los manuales de historia en la rusia de...

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I Los manuales de historia en la Rusia de hoy Wladimir Berelowítch* ¿iVlicnten los manuales de historia rusos como mentían sus recientes antepa- sados soviéticos? No discutiremos aquí el término "mentira" y sólo lo utilizare- mos en el sentido comiln con el que se ha utilizado, en particular en Europa del Este durante la época de los regímenes comunistas, por ejemplo en Ciliga, Sou- varine, Bulgákov o Solyenitzin. Tal como lo observaron algunos analistas del fenómeno comunista, entre los cuales quisiera mencionar con reconocimiento a Alain Besangon,' la amplitud, la profundidad y, sobre todo, el carácter deter- minante de dicha mentira ideológica fueron tales que su tendencia fue eliminar el criterio de verdad. LAS VERDADES SOVIÉTICAS Ahora bien, este criterio fue y sigue siendo fundador del discurso histórico, como se sabe desde Tucídides, Polibio o Cicerón. Precisamente, de todas las ciencias humanas y sociales, la historia fue sin duda alguna la que en la l'RSS fue objeto de máxima atención por parte del régimen político: su importan- cia fue tal, en efecto, que suscitó la actividad normativa de los más altos diri- gentes del país, y se recurrió a ella en ocasión de varios grandes virajes del ré- * Traducción de Arturo Vázquez Barrón (CPTI/c;Cc:-IFAI,). ' \'er las páginas profundas que consagró a este problema en Court Traite (íe soviélologte á l'usage des aulontés civiles, militiiires et reügieuses. Hachette. 1976, p. 117-119, l^s ortffiíes intellecluelles du léninisme, Cal- mann-Lé\y, 1977, cap. XIV, «Mensonge et lérité». p. 251-261, y Iji h'alsifuation du liien. Soloiirc et Omrell, Julliard, p. 174-181. 57

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  • I

    Los manuales de historia en la Rusia de hoy

    Wladimir Berelowítch*

    ¿iVlicnten los manuales de historia rusos como mentían sus recientes antepa- sados soviéticos? No discutiremos aquí el término "mentira" y sólo lo utilizare- mos en el sentido comiln con el que se ha utilizado, en particular en Europa del Este durante la época de los regímenes comunistas, por ejemplo en Ciliga, Sou- varine, Bulgákov o Solyenitzin. Tal como lo observaron algunos analistas del fenómeno comunista, entre los cuales quisiera mencionar con reconocimiento a Alain Besangon,' la amplitud, la profundidad y, sobre todo, el carácter deter- minante de dicha mentira ideológica fueron tales que su tendencia fue eliminar el criterio de verdad.

    LAS VERDADES SOVIÉTICAS

    Ahora bien, este criterio fue y sigue siendo fundador del discurso histórico, como se sabe desde Tucídides, Polibio o Cicerón. Precisamente, de todas las ciencias humanas y sociales, la historia fue sin duda alguna la que en la l'RSS fue objeto de máxima atención por parte del régimen político: su importan- cia fue tal, en efecto, que suscitó la actividad normativa de los más altos diri- gentes del país, y se recurrió a ella en ocasión de varios grandes virajes del ré-

    * Traducción de Arturo Vázquez Barrón (CPTI/c;Cc:-IFAI,).

    ' \'er las páginas profundas que consagró a este problema en Court Traite (íe soviélologte á l'usage des aulontés civiles, militiiires et reügieuses. Hachette. 1976, p. 117-119, l^s ortffiíes intellecluelles du léninisme, Cal- mann-Lé\y, 1977, cap. XIV, «Mensonge et lérité». p. 251-261, y Iji h'alsifuation du liien. Soloiirc et Omrell,

    Julliard, p. 174-181.

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    gimen, un poco como un espacio virtual sobre el cjue la actualidad política se

    proyectaba o se leía en contrapunto. No nos detendremos en esta constatación,

    debido a que es bien conocida y la han explicado los observadores e historia-

    dores más perspicaces del mundo so\'iético: un régimen cuyas construcciones

    legitimantes descansaban en una idea de la historia, en un conocimiento

    autoproclamado de la verdad histórica, y cuyas prácticas debían de reproducir

    y verificar dicha verdad, evidentemente no podía permanecer indiferente a la

    manera en c|ue se escribía -y se enseñaba- esa historia.

    Son justamente las cuestiones de enseñanza de la historia, y en especial la

    de los manuales, las que dieron pie a im "gran giro" historiográfico. que, desde

    19.^1, se extendió por más de diez años.- La dirección del país afirmó la nece-

    sidad de dotar a las escuelas secundarias y superiores con manuales de historia

    en 19.1\ desde antes de las famosas directivas de Stalin, Jdanov y Kirov, publi-

    cadas en 1934. Kl sentido de este viraje era el abandono de una concepción

    marxisra "pura" o radical, propia de Mijaíl Pokrovski y tachada de "esquema

    sociológico desnudo", en el que la cronología, los acontecimientos y los hom-

    bres quedaban de alguna manera disueltos en las "ciencias sociales". Se regre-

    saba a ima enseñanza de la historia tradicional en sus formas, pero dotada de im

    nue\() contenido. Recordemos igualmente que la aparición en 19,^8 del Curso

    piíiitiKil(lehhlorui (Idpait'ulo (omiinistíi impuso un marco conceptual obligatorio

    y permaneció prácticamente sin cambios hasta principios de los años 1980, sin

    contar \ arias actualizaciones posteriores. A semejanza de este texto de referen-

    cia, los manuales de historia escolares eran, cada imo en su ni\el, únicos para

    toda la rRSS, ya que sus variantes nacionales, redactadas en las lenguas \er-

    náculas, no eran sino copias de im mismo modelo.

