matriarcas literarias las pioneras de la argentina ......petrona rosende, “nación y mujer”, la...

10
Las pioneras de la Argentina ilustrada MATRIARCAS LITERARIAS Por María Gabriela Mizraje Un recorrido por la caligrafía esmerada y decidida de mujeres capaces de sacrificarse por amor a la patria pero también de saltar los rígidos muros hogareños del siglo XIX para ganar las calles. Allí están las cartas de Mariquita Sánchez, plenas de ideales emancipatorios; el desvelo por la educación femenina en los escritos de Juana Paula Manso; el nacimiento de la novela y la construcción del rol social de la mujer de letras que encarna Juana Manuela Gorriti; y la embajada cultural con los nuevos mapas textuales instituidos por Eduarda Mansilla. BOCA DE SAPO 26. Era digital, año XIX, Abril 2018. [GINECEO] pág. 14

Upload: others

Post on 15-Mar-2021

4 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: MATRIARCAS LITERARIAS Las pioneras de la Argentina ......Petrona Rosende, “Nación y mujer”, La Aljaba, n 2, 19/11/1830 Pues, las pioneras, las nuestras, son las matriarcas literarias

Las pioneras de la Argentina ilustrada

MATRIARCAS LITERARIAS

Por María Gabriela Mizraje

Un recorrido por la caligrafía esmerada y decidida de mujeres capaces de sacrificarse por amor a la patria pero también de saltar los rígidos muros hogareños del siglo XIX para ganar las calles. Allí están las cartas de Mariquita Sánchez, plenas de ideales emancipatorios; el desvelo por la educación femenina en los escritos de Juana Paula Manso; el nacimiento de la novela y la construcción del rol social de la mujer de letras que encarna Juana Manuela Gorriti; y la embajada cultural con los nuevos mapas textuales instituidos por Eduarda Mansilla.

BOCA DE SAPO 26. Era digital, año XIX, Abril 2018. [GINECEO] pág. 14

Page 2: MATRIARCAS LITERARIAS Las pioneras de la Argentina ......Petrona Rosende, “Nación y mujer”, La Aljaba, n 2, 19/11/1830 Pues, las pioneras, las nuestras, son las matriarcas literarias

Hay héroes porque hay mujeres. Lucio V. Mansilla, Una excursión a los indios ranqueles

(1870)

Gente de ley

Desde Mariquita Sánchez de Thompson afirmando “Qué loca estoy por ir a ver a todas mis patriotas! Voy a escribir la historia de las mujeres de mi país. Ellas son gente”1 hasta Juana Paula Manso que es precisamente una de esas mujeres y se propone escribir nada me-nos que la historia de este mismo país de una forma accesible para los más jóvenes y los niños, la escritura –historiográfica y mucho más intensamente ficcional y poética– de la Argentina reconoce en las plumas em-puñadas por mujeres, a partir del siglo XIX, una huella que pasa a contrapelo y con frecuencia a la deriva, hasta constituir un contracanon de la cultura nacional.

Los mortales que originariamente habían oído el grito sagrado de la libertad mantenían encadenadas al palenque de sus dormitorios, sus cocinas y –en el mejor de los casos– sus salones a las mujeres que los acompañaban. Y las rupturas constituían actos revolu-cionarios en el terreno político y abandonos unilatera-les –y demasiado frecuentemente irresponsables– en el doméstico.

Mayo de 1810 y Julio de 1816 se convirtieron en los paradigmas ineludibles frente a los cuales medir y contra los cuales contrastar toda acción de la sociedad o del gobierno; la memoria de aquellos días amplificó en papeles y relatos orales los acontecimientos hasta entreglosar la leyenda con el parte oficial, el recurso mnemotécnico con el discurso epidíctico, la ejemplari-dad hagiográfica con la arenga.

Entre las flechas que salen de La Aljaba, la primera revista que redactada por manos femeninas está des-tinada a las mujeres, leemos “Amor a la patria”, una constante en el ideario maya retomado por su funda-dora, Petrona Rosende de Sierra (1787-1845). Tras ex-plicar lo que ese amor no es (o, al menos, lo que no es en primer lugar o profundamente: no es la ternura por los antecesores ni el afecto por los compatriotas), defi-ne qué debe entenderse por tal concepto fundamental: “Amor a la patria es esa fuerte e irresistible adhesión a las leyes que nos rigen, cuando estamos convencidos de sus ventajas benéficas”. Así se expresaba esta mujer rioplatense el 26 de noviembre de 18302.

El texto se completa con los siguientes conceptos:

El amor que debemos tener a nuestra patria no es aquella ternura de que no podemos prescindir con res-pecto a los que nos han dado el ser o a los que estamos ligados por vínculos de la sangre: sentimiento algunas veces muy fuerte pero siempre limitado. Tampoco es el amor a la patria el afecto que tenemos a los que han nacido en nuestro propio país: amor a la patria es esa fuerte e irresistible adhesión a las leyes que nos rigen cuando estamos convencidos de sus ventajas benéficas. Amor a la patria es el aprecio y respeto que profesamos a los que gobiernan y son los verdaderos representantes de las leyes a quienes estamos adictos. Amor a la patria es esa repugnancia noble que nos afecta contra todo lo que la deshonra o degrada. Amor a la patria es ese sentimiento que nos impele simultá-neamente a repeler con nuestras fuerzas, con nuestros caudales y hasta con nuestra sangre y vida a cualquier invasor que intenta uncirnos al yugo de su ambición y tiranía... ¡Amor heroico! ¡Amor muy grande en las almas nobles!!!

