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Taller de Lectura y Escritura Académica UNIDAD 2 LAS SECUENCIAS TEXTUALES Como ya vimos, cada género discursivo se caracteriza por tener una estructura que permite identificarlo (así, el cuento posee una estructura narrativa, mientras que la entrevista tiene una estructura dialogal). Estas estructuras han sido denominadas secuencias (y en ocasiones, también tramas). Son unidades mínimas de composición textual, es decir, conjuntos de enunciados que se organizan de una manera particular; la estructura típica que adoptan permite su reconocimiento. El lingüista J. Adam describe seis secuencias textuales diferentes: narrativa, descriptiva, expositivo-explicativa, argumentativa, dialogal e instruccional. La secuencia narrativa se caracteriza por presentar una sucesión de acciones o eventos finalizados. Los tiempos verbales que predominan son los pretéritos o pasados: pretérito perfecto simple del indicativo (cayó) para las acciones principales, pretérito imperfecto del indicativo (corría, caminaba) para las acciones secundarias (por ejemplo, Favaloro hizo la primera operación de by-pass cuando tenía 34 años de edad). Otra posibilidad es el uso del presente histórico para narrar acciones pasadas (En 1967 Favaloro hace la primera operación de by-pass). La secuencia narrativa predomina en los géneros discursivos cuento o novela, pero también en géneros que no pertenecen a la ficción, como por ejemplo la crónica periodística o los manuales de historia. La secuencia descriptiva se caracteriza por presentar ciertos rasgos destacados de un objeto, persona, paisaje o acción. En general, en esta secuencia los tiempos verbales están en presente o en pretérito imperfecto del indicativo. Este tipo de secuencia predomina, por ejemplo, en el género “guía turística”, en el que también suelen aparecer insertas secuencias narrativas para contar sucesos relacionados con el lugar que se describe. La secuencia expositivo-explicativa se vincula con el análisis de conceptos. Los textos en los que predomina este tipo de secuencia responden siempre a una pregunta, que puede estar formulada explícita o implícitamente. En general, en este tipo de secuencia predomina el tiempo presente del indicativo y se busca generar una ilusión de objetividad; pues la explicación se presenta como una verdad no abierta al debate. Más que discutir el tema, el objetivo es hacer comprender al interlocutor algo que desconoce o que no entiende. Los géneros discursivos en los que predomina la secuencia expositivo-explicativa son, por ejemplo, el manual, la clase teórica y la respuesta de parcial. La secuencia argumentativa se estructura a partir de la postura que se adopta con respecto a un problema controvertido. Para convencer al interlocutor de que la posición propia es la más adecuada, se despliega una serie de argumentos 1

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Taller de Lectura y Escritura Académica UNIDAD 2

LAS SECUENCIAS TEXTUALES

Como ya vimos, cada género discursivo se caracteriza por tener una estructura que permite identificarlo (así, el cuento posee una estructura narrativa, mientras que la entrevista tiene una estructura dialogal). Estas estructuras han sido denominadas secuencias (y en ocasiones, también tramas). Son unidades mínimas de composición textual, es decir, conjuntos de enunciados que se organizan de una manera particular; la estructura típica que adoptan permite su reconocimiento. El lingüista J. Adam describe seis secuencias textuales diferentes: narrativa, descriptiva, expositivo-explicativa, argumentativa, dialogal e instruccional. La secuencia narrativa se caracteriza por presentar una sucesión de acciones o eventos finalizados. Los tiempos verbales que predominan son los pretéritos o pasados: pretérito perfecto simple del indicativo (cayó) para las acciones principales, pretérito imperfecto del indicativo (corría, caminaba) para las acciones secundarias (por ejemplo, Favaloro hizo la primera operación de by-pass cuando tenía 34 años de edad). Otra posibilidad es el uso del presente histórico para narrar acciones pasadas (En 1967 Favaloro hace la primera operación de by-pass). La secuencia narrativa predomina en los géneros discursivos cuento o novela, pero también en géneros que no pertenecen a la ficción, como por ejemplo la crónica periodística o los manuales de historia. La secuencia descriptiva se caracteriza por presentar ciertos rasgos destacados de un objeto, persona, paisaje o acción. En general, en esta secuencia los tiempos verbales están en presente o en pretérito imperfecto del indicativo. Este tipo de secuencia predomina, por ejemplo, en el género “guía turística”, en el que también suelen aparecer insertas secuencias narrativas para contar sucesos relacionados con el lugar que se describe. La secuencia expositivo-explicativa se vincula con el análisis de conceptos. Los textos en los que predomina este tipo de secuencia responden siempre a una pregunta, que puede estar formulada explícita o implícitamente. En general, en este tipo de secuencia predomina el tiempo presente del indicativo y se busca generar una ilusión de objetividad; pues la explicación se presenta como una verdad no abierta al debate. Más que discutir el tema, el objetivo es hacer comprender al interlocutor algo que desconoce o que no entiende. Los géneros discursivos en los que predomina la secuencia expositivo-explicativa son, por ejemplo, el manual, la clase teórica y la respuesta de parcial. La secuencia argumentativa se estructura a partir de la postura que se adopta con respecto a un problema controvertido. Para convencer al interlocutor de que la posición propia es la más adecuada, se despliega una serie de argumentos

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(razones) que funcionan como pilares que sostienen esa postura elegida. Además, se busca demostrar que las ideas de los otros enunciadores no son válidas para dar una respuesta al problema. Los géneros discursivos en los que predomina esta secuencia son la nota de opinión y el ensayo, entre otros. La secuencia dialogal se caracteriza por la alternancia de voces; su estructura es la de un diálogo y los géneros discursivos en los que predomina son, por ejemplo, los guiones de cine o televisión, las obras de teatro, la conversación cotidiana y la entrevista. En la secuencia instruccional se presentan consejos y/u órdenes. Es habitual encontrar en ella el modo imperativo, ya que se apela a la segunda persona para que ésta lleve a cabo las acciones que el enunciador considera convenientes para lograr un determinado objetivo. Este tipo de secuencia predomina en los manuales de uso, las recetas de cocina y los reglamentos. Es importante señalar que muy pocos textos presentan una secuencia “pura” sino que están formados por varias secuencias combinadas; en esos casos, encontraremos que una de ellas es la secuencia dominante y las demás aparecen de manera subordinada (secundaria). Tal es el caso de la secuencia narrativa de una crónica periodística en la que se incluye una descripción del lugar o de las personas involucradas; o el caso de una clase, en la que, si bien la secuencia dominante es la expositiva, el docente puede narrar la biografía del autor cuya teoría presentará. LA ARGUMENTACIÓN COMO PRÁCTICA SOCIAL

La argumentación responde a la necesidad de influir en nuestro interlocutor a través del lenguaje para lograr un consenso con él en un ámbito polémico de nuestras vidas. Las prácticas argumentativas surgen frente a un tema controvertido o problema (a partir de una cuestión que es objeto de debate, de valoraciones o juicios divergentes) y siempre se orientan a convencer y persuadir al destinatario acerca de una idea, creencia o decisión determinada. Aunque podamos creer lo contrario, la argumentación está presente en casi todos nuestros actos comunicativos. Por ejemplo, en los diálogos cotidianos, los enfrentamientos políticos, el discurso publicitario, los negocios, los debates científicos, las discusiones parlamentarias. Cotidianamente y en el marco de numerosas prácticas sociales, ante realidades que pueden recibir diferentes interpretaciones, recurrimos a la argumentación con el objetivo de sostener opiniones o creencias, resolver controversias, decidir acciones, consensuar, refutar, discutir o evaluar ideas. Esto sucede, en todos los casos, frente y junto a otras personas a quienes buscamos convencer y persuadir a través de las palabras; por eso, la práctica argumentativa es esencialmente dialógica – y esto se manifiesta implícita o explícitamente en cada texto- y además, la relación con el poder es inherente a ella.

Plantin (1990 y 1996) nos acerca varias definiciones de la argumentación que

subrayan múltiples aspectos de ella:

“La argumentación es la operación por la cual un enunciador busca transformar por medios lingüísticos el sistema de creencias y de representaciones de su interlocutor.” 

