el quijote como juego y don juan

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  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    1/20

    BIBLI

    TEC

    El Quijot

    e

    como ju

    e

    go y

    on

    Ju

    n

    Sobre t

    cnica

    s cervantinas en Torrente Balles ter

    FERN NDO

    RON O FEITO

    U nive rsidad de Vigo

    R

    es

    umen En

    es te artculo se explican algunas de las es tructuras narrativas de la

    no

    vela

    Don ]11an

    de

    Gonza

    lo T orre

    nt

    e Ba

    ll

    ester

    por comp

    aracin

    con

    el anlisis

    de D

    o 011ijote en J 011

    ijote

    como u e ~ o La reflexividad es una de l

    as

    caractersticas

    principa

    les de su esc

    ri

    tura. Se

    pr

    ete

    nd

    e adem

    s

    d

    emos

    trar

    que

    el

    experimentalismo de T orre

    nt

    e tiene sus races en el a

    rt

    e de la n

    ove

    la de Cerva

    ntes.

    E sto di ferencia la obra de

    Torr

    ente de las

    no

    velas de otros autores espaoles en

    la dcada de l

    os

    60 ta les

    como

    Martn

    Santos

    o Cela

    Abs tract ln

    this essay

    l

    try to explain sorne nar

    ra ti

    ve st

    ructur

    es of the

    Don ] a

    by

    Gon

    zalo To rrente Ba

    ll

    ester by comparing it with the analyse of Don 011ixole in

    E/

    Q11ijot

    e como juego .

    Re

    fl

    exiveness is the main feature of his way of writing. l try

    also to d

    emo

    nstrate that tbe experimentalism of

    Torr

    ente has its stem s in the art

    of

    no

    vel of Cerva

    nt

    es.

    Thu

    s T orre

    nt

    e

    diff

    ers of o ther spanish writers in the sixties

    like Martn Santos or Cela.

    Muchas

    ve

    ces se ha

    recordado

    la frase de

    Ortega

    y Gasse t: Falta

    el

    libro do

    nd

    e se de

    muestre

    en detalle

    qu

    e

    tod

    a novela

    ll

    eva de

    ntro,

    como

    un

    a

    ntim

    a filigrana el

    jjote

    de la mism a manera

    qu

    e

    todo

    p

    oe

    ma pico lleva

    como

    el

    fruto

    el hu eso la

    I

    fada".

    Es tas notas pretenden ofrecer una nueva

    ilustracin para la cita del a

    utor

    de las lv

    fed

    itaciones del

    Q

    ir Jote,

    cu

    ya

    ve rd

    ad

    apunta a un rasgo distintivo de la nove

    la:

    qu e no exis tiendo

    pl

    enamente en

    su sentido mod

    er

    no a

    nt

    es del Renacimi

    ento,

    es

    tamo

    s a

    nt

    e

    un

    gn

    ero

    O rtega

    y

    Gas

    se

    t

    J os

    Meditaciones del Quijote. Id

    eas

    sobre

    la

    1101Je a, Ma

    drid: Austral 1964

    pp

    152-153.

    129

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    2/20

    l

    Fernando Romo

    abierto, vi

    vo

    y

    en expansin, cuya

    po

    tica est ya dada

    nte

    gra en lo

    fundamental en elQujjote.

    atura

    lm

    ente, es p

    os

    ible trabajar

    bu

    s

    cando hu

    ellas explcitas de la

    obra cervantina, por ejemplo, nombres de personajes, coincidencias

    arg

    um

    entales, es tilstica

    s

    etc. P

    ero

    cr

    eo

    qu e no estar de ms, de

    forma

    complem entari

    a

    atender a novelas en las

    qu

    e es lcito reconocer la huella

    cervantina, a

    unqu

    e de forma men

    os

    abiertame

    nte

    perceptibl

    e.

    P

    oca

    s

    como

    Don }llan, de Gonzalo Torrente Ballester, p eden ofrecer

    un

    campo

    m

    s suges tivo

    para

    un trabajo as. Gracias a e

    ll

    a se

    demuestra qu

    e

    Cervante

    s acert a

    pl

    a

    nt

    ear

    y

    r

    eso

    hT

    er

    genial

    ment

    e l

    os

    rasgos esenci ales del

    g

    nero,

    y qu

    e sus soluciones siguen vivas p ara aqul

    qu

    e se

    pa

    recrearlas. No

    me

    refiero a la teor

    a

    de la novela expresa, es tudiada en el

    ya

    clsi

    co

    T

    eora

    de

    la n

    ovela

    en Cervantes, de Edward Riley (1962), sino a la implcit

    a

    a la que

    cabe inferir del desarro llo de la

    obra

    cervantinas, tal

    corno la

    ba visto el

    p ropio To

    rr

    en te Bailes ter en su l Qu Jote

    como

    j e go

    2

    que nos permite un

    pr

    ecio

    so contraste

    e

    ntr

    e la teora

    y

    la prctica del

    nove li

    sta.

    o es de es te Jugar un anlisis exhaus tivo de la novela de Torrente -

    s

    lo el del

    mito

    hom

    ni

    mo ha merecido libros

    enteros

    1

    ni el estudi o

    de

    su

    posicin

    en

    el

    conju

    nt

    o

    ele

    Ja

    evo

    lu

    cin torrenti

    n

    a;

    dig

    amo

    s s

    impl

    em e

    nt

    e

    qu

    e aparte de coincidencias

    particu

    lares, parece p re

    fi

    gurar lo

    qu

    e de jue

    go

    no sin implicaciones metafsicas hay en L a saga f11ga deJ.

    B., que

    no es p

    oco

    .

    Pero s conviene recordar la situacin de Don

    Ju

    an en la c'Tolucin de la

    no vela espaola de p

    osg

    uerra.

    Se suele aceptar la fecha de pub]jcacin el e T iempo de

    silencio,

    1962,

    como

    punto de inflexin en que la narrativa es

    pa

    ola, dom

    in

    ada por el

    reafmo, conocera

    di

    ve

    rsos

    intento

    s de renova

    cin

    y

    experimentacin,

    favorecid

    os

    por la difusin exitosa de la hisp an

    oa

    mericana. Pues bien,

    ntese qu e el D on ] llan, nacido del e

    mpacho

    de

    realismo

    4

    producid

    o por la

    redacc

    in du r

    an te cinco

    aos

    de

    L

    os

    gozos]

    las

    sombras

    ,

    es de

    1963,

    es decir,

    casi co

    in

    cide

    nt

    e c

    on

    la

    no,

    Tela de :Martn Santos. Por

    eda

    d, T o

    rr

    e

    nt

    e

    2

    Ci

    to

    por

    la ecLc i

    n

    de .Madrid: Guadarrnma, l975.

    3 Por ejemplo, el de la mejor co nocedora actual de la obra de Torre

    nt

    e, Carm en Becerra

    Surez, 1

    l

    ilo)'

    litera/11ra

    esl11dio co111parado de do11 Jn

    a11

    ), l 'ni\ersidad de Vigo, l997.

    4

    Do11 ]11 a11

    Prlogo, p. 9. Cito por la quinta e

    di

    ci n de Barcelona: D estino

    li

    bro, l989.

    Exce

    pto el

    pr

    logo, citar siempre mediante el

    nmero romano

    del captulo,

    el

    arbi

    go

    de

    la secuenci a y un segund o arb igo de la pgina que corresponda .

    130

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    3/20

    Q11ijote c

    omo

    j ego

    y Don

    ]

    a

    Ballester, nacido en 1910, pe

    rt

    enece ms

    bien

    a la

    prom

    ocin

    de

    lo s Cela

    y

    DeJfes ,

    qu

    e, s

    in

    e

    mbar

    go, espera ran

    unos

    aos antes de sumarse a la nueva

    corriente: Cinco horas con lviario es de 1966 y San Camilo 1936 de 1969. Se

    puede decir, pues,

    qu

    e

    Torr

    ente, poseedor de Jo ms imposible de simular,

    lo mas

    inepto

    para seguir

    nin

    g

    un

    a corriente

    domin

    a

    nt

    e

    ...

    : la per

    so

    nalidad

    ,

    5

    haba llegado al experimeotalismo por sus

    propio

    s medios

    y

    camino, como

    resultado de una

    evo

    lucin

    int

    erior. E n

    opinin

    de Alicia

    Jim

    nez:

    Demuestra [el

    Don Juan] qu e

    Torrente

    ha estado siempre inclinado al

    mundo

    de la novela fantstica ms

    qu

    e a Ja del rea

    lismo, y l

    ..

    ]

    pone de

    manifiesto

    que

    su fu

    ente

    de inspiracin genuina as

    como

    sus

    inquietudes

    estticas han discurrido ms apegadas al purismo

    in

    tele

    ctu

    al, al arte per

    se,

    que a la

    fe

    nom

    eno

    loga social o poltica de

    un

    ento rn

    o .

    6

    Ahora

    bien, qu clase de experimentalismo? Al respecto,

    conviene

    recordar

    las pala

    br

    as del a

    ut

    or

    en

    su P

    anorama de

    la literatura espaola

    co tf po rcnea

    7

    que es precisamente de esos aos ediciones en 1956, 1961 y

    1965):

    Si a al

    go

    afe

    ct

    a sustancialmente la tradicin artstica, es a

    la transmisin de las formas; y

    slo

    de

    ntro

    de una

    tradicin as

    puede operarse

    una revolucin forma

    l.

