nº12 dic 1980 caratulas en byn

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S O C I A L I S M O Y P A R T I C I P A C I O N es una publicación trimestral del Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación, C E D E P , y la imprime INDUSTRIALgra/z'ca S.A., Chavín 45. L ima 5. Pueden reproducirse los artículos de esta publicación indicando su procedencia. Los cola­boradores no comparten necesariamente las opiniones del Consejo Editorial. La correspondencia puede dirigirse a: E D I C I O N E S S O C I A L I S M O Y P A R T I C I P A C I O N , Apartado 1, L ima 4 - Perú.

CARLOS DELGADO OLIVERA ( 1 9 2 4 - 1 9 8 O )

I Hablar de Carlos Delgado es como hablar de nosotros mismos: su

desaparición constituye para nosotros un hecho íntimo, dolorosamen¬

te propio. Sus ideas y su espíritu han estado presentes en todo nues­

tro trayecto como equipo de trabajo, desde los momentos iniciales del

Sinamos, hace ya unos nueve años, hasta la vida actual de esta re­

vista. En los días intensos del proceso revolucionario que condujo Ve¬

lasco, en la frustración causada por la regresión del país conducida

por Morales y Belaúnde y, aunque contrariamente a su más honda

voluntad él se viese obligado a permanecer a muchos miles de kiló­

metros del Perú, nosotros tuvimos siempre el orgullo de estar y sen­

tirnos cerca de Carlos; y el mismo sentimiento nos invade ahora que

él ha desaparecido materialmente.

Se ha mencionado más de una vez en estos días —y con entera

justeza histórica—, el papel cumplido por Carlos Delgado en la for­

mulación de las ideas que dieron identidad al proceso peruano; se ha

hablado merecidamente de su honradez intelectual, personal y políti­

ca, y su conflictiva franqueza con amigos y adversarios. Efectivamente,

él fue un factor decisivo en la elaboración de la ideología del proceso

revolucionario. Al tiempo que señalar claramente la urgencia de aban­

donar el sistema capitalista, último responsable de los males históricos

que agobian a nuestro país, Delgado señaló también la posibilidad de

empezar, no en un futuro indeterminado, sino ahora, un nuevo siste­

ma radicalmente distinto del capitalismo, pero también diferente a los

sistemas actualmente llamados comunistas, o socialismos de Estado; un

nuevo sistema surgido de nuestra realidad y de nuestras necesidades.

II Carlos cuestionó tajantemente cualquier presunta inevitabilidad de los

errores y deformaciones de las revoluciones que se detuvieron y frus­

traron en el autoritarismo del Estado, y luchó también sistemáticamente

contra quienes intentaban hacer deslizar la revolución hacia un capita­

lismo maquillado. Y fue dando forma a la idea de una democracia au­

téntica, directa y popular, que fuese resultante de la pluralidad de ideas

y organizaciones y expresión espontánea de una sociedad libre y cohe­

rentemente articulada. Todo ello lo obligó a una permanente defensa

de nuestra identidad como país, de nuestra personalidad nacional y

nuestro derecho a pensar y decidir; y lo obligó también a colisionar,

a veces solitariamente, con las influencias y presiones que llegaban al

proceso revolucionario desde los poderes mundiales. El suyo, sin em­

bargo, no fue un tercer camino, como él repitió muchas veces; fue un

camino revolucionario y socialista, de izquierda radical, porque no se

conformó con la palabra socialismo, que hace medio siglo definía po­

siciones y conductas, pero que hoy expresa, con lamentable frecuencia,

o el candor que cubre la ignorancia de los problemas políticos contem­

poráneos o la frivolidad que es consecuencia del oportunismo.

Fue justamente su ubicación en el centro de esta problemática

crucial, lo que explica por qué este hombre de características y rol tan

singulares en un momento tan importante de nuestra historia política

fue tan poco comprendido. Creemos que la causa última de este he­

cho reside en su rol de iniciador, en su calidad de introductor de temas

y posiciones que aún hoy causan extrañeza, desconfianza y rechazo en

ciertos medios pero que empiezan a formar pane, paulatinamente, de

III la nueva cultura política del país y que ojalá mañana den nacimiento

a nuevas formas de acción. Que se nos permita aprovechar esta oca­

sión para reivindicar también para nosotros esa orgullosa soledad de

las minorías que, paradójicamente, debe estar a la vez abierta al mun­

do y a lo nuevo, para escapar al peligro de convertirse en sectarismo

regresivo. Las ideas nuevas, las nuevas, mejores y más justas propues­

tas de vida son siempre heterodoxas, conflictivas con la estandarización

y mediocridad de lo estable y uniforme. Y, al fin y al cabo, lo ver­

daderamente revolucionario, por remover el sentido común de la gen­

te, por provocar su inadaptación a un mundo que, aunque organizado

de manera injusta, compromete conductas e intereses, generan insegu­

ridad e incertidumbre. Los hábitos antiguos, el compromiso con el sis­

tema, no son desgraciadamente exclusividad de conservadores o reac­

cionarios; también se ocultan tras la retórica aparentemente revolucio­

naria, generando más compromisos y solidaridades. Y por eso, el se­

creto del éxito de las creencias que son asumidas irreflexiva y masiva­

mente por los seres humanos y de los grandes mitos modernos, parece

estar hoy precisamente en esa producción en serie de confianza y se­

guridad en lo que otros dicen, y hacen o dejan de decir y hacer. Hace

ya varias generaciones, los revolucionarios también construyeron mi­

tos: trataron de usarlos como vía para enraizar sus propuestas en la

conciencia de los hombres del pueblo, intentando reemplazar el racio­

cinio por la religiosidad. La revolución ha llegado atener así algo de

liturgia. Hoy, que parecemos encaminamos cada vez más hacia un

mundo más ciego, peligroso e inhumano, aparece cada vez más claro

IV que lo revolucionario es dotar a la gente de capacidad para pensar, analizar y decidir por ella misma. Y, por lo tanto, es urgente remover los mitos desde sus raíces. Pero eso tiene un costo: el de ser rechaza­dos por quienes temen tanto a la libertad de los demás como a la pro¬pia libertad.

En la vida de Carlos había una conflictiva coexistencia entre su respetuoso amor por la gente sencilla del pueblo, por la humildad de la vida cotidiana en que él se crió y formó; su cordial y constante aus­cultación de la individualidad popular; y su rechazo a la masificación de la política, a los populismos y totalitarismos que, como él sabía, están históricamente emparentados y comunicados. Quizá sea acertado decir que aprendió todo ello en el Apra, cuando vio mezclarse en un gran movimiento popular, lo mejor de la abnegación de miles de per­sonas, el anhelo colectivo por una sociedad justa, la disciplina cons­cientemente asumida, a la vez que el ciego culto al líder, el sectarismo y el pragmatismo corruptor. Seguramente esa experiencia lo signó pa¬ra toda la vida y contribuyó decisivamente a que reivindicase constan­temente que la política revolucionaria, si quiere serlo realmente, debe constituir una dimensión de la moral personal y colectiva y que, con­secuentemente con ello, desoyendo halagos y presiones, intentase tra­bajar por la creación de otras formas de hacer política, a partir de una estricta correspondencia entre medios y fines.

Todo ello estuvo presente, tanto en la base de su alejamiento de Haya de la Torre como en su acercamiento a Velasco. En más de una oportunidad, la historia latinoamericana registra esta aparentemen¬

V te curiosa cooperación entre el reformador militar y el intelectual civil,

pero pocas veces tuvo consecuencias tan profundas. Cooperación que,

en el caso de Carlos, significó una tarea conscientemente asumida y

llevada a cabo sin servilismo. No sólo fue Carlos, como se ha dicho,

el primer intelectual del proceso. Sin ninguna duda, fue un excelente

representante de muchos otros hombres que, como él, optamos por la

cooperación con las fuerzas armadas y el trabajo dentro de la buró"1

cracia del Estado; alejados de la actividad política convencional pero

en el vórtice de las decisiones que, en aquellos momentos, eran cru­

ciales para el pueblo del Perú. Carlos estuvo en el punto de conver­

gencia de cientos de intelectuales y técnicos civiles que en aquellos

años, encontraron en muchos frentes del trabajo estatal una ocasión

para realizar sus ideales y para hacer efectiva su vocación de ser­

vicio al país a través de un intenso, fascinante e inédito proceso de

transformaciones hacia un modelo de desarrollo nacional y cambios

sociales.

Y, finalmente, cuando reflexionamos sobre la decisiva actividad

de estos hombres que—uno con las ideas y otro con los hechos, pero

ambos con igual energía y decisión— motivaron tantos cambios tras­

cendentes en el Perú, no podemos rehuir tampoco la comprobación

de lo ambicioso pero solitario de su esfuerzo. Velasco trató de cam­

biar el sistema usando a las fuerzas armadas que habían sido educadas

para defenderlo. Carlos Delgado trató de hacer culminar un proceso

iniciado desde las alturas del poder, convirtiéndolo en una democracia

directa nacida desde abajo. Uno quiso transformar un país dominado

VI en una patria independiente; el otro trató de cambiar una sociedad autoritaria en otra participatoria y verdaderamente democrática. En el origen de la apuesta que ambos hicieron, cada uno desde su perspec­tiva vital, en su elección por las vías paradójicas y difíciles, reside ese tipo de coraje que es tan escaso en nuestros días y que se expresa en ese finísimo tejido de acciones que, al tiempo que mide y gradúa cui­dadosamente los propios actos, intenta constantemente acercar el futu¬ro al presente, la utopía a la realidad.

Tocas veces una vida tan breve se emparentó con un talento tan vigoroso y lúcido para dejar un legado inconcluso pero lanzado hacia el futuro. Delgado tuvo la valentía de decir antes lo que muchos pien­san hoy en su interior y quizás lo que muchos más reflexionarán y ad­mitirán después. Vero ello será posible si, cumpliendo nuestro deber con su recuerdo, unimos nación y revolución, racionalidad y pueblo, moral y política.

S O C I A L I S M O Y P A R T I C I P A C I Ó N

C O N S E J O E D I T O R I A L

socialismo y participación

Lima, Perú, diciembre 1980

socialismo y participación

EDITORIAL

ARTICULOS:

CARLOS GARCIA BEDOYA. Textos Inéditos

GABRIEL VALDES. Algunas reflexiones sobre educación y desarrollo

MANUEL MARI. Nueva política tecnológica para el Perú

HUGO NEIRA. En torno a Octavio Paz

ELMER ARCE. Comunidades Campesinas y política del Estado: Década

del 70

LUIS PISCOYA. La reforma educativa peruana: ¿teoría inédita?

FEDERICO LEON. Una teoría psicológica sobre el comportamiento

participatorio

EDUARDO FERRERO. El desarrollo del nuevo derecho del mar y las 200

millas

ARTE:

JULIO ORTEGA. La narrativa hispanoamericana: para un modelo critico

JOSE ADOLPH. Libertad y/o igualdad

DOCUMENTOS:

Chile: Convergencia Socialista

CRONICA:

XIII Congreso Aprista

La presencia de Aricó en Lima

Seminario Taller sobre la transición hacia la autogestión en la industria

como una estrategia para el cambio

Seminario Nacional sobre Problemática Regional del Perú

Consulta Latinoamericana sobre Corporaciones Transnacionales

RESEÑAS

PUBLICACIONES RECIBIDAS

diciembre 1980

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CENTRO DE ESTUDIOS PARA EL DESARROLLO Y LA PARTICIPACION

C O N S E J O E D I T O R I A L

Carlos Amat y León Héctor Béjar Rivera Carlos Delgado Olivera Carlos Franco Cortez Francisco Guerra García Hélan Jaworski Cárdenas Jaime Llosa Larrabure Hugo Neira Samanez Federico Velarde Valdivia

Coordinador del Consejo Editorial Carlos Franco Cortez

Editor Luis Cueva Sánchez

Asesoría Editorial: LETRA S. R. L Disertó gráfico: Carlos Liendo

Impresión: IDUSTRIALgráfica S. A. Chavín 45, Breña - Teléf. 31-25-05 Lima, Perú

L número 12 de SOCIALISMO Y PARTICIPACION se inicia, como de cos­tumbre, con el análisis político elaborado por el Consejo Editorial.

La sección artículos presenta una nota sobre Carlos García Bedoya escrita por Carlos Franco y luego dos textos inéditos del ex-Canciller

recientemente fallecido: la primera, una semblanza de Porras Barrenechea; la segunda, un excelente esquema acerca de la política internacional del Perú.

A continuación, entregamos algunas reflexiones sobre educación y desarrollo, de Gabriel Valdés, ex-Canciller chileno y hoy Director Regional del PNUD para

América Latina y el Caribe, Manuel Marí prepone en un valioso ensayo los lineamientos de una nueva política tecnológica para el Perú. Hugo Neira

analiza el pensamiento de Octavio Paz sobre la cultura mexicana. Elmer Arce estudia la problemática de las comunidades campesinas y Luis Piscoya

reexamina críticamente las bases conceptuales de la reforma educativa. Finalmente, Eduardo Ferrero muestra el desarrollo del nuevo derecho del mar en

relación con el problema de las 200 millas, mientras Federico León presenta un enfoque teórico sobre los aspectos psicológicos de la participación.

La sección arte incorpora las contribuciones de Julio Ortega sobre la narrativa hispanoamericana y de José Adolph, quien realiza un incisivo

análisis teórico de los conceptos de libertad e igualdad.

La sección documentos incluye una importante y extensa declaración de un grupo de socialistas chilenos en torno al proceso de convergencia

iniciado en Chile.

La sección crónica trae un sugerente análisis de Imelda Vega Centeno acerca del reciente congreso del Apra, realizado desde la perspectiva

de la sociología religiosa. Luego, Héctor Béjar, Tirso Causillas y Máximo Vega Centeno informan acerca de la presencia de José Aricó en Lima, el reciente

seminario nacional sobre problemática regional y la reunión internacional sobre corporaciones transnacionales.

La sección reseñas incluye comentarios de Leopoldo Mármora sobre "La Alternativa" de Báhro y de Walter Zegarra sobre la reciente publicación del

CIC "Realidad del campo peruano después de la reforma agraria".

Concluye el número con la; acostumbrada relación de publicaciones recibidas.

E

Quisiéramos indicarle al lector, antes de finalizar, que el artículo de Olivier Corpet sobre la autogestión en Francia, aparecido en el número 10 de

nuestra revista, es una versión de la investigación realizada por el autor y auspiciada por la Fundación Internacional para Alternativas de Desarrollo (IFDA).

SOCIALISMO Y PARTICIPACION agradece a todos los colaboradores del presente número.

Editorial

E L análisis del proceso político del país nos conduce a identificar cua­tro características centrales que

permiten ordenar y entender las princi­pales tendencias actuales. Estas son:

1. La amenazante presencia en el ho­rizonte político de un cambio drástico en las relaciones entre la nueva administra­ción de los Estados Unidos y los gobier­nos latinoamericanos que afectará sen­siblemente el cuadro político nacional

2. La progresiva revelación del conte­nido transnacional y antipopular del pro­yecto económico y político del régimen belaundista.

3. El crecimiento en extensión y pro­fundidad de los conflictos sociales y la incapacidad de la gestión pública para enfrentar sus causas.

4. El peligroso socavamiento de las frágiles bases políticas sobre las cuales se sostiene el sistema democrático repre­sentativo.

A continuación, intentaremos señalar sumariamente los contenidos de tales tendencias.

La administración Reagan y sus peligros

La perversa combinación del poder de las transnacionales y de la nostalgia del ciudadano medio americano por el poder nacional perdido, ha hecho posible, den­tro del cuadro amenazante de la guerra fría, el triunfo electoral de la alternativa más conservadora en los Estados Unidos. Ello expresa cambios profundos en la sociedad y el poder norteamericanos.

SOCIALISMO Y PARTICIPACION / Nº 12 5

Sin duda, este hecho tendrá una poderosa gravitación en la escena internacional y confirma los más oscuros presagios de quienes, no sin razón, consideran que el mundo vive la más peligrosa situación presentada en el curso del presente si­glo. Una intensa sensación de impotencia se extiende en el mundo como conse­cuencia de la enajenación del poder de las transnacionales y del poder estatal de la Unión Soviética de todo control de­mocrático. No es nuestro propósito, sin embargo, analizar esta situación y el rol que en ella desempeña la reciente deci­sión del electorado norteamericano. Nos interesa, más bien, advertir hacia dónde se orienta la nueva administración en sus relaciones con Latinoamérica y los efec­tos de su comportamiento en la política de nuestro país. En este sentido, las de­claraciones de Reagan, como candidato, han sido suficientemente precisas como para evitar malos entendidos:

1. reinterpretación de la política libe­ral de derechos humanos en función de las necesidades tácticas y estratégicas del poder norteamericano;

2. cobertura política a los gobiernos militares del continente y en especial a los del cono sur y de la cuenca del Plata;

3. conversión de Centroamérica y las Antillas en área estratégica del poder militar norteamericano y reafirmación de su "derecho" a intervenir militarmen­te en ella;

4. reorientación del condicionamiento político en relación con los créditos gu­bernamentales como con los préstamos

bios producidos en la relación de las grandes potencias que nuestro continen­te adquiere el carácter de una zona es­tratégica para el balance del poder mun­dial. Por ello, es previsible que el rol ju­gado por Asia y Africa en las décadas del 60 y 70 se traslade, con todas sus con­secuencias, a nuestros países. Sin duda, en todo ello juega un papel relevante los procesos de desestabilización política en Centro América, área estratégica desde el punto de vista geopolítico para los Es­tados Unidos. Pero también del poder político estatal alcanzado por las gran­des empresas transnacionales, el com­plejo industrial militar y los sectores fi­nancieros en los Estados Unidos, que al amparo de una profunda crisis de la eco­nomía internacional, exigen una notable centralización de las decisiones y poder suficientes para imponer los costos co­rrespondientes a Estados y Naciones.

Las consecuencias de este fenómeno pueden ser particularmente graves en relación con los países en los cuales co¬yunturalmente se resuelve el equilibrio de poder entre sistemas democrático-¬representativos y sistemas militares au­toritarios. Nos referimos a Bolivia, Bra­sil y Perú. Como se sabe, en tanto en nuestro país se realizó el traslado del poder político de la Fuerza Armada a los partidos elegidos por el sufragio po­pular, dicho proceso fue violentamente detenido en Bolivia en tanto que en el Brasil se congeló relativamente la aper­tura democrática. Parece razonable asu­mir que la orientación política de la nue­va administración norteamericana gra­vitará sobre la solución política que se encuentre en esta zona donde se juega activamente la "correlación de fuerzas" en Sudamérica. Por otro lado, la orien­tación económica de la nueva administra­ción presionará por una más intensa in¬ternacionalización de los mercados na­cionales, a través del recorte del campo de la actividad económica del Estado, el incremento de las oportunidades de in­versión del capital extranjero, la libe¬ralización de los aranceles, el bloqueo del aparato industrial que produce pa­ra el mercado interno y la reorientación de la industria al mercado internacional.

de la banca privada y de las agencias in­ternacionales a los países latinoameri­canos;

5. apoyo político a las inversiones de las empresas transnacionales y a la in¬ternacionalización de los mercados na­cionales asi como oposición a los acuer­dos subregionales o regionales que limi­tan la realización de esta política (o transformación de ellos en mecanismos de penetración económica);

6. reactivación de los pactos y alianzas militares bilaterales y continentales y co­bertura económica a las políticas arma­mentistas.

Los lincamientos de esta política se orientan a modificar el balance de poder generado en el último lustro del 70. En efecto, en gruesas líneas el mapa políti­co de América Latina puede ser orde­nado en un área de países controlados dictatorialmente por el poder militar, otra bajo control democrático-liberal y una tercera área constituida por países en los cuales los sistemas de dominación sufren una profunda crisis de legitimi­dad que erosiona sus bases de sustenta­ción. Durante el período de Cárter, la administración norteamericana inclinó su apoyo político por los gobiernos demo­crático representativos, tomó distancia frente a los gobiernos militares y trató de inducir por medios político, no mili­tares, una reorganización en su favor de los estados centroamericanos en crisis. En cambio, a tenor de los pronunciamien­tos de Reagan la orientación de la nue­va administración será distinta: amparo a los gobiernos militares del cono sur, empleo, si es necesario, de la política de la intervención militar en el área centro­americana y condicionamiento del apoyo a los regímenes democráticos en función de las garantías que ofrezcan a la "segu­ridad continental" y a los intereses de los monopolios norteamericanos. El conte­nido de esta política no es tanto una res­puesta conservadora a la problemática política latinoamericana como el resul­tado de la conversión objetiva de Amé­rica Latina en un área directa de con­frontación entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Es a través de los cam¬

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bine el autocentramiento de nuestras eco­nomías, el desarrollo del movimiento na­cional y popular y el reclamo para una nueva democracia. Que ello ocurra de­penderá de la claridad de la conciencia política de quienes están dispuestos a arriesgarse en una acción transformado­ra sustentada en una redefinición de la realidad y en el encuentro de un nuevo sentido de su compromiso político.

Las orientaciones del régimen belaundista

El conocimiento del contexto anterior permite analizar el contenido y las posi­bilidades de desarrollo del actual régi­men. En el curso de los últimos meses, el gobierno de Belaúnde ha ido perfilan­do con mayor claridad el sentido ole su proyecto. En el plano económico, un cier­to número de decisiones y declaraciones parecen señalar el reforzamiento de la tendencia a desnacionalizar nuestra eco­nomía. El anunciado cambio de las reglas de relación con la inversión extranjera en el campo del petróleo es una prime­ra muestra de ello. El petróleo, como se sabe, es un recurso escaso cuyo precio se incrementa crecientemente a pesar de la política de almacenamiento segui­da por los Estados Unidos y los princi­pales países europeos. La irracional gue­rra entre Irak e Irán y las tensiones que se acumulan en el Medio Oriente así co­mo la modificación de la actitud de los países que en la OPEP se inclinaron has­ta ahora por un aumento conservador de los precios, señalan con claridad que la tendencia alcista se reforzará en los si­guientes años. En estas circunstancias, disponer de petróleo confiere un poder sumamente importante que debería ser utilizado, sea para obtener los créditos internacionales que permitan su explo­tación estatal, sea para negociar, sobre posiciones más fuertes, las condiciones más ventajosas con los inversionistas ex­tranjeros. Esta es la situación del gobier­no peruano, la cual puede ser reforzado si en el plano latinoamericano se busca­ra el apoyo de Venezuela y México.

Sin embargo, las declaraciones de los ministros de economía y energía y minas

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Esta línea de política afectará evidente­mente los acuerdos económicos subre¬gionales laboriosamente forjados en la década del 70 (Pacto Andino, Mercado Común Centroamericano), e incidirá ne­gativamente en los intentos autonomis­tas que se expresaron en la transforma­ción del ALALC y en el surgimiento del SELA. Igualmente, es previsible asistir al bloqueo de los débiles intentos de los gobiernos latinoamericanos por consti­tuir asociaciones de productores que per­miten intervenir con relativa fuerza en la producción y el comercio de los pro­ductos que sostienen sus menguadas ba­lanzas de pago. Esta vasta operación exi­ge, para su cumplimiento, una reestruc­turación de los lazos militares entre los Estados Unidos y las fuerzas armadas la­tinoamericanas, convocada por las "ame­nazas a la seguridad nacional y continen­tal" y un fortalecimiento en cada socie­dad nacional del autoritarismo político, condición concurrente de la liberaliza¬ción de sus economías.

Como es fácil colegir, este proyecto puede desencadenar una brusca exten­sión de los conflictos sociales, el surgi­miento de imprevistos actores políticos y la disputa sobre los límites de funcio­namiento del sistema democrático. Es evidente, en este sentido, que el proyec­to en referencia no sólo afecta a los sec­tores tradicionalmente reprimidos en nuestro continente sino que colisiona con los intereses de los industriales naciona­les, la burocracia pública y los sectores medios con ellos vinculado. En tal senti­do, es previsible la incorporación a la arena política de actores que por lo me­nos en el pasado reciente, sólo se pre­sentaron abiertamente en forma contin­gente, y a través de modalidades corpo­rativas. Esta drástica ampliación del cam­po de fuerzas sociales, parece indicar la necesidad de redefinir, en todos los cam­pos de la acción política, los objetivos programáticos, las estrategias, la orien­tación y los estilos de comportamiento del movimiento popular. Pocas veces, como en esta década, se pueden crear como contraparte del sombrío signo que nos amenaza desde fuera, condiciones más propicias para un proyecto que com¬

de la disposición del "Extended Found Facility". Reestructurada nuestra deuda externa, abiertos los créditos internacio­nales, incrementado considerablemente el valor de las exportaciones y la canti­dad de divisas disponibles por el gobier­no, resulta innecesario abrirse a las pre­siones derivadas de un acuerdo de esta naturaleza. Este acuerdo vuelve a some­ter al país a las orientaciones de un or­ganismo cuya filosofía económica no con­sulta los intereses nacionales. Aunque no confirmadas aún, no parecen descami­nadas las informaciones según las cua­les el FMI plantea el alza de los intere­ses bancarios al 75%, la eliminación de los subsidios y del CERTEX como la re­baja de los aranceles al 10%. Como es fácil comprender, este programa no só­lo acentuaría los rasgos más intolera­bles de la actual situación económica si­no que tornaría inviable cualquier mane­jo democrático de los conflictos sociales. Ciertamente, el gobierno no tiene por qué aceptar este programa y seguramen­te el mismo será modificado. Pero es evi­dente que se abre al país con el acuerdo una peligrosa perspectiva que es impul­sada desde el interior del mismo gobier­no por el equipo económico del PPC, el cual ha tomado posiciones importantes en el manejo de la política gubernamental. De igual modo, en el curso de los últimos meses el gobierno peruano se encuentra impulsando una profunda revisión del Acuerdo de Cartagena que no se propo­ne exclusivamente, como se dice, la bús­queda de ventajas para el país sino el cambio de las bases fundamentales del mismo: el tratamiento del capital extran­jero, la política arancelaria, la progra­mación industrial. Detrás del reclamo por un más amplio margen de libertad para la definición por cada Estado de su política económica se abre paso una po­derosa tendencia orientada a abrir total­mente el mercado subregional a la inver­sión y producción de las transnacionales y a someter nuestras economías a la di­visión mundial del trabajo. Como se ob­serva, el gobierno belaundista parece lanzarse por la pendiente de una concep­ción del manejo económico basada en la subordinación al mercado internacional

indican con claridad la voluntad de incre­mentar las facilidades de inversión a los monopolios extranjeros con grave detri­mento del interés nacional. Esta posición parece extenderse al campo de la mine­ría como lo muestra la negociación de los proyectos de Tintaya. Igualmente, la rebaja indiscriminada de los aranceles y su probable acentuación en los próximos meses significa, en los hechos, entregar el mercado nacional, condenar a los in­dustriales nacionales golpeados ya por la recesión de la demanda y el costo del crédito, extender las quiebras y con ello la desocupación y reforzar el poder pa­rasitario de los importadores. Al ampa­ro de esta medida y de la irracional for­ma de gastar los dólares, por primera vez en los dos últimos años se presentó un déficit de la balanza comercial en el mes de agosto. Y hasta ahora ningún sig­no indica con claridad una disminución significativa de los precios en el merca­do que es el presunto objetivo de esta de­cisión. Más bien, el consumo suntuario y ostentoso se refuerza con el ingreso masivo de productos destinados a satis­facer las "necesidades" de los grupos de más altos ingresos. Esta decisión no sólo es antinacional sino también despro­vista de todo sustento técnico. Resulta claro a estas alturas que la política eco­nómica en este campo no puede reducir­se a optar genéricamente por aranceles altos o bajos. Es preciso atender a la na­turaleza diferenciada de las importacio­nes —insumos, bienes de capital, produc­tos semielaborados, bienes finales— y a las consecuencias de su volumen y pre­cios en el mercado y los productores na­cionales. Pero para ello, evidentemente, es preciso tener otra imagen de la eco­nomía nacional y distintos propósitos que aquéllos del gobierno.

Que estas líneas de política parecen formar parte de un enfoque generaliza­do lo indica, por una parte, el propósito de renovar el stand by con el Fondo Mo­netario Internacional y, por otra, la po­sición liberalizante del gobierno perua­no en relación con los acuerdos y deci­siones del Pacto Andino. En sentido es­tricto, no existe ninguna necesidad de so­licitar al FMI la extensión por tres años

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ciada atención prioritaria a los sectores de menores ingresos en los campos de la salud, la educación, la vivienda y el transporte no tiene, hasta ahora, traduc­ción alguna en la asignación de los re­cursos presupuéstales. Ellos no obten­drán, salvo por intervención parlamen­taria, algo más que el porcentaje acor­dado por el gobierno militar que, como se sabe, escandalizó y fue motivo de vio­lenta crítica por parte del Premier en su primera exposición pública. El error del cálculo sobre la tasa inflacionaria se acompaña entonces del incumplimien­to de promesas tales como que el gobier­no belaundista sería conocido como "el gobierno de la educación" o que a par­tir del año 1981 se establecería "la gra­titud en el uso de los servicios de salud". De este modo pues se revela el uso ven­tajista de las promesas gubernamenta­les y la ausencia de una política realista y responsable.

Precisamente, las promesas electora­les y la exigencia de su cumplimiento por grupos marginales en las ciudades y movimientos provincianos, obligan al gobierno a atender ciertas necesidades básicas. Es evidente que el Banco de Materiales, la hipoteca social y la políti­ca de construcción de complejos habita¬cionales se orientan en ese sentido, del mismo modo que el programa de carre­teras, el incremento de microcentrales hidroeléctricas o el proyecto de instalar pequeñas industrias de cemento en los departamentos del país. Un primer aná­lisis de algunos de estos proyectos mues­tra que sus coberturas están socialmen¬te limitadas, como en los proyectos de vivienda, por la insuficiencia de los cré­ditos en relación con la cantidad de sus eventuales destinatarios. Y en el caso de las pequeñas fábricas de cemento no logramos entender por qué tendrían que ser entregadas por el estado, que corre a cargo de su instalación, a empresarios privados pudiendo hacerlo a los gobier­nos locales. Por estas razones, proyec­tos inobjetables desde el punto de vista de sus intenciones, sólo pueden palear temporalmente las generalizadas expec­tativas de la población de bajos ingresos.

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y las fuerzas que lo manejan. En tales circunstancias, el país no puede esperar del gobierno una posición consistente, una resistencia activa a la política de la administración Reagan. Aquí encontra­mos el núcleo fundamental del proble­ma económico y político del país en los próximos años.

En el plano interno y congruentemen­te con la proclividad liberal de la concep­ción económica, el gobierno viene adop­tando posiciones contrarias al interés na­cional. No sólo nos referimos al conteni­do del proyecto sobre la modificación de la política petrolera o ala proyectada des­nacionalización del comercio exterior de los minerales. Nos referimos también al acuerdo anticonstitucional que entrega importantes fábricas de cemento al inte­rés particular. Nos referimos a la entre­ga de los diarios, televisión y radio a sus antiguos propietarios. Nos referimos a la anunciada ley de participación laboral que, vía la individualización de las accio­nes, la legalización de su venta en el mer­cado, la disminución del porcentaje de las utilidades destinadas a la adquisición de acciones laborales, el cambio del cri­terio de la renta bruta por la renta ne­ta para el cálculo de los porcentajes des­tinados a la comunidad, la desaparición real de la comunidad de compensación, etc. desnaturalizan la comunidad indus­trial como mecanismo de participación de los trabajadores.

El conjunto de las decisiones señala­das no logra los objetivos que el actual gobierno se propuso al mido de su man­dato. Hasta ahora, no se ha inducido nin­guna modificación visible en el cuadro interno de recesión e inflación y en su secuela de desempleo y subempleo y disminución del salario real. El progre­sivo retiro de los subsidios no es acom­pañado por política alguna que reactive significativamente el mercado en tanto que los precios continúan siendo fijados arbitrariamente. Habiendo previsto en 60% la inflación para el presente año, ésta ascenderá, según estimados del pro­pio gobierno, a 70% al término del año, mientras otras fuentes hacen ascender el cálculo al 75%. Por otro lado, la anun¬

afirmarse suficientemente en la defen­sa de valores que son esenciales a la co­existencia social se inclina ante "conve­niencias" políticas circunstanciales. El gobierno, y en primer lugar el Presiden­te Belaúnde, no parece percatarse de que una vez violados los principios de protección de la vida y los derechos hu­manos, se abre la posibilidad de un des­conocimiento general de los mismos. Que ello no ocurra de inmediato, no resta gravedad al hecho ni asegura que no ocurra en el futuro. Al proceder de es­te modo, no sólo se han vulnerado bási­cos principios morales sino también la credibilidad pública, que es finalmente, una base esencial del ejercicio democrá­tico del poder. Igualmente resulta cri­ticable la duplicidad en el tratamiento de civiles y militares que participaron en el gobierno de la Fuerza Armada. Siendo ambos responsables, según la ac­tual administración, de todo los males del país, sin embargo son objetos de tra­tamientos distintos. No es precisamente el valor o el coraje quien dicta una po­lítica que sanciona a jueces y funciona­rios públicos mientras bloquea la posi­bilidad de toda investigación que involu­cre a miembros de los institutos arma­dos. De igual modo, no indica precisa­mente la existencia de una clara distin­ción entre la función pública y los inte­reses particulares (sean ellos económi­cos o políticos) las decisiones guberna­mentales de entregar temporalmente el uso del sistema de microondas, que es un bien nacional, a un canal privado de televisión caracterizado por su adhesión a la administración actual o de usar el control temporal de las radios por la Oficina Central de Informaciones para el apoyo de las candidaturas del gobier­no en el reciente proceso electoral. Que todo ello ocurra antes de cumplirse el primer semestre en el ejercicio del po­der no es precisamente un signo positi­vo de lo que nos deparará el gobierno en el futuro.

La acentuación y extensión de los conflictos sociales y políticos

La crisis económica y la política del régimen están en el origen de una visi¬

Pero es en el plano más específico del comportamiento político del gobierno y su mayoría parlamentaria que se gene­ran los problemas y peligros más serios para la naciente democracia peruana. Nos referimos a comportamientos que tienen que ver con valores fundamenta­les del sistema político. En primer lu­gar, la protección de la vida y los dere­chos humanos. Nadie puede ignorar aho­ra que el actual gobierno, por el interés político de reforzar su relación con al­gunos mandos castrenses, se ha negado a investigar el caso de las muertes de los militantes argentinos del grupo montone­ro y el rol jugado por algunos miembros de los organismos de seguridad perua­nos en todo ello. Al proceder de este modo, el actual gobierno se convierte en cómplice, por encubrimiento, de hechos que comprometen la legitimidad y cre­dibilidad del sistema democrático y la soberanía del Estado. Y al hacerlo, con­valida desde el poder el surgimiento de una tendencia extraña a nuestras tradi­ciones políticas y que puede tener en él futuro nefastas e incalculables conse­cuencias en la configuración de nuestro estilo de vida. El pedido de reinstaurar la pena de muerte para los actos contra­rios a la seguridad pública se inscribe en la misma peligrosa dirección. No nos motiva, para la crítica de estos compor­tamientos, nuestra posición opositora al gobierno pues el problema que aquí se discute es mucho más vasto y profundo al inscribirse en la base misma del sis­tema de vida a construirse en el Perú. Tampoco ignoramos la complejidad de las relaciones que se establecen entre un naciente gobierno civil como el actual y la fuerza armada, pues en este plano, pero no sólo en él, hemos señalado cla­ramente la necesidad de mantener una respetuosa actitud constitucional ante los institutos armados y crear las condi­ciones adecuadas para una definición ra­cional de su participación.

Finalmente, tampoco ignoramos la ne­cesidad, de aplicar la ley a los que vía actos terroristas ponen en peligro la vi da de los demás o los bienes públicos. Lo que cuestionamos es una modalidad de comportamiento público que por no

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movilizada y en crisis, es incapaz de man­tener sus viejas lealtades; h) el inicio de un cambio en la orientación y el perfil de la acción corporativa y política de la SNI y ADEX; i) el desarrollo del pro­ceso de unificación de la izquierda par­tidaria que marcha correlativamente con su acercamiento al movimiento social y una definición más realista de su estra­tegia.

En relación con este proceso quisié­ramos realizar algunas observaciones que pueden revelarse útiles. Los hechos descritos se vienen acumulando de mo­do tal que es razonable pensar que el movimiento sociopolítico por el cambio en el país se encuentra en las vísperas de una transformación cualitativa. Que ello ocurra dependerá, como siempre, de la capacidad teórica y política de quie­nes son sus promotores. Estos han ad­quirido una inmensa responsabilidad co­mo consecuencia del incremento sustan­tivo de su votación en las elecciones mu­nicipales.

En primer lugar, resulta clara la exis­tencia aún de una brecha entre las di­mensiones del movimiento popular de protesta social y la del movimiento por la unidad de la izquierda partidaria. Aquélla tiene una amplitud mayor que la que puede ser expresada, hasta aho­ra, por ésta. Esta diferencia, sin embar­go, no es solamente una diferencia cuan­titativa. Es también ideológica, política, organizativa y de estilos de expresión. Los incentivos y objetivos para la auto¬organización y acción política de los di­versos grupos sociales que se incorporan a la arena política no son siempre los mismos que los de la izquierda. Y su eventual convergencia, sea en las calles o en los actos electorales, no debería crear ilusiones en torno a la consisten­cia y perdurabilidad de tal encuentro. En este sentido, más que un logro la conver­gencia debería ser percibida como un de­safío, como el signo de una tarea, de una posibilidad que sólo puede concretarse con una ampliación de la perspectiva, con un afinamiento del análisis, en los cuales se sustente una forma política­mente nueva de acercarse a tales grupos. Empujados violentamente a la arena po¬

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ble extensión de los conflictos sociales. Los paros y huelgas obreras de los úl­timos meses, las cada vez más numero­sas protestas campesinas, la reactivación de la Confederación de Comunidades In­dustriales, las movilizaciones en provin­cias y departamentos, los pronunciamien­tos de la Sociedad Nacional de Industria y de la Asociación de Exportadores ha­blan a las claras de la creciente genera­lización del descontento público frente al gobierno. Industriales y exportado­res afectados por la política económi­ca, inaugurando un nuevo lenguaje y reorientando su presencia corporativa en la política peruana empiezan a denunciar el carácter transnacional del manejo eco­nómico, a defender el mercado nacional en función de sus intereses, a demandar una política de protección de la produc­ción interna y a cuestionar las presio­nes del Fondo Monetario Internacional y los "modelos del cono sur". El con­senso inicial en torno al gobierno co­mienza a mostrar su fragilidad en la mis­ma medida que cada vez más amplios y diversos actores sociales se incorporan a la lucha política afectados por una cri­sis económica que no ahorra sus golpes.

Las expresiones más evidentes de es­ta situación son las siguientes: a) el re­forzamiento de las organizaciones gre­miales obreras y campesinas y de un pro­ceso de convergencia en torno a bande­ras comunes; b) la reactivación de orga­nizaciones como la Confederación Na­cional Agraria, la Confederación de Co­munidades Industriales y la Comunidad de Compensación Minera; c) el surgi­miento de numerosas organizaciones in­formales que convocan a sus miembros en torno a problemas sociales; d) la dis­ponibilidad de organizaciones provincia­les o departamentales a concertarse en frentes de defensa de intereses econó­micos y vecinales; e) la consolidación de las organizaciones de empleados públi­cos; f) una articulación más visible de intelectuales, investigadores, profesores universitarios con el movimiento gremial y político así como la formación de equi­pos político-técnicos; g) la extensión de la base social dispuesta a acercarse a la izquierda política mientras el Apra, in¬

organizativa, a su estilo de acción. El in­tento de representarlos, de centralizar¬los, de subordinarlos a una línea o a un partido marcha a contracorriente de su orientación básica cuando no concluye en su división o extinción. Aquí enton­ces lo que discutimos es la relación en­tre el movimiento social y el movimien­to político partidario. Nosotros defende­mos hace años la idea que estas dos ins­tancias son autónomas aunque estrecha­mente interdependientes. Ninguna de ellas niega la otra sino que se interpe¬netran y complementan. Pero la vincu­lación y el lazo que las liga es siempre un problema a resolver Y en este sen­tido, nosotros somos de la opinión que la instancia política debe expresar la variedad de demandas del movimiento social, respetar la autonomía de sus or­ganizaciones y generar consensos y con¬certaciones que potencien la construc­ción de un vasto movimiento sociopolíti¬co enraizado en la resolución de los pro­blemas sociales y no necesariamente en una ideología o en una determinada or­ganización partidaria. Sólo así, creemos, se construye un poder democrático en la base de la sociedad y antes de la con­quista del Estado. Porque finalmente, según una concepción que creemos de­mocrática y que creemos socialista, de lo que se trata es de que el poder se construya desde ahora con la participa­ción directa, diversa y plural de "los de abajo". Ello exige renunciar a la idea de una relación vertical y jerárquica que disuelve o subordina la autonomía de "lo social" al imperativo de "lo políti­co". Ello exige renunciar a la idea de un único sujeto político partidario del cambio y reconocer la legitimidad de la demanda de autoorganización, como su­jetos político-sociales, de las centrales, sindicatos federaciones campesinas, or­ganizaciones vecinales, grupos de inte­rés, etc. Ello exige cambiar la orden de mando y control por la del diálogo ho­rizontal de una pluralidad de sujetos a todos los cuales se les reconoce desde ahora el derecho de participar, a su mo­do y manera, en la generación de un ma­sivo y diverso bloque político social. Só­lo así, entonces, la democracia se vuelve

lítica por una crisis que amenaza su su­pervivencia y su pauta tradicional de vi­da, estos grupos se ven precisados a ex­presarse, a organizarse, a luchar. Pero sus lenguajes, modalidades organizati­vas y estilos de lucha tienen caracterís­ticas variadas, multánimes y no pocas veces distintas a los patrones habituales de las militancias partidarias de la iz­quierda. Estos grupos de interés lanzan al campo del conflicto político sus pro­pias demandas surgidas de la insatisfac­ción de sus necesidades —agua y desa­güe, extensión de las matrículas de co­legio, otorgamiento de títulos sobre te­rrenos, oposición al alza de arbitrios, de los alquileres y a los desahucios, luz eléctrica, oportunidades de trabajo, etc. — y reclaman soluciones aquí y ahora. Re­conocer la legitimidad de estas deman­das implica extender y profundizar los programas de cambio, dejar de respon­der con generalidades o remitir la solu­ción al "socialismo". Pero también im­plica renunciar al uso manipulativo de las mismas con el solo propósito de ja­quear al gobierno. Se trata más bien de proponer alternativas viables y por tan­to de construir, desde abajo y aquí y aho­ra, el poder de resolución de los pro­blemas.

Procediendo de este modo se gana en realismo, se obtiene credibilidad social, se afianza el lazo unitario con el pueblo. Pero un enfoque democrático de la cons­titución del movimiento popular exige también una distinta comprensión de las necesidades organizativas de estos gru­pos. A ellos no los convoca una ideolo­gía o una lealtad partidaria sino la re­solución de un problema común. A tra­vés del enfrentamiento de sus proble­mas, ellos amanecen a la participación política y toman la decisión de expresar­se, de organizarse, de presentarse. Y el sentido común, como el hecho de plan­tear sus problemas a los organismos del Estado, les indica la conveniencia de no partidarizarse, de conservar su autono­mía, de gestionar y movilizarse por sí mismos .Por tanto, lo que precisan es apoyo y respeto por parte de las orga­nizaciones político-partidarias a su au­tonomía, a su diversidad, a su modalidad

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ra ello es preciso no sólo ser democrá­tico sino probarlo diariamente en un trabajo largo y fatigoso, los acuerdos parciales se revelarán ineficaces en el mediano plazo y tras la unidad eventual se preparará la desunión y los conflic­tos futuros. Es en este contexto que con­viene situar las relaciones de los parti­dos marxistas-leninistas con el Apra. Co­mo se recordará, fuimos de los prime­ros en reclamar un cambio en la histó­rica relación de estas agrupaciones. Aho­ra observamos que esa propuesta, irri­tante en su momento, comienza a ser discutida y considerarse viable. Sin em­bargo, consideramos conveniente obser­var cuál es el sentido en que tal vincu­lación se propone y desarrolla. Cierta­mente, según nuestro punto de vista, no se avanza un solo paso real si se exa­mina esta cuestión en los términos de "una alianza táctica", o una "suma de fuerzas" o del "incremento del caudal electoral" o de "fortificar la oposición al gobierno". Todos estos enfoques se basan en la idea de que los partidos marxista-leninistas de la izquierda y el Apra no se desplazan, con la relación, de sus antiguas posiciones; que el diálo­go no transforma nada sustantivo en ellos; que, por tanto, cada uno de ellos define la concertación como un medio instrumental para incrementar su propio poder o debilitar el del actual gobierno. Esta, creemos nosotros, es una visión profundamente errónea que congela las carencias y los defectos de ambas orga­nizaciones. La idea de un bloque histó­rico como objetivo del movimiento popu­lar comporta la disposición de los agen­tes políticos y sociales a transformarse en el diálogo, la concertación y la lucha común redefiniendo su identidad. Cierta­mente no se trata de que la izquierda presione al Apra para que deje de ser Apra ni que ésta demande que la izquier­da marxista-leninista deje de ser tal pa­ra que ambas se concerten en la acción. Pero tampoco significa que ambos sigan siendo lo que son en y después de sus eventuales acuerdos. La identidad polí­tica no es exclusivamente una huella del pasado o una tradición histórica. Ella es un proceso que redefine el pasado y las

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una práctica real enraizada en el pro­pio movimiento que reclama la democra­cia para la sociedad.

Una segunda reflexión se vincula con el problema del carácter del movimien­to de cambio. No creemos que nadie en la izquierda piense que el socialismo es­tá a la orden del día. De lo que se trata es de forjar un programa orientado a resolver los problemas del autocentra¬miento de nuestra economía, de la rela­ción ciudad-campo, de la descentraliza­ción del poder estatal y la creación de gobiernos regionales, de la participación de los trabajadores en sus empresas, del control público de las fuentes más im­portantes de capitalización, de la articu­lación de la democracia económica y polí­tica, de la definición de una estrategia internacional independiente. Estos ob­jetivos exigen la constitución de un blo­que sociopolítico que incorpore a deso­cupados, campesinos, pobladores de pue­blos jóvenes, estudiantes, obreros, em­pleados, intelectuales, trabajadores in­dependientes e igualmente a los empre­sarios nacionales dispuestos a sumarse a tal empeño. Estos contingentes socia­les exceden aquellos movilizados por la unidad de la izquierda. Se trata por tan­to de extender la mirada y la acción a estos diversos grupos, reconociendo sus demandas, formas organizativas, estilos y lenguajes y buscando las concertacio¬nes adecuadas. Como se entiende, el ob­jetivo aquí no es apropiarse de su im­pulso, ni cancelar su identidad, ni hablar en su nombre. Pensar en ello es reve­lar una peligrosa incomprensión del sen­tido de las tareas del presente o man­tener la idea autoritaria de que las alian­zas son "necesidades tácticas". Del co­nocimiento de las tareas planteadas se desprende con claridad la necesidad de privilegiar un nuevo enfoque que reve­le el carácter de agentes legítimos del cambio que tienen los grupos y organi­zaciones sociales y políticas que no for­man parte de la unidad de la izquierda. Sólo este enfoque puede generar esa atmósfera de confianza que permite uni­ficar las acciones y multiplicar los im­pulsos de cambio. Mientras esta atmós­fera no se desarrolle plenamente, y pa¬

la redefinición del campo de la acción política.

Finalmente, otro tema que reclama la atención es el análisis del papel de la Fuerza Armada. Lo querramos o no, ella es la institución más poderosa del país no sólo por el control de las armas sino por su organización, unidad y disciplina interna. Es innegable que ella condicio­na, en medida considerable, la conserva­ción o cancelación del sistema democrá­tico. Esta es una constatación histórica. Y resulta razonable imaginar que el pre­visible incremento del conflicto social aumentará las presiones sobre ella pa­ra alentar uno u otro curso de acción. Simplemente la toma en cuenta de es­tos hechos denuncia la irracionalidad del ataque indiscriminado a la institución y la torpeza de las campañas que la acu­san de fascista. Pero también denuncian la estrechez del enfoque sobre los términos en que se plantea aquí y ahora el problema de la democracia en el país. No tiene para nosotros ningún sentido reclamar democracia y simultá­neamente tratar como enemiga a la ins­titución de la cual puede depender su mantenimiento o cancelación. Pero aquí nuevamente tampoco se trata de modifi­car la visión y estrategia ante la fuerza armada sólo por consideraciones tácti­cas o instrumentales. Es preciso, noso­tros diríamos imperativo, reexaminar a plenitud el rol de ella no sólo a la luz de los antecedentes históricos inmedia­tos sino de la estrategia del bloque his­tórico y de la lucha por la democracia.

En fin, estos y otros problemas como el de la posición ante los actos terroris­tas, la relación con los intelectuales, la necesidad de programas realistas, el sig­nificado de la construcción de la mayo­ría electoral, merecen un análisis más profundo y extenso que aquél que pode­mos realizar aquí. De su resolución teó­rica y práctica dependerá, más tempra­no que tarde, el destino de todos.

La viabilidad del sistema democrático¬representativo

Cualquier estimación realista de la si­tuación actual conduce a prever la pro­

tradiciones a través de una acción crea­tiva sobre el presente; es un propósito de devenir con autonomía; de forjar la singularidad política abriéndose a las solicitaciones de la realidad; y de recen¬trarse y reorientarse en el marco de los cambios sociales, de las nuevas atmósfe­ras políticas, de los valores ideológicos que se abren paso con el tiempo y los impulsos sociales. Si ello no se entien­de, si no se comprende que lo que pre­cisa nuestro pueblo es un apra y una izquierda dispuestas a autotransformar¬se, más enraizadas en el pueblo, más ca­balmente democráticas, su acuerdo o concertación no pasará de ser una me­diocre maniobra política condenada al fracaso.

Una tercera reflexión tiene que ver con la definición del campo popular y nacional. Y de modo más preciso con la actitud a observar ante los comporta­mientos de los empresarios. Nosotros no creemos que las oposiciones de inte­rés entre los industriales y el gobierno deban ser vistos como "líos de blancos" o como un conflicto "extraño a los inte­reses populares". Creer ello significa pensar que el control del mercado o la conservación de los activos y el apara­to productivo, o la quiebra de empresas es un asunto exclusivo de la burguesía nacional.

Estos problemas son problemas nacio­nales y como tales comprometen a todos. El mercado, el aparato productivo, las empresas son un patrimonio nacional forjado con el trabajo de generaciones. Es allí donde se decide el empleo y la producción de los bienes para el pueblo. Oponerse a la apropiación total de ellos por los monopolios extranjeros y las transnacionales es defender la sobera­nía del país. Este es pues, reiterémoslo, un campo de lucha nacional en el cual la participación de las organizaciones sociales y políticas del pueblo es impres­cindible. Ciertamente nada de ello sig­nifica abdicar de una posición autónoma y diferenciada en el conflicto. Pero sí exige un análisis más refinado del com­portamiento empresarial que indague por su consistencia y consecuencias en

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ne la creciente conciencia de su inope¬rancia, cuando no, de su práctica levita¬ción. Entre los factores que condicionan el incumplimiento del rol institucional del Parlamento se encuentran: 1) el control excluyente que sobre él ejerce la mayoría, la que cerrada a todo plan­teamiento que no provenga de sus filas, bloqueada por su propio desconocimien­to del país, no atina a legislar eficien­temente; 2) el traslado al Ejecutivo de ciertas responsabilidades inabdicables, como la evaluación del conjunto de le­yes promulgadas en la década del 70; 3) la arcaica definición de su rol por muchos representantes, más dispuestos, según parece, a cubrir mediocremente la función de tribunos de asamblea que el de políticos ejecutivos y modernos; 4) la relativa falta de conocimiento que demuestra buena parte los representan­tes sobre la problemática económica, la carta constitucional y el funcionamiento de un estado moderno; 5) la dificultad real que tiene la representación política para expresar o traducir adecuadamen­te las demandas que se procesan a tra­vés de las instituciones gremiales y cor­porativas.

La devaluación del Parlamento, insti­tución central del sistema democrático, conduce a centrar la dinámica de los con­flictos sociales en la relación entre gre­mios de trabajadores y corporaciones em­presariales, por un lado, y el Poder Eje­cutivo, por otro. Pero esta relación no se procesa en ningún canal institucional del sistema y por tanto sólo encuentra su sede en las calles y en las empresas y muy parcialmente, por los compromi­sos políticos de sus propietarios, en los medios de comunicación. El Ejecutivo dialoga con estos sectores sólo cuando los conflictos han adquirido una intensi­dad crítica y cuando los problemas con­ducen a callejones sin salida. En un con­texto de crisis económica, polarización de intereses y débiles tradiciones demo­cráticas, esta situación en los próximos meses puede evolucionar de modo tal que los problemas y conflictos escapen al control de todos los actores políticos. Y en ese momento, se comenzará a to­car la puerta de los cuarteles.

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fundización y extensión de los conflictos sociales. El anuncio de una nueva alza de los precios en diciembre, el descon­tento popular manifestado en las recien­tes elecciones, la previsible presión de los municipios y demandas provinciales, el creciente nivel de organización de los gremios, el afianzamiento del movimien­to por la unidad de la izquierda y la in­competencia de los mandos de la admi­nistración de Belaúnde para enfrentar los problemas de fondo de la sociedad peruana son signos, entre otros, de un clima potencialmente peligroso. En estas circunstancias se torna necesario reexa­minar la capacidad del sistema político para soportar las tensiones sociales. Pen­samos que la inmensa mayoría de la po­blación y de los actores político-sociales consideran conveniente preservar y de­sarrollar el frágil sistema democrático evitando su deterioro y una resolución militar de los conflictos. Pero es eviden­te que la condición para ello es la efi­cacia con que el sistema, enfrente y re­suelva los cruciales problemas que plan­tea la sociedad peruana. El gobierno ac­tual, por administrar el sistema y tener prácticamente el control de todas o casi todas sus instituciones fundamentales, tiene una responsabilidad insoslayable en este sentido. Sin embargo, hasta aho­ra, el mismo parece empeñado en impe­dir el procesamiento de los conflictos a través de los canales institucionales en la medida que ello, obligando a incorpo­rar los intereses de actores sociales y políticos distintos, relativiza su, hasta ahora, poder discrecional. El gobierno parece no comprender que obrando de este modo cierra los canales instituciona­les o los esclerotiza. La consecuencia de ello es el traslado y la radicalización de los conflictos en las calles o en meca­nismos informales, transitorios e inefi­cientes.

Como se sabe, el Parlamento consti­tuye la institución a través de la cual el sistema democrático-representativo pro­cesa y regula los conflictos de interés y la competencia por la renta y el poder. Sin embargo, y a pesar de la amplia ma­yoría gubernamental, ese rol no viene siendo cumplido y la opinión pública tie¬

A pesar de que la entrega del edito­rial a la imprenta se produjo hace ya algunos días, gracias a la generosidad de INDUSTRIALgráfica podernos enviar un abrazo fraterno a Alfonso Barrantes Lin¬gán y a los grupos y partidos que junto con él han contribuido decisiva­mente al logro de un importante avan­ce en el desarrollo y fortalecimiento de la unidad de la izquierda. Los resulta­dos de los últimos comicios municipales constituyen para el régimen una clara advertencia de su rápido deterioro y, pa­ra la izquierda, un nuevo e importante desafío. La gestión de los municipios re­cientemente ganados probará su voca­ción y capacidad de gobierno.

SOCIALISMO Y PARTICIPACION

CONSEJO EDITORIAL

Por tales consideraciones, nosotros pensamos en la conveniencia de forjar, con la participación de las centrales de trabajadores obreras y campesinas, orga­nizaciones de industriales nacionales y las autoridades de la administración pú­blica concernida, una instancia o meca­nismo de diálogo, negociación y concer­tación que permita enfrentar, por un la­do, los conflictos de interés en torno a las medidas económicas con las cuales el país intenta ahora el control de la crisis y, por otro, acordar los objetivos, estrategias y líneas de acción en torno a los cuales se puede planificar, progra­mar y desarrollar la reactivación de la economía peruana en un plazo temporal más dilatado. Esta instancia puede con­tar con el asesoramiento de equipos de expertos provenientes de las universi­dades, centros de investigación y de las unidades de planificación, estadística e investigación de los sectores del Estado. Nuestra propuesta no implica modifica­ción alguna del actual sistema democrá­tico sino más bien su complementación; más aún, se basa en la actual Constitu­ción que prevé la necesidad de la pla­nificación concertada.

Como es fácil comprender, esta pro­puesta no se basa en la idea del aban­dono de la independencia de las partes, ni en el abandono de sus específicos in­tereses, ni en la disolución de los con­flictos. La diferencia y el conflicto for­man parte constitutiva de nuestras so­ciedades. De lo que se trata es precisa­mente de partir de la diferencia y el con­flicto para progresivamente, y dentro de

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los límites en que ello es posible, for­jar acuerdos mínimos que permitan evi­tar el daño que sufren los más por las formas primitivas que adoptan hoy los intereses particulares y las oposiciones sociales. Que ello ocurra, o no, depen­derá en primer lugar del gobierno pero también de los actores sociales y políti­cos. Al formular esta propuesta cree­mos estar cumpliendo con la responsa­bilidad de contribuir a evitar una situa­ción que puede concluir con las frági­les bases sobre las que se sustenta la coexistencia democrática en el Perú de hoy. Evitarla es una responsabilidad co­lectiva.

Comprensivo con las personas lo fue mucho más con el Perú y el duro tiem­po que le tocó vivir. A pesar de perte­necer a una generación bloqueada y malherida por la historia, se separaba de ella por su sentido afirmativo, por su apuesta por el futuro, por su tenaz empeño de identificar las posibilidades contenidas en una realidad muchas ve­ces sombría y mediocre. Quiero decir con ello que Carlos no sólo creía en el Perú sino también que quería creer y que en ello encontró el sencial signifi­cado de su vida. No le interesó el po­der pero sí las consecuencias de su ejer­cicio y vocativamente orientado al ser­vicio de los demás decidió su ingreso a la política cuando comprendió que de­bía entregar su vida.

Carlos García Bedoya creyó que la so­ciedad democrática era la sociedad de­seable. Pero ésta, para él, era mucho más que sus instituciones. La democra­cia era el nombre de una cierta calidad de vida, de un estilo de relación entre los hombres, de una práctica colectiva de ciertos valores fundamentales. Por ello, no llegó a la democracia por el ca­mino de la ideología política, ni por la discusión abstracta de modelos, ni por el cotejo de sistemas políticos. Su cami­no fue más sencillo. La democracia era la prolongación espontánea a la socie­dad de los valores de su vida personal y del estilo de relaciones interpersona­les que estableció con los otros. Por ello, el respeto por el punto de vista ajeno, el reconocimiento de la plurali­dad, el diálogo en torno a los disensos, la voluntad de concertación, la práctica

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RA Carlos un hombre habitado por una gravedad discreta conoci­da comúnmente como madurez.

Acostumbró desde temprano reflexionar sobre el país y sus gentes pero, a pesar de su conocimiento de la historia y de su mirada perceptiva y realista, una ter­ca ilusión de patria le entretuvo la vi­da y lo dispuso para las iniciativas y la acción.

Conoció a las gentes pero no usó ese conocimiento para preservarse, separar­se o defenderse. Abierto a los demás, sin perder por ello el continente, hizo de la generosidad una suerte de ejerci­cio moral. Descubrió el secreto encan­to de la austeridad y convirtió a la sen­cillez en una forma superior de la ele­gancia. Sus maneras desenvueltas, cu­riosamente, revelaban una reserva natu­ral y su hablar rápido el más bien cui­dadoso escrutinio intelectual de los ar­gumentos. Su tono era seguro, pero no asertivo. Sus ideas claras pero atentas a los matices. Sin proponérselo, genera­ba una atmósfera distendida dentro de la cual el diálogo fluía naturalmente. Sa­bía escuchar y seguía interesado el de­sarrollo de los argumentos mientras si­lenciosamente examinaba sus supuestos e implicaciones. Sabía reír y la suya era una risa abierta pero también sonreír pues a ello lo preparaba una sensibili­dad intuit iva y refinada. Nunca le es­cuché un agravio contra nadie y su crí­tica la dirigió contra conductas, jamás contra personas. Evitaba las sentencias o los juicios sumarios y parecía creer que los defectos ajenos eran defeccio­nes momentáneas o errores superables.

SOCIALISMO Y PARTICIPACION / Nº 12

CARLOS GARCIA B E D O Y A

establemente. Pero supo también que ella desafiaba, en primer lugar, la con­ciencia e intereses de sus protagonistas. Por tanto, la tarea, su tarea, sería la del esfuerzo inevitablemente fatigoso por forjar una atmósfera en la cual se pudiera advertir su necesidad y conve­niencia. Por ello, dejó el gobierno y co­menzó a relacionarse con grupos políti­co-técnicos independientes de los parti­dos y con los dirigentes de éstos úl t i ­mos. Ni aprista ni marxista Carlos que­ría concurrir en la creación de una co­rriente de opinión política con identidad propia cuya base organizativa se le apa­recía como un problema a resolver. Re­chazando la idea de formar un partido, entendía la necesidad de concertar dife­rentes grupos que pudieran elaborar un proyecto de cambio viable para el país, opinar con madurez sobre los problemas nacionales y servir a los partidos y or­ganizaciones populares. Los últimos me­ses de su vida intentó organizar un cen­tro de estudios políticos, para lo cual contaba con la aceptación de Jorge Ba¬sadre, mientras promovía la preparación de dos libros sobre problemas interna­cionales.

Carlos García Bedoya fue un hombre ejemplar. Amó al Perú y "su melancó­lica grandeza" con afecto entrañable. Alentó la esperanza de verlo crecer y madurar y quiero creer que en sus úl t i ­mas imágenes el Perú se le apareció ple­no y realizado abriéndole los brazos.

C A R L O S F R A N C O

de la igualdad y la l ibertad, antes de convertirse en categorías ideológicas o de trasladarse al mundo de las institu­ciones políticas, constituyeron el tejido íntimo de su conducta y relación con los demás.

Enraizado en los valores más profun­dos de la democracia, resentía su ausen­cia en los sistemas denominados socia­listas. Instalado en los valores del so­cialismo advirtió su devaluación por los sistemas demoliberales. La combinación de libertades individuales y cambios so­ciales le pareció el camino natural a un socialismo basado en la participación. Pero, consciente de los tiempos y los pla­zos, apostó a una sociedad de transición en la que el clima democrático debía acompañar la forja del consenso para el cambio. Seguro como estaba que esta estrategia precisa de un contexto inter­nacional distinto al actual, se empleó en el esfuerzo por modificarlo en la subre¬gión y América Latina mientras afirma­ba una renovadora posición tercermun¬dista y no alineada.

Creyó que la construcción de una nue­va democracia en el Perú pasaba por la superación de la históricamente negati­va relación del Apra, la izquierda mar­xista y la Fuerza Armada y pensó que la evolución de la realidad haría posi­ble que estas organizaciones entendie­ran lo que su intuición presagiaba. Su­po desde el principio que esa alternati­va, irrealista para los realistas, fundaría en el futuro la base político-social des­de la cual el país podría desarrollarse

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Textos inéditos

Carlos García Bedoya / EL MENSAJE DE R A U L PORRAS

Presentamos a continuación dos textos inéditos de Carlos Gar­cía Bedoya. El primero, una semblanza de Porras Barrenechea, fue escrito en Washington en setiembre de 1977. Siendo un tes­timonio del Porras que conoció, el mismo describe, como un es­pejo, lo que fueron los valores que informaron la vida de su autor. El segundo, es una versión de una exposición que Gar­cía Bedoya realizó en la Cancillería en el curso del año 1972. Constituye la misma, un esquema de los grandes campos y te­mas de la política internacional y nuestra, en forma apretada, lo que fue su concepción estratégica. La versión que recoge­mos, mantiene en lo posible, el estilo de esa intervención, la que se desarrolló explicando un cuadro en el que se graficaba el contenido de su pensamiento. Como apreciará el lector, la importancia de este texto es indudable.

SOCIALISMO Y PARTICIPACION agradece a la familia García Bedoya su autorización para la publicación de estos do­cumentos.

E L C O N S E J O E D I T O R I A L

OS ochenta años que Raúl Porras no cumplirá físicamente entre no­sotros son sin embargo, como el

símbolo de lo que constituyó su vida, una ocasión para el reencuentro de hom­bres de diversas generaciones, que se re­conocen entre sí a través de Porras co­mo vínculo. Esta efemérides es motivo valedero para que intentemos, desde di­versas perspectivas, volver a explicar­nos unos y otros y al hacerlo compartir con los demás, la verdadera significa­ción de Raúl Porras en la vida y en la cultura del Perú.

Porras ejerció su magisterio no sólo por supuesto en la enseñanza de la his­toria, sino en algo que es más importan­te y por ello probablemente la razón por la cual su figura tiene presencia tan per­manente entre nosotros y una dimensión acrecentada. En un país generalmente adocenado por el temor al cambio, Po­rras cumplió una labor invalorable de fermento Su presencia, su estilo perso­

nal, su causticidad sólo parejo a su gene­rosidad, cumplían una función estimulan­te de apertura crítica y, al mismo tiem­po, de tolerancia y razón. Era un sem­brador de inquietudes y teniendo como telón de fondo la historia del Perú, se las arreglaba siempre para que el apren­diz quedara confrontado consigo mismo en la búsqueda de su propia personali­dad y en la toma de posición frente a los hechos. Pese a la bondad que tenía para los jóvenes no dejaba por ello que hubiera lugar al autoengaño o a la su­ficiencia sin justificación. Formulando siempre una pregunta más de las que uno esperaba, lograba con ello que cada cual fuera testigo de las propias limita­ciones, pero al mismo tiempo que queda­ra el margen de optimismo suficiente pa­ra construir algo mejor en beneficio de la propia formación.

Como algunos otros, tuve la suerte de estar cerca de Porras en las dos activi­dades principales en que centró su vida:

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una buena manera de ir construyendo el Perú pues pese a sus limitaciones y flaquezas queda siempre el compromiso con los valores esenciales del país, opor­tunamente sembrados. Esa fue la tarea eminente de Raúl Porras. Este agnósti­co declarado era al mismo tiempo un creyente esencial. Sólo que su creencia estaba entrañablemente ligada a una idea de la Patria. Su panaca era el Pe­rú y recorriendo su historia y su paisa­je adquirió una fe profunda en su des­tino. Para él este país había represen­tado siempre una alternativa de civiliza­ción y de promesa. La hermosa y no re­suelta promesa de la vida peruana de que nos habla Basadre, tenía en Porras, a su manera, a un defensor: él también como los fundadores de la República aca­riciaba "la esperanza de que viviendo l i ­bres" —los peruanos— "cumplirían su destino colectivo".

El Perú que tiene una rica historia, sin embargo está aún buscando su defi­nitiva identidad, su ubicación en el mun­do, su propio bienestar. Es por eso que a quienes t i ran el saco para que no se avance a quienes entienden el Perú co­mo un inmovilismo cercano a la paz del sepulcro, es bueno recordarles que no ac­túa el que no arriesga y que ello impli­ca incursionar concientemente en un campo en el cual el margen de incerti¬dumbre es cierto. En un país como el nuestro, el temor, que no debe confun­dirse con la prudencia, no es el mejor consejero.

Pienso que para ayudar en todas es­tas cosas vivió Raúl Porras y como ho­menaje a su memoria quienes estuvimos cerca de él hacemos bien en fomentar estos reencuentros que de alguna mane­ra nos permiten de cerca o de lejos, en esta hora tan importante del Perú, re­verdecer el mensaje inefable de Porras que al f i n y al cabo más allá de los aciertos y las contradiciones, fue siem­pre un mensaje de confianza en el des­tino peruano.

Washington, D. C, Setiembre de 1977

la universidad y la política internacio­nal. De la primera, aparte de los cono­cimientos de historia que puso a nues­tro alcance, le debemos algo más: una cierta idea del Perú y su melancólica grandeza. El sentimiento de una lucha entre la frustración y el triunfalismo; y el convencimiento que esa contradicción la resolvería el país por su vocación a la convergencia y a la síntesis, por su capacidad de temperancia y por sus po­sibilidades creadoras.

De él aprendimos asimismo que el punto de partida en nuestra política in­ternacional es el respecto a la persona­lidad histórica del Perú y su dignidad. Porras enseñó el valor que tiene la afir­mación de posiciones nacionales en el campo externo y al mismo tiempo la ne­cesidad del equilibrio. Como era un libe­ral , en el mejor sentido de la palabra y pese a los arrestos de su temperamento, enseñaba la obligación de entender las posiciones opuestas. Cuando se trataba de los intereses del Perú que interpre­tó en función de la historia y del por­venir, nada era más ajeno a él que sen­timentalismos ingenuos. Sus decisiones —y las últimas de su vida fueron de una extraordinaria responsabilidad—, las impulsaba el realismo, no el ana­tema y la exclusión. Lo recuerdo muy bien, moribundo, escribiendo su últ imo gran discurso, que recoge las esencias menores de la tradición internacional del Perú y las proyecta con aliento nuevo, intentando llevar a sus interlocu­tores a una comprensión de las perspec­tivas cambiantes del mundo y a la urgen­cia de explorar a fondo por quienes di­cen esgrimir la razón, los caminos de la conciliación y el diálogo. De esa conduc­ta de dignidad y sacrificio, de lucidez y de auténtica consecuencia con lo me­jor del Perú, sí soy testigo.

Es bueno recordar a los hombres que ayudaron, con la elevación de su magis­terio y la austeridad de su vida, a que otros hombres de diversas generaciones recogieran en sus años formativos una lección de inteligencia y decoro. Esa es

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ustedes, una percepción clara de lo que es la contextura actual de la política in­ternacional a nivel mundial. Así la pri­mera pregunta que debíamos hacernos era ¿qué papel juega o qué papel pue­de jugar el Perú dentro de todo este vastísimo panorama? Hasta ese momento, en el cual comenzábamos a esclarecer ideas y a definir propósitos, habíamos si­do, si no espectadores, actores suma­mente limitados, sumamente condiciona­do en la l ibertad de nuestra acción.

Comenzamos entonces por una refle­xión, que creo que es básica, por inten­tar ubicar qué cosa es la política den­tro del contexto general del conocimien­to humano. Había que comenzar, como siempre, por hacerse las primeras pre­guntas para derivar de ellas las conclu­siones a las cuales hubiera lugar. Esta primera reflexión arrojó, para muchos de nosotros, algo que se presentaba co­mo una sorpresa, es decir, dentro de qué ámbito del conocimiento científico está inserta esta disciplina a la cual pro¬fesionalmente estamos nosotros vincula­dos; con qué elementos, antecedentes, bagaje de conocimientos deberíamos no­sotros presentarnos para poder dar a es­ta política exterior que intentábamos de­f in ir , y armar, una coherencia verdade­ramente sistemática. Esta fue la prime­ra reflexión desde el punto de vista de la ubicación de nuestra inquietud, de nuestra disciplina y de nuestra profe­sión, en última instancia.

Rápidamente llegamos a la conclusión de que la disciplina dentro de la cual nosotros estamos inmersos corresponde a una forma de conocimiento muy vasto,

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ESDE hace algún tiempo estaba pensando en la oportunidad de esclarecer algunos de los concep­

tos que están en la base de lo que ha sido el primer esquema de política ex­terior que se elaboró en la sub-secreta¬ría de Planeamiento y que es el ele­mento del cual habremos de desprender y estamos desprendiendo ya, las gran­des líneas directrices de la política ex­terior del Perú.

En realidad, habría que hacer un re­cuento de cómo se inició este primer es­quema y cuáles fueron las motivaciones que lo originaron. Todos sabemos cuál ha sido el desarrollo de la política exte­r ior del Perú a lo largo de más de 100 años de vida independiente; las limita­ciones que ha tenido, sus éxitos y sus fracasos. Sin embargo, en los años más recientes un grupo de funcionarios en el Ministerio comenzó a pensar si lo que hasta ese entonces se hacía era suficien­te y si no era más bien necesario, tal vez indispensable, buscar un enfoque dis­tinto a la política exterior peruana. De esta inquietud, que en cierta manera es una inquietud generacional compartida por todos nosotros, se inició el proceso a través del cual buscamos identificar aquellos campos en los cuales es posible para un país como el nuestro realizar una política exterior coherente que obe­dezca de un lado a la idiosincrasia pro­pia del Perú, a una tradición que no po­demos descartar, pero, sobre todo, a un porvenir que sí consideramos indispensa­ble, si no prever, por lo menos preparar.

¿Qué nos llevaba a esta conclusión pri­mera? Nos llevaba a mí como a todos

SOCIALISMO Y PARTICIPACION / N° 12

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Carlos García Bedoya / P A R A UN ESQUEMA D E L A POLITICA I N T E R N A C I O N A L E N E L P E R U

la UNESCO hace ya casi un cuarto de siglo, que establece dentro de los cono­cimientos que abarca la ciencia política hasta cuatro grandes ramas: el estudio de las doctrinas o de las teorías políti­cas; el estudio de las instituciones polí­ticas; el estudio de la vida política y el estudio de una rama especial que sí nos interesó desde el primer momento; las relaciones internacionales.

Vimos entonces, como lo han visto to­dos ustedes, que ésta es una disciplina que tiene sus propios parámetros, un sentido y un contenido que le es pecu­l iar dentro de lo que es la ciencia polí­tica, y hablamos de ciencia política, pa­ra hablar muy genéricamente, como de la ciencia que estudia esta dirección o conducción general de un Estado.

Pero, ¿por qué dentro de esta ciencia que estudia la conducción de un Estado se consideraba indispensable, por aque­llos que habían discriminado las distin­tas fases que corresponden a ella, la existencia de una disciplina especial lla­mada relaciones internacionales? Ahí vi­no otro momento de la reflexión que hi­cimos en ese entonces. Evidentemente, si la ciencia política como tal está abo­cada a la conducción de un Estado, hay un momento en el cual la conducción de ese Estado no se l imita, a lo que es el perímetro mismo, perímetro físico si se quiere, de la competencia de un Es­tado. Hay un momento en el cual el Es­tado, como institución, para lograr sus objetivos, tiene que salir fuera, tiene que volcarse más allá de lo que es su competencia y soberanía, de lo que son sus límites territoriales. En ese momen­to el Estado, en busca de sus objetivos fuera de sus fronteras, se encuentra con que existen otros Estados, otras entida­des soberanas, otros centros autónomos de decisión desde los cuales se ejerce también este mismo tipo de actividad. Esos centros autónomos buscan también encontrar fuera de ellos determinadas soluciones para los objetivos nacionales que les son propios. Esto es la esencia misma del problema; la necesidad que tiene de volcarse fuera de sí para en­contrar más allá de sus fronteras la so­lución a determinados problemas que

en la cual todos más o menos son ba­queanos: la gran disciplina de las cien­cias sociales. Dentro de este vastísimo campo del conocimiento humano era pre­ciso que ubicáramos en cuál de las ra­mas de estas ciencias sociales podíamos insertar nuestra disciplina. Evidente­mente, estábamos en las ciencias socia­les porque se intentaba definir la posi­ción de un conglomerado social, en este caso el integrado por la nación peruana dentro de un Estado, y la posición que ese conglomerado social integrado den­tro de este Estado, tiene frente a otros conglomerados sociales a través de la interacción entre Estados diferentes.

Evidentemente, no éramos sociólogos, no éramos sicólogos, no éramos juristas —a pesar de que esto podría parecer una herejía—, ni éramos tampoco econo­mistas, es decir, no estábamos dentro de ninguno de estos grandes canales a tra­vés de los cuales la ciencia social se ex­presa, pero sí nos encontrábamos den­tro de uno de ellos, y que es precisa­mente el de la ciencia política, tal co­mo se le conoce actualmente.

Entonces la reflexión había que vol­carla hacia el campo de la ciencia polí­tica. ¿Por qué a la ciencia política? Por­que la ciencia política es precisamente la parte o la rama de las ciencias so­ciales que estudia la manera cómo una sociedad es conducida, es dirigida; cómo se conduce, cómo se dirige un grupo so­cial; cuáles son los elementos que ejer­cen esa conducción, cuáles son los ele­mentos que inf luyen en la decisión de esa comunidad social. Estábamos, pues, vinculados a esta rama del saber de las ciencias sociales, a la ciencia política.

Pero la ciencia política, y lo distinguía­mos en ese momento, no es, precisamen­te, el campo estricto en el cual la pro­tección de una acción internacional es­tá clasificada. Había que buscar un po­co más para determinar, cuál de las ra­mas que podrían integrar la ciencia po­lítica es aquella que correspondía a nuestras inquietudes y a nuestras preo­cupaciones. Entonces comenzamos por distinguir cuáles eran éstas, y acudimos a una clasificación tradicional hecha por

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de los cuales va a tratar de alcanzar esos objetivos; ello es todavía una deci­sión autónoma, una decisión soberana de trazarse esas metas, de buscar esos objetivos, de señalar esos procedimien­tos. Pero cuando estas metas, objetivos y procedimientos se encontraban con los de otro Estado, entonces, evidentemente surgía el problema. Surgía el problema, que es una comprobación de todos los días, que casi ningún Estado obtiene exactamente lo que se propone, sino que obtiene algo parecido a lo que se pro­pone, es decir, obtiene algo que no es exactamente el objetivo que su planea­miento o su programación de política ex­terior había perseguido, sino que obtie­ne algo que se aproxima mucho a ello, o, en veces que no se aproxima nada. A eso le llamábamos política internacio­nal porque ya era un hecho que surgía de imponderables de factores que esca­paban un poco al control exclusivo del Estado en el cual se originaba la acción política que daba origen a este enfren­tamiento.

Rápidamente comprendimos que eran esos precisamente los dos campos en los cuales nosotros como diplomáticos tene­mos que actuar: ya sea en la planeación de la política, el señalamiento de los ob­jetivos, el trazo de una estrategia, de las maniobras tácticas necesarias así co­mo también en la confrontación, en lo que es la carga conflictiva de las rela­ciones internacionales, es decir, enfren­tarnos con otros intereses y tratar de obtener de este enfrentamiento una so­lución lo más próxima posible a los inte­reses inicialmente planteados por un Es­tado como el nuestro.

Cuando comprobamos que esto podía ser verdad, apreciamos también que el Perú era un país que había actuado sal­tándose' en cierta forma una de estas etapas sustantivas, es decir, el Perú ha­bía actuado sin trazar de una manera científica esta línea de acción que hemos denominado política exterior. Había ac­tuado generalmente por reflejo, por re­bote, por instigación ajena, pero pocas veces por iniciativa propia. Y esto por­que, desgraciadamente, carecía de obje­tivos, de una política exterior debida¬

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son inherentes a la conducción misma del Estado.

Precisamente, esta parte que va más allá de las fronteras de un Estado y que lo enfrenta, digamos, a marchas simila­res que realizan otros Estados para la solución o la absolución de sus propios objetivos, es la que da origen a las re­laciones internacionales. Porque de la confrontación de intereses de Estados que emergen de sus fronteras y que van a buscar soluciones más allá de ellas, de la confrontación de los intereses de estos diferentes Estados surge un fenó­meno nuevo, distinto, que se llama el fenómeno internacional. Este fenómeno internacional, resultado de esta confron­tación, es materia del estudio de las re­laciones internacionales.

Dentro de esta realidad, dentro de es­te campo en el cual se confrontan los intereses de distintos Estados que dan origen al fenómeno internacional distin­guíamos por razones prácticas, dos for­mas de acción. Una que era propia del Estado, es decir del Estado que salía fuera de sí en busca de determinados objetivos y que por lo tanto se trazaba un derrotero; y otro, que este derrote­ro, en confrontación con derroteros si­milares trazados por otros Estados, po­día producir un choque evidente. El conjunto de estos choques, sean bilate­rales o multilaterales, producían otro t i ­po de fenómenos y se obtenía una so­lución que no era exactamente la origi­nalmente planeada por el Estado al sa­l i r fuera de sí en busca de sus objeti­vos, sino que del enfrentamiento de es­tos objetivos nacionales de cada uno de los Estados, salía un fenómeno distinto, o sea un fenómeno internacional. Distin­guíamos pues, dos campos y les dimos dos denominaciones tradicionales para poderlos precisar mejor. Aquel que era el trazo de objetivos con el objeto de señalar cuáles eran esos objetivos, cuál era el camino de obtenerlos, lo llamába­mos política exterior. ¿Por qué? Porque entendemos que este volcamiento fuera de sí obedecía exclusivamente a su pro­pia decisión, esto es, un Estado se tra­za sus propios objetivos, su propia es­trategia, los propios métodos a través

ción terr i tor ial , esto es por la identifica­ción definitiva y aceptada internacional¬mente de su patrimonio nacional. Du­rante más de 100 años la diplomacia pe­ruana pugnó por eso. Estuvo casi foca­lizada en el problema del territorio. Es­te problema del terr i torio no ha sido para el Perú lo simple, o lo relativamen­te simple, que ha sido para otros paí­ses. Para el Perú ha sido un problema sumamente complejo. Todos lo sabemos por las características especialísimas del Perú, por la historia del Perú. Todos sa­bemos que el Perú territorialmente ocu­pó una buena parte de la América del Sur en la época del Imperio; que esta buena parte de la América del Sur la mantenía a través del virreynato; que luego a fines del virreynato esta inmen­sa extensión geográfica que era el Perú, el Imperio Incaico primero y el Virrey¬nato del Perú después, estalló y al esta­l lar se disgregaron otros virreynatos de los cuales nacieron más tarde otros Es­tados. Pero este estallido, esta disgrega; ción del terr i torio original del Perú no podía preocuparse sin causar heridos y contusos. Estos heridos y contusos fue­ron precisamente los problemas que el Perú tuvo que confrontar al nacer a la vida independiente. No bien el Perú llega a la independencia se inicia un largo proceso mediante el cual muchos de los países vecinos se abocan tesone­ramente a buscar recortar aun más es­te territorio, esta heredad peruana, den­tro de la cual se había proclamado nues­tra independencia el año 1821 y enton­ces surge el largo proceso de los conflic­tos limítrofes, un largo proceso a través del cual la diplomacia peruana —y en este sentido tenemos que rendir el ma­yor homenaje a los que nos han prece­dido en esta tarea— luchó denodada­mente por mantener todo aquello que era sustantivo dentro de ese patrimonio terr i tor ial que el Perú había heredado al llegar a la independencia, y lo consi­guieron. Lo consiguieron en muy buena parte. Hubo todavía algunos desgaja¬mientos, producto de situaciones bélicas como puede haber sido lo que sucedió con Chile, o algunos otros que fueron perdidos en la mesa de negociaciones con Brasil, por ejemplo, o el infausto

mente estructurada. Si en cambio había actuado, y muy activamente dentro de sus posibilidades, en la política interna­cional exclusivamente, es decir, había estado sujeto a enfrentamientos, a con­flictos, a todo tipo de negociaciones de carácter internacional de los cuales de una manera u otra, había, salido más o menos maltrecho, más o menos victorio­so. Pero evidentemente, esto no podía continuar así, porque era la evidencia de un hecho incoherente, de un hecho ilógico. Partiendo del análisis de un to­do resultaba que la parte interesada so­lamente conocía los alcances, las posibi­lidades de un aspecto de ese todo y no había hecho aquello otro, que era de su propia responsabilidad, esto es, trazar precisamente esos objetivos.

Esto nos llevó entonces a buscar la fórmula a través de la cual podíamos de alguna manera iniciar este proceso, es decir iniciar la responsabilidad de crear o de establecer un esquema a tra­vés del cual el Perú tuviera esto que no tenía y que le hacía tanta falta; así no solamente cumplíamos profesionalmente con hacernos esta reflexión y buscar una solución para ella, sino que cumplía­mos también como peruanos, porque ha­bía un vacío en la conducción de este grupo humano que se llama la nación peruana. Había un vacío en algo que es sustantivo, en algo que está engarzado a los conceptos de la conducción políti­ca y, sin embargo, nosotros no habíamos todavía tomado una posición al respecto.

No es tampoco esto motivo para acu­sar a las generaciones pasadas de no ha­berlo hecho. Sus razones tendrían y efectivamente las tenían. Ellas estaban vinculadas a la esencia misma de la na­ción peruana, es decir, al proceso histó­rico del Perú. ¿Por qué el Perú no se había trazado una política exterior? Aparte de la dignidad que siempre de­bemos señalar a las generaciones pasa­das —pero no regodearnos en señalar­la,— estas generaciones estaban muy comprometidas con un aspecto sustanti­vo de la esencia misma del problema na­cional que era el territorio. El Perú ha­bía vivido obsedido por los problemas in­herentes a su terr i torio y a su defini¬

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en la Amazonia; continúa viviendo por el proceso de resentimiento y también por el proceso de convencimiento nacio­nal en el Ecuador respecto a una su­puesta usurpación por parte nuestra.

La supervivencia de este problema ha­bía generado a su vez formas curiosas de dependencia en nuestra política in­ternacional; porque, como todos sabe­mos muy bien, al firmarse el Protocolo y al consolidarse nuestros derechos, el Tra­tado que dio origen a la solución de este problema consideraba la existencia de cuatro países garantes de los alcances del Protocolo; y entre el año 41 hasta ha­ce muy poco tiempo, a la hipoteca here­dada del problema terr i tor ial con el Ecuador se había sumado una cierta forma de hipoteca, una segunda hipo­teca si se quiere, vinculada a los paí­ses garantes. Es decir, el Perú no sola­mente tenía que tener cuidado, y mu­cho en toda acción internacional que emprendiera respecto a las reacciones que podía provocar en el Ecuador, sino que también tenía que cuidarse adicio¬nalmente de los problemas generados porque existían cuatro países garantes que, si una acción internacional del Pe­rú era contraria a sus intereses, podían facilitar que el Ecuador renovara sus pretensiones. Esta era la hipoteca ecua­toriana. Evidentemente si queríamos tra­zar una política exterior independiente y propia teníamos que hacer todo lo po­sible para liberarnos de esta hipoteca. Era una primera conclusión.

Una segunda conclusión en el mo­mento en que se hacían estas reflexio­nes, era la relacionada con el proceso de la integración subregional. Cuando hacíamos estas reflexiones, el proceso de la integración subregional estaba en marcha pero no estaba consolidado, y el Perú,, dentro de este proceso, tenía una posición sumamente reticente, suma­mente cautelosa, y contradictoria la ma­yor parte de las veces. Todo esto era producto también de las propias contra­dicciones internas, del país, por los inte­reses particulares, las características de nuestro desarrollo. La presencia en las decisiones del Estado de intereses par­ticulares, generalmente no dejaban que

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trapecio de Leticia; pero lo que era el grupo central del territorio peruano, es decir, las audiencias que lo componían y que fueron las que proclamaron la in­dependencia del Estado y crearon un Es­tado Peruano, se mantuvo, se mantiene y es ya el patrimonio definitivo del pue­blo peruano. Esta fue la tarea de la di­plomacia peruana durante más de 100 años. A esta tarea vivió la diplomacia peruana abocada, obsedida, tercamente empeñada en mantener algo que era ver­daderamente sustantivo, pero para ha­cerlo y al hacerlo, descuidó y perdió de vista tal vez otros aspectos a los cuales el Perú podía haberse también dedicado.

En todo caso, como consecuencia de esta reflexión, es que se comenzó a pen­sar precisamente en cómo podíamos de alguna manera intentar modificar este estado de cosas, liberado ya de la an­gustia de los problemas territoriales, cancelados los grandes debates limítro­fes. El Perú podía tener ya una cierta libertad de acción que le permitiera tra­zar algunos lincamientos selectivos de política exterior que le dieran una ima­gen nueva y consistente en el mundo contemporáneo.

En estas circunstancias, antes de tra­tar lo que podía ser este esquema, co­menzamos por hacer una reflexión pre­via, que era la siguiente: hemos recibi­dos este país tal como está constituido para los efectos de una política exterior, casi totalmente liberado de problemas territoriales, con una competencia terr i­torial definida pero, evidentemente, to­davía hay algunos problemas que subya¬cen y sobreviven de esta larga secuela de problemas territoriales. Uno de ellos era el problema con el Ecuador. Enton­ces lo primero que buscamos fue cómo liberarnos, preguntarnos qué caminos tendríamos que encontrar para soltar las manos que teníamos un poco atadas por esta herencia que todavía sobrevivía en la política o en la posible política exte­r ior del Perú, cómo podíamos hacer pa­ra sacudirnos de esta hipoteca. Porque evidentemente el problema con el Ecua­dor continuaba viviendo a pesar del Pro­tocolo, a pesar de la confirmación defi­nit iva de nuestros derechos territoriales

En estas condiciones es que se comen­zó a trabajar es estos distintos campos con el objeto de irlos nivelando con es­tas famosas hipotecas en el caso del Ecuador; de irlos integrando en el caso de la integración y de ir examinando el otro gran problema que significaba este foco conflictivo tr ipart i to si se quiere, que es el problema portuario boliviano. De una u otra forma hemos superado bastante las posiciones críticas de las cuales partimos, pero evidentemente no podemos decir que estos tres escollos nos hayan despejado totalmente el ca­mino para la política exterior que nece­sitamos trazar. Todavía están allí pero están aminorados, han perdido intensi­dad muchos de ellos, otros nos han en­riquecido con una experiencia en estos últimos años, otros están virtualmente vírgenes. Pero en todo caso, de alguna manera los tres han sido enfrentados con el objeto precisamente de despejar este camino y buscar una mayor cohe­rencia en nuestras relaciones externas.

¿Por qué buscábamos desprendernos de estos tres problemas en base a to­mar posiciones? Porque una manera de desprenderse de un problema es preci­samente encararlo. Era preciso que lo hiciéramos y al hacerlo, evidentemente, obteníamos una cierta liberación del pro­blema. ¿Pero por qué buscábamos esto, aparte de la l ibertad necesaria para el trazo de los objetivos de política exte­rior? Porque teníamos la idea de cuál podía ser el objetivo nacional del Perú en materia de política exterior. Tenía­mos una cierta idea de eso y al tener­la encontrábamos rápidamente cuáles eran los tropiezos que surgían para que ese objetivo pudiera tener una defini­ción más o menos clara. Ese objetivo como todos los objetivos que hacen a la política exterior de los países está en­raizado en la historia porque no se pue­de renegar de la historia y menos aun en el campo de las relaciones exteriores. Este objetivo que nosotros veíamos co­mo posible, como natural casi para el Perú, era el de recuperar la posición eminente que el Perú tradicionalmente ha tenido en el Pacífico sudamericano.

una línea que parecía clara para quien no tenía un compromiso de esta natura­leza, siguiera su curso y nosotros como país tomáramos una posición definida con respecto a la integración subregio¬nal. Este era el otro gran problema que apreciábamos como para meditar en él y para buscar también una solución que nos permitiera precisamente participar en esta integración.