“La  argumentación  es una operación que  se  apoya  sobre un  enunciado  asegurado (aceptado)  –el  argumento‐  para  llegar  a  un  enunciado menos  asegurado  (menos aceptable) –la conclusión.” 

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“Argumentar es dirigir a un  interlocutor un argumento, es decir, una buena  razón para  hacerle  admitir  una  conclusión  e  incitarlo  a  adoptar  los  comportamientos adecuados.” 

Existen numerosos procedimientos lingüísticos por los cuales las argumentaciones se sostienen, se construyen atractivas y convincentes y adquieren, como resultado, fuerza persuasiva. Con el foco en el destinatario, tanto la racionalidad de nuestras justificaciones o pruebas como el atractivo y fuerza de las pasiones movilizadas -tanto la razón como la apelación a sentimientos o gustos- juegan un papel decisivo. Por un lado, para lograr la adhesión del otro, “conocer al adversario” se presenta como la primera garantía del éxito argumentativo. Una vez que el objetivo está claro, todo el sentido del texto orienta “su flecha” en función de ese blanco específico. Por otro lado, es importante considerar que la convicción y persuasión del interlocutor se alcanza no solo por lo que se dice sino también por cómo se lo dice: por los recursos discursivos que se emplean (como veremos más adelante). En resumen, la argumentación busca, a través de numerosas estrategias, la adhesión del otro al que proyecta como un par: un ser pensante, racional y libre, y en ningún caso intenta imponer opiniones.

Las condiciones previas a la argumentación: el contacto intelectual  “Para argumentar, es preciso, atribuir un valor a  la adhesión del  interlocutor, a  su consentimiento, a su concurso mental. Por tanto, una distinción apreciada  a veces es la de ser una persona con la que se llega a discutir. El racionalismo y el humanismo de los últimos siglos hacen que parezca extraña la idea de que sea una cualidad el ser alguien cuya opinión cuenta, y, en muchas sociedades, no se  les dirige  la palabra a cualquiera, igual que no se batían a duelo con cualquiera. Además, cabe señalar que el  querer  convencer  a  alguien  siempre  implica  cierta  modestia  por  parte  de  la persona que argumenta: lo que dice no constituye un “dogma de fe”, no dispone de la autoridad que hace que lo que se dice sea indiscutible y lleve inmediatamente a la convicción.  El  orador  admite  que  debe  persuadir  al  interlocutor,  pensar  en  los argumentos que pueden influir en él, preocuparse por él, interesarse por su estado de ánimo. […] No basta con hablar ni escribir, también es preciso [para el orador] que escuchen sus  palabras,  que  lean  sus  textos.  […]  no  olvidemos  que  escuchar  a  alguien  es mostrarse dispuesto a admitir eventualmente  su punto de vista. Cuando Churchill les prohibió a los diplomáticos ingleses incluso que escucharan las proposiciones de paz  que  pudieran  hacerles  los  emisarios  alemanes,  o  cuando  un  partido  político comunica  que  está  dispuesto  a  oír  las  proposiciones  que  pudiera  presentarle  la persona  encargada  de  formar  gobierno,  estamos  ante  dos  actitudes  significativas, porque  impiden  el  establecimiento  o  reconocen  la  existencia  de  las  condiciones previas a una argumentación eventual.” 

Extraído de Perelman, Charles y Lucie Olbrechts‐Tyteca (1994) El tratado de la Argumentación. La Nueva Retórica.  Madrid: Gredos, pp. 50‐52. 

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LOS COMPONENTES BÁSICOS DE LA SECUENCIA ARGUMENTATIVA

Un primer paso para abordar un texto con secuencia argumentativa es identificar cuál es el problema o eje de debate frente al cual el texto toma posición. Este problema puede pensarse como una pregunta, frecuentemente un interrogante de tipo cerrado (sí/no). La identificación del problema resultará muy útil en el momento de confrontar textos con posturas opuestas, ya que se verán claramente las diferencias si se encaran como respuestas alternativas a una misma pregunta.

Dado que en todo texto argumentativo se postula una idea y se procura defenderla o justificarla, la secuencia argumentativa consta básicamente de dos componentes:

Componente 1: a. Hipótesis (o tesis) sostenida

b. Argumentos (que sostienen la hipótesis)

Componente 2 (dimensión polémica): a. Contraargumentos

b. Refutación de los contraargumentos

La (hipó)tesis, o postura adoptada puede verse como la respuesta a un

interrogante controvertido y constituye el eje en torno al cual se despliegan los argumentos. Muchas veces no aparece formulada en el texto y los lectores deben inferirla a partir de los argumentos presentados. En estos casos, se considera que la tesis está implícita.

Por otra parte, para formular adecuadamente la tesis es necesario tener en cuenta que ésta debe ser, o bien una afirmación, o una negación, pero no la simple mención del tema de debate: por ejemplo, la tesis del texto 2.A (cuadernillo práctico) se puede formular de este modo: “la lectura sigue siendo la base de la cultura occidental” / “la lectura perdura a través de los cambios tecnológicos”, pero no son válidas formulaciones como “la importancia de la lectura”, “una crítica a los medios audiovisuales” o “a favor de la lectura”. Es útil, entonces, pensar que la tesis siempre debe formularse como una oración completa con sujeto y verbo conjugado. Los argumentos, es decir las razones con las cuales se defiende una postura. Al

igual que la tesis, no suelen aparecer formulados explícitamente. Así, a partir del siguiente fragmento:

Es indiferente el soporte material de la lectura: ¿una página impresa, un microfilm, la pantalla de una computadora, un holograma? En el límite, todos exigen esa capacidad infinitamente difícil: interpretar algo que ha sido escrito por otro.

se puede reconstruir el siguiente argumento: Aunque sufra cambios en los soportes materiales, la lectura mantiene su esencia. Como puede verse, para formular los argumentos que encontramos en un texto, debemos realizar un trabajo de síntesis a partir de los enunciados que efectivamente se presentan en el texto. Por ello, en general, los argumentos no podrán ser formulados copiando literalmente un segmento del texto. En la reelaboración debe ponerse en evidencia una clara relación de causa-consecuencia de los argumentos con la tesis.

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tesis porque argumentos [postura propia] [razones que sostienen la tesis]

O, desde una postura que prioriza la estructura lógico-formal subyacente a la argumentación, el esquema puede reformularse como sigue:

premisas entonces conclusión

[razones o axiomas aceptados] [tesis] En una secuencia argumentativa completa, además de la parte dedicada a la

exposición de los argumentos, suele haber una introducción y un cierre.

En el párrafo introductorio se presenta al lector el tema que se va a tratar y ciertos antecedentes que justifican su tratamiento (en general, mediante fragmentos narrativos o descriptivos), y se puede explicitar -o no- la tesis sostenida.

En el párrafo de conclusión se suele sintetizar las ideas principales del texto y presentar, eventualmente, una apelación a la reflexión del lector o la propuesta de una línea de acción.

DIMENSIÓN ENUNCIATIVA DE LA ARGUMENTACIÓN

En relación con su construcción enunciativa, los textos argumentativos, por convención, son tipos de producciones donde se busca expresar valoraciones o enfoques subjetivos sobre hechos o temas y fundamentar juicios particulares. En ellos, el enunciador toma postura frente a una cuestión y su voz se percibe fuerte; está absolutamente identificado con lo que sostiene y asume la responsabilidad discursiva de lo que expone. El argumentador –el político, el publicista, el juez, el científico, por ejemplo- se representa en su discurso haciéndose cargo de sus palabras. Es él quien se propone seducir y persuadir al destinatario para que adopte la tesis que él sostiene, por medio de diversas estrategias. Por ello, a la vez que discursivamente desarrolla su versión y postura ante el tema en debate, construye también la imagen de sí mismo que considera le otorga mayor autoridad para opinar sobre el tema. Así, presentará sus ideas desde el lugar del experto, del testigo, de la víctima, del que se rebela, del que se adecua al statu quo, entre otras posibilidades; siempre en función de la situación comunicativa en que se encuentre, quién sea su interlocutor y cuál sea la finalidad del esfuerzo verbal que realiza.