    Se ha

    dicho

    ya qu e no existe una tradicin

    en

    la

    moderna

    no

    vela espaola,

    que

    l

    os no

    velistas de las generaciones

    anteriores han ido cada uno

    por

    su lado [ ..]. E l novelista

    de la postguerra se e

    ncu

    entra, sin e

    mb

    argo, con

    qu

    e a la

    novela e

    urop

    ea y la americana han llegado nuevos mod

    os

    de

    narrar

    [

    ..

    ]. Al mismo tiempo, la crtica universitaria

    [ ..] pone en circulacin

    un

    a terminologa de cierta

    novedad[ ..

    ].

    Por ltimo, l joven novelista espaol prete

    nd

    e,

    razon

    ab

    leme

    nt

    e, no re

    nunci

    ar a su derecho a la

    s

    De Nora,

    Eugenio G., 1

    novela espm ola co te porn

    ea 1939-1967), Mad rid: G redas, 1973

    (reimpr., 1 ecl. ele 1962),

    Ill

    , p. 95. Cfr. la opinin

    ele

    G. Sobejano: Ms que la versin

    intelectual del mito [ .. ] es este desarreglo y en trecruce ele planos imaginativos, as como

    lo s injertos legendarios [ .. ] lo que proYoca mayor sorpresa como anticipo en Es paa de

    ese modo ele novelar

    fr

    agme

    nt

    ado, proteico r multigenrico que uego ha ido alcanzando

    tanta

    fo rtun

    a (en Novela

    espa1/ola de n11estro

    tiempo,

    Madrid:

    Pr

    ensa

    Espao

    la,

    19

    7

    5,

    2 ecl.

    ).

    6

    Tom

    :nte Balleste ; Barcelona: Barcanova, 1981, p. 48.

    Madrid: Guadarram

    a,

    1965 (1 e

    l

    . ele 1956), p. 48

    8,

    curs ivas del auto r.

    3

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    4/20

    Fe

    rnando Ro

    mo

    innov

    acin y a la orig

    in

    alidad. N os a

    tr

    evemos a aseg

    ura

    r

    qu

    e ni

    un

    a sola de las n

    ove

    las publicadas de

    ntro

    de las

    fe chas

    qu

    e se es tudian hubiera perdido ni una posibilidad

    expresi

    va

    de ser escrita "

    de

    sde

    un

    principio

    ha

    sta el fin"

    de una

    ma

    nera orgnica ( .. ].

    E l fenm eno

    co

    nsiste, sencillame

    nt

    e, en

    qu

    e se ha dado a

    la tcnica

    un

    11alor sustantivo y de que sic] se la considera

    como

    instrumento transportable,

    olvida la elem ental verdad

    esttica de

    qu

    e el t

    ema

    d

    ete

    rmina

    la tmica;

    de que

    la

    tmica no

    se

    justifi,ca

    por sf

    111isma

    sino

    por

    las

    posibilidades expresivas

    que

    libe

    ra

    [ . .].

    Con que se tra ta aqu de experimentaci

    n,

    s, pero qu e en vez de

    imitar con ms o menos fo

    rtun

    a re

    cur

    sos forneos, p

    roce

    de orgnic

    ament

    e

    del contenido, y sup ongo

    qu

    e adems de Ja asimilacin de la p

    rop

    ia

    tradicin na

    rr

    a

    tiva

    hispnic

    a;

    y en ella parece natural

    qu

    e el autor de

    l

    fjote como juego,

    8

    repa rase en primer lu

    ga

    r y sobre todo en Cenrantes: "1'fs

    en

    In

    glate

    rr

    a

    qu

    e en

    Fra

    ncia, y p

    or

    encima de todos, ya en Cervantes,

    1

    b

    , b . " 9

    1a n a

    qu

    e uscar

    mi

    s m aestr

    os

    .

    E l reconocimie

    nt

    o del cervantism o del

    D

    on

    J

    uan no es de ahora: "La

    estructura es cla

    ram

    ente una estructura cervantina", en palabras de J

    oaqun

    Marco

    w.

    No se ha

    pr

    ecisado, empero , con detenimiento, el m odo especfico

    de ese cervantismo estructural. Justamente lo qu e m e pro pongo aqu

    pro

    bar

    es que la originalidad de la novela consiste en qu e su tcnica narrativa, a

    di

    fe

    rencia de lo que hicie

    ron otros,

    p roviene bsicam e

    nt

    e de la re

    fl

    exin

    sobre el

    Qujjote.

    Afirmacin no nu eva, pues, a

    unqu

    e algo ms nuevo

    res

    ult

    ar, espero, el in tento de definir la clave del cervanti sm o de

    Don

    Juan .

    Cm o termin la historia es de sobras conocido : D

    on ]

    11an, acogido

    elogiosam e

    nt

    e por la crtica en su

    publi

    cacin , salud ado incluso su au tor

    por G arca V

    i

    como el represe

    nt

    an te pro totpico de esa clase de escritor

    8

    El auto r afirma en el prlogo, p.

    7

    que l

    as

    ideas del ensayo han experimentado una larga

    elaboracin, durante aos.

    9

    Gonzalo

    Torrente

    Ba

    ll

    ester, " Prlogo a la obra completa'', Obras co111pletas I, Barcelona:

    D estino, 1977, p. 71.

    o

    Joaqun ;\fa rco, " L

    as

    narraciones de Gonzalo Ballester'', en V.V.A.A., L 01

    1

    ela espalola

    ac/11al, Madrid:

    Fundacin

    J uan i\Iarcb, Ctedra, 1977, p 85.

    11

    Por ejemplo, la resea de J R

    \

    la r

    ra-Lpez, en nsula, 203, octubre 1963.

    13

    2

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    5/20

    lQ11 Jote como juego y Don Juan

    po

    r el

    qu

    e clam am os [

    ..

    ]

    ,

    2

    fue tan

    poc

    o ledo com o las anteriores n

    ove

    las

    del auto r,

    qu

    e seguira siend o casi desconocido hasta

    L a saga

    uga de].B. ,

    en

    1972: Haba publicado un libro m s ,

    D

    oll

    J

    uan

    ,

    en la

    prim

    avera del 63, an te

    la indiferencia de l

    os

    le

    ct

    ores y la

    inc

    ompren sin de bu ena pa

    rt

    e de l

    os

    crticos

    3

    H asta el punto de qu e se puede exte

    nd

    er a toda su produccin

    an terior a la citada Saga

    fltpa

    lo

    qu

    e Martnez Ca

    chero

    haba afirmado

    respecto

    de su

    prim

    era n

    ove

    la: No

    hub

    o, pu es, ocasi n de conocer

    un

    a

    posibilidad ha

    rt

    o distinta a lo que ento nces representaron Pasma/ D?tarte y

    l \

    ada,

    un

    a posibiJjdad digam os

    in t

    ele

    ctu

    al .

    4

    El p rimer record atorio cervantino que advertimos en Don Jan est

    en el prlogo :

    P

    ero creo

    haber

    pu

    esto ta

    mbi

    n al

    go

    de mi cosech

    a

    algo

    en

    v

    irtud

    de lo

    cu

    al este D on Juan sea mi D on

    Ju

    an

    . Es cierto que, en su

    mayo

    r parte, mis aportaciones

    pe

    r

    so

    nales no

    son

    imgenes, s

    in

    o conceptos. Bueno. Por

    eso, slo po r eso, prefiero llam ar histo ria y no novela

    a esta obra ma. La novela, tal

    y co

    mo yo la

    co

    ncibo, es

    otra cosa. (Prlogo: 9)

    El co

    ntra

    ste e

    ntr

    e hist

    or

    ia

    y

    novela en Cerva

    nt

    es se suele explicar

    porgue nov

    e

    la era sencillam ente novela corta ; n o haba, pues, palabra para

    el ujj

    ote

    toda vez

    qu

    e la palabra

    rom

    a

    nce

    (cfr. fra

    nc

    s

    roman)

    estaba

    ocu

    pa

    d

    a

    entre nosotro s por un g n

    ero

    p

    o

    tico. Mientras

    qu

    e

    Don J

    uan iba

    a for mar parte de una serie de histo rias de humor para eruditos [ .. ] que no

    era n [ .. m eras fa

    nt

    asas librescas, s

    in

    o la realidad, al menos la

    verd

    ad. O

    una verdad (Prlogo: 11 ), lo que justifica para T o

    rr

    ente su terminologa.

    P

    ero

    recurd ese, p or aadidura, que cua

    nd

    o T orrente se pregunta si no ser

    un simple juego

    de

    palabras afirm ar que el bien apetecido por don

    Quijote

    es

    ll

    egar a ser personaje li terario :

    Sin e

    mbar

    go, de atenerse al he

    ch

    o

    indud

    able de

    qu

    e

    to do perso naje histrico, en cuan

    to fi

    gura de

    un

    a histo

    ri a

    2

    M . Garca Vi, ,\Jovela espClllola act

    11a

    l Prensa Espaola, 2 ed., 1975 (1 de 1965).

    Garca Vi,

    como

    es sabido, encabez la

    ll

    amada escuela metafsica , que se propona

    combatir el reaLsmo social imperante.

    3

    Prlogo a Ja obra completa , p. 75.

    4

    J M Martnez Cachcro, H

    istoria

    de la 1101iela espmlola en/re

    9

    6)

    975

    , Madrid: Casta

    li

    a

    1980, pp. 299-308.

