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Stanislaw Lem, Bowie, Fellini, Les Revenants, Temple of the Dog, Vargas Llosa, Museo Ruso de Málaga

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Tema del Mes 04-13

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Cine 14-17 Televisión 18-21 Música 22-25

Literatura 26-29 Arte 30-33

Edición Asociación Think Again Redacción Miguel Pradas, Sergio Sánchez Diseño Sergio Sánchez Colaboradores Emilio Perianes, Miguel Ángel García Ruiz, Tom J. Manning, Miguel Blasco, Antonio Gómez Hueso, Flor Gómez, Carmen Alcaraz, Marisa Carmona, Antonella Montinaro, Guiomar Díez Puertas, David Dueñas, María José Moreno, Isabel Bono, Francis Moriel, Francisca Castillo, Álvaro Campos Suárez, Fran Ruiz, Guillermo Laín Corona

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'Ciberíada', la odisea intergaláctica más hilarante, desternillante y absurda del no-cosmos cosmonáutico-existencial, revela profundos y ricos abismos de lectura al lego neonato no iniciado en sus misterios (es decir, yo mismo). Levantemos la copa del sacrificio y vertamos la luz atómica para desfragmentarla en trillones de partículas que acarician al robot en la soledad de su estrella fría, mucho tiempo después (cuando el tiempo, de facto, ya no existe) de la llegada del hombre a la luna del planeta azul, tercero a la derecha, tirando por la Vía Láctea.

Y de lácteos y lactantes va esta historia, o este cuento de cuentos, que los androides susurran a los humanos, dormidos en sus cunas de acero, soñando quizás con 'Blade Runner', las ovejas eléctricas o el tierno coloquio entre Monos y Una, siendo Monos lo mismo que Una en su exacta infinitud, gemelos amantes, la parte y el Totum, Phobos y Deimos. Universo donde Lem se expresa científico

y poético, con un lirismo apretado, en ocasiones absoluto, totalmente revolucionario y avasallador. Electrobardo, juglar ontológico, aleluyero presocrático, relativista y sofista hasta el fin de los días.

Lem juega con las palabras como algo más que el soporte de un significado y revela mundos creados de la nada con un soplo vital de artífice. Los protagonistas, a la par quijotescos y sanchopanzinos, no son más que vehículos narrativos y, aunque poseen marcada personalidad y entidad propia, actúan como obertura de nuevos niveles de relato cada vez más profundos y enrevesados, en los que la máquina y no el ser vivo monitoriza y controla el ritmo cardíaco de cada uno. Laberinto.

Galimatías, el dios del desorden, nuestro Padre, inspiró a Lem su mensaje divino de ateísmo inconmensurable. Quien quiera creer, que crea. Entre cree y crear, leer a Lem, que es lo mismo que dormir, y tal vez soñar.

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SOÑANDOA LEMPOR FRANCISCA CASTILLO MARTÍN.

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'LA VOZ DE SU AMO',LA HUMANIDAD ANTE EL ESPEJOPOR DAVID DUEÑAS.

Abordar cualquier obra del polaco Stanislaw Lem es algo complejo por la abundancia de matices y las constantes alusiones satíricas, más o menos, veladas que nos encontramos a lo largo y ancho de sus textos. Sin entrar en que nos hallamos ante un escritor de ciencia ficción con un profundo calado filosófico, lo que no deja de ser paradójico dada la aparente levedad del género en cuestión. Pero una vez dentro del universo particular de este especial creador va uno dándose cuenta de que nada es lo que parece.

'La voz de su amo' es un claro ejemplo de ello. Se encuentra en el podio de su mejor producción ocupando un lugar ganado por la brillantez que conforma su narración pese a la seriedad que muestra, algo novedoso ya que el humor vertebra buena parte de las grandes producciones de este lúcido autor.

La trama desarrolla la biografía de un matemático –álter ego de Lem– que junto a unos científicos tiene ante sí la tarea de

descifrar un extraño mensaje de procedencia extraterrestre. Pero esto es lo menos importante y no es más que un pretexto con el que lector acaba cayendo, de manera propicia, en el caldo de cultivo que interesa en todo momento al escritor. Los avances en el entendimiento del citado mensaje son escasos, por no decir inexistentes, y el protagonista aprovecha para criticar a la humanidad dejando ver, con claridad, la antagonía que subyace tras ese ridículo empeño mostrado en tratar de entender lo de más allá cuando no somos capaces ni de comprendernos unos a otros.

Para Lem el ser humano debía mirar más hacia sí mismo, hacia sus virtudes y miserias y en esta novela juega con esa dicotomía entregándonos un texto, a veces denso, pero que no deja indiferente al lector. Simplemente se encontrará ante un espejo que quizás le devuelva una imagen más real de sí mismo.

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TEXTO: EMILIO PERIANES

06 TEMA DEL MES

F ANTÁST I C AMENT E F I C T I C I O

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También nos queda el cielo negro, el cata-clismo provocado por ese ser vivo, planeta Tierra, o por el mundo lejano de meteoritos o alienígenas, el espectáculo embriagador del fin del mundo, el Armagedón bíblico, con-vertido una y otra vez en algo tan elemental y ominoso como suele ser la apariencia del día después.

Todo eso fue la ciencia-ficción, el boom lite-rario y fílmico desde Verne y Méliès hasta hace cuatro días, cuando las aguas han vuelto al remanso, a la curva placida del río que afortu-nadamente continúa fluyendo. Un género lite-rario infantil de no haber sido por la presencia de autores como Orwell, Wells, Huxley o Lem, que vieron en la fantasía científica el medio de trasmitir mensajes filosóficos o profecías sobre el futuro de la humanidad.

Lem es ciertamente un caso aparte dentro de los escritores especializados en el género. Intelectual y científico, con una formación intensiva, iniciada en su infancia y cristalizada durante los años dedicados a filtrar y distribuir –y asimilar– las revistas occidentales espe-cializadas en ciencia que llegaban a Polonia.

Fue un filósofo cuyo planteamiento del azar y la causalidad, de la responsabilidad y las secuelas del determinismo sobre el individuo, sólo tienen sentido en tanto trascienden a la colectividad de la especie humana, sin descartar la propia vida de nuestro planeta, al que sólo recientemente comenzamos a considerar como un ser doliente y pluripatológico. Valorando la existencia de vida extraterrestre en su justa medida, la de que existen otros mundos pero que están también dentro de éste, del descono-cimiento que el hombre tiene sobre sí mismo, y de las dudas que la historia siembra para jamás resolver.

Tras una fase en que la ironía y el sarcasmo inundan páginas de ciencia ficción que son me-táforas del totalitarismo, parábolas fantásticas sobre la necesidad de vestir el realismo socialis-ta con las escafandras de los astronautas y los robots a su servicio, usa su erudición literaria para navegar en un mundo paralelo, donde las letras, libros clásicos e irreales de autores con-sagrados e improbables, llegan a un esplendor tan sólo igualado por el Borges asiduo creador y divulgador de bibliotecas inexistentes. Con la comparación inevitable, a favor de Lem, ya que su Borges polaco y judío sufrió el martirio del pueblo polaco, antes y después del Holo-causto, además de durante.

Aquí el océano mental del planeta Solaris,

y las metáforas divertidas y a la vez pesimistas de 'Ciberíada', quedan reducidas a lo que son, obras maestras del género fantástico, dando paso a la tremenda despedida del maestro en su 'Provocación', esa extensa crítica literaria sobre un ensayo, 'El genocidio', que el alemán Horst Aspernicus realiza justificando el porqué de 'la solución final', la antropología del mal y su esporádica efervescencia a través del terrorismo. Tremenda patada al alma, a la razón de quien contempla, y aprende, la crónica estupidez del género humano y su erupción periódica como masacre genocida. Tan perfecta disquisición, y de tan extensa divulgación literaria, que hasta algún res-ponsable de estudios reales sobre 'la solución final', llegó a reconocer en entrevistas que lo tenía en la mesilla de noche, el libro ficticio del autor inexistente. Como si el mundo arti-ficial que los Borges y los Lem pretendieron crear mediante sus textos se hubiese hecho verdadero. Una meditación final, nihilismo confeso, que mantiene viva la esperanza del autor sobre el progreso de la humanidad, y con ella del cosmos, ciertamente condenados a desaparecer. Incoherencia feliz y tan brillan-temente expuesta a través de toda la obra de Stanislaw Lem, que nos divierte a la vez que nos educa en algo tan fantásticamente ficticio como resulta ser la actividad de pensar.