Como toda argumentación se formula desde alguien concreto y está orientada a alguien también contextuado, el texto argumentativo siempre representa (construye por medio del discurso), esta vez enfáticamente, el origen y el fin de su existencia. Es decir, proyecta fuertemente las figuras textuales “enunciador” y “enunciatario”, que, como vimos en la unidad 1, no se identifican con sujetos empíricos.

a) La figura del orador

 “La calidad del orador, sin la cual no lo escucharían, y, muy a menudo, ni siquiera lo autorizarían a  tomar  la palabra, puede variar  según  las  circunstancias: unas veces, bastará  con  presentarse  como  un  ser  humano,  decentemente  vestido;  otras,  será preciso  ser  adulto; otras, miembro de un grupo  constituido; otras, portavoz de un 

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grupo. Hay funciones que, solas, autorizan a tomar la palabra en ciertos casos o ante ciertos auditorios; existen campo en  los que se reglamentan con minuciosidad estos problemas de habilitación.” 

Perelman y Olbrechts‐Tyteca, citado en Reale, Analía y Alejandra Vitale, La argumentación; una aproximación retórico‐discursiva. (1995) Buenos Aires: Ars, p. 12. 

 b) La figura del destinatario o auditorio

 “Como  la  argumentación  pretende  obtener  la  adhesión  de  aquellos  a  quienes  se dirige, alude por completo al auditorio en el que trata de influir.   ¿Cómo definir semejante auditorio? ¿Es la persona a quien el orador interpela por su  nombre?  No  siempre:  el  diputado  que,  en  el  Parlamento,  debe  dirigirse  al presidente, puede intentar convencer, no sólo a quienes lo escuchan, sino también a la opinión pública de su país. ¿Es el conjunto de personas que el orador ve ante sí cuando  toma  la  palabra?  No  necesariamente.  El  orador  puede  ignorar, perfectamente,  una  parte  de  dicho  conjunto:  un  presidente  de  gobierno,  en  un discurso al Congreso, puede renunciar de antemano a convencer a los miembros de la oposición y contentarse con  la adhesión de su grupo mayoritario. Por  lo demás, quien  concede  una  entrevista  a  un  periodista  considera  que  el  auditorio  lo constituyen los lectores del periódico más que la persona que se encuentra adelante de él. […] Con estos ejemplos, se ve de inmediato cuán difícil resulta determinar, con ayuda  de  criterios  puramente  materiales,  el  auditorio  de  aquel  que  habla.  Esta dificultad es mucho mayor aun cuando se trata del auditorio de un escritor, pues, en la mayoría de los casos, no se puede localizar con certeza a los lectores. Por esta razón, nos parece preferible definir el auditorio como el conjunto de aquellos en quienes el orador quiere influir con su argumentación. Cada orador piensa más o menos conscientemente, en aquellos a los que intenta persuadir y que constituyen el auditorio al que se dirigen los discursos.” 

Adaptado de Perelman y Olbrechts‐Tyteca, op. cit, pp. 54‐55. 

En síntesis, la situación argumentativa posee las siguientes características

básicas:

- Tema conflictivo y problemático (existen posiciones encontradas);

- El argumentador propone una idea o punto de vista –lo que llamamos

“tesis”- que busca defender en su discurso (de-mostrando “su verdad”, “su

justicia”, la legitimidad de sus afirmaciones, etc.);

- Presencia de argumentos (sostenidos sobre estrategias o recursos que

emplea el argumentador para defender su tesis y/o refutar contra-

argumentos);

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- Finalidad: adhesión del auditorio (se busca modificar sus

representaciones de mundo, sus opiniones, su punto de vista, sus

creencias, sus acciones);

- Efecto: mediante la argumentación, los destinatarios quedan obligados

a tomar partido (a favor o en contra). Su función es “apelativa”.

Dado que la argumentación desarrolla un papel esencial en la producción de saber, en tanto facilita una serie de procedimientos de fundamentación y crítica de razonamientos, está muy presente en el ámbito de los géneros periodísticos y académicos. De esta manera, el tipo de secuencia argumentativa predomina en géneros como la nota de opinión, el editorial, el ensayo, el artículo académico o la monografía. Por lo expuesto, para desarrollar una lectura crítica de textos argumentativos resulta fundamental identificar, desmontar y comprender la funcionalidad persuasiva de cómo se construye el enunciador, el enunciatario, el referente del texto, se actualizan otros enunciadores cuyos discursos se activan (para ser refutados, reforzados o criticados) y se emplean recursos retóricos variados.

El texto argumentativo exhibe con nitidez la subjetividad del enunciador y el carácter valorativo del lenguaje. Numerosas “huellas” de la enunciación representan o teatralizan las condiciones de producción en las cuales el texto surge: a quién se dirige, frente a qué opositores y aliados se constituye, qué roles sociales ocupan cada uno de los participantes, dónde y cuándo se produce la comunicación, cuál es su objetivo. Las estrategias argumentativas se sirven de diferentes recursos. Algunos de ellos son: 1. La selección léxica. El léxico adquiere, en general, grado calificativo (se prefiere

“desastre político” frente a “problemática rural”; “flagelos virales” frente a “enfermedades causadas por virus”, “muerte del libro” frente a “decrecimiento de las ventas de libros”, etc.). Sin embargo, no en todos los géneros discursivos es apropiado el empleo de este tipo de recursos. Es frecuente encontrar expresiones de emotividad y calificación que subjetivan el discurso político o periodístico, en tanto que no es esperable que aparezca este tipo de estrategias en textos académicos, donde se privilegia la “vía racional”, asociada al discurso científico.

2. El empleo de diferentes modalidades de discurso: epistémicas (“yo pienso que”, “nosotros creemos que”, “según mi punto de vista”), aléticas (“es necesario que”) y deónticas (“el estado debería”). Estas se expresan mediante oraciones asertivas (afirmativas / negativas), interrogativas, exclamativas, imperativas y todas ellas anclan predominantemente en la figura del locutor, su sistema de creencias, evidencias, normas éticas y jerarquías ideológicas, o en la figura de algún otro orador que se selecciona como referencia o autoridad.

3. La presencia de deícticos y marcadores contextuales, a través de los cuales se activan y recortan las personas, espacios y tiempos que son relevantes a la escena del discurso (“aquí, en la región patagónica”, “aquí, en Argentina”, “en el tiempo que nos toca vivir”, “hoy”, “en una semana”, etc.). En la dimensión personal, es muy significativo analizar el uso que se hace de los pronombres y sus alteraciones a lo largo del texto. En textos argumentativos es frecuente el uso de los pronombres de primera persona: “yo” y “nosotros”; en el caso de “nosotros”, este puede ser “inclusivo” o “exclusivo”, según involucre o no a la figura del receptor, respectivamente.

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4. El empleo de vocativos o términos que aluden a las personas que intervienen en el discurso (primera y segunda persona) o de las cuales se habla (tercera persona). El caso de los apelativos vocativos es particularmente importante ya que es a través de ellos que se selecciona y define al destinatario. Al mismo tiempo, con ellos se emite una evaluación de la relación establecida entre los interlocutores (“vos” vs. “usted”, “compañero”, “colega”, “padre”, “Sr. Presidente”, “che”, “boludo”, etc.).

