literatura en juego quijote 1

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LITERATURA EN JUEGO Por Eduardo Rhó VOLUMEN “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra SERIE: “En las Cruzadas”

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LITERATURA EN JUEGOPor Eduardo Rhó

VOLUMEN“El ingenioso hidalgo

don Quijote de la Mancha”de Miguel de Cervantes Saavedra

SERIE:“En las Cruzadas”

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CRUCIGRAMAS

Las palabras son como las personas:cada vez que se cruzan producen placer.

E.R.

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“El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”de Miguel de Cervantes Saavedra

“En las Cruzadas”

Índice de títulos y contenidos

Literatura en juego Quijote 1

Presentación

En las Cruzadas

Derechos

Autorizaciones

Capítulo I

Literatura en juego Quijote 2

Capítulo II

Literatura en juego Quijote 3

Capítulo III

Literatura en juego Quijote 4

Capítulo IV

Literatura en juego Quijote 5

Capítulo V

Literatura en juego Quijote 6

Capítulo VI

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Literatura en juego Quijote 7

Capítulo VII

Literatura en juego Quijote 8

Capítulo VIII

Literatura en juego Quijote 9

Capítulo IX

Literatura en juego Quijote 10

Capítulo X

Literatura en juego Quijote 11

Capítulo XI

Literatura en juego Quijote 12

Capítulo XII

Literatura en juego Quijote 13

Capítulo XIII

Literatura en juego Quijote 14

Capítulo XIV

Literatura en juego Quijote 15

Capítulo XV

Literatura en juego Quijote 16

Capítulo XVI

Literatura en juego Quijote 17

Capítulo XVII

Literatura en juego Quijote 18

Capítulo XVIII

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Literatura en juego Quijote 19

Capítulo XIX

Literatura en juego Quijote 20

Capítulo XX

Literatura en juego Quijote 21

Capítulo XXI

Literatura en juego Quijote 22

Capítulo XXII

Literatura en juego Quijote 23

Capítulo XXIII

Literatura en juego Quijote 24

Capítulo XXIV

Literatura en juego Quijote 25

Capítulo XXV

Literatura en juego Quijote 26

Capítulo XXVI

Literatura en juego Quijote 27

Capítulo XXVII

Literatura en juego Quijote 28

Capítulo XXVIII

Literatura en juego Quijote 29

Capítulo XXIX

Literatura en juego Quijote 30

Capítulo XXX

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Page 6: Literatura en Juego Quijote 1

Literatura en juego Quijote 31

Capítulo XXXI

Literatura en juego Quijote 32

Capítulo XXXII

Literatura en juego Quijote 33

Capítulo XXXIII

Literatura en juego Quijote 34

Capítulo XXXIV

Literatura en juego Quijote 35

Capítulo XXXV

Literatura en juego Quijote Vocabulario

Vocabulario

Literatura en juego Quijote Soluciones

Soluciones

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PRESENTACIÓN

Se quejaba un hombre, en una conferencia, de que su hijo pequeño

usaba los libros que le compraba para armar casitas, túneles y montañas, en

vez de leerlos. Yo lo felicité. Su hijo pequeño lograba lo que millones de

personas no: entretenerse con los libros, y además, encontrarles nuevos usos:

el libro como juguete, algo impensado entre los intelectuales y “gurús” de la

educación. Un día ese niño, con la curiosidad que los caracteriza, en lugar de

usarlo como bloque de construcción, abrirá el libro y empezará a leerlo, y la

comunión entre ambos se habrá hecho patente. De adulto, cada vez que tome

uno en sus manos, evocará sin saberlo aquellas inigualables experiencias

infantiles y el momento se llenará de una familiaridad casi mágica. Lo más

probable es que para entonces ese hombre se haya convertido en uno de estos

especimenes, cada día más raros: un asiduo lector, y los buenos habremos

ganado.

“Literatura en juego” es algo parecido a la idea de ese niño: llevar a la

literatura más allá de las intenciones originales del autor y convertirla, además,

en un juguete que más tarde podamos asociar con los momentos más gratos.

