiar, que a su vez aumenta la angus­tia y los trastornos infantiles. No es posible en este trabajo determinar, a través de los datos presentados, hasta qué punto existe una relación de causalidad recíproca entre los problemas del aprendizaje y los tras­tornos psiquiátricos. Sin embargo, un estudio clínico de los casos que consultan en las clínicas de psiquiatría infantil, muestran una estrecha relación entre ambos. En otro trabajo analizamos más profundamente este punto.

En 1969, el 35% de los niños en edad escolar básica (entre 7 y 14 años), sin retardo mental, que consultó al Servicio de Psiquiatría In­fantil del Hospital Calvo Mackenna, tuvo diagnóstico de trastorno del aprendizaje escolar, y al 18% se le hizo diagnóstico de dislexia. Los problemas escolares de aprendizaje constituyen el más alto'número de motivos de consulta en todo el Servicio. Dentro del grupo total que consultó ese mismo año, el 30% tuvo diagnóstico de disfunción cerebral mínima, síndrome que se caracteriza principalmente por trastornos de aprendizaje escolar y de conducta, en niños con nivel intelectual nor­mal. Los escolares que consultaron por trastornos de lenguaje y de conducta —que también inciden directamente en el rendimiento esco­lar— alcanzaron un 13% y un 16%, respectivamente.

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Esta alta proporción de problemas escolares que llegan a las clí­nicas de psiquiatría infantil, también se advirtió en el Consultorio de La Palmilla (Conchalí), donde en 1969 el porcentaje de niños de edad escolar (7-14 años), y sin retardo mental, que tuvo diagnóstico de tras­tornos del aprendizaje alcanzó el 13% de las consultas. El diagnóstico de dislexia se hizo en el 17% de los casos. En total 30% de los niños tenían primariamente trastornos de orden escolar.

Comentario

La estrecha relación que encontramos entre el problema clínico y los problemas escolares reside en un doble fenómeno. Por un lado, la insuficiencia de clínicas psicopedagógicas, centros de rehabilitación y profesores especializados y psicólogos escolares que puedan manejar adecuadamente los trastornos en el aprendizaje, antes de que adquieran una intensidad mayor y se conviertan en problemas emocionales y conductuales graves. Esta situación obliga a los padres y maestros a enviar los niños a las clínicas de psiquiatría y neurología infantil con más frecuencia que la deseada. Por otra parte, el dinamismo propio de los problemas que presenta el desarrollo infantil conduce a una super­posición de síntomas y de trastornos del aprendizaje. Muchas dificul­tades escolares derivan de trastornos en el desarrollo de la personalidad que afecta los procesos intelectuales y /o emocionales.

Algunas anormalidades provienen de la desnutrición infantil, otras de una insuficiente estimulación socio-cultural, y otras provienen de al­teraciones sufridas en el embarazo, parto o crecimiento, y que se tradu­cen en una disfunción o en un retardo maduracional de algunas áreas psíquicas, y que inciden en el campo médico-psicológico y el escolar. En­tre los trastornos que encontramos con mayor frecuencia está la dis­función cerebral mínima, cuyas principales manifestaciones aparecen en la edad escolar primaria, cuando el niño tiene que enfrentar al apren­dizaje de la lectura y escritura. También aparecen, en este período, los problemas derivados de una deficiencia intelectual leve o de una capa­cidad subnormal (inteligencia lenta o limítrofe). Este nivel de rendi­miento no imposibilita al niño para seguir una escolaridad normal, pero exige una enseñanza diferenciada, adecuada a su capacidad. Am­bos cuadros clínicos se detectan luego de un estudio psicológico clínico, o médico, que muchas veces se efectúa sólo cuando ocurre el fracaso, y el niño es enviado a las clínicas de psiquiatría.

Por otra parte, hay factores socioculturales que agravan la situa­ción. La actitud competitiva y perfeccionista que encontramos en mu­chos liceos fiscales y colegios particulares de prestigio, intensifican el problema psicológico haciendo salir de la escuela al niño que repite curso. El temor a que sus hijos pierdan la matrícula al año siguiente, o la beca, obliga a los padres a adoptar exigencias que muchas veces no están en consonancia con la capacidad del niño para cumplir con la meta asignada. Esta presión ambiental del hogar y de la escuela se traduce corrientemente en trastornos emocionales o conductuales gra­ves, que dificultan el tratamiento y el pronóstico de cada caso. De esta manera, podemos advertir que el problema escolar actual no se reduce solamente a una cantidad considerable de repitentes o desertores esco­lares, por falta de medios para reconocerlos y tratarlos antes de que fra­casen, sino también en problemas que inciden directamente en la salud mental de la población infantil, sea como origen de los trastornos esco­lares, sea como consecuencia de ellos.

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Como una manera de configurar mejor los alcances nacionales que pre­senta este problema, veremos aquí la relación que hay entre su intensi­dad y los recursos actuales para solucionarlos. Para esto tenemos como ejemplo el área Oriente del SNS (comunas de Providencia, Ñuñoa, Las Condes, La Reina), que es una de las que tiene más recursos actuales; y del área Norte, la comuna de Conchalí.

El área Norte comprende 124.892 escolares (Censo 1970). La repeti­ción de alumnos de educación básica fiscal fue en 1969 como sigue:

d ) A s p e c t o a s is t e n c ia !

REPETICION CURSO AREA NORTE

Comuna Población escolarizada Coef. repetición N9 repitentes

Providencia 28.541 7.0 1.997

Ñuñoa 59.298 9.6 5.692

La Reina 11.182 7.8 872

Las Condes 25.871 8.1 2.097

Total 124.892 10.658

(Cifras obtenidas a partir de datos proporcionados por la Dirección General de Estadística y Censos y en la memoria citada5).

Respecto a la repetición de cursos, sólo en estas comunas habría alcanzado en 1969 a 10.659 niños. Si aplicamos aquí el porcentaje de factores médico-psicológicos que hay en la repetición de cursos, que se­gún el estudio del SNS es del 67%, necesitarían atención en esta comuna 7.140 niños. En este mismo sector la deserción habría alcanzado a 1.921 niños, si aplicamos el coeficiente de 8,1%. El total de niños que necesita atención psicológica en estas cuatro comunas solamente por repetición y deserción escolares alcanzaría a 9.061. Ahora bien, en 1969, en el Ser­vicio de Psiquiatría Infantil que atiende esta área, sólo se pudo atender aproximadamente 1.500 casos diferentes, de los cuales cerca de la mitad eran niños de edad preescolar (700). Luego habrían quedado sin posi­bilidad de atención alrededor de 8.300 escolares repitentes o desertores en esa área. No contamos aquí los niños en edad escolar que necesita­rían ayuda, aun cuando no repitan curso ni abandonen la escuela.

Algo análogo aparece en otras áreas de Santiago. La comuna de Conchalí tiene 48.273 escolares con un coeficiente de repetición de en­señanza básica del 11,5%, lo cual significa que sólo por este concepto, necesitarían atención 5.551 niños. El consultorio de La Palmilla, que atiende este sector, atendió en 1969 a 333 niños de edad escolar de 6 a 14 años sin retardo mental.