El discurso polémico  Dentro  de  la  variedad  de  géneros  que  componen  el  universo  del  discurso argumentativo,  la  polémica  ocupa  un  lugar  de  gran  importancia.  El  término polémico tiene su origen en el adjetivo griego “polemikós”, ‘relativo a la guerra’. Una polémica  es una  “guerra  verbal”, una  confrontación discursiva, de  ahí  su  carácter eminentemente dialógico. Toda polémica involucra el compromiso de, por lo menos, dos “contendientes”, es decir, dos enunciadores que elaboran posiciones antagónicas en torno de un objeto común. Estas dos voces se enfrentan en el enunciado polémico que  se  constituye,  entonces,  como  un  contradiscurso  cuya  finalidad  es  falsificar, refutar el discurso del adversario. […]   En  cuanto  a  sus  características  enunciativas,  el discurso polémico presenta una serie de constantes. Por tratarse de un discurso “agónico” o de combate, la posición de enunciación aparece explícitamente marcada en el enunciado a través de distintas clases de  índices: deícticos, moralizadores, elementos que vehiculizan  todo  tipo de evaluaciones (lógicas, axiológicas, etc.)   Su  finalidad  persuasiva,  asimismo,  determina  una  fuerte  orientación  hacia  el destinatario que se manifiesta en apelaciones directas o a través de distintas formas de comentario que buscan establecer una suerte de connivencia entre enunciador y destinatario (en el caso en que éste no coincide con el antagonista).   Todo  discurso  polémico  apunta  a  un  blanco  que  puede  identificarse  con  el discurso de un sujeto individual o bien con el discurso de un grupo, un sector o una institución.  El  blanco  puede  aparecer  en  el  discurso  polémico  como  uno  de  los destinatarios o aun como su destinatario privilegiado (cuando la distancia ideológica que existe entre polemista y adversario no es máxima) o bien, en el caso contrario, puede  ser  excluido  del  campo  de  destinación.  En  este  sentido,  la  relación  entre polemista y blanco puede  adoptar  formas diversas que van desde  la  interpelación violenta  –que  a menudo  recurre  a  distintas  figuras  de  agresión‐  hasta  otras más próximas al diálogo […].   Cualquiera  sea  la modalidad  de  la  relación  entre  el  polemista  y  su  blanco,  la polémica presupone siempre un terreno común compartido por los interlocutores ya que, de otro modo, la refutación se vuelve impracticable.”  

Adaptado de Reale y Vitale, op. cit., pp. 67‐68. 

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ENTRE LA DEMOSTRACIÓN Y LA PERSUASIÓN

La argumentación es una de las construcciones discursivas más complejas, que ha dado pie a diversas definiciones y ha sido estudiada desde diversos enfoques teóricos. Históricamente, en el análisis de las prácticas argumentativas se han encontrado diferentes disciplinas: la lingüística, la retórica (clásica y moderna), la lógica, el derecho, la psicología, las ciencias políticas, la publicidad, la antropología. Es que el universo del lenguaje, lo que él desencadena y lo que con él se puede hacer, nos enfrenta con una pregunta inevitable: por qué algunos hombres seducen a otros con la palabra, y con ella hacen que cambien sus conductas, y por qué en otras circunstancias otros hombres son incapaces de influir sobre sus pares aun cuando esgrimen verdades incuestionables.

Como rasgo general y de forma esquemática, podemos decir que toda argumentación se construye entre y sobre dos pilares. Por un lado, la demostración, que transita racionalmente el pasaje desde las pruebas hacia la conclusión y, así, evidencia la justeza y obligatoriedad de esos pasos que sostienen, en el sentido más lógico, la conclusión o tesis. Por el otro, la búsqueda de persuasión, donde lo que se pone en foco ya no son los procedimientos ni la cualidad de los argumentos (su justeza, racionalidad o lógica), sino la relación entre el argumentador y su auditorio y, finalmente, la fuerza de adhesión ejercida sobre este último (plano que prioriza la dimensión pragmática de la interacción verbal).

Diferentes épocas han sido proclives a considerar más válidas determinadas estrategias argumentativas sobre otras: en algunos casos, la racionalidad prevalecía como criterio (subyacía la idea de que el ser humano era primordialmente un ser racional); en otros, el efecto logrado era el único parámetro para definir la validez de los procedimientos empleados (los aspectos pasionales eran considerados condiciones primarias de la vida humana). De manera que, si bien hay estructuras que son idénticas más allá del paso del tiempo, en algunas épocas se reconocen como legítimos algunos razonamientos o recursos que son rechazados en otros periodos. Para “mapear” las aproximaciones teóricas más influyentes proponemos el siguiente esquema, donde entre ambos polos ubicamos algunos de los pensadores que desarrollaron las teorías clásicas y modernas más significativas sobre el tema.

Demostración ___________________________________ Persuasión Exigencias formales Participación de interlocutores en la construcción del conocimiento Condiciones necesarias y universales Motivación contextual inmediata Axiomática explícita (de lo general a lo Proyección del conocimiento de mundo, particular, Principio de no-contradicción, gustos y pasiones del destinatario, etc.)

Finalidad: convicción Finalidad: consenso Ej.: Discurso lógico-matemático: Ej.: Argumentación cotidiana, Discurso teoremas, silogismos, lenguajes formales político, Discurso religioso, etc. Teóricos de la argumentación:

Toulmin (The Uses of Argument. Inglaterra, 1958) Aristóteles (Retórica. Grecia, S. IV AC) Perelman y Olbrechts-Tyteca (Tratado de la Argumentación, Francia, 1ª edición en 1958) Anscombre y Ducrot (La argumentación en la lengua, Francia, 1983)

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Una propuesta radical sobre la argumentación es desarrollada por Ducrot, cuyos

primeros trabajos datan de 1972. Él, en algunos trabajos junto a Anscombre, postula que siempre que se habla se argumenta. Según Ducrot, no es posible no argumentar ya que cuando tomamos la palabra lo hacemos siempre con el objetivo de incidir en los demás, por lo que orientamos el discurso en una dirección, hacia una conclusión que deseamos que sea adoptada, y lo alejamos de otras posibles. Desde una concepción de la comunicación como esencialmente intencional y con un sesgo de análisis predominantemente lingüístico, Ducrot postula que la naturaleza esencial de la lengua es ser argumentativa, dice: “la actividad de argumentar es co-extensiva a la actividad del habla. Argumentar es hablar y no se puede no argumentar.”

LA LEGITIMIDAD Y VALIDEZ ARGUMENTATIVA EN DEPENDENCIA CONTEXTUAL Varias investigaciones que estudian las prácticas argumentativas (Perelman y Olbrechts-Tyteca, Toulmin, Bourdieu) señalan que los sujetos argumentamos amparados y sostenidos por instituciones dentro de las cuales nuestros discursos tienen validez. Cada ámbito de praxis (legal, médico, administrativo, religioso, etc.) tiene sus regulaciones. No es lo mismo el argumento que presenta un periodista en un programa radial que el que sostiene un académico en una clase magistral, el que presenta un científico en un congreso que el que esgrime un abogado en un tribunal o un cura en un sermón. Todos ellos están ceñidos por la institución que los cobija, la que legitima a cada uno: sus autoridades, argumentos y presupuestos. Cuando se extraen argumentos de un ámbito institucional y se los traspasa a otro medio se corre el riesgo de que los razonamientos se desmoronen ante la invalidez de ciertas premisas, presupuestos o métodos (inductivos, deductivos, etc.), es decir, de los soportes que hacen posible el derivar de ciertos hechos u observaciones cierta conclusión. Además de la apelación a la comunidad disciplinar y la referencia institucional, es importante el reconocimiento y la aceptación de que existen diversos modelos o patrones argumentativos. Estas diferencias nos llevan a advertir la existencia de distintos tipos de verdades: la verdad de la política no es la verdad de la religión; la verdad de la religión no es la de la ciencia; la verdad de la ciencia no es necesariamente la de la ética, y así sucesivamente. Si se trastocan las diferencias institucionales, se confunden también las legítimas diferencias que existen respecto de lo que se dice en función desde dónde se lo dice. Solo a partir de reconocer que no hay dispositivos únicos para la argumentación sino que ellos y sus “garantías de inferencia” poseen una dependencia situacional a contextos específicos de acción desde donde reclaman su pretensión de validez, es que se accede a analizar críticamente el poder del discurso y su legitimidad relativa.

Para ejemplificar, a continuación seleccionamos argumentos propios de diferentes ámbitos o campos de praxis humana.

En el ámbito legal El  grado  de  fuerza  y  certeza  de  un  argumento  legal  depende  de  dos  factores:  la calidad de la evidencia disponible y la fuerza precisa y relevante de los estatutos y la jurisprudencia.  (…)  Tomemos  el  siguiente  ejemplo:  Jorge  murió  sin  redactar  su testamento, ¿qué ocurrirá con Mary, su esposa?  