Resulta impecable el discernimiento de Rosende de la fatalidad, obligación o determinación por un lado y la ad-hesión voluntaria y responsable por otro. Sobre él gravitan el apuntalamiento de la soberanía, la defensa (con atributos casi utópicos) del sistema representativo, el par conceptual conformado por impeler y repeler (sentimiento para im-peler a la patria y su defensa, el primero, y para repeler a cualquier invasor, el segundo) y todo el procedimiento de antítesis sobre el cual articula su pensamiento y exhorta-ción.

Solía repetirse por convención que la afectividad de las mujeres está por encima de su racionalidad. Y esta idea es-tructurante va a resultar fundamental a la hora de pensar en su alfabetización. En el caso de Rosende y sus definicio-nes del amor a la patria, se demuestra que la racionalidad debería tener ventajas sobre la afectividad. Dicho aspecto precisamente se promueve desde esa pieza magistral que es el artículo citado: adhesión a las leyes más que a los senti-mientos por los ancestros o los compatriotas. Ni la historia ni la contemporaneidad –desde el punto de vista afectivo– deberían obnubilar la objetividad necesaria para evaluar las posibilidades de la “Patria” y pertenecer a ella. Sin embargo, los adjetivos que rigen esa “adhesión a las leyes” son atri-butos marcadamente emocionales: “fuerte” e “irresistible”.

Así, entre discernimientos y precauciones, pero tam-bién entre impulsos incontrolables, se van armando las ra-cionalidades pasionales femeninas: estrategias políticas y literarias de las mujeres argentinas.

BOCA DE SAPO 26. Era digital, año XIX, Abril 2018. [GINECEO] pág. 15

Page 3: MATRIARCAS LITERARIAS Las pioneras de la Argentina ......Petrona Rosende, “Nación y mujer”, La Aljaba, n 2, 19/11/1830 Pues, las pioneras, las nuestras, son las matriarcas literarias

Pero circularon muchos más nombres femeninos por esos terri-torios del periodismo y la literatu-ra, en general reacio a la inclusión de las mujeres, no solo porque eso no era lo esperado por parte de la sociedad decimonónica y del públi-co lector en su conjunto, sino por-que incluso las personalidades con gran autonomía intelectual, como Lucio Victorio Mansilla, planteaban reticencias de variada motivación.

“Otra mujer. ¡Literata y poetisa! ¡Y argentina por añadidura, al pare-cer!”, se inquietaba ese escritor sa-gaz en una de sus charlas, mientras alertaba preguntando: “¿Cuándo se convencerán nuestras familias que en América es precario el porve-nir de las literatas y que es mucho más conducente el logro de ciertas aspiraciones que escribir con suma gracia, saber coser, planchar, coci-nar? ¡Y cuándo se fundará un gran establecimiento de educación en el que estas cosas se enseñen científi-camente bien!”7.

Entre nosotras –este es también un título de la escritora y educadora Carlota Garrido de la Peña–, Jose-fina Pelliza, Rosa Guerra, Agustina Andrade, Manuela Villarán, Luisa Pujol, Adela Castell, Ma. Eugenia Echenique, Matilde Elena Wuili, Lola Zinny, Carolina Freyre, Celes-tina Funes, Eufrasia Cabral, Edeli-na Soto y Calvo, Silvia Fernández y Lola Larrosa (nacida del otro lado del río) son algunas de las autoras de poemas, narrativas, ensayos y pági-nas periodísticas del siglo XIX. Otra es Mercedes Sasor –cuyo apellido constituye un anagrama de Rosas–, la hermana del Restaurador, que presenta María de Montiel, Novela con-temporánea (1861), poco después del par de obras inaugurales de su joven sobrina Eduarda Mansilla, El médico de San Luis y Lucía Miranda (1860).

Las independentistas del siglo XIX

[Las mujeres] son columnas de los EstadosPetrona Rosende, “Nación y mujer”, La Aljaba, n° 2, 19/11/1830

Pues, las pioneras, las nuestras, son las matriarcas literarias de la Argen-tina independiente.

En una fundación cultural para la que resultaron imprescindibles las trans-gresiones, los nombres a menudo tuvieron que torsionarse o velarse (con el seudónimo viril o el anónimo que las desterraba del país de las letras) y lo que ahora reconocemos como la historia mayúscula se fue amasando paso a paso entre las puntillas y los baúles de mujeres tan lúcidas como audaces.

Resulta evidente que sin dichas transgresiones no habría sido posible la revolución. Que no hay cambio profundo político-social y sexual (de géne-ro) sin transgresión.