Estas cifras nos muestran un aspecto bastante desolador de nues­tra realidad nacional: la incapacidad de las estructuras escolares de educación y salud para enfrentar este problema. Ellas parecen haber sido concebidas para educar al niño “normal” , entendiéndose por tal el que no presente retardo mental severo, o deficiencias sensoriales y mo­toras graves.

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Page 209: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

La inmensa mayoría de niños “normales” , pero con problemas en el aprendizaje escolar, la conducta, o la estabilidad emocional, no tiene un lugar adecuado dentro del sistema psicopedagógico clínico para ser atendida. El costo de este servicio sería bastante menor que el costo de la repetición y deserción escolares.

BIBLIOGRAFIA

Hilda Power de Olivares, Problemas de Salud Mental de la Edad Escolar en el Gran Santiago, S.N.S., 1966.

Kardonsky, V .; Kovalsky, T .; Seguret, T, y colaboradores, Estudios de Prevalencia de Trastornos Cojpiitivos en escolares chilenos de 7 a 10 años, del Area Norte de Santiago, Departamento Psico­logía, U. de Chile, 1970. Comunicación preliminar.

Bravo Valdivieso, Luis, Trastornos Psicológicos de la Edad Escolar. Clasificación (en Anales de la Escuela de Educación, por aparecer).

Datos estadísticos obtenidos directamente por los autores en las fichas clínioas del Servicio de Psiquiatría Infantil del Hosp. Calvo Mackenna, y del consultorio de La Palmilla, del S.N.S. Otros datos fueron obtenidos en la Superintendencia de Educación, y en la Dirección General de Esta­dísticas y Censos.

Del Campo, P.; Matamala, M. C., Geografía de la Educación. Area Metropolitana del Gran Santiago.Memoria de Grado para el Título de Profesor, Universidad Católica, Santiago, 1970. Profesdr guía, señor Hugo Bodini.

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Page 210: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

Programa Docente Segundo Semestre 1972

Miérc. 17,30-19,30Miérc. 17,30-19,30

Lun. 14,30-16,30Mar. 18,30-20,00

Miérc. 18,00-20,00

CURSOS DE INTRODUCCION AL ANALISIS DE LA REALIDAD NACIONAL

CER 100 Franz Vanderschueren. Sergio Galilea.Area Técnica.

CER 103 Cristián Johanson. Area Teológica. Filosofía.CER 104 Fernando Castillo. Rafael Echeverría.

Trab. Social. TSO 104 PSX 107.CER 105 Jorge Larraín. Area Arquitectura.CER 106 Leonardo Castillo. Educación- Pedagogía.

Los cursos de Introducción al Análisis de la Realidad Nacional tienen en general dos ob­jetivos principales. Por un lado, pretenden entregar conceptos e instrumentos del análisis propio de las ciencias sociales, como una base indispensable para estudiar y comprender una determinada realidad. Por otro lado, intentan abordar, con la mayor profundidad posible y con los instrumentos antes señalados, el análisis de la sociedad chilena y sus principales problemas.Esta base común de todos los cursos se ve enriquecida, según los casos, por la acentuación o tratamiento en mayor profundidad de ciertos aspectos de la realidad especialmente ne­cesarios para el trabajo de cada unidad académica.

CER 258 Franz Hinkelammert Jueves 17,00 a 19,00

INTRODUCCION A LA ECONOMIA POLITICA. 150 CR. C. Sociales o CER 154. El cur­so planteará conceptos básicos de la economía política marxista a partir de un análisis crítico de la economía académica. Los aspectos fundaméntales serán el concepto de la mercancía, las relaciones mercantiles en las sociedades precapitalistas, mercancía y capital, plusvalía. El curso tendrá que llevar hasta una reevaluación de la teoría de la plusvalía en forma de una teoría general del excedente económico.

CER 251 Urs Müller Miércoles 15,00‘ 17.00

DESARROLLO E INTERCAMBIO DESIGUAL. 150 CR. C. Sociales o CER 154 o CER 154-231. Partiendo de los conceptos básicos de El Capital de Carlos Marx se discutirán la modificación de la ley del valor en el mercado mundial y el problema de los valores in­ternacionales. Se tratará de combinar un análisis crítico de los últimos trabajos teóricos sobre el intercambio desigual con un análisis histórico de la división interna nacional de trabajo y sus repercusiones sobre el desarrollo desigual en los países en vías de subdesa- rrollo.

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14 — Cuadernos

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TEORIA DEL ESTADO SUBDESARROLLADO. 150 CR. Cs. Sociales o CER 233-232. El propósito de este curso es exponer la diferencia que asume la construcción del aparato del Estado en los países centrales y en los países periféricos, con referencia aplicada a la experiencia latinoamericana.Puesto que el Estado moderno (hasta la Revolución Rusa) es una creación de la burguesía, es preciso explicar por qué la América latina, a pesar de sus contactos casi directos con la cultura europea, sin embargo fracasa en la construcción de sus Estados burgueses. Para hacerlo, es necesario situar la cuestión nacional y el esbozo de creación de Estados nacio­nales en el área (la balcanización), así como los movimientos democrático-burgueses ocu­rridos en ella dentro de la teoría general del marxismo sobre el particular.Se advierte entonces, que tras la desigual frustración de las burguesías latinoamericanas en la ejecución de sus tareas burguesas, emergen las formas sustitutivas. Sigue siendo hasta hoy la más importante de todas la forma bonapartista y ella debe estudiarse a través de las experiencias más visibles (Argentina, México, Brasil, Perú).En cualquiera forma, dentro del concepto de la revolución ininterrumpida, se asigna es­pecial importancia a las formas de transición del aparato del Estado tal como han sucedido en algunos lugares (el poder dual en Bolivia, por ejemplo) y a las modalidades presu­mibles que debería adoptar», un proyecto revolucionario con relación a la teoría marxista del Estado.

CER 235 Hugo Perret Miércoles 17,00-19,00

ASPECTOS SOCIOLOGICOS DEL DESARROLLO. 150 CR. Cs. Sociales-Sociología. El curso busca profundizar en torno a los problemas de la participación o intervención de la clase trabajadora en el desarrollo económico chileno, con referencia tanto al actual pro­ceso como a las perspectivas futuras de construcción del socialismo.Se hará una revisión y discusión del material teórico y documental existente más relevante y se analizarán situaciones concretas de la realidad chilena.

CER 115 Michelle Mattelart. Mabel Piccini Viernes 15,00-17,00

COMUNICACION MASIVA E IDEOLOGIA. 150 CR. Cs. Sociales. El curso presenta tres objetivos centrales:a) El análisis crítico de las principales corrientes teóricas que han abordado el estudiode los medios de comunicación para los efectos de diseñar un aparato metodológico apto para el relevamiento de las estructuras ideológicas de los mensajes.b) Este segundo punto consiste en el estudio de las estructuras de poder de los mediosde comunicación en Chile: sistemas de control y manipulación en un corte que abarca los principales sistemas gráficos y audiovisuales. El seminario se propondrá trabajos prác­ticos sobre la prensa, revistas, televisión y cine.c) La suma de análisis teóricos y trabajos prácticos conducirá a una evaluación global de la cultura de masas, de modo de fundamentar un replanteo del medio de comunicación en un proceso revolucionario.

