mujeres emprendedoras de la comunidad campesina de michiquillay un paso a la inclusion social

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MUJERES EMPRENDEDORAS DE LA COMUNIDAD CAMPESINA DE MICHIQUILLAY: UN PASO A LA INCLUSION SOCIAL Giovanna Valdivia Málaga Sumilla La participación de la mujer en el desarrollo de los pueblos ha sido y es esencial a pesar que por su vulnerabilidad e importancia no haya sido considerada en su real dimensión por las políticas sociales adoptadas en América Latina y en particular en el Perú. Esta situación ha sido reflejada en especiales circunstancias en las mujeres más pobres de nuestro país, es decir, las mujeres rurales o campesinas, quienes guardan una dinámica de interacción cultural realmente asociativa. A pesar de esta situación estructural, casos como las “Mujeres Emprendedoras de la Comunidad Campesina de Michiquillay” nos abren una puerta a la inclusión social desde la auto generación de nuevas metas, valores e identidades para la mujer del campo, en base a constancia y al aprovechamiento de oportunidades coyunturales económicas. Podemos decir que en nuestro país es posible la dimensión del cambio aplicado desde las mujeres, por las mujeres y para las mujeres considerando el autoconocimiento de su identidad cultural, social y definición de desarrollo para ellas, sus familias y su localidad. La vinculación de la mujer al desarrollo de los pueblos ha ido tomando mayor importancia desde 1970 a partir del enfoque de “Mujer y Desarrollo”. Este enfoque, compartido también por organismos internacionales como el PNUD y el BM, tuvo como objetivo la valoración y participación de las mujeres del Tercer Mundo en el desarrollo de sus familias y pueblos, y la puesta en valor de ella como sujeto de creación del desarrollo sostenible. Diferentes investigaciones han demostrado que la inclusión de la mujer como generadora del desarrollo implica el respeto a su identidad cultural, autoconocimiento de sus potencialidades y de sus necesidades de asociación, en particular si hablamos de las mujeres rurales del Perú. En los párrafos siguientes presentaré el caso de las Mujeres Emprendedoras de la Comunidad Campesina de Michiquillay como un paso hacia la inclusión social y explicaré la necesidad de contar con políticas transversales que consideren los elementos culturales y geográficos como apoyo al cambio social que nuestro país necesita. Los enfoques de género han evolucionado en los últimos veinte años. En 1975 en la I Conferencia Mundial de la Mujer realizada

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Page 1: Mujeres Emprendedoras de La Comunidad Campesina de Michiquillay Un Paso a La Inclusion Social

MUJERES EMPRENDEDORAS DE LA COMUNIDAD CAMPESINA DE MICHIQUILLAY: UN PASO A LA INCLUSION SOCIAL

Giovanna Valdivia Málaga

SumillaLa participación de la mujer en el desarrollo de los pueblos ha sido y es esencial a pesar que por su vulnerabilidad e importancia no haya sido considerada en su real dimensión por las políticas sociales adoptadas en América Latina y en particular en el Perú. Esta situación ha sido reflejada en especiales circunstancias en las mujeres más pobres de nuestro país, es decir, las mujeres rurales o campesinas, quienes guardan una dinámica de interacción cultural realmente asociativa. A pesar de esta situación estructural, casos como las “Mujeres Emprendedoras de la Comunidad Campesina de Michiquillay” nos abren una puerta a la inclusión social desde la auto generación de nuevas metas, valores e identidades para la mujer del campo, en base a constancia y al aprovechamiento de oportunidades coyunturales económicas. Podemos decir que en nuestro país es posible la dimensión del cambio aplicado desde las mujeres, por las mujeres y para las mujeres considerando el autoconocimiento de su identidad cultural, social y definición de desarrollo para ellas, sus familias y su localidad.

La vinculación de la mujer al desarrollo de los pueblos ha ido tomando mayor importancia desde 1970 a partir del enfoque de “Mujer y Desarrollo”. Este enfoque, compartido también por organismos internacionales como el PNUD y el BM, tuvo como objetivo la valoración y participación de las mujeres del Tercer Mundo en el desarrollo de sus familias y pueblos, y la puesta en valor de ella como sujeto de creación del desarrollo sostenible. Diferentes investigaciones han demostrado que la inclusión de la mujer como generadora del desarrollo implica el respeto a su identidad cultural, autoconocimiento de sus potencialidades y de sus necesidades de asociación, en particular si hablamos de las mujeres rurales del Perú. En los párrafos siguientes presentaré el caso de las Mujeres Emprendedoras de la Comunidad Campesina de Michiquillay como un paso hacia la inclusión social y explicaré la necesidad de contar con políticas transversales que consideren los elementos culturales y geográficos como apoyo al cambio social que nuestro país necesita.

