las fuerzas extrañas leopoldo lugones

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Las fuerzas extrañas reúne docerelatos y una teoría del cosmos queconstituyen los cuentos fantásticosmás perfectos de la literaturacastellana y aún de la literatura.Perfectos por la prosa excepcionalque los narra, por los argumentosasombrosos que abordan y por loshallazgos narrativos que LeopoldoLugones ensaya para darverosimilitud a estas fantasías.

La vasta sombra de Edgar Allan Poeplanea sobre ellos. También lainvención de Wells, Villiers de L’IsleAdam, Leonardo da Vinci, Goethe y

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Marcel Schwob y sus fantasíashistóricas.

La temática oscila entre la ficcióncientífica (Yzur), la recreación deambientes mitológicos (Los caballosde Abdera), bíblicos (La estatua desal o La lluvia de fuego), el tema deldoble (Un fenómeno inexplicable) oel desarrollo de motivos populares.

En la narrativa fantástica deLugones confluyen la tradiciónromántica y la fantasía, lairracionalidad y el misticismo.

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Leopoldo Lugones

Las fuerzasextrañas

ePub r1.0chungalitos 15.06.14

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Leopoldo Lugones, 1906

Editor digital: chungalitosePub base r1.1

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Estudio preliminar

El Modernismo literariohispanoamericano significó unarenovación capital para el verso y laprosa. El aporte básico —lasinnovaciones en el instrumentoexpresivo— abrió nuevos cauces yposibilidades para la narrativa. En estegénero representó, además, laincorporación de nueva temática, elenriquecimiento de las técnicas yprocedimientos, la flexibilización de lasformas del relato y el predominio depersonajes de cierta índole en ellos.

En la narrativa argentina, los

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narradores más destacables delmovimiento son Enrique Larreta, autorde la mayor novela histórica modernista,La gloria de Don Ramiro (1907);Leopoldo Lugones, el más logradocuentista; Atilio Chiappori, quienprodujo un novelín, La eterna angustia(1908), y un par de volúmenes decuentos: Borderland (1907), su mejorobra , y La isla de las rosas rojas(1925); y Angel de Estrada, novelista enRedención (1906), La ilusión (1910) yotras, y autor de relatos breves enCuentos (1896) y en las fantasíasorientales contenidas en La voz del Nilo(1903).

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Lugones escribió cuentos casi desdesu arribo a Buenos Aires, en 1896, hastael año de su muerte; es decir, a lo largode cuarenta y dos años. Sólo parte de loproducido lo colectó en volúmenes. Elprimero, La guerra gaucha (1905) yluego Las fuerzas extrañas (1906)[1]. Ene l Lunario sentimental (1909) incluyócuatro: “Inefable ausencia”, “AbuelaJulieta”, “La novia imposible” y“Francesca”, alternando con las poesíasy algunos esquema dramáticos: En 1916,en un folleto que tituló Cuentos, recogió“Los pastorcitos”, “¿Una mariposa?”,“Un buen queso”, “Piuma al vento”, “Latortilla de Juanito”, “Las manzanas

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verdes” y “Flores de durazno”. En unmismo año, 1924, publicó unacompilación de cinco relatos, Cuentosfatales, y un volumen misceláneo,Filosoficula, donde se concitan páginasreflexivas, apólogos, parábolas, cuentosbreves y algunos poemas. Dos añosdespués editó la única novela quecompusiera: El ángel de la sombra[2].

El virtuosismo de Lugones comonarrador le permitió una empresainsólita: la producción en un mismoperíodo breve de piezas de las másdiversas temáticas y de muydiferenciados registros expresivos. Así,por dar un ejemplo, entre 1897 y 1899

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compone simultánea o coetáneamentecuentos que se incorporaron a La guerragaucha (“Estreno”), a Las fuerzasextrañas (“El milagro de San Wilfrido”,“La metamúsica”, “Un fenómenoinexplicable” y “El escuerzo”), alLunario (“Abuela Julieta” y “La noviaimposible”) o a la compilación de 1916(“Los pastorcitos” y “¿Una mariposa?”).No podemos hablar, pues, de sucesiónde preferencias, temas, intereses omodalidades estilísticas, sino decoexistencia de todas esas posibilidadessimultáneamente en su potenciacreadora.

Las fuerzas extrañas consta de dos

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partes: la primera, constituida por docecuentos, y la segunda, por un “Ensayo decosmogonía en diez lecciones”. Lasficciones fueron compuestas entre 1897—“El milagro de San Wilfrido”, de eseaño, es la más antigua— y el año depublicación del volumen, “La fuerzaOmega” es de 1906.[3]

El título hace referencia a un camposemántico vasto y complejo. Lo defuerzas alude a virtudes, eficacias opotencias que los seres o los objetosreservan en sí y que actualizan o liberanen determinados momentos. El adjetivoextrañas se orienta hacia el ámbito de loinfrecuente, insólito, inexplicable,

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desconocido, raro, inverosímil,sorprendente, anormal o excepcional. Entodas las piezas del libro estánpresentes, manifiestas por su poder deacción y sus efectos, potenciasprovocadoras de alteraciones ocambios, que se revelan para sorpresa,admiración, maravilla u horror de lostestigos o protagonistas.

Podrían tentarse varias formas declasificación de la docena de piezasnarrativas. Por ejemplo, según la índolede las fuerzas actuantes en cada una delas ficciones tendríamos: 1) Fuerzas denaturaleza física: “La fuerza Omega”,“La metamúsica”, “Viola acherontia” y

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“El psychon”; 2) Fuerzas de naturalezahumano-psicológica: “Yzur”, “Unfenómeno inexplicable”, “El origen deldiluvio”; 3) Fuerzas de naturalezadivina: “El milagro de San Wilfrido”,“Los caballos de Abdera”, “La lluvia defuego” y “La estatua de sal”; y 4)Fuerzas de naturaleza maléfica odiabólica: “El escuerzo”.

También podríamos clasificarlospor temas: 1) Cuentos de ficcióncientífica o de ciencia ficción: “Lafuerza Omega”, “La metamúsica”,“Viola acherontia”, “Yzur” y “Elpsychon”. 2) Cuentos metapsíquicos,parapsicológicos o paranormales: “Un

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fenómeno inexplicable” y “El origen deldiluvio”, y 3) Cuentos legendarios: “Elmilagro de San Wilfrido” (leyendacristiana), “La estatua de sal” y “Lalluvia de fuego” (leyendas bíblicas),“Los caballos de Abdera” (leyendamítica griega) y “El escuerzo” (leyendafolklórica).

Si aplicáramos el criteriodiferenciador de Todorovestableceríamos que son: extraños, osea con explicación racional o naturalde los hechos, todos los de ficcióncientífica; maravillosos, es decir conexplicación sobrenatural, “La lluvia defuego”, “La estatua de sal”, “El milagro

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de San Wilfrido” y “Los caballos deAbdera”; y fantásticos, si no se atina adar explicación valedera, natural osobrenatural, “El escuerzo”, “Unfenómeno inexplicable” y “El origen deldiluvio”.[4]

Si aceptamos la tripartición deTodorov, se vería como abusiva ladesignación de “cuentos fantásticos”para todas las ficciones del volumencomo, en general, los ha designado lacrítica. Lo fantástico supone unavacilación en el lector —proyectada aveces del personaje al lector— frente aun suceso, que no se atina a explicarcabalmente. Esa experiencia dubitativa

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lo deja en la perplejidad, en la ambiguaincertidumbre acerca de susignificación. Lo fantástico se presentacomo una experiencia de límites, unaquiebra de la coherencia universal, unafractura que se puede volcar comoagresión sobre el mismo lector. Peroninguna división puede constituirse encanónica; por ejemplo, en “La lluvia defuego” el protagonista ignora el sentidode castigo divino que el fenómenoimplica y lo contempla con perplejidad,buscando primero una razón científica,sin hallarla. El lector, por el asunto y elepígrafe, sabe que se trata de una causasobrenatural: Dios condena al

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exterminio a una ciudad por suspecados. Para el personaje la situaciónsería fantástica; para el lector esmaravillosa. Así, podrían objetarsealgunas inclusiones de las propuestas;pero, como se sabe, las clasificacionesson solamente intentos de ordenamientode la realidad fluida y siempreindividual de las obras. Su valor esorientador o didáctico.

En todos los casos las situaciones delos cuentos no se dan a partir de laviolación de un límite, de la alteraciónde un orden, de la ruptura de unequilibrio o estado de cosas. Esto seconstituye en una falta, un pecado, una

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amartía o una jibris, según los niveles ycircunstancias; y esa trasgresión debeser castigada o puesta en evidencia. Loscastigos son la locura, la muerte, laceguera, la vivencia de estadosagónicos. Las dos sanciones más levesson las de “El origen del diluvio” e“Yzur”.

L a s fuerzas extrañas laten ennosotros (“Un fenómeno inexplicab1e”,“El psychon”), sobre nosotros (“Lalluvia de fuego”, "El milagro de SanWilfrido”, “La estatua de sal”), pordebajo de nosotros (“El escuerzo”) y entorno de nosotros, en los distintos reinosde la naturaleza “La fuerza Omega” y

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“La metamúsica”, en el terreno de lafísica; en el reino vegetal, “Violaacherontia”; en el animal, “Los caballosde Abdera”, “Yzur”, “El escuerzo”; enel espiritual o astral, “El origen deldiluvio”. Los cuentos relacionandistintos planos entre sí: materia yespíritu (“El psychon” y “Un fenómenoinexplicable”); lo animal y lo humano;lo humano y lo vegetal, el sonido y lafuerza, el color y el sonido, lo humano ylo divino; lo humano y lo diabólico, locientífico y lo ocultista; mundo ytrasmundo, la vida y la muerte, losestadios del tiempo —el pretérito y elpresente—, “Yzur” y “La estatua de sal”

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p. ej. En fin, esto afirma la interrelaciónde las realidades del universo de la másdiversa índole. Esta concepción delmundo tiene su base en la teosofía, queLugones estudió, practicó y a la queadhirió durante muchos años.

La nota básica común más general,tanto a las ficciones como al Ensayo esla articulación de las concepcionescientíficas y las teosóficas, en armónicomaridaje. Para Lugones teósofo todasson ciencias, las ocultas y las exactas,químicas y físicas, sin contradiccionesentre sí.

Todas las fuerzas psíquicas y físicasse asocian. Incluso, tal vez no sea

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desacertado postular que la distribuciónbarajada de las ficciones en el cuerpodel libro, sin disponerlas por temas,asuntos u otro criterio de distinción;responda a esa visión deentrecruzamiento de las fuerza diversasen la realidad, que ejemplificarían.[5]

No obstante, cabe aclararlo: si bienla obra está construida en dos alasarticuladas, una de naturaleza narrativa yotra disquisitiva, asociadas pormúltiples elementos, cada cuento esautónomo, se vale por sí mismo y no enfunción de los otros o del Ensayo que leda respaldo teórico. Las ficciones sonválidas estéticamente en sus propios

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límites tienen esfericidad.[6]

Se observa una situación narrativadominante en las piezas del libro quecondiciona el punto de vista desde elque se presentan los hechos En lasficciones científicas, excepto en “Yzur”,cuyo protagonista y narrador en primerapersona es el mismo investigador, serepite igual disposición: un sabio,investigador o adepto hace confidente aquien será el narrador de un secreto o delos insólitos resultados a los que arribóen su búsqueda. La confidenciaadquiere, las mas de las veces, categoríade verdadera revelación, que convierteal receptor o confidente en un

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depositario iniciático de los poderes deciertas fuerzan ocultas, de secretasrelaciones entre los reinos de lanaturaleza o de analogías insospechadas.La revelación va acompañada de largasy prolijas explicaciones quefundamentan los hallazgos y laproyección de los resultados. Así secondiciona el punto de vista narrativo:el confidente se convierte en un narradortestigo, personaje secundario dentro dela ficción, que puede ser pasivo, auditortan sólo, o con algún grado departicipación en los hechos, asistiendo alas experiencias demostrativas (“Lafuerza Omega”, “La metamúsica”),

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sacando conclusiones y anticipandoresultados (“Viola acherontia”) osufriendo los efectos de la fuerzaextraña (“El psychon”). En las dosficciones metapsíquicas el narradortestigo tiene mayor ingerencia. En “Unfenómeno inexplicable”, al trazar con sumano el dibujo del perfil de la sombralogra la prueba cabal de la existenciadel doble; y en “El origen del diluvio”,al accionar la llave de la luz interrumpela producción de los fenómenosregresivos. Cabe decir que en la mitadde las piezas se mantiene, con variantes,la situación básica y el mismo punto devista. Consideraremos primero los

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cuentos cientificistas, luego losmetapsíquicos y por último loslegendarios, para adoptar un orden en laconsideración.

Las fuerzas extrañas ha sidofrecuentemente mal caracterizado porreducción de las doce ficciones a lascinco de apoyatura científica. Si bien escierto que el aporte de Lugones en estaespecie narrativa es un hito en laliteratura hispanoamericana —y aun unaantología de la fantasía científica enlengua española no podría ignorarlo—no se agota en ello la materia de loscuentos.[7]

De las tres tendencias riesgosas que

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en el cuento modernista, en especial,conspiran contra lo estrictamentenarrativo, el lirismo, el“descripcionismo” y la derivaciónensayística, es la tercera la que másafecta a Lugones, en las disertaciones decarácter científico hacia la que tiende suproclividad, dado su interés por lasciencias, manifiesto desde la niñez.[8]

El amplio espectro de los interesesintelectuales de Lugones, alimentadospor sostenida y omnívora lectura,respalda sin esfuerzo de informacióninmediata sus relatos de muy diversanaturaleza, ámbito y tema. En susficciones cientificistas aprovecha

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teorías y hechos comprobados paraelaborar nuevas proyecciones, sacarconsecuencias insospechadas en suaplicación o introducir variantesatractivas.[9]

En “La fuerza Omega” al hablardesde el comienzo del relato de laconfidencia del “descubridor de laespantosa fuerza” usa un recurso decaptación del lector, pues le abre laexpectativa prometiendo satisfacerla. Elprotagonista realiza investigaciones quemantiene ocultas; no es un científicooficial —“no procedía de ningunaacademia”— sino que trabaja al margende las instituciones conocidas. Hay su

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razón para ello: cultiva el ocultismo yesto lo enfrentaría con la opiniónpública. Precisamente, esteconocimiento de las ciencias esotéricases el punto de contacto con el narradortestigo, a quien halla merecedor de“escuchar la revelación” deldescubrimiento.

El tema del cuento es la potenciamecánica del sonido. El sabio halogrado un aparato para proyectarla ycomprobar su efecto. Es significativoque haya denominado “Omega” a lafuerza descubierta, pues si en el Ensayodice que la potencia mecánica delsonido es “la última de la síntesis

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vibratoria”, cabe recordar el sentidosimbólico de las letras del alfabeto y suscorrespondencias cósmicas con otrasrealidades de diferente orden que elmero lingüístico, según una antiquísimacorriente cabalística secreta, conocida yaludida por Lugones en varios sitios desus obras. El orden va de alfa a omega,correlativos del día y la noche,comienzo y fin, vida y muerte. “Omega”es símbolo de lo final, de la destrucción.Esto se comprende por la capacidaddesintegradora de la fuerza sí toca elcentro de equilibrio atómico del objetoo ser. El poder aniquilador del aparatoconstruido contrasta con su apariencia

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inofensiva ("Confieso que el aparato nosdefraudó… al oír hablar de fuerzasenormes habíamos presentido máquinasgrandiosas"). Esto es advertenciasobreentendida, de alcance general, deno juzgar el poder de las fuerzas por laapariencia de su transmisor.

La parte del león del cuento se lalleva la amplia disquisición con la queel sabio fundamenta su hallazgo,abundante en mención de autoridades. Ellenguaje científico, la precisión técnica,el nivel de lengua y las formas deinsistencia, buscan producir laverosimilitud y hacen virar el relatohacia el ensayo y el informe, con lo que

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el lector pierde conciencia, pormomentos, de que se halla en el curso deuna obra ficcional.

Hay tres aspectos que nos desplazande lo académicamente científico yestablecen relación entre este ámbito yel mundo del ocultismo y los poderessecretos: primero, la mencionadaadhesión del sabio a las disciplinasesotéricas; segundo, el hecho de quesólo el inventor del aparato a quienpuede acertar con el punto de fusiónmolecular de los objetos paradesintegrarlos: “Es que aquí está elmisterio de mi fuerza. Nadie sino yopuede usarla. Y yo mismo no sé cómo

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sucede (…) Sin verlo, sin percibirlo enninguna forma material, yo sé dónde estáel centro del cuerpo que deseodesintegrar”; y esta capacidad peculiares de índole parapsicológica. Y lotercero es el amplio parágrafo quedestina, al comenzar su exposición, aseñalar la presencia a nuestro alrededorde fuerzas extrañas (“fuerza tremenda”,“fuerzas interetéreas”, “fuerzooriginales”) en directa relación con lateoría ocultista; y en su propuesta, “hayque poner el organismo en condicionesespeciales, activar la mente,acostumbrarla a la comunicación directacon dichas fuerzas”. Lugones abre su

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libro con el relato en que se contieneesta apelación general, como una suertede introducción incluida al mundo de laspotencias desconocidas; una demoradaexaltación de las fuerzas extrañasoperantes y de la necesidad de que elhombre las alcance: “El conocimientohumano debería tender a la abolición detodo intermediario entre la mente y lasfuerzas originales”.

La experiencia con el vaso de aguapreludia el efecto de la fuerza en lacabeza del sabio por desintegración delcerebro, el órgano mediante el cual elinvestigador llegara al conocimiento ydominio de la fuerza. El final del cuento

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podría interpretarse de dos formas: lapotencia se volvió, como castigo, contraquien pretendió manejarla y aniquiló lasede de su inteligencia; o bien, elinventor se autodestruyó al tomarconciencia del peligro que sudescubrimiento implicaba (“Como armasería espantoso”) en otras manos, ya queél se había abstenido, por su concepciónocultista, de probar en animales laeficacia de la fuerza Omega.

El título mismo, “La metamúsica”,supone un ir “más allá”, por tanto, unatransgresión, merecedora de castigo. Elprotagonista e inventor, Juan, confía alnarrador su empresa porque ambos

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tienen una afinidad; en este caso, elgusto por la poesía. Como en “La fuerzaOmega”, abundan largas disertacionescientíficas, referidas ahora a lasrelaciones, entre sonido y luz, quealternan con recitados líricos. Larelación poesía y ciencia sirve para unprimero y fundamental distingo: no sebasan las investigaciones de Juan en lafamosa audición coloreada de los poetassimbolistas, y de sus continuadoresmodernistas, a quienes estimaenfermizos y decadentes; no se ocupa deocasionales fenómenos de asociaciónpsicológica individual, sino de lasvinculaciones objetivas entre el arte

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musical y la física, su base común.Mejor aun, se trata de la verificaciónexperimental de la relación entresonidos y colores que se correspondan;no simbólicamente, como en el verso delcélebre poema “Correspondances” deBaudelaire: “Les parfums, les couleurset les sons se répondent”, “perfumes ycolores y sones se responden”.

Así como en la primera ficciónasoció la ciencia al ocultismo, aquírelacionará dos fuentes desemejantes: laciencia y la filosofía mistagógica; losfísicos y las doctrinas pitagóricas deluniverso como música, y las esperablescitas del Timeo platónico y de su

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descendencia occidental.Si en “La fuerza Omega” sugirió,

desde el título, alusiones a la simbologíaletrista de la Cábala, en este cuentoaludirá a la simbología numérica y a suvinculación con lo iniciático. Larelevancia del sonido tendría paraLugones, además del interés simbolista(“De la musique avant toute chose”, deVerlaine) y de la mentada audicióncoloreada y del entronque con lopitagórico, otra raíz: la del mantrateosófico. De él dice la Blavatsky:“Como enseña la ciencia esotérica, cadasonido en el mundo físico despierta unsonido correspondiente en los reinos

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invisibles e incita a la acción algunafuerza u otra en el lado oculto de laNaturaleza (Doctrina Secreta, III, 451).El sonido es el más eficaz y poderosoagente mágico y la primera de las llavespara abrir la puerta de comunicaciónentre los mortales e Inmortales (Doc.Sec., I, 502). Cada letra tiene unsignificado oculto y su razón de ser; esuna causa y un efecto de otra precedente,y la combinación de éstos produce confrecuencia los más mágicos efectos. Lasvocales, sobre todo, contienen laspotencias más ocultas y formidables(Doc. Sec., I, 121)”[10]

Considérese la enorme proyección

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que estos postulados esotéricos tendríansobre la palabra creadora, poética, departicular manera, y sobre el temamismo de “La metamúsica”.

El inventor logra su objetivo alalcanzar la octava del sol, identificandomúsica y color; pero en ello estará sucastigo: la llamarada final le vacía lascuencas, secándole los ojos, dejándolociego. La punición se aplica aquí alórgano que ha verificado la relaciónfinal de sonido y luz. La ceguera es lapena por pretender la meta-música.

Podemos señalar en nuestraliteratura argentina un antecedente deesta relación música y color y de la

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ficción lugoniana, en particular, hastahoy no señalado por la crítica. Se tratade un texto de Miguel Cané intitulado“Las armonías de la luz”, recogido en sulibro inicial Ensayo (1877).[11] Es lahistoria del encuentro del protagonistaen Nápoles con un científico, AndreaTanarotti, y su hija sorda, Lena. El viejole confía que “ha conseguido realizarpara ella el sueño de un fraile del sigloXVIII”: el órgano de colores. Lecomenta que Jehan de Castel[12], nacidoen 1688 y que vivió, sesenta y nueveaños, pasó cuarenta de ellospersiguiendo su ideal. El religiosopublicó en 1740 su Óptica de los

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colores, “que contiene principios quehubieran admirado a Newton mismo”; y,poco antes, en 1735, en las Mémoires deTrevoux, había editado un opúsculotitulado Nuevas experiencias de ópticay acústica, donde programaba suinconcluso “clavicordio ocular”. Y elanciano se extiende en una exposiciónvecina a la de Lugones —menos eruditay actualizada, por supuesto— sobre elfundamento científico del aparato.Invitado a concurrir a una demostracióndel funcionamiento del particularórgano, el protagonista enferma esanoche de un ataque cerebral intenso quelo postra por días. Al reponerse no

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encontrará vestigios del viejo y su hija.Una carta posterior de éste le informaque Lena ha muerto. Así concluye estapieza que constituye el antecedenteargentino más firme de “Lametamúsica”.

Recuérdese que Lugones en la“Advertencia” de 1926 señalaba que“algunas ocurrencias de este libro (…)son corrientes ahora en el campo de laciencia”. El órgano de colores es uncaso. “La metamúsica” fue publicada en1898; dos años más tarde, en lamonumental Exposición Universal deParís, en la Sala Franklin del Palacio dela Óptica, se presentó un “órgano

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óptico”. A él se refiere una crónica deAmado Nervo, “La música luminosa. Laluz que canta”[13], donde dice que elaparato proporciona “audicionescoloridas de divino efecto”. La lecturade un artículo científico de RaymondBouyer sobre “La luz que canta” haceevocar a Nervo el órgano visto en laExposición. El poeta mejicano concluyeque esa correlación entre vibracionesmusicales y luminosas viene a probar“la eterna y divina correlación y unidaddel universo, cada onda de cuyas formasinfinitas no es más que el aspecto bajoel cual se muestra a nuestros sentidos loabsoluto”[14].

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Dos años antes de publicar “Lametamúsica”, Lugones, en una reseñabibliográfica de la novela, de tesisespir i ti s ta, Nelly de Eduardo L.Holmberg, había escrito: “¿Quién hadescubierto la música de los coloressino la ciencia? ¿Quién ha dicho que elespectro solar es una orquesta? CuandoRubén Darío dice que la banda de Iristiene siete rayos como la lira sietecuerdas, pronuncia una verdad; y másaun: puedo decir científica yartísticamente que la banda de Iris esuna lira, una grande y sublime lira: lalira del Sol. El Sol, que es un inmensocerebro, piensa en colores, y de la

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concordancia de estos pensamientosnace una armonía: la blanca ybienhechora luz”.[15]

Sería ocioso señalar lasprecedencias de este pasaje del autorrespecto de su propio cuento. Pero enestas vinculaciones la erudición deLugones nos sugiere otros campos, p. ej.la asociación de perfumes y música: “Endías pasados, leyendo un artículo dePiem, un químico inglés, encontré estanovedad científica: la escala musical delos perfumes. Aquí tenéis un ritmoarmónico: BASE: Do — Sándalo; Do —Geranio; Si — Acacia; Sol — Azahar;Do — Laurel: CIMA”. Bien hubiera

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podido haber elaborado otra ficción apartir de la nueva asociación propuesta,con la cual el verso baudelaireanoprecitado hallaría su confirmación, peroen el campo de lo científico:correspondencia de sonidos, colores yperfumes. Pues en Lugones, el axiomadominante, que enuncia en el comentariodel libro de Holmberg, es de baseparnasiana: “La Ciencia no es enemigadel Arte”, a cuya explicitación destina lamitad de su artículo sobre Nelly.

El narrador testigo en “Violaacherontia” alcanza a descubrir unasiniestra experimentación por parte deun sabio alienado. El tema de este relato

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es la casi humana sensibilidadimpresionable de las plantas. El cuentoen su publicación periodística se llamó“Acherontia atropos” y llevaba unepígrafe, suprimido en el libro: “Unetulipe! s’écria le vieillard corroucé,une tulipe! ce symbole de l’orgueil etde la luxure qui ont engendré dans lamalheureuse cité de Wittemberg ladétestable hérésie de Luther et deMélanchton!”. Son palabras con las quereacciona al doctor Huylten al serinterrumpido en su unciosa lectura de laBiblia por un mercader de flores, en “Lemarchand de tulipes”, texto incluso enGaspar de la Nuit del malogrado

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Aloysius Louis Bertrand.[16] El texto-sugiere una relación indirecta entre elvalor simbólico de la flor y el génesisde las herejías.