¿Por qué? No solamente por el hecho de que la integración subregional evi­dentemente es un factor sumamente im­portante dentro del problema general del desarrollo sino porque también tie­ne una proyección sumamente importan­te y lo hemos conversado bastantes ve­ces en lo que se refiere al futuro polí­tico de América del Sur. Entonces, evi­dentemente, el Perú no podía perder ese carro, no debía perder ese carro y estaba a punto de perderlo. Era nece­sario, pues que el Perú confirmara, re­afirmara, se decidiera de una vez por todas a participar en la integración y asumir en ella la responsabilidad que le correspondía en función no solamente de lo que eso significaba desde el pun­to de vista económico, como les digo, si­no en función de lo que las proyeccio­nes políticas de esa integración habrían de derivar en el futuro.

Otro tercer problema que subyacía —los tres subyacen, en cierta manera todavía están presentes— es el vincula­do a las derivaciones históricas del pro­blema portuario boliviano. Ese es otro problema que dentro de la problemática sudamericana nos condiciona y l imita muchísimo en nuestra acción. Es uno de los problemas clásicos y claves de la vi­da internacional sudamericana y sobre este problema también el Perú debería tener una posición tomada.

En una primera aproximación, pues, veíamos estos tres grandes escollos pa­ra poder adquirir la suficiente indepen­dencia dentro del ámbito sudamericano que nos permitiera efectivamente tener una política sin estas ataduras que efec­tivamente pudiera proyectarse sin com­promisos con estos amarres heredados del pasado.

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dentro de él con el objeto de inf lu i r en la proyección de esa política.

Hablábamos de la política esencial­mente de la conducción del Estado o la influencia que se puede ejercer en esa conducción. La política de un proceso internacional o multinacional como el de Pacto Andino también puede ser dirigi­da, puede ser influida por determinados intereses o por determinados países. En­tonces la idea es precisamente que el Perú pueda estar llamado a tener una participación destacada, sumamente mar­cada dentro de lo que será el futuro po­lítico del proceso de integración andina.

Al actuar así no nos limitábamos tam­poco a ese campo que ya es más amplio y muy importante, sino que lo veíamos a su vez dentro de una proyección más amplia y ésa era ya toda la del ámbito sudamericano. Es evidente que quien tenga una posición preeminente en el Pacífico sudamericano y una posición di­rectriz en el Pacto Andino será un país sumamente importante en América del Sur. Entonces, era natural que se tuvie­ra esta aspiración, y que se pensara que los objetivos del Perú podían tener esa dirección, más aún si tenemos en cuen­ta las características del tablero políti­co sudamericano. Entonces es evidente que debía hacerse una política precavi­da; había que tener en cuenta las deriva­ciones que ese fenómeno habrá de tener en un futuro más o menos inmediato y, consecuentemente, lo único que puede dar una cierta consistencia a países co­mo el nuestro o a países integrados co­mo los andinos, es este pacto subregio­nal en sus proyecciones ulteriores de ca­rácter político.

. Es así como tenemos un objetivo am­pliado que ya se dirige a todo el ámbi­to sudamericano. Pero es evidente tam­bién que si se dirige al ámbito sudame­ricano no se queda en él, sino que ya se está dirigiendo también a todo el ám­bito latinoamericano. Si damos estos pa­sos, si se cumplen dentro de las ideas que acá estamos exponiendo, entonces el país que tenga esa preeminencia en el Pacífico, esa significación en el Pac­to Andino, esa función dirigente en la

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Por múltiples circunstancias el Perú había perdido esa posición, había pasa­do a una posición desmedrada, más bien silenciosa. Y era necesario, pues, que se tomara conciencia de que ése era un ob­jetivo nacional posible no solamente por­que significaba una cierta consecuencia histórica con el pasado peruano y una cierta proyección natural de lo que es el Perú en su ámbito inmediato, sino porque de esa recuperación de una po­sición eminente en el Pacífico sudameri­cano habrían de derivarse otras que son los verdaderos objetivos del Perú.

Si nosotros recuperábamos esa posi­ción distinguida en el ámbito del Pací­fico y si participábamos —y por eso era la preocupación con respecto al proble­ma de la integración subregional— de manera activa en el proceso andino, evi­dentemente podíamos aspirar a ejercer no digo liderazgos, pero sí posiciones, actitudes o políticas sumamente señala­das, marcadas por la impronta peruana, si se quiere, ya en un ámbito un poco más amplio como podía ser el ámbito subregional andino; es decir pasábamos del objetivo inmediato de nuestra signi­ficación en el Pacífico Sur para proyec­tarlo un poco más al ámbito andino.

¿Por qué al ámbito andino? No porque el ámbito andino fuera exclusivamente una dimensión natural a nuestro desa­rrol lo económico y a nuestra vinculación con los países fronterizos del área, sino porque este ámbito tiene también, co­mo les decía antes, una proyección po­lítica muy importante. Estamos, hablan­do en términos de integración, dando los primeros pasos en lo que se refiere al pacto andino, pero evidentemente es­tos primeros pasos tienen que ser segui­dos por otros que deberán conducirnos a una cada vez mayor consolidación de este proceso y la consolidación de este proceso, que nace bajo el signo del de­sarrollo económico y social, evidente­mente tendrá que tener una proyección política. Cuando llegue ese momento, cuando el Pacto Andino necesariamente tenga que adquirir una proyección polí­tica, serán muy importantes las posicio­nes que cada país ha llegado a tomar

que es el panorama internacional de nuestros días con el objeto de asegurar esa presencia que queremos nosotros darle al Perú en el ámbito internacio­nal, presencia que no es una exclusiva vocación de prestigio que como saben los lectores de Morgenthau es uno de los factores de la política internacional sino en función de lo que es el poder de los Estados.

¿Cómo hace un Estado a través de su política exterior para tener más poder? Se sabe que uno de los factores de po­der de un Estado es precisamente su ac­ción exterior, su política internacional, su diplomacia; hay otros: las caracterís­ticas del territorio, la composición de su población; en f in , las posibilidades de su economía, la cohesión nacional, las características de su industria, el poder de su fuerza armada, son algunos de los ingredientes del poder de un Estado. Pe­ro en todos los tratadistas de estos te­mas, uno de estos ingredientes es siem­pre la diplomacia. Y la diplomacia ac­túa precisamente en este campo, en el campo de la política exterior y de la po­lítica internacional. Nosotros teníamos que hacer lo nuestro. Si los otros sec­tores del Estado hacen lo suyo para in­crementar el poder del Perú, nosotros, como acción internacional, como diplo­macia actuante teníamos también que ha­cer lo nuestro para incrementar ese po­der. ¿Por qué incrementar ese poder? Por lo que es la definición misma de lo que es el poder. El poder, lo más sim­plemente posible, todos sabemos, es la capacidad que tiene un Estado —como la capacidad que puede tener un hom­bre— de imponer su voluntad o hacer prevalecer su voluntad o, en el peor de los casos impedir que prevalezca o que le sea impuesta la voluntad ajena. Esto es, fundamental. Porque si un país tie­ne objetivos, si un país persigue deter­minadas cosas, es obvio que cuanto más poder tenga le será posible alcanzar esos objetivos en términos de desarrollo, de seguridad.

Consecuentemente, visto un poco así desde el enfoque del poder digamos, te­níamos que buscar de qué manera incre­mentarlo a través de una presencia muy

política sudamericana tendrá una pro­yección muy grande en el ámbito latino­americano. He aquí la otra gran meta.

Vamos hacia eso, necesariamente. Y es posible hacerlo. El Perú tiene ante­cedentes que lo justif ican, la potenciali­dad que lo explicaría y una vocación que, creo yo, es justa y razonable. Pero como la vida internacional es interrela¬cionada, tampoco podemos quedarnos exclusivamente con la significación que podamos tener en esta escalada de ob­jetivos sino que quien tenga a su vez una significación latinoamericana y una función directriz dentro de lo que es la política latinoamericana del futuro, ten­drá una proyección muy definida en la política mundial. Este es el últ imo, el más ambicioso objetivo.

Si nosotros desarrollamos ese proceso que no es, creo yo, especulación ni cien­cia-ficción, sino algo posible, evidente­mente el Perú podrá tener en un mo­mento dado una voz y una palabra sig­nificativa en el concierto mundial. No a través de lo que es su poder actual, su poder constreñido, digamos, dentro del ámbito de su territorio y de su po­tencialidad, sino un poder multiplicado a través de estos factores de coordina­ción, de participación en procesos que están ya esbozados en el ámbito latino­americano y en los cuales el Perú pue­de, y creo yo que está en camino de te­ner una función muy destacada.

Vistas así las cosas, resultaba necesa­rio esquematizarlas de alguna manera. ¿Cómo podemos actuar, entonces, en los distintos ámbitos que se le ofrecen a un país como el nuestro para que estos ob­jetivos sucesivos puedan tener una razo­nable expectativa? Y entonces buscamos agrupar lo que podían ser los grandes campos de acción del Perú en el terre­no internacional y comenzamos por iden­tif icar las distintas ramas a través de las cuales podíamos encontrar una cier­ta coherencia de acción conjunta en un sector determinado. Y sobre esta base se elaboró el primer esquema, este pr i­mer cuadro que no tiene otra v i r tud que la de ser una suerte de catálogo más o menos racional, de posibilidades de ac­ción del Perú en distintas áreas de lo

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mente con los países vecinos de nuestros vecinos y por supuesto con los países dentro de los cuales ese terri torio está ubicado dentro del ámbito general con­tinental, que es el continente america­no. El hecho mismo de la existencia de un terri torio ocupado por un Estado que se llama el Perú ha generado a través de la historia toda una problemática in­ternacional que se traduce —en el caso del tema que acá nos ocupa— en rela­ciones bilaterales.

Entonces, ese es el primer concepto de terr i torio, de origen histórico diga­mos, que arrastra toda una problemáti­ca de siglos si se quiere, y que es la característica de nuestras relaciones bi­laterales con los países fronterizos, con los países sudamericanos, con los países latinoamericanos, con los del Continente americano. Este es el primer enfoque del tema terri torio.

La segunda característica del tema te­rr i tor io es la que nace precisamente de sus condiciones, es decir, cómo es el te­rr i tor io peruano. La ubicación del terr i­torio peruano ya le da una significación. El hecho de estar ubicado donde está, esa posición central en la costa del Pací­fico Sudamericano, esa característica es¬pecialísima de puente, si se quiere, en­tre los extremos norte y sur del subcon¬tinente, de su condición a la vez andi­na, marina y amazónica, todas estas pe­culiaridades del terr i torio le dan una di­mensión internacional especial. Es así que para aprovechar este territorio, pa­ra darle la validez que exige en fun­ción de los objetivos de política exterior, y del incremento del poder del Estado, al cual nos hemos referido antes, es pre­ciso construir una política exterior vin­culada a este mejor aprovechamiento del territorio. Son las dos grandes ramas a través de las cuales discurre el tema te­rr i tor io, es decir el origen histórico de la relación bilateral y la proyección geo-¬económica y geo-política misma del te­rr i tor io nacional.

El primer aspecto es mucho más fácil de explicarse para nosotros porque es casi el manejo diario de nuestro oficio; el segundo es relativamente más nove¬

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activa del Perú en el campo internacio­nal porque esto es lo que enriquece de alguna manera el poder internacional de un Estado; es decir, su presencia, su ac­ción, su capacidad de inf luir , de movili­zar ideas, de ejercer presiones en úl t i ­mo caso, porque hay presiones posibles de los países débiles también, y todos es­tos son ingredientes que concurren a la configuración de la idea del poder de un Estado. Por eso, buscamos este es­quema; es un esquema que divide nues­tra acción en ocho campos, ocho gran­des áreas a ejecutarse a través de tres canales fundamentales. No están allí dis­tinguidas las formas a través de las cua­les el Perú pueda actuar internacional¬mente para la consecución de los obje­tivos que se desprenden de cada uno de esos rubros, pero evidentemente son tres grandes formas de acción: en el campo político, en el campo económico y en el campo cultural. No hay duda, son tres grandes campos. Y en cada uno de estos sectores habrá que aplicar téc­nicas inherentes a cada uno de estos objetivos derivados del rubro central que da la denominación a cada uno de los temas.

* * *

Al primero le hemos llamado territo­r io; al segundo le llamamos Dominio Ma­rít imo, al tercero Integración, al cuarto Potencia Dominante; después vienen las otras tres áreas que llamamos las Apro­ximaciones: las Convergentes, las Diver­gentes y las Coincidentes; y finalmente el octavo campo, de la Organización In­ternacional.

Al primer campo se le denomina Te­rr i tor io. El concepto " terr i tor io" dentro de este esquema tiene para nosotros un doble valor, una doble significación: el territorio peruano como consecuencia del proceso histórico del Perú y el territo­rio peruano como características propias, territoriales, geográficas por decirlo así. Esto es, el territorio peruano y todo el largo proceso de su consolidación ha ge­nerado toda una problemática de rela­ciones exteriores, de relaciones interna­cionales con los países del área, inme­diatamente vecinos primero, indirecta¬

es el terr i torio propiamente terrestre, esto automáticamente generó toda una problemática internacional. Todos sabe­mos cuáles son los orígenes de estos problemas, los enfrentamientos a que ha dado lugar. En realidad, estábamos rom­piendo un cierto molde más o menos es­tablecido por intereses ajenos y constru­yendo una política nueva con respecto al mar y a su aprovechamiento. Por lo tanto, dada esa significación del mar para nosotros, desde el punto de vista del desarrollo económico y sus proyec­ciones políticas, evidentemente, el mar debe tener como ha tenido en la histo­ria peruana una significación especial en cualquier diseño de política exterior que se formule.

La incorporación a la jurisdicción na­cional de una gran extensión marina, equivalente a un tercio del dominio te­rrestre del Estado peruano, así como la riqueza contenida en esa área, trae con­sigo un complejo de problemas políticos, no hay la menor duda. Los elementos derivados de esta descripción son los instrumentos internacionales a través de los cuales ha ido tomando forma norma­tiva esta política, es decir la doctrina del Decreto que señaló las 200 millas, la Declaración de Santiago, la creación del Sistema del Pacífico Sur, y los pro­blemas derivados de la posición de los intereses norteamericanos, la Declara­ción de Montevideo, la política de la Unión Soviética con respecto a esto, la política de las grandes potencias pesque­ras en f in todo un complejo de proble­mas internacionales generados porque hace 25 años nosotros decidimos que nuestro habitat marítimo sea incorpora­do al patrimonio nacional en una ex­tensión de 200 millas a lo largo de nues­tras costas.

El tercer tema es el de la integración. Todos sabemos perfectamente bien qué es la integración, cómo se ha diseñado un movimiento casi a nivel mundial que provoca que países que tienen un área geográfica reducida o potencial econó­mico incipiente, busquen a través de la concertación de políticas el crear condi­ciones nuevas en función precisamente de un mejor desarrollo económico y so¬

doso, es casi un esfuerzo interdisciplina­rio e intersectorial que había que reali­zar con el objeto de dotarlo de un ob­jetivo de política exterior de la solidez necesaria con el objeto de que las me­tas que se persigan sean coherentes y reales. América del Sur ha sido un con­tinente de ocupación periférica, un con­tinente que se ha desarrollado en las zo­nas costeras, en algunas zonas interiores, por supuesto, pero cuyo gran centro geográfico es desocupado. Sin embargo, los países sudamericanos actualmente se han lanzado a la conquista del interior de la América del Sur y evidentemente el Perú no puede ser ajeno a este he­cho. Esto es sustantivo. Si nosotros ol­vidamos este aspecto sustantivo de las características internacionales de nues­tro territorio en función de este aprove­chamiento y de esta política sudamerica­na que se diseña, quedaremos no sola­mente relegados, sino que probablemen­te llegaremos a comprometer precisa­mente esta heredad patrimonial por la cual han luchado durante más de 100 años los diplomáticos peruanos que nos han precedido.

Esta política de aprovechamiento del terr i torio vinculada allí a algunos de los temas que actualmente están más al al­cance de todos, el problema de las cuen­cas, el problema de interconexión vial, la política aérea; en f in , una serie de factores que derivados de las caracterís­ticas y la ubicación del terr i tor io gene­ran posibilidades internacionales suma­mente importantes en función, precisa­mente del incremento de esta capacidad de poder, es decir, poder acrecentado del Estado peruano.

El segundo campo es el de Dominio Marítimo. En realidad es un tema tan traído y llevado, que su profundo cono­cimiento, está al alcance de todos noso­tros pero merece hacerse un acápite es­pecial dentro de toda esta temática, por lo que significa en el desarrollo del país y también indirectamente en lo que ha­blábamos de la posición eminente del Perú en el Pacífico sudamericano. Hace 25 años, que nuestro país incorporó al patrimonio nacional una extensión marí­t ima equivalente a un tercio de lo que

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Señalábamos que el Pacto Andino re­sultaría el ángulo de contención, digamos el escudo que los países andinos pueden ofrecer. Este proceso integracionista lle­vado a una escala mayor, consolidado a través de la integración sudamericana o latinoamericana mucho más coherente que lo que la ALALC puede haber pen­sado, será probablemente el gran escu­do de contención que ofrezcamos a la saturación clarísima por parte de Esta­dos Unidos. Esas proyecciones que son muy significativas y que por lo tanto me­recían a nuestro juicio el que la integra­ción fuera uno de los temas sustantivos en cualquier esquema de política exte­r ior del Perú.

El cuarto tema, nosotros lo habíamos denominado Potencia Dominante. Las instigaciones de los Estados Unidos den­tro de un mundo todavía enmarcado den­tro del sistema bipolar hace que las re­laciones con ese país oscilen entre la ne­cesidad de escapar a la dependencia o el riesgo de caer en la atracción del otro polo de poder o de comprometer la progresión del desarrollo nacional. Esta definición había que comenzar a revisar­la a la luz de los nuevos conceptos de la multipolaridad pero en todo caso no deja de tener una validez actual porque si bien la multipolaridad está en vías de desarticular lo que fue política estable­cida durante los últimos veinte años, es evidente que no por eso dejaremos de tener un tipo de relación muy especial con la potencia dominante comercial y geográfica que son los Estados Unidos. Frente a los Estados Unidos hay el fe­nómeno divulgado actualmente de la de­pendencia. La dependencia no solamen­te económica sino política. Consecuente­mente, si nosotros aspiramos precisa­mente a incrementar nuestro poder pro­pio, y de negociación, a dar significado de una manera distinta a nuestra pre­sencia en América y en el mundo, evi­dentemente debemos tener una política muy clara con los Estados Unidos. Esta política está precisamente también vin­culada a la idea de la dependencia. Mientras nosotros no logremos que este proceso de dependencia aminore paso a paso hasta desaparecer un día en el fu¬

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cial; es decir, la formación de vastos es­pacios económicos plurinacionales pro­mueve el progreso de los Estados de ma­sa física, población y economía indivi­dualmente insuficientes.

Este fenómeno, característico de nues­tro tiempo, tiene en América del Sur con­notaciones muy especiales. Todos sabe­mos cómo ha sido el proceso de inte­gración latinoamericana, el proceso de ALALC, el del Mercado Común Centro americano, hasta la gran experiencia del Acuerdo de Cartagena, la lenti tud de la ALALC, la necesidad del Pacto Andino la debilidad de la estructura industrial y la planificación peruana que era uno de los problemas que más preocupaba en los orígenes de la participación pe­ruana en el proceso integracionista. De­cían que no estábamos suficientemente preparados para poder afrontar este re­to o que tanto las condiciones de nues­tro desarrollo industrial cuanto la es­tructura de nuestra planificación no ha­bían alcanzado en esos momentos los ni­veles suficientes que nos permitieran competir con posibilidades ventajosas en un proceso en el cual países como Chi­le y Colombia tenían avances mucho más sustantivos.

Como objetivo, señalaba en este caso, incorporarse a un proceso que contribu­ye sustancialmente a alcanzar el desarro­llo nacional y escapar a la satelización tanto a nivel sudamericano como inter­americano y participar decidida pero no incondicionalmente en el inevitable mo­vimiento para fortalecer la presencia histórica del Perú en el área andina.

Entonces, si de un lado se diseña un movimiento sumamente significativo co­mo es la integración en función del de­sarrollo económico, nosotros no podía­mos estar al margen de él. De otro la­do, aparte de lo que significa la amplia­ción de los mercados, las posibilidades de su desarrollo industrial mucho más consistente, teníamos también la alterna­tiva política que ahí se indica y que es evidente. Este proceso de integración es una forma de escapar a otras formas de dominación que no por encubiertas o no queridas dejan de estar menos pre­sentes.

actualmente el fenómeno de Europa Oc­cidental, de las Comunidades Europeas.

Es por esto que es otro de los cam­pos en los cuales habrá que ir definien­do de manera muy precisa cuáles son los objetivos que alcanzar y las metas que nos proponemos en un plazo razo­nable. Buscamos con esto no solamente atraer la atención de países de ese fo­co económico fundamental que es Euro­pa Occidental sino también descentrali­zar nuestra relación. Hemos vivido foca­lizados en uno de los grandes centros de poder como son los Estados Unidos y existen ya diseñados claramente otros. Es preciso también dirigirse a ellos y buscar en ellos formas de relación que atenúen la dependencia exclusiva de uno de los grandes centros de poder económico. Este es el objetivo central, si se quiere, de lo que sería una polí­tica con las Comunidades Europeas, con Europa Occidental.

El otro tema era otra "Aproximación". La llamábamos Aproximaciones Diver­gentes, aunque parecería una contradic­ción abinicio. Fueron llamadas aproxi­maciones divergentes a partir de la es­tructura que hemos descrito de la ges­t ión internacional y entendíamos en ese momento que había estructura bipolar, en todo caso que hay dos grandes po­los dominantes en la política mundial; evidentemente, si nosotros estamos vin­culados a uno de ellos, no tenemos por­qué ser ajenos al otro y era preciso co­mo se ha hecho a lo largo de estos años, dirigirse también hacia ese otro polo del poder económico y político del mundo. Es así como se definió en ese entonces el establecimiento progresivo de distin­tas formas de relación y cooperación con los países socialistas del este europeo, la solución del caso cubano, misiones permanentes, delegaciones especiales, en f in , evaluación y control continuos del progreso. Esto, evidentemente, era una descripción de cuáles eran los elemen­tos a través de los cuales nosotros po­díamos realizar una política nueva con todo este sector del mundo. Esto, creo yo, que está a la vista de todos; que buena parte se ha realizado; y precisa­mente demuestra que había una cierta

turo, nuestra autonomía de decisión es­tará en proporción inversa al desarro­llo o al mantenimiento de esa dependen­cia. Por lo tanto el objetivo de nuestra política con los Estados Unidos es pre­cisamente un objetivo sutil, cuidadoso: de un lado, eliminar la dependencia en todas sus formas; y de otro lado, no caer en la seducción o en la entrega o lo que es todavía el foco de poder con­trario a los Estados Unidos. Es decir, nosotros deseamos mantener el apropia­do equilibrio para liberarnos de esa de­pendencia afirmando nuestra indepen­dencia, cosa no fácil a pesar de que las palabras a veces pueden parecer exce­sivas.

Consecuentemente, tiene que ser para un país como el nuestro un tema cen­tra l de su política exterior la definición de estos objetivos y de su actitud inter­nacional con los Estados Unidos.

En el quinto tema comienzan las "Aproximaciones". Ahí se han puesto lo que se llaman Aproximaciones Conver­gentes. ¿A qué obedecía esta denomina­ción de aproximaciones convergentes? Dentro del sector que reconoce el mis­mo polo de convergencia y que tiene gran interacción internacional, política y económica, existen posibilidades de coo­peración, intercambios y de intensifica­ción. Su desarrollo atenuaría las formas que actualmente caracterizan nuestra de­pendencia. Esto era un atisbo, si se quiere, de lo que actualmente ya es una realidad: se entiende que la estructura bipolar del mundo de hace pocos años derivaría naturalmente en una multipo¬laridad. Uno de estos nuevos polos en la estructura mundial tendría que ser, necesariamente, Europa Occidental. Con­secuentemente, si veíamos así las cosas, no podíamos permanecer tampoco al margen de un trato político vinculado a este polo del poder potencial en esos momentos, real y actuante ahora. Con­secuentemente, era preciso y es preciso —se han dado pasos es verdad y los seguimos dando— pero es indispensable elaborar también una política coherente con relación a Europa Occidental, enten­dida no tanto en una relación de tipo bilateral, país a país, sino en lo que es

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ticas especiales tiene la América Latina que lo vinculen al Tercer Mundo y cuá­les no; y, finalmente, al adoptar la ac­ción tercermundista por qué se adopta y por qué se considera que América Latina es efectivamente parte del Tercer Mun­do. Había contradicciones en la base; parecía muy difíci l que se llegara a una comunidad de criterios al respecto; se hablaba mucho y hay una cierta vanidad independentista, de que los países nues­tros tienen 150 años de independencia; más aún, que los países nuestros tienen una tradición cultural muy rica enraiza­da en occidente; que los países nuestros son racialmente, relativamente integra­dos; en f in , una serie de factores que pa­ra muchos marcaban una divergencia, más bien una separación de lo que es el Tercer Mundo. Pero esto era una distor­sión del concepto. La realidad del con­cepto del Tercer Mundo no se debe vin­cular a este tipo de factores que son ge­nerados por procesos históricos distintos, por procesos coloniales de otro signo, sino por el fenómeno que les es común, el sub-desarrollo, que es el gran fenóme­no de nuestro tiempo para este tipo de países. Y si el fenómeno central de nues­tro tiempo que es el subdesarrollo, nos vincula a este vastísimo conglomerado de países, evidentemente con ellos hay coincidencias sustantivas que debemos explotar y trabajar conjuntamente. Eso nos llevó a buscar una definición mucho más clara de la que en ese entonces te­níamos respecto al Tercer Mundo y a to­do tipo de acciones que permitieran algo que todavía no hemos conseguido, por cierto totalmente, que es eliminar todo el vasto panorama de suspicacias, de sos­pechas y desconfianzas que existen en­tre los países del Tercer Mundo. Pero, pasos se han dado y esos pasos tienen un sentido, no son pasos dados al azar o inspiraciones repentinas de una políti­ca más o menos improvisada sino que obedecen a este tipo de consideraciones.

Como objetivo para esta política seña­laba, entre otros, aprovechar la proyec­ción especial derivada de la representa­ción peruana, promover formas de en­tendimiento permanentes en los niveles bilateral y multi lateral, explorar posibili¬

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coherencia en la acción; fomentar una competencia limitada entre los dos gran­des bloques y derivar de ellos formas provechosas de ayuda y cooperación de parte de los países socialistas; y afian­zar la independencia de nuestra políti­ca internacional.

Esto nos estaba llevando muy discre­tamente por lo que es el concepto de una política tercermundista. Es decir, las características del tercer mundo han sido un poco esas, poner en competen­cia los dos grandes centros de poder con el objeto de sacar de ellos el mayor provecho posible en función del desarro­llo de todos los países que conforman el núcleo central del tercer mundo.

Y aquí nos encontramos con la terce­ra 'Aproximación" que le llamábamos "Aproximaciones Coincidentes", por las coincidencias de los intereses de los paí­ses que integran este grupo de aproxi­maciones. El proceso de la descoloniza­ción incorporó a la sociedad internacio­nal un vasto conglomerado de naciones puestas bajo el signo común del subde­sarrollo. Si hay un denominador común, evidentemente, es el subdesarrollo. No podemos hablar en términos de tercer mundo de otro tipo de comunidades. Hay coincidencias también en otras di­mensiones pero sobre todo hay coinci­dencia de intereses vinculados al proble­ma central que es el subdesarrollo; es decir nos hermana la pobreza, nos her­mana la insuficiencia y la necesidad de llegar a etapas que aseguren un desarro­llo apropiado de todos estos países que conforman el Tercer Mundo.

Entonces para ello, para eso, era pre­ciso abrirse hacia ellos, no permanecer de espaldas a ese vastísimo conglomera­do de países que hasta ese momento nos era virtualmente ajeno; y, concordante con esto, se ha hecho un poco esa polí­tica que está un tanto a la vista de todos el apreciar.

El primer problema que confrontába­mos era, y es todavía un problema aca­démico, pero sumamente interesante, la situación de América Latina en el Ter­cer Mundo; por qué es o no es Améri­ca Latina Tercer Mundo, qué caracterís¬

presa, se traduce en acciones de orga­nismos multilaterales.

Un último punto, sobre el que es ne­cesario reflexionar se llamaría carencias o algo así. ¿Qué cosa atenta fundamen­talmente contra una expresión coheren­te, eficaz del Perú en la realidad inter­nacional? De un lado, la insuficiencia de especialización. Tenemos pocos especia­listas, todos lo sabemos, y no siempre po­demos acudir a ellos para que se hagan presentes en los organismos internacio­nales y lleven de alguna manera una po­sición del Perú debidamente tomada, es­tructurada y estudiada con respecto a asuntos particulares o técnicos. Luego, hay una descordinación en la acción in­ternacional como es evidente. Eso es un proceso que nosotros también tenemos que afrontar en el futuro con mucho cui­dado porque a veces —ahora mucho me­nos por supuesto— se apreciaba un tipo de acción política del Perú en un orga­nismo y en una acción en sentido con­trario en otro organismo, y eso es casi un disparate. Y otro problema que es muy grave es el de la discontinuidad en la acción. Es decir, un día enviamos una delegación a una conferencia internacio­nal o a un organismo internacional sig­nificativo y esta delegación integrada por hombres muy distinguidos no se re­pite al año siguiente, o van otros que desconocen la experiencia recogida por los anteriores. Entonces, esto también es muy grave; hay que ver la forma de crear cuerpos en los cuales se asegure una cierta permanencia, inclusive de in­dividuos, en la acción en determinados organismos internacionales, porque estas son experiencias de todos nosotros. Es muy difícil llegar a una conferencia in­ternacional, enfrentarse a esta maraña gigantesca de documentos y poder tener una opinión sobre ellos y participar en una manera activa y eficiente en los de­bates si uno no ha conocido desde antes lo que es todo ese proceso, porque en­tonces nos da a todos por descubrir có­mo es la pólvora y encontramos con que vamos a plantear allí una iniciativa que hace mucho tiempo fue desechada en otras conferencias y que no es sino la buena voluntad de un hombre que re¬

dades de un intercambio comercial, asu­mir iniciativas en los problemas comunes del Tercer Mundo, asegurar la presen­cia del Perú en las zonas más influyen­tes. Creo yo que si ahora, al cabo de algunos años, vemos estos objetivos, en realidad podremos estar más o menos sa­tisfechos porque en casi todos ellos he­mos actuado por lo menos en manera tal que actualmente al Perú se le reconoce una posición bastante destacada dentro de los países del Tercer Mundo.

Finalmente, el últ imo punto dentro de este esquema era el de la Organización Internacional. Todo el sistema multilate­ral como sabemos bien, constituye una característica propia de nuestro tiempo. La diplomacia multi lateral y la prolifera­ción de organismos internacionales so­meten a los Estados a nuevas formas de poder internacional. La lucha por apro­vechar o escapar a él, adquiere una significación especial. Si nosotros apre­ciáramos que la sociedad internacional de nuestros días, no diré que está domi­nada, pero sí que está demarcada por lo que es la diplomacia multi lateral, por lo que son las características de los orga­nismos internacionales, por lo que ellos significan dentro del proceso político y económico de los pueblos, es evidente que el Perú también tenía que tener frente a esto una posición clara, y por tanto tenía que tomarla.

Es curioso, pero en las formas tradi­cionales a través de las cuales el poder se ejercía entre las naciones se ha, no diré sustituido, pero se ha adosado esta otra nueva forma curiosa de poder que se ejerce a través de los sistemas multi­laterales de una organización interna­cional. Ahí tenemos casos, por ejemplo, como el que se acaba de ver con respec­to al Banco Interamericano de Desarro­l lo, una organización multi lateral de cré­dito, pero que, sin embargo tal como ha sido denunciado ejerce por el conducto de uno de sus miembros pero a través del organismo una forma de presión so­bre un estado o varios. Por lo tanto, hay una forma nueva de poder, conse­cuentemente una nueva forma de pre­sión a través de la cual el poder se ex¬

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cien aprecia la verdadera dimensión de estos problemas. Entonces, éste es un aspecto que es indispensable asegurar, es decir, una continuidad en la acción. Y para eso tiene que haber toda una sis­tematización de la acción del Perú en los organismos internacionales, esto es que las delegaciones salgan debidamente ins­truidas, las delegaciones traduzcan su la­bor en informes que sean debidamente procesados en la Cancillería, que ese in­forme procesado sirva de alimento a la delegación próxima, que se debe formar siempre a tiempo. Es decir, todas estas cosas que son aparentemente prácticas, casi rutinarias, pero que son indispensa­bles si se quiere dar coherencia a la po­lítica.

Estos eran, pues, más o menos, los ocho grandes campos a través de los cua­les creíamos nosotros que podían identif i­

carse los problemas sustantivos de nues­tra política exterior. Estos campos, deben ser atacados a través de tres canales de acción que se puede tener en las rela­ciones exteriores: el canal político, el ca­nal económico y el canal cultural. En cada uno de ellos, si nosotros analiza­mos con más cuidado, caben esos tres tipos de acción, pues son convergentes, y determinan una política exterior debi­damente coherente. Es decir, hay que actuar tanto en los problemas de terr i­torio, en los problemas del mar, o en el Tercer Mundo, o de las Comunidades Eu­ropeas, o en los organismos internacio­nales; hay que actuar en esos tres cam­pos, hay que actuar con claro sentido político, con metas económicas, con acti­vidades culturales. Estas son las tres ar­mas que tenemos en nuestras manos pa­ra ejecutar una política.

apuntes Número 10

Sobre la economía peruana escriben Carlos Amat y León, Juan Julio Wicht y Jürgen Schuldt. Cartas inéditas de José Carlos Mariátegui y dos trabajos sobre su obra a cargo de Alberto Flores Galindo y Antonio Mellis. Felipe MacGregor analiza el último libro de Jorge Basadre.

Editor responsable: Bruno Podestá

Publicada y Distribuida por el Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico, Avenida Salaverry 2020, Jesús María, Lima 11. Teléfono: 71-2277.

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S E L E C C I O N D E ARTICULOS D E L A S M E J O R E S R E V I S T A S E U R O P E A S Y L A T I N O A M E R I C A N A S REPRODUCIDOS INTE­G R A M E N T E .

PRINCIPALES ARTICULOS D E L S E X T O N U M E R O ;

E V A L U A C I O N D E L A POLITICA ECONOMICA D E L REGI­M E N M I L I T A R E N SUS DOS FASES, ANALISIS D E L PRE­S E N T E Y PROGRAMA FUTURO / ECONOMIA PERUANA, 1930 / S ILVA R U E T E , ULLOA, IGUIÑIZ

ESTADISTICAS P E R U 1968-1980

EL SECTOR DE LA E N E R G I A EN M E X I C O , 1980 / PROBLE¬M E S D ' A M E R I Q U E L A T I N E

EL P E T R O L E O : M E X I C O , MEDIO O R I E N T E , USA, PAI­SES EN DESARROLLO / PROJET / L ' I N D U S T R I E DU P E T R O L E

PRODUCCION ACTUAL Y FUTURA D E L P E T R O L E O E N E L MUNDO / P E T R O L E U M ECONOMIST / F U T U R I B L E 2000

EL OFFSHORE - YACIMIENTOS DE FONDOS MARINOS -E N E L MUNDO

LA INDUSTRIA PETROQUIMICA: PERSPECTIVAS HASTA 1985 / L ' O B S E R V A T E U R DE L 'OCDE

S A R T R E : V I O L E N C I A Y FRATERNIDAD V E R S I O N CAS­T E L L A N A D E L ULTIMO D E LOS G R A N D E S T E X T O S D E J E A N PAUL S A R T R E / L E N O U V E L O B S E R V A T E U R

F R E U D Y M A R X / E N R I Q U E M E N E N D E Z UREÑA / FO­M E N T O SOCIAL

V I O L E N C I A Y SOCIEDAD

JOAO, JOAO, TU E R E S MI H E R M A N O / SOLIDARIDAD / C H I L E

E L M E N S A J E " S U B V E R S I V O " D E J U A N PABLO I I E N E L BRASIL : SUS CUATRO GRANDES DISCURSOS SOCIALES

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blación cuyo ingreso no le permite cu­br ir el costo de bienes y servicios esen­ciales.

Es en el agotamiento de este estilo de vida social y económico, que se enun­cia más allá de los signos ideológicos tradicionales, donde puede encontrarse la raíz de la crisis que se está exten­diendo a escala mundial. Las respues­tas y los nuevos signos tienen que ve­nir del interior de la América Latina.

La inspiración democrática

Hace ya ciento treinta y un años Be­nito Juárez, en su Exposición al Sobera­no Congreso de Oaxaca al abrir sus se­siones, planteó con agudeza la íntima relación entre la educación y el desarro­llo social.

El gran líder mexicano dijo, entre otras cosas:

" . . .El hombre que carece de lo preciso para alimentar a su familia, ve la ins­trucción de sus hijos como un bien muy remoto, o como un obstáculo para con­seguir el sustento diario. En vez de des­tinarlos a la escuela se sirve de ellos para el cuidado de la casa o para al­quilar su débil trabajo personal, con qué poder aliviar un tanto el peso de la mi­seria que lo agobia. Si ese hombre tu­viera algunas comodidades; si su trabajo diario le produjera alguna uti l idad, él cuidaría de que sus hijos se educasen y recibiesen una instrucción sólida en cual­quiera de los ramos del saber humano. El deseo de saber y de ilustrarse es in­nato en el corazón del hombre. Quíten­sele las trabas que la miseria y el des¬

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E todos los temas de fondo, la edu¬cación en su acepción de esfuer­zo nacional y no sectorial es cier­

tamente el más importante porque movi­liza al hombre que es el sujeto del desa­rrollo, el que hace grande o pequeña, l i ­bre o independiente, feliz o angustiada, justa u opresiva a una nación. Felizmen­te, está quedando atrás el concepto de desarrollo basado en la secuencia esta­dística del producto económico como ob­jetivo central del proceso social. Ya hay suficiente consenso, repetido en foros in­ternacionales, de que el desarrollo es el proceso de liberación de todos los hom­bres y mujeres hacia la plena potencia­lidad de sus capacidades para usufruc­tuar de la mayor l ibertad interior y ex­terior, para insertarse en la creación cultural, científica y tecnológica, ser ú t i l socialmente a través de su participación ilustrada y generosa en la comunidad y organizarse ésta en la protección de to­do poder opresor.

La producción, el crecimiento econó­mico, la actividad económica, son nece­sarias, indispensables. ¡Quién puede du­darlo! Pero son instrumentos al servicio del desarrollo social y por tanto al ser­vicio del hombre; son medios que al ha­berse convertido en fines en sí mismos han pervertido el sentido y el estilo del desarrollo en los centros y amenazan gra­vemente el porvenir de los pueblos en desarrollo. Es por esta perversión del concepto del desarrollo y de su aplica­ción a escala internacional y nacional que América Latina sigue teniendo un 40% de la población en condiciones de pobreza crítica, entendida por tal la po¬

SOCIALISMO Y PARTICIPACION / N° 12

D

Gabriel Valdés / ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EDUCACION Y DESARROLLO

En La legislación escolar nos recuer­da, que:

"Lo que se ve del trabajo, en sus for­mas elementales al menos, es material, por eso se olvida muy a menudo que el gran productor es la inteligencia y que no es posible desarrollar de una manera notable la fuerza productora de un pue­blo cualquiera, sin desarrollar su inteli­gencia por la educación, dándole a la vez los medios de gobernarse a sí mis­mo gobernando sus pasiones".2

Es justamente la enorme preocupa­ción por la organización política de las sociedades y la confianza en que el de­sarrollo de la capacidad de los hombres es el que posibilita la participación y la organización social armoniosa y equi­librada, lo que le hace decir en su l i ­bro, "La educación del pueblo", en pa­labras que hoy tienen la misma vigencia de entonces:

"La extensión del sufragio a todos los ciudadanos exige como consecuencia for­zosa, la educación difundida a todos: ya que sin ella el hombre no tiene la con­ciencia de sus actos, necesaria para obrar razonadamente ( . . . ) hemos creí­do que basta para insti tuir la Repúbli­ca el decretarla, y que el empuje de al­gunos movimientos revolucionarios, que cambian los hombres sin cambiar las cosas, sin operar revoluciones verdade­ras, basta para alterar las instituciones y vaciar en nuevos moldes la vida de la sociedad. La obra es imposible: el sue­ño quimérico. Para establecer la Repú­blica, lo primero es formar los republi­canos; para crear el gobierno del pue­blo lo primero es despertar, l lamar a la vida activa, al pueblo mismo: para, hacer que la opinión pública sea sobe­rana, lo primero es formar la opinión pública; y todas las grandes necesida­des de la democracia, todas las exigen­cias de la República, sólo tienen un me¬

potismo le oponen, y él se ilustrará na­turalmente, aún cuando no se le dé una protección directa". 1

A pesar de las urgencias que entra­ñaba la defensa de la soberanía nacio­nal, el patriota mexicano no postergó la consideración de la educación porque a su juicio ella era pilar esencial para construir una sociedad autónoma y justa.

América Latina ha tenido la enorme suerte de que sus fundadores hayan per­cibido claramente el papel de la educa­ción como factor básico no sólo del de­sarrollo social sino de la integración na­cional y de la construcción de la socie­dad democrática, proyecto incumplido pero que preside nuestra existencia des­de los albores de 1810. Ese proyecto consideró que una sociedad se constru­ye a partir de los hombres, de todos los hombres y de todas las mujeres, y no a part ir de las cosas, y que la mayor riqueza de las sociedades nacientes son sus recursos humanos, no en el limitado sentido de actores productivos sino en el más amplio de actores sociales.

Es en ese marco que a comienzos del últ imo cuarto del siglo XIX en diversos países se destacan reformadores que consideran a la educación popular el instrumento privilegiado para la trans­formación de aquellas sociedades inci­pientes en sociedades modernas.

El papel del argentino Domingo Faus­tino Sarmiento es en esa instancia rele­vante por la totalidad de sus propues­tas sociales, que incluyen población, ac­ceso de los hombres a la t ierra y a la educación, y por el inf lu jo que ejercitó en otros países latinoamericanos.

Entre los reformadores que hicieron de la educación para el pueblo el eje de su acción, se destaca por la vigen­cia de su pensamiento el uruguayo José Pedro Várela, que establece sólidas ba­ses para la construcción de lo que fue históricamente la sociedad uruguaya.

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1. Benito Juárez, Documentos, discursos, correspondencia. Selección y notas de Jorge L. Tamayo, Secretaría del Pa­trimonio Nacional, México, 1971, Tomo I, páginas 561-562.

2. José Pedro Várela, La legislación esco­lar, edición original de 1876, se transcri­be de acuerdo con la nueva edición de la Colección de Clásicos Uruguayos de la Biblioteca Artigas, Montevideo, 1964, pág. 73.

mitad de la población tiene menos de 20 años, la edad escolarizable por defi­nición. Pero todo esfuerzo resulta insu­ficiente, todo gasto escaso. Hay un atra­so que persigue el impulso por saber, que es la expansión natural del ser, es la fuerza dinámica por excelencia de la sociedad moderna, la energía que empu­ja la voluntad de todos los hombres y mujeres de todos los pueblos a ser, par­ticipando, a optar, decidiendo, a no de­jarse atropellar por ningún poder que no sea consentido. Ya el alfabetismo no basta para el logro de una participa­ción social activa y consciente. El pro­ceso de cambio educativo se inscribe en un proceso general de desarrollo y mo­dernización de la región. Hacia 1950 se producen en la región dos fenómenos que están íntimamente ligados: por una parte se consolida la expansión indus­t r ia l y, por la otra, se dinamiza el pro­ceso de urbanización, desarrollándose en una escala superior al crecimiento de la industria, porque responde en mayor medida a factores de expulsión rural que a requerimientos de la economía ur­bana.

Las nuevas condiciones internaciona­les crearon un marco que hizo posible la expansión industrial y el desarrollo de los mercados internos; estos cambios también se expresaron en el plano po­lítico a través del surgimiento de mode­los de acción estatal que tendían a sa­tisfacer las demandas sociales por la vía de la oferta de servicios antes que por la participación en las decisiones.

En este contexto tienen lugar tanto la expansión de la escolarización básica como la creación de nuevas instancias para capacitar mano de obra. Esta po­lítica se ve acompañada por el apoyo de los organismos internacionales, que tu­vieron como programa fundamental de asistencia técnica el desarrollo de la educación primaria y la formación con­gruente de maestros, ambos incluidos en el Proyecto Principal N° 1 de la UNES­CO.

La demanda y la oferta educativa se correspondían entre sí, y en ocasiones fue la oferta que salió a generar la de¬

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dio posible de realización: educar, edu­car, siempre educar".3

¡Cien años después de escritas, estas palabras tienen la misma actualidad!

Este programa, sin embargo, sólo fue asumido en algunos países de la región y —aún en ellos— en forma parcial. Ha­cia mediados del siglo XX, todavía la mayor parte de las sociedades latino­americanas no habían logrado la alfabe­tización universal ni el cumplimiento de la escolaridad obligatoria. Cuan perdi­do fue para América Latina el siglo XIX declamatorio, dependiente, y para tan­tos sin dignidad. Con razón, el dicho po­pular quiteño, allá por las medianías del siglo pasado decía: el últ imo día del despotismo es el primero de lo mismo.

Recién en la etapa que se inicia ha­cia los años cincuenta de este siglo, co­mienzan a producirse avances significa­tivos en materia educativa. Desde esa fecha hasta la actualidad la educación no sólo alcanza en todos los países de la región tasas de crecimiento muy su­periores a las precedentes, sino compa­rables —en algunos casos— a las más altas del mundo. Los 14 millones aten­didos por la enseñanza primaria en 1950 aumentan a 50 millones en 1975. Los incrementos son aún más espectaculares en materia de educación media: de un reducido contingente de 900 mi l en 1950 asciende a 18 millones en 1975; y, por últ imo, la educación superior registra también tasas de crecimiento elevadas, y particularmente intensas en el último quinquenio, ya que de una modesta ci­fra de 267.000 estudiantes en 1950, se sitúa para 1975 en el orden de los 3 millones y medio de estudiantes.

La magnitud del esfuerzo que desta­can estas cifras resalta cuando se con­sidera que, en el mismo período, la ta­sa de crecimiento poblacional de la re­gión es una de las más altas del mun­do. Hoy América Latina es una región esencialmente joven: alrededor de la

3. La educación del pueblo, edición origi­nal de 1874, se transcribe de acuerdo con la nueva edición de la Colección de Clásicos Uruguayos de la Biblioteca A r ­tigas, Montevideo, 1964, pág. 71.

una forma que impliquen requerimien­tos masivos de personal con calificación correspondiente a la escolarización bási­ca. Es decir, el sistema económico no ge­nera de por sí las condiciones para el cumplimiento de la escolaridad obligato­r ia: las actividades de muy bajo desarro­llo tecnológico y el vasto mercado de trabajo " in formal" no requieren ni la ca­lificación ni el desarrollo intelectual que brinda la educación, y la franja de po­blación con ellos relacionada se mantie­ne en el analfabetismo o en la escola­rización incipiente.

Estos factores explican por qué la se­gunda etapa de la expansión educativa, que llega hasta nuestros días, está, al igual que la primera, fuertemente vincu­lada al problema del empleo, pero, a la inversa de lo ocurrido en la década del 50, la correlación es negativa. Dicho de otra forma, la expansión masiva de la educación básica en la primera etapa se correspondía con una demanda también masiva de mano de obra con calificación mínima. Mientras que en la segunda eta­pa la fuerte expansión de la educación superior —y de la secundaria dentro de la educación media— están motiva­das por la competencia para ingresar a las ocupaciones con altos requerimientos de calificación, que continúan siendo es­casas, pero deparan una posibilidad de ingresos satisfactorios para quienes no tienen capital.

En sociedades con una distribución re­gresiva del ingreso y un desarrollo l i ­mitado de la oferta de empleo, la edu­cación media y superior se ha expandi­do vertiginosamente, porque de los po­sibles ascensores sociales es el principal —o tal vez el único— que provee expec­tativas de movilidad, por cierto que no siempre posteriormente satisfechas.

Es el estilo de desarrollo vigente en la mayoría de los países de la región, el que está condicionando el particular desarrollo educativo que indican las es­tadísticas. Parece evidente que el pro­ceso educativo no ha sido propuesto co­mo un modelo de la sociedad que debe­ría llegar a ser, sino que es la conse­cuencia de estructuras sociales que han sostenido dualismos culturales, una injus¬

manda. Tal es el caso de la expansión educativa en las áreas rurales, actuando como política de apoyo a proyectos de modernización rural , o de reformas de estructuras.

En el transcurso de ese largo cuarto de siglo, grandes masas analfabetas pa­saron a ser letradas, sectores que inte­gran millones de personas recibieron educación primaria por varios años, y la educación media en sus variadas formas se transformó en una educación básica y general para grandes sectores de la población, mientras que en la universi­dad, lo que era una enseñanza progra­mada únicamente para dirigentes, ad­quiere notable expansión, superando en muchos casos a países europeos que fue­ron históricamente un punto de referen­cia para nuestras políticas.

Todos, en mayor o menor medida, te­nemos interrogantes y dudas sobre la calidad de esta educación, pero la edu­cación dejó de ser propia de las élites para abrirse hacia las masas. El carác­ter revolucionario de este fenómeno sue­le ser inadvertido porque estamos gene­ralmente más atentos a las llamadas re­voluciones políticas, a las crisis econó­micas o a los grandes cambios tecnoló­gicos. Pero no por inadvertido deja de tener una importancia que se manifes­tará con un alto relieve en las décadas recientes.

Educación y estilos de desarrollo

Hacia fines de la década del 50, las condiciones internacionales que habían permitido la limitada expansión indus­tr ia l de la región comenzaron a modifi­carse rápidamente. Los patrones de cre­cimiento fueron modificados y la relati­va importancia que en la etapa anterior se había conferido al mercado interno dio paso a la apertura hacia el exterior. Ello es paralelo a cambios significativos en tecnología productiva y a la satisfac­ción de consumos de bienes sofisticados para sectores minoritarios de la pobla­ción.

Hoy es evidente que los sistemas pro­ductivos vigentes en la región no tienen capacidad para crecer a un r i tmo y de

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sistema educativo está reproduciendo una alternativa similar adaptándose a la demanda de los grupos que tienen mayor capacidad para obtener la satis­facción de sus requerimientos de consu­mo cultural.

Los problemas que hoy enfrenta la re­gión son distintos de los que enfrentaba un cuarto de siglo atrás, y los sistemas sociales reaccionan en forma dinámica ante los proyectos para modificarlos. En las conferencias realizadas por la UNES­CO en América Latina —particularmen­te la de 1962— fue notoria la confian­za en el éxito de los enormes esfuer­zos que se estaban realizando para trans­formar la situación educacional de la re­gión, y en la posibilidad de obtener una población homogénea en términos de un nivel mínimo de educación y de cultura. Hoy se hace evidente que, por una par­te, no se eliminaron los mayores pro­blemas del analfabetismo y de la míni­ma e insuficiente escolarización, mien­tras que, por la otra, el incremento de la matrícula en los niveles terminales del sistema ha sido muy superior a cual¬quier proyección que pudiera haberse hecho en la década del 60.

Esta situación plantea a los actuales responsables de las políticas educativas y de planificación un conjunto de desa­fíos, tanto de orden cuantitativo como cualitativo. Se trata, en definitiva, de elaborar las acciones más adecuadas pa­ra garantizar el acceso de cada vez ma­yor número de personas a un sistema educativo que brinde un servicio de cali­dad creciente.

Veamos cuál es la situación y los prin­cipales problemas en cada nivel educa­tivo.

Es notorio que el esfuerzo por elimi­nar el analfabetismo fue muy importan­te: en el período intercensal 1960-1970 el analfabetismo en los jóvenes de 15 a 24 años se redujo aproximadamente de un 25 a un 17% (estas cifras indi­can tendencias, puesto que se trata de medias aritméticas no ponderadas, y que no comprenden a todos los países de la región). En algunos países relativamen­te avanzados en materia educativa los

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ta distribución del ingreso y una depen­dencia externa cultural, económica y tecnológica muy profunda. Parece difí­cil discutir el hecho de que el choque entre la voluntad de ser y de participar y la estructura social que los rodea es una causa fundamental de la quiebra del consenso social, de la paz al interior de las naciones y de tensiones interna­cionales. No solamente se cuestiona hoy el monopolio del saber y por tanto del poder, sino el uso de ese saber: ¿Pue­de haber una prueba más condenable de esta situación que el hecho de que del mil lón de sabios que existen, 500.000 están dedicados a la industria de arma­mentos? Esta aberración es sólo compa­rable a las escuelas de pensamiento que sostienen que para los países en desa­rrollo es demasiado caro pensar, es an­tieconómico hacer ciencia; que lo moder­no es limitarse a importar el producto material de la inteligencia ajena porque resulta más barato. Podría advertirse que hay una cierta tendencia, en algu­nos países para que "la educación deje de ser un servicio, de representar el cumplimiento de una función social ina­lienable e irrenunciable, para trocarse en uno más de los bienes que se exhi­ben en el mercado y que, naturalmen­te, está solo a disposición de quienes pueden costear, al contado o a plazo, su adquisición". 4

Si los censos de alrededor de los años 70 indican que para el tramo de edad 15 a 24 años —con excepción de un l i ­mitado número de países— el analfabe­tismo fluctúa entre el 10 y el 45%, mien­tras que los mismos países ostentan ta­sas brutas de escolaridad universitaria, entre 5 y 25% para el grupo de 20 a 24 años, debe señalarse que el fenóme­no no es privativo de la educación, si­no que contradicciones similares se en­cuentran en dimensiones tan significati­vas como la distribución del ingreso y el acceso al consumo.

Así como el sistema productivo se ha conformado para satisfacer el consumo de los grupos de más altos ingresos, el

4. C I S E C — Santiago, Chile. Sector Edu­cación, noviembre 1979.

modificar las estructuras sociales y las condiciones de participación a través de una decidida política en materia de edu­cación inicial. Puede señalarse que prác­ticamente todos los países de la región tienen capacidad económica suficiente como para aplicar los recursos necesa­rios para la eliminación del analfabetis­mo, por lo menos en los grupos de eda­des jóvenes y en los niños y adolescen­tes que están por ingresar a la vida so­cial.

En América Latina la alfabetización no fue realizada en su mayor parte con anterioridad a la acción del Estado, co­mo ocurrió en los países europeos. En ellos, el primer factor de alfabetización fue la religión, la necesidad de que los hombres se comunicaran con Dios a tra­vés de la palabra escrita; por otra par­te, allí no fue el desarrollo de la indus­tr ia el que generó la alfabetización, si­no que el comienzo de la industria mo­derna se encontró con la favorable si­tuación de una mano de obra mínima­mente instruida.

Si las organizaciones sociales interme­dias no han sido las gestoras del proce­so de alfabetización, y si el crecimiento no asegura por sí mismo tal resultado, es necesaria, más que nunca, la decisión política de abordar este problema.

La información contenida en el recien­te estudio Analfabetismo y escolariza¬ción básica de los jóvenes en América Latina, del proyecto "Desarrollo y Edu­cación en América Latina y el Caribe", que ejecuta el Programa de las Nacio­nes Unidas para el Desarrollo, con la UNESCO y la CEPAL, indica que mien­tras el analfabetismo es muy reducido, o ha desaparecido virtualmente, entre los jóvenes que habitan las ciudades ca­pitales de nuestra América, es algo más considerable en la heterogénea catego­ría de la población urbana no capitali­na, y continúa siendo muy alto entre la población rural .

Los frutos del desarrollo educativo se esparcen de manera muy desigual y, a pesar de los incrementos de la oferta educativa, la población rural latinoame­ricana está quedando cada vez más re­

descensos han sido espectaculares como en el caso de Cuba, o de tipo metódi­co, como en Chile, que en el período in­tercensal 1960-1970 redujo el porcenta­je de analfabetos entre los jóvenes a al­rededor de la mitad del preexistente.

En países que se encontraban relati­vamente rezagados y que aún tenían un porcentaje considerable de su población en el medio rural , como Ecuador, Méxi­co, Panamá, Perú y Venezuela, se regis­tran logros considerables en v i r tud de la decisión política con la que se abor­da el problema.

Pero cuando se analiza la situación de algunos países que aún tienen muy ele­vadas tasas de analfabetismo, alarma comprobar que de continuar con las ta­sas anuales de decrecimiento del último período intercensal, se requeriría más de medio siglo para eliminarlo. 5 De igual forma corresponde señalar que los des­censos intercensales en las tasas de analfabetismo de los jóvenes tienen una escasa correlación con las tasas de cre­cimiento económico de los respectivos países, mientras que hay una estrecha relación con las decisiones políticas orientadas hacia la integración nacional y el establecimiento de condiciones so­ciales mínimas para toda la población.

No parece posible esperar que el cre­cimiento económico produzca por sí la escolarización de toda la población: su carácter desigual, insular o dual según la definición que se adopte, le impide expandir al total de la sociedad sus efectos dinamizadores. Por ello es de destacar el papel que ha cumplido el Es­tado, y que debe cumplir en el futuro, en la eliminación del analfabetismo. Los países con tasas más bajas de analfa­betismo son aquellos que desde el siglo XIX eligieron a la educación como herra­mienta de transformación social y los que, en años recientes, se propusieron

5. Héctor J. Apezechea, " E l Problema del Analfabetismo en Honduras", ponencia presentada al Tercer Seminario Regio­nal del Proyecto "Desarrollo y Educa­ción en América Latina y el Caribe": Condiciones sociales del analfabetismo y el cumplimiento de la obligatoriedad es­colar. Problemas y alternativas.

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los jóvenes y la postergación de las mu­jeres plantea el problema de la repro­ducción de los actuales sistemas socia­les. En las sociedades latinoamericanas existe consenso sobre la búsqueda de un estilo de desarrollo más justo y presidi­do por normas de equidad, de partici­pación y de respeto a los derechos hu­manos. Este consenso ha sido refleja­do en más de una oportunidad en las resoluciones del sistema de las Naciones Unidas, y en particular en las declara­ciones de las conferencias regionales de la Comisión Económica para América La­tina. Inversamente, las diferencias son muy altas en cuanto a las metodologías para lograr tales objetivos. Pero es in­teresante señalar que la mayor parte de los puntos de confrontación giran en torno a la propiedad y la distribución de los bienes, al poder y a la forma de participar en él, pero pocas veces se plantea el hecho de que una sociedad que mantiene una desigual participación en la cultura se condena a sí misma a reproducirse en su configuración presen­te. Está aquí la clave de la construcción de la democracia social y económica, ca­paz de dar vitalidad y estabilidad a la democracia política. No es la ocasión aquí de abordar la compleja dimensión de la cultura, pero corresponde situar al menos dos dimensiones que hacen el pa­pel de la educación básica en la forja de la sociedad por venir. Me refiero al lenguaje y al desarrollo de la capacidad de análisis. Es bien sabido que no exis­te pensamiento sin lenguaje, y que todo sistema estratificado compartimenta a los grupos sociales en niveles de desigual desarrollo lingüístico. A través del pro­ceso de educación familiar, realizado en los primeros años de vida, fundamental­mente las madres trasmiten a sus hijos la cultura y el lenguaje de que son por­tadoras, con las limitaciones propias de su inserción social en cuanto a vocabu­lario, conceptos, matices de la expre­sión y el pensamiento. La escuela es la única agencia social que puede restable­cer para cada generación un código cul­tural común, a través del desarrollo de un lenguaje y un pensamiento que sean comunes a toda la población. Y es tam­bién la escuela la que puede introducir

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legada en términos comparativos con la urbana.

En América Latina, de cada 1.000 jó­venes activos y analfabetos de 20 a 29 años, 651 trabajan en la agricultura, ca­si un centenar en tareas de servicios personales y domésticos, y una cifra si­milar cae bajo el rótulo censal de "va­rios y no especificados", que señala a las claras la marginalidad de su status ocupacional, en tareas de bajos ingresos y socialmente subestimadas. La situa­ción de analfabeto es uno de los condi­cionantes de la inserción social y ocu­pacional y prefigura, desde la niñez, un destino de marginación y pobreza.

Los datos censales relativos al tramo de 15 a 24 años de edad para 16 paí­ses de América Latina, nos indican que, hacia 1970, un 20% de los jóvenes no ha­bía recibido instrucción, un 2 1 % había obtenido como nivel máximo una escola­ridad entre 1 y 3 años, un 33% siguien­te había logrado entre 4 y 6 años de es­colaridad primaria, y sólo un 26% tuvo una educación que supera la escuela ele­mental.

La significación del problema plantea­do se pone de manifiesto si considera­mos que la educación, al igual que la ciencia, constituye una pre-figuración de la sociedad futura. Los más recientes hallazgos de la ciencia, al transformar profundamente la tecnología, están con­figurando la forma material de la socie­dad para las próximas décadas. La edu­cación, por acción u omisión, está confi­gurando otros importantísimos aspectos de la sociedad por períodos cuya dura­ción debe situarse en la escala del me­dio siglo. Y su acción es esencial en la etapa inicial de la vida, porque aun las posibilidades de aprender en la vida adulta, aunque constituyen una alterna­tiva de enorme significación, están con­dicionadas por el hecho de haber recibi­do en los primeros años una formación mínima, sin la cual los aprendizajes fu­turos sólo pueden ser muy específicos y limitados.

Educación y cultura

Pero en lo inmediato, el problema de la escolarización insuficiente o nula de

edad de hacerlo ingrese y permanezca en el sistema sino que los contenidos y valores que se trasmiten deben ser congruentes con los intereses y objeti­vos sociales de los educandos, y con el papel que ellos y sus familias deben ju ­gar en las sociedades globales. Como re­manente de la educación para minorías, permanece vigente en la primaria y la media un tipo de enseñanza que no ex­plica las estructuras sociales actuales, no se refiere al presente histórico, y tampoco incorpora como actores sociales a los actores colectivos populares. El análisis de la sociedad ha penetrado muy débilmente en el curriculum edu­cativo y la enseñanza de la historia se agota muy frecuentemente en el siglo XIX, o se traduce en una secuencia de presidencias que vuelve ininteligible el presente que viven el educando y su fa­milia. La historia, tal como está presen­tada, los excluye de la formación de la sociedad y los ubica, en el mejor de los casos, como espectadores del proceso so­cial. Sus pares no existieron en el pa­sado y la estructura social en la que actúan no es explicada en el contexto del presente. Y, entre paréntesis podría señalarse que esta vocación latinoameri­cana que nos reúne en este momento, carece frecuentemente de sustento en los sistemas educativos nacionales, ya que la historia de los países vecinos y el conocimiento de sus sociedades, fina­lizan para la educación cuando finaliza nuestra común dependencia de la domi­nación extranjera.. . Es impresionante comprobar cuan profundo es el grado de ignorancia y de irrespeto por la his­toria de las sociedades latinoamericanas y sus culturas. Los hechos —y general­mente los negativos— nos llegan por el sistema transnacional de información do­minado por los centros para satisfacción de sus intereses.

Pero la educación juega también un papel clave en cuanto a profundizar y avanzar en el conocimiento. El proble­ma central, desde el punto de vista del conocimiento, es el de la introducción de la ciencia actual en todos los nive­les de la enseñanza. Es evidente que en todos nuestros países se han realizado

el comienzo del razonamiento sobre la base de la observación y el análisis ex­perimental, es decir iniciar la construc­ción de una arquitectura mental.

Por ello subsisten como problemas centrales del proyecto educativo latino­americano la incorporación de toda la población al ciclo escolar y la capacidad formativa que éste debe tener.

Diversos estudios tienden a demostrar que si bien la educación ha dejado de ser patrimonio de élites para extender­se a las masas, el esquema intelectivo que imparte sigue siendo apropiado úni­camente para las minorías, destinadas a cumplir la totalidad del ciclo educativo y a desempeñar ocupaciones que exigen un alto componente de trabajo intelec­tual.

Por una parte parece evidente que en la escuela se trasmite un modelo cul­tural que es propio de los sectores me­dios y altos, impartido uniformemente en el conjunto del país, sin establecer mecanismos de comunicación que tengan en cuenta las condiciones sociales y cul­turales en las que se desenvuelven los estudiantes. La escuela no está 'situada' en el contexto social, e impone un pa­trón de conocimiento que violenta y con­tradice las experiencias sociales inme­diatas de los niños que a ella concurren. El problema asume características dra­máticas cuando se trata de niños que provienen de las culturas indígenas tes­timoniales de América Latina, a los que se intenta enseñar desde el primer día en una lengua que desconocen, por me­dio de educadores que a su vez desco­nocen la lengua y la cultura de los edu­candos. Se produce así una ruptura en la relación pedagógica, que vacía de con­tenido a la acción educativa. Pero aún en los casos en que la lengua es común a ambos —al menos en sus normas ge­nerales— persisten problemas de subcul¬turas, que los sistemas educativos, en un afán de falsa integración, no han sabi­do considerar y asumir, frustrando así la posibilidad de una integración real.

Pero además, el llamado problema de la democratización de la educación no consiste sólo en que la población en

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el sistema de poder y de las variacio­nes del valor de sus productos o de sus insumos importados en el mercado inter­nacional, lo que establece cambios drás­ticos en las estructuras económicas y, en consecuencia, en el requerimiento de re­cursos humanos.

b) La proyección de los recursos hu­manos con alto grado de especialización, estratificados en carreras muy diversifi­cadas en función de la aplicación espe­cializada del conocimiento, y no de la formación básica, supone un universo científico y tecnológico relativamente es­table. Como la programación e imple¬mentación de una política universitaria requiere de varios años hasta obtener egresos, y dado que la vida activa pro­fesional tiene una duración promedio de 30 años, las políticas que determinan el t ipo y la cantidad de egresos universi­tarios por área, deben apoyarse implíci­tamente en el supuesto de que la cien­cia y la técnica evolucionarán dentro de los patrones existentes en la actualidad. Esto no solamente es discutible, me atre­vo a sostener que, frente a las deman­das sociales y a la crisis energética, es impensable.

Inversamente, no se ha insistido en forma suficiente en que la única políti­ca de recursos humanos compatible con un futuro cambiante, es la formación de profesionales sólidamente dotados de conocimientos científicos y con un f i rme entrenamiento en los métodos de inves­tigación. Son éstos los instrumentos vá­lidos para la rápida adaptación al cam­bio en los contenidos de la ciencia, a las innovaciones tecnológicas y a los des­plazamientos ocupacionales de los profe­sionales, ya que, como es bien conocido, en todas las sociedades un porcentaje muy alto de ellos pasa a desempeñar ocupaciones que no coinciden estricta­mente con su perf i l de formación. El más dinámico e imprevisible de los fac­tores de cambio es el conocimiento cien­tífico, y debe ingresar a nuestras socie­dades en primer término por la vía uni­versitaria. Para ello las universidades deben avanzar en relación con el desa­rrol lo de la frontera del conocimiento científico universal.

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esfuerzos muy considerables para rees­tructurar la enseñanza —particularmen­te la de nivel medio— en forma de ase­gurar la iniciación al conocimiento cien­tífico. Pero debemos preguntarnos si los logros son acordes con los proyectos.

Se podría plantear como tema para la reflexión colectiva, que no siempre las reformas han logrado establecer un prin­cipio educativo en torno al cual gire el sistema de formación. En cada época histórica y en cada sociedad, el desarro­llo de la capacidad de pensar se apo­yó en un principio o contenido determi­nado. En ciertas épocas, el conocimien­to del latín constituyó, más que una f i ­nalidad en sí, una forma de establecer un método de análisis y un tipo de dis­curso muy vinculado al pensamiento f i ­losófico de la época y al destino de los grupos sociales a los que se formaba. En la educación francesa, el papel de la f i ­losofía y de la lengua vernácula fue un elemento central de la formación que proponía el bachillerato y ello se corres­pondía con el tipo de sociedad y el pen­samiento social predominante. Los siste­mas educativos de los países desarrolla­dos han realizado, a lo largo de la post­guerra, una transformación de la educa­ción media que privilegió el conocimien­to de las matemáticas y de las ciencias, sin desmedro de la búsqueda de un nue­vo tipo de cultura humanística que sigue apoyándose en el lenguaje, en la filoso­fía, y que introduce el conocimiento de la sociedad contemporánea. El problema que merece una reflexión es si las re­formas educativas en América Latina han perdido la posibilidad de definir una educación general acorde con sus pro­pias necesidades sociales.

En América Latina se ha insistido fre­cuentemente en que la universidad pre­pare técnicos con fuertes cargas empíri­cas y ajustados a las necesidades del mercado en el presente, o a una pro­yección de esas necesidades en el futu­ro. Desde el punto de vista teórico, se pueden formular algunas observaciones a este tipo de planteamiento:

a) El modelo económico y social lati­noamericano está sujeto a profundas mo­dificaciones derivadas de los cambios en

sociales. Una de las funciones no decla­radas del sistema universitario es la so­cialización de un grupo de iguales en términos académicos, provenientes de distintos grupos sociales, convicciones religiosas e ideologías políticas. Existen precedentes históricos en países de Amé­rica Latina, en los cuales las universi­dades actuaron como centros de integra­ción de distintas sub-élites, que apren­dieron el diálogo político a través del diálogo universitario, lo que constituyó un factor de estabilidad en el marco de procesos dinámicos de cambio social. Si distintos grupos sociales son formados en centros universitarios de desigual je­rarquía, no sólo académica sino también social —robustecida frecuentemente por matrículas muy diferenciales en térmi­nos de costos de financiamiento— lo que se logra es acentuar polarizaciones so­ciales originadas en formaciones compar¬timentadas.

Si, como decíamos anteriormente, la educación es una anticipación de lo que ha de ser la sociedad futura, resulta cla­ro que la actual distribución del conoci­miento y de la cultura, surgida de asig­naciones tan desiguales que implican que un sector de la joven generación permanezca en el analfabetismo, mien­tras volúmenes de a veces la misma mag­nitud reciben 15 y más años de educa­ción, se debe convenir en que se está anticipando un tipo de sociedad invia¬ble, de acuerdo con los valores que pro­fesa América Latina. La polarización entre masas de educados y masas de analfabetos o de escolarizados incipien­tes, introduce un desbalance dinámico de repercusiones imprevisibles en la or­ganización social ya negativamente estra­tificada. Es difíci l responder a la pre­gunta de qué va a hacer América Lati­na en el año 2.000 con esos adultos que al comienzo de este decenio estaban al­rededor de los 20 años, y de los cuales un 20% no había recibido ninguna ins­trucción y otro porcentaje igual había recibido tan sólo entre 1 y 3 años de estudio. ¿Cómo se les podrá incorporar a sociedades que han de ser más moder­nas y tecnológicamente más complejas? ¿Cómo se les podrá formar para nuevos

Algunas consideraciones sobre la Universidad

El crecimiento de la matrícula univer­sitaria en muchos países de la región ha ido acompañado de un crecimiento no planificado del número de universida­des. En algunos casos, se erigieron uni­versidades para satisfacer demandas so­ciales de sectores provinciales locales; en otros, se dejó al sector privado aten­der a una clientela de candidatos a uni­versitarios rechazados en v i r tud de su baja calidad académica, o por criterios de numerus clausus en las universida­des integradas al sistema; en cualquiera de las situaciones, el crecimiento del nú­mero de universidades no estuvo condi­cionado por una política académica. En otros casos, la permisividad ante la de­manda se canalizó hacia las carreras más fáciles de implementar desde el pun­to de vista económico. Por último, es alarmante la frustración de una juven­tud lanzada por la educación secundaria hacia el bachillerato como antesala de una universidad que cierra sus puertas.

¿Puede continuar una estructura social que se sostiene sobre un módulo pirami­dal en el acceso al saber que súbitamen­te se angosta —al ingreso de la univer­sidad— angostura que salvan normal­mente los de mayores ingresos? ¿No ha llegado el momento de considerar la educación como un proceso continuo en cuyo centro y no en cuya cúspide se ubi­que a la universidad? Como escalón su­perior de formación profesional, es el lugar natural de la ciencia. Pero, al mismo tiempo es la entidad formada por la inteligencia organizada de la nación que debe actuar como la conciencia crí­tica de la sociedad en el ejercicio del irrenunciable derecho a la libertad y la autonomía académica, no en el aisla­miento, sino ligadas por un compromiso vital con el proyecto social que la so­ciedad entera debe formular.

La desigualdad de los conocimientos no sólo es un problema en términos de la formación de la inteligencia y de los recursos humanos, sino que constituye un problema en términos de relaciones

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NUEVA SOCIEDAD

No. 49

Herán Pardo P.

¿Clases Medias o Sectores Medios?

Antonio Cortés T. El Rol Político de las Clases Medias en América Latina Alvaro Barros — Lémez Clase Media: El falso "Modelo" Uruguayo Francisco Guerra G. Las Estrategias de Participación en América Latina Andrés Serbin Etnicidad y Política: Los Movimientos Indígenas en América Latina Diego Luis Castellanos Venezuela en el Contexto de la Economía Mundial Edgar Montiel Hacia un Desarrollo Emancipador Nils Castro Tareas de la Cultura Nacional Vivían Trías Las F.F.A.A. en las Sociedades Iberoamericanas Leyla Bartet Islamismo y Revolución: El Caso de Irán Suscripción Anual: US$ 10.00 (diez dólares) Suscripciones ¡Editorial Nueva Sociedad Ltda., Edificio Plaza Artillería, Piso 6, Telf. 22-62-29, Apartado Postal 874, San José — Costa Rica. Dirección, redacción y distribución: Edificio IASA, Piso 6, Ofc. 606, Plaza La Castellana, Caracas — Venezuela, Telf. 32-05-93 — TELEX 25163 ILDIS — Apartado Portal 6.712 Chuao — Caracas 1060-A — Venezuela.

Si pensamos que una sociedad es fun­damentalmente un sistema político de interacción, corresponde preguntarse có­mo podría establecerse un lenguaje po­lítico común cuando las polarizaciones en términos de educación son las ante­riormente indicadas. Su destino futuro depende decisivamente del acierto con que se responda a estos interrogantes.

desempeños, cuando en la edad escolar no recibieron la base mínima? ¿Cómo podrán participar? ¿Estarán destinados a atraer inversiones y tecnologías ex­tranjeras aportando trabajo barato, co­mo ventana comparativa para reeditar formas coloniales más sutiles que las po­líticas pero no por ello menos condena­bles moralmente?

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revista de ciencias sociales en la región andina

Número 16

Jürgen Schuldt Modalidades de acumulación, dinámica sociopolítica y política económica en América Latina

Carlos Samaniego

Campesinado en el Valle del Mantaro, Perú

Olivia Harris y Javier Albo

Campesinos y mineros en el norte de Potosí, Bolivia

Elizabeth Dore La burguesía nacional y la revolución en el Perú, 1968-1977 John Gitlitz Conflictos políticos en la Sierra Norte del Perú: la montonera Bener contra Leguía, 1924

Revista Estudios Andinos Centro de Investigación Universidad del Pacífico Avenida Salaverry 2020 Lima 11 (Jesús María)

SUSCRIPCIONES Y CANJE:

Revista Estudios Andinos Centro de Investigación Universidad del Pacífico Avenida Salaverry 2020 Lima 11 (Jesús María) Teléfono: 71-2277, anexo 42

actividades, se formularon políticas (por ejemplo, elevar el gasto en investiga­ción y desarrollo experimental a un de­terminado porcentaje del PNB) y se crearon organismos rectores de la polí­tica científica y tecnológica (C y T ) . Las mismas recetas fueron recomendadas a los países subdesarrollados, que las hi­cieron propias, en muchas ocasiones sin gran esfuerzo de adaptación.

Poco a poco, los países europeos se fue­ron convenciendo de que la mera inyec­ción de fondos en la investigación y el desarrollo experimental no garantizaba sus efectos multiplicadores en el desa­rrol lo económico. Era necesario integrar los esfuerzos C y T en una política glo­bal (Industrial, de exportaciones etc.). También en nuestros países se abrió pa­so el convencimiento de que el proble­ma radicaba no tanto en la oferta de C y T cuanto en la falta de adecuación entre oferta y demanda: había una des­conexión entre sistema científico y tec­nológico y sistema productivo; este úl t i ­mo estaba directamente conectado al sis­tema productivo y tecnológico del cen­tro, mientras que nuestros esfuerzos científicos y tecnológicos (donde predo­minaba la investigación científica pura) no llegaban a la esfera productiva y con mucha frecuencia eran utilizados en el sistema C y T de los países desarrolla­dos antes que en los nuestros.

A este tema vino a unirse el de la in­terdependencia entre nuestros países y los grandes centros mundiales: en este contexto surgió el concepto de "depen­dencia tecnológica", muchas veces rodea­do de imprecisiones y ambigüedades, al

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I. INTRODUCCION

EN los últimos años se ha habla­do mucho de política científica y tecnológica: en algunos medios se

ha hecho casi una moda. Esta moda se inició como tal en los años 60 cuando se cobró conciencia de la importancia que la ciencia y la tecnología tenían en el desarrollo. En el "gap" tecnológico entre Estados Unidos y el resto del mun­do desarrollado se veía la raíz de las ventajas de aquel país en productividad y en poderío económico. El l ibro "E l de­safío americano" de J. J. Servan-Schrei¬ber marcó un hito en el proceso de to­ma de conciencia de Europa. A raíz de esta constatación, se empezó a destacar en organismos internacionales la im­portancia de la ciencia y la tecnología. Se empezaron a destinar fondos a estas

* El presente artículo sobre Política Tec­nológica y Política de Desarrollo siste­matiza una serie de reflexiones sobre subdesarrollo tecnológico y sobre una política tecnológica para el desarrollo, elaboradas a lo largo del trabajo del au­tor como miembro del equipo que rea­lizó investigaciones sobre el tema en el Instituto Nacional de Planificación del Perú entre 1976 y 1979, y en investiga­ciones auspiciadas por la Organización de Estados Americanos. Cabe hacer mención, particularmente, como origen de varias de las propues­tas presentadas, al documento del I N P "Integración de la variable tecnológica en los Planes de Desarrollo" (Informe Nº 045-78/INP-OIC, elaborado por Jor­ge Fernández-Baca y Luis Figueroa) y del "Plan Nacional de Desarrollo de Largo Plazo 1978-1990" (Plan Global, B. Aspectos Básicos, cap. 10, El desarrollo de la ciencia y la tecnología).

SOCIALISMO Y PARTICIPACION / Nº 12

Manuel Marí / P A R A U N A N U E V A POLITICA T E C N O L O G I C A EN EL P E R U *

rente de desarrollo, requisito indispen­sable, para poder integrar en ella la pla­nificación y el desarrollo C y T.

En el presente artículo se trata justa­mente de contribuir a la conceptualiza¬ción de la temática de la "integración de la tecnología en los planes": se par­te de un diagnóstico del subdesarrollo y, paralelamente, del desarrollo económico-¬social, en el que se integren los ele­mentos del desarrollo y del subdesarro­l lo C y T, no como aspectos o "factores", sino como elementos constitutivos o di­mensiones de una sola realidad econó­mico-social: el punto de partida es que no se puede disociar lo económico, lo tecnológico y lo social: lo económico es a la vez una asignación de recursos y una selección de técnicas, hecha por y para agentes y grupos sociales. A continua­ción se definen como elementos medula­res del diagnóstico del subdesarrollo (y del desarrollo) los siguientes: existencia (o no existencia) de un sector produc­tor de medios de producción, tecnología, empleo y distribución del ingreso.

Del diagnóstico integral se deducen al­gunos principios y orientaciones para una política tecnológica, concebida como una dimensión de la política de desarro­l lo, a la que debe ir integrada en todas sus fases, comenzando por la evaluación tecnológica de políticas, planes y pro­yectos de desarrollo y la selección a to­do nivel de tecnologías adecuadas a las necesidades del desarrollo, hasta la ad­quisición (generación, adopción y adap­tación ) de las tecnologías requeridas.

I I . ELEMENTOS CENTRALES PARA UN DIAGNOSTICO DEL SUBDESARROLLO CIENTIFICO-TECNOLOGICO

A continuación se presenta no un diag­nóstico, sino algunas reflexiones y orien­taciones para lo que debería ser un diagnóstico de la situación científica y tecnológica en nuestros países. Tal diag­nóstico es una condición necesaria para poder formular una política C y T.

Se parte de los siguientes criterios básicos:

a) un diagnóstico científico-tecnológi­co debe ir íntimamente vinculado al diagnóstico económico-social del país. No

que se dio el carácter de variable expli­cativa del subdesarrollo.

Se ha aprendido bastante de los es­tudios, experiencias y fracasos de estas dos últimas décadas. Se han depurado los diagnósticos y se están descubriendo mecanismos de política. Podemos decir que son dos los temas que han centra­do más la atención recientemente: Por un lado, se ha acentuado la problemáti­ca de la transferencia de tecnología, co­mo el mecanismo por el que opera la de­pendencia tecnológica y por el que, bien entendido y canalizado, se puede llegar a operar una auténtica "transferencia" para elevar nuestro nivel técnico de acuerdo a las necesidades del desarrollo.

Por otro lado, se acentúa la necesidad de un desarrollo tecnológico local y se trata de estimular la generación o adap­tación de tecnología.

Se reconoce también la necesidad de vincular estrechamente estos dos aspec­tos (transferencia de tecnología y desa­rrol lo tecnológico local). Pero en la práctica esta unión no se está dando. En los hechos no tanto por falta de com­prensión de la problemática cuanto por dificultades de implementación, la trans­ferencia de tecnología se convierte en un control de la comercialización de tecnología, con dudosos resultados y con cambios constantes de política y de cri­terios; en cuanto al apoyo al desarrollo tecnológico local, por falta de medios y tal vez de orientación adecuada rinde solamente resultados aislados a nivel de algunas firmas o ramas, perdiéndose estos esfuerzos entre la avalancha de tecnologías importadas.

A nivel institucional, las políticas de transferencia de tecnología (en manos de Bancos Centrales o de Ministerios de Economía) también andan disociadas de las de desarrollo tecnológico y estas úl­timas están dispersas y desvinculadas de las políticas sectoriales respectivas.

Cada vez se comprende más la nece­sidad de vincular todos estos aspectos entre sí y con una estrategia global de desarrollo socioeconómico. Pero ello no es fácil, siendo la mayor dificultad la de establecer una estrategia global y cohe¬

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como a nivel micro. El análisis micro del comportamiento tecnológico de las firmas es absolutamente necesario. No hacerlo implicaría aplicar medidas de po­lítica a ciegas. Pero no se puede rehuir lo macro. Los comportamientos indivi­duales no se determinan exclusivamente por medidas dirigidas hacia las firmas, sino también por posibilidades y limita­ciones generadas a nivel de los grandes agregados: la demanda global y su com­posición en ahorro y consumo, la oferta, la política fiscal general, los desequili­brios macroeconómicos con sus influen­cias en precios, en oferta y demanda, las relaciones económicas externas, etc. Aquí se va a hacer más referencia a la situación científico-tecnológica a nivel macro.

De acuerdo con los criterios anterior­mente expuestos, el diagnóstico del de­sarrollo tecnológico ha de ubicarse en conexión con el diagnóstico del desarro­llo económico-social.

A. Un diagnóstico estructural. 1. Nuestras sociedades se caracterizan

por una estructura económica y social desequilibrada.

2. Podemos definir provisoriamente el desarrollo, en la tradición de la es­cuela de Perroux, por tres elementos:

a) la capacidad de un país para satis­facer las necesidades de las grandes ma­yorías de la población;

como actividades productivas. Es dis­tinta la situación de las actividades cien­tíficas, regidas en buena parte por la cu­riosidad de la sociedad, a través de la comunidad científica, por conocer la na­turaleza de las cosas. Aunque hay que reconocer que la actividad científica es­tá cada vez más orientada a la produc­ción de tecnologías, a través del finan¬ciamiento público y privado e incluso a través de las motivaciones (conscientes e inconscientes) de los científicos, sin embargo, los productos científicos se ase­mejarían más a productos naturales de libre disposición y no están sujetos por tanto a las leyes económicas como la producción de tecnología. Serían bienes de consumo y no de producción. De aquí se desprendería que el diagnóstico que se encara aquí se refiere más a lo tec­nológico y a lo científico en cuanto es­tá referido a aquél.

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basta reconocer y postular la estrecha interdependencia de estas dos esferas de la realidad: C y T y económica-social. Es necesario que ese postulado se refleje en las mismas herramientas de análisis, es decir, que en el mismo diagnóstico económico-social aparezcan los aspectos tecnológicos, y viceversa.

Para empezar, no se puede diferen­ciar absolutamente como esferas distin­tas, lo económico, lo tecnológico y lo so­cial. Si la economía (en la definición simple de Samuel son) tiene como pro­blemas propios el conocer qué se produ­ce, cómo se produce y para quién se produce, el cómo se refiere a la tecno­logía (y el para quién a la distribución, o sea, a un hecho social). Es decir, que lo tecnológico está incluido en lo econó­mico. Por otro lado el para quién, o sea, la distribución del producto y del ingre­so, determina tanto el qué se produce (por la composición de la demanda o del mercado interno) como el cómo (a través de las escalas, por ej., que de­penden de la dimensión de la demanda). Por lo demás, los precios determinantes de la producción no son independientes de la distribución; y lo tecnológico está involucrado en todo ello.

Para decirlo de otra forma: lo econó­mico es al mismo tiempo tecnológico: las decisiones de producción son al mismo tiempo decisiones de elección de técni­cas, lo que es en sí una actividad tec­nológica. Las actividades tecnológicas no se reducen sólo a la generación de tecnologías: uno de sus elementos fun­damentales, y ese es el punto de parti­da de toda política tecnológica y su pun­to de unión con la política económica, es la selección de tecnologías. Es más bien esta selección la que determina al resto de las actividades de generación de tecnologías que, en muchas ocasiones, no se pueden disociar de aquélla. 1

b) Un diagnóstico, como una política, ha de plantearse tanto a nivel macro

1. Es necesario distinguir en este momen­to entre actividades científicas y activi­dades tecnológicas, aunque las fronte­ras disten de ser tan claras como mu­chos tecnólogos pretenden. Las activi­dades tecnológicas son, cada vez más, un insumo productivo y tratadas, por tanto,

cesidades de su población sin desequi­librios graves ni interrupciones doloro¬sas de su crecimiento, si carece de ese sector, salvo en casos de bonanza exte­r ior extraordinario, como puede ocurrir con los países petroleros, especialmente los pequeños; pero difícilmente puede hablarse de ellos como de países desa­rrollados, al menos por ahora.

6. De la carencia de este sector pro­ductor de bienes de producción surge directamente la carencia de producción de tecnología, que es generada funda­mentalmente en esos sectores y para esos sectores. La tecnología es un insu­mo productivo más, base necesaria de to­da la esfera productiva. Llamaremos elemento B del Subdesarrollo a la caren­cia de esta capacidad tecnológica.

7. En lo que acabamos de ver apa­recen claramente ligados el diagnóstico socioeconómico ( la estructura producti­va) y el tecnológico.

B. Un análisis dinámico

Pasando de un nivel estático (los ele­mentos o sectores de la estructura pro­ductiva ) a uno dinámico, debemos intro­ducir el mecanismo del mercado.

1. Los mecanismos del mercado ( fun­damentalmente oferta y demanda de bienes, servicios y factores, con precios que las determinan) funcionan como asignadores de bienes y factores. En los países desarrollados, el mercado, con los correctivos necesarios, funciona y los desequilibrios naturales, o bien tie­nen mecanismos naturales de compensa­ción o pueden ser corregidos sin mayo­res problemas. Lo mismo ocurre con la producción de ciencia y tecnología: la oferta y demanda funciona y los recur­sos se distribuyen más o menos correc­tamente.

2. En los países subdesarrollados, los mecanismos de mercado no funcionan, al menos de la misma manera que en el área concreta que nos ocupa; al no ha­ber sectores productores de medios de producción y tecnología, la demanda a dichos sectores va hacia el exterior. O sea, no se demanda tecnología y técni­cos internamente (porque no los hay) y,

b) la capacidad de la estructura pro­ductiva para producir —o intercambiar sin problemas— los medios para satisfa­cer esas necesidades;

c) la capacidad de generar los medios de producción que necesita la estructura productiva.

3. El subdesarrollo se caracteriza por desequilibrios estructurales, basados en la carencia o debilidad de alguno o al­gunos elementos de los mencionados en ( 2 ) ,

Los desequilibrios crónicos de nues­tros países se encuentran a todo nivel :

a) desequilibrios en la distribución del ingreso y en el grado de satisfac­ción de las necesidades.

b) y c ) : desequilibrios en la estructu­ra productiva. El desequilibrio que pare­ce fundamental es el de la inexistencia o cuasi inexistencia de un sector produc­tor de bienes de capital, insumos críti­cos y tecnología ( la tecnología es consi­derada aquí como un insumo, requerido justamente en mayor medida para los mismos sectores productores de medios de producción, ya sean bienes de capital, insumos básicos —en química, electróni­ca, metalurgia y materiales, semillas, en­tre otros— o diseño de procesos.

4. Un país desarrollado puede carecer de algún tipo de industrias, y satisfacer sus necesidades en bienes de consumo o de producción a través del intercambio. Pero la especialización que se da entre países desarrollados es una especializa­ción dentro de industrias o sectores, nun­ca entre sectores (entendiendo aquí co­mo sectores el de bienes de consumo y bienes o medios de producción) (ver A l ­do Ferrer, Tecnóloga y política econó­mica en América Latina, Ed. Paidos, 1974, p. 31). Esta últ ima especialización, por la que nuestros países carecen del sector productor de medios de produc­ción que abastece su economía, es uno de los rasgos constitutivos del subdesa­rrol lo. Lo llamaremos elemento A del subdesarrollo: Carencia del sector de medios de producción.

5. A la larga es prácticamente imposi­ble que un país pueda satisfacer las ne¬

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do ser un aliciente a la introducción ex­cesiva de capital.

d) Finalmente, sobre todo en el caso de productos para el mercado interno, nos encontramos con la misma causa ex­presada en el punto a ) ; por lo demás, los problemas o posibles problemas la­borales han tenido sin duda una gran influencia en la selección de técnicas in­tensivas en capital.

e) Otras causas coadyuvantes a lo an­terior han sido, entre otras:

—los mismos avances técnicos, que han llevado a la obsolescencia y no dis­ponibilidad práctica a nivel mundial de procesos mucho más adecuados a nues­tras condiciones;

—las políticas sustitutivas de importa­ciones, proteccionistas y de tipos de cam­bio, que han fomentado y abaratado las importaciones de bienes de equipo.

Todo esto ha contribuido a una eleva­ción del nivel tecnológico de nuestras estructuras productivas, que ha hecho mayor el vacío de los sectores producto­res de medios de producción y de tec­nología.