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              Dadas las leyes vigentes,                 GARANTÍA no se ha revelado que Jorge haya  Entonces                  la viuda debe percibir redactado su testamento.             presumiblemente         gran parte de la herencia          DATO                            PASAJE             del difunto                                                                           CONCLUSIÓN En la ciencia En  campos como  la medicina y  las  ciencias naturales  también es posible encontrar argumentos  que  varían  en  cuanto  a  su  fuerza,  sea  por  una  falta  de  comprensión teórica en relación a ciertos hechos o por  insuficiencia de evidencia fáctica. En cada caso  registramos  tal  estado  de  cosas  mediante  la  explicitación  de  que  nuestras conclusiones  son provisorias y, por  consiguiente,  inciertas. Por un  lado, puede no haber dudas  teóricas  relevantes  respecto  a un  caso particular por  lo que no habrá problemas  con  la  aplicación  de  dar  garantías.  Sin  embargo,  puede  ocurrir  que  la cantidad de  información  fáctica relevante de  la que disponemos sea  inadecuada. El caso  inverso,  por  otra  parte,  nos  presenta  un  sustancial  cuerpo  de  información fáctica…  pero  tal  evidencia  es  explicada  ambiguamente  por  las  consideraciones teóricas  relevantes  al  caso  analizado. Veamos  un  ejemplo  que  ilustra  acerca  de  la primera situación: Un médico está tratando a un paciente enfermo de una dolencia mortal con una nueva droga. 

Este medicamento ha sido muy efectivo en las pruebas clínicas preliminares, pero las estadísticas acerca de tales experimentos son aún  fragmentarias. En tales circunstancias, el médico no puede decir “este  tratamiento  funcionará”. Sí está habilitado a señalar que esta droga ha mostrado ser efectiva en un número considerable de casos experimentales, por lo que hay posibilidades reales de que funcione en este caso.” Y un ejemplo que grafica nuestra segunda consideración: Enfrentado  a  un  nuevo  fenómeno,  el  físico  duda.  ¿Esto  debe  ser  explicado  por  la  teoría 

gravitacional, por  la  teoría  electromagnética,  o por  cuál  teoría? Si  la  evidencia  fáctica  recogida sugiere que el  fenómeno es gravitacional sólo en  forma tentativa, el  físico se verá  limitado a una conclusión condicional: “suponiendo que este fenómeno sea un efecto puramente gravitacional, G entonces  presumiblemente C”. Mientras  la  teoría  gravitacional  sea  aceptable  para  explicar  este fenómeno, dicha teoría actuará como garantía de la inferencia. Pero si esta presunción inicial falla, la  inferencia  no  será  válida.  Es  por  eso  que,  al  no  estar  seguros  de  si  el  fenómeno  es  o  no gravitacional, usamos calificadores del tipo “probablemente”, “presumiblemente”.”   Nuestro  ejemplo  comentado  anteriormente  sobre  el  paciente  y  el  médico,  se ilustra, entonces siguiendo el esquema básico:             La experiencia clínica indica que                   RESPALDO         una infección respiratoria requiere aplicar penicilina.                                      GARANTÍA Este paciente padece       Entonces,                  este paciente necesita una infección respiratoria.    presumiblemente,        ser tratado con penicilina,    DATO                     CALIFICADOR       CONCLUSIÓN             a menos que el paciente sea alérgico a la penicilina.                    RESTRICCIÓN         

Extraído de Toulmin, Stephen (1984) Introducción al Razonamiento. Londres: Macmillan Publishing Company. 

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LA CONSTRUCCIÓN DE ARGUMENTOS: ALGUNOS RECURSOS En relación con la escritura de textos argumentativos, ya a partir de la Retórica Aristotélica -continuada por la cultura romana y retomada a mediados del siglo XX por Chaïm Perelman a través de la Nueva retórica- se plantea que para defender una determinada postura se construye una argumentación en varias etapas:

o Planificación (inventio): se debe, por un lado, seleccionar los argumentos más convenientes en función del contexto en el que se produce la argumentación; es decir, se elegirán las ideas más adecuadas en función del destinatario –con sus saberes, intereses y concepción del mundo- y del ámbito de circulación –cotidiano, académico, empresarial, político, etc.

o Puesta en texto (dispositio): además de definir qué ideas utilizará para sostener su postura, el enunciador prevé además el modo en que esos argumentos serán plasmados en su texto de la manera más convincente. En otras palabras, planifica también cómo será la estructura de su texto (dispositio propiamente dicha, según la retórica tradicional) y cuáles serán los recursos que le servirán para argumentar más eficazmente (elocutio).

o Finalmente, se produce la puesta en acto del discurso argumentativo: a este paso se lo denomina actio.

Los recursos argumentativos más habituales son los que siguen: Ejemplo: se trata de un caso concreto que sirve como ilustración de un concepto más general. Si bien este recurso tiene una función clarificadora (tal como se usa en las explicaciones), en los textos argumentativos se elige el ejemplo más evidente o más impactante de aquello que se quiere demostrar, para causar un efecto emotivo (positivo o negativo) en el destinatario:

Ciudades, edificios, calles y parques, el medio físico en general que, muchas veces se muestra excluyente y agresivo, “discapacitante” (por ejemplo, una escalera a la entrada impide entrar a todas las personas que utilizan ruedas para desplazarse sillas de ruedas, carritos de bebé o las que tienen dificultades de ascender escalones, personas mayores o con lesiones…).

Actualmente, nada se considera real si no ha sido registrado por los medios. Si lo real se construye y manifiesta a través de los medios, no es extraño entonces que los sujetos formados de esa manera mediaticen todo. Incluso su deseo. No hay ceremonias sin videos, no hay turismo sin cámara, no hay alumnos sin grabador, no hay empresa, por pequeña que sea, que no esté (o aspire a estar) informatizada. Por supuesto, no hay hogar sin televisión.

Comparación: este recurso consiste en vincular dos objetos o conceptos, que se presentan como equivalentes en algún punto. A partir de esa correspondencia, las características de un elemento se “transfieren” al otro. La eficacia de este recurso consiste en comparar lo que se quiere demostrar con otro elemento que ya sea aceptado por el destinatario, de manera que éste pase a aceptar también la nueva idea:

Todo es ya, todo es ahora. El mail no deja de actualizarse y de aumentar la cantidad de correos recibidos. Uno los lee como si se tratara de una guerra no declarada en la que el objetivo consiste en que el contador no salga de cero.

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Lo real nos desafía desde su lugar de posible desencanto, sufrimiento y muerte. El sujeto contemporáneo, ante el peligro, se vuelve clásico. Imita a los héroes fundantes de nuestra tradición cultural. Como Ulises, se ata al mástil de las relaciones mediatizadas y no consumadas. Pero sigue manteniendo viva la fascinación por el cada vez más distante objeto de deseo.

Metáfora: consiste en utilizar un término perteneciente a otro campo semántico en medio del discurso. Puede verse como una comparación condensada en la que uno de los elementos de la comparación no aparece. Este recurso también permite incorporar en el discurso elementos de fuerte impacto emotivo.

Ese tipo de “búsquedas” son posibles en la red de redes, Internet. Es la clase de piedras lanzadas al vacío que forman parte de las modalidades de comunicación que en la red se desarrollan. Los seres humanos no son simplemente cáscaras externas de forma, tamaño y movimiento; tienen una vida interior que no es accesible a la información en la forma normal, a menos que la introspección privada se cuente como una forma públicamente disponible de información.

Definición: a través de ella se señala el modo en el que debe ser comprendido un término determinado. Ahora bien, siempre existen múltiples definiciones de un mismo término; según la tesis que se busque defender, se seleccionará la definición más conveniente para desarrollar un argumento a partir de ella; por eso, más que una función clarificadora, la definición tiene aquí una función persuasiva. En los siguientes ejemplos, dos definiciones diferentes de cultura permiten sostener tesis opuestas:

La cultura es el patrimonio de grandes obras y de pensamiento que la humanidad ha ido construyendo a lo largo de la historia. Por ello, la escuela debe transmitir este legado a sus alumnos para ayudarlos a trascender los hábitos y creencias que los mantienen en la ignorancia.

La cultura es el conjunto de costumbres, creencias, discursos y creaciones materiales que una comunidad produce. Por ello, es fundamental respetar la diversidad cultural sin imponer aquellas formas que erróneamente se consideran más “legítimas”.

Es importante no confundir la definición con una descripción (no todas las oraciones que utilizan el verbo ser son definiciones). Mientras que la descripción es una repuesta a la pregunta ¿cómo es?, la definición responde a ¿qué es?:

La cultura es un aspecto fundamental de la vida en sociedad [esta es una descripción que aporta características de la cultura pero no alcanza para distinguirla de otros “aspectos fundamentales”].