Una diferencia esencial de esterelato con su primitiva versión —hastahoy no apuntada— hace no al tema sinoal planteo del cuento. En la redacciónhemerográfica, lo que el sabio quiereobtener es que la violeta se certifiquecomo flor de la muerte al reproducir ensus pétalos la calavera como símbolo:“Estoy seguro de que la imagen, lacalavera, se fotografía sobre misvioletas. Lo que no sé, lo que no puedoencontrar, es el revelador para

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desenvolverla. Son tan finos estospétalos, que la más mínima partícula desal los desorganiza”. Y el viejojardinero se quejaba de diez añosinfructuosos y al inclinarse sobre lasflores cae de sus ojos una lágrima: “Y elprodigio esperado por aquel hombre, elprodigio inaudito que su locaimaginación deseaba, se efectuó. Lacabeza de muerto, la calavera, apareciósobre el negro pétalo, nítidamente, nomayor que un grano de trigo, pues elrevelador esperado se descubría por finen la gota amarga de una lágrima…”.Pero jamás pudo renovarse el efecto,porque fueron vanos sus intentos de

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producir químicamente una lágrimahumana; y las suyas no afluyeron más asus ojos, porque el goce deldescubrimiento le impidió desdeentonces llorar.

Compárense ambas versiones —ladel periódico y la final del libro— y seadvertirá la diferencia de planteos.Creemos que el desarrollo del libro esmás acertado. El se centra en lahumanización de una planta —como en“Los caballos de Abdera”, de losanimales— hasta lograr la manifestaciónde su dolor por gemidos: “Aquellasflores se quejaban en efecto y de suscorolas oscuras surgía una pululación de

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pequeños ayes muy semejantes a los deun niño”. Aquí se trata del llanto humanode las flores; entonces salta en la mentedel testigo la asociación terrífica:“Recordé que, al decir de las leyendasde hechicería, la mandrágora lloratambién cuando se la ha regado con lasangre de un niño; y con una sospechaque me hizo palidecer horriblemente meincorporé…”. Antes ha advertido lalocura del personaje, pero ahoradescubre una realidad maldita: se tratade un hechicero criminal.

La mandrágora es planta a la que sele adjudican múltiples poderes. Por lasimilitud de su raíz carnosa y velluda

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con la forma humana, que imita en sumateria los miembros del cuerpo, losmagos negros del ocultismo la usabanpara fabricar homúnculos, y para otrosfines ilícitos: filtros, pócimas, podersobre los espíritus, etc. Esto en la magianegra o “de la mano izquierda”; perotambién concede poderes benéficos: darla victoria al guerrero, proteger contravenenos, duplicar el dinero, fecundidada la mujer; recuérdese, al caso, ladisputa bíblica entre Esther y Lia por lamandrágora (Génesis, 30, 14-16). Segúnla creencia vulgar, la planta lanza gritoscuando se la arranca del suelo, y hastachillidos espeluznantes, como lo apunta

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Shakespeare.[17]

En la primera versión, todo seconcretaba en una especie de revelaciónfotográfica, gracias a lahipersensibilidad floral, casi humana, ya procesos químicos, para fijar en lospétalos la imagen de la muerte. En laversión definitiva del cuento, laproyección es más amplia: lahumanización de lo vegetal va asociadaa un crimen horrendo, el infanticidio,para transferirle vida; sacrificar lohumano a lo vegetal. A la ciencia sesuma la hechicería.

Como se ve, el cuento no desarrolla,como podría haberse dado, el caso de

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mitos florales o vegetales; ni las cañassangrantes y parlantes del canto tercerode la Eneida, ni, en otro plano, las denuestra legendaria flor del lirolay. Elhorticultor científico busca descubrir unángulo de las relaciones en la armoníasuperior entre los reinos de lanaturaleza.[18]

Tal vez no sea ajena a la intenciónlugoniana la significación de la violetacomo símbolo de la alquimia, de latransfusión espiritual, de la influenciaejercida por el hombre sobre susemejante, merced al poder sugestivodel fluido mesmeriano. En fin, símbolo,como es, de la trasmigración de las

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almas.“Yzur” es el único cuento con punto

de vista protagónico en el conjunto delos cientificistas. Su tema es larecuperación del lenguaje articulado delos simios. El relato es la exposición deuna experiencia del proceso paralograrlo. El apoyo teórico del relato —ydel esfuerzo del investigador— es lateoría regresiva. Frente a la evolutiva,que presupone que el hombre desciendede los antropoides y de los simios, lateoría regresiva opina que el mono es unhombre degenerado. Esta tesis halló laadhesión firme de la teosofía. En suGlosario teosófico, en el artículo

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“mono”, la Blavatsky dice:“Opuestamente a lo que afirman variosnaturalistas modernos, el hombre nodesciende del mono o de algúnantropoide de la presente especieanimal, sino que el hombre es un monodegenerado”[19]. La rusa desarrolla estaidea en La Doctrina Secreta (I, 212 y II,757): el hombre tiene su ancestro en elpitris (“hombre celeste”) y la existenciadel hombre es anterior a la delantropoide, pues éste ha nacido de lacópula de hombres y monos en elperíodo Míoceno, pecado de losatlantes. Este bestialismo de las razasprimitivas engendró los monstruos de

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parecido humano.Si el antropoide es un hombre

degenerado, tiene en sí la potencia delhabla. De allí el esfuerzo que elprotagonista propone de revertir larealidad humanizando al animal. Frentea los logros parciales, elexperimentador se ensaña brutalmentecon la bestia, más cuando descubre queel mono habla al hallarse solo. Surgeuna demoníaca voluntad de exacerbar:“El demonio del análisis, que no es sinouna forma del espíritu de perversidad,impulsábame sin embargo a renovar misexperiencias” dice con alusiones clarasa Poe. The imp of the perverse, nombre

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de una pieza de 1845 del cuentistanorteamericano, ha sido definido como“el sentido de encarnizamiento en hacerlo que no se quiere hacer o no debierahacerse”. En contraste con el tratodespiadado del dueño, la actitud finaldel animal es de tierno patetismo,cuando sus palabras aúnan súplica,sumisión, humanidad degradada ycertificación de la teoría: “Amo, agua.Amo, mi amo…”. El castigo delcientífico que fuerza lo natural al obligaral mono a retrotraerse por milenios, através de las especies, para reentroncarcon su origen humano, consiste en queve lograda su meta, pero al morir el

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mono no tendrá pruebas de ello, máscuando no ha habido testigo de loocurrido, y en esto se ve el acierto dedescartar el punto de vista común a loscuentos del grupo. Su descubrimiento esestéril.

Este relato originó otro de HoracioQuiroga, “El mono ahorcado”[20]. Elnarrador también es el protagonista;somete a “Titán”, un simio suyo, a unaserie de experiencias, pues “quise hacerhablar a mi mono” (p. 52). La tesis de laque parte es que “la facultad de hablar(…) ha nacido de lo superfluo”, pues elser viviente no necesita del lenguajepara lo esencial. Los experimentos

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concluyen con el suicidio, más quemuerte accidental, del animal alahorcarse, con gestos de realhumanización. Aunque el punto departida teórico sea diferente, esinnegable la filiación de este texto paracon “Yzur”.

El “psychon” es la última de laspiezas cientificistas del libro. El temade este cuento es la condensaciónquímica y hasta física del pensamiento.El protagonista es un científicomarginado. “Era mirado de reojo por lasacademias” por ser espiritualista, quees, además de lo que supone comooposición al materialismo; el nombre

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corriente del espiritismo finisecular. Yéste es el punto de contacto del narradory el sabio. La condición de espiritualistase confirma con el hecho de que elorigen de su descubrimiento se dagracias al poder visionario de unasensitiva o médium.

En la primera versión periodísticadel texto, la frase “Cierto amigo,miembro de una sociedad de estudiospsíquicos a quien venía recomendadodesde Australia el doctor, nos puso enrelación”, se leía así: “Cierto amigo,miembro de la Sociedad Teosófica, aquien el doctor venía recomendado porla rama australiana de dicha Sociedad,

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nos puso en contacto”; con lo que seasociaba lo teosófico a lo espiritista,fuentes que no siempre compaginaron.

Como los anteriores relatos de suespecie, se extiende con generosidad enla disquisición expositiva del basamentocientífico que daría base al intento delicuefacción y aun al logro de “medallaspsíquicas” de pensamientos. Cuando elgas en que se trasmuta el líquido logradose libera en la habitación, produce losmás insólitos efectos en los presentes,“pues el pensamiento puro que habíamosabsorbido era seguramente el de lalocura”. Al día siguiente de laexperiencia desaparece el doctor Paulin.

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Informes alcanzados tiempo después leanotician: “Parece que ha repetido suexperimento, pues se encuentra enAlemania en una casa de salud”. Elcastigo condigno es la locura, efecto dela corroboración de su descubrimientoque ha traspuesto los límites de loconocible.

Resulta interesante señalar que en suversión primigenia “El psychon” teníaun final distinto. Las correcciones delcuerpo del texto son leves cuando lorecoge en libro, pero la conclusión se vealterada sensiblemente. Eraoriginariamente ésta:

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De pronto un hedorinsoportable se esparcía por lahabitación; un olor que no separecía a nada conocido, pero quesuperaba en repugnancia a todaslas cadaverinas imaginables.

—El olor del pensamiento —dijo el doctor, dirigiéndose alvaso cuyo contenido disminuíacon rapidez.

Vi que colocaba un pañuelodoblado en el agujero por dondese efectuaba el escape, paraimpregnarlo de fluido y que loaproximaba a su nariz…

Instantáneamente, sin exhalar

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un grito, cayó todo rígido sobre elpavimento desnudo. Corrí en suauxilio. Un temblor espantososacudía sus miembros.Desesperado, sin saber qué hacer,intenté levantarlo en peso.

—¡Es inútil! —dijo con vozdebilitada como un soplo—. Herespirado la muerte y me voy, mevoy sin remedio.

El instinto del experimentadorse sobrepuso a las torturas deaquella agonía horrible, y porentre sus dientes apretados, oísalir esta advertencia suprema:

—Añada usted que el Psychon

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es el más violento de los venenos.

Cabe reparar en algo más. Entre losinventos del doctor Paulin que seenumeran se mencionan “eltelestróscopo, el electroide y el espejonegro, de los cuales hablaremos algúndía”. Lugones dedicó un cuento al tercerdescubrimiento, “El espejo negro”, cuyoprotagonista es el mismo doctor Paulin.Publicado en Tribuna el 17 desetiembre de 1898, quedó sin serrecogido en volumen por Lugones. Enuna entrevista entre el narrador y eldoctor, éste le hace conocer el espejo decarbón que por su propiedad absorbe la

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carga eléctrica del pensamiento;concretando en imágenes el fluidomental. Como se ve, continúa el sabiopreocupado por las formas detrasmutación y objetivación delpensamiento. Hay en el texto un curiosoapunte de teoría del pensamientoobjetivado en colores, según sunaturaleza: “Los pensamientos dedevoción se manifiestan en forma denubecillas azules, llegando hastaadquirir forma de claveles y margaritas;las inspiraciones místicas son de colordorado; las efusiones de amor puro,rosadas o purpúreas; las de amorceloso, verdes; una idea de odio

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presentará una coloración rojo oscuro,una ira se reconoce por la mezcla delescarlata y del amarillo. Además, existeotra regla: el pensamiento ordenadoasume siempre una forma regular,geométrica; el desorden se caracterizapor la ausencia de contornos precisos”.

El narrador es invitado aexperimentar con el “espejo de brujas” yconcentra su pensamiento en la imagende un famoso criminal recientementemuerto. El plano del disco negro parecehundirse hacia atrás, tomando forma deembudo, y emerge desde el fondo unamancha roja que va haciendo marco a lacara del asesino, la que se va dibujando

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con nítidos rasgos e imponiéndose demanera tan vívida al avanzar hacia lasuperficie, que el observador se echahacia atrás, asustado ante ese rostro deojos vidriosos de ajusticiado.Precipitadamente, el doctor Paulininterviene para evitar la culminación delproceso: una visión de enorme incendioenciende en llamas el espejo.

Atendamos ahora a los cuentosmetapsíquicos. El primero, “Unfenómeno inexplicable” tiene por temael desdoblamiento de una persona en lasdos realidades que la constituyen. Elprotagonista es un inglés excéntrico queha estado en la India ha cultivado la

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ascesis de los yoguines para alcanzar eltotal dominio de sí hasta haber llegadoal desdoblamiento, objetivando el otro,que cobra forma de mono horrible. Eneste cuento es donde más abundan lasreferencias a fenómenosparapsicológicos y las menciones a lasdisciplinas vedadas: la radiestesia, elmagnetismo, el yoga, la homeopatía, laquiromancia, la fisiognomía, etcétera. Lallave que abre la confidencia es elconocimiento que el narrador tiene encomún con el inglés de estas cuestiones.

Dos verificaciones demuestran quelo confesado no es alucinación: la luz deuna bujía desplazada por la habitación

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no aparta ni borra la sombra acurrucadaen un rincón y el perfil dibujado en unpapel, que se aplica a aquella sombra,revela al mono, la cosa maldita. Lasituación angustiosa del protagonista seorigina en el hecho de que ya no tienegobierno de sí sobre el otro, que sedesdobla sin su voluntad escindiéndosesin su consentimiento y sin unaseguridad de posterior reintegración. Elhombre es esclavo de la creaturadesdoblada. La situación recuerda Elextraño caso del doctor Jekyll y misterHyde de Stevenson, cuando elinvestigador advierte, al despertar undía, sin haber tomado el brebaje que lo

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trasmuta, que su mano se ha deformado ycubierto de pelo, que está operando enforma independiente, desgobernada.

En su versión en la revistaPhiladelphia este cuento se tituló “Lalicantropía”, Como la revista esteosófica, nada mejor que el ya citadoGlosario para definir el alcance deltérmino: “Fisiológicamente, es unaenfermedad o manía durante la cual unose figura ser un lobo y obra como tal.Ocultamente, significa lo mismo que lavoz inglesa werwolf, la facultadpsicológica de ciertos hechiceros deaparecer o presentarse con aparienciade lobos”. Según el léxicon, en

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ocultismo se trata, no de una capacidadde metamorfosis, sino de poderpsíquico, de “hacer ver” un lobo enellos. El vocablo “licántropo” sueleusarse en sentido más lato para aludir acualquier mutación en animal.[21] Talvez Lugones cambió el título originalpara evitar confusiones sobre la palabramuy asociada en el uso corriente a“hombre lobo”. En el cuento no se tratade un caso de sugestión hipnóticaejercida sobre otros para hacer verrealidades inexistentes, sino de unfenómeno de orden paranormal dedesdoblamiento. Para la literatura delocultismo, la forma animal que la parte

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objetivada asume es, en realidad, unaproyección del doble astral que tomaesa apariencia. Para los cabalistas setrataría de una doble imagen en que sesepara el ego dual: el metatron, lasuperior; y el samael, la inferior,figurada como un ángel guardián y undemonio maligno, respectivamente.

Lugones retoma el tema de lasmetamorfosis licantrópicas, pero a nivelde leyendas folklóricas —y no en elplano patológico-psíquico oparapsicológico— en “La yegua bruja”y “El tigre capiango”, relatos en versode su última obra poética, Romances delRió Seco (1938).[22]

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“El origen del diluvio” se abre conpuntos suspensivos, como si se tratarade un fragmento de una narracióniniciada antes; así, comenzamos lalectura incorporándonos al desarrollo deuna secuencia que nos precede y que esextranarratìva. El recurso tiene doblefunción: obvia el comenzar ab ovo, puesal iniciarse el lector se da la tierra porya existente; en segundo lugar, disponefavorablemente la atención, en elesfuerzo por insertarse en esecontinuum narrativa.

La pieza está compuesta por dospartes nítidamente diferenciadas, yseparadas por un blanco tipográfico que

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establece una escisión en su seno. Laprimera es el relato del procesoevolutivo del planeta, dado en unalengua informativa, con abundantestecnicismos geofísicos, que impresionacomo la lectura de un tratado científico.El informe descriptivo concluye conpuntos suspensivos, como comenzara, loque acentúa la presentación del bloquecomo fragmento de un todo mayor, quecomprendería la cosmogénesis yevolución de la tierra. Este extensoprimer momento de la parte inicial estáseguido por una breve coda no escrita enla lengua impersonal, objetiva delcomienzo, sino como referencia a una

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primera persona; en cuya boca ha estadoel informe científico previo. Advertimosahora que éste se ha dirigido a unauditorio sin apelaciones que locontaminen de nivel de oralidad. Lasmaneras apelativas aparecen en la coda(“He aquí lo que he venido adeciros…”; “Os añadiré…”) con la quese cierra la primera parte.

En el informe podemos distinguirtres momentos. El inicial comprende laetapa antediluviana. Lo más curioso loconstituye el pasaje en que se presentanlos gigantes, como “especies de monosgigantescos y huecos, tenían la facilidadde reabsorberse en esferas de gelatina o

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la de expandirse como fantasmas hastavolverse casi una niebla”; estosfantásticos seres, además de sucondición de mutantes, poseían doblevista, como los sonámbulos; eranperversos, emanaban de sí otros seresde vida breve, y su tacto les exigíarodear por completo los objetos paraapreciarlos. Exudaban de su propiamateria sus viviendas, como loscaracoles. Coetáneamente, se presentanvegetales que dan arañas por fruto, lasque producen huevos de los que brotanlos vegetales progenitores; y “cactoseléctricos que sabían proyectar susespinas”. La presentación de tan

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monstruosas criaturas son nota aisladaen la imaginación de Lugones Si el nivellingüístico, la actitud expositiva y elasunto hermanan estas páginas con lasdel Ensayo cosmogónico, los apuntadosdetalles fantasiosos las distancian de él.

El segundo estadio lo constituye ladescripción del diluvio, que en laversión de Lugones presenta lapeculiaridad de no ser una inundaciónacuosa. El calor, la presión enorme y laacción catalítica del vapor del agualunar producen una disgregación generalde los sólidos; que en ablandamientoprogresivo llegan a constituir una masade lodo, la que al secarse se trasmuta en

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polvo seco y fluido. El tercer estadio esel postdiluviano, marcado por laaparición de “los primeros sereshumanos que fueron organismos delagua: monstruos hermosos, mitad pez,mitad mujer, llamados después sirenasen las mitologías”. En esto responde a lacosmogénesis y antropogénesisteosóficas: el agua es el principio de la“segunda transformación”, el símbolodel fluido potencial, origen de la vida.No obstante, la versión lugoniana y lateosófica del diluvio —que no coincidencon la bíblica, por cierto— a su vez sediferencian bastante entre sí.

En la coda advertimos que un

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narrador de inconcebible “memoriamillonaria de años” ha evocado loanterior. Se trata de un ser provenientedel “cono de sombra”, al que se refiereel Ensayo en su décima lección.

La segunda parte de la ficción nosretrae a una situación insospechada: unareunión espiritista, en el seno de la cualel espíritu convocado ha narrado lossucesos diluvianos: “La médiumcalló…”. Se nos ha hecho asistir comolectores, sin saberlo, a una sesiónespiritista. Un escéptico, Mr. Skinner,reacciona incrédulamente contra laversión oída. Entonces, para acallar sudescreimiento, se produce un fenómeno

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de materialización al actualizarse,regresivamente, el momento final deldiluvio, del cual quedan en la reunióndos testimonios: el frío lodomucilaginoso que cubre a los presentes yla diminuta sirena muerta en el lavabo.

Como en “La lluvia de fuego”, laclave del narrador está en el subtítulo:“Narración de un espíritu”. Hay dosnarradores en el cuento: el espíritu quese vale de la médium como megáfono yel asistente que en primera persona (“Nosé cómo hubiera acabado”, “Tuvefuerzas para saltar hasta la llave de laluz eléctrica”) testifica lo sucedido.

En el terreno de los cuentos que

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llamaremos legendarios, “La lluvia defuego”, como decíamos, se asociaría a“El origen del diluvio”, pues el narradortambién es un espíritu, según lo precisael subtítulo: “Evocación de undesencarnado de Gomorra”. El cuento,pues, tiene una apoyaturametempsíquica, pero el autor evitainsistir en ello; por eso elude elencuadre de sesión espiritista. Alquitarle el marco, el relato opera comosimultáneo a los hechos que narra, loque se acentúa con el acierto técnico delfinal: “Y…”. Una “y” de enlaceextraoracional y puntos suspensivos quese abren sobre la muerte. La narración

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concluye al mismo tiempo que la vidaterrena del protagonista.

La fuente es bíblica. La modalidaddel cuento es la del relato histórico, queel modernismo heredó del romanticismoy adecuó con más frecuencia al ámbitoacotado del cuento o del novelín, comoe n Artemis de Larreta o El hombre deoro de Darío.

El epígrafe, tomado del Levítico, noalude, en el contexto bíblico, al asuntode las ciudades malditas y pervertidas,pero sí a una de las formas del castigodivino con que Yavéh amenaza alpueblo elegido si se aparta de susmandamientos. Lugones, apoyado en la

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referencia al cielo y a la tierra de cobre,imagina la lluvia de gránulos de metalardiente, que no está en la Biblia: “… ehizo Yavéh llover sobre Sodoma yGomorra azufre y fuego de Yavéh, desdeel cielo” (Génesis, 12, 14). Elespectáculo que Abraham contempla lamañana siguiente de la destrucción eséste: “Y mirando hacia Sodoma yGomorra y toda la hoya, vio que salía dela tierra una humareda, como humaredade horno” (ídem, 19, 28).[23] El resto escreación del autor argentino.

La composición del cuento puedeordenarse para su análisis en tresmomentos pautados por las

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intermitencias de la lluvia, con crecienteintensidad y diestro balanceo detensiones y distensiones engañosas. El.crescendo se afirma en el arreciar de lalluvia y sus devastadores efectos, hastallegar al incendio total, anticipaciónfísica del infierno para los habitantes, yaque no creemos ocasional laadjetivación que le da de “lluviainfernal”.

Contrastante con el escenarioterrestre de muerte, exterminio ycatástrofe, el cielo se muestrainalterablemente celeste. Las reiteradasmenciones —media docena de veces—a “la limpidez del cielo”, del cual no

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pareciera provenir aquella devastación,está manejada con intención de leit-motiv. Pareciera sugerir que la ira deDios ha dado lugar a una impasiblejusticia, imagen de la cual es el cielo ensu inmutabilidad. Hacia el final, laspalabras del protagonista sintetizan lasituación: “Y bajo el cielo que no sehabía enturbiado ni un momento, uncielo cuya crudeza azul certificabaindiferencias eternas, la pobre ciudad,mi pobre ciudad huerta, muerta parasiempre, hedía como un verdaderocadáver”. Es desoladora la escenacontemplada por un única testigo en esasuerte de Juicio Final de Gomorra y hay

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vibración lírica en las palabras con quela describe el personaje.[24]

Lo más personal en la creación deLugones, más allá de la trama misma,reside en la precisión y relevanciaexpresivas logradas, particularmente enlas descripciones, que se van alternandocon nódulos narrativos, en juego decontracanto. Pero en segundo lugar, yquizá mayor aun, reside en la índolepsicológica del personaje. Es un sibaritay un gozador de la existencia, que havivido “cincuenta años de placidez, enla dicha del presente, en el descuido delmañana”. Su arte de vivir se basa en lalectura y la mesa. No tiene ya otros

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placeres. La ciudad es ahora para él “undesierto donde se refugiaba” en susplaceres menores. No participa delajetreo ciudadano. Su individualismohedónico lo lleva a balconear el bailedel mundo, no a danzar en él. La actituddel protagonista, acodado como en unpalco, en la terraza de su casa, bajo lacual trascurre el desfile de desenfrenosy desmanes, lo grafica. Ve eseexhibicionista desfile de depravaciones—magníficamente presentado, por lodemás— como un espectáculo divertido.Es mero observador. No sólo el mundo,sino el castigo divino se le proponencomo algo contemplable, aunque

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implique la muerte: “No pudiendo huir,la muerte me esperaba; pero con elveneno aquél, la muerte me pertenecía.Y decidí ver eso todo lo posible, puesera, a no dudarlo, un espectáculosingular. ¡Una lluvia de cobresincandescente! ¡La ciudad en llamas!Valía la pena. Subí a la terraza”. Dosrealidades opuestas consideradas comorecreo de los ojos: el desfile jubiloso ydepravado y la destrucción de cuanto lorodea. El sufrimiento y el goce humanosson motivos de contemplación casiestética. Lo trágico, en la óptica dellector, pero no en la del personaje, esque el narrador no ve el castigo divino;

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ve sólo un fenómeno inexplicable; nohay en él conciencia de relación entre laciudad pecaminosa y la lluvia de fuegoque se abate sobre ella; no tiene sentidode trascendencia. Por momentos, supsicología se asemeja más a la de unhedonista griego que a la de un semita.

La idea de huir no es válida, puesdesierto y lago están bajo el mismocobre pluvial; se recluye en su casa y ensí, con serenidad, sólo quebrada en unmomento de fugaz desconcierto: “Meacometió de pronto un miedo que nosentía —estoy seguro— desde cuarentaaños atrás, el miedo infantil de unapresencia enemiga y difusa; y me eché

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a llorar, a llorar como un loco, a llorarde miedo, allá en un rincón, sin ruboralguno”. Lo subrayado muestra laausencia de comprensión del origen delcastigo y aun de que lo sea. Ladeclaración categóricamente estoica: “lamuerte me pertenecía”, le da seguridad ylo hace invulnerable a lo que no sea supropia voluntad de suicidio; gesto con elque se desconoce como víctima posibledel castigo de Dios. Entra en la muertesin temor, impasible, movido sólo por lacuriosidad de esa experienciadesconocida para el, “apenas turbadopor la curiosidad de la muerte”.

Estilísticamente el cuento logra un

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nivel superior a los de ficción científica,pues el laboreo de la prosa —distantede la lengua expositiva de los informes— alcanza posibilidades impares devirtuosismo. Hay cuadros espléndidosque revelan la aprovechada lección deFlaubert, de Loti, en la evocaciónplástica del mundo antiguo; y se percibeque un soplo de Anatole France orea alpersonaje.

En “La estatua de sal” vuelveLugones al asunto de la destrucción deSodoma y Gomorra, pero aquí la accióntrascurre en lo que fue el asiento de laprimera de las ciudades. La fuentesbíblicas son las mismas que para “La

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lluvia de fuego”, Génesis, 19, 1-29,particularmente los versículos: “Una vezfuera, le dijeron: ‘Sálvate. No miresatrás y no te detengas en parte alguna delvalle; huye al monte si no quieresperecer’" (19,17); “Y la mujer de Lotmiró atrás, y se convirtió en un bloquede sal” (19,26). Aun hoy, entre lospilares salinos del acantilado occidentaldel Mar Muerto se señala un pico quesería la mujer castigada. En otros librosde la Biblia se recuerda el peculiarcastigo, p. ej. en el de la Sabiduría:“Ella salvó de la ruina de los impíos aljusto en su huida del fuego quedescendía sobre Pentápolis. Y en

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testimonio de la maldad continúa latierra desolada, humeante y sus árbolesdan frutos que no maduran y una estatuade sal quedó cual monumento de unalma desobediente” (10, 6-7).[25]

El cuento está compuesto como sifuera un relato de viva voz que unperegrino hace ante un auditorio para suedificación espiritual, de allí el uso demaneras apelativas: “Vosotros,escuchad con atención”; “Imaginaos un;antiquísimo edificio…”, diceespoleando la imaginativa composiciónde lugar que haga más vívida la escena ymás efectiva la aleccionante narración;la invocación a la Virgen para que guíe

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su relato: “Ayúdame, Nuestra Señoradel Carmelo”, que se cierra con elimprecativo “Amén” de una oración; elllamado a la plegaria de los presentes alfinalizar la narración: “Roguemos aDios por su alma”; en fin, recursos queevocan el relato ejemplarizante en elrefectorio de un cenobio.