El paisaje postapocalíptico suele parecerse demasiado al páramo de las afueras del pueblo, al desierto de Atacama o a la taiga siberiana. Llegamos a confundir lo nuevo con aquello que siempre hemos tenido delante de nuestras narices. Nos queda la imaginación, la ficción sobre el momento sublime en que aquello sucedió.

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STANISLAW LEM Y ANDREI TARKOVSKI,LA SOLARÍSTICA

Seguramente, todos, un día u otro, iremos a pa-rar allí. Tenía un amigo mexicano que decía que el pedo real era que Stanislaw Lem está todo el rato intentando justificar la existencia de Solaris y Tarkovski apapachugándola, obviándola. Bajo ese prisma, del que nos llevaría largo y tendido hablar y al final uno se cansa en comparar la

novela con el libro; mientras lo de Stanislaw Lem está trufado de ciencia, lo de Tarkovski

está bien plagado de poesía. ¿Es la poesía una ciencia? ¿Más bien la ciencia-ficción? Stanislaw Lem debía explicar y Tarkosvki era incómodo, o estaba incómodo, siempre buscando un lugar a donde ir. Con 'Solaris' se fue a Japón. Japón, que en lo de Stanislaw Lem no aparece

para nada. Ningún escenario lo recuerda o lo insinúa. Y ahí es donde se produce el verdadero pique entre una postura y otra: hay un hombre que en el planeta Tierra realiza un viaje sideral –a través de los cordones viarios de Tokyo– y otro que realiza un viaje interestelar pero del que sólo vemos un primer plano sudado y con lucecitas pasándole por el rostro. El viaje, el ver-dadero trip, está en circular por esas autovías en blanco y negro con unos sonidos de sintetizador que despega.

Últimamente son populares las películas que nos invitan a acostarnos con un robot, con una entelequia virtual ('Her', 'Ex Machina') mientras que en 'Solaris' el protagonista no quiere nada con su mujer porque cree que la ha inventado el océano. Ahora mucha más gente tiene claro que todo es falso, eso es cierto, pero sigue deseando acostarse con las virtualidades que le propon-ga 'Solaris'. La solarística. Qué bella palabra. Nunca me he leído el libro ni he visto la película en términos de un debate ideológico, acabaría irremediablemente en un océano. En los dos regímenes (capitalismo versus comunismo) han habido personas a las que no les han dejado creer en lo que ven. Como al capitán Berton. (¿No es maravilloso ese momento en el que los altos mandos le preguntan: «Oiga, ¿por qué filmó solamente nubes?»). El doctor Gibarian –y eso es igual en la película que en el libro– es

TEXTO: MIGUEL BLASCO | PIEZA GRÁFICA: TOM J. MANNING

«TARKOVSKI SABÍA QUE, EN TODO CASO, EL FUTURO IBA A SER HORTERA»

Acerca de la película 'Solaris' circula la leyenda que si uno se queda dormido viéndola, aparece en ese océano. Con el libro no pasa lo mismo, uno lo abandona y se queda ahí, con su tapa diciendo 'So-laris'. En la edición de bolsillo, aparece el océano. Es morado, mucho más morado que el de la película de Tarkovski, que es lechoso. Acuamiel.

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un hombre que se suicida porque no puede soportar un mundo tan acorde con sus deseos. El cibernético Snaut es el cínico, tampoco está tan mal allí. Y el astrobiólogo Sartorius es el perverso, el científico que lleva sus experimentos hasta las últimas consecuencias de la moral. Una bonita representación del género humano, ¿no? Y todo eso en una estación espacial. Al lado del océano, claro. Luego está Kris Kelvin que es san-to Tomás y la mirada del espectador. Por cierto, aquí un detalle: ¿no es maravilloso el jersey de rejilla amarillo fosforito que lleva el protago-nista durante gran parte del metraje? Tarkovski sabía que, en todo caso, el futuro iba a ser hor-tera. E iba a dar muchas fotocopias. Fotocopias imperfectas, como la 'Esfera' del cienciólogo (ya ni poeta, ni científico) Michael Crichton. ¿Qué se le va a hacer? Eliminada la solarística, comien-za un tiempo donde ya no hay piedad. Y luego está, circula por ahí, la gran… ustedes la pueden ver, aunque sería bueno advertir que se queden con los originales… y a esa es mejor referirse en forma de relato: Tal vez dentro de muchos años, el doctor S. Lem recibirá la misión de ir a una estación espacial abandonada donde solamen-te quedan dos cineastas. Agarrará su nave y cruzará la inmensidad del espacio. Una vez en la estación, efectivamente, allí están los dos artis-tas. No se hablan entre ellos. Con el primero, A. Tarkovski, descubre que tiene muchas cosas en común, se pasarán las tardes charlando de esto y de aquello; con el segundo, S. Soderbergh, la cosa no funcionará para nada, sobre todo porque el doctor S. Lem lo despachará desde el primer encuentro con un gélido: «Ah, es usted el del culo».

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UN HUÉSPED INESPERADO,'EL INVENCIBLE'

Contiene muchas teorías e imágenes que vere-mos usadas luego en multitud de obras. Pero ya se sabe que el agua siempre sabe más fresca en la fuente donde nace.

La historia comienza cuando la nave 'El inven-cible' llega al planeta Regis III para comprobar qué le ha sucedido a su gemela, llamada 'El

cóndor', desapa-recida durante una misión de exploración de dicho planeta. Hasta aquí nada

especial si tenemos un cierto bagaje en historias de ciencia-ficción. Lo interesante comienza cuando encuentran la nave desaparecida, con una descripción sobrecogedora y enigmática de los restos, tanto humanos como materiales, que seguro que Ridley Scott tuvo en cuenta para el

comienzo de 'Alien'. A partir de aquí el relato toma un tono de terror sobrenatural, pues no encontramos explicación a lo que sucede, y llega al máximo cuando algo desconocido aniquila la mente de los soldados. Por momentos casi empezamos a sentirnos en un cuento de Arthur Machen. Pero Lem era científico, y enseguida lo demuestra, cuando poco a poco empieza a desvelar el misterio usando gran cantidad de términos científicos, algo que podría resultar bastante árido, pero que le añade emoción al texto. Esto quizás suceda porque él realmente era un amante de la ciencia, y usaba estas his-torias para que fuera accesible a la mayoría del público. Así, por ejemplo, pergeña en este libro la idea de la evolución mecánica o inorgánica, poniendo al alcance de todos la teoría darwinia-na, y sentando las bases para cientos de historias basadas en la inteligencia artificial. Y a raíz de esta evolución el autor introduce otro concepto novedoso en su época y que hoy en día está de plena actualidad: los nanobots. La ciencia-ficción, en general, no ha acertado demasiado con los inventos del futuro, pero Stanislaw Lem tiene un buen porcentaje de acierto. Probable-mente sea por lo que decíamos más arriba: no era sólo un escritor, sino también un científico. Y todo esto lo demuestra en una historia corta y directa, sin otras tramas que nos distraigan de la acción principal.

TEXTO: MIGUEL ÁNGEL GARCÍA RUIZ | PIEZA GRÁFICA: SERGIO SÁNCHEZ

«ES CAPAZ DE USAR CLAVES DE OTROS GÉNEROS PARA CREAR UNA OBRA SÓLIDA»

Por joyas como 'El invencible', Stanis-law Lem se ha convertido en un clásico de la ciencia-ficción, con una historia que contiene todos los elementos propios del género, tratados con gran maestría, y con leves toques de novela negra e incluso de misterio, que lo con-vierten en una puerta de entrada ideal al mundo de la sci-fi.

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A pesar de esta (aparente) sencillez, Lem es capaz de lograr que nos sintamos incluidos en la rutina del descubrimiento de un planeta, una vez que la tecnología permite que esto sea posible. Explica de manera detallada la llegada de la nave, la colocación del equipo, el estudio de las especies y ecosistemas, realizado de manera tan científica y racional, que casi se sabe lo que se va a encontrar. Pero claro, si no hubiera sorpresas no habría historia. Y lo que encuentran en Regis III supera totalmente las expectativas de la tripu-lación, una especie de nube de insectos que los noquea sin compasión (y que no me extrañaría que fuera la inspiración del humo de 'Perdidos'). En la lucha contra un ser que no comprenden, Lem demuestra que también puede ser un escritor de acción, y crea una escena de lucha que sería digna de ver en una gran pantalla.