En ese escenario recorremos, tras el telón de masculinos ecos cargados de los juramentos de muerte en nombre de la gloria patriótica, la caligrafía esmerada y decidida de mujeres capaces de sacrificarse pero también de ir haciéndose lugar, de modo que los muros hogareños cedieran sus encerrados perímetros hasta ganar las calles, permitiendo el ingreso de voces alternati-vas, no solo porque irrumpiera un ideario amante de la emancipación, sino además porque podían ser portadores del mismo tanto los hombres como ellas.

Así hallamos las cartas de la patria, con los valores libertarios y las cultu-ras femeninas de manos de Mariquita Sánchez3; el desvelo por la educación de las mujeres, la literatura y el periodismo en los insomnios de Juana Paula Manso4; el nacimiento de la novela y la construcción del rol social de la mujer de letras que encarna Juana Manuela Gorriti5; la embajada cultural con los nuevos mapas textuales y los nuevos géneros instituidos por Eduarda Man-silla6.

Estas son las más destacadas, prolíficas, precursoras, ejemplares. Pues, entre muchos otros rasgos trascendentes de todas, con Sánchez advertimos el delicado equilibrio entre poder político, poder doméstico, diplomacia y autoexilio; a través de Manso somos testigos del peso de la autonomía y la militancia, con la pedagogía en ciernes; mientras que junto a Gorriti adver-timos el resplandor de la herencia haciendo pie en la propia historia –lite-raria–; y con Mansilla, las claves de la pampa ilustrada y la conquista de la prensa a gran escala.

Resulta evidente que sin dichas transgresiones no habría sido posible la revolución. Que no hay cambio profundo político-social y sexual de género sin transgresión.

BOCA DE SAPO 26. Era digital, año XIX, Abril 2018. [GINECEO] pág. 16

Page 4: MATRIARCAS LITERARIAS Las pioneras de la Argentina ......Petrona Rosende, “Nación y mujer”, La Aljaba, n 2, 19/11/1830 Pues, las pioneras, las nuestras, son las matriarcas literarias

La publicación de Mercedes Rosas de Rivera es va-rios años posterior a la caída de Juan Manuel, pero la memoria estaba muy fresca y la palabra Rosas era aun un imán en las mentes. Lo sanguíneo y lo sangriento de las pasiones seguía dándose cita. De hecho, la bella y lúcida Eduarda tuvo que soportar con dificultad ese peso del nombre, pero lo compensó entre la herencia y la pertenencia de los Mansilla y los García.

Con lazos familiares o no, es preciso destacar que Rosas adquiere un protagonismo indiscutible en la vida intelectual y en la producción escrituraria de las mu-jeres más relevantes hasta fines del siglo XIX. Su pasa-je por Palermo deja una estela frente a la cual ellas se irritan o se encandilan, o ambas cosas, pero que resulta insoslayable: Mariquita, Manso, Gorriti, Eduarda cum-plen con ese programa voluntario o fatal. (No estamos diciendo que el Gobernador propiciara una atmósfera cultural luminosa sino que estas mujeres, precisamente por estar atentas a un campo de saberes e inquietudes, no pueden obviarlo, pero además –y esto sí es una elec-ción– no quieren callarlo.) Rosas está no solo en sus cartas y diarios privados, sino además en sus novelas, en sus obras de teatro y en textos más programáticos.

Complementariamente, Domingo Faustino Sar-miento no puede ni quiere dejar de hablar de estas mu-jeres. En especial de Juana Manso, su colaboradora más allegada, pero también de varias de las otras; aunque en algún momento lo hace para discutir algún hecho o concepto, se refiere a ellas sobre todo para alentar-las en su defensa de la instrucción y en los espacios que van ganando.

Plantados así los escenarios, los colores autócto-nos en las páginas de tales mujeres operan como índi-ces inequívocos. De su tierra natal surgen a menudo el celeste y el blanco y el rojo punzó. Y los paisajes son, en general, andinos para Gorriti, llanos para Mansilla, urbanos para Manso y la refinada Mariquita, delimitando así una geopolítica de la literatura atenta a lo propio y sensible tanto a los matices citadinos como a las paletas rurales, tanto a las obras de la ci-vilización como a las determinantes de la naturaleza indomable.

En sus escrituras íntimas (palabra siempre ambi-gua si de escrituras se trata), donde entran los diarios y las cartas, además de sus páginas de recuerdos, po-demos observar las primeras inscripciones de la per-sona femenina y singular empujando oscilantes has-ta acertar con el mejor tono para las conjugaciones del yo –ese “enfadoso pronombre”, tal cual lo llamó

Gorriti. De ahí que vayan presentándose a jirones, como fragmentos de las vidas que asoman, atentos a la pulcritud y el decoro que deben guardar las damas (sujetas a su propio control y censura).

Sus obras permiten ver el desfile del romanticismo hasta lo tardío y géneros literarios aun en boga, como la narrativa histórica (en la que Gorriti es maestra, en la que Manso y Mansilla también se destacan y que Rosa Guerra prueba) o la de viajes (en la que Eduarda Mansilla viene a descollar con memoria fotográfica y gracia indudables).

Pero de manera previa, paralela –y en ocasiones simultánea– a sus plumas sorprendentes engalanando los anaqueles de la patria difícil, para remontar vuelo también están las otras, las que en lugar de ensuciarse con lacres sobre los papeles se manchan con sangre de los cuerpos.