CER 216 G. Labarca. R. Vera Martes 17,00-19,00

EDUCACION E IDEOLOGIA EN CHILE. 150 CR. Cs. Sec. Ed. Pedagogías. Este curso tiene por objeto fundamental definir un marco teórico para el estudio de los fenómenos de la superestructura ideológica de la sociedad. Se utilizará como referente empírico el sistema de educación chileno, haciendo alcance a otras experiencias cuando sea pertinente. El sistema de educación chileno será tratado entonces como un aparato ideológico del Es­tado.En las primeras sesiones se tratarán temas como la relación estructura-superestructura; en seguida se analizarán las concepciones ideológicas del sistema educativo, luego se lo ubi­cará en su contexto social, haciendo hincapié en la función ideologizante de los servicios educativos y la práctica escolar y universitaria, para terminar analizando los grupos direc­tamente vinculados a este sistema y su pertenencia de clase: estudiantes, intelectuales, ideó­logos, etc.

CER 234 Rene Zavaleta Jueves 15,30-17,00

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CER 114 Luis Domínguez Martes 18,00-20,00

LENGUAJE Y CULTURA EN LA LITERATURA CHILENA. Castellano-Literatura. Una relación entre desarrollo cultural y testimonio literario, en tres momentos de nuestra historia.1. Algunos entre los primeros testigos: Valdivia (cartas), Ercilla, Alonso Ovalle. El in­tento de representar lo que Chile es o empieza a ser y los condicionamientos de ese tes­timonio (mitos, lenguaje nostálgico, inadecuación entre palabras, acciones y cosas).2. La Independencia Política y la Independencia Cultural: Bello, Pérez Rosales, Blest Gana, Orrego Luco. Intentos de una primera literatura chilena. Conciencia del problema cultural. (Lenguaje y nuevas formas de vida).3. Una literatura de fundación que empieza a soñar a Chile: Lillo, Díaz Garcés, Rojas. Latorre, Huidobro, Neruda, G. Mistral. Los primeros movimientos sociales de este siglo y nuestra literatura. Relación entre el ser nacional y la literatura de testimonio o que se procrea a sí misma.4. Lenguaje y valores: se descompone un mundo: Parra, Donoso, Edwards, Lihn. La lite­ratura como búsqueda. Crónica de una burguesía en descomposición; crisis del escritor mismo y su oficio. Una mala conciencia cultural.

CER 218 Víctor Farías. Norbert Lechner Lunes 14.30-16.30

EL PROBLEMA DE LA VIA LEGAL EN CHILE. 150 CR. Cs. Sociales o CER 256. El Seminario se centra en el análisis de la relación entre legalidad burguesa y lucha de cla­ses. A través de un estudio concreto de problemas actuales como la constitución del ir - - de propiedad social, los Tribunales Vecinales, las JAP, la burocracia, la justicia de clases, el derecho laboral, etc., los participantes irán clarificando la especificidad de “ princip - ■ de legalidad” para poder definir en este contexto las alternativas de la lucha de clases en sus contenidos y formas.Es requisito haber participado en el Seminario de Kalki Glauser (Teoría de la realic: - i enMarx) o de Lechner-Farías (Fundamentación del Estado y del Derecho en un periodo detransformación) o conversación personal con los profesores. Cada participante deberá pre­sentar un trabajo a ser discutido en el Seminario.

CER 219 Dr. Mario Gomberoff. Dr. R. Florenzano Lunes 14.30-16.>j

ENFOQUE PSICOSOCIAL DEL USO DE ALCOHOL Y MARIHUANA EN CHILE M - dicina-Enfermería-Psicología-T. Social.

A) Introducció

1. Ubicación de la dependencia al alcohol y marihuana en los problemas de Mental en Chile.

2. Epidemiología del abuso de alcohol y marihuana en el mundo y Chile.

B) Alcohol

1. Importancia del consumo de alcohol. Magnitud del problema.2. Concepto de alcoholismo. Su clasificación.3. Aspectos clínicos:

a) Sintomatologíab) Evolución naturalc) Complicaciones físicas y psíquicas

4. Etiopatogenia:a) Aspectos biológicosb) Aspectos psicodinámicosc) Aspectos socioculturales

5. Complicaciones familiares y sociales6. Tratamiento. Plan Nacional de Control de problemas del Alcohol. Prevención pri­

maria. secundaria y terciaria

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C) Marihuana

1. Historia de su consumo. Su difusión en Chile2. Aspectos farmacológicos3. Efectos clínicos:

a) Sintomatologíab) Formas clínicas de consumoc) Complicaciones físicas y psíquicasd) “ Escalada” de drogas

4. Complicaciones sociales5. Motivaciones para su consumo:

a) Algunas características psicosociales del adolescente en nuestra culturab) Motivaciones conscientesc) Motivaciones inconscientes

6. Tratamiento. Programa del Area Oriente (Santiago) para el control de abuso de drogas en adolescentes

D) Aspectos comunes en la dependencia a drogas: un enfoque psicoanalítico

Metodología: exposiciones teóricas seguidas de grupos de discusión. Demostraciones clínicas con usuarios. Seminarios bibliográficos y prácticos.Evaluación: la del seminario bibliográfico y /o práctico más una evaluación escrita final.

CER 221 Arturo Montes Lunes 17,00-19,00

ESTRUCTURA ECONOMICA CHILENA. PROBLEMAS ACTUALES. 150 CR. Cs. Socia- les-Economía. El curso tendrá por objeto investigar la manera en que algunos elementos estructurales de la economía chilena determinaron que la evolución de su régimen pro­ductivo tuviera una especificidad dada, cuya concurrencia práctica traducía la estructura de las relaciones de poder existente en el transcurso de tal evolución. Un segundo objeto del curso consistirá en el estudio de las distintas respuestas políticas que se dieron a par­tir del régimen productivo y cómo por medio de ellas se canalizó el desarrollo de su es­pecificidad hasta el advenimiento de la Unidad Popular, que aquí será visto como factordistorsionante de la tipología evolutiva precedente; en la consideración de esta distorsiónse atenderá también a los problemas de coyuntura que ella suscita y a su instrumentali-zación en el ámbito de la lucha ideológica.

CER 154 Kalki Glauser Martes 15,00-17,00

TEORIA DE LA REALIDAD EN MARX. 150 CR. Cs. Sociales. El objetivo del curso es investigar, principalmente a través del estudio de sus obras, lo que constituye la manera específica de entender la realidad en Marx y la forma en que esto condiciona un enfoque marxista de la realidad chilena. Se comenzará por un análisis biobibliográfico que permita señalar los hitos principales del estudio. Se discutirá la concepción marxiana de lo econó­mico y sus relaciones con la filosofía y la política. Se reseñará la teoría marxiana de las formas de producción tanto precapitalistas como capitalistas y de su superación por la producción comunista. Finalmente, se determinará, a partir de lo anterior, lo que seríanlos tramos esenciales de un estudio marxista de la sociedad chilena.