    133

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    6/20

    Fernand o Rorn o

    por ser sta indiscutibleme

    nt

    e litera

    tu

    ra narrati

    va ,

    tiene

    que someterse a las leyes del personaje quiralo o no , no

    es ya tan exagerado, no es un simple y so fstico juego.

    Qu ms da para la construccin del personaje, que la

    figura se apoye en documentos que en

    ima

    g

    in

    aciones?

    El

    Quijote

    como

    juego p 70)

    D on Juan, com o personaje,

    pr

    eexiste al D

    on Juan

    y tiene, p

    or

    consiguiente una historicidad co

    mparabl

    e a la de cualquier personaje

    construido con apoyo de documentos, pero, por

    otra

    parte si ha l

    og

    rado

    persistir es porque encierra

    un

    a verdad . S

    up

    on

    go qu

    e reflexiones com o

    sta son las que permitieron a Soldevila realizar un a distincin, aplicable a

    T o

    rr

    e

    nt

    e y a lvaro Cunqueiro, en tre n

    ove

    la histrica y n

    ove

    la de la

    historia. A este ltimo tipo, al

    qu

    e pertenecera D on

    J

    11a11 lo caracteriza por:

    1

    ,

    repeticin incesan te de tipos

    y

    arquetipos a lo largo del tie

    mpo ;

    2,

    mezcla de tiemp os, culturas y perso najes

    en un

    a girndula de vistosos

    anacronismos ; y

    3, e

    quiparacin entre leyend a, mito e historia como

    fa bulaciones de un mismo nivel de credibilidad .

    15

    Rasgos los tres que

    convienen a

    D

    on

    Juan

    en el

    punto qu

    e nos o

    cup

    a. A

    unqu

    e quiz no est de

    ms aducir o tros dos lugares de T orrente, esta vez a propsito del concepto

    de realidad:

    Real es todo lo

    qu

    e existe, este hombre, aquel ro, la

    Revolucin Francesa, el logaritmo de pi, una metfora,

    una utopa

    a

    condi cin de que cada un o de eUos sea

    colocado en la esfera de la realidad

    qu

    e le correspo

    nd

    e. El

    caso de la literatura [ .. ] participa de esta condicin ,

    y

    lo

    hace de un mo

    do

    particular que le es propio. E n

    prim

    er

    lugar, porque

    pu

    ede abarcar todas.

    ElQuijote como;uego pp . 41-42)

    Principio de realidad suficiente : los materiales

    [ . .] de una narracin [

    ..

    ] deben estar ex

    pr

    esados de tal

    m anera que acusen una impresin equivalente a la

    qu

    e

    is Ignacio Soldevila

    Du

    rante, La

    ela desde 1936

    Madrid: Alambra, 1980, p. 13

    4.

    134

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    7/20

    El

    Quj;Ote

    mo juego

    y

    Don

    Juan

    n

    os

    pr

    o

    duc

    en las personas, cosas, a

    mbi

    e

    nt

    es y

    acontecimientos reales; pero el modo

    de

    alcanzarlo, y es to

    era lo ms

    imp

    o

    rt

    a

    nt

    e de

    mi

    des

    cubr

    imie

    nt

    o, no

    co

    nsiste

    en copiar lo real, sino en organizar de tal manera el

    sistem a ve

    rb

    al, es decir, la seri e ord enada de imgenes y

    conc ept

    os

    qu e las pala

    bra

    s representan , que por su p ropia

    fu erza causasen aquella impresin, y la causasen por s

    mismos, s

    in

    necesidad de

    qu

    e

    el

    lector anduviese

    constantem ente del tex to a la realidad y de s ta al texto.

    (Interve ncin de G onzalo T o

    rr

    ente Ba

    ll

    ester

    , ovela

    espaola

    actual p.

    106)

    Por otra part

    e

    hay dos alusiones directas al personaje don Quijote y

    otra, disc utible, indire

    ct

    a. Lepore

    ll

    o acaba de

    ll

    evar al narrador a casa de don

    Juan , casa qu e le resul ta extraa y Lepore l o burlonamente le dice: No me

    ex tra1a que ande usted

    un

    poco

    est

    pido; es, ms bien , razonable. Como si

    ca

    min

    ase por una ca

    rr

    etera y se topase, de pro nto, con don Qtjo te I, 5:

    30). Algo m s adelante, el narrador ha

    br

    de evocar al hidal

    go

    - tu

    ve

    que

    r

    eco

    rd

    ar a don Quij

    ote

    [ ..

    ]

    (I , 9:

    44

    -

    para armarse de va l

    or

    y

    entrevistarse con Sonj a. La

    indir

    ecta ocurre en 13: 26, cuando el narrador

    ha

    bl

    a con su amigo el cura sobre Leporello . E l cura acons eja al primero que

    rompa las narices al italiano, aunque si Lepo rello, a su vez , es cura -

    reco

    rd

    em

    os

    sus conocimie

    ntos

    teo lgicos - se incurrira en exco

    muni

    n :

    Pero puedes darle un buen go lpe con el paraguas, o un

    pu

    etazo sin

    quit

    arte el guante, o

    un

    silletazo .

    Par

    a que exista exco

    muni

    n tienen

    qu

    e

    ocurrir determinadas

    circun

    stancias:

    manu

    violenta

    suadente

    diabolo [ . .] .

    Parece haber aqu un re

    cu

    erd o irnico de la s

    itu

    acin y las pala

    br

    as con que

    el bachiller Alonso Lpez advierte a don Qw jote que qu e

    da

    excomulgado,

    en la ave

    ntura

    del

    cu

    e

    rp

    o

    mu

    e

    rt

    o

    Q

    I, 19),

    la

    mi

    sm a

    qu

    e cita, por o tra

    parte, To

    rr

    ente com o eje

    mpl

    o en su lQu

    fj

    ote

    como

    juego p. 107). Pero son

    las nicas alus

    ion

    es en

    un

    a n

    ove

    la de 347 pginas y slo ellas no bastaran

    para probar la fili acin cervantina.

    Lo m s

    importa

    nt

    e, ya lo adve rtimos, no es cuestin de alusiones sino

    de con struccin narrativa. Quin nos cuenta la hi sto ria, cm o nos

    e

    nt

    eram

    os

    de los he

    ch

    os que constituyen

    Ja

    narracin? N o hay aqu ning

    n

    Cile H am ete: la novela es t escrita en

    prim

    era persona en todos sus

    1 5

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    8/20

    Pernando Romo

    captul

    os

    exce

    pto

    el seg

    undo, en

    tercera. E n lo s captulos

    1 V

    la

    prim

    era

    p

    erso

    na corresponde a un crtico teatral espaol

    qu

    e ha acudido a Pars a

    ve

    r e] teatro

    qu

    e

    no puede ver

    en

    Espa

    a

    - e se

    narrador a

    nnim

    o al

    que

    ,

    s

    in

    e

    mb

    argo, he prestado alg

    un

    a de

    mi

    s circunstancias pe

    rsonal

    es (Prlogo:

    1

    O ,

    p

    ero

    Periodista nada

    m s,

    no lo olv

    id

    e

    .J

    ams ha escrito

    un

    miserable

    cuento. Carece de imag

    inacin

    V,

    1: 255).

    6

    E n rigo r, lo nico

    qu

    e a este

    narrador oc

    urr

    e qu e justifique el que lo consideremo s adem s como

    personaje, es que se encuentra

    con

    un tipo

    ext

    rao,

    qu

    e se hace

    ll

    amar

    L

    epo

    re

    ll

    o,

    qu

    e

    pr

    ete

    nd

    e hacerse ace

    pt

    ar

    como

    rea

    lm

    e

    nt

    e Le

    por

    e

    ll

    o

    y

    a

    su

    amo realme

    nt

    e com o don

    Juan

    , y

    qu

    e

    in

    vitar al nar

    ra

    dor a supl

    antar

    a d

    on

    Ju

    an en el a

    lm

    a de la enam

    ora

    da Sonja. H asta a

    qu

    la hi

    sto

    ria se

    reduce

    al

    despli

    eg

    ue de la energa

    di

    alctica de Lep

    ore

    llo,

    qu

    e trata de argum

    entar

    sus

    afirm acio nes frente a la natural desconfianza del narrador; a las extraas

    transferencias

    qu

    e o

    curr

    en en la concienci a de s t

    e; y

    a su fallida estrategia

    am orosa. P

    ero

    si nos deja

    mo

    s convencer por Leporello, y ello s

    uc

    ede

    irresisti

    bl

    eme

    nt

    e

    tant

    o al

    nar

    ra

    dor como

    al p

    ro

    pio le

    ct

    or -

    como que

    estam os a

    nt

    e el mis

    m si

    mo

    dem

    onio- asistirem

    os

    a la

    ve

    rd adera hi

    storia

    de don

    Ju

    an (malinte

    rpr

    etad

    a

    por lo general por

    cuantos

    se han

    ocupado

    de ella a lo largo de la historia), y hasta a

    un

    a revisin del

    nsis

    ya que el

    Burlador ha sido, sin saberlo, pieza de pru eba

    en

    el pleito

    que

    enfrenta a los

    dem oni

    os lut

    eranos

    con

    l

    os

    catLcos,

    y

    a tod

    os

    e

    ll

    os

    co

    n

    Di

    os.

    os habla,

    pu

    es, un narrador,

    pero

    que no hace sino referir lo que

    Le

    por

    ello le

    cuenta

    a l y as

    como

    su p ro

    pi

    a sospecha de estar si

    endo

    vctima de una extraa burla. Pero e

    nt

    o

    nc

    es Leporello ta

    mbi

    n es narrador

    - no hay hi

    sto

    ri

    as

    si no e

    ntramos en

    su ju

    ego- ,

    e

    nc

    aja

    do , va

    lga la

    expresin, e irnicamente o

    mni

    sciente, po

    rqu

    e en tanto

    qu

    e diablo sabe

    hasta los m

    s ntimos

    pensa

    mi

    ent

    os

    y sentimie

    ntos

    del na

    rrad

    or

    primero.

