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Septiembre de 2011

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04 Tema del mes Nicholas Ray12 Perfil Montero Glez

14 Cine Jean-Luc Godard y Anne-Marie Miéville 20 Escenas Tomaz Pandur

24 Televisión ‘The West Wing’28 Música Wilco

32 Literatura José Antonio Muñoz Rojas38 Arte Museo Picasso de Málaga

42 Histo ria The New Yo rk Times44 El Cierre

Número Once. Septiembre 2011

B Edición) Asociación Think Again Dirección de contacto) [email protected]

Redacción) Miguel Pradas, Jesús Peña, Sergio Sánchez Diseño) Sergio Sánchez (behance.net/diecinueve) Colaboradores) Emilio Perianes,

Regina López, Juan Gabriel Pelegrina, Carmen Alcaraz, Antonio Gómez Hueso, Ruth de Frutos, David Dueñas, Jesús Nieto, Nacho Gutiérrez, Laurent Wauquier,

Susana Hermoso-Espinosa, María Sánchez, Miguel Blasco, Silvia Álvarez, Isabel Bono, Marietta Gedda, Anna Liebheart, Sergio Contreras, Flor Gómez, Irene Urbano,

Antonio Raya, Antonio Morillas, Rocío Malavé, Nacho Sánchez, Josep M. Sanchís Teléfonos) M. Pradas (650.963.622), S. Sánchez (651.141.293), J. Peña (645.623.693)

Depósito Legal) MA 3069-2009 ISSN) 2171-3979 Manual de Uso Cultural es una publicación gratuita de la asociación Think Again.

No se hace responsable de la opinión de sus colaboradores. Prohibida la reproducción total o parcial de sus contenidos.

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HONORABLEMENTE REBELDEPOR MARIETTA GEDDA.

NO ES UNA (OTRA) PELÍCULA DEL OESTEPOR REGINA LÓPEZ MUÑOZ.

No puedo pensar en la rebeldía de Jimmy sin recordar la debilidad de carácter de su padre; desafiándolo a ser valiente y fiel a sus principios e imponerse a una madre normativa más centrada en prohibir que en compren-der. Recuerdo la escena en la que Jimmy lo ve levantando del suelo la cena de la madre y le dice, «¡no la recojas!», él lo mira con una sonrisa infantil y continúa con su servil tarea. Quedo perpleja al observar que sobre su traje varonil lleva un delantal con blondas, tan femenino que da pena. El contraste es impactan-te. El título de esta película sí que hace honor a la ironía, ya que hay más de una causa para solidarizar con Jimmy como espectadora de espíritu rebelde. ¿El mítico modelo norteamericano? Una familia sorda y ciega que prefiere vivir escondiendo la verdad, evitando a toda costa los conflictos y centrada absolutamente en la apariencia de perfección. Defender el honor, ¿es cosa exclusiva de almas rebeldes? Bueno, en

una sociedad hipócrita y superficial, sin duda lo es, y aunque el costo sea alto nuestro héroe incomprendido lo asume con valentía. La prueba del acantilado, detonante de la problemática central –y muy primitiva en tanto se estrecha con la muerte y mide la hombría de dos líderes– opera como un rito de inicia-ción en el cual la generación adulta masculina está ausente, ignorando la trascendencia de la escena y de lo que está en juego, en la cual el grupo mide el liderazgo legítimo y decide en quién puede confiar realmente. ¿Pero qué es el honor? una palabra elegante y elevada, sólo atribuible a unos pocos, una especie de corona o medalla que se gana al enfrentar una prueba con integridad y fidelidad hacia uno mismo, un código que hace la diferencia entre un espíritu rebelde y una gran masa que sigue a unos pocos líderes, que, en el pasado, quizá fueron jovenzuelos rebel-des que pasaron la prueba del honor, la del rebelde sin causa aparente.

Ahora que estamos en una época de insustancial revival del western, con-viene recordar que las películas que trascendieron el género para entrar a formar parte del compendio de obras imprescindibles fueron precisamente aquellas que dinamitaron los esque-mas argumentales, estéticos e incluso filosóficos a los que se acostumbraba. Nicholas Ray fue uno de los directo-res que lo consiguió, con su 'Johnny Guitar' (1954).

Para empezar, por sus protagonis-tas: Vienna, una mujer –y no una cual-quiera: la escalofriante Joan Crawford– que sufre la inquina de una pusilánime

panda de provin-cianos liderada por la atrabiliaria Emma Small. El gran crimen de

Vienna no es sino haber levantado su saloon a las afueras del pueblo, a la es-pera de que llegue el ferrocarril con la promesa de la prosperidad. El afán por

destruir a Vienna envenena a Emma, y es este enfrentamiento en femeni-no uno de los elementos de transgre-sión, pues la mujer del western, hasta entonces, era la dama en apuros o el mero adorno.

Además, 'Johnny Guitar' se distingue por su poder visual, poco frecuente en los tonos terrosos del western: la fero-cidad del contraste entre los potentes colores del vestuario de Vienna y de su

local (pañuelo y labios carmesí, camisa amarilla, vaporoso vestido blanco sobre fondo de paredes verdes) y la inane grisura de la cuadrilla conforma una atmósfera inolvidable.

Y el Johnny Guitar del título –un an-tiguo pistolero, amor de Vienna en el pasado, que llega para echar una mano en el saloon– encierra la clave de otra de las razones que hacen de esta pelí-cula una joya: la profundidad psicológi-ca de los protagonistas y los hilos que los mueven y condicionan su carácter queda al descubierto en la impresio-nante escena en que Vienna y Johnny, reunidos por fin, consiguen matar sus fantasmas. La frase de Johnny «Mién-teme: dime que me has esperado todos estos años» forma parte ya de la Historia del Cine, a la altura de la ácida despedida de Rhett Butler.

«'La Bella y la Bestia' de los wes-terns», aseguraba el joven Truffaut de los 'Cahiers'. Como de costumbre, no se equivocaba.

«La mujer del ‘western’ era, hasta entonces, la dama en apuros»

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ta’, ‘La casa en la sombra’, ‘En un lugar solitario’, ‘Rebelde sin causa’, ‘Chicago, años 30’).–Defensa de la naturaleza, en donde se encuentran las energías y las respuestas a los graves problemas internos del ser y contraposición entre el mundo urbano, tecnificado y enfermo, y el mundo rural, natural y saludable (véanse ‘Muerte en los pantanos’, ‘Los dientes del diablo’, ‘La casa en la sombra’).–Postura antibelicista. La guerra no es solución para nada y sólo sirve para en-riquecer aún más a los poderosos (véase ‘Amarga victoria’).–Las soluciones para los desequilibrios emocionales, los problemas cotidianos, no deben ser tomadas de ningún manual, ni de ideologías o sistemas psicológicos, sino de la vida misma, quien, con sus vaivenes y avatares, va lanzando respues-tas que sólo unos pocos elegidos saben entender (véanse ‘Más poderoso que la vida’, ‘Rebelde sin causa’).

En resumen: un cineasta excepcional, que pudo ser más grande si le hubieran dejado. Su poderoso talento todavía nos maravilla por su estética personal, carga-da de sentimientos, su brillantez narrati-va, su decidida apuesta por los desfavore-cidos, la creencia en el poder regenerador del amor y su enorme vitalidad, pasión por la vida y coherencia moral. Todo ello impregnado con gotas de romanticismo, fascinación por los perdedores y crítica a un modelo de sociedad opulenta, pero deshumanizada. El rayo de Ray sigue brillando. | Antonio Gómez Hueso | Pieza gráfica: Sergio Sánchez

Se han cumplido recientemente cien años del nacimiento de Nicholas Ray, uno de los directores más singulares del Cine. Con sólo veintitrés títulos en su haber, Ray nos legó ocho o nueve obras maestras (a mi modesto juicio: ‘Los amantes de la noche’, ‘Llamad a cual-quier puerta’, ‘Johnny Guitar’, ‘En un lugar solitario’, ‘La casa en la sombra’, ‘Más poderoso que la vida’, ‘Chicago, años 30’ y ‘Los dientes del diablo’). El resto lo componen películas discretas, obras alimenticias, o bien proyectos mutilados por las productoras.

Es difícil encontrar otro caso pareci-do de un artista tan maltratado por la industria: tijeretazos a lo rodado, obras de encargo muy alejadas de sus intere-ses, malas condiciones de financiación, terminación de los montajes por otros directores, etc. Cuando a comienzos de la década de los sesenta decidió aban-donar Hollywood y trabajar en Europa tuvo además la mala suerte de toparse con otro productor sanguinario llamado

Samuel Bronston, que no colaboró para nada en la regeneración artística de Ray y le encargó dos filmes épicos, ‘Rey de Reyes’ y ‘55 días en Pekín’, ambos rodados en España, que apuntillarían para siempre la carrera de Ray, quien declaró, tras la segunda película citada, que nunca más volvería a hacer cine. No se le puede culpar de los atropellos que sufrió y de las mediocres cintas a los que dieron lugar, y sí vamos a recordarlo por sus auténticas obras maestras, casi todas del mejor cine negro.

La obra de Ray tiene algunas claves que le confieren calidad:–El enfrentamiento entre el mundo ado-lescente y el mundo adulto, la llamada incomprensión generacional. El rechazo frontal, a veces con violencia, de los va-lores de la experiencia (véanse ‘Rebelde sin causa’, ‘Busca tu refugio’, ‘Llamad a cualquier puerta’, ‘La verdadera historia de Jesse James’).–La soledad como elemento innato del ser humano. Para escapar de ella se usa

frecuentemente la violencia (véanse ‘En un lugar solitario’, ‘Más poderoso que la vida’, ‘Chicago, años 30’, ‘Johnny Guitar’).–Importancia de la noche. En la mayoría de sus películas aparece la noche como el espacio idóneo para las transforma-ciones vitales de sus personajes (premo-nitoriamente, su primera y gran película se titulaba ‘Los amantes de la noche’). Es el momento idóneo para el amor, las decisiones trascendentales, los sueños, la transformación, la esperanza…–Enlazado con lo anterior, pesimismo radical y tono crepuscular de sus puestas en escena, con momentos de gran brillantez técnica y magistral uso del colorido, sobre todo del rojo y del negro, con su gran dominio de la narrativa cinematográfica (véanse ‘Johnny Guitar’, ‘Rebelde sin causa’).–Simpatía por personajes marginales con secuelas paranoicas derivadas de un oscuro pasado. Es el entorno social quien produce delincuentes y seres traumati-zados (véanse ‘Llamad a cualquier puer-

Nicholas RayEL RAYO SIGUE BRILLANDO

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«Cine pasional, desde el que se da paso a la imperfección humana»

Cuatro ojos ven más que dos, o que dos-cientos mil, si los cuatro ojos pertenecen a ciertos tuertos: John Ford, Raoul Walsh, Fritz Lang y Nicholas Ray. Es la paradoja de que aquéllos que ilumina-ron la vida de los espectadores a través del ojo único, de la cámara, terminasen cubriendo con un parche negro el hueco inútil de su rostro. Es la metáfora de aquellos inventores cinematográficos que terminaron transformándose en cine, adaptando su físico a tal menester. Es el paradigma de aquél que dirigió la película sobre su propia muerte y que nos muestra las imágenes, reales, del aventamiento de sus cenizas sobre el agua: Nicholas Ray en ‘Relámpago sobre el agua’ o ‘Nick´s film’.