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Page 214: Ormeño y Osses-Nueva legislación sobre tierras indígenas en Chile

Comentarios de Lecturas

Notas sobre el destino de la an­tropología en la obra de madurez de Marx.

Este texto no pretende hacer una crítica general del althusserismo, sino desarrollar en forma esque­mática, y como discusión prelimi­nar, dos problemas que la lectura de la obra de Althusser propone:1) ¿Cuál es el destino de la antro­pología en la obra de madurez?; 2 ) ¿Cuál es la relación entre la obra histórica y política de Marx, y la teoría de El Capital?

En la discusión del primer pro­blema se presupone una concor­dancia de principio con la crítica althusseriana del humanismo. No se trata de una vuelta a las lectu­ras continuistas tradicionales, sino de una tentativa de pensar en con­tinuidad la discontinuidad lógica indiscutible que existe entre el “ joven” y el “viejo” Marx. (Esa continuidad en la discontinuidad 1 será pensada también lógicamente y no históricamente).

En la discusión del segundo pro­blema, a su vez, se admitirá tam­bién la validez regional de algunas de las tesis de la crítica de Althus­ser al historicismo.

Así, en los dos casos, cuestiona­remos los límites de un trabajo

1 La expresión utilizada en un contexto un po­co diferente es, si no me equivoco, de J. Ranciére, en L ’ idée critique chez le jeuneMarx (inédito).

crítico, cuya validez en principio (o para una cierta región del ob­jeto) no será puesta en duda. Por otra parte se verá que las dos in­terrogaciones se imbrican (la cues­tión de los “dos” Marx aclara la de la organización general del saber marxista y viceversa), y que cada una de ellas desemboca en los dos problemas correlatos del humanis­mo y del historicismo. Aunque no linealmente, iremos de la primera a la segunda interrogación; en un sentido, sin embargo, articulamos desde el inicio las dos perspectivas, pues empezaremos con una recons­titución de la estructura general del espacio del saber en la obra de juventud.

Además de funcionar como fun­damento teórico de la crítica de la economía (de hecho fundamento de un fundamento, la noción de “trabajo enajenado” ), el discurso antropológico o más específica­mente, las nociones de “hombre” y de “ esencia humana” , represen­tan, en la obra de juventud, una especie de “ fundamento práctico” de la política 2. (Ver a propósito, L.

2 Ellas representan un principio práctico, por­que son el punto de partida lógicamente nece­sario de la crítica de toda acción y de la acción misma. Parece merecer el nombre de “ fundamento” , fundamento práctico, porque, al contrario de lo que ocurrirá con los “ prin­cipios de la acción” en la obra de madurez, son principios primeros. Como se verá, ellas no presuponen ninguna real interiorización histórica. La historia no aporta más que las condiciones para su eclosión y exteriorización.

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Althusser, Pour Marx, Marxisme et Humanisme, pp. 229, 230). Se po­dría distinguir, en la obra del jo ­ven Marx, por lo menos dos mo­delos de utilización de nociones como “hombre” o “ esencia huma­na” como fundamentos de la prác­tica: el de la Introducción a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, y el de los Manuscritos de 1844, al cual nos limitamos. Hay en los Manuscritos dos fundamen­tos prácticos, o un fundamento práctico que se manifiesta en dos niveles de conciencia, el del sujeto (el filósofo crítico) y el del objeto (es decir, de los sujetos “históri­cos” ) . Tanto el filósofo como el hombre alienado en quien “irrum­pe” la esencia humana, piensan la idea de humanidad. Pero, al pri­mero corresponde la idea verdade­ra del hombre humano (política­mente, lo que Marx llama, en esta época, “socialismo” ) ; al segundo, una idea imperfecta (políticamen­te la de una comunidad humana todavía infectada por el principio de la propiedad privada, lo que Marx denomina, entonces, el “ co­munismo” ) 3. Para reconstituir el espacio que se construye en torno a estos fundamentos, es necesario precisar la naturaleza de dos co­nexiones: a) ¿cómo se efectúa en el objeto el paso de la práctica humana (historia) a la concien­cia?; b) ¿cuál es la relación entre la conciencia, en el objetivo, y la conciencia filosófica (o, cuál es la posición relativa de las dos con­ciencias), y cuestión conexa, ¿en qué nivel se da la intervención en el proceso histórico?

a) Como ya se ha señalado, la historia en los Manuscritos, como en el joven Marx en general, dis­persa y atomiza los individuos. Es la explosión de la naturaleza hu­mana, provocada por una aliéna-

Esta posición ante la historia justificaría tam­bién (en una línea terminológica aproximada­mente hegeliana) la denominación “ trascen­dental” , que más adelante se le dará.

3 En los Manuscritos, los fundamentos prácticosse presentan, así, en distintos niveles de con­ciencia. Pero, por las razones expuestas, esadistinción de niveles (cuyo hegelianismo es más aparente que real) no compromete lanaturaleza ahistórica o transhistórica de losprincipios.

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ción extrema, que les permite rom­per la dispersión de la “sociedad civil” , y alzarse, en un plan tras­cendental, a una experiencia co­munitaria. La irrupción de la tras- cendentalidad en la historia mar­ca, así, un pasaje brusco de una dispersión a una asociación.

b) En una forma mucho más ra­dical de la que vamos a encontrar más tarde, hay en los Manuscritos, una especie de “desfasamiento” entre las dos conciencias: un enor­me intervalo histórico separa sus respectivas “miras” (visées) 4. El filósofo piensa y tematiza un hom­bre humano que, según el tercer manuscrito, sólo será producido en un futuro distante. La conciencia del filósofo está “ inclinada” hacia este futuro; y desde esta perspecti­va —que es la del socialismo (hu­manismo)— critica la práctica del futuro inmediato, cuyo principio motor es el comunismo5. Por su carácter intencionalmente “ utópi­co”, sin embargo, esa crítica no se propone aparentemente alterar el curso del proceso histórico obje­tivo, sino solamente mostrar sus lí­mites 6. En el extremo opuesto de lo que ocurrirá en la Introducción a la crítica de la Filosofía del De­recho de Hegel, en el cual el pro­letariado tiene un papel pasivo7, en el esquema de los Manuscritos,

4 En tanto “ miras” (visées) “ prácticas” . En la crítica teórica de la economía política, el ob­jeto es esencialmente la naturaleza humana en su forma actual.

5 “ E l comunismo pone el positivo com o nega­ción de la negación, es pues el momento real (wirkliche) de la emancipación y de la reto­mada de sí del hombre, momento necesario para el desenvolvimiento próximo de la his­toria. El comunismo es la forma necesaria y el principio energético del futuro próximo^ pero el comunismo no es en cuanto tal el objetivo del desenvolvimiento humano —la forma de la sociedad humana” . (Manuscritos del 44, ed. Rororo, “ Texte zu Methode und Praxis” , II, p. 86).

6 “ Para abolir la idea de la propiedad privada, el comunismo pensado basta enteramente. Para abolir la propiedad privada real, es necesaria una acción comunista real. La historia la aportará y este movimiento que, en pensa­miento, ya sabemos que se suprime a sí mis­m o, pasará en la realidad por un proceso muy duro y muy extenso. Pero debemos considerar com o un progreso real que, desde el inicio, hayamos adquirido una conciencia tanto de la limitación com o del objetivo del movimien­to histórico, y una conciencia que lo sobre­pasa” . (Idem, p. 93, Rororo; subrayado por R. F.).