C. Los factores "sociales" del subdesarrollo: Desempleo y distribución del ingreso

1. El vacío de sectores productores de medios de producción y de tecnolo­gía tiene una consecuencia directa en el empleo: el sector (inexistente) produc­tor de tecnología, bienes de equipo e insumos básicos y críticos es el que po­dría absorber la mano de obra dejada excedente por el aumento de la produc­tividad, como ha ocurrido con los países desarrollados. Por el contrario, lo que crea desempleo en nuestros países, crea un superempleo en los centros que nos abastecen. El desempleo crónico o es­tructural es, por lo tanto, una caracte­rística constitutiva del subdesarrollo y está directamente conectado a la eleva­ción del nivel tecnológico y de la pro­ductividad y a la ausencia del sector pro­ductor de medios de producción y de tec­nología. El desempleo estructural es el elemento (C ) del subdesarrollo.

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en consecuencia, no se produce tecnolo­gía ni tecnólogos. El sistema se reprodu­ce a sí mismo en un círculo vicioso, con esas carencias que son la base del sub­desarrollo tanto económico como tecno­lógico.

3. Lo anterior supone que en el sub­desarrollo se ha establecido de alguna forma una estructura productiva que in­sume medios de producción y tecnología no generados en el país. No correspon­de aquí explicar por qué ha ocurrido es­to. Pero es claro que el fenómeno se ha acentuado con los procesos de indus­trialización y la internacionalización de las pautas de consumo y de los métodos de producción. Lo que sí cabe pregun­tarse es por qué se han elegido en nuestros países técnicas más costosas, con escalas no siempre adecuadas y por qué no se han creado tecnologías más adecuadas y más rentables, dados la do­tación y precio de nuestros factores pro­ductivos :

a) En primer lugar, las empresas pro­ductoras de los países industrializados no tenían la facilidad —ni en transpor­tes, ni en comunicaciones, ni en desarro­llo técnico productivo— para introducir técnicas adecuadas a nuestras condicio­nes y, tanto a productores como a consu­midores de medios productivos, les re­sulta más fácil, si no más económico, ex­portar/ importar los mismos equipos uti­lizados en el centro. Hoy la situación ha cambiado y no hay motivo para pen­sar que, al menos en determinadas cir­cunstancias, no se pueda inducir a las corporaciones transnacionales a crear tecnologías adecuadas a nuestras condi­ciones, incluyendo la fabricación de bie­nes de equipo en nuestros mismos países.

b) La cantidad de la demanda exter­na, en el caso de productos de expor­tación, impulsó a la mecanización. Aun­que la rentabilidad por unidad de capi­tal o de producto hubiera sido mayor de haberse utilizado más mano de obra, la ganancia total por el aumento del volu­men de producción compensaba la posi­ble pérdida de rentabilidad.

c) La calidad de los productos exigi­da por la demanda externa también pu¬

2. La existencia del desempleo estruc­tural tiene dos efectos: la caída relati­va del salario y un mercado interno re­ducido y sesgado hacia el consumo de las clases altas. En realidad, ambos son dos aspectos de una misma realidad, que es la distribución desigual del ingreso, el elemento D de nuestro diagnóstico. Esta composición sesgada de la demanda tie­ne dos consecuencias tecnológicas: a) un sobredimensionamiento de la producción de bienes duraderos, de tecnología más compleja y más difíci l de alcanzar en el país y, b) una reducción relativa del mer­cado de bienes no duraderos, donde se podrían dar más fácilmente tecnologías adecuadas y equipos diseñados o produ­cidos localmente. En ambos casos, la dis­minución de escalas conspira contra la tecnología propia y adecuada.

3. Curiosamente, la caída del salario, que debería hacer más rentables las téc­nicas de producción generadas en el país, no tiene ese efecto, debido a las causas mencionadas en B 3 y C 2; de esa forma, se realimenta el circuito por don­de se empezó: el vacío de un sector de medios de producción y de tecnología.

4. Todo el sistema funciona pues, ali­mentándose a sí mismo en sus carencias. Los mecanismos de compensación de las falencias del sistema no funcionan por­que hay válvulas de escape externo que impiden los ajustes internos, que carac­

terizan las estructuras del desarrollo. Algunos ejemplos: la demanda efectiva interna no condiciona la oferta interna, porque hay una oferta externa que la suple.

—La reducción del precio de la ma­no de obra no aumenta la oferta de empleo, es decir la demanda de mano de obra (en últ imo término, es tal vez el mecanismo del salario, como ha señala­do Emmanuel, el engranaje básico del sistema).

—la acumulación tampoco es un meca­nismo de crecimiento y diversificación: el efecto multiplicador de las inversio­nes no se da, o se da en forma atrofia­da, porque las inversiones no provocan una demanda derivada interna, ya que la demanda de bienes de inversión va mayoritariamente al exterior.

5. Finalmente, el cambio técnico y los aumentos de productividad, fuente del crecimiento en una economía desarrolla­da o "normal" (el modelo "normal" de los manuales económicos), tienden a pro­vocar mayores desequilibrios y retrasos, fundamentalmente al provocar mayor desempleo y generar déficit externos.

6. En un esquema muy simplificado de lo que se acaba de exponer, el diagnós­tico económico-tecnológico-social del sub­desarrollo (pues es una unidad) se apo­ya en cuatro factores:

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ñera un crecimiento global y armónico de la economía. En nuestros países eso no está de ninguna forma garantizado: lo normal es, como hemos visto antes, que aquellos mecanismos no funcionen: el progreso técnico y el aumento de la productividad generan desempleo no ab­sorbido y, a lo más, un crecimiento de­sequilibrado que, vía concentración del ingreso y aumento de la demanda exter­na terminan por bloquear interna y ex­ternamente el desarrollo.

Hay que encarar el desarrollo tecno­lógico como un aspecto de la estrategia global del desarrollo: nos interesa, más que el desarrollo tecnológico, los aspec­tos o la dimensión tecnológica del desa­rrol lo económico-social.

La experiencia pasada confirma esto: un ataque unilateral a cualquiera de los cuatro elementos analizados antes como características fundamentales del subde­sarrollo (desempleo, carencia de sector de medios de producción, carencia de capacidad tecnológica, atrofia del merca­do interno) lleva al fracaso: los esfuer­zos por crear una oferta tecnológica o científica no han creado una demanda correspondiente (aquí tampoco se cum­ple la ley de Say, según la cual toda oferta crea su demanda).

De la misma forma, los esfuerzos por crear un sector de bienes de equipo no pueden dar resultado si no se atacan los otros elementos; la sustitución de impor­taciones de bienes de equipo se va a en­contrar con los mismos problemas, o ma­yores aún, que la primera y segunda sustitución de importaciones (de bienes no duraderos y duraderos).

Finalmente, pasando al terreno de otro dilema, si se eleva la productivi­dad disminuye el empleo; pero tampoco se puede crear empleo en el aire, como muchas políticas distribucionistas han in­tentado : no se pueden generar ingresos sin generar más producto ni elevar la productividad.

Este últ imo dilema parece crucial: productividad o empleo; él ha estado, de una forma u otra, presente en las discusiones de los últimos años sobre tecnología intermedia, adecuada o apro¬

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El esquema es forzosamente simplifi­cado, como la exposición anterior: hay muchos elementos que se omiten, algu­nos de los cuales han sido mencionados antes; entre otros, los mecanismos por los que la composición de la demanda (mercado interno) incide en la debili­dad del sector de medios de producción, entre otras cosas a través de las esca­las de producción.

7. Pero el esquema tiene la ventaja de resaltar cuatro elementos básicos del diagnóstico:

—dos económicos: uno del lado de la oferta ( la ausencia de sector de medios de producción); otro del lado de la de­manda ( la composición del mercado in­terno) ;

—uno tecnológico: la ausencia de ca­pacidad tecnológica;

—uno social: el desempleo y, por en­de, la distribución del ingreso.

El esquema resalta también la íntima conexión de los cuatro elementos y de los tres tipos de elementos (económico, tecnológico y social).

I I I . ALGUNAS CONSECUENCIAS PARA UNA ESTRATEGIA DE DESARROLLO TECNOLOGICO

1. Necesidad de integrar la política tecnológica en la política y planificación del desarrollo económico social

Del diagnóstico anterior surge que no puede darse una política tecnológica si no está unida a una política de desarro­l lo económico-social. Por tanto, no se puede dar lineamientos de política tec­nológica sin dar al mismo tiempo linea­mientos de política de desarrollo econó­mico-social, con los que coinciden en ocasiones y de los que son un aspecto o dimensión en otras.

No nos interesa el desarrollo tecnoló­gico en cuanto tal, es decir, el progre­so técnico. En los países industrializados desarrollados, una inyección de progre­so técnico, por los propios dinamismos del mercado (inversiones exógenas y me­canismo multiplicador-acelerador) ge¬

puede no ser posible crecer primero y distribuir después. Puede, por el contra­r io, ser necesario ocuparse prioritaria­mente de la distribución por todos los medios posibles".

La cita anterior es doblemente ilustra­tiva por dos motivos: primero, por pro­ceder de un estudio con gran base in­formativa y de una institución poco sos­pechosa de "populismo"; en segundo lu­gar porque prácticamente todas las es­trategias que priorizan temporalmente el crecimiento (piénsese en las economías del Cono Sur latinoamericano) profesan perseguir prioritariamente el objetivo de una justa y equitativa distribución del ingreso a largo plazo. La experiencia histórica debería mostrarles, a ellos y a los que parecen fascinados ante el es­pejismo de "economías saneadas y esta­bles monetariamente" que, por huir de un distribucionismo sin base económica, están cayendo en la ilusión de acudir a un crecimiento ficticio, concentrado en algunos sectores (financieros, exporta­dores) y que terminará bloqueando la expansión interna de la economía y cual­quier intento posterior de distribución.

Pero si hay que prevenir de los pe­ligros de "primero crecimiento, luego distribución", también hay que superar el estrecho punto de vista "social", co­mo también el tecnológico paralelo a él del "romanticismo de las tecnologías adecuadas".

Hay que empezar por destruir el fal­so dilema "ocupación o productividad". La prioridad del empleo no está dada sólo por un criterio social, sino por uno económico de largo plazo, que le está indisolublemente unido: "si la economía es la utilización óptima de los recursos, el primer recurso es el humano".

Recientemente se ha llamado la aten­ción sobre la sub-utilización cuasi-cróni¬ca del aparato productivo de nuestros países. Con mayor razón hay que atacar prioritariamente la subutilización del re­curso humano, la primera fuente de r i ­queza.

Para destruir los dos dilemas "distr i­bución-crecimiento", "ocupación-produc¬

piada, sobre revoluciones verdes y otros intentos o teorías de moda, y es parale­lo al dilema "crecimiento o distribución", presente en las discusiones recientes y no tan recientes sobre estrategias de desarrollo.

La resolución del dilema, vista desde un ángulo "social", parecería que debe darse por el lado de generar empleo y equilibrar la distribución del ingreso. Pa­recería que esto es lo que hay detrás de muchas de las concepciones de tecnolo­gías adecuadas: privilegiar la ocupación aun a cosía de una menor productividad.

Por el contrario, las estrategias que privilegian el crecimiento posponiendo los objetivos llamados "sociales", argu­yen que es indispensable generar prime­ro un sobreproducto, para poder luego distr ibuir los beneficios del crecimiento.

Un estudio histórico encargado por el Banco Mundia l 1 parecería destruir esta últ ima i lusión:

"Muchos de los países que han conoci­do entre 1950 y 1975 un crecimiento rá­pido y equilibrado han comenzado el período con una repartición de rique­zas y de ingresos ya relativamente ho­mogénea; muchos de los que han cono­cido un crecimiento rápido y una repar­tición desigual habían comenzado por una repartición muy desequilibrada. Es­ta constatación hace pensar que el esta­do de la repartición de las riquezas y ele los ingresos al comienzo puede deter­minar la tendencia.

La historia y las experiencias de simu­lación sugieren que lo que obra más po­derosamente sobre la repartición de los ingresos es la estructura fundamental de la economía: una vez que el crecimiento se pone en camino, parece difíci l distri­buir los ingresos eficazmente por medios marginales, como los impuestos y el em­pleo público. Si el objetivo a corto o mediano plazo es una igualdad relativamente grande,

1. David Moravetz, "25 années de dévelop¬pement économique, 1950-75" (publica­do para el Banco Mundial por Editions Económica, París, 1977), Conclusión, pp. 64-65 (traducción nuestra).

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de producción y tecnología responde a los elementos A y B de nuestro diag­nóstico.

Finalmente, ¿cómo se podrá generar localmente tecnología y medios de pro­ducción (haciendo crecer a este sector) y elevar la productividad y el empleo simultáneamente? La respuesta es: pri­vilegiando, entre los sectores producto­res de bienes de consumo, la producción de bienes salario ( lo cual viene exigido ya por la elevación del nivel del em­pleo ): Con ello cerramos nuestro siste­ma estratégico, paralelo al modelo de diagnóstico, incluyendo en el sistema el elemento " D " del diagnóstico, el merca­do interno. Privilegiar la producción de bienes salario significa la ampliación del mercado interno en el sector de bienes no duraderos. Esto implica tanto una modificación de la estructura de produc­ción de bienes de consumo, como del con­sumo mismo: al mismo tiempo, implica una modificación correspondiente y pa­ralela en la estructura de producción y en la estructura de distribución del in­greso.

Resumiendo: Atacando simultáneamen­te los cuatro elementos o fallas del sub­desarrollo, expuestos anteriormente, y sólo así, es posible resolver el problema del subdesarrollo y cada una de las fa­lencias en él involucradas; específica­mente para nuestro caso, sólo así es po­sible atacar el problema de la creación de un desarrollo tecnológico local.

2. Función primordial de la política tecnológica

Teniendo en cuanta todo lo anterior, la política tecnológica consiste, en un primer y principalísimo lugar, en acom­pañar a la formulación de la imagen-¬objetivo y las metas de desarrollo eco­nómico-social, en la tarea de asignar y optimizar los recursos disponibles para la acumulación, seleccionando las tecno­logías y, por lo tanto, los niveles de pro­ductividad más adecuados para los dis­tintos sectores productivos, de acuerdo a su priorización (priorización de secto­res de bienes salario, de medios de pro­ducción y de creación de tecnología) y

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t ividad", es necesaria una estrategia nueva de desarrollo;2 desde el punto de vista o dimensión tecnológica, los puntos centrales de esta estrategia deberían ser:

Elevar al máximo posible la producti­vidad de todos los recursos incluyendo el humano. Dado que los recursos que elevan la productividad —los medios de producción y la tecnología— son escasos, lo que se necesita ante todo es un gran esfuerzo de optimización. La estrategia consiste, por lo tanto, en repartir los bie­nes de inversión y los insumos produc­tivos (incluyendo la tecnología y el ca­pital ) escasos, allí donde más puedan aumentar la productividad general de todos los recursos (léase también "de toda la población"). Con este últ imo én­fasis estamos atacando el elemento " C " de nuestro diagnóstico (e l empleo).

Por otro lado, dado que los recursos tradicionales de bienes de inversión, in­sumos productivos y tecnología son es­casos y caros y sometidos al desequili­brio crónico del sector externo (e l " f i lo del cuchillo" del modelo de Harrod pa­sa en el subdesarrollo por ahí), hay que dedicarlos primordialmente a crear un sector local de bienes de inversión, in­sumos locales y tecnología más adecua­dos y baratos. Aunque disminuya el ni­vel tecnológico de algunos sectores, el efecto global debe ser el de elevar la productividad ya que se dará ocupación y se elevará la productividad de todos los recursos humanos (naturalmente, es­to exigirá ciertas condiciones de equili­br io) . Este elemento de la estrategia, de crear un sector productor de medios

2. En realidad, esta es una estrategia pos­tulada desde muy diversos ámbitos, in¬ternacionalmente, a través del llamado Nuevo Orden Económico Internacional, como también nacionalmente. En el ca­so del Perú, la estrategia que se propo­ne responde a los lincamientos del Plan Nacional de Desarrollo de Largo Plazo 1978-1990. Pero es interesante observar que ya el Plan del Perú 1967-70 conte­nía muchas de las directrices y orienta­ciones de este último, notoriamente la de dar prioridad al desarrollo rural , lo que en el Plan 78-90 se conceptualiza co­mo el "desarrollo del interior".

l lamar a reflexionar sobre la uti l idad y aun sobre la posibilidad de una política tecnológica. En realidad, lo que pasó es que, si bien todo el mundo partía del supuesto de que la ciencia y la tecnolo­gía debían subordinarse a los objetivos del desarrollo y, de la misma forma, na­die pensaba que la ciencia y la tecnolo­gía son un motor automático del desa­rrol lo, con transmisión garantizada, pe­ro en la práctica, la política tecnológi­ca se centró en la organización del lla­mado "sistema científico y tecnológico" en forma prácticamente autónoma, "co­mo s i " aquellos dos supuestos fueran ciertos. Una evolución de la que son tan culpables los planificadores económico-¬sociales como los del desarrollo científi­co y tecnológico, y que ha llevado a la creación de castillos en el aire, cuando no de elefantes blancos. Como señala Charles Weiss, del Banco Mundial:

"En el futuro, la existencia misma de política de desarrollo y de política tecno­lógica como disciplinas separadas, pare­cerá como un artificio creado por las pautas históricas de educación y de so­cialización de economistas del desarro­l lo y de tecnólogos". (Charles Weiss, "Mobilizing Technology for Developing Countries", en Science, vol. 203, marzo 18, 1969), p. 1084.

En este sentido, es hora de deshacer un bluff.

Pero, en realidad, la necesidad de su­bordinar o, mejor dicho, integrar la po­lítica científica y tecnológica en la polí­tica de desarrollo económico y social, no rebaja a aquélla de status sino que le confiere mayor importancia.

La política tecnológica, entendida —en una primera instancia— como el asesoramiento tecnológico de los planes y la política de desarrollo para la selec­ción de tecnologías, es uno de los pila­res básicos de la política de desarrollo. Del esquema de diagnóstico del subde­sarrollo y de sus consecuencias para una política tal como han sido expuestos aquí, se desprende que los cuatro ele­mentos básicos de una política de desa­rrol lo deberían ser:

de forma que se eleve al máximo posi­ble la productividad global de todos los recursos ( lo que supone ocupación de todos los recursos humanos).

La selección de tecnologías es la pri­mera tarea, por tanto, de la política tec­nológica. Y como la selección de tecno­logías determina la estructura producti­va, esta tarea debe realizarse a través de lo que podríamos llamar la asesoría o evaluación tecnológica, a todo nivel (macro, sectorial y micro —o selección de alternativas tecnológicas para proyec­tos de inversión) y a todo plazo tempo­ral (largo, mediano y corto plazo).

Esta asesoría o evaluación tecnológi­ca debe comenzar desde la misma defi­nición de los objetivos nacionales y su especificación en metas, abarcando tam­bién la priorización y programación de las inversiones, la evaluación tecnológi­ca de cada proyecto de inversión, hasta las medidas de política económica. Es decir, toda decisión económica (y aun social), que en sí supone una selección de técnicas, debe ser asesorada "tecnoló­gicamente" acerca de las posibilidades técnicas alternativas de esa decisión y de las consecuencias de dichas alterna­tivas técnicas (no sólo de las consecuen­cias en rentabilidad inmediata, sino to­do tipo de consecuencias económica y socialmente significativas).

La función, por lo tanto, de la polí­tica tecnológica, no es sólo promover el desarrollo de tecnologías propias, ade­cuadas o no, y la adopción y adaptación de las extranjeras que parezcan necesa­rias. Previamente, está la cuestión de la selección de las tecnologías a través de la asesoría o evaluación tecnológica, que tiene lugar en la misma definición y ex¬plicitación de la política global de desa­rrol lo económico-social, como parte de la misma.

Esta perspectiva parecería disminuir la importancia relativa de la política científica y tecnológica; y en verdad, la experiencia de las décadas pasadas en América Latina, que han visto la proli­feración (y el estancamiento) de nume­rosos organismos de política y de inves­tigación científica y tecnológica, debería

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3. Condiciones de la estrategia

a) Flexible La estrategia tecnológica (es decir, es­

trategia de desarrollo, que involucra la consideración de los aspectos tecnológi­cos del desarrollo) ha de ser flexible, y no se pueden establecer principios muy rígidos. Por ejemplo, si bien uno de los pilares básicos de la estrategia es crear un sector local productor, de bienes de equipo e insumos, es posible que sea más ventajoso para el país importar de­terminados insumos agrícolas (ferti l izan­tes y pesticidas) si con eso se eleva sus­tantivamente la productividad sin dismi­nui r el empleo. Otro ejemplo: aunque se trate de promover la producción local de alimentos (bienes salario) uno no debe obstinarse en hacer crecer tr igo si las condiciones locales no lo aconsejan. El principio de las ventajas comparativas tiene un aspecto razonable. El problema es que no se han de medir sólo las ven­tajas en la rentabilidad inmediata: tam­bién se ha de ver el largo plazo: y en él, como dice Samir Amin, la ventaja consiste para cualquier país en especia­lizarse en las ramas más productivas.

b) Estrategia de acumulación La estrategia debe basarse en un mo­

delo de acumulación. Si de lo que se trata es de corregir fallas de la estruc­tura productiva, hay que comenzar corri­giendo las pautas de acumulación: un instrumento primordial para ello son las inversiones. Por otra parte, orientar las inversiones significará una política de precios.

c) Papel del Estado Cambiar las pautas de acumulación

significa que el Estado debe tomar un papel activo. No necesariamente para ejecutar inversiones, pero sí para orien­tarlas. Si el mercado no es buen asig¬nador de recursos, es necesario cambiar esa asignación por la fuerza: cambiando precios, captando ingresos y orientándo­los, etc. El agente de ese cambio no pue­de ser otro que el Estado, aunque evi­dentemente dando en él participación a todos los agentes sociales.

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—política de empleo; —política sectorial (en el sentido de

priorización de sectores, desarrollo de sectores prioritarios y coordinación in­tersectorial );

—política de distribución del ingreso (ampliación del mercado interno y ex­pansión del salario y del sector produc­tor de bienes salario);

—política tecnológica (selección, asig­nación y adquisición de tecnologías).

Resumiendo: La política tecnológica no es la política de un sector más, ni si­quiera la de una variable horizontal más, entre las 10 ó 15 políticas globales, a las que se asigna usualmente un capítu­lo en los planes. La política tecnológi­ca es uno de los pilares de la política de desarrollo. Y su misión es no la de esperar que se le f i jen objetivos y cum­plirlos sino, en primer lugar, contribuir a la fi jación de objetivos a través del asesoramiento tecnológico. Para poner­lo en un ejemplo, su misión no es espe­rar a que se le f i jen prioridades para empezar a desarrollar sucedáneos de t r i ­go, sino intervenir desde un principio para asesorar tecnológicamente en la de­cisión de si al país le conviene producir trigo, producir azúcar para importar t r i ­go o sustituir el trigo por otros produc­tos.

En este sentido, la política tecnológi­ca supera los estrechos límites de las ac­tividades de generación, difusión y apli­cación de conocimientos y transciende a toda la economía y la sociedad, de la misma forma que la política de empleo, la de distribución del ingreso y la sec­torial (en el sentido de priorización y coordinación de sectores y desarrollo de sectores priori tarios). Es la política de desarrollo la que es, al mismo tiempo, política tecnológica.3

3. En realidad, ningún sector ni variable horizontal o global puede ser planifica­da con prescindencia de las demás. Pe­ro en la política tecnológica ocurre esto de modo muy especial por tratarse de uno de los elementos medulares de la política de desarrollo.

El problema está, evidentemente, en que los dueños del petróleo presten di­nero para esos proyectos y que nuestros países adopten estos proyectos y esta es­trategia nacional. Por el momento, algo tan ilusorio como que las grandes poten­cias se desarmen para contribuir al de­sarrollo.

2) Estrategia regional. La creación de sectores productores de medios de producción (bienes de equipo e insumos básicos críticos) y de tecnología tropie­za en nuestros países con grandes dif i­cultades, particularmente con las esca­las de producción. Es necesario mane­jarse en este terreno con una estrate­gia global para seleccionar bien los sec­tores. De lo contrario, existe el peligro de lanzarse a aventuras productivas po­co rentables y para las que no hay de­mandas. Un ejemplo triste es la famosa empresa peruana ALAMBRESA creada con financiamiento de COFIDE para su­ministrar tubos para el Oleoducto Nor¬peruano, mejor dicho, para la empresa proveedora de los tubos, a la que le re­sultaba muy caro transportar desde su país tubos vacíos. Aunque esta últ ima f i rma debía tener muy en claro a quién beneficiaba la operación, el Estado se de­jó llevar sin demasiada evaluación, al parecer, por la "retórica" de la creación de una industria local productora de me­dios de producción (por supuesto, má­quinas y tecnologías fueron trasplanta¬das sin más). El f inal de la operación fue que, hacia la terminación del Oleo­ducto, las oficinas públicas con respon­sabilidad de construcción de obras se vieron bombardeadas por desesperadas solicitudes del Consejo de Ministros pa­ra utilizar en lo posible tubos de Alam¬bresa en desagües y otros servicios. Fi­nalmente, la empresa liquidó sus opera­ciones y envió sus equipos a Venezuela.

El problema de las escalas y de la de­manda se pueden resolver, en parte, si se orienta la economía hacia la produc­ción masiva de bienes salario destina­dos a satisfacer las necesidades básicas de la población (como se vio antes y se detallará en el punto siguiente). La am­pliación de los mercados internos y la necesidad de ampliar la gama de tecno¬

d) Tres niveles de la estrategia: mundial, regional, nacional

Finalmente, no es mucho lo que se pue­de hacer en un solo país, aunque tam­poco se puede esperar a que haya una estrategia mundial de los países subde¬sarrollados para empezar en el propio país.

1) Estrategia mundial: Se necesita una estrategia mundial para cambiar las pautas de acumulación a nivel mundial. Entre otras cosas a través de los pre­cios de nuestros productos de exporta­ción. Sin entrar en detalles sobre el problema del intercambio desigual, es evidente que los países desarrollados han podido acumular en buena medida (s in necesidad de precisar en qué me­dida ) gracias a los precios baratos de la periferia. Los economistas del centro defienden que los precios eran justos, porque los precios que f i ja el mercado son los justos. Pero hoy sabemos que en mercados imperfectos no hay "precios justos", es decir, precios determinados por leyes objetivas económicas. Y en el subdesarrollo no ha habido, ni hay, mer­cados perfectos. No hay más justicia, por tanto, que tratar de reponer nuestra es­tructura productiva; es necesario forzar los precios de nuestros productos, admi­nistrarlos políticamente, en una estrate­gia global del Tercer Mundo, para obte­ner recursos para la acumulación.

Por otro lado, esos recursos deben uti­lizarse efectivamente para la acumula­ción : si los países de la OPEP, en lugar de derivar 50,000 millones US$ anua­les a los euromercados (más que todos los préstamos acumulados del Banco Mundial) los dedicaran a financiar el de­sarrollo de la agricultura alimenticia en el Tercer Mundo y a proyectos de bie­nes de equipo y tecnologías adecuados a nuestras realidades, obtendrían más ga­nancias que de los euromercados: no en vano habrían puesto a trabajar la gran proporción de recursos humanos desem­pleados o subempleados en el mundo. In­clusive los países desarrollados gana­rían con esa movilización, que les de­mandaría una contribución considerable en tecnología y asistencia técnica.

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Desde este punto de partida, nos cen­traremos aquí en algunas consecuencias concretas de esta estrategia para la se­lección de tecnologías en un país como el Perú.

Nos limitaremos a algunas áreas. Fun­damentalmente y recordando el linca­miento básico de estrategia expuesto más arriba, según el cual lo que garan­tiza la armonización de los objetivos de productividad y empleo, crecimiento y distribución, así como la generación de un sector local productor de medios de producción y tecnología, es la orienta­ción fundamental de la economía a la producción de bienes salario, es en este sector en el que vamos a centrar las consideraciones que siguen: el o los sec­tores vitales para las necesidades bási­cas de la población. En concordancia con esta prioridad se tocarán algunos as­pectos referentes a la industria y a otros sectores y su papel en una estrategia de desarrollo del interior. 4

La máxima prioridad, en el caso del Perú y en el de aquellos países que em­piezan a sentir presión en la producción alimenticia (que son gran parte de los subdesarrollados) es el desarrollo rural.

Desde el punto de vista tecnológico, hay que elevar la productividad del cam­po. Este es un sector típico donde hay que dosificar productividad y empleo; donde hay que evaluar si conviene más instalar plantas industriales para la pro­ducción de medios de producción ( fer t i ­lizantes, pesticidas, maquinaria agríco­la) y si estas plantas deben ser inten­sivas en capital o en trabajo, o si con­viene importar; una posición intermedia es fomentar la creación de empresas transnacionales latinoamericanas siem­pre que se salvaguarden los intereses nacionales, por ejemplo para la explota­ción de la roca fosfórica de Bayóvar.

El principio evidente es elevar al má­ximo la productividad del máximo de mano de obra. Para ello, los sectores a

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logias (desde las más sofisticadas a las más simples, en un continuo que rompa la dicotomía entre sector tradicional y moderno) dará ocasión para la aparición de numerosas industrias intermedias.

Pero en muchos casos, será la integra­ción regional la que permita la amplia­ción de la demanda a través de la es¬pecialización internacional (como en los programas del Pacto Andino) y de la creación de empresas transnacionales (fertilizantes, por ejemplo). Evidente­mente, esta estrategia deberá ser com­binada con una estrategia nacional para que la especialización regional se com­plemente con los intereses de la estruc­tura productiva propia.

3) Estrategia nacional. Los dos tipos de estrategia expuestos hasta aquí (ter¬cermundista y regional o continental), con sus implicancias políticas y geopolí­ticas, deben ir combinados con una es­trategia nacional. Ni aquéllas sin ésta ni ésta sin aquéllas. Un país subdesarro¬llado, aisladamente, es poco lo que po­drá hacer, pero políticas de integración regional o frentes tercermundistas sin estrategia nacional interna carecerán de la orientación necesaria: una consecuen­cia previsible será que los beneficios de la ampliación del mercado o del creci­miento del excedente serán aprovecha­dos por grupos externos o internos, acentuando la desigualdad en la distri­bución del ingreso y con ella el desem­pleo estructural, uno de los elementos del subdesarrollo.

IV. ALGUNOS LINEAMIENTOS CONCRETOS PARA UNA ESTRATEGIA NACIONAL DE DESARROLLO TECNOLOGICO

A. Lincamientos para selección de tecnologías

Como varias veces se ha señalado aquí, se considera la política tecnológi­ca como una dimensión o aspecto más de la política de desarrollo; su primera y principal función es la selección de tecnologías adecuadas a las metas y ob­jetivos de desarrollo siendo éste el pun­to de engarce de ambas políticas, de de­sarrollo y tecnológica.

4. Machas de las orientaciones y propues­tas presentadas a continuación proceden del Plan Nacional de Desarrollo 1978¬1990.

El agente de este cambio en l a s pau­tas de acumulación no puede ser otro que el Estado, pero integrando a coope­rativas y comunidades en el esfuerzo, para no invert ir en un saco s i n fondo, como sucedería si se invierte sin obtener la participación de los beneficiarios.

La política de precios es elemento im­portante para canalizar un excedente mayor al productor agrícola. Antes que subsidiar los alimentos importados, hay que subsidiar al productor nacional. Sub­sidiar o dar créditos importantes a las industrias de fertilizantes y pesticidas, para que los beneficios de los aumentos de productividad consiguientes vayan al productor agrícola. Financiar la investi­gación y, más aún, la extensión agríco­la masiva.

Por supuesto, en el caso de que se de­cida la creación de industrias locales de fertilizantes y pesticidas, hay que bus­car un balance entre empresas pequeñas y medianas, con procesos locales, y gran­des y modernas plantas; para estas últ i­mas hay que tener una decidida políti­ca para que la instalación de plantas no sea llave en mano y que incluya la capacitación de técnicos locales, para ir generando una capacidad tecnológica propia.

Otro punto especial merece el tema de la industrialización rural: pequeñas y medianas industrias de insumos agríco­las (teniendo en cuenta que hay que evitar u n a mecanización excesiva que va­ya en detrimento del objetivo empleo), obras menores de irrigación, drenajes y pequeñas hidroeléctricas almacenamien­to y tratamiento de los productos agrí­colas, s o n f a s e s de esa industrialización, que debe también realizarse en esfuer­zo cooperativo.

La agroindustria debe plantearse so­bre nuevas bases, para que no sea un medio de canalización del excedente agrícola a las grandes empresas, sino que sea parte de la industrialización y tecnificación del campo hecha por las mismas empresas campesinas o con par­ticipación de ellas: empresas mixtas coo­perativas-estado por ejemplo, para pro­cesar la producción de un valle. Hay

priorizar son fertilizantes, pesticidas, se­millas e investigación agrícola. Estos in­sumos elevan la productividad sin expul­sar mano de obra. Lo mismo no ocurre, en cambio, con la maquinización agríco­la, con lo que hay que ser más cauto y evaluar necesidades y resultados.

Por las características de la mano de obra agrícola, los esfuerzos menciona­dos anteriormente deben ir acompaña­dos de un esfuerzo masivo y extraordi­nario de capacitación y extensión agríco­la, en el que deben estar involucrados los mismos campesinos y al que se de­ben subordinar los programas mismos de alfabetización y educación de adultos. Algunos de estos programas se han im¬plementado ya por organizaciones priva­das. Pero el esfuerzo que se requiere es de campaña nacional.

Todo esto implica un programa de tec¬nificación rural, que va íntimamente l i ­gado al de desarrollo rural, y que es en realidad la dimensión tecnológica del mismo. Pero para que todo lo anterior dé resultado, debe unírsele el tratamien­to de los recursos hídricos, la comercia­lización, el almacenamiento (conserva­ción de alimentos), el transporte y la transformación de los productos agríco­las, lo que requiere una política estatal de apoyo sobre la base de esfuerzos coo­perativos y planificación a nivel valle y/o microrregión. Justamente, una de las experiencias de los años pasados de Reforma Agraria es la necesidad de vin­cular todos estos problemas, y hay un aprendizaje importante, hecho en parte a base de frustraciones, en cuanto a la organización y planificación de valles y microrregiones.

Otra gran experiencia de la reforma agraria es la necesidad de crédito y de capital en general. Se necesita un cam­bio en la acumulación (generación y uti­lización) de capital: la tecnificación agraria producirá excedentes mayores, pero para ello se necesita extraer exce­dentes (si se les puede sacar a los paí­ses industrializados, mejor) de otros sectores para derivarlos al campo, revir­tiendo un proceso agravado en las tres últimas décadas.

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zonas rurales. En estas construcciones viales se deben combinar adecuadamen­te las maquinarias más sofisticadas y la mano de obra.

Un efecto de estas construcciones, jun­to con los planes de vivienda económi­ca, será brindar empleo a una buena pro­porción de la PEA, por lo que será con­veniente privilegiar zonas donde haya mucha presión de desocupación o que puedan absorber empleo de zonas veci­nas: por ejemplo, es factible absorber a la población desempleada de Lima des­de zonas de la sierra central o los va­lles centrales, pero es más difíci l que se movilicen a la selva norte o sur. Esto no quiere decir que no sea importante el aprovechamiento del recurso amazó­nico, con tal de que sea aprovechamien­to del recurso y no expoliación indiscri­minada (como ha ocurrido con la pesca de la anchoveta y también está ocurrien­do ya en varias zonas de la selva).

Otros sectores que requieren ser dota­dos de alta tecnología y productividad son donde existan abundantes recursos naturales exportables. Una cosa es orien­tar la economía hacia la exportación pri­maria y otra aprovechar racionalmente recursos que pueden ser fuente de ex­cedentes importantes necesarios para la tecnificación requerida por el desarrollo del país. Normalmente, la tecnología pa­ra estos sectores es importada. Pero hay que importar no sólo la tecnología ne­cesaria para la producción, sino la nece­saria para poder desarrollar localmente la tecnología, o al menos algunos proce­sos: desde educar a tecnólogos en el área, hasta promover la adaptación lo­cal, el estudio de tecnologías más ade­cuadas, la contratación de técnicos ex­tranjeros para promover, con técnicos nacionales, la construcción y la fabrica­ción local de bienes de equipo. No to­da fabricación de estos bienes será ren­table y conveniente para el país. Pero lo esencial es la capacidad de decidir qué tecnología es más út i l y ser capaz de contratar procesos alternativos. Se debe hacer participar a firmas e inge­nieros locales desde la preinversión, ya sea participando con las firmas extran­jeras, o evaluando sus estudios de facti¬

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que evitar una agroindustria consumista y superflua (aún en los mismos países industrializados hay una vuelta al con­sumo de lo natural) acentuando más lo que sea necesario para una alimentación adecuada. En cuanto a la producción exportable, se trata de darle el mayor valor agregado a los productos.

No es el lugar aquí para exponer los detalles de una política de desarrollo ru­ral. Lo que se ha tratado de poner en claro es que una política de desarrollo tecnológico debe empezar por la tecnifi­cación rural en su sentido íntegro, la que no puede ir desligada de todo un proceso de acumulación nuevo: para transformar el campo, o se descubre oro (amaril lo o negro) o hay que sacar ex­cedente a otros sectores para llevarlo al campo. El Perú tiene en estos momen­tos una posición bastante holgada para canalizar sus excedentes de exportación para el desarrollo del interior. Pero de todas formas va a ser necesario un sa­crificio nacional.

Otro elemento importante para el de­sarrollo del interior y el desarrollo ru­ral es la construcción. Es tal vez un sector donde el desarrollo tecnológico no ocupa un lugar tan relevante como en otros, aunque el desarrollo de mate­riales y procesos para construcción de viviendas económicas (realmente proce­sos económicos) y para construcción e ingeniería agrícola tiene un importante papel. Pero sobre todo, la construcción es vital para el empleo y para el desa­rrollo del interior: por eso se la cita aquí, pudiendo ser además, indirecta­mente un factor importante para la tec­nificación rural .

Se requiere un plan masivo de carre­teras, planificadas con un objetivo: el de poner en valor la producción agra­ria y crear mercados internos interco¬néctados. Haya que privilegiar núcleos y redes de construcción de carreteras, pe­ro carreteras serias. Se deben integrar en estos planes a las organizaciones de cooperación popular, pero superando la idea de asistencia, para que empiecen a ser parte de un plan integral: en este caso, la integración de redes viales que unan a un centro microrregional con las

¿Para qué se quiere producir tanta hoja­lata, si lo que hace falta es producir me­nos leche enlatada? Antes de planificar los hidrocarburos o la industria petro­química, lo que hay que hacer es enca­rar el problema de la energía en su con­junto o el del lugar del plástico, ubica­do en el contexto de la estructura pro­ductiva y sus transformaciones deseadas y probables. Y en este sentido lo que ha de orientar el proceso es el consumo f inal, o las necesidades básicas de la po­blación o bienes salario, en economías co­mo la nuestra.

Entonces, no se trata de sustituir im­portaciones de bienes de capital o insu¬mos básicos del tipo que sea o a cual­quier precio, o los que demande la es­tructura productiva actual. De lo que se trata es de bienes de equipo e industria básica para una estructura productiva orientada al desarrollo rural y a la sa­tisfacción de las necesidades básicas.

Una industria básica de capital impor­tancia es la industria química: siendo una rama de extraordinaria complejidad, requiere una política industrial flexible para seleccionar subramas, tecnologías, niveles de dimensión y localización de las plantas; deberán combinarse tecno­logías sofisticadas y plantas de gran di­mensión con tecnologías intermedias, pa­ra pequeñas dimensiones y usos locales, huyendo del gigantismo frecuente en mu­chas ocasiones.

Hay ramas especiales de industria bá­sica que requieren ser dotadas de alta tecnología: son aquellas productoras de insumos y equipos capaces de mult ipl i­car y maximizar la productividad de las actividades prioritarias. Algunas, como fertilizantes, ya se han mencionado: tam­bién podemos mencionar el cemento, la siderurgia y metalurgia, la industria del transporte colectivo y de mercancías. Una alta productividad de estas indus­trias elevará la productividad de secto­res como agricultura, agroindustria, cons­trucción y transporte, sin reducir el em­pleo.

Como se dijo antes, en muchas ramas, como la petroquímica, metalmecánica, automotriz, etc. ; en general, las hijas

bilidad, desde el nivel de perf i l . En pri­meras etapas, se tratará de que se in­cluya la capacitación de técnicos locales.

En ocasiones se podrá desagregar el paquete tecnológico. En la fase de trans­porte se podrá desagregar y util izar téc­nicas distintas de las más rentables en otras condiciones y con otros precios de los factores. Es inconcebible, por ejem­plo, que en una mina de cobre del sur del Perú, el transporte de mineral has­ta el puerto se realice en un tren que no utiliza ningún obrero.

En general, la primera prioridad, que puede ser aplicable a otros sectores, es: la capacidad de decidir qué técnicas son las más convenientes:

—desde el punto de vista de la ren­tabilidad actual;

—desde el punto de vista del dominio local de la tecnología y de la genera­ción posterior de tecnología y medios de producción (s i ello es posible: puede que, en algún caso, convenga exportar petróleo por firmas extranjeras con sus técnicas a nivel mundial y con sus equi­pos, en todas las fases, incluso sin adap­tación local: pero siempre será posible y necesaria la formación de técnicos lo­cales, base indispensable para generar la capacidad de decisión tecnológica;

—desde el punto de vista de la con­servación de los recursos (naturales y humanos), etc.

La industria. Este sector deberá ser redimensionado, es decir, puesto al ser­vicio de la nueva estrategia de desarro­l lo del interior. En lo expuesto anterior­mente han surgido algunos ejemplos de sectores industriales a privilegiar ( fer t i ­lizantes, pesticidas, maquinaria agrícola, agroindustria, construcción, etc.).

Particularmente merece especial aten­ción la industria básica, o productora de insumos básicos, y la de bienes de equi­po. Hay que terminar con el mito pre­sente en muchos procesos de sustitución de importaciones, de la industria bási­ca. O, mejor dicho, hay que hacer que la industria básica sea realmente básica. Es decir, que sea la base, pero no de la industria productiva dada, sino del pro­ceso a donde se quiere dir igir al país.

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artículo se ha centrado sobre un punto particular, cual es el de la integración de la política tecnológica en la planifi­cación del desarrollo y, específicamente, en la problemática de la selección de tecnologías para el desarrollo, en este punto destacaremos solamente algunos aspectos de una política de desarrollo tecnológico relacionados con esa proble­mática.

a) Es evidente que debe haber un "feedback" continuo entre la organiza­ción de las actividades de desarrollo y adquisición de tecnologías y la de selec­ción de tecnología. Esta últ ima consis­te, por lo demás, lo mismo que la Plani­ficación, en un proceso continuo e itera­tivo que no se agota con un acto de de­cisión o con la preparación de un docu­mento o un estudio de factibilidad.

b) De la misma forma lo mismo que la selección de tecnologías es insepara­ble de la selección y priorización de sec­tores productivos, el desarrollo y adqui­sición de tecnologías debe ir íntimamen­te vinculado al desarrollo y programa­ción sectorial. Una de las fallas de nues­tros institutos tecnológicos 6 ha sido la desvinculación de sus ministerios secto­riales respectivos, al menos en grandes períodos de su evolución.

c) Política de precios. La política de desarrollo tecnológico debe ir unida a la de precios. Esto es evidente si con­sideramos que esta política es un ele­mento fundamental para la reorienta­ción de sectores productivos y la crea­ción y reasignación de excedentes.

Es necesario un sistema discriminado de precios y de impuestos que permitan encarecer los recursos escasos y orien­tar recursos y excedentes a sectores prioritarios. Es necesario también un se­guimiento continuo de la política de pre­cios e impuestos para que no vayan con­tra las orientaciones de la política de desarrollo en general y la tecnológica en particular.

Es necesario gravar las importaciones y calcular los precios de cuenta de pro¬

6. Como, por ejemplo I T I N T E C y el Ins­tituto de Investigaciones Agroindustria¬les de la Molina.

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predilectas del proceso de sustitución de importaciones, antes de optar por su de­sarrollo local, se debe evaluar su papel en la nueva estructura productiva.

La liquidación del proceso de sustitu­ción de importaciones, como se ha lleva­do a cabo en varios países del Cono Sur, es tal vez una medida extrema, aun in­dependientemente de las consecuencias en reducción del empleo y del salario real y de la represión política que im­plicaron. Pero tampoco se puede seguir financiando a una industria parasitaria e ineficiente, en buena parte en manos de capital extranjero y hecha para el consumo menos necesario de capas ur­banas, de ingresos altos, comprometien­do al sector público en industrias bási­cas que funcionan a pérdida y todo es­to aprovechando los excedentes genera­dos por las mayorías pobres del país. La cuestión es reorientar la industria a tra­vés de los criterios antes mencionados.

B. Lineamientos para políticas de desarrollo tecnológico local

Hasta aquí se han presentado algunos lineamientos básicos de lo que, a nues­tro juicio, es la primera tarea de la po­lítica tecnológica: la selección de tecno­logías para el desarrollo. De ahí en ade­lante, como consecuencia de la defini­ción de sectores prioritarios y de la asig­nación de tecnologías, lo que supone una asignación de los recursos de acumula­ción se abre la tarea de generar tecno­logía localmente, adquirir externamente la que se requiera, en las mejores con­diciones (no sólo de precios, sino para que facilite una auténtica transferencia de tecnología y eleve el nivel de nues­tros técnicos) y adaptarla a las condi­ciones locales.

No es aquí el lugar de desarrollar principios o criterios para esta tarea de generación, adopción y adaptación de tecnología, para lo que hay ya una ex­periencia y una literatura abundante en América Latina. 5 Dado que el presente

5. Ver , entre otros, los trabajos de F. Sa¬gasti, del proyecto STPI , de Carlos Con¬treras y del Pacto Andino, citados en la Bibliografía.

o adaptación de tecnologías, a resolu­ción de problemas tecnológicos, según las prioridades sectoriales, o se puede seguir usando el mecanismo de ITINTEC de obligar a las empresas a destinar un porcentaje de la renta a investigación y desarrollo.

—Medidas de fomento a la exporta­ción con contenido tecnológico. El finan¬ciamiento de exportaciones o los reinte­gros a la exportación deberían favore­cer a sectores prioritarios desde el pun­to de vista de la estrategia tecnológica o donde haya habido generación de tec­nología local.

—Finalmente, debe haber un esfuerzo serio de financiamiento y creación de fondos de desarrollo tecnológico, apoyo a institutos tecnológicos y a centros de apoyo tecnológico a medianas y peque­ñas empresas fundamentalmente.

Estas y otras medidas de financiamien­to, y lo mismo se puede decir de la po­lítica de precios vinculada a la política tecnológica, han sido propuestas y ana­lizadas en distintos estudios e institucio­nes, como el Proyecto STPI, la Organiza¬ción de Estados Americanos, Banco Mun­dial e Interamericano de Desarrollo, etc. Existen ya experiencias positivas en América Latina y en otros lugares del mundo que muestran la importancia de medidas apropiadas para el desarrollo tecnológico local; pero es necesario su­brayar una vez más, como se ha hecho a lo largo de todo este artículo que la po­lítica de financiamiento y la de precios deben ser parte de una estrategia glo­bal de desarrollo, que trata de revertir pautas de acumulación, que en los paí­ses desarrollados generalmente funcio­nan y en los nuestros no.

V. ALGUNAS CONSECUENCIAS INSTITUCIONALES PARA LA POLITICA TECNOLOGICA

Recientemente se ha decretado en nuestro país la reorganización del Con­sejo Nacional de Investigaciones, institu­ción que tiene por finalidad regir la po­lítica científica y tecnológica.

Aunque no es este el lugar para ha­cer una propuesta técnica sobre la orga¬

yectos de inversión según su verdadero costo de oportunidad: este debe incluir la consideración de las divisas que se ahorrarían si el producto (bienes de ca­pital sobre todo) se hubiera hecho en el país y de la contribución de esa im­portación en impedir la generación de un sector de producción de medios de producción y de tecnología locales.

d) Financiamiento del desarrollo tec­nológico. Ya se habló antes de la nece­sidad de reorientar el crédito a secto­res prioritarios, uno de los cuales (si po­demos llamarlo sector) es el de genera­ción de tecnología local. Algunas medi­das específicas de fomento de las acti­vidades de desarrollo tecnológico a tra­vés del financiamiento pueden ser las si­guientes :

—Para el fomento de la ingeniería y consultora local: Las firmas locales de­ben ir asociadas a la tarea mencionada prioritariamente en este trabajo de ase¬soramiento y evaluación tecnológica al desarrollo, aunque su lugar más propio es el de los proyectos de inversión. Las firmas locales deben poder dar las con­diciones financieras que dan las interna­cionales. Para ello debe haber líneas de crédito a muy largo plazo, o a fondo perdido.

Las firmas internacionales deben es­tar asociadas a una nacional, o tener un porcentaje de técnicos nacionales.

Los estudios de factibilidad deberían incluir una evaluación tecnológica he­cha por una f irma nacional de recono­cida independencia, que evalúe la eva­luación de alternativas hecha por la ex­tranjera, desde el perf i l y a través de toda la inversión, desde el punto de vis­ta de la selección de técnicas.

—Medidas de financiamiento a la in­versión : los créditos a proyectos de in­versión deben ir condicionados a la crea­ción de tecnología local, o a sectores prioritarios desde el punto de vista de la estrategia tecnológica.

—Fomento a las actividades de desa­rrol lo tecnológico en planta: Pueden uti­lizarse créditos o medidas de exención impositiva a actividades de generación

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(temporal y de especificación) para in­troducir criterios tecnológicos y evaluar posibilidades e implicancias tecnológicas de los planes.

—Revisión de proyectos de inversión, desde el nivel de perf i l , pasando por to­das las fases de la preinversión.

—Definición y evaluación de progra­mas y proyectos científicos-tecnológicos.

—Revisión de contratos de transferen­cia de tecnología en función de criterios de planificación y de fomento de tecno­logía local.

Es importante destacar que las dos úl­timas funciones, fomento de actividades de desarrollo tecnológico local y regula­ción de transferencia de tecnología de­ben ir íntimamente ligadas entre sí y con la primera función de selección de tec­nologías: el control y la regulación de la tecnología procedente del exterior sólo tiene sentido si se realiza dentro del con­texto y por los mismos agentes que se ocupan de seleccionar las tecnologías y definir el estilo tecnológico del país y de programar el desarrollo tecnológico local. ITINTEC desarrolló una filosofía bastante clara al respecto.

La ventaja de este tipo de trabajo por Comisiones es que no requiere la crea­ción de grandes instituciones: se requie­re la coordinación da las ya existentes. Esta es, por otro lado, la característica principal que debe tener el proceso de planificación.

Es mucho lo que se puede hacer en es­te respecto y con poco costo. Otra ven­taja de la estructura de comisiones es que se puede empezar poco a poco. Lo importante es hacerlo para las áreas prioritarias y empezar a todos los nive­les: desde el debate abre los objetivos nacionales en la preparación de los pla­nes hasta la discusión de las medidas de política económica y social del Gobierno y la evaluación tecnológica de los proyec­tos de inversión. Para tocar el últ imo punto como ejemplo, en el Perú todos los proyectos de inversión públicos pa­san por el Instituto Nacional de Planifi­cación. Los bancos y organismos de fo­mento del desarrollo también los eva¬

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nización de dicho Consejo, no está fuera de lugar introducir aquí algunos princi­pios institucionales por la siguiente ra­zón: no existiendo una metodología ni instrumental cuantitativo para las fun­ciones de planificación científica y tec­nológica, la metodología más adecuada es la coordinación institucional o interinsti­tucional. Por lo demás, siendo el comien­zo y el eje de la política tecnológica la integración de esta dimensión en los pla­nes de desarrollo, al igual que en estos, el mecanismo fundamental es la coordi­nación institucional.

La estructura básica para esto es el funcionamiento de Comisiones o Comi­tés: estos pueden ser:,

—Un Comité o Comisión Central (pue­de ser el Consejo de Desarrollo Tecno­lógico )

—Comités sectoriales (por sectores productivos)

—Subsectoriales por ramas o produc­tos: ej., lácteos, aceites, automotriz, etc.)

—Horizontales, para cubrir variables globales o intersectoriales (Recursos na­turales, ingeniería, máquinas-herramien­tas, informática, financiamiento).

Estos Comités deben tener participa­ción del organismo de planificación cen­tra l y/o sectorial, de empresas públicas y privadas, centrales obreras, tecnólo¬gos y/o científicos (según las áreas y la intensidad científica del sector), institu­tos tecnológicos, organismos y bancos de fomento, consultoras y universidades.

Los comités deben tener participación en las comisiones sectoriales u horizon­tales del Plan de Desarrollo, así como en la toma de decisiones de políticas eco­nómicas, sectoriales o globales, que ten­gan implicancias tecnológicas. Se deben establecer para ello mecanismos de con­sulta, de la misma forma que existen mecanismos de consulta con el Instituto Nacional de Planificación.

Las funciones de las comisiones y de la comisión central o Consejo de Desa­rrol lo Tecnológico deben ser:

—Revisar objetivos y estrategias de desarrollo socio-económico a todo nivel

VI . ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES

En el presente trabajo se han expues­to los elementos centrales de lo que de­be ser un diagnóstico del subdesarrollo tecnológico y de ahí se han derivado al­gunos lineamientos de política: algunos generales y otros más concretos, referi­dos sobre todo al problema de la selec­ción de tecnologías en un país como el Perú. Hemos visto que esta selección de tecnologías y, por lo tanto, las activida­des tecnológicas que se deben derivar de ella) va íntimamente ligada a la de­finición de una estrategia de desarrollo. Por ello, los lineamientos que se han dado coinciden en parte con los linea­mientos de una política global de desa­rrol lo : esta ha sido definida aquí como una política de "desarrollo del interior". Aunque el eje del artículo no ha sido ni podía ser la demostración de la necesi­dad de esa política para el país, a lo largo de la exposición y, sobre todo, del diagnóstico, se ha tratado de mostrar que esa alternativa (coordinada con una po­lítica tercermundista y regional latino­americana ) es la única viable para la resolución de los problemas del subde­sarrollo.

Evidentemente, las propuestas presen­tadas aquí tienen mucho de utopías. En­tre otras cosas, podrá parecer una i lu­sión pretender asesorar con criterios científicos y tecnológicos al desarrollo económico y social y, más aún, que ese asesoramiento se escuche y se cambie la distribución de los recursos para respon­der a ese llamado. Pero también puede parecer una ilusión la idea misma del

lúan; pero estos organismos no tienen infraestructura ni capacidad para eva­luar adecuadamente los aspectos tecnoló­gicos. Para esto debe haber un mecanis­mo por el que sea consultada la comuni­dad científica y tecnológica. Esto podría hacerse a través de las comisiones sec­toriales u horizontales, que recibirían pa­ra su evaluación, además de los proyec­tos de planes y de políticas económicas, los proyectos de inversión (pública y, si ello es posible, privada). En ocasio­nes, bastará la opinión de la comisión. Otras veces, esta podrá proponer un es­tudio más profundo. Este sería un me­dio excelente, por otro lado para invo­lucrar a firmas locales de ingeniería, de reconocida capacidad e independencia de juicio, en la evaluación de estudios de factibil idad hecho por consultoras inter­nacionales, ya desde el nivel de perf i l . Evidentemente, hay problemas y análisis de alternativas tecnológicas de tal com­plejidad que muy pocas firmas en el mundo pueden emitir una evaluación a¬decuada. Pero con demasiada frecuencia, los problemas con los que nos encontra­mos en este terreno son muy gruesos: por ej., l imitación de las alternativas existentes por intereses de la f i rma que hace el estudio, no considerar condicio­nes locales que pueden hacer variar los datos del estudio (existencia o no de materiales, daños a la ecología o a otras actividades, etc.). Hay fallas muy graves en muchos grandes proyectos de inver­sión que podrían haberse evitado con consultas a científicos, tecnólogos o eco­nomistas locales.

En suma, lo que se requiere es poner a la comunidad científica y tecnológica a trabajar en común con planificaciones económicosociales, con la empresa pú­blica y privada y con los trabajadores, para contribuir al objetivo del desarrollo nacional, a través de la selección de las técnicas más adecuadas al mismo, como también a través de la generación o ad­quisición eficiente de dichas tecnolo­gías.7

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nológica no es una comunidad de pr ivi­legiados o iluminados. Aportan a la ta­rea común su capacidad y conocimientos y que son en buena medida patrimonio de la sociedad. Por otro lado, la comu­nidad científica y tecnológica no es una comunidad cerrada, y todo el mundo que trabaja en producción debe tener algo que decir acerca de la tecnología. Co­mo la planificación del desarrollo, tam­bién la planificación científica y tecno­lógica debe hacer participar a todo el país en la definición de objetivos, metas, políticas, proyectos y actividades, aun­que esto sea, de momento, una utopía.

7. En realidad, todos los grupos y capas del país deberían ser convocados a la tarea de planificar el desarrollo. En es­te sentido la comunidad científica y tec¬

menos necesario. Es indispensable crear conciencia de esa necesidad.

En ese sentido, una planificación tec­nológica como la que aquí se ha presen­tado, que comience modestamente pero que coordine eficazmente, dé asesora¬miento tecnológico contundente a medi­das de política económica y a proyectos de inversión y muestra éxitos concretos en el desarrollo de tecnologías locales, puede ser un instrumento muy eficaz pa­ra un cambio de actitudes hacia el de­sarrollo.

desarrollo económico y social. Pero es necesario realizar la Utopía. Muchas uto­pías se han hecho realidad. En muchas áreas se ha hecho f irme el convencimien­to de la necesidad de mirar al largo plazo: en el problema de la energía, en el aprovechamiento de recursos que apa­recen a nuestra vista ya con una fecha f i ja de extinción, planificar no es una ilusión ni un lujo, es ya una necesidad, y no planificar es suicida. Los países de­sarrollados empiezan a hacerlo y convo­can a la comunidad científica y tecnoló­gica a la tarea. Entre nosotros no es

B I B L I O G R A F I A

Contreras, Carlos, Transferencia de Tecno­logía a Países en Desarrollo, Instituto Latinoamericano de Investigaciones So­ciales, ILDIS , Caracas, 1979.

Ferrer, Aldo, Tecnología y política económi­ca en América Latina, E d . Paidós, Bue­nos Aires, Ira. ed., 1974.

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ESTUDIOS DEL TERCER MUNDO

V o l . 3 N ú m . 2

A L I M E N T O S :

P O D E R Y D E P E N D E N C I A

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El hambre: reflejo crítico del sistema alimentario mundial Jaime Estévez y Belfor Portilla

Alimentos y política internacional de los Estados Unidos Marcelo García

La economía ganadera mundial: hegemonía de Estados Unidos y nuevas tendencias Nicolás Reig

La agricultura de la Unión Soviética y de los países de Europa Oriental Rebeca Salazar

La experiencia de las asociaciones de productores-exporta­dores: alimentos y bebidas Gonzalo Martner

Empresas transnacionales y agricultura en América Latina Gonzalo Arroyo, Silvio Gomes de Almeida y Jean Marc von der Weid

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el Laberinto de la Soledad sigue el pro­ceso de esas transformaciones, a las que la antropología de Levi Strauss atende­ría metodológicamente. Introducía dra­máticamente el escritor Paz, en el esce­nario convencional de la histografía, otra concepción del tiempo histórico, hecho éste de renovaciones y catástrofes, de interrupciones y de comienzos, tiempo circular y mítico, próximo al eschatón de los griegos, a la doctrina de los estadios sucesivos del mundo de los monjes bu­distas, al universo de los cinco soles de los antiguos reyes-sacerdotes aztecas y lejos, por lo tanto, de una concepción l i ­neal y monocorde del suceder histórico heredada de la visión occidental de la historia, profundamente provinciana y que pasa por universal. Lo cierto es que hubiéramos querido el anciano profesor y el joven estudiante de esos días, una reflexión como la de Octavio Paz para la vida peruana. No había ni hubo pa­ra nosotros sinopsis tan brillante. Por eso, un punto de admiración y casi de secreto celo nutre sin duda la presente relectura.

Años después, cabe preguntarse y a modo de introducción introspectiva ¿qué pudo haber originado esencialmente mi sorpresa de entonces? Creo que en el re­gistro de mis emociones, y, al margen de la excepcional calidad literaria de esos ensayos y la espectacularidad verti­ginosa de esos enjuiciamientos, un as­pecto, adolescente peruano al f in y al cabo, sobresalía y esta era cierta impre­sión de familiaridad histórica. Me halla­ba ante algo más que el prestigio evi­dente de los comunes orígenes de una

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HACE unos veinte años llegó has­ta mis manos este ensayo formi­dable. Sus páginas tuvieron el

efecto de una descarga de electricidad, una llamarada de lucidez y profecía, de la que sin duda tardo en reponerme. Prueba de lo cual es esta charla entre amigos, esta lectura en común en torno al Laberinto de la Soledad y con aque­llo que en la obra posterior de Octavio Paz, se enlaza a esa meditación funda­dora: hallazgo de las expresiones vita­les de la vida mexicana, lectura trans­versal de una historia, ejercicio de esti­lo bril lante, intuit ivo, suerte de cópula entre filosofía y antropología, panfleto y oración profética, racionalidad y mito, entre el hallazgo y el enigma, la memoria y el olvido. Compartía tal suma de es­tímulos con un historiador de oficio, a su vez gran escritor y profesor univer­sitario, quien ante el talento l iterario de Octavio Paz decía: "tiene don de estilo y propósito de fórmulas". Aquél compa­ñero de lecturas era el maestro Raúl Po­rras y aquel ensayo nutrido de historia nos atraía quizá porque no era la histo­ria misma sino que la trascendía. En efecto, en el discurso bien trabado y ar­gumentado del mexicano surgen las pre­sencias históricas de emplumados gue­rreros aztecas y conquistadores españo­les, la Malinche y Cortés, el Macho y la Dama Idolo y los ritos de vida y los ritos de muerte, enfrentándose y complemen­tándose en un juego de dobles y corres­pondencias. La prosa de Octavio Paz en

* Texto de la conferencia realizada por el autor en la librería Studium en el mes de octubre del presente año.

SOCIALISMO Y PARTICIPACION / Nº 12

Hugo Neira / EN T O R N O A O C T A V I O P A Z *

El Laberinto de la Soledad es, pues, para un lector peruano, la exhibición de una historia similar pero distinta. A este juego de espejos es ahora a lo que les invito.

La aproximación más simple de este l ibro al que vamos a examinar es que se trata de un ensayo, pero un ensayo difíci l de clasificar: se aproxima simul­táneamente a la meditación filosófica, la interpretación histórica y la psicología social. Obra exitosa publicada en 1950, reeditada múltiples veces —1963, 64, 67, 68, 69, 70, 72, 73, 76—, la edición ini­cial fue la del Fondo de Cultura Econó­mica sin la cual los lectores latinoame­ricanos en las últimas décadas no hubié­semos conocido ni a Hartmann, Dilthey, Husserl y Heidegger. Obra hoy con múl­tiples traducciones. Al escribirla Octa­vio Paz tenía 36 años. Aparece como la obra de un poeta y de hecho lo es. El siguiente de sus l ibros es uno de poe­mas La estación Violeta donde sobre­sale además de Himno entre Ruinas, Máscaras de alba y el excepcional Pie­dra del sol; poética personal, histórica y esotérica, "el más intenso poema de amor escrito en América Latina", según Julio Cortázar y para el cual comparto el entusiasmo del crítico mexicano José Emilio Pacheco, que dice tener tres ejem­plares de Piedra del Sol de Octavio Paz. Uno para guardarlo en casa, otro para lectura con amigos y discípulos, y un tercero para llevarlo en el pecho cuando emprenda el largo viaje en el que todos habremos de partir.

El Laberinto de la Soledad, cuyo ín­dice conviene recordar: (I El pachuco y otros extremos, II Máscaras mexicanas, I I I Todos santos, día de muertos, IV Los hijos de Malinche, V Conquista y colo­nia, VI De la Independencia y la Revo­lución, V I I La "inteligencia" mexicana y V I I I Nuestros Días) tiene tanto de es­peculación psicológica como de investi­gación histórica. Ambos métodos son qui­zá indistinguibles. A veces Paz se apro­xima a la búsqueda de lo que se llamó en un tiempo "el genio de los pueblos" (Pág. 9) y supone que "hay períodos que son favorables para la introspección nacional". Su prosa es la de la historia

historia, lo sabemos todos, que en Méxi­co y Perú provienen obviamente del fon­do del pasado precolombino y del trau­ma de la conquista, y de la situación co­lonial, de la oposición confictual ambi­gua del indígena con lo español y de la historia republicana y contemporánea.

No era posible, sin embargo, ignorar que parecerse no es semejarse y que, por nuestra parte, no hubo en la historia del Perú unos episodios nacionales que decisivamente marcaron y construyeron el actual país mexicano, episodios que nosotros desconocemos. En efecto no ha habido aquí, en Perú, ni Imperio de Itur¬bide, ni Reforma como la de Juárez, ni guerra contra los franceses de Maximi­liano, ni larga dictadura civi l a fines del X IX como la de Porfir io Díaz, ni menos revolución agraria como la de Zapata y la de Vil la, revuelta que por decirlo con palabras de Paz es la "del pueblo po­bre en armas" con la que amanecería México al Siglo XX, al incendio necesario que casi expanden para los Andes los cañeros truji l lanos apristas de 1932 y los arrendires del Valle de la Convención en 1958. Y si seguimos por estos itine­rarios de simpatías y diferencias, de una historia comparada, que ustedes no han venido a escuchar aunque sea tal vez un buen ejercicio para vencer el provincia­lismo y el fragmentarismo de nuestra historia oficial, habría que decir, no obs­tante, y a grandes brochazos que por una parte la sociedad inca y la confede­ración azteca tuvieron tanto de diferen­tes como de común en la concepción de Estado y en sus modos de producción y por otra parte, que el período colonial discurre por un imperativo geográfico que hace de la Nueva España un Reino provincial abierto al Golfo, a los dos océanos, a la América Central, mien­tras el Reino del Perú, aislado por los Andes y el desierto marítimo del Pacífi­co, crecerá separadamente del mundo. Y en f in , que la historia de nuestro Siglo XX es la del fallido intento aprista de los años 30 y Velasquista de los años 70, y a diferencia de México, de la frus­tración del Estado nacional, el Perú es dramáticamente el revés de la trama de la historia mexicana del Siglo XX.

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inquisición gozosa sobre el mundo mexi­cano leyendo en las plegarias, en los sabores y en las malas palabras, los fe­nómenos de repetición y de ruptura, de tradición y desaparición, sobrepasando el relato histórico hasta enlazarlo con el aliento poético de un yo excepcional.

El mundo en el que nació el "Laberin­to de la Soledad" ha quedado atrás: años cincuenta, agotamiento del período revolucionario de la revolución mexica­na, institucionalización del partido domi­nante de su país, guerra fría, aparición de la temática entonces llamada de paí­ses ricos y pobres. En cambio la obra y el signo personal de Octavio Paz ha crecido desde esa fecha a nuestros días. Hace poco Carlos Fuentes acaba de lla­marle "Hijo de México, Hermano de América Latina, Hijastro de España, Hi­jo Adoptivo de Francia, Inglaterra e Ita­lia, Huésped Familiar y Afectivo de Ja­pón y la India, Bastardo (que hoy lo so­mos todos) de los Estados Unidos, Paz ha abierto a todos, los contactos de la civi­lización, pertenece a ese reducido grupo de figuras (algunos españoles: Una¬muno, Buñuel, Goytizolo) que nos ase­guran que los ghetos de la cultura cas­tellana no son eternos" (Carlos Fuentes, en el Tiempo de Octavio Paz). Por eso toda lectura de la obra posterior, Pos data Corriente Alterna, Los Signos en Rotación, y el Ogro Filantrópico, es la de quien se atreve y en artículos perio­dísticos, conferencias y declaraciones al análisis y crítica de la evolución cultu­ral histórica de Occidente. No lo habita sólo la razón americana. No sólo una uni­versalidad que se ejerce desde una sen­sibilidad periférica, desde un prosista mexicano que conoce a los románticos alemanes y ha vivido en el Medio Orien­te. El Laberinto de la Soledad es obra además, sobre los hombres mexicanos y sobre todos los hombres: ciertos temas de preocupación en Paz, como por ejem­plo la hipótesis del amor "como expe­riencia inaccesible en nuestro mundo donde se opone a él la moral, clases, le­yes, razón y los mismos enamorados", de­be tanto a los poetas románticos y a los surrealistas y particularmente al Bre­tón del "amor loco". La mujer ha sido

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como problema, como conciencia interro­gante, como revelación. Las comparacio­nes entre las etapas de desarrollo de un pueblo y las edades de la vida a las que acude, lo acercan a los moralistas clásicos. Este carácter de moralista es aceptado por el propio Paz (Conversa­ción con Claude Fell, Revista Caravelle N° 25, 1975).

Para escribir el Laberinto era preciso una reflexión "sobre el carácter de los mexicanos" que ciertamente le precede: los esfuerzos de Samuel Ramos, bajo la influencia del psicólogo Adler en torno al machismo, preparan el advenimiento de la meditación de Paz. Otras influen­cias fácilmente reconocibles: la del fi ló­sofo español Gaos, la de O'Gorman y sus estudios sobre la historia de la idea del descubrimiento de América, la de Leo­poldo Zea sobre el positivismo, la del Grupo Hiperion que introdujeron a Sar¬tre y Merleau Ponty. El clima de ideas de entonces lo da al ensayo de Portil la so­bre el relajo. "En cuanto a mí —dice Paz— no quise hacer un libro de crítica social, política o psicológica, sino una descripción de ciertas actitudes por una parte y por la otra un ensayo de inter­pretación histórica. Su tesis central será "la de un México enterrado pero vivo". Noción próxima a la del estructuralis¬mo contemporáneo: la sociedad como un sistema de signos, y el escritor como un descodificador; hay en los mexicanos, hombres y mujeres un universo de imá­genes de deseos e impulsos sepultados, un mundo de represiones, inhibiciones, recuerdos y sueños. Paz mismo dice también haberse impresionado mucho por sus lecturas de Freud, "en particu­lar con el estudio sobre el monoteísmo judaico". Hay que citar el marxismo en su formación personal, y las lecturas de Callois, un poco más tarde, Bataille, y del maestro de ambos, Mauss, y la in­corporación de nociones como "la fiesta, el don, el tiempo sagrado y el tiempo profano". Y por últ imo, del español Or­tega y los antropólogos americanos y la tradición poética de Wil l iam Blake. Con este instrumental (Carta a Thomas Mer¬mall, escrita en Austin, Texas, el 24 de setiembre de 1969), Paz partirá a una

he vendido con fulana, decimos cuando nos confiamos a alguien que no lo mere­ce". "Quizá el disimulo necio entró en la colonia". "Indios y mestizos tenían como el poema de reyes el cantar quedo, pues entre datos mil se oyen palabras de re­belión. El mundo colonial ha desapare­cido pero no el temor, la desconfianza, el recelo y ahora no solamente disimu­lamos nuestra cólera sino nuestra ternu­ra". "Cuando pide disculpas la gente del campo suele decir: disimule Ud. se­ñor, y disimulamos. Nos disimulamos con tal ahinco que casi no existimos" (Pág. 31).

Si esto es así, "si resulta cierto la pro­minencia de la cerrada ante lo abierto" (Pág. 28), entonces, la consecuencia no sólo serán comportamientos de impo­sibilidad y desconfianza, de ironía y de recelo, sino que como lo confirma Paz ( la Pág. 28), habrá un amor a la for­ma con consecuencias políticas, estéti­cas y sociales. "La doble influencia in­dígena y española se conjugan en nues­tra predilección por la armonía de fór­mulas y del orden. El mexicano, contra lo que supone la superficial interpreta­ción de nuestra historia, espera crear un mundo ordenado conforme a princi­pios claros. Y añade: La agitación y en­cono de nuestras luchas políticas prue­ban hasta qué punto las nociones jurídi­cas juegan un papel importante en nues­tra vida pública. En otro orden de co­sas, la preferencia por la forma se reve­la, además del formulismo de las insti­tuciones políticas, en el amor por el so­neto y la décima, en la pobreza del ro­manticismo, en la experiencia del barro­co. En la obra de Juan Ruiz de Alarcón encontrará Octavio Paz las características de lo antiespañol: "Lope exalta el amor, lo heroico, lo sobrehumano y lo increí­ble". "Alarcón opone a estas virtudes desmesuradas, otras más sutiles: la digni­dad, la cortesía, un estoicismo melancó­lico, un pudor sonriente". Pero Alarcón no resuelve sus conflictos sino que se re­cubre de una máscara.

La cortesía es la cerca de órganos y cactus que separan el campo a los jaca­les de los campesinos. Y por eso la vir­tud que más estimamos en las mujeres

siempre para el hombre como lo otro, su contrario y su complemento (Pág. 177). Un tema que no sólo sobrepasa el marco concreto de la sociedad mexicana sino que sobrepasa nuestra propia tem­poralidad histórica. Una pregunta sin respuesta no es un límite de un tiempo, sino el de una civilización.

Para una lectura personal del Laberin­to, propongo algún orden de análisis, sin duda artif icial, arbitrario, como todo orden. Este es mi it inerario, hay otros posibles. Los temas de la soledad, por una parte y los del laberinto por la otra. Los hombres y la historia y las historias posibles.

Teoría del mexicano "un ser que se preserva y se encierra" (Pag. 26) "Vie­jo, adolescente, criollo, mestizo, gene­ral, obrero licenciado el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y másca­ra la sonrisa. Plantado en su arisca so­ledad, espinoso y cortés a un tiempo, to­do le sirve para defenderse: el silencio y la palabra, la cortesía y el desprecio, la ironía y la resignación. Tan celoso de su intimidad como de la ajena, ni siquie­ra se atreve a rozar con los ojos al veci­no. Una mirada puede desencadenar la cólera de esas almas cargadas de elec­tricidad". Teoría pues de las máscaras, "que luego se arrojan en un día de fies­ta y de duelo" (Pág. 173). Teoría de la investigación histórica como proceso de develación: el mexicano es el hombre cu­yo comportamiento se encierra en los si­guientes signos: hermetismo, disimulo, preferencia por la forma. Hermetismo: el recurso denota recelo y desconfianza. Muestra instintiva de la peligrosidad, del medio de la dureza y hostilidad del am­biente, ideal de la hombría que consiste en no rajarse nunca "los que se abren son cobardes". Pero "en nosotros con­trariamente a lo que ocurre con otros pueblos, abrirse es una debilidad o una traición". "El mexicano puede doblarse, humillarse, agacharse, pero no rajarse, esto es, permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad". Paz recurre al lenguaje popular para indagar sobre las consecuencias de la renuncia a la so­ledad: "El que se confía, se enajena. Me

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maquinal, sino abierta a la trascendencia, la que se la encuentra en "la cercanía de la muerte y en la fraternidad de las armas" (conversación con Claude Fe l l ) " .

En resumen, Paz se interesará por to­do lo que sobrepase a la condición hu­mana: guerra, fiesta, muerte, erotismo, puesto que en cada hombre late una po­sibilidad de ser el otro: y ha abierto las páginas del "Laberinto", con una cita de Antonio Machado sobre "La incurable otredad".

En los temas de la muerte y la fiesta, la prosa de Paz excela. La preocupación por lo sacro y lo profano lo ha llevado directamente a la muerte. Muerte social, r i tual , colectiva. También en este ensa­yo guarda un carácter de anticipación: no eran frecuentes las reflexiones sobre los rituales funerarios a través del mun­do en el momento en que Paz escribe: "Todos Santos, día de Muertos" (Cap. I I I Pág. 42 a 59). En efecto, todas las culturas humanas se enfrentan al tema de la muerte y en todas parece haber ceremonias de duelo y de alivio de los vivientes ante la doble confrontación del muerto y la muerte. Sepulturas transito­rias o definitivas, diversos accesos del alma al país de los muertos, purificación de los vivientes, la angustia de la muer­te y lo que Marcel Mauss llama "la ex­presión obligatoria de los sentimientos" es variada y universal. Cantos, ruegos, máscaras funerarias, y asilos temporales para el que ha fallecido: ataúdes en tie­rra, y en el agua y a pleno aire. Tam­bién son frecuentes la destrucción de bie­nes del difunto y banquetes para exorci¬zar a los muertos terribles. Los Milané¬sicos ante los espíritus que claman ven­ganza no osan ni rememorar el nombre de los que han partido. Muertos que per­manecen entre los vivos: los bretones un día señalado del año les espera con la mesa servida mientras el iraní prefiere el duelo compartido con los hijos y el pueblo mexicano recibe a sus muertos entre fanfarrias.

Pueblo vital entre los más vitales. En San Luis de Potosí, por ejemplo, la Fies­ta de los Muertos es celebrada con ofrendas y en la danza del tamal. Las

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es el recato, como en los hombres la re­serva" (Pág. 31). Páginas admirables de Paz sobre la mujer como instrumento de la vanidad masculina, depositaría de cier­tos valores. Prosa que se anticipa a las feministas contemporáneas: "prostituta, diosa, gran señora, amante, la mujer transmite y conserva, pero no crea, los valores y energías que le confía la natu¬leza y la sociedad". "La feminidad nun­ca es un fin en sí misma como la hom­bría". "Para los mexicanos, la mujer es un ser obscuro, secreto y pasivo. No se le atribuyen malos instintos, se preten­de que ni siquiera los tiene" (Pág. 32). "Ser ella misma dueña de su deseo, su posición o su capricho, es ser infiel a sí misma" (Pág. 33). "Es curioso advertir que la imagen de una mala mujer casi siempre se presenta acompañada de la idea de actividad. A la inversa de "la abnegada madre" de "la novia que espe­ra" y del ídolo hermético, seres estáti­cos, la "mala" va y viene, busca a los hombres, los abandona". "La mala" es dura, impía, independiente como el ma­cho. Por caminos distintos ella también trasciende su fisiología y se cierra al mundo. (Pág, 15).

No hay escapatoria: hermetismo, simu­lación, machismo, Paz confía que la sole­dad puede trascenderse: soledad que no es una pena porque sentirse solo no es sentirse inferior sino distinto. Porque de verdad estamos solos: en la melancolía y en el júbilo, en el silencio y el alari­do, en el crimen gratuito y en el fer­vor religioso. Pero si todos los hombres están solos, la soledad del mexicano (Pág. 18) "bajo la gran noche de pie­dra de la alta planicie poblada todavía de dioses insaciables" es diversa de la de otros hombres. La soledad conduce pues al tema de la historia. Historia de México "que es la del hombre que busca su filiación, su origen" (Pág. 18). Sole­dad que es pecado. Pecado que no es sino la expresión de la conciencia de nuestra propia soledad. Hasta que ésta se mítica, asume y destruye en la atmós­fera propicia a lo extraordinario: "re­cuerdo que en España durante la guerra, tuve la relación de otro tipo hombre y de otra clase de soledad, no cerrada ni

se abraza a ella definitivamente y para siempre, pero no se entrega. Todo está lejos del Mexicano. Todo le es extraño y en primer término, la muerte la extraña por excelencia". ¿Cuál es el gran repro­che a los tratos entre sociedad y muerte mexicana? En que ésta es estéril y no engendra trascendencia como en la muerte de aztecas y cristianos. Tal vez lo que espera Paz es el ingreso de lo sacro en la vida cotidiana. Y por la vía de la muerte o de la fiesta, la victoria sobre la angustia y la soledad y el labe­rinto de la historia, en el encuentro con el otro, de los hombres con los hombres, en la solidaridad. Pero sólo se encuen­tra quien se pierde, vieja sentencia cris­tiana. El reproche al hombre mexicano es el de su incapacidad de trascendencia, de entrega, de lo que Paz llama comu­nión: trascendencia del yo hasta perder­se en la colectividad.

Pero es en la fiesta —y casi también en el erotismo y en la historia violen­ta - donde el hombre mexicano va a tras­cender su soledad. Paz comienza por constatar una práctica colectiva: "El so­litario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo, y celebrar con festejos y ceremonias hombres y acontecimientos. Somos un pueblo ritual. Y esta tendencia beneficia a nuestra imaginación tanto como a nues­tra sensibilidad, siempre afinadas y des­piertas. El arte de la Fiesta, envilecida en casi todas partes se conserva intacto en­tre nosotros. En pocos lugares del mun­do se puede vivir un espectáculo pare­cido al de las grandes fiestas religiosas de México, con sus colores violentos, agrios y puros, sus danzas, ceremonias, juegos de artificio, trajes insólitos y la inagotable cascada de sorpresas de los frutos, dulces y objetos que se venden esos días en plazas y mercados" (Pág 13). Calendario —dice Paz— "poblado de fiestas" de un país entero, que "reza, grita, come, se emborracha y mata en ho­nor a la Virgen de Guadalupe o del Gene­ral Saragoza. Fiestas irrenunciables: "nuestra pobreza puede medirse por el número y suntuosidad de las fiestas po¬

almas de los difuntos están hambrientas y desprovistas de lo necesario y hay dis­tribución de alimentos, bebidas y cigarri­llos en las floridas tumbas mexicanas. ¿A quién puede extrañar, pues, que Paz afirme que la contemplación del horror y más aún la familiaridad, la complacen­cia del trato con la muerte constituye —contrariamente al norteamericano "que no quiere ni escuchar hablar de ellas"— uno de los rasgos más notables del ca­rácter mexicano. País de cristos ensan­grentados, velorios de panecillos y dul­ces que fingen ser huesos y calaveras y que son comidos por todo el mundo, pun­tualmente, cada dos de noviembre. Mé­xico de serenatas en las tumbas con ar­pas, violines, flautas y guitarras, de fo­gatas para calentar a los muertos, en armonía con sus raíces ibéricas, mayas y aztecas. Para Paz la actitud del mexica­no ante la muerte consiste en tres ras­gos dominantes: aceptación y reconoci­miento de la realidad de la muerte como en ese lujo sombrío de ofrendas alimen­ticias y florales a las que hemos hecho mención hace unos instantes. Porque lo menos que se puede decir de una socie­dad donde se recuerda la muerte en for­ma de dulces y se le festeja más que nin­guna otra fecha del año es que se dé ca­ra, individual y colectivamente a la Gran Dama y a la Gran señora. Más allá de esta metafísica vital y que trasciende la simple anécdota macabra, Octavio Paz halla un segundo rasgo dominante: la indiferencia del mexicano ante la muer­te. Primero, pues, intimidad, luego dis­tancia. "Para el habitante de New York, París o Londres, la muerte es la palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus jugue­tes favoritos y su amor más permanente". Y añade: "La indiferencia del Mexicano ante la muerte se nutre de su indiferen­cia ante la vida" (Pág. 52). Ante una como ante la otra "nos alzamos de hom­bros y nos imponemos silencio y una son­risa desdeñosa". Culto a la muerte que no está reñida con su desprecio. Presen­cia de la muerte que no logra arrancar de la soledad a ese hombre cerrado al mundo; "la adula, la festeja, la cultiva,

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tuales sociedades industriales al desapa­recer los hábitos de celebración y de imaginación. Han sido los más jóvenes, con la música rock, el teatro callejero hoy de moda en Europa y desde el mo­vimiento hippie de donde ha partido la recuperación del sentido de la Fiesta y una nueva emoción y el retorno de la ce­lebración colectiva en los estertores de una edad moribunda. Desde 1968, Polí­tica y Fiesta se abrazan. Y un militan¬tismo con sentido del humor y de lo fes­tivo, viene reemplazando a las viejas iz­quierdas serias y puritanas, especialmen­te, en las viejas naciones europeas me­diterráneas. Pero el mexicano Paz ya ha­bía hecho un elogio de la Fiesta como revuelta, como trasgresión liberadora y experiencia positiva del desorden.

Nociones de Fiesta y Muerte en Octa­vio Paz ¿cómo ubicarlas? Como manifes­taciones de la práctica cultural o como categorías analíticas? En las corrientes de investigación más severas y novedo­sas de la historiografía contemporánea, repunta la historia cultural. En efecto, se constata una cierta fatiga de la histo­ria serial o económica y las nuevas ge­neraciones de historiadores prefieren se­guir las trazas simbólicas de la palabra y la orgía, el carnaval y los ritos fune­rarios, más próximos a Brueghel y al Bosco que a Michelet. Esta inclinación reciente que se interesa por las prácticas sociales y culturales colectivas donde el hombre europeo también venza la sole­dad y separación inherentes a la condi­ción humana, me atrevo a afirmar que es parte del esfuerzo de Occidente por encontrar sus propios antídotos. Lo co­munitario viene a enfrentar el exceso de individualismo. Las preocupaciones de Octavio Paz son sin duda otras. No nos preceden siglos de destrucción de lo comunitario sino por el contrario una historia poblada de "fantasmas vestigios de épocas pasadas" que se niegan a mo­rir.

Trinidad maldita! Fiesta, Muerte e His­toria. Es decir, el "Laberinto". Convie­ne recordar el mito original: Teseo ven­cedor del Minotauro, monstruo con cuer­po de hombre y cabeza de toro, ence­rrado por orden de su padre Minos, Rey

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pulares, los países ricos tienen pocas: no hay tiempo ni humor y no son necesa­rias. Las gentes tienen otras cosas que hacer y cuando se divierten lo hacen en grupos pequeños. Las masas modernas son aglomeraciones solitarias... "Pero un hombre mexicano ¿cómo podría vivir sin esas dos o tres fiestas anuales que lo compensan de su estrechez y su mise­ria? Las Fiestas son nuestro único lujo. Ellas sustituyen, acaso con ventaja, al teatro y las vacaciones, al "week end" y al "cocktail party" de los sajones, a las recepciones de la burguesía y al café de los mediterráneos. (Pág. 43).

"En esas ceremonias —nacionales, lo­cales, gremiales o familiares— el mexica­no se abre al exterior. Ellas le dan oca­sión de revelarse y dialogar con la divi­nidad, la patria, los amigos o los parien­tes. Durante esos días el silencioso me­xicano silba, grita, canta, arroja petar­dos, descarga su pistola en el aire. Des­carga su alma. Y su grito, como los co­hetes que tanto nos gustan, suben hasta el cielo, estallan en una explosión verde, roja azul y blanca y cae vertiginosa de­jando una secuela de chispas doradas. Esa noche los amigos, que durante me­ses no pronunciaron más palabras que las escritas por la indispensable cortesía, se emborrachan juntos, se hacen confi­dencias, lloran las mismas penas, se des­cubren hermanos y a veces, para probar­se, se matan entre sí".

Fiesta, menos concebida como derro­che. Rechaza Octavio Paz la tesis de Ro¬ger Cailloís del gasto r i tual. Mas bien fiesta como advenimiento de lo insólito, como operación cósmica y purificación del grupo social. Como conjunción y caos y l ibertad original donde se comu­nican lo santo y lo maldito, el bien y el mal, el día y la noche. Amasijo pri­micial que tiene tanto de Caos como de Ceremonia, de Liturgia como de Teatro. Años después, he hallado una reflexión teológica sobre las nociones de Fiesta y de Fantasía, en Hervey Cox (1969) en donde se observa la perdida capacidad de Fiesta y Fantasía en el hombre occi­dental, íntimamente vinculada a una dis­minución de su sentimiento religioso, y el empobrecimiento de la vida en las ac¬

da inspira a investigadores más sistemá­ticos : "La Conquista de México es un he­cho histórico en el que intervienen mu­chas y diversas circunstancias, pero se ol­vida con frecuencia la más significativa, el suicidio del pueblo Azteca". Es impo­sible dejar de establecer la fil iación en­tre Octavio Paz y estudios científicos pos­teriores, como los del historiador fran­cés Lafaye, sobre la formación de la conciencia nacional de México y el culto a la Virgen de Guadalupe y, por otro la­do, con los recientes trabajos de antro­pólogos sobre el universo simbólico de los antiguos mexicanos.

Conviene en f in , a modo de resumen, señalar algunas notas características del método de Paz en la orientación de sus ensayos y por último de sus ideas polí­ticas y su actual ubicación ideológica co­mo escritor. Se ha dicho que la prosa de Paz es la de una prosa iluminada por la pasión poética (Jorge Rodríguez Pa­drón ). Sin duda uno de los procedimien­tos frecuentes en el "Laberinto de la So­ledad" es el de la simultaneidad instan­tánea que debe más a la poesía que a la historia. En un solo párrafo comparecen la Malinche, Huitzilopochtil, Cristo, Cor­tés, Cuautémoc. En multiplicidad de tiempos distintos. Más aún: de civiliza­ciones. Ahora bien, si se examina la pro­sa de Paz y sus procedimientos, se halla­rá que todo tiene un doble, una corres­pondencia. Se diría que el principio de unidad le parece incierto. Que su méto­do es el de la sistemática presencia de la duplicidad. Si esto es así, puede en­tonces decirse que Octavio Paz, en éste y posteriores ensayos, se consagra a una destrucción complacida de los sistemas y jerarquías epistemológicos de la lógica cartesiana. Prosa de variaciones, inmen¬daciones, aspiraciones, expiraciones. Uso de los instantes, los presentes. En su idea de la historia hemos dicho que todo es presente, nada es pasado. El método ofrece ventajas como inconve­nientes. Por una parte, se aproxima al análisis estructural. Por otra se desliza a la mitología y se ha señalado por crí­ticos de Paz, que sus argumentos comien­zan históricos, pero concluyen en versio­nes paradigmáticas. Y la empresa que

de Creta en un laberinto construido por Dédalo. El sentido del Laberinto ha si­do descifrado varias veces por arqueó­logos e historiadores: casa del hacha de doble f i lo, lugar de la caverna, santuario de la serpiente. Posee una especial sig­nificación este hecho: el Laberinto de Cnossos debería encontrarse debajo del palacio de Minos, y según el arqueólo­go Evans, bajo la forma de una construc­ción orientada hacia abajo. Otros, la consideran una caverna edificada como reverso del mundo, cobija de la mons­truosidad y origen sagrado del hombre según el sentido egipcio. La victoria he­roica de Teseo contra el Minotauro —he­rederos de Freud que somos todos— es el símbolo de la victoria sobre un ser medio animal y medio hombre, el tr iun­fo del conocimiento sobre nuestra parte oscura.

Historia de México, para Paz, laberín­tica "las épocas viejas nunca desapare­cen", historia de superposiciones y de contradicciones, historia que está siem­pre presente, acompaña, pesa y determi­na al mexicano que como todos los hom­bres está solo, pero lo está de una ma­nera especial, porque en la "gran noche de piedra de la altiplanicie", le acechan "los dioses insaciables". Historia que es intra-historia o historia de lo que está debajo, la oculta. En f in , historia de Mé­xico que es "la del hombre que busca su filiación y su origen". Hay en esta indagación mucho de religioso, de viaje de iniciación, de búsqueda del Santo Grial, al cual alude. (Pág. 19).

