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Por. Emma Susa·rta SPERATTI PIÑERO LA EXPRESION DE LAS FUERZAS EXTRAÑAS EN LEOPOLDO LUGONES· UNIVERSIDAD- DE MEXICO C OMO- vaICi/ils eseri,tores . -de Sil tiempb, Lugo- nes se sintió· atraído por el misterio. Sa- bemos que habló de ello con Daría, y que' en compañía: de Quiroga asistía a sesiones· es- piritistas. Pero no pasó de una fría, curiesidad, a' veces irónica. Y sus cuentos,. por lo general muy bien <construidos, se resienten, en este como en otros aspectos, de exteriori- dad. El misterio es para Lu- ganes fuente de temas. que elabora euidadosamente,. de- masiado cuidadosamente qui- zá, pero la corriente, la comu- nión última entre lector y obra, no· se establece por en- tero. Con todo, es. imposible negar que Lugones constitu- yt' un jalón importante en la literatura fantástica hispaQo- americana y que sus. creacio- nes merecen, aún hoy., se }as considere tanto por la calidad artística como pm las inffuen- cias que ejercieron en -otros narradores. . Dentro de su multiforme v vasta obFa, Lug.ones nos dejado un puñado de cuentos que rozan las· fronteras de lo inexplicable. En ellos se opo- nen humanidad razonadora. y fuerzas recónditas. De este conflicto la humanidad sale derrotada. Los secretos de la naturaleza, inescrutables en sus últimos efectos; los secre- tos de lo que está más alLá y por encima de la naturaleza vencen la miserable l€Ígica del hombre. Los cuentos Ciclltificistas De las doce narraciones de Las fuerzas extrañas, cinco pueden clasificarse, sin más. como cientificistas. No fué éste un tipo literario que al- canzó gran relieve en nuestra lengua, y a Lugones le debe- mos acaso algunos de los me- jores relatos de esa especie que se hayan escrito en espa- ñol. . "La fuerza omega" y "La metamúsiea" son cuentos pa- ralelos por su arquitectura. En el primero, un sabio des- conocido intenta captar y di- rigir "la potencia mecánica del sonido". En el segundo, la relación nota musical-color constituye el tema central. En ambos, la larga búsqueda del hombre da come,} resultado el hallazgo maravilloso, pero in- controlable. Durante un tiem- po el hombre domina -o cree dominar-'la fu,erza. La fuer- za, sin embargo·, en una. juga- rreta inesperada, se vuelve contra el dominador. Pero en estas dos narraciones el exce- so de vocabulário científico, la cargazón de menudas ex- plicaciones, disminuyen el efecto, que podría haber sido intenso. Pese al horror repen- tino con que la fuerza omega destruye el cerebro que orga.- I1lZ0 la máquina apresadora, pese a la espantosa figura ceguecida del músico científi- co que se atrevió con la po- tencia mágica de la escala so- lar, el lector no puede sacudir el adormecimiento provoeadü por la lenta exposición intro- ductora, y no reacciona ante el brusco pero rebuscado final. Sin embargo, aunque la retó- rica cientificista de Lugones ahogue casi por completo la virtud del narrador, podemos encontrar algún fragmento bien tallado, como éste de "La metamúsica", en donde la ex- presión del misterio ha encon- trado la tónica apropiada: "En verdad:, hasta mi naturaleza refradaria se conmovía COIl aquellos sones. Nada tenían de común con las armonías habi- tuales, y aun podía decirse que no· eran música en realidad; pero lo cierto es· que sumer- gían el espíritu en un éxtasis sereno, como quien dice for- mado de antigüedad y de dis- tancia." Mejor logrados están "Viola acherontia" y "El psychón". La sangre infantil C01110 flúido que transmite la angustia del lamento humano, unida al re- cuerdo del experimento me- dieval con la mandrágora; la gradación de la siniestra expe- riencia narrada por el diabólico jardinero, provocan natural es- panto en "Viola acherontia", espanto que habría sido más hondo si se hubiera interrum- pido el cuento antes de las re- flexiones finales. En cuanto a "El psychón", refiere con ses- go irónico la aventura del doc- tor Paulin. La fuerza extraña es, esta vez, el pensamiento humano, que fluye del cerebro en forma de penacho luminoso. El sabio lo capta, lo licúa, y luego lo deja en libertad. El poder, ya sin control ninguno, se arroja sobre PauEn y le provoca una locura momentá- nea. Su error ha sido no ave- riguar la procedencia de la fuerza captada, indudable fa- lla científica. Un nuevo expe- rimento, tan descabellado como el primero, determina la reclu- sión del sabio en un manico- mio. Lugones, en franco plan de broma, acierta a combinar lo fantástico y lo humorístico. "Yzur", la historia del mo- no que se niega a hablar pese a los esfuerzos del amo, es ell ei fondo la resistencia de una fuerza ciega --"l'a animalidad protectora", el instinto de U1l:1 humanidad· degradada por otra humanidad