Es así que las frases de los textos las veremos como piezas de rompecabezas

y sus palabras como crucigramas, buscaremos claves y formaremos laberintos

con párrafos tradicionales. El lector podrá estar seguro de que, al terminar cada

libro de “Literatura en juego”, se habrá divertido, habrá leído, releído y

disfrutado, una obra clásica, habrá aprendido vocabulario y, sobre todo, habrá

pensado, algo no muy común en los juegos de hoy en día.

Sé que algunos dirán que la literatura en sí provee todo tipo de

entretenimiento y que no hace falta ningún “jueguito” para hacerla interesante.

El problema es precisamente ése, que son sólo algunos los que comparten

dicha opinión y muchos los que no encuentran en la literatura interés alguno.

Los índices de lectura son cada vez más bajos y la juventud, especialmente

ellos, afronta una grave crisis de comunicación que se manifiesta en su

pobreza de vocabulario y su limitada capacidad para entender lo escrito. Si no

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hacemos algo para revertir la tendencia, no sólo la literatura estará en juego,

sino, además, el futuro propio de las generaciones que ya hoy habitan el

planeta. “Literatura en juego” pretende ser ese algo de mi parte. Ojalá cunda el

ejemplo.

ADVERTENCIA

La lectura de este libro puede traer graves consecuencias: es probable que

haga al lector más culto y, lo peor, más inteligente. Si continúa será bajo su

propio riesgo.

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“En las Cruzadas”

“Literatura en juego” es una obra que se publica en volúmenes, dedicados cada

uno a un clásico de la literatura, organizados en series, de acuerdo al juego en

que participen. En esta ocasión se trata de: “El ingenioso hidalgo, don Quijote

de la Mancha”, del universal Miguel de Cervantes Saavedra, “En las Cruzadas”.

A primera vista, “En las Cruzadas” podría considerarse un tipo de crucigramas

tradicional, como el que aparece en periódicos y revistas, pero está lejos de

serlo. La principal diferencia radica en el objetivo: mientras las aspiraciones de

unos termina en el simple entretenimiento, “En las Cruzadas” busca educar. En

lugar de definiciones superficiales, claves amañadas, referencias a palabras

nada académicas y una informalidad propia de quien sólo quiere pasar el rato,

todo el material que utiliza “En las Cruzadas” proviene de diccionarios formales

y documentos serios de probada calidad. Las definiciones que aquí empleamos

permiten al lector familiarizarse con la terminología y redacción de verdaderos

lingüistas y conocer el significado correcto de las palabras, y además, como

característica propia, incluimos referencias a palabras de un texto clásico,

obligando con ello a una lectura minuciosa, que ejercita habilidades

fundamentales del pensamiento, como el razonamiento y la memoria y, sobre

todo, fomenta el gusto por la buena literatura.

“En las Cruzadas” tiene tres secciones principales:

1. Crucigramas sobre textos

Incluye un crucigrama por cada capítulo de la obra en turno.

2. Vocabulario

Lista de las palabras empleadas en los crucigramas, ordenadas

alfabéticamente, con sus respectivas definiciones.

3. Soluciones

Que contiene cada uno de los crucigramas ya resueltos.

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Cada crucigrama, a su vez, está dividido de la siguiente forma:

Texto correspondiente a un capítulo de la obra

Formato del crucigrama sin resolver

Definiciones que hacen referencia a las palabras que deben llenarse en

el crucigrama.

Algunas de las definiciones incluyen anotaciones, abreviadas y entre

paréntesis, para orientar al lector, y pueden ser las siguientes:

(pl) Plural La palabra apegada a la definición debe llenarse

utilizando su plural.

(qui) Química Elemento de la tabla periódica

(col) Coloquial Expresión coloquial

(inv) Invertida La palabra debe llenarse en sentido inverso, es decir,

empezando por la última letra, siguiendo con la

penúltima, y así sucesivamente hasta terminar con la

primera..

(texto) Texto La palabra debe buscarse en el texto, dentro de la frase

que aparece en la definición, en la posición de los tres

puntos (…) que aparecen en primera instancia.

Nota importante: Para llenar las casillas de cada crucigrama será necesario

imprimirlo.

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DERECHOS

AutorEl autor de todos los crucigramas de esta obra es Eduardo Mario Rhó Constante.