México se ha hecho además de épocas históricas distantes, que han aportado cada una su contribución al ser mexica­no: "quizá el disimulo nació en la Colo­nia" (Pág. 38). He aquí además otra ob­servación muy f ina: "las grandes etapas de la historia coinciden con la sustitu­ción de religiones o la crítica de éstas, Aztecas, Colonia, Positivismo en la Repú­blica, Revolución. Las etapas históricas se prolongan por fantasmas. Observa la transformación de los hechos históricos en mitos: Cuautémoc, La Malinche. En suma, más que un metódico historiador, Paz es un pensador sinóptico y bril lante. Epocas clásicas bajo una prosa ilumina¬

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reflexiones sobre el caso Padilla. En Paz se puede constatar el crecimiento de unos contenidos conservadores y a la defensiva dentro de un pensamiento ini¬cialmente cercano al trotsquismo y al anarquismo. Pero de otra parte está su prevención contra el monstruo frío del Estado, contra lo que él llama "los pro­yectos ruinosos que nos han llevado a la desolación que es el mundo moderno", donde no olvidamos, según Paz "la lite­ratura y el amor son actividades margi­nales y clandestinas". No es posible ol­vidar que busca otro proyecto "más hu­milde y humano", ni su reivindicación de las utopías que "como las de Zapata, vienen de los hombres y no de los li­bios", su observación que "el planeta se burocratiza". Paz constata la muerte del Proyecto. (Pág. 337).

En el Ogro filantrópico se alza contra todas las burocracias celestes y terres­tres citando a Trotsky, pero también "la potencia creadora del lenguaje" es de­cir, a Bretón. He aquí, pues, un tema que sale de los límites de esta conferen­cia y del propio pensamiento de Paz: el tema del socialismo y el de la libertad. En efecto ¿cómo pensar una política cu­yo tema referencial básico no sea el po­der? ¿Cómo organizar una política de tal modo que la organización no restituya hacia el aparato lo que niega a los ciu­dadanos? Si a izquierdas y a derechas en el panorama imperial contemporáneo, la política resulta ser el reino del cinis­mo consumado, negando todo intento de trascendencia —y por lo tanto de ruptu­ra de la Soledad y del Laberinto de la Historia— y si al f inal todo poder es vulgar dominio, quizá se imponga la ne­cesidad de un discurso que no se dir i ja al Príncipe: Partido, Estado, Iglesia. Un discurso quizá .ambiguo pero fundamen­talmente indigerible para los intestinos del Ogro Estatal. Un discurso voluntaria­mente asistemático e incompleto pero difícilmente recuperable, puesto que Nietzsche ha dicho "el hombre laberín­tico es el hombre libre por excelencia".

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comienza desmistificadora, consagra una nueva versión mistificadora del hombre y la historia mexicana.

Hay mucho más que decir de Paz, aun­que no sea ello posible esta noche, en es­ta charla. De la irrupción de lo sagra­do en la historia. Del uso de las técni­cas de retorno a las fuentes. De la ten­sión escatológica que anima el Laberinto de la Soledad. De la concepción de una historia de México hecha de ruptu­ras e interrupciones: hay que recordar la inteligente discusión con Lafaye sobre el carácter histórico de la Nueva España a la que Paz ve distante al mundo Az­teca y del México presente y no como continuidad. Paz nos ofrece, siempre, una espléndida ambigüedad. Sus libros reúnen el quehacer filosófico, el ensayo político, sociológico y religioso. A veces parece profundamente mexicano, al na­rrar la historia como escenario místico-¬ri tual de la renovación y catástrofe pe­riódica del mundo y más cerca de las tradiciones orales indias que de las ver­tientes cultas del pensamiento del lati­noamericano occidentalizado. Otras ve­ces, cerca de los subrealistas, el psico­análisis y el marxismo. Se atreve, en f in , Octavio Paz, a un análisis histórico y cultural de Occidente, reivindicando, por ejemplo, el principio subversivo del pla­cer, el erotismo, cerca de Bataille y de Nietzche.

Es el Octavio Paz de Corriente alterna, del Ogro filantrópico del elogio a Fourie. ¿Dónde colocar, pues, a este pensador original? Sus últimos artículos y ensayos lo sitúan en una línea de pensamiento de la desconfianza ante la razón de Esta­do sea cual fuese el orden que éste de­fienda: capitalista o comunista, revolu­cionario o conservador. Su discurso es un discurso ambiguo con una vertiente conservadora, y simultáneamente, una vertiente anarquista y libertaria. De una parte: sus artículos y comentarios sobre los campos de concentración soviéticos, sobre el Gulag, sus ataques a Sartre, sus

Crítica REVISTA DE LA UNIVERSIDAD AUTONOMA DE PUEBLA

el movimiento estudiantil poblano luis ortega m. proceso de formación del s. u. n. t. u. pascual u. carreto hacia una legislación democrática de las relaciones laborales alfonso vélez pliego el fracaso de la alianza para la producción en puebla jaime garcía, humberto sotelo, sergio cortés los campesinos y la comunidad ana maría ashwell mallorquín mariátegui, la nación y la razón osear terán nota introductoria a los artículos sobre einstein osear del barco acerca del realismo de albert einstein michel paty ser obrero no es ninguna ganga (entrevista con robert linhart) miguel barroso una respuesta difícil de encontrar (entrevista con el desaparecido nicos poulantzas) marco diani ciencia y revolución (el marxismo de althusser) cesáreo morales estado, poder y socialismo, de nicos poulantzas humberto sotelo el silencio del saber, notas para otra filosofía de las ciencias lyonel carrizco

DOCUMENTOS pronunciamientos sobre la cuestión de afganistán de: la urss en afganistán consejo de dirección de crítica partido comunista mexicano partido revolucionario de los trabajadores documento del gobierno democrático revolucionario

PEDIDOS Crítica, Revista de la Universidad Autónoma de Puebla, Departamento de Extensión Universitaria de la UAP Calle 4 Sur, núm. 104 Puebla, Pue. México.

en estado de permanente marginación a los comuneros.

Así, el proteccionismo legal era de­clarativo e incumplido en la práctica.

En general, la política proteccionista del Estado propició y alentó sólo una participación funcional de los comuneros dentro de la comunidad y nunca se preo­cupó por la participación activa y cons­ciente de los comuneros en su propio de­sarrollo y en el de la sociedad nacional.

Nuevos planteamientos

La insurgencia del Gobierno de la Fuerza Armada, que promulga el Decre­to Ley de Reforma Agraria en junio de 1969 y el Estatuto Especial de Comunida­des Campesinas en febrero de 1970, re­nueva las esperanzas de las comunida­des. Sus integrantes ven en estos dispo­sitivos la posibilidad de reivindicar su patrimonio terr i tor ial y poder convertir­se en arganización dinámica. El mensaje presidencial del 24 de junio de 1969, alienta esa esperanza, cuando dice:

" . . . por responder al clamor de justi­cia y al derecho de los más necesitados, es que la Ley de Reforma Agraria ha da­do su respaldo a esa gran masa de cam­pesinos que forman las Comunidades In­dígenas que, a partir de hoy —abando­nando un calificativo de resabios racis­tas y de prejuicio inaceptable— se llama­rán Comunidades Campesinas. Los cien­tos de miles de hombres del campo que las forman, tendrán desde ahora el res­paldo efectivo del Estado para lograr los créditos y la ayuda técnica que indispen­sablemente se requiere a f in de conver¬

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Antecedentes

A comunidad campesina hasta an­tes de la Constitución de 1920, se encontraba desprovista de una

norma legal que garantizara sus intere­ses patrimoniales. Con aquella se esta­blece que los bienes de las Comunidades son imprescriptibles y se les reconoce existencia legal. Posteriormente, se dic­tan otras disposiciones legales, entre ellas la que hace factible la creación de la Sección de Asuntos Indígenas, de­pendiente del Ministerio de Fomento, pa­ra atender y solucionar la problemática de las comunidades. Con la implementa¬ción de esta oficina, a partir de 1926, se inicia el reconocimiento legal de las comunidades campesinas, siendo las pri­meras las ubicadas en los departamen­tos de Cusco, Junín y Lima.

Siguiendo con esta línea "proteccionis­ta" del indígena, en 1933 se promulga una nueva Constitución, la misma que amplía y consolida lo señalado por la anterior.

La constante de estas normas, desde la época colonial hasta hace poco, es que los integrantes de las comunidades cam­pesinas, son considerados como sujetos a quienes la sociedad debe "proteger". La protección respondía a la creencia de que los comuneros son personas que no podían auto-gobernarse o valerse por sí mismas. Esta hipótesis sirvió de sustento a los grupos dominantes para, a través del Estado, desarrollar una política que no obedecía realmente al deseo de "pro­teger" a las Comunidades, sino más bien, de proteger sus intereses y mantener

SOCIALISMO Y PARTICIPACION / Nº 12

Elmer Arce / C O M U N I D A D E S CAMPESINAS Y POLITICA D E L ESTADO: Década del 70

enero de 1920 fecha de la promulgación de la Constitución de ese año (Ar t . 121-D. L. 17716).

Del mismo modo representaba cues­tión sustancial para las comunidades campesinas, dentro de la redención pro­metida, el otorgamiento de créditos. Las comunidades, en el orden de priorida­des establecido por la Ley de Reforma Agraria eran las segundas después de las cooperativas (Ar t . 93). Con la llega­da del apoyo crediticio se aguardaba el apoyo técnico que prestaría el Estado. En orden de prioridad, para estos fines, también se le consideraba segunda (Ar t . 91).

Para las comunidades, el logro de tan caros anhelos, nunca antes parecieron posibles. Las acciones de Reforma Agra­ria iniciadas en la Costa Norte (Fundos Azucareros) auguraban su cumplimien­to. ]

Paralelamente a estas acciones, se plantea la cooperativización como alter­nativa de solución a su compleja proble­mática. Configura esta nueva política el establecimiento de nuevos órganos de gobierno:

1. La Asamblea General de Comuneros o Asamblea de Delegados;

2. El Consejo de Administración; y, 3. El Consejo de Vigilancia.

La cooperativización comunal, se fun­damentaba en el hecho de que las comu­nidades campesinas se caracterizan por la propiedad colectiva de la tierra y por el trabajo de cooperación mutua que han practicado y siguen realizando sus inte­grantes, aunque ahora, vinculado más di­rectamente a obras sociales (postas mé­dicas, escuelas, carreteras, etc. ) y, espo­rádicamente, a acciones de interés eco­nómico común.

La comunidad, se suponía, por las ca­racterísticas mencionadas, era la institu­ción donde mayor éxito alcanzaría la práctica cooperativista. Solamente había que incentivar la cooperación desde la perspectiva del cooperativismo moderno que persigue, fundamentalmente, fines económicos empresariales. Con su imple¬mentación se suponía lograr la rees¬

tirlas en dinámicas unidades de produc­ción cooperativa. Creemos cumplir así con verdadero deber de reparación para todos aquellos campesinos olvidados del Perú, hombres que centenariamente han sufrido el castigo de todas las expoliacio­nes y de todas injusticias. Con esta ley se inicia el camino de su verdadera re­dención social". 1

Reivindicar socialmente a las comuni­dades campesinas, significaba dar solu­ción a sus problemas más inmediatos, en­tre otros, los relacionados directamente con la t ierra. Para nadie es secreto que las comunidades carecen de tierras sufi­cientes tanto en calidad como en canti­dad, para su desarrollo. Tampoco se puede negar el proceso de usurpación de tierras de que han sido víctimas secu­lares las comunidades campesinas. De allí que una política de reivindicación co­munal necesariamente tenía que respon­der a la demanda de entrega de tierras. Entrega de tierras y reivindicación comu­nal se constituyen en términos sinóni­mos. Igualmente lo era, reforma agraria con adjudicación de tierras a las comu­nidades. Sólo así se entendía una Refor­ma Agraria en el Perú. Y es, dentro de esta perspectiva, que el Gobierno de la Fuerza Armada las considera, al igual que las cooperativas, Sociedades Agríco­las de Interés Social (SAIS) y otras or­ganizaciones o personas naturales, como sujetos de adjudicación de tierras y de­más instrumentos de producción agrope­cuaria (Ar t . 67-D. L. 17716). Aún más, el Art . 126 del mencionado Decreto Ley con el f i n de favorecer a las comunida­des campesinas, establece que " . . . para cubrir las necesidades de su población, se afectarán los predios vecinos a ellas, aunque se encuentren en zonas no decla­radas de Reforma Agraria y se reduzca el mínimo inafectable".

En cuanto a acciones de reivindicacio­nes de tierras, vía tribunales agrarios, aquéllas parcialmente eran tenidas en cuenta. Sólo se reconocían los reclamos de usurpaciones posteriores al 18 de

1. V E L A S C O , Juan... Discurso de Promul­gación del Decreto Ley 17716 de 24 de junio de 1869, L ima . Diario Oficial " E l Peruano".

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con las tierras recibidas por otras, perso­nas jurídicas o naturales adjudicatarias, el 9. 7% del total de tierras adjudicadas a mayo del 80 (Cuadro Nº 1).

A lo anteriormente indicado, hay que agregar que, salvo excepciones, las tie­rras y cabezas de ganado entregadas a comunidades campesinas —de conformi­dad con. las valorizaciones realizadas por los técnicos del Ministerio de Agricultu­ra— son de bajo costo económico. Ello expresa la ínfima calidad de los bienes adjudicados. 3

Como podrá observarse, el valor de lo transferido a los adjudicatarios indivi­duales, con cerca de 1/4 de las tierras entregadas a Comunidades y con sólo 338 cabezas de ganado—frente a 18, 688 recibidas por las comunidades— es casi semejante en valor a lo recibido por és­tas. La diferencia es más saltante con los bienes entregados a cooperativas y SAIS. En realidad, el valor de las adju­dicaciones a comunidades sólo supera a aquél de los grupos campesinos (Cuadro Nº 2 ) . Aún más, a diciembre de 1973, cerca de 15, 000 has. adjudicadas a las comunidades de Piura representaban el 82% de la valorización total de tierras adjudicadas a las comunidades del país (386, 084 Has. ). En otras palabras, el 96% de las tierras adjudicadas a comu­nidades en 1973 constituían sólo el 18% del total del valor de las adjudicaciones totales (Cuadro N° 3 ) .

Lo que es más grave es que la políti­ca que desarrolla la Dirección General de Reforma Agraria se caracteriza por expropiar tierras comunales para adju­dicarlas a cooperativas, SAIS u otras or­ganizaciones agrarias así como a traba­jadores de la tierra en. forma individual. No se consideró el derecho de posesión comunal o la acción reivindicativa que las comunidades tenían planteada ante el Fuero Agrario. Estas situaciones han traído como consecuencia enfrentamien¬

3. Por carecer de información actualizada damos la de noviembre de 1974. Sin em­bargo, si tenemos en cuenta que a esa fecha se habían adjudicado, en su ma­yoría, los fundos más rentables, la refe­rencia sigue siendo válida.

83

tructuración comunal, la misma que pre­tendía mayor participación de los comu­neros en la toma de decisiones políticas y económicas a través de la nueva es­tructura organizativa.

Con la nueva estructura organizativa, también se cambia de nomenclatura a las comunidades: las comunidades indígenas se convierten en comunidades campesi­nas.

De la teoría a la praxis

Transcurridos varios años de aplica­ción de la Ley de Reforma Agraria, el balance es poco alentador para las Co­munidades Campesinas.

Incuestionablemente en nuestro país se ha ejecutado una reforma agraria ra­dical. Con la aplicación, del D. L. 17716 se ha cambiado la estructura agraria. Sin embargo, el problema radica en que las comunidades campesinas, en nombre de quienes siempre se levantaron banderas para exigir la. realización de una refor­ma agraria en el Perú, no han sido las principales beneficiadas. Nos explica­mos:

1. Las comunidades campesinas, suje­tos d e . adjudicación, prácticamente han sido marginadas del proceso de reforma agraria. Su omisión desde nuestro pun­to de vista, significa desconocimiento de la realidad socio-económica e histórica y/o falta de "confianza política" de quie­nes implementaban la reforma agraria. La Comunidad Campesina parece ser que no fue visualizada como alternativa de autogestión peruana. De allí es que se privilegiara, aún. en zonas comuneras, a las cooperativas agrarias de producción y otras modalidades de adjudicación.

La política ejecutada ha hecho que, de 3, 012 comunidades reconocidas a abri l de 1980, 2 sólo 509 hayan sido conside­radas adjudicatarias en forma directa. O sea el 16. 9% han recibido tierras. El to­tal de tierras adjudicadas a estas comu­nidades alcanza a 857, 399 Has. las mis­mas que representan, en comparación

2. Ministerio de Agricultura y Alimenta­ción, Dirección de Comunidades Campe­sinas y Nativas.

CUADRO 1

Adjudicación de tierras por tipo de modalidad Decreto L E Y N° 17716 — Mayo 1980

Individual

Cooperativas

Grupos campesinos

Comunidades campesinas

SAIS

FONAPS

Institut. del

Estado

Otras

Total

588

946

509

60

13

2,116

27. 8

44. 7

24. 1

2. 8

0. 6

100%

685, 203

2'173, 447

1'893, 352

857, 399

2'815, 029

234, 025

141, 706

433

8'800, 594

7. 8

24. 7

21. 5

9. 7

31. 9

2. 7

1. 6

0. 1

100%

38, 284

106, 869

51, 745

127, 481

60, 814

1, 507

386, 700

9. 9

27. 6

13. 4

32. 9

15. 7

0. 5

100%

Fuente: Ministerio de Agricultura y Alimentación. Dirección General de Reforma Agraria y Asentamiento Rural. Oficina de Contratos y Estadísticas.

CUADRO 2

Adjudicaciones según modalidad — noviembre 1974

Fuente: Ministerio de Agricultura. Dirección General de Reforma Agraria y Asenta­miento Rural. Reforma Agraria en cifras a noviembre de 1974.

Cooperativas

Grupos campesinos

Comunidades

SAIS

Individual

Total

1'588, 498

646, 039

442, 967

2'124, 317

125, 149

4'926, 970

364, 600

30, 160

16, 668

795, 774

336

1'207, 538

11'178'875, 669

124'335, 282

432'321, 866

2'022'335, 978

410'667, 872

14'168'536, 667

Modalidad Nºde Orga­nizaciones Hectáreas Familias

Modalidad Has. Cabezas de ganado

Valor de ad jud. (s in interés)

CUADRO 3

Número de comunidades campesinas por superficie de tierras que les ha sido adjudicado y valor de la adjudicación

Fuente: Ministerio de Agricultura. Dirección General de Reforma Agraria y Asenta­miento Rural. Reforma Agraria en cifras a diciembre de 1973,

CUADRO 4

Préstamos a comunidades campesinas4

Fuente: Banco Agrario del Perú. Departamento de Estadística.

4. Sin información 1970.

85

tos entre campesinos, como lo demues­tran el caso de la Comunidad de Catac de Santiago de Cao con la CAP Laredo en La Libertad. Reforma Agraria tam­bién expidió certificados de posesión a conductores particulares, sin haber defi­nido previamente la propiedad de la tie­rra. Por último, dentro de esta política contradictoria, se constituyen "Grupos Campesinos" como sujetos de adjudica­

ción. En lugar de adjudicarse las tierras a las comunidades vecinas, se procedía a entregar tierras a campesinos vía "Grupos".

En cuanto a política de créditos se re­fiere, aquélla igualmente deja mucho que desear. Las cifras son elocuentes. Los préstamos realizados por el Banco Agrario, principal fuente de crédito agropecuario, han sido como sigue:

Adjudicación Superficie adjudicada

Valor de la adjudicación

Total Piura

Resto del país

Total

14,953

371,093

386,046

4

96

100

297'678,658.00

62'251,537.50

359'930,195.00

82

18

100

71

72

73

74

75

76

77

78

79

Total

4'841,000

7'477,000

62'836,000

225'585,000

280'999,000

515'098,000

574'556,000

707'965,000

1,920'769,000

4,300'120,000

0.09

0.14

0.89

2.28

1.91

2.34

1.85

1.66

2.10

1.86

5,324'855,000

5,324'167,000

6,996'086,000

9,874'789,000

14,689'789,000

22,010'099,000

30,912'551,000

43,597'551,000

91,100'264,000

229,955'457,000

100

100

100

100

100

100

100

100

100

100

Años Monto a comunidades campesinas Absoluto Relativo

Monto total Absoluto Relativo

entre las comunidades campesinas so­das.

2. En cuanto a organización comunal, dentro de este breve balance, debemos indicar que el funcionamiento de ios ór­ganos de gobierno establecidos por el Estatuto en vigencia, no ha sido positi­va con relación a la integración y desa­rrol lo de la comunidad.

Con la nueva estructura —como ya he­mos referido— se buscaba que en la Co­munidad se dieran relaciones de partici­pación de los comuneros en la toma de decisiones políticas y económicas. Sin embargo, después de varios años de apli­cación del Estatuto de Comunidades Campesinas, el tipo tradicional de rela­ciones funcionales se mantiene. La to­ma de decisiones, como derecho, siempre es ejercido por un pequeño grupo de comuneros. En consecuencia, subsiste la situación anterior. Así se tiene que en la Asamblea General la participación es limitada; sólo un pequeño grupo, sin co­nocimiento de las bases, se arroga nu­merosas veces el derecho a decidir. La dirigencia, comúnmente, no da a cono­cer lo que han hecho a sus representa­dos. Las decisiones son unilaterales y personales.

Los miembros de los Consejos de Ad­ministración y Consejos de Vigilancia, tal vez por desconocimiento del rol que les corresponde como integrantes de los órganos de gobierno de la Comunidad, no se reúnen periódicamente. Tampoco asumen las responsabilidades inherentes a sus cargos.

Los comuneros, en general participan a nivel electoral. Las fiestas religiosas eventualmente sirven de referencias participatorias. Con todo, debemos seña­lar que las festividades religiosas más que a la Comunidad como organización, responden a instituciones como las co­fradías. Estas, no necesariamente están ligadas con la dirigencia comunal por relaciones de cooperación. Muchas ve­ces las relaciones son más bien de an­tagonismo o simplemente ambas institu­ciones funcionan independientemente.

Otra actividad que podría tomarse co­mo un indicador participatorio son las

A la acción del Estado, vía Banco Agrario se agrega, como signo indiscuti­ble de una política crediticia que margi­na a las comunidades campesinas, la orientación que a sus préstamos otorgan organismos internacionales de financia¬miento como el Banco Internacional de Desarrollo (B ID) y el Banco Interame¬ricano de Reconstrucción y Fomento (BIRF) . Ambos no las consideran como sujetos de crédito.

Los créditos otorgados por el Banco Agrario y Fideicomiso, fundamentalmen­te, se orientan a productores individua­les. La comunidad como unidad socio­económica no es objeto de crédito lo que sí ocurre con los comuneros. Políticas de esta naturaleza no fomentan una rela­ción de reciprocidad entre las comunida­des y sus miembros. Más bien contribu­yen a la paulatina desintegración comu­nal, ya que los comuneros no ven a su comunidad como una organización "ne­cesaria". La implementación de una po­lítica contraria a la vigente, hubiera sig­nificado la simplificación de la acción burocrática de las entidades crediticias así como el fortalecimiento comunal.

Por últ imo, se afirmó que las comuni­dades serían beneficiadas a través de la SAIS; que su integración, dentro de ellas, permitiría su dinamización y cambio es­tructural. Empero, a la fecha, lo que se veía como una posibilidad no ha dado los resultados previstos. Los enfrenta¬mientos permanentes entre dirigentes de la SAIS y comunidades socias son un indicador de esta realidad. El reclamo de las comunidades de las tierras que conducen las SAIS así como la ausencia de beneficios directos no posibilita la in­tegración prevista. De allí que se pida permanentemente la disolución de cier­tas SAIS y que las tierras se redistribu­yan entre las comunidades socias. Alec­cionador ejemplo es también el proble­ma de la Cooperativa Antapampa del Cusco, integrada —entre otros, como so­cios— por comunidades. Los reclamos y continuas presiones de los comuneros han obligado al Ministerio de Agricultu­ra y Alimentación a una reestructuración de la Cooperativa. La reestructuración ha consistido en redistribuir la t ierra

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una participación amplia, se restringe ésta y se posibilita la captura de cargos dirigenciales por los grupos dominantes de las comunidades.

Asimismo, nos ayudará a comprender el fracaso de la nueva estructura orga­nizativa, el hecho de que las comunida­des campesinas, —a pesar de ser consi­deradas como unidades territoriales, con ámbitos geográficos, en su mayoría, cua¬sidefinidos y con una población más o menos calificada cómo comunal— no constituyen, en el sentido estricto, el go­bierno de toda la territorial idad que abarcan. Aquéllas más bien se están re­duciendo al gobierno de los denomina­dos "comuneros" debidamente empadro­nados y sólo para cuestiones específicas de conformidad con lo establecido en el D. S. 37-70-A (Estatuto Especial de Co­munidades Campesinas).

El irrespeto a la territorialidad comu­nal así como la no consideración de la Comunidad como unidad de gobierno propia, sin interferencias de organizacio­nes e instituciones con funciones compe­titivas a las comunales, ha incidido en su deterioro. El mandato y obediencia que deben los comuneros a sus autori­dades por este motivo, entre otros, se ha ido diluyendo.

La legislación peruana de todos los tiempos, en cierta manera, ha contribui­do a separar, desde, los inicios de la Co­lonia, el gobierno de las "comunidades indígenas" del gobierno de los "no co­muneros" (villas, ciudades). Pretendida­mente siempre se ha hecho ello con f i ­nes proteccionistas. Empero, lo que an­tes pudo visualizarse como dos estructu­ras diferentes, ( la villa y la comunidad) con el tiempo se fueron trastocando.

La comunidad, con el proceso de ur­banización perdió fuerza y vigencia. El Municipio más bien se reforzó en la me­dida que el comunero fue viviendo en conglomerados urbanos. Como resultado de la política estatal, caracterizada por diferenciar lo comunero de lo no comu­nero, se tiene que el comunero ya no sólo es integrante de la Comunidad, pa­ra la cual tiene una serie de deberes, sino que también es miembro de una ins¬

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contribuciones o cuotas ordinarias de los comuneros. Al respecto se tiene que en la mayoría de las Comunidades Cam­pesinas no se contribuye con cuotas pe­riódicas, salvo excepciones. En cambio, las contribuciones funcionales, o sea las referidas a obras de infraestructura fí­sica (carreteras, locales escolares, lava­deros de ganado, etc. ) son predomi­nantes.

Agudiza la situación participativa, el hecho de que la Comunidad al no po­seer tierras suficientes para redistribuir­las entre sus comuneros resta vigencia al conjunto de deberes y derechos en­tre comuneros y comunidad. La Comu­nidad, al haber perdido la capacidad de redistribuir servicios, origina un compor­tamiento' apático.

En los albores de la aplicación de la reforma agraria, se despertó en los co­muneros un gran interés por unirse y participar a través de su comunidad. Es­te interés, derivado del propósito de conseguir tierras o de tener ocupación permanente que Ies garantizara su sos­tenimiento económico, comenzó a diluir­se posteriormente. Hoy, nuevamente, es­tá siendo incentivado, especialmente, en las Comunidades Socias de SAIS. La rei­vindicación de tierras, vía "tomas", es el principal acicate participativo.

Otra de las circunstancias que comple¬jizan la participación y problematiza el funcionamiento de los órganos comuna­les, es la heterogeneidad de comuneros al interior de la comunidad. El reto es­tá en buscar las formas participatorias que permitan, sin limitaciones, la inte­gración de los diferentes grupos de co­muneros, sean ellos, los denominados Comuneros Campesinos o los No. Agríco­las.

Es importante añadir que el Estatuto de Comunidades Campesinas, principal instrumento legal a través del cual se pretendía incentivar la participación po­lítica y económica del comunero, es de naturaleza antiparticipatoria. Significati­va contradicción del Estatuto, es consi­derar como requisito básico para ser di­rigente, saber leer y escribir. Con este criterio legal, en lugar de incentivarse

funcionales a través de unidades terr i­toriales, pero no se visualiza todo el ám­bito de la Comunidad como una sola empresa de propiedad social, sino que se crea la posibilidad de que dentro de aquéllas se puedan constituir varias em­presas de propiedad social en función de la actividad económica que realizan. Lo mismo sucede con la organización de los denominados Núcleos de Productores, Juntas de Regantes, Cooperativas Comu­nales, etc., que actúan independiente­mente de la comunidad como organiza­ción.

Cada una de las organizaciones que se constituyen están bajo la responsabili­dad de un Sector, pretendiendo éste, muchas veces, in f lu i r a través de aqué­llas en la política de los demás sectores.

Explica aún más la problemática par¬ticipativa, el hecho de que la comunidad no funciona como unidad económica. La Comunidad que es propietaria de las tie­rras, no las usufructúa como organiza­ción unificada. Los usufructuarios indi­viduales, cuyo número es significativo, independientemente de la Comunidad, explotan sus parcelas y realizan la co­mercialización de sus productos. Lo mis¬mo sucede con los comuneros integrados en cooperativas comunales u otro t ipo de organización económica que trabajan con el patrimonio de las comunidades.

Esta situación se presenta porque la comunidad sigue funcionando como en­te, básicamente representativo. El he­cho de que no se privilegie el interés económico mancomunado y permanente dentro de la Comunidad, lleva a la ma­yoría de comuneros a mantener una apa­tía extrema frente a sus problemas. El comunero no se interesa por participar dentro de una organización que aparen­temente no le genera beneficios. Cada comunero, al seguir únicamente intere­sado en usufructuar su parcela de t ierra o realizar otro tipo de actividad econó­mica al margen de su comunidad, blo­quea el desarrollo participatorio de ésta.

La cooperativización comunal, que se planteó como alternativa de solución, tampoco ha dado los resultados previs­tos. Más bien su implementación en las

titución que se le impone desde afuera, como el Municipio. Es más, el Municipio asume funciones que paulatina y siste­máticamente se les sustraen a las comu­nidades; ello genera conflictos e inter­fiere en la participación de los comune­ros, a quienes se les margina del go­bierno edil, convirtiéndose éste en el go­bierno del grupo de poder. Dos institu­ciones, la Comunidad y el Municipio, muchas veces con los mismos ámbitos te­rritoriales, con los mismos objetos de go­bierno y casi con las mismas funciones, pero con diferentes autoridades produ­cen situaciones de antagonismo, confu­sión y limitación en la participación de los comuneros. Concurre en este mismo sentido el hecho de que los directivos de las municipalidades son reclutados, frecuentemente, del sector de "notables" de las comunidades.

Problematiza la participación comunal, la política seguida por el Estado en la últ ima década. La política estatal se ha caracterizado por no conceptuar a la Co­munidad como una organización integral y por ello ha desarrollado una acción parcelada y descoordinada. El Estado a través de los diversos sectores públicos, sean ellos, Agricultura, Alimentación, Educación, SINAMOS, SINADEPS, etc., plantearon nuevas formas de participa­ción para la sociedad peruana; cada uno de ellos perseguían la integración u or­ganización de la población pero en fun­ción de sus intereses sectoriales. Como resultado se ha propiciado al interior de las comunidades una desarticulación que termina por crear conflictos. Así tene­mos, por una parte, que con la Ley de Educación, se implementan los Núcleos Educativos Comunales (NEC) para pro­piciar la participación de profesores, pa­dres de familia y representantes de las instituciones de la comunidad dentro de un determinado ámbito terr i torial. Sin embargo, los NEC funcionan como orga­nizaciones independientes de la Comuni­dad, a pesar de que se desarrollan den­tro del mismo ámbito terr i tor ial y sus in­tegrantes generalmente, son los mismos sujetos de participación. Igualmente, con la Ley de Empresas de Propiedad Social, se propicia la integración de unidades

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dades económicas que desarrollan los in­tegrantes de las comunidades como acti­vidades complementarias a las agrope­cuarias o predominantes con relación a éstas. Tampoco se considera que la gran mayoría de comuneros no usufructúan tierras comunales. No por casualidad, el Estatuto de Comunidades Campesinas vi­gente tuvo que ser modificado. Legali­zar la participación de los comuneros no agrícolas (artesanos, mineros, pesque­ros, etc. ) respondió a una realidad exis­tente.

La óptica agrarista con que se ha en­focado la problemática comunal y su so­lución, implica, desde la perspectiva de las cooperativas comunales, que no to­dos los miembros de las comunidades campesinas pueden ser sus socios. O sea, de acuerdo a Ley, no existe la posibili­dad de que las cooperativas comunales abarquen a la Comunidad en su totalidad. Esto se contradice con el propósito le­gal del Art . 126. Inc. " A " del D. S. 240-69-AP.

3. Otro de los objetivos planteados dentro del cambio estructural de las co­munidades, fue realizar la reestructura­ción de la tenencia de la tierra comu­nal. A la fecha, sin embargo la t ierra, que es el medio de producción básica dentro de la comunidad, sigue desigual­mente distribuida entre los comuneros. Considerándose que la posesión de la tie­rra en las comunidades es la causa di­recta de conflictos y uno de los orígenes de los grupos de poder dentro de ella, se planteaba, como necesidad, una ac­ción que permitiera:

1. Limitar la propiedad comunal;

2. Prohibir la enajenación de tierras comunales, ya sea por contrato o por su­cesión hereditaria; y,

3. Recuperar las tierras comunales abandonadas y explotadas en forma in­directa por comuneros.

La implementación de una política de esta naturaleza conllevó, en las pocas co­munidades en que se aplicó, el desen­cadenamiento de una serie de proble­mas jurídicos, sociales y políticos, los mismos que eran creados y mantenidos

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comunidades campesinas ha sido motivo de división y enfrentamientos entre co­muneros. Pues si bien es cierto los ob­jetivos y fines de las cooperativas comu­nales se dirigen a hacer de la comuni­dad " . . . una unidad económica capaz de abarcar a toda la Comunidad Campesina a través de la producción en común y/o la generalización de los servicios, 5 en la práctica, han demostrado que su fun­cionamiento es independiente de la Co­munidad y que están al margen de ésta. Con su reconocimiento se institucionali­za una organización que goza de Perso­nería Jurídica y que tiene autoridades diferentes a las de la Comunidad.

Este especial modus operandi, sumado al hecho de que las cooperativas comu­nales han sido instituidas para benefi­ciar sólo a sus socios y familiares que gozan de un patrimonio (que legal y so¬cialmente corresponde a todos, como el caso de la t ierra que es cedida en uso a un reducido grupo de comuneros) gene­ra el conflicto de autoridades y por en­de de las instituciones.

En algunos casos, se ha querido solu­cionar las contradicciones derivadas de esta situación mediante el funcionamien­to de una sola directiva que represente y asuma los destinos de ambas. Más ello ha permitido, por una parte, que los di­rectivos comiencen a asumir mayormen­te las responsabilidades que competen a las acciones económicas de las cooperati­vas, defendiendo sus intereses y descui­dando las que son propias de la comu­nidad como institución y, por otro, que la Asamblea General no está constitui­da por los mismos integrantes. Se man­tiene entonces la dualidad en composi­ción e intereses sociales.

El modelo de cooperativización comu­nal actual, por otro lado, se fundamen­ta en una concepción agrarista de las comunidades campesinas. Para ser inte­grante de las cooperativas comunales, sean de producción y/o servicios, se de­be ser "agricultor" y /o "ganadero". 6 No se tiene en cuenta el abanico de activi¬

5. Decreto Supremo Nº 240-69-AP, Art . 126, Inc. "a".

6. Decreto Supremo Nº 240-69-AP, Art . 125, Inc. "b".

reestructuración de la tenencia comunal, también los comuneros que usufructua­ban pequeñas parcelas, iban a perderlas. Esta premeditada acción psicológica ge­nera una cierta oposición a la reestruc­turación de tenencia de la t ierra por par­te de aquéllos.

Los que poseen cantidades de t ierra comunal superiores a lo normal, buscan por todos los medios impedir la l imita­ción de tierras. Estos grupos se oponen a la expropiación del "sobrante", el mis­mo que se buscaba revert ir a la comuni­dad para ser trabajados comunalmente por comuneros sin t ierra. El pretexto para la oposición era que todas estas ac­ciones iban dirigidas a abolir la peque­ña conducción comunal.

La falta de claridad de las acciones, y especialmente la falta de una estrate­gia general de acción, permitió que la mayoría de comuneros, manipulados por los grupos de poder, generalmente cre­yeran que se pretendía colectivizar toda la tierra comunal. Este temor encontra­ba su referencia objetiva en la priorita­ria política de cooperativización de los fundos expropiados que ejecutaba el go­bierno.

La prohibición de herencias también generó fuerte resistencia dentro de los comuneros. El hecho de que el D. L. 17716 en su Art . 119 considerase que las tierras comunales " . . . no podrán ser enajenadas o transferidas ni por suce­sión hereditaria. En consecuencia, al fa­llecimiento del usuario, la posesión re­vertirá a la comunidad", creaba proble­mas y posibilitaba acciones de resistencia. Esto era natural, ya que la comunidad como organización no ofrecía seguridad personal y familiar, por lo que al mar­gen del dispositivo legal mencionado se seguía produciendo compras y ventas, así como las herencias de tierras. Mien­tras la comunidad no ofrezca una alter­nativa de seguridad socio-económica al comunero, se propiciará el acaparamien­to de tierras comunales por unos pocos y no se podrá reestructurar su tenencia. El artículo fue "letra muerta" en su aplicación, pero sirvió de pretexto para estigmatizar al Gobierno de comunista. Pero el argumento también fue utilizado

por el grupo de comuneros principal­mente afectado. Para referencia de es­ta singular consecuencia de la reestruc­turación de tenencia de la t ierra, se tie­ne los problemas suscitados en las Co­munidades de Andanjo de Piura, Huan¬chaco en La Libertad y Lachaqui en Lima.

Con todo, la generación de tales pro­blemas estaba prevista. Como producto de estas acciones, promovidas por los or­ganismos estatales que actuaban de acuerdo a Ley, los dirigentes de las co­munidades que iniciaron la reestructura­ción son enjuiciados y hasta encarcela­dos. La descordinación entre los Juzga­dos de Tierras y, especialmente, la falta de apoyo de las autoridades políticas y policiales a los organismos estatales en­cargados de apoyar o ejecutar la acción, debilitaron la acción de reestructura­ción. La inexistencia de dispositivos le­gales ciaros al respecto contribuyó a ello.

Igualmente, el reconocimiento legal por las autoridades competentes de una determinada propiedad a favor de la co­munidad, pero el respeto del usufructo de la parcela por quien la poseía, incre­mentó los conflictos. El dinero inverti­do por la Comunidad en estas gestiones, al f inal de cuentas no satisfacía las ex­pectativas de los comuneros. Más aún, el posesionarlo era considerado como co­munero. Este, desde tal condición, boi­coteaba permanentemente los trabajos de reestructuración que pudieran darse. Haciendo alarde de sus influencias mi­naba el espíritu comunal. Los comune­ros en la medida que estas acciones ju­diciales no tenían efecto positivo, mu­chas veces, optaban por abandonar sus requerimientos reivindicativos.

Indudablemente, estas situaciones son fruto de la inexistencia de una Ley de Comunidades Campesinas que legislara claramente al respecto.

Los grupos interesados en impedir la transformación social y económica de la comunidad —ya que muchas veces no pueden defender sus intereses en forma directa, porque de hacerlo desenmasca­rarían el verdadero motivo de su posi­ción— difunden el rumor de que con la

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ficó la política de reestructuración de te­nencia de la tierra.

El nuevo planteamiento recusa la coo¬perativización comunal y organiza la Co­munidad como unidad socio-económica.

En cuanto a la reestructuración, se desecha esta acción como cuestión funda­mental. Es a part ir de esta nueva ópti­ca organizacional de la comunidad que se considera que, para efectos de su or­ganización empresarial, ésta no necesa­riamente debe iniciarse con trabajos aso­ciativos de la t ierra. Ello no descarta que las comunidades adjudicatarias de tierras o las que se han recuperado por reivindicación, puedan explotarlas aso­ciativamente.

Sin embargo, en la mayoría de comuni­dades en las que no existe la posibili­dad de recibir tierras —por adjudicación o reivindicación— así como en comuni­dades pequeñas y carentes de tierras, el trabajo empresarial a implementar se basará en la integración de los servicios como compra y venta de in sumos, uso de maquinarias, comercialización de produc­tos agrícolas, uso racional del agua, plan de cultivo, protección fitosanitaria, etc. y/o también a través de otras activida­des económicas corno artesanías, mine­ría, etc.

El problema con este replanteamiento es que no se logró plasmar una ley que reformulara al D. L. 17718 y el Estatuto de Comunidades Campesinas. Con todo, al margen de los problemas habidos así como del marginamiento de las Comuni­dades por el Estado, en política de adju­dicaciones, crediticia, asistencia técnica, etc., debemos rescatar algunos logros, como entre otros, el inicio del trabajo de organización empresarial en cerca de 500 comunidades campesinas. 7

En otras palabras, se han iniciado tra­bajos que buscan que la Comunidad fun­cione como una unidad socio-económica. Empero, hay que señalar que la mayoría de las comunidades que se han iniciado con esta nueva política, a la fecha y—

7. Ministerio de Agricultura y Alimentación. Dirección de Comunidades Campesinas y Nativas.

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por ciertos sectores de "izquierda" para oponer los comuneros al Gobierno. Quie­nes utilizaron este artículo como bande­ra de oposición se cuidaron de señalar que aquél también se encuentra, como la mayoría de artículos referentes a comu­nidades campesinas, en la Ley 15037 pro­mulgada por Belaúnde. La diferencia se encontraba en que con Belaúnde no existió el menor interés por aplicarlo. En cambio, para el gobierno que inicia su gestión el 68, dentro del planteamiento la reestructuración comunal —por lo me­nos teóricamente— es un objetivo a lo­grar.

En otros casos, para evitar el fraccio­namiento de parcelas y teniendo en cuenta la situación de comuneros que te­nían un variado número de parcelas en diferentes partes de su comunidad o de la comunidad de su cónyuge, se trató, por todos los medios que se hicieran nuevas reparticiones. Se pretendió —al interior de la Comunidad— reubicarlos en una sola parcela. Cuando el comune­ro tenía parcelas en otras comunidades —cercanas o no— para el cumplimiento de los nuevos dispositivos legales, se in­centivó el intercambio de parcelas o que se las entregara a la comunidad propie­taria, previo pago indemnizatorio. Con esta acción, lograda en algunos casos, se desconocía el uso de la t ierra —por el comunero— en función de pisos ecológi­cos así como la costumbre de rotar el uso de las tierras para su mejor aprovecha­miento.

Finalmente, complicaba la política de reestructuración de la tenencia, el hecho de no tenerse planos catastrales de las comunidades, para cuya acción eran ne­cesarios. Realizar el levantamiento ca­tastral de cada comunidad significaba un alto costo económico. La carencia de ta­les planos impedía saber la extensión de tierras de cada comunero. Sin esta in­formación no se podía realizar limitacio­nes en la propiedad comunal.

Replanteamiento de la reestructuración del 70 y algunos logros

Posteriormente se replanteó el Mode­lo de Cooperativización inicial y se modi¬

el hecho de que a partir de su constitu­ción las comunidades no tenían que reco­nocerse por Decreto Supremo, sino sim­plemente por Resolución Directorial de nivel regional.

c. Es importante también resaltar que durante esta década —con todas sus l i ­mitaciones— se da, desde el Estado, un significativo apoyo a la organización co­munal, vía capacitación de comuneros, apoyo constante a procesos eleccionarios cada dos años, empadronamiento etc. En el aspecto técnico-empresarial, como ya hemos indicado se apoya la organización empresarial, tanto a nivel de comunida­des como a nivel de EMC, especialmen­te, en Cusco y Puno. En lo que respec­ta a aspectos técnicos productivos, prác­ticamente, no se realizan acciones de apoyo. El Ministerio de Agricultura y el Ministerio de Alimentación responsables directos de estas acciones, dedican todos sus esfuerzos a apoyar básicamente a las cooperativas agrarias y SAIS. SINAMOS, por no corresponder a sus funciones y no tener personal para estas acciones, no interviene en este campo. No está de­más señalar que con la ausencia de esta acción se descuidó una parte importante de la producción agropecuaria en el ren­glón de alimentos, dado que las comuni­dades, conjuntamente, con los pequeños y medianos propietarios, son sus princi­pales productores.

Nueva Constitución y nueva agresión a las comunidades campesinas

Dentro de la Carta Magna de 1979, con fines del presente trabajo, dos cosas nos importan. La cuestión referente a la tierra comunal, por un lado, y por otro, el futuro organizativo de la comu­nidad campesina. Nuestro interés se ex­plica porque a part ir de los artículos constitucionales, se puede prever la po­sible política que implementará el Esta­do. Como contra-parte plantearemos, a part ir de las experiencias tenidas en la últ ima década, la modificación constitu­cional, en la medida de que los actuales artículos constituyen un golpe mortal a una política de revitalización comunal.

ello es comprensible— no han logrado cohesionar todas las actividades econó­micas alrededor de la Comunidad. Al­gunos departamentos económicos, con la salvedad de que dependen del todo co­munal, mantienen independencia y auto­nomía del tipo cooperativa o granja, aun­que sin personería jurídica.

También para garantizar el desarrollo homogéneo a niveles microregionales se han constituido, vía integración de co­munidades, Empresas Multi-Comunales, las mismas que se encuentran ubicadas en los departamentos de Cusco y Puno. La Empresa Multi-Comunal surge como una respuesta al marginamiento de las comunidades por el proceso de Reforma Agraria así como de la adecuación orga­nizativa a la realidad socio-económica existente. La E. M. C. es definida como la integración de dos o más comunidades campesinas para explotar racionalmente los recursos naturales que se encuentran dentro de su ámbito terr i tor ial .

La organización empresarial de la co­munidad así como la EMC no están refe­ridas sólo a actividades agropecuarias si­no a otros tipos de actividades, las cua­les pueden ser mineras, pesqueras, arte¬sanales, etc.

Además de estos importantes logros que han llevado a redefinir una políti­ca de acción como cuestión concreta, te­nemos que:

a. Se ha logrado levantar los planos de 1, 443 comunidades campesinas o sea el 48% de las comunidades reconocidas.

Esta acción, tan necesaria, práctica­mente se encuentra paralizada desde 1978 con la desactivación del SINAMOS.

b. De aproximadamente 4, 000 comuni­dades campesinas, que se supone existen en el país, se han logrado reconocer 3, 012 (abr i l de 1980). Corresponde a la presente década, 678. El principal pro­pulsor de esta tarea fue SINAMOS. Con su constitución, ya sea por el interés de organizar Ligas, pero especialmente Em­presas Multicomunales, se aceleró el re­conocimiento legal de comunidades cam­pesinas que desde hacía años luchaban por ello. Facilitó la labor del SINAMOS

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mina el minifundio mediante planes de concentración parcelaria".

3. La política de minifundización, con­secuentemente —y parece ser lo que se pretende— limitará la organización del campesinado pobre del país. La Comu­nidad, principal ente integrador del campesinado y posible cuestionador de la política latifundista, será limitada. Los ex-comuneros divididos serán fáciles víc­timas de abusos, engaños y coacciones para usurpar sus bienes.

4. Finalmente, con la aplicación de es­ta política se generarían conflictos. La búsqueda del "beneficio de las tierras por repartir (bien escaso), generaría en¬frentamientos internos y gastos inútiles, especialmente, en juicios morosos que empobrecerán, todavía más, al comune¬ro

La posible utilización del artículo cons­titucional con fines de liquidación de las comunidades, conduciría —en contra de los intereses del país— a eliminar una unidad geo-social, que debe y puede ser­vir de base a la planificación zonal, re­gional y nacional.

En cuanto a la organización comunal, se persiste en confrontar, como alterna­tivas de solución a la problemática co­munal, el Modelo Comunal y/o la Coope¬rativización Comunal.

Ambas posiciones, como sabemos, son diametralmente opuestas y por lo tanto excluyentes. Las cooperativas comunales, de acuerdo a lo referido, se caracteri­zan por tener personería jurídica dife­rente a la de la Comunidad de origen y una estructura propia; además, por lo menos hasta ahora sólo realizan activi­dades económicas y de carácter agrope­cuario. En tanto que el modelo comunal significa que la Comunidad —con la per­sonería jurídica que posee así como con la propiedad de las tierras comunales que pertenecen a todos sus integrantes— funcione como unidad socio-económica. En otras palabras, el modelo comunal im­plica q u e los comuneros, para la mejor producción, comercialización e industria­lización de sus productos, deben realizar cohesionadamente y alrededor de la co¬

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Comenzaremos señalando, en lo que respecta a la t ierra comunal, que con la nueva Carta Constitucional después de un proceso de reforma agraria que mar­ginó, significativamente, a las comuni­dades campesinas, se pretende legalizar la liquidación de las comunidades, tal como se intentó hacerlo en los albores de la República.

La nueva Constitución, producto del in­f lujo neo-liberal de la mayoría constitu­yente, considera —a pesar del señala­miento que las tierras comunales son inalienables— que es posible su enajena­ción cuando exista " . . . interés de la co­munidad y ella sea solicitada por una mayoría de los dos tercios de los miem­bros calificados de ésta.. . " (Ar t . 163). En otras palabras, sibilinamente, se po­sibilita la liquidación de las comunida­des campesinas y el resurgimiento del sistema de latifundio a expensas de a¬quéllas.

Si se tiene en cuenta nuestra experien­cia histórica, la posible implementación de un artículo de esta naturaleza, signi­ficaría lo siguiente:

1. Insurgimiento de nuevos terrate­nientes, aprovechándose, básicamente, de las necesidades económicas de los ex­comuneros para "comprar" sus peque­ñas parcelas y después seguir un proce­so de concentración y dar origen a nue­vas haciendas o latifundios.

2. La liquidación de la Comunidad Campesina, implica contribuir a la acen­tuación del minifundio. Nos explicamos: si se parte del hecho de que las tierras son de todos los comuneros y no todos son usufructuarios, en el caso de repar­tirse aquélla, correspondería una mínima cantidad a cada comunero calificado. Una política de esta naturaleza, desde ya, problematizaría, aún más, la compleja si­tuación agraria del país. En lugar de integrar parcelas dentro de un mediano período, vía Comunidad Campesina, se propiciaría la atomización o minifundiza­ción de la t ierra. El artículo interpreta­do además es contradictorio con el Ar t . 159 de la misma Constitución que "pro­hibe el latifundio y, gradualmente, eli¬

rales existentes y reconocidas legal­mente. 8

Cabe destacar, además, lo que repre­sentan para el país en cuanto a produc­ción. El problema reside en que la mag­nitud de la producción comunal, general­mente no se percibe. Ello ocurre por­que la Comunidad no siempre es catego¬rizada como una unidad organizacional y a sus usufructuarios tiende a conside­rárseles como pequeños productores. Los comuneros, al igual que la mayoría de pequeños propietarios del país, son los productores de artículos alimenti­cios, destacándose en la producción de papas, maíz, trigo, cebada. Esto en lo que respecta a producción agrícola. En lo que se refiere a producción pecua­ria, ellas son productoras de ganado va­cuno, caprino, ovino, alpacuno, etc.

Conjuntamente con la importancia que tienen en la producción de los produc­tos agropecuarios señalados, actualmen­te, como quiera que en la Costa del país, algunas comunidades han sido adjudica¬tarias de tierras en forma significativa, hoy también son productoras de produc­tos que antes sólo estaban bajo la res­ponsabilidad de medianas y grandes ha­ciendas, como algodón, arroz y azúcar. Además, los comuneros explotan los re­cursos que tienen dentro de sus ámbitos territoriales. Sus integrantes realizan actividades relacionadas con trabajos de minería, alfarería, pesca, etc. Finalmen­te, gran parte de la artesanía nacional es realizada por comuneros.

La sustancial importancia de las comu­nidades campesinas dentro del desarro­llo socio-económico del país, nos lleva a plantear, como fruto de la experiencia del 70, una nueva posición frente a los problemas que atraviesa. Según ésta, los cambios en la Comunidad deben te­ner un carácter estructural y no mera­mente modernizante. En otras palabras, la situación actual de las Comunidades Campesinas del Perú plantea la necesi­dad de su reestructuración total, rees­tructuración que significa la transforma­ción integral de sus actividades sociales,

8. Ministerio de Agricultura y Alimentación. Dirección de Comunidades Campesinas y Nativas.

munidad, sus actividades económicas así como las del auto-gobierno. Se justifica esta perspectiva porque la Comunidad más que una simple empresa económica, es una organización social.

Sin embargo, la nueva Constitución, en su Art . 182, frente a tan controvertido problema, opta por ambas. O sea, por las cooperativas y por las empresas co­munales. Esta opción en lugar de solu­cionar un problema existente, más bien "constitucionaliza" una disputa, la mis­ma que en la práctica ha sido resuelta a favor de la organización de la comuni­dad como unidad socio-económica. Pues, si bien es cierto, que el deterioro sufri­do por las comunidades campesinas, es­pecialmente en su aspecto económico, llevó a plantear la necesidad de coope¬rativizarlas, la experiencia de cooperati­vización comunal de los últimos años, nos lleva a replantear dicho enfoque. Replantear significa en este caso, descar­tar la cooperativización como alternativa deseable para impulsar el desarrollo in­tegral de la comunidad.

¿Qué hacer?

Para determinar qué hacer ante la pro­blemática comunal, es conveniente co­nocer lo que significan actualmente pa­ra el país. Aquí no está en discusión si las comunidades campesinas mantienen o no sus características primigenias. Tampoco, si nada o escasamente algo ha cambiado con el proceso de dominación y dependencia en que viven. Lo concreto es que existen. El Estado ha reconoci­do legalmente, a la fecha, más de 3, 000 comunidades campesinas.

Sin embargo, lo más importante —y lo que justifica un apoyo estatal más significativo así como una acción más co­herente con su realidad— es que se asientan en el 14. 15% del terr i torio na­cional. Controlan el 33% de tierras de pastos naturales y el 3. 39% de tierras de cultivo. En cuanto a población, sus integrantes representan el 20% de la po­blación total y el 50% de la población rural . En lo organizativo, constituyen el 55. 3% del total de las organizaciones ru¬

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En otros términos, planteamos que la Comunidad se constituya en un "Gobier­no Local", con sus atribuciones y limita­ciones correspondientes. Implementar una política como la que estamos consi­derando, tiende —además de fortalecer a la Comunidad Campesina— a eliminar funciones competitivas y contradictorias al interior del ámbito comunal, especial­mente, con los actuales Municipios. Pa­ra el mejor cumplimiento de la consoli­dación comunal también se debe recusar la política parcelatoria y descoordinada del Estado frente a la Comunidad. Esta, para su tratamiento, debe ser vista como una sola unidad: desde los aspec­tos de gobierno, producción comerciali­zación e industrialización, hasta la asis­tencia técnica y crediticia.

Correlativamente se hace necesario, siempre a nivel Constitucional, modificar el Art . 163, eliminando el texto del ar­tículo que posibilita la enajenación de la tierra comunal. Con la vigencia del men­cionado artículo en lugar de fortalecer a la Comunidad, se facilita su destruc­ción y se potencian los enfrentamientos entre comuneros. También con fines de consolidación de la comunidad, se debe desechar la cooperativización comunal.

El planteamiento propuesto y el res­pectivo "descarte" de la cooperativiza­ción comunal, se basan en la experien­cia del proceso de reforma agraria.

La recusación a la cooperativización comunal no significa un rechazo al coo­perativismo como sistema, sino a su apli­cación a una realidad con características históricas propias. El planteamiento es­bozado, tampoco significa defender la supervivencia de las comunidades, tal co­mo hoy se encuentran, sino que lo que se pretende, es organizar un nuevo tipo de comunidad campesina, que tenga en cuenta tanto los cimientos de la deno­minada "comunidad tradicional", como las imperativas exigencias actuales.

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políticas y económicas, aprovechando la actual condición legal de las tierras co­munales y especialmente, teniendo en cuenta que los grupos sociales que las habitan, aunque no están suficientemen­te cohesionados por causas del proceso histórico colonial y capitalista que han sufrido, poseen rasgos sociales y cultura­les que pueden servir de base a los ob­jetivos propuestos.

Para lograr este ambicioso objetivo se hace necesario legislar y, fundamental­mente, apoyar desde el Estado una vigo­rosa política que tienda a consolidar a la Comunidad como unidad socio-econó­mica. Promover un desarrollo de esta naturaleza significa, por un lado, que las actividades económico-empresarial y de auto-gobierno, no deben ser excluyentes; por otro, que exista una sola represen­tación legal de la comunidad en función de su Personería Jurídica; y, finalmente como consecuencia de lo anterior, que la autoridad comunal, cualquiera que fuere, ejerza funciones de tipo económi­co-empresarial, administrativo y de go­bierno así como de servicios múltiples para toda la comunidad.

El apoyo a la constitución de comuni­dades campesinas con estas peculiarida­des, conlleva necesariamente el replan­teamiento de la Constitución del 79, a f in de que se las norme según los crite­rios siguientes:

a) Como unidades territoriales, socia­les, económicas y de gobierno, dentro de las cuales sus miembros ejercen las de­cisiones políticas y económicas basadas en el control y propiedad de los medios e instrumentos de producción, comercia­lización, industrialización y servicios; y,

b) Como institución encargada de la planificación socio-económica de su ám­bito geográfico, propiciando una políti­ca unificada y de acuerdo a las necesi­dades económicas y sociales de la región y del país.

BIBLIOGRAFIA

to Rural. Oficina de Asesoría Jurídica. Legislación sobre Reforma Agraria, Tex­to Unico Concordado del Decreto Ley Nº 17716, Leyes Ampliatorias y Cone­xas. Lima, 1974.

SINAMOS. Dirección General de Organiza­ciones Rurales. Informe Preliminar so­bre la situación problemática de las Co­munidades Campesinas. Lima, 1977.

Arce Espinoza, Elmer. "La Reestructuración Comunal y el Proceso de Reforma Agra­ria en las Comunidades Campesinas de la Costa del Departamento de Piura". Tesis de Licenciatura en Sociología, Pontificia Universidad Católica del Pe­rú. Lima. 1975.

Constitución Política del Perú. Lima. 1975. Ministerio de Agricultura. Dirección Gene­

ral de Reforma Agraria y Asentamien¬

autogestions Nº 4

Novembre 1980

PEROU 1968/80:

L'AUTOGESTION EN UNIFORME

Débat:

écologie et / ou autogestión?

Rappel:

N º 1 : Des Lip nippons (février 80)

Nº 2-3: Mouvements alternatifs et cogestions en RFA (mai 80).

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destacar que el elemento dominante de lo que hemos llamado bases doctrinarias es el ideológico. Este hecho justifica que nuestro análisis apunte particularmente a dicho componente que se caracteriza además por exigir una conducta de com­promiso y adhesión respecto a valores cuya validez y jerarquía carecen en últ i­ma instancia de justificación racional.

Considerando lo dicho anteriormente, podemos ser más específicos ahora y se­ñalar que entendemos por bases doctri­narias de la reforma educativa peruana al conjunto de afirmaciones ideológicas, filosóficas y científicas cuya validez pre­supone o postula tal reforma, de manera que ellas no son discutidas sino invoca­das para explicar y justificar todos y ca­da uno de los actos tipificados como re­formadores. Naturalmente, no es el ob­jetivo de esta exposición agotar el refe­rido conjunto sino solamente hacer clara­mente explícitas lo que, a nuestro juicio, son las afirmaciones fundamentales a partir de las cuales se puede entender las otras como derivadas. En este senti­do ha sido necesario que hagamos una elección para decidir cuál es el documen­to que más adecuadamente expresa las bases doctrinarias que nosotros investi­gamos y nos ha parecido que es la Expo­sición de motivos que precede a la Ley 19328 de Reforma de la Educación Pe­ruana, debido a que pretende ser la jus­tificación y fundamentación del mencio­nado dispositivo legal que plasma lo que realmente quedó después de alrededor de dos años de estudios, informes, discu­siones, discursos, eventos nacionales e internacionales y asesoramiento de algu­nos expertos de los organismos que dan

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INICIAREMOS esta exposición con un breve esclarecimiento termino­lógico previo. Hemos decidido u¬

sar el concepto bases doctrinarias porque consideramos que es más adecuado a nuestros propósitos que otros como ba­ses teóricas, bases filosóficas o aún ba­ses ideológicas. Desde nuestra perspecti­va, las bases doctrinarias exceden a las teorías en que estas últimas hacen refe­rencia de modo más directo a las teorías científicas disponibles en un momento histórico determinado mientras que las primeras, en lo esencial, se comportan instrumentalizando tales teorías científi­cas para la consecución de objetivos so­ciales que pueden ser inclusive ajenos a aquellos que orientaron la investigación que generó las teorías a utilizarse. Asi­mismo, las bases doctrinarias no se iden­tifican con lo puramente filosófico justa­mente porque a su lado incorporan ele­mentos científicos. Tampoco se reducen a lo ideológico entendido como el nivel de la conciencia falsa de la realidad o de la creencia encubridora porque de lo anterior se deduce claramente que inclu­yen elementos científicos y filosóficos que tomados separadamente pueden ser válidos, aunque adquieran nuevas pro­piedades al estar inscritos en el contexto doctrinario.

Sin embargo, si se define la ideología como un cuerpo de doctrina que sancio­na cuál es la concepción del mundo, de la sociedad y del hombre que debe ser aceptada, cuáles las ideas y creencias correctas, cuáles son los ideales que de­ben ser socialmente logrados y cuáles son los criterios de malo y bueno en la práctica social, entonces es necesario

SOCIALISMO Y PARTICIPACION / N» 12

Luis Piscoya / LA R E F O R M A E D U C A T I V A P E R U A N A : ¿TEORIA INEDITA?

bientes educacionales han sido muy fuer­tes tanto por su interesante contenido co­rno por las altas posiciones que ha ocu­pado su autor. Desde el punto de vista metodológico, la obra usa y recomienda el análisis de sistemas para enjuiciar las realidades educativas nacionales y sus relaciones con el contexto internacional. El objetivo fundamental es presentar un cuadro que exprese lo que Coombs llama la crisis mundial de la educación y pro­poner vías para superarla. Su desarrollo argumentativo tiende a probar que tal crisis envuelve con gravedad, aunque no en la misma medida, a los países indus­trializados y a los en desarrollo, a los ca­pitalistas y a los socialistas, de tal ma­nera que su solución radical, según este planteamiento, sólo puede encontrarse en la cooperación internacional mediante organismos como UNESCO, que deben integrar y orientar políticas educaciona­les, sin que para ello sea una limitación sustantiva la muy diferenciada organiza­ción social y política de muchos países.

Según este punto de vista, la crisis tie­ne cuatro causas • 1) el incremento de las aspiraciones populares en materia educativa; 2) la aguda escasez de recur­sos; 3) la inercia de los sistemas educa­tivos; y 4) la inercia de los sistemas so­ciales. 2 Sin embargo todas ellas pueden ser resumidas en una que puede ser for­mulada en términos del desajuste entre los sistemas educacionales y los sistemas sociales en los que se encuentran inscri­tos, el mismo que se expresa en una de­manda educativa explosivamente cre­ciente, con costos escolares cada vez ma­yores, y una incapacidad, progresivamen­te mayor, de las sociedades para poder satisfacer tal demanda con sus cada vez más escasos recursos materiales y con es­trategias y técnicas de educación que se encuentran desfasadas en más de medio siglo respecto de las que se usan abun­dantemente en otros sectores de la vida social.

Para confirmar su hipótesis, Coombs proporciona amplia información estadís­tica para mostrar cómo en los países in­dustrializados y en los en desarrollo,

asistencia técnica. Sin embargo, es ne­cesario precisar que lo precedente no significa que pensemos que lo que llama­mos bases doctrinarias se identifica con el texto de la Exposición de motivos, pues ella constituye solamente la parte explícita de las bases doctrinarias, que­dando implícitas otras, tal vez las más importantes, razón por la que nuestro análisis estará dirigido principalmente a hacerlas explícitas y someterlas a críti­ca en su condición de bases doctrinarias subyacentes a partir de las cuales se pueden comprender, como consecuen­cias, las formuladas y explicar así mejor el fenómeno de la reforma educacional peruana en su conjunto.

Algunos Antecedentes

Antes de iniciar nuestra tarea analíti­ca es pertinente señalar algunos aconte­cimientos previos a nuestra reforma edu­cativa a f in de no perder de vista la perspectiva histórica, que es necesaria en cualquier enjuiciamiento serio y rea­lista. Mencionaremos solamente tres que podrían ser los más importantes: 1) el pensamiento de Philips H. Coombs y el de sus colaboradores y seguidores de UNESCO; 2) los informes de las reunio­nes del Centro para la Investigación e Innovación de la Enseñanza de la OCDE realizadas para evaluar la educación en la década 60-70 en los países miembros; 3) el pensamiento filosófico y social en América Latina, incluyendo la doctrina social de un sector de la Iglesia Católica.

En el año de 1968 P. H. Coombs, que se había desempeñado como Secretario de Educación y Cultura de la administra­ción de Kennedy y luego como Director del Instituto Internacional para la Pla­nificación de la Educación (UPE) de UNESCO, publicó un l ibro que se ha tra­ducido como La crisis mundial de la Edu­cación, 1 cuyas repercusiones en los am¬

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2. Coombs, idem. p. 11.

1. Coombs, Ph i l ip H . : La crisis mundial de la educación, Ediciones Península, Bar­celona, 1975. Traducción de Monserrat Solanas del original en Inglés titulado The World educational crisis publicado por el autor y el Instituto de Planea­miento de la Educación de U N E S C O , 1868.

La solución coombsiana a la crisis mundial de la educación puede resumir­se muy brevemente en términos de au­mentar la eficiencia del sistema educati­vo mediante las modernizaciones siguien­tes de la administración docente; de los docentes que deben ser actualizados y reentrenados en función de los recursos que ofrece la sociedad tecno-científica; de los procesos educativos a través del uso de materiales eficaces y de bajo cos­to; del manejo de las finanzas educacio­nales incrementando racionalmente la inversión educativa a través de proyectos elaborados con el auxilio de las actuales técnicas de planificación y dirigidos prio­ritariamente a los sectores en los que su rentabilidad social sea mayor. Asimis­mo, esta solución demanda un énfasis es­pecial y un impulso sin precedentes a la educación no formal o no escolarizada que supone un aprovechamiento óptimo de los medios de comunicación de masas que nos ofrece la tecnología contempo­ránea, como la radío, la televisión, el ci­ne, los textos programados etc. 4 En bre­ve, Coombs nos insta a una moderniza­ción radical de los sistemas educaciona­les para evitar así que la crisis de la educación, dejada a su propia suerte, ponga con sus consecuencias en peligro la estabilidad de todo el sistema social. Esto últ imo fue probablemente lo que más conmovió a los diferentes gobiernos de los países en desarrollo que recibie­ron el mensaje a través de los expertos de UNESCO instalados en su múltiples oficinas nacionales y regionales de asis­tencia técnicas. No hay razón para supo­ner que nuestro gobierno no fuera espe­cialmente sensible a su llamado.

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más afectados aún por los procesos in­flacionarios, los costos educativos se in­crementan de manera vertiginosa de tal modo que no pocos de ellos tendrán que duplicar y tr ipl icar en pocos años los presupuestos educacionales sólo para po­der mantener la cobertura del sistema; no para hacerlo crecer. Pero en tanto que en los países en desarrollo hay un fuerte crecimiento demográfico, un altí­simo incremento de los que piden edu­cación y un aumento de la desocupación, frecuente en economías que inician su modernización, entonces la demanda de educación será cada vez mayor respec­to de un sistema escolar que al no cre­cer resulta cada vez más pequeño, creán­dose así una amenaza muy seria para la estabilidad de la sociedad en su con­junto.

A lo anterior debe añadirse que al es­tar la educación desfasada del sistema social, los contenidos que se enseñan en las escuelas tienden a ser obsoletos cada vez con mayor rapidez, de manera tal que el sistema escolar no forma justa­mente el tipo de profesional que exigen las necesidades de la nueva sociedad tec¬nocientífica. Consecuentemente los siste­mas educacionales están actuando inefi­cientemente y de modo irracional porque están desperdiciando los recursos mate­riales que son progresivamente escasos.

El panorama ofrecido por Coombs es ciertamente alarmante y así lo pensó mu­cha gente que bajo los auspicios del pre­sidente L. B. Johnson asistió a una con­ferencia internacional en Williamsburg, Virginia (1967), en la que la versión iné­dita del l ibro comentado fue presentada como documento de trabajo. Las conclu­siones de esta reunión en lo fundamental acogieron la estrategia propuesta por Coombs para superar la crisis y ellas de­linearon lo que sería la política de UNES­CO en sus planes de asistencia técnica para la década 70-80. *

* Poco tiempo después y dentro de la at­mósfera creada por La crisis mundial de la Educación, U N E S C O nombró una co­misión de expertos para que estudien la situación educativa en el mundo. El pre­sidente de esta comisión fue Edgar Fau¬re, quien también ha sido director del

Instituto Internacional para la Planifica­ción de la Educación. Sus opiniones sobre el humanismo de la reforma educativa pe­ruana fueron profusamente citadas en nuestro medio y su informe se ha publi­cado como un libro bajo el título Apren­der a ser 3, el mismo que en su diagnóstico de la situación educativa mundial y en las estrategias a seguirse coincide básicamen­te con Coombs.

3. Faure, Edkar; Aprender a ser, Alianza Universidad.

4. Coombs, ídem. p. 251.

No es necesario para nuestros propó­sitos hacer una crítica detallada a las te­sis de Coombs que ya han sido efectua­das incluso por especialistas norteameri­canos en economía como Martín Carnoy de la Universidad de Stanford. 7 Sin em­bargo será suficiente indicar globalmen¬te que él parece estar más interesado en la defensa del actual sistema econó­mico internacional que en atacar la cri­sis de la educación que describe. La so­lución f inal desde su ángulo descansa f i ­nalmente en la cooperación internacio­nal que, cuando se trata de países en de­sarrollo, se llama ayuda porque, desde su óptica, éstos son los que tienen poco que dar y mucho que recibir. El presu­pone como un hecho natural, y muy com­patible con su posición neo-liberal, que hay países ricos y países pobres y que estos dos fenómenos son independientes o que no hay relación estructural alguna entre ellos. Coombs, y en esto lo acom­paña Faure, prefiere ignorar algo que conocidos economistas como Sweezy**

Este breve comentario sería incomple­to si no pusiéramos de relieve que en relación con los países en desarrollo Coombs es particularmente enfático res­pecto a la necesidad perentoria de apo­yar preferentemente programas de en­señanza no escolarizada aprovechando lo que la tecnología puede ofrecer para la educación de las masas. El argumento es que estos países son los que menos re­cursos tienen y los más agobiados por la inflación que incide en que los costos escolares aumenten más rápidamente. Luego, la interrogante crítica es: ¿cómo va a pagar más el que tiene menos? La respuesta dada es que hay que cambiar radicalmente de estrategia, es imposter­gable crear formas de educación que no sean las escolares por ser éstas muy cos­tosas. Es imprescindible quitar a la es­cuela el monopolio de la educación y sa­car a ésta fuera de sus muros. La es­cuela fue buena para dar educación a las élites pero ahora que los tiempos exigen dar educación a las masas, enton­ces hay que descolarizar la educación y convertirla en un bien impartido por to­da la sociedad a través de los canales informales como la televisión, la radio, etc. que nos ofrece la sociedad tecno¬científica. *

100'

tro Superior de Perfeccionamiento Ma­gisterial del Ministerio de Educación del Perú, serie Documentos de Traba­jo, L i m a 1972.

6. Il l ich, I. y Freiré, Pablo; Mesa redonda, publicada en la Revista Educación del Ministerio de Educación del Perú, nú­mero 7, L ima , 1971. V e r la primera in­tervención de Il l ich. Un punto de vis­ta compatible con el anterior es el que sostiene " L a permanencia del sistema escolar actual puede muy bien fomen­tar el fascismo latinoamericano" (Illich, idem. p. 33).

7. Carnoy, Martín; La educación y la ideo­logía de ¡a eficiencia, reimpreso por el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo de la Educación (INIDE), L ima , 1978. Se usó como documento de trabajo en el VIII Curso Multinacional de Planeamiento de la Educación aus­piciado por la O E A .

** Al respecto Sweezy y Baran afirman "la inversión directa, lejos de desarrollar países subdesarrollados, es un dispositi­vo de los más eficientes para transferir la riqueza de los países pobre a los opu­lentos y al mismo tiempo permitir que éstos aumenten su control sobre la eco­nomía de los pobres". (Ver el trabajo de dichos autores titulado Notas sobre la teoría del imperialismo, Monthly Re¬view, Versión castellana hecha en Bue­nos Aires, 1966).

* Con argumentos en esencia similares un autor que pretende tener ideas muy ico­noclastas en relación con el actual siste­ma internacional y sus ingredientes des­humanizantes, Ivan Il l ich, llega a la mis­ma conclusión en su ensayo La escuela, esa vieja y gorda vaca sagrada 5. Por aña­didura, de manera que tiene visos de en­cubridora de desequilibrios estructurales profundos, en otros documentos afirma que el enemigo más peligroso de la libe­ración de nuestros pueblos es la escola¬rización y no el imperialismo y que la mejor estrategia revolucionaria es la de¬sescolarización6. No es este el lugar pa­ra analizar en sus consecuencias este de­sorientador punto de vista, pero nos ha parecido importante señalar, por ahora, sus coincidencias con la solución de Coombs. Ellas tal vez permiten compren­der las relaciones cercanas que Il l ich ha guardado con U N E S C O y el hecho de que él y Faure, un coombsiano, hayan encomiado con igual entusiasmo nuestra reforma educativa.

5. Il l ich, Iván; La escuela, esa vieja y gor­da vaca sagrada, publicado por el Cen¬

formes de estos seminarios están publi­cados en español 8 y ellos proporcionan una información muy interesante en la medida que las discusiones ocurrieron en el período previo a la dación de nuestra Ley General de Educación y que los ex­pertos de UNESCO que halagaron nues­tros planes de reformas tienen estrechos contactos con el CERI.

El primer elemento interesante es que muchos de ios países de la OCDE habían iniciado reformas educativas alrededor del año 60, habiendo estado en. funcio­namiento por ejemplo un plan integral para la educación en California como el que fue diseñado por quien fuera Rector de Berkeley, Clark Kerr, de tal manera que ellos estaban evaluando una expe­riencia que recién se iniciaba, de modo casi generalizado, en América Latina, evidentemente, con enormes variantes.

Entre las conclusiones y propuestas que se hicieron cabe destacar la necesidad de proceder a desarrollar planes para capacitar y reentrenar a los docentes a f in de vencer su "innata oposición al cambio" y para hacerles entender las virtudes del enfoque sistemático en la confección del curriculum, en la evalua­ción y en el proceso mismo de enseñan­za aprendizaje. También se destaca la necesidad de modernizar la administra­ción y la planificación con la ayuda del mencionado enfoque.

Otra conclusión, digna de mención, es que se recomendó a los gobiernos la creación de organismos de investigación, planificación y reforma de la educación, los que debían establecerse tanto a nivel nacional como regional. Se evaluó algu­nos de ios ya existentes entre los miem¬

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señalan, y es que no se puede explicar el progresivo enriquecimiento de los paí­ses desarrollados con independencia del creciente empobrecimiento de los países en desarrollo. Prefiere también omit ir lo que para muchos economistas serios pare­ce evidente, inclusive para algunos de escuelas de negocios tan liberales como la de Stanford, esto es que la ayuda f i ­nanciera es un mito que no resiste el menor análisis, pues la rentabilidad de los capitales es mayor en ios países en desarrollo1 que en los desarrollados y, probablemente, lo será así todavía por mucho tiempo. La ayuda financiera a largo plazo ha significado un mayor em­pobrecimiento de los "ayudados" y eso no lo ignoran Coombs ni sus epígonos. Simplemente lo callan porque su objeti­vo no es atacar los genuinos males del actual sistema, internacional sino mante­ner a éste, dicho esto en palabras gra­tas a la metodología que preconiza, se trata de optimizar la retroalimentación del sistema (el feed back).

Como puede comprenderse, hemos da­do un lugar especial al autor menciona­do porque sus puntos de vista, debido a las altas posiciones que ha ocupado en organismos internacionales y en Estados Unidos, permiten entender, como vere­mos luego, el condicionamiento ideológi­co de nuestra reforma y el sentido de la ayuda financiera para su implemen¬tación.

En 1968 los países miembros de la OCDE crearon el Centro para la Investi­gación e Innovación de la Enseñanza (CERI) cuyos objetivos principales eran promover la investigación educacional, planear y apoyar el establecimiento de experimentos piloto y promover la coo­peración entre los países miembros. Este centro entre ios años 1970 y 1971 pro­pició cuatro importantes seminarios en Al lerton Park ( I l l inois) , en Kassell, Pa­rís y Leiden. cuya temática fue la eva­luación de lo que había ocurrido con los sistemas educativos en la década 60-70 y la elaboración de previsiones para la década que se inicia el 80. Asimismo se formularon sugerencias para introducir reajustes en los planes de la década 70-80 que ya estaban en ejecución. Los in¬

8. Centro para la Investigación e Innova­ción de la Enseñanza; Curriculum y téc­nicas de Educación. Marymar, Buenos Aires, 1972. Edición auspiciada por la A I D . El curriculum para 1980, Marymar, Bue­nos Aires, 1972. Ed . auspicida por la A I D . Curr iculum y dirección de Institutos de enseñanza Superior, Marymar, Buenos Aires, 192. Ed . auspiciado por la A I D . Desarrollo del curriculum, Marymar, Buenos Aires, 1972. Edición auspiciada por la A I D .

embargo desarrollaron una línea de in­vestigación distinta a lo que estaba en la mira del CERI y del UPE. Lo pecu­l iar de este pensamiento sociológico, re­presentado entre otros por Vasconi, Qui¬jano y T. Dos Santos es que ha utiliza­do para describir y explicar los fenóme­nos sociales un marco teórico cuyos con­ceptos básicos son de claro origen mar¬xista. Esto sucede con conceptos como ios de dependencia, clase social, contra­dicciones sociales, estructura y superes­tructura, ideología y también, aunque en menor medida, el concepto de alinea­ción. 1 0 Ellos han sido utilizados para formular hipótesis contrastables median­te investigaciones empíricas, las mismas que han puesto en evidencia, a través de indicadores matemáticamente expre¬sables, relaciones sociales claramente in­justas e inhumanas, que fueron ignora­das por las limitaciones teoréticas de los estudios realizados dentro del estructu­ral funcionalismo ortodoxo.

La operacionalización de ios conceptos marxistas significa una redefinición que entraña ciertas limitaciones, sin embar­go la imagen de América Latina en sus relaciones con los centros hegemónicos del capitalismo internacional, que han brindado estos sociólogos, ha sido per­cibida por los diferentes círculos espe­cializados como más ajustadas a la reali­dad que la aportada por los enfoques neoliberales. Asimismo, el hecho de que estos investigadores trabajasen en orga­nismos internacionales o muy cerca de ellos facilitó que sus puntos de vista sean escuchados por los sectores menos conservadores de los gobiernos latino­americanos.

El pensamiento filosófico latinoameri­cano relevante para nuestro tema está constituido por la tesis de A. Salazar Bon¬dy y Paulo Freiré, las mismas que fue­ron desarrolladas y expuestas en una cierta correspondencia con el pensamien¬

bros de OCDE pero se remarcó la urgen­cia de proponer modelos organizaciona¬les más satisfactorios. Asimismo, en vis­ta de la necesidad de desarrollar la edu­cación, deberían crearse organismos es­pecíficamente dentro de esta óptica.9 El interés en estos organismos fue tal que se propusieron organigramas, los mismos que tienen un parecido innegable con los de algunos organismos que se crearon en el sector educación después de la dación de la ley de reforma. Esta semejanza puede ser explicada mejor que por la coincidencia azarosa por la presencia de los expertos internacionales que asesora­ron la creación de dichas instituciones.

Se recomendó también con gran énfa­sis el uso de la tecnología educativa pa­ra la formulación de diseños de sistemas de aprendizaje y se sugirió l igar la pro­ducción de éstos a la industria y al co­mercio, introduciéndose además normas de control de calidad que garanticen su eficiencia antes de que su uso se genera­lice. Además, en el campo de la economía educativa, se consejó impulsar estudios de análisis de las relaciones costo-bene­ficio y costo-eficacia, que se inscriben dentro de la tesis conocida como del ca­pital humano, para así tecnificar más la planificación presupuestaria en educa­ción. De otra parte, apoyados en la ex­periencia de la década 60-70 se expre­só la convicción de los asistentes al se­minario (Kassell, 1970) de que ninguna reforma educativa puede tener éxito si no cuenta con el apoyo voluntario de los docentes y si es que éstos no poseen ios conocimientos y las actitudes necesarias.

El tercer antecedente que hemos indi­cado tiene una fuente en el pensamien­to sociológico latinoamericano que en cierto grado se concentró en Chile alre­dedor de CEPAL, del Centro de Estudios Socio-económicos de la Universidad de Chile y de la Oficina Regional de UNES­CO. El fenómeno peculiar producido en Latinoamérica es que a pesar de que las investigaciones realizadas no fueron aje­nas al financiamiento internacional, sin

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9. Al respecto puede leerse todo el capí­tulo VI de Curriculum y técnicas de Educación, p. 87.

10. En esta línea está el trabajo de Tomás A. Vasconi, Educación y cambio social. Centro de Estudios Socioeconómicos, Universidad de Chile, Santiago, 1967. También varios artículos de la antolo­gía titulada Dominación y subdesarro¬llo, M I D E , Lima, 1975.

to sociológico de la tendencia antes des­crita. La influencia de Freiré en los in­vestigadores de Chile parece acusada. Su pensamiento es una especie de fusión de conceptos marxistas, cristianos y otros provenientes de las filosofías de Scheler y Marcel. Hasta qué punto este esfuer­zo está bien logrado desde el punto de vista filosófico es algo que no compete discutir en este artículo. Lo interesante ahora es señalar algunas tesis y ciertos conceptos cuyas repercusiones son inne­gables. Probablemente una de las afir­maciones más importantes es la que con­cibe a la educación como una empresa eminentemente política cuya misión de­be ser la liberación del hombre de la opresión y de la explotación. 11 Educa­ción y liberación son elementos del mis­mo proceso, pero como esa no es la esencia de la educación latinoamerica­na, que está al servicio de la domina­ción que ejercen unos pocos sobre las masas oprimidas, entonces es necesario hacer la revolución, que en gran medida consiste en devolverle a la educación su ser más propio que es el de ser una ac­ción liberadora. Y sólo es así cuando rea­liza la concientización que no es otra co­sa que la superación de la alineación, es­to es, la adquisición de una conciencia lúcida de la realidad que ha sido falsea­da por la ideología del dominador.

La vertiente del pensamiento de A. Salazar que es importante como antece­dente, es la que podría calificarse como su filosofía de la educación y de la cul­tura. Salazar usando el concepto de alienación describe nuestra cultura y nuestra educación como inauténticas y generadoras de alienación, por condicio­narnos hacia una conducta imitativa de los valores e ideales de vida de los cen­tros de poder económico que de esta ma­nera ejercen, además, hegemonía cultu­ral . Esta inautenticidad significa la ne­

gación de nuestro ser nacional y nos con­vierte en reforzadores de nuestro enca­denamiento económico. Salazar propuso en múltiples artículos y ensayos romper con la dependencia económica para po­der eliminar la cultura de la dominación y lograr la desalienación. Luego, bajo la influencia de Freiré, señaló que el pa­so revolucionario inicial era la concienti­zación. 1 2

El pensamiento social de un sector de la iglesia católica se hizo sentir a través de las tesis que fundamentaron la nece­sidad de que la Iglesia tome partido, en una sociedad caracterizada por la injus­ticia y la explotación, al lado de los po­bres y oprimidos en sus justas luchas pa­ra lograr su liberación. El sacerdote pe­ruano Gustavo Gutiérrez, 23 uno de los teóricos latinoamericanos más conocidos de la llamada Teología de la liberación, ha dejado sentir su influencia en círcu­los sacerdotales muy activos pero deci­didamente minoritarios hasta la actuali­dad.

Análisis de las bases doctrinarias

Iniciaremos esta sección destacando que los antecedentes brevemente descri­tos nos permitirán identificar, de mane­ra particular, las fuentes de las bases doctrinarias subyacentes de nuestra re­forma educacional. De esta suerte se hará explícito un componente que permi­t i rá entender la estructura antinómica de la justificación y fundamentación de la llamada Ley General de Educación.

Es muy probable que A. Salazar, prin­cipal inspirador de la Exposición de mo­tivos, en su calidad de hombre sensible

12. Salazar Bondy, Augusto; La cultura de la d o m i n a c i ó n en la colección Perú Pro­blema del Instituto de Estudios Perua­nos, Moncloa - Campodónico Editores, Número 1, L ima , 1969. ¿Qué cosa es concientización? y otros escritos sobre el tema pueden verse en Textual, Revista del Instituto Nacional de Cultura, Número 9, L ima, 1974. Este número está dedicado íntegramente a A. S. B. con ocasión de su temprana de­saparición.

13. Gutiérrez, Gustavo; T e o l o g í a de la libe­r a c i ó n , Ed . Universitaria S. A . , L ima , 1971.

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11. Freiré, Paulo; Pedagogía del oprimido, Retablo del papel Ediciones, INEDE, L ima . Una pedagogía para los oprimidos, tex­to de una conversación con Paulo Frei ­ré con un reportero de la revista Risk del Consejo Mundial de las Iglesias. Está reproducida en Educación, número 5, L ima , 1971. p. 12.

a la inconsistencia y a la debilidad de una argumentación, haya advertido el carácter paradojal del documento doctri­nario que en gran medida redactó, pero en un momento político en el que a su juicio se imponía tomar decisiones, tal vez creyó que era necesario avanzar, aunque sea de manera mediatizada, mien­tras las circunstancias no cambiaran más radicalmente.

La tesis que defenderemos en lo que sigue pueda ser formulada en los siguien­tes términos: las bases doctrinarias de la Reforma Educativa Peruana, expresa­das a través de la Exposición de motivos, acusan una debilidad que hace impracti­cable su operacionalización en acciones coherentes y que se apoyen recíproca­mente. Esta debilidad consiste en que tratan de armonizar principios ideológi­cos antagónicos como son aquellos socia­lizantes y humanistas inspirados en el pensamiento sociológico y filosófico la­tinoamericano con aquellos neolibera­les defendidos por el pensamiento de Coombs y por un amplio sector de ex­pertos internacionales del UPE y del CERI.

Para describir un cuerpo doctrinario de estructura inconsistente o antinómica, como la hemos llamado antes, es indis­pensable presentar a los componentes que configuran la antinomia o contradic­ción. Es del caso aclarar previamente que aquí no estamos usando rigurosamen­te la palabra antinomia ni la palabra pa­radoja en el sentido técnico en que los lógicos matemáticos definirían paradojas clásicas como las de Epiménides, Russell, Burali, Fort i , etc. Ese tipo de definicio­nes son posibles sólo en contextos pura­mente formales que difieren de nuestro caso. En esta exposición la antinomia configura la afirmación simultánea de dos principios doctrinarios básicos in­compatibles entre sí.

El componente que ha sido más resal­tado y halagado en nuestra Reforma de la Educación ha sido el humanista. Sin embargo, en la casi totalidad de los ca­sos, este calificativo, afirmado frecuente­mente con posturas altisonantes, no ha sido la consecuencia ele un análisis y de

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una argumentación consistente sino más bien ha surgido como una postulación o una evidencia que simplemente debía ser aceptada, al modo como lo es el quin­to postulado de Eucides, con la diferen­cia que quienes cumplen en este caso la función de Euclides son principalmente los expertos nacionales e internaciona­les, cuyas palabras tienden a adquirir re­sonancia y valor social no por la verdad que encierran sino por el alto rango de quienes las pronuncian.

Lo anterior no significa que sostenga­mos que en los fundamentos de la Re­forma de la Educación no existen ele­mentos humanistas. Lo que afirmamos, y probamos a continuación, es que tales elementos existen pero no son lo sufi­cientemente definidos y fuertes, dentro de las bases doctrinarias, como para cons­t i tu i r su nota dominante y tipificadora. De otro lado, tampoco debe pensarse que reconocemos necesariamente como humanistas elementos que han sido no­vedosamente señalados como tales. *

Seguramente el elemento doctrinario de carácter humanista más significativo

* Por ejemplo, Ivan Il l ich en una mesa re­donda en la que en lugar de argumen­tar, apoyado en su imagen de experto in­ternacional, lanzó diatribas contra la es­cuela, dijo luego que ese era el lengua­je del humanismo y del cristianismo, su­poniendo de este modo que la desescola¬rización, de la que concedió ser su "pro­feta", era un elemento esencialmente hu­manista y cristiano. De este modo lo que él reconocía de humanista inédito y va­liente en la Reforma Educativa era que in­tente la desescolarización, como si igno­rara que ese era, desde ya hacía algunos años, el clamor del neoliberal Coombs, convertido en política oficial de U N E S ­CO, que ya dejaba sentir sus ecos en nuestro medio. Hacer aparecer la deses­colarización como un elemento revolucio­nario, humanista y cristiano es un "mé­rito" de I l l ich que un sector de U N E S C O le reconoció con gran entusiasmo y que, con los poderosos medios a su alcance, propició que sea aplaudido por los su­puestos gobiernos humanistas. El peso que la visita de I l l ich tuvo sobre nuestra Reforma, así como la de Freiré, puede ser conjeturado si se considera que fue­ron lo suficientemente oportunos como para llegar justo en momentos en que se debatía el proyecto de la Ley 19326.

de la Reforma Educativa es la manera como juegan tres conceptos en su parte filosófica e ideológica. Estos conceptos son los de persona, trabajo y concienti¬zación. El concepto de persona, de cla­ra inspiración Scheleriana, inclusive en lo que tiene de cristiano, pues como es sabido Max Scheler fue católico durante gran parte de su vida, se caracteriza por reconocer en ella una instancia autóno­ma, con fines inmanentes y trascenden­tes, y con derecho soberano para deci­dir su destino. Esta persona, que está concebida de manera subyacente básica­mente como una unidad de actos, es au­tónoma porque es l ibre, con lo cual se está insistiendo en libertad como una cua­lidad intrínseca y esencial sin la que el ser humano se convierte en un medio y no en un f in en sí mismo. Esta concep­ción de persona le permite a la ley de educación rechazar, a nivel eminente­mente declarativo, la manipulación y la instrumentalización de unos hombres por otros

La concepción del trabajo como la ac­tividad esencial y definitoria a través de la cual la persona humana ejercita su libertad es otro elemento humanista de la Reforma Educativa cuyo origen es in­dudablemente marxista. Su justificación filosófica plena se remonta a uno de los Manuscritos económicos-filosóficos titula­do El trabajo enajenado. 1 4 Ciertamente, considerando el antimarxismo y antico­munismo que en última instancia anima a los neoliberalismos de todos los pela­jes, tanto los expertos nacionales como los internacionales se cuidaron mucho de no destacar este elemento del llamado humanismo marxista en la ley peruana. Ello también era peligroso aún carecien­do de implicaciones prácticas, por los es­tereotipos con que responden a los con­ceptos marxistas quienes no los entien­den pero tienen el poder de decisión.