Pregunta retórica: se trata de una pregunta cuya respuesta queda respondida de manera implícita. Podría considerarse que detrás de toda pregunta retórica hay una afirmación o negación que el lector debe reponer. La eficacia argumentativa de este recurso consiste en que las afirmaciones y negaciones presentadas a través de una pregunta son más difíciles de refutar por un eventual adversario.

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¿Qué más barato, hoy en día, que acceder a la red? Muchos son los proveedores que otorgan direcciones electrónicas gratuitas, uno de los primeros pasos para la comunicación. [= Hoy en día, acceder a la red es muy barato] El único peligro por estos lares es no querer volver. ¿Quién no ha pensado en quedarse al conocer Bombinhas? Esta tierra con forma de península y emplazada por encima de Florianópolis ha ido convirtiéndose poco a poco en una meca del ecoturismo. [=Todos piensan en quedarse allí al conocer Bombinhas]

Planteo hipotético: es la presentación de situaciones imaginarias y el desarrollo de las consecuencias que estas tendrían en caso de suceder. Este recurso permite enfocar el tema de debate de la manera más conveniente para la propia argumentación, sin que nadie pueda rechazar el planteo, puesto que es imaginario.

Todavía no se ha inventado nada más allá de la lectura: si esta no existiera, no habría hipertextos, Internet, CDROM ni programas de computadora. Las nuevas tecnologías no reemplazan a la lectura: la asumen como punto de partida. Si alguien no resulta competente para la música, la sociedad no se conmueve, ni los psicopedagogos se preocupan por encontrar algún tipo peculiar de "dislexia musical" que podría quizás ser superada con tal o cual entrenamiento específico. Ser músico es una profesión; y quienes quieren dedicarse a la música se someten a un riguroso entrenamiento.

Argumento por autoridad: tiene la función de otorgar mayor legitimidad al planteo propio a partir de la mención de otros enunciadores prestigiosos que sostienen posturas similares. Es importante que las fuentes citadas sean adecuadas al ámbito de circulación (por ejemplo, en una monografía académica no resultará apropiado incluir citas de textos muy generales, como los diarios, revistas no especializadas o libros de autoayuda). Por otra parte, siempre es necesario orientar la interpretación de la cita en el sentido que se le desea dar en el texto, de modo que se relacione claramente con la tesis que se quiere sostener:

Umberto Eco aconsejaba a quienes estaban preparando una monografía que fotocopiaran sólo aquello que estuvieran seguros de poder leer al día siguiente. Cualquier investigador sabe que fotocopiar sin ton ni son sirve para muy poco, incluso hay quien piensa (yo, por ejemplo) que es mejor copiar a mano la cita que se va a usar. ¿Cómo ocuparse de lo humano sin tomar partido? Yo me adhiero plenamente a esta reflexión de Simone Weil: “La adquisición de conocimientos hace que nos acerquemos a la verdad, pero cuando se trata el conocimiento de lo que se ama, y en ningún otro caso” (L’enracinement, p.319).

Generalización: en este caso se asigna la responsabilidad enunciativa a un colectivo amplio, en vez de a un locutor especificado. Por medio de este recurso se simplifica o se exagera el alcance de una afirmación.

Cualquiera puede obtener un número de identificación en la red (ICQ). Cada vez que uno ingrese, ya sea a contestar mensajes o a realizar alguna búsqueda en la web, el programa anuncia a todos los amigos del conectado que el usuario tal y cual está “on-line”. Quien tenga muchos amigos en la red será inmediatamente saludado por todos ellos (siempre que estén suficientemente desocupados).

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LA POLIFONÍA Y LA INTERTEXTUALIDAD EN LA ARGUMENTACIÓN El término “polifonía” (que tomamos de Bajtin) refiere las variadas formas que adopta la interacción de múltiples voces dentro de una secuencia discursiva o un enunciado. Además del enunciador y el destinatario, en el discurso argumentativo participan y se hacen presentes de múltiples maneras, numerosos “otros” cuyas voces sociales avalan o refutan las ideas, opiniones o creencias expresadas en el texto. Como una marca más del despliegue de su subjetividad, el locutor suele manipular esas voces, incorporándolas a través de formas de cita directas, indirectas, fragmentarias o de reformulaciones libres. De esta manera, no sólo se actualiza -incluso en el texto escrito- la situación dialógica de toda comunicación, sino que se habilita la incorporación de expresiones ajenas, el distanciamiento irónico frente a ideas expresadas por otros, la parodia o el guiño cómplice o censurador en relación con opciones ideológicas existentes. Existen diferentes estrategias para incluir otras voces en nuestro texto. La representación de la tensión entre “lo propio” y “lo ajeno” en el discurso aparece mostrada (y por lo tanto aparentemente dominada) por el uso de estrategias que limitan lo que dice el enunciador principal de lo que dicen los demás. Estas estrategias son: las citas, las alusiones (o “citas encubiertas”) y las referencias, que pueden darse en el texto principal o en las notas al pie. Los medios por los que se expresa la polifonía enunciativa son: 1. Estilo directo: este recurso permite la mención literal y explícita de lo enunciado

por la voz que se desea recuperar en el texto.

Al analizar los efectos de los impuestos, David Ricardo insistió en cómo los impuestos afectaban los incentivos de las personas y en particular los incentivos para ahorrar para el futuro. Escribió: No existen impuestos que no tengan la tendencia a disminuir el poder de acumular… debe ser la política de los gobiernos no aplicar nunca esos impuestos que inevitablemente recaerán sobre el capital. ¡Esto sí que será una despampanante novedad! -exclama el niño-.

2. Estilo indirecto: en este caso hay un reformulación de las palabras del otro, para integrarlas al discurso propio. Adam Smith previno que las empresas intentarían crear monopolios con el fin de elevar sus precios. Alguien le pregunta si él es el mismo profesor que jugó una memorable partida de ajedrez hace aproximadamente veinte años con quien suscribe el e-mail.

3. Uso de comillas El uso de las comillas tiene en su base dos valores diferentes. El primero es el reconocimiento de la mostración en el discurso de un término o fragmento sobre el que llamamos la atención para predicar algo a la manera de “mención”. El segundo es con el que hacemos uso de las palabras de otro manteniendo, a la vez, la distancia. En ambos casos, las comillas atraen la atención del destinatario hacia lo señalado. Demarcan el margen que se establece entre un fragmento resaltado y el discurso no entrecomillado con el que el locutor se muestra abiertamente identificado. En todos los casos, las comillas demarcan un borde, una “zona de frontera” o interacción entre un interior y un exterior al discurso. Son marcas explícitas de la tensión constitutiva del discurso, de su naturaleza heterogénea.

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En 1776, a la edad de 53 años, Adam Smith publicó un libro sorprendente que con el tiempo le ganaría el título de “fundador de la economía moderna”. En este sentido, Levi-Strauss- el fundador del estructuralismo en Antropología- va a sostener que es necesario partir de las “partículas y fragmentos de restos que aún se pueden reunir” de los modos de vida de esos pueblos primitivos. En el acto físico de escribir, afirma en la Edad Media el inglés Orderic Vitalis, “todo el cuerpo participa” (Clanchy, 1979, p.90).

Cuando se usan para demarcar una sola palabra (o una frase nominal), pueden tener distintos sentidos. Entre ellos, indicar que se trata de palabras que el locutor se ve obligado a usar, pero no comparte, o o incluir términos “aproximados”, menos rigurosos, pero más accesibles al destinatario.

La herida aún abierta [por el atentado a la AMIA] es una de las marcas que “distinguen” a nuestro país en el fin del siglo. De alguna manera, lo que ambas escuelas [antropológicas] van a tener en común es la tendencia a especializarse en “pueblos primitivos”.

[al abordar al individuo en su red social comunitaria se obtenía] una ganancia doble: para el entrevistado, al proporcionarle una “caparazón” frente al entrevistador… El “precio” de los niños es toda la gama de costos en que tienen que incurrir los padres para criar un niño.