Su vida profesional comienza en el estudio de Frank Lloyd Wright y termi-na como patrón de un bar de copas en el Madrid de los 60, tras ayudar en su apocalíptico final a Samuel Bronston, el ultimo emperador del cine, en sus ‘Rey de reyes’ y ‘55 días en Pekín’; y tiene

el suficiente recorrido para dejar en el centro la dirección de dos docenas de

películas de las que resulta imposible apartar a alguna fuera del circulo de la perfección, el del clasicismo de Ho-llywood en su época dorada. Añadiendo la marca de ‘cine de autor’, que lo fue, mucho antes de que los europeos in-ventasen la etiqueta, además de hacer

añicos el esquemático cine de géneros. ‘Chicago, años 30’ es cine negro, es un melodrama y es un musical, todo a la vez. 'Johnny Guitar’ es una tragedia griega dentro de un western. ‘Rebelde sin causa’ es, como casi todas, una reflexión sobre el mal (y la compulsión para exteriorizarlo) que llevamos dentro y que, en determinadas circunstancias, nos conducirá al desastre. ‘Los dientes del diablo’ y ‘Muerte en los pantanos’ nos cuentan la difícil relación entre el hombre, entre los bienintencionados amantes de la naturaleza, y los resul-tados de su actuación sobre el medio natural, no siempre en línea con sus intenciones. ‘Más poderoso que la vida’ es el retrato de la destrucción personal y familiar a que la adicción puede con-ducir. Premonición o, quizás, la des-garrada realidad de un autor que sería consumido por todas las adicciones a su alcance: el alcohol, el sexo, el juego, los estimulantes…

Cine romántico, pasional, donde la aventura, la amistad, dan paso a la ex-quisita atención hacia las imperfecciones humanas, las que convierten en perde-dores a los personajes secundarios, a esos corifeos que se dejan matar por el amor, por el honor, y que guardamos para siempre en el recuerdo por encima de las historias, estupendas, o de los protagonistas supervivientes, que no felices. Salvo que seguir vivos sea lo más parecido a esa utopía llamada felicidad.

Actores que no estrellas, actrices

que no bellezas, y siempre la poesía, el delicado detalle que justifica la inmo-lación de los eternos John Carradine, Ernest Borgnine, Scott Brady (inolvida-ble ‘Bailarín’), Mercedes McCambridge (no hubo una mala mejor), Robert Ryan, Ward Bond, Gloria Grahame, y tantos otros que llenaron los planos de tal manera que las primeras figuras tenían que limitarse en gran parte a ver sus nombres encabezando el cartel.

De su obra, de su estilo, nos queda la afinidad por los asuntos que trata, humanos y universales, nos queda la piedad, la compasión, la empatía con todas las debilidades, las limitaciones personales que condicionan el devenir de todos y cada uno de sus extraordi-narios personajes. El tremendo respeto e influencia que debió transmitir a los actores y la maestría en los encuadres o en el manejo del color que llevaron al Cinemascope a identificarlo con el cine en su mayor y mejor expresión, la del espectáculo total.

De su persona nos quedan las leyen-das, muchas, y el afecto que tantos y tantos cineastas y cinéfilos le demostra-ron, y le seguirán demostrando. Dicen que algunos días, resaca mediante, con-fundía en la mañana, el ojo sobre el que debía colocar el parche de seda negro, y este aparecía aleatoriamente en uno u otro lado del rostro, del rostro del falso ciego. Dicen.

«El cine es Nicholas Ray. Si aquél no hubiese existido, éste lo habría inventa-do» (Jean Luc Godard). | Emilio Perianes| Pieza gráfica: Rocío Malavé

LOS CUATRO TUERTOS

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aparece muerta; Wilson, por la herma-na de un asesino; Farrell, por la bailarina del mafioso; McCloud, Dow y Leith, por la mujer del jefe; Vienna y Logan, uno por el otro, cuando eran almas perdidas en la inmensidad del desierto.

La fragilidad de Steele, ésa que Bo-gart mostraría al mundo por primera vez en su carrera («en las películas que hice con él, le quité la pistola de las manos», puntualizaría Ray), late cons-tante, sin descanso, en muchos de los protagonistas del cineasta norteame-ricano, y aflora ambigua ante los ojos del espectador. Que se lo pregunten a Joan Crawford cuando encarna a Vien-na en ‘Johnny Guitar’ vistiendo una camisa de blanco luminoso, con rostro alucinado, quizá temeroso, mientras le acompaña el brillo negrísimo de una pistola que apunta a su objetivo. Aquí todo oscila, hasta la claridad del bien y las sombras del mal. «El negro y el blanco se van combinando durante el metraje, son pingüinos», afirmaría Ray en relación a los personajes centrales de esta película. Y de cualquier otra. La soledad, la fragilidad de las emo-ciones, las mieles del amor, se acercan y luego se alejan. Todo ello lo sufrió Steele, envuelto en las brumas de la fotografía maravillosa del dos veces ganador del Oscar Burnett Guffey. «Sí, Nick, me encanta lo que veo», le dirían a Ray durante el rodaje de ‘Johnny Gui-tar’, «pero ésta es una película techni-color y todo lo que hay aquí es blanco y negro». | Miguel Pradas| Pieza gráfica: Irene Urbano

«La soledad, como afirmaría Ray, es el paso previo a la rebeldía»

A veces se ha dicho que los protago-nistas de la veintena de películas de Nicholas Ray no han sido más que uno: el guionista acerado de ‘En un lugar solitario’ (1950), Dixon Steele.

Inmortal en el rostro de Humphrey Bogart, hacia Steele se tornan las miradas cuando presenciamos el de-venir trágico del conflictivo policía Jim Wilson (‘La casa en la sombra’, 1951), del joven torturado Jim Stark (‘Rebelde sin causa’, 1955), del profesor enfermo Ed Avery (‘Más poderoso que la vida’, 1956), del abogado arrepentido Tho-mas Farrell (‘Chicago, años 30’, 1958). Steele, como Wilson, Stark, Avery o Farrell, se erige en actor visceral en las relaciones humanas, en espectador frustrado de su propia perdición, aco-rralado frente a la espiral del mundo. Y, con el aroma a desastre que emanaba de la figura de Steele, Ray escribió también su propio epitafio, el que se plasmó en ‘Relámpago sobre el agua’ (1980), polémico documental de su

muerte.El amor, con

Steele, es dolo-roso: «Maldita sea la herencia

del guionista», pensará la antigua estrella del rodeo Jeff McCloud (‘Hom-bres errantes’, 1952), al ver que su innegable carisma quizá no valga para echar el lazo a la mujer de sus sueños. Doloroso también para la enérgica Vienna y para el recio Johnny Logan

(‘Johnny Guitar’, 1954): un amor que se hace esperar en un western con obstá-culos polvorientos e innumerables. O para el exconvicto Matt Dow (‘Busca tu refugio’, 1955), cuyo ascenso a la cúspi-de social y el enamoramiento formaría parte, finalmente, de una montaña rusa. O para el capitán Leith (‘Amarga victoria’, 1957), enfrascado en una pug-na amorosa en plena batalla. Steele, Steele, Steele. Un síndrome. Esto es que como el que falla lo fácil y acaba metiendo lo más difícil.

La soledad, como entendió Steele y experimentaron los personajes de Ray, es el paso previo a la rebeldía. Steele, por ejemplo, quiso buscar un remedio para su aspereza mientras se dispo-nía a adaptar un best-seller del tres al cuarto. «La soledad es esencial para el desarrollo del hombre; existe en ella una carga de sufrimiento y un ansia de búsqueda que puede conducirnos a una actitud productiva», diría el cineas-ta. Es cierto, muchas de las películas de Ray podrían titularse ‘En un lugar solitario’, y siempre con ese eslogan que cortaba la cara del protagonista en el cartel: «The Bogart (o Ryan, o Cag-ney) suspense picture with the surprise finish».

Steele, Wilson, Stark, Avery, Farrell, McCloud, Dow, Leith, Vienna o Lo-gan: personajes todos que, al inicio del metraje, se hallan inmersos en el desamparo y que luego son espoleados. Steele, por la chica del guardarropa que

STEELE, STEELE, STEELE

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Arribo al mamotreto urbanístico y pseudogilista de Chiclana Costa, donde Montero Glez, inteligencia y nervio, prosa y fuerza literaria, habita y duerme su talento único. Cuentan que la literatura es oficio e intuición, y uno, poco ducho en ese oficio de hallar el duende, cree explicada razonadamen-te la causa por la que Montero Glez se dignó a novelar a Camarón de la Isla, Camarón nuestro que estás bronce y vinilo, y hacerlo con esa intimidad pública y arrolladora que era el grito trágico de José Monge; dicen que el Destino une verdades, y, en la imbri-cación del brillo con el oro, Roberto Montero González, Montero Glez, dio a la imprenta ‘Pistola y cuchillo’: ho-menaje/monumento narrativo al genio de la Isla. Un libro ajeno a la biografía pero impregnado de la esencia del personaje y de admiración: de cuanto transmite un creador a otro creador.

«Su historia, de alguna manera, era mi historia», confesaba antes de apu-

rar un pescado lascivamente enorme, flanqueado por una botella de agua de dos litros y un atún encebollao. A aquel escondido merendero, Caño Chanarro, nos condujo Montero como justifican-do un necesario aislamiento de las fies-tas literarias y sus mafias inherentes.

Pedimos corvina como quien pide ambrosía, y Montero Glez, barba de dos días, me sincera que le apasionan los carnavales, ole pisha viva cai, y así, con esa verdad, desgrana tras una leve interpelación sus rutinas de escritura. Cuando escribe toma apuntes, siempre dentro de ese paraíso gaditano que se le extiende desde sus ventanales; a veces se sienta en una venta nueva o en un parque, y esboza narrativas en silencio y practica la composición. Sus personajes los crea en tres movimien-tos, en sus legendarios tercios compo-sitivos.