    El resultado de esta elaboración fue un extraño híbrido de ideología marxis-

    ta muy simplificada y de nacionalismo, al combinarse las "formaciones" econó-

    - Síibrc la liistciri(>f;rat'ía s()\ Íctica pueden consiiltar^ic en particular las chras occidentales siguientes:

    Konstantin K Shteppa. Riissitins Hiíloiians iintl the Soviet Slatt. \e» Brunswick, Rutgers \m\. l'ress, 1%¿:

    Re^ritingRuí^iinn His/ory. Nueva \brk. ed. (lyril Black, I9.S6; Naney W. Heer, Polilir.uiiu/Histon iniheSoviet

    I ilion, Oaniliridge, Londres. Mil Press. 1971; Winrloícs oii thr Russitin Piisl. Esstiys on Smiel Hislono¡iniphy

    siiH'f Stiiliii, (lolombus. Ohio. ed. .Samuel Barón, Nancy Hcer, 1977; J. Hosler, Dieso^jelisrli Gesiliiiht-

    Wissensiiuifl. 19.S.Í|)is IWl, Munich. IW.S.

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  • I .■^

    I micas y sociales ("feudalismo", "capitalismo" e "imperialismo", "socialismo")

    con una \isión nacional de Rusia -Estado y nación-en su larf;a e\oliición. El con-

    tenido ideal de un relato histórico debía ofrecer, en efecto, todos los signos de

    una fusión perfecta entre el esquema internacional (universal), heredado del

    marxismo, y la historiografía rusa tal como se había constituido en los siglos \'\I

    al XIX bajo el impulso de la monarquía o en la órbita cercana a ella. I^e la misma

    manera en que la URSS se había vuelto la "patria del socialismo", su historia

    aliaba una cronología de la rcNolución, tanto mimdial como rusa, con la del

    Estado ruso, cuyo crecimiento, sin dejar de lado sus componentes imperial y

    colonial, pasaba en adelante por un hecho positivo. Entre las limitaciones que

    pesaban sobre la historiografía, esta fusión del socialismo con la nación fue qui-

    zá particularmente generadora de mentira, ya que impedía a cada uno de sus

    dos ingredientes, debido a su carácter incompatible, desarrollarse de acuerdo

    con su propia lógica "natural". La exigencia de continuidad, propia de toda

    historia nacional, desde los orígenes antiguos de la nación hasta el tiempo pre-

    sente, la proyección teleológica sistemática del presente sobre el pasado, impri-

    mían a todo escrito histórico una limitación extrema, sin duda algima superior

    a lo que se había conocido antes de 1917 o en los años 1920. La mentira, en

    este caso, no afectaba solamente a una visión de la realidad, y ni siquiera a par-

    tes importantes de la realidad, golpeaba a gran profimdidad o incluso, soltemos

    la palabra, destruía todo pasado, fuera cual fuere. Para convencerse de ello basta

    comparar dos famosas películas de Eisenstein, ambas "ideológicamente correc-

    tas" y (]ue respondían a un pedido político del momento: Elíiroraz¿if/o Potenikiii

    (estrenada en 1925), cuyas mentiras pueden confrontarse con realidades y pro-

    ceden de realidades, y Mejandro A'«:'.f/'/ (1938), cuya mentira es en cierto modo

    absoluta, por su carácter ontológico, con lo que proscribe toda posibilidad de

    acceso a la historia.

    Estos esquemas, o más bien este "modo de producción" de la escritura his-

    tórica, tuvieron \ icisitudes e incluso fueron objeto de cuestionamientos luego

    de la muerte de Stalin. l\'ro la construcción era de un concreto tan sólido c|ue

    apenas si fue mermada. Desde Jruschov en \ arias ocasiones se operaron ajustes

    en la enseñanza de la historia, y la consecuencia fue la elaboración de nuevos

    manuales de historia de la l RSS, en los cuales el periodo estaliniano, en parti-

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  • I i

    cular, fue objeto de un tratamiento distinto, más conforme a la política del Desbloqueo y luego a la "ley del silencio" impuesta en el curso de los años 1970. La llegada de nuevos equipos dirigentes, la necesidad de actualizar perió- dicamente los manuales de historia contemporánea y, sobre todo, las transfor- maciones estructurales de la escuela secundaria, en particular de los programas, condujeron ciertamente a nuevas ediciones de manuales. Pero no tenían más carne que antes, llnicos y obligatorios, tan controlados en su expresión que pa- recían anónimos, a pesar de los autores que los firmaban, con frecuencia univer- sitarios, y anónimos también en sus contenidos a consecuencia de una sustitu- ción sistemática de los individuos, Stalin incluido, por el "Partido", estaban congelados en una especie de fijeza que parecía más inmutable de lo que era.

    DESPUÉS DE LA CAÍDA

    A finales de los años 1980, la historiografía de la URSS y la enseñanza de la his- toria entraron en una crisis tai que esta última enfrentó prácticamente un pe- riodo de vacío.* En mayo de 1988 los exámenes de historia y los programas obligatorios se suprimieron provisionalmente en las escuelas. Después de la caída del régimen comunista, varias reformas se sucedieron, y el resultado fue que se tomó más en cuenta la historia del mundo en el siglo XX, tratada como tal, independientemente de la de Rusia, así como una introducción masiva de historia regional o local. Pero los principales cambios se situaban muy por deba- jo y mucho más allá de toda reforma: la desaparición de la ideología soviética, es decir, de una verdad única, autorizada, significó también en historia la disgre- gación de los esquemas explicativos y, más importante aún, de los relatos his- tóricos enquistados que formaban la base misma del discurso histórico oficial, de la enseñanza de la historia. Forzada por las circunstancias, la mezcolanza im- puesta entre historia nacional y marxismo estalló, arrastrando en su caída las seudoleyes que, escribían antes, habían dirigido la marcha triunfal de Rusia-

    ' Entre los estudios occidentales que se consagraron a la rccvaluación de la historia en el curso de este periodo se pueden citar particularmente Maria Ferreti, IM Memori/i mutilata, C^orbaccio, 1993. Soviet His- lorians andPerestroita. The Firstphase, Nueva York, líonald Raleigh. 1989, y Feíring ufi to Ihe Pasl: Sotiet

    Historiograp/i under Perestroika, Sapporo, Takayuki Ito, 1989.