Pero el polaco es un escritor serio y no carne de películas 'palomiteras', y esta batalla brutal le sirve para reflexionar, a la manera fatalista que le caracteriza, sobre si es posible o necesaria la ven-ganza frente a un ser que podría ser considerado naturaleza, parte del ecosistema del planeta. Y la conclusión a la que llega quizás no sea la más es-pectacular, pero sí la más razonable y ecológica, teniendo en cuenta los problemas de comunica-ción que pueden existir entre distintas especies, otra constante en su obra.

Queda claro que nos encontramos ante un clásico de la ciencia-ficción, pero es un título que merece traspasar esa frontera, pues Stanis-law Lem es capaz de usar claves de otros géneros para crear una obra consistente, sólida y que ha envejecido, al contrario de otras muchas de su género, de manera excelente.

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'VACÍO PERFECTO':MORADA EXISTENCIAL

«¿Creyó Lem que su maquinación pasaría desapercibida?», expresa el propio Stanislaw Lem en la reseña de 'Vacío perfecto' en 'Vacío perfecto'. Sí, efectivamente, es la reseña del libro en la que se incluye, la reseña de un libro que estamos leyendo. Esa pregunta se lanza como un contraataque a un crítico literario

que desgranara su propia obra o a un autor que se autoevaluara haciéndose pasar por crítico litera-

rio: «Sería el ardid de afirmar que no fui yo, el crítico, sino él mismo, el autor, quien escribió la presente reseña, e incluirla, como un texto más, en 'Vacío perfecto'».

En un compendio de obras imposibles, Stanislaw Lem se desliza, como él mismo

reconoce, en las reglas del pure nonsense. Ahí está el repaso genial al ficticio movimiento del Do Yourself a Book, una caja repleta de tiras de papel con fragmentos de prosa impresos en ellas e instrucciones para componer material literario: «Coges 'Crimen y castigo' o 'Guerra y paz' y haces con sus personajes lo que se te antoje». Sería como un juego para adulterar y deformar las versiones originales de obras maestras. Al fin y al cabo, una mirada desafian-te al «Olimpo de las Bellas Artes y sus dioseci-llos», en la que, por ejemplo, Anna Karenina engañara a su marido no con Vronski, sino con su lacayo...

Durante 'Vacío perfecto', Lem analiza las novelas de supuestos autores en un ejercicio de preciosismo, como en el caso de 'Perycalypsis', donde se ensalza el arte de ser profeta a manos de un escritor alemán que se dirige en holandés a los franceses dándoles explicaciones en inglés y que idea el Fondo para la Salvación de la Hu-manidad, un escudo ante el acaparador influjo de la cultura. «El dinero del Fondo servirá para pagar a todos los creadores: quien no escribe nada, no proyecta, no pinta, no patenta ni pro-pone nada, cobra una remuneración vitalicia». Una herramienta ante el hecho, según constata el profeta, de que la cantidad de esculturas, cuadros, novelas u obras teatrales ya es suficien-te para las necesidades de varios siglos.

TEXTO: MIGUEL PRADAS | PIEZA GRÁFICA: SERGIO SÁNCHEZ

«STANISLAW LEM RETUERCE EN SUS RESEÑAS LO LEÍDO, LO VIVIDO, LO SENTIDO»

En las entretelas de 'Vacío perfecto', cosidas con las semblanzas de 15 libros imaginarios, Stanislaw Lem nos sugiere un abismo sin fondo: atmósferas des-cabelladas y escritores excéntricos que provocan una infinidad de caminos. Nos acoge en un ciclón creativo, con una abrumadora propuesta que se lee en un suspiro.

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Lem retuerce lo leído, lo vivido, lo senti-do, de modo que autores inventados como Raymond Seurat le sirvan de vehículo para acercarse, por ejemplo, a la soledad hermética del marqués de Sade, en un mundo estanco no pensado para sacrificar a un personaje cualquie-ra, sino más bien al lector, víctima de torturas impresas, en una batalla contra el servilismo de la literatura, dice, en una obra que se sublevaría contra la relación narrador–lector. Lem se abra-za a sus escritores improbables para dibujar un nuevo Cosmos, en el que resultara aniquilado todo lo creado por la ciencia y la fe al paso de los siglos. Como afirma, un desierto cubierto de escombros, la pesadilla del humanista muer-to de miedo. Lem representa juegos fingidos, vidas espontáneas, como en la personética de un tal Arthur Dobb –«la ciencia más cruel que haya creado el hombre», producción artificial de seres racionales–, como el infernal rompeca-bezas que representa el 'Gigamesh' de alguien llamado Hannahan, un irlandés con aroma a 'Ulises' y 'Finnegan's Wake', una amenaza ante la que los expertos en literatura –se dice, irónicamente– acabarían en el paro: «James Joyce había confeccionado sus deslumbrantes charadas sin dotarlas de ninguna interpreta-ción, cada crítico puede lucir su erudición (...) e incluso su genial capacidad de interpretación. Hannahan, en cambio lo hizo todo él mismo (...), añadió un aparato explicativo dos veces más voluminoso que la novela». Lem cuestio-na la realidad desde la extravagancia, en páginas llenas de luz que se convierten al fin en templos de veneración, en una rara mezcla de alocada fantasía y nervio.

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14 CINE

LA VACUIDAD DEL DESEOTEXTO: ANTONIO GÓMEZ HUESO

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Autor del guión junto con Bernardino Zappo-ni, nos muestra un amplio elenco de sus temas recurrentes, obsesiones vitales y recursos estéti-cos. Revela, con una profunda y certera visión corrosiva, la vida cotidiana del llamado Siglo de las Luces, el de la Revolución Francesa, el auge del liberalismo, el ateísmo y la razón, pero tam-bién el de la decadencia moral de la aristocracia y la burguesía. Fellini narra secuencias históri-cas, deformadas artísticamente para insertarlas en su universo mágico; vivencias que muestran a Casanova, no como el galán seductor de otros films al uso, sino como un fornicador compul-

sivo semejante al pájaro mecánico, álter ego, que pone en marcha cada vez que va a iniciar sus embestidas amatorias, ofreciendo así un retrato desmitificador, patético y amargo. Uti-lizando como hilo conductor la voz narrativa del personaje, la película se articula como una especie de road movie dieciochesca por diversos países europeos, empezando y concluyendo (aunque sea oníricamente), en Venecia, su ama-da ciudad natal. Fellini ha elegido muy bien los episodios del libro, que filma de acuerdo con su compromiso estético e ideológico.

Gozamos de una riqueza cinematográfica

Se cumplen 40 años del estreno de 'Il Casanova di Fellini', buen pretexto para intentar glosar los valores artísticos de esta obra excepcional. Tomando como fuente la autobiografía del aventurero, escritor, diplomático, bibliotecario y espía Giacomo Casanova (1725-1798), pero adaptándola libremente, el genial director filmó una película que contiene toda la esencia de su cine, único e irrepetible.

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insondable, repleta de fetichismo, sarcasmo ácido, crítica exacerbada, todo lo cual constituye un espectáculo de soberbia fuerza expresiva. No es una película realista convencional, sino una dramatización mágico-histórica de las peripecias y transgresiones de este atípico galán, zarandea-do por la batuta del azar, la fuerza del deseo y la brutalidad de la sociedad. Todo el mundo felliniano está aquí: visión mordaz y humorística de los altos cargos eclesiásticos, referencias al cir-co, la magia, los traumas psíquicos, el teatro, los sueños; galería de personajes deformados y extra-vagantes, decorados estrambóticos, hipérboles y simbolismos por doquier, influencia de la casualidad… Obvio es plasmar que los escenarios y personajes son variopintos, como es marca de la casa, y no digamos las mujeres, a las que Fellini dota de amplia heterogeneidad, que va desde

la vulgaridad a la exquisitez, de la frialdad a la pasión, de la siniestralidad a la dulzura.