“En el discurso argumentativo, la palabra del otro no siempre se identifica con nitidez. Como ya se ha señalado, esto se debe a que esa palabra introducida está siempre subordinada a la voz del enunciador, cuya finalidad no es necesariamente transmitir con fidelidad lo que otro sostuvo, sino traer al propio discurso fragmentos de otro que puedan ser útiles para la propia argumentación. Así, si bien puede haber citas directas de oraciones o párrafos completos, lo que suele predominar, por el contrario, son los enunciados referidos en discurso indirecto, discurso indirecto libre y la alusión. Por otro lado, tampoco es común que se faciliten al lector todos los datos sobre el discurso citado: quién lo dijo, dónde y cuándo, sino que suelen hacerse generalizaciones para atribuir la responsabilidad de un enunciado; en vez de ofrecerse párrafos completos, se suelen transcribir solo algunas palabras textuales y abundan las reformulaciones libres que el enunciador hace de la palabra del otro. También es frecuente cierto uso de comillas que si bien señalan la textualidad de la cita, tienen como fin la distancia del enunciador respecto de ella.”

Extraído de Narvaja de Arnoux, Elvira, Mariana Di Stefano y Cecilia Pereira (2002) La lectura y la escritura en la universidad. Buenos Aires: Eudeba, pp.53‐54. 

Alusión: referencia a una cosa que no se nombra explícitamente y sin embargo se deja entender. Avanzado el siglo XX la segregación dio paso al paternalismo. A las personas con discapacidad no había que protegerlas sino dirigirlas, a través de personal especializado.

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Concesión: la figura se refiere a la admisión de un argumento para rebatirla enseguida: Se podrá prever un futuro donde la lectura resigne su hegemonía frente a otras formas de transmisión, pero ese futuro todavía no ha llegado y, si llega, llegará por la lectura y no a pesar de ella. Ironía: voz que proviene del griego=locución disimulada. Se utiliza cuando se dice lo contrario de lo que se piensa y se quiere dar a entender: Pero no querría hablar del futuro, porque ya los suplementos de ciencia de los diarios exaltan suficientemente el mundo maravilloso que nos espera. Querría hablar del pasado y del presente. Definiciones extraídas de Palleiro, María Inés (coord.) (2008) Formas del discurso. De la teoría de los signos a las prácticas comunicativas. Buenos Aires: Miño y Dávila, 

pp.115‐117. 

Entre los diferentes recursos polifónicos, la intertextualidad designa, específicamente, la relación que se establece entre dos textos, a partir de la inclusión de uno (o una parte de uno) en otro, en forma de cita o alusión. Este juego apela a las competencias culturales e ideológicas de los destinatarios. En todos los casos el lector debe ser activo para interpretar el motivo de su incorporación o referencia. Su decodificación es más fácil cuanto más estereotipado y “universal” es el enunciado aludido o citado; en cambio, en los casos en los que la alusión remite a universos culturales restringidos, la recuperación de las referencias puede plantear dificultades y, en algunos casos, puede ser utilizada para seleccionar auditorio.

Cuando un discurso -su estilo, lengua, registro o género- es interrumpido por fragmentos que remiten a textualidades ajenas, se rompe la “isotopía” del texto principal, introduciéndose en su interior “otras voces”. El concepto de “isotopía estilística” refiere el equilibrio formal/temático/estilístico que construye cada texto en su interior a fin de mantener cierta homogeneidad en las opciones de registro, tono, forma, selección léxica, opciones gráficas en un texto escrito, etc. Las inclusiones generan, por contraste, efectos de sentido que ponen en evidencia valoraciones del enunciador. Las marcas perceptibles de estas inclusiones de “lo ajeno” pueden ser fónicas (se altera la calidad de la voz: por ejemplo, se imposta), prosódicas (se acelera el ritmo o se rompe con la curvatura entonacional esperable de una frase), gráficas (cambio de tipografía), sintácticas (se invierte el orden típico de una oración), léxica (se incluyen términos en inglés en un texto español, se introducen arcaísmos para promover un tono serio o solemne, o coloquialismos en un texto formal) o genéricas (por ejemplo cuando se usa un fragmento propio del género teleteatro en la vida cotidiana, o el género carta en una canción, o cuando se introducen rasgos de oralidad en textos escritos (género epistolar, afiches, novelas, etc.). De este modo puede ingresar un discurso diferente en cuanto sociolecto (grupo social), dialecto (geográfico), cronolecto (grupos de edad), lecto profesional, de pertenencia política, etc.

Los efectos de lectura dependen del funcionamiento global del texto y del entorno verbal en el que se incluyen los elementos disruptivos. En algunos textos, la ruptura puede tender a caracterizar a un personaje, en otros una situación; puede funcionar como índice de prestigio o de una pertenencia cultural o social específica; puede también o bien reforzar la autoridad del enunciador o desacreditar al oponente. En todos los casos, el contraste, a partir del juego poético que crea (su espacio intertextual), pone en evidencia la adscripción ideológica del enunciador, su sistema de valoración y jerarquías y se orienta a reforzar el sentido de su discurso y su intención comunicativa.

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LAS RELACIONES LÓGICAS DENTRO DEL DISCURSO: LOS CONECTORES

Los conectores son palabras o expresiones que sirven para relacionar elementos del discurso. Su función es articular partes del discurso indicando el modo en que se relacionan: esas relaciones pueden ser de causa, consecuencia, adición, oposición, coincidencia, diferencia, etc. Los conectores son elementos fundamentales para la comprensión, a los que debe prestarse especial atención en la lectura, y también deben tenerse presentes en la instancia de escritura, con el objeto de clarificar al máximo posible las ideas que se presentan.

Los elementos que se relacionan mediante conectores pueden ser palabras, oraciones o grupos de oraciones. En el primer caso, se tratará de conectores intraoracionales, como en “En la actualidad, la escuela presenta serias deficiencias, pero aún cumple una función de integración social”; en los dos últimos casos, se los denominará conectores extraoracionales: “En la actualidad, la escuela presenta serias deficiencias, tanto en el alcance como en la pertinencia de sus contenidos. Sin embargo, aún cumple una función de integración social”. Esta diferencia tiene consecuencias sobre la puntuación: los conectores extraoracionales no suelen utilizarse después de una coma, sino al comienzo de una nueva oración, luego de un punto.

En el siguiente cuadro se incluyen ejemplos de conectores habituales en los géneros discusivos académicos: Conectores que denotan relaciones entre ideas

Relación expresada

Conectores

Causa Porque Dado (que) Debido a (que) Ya que Puesto que Como resultado / consecuencia de... A raíz de...

Consecuencia

Entonces Por lo tanto, Por eso, / Por ello, / Debido a eso, Por ende, En consecuencia, Por consiguiente, En virtud de eso, De ahí que

Oposición

Pero Sin embargo, No obstante,

Concesión Aunque... A pesar de... Si bien... Aun cuando.. Más allá de...

Adición Además, Por otra parte, No solo... sino también * A ello se suma...

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Coincidencia Al igual que Del mismo modo, Tal como...

Diferencia Por el contrario, En contraste con... A diferencia de... Mientras que... Por una parte... / Pero por otra parte... No... sino...

Finalidad Para (que) Con el objeto de... A fin de... / Con el fin de...

Conectores que refuerzan la organización del discurso

Relación expresada

Conectores

En primer lugar, Para comenzar, En primera instancia, Por otra parte, Además, En segundo lugar,

Orden de las ideas

Finalmente, Por último,

Síntesis En conclusión, En síntesis, En suma, Para resumir / En resumen

Refuerzo argumentativo

De hecho, En efecto, En definitiva,

Ejemplificación Por ejemplo, tal(es) como a saber Específicamente, En concreto,

Equivalencia / reformulación

O sea, Es decir, ... Esto es, ... En otras palabras / En otros térmicos,

LAS RELACIONES CAUSALES IMPLÍCITAS

A pesar de la gran importancia de los conectores en los discursos complejos, en

muchos de estos mismos textos se establecen relaciones de causa y consecuencia que no se indican mediante conectores, sino que están implícitas y deben inferirse a partir del sentido global del texto.