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  • I

    URSS hacia el socialismo. Con lo que el historiador o el maestro de historia se encontraba solo y desnudo ante una multitud de hechos que dependían, todos, de lo individual, de lo particular, de lo específico, y ya no podía, liberado como estaba del yugo habitual, reproducir los esquemas generales.

    Los manuales escolares fueron las principales víctimas de estos cambios, de tal suerte que puede afirmarse sin exagerar que ios nuevos ejemplares tienen poco que ver con los del periodo precedente. Después de unas tímidas y poco numerosas tentativas de escritura de manuales en 1988, y luego en 1992, es a partir de 1995, sobre todo, cuando se reinicia su producción. La principal nove- dad de estos manuales es su "pluralismo", término que se emplea a menudo en Rusia para alabar, o a veces deplorar, la gran multiplicidad de dichas obras, cuya edición tradicional, y en adelante privatizada -Prosvechtchenhacla-, está lejos de poseer el monopolio. Desde 1988, el entonces ministro de Educaci(3n quiso instaurar un sistema que combinara la publicación libre de manuales y su elec- ción o aprobación por parte de los diferentes actores del sistema escolar. Hoy, los manuales se editan sin restricción y, prácticamente, sin control del Estado, y su elección depende principalmente del maestro. Éste puede, evidentemen- te, tener influencia de su escuela o de coyunturas locales, pero no depende en nada del control de su ministerio, que, cuando las editoriales le someten su producción, se limita a poner el sello "Admitido por el Ministerio..." o también "Recomendado por el Ministerio...", lo (|ue tiene como principal con.secuencia las ventajas financieras para la edición. Así, en 1999 había en Rusia alrededor de 1152 manuales escolares de todas las materias, contra los 140 cjue había en 1992. En el ámbito de la historia hay actualmente 68 manuales, para todos ios niveles, autorizados por el Ministerio de Educación, lo que es el caso de casi to- dos los manuales existentes. Muchas voces se han levantado, y siguen levantán- dose, particularmente en la Duma, en sus partes más conservadoras y cercanas al partido comunista, para limitar estos manuales a un mínimo, y hasta para reintroducir el manual único y obligatorio."* Esta actitud denota una pusilanimi-

    ^ En 2000 se sometió al Consejo de la Federación de Rusia un proyecto que pretendía limitar los manuales de todas las disciplinas a dos como máximo, para así constituir "una colección única para la Federación".

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  • I I

    dad evidente ante una libertad de edición y de elección cjue algunos juzgan

    excesi\a, al tratarse de la formación de los niños, particularmente cuando se

    trata de los programas de final de secundaria y de preparatoria,'' que abordan el

    siglo XX. Reducir la producción, controlarla más o bien, por el contrario, dejar

    ciue las cosas sigan igual, ése es pues el dilema que debe enfrentar el gobierno

    ruso. .Sean cuales fueren sus intenciones-y parece por el momento c|ue no son

    ni categóricas ni favorables a un retroceso-, los apetitos financieros de los di-

    \ ersos grupos de cabildeo son can fuertes ante el enorme mercado de libros es-

    colares que resulta improbable que se vaya en dirección de lui manual único;

    por lo demás, un brutal retroceso de este tipo se sentiría como un regreso al pa-

    sado comunista.

    CRIIKRIO.S

    De cuakiuier modo, bajo el impulso del primer ministro Kassiano\ (en la reu-

    nión del gobierno del 3ü de agosto de 2001), el Ministerio de Kducación abrió

    el 16 de enero de 2002 un concurso destinado a seleccionar los tres mejores

    manuales de 9° y de 11°, los cuales se publicarían con dinero del Kstado, sin

    (|ue por ello las demás obras quedaran prohibidas. Hlntre los criterios c]iie de-

    bían contener estos manuales (el concurso debía cerrarse el LS de marzo de

    2002). es posible anotar que debían:

    - apoyarse en los últimos descubrimientos de la ciencia histórica moderna;

    - presentar la historia de Rusia en el contexto úc la historia mundial;

    - mostrar la historia de Rusia como la de un Kstado multinacional;

    - contribuir a enseñar patriotismo, sentido cí\ ico, conciencia nacional, respeto de la

    herencia histórica y cultural de los pueblos de Rusia y del mundo entero, y a formar

    competencias sociales fundamentales;

    - servir de factor de consolidación de la sociedad de Rusia y de adc|uisición orgánica

    por parte de los alumnos de las reformas democráticas de la sociedad;

    ' Kn Rusia se cursan 11 ¡irados, de 1 a 11 . de la priniaria al final de la preparatoria (N. de R.).

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  • I I

    - partir de una representación mctoclolój;iea global de la liistoria nacional (de la pa-

    tria) por parte de lf>s autores y de la presencia en la sociedad de puntos de \ista al-

    ternativos sobre el pasado histórico, reflejar el pluralismo en las interpretaciones y

    la presentación de los materiales históricos;

    - educar a la juventud en un espíritu de tolerancia y de respeto hacia los puntos de

    vista y las opiniones diferentes, en una intolerancia hacia toda forma de racismo,

    de exclusividad nacional y de extremismo;

    - prever la posibilidad de incluir en el mínimo de instrucción histórica un módulo

    ciue \ ueh a real el componente regional.''