triunfante- fren- te al enemigo ancestral. Per- fecta en su proceso, esta na- rración 110S o·frece lo que muy rara vez se encuentra en Lu· ganes: una veta de ternUTa. La emoción, tenue aunque eviden- te, hacia la solitaria angustia dd irracional se vierte en los últimos párrafos del cuento: y zur entré, en agonía sin per- der el conocimiento. Una dulce ag-onía a ojos cerrados, con res- piración débil, pulso' vago, quie- tud absoluta, que sólo interrum- pía para volver de cuando en cuando hacia mí, con una des- garradora expresión de eterni- dad, su cara de viejo mulato triste. Y la última tarde, la tarde de su muerte, fné cuando ocurrió la cosa extraordinari;l que me ha decidido a empren- der esta narración. Habíame dormitado a sn ca- becera, vencido por el calor y la quietud del crepúsculo que em- pezaba, cuando sentí de pronto que me asían por la muñeca. Desperté sobresaltado. El mo- no, con los ojos. muy abiertos, se moría definitivamente aque- lla vez, y su expresión era tan humana, que me infundió ho- rror; pero su mano, sus ojos, me atraían con tanta elocuen- cia hacia él, que hube de incli- narme inmediato a su rostro; y entonces, con su último suspiro, el último suspiro que coronaba )' desvanecía a la vez mi espe- ranza, brotaron --estoy segu- ro- brotaron en un murmullo (¿ cómo explicar el tono de una voz que ha permanecido sin ha- blar diez mil siglos?) estas pa- labras cuya humanidad reconci- . liaba las especies: -Amo, agua. Amo, mi amo ... Los cuentos de tema legendario No me detendré en "Un fc- nómeno inexplicable" ni en "El origen del diluvio", que oscilan entre lo científico v ciertos planos lindantes con la filosofía., para ocuparme de los cuentos de tema legendario. La tradición bíblica, la leyenda folklórica, el milagro cristiano, d mito griego, proporcionan a Lugones fuentes en donde sorprender poderes secretos. La creencia popular acerca del escuerzo vengativo y ma- ligno es tratada por Lugones sin aparente preocupación,coll.. 19 alternativas de humor e inge- nuidad, hasta que, bruscamen- te, nos precipita en el final es- calofriante: ... El animal no se detenia. Seguía saltando. Estaba ya al pie de la caja. Rodéóla pausa- damente, se detuvo en uno de los ángulos, y de súbito, con un salto increíble en su peque- ña talla, se plantó sobre la ta- pa ... El sapo comenzó a hin- charse por grados, aumentó, :\lI- mentó de una manera prodigiosa, hasta triplicar su volumen. Per- maneció así durante un minu- to ... Después fué reduciéndose, reduciéndose hasta recobrar su primitiva forma, saltó ;L tierra, se dirigió a la puerta y atrave- sando el patio acabó por perder- se entre las hierbas. Entonces se atFevió Antonia a levantarse ... Con un violen- to ademán abrió de par en par la caja ... Un frío mortal salía del muc- ble abierto, y el muchacho esta- ba helado y rígido bajo· la triste luz en que la luna amortajaba aCluel despojo sepulcral, hecho piedra ya. bajo un inexplicable baño de escarcha. Menos eficaz es el pretencio- S0 "Milagro de San WiHrido" a pesar del arte -o artificio- que se despliega en él. La ma- no del mártir que, reanimada por divina energia, aniquila al infiel, podrá ser terrible, pero no nos conmueve. De los tres relatos que que- dah dos son bastante conoci- dos: Citados con frecuencia, recogidos en antologías, indi- cados en programas escolares, son quizá lo más logrado en la arquitectura narrativa de Lu- ganes y la mejor expresión de sus haUazgos verbales. La vieja leyenda de las cosas y los seres domésticos que se vuelven contra los humanos -de la cual es una manifesta- ción la destrucción de los hom- bres de palo en el Popol Vuh- se transforma en "Los caba- llos de Abdera". El poder ma- léfico, destructor, incontrola- ble es la humanidad -lo peor de 'la humanidad- contagiada a las bestias. Los caballos se convierten progresivamente ante el tonto orguIlo de los amos hasta llegar a la rebelión y al crimen, que l?s dueños han consentIdo. Y a St es magnífico el ataque a la ciudad por las bestias huma- nizadas: Conmovida de tropeles, la ciu- dad oscurecíase \1on la polvareda que engendraban ... Una espe- cie de terremoto incesante ha- cía vibrar el suelo con el trote de la masa rebelde, exaltado a ratos como en ráfaga huraca- nada por frenéticos tropeles sin dirección ni objeto; Jlues ha- biendo saqueado todos los plan- tíos de cáñamo, y hasta algunas hodegas que codiciaban aquellos corceles pervertidos por los re- finamientos de la mcsa, g-rupos de animales ebrios acelerabau la obra destructora. y por el lado del mar era imposible huir. Los caballos. conociendo la misión de las naves, cerraban el al puerto. .............................. Los que demolían eran caba- llos y mulos herrados que caían.