Ellas ponen los suyos en las luchas por la emanci-pación. Así van habilitando el camino de las que se-guirán, porque sin las armas y las entregas decididas de la teniente coronel Juana Azurduy de Padilla desde el Alto Perú, sin la generosidad de Gregoria Pérez a los pies del Ejército del General Manuel Belgrano, sin la alférez Manuela Pedraza, “la tucumanesa”, he-roína frente a los ingleses, o sin el arrojo de la sargen-to mayor Remedios del Valle, cuando en Sudamérica toda ha sonado la hora de liberarse, ninguna ficción –histórica o no– habría logrado alumbrar, con tanto derecho, desde las entrañas de estas tierras, las voces irreemplazables de las mujeres argentinas.

Las que pasaban

Nada hay más despiadado para una mujer como su sexo

Juana Manuela Gorriti, Lo íntimo, c.1893

El visionario Manuel Belgrano ya aconsejaba, a fi-nes del siglo XVIII, la instrucción de las mujeres en escuelas gratuitas. Melchora Sarratea, Joaquina Iz-quierdo, Flora Azcuénaga se cuentan entre las prime-ras en procurársela y distribuirla. José Antonio Wil-de, en Buenos Aires desde setenta años atrás (1908), llegó a señalar la pobreza en tal sentido que padecieron las mujeres: “Entonces se les enseñaba a leer mal, a escri-bir mal, las cuatro reglas de la aritmética, y, en casos raros la música y el baile; perdiendo, por consiguiente, la oportunidad de reportar todas las ventajas que ofrece el talento natural de la mujer argentina”8.

BOCA DE SAPO 26. Era digital, año XIX, Abril 2018. [GINECEO] pág. 17

Page 5: MATRIARCAS LITERARIAS Las pioneras de la Argentina ......Petrona Rosende, “Nación y mujer”, La Aljaba, n 2, 19/11/1830 Pues, las pioneras, las nuestras, son las matriarcas literarias

Y con gracia sin par, en Las beldades de mi tiempo (1891), Santiago Calzadilla, quien supo recordar en la madurez no solo la belleza sino también la inteligencia de las mujeres de su infancia y juventud así como de aque-llas otras que las precedieron, se refiere a la señora Az-cuénaga como “una personalidad que actuaba en política, y sus opiniones eran respetadas y atendidas por aquello que dice: «que lo que la mujer quiere, Dios lo quiere»”9. Este mandamiento cuasi-religioso, de divino humor, sir-ve como ícono.

En 1823 se crea la Sociedad de Beneficencia con sus escuelas para niñas, donde M. Sánchez cumple un rol decisivo. Tal cual la conciben muchas madres e hijas de aquella Argentina fundante, de la emancipación patrió-tica se desprende la emancipación femenina, pero a su vez la educación de las mujeres (de la cual depende la emancipación femenina) puede ser, debe ser y es uno de los mejores instrumentos para lograr dicha emanci-pación de la patria.

Para contribuir a ello fue que en 1830 la poeta Pe-trona Rosende de Sierra gestó y redactó aquella com-bativa revista La Aljaba, que sobrevivió, hasta enero de 1831, arrojando un total de dieciocho ejemplares. Sig-nificativamente se lanzaba por la Imprenta del Estado,

dos veces por semana y al precio de dos reales. Ro-sende se convierte así en nuestra primera periodista, la cual, convencida de que gran parte de las penurias de entonces se debían a la ignorancia, había decidido difundir la urgencia de la necesidad de contar con mu-jeres instruidas.

Al rastrear sus textos perdidos o empolvados en he-merotecas y al intentar recomponer sus biografías, puede observarse hasta qué punto, como un rasgo de coquete-ría femenina o un descuido legal y censal, la historia de muchas de nuestras mujeres comienza con una impreci-sión de su ingreso en el mundo. Llegar –no cabe duda– llegaron, pero no se sabe bien cuándo ni cómo, con lati-dos inaudibles y llantos que se pierden. Una metáfora de inserción que implica un destino pujante para definir lo identitario y el lugar en la sociedad.

Así, los diccionarios, historias de la literatura o libros críticos, las pocas veces que las registran no suelen ser unánimes con las fechas de nacimiento ni con los datos en su conjunto10. Algo se esfuma, se escapa de las manos, mucho más que lo que suele perderse en cualquier típica reconstrucción historiográfica, simplemente porque se desatendió y se desentendió el valor que constituían esas vidas y esas obras para la cultura nacional.