    Más allá de la ingenuidad y la oscuridad que pueden notarse, este programa

    refleja tendencias diferentes (]iie podría no ser fácil hacer coincidir, y en las

    que no costará trabajo reconocer una influencia de los programas educativos de

    las instituciones europeas, de los elementos de discurso heredados de la peres-

    troika (en particular la alusión bastante confusa a los puntos de \ista "alternati-

    vos", ([lie recuerda las discusiones sobre la vías alternativas en la historia rusa)

    y un deseo evidente de promover ima educación patriótica. Pero lo más intere-

    sante tal vez esté en otra parte: al manual de historia se le confiere aquí una

    misión conciliatoria. Herramienta por excelencia de la concordia social y polí-

    tica, debe apaciguar los conflictos, ayudar a la sociedad rusa a aceptar su pasado

    y, por lo tanto, a reflejar opiniones diferentes sobre ese mismo pasado. De al-

    guna manera, el "pluralismo" de los manuales debe serles interno, lo que sig-

    nifica que debe tender, por ima especie de compromiso fusional, a un monis-

    mo. Como lo formulaba muy curiosamente en 1998 Cnieorgui Seleznev, autor

    de un manual reciente destinado a la clase de 11': "Kl historiador debe evitar

    juicios y explicaciones categóricos y unilaterales, pues ya no queda hoy en la so-

    ciedad rusa la unanimidad tjue reinaba en otros tiempos. En conformidad con

    la constitución en vigor, ya no hay en Rusia ideología oficial, se reconoce la v a-

    riedad ideológica y política, la multiplicidad de partidos."

    '■ ('iwmos a partir del anexo niím. 1 de la decisión del ministro de KdtJcatión de la Federación de Rusia con fecha del 16 de enero de 2(K)2 Intini. KKI). Agradecemos a nuestro colega Alexandre ()iicliako\ habernos proporcionado este texto.

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  • I I

    El programa del concurso no da ejemplos de dicha pluralidad. Sin embargo,

    no es difícil percibir, de manera bastante confusa, el credo que domina hoy la

    escena pública en Rusia, tanto del lado del gobierno como del lado de la sociedad

    civil: se trata de "volver a pegar los pedazos" de una conciencia histórica reven-

    tada o herida, de valorizar el pasado de la nación, de integrar en un solo y único

    relato los diferentes trozos de su espina dorsal -antiguo régimen de los zares,

    gobierno de Lenin y de Stalin, nuevo régimen-, que se habían separado en el

    curso de la perestroika. Al respecto, los críticos de los manuales existentes pare-

    cen estar de acuerdo: si bien los comunistas de la Duma los vilipendian porque

    ven en ellos un defecto de patriotismo o una denigración sistemática del pasado

    soviético, el objeto de la ira del primer ministro parece haber sido la delgadez y la

    palidez de los capítulos consagrados a la Rusia de Putin. "Hoy, según me parece",

    escribía hace muy poco un historiador llamado Flvgueni V'iazmeski, responsable

    de enseñar a pedagogos, "la mayoría de los pedagogos proclaman que la s(x:iedad

    en su conjunto y la escuela en particular no pueden \ ivir sin una base ideológica,

    sin una doctrina de seguridad nacional (a escala de la Federación) y sin las prio-

    ridades educativas que de ahí surgen para la F"ederación."

    POR liNA HISTORIA PATRIÓTICA

    La exigencia, en parte reflejada en el texto del ministerio (puesto que, de nue-

    vo, es producto de elementos diferentes muy claros hasta en los términos (|ue

    se emplean), revela así la espectativa de una reconstrucción de la historia nacio-

    nal, y es probablemente en este punto en el (jue muchas opiniones concuerdan.

    En un artículo de Dehvo'i vtoniickdel 12 de abril de 2002, el autor, Dimitri C^he-

    varov, reprocha a los manuales de las clases de secundaria y preparatoria su fal-

    ta de "calor", es decir, de patriotismo: "Es raro encontrar en un manual fede-

    ral palabras sin las cuales parecería imposible, sin embargo, evocar la historia

    de Rusia con niños: 'nuestro país', 'nuestra Tierra natal', 'la Patria' (...) Los úl-

    timos manuales de historia le temen hasta a las tímidas expresiones de entu-

    siasmo, de vergüenza, de enternecimiento, de aflicción o de compasión. Evitan

    aquello que, justamente, hace del autor adulto y del pequeño lector personali-

    dades, personas de nuestro tiempo." El periodista reclama una historia patrió-

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  • I 1

    tica "caliente"; parece escandalizado por la "corrección política" (es decir, que se encomienda a principios democráticos) y la "neutralidad ideológica" expre- sadas por los editores y los responsables de la educación, que no oyen "las apa- gadas protestas de los maestros y los padres".

    Es probable que los manuales estén destinados a evolucionar bastante en los años venideros y que, en este plano, estemos verdaderamente en una fase de transición. ¿Qué hay al respecto en la actualidad.''' Se impone una primera constatación: buenos o malos, verdaderos o falsos, los manuales de la actualidad ya no están sometidos a las limitaciones ideológicas (a la mentira soviética única) de antaño, pero obedecen a imperativos comunes y múltiples: lo que el público espera, la "corrección política", las estrategias y las preferencias edito- riales, los enfoques propios de los autores. A estas determinaciones triviales hay que añadir una, por defecto, que nos parece omnipresente y específica de Rusia: se trata de un deseo -y de una dificultad evidente- de salir de la "men- tira desconcertante". Cinco décadas de discurso obligado, si bien no lo su- ficientemente avasallador como para impedir un pensamiento espontáneo e independiente, hacen, todavía en la actualidad, que la redacción de un manual resulte particularmente difícil, no sólo por las razones que son comunes a los historiadores, sobre todo cuando se trata del periodo contemporáneo, sino tam- bién porque justamente son manuales cuya escritura está necesariamente afi- nada y comprimida por su finalidad pedagógica.