El rescatar para el trabajo la condi­ción de actividad humana esencial y el

rechazar su reducción a la condición de mercancía y medio a través del cual se encadena al hombre y se liquida su l i ­bertad, es un elemento que tiene impli­cancias que justifican el cambio, pues el trabajo concebido fuera de la enajena­ción sólo es posible en una sociedad en la cual la alienación humana haya sido superada y en la que no predominen las leyes del mercado que le f i jan un pre­cio, a la más noble actividad humana, en función de la ley de la oferta y de la demanda.

La concepción del hombre como un ser histórico que construye su vida libre­mente en el trabajo y por el trabajo también obliga a las bases doctrinarias de la Reforma Educativa a rechazar el sistema económico y social imperante, ca­racterizado por injusticias que tienen concreción en el hecho de que unos po­cos disfrutan de privilegios mientras que las mayorías se encuentran marginadas de las más elementales condiciones de vi­da sin ninguna capacidad real de elec­ción. En este aspecto es importante en¬fatizar que los teóricos de la reforma se cuidaron mediante sutilezas de declarar explícita y claramente que la estructura económica y social del país se encuen­tra inscrita dentro del sistema capitalis­ta internacional y que las llamadas injus­ticias o, más eufemísticamente, "desequi­l ibr ios" son realmente relaciones de ex­plotación del hombre por el hombre que ejerce el imperialismo, a través de la clase dominante, sobre las mayorías opri­midas.

El concepto de clase social, que hoy es patrimonio de la sociología y de la eco­nomía de casi todas las tendencias, tam­bién fue silenciado para evitar tener que hacer referencias a los permanentes con­flictos sociales que se producen entre ex­plotadores y explotados. De este modo los llamados ideólogos peruanos de la Ley General de Educación observaron fielmente una prohibición no escrita pe­ro muy efectiva que sancionaba que en el Perú oficialmente no existen clases so­ciales. Esto no era ni es conveniente pa­ra quienes teniendo todos los privilegios querían convencer a las mayorías que se estaba produciendo una revolución que

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14. Marx, K a r l ; El trabajo enajenado en Manuscritos económicos-filosóficos de K a r l Marx publicado por Er ich Fromm en su libro Marx y su concepto del hombre, Fondo de Cultura Económica, Breviarios, México, 1962.

comprometía y favorecía igualmente a to­dos los peruanos pretendiendo así que las minorías dominantes tenían el mismo interés que las masas marginadas en cambiar de raíz la situación del país.

Ciertamente el silenciamiento de un marco realista que le diera sentido ope­rativo a ciertos elementos humanistas no fue ni casual ni deseo personal de los su­puestos ideólogos. Simplemente tenían que ceder frente a las condiciones de los representantes de las instituciones que efectivamente detentan el poder y avenirse a presentar un humanismo mu­tilado que le deje espacio suficiente al componente neoliberal que no necesita­ba mayor justificación doctrinaria explí­cita sino un principio fundamental para, a part ir de él, a nivel operativo, en los artículos específicos de la ley, establecer el mantenimiento del sistema educativo y del sistema social, introduciendo los reajustes que las necesidades de equili­br io del sistema demandaban.

El tercer elemento humanista, expre­sado por el concepto de concientización tampoco puede ocultar su origen mar¬xista. Sólo a las gentes con una forma­ción muy superficial se les podía hacer creer que era un concepto debido ínte­gramente al experto del Consejo Mun­dial de Iglesias Paulo Freiré. Y es que aunque este concepto haya sido usado para hacer referencia al logro de una conciencia lúcida respecto de la reali­dad y de una capacidad de crítica, ocu­rre que su sentido más relevante es el de la desideologización en un sentido compatible con las tesis marxistas de La ideología alemana. 15 La concientización sólo tiene sentido si se reconoce que existe una ideología de los dominadores que consiste básicamente en una concep­ción tergiversada de la realidad de tal modo que parezcan naturales las rela­ciones inhumanas que son producto de una circunstancia histórica específica. La concientización, pues, cobra vida como un ejercicio para romper esta especie de velo encubridor que impide que las

masas capten la realidad en su plena desnudez y de esta suerte cobren plena conciencia de su situación de oprimidas y luchen por su liberación.

Naturalmente, los propósitos concien¬tizadores de la ley de Reforma de la Educación constituyeron la mayor preo­cupación de los sectores conservadores del país, de ciertos expertos y del pro­pio equipo burocrático ligado a la imple¬mentación de la Reforma de la Educa­ción. Era difíci l mediatizar en la prác­tica las acciones de, por ejemplo, los al¬fabetizadores de la operación ALFIN, 1 6

quienes para explicar y justif icar su me­todología de la enseñanza de la lectura y de la escritura mediante el concepto de concientización tenían que pasar por encima de la prohibición oficial de ha­blar de clases sociales, de lucha de cla­ses y de ideología de la clase dominan­te para mantener sus privilegios. La cuestión fue más crucial todavía si se piensa que el analfabetismo se encuen­tra justamente en los sectores campesi­nos cuya capacidad de movilización so­cial ha sido uno de los fenómenos más importantes en las luchas populares de nuestro siglo en el Perú. En efecto AL¬FIN significó tal vez la desviación más importante de las normas UNESCO que casi oficialmente privilegian la metodolo­gía conocida como la alfabetización fun­cional. El precio de esta desviación es conocido. Fue una de las primeras ac­ciones que canceló totalmente el gobier­no de la segunda fase con el aplauso presumible de algunos expertos, aunque ya durante la primera fase la reducción de su presupuesto fue progresiva. Tam­poco hay que desestimar la eficacia de quienes desde su primer momento buro¬cratizaron el proyecto para no perder el control de un plan que podía reba­zar sus previsiones.

Asimismo, no han faltado quienes vie­ron en la concientización un mecanismo

18. Sobre la orientación que se dio a la al­fabetización puede leerse el número 11 de Educación (1974) dedicado a expo­ner la alfabetización integral, basada en el método psicosocial de Freiré, en contraste con la alfabetización funcio­nal auspiciada por U N E S C O .

15. Marx y Engels, F.; La ¡ideología alema­na, Ediciones Pueblos Unidos, Montevi­deo, 1971.

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de manipulación y adoctrinamiento. Sin embargo, ese no es el sentido usado en la ley de Reforma de la Educación que es fundamentalmente anti-ideológico. La debilidad radica en su mediatización pa­ra hacerle sitio suficiente al componen­te neoliberal.

Evidentemente, la presencia de con­ceptos de origen marxista en las bases doctrinarias de la Reforma Educativa pe­ruana parecería un tanto azarosa si se omite como marco teórico las repercu­siones del pensamiento sociológico y f i ­losófico latinoamericano que hemos des­crito en la sección precedente. De otra parte, no puede negarse que algunos de los exponentes de ese pensamiento tu­vieron ocasión de participar en algunos diálogos y debates preparatorios de la Ley general de educación y que A. Sa­lazar Bondy, cuya influencia filosófica en el Perú y en Latinoamérica es muy perceptible, dirigió la redacción del pro­yecto de la ley 19326 y la implementa¬ción de ella, casi hasta que la muerte lo sorprendiera.

El componente neoliberal, que al opo­nerse nítidamente al anterior configura la otra parte de la antinomia doctrina­r ia, está constituido por la declaración enfática de que la ley garantiza plena­mente el principio de libertad de edu­cación 17 para no caer en los vicios de la educación tradicional que son el "es­tatismo autoritario" y el "privatismo dis¬criminador". De esta manera se mete dentro del mismo costal, como si fueran igualmente perniciosas, dos formas de organizar la educación que históricamen­te corresponden a etapas muy diferen­ciadas y cuyos efectos son polarmente distintos en la mayoría de los casos. Por ejemplo, con la expresión "estatis­mo autoritario" se puede aludir un tan­to oblicuamente a un sistema educativo como el soviético cuya eficacia social y

17. El artículo 5? de la Ley General de Edu­cación (D. L. 18326), Sección primera, Disposiciones Fundamentales (el subra­yado es nuestro) dice a la letra " E l es­tado garantiza la libertad de educación que implica el derecho de todos a edu­car y a elegir la forma de educarse, in­dividualmente o en asociación con otros, dentro de las prescripciones de la ley".

capacidad de producción científica no hace falta resaltar, pues inclusive Coombs reconoce reiteradamente este hecho.

El lugar que ocupa el principio de l i ­bertad de educación dentro de las ba­ses doctrinarias analizadas es el mismo que ocupa el de la l ibertad de empre­sa en una explicación y justificación doc­trinaria de corte neoliberal del actual sistema económico internacional, reinan­te en occidente. De esta manera la l i ­bertad de educación no constituye otra cosa que la particularización de un prin­cipio más general que el liberalismo lo considera inherente a la naturaleza hu­mana. De esta manera puede entender­se que así como no es posible realizar cambio económico en la estructura vi­gente si se mantiene como inconmovible el principio de la l ibre empresa, tampo­co se puede modificar sustancialmente el sistema educacional si se mantiene como una norma eterna e indiscutible el principio de libertad de educación.

Al neoliberalismo no le hizo falta dis­cutir los elementos humanistas de la ley. Le fue suficiente hacerle un espacio adecuado a su principio fundamental pa­ra así configurar una antinomia doctri­naria que no podía tener efectos opera­tivos concluyentes. Consecuentemente lo que en el nivel doctrinario era parado¬jal , en la práctica carecía de relevan­cia porque se mantenía intocada la fun­ción fundamental del sistema que es su capacidad de discriminar, al amparo de la libertad de elección educativa, a las mayorías explotadas de las minorías pri­vilegiadas, dándoles a las primeras el entrenamiento necesario para que aprendan a respetar las jerarquías so­ciales y aceptar como de su responsabi­lidad su condición de pauperización, y a las segundas el entrenamiento ade­cuado para garantizar la perpetuación de los "naturales" privilegios que les le­gan sus padres. Para los pobres, edu­cación de mala calidad en escuelas pú­blicas con presupuestos que no permiten contar con las más elementales condi­ciones materiales para la enseñanza; pa­ra los ricos educación de buena calidad en colegios privados que ellos pueden

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samientos aparentemente tan disímiles como Coombs e I l l ich contribuyen con eficacia parecida a la conservación del statu quo. También se comprende que la Exposición de motivos haya dedicado hasta tres secciones a las diversas posi­bilidades de la educación desescolariza¬da porque de esta forma, que pretendió ser inédita, se estaba prestando apoyo indirecto a uno de los puntos nodales de la ideología neoliberal y se estaban echando las bases para que cuando lle­gue la ayuda financiera, como de hecho ha ocurrido en los últimos ocho años, ésta esté destinada a formas de educa­ción informal y a modernización tecnoló­gica en administración, planeamiento, etc. pero sin mermar absolutamente la capacidad discriminadora del sistema educativo para apoyar las hondas des­igualdades sociales que la dinámica de nuestro sistema social exige para su su­pervivencia.

Por añadidura, el énfasis en la mo­dernización del sistema educativo me­diante la tecnología educativa, propicia­da también por la ayuda financiera de la OEA, ha facilitado que la Reforma de la Educación, que en sus documentos ini­ciales fuera concebida como un cambio sustantivo en la política educativa del país, haya devenido en un mero proce­so de modernización del sistema educa­tivo en el que los elementos tecnológi­cos no dejaron lugar significativo a los elementos humanistas que, víctimas de las mediatizaciones doctrinarias, en la práctica no tuvieron ningún efecto.

Es importante recalcar que la función mediatizadora que han cumplido en el caso peruano los planteamientos susten­tadores de la educación informal o deses¬colarizada no implica necesariamente que estos medios sean en sí mismos negati­vos. En otros contextos podrían funcio­nar bien y de hecho ha ocurrido así pe­ro no como factores de sustitución del sistema escolar ni como elementos en sí mismos capaces de hacer variar el senti­do discriminador del sistema educativo sino como recursos complementarios del sistema escolar y estrechamente vincula­dos a él. Esto es lo que ha sucedido en países como la Unión Soviética, según lo

pagar y que gozan de todas las facili­dades materiales y técnicas que permi­ten educar a los futuros empresarios sin que tengan que alternar con sus futuros obreros.

Como es presumible, los expertos neo­liberales contaron en nuestro medio con el decidido apoyo de la Iglesia oficial, que es globalmente la principal empre¬saria de la educación privada de nues­tro país, y que de esta manera presta su concurso a la preservación del lla­mado orden occidental y cristiano.

Sin embargo, hoy día es muy difíci l encontrar argumentos aceptables para defender seriamente la discriminación en educación, que la ley eufemísticamen¬te llama libertad de educación. De otra parte, la situación es más difíci l si al propio tiempo se afirma que se busca una sociedad justa y sin segregaciones. Consecuentemente, el principio discri­minador ha sido postulado sin mayores explicaciones para que se lo entienda claramente y no se lo vaya alterar en lo más significativo. La justificación en­cubierta viene por otra vía más acepta­ble y novedosa y que aparentemente no tiene relación directa con él. Se la plan­tea en términos de Coombs de la mane­ra siguiente: el sistema escolar tiene costos cada vez más caros y un país po­bre no tiene ni tendrá recursos para sol­ventar el monopolio estatal de la edu­cación y darle un asiento en la escuela a cada nuevo niño peruano en edad es¬colarizable. Es necesario, por tanto, el concurso privado y el uso de modalida­des no escolarizadas de educación, de mayor eficiencia que la escuela y de menores costos, con la ayuda internacio­nal que proporciona tecnología educati­va adaptable a nuestras necesidades. De esta manera la argumentación coombsia¬na deja implícita la conclusión de que la educación privada no es fruto de la misión discriminadora del sistema edu­cativo sino la expresión de una insufi­ciencia constitutiva de éste y del Estado, que se encuentra regida por leyes eco­nómicas necesarias e inexorables como la ley de gravitación universal.

Dentro de este contexto se entiende cómo expertos internacionales con pen¬

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refiere el mismo Coombs. 18 Pero lo de­cisivo en estos casos no es tanto el me­dio que se ha usado sino los objetivos sociales y los principios que han regula­do el uso del medio, poniéndolo al ser­vicio del cambio de la estructura econó­mico-social en lugar de al servicio de su perpetuación. En tales lugares la educa­ción como máquina de discriminación y reforzamiento de las relaciones de explo­tación, camuflada bajo el mistificado principio de la libertad de educación, ha sido liquidada por una decisión política y no por una decisión tecnológica. Con­secuentemente, podemos afirmar que la argumentación anterior hace muy plausi­ble la hipótesis que hemos esgrimido acerca de la naturaleza antinómica de las bases doctrinarias de nuestra Reforma Educativa y por añadidura aclara poi­qué a nivel de las normas de aplicación práctica se ignoró los elementos huma­nistas que mediatizadamente sólo fueron sostenidos a nivel doctrinario. También permite comprender por qué en casi una década de reforma proclamada, nada sus­tantivo ha sido cambiado en el sistema educativo.

En todo caso, el fenómeno interesante en ese lapso es la progresiva politiza­ción del magisterio alrededor de posicio­nes doctrinarias decididamente contra­rias al actual orden social. Esta politiza­ción expresada en mejores niveles de or­ganización gremial y en una creciente capacidad de movilización social, si es que ha sido influida por la Reforma Edu­cativa, debe haber sido indirectamente, por tener los maestros que asumir una posición de rechazo frente a un proyec­to en cuya confección no tuvieron casi ninguna intervención a pesar de los slo­gans de participación plena propalados

18. Coombs. idem. p. 205 dice " L a Unión Soviética y otros países socialistas han dado una gran importancia a la educa­ción de continuidad" y han hecho impre­sionantes avances en su seguimiento. Parece que han avanzado más que la mayoría de los países occidentales rom­piendo las barreras artificiales que, por demasiado tiempo, han perpetuado una separación nociva entre la enseñanza formal y la no formal" (Los subrayados son nuestros).

por el propio gobierno. Tampoco se pue­de descartar, como efecto indirecto, el hecho de que durante las primeras eta­pas del reentrenamiento docente hubo una amplia difusión de las tesis de T. Dos Santos, Pablo Franco, Rodolfo Ste¬venhaguen, Vasconi y otros que en me­dida significativa defienden tesis contra­rias al actual sistema capitalista y a las estrategias neocoloniales de sus centros hegemónicos. Esta difusión fue en di­mensión nacional y dio ocasión para dis­cutir problemas estructurales no progra­mados en los cursos pero que la inquie­tud de los concurrentes hizo inexcusable su tratamiento. Sin embargo como las re­sonancias de las concentraciones de do­centes excedieron las previsiones, el go­bierno decidió cortarlas en sus inicios y cambio bruscamente y sin mayores expli­caciones la estrategia del reentrenamien­to. En tales momentos vino en su auxi­lio la tecnología educativa y sus diseños de programas de aprendizaje por corres­pondencia, que cumplieron la importante función de permitir le al gobierno afir­mar que estaba reentrenando al magis­terio sin los peligros que entrañaban pa­ra su estabilidad las concentraciones de maestros. De esta suerte, toda la doctri­na de los círculos de estudio y de la edu­cación participatoria de Freiré fue defi­nitivamente cancelada por los riesgos que conllevaba.

Inclusive, poniéndonos en el ángulo de un sector de expertos de UNESCO pode­mos decir que el sistema no ha sufrido alteraciones sustanciales en la medida que sus indicadores estadísticos principa­les no han variado fundamentalmente. Así, por ejemplo, el crucial problema del analfabetismo se mantiene vigente.

Según cifras del Instituto Nacional de Estadística ( INE) , tenemos actualmente el 23. 06% de analfabetos mientras que al iniciarse la reforma teníamos el 26. 7%. Esto también significa que el número ab­soluto de analfabetos se ha mantenido ca­si constante en los últimos 38 años. El promedio de escolaridad es de 4. 4 gra­dos y antes de la reforma era de 3 gra­dos. Esto significa que en una década no se ha logrado un promedio ni siquie­ra igual al cincuenta por ciento de los

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fasado. Al contrario sirve eficientemen­te a un sistema cuyo objetivo fundamen­tal es el mantenimiento de los privile­gios de unos pocos y la marginados de muchos. El problema de Coombs y sus colaboradores es que ponen como si fue­ran objetivos del sistema, objetivos que sólo existen como parte de la ideología encubridora de la estructura de nuestra sociedad.

19. Los indicadores estadísticos anteriores han sido tomados de informes oficiales emitidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y por la Oficina Sec­torial de Planificación del Ministerio de Educación (OSPE) . Una exposición bre­ve en base a estos indicadores y a otros específicos del problema del analfabe­tismo puede encontrarse en el trabajo que hiciéramos en colaboración con Juan Rivera, titulado La Reforma educativa peruana y el analfabetismo (Informe a U N E S C O ) , L ima, 1978. Allí se incluye una lista detallada de los documentos del INE y de O S P E que nos sirven co­mo fuentes.

nueve grados estimados para la educa­ción básica. La tasa de deserción a nivel del sexto grado era en 1973 de un 60% y según cálculos de 1977 la tasa de de­serción a nivel del tercer grado es de 27. 8% lo que permite suponer fundada­mente que la tendencia se mantiene. Asimismo el gasto público en educación se ha ido reduciendo drásticamente. En 1972 representaba el 19. 7% del Presu­puesto del Gobierno mientras que en 1977 era solamente el 14. 9 y para 1980 se ha reducido a aproximadamente el 10%, De otra parte la alfabetización co­mo campaña nacional fue cancelada ha­ce más de dos años. 19

Como puede verse, nada sustantivo ha cambiado en nuestros índices. Seguimos teniendo una alta tasa de analfabetismo y seguimos lanzando a la calle a casi el 60% de la población escolar al nivel del sexto grado. El sistema educativo sigue siendo tan discriminador como antes. No es como pretende Coombs que esté des­

l i o

UNA organización es un sistema so­cial de estructura jerárquica dise­ñado para alcanzar ciertos objeti­

vos. El ámbito de las tareas y la am­pl i tud de las responsabilidades de un puesto o trabajo en una organización son determinados en parte por la posición que ocupa dicho puesto dentro de la je­rarquía. El rango de las decisiones que pueden tomar quienes ocupan los distin­tos puestos se va haciendo más limitado a medida que el nivel organizacional se acerca a la base, y lo mismo sucede con el alcance de los efectos de las decisio­nes. Cuanto más alta sea la posición en la jerarquía, mayor será la oportunidad de tomar decisiones que afecten a gran­des sectores de la vida organizacional, incluidas las vidas de trabajo de los miembros de la organización.

El concepto de "toma de decisiones par¬ticipativa" (TDP) se refiere al acceso de los trabajadores a áreas de toma de de­cisiones organizacionales que normalmen­te están reservadas para quienes ocupan puestos más altos en la jerarquía. Las formas y contextos en los cuales puede producirse la TDP son heterogéneos. En un extremo se tiene la TDP fragmenta­r ia y t r iv ia l ; por ejemplo se permite a los trabajadores intervenir en la estruc­turación de un programa de incentivos para reducir el ausentismo laboral (Law¬ler & Hackman, 1969). En el otro extre­mo, todos los miembros de la organiza­ción poseen derechos legislativos, toman­do parte en la formulación de políticas y otras áreas de decisiones de importan­cia crucial para la organización y para ellos mismos (Hunnius, 1973). Pese a es­

ta diversidad, la TDP puede considerarse un concepto unitario en vir tud del nú­cleo común que se encuentra presente en todos sus aspectos: el objetivo de incre­mentar el control (real o percibido) ejer­cido por los trabajadores sobre su medio ambiente organizacional.

La TDP ha sido presentada por los teóricos en el campo de las relaciones humanas como una forma de aumentar la productividad de los trabajadores y me­jorar su estado de ánimo ( Brown, 1954), por los psicólogos humanistas como una forma de contribuir a la autorrealización de los trabajadores (McGregor, 1980), y por los filósofos sociales como una forma de reducir la alienación (Blauner, 1964) y de igualar el poder social (Blumberg, 1969). Se han planteado una serie de argumentos teóricos, la mayoría de ellos aún no comprobados, como bases de la proposición que afirma que la TDP con­duce a estos objetivos. Lo que la eviden­cia empírica indica es que la TDP tiende a tener como correlato sistemático la sa­tisfacción con el puesto (Vroom, 1964; Blumberg, 1969).

Modelo de investigación TDP tradicional

Los trabajos de investigación TDP se iniciaron de modo un tanto inadvertido en la sala de ensamblaje de reíais de la fábrica Hawthorne, donde se dio a los trabajadores la oportunidad de analizar con sus supervisores las condiciones de trabajo, tales como el programa de pau­sas de descanso, la duración del día de trabajo, etc. (Roethlisberger & Dickson, 1939). Los trabajos de investigación es¬

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Federico León / U N A TEORIA PSICOLOGICA SOBRE EL C O M P O R T A M I E N T O PARTICIPATORIO

SOCIALISMO Y PARTICIPACION / N° 12

go y ambiguo. De modo especial en las investigaciones iniciales, pero continuan­do en el presente, se ha descuidado ex­plorar toda la gama de conceptos que pueden ser necesarios para describir, ex­plicar, pronosticar y controlar la TDP y sus resultados en las organizaciones. Es­te descuido puede explicarse en parte por la concentración del esfuerzo de in­vestigación TDP en el estudio de t ipo es­tímulo-resultado que ha caracterizado las exploraciones en este terreno. En la Fi­gura 1 tenemos una representación de esta situación.

pecíficos sobre este tema se iniciaron con los estudios experimentales de Le¬win y sus alumnos comparando los efec­tos del liderazgo democrático y el lide¬razgo autoritario (Lewin, L ippi t t & White, 1939; White & Lippit t , 1968) y han continuado a través de varios es­fuerzos de análisis sistemático. Recien¬temente, Lowin (1968), Blumberg (1969) y Vroom (1969) han examinado este campo de investigación.

No obstante el interés de los psicólo­gos y otros científicos sociales en el te­ma, el concepto de TDP sigue siendo va¬

112

La investigación TDP tradicional ha ex­hibido dos componentes típicos: ( a ) los investigadores han introducido en el me­dio ambiente de los trabajadores un pro­grama de TDP y ( b ) luego han medido uno o varios resultados organizacionales o sociales. Por ejemplo, Mor se y Seimer (1956) otorgaron a los empleados de al­gunas secciones de una compañía de se­guros jurisdicción sobre ciertos asuntos relacionados con personal y administra­ción, mientras que en otras secciones se ponía de relieve un rígido control jerár­quico. Luego efectuaron una compara­

ción de los niveles de satisfacción y pro­ductividad de las secciones participati¬vas y no participativas.

En una variación del modelo tradicio­nal de investigación TDP, el estímulo (o sea, la oportunidad que se da al trabaja­dor de participar en la toma de decisio­nes que corresponden a un nivel más al­to ) no ha sido manejado sino más bien inferido a partir de las propiedades ob­servadas en el comportamiento del su­pervisor (por e j . : grado de estrechez de la supervisión; cf. Likert, 1961).

FIGURA 1. Modelo tradicional de investigación TDP

RESULTADO ESTIMULO

Oportunidad de participar en algún aspecto de la toma de decisiones organizacional (por ej.: diseño de puestos, funcio­nes de personal, administra­ción general).

Resultado organizacional o social (por ej,: desem­peño en el trabajo, satis­facción con el puesto, igualación del poder, aceptación del cambio, etc. )

Oportunidad de participar y procesos psicológicos

Un problema importante que se plan­tea en el enfoque tradicional de investi­gación en el campo de la TDP es la falta de especificación empírica de las varia­bles psicológicas que según se supone, me­dian los efectos de la TDP sobre el des­empeño de los trabajadores, su satisfac­ción, y los otros resultados de interés. Debido a ello, los resultados de un pro­grama de TDP pueden estar abiertos a múltiples interpretaciones. Por ejemplo, French, Israel y As (1960) no pudieron encontrar entre trabajadores noruegos la relación que Coch y French (1948) había encontrado en la planta Harwood (Estados Unidos) entre la oportunidad de participar en el cambio de los méto­dos de trabajo y la subsiguiente acepta­ción de dicho cambio. Conceptos tan di­versos como variables de la personali­dad, factores "culturales, vinculaciones trabajador/sindicato, y otros, han sido propuestos como explicaciones de estas diferencias, pero estos conceptos tienen las limitaciones de las interpretaciones ex-post facto. Las razones específicas del por qué la TDP tuvo éxito en Har­wood mientras fracasó en Noruega si­

guen siendo desconocidas. Es posible que no se conozcan porque nunca se busca­ron de modo sistemático.

Algunos investigadores han superado esta limitación. Vroom (1960), por ejem­plo, obtuvo de un grupo de supervisores descripciones personales con respecto al grado en que sus superiores inmediatos les permitían participar en la toma de decisiones de alto nivel. Pero Vroom con­sideró que la oportunidad de participar puede ser un factor que carece de im­portancia para personas que no valori­zan la participación, y en consecuencia procedió a medir las actitudes igualita­rias y las necesidades de independencia de los supervisores para identificar a aquellas personas para quienes la TDP podía ser valiosa. Vroom encontró una relación positiva entre la oportunidad percibida para la participación y la satis­facción en el trabajo entre los superviso­res con actitudes igualitarias y necesida­des de independencia, pero no halló re­lación alguna entre estas variables entre los supervisores con actitudes autorita­rias y necesidades de dependencia. Sin éstos u otros conceptos intermedios simi­lares, la relación entre la TDP y la sa­tisfacción en el trabajo no puede com­prenderse plenamente.

113

FIGURA 2. Modelo de investigación TDP usado por Vroom (1960)

Valor de la TDP para la per­sona (actitudes igualitarias, necesidades de indepen­dencia).

Satisfacción en el trabajo

Oportunidad de par­ticipar en toma de decisiones de alto nivel a través de su­gerencias que son atendidas por el su­perior inmediato.

ESTIMULO PROCESO PSICOLOGICO RESULTADO

elegidos por los trabajadores, y el ge­rente o director de la organización asis­te a sus reuniones. Por ley, los miem­bros de la Junta Administrativa tienen la obligación de ejercer control sobre todos los aspectos del funcionamiento de la organización. Sin embargo, Kola ja ob­servó un considerable grado de apatía entre los miembros de la Junta respec­to a los problemas administrativos de la empresa (su interés parecía estar enfo­cado sólo en cuestiones relacionadas con el bienestar de los trabajadores, tales co­mo la asignación de viviendas, etc. ). Es decir, mientras que estos trabajadores tenían la oportunidad de participar en la toma de decisiones de alto nivel, su com­portamiento participativo en las áreas mencionadas era más bien limitado. El director era el participante más activo en las reuniones de la Junta Administrativa, y casi siempre sus sugerencias eran aprobadas por ella. Estos resultados son compatibles con los obtenidos por Zupa¬nov y Tannenbaum (1968), quienes en­contraron que el grado de control ejer­cido por los directores en las organiza­ciones autogestionarias yugoslavas era mayor que el grado de control que ejer­cía la Junta. Sin embargo, las observa­ciones de Zupanov y Tannenbaum se hi­cieron dentro del marco tradicional de in­vestigación TDP, es decir, sin una refe­rencia empírica al comportamiento par­ticipativo. Por lo tanto, los datos de es­tos investigadores son algo menos infor­mativos que los de Kolaja.

Oportunidad para participar y comportamiento participativo

Las investigaciones realizadas por Vroom (1960), al igual que la gran ma­yoría de los trabajos de investigación so­bre TDP, no se ocuparon del comporta­miento participativo. En consecuencia, no es posible concluir en base a sus es­tudios si los supervisores con actitudes igualitarias e independientes obtenían su satisfacción en el trabajo por causa de su percepción de la oportunidad pa­ra participar o por causa de su propio comportamiento participativo.

En la investigación TDP tradicional, la oportunidad para participar (es decir, la variable organizacional generalmente manejada por el investigador) tiende a ser tratada como si implicase un verda­dero comportamiento participativo del trabajador (es decir, el grado en que los trabajadores efectivamente toman parte en las diversas fases de una toma de de­cisiones abierta a ellos). Los estudios de Kolaja (1961, 1965), sin embargo, han demostrado la conveniencia de man­tener la oportunidad de participar abier­ta al trabajador y el comportamiento participativo de éste como entidades cla­ramente separadas. Kolaja estudió va­rias organizaciones autogestionarias yu­goslavas, las cuales son administradas por sus trabajadores a través de un Con­sejo de los Trabajadores y su órgano eje­cutivo, la Junta Administrativa. Esta úl­tima está constituida por representantes

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ESTIMULO COMPORTAMIENTO RESULTADO

Grado de influencia del trabajador.

Oportunidad para participar

C o m p o r t a m i e n t o participativo en las sesiones de la Junta Administrativa.

FIGURA 3. Modelo de investigación TDP de Kolaja (1965)

Participación e igualación del poder

Los hallazgos de Kolaja no muestran necesariamente que los directores yu­goslavos eran más influyentes que los trabajadores, debido a que participaban más activamente en las sesiones. El di­seño de investigación de Kolaja no estu­vo preparado para demostrar relaciones de causa-efecto.

Aunque la literatura TDP ofrece algu­nas instancias de confusión entre los conceptos de participación y poder, al punto que a veces ellos son usados inter­cambiablemente, la relación entre estas dos variables no se puede tratar como una constante, pues hay evidencia de que tal relación es moderada por los efec­tos de otras variables, Mulder y Wilke (1970) fueron capaces de demostrar en un experimento de laboratorio que si prevalecen desigualdades de capacidad técnica (expertise) en una tarea decisio¬nal, un incremento en la participación del menos experto, en lugar de igualar el poder, puede producir una mayor sus­ceptibilidad a ser influido. De aquí que la falta, de participación en decisiones gerenciales por parte de los trabajado­res en el estudio de Kolaja podría in­terpretarse como un intento de éstos de evitar una mayor exposición al poder que ejercía el director por causa de su mayor capacidad profesional. Es decir, en lugar de tratar de aumentar al má­ximo su influencia por medio de un in­cremento de la participación, los traba­jadores en la Junta —a través de una mi nimización de la participación— habrían tratado de reducir al mínimo la probabi­lidad de ser influenciados. Independien­temente de la validez de esta interpre­tación, apenas si puede caber duda con respecto a la necesidad de especificar las circunstancias precisas bajo las cua­les una mayor participación conduce a un mayor poder (o mayor productividad, o mayor satisfacción).

Conclusiones

Puede decirse que para describir, ex­plicar, pronosticar y controlar la TDP y sus resultados en las organizaciones es preciso considerar por lo menos cuatro

clases de variables. Estas pueden defi­nirse como sigue:

A) Rol en la toma de decisiones orga­nizacional. Hasta el momento, los térmi­nos "TDP", "estímulo", "programa TDP" y "oportunidad de participar" se han uti­lizado indistintamente para indicar la existencia en el ambiente laboral de ciertas condiciones para la participación en la toma de decisiones de alto nivel. Estos conceptos, sin embargo, aún re­quieren mayor especificación y se ha adoptado aquí el marco más general de la teoría del desempeño de roles (Sar¬bin & Alien, 1968) como una base para lograrla. Un rol organizacional es un conjunto de actividades o comportamien­tos esperados que se asocian con un puesto en una organización. Sea que es­tén formalizados en descripciones de puesto o no, estas prescripciones de comportamiento que se aplican a un puesto determinado existen en la forma de expectativas que abrigan quienes ocu­pan trabajos funcionalmente relaciona­dos (superiores, compañeros de trabajo y otros "transmisores de roles"; cf. Katz & Kahn, 1966). El rol define para cada trabajador un ámbito de participación en la toma de decisiones organizacionales, más allá del cual la intervención de la persona se consideraría ilegítima. Den­tro de este marco, el concepto de "opor­tunidad de participar" se convierte en el de ámbito de la toma de decisiones or­ganizacionales de un rol . La "TDP" se convierte en un tipo específico (demo­crático ) de distribución de las responsa­bilidades de toma de decisiones entre los varios roles organizacionales. Y el "programa TDP", en un intento delibera­do de ampliar el dominio de la toma de decisiones de uno o más roles organiza­cionales (sin reducir el que corresponde a los subordinados).

B) Procesos psicológicos. Los roles or­ganizacionales son variables de estímulo o categorías ambientales en la medida en que se definen como externos al traba­jador individual que ocupa el rol y pue­den estudiarse independientemente de él. Pero si queremos traducir estos ro­les (comportamientos esperados) en comportamientos de ro l (comportamien¬

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de la persona tiene que describirse in­dependientemente del rol que desempe­ña en la toma de decisiones organizacio¬nales. Esta descripción puede conside­rar tanto el tipo como el grado de com­portamiento participativo.

D) Resultados organizacionales y so­ciales. Un programa de investigación TDP sistemático tendría que considerar la diversidad de los resultados organiza­cionales y sociales que la TDP puede rendir (desempeño, satisfacción, poder, etc. ) y la relación entre éstos y la va­riedad de formas y contextos en que la TDP puede ocurrir (programa aislado de TDP, propiedad de la empresa por parte de los trabajadores, etc. ). Por otro lado, podría resultar ventajoso ana­lizar por separado los efectos de ( a ) los procesos psicológicos y ( b ) el comporta­miento participativo, en cada resultado de la TDP. Además, la investigación puede concentrarse en los efectos de las distintas formas de comportamiento par­ticipativo en el logro de los resultados. Por ejemplo, la TDP puede tener dife­rentes efectos sobre el cumplimiento de una tarea, dependiendo de si implica (a ) participación en la formulación de sugerencias con respecto a alternativas

tos reales), debe considerarse un proce­so psicológico mediador que empieza con la percepción del ro l por el trabajador mismo y termina con un comportamiento concreto de su parte. A menos que la relación entre el comportamiento espe­rado y el comportamiento real sea una de identidad, todo lo que ocurre en el medio (es decir, "dentro" de la perso­na) debería especificarse, puesto que ello constituirá la explicación más inme­diata de: ( a ) las discrepancias sistemá­ticas que se observe entre los comporta­mientos esperados y los comportamien­tos reales; ( b ) la variación que se obser­ve de distintas personas que actúan en el mismo ro l ; y ( c ) la variación que se observe a través del tiempo en el com­portamiento de cada persona.

C) Grado y tipo de comportamiento participativo. En la medida en que, (a ) los comportamientos reales difieran de las prescripciones de rol , ( b ) los com­portamientos reales sean más específi­cos que las prescripciones de rol y ( c ) las prescripciones de ro l sean contra­dictorias y, en consecuencia, no exista un comportamiento susceptible de cum­pl ir con todos sus requisitos simultánea­mente, el comportamiento participativo

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FIGURA 4. Modelo revisado de investigación TDP

de acción, o ( b ) participación en la eva­luación de las alternativas de acción (Vroom, 1969).

En la figura 4 se hace un resumen de estos conceptos. Además de las cua­tro clases de variables (A, B, C, D ) , se representan cinco clases de relaciones (1 2, 3, 4, 5 ) . En esta f igura se po­drían agregar varios lazos de retroali¬mentación pero esto aumentaría la com­plejidad del enfoque de investigación prematura, es decir, en un momento en que los elementos y relaciones básicos no han sido todavía investigados. Las fle­chas externas reflejan la opinión de que el proceso de TDP no ocurre en un va­cío sino que existe en el contexto de una realidad compleja que puede describirse en términos de variables culturales, de la personalidad, educacionales, políticas, etc. El actual enfoque sugiere que los efectos de cualquiera de estas variables sobre la TDP pueden comprenderse en términos de sus efectos específicos sobre A, B, C, D, 1 2, 3, 4 y/o 5. Por ejem­plo, los roles ( A ) pueden cambiar en res­puesta al cambio tecnológico. Los valo­res ( B ) que pueden ser compatibles o incompatibles con la TDP se generan en el medio cultural más amplio en que es­tá comprendida la organización. Y así sucesivamente.

TEORIA PROPUESTA

La investigación en el campo de la TDP ha sido particularmente débil en lo tocante a la conceptualización y medi­ción del comportamiento participativo, y no ha llegado a desarrollar formulacio­nes teóricas precisas con respecto a sus causas.

Una teoría psicológica del comportamiento participativo en las organizaciones

Se propone aquí una teoría psicológi­ca como un punto de partida para ex­plicar la dirección y la intensidad del comportamiento participativo en las or­ganizaciones. El "comportamiento parti­cipativo" se considera como un caso es­pecial de comportamiento intencionado

(orientado hacia objetivos) y se define como: (a ) cualquier comportamiento in­tencionado de una persona que ocurre en una situación organizacional diseña­da para dar a los trabajadores acceso al proceso de toma de decisiones de alto ni­vel, o ( b ) cualquier comportamiento in­tencionado de un miembro de una orga­nización mediante el cual trata de lograr acceso a la toma de decisiones de alto nivel. La teoría combina conceptos to­mados de tres fuentes: los mode­los de Valencia-Instrumentalidad-Expec¬tación (V IE ) de motivación para el tra­bajo (Vroom, 1964; Dachler & Mobley, 1973); el concepto de Simón sobre el comportamiento de toma de decisiones en las organizaciones (Simón 1957; March & Simón, 1958); y la teoría sobre el desempeño de roles (Sarbin & Alien, 1968; Katz & Kahn, 1966).

La elección de alternativas de acción. Se concibe el comportamiento participa¬tivo corno el resultado de una elección que hace el trabajador entre alternati­vas de acción. Disponiendo de cursos de acción competitivos, se supone que el miembro de la organización sigue aquel que ofrece la mayor Uti l idad Esperada (UE) . Para definir la UE de una acción ( E U A ) se necesitan dos conceptos: las anticipaciones que tiene el trabajador respecto a las consecuencias de la acción (resultados esperados de la acción, o ( R i / A ) , y el valor de cada consecuencia para él

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Estos valores de los re¬

etc. ), que pue¬sultados

den ser positivos, neutros o negativos en una escala de intervalos, se combinan su­puestamente de modo aditivo para cons­t i tu i r la UE de una acción. La UE o va­lor total de una acción o comportamien¬

to para una persona puede

ser neutro si las consecuencias negativas que se espera sigan a la acción anulan a las consecuencias positivas, pero, con mayor probabilidad, la UE A será positi­va o negativa. El número ( n ) y la iden­tidad de las consecuencias esperadas pueden variar de una persona a otra, de una acción a otra, etc., y por lo tanto deben ser formuladas como hipótesis cu¬

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cita. Su inclusión complicaría la teoría innecesariamente en un punto donde pa­ra identificar los R¡/As, puede bastar con preguntarle al trabajador lo que piensa sobre las consecuencias anticipadas de A. Puede decirse lo mismo sobre E A . Es­ta variable es más fácil de definir en. términos de habilidad para alcanzar cier­tos niveles de desempeño en el trabajo (como en el modelo de Vroom) que en términos de habilidad para exhibir com­portamientos participativos tales como permanecer en silencio en una reunión, votar en contra de una propuesta, etc. Sin duda, el concepto de EA tiene sen­tido en lo que respecta a algunos casos de comportamiento participativo, como por ejemplo, aportar ideas en una reu­nión de Directorio acerca de la necesi­dad de contar con un programa de in­vestigación de operaciones. Si la perso­na no se siente capaz de hacer eso (por ejemplo, puede ser que desconozca total­mente el concepto de investigación de operaciones), su Expectación de ser ca­paz de aportar ideas puede ser cero, y

para determinar UE A , su UE de aportar ideas será también cero. Si bien EA no se ha incorporado en la teoría sobre el comportamiento participativo que aquí se propone, algunos aspectos de este con­cepto pueden ingresar a la teoría por medio del concepto R¡/A. Por ejemplo, el trabajador en la reunión de Directorio antes mencionada puede anticipar que una de las consecuencias de su aporta­ción de ideas sobre investigación de ope­raciones será la demostración de su ig­norancia con respecto a este asunto. Si el trabajador valoriza negativamente tal exhibición de ignorancia, su expectación contribuirá a inhibir cualquier intención de dar ideas en la situación que estamos considerando.

ya validez pueda determinarse en for­ma empírica en cada caso. Esto en lo que se refiere a la dirección del compor­tamiento participativo. Su intensidad o fuerza, por otro lado, se considera como una función lineal de la UE asociada con el curso de acción elegido.

Tomemos un ejemplo: un trabajador en una situación de toma de decisiones en grupo puede tener que decidir entre hacer sugerencias (SUG) o permanecer en silencio (S IL ) . De acuerdo con la pre­sente teoría, el trabajador anticipará y evaluará las consecuencias de hacer una sugerencia. De manera similar, anticipa­rá y evaluará las consecuencias de per¬

elegir al azar entre los dos cursos de ac­ción. Si el trabajador hace la sugeren­cia, ejercerá (a l así hacerlo) un grado de fuerza de comportamiento que es equivalente a la UE de la sugerencia pa­ra él.

Cabe mencionar algo aquí sobre la re­lación entre esta teoría y la de Vroom (1964). La aplicación directa de la teo­ría de Vroom sobre la motivación para el trabajo al área de la TDP requeriría el uso de dos variables que se dejan de lado en la presente formulación. Una de ellas sería la Expectación del trabajador en cuanto a ser capaz de exhibir un com­portamiento participativo ( E A ) . La otra sería la percepción del trabajador (en términos de probabilidades) en cuanto a la instrumentalidad del comportamien¬

Si se incluyesen estas variables, tendría que definirse como sigue:

to para el logro de los resultados

En la presente formulación

concibe como uno de los posibles deter­minantes del hecho que el trabajador anticipa ciertas consecuencias pero no otras. Sin embargo no se incorpo­

ra en la teoría como una variable expli¬

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de intervalos convencionales para la me­dición de etc., y se mult ipl i­

can estas variables, la ubicación del pun­to cero arbitrario de las escalas deter­mina la correlación del valor resultan­te con cualquier cuarta variable. La sim­ple adición de valores que se postula en la presente formulación no entraña este tipo de problemas. 1

¿Qué cursos de acción? Hasta estas al­turas, la presente formulación es una versión simplificada de la teoría de las decisiones y, como tal, comparte con ella una importante l imitación: si bien la teo­ría puede tomar en cuenta las elecciones que hacen las personas cuando dispo­nen de un conjunto de alternativas de acción, no dice nada acerca de la gé­nesis de las alternativas de acción. Es­te es un punto débil de la teoría, dado que en una situación compleja de la vi­da real puede haber un número inf ini­to de cursos de acción a disposición de la persona encargada de tomar las deci­siones, aún cuando sólo algunos de ellos sean realmente considerados por la per­sona. Una teoría de toma de decisiones sobre el comportamiento humano en las organizaciones, por lo tanto, tiene que es­pecificar las leyes que determinan cuál subconjunto de alternativas de acción se­rá tenido en cuenta por el trabajador que se dispone a tomar decisiones en una determinada situación (Simón, 1957; March & Simón, 1958; Simón & Stedry, 1969).

La segunda parte de la teoría propues­ta en este artículo aborda este proble­ma. La idea básica es que el trabajador individual que afronta una situación de toma de decisiones empresariales evoca­rá un conjunto de cursos de acción que viene a ser un subconjunto de todos los posibles cursos de acción disponibles en

1. Este artículo fue escrito en el verano de 1975. En el lapso transcurrido hasta la fecha, se ha descubierto que basta una escala de intervalos para tratar una relación multiplicativa en una ecua­ción de regresión múltiple (Arnold & Evans. 1979). La teoría propuesta aquí, sin embargo, sigue en pie como la más apropiada por su simplicidad hasta que se demuestre lo contrario.

su memoria. Por ejemplo, dada la con­vocatoria a una reunión de Comité, los cursos de acción pertinentes en la me­moria de la persona pueden incluir. ( 1 ) rechazar la invitación, ( 2 ) solicitar una postergación, ( 3 ) enviar a un represen­tante, ( 4 ) asistir a la reunión, ( 5 ) per­suadir a sus compañeros de trabajo pa­ra que ellos asistan, ( 6 ) preparar mate­riales para análisis, etc. Resulta muy evi­dente que es improbable que el trabaja­dor considere sistemáticamente cada uno de los cientos de cursos de acción que podrían ocurrírsele; si lo hiciera no lle­garía jamás a actuar. Entre todos estos, probablemente evocará y considerará unos pocos, tal vez sólo dos o tres.

Varios factores pueden determinar el proceso mediante el cual se seleccionan, evocan y consideran algunos cursos de acción en una situación organizacional. Se proponen aquí dos categorías para clasificar tales factores: factores de de­sempeño de roles y factores individua­les. En la actual formulación, los facto­res de desempeño de roles gobernarían la evocación de las alternativas de ac­ción como sigue: en una situación orga­nizacional específica, cualquier tipo de comportamiento se convertirá en un cur­so de acción evocado en la medida en que

(a ) el comportamiento sea una pres­cripción de ro l para la situación;

( b ) la prescripción del rol no entra­ñe conflicto (es decir, diferentes "trans­misores del r o l " no tienen expectivas an­tagónicas para el puesto que ocupa el in­dividuo que se dispone a tomar las de­cisiones ); y,

( c ) la prescripción del rol es concre­ta y específica en vez de abstracta o ge­neral.

Los factores individuales que determi­nan la evocación de alternativas pa­ra la acción pueden incluir conceptos de aprendizaje (por ej., repertorio de com­portamientos ), variables cognoscitivas (tales como la complejidad), caracterís­ticas de la personalidad (por ej., confor­midad), estados psicológicos (por ej., hambre), factores situacionales (por ej.,

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REFERENCIAS

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asuntos famil iares), y otros. Eventual¬mente, leyes precisas postularán los me­canismos específicos a través de los cua­les los factores individuales determinan la evocación de alternativas de acción. Aquí, sólo se propone un concepto: siem­pre que se evoca una determinada pres¬

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REVISTA DE SAN MARCOS PARA EL PERU

PUBLICA: ASOCIACION INKARRI — AUSPICIA:

CENTRO FEDERADO DE LETRAS

S/ . 200

Hablan sobre Mariátegui:

Alberto Flores Galindo - Wilfredo Kapsoli - Pablo Macera

Reseña histórica de la Federación Universitaria de

San Marcos

Artículos y entrevistas: Basadre — Baltazar Caravedo

Murrugara — López Mas — Jacoby — Choque

Introducción

EN cada etapa de la historia se en­cuentran hechos vinculados con el mar, por lo que un verdadero

análisis de la evolución del Derecho del Mar podría ser materia de un amplio tra­bajo que supera plenamente el objetivo y los alcances de este artículo.

Consecuentemente sólo se pretende reseñar algunos de los hechos más sig­nificativos de la evolución del Derecho del Mar, 1 para llegar a ciertas aprecia­ciones generales que permitan advertir la creación y consolidación de sus prin­cipales Instituciones, así como, la contri­bución de Latinoamérica al nuevo Dere­cho del Mar y al reconocimiento inter­nacional de las 200 millas.

El Antiguo Derecho del Mar

En lo que se refiere al Antiguo Dere­cho del Mar, sin entrar a revisar las po­siciones adoptadas en el siglo XV I I por Grocio y Selden, quienes para defender a Holanda e Inglaterra, respectivamente, sostuvieron las doctrinas de la libertad de los mares y de los mares cerrados, 2

1. Para la evolución del Derecho del Mar en un mayor detalle, véase Swarztrau¬ber, Sayre, A . : The Three Mile Limit of Territorial Seas, Naval Instituto Press, 1972. Asimismo, véase Ferrero Costa, Eduardo: El Nuevo Derecho del Mar: ES Perú y las 200 Millas, Fondo Edito­r i a l de la Pontificia Universidad Cató­l ica del Perú, L ima , 1979, Capítulos I al IV.

2. Grotius, Hugo: The Freedom of the Seas or the Right Which belongs to the Dutch to take part in the East Indian Trade (Mare Liberum) y De Jure Belli

se puede decir que el Antiguo Derecho del Mar de los Siglos XVI I , XV I I I y XIX, tenía cinco características generales:

1. En primer lugar, en dicha época el espacio marítimo se delimitaba en dos áreas distintas: los mares territoriales donde el Estado costero ejercía dere­chos de soberanía y los mares libres o zonas de alta mar en que se reconocía una absoluta l ibertad de los mares con plena libertad de navegación, para bu­ques de todas las banderas.

2. En segundo lugar, el l ímite más uti­lizado para medir la extensión del mar terr i tor ial fue el de las tres millas. Sin embargo, en ningún momento la regla de las tres millas representó una norma única. Inclusive, algunas potencias que la f i jaron, señalaron límites distintos pa­ra ciertos fines específicos. Además, la regla de las tres millas fue establecida en la práctica sin que hubiese existido una norma universal expresamente con­venida por todos los Estados.

3. En tercer lugar, las normas sobre la Alta Mar con libertad de los mares y las de las aguas territoriales de 3 millas fueron creadas, defendidas e impuestas por las grandes potencias marítimas de la época. Un grupo de Estados, que do­minaba los océanos, creó tales reglas en su propio beneficio y de acuerdo a sus comunes intereses. En este sentido, la l i ­bertad de los mares se estableció funda¬

ac Pacis, en Classics of International Law, Ed . James Brown Scott, N. York, 1916. Asimismo, Selden, John: Mare Clausum: The Right and Dominion of the Sea, E d . James Howell , London, 1863.

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Eduardo Ferrero Costa / E L DESARROLLO D E L N U E V O DERECHO D E L M A R Y LAS 200 MILLAS

SOCIALISMO Y PARTICIPACION / Nº 12

nión los Estados no lograron acuerdo so­bre la anchura del mar terr i torial, que­dando así comprobado que en el Dere­cho Internacional no existía una norma general sobre el límite y que, por lo tan­to, la regla de las tres millas no obliga­ba a todos los Estados.

No obstante, la Conferencia de La Ha­ya tuvo resultados positivos en cuanto a la doctrina del Derecho del Mar, ya que precisó las nociones de mar terr i torial, alta mar y zona contigua. Quedó enten­dido por mar terr i tor ial la zona maríti­ma adyacente al l i toral sobre la que el Estado ribereño ejerce soberanía en la misma forma que la ejerce sobre su pro­pio territorio, con la única limitación del paso inocente. Asimismo, quedó confir­mado que más allá del mar terr i tor ial , en esa época el resto del mar era con­siderado como Alta Mar, donde impera­ba la libertad de los mares con una ab­soluta l ibertad de navegación para los barcos de cualquier bandera. Finalmen­te, se precisó el concepto de zona con­tigua, entendiéndose como una zona de Alta Mar sobre la cual el Estado coste­ro, sin tener soberanía, sólo podía ejer­cer determinadas competencias especiali­zadas que implicaban una cierta jurisdic­ción en materia policial, aduanera o sa­nitaria.

Algunos Antecedentes Americanos anteriores a las 200 Millas

Iniciada la Segunda Guerra Mundial, el 5 de setiembre de 1939 el Presiden­te Roosevelt de los Estados Unidos dic­tó un Decreto por el cual ordenó el pa¬trul laje de las costas de Estados Unidos y de las Indias Occidentales hasta una distancia de 200 millas. En esta oportu­nidad el Presidente Americano declaró que las aguas territoriales de Estados Unidos se extendían hasta donde llega­ba el interés de este Estado, aunque no necesariamente hasta las 200 millas pa­trulladas. 4

4. Véase Arias Schreiber, Alfonso: Confe­rencia sobre ios Fundamentos ele la So­beranía Marítima del Perú, en el Centro de Altos Estudios Militares, L ima , 1970, en Exposiciones Oficiales Peruanas so­bre el Nuevo Derecho del Mar, Ministe­rio de Relaciones Exteriores, L ima , 1972.

mentalmente para que las flotas de las grandes potencias marítimas pudieran navegar libremente por ios océanos.

4. En cuarto lugar, la extensión de las tres millas para las aguas territoriales fue establecida por las potencias domi­nantes con un criterio arbitrario: se ba­só en el alcance del t iro del cañón; es decir, en la fuerza de los Estados. De­bido a que el alcance del cañón varia­ba con el avance de la técnica y de acuerdo a la capacidad de los Estados pa­ra adquirirlos, en realidad las tres mi­llas fue una regla sin lógica y sin ver­dadero fundamento. Además, el concep­to de las aguas territoriales de tres mi­llas tuvo como principal objetivo el es­tablecimiento de una zona de defensa y neutralidad en favor del Estado costero. Por tanto, la regia de las tres millas ol­vidaba las peculiaridades geográficas, fí­sicas y biológicas de cada región, así co­mo las necesidades económicas y socia­les de los pueblos ribereños.

5. En quinto lugar, en la formación de dichas regias no participaron todos los Estados. En esa época el principio de la igualdad jurídica aún no estaba consoli­dado y la comunidad internacional ape­nas superaba los 50 Estados, muchos de los cuales eran países sin poder alguno, que simplemente seguían las pautas es­tablecidas por las potencias hegemóni¬cas. Además, muchos pueblos estaban sometidos al régimen colonial o del pro­tectorado y por tanto no tenían posibi­l idad de participar en la formulación de las normas del Derecho del Mar.

En el desarrollo del Derecho del Mar, un acontecimiento de especial importan­cia ocurrido en el presente siglo ha si­do la Conferencia sobre Codificación de Derecho Internacional, celebrada en La Haya en 1930, que fue la primera opor­tunidad en que los Estados se reunieron para adoptar en común las normas so­bre el Derecho del Mar. 3 En dicha reu¬

3. Véase Report of the Second Committee (Territorial Sea), en American Journal of Interntional Law, Supplement to Vo¬lume 24, 1930; y García Robles, Alfonso: La Conferencia de Ginebra y la Anchu­ra del Mar Territorial, México, 1959. p. 32.

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En la Primera Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores efec­tuada en Panamá en 1939, las 21 Repú­blicas Americanas que luego formaron la Organización de los Estados Americanos, aprobaron la "Declaración de Panamá". Mediante esta Declaración, que contó con el auspicio de los Estados Unidos, los países americanos establecieron una zo­na de defensa alrededor del hemisferio, exceptuando al Canadá, dentro de de­terminados límites que allí se f i jaron. Si bien la Declaración no hizo referencia a las 200 millas, el cinturón de seguri­dad que se creó llegó a límites mayores, que en algunas partes del Continente era hasta las 300 millas de la costa. 5

La Declaración de Panamá es impor­tante en la historia del Derecho del Mar porque estableció una jurisdicción sobre el mar en, favor de los Estados Americanos dentro de límites mucho más amplios que aquellos reclamados hasta esa fecha por las grandes potencias ma­rítimas. La Declaración y específicamen­te la extensión allí contenida, quedó re­conocida con categoría de tratado multi­lateral, al establecerse una zona similar de seguridad en el Tratado Interameri¬cano de Asistencia Recíproca, suscrito en Río de Janeiro en setiembre de 1974. Es­te tratado extendió la zona desde el po­lo norte hasta el polo sur y dio carác­ter de permanencia a la zona de seguri­dad fijada en la Declaración de Panamá.

Cabe señalar que la mencionada zona se estableció solamente para fines de se­guridad continental, por lo que se f i jó, en términos generales, por las mismas razones de seguridad y defensa que jus­tif icaron el establecimiento de los mares territoriales del Antiguo Derecho del Mar.

Al concluir la Segunda Guerra Mun­dial, en 1945 el Presidente Truman de los Estados Unidos de América emitió dos

5. Véase "Diario de la Reunión de Consul­ta entre los Ministros de Relaciones Ex­teriores de las Repúblicas Americanas", celebrada en Panamá del 23 de setiem­bre al 3 de octubre de 1939, Panamá, 1939.

proclamaciones que causaron un fuerte impacto en el Derecho Internacional. 6

La primera Proclamación de Truman declaró que los recursos naturales de la plataforma continental situada bajo el alta mar, pero contigua a las costas de los Estados Unidos, se consideraban per­tenecientes a los Estados Unidos y suje­tos a su jurisdicción y control.

La otra proclamación de Truman esta­bleció zonas de conservación en áreas de alta mar contiguas a las costas de los Estados Unidos, en las cuales las activi­dades pesqueras se habían desarrollado o se podían desarrollar en el futuro.

Las proclamaciones unilaterales del Presidente Truman no se basaron en los antiguos fundamentos de seguridad o de­fensa, sino más bien en razones econó­micas, de conservación y autodefensa en resguardo del interés del Estado costero y de sus nacionales. Además las procla­maciones no hicieron referencia alguna a principios de Derecho Internacional e implicaron un desconocimiento de los lí­mites tradicionales fijados por las po­tencias marítimas para el dominio marí­timo de los Estados.

El ejemplo de Truman fue recogido rápidamente por otros Estados america­nos. Un mes más tarde México reivindi­có la propiedad del Estado sobre la pla­taforma continental y en 1948 Panamá y Argentina emitieron declaraciones si­milares. 7

Las Proclamaciones hasta las 200 Millas de Chile y Perú

Mediante Declaración del Presidente de Chile Gabriel Gonzales Videla, en Ju­nio de 1947 Chile proclamó su sobera­nía sobre todo el zócalo continental y sobre los mares adyacentes a sus cosías, cualquiera que fuese su profundidad. Además, Chile declaró la protección y control sobre todo el mar hasta "200 mi¬

6. Véase en Colombas C. John: Derecho Internacional Marítimo, Biblioteca Ju­rídica Aguilar, Madrid, 1961, p. 42.

7. Ferrero Costa, Eduardo, op. cit., pp. 49 y 50.

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Cabe resaltar que los hechos mencio­nados a partir de las proclamas del Pre­sidente Truman, fueron actos unilatera­les expedidos por motivos distintos a los que se tuvieron en mente cuando se es­tableció el Antiguo Derecho del Mar, en el cual se habían fijado límites estre­chos para los mares territoriales por ra­zones de seguridad o de defensa. En efecto, las proclamaciones del Presiden­te Truman y del Presidente mexicano de 1941, las normas de Panamá y Argenti­na dictadas en 1946 y especialmente las declaraciones hasta las 200 millas de Chile y del Perú de 1974, tuvieron razo­nes geográficas o económicas como prin­cipales fundamentos. Estas declaracio­nes señalaron, ya sea, las relaciones fí­sicas entre la plataforma continental y el territorio del Estado y consecuente­mente el derecho a la explotación de los recursos de la plataforma en favor de dicho Estado, o la necesidad de conser­var, proteger y explotar los recursos pes­queros en beneficio del Estado ribereño.

Asimismo, las mencionadas declaracio­nes implicaban el establecimiento de zo­nas de jurisdicción o control sobre el mar mucho más extensas que el mar terr i tor ial de tres millas fi jado por las potencias marítimas que crearon el An­tiguo Derecho del Mar. Al respecto, son relevantes las proclamaciones chilenas y peruanas de 1974 que proclamaron de manera expresa soberanía y jurisdicción hasta las 200 millas.

La Declaración de Santiago de 1952 sobre Zona Marítima hasta las 200 Millas

Las proclamaciones hasta las 200 Mi­llas del año 1947 del Perú y Chile fue­ron reiteradas y perfeccionadas a nivel subregional, mediante la "Declaración sobre Zona Marít ima" o "Declaración de Santiago", aprobada el 18 de agosto de 1952 por los representantes de los Go­biernos de Chile, Ecuador y Perú en la Primera Conferencia sobre Conservación y Explotación de las Riquezas Marítimas del Pacífico Sur, celebrada en Santiago de Chile. 10

cionales e Internacionales sobre Dere­cho del Mar, L ima , 1971, p. 20.

10. Ibid., pág. 143.

Has marinas de distancia de las costas continentales chilenas". 8

Por su parte, el Perú estableció su so­beranía marítima hasta las 200 millas me­diante el Decreto Supremo 781 del I o

de agosto de 1947 suscrito por el Presi­dente Dr. José Luis Bustamante y Rivero y refrendado por el Canciller Dr. En­rique García Sayán.

Sustentándose en realidades geográfi­cas y en necesidades económicas, en el primer artículo del Decreto Supremo el Perú declaró que su soberanía y juris­dicción "sé extienden a la plataforma submarina o zócalo continental o insular adyacente a las costas continentales o in­sulares del terr i tor io nacional, cuales­quiera que sean la profundidad y la ex­tensión que abarque dicho zócalo". Asi­mismo, amparándose en razones de or­den económico y social, en el segundo artículo del Decreto Supremo el Perú declaró que su soberanía y jurisdicción "se ejercen también sobre el mar adya­cente a las costas del terr i torio nacional, cualesquiera que sea su profundidad y en la extensión necesaria para reservar, proteger, conservar y util izar los recur­sos y riquezas naturales de toda clase que en o debajo de dicho mar se en­cuentren". Luego de estas declaraciones, en el artículo tercero del dispositivo se proclamó que el Estado ejercería "con­tro l y protección sobre el mar adyacen­te a las costas del territorio peruano en una zona comprendida entre esas costas y una línea imaginaria paralela a ellas y trazada sobre el mar a una distancia de 200 millas". Finalmente, en lo que respecta a la libertad de navegación, ar­gumento esencial de las potencias marí­timas para defender la estrechez de los mares territoriales y la amplitud de la alta mar, el Decreto señaló en su úl t i ­mo artículo que la declaración "no afec­ta el derecho de l ibre navegación de na­ves de todas las naciones, conforme al Derecho Internacional". 9

8. Véase el texto íntegro en Orrego Vicu­ña, Francisco: Chile y el Derecho del Mar, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1972, p. 34.

9. Véase el texto integro del Decreto Su­premo 781 en Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú: Instrumentos Na¬

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La Declaración sobre Zona Marítima reiteró los fundamentos económicos y so­ciales que motivaron a Chile y Perú a proclamar en 1947 su soberanía maríti­ma hasta las 200 millas. Así. la Declara­ción señaló la obligación de los Gobier­nos de asegurar a sus pueblos las nece­sarias condiciones de subsistencia, de procurarles los medios para su desarro­llo económico, de conservar y proteger sus recursos naturales y reglamentar su aprovechamiento a f in de obtener las mejores ventajas para sus respectivos países y, por lo tanto, su deber de " im­pedir que una explotación de dichos bie­nes, fuera del alcance de su jurisdicción, ponga en peligro la existencia, integri­dad y conservación de esas riquezas en perjuicio de los pueblos, que por su po­sición geográfica, poseen en sus mares fuentes insustituibles de subsistencia y de recursos económicos que les son vi­tales".

Teniendo en cuenta estos consideran­dos, los Gobiernos de Chile, Ecuador y Perú proclamaron "como norma de su política internacional marítima, la sobe­ranía y jurisdicción exclusivas que a ca¬da uno de ellos corresponde sobre el mar que baña las costas de sus respec­tivos países, hasta una distancia mínima de 200 millas marinas desde las referi­das costas". Seguidamente, los tres Es­tados declararon que "la jurisdicción y soberanía exclusivas sobre la zona marí­tima indicada, incluye también la sobe­ranía y jurisdicción exclusivas sobre el suelo y subsuelo que a ella corresponde".

Asimismo, la Declaración sobre Zona Marítima expresó que " la antigua exten­sión del mar terr i tor ial y de la zona con­t igua" era insuficiente para la conserva­ción, desarrollo y aprovechamiento de las riquezas marítimas a que tenían de­recho los Estados costeros en sus mares adyacentes. Por ello, la misma Declara­ción seguidamente proclamó la sobera­nía y jurisdicción marítima hasta las 200 millas.

En cuanto al nivel y obligatoriedad de la Declaración sobre Zona Marítima o Declaración de Santiago, ésta fue apro­bada y ratificada por Chile, Ecuador y

Perú. En consecuencia, la Declaración constituye un tratado multi lateral subre¬gional obligatorio para los tres Estados signatarios."

Las grandes potencias marítimas reac­cionaron en contra de las proclamacio­nes hasta las 200 millas de Perú y Chi­le y de la Declaración de Santiago de 1952, fundándose en que la única nor­ma válida en ese entonces, según ellos, era la regla de las tres millas para las aguas territoriales. Así pues, frente a las nuevas proclamaciones, tal como fue en los siglos anteriores, las potencias marítimas f i jaron su posición sobre el Derecho del Mar en función de sus pro­pios intereses. El más claro ejemplo en esta época lo representó la posición asu­mida por los Estados Unidos de Améri­ca, que pretendió desconocer la apari­ción del Nuevo Derecho del Mar que aquel Estado en un comienzo propició.' 2

Los países del Pacífico Sur en general, y el Perú en particular, no se quedaron en una proclamación teórica ni cambia­ron su posición de soberanía marítima hasta las 200 millas a consecuencia de las reservas escritas formuladas por las grandes potencias marítimas. 1 1 Así por ejemplo, a los pocos meses de haber re­cibido dichas reservas, el Perú hizo efec­tiva su jurisdicción marítima hasta las 200 millas al protagonizar en 1954 un acontecimiento de trascendencia interna­cional, con la captura de varios buques balleneros del armador griego Onassis.14

De lo expuesto hasta este momento se aprecia que a part ir de la Declaración

127

11. Chile aprobó y ratificó la Declaración por Decreto Nº 432 de 23 de setiembre de 1954, Ecuador por Decreto Nº 275 de 7 de febrero de 1955 y Perú mediante Resolución Legislativa Nº 12305 de 6 de mayo de 1955.

12. Ferrero Costa, Eduardo: op. c i t , Capí­tulo II.

13. Véase el texto de las notas de reserva de Estados Unidos de América, de Gran Bretaña y otros Estados Europeos, en Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú: Instrumentos... op. cit., pp. 211 y 219.

14. Véase los documentos sobre este caso en los Anexos de Ferrero Rebagliati, Raúl: Derecho Internacional, Ediciones Peruanas, L ima , 1966.

licía aduanera, fiscal, de inmigración y sanitaria, que pudieran cometerse en su territorio o en su mar terr i tor ial. 1 5

Por otra parte, en la Convención de Ginebra sobre la Al ta Mar se proclamó que dicha zona estaba abierta a todas las naciones y que "ningún Estado podía pretender legítimamente someter cual­quier parte de ella a su soberanía". Asi­mismo, se explícito que la Libertad de la Alta Mar comprendía las libertades de navegación, de pesca, de tendido de cables y tuberías submarinas y de so­brevuelo. 1 6

En el único aspecto en que la Confe­rencia de Ginebra reconoció realidades y derechos nuevos, fue en relación a la Plataforma Continental. Al respecto, la correspondiente Convención declaró que "el Estado ribereño ejerce derechos de soberanía sobre la plataforma continen­tal a los efectos de su exploración y de la explotación de sus recursos natura­les", aclarándose que dichos derechos son exclusivos del Estado ribereño e in­dependientes de su ocupación real o fic­ticia, así como de toda declaración ex­presa.1 7

Ante la falta de acuerdo expreso so­bre la extensión del mar terr i tor ial , en la Primera Conferencia de Ginebra el Perú, Ecuador y Chile quedaron reforza­dos en su posición de soberanía y juris­dicción marítima hasta las 200 millas. Aunque esta posición todavía era minori­taria, tampoco había una mayoría sufi­ciente de Estados que tuvieran una mis­ma posición sobre el límite y alcances del dominio marítimo de los Estados. Es­to quedó confirmado dos años después en la Segunda Conferencia sobre el De­recho del Mar, también celebrada en Gi­nebra, en la cual los Estados tampoco adoptaron acuerdos sobre el límite del mar terr i torial, debido a las discrepan­cias existentes.

de Santiago- de 1952, y antes de ésta, desde las proclamaciones de Chile y Pe­rú del año 1947, empieza a surgir en el ámbito internacional un nuevo Dere­cho del Mar que proclama las 200 mi¬llas, defendido, ya no por las grandes potencias marítimas, sino por algunos países en desarrollo de América Latina, que poco a poco consolidarán su posi¬ción en el panorama internacional. Su fundamento será de carácter humanita­rio, básicamente de naturaleza económi­ca y social, por constituir los recursos de los mares adyacentes .a las costas fuen­tes insustituibles de riquezas e instru­mentos importantes para 'el desarrollo. Así, en la evolución de los próximos años los antiguos fundamentos del Derecho del Mar, establecidos para proteger los intereses exclusivos de las grandes po­tencias marítimas, van quedando despla­zados paulatinamente.

Las Conferencias Mundiales de Ginebra sobre Derecho del Mar de 1958 y 1960

En la Primera Conferencia Mundial so­bre Derecho del Mar, celebrada en Gi­nebra en 1958, se aprobaron cuatro Con­venciones en .las que prevalecieron los conceptos clásicos del Antiguo Derecho del Mar, reiterándose las dos zonas tra­dicionales del espacio marít imo: el mar terr i tor ial y la alta mar.

En la Convención sobre el Mar Terri­torial y la Zona contigua, se declaró que la "soberanía del Estado se extiende, fuera de su terri torio y de sus aguas in­teriores, a una zona de alta mar adya­cente a sus costas, designada con el nom­bre de mar terr i tor ia l" , donde los bu­ques de cualquier Estado gozan del de­recho de paso inocente. Si bien los Es­tados tampoco lograron acuerdo expre­so sobre la extensión del mar terr i torial, de modo indirecto predominó la tenden­cia al establecimiento de límites estre­chos de un máximo de 12 millas. En efecto, éste era el límite hasta el cual podía llegar la zona contigua, área defi­nida en la Convención como una zona de alta mar contigua al mar terr i torial, en la cual el Estado ribereño puede adoptar medidas de fiscalización para evitar las infracciones a sus leyes de po¬

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15. Convención sobre Mar Territorial y Zo­na Contigua, Documentos A / C O N F . 13/ L.52 y A / C O N F . 13/L.52 corr. 1.

16. Convención sobre Al t a Mar, Documento A / C O N F . 13/L.53.

17. Convención de la Plataforma Continen­tal, A / C O N F . 13/L.55.

De todos modos, con excepción de la Convención sobre la Plataforma Conti­nental, en términos generales las fórmu­las propuestas en las dos Conferencias de Ginebra todavía estaban inspiradas en el Antiguo Derecho del Mar. De un lado, se insistió en un límite estrecho para el mar terr i torial, conjuntamente con una amplia zona de alta mar, con plena libertad de los mares. De otro la­do, se ignoraron las distintas realidades de los Estados y las especiales peculiari­dades geográficas y biológicas de cada región. Por último, no se le dio impor­tancia ni reconocimiento a los verdade­ros fundamentos que debían inspirar el Nuevo Derecho del Mar; a saber, las ne­cesidades económicas y sociales de los pueblos ribereños que encuentran en los recursos de su mar aledaño instrumen­tos esenciales para su subsistencia y de­sarrollo.

Desde las Conferencias de Ginebra hasta la Convocatoria de la Tercera Conferencia Mundial

Desde la Segunda Conferencia Mun­dial de Ginebra hasta el año 1970, se pro­dujeron cambios en el panorama interna­cional que motivaron un mayor interés sobre el espacio oceánico, provocaron todo un movimiento mundial sobre la materia en torno a Naciones Unidas y produjeron importantes desarrollos en el Derecho Internacional del Mar.

Entre los diversos acontecimientos ocu­rridos, destacan en primer lugar los pro­gresos científicos y tecnológicos que per­mitieron un mejor conocimiento y una mayor explotación de los recursos ma­rinos, pesqueros, minerales y petrolífe­ros tanto de las zonas marítimas cerca­nas a las costas, como también de los fondos marinos. Estos progresos motiva­ron un mayor interés en los asuntos del mar por parte de los Estados, debi­do a la importancia de los recursos vi­vos y no vivos del mar.

En segundo lugar, con posterioridad a las proclamaciones de Chile, Ecuador y Perú hasta las 200 millas, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Argentina, Uruguay y Brasil también ampliaron su dominio

marítimo, de tal modo que en 1970 ya eran 9 los países latinoamericanos que habían declarado zonas de soberanía y/o jurisdicción marítima hasta las 200 mi­llas. 1 8 Las nuevas proclamaciones preo­cupaban a los Estados desarrollados, es­pecialmente por el temor a que se obs­taculizara la libertad de navegación, y en el caso particular de las grandes po­tencias, inclusive se l imitara el paso de las naves y submarinos militares. A ello se agregaban los intereses pesqueros de las flotas de algunos Estados desarrolla­dos y la posibilidad de que el ejemplo de los 9 Estados latinoamericanos fuera seguido por otros países de América, Asia y Africa.

En tercer lugar, los Estados en desa­rrol lo ya existentes desde el siglo pasa­do, o los Estados nuevos recientemente independizados, cobraron una mayor conciencia de su situación de sub-desa¬rrollo y, en forma individual o a través de organizaciones regionales del Tercer Mundo, empezaron a reclamar un lugar más justo e igualitario en la sociedad in­ternacional, en relación a los Estados de­sarrollados que crearon el Derecho In­ternacional en su propio beneficio, sin considerar las especiales circunstancias y necesidades de los países en desarro­llo. En consecuencia, los Estados en de­sarrollo ya no aceptaban ser sujetos pa­sivos en la formulación de las reglas del Derecho del Mar, sino más bien, con­sideraban que a ellos les correspondía participar activamente en la creación de las normas sobre el espacio oceánico.

De otro lado, a partir de la propues­ta de Malta planteada en 1987 en Na­ciones Unidas, sobre el uso pacífico y en interés de la humanidad de los fondos marinos fuera de los límites de las ju­risdicciones nacionales, se celebraron reuniones y consultas periódicas en Na¬

18. El Salvador en el Art. 8 de la Constitu­ción de 1950, reiterado en la Constitu­ción de 1962; Nicaragua mediante D. Su­premo Nº 1.L de 5 de abril de 1985; Pa­namá mediante Decreto Nº 31 de 2 de febrero de 1967; Argentina por Ley 17. 094-M de 29 de diciembre de 1986; Uru­guay por D. Supremo Nº 604-969 de 5 de diciembre de 1969 y Brasil por D. Ley 1098 de 25 de marzo de 1970.

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do, se proclamó el derecho del Estado ribereño a disponer de los recursos na­turales del mar adyacente a sus costas para promover el máximo desarrollo de su economía y para elevar el nivel de vida de su pueblo. Igualmente, se de­claró el derecho del Estado ribereño a establecer los límites de su soberanía marítima de conformidad con sus carac­terísticas geográficas y geológicas y con los factores que condicionan la existen­cia y el aprovechamiento de sus recur­sos.21

Pocos meses después, en agosto de 1970 se efectuó en Lima la Reunión La­tinoamericana sobre Aspectos del Dere­cho del Mar, con la participación de 20 Estados latinoamericanos. Aparte de ha­ber aprobado 6 resoluciones sobre ma­terias específicas, la Reunión aprobó la "Declaración de Estados Latinoamerica­nos sobre el Derecho del Mar", que de­claró ciertos "Principios Comunes del Derecho del Mar", 2 2 que eran similares a los principios proclamados en la Reu­nión de Montevideo.

Asimismo, la Declaración de Lima f i jó la posición de soberanía y jurisdicción de los Estados Latinoamericanos sobre dos nuevos aspectos que han suscitado gran interés en los últimos años, como son la contaminación del medio marino y sus consecuencias en la extinción de las especies y las investigaciones ocea¬nográficas.B

clones Unidas, que culminaron en diciem­bre de 1970 con la Convocatoria por la Asamblea General a la Tercera Confe­rencia Mundial sobre el Derecho del Mar, a iniciarse en 1973, con un temario amplio que comprendería en su integri­dad todos los temas relacionados con el espacio oceánico.19

Asimismo, en este período se debe des­tacar la Resolución de la Asamblea Ge­neral de Naciones Unidas de diciembre de 1970, mediante la cual se aprobó la "Declaración de Principios que regulan los Fondos Marinos y Oceánicos y su sub­suelo fuera de los límites de la juris­dicción nacional". Mediante esta Reso­lución, se declaró que los fondos mari­nos y sus recursos, fuera de los límites de la jurisdicción nacional, son patrimo­nio común de la humanidad. Asimismo, se señaló que la zona de los fondos ma­rinos no estará sujeta a apropiación y que los Estados no podrán ejercer sobe­ranía alguna sobre ella. Finalmente, en­tre otros aspectos, se proclamó que to­das las actividades relacionadas con la exploración y explotación de los recur­sos de la zona de los fondos marinos, se regirían por un Régimen Internacio­nal que se establecería para tales fines. 2 0

Reuniones Latinoamericanas y del Tercer Mundo sobre el Nuevo Derecho del Mar

Ante la consulta de Naciones Unidas sobre la posibilidad de convocar a una próxima Conferencia Mundial, los nueve Estados Latinoamericanos que habían establecido las 200 millas, celebraron una Reunión en Montevideo en mayo de 1970. En esta Reunión se declararon por unanimidad ciertos principios bási­cos del Nuevo Derecho del Mar. Median­te la Declaración de Montevideo, se con­f irmaron los principios que Chile, Ecua­dor, Perú tuvieron en consideración cuando proclamaron su soberanía maríti­ma hasta las 200 millas. En este senti¬

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21. Véase Declaración de Montevideo sobre el Derecho del Mar, aprobada en la Reunión de Montevideo celebrada del 4 al 8 de mayo de 1970. Ver Documentos en referencia preparados por el Depar­tamento de Asuntos Jurídicos de la Se­cretaría General de la OEA, 1971, OEA/ Ser. Q.11.4, CJI-71, Volumen I, p. 241.

22. Véase Documentos Oficiales de la Reu­nión Latinoamericana sobre Aspectos del Derecho del Mar, Lima, 4 a 8 de agosto de 1970. Acta Final, Doc. REDE-¬MAR/35.

23. Sobre el punto véase Wooster, Warren S., Editor, Freedom of Oceanic Research, Grane Russak and Company, Inc., New York, 1973. Para la posición latinoame­ricana, véase en el mismo libro: Ferre¬ro Costa, Eduardo: The Latín American Position on Legal Aspeéis of Maritime Jurisdiction and Oceanic Research, p. 97-136.

19. Resolución Nº 2750 (XXV) de la Asam­blea General de 17 de diciembre de 1970.

20. Resolución Nº 2749 (XXV) de la Asam­blea General de 17 de diciembre de 1970. La Resolución fue aprobada por 108 vo­tos, 14 abstenciones y ninguno en con­tra.

Los Estados del Caribe también se pro­nunciaron sobre el nuevo Derecho del Mar. En junio de 1972 se realizó en Santo Domingo la "Conferencia Especia­lizada de los Países del Caribe sobre los Problemas del Mar", con la participación de todos los Estados Latinoamericanos del Caribe, incluyendo a México, Colom­bia y Venezuela, con excepción de Cuba.

La Conferencia aprobó por mayoría una Declaración de Principios, conocida como la Declaración de Santo Domingo, que f i jó la posición de los. Estados del Caribe sobre el mar terr i torial, una zona adyacente llamada mar patrimonial, la plataforma continental, los fondos mari­nos internacionales y el Alta Mar. 2 4 La Declaración de Santo Domingo tiene una gran importancia en la evolución del De­recho del Mar y su impacto fue sentido, ya que el concepto de mar patrimonial se consolidó posteriormente en la Ter­cera Conferencia Mundial, bajo la deno­minación de zona económica.

De acuerdo a la Declaración de San­to Domingo, el Estado ribereño ejerce jurisdicción sobre dos zonas distintas. En primer lugar, está el mar terr i tor ial , so­bre el cual el Estado ejerce derechos plenos de soberanía. Esta zona no po­drá exceder de 12 millas. Después del mar terr i torial, hay una zona adyacente denominada "mar patrimonial", sobre la cual el Estado ribereño ejerce derechos de soberanía sobre los recursos natura­les que se encuentran en dicha zona. La suma del mar terr i tor ial y del mar pa­trimonial, no deberá exceder en total de 200 millas. Por consiguiente, el mar patrimonial es la zona adyacente al mar terr i tor ial que no puede exceder de 200 millas y en la cual el Estado ribereño ejerce soberanía sobre los recursos que allí se encuentran.

Después de la Conferencia de Santo Domingo, todos los Estados Latinoameri­

canos aceptaron las 200 millas. Las dis­crepancias futuras serían solamente en relación a los alcances del derecho so­berano del Estado sobre dicha zona, aun cuando todos estarían de acuerdo en lo fundamental, es decir, en la explotación de los recursos hasta las 200 millas.' 5

De otro lado, siguiéndose el ejemplo de los Estados latinoamericanos, en el ámbito de los países africanos y asiáti­cos también se realizaron diversas con­ferencias regionales relacionadas con el Derecho del Mar.

Cabe destacar la posición asumida pol­los Estados Africanos, quienes en 1972 en el Seminario de Yaunde, aprobaron una recomendación según la cual "los Estados Africanos tienen derecho a es­tablecer más allá del mar terr i tor ial una zona económica sobre la que ejercerán jurisdicción exclusiva para los efectos del control, la reglamentación y la ex­plotación racional de los recursos vivos del mar y para reservarlos en provecho principalmente de sus pueblos y sus eco­nomías respectivas, así como para la pre­vención y control de la contaminación". 2 6

Por otra parte, en la "Declaración de la Organización de la Unidad Africana sobre las cuestiones del Derecho del Mar", aprobada por el Consejo de Mi­nistros de dicha Organización en la Reu­nión celebrada en Addis Abeba en 1973, nuevamente se mencionó la zona econó­mica exclusiva, precisándose en esta oportunidad que dicha zona no excede­ría de las 200 millas. 2 7 A su vez, el con¬

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25. En el ámbito americano también es im­portante el Acuerdo sobre Derecho del Mar adoptado por el Comité Jurídico Interamericano el 9 de febrero de 1973. Véase el texto íntegro en Ruiz Eldredge, Alberto: El Nuevo Derecho del Mar, Ediciones Atenas S.C.R.L., 1973, p. 65-68.

26. El Seminario Regional de los Estados Africanos sobre el Derecho del Mar se realizó en Yaunde del 20 al 30 de junio de 1972. En Arias Schreiber, Alfonso: "La Zona Económica de 200 millas y los intereses marítimos del Perú", en Re­vista de la Comisión Permanente del Pacífico Sur, Nº 9, 1979, p. 143.

27. El XXI período de sesiones de la Or­ganización de la Unidad Africana se rea­lizó en Addis-Abeba del 17 al 24 de ma­yo de 1973. En Arias Schreiber, Alfonso op. cit., p. 143.

24. La Declaración de Santo Domingo fue aprobada el 9 de junio de 1972. Contó con la abstención de cinco países: El Salvador, Panamá, Barbados, Guyana y Jamaica. Los dos primeros se abstuvie­ron porque sus disposiciones legales ha­bían establecido 200 millas de mar te­rritorial.

límites que no excedan de 200 millas. Dicha extensión es necesaria para ase­gurar el racional aprovechamiento de los recursos naturales del mar, su suelo y subsuelo, así como la protección de otros intereses de sus poblaciones.

3. Los límites de la soberanía o juris­dicción nacional que pueden llegar has­ta las 200 millas, deben ser fijados te­niendo en cuenta los factores geográfi­cos, geológicos, ecológicos, económicos y sociales de los respectivos Estados, res­petándose asimismo similares derechos de otros Estados ribereños.

4. Los Estados en desarrollo ya no son sujetos pasivos en la formulación de las reglas del Derecho Internacional. Al con­trario, el principio de la igualdad jurí­dica de los Estados se irá consolidando, ya que en el futuro la posición de los Estados subdesarrollados se tomará en cuenta para el establecimiento de las regías del Derecho del Mar.

5. Los fondos marinos y oceánicos y su subsuelo fuera de los límites de la jurisdicción nacional, así como los recur­sos allí existentes, son patrimonio común de la humanidad. Por tanto, dicha zona no estará sujeta a apropiación por me­dio alguno y ningún Estado ejercerá de­rechos soberanos sobre ella. La explo­tación de los recursos de esta zona se realizará en beneficio de toda la huma­nidad, prestando consideración especial a los intereses y necesidades de los paí­ses en desarrollo.

Comparando las características del An­tiguo Derecho del Mar antes señaladas, con los Principios proclamados por Amé­rica Latina y el Tercer Mundo, se con­cluye que se trata de dos situaciones ra­dicalmente distintas. En cuanto a los su­jetos del Derecho del Mar, éstos ya no son un grupo de Estados sino aproxima­damente 150 naciones que reconocen su derecho a participar en la creación y aceptación de las normas del Derecho del Mar. Respecto a los límites, el do­minio marítimo de los Estados tiene ex­tensiones mayores, que puede llegar has­ta la 200 millas, ya no en función del alcance del cañón sino, más bien, tenien­do en cuenta las especiales característi¬

cepto de zona económica había sido pre­sentado por Kenia en 1972 ante la Co­misión Preparatoria de la Tercera Con­ferencia Mundial. 2 8

El concepto de zona económica men­cionado por los países africanos equiva­lía al de mar patrimonial proclamado por los países del Caribe en Santo Do­mingo. Al igual que en el caso de mar patrimonial, la zona económica propicia­da por los países Africanos implicaba la delimitación de dos zonas distintas. En primer lugar, un mar terr i tor ial de do­ce millas. En segundo lugar, a partir de dicho mar terr i tor ial , una zona deno­minada zona económica que podía llegar hasta las 200 millas, en la cual los Es­tados ejercerían derechos soberanos so­bre los recursos naturales para efectos de su exploración y explotación.

Características Generales del Nuevo Derecho del Mar

De lo expuesto se aprecia que a par­t i r de 1970, mientras Naciones Unidas convocaba a una Tercera Conferencia Mundial sobre Derecho del Mar para es­tablecer todas las normas del espacio oceánico, por su parte, los países latino­americanos, asiáticos y africanos, ya sea mediante reuniones regionales o confe­rencias globales del Tercer Mundo, de­clararon reiteradamente ciertos Princi­pios Básicos que debían inspirar las nor­mar del Derecho del Mar, que son los principios que se mencionan a continua­ción:

1. Los recursos del mar son instru­mentos esenciales para el desarrollo de los pueblos. Los Estados ribereños tie­nen el derecho de explotar los recursos que se encuentran en las zonas adya­centes a sus costas, para utilizarlos en beneficio de su población y de la eco­nomía de sus países.

2. La soberanía y jurisdicción de los Estados ribereños puede extenderse a las zonas adyacentes a sus costas hasta

28. Proyecto de Artículos sobre zona eco­nómica exclusiva, presentado por Kenia ante la Comisión Preparatoria de la Tercera Conferencia Mundial sobre De­recho del Mar, 1972.

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cas geográficas y biológicas de la re­gión. En relación al contenido del De­recho del Mar, se regulan usa serie de aspectos antes ignorados, como es el ca­so de los fondos marinos más allá de la jurisdicción nacional, declarados patri­monio común de la humanidad. Y por últ imo, el fundamento primordial de la soberanía marítima ya no es la necesi­dad de establecer una. zona de seguri­dad o defensa, sino, el de proveer al Estado costero de los recursos de su mar adyacente a f in de lograr su bienestar y desarrollo. En consecuencia, el Derecho del Mar actual es un derecho cualitati­va y cuantitativamente diferente al An­tiguo Derecho del Mar. con nuevos su­jetos, nuevos objetos, nuevos fundamen­tos, necesidades e intereses.

La Zona Económica Exclusiva en las Primeras Sesiones de la Tercera Conferencia Mundial

Con los antecedentes antes señalados, y dentro de dicho contexto, en diciem­bre de 1973 se inauguró la Tercera Con­ferencia Mundial de Naciones Unidas so­bre Derecho del Mar.

Cuando se inició la Conferencia, el concepto de zona económica hasta las 200 millas ya había cobrado peso e im­portancia en el panorama internacional, vislumbrándose como una posición que podría compatibilizar los intereses en juego más importantes de los distintos Estados interesados en las zonas de ju­risdicción nacional.

El hecho de que la zona económica no impedía la libertad de las comunica­ciones, el creciente reclamo de los nu­merosos países en desarrollo para ex­plotar en su beneficio los recursos del mar adyacente a sus costas, y adicional¬mente, la presión interna en algunos países desarrollados para la extensión de las jurisdicciones pesqueras, determi­naron que las grandes potencias empe­zaran a reconocer el establecimiento de zonas amplias de jurisdicción para efec­tos de la exploración y explotación de los recursos del mar.

El iniciarse la Segunda Sesión de la Conferencia Mundial, en Caracas en

1974, los Estados Unidos, la Unión So­viética, Gran Bretaña y otros Estados ma­nifestaron su disposición a aceptar una zona económica especial, que podría lle­gar hasta las 200 millas, en la cual los Estados ribereños ejercerían ciertos de­rechos para efectos de la exploración y explotación de los recursos de dicha zo­na.

