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Maquelibro de Abel Viñas Becerra

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Contiene todas las penas del mundoLíbrate de ellos como de una maldición

La de la gitana que desdeñaste en tu infanciaLa del amigo que ofendiste un día

Una estatuilla egipcia puede enloquecerteUn anillo arruinarte

Un libro no escrito conducirte a la muerteUn libro no escrito conducirte a la muerte

Proyectos I | Profesores: Sergio Castillo /Javier Castellano | 10-Junio-2011 | E.T.S.A. Málaga | Abel Viñas Becerra

El libro en Blanco

DeDe pura casualidad me en-contré con Francesca en el Boulevard de Saint-Germain y como hacía dos o tres años que no la veía y como según me explicó se había mudado a un departamento a dos pasos de allí, subimos a su piso a tomar una copa.

Era un departamento pequeño, con vista al boulevard, pero sin duda poca cosa comparada con la linda casa que tuvo en una época en Versalles, cuando aun estaba casada concon el pintor Carlos Es-padaña. Yo recordaba con simpatía los grandes al- muerzos que se dieron en esa casa, almuerzos que se prolongaban hasta el atardecer y donde los veinte o treinta amigos que asistían, después de comer magníficamente y beber como condenados, terminábamos discutiendo a gritos en la terraza, jugando al futbol en el enormeenorme jardín y algunos tumbados en el césped y durmiendo la siesta.

Francesca me invitó a una copa de Sancerre. Me contó que después de su divorcio se había insta-lado en ese pequeño de-partamento y se dedicaba al comercio del arte.

Pero las cosas no iban muy bien, pues se pasaba por una época de recen-sión y las transacciones de cuadros y grabados eran escasas y poco pro-ductivas. Yo la escuchaba, observando el salón, en cuyos muros se veían algunos de los cuadros de su ex marido, pero sobre todo muchos grabados y dibujos de autores de se-gundo orden o desconocidos. En las estanterías, en cambio, había una buena colección de libros de arte y catálogos de pintores y, cuando me le-vanté para curiosear, vi el lomo de un libro forrado en damasco y sin ninguna referencia. Al sacarlo note que todas sus páginas estaban en blanco. Pero era un her-moso libro, no solo por la encuadernación sino por la calidad del papel, que era grueso, ligera-mente estriado y sus bordes exteriores bañados en pan de oro.

—Qué lindo — dije—. Es como para escribir una obra maestra. — ¿Te gusta? Me lo dejó mi hermano Domenico, el anticuario, ¿te acuerdas? Ese pesado que me detes-taba porque me casé con un peruano. Me lo regaló hace ya cinco años o más, cuandocuando tuvo que liquidar su negocio, mucho antes

de que me divorciara de Carlos. Yo pensé siempre escribir algo allí, pero no soy escritora. Mira si te gusta —durante un mo-mento pareció dudar—, si te gusta te lo regalo. Tú lele vas a sacar más provecho que yo. Tú eres escritor te puede inspirar.

Francesca insistió y terminé por aceptar, pues yo era aficionado a ese tipo de cuadernos raros, antiguos, que me servían para tomar notas o para dibujar. Ya me imaginaba escribiendoescribiendo en esas pági-nas sentencias o micro-textos memorables. Luego de una larga cháchara me levanté. Francesca tuvo la gentileza de acompa-ñarme hasta el ascensor se despidió con un abrazo que yo encontré agradablemente caluroso.

El libro en blanco lo coloqué en uno de los es-tantes de mi biblioteca y me olvidé por completo de él. Lo que no impidió que a menudo me viniera a la mente la imagen de Francesca,Francesca, sus delicados rasgos de florentina que, a pesar de los años y de los difíciles momentos que había pasado en su vida, conservaba un irre-sistible atractivo. Fue sobre todo en los últimos

tiempos que tuvo que pasar por dolorosos trances. Aparte de su di-vorcio, uno o dos años antes, su marido sufrió un grave accidente de auto que lo condujo al hospitalhospital durante varios meses. Luego, estando ambos de vacaciones en Italia, entraron ladrones a la casona de Versalles y se llevaron todo lo que pudieron, salvo los cuadroscuadros abstractos de Carlos, cuyo valor artís-tico sin duda no com-prendieron, lo que los movió tal vez a tasajear-los con una navaja. Siem-pre pensé que lo que mas dolió a Carlos no fue que destruyeran sus cuadros sino que no se los llevaran, desdeñándolos por los sofás, el televi-sor o la refrigeradora. Lo cierto es que este incidente lo puso de humor de perros, su vida en común se hizo insos-tenible y meses después se divorciaron.