    ;CONTR.'\Dl(X;iÓN O TOTALITARISMO.?

    Por supuesto, se reconocen estos esfuerzos en un cuadro de la historia sovié- tica que deja un buen espacio al carácter minoritario y violento de la revolu- ción de Octubre, a los horrores de la guerra civil, a la dictadura del partido único, a las víctimas de la represión, cuadro más o menos común al conjun- to de los manuales, aunque pueda observarse en ellos matices importantes.

    ' Las obsenaciones siguientes, necesariamenre parciales, no se refieren a la totalidad de los manuales de historia rusa disponibles en el mercado; por el contrario, nos interesó un amplio muestrario de dicha pro- ducción, incluso cuando se trata de manuales destinados a las clases de primaria.

    65

  • I Pero cuando se trata de nombrar estos hechos, de darles una interpretación,

    los autores de manuales dudan entre diversas posibilidades, por lo demás

    limitadas, que tienen ante sí. Algunos recurren a los términos de "totalitario"

    o "totalitarismo", sin relacionarlos, no obstante, con otras realidades cjue no

    sean soviéticas, evitando comparaciones demasiado peligrosas o escurridizas.

    Otros se conforman con descripciones de hechos sin intentar cubrirlas con

    una terminología o con análisis más abstractos. Algunos más se limitan a un

    perfil bajo, que minimiza en cierta medida los aspectos "totalitarios" de la

    dictadura del partido y que prefiere emplear términos-cliché heredados del

    vocabulario comunista de los desbloqueos tales como "culto a la personali-

    dad" o "sistema de mando administrativo". El mejor ejemplo de esta iiltima

    actitud, y también el más próximo a las viejas "mentiras" soviéticas, es qui-

    zás un manual de historia destinado a los alumnos egresados de la escuela

    preparatoria, publicado en 1997 y reeditado en 1999. Los autores de la parte

    soviética de la obra brillan por una gran prudencia y por una voluntad de

    conservar un punto de vista "equilibrado", lo (jue los conduce por ejemplo a

    afirmar que el "desarrollo político" de la URSS fue particularmente "contra-

    dictorio" durante los años 1930, pues "un proceso de extensión y de afianza-

    miento legislativo de las reformas democráticas estaba en curso" (¡se trata de

    la constitución de 1936!) al mismo tiempo que "se reforzó el papel represi-

    vo del Pastado". Así, el uso o el no uso de la noción de "totalitarismo" sigue

    siendo en Rusia, a semejanza de la sovietología occidental de los años seten-

    ta u ochenta, un medio de afirmar un rechazo al régimen pensado en su ex-

    cepción o, al contrario, su aceptación relativa en una lógica de normalidad.

    Más difícil resulta el abandono de los estereotipos de pensamiento, de los

    términos que marcaron, las más de las veces, a los autores de manuales, quienes

    los reutilizan ignorando tal vez que no son términos inocentes. Pasemos por

    alto las nociones de "feudalismo", de "capitalismo" y hasta de "socialismo",

    tan extendidas que se vuelven casi neutras. A veces se encuentran clichés más

    claramente marcados, como la "estructura comunitaria primitiva". I n manual

    de 9° empieza con la siguiente frase: "Las reformas de los años 60-70 del siglo

    XIX suscitaron un desarrollo impetuoso de las fuerzas producti\ as, la consolida-

    ción del modo de producción capitalista." Pero inmediatamente después se en-

    66

  • I 1

    ciientran términos menos tradicionales en Rusia, tales como "recuperación",

    "modernización" y "sociedad industrial"; para terminar, los acontecimientos

    de 1917 se califican de "abismo revolucionario".

    CIN'HJZACIÓN

    Es claro: se trata de vestigios léxicos de un lenguaje en otro tiempo todopode-

    roso y ijue han perdido toda su fuerza, pues están difuminados en otros vocabu-

    larios. Por falta de vida, han dejado de ser virulentos y los autores que los

    emplean pecan más bien por debilidad conceptual que por convicción ideoló-

    gica. La nostalgia de una concepción global que expliciue la historia de cabo a

    rabo ya no obliga tanto a los autores a regresar a los dogmas soviéticos. En caso

    de haber tentativas de este tipo, más bien hay que buscarlas del lado de lo que

    hoy se llama el "enfocjue ci\ ilizacional" (ima construcción a la Toynbee, o más

    bien a la Danilevsky, autor de La Riiss'ieetrKurope, aparecido en 1869) o tam-

    bién la "culturología". La primera, en particular, ha suscitado esta reflexión en

    el historiador Kamcnski en la revista Nepríkosnovenny znppas (2000, nilm. 3):

    "Los historiadores, y antes que nada los que enseñan historia, no han tardado

    en sentir cjue el enfoque sistemático, tradicional entre nosotros, en la enseñanza

    de la historia (...) exigía necesariamente la existencia de una teoría universal

    (jue permitiera explicar todo el proceso histórico tan fácilmente y de manera

    tan accesible como podía hacerse mediante el materialismo histórico. El enfo-

    que 'civilizacional' se volvió una especie de salvavidas en esta situación. Mu-

    chos historiadores, tanto en sus investigaciones como en su enseñanza, in-

    tentaron suplantar la noción de 'formación socioeconómica' con la de

    'civilización'." Pero, prosigue con razón, estos nue\'os esquemas se revelan mu-

    cho más blandos, menos infalibles que las construcciones "de hormigón arma-

    do" anteriores y, sobre todo, suponen de cualquier manera un esfuerzo indivi-

    dual del historiador y del maestro, quien no puede utilizarlas como si fueran

    herramientas listas para usarse.