7 Y en que el Sujeto (filosófico) es, por tanto, el principio motor.

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el proceso revolucionario, el del fu­turo próximo por lo menos, podría darse aparentemente, sin interven­ción del sujeto.

4 En resumen: discontinuidad yruptura entre la historia y el suje­to en el objeto (el hombre huma­no. El segundo irrumpe brusca­mente en el proceso histórico). “Desfasamiento” radical entre el sujeto en el objeto (el hombre “humano” ) y el sujeto filosófico; intervención a partir del primero (no hay praxis del filósofo). En­contramos así un espacio marcado por discontinuidades, al contrario de lo que se podría esperar, para el joven Marx, a partir de la lectura althusseriana. \

A la doble trascendentalidad práctica en la obra de juventud, corresponde en la obra madura una dualidad que ya no es más trascendental: la que distingue la conciencia real del proletariado de la conciencia revolucionaria que pasa a ser el sujeto (teórico-diri- gente revolucionario o partido) 8.

La conciencia real aparecerá an­tes de todo bajo la forma, no de­finida en la obra de juventud, de la conciencia económica. El espa­cio se estructura ahora del siguien­te modo:

a) Entre la historia y la con­ciencia económica (que es interior a la historia) no hay un paso brus­co de una dispersión a una aso­ciación. En los textos de transición sobre todo (ver final de la Miseria de la Filosofía), Marx señala que las organizaciones obreras son pro­ducto necesario del proceso histó­rico, que reúne tanto como separa, a los individuos. La conciencia (económica) nace como toma de conciencia, del suelo de una aglu­tinación de hecho; la dispersión histórica se conserva, pero como uno de los niveles constitutivos de un proceso pensado ahora como “ contradictorio” 9.

8 Esta caracterización del sujeto es parcial. Co­mo se verá indirectamente, la fusión en la obra de madurez entre el teórico y el dirigente sólo es esencial (como el papel del sujeto que se atribuye al partido sólo es válido) para cierto tipo de discurso. La teoría del partido queda fuera de los límites de este texto.

9 La misma cosa se dará en lo que se refiere

b) Diferentemente de los Ma­nuscritos, no habrá acción revolu­cionaria sin la intervención del sujeto. (Pero contrariamente a la Introducción a la critica de la Fi­losofía del Derecho, esa interven­ción no pone en movimiento un sujeto pasivo). La nueva posición del sujeto, que hace posible su intervención, se expresa en una redistribución del espacio de su discurso: la idea de una sociedad humanizada, a la cual se abría un discurso plenamente tematiza- b le10, aunque describiera una si­tuación posthistórica (esa doble característica correspondía a su función de fundamento), pasa a ser un horizonte. Es la antevisión necesariamente marginal de la Humanidad humana que encontra­mos, por ejemplo, en los últimos capítulos de El Capital (v. III) o en la Crítica del Programa de Go- tha. A esta transformación del fundamento subjetivo en horizon­te, lugar por excelencia de la “an­tropología” en la obra madura co­rresponde la emergencia de dos discursosu , ausentes hasta aquí; el discurso histórico, y el discurso táctico-estratégico. La presencia de estos dos discursos, cuya natu­raleza pasamos a examinar, rede- fine las relaciones de la concien­cia en el objeto y del objeto en general con el sujeto.

La naturaleza del discurso his­tórico y del discurso táctico-estra­tégico es un problema mayor, pa­ra el cual Althusser no da solución satisfactoria. Althusser se preocu­pó de definir las condiciones de una teoría de la historia y dio al­gunas indicaciones sobre la teoría

a los capitalistas. En los Manuscritos, la aso­ciación de los capitalistas, por nacer de un universo de dispersión, tiene algo de un pacto. En El Capital, ella nace del suelo aglutinador del proceso de ecualización de la tasa de ga­nancia.

10 Plenamente tematizable en cuanto discurso fi­losófico. No hay utopía política en la obra de juventud de Marx. La “ plenitud” de lá tematización debe ser entendida relativamente al discurso sobre el futuro inmediato (ver no­ta i i ) . ;

11 La “ mira” (visée) del sujeto no tiene más como centro de referencia el futuro distante (antropología), sino el futuro “ próximo” (tác­tica y estrategia). Esta “ mira” del futuro próximo prolonga a su vez una retrospección histórica.

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de la práctica (ver Lire le Capital,I I ) ; pero la solución que esboza para estos problemas, hasta cierto punto implícita en la formulación que les da 12, lo lleva a dejar en la oscuridad los textos propiamen­te históricos y político-prácticos, esenciales a la arquitectura global del marxismo13. En el cuadro de las nociones althusserianas habría aparentemente dos alternativas para conceptuar los discursos his- tórico-políticos (suponiendo la existencia de una conexión inter­na entre el discurso histórico y el político-práctico, vamos a conside­rarlos conjuntamente): o bien se­rían aplicaciones de la teoría (ver Lire le Capital, II, p. 138), o bien se trataría de discursos ideológicos (sobre la noción de ideología, ver principalmente “Marxisme et Hu- manisme” , en Pour Marx) 14.

Empezando por la segunda hipó­tesis.

A pesar de las diferenciaciones introducidas, la dualidad entre ciencia e ideología tal como la es­tablece Althusser, no parece perti­nente para definir el discurso his­

12 Sobre todo porque él privilegia la cuestión de la teoría marxista de la historia y de la polí­tica, en perjuicio de la cuestión más general del conocimiento histórico-político y de sus niveles, en el interior del marxismo.

13 Las indicaciones de los althusserianos sobre la teoría de la práctica se inspiran en el ¿Qué Hacer? de Lenin. En la medida en que aquel texto sirvió a una crítica del hegelianismo, dejamos para el final de este tópico, donde se tratara de Hegel, las referencias al res- Decto. La simple posibilidad de una teoría de la historia y de una teoría de la práctica —conviene observar— no es en sí misma un argumento en favor del althusserismo; es ade­más en la región de estas teorías que se si­túa este texto. Lo que importa es el tipo de relación que ellas establecen entre el discurso teórico (y por lo tanto entre ellas mismas) y la historia. (Convendría precisar: la teoría de la historia a que me refiero, sólo puede ser una teoría filosófica del conocimiento histó­rico de la historia, del mismo nivel de la teoría filosófica de la (sobre la) teoría “ pura” de la historia que ofrece El Capital, y a dis­tinguir de las teorías científicas correspon­dientes (“ puras” o históricas) y de los dis­cursos histórico-políticos concretos. A lgo a este respecto, en forma muy sucinta, se ofrece en la continuación del texto. En general, trato solamente de dos niveles: el de la teoría “ pura” de El Capital y el de los discursos concretos).