El narrador es un peregrino que hade contar “la verdadera historia delmonje Sosístrato”, lo que es promesa deevitar patrañas y fabulaciones. “Lo quevais a oír me lo refirió palabra porpalabra el hermano Porfirio”, devirtuosa vida en el monasterio de SanSabas. Más allá de la fuente bíblica,

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pareciera evidente que Lugones hasacado provecho de las Vidas de losPadres del desierto y Vidas de losSantos Padres, pues en varios detallesrefleja el estilo de los relatoshagiográficos. Propondríamos como muyfirme la obra del “primitivo” FraDomenico Cavalca —como lo llamóDarío en el ensayo que le destinara enLos Raros (1896), y que atrajera laatención de los jóvenes modernistassobre el autor italiano— las Vite sceltedei Santi Padri[26]. Esos relatostrazados en la atmósfera de prodigio,con encanto y animado dramatismo “ensu resplandor de oro”; con sus paisajes

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exóticos, sus visiones místicas, susviajes y peregrinaciones donde losascetas tropiezan con seres demaravilla: un hipocentauro, un sátiro, unonagro, un dragón; en los que elBajísimo se emboza en las aparienciasmás curiosas para tentar a los santosvarones eremitas, sirvió de incitación aLugones para “La estatua de sal”. Y, enotro nivel de lecturas, le valió la de Latentación de San Antonio de Flaubert yla de Thais de Anatole France, quienaprovecha al maestro francés y aCavalca, pero atravesando su relato conuna sutil y penetrativa ironía, quedisfraza de falso candor y asombro, sus

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gotas de escepticismo. En cambio,Lugones tiene, tanto en este cuento comoen el otro, cristiano, de “El milagro deSan Wilfrido”, una actitud diferente. Poresos mismos años en que escribe estaspiezas fustigaba ácida yenardecidamente al Cristianismo —alcual habría de retornar hacia sus últimosaños— en ensayos condenatorios; peroni vestigios de despreciativo despecho,ni de corrosiva ironía, registra en susficciones, narradas, por el contrario, conunción, con la adhesión cordial de unalma creyente, lo que demuestra sucapacidad para situarse con coherenciay adecuación en la creación imaginativa.

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La sugerencia malintencionada deredimir de su padecimiento a la mujerde Lot con un gesto caritativo essemejante a la que el Diablo insufla enPafnucio con respecto a Thais, lapecadora pública.

El pecado de Sosístrato es doble.Por un lado intenta, en su buen fe,desviar o modificar los designios deDios, al volver a la mujer a la vidaactiva de la latente en que permanecía.El segundo, no menos grave que elprimero, es el pretender conocer aquelloque había sido prohibido contemplar ala mujer de Lot y que ella vio al volverla cabeza en el momento de la

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destrucción de Sodoma. Coincide elmonje con la mujer en el mismo pecadode curiosidad ante lo prohibido.Sosístrato quiso ver en el pasado conojos ajenos. En ambos casos,confundido por el Maligno, traspasa loslímites fijados al hombre y recibe sucastigo. Aquí es una fuerza divina laoperante.

Lugones volvió sobre la primeraversión, estableciendo algunassupresiones tendientes, en su mayoría, adesterrar la creación del horror pormeros recursos verbales; así, eliminapor dos veces el adjetivo “misteriosa”aplicado a la estatua, las calificaciones

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“lúgubre” y “espantoso”, o algunasfrases enteras: “Nunca el castigo tuvomás espantosa forma”, u otra, aplicada ala voz, con acertado desplazamiento dehipálage: “Y la espantosa mujer le hablócon su voz antigua, que parecíaencorvada bajo el peso de mil años”.Todo aporta sobriedad al texto;asimismo, el haber descompuesto largosparágrafos iniciales en tres o cuatromenores, espaciándolos, le aportómayor agilidad lectiva.

Este relato es uno de los máslogrados en la narrativa de Lugones, suvigilada expresión estilística, por laoriginalidad de la situación propuesta

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por su brevedad contenida y sucontundente final efectista, que cifra enuna sola palabra el horror de locontemplado, condensando en ella lavisión del espectáculo del castigodivino, tanto, que lo transfiere en sucomunicación. Al serle confiada aSosístrato en su oído “fulminadoanonadado, sin arrojar un grito, cayómuerto”. La palabra secreta no nos esrevelada a los lectores por nuestrapropia salud.

A “El milagro de San Wilfrido”podemos calificarlo de “cuentohistórico”, de igual manera y por lasmismas razones por las que hablamos de

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novela histórica. La lección de Flaubertpudo haber servido a Lugones para latécnica de la evocación de época yreconstrucción de atmósfera a través deapuntaciones y detalles situados conacierto.

Sobre su versión periodística realizóel autor considerable cantidad decorrecciones, básicamente supresionesde adjetivos antepuestos y formascorrientes de expresión en las queintroduce leves variantes, paraapropiárselas con individualidad. Elrelato castigado gana en mesura y enaciertos de estilo. El tono revela lalectura de legendarios medievales y

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florilegios hagiográficos, y se refleja susabor en expresiones como “las fábulasdel paganismo”, “sabían muchas letrasde historia”, “padeció muerte de cruz”, yotras. A esta posible fuente debensumarse otras dos: los cantares de gestafranceses sobre la conquista deJerusalén y, de manera más evidente, lascrónicas coetáneas de las cruzadas,algunos de cuyos textos son realmentedeliciosos. La reconquista de Jerusalén,cómo hecho histórico y motivo poético,en el interés de Lugones data desde suniñez, cuando su padre le leía LaGerusaleme liberata de Torcuato Tassopor las noches en la tertulia familiar.[27]

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El asunto que sirve de trasfondo alcuento se refiere al segundo momento dela primera cruzada, el de los aguerridosbarones. El asalto a la Ciudad Santaocurrido entre junio y julio de 1099 eshistórico. También lo son casi todos lospersonajes mencionados, con excepción,quizá, del protagonista Wilfredo deHohenstein y el deuteroagonista, elcaudillo Abu-Djezaar. Pedro elErmitaño, a quien se menciona, p. ej.,fue quien, haciéndose eco de laexhortación del Papa Urbano II, en elConcilio de Clermont, predicó a lospueblos la empresa de la reconquista yatrajo tumultuosas muchedumbres

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populares en pos de sí. “En todo lo quehacía o decía parecía poner algo dedivino”, dice un testigo de la época,Guiberto de Nogent. Pedro vivíapobremente, comía sólo pescado y eramísero de cuerpo, pero la imaginacióndel pueblo lo transformó en héroe deepopeya. También son rigurosamentehistóricos el campeón de la empresa de1099, Godofredo de Bouillon, duque deBrabante, y su hermano Balduino deBolonia; Raimundo Pilet o Pileto,Eustaquio de Foix, Raimundo, conde deSaint-Gilles, y otros mencionados.Histórica es la impresionante sed yprivaciones sufridas por los cruzados

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que avistaron Jerusalén el 7 de junio:“El calor ardiente del mes de junioaumentaba aun más la incomodidad de lased y la hacía más penosa debido alcontinuo estado de sofocación, y a esodebía añadirse el exceso de trabajo y elpolvo abundante, que resecaba elpaladar y el pecho”, dice un cronista dela época, y pasa a relatar hechoshorrendos provocados por la falta deagua.

También es histórica la comisión decaballeros enviada a vigilar las naves enJafa. Salvo que Lugones reduce elnúmero de hombres a cuatro y no serefiere al ataque sarraceno contra unos

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treinta cristianos distanciados del grupo,que el cuentista reduce a uno, Wilfredo:

Después que hubo llegado elmensajero de nuestros navíos, losseñores tuvieron consejo ydecidieron enviar algunoscaballeros para que custodiasenfielmente los hombres y los navíosen el puerto de Jaffa. Al despuntarel día, cien caballeros seapartaron del ejército deRaimundo, conde de Saint-Gilles,y con Raimundo Pilet, Achard deMontmerle y Guillermo de Sabran,se separaron de los otros y se

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encontraron con setecientosárabes, turcos y sarracenos delejército del almirante. Loscaballeros de Cristo los atacamoscon vigor, pero la superioridad delos enemigos sobre los nuestrosera mucho mayor, de modo que losrodearon por todos los lados ymataron a Achard de Montmerle ya unos cuantos infantes.[28]

Otros detalles y alusiones del cuentode Lugones aparecen también en lacrónica citada; pero no podríaestablecerse con seguridad si fue ésta laversión cronística consultada por el

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autor para el enmarque histórico. Loprudente es sospechar que abrevó envarios sitios, como siempre lo hacía, loque torna más difícil establecerfiliaciones y deudas, dada la ceñidaarticulación de las más variadas lecturasque solía realizar.

El texto original, el periodístico,precisa que la acción comienza el 15 dejunio de 1099; que Wilfredo esmartirizado el día 16 de ese mes y queel 12 de julio los cristianos atacabancon vigor los muros de Solima. Hacia elfinal dice textualmente que el caballero“padeció muerte de cruz entre losinfieles el 16 de junio del año 1099 de

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Cristo”. En cambio, en el libro, en laedición de 1926, la definitiva, se lee:“… padeció muerte de cruz entre losinfieles el 12 de julio de 1099 deCristo” (p. 68). El 12 de julio es cuandoAbu-Djezzar es ahorcado por la manodel cruzado que hacía un mespermanecía cercenada y clavada en lacruz. Si no se trata de error de Lugonesen la versión de 1926, debe entenderseque quiso indicar que en la manopermaneció vivo el cristiano hasta quecobró su venganza sobre el infiel, y que,entonces, ambos mueren el mismo día:la víctima cuando se trasmuta envictimario y el victimario en víctima. En

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cuanto al motivo fantástico, o milagrosoen este caso, de la parte del cuerpo convida independiente después de muerto sudueño, es frecuente en los ejemplarios ylegendarios del Medievo.

“Los caballos de Abdera”aprovecha varias versiones de mitospara inventar la situación. Podríamosseñalar algunas que quizá influyeron enLugones. Diomedes, rey de Tracia, hijode Ares y de Pirene, hacía que susyeguas devorasen a los extranjeros quellegaban en arribada forzosa a su país.Euristeo encargó a Heracles que letrajera las yeguas carnívoras. El héroeatrapó a los animales y los condujo a la

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playa para embarcarlos. Entonces fueatacado por Diomeses; para oponérsele,avanzó sobre él y confió el cuidado delas yeguas a su amigo Abdero, las que,enfurecidas, lo mataron, arrastraron ymasacraron. En homenaje al amigo,Heracles fundó la ciudad de Abdera.Más tarde, Euristeo dejó las yeguas enlibertad y fueron devoradas por lasfieras salvajes. Según otra versión delmito, Heracles hizo que los animalesdevorasen a su propio dueño, Diomedes.Las yeguas, antropófagas ya representanuna alteración de la naturaleza; elalimentarse de carne humana podría servisto como un principio de asimilación

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al género racional.En la leyenda y en la historia,

Abdera se hizo famosa por la calidad desus caballos y los cuidados que lesdeparaban los ciudadanos. A estasbases, histórica una, mítica la otra,pueden sumarse las muchas figurastambién míticas de caballos parlantes,inteligentes, videntes y premonitores,como los de Poseidón, o los de Aquiles—anticipo del moro de FacundoQuiroga, que le anunciaba la suerte quecorrería en las batallas— y de otrosmitos que transfieren al equinocualidades humanas. En la literaturaposterior han de encontrarse casos que

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retoman la tradición aquélla. Así, porejemplo, en la cuarta parte de los Viajesde Gulliver de Swift, “Un viaje al paísde los houyhnhnms”, donde los caballostienen el gobierno organizado y estándotados de inteligencia, de excelentesvirtudes morales y de idioma. Losequinos tienen bajo su yugo a losyahoos, versión traspuesta de loshombres. Como se sabe, todos losplanos están invertidos en ese reinoutópico. Houyhnhnmlandia es unaAbdera; o, por mejor decir, Abdera esuna Houyhnhnmlandia maligna,perversa, bestial e inteligente.[29]

El tema de “Los caballos de

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Abdera” es el de la humanizaciónmonstruosa de los animales, resultadode un proceso de concesiones y decircunstancias, insensible ygradualmente acrecentadas, que originanla rebelión de los brutos contra susdueños. Aquí la hamartía, digamos,consistió en alterarse el orden naturalestablecido: la sujeción de los animalesal hombre.

Los detalles de la vida cotidiana deGrecia están sabiamente distribuidospara la creación de ambiente. La accióncomienza con apuntacioneshumorísticas, con ironías que resultarántrágicas en su proyección final. La

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tensión del relato aumenta con elproceso de humanización, que luego sehace vindicativo y el clímax llega a supunto máximo cuando las murallas estána punto de ceder ante la presión de losex-brutos. Es entonces cuando seproduce la aparición de un monstruosoleón gigante, que asoma por sobre losárboles. La vista y el rugido del leónparalizan a los caballos, que por efectodel temor instintivo ante la fiera reyvuelven a su condición bestial y huyenazorados frente al peligro, internándoseen el mar. Este final de deus exmachina, como se dice, significa eltriunfo del héroe mítico sobre el

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desorden y la alteración de lo natural.Nadie mejor que Heracles —domeñadorde las yeguas de Diomedes y fundadorde Abdera— para restaurar en suspropios límites lo animal y lo humano.

“El escuerzo" se publicó en ElTiempo bajo el título de “Los animalesmalditos”, lo que sugiere la posibilidadde que Lugones proyectara una galeríade ellos en la que incluiría, tal vez, elmastuerzo, el basilisco, el perro negro yotros de vinculación con el Maligno. Sison numerosísimas las leyendas quecorren sobre el sapo, son escasas lasreferidas estrictamente al escuerzo;pero, parientes entre sí, éste hereda la

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carga de aquél. Así se lo hace auxiliarde maleficios de toda naturaleza en lasprácticas de la hechicería y en los ritosde la magia negra. Es símbolo de lafealdad y la torpeza y, primordialmente,es visto como representante de laspotencias infernales y tenebrosas;incluso los cuernos diminutos de sufrente son asociados a los atributos deldemonio cornífero. Se considera que sumirada es indiferente a la luz y queintercepta, por absorción, la luz astral.Algunas leyendas lo asocian a lo lunar;se cree que un escuerzo devora la lunaen el momento del eclipse. En el cuentose advierte esta relación entre el animal

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y el astro: “La luna muy baja empezabaa bañar con su luz el aposento, cuandode repente un bultito negro, casiimperceptible, saltó sobre el dintel de lapuerta”; luego: “La luna bañabaenteramente la pieza. Y he aquí lo quesucedió: el sapo comenzó, a hincharsepor grados, aumentó, aumentó de maneraprodigiosa, hasta triplicar su volumen”;y al concluir: “Un frío mortal salía delmueble abierto, y el muchacho estabahelado y rígido bajo la triste luz en quela luna amortajaba aquel despojosepulcral, hecho piedra ya bajó uninexplicable bañó de escarcha”. Cómose advierte, hay un acompañamiento de

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los dos elementos asociados. La lunacumple aquí su función de psicopompacómo señora de la muerte. El bañó deescarcha que ha enfriado para siempreel cuerpo del muchacho contrasta con lanoche de gran calor que el texto indica.

Una situación corriente, la muerte deun sapo por un chico, provoca el cuentode la criada, probatorio de suadvertencia: se debe quemar el escuerzomuerto para que no resucite y se venguede su matador. Frente a los cuentoscientificistas y parapsicológicos, cuyatrama se fundamenta por extenso conacarreo de erudición y doctrina; y enmedio de los legendarios, abrevados en

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la materia prestigiosa del mito griego,de los textos bíblicos, de las empresashistóricas de Occidente, “El escuerzo”queda aislado, pues su asunto provienede hontanar más humilde: a leyendapopular una creencia supersticiosa,puesta en boca de una sirvientanarradora, mujer simple y crédula de lasactivas potencias diabólicas. Estascircunstancias reducen el relato a lasituación concreta que narra,aligerándola de disquisiciones ofundamentos, puro acontecer queproduce un efecto sobrecogedor sobre ellector, quizá más directo que en otroscuentos del libro.

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Desde el título de la segunda partede la obra se nos advierte su índole. Setrata de un ensayo, esto es, de una piezaque habrá de moverse con cierta solturaen el tratamiento de su tema, con ángulosde abordajes personales, con enfoquespropios; además, cumplirá con una delas mejores definiciones breves delgénero ensayístico, la de Ortega yGasset, “la ciencia sin la pruebaexplícita”. En efecto, la exposiciónsupone y evidencia a lo largo del textoel respaldo de conocimientos de variasdisciplinas —astronomía, física,química, etc.— que Lugones procuraconcertar en el desarrollo. Las lecturas

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del autor en esos diversos campos erancopiosas y poco esfuerzo le hubieraexigido anclar con referencias eruditas apie de página el dato o la citabibliográfica comprobatorios. En supropia biblioteca disponía de materialespecificó sobrado para hacerlo. Si seleen con atención las notas queacompañan al texto, se advierte que notienen por objetivo la fundamentaciónlibresca; por el contrario, sonallanatorias, destinadas al lectorcorriente.[30]

Por tratarse de un ensayo, lodominante es el tono intelectual y laactitud discursiva, inclusive la postura

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polémica con la que va señalandodiferencias de apreciación con autores yaun con autoridades; pero asocia loensayístico con lo didáctico, con loexpositivo sistemático en leccioneseslabonadas entre sí en el desarrollocursivo. Lugones se preocupa porretraer la atención del lector haciaaquellos conceptos recurrentes, que yaexplicitara antes, o incorpora paréntesisque intentan dar sinónimos ysignificados correlativos. Esto se afirmaen las articulaciones internas de laexposición y en la síntesis de las cuatroprimeras lecciones que hace en el últimoparágrafo de la cuarta, recapitulación

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que consolida lo expuesto y asegura lainteligencia de lo venidero.

Lugones n ha pretendido componerun tratado, sino una sinopsis de unsistema de cosmogénesis y l diceclaramente: “Toda esta cosmogonía essólo un esquema”.

Hay críticos que han visto esteensayó como desconectado del restó dela obra y no encuentran ligazón entre loficcional de las piezas narrativas y eltexto ensayístico. Pero el autor tuvointencionales formas de relación entreambas vertientes del libro. En principiócabe señalar que el Ensayo da sentido ybase doctrinal a las fuerzas operantes en

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el universo, lo que lleva a insertarlas enun conjunto integrado, al trazar el origeny marcó de acción de esos poderesefectivos existentes en el seno de loreal. Claro está que brinda fundamentosintético a las ficciones cientificistas ymetapsíquicas, pero quedan excluidaslas legendarias, al menos de una maneradirecta. También debe advertirse que enlos relatos de ficción científica, cómo lohemos señalado, se le hace sitió vasto ala disquisición científica, a laexposición de teorías y doctrinas, con locual las ficciones participan de loensayístico. A la inversa, el Ensayo estáinsertó en una situación ficcional, en un

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encuadre de situación narrativa. Las diezlecciones se hallan comprendidas entrelas abrazaderas de un “Proemio” y un“Epílogo”, de diferente naturaleza a loque contienen en sí. El narrador deprimer grado conoce en lugar ycircunstancias muy peculiares alexpositor de la teoría cosmogónica.“Proemio” y “Epílogo” están puestos enboca de aquel narrador y las leccionesen la del misterioso desconocido. Deéste se nos dan referencias vagas,imprecisas, que más sirven paraafantasmarlo que para presentarlo,creándose una atmósfera propicia parael acto de las revelaciones

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trascendentes. Lugones elige recursos deenmarcamiento: un sitió en los Andes,“la soledad inspiradora de las nochesandinas, la comunión de naturaleza quesugería la serenidad, y el silencio divinode las estrellas”, el aislamiento por laaltura, la cautivante voz deldesconocido, el diálogo junto al fuego.Todo es marco típico para larevelación. El narrador insiste en queeso fue; y llama “revelador”, consustantivación significativa del adjetivo,al interlocutor.

Lugones no asume la autoríamanifiesta de la cosmogonía, comotampoco asumió la exposición de las

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fuerzas extrañas en el resto del libro —ni siquiera el narrador corre con ella,sino el desconocido—. El narradorjuega dos papeles en el Ensayo —que secontamina con estos nuevos elementoscada vez más de ficción científica, casicomo otra pieza del género—: es elrecipiendario del mensaje revelatorio yes su editor: “He meditado bien antes dedecidirme a publicarla (a la revelación),pero dos circunstancias me hanimpulsado sobre todo. La primera esque, a pesar de las prolijasindagaciones, no he podido encontrarindicio alguno de aquel casualinterlocutor, pues todas las señas que me

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dio a su respecto han resultado inciertas;la segunda es la facilidad con que mehizo el confidente de sus revelaciones.Estas dos circunstancias me hacen creerque yo fui tomado como agente paracomunicar tales ideas, papel que aceptodesde luego con la más perfectahumildad”.

La publicación del ensayo es, en lacadena de la trasmisión del mensaje, eltránsito de lo esotérico a lo exotérico.El Ensayo es otra forma de levantar elvelo de Isis. En última instancia, puedeconsiderarse una ficción más, que repite,incluso, la situación de las otrasnarrativas: un sabio hace confidente de

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sus secretos al narrador.Claramente se comprueba la

interrelación de ciencia y ficción yasociación de planos en las dos partesde Las fuerzas extrañas. En el Ensayo,el discurso intelectual está comprendidoentre márgenes de diferente funciónlingüística, pues el proemio y el epílogoestán transidos de vibración emocional.A la hora del “Epílogo”, el narradorretoma la palabra para comunicarnos sussensaciones, que bordean el éxtasis, enmedio de una plenitud espiritual, que laserenidad del sitio, las circunstancias, elrevelador y el mensaje provocan en él:“… el universo entero estaba en mí, y

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todos sus astros brillaban en mí como siyo hubiera sido el infinito”. Se vuelve ala idea de la iniciación; no se ha tratadode meras teorías científicas, sino de unarevelación de lo oculto: “Los misterioscuya exposición había oído…”. Elparágrafo que así comienza y elsiguiente marcan el punto más alto delremonte espiritual del narrador,habitado por una “beatitud inefable”comunicada por la “música de lasesferas”.

Hay un detalle que acentúa lasensación de trance, de rapto en que estásumido el revelador durante sutransferencia: “Mi interlocutor hizo un

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movimiento como si despertará…”, diceal concluirse la exposición. Al retomarla palabra el desconocido, en el“Epilogo”, muestra diferente actitudexpresiva, salpicada de interrogacionesque la ciencia no podrá satisfacer.Después de una organizada exposiciónde respaldo científico, el reveladorseñala que la ciencia positiva no da lasexplicaciones últimas y que el caminodel espíritu no es “la sombría strugglefor life de la ciencia, sino la divinastruggle for light de los seressuperiores…”. Esta “lucha por la luz” esla justificación final de la vida.

El “Epílogo” concluye con una

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transfiguración del personaje: “Suestatura parecía haber crecido hastasobrepasar la vecina montaña; no era yamás que una larga niebla confundiéndosecon la vía láctea en el fondo delhorizonte. Y fuese ilusión de mi mentesobreexcitada, o maravillosa realidad,es lo cierto que, sin darme cuenta delprodigio, estaba viendo, desde hacíarato, emblanquecer su rostro entre lasestrellas”. Pero Lugones no haclausurado la posibilidad de retomar alsabio del Ensayo en un encuentroposterior, ampliatorio de lasrevelaciones. En efecto, en la nota finalel narrador apunta: “Pero algo me dice

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que he de volver a encontrar un día lashuellas de mi augusto revelador…”, consuspensivos promisorios.

Del hecho de manejar recursosficcionales en el Ensayo y de no asumirLugones su autoría manifiesta o directa,no puede deducirse que lo dicho estéconcebido como mero juego imaginativodel autor. La búsqueda de rigor yclaridad expositivos, las constantesaclaraciones y referencias internas, laexpresión de adhesión o rechazorespecto de teorías ajenas son elementosque parecen desmentir esa posibleactitud descomprometida de Lugones.Habría otro argumento en favor de que

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estimaba como verdaderos lospresupuestos sostenidos en el Ensayo.Es el hecho de que cuatro años despuésde la publicación de Las fuerzasextrañas, cuando en el centenario deMayo aparece Prometeo, retomaconceptos de la cosmogonía de 1906:“En Las fuerzas extrañas dije, tratandoun asunto análogo…”, y trascribe un parde páginas de la novena lección. Másadelante habrá de citar la séptima delEnsayo y aun la ficción “El origen deldiluvio”[31]. Estas autocitas confirmanque perduran en su convicción las tesisexpuestas cuatro años antes.

El género estaba prestigiado por

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ilustres antecesores, antiguos ymodernos. Algunos críticos hanasociado —y hasta indicado filiación—Eureka de Edgar Allan Poe y el Ensayolugoniano, sin ninguna verificación.[32]

Los conceptos básicos de Poe sobreatracción y repulsión de los átomosentre sí, que originan el resto de sudisquisición (el principio material y elprincipio espiritual del universo, laconcentración y la expansión, etc.) noson el punto de partida de Lugones. Enrigor, no hay relación doctrinaria directaentre ambos ensayos cosmogónicos; susteorías no coinciden sino en aspectosajenos a la originalidad de ambos. Poe

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destina atención a las teorías de Nichol,Newton, Leibniz, Kepler y Madler,todos científicos y matemáticos. Lasfuentes de Lugones son de más variadanaturaleza, según se verá, pero amboscoinciden en considerar con ciertaatención “la teoría nebular” de Laplace,para la que Poe estima que “cosmogoníaes un término excesivamente amplio”.No hay entre Poe y Lugones evidentescoincidencias teóricas básicas, ni sontales. Esto salta a la vista sicomparamos la síntesis de Eureka quehace su autor en carta del 29 de febrerode 1848, en siete puntos esenciales, ylas lecciones lugonianas. Sí coinciden

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en incorporar, aunque de mododiferente, elementos ficticios en susrespectivos ensayos, o mejor, comointroducción a ellos. En Lugones ya seha visto cómo. Poe pone a la cabeza delsuyo una carta apócrifa, con muchoingenio, en la que se discute acerca delas concepciones de Aristóteles, Bacony Kant, supuestamente hallada en unabotella flotante en el Mare Tenebrarum,y fechada en 2842.