Dejé de ver a Francesca durante un año o más, hasta que reapareció en mi vida en circunstancias particulares. Mi situ-ación en mi trabajo –era traductor en una agencia dede noticias- se había ido deteriorando, a raíz de la llegada de un nuevo jefe, un cretino que no admitía periodistas que

tuvieran veleidades literarias. Un día me sorprendió, en un momento de poco trabajo, leyendo a Proust y esto lo sacó de quicio.-¡Leyendo-¡Leyendo novelas! –ex-clamó-. ¡Y nada menos que En busca del tiempo per-dido! ¿Cree que está aquí para perder el tiempo? Así haya momentos de calma, los redactores deben aprovecharlos para releer los cables del día o para repasar el Manual de Redacción de la agen-cia.Como castigo por lo que a sus ojos era una gravísi-ma falta, me pasó al turno de la noche y tuve que trabajar durante meses de una a las siete de la mañana. Esto tras-tocó todos mis hábitos, me era difícil dormir de día, comía a horas impo-sibles y finalmente re-surgió una antigua úlcera estomacal, sufrí una hemorragia y terminé en el hospital operado de urgencia.

Estuve gravísimo y fue entonces cuando Francesca reapareció. Se enteró de mi percance a través de la amiga con la cual yo vivía y vino a verme casi todos los días al hospi-tal.tal. Me traía frutas, re-vistas, mostrándose muy solicita y alarmada por

mi salud. Durante sus gratas visi tas me contó que su situación había al fin mejorado, pues se había producido un nuevo boom en el mercado del arte y había hecho ex-celentescelentes negocios. Al fin me dieron de alta y pude reanudar mi vida normal-mente.

Normalmente es un decir, pues mi jefe volvió a sorpréndeme un día leyendo esta vez Elogio de la pereza, de Bertrand Russell. La cosa la tomó no solo como una reiteraciónreiteración de una falta profesional sino como una burla a su persona. Empezó entonces a hosti-garme y no me quedó otro remedio que presentar mi carta de renuncia.

Pase unos meses viviendo de mi indemnización, mientras buscaba otro trabajo. Para colmo, en-tretanto, mi madre en-fermó gravemente y tuve que viajar al Perú de urgencia. Por fortuna se recuperó, pero este viaje me acarreó gastos que mermaron mis ya menguados recursos. De regreso a París empecé a vivir de trabajos esporádicos y malmal pagados –clases de español, traducciones al destajo-, en la estrechez y la incertidumbre, al

punto que mi amiga me dejó y quede sumido en la soledad y la melancolía.

ParaPara olvidar estos malos momentos recibía de cuando en cuando en mi pequeño departamento a tres o cuatro amigos es-critores, tan desvalidos como yo, para beber vino barato,barato, compartir nues-tras desventuras e ilu-sionarnos con las obras maestras que esperábamos escribir. El único que tenía realmente talento y gozaba de mejor situación era el poeta Álvaro Chocano. Luego de años de pellejerías había con-seguido entrar en la edi-torial Gallimard como lector y se había casado hacía poco con una profesora de francés del liceo. Era el único además que se entretenía en husmear en mi biblio-teca, a diferencia de los otros que jamás se dieron el trabajo de mirar otra cosa que mi bar.

Fue así que una noche descubrió el libro en blanco, del cual me había olvidado por completo. Acaricio su forro de damasco, olio sus gruesas paginas de filo dorado y a a tal punto lo noté fas-cinado por la belleza y la rareza de este pre-cioso objeto que en un

momento de despren-dimiento se lo regalé.-Para que escribas tus mejores poemas-le dije-. Es un libro de notas flo-rentino del siglo XVIII. Yo jamás pude poner en él una línea.

Algún tiempo después con-seguí un trabajo seguro y dejé de frecuentar a mis amigos. Como periodista de los programas en espa-ñol de una radio francesa tenía que preparar noticieros, hacer entre-vistas y reportajes, de modo que disponía de poco tiempo para el cine y las amanecidas literarias. Por otra parte, mi rela-tiva bonanza y estabilidad me permitieron reanu-dar mis relaciones con la vieja amiga que me aban-donó. Al fin, me dije, la vida me volvía a sonreír.

De pronto me enteré de algo que me acongojó: Álvaro Chocano se encon-traba mal. Me lo dijo Mo-nique, su esposa, una noche en que me llamó por teléfono muy preocupada. Tenía mareos, inso- portables dolores de cabeza, a veces se des-vanecía. Prometí ir a verlo y el día en que me disponía a hacerlo Mo-nique me avisó que lo habían hospitalizado. Al parecer tenía un tumor en

el cerebro. Días después lo operaron. Fui a visi-tarlo, pero estaba semi-inconsciente, apenas me reconoció, musitó algo acerca de un libro, de un largo poema que no había podido terminar. Su estado empeoró y a la semana siguiente murió.

Entretanto volví a encon-trarme con Francesca, quien se quedó muy sor-prendida al verme tan re-cuperado de mi operación y más aun al saber que había reanudado mis relaciones con Patricia y que pensábamos casarnos. Me dijo también que sus ne-gocios iban viento en popa y que, por coinci-dencia, veía con frecuen-cia a Carlos y que a lo mejor volvían a casarse. Bromeamos diciendo que podíamos tal vez celebrar nuestros matrimonios juntos en la casona de Versalles que Carlos, después del famoso robo, habíahabía reamueblado y donde estaba pintando mejor que nunca.