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Por. Emma Susa·rta SPERATTI PIÑERO

LA EXPRESION DELAS FUERZAS EXTRAÑAS

EN

LEOPOLDOLUGONES·

UNIVERSIDAD- DE MEXICO

COMO- vaICi/ils eseri,tores. -de Sil tiempb, Lugo­

nes se sintió· atraídopor el misterio. Sa­

bemos que habló de ello conDaría, y que' en compañía: deQuiroga asistía a sesiones· es­piritistas. Pero no pasó deuna fría, curiesidad, a' vecesirónica. Y sus cuentos,. por logeneral muy bien <construidos,se resienten, en este como enotros aspectos, de exteriori­dad. El misterio es para Lu­ganes fuente de temas. queelabora euidadosamente,. de­masiado cuidadosamente qui­zá, pero la corriente, la comu­nión última entre lector yobra, no· se establece por en­tero. Con todo, es. imposiblenegar que Lugones constitu­yt' un jalón importante en laliteratura fantástica hispaQo­americana y que sus. creacio­nes merecen, aún hoy., se }asconsidere tanto por la calidadartística como pm las inffuen­cias que ejercieron en -otrosnarradores. .

Dentro de su multiforme vvasta obFa, Lug.ones nos h~dejado un puñado de cuentosque rozan las· fronteras de loinexplicable. En ellos se opo­nen humanidad razonadora. yfuerzas recónditas. De esteconflicto la humanidad salederrotada. Los secretos de lanaturaleza, inescrutables ensus últimos efectos; los secre­tos de lo que está más alLá ypor encima de la naturalezavencen la miserable l€Ígica delhombre.

Los cuentos Ciclltificistas

De las doce narraciones deLas fuerzas extrañas, cincopueden clasificarse, sin más.como cientificistas. No fuééste un tipo literario que al­canzó gran relieve en nuestralengua, y a Lugones le debe­mos acaso algunos de los me­jores relatos de esa especieque se hayan escrito en espa-ñol. .

"La fuerza omega" y "Lametamúsiea" son cuentos pa­ralelos por su arquitectura.En el primero, un sabio des­conocido intenta captar y di­rigir "la potencia mecánicadel sonido". En el segundo, larelación nota musical-colorconstituye el tema central. Enambos, la larga búsqueda delhombre da come,} resultado elhallazgo maravilloso, pero in­controlable. Durante un tiem­po el hombre domina -o creedominar-'la fu,erza. La fuer­za, sin embargo·, en una. juga­rreta inesperada, se vuelvecontra el dominador. Pero enestas dos narraciones el exce­so de vocabulário científico,la cargazón de menudas ex­plicaciones, disminuyen elefecto, que podría haber sidointenso. Pese al horror repen­tino con que la fuerza omegadestruye el cerebro que orga.-

I1lZ0 la máquina apresadora,pese a la espantosa figura l~n­

ceguecida del músico científi­co que se atrevió con la po­tencia mágica de la escala so­lar, el lector no puede sacudirel adormecimiento provoeadüpor la lenta exposición intro­ductora, y no reacciona anteel brusco pero rebuscado final.Sin embargo, aunque la retó­rica cientificista de Lugonesahogue casi por completo lavirtud del narrador, podemosencontrar algún fragmentobien tallado, como éste de "Lametamúsica", en donde la ex­presión del misterio ha encon­trado la tónica apropiada: "Enverdad:, hasta mi naturalezarefradaria se conmovía COIl

aquellos sones. Nada tenían decomún con las armonías habi­tuales, y aun podía decirse queno· eran música en realidad;pero lo cierto es· que sumer­gían el espíritu en un éxtasissereno, como quien dice for­mado de antigüedad y de dis­tancia."

Mejor logrados están "Violaacherontia" y "El psychón".La sangre infantil C01110 flúidoque transmite la angustia dellamento humano, unida al re­cuerdo del experimento me­dieval con la mandrágora; lagradación de la siniestra expe­riencia narrada por el diabólicojardinero, provocan natural es­panto en "Viola acherontia",espanto que habría sido máshondo si se hubiera interrum­pido el cuento antes de las re­flexiones finales. En cuanto a"El psychón", refiere con ses­go irónico la aventura del doc­tor Paulin. La fuerza extrañaes, esta vez, el pensamientohumano, que fluye del cerebroen forma de penacho luminoso.El sabio lo capta, lo licúa, yluego lo deja en libertad. Elpoder, ya sin control ninguno,se arroja sobre PauEn y leprovoca una locura momentá­nea. Su error ha sido no ave­riguar la procedencia de lafuerza captada, indudable fa­lla científica. Un nuevo expe­rimento, tan descabellado comoel primero, determina la reclu­sión del sabio en un manico­mio. Lugones, en franco plande broma, acierta a combinarlo fantástico y lo humorístico.