    Leporello coincide

    con

    Cicle Ham ete en un rasgo esencial: la mentira;

    a

    unqu

    e el desarrollo

    como

    personaje de

    Leporell

    o es

    much

    o ms ampL o

    qu

    e el de histo

    riador

    arbigo. Y es

    un

    a m entira

    qu

    e no re

    mit

    e aqu a hech

    os

    o enunciados espordicos, sino que em ana de la propia esencia constitutiva

    del per

    so

    naje. Ci e H amete era m e

    ntiro

    so por arbigo, Lepore

    ll

    o lo es por

    ser un demonio : n o es que lo qu e diga resulte sospechoso, es que l mismo

    es

    mentira

    . H abla

    nd

    o el narrador: Lo cierto es

    qu

    e llegu a

    cr

    eer

    qu

    e a

    qu

    el

    l

    i

    Recurd ese gue T

    orre

    nte fue

    conocido duran

    te

    mucho

    s

    ao

    s

    como

    crtico

    y,

    s1 acaso,

    como ensayista. El carece ele im

    ag

    inacin , sin

    duda

    ir nico, re

    cu

    erda al

    in

    genio

    se

    co

    como un

    es

    parto

    cer\'antino.

    136

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    9/20

    ElQuijote

    como

    juego

    y

    D

    on a

    sujeto

    l

    ..

    ]

    era

    ]

    una deliberada falsificacin

    1

    ,

    1:

    17); Me da la

    im

    pr

    esin de ser todo m e

    nt ira 1

    ,

    1: 20); y

    hablando don

    Ju

    an: J am

    s

    he

    sentido p or Satans la m enor s

    imp

    ata [ .. J. Me repugna sobre todo su

    fa lsedad (IV, 5: 179) . Es to plantea una in teresante cues tin, y es que,

    entonces, qu verd ad se

    pued

    e atribuir al P

    oe

    m a del peca

    do

    de Adn

    y

    Eva

    0/ 1),

    qu

    e slo conoce el narrador a travs de Leporello y que

    co

    ntiene la clave teol

    g

    ica de la obra; o a las ala

    ban

    zas del cielo 0J

    1: 272-

    273),

    igualm e

    nt

    e de Leporello,

    qu

    e parecen perfectamente sinceras? H ay

    que aceptar

    qu

    e es te dia

    bl

    o y me

    ntiro

    so por ser diablo es tes

    tigo

    fiable para

    cua

    nt

    o

    co

    nstituye su propia historia y la de su am o. Y

    a fortion

    cabe la

    in

    te

    rpr

    eta

    ci

    n de

    qu

    e las ala

    ban

    zas al cielo

    por

    un

    ene

    migo

    de ste

    ti

    enen el

    mayo r valor probatorio , justamente por venir de quien vienen.

    Co

    m o sea, la

    hi storia de Leporello se impone al narrador

    qu

    e la escucha

    y

    al lector

    co

    n la

    co

    ntundencia

    qu

    e slo tiene la ve

    rdad

    .

    Probl

    ema e

    quipar

    able al de la

    \Terci

    ad

    de la historia narrada por un historiador menti

    roso,

    y represe

    nt

    acin

    artstica del

    contro

    ve rtido es ta

    tu t

    o o

    nt

    olgico de la ficcin:

    l [Pira

    nd

    ello]

    y yo (perdn por la

    inm

    odes

    ti

    a) n os hallamos a gusto en las pginas del

    Q

    jjote

    la epopeya de la co

    nt r

    adiccin, el s

    y

    el no afirm ad

    os

    cua

    nd

    o se

    ni

    egan y negados cuando se afirman acabo de escribirlo y no lo

    . d )

    1-

    entlen o .

    Lcporello cae,

    pu

    es, de lleno, bajo lo que Va

    ll

    e Arce ha bautizado

    como narrador infidente , y con esa naturaleza suya se vincula uno de l

    os

    hj

    l

    os

    arg

    um

    e

    nt

    ales de la obra, igualmente bien cerva

    ntin

    o: la

    burl

    a (es

    curi

    oso qu

    e

    un

    a afirmacin de

    l

    Qjjote

    como

    juego

    : E

    l le

    ct

    or espaol no

    tolera

    qu

    e le tom en el pelo (p.

    162),

    se re

    pit

    a en

    D

    on J uan) . E n efe

    ct

    o, el

    narrador sospecha insistentemente que Leporell o quiere burlarse de l, p

    or

    el esfuerzo

    qu

    e invierte en co n

    ve

    ncerle de cosas

    incr

    e

    bl

    es. Es te es un

    mo tivo no menor, como lo prueba el

    qu

    e aparezca una y otra vez a lo lar

    go

    de la

    nm

    'ela, por lo menos e

    n:

    I ,

    2: 22;

    I, 3:

    23;

    I ,

    5: 33;

    I, 8:

    42;

    1, 9:

    46;

    II I ,

    2: 98;

    Ill,

    2: 105;

    lII,

    4:

    114;

    V,

    1:

    25

    6; naturalme

    nt

    e, en los captulos en l

    os

    gu

    c est prese

    nt

    e el na

    rr

    ado

    r.

    Ah

    ora

    bien, cmo se compadece esa b urla

    con la seriedad del discurso teolgico y m oral de la novela?

    Es

    verd ad

    qu

    e el

    artificio de

    qu

    e n

    os

    o

    cup

    am

    os

    p

    ro

    blema

    ti

    za cuan tas afirmaciones se hacen

    en

    D

    on } t1all pero ello no dis

    minu

    ye la importancia del aludido discurso, que

    como to do lo dems, impone su seriedad al lector aun contra la tenaz

    Prlogo a la obra

    comp

    leta'', pp. 31 -32.

    137

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    10/20

    Fe rna

    nd

    o R

    omo

    desconfi anza

    sospec

    ha

    de

    impostura gue

    el narrad

    or

    hasta el

    fi

    n

    al

    experim enta.

    E l tem or a gue todo sea una

    burl

    a afecta, pues, tanto a la fiabilidad de

    ese discurso teolgico aludido, com o al aspecto digamos moral de las

    relaciones en tre Leporello don

    Ju

    an el Burlador, no lo

    olvidemos

    ), de un

    lado, y el narrador, Sonja, y el resto del

    mundo,

    de otro. La

    natural

    eza

    diablica de Leporello es clave para esto, fuente de paradojas e

    iron

    as de

    todo tipo: l no s cuenta cm o el Padre T llez pellido bien

    signific t ivo

    sa

    ba m s de Dios

    qu

    e nadje, au

    nqu

    e con la limitacin

    perso nal de

    qu

    e, secretamente era ateo I I, 1: 71 , co sa, gue, di

    cho

    sea de

    paso, le ocurre tambin a don J orge

    IV

    , 1: 148),

    pr

    ecep tor

    de

    don

    Ju

    an.

    Volvam

    os

    una vez ms a E Quijote

    como

    jNego dond e la interpretacin de la

    novela co mo un juego en el que el narrad

    or

    considera loco al protagonista,

    al

    par qu

    e ofrece pistas que lo desmienten

    p.

    121), no excluye la presencia

    de

    discur sos serios a

    propsito

    de diversas cuestiones . Pues bien, hay

    muchas

    ideas mucha ideologa en on

    an en gra

    n

    parte

    p

    ro

    cl

    amada

    sin

    disfraces, pero slo operante si se entra en el juego de Leporello se cree,

    e

    ncima, en la transmjgracin

    de

    las almas.

    Mas el motivo recurrente con el qu e con ms frecuencia enlaza el

    tem

    or

    de ser burlado es el de los

    int

    e

    ntos

    de

    Leporello

    p

    or con

    vencer

    de su

    pro

    pia existencia la de su amo. Ciertamente,

    aceptar

    lo sera como

    aceptar

    que podem os enc

    ontrarnos

    a don Quij

    ote por la

    calle. Supone adnlitir

    qu

    e

    dos criaturas de ficcin existan histrica

    y em

    pricamente,

    y

    no slo eso,

    sino que se suspendan para ellas los lmjtes del espacio el tiempo. Ahora

    bien , no

    oc

    urre eso con cualquier criatura de ficci n, que parece existir de

    verd ad a travs de las p ocas? Se ha dicho que es un rasgo cervantino de

    Don Juan el combinar personajes de ficcin

    con

    otros qu e no lo son, pero

    es que es real el narrador? Si lo

    par

    ece es sencillam ente p or contraste con

    p

    erso

    n ajes

    tan

    tpica mti

    came

    nte literarios como don Juan; no es de

    otro

    modo como conferimos mayor realidad a don Qwjote y Sancho que a

    Anse

    lm

    o, L

    ota

    rio Camil

    a,

    p rotagonistas del Cllrioso impertinente. As qu e lo

    qu e est aqu en juego, incorporado a la narracin como

    mat

    eria artstica, es

    el m odo de exis tir de los seres de ficcin, y el m odo como pueden imponer

    su

    existencia, una cierta existen

    ci

    a al meno

    s,

    a la conciencia de

    cua

    lquier

    lector. Y

    esto

    lo argumen ta Leporello al narrador y el novelista al lecto r-

    entrever

    ndo

    lo

    in t

    eligentem ente en el disc

    ur

    so de la fe:

    138

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    11/20

    El

    Q tijot

    e c

    omo

    j ttego y o ] a

    S e

    lo dir

    .