Pero el intento cosmogónico de Poese rescata hoy por las declaraciones desu epígrafe: “Presento esta composiciónsólo como un Producto del Arte, comouna Novela, si no es una pretensión

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demasiado elevada, como un Poema(…). Solo como poema deseo que seajuzgada esta obra después de mi muerte”(p. 729). Si no como poema, al menoscomo ficción podríamos estimar hoy elesfuerzo de Lugones comocosmogonista.

Decíamos que el espectro de“autoridades” de apoyo para Lugones esmás complejo que el de Poe. Junto aautores reconocidos en lasespecialidades de la astronomía, de lafísica, la química, y en el mismo nivelde referencias, hay menciones a laCábala, al Zohar, a la numerología, a lametapsiquia. Ayunta disciplinas de

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ciencia académica y del saber prohibidoy esotérico, como los sabios de susficciones.

Sería demasiado prolijo detenernosa señalar todas las relaciones entre losprincipios, doctrinas y teorías delEnsayo y los temas y consideraciones delos relatos. Lugones concibió sucosmogonía como una forma de síntesisde las fuerzas operantes en susficciones; es la coronación, la sumaunitiva de ellas, a la luz de una teoríaque pretende darles sentido y origen.

Señalemos, por vía de ejemplo, tansólo, algunas interrelaciones. La idea dela luz negra y de que las tinieblas son la

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luz absoluta (Primera Lección) se asociaal espejo negro, aludido en “Elpsychon”' y motivo de una pieza asítitulada. La declaración que cierra esalección inaugural es aplicable a larealidad de las fuerzas extrañas,dominantemente las metapsíquicas:“Quizá el mundo invisible que nosrodea y se comunica a veces connosotros bajo formas tan extrañas no seasino esto; y con una existencia tan real,tan material como el nuestro, nos resultedel todo imperceptible”. La exposicióninicial de la Sexta Lección acerca de lasrelaciones entre música, calor y color dafundamento a “La metamúsica”. “El

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origen del diluvio” halla su raíz en losconceptos de la Octava Lección. Entanto, “El psychon” halla su basediscursiva en el apartado sobre “Lainteligencia en el universo”, el queademás de postular que “el pensamientoes una forma de energía” y, por tanto,transformable en su manifestación,postula la sensibilidad en todos losreinos de la naturaleza, lo que da pie a“Viola acherontia”.

En fin, encontramos tres puntos queparecen básicos para trazar el puentecon los relatos: primero, que las formasde la energía son trasmutables, lo que,además de los citados, comprende a “La

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fuerza Omega”; segundo, el mundoinvisible en el que estamos insertos, queopera sobre nosotros; y tercero,articulada con esta concepción, lapropuesta de espiritualismo: “… elespiritualismo y la inmortalidad delalma como soluciones racionales de unaconcepción cosmogónica, es decir,aceptables sin conflicto con la ciencia ycon la razón”.

Varias líneas de la narrativafinisecular se entrecruzan y concitan enel libro de Lugones. Casi todas ellas,provenientes en forma mediata delromanticismo, serán retomadas por losescritores de la nueva tendencia

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renovadora, llevándolas a una másdefinida y lograda ejecución artística,aliviándolas de manidos recursos de laescuela anterior y desarrollándolas contécnicas más variadas y con vigiladaexpresión verbal. Esto es evidente enlos relatos de anticipación científica yen los de temas parapsicológicos. Lastraducciones de novelas, yparticularmente cuentos, de autoresfranceses, ingleses y norteamericanos devalía difundieron en nuestro país esascorrientes de interés narrativo, las quehallaron cauce ideal en los folletinesperiodísticos y en las revistas literarias,desde la década del setenta. Todo esto,

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sumado a una más actualizada lectura delas fuentes europeas, abonó el terreno enque habrían de surgir los mejores logrosnarrativos del modernismo, el queimpuso sobre la materia preexistente suconciencia de renovación delinstrumento expresivo y más firmesentido en el orden de la composición.

El interés creciente por las doctrinasesotéricas del ocultismo abrió, sobrefines de siglo, nuevos ámbitos temáticosque cebaron a la narrativa breve. Losnarradores trasgredieron en sus asuntosla admonitoria leyenda de los mapasantiguos: Non plus ultra, y se internaronpor zonas que la cartografía designaba

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c o m o terrae incognitae. Lugones,inmerso, por los años en que laboró laspiezas de su libro, en esa corriente y enla lectura de los “grandes iniciados” y“adeptos” —la Blavatsky, AnnieBessant, Stanislas de Guaita, EliphasLeví y otros—, orientó su preocupaciónhacia la Doctrina Secreta, participandode un concepto que figuró en uno de losartículos de Philadelphia, la revista enla que colaboraba: “La literatura es unade las ramas del ocultismo”.[33] En laspáginas de esa publicación teosóficaargentina se consideraron casi todos lostemas y problemas que son la base desus ficciones: los diluvios, los

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desdoblamientos, la fuerza y la materia,las relaciones entre sonido y luz, lasciencias ocultas y las disciplinasacadémicas. Además de los dos librosbásicos de la Blavatsky, otra obra causóhonda impresión en Lugones, puesaunaba dos esferas de su inclinación, elocultismo y las ciencias; nos referimos aCorroboraciones científicas de lateosofía de A. Marques, cuyoscapítulos, traducidos, fueron publicadosen sucesivos números de Philadelphia.Era el intento de hermanar el rigor conel misterio y sus claves[34].

Aunque el campo de la teosofía esajeno a nuestra concepción del mundo y

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a nuestra ortodoxia religiosa, suconsideración no puede soslayarsecuando se habla de Las fuerzasextrañas, pues él alimentó las raíces dellibro.[35]

Las fuerzas extrañas es el mejorlibro de cuentos de Lugones. En rigor,pretende ser algo más que un libro decuentos, ser un libro de ficcionesvinculadas entre sí por las potencias dediversa índole a las que el título alude ypor una concepción del cosmos que elEnsayo propone.

De entre las piezas narrativas, lasmás logradas son las legendarias y lasmenos satisfactorias, las

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parapsicológicas. Si hubiéramos deseleccionar un haz antológica de ellas noomitiríamos “La lluvia de fuego”, “Laestatua de sal”, “Los caballos deAbdera” e “Yzur”, por su relevantevalor estético.

Pedro Luis Barcia

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Algunas ocurrencias de este libro,editado veinte años ha, aunque variosde sus capítulos corresponden a unaépoca más atrasada todavía, soncorrientes ahora en el campo de laciencia. Pido, pues, a la bondad dellector la consideración de dichacircunstancia, desventajosa para elinterés de las mencionadasnarraciones.

Esta advertencia apareció en la segunda ediciónde la obra, en 1926.

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LA FUERZA OMEGA

No éramos[1] sino tres amigos. Losdos de la confidencia, en cuyo par mecontaba, y el descubridor de espantosafuerza que, sin embargo del secreto,preocupaba ya a la gente.

El sencillo sabio ante quien noshallábamos, no procedía de ningunaacademia y estaba asaz distante de lacelebridad. Había pasado la vidaconcertando al azar de la pobrezapequeños inventos industriales, desdetintas baratas y molinillos de café, hastamáquinas controladoras para boletos detranvía.

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Nunca quiso patentar susdescubrimientos, muy ingeniososalgunos, vendiéndolos por poco menosque nada a comerciantes de segundoorden. Presintiéndose quizá algo degenial, que disimulaba con modestiacasi fosca, tenía el más profundo desdénpor aquellos pequeños triunfos. Si se lehablaba de ellos, concomíase condisplicencia o sonreía con amargura.

—Eso es para comer —decíasencillamente.

Me había hecho su amigo por lacasualidad de cierta conversación enque se trató de ciencias ocultas; puesmereciendo el tema la aflictiva piedad

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del público, aquellos a quienes interesasuelen disimular su predilección, nohablando de ella sino con sussemejantes[2].

Fue precisamente lo que pasó; y midespreocupación por el qué dirán debióde agradar a aquel desdeñoso, puesdesde entonces intimamos. Nuestraspláticas sobre el asunto favorito fueronlargas. Mi amigo se inspiraba al tratarlo,con aquel silencioso ardor quecaracterizaba su entusiasmo y que sólose traslucía en el brillo de sus ojos.

Todavía lo veo pasearse por sucuarto, recio, casi cuadrado, con sucarota pálida y lampiña, sus ojos pardos

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de mirada tan singular, sus manoscallosas de gañán y de químico a lavez[3].

—Anda por ahí a flor de tierra —solía decirme— más de una fuerzatremenda cuyo descubrimiento seaproxima. De esas fuerzas interetéreasque acaban de modificar los más sólidosconceptos de la ciencia, y quejustificando las afirmaciones de lasabiduría oculta, dependen cada vez másdel intelecto humano. La identidad de lamente con las fuerzas directrices delcosmos —concluía en ocasiones,filosofando— es cada vez más clara; ydía llegará en que aquella sabrá regirlas

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sin las máquinas intermediarias, que enrealidad deben de ser un estorbo.Cuando uno piensa que las máquinas noson sino aditamentos con que el serhumanó se completa, llevándolaspotencialmente en sí, según lo prueba alconcebirlas y ejecutarlas, los talesaparatos resultan en substancia simplesmodificaciones de la caña con que seprolonga el brazo para alcanzar un fruto.Ya la memoria suprime los dosconceptos fundamentales, los másfundamentales como realidad y comoobstáculo —el espacio y el tiempo, alevocar instantáneamente un lugar que sevio hace diez años y que se encuentra a

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mil leguas; para no hablar de ciertoscasos de bilocación[4] telepática, quedemuestran mejor la teoría. Si estuvieraen ésta la verdad, el esfuerzo humanodebería tender a la abolición de todointermediario entre la mente y lasfuerzas originales, a suprimir en loposible la materia otro axioma defilosofía oculta; mas, para esto, hay queponer el organismo en condicionesespeciales, activar la mente,acostumbrarla a la comunicación directacon dichas fuerzas. Caso de magia. Casoque solamente los miopes no percibenen toda su luminosa sencillez. Habíamoshablado de la memoria. El cálculo

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demuestra también una relación directa;pues si calculando se llega a determinarla posición de un astro desconocido, enun punto del espacio, es porque hayidentidad entre las leyes que rigen alpensamiento humano y al universo. Haymás todavía: es la determinación de unhecho material por medio de una leyintelectual. El astro tiene que estar ahí,porque así lo determina mi razónmatemática, y esta sanción imperativaequivale casi a una creación.

Sospecho Dios me perdone, que miamigo no se limitaba a teorizar elocultismo, y que su régimen alimenticio,tanto como su severa continencia[5],

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implicaban un entrenamiento; pero nuncase franqueó sobre este punto y yo fuidiscreto a mi vez.

Habíase relacionado con nosotros,poco antes de los sucesos que voy anarrar, un joven médico a quien sólofaltan sus exámenes generales, que quizánunca llegue a dar pues se ha dedicado ala filosofía; y éste era el otro confidenteque debía escuchar la revelación.

Fue a la vuelta de unas largasvacaciones que nos habían separado deldescubridor. Encontrámoslo algo másnervioso, pero radiante con una singularinspiración, y su primera frase fue parainvitarnos a una especie de tertulia

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filosófica —tales sus palabras— dondedebía exponernos el descubrimiento.

En el laboratorio habitual, quepresentaba al mismo tiempo un vagoaspecto de cerrajería, y en cuyaatmósfera flotaba un dejo de cloro,empezó la conferencia.

Con su voz clara de siempre, suaspecto negligente, sus manosextendidas sobre la mesa como durantelos discursos psíquicos, nuestro amigoenunció esta cosa sorprendente:

—He descubierto la potenciamecánica del sonido. Saben ustedes —agregó, sin preocuparse mayormente delefecto causado por su revelación—,

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saben ustedes bastante de estas cosaspara comprender que no se trata de nadasobrenatural. Es un gran hallazgo,ciertamente, pero no superior a la ondahertziana o al rayo Roentgen[6]. Apropósito, yo he puesto también unnombre a mi fuerza. Y como ella es laúltima en la síntesis vibratoria cuyosotros componentes son el calor, la luz yla electricidad, la he llamado la fuerzaOmega.

—Pero ¿el sonido no es cosadistinta?… —preguntó el médico.

—No, desde que la electricidad y laluz están consideradas ahora comomateria. Falta todavía el calor; pero la

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analogía nos lleva rápidamente aconjeturar la identidad de su naturaleza,y veo cercano el día en que se demuestreeste postulado para mí evidente: que silos cuerpos se dilatan al calentarse, o enotros términos, si sus espaciosintermoleculares aumentan, es porqueentre ellos se ha introducido algo y queeste algo es el calor. De lo contrario,habría que recurrir al vacío aborrecidopor la naturaleza y por la razón. Elsonido es materia para mí; pero estoresultará mejor de la propia exposiciónde mi descubrimiento. La idea, vagaaunque intensa hasta eldeslumbramiento, me vino —cosa

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singular— la primera vez que vi afinaruna campana. Claro es que no se puededeterminar de antemano la nota precisade una campana, pues la fundicióncambiaría el tono. Una vez fundida, esmenester recortarla al torno, para lo cualhay dos reglas; si se quiere bajar eltono, hay que disminuir la línea mediallamada “falseadura”[7]; si subirlo, esmenester recortar la “pata”, o sea elreborde, y la afinación se practica aloído como la de un piano. Puede bajarsehasta un tono, pero no subirse sinomedio; pues cortando mucho la pata, elinstrumento pierde su sonoridad.

Al pensar que si la pierde no es

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porque deje de vibrar, me vino estaidea, base de todo el invento: lavibración sonora se vuelve fuerzamecánica y por esto deja de ser sonido;pero la cosa se precisó durante lasvacaciones, mientras ustedesveraneaban, lo cual aumentó, con lasoledad, mi concentración. Ocupábameen modificar discos de fonógrafo yaquello me traía involuntariamente altema. Había pensado construir unaespecie de diapasón[8] para destacar, ypercibir directamente por lo tanto, lasarmónicas de la voz humana, lo que noes posible sino por medio de un piano, ysiempre con gran imperfección; cuando

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de repente, con claridad tal que en dosnoches de trabajo concebí toda la teoría,el hecho se produjo.

Cuando se hace vibrar un diapasónque está al mismo tono con otro, éstevibra también por influencia al cabo depoco tiempo, lo que prueba que la ondasonora, o en otros términos, el aireagitado, tiene fuerza suficiente paraponer en movimiento el metal. Dada larelación que existe entre el peso,densidad y tenacidad de éste con los delaire, esa fuerza tiene que ser enorme; ysin embargo, no es capaz de mover unahebra de paja que un soplo humanoaventaría, siendo a su vez impotente

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para hacer vibrar en forma perceptibleel metal. La onda sonora es, pues, más omenos poderosa que el soplo de nuestroejemplo. Esto depende de lascircunstancias; y en el caso de losdiapasones, la circunstancia debe seruna relación molecular, puesto que siellos no están al unísono, el fenómenomarra. Había, pues, que aplicar la fuerzasonora a fenómenos intermoleculares.

No creo que la concepción de lafuerza sonora necesite mucho ingenio.Cualquiera ha sentido las pulsacionesdel aire en los sonidos muy bajos, losque produce el nasardo[9] de un órgano,por ejemplo. Parece que las dieciséis

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vibraciones por segundo que engendraun tubo de treinta y dos pies marcan ellímite inferior del sonido perceptible,que no es ya sino un zumbido. Conmenos vibraciones, el movimiento sevuelve un soplo de aire; el soplo quemovería la brizna, pero que no afectaríaal diapasón. Esas vibraciones bajas,verdadero viento melodioso, son las quehacen trepidar las vidrieras de lascatedrales; pero no forman ya notas,propiamente hablando, y sólo sirvenpara reforzar las octavasinmediatamente superiores.

Cuanto más alto es el sonido, más sealeja de su semejanza con el viento y

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más disminuye la longitud de su onda;pero si ha de considerársela comofuerza intermolecular, ella es enormetodavía en los sonidos más altos de losinstrumentos; pues el del piano con el doséptimo, que corresponde a un máximumde 4.200 vibraciones por segundo, tieneuna onda de tres pulgadas. La flauta, quellega a 4.700 vibraciones, da una ondagigantesca todavía. La longitud de laonda depende, pues, de la altura delsonido, que deja ya de ser musical pocomás allá de las 4.700 vibracionesmencionadas. Despretz[10] ha podidopercibir un do, que vendría a ser eldécimo, con 32.770 vibraciones

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producidas por el frote de un arco sobreun pequeñísimo diapasón. Yo percibosonido aún, pero sin determinaciónmusical posible, en las 45.000vibraciones del diapasón que heinventado.

—¡45.000 vibraciones! —dije—:¡Eso es prodigioso!

Pronto vas a verlo —prosiguió elinventor—. Ten paciencia un instantetodavía.

Y después de ofrecernos té, querehusamos:

—La vibración sonora se vuelvecasi recta con estas altísimasfrecuencias, y tiende igualmente a perder

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su forma curvilínea, tornándose másbien un zigzag a medida que el sonido seexaspera. Esto se ha experimentadoprácticamente cerdeando un violín.Hasta aquí no salimos de lo conocido,bien en que no sea vulgar.

Pero ya he dicho que me proponíaestudiar el sonido cómo fuerza. He aquími teoría, que la experiencia haconfirmado:

Cuanto más bajo es el sonido, mássuperficiales son sus efectos sobre loscuerpos. Después de lo que sabemos,esto es bien sencillo. La fuerzapenetrante del sonido depende, pues, desu altura; y como a ésta corresponde,

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según dije, una menor ondulación,resulta que mi onda sonora de 45.000vibraciones por segundo es casi unaflecha ligerísimamente ondulada. Porpequeña que sea esta ondulación,siempre es excesiva molecularmentehablando; y como mis diapasones nopueden reducirse más, era menesteringeniarse de otro modo.

Había, además, otro inconveniente.Las curvas de la onda sonora estánrelacionadas con su propagación, de talmodo que su ampliación progresa congran velocidad hasta anularla comosonido, imposibilitando a la vez sudesarrollo como fuerza; pero tanto este

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inconveniente, como el que resulta de laondulación en sí, desapareceríanmultiplicando la velocidad detraslación. De ésta depende que la ondano pierda la rectitud, que como todacurva tiene al comenzar, y al logro desemejante propósito concurrió una leycientífica.

Fourier[11], el célebre matemáticofrancés, ha enunciado un principioaplicable a las ondas simples —las demi problema— que puede traducirsevulgarmente así:

Cualquier forma de onda puede estarcompuesta por cierto número de ondasimples de longitudes diferentes.

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Siendo ello así, si yo pudiera lanzarsucesivamente un número cualquiera deondas en progresión proporcional, lavelocidad de la primera sería la suma delas velocidades de todas juntas; laproporción entre las ondulaciones deaquélla y su tralación quedaba rota conventaja, y libertada por lo tanto lapotencia mecánica del sonido.

Mi aparato va a demostrarles quetodo esto se puede; pero aún no les hedicho lo que me proponía hacer.

Yo considero que el sonido esmateria, desprendida en partículasinfinitesimales del cuerpo sonoro, ydinamizada en tal forma, que da la

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sensación de sonido, como las partículasodoríferas dan la sensación del olor.Esa materia se desprende en la formaondulatoria comprobada por la ciencia yque yo me proponía modificar,engendrando la onda aérea conocida pornosotros; del propio modo que laondulación de una anguila bajo el aguaes repetida por ésta en su superficie.

Cuando la doble onda choca con uncuerpo, la parte aérea se refleja contrasu superficie; la aérea penetra,produciendo la vibración del cuerpo ysin ninguna otra consecuencia, pues eléter del cuerpo supuesto se dinamizaarmónicamente con el de la onda,

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difundido en él; y ésta es la explicación,que se da por primera vez, de lasvibraciones al unísono.

Una vez rota la relación entre lasondulaciones y su propagación, el étersonoro no se difunde en la masa delcuerpo, sino que la perfora, yacompletamente, ya hasta ciertaprofundidad. Y aquí viene laexplicación misma de los fenómenos queproduzco.

Todo cuerpo tiene un centro formadopor la gravitación de moléculas queconstituye su cohesión, y que representael peso total de dichas moléculas. Nonecesito advertir que ese centro puede

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encontrarse en cualquier punto delcuerpo. Las moléculas representan aquílo que las masas planetarias en elespacio.

Claro es que el más mínimodesplazamiento del centro en cuestiónocasionará instantáneamente ladesintegración del cuerpo; pero no esmenos cierto que para efectuarlo,venciendo la cohesión molecular, senecesitaría una fuerza enorme, algo deque la mecánica actual no tiene idea, yque yo he descubierto, sin embargo.

Tyndall[12] ha dicho en un ejemplográfico que la fuerza del puñado denieve contenido en la mano de un niño

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bastaría para hacer volar en pedazos unamontaña. Calculen ustedes lo que senecesitará para vencer esa fuerza. Y yodesintegro bloques de granito de unmetro cúbico…

Decía aquello sencillamente, comola cosa más natural, sin ocuparse denuestra aquiescencia. Nosotros, aunquevagamente, íbamonos turbando con lainminencia de una gran revelación; peroacostumbrados al tono autoritario denuestro amigo, nada replicábamos.Nuestros ojos, eso sí, buscaban aldescuido por el taller los misteriososaparatos. A no ser un volante de ejesolidísimo, nada había que no nos fuese

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familiar.—Llegamos —prosiguió el

descubridor— al final de la exposición.Había dicho que necesitaba ondassonoras susceptibles de ser lanzadas enprogresión proporcional, y a vuelta demuchos tanteos, que no es menesterdescribirlos, di con ellas.

Eran el do, fa, sol, do, que según latradición antigua constituían la lira deOrfeo[13] y que contienen los intervalosmás importantes de la declamación, esdecir, el secreto musical de la vozhumana. La relación de estas ondas esmatemáticamente 1, 4/3, 3/2, 2; yarrancadas de la naturaleza, sin un

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agregado o deformación que las altere,son también una fuerza original. Ya venustedes que la lógica de los hechos ibaparalela con la de la teoría.

Procedí entonces a construir miaparato; mas, para llegar al que ustedesven aquí —dijo sacando de su bolsilloun disco harto semejante a un reloj deníquel—, ensayé diversas máquinas.

Confieso que el aparato nosdefraudó. La relación de magnitudesforma de tal modo la esencia del criteriohumano, que al oír hablar de fuerzasenormes habíamos presentido máquinasgrandiosas. Aquella cajita redonda, conun botón saliente en su borde, parecía

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cualquier cosa menos un generador deéter vibratorio.

—Primero —continuó el otro,sonriendo ante nuestra perplejidad—pensé en cosas complicadas, análogas alas sirenas de Koenig[14]. Luego fuisimplificando de acuerdo con mis ideassobre la deficiencia de las máquinas,hasta llegar a esto, que no es sino unasolución transitoria. La delicadeza delaparato no permite abrirlo a cadamomento; pero ustedes deben conocerlo—añadió, destornillando su tapa.

Contenía cuatro diapasoncillos,poco menos finos que cerdas,implantados a intervalos desiguales

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sobre un diafragma de madera queconstituía el fondo de la caja. Unsutilísimo alambre se tendía y distendíarozándolos, bajo la acción del botón quesobresalía; y la boquilla de que anteshablé era una bocina microfónica.

—Los vacíos entre diapasón ydiapasón, tanto como el espacionecesario para el juego de la cuerda quelos roza, imponían al aparato estetamaño mínimo. Cuando ellos suenan, lacuádruple onda transformada en una salepor la bocina microfónica como unverdadero proyectil etéreo. La descargase repite cuantas veces aprieto el botón,pudiendo salir las ondas sin solución de

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continuidad apreciable, es decir, muchomás próximas que las balas de unaametralladora, y formar un verdaderochorro de éter dinámico cuya potenciaes incalculable.

Si la onda va al centro molecular delcuerpo, éste se desintegra en partículasimpalpables. Si no, lo perfora con unagujerillo enteramente imperceptible. Encuanto al roce tangencial, van a verustedes sus efectos sobre aquelvolante…

—… ¿Qué pesa…? —interrumpí.—Trescientos kilogramos.El botón comenzó a actuar con

ruidecito intermitente y seco, ante

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nuestra curiosidad todavía incrédula; ycomo el silencio era grande, percibimosapenas una aguda estridencia, análoga alzumbido de un insecto.

No tardó mucho en ponerse enmovimiento la mole, y aquél fueacelerándose de tal modo, que prontovibró la casa entera como al empuje deun huracán. La maciza rueda no era másque una sombra vaga, semejante al alade un colibrí en suspensión, y el airedesplazado por ella provocaba untorbellino dentro del cuarto.

El descubridor suspendió muy luegolos efectos de su aparato, pues ningúneje habría aguantado mucho tiempo

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semejante trabajo.Mirábamos suspensos, con una

mezcla de admiración y pavor, trocadamuy luego en desmedida curiosidad.

El médico quiso repetir elexperimento; pero por más que abocó lacajita hacia el volante, nada consiguió.Yo intenté lo propio con igualdesventura.

Creíamos ya en una broma denuestro amigo, cuando éste dijo,poniéndose tan grave que casi daba ensiniestro:

—Es que aquí está el misterio de mifuerza. Nadie, sino yo, puede usarla. Yyo mismo no sé cómo sucede. Defino, sí,

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lo que pasa por mí como una facultadanáloga a la puntería. Sin verlo, sinpercibirlo en ninguna forma material yosé dónde está el centro del cuerpo quedeseo desintegrar y en la misma formaproyecto mi éter contra el volante ante.

Prueben ustedes cuanto quieran.Quizá al fin…

Todo fue en vano. La onda etérea sedispersaba inútil. En cambio, bajo ladirección de su amo, llamémosle así,ejecutó prodigios.

Un adoquín que calzaba la puertarebelde se desintegró a nuestra vista,convirtiéndose con leve sacudida en unmontón de polvo impalpable. Varios

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trozos de hierro sufrieron la mismasuerte. Y resultaba en verdad de unefecto mágico aquella transformación dela materia, sin un esfuerzo perceptible,sin un ruido, como no fuera la leveestridencia que cualquier rumorahogaba.

El médico, entusiasmado, queríaescribir un artículo.