Casanova, interpretado magistralmente por Donald Sutherland, el papel de su vida, no es para Fellini sino un títere vacío, ridículo y fracasado, que es utilizado una y otra vez por las mujeres con las que copula. Al final de sus días el único consuelo que le queda es su amor por una

muñeca mecánica, síntesis de todas las mujeres con las que se relacionó (132 según confiesa), y con la que se metamorfosea, convirtiéndose tam-bién en muñeco en sus últimos instantes. Queda así expresada la inutilidad de una vida consagra-da únicamente al amor carnal, que la muerte se encarga de finiquitar. Magistrales escenas finales cuando, por primera vez en este gélido film, florece el sentimiento puro.

Como no podía ser de otra manera, la música de Nino Rota es sublime. No sólo por sus inspiradas composiciones, sino también por el tratamiento que hace de melodías populares, operísticas, mecánicas e incluso electrónicas disonantes, parecidas a la música contemporá-nea. También contribuye a la grandeza del film el vestuario, pretendidamente grotesco y ampulo-so, del diseñador italiano Danilo Donati, Óscar al Mejor Vestuario, 1977.

Contemplar 'Casanova' es como contemplar un cuadro de El Bosco. Cada vez que lo hagas, hallarás algo nuevo, es tanta la riqueza artística que contiene. No envejece con el tiempo, tiene la solera y autenticidad de las obras maestras. No es tarea fácil engullir un film de más de dos horas y media cargado con tantas propuestas plásticas, filosóficas y existenciales, sin concesiones fáciles al espectador, pero tiene el valor de agitarnos in-teriormente, alumbrarnos y hacernos reflexionar sobre nosotros mismos y la realidad.

«CONTEMPLAR 'CASANOVA' ES COMO CONTEMPLAR UN CUADRO DE EL BOSCO»

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La belleza de la oscuridad, la sangre, la violencia, la perversión… Con la habitual maestría del director surcoreano Park Chan-wook, 'Stoker' puede considerarse más que una mera película, un conjunto de fotografías perfectas que cuentan una historia cruel y hermosa. A través de la estrecha mirilla del alma –o la falta de ella– Chan-wook nos muestra los entresijos de los Stoker, una familia marcada por la pérdida en todas sus variantes. El deseo y el instinto colman una atmósfera pesada y asfixiante que mantiene al espectador entre el espanto y la ternura. La estructu-ra narrativa así como las impresionantes interpretaciones de Matthew Goode y Mia Wasikowska, que consiguen hacer de cada mirada un tenebroso juego del gato y el ratón, destacan en un film que apasionará a los menos prejuiciosos amantes del género.

En 'Ragtime', la Nueva York de principios del siglo XX se antoja áspera, inc0n-trolable. Es la historia de cómo pasar a la acción cuando la paciencia llega a un límite, cuando la injusticia atenaza a una existencia. Milos Forman dibuja varias vidas amarradas a una jungla de asfalto –de vedettes seducidas por el color del dinero, de migrantes rusos abrazados a la prosperidad– que acaban confluyendo en la cruzada imposible de un músico negro, Walken Coalhouse (Howard E. Rollins), figura reivindicativa en una sociedad racis-ta que sólo se conmueve ante la violencia. «Prisioneros de un época», se dijo para definir la andadura vital de estos persona-jes, como si el discurso de Coalhouse no tuviera aplicación hoy. Pero bien que nos vendría en estos tiempos de cobardía y falta de compromiso.

STOKER

PARK CHAN-WOOK, 2013

RAGTIME

MILOS FORMAN, 1981

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TOKUE Y CHUN TAO:VIVIR UNA VIDA SENCILLA

POR MARÍA JOSÉ MORENO.

POR CARMEN ALCARAZ. POR MIGUEL PRADAS.

Tokue y Chun Tao, reflejo de un mismo drama, han dedicado sus vidas al servicio de los demás y ahora, cuando se acerca el ocaso, quieren ter-minar sus días tal y como los vivieron, de forma silenciosa, sin estorbar a nadie. Sin embargo, ambas van a recibir una recompensa inesperada: una compartirá sus últimos días con el solitario Sentaro, a quien ha confiado su receta secreta de anko para los dorayakis; y la otra, recibiendo los cuidados del hombre al que ha criado y servido desde que nació. 'Una pastelería en Tokio' y 'Una vida sencilla' comparten tanto temática como la reivindicación social, pero ambas ci-neastas, Naomi Kawase y Ann Hui, han optado por una protesta diáfana, mediada por el amor y la amabilidad de estas encantadoras ancianas. Una apuesta por la poética sensorial de las imágenes donde, si nos abandonamos, es po-sible sentir el viento que mece los almendros o percibir el agradable aroma de la salsa de nuestra querida Tokue.

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TEXTO: FLOR GÓMEZ

l a m o n ta ñ a m á g i c a

18 TELEVISIÓN

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Sin nada que ver con la cultura zombie, 'Les Re-venants' es una intriga de muertos que vuelven a la vida en una exquisita aldea alpina. Ninguno recuerda los detalles de su fatalidad y todos acuden confusos al hogar, donde les esperan aquéllos que les han llorado durante más o me-nos tiempo. Los resucitados tienen diferentes edades y murieron en diferentes épocas, y todos reaparecen tal cual fueron, como si hubieran quedado congelados en el último aliento de vida ordinaria. Pero la erosión del tiempo sí que ha pasado sobre el encapotado pueblecito francés y los vivos que lo habitan.

El trágico accidente de un autobús escolar que se precipita al vacío introduce los extraordi-narios acontecimientos. Cuatro años después, Camille, una de las adolescentes fallecidas en el siniestro, se dirige a casa desorientada. Pero en la misma fría noche, otros retornados deambulan por las calles. Como Simon, que no encuentra a su prometida en su domicilio habitual, o la señora Costa que, por el contrario, da fácilmen-te con su ahora anciano esposo.

'Les Revenants' es una serie que pone el foco sobre la relaciones humanas. La complejidad psicológica de los personajes desconcierta al

Si un familiar fallecido inesperadamente regresase a casa un buen día, nos sentiríamos felices, consolados, tocados por una incomprensible bendición, divina o pagana. También asustados. Y ese miedo es el hilo conductor de la perturbadora 'Les Revenants', una ficción francesa de Canal+ que se suma a una lista de producciones europeas que cotizan al alza entre la crítica seriéfila.

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espectador en muchas ocasiones. Encontramos almas atormentadas tanto en el elenco de falle-cidos como en el de vivos, y a la muerte siempre en medio de todas estas historias personales. No siempre como precursora del drama; a veces como la salvación de él. Una vez iniciada en la trama, empezó a evocarme a ratos la agridulce 'A dos metros bajo tierra' de HBO, con su con-tinuo clima de melancolía y su sutil morbo en torno a lo físico. El día a día en la funeraria de los Fisher también mezclaba los contratiempos emocionales rutinarios con otros de corte más filosófico.

Ya en los aspectos formales del producto, son muy destacadas en 'Les Revenants' la fotografía de Patrick Blossier y la música de la formación escocesa Mogwai. Como no podía ser de otra manera, los hechos se sitúan en un bello y so-

segado entorno montañoso. Por nuestra memoria audiovisual ya sabemos que lo metafísico

encaja mejor en una localización aislada de la mundanal masa. Además, la misma naturaleza que envuelve el relato insinúa desde temprano tener un papel crucial en el asunto. Por otro lado, la banda sonora cumple a la perfección su función primaria de ambientación: intimismo

instrumental y paso lento. Hermosas melodías eléctricas vienen con los renacidos. ¡Y qué difícil soltar la de la cabecera!

La propuesta gala se presenta en pequeñas dosis –ocho capítulos por temporada– y arranca con altas expectativas. Como ocurre con otras producciones, la segunda entrega (2015) entusiasma menos que los primeros episodios (2012), en los que vamos conociendo a los prota-gonistas y los vínculos entre ellos que traza el argumento. Pero tras sus dos únicas tempora-das, esta ficción deja demasiados cabos sueltos, más de los que marca el manual de buenas prácticas de los misterios seriados. No se llega a entender bien la condición de ciertos personajes en la narración, a pesar de que ésta recurre con frecuencia al flashback para ordenar las histo-rias personales. Además, se entreabren algunas puertas muy sugerentes en las que finalmente no nos permiten adentrarnos más. Afortunada-mente, se prevé una tercera entrega para cerrar el círculo, aunque tengo la impresión de que se seguirá dejando un leve margen al análisis que se plantee cada uno de nosotros sobre el paraje de 'Les Revenants' y lo que en él sucede. En un sencillo examen preliminar, podríamos verlo como 'La montaña mágica' de Thomas Mann: insuflando vida a sus moradores, aleccionando sobre la realidad, y haciendo aflorar las más profundas emociones.