Pero frente a esa rutina del oficio de escribir, Montero Glez expone que en ‘Pistola y cuchillo’, su novela

camaroniana, hubo de romper mucho papel, mucha tinta, hasta que encon-tró esa voz que la crítica ha acertado a nominalizar como una desgarrada contención. Sin embargo, Montero nunca está totalmente satisfecho de cuanto da a la imprenta, o eso dice con mirada inteligente disculpándose por no haber podido citarnos en la Venta de Vargas, donde yo difusamente me imaginé con él y con Iban Munárriz, sentados frente a una mesa baja y verde, fino en mano, y en búsqueda de la metafísica del fandango.

Llega el pescado, la corvina de ma-rras, servida por un gaditano pecoso y risueño, y celebramos que El Aleph ha reedita-do ‘Sed de champán’, su obra maldita y fetiche, una novela intensa en la que Montero Glez se reivindica en esa estirpe de creadores, únicos, que abarcan en sus alforjas líricas los hallazgos de Valle y de Lorca, quizá también los de nuestro admirado Umbral. Y es que con Lorca había mucha tela que cortar, pues el Lorca de Montero Glez es ese genio que conduce a «un punto del que nun-ca se vuelve»; el mismo del Charolito.

Comenzar ‘Sed de champán’ así, «El Charolito sólo se fiaba de su polla. Era lo único en el mundo que jamás le daría por culo», nos pone frente a una fuerza torera y desconocida de la lírica. No se la pierdan: por el bien de este arte.

MONTERO GLEZ ENTRE CAMARÓN, VALLE y LORCAPOR JESÚS NIETO.

«Es ese genio que conduce a ‘un punto del que nunca se vuelve’»

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«La mayor atracción de Rolle somos nosotros», nos confesó Anne-Marie Miéville. La verdad es que algo de razón lleva. La tranquila villa de Rolle se inscribe en apenas diez calles bajo la loma de una colina a orillas del lago Lemán, en Suiza, el país donde nunca pasa nada.

Lo cierto es que no las teníamos todas con nosotros. Por una parte estaba esa fama de huraño, loco, o eremita en su torre de marfil que tiene Jean-Luc Godard; por la otra la pre-cariedad con la que nos acercamos a él. Aparecimos en Rolle con una única pista: una dirección sacada de los cré-ditos de ‘Historie(s) du cinema’, la de la productora Sonimage, fundada por la pareja Godard-Miéville allá por 1973. En realidad, Sonimage es un bajo sin cartel en la Rue du Nord más parecido

por fuera a un garaje que a un centro de producción. Y claro, siendo sábado, esa persiana estaba bajada.

Al rato de estar sentados en una mesa del Cafe du Nord con las caras más largas que se recuerden en Rolle, una voz nos inquirió: «¿Qué estáis bus-cando?». Era Mario, nuestro impro-visado cicerone y ángel de la guarda. Se sentó con nosotros y, tras comen-tarle que veníamos de Barcelona para intentar hablar con M. Godard, nos apuntó el número de teléfono de su prima porque Jean-Luc «es un tipo muy serio y es mejor que habléis pri-mero con ella». ¿Y quién era su prima? Anne-Marie Miéville, la friendship of M. Godard desde hace 30 años. Y no contento con esto, el gran Mario se levanta y nos suelta: «Pero igual están en casa, voy a buscarlos». Nos deja

Encuentro en Rolle

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«El cine ha perdido ya su capacidad para asombrarnos»

una bolsa y sus gafas sobre la mesa y al cabo de diez interminables minutos aparece con su prima.

Nuestro agradecimiento a Mario es eterno. Fue él quien hizo las presen-taciones y rompió el hielo con bromas y anécdotas. Poco a poco, Anne-Marie se fue soltando y pidiéndonos información sobre los ‘indignados’ y el 15-M.

Nos aclara que, junto a su pareja, tie-ne tres casas en Rolle. Actualmente vi-ven separados, cada uno en la suya y la tercera es ahora mismo «territorio de nadie». El trabajo entre ambos surge de la complicidad de saber escucharse y, sobre todo, de la capacidad de asig-narse una parcela individual en cada proyecto. En ‘Après le réconciliation’, dirigida por Anne-Marie, Godard hizo de actor. En ‘Film Socialisme’, ella ha grabado la voz en off. ‘The old place’ la concibieron y la montaron juntos. En ‘Nouvelle Vague’, ella hizo la dirección artística… Entienden el trabajo en equipo como algo no intrusivo y saben que su mejor crítico es el otro.

Y de pronto… No puede ser, pero sí. Ahí está. Había-mos visto videos recientes de Go-

dard pero verlo en directo entrando al Cafe du Nord nos causó una tremenda impresión. Parece frágil, cansado. Se mueve lentamente, acompañado por Anne-Marie. Nos saluda y se sienta.

Casi temblando, la primera pregunta que planteamos versa en torno a cómo

ve el futuro del cine como arte. Su voz, ese francés gutural cascado por el humo de los puros, se asemeja ahora a la del ordenador de ‘Alphaville’: «El cine ha perdido su capacidad de asombrarnos. Igual que la violencia y los crímenes en la televisión. La TV ha ido engañándonos y hasta ha variado nuestro concepto de delante y atrás. En el cine, la imagen está delante; en la tele, detrás. Hay que recordar que el sexo está delante y el culo detrás. Todo se convierte en un asunto de agujeros de entrada y de salida, dispa-ros perfectos, tantos muertos… Oímos el relato y es como si lo hubiéramos vivido, nos emociona, pero no apren-demos nada».

«Por otra parte, el arte ha sido aniquilado por el resentimiento. Ya no hay reglas, todo vale. Esto me encan-ta…, pero lo que sucede es que, en la práctica, los que deciden qué es arte o qué es cine ya ni siquiera son cineastas o artistas. Philippe Garrel hablaba de la pobreza del artista. Hoy en día el artista que realmente no se vende a nadie ha de ser pobre, si es millonario y tiene reconocimiento social…, bue-no, ahí está Van Gogh».

Charlamos sobre las nuevas tecno-logías: «Yo llevo muchos años traba-jando con el digital. Pero ahora si no ruedas en ‘alta definición’, dirán que tu película es mala, que no vale. Es un lenguaje del dinero. Pero me asusta la alta definición porque todo está muy comprimido y eso de ‘alta’ me recuerda a la ‘alta’ sociedad, a un ‘alto

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comisario’, a la clase ‘alta’… Es muy extraño».

Introducimos de nuevo el tema de la ‘revolución’ y el movimiento 15-M en Europa: «Ni siquiera haría falta que abriera la boca para deciros lo que yo pienso… He vivido algunas. Una revo-lución no es más que… En mi época, las personas no podían aceptar una mutación que ponía al descubierto las verdaderas razones de una agonía inevitable a corto o largo plazo. Una verdadera revolución consistiría en que las personas llegasen a entender-se a partir de lo que han visto. Pero ahora todos somos imbéciles hipno-tizados por la televisión. Debe haber revoluciones primero en el amor, el momento en el que…».

En ese momento, aparecen en el café dos turistas y le sacan una foto. Cuando se marchan, Godard comenta enfadado: «Detesto esa costumbre de pararse en cuanto sitio se conoce a registrar para los demás que uno estuvo ahí, como si lo importante de los viajes fuera comprobarle a los conocidos que realmente viajamos. Es lamentable porque no tiene significa-do. Es acaparar imágenes porque sí. Son peores aún los que graban vídeo, seguramente porque han hecho un gasto mayor… Reunir a un público y aburrirlo con su narración. Es atroz, ¿no os parece?. Cada vez estoy más en contra de la cantidad infinita y dispa-ratada de imágenes».

Asentimos, pero él continúa: «Es como una condena; querer siempre lo

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«Los que deciden qué es cine ya ni siquiera son cineastas»

que no se tiene y no querer nunca lo que se tiene. Basta que alguien con-siga algo para que eso deje de tener interés. Supongo que la ambición nace de cosas como ésta, pero yo ni siquie-ra soy ambicioso: carezco de la fuerza precisa para desear constantemente. Sólo somos capaces de apreciar algo cuando lo hemos perdido… Ya no es lo real de un rostro, como en ‘El tiempo recobrado’ de Proust, es sólo una foto».

Y sigue: «¿Qué me sorprende más durante mis paseos por una ciudad? Lo más evidente: los teléfonos móvi-les. Hace unos años cuando veías por la calle a alguien hablando solo, creías que era un loco. Aquí, en la montaña, hasta hace poco, aún no teníamos cobertura. ¿Qué ha sucedido en estos diez años para que de repente haya tanto que decir? ¿Y cuál será la conse-cuencia? Sabes que puedes ponerte en contacto con la otra persona en cualquier momento y, si no puedes, te impacientas, te impacientas y te enfadas. El silencio de fondo ha sido

abolido. Supongo que se me incluirá en ese grupo de chiflados que, al comienzo de la

industrialización, pensaban que la má-quina era enemiga de la vida…, pero no concibo como nadie puede creer que sigue viviendo una existencia humana si se pasa media vida hablan-do por teléfono durante la mitad de su vida consciente. No, los teléfonos

móviles no prometen ser de gran ayuda para fomentar la reflexión entre el público en general. No sé, la gente puede crear cuando escribe un sms..., aunque ya no pueden hacer una frase como las de Balzac.

Sin saber que será la última pre-gunta del breve encuentro, le pregun-tamos cómo ve a los nuevos cineas-tas: «Es curioso…, me sorprende la cantidad de escuelas de cine que están proliferando como hongos. Hasta aquí en Rolle querían montar una y querían que yo…, en fin, el proyecto se fue al traste. Pero, ¿qué será de todos esos jóvenes? Además, los jóvenes parecen cada vez más viejos. Ya no se fomenta entre ellos ni la crítica ni el debate. Por otra parte, el cine como industria es trabajo y el trabajo impide cualquier tipo de confianza entre las personas. Es una condena que significa estar enredado ocho horas al día en algo que no importa, en algo que hace hinchar las cuentas bancarias de unos inútiles productores. Mientras tanto..., ¿por qué los viejos odian a los jóvenes? ¿Los jóvenes les hacen sentir envidia y odio? ¿Por qué no abrían de hacerlo? Puede ser. De todos modos, cuando uno se hace viejo, vuelve primero a la adolescencia y, al final, a la infan-cia. Así que… Eso está bien. Y hay un truco, una especie de solución senil: olvidarlo todo».