—No —dijo nuestro amigo—;detesto la notoriedad, aunque no hepodido evitarla del todo, pues losvecinos comienzan a enterarse. Además,temo los daños que puede causar esto…

—En efecto —dije—; como armasería espantoso.

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—¿No lo has ensayado sobre algúnanimal? —preguntó el médico.

—Ya sabes —respondió nuestroamigo con grave mansedumbre— quejamás causo dolor a ningún ser viviente.

Y con esto terminó la sesión.Los días siguientes trascurrieron

entre maravillas; y recuerdo comoparticularmente notable ladesintegración de un vaso de agua, quedesapareció de súbito cubriendo derocío toda la habitación.

—El vaso permanece —explicaba elsabio— porque no forma un bloque conel agua, a causa de que no hay entre éstay el cristal adherencia perfecta. Lo

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mismo sucedería si estuvieraherméticamente cerrado. El líquido,convertido en partículas etéreas, seríaproyectado a través de los poros delcristal…

Así marchamos de asombro enasombro; mas el secreto no podíaprolongarse, y es imposible valorar loque se perdió en el triste suceso cuyorelato finalizará esta historia.

Lo cierto es —para qué entretenerseen cosas tristes— que una de esasmañanas encontramos a nuestro amigo,muerto, con la cabeza recostada en elrespaldo de su silla.

Fácil es imaginar nuestra

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consternación. El aparato maravillosoestaba ante él y nada anormal se notabaen el laboratorio.

Mirábamos sorprendidos, sinconjeturar ni lejanamente la causa deaquel desastre, cuando noté de prontoque la pared a la cual casi tocaba lacabeza del muerto se hallaba cubierta deuna capa grasosa, una especie demanteca.

Casi al mismo tiempo mi compañerolo advirtió también, y raspando con sudedo sobre aquella mixtura, exclamósorprendido:

—¡Esto es sustancia cerebral!La autopsia confirmó su dicho,

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certificando una nueva maravilla delportentoso aparato. Efectivamente, lacabeza de nuestro pobre amigo estabavacía, sin un átomo de sesos, Elproyectil etéreo, quién sabe por quérareza de dirección o por qué descuido,habíale desintegrado el cerebro,proyectándolo en explosión atómica através de los poros de su cráneo. Ni unrastro exterior denunciaba la catástrofe,y aquel fenómeno, con todo su horror,era, a fe mía, el más estupendo decuantos habíamos presenciado.

Sobre mi mesa de trabajo, aquímismo, en tanto que finalizo estahistoria, el aparato en cuestión brilla,

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diríase siniestramente, al alcance de mimano.

Funciona perfectamente; pero el éterformidable, la sustancia prodigiosa yhomicida de la cual tengo, ¡ay!, tandesgraciada prueba, se pierde sin rumboen el espacio, a pesar de todas misvanas tentativas. En el instituto Lutz ySchultz han ensayado también sin éxito.

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LA LLUVIA DE FUEGO

Y tornaré el cielo de hierro y la tierra decobre.

Levítico, XXVI, 19[1].

Recuerdo[2] que era un día de solhermoso, lleno del hormigueo popularen las calles atronadas de vehículos. Undía asaz cálido y de tersura perfecta.

Desde mi terraza dominaba unavasta confusión de techos, vergelessalteados, un trozo de bahía punzado demástiles, la recta gris de una avenida…

A eso de las once cayeron las

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primeras chispas. Una aquí, otra allá —partículas de cobre semejantes a lasmorcellas de un pabilo; partículas decobre incandescente que daban en elsuelo con un ruidecito de arena. El cieloseguía de igual limpidez; el rumorurbano no decrecía. Unicamente lospájaros de mi pajarera cesaron decantar.

Casualmente lo había advertido,mirando hacia el horizonte en unmomento de abstracción. Primero creíen una ilusión óptica formada por mimiopía. Tuve que esperar largo ratopara ver caer otra chispa, pues la luzsolar anegábalas bastante; pero el cobre

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ardía de tal modo, que se destacaban lomismo. Una rapidísima vírgula[3] defuego, y el golpecito en la tierra. Así, alargos intervalos.

Debo confesar que al comprobarloexperimenté un vago terror. Exploré elcielo en una ansiosa ojeada. Persistía lalimpidez. ¿De dónde venía aquel extrañogranizo? ¿Aquel cobre? ¿Era cobre…?

Acababa de caer una chispa en miterraza, a pocos pasos. Extendí la mano;era, a no caber duda, un gránulo decobre que tardó mucho en enfriarse. Porfortuna la brisa se levantaba, inclinandoaquella lluvia singular hacia el ladoopuesto de mi terraza. Las chispas eran

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harto ralas, además. Podía creerse pormomentos que aquello había ya cesado.No cesaba. Uno que otro, eso sí, perocaían siempre los temibles gránulos.

En fin, aquello no había deimpedirme almorzar, pues era elmediodía. Bajé al comedor atravesandoel jardín, no sin cierto miedo de laschispas. Verdad es que el toldo, corridopara evitar el sol, me resguardaba…

¿Me resguardaba? Alcé los ojos;pero un toldo tiene tantos poros, quenada pude descubrir.

En el comedor me esperaba unalmuerzo admirable; pues mí afortunadocelibato sabía dos cosas sobre todo:

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leer y comer. Excepto la biblioteca, elcomedor era mi orgullo. Ahíto demujeres y un poco gotoso, en punto avicios amables nada podía esperar yasino de la gula. Comía solo, mientras unesclavo me leía narraciones geográficas.Nunca había podido comprender lascomidas en compañía; y si las mujeresme hastiaban, como he dicho, yacomprenderéis que aborrecía a loshombres.

¡Diez años me separaban de miúltima orgía! Desde entonces, entregadoa mis jardines, a mis peces, a mispájaros, faltábame tiempo para salir.Alguna vez, en las tardes muy calurosas,

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un paseo a la orilla del lago. Me gustabaverlo, escamado de luna al anochecer,pero esto era todo y pasaba meses sinfrecuentarlo.

La vasta ciudad libertina[4] era paramí un desierto donde se refugiaban misplaceres. Escasos amigos; brevesvisitas; largas horas de mesa; lecturas;mis peces; mis pájaros; una que otranoche tal cual orquesta de flautistas, ydos o tres ataques de gota por año…

Tenía el honor de ser consultadopara los banquetes, y por ahí figuraban,no sin elogio, dos o tres salsas de miinvención. Esto me daba derecho —lodigo sin orgullo— a un busto municipal,

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con tanta razón como a la compatriotaque acababa de inventar un nuevo beso.

Entre tanto, mi esclavo leía. Leíanarraciones de mar y de nieve, quecomentaban admirablemente, en la yaentrada siesta, el generoso frescor de lasánforas. La lluvia de fuego había cesadoquizá, pues la servidumbre no dabamuestras de notarla.

De pronto, el esclavo que atravesabael jardín con un nuevo plato no pudoreprimir un grito. Llegó, no obstante, ala mesa; pero acusando con su lividez undolor horrible. Tenía en su desnudaespalda un agujerillo, en cuyo fondosentíase chirriar aún la chispa voraz que

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lo había abierto. Ahogámosla en aceite,y fue enviado al lecho sin que pudieracontener sus ayes.

Bruscamente acabó mí apetito; yaunque seguí probando los platos parano desmoralizar a la servidumbre,aquélla se apresuró a comprenderme. Elincidente me había desconcertado.

Promediaba la siesta cuando subínuevamente a la terraza. El suelo estabaya sembrado de gránulos de cobre; masno parecía que la lluvia aumentara.Comenzaba a tranquilizarme, cuando unanueva inquietud me sobrecogió. Elsilencio era absoluto. El tráfico estabaparalizado a causa del fenómeno, sin

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duda. Ni un rumor en la ciudad. Sólo, decuando en cuando, un vago murmullo deviento sobre los árboles. Era tambiénalarmante la actitud de los pájaros.Habíanse apelotonado en un rincón casiunos sobre otros. Me dieron compasióny decidí abrirles la puerta. No quisieronsalir; antes se recogieron másacongojados aún. Entonces comenzó aintimidarme la idea de un cataclismo.

Sin ser grande mi erudicióncientífica, sabía que nadie mencionójamás esas lluvias de cobreincandescente. ¡Lluvias de cobre! En elaire no hay minas de cobre. Luegoaquella limpidez del cielo no dejaba

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conjeturar la procedencia. Y loalarmante del fenómeno era esto. Laschispas venían de todas partes y deninguna. Era la inmensidaddesmenuzándose invisiblemente enfuego. Caía del firmamento el terriblecobre; Pero el firmamento permanecíaimpasible en su azul. Ganábame poco apoco una extraña congoja; pero, cosarara: hasta entonces no había pensado enhuir. Esta idea se mezcló condesagradables interrogaciones. ¡Huir!¿Y mi mesa, mis libros, mis pájaros, mispeces que acababan precisamente deestrenar un vivero, mis jardines yaennoblecidos de antigüedad, mis

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cincuenta años de placidez, en la dichadel presente, en el descuido delmañana…?

¿Huir…? Y pensé con horror en misposesiones (que no conocía) del otrolado del desierto, con sus camellerosviviendo en tiendas de lana negra ytomando por todo alimento lechecuajada, trigo tostado, miel agria…

Quedaba una fuga por el lago, cortafuga después de todo, si en el lago comoen el desierto, según era lógico, llovíacobre también; pues no viniendo aquellode ningún foco visible, debía de sergeneral.

No obstante el vago terror que me

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alarmaba, decíame todo eso claramente,lo discutía conmigo mismo, un pocoenervado a la verdad por el letargodigestivo de mi siesta consuetudinaria.Y después de todo, algo me decía que élfenómeno no iba a pasar de allí. Sinembargo, nada se perdía con hacerarmar el carro.

En ese momento llenó el aire unavasta vibración de campanas. Y casijunto con ella advertí una cosa: ya nollovía cobre. El repique era una acciónde gracias, coreada casi acto continuopor el murmullo habitual de la ciudad.Esta despertaba de su fugaz atonía,doblemente gárrula. En algunos barrios

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hasta quemaban petardos.Acodado al parapeto de la terraza,

miraba con un desconocido bienestarsolidario la animación vespertina queera todo amor y lujo. El cielo seguíapurísimo. Muchachos afanosos recogíanen escudillas la granalla de cobre, quelos caldereros habían empezado acomprar[5]. Era todo cuanto quedaba dela grande amenaza celeste.

Más numerosa que nunca, la gente deplacer coloría las calles; y aun recuerdoque sonreí vagamente a un equívocomancebo, cuya túnica recogida hasta lascaderas en un salto de bocacalle dejóver sus piernas glabras, jaqueladas de

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cintas[6]. Las cortesanas, con el senodesnudo según la nueva moda, yapuntalado en deslumbrante coselete[7],paseaban su indolencia sudandoperfumes. Un viejo lenón[8], erguido ensu carro, manejaba como si fuese unavela una hoja de estaño, que conapropiadas pinturas anunciaba amoresmonstruosos de fieras: ayuntamientos delagartos con cisnes; un mono y una foca;una doncella cubierta por la delirantepedrería de un pavo real. Bello cartel, afe mía; y garantida la autenticidad de laspiezas. Animales amaestrados por no séqué hechicería bárbara, ydesequilibrados con opio y con

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asafétida[9].Seguido por tres jóvenes

enmascarados pasó un negroamabilísimo, que dibujaba en los patioscon polvos de colores derramados alritmo de una danza, escenas secretas.También depilaba al oropimente [10] ysabía dorar las uñas.

Un personaje fofo, cuya condiciónde eunuco se adivinaba en su morbidez,pregonaba al son de crótalos[11] debronce, cobertores de un tejido singularque producía el insomnio y el deseo.Cobertores cuya abolición habíanpedido los ciudadanos honrados. Puesmi ciudad sabía gozar, sabía vivir.

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Al anochecer recibí dos visitas quecenaron conmigo. Un condiscípulojovial, matemático cuya vidadesarreglada era el escándalo de laciencia, y un agricultor enriquecido. Lagente sentía necesidad de visitarsedespués de aquellas chispas de cobre.De visitarse y de beber, pues ambos seretiraron completamente borrachos. Yohice una rápida salida. La ciudad,caprichosamente iluminada, habíaaprovechado la coyuntura paradecretarse una noche de fiesta. Enalgunas cornisas alumbrabanperfumando lámparas de incienso.Desde sus balcones, las jóvenes

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burguesas, excesivamente ataviadas, sedivertían en proyectar de un soplo a lasnarices de los transeúntes distraídostripas pintarrajeadas y crepitantes decascabeles. En cada esquina se bailaba.De balcón a balcón cambiábanse floresy gatitos de dulce. El césped de losparques palpitaba de parejas…

Regresé temprano y rendido. Nuncame acogí al lecho con más grata pesadezde sueño.

Desperté bañado en sudor, los ojosturbios, la garganta reseca. Había afueraun rumor de lluvia. Buscando algo, meapoyé en la pared, y por mi cuerpocorrió como un latigazo el escalofrío del

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miedo. La pared estaba caliente yconmovida por una sorda vibración.Casi no necesité abrir la ventana paradarme cuenta de lo que ocurría.

La lluvia de cobre había vuelto, peroesta vez nutrida y compacta. Uncaliginoso vaho sofocaba la ciudad; unolor entre fosfatado y urinoso[12]

apestaba el aire. Por fortuna, mi casaestaba rodeada de galerías y aquellalluvia no alcanzaba las puertas.

Abrí la que daba al jardín. Losárboles estaban negros, ya sin follaje; elpiso, cubierto de hojas carbonizadas. Elaire, rayado de vírgulas de fuego, era deuna paralización mortal; y por entre

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aquéllas se divisaba el firmamento,siempre impasible, siempre celeste.

Llamé, llamé en vano. Penetré hastalos aposentos famularios[13]. Laservidumbre se había ido. Envueltas laspiernas en un cobertor de biso[14],acorazándome espaldas y cabeza conuna bañera de metal que me aplastabahorriblemente, pude llegar hasta lascaballerizas. Los caballos habíandesaparecido también. Y con unatranquilidad que hacía honor a misnervios, me di cuenta de que estabaperdido.

Afortunadamente, el comedor seencontraba lleno de provisiones; su

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sótano, atestado de vinos. Bajé a él.Conservaba todavía su frescura; hasta sufondo no llegaba la vibración de lapesada lluvia, el eco de su gravecrepitación. Bebí una botella, y luegoextraje de la alacena secreta el pomo devino envenenado. Todos los queteníamos bodega poseíamos uno, aunqueno lo usáramos ni tuviéramosconvidados cargosos. Era un licor claroe insípido, de efectos instantáneos.

Reanimado por el vino, examiné misituación. Era asaz sencilla. Nopudiendo huir, la muerte me esperaba;pero con el veneno aquel, la muerte mepertenecía. Y decidí ver eso todo lo

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posible, pues era, a no dudarlo, unespectáculo singular. ¡Una lluvia decobre incandescente! ¡La ciudad enllamas! Valía la pena.

Subí a la terraza, pero no pude pasarde la puerta que daba acceso a ella.Veía desde allá lo bastante, sinembargo. Veía y escuchaba. La soledadera absoluta. La crepitación no seinterrumpía sino por uno que otro ululatode perro, o explosión anormal. Elambiente estaba rojo; y a su través,troncos, chimeneas, casas, blanqueabancon una lividez tristísima. Los pocosárboles que conservaban follajeretorcíanse, negros, de un negro de

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estaño. La luz había decrecido un poco,no obstante la persistencia de lalimpidez celeste. El horizonte estaba,esto sí, mucho más cerca, y comoahogado en ceniza. Sobre el lago flotabaun denso vapor, que algo corregía laextraordinaria sequedad del aire.

Percibíase claramente lacombustible lluvia, en trazos de cobreque vibraban como el cordajeinnumerable de un arpa, y de cuando encuando mezclábanse con ella ligerasflámulas: Humaredas negras anunciabanincendios aquí y allá.

Mis pájaros comenzaban a morir desed y hube de bajar hasta el aljibe para

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llevarles agua. El sótano comunicabacon aquel depósito, vasta cisterna quepodía resistir mucho al fuego celeste;mas por los conductos que del techo yde los patios desembocaban allá habíasedeslizado algún cobre, y el agua tenía ungusto particular, entre natrón[15] y orina,con tendencia a salarse. Bastómelevantar las trampillas de mosaico quecerraban aquellas vías, para cortar a miagua toda comunicación con el exterior.

Esa tarde y toda la noche fuehorrendo el espectáculo de la ciudad.Quemada en sus domicilios, la gentehuía despavorida, para arderse en lascalles, en la campiña desolada; y la

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población agonizó bárbaramente, conayes y clamores de una amplitud, de unhorror, de una variedad estupendos.Nada hay tan sublime como la vozhumana. El derrumbe de los edificios, lacombustión de tantas mercancías yefectos diversos, y más que todo laquemazón de tantos cuerpos acabaronpor agregar al cataclismo el tormento desu hedor infernal. Al declinar el sol, elaire estaba casi negro de humo ypolvaredas. Las flámulas que danzabanpor la mañana entre el cobre pluvialeran ahora llamaradas siniestras.Empezó a soplar un viento ardentísimo,denso, como alquitrán caliente. Parecía

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que se estuviese en un inmenso hornosombrío. Cielo, tierra, aire: todoacababa: No había más que tinieblas yfuego. ¡Ah, el horror de aquellastinieblas que todo el fuego, el enormefuego de la ciudad ardida no alcanzaba adominar; y aquella fetidez de pingajos,de azufre, de grasa cadavérica en el aireseco que hacía escupir sangre; yaquellos clamores que no sé cómo noacababan nunca, aquellos clamores quecubrían el rumor del incendio, más vastoque un huracán, aquellos clamores enque aullaban, gemían, bramaban todaslas bestias con un inefable pavor deeternidad…!

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Bajé a la cisterna, sin haber perdidohasta entonces mi presencia de ánimo,pero enteramente erizado con todo aquelhorror; y al verme de pronto en esaoscuridad amiga, al amparo de lafrescura, ante el silencio del aguasubterránea, me acometió de pronto unmiedo que no sentía —estoy seguro—desde cuarenta años atrás miedo infantilde una presencia enemiga y difusa y meeché a llorar, a llorar como un loco, allorar de miedo, allá en un rincón sinrubor alguno.

No fue sino muy tarde, cuando alescuchar el derrumbe de un techo, se meocurrió apuntalar la puerta del sótano.

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Hícelo así con su propia escalera yalgunos barrotes de la estantería,devolviéndome aquella defensa algunatranquilidad; no porque hubiera desalvarme, sino por la benéfica influenciade la acción. Cayendo a cada instante enmodorras que entrecortaban funestaspesadillas, pasé las horas.Continuamente oía derrumbes allá cerca.Había encendido dos lámparas que trajeconmigo, para darme valor, pues lacisterna era asaz lóbrega. Hasta llegué acomer, bien que sin apetito, los restos deun pastel. En cambio, bebí mucha agua.

De repente mis lámparas empezarona amortiguarse, y junto con eso el terror,

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el terror paralizante esta vez, me asaltó.Había gastado, sin prevenirlo, toda miluz, pues no tenía sino aquellaslámparas. No advertí, al descender esatarde, traerlas todas conmigo.

Las luces decrecieron y se apagaron.Entonces advertí que la cisternaempezaba a llenarse con el hedor delincendio. No quedaba otro remedio quesalir; y luego, todo, todo era preferible amorir asfixiado como una alimaña en sucueva.

A duras penas conseguí alzar la tapadel sótano que los escombros delcomedor cubrían…

… Por segunda vez había cesado la

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lluvia infernal. Pero la ciudad ya noexistía. Techos, puertas, gran cantidadde muros, todas las torres yacían enruinas. El silencio era colosal, unverdadero silencio de catástrofe. Cincoo seis grandes humaredas empinabanaún sus penachos; y bajo el cielo que nose había enturbiado ni un momento, uncielo cuya crudeza azul certificabaindiferencias eternas, la pobre ciudad,mi pobre ciudad, muerta, muerta parasiempre, hedía como un verdaderocadáver.

La singularidad de la situación, loenorme del fenómeno, y sin dudatambién el regocijo de haberme salvado,

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único entre todos, cohibían mi dolorreemplazándolo por una curiosidadsombría. El arco de mi zaguán habíaquedado en pie, y asiéndome de lasadarajas pude llegar hasta su ápice[16].

No quedaba un solo restocombustible y aquello se parecía muchoa un escorial volcánico[17]. A trechos, enlos parajes que la ceniza no cubría,brillaba con un bermejor de fuego[18] elmetal llovido. Hacia el lado del desiertoresplandecía hasta perderse de vista unarenal de cobre. En las montañas, a laotra margen del lago, las aguasevaporadas de éste condensábanse enuna tormenta. Eran ellas las que habían

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mantenido respirable el aire durante elcataclismo. El sol brillaba inmenso, yaquella soledad empezaba a agobiarmecon una honda desolación, cuando haciael lado del puerto percibí un bulto quevagaba entre las ruinas. Era un hombre,y habíame percibido ciertamente, puesse dirigía a mí.

No hicimos ademán alguno deextrañeza cuando llegó, y trepando porel arco vino a sentarse conmigo.Tratábase de un piloto, salvado como yoen una bodega, pero apuñaleando a supropietario. Acababa de agotársele elagua y por ello salía.

Asegurado a este respecto, empecé a

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interrogarlo. Todos los barcos ardieron,los muelles, los depósitos; y el lagohabíase vuelto amargo. Aunque advertíque hablábamos en voz baja, no meatreví —ignoro por qué— a levantar lamía.

Ofrecíle mi bodega, donde quedabanaún dos docenas de jamones, algunosquesos, todo el vino…

De repente notamos una polvaredahacia el lado del desierto. La polvaredade una carrera. Alguna partida queenviaban, quizá, en socorro, loscompatriotas de Adama o de Seboim[19].

Pronto hubimos de sustituir estaesperanza por un espectáculo tan

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desolador como peligroso.Era un tropel de leones, las fieras

sobrevivientes del desierto, que acudíana la ciudad como a un oasis, furiosos desed, enloquecidos de cataclismo.

La sed y no el hambre los enfurecía,pues pasaron junto a nosotros sinadvertirnos. Y en qué estado venían.Nada como ellos revelaba tanlúgubremente la catástrofe.

Pelados como gatos sarnosos,reducida a escasos chicharrones la crin,secos los ijares, en una desproporciónde cómicos a medio vestir con la fieracabezota, el rabo agudo y crispado comoel de una rata que huye, las garras

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pustulosas, chorreando sangre —todoaquello decía a las claras sus tres díasde horror bajo el azote celeste, al azarde las inseguras cavernas que no habíanconseguido ampararlos.

Rondaban los surtidores secos conun desvarío humano en sus ojos, ybruscamente reemprendían su carrera enbusca de otro depósito, agotado también;hasta que sentándose por último en tornodel postrero, con el calcinado hocico enalto, la mirada vagorosa de desolación yde eternidad, quejándose al cielo, estoyseguro, pusiéronse a rugir.

Ah… nada, ni el cataclismo con sushorrores, ni el clamor de la ciudad

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moribunda era tan horroroso como esellanto de fiera sobre las ruinas. Aquellosrugidos tenían una evidencia de palabra.Lloraban quién sabe qué dolores deinconciencia y de desierto a algunadivinidad oscura. El alma sucinta de labestia agregaba a sus terrores de muerteel pavor de lo incomprensible. Si todoestaba lo mismo, el sol cuotidiano. Elcielo eterno, el desierto familiar, ¿porqué se ardían y por qué no habíaagua…? Y careciendo de toda idea derelación con los fenómenos, su horrorera ciego, es decir, más espantoso. Eltrasporte de su dolor elevábalos a ciertavaga noción de provenencia, ante aquel

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cielo de donde había estado cayendo lalluvia infernal; y sus rugidospreguntaban ciertamente algo a la cosatremenda que causaba su padecer. Ah…esos rugidos, lo único de grandioso queconservaban aún aquellas fierasdisminuidas: cuál comentaban elhorrendo secreto de la catástrofe; cómointerpretaban en su dolor irremediablela eterna soledad, el eterno silencio laeterna sed…

Aquello no debía durar mucho. Elmetal candente empezó a llover denuevo, más compacto, más pesado quenunca.

En nuestro súbito descenso

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alcanzamos a ver que las fieras sedesbandaban buscando abrigo bajo losescombros.

Llegamos a la bodega, no sin quenos alcanzaran algunas chispas; ycomprendiendo que aquel nuevochaparrón iba a consumar la ruina, medispuse a concluir.

Mientras mi compañero abusaba dela bodega —por primera y última vez, abuen seguro— decidí aprovechar elagua de la cisterna en mi baño fúnebre; ydespués de buscar inútilmente un trozode jabón, descendí a ella por laescalinata que servía para efectuar sulimpieza.

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Llevaba conmigo el pomo deveneno, que me causaba un granbienestar, apenas turbado por lacuriosidad de la muerte.

El agua fresca y la oscuridad medevolvieron a las voluptuosidades de miexistencia de rico que acababa deconcluir. Hundido hasta el cuello, elregocijo de la limpieza y una dulceimpresión de domesticidad acabaron deserenarme.

Oía afuera el huracán de fuego.Comenzaban otra vez a caer escombros.De la bodega no llegaba un solo rumor.Percibí en eso un reflejo de llamas queentraban por la puerta del sótano, el

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característico tufo urinoso… Llevé elpomo a mis labios, y…

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UN FENÓMENOINEXPLICABLE

Hace de esto[1] once años. Viajabapor la región agrícola que se dividen lasprovincias de Córdoba y Santa Fe,provisto de las recomendacionesindispensables para escapar a lashorribles posadas de aquellas coloniasen formación. Mi estómago, derrotadopor los invariables salpicones conhinojo y las fatales nueces del postre,exigía fundamentales refacciones. Miúltima peregrinación debía efectuarsebajo los peores auspicios. Nadie sabíaindicarme un albergue en la población

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hacia donde iba a dirigirme. Sinembargo, las circunstancias apremiaban,cuando el juez de paz, que me profesabacierta simpatía, vino en mi auxilio.

Conozco allá —me dijo— un señoringlés viudo y solo. Posee una casa, lomejor, de la colonia, y varios terrenosde no escaso valor. Algunos serviciosque mi cargo me puso en situación deprestarle serán buen pretexto para larecomendación que usted desea, y que sies eficaz le proporcionara excelentehospedaje. Digo si es eficaz, pues mihombre, no obstante sus cualidades,suele tener su luna[2] en ciertasocasiones, siendo, además,

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extraordinariamente Nadie ha podidopenetrar en su casa más allá deldormitorio donde instala a sushuéspedes muy escasos por otra parte.Todo esto quiere decir que va usted encondiciones nada ventajosas, pero escuanto puedo suministrarle. El éxito espuramente casual, Con todo, si ustedquiere una carta de recomendación…

Acepté y emprendí acto continuo miviaje, llegando al punto de destino horasdespués.