No pasó de una broma. Una tarde Monique me llamó por teléfono y me dijo que cumpliendo un deseo de Álvaro me iba a dejar sus poemas inéditos y parte de su biblioteca. EranEran cuatro grandes cajas de cartón, por lo cual

para transportarlas tuve que alquilar una pequeña camioneta. Como en mis estanterías no había sitio para más libros ar-rumbé las cajas en el desván dejando para más tardetarde la revisión de los inéditos de Álvaro y las gestiones para su even-tual publicación.

Días más tarde, Patricia, que subía jubilosamente las escaleras de la casa para anunciarme que ya tenía todos los papeles listos para nuestro matrimonio, se resbaló y rompiórompió una pierna. Estuvo dos semanas en el hospi-tal y luego tuvo que someterse a un tratamien-to de reeducación. Esto nos obligó a postergar nuestros proyectos. Pero como si fuera poco surgi-eron problemas en mi tra-bajo. Un argentino de origen israelita –y en esto no hay ninguna con-notación racista- y que por añadidura era trotskista y diplomado en psicoanálisis, entró a trabajar en la radio y gracias a su inteligencia y a sus intrigas fue ganándose la simpatía de mis jefes y al final logrólogró desplazarme de mi puesto. Por una cuestión de dignidad tuve que re-nunciar, lo que me dejó nuevamente sin cargo ni salario. Patricia soportó

mal la cosa, se dio tal vez cuenta que no valía la pena liarse con un tipo que no sabía ban- dearse y luchar como un ogro para abrirse un camino en la vida y apenasapenas dejó las muletas me abandonó para alejarse rápidamente de mi sobre sus propias patitas.

Otra vez quedé así li-brado a la soledad, la pobreza y la melancolía. Y sin ánimo de convocar a mis viejos amigos escri-tores, para desquitarnos en casa de nuestras frustraciones en ágapes se-cretos, alcohólicos y muchas veces turbulentos. Quise aprovechar esos mo-mentos de enclaustramien-to para escribir artícu-los y rematarlos primer diario o revista que se interesara, pero me encontraba seco y es-téril y no pude sino pergeñar banalidades que fueron rechazadas. Para matar el tiempo me puse a ordenar mis libros y pa-peles y por vía de con-secuencia me encontré con las cajas que me dejó Álvaro Chocano. Las puse en el centro de mi salita y empecé a revisar su contenido con curiosidad, pues me acordé de pronto del poema inédito del que me habló antes de morir. Encontré decenas de cua- dernos con borradores in-

descifrables y cientos de libros de poesía espa-ñola, francesa, inglesa, china y de pronto, entre ellos, oh sorpresa, el libro en blanco que le regalé. Lo abrí con emo-ción, pensando hallar allí el poema famoso, pero seguía en blanco, tal como yo se lo ofrecí. Defraudado, no me quedó otra cosa que meterlo en uno de los estantes de mi biblioteca.biblioteca.

Justamente esos días recibi una esquela de Francesca. Me anunciaba su nuevo matrimonio con Carlos para dentro de un mes y me invitaba a la ceremonia en la munici-palidadpalidad de Versalles. Me rompí la cabeza pensando qué le iba a regalar pues, sin trabajo y sin recursos, no podía embar-carme en gastos impor-tantes. Y me vino de pronto a la mente el libro en blanco. Recordé la vacilación que mostro antes de regalármelo y me dije que era más bien una restitución. Hice un lindo paquete con él y se lolo envié por correo con unas líneas de felicit-ación.

Días después, días en que me sentí muy optimista y con ganas de escribir, de buscar un nuevo trabajo,

de salir en suma de mi estado de aislamiento e indolencia, recibí un sobre recomendado. Al abrirlo me encontré con el libro en blanco. Fran-cesca me lo devolvía, con unauna pequeña nota en la que decía: “Lo regalado no se devuelve.”

Tuve un momento el libro en las manos, admiré nue-vamente su forro adamas-cado y el oro del filo de sus páginas y cuando lo abrí distinguí la pequeña letra cursiva de Álvaro Chocano. Era un poema de apenas diez líneas. ¿Cómo no lo había visto la última vez que lo abrí? Sin duda porque el libro, sin título ni portada, podía abrirse en ambos sentidos. sentidos.

Contiene todas las penas del mundoLíbrate de ellos como de una maldiciónLa de la gitana que desdeñaste en tu infanciaLa del amigo que ofendiste un díaUna estatuilla egipcia puede enloquecerteUn anillo arruinarteUn libro no escrito conducirte a la muerteUn libro no escrito conducirte a la muerte

La lectura de este poema me dejó atónito. Pasé unos días aterrado, sin atreverme a tocar el libro en blanco que dejé sobre mi escritorio. Por un momento pensé en rega-lárselolárselo a alguien, pero no me atreví, hubiera sido un acto cruel, odioso y no tenía aun enemigos dignos de este castigo. La única solu-ción era deshacerse de él, tirarlo a la basura, tanto más que entretanto empecé a sentirme mal, con fuertes dolores de estomago que me record-aron los síntomas de mi antigua úlcera. Al fin opté por lo más práctico. Como mi pequeño departa-mento quedaba no lejos del parque Monceau, salí al atardecer y busqué un lugar donde arrojarlo. Estábamos en primavera y los macizos de flores resplandecían en medio del césped bajo el sol crepuscular. Al fin dis-tinguí un tupido parterre de espléndidas rosas cerca de una alamedilla. Cuidándome de no ser visto lancé el libro en medio de ellas y regresé a casa aliviado.