"Yzur", la historia del mo­no que se niega a hablar pese

a los esfuerzos del amo, es ellei fondo la resistencia de unafuerza ciega --"l'a animalidadprotectora", el instinto de U1l:1

humanidad· degradada por otrahumanidad triunfante- fren­te al enemigo ancestral. Per­fecta en su proceso, esta na­rración 110S o·frece lo que muyrara vez se encuentra en Lu·ganes: una veta de ternUTa. Laemoción, tenue aunque eviden­te, hacia la solitaria angustiadd irracional se vierte en losúltimos párrafos del cuento:

y zur entré, en agonía sin per­der el conocimiento. Una dulceag-onía a ojos cerrados, con res­piración débil, pulso' vago, quie­tud absoluta, que sólo interrum­pía para volver de cuando encuando hacia mí, con una des­garradora expresión de eterni­dad, su cara de viejo mulatotriste. Y la última tarde, latarde de su muerte, fné cuandoocurrió la cosa extraordinari;lque me ha decidido a empren­der esta narración.

Habíame dormitado a sn ca­becera, vencido por el calor y laquietud del crepúsculo que em­pezaba, cuando sentí de prontoque me asían por la muñeca.

Desperté sobresaltado. El mo­no, con los ojos. muy abiertos,se moría definitivamente aque­lla vez, y su expresión era tanhumana, que me infundió ho­rror; pero su mano, sus ojos,me atraían con tanta elocuen­cia hacia él, que hube de incli­narme inmediato a su rostro; yentonces, con su último suspiro,el último suspiro que coronaba)' desvanecía a la vez mi espe­ranza, brotaron --estoy segu­ro- brotaron en un murmullo(¿ cómo explicar el tono de unavoz que ha permanecido sin ha­blar diez mil siglos?) estas pa­labras cuya humanidad reconci- .liaba las especies:

-Amo, agua. Amo, miamo ...

Los cuentos de temalegendario

No me detendré en "Un fc­nómeno inexplicable" ni en"El origen del diluvio", queoscilan entre lo científico vciertos planos lindantes con lafilosofía., para ocuparme de loscuentos de tema legendario. Latradición bíblica, la leyendafolklórica, el milagro cristiano,d mito griego, proporcionana Lugones fuentes en dondesorprender poderes secretos.

La creencia popular acercadel escuerzo vengativo y ma­ligno es tratada por Lugonessin aparente preocupación,coll..

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alternativas de humor e inge­nuidad, hasta que, bruscamen­te, nos precipita en el final es­calofriante:

... El animal no se detenia.Seguía saltando. Estaba ya alpie de la caja. Rodéóla pausa­damente, se detuvo en uno delos ángulos, y de súbito, conun salto increíble en su peque­ña talla, se plantó sobre la ta­pa ... El sapo comenzó a hin­charse por grados, aumentó, :\lI­mentó de una manera prodigiosa,hasta triplicar su volumen. Per­maneció así durante un minu­to ... Después fué reduciéndose,reduciéndose hasta recobrar suprimitiva forma, saltó ;L tierra,se dirigió a la puerta y atrave­sando el patio acabó por perder­se entre las hierbas.

Entonces se atFevió Antoniaa levantarse ... Con un violen­to ademán abrió de par en parla caja ...

Un frío mortal salía del muc­ble abierto, y el muchacho esta­ba helado y rígido bajo· la tristeluz en que la luna amortajabaaCluel despojo sepulcral, hechopiedra ya. bajo un inexplicablebaño de escarcha.

Menos eficaz es el pretencio­S0 "Milagro de San WiHrido"a pesar del arte -o artificio­que se despliega en él. La ma­no del mártir que, reanimadapor divina energia, aniquila alinfiel, podrá ser terrible, perono nos conmueve.

De los tres relatos que que­dah dos son bastante conoci­dos: Citados con frecuencia,recogidos en antologías, indi­cados en programas escolares,son quizá lo más logrado en laarquitectura narrativa de Lu­ganes y la mejor expresión desus haUazgos verbales.

La vieja leyenda de las cosasy los seres domésticos que sevuelven contra los humanos-de la cual es una manifesta­ción la destrucción de los hom­bres de palo en el Popol Vuh­se transforma en "Los caba­llos de Abdera". El poder ma­léfico, destructor, incontrola­ble es la humanidad -lo peorde 'la humanidad- contagiadaa las bestias. Los caballos seconvierten progresivamenteante el tonto orguIlo de losamos hasta llegar a la rebelióny al crimen, que l?s propio~dueños han consentIdo. Y a St

es magnífico el ataque a laciudad por las bestias huma­nizadas:

Conmovida de tropeles, la ciu­dad oscurecíase \1on la polvaredaque engendraban ... Una espe­cie de terremoto incesante ha­cía vibrar el suelo con el trotede la masa rebelde, exaltado aratos como en ráfaga huraca­nada por frenéticos tropeles sindirección ni objeto; Jlues ha­biendo saqueado todos los plan­tíos de cáñamo, y hasta algunashodegas que codiciaban aquelloscorceles pervertidos por los re­finamientos de la mcsa, g-ruposde animales ebrios acelerabau laobra destructora. y por el ladodel mar era imposible huir. Loscaballos. conociendo la misiónde las naves, cerraban el a~ceso

al puerto...............................

Los que demolían eran caba­llos y mulos herrados que caían.