    '\' sin embargo el esquema tradicional, que descansaba sobre la idea de im

    progreso continuo de la humanidad desde sus orígenes hasta el tiempo presen-

    te, sigue siendo improductivo cuando se aplica ya no a los estados socioeconó-

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  • I I

    micos, que a falta de algo mejor aparecen aquí y allá, sino a la historia del Esta- do o de la nación, l'n término como "progresista" (y menos frecuentemente el de "reaccionario", puesto que sirve menos a la problemática nacional) tiene plena vigencia, sin hablar del sempiterno "desarrollo" (calcado de Etititrieklung), prácticamente sinónimo de evolución y cuyo carácter resueltamente teleológico nunca ha sido cuestionado. Estos términos se aplican más a menudo a la Rusia del Antiguo Régimen que a la Rusia soviética, objeto de estudio más incendia- rio. Leamos por ejemplo en un manual de 6° y 7°, titulado de manera signi- ficativa Historia de la patria, la reflexión siguiente: "La adopción del cristia- nismo fue un fenómeno progresista en el joven Estado ruso." Cada una de las palabras empleadas, fuera de las dos primeras, se relaciona directamente con la "novlengua" soviética, y la frase misma habría podido escribirse hace algunas décadas, pero remite a la construcción de la nación, no a la lucha de clases.

    NACIONALISMO

    La mentira sigue viva cuando es nacionalista. Ésa es quizá la realidad, poco sorprendente, que se descubre cuando se leen estos manuales: el nacionalismo, en cierta medida, ocupó el lugar de la ideología comunista y es inspiración para muchos de ellos. Empecemos por los manuales de las clases de secundaria y preparatoria de 7° a 11°. Su calidad puede ser variable, pero responden las más de las veces al principio "ciceroniano" de la escritura histórica, fundado en la verdad, y, a pesar de las escorias de las que hemos dado algunos ejemplos, se les puede acusar de todo tipo de pecados, pero no de mentiras nacionalistas cons- truidas y sistemáticas. Muchos brillan incluso por algunas refrescantes innova- ciones. Por ejemplo, un manual de 7°, dedicado a la Edad Media rusa, ofrece, acerca de la caída de Rusia en el siglo XIII, algunos elementos de información sobre los mongoles, en lugar de clasificarlos en las tinieblas exteriores, las del

    "enemigo", como lo hacen muchas otras obras. En general, la calidad informa- tiva de ios manuales de las clases de secundaria y preparatoria no tiene punto de comparación con la de los del periodo so\ iético. Del otro lado del abanico, sin embargo, encontramos un manual de historia de Rusia destinado a 8° y 9°, cuyo autor, Alexandre Bokhanov, desarrolla abiertamente juicios y construccio-

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    nes tan agresivamente nacionalistas, incluso xenófobos, que tal vez habría escandalizado a un Ilovaiski, autor de manuales de historia en el siglo XIX, fa- mosos por su glorificación de la monarquía rusa. Limitémonos con señalar los pasajes de esta obra que se remiten a la expansión imperial rusa, de la que presenta el siguiente esquema explicativo: "La anexión de Kazan, de Crimea, del Cáucaso del Norte, de las regiones baltas y occidentales*^ tuvo su origen en la necesidad de volver seguras para los gobernantes de Rusia las fronteras de!

    Estado. Las incursiones bárbaras y crueles, las invasiones de sus vecinos, que Rusia tuvo que sufrir durante siglos, arruinaban al país y eran un obstáculo para su desarrollo pacífico y progresivo. Ahí reside una de las causas del 'retraso de Rusia', que ha hecho correr ríos de tinta." Y después: "Ucrania y Georgia se alinearon voluntariamente bajo el poder del zar. A los ucranianos los amena- zaba una catolización total (...), una polonización sin piedad, corrían el riesgo de quedar convertidos en esclavos completos de los 'pany' polacos'." Más adelan- te, el autor presenta una tabla idílica del Imperio ruso, en el que las naciones coexisten según él de manera armoniosa, y llega a escribir que el aprendizaje del ruso "no se le imponía a nadie". En cuanto a Rusia, la describe de acuerdo con un principio jerárquico muy respetado, como "un fenómeno tínico, creado y reforzado por los trabajos, las preocupaciones y los esfuerzos de los zares, de los emperadores, de los grandes duques [sic], de los mariscales, de muchos otros hombres de Estado, por el sacrificio voluntario de millones y millones de sim- ples mortales [sk\\ Esta Rusia descansa en un "tipo histórico ruso" que el au- tor define echando mano de una cita del escritor emigrado Iván Chmelev: "Es ruso aquel que jamás olvida que es ruso. Que conoce su lengua materna, la gran lengua rusa, dada a un gran pueblo. Que conoce su Historia, la Historia rusa, sus grandes páginas. Que venera a los héroes de la patria. Que conoce la literatura rusa, la gran literatura rusa, glorificada en el mundo. Que recuerda constante- mente que él existe para Rusia, ¡sólo para Rusia! Que cree en Dios, que es fiel a la Iglesia Ortodoxa Rusa: ella nos reúne con Rusia, con nuestro pasado glorioso."

    " El autor piensa cal vez en Polonia, ya (¡ue el caso de I crania se aborda después. '' Los hacendados. (N. del T.)