14 De hecho habría aún una tercera hipótesis: la de que ellos serían “ materiales” semiela-

' borados para una “ historia” (Lire le Capital,II, p. 147).Esta caracterización, aunque verdadera, no po­dría, sin embargo, eludir el problema de la naturaleza del discurso histórico marxista.

tórico político. Por un lado, ese discurso tiene una función prácti­ca que no es menor que la función teórica (en este sentido, desde el punto de vista althusseriano, po­dría ser llamado ideológico); pero, por otra parte, es a su modo —lo que sigue intentará justificarlo— un discurso riguroso. En cuanto a interpretarlo como aplicación, se­ría aparentemente trasponer al marxismo una forma de jerarqui- zación del saber que le es extraña. El marxismo propone dos modos de lectura del objeto, el lógico y el histórico, y aunque el histórico presuponga el lógico (hay también una reciprocidad más débil a ser definida), el tipo de jerarquía que se establece entre ellos no es re- ductible a la relación teoría-apli- cación. Esto no solamente porque a cada uno de ellos corresponden exi­gencias diversas de cientificidad, sino también porque su significa­ción epistemológica general no es la misma. A partir de la lectura de la historia que hace El Copital, Ba- libar escribió que “ . . . una ausencia de memoria radical ( . . . ) caracte­riza la historia” (Lire et Capital,II, p. 192). Esa definición vale co­mo principio del discurso lógico. De hecho, desde un doble punto de vista, el principio de la teoría de El Capital no es la memoria, si­no la antimemoria: objetivamente, pues para comprender las leyes del sistema capitalista es necesario se­parar su articulación lógica de su génesis; subjetivamente, porque no hay continuidad en ese nivel, en­tre la práctica política y la prácti­ca teórica. Pero no ocurre lo mismo con el discurso histórico y con el discurso táctico-estratégico: ellos presuponen una memoria que, a pesar del hegelianismo de la fór­mula, es una memoria de sí. La historia —la historia contemporá­nea en particular— aparece sobre el fondo de una práctica posible (ver, p. ej., los textos sobre el proletariado, en el Dieciocho Bru- mario) que “critica” 15 la práctica

15 Esta crítica no se confunde con la crítica de esencia reflexiva (no hegeliana) que hace el sujeto en los Manuscritos.

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real, cuando esta historia no es, ella misma, en mayor o menor gra­do, el resultado de un conjunto de acciones planteadas por el sujeto. Es decir, o bien el discurso está efectivamente integrado a lo real, o funciona como si lo estuviera (epistemológicamente la diferen­cia no es importante). En uno y otro caso hay circülaridad entre la historia y los discursos prácticos (y entre estos últimos): el sujeto es un centro en constante movimien­to que articula dos momentos de una práctica en la que real o ideal­mente se insertan. Al contrario de lo que constatamos en la obra de juventud, la historia (como proce­so objetivo) y la conciencia real, que representa uno de sus niveles, pasa a ser así el suelo de los dis­cursos prácticos (no de la teoría como quiere el historicismo), rom­piendo la discontinuidad, que en el joven Marx se establecía entre los dos sujetos, entre el sujeto y la historia (esa continuidad prologa otra continuidad16 que, como vi­mos, se establece después de la “coupure” entre la historia real y la conciencia objetiva).

Pero si la historia es el suelo de los discursos prácticos, la depen­dencia de éstos para con ella —de­pendencia que no es sólo con un pasado inmediato— debe ser en­tendida como una interiorización de experiencias 17, y no a la mane­ra positivista, como incorporación a la teoría de una serie de expe­rimentos. (Seguramente se puede introducir discontinuidad en esta interiorización —la introducción de esta discontinuidad marca ade­más la originalidad epistemológi­ca de la obra de Debray— ; pero así como toda continuidad, en el plan de la teoría (lógica) es derivada de una discontinuidad que la hace posible, aquí toda discontinuidad sólo podrá nacer en la continui­dad de una memoria). El discurso histórico y táctico-estratégico no

16 Continuidad que no excluye la discontinuidad.17 Ver sobre todo en El Estado y la Revolución,

el uso que se hace de la noción de experien­cia. A la noción de experiencia corresponde la noción complementaria de tarea, que con­vendría analizar más de cerca.

depende solamente de la teoría de El Capital, que le aporta los prin­cipios; depende también de un pa­sado, que es un pasado práctico.

Si los discursos histórico-prác- ticos no son simples aplicaciones de la teoría, ni ideologías, conven­dría analizar más de cerca su na­turaleza. Aquí me limito a dos observaciones: estos discursos no satisfacen indudablemente la exi­gencia althusseriana de que “el conocimiento de la historia no sea más histórico de cuanto es azuca­rado el conocimiento del azúcar” (Lire et Capital, II, p. 132). El ho­rizonte temático que ellos propo­nen es, al contrario, comandado por el ritmo del tiempo histórico. Citando Lenin: “No fue la deduc­ción lógica, sino el desarrollo real de los acontecimientos, la expe­riencia viva de los años 1848-1851, lo que lo condujo (a Marx) a esta manera de plantear el problema. Hasta qué punto Marx se atiene ri­gurosamente a la base efectiva de la experiencia histórica se ve, te­niendo en cuenta que, en 1852, Marx no plantea todavía el proble­ma concreto de saber por qué cosa se va a sustituir la máquina del Es­tado que debe ser destruida. La ex­periencia no aportaba todavía los materiales para este problema, que la historia puso a la orden del día más tarde, en 1 8 7 1 ...” (Lenin, Obras escogidas, III, 224, El Estado y la revolución, subrayado por no­sotros). En segundo lugar, los dis­cursos histórico-políticos replan­tean el problema de la relación entre Marx y Hegel. Para dar un ejemplo más (que se relaciona con el texto de Lenin): tradicional­mente se establece una homología entre el lugar que ocupa el socia­lismo o el comunismo en Marx y la posición del saber absoluto en la Fenomenología del Espíritu de He­gel. La homología es, quizás, me­nos superficial de lo que hoy se suele suponer: ella establecería una convergencia entre Hegel y Marx, en la definición de las con­diciones de posibilidad del conoci­miento del futuro; en el caso del futuro “distante” . En la Fenome­

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nología (y para las dos concien­cias, lo que muchas veces se pier­de de vista), la tematización ple­na del saber absoluto —correlato de lo que sería su transformación en fundamento— es imposible mientras no se llegue al final del itinerario fenomenológico. A me­dio camino de la fenomenología, tal tematización pervertiría la cientificidad (o casi cientificidad) del discurso, y lo transformaría en opinión1S. Impensable como dis­curso pleno, el saber absoluto está dado, sin embargo, como horizonte. La esencialidad de este horizonte es variable según el punto del iti­nerario fenomenológico en que la conciencia se encuentra; su capa­cidad de iluminar el presente (así como la posibilidad correspondien­te, de que él mismo sea tematiza- do) aumenta, en general, a medi­da que nos aproximamos al obje­tivo último. Pero en el interior de estos límites, la “visée” del abso­luto es una dimensión necesaria. Y esos límites son homólogos a los que condicionan la validez y justi­ficación del discurso sobre el so­cialismo : con el mismo “gradiente” temporal, el discurso que tematiza plenamente el socialismo no puede ser científico (ni, por lo tanto, re­volucionario) ; lo que no lo incor­pora como perfil del objetivo final no puede ser revolucionario (ni, por lo tanto, científico). Bajo este aspecto, aunque se admitan las ob­servaciones de Althusser, según las cuales las categorías hegelianas hacen imposible “ toda anticipa­ción consciente dél desarrollo del concepto, todo saber que apunta al futuro” , es indudable que fue po­sible sacar de Hegel una teoría de esta anticipación 19.