De cualquier modo, hay algunos elementos, como verbos y adverbios, que funcionan como indicadores de esas relaciones causales; estos son algunos ejemplos:

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Causa • Esto se debe a que... / se explica por • Tiene su origen en

De este modo, la siguiente oración:

Se están profundizando las desigualdades históricas en la educación básica como resultado de las transformaciones recientes de la economía y la sociedad latinoamericanas.

también puede escribirse como:

La profundización de las desigualdades históricas en la educación básica se debe a / se explica por las transformaciones recientes de la economía y la sociedad latinoamericanas. La profundización de las desigualdades históricas en la educación básica tiene su origen en las transformaciones recientes de la economía y la sociedad latinoamericanas.

Consecuencia • Esto provoca / genera / conlleva / entraña / conduce / obliga a ... • Esto permite / posibilita (relación más débil) • Tanto... que • Consecuentemente

Así, una oración como:

El problema social en Argentina se agravó; por lo tanto, la sociedad debió desplegar nuevas estrategias de intervención.

puede reformularse de estas maneras:

El problema social en Argentina se agravó y esto provocó que la sociedad desplegara nuevas estrategias de intervención. El problema social en Argentina se agravó; consecuentemente, la sociedad debió desplegar nuevas estrategias de intervención. La gravedad del problema social en Argentina llevó / condujo / obligó a la sociedad a desplegar nuevas estrategias de intervención. La gravedad del problema social en Argentina derivó en nuevas estrategias de intervención. El problema social en Argentina se hizo tan grave que la sociedad debió desplegar nuevas estrategias de intervención.

LOS CONECTORES OPOSITIVOS CON FUNCIÓN POLÉMICA

Los conectores opositivos pueden utilizarse, dentro de textos -o segmentos

de texto- argumentativos, con una función polémica; es decir, pueden usarse para refutar las ideas de otros enunciadores. En estos casos, como hemos visto, la voz de los oponentes aparece en el texto a través de citas refutativas (en donde se presentan los argumentos a invalidar) y a continuación se incluye el rechazo o la refutación de esos enunciados. Ahora bien, el modo en que suele relacionarse la cita con la refutación es a través de estos conectores opositivos, es decir, palabras o expresiones que vinculan ideas opuestas.

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Los conectores opositivos más habituales son pero, sin embargo y no obstante. A continuación, aparece un conector opositivo, que introduce la refutación y da lugar a la presentación de la postura propia:

Sin embargo, las empresas turísticas ya instaladas tienen la posibilidad de aprovechar productivamente la tecnología. En efecto, esta les permite aumentar la eficiencia y reducir los costos, incrementar el conocimiento del cliente y perfeccionar las acciones de marketing y desarrollar el comercio electrónico… Por su parte, para el cliente también surgen nuevas ventajas…

La polémica también puede manifestase en el texto mediante la concesión.

En este caso, se aceptan –en parte- argumentos opuestos a la postura propia, pero se demuestra que estos no alcanzan para invalidar toda la postura. Los conectores concesivos más frecuentes son aunque y a pesar de, pero los conectores opositivos (pero, sin embargo, no obstante, aun así) pueden cumplir también esta función, dependiendo del contexto. Por ejemplo, en el texto “Barreras arquitectónicas” se incluye la siguiente concesión, introducida por el marcador textual “es bien cierto que”:

Muchas veces, ofreciendo la entrada a todos, los espacios pueden ser amigables e integradores. Es bien cierto que existen muchas limitaciones que dificultan la integración en el medio de una forma plena e igualitaria.

Esta idea resulta hasta cierto punto contradictoria con la postura de la autora

(es posible crear un entorno inclusivo). Sin embargo, en el texto se demuestra que esta idea contraria no llega a invalidar su postura:

Pero todo intento de eliminación de barreras e integración social de las personas con algún tipo de discapacidad debe ser recibido como un paso más en la difícil lucha por conseguir una vida mejor y de mayor calidad.

De este modo, la autora admite parte de los argumentos opuestos (o contraargumentos) pero incluye nuevos elementos que le permiten continuar defendiendo su propia postura. De este modo, fortalece su propia posición, ya que logra adelantarse a algunas objeciones que podrían realizarse frente a su texto, y logra neutralizarlas por anticipado. LA SECUENCIA EXPOSITIVO-EXPLICATIVA Y LA SECUENCIA ARGUMENTATIVA

Como se planteó al comienzo de la unidad, un discurso donde dominan

secuencias argumentativas incluye con mucha frecuencia fragmentos descriptivos, narrativos o explicativos. Sin embargo, en todos los casos, las inclusiones –útiles para cargar de fuerza objetiva, neutralizar o camuflar la relatividad de los razonamientos y las ideas vertidas- cumplen una función de apoyo a la argumentación que siempre resulta ser la guía fundacional del sentido del texto.

Las secuencias argumentativas y la expositivo-explicativa son las que se privilegian en el ámbito académico, porque constituyen las secuencias dominantes en la mayor parte de los textos que se leen y se producen para la educación superior. Sin embargo, esto no quiere decir que haya un límite claro entre ellas: cada texto “tiende” hacia lo expositivo o hacia lo argumentativo, pero puede tener algunos elementos asociados a la otra secuencia. Se trata de extremos a los que se acercan los textos según el contexto de circulación, la finalidad, el tipo de problemática abordada, etc.

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Polo Polo expositivo texto 1 texto 2 ... ... texto n argumentativo

Para contrastar estos dos polos, pueden señalarse cuatro ejes que los diferencian: la forma de abordar los conceptos y los fenómenos, la construcción enunciativa, la finalidad y la manera de incluir enunciados de otros enunciadores.

En los textos con secuencia expositivo-explicativa dominante se comunica un saber que se presenta como algo dado y no controvertido. Es por eso que, en cuanto a la construcción enunciativa, el enunciador prácticamente no manifiesta su subjetividad, sino que se centra en el objeto sobre el que está hablando o escribiendo. Además, se construye un destinatario con menos conocimientos sobre aquello que el enunciador expone o explica. Por lo tanto, el objetivo de estos textos es informar y aclarar conceptos nuevos o complejos a fin de equiparar los saberes entre los interlocutores.

En el caso de los textos que tienden a lo argumentativo, la problemática de la que se parte se considera controvertida y discutible. Al tomar partido frente a ese problema, el enunciador manifiesta su punto de vista y su subjetividad y, a su vez, construye un destinatario con conocimientos similares a los propios, aunque no necesariamente con la misma postura.

Las diferencias entre los dos polos se relacionan también con el modo en que se incluyen enunciados de otros: así, en los textos que tienden al polo expositivo-explicativo, se intenta facilitar la comprensión y, por eso, se delimitan claramente las citas, del texto principal; los enunciados referidos se utilizan como citas de autoridad que dan mayor fundamento a lo enunciado. Por el contrario, en el polo argumentativo, la actitud polémica se evidencia en la contaminación de voces y en la inclusión de citas de autoridad y también de otras refutativas, apuntando a mostrar una puesta en debate del tema desde diferentes miradas.

Explicación y argumentación  La oposición argumentación/explicación puede implicar una apuesta argumentativa. La  interacción  explicativa  supone  una  repartición  desigual  de  roles:  Profano (Ignorante) en posición baja / Experto, en posición alta. En cambio, en la situación de argumentación,  los  roles  de  Proponente  y  de  Oponente  son  igualitarios.  Pueden compararse:  explicar  a  alguien  vs.  argumentar  con  o  contra  alguien).  La  pregunta “¿Por  qué?”  puede  introducir  el  cuestionamiento  de  una  opinión  o  de  un comportamiento, así como una demanda de explicación en el sentido de justificación. Se  incluye, pues,  entre  los actos de  cuestionamiento  capaces de abrir una  situación argumentativa donde  los participantes discuten de  igual a  igual. Pero el destinatario de esa pregunta puede reformatear esta situación como situación explicativa donde las relaciones de ubicación son asimétricas, lo que  le permite apoderarse de la posición alta:  “¡Espera,  te  explico!”.  Esta  constatación  se  ve  sustentada  por  estudios  que demostraron que el cambio de encuadre, como paso del auditorio de un público de profanos a un público de expertos, va acompañado de un paso de la explicación a la argumentación. 

  Adaptado de Christian Plantin “Explicación y argumentación”, en  Patrick Charaudeau y Dominique Maingueneau (comps.) (2005) Diccionario de análisis de 

discurso. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 260‐261.

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