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  • I ■ *•*

    I Este manual constituye sin embargo una excepción. Por lo demás, no se le

    otorgó el sello del ministerio (ignoramos de todas maneras si fue sometido a su

    aprobación), y sólo se hizo un tiraje de diez mil ejemplares.'" No obstante,

    merecía citarse ya que obtuvo el aval científico del director del Instituto

    de Historia de Rusia, del cual el autor es investigador. Este caso extremo no

    debe hacer creer cjue manuales menos "comprometidos" estén necesariamente

    exentos de este tipo de exageraciones. En un manual de 10°, por ejemplo, po-

    demos leer que, salvo por una excepción, los atamanes ucranianos de finales

    del siglo X\'II soñaron con "traicionar" a Rusia y con "caer en brazos de los mag-

    nates" polacos de los que el pueblo ucraniano se había liberado gracias a los

    sacrificios del pueblo ruso".

    Pero el nacionalismo más \ irulento, el más mentiroso, se concentra en una

    segunda categoría de manuales, los de las clases de primaria. En ellos alcanza

    alturas insospechadas, dado que no se discuten mucho en la prensa. Estos libros

    están concebidos, por lo general, como introducciones a la historia, destinados

    a hacer que nazca el gusto por ella en los niños, ya que en estas clases la historia

    no se enseña como una materia específica, dependiente de un programa.

    Dedicados a la historia nacional, ofrecen una visión no sólo simplificada sino

    terriblemente pobre. Es, sobre todo, heroica, legendaria, a menudo anacrónica,

    en la cjue supuestas realidades, ficciones e invenciones, representaciones edifi-

    cantes e ideales se mezclan como si nada. Un niño de 3", y consecuentemente

    de ocho años de edad, aprende así en ima especie de álbum para colorear t|ue

    en una época no designada, pero que puede relacionarse con la Rusia de los

    siglos XII o XIII, "los tiempos eran difíciles en Rusia, a menudo la atacaban ene-

    migos feroces, pero los valientes poderosos defendían a la madre Rusia". Des-

    pués se entera uno de que estos enemigos (los mongoles) eran un ejército de

    basumiane (término peyorativo que designa a los musulmanes).

    La historia es vista esencialmente como un relato que pone en escena el

    combate permanente entre la gloriosa Rusia, o la patria, o el pueblo ruso, y los

    '" (^i)nio comparación, otros manuales tienen tirajes de SO mil. 100 mil o ISO mil ejemplares. " Miembros de la alta nobleza polaca, (N, del 1,)

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  • I numerosos enemigos que la rodeaban, reunidos a menudo en la misma catego-

    ría por su falta de compasión. Otro manual destinado a la misma clase no dice

    nada de la expansión de Rusia en el siglo X, pero insiste en los ataques que su-

    fre por parte de los saqueadores de la estepa, en las amenazas venidas del oes-

    te (los invasores alemanes y suecos en el siglo XIII), y prácticamente cita, sin

    nombrarla, la película de Kisenstein dedicada a Alejandro Nevski. Ante los

    enemigos, la población del "Pastado moscovita" se describe con todas sus virtu-

    des pacíficas; se distinguía por "su amor al trabajo, su experiencia y su sabidu-

    ría". Los rusos, se afirma en otro manual, "veneraban los libros y la lectura, y el

    príncipe laroslav evidentemente también lo hacía".

    Estas diferentes representaciones producen una imagen sintética, atempo-

    ral, de Rusia; ropajes del siglo XVII se confunden con los de la Edad Media,

    ciudades, ocupaciones y vida moral no tienen edad ni pertenencia social, y todo

    converge, o más bien comulga, en una rusidad que es un extracto particular-

    mente concentrado de las olas neorrusas de finales del siglo XIX y de la litera-

    tura seudofolclórica contada desde esa época para uso de los niños. En cuanto

    a la historia, ya no queda rastro de ella: a diferencia de los manuales de las cla-

    ses de secundaria y preparatoria, que la conformidad a los programas obliga a un

    procedimiento cognitivo, estos pequeños libros se componen de fiashazos pro-

    yectados sobre el pasado que no pueden servir para construir un relato, de ma-

    nera que escapan más fácilmente al deber de verdad que distingue a la historia

    de la ficción. '\' es por eso que mezclan, con toda inocencia, pedazos de histo-

    ria con leyenda pura.

    EL CENTRO DEL TERRl TORIO

    Veamos, para terminar, de qué harinas historiográficas, tradicionales o no, están

    hechos estos manuales. La historia rusa está presentada en ima continuidad tal

    que se vuelve estática. La CEI o Rusia es la heredera idéntica de la Rusia "an-

    tigua" (por lo general se evitan los términos más precisos de "kievana" o de

    "suzdaliana", empleados tradicionalmente en la historiografía rusa), y luego

    de la Rusia "moscovita" (esta vez la especificación se impone), y por último

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  • I ■fe

    I del Imperio y de la URSS. Este itinerario supone la existencia de un centro per- manente y de un crecimiento del territorio no menos permanente, ya que no es sino la "reunión de las tierras rusas". Estos dos puntos esenciales son los que tal vez proporcionen más discursos falsos a las historias contadas a los pequeños.

    F,n el centro del territorio, Moscú. .Sin afirmar, evidentemente, la existencia de este centro desde los inicios de Rus, su presentación insiste tanto en su antigüedad que el lector concibe la idea de la predestinación de esta ciudad para estructurar el territorio ruso. Por supuesto, esta configuración aparece par- ticularmente en los manuales de "moscovología" destinados a los niños de la capital y cuya publicación se alentó desde 1997 por parte de la alcaldía de Mos- cú (lo que no deja de ser polémico), en el marco del desarrollo de las enseñan- zas de historia regional. Pero otros manuales, más "generalistas", reproducen la misma visión, ya que es constitutiva de la idea nacional.