Días más tarde pasó un viejo amigo por Paris y se me ocurrió llevarlo a conocer el parque Mon-ceau. Le mostré las es-tatuas de Chopin, Musset,

Maupassant, los viejos cedros y el gigantesco Platanus orientalis. Ad-miramos los macizos de tulipanes y para concluir lo conduje hasta el rosedal. Al llegar quedé paralizado.paralizado. No quedaba de él sino las ramas secas sobre un manto de pétalos marchitos.

La palabra del mudo. ( Julio Ramón Ribeyro )

El edificio donde se encuentra el recinto en cuestión es un edificio antiguo. Estrecho, aunque bastante alto dentro de su entorno, y con

una fachada desgastada. Parece no estar en consonancia con los edificios (más modernos y funcionales) que le rodean. El recinto está en

la última planta del edificio. No hay ascensor, simplemente unas escaleras no muy anchas que van formando curvas bruscas hasta la última

planta. Cada planta tiene un cierta intimidad con respecto a las otras. El recinto no es amplio pero resulta muy acogedor. Tiene una vista

sorprendentemente abierta a la ciudad y desde donde se ven aún los edificios lejanos. Cuando se abren las persianas y la ventana por las

tardes, la luz entra y llena todo el sitio y cambia los objetos aparentemente ya antiguos en unas piezas de arte, pulidas y que reflejan

los rayos soleados sobre su superficie. Parece como si este mundo que se observa a través de las ventanas formara un cuadro vivo que sim-

plemente pertenece al recinto, que lo complementa de alguna forma. Además, dentro se tiene la sensación de que el lugar tiene que ver,

de algún modo, con el mundo de los artistas, los escritores, las personas más bien introvertidas que suelen pasar mucho tiempo solas com-

poniendo su obra en el sofá con un cigarillo, encendido y dejado en el cenicero con humo subiendo y desapareciendo en el aire, que

que a menudo se apaga sólo por olvidarse de él. En el lugar conviven el orden y la estructura con el desorden; el intento de mantener

comodidad y libertad. La disposición de los objetos está continuamente cambiando. Por las noches, cuando están encendidas sólo las lámpa-

Planta azotea actual

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paras, la luz amarilla y caliente crea un ambiente ideal para pasar las noches en calma con los amigos tomándose unas copas y fumándose

los mejores cigarillos y cigarros, leyendo libros y contándose las historias de la juventud. No hay televisión porque no hace falta que

esté ni encaja en el concepto de este lugar porque crea ruido y este sitio se caracteriza por un silencio tranquilizador. El sitio tiene

la fuerza de hacer que los visitantes demoren horas contemplando y dejando pasar el tiempo. La impresión que da este lugar, a pesar de

PLanta baja actual

La fachada que da acceso al edificio se sitúa en el alzado Este del edificio, ac-cediendo desde la Plaza de la Marina.Tras pasar por dos puertas nos encontra-mos en el gran vestíb-ulo en el fondo del cual se sitúa el as-censor que nos llevara a la ultima décimo tercera y última planta.

0 5 10 m

cierto aspecto descuidado, es la de paz, la de un sitio en el cual quien lo habita se siente a gusto y cómodo, permitiéndole dedicarse

tanto a la lectura como a la escritura.

PROGRAMA

GradoGrado de iluminación: La luminosidad de este espacio varía según los habitantes que lo ocupan. En un momento puede ser la luz reluciente que atrae la atención de sus habitantes por completo, revelando a ellos sus secretos de cada esquina, a veces nos parece como oscuridad ligera que causa dentro de sus pobladores una curiosidad por quedarse en el espacio buscando el núcleo de esta irradiación desconocida. El grado de iluminación también depende de dónde nos posicionamos en el espacio de este sitio, es como si la luz entrara solo por un de-terminado lugar y se fuera difuminando poco a poco atravesando el espacio hasta perderse en la incertidumbre de la lejanía. Y por lo tanto,tanto, estando en un lugar u otro o nos ciega la luz de una manera impresionante o nos perdemos en la oscuridad buscando de forma deses-perada alguna señal de una posible iluminación.