BOCA DE SAPO 26. Era digital, año XIX, Abril 2018. [GINECEO] pág. 18

Page 6: MATRIARCAS LITERARIAS Las pioneras de la Argentina ......Petrona Rosende, “Nación y mujer”, La Aljaba, n 2, 19/11/1830 Pues, las pioneras, las nuestras, son las matriarcas literarias

De esas reconstrucciones, resulta imprescindible resaltar cómo el espíritu de Mayo, la gesta patria donde muchas de estas mujeres han visto participar a sus padres o a sus maridos o a sus hermanos, es el altar de sus imaginarios. Toda ficción heroica allí hallará su verdadero molde, y todo hombre que se cruce en su camino (literario o vital) en definitiva resultará pequeño por comparación. Esto es lo que construyen sus textos y lo que tejen sus entre-líneas. La nobleza que siguen persiguiendo ha quedado ahí como una meta a ser repetida, no en el anhelo de los enfrentamientos bélicos, en absoluto, sino en el deseo del desinterés y la valentía al servicio del bien común, en la firme-za de los ideales y en el estímulo de las libertades para el Estado-Nación. La patria, como una gran familia, requerirá también de sus femeninos cuidados. Y sus relatos no se cansarán de armar la propia historia, aquella que incluye el sacrificio hogareño, como la que narra Gorriti contando la hacienda cedida por su padre a las arcas de la Independencia o la entrega a la causa gloriosa por parte de sus tíos en el Noroeste, o aquellas otras que construyen una fantasía siempre ejemplificadora de esas mismas virtudes de renunciamiento y de coraje.

En el caso de la excepcional Mariquita Sánchez (1786-1868), que ubica sus memorias en la época del Virreinato que le tocó vivir para contrastarlas con los ideales que siguieron, se trata de alguien que no busca compen-saciones exteriores (“el que obra bien tiene la recompensa en su propia conciencia y corazón. Hagamos pues el bien”)11; sin embargo su orgullo es legítimo por haber sido, en los tiempos resplandecientes, acreedora de las medallas de la Independencia que “ninguna dama de mi país tuvo”12, recibi-das de las manos de Belgrano y de San Martín.

Por todo lo demás, fue una mujer que amó tanto que se atrevió a pedir-le al Virrey Sobremonte, en contra de todo mandato familiar, que la auto-rizara a casarse con Juan Thompson. Y lo consiguió. Presentó y recomendó a tantos que contactarla y visitarla era un hecho obligado para cualquiera que pasase por Montevideo o Buenos Aires, en sus estadías de uno y otro lado del río, según subían o bajaban las mareas de la política argentina y de sus ánimos. Y fue la referencia de los unitarios en el exilio. Pensó, leyó y enseñó tanto que las jóvenes generaciones de los librepensadores del Plata la tuvieron por tutora y maestra, por madre espiritual y jefa intelectual. Escribió tantas cartas que se convirtió en una corresponsal de lujo de la vida pública y en la amorosa guardiana, llena de delicadezas y esmeros, de las intimidades de la prole.

En unas y otras páginas, tanto en aquellas destinadas a los hombres del poder presente o futuro, simbólico o gubernamental, como en aquellas otras enviadas a los miembros de la familia, Mariquita Sánchez –rasgo des-tacable– es una mujer que busca y propone soluciones. En ocasiones, en-frentada con los límites de lo real, estas revisten formas utópicas, pero en la mayoría de los casos, sus ideas tienden a considerar lo empírico y tomar atajos para los mejores accesos, hasta domesticar lo posible. Resulta por ello tanto una mujer de experiencia como siempre actualizada.

“Vuelva usted los ojos a los compatriotas” –le sugería a Esteban Eche-verría en 1840, desde su diario (más político que íntimo), escrito desde el exilio en Montevideo y dirigido a este amigo (de su hijo Juan Thompson y, de otro modo, acaso aun más de ella). Obras de Natalia Suárez

BOCA DE SAPO 26. Era digital, año XIX, Abril 2018. [GINECEO] pág. 19

Page 7: MATRIARCAS LITERARIAS Las pioneras de la Argentina ......Petrona Rosende, “Nación y mujer”, La Aljaba, n 2, 19/11/1830 Pues, las pioneras, las nuestras, son las matriarcas literarias

Por su parte, la valiente salteña Juana Manuela Go-rriti (1816-1892), como respondiendo al título de su gran compilación de relatos, Sueños y realidades (1865), equilibra el potente llamado de la historia y el eco en-volvente de la leyenda. Mucho de la historia, antes o después, llega desde Buenos Aires o hasta esa ciudad inquieta, creciente; mucho de la leyenda bajará de los Andes, del altiplano, de esas pausadas soledades. Insos-layable “El pozo del Yocci” –una de sus mejores piezas, de 1869– para lo uno; inolvidable “El guante negro” (1861) para lo otro.

Gorriti se ubica en el centro del romanticismo y toda su narrativa se despliega bajo ese sello. La langui-dez, la tristeza, las sombras, los contrastes son rasgos que la caracterizan. Está atenta a los movimientos y su-cesos culturales del mundo y es anfitriona de viajeros que visitan nuestra orilla con sus partituras de música, sus voces, sus obras de arte o sus libros.

Dentro del campo literario argentino, Gorriti es quien prueba realmente el formato de novela, desen-tendiéndose del modelo del folletín y alcanzando la “nouvelle”.

La herencia oral la ha marcado para siempre, tanto como la cultura letrada; dicha oralidad a menudo es le-gada por la gente de servicio que circula por su familia a lo largo de su infancia y adolescencia. Gorriti es fiel a esos testimonios en el interior ya de sus ficciones, ya de sus recuerdos autobiográficos, como La tierra natal (1889), donde entra Martín Güemes.