    Usted

    no

    cree

    qu

    e yo sea el diablo

    porque

    n o cree en

    l

    diablo. Y, del mismo

    modo

    usted

    no cree que D

    on Juan

    lo sea de veras, D

    on

    Juan

    condenado a ser l

    mismo por

    toda una eternidad, D on

    Juan juzgado definitivamente,

    porque

    usted no cree

    en

    la

    Eternidad ni

    en l Infi

    erno.

    Si usted

    creyera

    en

    el

    Infi

    erno

    y en la Eternidad

    por qu

    negarse a aceptar

    que

    mi

    amo

    fuese

    un

    condenado?

    us t ed

    no dijo jams que D on Juan lo fuese -

    interrump- . Usted me dij o solamente [ .. ]

    - [

    ..

    ]

    que

    l era D on

    Ju

    an y yo el diablo. D e

    acuerdo. La mentira no fue completa, pero una buena

    mentira

    debe

    contarse

    por e tapas,

    como toda narracin

    bien compue

    sta.

    Ahora

    bie

    n

    aunque se la hubiese

    contado entera desde el principio,

    fa

    ltand o as a las reglas

    elementales del arte, usted no la

    hubiera

    credo. Amigo

    mo, por qu no examina la autenticidad, la S stancia

    de

    su

    fe?

    Usted dice creer

    en

    el diablo, pero

    si

    se lo

    encuentra

    en

    la calle, no admite que lo sea;

    y

    dice creer

    en

    el infierno y en la condenacin,

    pero

    si le presentan a un

    condenado

    lo tacha de farsante. (III

    6:

    129 ).

    Se trata de representar el

    problema

    - recordando a Quine- de qu

    bases tenemos

    para

    afirmar

    que

    hay lo

    qu

    e hay ; pero, p or ser

    representacin

    no

    es preciso resol

    ver

    lo de forma l

    g

    ica aunque s artstica.

    Leporello se di rigi inicialmente al narra

    dor

    porgue ste haba escrito un

    artculo

    en

    el que demostraba cierta penetracin

    en

    el an

    li

    sis del personaje

    don Juan, como ste se dirige a Sonja porque la muchacha se ha molestado

    en preparar

    una

    tesis para la

    Sorbona

    acerca de l mismo. As que las

    criaturas de ficcin existen, algo tautolgicamente para quienes son capaces

    de traspasar l

    os

    umbrales de la ficcin literaria, y penetrando en ella, dejarse

    llevar hasta el final.

    Si usted, seor juzga m ora

    lm

    e

    nt

    e a don Quijote

    com o si fu era un ho

    mbr

    e de verdad, hace ni ms ni

    menos lo

    que

    don

    Quijot

    e ayudand o a Melisenda y a

    Gaferos fugitivos de la m

    or

    isma y perseguidos de ella. Si

    39

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    12/20

    Fernando Romo

    usted

    se

    porta

    ante una ficcin com o

    ante

    la

    realidad ,

    por

    qu

    tacha de loco a

    don

    Quijo te

    cu

    a

    ndo hac

    e lo

    mismo?

    (E Qu

    jjote

    como jueg

    o p 19)

    Este as

    pe

    cto

    dete

    rmin

    a el final abierto de la n

    ove

    l

    a.

    E l narrador asiste

    en el captulo V a

    un

    a represe

    nt

    a

    ci

    n teatral qu e le permitir

    conocer

    el

    desenlace de la

    verdader

    a historia de don

    Juan.

    Al final, ste y

    Leporello

    saltan al patio de butacas y salen del teatro, lo que

    confirma

    la desconfi anza

    del narrado

    r:

    Y en a

    qu

    l instante, slo en a

    qu

    l

    inst

    a

    nt

    e,

    compr

    end

    qu

    e

    don Ju

    an

    y l

    no

    eran ms

    qu

    e

    un

    os a

    ct

    ores

    f /,

    6: 345) no h

    ay que

    esperar al palacio de los

    duqu

    es para

    qu

    e don

    Quijot

    e co

    no

    zca

    de

    todo

    en

    todo

    ser caballero a

    nd

    a

    nt

    e y

    no

    fantstico ?

    Q

    II , 31); Sonja co

    rr

    er tras

    ell

    os

    : tambin actriz? Pues bien, cuando al da siguiente arranc a el tren

    que

    conducir

    al na

    rr

    ador de

    vu

    elta a

    Es

    paa, p

    or

    la ve

    nt

    anilla ver en el a

    nd

    n,

    de

    pronto,

    a Lepore

    ll

    o y don Juan que le despiden; Sonja no estab

    a.

    Realidad, pues, o ficcin?

    Ti

    enen la peculiar existencia de la ficcin, real

    para quien cree

    en

    e

    ll

    a.

    E l dil

    ogo entre

    el nar

    rador

    y

    Lep

    ore

    llo citado arriba

    no

    s lleva a

    ocup

    arnos de otro aspecto mu y caracterstico de Don Juan,

    consecuencia

    de

    lo a

    nt

    erior, y es la frecuencia

    con qu

    e las situaciones de la ficcin suscitan

    reflexiones literarias, alusiones a los

    probl

    em

    as

    del

    no

    velista o del

    dram

    at

    urgo

    .

    Esto

    se hace sistemtico a lo lar

    go

    del captulo V, en el

    qu

    e es

    autntico

    teatro lo

    que

    a

    par

    ece e

    nc

    ajado en la narracin, y la

    constante

    crtica

    qu

    e el espe

    ct

    culo merec e al narrador, al ejercer

    un

    efe

    ct

    o de

    distancia

    miento

    ,

    impide qu

    e el

    lector

    se deje a

    rr

    astrar del todo por la

    historia y olvide

    que

    don J

    Ltan

    es literatura; pero antes

    ha

    surgido tambin

    casi

    continuam

    ente.

    Me ahorro,

    pues,

    un

    a relaci n de las pginas

    para

    ofrecer un so

    lo eje

    mplo, bien

    significativo. Leporello a

    caba

    de enterarse de

    qu

    e

    Son

    ja

    ha

    disparado contra

    don

    Juan, y cua

    ndo

    co

    nduc

    e al na

    rrad

    or al

    piso

    de aqul e

    ncuentra

    el pauelo que servira de prueba contra la

    muchacha.

    El

    narrador reflexiona: La inspeccin del

    coch

    e, el com entario

    al ha

    lJa

    zgo del

    pauelo

    , y, so

    br

    e todo, el tie

    mp

    o

    consumido

    en

    as

    pirar su

    perfume y en ponderarlo, me parecan algo as como una dive rsin lric

    a,

    o

    la

    in t

    erpolacin discursi

    va

    en un

    proc

    eso

    dram

    tico

    ur

    gent

    e 1,

    6: 36) .

    14

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    13/20

    El

    Q11ijote como juego y D

    f11

    a11

    Y es curi

    oso

    qu e, en ocas iones, el material utiliza

    do

    no

    sea la literatura

    sino la fiesta de los toros, pero la funcin es la misma: precisa

    un

    disc

    ur

    so

    para

    lelo

    como contrapunto

    de la narracin en curso,

    porque

    al igual

    qu

    e

    ocurra

    con

    el

    contraste

    equival

    en

    te e

    nt r

    e personajes, se

    produc

    e un

    ilusionismo,

    bien

    cervantino, por el qu e la narracin primera parece

    realidad. Es, adem

    s

    y so

    br

    e todo, una

    forma

    de reflexividad n

    ove

    lesc

    a, que

    se manifiesta igualm ente, por ejemplo , en las ironi

    as

    del na

    rr

    ador contra la

    historia del

    Garbanzo Negro 1

    1, 1:

    94-95).

    E n cierto modo, vale la f

    rmul

    a

    de SoJd

    ev

    ila: Novela de la novela

    cin

    de

    un

    mito, es decir,

    una

    o

    bra

    en la

    que el

    proceso

    mismo del

    novelar

    es t incluido .

    8

    E n una palabra,

    si

    se ha

    cons

    iderado

    Fragm

    e

    ntos

    de

    apocalipsis

    (1977)

    como

    eje

    mpl

    o l

    ogra

    do de

    metanovela

    ,

    9

    se

    pu

    ede decir

    qu

    e el procedirniento est

    ya

    en D

    on

    J

    uan

    .

    Y puesto

    que

    hemos apelado de

    nu

    evo a]

    contraste en t

    re d

    on

    Juan y

    Lcporello, de un lado, y el narrador, de otro, digamos que si bi

    en

    el

    para

    lelismo de los

    prim

    eros con don Quijote y

    Sancho

    resulta borroso, la

    funcin del narrador es bas tante comparable a la del cura, el barbero y el

    bachiller San

    s

    n Carrasco, emp

    ea

    d

    os

    en no creer en el

    mundo

    de don

    Quijote y a

    rr

    astrad

    os

    a pesar suyo a su rbita. Pero en cuanto a la

    construc cin de personajes s podemos e

    ncontr

    ar

    un

    rasgo cervantino, en

    versin de

    Torrente,

    claro est:

    U

    tilizar, more cervantino, el

    mod

    o de

    pensar

    de

    l

    os

    personajes

    como elemento

    s de caracterizacin .