    Así, la seudofundación de Moscú, pretendidamente fechada en 1147, pro- cedió, si se les cree a estos pequeños libros, de un gran propósito político. Yuri Dolgoruki pensaba ya que haría falta forjar ahí "espadas y carretas" para re- forzar la tierra rusa, que se desmoronaba en pequeños principados. .Su hijo Andrés Bogoliubski no quiso quedarse en Kiev porque había ahí "boyardos de- masiado fuertes" que impedirían su sueño: "reunir las tierras rusas", lo que lo llevó a establecerse en Vladímir, tal vez como un medio para acercarse a la fu- tura capital. ¿.Se alió Iván Kalitá ("talega llena") con los tártaros para aplastar a IVer en 1237.^ Tenemos aquí un acto a primera vista censurable, por no decir un pecado que puede sorprender en un príncipe patriota, pero se apresuran a explicado, también aquí, mediante el elevado pensamiento de Iván, que soña- ba con el porvenir del país: "Tver sufrió. Rusia se conservó." En este caso se ve cómo el esquema estalino-hegeliano de ima historia enteramente finalizada, que había seguido siendo abstracto en los manuales soviéticos, se personifica. A diferencia de la "necesidad histórica", que no mentía porque no contaba nada, este suplemento de alma nacional se obtiene al precio de absurdos y mentiras inscritos en un relato concreto, y es por eso que se trata en este caso de una "verdadera mentira".

    El crecimiento de Moscú, por círculos concéntricos y por irradiación a partir

    del Kremlin, es objeto de una insistencia particular. Estructura reproducida.

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  • I I

    como se sabe, por el metro,'^ y que algunos autores comparan con la copa de un roble. Es pues un crecimiento natural: "Moscú es una ciudad única que (...) se desarrolló poco a poco y, por así decirlo, de manera natural." Ahora bien, Rusia siguió el mismo camino, precisamente porque estuvo constituida por Moscú, tal como se tiende a acreditar esta idea por mimetismo. Se insiste en el carácter pacífico e insensible de las anexiones. Daniel de Moscú, hijo de Ale- jandro Nevski, "no buscó nunca hacer la guerra, y sin embargo su principado se extendía año tras año".

    PAZ Y GUERRAS

    Esta representación pacífica fundamental, que se remonta a la historiografía nacionalista oficial del siglo XIX y que se retomó después bajo Stalin, se contra- dice en parte por la imagen de las incesantes guerras que la Rusia moscovita se vio obligada a librar contra sus vecinos para defenderse de sus agresiones. Entre éstos, los tártaros, evidentemente, ocupan un lugar privilegiado. Soñaban, "por supuesto", con conquistar "la Moscú ortodoxa de cabezas [es decir, de cúpulas] doradas". El tártaro musulmán (aún basunnamn) es el enemigo que el héroe kievano lleva atado de pies y manos de regalo al príncipe. Luego llegan los otros enemigos: los jinetes "europeos" \sic\, es decir, alemanes y suecos, en el siglo XIII, los invasores polacos, por lo demás "feudales", que "tenían puestos los ojos en Rusia" en la Edad de los Disturbios, Napoleón y, por último, la Ale- mania nazi. Las conquistas rusas no se mencionan nunca de manera explícita: cuando mucho, Catarina II "amplió las fronteras" de Rusia y "reconquistó" Cri- mea, que de paso se suponía rusa en un pasado indefinido. Y.n lo que se refiere a las consecuencias de este crecimiento, se muestran de manera muy laudato- ria, según la famosa teoría del "mal menor", inventada en la l'R.SS estaliniana, excepto por el hecho que de ahí en adelante las conquistas y anexiones se

    '^ Un manual de "nioscovología". publicado en 1W8 y destinad» a 3° y 4\ acaba en apoteosis con una descripción del metro de MüSCL'I, presentado en tixla su superioridad, en comparación con los de París, Lon-

    dres, Berlín y Nueva York, y concluye con la idea de

  • I muestran abiertamente como un bien: la incorporación de territorios y poblacio-

    nes no rusas al seno del Imperio les resultó provechosa, y sobre todo nunca

    hubo, se atreven a pretender ciertos autores, rusificación ni conversiones for-

    zadas a la ortodoxia.

    El cuadro que acabamos de realizar no es muy halagüeño: si bien a los alum-

    nos de secundaria y preparatoria y a los estudiantes se los trata generalmente,

    no siempre con el mismo éxito, como personas dignas de acceder al análisis, a

    la reflexión y al relato históricos, los más pequeños no tienen derecho más que

    a un sucedáneo vergonzoso que los hunde en un universo de falsos pretextos

    sentimentales, alimentados con ese "calor" cuya ausencia en los manuales de

    los mayores deploraba el periodista ya citado. Ese calor lo conocemos bien: es

    el de la pasión nacional (|ue a veces roza la idolatría y que, liberada como está

    de ahora en adelante de toda tutela ideológica heterogénea, tiene libre curso en

    el marco de una historiografía nacional, incluso si ésta sigue dudando en mu-

    chos de sus momentos, en particular cuando se trata del momento soviético.

    Que se nos entienda bien: no se trata más que de una evolución parcial, que

    no es ni sistemática ni impuesta, y de la que ignoramos incluso si está desti-

    nada a durar. Tal vez la facilita la doble actitud descrita más arriba: la c|ue, admi-

    tiendo un "pluralismo" en el enfoque histórico, suprime de hecho el criterio

    de verdad; también la cjue, como corolario, c|uiere reunir este "pluralismo" bajo

    la cúpula protectora y conciliadora de la nación. El disfraz o la negación de la

    verdad ya no se opera hoy por referencia a una verdad ideológicamente supe-

    rior como en tiempos de Stalin o de Breshnev; se afirma tranquilamente, casi de

    manera triunfal, en nombre de una nación que, al producir sus propios valores

    y sus propios criterios, no siente ninguna necesidad de fundarse en otra parte

    que en sí misma, f^

    © Commenta'ire, 101, primavera de 20(B.

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