«¿Todo?», preguntamos. «Todo», y sonrió. | Miguel Blasco (con el infi-nito apoyo y la agradable compañía de N.)

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'El ansia' es una película perturbadora, tanto en su argumento como en el trata-miento formal, que pasó de puntillas por la galería de estrenos de principios de los ochenta, pero que a día de hoy tiene un es-tatus de culto para los amantes del género de terror. Dirigida por Tony Scott y basada en la novela homónima de Whitley Strieber, 'El ansia' introduce al espectador en una atmósfera de desasosiego continuo por el apresurado envejecimiento del personaje que interpreta el cantante David Bowie y por la temible presencia de la vampiresa encarnada por Catherine Deneuve. Una pe-lícula cuya belleza reside en sus pausadas secuencias de imágenes oníricas, afinadas con la ambientación en un recóndito y refinado Manhattan y una banda sonora que combina temas de Franz Schubert y de Iggy Pop. | Flor Gómez

‘EL ANSIA’Tony Scott, 1983

La evolución es el paso de un estado a otro de mayor desarrollo en el cual el sujeto am-plía sus habilidades. Podríamos pensar que a lo largo de sus más de cien años de vida, el cine ha evolucionado, ha elaborado técnicas y teorías. Podríamos pensarlo hasta que Vertov y ‘El hombre con la cámara’ nos abrieran, como si de un objetivo se tratara, de golpe los ojos. Y es que esta película de 68 minutos realizada en 1929 explora las posibilidades del cine con una maestría inconcebible para su temprana producción. La construcción de los planos, el ingenioso trucaje, el uso de la imagen fija frente al mo-vimiento y un impresionante montaje que sustenta el documental, hacen de ésta una verdadera obra de arte que nada tiene que envidiar a las actuales técnicas de rodaje. ‘El hombre con la cámara’ es evolución, des-pués, tal vez existencia. | Carmen Alcaraz

‘EL HOMBRE CON LA CÁMARA’ Dziga Vertov, 1929

Ante ciertas películas debemos olvidar nuestra costum-bre de opinar sobre la vida de los otros, sobre la fragili-dad y la herida. Y es que el cine de Jacques Audiard nos hace entrar en conflicto con personajes con una fuerte dualidad y ante los que conviene permanecer mudo, alerta, más que dispuesto a sucumbir ante la realidad menos amable. Sus protagonistas escalan lugares poco accesibles, repletos de tram-pas, de rechazo, marginados que se convierten en héroes a los que nadie aplaude. Aleja-dos del mundo intentan no ser oídos, no ser vistos, se disfrazan para huir y lo consiguen. Es entonces, cuando nadie mira, que deciden asumir su papel en la trama, entrando en acción, rompiendo las reglas, rebelándose como un acto de justicia personal, egoísta, necesaria. Y entre medias, el dolor, la música, los planos cortos, intensos, en ocasiones casi desnudos que nos hacen comprender, que en su filmografía no hay buenos y malos sino supervivientes.

«Marginados que se convierten en héroes a los que nadie aplaude»

J. AUDIARD: LA VIOLENCIA POÉTICAPOR ANNA LIEBHEART.

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Tomaz Pandur es considerado uno de los directores teatrales más innovado-res en la vanguardia cultural europea. Su última obra ‘La caída de los dioses’, homenaje a la película de Luchino Visconti, se representa hasta el 23 de octubre en el Matadero de Madrid.

Como el río del filósofo, la vida de Tomaz Pandur se encuentra en cons-tante movimiento. Desde que a los 16 años empezara a montar de forma amateur textos expresionistas euro-peos y tragedias clásicas ha incursio-nado en la ópera, el cine y la televisión o el ballet. Graduado en la Academia de Teatro, Cine y Televisión de Ljubl-jana, fue director del Teatro Nacional de Maribor –lugar en el que nació– y ha trabajado en ciudades como Nueva York, Hamburgo o México. Arribó a

España en 1990 con ‘Sherezade’ y ésta se ha convertido ahora en uno de sus principales puertos. Su personal visión del infierno de Dante fue aumentando su fama, pero han sido ‘Cien minutos’ y, sobre todo, ‘Hamlet’ –con Blanca Portillo como andrógino príncipe da-nés– las que han posicionado a Pandur entre uno de los creadores de culto de la península ibérica.

Sus producciones son grandes espec-táculos visuales en los que la luz, el so-nido y la escenografía crean ambientes sobrecogedores que se parecen más a un mapa interno de tensiones emocio-nales que a las tablas de un escenario común. Los espejos y el agua son dos de los elementos que participan de estos paisajes. En ‘Hamlet’, los muertos y los vivos se cruzan sin tocarse en el

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Hoy bajo los focos no declaman ganadores de premios Olivier, tampoco triunfadores en el Teatro Real ni en la Scala. Entre bambalinas no hay di-rector, no se necesitan tramoyistas para figurar otros mundos. Hoy todo resulta más sencillo, más humano. Apenas se han gastado unos instan-tes de la obra y no logro recordar el título. No importa demasiado. Si me apuras, me vale con el arrullo de las palabras, con los gestos restaurados en un millar de ensayos y los movimientos alegres aunque mecánicos de dos mujeres, ajenas al profesionalismo, que han conseguido levan-tar el castillo desde el que solía reinar en mis fantasías, y que tuve que abandonar cuando me secuestró lo que se esperaba de mí en la vida. Qué fácil sería nuestra función si no tuviéramos que complicarla. Fuera la realidad impostora; prefiero que me cuenten la historia dos abuelas que la aprendieron entre cambios de pañal y que hoy se suben al escenario de un pueblo sin nombre. No me importa el final, prefiero el principio: el arte y la vida como ilusión.

QUIERO ILUSIÓNPOR JESÚS PEÑA.

'La avería' propone un debate entre los conceptos de Ley y Jus-ticia. Habla del deseo de vivir de quienes, llegados a cierta edad, están casi desahuciados social-mente; de la pérdida de valores, del deseo de ser alguien, de la necesidad de tener identidad en un mundo que se empeña en ge-neralizar e igualarnos a todos. 'La avería' es un viaje ácido, crítico, irónico y, por momentos trágico, hacia las profundidades del hom-bre y de la sociedad que nos ha tocado vivir. | Teatro Cervantes

‘LA AVERÍA’Teatro Cervantes (30/09)

Tres personajes adultos en un am-biente mágico e infantil, la Noche de Reyes, en la cocina de la casa familiar. Tres hermanas que se ven obligadas a reencontrarse. Tres personas que han crecido juntas pero que ya no son lo que eran. 'Caramelo' es una historia de generosidad, empatía y cariño en su forma más cruda. Es una vuelta a la esencia. A descubrir si, al quitar el envoltorio que crea-mos para ser más adultos, el cara-melo que hay debajo nos permite seguir soñando. | T. Echegaray

‘CARAMELO’Teatro Echegaray (01/10)

mismo escenario, unos caminan sobre el agua y los otros sobre pasarelas, el subconsciente y el consciente.

Como todos aquellos que se atreven con la innovación, el dramaturgo cuen-ta con público ferviente, fervientemen-te detractor o fervientemente fanático. Para los primeros se encuentran aque-llos que apuntan la poca dedicación que el director presta a los textos. Para los defensores del dramaturgo es, sin embargo, en esa innovación estética donde se produce el nuevo emplaza-miento de la experiencia catártica.

Pandur entiende que las críticas se fundamentan –o justifican, según el lugar de la balanza– en su concepción del teatro como arte total. Un gran río alimentado por diferentes afluentes. La música, la escenografía, la danza, la ilu-minación o el texto no son más que los diferentes elementos que conforman la obra. Y asegura: «Si pones la música fuera de contexto, debe ser capaz de explicar la historia por sí misma. Lo mismo ocurre con las luces. Todos los elementos de la producción tienen la

misma importan-cia en principio, y tú tienes que componerlos y darles unidad».

Para que todos los instrumentos funcionen de modo colectivo e indi-vidual, Pandur elige a los mejores en su materia y dirige al gran equipo de producción como un gran director de orquesta. De director a director, Goran Bregovic ha sido el encargado de la

banda sonora en obras como ‘Cien minutos’ y David Delfín, del vestua-rio de ‘Hamlet’. Otro buen ejemplo de la importancia que da Pandur a la retroalimentación entre las diferentes disciplinas es Nacho Duato, con quien el flujo ha sido bidireccional: Duato participó en ‘Barroco’, mientras que Pandur lo hizo en el ballet ‘Alas’.

Pandur dice ser yugoslavo, aunque ahora en su pasaporte se lea Eslovenia. Esta sutil puntualización dice mucho de la mancha que la antigua Yugoslavia dejó impresa en sus habitantes. ‘Cien minutos’ es un montaje que toma como marco referencial la obra de Dostoi-evski ‘Los hermanos Karamazov’ para dejar en remojo los horrores de los conflictos balcánicos. Como los her-manos Karamazov, criados en culturas y lugares distantes, los seis países que integraban Yugoslavia tuvieron que convivir como hermanos con costum-bres e idiomas diferentes. La fuerte experiencia teatral que supuso para el público hizo a Pandur volver a creer en el teatro como vehículo para mostrar una realidad. La realidad presente de un recuerdo en el que «volver a nacer es la única esperanza».

Más allá de la violencia, el sexo o las estéticas autoritarias que aparecen en sus montajes, el mensaje del esloveno siempre tiene un fin luminoso, el renaci-miento hacia la verdad. Pero para alcan-zar la verdad primero hay que descen-der a los infiernos, un infierno plagado de reflejos del yo. | María Sánchez | Piezas gráficas: Laurent Wauquier

«Las producciones de Pandur son grandes espectáculos visuales»

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‘The West Wing’ se establece, casi desde la sombra televisiva, como uno de los puntales más importantes en la ficción internacional de los últimos años. La serie, ideada por el laureado Aaron Sorkin (quién después creó ‘Studio 60’, sobre el estado del mundillo de la televisión en América, y ‘La Red Social’, el filme que habla de los inicios y la consolidación de Facebook), se introduce de lleno en la política estadounidense y mundial narrando el día a día del gabinete de la presidencia de los Estados Unidos.

A priori, este punto de partida puede resultar tedioso para muchos aquellos acostumbrados a series emitidas por las grandes networks, pero si uno se introduce en ella paulatinamente puede alcanzar los niveles de excitación televisiva tan

sólo alcanzados por el visionado de las ‘The Wire’ o ‘Twin Peaks’. Palabras mayores.