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a docenas; pero sus filas cerrá­banse con encarnizamiento fu­rioso, sin que la masa parecieradisminuir. Lo peor era que al­gunos habían conseguido vestirsus bardas de combate en cuyamalla de acero se embotaban losdardos. Otros llevaban jironesde tela vistosa, otros collares;y pueriles en su mismo furor,ensayaban inesperados reto­zas ...

no menos notable resulta el fi­nal, sorpresivo e irónico:

Dominando la arboleda negra,espantosa sobre el cielo de latarde, una colosal cabeza deleón miraba hacia la ciudad.Era una de esas fieras antedi­luvianas cuyos ejemplares, cada

.vez más raros, devastaban detiempo en tiempo los montesRódopes.

Brillaban claramente sus enor­mes colmillos, percibíase susojos fruncidos ante la luz, llega­ba en el háli to de la brisa suolor bravío. Inmóvil entre lapalpitación del follaje, herrum­brada por el sol casi hasta do­rarse su gigantesca crin, alzá­base ante el horizonte como unode esos bloques en que el pe­lasgo, contemporáneo de lasmontañas, esculpió sns bárba­ras divinidades.

y de repente empezó d andar,lento como el océano. Oíase elrumor de la fronda que su pe­cho apartaba, su aliento de fra­gua qne iba sin duda a estre­mecer la ciudad cambiándose enrugido.

A pesar de su fuerza prodi­giosa y de' su número, los caba­llos sublevados no resistieronsemejante aproximación. Un só­lo ímpetu los arrastró por laplaya, en dirección a Macedo­nia ...

. En la fortaleza reinaba el pá­mco ...

Comenzaba ya a preferir el.pasado riesgo (al fin era unalucha contra bestias civilizadas)sin aliento ni para enflechar losarcos, cuando el monstruo salióde la alameda.

No fué un rugido lo que bro­tó de sus fauces, sino un gritode guerra humano -el bélico¡oJalé! de los combates---':' al querespondieron con regocijo triun­fal los hoyohei y los hoyotahóde la fortaleza.

j Glorioso prodigio!Bajo la cabeza del felino, irra­

diaba luz superior el rostro deun numen; y mezclados sober­biamente con la flava piel, re­saltaban su pecho marmóreo,sus brazos de encina, sus muslosestupendos.

y un grito, un solo "rito delibertad, de reconocimiento, deorgullo, llenó la tarde:

-j Hércules, es Hércules quellega!

El salvador de la ciudad si­tiada es un vencedor de mons­truos, que debe librar a loshombres de los creados poruna soberbia sin control niconciencia. Es Hércules, héroey semidiós, que lleva como tro­feo, pero como abrigo, la pieldel león de Nemea. .

i'ta .lluvia de fuego", inspi­-rada en: un· versículo bíblico,narra la destrucción de GOma­rra por boca de una de las víc­timas. Sólo raras veces se hallegado. con tanta maestría a

la gradación del horror ante loincomprensible. El re~ato sedesenvuelve en tres tiempos,tres etapas de cataclismo. ~aprimera es una advertet;cJa.U n hombre, e! protagol1lsta,que encarna aspectos de la ciu­dad libertina, contempla e! co­mienzo de la catástrofe. Unsigno del castigo se intercalaen la visión, pero no es com­prendido y hasta se alude aél con un tono de burla sar­cástica. Este signo, la limpidezimpasible de! cielo, verdaderoleitmotiv, se repetirá incesan­temente a 10 largo del cuento,cada vez con mayor insisten­cia, y alcanzará por fin la in­tensidad de 10 revelado, peroirremediable. Otro hombre, unesclavo, nos da la primera ma­nifestación del dolor y la an­gustia en. que s~ d~batirá laciudad baJO el dIluvIO de fue­go. La lluvia se suspende y to­da Gomarra estalla en un de­lirio de pecado y vicioso pla­cer:

En ese momento llenó el aireuna vasta vibración de campa­Has. Y casi junto con ella, ad­vertí una cosa: ya no llovíacobre. El repique era una ac­ción de gracias, coreada casi ac­to continuo por el murmullohabitual de la ciudad. Esta des­pertaba de su fugaz atonía, do­blemente gárrula. En algunosbarrios hasta se quemaban pe­tardos........ o.·· , .

... El cielo seguía purísimo.Muchachos afanosos, recogíanen escudillas la granalla de co­bre, que los caldereros habíanempezado a comprar. Era todocuanto quedaba de la grandeamenaza celeste.

Más numerosa que nunca, lagente de placer coloría las ca­lles.; y aun recuerdo que sonreívagamente a un equívoco man­cebo. " Las cortesanas, con elseno desnudo según la nuevamoda. .. paseaban su indolen­cia sudando perfumes. Un viejolenón. " manejaba... una ho­ja de estaño, que con apropia­das pinturas anunciaba amoresmonstruosos de fieras ... Ani­males amaestrados por no séqué hechicería bárbara, y de­sequilibrados con opio y asafé­tida.

Segnido por tres jóvenes en­mascarados pasó un negro ama··bilísimo, que dibujaba en lospatios, con polvos de colores de­rramados al ritmo de una dan­za, escenas secretas ...