Grado de apertura: Este espacio representa un lugar abierto que a primera vista no impide a nadie entrar dentro. La primera impresión es la de sentirse libre, sin embargo, después de esta confusión uno se da cuenta de que hay algo que le está atando a este lugar y que no puede irse. El sitio sigue pareciendo abierto al mundo pero existe una especie de pared transparente que no nos deja salir. De esto sólo nos damos cuenta estando un buen tiempo en este espacio. Por otro lado, no se trata de un lugar público propiamente dicho porque el habitante del lugar tiene que encontrar este espacio descodificando señas de atracción exterior que a menudo pueden pasar desapercibidas.

GradoGrado de erodabilidad: Prácticamente, este espacio no posee ningún grado de erodabilidad. Aunque a primera vista parece muy frágil su estructura interior posee características de una fortaleza invencible. No se corrompe con el tiempo siempre que hay alguien que lo habita. Las personas son las que le dan la fuerza y ayudan inconscientemente a mantenerlo, suponen un motor para este espacio, mientras están ocupándolo el espacio no se destruirá. Es como si el espacio se alimentara de sus ocupantes. Lo único que puede acabar con él es el vacío interior porque este espacio no fue creado ni planeado para quedarse vacío y necesita que entre alguien.

GradoGrado de modificabilidad: El grado de modificabilidad es muy grande en ciertos aspectos. El espacio es altamente modificable, cambia con el espacio, cambia con el tiempo e incluso cambia para cada individuo que lo habita. Además, como ya hemos mencionado, este sitio necesita estar ocupado porque ésta era la intención de su creador. Y necesita que cada uno que entra en él deje sus marcas dentro y lo modifique de alguna manera. Se ajusta a cada ocupante o visitante que pasa por él. No importa la duración de la estancia sino que los efectos y sensaciones que deja en la persona. Cada hombre lo entiende y cambia de su manera por lo que el interior del lugar puede tener tantas carascaras cuantas personas recoge. Sin embargo, el espacio solo se modifica según sus propias reglas pero nunca permite modificar su esencia, cambia únicamente de apariencia modificando su exterior visible pero no lo que esta en su profundidad.

Grado de intimidad/privacidad: Este lugar lleva en sí un aspecto bipolar: es un espacio muy íntimo a pesar de su grandeza y amplitud. Puede abarcar, y de hecho lo hace, muchos individuos pero se mantiene la privacidad de cada uno de estos individuos y es porque no saben unos de los otros como si este espacio comprendiera dentro infinitos espacios más pequeños. Y a cada uno de sus habitantes el lugar le enseña algo diferente de su interior. Uno se siente como si estuviera encerrado en su propio mundo donde no hay nada y nadie excepto él mismo y el espacio. Representa un laberinto donde cada esquina lleva a uno a sitios distintos, así que cuanta gente entra tantas escenas íntimas y diferentes hay.íntimas y diferentes hay.

Grado de conectividad: La conexión entre el espacio y el mundo de fuera no es recíproca. El espacio tiene mecanismos para comunicarse con su exterior pero al exterior le es imposible comunicarse con el espacio porque en realidad no sabe de su existencia. Además el único que se puede comunicar es el espacio mismo, sus habitantes no pueden hacerlo, ellos, aunque pueden ver lo que está ocurriendo alrededor, no tienen ninguna posibilidad de conectar con él.

Grado de reconocimiento: El espacio es reconocible para algunas personas y estas personas están elegidas al azar. A cada uno le puede tocar la buena o mala suerte, dependiendo de cómo lo vemos, de poder ver y reconocer este espacio. El proceso de elección es imprevisible y en realidad no sigue ningún orden ni esquemas, simplemente las necesidades propias de este espacio. Y parece que poco a poco todos vamos entrando en este espacio, algunos incluso durante la niñez. Pero es la vida de adulto la que hace que estemos más cerca de él y tengamos el interés o no de buscarlo.

GradoGrado de estancialidad: Este grado no es muy alto, es un lugar de paso, las personas no se quedan en este espacio por mucho tiempo aunque a ellas les puede parecer que sí porque el tiempo pasa de manera diferente dentro de espacio. Allí minutos horas parecen días, días parecen meses y meses parecen años. Sin embargo, los individuos vienen y se van. A veces el sitio les puede parecer la inmersión en otro mundo lejano de aquel en el que y otras veces el espacio es sólo una estación donde esperan unos momentos para moverse adelante pero tam-bién atrás. A unos los agobia el ambiente del lugar, a otros les provoca el placer.

Grado de transitabilidad: Como ya hemos dicho, los habitantes al principio se sienten libres en este espacio pero esta sensación no dura mucho, después de ella uno se da cuenta de sentirse atado y sin posibilidad de salir de aquí. Al final sólo puede salir cuando el espacio le deja salir, no depende de uno mismo sino del propio carácter de este sitio. Por otro lado, los habitantes pueden transitar este espacio, moverse de un lado a otro pero nunca se cruzan con los demás ocupantes de este lugar, es como si estuvieran encerrados en una burbuja transparente, imaginaria. Por dentro el espacio no presenta ningunos obstáculos físicos para que uno pueda moverse en él excepto en el caso de que él mismo se los crea por la mal interpretación de la función del sitio que al final le puede desviar por completo.caso de que él mismo se los crea por la mal interpretación de la función del sitio que al final le puede desviar por completo.