Nada tenía de atrayente el lugar. Laestación con su techo de tejas coloradas;su andén crujiente de carbonilla; susemáforo a la derecha, su pozo a la

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izquierda. En la doble vía del frente,media docena de vagones queaguardaban la cosecha. Más allá elgalpón, bloqueado por bolsas de trigo.A raíz del terraplén, la pampa con sucolor amarillento como un pañuelo deyerbas[3]; casitas sin revoquediseminadas a lo lejos, cada una con suparva al costado; sobre el horizonte, elfestón de humo del tren en marcha, y unsilencio de pacífica enormidadentonando el color rural del paisaje.

Aquello era vulgarmente simétricocomo todas las fundaciones recientes.Notábanse rayas de mensura en esafisonomía de pradera otoñal. Algunos

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colonos llegaban a la estafeta en buscade cartas. Pregunté a uno por la casaconsabida, obteniendo inmediatamentelas señas. Noté en el modo de referirse ami huésped que se lo tenía por hombreconsiderable.

No vivía lejos de la estación. Unasdiez cuadras más allá, hacia el oeste, alextremo de un camino polvoroso quecon la tarde tomaba coloraciones lilas,distinguí la casa con su parapeto y sucornisa, de cierta gallardía exótica entrelas viviendas circundantes; su jardín alfrente; el patio interior rodeado por unapared tras la cual sobresalían ramas deduraznero. El conjunto era agradable y

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fresco; pero todo parecía deshabitado.En el silencio de la tarde, allá sobre lacampiña desierta, aquella casita, noobstante su aspecto de chaletindustrioso; tenía una especie de tristedulzura, algo de sepulcro nuevo en elemplazamiento de un antiguocementerio.

Cuando llegué a la verja noté que enel jardín había rosas, rosas de otoñocuyo perfume aliviaba como una caridadla fatigosa exhalación de las trillas.Entre las plantas que casi podía tocarcon la mano crecía libremente la hierba;y una pala cubierta de óxido yacíacontra la pared, con su cabo enteramente

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liado por una guía de enredadera.Empujé la puerta de reja, atravesé el

jardín, y no sin cierta impresión vaga detemor fui a golpear la puerta interna.Pasaron minutos. El viento se puso asilbar en una rendija, agravando lasoledad. A un segundo llamado, sentípasos; y poco después la puerta se abríacon un ruido de madera reseca. El dueñode casa apareció saludándome.

Presenté mi carta. Mientras leía,pude observarlo a mis anchas. Cabezaelevada y calva; rostro afeitado declergyman[4]; labios generosos, narizaustera. Debía de ser un tanto místico.Sus protuberancias superciliares

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equilibraban con una recta expresión detendencias impulsivas el desdénimperioso de su mentón[5]. Definido porsus inclinaciones profesionales, aquelhombre podía ser lo mismo un militarque un misionero. Hubiera deseadomirar sus manos para completar miimpresión, mas sólo podía verlas por eldorso[6].

Enterado de la carta, me invitó apasar, y todo el resto de mipermanencia, hasta la hora de comer,quedó ocupado por mis arreglospersonales. En la mesa fue dondeempecé a notar algo extraño.

Mientras comíamos, advertí que no

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obstante su perfecta cortesía algopreocupaba a mi interlocutor. Su miradainvariablemente dirigida, hacia unángulo de la habitación manifestabacierta angustia; pero como su sombradaba precisamente en ese punto, mismiradas furtivas nada pudierondescubrir. Por lo demás, bien podía noser aquello sino una distracciónhabitual.

La conversación seguía en tonobastante animado, sin embargo.Tratábase del cólera que por entoncesazotaba los pueblos cercanos. Mihuésped era homeópata[7] y nodisimulaba su satisfacción por haber

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encontrado en mí uno del gremio. A estepropósito, cierta frase del diálogo hizovariar su tendencia. La acción de lasdosis reducidas acababa de sugerirmeun argumento que me apresuré aexponer.

—La influencia que sobre el péndulode Rutter[8] —dije concluyendo unafrase— ejerce la proximidad decualquier sustancia no depende dé lacantidad. Un glóbulo homeopáticodetermina oscilaciones iguales a las queproduciría una dosis quinientas o milveces mayor.

Advertí al momento que acababa deinteresar con mi observación. El dueño

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de casa me miraba ahora.—Sin embargo —respondió—,

Reichenbach ha contestadonegativamente esa prueba. Supongo queha leído usted a Reichenbach[9].

—Lo he leído, sí; he atendido suscríticas, he ensayado, y mi aparato,confirmando a Rutter, me ha demostradoque el error procedía del sabio alemán,no del inglés. La causa de semejanteerror es sencillísima, tanto que mesorprende cómo no dio con ella elilustre descubridor de la parafina y de lacreosota.

Aquí, sonrisa de mi huésped: pruebaterminante de que nos entendíamos.

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—¿Usó usted el primitivo péndulode Rutter, o el perfeccionado por eldoctor Leger?

—El segundo —respondí.—Es mejor. ¿Y cuál sería, según sus

investigaciones, la causa del error deReichenbach?

—Esta: los sensitivos[10] con queoperaba influían sobre el aparato,sugestionándose por la cantidad delcuerpo estudiado. Si la oscilaciónprovocada por un escrúpulo demagnesia, supongamos, alcanzaba unaamplitud de cuatro líneas, las ideascorrientes sobre la relación entre causay efecto exigían que la oscilación

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aumentara en proporción con lacantidad: diez gramos, por ejemplo. Lossensitivos del barón eran individuosnada versados por lo común enespeculaciones científicas; y quienespractican experiencias así saben cuánpoderosamente influyen sobre talespersonas las ideas tenidas porverdaderas, sobre todo si son lógicas.

Aquí esta pues, la causa del error. Elpéndulo no obedece a la cantidad, sino ala naturaleza del cuerpo estudiadosolamente; pero cuando el sensitivo creeque la cantidad mayor influye, aumentael efecto, pues toda creencia es unavolición. Un péndulo, ante el cual el

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sujeto opera sin conocer las variacionesde cantidad, confirma a Rutter.Desaparecida la alucinación[11]…

—OH, ya tenemos aquí laalucinación —dijo mi interlocutor conmanifiesto desagrado.

—No soy de los que explican todopor la alucinación, a lo menosconfundiéndola con la subjetividad,como frecuentemente ocurre. Laalucinación es para mí una fuerza, másque un estado de ánimo, y asíconsiderada, se explica por medio deella buena porción de fenómenos. Creoque es la doctrina justa.

—Desgraciadamente es falsa. Mire

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usted, yo conocí a Home, el médium, enLondres, allá por 1872. Seguí luego convivo interés las experiencias deCrookes[12], bajo un criterioradicalmente materialista; pero laevidencia se me impuso con motivo delos fenómenos del 74. La alucinación nobasta para explicarlo todo. Créameusted, las apariciones son autónomas…

—Permítame una pequeña digresión—interrumpí, encontrando en aquellosrecuerdos una oportunidad paracomprobar mis deducciones sobre elpersonaje—: quiero hacerle unapregunta, que no exige desde luegocontestación, si es indiscreta. ¿Ha sido

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usted militar…?—Poco tiempo; llegué a subteniente

del ejército de la India.—Por cierto, la India sería para

usted un campo de curiosos estudios.—No; la guerra cerraba el camino

del Tibet, adonde hubiese querido llegarfui hasta Cawnpore, nada mas. Pormotivos de salud, regresé muy luego aInglaterra; de Inglaterra pasé a Chile en1879, y por último a este país en 1888.

—¿Enfermó usted en la India?—Sí —respondió con tristeza el

antiguo militar, clavando nuevamentesus ojos en el rincón del aposento.

—¿El cólera…? —insistí.

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Apoyó él la cabeza en la manoizquierda, miró por sobre mí,vagamente. Su pulgar comenzó amoverse entre los ralos cabellos de lanuca. Comprendí que iba a hacerme unaconfidencia de la cual eran prólogoaquellos ademanes, y esperé. Afuerachirriaba un grillo en la oscuridad.

—Fue algo peor todavía —comenzómi huésped—. Fue el misterio. Prontohará cuarenta años y nadie lo ha sabidohasta ahora. ¿Para qué decirlo? No lohubieran entendido, creyéndome locopor lo menos. No soy un triste; soy undesesperado. Mi mujer falleció haceocho años, ignorando el mal que me

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devoraba, y afortunadamente no hetenido hijos. Encuentro en usted porprimera vez un hombre capaz decomprenderme.

Me incliné agradecido.—¡Es tan hermosa la ciencia, la

ciencia libre, sin capilla y sin academia!Y no obstante, está usted todavía en losumbrales Los fluidos ódicos deReichenbach no son más que el prólogo.El caso que va usted a conocer lerevelará hasta dónde puede llegarse.

El narrador se conmovía. Mezclabafrases inglesas a su castellano un tantogramatical. Los incisos adquirían unatendencia imperiosa, una plenitud

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rítmica extraña en aquel acentoextranjero.

—En febrero de 1858 —continuó—fue cuando perdí toda mi alegría. Habráusted oído hablar de los yoghis, esossingulares mendigos cuya vida secomparte entre el espionaje y lataumaturgia[13]. Los viajeros hanpopularizado sus hazañas, que seríainútil repetir. Pero ¿sabe en qué consistela base de sus poderes?

—Creo que en la facultad deproducir cuando quieren elautosonambulismo, volviéndose de talmodo insensibles, videntes[14]…

—Es exacto. Pues bien, yo vi operar

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a los yoghis en condiciones queimposibilitaban toda superchería. Lleguéhasta fotografiar las escenas, y la placareprodujo todo, tal cual yo lo habíavisto. La alucinación resultaba, así;imposible, pues los ingredientesquímicos no se alucinan… Entoncesquise desarrollar idénticos poderes. Hesido siempre audaz, y luego no estabaentonces en situación de apreciar lasconsecuencias. Puse, pues, manos a laobra.

—¿Por cuál método?Sin responderme, continuó:—Los resultados fueron

sorprendentes. En poco tiempo llegué a

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dormir. Al cabo de dos años producía latraslación consciente[15]. Pero aquellasprácticas me habían llevado al colmo dela inquietud. Me sentía espantosamentedesamparado, y con la seguridad de unacosa adversa mezclada a mi vida comoun veneno. Al mismo tiempo,devorábame la curiosidad. Estaba en lapendiente y ya no podía detenerme. Poruna continua tensión de voluntad,conseguía salvar las apariencias ante elmundo. Más, poco a poco, el poderdespertado en mí se volvía másrebelde… Una distracción prolongadaocasionaba el desdoblamiento. Sentía mipersonalidad fuera de mí, mi cuerpo

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venía a ser algo así como una afirmaciónd e l no yo, diré expresando:concretamente aquel estado. Como lasimpresiones se avivaban,produciéndome angustiosa lucidez,resolví una noche ver mi doble. Ver quéera lo que salía de mí, siendo yomismo, durante el sueño extático.

—¿Y pudo conseguirlo?—Fue una tarde, casi de noche ya.

El desprendimiento se produjo con lafacilidad acostumbrada. Cuando recobréla conciencia, ante mí, en un rincón delaposento, había una forma. Y esa formaera un mono, un horrible animal que memiraba fijamente. Desde entonces no se

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aparta de mí. Lo veo constantemente.Soy su presa. A donde quiera él va, voyconmigo, con él. Está siempre ahí. Memira constantemente, pero no se leacerca jamás, no se mueve jamás, no memuevo jamás…

Subrayo los pronombres trocados enla última frase, tal como la oí. Unasincera aflicción me embargaba. Aquelhombre padecía, en efecto, una sugestiónatroz.

—Cálmese usted —le dijeaparentando confianza—. Lareintegración[16] no es imposible.

—¡Oh, sí! —respondió conamargura—. Esto ya es viejo. Figúrese,

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usted, he perdido el concepto de launidad. Sé que dos y dos son cuatro, porrecuerdo; pero ya no lo siento. El mássencillo problema de aritmética carecede sentido para mí, pues me falta laconvicción de la cantidad. Y todavíasufro cosas más raras. Cuando me tomouna mano con la otra, por ejemplo,siento que aquélla es distinta, como siperteneciera a otra persona que no soyyo. A veces veo las cosas dobles,porque cada ojo procede sin relacióncon el otro…

Era, a no dudarlo, un caso curiosode locura, que no excluía el másperfecto raciocinio.

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—Pero, en fin, ¿ese mono…? —pregunté para agotar el asunto.

—Es negro como mi propia sombra,y melancólico al modo de un hombre. Ladescripción es exacta, porque lo estoyviendo ahora mismo. Su estatura esmediana, su cara como todas las carasde mono. Pero siento, no obstante, quese parece a mí. Hablo con enterodominio de mí mismo. ¡Ese animal separece a mí!

Aquel hombre, en efecto, estabasereno; y sin embargo, la idea de unacara simiesca formaba tan violentocontraste con su rostro de aventajadoángulo facial, su cráneo elevado y su

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nariz recta, que la incredulidad seimponía por esta circunstancia, más aunque por lo absurdo de la alucinación.

El notó perfectamente mi estado;púsose de pie como adoptando unaresolución definitiva:

—Voy a caminar por este cuarto,para que usted lo vea. Observe misombra, se lo ruego.

Levantó la luz de la lámpara, hizorodar la mesa hasta un extremo delcomedor y comenzó a pasearse.Entonces, la más grande de las sorpresasme embargó. ¡La sombra de aquel sujetono se movía! Proyectada sobre el rincón,de la cintura arriba, y con la parte

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inferior sobre el piso de madera clara,parecía una membrana, alargándose yacortándose según la mayor o menorproximidad de su dueño. No podía yonotar desplazamiento alguno bajo lasincidencias de luz en que a cadamomento se encontraba el hombre.

Alarmado al suponerme víctima detamaña locura, resolvídesimpresionarme y ver si hacía algoparecido con mi huésped, por medio deun experimento decisivo. Pedíle que medejara obtener su silueta pasando unlápiz sobre el perfil de la sombra.

Concedido el permiso, fijé un papelcon cuatro migas de pan mojado hasta

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conseguir la más perfecta adherenciaposible a la pared, y de manera que lasombra del rostro quedase en el centromismo de la hoja. Quería, como se ve,probar por la identidad del perfil entrela cara y su sombra (esto saltaba a lavista, pero el alucinado sostenía locontrario) el origen de dicha sombra,con intención de explicar luego suinmovilidad asegurándome una baseexacta.

Mentiría si dijera que mis dedos notemblaron un poco al posarse en lamancha sombría, que por lo demásdiseñaba perfectamente el perfil de miinterlocutor; pero afirmo con entera

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certeza que el pulso no me falló en eltrazado. Hice la línea sin levantar lamano, con un lápiz Hardmuth azul, y nodespegué la hoja, concluido que lo hube,hasta no hallarme convencido, por unaescrupulosa observación, de que mitrazo coincidía perfectamente con elperfil de la sombra, y éste con el de lacara del alucinado.

Mi huésped seguía la experienciacon inmenso interés. Cuando meaproximé a la mesa, vi temblar susmanos de emoción contenida. El corazónme palpitaba, como presintiendo uninfausto desenlace.

—No mire usted —dije.

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—¡Miraré! —me respondió con unacento tan imperioso, que a pesar míopuse el papel ante la luz.

Ambos palidecimos de una manerahorrible. Allí, ante nuestros ojos, la rayade lápiz trazaba una frente deprimida,una nariz chata, un hocico bestial. ¡Elmono! ¡La cosa maldita!

Y conste que yo no sé dibujar.

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EL MILAGRO DE SANWILFRIDO

El 15 de junio de 1099[1], cuarto díade la tercera semana, un crepúsculo ennimbos de sangre había visto porvigésima quinta vez al campamentocruzado desplegarse como una largalínea de silencios y de tiendas pardasalrededor de Jerusalén, desde la puertade Damasco hasta donde el Cedrónpenetra en el valle de Sové, que loslatinos llaman valle de Josafat[2].

Sobre la llanura que se extendíaentre el campamento y la ciudad,algunos bultos denunciaban cadáveres:

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restos de la jornada del 13 que losfranceses libraron sobre la antemuralla.

El monte Moria alzábase frente de lapuerta Esterquilinaria, al mediodía. Porel norte levantaban sus cumbresdesoladas el Olivete y el monte delEscándalo, donde Salomón idolatró[3].Entre estas cumbres, el valle maldito, elvalle donde imperara la herejía deBelphegor y de Moloch[4]; dondegimieron David y Jeremías; dondeJesucristo empezó su pasión; donde Joeldijo su memorable profecía:congregabo omnes gentes[5], etc.; dondeduermen Zacarías y Absalón[6]; el valleadonde los judíos van a morir de todas

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las partes del mundo, se abría lleno desombra y de viñas negras…

Las murallas de la ciudad, altas decien palmos, escondían a la vista lasmontañas de Judea, que el Rey Sabiohizo poblar de cedros. El recintoquedaba oculto, y sólo se divisaba porsobre la línea de bastiones la cumbrerojiza del Acra, la monstruosa cúpula decobre de la mezquita Gameat-el-Sakhralevantada por Omar[7] a indicación delpatriarca Sofronio, sobre las ruinas deltemplo de Salomón; y algunas palmeras.

Una agonía sedienta consumía a lossoldados de la cruz. Las fuentes de Siloéy de Rogel estaban exhaustas. El viento

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salado, apenas dejaba aproximarse lasnubes hasta Jericó. Y aquello estaba tanseco, tan calcinado, que las mismastumbas antiguas parecían clamar de sed.

Sobre las tiendas de las huestessitiadoras ondeaban multicoloresestandartes, en cuyo trapo, al impulso dela devoción y del heroísmo, ibangerminando como futuros emblemas degloria las trece coronas y las treinta yseis cruces principales de la heráldica,desde la sencilla cruz patente hasta lasembrolladísimas doblas ycontrapotenzadas, que llegarían a sumáxima complicación en el curiosojeroglífico de la familia Squarciafichi[8].

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Estaban allá Godofredo, Eustaquio yBalduino; los señores de Tolosa, deFoix, de Flandes, de Orange, deRosellón, de San Pol, de l' Estoile, deFlandes y de Normandía[9]. Ya erantodos ilustres. Guicher había hendido endos un león; Godofredo había partidopor la mitad a un gigante sarraceno en elpuente de Antioco…

Una tienda rasa se alzaba entre lasotras. En aquella tienda, un monje flacoy viejo que tenía un báculo de olivovivía mojando en lágrimas toda lalongitud de su barba. Era Pedro elErmitaño.

Aquel monje sabía que la ciudad

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ilustre fundada en el 20230 año delmundo era una mártir.

Desde los hijos de Jebus hastaSesac; desde Joás hasta Manasés, hastaNabucodonosor, hasta Tolomeo Lago,hasta los dos Antiocos: el Grande y elEpifanio, hasta Pompeyo, hasta Craso,hasta Antígono, hasta Herodes, hastaTito, hasta Adriano, hasta Cosroes, hastaOmar[10], ¡cuánta sangre había manchadosus piedras, cuánta desolación habíacaído sobre la reina glorificada por lasalutación de Tobías: Jerusalem, civitasDei, luce splendida fulgebis![11].

Pedro había podido observar, comoSan Jerónimo, que en aquella ciudad no

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se veia un solo pájaro.

* * *

Esa tarde, un correo expedido deKaloni comunicó a Godofredo que en elpuerto de Jafa acababan de anclar variasnaves pisanas y genovesas, en las cualesvenían los marineros esperados paraconstruir las máquinas de guerradiseñadas por Raymundo de Foix.

Acababa de hundirse el sol cuandotomaron el camino de Arimatea cuatrocaballeros enviados para guardar lasnaves recién llegadas a Jafa. EranRaimundo Pileto, Acardo de

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Mommellou, Guillermo de Sabran yWilfredo de Hohenstein, a quienllamaban el caballero del blanco yelmo.

Era él rubio y fuerte como unarcángel. Sobre su tarja[12] germana, sindivisa como todos los escudos de aqueltiempo, se destacaba formando blasónpleno un lirio de estaño en camposinople[13]. Aquel lirio, en forma dealabarda, era el único abierto de toda laflora heráldica; pues el de Franciapermanecía aún en botón.

Pero lo extraordinario en laarmadura del caballero era su casco demetal blanquísimo cuyo esplendor novelaba entre los demás la cimera de que

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carecían los yelmos de los cruzados. Elnasal de aquel casco, dividiéndoleexageradamente el entrecejo y bajandopor entre sus ojos como un pico, daba asu faz una expresión de gerifalte[14].

Contábase a propósito de aquellaprenda una rara historia. Decíase que,casado su dueño a los veinte años, antesde uno mató a la esposa en un arrebatode celos. Descubierta luego la inocenciade la víctima, el señor de Hohenstein fueen demanda de perdón a Pedro elErmitaño, quien le puso en el pecho lacruz de los peregrinos.

Antes de partir, quiso orar el jovenen la tumba de su esposa. Sobre aquel

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sepulcro había crecido un lirio que éldecidió llevarse como recuerdo; mas, alcortarla, la flor se transformó en uncasco de plata, dando origen alsobrenombre del caballero. Poseídosaún del milagro que hizo llover liriossobre la cabeza de Clodoveo, no teníanlos camaradas del héroe por qué dudarde su aventura, mucho más cuando él laabonaba con su valentía y el voto decastidad.

La noche estaba ya densa sobre losmontes. Los caballeros cruzaron al trotede sus cabalgaduras, como cuatrosombras en rumor de hierro, la gargantaestéril que une a Jerusalén con Sikem y

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Neápolis; el torrente donde David tomólas cinco piedras para combatir algigante; el valle del Terebinto, el deJeremías, dolorosa entrada de losmontes de Judea poblados de jabalíes;los arrabales de Arimatea, los de Lydia,sembrados de aquellas palmas idumeasbajo las cuales curó Pedro al paralítico;y al llegar al Pozo de la Virgen, lallanura de Sarón, cubierta de alelíes ytulipanes, se desplegó ante ellos desdeGaza hasta el Carmelo, y desde losmontes de Judea hasta los de Samaria,denunciándose en la oscuridad con elaroma de sus flores. Tal iban evocandolos pasajes de la sacra historia por los

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mismos lugares de su tránsito, aquellosilustres guerreros.[15]

Wilfrido habíase rezagado un tanto.Los otros tres mantenían su piadosaconversación; y el señor de Sabranrefirió a sus compañeros la historia dela ciudad adonde se dirigían.

Jafa[16] está, decía, en la heredad deDan y es más antigua que el diluvio. Enella murió Noé; a ella venían las flotasde Hiram cargadas de cedro; en ella seembarcó Jonás para cruzar el mar, aquelGran Mar “que vio a Dios yretrocedió”, dice el Salmista; ella sufrióel peso de cinco invasiones y fueincendiada por Judas Macabeo. Allí

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resucitó Pedro a Tabita [17]; allí Cestio yVespasiano repletaron de oro suslegiones; y en su ciudadela manda ahora,en nombre del Soldán, el feroz Abu-Djezzar-Mohamed-ibn-el-Thayyb-el-Achary, a quien llaman familiarmenteAbu-Djezzar, y cuyos sicarios recorrenestos parajes buscando el rastro de losguerreros de Cristo.

El señor de Mommellou añadió a suvez que Jafa había sido teatro de lasfábulas del paganismo. Su nombre era elde una hija de Eolo; y San Jerónimocuenta que le enseñaron allí la roca y elanillo en que Andrómeda fue entregadaal monstruo de Neptuno. Plinio añade

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que Escauro llevó a Roma los huesos dedicho animal; y Pausanias refiere queexiste todavía la fuente donde Perseo selavó las manos cubiertas por la sangredel combate[18].

Y todo esto lo contaron loscaballeros Acardo de Mommellou yGuillermo de Sobran, porque sabíanmuchas letras de historia aprendidas enlos pergaminos de los monasterios.

De repente, al llegar junto a lasruinas de una cisterna seca, advirtieronque Wilfrido no iba ya con ellos. Eraindudable que se había extraviado en tanpeligroso sitio; pero no podían buscarlo,pues de las naves que iban a custodiar

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dependía la toma de la ciudad santa. Ypor si era tiempo aún, galoparonsoplando sus cuernos hacia las murallaspróximas.

* * *

Abu-Djezzar gobernaba laciudadela. La fortaleza se levantaba,dominando el mar, entre un bosquecillode nopales y granados. Mil musulmanesdefendíanse allí, esperando auxilios deCesárea o de Solima. Los fosos estabanllenos de agua y levantados losrastrillos, que apenas dejaban paso a laspartidas de merodeadores.

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Wilfrido de Hohenstein, despojadode sus armas, fue traído ante el señor dela ciudadela. Era éste un musulmán deojos aguileños y perfil enérgico como unhachazo.

—Perro —le dijo apenas túvolo a sualcance—, ya sabemos la situación devuestros soldados, que mueren de sedbajo los muros de Solima. Dime, pues losabes, si los cristianos abrigan todavíaesperanzas.

Una sonrisa heroica iluminó lajuventud del caballero.

—Sarraceno —replicó—: loscondes de Flandes y de Normandíaacampan al norte, allá mismo donde fue

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apedreado San Esteban[19]; Godofredo yTancredo están al occidente; el conde deSaint-Gilles al sur, sobre el monte Sion.Ya sabes dónde se halla nuestras tropas,y también que los soldados de Cristo noretroceden. Pues bien, óyelo, sarraceno:antes de un mes, los soldados de Cristoentrarán en Jerusalén por el norte, eloccidente y el mediodía.

Abu-Djezzar rugió de rabia.—Cortad maderos —gritó a sus

soldados—; haced una cruz y clavad enella a este perro. Que muera como sudios.

Tres horas después, los soldadosvenían en grupos a contemplar el mártir.

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Wilfrido de Hohenstein, clavado en unacruz muy baja, parecía estar muerto enpie. Desnudo enteramente, cruzado sucuerpo de rayas rojas, la cabezadoblada, los cabellos rubioscubriéndole los ojos, las manos y lospies como envueltos en púrpura,semejaba una efigie de altar. La muerteno conseguía ajar su juventud,realzándola más bien como una escarchafina sobre un mármol artístico. Elpatíbulo daba al mar, sobre la ciudadruinosa, desamparado bajo el cielo. Ylos soldados admiraban en voz baja, conpalabras bárbaramente desgarradas envómitos guturales[20], aquella juventud

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enemiga, tan viril bajo los cabellosrubios ceñidos ya por un reflejo deapogeos[21].