18 Ver introducción a La Fenomenología.19 A propósito, cabría una referencia a las fa­

mosas tesis del ¿Qué Hacer?, sobre la intro­ducción, desde afuera del proletariado de la conciencia revolucionaria, en la medida en que los althusserianos las utilizan para mos­trar el carácter radicalmente antihegeliano de la teoría marxista de la práctica. Una discu­sión más profunda dependería de un análisis previo del tipo de conocimiento —bien diverso de El Estado y la Revolución— que nos ofrece este libro. En resumen: la cuestión de las re­laciones entre la conciencia económica y la conciencia política (revolucionaria) debería ser

Quedaría por plantear el proble­ma de las relaciones entre los dis­cursos histórico-políticos y la teo­ría de El Capital. Aquí es induda­blemente válida la crítica al histo- ricismo: no hay entre el tiempo histórico y la teoría (lógica) la continuidad que él supone; pero los dos se articulan a través de ciertos lazos que es preciso definir, a partir de un análisis del espacio objetivo de la teoría. Para el dis­curso histórico-político definimos dos puntos que son sus referencias extremas20 —un suelo histórico que tiene como uno de sus niveles la conciencia actual del proletaria­do, y un horizonte representado por el objetivo último, el socialis­mo. Estos dos puntos que, en la obra política se disponen —diría­mos— horizontalmente, se van a reflejar verticalmente en El Capi­tal. El primero de estos puntos se refleja, fuera del espacio propia­mente lógico, en los textos en que Marx describe la experiencia del proletariado. En estos textos —los que tratan de la lucha por la limi-

distinguida más rigurosamente del problema de las relaciones entre teoría y práctica revo­lucionaria. Los dos problemas no son eviden­temente idénticos. Una observación sobre cada uno de ellos: 1) Si de hecho el rechazo en admitir la posibilidad de un paso espontáneo de la conciencia económica a la conciencia política implica el abandono de cualquier es­quema finalista, la relación entre los dos ni­veles —puesto que la lucha económica se in­tegra en una práctica política que la incor­pora y la modifica (¿la “ supera” ?)— es más hegeliana que spinozista. 2) Conforme a lo que se dice en el texto, el problema de las i elaciones teoría-práctica no parece solucio- nable, si no se distinguieren en el marxismo, diferentes formas de conocimiento y también de teoricidad. La relación con la práctica, de una teoría como la de la revolución perma­nente de Trotski, por ejemplo, su “ historici­dad” , no se confunde con la de la teoría de El Capital. Sólo la primera es epistemológica­mente inseparable de ciertas experiencias del proletariado. Sobre las dos cuestiones subsiste el problema histórico de saber hasta qué punto las tesis del ¿Qué Hacer?, o la interpretación que usualmente se les da, corresponden efec­tivamente a lo que se podría considerar como la posición leninista. Lenin rodea de ciertas reservas el empleo de algunas de sus fórmu­las (ver Lenin, Obras Escocidas, I, p. 215). Según Trotski en su biografía de Stalin, cap. III— Lenin habría abandonado más tarde las tesis del ¿Qué Hacer?, que Trotski considera “ unilaterales y por lo tanto falsas” .

20 En la medida en que el discurso histórico- político presupone una interiorización en pro­fundidad, la historia actual no es seguramente su límite extremo. Sin embargo lo es, en el sentido de que, en cuanto campo de la prác­tica, sólo ella representa, de hecho (en rigor), el suelo de cada discurso práctico.

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tación de la jornada de trabajo principalmente —la experiencia vi­vida del proletariado que, entendi­da como un trascendental, tenía un papel fundante en la antropo­logía de juventud, reaparece en la superficie del discurso, como “re­flejo” histórico (verticalmente, un horizonte) de una realidad estruc­tural. La lucha por la limitación de la jornada de trabajo es, ade­más, leída y criticada como una experiencia (ver, p. ej., los textos en que Marx critica determinadas acciones o actitudes de los prole­tarios ingleses). Pero si el primer límite del discurso político se re­fleja fuera del espacio lógico, el se­gundo, el horizonte del socialismo se refleja en el interior de este es­pacio, como horizonte de signifi­cación (verticalmente como el sue­lo primero, pero no fundante, de las significaciones). De hecho, la lectura que Marx hace del capita­lismo es una reconstitución de sus leyes sobre el fondo de un universo de referencia que lo trasciende. Más allá de los niveles de la apa­riencia y de la-esencia (distinción que, para El Capital debe ser expli- citada, pero no abandonada) hay un desciframiento más profundo; en la esencia misma de la estruc­tura capitalista aparece como un objeto opaco. Esta yuxtaposición de las estructuras objetivas y de

un horizonte (no un fundamento) significativo que las ilumina pare­ce ser el secreto de los llamados textos antropológicos de El Capi­tal, en los cuales el althusserismo ve solamente sobrevivencias de una fase anterior. Ellos represen­tan, de hecho, la cifra de la histo­ricidad de El Capital, el interior de su espacio lógico, y establecen la articulación de este espacio con el tiempo histórico. Mientras en la obra de juventud, lo lógico y lo histórico (el espacio de una filo­sofía de la historia) se articulaban por el centro del espacio lógico, puesto que el fundamento teórico era al mismo tiempo un funda­mento práctico, aquí la articula­ción se hace por la periferia —se da en los límites del espacio lógico, donde se sitúa la “antropo-logía” . Del “ joven” al “viejo” Marx tene­mos así, no el desaparecimiento de un discurso, sino su descentración (lo que, de todas maneras, es una transformación esencial).

No haber definido rigurosamen­te este desplazamiento —lo que hi­zo posible interpretarlo desde el punto de vista lógico —a pesar de las “sobrevivencias históricas”— como un puro y simple desapareci­miento, es, quizás, la insuficiencia mayor del althusserismo.

R u y F a u s t o

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Revista de Estudios del PacíficoPublicación del Centro de Estudios del Pacífico, organismo académico que patrocinan el Consejo Coordinador Universitario de Valparaíso y la Armada de Chile.

Sumario del N(' 4, de mayo de 1972:J. MONTANE, R. BAHAMONDESEl mar, el litoral y los antecedentes arqueológicosF. CALDERON, N. MOLINA La planificación social chinaJ. LUNAFinanciamiento del desarrollo pesquero en América latina ESCUELA TRANSPORTEArica como puerto natural de la región amazónica CEPACEl Pacífico sur oriental en el desarrollo latinoamericano

D O C U M E N T O S :Resoluciones de UNCTAD III sobre derecho del mar,Productos básicos y transporte marítimo

Correspondencia y suscripciones: Casilla 1487, Valparaíso, Chile.