Se trata de una serie, esta ‘The West Wing’, de personajes, sobre todo por la gran actuación de los actores, todos y cada uno increíblemente acoplados a sus roles. El presidente, Jed Bartlet (Martin Sheen), es el primero sin el cual no se entendería esta ficción y está interpretado de un modo magistral por el actor de ‘Apocalypse Now’, entre otras grandes, tanto que no extrañaría verlo en la lista real de presidentes de EE UU.

Porque Sorkin impregna de una inteligencia y creatividad a los personajes que la realidad se hace presente: cada capítulo de ‘El Ala Oeste de la Casa Blanca’ (su título en español, recomendamos de nuevo huir

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¿Qué hacer para combatir los envites del día a día? ¿Cómo intentar mantener a flote la imagen y el tirón que tenías hace años? ¿Es tan interesante la vida de un actor actual de cine como parece desde fuera? Y hablando de cine, ¿tienen algo que ver algo los quesos con el séptimo arte? En definitiva, '¿Qué fue de Jorge Sanz?'. Esa es la pregunta que nos plantea David Trueba en esta muy bienvenida producción española. Los entresijos del cine espa-ñol, la curiosa relación de sus protagonistas más destacados, el fantasma del glamour que existe en ese ambiente y, sobre todo, una mirada ácida, políticamente incorrecta y muy natural a la triste vida que puede quedar tras tanto éxito del pasado. Amadeo es uno de los nombres a tener en cuenta en esta ficción, un personaje que no tiene precio. La serie consta de 6 capítulos, 6 capítulos con los que verás la ficción española de otra forma, con otros ojos.

¿QUÉ fUE DE MI ÉxITO?POR ANTONIO RAyA.

«David Trueba nos plantea: ¿Qué fue de Jorge Sanz?»

«Los guionistas juegan como les da la gana con el argumento»

del doblaje) es un homenaje a cada una de las personas que hacen que ‘Bartlet sea Bartlet’. El elenco es bien amplio: Leo McGarry, mano derecha del demócrata Bartlet y amigo de toda la vida, su conciencia cuando la situación desborda al presidente; el equipo de comunicación, integrado por Toby Ziegler, al frente, un hombre de fuertes convicciones y amor por su profesión que le hace ser demasiado perfeccionista, con los errores que ello conlleva; Josh Lyman, sin duda uno de los caracteres más carismáticos de esta serie de siete temporadas; su ayudante Donna Moss, joven insaciable e incansable que traslada en demasía su vida privada al ámbito laboral; Sam Seaborn, defensor a ultranza de los derechos políticos y sociales y con un talento innato para los discursos; y CJ Cregg, la jefa de prensa de la Casa Blanca, que debe mediar no sólo entre políticos y periodistas, sino luchar con sus propios demonios internos que la atormentan a cada paso que da.

Los capítulos corales son todo un acierto: la primera temporada sirve para poner a cada uno en su sitio, para presentar

la serie y hacer que el espectador se sienta reconocido en cada uno de los personajes, porque aunque la vida real sea totalmente opuesta, al final del camino lo que cuenta son las decisiones humanas. Una vez se siente esa empatía con ellos, es cuando

Sorkin y su equipo de guionistas comienzan a jugar con el argumento y a darle vueltas y más vueltas al guión. En la política, y más aún en la que se lleva a cabo en el país más poderoso del mundo, hay riesgos..., y qué riesgos. Nos aseguramos unos finales y principios de temporada espectaculares, al que otras series son incapaces ni siquiera de previsualizar o imaginar. Y el estilo de Aaron Sorkin, como siempre, envidiable. Sólo él puede hacer que un diálogo de diez minutos sobre alguna ley que a nadie importa o interesa, con medio equipo del gabinete presidencial danzando por los pasillos de la Casa Blanca puede parecer más entretenido que cualquier otra cosa, y a veces hasta divertido. Y por supuesto, uno de los puntos fuertes de ‘The West Wing’ es la naturalidad de las escenas. Así, la gente que trabaja en el Ala Oeste se cruza en los pasillos y corredores, aparecen unos y desaparecen otros con una correlación de diálogos sencilla y atractiva. No existen, por tanto, cortes de escenas para cuadrar los cuarenta minutos habituales de las series actuales.

En resumen, ‘The West Wing’ es una de las mejores alternativas a las grandes existentes, incluso al cine que hoy en día se hace. Puede que no te guste la política, no importa, si eres de los que viste ‘Lost’ y te 'enganchaste', da una oportunidad a ésta, prueba con la primera temporada y verás el resultado. | Sergio Sánchez

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Una de las sensaciones de la tem-porada. ‘The Killing’ muestra el desarrollo de la investigación del asesinato de la joven Rosie Lar-sen, así como su impacto en su fa-milia, en una lluviosa y misteriosa Seattle. Remake de una produc-ción danesa de gran calidad, esta apuesta de la AMC por el drama consta de una primera temporada cuyo final ha puesto en alerta a sus espectadores, quizá por las expectativas generadas al princi-pio de su emisión, muy similares a la antológica ‘Twin Peaks’.

‘THE KILLING’Veena Sud, 2011

Original como pocas, ‘Wilfred’ es la historia de Ryan (Elijah Wood), un tipo al borde del suicidio que, aunque por más que lo intenta, no consigue su objetivo de quitarse la vida. Es cuando su vecina Jenna le pide que cuide a su perro Wilfred (Jason Gann), a quien Ryan ve como a un hombre disfrazado... El humor surrealista e incorrecto de esta serie y la amistad surgida entre este sucedáneo de can y el humano aseguran alguna que otra carcajada en esta apuesta de FX por la comedia veraniega.

‘WILfRED’Jason Gann y Adam Zwar, 2011

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En Chicago, mil novecientos noven-ta y cuatro, tras una agria discusión azotada por una turbulenta relación entre Jeff Tweedy y Jay Farrar, llena de altercados y miles de disputas verba-les, se disolvía una de las bandas más prometedoras de la escena country americana. Uncle Tupelo desaparecía y dejaba un puñado de buenos álbumes en sólo cuatro años de existencia. Desde entonces, a Jay Farrar no le ha acompañado la diosa fortuna. Apenas ha hecho un par de discos y el éxito no le ha venido a la zaga. Sobre Jeff Tweedy, la verdad, no podríamos decir lo mismo.

Tweedy se ganó la confianza del resto de miembros de Uncle Tupelo y

decidió continuar con lo que se estaba gestando para cristalizarlo en un nuevo proyecto que sería básicamente una continuación de lo anterior. Es así como nace Wilco. Palabreja que nace del acrónimo usado en aviación militar y comercial para dar y recibir instruc-ciones: «I will comply». Algo así como «cumpliré». «No deja de ser irónico que una banda de rock escoja un nombre así», comentaron en alguna ocasión.

Inicialmente parecía más una reanu-dación de Uncle Tupelo sin Jay Farrar. Sus dos primeros discos, ‘A.M.’, de 1995, y ‘Being There’, de 1996 (‘Mon-day’ es pinchado cada lunes por Ángel Carmona en ‘Hoy Empieza Todo’ de

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Country, Folk, Rock, Etc.

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Como si el hombre de Cromagnon cogiera guitarras eléctricas. ¿Pero esta gente no tocaban una especie de hardcore extraño? Una fiesta alrededor de una hoguera en la selva después de quemar los pecados. «Antes de las antenas ya había señales». Vitalistas, caóticos, multicolores. En una entrevista en ‘Disco Grande’ les escuché decir que lo grabaron bajo la influencia de Caetano Veloso y su Tropicalismo, y algo de eso hay en el fondo. ¿Mestizaje como Macaco? Algo interesante es que estos hardcoreros experimentales no han querido buscar el tópico, los ritmos, la melodía, sim-plemente se han dejado influenciar por algo que han sentido en todas esas canciones, algo escondido detrás de las clasificaciones, los estilos, los acordes, las claves rítmicas. Como diría Chomsky: «¿La estructura pro-funda de la música?». | Nacho Gutiérrez

‘ExPLOTA EL CUERPO’ Margarita, 2010

El 26 de septiembre se cumplen veinte años de la grabación del EP en directo 'Senda 91' de la extinta for-mación Héroes del Silencio. El disco apareció como un regalo para los fans editado en doble vinilo, de tirada limitada y con una espectacular portada obra de Pedro Delgado. Un fetiche que inició la frenética pulsión por coleccionar todo lo relacionado con la banda. En el in-terior aparecen impresas varias críticas ácidas vertidas por un sector de la prensa ante las que HDS respondieron con una contundente frase graba-da al revés. Sólo ocho temas que van desde la apertura con 'Hace tiempo' hasta el intenso cierre con 'Hologramas' pasando por el caos de 'Decadencia', dejando fuera el hit 'Entre dos tierras' en un deseo de mostrar otras ca-ras. Este EP, que no debió ser mas que una anécdota, es el reflejo en vivo del mejor momento del grupo, de esa época –sin tensiones internas– en la que fueron más Héroes que nunca.

DÍAS DE VINO y ROSASPOR DAVID DUEÑAS.

Me puse el disco, empecé a trabajar y sonó una extraña canción en castellano. Me que-dé paralizado. Ya la había escuchado en una película a capella y, aguantando la respira-ción, pensé que a Vini Reilly le debería de gustar. Me alegra que la gente que admiro se emocione con lo mismo que yo. Me pre-guntaba cómo sería la música original, qué acordes pasaban por la cabeza de Rebekah del Rio, la llorona de los ángeles. NO HAY BANDA. La Columna Durruti le pusieron la música que no suena y que podría ser cual-quier música. La de Vini tenía o la nuestra. ¿Me seguís?. Otro día, escuchando a Roy Orbison me di cuenta de que la canción es sólo una mala traducción del ‘Crying’ del gafapasta. De nuevo, me quedé paralizado. David Lynch me descubrió la canción tres veces y me regaló tres escalofríos. ¿Sabéis de lo que hablo?. | N. Gutiérrez

‘SOMEONE ELSE’S PARTy’The Durutti Column, 2003

«'Senda 91' refleja el mejor momento de Héroes del Silencio»

«El sonido Wilco regresará a finales de septiembre»

Radio3), así parecían. Wilco no con-seguía desmarcarse de la etiqueta de ser reconocidos como «los ex-compo-nentes de Uncle Tupelo». Y es en el si-guiente álbum, ‘Summerteeth’, donde empiezan a vislumbrarse los primeros síntomas de evolución y riesgo. A nivel musical, Jay Bennet adquirió más protagonismo (se incorpora en ‘Being There’) y en muchas ocasiones toma la batuta en la producción añadiendo riesgo al tan estable sonido country. A nivel de letras, sin duda, influyó la pésima situación matrimonial de Jeff Tweedy que derivó en sus textos más profundos y emocionantes: ‘A shot in the arm’, ‘She’s a jar’, ‘Via Chicago’.