Así, en Caracas quedó reconocida por una amplia mayoría, la creación de una nueva institución jurídica del Derecho del Mar, denominada zona económica, que podría llegar hasta las 200 millas. Sin embargo, las grandes discrepancias y discusiones surgieron en tomo a los alcances de los derechos de los Estados costeros y de los demás Estados dentro de las zonas económicas. En efecto, des­de un inicio en Caracas se advirtieron diversas tendencias.29

En un extremo, algunos Estados entre los cuales se encontraba el Perú, apoya­ban una zona de soberanía marítima has­ta las 200 millas que implicaba sobera­nía y jurisdicción exclusivas del Estado ribereño sobre toda la zona de 200 mi­llas y sus recursos.3 0 Seguidamente, un

29. Véase Ferrero Costa, Eduardo: El Nue­vo Derecho del Mar: El Perú y las 200 Millas, op. cit. Cap. IV.

30. De acuerdo a la legislación nacional vi­gente, el dominio marítimo del Perú es de soberanía y jurisdicción hasta las 200 millas. Para el tema de la naturaleza jurídica de la posición peruana, y las distintas opiniones existentes al respec­to en la doctrina nacional, véase:

a. Bustamante y Rivero, José Luis: Las nuevas concepciones Jurídicas sobre do­minio territorial del Estado y Soberanía Marítima, en Revista del Foro, año 1955 y Derecho del Mar: La Doctrina Perua­na de las 200 Millas, Talleres Gráficos P.L. Villanueva S.A. Lima, 1972.

b. García Sayán, Enrique: Notas sobre la Soberanía Marítima del Perú, Talleres Gráficos P.L. Villanueva S.A., Lima 1955 y La Doctrina de las 290 Millas y el De­recho del M a r , en Revista Derecho de la PUC, Nº 32. Lima 1974.

c. Ulloa Sotomayor, Alberto: Derechos In¬t e rnac iona l Público, Ediciones Iberoa­mericanas Cuarta Edición, Madrid, 1957 y El Régimen Jurídico del Mar, en Re­vista Peruana de Derecho Internacional, Nº 51, 1957;

d. Ferrero Rebagliati, Raúl: Teoría del Es­tado: Derecho Constitucional (Anexo so¬

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cha zona, limitando su soberanía en mu­chos aspectos mediante normas interna­cionales.

En los debates de la Sesión de Cara­cas y de reuniones posteriores de la Conferencia, el concepto de zona econó­mica exclusiva fue el que recibió mayor apoyo, en contraposición al de la zona económica no exclusiva, que en realidad parecía ser más una zona internacional. Por otra parte, debido a que la deno­minación de mar patrimonial ofrecía di­ficultades conceptuales en otras lenguas, mientras que la de zona económica era aceptable para los Estados Asiáticos y Africanos, los Estados Latinoamericanos pasaron a respaldar el concepto de zo­na económica, con el agregado de que mantuvieron su apoyo al reconocimien­to de plataformas continentales más allá de las 200 millas hasta el borde la emer­sión continental.

La Zona económica Exclusiva hasta las 200 millas en el Proyecto de Convención sobre Derecho del Mar (Texto Oficioso)

Cuando en 1975 la Conferencia prepa­ró un Proyecto de Texto Unico de Ne­gociación, en dicho texto se incorporó la tendencia prevaleciente, cual era la de zona económica exclusiva hasta las 200 millas, quedando establecido que el alta mar empezaba más allá de dicha zona. Igual temperamento se mantuvo en el siguiente Texto, denominado Texto Uni­do, lo que también quedó incorporado en el Texto Integrado Oficioso para f i ­nes de Negociación, elaborado al térmi­no del Sexto Período de Sesiones en ju­l io de 1977 3 1 y que fue revisado por segunda vez en la Primera Parte de la Novena Sesión de la Conferencia, en abri l de 1980.32

buen número de Estados en desarrollo favorecía el establecimiento de un mar terr i tor ial de 12 millas con todos los de­rechos clásicos y una zona adicional de­nominada zona económica exclusiva has­ta las 200 millas, en la cual el Estado ejercía derechos soberanos para prote­ger y explotar los recursos del mar, sue­lo y subsuelo de dicha zona, así como el ejercicio de determinadas jurisdiccio­nes para otros fines, especialmente re­feridos a la instalación de plataformas, a la investigación científica y a la con­taminación marina. En tercer lugar, los países sin l i toral y de situación geográ­fica desventajosa, se inclinaban por una zona económica hasta las 200 millas en favor del Estado ribereño, siempre y cuando se les reconocieran derechos es­peciales para la explotación de los re­cursos de las zonas económicas de la re­gión, así como el l ibre acceso al mar. Y finalmente, en el otro extremo, las grandes potencias y diversos países de­sarrollados estaban dispuestos a aceptar un mar terr i tor ial de 12 millas, junto con una zona económica no exclusiva has­ta el límite de 200 millas, donde se con­cederían al Estado ribereño solamente derechos preferentes para la explora­ción y explotación de los recursos de di¬

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bre Zona de Soberanía Marítima), Edi­ciones Librería Studium, Quinta Edi­ción, Lima, 1971.

e. Aramburú Menchaca, Andrés: Historia de las 200 Millas del Mar Territorial, Universidad de Piura. Colección Alga­rrobo, 1973.

f. Ruiz Eldredge, Alberto: El Nuevo Dere­cho del Mar, Edic. Atenas, Lima, 1973.

g. Bákula Patino, Juan Miguel: El Domi­nio Marítimo del Perú, Anexo al Bole­tín Informativo Nº 1975 del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, Li­ma, 1979.

h. Pareja Paz Soldán, José: Derecho Cons­titucional Peruano y la Constitución de 1979, Tomo I I , Lima, 1930.

i. García Belaúnde, Domingo: El Mar en el Debate Constitucional, en la Revista de la Academia Diplomática del Perú", Lima, Nos. 19-20, 1979.

j. Ferrero Costa, Eduardo: El Nuevo De­recho del Mar..." op. cit. De otro lado, para el tema relativo a los límites del Dominio Marítimo del Perú, Véase Vice-Almirante A.P. Gui­llermo Faura Gaig: El Mar Peruano y sus Límites, Lima, 1977.

31. Texto Integrado Oficioso para Fines de Negociación, Sexto Período de Sesiones, Tercera Conferencia de Naciones Uni­das sobre Derecho del Mar, Nueva York, 23 de mayo a 15 de julio de 1977. Do­cumento A/CONF. 62/WP.10.

32. Texto Integrado Oficioso para fines de Negociación/Revisión 2, Noveno Perío­do de Sesiones, Tercera Conferencia de Naciones Unidas sobre Derecho del Mar, Nueva York, 3 de marzo a 4 de abril de 1980. Documento A/CONF. 62/WP. 10/ REV.

Finalmente, el mismo concepto de zo­na económica exclusiva hasta las 200 mi­llas ha quedado reiterado en el último documento integral elaborado hasta aho­ra en la Conferencia, que se conoce co­mo el Proyecto de Convención sobre el Derecho del Mar (Texto Oficioso) adop­tado en la reciente Reunión de la Con­ferencia, celebrada en Ginebra en agos­to de 1980.33

En esta forma, la zona económica ex­clusiva hasta las 200 millas ha quedado virtualmente reconocida por los Esta­dos, siendo muy difíci l que se puedan modificar aspectos sustanciales de esta parte del Proyecto de Convención. A pe­sar de que el Proyecto de Convención todavía está considerado como un docu­mento de negociación que no comprome­te a los Estados, el Proyecto refleja el consenso oficioso alcanzado entre los Es­tados participantes en relación a los di­versos aspectos materia del Derecho del Mar. 3 4

En cuanto a su ámbito espacial, la zo­na económica exclusiva es una zona si­tuada fuera del mar terr i tor ial y adya­cente a éste, que empieza a part ir de las 12 millas en que termina el mar te­rr i tor ia l y se extiende hasta las 200 millas, luego de lo cual se inicia la zo­na de Alta Mar.

Los principales derechos que tienen los Estados ribereños en la zona econó­mica exclusiva hasta las 200 millas, son:

1. En la zona económica exclusiva el Estado ribereño tiene "derechos de so­beranía para los fines de exploración y explotación, conservación y ordenación de los recursos naturales, tanto vivos co­

mo no vivos, del lecho y el subsuelo del mar y las aguas suprayacentes".35 Adi¬cionalmente, en la zona económica exclu­siva el Estado ribereño tiene derechos de soberanía "respecto a otras activida­des con miras a la exploración y explo­tación económica de la zona, tal como la producción de energía derivada del agua, de las corrientes y de los vientos". 3 6

2. Además, en la zona económica ex­clusiva el Estado ribereño tiene juris­dicción para el establecimiento y utiliza­ción de islas artificiales, instalaciones y estructuras.3 7

3. Asimismo, en la zona económica ex­clusiva el Estado ribereño tiene jurisdic­ción para la investigación científica ma­rina. Las actividades de investigación por extranjeros y Organismos Interna­cionales se deben realizar con el consen­timiento del Estado ribereño, quien pue­de denegar su consentimiento, entre otros casos, cuando la investigación ten­ga importancia directa para la explora­ción o explotación de los recursos natu­rales. 3 8

4. También en la zona económica ex­clusiva el Estado ribereño tiene jurisdic­ción en relación a la preservación y con­taminación del medio marino. 3 9

5. En cuanto a la aplicación de leyes y reglamentos, el Estado ribereño pue­de adoptar en la zona económica exclu­siva las medidas necesarias, incluyendo el apresamiento y la iniciación de pro­cedimientos judiciales, en el ejercicio de sus derechos de soberanía para la explo­ración, explotación y conservación de los recursos vivos de la zona económica ex­c lus iva*

Como contrapartida a los derechos del Estado ribereño en su zona económica exclusiva, los principales derechos que se establecen en la zona económica en favor de los otros Estados, tanto ribe¬

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33. Proyecto de Convención sobre Derecho del Mar (Texto Oficioso). Continuación del Noveno Período de Sesiones, Terce­ra Conferencia de Naciones Unidas so­bre Derecho del Mar, Ginebra, 28 de julio a 29 de agosto de 1980. Documento A/CONF. 62/WP. 10/Rev. 3 del 27 de agosto de 1980 y A/CONF. 62/WP. 10/ Rev. 3, corr. 1 del 28 de agosto de 1980.

34. Tercera Conferencia de Naciones Uni­das sobre Derecho del Mar, Memorando Explicativo del Presidente de la Confe­rencia, Ginebra, Documento A/CONF. 62/WP. 10/Rev. 3/Add. 1 del 28 de agos­to de 1980.

35. Proyecto de Convención, sobre Derecho del Mar (Texto Oficioso); Art. 56, Pá­rrafo 1. a).

36. Ibid., Art. 56, párrafo 1. a) 37. Ibid., Art. 56, párrafo 1. b) y Art. 60. 38. Ibid., Art. 56, 1. b) y Arte. 246 a 255. 39. Ibid., Art. 56, 1. b) y Arte. 193 y 194. 40. Ibid., Art. 73.

cho del Mar es un. documento extenso, compuesto por 320 artículos y 8 anexos, que regula en general los diferentes es­pacios marítimos aplicables actualmente al espacio oceánico, así como, las diver­sas actividades a desarrollarse en el mar.

Haciendo un resumen ordenado de los principales espacios marítimos que se están considerando actualmente en el panorama internacional, conforme al Proyecto de Convención, los cinco prin­cipales espacios son: el mar terr i tor ial de 12 Millas, la zona económica exclu­siva hasta las 200 Millas, la plataforma continental que también llega hasta las 200 millas, la zona de la Alta Mar y la zona de los Fondos Marinos y su subsue­lo fuera de los límites de la Jurisdic­ción Nacional.

Los derechos del Estado en el mar te­rr i tor ia l implican la soberanía plena del Estado ribereño sobre el mar, su lecho y subsuelo en una extensión de 12 mi­llas, así como en el espacio aéreo situa­do' encima del mar terr i tor ial , con la ex­cepción del paso inocente para los bu­ques de cualquier Estado.4 3

La zona Económica Exclusiva, tal co­mo ya se ha explicado en mayor deta­lle, es una zona situada fuera del mar terr i tor ial que puede llegar hasta las 200 millas marinas, en la cual el Estado ribereño tiene derechos de soberanía pa­ra los fines de exploración, explota­ción, conservación y ordenación de los recursos naturales de la zona, así como, jurisdicción para el establecimiento y utilización de islas artificiales, instala­ciones y estructuras, para la investiga­ción científica y la preservación del me­dio marino.

La Plataforma continental comprende el lecho y subsuelo de las zonas submari­nas que se extienden más allá del mar terr i tor ial y a todo lo largo de la pro­longación natural del terri torio, hasta el borde exterior del margen continental. Si éste no llega hasta las 200 millas, la plataforma se extiende hasta las 200 mi­llas marinas desde las líneas de base

renos como sin l i toral, son la l ibertad de navegación, de sobrevuelo, de tendido de cables y tuberías submarinas y de otros usos del mar internacionalmente legítimos relacionados con dichas liber­tades, como son los vinculados al funcio­namiento de naves, aeronaves, cables y tuberías.4 1 En consecuencia, la sobera­nía para la exploración, conservación y explotación de los recursos naturales hasta las 200 Millas dentro de la zona económica exclusiva no impide ni obsta­culiza la libertad de comunicación entre los pueblos, sino que por el contrario, ésta queda expresamente reconocida y consagrada.

Evaluando los alcances de los dere­chos de los Estados ribereños en la zo­na económica, se puede concluir que la zona económica exclusiva hasta las 200 millas constituye una zona propia de ju ­risdicción nacional ubicada después del mar terr i tor ial y antes de la Alta Mar, 4 2

en la cual el Estado ribereño ejerce de­rechos de soberanía y jurisdicción fun­damentalmente de naturaleza económi­ca, junto con algunos otros derechos complementarios, mientras que en el ejercicio de esos derechos se le impo­nen ciertas limitaciones propias de la convivencia internacional, como conse­cuencia de la compatibilización de los diversos intereses de los Estados.

Principales Espacios Marítimos en el Proyecto de Convención sobre Derecho del Mar (Texto Oficioso)

Si bien en los párrafos anteriores se ha enfatizado lo relativo a la zona eco­nómica exclusiva, cabe señalar que el Proyecto de Convención sobre el Dere¬

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41. Ibid., Art. 56, párrafo 2, y Art. 58. 42. Para lo relativo a la naturaleza jurídica

de la zona económica exclusiva y sus di­ferencias y cercanías con la posición pe­ruana, véase (1) Arias Schreiber, Alfon­so: La Zona Económica..." op. cit; (2) Perrero Costa, Eduardo: El Nuevo De­recho del Mar: Naturaleza Jurídica de la Zona Económica Exclusiva, en Revis­ta de la Comisión Permanente del Pa­cífico Sur, Nº 8,1978, y (3) Perrero Cos­ta, Eduardo: El Nuevo Derecho del Mar; El Perú y las 200 Millas op. cit. 43. Ibid., Arte. 2, 3 y Arts. 17 a 26.

desde las que se mide la anchura del mar territorial. ' ' 4

Al igual que en la Convención de Gi­nebra, en el Proyecto de Convención se reconoce que el Estado ribereño ejerce derechos de soberanía sobre la platafor­ma continental a los efectos de su explo­ración y de la explotación de sus recur­sos. Los derechos del Estado ribereño son independientes de su ocupación real o ficticia y son exclusivos, en el senti­do de que si el Estado ribereño no ex­plora ni explota los recursos de la pla­taforma, nadie puede emprender dichas actividades sin su consentimiento expre­so. 45

Luego de tratar lo relativo a las tres zonas de soberanía y jurisdicción nacio­nal del Estado ribereño, como son el mar terr i tor ial hasta las 12 millas, la zona económica exclusiva hasta las 200 millas y la plataforma continental, a continua­ción el Proyecto de Convención regula la Zona de Alta Mar.

La Alta Mar está abierta a todos los Estados, con l i toral marítimo o sin él y comprende las libertades clásicas de na­vegación, de sobrevuelo, de tendido de cables y tuberías submarinas y de pes­ca. Adicionalmente, en el Proyecto de Convención, también se incluyen expre­samente la l ibertad de construir islas ar­tificiales y otras instalaciones y la liber­tad de investigación científica. Asimis­mo, se proclama que la Al ta Mar será utilizada exclusivamente para fines pa­cíficos.4 6

El último espacio marítimo contempla­do en el Proyecto de Convención, que es el más novedoso y quizás el más im­portante en el futuro, es la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos y su subsue­lo más allá de los límites de la Juris­dicción Nacional.

Al respecto, el principio general es que la Zona y sus respectivos recursos son Patrimonio común de la Humani­

dad, 4 7 en concordancia con lo dispues­to en la Declaración de Principios antes mencionada, aprobada por la Asamblea General en 1970.

Como consecuencia de dicho principio general, todos los derechos sobre los re­cursos de la Zona son inalienables y se confieren a la humanidad en su conjun­to, en cuyo nombre actuará una Autori­dad Internacional. Esta Autoridad a crearse tendrá a su cargo la exploración, administración y explotación de los re­cursos de la Zona, en la forma y de acuerdo a los procedimientos que seña­la el Proyecto de Convención.4 8

Además, la Zona se utilizará exclusi­vamente para fines pacíficos y sus acti­vidades se realizarán en beneficio de to­da la humanidad, independientemente de la ubicación geográfica de los Esta­dos, sean ribereños o sin l i toral, y pres­tándose especial consideración a los in­tereses y necesidades de los países en desarrollo y de los pueblos que no ha­yan alcanzado la plena independencia. Asimismo, ningún Estado podrá reivindi­car ni ejercer soberanía sobre parte al­guna de la Zona o sus recursos. Igual­mente, ningún Estado o persona podrá apropiarse de parte de la Zona, ni po­drá reivindicar o ejercer derechos res­pecto de sus minerales.

Consideraciones Finales

Mientras en el Antiguo Derecho del Mar solamente se reconocían el mar te­rr i tor ia l estrecho y la zona de Alta Mar, a los cuales luego se agregó la noción de zona contigua y posteriormente el concepto de plataforma continental in­corporado en la Convención de Ginebra de 1958, en la Tercera Conferencia Mun­dial se reconocen además dos espacios marítimos nuevos y diferentes. Estos es­pacios han surgido como consecuencia del desarrollo del Nuevo Derecho del

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47. Para los principios que rigen la Zona véase Arts. 138 a 142 del Proyecto de Convención sobre Derecho del Mar (Tex­to Oficioso)

48. Ibid., Parte I X : Arts. 133 a 191 y Anexos III, IV y V I .

44. Proyecto de Convención sobre Derecho del Mar (Texto Oficioso), op. cit. Art . 76.

45. Ibid,. Arts. 77 y 78. 46.. Ibid, Arts. 87 y 88.

fica y cooperación futura entre las Na­ciones.

De otro lado, gran avance histórico ha sido la consolidación de la zona eco­nómica exclusiva hasta las 200 millas. Aún cuando no se pueden desconocer sus limitaciones es evidente que con es­ta institución se reconocen y protegen dos elementos básicos de la posición del Perú y de los países del Pacífico Sur, que son el derecho de soberanía y ju­risdicción de los Estados ribereños para la exploración, conservación y explota­ción de los recursos naturales de sus mares y el establecimiento del límite de las 200 millas para los fines económicos antes señalados.

Mar y son la zona económica exclusiva hasta las 200 millas y la zona de los Fondos Marinos más allá de la Jurisdic­ción nacional.

A manera de conclusión, se puede de­cir que en el Nuevo Derecho del Mar destaca el surgimiento y el impacto de estas dos nuevas instituciones, creadas por la iniciativa y el empuje vigoroso de los Estados en desarrollo.

De un lado, la Zona de los Fondos Ma­rinos y Oceánicos, declarada patrimonio común de la humanidad, ha transforma­do sustantivamente los conceptos tradi­cionales del Derecho Internacional y constituye un reto de convivencia pací¬

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PARA construir un modelo crítico de la "nueva narrativa" hispano­americana —para ensayar una

lectura convergente— podríamos part ir del paisaje que los textos claves, o mo¬delizadores han abierto con su práctica y su interacción. Borges, Rulfo, Cortázar, Lezama Lima, García Márquez suponen un modelo de escritura en el horizonte del discurso l iterario moderno latino­americano. El Aleph (1949), Pedro Pá­ramo (1955), Rayuela (1963), Paradiso (1986), Cien años de soledad (1967) es­tablecen un espacio de corresponden­cias. En ese espacio las operaciones textuales construyen un paradigma lite­rario. Debemos, por eso, empezar por los textos y su práctica específica.

Si empezamos con El Aleph, encontra­remos allí una teoría inicial de la escri­tura, en la oposición que se plantea en­tre la manera de concebir a la litera­tura que tiene Carlos Argentino y la ma­nera de concebir a la l iteratura que tie­ne Borges, que actúa como narrador. Carlos Argentino posee el aleph y ha es­tado escribiendo un poema monstruoso, un poema que es una duplicación del mundo. A través de esta esfera torna­solada, donde está todo el universo, Car­los Argentino reproduce la diversidad entrópica del mundo. En cambio, Bor­ges, cuando ve el aleph, nos dice que nada le maravilló más que el hecho de que la multiplicidad ocupase ese breve espacio vertiginoso. No testimonia la presencia consecutiva de las cosas sino la presencia simultánea de la realidad en ese instrumento. De tal manera que en lugar de usar el aleph para dupli­

car la realidad, como Carlos Argentino, Borges se l imita a refer ir su asombro por la existencia de este fantástico ins­trumento. Si entendemos que aquí el instrumento es una especie de metáfo­ra del mismo fenómeno literario, tendría­mos una teoría de la l iteratura. De la crítica a una literatura representacional, descriptivista, emerge la opción por otro tipo de modelo literario •—que antes que de la lógica de la realidad se remite a su propia existencia. O sea, a la lógica de su discurso. La literatura pasa por la crítica, en primer lugar, de las fun­ciones del lenguaje para poner en cues­tión el suyo propio. En la década del cuarenta, en la l iteratura latinoamerica­na, esta es probablemente la más rigu­rosa postulación teórica de una escritu­ra autónoma, autosuficiente, frente a las funciones referenciales del lenguaje. Po­demos, pues, deducir que Borges intro­duce en el horizonte l i terario hispano­americano un modelo: la escritura crí­tica. Sabemos bien, además, que "E l Aleph" es un cuento y al mismo tiempo una especie de informe y muy probable­mente también un diferido informe auto­biográfico en la forma de una crónica, de un ensayo especulativo. Asimismo sabemos que Borges ha escrito no pocos relatos en la forma de reseñas. La "fic­ción" y la "crít ica" se producen en esta escritura en un mismo movimiento trans¬codificador de los repertorios del relato.

En la escritura crítica de Borges, po­dríamos concluir, la ficción da forma a una desconstrucción: los mecanismos de la l iteratura son los que crean un mo­delo fictivo y crítico de la realidad, cu¬

139 S O C I A L I S M O Y P A R T I C I P A C I O N / Nº 12

Julio Ortega / LA N A R R A T I V A H I S P A N O A M E R I C A N A . P A R A U N M O D E L O CRITICO

Arte

podríamos proponer que el modelo es aquí una escritura coloquial, porque Re­vuela, como sabemos, trata de reformu¬lar a la l iteratura desde un nuevo diálo­go entre el texto y el lector. Para Cor­tázar la literatura, como nuestras f o Fina­lizaciones de la realidad, son defectivas; lo cual presupone a la tradición del surrealismo, pero una nueva fundación del texto reclama rehacer la l i teratura y modificar al lector.

El reclamo, así, de cambiar la vida pa­sa por la reconstrucción del texto para cambiar al lector. El personaje de la no­vela es aquí el lector. La práctica de la lectura decide el lugar de la l iteratura, y también nuestra percepción de otras series discursivas desde el debate espe­culativo sobre la significación y sus de­mandas. Pero para que la comunicación circule entre el texto y el lector, un sis­tema dialógico debe ser restaurado. Re­construyendo el diálogo entre el l ibro y la l iteratura, entre la ficción y el sen­tido, entre el relato y su propia produc­ción, Rayuela diseña un complejo siste­ma de comunicación. Los actantes se desdoblan en el espacio cambiante de la nueva legitimidad convocada. Un nuevo lenguaje, el de la comunicación polifó­nica, se levanta en este debate: un len­guaje que rehusa ser l iterario, escrito, y que sólo puede ser el recomienzo del decir, un nuevo lenguaje hablado. O sea, un nuevo coloquio. Roturado así el len­guaje l iterario establecido, tanto como el lenguaje racionalista, un nuevo len­guaje se anuncia: un lenguaje adánico, el habla que vuelve a nombrar.

Podemos decir que en esta novela la 'realidad' requiere de la 'ficción' para ser más auténtica, o simplemente para ser. La serie de prácticas discursivas y formalizadas que nuestra percepción discute para significar de modo genuino, es un modelo reconstruido como 'reali­dad' desde el trabajo del texto y su sis­tema de comunicación. La ficcionalidad de esta práctica autentifica y genera el sentido más pleno y l ibre de ese mode­lo conjugatorio que un nuevo hablante, que es un hombre nuevo porque es un nuevo lector, ha reconstruido, con el tex­to, en las operaciones del texto. Final¬

ya significación se relativiza en su mis­ma formalización. Este modelo supone que la ficción es una forma de la críti­ca, y viceversa: la crítica es una forma de la ficción.

Si pasamos a Rulfo, es probable que en el caso de Pedro Páramo podríamos hablar de una escritura mítica. En la primera línea se nos dice, "Vine a Có­mala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo", pero pronto sabemos que Cómala ha desapa­recido y la pueblan las voces de la muerte. Por lo pronto, ello quiere decir que en la novela no hay un 'mundo ex­terior'. Todos son o serán fantasmas en un paisaje calcinado. En la novela no hay lugar, solamente palabras: el lugar ha desaparecido. La única raigambre que tiene la novela es su carácter no­minal : " t ier ra" , " luna", "noche", son la realidad que los nombres proveen, la que los nombres y el lenguaje constru­yen. Es un texto, así, que se sostiene solamente en sí mismo. Su poder de re­presentación es notorio, pero es tam­bién fantasmático. O sea, la referencia es puramente verbal. Por otro lado, ve­mos que en Pedro Páramo hay otra re­presentación sistemática: una construc­ción de la realidad que proviene del có­digo católico. Los personajes viven, co­mo si fuera real, la ideología católica popular. La ideología católica popular se ha convertido en un mundo natural: hay otra vida, los pecados se purgan, la conciencia es una culpa y un castigo, la muerte prolonga los sufrimientos de la culpa, etc. Así, la ideología popular apa­rece coherentemente diseñada como un mundo natural. Al l í configura el texto su paradigma sin fisuras: lo 'real' se produce en un código extremado. La ideología no es una mera i lusión: es la creación entera de su único mundo po­sible. Por lo tanto, podríamos concluir que una escritura mítica supone que la 'realidad' no se distingue de la 'ficción'. El mito es una reformulación del len­guaje: la representación de una 'cosmo¬visión' desde la ideología se sustenta en la sintaxis del relato.

Si enseguida volvemos a considerar la aventura narrativa de Rayuela, creo que

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mente, es un modelo de la lectura cues¬tionadora lo que produce esta alternati­va, esta inminencia, de un coloquio re¬ligador. Como si hablara por primera vez, el texto enuncia su interrogación y nos aguarda en ella.

En cuanto a Paradiso de Lezama Lima, no menos tentativamente podríamos pro­poner que el modelo de escritura es uno que llamaremos escritura poética. En primer lugar, Paradiso es una novela so­bre la poesía. En un sentido, el lengua­je realizado de la poesía es un lengua­je paradisíaco que se busca a lo largo de un aprendizaje. Paradiso es una no­vela de aprendizaje: José Cerní, cuyo nombre alude a la imagen, es el "artis­ta joven" de esta ritualización de la poe­sía como suma resolutiva y paradigma del sentido. El conocimiento poético su­pone, por ello, un sistema de ritos de pasaje a través de la imagen y su aper­tura e incorporación: el lenguaje, que es una modelización de la realidad, produ­ce aquí, desde la poesía, un modelo to­talizador. De modo que no hay distan­cia entre lengua natural y lengua poé­t ica: la escritura poética en su clave transmutadora no conoce disyunciones y su poder integrador es irrestricto. En esta escritura que suma los tiempos y reintegra un espacio de conjunciones, la ficción amplía nuestra percepción de lo real configurándola como una ganancia del lenguaje. La poesía es un camino de conocimiento y de incorporación su­perior a la razón. Rehace una percep­ción supranacional a part ir de la ima­gen, donde los nombres ceden su raíz preferencial a un nuevo espacio: el texto del mundo se hace así real en la pro­ducción de un nueva lectura.

Esta práctica de la escritura puede llamarse 'poética' porque es una amplia­ción de las posibilidades de trazar y de inscribir, en el mismo lenguaje, un es­pacio figurativo mayor. Un mecanismo que en el texto trama las incorporacio­nes es el de la tríada. Lo vemos por ejemplo, cuando José Cerní contempla un objeto junto a otro, y estos dos ob­jetos provocan una especie de apertura que instaura un tercer objeto. Así, dos imágenes convocan a una tercera. La

figuración establece un espacio que Le­zama llama gnóstico, y que es un espa­cio de conocimiento nuevo. La realidad es, por lo tanto, una configuración que la poesía genera: la imagen modela, su¬plementa, este margen polisémico que es el centro de una percepción restituida.

Ahora bien, estas configuraciones de la tríada reconocen un substrato: el de la metáfora. En efecto, en la metáfora dos términos se refieren a un tercero. Pero en la tríada vemos que se ha cor¬porizado el tercer término: es el tercer término lo que produce ahora la espa¬cialización de la f igura como significan­te no previsto de un signo suficiente, cu­yo sentido está en el espesor mismo de la figuración. Por lo demás, la tríada supone el nivel de las imágenes pero también la trama del texto, su produc­ción: así, un personaje presupone a otro que suscita a un tercero. De este mo­do se desdobla una sintaxis de combi­naciones y oposiciones, y se organiza el peregrinaje del texto ritualizado. Por lo mismo, el texto va generando sus pro­pios referentes, desde la hipérbole de su incorporación. De allí la práctica ba­rroca de la f igura rotante, pero tam­bién la indagación celebratoria de su l i ­bre asociación.

La 'ficción' revela el texto latente de la 'realidad': no hay disyunción entre ambos términos porque la escritura poé­tica produce y reproduce el texto sufi­ciente de un modelo incesante donde el mundo se reconstruye como poesía inte­gral. Así la ' l i teratura' es un acto radi­cal: da forma al conocimiento extremo en un archi-texto de la imagen prolife­rante, del lenguaje religador.

Si pasamos a García Márquez, a Cien años de soledad, quizá podemos propo­ner que la escritura en esta novela ex­traordinaria es, en últ imo t é r m i n o , una escritura ficticia. La dinámica asociativa de esta escritura reconstruye el mundo natural como metaficción. Produce así un texto que, en efecto, podría no con­cluir. En primer lugar, esa dinámica asociativa cuenta con el lenguaje misino a su favor: el lenguaje ha ampliado su poder relacionador y, sobre su propio código, convierte al enunciado en una

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tá transformado por una ficción mayor, la del l ibro. De allí la imposibilidad de distinguir 'realidad' y 'f icción': el refe­rente de esa ficción es otra ficción; es una ficción potenciada por el l ibro enun¬ciador, código fantástico y fuente gene­radora. Más cerca de Borges de lo que parecería, García Márquez plantea la fic­ción, la crítica y la escritura como l ibro, como espacio ficticio. Lo más ficticio no es el ' l ibro del mundo' sino este nuevo ' l ibro de la escritura'.

Ahora bien, es evidente que los textos que aquí hemos caracterizado producen, por la específica práctica de sus opera­ciones textuales —que diseñan un cues¬tionamiento sistemático—, una descons­trucción no menos sistemática de la es­critura tradicional, de la misma tradi­ción de la modernidad; y, por lo tanto, del rol del texto y de nuestra percep­ción cultural (natural) del lenguaje.

Por otra parte, no podemos olvidar que estos textos —seguramente los mo­mentos más altos de la renovación na­rrativa hispanoamericana— están tam­bién configurados por su peculiar histo­ricidad : que es, ciertamente, la práctica que los sitúa como objetos que asumen, discuten y resuelven, un conjunto teóri­co y práctico de distintas fórmulas, ope­raciones y debates que la modernidad —y el diálogo de cada texto con la tra­dición literaria, la cultura hispanoameri­cana y la práctica social misma— ha des­plazado, como un debate, al espacio de la escritura. De allí el carácter resolu­tivo de estos textos mayores, que son su­mas y propuestas: una verdadera re­construcción paradigmática del discurso mismo de la l iteratura, esto es, de la poética. Esta 'poética del cambio' —es­ta práctica transitiva y esta remodeliza¬ción de la l i teratura— supone, por lo mismo, un proceso de desconstrucción y una práctica de reconstrucción. En pri­mer lugar, desconstruye su noción de texto en la tradición l i teraria; en segun­do lugar, su roí natural en el lenguaje, al que asimismo desmonta y remédela.

Si volvemos a Borges, podemos com­probar que su trabajo produce lo que podemos llamar la desconstrucción de la

proliferación del nivel denotativo. De allí que el mundo natural se trueque en metaficción: el lenguaje es el mismo pe­ro su enunciación es otra. El lenguaje rinde sus referentes a una escritura que lo transmuta, al enunciarlo, en espacio ficcional.

La denotación —el carácter represen¬tacional y referencial del lenguaje— ha cambiado aquí de código: su código es ahora un mecanismo de proliferación. La escritura podría no cesar. No porque se nos esté contando la historia de una familia o de un pueblo característica­mente legendario, sino porque se está volviendo a leer la discontinuidad de una cultura, la cultura latinoamericana, cuya relectura, precisamente, potencia un texto inf inito. Pero al mismo tiempo, hay otra relectura: la comedia del len­guaje como metaficción; esto es, su po­tencialidad carnavalizadora de "todas" las series discursivas. Esta intra-lectura supone un ínter-texto: la misma tradi­ción del relato como la ficción del len­guaje. De allí que la tradición de la es­critura (de lo dicho y de lo escrito: de lo inscrito) sea el horizonte de este tex­to que no en vano es, en efecto, tam­bién un discurso del relato.

AI f inal, el código del texto es una re­misión al mismo l ibro: ese código es, co­mo sabemos, el l ibro que hemos leído y que el último personaje lee. El texto co­mo l ibro es también una metáfora de aquella escritura proliferante, pero so­bre todo es el código de la enunciación: el l ibro es un acto de enunciación; o sea, el enunciado —y la referencia y la ficción--- provienen de la l iteratura, del paradigma de un lenguaje transmutado y liberado. En esa escritura el mundo y el tiempo poseen una existencia escri­ta : la misma lectura forma parte del sin­tagma del l ibro. También sobre la tra­dición del l ibro como imagen del mundo y del mundo como un escritura, Cien años de soledad reconstruye una escritu­ra que es un espacio nuevo y suficien­te, del todo ficticio y cierto.

La 'realidad' y la 'ficción', así, son una misma escritura, cuya fuente es el l ibro. Estructura fictiva porque su lenguaje es¬

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cultura. Porque Borges se enfrenta a la cultura no como a un monumento sino como a un texto. Para Borges, la cultu­ra no es una historiografía (o sea, una fuente de verdad), sino una alternancia l ibre de textos en un espacio, el del re­lato, donde esos textos se nivelan y des­centran. Entonces, lo que se está des­construyendo es una idea estable de la cultura: la información como museo, co­mo monumentalidad jerárquica, ejem­plar, hegemónica. No otra cosa habían hecho Joyce, Picasso, Stravinsky y, por cierto, Pound: los repertorios formales cambian su orden estable en el espacio cambiante del texto. Por eso, podemos decir que el texto borgiano inicia la construcción de un espacio descentrali­zado de la cultura. La cultura deja de ser información con un foco hegemóni¬co de producción estable, y se transfor­ma en una construcción textual. De allí que la noción de 'verdad' se convierta, en la cultura, en una operación formal no menos fantástica que el mismo acto l iterario. Con los mismos materiales y repertorios formalizados de la cultura, Borges produce el relato de una vasta desconstrucción.

Quizá no sea casual que después de esta fundación borgiana, Pedro Páramo se proponga la desconstrucción de la existencia social ¿Y qué es lo que al mismo tiempo construye? Un espacio ideológico del infierno social. Descons­truye la sociedad como modelo natural construyendo una alegoría de la ideolo­gía como infierno. Si seguimos con Ra¬yuela, la desconstrucción aquí supone en primer término al género mismo, al es­pacio naturalizado de la novela: se cons­truye, por lo tanto, la lectura como có­digo reestructurado- del nuevo diálogo literario. Es, pues, el edificio de la co­municación lo que aquí se transforma en un texto que dramatiza el lugar de los hablantes y la circulación del sentido. En Paradiso de Lezama Lima, ¿cómo no concluir que se desconstruye la noción de lo verosímil: la denotación que supo­ne un mundo natural y un lenguaje que lo dice? No porque Lezama exceda la norma de lo verosímil, que en efecto transgrede como otra convención; sino

porque las connotaciones —y su l ibre te­j ido— son el modelo creciente del mun­do restituido por una escritura suprana¬tural. Es por ello que podemos decir que un texto del sentido se construye: la abundancia del sentido como un texto. Lezama lo que encuentra es la inagota­ble connotación de la lectura: el senti­do articula, como un eros que suplemen¬ta su espacio posible y su trazo expan­sivo. En cambio, García Márquez des­construye evidentemente la historia. No sólo porque Cien años diseñe una ver­sión de la historia que es l ibre y tras­trocada aunque también vertebral al de­sarrollo del relato; no sólo porque la no­vela ocupe el espacio de la historia de América Latina desde sus orígenes míti­cos. Sobre todo porque la historia se desplaza, como relato, a un sujeto re­construido : el consenso crítico de la cul­tura popular. Podríamos decir que en Cien años de soledad se está producien­do la cultura popular como sujeto ma­terial, como reestructuración de la his­toricidad. En El otoño del patriarca el sujeto colectivo de la cultura popular habrá fundido, en la historicidad de su construcción, tanto el carnaval de su ma­terialidad como la actividad crítica de su rol político.

La historicidad es el otro horizonte de esta escritura hispanoamericana: su sig­no social es una práctica crítica. Desde el poder cuestionador de los textos de Borges, que iniciaron en la década de los cuarenta una demostración de la es­pecificidad y madurez de nuestra litera­tura, liberada así de la marca colonial de la temática regionalista. Hasta Pedro Páramo y Rayuela donde las formas de un texto del cambio suponen, evidente­mente, un cuestionamiento más amplio, y no sólo temático: también ideológico y cultural. Paradiso es, en este sentido, una demanda por una más radical libe­ración del sujeto en la crítica del len­guaje y la indagación del sentido; ade­más, el arte busca aquí imponer una co­municación más genuina como su lugar social. En García Márquez, el texto in­terioriza y realiza el discurso social: el sujeto se desplaza hacia el texto mismo,

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y se hace así relato de un conocer crí­tico, de una restitución y liberación cul­tural.

A l l í donde la historia oculta o falsifi­ca, esta escritura polifónica restablece

un espacio que, fracturando los condi­cionamientos de la realidad empírica, inicia una reconstrucción del lenguaje como instrumento crítico y materia so­cial emancipada.

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S I los leones filosofaran, saluda­rían a la ley de la selva como el últ imo y más perfecto peldaño de

la evolución. Reivindicarían la destruc­ción de las gacelas como una inevitable y a la larga positiva expresión de la l i ­bertad, a la que definirían como objeti­va y ajena a todo argumento emocio­nal. Desdeñarían, lamentándolo, aque­llas utopías en las cuales leones y gace­las yacen juntos, y las calificarían de pe­ligrosas aunque comprensibles amenazas a la realización individual, que en los leones se expresa comiendo y en las ga­celas, siendo comidas. "La igualdad", suspirarían, "propuesta aparentemente revolucionaria de las gacelas, al tener que ser impuesta, conduciría a través del proteccionismo forzoso a la pérdida de la l ibertad".

Habría pocas posibilidades de que el león recordase que, hace un mil lón de años, él —todavía en angustiado comba­te con los grandes dinosaurios— fue el proponedor de una igualdad que entre­tanto ha olvidado. Menos posibilidades aún habría de que nuestro león cambia­ra de opinión. Probablemente la única, si hemos de seguir con esta parábola, sería la aparición de un nuevo "dino­saurio" en la selva: por ejemplo, un hombre armado. El gran felino pensa­dor, de pronto reubicado en su existen­cia. —de triunfante cazador pasa a ser eventual víctima,— no dejaría de ano­tar curiosas transformaciones en su esencia; en su filosofía, en su ideología; en su manera de ver y comprender "ob­jetivamente" el mundo. No tardaría en modificar sus prepotentes rugidos y en

cambiarlos ora por quejidos, ora por una estentórea defensa de su derecho a la igualdad frente al hombre. En otras pa­labras, de su derecho a la vida. Pedi­ría desde exoneraciones tributarias has­ta el desarme. Terminaría, sin la menor duda, por imaginar una utopía igualita­ria en la cual, finalmente, hombres y leones yacerían juntos en un idil io eter­no. Todos, diría, debemos tener fusil o no tenerlo. Y, puesto que en el comien­zo el hombre tiene fusil y el pobre león no, habría que imponer la igualdad, res­tringiendo una l ibertad del hombre, tal como la exigencia del colmillo propio por parte de la gacela restringiría una libertad —una desigualdad— del león. Este es el drama de las utopías.

Glenn Negley 1 en una bibliografía de las utopías literarias, registra nada menos que 1,608 títulos, y eso que sólo incluye ficciones, al estilo del modelo del género, la "Utopía" de Tomás Moro. Y es verdad: los felices ciudadanos de Utopía visten ropa del mismo color, co­mo los convictos o los soldados. Los personajes de Robert Owen viven en unidades rectangulares semejantes a ba­rracas cuarteleras. Etcétera. Están, pues, "protegidos": sea por una benévo­la pero inatacable autoridad, sea por un consenso social de tal manera institucio­nalizado, represivo y hasta interioriza­do, que la ausencia de necesidad de la libertad parece equivaler, subjetivamen­te, a la libertad. En la Edad Media eu­ropea o, para tal caso, en el Tahuantin¬

1. Utopian Literature: A Bibliography... The Regente Press of Kansas, 1977.

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José Adolph / LIBERTAD Y / O I G U A L D A D

mito esencialmente liberal, y no socia­lista estrictamente hablando, de la igual­dad de resultados: ya que al f inal de cuentas todos no parten igual (y para no modificar esto), que, al menos, lle­guen (o sueñen con l legar) igual. Es la ideología liberal, a veces "socializante", la que genera el mito (de consecuencias a menudo reaccionarias, como —según veremos más adelante— también ocurre con el mito de la l ibertad absoluta) de la igualdad f inal. Mito vinculado, sin duda, a la tendencia o tentación de la entropía final, que también se expresa; por ejem­plo, en el Nirvana oriental, en el Paraí­so judeo-islámico-cristiano o en la idea, igualmente cargada de entropía, del co­munismo. No es de extrañar que, así co­mo la concepción socialista-estatista no es sino la exacerbación de la tenden­cia a la acumulación presente en el mer­cado (e l Estado-Patrón es la apoteosis de la idea burguesa, su racionalización defini t iva), a su vez el socialismo esta¬tista termine asumiendo el concepto li¬beral-burgués del igualitarismo final. No hay muchas diferencias de propósito en­tre el partido único y la gran empresa monopólica. De lo cual podría deducir­se la sin duda audaz hipótesis de que la creación de mecanismos antimonopó¬licos —o sea el intervencionismo estatal en el capitalismo desarrollado— no es, como tampoco el reclamo permanente del multipartidismo, del pluralismo polí­tico y publicístico, tanto un retroceso al " idí l ico" capitalismo pre-monopólico y pre-imperialista (tan imposible como in¬deseado), cuanto una introducción, cons­ciente o no, de elementos postcapitalis­tas, probablemente socialistas, en el mer­cado económico, social, político y cultu­ral , más o menos como los múltiples di­vorcios en la ayer puritana Norteaméri­ca constituyeron una suerte de infi l tra­ción ("entr ismo") de la sexualidad l ibre dentro del marco del sistema matrimo­nial monogámico tradicional.

No podemos entrar a dilucidar aquí si el mercado, como basamento económi­co de cierta libertad política, es la for­ma a la vez natural y superior ( térmi­nos probablemente antagónicos) de la organización social humana (como pien¬

suyo, ¿se registraba como una carencia la ausencia de lo que nosotros, aquí y ahora, llamaríamos libertad? ¿Falta lo que no se echa de menos? Claro que no: no exigimos ver colores que desconoce­rnos. Primera lección: el reclamo nace de la ausencia de algo que nos es arre­batado, de algo que ha ocupado ya un espacio en nuestra visión. De algo que, por lo menos, nos ha sido prometido, co­mo la libertad y como la igualdad. De algo, en f in , que podemos deducir.

Sólo cuando determinada realidad ha hecho nacer el concepto, es que la cosa cambia. En el mundo de hoy, en el cual el dominio de la burguesía y del merca­do han generado como conceptos la l i ­bertad y la igualdad, esta precondición que se promete como generalizada y só­lo se realiza para algunos que se la apropian, se convierte en una utopía do­ble, paralela y contradictoria; valiosa, como todas las utopías, no por lo que obtiene, sino por el impulso que otorga. Los dos conceptos que la burguesía necesita para establecer su dominio —igualdad y l ibertad—, irrealizados a plenitud, se convierten en utopías ene­migas entre sí, en proyecciones invéri¬ficables.

Estas utopías se presentan a dos nive­les: l ibertad para algo y libertad en sí, por una parte; igualdad para algo e igualdad en sí, por la otra. Constituye un habitual error desconocer estos dife­rentes niveles. El león devorador quie­re "l ibertad en sí" e "igualdad de opor­tunidades" (para algo), a diferencia de la pobre gacela (o del mismo león cuan­do está en la situación del perseguido) que reclama, por supuesto, "l ibertad pa­ra algo" e "igualdad de resultados" (en sí). La economía de mercado, que fun­ciona mejor con libertad política, que es su correlato, sobre todo en épocas as­cendentes, pero que recurre en crisis, con la conciencia limpia, a las restriccio­nes y al intervencionismo, plantea una igualdad entre los hombres: la de par­t i r , teóricamente, de las mismas oportu­nidades. Pero al traicionar este requi­sito debido a su tendencia implícita a la acumulación y por tanto a la desigual­dad inicial de los hombres, inventa el

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san desde Adam Smith hasta Milton Friedman y, con distintos sujetos, funda­mentalmente asociativos, los defensores de un socialismo de mercado); o si el mercado, "lejos de representar el fruto de una propensión largamente bloquea­da, es el producto de un violento pro­ceso de desplazamiento social durante los siglos 17 y 18, que culminó en una estructura inestable o indeseada de re­laciones sociales y económicas... (como piensan) observadores como Burke y Coleridge y Ruskin, por no mencionar a Polanyi, Veblen y Marx. Desde este pun­to de vista, el sistema de mercado es sólo un episodio pasajero en el drama humano, una era tumultuosa y creativa en la cual la esfera económica fue tem­poralmente elevada por encima de la matriz de las fuerzas políticas y sociales que normalmente la contienen y contro­lan" (Robert Heilbronner ).2

Pero sí parece importante señalar que la contraposición de "igualdad" y " l i ­bertad" parece ser más un problema se­mántico que real, aunque de hecho re­fleje una contradicción quizás basada en desinterpretaciones. Por cierto que una eventual situación de igualdad total en los resultados sería, si fuese posible (y lo sería gracias a la destrucción —al es­t i lo "hormiguero"— de todas las dife­rencias y de la mente humana como en­tidad creativa), incompatible con cual­quier definición viable de libertad, tal como ya la conceptualizamos hoy. Pero lo interesante es que lo mismo puede afirmarse de una situación de libertad total para todos, incompatible no sola­mente con las formas positivas y viables (igualdad efectiva en las oportunidades) de la igualdad, sino por cierto que tam­bién con toda forma positiva y viable de libertad. La libertad total ( i tar ia) , necesariamente irrespetuosa ante los dé­biles o simplemente honestos, equival­

dría a imponer, tan duramente como la igualdad total en los resultados, el do­minio de unos sobre otros, situación pro¬totípica que —en el caso de los anima­les racionales—, sólo aparece como "na­tu ra l " para los triunfadores. Los que no son, necesariamente, los "mejores", sea cual fuere la definición que demos a es­ta palabra. Se trataría, como en la ci­tada ley de la selva, de una igualdad en la alienación, de una dialéctica amo-¬esclavo igualitaria en su inmovilismo. No es sólo un chiste aquello de que "el ca­pitalismo es el comunismo para 200 fa­milias".

Tarea central de toda propuesta de cambio es, sin duda, la reunificación —previa clarificación— de los concep­tos, debidamente actualizados, de liber­tad e igualdad, retrayendo a ambos del mundo mágico al mundo real. Cosa que puede lograrse interpretándolos en fun­ción de ios objetivos para los cuales se reclama tanto la libertad como igualdad: libertad e igualdad para actuar, no pa¬ra ser. El aspecto frustrante, lastrado, de la herencia incumplida de la burgue­sía debe ser combatido reivindicando enérgicamente el derecho a la diferen­cia, a la diversidad, a las consecuencias de la igualdad y de la libertad. Ello, co­mo contraste a la tendencia (real y no utópica) a la masificación "igualadora" de los sistemas tradicionales, sea por me­dio de las dictaduras políticas conserva­doras, sea por medio de la masificación cultural inducida que trae consigo la ten­dencia a la concentración monopólica de poderes, que podría llamarse "staliniza¬ción" económica, "estatismo" de las grandes corporaciones. La pesadilla de las utopías monocordes "igualitarias" es —esto hay que comprenderlo exacta­mente— producto de las tendencias ma¬sificadoras de las sociedades tradiciona­les (que venden estas pesadillas como "sueños"), y no el derivado de un so­cialismo que aún no existe históricamen­te. Lo que no existe, no puede tener pesadillas. Todos los sueños son poste­riores, aunque a veces no lo parezca.

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2. The Road to Selfdom, recensión a "Free to Choose", de Milton y Rose Fredman. En "The New York íteview of Bocks", abril 17, 1980.

PRESENTACION

Entre los meses de mayo y junio, alcan­zando un total de siete sesiones, nos reu­nimos en Santiago un grupo de personas identificadas con la corriente del socialis­mo chileno para estudiar su historia, rea­lidad actual y perspectivas de cara a los desafíos que se le presentan al movimien­to popular chileno en la hora actual. En­tre los participantes —todos los cuales asistieron a título individual— se conta¬ban militantes e independientes, todos ellos con alguna trayectoria significativa en su respectivo campo de actividad.

Nuestra discusión estuvo destinada, concretamente, al análisis de la conver­gencia socialista a partir de sus bases históricas, del diagnóstico de la nueva realidad en que se desenvuelven los acto­res sociales y políticos en nuestro país y del diseño de una estrategia democrático-¬socialista para Chile.

Los participantes concordamos en que la convergencia socialista, es una nece­sidad histórica y práctica; que su desarro­llo es un reto ineludible en el proceso de superación de la crisis de la izquierda y de la falta de iniciativa de las fuerzas que se oponen a la dictadura; y que la presen­cia nítida del socialismo chileno es un fac­tor imprescindible para democratizar la sociedad chilena y avanzar decididamen­te hacia una sociedad sin formas de do­minación clasistas o burocráticas.

Los participantes coincidimos, además, en que la convergencia socialista no só­lo es una necesidad sino que es, también, una meta posible; que existen las bases mínimas necesarias para impulsarla exi­tosamente. Pero constatamos, a su vez, que la convergencia será un proceso ne­cesariamente complejo. En primer lugar, porque existen incomprensiones desde distintos sectores sobre su importancia y

significado, lo que supondrá —para supe­rarlas— una labor paciente de convenci­miento ideológico y práctico, especial­mente. Y en segundo lugar, porque sus bases ideológico-políticas son evidente­mente insuficientes respecto a la tarea que tiene por delante el socialismo chile¬no y el movimiento popular y democráti­co: diseñar una real alternativa para el país que integre el conjunto heterogéneo de demandas que emergen de los distin­tos sectores del pueblo chileno, y propo­ner una política que levante a los trabaja­dores como la fuerza decisiva en su ma­terialización.

El avance de la convergencia depende­rá básicamente del entusiasmo que des­pierte en la base socialista, así como de la significación práctica que este proce­so vaya alcanzando en las grandes ma­sas de los explotados y de los oprimidos en nuestra sociedad.

Teniendo en cuenta lo anterior decidi­mos elaborar este documento, el que da cuenta de nuestra discusión a todos quie­nes están interesados en la convergencia con el f in de estimular su propia reflexión crítica al respecto. Por lo tanto, más que entregar un conjunto definitivo de conclu­siones, lo que busca este texto es abrir un debate, generar una polémica saluda­ble, poner nuestras opiniones en manos de quien quiera tomarlas para rebatirlas, rechazarlas o complementarlas.

Estamos conscientes de las limitaciones de este documento. En alguna medida es expresión de las deficiencias que tuvo nuestra discusión: muchas veces nos sa­limos del esquema que nosotros mismos fijamos; no abordamos algunos temas im­portantes por falta de sistematicidad y de adecuada preparación de los debates; por las mismas razones, algunos temas fueron tratados de manera superficial; no

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CHILE: C O N V E R G E N C I A SOCIALISTA

Documentos

SOCIALISMO Y PARTICIPACION / N° 12

política socialista. Se trata, además, de a¬segurar nuestra capacidad de interlocución rente a las reacciones y respuestas que seguramente suscitará este documento en las instancias más diversas.

Nos proponemos, como primera labor, dar cuenta directamente de nuestra discu­sión a grupos de reflexión ya constituidos sobre la convergencia. Y quisiéramos, en este plano, poder recoger la reflexión que se vaya realizando y reunimos periódica­mente para profundizar sobre los aspec­tos más cruciales, organizando, con este f in, seminarios o encuentros más amplios y sistemáticos sobre los problemas del socialismo chileno y del proceso de con­vergencia.

Al respecto es conveniente señalar que nuestro Grupo no pretende erigirse como instancia única o excluyente en la labor que se propone. Somos, simplemente, una de las varias instancias y pretendemos hacer un aporte complementario al de muchos otros. Pero vamos todavía más allá; reconocemos que existen diseños di­ferentes —incluso entre nosotros— sobre el modo de hacer avanzar este proceso y sobre la urgencia del mismo, lo que pue­de ir dando lugar a instancias diversas; y estamos de acuerdo en que debe haber la mayor flexibilidad en este campo, en el entendido que todas éstas serán iniciati­vas en definitiva complementarias.

Nos parece igualmente conveniente se­ñalar que los primeros y principales des­tinatarios de este documento, de nuestra reflexión futura y, en general, de todas nuestras proposiciones e iniciativas, han sido y serán los partidos. En efecto, con­cebimos nuestra labor como dirigida a re­forzar la acción convergente de los par­tidos de la corriente socialista y, más allá, de todo el movimiento popular. Son pre­cisamente los partidos, con su práctica y con sus orientaciones políticas, quienes han puesto en la mesa de las preocupa­ciones comunes temas como el de la cri­sis de la izquierda, la convergencia socia­lista, la búsqueda de una nueva relación partido-masa, de un nuevo estilo de hacer política, de un proyecto alternativo demo­crático, nacional, popular y socialista, los cuales han estado en el centro de nues­tro análisis común.

Del mismo modo que el quehacer coti­diano de los partidos, lo que ha inspira­do nuestro trabajo y lo que perseguimos con nuestro Grupo es forjar la unidad com­bativa de los chilenos tras el objetivo de

siempre hicimos propiamente un debate, es decir, una confrontación de opiniones, sino que cada uno de nosotros expuso la suya sin que, a ello siguiera un análisis colectivo.

Sobre algunas materias existen todavía opiniones diferentes, y a veces, contradic­torias. Algunas fueron confrontadas en un análisis colectivo, con resultados diver­sos. Sobre otras simplemente se expusie­ron las posiciones diferentes, dejándose constancia de ellas en las actas.

Pese a estas limitaciones, pensamos que el trabajo realizado fue significativo, por cuanto puso en común con mucha franqueza y libertad los juicios de cada uno acerca de temas de crucial importan­cia para el proceso social y político en que estamos comprometidos; tal vez el contrapunto de la falta de una mayor sis¬tematicidad y rigurosidad en el análisis, fue la espontaneidad en la presentación de opiniones que cada uno ha logrado for­marse acerca de estas materias, lo que ciertamente no ha quedado reflejado en este documento.

Por estas razones, en relación a las opiniones que contiene, es éste un docu­mento de carácter provisorio, y está muy lejos de afirmar verdades absolutas. (Es­to es especialmente necesario recalcar­lo en relación a las proposiciones del Ca­pítulo IV) . En lo esencial nos representa a todos quienes constituimos este Grupo, pero por las razones antes expuestas, no pretende reflejar un consenso sobre todas y cada una de las afirmaciones que con­tiene, pese al estilo afirmativo con que ha sido redactado. Y hemos preferido este estilo de redacción, —y no otro que se limitara simplemente a presentar ciertos problemas— porque nos ha parecido más út i l para el objetivo de este documento.

Esperamos, por lo tanto, que este do­cumento sirva como material de reflexión a los grupos de convergencia que se han venido constituyendo en diversos lugares, y de acicate para la generación de gru­pos similares a los más diferentes niveles (frentes de masas, militantes, indepen­dientes, intelectuales, dirigentes políticos, etcétera).

Comprometidos como estamos en el impulso de la convergencia socialista y en la superación de la crisis que afecta a nuestra izquierda, hemos decidido apro­vechar el conocimiento y la experiencia común acumulada y mantener nuestra en­tidad como Grupo informal de reflexión

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acabar con la dictadura y abrir paso a una democracia donde el pueblo pueda discernir soberanamente sobre el destino histórico que desea para el país. Y nues­tra tarea va encaminada a contribuir al proceso de definición de una alternativa socialista para tal destino histórico, tras la cual aspiramos a suscitar, junto a las fuerzas políticas afines, el más masivo apoyo de todos los explotados y oprimidos de nuestra patria.

Santiago de Chile, agosto de 1980

I. ¿POR QUE UNA CONVERGENCIA DE LOS SOCIALISTAS?

La crisis de la izquierda chilena es un hecho evidente, aunque no todos dan de­bida cuenta del mismo. Su expresión más significativa es la ausencia de conduc­ción política del movimiento popular, que ha sido reiteradamente señalado como una de las deficiencias más notorias de la lucha contra la dictadura durante este período.

En efecto, la movilización popular ha si­do más bien la obra de una multitud de organizaciones sociales que de una direc­ción política de vanguardia. Aunque en la reactivación y fortalecimiento de tales organizaciones los militantes políticos han tenido una presencia importante —tal vez fundamental—, es indudable que ha faltado una conducción política que arti­cule y proyecte los múltiples focos de lu­cha que se han generado, dando paso a la constitución de un amplio, eficaz y ma­sivo movimiento popular de resistencia a la dictadura.

La crisis de la izquierda se puso de ma­nifiesto con la derrota político-militar su­frida en 1973 y, no habiendo sido supe­rada, proyecta sus efectos hasta hoy día. Sus bases programáticas y sus instancias unitarias padecen de un agotamiento ino­cultable. Así, la Unidad Popular ha sido superada por los acontecimientos políti­cos y por los cambios de la realidad so¬ciopolítica, siendo incapaz hasta el mo­mento de renovarse profundamente para situarse en condiciones de entrega a la conducción política que de ella espera el movimiento popular.

Más allá de sus expresiones, la crisis de la izquierda no puede explicarse si el análisis se limita a cuestiones episódicas y coyunturales, o a factores formales y de simple funcionamiento orgánico de los partidos políticos.

El rasgo específico que explica la cri­sis de la izquierda es el agotamiento de sus bases programáticas o, en otros tér­minos, de su proyecto político. Lo cual indica que se trata de una crisis profun­da que tiene sus raíces en la propia his­toria del movimiento popular.

La profundidad de la crisis acarrea la evidencia de que ella no puede ser supe­rada por ningún partido en particular. Por su parte, la instancia unitaria tampoco ha sido capaz de superarla y, por el contra­rio, los factores de crisis se manifiestan con mayor fuerza en su seno, incapacitán­dola para proceder por sí misma a su re­novación.

1. Convergencia socialista para superar el vacio de dirección política del movi­miento popular.

La Convergencia Socialista constituye un proceso político que se propone apor­tar a la superación de la crisis de la iz­quierda: a partir de un mayor acercamien­to entre partidos que comparten una co­mún identificación con el socialismo chi­leno, se pretende impulsar un proceso de renovación que alcance a toda la izquier­da, al movimiento popular y, en general, a todas las fuerzas democráticas del país.

El objetivo más inmediato de la Conver­gencia Socialista es contribuir a entregar desde ya una conducción política concre­ta al movimiento popular de masas. Este desafío forma parte de su sentido origina­rio, por lo que no puede postergarse a la espera de una renovación programáti­ca o de una reordenación orgánica defi­nitiva.

En este sentido, la participación prota¬gónica de las organizaciones populares de masas en el impulso de la Convergen­cia Socialista es un factor fundamental. Aunque los partidos —y por cierto sus direcciones— tienen un rol insustituible, la Convergencia Socialista no puede re­ducirse a un mero proceso de relaciones políticas formales ni, mucho menos, a un simple acuerdo —que podría ser camino fácil— entre direcciones políticas, a es­paldas de la participación de las bases partidarias, de los sectores de influencia de cada partido, de las organizaciones populares de masas.

La Convergencia Socialista será, pues, un proceso complejo y multifacético, un proceso de bases y de direcciones políti­cas, de formas diversas y, tal vez, con¬

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tratégicas, sin pretender la subordinación de unos al pensamiento de los otros.

La Convergencia Socialista aparece, por tanto, como condición para la nece­saria reoriginación de los fundamentos de la unidad de la Izquierda y del conjunto del movimiento popular; y ésta, a su vez, es una base indispensable para alcan­zar un entendimiento de todas las fuerzas que enfrentan a la dictadura, y, también, de las que luchan por el establecimiento de un proceso de profundización demo­crática que exprese un sólido consenso anticapitalista.

3. Las transformaciones de la formación social y la necesaria renovación programática del socialismo chileno

La experiencia de la última década ha transformado profundamente a la socie­dad chilena, tanto en el plano estructural como en el de la conciencia colectiva. Las bases político-programáticas de anta­ño resultan a todas luces insuficientes para responder a las nuevas demandas de dirección política que formulan los sectores populares. Se verifica, en efec­to, un divorcio entre las nuevas realida­des sociales y los planteamientos tradicio­nales de la izquierda y del socialismo chi­leno, construidos en —y para— un estadio ya superado de la historia nacional. Es ne­cesario, pues, emprender un proceso de renovación político-programática, ade­cuado a la nueva realidad y a partir de las raíces teóricas y políticas del socialis­mo chileno y de su trayectoria histórica.

Los análisis del pasado no logran dar debida cuenta del nuevo escenario so­bre el que se desenvuelve la lucha de cla­ses en Chile: al insistir en ellos sólo se re­fuerza la crisis de conducción del movi­miento popular. La Izquierda puede y de­be hacerse cargo correctamente de esta nueva realidad, y esto es condición para que reasuma un papel conductor de la lu­cha de masas y su calidad de alternativa histórica.

El socialismo chileno es la corriente más indicada para impulsar y llevar ade­lante este proceso, que por cierto debe comenzar por su propia renovación polí­tico-programática. En efecto, su tradicio­nal sensibilidad frente al desarrollo nacio­nal y a las demandas del movimiento so­cial, así como su espíritu crítico y crea­dor, le asignan la responsabilidad de asu­mir con prontitud la puesta al día del pro­yecto político popular.

tradictorias. La presencia orientadora de los partidos dada esta necesaria flexibili­dad, será ciertamente crucial.

2. Distintas fuerzas políticas para una común demanda democrático-socialista de importantes sectores del pueblo chileno

La existencia de una demanda popular democrática y socialista es una realidad en la sociedad chilena. La difusión de es­ta idea ha sido el resultado de la prácti­ca histórica de los partidos populares y, especialmente, del Partido Socialista. Sin embargo, desde hace ya más de una dé­cada hay que reconocer la existencia de otras fuerzas políticas que también res­ponden a esta demanda, formando objeti­vamente parte del socialismo chileno; co­mo, igualmente, de un numeroso contin­gente de socialistas que no reconocen f i­las en ninguna de las formaciones orgá­nicas que tratan de expresar políticamen­te a esta corriente.

La Convergencia Socialista persigue la progresiva integración, en un nuevo y co­mún espacio, de las diversas expresio­nes que en la actualidad tratan de respon­der a la demanda democrático-socialista de vastos sectores de nuestro pueblo. La base de este empeño es la historia del so­cialismo chileno y el hecho de que las fuerzas que se trata de reunir hayan te­nido orígenes y procesos de desarrollo ideológico-político similares, lo que se tra­duce en posiciones políticas contingen­tes afines y en un trabajo común en dife­rentes frentes sociales.

La confrontación en la Convergencia de estas fuerzas diversas alentará el re­encuentro con la identidad y con los va­lores más propios del socialismo chileno, así como su renovación de cara al futuro. La idea de la Convergencia es, pues, un signo concreto de autocrítica de las anti­guas y nuevas fuerzas socialistas, y de reafirmación de un compromiso revolucio­nario generoso.

La Convergencia Socialista no debe constituir un factor de división en el se­no de la Izquierda sino, por el contrario, de fortalecimiento y profundización de su unidad. El impulso y elevación de la lucha popular de masas requiere de la unidad de los trabajadores y, en especial de la clase obrera. Es necesario, pues, el entendimiento y acción común entre las fuerzas socialistas y el Partido Comu­nista, sobre la base de una leal confron­tación de las discrepancias tácticas y es

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4. La renovación de nuestro marxismo

Un factor fundamental para la renova­ción del socialismo chileno es la adop­ción de un marxismo crítico, en permanen­te búsqueda y creación, abierto al apor­te de otras vertientes teóricas y cultura­les, contrario a toda manipulación dogmá­tica y a todo congelamiento de su esen­cial contenido revolucionario. Este mar­xismo es consustancial a la corriente so­cialista chilena, por lo que su abandono o fosilización contraría su identidad his­tórica.

Nuestra propia experiencia en Chile, el desarrollo de los procesos socialistas en el mundo actual y la discusión que tiene lugar en el movimiento obrero internacio­nal, han suscitado nuevos problemas pa­ra el marxismo, los que cuestionan algu­nos preceptos habitualmente aceptados como "esenciales" al mismo o algunas formulaciones clásicas de ciertos princi­pios.

Es preciso un serio esfuerzo de crea­ción teórica y de imaginación para lograr que el marxismo pueda responder eficaz­mente a problemas como el de la integra­ción a un proyecto socialista de valores cristianos revolucionarios; el del conteni­do democrático en todo sentido del socia­lismo; el de contradicciones y conflictos en una sociedad compleja que no admi­ten ser reducidos a esquemas puramen­te clasistas; el de la relación democrática entre el partido político y el movimiento social; el de la relación entre desarrollo económico y expansión de la democracia; etc.

La Convergencia Socialista debe ha­cerse cargo de este desafío. Esto es, res­t i tuir el contenido crítico del marxismo, a partir del empeño por elaborar respuestas teóricas adecuadas a los problemas con­cretos del presente en nuestro país.

5. Los valores cristianos revolucionarios son elementos constitutivos de un nuevo proyecto socialista para Chile,

Es indiscutible que, a nivel de la con­ciencia popular, algunos valores ligados al cristianismo han alcanzado una notable expansión en los últimos años; y que és­tos han fortalecido la lucha popular y de­mocrática, a la vez que alterado las de­mandas que hoy deben ser satisfechas por un proyecto político alternativo. En este proceso ha jugado un papel funda­mental el activo compromiso de las Igle­sias en la defensa de los Derechos Huma­

nos, así como la presencia destacada, en la lucha popular, de militantes cristianos de partidos de la izquierda socialista.

Hay que recoger esta experiencia. Hay que reconocer la fuerza convocante, la capacidad crítica y los valores humanis­tas que implica el cristianismo, particular­mente, su concepción de la solidaridad y de los derechos humanos entendidos en su más amplia acepción. Todo esto debe incorporarse —tanto en su significado doctrinario como cultural y social— como factor constitutivo de un socialismo chile­no renovado.

Es necesario señalar que esta deman­da no se resuelve mediante una simple proposición orgánica que incluya a los partidos de raíz demócratacristiana que adhieren a la corriente socialista. En efec­to, por una parte, el común factor origi­nante sólo constituye un antecedente his­tórico, que no da debida cuenta de la rea­lidad actual de tales partidos; y, por la otra, una característica esencial del cris­tianismo progresista consiste en no pos­tular formas "integristas" de expresión que constituyan factores de división del movimiento popular; el aporte revolucio­nario, humanista y socialista del cristianis­mo y de las masas cristianas se efectúa mediante una inserción unitaria en el mo­vimiento popular. Así pues, la efectiva in­corporación de los valores y sectores cristianos es una cuestión que compete al conjunto del movimiento popular y sus organizaciones sociales y políticas. Sin embargo, es evidente que la Convergen­cia Socialista constituye el mejor estímu­lo a tal integración, en cuanto recogerá unitariamente la expresión de organiza­ciones que privilegian el aporte de valo­res y experiencias provenientes del uni­verso cristiano.

6. La Convergencia Socialista es una empresa posible y necesaria

Aunque constituye un desafío difícil, la Convergencia Socialista no es solamente una buena intención ni un puro afán vo¬luntarista. Es una empresa posible, apar­te de necesaria. Posible porque posee bases históricas, sociales, ideológicas y políticas desde dónde emerger como al­ternativa. Necesaria porque es requisito indispensable para el derrocamiento de la dictadura, la democratización efectiva del país y la construcción socialista.

Sin la participación decisiva de la co­rriente socialista, en efecto, no podrá ser

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do progresivamente y sobre la base del avance de la lucha unitaria de masas, un proceso sostenido de integración orgáni­ca de las expresiones históricas del so­cialismo chileno y de aquellas que han surgido posteriormente, en particular a partir de la década del 60. Es importante señalar que este proceso de integración debe considerar también, con máximo re­lieve, el aporte de miles de independien­tes que, pese a su decidido compromiso revolucionario en la lucha contra la dicta­dura, no adhieren a ningún partido deter­minado, pero sí a un proyecto socialista unitario.

La enumeración antes señalada no in­dica orden de prioridad. Por el contrario, una fundamental condición de éxito de la Convergencia residirá en la capacidad para avanzar, paralelamente, en los tres planos mencionados. Y sólo mediante es­te avance sostenido será posible que la Convergencia Socialista asuma con éxito su responsabilidad histórica de hacer un aporte efectivo al impulso común de la lu­cha popular y democrática de masas a to­dos los niveles.

I I . LAS GRANDES CONSTANTES HISTORICAS DEL SOCIALISMO CHILENO

A lo largo de su trayectoria, el movi­miento popular chileno ha contado con dos grandes corrientes de expresión po­lítica propia: la comunista y la socialista, para denominarlas según el nombre de los principales partidos en torno a las cuales éstas se han organizado. Su constitución como sujeto histórico protagonice de la vida nacional ha dependido siempre de la unidad alcanzada por esas dos corrientes políticas; y, a la inversa, los períodos de mayor retroceso han estado signados por la desunión o por la insistencia en fren­tes formales incapaces de esconder dife­rencias no resueltas entre aquellas.

En el presente, para afirmar la unidad de la Izquierda y estructurar un vasto mo­vimiento de las fuerzas democráticas, su­perando el vacío de dirección política existente, resulta indispensable un per­f i l nítido e influyente de la corriente so­cialista. Para alcanzarlo es necesario proceder a una renovación programática del socialismo chileno que dé cuenta de la experiencia chilena de la última déca­da y de las transformaciones impuestas a nuestra sociedad, y a un proceso orgáni­co que detenga y supere su dispersión,

superada la crisis que afecta a la izquier­da y que, por esta vía, afecta negativa­mente a todo el movimiento opositor. Lo que supone, a su vez, que la corriente so­cialista sea capaz de presentar una clara identidad política, partiendo por recono­cer que la difusividad política y la disper­sión orgánica que hoy la caracterizan, constituyen factores que la debilitan en su capacidad para proyectarse hacia alianzas más amplias y para entregar efectiva conducción política al movimien­to popular.

En este sentido, la Convergencia Socia­lista debe enfrentar diversos desafíos, de los cuales pueden destacarse algunos de los más relevantes.

En primer término, la Convergencia So­cialista supone rescatar los elementos políticos constitutivos de la identidad his­tórica del socialismo chileno: una corrien­te política revolucionaria, popular, nacio­nal, antiimperialista, democrática y socia­lista.

En segundo término, esta labor debe ser acompañada de un riguroso esfuerzo de renovación programática destinado a actualizar esa identidad histórica a la luz de la nueva realidad económica y social en que se desenvuelve, actualmente, la lucha de clases en nuestro país; y de los avances experimentados por el pensa­miento marxista y revolucionario a nivel mundial: se trata de proponer una opción política que redefina la organización de la sociedad civil y de la sociedad políti­ca, así como sus relaciones mutuas, to­mando en cuenta las recientes transfor­maciones impuestas sobre el país; se tra­ta de proponer otro tipo de desarrollo, que respete y realice los valores demo­cráticos, en particular la libertad, la jus­ticia, la igualdad y la solidaridad; se trata de proponer una forma diferente de hacer sociedad, de construir un destino común, sobre la base de protagonismo del pue­blo, y no de proponer, solamente, una nue­va organización económico social; se tra­ta, en suma, de una renovación programá­tica sustantiva que dé lugar al diseño de una alternativa que movilice a los traba­jadores y a todas las energías revolucio­narias y progresistas de la sociedad chi­lena para abrir un nuevo estadio de la historia nacional.

En tercer término, la Convergencia So­cialista debe ser capaz de superar la mul­tiplicidad de organizaciones políticas que expresan este proyecto común, impulsan¬

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dando paso a la conformación de una fuerza con capacidad de conducción de la lucha popular y democrática de masas; esta es la tarea de la Convergencia So­cialista.

En este propósito, un elemento funda­mental es el rescate de las constantes históricas que han caracterizado a la co­rriente socialista chilena, toda vez que los elementos constitutivos del socialis­mo chileno no sólo conservan su vigen­cia, sino que la han acrecentado con la experiencia más reciente de Chile. Es ob­viamente necesario, no obstante, una la­bor de creación política para construir —a partir de estas constantes históricas— una propuesta democrático-socialista que dé respuesta a los principales problemas que enfrenta actualmente el país y que tenga capacidad de convocatoria para movilizar a la mayoría nacional.

Las constantes históricas del socialis­mo chileno que nos parecen más dignas de relevar son las siguientes:

1. El carácter nacional, popular, democrático, revolucionario y de masas del socialismo chileno

El particular momento histórico en que nace, su destacado papel en esa coyun­tura definitoria del curso que habría de asumir la historia chilena de este siglo, el extraordinario arraigo popular que alcan­za en tan breve lapso, así como su pecu­liar composición social, serán factores determinantes de la identidad histórica y política que alcanzará el socialismo chi­leno.

1.1. Una respuesta política ante un mo­mento crítico de la historia nacional.

El Partido Socialista nace en el primer tercio de la década del 30, coyuntura his­tórica en que se desplomaba la domina­ción oligárquica y el desarrollo capitalis­ta "hacia afuera"; y se abría una nueva fase histórica bajo el impulso impetuoso de las capas medias y de la clase obre­ra, que habría de caracterizarse por un proceso democratizador sustantivo y el desarrollo de un capitalismo industriali­zante y modernizador. Más concretamen­te, el socialismo chileno nace al calor de la lucha contra la dictadura de Ibáñez y su primer acto político es la abortada "re­volución socialista" de 1932 encabezada por quienes serían fundadores y máximos dirigentes del P.S. Matte Hurtado y Grove.

Así, el Partido Socialista emerge como una respuesta política frente al vacío de dirección resultante de la renuncia de las posiciones democráticas sostenidas hasta entonces por el centro político y del ais­lamiento obrerista del Partido Comunista, fuertemente influido por posiciones secta­rias y dogmáticas provenientes de la I I I Internacional.

En un momento clave de la historia na­cional, el Partido Socialista surge encabe­zando un proceso revolucionario y una movilización popular que dará lugar, pos­teriormente, al Frente Popular (1938), cu­yo Gobierno terminó con una larga tran­sición abriendo paso a una nueva fase de la historia de Chile.

1.2. Una corriente popular y auténtica­mente nacional

Más que en calidad de expresión políti­ca natural de una determinada clase so­cial —como lo fue, por ej., el PC respec­to de la clase obrera—, el PS nació como una respuesta específica frente a una de­manda popular y nacional de dirección po­lítica.

Lo anterior se reflejó posteriormente en la composición social de la base de apo­yo del Partido Socialista, la que no se re­duce a la clase obrera sino que cubre también un amplio espectro de la pobla­ción ocupada en servicios, así como de sectores marginados de fuentes estables de trabajo. Esta heterogénea base social contrasta fuertemente con la del PC, la que radica claramente en los sectores obreros, y casi exclusivamente en ellos; de lo que resulta una deficiente proyec­ción de alcance nacional de este último partido, limitado por su dificultad para afincarse en las zonas del país de esca­sa población obrera. En el caso del Parti­do Socialista, por el contrario, las carac­terísticas diversas de su base social le sirven de eficaz soporte para una política popular de proyección nacional.

Esta situación se relejará en una dife­rente actitud de ambos partidos frente a la política de alianzas. Para el PC. resul­tará vital alcanzar alianzas que le posibi­liten una proyección nacional y una di­mensión popular; el PS., en cambio, en tanto es expresión de una determinada alianza de sectores sociales, mostrará r i­gidez y reticencia en la política de alian­zas por su eventual efecto en la expresión de tendencias internas. (Es posible que esta circunstancia explique algunos ras¬

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1.4. Una corriente definidamente revolu­cionaria y de masas

Su autonomía y la aguda sensibilidad a las condiciones específicamente naciona­les que proviene de su inserción e iden­tificación con las luchas de las clases po­pulares de Chile, permite al socialismo chileno, por otra parte, una temprana lu­cidez acerca del carácter que debe asu­mir la revolución en nuestro país: una re­volución que debe alterar radicalmente el carácter de clase del Estado para avan­zar en un proceso de democratización que la burguesía nacional es estructural¬mente incapaz de desarrollar.

Por esta razón, si por un lado tienen sobre el PS una fuerte influencia los mo­vimientos nacional-populares de América Latina en la década de los cincuenta (el APRA peruano, el MNR de Bolivia. el pero­nismo argentino), pronto desarrolla y avanza en la crítica de la derivación po­pulista de los mismos y valora profunda­mente el proceso posterior de la Revolu­ción Cubana que, a la par que muestra un exitoso camino insurreccional, destru­ye la maquinaria estatal de la dictadura batistiana e inaugura un camino inédito al socialismo.

Pero el carácter revolucionario de esta corriente no proviene únicamente de lo anterior. A lo largo de su desarrollo, uno de sus rasgos permanentes ha sido el de­finirse siempre por la movilización de ma­sas con perspectivas de ruptura insurrec­cional y superación del sistema capitalis­ta; radicalidad que le lleva a desconfiar de mejoramientos relativos de la clase trabajadora mediante procedimientos pu­dieran reforzar al sistema capitalista.

Así se explica el esfuerzo constante del PS por recoger los más diversos conflic­tos sociales, buscando articularlos en una común demanda política: el socialis­mo, es decir, la transformación global de la sociedad. En este sentido, aunque el proyecto que levanta el PS contiene tan­to aspectos políticos como económicos-¬sociales, lo que se destaca es la alterna­tiva política que representa.

Esto hace del PS un partido de movili­zación de masas, de gran capacidad pa­ra interpretar la demanda popular por el cambio que surge de vastos sectores de la sociedad chilena; lo que se ha refleja­do en una organización interna sensible y permeable frente a las demandas socia­les, y en este sentido, más próxima a un

gos negativos típicos de esta corriente, como el fraccionalismo y divisiones recu­rrentes, el caudillismo, el sectarismo en ciertos momentos de su historia, etc.).

El socialismo chileno tampoco surge como cristalización político-orgánica de una doctrina determinada, ni como expre­sión de alguna agrupación internacional de fuerzas políticas. Nace ante un vacío político concreto en un momento decisivo de la historia nacional.

Por esta circunstancia, su desarrollo fu­turo estará marcado por su esfuerzo en mantener una inserción protagónica en la vida pública nacional, por salvaguardar su autonomía en el plano internacional y por crear un cuerpo doctrinario propio, asumiendo críticamente el marxismo, a partir de la realidad chilena y su perma­nente transformación.

1.3. Una corriente democrática, heredera de las mejores tradiciones del pensamien­to libertario chileno.

Su origen histórico y social permite al PS levantarse como el más auténtico he­redero de las tradiciones libertarias chile­nas. En efecto, el PS amplía y profundiza los valores democráticos, reformulándo¬los en una concepción (socialista) que proyecta la democracia también al plano de la economía, lo que supone una revo­lución obrera y popular que ponga f in a la apropiación privada del trabajo social y a toda forma de dominación. La adop­ción del marxismo como fuente teórica principal es justamente lo que permite al P S recoger el proceso democratizador que se venía dando en nuestra sociedad y sostener su ampliación y profundiza­ción permanente.

Sin perjuicio de su autonomía, el PS mantiene una vinculación permanente con el movimiento obrero mundial —y particu­larmente latinoamericano— desde una po­sición de independencia y solidaridad. Tal postura se traduce en un apoyo deci­dido a los procesos nacionales de cons­trucción del socialismo y a las luchas de liberación nacional. Actitud ejemplarmen­te demostrada en el apoyo irrestricto del PS a los pueblos yugoslavos y argelinos en la construcción soberana de su cami­no propio contra la opresión clasista y co­lonial; así como, desde sus inicios, a la Revolución Cubana, y más recientemente, a las luchas del pueblo angoleño y del pueblo nicaragüense, entre tantos otros.

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movimiento que a un partido monolítico de clase.

Lo anterior marcó siempre una diferen­cia fundamental con el PC y su táctica de lucha por reivindicaciones en el marco de una relativa aceptación del proceso de modernización capitalista desde un enfo­que pragmático, que indicaría la conve­niencia de no emprender un rechazo ra­dical, sino aprovechar las contradiccio­nes que tal modernización genera para fortalecer su frente social básico de cre­cimiento (la clase obrera) y robustecer su estructura orgánica. El PS en cambio, re­chaza globalmente el proceso de moder­nización capitalista, recogiendo sus con­tradicciones para desatar una moviliza­ción política por el socialismo. En otros términos, mientras el PC construye todo su quehacer en términos de presentarse como alternativa de gobierno viable, el PS lo hace para constituirse en alternati­va de poder en ruptura con el orden po­lítico imperante.

2. La búsqueda de un pensamiento político propio

Un elemento característico de la co­rriente socialista ha sido la ausencia de dogmatismos y rigideces en la formula­ción de su proyecto político-programáti­co. Este ha sido sometido a permanente crítica y revisión, en función de la adop­ción crítica del marxismo y del análisis de las constantes transformaciones de la realidad nacional.

Por esta razón, en el PS ha habido un permanente proceso de discusiones que, por constituir una expresión de vitalidad creadora, no ha habido interés por man­tener en secreto. Por esta circunstancia, en este proceso de discusión no se han expresado sólo las opiniones y posicio­nes que se confrontan en su interior sino, también, las que se dan en el conjunto de la izquierda chilena. En este sentido, el PS ha constituido un espacio privilegiado de discusión política del conjunto del mo­vimiento popular.

2.1. El perfil político del socialismo chileno

Dadas las circunstancias históricas en que surgió la corriente socialista, su ads­cripción al marxismo tuvo el carácter de una maduración: su aporte resultaba in­dispensable, en efecto, para profundizar y expandir aquellos ideales democráticos y libertarios que la burguesía se mostra­

ba impotente de realizar; y, en conse­cuencia, no podía aceptar una concep­ción anquilosada y dogmática del mismo. La suya es pues una base doctrinal de síntesis, abierta al desafío de una perma­nente creación política a partir de la rea­lidad e historia nacionales.

La heterogénea base social de apoyo de esta corriente, por su parte, obliga al diseño de un proyecto político nacional capaz de integrar toda la constelación de intereses que conforman el campo popu­lar, aunque privilegie los de los trabajado­res. Un empeño de esta naturaleza es mu­cho más difícil —y sus resultados más controvertibles— que aquel destinado a proyectar políticamente a una exclusiva clase social: El se expresa en un proyec­to político popular para la Nación, y no sólo en la traducción política de un con­junto de intereses corporativos.

A lo anterior se suma la adscripción permanente y agresiva del PS a una posi­ción de independencia de todo bloque o corriente política internacional, y su re­chazo consiguiente a la formulación para Chile de un determinado "modelo" revo­lucionario. En efecto, una de las peculia¬ridades del socialismo chileno es su per­sistente esfuerzo por recoger los avances del marxismo y del socialismo a nivel in­ternacional desde un enfoque nacional y latinoamericanista; cuestión que no le ha impedido mantener desde siempre una posición crítica frente a los socialismos reales y una actitud de activa solidaridad con todos los procesos de liberación na­cional y construcción socialista.

De esta forma, la corriente socialista va delineando un pensamiento político aparentemente difuso, pero propio y sin­gular: una adscripción crítica e histórica al marxismo; una idea democrática, plu­ralista y humanista del socialismo; un pro­yecto político popular y nacional, una de­finida voluntad revolucionaria; una posi­ción internacional antiimperialista, inde­pendiente y solidaria con el Tercer Mun­do y los No-Alineados; una concepción de la relación partido-movimientos socia­les que respeta la autonomía de estos úl­timos; una concepción no-burocrática del partido, etc.

2.2. La tesis del Frente de Trabajadores

El PS, sin embargo, no ha sido una sim­ple sumatoria de intereses sociales di­versos ni de concepciones doctrinarias contradictorias. En los años 50, particu¬

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sino como "movimiento" o como "organi­zación"). Esta incapacidad del PS se ex­plicaría por su abandono de la línea de movilización de masas en la perspectiva insurreccional y su reemplazo, en la prác­tica política, por una oscilación estéril en­tre el parlamentarismo y el guerrillerismo foquista. De este modo, estas fuerzas políticas que, por lógica histórica debie­ran haberse incorporado al tronco orgáni­co socialista, no lo hicieron.

Otros, en cambio, enfatizaron que es­tas nuevas fuerzas políticas no surgen inicialmente como socialistas, sino con manifiestas inconsistencias en sus posi­ciones políticas, teñidas de un radicalis­mo propio de su inmadurez ideológico. Sólo con el curso de los años, en función de su compromiso y práctica política con los sectores populares y sus vanguardias, van madurando en su vocación socialista y limando sus expectativas alternativistas. Es por tal razón que tales fuerzas, en el momento de su generación, optan por aprovechar el espacio político propio que entonces les ofrece la UP.

Aunque estas posiciones surgieron en nuestros debates como antagónicas, su confrontación permitió recoger opiniones de unos y de otros, produciendo en defi­nitiva un resultado que, aunque mantiene diferencias, recoge ambas líneas de in­terpretación.

3.1. Una matriz común a la de la corriente socialista

El MAPU y la IC nacen en una fase his­tórica decisiva para el país. A fines de los 60, en efecto, el agotamiento del esti­lo' de desarrollo capitalista y del régimen político democrático inaugurado en Chile en los años 30 es evidente. El gobierno demócrata cristiano de Frei, pese a sus esfuerzos reformistas, no lograba poner atajo al mencionado proceso.. Paralela­mente, la movilización popular (campesi­na, estudiantil, poblacional y obrera) al­canza una fuerza incontrolable para el sistema. Las luchas populares se desa­rrollan ascensionalmente al mismo tiempo en todo el Continente y alcanzan eco en sectores tradicionalmente adheridos a las fuerzas de conservación. Proceso que se simboliza en la reunión de los obispos ca­tólicos en Medellín y que marca un giro de la Iglesia hacia una misión de compro­miso con los oprimidos, y acompaña una radicalización de significativos contingen­tes cristianos que pasan a integrarse de­cididamente a la lucha popular.

lamiente, hubo un esfuerzo deliberado de síntesis que cristalizó en la línea del Fren­te de Trabajadores. Con esta tesis el so­cialismo chileno da cuenta de su compo­sición social, con una línea que eleva a sujetos históricos a "todos los explotados y oprimidos", con la hegemonía de la cla­se obrera. Con ello el PS refleja su vo­luntad de ser más que un partido obrero; de entregar una conducción popular de proyección nacional, proponiéndose co­mo objetivo la construcción de una "Re­pública Democrática de Trabajadores" como forma de transición al comunismo.

Esta tesis, de sólida elaboración, surgi­da de un análisis riguroso de la práctica política del PS tiene no sólo un alto valor teórico sino, sobre todo, político, como orientadora de la acción. (Si aquí no le de­dicamos un mayor desarrollo es porque su conocimiento ha estado implícito en los análisis que realizamos).

3. El surgimiento de nuevas fuerzas polí­ticas socialistas en los sesenta

A fines de la década de los 60 hacen su aparición en la escena nacional nue­vas fuerzas políticas, como resultado de desgajamiento del PDC y del proceso de radicalización de importantes masas cris­tianas que tienen lugar en esos años.

Estas nuevas fuerzas políticas en la ac­tualidad forman parte indiscutible de la corriente socialista por su decidido com­promiso con la lucha del movimiento po­pular en la perspectiva señalada por los contenidos centrales que se derivan de la trayectoria histórica de esta corriente a los que ya nos hemos referido.

En estas circunstancias, en el análisis que realizamos se planteó la siguiente pregunta: ¿por qué estas nuevas fuerzas políticas no se incorporaron, en el mo­mento de su gestación, a la expresión or­gánica del socialismo histórico, optando en cambio por constituirse en destaca­mentos separados?

Al respecto se expresaron en el Grupo opiniones que, aunque comparten algu­nos juicios comunes, enfatizan aspectos distintos.

Algunos pusieron el acento en la inca­pacidad del PS para atraer a estas nue­vas organizaciones políticas que, en su origen, no alimentaban el propósito de constituirse como destacamentos separa­dos sino que, por el contrario, destaca­ban su propósito transitorio (señalándo­se que no se designaban como "partidos"

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Los procesos anteriores se reflejan en el surgimiento y fortalecimiento de co­rrientes que, en la Democracia Cristiana, postulan una "vía no capitalista de desa­rrol lo" en contraposición a la política del gobierno de Frei y a las tesis tradiciona­les de la Izquierda, a la que se la percibe formando parte de un mismo sistema en crisis. Este proceso de radicalización de sectores del PDC les lleva a una aproxi­mación creciente al marxismo ante la constatación de la impotencia de la vo­luntad democrática en su forma burgue­sa. Esta aproximación al marxismo coin­cide con su descongelamiento luego del período estaliniano y con el desarrollo de la "teología de la liberación", lo que hace posible una visión más crítica del mismo.

Así pues, estas nuevas fuerzas socia­listas nacen como un intento de respues­ta política en un momento crucial de la historia nacional y como resultado, bási­camente, de la radicalización de sectores medios. Y surgen enarbolando tesis polí­ticas sustancialmente coincidentes con las del socialismo: agotamiento de la po­tencialidad democrática de la burguesía nacional y del desarrollo capitalista au­tónomo, necesidad de articular un frente común de los trabajadores explotados con la conducción de la clase obrera y negación de la viabilidad y pertinencia histórica de una concepción frente-popu­lista, carácter político y de masas del pro­ceso revolucionario y entendimiento de que el mismo no podrá evitar en su desa­rrollo el enfrentamiento de fases en que la burguesía opondrá su poder militar al avance del pueblo, afirmación del carác­ter insurreccional de su desenlace y ne­gación de las concepciones militaristas y f oquis tas como camino hacia el poder, etc.