«ALECCIONANDO SOBRE LA REALIDAD, INSUFLANDO VIDA A SUS MORADORES»

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Esta reciente propuesta de FX se disfru-ta como una particularísima crónica de la búsqueda del amor. Todo se desata cuando Josh Greenberg (personaje al que encarna Jay Baruchel, visto junto a Seth Rogen en comedias como 'Knocked Up' o 'This Is the End') es abandonado por su novia, con quien había compartido viven-cias durante varios años. Para pasar página y encontrar a alguien que pueda comple-tar su existencia, Josh se embarca, con el apoyo de su compañero Mike (interpre-tado por un desternillante Eric André), en una odisea de citas románticas con desenlaces inimaginables. Cada capítulo, de algo más de 20 minutos, nos engancha con sus delirios. Simon Rich es el autor del libro en el que se basa esta serie: 'The Last Girlfriend On Earth'.

«Steven Avery spent 18 years in prison for something he didn’t do». Un muchacho de un pueblecito del condado estadou-nidense de Manitowoc fue injustamente condenado por asalto sexual en 1985. Un crimen que no cometió, como años después probó el análisis de ADN. Pero a veces la vida es irónica e injusta a partes iguales: cuando Avery y su familia reu-nieron las fuerzas suficientes para recurrir el caso, fue arrestado por el asesinato de una periodista y nuevamente condena-do. Es ahora, tres décadas después de los primeros hechos, cuando Netflix produce un documental que algunos han llegado incluso a situar por delante de series como las policiacas 'True Detective' o 'Fargo'. En ocasiones, es la propia realidad la que supera a la ficción.

MAN SEEKING WOMAN

FX, 2015

MAKINGA MURDERER

NETFLIX, 2015

2121

Cada vez es más habitual que una serie de televisión cuente con guionistas y directores invitados para cada uno de sus episodios. Esto es necesario debido a los elevados ritmos de trabajo que necesitan al convertirse en pro-ductos que generan millones de seguidores y dinero por todo el mundo. Pero para que todo esto conserve coherencia, tramas principales e identidad reconocible, es fundamental la existencia de la figura del Showrunner. Estos suelen ser a su vez guionistas y directores que se encargan de esos capítulos que suelen abrir y cerrar temporadas y arcos argumentales, mien-tras coordinan todos los demás. El resultado para el espectador es muy enriquecedor, puesto que contemplamos historias que parecen como pequeñas películas con sus guiones, diálogos y narrativas visuales propias y distintas entre sí (a veces hasta el extremo), pero sin dejar de seguir la progresión principal de la serie y de nuestros personajes favoritos.

SHOWRUNNER: DIRECTOR DE DIRECTORES

POR FRANCIS MORIEL.

POR MIGUEL PRADAS. POR SERGIO SÁNCHEZ.

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TEXTO: DAVID DUEÑAS

22 MÚSICA

l a m u e r t e c o m o l i b e r a c i ó n

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'Apple', el primer y a la postre único álbum de la formación, estaba llamado a revolucionar los conceptos de lo que entendíamos como rock y que tras el deceso de Andrew quedó en objeto de culto.

Chris Cornell, líder y vocalista de Soundgar-den, recién llegado de una gira por Europa se encontró con el fallecimiento del que había sido su amigo y compañero de piso y cómo no podía ser de otra forma tenía que dar salida a todas las incertidumbres aparecidas tras la repentina muerte. Sacudirse esa sensación de desposei-miento y esa, cómo decirlo, extrañeza que nos

invade cuando un ser querido deja de estar entre nosotros. Y de qué forma podía quitarse de encima todas esas sensaciones, pues de la única en que sabía hacerlo: en forma de canción.

A modo de póstumo homenaje, Chris entró en el estudio de grabación con la idea de dar co-bijo en forma de sencillo a un par de canciones que eran 'Say Hello To Heaven' y 'Reach Down' para que sirvieran de hilo conector y a su vez de-jaran trazada visible de lo vivido, lo deseado y lo soñado junto a su amigo y para que, ejerciendo a modo de moderno Caronte, sirvieran para que su compañero llegase a buen puerto.

El binomio formado por la muerte y la creación es, ha sido y será una rentable sociedad a la hora de dar rienda suelta a las musas y Temple of the Dog es un claro ejemplo. El elemento catalizador de esta obra de arte es la precipitada y dolorosa salida de este mundo, debido a una sobredosis de heroína, de Andrew Wood, cantante de Mother Love Bone, muy poco después de la llegada al mercado de 'Apple'.

l a m u e r t e c o m o l i b e r a c i ó n

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Embarcó en esta aventura a dos componentes de la recién extinta banda de Andrew, Stone Gossard y Jeff Ament, a modo de tratar de reagrupar los restos del naufragio junto al que fuera baterista de su banda por aquellos enton-ces Matt Cameron, cerrando la formación con la incorporación de Mike McCreedy y Eddie Vedder dos perfectos desconocidos en aquellos momentos pero que darían mucho que hablar andando el tiempo.

Aquello era simple y llanamente una reunión urgente perpetrada por el sencillo hecho de querer homenajear al amigo común pero ninguno era consciente de la magnitud que alcanzaría ese gesto y muchísimo menos podían imaginarse que la esquiva inspiración los visitaría trayendo entre sus manos una carta blanca, dispuesta a no escatimar un ápice en brillantez y lucidez. Y esa oportunidad no

podía dejarse escapar así que el proyecto creció hasta tomar forma de álbum quedando acaba-

do en quince días de inspiración permanente y en constante estado de gracia dando origen a una obra cohesionada y armoniosa que parece grabada por músicos que llevan trabajando codo a codo toda una vida.

Diez temas de poderosas notas esculpidas so-

bre mercurio líquido que darían origen al grun-ge antes de que se hubiera inventado el término. En el momento de su aparición aquello no era rock, no al menos en la manera usual y conoci-da. Aquellos temas traían consigo algo más, algo para lo que aún no había etiqueta posible y que acabaría expandiéndose a velocidad de vértigo.

Oscuridad y luz se alternan vertebrando las composiciones que no solo beben de la fuente creativa directa de sus protagonistas sino que a su vez descansan sobre el lecho creativo que dejó, a modo de póstumo recuerdo, el homenajeado en cuestión. Las inquietudes y los aciertos creativos plasmados por Wood en 'Apple' acaban colándose por los surcos de este disco homenaje salpicando las composiciones de una especie de levedad que va dejando la impronta del que no estando no deja de estar presente.

El trágico suceso que dio origen a este disco no debe obviarse en ningún momento, máxime cuando es la chispa que encendió la mecha, pero tampoco debemos racanear a la hora de reco-nocer que la obra tiene validez por sí misma ob-viando la cuestión que la hizo nacer. Me atrevo a llegar más lejos afirmando que este álbum es un inicio y un fin en sí mismo, dejando patente tras su escucha que todo lo que vino después, pese a todo lo que se ha dicho y escrito sobre el tema, que ha sido mucho, no es más que un eco repetido.

«DIEZ TEMAS QUE ORIGINAN EL 'GRUNGE' ANTES DE QUE SE HUBIERA INVENTADO»

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El último trabajo del excéntrico artista es un disco llamado 'Post Pop Depression', que marca las intenciones del que será un álbum rompedor con respecto a la trayectoria del inagotable músico nortea-mericano. Fue grabado casi en secreto en North Hollywood y financiado por Josh Homme y el propio Iggy. El artista justifi-ca su creación con la necesidad que sentía de reafirmarse como músico después su mediática unión con The Stooges. Un giro en su vida, se sentía como un artista vacío y deseaba llenar el desierto con un estruen-do. Esa necesidad de saltar, desabrocharse la camisa y dejarse llevar desvergonzada-mente. Al escuchar cada tema, los sonidos te llevan de la euforia a la tensión, nos evade hasta los setenta y nos recuerda irremediablemente a Bowie, un homenaje improvisado y provocador.