Su mejor cosecha, y donde se acaba germinando lo que podemos entender como su propio sonido, se recoge en los dos álbumes siguientes ‘Yankee Hotel Foxtrot’, de 2002, y ‘A ghost is born’, de 2005. Y todo ello es visible en sus incontestables espectáculos en directo aplaudidos de forma unánime por crítica y público (y ya es raro eso). Buen ejemplo es su álbum en vivo,

‘Kicking Televi-sion’, grabado en Chicago en 2005. Pero si de verdad alguien quiere

entender el verdadero sentido de la banda, encontrará sus respuestas en el DVD ‘I am trying to break your heart’. Un documental que describe la graba-ción del primero de estos discos y don-de la banda no tiene pudor alguno en enseñarnos (absolutamente) todo. Su

poder de creación, capacidad artística, nivel técnico instrumental, sus relacio-nes personal y detalles como contem-plar lo difícil que es para J. Tweedy soportar las dolorosas migrañas. Y ante todo, que ya no son Uncle Tupelo o un grupo de country más. Ahora están más cerca del rock quizá que del folk, pero, sobre todo, están en el lugar que corresponde a aquellas bandas que escriben canciones que nos marcan para toda la vida. ‘Jesus etc’, ‘I’m the man who loves you’, ‘Hell is chrome’, ‘Spiders’ o ‘Hummingbird’.

La banda prosigue su marcha haciendo nuevos discos a pesar de algunas bajas tan importantes como la de Jay Bennet. Curiosamente falleció el día que la banda tocaba por primera vez en Málaga en el Teatro Cervantes en mayo de 2007. Editan ‘Sky Blue Sky’ en 2007 con temas como ‘Impossible Germany’. En 2009, ‘Wilco (the album)’ con la sensacional ‘You and I’, junto a la cantautora Feist. Aunque es cierto. Quizá no hagan discos tan redondos como los anteriores, pero han conse-guido algo irrebatible a estas alturas. Cualquiera podrá identificar su propio sonido, el sonido Wilco. Y ahora pasa que infinitas bandas suenan a ellos. A Wilco.

Del nuevo álbum, ‘The whole love’, para finales de septiembre, sólo co-nocemos el single ‘I might’. Habrá que esperar. Aunque algo será inevitable. Sonará a Wilco y eso nunca puede ser negativo. | Sergio Contreras| Piezas gráficas: Antonio Morillas

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La crudeza del invierno antequerano. Las pequeñas conquistas de las malas hierbas a los laterales de cualquier camino rural. El olor a jazmín, a girasol, a mazorca en verano; o a tierra mojada en otoño. El sonido del solano al mover el trigo ya seco o el de las golondrinas curioseando por cualquier rincón. El estallido de luz y color de la primavera. No hace falta pasear por la vega de Antequera para sentir todo ello, porque basta con recorrer las páginas de 'Las cosas del campo'. O de 'La voz que me llama'. O de 'Objetos perdidos'. Obras de José Antonio Muñoz Rojas, un Poeta con P mayúscula, que atrapa al lector hasta trasladarlo a su entorno rural. «Yo lo único que hago es sentarme y mirar», decía Muñoz Rojas, que siempre ha de-jado clara su pasión por el campo, por lo cotidiano, por lo sencillo y humano:

«Por qué me gustará tanto andar la tie-rra arada, sentir la tierra tanto. Andar, andar, aunque sea torpemente».

Muñoz Rojas se fue. Y lo hizo cuando apenas le quedaban unos días para cumplir un siglo de vida. Han pasado ya dos años desde que el Poeta que siempre tuvo a Antequera como norte de su pluma falleciera. Desde enton-ces, apenas se han dado unos cuantos pasos para no olvidar a una de las más grandes figuras de las letras malague-ñas y nacionales. Al congreso y expo-sición que se celebró en Antequera en octubre de 2010 le siguieron diversos actos en ciudades como Madrid, Jerez o Cambridge. Y su documental biográfico 'El Poeta sin tiempo' recorrió diversas ciudades, encuentros y festivales dando aún más a conocer al escritor de Ante-quera. Poco a poco, llegan más actos: el

MUÑOZROJASUN POETA CON P MAYÚSCULA

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Casi nunca es en vano el esfuerzo de mirar la moneda por sus dos caras. Gisbert Haefs nos aproximó en ‘Aníbal’ a la segunda guerra púnica desde la vertiente cartagi-nesa, ahora Santiago Posteguillo cuenta la historia reservando el protagonismo para Roma y su ejército, comandado por Publio Cornelio Escipión hijo. ‘Africanus, el hijo del cónsul’, primer título de la trilogía que narra la victoria romana sobre uno de los enemi-gos más temibles que jamás se adentró en el Lacio, conduce el resurgir del Águila, des-esperada por el poder de los Barca y cuyo único consuelo brotaba de la fina ironía de Plauto, merced al coraje y habilidad de un jovencísimo Escipión, forzado por las muer-tes de su padre y de su tío a combatir contra los cartagineses en Hispania y contra Fabio Máximo, dictador y cinco veces cónsul, en el Senado de Roma. | J. Peña

‘AfRICANUS, EL HIJO DEL CÓNSUL’Santiago Posteguillo, 2008EDICIONES B. 21'50€. 720 PÁG.

Reeditada en 2010 por Tusquets, 'Las ciegas hormigas', del autor vasco Ramiro Pinilla, se distingue, al paso de 50 años, como una obra moderna. Una carga de carbón desparramada por los acantilados de Getxo le sirve a Pinilla para diseccionar las tensiones latentes en el seno de una humilde familia, azotada por la necesidad y el infortunio. Estructurada con un estilo que recuerda al de la maravillosa 'Mientras agonizo' de William Faulkner, los distintos miembros de la familia van presentando sus impresiones por capítulos para configurar, finalmente, el desenlace de la historia, lleno de amargura. Pinilla seguiría esta misma línea narrativa en 'La higuera', una inolvidable historia sobre paraísos perdidos, juventudes lastradas y venganzas incomprensibles. | M. Pradas

‘LAS CIEGAS HORMIGAS’Ramiro Pinilla, 1960TUSQUETS. 19€. 320 PÁG.

¿Qué ocurre con los dioses cuando dejamos de creer en ellos? ¿Puede una deidad buscar un nuevo empleo? ¿Hay algo más allá de la eternidad de un ser? Estos son algunos de los interrogantes sobre los cuales gira en buena medida la obra del británico Neil Gaiman, un autor que bebe de las influencias de los más grandes y sabe aunar modernidad, tradición, realidad y surrealis-mo, conformando un universo tan propio como cauti-vador. Todo en él es raro y encantador, una lectura que se torna por momentos delirante y que nos presenta hechos cotidianos de una manera insólita y perturbado-ra, a través de personajes propios o reinventados que se presentan cada vez, como si fuera la primera, ante un lector que no puede más que esbozar una sonrisa a su llegada. Poéticamente salvaje, Gaiman ofrece al lector una mezcla de historias y ensoñaciones que pueden olerse, palparse y que deja en los labios un sabor parti-cular, el de la complicidad. Porque cuando sueñas que caes, a veces despiertas; otras, la caída te mata; y en ocasiones, vuelas.

EL SUEÑO DE GAIMANPOR CARMEN ALCARAZ.

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«Muñoz Rojas atrapa al lector hasta trasladarlo a su entorno rural»

próximo mes de noviembre la Universi-dad San Pablo CEU de Madrid realizará un congreso internacional con motivo del 60 aniversario de la primera edición de 'Las cosas del campo'.

También está prevista la creación de un museo con sus objetos personales y gran parte de su obra y de su inmensa biblioteca en su antiguo despacho de la antequerana calle Comedias, donde se ubicará la Fundación que lleva su nombre; mientras su Casería del Conde, el cortijo al que tanto amó y en el que crecieron sus hijos, se mantiene como el mejor recuerdo de Muñoz Rojas en sus casi cien años de vida que comenzaron y acabaron en Antequera: Pero que el escritor aprovechó para otras muchas cosas más que escribir poesía.

Fue un hombre de mundo. Tras estu-diar en colegios de Antequera, Málaga y Madrid, Muñoz Rojas fue universitario e investigador en Cambridge, a don-de viajó primero para realizar su tesis doctoral y más tarde para escapar de la Guerra Civil a través de Gibraltar, a bordo del Worcester, con un pasaporte

falso. Con un gran dominio del inglés y con interés por auto-res como Yeats,

Moore o Wilson, desconocidos casi en España, Muñoz Rojas volvió a Málaga al final del conflicto nacional donde cono-cería a su esposa, Marilu y se convertiría en impresor literario.

Volvería a Antequera, donde reha-bilitaría la Casería del Conde, pero

poco más tarde se marcharía a vivir a Madrid. Por un lado, por intentar dar a sus cinco hijos más expectativas de vida de las que podría tener en aquella época en tierras antequeranas; y por otro, porque fue llamado por el Banco Urquijo para que se pusiera al frente de la Sociedad de Estudios y Publicacio-nes, entidad a través de la que apoyó a numerosos jóvenes de la cultura española a lo largo de varias décadas. Y tuvo tiempo para dejar los trazos de tinta que se convertirían en algunos de los poemas más hermosos escritos en castellano.

Pero resumir los cien años de intensa vida de Muñoz Rojas es también dejar en el tintero numerosas anécdotas, palabras, gestos. Y muchas personas. Porque a su fiel amistad con Vicente Aleixandre o Dámaso Alonso, hay que unir su relación con autores tanto de la generación del 27 como de la del 36, a la que los historiadores suelen ads-cribirle. Y a un sinfín de nombres que van desde su encuentro con Unamuno hasta sus amistades en los años 40 con los que compartía tardes de ocio en su piso de calle Espalter de la capital madrileña hasta sus últimos paseos por el campo de la mano de la investigado-ra y secretaria personal Clara Martínez Mesa. Ella decía que para conocer a Muñoz Rojas había que pasear con él por el campo, recoger nardos, rosas. Nadie puede hacerlo ya, pero siempre nos quedará sentirlo en algunas de las más bellas páginas de prosa escrita en castellano. | Nacho Sánchez

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La noche no había sido demasiado buena, varias veces los ojos quedaron fijados al techo de colores invisibles. Al final había encendido la luz de la mesilla y había comprobado confuso cómo, sobresaliendo de sus bordes, descansaba allí la tesis doctoral del Dr. Gibarian sobre las vibraciones magnéticas en las formas mimoides del planeta Solaris. Mi mujer, en mi desconcierto no supe con seguridad si era ella o no quien dormía a mi lado, respiraba desde las profundidades de la que debía ser su vida.