Grado de accesibilidad: El espacio en realidad es accesible para todas las personas pero las que entran al final van siendo elegidas al azar. Para ellas es fácil acceder, el lugar las está atrayendo, casi las engaña para que entren y las absorbe sin uno darse cuenta. Lo que sí parece ser imprescindible a la hora de entrar es la mente abierta y el estar preparado para todo eso que se podría ver dentro. Por tanto, no todas las personas son capaces de entrar al final. Sin embargo, para el que cumple este requisito es muy difícil NO acceder una vez que el espacio le encuentra pero existe esa posibilidad si uno se esfuerza mucho.

GradoGrado de interferencia: Los sonidos, los colores e incluso los olores llegan dentro del espacio inmodificados como si nada nos separara de ellos, pero esto no ocurre al revés. Si uno está dentro no le pueden escuchar ni ver afuera. Esas paredes invisibles que forman los limites de este espacio funcionan como ese tipo de cristal que es por un lado un espejo (mirando desde fuera hacia dentro) y por otro lado una ventana que nos permite ver lo que está pasando fuera (mirando desde dentro hacia fuera).

SentimientosSentimientos del ocupante del espacio con respecto a él: ¿Cómo lo habita? ¿Cómo es su relación con él? Los sentimientos y las sensaciones que puede sentir la persona dentro del espacio son varios. Si nos enfocamos en uno concreto que describimos nosotros, podemos decir que una vez dentro el ocupante se siente atraído por lo raro y extraordinario que no experimenta en el mundo exterior. Hay que tener cuidado dado que el placer por sentir y ver realidades nuevas que podrían aparecer suele causar daño. Dentro del espacio dejamos de ser nosotros mismos aunque no nos damos cuenta, parece que el sitio hace con nosotros lo que quiere. Es como si perdiéramos el sentido común porque ésteéste no sirve para nada dentro de este espacio. Por tanto, a pesar de la riqueza de sensaciones, este espacio agobia y en unos casos hasta daña.

Siento mis ojos cegados por el negro velo de la muerte y el alma quebrada por la soledad infinita que nos provoca su pro-fundo sueño. El silencio anega mis oídos y reverbera en el interior de mi cabeza creándome una extraña sensación de vacío.

Los muertos no sienten el miedo... Por eso, porque están muertos. Yo, sin em-bargo, estoy asustado y esto me aterra. Quiero moverme y no puedo, paredes in-visibles se cierran a mi alrededor y no me permiten más que pequeños e imprecisos movimientos encaminados a palpar mi cuerpo desnudo; ni vestido me enterraron. He perdido el sentido de la orientación en la oscuridad absoluta, y con él, el pedregoso sendero que lleva a los difun-tos hacia su última morada. Mi piel transpira, siento el bochorno de la pega-josa humedad abrasarme el cuerpo. ¡Dios mío! Los muertos no sudan. Quiero hablar, llamar, gritar que estoy vivo, que me in-humaron cuando aún el alma era prisionera de la cárcel de mi carne y de mis huesos; pero las palabras se me enredan, se trom-pican unas con otras y no alcanzo a emitir más que un sordo murmullo. Lloro. Las lágrimas lubrican mis labios sellados por el terror, pero mi lengua yace en la boca como un gusano muerto en su madri-guera. No hay para mí esperanzas. Sigo llorando en silencio, aunque sé que no debo. Tengo que mantener la calma, pues con el nerviosismo aumenta el ritmo respiratorio y tengo tanta vida como oxígeno me queda; sinceramente, ya no sé lo que quiero... Creo que preferiría estar muerto, pero muerto de verdad.

ClaustrofobiaFederico Jiménez

La Maldición

Claustrofobia: miedo a los espacios cerrados.

¿ Padeces claustrofobia ? ¿ Mo ?, pero… a que no te has sentido cómodo con estas palabras ?

Siente lo que “ él ” siente , teme lo que “ él ” teme, ve lo que “ él ” ve.

A partir de aquí empieza un viaje al mundo de las fobias, al mundo de lo desconocido, de la percepción que tenemos de lo que nos envuelve.

EsteEste libro no está hecho para claustrofóbicos, está hecho para todos los demás, para que ellos sientan lo que las fobias producen, para engañarlos, asustarlos y al final del camino, para recompensarlos con aquello por lo que han sido atraídos.

Ahora solo queda una pregunta…

¿ Serás capaz de terminar?

¿Que fue primero, la gallina o el huevo?, o mejor aún, ¿la distorsión espacial o la fobia?