3.2. ¿Desdoblamiento de la corriente socialista?1

La apresurada radicalización de los sec­tores desgajados del PDC y su aproxima­ción al marxismo les lleva, en una prime­ra fase, a una sobre-ideologización de sus posiciones políticas, con una postura van­guardista extremadamente crítica de las expresiones históricas y de la trayectoria teórica del movimiento popular. Esto les

1. El desarrollo de este punto no es ente­ramente compartido por todo el Grupo por los motivos señalados más arriba.

conduce a un rechazo de la "izquierda tradicional", a la que se la visualizaba in­capaz de renovarse teóricamente y de asomarse a nuevas realidades (como la radicalización cristiana, por ejemplo).

Surge pues una actitud proclive a la construcción de una "tercera fuerza" ca­paz de enmendar la plana a las corrien­tes socialistas y comunistas. Con poste­rioridad, la cristalización de la UP reforzó esta tendencia al ofrecer a estos movi­mientos un espacio propio como expre­sión de "los cristianos progresistas", pe­se a su declarada voluntad de negarse en algunos casos a sí mismas como fuerzas políticas "cristianas".

En cualquier caso, la no integración de estas nuevas fuerzas al curso socialista, da cuenta, también, de la rigidez del PS para abrirse a la radicalización de estos nuevos sectores sociales, lo que suponía asumir el impulso valórico revolucionario asociado al cristianismo.

Por una parte, en ese período parecen diluirse algunas aristas constitutivas de la identidad política del socialismo chileno como resultado de tres procesos que se desenvuelven paralelamente: una inter­pretación cada vez más obrerista y res­trictiva de la tesis del Frente de Trabaja­dores; una lectura militarista de la Revo­lución Cubana; y la adopción de formas orgánicas que resolvían inadecuadamen­te la relación cuadros-masas. Esto con­duce, naturalmente, a tendencias hacia la dogmatización y burocratización, acom­pañadas de un fraccionamiento extremo: a un lado el "militarismo foquista" y, al otro, el "parlamentarismo".

Por otra parte, resulta notable la inca­pacidad del PS para comprender la ver­dadera significación del fenómeno cristia­no. De hecho, mantiene al respecto la postura marxista más tradicional, y ob­serva la radicalización de los cristianos como movimientos de una "conciencia atrasada" que, cuando más, implican un aporte cuantitativo a la lucha popular, a la que llegan con remoras y deformacio­nes. El hecho de que las fuerzas políti­cas más expresivas de este fenómeno provinieran del PDC alentó aún más esta visión dogmática. Tras esto, desde luego, se encuentran situaciones históricas y culturales evidentes, como son el papel objetivamente reaccionario jugado por la Iglesia en las décadas anteriores y el ori­gen laico del socialismo chileno.

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lismo chileno y su renovación programáti­ca son objetivos que difícilmente podrán alcanzarse sin una formulación política orgánica que se base en una participa­ción activa en esa labor de estas nuevas fuerzas socialistas. Este es el desafío fundamental que enfrenta la Convergen­cia Socialista.

I I I . LA NUEVA REALIDAD NACIONAL

En los años recientes, la sociedad chi­lena ha sido profunda y violentamente transformada. La dictadura militar ha lo­grado refundar sus bases materiales, se esfuerza por institucionalizar las drásti­cas transformaciones que ha generado. Es en esta nueva realidad desde donde habrá que avanzar hacia la construcción de una sociedad socialista y, consecuen­temente, democrática.

1. El momento histórico en que se erige el nuevo escenario

1.1. La crisis del capitalismo chileno se hacía evidente a inicios de la década del 60. El proceso de acumulación capitalista encontraba serias barreras y la hegemo­nía política burguesa era seriamente cues­tionada. La DC intentó, frustradamente, ampliar la base de apoyo del sistema; es­te intento, sin embargo, no logró sino pro­fundizar las fisuras al interior de la clase dominante. El proceso de descomposi­ción capitalista se vio compañado de un vertiginoso ascenso en el nivel de organi­zación y lucha del movimiento obrero y popular. Esta situación alcanzó su punto más álgido en 1970 con el ascenso al go­bierno de la Unidad Popular.

1.2. El Gobierno Popular representó la conquista más importante que el movi­miento obrero y popular haya alcanzado en su perspectiva de construir el socia­lismo en Chile. Sin embargo, este perío­do abrió las puertas a una crisis que de­sembocó en la dictadura militar. Esta cri­sis encontró sus causas fundamentales en la incapacidad de la UP para movilizar a la gran mayoría en torno a un proceso de profundización democrática con sello socialista. El proceso de cambios lleva­do a efecto polarizó a los sectores me­dios, a sus representantes políticos y a las FF.AA., generando una aguda crisis social y política. Estos hechos ocurrie­ron en un marco político donde la dere­cha se plantea, desde siempre, como úni­ca salida el golpe militar; y el centro po­lítico tiende en forma creciente a esas po¬

3.3, La significación histórica de las nue­vas fuerzas socialistas

Es difícil generalizar respecto a estas fuerzas. No conforman una realidad ho­mogénea, y su historia está marcada jus­tamente por pugnas entre sí. Sin embar­go, tienen varios elementos comunes, y aunque mantengan diferencias, todas se encuentran más o menos comprometidas en el proceso de Convergencia Socialista.

Los partidos de raíz demócratacristiana no pretenden erigirse en expresión polí­tica de los cristianos progresistas, con ca­rácter excluyeme y alternativistas. A la inversa, estas fuerzas —así como toda la corriente progresista de las Iglesias lati­noamericanas—, rechazan todo intento por hacer del cristianismo un elemento diferenciador dentro del campo popular y tratan de incorporarlo como factor cons­titutivo y enriquecedor de los proyectos y organizaciones políticas propias del pueblo. Sin lugar a dudas la presencia de estos partidos ha reforzado significati­vamente esta visión tanto al interior de los cristianos como al interior del campo po­pular histórico y, especialmente, en la co­rriente socialista. Esta comprensión cola­bora decisivamente en la ampliación de Ja convocatoria del proyecto socialista y po­pular, a la par que lo enriquece cualita­tivamente. El cristianismo, en efecto, for­ma parte indisociable de la conciencia colectiva del pueblo chileno y no puede dejarse de lado en un proyecto de mayo­ría: junto con representar un impulso éti­co que fortalece la lucha revolucionaria, el cristianismo incorpora una actitud crí­tica y solidaria que refuerza el carácter democrático del proyecto socialista.

Por otra parte, estas nuevas fuerzas po­líticas han significado un enriquecimien­to importante del debate político-intelec­tual de la corriente socialista. En el cam­po del marxismo y del estudio de la reali­dad chilena asimismo, han jugado en la última década un papel destacado.

En el Gobierno de la Unidad Popular es­tas nuevas fuerzas socialistas ocuparon un lugar destacado. Y con posterioridad al golpe de 1973, han entregado un nota­ble testimonio de compromiso revolucio­nario y socialista en la lucha contra la, Dictadura y en defensa de los derechos humanos.

Lo definitivo es que estas nuevas fuer­zas políticas socialistas forman ya parte constitutiva de esta corriente. La actuali­zación de la identidad histórica del socia¬

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siciones; en tanto que la UP se muestra incapaz de resolver la crisis económica e imponer el orden público al no contar con el poder necesario para detener la rebe­lión impulsada por la oposición.

1.3. La revolución burguesa de 1973 es la respuesta capitalista a la crisis social y política que vivió el país. Como res­puesta capitalista no encuentra exclusi­vamente su origen a nivel nacional, sino corresponde a las tendencias del sistema capitalista a nivel mundial. La gran bur­guesía se plantea superar la crisis refun¬dando las bases del capitalismo chileno. Se requiere incrementar en forma sustan­cial la eficiencia capitalista para posibi­litar la reproducción ampliada del siste­ma. Esto significa aumentar la explota­ción del pueblo chileno, concentrar el ca­pital en un reducidísimo grupo de capi­talistas nacionales y extranjeros y trans­nacional izar la economía (esto es, hacerla coherente con los intereses de la econo­mía multinacional). A la vez, refundar las bases materiales del sistema capitalista requiere de la desarticulación de la fuer­za social y política del pueblo y, por lo tanto, de un gobierno autoritario y repre­sivo.

2. La situación internacional en que se inscribe la nueva realidad nacional

2.1. Inserción en un proceso de acu­mulación capitalista a escala mundial.

Las dictaduras militares en América La­tina y otras partes del mundo coinciden —no por casualidad— con el hecho de que el gran proceso de expansión del ca­pital multinacional que se inicia en la dé­cada de los 50 se ve dificultado por una movilización popular creciente que lo res­tringe, disminuyendo sus tasas de ganan­cia. La expansión del capital multinacio­nal requería de regímenes que "controla­ran" al movimiento obrero y popular en forma estable y permanente y le aseguran bajas tasas de impuestos, garantías con­tra la expropiación de sus bienes, apoyo financiero o en obras de infraestructura y otra serie de granjerias, que la dictadu­ra chilena se apuró en conceder.

En efecto, el dinamismo del "modelo" de la dictadura está sujeto en gran medi­da a la entrada masiva de inversión ex­tranjera: es ésta la llamada a producir el "despegue", materializando el segmento dinámico de la economía. (El patrón de desarrollo capitalista que se pretende im­plantar es, por esto, esencialmente trans­

nacional ya que se basa en la creación de condiciones para la mejor inserción de la economía chilena en el proceso de acu­mulación capitalista a escala mundial).

La dependencia del "modelo" con el capital transnacional no quiere decir que éste inmediatamente se instale en Chile. Por el contrario, hasta que no perciba que el régimen se ha logrado instituciona­lizar en forma estable no se decidirá a venir. Chile es un país pequeño para el capital transnacional y éste no estará dis­puesto a aventuras innecesarias. Sin em­bargo, en la medida que éste no se insta­le, el "modelo" como tal difícilmente po­drá asegurar una reproducción continua­da de la economía chilena.

2.2. La crisis de credibilidad de los "so­cialismos reales" tiende a reforzar el dis­curso y acción antimarxista de la dicta­dura.

La década de los setenta se caracteri­zó por una gran expansión del "área so­cialista" a nivel mundial, lo que clara­mente fortaleció su imagen a nivel inter­nacional. Paralelamente, sin embargo, el mundo asistió a diversas "invasiones so­cialistas" y no vio que se creara un es­pacio democrático para la disidencia ni una efectiva libertad participativa al inte­rior de estos sistemas.

Estos hechos han significado que los países socialistas deban ser considera­dos como agentes políticos fundamenta­les a nivel internacional; pero surgen du­das respecto a su voluntad democrática y de respeto a los caminos políticos na­cionales. Algunos caracteres antidemo­cráticos e intervencionistas de los socia­lismos reales han sido un buen caldo de cultivo para el discurso antimarxista de los gobiernos capitalistas.

2.3. De la guerra fría a la multipolari¬dad: es refuerzo a las vías nacionales de liberación.

Si bien es cierto se ha producido últi­mamente una agudización de las tensio­nes entre EE.UU. y URSS y, por lo tanto, una tendencia a estabilizar las zonas de influencia de ambos; ésta no ha compro­metido a todos los países de la órbita ca­pitalista (Alemania, Francia, etc.) ni de la órbita socialista (China, Yugoslavia, etc.): por el contrario, la mayoría de estos paí­ses quieren volver a adquirir un rol inter­nacional propio y autónomo.

Este carácter multipolar que tiende a adquirir el mundo da mayores posibilida¬

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námico. La pequeña industria de apoyo al productor para el mercado nacional, por su parte, tiende a desaparecer, a la vez que se expande el pequeño comercio.

Estos cambios en la participación rela­tiva de los distintos sectores productivos en la economía, se han visto acompaña­dos de un proceso de concentración y centralización de la propiedad sobre los medios de producción y de disminución de la capacidad de absorción productiva de la mano de obra. El conjunto de es­tos efectos han transformado la estructu­ra de posiciones de clase del país.

El tamaño absoluto de las clases domi­nantes parece no haber cambiado sustan¬cialmente, pero sí se ha rearticulado in­ternamente. La nueva fracción dirigente está conformada por grupos financieros, asociados y dependientes del capital ex­tranjero, de origen relativamente reciente en la historia económica chilena. Estos grupos se apoyan en la dupla fuerzas ar­madas-tecnocracia para imponer su pro­yecto de dominación, perdiendo así toda vestidura democrática y nacional.

El conjunto de las clases populares, además de crecer cuantitativamente, han sufrido grandes transformaciones en tér­minos de la participación relativa de los grupos que las conforman. Así tenemos que el proletariado industrial y agrario tiende a disminuir su importancia cuanti­tativa en forma notable. Al tiempo que au­mentan su peso específico el sector de trabajadores por cuenta propia, la peque­ña burguesía marginal y los desemplea­dos. Estos últimos sectores —que agru­pan a la gran mayoría de los miembros del bloque popular— se caracterizan por su atomización y falta de ligazón con la plataforma política tradicional de la iz­quierda. Ha disminuido, además, la impor­tancia económica de aquellas industrias donde se registraban grandes agrupacio­nes de obreros (textil, cuero y calzado, lí­nea blanca) haciéndose más dificultosa la integración de intereses comunes, lo que —reforzado por los altos niveles de desempleo— conspira contra la combati­vidad sindical.

3.3. El. intento de desarticulación de las organizaciones sociales y políticas disi­dentes y el cambio en el contenido de clase de toda práctica social.

Un requisito esencial para construir el nuevo escenario económico social fue re­primir y desarticular los movimientos so­ciales y políticos real o potecialmente di¬

des de maniobrabilidad para jugar con las contradicciones del sistema capitalista; e incrementa las posibilidades de vías na­cionales de transformación social. Esto explica una serie de fenómenos como son la revolución de Nicaragua y Jamaica en América Latina, la serie de revoluciones en Africa y las probabilidades de éxitos de los movimientos de liberación nacional en Guatemala y El Salvador. Los proce­sos socialistas, por su parte adquieren una variedad de formas según los contex­tos en que se desarrollen, y es ya incues­tionable que el socialismo no responde a un modelo único y universal.

3. Algunos rasgos característicos de la nueva realidad nacional

3.1. Las transformaciones ocurridas configuran un nuevo escenario económi­co y social.

La economía fue coactivamente "nor­malizada" en términos capitalistas. Esto es, se establecieron —por la fuerza— condiciones de explotación, que maximi¬zan el excedente captado por los capita­listas. Este proceso fue impulsado me­diante el empleo de dos mecanismos cen­trales: el incremento de la tasa de plus­valía (disminución del salario y aumento de la productividad) y la concentración y centralización del capital, de tal forma que un grupo reducido de capitalistas pu­diera captar los excedentes producidos en el conjunto de la economía. Estos "re­quisitos" de eficiencia capitalista tien­den a jibarizar el mercado interno y, por lo tanto, resultaron coherentes con la re­dirección de la economía hacia el exte­rior. Se crearon, de esta forma, las pre­condiciones para el funcionamiento de un nuevo estilo de desarrollo capitalista en Chile.

3.2. La reestructuración económica ha afectado la posición de clase de los dis­tintos agentes.

El volcamiento del proceso de realiza­ción de la plusvalía hacia los mercados externos y la transnacionalización de la estructura productiva han transformado los polos dinámicos y los procesos coad­yuvantes de la economía. Así tenemos, por ejemplo, que los sectores producto­res de bienes salario y sustitutivos de im­portaciones (industriales y agrícolas) tien­den a disminuir su importancia; al mismo tiempo que la aumentan los sectores ex­tractivos con ventajas comparativas "na­turales", convertidos en el nuevo polo di¬

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sidentes. Por esta razón, se acabó con el Estado de compromiso y con las pautas tradicionales de participación social y po­lítica, inmovilizando —vía represión— el aparataje político del bloque popular, y transformando de esta forma las relacio­nes políticas entre las clases.

En concreto, se ha marginado al bloque popular del sistema institucional, blo­queando el establecimiento de una sólida relación entre partidos y masas que die­ra contenido político al conjunto de las prácticas sociales de las clases domina­das; lo que ha estimulado' la crisis políti­co-orgánica que atraviesa al movimiento obrero y popular. Este proceso se ve acompañado por la dispersión orgánica del movimiento obrero que se refleja en la ausencia de una articulación nacional única de éste y en los sucesivos fracasos por constituirla (en lo que mucho tiene que ver la represión, el desempleo y el Plan Laboral). A esto se agrega la bre­cha existente entre las cúpulas y las ba­ses sindicales.

Asistimos pues a un proceso de desin­tegración de la práctica social y política del bloque de los dominados. La integra­ción y proyección de este movimiento es la tarea central que se le plantea a la oposición política, y al movimiento con­vergente por el socialismo en Chile.

3.4. La renovación ideológica del capi­talismo chileno y la "nueva institucionali¬dad".

Hasta el momento, la dictadura se man­tiene a través del uso directo, permanen­te y extendido de la fuerza, siendo la coerción el elemento clave para integrar a las diversas clases en las relaciones productivas. En este esquema el elemen­to ideológico es claramente secundario.

El Estado represivo, necesario para de­sarrollar la sistemática desmovilización de las masas no agota, sin embargo, las necesidades del sistema que se pretende implantar. Sólo implanta las bases para la "reconstrucción"; esto es, las bases para la creación de políticas, institucio­nes y condiciones para una expansión en gran escala, a largo plazo, sostenida en la reproducción ampliada del estilo capi­talista transnacional.

En esta perspectiva la burguesía ha iniciado una ofensiva ideológica. Sirvién­dose de todo su aparato de dominación cultural avanza en llenar de contenido va¬lórico-ideológico a la nueva forma de ser

del capitalismo en Chile. Se promueve el concepto de "orden" y "disciplina", ne­cesarios para una mayor eficiencia del trabajo en la producción capitalista. Por sobre todo, se subraya el valor de la lu­cha individual por el éxito y, por lo tanto, la necesaria despolitización de la socie­dad. Este último "valor" —que constituye el "mensaje" central del actual discurso burgués— se transmite fundamentalmente en forma negativa: mediante la crítica al marxismo y al estatismo por su carácter "socializante" que niega la libertad indi­vidual; y —en alguna medida— en forma positiva, al identificar el esfuerzo indivi­dual con esperanzas de consumo "moder­no" que, aunque sólo son realidad para un sector minoritario, ejercen un efecto masivo por la propaganda.

El afincamiento del nuevo escenario económico y social está sujeto al estable­cimiento de una fórmula institucional que, simultáneamente, lo refleje y lo refuerce sobre bases formalmente consensúales. Hasta el momento se ha concentrado el poder en la rama ejecutiva ("protectora de los abusos que conlleva la libertad y poseedora de la única racionalidad téc­nico-instrumental que hace viable el cre­cimiento económico"). El aparato guber­namental se ha convertido en el organiza­dor político fundamental (en una suerte de partido de la clase dominante). A tra­vés de él se contacta e incorpora a di­versos grupos sociales, gremiales y técni­cos.

Sin embargo, aún no se logra la fórmu­la institucional estable que el sistema ne­cesita para su reproducción y expansión. Este es el objetivo político central del bloque dominante durante la presente etapa.

4. Un nuevo escenario para el quehacer político popular y democrático

La sociedad chilena ya se desenvuelve en un nuevo escenario. Las bases es­tructurales de la sociedad han sido trans­formadas, con lo que se ha trastocado la posición de clase de los distintos agen­tes. Se ha revertido el proceso democra¬tizador que posibilitó en el pasado gran­des conquistas para el pueblo. El discur­so y acción política del bloque dominan­te han cambiado en forma radical. Cada uno de los chilenos —en lo más privado de su existencia— ha debido adecuarse. La revolución burguesa —en este senti­do— ha sido exitosa; el movimiento obre¬

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na a determinadas corrientes de interpre­tación del pensamiento marxista o a de­terminados moldes estratégicos proba­damente estériles. Hay por delante una tarea imprescindible de creación que de­be comprometer a todos los socialistas chilenos.

Por nuestra parte, ofrecemos algunas proposiciones destinadas a promover un debate a este respecto. Estas no confor­man un todo coherente; por el contrario, expresan ciertos acentos que nos pare­ce importante destacar hoy en día cuan­do se trate de diseñar una estrategia glo­bal para el socialismo chileno que renue­ve su perfil histórico. Inevitablemente, pues, las ideas que a continuación se ex­ponen resultarán demasiado unilaterales y probablemente muy discutibles: esto es justamente lo que se persigue al presen­tarlas.

Demás está agregar que las proposicio­nes que se presentan a continuación —pese a la forma como aparecen redac­tadas— son totalmente provisorias.

1. Sobre nuestra concepción del socialismo

El socialismo surgió y se desarrolló en la historia como un movimiento contra las restricciones que imponía la propiedad privada de los medios de producción a la decisión común, de toda la sociedad, sobre la producción social.

1.1. El socialismo no es sólo la socialización de la economía

El socialismo era, en este sentido, la prolongación necesaria de la teoría de­mocrática que la clase burguesa no po­día realizar sin perder sus privilegios co­mo clase propietaria. La resistencia vio­lenta que la burguesía opuso en todas partes a la privación de sus privilegios de minoría, hicieron que este movimiento social de los trabajadores perdiera toda fe en la vocación democrática de los pa­trones y viera crecientemente al sistema político democrático en las naciones ca­pitalistas sólo como un almibarado dis­fraz de la explotación económica.

Pero el socialismo está lejos de ser sim­plemente un programa de socialización económica; él es, antes que nada, un pro­grama de socialización del poder social en todos los niveles. Para lograr que la economía social sea dirigida por los tra­bajadores es preciso antes que nada que

ro y popular se mueve en nuevas tierras, y su acción política no puede permane­cer anclada en el pasado. La renovación es un deber; ya emergen nuevas prácti­cas, movimientos y organizaciones socia­les, y se incorporan o reactualizan otros valores y concepciones (libertad, demo­cracia, derechos humanos). Este nuevo escenario exige de una nueva oposición popular.

Surgen un nuevo tipo de práctica, mo­vimientos y organizaciones sociales.

La lucha social se desplaza de frentes. Adquiere especial relevancia la lucha so­lidaria por los derechos humanos y las condiciones mínimas de sobrevivencia. Este desplazamiento brota de la reacción frente a ciertas necesidades humanas bá­sicas y radicales: principalmente, de la defensa del derecho a la vida misma.

Este nuevo escenario nacional impone un alto grado de diversificación al movi­miento social y estimula su atomización. Este no logra encontrar, por otro lado, un agente político que lo proyecte y expre­se a nivel nacional, respetando su auto­nomía. El nuevo movimiento social se ca­racteriza por sus rasgos corporativos, rei¬vindicacionistas y cortoplacistas; mien­tras el movimiento político preserva sus características parlamentarias, invocati¬vas, lineales y organicistas.

El f in de la democracia representativa y la disminución cuantitativa de la clase obrera se suman a los problemas de con­vocatoria nacional que ya presentaban los partidos populares. Su divorcio con el movimiento social es el aspecto crucial de la crisis de los partidos.

IV. IDEAS PARA EL DISEÑO DE UNA ESTRATEGIA DEMOCRATICO-SOCIALISTA

Las transformaciones ocurridas en nuestro país, las lecciones de nuestra re­ciente experiencia histórica y el profundo debate que sacude al movimiento obrero internacional, hacen necesario poner en la discusión algunas definiciones esencia­les que sirvan al diseño colectivo de un camino estratégico para el socialismo chileno en la actual fase histórica.

Tales definiciones, que tienen que ver tanto con nuestra idea del socialismo co­mo con el qué hacer de nuestro movi­miento, no pueden agotarse ciertamente por la vía de la adscripción simple y lla¬

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la sociedad pueda dirigirse por sí misma, sin que su capacidad para hacerlo esté taponada por una fuerza externa. Con la misma decisión con que el socialismo lu­cha contra la apropiación privada de los medios de producción, lucha contra la apropiación del poder social por parte de dictadores, "representantes" o maquina­rias burocráticas.

1.2. Reconquista de nuestra orientación democrática

El movimiento socialista puso tradicio¬nalmente el acento, en su lucha por la democratización total de la sociedad, en la dirección de la economía por los traba­jadores. Tal orientación era y es plena­mente justa, y se oponía a la restricción burguesa de la democracia que restaba a la economía del campo de decisiones so­beranas del pueblo, entregándola al po­der despótico de la propiedad privada ca­pitalista.

En nuestro país, la vigencia prolonga­da de un sistema político democrático-¬representativo hizo de esta orientación no sólo un acento fundamental de la po­lítica socialista, sino aun un tema exclusi­vo de ella. La preocupación sobre el quién gobierna y sobre qué se antepuso así, de modo decisivo, a la preocupación acerca de cómo se gobierna.

La dura experiencia dictatorial ha en­señado a los trabajadores a revalorar es­ta dimensión crucial de la democracia, que ayer pudo aparecer como un simple dato de su quehacer político. La propia crisis de los llamados "socialismos rea­les" —donde existen variados signos de dominación burocráticas, lo que ha dado lugar al surgimiento en su seno de movi­mientos justos en defensa de los dere­chos esenciales del hombre— contribuye a desarrollar la crítica del movimiento so­cialista sobre su propia historia y a recon­quistar para sí mismo los valores liberta­rios que se encontraban en la esencia misma de su surgimiento como teoría po­lítica y movimiento social.

1.3. Reconquista del humanismo o integración del fecundo aporte solidario del cristianismo

Sometido a una involución profunda el desarrollo social y político nacional como resultado de la política de la dictadura, el pueblo chileno se ha visto empujado en estos años a defender derechos elemen­tales que la civilización parecía haber

consolidado establemente en el mundo. En la defensa de los derechos de toda persona frente a necesidades de carácter radical e indelegable, se han encontrado en la base popular del país mujeres y hombres de distinta filiación e ideología en un profundo movimiento de solidari­dad humana elemental. Tal encuentro y tales necesidades radicales han impulsa­do una valoración más auténtica de la orientación humanista del socialismo. En ello ha jugado un papel destacado el tra­bajo generoso de un gran contingente de cristianos que movidos por su compromi­so con los pobres y perseguidos, han im­pulsado junto a todo el pueblo un pode­roso movimiento solidario sin el cual cual­quier lucha por la libertad sería imposible.

El socialismo chileno incorpora a su programa y a su acción esta orientación humanista y solidaria que surge del pue­blo mismo. El socialismo que hemos de construir será humanista y solidario, o no será auténticamente popular y nacional.

1.4. Impulso a la autonomía de los movimientos sociales del pueblo

El carácter radical e indelegable de las necesidades en torno a las que se articu­la el movimiento social en estos años; la valoración más profunda de la orientación democrática del socialismo, así como la necesidad de hacer del movimiento políti­co un lugar de encuentro e integración de las reivindicaciones de los diversos sectores populares, subrayan la vigencia de la orientación permanente del movi­miento socialista nacional en el sentido de impulsar las organizaciones sociales del pueblo buscando ejercer influencia sobre su línea de acción pero respetan­do celosamente su autonomía e impidien­do su control desde las organizaciones políticas. Sólo un movimiento social au­tónomo es garantía estable contra las de­formaciones burocráticas del socialismo y la involución del proceso democratiza¬dor.

2. Sobre el camino político que ha de seguir el socialismo chileno 2.1. El nuevo escenario crea una realidad de dispersión

Desde los distintos ángulos desde los que se analice la realidad del movimien­to popular, resulta manifiesta la tenden­cia de la nueva situación político-econó­mica que se ha impuesto en el país en el sentido de dispersar las fuerzas que el

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movimiento popular pudo alcanzar en la fase histórica anterior (1930-1973). Esta tendencia recorre desde las bases más estructurales de esa fuerza hasta las ma¬nifestaciones orgánicas mismas en que ella llegó a plasmarse.

2.1.1. Base material de la dispersión

Vemos, en efecto, que la heterogenei­dad estructural que caracterizaba a la economía chilena se ha hecho más agu­da y profunda; que, junto a ello, el nivel de interdependencias entre unas activi¬dades laborales y otras se hacen más re¬ducido y débil a medida que se profundi¬za la dependencia de la economía chile¬na respecto de la economía capitalista mundial; que ambos factores restan base material a la solaridad y capacidad de expansión del conflicto obrero, disminu¬yendo también la importancia relativa de aquellas actividades industriales (con ex¬cepción de la minería) en las que se re¬gistraban grandes agrupaciones de obre¬ros en una sola fábrica y en dependen¬cia de un mismo capital; que estas ten¬dencias se ven reforzadas por la persis¬tencia del desempleo y el aumento, como característica estructural, del empleo in¬formal o desocupación disfrazada (com¬binándose una terciarización acelerada del empleo con una disminución cuanti¬tativa de la clase obrera industrial).

2.1.2. Dispersión de los movimientos populares

Constatamos por otra parte que estas tendencias que afectan a la base mate¬rial no son suficientemente contrarresta¬das por una solidaridad orgánica efectiva en el plano del movimiento social de los trabajadores y el pueblo: hablan de ello los sucesivos y persistentes fracasos por reconstruir una sólida articulación nacio¬nal única del movimiento laboral; la cre­ciente brecha entre las cúpulas sindica¬les nacionales y los sindicatos de base; la ausencia de una capacidad orgánica de movilización común tras las demandas de campesinos y pobladores; las dificul¬tades de los estudiantes por coordinar sus luchas libertarias entre uno y otro es¬tablecimiento y aun, en las universidades, entre una y otra facultad. Encontramos en consecuencia un movimiento social atomizado e incapaz de contraponer una alternativa común a la represión que ejer¬ce el régimen frente a las demandas del pueblo.

2.2. El carácter integrador que ha de tener el proyecto político del socialismo

El movimiento socialista debe proponer¬se como orientación central de su pro¬grama y acción la integración de las cla¬ses populares tras un solo proyecto polí¬tico común, apuntando a la base funda¬mental en que estas tendencias a la dis¬persión se afincan: la sustitución de la dictadura y de todo el régimen político autoritario por un sistema democrático amplio y participativo, en que la sobera­nía popular se ejerza sin restricciones en todos los órdenes de la vida social.

Hasta hoy, las fuerzas de inspiración socialista no han escapado a la tendencia de dispersión que afecta al conjunto de las clases populares; más aún, en la me¬dida en que han puesto como centro de su acción el apoyo e impulso a las reivin¬dicaciones parciales de cada uno de los movimientos de base, sin poder ejercer al mismo tiempo el papel que tradicional¬mente desempeñaron como mediadores de estas reivindicaciones ante el apara¬to estatal, han venido perdiendo su capa¬cidad para servir de articulación nacional de un movimiento social necesariamente heterogéneo. Es preciso ahora poner el movimiento sobre sus pies, alentando el impulso autónomo de las demandas y rei¬vindicaciones de las organizaciones so¬ciales de base y poniendo el acento de modo decisivo en la movilización tras el programa político del socialismo, único capaz de ofrecer al país un cauce demo¬crático, nacional y popular para su desa¬rrollo.

La lucha por un sistema democrático amplio y participativo, en que la sobera¬nía popular se ejerza sin restricciones en todos los órdenes de la vida social: he ahí el eslabón decisivo de la cadena, que el socialismo' debe tirar con todas sus fuerzas.

La lucha tras este objetivo debe ir dan¬do lugar al desarrollo de un movimiento por la democratización total del país, el mismo de carácter profundamente demo¬crático, fraternal y libertario que permita al mismo tiempo unir nacionalmente al ca¬da vez más heterogéneo conjunto de las clases populares.

2.3. La gestación de un movimiento popular y democrático de masas tiene bases objetivas de desarrollo.

A la par que se desarrolla el crecimien¬to capitalista sobre las nuevas bases im¬

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puestas por la dictadura, se desarrollan también por todas partes crecientes in­satisfacciones por la naturaleza y frutos de ese crecimiento. Ese crecimiento es, en efecto, crecimiento de la marginación, de la explotación, de la dependencia; más aún, tal crecimiento está indisoluble¬mente ligado a la cosificación mercantil del ser humano, a la domesticación de la juventud, a la reducción de la mujer a la condición alienante de objeto reproduc¬tor de consumo, a la condena de las ge¬neraciones futuras a una vida miserable (por hambre, limitaciones educacionales o de salud, y por el agotamiento de los re¬cursos y la contaminación del medio am¬biente),

Estas insatisfacciones tienden a aflo¬rar con mucho mayor urgencia, desde lue¬go, cuando incluso ese "crecimiento" que es capaz de ofrecer el modelo de desa¬rrollo capitalista que la dictadura impone es lento en sus ritmos y escaso en sus resultados económicos inmediatos.

La propia reproducción del modelo de¬sarrolla, así, la crítica del mismo desde diversos sectores del pueblo, que cada vez van cobrando mayor conciencia de que es necesario someter la economía y el desarrollo social al control racional y consciente de todo el pueblo para que sirva a sus necesidades en lugar de ser¬vir exclusivamente al afán de ganancia de una minoría.

2.4. El movimiento popular y democrático es más que una alianza entre partidos

Este gran movimiento libertario busca¬ría alcanzar la plena consagración social del principio de la soberanía del pueblo; y sería al mismo tiempo, un movimiento que se desarrollaría ejerciendo la sobera¬nía popular, extendiendo la soberanía del pueblo con o sin el consentimiento de la dictadura cada vez con mayor fuerza y extensión a distintas esferas de actividad.

Este movimiento no se puede construir como una simple "alianza" entre sectores políticos: debe entenderse, sin embargo, como la sede a la que toda alianza polí¬tica debe concurrir. Esto significa que el movimiento popular y democrático no se¬ría "propiedad" de ninguna alianza polí¬tica ni de partido alguno, sino del pueblo de Chile; y que nadie puede pretender, por tanto, controlarlo partidariamente. Es plenamente legítimo y necesario, sin em¬bargo, que en el seno de este movimien¬to las distintas corrientes ideológicas

busquen extender su influencia y profun¬dizar su adhesión; y el principal medio pa¬ra ello consiste en fortalecer, ampliar e impulsar el movimiento del modo más consecuente.

2.5. El movimiento popular y democrático será el sostén de la reedificación democrática en Chile

La práctica cotidiana de este movi¬miento libertario irá definiendo y marcan¬do el carácter que adoptará la vida de¬mocrática después de derrocada esta dictadura. Es, en este sentido, la base objetiva del nuevo consenso democrático que es necesario alcanzar para retomar el curso del desarrollo político y social de Chile; la base objetiva de una Constitu¬ción Democrática estable para nuestra República.

El movimiento libertario no es por ello, necesariamente, la base política de una nueva "coalición de gobierno"; contiene en su seno, en potencia, a gobierno y oposición; y contiene también en su seno, y desde ya, una lucha ideológica por el contenido más o menos restrictivo que es preciso dar a la democracia, a la vigen¬cia social de las libertades y a los meca¬nismos de igualdad, etc.; contiene en su seno, hoy y mañana, una lucha de cla­ses. Pero el mismo combate que desarro¬lla desde hoy contra la dictadura hace que contenga también desde ya, que se vaya construyendo y desarrollando en él, una forma recíprocamente aceptada de resolución de los conflictos; forma que debe legitimarse y hacerse efectiva en to¬da la sociedad.

2.6. La convergencia socialista debe impulsar este movimiento popular y democrático de masas y robustecer la unidad política de los trabajadores

La convergencia socialista, es decir el movimiento común de todas las organiza¬ciones, sectores y personas que confor¬man el ancho curso del socialismo chile¬no, debe impulsar con todas sus fuerzas el desarrollo de este movimiento liberta¬rio del pueblo chileno. Al mismo tiempo representará en él a un vasto sector de los trabajadores que está convencido de la necesidad de desterrar el capitalismo de nuestra Patria y de reemplazarlo por un modo socialista de producción y de vi¬da, y de que ello sólo podrá lograrse a través de un Estado que se organice a partir de los intereses de los trabajado¬

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res y el pueblo, y no de los intereses de la burguesía; para lo cual es necesario impulsar el principio democrático con consecuencia absoluta y radical, sin ha­cer excepciones derivadas de los privile¬gios de la propiedad privada. Consecuen¬temente, la Convergencia Socialista a la par que impulsa el movimiento democráti¬co que opone hoy el pueblo chileno con¬tra la dictadura, buscará desarrollar en su seno la máxima influencia de su idea so¬cialista y buscará avanzar, reconquista¬da la democracia, hacia el consenso po¬pular y la adhesión de todos los explota¬dos para avanzar decididamente hacia el socialismo. (Es decir, hacia la supresión de toda explotación, económica, política, cultural o de cualquier naturaleza, de una clase sobre otra).

En el impulso de este movimiento liber¬tario, la convergencia socialista debe practicar una política de masas, y en de¬sarrollo de ese movimiento, la convergen¬cia propone una estrategia de desobe¬diencia y de rebelión popular. Se opone pues decididamente al terrorismo, al gue¬rrillerismo foquista, o a las políticas cons¬

pirativas. Pero entiende, al mismo tiempo, que el pacifismo no llevará a la victo¬ria en la lucha del pueblo chileno contra una dictadura que ha probado ser brutal y sanguinaria y que no entregará su po¬der voluntariamente.

En el impulso de la lucha popular y de¬mocrática de masas, la convergencia so¬cialista debe fortalecer la unidad de los trabajadores, y en particular la unidad de la clase obrera (que es el núcleo más só¬lido y organizado de todos los sectores sociales explotados por el capitalismo). La Convergencia entiende que, en Chile, tal unidad no puede impulsarse conse¬cuentemente, hoy como ayer, al margen del entendimiento y acción común con el Partido Comunista. La Convergencia So¬cialista mantiene con este partido discre¬pancias prácticas y estratégicas, y no en¬tiende la unidad como la subordinación de unos al pensamiento de los otros. Pe¬ro antepone por sobre todas las cosas, y lo mismo exige al Partido Comunista, la unidad de la clase para enfrentar el po¬der despótico de la burguesía.

Santiago, agosto de 1980

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Crónica

NOTAS SOCIOLOGICAS SOBRE EL XIII CONGRESO APRISTA

"El hombre no puede escapar a su propio logro, no le queda más remedio que adoptar las condiciones de su propia vida, ya no vive en un puro universo físico, sino en un universo simbólico; el len­guaje, el mito, el arte, la religión constituyen partes de este uni­verso, forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la ur­dimbre complicada de la experiencia humana; todo progreso en pensamiento y experiencia afina y refuerza esta red". Ernst Cassirer: "Una clave de la naturaleza humana: el símbolo".

Delegación y participación: formalidad y mito

Una nutrida delegación de bases no im­plica necesariamente que en el Apra ha¬ya participación horizontal; sin embargo la delegación existe y su selección es su¬puestamente democrática: un delegado provincial por cada tres mil votos obteni¬dos en la provincia. Luego a mayor vota¬ción, mayor participación. Pero en el HOY del aprismo, ¿qué hay detrás de semejan­te delegación? ¿Una búsqueda de velar tensiones internas, expresadas sin em¬bargo en los resultados comisiales? Es curioso además este gusto por lo formal-¬tradicional, en un partido cuya legitima¬ción —supuestamente— le viene primor¬dialmente del apoyo popular; no habían denunciado intensamente un fraude elec¬toral? ¿por qué ese reconocimiento de autoridad, entonces, respecto a los resul¬tados del JNE?

Nutridas delegaciones pues, intenso ir y venir de cientos de rostros populares y de sectores medios bajos. Se podrían escribir notas sociológicas sobre la es¬tructura de clases interna al Apra, par¬tiendo por ejemplo del tipo de hoteles donde se alojaron los delegados; este cor¬te de clase tendría que analizarse en fun¬ción de las tendencias manifiestas de los participantes. El análisis de la apropia¬ción social y política del espacio sería una contribución para la elaboración de hipótesis teórico-prácticas sobre las pers¬pectivas de evolución del Apra.

Sin embargo, si algo llamaba la aten¬ción era la poca formalidad en el trabajo del XIII Congreso. Contradictorio sí, gus¬to por lo formal, pero informalidad prác¬tica. Los horarios sólo servían para des¬pistar a turistas y curiosos. Las mañanas eran más interesantes en la Plaza de Ar¬

mas, el Mercado o el Local del Partido y no en la sede del Congreso. Todos esta¬ban seguros de que las Comisiones "ya comenzaban", sin embargo el trajín no ce¬saba, es más, durante las Comisiones los participantes iban y venían del Gran Chi¬mú y por las razones más variadas; desde tomarse un café o asegurarse el pasaje de regreso, hasta la simple "vueltita"...

De hecho- la mañana estaba perdida pa¬ra el trabajo, este comenzaba tarde por la tarde —nunca a hora muy precisa— y luego se reiniciaba después de la cena... con los que regresaban... horario "bohe¬mio" y "libertad" de participación de las bases en cualquiera de las Comisiones (unos decían que eran 13, otros que 17). Con más de mil participantes 1 las comi¬siones hubieran tenido que funcionar con un promedio de 65 miembros cada una, esto en una distribución racional y mate¬mática de los participantes... pero si la participación estaba sujeta casi al libre albedrío de mil personas, vemos qué es lo que se entiende en el Apra por "parti¬cipación democrática de todos los delega¬dos de las bases".

La Autoridad y disciplina apristas

Nuestra presencia en Trujillo no era simplemente "periodística", se trataba de hacer una observación-participante del fenómeno que analizamos en nuestra in¬vestigación en curso.2 En este trabajo tratamos de someter a juicio de la prác¬tica social del aprismo una serie de hipó¬tesis teóricas en torno al elemento1 religio¬so que —afirmamos— existe en toda práctica política, en países como el nues¬

1. Precisiones oficiales posteriores dicen que si bien la participación debió pasar de mil delegados, sólo llegaron a acre¬ditarse debidamente 825.

SOCIALISMO Y PARTICIPACION Nº12 169

tro, donde la religión no sólo es un ele­mento esencial a la cultura sino que es un medio simbólico de comunicación, ex¬presión y lucha de los sectores popula¬res.3 Nuestro estudio del fenómeno reli¬gioso está situado por ello en el marco del análisis ideológico: dentro del proce¬so dialéctico de construcción de las ideas y del sentido, por ello determinado por las relaciones sociales de producción y el proceso de reproducción de las mismas.

Como diría Houtart: "La ideología siem¬pre está presente, pero no así la religión; para la sociología de la religión se trata de ver en qué CONDICIONES la ideología apela a elementos religiosos (códigos, discursos, creencias, ritos) y cuál es la utilización diferencial de la religión por grupos sociales de diferente posición dentro de las relaciones sociales de pro¬ducción".*

Pero, volvamos al Apra, nuestro actual y apasionante objeto de estudio; lo ante¬riormente dicho está ligado al estilo de política autoritaria y vertical desarrollada dentro del Apra. El "participante-fluc¬tuante" medio de las comisiones, recono¬ce a un "compañero coordinador" y un "trabajo de comisiones" votado "demo¬cráticamente", aunque él no haya partici¬pado en nada, ni sepa de dónde vienen las conclusiones. Para el aprista medio éstas son producto de una asamblea y una deliberación a la que adhiere, aunque no se hayan realizado cabalmente. Si la rea¬lidad contradice sus afirmaciones, son los otros quienes están equivocados, el Apra no se equivoca, no comete errores ja¬más. .. Al constatar este fenómeno no en¬tro en la discusión de si hubo o no frau¬de en el dichoso congreso, el problema que me interesa está en la mística que trastoca lo real-real y hace percibir un

2. "Papel de la mística en la política: el caso del partido Aprista", en éste tra¬bajo intentamos aplicar un cuadro teó¬rico y metodologías largamente desarro¬llados en la sociología de las religiones y aplicarlos a la sociología de la polí¬tica, contribuyendo de esta manera a un mejor acercamiento al fenómeno popu¬lar mismo y al estudio de sus expresio¬nes políticas.

3. Bourbieu P. Genése et structure du champ re l i g i eux Revue Francaise de So¬ciologie, Xlf-1971, p. 295-296.

4. Houtart F. Propuestas teóricas para el estudio de las sociedades de capitalismo pe r i f é r i co en: Social Compass XXIV . 2/3, 1977).

real-peculiar para el mundo aprista "lla¬mado" a ser un "real-maravilloso", como veremos luego al analizar el lema del Con¬greso.

La mañana del dos de agosto, mientras los desayunos a la inglesa se prolonga¬ban en el Hotel de Turistas, cuartel gene¬ral de los jerarcas del aprismo, y después de haber visitado a los heridos en el hos¬pital, comenté los hechos con una seño¬ra, delegada de una provincia de la sie¬rra central. Para mi asombro, su convic¬ción sobre los hechos no tenía nada que ver con las versiones que yo acababa de obtener en el Hospital: "En el Apra no hay divisiones", son los comunistas los que han ido a provocar al Congreso, nuestros disciplinarios los han corrido"...(!) Místi¬ca, ideología y anticomunismo, pero ante todo: Aprismo.

Hagamos aquí un alto sobre el antico¬munismo aprista. El contenido del mismo viene de las luchas ideológicas de los años 27 y 28. En aquellos momentos ser anticomunista significó ser independien¬tes y nacionales, ¿Cómo esos contenidos siguen siendo los mismos en una etapa histórica tan distinta y en una coyuntura tan álgida como la de 1980? Esta es una de las preguntas a las que tratamos de responder en nuestro trabajo de investi¬gación. Ya que estamos ciertos que, si las masas populares adhieren y han ad¬herido al Apra durante 50 años, es en cuanto éste era un partido revolucionario y no por ser un proyecto conciliador y oportunista rumbo a la derecha... ¿cómo esta práctica zigzagueante es percibida como lineal? El modo peculiar de genera¬ción de la mística y el modo social de producción de las ideas, es lo que nos in¬teresa estudiar.

Autoridad y disciplina tienen pues con¬tenidos propios en el Apra. La primera es cuasi divina, emana profusa y perma¬nentemente de un Jefe-Luz,5 fuente ina¬gotable de Verdad y Sabiduría, y se pro¬

5. El epitafio de la tumba de Víctor Raúl Haya de la Torre reza: "Aquí descansa la luz"; la apelación religiosa es obvia, se puede hacer un paralelo con el "E l Verbo era la Luz" del Prólogo de San Juan, el cual a su vez resume toda la tradición bíblica, así Víctor Raúl deven¬dría Sacerdote, Rey y Profeta, Verbo hecho Carne, Luz de los hombres, el que vino a "dar testimonio de la luz" pe¬ro al cual "los suyos no le recibieron"...

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longa misteriosamente, en la actual cúpu¬la partidaria.

¿Qué efectos tiene respecto a la místi¬ca todo el problema actual de fracciona¬miento del partido? La respuesta no es simple, el aprista-medio participa profun¬damente de la mística, pero desde la se¬gunda mitad de la década del cuarenta (aproximativamente) se ha producido un proceso de "Institucionalización" dentro del fenómeno místico aprista. Surge un cuerpo de especialistas-teólogos (Town¬send, Sánchez, en menor medida Melgar), que organizan las apelaciones místicas, manteniendo así una relación transaccio¬nal con la base aprista, la cual continúa desarrollándose dentro de un sistema sin¬crético de una religión popular.6 Ambos sistemas religiosos, el institucional y el popular han tenido fugaces momentos de encuentro durante el XIII Congreso... pe¬ro la apelación religiosa institucional de los "teólogos" no es neutra, ni tiene la "Verdad" de la apelación otrora hecha por Víctor Raúl... quien hable ahora, no puede obviar en la mística, el problema político que se plantea al Apra.

Presencia y ausencia del Jefe: los mitos de la unidad y la fraternidad

"El mito es una historia verdadera, que pasó al comienzo de los tiempos y que sirve de modelo a los comportamientos hu¬manos. Limitando los actos ejemplares de un dios o un héroe mítico o simplemente contando sus hazañas, el hombre se libe¬ra del tiempo profano y alcanza mágica¬mente al Gran Tiempo, el Tiempo Sagra¬do".7 De esta manera: "el mito significa para nosotros cierto modo de lenguaje, cuyos elementos son símbolos multivalen¬tes, que hacen referencia a lo trascen¬dental y sagrado y cuyos significados afectan a las cuestiones esenciales o

6. Todo este análisis del proceso de ins¬: titucionalización eclesiástica, está toma¬: do de A. Granisci. en sus trabajos sobre

la iglesia católica en Italia, cf. El mate¬, rialismo histórico y la filosofía de B. Croce y las Notas sobre Machiavello, la política y el estado moderno. Juan Pa¬blos Ed. S.A., México 1975. Hay que seña¬lar la utilidad particular del trabajo de Hugues Portelli Gramsci y la question religieuse Paris, Anthropos 1974. (existe traducción al castellano).

7. Eliade M. Mythes revés . et mystéres, Col l . Idées-Gallimard, Paris, 1967, pág. 22.

existenciales de la vida humana y a los interrogantes del destino histórico del hombre. En otros términos, el mito es el modo propio del discurso religioso, mien¬tras que la teología es una reflexión com¬pleja pero ordenada, sobre el lenguaje mítico de una tradición o comunidad his¬tórica".8

En esta perspectiva, la vigencia de Ha¬ya de la Torre durará lo que dure el Apra, tal es la capacidad simbólica que supo desarrollar; símbolo que reúne, congrega a un grupo humano, pero que lo diferen¬cia de otros. Esta capacidad de identifi¬car diferenciando no la tienen los líderes actuales, y por otro lado aquello que des¬pectivamente se señala como "ciego fana¬tismo", es una sana actitud de sicología de masas, de un grupo que se identifica y diferencia, que recurre adhiriendo a lo que lo congrega, e identi f ica colectiva¬mente, y es el rechazo a la disgregación, a la amenaza del "cisma", que significa el caos.

El Jefe-Luz es la figura que congrega y disgrega hoy, es símbolo; esta capacidad es producto del tipo de liderazgo mesiá¬nico desarrollado por el carismático Víc¬tor Raúl... su figura omnipresente en el congreso, quiso ser un llamado a la uni¬dad, tal era la apelación del lema del con¬greso:

"Unidos todo lo podemos Divididos nada somos Haya es la Luz El Apra es el Camino"

Es decir que para el pueblo (nosotros, pronombre incluido, capacidad de repre¬sentación), la única posibilidad de SER y consecuentemente de PODER algo histó¬rica y subjetivamente, es por y mediante el Apra: ' Camino-Verdad-y-Vida; nótese el uso del verbo ser: mientras que para el "nosotros-pueblo" se plantea la terrible disyuntiva entre el no-ser y el poder-ser, para el Apra y Haya, ES. El Apra como pueblo-escogido es el que conducirá al pueblo-convertido hacia la Iluminación personal y colectiva (Haya es la Luz), encuentro místico en la historia con lo Real-maravilloso anunciado, vivido y trans¬figurado por Víctor Raúl...

Veámoslo más detenidamente:

8. Gilkey Langdon: La explicación moder¬na del mito y posibilidades de la teolo¬gía en el siglo XX en Teología de la Be¬movación, Ed. Sigúeme, Salamanca 1972.

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Eso, inefable, incomprensible... esos "elementos no-racionales" de la política que trabajaron Goebels y Hitler, pero cu¬ya necesidad y pertinencia histórica seña¬laba Mariátegui como el mito necesario que ningún revolucionario puede olvidar. Es preciso anotar además, que nos encon¬tramos frente a una racionalidad diferen¬te, que por problema semántico nuestro llamamos no-racional, pero el asunto es que la racionalidad es un razgo inheren¬te a todas las actividades humanas; aun la mitología tiene una forma sistemática y conceptual propia. El desafío está pues en el trabajo de subsumir la racionalidad que nace de los valores propios del pue¬blo; en esa medida lo racional-popular po¬drá alimentar la mística en la política.

Siendo todo esto vigente en el Apra, el recurso a lo real-maravilloso de la presen¬cia mística del Jefe-mesías fue buscado, pero no fomentado en el XIII Congreso. Las apelaciones simbólicas son constan¬tes; el Congreso se llama "Víctor Raúl Ha¬ya de la Torre", lo preside un Haya de la Torre, las consignas que se oyen en los raros momentos de exaltación colectiva son en torno a la figura del Jefe, único jefe posible para tal pueblo:

"Haya no ha muerto, sigue siendo el jefe"

"Haya sí, otro no" "Víctor Raúl, Víctor Raúl, Víctor Raúl..."

En la movilización del dos de agosto, el primer aniversario de la muerte del Jefe, hubiera sido posible una apoteosis, una especie de "transfiguración" de Haya muerto-y-resucitado; resurrecto en el pue¬blo aprista, preso entonces de una "ilu¬minación colectiva". Porque el dos de agosto, para el aprista medio, es una fe¬cha litúrgica por excelencia, posee la ca¬pacidad de reconstruir el medio fraterno y de proyección espacio-temporal que ge¬neró el Jefe; en términos de Eliade po¬dríamos decir que el dos de agosto se po¬dría revivir la gesta de Víctor Raúl por la recuperación de un medio-sagrado (la fraternidad), por el encuentro de un espa¬cio-sagrado (Trujillo, ciudad mártir), para alcanzar el Tiempo-Sagrado (el "paraíso aprista" de 1980?)...9 sin embargo, nada de esto sucedió, ni hubo apoteosis, ni transfiguración, ni iluminación; la palabra del Jefe y quien le dirigiera el conjuro bajo el cual debía reencarnarse, ya no eran neutros...

Los "teólogos" (Sánchez-Townsend), capaces de dirigir una apelación mística no contaban, ni estaban seguros del apo¬yo masivo de los apristas, su línea políti¬ca los aleja de los intereses del pueblo; por otro lado, los "seudo profetas" (Vi¬llanueva-Melgar) 10 con su prédica de re¬

9. Eliade M. op. cit. pág. 22 y ss. 10. Tipificamos a estos productores de ideo¬

logía según la clasificación de A. Grams¬ci, cf. Portelli H. op. cit. pág. 76-120.

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torno a las fuentes primigenias del apris¬mo tratarían de recoger los inaplazables reclamos populares implementando un cierto modelo social-demócrata que signi¬ficaría transacción con las bases popula¬res a cuyo sentimiento profundo se refie¬ren, pero con una evidente dificultad de maniobrar en el campo de la mística.

La trayectoria de los líderes actuales y los roles desempeñados en el partido son las causas de esta incapacidad mística por parte del "movimiento primitivista" " de Villanueva, a lo que se añade el mode¬lo político que propone; un modelo de transacción y reparto no es capaz de su¬citar la pasión de las masas, las cuales además, están educadas en la escuela de Víctor Raúl, quien les enseñó que las grandes obras se escriben con sangre en el libro de la historia... Surge aquí otro elemento de contradicciones en el cam¬po de la mística, ya que la sangre que se vierte hoy no es la de los apristas en la lucha por los derechos del pueblo, sino efecto de la lucha fratricida... ¿hasta dónde puede encubrir la mística estas in¬tensas y variadas contradicciones dentro del Apra?

Evidencias de una crisis

Un volante repartido al ingreso del Co¬liseo Gran Chimú el día de la inaugura¬ción, donde se exigía una lista de garan¬tías para la realización del congreso, evi¬denciaba un descontento con la organiza¬ción del mismo; llegando incluso a pedir "garantías frente a los miembros denomi¬nados de seguridad, para todos los parti¬cipantes y en todo tipo de recintos" (!)

11. Según Gramsci un movimiento que pre¬dica desde dentro de la " iglesia" la "vuelta a las fuentes primigenias" y una conversión de corazón, en un movimien¬to primitivista,, tiene capacidad de ape¬lación afectiva y de promover ciertos cambios pero carece de proyección his¬tórica, ya que la prédica no se adecúa a los tiempos nuevos en que se produce, (Cf. "E l Materialismo...". El uso de este y otros conceptos gramscianos nos pare¬cen instrumentos sumamente útiles y ca¬paces de ser operativos para nuestro tra¬bajo de investigación, no creemos que estos se adecúen matemáticamente a la realidad peruana, ni exactamente al Apra, pero nos sirven de modelos fren¬te a los cuales podemos definir mejor y diferenciar no sólo nuestro actual obje¬to de estudio, sino las peculiaridades de nuestra formación social.

En el acto inaugural, largo, innecesa¬riamente burocrático, el único momento de exaltación colectiva con los slogans en torno a Víctor Raúl. Luego de compli¬cadas y reiteradas citaciones a las comi¬siones de trabajo, éstas finalmente se ins¬talaron al segundo día, prácticamente por la tarde, para luego ser suspendida para ir a la Misa y Romería al Cementerio. Se reiniciarían a eso de las once de la no¬che. .. con los sobrevivientes a tan ago¬tadora jornada.

Era evidente que a las comisiones no se iba a deliberar, el tiempo- sobraba, las masas se agitaban pendularmente ante la aparición de algunos líderes en las ca¬lles. .. ya que el Congreso estaba allí, en Trujillo, la plaza, el mercado o la calle Pi¬zarra; era un estado de ánimo colectivo, dispuesto a la exaltación... pero no se podían obviar idas y venidas, mucha ten¬sión. Aunque el aprista medio no es dis¬creto y habla públicamente con facilidad de la vida interna del partido, es incapaz al mismo tiempo de objetivar estos pro¬blemas, la mística recubre y silencia las cuestiones más flagrantes y candentes. La gravedad de la crisis actual podremos medirla a lo largo de nuestro trabajo.

Si bien la mística tiene un papel encu¬bridor de la realidad y modifica la percep¬ción de lo real en la militancia, no deja de ser socavada por problemas tan aguda¬mente evidenciados. Desde el punto de vista de la mística, como necesidad de un identificador colectivo, la crisis actual po¬dría significar la pérdida del identificador (por afirmación o por negación, con con¬secuencias para los apristas y los anti¬apristas entonces), y esto en un tiempo de crisis, lo que llevaría al caos a la mi¬litancia por el desmoronamiento del sen¬timiento de pertenencia; así todo lo que divida al movimiento divide al propio YO del militante, y esto por la identificación del movimiento con el militante que desa¬rrolló Víctor Raúl dentro del Apra, senti¬miento que ha sido su fuerza y que agra¬va la crisis de hoy.

Sin embargo, a lo largo, y a través de la crisis, la fraternidad aprista ¡existe! El "clima" de Trujillo lo creaba este cu¬rioso sentimiento, y aunque "armandistas" y "andresistas" estuvieran enfrentados, no permitirán ninguna intromisión, ni in¬terpretación de profanos (como yo) en el asunto. La cuestión se arregla "en fami¬lia" los extraños sólo disturban y entorpe¬cen la unidad... esta compleja realidad

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de fraternidad y unidad aprista es todo un desafío para la izquierda.

Consecuencias políticas: ad-intra, ad-extra

Las consecuencias políticas de esta crisis son problema aparte. Sin embargo es preciso hacer algunas anotaciones pa¬ra no perder de vista el problema global que estudiamos desde nuestra óptica par¬cial (la sociología de las religiones).

Las agrias discusiones televisadas, así como gestos y hechos violentos que se han sucitado en la cúpula partidaria sa¬cuden a todo el aprismo, lo conmueven, pero no lo matan... tenemos Apra-cam¬biante para rato.

El proyecto político que resultaría de la propuesta Sánchez-Townsend no se dife¬rencia demasiado del de AP o el PPC, ha¬biendo demostrado el primero mayor ca¬pacidad orgánica. Cierto sector medio-in¬telectual y la periferia "aprisiona", pue¬de ser sensible a este último viraje, pero su significación numérica, aun a pesar de tener capacidad de apelación mística, no es muy grande. Por extracción de clase y cultura-ambiente las masas apristas vi¬bran más con un "búfalo-Villanueva", que con un "zorro-Sánchez" o un "inglés-¬Townsend". A esta incapacidad de inter¬pelación popular masiva del sector con¬servador, se suma su característica ge¬rontocrática, lo que destaca la finitud del proyecto.

Por su parte Villanueva, más sobrio que en la campaña electoral y mucho más preciso ahora, tiene el atractivo popular de su estilo, la ventaja de su no muy avanzada edad y un proyecto político más viable y con fuertes avales económicos en el exterior. La propuesta de Villanue¬va es lúcidamente social-demócrata, algu¬nos afirman que puede ser la "social de¬mocracia que la pequeña burguesía ne¬cesitaba para el Perú... " recogiendo ciertas demandas populares en su pro¬grama, adecuando el aparato productivo a un sistema capitalista avanzado con fuerte presencia multinacional; necesita¬do de una sólida paz social, por ello dis¬puesto a determinadas concesiones, pe¬ro alerta a no conceder demasiado al mo¬vimiento popular.

Finalmente en esta línea el Apra pasa¬ría a ser el aliado pendular de los secto¬res populares o de la burguesía, permi¬tiendo —por una presencia típica en el

espectro político— una clarificación en el campo popular y en el campo burgués, dentro de un sistema político-económico más estable, pero también, más comple¬jo en sus contradicciones internas, de tal manera que toda opción revolucionaria quede relativamente "mediatizada".

Pero, nos preguntamos, semejante mo¬delo es posible sin un cierto clima de bie¬nestar para los sectores medios y popu¬lares? ¿Lo permitirá un movimiento popu¬lar en ascenso y dentro de una situación de pauperización creciente? Por antece¬dentes históricos recientes creemos que el modelo social demócrata es posible en conjuntos sociales donde las necesida¬des básicas están holgadamente cubier¬tas, y tal no es el caso del Perú... !

Sin embargo, así como en este país du¬rante más de cincuenta años se ha naci¬do aprista o antiaprista, el futuro político del país estará marcado por la perspecti¬va que tome el Apra a partir de esta su histórica crisis.

Imelda Vega Centeno B.

PRESENCIA DE JOSE ARICO EN LIMA

Editado por el CEDEP, el libro de José Aricó Marx y América Latina, fue presen¬tado a fines de agosto de este año en la Universidad del Pacífico, con un panel integrado por Bruno Podestá, Sinesio Ló¬pez y Carlos Franco que contó con la presencia del propio Aricó y ante un nu¬meroso y atento auditorio de intelectua¬les y políticos de izquierda. José Aricó, estudioso argentino radicado hace varios años en México, indaga en este libro acer¬ca de las causas reales de la supuesta in¬comprensión de Marx respecto del proce¬so latinoamericano y de su presunto "eu¬ropeísmo". En un texto apasionante, Ari¬có persigue el itinerario del pensamiento de Marx, en este plano, remontándose hasta sus orígenes a través de sostenido análisis de fuentes documentales e histó¬ricas.

Hace pocos años, el texto de Aricó hu¬biera suscitado fuertes ataques de parte de ciertos grupos de la izquierda dogmá¬tica. Es evidente que, tanto el método de análisis utilizado en el libro como muchas de las afirmaciones que se vierten en él, contradicen la base de la mentalidad y actitud que es aún tan frecuente en nues¬tro país. Sin embargo, debemos recono¬cer como un hecho positivo, la reacción

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más bien interrogativa, respetuosa en la discrepancia e interesada en el conteni¬do de las reflexiones de Aricó, de un im¬portante sector de la izquierda peruana. El Diario, única publicación cotidiana de izquierda que aparece en Lima, publicó un comentario firmado por Ramón Secere en el que se sugiere que si algún resul­tado debiera tener o provocar el libro es el de luchar contra el dogmatismo desde adentro. Mostrar a los marxistas que Marx no fue marxista (y él mismo lo dijo alguna vez) sino que estaba abierto a la realidad más que a los libros. El Caballo Rojo, suplemento dominical de El Diario, abrió ampliamente sus páginas a una su¬gestiva discusión entre Aricó, Ricardo Lu¬na Vega, César Lévano y Sinesio López acerca del pensamiento y práctica políti¬ca de José Carlos Mariátegui —otro de los temas estudiados por Aricó—, y la revis¬ta Marica reprodujo los dos primeros ca¬pítulos del libro.

Aricó en Lima, intervino en la presen¬tación de su libro y dictó una serie de conferencias sobre José Carlos Mariáte¬gui en el Programa de Ciencias Sociales de la Universidad Católica. Tanto su visi¬ta como la publicación de su libro, que ya circula en Lima, Méjico, Bogotá y otras capitales latinoamericanas, han sido una importante contribución hacia la renova¬ción del pensamiento revolucionario de esta parte del continente. En nuestro pró¬ximo número, incluiremos una relación de los comentarios suscitados por "Marx y América Latina". H. .B R.

SEMINARIO TALLER SOBRE LA TRANSICION HACIA LA AUTOGESTION DE LOS TRABAJADORES EN LA INDUSTRIA COMO UNA ESTRATEGIA PARA EL CAMBIO

Del 8 al 27 de setiembre de este año, equipos de investigadores sociales de In¬dia, Sri Lanka, Tanzania, Malta y Perú se reunieron en la capital holandesa, convo¬cados por el Instituto de Estudios Socia¬les de La Haya y el Instituto de Adminis¬tración de Calcuta, respectivamente, para analizar la situación de la autogestión en sus respectivos países.

Luego de una interesante experiencia de política participatoria, funciona en Mal¬ta un sistema paritario de dirección de los Drydocks o diques secos, que son cen¬tro de una de las actividades económicas más importantes de ese pequeño país. En

su manifiesto de 1971, el Malta Labour Party, explicó las bases filosóficas e ideo¬lógicas del concepto de participación, de¬clarando que los últimos objetivos de la organización participatoria de los Dry¬docks están constituidos por una adminis¬tración totalmente en manos de los traba¬jadores. Esta política ha sido reciente¬mente afirmada, pero al mismo tiempo la participación ha sido vista por el gobier¬no del MLP, como un método para esta¬blecer un consenso social entre emplea¬dores y empleados y una mejor distribu¬ción del ingreso.

En la India, tan pronto como el Janta Party reemplazó al partido del .Congreso Nacional en las elecciones generales de 1977, empezó a impulsar una extensión de la democracia económica. Una en¬mienda constitucional, adoptada antes de 1977, establece que el Estado "dará pasos hacia una adecuada legislación y otras modalidades que aseguren la parti¬cipación de los trabajadores en la direc¬ción de las empresas y otros estableci¬mientos industriales"; una resolución de política industrial estableció posterior¬mente que "en una democracia socialis¬ta, la participación entusiasta de los tra¬bajadores es parte de la tarea común del desarrollo" y recomendó la realización de consultas de trabajadores y técnicos, y si fuese posible su asociación progresi¬va en la dirección.

Sin embargo, en un informe acerca de la participación de los trabajadores en los países en desarrollo, Krishan Sethi, del Instituto de Administración de la In¬dia, afirmaba recientemente que, a dife¬rencia de Argelia, Perú y Yugoslavia, paí¬ses que optaron por cambios radicales en la relación social de producción y dis¬tribución, Malta, Zambia e India, han adoptado ideológicamente el concepto de formas socialistas en dichas relaciones pero no han realizado pasos radicales en esa dirección. ;

En Tanzania, la participación es una de las dimensiones más importantes del pro¬ceso de desarrollo de ese país que es di¬rigido por el Presidente Nyerere. Pero en Sri Lanka, la dirección conservadora que se imprimió en los últimos tiempos al go¬bierno, descartó la participación de los planes nacionales.

Durante 3 semanas los equipos de los cinco países que hemos mencionado al comienzo de esta nota, realizaron un aná¬lisis detenido de los problemas de la auto¬

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gestión en sus respectivos países. Sus reflexiones han sido volcadas en informes que serán publicados el próximo año por el Instituto de Estudios Sociales. El áni­mo de este taller de trabajo ha sido ana¬lizar los factores positivos y negativos del proceso de transición en países que, co¬mo los mencionados, han tenido una ex¬periencia considerable en el impulso ha¬cia la autogestión, a través de la intro¬ducción de algunas formas de participa¬ción de los trabajadores en la dirección de empresas urbanas y campesinas. El seminario realizado en La Haya fue en realidad sólo la primera fase de un am¬plio plan de trabajo, cuya culminación en diciembre de este año, será la elabora¬ción de un documento1 de conjunto, que será expuesto a políticos de alto nivel, di¬rigentes de organizaciones laborales y personas que ocupan posiciones claves en la implementación de políticas guber¬namentales, quienes se reunirán durante dos días para conocer y discutir la con¬clusión del informe. Hasta el momento han sido invitadas delegaciones de Ja¬maica, Guyana, Zambia, Turquía, Mozam¬bique y Perú. A dicha reunión asistirán además representantes de las más impor¬tantes organizaciones sindicales y empre¬sariales de Holanda.

La organización de este evento está ba¬jo la responsabilidad de Gerard Kestef y Henk Thomas, del Instituto de Estudios Sociales de La Haya, y Krishan Sethi del Instituto de Administración de Calcuta. La delegación peruana estuvo formada por Santiago Roca, Verónica Ferrero y Héctor Béjar.

H. B. R.

SEMINARIO NACIONAL SOBRE PROBLEMATICA REGIONAL DEL PERU

Entre el 13 y 16 de octubre se realizó en Arequipa el Seminario Nacional sobre Problemática Regional del Perú, organiza¬do por el Organismo de Desarrollo de Arequipa y la Fundación Friedrich Ebert de la República Federal de Alemania. El evento en cuyo Comité Organizador parti¬ciparon además la Universidad del Pací¬fico (Lima) y la Cámara de Comercio e In¬dustria de Arequipa tuvo por finalidad contribuir al debate nacional sobre las al¬ternativas de organización del Desarrollo Regional. El tema adquiere particular im¬portancia en el contexto de la reciente transferencia de poder político y la pues¬

ta en vigencia de la nueva Constitución Política del Perú, promulgada en 1979.

El seminario contó con cerca de dos centenares de participantes entre los que se encontraban cuatro parlamenta¬rios, funcionarios del INP y de organismos regionales de desarrollo, investigadores vinculados a la planificación regional y representantes de organizaciones produc¬tivas.

Cuatro aspectos fundamentalmente fue¬ron abordados: 1) Problemática y planifi¬cación regional (experiencias y perspec¬tivas); 2) Aspectos productivos del desa¬rrollo regional; 3) Aspectos sociales del desarrollo regional; y 4) Alternativas de organización regional.

1. Problemática y planificación regional (Experiencias y perspectivas)

a. La primera conferencia en sesión plenaria estuvo a cargo del Ing. Edgardo Quintanilla en representación del Instituto Nacional de Planificación (INP), en su ca¬lidad de Director Técnico y comprendió dos aspectos: Problemática Regional en el Perú y sus tendencias y Administración para el Desarrollo.

En la primera parte, después de definir la sociedad peruana como subdesarrolla¬da dentro del sistema capitalista, lo que ha ido configurando al interior del país una estructura espacial socio-económica en función de exigencias y demandas fo¬ráneas, pasó a conceptualizar el desarro¬llo en términos de lograr transformaciones profundas en los órdenes económico, so¬cial, político y cultural.

Mencionó que las acciones llevadas a cabo por el gobierno anterior en lo que respecta al desarrollo regional, han posi¬bilitado aunque de manera aún muy limi¬tada, el crecimiento de dos áreas con po¬sibilidades de convertirse en centros ur¬banos importantes: el eje Chiclayo-Trujillo -Chimbóte en la costa norte y el de Are¬quipa-Moquegua-Tacna en el sur. Sin em¬bargo no se han programado proyectos productivos importantes en la sierra y sel¬va.

La necesidad de superar el actual pa¬trón de desarrollo integrando y articulan¬do macroregiones en base a la Ceja de Selva y la Costa en un proceso de articu¬lación transversal que vaya incorporando progresivamente las regiones de Selva Ba¬ja y Sierra, así como la de diseñar una especialización y jerarquización funcio¬

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nal de centros urbanos, fueron sus refle¬xiones finales.

En la segunda parte, referida a la Ad¬ministración para el Desarrollo el exposi¬tor detalló el modelo de regionalización planteado por el INP, considerando go­biernos locales, zonas de desarrollo y go¬biernos regionales.

b. El "Debate Nacional sobre el Descen­tralismo 1930-1980" fue expuesto por el Dr. Baltazar Caravedo Molinari. Para cada uno de los tres decenios entre 1930 y 1960, el expositor señaló: 1) Realidad económica, 2) Fuerzas sociales, 3) Siste¬ma político incluyendo el rol de los parti¬dos políticos, 4) Relaciones internaciona­les, 5) Debate sobre el Descentralismo, y 6) las obras relacionadas con la descen¬tralización.

Los últimos 20 años son tratados en tres períodos. El primero (1963-68) estu¬vo caracterizado por esfuerzos en infraes¬tructura vial y por la ampliación y modifi¬cación de las Corporaciones dándoles mayor libertad a los organismos departa¬mentales; sin embargo, el impulso descen¬tralista no tuvo resultados contundentes.

Un segundo período (1968-75), que el autor caracterizó por la preocupación re¬ferente a la dependencia del país, la ne¬cesidad de cambiar el patrón nacional de acumulación o desarrollo y la seguridad nacional; bajo esta administración, dijo, se desplazó a empresas privadas del con¬trol de actividades productivas o comer¬ciales convirtiéndose el Estado en el nue¬vo propietario legal y en el caso del agro, formándose empresas de propiedad so¬cial. También señaló recortes de funcio¬nes a los municipios, el carácter burocrá¬tico de los comités de desarrollo depar¬tamentales y su apreciación de que el SINAMOS no fue percibido como un meca¬nismo descentralizado. Al respecto cabe opinar que el autor no ha considerado que la desconcentración del SIMAMOS en oficinas regionales, zonales y equipos lo¬cales respondía a la concepción del sis¬tema como ente promotor de organizacio¬nes de la población a las cuales se les irían transfiriendo paulatinamente decisio¬nes hasta constituirse en base de un nue¬vo tipo de poder basado en las mismas organizaciones de base.

Para el tercer período (1975-80) en el contexto de la crisis económica profun¬da y movilizaciones populares, se men¬cionó, la creación de los organismos de desarrollo regional.

A manera de reflexión final, el autor se¬ñaló que las banderas del descentralismo han sido levantadas por distintos sectores sociales en épocas diversas pero que hoy la pugna es más compleja e integral, supone desconcentrar el poder político y desburocratizar la sociedad.

Como conclusión, planteó la necesidad de poner en práctica un plan de regiona¬lización que haga posible, con la partici¬pación y presencia de todos los sectores del pueblo, transformar nuestra economía para hacernos libres y el Estado para ha¬cernos verdaderamente soberanos y de¬mocráticos.

C. "La Planificación Regional en el Pe¬rú: Experiencia en la Región Sur" susten¬tada por los ingenieros Jorge San Román de la Fuente y Alberto Montes de Oca García. Recordaron los expositores que las acciones de las juntas y corporacio¬nes estuvieron marcadas por una conno¬tación urbano-industrial, salvo acciones relativamente aisladas en el medio rural.

Con el proceso iniciado en 1968, agre¬garon los ponentes, se realizaron una se¬rie de transformaciones esrtucturales po¬niéndose éstas como prerrequisito para el desarrollo y se comienza a utilizar la pla¬nificación como instrumento de gobierno; en relación con esto, las Oficinas Regio¬nales de Desarrollo pasarán a ser los ór¬ganos regionales del INP; posteriormente la creación de Comités de Desarrollo Re¬gionales y Departamentales como organis¬mos de coordinación multisectorial, oca¬sionó que las oficinas regionales y zona¬les retomaran el camino convirtiéndose en órganos de asesoramiento de dichos co¬mités. El mismo proceso de transformacio¬nes estructurales trajo consigo un acen¬tuamiento en la centralización de niveles decisorios.

Afirmaron luego que los proyectos de interés local, aunque no fueron significa¬tivos en términos de montos de inversión, implicaron sí capacidad de decisión, casi plena, de parte de la Planificación Regio¬nal que a su vez, recogió las necesidades de la población en consulta directa.

Los organismos regionales de desarro¬llo (ORDES) creados por el gobierno ante¬rior fueron presentados por los exposito¬res como el logro más importante en ma¬teria de desconcentración administrativa, alternativa que en ningún momento signi¬ficaron las juntas o corporaciones por lo que manifestaron su preocupación por las interpretaciones que pueden darse a

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lo establecido en la nueva Constitución política. Igualmente expresaron su extra¬fieza por el carácter obligatorio que ten¬dría la planificación una vez concertada (art. 111 de la Constitución), si se tiene en cuenta el contenido del art. 115 (de la misma Constitución) que hace mención a la libertad de la iniciativa privada en el contexto de una economía social del mer¬cado.

Entre las consideraciones finales de es¬ta interesante exposición cabe destacar que el principal limitante que ha tenido la planificación regional fue el marcado centralismo administrativo y decisorio.

d. Acerca de aspectos rurales en la Planificación Regional, expuso el Ing. Luis Paz Silva, ex Director General de la Oficina Sectorial de Planificación del Mi¬nisterio de Agicultua. Demostró lo incon¬veniente de tratar al poblador rural sólo como productor agropecuario olvidando sus motivaciones como miembro de una familia y como integrante de una comuni¬dad. Dijo que el desarrollo rural no pue¬de manifestarse si la propiedad de los re¬cursos y el poder están concentrados en pequeños grupos por lo que la Reforma Agraria es el primer requisito.

El desarrollo rural en cuanto satisfac¬ción de necesidades de los pobres, afir¬mó Paz Silva, es difícil, por no decir impo¬sible, en una economía capitalista o en una economía social de mercado, donde las leyes del mercado orientan el uso de los recursos.

Expuso luego, una metodología para po¬sibilitar la participación de las poblacio¬nes en actividades tendientes al desarro¬llo rural y otra para adaptar al sector pú¬blico al trabajo multisectorial en apoyo a la población. Concluyó esta valiosa po¬nencia con una síntesis de cuatro requi¬sitos para lograr el desarrollo rural: 1) De¬cisión del gobierno manifestada en una efectiva transferencia del poder, 2) Adap­tación del aparato público, 3) Disponibi¬lidad de una metodología para lograr la organización y participación de la pobla¬ción en la planificación e implementación de su propio desarrollo, y 4) Una política nacional sectorial y de planificación re¬gional orientada a asegurar la generación de oportunidades de empleo en el medio rural, a la desconcentración del poder po¬lítico, a la retención de los excedentes económicos generados en el medio rural y a la jerarquización de los centros po¬blados del país.

e. De las ponencias cortas sustentadas en la Comisión Nº 1 destacamos:

1) Planificación Regional como instru¬mento del desarrollo; ponencia del Arq. Luis Rodríguez Cobos, representante de la Sociedad Peruana de Planificación, traba¬jo que contiene un profundo análisis de los mecanismos a través de los cuales se entrelazan las economías microregionales con las regionales y éstas con el ámbito nacional, continental y mundial. Plantea asimismo, una planificación regional con¬cebida como instrumento de desarrollo;

2) Programa de Desarrollo Microregio¬nal en Cajamarca, por Jorge Bohorquez;

3) Planificación Espacial y Desarrollo Regional sustentada por Jesús Olivares del Carpió, de ORDEAREQUIPA;

4) Estado, Economía y Desarrollo Regio¬nal, interesante ponencia presentada por Gerardo Lobón Zavala y Fernando Vega Farnoza, y

5) Poder Regional y Central en Arequi¬pa (1955-1968), sustentada por Javier Ra¬mírez Gastón.

f. Luego de la discusión de estos te¬mas, la Comisión N9 1, aprobó una serie de conclusiones, entre las cuales desta¬camos:

1) Principales obstáculos para la plani¬ficación regional; falta de definición sobre el concepto correcto del desarrollo y so¬bre objetivos nacionales para el desarro¬llo regional;

2) Acerca del contenido del desarrollo regional: mecanismos democráticos de concertación, cambio de modelo de acu¬mulación, orientación a regiones paupe¬rizadas, priorización de organización mi¬croregional con transferencias de recur¬sos adecuados y sustitución del modelo actual de grandes ciudades apoyando el desarrollo de subregiones y microregio¬nes;

3) Relación adecuada entre Plan Nacio¬nal y Plan Regional de Desarrollo con una tendencia fundamental de abajo hacia arriba, descentralista;

4) Participación de gobiernos locales y otros agentes en el Plan Regional de De¬sarrollo: que el Estado participe diferen¬cialmente según características de las distintas regiones, siendo su rol funda¬mental en zonas pauperizadas;

5) Fondo de Compensaciones que per¬mita reducir disparidades entre regiones.

178

2. Aspectos productivos del desarrollo regional

a. Carlos Amat y León, Director de la Universidad del Pacífico y miembro del Consejo Editorial de nuestra revista, diser¬tó sobre "Alternativas de Regionalización como Estrategias de Desarrollo". Recordó que las condiciones de vida de una gran proporción de familias peruanas son de una abrumante y creciente pauperización (56% de viviendas sin agua potable ni elec­tricidad, 52% de desnutrición, etc.); por otro lado, aglomerar en Lima Metropolita¬na a la tercera parte de la población del Perú y concentrar las dos terceras partes de su actividad económica, no es cons¬truir una nación fuerte y dinámica.

Demostró que quienes en última instan¬cia, ordenan la distribución de recursos y de la población en el espacio nacional y determinan la forma cómo crecen las ciudades son los que controlan el gran capital, es decir el grupo de poder que está articulado a la gran empresa indus¬trial, comercial, inmobiliaria y financiera, los cuales están a su vez apoyados por el capital transnacional. "La regionaliza¬ción de la inversión fuera de Lima —afir­mó— no le interesa al gran capital, sal¬vó ciertos enclaves, porque las ganancias no son muy grandes y hay mayor riesgo".

Respecto a estrategia de producción regional opinó el expositor que había que cuantificar: el conjunto de empresas que operan en la región; la escala pro¬ductiva, nivel de capitalización y produc¬tividad de esas empresas; capacidad em¬presarial en la región para desarrollar la producción y para construir la infraes¬tructura económica-social necesaria pa¬ra la agricultura, industria y comercio; capacidad empresarial para ofrecer servi¬cios de educación, salud, transporte, se¬guridad y recreación; capacidad empre¬sarial para ofrecer servicios de interme¬diación financiera y comercial, así como para elaborar e implementar proyectos de inversión e incluso, capacidad de produc¬ción intelectual y artística.

Un sistema regional de planificación de¬mocrática que tenga como esencia "el po¬der en las organizaciones de base" fue planteado por el expositor, para lo cual se debe: primero, aproximar las instan¬cias del gobierno hacia la comunidad y los centros de trabajo; segundo, reforzar las organizaciones de base para poten¬ciar su capacidad negociadora y apunta¬lar la capacidad empresarial.

Como reflexión final mencionó que en el Perú estamos viviendo una situación de tránsito; si se quiere modificar las tenden¬cias históricas tendremos que aceptar costos y sacrificios que ello supone: au¬mentar recursos de ahorro, modificar la actual distribución regional de los recur¬sos financieros y diseños institucionales e incrementar dramáticamente los niveles de eficiencia del sistema político y eco¬nómico.

b. "El Sector Productivo en el Desarro¬llo Regional: Un enfoque práctico", fue el tema expuesto por Reynaldo Roberts Bil l i , representante de la Cámara de Comercio e Industrias de Arequipa. Comenzó dife¬renciando entre empresas transnaciona¬les que fomentan el centralismo y las em¬presas privadas nacionales medianas y pequeñas que sufren el centralismo. Men¬cionó como factores que favorecen este fenómeno, al mercado de Lima, los trámi¬tes burocráticos, los servicios sociales, la toma de decisiones centralizada y la Banca; en este último caso, como ejem¬plo, informó que de alrededor de once millones de soles que captaron el Ban¬co Central Hipotecario y la Mutual Are¬quipa, sólo una cuarta parte se coloca¬ron en esa ciudad. Planteó luego algu¬nas medidas como: enfatizar la política de gastos de desarrollo, de exportacio¬nes de productos industrializados fuera de la capital, que el Estado actual actúe como "empresario para iniciar nuevas ac¬tividades productivas que luego transfie¬ra a particulares". Aspecto en el cual, opinamos que no debe dejarse de consi¬derar las empresas de propiedad social y las cooperativas.

Otras medidas sugeridas para combatir el centralismo fueron: encajes reducidos para banca regional, tasas de interés di¬ferenciales y exoneración de cargos tri¬butarios.

Al final de esta significativa exposición por el sector social que representa, el se¬ñor Roberts Billi apeló la necesidad de una toma üe conciencia para trabajar por un Perú integrado y unido, no sin antes manifestar que "afortunadamente, estan¬do en manos del Estado el manejo de las finanzas es posible que éste oriente los recursos financieros en favor de la des¬centralización".

c. En la Comisión Nº 2 se expusieron entre otras las ponencias: "Las Desigual¬dades Regionales y la Política de Financia¬miento del Desarrollo" por Juan Carlos

179

Corvacho Leyton, de COCOFI, y "Creación del Instituto de Desarrollo Industrial del Perú" presentado por la Cámara de Co¬mercio e Industria de Arequipa.

d. Entre las conclusiones de la Comi­sión destacamos: 1) Creación de Institu¬tos Regionales de Desarrollo como entes autónomos que formulan proyectos de in¬versión y evalúan la eficiencia de unida¬des productivas, 2) Medidas de política fi¬nanciera y monetaria tendentes a com¬pensar fuga de recursos de las zonas de¬primidas, 3) Formulación de un Plan Pilo¬to de Regionalización en Arequipa

3. Aspectos sociales del desarrollo regional

a. Este tema fue directamente a Comi¬sión, donde se expusieron las ponencias cortas:

1) "Políticas Públicas, Migración y De¬sarrollo Regional" por Narda Henriquez de la Universidad Católica de Lima; inte¬resantes análisis de las relaciones entre Políticas y migraciones; en lo referente a descentralización se pregunta "si en lu¬gar del impulso a grandes centros urba¬nos alternativos debiera apoyarse a pe¬queños centros poblados en áreas rura­les".

2) "Algunas consideraciones sobre la Vivienda y los Servicios en el Contexto Re¬gional del Perú", presentada por Mario Zo¬lezzi Chocano, representante de DESCO; reseña tanto las políticas urbanas del Es¬tado, como las necesidades y alternativas que se perciben en el campo de la vivien¬da y los servicios. Plantea la necesidad de que las políticas regionales de vivien¬da y servicios superen las perspectivas especializadas o las exclusivamente re¬gionalistas para intentar un análisis glo¬balizante.

b. Entre las conclusiones de esta Comi¬sión destacamos:

1) los aspectos sociales no deben ser considerados como residuales en la pro¬blemática del desarrollo; 2) No hay desa¬rrollo económico sin desarrollo social; 3) Ante la carencia de recursos de los sectores mayoritarios el Estado debe dar¬les prioridad afectando a las clases privi¬legiadas en su apropiación del excedente y del espacio en las áreas urbanas; 4) La problemática rural regional debe mar¬car un tratamiento profesional; 5) Crear mecanismos de participación de la po¬blación para la definición del interés regio­

nal; 6) Creación de una Comisión Interuni¬versitaria Regional que coordine con los organismos regionales.

4. Alternativas de organización regional

a. "La Regionalización y la Constitución de 1979" fue la Conferencia dictada por Luis Bustamante Belaúnde, de la Univer¬sidad del Pacífico. Comenzó precisando los conceptos de concentración y des¬centralización, afirmando luego que una genuina regionalización implica no sólo una desconcentración de funciones admi¬nistrativas sino una verdadera descentra¬lización política. El expositor analizó en profundidad el contenido de la Constitu¬ción en lo referido a la regionalización, opinando que deben subsistir tanto los ORDES como las Corporaciones en la eta¬pa inmediata porque sus roles son dife¬rentes; desconcentrados los primeros y descentralizados los segundos.

Finalmente el doctor Bustamante opinó que debe evitarse envolver el proceso de la regionalización dentro de la problemá¬tica municipal, que es necesaria una me¬jor definición de competencia, atribucio¬nes y jurisdicciones de los gobiernos re¬gionales reconociéndoles capacidades originarias propias y plenas; propuso la eliminación del veto atribuido al Poder Ejecutivo Central respecto a las normas emitidas por los órganos de gobierno re¬gional y recomendó diferenciar las fun¬ciones de carácter técnico-normativo de las de naturaleza económico-productiva en el diseño del marco regional.

b. El parlamentario Roberto Ramírez del Villar, del Partido Popular Cristiano (PPC) expuso a continuación sobre el tema: "Organización del Desarrollo Regional", fundamentando el contenido de la Consti¬tución de 1979, referido a regionaliza¬ción, en su condición de ex-constituyen¬te y coautor del mismo. Señaló la demar¬cación territorial como uno de los proble¬mas más difíciles. El doctor Ramírez del Villar dedico parte de su exposición a jus¬tificar la economía social de mercado comprendida en el Régimen Económico de la Constitución.

c. Entre las ponencias cortas presenta¬das en la Comisión Nº 4 mencionamos: 1) Acerca del restablecimiento de las Cor¬poraciones, presentado por el Senador Pecho Jugar del Partido Aprista Peruano (PAP); 2) Aspectos Legales de la Organi¬zación Regional, por el doctor Samuel Lo¬zada Tamayo; 3) Sobre Gobiernos Loca¬

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les en microregiones y participación de organizaciones, por Tirso Causillas repre­sentante del Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación (CEDEP).

d. Entre las conclusiones de la Comi¬sión destacamos: 1) Referentes a descen¬tralización transitoria: que se dicte por el Congreso una Ley de Bases que consi¬dere la integración a las Juntas y Corpo¬raciones de las estructuras y funciones de los Organismos Regionales de Desarrollo (ORDES), participación de las provincias en las Asambleas de las Juntas y Corpo¬raciones y elección directa del Presiden¬te de la entidad por la Asamblea; 2) Refe¬rente a Regionalización final: facultades originarias y plenas para los gobiernos regionales; consideración de microregio¬nes como base de la organización de go¬biernos locales en el futuro.

5. La economía social de mercado en debate

En la Conferencia de Ramírez del Villar mencionada anteriormente, dicho parla¬mentario y ex-constituyente, tal vez con la intención de responder a varios expo¬sitores que indicaron la contradicción en¬tre Planificación y Economía Social de Mercado, había explicado las cuatro re¬glas de ese sistema: regulación de la competencia en beneficio del consumidor, autonomía de organizaciones sociales (sindicatos, asociaciones de empresa¬rios), regulación de la moneda y compro¬miso del gobierno para lograr el equili¬brio macro-económico; dijo asimismo que el sistema resultó exitoso en Alemania Fe¬deral.

El asunto volvió a la sesión plenaria con ocasión del último panel integrado por los expositores del primer día y el diputado por el PAP Guillermo Larco Cox, Presiden¬te de la Comisión de regionalización de la Cámara. Ante una pregunta, Baltazar Ca¬ravedo afirmó que el llamado "milagro alemán" con la economía social de mer¬cado tuvo un contexto muy particular: " l luvia" de dólares de Estados Unidos de Norteamérica, represión al Partido Comu¬nista Alemán que fue declarado fuera de la Ley, afluencia de mano de obra barata de otros países; finalmente, dijo que el "milagro" ha fracasado pues no hay em¬pleos y existe inflación.

Carlos Amat y León, terció en el deba¬te informando que en Alemania el Gobier¬no llegó a fijar cupos de consumo des¬pués de la guerra, que actualmente el

50% de la economía alemana federal es estatal, todo lo cual se acerca más al es¬tatismo que al mercado; por otro lado, opinó que la economía de mercado era una ilusión en el Perú donde más de 860 empresas manejan dos tercios de la eco¬nomía. La discusión que siguió con répli¬ca y contraréplica fue seguida con su¬mo interés por los participantes, ilustran¬do sobre conceptos incluidos en la Carta Magna peruana de 1979.