    20

    Ciertam

    en

    te,

    si

    al

    go

    hay en

    Don

    J

    uan

    es di

    lo

    go, que - con

    hart

    a

    frecuenci

    resulta denssimo,

    co

    mo cauce de

    la

    rigurosa arg

    um

    e

    nt

    acin

    co

    n

    qu

    e

    un

    os y o tros debaten las cuestiones ms abstrusas. E l recurso llega

    al delirio y la irona cuando el Comendador reflexiona en si E lvira debe

    matar o no a don Juan 01

    5:325-326).

    E l na

    rr

    ador se autodefine

    como

    intelectual de la especie de los so fi stas, pero en la n

    ove

    la todos, hasta

    Celestina en

    su

    enrevesada tc tica a

    nt

    e el pa

    dr

    e Welcek,

    razonan co

    mo

    sofistas.

    2

    8

    SoldeviJa

    Durante,

    op. ci t.,

    p.

    139.

    l'J Ya en L

    t

    j t ~ ~ a de .B., pp. 256 y ss., Barcelona: D estino, 1973 (2 ed.), el narrador

    discute con J acinto BaraUobre lo antiesttico de la muerte que ste ha dado a Cloti

    lcle.

    2

    Pr

    l

    ogo

    a la

    ob

    ra comp leta ,

    p.

    7

    1.

    Pero vase adems tocia la seccin Un poco de

    doctrina

    pre\

    'ia , pp. 37-42 de EIQ11jjole o 1 1 J o j u e

    2

    Recurdese el razonar de don Acisclo en

    La saga

    ttga

    de].B.,

    pp. 390

    y

    ss., Barcelona:

    Destino, 1973 (2 ecl.).

    4

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    14/20

    Fern

    ando Romo

    Ava

    nza

    nd

    o en

    nuestro para

    le

    li

    sm o, n

    os

    referirem

    os ahora

    a las

    narraciones encajadas. Las ms extensas son: la historia del Garbanzo

    egro - Leporello cuenta su historia

    en

    tercera persona y con ese

    nombre- que llena todo el captulo II; la de don

    Juan

    , que habla en

    primera persona - s u alma ha transmigrado en el

    narrador

    y gua su

    mano

    al escribir-

    22

    que llena el captulo IV, historia es ta,

    por

    otra parte, que

    viene a corresponder al primer acto de las versiones clsicas del mito; la

    continuacin de la anterior -segundo acto, italiano,

    en

    las versiones

    clsic

    as -

    que incluye adem s el

    Po

    ema del pecado de Adn y Eva, en V 1

    y V 2; y la

    representacin

    teatral el tercer acto

    clsico-

    a la que asiste el

    narrador de

    sde V 3 hasta V

    6.

    P

    ero

    si

    se quiere ser rigu

    rosos,

    hay qu e

    aadir o tras ms breves, como la escena del narrador/ d

    on

    Juan

    con

    Baudelaire y J eanne

    II I

    , 5: 118-120) o la de la chica juda perseguida

    por

    la

    Ges

    tapo Ill, 1: 98).

    i e

    mpl

    eam os la terminologa de Torrente respecto a las del Quijote,

    todas las de

    su

    Don Juan

    son

    aflue

    ntes

    al hilo narrativo principal, y

    exigidas por la comprensin torrentina del mito. La del Garbanzo Negro se

    introduce de forma nat

    ur

    al; dado

    que

    L

    epore

    o precisa hacerse creer

    como

    diablo y a su amo como don Juan, cuenta su historia, que contiene un

    planteamiento

    teolgico cuya

    respuesta vendr

    dada en el P

    oema

    del

    pecado de Adn y

    Eva

    . Na

    rr

    ada

    en

    tercera persona, nos

    retrotrae

    a la

    Salamanca del

    s.

    XVI, en plena polmica en tre b

    aeci

    stas

    y

    m olinistas,

    y

    cont iene algn levsirno rasgo lingstico arcaizan te.

    Ir

    nicamente, hay

    diablos catlicos y luterano s: quin ms apasionado

    por

    cuestiones

    teolgicas

    que

    los diablos? Si cada uno es libre para salvarse,

    el

    mundo es

    un cosmos y Dios es Dios;

    si

    como quieren los luteranos, hay

    predes tinaci

    n,

    el

    mund

    o es caos y Di

    os

    es injusto,

    lu

    ego no es Dios. D on

    Juan va a ser el sujeto de expe

    ri

    enci

    a

    que permita dirimir las diferencias

    entre unos

    y

    otros,

    y

    en

    su caso, protestar contra la injusticia divina II

    2:79-80).

    Esta

    narraci

    n

    del

    Garbanzo

    Negro,

    como

    var

    i

    acin

    tcnica,

    alc

    anza

    su dese

    nJ

    ace en form a de una narracin encajada: la declaracin

    de

    Celestina ante la Inquisicin,

    en

    la

    qu

    e cuenta

    cmo

    fue la

    muerte

    del padre

    Welcek,

    habitado por

    el Garbanzo.

    En

    conjunto, el segundo captulo

    constituye

    un

    prlogo

    para

    la historia de don Juan

    propiamente

    dicha.

    22

    Un

    a especie de transmigracin y

    al

    go de diablico hay en Jacinto Barallobre, a

    f l f j l a

    j B . pp. 414 y ss . Barcelona: D estino, 1973 2 ed.).

    4

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    15/20

    El Q ijote c

    omo

    J ei o y Don ] a

    s

    ta avanzada en

    la

    prim

    era transmigra cin del a

    lm

    a de

    don Juan en

    el na

    rrad

    or (III , 5), se desarrolla en el captulo IV,

    que como

    adve

    rtim

    os,

    v

    iene

    a correspond er con la p arte sevillana de los don Juane s cls icos .

    D esde

    lu

    ego, el

    procedimiento

    de la transmigracin no e

    ncu

    e

    nt

    ra paralelo

    posible

    en

    Cervantes, no

    obstante

    lo cual no resu lta

    mucho

    ms rebuscado

    que

    la a

    dmi

    s

    in

    de la e

    ntid

    ad diablica de Leporello o

    Ja

    mera posibilidad

    de

    qu

    e Leporello y don

    Ju

    an sean Leporello y don Ju

    an

    . Ciertame

    nt

    e, al

    final de la novela surge la duda de si lo que hemos ledo no se reduce al

    relato de las

    ind

    ecis

    ion

    es del na

    rr

    ador a

    nt

    e una

    much

    a

    ch

    a que le atrae y

    ante la

    qu

    e se siente inferior.

    D

    on Ju

    an en su d

    espe

    rtar er

    tico

    siente

    un impul

    so pantesta, de

    fusin con l cosmos,

    qu

    e la experiencia sexual se enc arga de desmentir.

    E

    ll

    o le

    produce un

    desacuerdo

    con

    la creacin divina

    qu e combinado

    con

    el engao de

    qu

    e est a punto de hacerle o

    bj

    eto el Com e

    ndad

    or, le induce a

    elegir el

    camino del pecado en el m bito en el que l fcilmen te puede

    desafiar a Dios: las muj eres. La narracin, en primera persona, co

    nt

    rasta

    ciertos rasgos de a

    mbi

    e

    nt

    aci n lingstica

    con

    un anacrnico delib

    erado

    uso del usted (el autor no pretend e hacer novela hi strica).

    Es

    inconfundib

    le es te yo arroga

    nt

    e, razonad

    or y

    arroj ado con el no menos

    r

    azo

    na

    dor

    p

    ero

    vacilante

    y

    desconfiado de l

    os

    captulos en

    que

    el n

    arrador

    ha

    bl

    a con

    voz

    propia.

    La

    historia de don Juan prosigue en el captulo V, de

    nuevo

    en boca

    de J.eporello l

    acto

    italiano- luego mediante la representacin teatral

    encajada. Aqu don

    Ju

    an con

    oce

    r a dom Pietro, quien le recita

    para

    llam arle al

    bu

    en camino el Poema del pecado de Adn

    Eva,

    respuesta a l

    as

    dud

    as de do n

    Ju

    an clave teolgica de la obra. E l uni

    ve

    rso es

    un

    a

    cto

    de

    am or divino, y Adn y

    Eva,

    si exis ten, es

    para

    darle

    voz

    . Pero cuando

    Eva,

    tentada por Satn,

    llame

    a Adn a gua

    rdar

    su

    amor

    para ellos,

    romper

    el

    orden del unive r

    so

    e

    in

    augurar esa frustracin amorosa

    qu

    e est

    en

    el

    origen de la

    rebe

    lda de do n

    Ju

    an. D e

    nuevo

    la fo rma de insercin de este

    Poema riza el rizo de la audacia tcnica: la e

    ntre

    vista en la

    qu

    e dom Pietro

    recita a don

    Ju

    an su

    poema

    tiene lugar

    en

    privado, Leporello ha

    br

    de

    introducirse par

    a poder asistir en el cu

    erpo

    de una paloma buchona

    qu

    e el

    fraile guarda (\ , 1: 270); slo as se justifica

    qu

    e se entere se lo

    pu

    eda

    transmitir al na

    rrad

    or (y al l

    ecto

    r). Es

    un

    a brom

    a

    claro est, pero

    recurdense las dudas de don Quij

    ote

    y Sancho acerca de cmo pudo

    e

    nt

    erarse C

    icl

    e Ham ete de los dil

    ogos qu

    e entre ell

    os

    hub o s

    in

    testigos.