El cuerpo de Wilfrido de Hohensteinno era sino un despojo. Estaba muyblanco, casi trasparente, como un vasode alabastro que ha dejado correr todosu vino; y bajo sus párpadosentreabiertos se vislumbraba unaminúscula estrella azul.

Un buitre sirio, a inmensa altura,mecíase entre los cenitales esplendores.Los soldados lo vieron y entoncesrecordaron. Aunque la agonía delcaballero fue larga, era indudable yaestaba muerto. El agá[22] se aproximó y

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levantó uno de sus párpados. Laestrellita azul se había apagado en elfondo de la órbita. De la comisura labialdesprendióse un hilo de sangre…

Nadie se atrevió a abofetearlo, apesar de que era la costumbre, porque susueño apaciguaba con su inmensablancura. Tendieron simplemente la cruzy empezaron a desclavarlo. Pero lamano derecha resistía tanto, que el agála cortó con su gumía[23], dejándolaclavada en el poste. Y como aquellacruz podía servir para ajusticiar otrosperros, resolvieron conservarla en laarmería.

La mano permaneció así durante un

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mes. Nadie se acordaba ya de aquello,cuando el 12 do julio de 1099 unemisario sarraceno vino en su caballomoribundo a decir a Abu-Djezzar quelos cristianos, arrojando escalas sobrelos muros de Solima[24], al rayar laaurora, y encerrados en fuertes ingeniosde madera, hacían llover sobre los fielesdel Profeta un aguacero de aceite y pezhirviendo[25].

Abu-Djezzar mandó afilar losalfanjes y descendió a la armería parainspeccionar los arneses de peones ycaballeros.

Lucían los hierros en la penumbra dela sala. Había allí lorigas de Egipto,

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yataganes de Damasco; lanzasespañolas, largas de diez palmos;adargas de cuero de hipopótamo,tomadas a los nubios; estribos tajantes aluso berberisco y puñales bizantinos queparecían de agua[26].

El musulmán recorría con ojossatisfechos aquel arsenal, provisto porel califa de tantas y tan hermosas armas.Sus babuchas sonaban en las lozas de lagalería, y soberbiamente envuelto en sualbornoz examinábalo todo[27].

Con el gran calor estival, habíasequitado el turbante, y su cabeza afeitadaostentaba en el occipucio el penacho decabellos por donde el ángel Gabriel lo

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conduciría al Paraíso el día delJuicio[28]. Nadaban en sus ojos doschispas, y bajo su labio crispado, ladentadura fijaba un brillo siniestro.

Desde su sitio percibía la cruzdisimulada en la sombra dondeamarilleaba la mano del mártir. Yandando, andando, encontróse debajo deella, con la mirada fija en una de lasperchas de la armería.

En ese momento eran las tres de latarde. El caballero de l’Estoile acababade saltar sobre las murallas deJerusalén.

Y como el agá apareciera en lapuerta, Abu-Djezzar lo increpó:

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—¡Alá los extermine! ¡Malditosperros…!

No pudo concluir. La manosúbitamente viva, habíase abierto comouna garra, retorciéndose en su clavo yenredando entre sus dedos los cabellosdel infiel.

El agá, loco de horror, huyó a lo altode la ciudadela. Los soldadosacudieron, mas nadie se atrevió a tocaraquella formidable reliquia quemantenía invenciblemente agarrada lapresa enemiga.

Abu-Djezzar yacía muerto al pie dela cruz, con la lengua apretada entre losdientes y tendidos los brazos que

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descuartizaba una convulsión.Esa misma tarde, el agá hizo arrojar

por sobre las murallas el siniestrocrucifijo, sin que la mano volviera aabrirse desde entonces. Y los cristianosde Jafa, sabedores del hecho por unprisionero de la ciudadela tomado pocosdías después, condujeron en procesiónaquel trofeo, erigiendo un altar alcaballero del blanco yelmo que padeciómuerte de cruz entre los infieles el 12 dejulio del año 1099 de Cristo.

Ahora, en el convento de losfranciscanos de Jafa, puede verse bajouna urna de cristal, clavada en su trozode madera y asiendo un puñado de

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cabellos, todavía fresca como paraconsolar la décima séptima agonía deJerusalén, la mano blanca de SanWilfrido de Hohenstein.

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UN ESCUERZO

Un[1] día de tantos jugando en laquinta de la casa donde habitaba lafamilia, di con un pequeño sapo que, envez de huir como sus congéneres máscorpulentos, se hinchóextraordinariamente bajo mis pedradas.Horrorizábanme los sapos y era midiversión aplastar cuantos podía Así esque el pequeño y obstinado reptil notardó en sucumbir a los golpes de mispiedras. Como todos los muchachoscriados en la vida semicampestre denuestras ciudades de provincia, yo eraun sabio en lagartos y sapos. Además, la

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casa estaba situada cerca de un arroyoque cruza la ciudad, lo cual contribuía aaumentar la frecuencia de mis relacionescon tales bichos. Entro en estos detallespara que se comprenda bien cómo mesorprendí al notar que el atrabiliariosapito me era enteramente desconocido.Circunstancia de consulta, pues. Ytomando mi víctima con toda laprecaución del caso, fui a preguntar porella a la vieja criada, confidente de misprimeras empresas de cazador. Tenía yoocho años y ella sesenta. El asuntohabía, pues, de interesarnos a ambos. Labuena mujer estaba, como de costumbre,sentada a la puerta de la cocina, y yo

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esperaba ver acogido mi relato con laacostumbrada benevolencia, cuandoapenas hube empezado la vi levantarseapresuradamente y arrebatarme de lasmanos el despanzurrado animalejo.

—¡Gracias a Dios que no lo hayasdejado! —exclamó con muestras de lamayor alegría—. En este mismo instantevamos a quemarlo.

—¿Quemarlo? —dije yo—; peroqué va a hacer, si ya está muerto…

—¿No sabes lo que es un escuerzo[2]

—replicó en tono misterioso miInterlocutora— y que este animalitoresucita si no lo queman? ¡Quién temandó matarlo! ¡Eso habías de sacar al

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fin con tus pedradas! Ahora voy acontarte lo que le paso al hijo de miamiga la finada Antonia, que en pazdescanse.

Mientras hablaba, había recogido yencendido algunas astillas sobre lascuales puso el cadáver del escuerzo.

¡Un escuerzo!, decía yo, aterradobajo mi piel de muchacho travieso; ¡unescuerzo! Y sacudía los dedos como siel frío del sapo se me hubiera pegado aellos. ¡Un sapo resucitado! Era paraenfriarle la médula a un hombre debarba entera.

—¿Pero usted piensa contarnos unanueva batracomiomaquía[3]? —

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interrumpió aquí Julia con el amabledesenfado de su coquetería de treintaaños.

—De ningún modo, señorita Es unahistoria que ha pasado.

Julia sonrió.—No puede usted figurarse cuánto

deseo conocerla…—Será usted complacida, tanto más

cuanto que tengo la pretensión devengarme con ella de su sonrisa.

Así, pues, proseguí, mientras seasaba mi fatídica pieza de caza, la viejacriada hilvanó su narración, que escomo sigue:

Antonia, su amiga, viuda de un

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soldado, vivía con el hijo único quehabía tenido de él, en una casita muypobre, distante de toda población Elmuchacho trabajaba para ambos,cortando madera en el vecino bosque, yasí pasaban año tras año, haciendo a piela jornada de la vida. Un día volvió,como de costumbre, por la tarde, paratomar su mate, alegre, sano, vigoroso,con su hacha al hombro. Y mientras lohacían, refirió a su madre que en la raízde cierto árbol muy viejo habíaencontrado un escuerzo, al cual no levalieron hinchazones para quedar hechouna tortilla bajo el ojo de su hacha.

La pobre vieja se llenó de aflicción

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al escucharlo, pidiéndole que por favorla acompañara al sitio, para quemar elcadáver del animal.

—Has de saber —le dijo— que elescuerzo no perdona jamás al que loofende. Si no lo queman, resucita, sigueel rastro de su matador y no descansahasta que puede hacer con él otro tanto.

El buen muchacho rió grandementedel cuento, intentando convencer a lapobre vieja de que aquello era unapaparrucha[4] buena para asustar chicosmolestos, pero indigna de preocupar auna persona de cierta reflexión Ellainsistió, sin embargo, en que laacompañara a quemar los restos del

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animal.Inútil fue toda broma, toda

indicación sobre lo distante del sitio,sobre el daño que podía causarle,siendo ya tan vieja, el sereno de aquellatarde de noviembre. A toda costa quisoir, y él tuvo que decidirse aacompañarla.

No era tan distante; unas seiscuadras a lo más. Fácilmente dieron conel árbol recién cortado, pero por másque hurgaron entre las astillas y lasramas desprendidas, el cadáver delescuerzo no apareció.

¿No te dije? —exclamó ellaechándose a llorar—. Ya se ha ido;

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ahora ya no tiene remedio esto. ¡Mipadre San Antonio te ampare!

—Pero qué tontera, afligirse así. Selo habrán llevado las hormigas o locomería algún zorro hambriento.¡Habráse visto extravagancia, llorar porun sapo! Lo mejor es volver, que yaviene anocheciendo y la humedad de lospastos es dañosa.

Regresaron, pues, a la casita, ellasiempre llora, él procurando distraerlacon detalles sobre el maizal queprometía buena cosecha si seguíalloviendo; hasta volver de nuevo a lasbromas y risas en presencia de suobstinada tristeza. Era casi de noche

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cuando llegaron. Después de un registrominucioso por todos los rincones, queexcitó de nuevo la risa del muchacho,comieron en el patio, silenciosamente, ala luz de la luna, y ya se disponía él atenderse sobre su montura para dormir,cuando Antonia le suplicó que poraquella noche, siquiera, consintiese enencerrarse dentro de una caja de maderaque poseía y dormir allí.

La protesta contra semejantepetición fue viva. Estaba chocha, lapobre, no había duda. ¡A quién se leocurría pensar en hacerlo dormir conaquel calor dentro de una caja queseguramente estaría llena de

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sabandijas[5]!Pero tales fueron las súplicas de la

anciana, que como el muchacho laquería tanto decidió acceder a semejantecapricho. La caja era grande, y aunqueun poco encogido, no estaría del todomal. Con gran solicitud fue arreglada enel fondo la cama, metióse él adentro, yla triste viuda tomó asiento al lado delmueble, decidida a pasar la noche envela para cerrarlo apenas hubiera lamenor señal de peligro.

Calculaba ella que sería lamedianoche, pues la luna muy bajaempezaba a bañar con su luz elaposento, cuando de repente un bultito

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negro, casi imperceptible, saltó sobre eldintel de la puerta que no se habíacerrado por efecto del gran calor.Antonia se estremeció de angustia.

Allí estaba, pues, el vengativoanimal, sentado sobre las patas traseras,como meditando un plan. ¡Qué mal habíahecho el joven en reírse! Aquellafigurita lúgubre, inmóvil en la puertallena de luna, se agrandabaextraordinariamente, tomabaproporciones de monstruo. ¿Pero si noera más que uno de los tantos saposfamiliares que entraban cada noche a lacasa en busca de insectos? Un momentorespiró, sostenida por esta idea. Mas el

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escuerzo dio de pronto un saltito,después otro, en dirección a la caja. Suintención era manifiesta. No seapresuraba, como si estuviera seguro desu presa. Antonia miró con indecibleexpresión de terror a su hijo; dormía,vencido por el sueño, respirandoacompasadamente.

Entonces, con mano inquieta, dejócaer sin hacer ruido la tapa del pesadomueble. El animal no se detenía. Seguíasaltando. Estaba ya al pie de la caja.Rodeóla pausadamente, se detuvo en unode los ángulos, y de súbito, con un saltoincreíble en su pequeña talla, se plantósobre la tapa.

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Antonia no se atrevió a hacer elmenor movimiento. Toda su vida sehabía concentrado en sus ojos. La lunabañaba ahora enteramente la pieza. Y heaquí lo que sucedió: el sapo comenzó ahasta hincharse por grados, aumentó,aumentó de una manera prodigiosa, hastatriplicar su volumen. Permaneció asídurante un minuto, en que la pobre mujersintió pasar por su corazón todos losahogos de la muerte. Después fuereduciéndose, reduciéndose hastarecobrar su primitiva forma, saltó atierra, se dirigió a la puerta yatravesando el patio acabó por perderseentre las hierbas.

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Entonces se atrevió Antonia alevantarse, toda temblorosa. Con unviolento ademán abrió de par en par lacaja. Lo que sintió fue de tal modohorrible, que a los pocos meses murióvíctima del espanto que le produjo.

Un frío mortal salía del muebleabierto, y el muchacho estaba helado yrígido bajo la triste luz en que la lunaamortabaja aquel despojo sepulcral,hecho piedra ya bajo un inexplicablebaño de escarcha.

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LA METAMÚSICA

Como[1] hiciera varias semanas queno lo veía, al encontrarlo le pregunté:

—¿Estás enfermo?—No, mejor que nunca y alegre

como unas pascuas. ¡Si supieras lo queme ha tenido absorto durante estos dosmeses de encierro!

Pues hacía efectivamente dos mesesque se lo extrañaba en su círculoliterario, en los cafés familiares y hastaen el paraíso de la Opera, supredilección.

El pobre Juan tenía una debilidad: lamúsica. En sus buenos tiempos, cuando

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el padre opulento y respetado comprabapalco, Juan podía entregarse a su pasiónfavorita con toda comodidad. Despuésacaeció el derrumbe: títulos bajos,hipotecas, remates… El viejo murió dedisgusto y Juan se encontró solo en esasingular autonomía de la orfandad, quetoca por un extremo al tugurio y por elotro a la fonda de dos platos, sin vino.

Por no ser huésped de cárcel, se hizoempleado, que cuesta más y producemenos; pero hay seres timoratos enmedio de su fuerza, que temen a la vidalo bastante para respetarla, acabandopor acostarse con sus legítimas despuésde haber pensado veinte aventuras.

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La existencia de Juan volvióseentonces acabadamente monótona. Suoficina, sus libros y su banqueta delparaíso fueron para él la obligación y elregalo. Estudió mucho convirtiéndose enun teorizador formidable. Analogías decondición y de opiniones nos acercaron,nos amistaron y concluyeron por unirnosen sincera afección. Lo único que nosseparaba era la música, pues jamásentendí una palabra de sus disertaciones,o mejor dicho, nunca pude conmovermecon ellas, pareciéndome falso en lapráctica lo que por raciocinioencontraba evidente; y como en arte lacomprensión está íntimamente ligada a

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la emoción sentida, al no sentir yo nadacon la música, claro está que no laentendía.

Esto desesperaba a mi amigo, cuyaelocuencia crecía en proporción a miincapacidad para gozar con lo que,siendo para él emoción superior, sólome resultaba confusa algarabía.

Conservaba de su pasado bienestarun piano, magnífico instrumento cuyosacordes solían comentar sus ideascuando mi rebelde emoción fracasaba enla prueba.

—Concedo que la palabra noalcance a expresarlo —decía—, peroescucha; abre bien las puertas de tu

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espíritu; es imposible que dejes deentender.

Y sus dedos recorrían el teclado enuna especie de mística exaltación.

Así discutíamos los sábados por lanoche, alternando las disertacioneslíricas con temas científicos en los queJuan era muy fuerte, y recitando versos.Las tres de la mañana siguiente eran lahora habitual de despedirnos. Júzguesesi nuestra conversación sería prolongadadespués de ocho semanas de separación.

—¿Y la música, Juan?—Querido, he hecho

descubrimientos importantes.Su fisonomía tomó tal carácter de

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seriedad, que le creí acto continuo. Perouna idea me ocurrió de pronto.

—¿Compones?Los ojos le fulguraron.—Mejor que eso, mucho mejor que

eso. Tú eres un amigo del alma y puedessaberlo. El sábado por la noche, comosiempre, ya sabes: en casa; pero no lodigas a nadie, ¿eh? ¡A nadie! —añadió,casi terrible.

Calló un instante; luego me pellizcóconfidencialmente la punta de la oreja,mientras una sonrisa maliciosaentreabría sus labios febriles.

—Allá comprenderás por fin, alláverás. Hasta el sábado, ¿eh…?

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Y como lo mirara interrogativo,añadió, lanzándose a un tranvía, pero demodo que sólo yo pudiese oírlo:

—¡… Los colores de la música…!Era un miércoles. Me era menester

esperar tres días para conocer el sentidode aquella frase. ¡Los colores de lamúsica!, me decía. ¿Será un fenómenode audición coloreada[2]? ¡Imposible!Juan es un muchacho muy equilibradopara caer en eso. Parece excitado, peronada revela una alucinación en susfacultades. Después de todo, ¿por qué noha de ser verdad su descubrimiento…?Sabe mucho, es ingenioso, perseverante,inteligente… La música no le impide

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cultivar a fondo las matemáticas, y éstasson la sal del espíritu. En fin,aguardemos.

Pero, no obstante mi resignación,una intensa curiosidad me embargaba; yel pretexto ingenuamente hipócrita deeste género de situaciones no tardó enpresentarse.

Juan está enfermo, a no dudarlo, medije. Abandonarlo en tal situación seríapoco discreto. Lo mejor es verlo,hablarlo, hacer cuanto pueda paraimpedir algo peor. Iré esta noche. Y esamisma noche fui, aunque reconociendoen mi intento más curiosidad de lo quehubiese querido.

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Daban las nueve cuando llegué a lacasa. La puerta estaba cerrada. Unasirvienta desconocida vino a abrirme.Pensé que sería mejor darme por amigode confianza, y después de expresar lasbuenas noches con mi entonación másconfidencial:

—¿Está Juan? —pregunté.—No, señor; ha salido.—¿Volverá pronto?—No ha dicho nada.—Porque si volviera pronto —añadí

insistiendo— le pediría permiso paraesperarlo en su cuarto. Soy su amigoíntimo y tengo algo urgente quecomunicarle.

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—A veces no vuelve en toda lanoche.

Esta evasiva me reveló que setrataba de una consigna, y decidíretirarme sin insistir. Volví el jueves, elviernes, con igual resultado. Juan noquería recibirme; y esto, francamente,me exasperaba. El sábado me tendríafuerte, vencería mi curiosidad, no iría.El sábado a las nueve de la noche habíadominado aquella puerilidad. Juan enpersona me abrió.

—Perdona; sé que me has buscado;no estaba; tenía que salir todas lasnoches.

—Sí; te has convertido en personaje

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misterioso.—Veo que mi descubrimiento te

interesa de veras.—No mucho, mira; pero,

francamente, al oírte hablar de loscolores de la música, temí lo que hayque temer, y ahí tienes la causa de miinsistencia.

—Gracias, quiero creerte, y meapresuro a asegurarte que no estoy loco.Tu duda lastima mi amor propio deinventor, pero somos demasiado amigospara no prometerte una venganza.

Mientras, habíamos atravesado unpatio lleno de plantas. Pasamos unzaguán, doblamos a la derecha, y Juan

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abriendo una puerta dijo:—Entra; voy a pedir el café.Era el cuarto habitual, con su

escritorio, su ropero, su armario delibros, su catre de hierro. Noté quefaltaba el piano. Juan volvía en esemomento.

—¿Y el piano?—Está en la pieza inmediata. Ahora

soy rico; tengo dos “salones”.—¡Qué opulencia!Y esto nos endilgó en el asunto.Juan, que paladeaba con deleite su

café, empezó tranquilamente:—Hablemos en serio. Vas a ver una

cosa interesante. Vas a ver, óyelo bien.

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No se trata de teorías. Las notas poseencada cual su color, no arbitrario, sinoreal. Alucinaciones y chifladuras nadatienen que ver con esto. Los aparatos nomienten, y mi aparato hace perceptibleslos colores de la música. Tres añosantes de conocerte emprendí lasexperiencias coronadas hoy por el éxito.Nadie lo sabía en casa, donde, por otraparte, la independencia era grande,como recordarás. Casa de viudo conhijos mayores… Dicho esto en forma dedisculpa por mi reserva, que espero noatribuyas a desconfianza, quiero hacerteuna descripción de mis procedimientos,antes de empezar mi pequeña fiesta

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científica.Encendimos los cigarrillos, y Juan

continuó:—Sabemos por la teoría de la

unidad de la fuerza que el movimientoes, según los casos, luz, calor, sonido,etcétera, dependiendo estas diferencias—que esencialmente no existen, puesson únicamente modos de percepción denuestro sistema nervioso— del mayor omenor número de vibraciones de la ondaetérea.

Así, pues, en todo sonido hay luz,calor, electricidad latentes, como entoda luz hay a su vez electricidad, calory sonido. El ultravioleta del espectro

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señala el límite de la luz y es ya calor,que cuando llegue a cierto grado seconvertirá en luz… Y la electricidadigualmente. ¿Por qué no ocurriría lomismo con el sonido?, me dije; y desdeaquel momento quedó planteado miproblema.

La escala musical está representadapor una serie de números cuyaproporción, tomando al do como unidad,es bien conocida; pues la armonía sehalla constituida por proporciones denúmero, o en otros términos, se componede la relación de las vibraciones aéreaspor un acorde de movimientosdesemejantes.

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En todas las músicas sucede lomismo, cualquiera que sea su desarrolloLos griegos, que no conocían sino tresde las consonancias de la escala,llegaban a idénticas proporciones; 1 a 2,3 a 2, 4 a 3. Es, como observas,matemático. Entre las ondulaciones de laluz tiene que haber una relación igual, yes ya vieja la comparación. El 1 del doestá representado por las vibraciones de369 millonésimas de milímetro queengendran el violado, y el 2 de la octavapor el duplo; es decir, por las de 738que producen el rojo. Las demás notascorresponden cada una a un color.

Ahora bien, mi raciocinio se

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efectuaba de este modo: cuando oímosun sonido, no vemos la luz, no palpamosel calor, no sentimos la electricidad queproduce, porque las ondas caloríficas,luminosas y eléctricas sonimperceptibles por su propia amplitud.Por la misma razón no oímos cantar laluz, aunque la luz canta real yverdaderamente, cuando susvibraciones, que constituyen los colores,forman proporciones armónicas. Cadapercepción tiene un límite de intensidad,pasado el cual se convierte enimpercepción para nosotros. Estoslimites no coinciden en la mayoría delos casos, lo cual obedece al progresivo

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trabajo de diferenciación efectuado porlos sentidos en los organismossuperiores; de tal modo que, si alproducirse una vibración, no percibimosmás que uno de los movimientosengendrados, es porque los otros, o hanpasado el limite máximo, o no hanalcanzado el límite mínimo de lapercepción. A veces se consigue, sinembargo, la simultaneidad. Así, vemosel color de una luz, palpamos su calor ymedimos su electricidad…

Todo esto era lógico; pero en cuantoal sonido, tenía una objeción sencillaque hacer y la hice:

—Es claro; y si con el sonido no

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sucede así, es porque se trata de unavibración aérea, mientras que las otrasson vibraciones etéreas.

—Perfectamente; pero la onda aéreaprovoca vibraciones etéreas, puesto queal propagarse conmueve el éterintermedio entre molécula y molécula deaire. ¿Qué es esta segunda vibración?Yo he llegado a demostrar que es luz.¿Quién sabe si mañana un termómetroultrasensible averiguará lastemperaturas del sonido?

Un sabio injustamente olvidado,Louis Lucas, dice lo que voy a leer, ensu Chimie Nouvelle: “Si se estudian concuidado las propiedades del

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monocordio, se nota que en todajerarquía sonora no existen, en realidadmás que tres puntos de primeraimportancia: la tónica, la quinta y latercia, siendo la octava reproducción deellas a diversa altura, y permaneciendoen las tres resonancias la tónica comopunto de apoyo; la quinta es suantagonista y la tercia un puntoindiferente, pronto a seguir a aquel delos dos contrarios que adquierasuperioridad”.

“Esto es también lo que hallamos entres cuerpos simples, cuya importanciarelativa no hay necesidad de recordar:el hidrógeno, el ázoe y el oxígeno. El

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primero, por su negativismo absoluto enpresencia de los otros metaloides, porsus propiedades esencialmente básicas,toma el sitio de la tónica o reposorelativo; el oxígeno, por suspropiedades antagónicas, ocupa el lugarde la quinta; y por fin, la indiferenciabien conocida del ázoe le asigna elpuesto de la tercia”. Ya ves que no estoysolo en mis conjeturas, y que ni siquieravoy tan lejos; mas lleguemos cuantoantes a la narración de la experiencia.

Ante todo, tenía tres caminos: ocolar el sonido a través de algún cuerpoque lo absorbiera, no dejando pasar sinolas ondas luminosas: algo semejante al

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carbón animal para los colorantesquímicos; o construir cuerdas tanpoderosas, que sus vibraciones pudierancontarse, no por miles, sino por millonesde millones en cada segundo, paratransformar mi música en luz; o reducirla expansión de la onda luminosa en elsonido, contenerla en su marcha,reflejarla, reforzarla hasta hacerlaalcanzar un límite de percepción, y verlasobre una pantalla convenientementedispuesta.

De los tres métodos probables,excuso decirte que he adoptado elúltimo; pues los dos primerosrequerirían un descubrimiento previo

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cada uno, mientras que el tercero es unaaplicación de aparatos conocidos.

Age dum![3] —prosiguió evocandosu latín, mientras abría la puerta delsegundo aposento—. Aquí tienes miaparato —añadió, al paso que enseñabasobre un caballete una caja como de dosmetros de largo, enteramente parecida aun féretro. Por uno de sus extremossobresalía el pabellón paraboloide deuna especie de clarín. En la tapa, cercade la otra extremidad, resaltaba un trozode cristal, que me pareció la faceta deun prisma. Una pantalla blanca coronabael misterioso cajón, sobre un soporte demetal colocado hacia la mitad de la

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tapa.Juan se apoyó sobre el aparato y yo

me senté en la banqueta del piano.—Oye con atención.—Ya te imaginas.El pabellón que aquí ves recoge las

ondas sonoras. Este pabellón toca elextremo de un tubo de vidrio negro, dedobles paredes, en el cual se ha llevadoel vacío a una millonésima de atmósfera.La doble pared del tubo está destinada acontener una capa de agua. El sonidomuere en él y en el denso almohadilladoque lo rodea. Queda sólo la ondaluminosa, cuya expansión debo reducirpara que no alcance la amplitud

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suprasensible. El vidrio negro loconsigue; y ayudado por la refraccióndel agua, se llega a una reducción casicompleta. Además, el agua tiene porobjeto absorber el calor que resulta.