Yo me levanté inestable, con ojos rayados por el sueño mal conciliado mientras no dejaba de pensar en el tocho de la mesilla. Por supuesto no recordaba bien qué hacía aquello allí. Intentaba encontrar una puerta que diese acceso a mi memoria reciente cuando me di de bruces con un sueño que me pareció muy reciente, muy cercano.

Lentamente había estado vagan-do por el espacio a bordo de una

nave que se dirigía a algún rincón no demasiado lejano de la galaxia. En un momento dado alguien me ordenaba salir afuera y reparar el generador de la microturbina del aparejo, que tenía algo enganchado. Salí al espacio con un traje de buceador interestelar bastante sencillo y ajeno a las últimas modas. Un modelo inspirado en los astronautas de principio de siglo. Va-gué por ese espacio en busca de algo enganchado en la microturbina. Allí, varado en mitad del solemne silen-cio, intenté encontrar en vano algún objeto extraño.

Como no veía nada propuse mi regreso al interior del tabernácu-lo, pero recibí órdenes de conectar la microvisión. El aparato era algo incómodo porque había que ajustarlo al ojo con extrema precisión si quería que fuese útil. Me mareaba un poco, pero una vez encajado vislumbré con perplejidad una forma diminuta que reconocí al instante a pesar de que era la primera vez que veía una. Me

hallaba delante de una de las mónadas de Leibniz. ¿Qué hacía una mónada de Leibniz enganchada en el fuselaje? La había reconocido por su insignificancia física –no tenía extensión alguna y sin embargo el microvisor la detectaba–. Resultaba de una densidad metafísica que me golpeaba como una sinfonía a todo volumen. Así podía entenderse el excesivo desarrollo de mi espíritu.

Rasqué sobre la nave y la mónada se desprendió. Aquella unidad mínima de sentido comenzó a rodar por el espacio hasta que tropezó con mi traje y quedó adherida a él.

Entonces se produjo el momento mágico, mi conexión se cortó y me di cuenta de que la nave se iba sin mí. Yo me había quedado abrazado a la mónada así que la envolví con todas mis fuerzas para no perderme definiti-vamente. La imagen era algo grotesca pues parecía un mendigo espacial acariciando la nada. En cambio yo me sentía medianamente bien girando sobre mi mismo y en contacto con aquella unidad mínima de sentido. Pensé en el Aleph de Borges y en la posibilidad de que la mónada y el Ale-ph compartieran alguna función en la vida, un lugar desde donde verlo todo. El caso es que seguía girando. En vista de que mi sueño era muy profundo decidí abortarlo, estaba harto de la deriva freudiana del gobierno y de la imposición de soñar obligatoriamente y registrar después el sueño para su interpretación, pero para eso requería de la contraseña. Debía encontrar un

número cifrado para salir de aquello y volver a la vida.

En el cajón, debajo de la tesis de Gibarian, había infinidad de papeli-llos con contraseñas, una para cada secreto, pensé con la claridad con que se piensa dentro de los sueños. Revolví cuanto pude pero sin ningún resultado. Podía intentar despertar a mi mujer, seguro que ella podía ayudarme, pero a estas alturas ya no sabía si ella perte-necía o no a los mundos en los que se encuentran las cosas. Desde luego yo nunca encontraba nada, y menos aho-ra. El caso es que seguía achicharrando a la mónada con mi abrazo exagerado. No quería perderla y como era tan pequeña me daba mie-do hacer cualquier movimiento que pudiese ocasionar el extravío fatal. Así me fui acostumbrando al giro azaroso de mi cuerpo celeste, lo que me per-mitía ver como me iba acercando a un planeta de color rosa que en seguida identifique con Solaris.

Estaba ya cerca de aquello cuando empecé a sentir la presencia magné-tica de su Océano multiforme. En una península estrecha pude ver, cuando ya estaba lo suficientemente cerca, como cobraban sentido algunos sinsentidos. Entonces acaricié con cuidado a la mó-nada y cerré los ojos sin saber si sería capaz de encontrar ya alguna clave que me permitiera saber qué hostias estaba o está pasando.

LA CONTRASEÑAPOR JOSEP M. SANCHÍS.

«Entonces se produjo el momento mágico: mi conexión se cortó»

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Art

e

‘Admiración’, 1899. Museo de Arte Moderno (MOMA), Nueva York.

Cannes, 8 de febrero de 1956. David Douglas Duncan, fotoperiodista de re-conocido prestigio internacional, detie-ne su automóvil frente a La Californie, residencia de Pablo Picasso. Guarda un anillo especialmente hecho para el ar-tista, quien aprecia el gesto y le permite la entrada a su casa, a su estudio y a su vida…, la misma cosa.

'Picasso crea. A través de la cámara de David Douglas Duncan', exposición que el Museo Picasso Málaga le dedica hasta el 25 de septiembre, consta de 115 fotografías tomadas entre 1956 y 1961 en un inacabable diálogo con otras 77 obras picassianas que podemos reconocer fácilmente en las imágenes tomadas por Duncan. El recorrido se completa con el testimonio del propio

Duncan, recogido en un documental en el que recuerda algunas de sus con-versaciones con Picasso, enfatizando libertad con la que se le permitió hacer su trabajo.

La villa La Californie es estudio y vivienda familiar al mismo tiempo. Al salón, protagonista de la obra de Duncan y Picasso, siempre le acompaña grandes ventanales al fondo, testigos de estos 'paisajes interiores'. Así, no sólo nos adentramos en la intimidad de Picasso, sino también en la com-prensión de sus procesos creativos, percibiendo su casa- taller como un microcosmos. Claude Ruiz-Picasso, hijo del artista, asegura en el libro editado con motivo de la exposición: «Lo que se ve es real. Es verdad. Era todo sencilla-

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A proposito de las exposiciones del MPM.

Pablo Picasso.Ventanas al exterior

'

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La exposición 'Diego Rivera, cubista. De la Academia a la Vanguardia. 1907-1921' invita a conocer la obra cubista del reco-nocido pintor mexicano Diego Rivera, considerado como uno de los más importantes pintores americanos del siglo XX, y ofrece una oportunidad única de disfru-tar de las obras del maestro en su acercamiento a las vanguardias y al cubismo. Esta muestra expone una treintena de obras, muchas de ellas inéditas, realizadas entre 1907 y 1921. | MUPAM

DIEGO RIVERAMUPAM (hasta 28/08)

La propuesta ‘Dios se ríe en las alturas' trata sobre la delgada línea entre admirar mucho a al-guien o fanatizarse. Esta serie de videocreaciones experimentales de la artista María Cañas plantea la posibilidad de especular con cierta ironía y humor. Se trata de un collage polisémico intercul-tural que apela a las diferentes sensibilidades y bagajes vitales delos espectadores, con el fin de percibir las imágenes y reivindi-carlas como contexto creativo y poético. | Galería Isabel Hurley

MARÍA CAÑASGalería Isabel Hurley (hasta 19/09)

Guillermo Pérez Villalta se presenta en el CAC Málaga con una selección de pinturas y dibujos inéditos realizados en la última década. Defensor de la belleza y del placer, el artista se inspira en ‘Las metamorfosis de Ovidio’ para articular la exposición en cuatro grandes temas: asuntos bíblicos, luchas, el patriarcado y el mito del artista. Su trabajo se nutre de discipli-nas como la historia del arte, la arquitectura, la música o el cine. En sus obras, siempre figura-tivas, encontramos referencias constantes al surrealismo de Dalí, al arte oriental, al barroco o a la pintura romántica alemana, huyendo de cualquier representación realista y expresionista. Sus trabajos prescinden de artificios para ofrecer al espectador una pintura filosófica y con gran-des connotaciones autobiográficas. Con esta muestra el artista tarifeño quiere que el visitante descubra su modo de reflexionar y de elaborar las obras, cargadas de detalles y sutilezas.

‘LAS METAMORfOSIS y OTRAS MITOLOGÍAS’POR SUSANA HERMOSO-ESPINOSA GARCÍA.

«Los trabajos de Pérez Villalta ofrecen una pintura filosófica»

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mente natural, su presencia también. Ni se hacían preguntas ni había tabúes». Llegamos a una conclusión: Picasso no distingue entre vida, trabajo y obra. Y así lo ha demostrado a lo largo de su vasta trayectoria. Retrocedamos en el tiempo…

'VIÑETAS EN EL FRENTE'Es 8 de enero de 1937 y Picasso comien-za 'Sueño y mentira de Franco', punto de partida de 'Viñetas en el frente', otra exposición temporal que ocupa las salas del Museo hasta el 2 de octubre. Si la vuelta de Picasso a España en aquellas fechas era algo impensable, en vera-no de 1937 se celebraría en París una Exposición Internacional bajo el título de 'Des Arts et Techniques dans la Vie Moderne', pidiéndosele al artista su apoyo y participación con la creación de una obra mural expresamente conce-bida para el pabellón de la República: nacería el 'Guernica'.

Coetáneamente a dicho encargo es cuando el artista malagueño empezó a trabajar en 'Sueño y mentira de Franco',

dos planchas di-vididas en 9 viñe-tas cada una, a modo de cómic, con ilustraciones

contra el levantamiento militar de julio de 1936 destinadas a obtener fondos para la causa republicana con su venta durante la Exposición Internacional. La edición se componía de los dos graba-dos –en los que se ilustraban la barbarie y destrucción de la guerra– y una hoja

con el texto manuscrito de un poema (en su reverso las versiones tipográfi-cas en español y francés). La carpeta, editada por Picasso, se expuso en el pabellón español, exactamente frente al 'Guernica'.

De este modo, el proyecto curatorial de 'Viñetas en el frente', consiste en un «análisis histórico y artístico de la obra que permite ver tanto el compromiso del artista como su fuerte vinculación con la narración ilustrada del momen-to, pero a medida que avanzaba el tema vimos que más allá de esta rela-ción la obra en sí tenía un gran poten-cial que había quedado eclipsado por la potencia del Guernica», comentan Salvador Haro e Inocente Soto, comi-sarios de la exposición junto a Claustre Rafat i Planas.