En Bolivia y Perú vive no solo largos períodos sino acontecimientos decisivos, puesto que llega a ellos es-capando de sendas persecusiones políticas a los hom-bres con los cuales le toca compartir su vida, aunque quizá con signo inverso: en el primer caso huye de un caudillo –Facundo Quiroga– junto a su padre (1831); más tarde, en 1847, huye con un caudillo que es su es-poso –Manuel Isidoro Belzú, futuro Presidente de Bo-livia. Una historia de exilios que la desarraiga y la arrai-ga sustitutivamente, en eslabones que son puertos que acabarán por formar su libre cadena literaria, como se advierte en una especie de diario fragmentario que es-cribe hasta su muerte bajo la carátula de Lo íntimo.

En contraste con los escritores locales canónicos de su época, el rescate y la resolución literaria del univer-so aborigen colocan a Gorriti, dentro del paradigma de la literatura argentina, en la punta de lanza de una corriente que solo dará sus frutos mucho más tarde, y a su vez en diálogo intenso con colegas de América Lati-na con preocupaciones ideológicas y estéticas similares,

como Clorinda Matto de Turner (quien luego, a partir de 1895, residirá en Buenos Aires).

También Juana Manso (1819-1875) tuvo un pasaje importante por el resto de nuestro continente, y una capacidad singular para observar allí donde los terri-torios analíticos y críticos parecían quedar vírgenes, ya por la indiferencia, ya por el desencadenamiento de teorías inaceptables.

Fue, sin duda, la más rara entre las raras mujeres excepcionales de nuestro siglo XIX. Quizá también la más solitaria, por fatalidad o por elección, o mejor di-cho por la fatalidad a la que la condujeron muchas de sus elecciones, en las que se mantuvo con coherencia y franqueza. Una disidente, como el cementerio en el que debieron descansar sus restos tras haberse prohibi-do su ingreso al de la Chacarita.

De las giras de conciertos junto al violinista Fran-cisco de Saá Noronha, su marido, resultaron grandes escenarios ficcionales, en especial para la novela sin precedentes en nuestro país, titulada La familia del co-mendador, la cual transcurre en territorio brasileño. Allí la sensibilidad humana sin reblandecimientos literarios, combinada con la claridad conceptual y la comprensión de los paradigmas políticos, le hizo reparar en la pro-blemática de la “raza negra” y de la esclavitud en forma extraordinaria.

De hecho, la vocación política de Manso es insos-layable, y hasta podríamos afirmar que es la primera mujer realmente militante de nuestra república demo-crática. Su causa era la de D. F. Sarmiento, a quien le brindó apoyo de campaña en el camino a la Presidencia y fue su colaboradora más fiel en el terreno pedagógi-co.

Igualmente fundó y escribió varios periódicos, en-tre ellos, el Álbum de señoritas. Y lloró sobre su cierre igual que ante la evocación de la tumba de su padre en inevitable suelo extranjero.

No por audaz menos desgarrada, Juana Manso saltó ostracismos y violencias, y llegó a conocer dulzuras en el magisterio. Ya antes, a escaso tiempo del Facundo, se atrevió a su propio desciframiento con Los misterios del Plata definidos como “Episodios históricos de la época de Rosas”, suerte de novela histórica que funciona como signo de la generación de 1837. Pero tanto fresco epocal, tanta voz sin titubeos y tanta calle la estigmatizaron.

Sarmiento la previene y la anima: “Una mujer pen-sadora es un escándalo. Ay, pues, de aquel por quien el escándalo venga. ¡Y usted ha escandalizado a toda la raza!” –sostiene desde Nueva York en 186713.

BOCA DE SAPO 26. Era digital, año XIX, Abril 2018. [GINECEO] pág. 20

Page 8: MATRIARCAS LITERARIAS Las pioneras de la Argentina ......Petrona Rosende, “Nación y mujer”, La Aljaba, n 2, 19/11/1830 Pues, las pioneras, las nuestras, son las matriarcas literarias

Pero ella, desde sus rincones en Buenos Aires, siem-pre parece responder como el personaje que no quiere emigrar, en su drama de 1864 sobre La Revolución de Mayo, 1810: “No me pertenezco, ¡soy de la patria!”.

En cuanto a Eduarda Mansilla de García (1834-1892), llega a la escena literaria con todos los atri-butos: es bella, es inteligente, es elegante; despliega gracia y es dueña de talentos probados en diferentes disciplinas. Sabe del hogar y del mundo, tiene calle, campo y salón, como pocas mujeres de su época. Sar-miento advirtió públicamente desde El Nacional en el otoño de 1879: “Ne touchez pas a la reine!”. Y sí, era una reina de las pampas.

Sus señas personales se encubren en general con un nombre masculino; publica sus primeras novelas bajo la firma de “Daniel” en el diario La Tribuna, pro-piedad de los hermanos H. Florencio y Mariano Vare-la, amigos del clan Mansilla. Nicolás Avellaneda, que conoce el secreto de la verdadera autoría pero no lo divulga, exclama desde las columnas de El Nacional que se trata de una “bella y brillante perla de la litera-tura argentina”.