Un personaje fofo, cuya con­dición de eunuco se adivinabaen su morbidez, pregonaba alson de crótalos de bronce, co­bertores de un tejido singularque producía el insomnio y eldeseo ...

... Yo hice una rápida sali­da. La ciudad, caprichosamenteiluminada, había aprovechado lacoyuntura para decretarse unanoche de fiesta... En cada es­quina se bailaba ... El césped delos parques, palpitaba de pare­Jas .. '

Regresé temprano y rendido.Nunca me acogí al lecho conmás grata pesadez de sueiío.

E~icrito con cierta deleitadamorosidad, este pasaje nos sti­merge en el alma de la ciudadmaldita. P.ero, aun cuando .no

nos complazcan las arqueolo­gías literarias, algunos anacro­nismos que suponemos inten­cionales (vehículos, campanas,petardos) y el sentir que esemundo pertenece m¡ás a la de­cadencia romana que a la an­tigüedad bíblica y que se ins­pira voluntariamente en tinaPompeya cercana, mortificannuestra atención para el mis­terio hacia el cual se pretendearrastrarnos. Sin embargo, elpasaje tiene poder suficient~

para que comprendamos que laadvertencia ha sido inútil yesperamos la consumación de!castigo.

La segunda parte 110S lanzade lleno en e! prodigio. La ago­nía de Ja ciudad en llamas,ahogada en una tiniebla queCI fuego no ilumina, es de uncolor vibrante y sombrío:

Esta tarde y toda la nochefué horrendo el espectáculo dela ciudad. Quemada en sus do­micilios, la gente huía despavo­rida, para arderse en las calles,en la campiña desolada; y lapoblación agonizó bárbaramen­te, con ayes y clamores de unaamplitud, de un horror, de unavariedad estupendos. Nada haytan sublime como la voz hu­mana ... Las flámulas que dan­zaban por la mañana entre elcobre pluvial, eran ahora lla­maradas siniestras. Empezó asoplar un viento ardentísimo,denso, como alquitrán calien­te .. ' Cielo, tierra, aire, todoacababa. No había más que ti­nieblas y fuego. Ah, el horrorde aquellas tinieblas que todoel fuego, el enorme fuego de laciudad ardida no alcanzaba adominar ... y aquellos clamoresque no sé cómo no acababannunca, aquellos clamores que'Cubrían el rumor del 'incen­dio ... aquellos clamores en queaullaban, gemían, bramaban to­das las bestias con un inefablepavor de eternidad ...

El signo de lo implacable seacentúa:

... y bajo el cielo que no schabía enturbiado ni un momen­to, un cielo cuya crudeza azulcertificaba indiferencias eternas,la pobre ciudad, mi pobre ciu­dad, muerta, muerta pan. siem­pre, hedía como un verdaderocadáver.

Sólo quedan el silencio que si­gue a los cataclismos, dos hom­bres que no se han arrepentidoy un grupo de bestias desdicha­das. Toda la magnitud de! ho­rror celeste se concentra en lavisión y sobre todo en el aulli­do de las fieras:

... nada, ni el cataclismo cunsus horrores, ni el clamor de laciudad moribunda era tan ho­rroroso como ese llanto de fie­ra sobre las ruinas. Aquellosrugidos tenían una evidencia depalabra. Lloraban quién '. ,ahequé dolores de inconsciencia vde desierto a alguna divinidadoscura. El alma sucinta de la

.. bestia agregaba a sus terro­tes' de muc'rte, ej·· pavor' de la

. ·incomprensible. ',Si todo· estabalo mismo,.' el . s.ol .cuotidiano, elcielo eterno, el desierto familiar-¿ por qué se ardían y por qué~I~O. había agua} .._. su ll~rror

UNIVERSIDAD DE MEXICO

era ciego, es decir más espan­toso. El' transporte. de su dolorelevábalos a cierta vaga nociónde provenencia, ante aquel cielode donde había estado cayendola lluvia infernal; y sus rugi­dos preguntaban ciertamente al­go a la cosa tremenda que cau­saba su padecer. Ah... esosrugidos, 10 único de grandiosoque conservaban aún aquellasfieras disminuídas... cómo in­terpretaban en su dolor irre­mediable la eterna soledad, eleterno silencio, la eterna sed ...

La tercera parte, muy breve,lentamente acompasada, se ini­cia con la lluvia definitiva, yse interrumpe bruscamente conlos suspensivos que indican lacaída voluntaria del protago­nista en el más allá. Está rea­lizada con mayor economía demedios y menos lujo verbalque las dos precedentes. Quizápor eso, aunque se suspende lavisión espantosa, sentimos conmás fuerza que todo está con­sumado.

Tanto en "Los caballos deAbdera" como en "La lluviade fuego" las palabras alcan­zan por lo general una densi­dad expresiva que sólo teníanalgunos pasajes de los otrosrelatos. Pero aún hay ciertorecargo verbal, menos molestosin duda en la narración queevoca a una Grecia mítica, y laexterioridad perdura. Las vi­siones que ambos cuentos nospresentan son frisos móvilesen que se advierte demasiadola arquitectura y el procedi­miento.