La propuesta es establecer un diálogo entre la obra 'Sueño y mentira de Franco' y el lenguaje gráfico y visual de la propaganda de guerra durante la contienda civil española. La idea del montaje es desglosar el grabado viñeta a viñeta, relacionándolo a su vez con las aleluyas (aucas) políticas de la época como con los trabajos de ilustración política, cuyos autores supieron ver en las artes visuales la más eficaz arma de combate. De este modo, disfrutamos también de carteles, fotomontajes, ilustraciones, dibujos y fotografías de artistas como Grosz, Hearfield, Renau, Centelles, Bagaria, Brangulí, Amster, o Toño Salazar, así como de los grabados de 'Los desastres de la guerra' de Goya. | Silvia Álvarez Mena

«Conclusión: Picasso no distingue entre vida, trabajo y obra»

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tori

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Con tipos de metal fundido, bañados en tinta oleosa y rematados en roma-na, comenzó, el 18 de septiembre de 1851, a imprimirse la historia de una América que buscaba un futuro dis-tinto y donde ya empezaba a intuirse el horizonte fratricida entre el Norte y el Sur.

La Guerra de Secesión (American Civil War, 1861-1865) aceleró el uso de la información como necesidad vital y los medios de comunicación, próximos en el tiempo a su destape frente a las masas, se sirvieron de los avances de la tecnología para convertirse en parte diario de lo ocurrido en el frente.

En esa vía hacia la contemporanei-dad apareció una de las cabeceras destinadas a cambiar las bases del pe-riodismo: 'The New York Times' (NYT). El 'Times', con más de un centenar de premios Pulitzer a sus espaldas, es el

tercer periódico con mayor circulación en Estados Unidos, por detrás de 'The Wall Street Journal' y del 'USA Today'. Tradicional en su estilo y liberal al modo americano, pertenece desde 1896 a la familia Ochs, dueña también de otras 18 cabeceras en el país, entre las que figuran los prestigiosos 'The Boston Globe' o 'The International Herald Tribune'.

Desde que tomara el camino para alejarse del amarillismo mórbido de nombres como Pulitzer y, sobre todo, Hearst, el NYT predica con el dogma deontológico, junto a otros ilustres como el 'Post' o el 'Times' de Londres, que junto a su homónimo estadouni-dense fue tiempo atrás estandarte de la urbanidad y la integridad moral. Pero, hoy día, la historia es bien distin-ta, debido, principalmente, a la entra-da en escena de Rupert Murdoch, junto

NYT 160

a Pulitzer y Hearst el tercer personaje más importante de la historia de los medios. Mientras la compañía de Nue-va York ha seguido firme en su ejercicio de responsabilidad cívica y democrática –con algún que otro escarceo bastante sonado perdido entre sus archivos–, el magnate australiano, dueño de la ofici-na británica, ha condenado a la profe-sión al abismo ético y a la delincuencia sibilina, cruelmente retratados en los phone-hackings dirigidos por Rebekah Brooks y su 'News of the World'.

PAYWALLEn 2005, también en septiembre, el 'New York Times' inició la aventura hacia el pago online a través de un pro-grama nominado TimesSelect. La pre-sencia del NYT en la red había sido po-derosa desde mediados de los 90, pero no tanto como para sentar cátedra, por lo que en 2007, a pesar del entusiasmo inicial, la compañía acabó cediendo a la presión de lectores y columnistas, molestos por el menor alcance de sus textos, y volvió a la gratuidad. Tras el fiasco, el acceso libre a los contenidos web ha sido la norma hasta la llegada del Paywall en la primavera de 2011. El ‘muro de pago’ grava económicamen-te a partir de la vigésima visita, en un mes, desde un punto de acceso único. El precio, 25 euros al mes. La apuesta está siendo un éxito y en apenas cuatro meses de vida el diario ha alcanzado los 224.000 suscriptores online, ade-más de unas 60.000 peticiones para tablets. | Jesús Peña

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EL HOMBRE Y LAS HUELLAS DE SU MENSAJE

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El librero, a mi pregunta sobre ‘Escritos sobre arte’ de Jean Dubuffet, me res-pondió que conocía en persona al propio Dubuffet. Después, cambiando de tema, me ofreció un libro de Toulouse-Lautrec. Respondí amablemente al señor que no me interesaba, y le interrogué de nuevo por el libro de su amigo Dubuffet.

Entonces se adentró en la cueva que es su tienda, y a la luz de las velas coloca-das sobre el escritorio y cualquier otro lu-gar plano de temeraria forma, se inventó los nombres de los libros colocados en las estanterías. Las velas no alumbraban suficientemente, y en la penumbra dijo: «Rembrandt, Picasso, Monet… No, no lo tengo. Lo he vendido esta tarde».

Me despedí del librero, que cuida-ba con algún orgullo una librería sin electricidad y destrozada durante su larga ausencia, a causa de los robos y de las señoras que ofrecían comida a los gatos a través de los cristales rotos. Pasaré otro día y volveré a preguntarle

por el libro. Quizás se lo invente entre las sombras de las velas. Y quizás entonces pueda yo comprender su quimera, y sea capaz de llevarme el libro que busco, que puede ser cualquier otro, a casa.

En la película ‘En el curso del tiempo’, de Wim Wenders, un personaje excla-maba: «...me siento como alguien que tiene un tiempo tras de sí, y ese tiempo es mi historia». Pero esa historia puede convertirse también en una simulación constante en el presente, no ya un tiem-po tras de sí, sino un tiempo siempre en sí. Un librero que inventa su mercancía sobre la marcha, que inventa sus amis-tades con los autores de los libros, y que hasta inventa también sus ventas.

Consideremos al librero afortunado si aún trajinando su tiempo a cada rato, entre tanto desorden, es capaz de creer cuidadosamente que es ese tiempo lo que le ha ocurrido.

Que el sueño de su razón produzca libros.

Un tiempo siempre en sípor JUAn GABrieL peLeGrinA.

HACiA LA tormentA Y mÁs ALLÁpor isABeL Bono.

Cuando salgo de una librería elijo para volver el camino más largo. También dejo el ascensor para otro momento. Leer mientras se sube una escalera es muy peligroso, pero las pequeñas penitencias merecen la pena. ‘Heridas causadas por tres rinocerontes’ me pareció un milagro: era muy difícil contar lo que Fernando Sanmartín cuenta sin caer en ñoñerías y autocompasión. Siempre voy con retraso, ya lo he dicho, así que ahora llego a ‘Hacia la tormenta’. Palabras como, apuntes des-orden insatisfecho hallazgos protección sin prisa alguna, me resultan extremada-mente familiares. Cada libro que llega a destiempo me sacude doblemente, por el encuentro y por el tiempo perdido. Mira que si hubieras muerto sin llegar a leerlo, dice mi porcentaje dramático. Como si eso importara después. Pero sí importa, porque tengo la ilusión de que moriré más conforme. Bah, he visto el azul de los témpanos, bah, he leído a Kafka, podré decir. Podré decir bah, si es que eso existe.

‘Hacia la tormenta’ es el antidiario, no hay fechas, no hay orden, sólo frag-mentos. La generosidad de este santo, Sanmartín, descorre las cortinas y nos abre la ventana, como haría un holandés, para que curioseemos su vida. Y nada me alegra más que encontrarme con el nacimiento de Yorgos, al que ya conocía por ‘Heridas...’, verlo nacer ahora, a des-tiempo, sabiendo su final feliz, su no final de niño que sigue creciendo entre la nieve y los erizos que custodian el estómago de su padre. Es muy difícil contar así, como él dice, anillando un poco de literatura a lo cotidiano. Porque, al final, lo que busca-mos en un libro es que ese libro hable de nosotros, no de vampiros ni espadachi-nes. Que nos hable de lo que no sabíamos de nosotros, o de eso que intuíamos y no sabíamos poner en palabras.

Es eso, sólo hay eso, no hay grandes gestas y si las hay no me interesan lo más mínimo. Hay lo cotidiano, la vida. Y regis-trar esa santa vida por gusto, amén.

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Cuando hace dos décadas comenza-ba a avistarse la potencialidad de la comunicación en internet, pocos escu-chaban a quienes advertían de la cen-sura online. Sin embargo, la represión cibernética en China se ha consolidado y su reciente utilización muestra el temor del régimen a una nueva ‘Revo-lución del Jazmín’ en el país.

Restricciones de acceso, limitacio-nes en el flujo de mensajes o privacio-nes de libertad en la vida real se han convertido en las principales armas de censura contra ciberactivistas, periodistas o ciudadanos de a pie que deciden utilizar las nuevas tecnolo-gías como baluartes de la libertad de expresión.

Es claro, por tanto, que el nuevo ho-rizonte de la censura se encuentra en internet. Frente a ella, los microblogs son el subterfugio utilizado por miles de personas para luchar contra la cen-sura en el dragón asiático. Además, las redes sociales más conocidas en el

mundo occidental, Twitter y Facebook, ofrecen la posibilidad de crear debates instantáneos seguidos por infinidad de ciudadanos chinos que luchan contra la represión a través de mensajes cortos.

Según el China Internet Network Information Center, en 2010 había más 420 millones de usuarios chi-nos de internet, que sufren a diario limitaciones de acceso a contenidos. El principal arma contra la libertad de expresión es el ‘Great Firewall’, un gran cortafuegos que se creó con el fin de evitar informaciones no gratas para el gobierno.

El cortafuegos y la presión policial han generado un movimiento opositor formado por una ciudadanía con ansia de conocer y difundir información en la red. Así, si la de Túnez fue la revolu-ción de WikiLeaks y la de Egipto fue la revolución Facebook, ¿Desencadenará también internet una revuelta ciuda-dana en China?

CensUrA ‘onLine’ en CHinA: vieJAs fórmULAs, nUevAs estrAteGiAspor rUtH De frUtos.

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KMÁLAGA Café Negro, Café con Libros, Café del Viajero, Librería Luces, Centro Cultural Provincial, Galería Alfredo Viñas, Ancora, CAC Málaga, Cincoechegaray, Galería Isabel Hurley, FNAC, Hotel del Pintor, Café Citrón, Ateneo, La Casa del Libro, Fundación Picasso, Café Alamos 38, Clandestino, Galerías Goya, Instituto Municipal del Libro.

UNIVERSIDAD DE MÁLAGA Comunicación, Filosofía y Letras, Psicología y Educación, Empresariales, Industriales, Informática, Telecomunicaciones, Medicina, Derecho, Aulario López Peñalver, Aulario Gerald Brenan, Bellas Artes, Biblioteca General, Rectorado.

RONDA Museo Joaquín Peinado.

FRIGILIANA Casa de la Cultura, Galería Krabbe.

RINCÓN Café La Galería, Café Bar Marlin.

JAÉN Librería Metrópolis, Café Deán, Café del Consuelo.

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