Desde París, Eduarda tiende un tercer folletín a doble voz –la adoptada y la propia, la lengua france-sa y la castellana–, que es, a la vez, una premonición y una denuncia. Denuncia de la arbitrariedad y los juegos de la política que hunden a los más pobres. Premonición porque en ese terreno cabe la locura materna, en la plaza incesante, ante la injustificable desaparición de un hijo a manos del poder de turno.

De esa novela increíble dada por entregas en L´Ar-tiste en 1869 y titulada Pablo ou la vie dans les Pampas, repercuten los ecos en la Argentina. Un año después, Buenos Aires la sigue paso a paso en las sucesivas apa-riciones de La Tribuna que prepara su propio hermano, encargado de vertirla al español, permitiendo un recí-proco lucimiento .

Los Cuentos infantiles (1880) con los que acompasó las cunas de sus seis hijos y en los que fue pionera de alta penetración psicológica, gran fuerza visual, univer-sos lúdicos y perspectivas éticas; los relatos recogidos en Creaciones (1883) donde volverá a advertirse el bu-ceo en las subjetividades y el despunte de lo fantásti-co; las obras de teatro, como La marquesa de Altamira (1881), y los diálogos inesperados de una novela como El amor (1885) donde la pasión se vuelve esquiva; la música, las tertulias, en fin, el gran caudal invaluable va a unirse a la soledad de los últimos tiempos, su desilu-sión traducida en el deseo explícito de que nada suyo se reedite, el baúl póstumamente extraviado con sus escritos conocidos e inéditos, como otra gran metáfora de la (mujer) argentina.

Inaugurando el siglo siguiente, todos aquellos es-fuerzos letrados y vitales de las mujeres previas pare-cen hallar un hito que las resume y las redime dentro del campo cultural, al menos en cuanto al suceso de su indiscutible repercusión. Asistimos a la transición travestida como medio de la conquista del éxito feme-nino que lleva a cabo Emma de la Barra (1861-1947), con una novela (Stella, de 1905) en la cual la autora se

BOCA DE SAPO 26. Era digital, año XIX, Abril 2018. [GINECEO] pág. 21

Page 9: MATRIARCAS LITERARIAS Las pioneras de la Argentina ......Petrona Rosende, “Nación y mujer”, La Aljaba, n 2, 19/11/1830 Pues, las pioneras, las nuestras, son las matriarcas literarias

enmascara en un enigmático señor llamado “César Duayén” y se convierte en best-seller, alcanzando cifras de venta sin parangón en el medio literario. Quedamos, ahora sí, frente a las independientes del siglo XX.

Desde entonces y más tarde seguirán llegando las rupturistas, continua-doras firmes en la Argentina literaria, donde se sumerge Alfonsina Storni. De cara a la profesionalización y a la apertura de las vanguardias, donde sonríe Norah Lange y Victoria Ocampo acaba convirtiéndose en gestora cultural, muchos cambios habrán de producirse.

Son otros tiempos, son otros cuentos. Y otras revoluciones. De las mu-jeres argentinas, para todos. Hasta el estallido presente, a gran escala, con una nueva voz, que no podría gravitar sin los ecos tendidos y sostenidos desde aquellas, su fuerza acaudalada, su convicción y su esperanza.

*María Gabriela Mizraje es filóloga, crítica literaria y escritora. Profesora e investigadora en

diversas universidades e instituciones argentinas y del extranjero, y actualmente en la UNTREF (Instituto de Ciencia y Tecnología).

Publicó numerosos libros de investigación, crítica y rescate de autores argentinos, entre otros tópicos, así como múltiples artículos, dispersos

en libros académicos, revistas especializadas y publicaciones de divul-gación. Entre sus obras se destacan: Argentinas de Rosas a Perón (1999),

Mujeres. Imágenes argentinas (1993), Norah Lange, infancia y sueños de walkiria (1995). Y la reciente edición del volumen Katherine S. Dreier,

Cinco meses en la Argentina desde el punto de vista de una mujer (2016).El presente artículo retoma de manera abreviada el capítulo “Lite-

raturas y políticas de mujeres. De las letras de Mayo a los lustres del Centenario”, publicado por Hugo E. Biagini y Arturo A. Roig en el

volumen Del Bicentenario a las Luchas Emancipadoras (Historia alternati-va, autonomía y etnicidad), Editorial Académica Española, 2013.

Pero circularon muchos más nombres femeninos por esos territorios del periodismo y la literatura, en general reacio a la inclusión de las mujeres, no solo porque eso no era lo esperado por parte de la sociedad decimonónica y del público lector en su conjunto.

BOCA DE SAPO 26. Era digital, año XIX, Abril 2018. [GINECEO] pág. 22

Page 10: MATRIARCAS LITERARIAS Las pioneras de la Argentina ......Petrona Rosende, “Nación y mujer”, La Aljaba, n 2, 19/11/1830 Pues, las pioneras, las nuestras, son las matriarcas literarias

1 Dice exactamente, en carta a su hija Florencia Thompson (sin fecha), en el verano de 1852, tras el triunfo de Urqui za en Case ros: “¡Qué loca estoy por ir a ver a todas mis patriotas! Voy a escri bir la historia de las mujeres de mi país. Ellas son gen te”. Véase Mariquita Sánchez, Intimidad y política. Diario, cartas y recuerdos, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2004, p. 260 (edición crítica a cargo de María Gabriela Mizraje).