Es tanta la belleza de la destrucción, de la apatía, de la locura de este 'Relationship of Command', tercer y último álbum de estudio de At The Drive-In (banda liderada por Cedric Bixler-Zavala y Omar Rodríguez-López), que no es suficiente una pequeña reseña de ciento cincuenta palabras para expresar la energía que irradia. La misma belleza que Bon Iver plasmaría diez años después con su disco homónimo, en un polo diametralmente opuesto, se intuye en estos doce temas de post-hardcore que huelen a adolescencia, a vómito, a escapadas de la high school, a resistencia a la autoridad, muy ajeno a esos linkinparkes y grupos de metal descafei-nado de principios de la década de los dos mil. Por cierto, At The Drive-In están ahora de gira por las principales capitales europeas rememorando viejos tiempos.

POST POPDEPRESSION

IGGY POP, 2015

RELATIONSHIP OF COMMAND

AT THE DRIVE-IN, 2000

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Hay discos que inspiran películas y canciones que llenan los espacios vacíos de un fotograma. Una combinación que pese a parecer natural, solo en ocasiones hace del mundo un lugar más agradable. Este es el caso de 'La calma chicha', el último trabajo de Tulsa presentado hace unos meses a la vez que 'Los exiliados románticos', una película de Jonás Trueba cuya BSO corre a cargo de Miren Iza y su banda. Se trata de un viaje sonoro en el que melodías electrónicas, sinte-tizadores y diferentes instrumentos se mezclan con letras nostálgicas y etéreas interpretadas por la que se ha consolidado como una de las voces más interesantes de la escena actual española. Variando el registro de sus anteriores proyectos, 'La calma chicha' supone una nueva vuelta de tuerca con temas tan sutiles como 'Los amantes del puente', desesperados como 'Leña' o desaso-segantes como 'El bosque' (a dúo con Ricardo Lezón de McEnroe). Nueve canciones. Nueve bocados. La única pega: poco para los golosos.

'LA CALMA CHICHA'DE TULSA

POR CARMEN ALCARAZ.

POR MARISA CARMONA. POR SERGIO SÁNCHEZ.

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TEXTO: GUILLERMO LAÍN CORONA

26 LITERATURA

MENTIROSO Y LIBERAL

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Entonces Vargas Llosa era un rojazo, admi-rador de Fidel. Lo del fuego de la literatura estaba en sintonía con Sartre y a favor de la revolución socialista. Pero, claro, en algún momento se jodió la revolución, que diría Santiago Zavala en 'Conversación en La Cate-dral' (1969) –conste que esta es la mejor novela de Vargas Llosa. Y este, uno de los mejores comienzos de novela jamás escritos: «¿En qué momento se había jodido el Perú?»–. Pues la revolución socialista para Zavala Llosa se jodió, más o menos, con el caso Padilla, poeta cubano encarcelado por el castrismo en 1971 por un

recital de poesía, porque aquello eran activi-dades subversivas. Los intelectuales de medio mundo se pillaron un cabreo monumental, y Vargas Llosa empezó a hacerse socialdemócrata y terminó pensando que lo de que la literatura como fuego solo era posible con liberalismo puro y duro: la libertad del individuo a decir lo que le salga. Así que ahora le toca el sambenito de facha. O no, porque él, entre lo que le sale, está decir que Israel se pasa tres pueblos con los palestinos, con lo que allí Vargas Llosa sigue siendo un rojazo. Los matices, la vida.

Lo cual que la literatura es fuego postmarxis-

Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) es eso, y con orgullo: mentiroso, desde siempre, y liberal, por aprendizaje. Para este peruano españolizado en París, Londres y Nueva York (ciudadano del mundo por vocación), la literatura siempre ha sido fuego. Esto lo formuló al ganar el Rómulo Gallegos en 1967 por 'La casa verde'. Fue el primero en recibir este galardón, ahí es nada, y en plena efervescencia marxista.

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ta porque la ficción ofrece una versión transfor-mada de la vida, y así, cuando salimos del libro y nos enfrentamos a la vida real, nos damos cuenta de que es una mierda, y surge la necesi-dad de cambiarla y mejorarla. Además, el hecho mismo de leer ilustra a las gentes y las educa en civilización y democracia. De aquí que últimamente Vargas Llosa se escandalice con el amarillismo periodístico, con la no cultura del tuit fugaz y con la lectura sobre pantalla, que eso no es lectura ni es ná.

Hay quien dice que Vargas Llosa no es un progre: que todo esto está muy bien, pero que luego defiende el libre mercado. Y que ya es poco dado a meter el dedo en el ojo del poder, como antaño, y le va más lo de echarse novia famosa, de la casta y de Filipinas.

Ahora que no es por esto lo de mentiroso. Es por lo de la literatura. Como ficción, una novela es una mentira. Pero, a la par, tiene la

capacidad de hacerle ver al lector los males del mundo, y de este modo nos cuenta una verdad más profunda. O sea: la verdad de las mentiras. Por eso recibió el Nobel, en 2010, hace ahora seis años, cuando él cumple 80: por su afición a la mentira verdadera o la verdad mentirosa.

No obstante, el jurado destacó lo otro: «por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia del indivi-duo, la rebelión y la derrota».

Claro que, para derrota, la suya, que se presentó a la Presidencia de Perú en 1990 y perdió las elecciones contra Fujimori. Este, dictador cerril, le pilló tirria a Vargas Llosa, con lo que tuvo que escaparse del país a que Felipe González le diera la nacionalidad española. El novelista se llevó entonces una depresión de aúpa, y durante unos años pidió el voto para UPyD. Da igual: él está en forma, y al parecer se da sus caminatas por Central Park y por Marbella.

Yo soy un gran admirador, disculpen el tono guasón: es solo una estrategia, para divertir a los lectores. Vargas Llosa ha tenido novelas un poco flojas. Algunas, siendo muy buenas, como 'La tía Julia y el escribidor' (1977), son de tono ligero y para reírse nomás. Lo último realmente bueno fue 'La fiesta del chivo' (2000), y tal vez 'El paraíso en la otra esquina' (2003). Desde entonces, ya no le salen tan bien las novelas. No pasa nada: Vargas Llosa siempre será una de las mitades del monstruo bicéfalo del boom de la literatura latinoamericana. Al otro, Gabriel García Márquez, Vargas Llosa le atizó de joven un puñetazo por no sé qué de su mujer. Total, que riñeron y no se volvieron a hablar.

«TIENE LA CAPACIDAD DE HACER VER AL LECTOR LOS MALES DEL MUNDO»

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Como afrontar el sol hirviente entornando la mirada entre los dedos, como sufrir el pleno verano que machaca el tejado de uralita y la madera vieja de una cabaña. Así asistimos al itinerario vital, a trompicones, de Cornelius Suttree desde Knoxville en la década de los 50. Deja su existencia sedenta-ria, abandona a su esposa y asume el riesgo de no saber dónde verá anochecer. Cormac McCarthy, como en 'Meridiano de sangre', escribe a cuchillo a sus personajes: aquí se narra la conversión en pescador de Suttree, su huida sin vuelta de hoja, su destino incierto entre los parias de Tennessee, esos que «salían como cucarachas cada vez que echaba amarras». McCarthy hace gala de su proverbial crudeza mientras notamos crecer la barba de Suttree y caerse su ropa como a un árbol las hojas.

Si 2016 es el año del IV Centenario de la muerte de Cervantes y Shakespeare, el pa-sado fue el quinto del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Infante, uno de los poetas malagueños más destacados de las últimas décadas, ofrece, en elegante edición, una an-tología de textos de la mística que inaugura la colección 'Los libros de la Academia'. Previa introducción en su figura a modo de semblanza, el volumen se divide en tres partes ('Poesía', 'Prosa' y 'Avisos)' con el propósito de abrigar un recorrido completo de la obra de la religiosa que incluye, como corolario, un apartado bibliográfico y certe-ros apuntes sobre su vida. «No es pequeña lástima y confusión que, por nuestra culpa, no entendamos a nosotros mismos ni sepa-mos quién somos». Gracias a esta selección, nosotros, sí, la comprenderemos mejor.