6. Microregión y participación de la población

El tema si bien no tuvo una mención di¬recta en el Temario, fue tocado a lo lar¬go del Seminario.

El Modelo de Regionalización plantea¬do por el INP y expuesto por el Ing. Quin¬tara Ha considera que los "Gobiernos Lo¬cales deberán constituirse como unidades básicas de la organización política-admi¬nistrativa del Estado Peruano"; estas uni¬dades se constituyen en base a microre¬giones según criterios de cuencas hidro¬gráficas.

Amat y León también se refirió a las mi¬croregiones organizadas en base a valles bien definidos que existen en los depar¬tamentos; aquellos "deberán comprender toda la cuenca del río para ser maneja¬do como un espacio geográfico económi¬co y ecológico integrado". Paz Silva y otros expositores, tanto en plenarios co¬mo en comisiones, plantearon el tema de la microregión.

La ponencia planteada por la represen¬tación de CEDEP consideraba que es en "el ámbito de la microregión donde se orientan las bases de un proceso racio¬nal de planificación regional" para evitar el cambio de un centralismo nacional a un centralismo de cabezas de región; así mismo, es en la microregión donde se dan "las mayores posibilidades de participa¬ción de la población por la presencia de organizaciones cuyos miembros son per¬sonas naturales y organizaciones de inte¬gración" de segundo nivel como Centra¬les de Cooperativas, etc.

La recomendación referida a la micro¬región como base del gobierno local fue acogida y mejorada por la Comisión Nº 4; fue necesario, en cambio nuestro voto sin¬gular en algo que consideramos sustan¬cial: incorporar en los gobiernos locales a representantes de organizaciones eco¬nómicas y sociales.

181

Consideramos que el debate al respec¬to debe continuar pero más que eso, son las mismas organizaciones de la pobla¬ción las que tienen ante sí el reto de in legrarse en diferentes niveles para exigir capacidad de decisión en corresponden¬cia con su representatividad y rol en el proceso productivo y social.

7. Apreciación final

a. Entre los objetivos del Seminario es¬taba el de determinar la problemática re¬gional existente, precisando sus principa¬les causas y efectos.

Al respecto el Seminario ha contribui¬do en la precisión de la problemática re¬gional caracterizada por el centralismo y la pauperización creciente de las mayo¬rías en el interior del país; hubo coinci¬dencia en señalar como causa fundamen¬tal la inversión en el Perú en la econo¬mía capitalista y en el control de la eco¬nomía por el gran capital asociado a transnacionales. Avances correctivos han significado las reformas estructurales rea¬lizadas por el Gobierno Revolucionario presidido por el General Velasco, así co¬mo las inversiones estatales en áreas norte y sur del país. No obstante que es¬to encierra potencialidades, las tenden¬cias centralistas se han mantenido.

b Las posibilidades de conducción del desarrollo regional contenidas en la nue¬va constitución cuyo análisis fue otro ob¬jetivo del seminario, han sido discutidas ampliamente encontrándose que algu¬nas disposiciones constitucionales son contradictorias entre sí, como es el caso de economía social de mercado vs. pla¬nificación, entendida ésta como planifica¬ción para el desarrollo y a su vez, con¬ceptuándola como transformación pro¬funda económica, social, política y cul¬tural que tienda a seleccionar las necesi¬dades básicas de la población. Dichas contradicciones implican que las corpo¬raciones y juntas en lo inmediato y los Gobiernos Regionales y Locales previs¬tos por la Constitución serán nuevos cam¬pos en los que se enfrentarán los siste¬mas nacionales y sociales con los del gran capital y las transnacionales.

c. Las posibilidades y limitaciones ac¬tuales del Sector Público han sido parcial¬

mente manifiestas en el desarrollo del Se¬minario: existe capacidad técnica aunque mal distribuida y frenada por el centralis¬mo político y administrativo.

d. Se ha formulado asimismo una se¬rie de propuestas referidas a modelo de regionalización, estructura orgánica, fi¬nanciamiento, etc.

e. No es mucho lo que se avanzó en cambio en lo referente a planteamiento de modelos adecuados de participación del Sector Público en el proceso de Pla¬nificación del Desarrollo Regional; para el nivel regional no hubo mayores apor¬tes a lo establecido por la constitución y en el nivel microregional o local si bien fue mayoritario el planteamiento de la participación de la población, quedó pen¬diente la propuesta de los mecanismos en que se concreta dicha participación.

f. Mención especial merecen los funcio¬narios de la Fundación Friedrich Ebert por el excelente aporte en el aspecto or¬ganizativo del Seminario, así como en la transmisión de experiencias de regionali¬zación en Alemania Federal.

g. Saldo muy favorable dejó el encuen¬tro entre empresarios privados de Arequi¬pa y funcionarios estatales e investigado¬res sociales mostrando que el descentra¬lismo es una bandera que une a grandes sectores de la población contra enemigos comunes. Lo mismo podríamos apreciar del encuentro entre políticos y técnicos de diferentes posiciones ideológicas.

En resumen, el Seminario cumplió en gran medida con su finalidad de contribuir al debate sobre alternativas de organiza¬ción del Desarrollo Regional, pero resta una preocupación por la ausencia de re¬presentaciones de trabajadores, sobre to¬do de empresas donde éstas gestionan la producción.

Finalmente cabe preguntarse el porqué de la ausencia de representantes ejecu¬tivos y/o parlamentarios del partido políti¬co gobernante; ello podría significar ca¬rencia de definiciones políticas en cuan¬to a regionalización, pero en todo caso abre dudas sobre la trascendencia que pueda tener tan importante evento.

Tirso Camillas

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CONSULTA LATINOAMERICANA SOBRE CORPORACIONES TRANSNACIONALES

Del 1º al 5 de octubre, y dentro del Programa del Consejo Mundial de las Igle¬sias sobre Corporaciones Transnaciona¬les, se reunió en Itaicí (Sao Paulo, Brasil) una "Consulta Latinoamericana" para re¬flexionar sobre el hecho de la implanta¬ción y expansión de ese tipo de corpora¬ciones en el continente y sobre las con¬secuencias humanas y sociales que ge¬nera.

En la reunión participaron cerca de 40 personas, unos como representantes de las iglesias o de grupos ecuménicos, otros como cristianos que en tanto trabajado¬res o campesinos tienen una percepción y experiencia particular del fenómeno; y en fin, otros que por sus trabajos e inves¬tigaciones podían aportar al análisis de la situación y las perspectivas que se di¬señan.

Los temas tratados cubrieron (1) El pro¬ceso de Internacionalización de las Eco¬nomías Latinoamericanas; (2) El Capital Transnacional y el Estado en América La¬tina; (3) El Capital Transnacional en la Agroindustria y en las Manufacturas; y, (4) El Capital Transnacional y los Movi¬mientos Populares Urbanos y Rurales. Es¬tos temas fueron introducidos por los ex¬pertos y por los trabajadores y dieron ori¬gen a un intenso trabajo en grupos, con el fin de clarificar conceptos, recoger ex¬periencias y formar juicios sólidos y ma¬tizados.

En el curso de sus deliberaciones, la Consulta afirmó su fe en que "la Palabra del Señor debe ser creadora de vida, ger¬men de liberación y fundamento de digni¬dad de hombres y mujeres en América La¬tina" (Doc. Final), y de allí desprendió la necesidad de un esfuerzo que ayude a crear condiciones que lo hagan posible.

Entre los obstáculos a la plena y libre realización del hombre están por supuesto la opresión y la explotación de hombres y de pueblos, la miseria y las desigualda¬des y consecuentemente, la vigencia de mecanismos y estructuras económicas y sociales que lo permiten. Es justamente en este sentido que es oportuno y urgen¬te para las Iglesias la consideración de una forma de producción que genera in¬justicias e inseguridad, pese a aparien¬cias y ambigüedades, como es el caso de las corporaciones transnacionales. Las Iglesias que están trabajando con el pue¬blo no pueden permanecer en posturas indiferentes o conformistas, deben más bien, superar mitos y visiones ingenuas y asumir responsabilidades en proporción a la gravedad y urgencia de las situacio¬nes que se viven.

La Consulta, y el Consejo Mundial de las Iglesias al convocarla, han considera¬do este esfuerzo como inicial o inaugural. Se trataría de un primer paso en un pro¬ceso en que las Iglesias deberían evaluar experiencias, asimilar resultados de inves¬tigación para reorientar su esfuerzo pas¬toral y de solidaridad con los pueblos.

Máximo Vega Centeno

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Centro de Estudio» púa el Desarrollo y la Participación (CEDEP).

socialismo y participación 11 Edición doble de 312 páginas

HOMENAJE A

MARIATEGUI ¿Qué pensaba la Tercera Internacional, el Buró Sudamericano y el PC sobre Mariátegui?

¿Qué clase de marxismo fue el de Mariátegui?

¿Cuál fue la teoría de Mariátegui sobre el partido?

Extraordinaria selección de documentos históricos inéditos o desconocidos sobre sus relaciones con el movimiento comunista.

Ensayos de Aricó, Terán, Franco y Marzal.

Además: Crítica del mensaje de Ulloa, análisis sobre la autogestión

PEDIDOS Y SUSCRIPCIONES: 6 de Agosto 425, Jesús María, Telf. 234423, Apartado 1, Lima 4

Reseñas

LA ALTERNATIVA Rudolph Bahro. Ed. Materiales. Barcelona, 1979

De las primeras recepciones de Bahro en lengua hispana se destaca por su ma­yor profundización la de José Rojas en ZONA ABIERTA Nr. 24.1 José Rojas co¬menta la aparición del libro de Bahro con gran entusiasmo, y bastante acráticamen­te lo ubica, por analogía, al lado del "Ca­pital" de Marx como un libro destinado a "hacer historia".

Si bien en su mayoría las tesis de Bahro ya habían sido formuladas antes,2 José Rojas comenta:

"Pero lo excepcional de la obra de Bahro está justamente en presentar ese conjunto de ideas y análisis en una for¬ma compacta, en una totalidad que reor¬dena las partes y las hace aparecer con una nueva función, incluso con un nuevo significado".

"En la historia del marxismo, Bahro re¬presenta una verdadera alternativa, una ruptura profunda y, por consiguiente, la apertura de un nuevo horizonte teórico".

"Su obra representa una verdadera re¬volución teórica en el seno del movimien¬to comunista", (ibid. p. 149).

Una recepción mucho más crítica es la de Alberto Rocha en el Nr. de febrero de

1. José Rojas, M a r x después de B a h r o , Zo­na Abierta Nr. 24, marzo/abril 1980, Madrid.

2. José Rojas menciona a: B. Rizzi. Ojillas, Burnham, Kuron, Modzelewski, Casto¬riadis, Korsch, Mattick, Pannekoek, Witt¬fogel, Marcuse, Bon-Burnier, Hegedüs, Merton, Whyte, etc.

SOCIEDAD Y POLITICA.3 Una de las razo¬nes es que se trata de una recepción he¬cha desde la perspectiva de un país sub¬desarrollado. Lamentablemente Alberto Rocha no profundiza lo suficiente su crí¬tica limitándose a reseñarlo, con lo cual no se pone a la altura real del impacto que "la alternativa" va a representar pa¬ra la teoría marxista también en el Tercer Mundo. Precisamente porque somos cons¬cientes de la relevancia del aporte de Bahro vamos a señalar algunas serias li¬mitaciones de la aplicación de su "alter¬nativa" a los problemas del marxismo en el Tercer Mundo, en especial a América Latina.

Tomaremos sólo un elemento de su aná¬lisis, aunque uno de los más centrales: la teoría de la modernización expuesta en la primera parte de su libro bajo el títu¬lo "el fenómeno de la vía no capitalista hacia la sociedad industrial".

A su juicio, por detrás del proceso re¬volucionario en Rusia, emergía como fuer¬za motriz la tarea histórica de "moderni¬zar" las fuerzas productivas de la socie¬dad. Como ningún otro grupo social o po¬lítico se reveló en condiciones de asumir esta tarea, el poder recayó en los Bolche¬viques. Ya que no había una burguesía a la altura de esta tarea, los Bolcheviques se vieron obligados a emprender la "vía no-capitalista de industrialización" por medio de lo que Bahro denomina una "dictadura del desarrollo".

Según Bahro, la guardia vieja de los Bolcheviques —Lenin a la cabeza— había estado desde un comienzo con ambos

3. Alberto Rocha, B a h r o : debate sobre el ' s o c i a l i s m o ' en Europa del Este y la

URSS, Sociedad y política, Año 3, Nr . 8, febrero 1980, lima/Perú.

185

pies en el suelo del futuro burocratismo. Bahro cita en ese sentido las palabras de Lenin, que proponía combatir la barbarie con sus propios métodos.

Según Bahro el modelo impuesto por Stalin era entonces el único viable y, en ese sentido, inevitable. Trotsky hubiera hecho lo mismo de haber tenido el poder. Lenin, a excepción quizá de ciertos mati¬ces, también.

Las razones de esa fatalidad histórica considera Bahro que eran por sobre todo de dos tipos:

1. La amenaza externa de un enemigo tecnológicamente muy superior

2. El pasado semiasiático del imperio zarista, caracterizado por una ausencia casi absoluta de cultura burguesa.

La necesidad histórica que determinó de esa manera la evolución de la Unión Soviética fue:

1. defender la autonomía de la forma¬ción social y del Estado

2. y, para ello, modernizar el país (a través de una industrialización acelerada, introduciendo las conquistas de la civili¬zación burguesa, etc...).

La realización de estas tareas fue —se­gún Bahro— una empresa progresista por¬que creó las premisas para el socialismo. La vía seguida por los Bolcheviques y por Stalin representaría entonces "el camino más corto hacia el socialismo". En esta lógica, entonces, la masa de campesinos asesinados, las víctimas de ese modelo de desarrollo que se cuentan por millones, la enajenación de las libertades más ele¬mentales, la instrumentalización del mar¬xismo y de las ideas socialistas, etc... se¬rían simplemente aspectos secundarios que en última instancia se justificarían an¬te la historia cuando se trata de caracte¬rizar científica y políticamente la natura¬leza del modelo. Evidentemente que exis¬te una analogía con las apreciaciones de Marx sobre la misión civilizatoria del ca¬pitalismo. La diferencia radica en que Marx nunca asumió responsabilidades ni se identificó activamente con esa misión llevada a cabo por la propia cuenta de la burguesía, mientras que el socialismo y el marxismo tienen por lo menos una parte de responsabilidad en el fenómeno stalinista. No olvidemos que Bahro mismo durante diez años fue un cuadro político¬

científico de responsabilidad en la buro¬cracia del Estado alemán del este.

Pero volvamos ahora a nuestra recep¬ción de "la alternativa":

Una vez su "misión" cumplida, Báhro critica el modelo soviético negándole to¬da validez, sobre todo en los países ca¬pitalistas desarrollados. Pero, para los países de Africa, Asia y América Latina, la misma necesidad histórica que deter¬minó el desarrollo soviético, seguiría vi¬gente.

"Si el orden socialista-comunista, co¬mo entre tanto debemos reconocer, no puede basarse en condiciones materiales puramente provinciales, entonces la tarea principal desde una perspectiva histórica mundial en la preparación del socialismo consistirá en que los mismos pueblos re¬volucionarios, que en su lucha se apro¬pian de la necesaria disciplina de traba¬jo, cubran los huecos dejados por la civi¬lización".

Con las revoluciones en Rusia y China, con el proceso revolucionario en Améri¬ca Latina, en Africa y en India, la huma¬nidad recorre el camino más corto hacia el socialismo", (ibid. p. 71).

"La represión estatal en los países del socialismo realmente existente es, en úl¬tima instancia, una función de su subde¬sarrollo industrial, más exactamente: de i a tarea de superar activamente, preservan¬do la identidad nacional, ese subdesarro¬11o, a través de una transformación 'inor­gánica' de estructuras (el campesinado ruso por ejemplo... no tenía ninguna in¬clinación de tipo socio-económico hacia la colectivización)...

La civilización industrial que en las úl¬timas dos centurias cambió radicalmente la vida europea no deja a los pueblos otra alternativa: deben pasar por ese cri¬sol independientemente de que si por su propia evolución ya habían llegado a los umbrales del capitalismo y de la industria¬lización o si todavía estaban a épocas de distancia", (ibid. p. 148).

Aquí es donde vamos a insertar nuestra crítica. Según Bahro, la necesidad histó¬rica de la modernización se impuso: bus¬cando y creando al agente social que la llevó a término (la burocracia estatal y partidaria soviética). En realidad fue a la inversa, la nueva burocracia dominante so¬viética creó y se sirvió de la "moderniza¬

186

ción" como superestructura ideológica para justificar su dominación de clase.

Nuestra tesis es que, al considerar la "modernización" como principal objetivo histórico, es imposible desarrollar una po¬lítica socialista y definir una identidad po¬lítica de izquierda. Siendo ese una espe¬cie de objetivo metahistórico y juzgando los medios en función del mismo, es de¬cir, reduciendo la cuestión de los "costos sociales y políticos" de la modernización a una cuestión secundaria, entonces re¬sultará muy difícil, por lo menos en los países más desarrollados del Tercer Mun¬do, demostrar la caducidad de la burgue¬sía y fundamentar la necesidad de una al¬ternativa de izquierda no-capitalista. La tesis de la que parte R. Bahro para la Ru¬sia zarista y que él traslada al actual mundo subdesarrollado es que esos paí¬ses en las actuales condiciones están in¬capacitados para el desarrollo: O bien porque subsiste un pasado "asiático" que determina históricamente el estancamien¬to de esas sociedades. O bien porque la existencia del imperialismo impide desde afuera todo desarrollo.

No pretendemos discutir esta tesis en relación a la Rusia zarista, aunque nos parece seriamente discutible, pero su aplicación global a los países del Tercer Mundo actual no tiene ningún fundamen¬to.

1. Los actuales países subdesarrolla¬dos —y no sólo los más avanzados entre ellos,— están en mayor o menor grado in¬tegrados al sistema capitalista mundial. No se trata ya de la integración corres¬pondiente al período mercantilista sino de una integración que ha penetrado profun¬damente al interior de esas sociedades subsumiendo las relaciones internas de producción directa o indirectamente a los intereses de la acumulación capitalista. El capitalismo privado —y no el capita¬lismo semiasiático que Bahro constata pa¬ra la Rusia zarista— ha tomado posesión por lo menos de los núcleos más vitales de las sociedades periféricas adaptando los sectores no-capitalistas a los intereses generales de la reproducción capitalista.

2. La tesis del "desarrollo del subdesa¬rrollo" postulada por André Gunder Frank y por una parte de la escuela dependen¬tista latinoamericana ha sido refutada por los hechos concretos. El capitalismo im¬perialista no produce necesariamente por definición un desarrollo "hacia atrás". La

presencia del imperialismo no es incom¬patible con una cierta "modernización" en sentido industrial. Tampoco puede de¬cirse que impide el desarrollo de un Esta¬do nacional capaz de defender su sobe¬ranía y negociar las condiciones de inte¬gración al sistema capitalista mundial. Entonces, si centramos la estrategia de la lucha emancipadora en los países atra¬sados en la modernización y la defensa de la autonomía nacional del aparato es¬tatal como Bahro sugiere, muy difícilmen¬te podrá la izquierda encontrar y defender su identidad ya que también las burgue¬sías nacionalistas populistas e incluso las abiertamente pro-imperialista están en condiciones de lograr esos objetivos. Si dejamos de lado como algo secundario la cuestión social, postergándola para una fase posterior, entonces no nos quedará más remedio que reconocer que muchas dictaduras militares están llevando a ca¬bo con éxito las tareas de modernización (incluso con menores costos sociales de los que cobró el terrorismo stalinista en la Unión Soviética). Una política de iz¬quierda no puede articularse haciendo eje solamente en una estrategia de moderni¬zación y de defensa de la soberanía del estado nacional. Estos son aspectos ne¬cesarios, pero para nada suficientes. De¬jando de lado para un futuro incierto los aspectos éticos y sociales de la lucha por la emancipación, la izquierda no podrá ar¬ticular jamás un proyecto propio. La sola perspectiva antiimperialista sin contenido social no es fundamento para una hege¬monía de izquierda. J. C. Mariátegui en discusión con Haya de la Torre lo formu¬ló así: "el antiimperialismo no puede ser programa". Una política de izquierda pa¬ra llegar a ser hegemónica debe hacer eje en la dinámica social interna de cada formación social concreta con todas sus especificidades históricas. Supongamos que en los años 20 la estrategia llevada a cabo por Stalin para Rusia era efectiva¬mente una fatalidad necesaria por las ra¬zones objetivas arriba indicadas y por el concepto de socialismo existente en la época marcado a fuego por el economis¬mo, mecanicismo y eurocentrismo kauts¬kiano.

Es muy difícil fundamentar la tesis de que otra vía habría sido posible sin caer en la especulación. Pero los casos yu¬goslavo, cubano y chino demuestran que existe un margen de maniobra (aunque ciertamente no lo agotan) para elaborar

187

estrategias de emancipación mucho más humanas y acordes con la ética del socia­lismo. Es más, cabe preguntarse si la mo¬dernización y la defensa de las fronteras de la Unión Soviética hubieran sido posi¬bles solamente a base del "despotismo de Estado", si, antes, la revolución de oc¬tubre y los ideales de emancipación so¬cial que despertó no hubieran movilizado las conciencias y puesto en movimiento desde la base y masivamente a la pobla¬ción y las nacionalidades del imperio za¬rista llenándolas de entusiasmo revolucio¬nario.

Si en la década del 20 el concepto his¬tórico de socialismo y la falta de expe riencia concretas de largo plazo con el "socialismo real" limitaban subjetivamen¬te el espectro de los modelos alternativos posibles de política y construcción socia¬lista, en la actualidad y no sólo en los paí¬ses capitalistas desarrollados sino tam¬bién en muchos países del tercer mundo es imposible fundamentar una identidad y una política consecuentemente de izquier¬da con aspiraciones hegemónicas sin in¬tegrar ya en la primera etapa de moderni¬zación y defensa de la autonomía del Es¬tado nacional la cuestión social, la cues¬tión de la democracia, de la emancipación femenina, de la defensa del equilibrio eco¬lógico, la crítica del industrialismo y la búsqueda de tecnologías modernas pero adaptadas a las necesidades de la diná¬mica social interna, la lucha por la supe¬ración de las distintas formas de "subal¬temidad", en las fábricas, en la familia, en las estructuras administrativas etc... Precisamente en la reflexión crítica sobre todos estos factores radica el enorme va¬lor de la "alternativa" de Rudolph Bahro. Sus críticas marxistas desde dentro del "socialismo realmente existente" en la Unión Soviética y la República Democráti¬ca Alemana al articularse en torno a esas cuestiones constituyen un enriquecimien¬to del concepto histórico de socialismo.

El interés que su libro está suscitando en América Latina indica la relevancia del mismo para el Tercer Mundo y, con ello paradojalmente, pone al descubierto las limitaciones de su análisis.

Bahro está prisionero aun de ciertos presupuestos de la ideología soviética.

Por ejemplo al considerar las formaciones periféricas como precapitalistas.

Su crítica del "socialismo real" se con¬vierte en apología tan pronto se la con¬templa desde la perspectiva actual del Tercer Mundo.

Si en estos países se sacrifica el con¬tenido socialista y democrático de la lucha por la emancipación en beneficio de un modelo estatalista y despótico de moder¬nización desde arriba, se crean pautas y normas culturales de subaltemidad que pueden constituir una hipoteca muy pesa¬da para el futuro cuando, pasada la fase de modernización, se quieran encarar las tareas sociales hasta entonces posterga¬das. Por el contrario una estrategia que integre desde un comienzo los objetivos de la emancipación política y social de las masas desde abajo, aunque produzca resultados menos espectaculares en cuanto al desarrollo de las fuerzas obje¬tivas de producción, puede sentar bases mucho más sólidas para la construcción socialista, si logra articular orgánicamen¬te los aspectos objetivos de la moderniza¬ción con los subjetivos desarrollando ac¬titudes y pautas sociales de responsabi¬lidad comunitaria, cooperación y demo¬cracia.

El mérito indiscutible del libro de Ru¬dolph Bahro es su cuestionamiento pro¬fundo, fundamentado y radical del carác¬ter "socialista" de los países del Este. De esta manera no sólo enriquece nuestra percepción histórica del socialismo, lle¬nándolo de nuevas determinaciones, sino que al mismo tiempo lo libera del rol de instrumento ideológico en que se encon¬traba, restituyéndolo en su función de ho¬rizonte regulador de toda acción y pro¬yección teórica emancipadora.

En ese sentido "la alternativa" repre¬senta una verdadera revolución, una re¬volución hasta ahora sólo cultural de la cual el libro de Bahro es una manifesta¬ción importante pero que se está gestan¬do además en muchos otros terrenos prácticos y teóricos.

Su éxito dependerá no por último de que el Tercer Mundo se vea arrastrado también por ella.

Leopoldo Mármora

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REALIDAD DEL CAMPO PERUANO DESPUES DE LA REFORMA AGRARIA 10 ensayos críticos

Resulta meritorio el esfuerzo del Cen­tro de Investigación y Capacitación (CIC) por contribuir a la elucidación de uno de los aspectos más importantes y comple¬jos de la realidad peruana: la situación del campo después de la reforma agraria.

El análisis del tema presentado por diez expositores constituye un valioso mate¬rial, sin duda oportuno cuando se vienen discutiendo en el Parlamento y ejecután¬dose nuevas orientaciones para el agro.

1) HECTOR MALETTA reseña las princi¬pales transformaciones sufridas por el mundo rural peruano desde 1950: "hemos cambiado de un país eminentemente ru¬ral a un país mayoritariamente urbano. De un país mayoritariamente identificado con la cultura indígena, a través de, por lo me¬nos, el manejo de la lengua, a un país mayoritariamente identificado en la cul¬tura occidental". Señala como un hecho fundamental la crisis, la disolución y la transformación bastante radical del siste¬ma de hacienda, así como el cambio drás¬tico en la forma de trabajo y uso de la mano de obra en la sierra, precisando que para tener una imagen del tamaño de la fuerza de trabajo que se vende en la agricultura hay que tomar en cuenta la fuerza de trabajo eventual.

Al inicio de su exposición nos dice que "1950 es un año importante, en cuanto co¬mienza a producirse una serie de trans¬formaciones en la economía peruana y a manifestarse en forma más aguda, las ten¬dencias de crisis y de dislocamiento de la economía rural tradicional...".

Para Malctta, la Reforma Agraria velas¬quista no sería el inicio de un proceso sino parte de tal "serie de transformacio¬nes". Esta tesis fundamental da sustento a la mayoría de analistas e investigadores del agro los últimos años, y sólo un tibio debate se insinúa en cuanto a privilegiar el significado de tal Reforma.

Sin embargo, es el mismo Maletta quien aporta luces para una visión menos pre¬juiciada de la Reforma, al menos en los temas que han sustentado las tesis del

Ciclo de Conferencias realizado en el Centro de Investigación y Capacitación (CIC) y publicado por esa entidad. Serie: Perú Ac­tual., Lima , 1980.

"fracaso". Resaltan sus comentarios en torno al problema del analfabetismo como problema "minoritario" en la población rural, la influencia del mercado sobre la "economía de subsistencia", y muy espe¬cialmente los que se refieren a la radica¬lidad de la Reforma Agraria: alerta sobre la incorrecta apreciación en torno a la merma de la producción agrícola y a com¬pararla con todas las experiencias ante¬riores de otros países, destacando el ba¬jo costo social, político y humano del pro¬ceso peruano. Merece mención especial este párrafo:

"En 1974 la reforma agraria se quiso llevar hasta la eliminación casi total de los propietarios de haciendas, incluso las chicas en la sierra... La reforma agraria peruana es un proceso bien peculiar, porque no solamente eliminó al terrate¬niente tradicional de tipo feudal sino que atacó también a la incipiente burguesía agraria mediana de la costa, es decir, a los viñateros, arroceros y algodoneros. Las reformas agrarias de América Latina no llegaron a ese grado de radicalidad cuando no fueron socialistas... " (pp. 57).

2) JOSE MARIA CABALLERO se ocupa de presentar el modelo de organización del agro que promovieron los militares con la reforma agraria y cuáles han sido sus resultados. Analiza la naturaleza y contradicciones del desarrollo capitalista en la agricultura peruana; el problema hegemónico y el papel de los terratenien¬tes dentro del conjunto de clases domi¬nantes, el lugar del campesinado en la es¬cena política y la cuestión de la repre¬sentación de los intereses del campesina¬do. Precisa cómo se presentaban estas cuestiones con anterioridad a la reforma agraria y cómo contribuyeron a su realiza¬ción. Presenta luego el modelo y los lími¬tes y fracasos de la Ley 17716, concluyen¬do con algunas especulaciones sobre el futuro cercano.

Al referirse al "Fracaso del Modelo" en¬tre otras cosas menciona que "por el la¬do de la producción, los resultados han sido muy pobres". Agrega que la capaci¬dad redistributiva de la reforma parece

189

también pequeña "sólo la mitad de la tie¬rra, o algo menos, cantidad que podría aumentar con un esquema más profundo de reforma agraria...".

En Caballero contrasta una coherente exposición sobre los antecedentes, las contradicciones del modelo escogido y las nuevas particularidades del agro des¬pués de la Reforma, con una magra pro¬puesta alternativa tan general que final¬mente depende de la alternativa de po¬der en el país. La riqueza de sus inves¬tigaciones "¿no dará para más?".

3) HECTOR MARTINEZ se refiere a "Las empresas asociativas agrícolas perua¬nas". Reseña el proceso de formación, sus diferentes tipos y características; la intervención estatal en las mismas para fi¬nalmente presentar los que juzga como los aspectos más problemáticos de las empresas. Plantea "desde un punto de vista científico algunos presupuestos pa¬ra investigaciones de profundidad... " Sin embargo, llama la atención su plantea¬miento recogido en el punto 6 (pág. 143). "En la costa, las cooperativas (agroindus-triales y de producción diversificada) en comparación con la situación anterior, no han introducido, en esencia, cambios sig¬nificativos en las relaciones de produc¬ción. ..". Lo determinante en la modifica¬ción de las relaciones de producción con¬siste en cambiar la propiedad de los me¬dios de producción y esto creemos no está en discusión ¿Cuál es entonces el sentido de la afirmación?

4) ORLANDO PLAZA nos presenta "La Problemática de la Comunidad" y plantea una posibilidad de alternativa teórico-me¬todológica para su estudio en el país. Sin embargo, no surge de la exposición un balance del impacto de la reforma agra¬ria para la comunidad ni para la SAIS.

5) CARLOS SAMANIEGO se refiere a las "Perspectivas de la Agricultura campesi¬na en el Perú". Expone la transición del desarrollo de la agricultura capitalista en los países centrales industrializados; al¬gunas tesis explicativas acerca de la su¬bordinación y permanencia de la agricul¬tura. Señala que en el caso peruano, en la década del sesenta la agricultura cam¬pesina de alimentos ha jugado un papel secundario para finalizar con algunas ideas generales de lo que sería la pers¬pectiva de la agricultura campesina en la etapa actual del desarrollo capitalista en el país.

6) GONZALEZ VIGIL nos ilustra sobre el rol de "Las transnacionales en la agroin¬dustria peruana, particularmente en las producciones de lácteos y de aceites y grasas. Sus palabras finales ". . . nos bas¬taría que después de leer este trabajo el lector sienta estimulado su interés por comprender a las actividades agropecua¬rias en su inserción dentro del proceso de acumulación de capital de la econo¬mía peruana" creemos que tendrán acep¬tación en todo aquel que aspira a contri¬buir al perfil de un programa agrario y nacional que nos permita superar las difi¬cultades presentes.

7) ADOLFO FIGUEROA se refiere a la "Política de precios agropecuarios e in¬gresos rurales en el Perú" y cuantifica con numerosos datos la importancia de esta relación. Reconoce la existencia de un conflicto campo-ciudad originado por el consumo de alimentos, pero señala que el grado de este conflicto no parece ser de una magnitud importante.

8) CARLOS AMAT Y LEON comenta "La evolución de la economía y el problema agrario" en el período 1950-1978 caracte¬rizada por un sistemático crecimiento del producto per capita, aunque en forma inestable, frente a un regular crecimiento de la población a una tasa del 3%. Cons¬tata las tres crisis más notorias del pe¬ríodo y se refiere al rol de las Fuerzas Armadas a partir de 1968. Explica cómo la fuerza de consumo e inversión se ex¬panden con mayor celeridad que la capa¬cidad productiva del país hasta llegar a la dramática situación del período 1976-79 donde "la pérdida de la legitimidad políti¬ca del gobierno lo ha forzado a transfe¬rir el poder pagando un alto costo de li¬derazgo y, lamentablemente, desvirtuan¬do la eficacia y el prestigio de las refor¬mas estructurales que se acometieron en los primeros años de esta década". Apor¬ta algunas significativas reflexiones para los grandes objetivos de una política agrí¬cola.

9) EDUARDO GRILLO expone un ensa¬yo bastante documentado sobre el "Pro¬ceso histórico de la explotación del cam¬po peruano".

10) ALFREDO SACO MIRO QUESADA se refiere brevemente a algunas "Propuestas para una Política Agraria". Recomienda entre otras cosas, hacer más operativa la

190

administración de las nuevas empresas; un gran esfuerzo de capacitación de los campesinos; expansión de la frontera agrícola hacia el oriente; mejorar y com¬plementar la reforma agraria con un tipo de explotación en el que se combinen en las cooperativas pequeñas parcelas de

propiedad de los socios para su usufruc¬to individual y el trabajo del resto de la tierra en común; finalmente, mejorar el in¬greso de los campesinos creando nue¬vas fuentes de empleo en el campo.

Walter Zegarra

191

LA HISTORIA NO REVELADA

DE LA

PROPIEDAD SOCIAL

Un libro que llama al pan, pan y al vino, vino. Menciona más de mil nombres propios. Revela las contradicciones. Describe los logros de la Revolución y la contra-revolución de Morales Bermúdez. Enjuicia a los responsables. Analiza la realidad actual. Y plantea las incógnitas del futuro.

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En este número Las viñetas fueron hechas especialmente para H U E S O H U M E R O por José Miguel Tola

EN SEPARATA: Reproducciones facsimilares de Hangar, Rascacielos, Timonel, Trampolín (Lima, 1926-1927)

Rosario Ferré / La caja de cristal Francisco Bendezú / Combo bines Eduardo González Viaña / No sueñes con palomas

porque me asustas Pablo Guevara / Mentadas de madre Julio Ortega y Cecilia Bustamante / Para una

tipología de la violencia Nathaniel Hawthorne / De los 'Cuadernos Ameri­

canos' Efraín Kristal / Goldemberg: a caballo entre dos cul­

turas Dav id Huerta / Vampiro místico Alexandra Tobolska / La danza como vivencia Oscar Va ld iv ia / Dos yaravíes Luis Jaime Cisneros / Espinoza Medrano, lector del

Polifemo Italo Calv ino / La colección de arena Laszlo Scholz / Remenyik: un vanguardista húngaro

en América Latina Magda Portal / Una revista de cuatro nombres Mi rko Lauer / Hacia la socioestética: una propuesta

latinoamericana de Juan Acha José Ignacio López Soria / Dominación y cultura Alonso Cueto / Westphalen: el laberinto del silencio Luis Antonio Meza / Ediciones de música coral Bibliografías / Poesía peruana del siglo XX. (I. 1900-¬

1920) I Miguel Angel Rodríguez Rea

S U M A R I O

Nº 7 1980

REVISTA DE ARTES Y LETRAS

Octubre-Diciembre

hueso húmero

P u b l i c a c i o n e s r e c i b i d a s

1. NACIONALES

A. Libros

AGRO: CLASE, CAMPESINADO Y REVOLUCION Diego García Sayán - Fernando Eguren. DESCO. Lima, 1980. 160 pp.

Esta nueva entrega de DESCO sobre la problemática agraria contiene dos traba­jos firmados respectivamente por Fernan¬do Eguren y Diego García Sayán.

El primero de ellos "intenta ubicar en un contexto histórico los planteamientos de Lenin sobre el problema agrario". Por su parte. García Sayán se propone revi¬sar algunas de las interpretaciones políti¬cas sobre el campesinado peruano, sobre la estructura de clases en el campo y la caracterización de la sociedad rural, al mismo tiempo que propone un conjunto de elementos para una nueva interpreta¬ción de la realidad del campo.

APRISMO Y SINDICALISMO EN EL PERU Piedad Pareja Pflucker. Ediciones Rick¬chay Perú. Lima, 1980. 199 pp.

El libro que comentamos comprende un período crucial para la historia de la or¬ganización y luchas del movimiento obre¬ro peruano: 1943-1948.

Además de la introducción, seis ane¬xos, una relación cronológica de los acon¬tecimientos, la obra consta de cinco ca¬pítulos: nacimiento de la CTP; la acción política del proletariado; nuevos horizon¬tes, turistas obreros; del primer congreso de la CTP al congreso interamericano de trabajadores; y, finalmente, labor organi¬zativa; de la CTP.

¿COMO COMUNICARSE CON LOS CAMPESINOS? Pierre de Zutter, Editorial Horizonte. Li­ma, 1980. 192 pp.

En un tono sencillo y en base a nume¬rosos ejemplos concretos, el autor enfren¬ta las deformaciones y errores de institu¬ciones e individuos y describe varios pro¬yectos, en los cuales participó, donde se pusieron en práctica nuevos criterios y una nueva metodología participatoria.

La publicación consta de siete capítu¬los: ¿es importante la comunicación?, las dos dimensiones de la comunicación, los medios de comunicación versus la co¬municación interpersonal, ¿cómo desarro¬llar la comunicación en el campo?, ¿có¬mo usar los medios de comunicación?, ¿cómo preparar mensajes con una meto¬dología participativa?, hacia políticas na¬cionales de comunicación rural.

A través de esos capítulos, de Zutter enfatiza la importancia de la comunica¬ción oral e interpersonal entre los cam¬pesinos. Este libro constituye una impor¬tante contribución al estudio y práctica de la comunicación en las áreas rurales.

EL MOVIMIENTO OBRERO PERUANO (1890-1980) Denis Sulmont. TAREA. Lima, 1980. 239 pp.

El Centro de Publicaciones Educativas TAREA presenta la segunda edición au¬mentada de la reseña histórica que con¬tiene "la condensación de los múltiples estudios que Sulmont ha hecho sobre la historia del movimiento obrero".

Para el autor la historia del movimiento obrero peruano está marcada por cuatro grandes etapas en torno a las cuales ar¬ticula su trabajo: a) de fines del siglo XIX a 1930; b) de 1930 a 1956; c) de 1956 a 1968 y d) de 1968 a 1979.

SOCIALISMO Y P A R T I C I P A C I O N / Nº 12 193

Esta nueva edición incluye un nuevo capítulo en que se "analiza la dinámica del movimiento obrero en la última coyun¬tura (1970-1980)".

INDUSTRIALIZACION Y DESARROLLO REGIONAL EN EL PERU Hugo Cabieses, Dirk krujt, Raúl Lizárraga y Menno Vellinga. Ediciones E .P Lima, 1980. 253 pp.

El trabajo se propone "una revisión crítica de las medidas orientadas a des¬concentrar regionalmente el aparato pro¬ductivo y propiciar el desarrollo de zonas priorizadas en los planes". El análisis es¬tá centrado principalmente en los últimos quince años, con especial incidencia en la última década.

El estudio está organizado en tres sec¬ciones. La primera apunta a un análisis general de la organización de la econo¬mía y el rol del Estado en el crecimiento del aparato productivo. La segunda es¬tudia las políticas de descentralización. La tercera está constituida por algunos "comentarios adicionales" sobre ciertos mecanismos que explican la situación de Trujillo y Arequipa en un papel de polos incompletos del desarrollo de importantes regiones del país.

El libro trae también un capítulo de con¬clusiones y recomendaciones, una biblio¬grafía selectiva y varios apéndices.

INFORME DE LA ECONOMIA PERUANA 1979. Centro de Investigación Económica para la Acción, CIEPA. Lima, 1980. 128 pp.

Esta tercera entrega del CIEPA, y con el patrocinio del mismo grupo nacional de empresas, trata de reflejar de la manera más objetiva posible lo ocurrido en la economía nacional durante 1979, con una retrospectiva que comprende hasta el año 1970. Ello permite, al inicio de la dé¬cada de los años ochenta, tener una cla¬ra visión del acontecer económico que caracterizó la década del setenta.

Para la información nacional, los datos provienen, en su mayoría, de fuentes ofi¬ciales, y en algunos casos, las cifras constituyen estimaciones propias realiza¬das por el CIEPA. Los datos de la sec¬ción internacional provienen en gran par¬te del FMI, la Organización de Coopera¬ción para el Desarrollo Económico y la Comisión Económica para América Latina.

Con riqueza de tablas y cuadros esta¬dísticos, el libro se estructura en diez ca¬pítulos: panorama internacional, pobla¬ción y empleo, producto bruto interno y gasto nacional, ingreso y ahorro, comer¬cio exterior, balanza de pagos y cuentas extranjeras, precios e inflación, liquidez y crédito, presupuesto del gobierno cen¬tral, y, finalmente, producción.

Este libro permite a empresarios, eje¬cutivos, profesionales, trabajadores y es¬tudiantes, tener una visión sintética y de fácil comprensión sobre la evolución de la economía peruana.

LA REFORMA AGRARIA EN EL PERU José Matos Mar y Jasé Manuel Mejía. Instituto de Estudios Peruanos. Lima, 1980. 379 pp.

Con el número 19 de su colección "Pe¬rú: Problema", el IEP acaba de publicar un nuevo volumen del proyecto "Reforma Agraria y desarrollo en el Perú" auspicia¬do por el Centro Internacional de Investi¬gación para el Desarrollo de Canadá.

El trabajo tal como lo indica su intro¬ducción "quiere ofrecer una visión global de la reforma, analizando sus caracterís¬ticas y las consecuencias que le ha de¬parado al país". Para ello los autores es¬bozan la situación del agro hasta 1969 y se proponen "describir el contenido y sig¬nificado del programa de cambio impulsa¬do por el gobierno militar, enfatizando en el modelo asociativo propugnado, y, final¬mente, evolucionando sus resultados y futuros alcances".

LA SUCESION HEREDITARIA EN LA JURISPRUDENCIA SUPREMA José León Barandiarán. Pontificia Univer¬sidad Católica del Perú. Fondo Editorial, Lima 1980. 767 pp.

Este libro es una rigurosa compilación de ejecutorias producidas por los tribuna¬les de justicia del Perú, en el ámbito del derecho sucesorio. El Dr. José León Ba¬randiarán, con seguridad la más alta au¬toridad en derecho civil en nuestro me¬dio, realiza en una meticulosa labor her¬menéutica; comentarios de las ejecuto¬rias, comparaciones, y acuerdos o des¬acuerdos sobre lo resuelto por los tribu¬nales. Se trata en orden: la sucesión en general; incapacidades para suceder; aceptación y renuncia de la herencia; la representación; sucesión testamentaria; los legítimos y la porción de libre disposi¬ción; las mejoras; la desheredación; los

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legados; los ejecutores testamentarios; revocación; caducidad y nulidad de tes­tamentos; los herederos legales; la he¬rencia vacante; la colación; la división y la partición y las cargas y las deudas de la herencia.

REALIDAD DEL CAMPO PERUANO DESPUES DE LA REFORMA AGRARIA: 10 ENSAYOS CRITICOS Carlos Amat y León, J. M. Caballero y Otros. Co-editores Centro de Investiga¬ción y Capacitación (CIC) Editora Ital Pe­rú S. A. Lima. 1980. 388 pp.

La presente publicación del CIC, de la que hacemos un amplio comentario en nuestra sección Reseñas, contiene las exposiciones del Ciclo de conferencias que no hace mucho realizara el mencio¬nado Centro.

Dada la amplia gama de temas y la sol¬vencia de los autores de los 10 ensayos, es un libro cuya lectura no puede ser aje¬na a investigadores, políticos, trabajado¬res y, en general, especialistas en la ma¬teria. Como ilustración citamos a Héctor Maletta, cambios en el Perú rural desde 1950; Fernando Gonzales Vigil, las Trans­nacionales en la Agroindustria peruana; Carlos Amat y León, la evolución de la economía y el problema agrario.

Socialismo y Participación felicita a la fraterna institución CIC por su esforzada labor editora.

UNA LECTURA DE PUEBLA María Elena de Vigier, Jorge García y Ar¬turo Valdez. CELADEC. Lima-Perú. 1980. 102 pp.

El contenido del libro es el análisis de los resultados de una investigación sobre la imagen elaborada y trasmitida por dia¬rios y revistas de Lima en torno a la reu¬nión de Puebla. Luego de una exposición de los propósitos del estudio, se presenta el universo informativo sobre el cual se realiza el análisis de contenido, se clasi¬fica la función de los diarios y revistas y se señalan las clientelas hacia las cuales se dirigen. A continuación se describe en términos cuantitativos los espacios ocupados por las noticias en torno al evento, la distribución de la información por fuentes y la relación entre fuentes y diarios y revistas. Posteriormente, se pa¬sa al análisis del trato dispensado de és¬ta y sus acuerdos finales. Las conclusio¬nes indican el carácter plural pero com¬plementario de las visiones trasmitidas.

Ello es explicado por los intereses ideo¬lógicos y políticos portados por los me¬dios y su general adscripción a los gru¬pos de poder dominante en la sociedad peruana.

UN SIGLO A LA DERIVA: ensayos sobre el Perú, Bolivia y la Guerra. Heraclio Bonilla. Instituto de Estudios Pe¬ruanos. Lima, 1980. 236 pp.

Entre fines del período colonial y co¬mienzos del siglo XX, sufriendo una serie de vicisitudes, las antiguas colonias se ponen en trance de convertirse en Repú¬blicas independientes. Pese a la impor¬tancia de este hecho, el siglo X IX conti¬núa aún siendo un "territorio desconoci¬do".

Este libro intenta contribuir a colmar este vacío desde una doble perspectiva: por el análisis de los problemas cruciales del Perú del siglo XIX y por el balance de las historias económicas comparadas entre Bolivia y el Perú.

La estructura del libro la integran tres partes: I, el contexto internacional; II, la ruptura andina: Bolivia; III, el desenlace: crisis y guerra. En las que se tratan los siguientes temas: la coyuntura comercial del siglo XIX en el Perú; la expansión co¬mercial británica en el Perú; la emergen¬cia del control norteamericano sobre la economía peruana: 1850-1930; Bolivia: de la Independencia a la guerra con Chile; dimensión internacional de la Guerra del Pacífico; y, el problema nacional y colo¬nial del Perú en el contexto de la Guerra del Pacífico.

B. Revistas y Folletos

AUTOGESTION Y PARTICIPACION/4/ octubre 1980. Lima, Consejo Latinoameri¬cano y del Caribe para la Autogestión

Esta nueva entrega del boletín del CLA nos trae noticias de la renovada activi¬dad de este organismo, luego de la II Con¬ferencia sobre Autogestión realizada en Costa Rica. Contiene un resumen de los resultados de este importante evento y el anuncio de las nuevas actividades que proyecta el CLA. Entre ellas, anuncia la realización del taller sobre estrategias de implementación de desarrollo de la auto¬gestión en América Latina y el Caribe, a realizarse del 26 al 30 de enero de 1981, en Lima. El objetivo de esta reunión será recibir los informes nacionales acerca de

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la situación de la autogestión en cada uno de los países que asistieron a la con­ferencia de Costa Rica y preparar, en ba­se a éstos, un documento sobre Estrate¬tegias de implementación y desarrollo de la autogestión en cada uno de nues¬tros países.

El boletín trae además copiosa informa¬ción sobre las actividades autogestiona¬rias en América Latina y el Caribe, noti¬cias del resto del mundo y una sección de documentos y revistas que se publican sobre autogestión.

Los editores son Santiago Roca —pre­sidente del CLA,— William Moreno y Ale¬jandro Loli.

ACCION CRITICA/6/ 1979. Lima, Centro Latinoamericano de Trabajo Social (CE¬LATS) y Asociación Latinoamericana de Escuelas de Trabajo Social (ALAETS)

Este número tardíamente recibido abor¬da el tema de la política social, publican¬do los ensayos: política social, trabajo so¬cial y la cuestión del Estado de Carlos M. Vilas; la organización y la movilización social en la política social" de Elena Gue¬rra; y marchas y contramarchas del tra¬bajo social: repasando la rcconceptuali¬zación de Leila Lima. Refiere un Encuen¬tro Nacional de Capacitación Continuada en Río de Janeiro, Brasil y el Primer Con¬greso Latinoamericano de Estudiantes de Trabajo Social en La Paz, Solivia, en que se sientan las bases de la Confederación Latinoamericana de estudiantes de traba¬jo social. Hay un adelanto sobre las lí¬neas de una investigación de CELATS so¬bre industrialización, política social de vi¬vienda y trabajo social, que se está rea¬lizando el presente año y una sección muy sugestiva denominada investigación¬acción, que recoge dos trabajos de inves¬tigación apoyados por CELATS en pue¬blos jóvenes de Lima: salud y comunidad: la experiencia de Villa Ventura, realizada por el Dr. Oscar Ugarte y la trabajadora social Gladys Montoya; y trabajo social en el campo barrial a cargo del Arquitec¬to Eduardo Palacios y la trabajadora so¬cial Norma Rottlier.

ANALISIS/7/1979. Lima. Director: Ernes­to Yepes

El presente número de esta valiosa re¬vista, lamentamos su tardía publicación, trae un trabajo de Guillermo Rochabrún titulado base y superestructura en el "Pre­

facio" y en El Capital; el tema de la bur¬guesía y gamonalismo en el Perú es trata¬do por Ernesto Yepes; Daniel Cotlear se ocupa del sistema de enganche, salarios y mercado de trabajo en la Ceja de Selva.

En la sección Crítica, el libro Anatomía de un fracaso económico de Schydlowsky y Wicht, y los industriales, la industriali­zación y el Estado nación en el Perú, de Fritz Wils son criticados por Javier Iguí¬ñiz y Francisco Durand, respectivamente.

BOLETIN AMIDEP/11/1980. Lima. Asocia­ción multidisciplinaria de investigación y docencia en población (AMIDEP)

Siguiendo la moda y optimismos "cons¬titucionalista" el número 11, rotula su edi¬torial Política de población: ahora sí, su¬giriendo que con el nuevo gobierno todo irá mejor. Trae, asimismo, una pormeno¬rizada información sobre el próximo semi¬nario que AMIDEP organizará, del 7 al 20 de enero de 1981, sobre fecundidad andi¬na. Presenta un artículo central sobre las tendencias demográficas en la unión so¬viética; y en su ya acostumbrada sección clásicos revisitados, presenta un frag­mento del libro Biografía de los Andes de Emilio Romero.

ESTUDIOS ANDINOS/16/1980. Lima Cen­tro de Investigación, Universidad del Pací­fico.

Jurgen Schuldt inicia este número, co¬rrespondiente al primer semestre de 1980, presentando un panorama de las modali¬dades de acumulación, así como de la di¬námica socio-política y política económi¬ca en América Latina. Carlos Samaniego propone un conjunto de hipótesis acerca del origen de las haciendas ganaderas en la parte alta del sur del valle del Mantaro. Olivia Harris y Javier Albo analizan la in¬teracción entre mina y campo en el norte del departamento de Potosí, Solivia. Eli¬zabeth Dore escribe acerca de la burgue¬sía nacional y la Revolución en el Perú 1968-1977, conceptuándola como un con¬tinuum y no como es en realidad: la suce¬sión de dos gobiernos distintos: el de Ve¬lasco Alvarado (oct. 1968-ago. 1975) y el de Morales Bermúdez, éste negación del primero. John S. Gitlitz cierra el número con un estudio histórico sobre Eleodoro Benel Zuloeta, hacendado montonero del Departamento de Cajamarca, que se le¬vantó, en 1924, contra el gobierno de Le¬guía.

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ICLA, Boletín Informativo Católico Latino¬americano/10/1980. Lima, Secretariado La¬tinoamericano Pax Romana MIEC-JECI.

El número 10 de este órgano informati¬vo de Iglesia, presenta una visión global de la visita de Pablo II a Brasil, haciendo notar que la espontaneidad del pueblo encontró obstáculos y se mantuvo en constante tensión con la programación oficial y la actividad desplegada por los cuerpos de seguridad que intentaban evi¬tar un encuentro entre el Papa y el pue¬blo. Sobre este hecho resalta que la me¬dida más extrema fue tomada en Vidigal, donde las fuerzas policiales desalojaron a la mayor parte de la población, horas antes de la visita. Solamente 200 de los 15 mil habitantes de la favela pudieron permanecer en sus viviendas. Este hecho provocó la reacción de los pescadores que gritaban: "Juan de Dios, quién te es¬condió del pueblo", "Juan de Dios ven a ver nuestra forma de vivir".

Cerramos este breve comentario con las palabras del sacerdote brasileño Ber¬nardo Montoya "si su Santidad fuese uti¬lizado como una especie de ídolo para engañar al pueblo y hacerlo olvidar mo¬mentáneamente el hambre, la miseria y la opresión en que se vive, entonces su lle¬gada no va servir de nada, ya que, des¬pués de su regreso a Roma, continuare¬mos en la misma situación en que nos ha¬Hamos".

INFORME ECONOMICO TRIMESTRAL/ abril-junio, 1980. Lima. Centro de investi¬gación económica para la acción (CIEPA)

Teniendo como marco referencial el proceso recesivo internacional de fines de 1979, así como el hecho que en el se¬gundo trimestre el comportamiento de la economía internacional se caracterizó por el descenso de las tasas de interés, el aligeramiento de las presiones inflacio¬narias, la recuperación parcial del precio de los metales preciosos y el debilita¬miento del dólar, el informe presenta la evolución de los países industrializados, de los países latinoamericanos, y la pers¬pectiva económica nacional.

PARA HACER HISTORIETAS/5, Lima. TAREA, Centro de Publicaciones Educati¬vas

Tarea, con el Fascículo 5 de Juan Ace¬vedo que comentamos, continúa con sus aporte formativos al alcance principal¬mente de los trabajadores. El presente

folleto es una ágil presentación del len¬guaje de la historieta, con un análisis de letras, tipos y significados, onomatopeya, contenido de textos y trabajos prácticos, así como ejercicios de reconocimiento. Resulta sugerente la variada muestra de historietas que sirven para ejemplificar di¬dácticamente los textos.

QUEHACER/6/1980. Lima, Centro de Estu­dios y Promoción de Desarrollo. (DESCO)

En la sección Actualidad, entre otros, trae el artículo Ulloa: entre él clientinaje político y las Transnacionales de Fernan¬do Sánchez Albavera, así como un home¬naje a Basadre escrito por Franklin Pea¬se. Orlando Plaza y Marfil Francke, en la sección Debate se ocupan del tema Na¬ción, lucha de clases y socialismos. En la sección Internacionales, Rodrigo Núñez escribe sobre la actual situación de Boli¬via y Juan Larco lo hace sobre la respon¬sabilidad de la democracia cristiana en El Salvador. José María Salcedo sorpren¬de en un informe especial sobre Pucall¬pa, problema por cuya solución todos lu¬chan, pero no tocios ganan.

Queremos finalmente resaltar la entre¬vista que Luis Peirano hace a Hélan Ja¬worski, miembro del Consejo Editorial de Socialismo y Participación, sobre la expe¬riencia de la expropiación de los diarios de circulación nacional iniciada por Ve¬lasco Alvarado y frustrada por Morales Bermúdez.

SUR: Boletín informativo agrario/29, 30, 31/1980. Cusco, Centro de Estudios Rurales Andinos Bartolomé de las Casas

Bajo la dirección de Guido Defran, Sur aparece con inusual regularidad en nues¬tro medio.

En el número 29 son especialmente im¬portantes los artículos sobre la industria azucarera peruana: la crisis tiene culpa¬bles; la sequía: profundización de la cri¬sis del agro, apretado informe sobre la se¬quía en el país y las limitaciones de las medidas que se han tomado para paliar¬la; en cómo se desperdicia y se importa arroz, se hace un enfoque sobre la erra¬da política respecto a los productores de arroz en la costa y la falta de previsión para evitar se deteriore la producción en la selva.

En el número 30, se analiza los présta¬mos del Fondo Internacional para el De¬sarrollo Agrícola (FIDA), se hace una

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apreciación sobre las últimas adjudica¬ciones de tierras hechas por Morales Ber¬múdez sólo en el papel, y que están a punto de pasar a manos de terratenien¬tes; se enjuicia los planes del actual go¬bierno en el agro; se cuestiona a la ONA (Organización Nacional Agraria) que, se¬gún afirma la revista, pretende usurpar la representatividad de las auténticas orga¬nizaciones campesinas, como la CNA.

En el número 31, ofrece artículos de in¬terés como: la amnistía política y sus in¬cidencias en el campo; el dilema de An¬tapampa: parcelar o no parcelar; Ondo¬res: la comunidad vuelve a tomar Atocsai¬co. Queremos resaltar, la pervivencia del enganche; el caso de la migración a los lavaderos de oro, que denuncia la explo¬tación a que son sometidos los trabaja¬dores "enganchados" a Carabaya y San¬dia, Marcapata-Quincemil, y Madre de Dios.

2. EXTRANJERAS

A. Libros

EL BANCO MUNDIAL: UN CASO DE "PROGRESISMO" CONSERVADOR Hugo Assman (ed). Departamento Ecumé¬nico de Investigaciones (DEI). Costa Rica, 1980. 245 pp.

El libro presenta un conjunto de artícu¬los sobre la política crediticia del Banco Mundial referido a la agricultura y agro¬industria, así como a los cambios en la estrategia del Banco.

Hugo Assman reconstruye la historia del Banco y analiza, globalmente, las es¬trategias seguidas por el mismo, orienta¬das todas ellas a estabilizar el sistema capitalista, principalmente en las áreas geográficas más convulsionadas (Centro¬América) así como a aperturar mercados para los países industrializados.

LA IDEOLOGIA DE LA REVOLUCION MEXICANA: LA FORMACION DEL NUEVO REGIMEN. Arnaldo Córdova. Era e Instituto de Inves¬tigaciones Sociales de la Universidad de México. 1979. 508 pp.

Esta es la séptima edición del libro más importante de Arnaldo Córdova, uno de los más serios esfuerzos por comprender el sentido del discurso y la práctica del movimiento revolucionario mexicano. Ini¬ciándose con una confrontación crítica del Porfiriato, Córdova analiza la evolu¬

ción del liberalismo al populismo, el signi¬ficado de la revolución campesina y la utopía revolucionaria de Flores Magón, la asunción del populismo, el rol del cau¬dillismo y lo que denomina "la política del hombre fuerte". Acompaña el texto, un anexo conteniendo documentos funda¬mentales de la revolución mexicana.

LAS PERSPECTIVAS DEL REFORMISMO EN COSTA RICA Manuel Solís, Francisco Esquivel. Co-edi¬ción Departamento Ecuménico de Inves¬tigaciones —DEI— Editorial Universitaria Centroamericana —3E —Costa Rica, 1980. 99 pp.

En un sentido estricto, la obra no pue¬de entenderse como un estudio de coyun¬tura, es más bien un ensayo que busca enmarcar la problemática actual dentro de la evolución social y política de Costa Rica en los últimos veinticinco años. De allí, los temas que desarrolla: la Constitu¬ción del 49; las premisas del nuevo esta¬do; la propuesta de las fuerzas emergen¬tes; el nuevo capitalismo y la reconstitu¬ción de las clases; la nueva fase crítica a nivel mundial; crisis interna y gobierno de Daniel Oduber; la administración Cara¬zo y las nuevas fuerzas en el Gobierno.

LA POLITICA DE MASAS DEL CARDENISMO Arnaldo Córdova. Era. México, 1980. 219 pp.

Este libro de Arnaldo Córdova, cuya ter¬cera edición acaba de ser publicada, aborda el tema del significado político del cardenismo dentro del desarrollo de la re¬volución mexicana. Precisamente, es és¬te el tema inicial del estudio de Córdova que se extiende posteriormente a la orga¬nización de masas y la reconstitución del poder, el frente único del trabajo, el nue¬vo orden rural, burócratas y militares, la conversión corporativa del partido oficial y política de masas y capitalismo. Con¬ciencia crítica de la revolución e impulsor consciente de las instituciones que definen el México moderno, Cárdenas es interpre¬tado desde una perspectiva original.

LA POLITICA DE MASAS Y EL FUTURO DE LA IZQUIERDA EN MEXICO Arnaldo Córdova. Era. México. 1979. 131 pp.

El contenido de este libro es la expre¬sión de una línea política trazada a partir del análisis de la evolución de la política

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de masas del Estado mexicano y del au­tónomo movimiento sindical y popular. Luego de recordar el significado del car¬denismo y de la inclusión corporativa de la organización sindical en el partido ofi¬cial, Córdova reivindica las tradiciones de la izquierda mexicana y la experiencia del movimiento sindical revolucionario. Propone finalmente la necesidad de re¬plantear teórica y políticamente la lucha por la democracia, la independencia y la reorganización sindical.

LOS GRANDES PROBLEMAS NACIONALES (1909) Andrés Molina Enríquez. Era. Colección Problemas de México 1979. 523 pp.

Escrito por Molina Enríquez en las pos¬trimerías del régimen de Porfirio Díaz y orientado tempranamente al análisis de los problemas mexicanos, este ensayo ha ejercido una influencia considerable en la ideología de la revolución y el estado mexicano. Los temas tratados por Molina abarcan desde el territorio y la historia, la población y la propiedad hasta el aná¬lisis del problema político. Al final del li¬bro, se incluye un anexo con artículos, cartas y pronunciamientos de la época.

TRANSITION TO WORKERS' SELF-MANAGEMENT ITS DYNAMICS IN THE DECOLONIZING ECONOMY OF MALTA Gerard Kester, Institute of Social Studies La Haya, 1980, 255 pp.

El proceso político maltes es casi des¬conocido en nuestro país. Sin embargo, este pequeño grupo de islas ubicado en el centro del Mediterráneo e independiza¬do del Reino Unido en 1964, empezó una importante experiencia de participación de los trabajadores en las relaciones de producción cuando, a partir de 1971, el partido laborista triunfó' en las elecciones generales en coalición con la Unión Ge¬neral de Trabajadores. Un sistema de par¬ticipación de los trabajadores fue aplica¬do en la dirección de los Drydocks —o diques secos, una de las actividades más importantes del país,— estableciendo pari¬dad de representación para los trabajado¬res en los comités de dirección y produc¬ción. Este sistema fue mantenido durante varios años, hasta que en el período 1975¬1979, la participación de los trabajadores se expandió rápidamente a más empresas como resultado de iniciativas que proce¬dían tanto del gobierno como de los pro¬

pios trabajadores. Una estructura de auto¬gobierno para los Drydocks fue estableci¬da legalmente en 1975, cuando las empre¬sas estatales y paraestatales fueron agru¬padas en un ministerio de "industrias pa¬raestatales del pueblo", dando lugar al nacimiento de una economía mixta, com¬puesta por un sector privado y el nuevo sector de los Drydocks.

A pesar de su singularidad, el intere¬sante caso de Malta es, de alguna mane¬ra, similar a los procesos participatorios que se produjeron en diferentes épocas en Turquía, Sri Lanka, Zambia y Perú. El autor de este libro, Gerard Kester, traba¬jó un serio y pormenorizado estudio so¬bre esta experiencia en cooperación con trabajadores, sus representantes sindica¬les, dirigentes del gobierno y de partidos políticos. El trabajo de Kester es el resul¬tado de la cooperación institucional entre la Universidad de Malta y el Instituto de Estudios Sociales de La Haya. La labor de Kester constituye un documento indis¬pensable para el conocimiento de esta ex¬periencia.

B. Revistas y Folletos

ACCION. BOLETIN INFORMATIVO AGRARIO/4/1980. Quito, Centro de Inves­tigaciones y Estudios Socio-Económicos.

El número incluye un análisis de la po¬lítica agraria en el Plan Nacional de De¬sarrollo 1980-1984 del Ecuador. Se estu¬dia la relación entre crisis y precios agra¬rios. Se informa sobre el movimiento cam¬pesino en Cochicaranqui y los últimos eventos en el agro ecuatoriano.

ALAI/24 al 32/1980. Canadá, Agence Lati¬no-Americaine D'Information

El Perú llega a los ochenta, Argentina: precisando el modelo (24); reflexiones so¬bre la democracia gualternalteca, partidos políticos en Honduras (25); las elecciones en Bolivia, movimientos campesinos y lu¬cha por la tierra en Colombia (26), El Sal¬vador: el movimiento obrero, el estado mi¬litar en Chile (27); la industria militar ar¬gentina, R. Dominicana: unidad sindical (28); entrevista al FDR (El Salvador), ma¬nifiesto del CNUS (Guatemala) (29); Alai entrevista a la CUT de Chile, México y el proceso centroamericano (30); entrevista a la Central Sandinista de Trabajadores, cristianos, marxistas y revolución (31); Iglesia y resistencia popular en América Latina, entrevista a la ATC de Nicaragua

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(32); éstos y otros temas de actualidad nos traen los números del boletín que co¬mentamos brevísimamente.

AMERIQUE LATINE/2, 3/1980. Paris, Cen­tre de recherche sur lAmerique Latine et le Tiers Monde (CETRAL)

El número 2, abril-junio 1980, editoriali¬za sobre la violación de los derechos hu¬manos y la degradación de las condicio¬nes socioeconómicas, como dos hechos que caminan inseparables. Edilberto To¬rres-Rivas, reflexiona sobre la crisis y la violencia política, titulando sugerentemen¬te su artículo, Vida y muerte en Guatema¬la; el artículo las razones de la nueva ideo¬logía del desarrollo, respuesta a F. H. Car¬doso y J. Serra, es productos de la pluma de Ruy Mauro Marini. En la sección Do¬ssier, hace una síntesis en tres capítulos (entrevistas, investigaciones, situaciones) de los derechos del hombre, como evolu¬ción y utopía, en Latinoamérica. Ofrece, asimismo, una pequeña selección de poe¬sía, hecha por Roberto Armijo y traducida al francés por Jean-Paul Fossey. C. Omi¬nami, estudia la evolución económica del Cono Sur, en el último artículo. La nota bibliográfica, versa esta vez, sobre dos li¬bros acerca del sistema del terror en Ar¬gentina: Argentine, le diable dans le soleil de Carlos Gabetta, y, Malgré tout de Mi¬guel Benasayag.

A julio-set. 1980, corresponde el núme¬ro 3, ofrece interesantes artículos como: Bolivia: los militares, el estado, la depen¬dencia, un decenio del pillaje, cuyo autor es Ivol Le Bot. Barnard Cassen historia la tentativa de etnocidio lingüístico lleva¬do a cabo en Puerto Rico con la implan¬tación del inglés en detrimento del espa¬ñol. José Casas y Juan Enrique Vega titu­la su artículo, Nicaragua.: un año después. En la sección arte presenta una nota so¬bre la diablada de Oruro. La nota biblio¬gráfica, reseña el libro: The New Interna­tional División of Labor de F. Frobel, J. Heinrichs, y O. Kreye.

CRITICA/5/1980. México, Revista de la Uni­versidad Autónoma de Puebla

A través de sus varias secciones, y co¬mo ya es usual, Crítica incluye un amplio abanico de artículos, noticias, comenta¬rios, reseñas y reproducción de documen¬tos. Es nuestro interés resaltar que Os¬car Terán escribe sobre Mariátegui, la na­ción y la razón; Ana María Ashwell Mallor¬quín lo hace sobre los campesinos y la

comunidad; que Humberto Sotelo reseña Estado, Poder y Socialismo de Nicos Pou¬lantzas; y que Marco Diani reproduce una entrevista de este desaparecido pensador socialista.

CUADERNOS DEL TERCER MUNDO/37/ 1980. México, Director Neiva Moreira

Tal como lo anuncia en su carta a los lectores, a partir de este número se reim¬primirá en Lima esta revista, con el fin de agilizar su distribución en el área andina: Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela; esto es posible por un acuer¬do entre Periodistas del Tercer Mundo, A. C. y el Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo (DESCO), de Lima; saludamos efusivamente que así sea. Mención espe¬cial merece la sección especial en la que Theotonio Dos Santos y Juan Somavía analizan las principales tendencias so¬ciales, económicas y políticas que marca¬rán la década que se inicia.

CUADERNOS DE ANALISIS/1/1979. Qui¬to, Centro de Investigaciones y Estudios Socio-Económicos

El estudio de Jorge León informa y ana¬liza las condiciones que originaron y ca¬racterizan las revolución islámica. Se pre¬senta el cuadro de relaciones entre Irán y Estados Unidos bajo el Gobierno del Sha y el proceso de modernización inicia¬do por éste y sus consecuencias políticas y culturales. Los roles del clero chuta, del ejército y los comerciantes, así como del proyecto integrista de Khomeini son evaluados. Finalmente, se comentan los intereses de las grandes potencias en el petróleo iraní y la delicada situación geo¬política del estado islámico.

CUADERNOS DE MARCHA/7/1980. Mé­xico, Centro de Estudios Uruguay-América

El número 7, dedicado a Chile con el título Después de Pinochet, incluye ade¬más de un análisis del alcance económi¬co y político de los acuerdos firmados re¬cientemente entre Argentina y Brasil, una serie de artículos en los que se evalúa la situación chilena, especialmente el papel a desempeñar, en base a la doctrina de la seguridad nacional y política democrá¬tica, la política económica seguida por la Junta a partir de 1973, y las perspectivas de la izquierda en el actual contexto chi¬leno.

El número incluye dos documentos del Partido Socialista de Chile, emanados del

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Congreso Local de México en mayo 1980, así como una entrevista a Pascal Allende en la que analiza la situación chilena y las tareas inmediatas de la izquierda en Chile.

CUADERNILLO DE INFORMACION A¬GRARIA/3,4/1980. Chile Grupo de Investi­gaciones Agrarias. Academia de Humanis­mo Cristiano (GIA)

El número 3, rotulado producción, y el 4 producción anexo Estadístico, están de¬dicados al análisis de la producción agrí¬cola de Chile en los últimos 15 años, abarcando un espectro bastante amplio de productos, además de registrar la evo¬lución histórica de la producción de los cultivos que consideran básicos: carne de vacuno, cerdo y aves, leche, fruta y producción forestal; en algunos de ellos ensayan explicaciones breves muy útiles al lector.

CUESTIONES ACTUALES DEL SOCIA¬LISM07/8, 9/1980. Yugoslavia, Revista Teórica, política y de información

Los dos números de esta revista yugos¬lava, traen artículos relativos a la autoges¬tión en Yugoslavia, la creación de su par¬tido revolucionario marxista unitario, la estrategia militar de Tito, los No Alineados en los años ochenta, la universidad del futuro, el estancamiento de la distensión europea y sus posibles consecuencias y alternativas. Además del desaparecido Tito, entre otros autores que figuran, tene¬mos a Nikola Ljubicic, Andrej Novak, Mi¬roslav Pecujlic.

DADOS/Vol. 23, Nº 1/1980. Río de Janeiro, Instituto Universitario de Pesquisas

Los artículos de este número giran en torno a la discusión y crítica de las cien¬cias sociales en el Brasil de hoy; los te¬mas son tratados con rigor y pulcritud. A modo de ilustración citamos el artículo de Wonderley G. dos Santos en el que hace una nota previa sobre la ciencia política en América Latina; así como el de Bolívar Lamounier Pensamiento político, institu¬cionalización académica y relaciones de dependencia en Brasil.

Se incluye el homenaje a Víctor Nunes Leal leído por José Murilo de Carvalho, así como la respuesta de Nunes Leal durante la ceremonia de inicio del programa de Doctorado en Ciencia Política y Sociología del Instituto de Investigación de Río de Janeiro.

ECONOMIA POLITICA/16/1979. Tegucigal¬pa. Instituto de Investigaciones Económi­cas y Sociales — U N A H

Este órgano de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, pone a conside¬ración del lector artículos que permiten visualizar Honduras, Centro América y La¬tinoamérica en general.

R. Oquelí escribe sobre los gobiernos hondurenos del presente siglo; Blas Real y Mario Lungo acerca de la problemática regional en Centroamérica; Darcy Ribeiro lo hace con referencia a la tipología po¬lítica latinoamericana.

HISTORIA Y SOCIEDAD/22/1979. México, revista latinoamericana de pensamiento marxista

Sesenta años de PCM: momentos cru¬ciales, titula Marcela de Neymet a su ar¬tículo; Susana Bruna: Democracia burgue¬sa y democracia socialista; Agnés Heller: Democracia formal y democracia socialis¬ta; la lucha de clases y el poder político en Chiapas, es el tema desarrollado por Antonio García de León. Cierran el núme¬ro sus acostumbradas secciones: noveda¬des bibliográficas y registro bibliográfico.

JOURNAL OF INTERAMERICAN STU¬DIES AND WORLD AFFAIRS/Vol . 22, Nº 3/1980. USA, Center for Advanced Inter­national Studies, University of Miami

En este número, Edward Milenky estudia la producción de armas y la seguridad na¬cional en Argentina; John Martz titula su artículo, la expresión regionalista del Po­pulismo: Guayaquil y la CFP, 1948-1960 Max Azicri se interesa por la perspectiva política de la institucionalización del Es¬tado Cubano; Richard Craig analiza la Operación Cóndor, es decir la nueva era de la campaña antidrogas en México; Ca¬roline Moser presenta un documentado estudio de la persistencia del pobre en su pobreza, analizando la experiencia del mercado bogotano en los años 70.

LAS CONTRADICCIONES DEL DESA¬RROLLO CAPITALISTA EN EL ECUA¬DOR. Wolfgang Schmidt. CIESE. Quito, 1980 (Mimeo)

El interesante trabajo de Schmidt se orienta al tratamiento de los principales problemas que confronta el desarrollo ecuatoriano. La crisis alimenticia, la in¬dustrialización, el petróleo y la desarticu¬lación de la economía, la concentración

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de los ingresos, los desequilibrios estruc¬turales y la inflación y la estatización son analizados en relación con una evalua¬ción del primer año del nuevo gobierno democrático. Se incluye al final un ane¬xo estadístico.

MEDIOS MASIVOS Y DEPENDENCIAS: EL CASO ARGENTINO. Octavio Getino. Lima. Octubre. 1978 (Mimeo)

Octavio Getino viene desarrollando ha¬ce varios años una intensiva labor de aná¬lisis del problema de los medios de comu¬nicación y de las políticas desarrolladas en Argentina en relación con ellas. El tex¬to en referencia forma parte, junto con el trabajo "Medios de Comunicación Social y Liberación Nacional", de un ambicioso estudio sobre el desarrollo y la posibili¬dad de uso de tales medios en el desa¬rrollo nacional. Los temas tratados en es¬te volumen abarcan la situación de la pu¬blicidad, televisión, radiodifusión, prensa escrita y cinematografía en la Argentina de los primeros años del 70; las caracte¬rísticas de los usos de la publicidad y la información y sus efectos en relación con el tiempo libre, la infancia, la problemáti¬ca de la mujer, el individualismo; final¬mente, Getino reflexiona sobre la política del gobierno peronista y las acciones rea¬lizadas entre el 73 y el 75 en diferentes campos de la comunicación social.

MARGA/Vol. 5, Nº 4/1978. Sri Lanka, Edi­tor: Godfrey Gunatilleke

Aún cuando sea tarde hemos recibido esta publicación del MARGA Institute, que nos permite conocer cuatro interesantes artículos: Avances para exportación, el nuevo proteccionismo y el GATT, de Regi¬nald Creen; la pobreza en Sri Lanka de GIOM Kurukulasuriya; Use of Media for Promoting intellectual and Aesthetic Deve¬lopment of the Child, de. W Diyasena; y Casta y familia en la política de Sri Lanka, de M. P. Moore.

NARIZ DEL DIABLO/2/1980. Quito, Centro de Investigaciones y Estudios Socio-Eco¬nómicos (CIESE)

Bajo este curioso título, el CIESE edita una revista de análisis sociopoiítico. El número en referencia se inicia con un ar¬tículo de A. Trujillo y R. Mejía sobre la si¬tuación política y las fuerzas que operan en el Ejecutivo y Parlamento ecuatoriano; A. Jiménez reflexiona sobre la crisis de

la izquierda en América Latina y el Ecua¬dor. La sección internacional trae comen¬tarios sobre los derechos humanos en Co¬lombia y la cultural crítica cinematográfi¬ca y fragmentos de una novela de J. Ga¬llegos y Lara.

NUEVA SOCIEDAD/48/1980. Venezuela Director Karl-Ludolf Hubener

Centroamérica y el Caribe constituyen el tema de reflexión de este número de Nueva Sociedad. Así, Daniel Oduber ana¬liza el nuevo modelo económico de Costa Rica, Bayardo Arce, lo hace sobre la uni¬dad para proteger la revolución en Nica¬ragua; Mario Solórzano escribe acerca del papel que viene jugando la Democra¬cia Cristiana en Centroamérica; María Cristina da Fonseca toca un tema, con frecuencia no tratado, el imperialismo francés en el Caribe; Guillermo Medina se preocupa de las perspectivas del proce¬so de democratización en Honduras. Es¬tos son, entre otros, los artículos de este interesante y sugestivo número 48 de Nue¬va Sociedad.

POUR/71/1980. Paris, Groupe de Recher¬che pour l'Education Permanente (grep)

Este número de Pour está dedicado a la evolución de la situación y de los proble¬mas de la autogestión en Francia. El ma¬terial se ordena en tres grandes seccio¬nes. La primera: ¿Qué es la autogestión? trae artículos de Corpet, Bouvier, Escla¬ssan, Barouin, Mothe, Caroux y Bourdet. La segunda: Los diferentes campos de la autogestión incorpora las contribuciones de Le Dren, Hess, Lapassade, Tixier, Gau¬din, Dargent y Closier sobre agricultura, pedagogía, socioanálisis, empleo, admi¬nistración, etc. La tercer, finalmente, bajo el título de Hipótesis económicas-políti¬cas y sociales, incluye textos de Vienney, Hellier, Bouchet, Bletterie, Corpet y Gui¬gou. Corpet entrega al término del núme¬ro, una relación de libros y revistas re¬cientes sobre la teoría y el movimiento autogestor en Francia.

PREALC/18, 19/1980. Santiago de Chile, Oficina Internacional del Trabajo (OIT)

Este órgano de la OIT, que por primera vez recibimos, especializado en Investiga¬ciones sobre empleo, dedica el número 18 al tema central de Asalariados de bajos ingresos y salarios mínimos en América Latina; a partir de ello ausculta la relación

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entre los niveles de salarios mínimos y la satisfacción de las necesidades básicas entre 1966 y 1977.

El número 19, rotulado políticas de em­pleo al alcance de los Ministerios de Tra­bajo, analiza el efecto sobre el empleo de una diversidad de factores institucionales y legislaciones laborales comúnmente en¬contrados en nuestros países, pero cuyo análisis ha solido ser descuidado.

Cinco son los trabajos realizados por expertos en la materia: Políticas de em¬pleo al alcance de los Ministerios de Tra¬bajo; efectos sobre el empleo de un cam¬bio en el modo de financiamiento de la Seguridad Social; efectos del Código del Trabajo y las disposiciones de inamovili¬dad sobre el empleo y la productividad; el impacto sobre el empleo de los recar¬gos por horas extras y por trabajo noc¬turno en Colombia; y el subsidio a la con¬tratación adicional de mano de obra: el caso chileno.

SABADO/153/1980. México, suplemento de unomasuno

Esta excelente revista mejicana, que por primera vez recibimos, contiene en el número que comentamos interesantes tex¬tos referidos a problemática social, temas políticos, literarios y de Arte en general. Escribe Benjamín J. Schwartz acerca de Mao y las implicancias filosóficas de sus ideas políticas; Aída Reboredo entrevista al escritor boliviano Rene Bascopé sobre la realidad de Bolivia luego del golpe del dictador García Meza.

Hay, asimismo, interesantes artículos dedicados a Katherine Anne Porter, la es¬critora norteamericana recientemente fa¬llecida, muy relacionada a México por sus obras. Resaltamos que la parte central del número está dedicado a tratar, esta vez, el tema del desnudo fotográfico a propósito del libro que publicara la Direc¬ción de Difusión Cultural de la UNAM; en referencia al tema hay textos de Mariano Flores Castro sobre la desnudez como vir¬tud y crimen; de Ulalume González de León titulado: "E l desnudo y yo"; así co¬mo hermosos poemas de Constantino Ca¬vafis, Luis Barján, Verónica Volkow, y Jo¬sé Manuel Pintado. Las últimas páginas están dedicadas al teatro, literatura, poe¬sía y reseña de libros y revistas, en las que hace conocer la publicación de dos libros del CEDEP: Perú: Participación Popular, y Perú: Identidad Nacional.

TEMAS ECONOMICOS/1/1980. Medellín, Departamento de Economía Facultad de Ciencias Económicas Universidad de An¬tioquía

En la presentación de esta nueva revis¬ta se explícita el propósito que la misma se convierta en un eficaz canal de divul¬gación de los trabajos que vienen desa¬rrollando los profesores y estudiantes de ese Centro Académico y en un instrumen¬to adecuado para la discusión de tesis y problemas vinculados con la ciencia eco; nómica en general; y la economía colom¬biana en particular. En este primer núme¬ro se incluye dos artículos. El trabajo de Luis Alberto Zuleta-Jorge Valencia deter¬minantes del desarrollo del sector finan¬ciero colombiano en la década del 70, aporta un enfoque interesante y una des¬cripción cuidadosa de las transformacio¬nes sufridas durante ese período por el sector financiero y los principales facto¬res condicionantes del mismo.

Por su parte, Eva María Uribe y María E. Velásquez presentan un original y ex¬tenso trabajo, estructura y funcionamien­to del Grupo Suramericano, dirigido por un lado a ubicar la dimensión del grupo, su composición, influencia y proceso de formación, y por otro a mostrar cualitati¬va y cuantitativamente, las relaciones que se presentan en el interior del grupo, en¬tre el capital industrial y el capital banca¬rio. El trabajo es digno de encomio tan¬to por su rigor teórico, como por el es¬fuerzo realizado para mejorar el instru¬mental técnico-metodológico disponible en esta área de investigación.

Socialismo y Participación felicita a es¬ta nueva publicación y le desea los mejo¬res éxitos y periódica aparición.

TESTIMONIO LATINOAMERICANO/1, 2 1980. Barcelona, Revista del Círculo de Estudios Latinoamericanos

Esta es una revista editada por exilados argentinos, afiliados al movimiento pero¬nista y radicados en España. Con ella se intenta presentar y reflexionar la realidad política y económica de América Latina y servir de lugar de encuentro a los distin¬tos grupos de exilados. El Nº 1 incluye textos sobre el Peronismo, la nueva ley sindical en la Argentina a cargo de H. Chumbeta y A. Abós. Se presentan tam¬bién artículos sobre la situación en Boli¬via (H. Borrat) y el feminismo en latino¬américa (S. Gamba), entre otros. El N° 2

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trae un pequeño dossier sobre la crisis del partido socialista chileno, un comen¬tario de Hernán Valdez sobre la misma y artículos de Borrat, Bragulat y Goligorsky, entre otros, sobre religiosidad y protesta, el poder transnacional y "las ambigüeda¬des de la eurofobia".

ULTIMAS ENTREVISTAS DE SARTRE. Escuela Superior del Profesorado "Fran­cisco Morazán". Tegucigalpa, Honduras, 1980

Rolando Andrade presenta y traduce las últimas entrevistas sostenidas por Sar¬tre con Benn Levy, que fueron publicadas originalmente por "Nouvel Observateur". El humanismo, la angustia, el marxismo,

la política, la moral y los partidos son los temas de estos diálogos que nos mues¬tran las últimas posiciones del extraordi¬nario filósofo francés.

VENCER/4/1980. México, Revista Interna¬cional del Movimiento Peronista Montone¬ro.

El número trae una declaración del Mo¬vimiento Peronista Montonero sobre la si¬tuación y tareas a desarrollar en la Ar¬gentina, entrevistas a dirigentes de dicha organización así como a Puiggros, artícu¬los sobre la evolución económica y noti¬cias y comentarios breves sobre los movi¬mientos populares en El Salvador, Chile, Colombia, Perú, Nicaragua y Zimbabwé.

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7/ QUEHACER realidad nacional-problemas y alternativas

MtVISTA BIMESTRAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS V PROMOCION OEL DESARROLLO - OESCO / S£ TítMBRfc - OCTUBRE I9B0

DEFENDER LA DEMOCRACIA: TAREA POPULAR ACTUALIDAD NACIONAL

Las elecciones municipales y la lucha por la democra­cia / Henry Pease García "Trabajar con la comunidad, democráticamente organi­zada, en la solución de sus problemas". Una entrevista con Alfonso Barrantes La democracia "embalsada" / Marcial Rubio Ulloa: limites y posibilidades de su política económica / Fernando Sánchez Albavera

UNA INTENSA HUELLA ECONOMIA

Las carnes en el Perú: un hueso duro de roer / Fabián Turne Torres, Luis Figueroa Arroyo

NAUFRAGIOS DEBATE

"Revolución socialista o caricatura de revolución". Acerca de algunas proposiciones políticas de Mariátegui /Alfonso Ibáñez S J . Unidad nacional y proyecto democrático: Nicaragua hoy / Laura Madalengoitia

HECHOS/EXPERIENCIAS Empleados Públicos: sindicalización, la única garantía / José Burneo, Javier Neves La Computadora y el Agro Reformado peruano: apun­tes para una teoría de la no información/ María Julia Méndez

INTERNACIONALES Chile: plebiscito a los siete años; o cómo instituciona­

lizar una dictadura / Javier Mujica, Nicolás Carrera Yo, Pinochet, y la DINA de nuestros días

ENTREVISTA Nación y Democracia: en la raíz del movimiento socia­lista. Una entrevista con José Aricó / Bruno Podestá

CULTURA, ARTE, COMUNICACION

Fútbol: un espejo para mirarnos mejor / Abelardo Sánchez León

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Av. Salaverry 1945, Lima 14, Perú 724712 Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo — DESCO

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¿Qué somos? ¿Qué signi¬fica ser peruanos? Nunca se había intentado resol¬ver la cuestión con un espectro tan abarcador como el que nos propo¬ne el excelente volumen Perú: identidad nacional , uno de los libros más im¬portantes de los últimos años".

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"Un libro que debe estar en la mesa de trabajo de todo peruano".

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"Un testimonio maduro, panorámico y de profundización... Un acontecimiento no sólo editorial, sino también intelec¬tual y nacional".

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un amplio informe crítico sobre la organización popular en la revolución de Velazco.

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SOCIALISMO Y PARTICIPACION Durante 1980 ha publicado los siguientes artículos:

No. 9. Febrero EDITORIAL / Héctor Béjar. APRA-PC 1930-1940: Itinerario de un conflicto / Mario Torres. Radicalismo o izquierdismo político en el Perú / Godfrey Gunatilleke. Una estra¬tegia pluralista de desarrollo: Sri Lanka / A. Pearse y M. Stiefel. Participación popular: Un enfoque de investigación / Dieter Ernst. La cooperación técnica entre los países en desa­rrollo. ARTE: Cecilia Bustamante. Poemas / José Abel Fernández. Zoológico de bolsillo. DOCUMENTOS: Homenaje a Jorge Basadre / Simposio de Scheveningen: Hacia una estrategia internacional de desarrollo / Luis Echevarría: Crisis económica y reordena¬miento internacional / Simposio sobre ciencia, Tecnología y Desarrollo, Declaración final / Confederación Nacional Agraria, Conclusiones del Segundo Congreso. CRONICA: Simposio de Scheveningen / Mesa redonda sobre las fuerzas subjetivas del socialismo / Grupo de trabajo de CLACSO sobre medio ambiente / La reunión de Dakar / X Asamblea General de CLACSO / Seminario sobre Agricultura y Alimentación. RESEÑA DE LIBROS / PUBLICACIONES RECIBIDAS

No. 10. Mayo EDITORIAL / Héctor Béjar. Izquierda peruana: nuevos puntos de partida / Olivier Corpet. La autogestión en Francia: contornos y figuras posibles / Máximo Vega Centeno y María Antonia Remenyi. La industria farmacéutica en el Perú / Gustavo Flores. La tecnología en los procesos de integración de América Latina / Alberto Moneada. La transición política española / Didier Retour. Medidas de la participación. ARTE: Abelardo Sánchez León. Poemas / Dick Gerdes. Crónica de San Gabriel. Los geniecillos dominicales / Julio Ortega. La Coránica de Guarnan Poma: historia y ficción. DOCUMENTOS: Pablo González Casanova. La crisis del estado y la lucha por la democra­cia en América Latina. CRONICA: Asamblea Nacional del Sector de Propiedad Social / Primer Congreso de Empresas Administradas por sus Trabajadores / Primer curso sobre el sistema político de Estados Unidos y Las Relaciones con América Latina / Coloquio sobre Mariátegui: Sina¬loa, México / Seminario sobre hegemonía y alternativas políticas en América Latina. RESEÑAS I PUBLICACIONES RECIBIDAS.

No. 11, Setiembre EDITORIAL JOSE CARLOS MARIATEGUI: 50 ANIVERSARIO DE SU MUERTE PRESENTACION / Sección Documentos: ¿Contra el Partido Comunista? / Problema de las Razas / El problema indígena en América Latina / Carta del Buró Sudamericano de la Internacional Comunista al Partido Comunista del Perú / Perú a las puertas de la revolu¬ción obrera y campesina / El Partido Comunista rechaza la proposición de formar el frente único izquierdista / La situación revolucionaria del Perú y las tareas del partido comunista peruano / Las tareas de los partidos comunistas en el frente ideológico / Bajo la bandera de Lenin / Materiales sobre la actividad de las Secciones de la Komintern, Améri­ca del Sur y América Central / / Sección Artículos: José Aricó. Mariátegui y la for­mación del partido socialista del Perú 1 Oscar Terán. Latinoamérica: Naciones y Marxis­mos / Carlos Franco. Sobre la idea de Nación en Mariátegui / Manuel Marzal. El problema Indígena en Lombardo Toledano y Mariátegui. ARTICULOS: R. Grados, J. Miranda, N. More. La Pobreza en Lima Metropolitana ¡ Alberto Moneada. Industrialización y Sistema Educativo ¡ Santiago Roca. Un enfoque para diferenciar una Empresa Autogestionaria. ARTE: Blanca Várela. Ultimo poema de Junio ¡ José Fernández. El Lenguaje aritmético en Trilce. DOCUMENTOS: MAS, Declaración 80/C.N.A. Documento presentado por la Junta Di¬rectiva de la Confederación Nacional Agraria al Arquitecto Fernando Belaúnde Terry, Presidente Electo del Perú / IFDA. La iniciativa de Arusha. CRONICA: Simposio sobre Arguedas en Austin / II Conferencia Internacional sobre Autogestión y Participación en América Latina y el Caribe / Conferencia sobre el Sistema Monetario y el Nuevo Orden Internacional: Arusha, Tanzania. RESEÑAS 1 PUBLICACIONES RECIBIDAS