Los enfoques de género han evolucionado en los últimos veinte años. En 1975 en la I Conferencia Mundial de la Mujer realizada en México, el enfoque se basó en el rol reproductivo de la mujer para explicar su subordinación a la condición de exclusión de beneficios sociales marcados por la división del trabajo. En la década de los ’80 el objetivo es la inserción de la mujer en el proceso de crecimiento económico, su participación en los recursos, educación, salud, vulnerabilidad e inclusión social. A fines de los ’90 una nueva perspectiva orienta los cambios de políticas sociales de género en nuestro continente considerando un modelo más transversal y articulado hacia la superación de la pobreza en base al conocimiento de capacidades, la descentralización de recursos, coordinación y una nueva gestión de las potencialidades de la mujer de carácter asociativo considerando sus diferencias culturales, sociales y participación política (Luna : 2008).

En un país como el nuestro, las políticas de género han venido modificándose según el determinismo político inestable de la agrupación política que asumía el poder sin soluciones reales a los diferentes grupos de mujeres en el país. El tema de género no era lo suficientemente “institucional” como para definir políticas transversales frente a otras políticas de carácter prioritario, por ello nos hacernos la pregunta ¿Qué ha venido ocurriendo con las mujeres de las zonas rurales?. En estas zonas donde la población es mayoritariamente campesina aun no se impulsa el derecho de las

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mujeres a la tierra y al documento de identidad, un ejemplo importante es Cajamarca en donde del “40% de las productoras directas de la tierra eran las mujeres, sin embargo sólo el 10% ha adquirido su título de propiedad por no poseer el documento de identidad.” (Maccasi: 2008).

Este panorama de exclusión no ha sido ajeno en la Comunidad Campesina de Michiquillay, ubicada en el distrito de la Encañada, a media hora de la ciudad de Cajamarca, pero ha comenzado a cambiar lentamente. Un grupo de mujeres comuneras y profesionales de la zona ha tomado el reto del cambio buscando: Primero, revertir la situación de pobreza extrema que se vive en la zona a través de que los proyectos que se ejecutan gracias a la intervención del Estado y la empresa privada consideren como fundamental el rol de la mujer. Segundo, incorporar a la educación formal de las mujeres de Michiquillay, una hora diaria de trabajo con las mujeres analfabetas, esto gracias al trabajo voluntario y rotativo de sus integrantes. Tercero, motivar la necesidad de asociación con otras mujeres para obtener mayores beneficios de los programas institucionales estatales. Cuarto, redefinirse a través del lenguaje y la participación voluntaria y la capacitación de deberes y derechos comunales.

Las mujeres de esta Comunidad Campesina nos demuestran porque son llamadas “Mujeres Emprendedoras” gracias a la constancia, metas y trabajo de cuatro años de labor ininterrumpida. En esta comunidad se ha EMPRENDIDO un cambio de valores, de identidad, de hacerse escuchar y de saber decir (Ruiz:2005). Aun no se cuenta con políticas y mediciones que reflejen en números y estadísticas este cambio social y cultural, pero en la práctica una nueva visión de desarrollo se vive diariamente. Las mujeres son sujeto de diálogo y de acción para el desarrollo y tarde o temprano, las instituciones promoverán este modelo de inclusión para el beneficio y ejecución de sus propios modelos de pilotos ya sea de salud, educación, agro o infraestructura estatal ya que ellas tienen el medio ambiente en sus manos y saber echarlo a andar.

En conclusión, trece años después de “Nuestro Futuro Común”, la Declaración del Milenio ha resaltado que la igualdad de género no es sólo un objetivo si no que es fundamental para alcanzar el real desarrollo sostenible en armonía con el medio ambiente y que la participación de las mujeres significa el punto de llegada y de partida (Ruíz: 2005). A pesar de los diferentes enfoques de género y las políticas entablas en América Latina en los últimos años, lo cierto es que se necesitan definir políticas que tomen importancia a las condiciones culturales y sociales, a las dinámicas propias de relación de las mujeres en relación a su entorno ambiental y coyuntural para que los beneficios sean definidos por ellas y para ellas, en especial si hablamos de las mujeres campesinas.

Bibliografía

MUJERES EN REDs/f “La relación de las mujeres y el desarrollo de América Latina: apuntes

históricos de dos décadas. 1975 – 1995”. Consulta: 14 de agosto de 2008. http://www.nodo50.org/ mujeresred/al -myd-lgl.html

RED DE MUJER RURALs/f “Mujeres que no existen” (en línea). Red de Mujeres Rurales. Consulta: 14 de

agosto de 2008. http://www.rel-uita.org/mujer/mujeres -que-no-existen.htm

Ruíz Bravo, Patricia

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2005 “El desarrollo visto desde las mujeres campesinas: discursos y resistencias”. En Políticas de economía, ambiente y sociedad en tiempos de globalización. Caracas: facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, pp. 71-88