Derechos de autorCada crucigrama de este libro está protegido por las leyes internacionales de Derecho de Autor. Queda prohibida cualquier reproducción, total o parcial, en medios impresos, magnéticos o de cualquier tipo, sin la debida autorización del autor.

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AUTORIZACIONES

Para solicitar autorización de copias o reproducción de cualquier tipo, y conocer las condiciones vigentes para obtenerla, favor de solicitarla por escrito a:

Arenque 2762-ALoma Bonita Residencial

Zapopan, JaliscoMéxico, C.P. 45087

Correo electrónico: [email protected]

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Don Quijote de la ManchaCapítulo I

Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo D. Quijote de la Mancha

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años, era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro; gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada o Quesada (que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben), aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llama Quijana; pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.

Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura, para comprar libros de caballerías en que leer; y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva: porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas razones suyas, le parecían de perlas; y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafío, donde en muchas partes hallaba escrito: la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura, y también cuando leía: los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas y semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas, y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara, ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianis daba y recibía, porque se imaginaba que por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales; pero con todo alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma, y darle fin al pie de la letra como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran.

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Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar (que era hombre docto graduado en Sigüenza), sobre cuál había sido mejor caballero, Palmerín de Inglaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del mismo pueblo, decía que ninguno llegaba al caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo; que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga.

En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos, como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles, y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.

Decía él, que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero; pero que no tenía que ver con el caballero de la ardiente espada, que de sólo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalle había muerto a Roldán el encantado, valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a Anteo, el hijo de la Tierra, entre los brazos. Decía mucho bien del gigante Morgante, porque con ser de aquella generación gigantesca, que todos son soberbios y descomedidos, él solo era afable y bien criado; pero sobre todos estaba bien con Reinaldos de Montalbán, y más cuando le veía salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en Allende robó aquel ídolo de Mahoma, que era todo de oro, según dice su historia. Diera él, por dar una mano de coces al traidor de Galalón, al ama que tenía y aun a su sobrina de añadidura.

En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra, como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras, y a ejercitarse en todo aquello que él había leído, que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros, donde acabándolos, cobrase eterno nombre y fama.

Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo por lo menos del imperio de Trapisonda: y así con estos tan agradables pensamientos, llevado del estraño gusto que en ellos sentía, se dió priesa a poner en efecto lo que deseaba. Y lo primero que hizo, fue limpiar unas armas, que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo; pero vió que tenían una gran falta, y era que no tenía celada de encaje, sino morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de cartones hizo un modo de media celada, que encajada con el morrión, hacía una apariencia de celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte, y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada, y le dió dos golpes, y con el primero y en un

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punto deshizo lo que había hecho en una semana: y no dejó de parecerle mal la facilidad con que la había hecho pedazos, y por asegurarse de este peligro, lo tornó a hacer de nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro de tal manera, que él quedó satisfecho de su fortaleza; y, sin querer hacer nueva experiencia de ella, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje. Fue luego a ver a su rocín, y aunque tenía más cuartos que un real, y más tachas que el caballo de Gonela, que tantum pellis, et ossa fuit, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro, ni Babieca el del Cid con él se igualaban. Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le podría: porque, según se decía él a sí mismo, no era razón que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; y así procuraba acomodársele, de manera que declarase quien había sido, antes que fuese de caballero andante, y lo que era entones: pues estaba muy puesto en razón, que mudando su señor estado, mudase él también el nombre; y le cobrase famoso y de estruendo, como convenía a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba: y así después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar ROCINANTE, nombre a su parecer alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo. Puesto nombre y tan a su gusto a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento, duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar DON QUIJOTE, de donde como queda dicho, tomaron ocasión los autores de esta tan verdadera historia, que sin duda se debía llamar Quijada, y no Quesada como otros quisieron decir. Pero acordándose que el valeroso Amadís, no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya, y llamarse DON QUIJOTE DE LA MANCHA, con que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.

Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín, y confirmándose a sí mismo, se dió a entender que no le faltaba otra cosa, sino buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores, era árbol sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma. Decíase él: si yo por malos de mis pecados, por por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o finalmente, le venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quién enviarle presentado, y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendida: yo señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero D. Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante la vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante? ¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero, cuando hubo hecho este discurso, y más cuando halló a quién dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque según se entiende, ella jamás lo supo ni se dió cata de ello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora,

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vino a llamarla DULCINEA DEL TOBOSO, porque era natural del Toboso, nombre a su parecer músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto.

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Crucigrama No.1Por Eduardo Rhó

Asunto: Don Quijote de la Mancha (Capítulo I)

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Crucigrama No.1Capítulo I

HORIZONTALES

1. "llamarse Amadís a ..., sino que añadió el nombre de su reino ... " (texto). 6. "muchas ... le vino deseo de tomar la pluma, ... " (texto). 11. "pensamiento que jamás dio ... en el mundo, y ... " (texto). 12. Disco membranoso y coloreado del ojo de los vertebrados y cefalópodos, en cuyo centro está la pupila 14. América Latina. 16. Perro (inv). 17. Arbusto vitáceo sarmentoso de la uva. 18. Preposición que denota pertenencia. 19. Diez veces cien. 21. "que ... un hidalgo de los de lanza en astillero, ... " (texto). 23. Todavía. 24. "Y lo primero que hizo, fue limpiar ... armas, ... " (texto). 26. Percibir sonidos con el oído. 27. Pellejo de cuero para guardar líquidos. 28. "veces le vino deseo de ... la pluma, y darle fin ... " (texto). 30. "por el valor de su brazo por lo ... del imperio ... " (texto). 31. Subastar. 32. "a ver a su rocín, y aunque ... más cuartos que un ... " (texto). 35. "imaginar qué nombre le podría: porque, ... se decía él ... " (texto). 39. Rezar. 40. Igual. 42. Virtud, disposición y habilidad para hacer algo. 43. Conjunto de dos personas que cantan o tocan instrumentos. 44. Superficie lateral de un cuerpo. 46. Pronombre posesivo en primera persona (inv). 47. Polonio (inv). 48. Masa de trigo cocida con levadura. 49. Contracción muscular involuntaria. 51. Lutecio. 52. Después de, a continuación de, aplicado al espacio o al tiempo (inv). 53. Alabanza (inv). 55. Reunión para divertirse con música y baile. 56. Saco pequeño de cuero en que se echa dinero, y que se ata o cierra (inv).

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VERTICALES

2. Artículo determinado, masculino, singular. 3. Junto. 4. "olla de algo más ... que carnero, salpicón las más ... " (texto) (inv). 5. Individuo de una sociedad. 6. Tener vida. 7. Gas atmosférico respirable (inv). 8. El campeador, don Rodrigo Díaz de Vivar. 9. Presente del verbo ser en tercera persona. 10. Especie de elefante fósil que vivió en las regiones de clima frío durante la época cuaternaria. 13. Secuencia de ADN que constituye la unidad para la transmisión de los caracteres hereditarios (pl). 15. Planta anual linácea. 18. "a sí mismo, y en este pensamiento, ... otros ocho días, y ... " (texto). 20. Lo que se aparta de lo lícito y honesto (inv). 22. Apostarse para observar. 23. Ácido desoxirribonucleico. 25. "y más cuando le veía ... de su castillo y robar ... " (texto). 27. Del aire (inv). 29. Desembocadura de un río. 30. Mayor cantidad. 32. "pudo haber dellos; y de... ningunos le parecían tan bien ... " (texto). 33. Pasta de legumbres cocidas trituradas (inv). 34. Nave. 36. Tela de seda sin brillo. 37. Provechoso. 38. Unidad de flujo luminoso (inv). 40. " hacienda; y llegó a ... su curiosidad y desatino en ... " (texto). 41. "al pie de la ... como allí se promete; y sin ... " (texto). 44. "velarte, calzas de velludo ... las fiestas con sus pantuflos ... " (texto). 45. Deidad a que dan culto diversas religiones. 48. Número múltiplo de dos. 50. Berza crucífera. 52. Primero (inv). 54. Artículo determinado neutro.

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Nota: Se omitieron los acentos por cuestiones técnicas

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