CadaCada uno tiene su propio "espacio personal" - la distan-cia o el límite que un individuo necesita para definir su propia zona de confort. Los que proyectan su espacio personal mucho más allá de sus cuerpos - más allá de la norma de alcance del brazo - son más propensos a experi-mentar el miedo claustrofóbico. La teoría es que las personas con miedo claustrofóbico tienen problemas con la percepción espacial.Por ello, en este momento, no sabemos si es la distorsión en la percepción espacial la que lleva al miedo, o vice-versa.Algún tipo de miedo claustrofóbico es común para todos. Sin embargo, la claustrofobia en toda regla, que se en-cuentra solo en un 4% de la población, puede desencadenar ataques de pánico cuando alguien se encuentra en una situación “tensa”. Existe una clara relación entre el miedo claustrofóbico y los aspectos básicos de la percep-ción espacial.”La claustrofobia y acrofobia (miedo a las alturas) están ligadas a un desequilibrio en la forma en que normalmente percibimos los objetos que están cerca o lejos. Se crea un sentido adaptativo de ser más consciente de las cosas que están más cerca del cuerpo, tanto con fines utili-tarios como defensivos , también se crea un sentido adaptativo de tener miedo de las cosas que están demasia-do lejos en la dimensión vertical de uno mismo, ya que puede haber un gran coste en la caída.La posibilidad más interesante es que estos dos tipos de miedo pueden formar los extremos opuestos de un único continuo espacial-perceptual.

Tras estas afirmaciones, podemos entonces producir claustrofobia o acrofobia a cualquier persona dis-torsionando la percepcion de su ” espacio personal ”

En estas tiras de imágenes del encuentro de la Alameda principal con Calle Marqués de Larios, podemos apreciar la percepción que tienen las personas del edificio de La Equitativa a pie de calle, una visión rápida, escasa de detalles y borrosa, pasando desapercibido en la mayoría de los casoscasos su torre principal.

Para aquellos que ven más allá de mirar, que tienen voluntad de leer la ciudad, en resumen, que alzan la mirada para ver el edificio y no solo los establecimientos de su planta baja, se les focaliza la atención con la restauración del cartel de la

Equitativa, atrayendo su interés hacia lala terraza. Este tipo de lector es el que se sentirá atraído por el espacio, y el que disfrutara plenamente de él.

EQUITATIVA

EQUITATIVA

A pie de calle el imponente edificio de la equitativa atrae a aquellos que alzan la mirada y son capaces de distinguir las letras que le dan nombre. En este punto empieza el recorrido hacia la terraza. Partimos del punto más amplio, la calle …

EQUITATIVA

… y nos introducimos en el hall, que tras dos puer-tas, deja ver una gran sala con una cúpula perforada que hace que la luz incida a través de sus agujeros creando un efecto, cuanto menos, pronosticador de lo que nos espera. Continuando por al pasillo lateral llegamos…

EQUITATIVA

… al ascensor. El ascensor que nos conducirá a la decimo tercera planta, un ascensor sin cristal y solo con dos botones, A ( Ático ) y B ( planta Baja ). Al acceder a él en la planta Baja, entramos a un cubo blanco, de luz blanca, que a pesar de sus dimensiones ( inferiores al “espacio per-sonal” normalizado ) nos hace estar cómodos, ya que la luz blanca nos hace creer que el espacio que ocupamos es mayor al real. al real.

Aquí empieza la distorsión, al insertar a una persona en un cubo liso, sin aperturas. La ascensión resulta muy larga, ya que el ascensor, al ser antiguo, tarda más en subir de lo normal, además, al no haber apertura, no se aprecia el paso por los forjados, y no se puede saber con exactitud en qué planta se está.

Por si esto fuera poco, además la luz se va apagando con la ascensión, hasta que al llegar a la decimo tercera planta, el ascensor se encuentra completamente a oscuras, la puerta se abre, dando paso a un pasillo igual de oscuro donde…

EQUITATIVA

EQUITATIVA

… un foco de luz desconocido alumbra lateralmente la estancia. Nos encontramos en un pasillo oscuro, sin un punto de luz conocido, sin ventanas ni mas puertas que la que ya se ha cerrado del ascensor, cuyo ruido indica que está bajando de nuevo. Al dirigirnos al punto de luz…

…llegamos a un nuevo pasillo en el techo del cual descubrimos el origen de la luz, un hueco en el forjado que a través de una escalera de argollas permite subir una planta mas, dicho hueco cuenta con poco más de medio metro de ancho para poder pasar a través de él.

EQUITATIVA

Planta azotea actual

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EQUITATIVA

Moldeando fobias

Claustrofobia y Acrofobia, dos términos ligados a este espacio.

NosNos encontramos a 50 metros de altura en una planta con 34 aljibes dispuestos linealmente a izquierda y derecha de la torre central, además de las letras que daban nombre al edificio tiradas amontonadas por el suelo.

PeroPero solo una persona que padezca dichas fobias se sentiría atacado por el lugar.

¿Cómo conseguir atacar a todo el mundo?

Moldeando fobias

EQUITATIVA

Con la eliminación del peto de la fachada norte conseguimos ganar vistas a la ciudad mejorando así la recompensa por la cual ha subido el usuario. Las letras de la EQUITATIVA hacenhacen de límite entre la ciudad y nosotros, pero un límite muy difuso.