2 Véase La Aljaba, Buenos Aires, Imprenta del Estado, n° 4, 26 de noviembre de 1830, p. 4, columna 1. (He actualizado ortografía y puntuación en la transcripción posterior).

3 Cfr. Mariquita Sánchez: Intimidad y política. Diario, cartas y recuer-dos, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2004 (edic. crítica a cargo de María Gabriela Mizraje). Recuerdos del Buenos Aires virreynal, Buenos Aires, Ene, 1953 (edic. a cargo de Liniers de Estrada). Cartas de Mariquita Sánchez, Buenos Aires, Peuser, 1952 (comp. y prólogo de Clara Vilaseca).

4 Cfr. Juana Manso: La familia del Comendador, Buenos Aires, Impr. Bernheim, 1854. Los misterios del Plata, Buenos Aires, Impr. Los Me-llizos, 1899; y Buenos Aires, López Muñiz, 1924. Compendio de la historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Buenos Aires, 1862, y edic. sucesivas. La Revolución de Mayo, Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1864.

5 Cfr. Juana Manuela Gorriti: Sue ños y rea li da des, Buenos Aires, Ca-savalle, 1865 (2 vols.). Introducción de José María Torres Caicedo, edición y epílogo de Vicente Gil Quesada. Panoramas de la vida, Bue-nos Aires, Casavalle, 1876 (2 vols.). Prólogo de Mariano Pelliza. Mis celáneas, Bue nos Aires, Impr. de Biedma, 1878. Introducción y biografía a cargo de Pastor S. Obligado. El mundo de los recuerdos, Buenos Aires, F. Lajouane, 1886. Oa sis en la vida, Buenos Aires, F. Lajouane, 1888. La tie rra natal, Bue nos Aires, F. La jouane, 1889. Prólogo de Santiago Estrada. Cocina ecléc tica, Buenos Ai res, F. La-jouane, 1890. Perfi les, Buenos Aires, F. Lajouane, 1892. Vela das lite-rarias de Li ma, 1876-1877, Buenos Aires, Impr. Euro pea, 1892. Lo íntimo, Buenos Aires, Ramón Espasa, s/f (aparecida póstumamente [c.1893]). Prólogo de Abelardo Gamarra.

6 Cfr. Eduarda Mansilla: El médico de San Luis, Buenos Aires, 1860 (seudónimo Daniel). Editado como El médico de San Luis: novela ameri-cana, Buenos Ai res, La Biblioteca Popular de Buenos Aires, 1879. Edic. utiliza da: EUDEBA, 1962 (novela). Lucía Miranda, Buenos Aires, 1860 (seudónimo Daniel). Segunda edición con su propio nombre, Buenos Aires, Impr. de Juan A. Al sina, 1882 (novela históri ca). Pablo ou la vie dans les Pampas, Paris, E. Lachaud, 1869 (nove la). Cuentos, Buenos Aires, Impr. de la República, 1880. La marquesa de Altamira, Buenos Aires, 1881 (dra-ma en prosa). Recuerdos de viaje, Buenos Aires, Impr. de Juan A. Alsina, 1882. Creaciones, Buenos Aires, Impr. de Juan A. Alsina, 1883 (relatos y teatro). Un amor, Buenos Aires, Impr. de El Diario, 1885 (novela).

7 Mansilla, Lucio Victorio, Entre-nos. Causeries del jueves, Buenos Ai-res, Hachette, 1963. (Primera edición: Buenos Aires, Casa Editora de Juan Alsina, 1889 a 1890, 5 vol).

8 Wilde, José Antonio, Buenos Aires desde setenta años atrás, Buenos Aires, Imp. y Estereotipia de La Nación (serie “Los Clásicos Argen-tinos”), 1908.

9 Calzadilla, Santiago, Las beldades de mi tiempo, Buenos Aires, Su-destada, 1969 (Primera edición: 1891).

10 Ver al respecto: Percas, Helena, La poesía femenina argentina (1810-1950), Ma drid, Edic. Cul tura Hispánica, 1958. De Sosa de Newton, Lily: Las argentinas de ayer a hoy, Buenos Aires, Zanetti, 1967. Diccio-nario biográfico de mujeres argentinas, Buenos Aires, Plus Ultra,1986. Auzá, Néstor Tomás, Periodismo y feminismo en la Argentina. 1830-1930, Buenos Aires, Emecé, 1988.

11 Carta de M. Sánchez a Félix Frías (sin datación), recogida en Mariquita Sánchez, Intimidad y política, obra cit., p. 330.

12 Carta de M. Sánchez a Juan Bautista Alberdi, datada en Buenos Aires, 13 de marzo de 1863 y recogida en Mariquita Sánchez, Intimi-dad y política, op. cit., p. 352. (En bastardilla en el original).

13 Ver: Sarmiento, Domingo F. Obras, Buenos Aires, Imprenta Ma-riano Moreno, 1899, XXIX.

BOCA DE SAPO 26. Era digital, año XIX, Abril 2018. [GINECEO] pág. 23