La más intensa de las docenarraciones es para mí la casisiempre olvidada "Estatua desal". El cuento, inspirado enun relato bíblico, combinadocoh la presencia de un perso­naje que recuerda al Pafnu­cjo de Tha'is, se caracterizapor la parquedad apretada. Ladesolación del ambiente:

... Una soledad infinita sóloturhada de tarde en tarde porel paso de algunos nómades quetrasladan sus rebaños; un silen­cio colosal que parece bajar delas montañas cuya eminenciaamuralla el horizonte. Cuandosopla el viento del desierto, llue­ve arena impalpable; cuando elviento es de lago, todas lasplantas quedan cubiertas de sal.El ocaso y la aurora confún­dense en una 'Ill·isma tristeza.Sólo aquellos que deben expiargrandes crímenes, arrostran se­mej antes soledades ...

la equívoca santidad alcanzadapor Sosistrato:

... Cada aiío, el vieme, dolo­roso, encontraba al despertar, enla cabecera de su lecho de ra­mas, una copa de oro llena devino y nn pan con cuyas espe­cies comulgaba absorbiéndose enéxtasis inefables. Jamás se leocurrió pensar de dónde ven­dría aquello, pues sabía (Iue elseñor Jesús puede hacerlo. y.aguardando. con unción perfectael día ·de" su ascensíón .a.. lablellaventui-<iriia,cQntiriúaba so­¡iortai1do slis años.·.. .. Los esqueletos de las ciuda­

des destruídas iban poco a pocodesvan~ciéndose . '" El ... monie

UNIV,l~;;RSI'OAD DE MEXICO 21

reparó apenas en semejantesres,tos, que procuró evitar a finde que s,us pies no se m'anchasena su contacto",

el abandono, en fin, fr~nte ala tentación, son muestras deesa parquedad, y nos van de­jando una creciente inquietud,La prosa se levanta, de pronto,pero no con excesos verbales,ante la es,tatua de sal, primero:

Sosistrato se aproximó a laestatua, " Un.a humedad tibiacubría su rostro, Aquellos ojosblancos, aquellos labios blancos,estaban completamente inmóvi­les bajo la invasión de la pie­dra, en el sueño de sus siglos, ' ,El sol la quemaba con tenaci­dad implacable, sie,mpre igualdesde hacía miles de años",Semej ante sueño res\lmía el mis­terio de los espantos bíblicos,La cólera de Jehov~ Jlabía 'pa­sado sobre aquel ser, espantosaamalgama de carne y de peñas­ca" ,

y vuelve a alzarse luego anteh mujer de Lot:

, , ,cuando el ,agua sacramen­tal cayó sobre la e,statua, la sal

se disolvió lentamente, y a losojos del solitario apareció unamujer, vieja como la eternidad,envuelta en andrajo terribles,de una lividez de ceniza, flacay temblorosa, llena de siglos, , ,Era el pueblo réprobo 10 que selevantaba en ella",

La vaga sugestividad con queLugones maneja el indirectolibre nos transmite el vacilanterecuerdo que se debate en elmisterio:

Yana recordaba nada, Sólouna vaga visión del incendio,una sensación tenebrosa desper­tada a la vista de aquel mar.Su alma estaba vestida de con­fusión. Había dormido mucho,un sueÍÍo negro como el sepul·cro, Sufría sin saber por qué,en aquella sumersión de pesa­dilla, Ese monje acababa desalvarla, Lo sentía. Era lo úni­co claro en su visión reciente.y el mar.,. el incendi.o", lacatástrofe, " las ciudades ardi­das, ., todo aquello se desva­necía en una clara visión demuerte. Iba a morir. Estaba sal·vada, pues. Y era el mon jequien la había salvado!

La última oraclOn nos lanzavertiginosamente en el desen­lace, La y encadenadora, tansimple en apariencia, despiertala evocación y la curiosidad deSosistrato, y provoca indirecta­mente su condenación, Palabramágica que contrasta con lapa!abra que el solitario exi¡::>;e.con la que sólo él oi rá :

Sosistrato acababa de retro­ceder en los siglos, Recorda­ba, Habia sido actor en la ca­tástrofe, Y esa mujer" ¡esamujer le era conocida!

Entonce un ansia espantosale quemó las carnes. Su lenguahabló, dirigiéndose a la espec­tral resucitacla:

-Mujer, respóndeme una so-la pahbra,

-Habla, " pregunta"-Responderás?-Sí, habla; me has salva-

do!Los ojos del anacoreta bri­

llaron, como si en ellos se con­centrase el resplandor qne in­cendiaha las montaÍÍas,

-Mujer, dime qu.t' vis/e [/1(111­

do /u 'ros/ro se vol7.'ió para ll1i­raro

Una voz anudada de angus­tia, le respondió:

-Oh, no .. , Por Elohim, noquieras saberlo!