La ciudad se deja ver entre las letras, y su poca altura ( solo 0’50 m ) invita a mantener una distancia prudencial del borde de la terraza.

PeroPero si se desea ver la arboleda de la Alameda principal, el encuentro de esta con Avenida Marques de Larios y el ajetreo de personas que en la calle se lleva a cabo,cabo, tendremos que acer-carnos a dicho límite.

¿Quién ganara, el miedo a caer o las vistas de la ciudad ?

Moldeando fobias

EQUITATIVA

En la fachada sur se in-stalaría una plataforma cuya altura máxima lle-garía por encima del peto perimetral, donde el limite vertical seria la extensión del suelo con el plano vertical, perdi-endo este su color, y transformándose en una pared transparente que permite ver a través de ella, pero que debido a la curva de su base, no permite acercarse al límite.

El problema de esta dis-tribución es que aparecen dos actuaciones indepen-dientes, que a pesar de seguir una misma línea de actuación, no están unidas, y no aprovechan totalmente los elementos de la terraza.

En estas intervenciones los aljibes quedan rel-egados a un plano secun-dario, y la conectividad de ambos espacios es for-tuita.

¿se podrían unificar los dos espacios con una sola intervención?

EQUITATIVA

Moldeando fobias

Planta 13 Planta Azotea Planta Torre

0 2 5 10 m

Moldeando fobias

EQUITATIVA

Con la inserción de una plataforma de malla me-tálica a dos metros del suelo de la terraza, conseguimos encerrarnos en una jaula cuyos barrotes son la plataforma, los aljibes y las letras.

La subida a la plataforma presenta un prob-lema, de ahí la inserción de una doble fila de letras, Salida-Equitativa, entre las cuales se sitúan las escaleras de acceso a la plataforma, permitiéndonos disfrutar de las vistas de la ciudad.

Planta 13 Planta Azotea Planta Torre

0 2 5 10 m

Moldeando fobias

EQUITATIVA

La propuesta anterior suponía una aportación masiva de elementos exteriores, y seguía quedando la ubicación, posición y uso de los aljibes como algo anecdótico, además que el uso de las propias letras de la equitativa perdía fuerza. Pero el problema de cómo hacer subir la gente a la plataforma seguía existiendo, pero lo que estaba claro era que debía ser a través de elementos ya existentes.ElEl único elemento al que aun no se le había dado uso era a los aljibes, así que la as-censión se realizaría a través de ellos, seccionando estos cada 20 cm en la fila exte-rior, formando una escalera, que llegaba a la parte trasera de la plataforma, y de esta forma obligando el recorrido por esta para poder apreciar las vistas de la ciudad de Málaga

Fobias

EQUITATIVA

Una ascensión tan evi-dente, rompe con el recorrido espacial de todo el proyecto, además de que a pesar de usar el-ementos existentes, se transforman y no se aprovechan en su totali-dad, que pasa con las partes de los aljibes seccionados que no estoy utilizando. Con la escal-era de aljibes convierto a este elemento tan importante en simplemente un elemento de paso, la línea que conecta dos puntos, mientras que este debería ser definitorio del proyecto.En “Fobias” los aljibes toman el control, definen la planta, crean un laberinto en altura y dan acceso a la plataforma, pero además generan espa-cios intermedios donde poderpoder cambiar la perspec-tiva del lugar.

0 1 2 3 4 5 10 m

Fobias

EQUITATIVA

En esta ocasión los aljibes solo serán tendrán de tres alturas, 50 cm, 1 m o 1’5 m ( tal y como son actualmente ). Estas medidas vienen dadas de forma que la subida no sea precisamente cómoda, peropero tampoco una labor im-posible.

De esta forma contamos con un total de 49 aljibes; 19 de metro cincuenta, 15 de un metro y 15 de medio metro. El numero de tapaderas será el mismo que el original, 34, generando aljibes al descubierto,descubierto, los cuales es-tarán rellenos de agua, que variara según la época del año.

Con todo esto, además de formar un laberinto en altura, se generan infini-tos recorridos truncados al encontrarse con un aljibe sin tapa, ya que no se puede acceder al siguiente o a la plataformaplataforma a través de ellos, gracias a lo cual se fomenta la estancialidad en cada uno de los aljibes, generando una actividad por ellos mismos, y no sirvi-endo solo de tránsito entre dos espacios.

Aljibes sin tapa

inundados de agua

0,5 m 1,0 m 1,5 m Ascensión

Fobias

EQUITATIVA

La nueva distribución de los aljibes no es aleato-ria. Nace de la distorsión espacial. Los nuevos aljibes están colocados de forma radial desde el centro de la torre hasta los extremos de la terraza. extremos de la terraza.

A la salida de la torre, se deja una especia de pasillo con la finalidad de que las vistas de la ciudad a través de las letras de la equita-tiva se vean al primer golpe de vista.

En esta planta además po-demos apreciar los recorri-dos que comunican las dos plataformas, esquivando los aljibes sin tapadera, que dejan el agua de su interior a la vista de cualquiera.