SUTTREE

CORMAC MCCARTHYDEBOLSILLO, 1979

NADA TE TURBE

JOSÉ INFANTER. A. SAN TELMO / F. MÁLAGA, 2015

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Una historia cotidiana de los cincuenta en Italia, que esconde una dura crítica al perio-dismo. Este libro esperado por muchos se distancia de las densas novelas anteriores, aquí Umberto Eco disfraza sus palabras en clave periodística no para informar sino para enseñar el poder de la información. El protagonista es un documentalista de vida monótona, poco valorado y despreciado por su exmujer, con una oportunidad para empezar de cero. Aceptará formar parte de un nuevo periódico a cambio de dinero, dejando a un lado sus convicciones, toda una aventura donde un misterioso asesina-to, archivos de la CIA, El Vaticano y la caída de Mussolini se mezclan para embarcarnos en una trama de delirantes investigaciones, extorsión y mafia donde lo importante no es el medio sino el fin. «Si quieres ganar, tienes que concentrarte en un solo objetivo, y más te vale no perder el tiempo en saber más: el placer de la erudición está reservado a los perdedores».

UMBERTO ECO,'NÚMERO CERO'

POR MARISA CARMONA.

POR MIGUEL PRADAS. POR ÁLVARO CAMPOS SUÁREZ.

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TEXTO: ANTONELLA MONTINARO

30 ARTE

maleable complejidad

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La segunda exposición se centra en el movi-miento vanguardista 'Sota de Diamantes', fun-dado en Moscú en 19019 y activo en la década de los años 10 del siglo XX en Rusia.

La 'Sota de diamantes' fue un movimiento artístico que surgió como una reacción frente a lo que entonces se llamaban «pintores de salón»: en la obra de estos artistas se combina-ba la pasión por el postimpresionismo europeo y por la cultura popular rusa.

El inicio del siglo XX constituyó en Rusia un periodo de impresionantes acontecimientos culturales. Uno de los fenómenos artísticos más

importantes de aquella época fue seguramente esta agrupación de artistas cuyos objetivos se fundamentan en su interés por el desarrollo de nuevos estilos, de especial manera la mezcla del primitivismo ruso con distintas influencias vinculadas a unas particulares interpretaciones de las obras de Cézanne y Matisse, al postim-presionismo francés, al fauvismo, al expresio-nismo alemán y en especial manera al grupo 'Der Blaue Reiter'.

La 'Sota de diamantes' influirá de una forma muy importante en la vanguardia rusa y esta exposición permite mostrar un amplio recorri-

Dos grandes exposiciones protagonizan este comienzo en el Museo Ruso de Málaga con amplios registros estilísticos que van de los paisajes más clásicos de finales del siglo XVIII hasta finales de siglo XX. La primera, titulada 'Las cuatro estaciones' recorre distintos estilos y motivos, con el denominador común del paso del tiempo y su reflejo en los estados de ánimo de los artistas.

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do desde sus inicios más figurativos, pasando por el alejamiento de esos estilos que entonces eran más populares en Europa, hasta llegar a su última orientación de arte más popular, no dirigido a la burguesía.

El nombre de este grupo, inventado por Mijaíl Lariónov, se ha interpretado de dife-rentes maneras tanto en esa época como en los años posteriores, pues la expresión «bubnovi valet» (sota de diamantes), se utiliza coloquial-mente en ruso para designar a alguien que no es digno de confianza y su significado, reflejaba la oposición de este grupo frente a las influen-cias simbolistas que imperaban entonces en los círculos artísticos.

En la primera exposición, inaugurada el 10 de diciembre de 1910, participaron Mijaíl Larió-nov, Natalia Goncharova, Iliá Mashkov, Piotr

Konchalovski, Aristarj Lentúlov y Róbert Falk.

A lo largo de casi una década, los miembros de

la asociación y los participantes en sus expo-siciones fueron cambiando, de hecho en 1911, abandonaron el grupo Mijaíl Lariónov, autor del nombre, y Natalia Goncharova.

A pesar de los múltiples desencuentros, la tolerancia en relación con los jóvenes de orien-

tación radical constituyó un rasgo característico de esta asociación artística y en las exposiciones de la 'Sota de diamantes' se exhibieron obras de prácticamente todos los artistas de las vanguar-dias rusas desde Kazimir Malévich, Vladímir Tatlin, Aleksandra Ekster u Olga Rózanova hasta Marc Chagall.

Entre las 55 obras expuestas en Málaga hay dos de Malévich, un autorretrato y una naturaleza muerta, y algunas otras piezas que testimonian la ruptura que supuso este grupo en el panorama artístico ruso de la época, como el 'Autorretrato y retrato de P. P. Konchalovs-ki' de Mashkov o las de Natalia Goncharova, que posteriormente se alejaría de este grupo y que está presente en esta exposición con varias piezas, como las de los cuatro evangelistas.

Aunque su núcleo se encontraba volcado en la pintura figurativa, la propia filosofía del grupo permitía la experimentación en distin-tos campos y en sus exposiciones igualmente convivían unas tendencias hacia un arte más abstracto que la figuración.

Durante la década larga que perduró el grupo su formación fue ampliamente flexible y maleable y significó un auténtico revulsivo en la Rusia de la época; desde luego, esta exposi-ción nos sitúa ante la complejidad, la riqueza y la diversidad del fenómeno de la renovación plástica y el vanguardismo en Rusia.

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«PIEZAS QUE TESTIMONIAN LA RUPTURA QUE SUPUSO EN EL PANORAMA ARTÍSTICO»

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En 'Celda de emociones' se pueden ver más de 60 obras del artista holandés Erwin Olaf. A medio camino entre el fotoperiodismo y la fotografía de estudio, recrea situaciones en las que cuestiona los sentimientos del espectador, con una cuidada escenografía, que mezcla realidad y ficción, y una vuelta a los orígenes con una mínima intervención del retoque fotográfico.

Con esta exposición, el Museo Picasso de Málaga propone una selección de fon-dos de dibujos, obra gráfica, cerámicas y libros ilustrados de Pablo Picasso poco conocidos, centrando el foco en una de las esenciales obsesiones artísticas del malagueño, la exploración de las miradas: «Mirar es renuncia a la vez que deseo de posesión, movimiento a la vez que secuen-cia detenida».

'CELDA DE EMOCIONES' DE ERWIN OLAF

CAC MÁLAGA. HASTA MAYO

'JUEGO DE OJOS'DE PABLO PICASSO

MUSEO PICASSO. HASTA SEPTIEMBRE

El viaje, el encuentro y la libertad integran el rastro fotográfico de José Manuel Navia en 'Miguel de Cervantes o el deseo de vivir' (Institu-to Cervantes, Madrid), que aborda y captura el presente de los paisajes que recorriera el escritor hace 400 años. El ojo documental de Navia se detiene ante las personas y los elementos más anodinos que encuentra. El interés por registrar-los suponen para él la mayor aproximación a la realidad de un contexto. Un modo de trabajo que da forma a la concepción de Cervantes sobre la literatura, mejor es cuanto más cercana a la rea-lidad, y que enfatiza a través de los desencuadres y desenfoques siendo más fiel a nuestra percep-ción. Una traducción fotográfica de la realidad ficcionada que se aleja de lo aurático de la postal fotográfica, para interesarse por la huella. Este juego converge en retratos estratificados de las geografías transitadas por Cervantes.

CERVANTES Y JOSÉ MANUEL NAVIA

POR GUIOMAR DÍEZ PUERTAS

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Según los astrónomos, cada generación es testigo de una supernova: la forma más espectacular de la muerte de una estrella, basada en su masiva y violenta explosión. La luminosidad del evento es capaz de hacerla brillar en el cielo diurno durante semanas.

Nuestra generación no ha tenido todavía la fortuna de contemplar una de forma directa y 'mosquea' un poco saber que a principios del

siglo pasado ocurrieron dos casi consecutivas.

Esto en astronomía,

porque durante más de 40 años hemos sido testigos de una estrella tan brillante y distinta a las de su vecindario que de tanto ver su singularidad, casi nos habíamos acostumbramos a ella. Casi.

Pero uno nunca se acostumbra a David

Bowie, y menos él. Se creó, inventó, mató, volvió a reinventarse, matarse y renació una y otra vez. Y siempre sobre la atenta mirada de todo el mundo, porque los objetos tan masivos generan una fuerza de atracción igualmente singular.

Si usted nunca ha descubierto a David Bowie, no tema: no es algo malo. Tampoco es fácil hacerlo, pues como todo gran fenómeno tiene sus fases.