    143

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    16/20

    Fernando Romo

    El desenlace de la historia de

    don Juan ocurr

    e,

    como

    sabemos,

    en

    forma de teatro,

    un

    teatro fantasmagrico de

    ambigua

    realidad. E n ese nci

    a

    mediant

    e un relato

    que

    alud e pardicame

    nt

    e de un lado a Zorrilla, de otro

    al

    Don Giovanni

    moza

    rtiano

    (

    E

    lvira [ .

    cant

    su aria, que pareca

    un

    fado , V, 5: 323), se trata del juicio de don Juan. s te es triple.

    Prim

    ero,

    intentan juzgarl ' quienes le conocieron en Sevilla: el

    Co

    mend ador, Elvira,

    etc. Don

    Ju

    an los re

    cu

    sa

    y

    el

    Co

    me

    nd

    ador lo mata, a

    unque

    don

    Juan

    volver a leva

    nt

    arse porque, lgicamente, l no pu ede morir.

    J\

    continuacin

    lo

    intentar

    n los diablos, juicio

    in

    validado

    porgue

    al negarse

    don Ju

    an

    a responderles manifiesta basta

    nt

    e su libertad, de donde se sigue,

    a

    unqu

    e la

    no

    vela

    no

    lo diga,

    que

    queda

    confirm

    ada la tesis de l

    os

    catlicos.

    F

    inalm

    ente, el juicio de los T eno rios,

    qu

    e no le adrniten e

    ntr

    e ellos por

    haber quebrantado

    las conveniencias

    soc

    iales. P

    ero

    el caso es qu e don

    Juan

    ha mantenid

    o su pecado

    ha

    sta la muerte, por ser

    cohe

    rente

    con

    los

    Tenorios y con su propio desacuerdo con

    Di

    os, y eso constituir su

    condena: seguir siendo D

    on Ju

    an por

    toda

    la eternidad, y ser,

    co

    ntra el

    exis tencialismo sartriano, su propio infiern o.

    Es te desenlace - despus vendr la partida en

    tren

    del na

    rr

    ador hacia

    Nladrid- no s lleva a hablar de un rasgo, es ta vez del se

    ntido

    de la obra, de

    nuevo mu

    y cervantino,

    que

    es la libertad.

    Libertad que

    se manifiesta tan to

    en los personajes como en el nove lista. En efecto, represe en que el punto

    de

    partida

    de don

    Juan

    es equiparable al de Alonso

    Quijano l Bu

    eno.

    ste

    elige conve rtirse en don Qtjote, a

    qu

    l

    qu

    e de seguir con Mariana, su

    esposa,

    podra

    acabar en San

    Ju

    an Tenorio (

    lV

    , 13: 228) decide librem en te

    se

    r pe

    cado ,

    como protesta co

    ntra

    la creacin div

    ina

    . Luego,

    no

    se dejar

    a

    rr

    astrar por E lvira porque la siente como una am enaza para su libertad. E l

    Garbanzo Negro, qu

    e debiera hacer morir al padre Welcek en la cama,

    a

    lt

    era su final

    como

    le parec

    e.

    Se cita la liber tad explcitame

    nt

    e por lo

    men os en

    IV

    ,

    5:

    179; IV,

    7:

    191; I

    V,

    1

    3:

    230 :

    IV

    , 14: 249, por no hablar de

    los s

    uc

    esi

    vos

    juici

    os

    de don

    Juan

    , ya aludidos.

    Pero es

    que junto

    a esta libertad de los personajes, y por consiguiente

    in t

    erior a la narracin, se podra hablar de una libertad exterior a Ja ficcin:

    aquella de la

    qu

    e el n

    ove

    lista no slo usa, s

    in

    o de la

    que

    se

    compl

    ace en

    alard ear en to do momento. Sin duda se es t

    trabajando

    con un tema

    23

    Es

    interesante

    comparar

    es te

    u1c1

    0 con el de a

    sa/ ,a fit ,a de J B

    .

    pp

    . 529

    y

    ss.,

    Barcelona, D estino, 1973 (2 ed.).

    144

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    17/20

    El como j

    ego y Do11.J a

    literario preexistente a la

    nov

    el

    a;

    pu

    es bien, resulta fascina

    nt

    e la libe

    rt

    ad

    con

    la

    que

    T orre

    nt

    e

    ha

    procedido a

    un

    sincretis

    mo

    de elem e

    nt

    os de aqu y de

    a

    ll a veces aparecidos en el curso de la historia del tema con diferencia de

    siglos, y la libertad, asimism o, con qu e ha invertido su signo . Lepore

    lJo

    es el

    criado del D

    on

    Giovanni de 1-fo zart, pero injertado en Mefistfeles al hacerlo

    diablo, por m s

    qu

    e l propio Leporello lo

    ni

    egue Ill 1: 94);

    do

    a E lvira

    aparece en el Dom Juan de Moliere, antes de en Mozart pero

    com

    o esposa

    aband onada y a

    mante;

    el

    Comendador

    es aqu un fantoche

    pr

    es

    untuo

    so;

    Mariana, D

    oa

    Ximena de Aragn,

    dom

    Pietro son

    in

    ve

    ncin

    de T o

    rr

    e

    nt

    e,

    que

    incorpora

    adems a su relato,al padre \Velcek, al padre T llez y es

    imposible

    no pensar en

    Fray

    Gabriel

    T

    lJ

    ez,

    Tir

    so de Niolina,

    prob

    able

    primer creador

    de don

    Ju

    an-

    y

    a

    don

    Miguel de 1-faara, y por si eso fuera

    p

    oco y

    anacr

    nicam

    e

    nt

    e, a Celes tina. La libe

    rt

    ad,

    in t

    erna o externa, resulta

    ser el nico valor inconmovible en la o

    br

    a - hasta Leporello escoger al

    fi

    nal aco

    mp

    a

    ar

    a don Juan m ejor que un infie

    rno

    convencional.

    os

    fa

    lt

    a

    pa

    ra terminar aludir a

    un

    ras

    go

    de nuevo tpicamente

    cervantino, de tcnica narrativa, a

    unqu

    e de alca

    nc

    e m

    s

    limitado. Me refi

    ero

    a la forma de enlace ent re captulo

    s

    o e

    ntr

    e secuencias de un mismo

    cap tulo. Avalle A rce ha ll

    amado

    la atencin sobre esta tcnica, por eje

    mpl

    o

    en la transicin e

    nt r

    e los captulos tercero

    y

    cu

    a

    rt

    o de la

    prim

    era pa

    rt

    e del

    Qttjjote:

    E l vent

    ero

    [ .. ] respondi a l

    as

    suyas y sin pedirle la costa de la

    p

    osa

    da, le dej ir a la

    bu

    en hora.

    CAP

    ITUL

    O III

    D e lo que

    s c

    edi a

    nu

    estro c

    aballero

    c

    uando sali

    de la

    ve

    nta

    La del alba sera cuando don Quijote sali de la ve

    nta

    tan

    contento

    tan ga

    lJ

    ardo tan

    o r ~ z a d o

    [ . .].

    Avalle

    Arce

    comenta:

    24

    La

    del alba seria . El

    antecedente

    es la ltima palabra

    del

    captu

    lo a

    nt

    erior, /Jora. Pero no se trata

    en

    absolu to,

    co

    mo

    han

    s

    upu

    esto l

    os

    come

    nt

    aristas, de

    qu

    e Cervantes

    escribi

    todo

    el

    Qu

    jjo te de 1605 de

    un

    tirn, y luego lo

    24

    Miguel de

    CerY

    antes, Don Ou

    jjo

    te de la i\I ch . E dicin e

    st

    dio ) otas de Juan Bautista al/e

    A rce

    do s vols

    .

    Madrid, Alambra, 1979 vo

    l.

    I, pp . 97-98.

    145

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    18/20

    Fe rnando Romo

    dividi en captulos, a

    unqu

    e

    mu

    y al azar . Se trata, ms

    bien, de que

    Ce

    rvantes experimenta, en 1605 con

    un

    a

    nu

    eva

    din

    mica na

    rr

    ati

    va

    [

    ..

    ] el arte cervantino est

    ..

    ]

    dedicado a la imitacin de la vida

    . ,

    y la vida es,

    pr

    e

    ci

    same

    nt

    e, fluencia (m ovi

    mi

    e

    nt

    o). E n conse

    cu

    encia,

    para apreciar la fluencia del arte cerva

    ntin

    o que quiere

    imitar la fluencia de la vida hay qu e co locar hitos

    estticos, qu e son, precisam e

    nt

    e, l

    os

    epgrafes de l

    os

    captulos .