-Dime qué viste!-No, " no .. , Sería el abis-

mo!-Yo qniero el abismo.-Es la mnerte, ..-Dime qné viste!-No pnec!o, , , no qniero!-Va te he salvado,-No. " no",El. sol acahaha de ponerse.-Habla'La mujer se aproximó. Sn voz

parecía cnbierta de polvo; seapagaha, se crepllsculizaba, ago­I1lzando.

-Por las cenizas de tns pa­dres! , , .

-Habla!.E~tonees aquel espectro apro­

xImo su boca al oido del ceno­bita, y dijo una palabra. Y So­slstrato,. fnlminado, anonadado,SIl1 arropr un grito, cayó muer­to, Roguemos a Dios por Silalma,

Con esa palabra que el lectorno encuentra y que el diálogolargo, cortado y forcejeantele . ha hecho ansiar, quedaa.bIerto un interrogante angus­tioso, la mejor expresión delas fuerzas extrañas que noshaya dejado Lugones.

Po'nl Valéry

Por Tomás SEGOVIA

ABSTRACTO

de su existencia. Esta idea está '-111 pococon fusa en el abate, y a veces reconoceCJue en realidad la poesía pura no es ais1a­ble, que sólo puede encontrarse encarna­da en sus impurezas. Pero otras vecesparece decir lo contrario, por ejemplo,~uando nos da a entender que, en últim:¡II1stancia, la poesía puede prescindir detodo menos de! flúido misterioso; o cuan­~lo nos dice. que unos girones de palabrasI11comprenslbles, o un poema en una len­gua que no comprendemos pueden basta rpara trasmitimos el famoso flúido.

En vista de que la "misteriosa reali­dad" de que habla el abate no queda pues­ta en claro, pronto el tema de Ja discusióntoma un signo negativo, y entonces d des­acuerdo de los ban(los deriva, no de Joque cada uno piensa de la "poesía pura"(puesto que de eso nada se sabe), sinode lo que cada uno piensa de las impure­zas, ¿Qué son las impurezas poéticas, cuá­les son, hasta qué punto se pueden supri­mir?, éstas son las preguntas a las cualescada uno contesta de una manera dife­rente.

El abate Brémond y sus partidariosconsideran impuras muchas cosas. Perocomo Brémond, en sus Aclaraciones hacea menudo marcha atrás, incluso contra al­gunos de sus partidarios. estableciendoque probablemente las impurezas no pue­den suprimirse. no tenemos más remedioCJue cortar un poco por lo sano y empe­zar a interpretar por nuestra cuenta unasideas que no arriesgan ninguna afirma­ción decidida y comprometida. unas ideasque no se atreven a cortar su propia re­tirada.

De las listas ele impurezas que Bré­moncl hace en 'su discurso y en sus :lclara­ciones, me parece que lo más importanteque se desprende es lo iguiente: que ;¡

la poesía no le es imprescindible, ni si­quiera conveniente ser inteligible.

Por mucho que los puristas suavicendespués esta afirmación, la afirmaciónpermanece y sus consecuencias son ya unhecho. Parte de esta suavización se cn-

y

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A

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Rup

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POESIAPARA hablar de la poesía pura, no

hay más remedio qúe entrar en an­~ tecedentes. La palabra es demasia­

do vaga y los sentidos que los di­ferentes poetas' le han dado, demasiadocontradictorios para que se pueda empe­zar a hablar de ella sin ac!arar un pocoen CJué sentido se está tomando.

El debate sobre la poesía pura empe­zó en 1925, en Paris, cuando el abateHenri Brémondleyó en la Academia untrabajo sobre este tema que provocó unaserie de ataques, contraataques y aclara­ciones en la revista Les N mtVelles Li·t­téraires.

El discurso del .abate Brémond erabreve y a decir verdad, un poco vago. Latesis ie~eral era que lo que le confiere aun poema su carácter poético no son laspalabras, las imágenes, los sentimientoso incluso la musicalidad, sino un "flúidomi-sterioso" al que el abate Hama "poesíapura". Decir ele esto que es un flúidomisterioso, por supuesto, es no decir casinada. El abate se defiende diciendo que"no se define la poesía pura". Pero detodas formas sus palabras dejan un pocoinsatisfecho al lector, porque no sólo nola definen, sino que no dicen casi nadasobre éIla o sólo cosas muy vagas quepue,den aplicarse casi a cualquier tipo .depoesía. La mayor parte de las Aclarac1O­nes que siguieron a este discurso estándedicadas a combatir a unos supuestosracionalistas a los que seguramente elabate prestaba ideas que ellos nunca '~u­

vieron, pues resulta, en efecto, un pocodi fícil creer que alguien defienda algu­nas de las estupideces que el abate ::Ita­ca, atribuyéndo!as al racionalismo. Des­pués de gastar páginas y páginas en des­vanecer en el ánimo del lector ideas queéste no ha tenido nunca, Brémond dejabien poco aclarado el concepto de poesíapura.

Sin embargo, el debate tiene granimportancia. Porque aunque no se jlOS

diga nada claro sobre la naturaleza de .esteflúido aislable, queda por lo menos la ¡dea