Acercarse a David Bowie es algo difícil. Más que difícil, diría que incómodo. Así lo quiso él con sus cambios radicales en sus estilos compositivos, musicales y estéticos. Si uno no lo vivió 'en directo', es incómodo: melodías extrañas, letras sin sentido, vestimentas estrambóticas, episodios personales casi inverosímiles y un aura que supo aprovechar para aumentar su presencia semidivina.

Pero un día, sin querer, escuchas un tema suyo, casi seguro de los 70 y te atrae un poco.

SUPERNOVA

POR FRANCIS MORIEL.

34 EL PERFIL

«SI USTED AÚN NO HA DESCUBIERTO A BOWIE, NO TEMA: NO ES ALGO MALO»

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Otro día escuchas un tema suyo sonorizando un reportaje sobre, digamos, la llegada del hombre a la Luna. Vale, suena bien, ya te gustan dos canciones de Bowie, nada más. Esa otra te mola porque salió en una serie de televisión, y ésta porque la ponen en la radio. Decides cuiosear en Internet con Bowie y te abruma todo lo que hay. Saltas de hipervínculo a hipervínculo y descubres que ese tema que ya conocías también es suyo. Y caes en que es él el que canta junto a uno de los mejores grupos de rock de la historia (y que conocías porque tampoco eres un bicho raro).

Como cantos de sirena te has ido acercando a la puerta de David Bowie. Una puerta entornada, medio abierta. No sabes por qué, pero ahora quieres abrir esa puerta y entrar. Y cuando lo haces descubres qué significa experimentar a David Bowie. Sientes como si encontraras un tesoro asombroso, admirable, mayúsculo y sin fin.

Te gusta el 'fenómeno Bowie'. Te sientes parte de un selecto club, un vip de la música y el arte, un entendido de la propia historia de la segunda mitad del siglo XX. Si quisieras podrías ser hasta un experto en David Bowie con bastante facilidad.

A mí me basta y me sobra con haber podido disfrutar durante unos pocos años el eco de esa supernova, capaz de transmitir la intensidad de su brillo durante más de 40 años.

No sé si mi generación será testigo de una supernova. Los expertos dicen que habrá una en los próximos 50 años. Espero que así sea, aunque tengo mis dudas de si brillará tanto como lo hizo aquella estrella llamada David Bowie.

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Querido Sadi, lamento no haber llegado a tiempo a nuestra cita. Siento que tuvieras que fundar solo tu propia iglesia y caminar por las calles en sotana sin nadie a tu lado. Sabrás comprenderme: «Llegué muy joven a un mundo que era muy viejo», dijiste.

«Todo el mundo dirá que no soy un músico (...) la reflexión científica es lo que domina». Así comenzabas Lo que soy en tus 'Memorias de un amnésico'. Fonometrógrafo, fantasista, misántropo..., todas esas advocaciones que inventaste para ti se han quedado pequeñas, como tus siete trajes de terciopelo. Ahora todos lo dicen: «Apostol de la revolución musical», dijo Cocteau. «Indispensable», respondió John Cage.

No debes preocuparte por nada, encontraron esos más de cuatro mil dibujos, textos y diminutos planos en tu Arcueil imaginario, en la caja de puros. Ganaste un Grammy. No es broma: en 1969 el grupo de rock Blood, Sweat and Tears adaptó

dos de tus 'Gymnopédies' y vendió tres millones de copias. Por otra parte, nadie ha sabido descifrar tus últimas palabras: «¡Ah, las vacas...!», ni hemos tenido noticias de ninguna curación milagrosa de pólipo de nariz escuchando tus 'Ogives', tal y como garantizabas, pero todo es saber esperar.

Cuando echo de menos los días de lluvia, te invoco. No necesito escribir 'Danses Gothiques', a modo de oración para serenarme. Te nombro y llueve sobre los libros, sobre la mesa, sobre las galletas de avena. Incluso los armarios se llenan de charcos. Bajo la cama se ahoga un plato de guisantes. Tal es tu poder.

Ya sé que no abrirás esta carta, como de costumbre, pero me siento más que (co)respondida. Puedo asegurarte, querido Sadi, que mi amor por ti no es «una enfermedad de los nervios». Espero que Virginie Lebeau y François de Paule estén contigo. Besos para los tres.

Ps: No des recuerdos a Ravel de mi parte.

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ERIK SATIE, APÓSTOLPOR ISABEL BONO.

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'EL ÁRBOL DE LA VIDA' Y 'MELANCOLÍA', LOBOS QUE NO NOS SON AJENOSPOR FRAN RUIZ.

2011 nos brindó una interesante coincidencia. Dos grandes cineastas llevaron a cartelera sendos títulos no sólo imprescindibles dentro de su trayectoria, sino también de su visión sobre la existencia. En estos días en los que andamos decidiendo si la humanidad tiene remedio o no, merece la pena mirar atrás y ver qué tienen que decir los directores Lars Von Trier y Terrence Malick al respecto.

Ya sabemos que el danés suscribiría la máxima de Plauto de que «el hombre es un lobo para el hombre». Su filmografía ha sido una exploración sin concesiones sobre la capacidad que tiene el ser humano de hacer daño a su semejante. 'Melancolía' parece la conclusión natural de obras como 'Dogville', 'Anticristo' o 'Bailar en la oscuridad'. La película, cargada de valores fílmicos excelentes, parece concluir que, demostrado nuestro carácter cainita, hay que celebrar el final de todo como la experiencia estética y liberadora total.

'El árbol de la vida' de Malick también está impregnado de la presencia de la muerte y la pérdida. Tanto es así, que la película unifica narrativamente cada momento de sufrimiento y violencia de la historia del universo con las heridas emocionales del protagonista. Como si arrastrásemos en nuestra condición de seres humanos la huella del doloroso proceso que nos precede. Sin embargo, Malick se muestra más optimista que el europeo en la conclusión de 'El árbol de la vida'. ¿Lobos para lobos? Incluso el «nada de lo humano me es ajeno» de Terencio se le queda pequeño. Cada momento de angustia queda relegado en la comunión universal que nos aguarda. El final de la película es un aparataje audiovisual que no convencerá a todo el mundo, pero es la conclusión natural del estilo y visión de Malick.

Si ha llevado muy lejos una mística que llega a rozar lo New Age o Lars Von Trier es un pesimista tóxico, es el espectador el que debe decidirlo.

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Levantamiento de muros de la vergüenza, confiscación de bienes muebles y artículos de primera necesidad, auge de movimientos racistas y xenófobos, controles fronterizos y suspensión de la libre circulación que consagró Schengen. A febrero de 2016, estas y otras son las consecuencias del European Dream, tan elogiado en lustros anteriores (Jeremy Rifkin, Mark Leonard), que más bien torna en pesadilla ante las oleadas de refugiados que buscan huir de las guerras en sus países de origen. Rostros que denuncian el asesinato indiscriminado de inocentes y la devastación de casas y negocios (¡ciudades!); padres e hijos a los que se les impide escapar del horror.

La Europa ingrata se resiste a facilitar el asentamiento masivo de sus nuevos habitantes, incluso aunque circunstancias económicas lo aconsejen: se calcula que su acogida provocaría un inmediato aumento de más de una décima –y en 2020, de

hasta un punto– del PIB comunitario (ese horrible indicador, tan lejos del FIB del Reino de Bután que mide la felicidad de sus residentes). Pero el Viejo Continente –y más concretamente, Bruselas– se enreda en una maraña de excusas que mezcla en avieso la normativa antiterrorista con la de inmigración, la de los derechos de la mujer y el hombre o la simplemente humanitaria. Ya lo advirtió el Nobel Coetzee en sus novelas o, más recientemente, el búlgaro Todórov: «el miedo a los bárbaros nos puede convertir en bárbaros».

Los españoles, con Franco, también huimos de la persecución: se calcula en 200.000 el número de personas en exilio permanente por la Guerra Civil. Algo parecido puede aplicarse a la Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler o la Rumanía de Ceaucescu; y sin embargo, continúa latente la misma duda: Liberté, egalité… ¿fraternité? Así seguimos, refugiados de nosotros mismos.

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REFUGIA(N)DO(NO)S

POR ÁLVARO CAMPOS SUÁREZ.

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