    Pues bien, ese p

    roce

    dimiento,

    qu

    e m uy bien se deja ca

    li

    ficar d

    encabalgamien to narrativo, lo prodiga T orrente en

    on J

    11an por ejemple

    en el primer cap

    t

    ulo en Jos enlaces

    en

    tre las sec uencias 3-4 4-5 y 5-6, y e1

    muchas otras, aunque el caso ms radical es el de Jos ca

    p

    tul

    os

    Ill y IV. E

    III

    , 7:

    143

    el na

    rr

    ador se levan ta un da y se e

    ncu

    en tra un rim

    ero

    d

    cuartillas en qu e on J

    uan

    por su m ano ha escrito su histo ri a; las primera

    dicen, cita

    nd

    o a Baud elair

    e: J'

    ai plus de sou

    ve

    nir

    qu

    e si j'avais mille ans

    Pid

    o el verso prestado a m a

    migo

    Ba

    ud

    elaire a quien

    co

    n

    oc

    al

    go

    tard

    e

    . '

    luego el co

    mi

    enzo del siguie

    nt

    e captulo (IV, 1:

    144),

    arra

    nca:

    'J'ai

    plu

    s d

    souvenir

    qu

    e si j'avais mille ans' . Y co

    ntin

    a

    co

    n la

    prim

    era

    pa

    rte de 1

    historia de

    on

    J

    uan

    qu

    e se ex tie

    nd

    e a lo lar

    go

    de to do el cap

    t

    ulo,

    y

    qw

    hay

    qu

    e s

    up

    oner, el narrador lee, si no cmo n

    os

    en teraramos? Claro qu

    podram

    os

    echar mano de la te

    rmin

    ologa de Genctte

    25

    para el tratamien t

    del tie

    mp

    o narrativo, a base de elipsis, analepsis

    y

    p

    ro

    lepsis p

    ero

    1

    verdaderam ente importante aqu es que el recu rso con to da su audacia l

    pro di

    g

    Cervantes y no

    ha

    ce falta acudir a fu

    ente

    ms esotrica

    pa

    1

    justificarlo, al men

    os

    en su gnesis .

    H asta aqu

    nuestro

    repaso p

    or

    el on J t1a11 de T o

    rr

    ente

    Ba

    ll

    este

    H em os de pregun tarn os ahora si hay algn principio explicativo qL

    justifique la

    pr

    esencia de l

    os

    rasgos sealados, de m odo que

    no

    qu ede

    estas notas en un catlogo de observaciones dispersas.

    Lo

    qu

    e

    on

    J

    t1an

    de

    mu

    es tra so

    br

    e

    to

    do es

    qu

    e su au

    tor co

    ncibe

    li tera t

    ur

    a como

    ju

    ego,

    26

    es decir, corno con

    struc

    cin o artificio que

    slo

    2

    5

    Gra

    rd

    Genette,

    F1e11res I Pars : Seuil, 1972.

    2

    6 Cfr.: P

    ie

    nso que habiendo descubierto un dia el juego de la literatura, decid dedicarm

    l pura

    y

    sencillam

    ente po

    rqu e me gustaba in ms co mp

    li

    cacio nes , en

    Pr

    lo

    go

    a

    obra

    completa , Obra Co111pleta t. LBa rcelona: D estino, p .

    16.

    146

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    19/20

    l Q11j/o e CO/l/O; teJ ,O y Don )11an

    sostiene

    con

    la complicidad

    la

    entrada en el jue

    o

    del l

    ecto

    r. Y esa

    co ncepcin se ha configurado al hilo de un cierto

    mod

    o de leer el Quijo/e.

    Se trata de un espritu cervantino o de una cierta

    comprensin

    de lo

    cervantino m s que de la asimilacin de unos rasgos concreto s, bien que se

    comprend a

    qu

    e aqul

    produc

    e s to s. Otras

    concepciones

    del arte de

    novelar igual de legtimas acentuaran los aspectos ticos de la literatura,

    que l

    os

    tiene, pero ese trmino: juego, se repi te demasiado en la

    obra

    y en

    las declaraciones de Torrente como para que el le

    ctor

    se llame a engao . Y

    adems juego no es sinnimo de intrascend encia o

    bana

    lidad, reco rdemos

    otra vez la

    ge

    nealoga cervantina.

    Lo

    qu e Sancho es para don Quijote en la

    conc e

    pcin

    de

    Torrente

    lo son el narra

    dor

    y

    el lector, re

    pr

    ese

    nt

    ada en el

    na

    rrador

    su desco nfianza, para Leporello. Las piezas del juego son nada

    menos qu e los pormenores de las posi ciones teolgicas sustentadas en el

    libro, qu e suponen

    una

    interpretacin completa del

    mundo,

    o

    un

    a

    concepci n de la moral ent re hombre y muj er, en la

    que

    , por cierto, sta

    aparece visib lem ente sub ordinada al

    hombr

    e; piezas del juego son tambin

    la exis tencia de l

    os

    personajes literarios - don QLjote aspiraba a serlo T,

    do n

    Ju

    an lo es desde un principio- y esa conciencia de estar haciend o

    literatura que lleva a riz

    ar

    el rizo de Ja realidad, la imaginacin, la

    \'erosimilitud, y el ilusioni smo. E l fin del juego es hacer qu e se ace

    pt

    e como

    real lo

    qu

    e

    habitua

    lm

    e

    nt

    e se rechazara, forzar al le

    ctor

    a

    tomar

    en serio lo

    que de hacerlo pblicamente le

    ll

    evara a ser tomado por loco. Claro que

    ese espritu

    probl

    em atiza casi todas las afirmaciones n1s fuertemente

    ideo lgicas de la novela, pero no oc urre eso co n el Qujjote? Otra vez

    Ortega, de qui en tambin se declara deud or T orrent

    e:

    No exis te libro

    alguno cuyo poder de alusiones simblicas al sentido uni versal de la vi da

    sea tan grande, y, sin er

    nb

    argo, no existe libro algun o en que hallemos

    menos anti cipaciones, menos indici

    os

    para su propia interpretacin .

    28

    D e

    qu se responsabiliza el autor de

    D

    o11 ]11011, de ciertas convicciones litera

    ri

    as,

    teolgicas y acerca del hombre y la muj er, o simplemente de la

    co nstruccin y l juego con eUas?

    Qu

    s

    up

    one,

    pu

    es,

    en

    definitiva, el

    concepto

    de juego? E n

    prim

    er

    lugar, una conciencia antiromntica,

    29

    por

    la que la ficcin no es carn e y

    T Il I

    Q11

    /o e co1110 l l ~ f , O ,

    p.

    70.

    28

    Op. cit. p.

    91

    .

    29

    Vase en

    Pr

    l

    ogo

    a la

    obra comp

    leta el progresi,o

    abandono

    de la conciencia

    romntica por parte

    de

    l autor,

    y

    su aficin

    por

    Ja crtica de Baudelaire o po r el ensayo

    en

    147

  • 7/26/2019 El Quijote Como Juego y Don Juan

    20/20

    Fe

    rnando Romo

    sangre de la ca

    rn

    e y sangre del autor s

    in

    o

    qu

    e hay

    un

    a distancia

    gu

    e

    permite al autor co

    nt

    emplar su obra com o obj eto. Se sigue de ah casi

    tau tolgicamente una ag

    ud

    a conciencia de lo

    qu

    e llamaram

    os

    con

    ex

    pr

    esin tcnica Ja ontol

    og

    a

    de la obra literaria en concreto de la ficci n

    aspe

    ct

    o esenci al de la

    cu

    al sera el p

    ro

    blem a de la con struccin modo de

    existencia de los perso najes y origen de la reflexividad por Ja gu e se

    inco rp

    ora

    n a la narraci n las re flexio nes ace rca del hecho de narra

    r. Esas

    cues tiones qu e la t

    eo

    ra de la literatura ha in tentado resolver por medi

    os

    tericos di scursivos se convierten en materia de arte y recib en respues tas

    artsticas en la

    propi

    a ficcin. As que record ando una cita del auto r

    respecto delQ11jjot

    e

    tan

    imp

    o

    rt

    a

    nt

    e o ms

    qu

    e Jo afirmado en Ja n

    ove

    la es el

    he

    ch

    o de qu e sea la epopeya de la co

    nt r

    adiccin

    ,

    el hech o mismo de la

    afirm acin la negacin simultneas . L a mi sma

    vo

    cacin del autor por un a

    crtica es

    tructur

    alista se manifies ta en n

    ove

    las

    co

    m o D o Juan

    qu

    e so n

    alard e de invencin tanto como de composicin complej

    a.

    Aadamos

    finalm e

    nt

    e

    un

    a vez ms

    qu

    e qui z sta no es la nica m anera de n

    ove

    lar

    pero

    s que pres

    up

    one una conciencia del gnero no anterior a Ce rvan tes.

    o podemos tener en fin ni mucho m enos la impresin de haber

    es tudiado el

    D

    on ] 11011 de

    un

    modo pleno. Slo hemos querido sealar la

    filiacin cerva

    ntin

    a de

    un

    a co

    nc

    e

    pci

    n literaria

    gu

    e se manifiesta en l

    os

    principales pro cedimientos constructivos de la novela. N u

    estra

    reflexin

    conduce adem s a una precisin histrico-literaria en conc reto respecto de

    la historia de la n

    ove

    la espaola co

    nt

    e

    mp

    ornea: no se debe

    habl

    ar de

    To rrente como anticipador precurso r etc. del experimentalism o en auge a

    partir de la dcada de 1960 sin precisar el modo orig

    in

    al de esta

    experimen tacin lo qu e debe a una tradicin narra tiva hisp

    n

    ica; m s

    an si se tiene en cuen ta que es tam

    os

    aqu a

    nt

    e

    un

    novelista-ensayista que

    si bien ha practicado ampliam ente una peculiar form a de novelar no ha

    dejado de exponer en la teora los fundam entos de los que em anaba.

    el que Poe explic la composicin de The a m o po r los de O rtega tanto Medit

    acion

    es del

    Quijote como L a de

    sh a i

    z

    aci

    del arte.

    148