R E V I S T A E A C

Una publicación especializada a nivel universitario en:

- Cine- Teatro- Televisión- Comunicaciones sociales

EN VENTA EN LAS LIBRERIAS DEL PAISEscuela de las Artes de la Comunicación de la Universidad Católica de Chile

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REVISTA LATINOAMERICANADE ESTUDIOS URBANO REGIONALES, C U I * C^jblicada por el Centro de Desarrollo Urbano y Regional de la Universidad Cató­lica de Chile. Auspiciada por el Conseio Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO.

NUMERO 6, NOVIEMBRE DE 1972

Artículos

Síntesis del Estudio "Región Central de Chile: Perspectivas de Desarrollo"Equipo Macrozona Central, CIDU

Algunas consideraciones sobre la movilidad espacial de recursos en los pcíseslatinoamericanosCARLOS A. DE MATTOS

La Estructura Financiera del Municipio Chileno PABLO TRIVELLI H.

Reivindicación Urbana y Lucha Política: los Campamentos de Pobladores en San­tiago de ChileEquipo de Estudios Poblacionales del CIDU.

Oferta de Viviendas y Terrenos en Lima Metropolitana (Análisis de los Avisos ce Periódicos)ALFREDO RODRIGUEZ

Efectos Sociales y Políticos del Proceso de Urbanización PATRICIO CHAPARRO

Otras Secciones

COMENTARIOS DE ARTICULOS POLITICAS, PROGRAMAS Y PROYECTOS

Ponencias chilenas al Primer Encuentro Internacional de la Vivienda

INFORMACIONES

Actividades del CIDU Congreso del SIAP, Colombia Cursos de Post-grado

PEDIDOS Y SUSCRIPCIONES A

REVISTA EURE CASILLA 16002 SANTIAGO CHILE

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PROBLEMI DEI SOCIALISMON? 9, mayo-junio de 1972 Director: Lelio Basso

CAPITALISMO AVANZATO E TRANSIZIONE AL SOCIALISMO

Lelio Basso — Momento soggettivo e processi oggettivi nella transi- zione al socialismo

Christian Palloix — Formazione economico-sociale capitalistica avan- zata e processo di transizione

Manuel Bridier — Livello delle forze produtive e obiettive dei movi- mento rivoluzionario

Ken Coates — Controllo operaio e transizione al socialismo

Attilio Chitarin — Considerazioni “ ideologiche” sulla transiziones

SVILUPPO E SOTTOSVILUPPO

Carlos Sempat Assadourian — Modi di produzione, capitalismo e sottosviluppo in America Latina

ARGOMENTI

Ricardo Fiorito — La “ maturita” dei capitalismo italiano

CONTRIBUTI

Nicola M. de Feo — II socialismo impossibile di Max Weber

NOTE E RICERCHE

Aldo G. Ricci — Sismondi fra economia política e utopia

Redacción: Vía della Dogana Vecchia 5 - 60186 - Roma

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CENTRO DE ESTUDIOS DE LA REALIDAD NACIONAL - CEREN

ANUNCIA LA APARICION EN DICIEMBRE DE SU NUMERO 15(ESPECIAL)

REVOLUCION Y LEGALIDAD: PROBLEMAS DEL ESTADO Y EL DERECHO EN CHILE

IXTRODUCCION: La problemática actual del Estado y el Derecho en Chile, Norbert Lechner

PRIMERA PARTE: La teoría del Estado y el Derecho y la experiencia chilena

P S e c c i ó n : Para una Crítica del Derecho burgués

Historia, legalidad y violencia, Sergio Bagú Sobre la Filosofía de Andrés Bello, Carlos Ruiz La interpretación de clase del Derecho burgués, Umberto Cerroni El carácter fundamental de la legalidad burguesa, Víctor Farías Reflexiones sobre la enseñanza del Derecho en Chile, Alfredo Etcheberry

2^ S e c c i ó n : Problemas jurídico-institucionales de la experiencia chilena

El Estado Nacional en el Sistema Internacional, Eduardo Ortiz -Estado burgués y Gobierno Popular, Joan GarcésEl segundo camino hacia el socialismo: aspectos institucionales, José A.

Viera-GalloHacia la conquista del Derecho popular, José Rodríguez Élizondo Hacia una nueva conceptualización jurídica, Eduardo Novoa

SEGUNDA PARTE: Problemas específicos de la transformación institucional

1? S e c c i ó n : El aparato estatal chileno

El aparato estatal según el Derecho Constitucional chileno, Francisco Cum­plido

La burocracia como grupo social, José Sulbrandt

9íl S e c c i ó n : Institucionalización de la conducción económica

Problemas de dirección económica y planificación en Chile, Humberto Vega La nacionalización de la banca, Eduardo Jara

3^ S e c c i ó n : El delito y su sanción

Derechos Humanos y Derecho Penal, Sergio Politoff, Juan Bustos, Jorge Mera El delito en una sociedad de'clases, Berta Bravo, Loreto Hoecker, Roberto

Lira

PEDIDOS A ALAMEDA 341, TERCER PISO - FONOS 34573 - 33163

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M E N S A J E

Una reflexión cristiana sobre la actualidad para ayudar a construir el futuro

Destacamos en el número de octubre:— “A tres bandas” y la libertad de expresión, Jaime Ruiz-Tagle— ¡Ahí viene!... ¿Perón?, Carlos Naudon— El Mensaje del Cardenal: una lección de septiembre— Elogio del folletín, Carlos Droguett— Después del latifundio, ¿qué?, Gonzalo Arroyo— Un sacerdote es candidato a diputado, Mons. Carlos González

y Arturo Gaete— Perú: 4 años de gobierno militar, Mario Arteaga— Mi fe está en crisis, Guillermo Marshall— “ La Celestina” , Rafael Otano— “ El coraje del pueblo” , Rafael Otano

Precio del ejemplar: E9 40En venta en nuestras oficinas y en las buenas librerías y kioskosRedacción y Administración:Almirante Barroso 24 - Fono 60653, Santiago

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CENTRO DE ESTUDIOS DE LA REALIDAD NACIONAL — CEREN

COLECCION DOCUMENTOS DE TRABAJO

N? 1. Lectura de los textos presidenciales (Agotado)Aníbal Barreto, Alicia Gariazzo

N9 2. La ayuda externa en la estrategia imperialistaNorbert Lechner

N9 3. Contaminación ambiental y países subdcsarrolladosMaría Luisa Kaltenegger

N9 4. Seminario sobre la Revolución Cubana (Tomo I)Germán Sánchez y José Bell Lara

N9 5. Seminario sobre la Revolución Cubana (Tomo II)Germán Sánchez y José Bell Lara

Estos documentos, mimeografiados, se encuentran en venta, en tiradas restringidas, en las oficinas del CEREN y en librerías especializadas.

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C A S A D E L A S A M E R I C A SRevista bimestral

Colaboraciones de los mejores escritores latinoamericanos y estudios de nuestras realidades

Director: Roberto Fernández Retamar

Subscripción anual en el extranjero:

Correo ordinario: tres dólares canadienses

Por vía aérea: ocho dólares canadienses

CASA DE LAS AMERICAS: TERCERA Y G, VEDADO,

LA HABANA, CUBA