—¿Y por qué el vidrio negro?—Porque la luz negra tiene una

vibración superior a la de todas lasotras; y como por consiguiente elespacio entre movimiento y movimientose restringe, las demás no pueden pasarpor los intersticios y se reflejan. Esexactamente análogo a una trinchera detrompos que bailan conservandodistancias proporcionales a su tamaño.Un trompo mayor, aunque animado de

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menor velocidad, intenta pasar; pero seproduce un choque que lo obliga avolver sobre sí mismo.

—¿Y los otros no retrocedentambién?

—Ese es el percance que el aguaestá encargada de prevenir.

—Muy bien; continúa.—Reducida la onda luminosa, se

encuentra al extremo del tubo con undisco de mercurio engarzado a aquél;disco que la detiene en su marcha.

—Ah, el inevitable mercurio.—Sí, el mercurio. Cuando el

profesor Lippmann[4] lo empleó paracorregir las interferencias de la onda

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luminosa en su descubrimiento de lafotografía de los colores, aproveché eldato; y el éxito no tardó en coronar misprevisiones. Así, pues, mi disco demercurio contiene la onda en marcha porel tubo, y la refleja hacia arriba pormedio de otro, acodado. En este segundotubo hay dispuestos tres prismasinfrangibles, que refuerzan la ondaluminosa hasta el grado requerido parapercibirla como sensación óptica. Elnúmero de prismas está determinado portanteo, a ojo, y el último de ellos,cerrando el extremo del tubo, es el queves sobresalir aquí. Tenemos, pues,suprimida la vibración sonora, reducida

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la amplitud de la onda luminosa,contenida su marcha y reforzada suacción. No nos queda más que verla.

—¿Y se ve?—Se ve, querido; se ve sobre esta

pantalla; pero falta algo aún. Este es mipiano, cuyo teclado he debidotransformar en series de siete blancas ysiete negras, para conservar la relaciónverdadera de las transposiciones de unanota tónica a otra; relación que seestablece multiplicando la nota por elintervalo del semitono menor.

Mi piano queda convertido, así, enun instrumento exacto, bien que dedominio mucho más difícil. Los pianos

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comunes, construidos sobre el principiode la gama temperada que luegorecordaré, suprimen la diferencia entrelos tonos y los semitonos mayores ymenores, de suerte que todos los sonesde la octava se reducen a doce, cuandoson catorce en realidad. El mío es uninstrumento exacto y completo.

Ahora bien, esta reforma equivale aabolir la gama temperada de usocorriente, aunque sea, como dije,inexacta, y a la cual se debe en justiciael enorme progreso alcanzado por lamúsica instrumental desde SebastiánBach, quien le consagró cuarenta y ochocomposiciones. Es claro, ¿no?

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—¡Qué sé yo de todo eso! Lo queestoy viendo es que me has elegidocomo se elige una pared para rebotar lapelota.

—Creo inútil recordarte que uno nose apoya sino sobre lo que resiste.

Callamos sonriendo, hasta que Juanme dijo:

—¿Sigues creyendo, entonces, que lamúsica no expresa nada?

Ante esta insólita pregunta, quedesviaba a mil leguas el argumento de laconversación, le pregunté a mí vez:

—¿Has leído a Hanslick[5]?—Sí. ¿Por qué?—Porque Hanslick, cuya

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competencia crítica no me negarás,sostiene que la música no expresa nada,que sólo evoca sentimientos.

—¿Eso dice Hanslick? Pues bien,Yo sostengo, sin ser ningún críticoalemán, que la música es la expresiónmatemática del alma.

—Palabras…—No, hechos perfectamente

demostrables. Si multiplicas elsemidiámetro del mundo por 36,obtienes las cinco escalas musicales dePlatón, correspondientes a los cincosentidos.

—¿Y por qué 36?—Hay dos razones: una matemática,

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la otra psíquica. Según la primera, senecesitan treinta y seis números parallenar los intervalos de las octavas, lascuartas y las quintas hasta 27 ,connúmeros armónicos.

—¿Y por qué 27?—Porque 27 es la suma de los

números cubos 1 y 8; de los lineales 2 y3; y de los planos 4 y 9; es decir, de lasbases matemáticas del universo. Larazón psíquica consiste en que esenúmero 36, total de los númerosarmónicos, representa, además, el de lasemociones humanas.

—¡Cómo!—El veneciano Gozzi, Goethe y

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Schillet afirmaban que no deben deexistir sino treinta y seis emocionesdramáticas. Un erudito, J. Polti,demostró el año 94, si no me equivoco,que la cantidad era exacta y que elnúmero de emociones humanas nopasaba de treinta y seis[6].

—¡Es curioso!—En efecto; y más curioso si se

tienen en cuenta mis propiasobservaciones. La suma o valor absolutode las cifras de 36 es 9, númeroirreductible; pues todos sus múltiplos lorepiten si se efectúa con ellos la mismaoperación. El 1 y el 9 son los únicosnúmeros de la misma categoría. Esto da

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origen, además, a una proporción. 27, osea el total de las bases geométricas, esa 36, total de las emociones humanas,como X, el alma, es al absoluto 9.Practicada la operación, se averigua queel término desconocido es 6. Seis, fíjatebien: el doble ternario que en lasimbología sagrada de los antiguossignificaba el equilibrio del universo[7].¿Qué me dices?

Su mirada se había puesto luminosay extraña.

—El universo es música[8] —prosiguió, animándose—. Pitágorastenía razón, y desde Timeo hasta Kepler,todos los pensadores han presentido esta

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armonía. Eratóstenes llegó a determinarla escala celeste, los tonos y semitonosentre astro y astro[9]. ¡Yo creo tener algomejor; pues habiendo dado con las notasfundamentales de la música de lasesferas, reproduzco en coloresgeométricamente combinados elesquema del Cosmos!

—¿Qué estaba diciendo aquelalucinado? ¿Que torbellino deextravagancias se revolvía en sucerebro…? Casi no tuve tiempo deadvertirlo, cuando el piano empezó asonar.

Juan volvió a ser el inspirado deotro tiempo, en cuanto sus dedos

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acariciaron las teclas.—Mi música —iba diciendo— se

halla formada por los acordes de terciamenor introducidos en el siglo XVII Yque Mozart mismo considerabaimperfectos, a pesar de que es todo locontrario, pero su recurso fundamentalestá constituido por aquellos acordesinversos que hicieron calificar demelodía de los ángeles la música dePalestrina[10]…

En verdad, hasta mi naturalezarefractaria se conmovía con aquellossones. Nada tenían de común con lasarmonías habituales, y aún podía decirseque no eran música en realidad; pero lo

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cierto es que sumergían el espíritu en unéxtasis sereno, como quien dice formadode antigüedad y de distancia.

Juan continuaba:—Observa en la pantalla la

distribución de colores que acompaña ala emisión musical. Lo que estásescuchando es una armonía en la cualentran las notas específicas de cadaPlaneta del sistema; y este sencilloconjunto termina con la sublime octavadel sol, que nunca me he atrevido atocar, pues temo producir influenciasexcesivamente poderosas. ¿No sientesalgo extrañó?

Sentía, en efecto, como si la

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atmósfera de la habitación estuvieseconmovida por presencias invisibles.Ráfagas sordas cruzaban su ámbito. Yentre la beatitud que me regalaba lagrave dulzura de aquella armonía unaespecie de aura eléctrica iba helándomede pavor. Pero no distinguía sobre lapantalla otra cosa que una vagafosforescencia y como esbozos defiguras…

De pronto comprendí. En la comúnexaltación habíasenos olvidado apagarla lámpara.

Iba a hacerlo, cuando Juan gritóenteramente arrebatado, entre un sonestupendo del instrumento:

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—¡Mira ahora!Yo también lancé un grito, pues

acababa de suceder algo terrible. Unallama deslumbradora brotó del foco dela pantalla. Juan, con el pelo erizado, sepuso de pie, espantoso. Sus ojosacababan de evaporarse como dos gotasde agua bajo aquel haz de dardosflamígeros, y él, insensible al dolor,radiante de locura, exclamabatendiéndome los brazos:

—¡La octava del sol, muchacho, laoctava del sol!

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EL ORIGEN DEL DILUVIO

NARRACIÓN DE UN ESPÍRITU

… La tierra acababa deexperimentar su primera incrustaciónsólida y hallábase todavía en una oscuraincandescencia. Mares de ácidocarbónico batían sus continentes de litioy de aluminio, pues éstos fueron losprimeros sólidos que formaron la costraterrestre. El azufre y el boro figurabantambién en débiles vetas.

Así, el globo entero brillaba comouna monstruosa bola de plata. Laatmósfera era de fósforo con vestigiosde flúor y de cloro. Llamas de sodio de

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silicio, de magnesio, constituían laluminosa progenie de los metales.Aquella atmósfera relumbraba tantocomo una estrella, presentando unespesor de muchos millares dekilómetros. Sobre esos continentes y ensemejantes mares había ya vidaorganizada bien que bajo formasinconcebibles ahora; pues no existiendoaún el fosfato de cal, dichos serescarecían de huesos. El oxígeno y elnitrógeno, que con algunos rastros debario entraban en la composición detales vidas, completaban los únicoscatorce cuerpos constituyentes delplaneta. Así, todo era en él

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extremadamente sencillo.La actividad de los seres que

poseían inteligencia no era menosintensa que ahora, sin embargo; si biende mucho menor amplitud; y no obstantesu constitución de moluscos, vivían,obraban, sentían, de un modo análogo alde la humanidad presente. Habíanllegado, por ejemplo, a construirenormes viviendas con rocas de litio; yel sudor de sus cuerpos oxidaba elaluminio en copos semejantes al amiantoincandescente.

Su estructura blanda era unaconsecuencia del medio poco sólido enque tomaron origen, así como de la

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ligereza específica de los continentesque habitaban. Poseían también laaptitud anfibia; pero como debíanresistir aquellas temperaturas, ymantenerse en formas definidas bajo lapresión de la profunda atmósfera, suestructura manteníase en su mismafluidez.

Esbozos de hombres, más bien quehombres propiamente dichos, o especiesde monos gigantescos y huecos, tenían lafacilidad de reabsorberse en esferas degelatina o la de expandirse comofantasmas hasta volverse casi unaniebla. Esto último constituía su tacto,pues necesitaban incorporar los objetos

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a su ser, envolviéndolos enteramentepara sentirlos. En cambio, poseían ladoble vista de los sonámbulosactuales[1]. Carecían de olfato, gusto yoído. Eran perversos y formidables, lospeores monstruos de aquella primitivacreación. Sabían emanar de sus fluidosorganismos, seres cuya vida era brevepero dañina, semejantes a las carroñascon los gusanos. Fueron los gigantes deque hablan las leyendas.

Construían sus ciudades como loscaracoles sus conchas, de modo quecada vivienda era una especie decaparazón exudado por su habitante.Así, las casas resultaban grupos de

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bóvedas, y las ciudades parecíancúmulos de nubes brillantes. Eran tanaltas como éstas, pero no se destacabanen el cielo azul, pues el azul no existíaentonces, porque faltaba el aire. Laatmósfera sólo se coloreaba deanaranjado y de rojo.

Apenas dos o tres especies de avescuyas alas no tenían plumas, sinoescamas como las de las mariposas, ycuyo tornasol preludiaba el oroinexistente, remontaban su vuelo por laatmósfera fosfórica.

Era ella tan elevada, y el vuelo tanvasto, que las llevaba cerca de la luna.El arrebato magnético del astro solía

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embriagarlas; y como éste poseíaentonces una atmósfera en contacto conla terrestre, afrontábanla en ímpetutemerario yendo a caer exánimes sobresus campos de hielo.

Una vegetación de hongos y delíquenes gigantes arraigaba en las aúnmal seguras tierras; y no lejanos todavíadel animal, en la primitiva confusión delos orígenes, algunos sabían trasladarsepor medio de tentáculos; tenían otros, aguisa de espinas, picos de ave, queestaban abriéndose y cerrándose; otrosfosforecían a cualquier roce; otrosfrutaban verdaderas arañas que se ibancaminando y producían huevos de los

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cuales brotaba otra vez el vegetalprogenitor. Eran singularmentepeligrosos los cactus eléctricos quesabían proyectar sus espinas.

Los elementos terrestres seencontraban en perpetua instabilidad.Surgían y fracasaban por momentosdisparatadas alotropías[2]. La presiónenorme apenas dejaba solidificarseescasos cuerpos. Las rocas actualesdormían el sueño de la inexistencia. Laspiedras preciosas no eran sino coloresen las fajas del espectro.

Así las cosas, sobrevino lacatástrofe que los hombres llamarondespués diluvio; pero ella no fue una

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inundación acuosa, si bien la causó unainvasión del elemento líquido. El aguatuvo intervención de otro modo.

Ahora bien: es sabido que loscuerpos, bajo ciertas circunstancias,pueden variar sus caracteres específicoshasta perderlos casi todos conexcepción del peso; y esto es lo querecibe el nombre de alotropía. Elejemplo clásico del fósforo rojo y delfósforo blanco debe ser recordado aquí:el blanco es ávido de oxígeno, tóxico yfunde a los 44.º; el rojo es casiindiferente al oxígeno, inofensivo einfusible, sin contar otros caracteres queacentúan la diferencia. Sin embargo, son

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el mismo cuerpo, para no hablar de lasdiversas especies de hierro, de plata,que constituyen también estadosalotrópicos.

Nadie ignora, por otra parte, que elcalor multiplica las afinidades de lamateria, haciendo posibles, por ejemplo,las combinaciones del ázoe y delcarbono con otros cuerpos, cosa que nosucede a la temperatura ordinaria; yconviene recordar, además, que basta lapresencia en un cuerpo de partículaspertenecientes a algunos otros, paracambiar sus propiedades o comunicarlas nuevas, siendo particularmenteinteresante este respecto lo que sucede

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al aluminio puesto en contacto, porchoque con el mercurio; pues basta esopara que se oxide en seco, descompongael agua y sea atacado por los ácidosnítrico y sulfúrico, al revés exactamentede lo que le pasa cuando no existe elcontacto.

A estas causas de variabilidad delos cuerpos es menester añadir lapresión, capaz por sí sola de disgregarlos sólidos hasta licuarlos, cualquieraque sea su maleabilidad, y sin exceptuaral mismo acero; pues más que con lapresión se ha llegado a convertirlo enuna masa blanduzca, trabajándolo conentera comodidad.

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Mencionaré, por último, una extrañapropiedad que los químicos llamanacción catalítica, o en términos vulgares,acción de presencia, por medio de lacual ciertos cuerpos provocancombinaciones de otros sin tomar parteen las mismas. Entre éstos, uno de losmás activos, y el que interviene enmayor número de casos, es el vapor deagua. Los datos que anteceden nos ponenya en situación de explicar el fenómenoal cual están dedicadas estas líneas.

* * *

Sucedió por entonces que la

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atmósfera terrestre, condensándose entorno al globo, empezó a ejercer unaatracción progresiva sobre la atmósferade la luna. Al cabo de cierto tiempo,esta atmósfera no pudo resistir aquellaatracción, y empezó a incorporar con lanuestra sus elementos más ligeros. Lafalta de presión causada por estefenómeno vaporizó los mares de la lunaque estaban helados hacía muchossiglos; y una niebla fría, a muchosgrados bajo nuestro cero termométrico,rodeó el astro muerto como un sudario.

Cierto día, el vapor acuoso seprecipitó en la atmósfera terrestre, y éstavio aumentado su peso en varios miles

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de millones de toneladas. A talfenómeno unióse la acción catalítica delvapor, y entonces fue cuando empezarona disgregarse los sólidos terrestres.

Un ablandamiento progresivo dio atodos la consistencia del yeso; perocuando el fenómeno siguió,deleznándose aquéllos en una especie delodo, empezó la catástrofe. Lasmontañas fueron aplastándose por supropio peso, hasta degenerar enmédanos que el viento arrasaba. Lasmansiones de los gigantes volviéronsepolvo a su vez, y pronto hubo deobservarse con horror que el elementoliquido cambiaba de estado en la forma

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más extraordinaria; secábase sindesaparecer, volviéndose también polvopor la disgregación de sus moléculas, yse confundía con el otro en un solocuerpo, seco y fluido a la vez, sin olor,color ni temperatura.

Lo raro fue que el fenómeno no seefectuaba al mismo tiempo en la materiaorganizada. Esta resistía mejor, sin dudapor su condición semilíquida; perosemejante diferencia comportaba lamuerte violenta en aquella disgregación.Poco después no hubo en el globo otraexistencia que la flotante sobre esaespecie de arenas cósmicas; mas ya lamayor parte de los seres animados había

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muerto de inanición; pues aunque nocomían como nosotros, absorbían delaire sus principios vitales, y el aireestaba cambiado por los elementos de laluna.

Apenas uno que otro gran moluscose revolvía sobre la universal fluidez sinolas, bajo el horror de la atmósferagigantesca, preñada de tósigos mortales,donde se operaba la futura organización.Tampoco pudieron ellos resistir a esascombinaciones, ni adaptarse al estadode disgregación; y, por otra parte, éstelos afectaba a su vez. Ellos fuerontambién disolviéndose hastadesaparecer; y entonces, sobre el ámbito

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del planeta fue la soledad y la negranoche.

Millares de años después, loselementos empezaron a recomponerse.

Formidables tempestades químicasconmovieron el estado crítico la masa, ylos catorce cuerpos primitivosrevivieron, engendrando nuevascombinaciones.

El litio se triplicó en potasio,rubidio y cesio; el fósforo en arsénico,antimonio y bismuto; el carbonoengendró titano y zirconio; el azufre,selenio y teluro…

Los océanos fueron ya de agua, elagua de la luna periódicamente exaltada

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hacia su origen por la armónicadilatación de las mareas. La atmósferase había vuelto de aire semejante alnuestro, aunque saturado de ácidocarbónico.

Ningún ser vivo quedaba de laanterior creación. Hasta sus huellashabían sido destruidas. Pero los vaporesde la luna trajeron consigo gérmenesvivificantes, que el nuevo estado de latierra fue llamando lentamente a laexistencia.

El mar se cubrió de vidasrudimentarias. La costra sólida pululóde hierbas, y el dominio de éstas duróuna edad.

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Pero yo no sabría repetir el enormeproceso. Réstame decir que losprimeros seres humanos fueronorganismos del agua: monstruoshermosos, mitad pez, mitad mujer,llamados después sirenas en lasmitologías. Ellos dominaban el secretode la armonía original y trajeron alplaneta las melodías de la luna queencerraban el secreto de la muerte.

Fueron blancos de carne como elastro materno; y el sodio primitivo quesaturaba su nuevo elemento deexistencia, al engendrar de sí losmetales nobles, hizo vegetar en suscabelleras el oro hasta entonces

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desconocido…… He aquí lo que mi memoria,

millonaria de años, evoca con un sentidohumano, y he aquí lo que he venido adeciros descendiendo de mi región, elcono de sombra de la tierra. Os añadiréestoy condenado a permanecer en éldurante toda la edad del planeta.

* * *

La médium calló, recostandofatigosamente su cabeza sobre elrespaldo del sofá. Y Mr. Skinner, una delas ocho personas que asistían a lasesión, no pudo menos de exclamar en

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las tinieblas:—¡El cono de sombra! ¡El

diluvio…! ¡Disparatada superchería!Nada pudimos replicarle, pues un

estertor de la médium nos distrajo.De su costado izquierdo

desprendíase rápidamente una masatenebrosa, asaz perceptible en lapenumbra. Creció como un globo,proyectó de su seno largos tentáculos, yacabó por desprenderse a modo de unaaraña gigantesca. Siguió dilatándosehasta llenar el aposento, envolviéndonoscomo un mucílago[3] y jadeando con unrumor de queja. No tenía forma definidaen la oscuridad espesada por su

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presencia; pero si el horror se objetivade algún modo, aquello era el horror.

Nadie intentaba moverse ante elespantoso hormigueo de tentáculos desombra que se sentía alrededor, y no sécómo hubiera acabado eso, si la médiumno implora con voz desfallecida:

—¡Luz, luz, Dios mío!Tuve fuerzas para saltar hasta la

llave de la luz eléctrica; y junto con surayo, la masa de sombra estalló sinruido, en una especie de suspiro enorme.

Mirámonos en silencio.Algo como un lodo heladísimo nos

cubría enteramente; y aquello habríabastado para prodigio, si al acudir a su

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lavabo Skinner no realiza un hallazgomás asombroso.

En el fondo de la palangana yacía,no más grande que un ratón, peroacabada de formas y de hermosura,irradiando mortalmente su blancor, unapequeña sirena muerta.

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LOS CABALLOS DEADBERA

Abdera, la ciudad Tracia del Egeo,que actualmente es Balastra y que nodebe ser confundida con su tocayabética, era célebre por sus caballos.

Descollar en Tracia por sus caballosno era poco; y ella descollaba hasta serúnica. Los habitantes todos tenían a galala educación de tan noble animal; y estapasión cultivada a porfía durante largosaños había producido efectosmaravillosos. Los caballos de Abderagozaban de fama excepcional, y todaslas poblaciones tracias, desde los

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cicones hasta los bisaltos, erantributarios en esto de los bistones,pobladores de la mencionada ciudad.Debe añadirse que semejante industria,uniendo el provecho a la satisfacción,ocupaba desde el rey hasta el últimociudadano.

Estas circunstancias habíancontribuido también a intimar lasrelaciones entre el bruto y sus dueños,mucho más de lo que era y es habitualpara el resto de las naciones, llegando aconsiderarse las caballerizas como unensanche del hogar, y extremándose lasnaturales exageraciones, de toda pasión,hasta admitir caballos en la mesa.

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Eran verdaderamente notablescorceles, pero bestias al fin. Otrosdormían en cobertores de biso; algunospesebres tenían frescos sencillos, puesno pocos veterinarios sostenían el gustoartístico de la raza caballar, y elcementerio equino ostentaba entrepompas burguesas, ciertamenterecargadas, dos o tres obras maestras.El templo más hermoso de la ciudadestaba consagrado a Arión, el caballoque Neptuno hizo salir de la tierra conun golpe de su tridente; y creo que lamoda de rematar las proas en cabezas decaballo tenga igual provenencia; siendoseguro, en todo caso, que los bajos

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relieves hípicos fueron el ornamentomás común de toda aquella arquitectura.El monarca era quien se mostraba másdecidido por los corceles, llegandohasta tolerar a los suyos verdaderoscrímenes que los volvieronsingularmente bravíos; de tal modo quelos nombres de Podargos y de Lampónfiguraban en fábulas sombrías; pues esdel caso decir que los caballos teníannombres como personas.

Tan amaestrados estaban aquellosanimales, que las bridas eraninnecesarias; conservándolasúnicamente como adornos, muyapreciados desde luego por los mismos

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caballos. La palabra era el medio usualde comunicación con ellos; yobservándose que la libertad favorecíael desarrollo de sus buenas condiciones,dejábanlos todo el tiempo no requeridopor la albarda o el arnés, en libertad decruzar a sus anchas las magníficaspraderas formadas en el suburbio, a laorilla del Kossínites, para su recreo yalimentación.

A son de trompa los convocabancuando era menester, y así para eltrabajo como para el pienso eranexactísimos. Rayaba en lo increíble suhabilidad para toda clase de juegos decirco y hasta de salón, su bravura en los

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combates, su discreción en lasceremonias solemnes. Así, el hipódromode Abdera tanto como sus compañías devolatines; su caballería acorazada debronce y sus sepelios habían alcanzadotal renombre, que de todas partes acudíagente a admirarlos: mérito compartidopor igual entre domadores y corceles.

Aquella educación persistente, aquelforzado despliegue de condiciones, ypara decirlo todo en una palabra,aquella humanización de la raza equina,iban engendrando un fenómeno que losbistones festejaban como otra glorianacional: la inteligencia de los caballoscomenzaba a desarrollarse pareja con su

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conciencia, produciendo casosanormales que daban pábulo alcomentario general.

Una yegua había exigido espejos ensu pesebre, arrancándolos con losdientes de la propia alcoba patronal ydestruyendo a coces los de tres painelescuando no le hicieron el gusto.Concedido el capricho, daba muestrasde coquetería perfectamente visible.

Balios, el más bello potro de lacomarca, un blanco elegante ysentimental que tenía dos campañasmilitares y manifestaba regocijo ante elrecitado de hexámetros heroicos,acababa de morir de amor por una dama.

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Era la mujer de un general, dueño delenamorado bruto, y por cierto noocultaba el suceso. Hasta se creía quehalagaba su vanidad, siendo esto muynatural por otra parte en la ecuestremetrópoli.

Señalábase igualmente casos deinfanticidio, que aumentando en formaalarmante, fue necesario corregir con lapresencia de viejas mulas adoptivas; ungusto creciente por el pescado y por elcáñamo cuyas plantaciones saqueabanlos animales; y varias rebelionesaisladas que hubo de corregirse, siendoinsuficiente el látigo, por medio delhierro candente. Esto último fue en

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aumento, pues el instinto de rebeliónprogresaba a pesar de todo.

Los bistones, más encantados cadavez con sus caballos, no paraban tintesen eso. Otros hechos más significativosprodujéronse de allí a poco. Dos o tresatalajes habían hecho causa comúncontra un carretero que azotaba su yeguarebelde. Los caballos resistíanse cadavez más al enganche y al yugo, de talmodo que empezó a preferirse el asno.Había animales que no aceptabandeterminado apero; mas comopertenecían a los ricos, se difería a surebelión comentándola mimosamente atítulo de capricho.

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Un día los caballos no vinieron alson de la trompa, y fue menesterconstreñirlos por la fuerza; pero lossubsiguientes, no se reprodujo larebelión.

Al fin ésta ocurrió cierta vez que lamarea cubrió la playa de pescadomuerto como solía suceder. Los caballosse hartaron de eso, y se los vio regresaral campo suburbano con lentitudsombría.

Medianoche era cuando estalló elsingular conflicto.

De pronto un trueno sordo ypersistente conmovió el ámbito de laciudad. Era que todos los caballos se

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habían puesto en movimiento a la vezpara asaltarla; pero esto se supo luego,inadvertido al principio en la sombra dela noche y la sorpresa de lo inesperado.

Como las praderas de pastoreoquedaban entre las murallas, nada pudocontener la agresión; y añadido a esto elconocimiento minucioso que losanimales tenían de los domicilios,ambas cosas acrecentaron la catástrofe.

Noche memorable entre todas, sushorrores sólo aparecieron cuando el díavino a ponerlos en evidencia,multiplicándolos aun.

Las puertas reventadas a cocesyacían por el suelo, dando paso a

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feroces manadas que se sucedían casisin interrupción. Había corrido sangre,pues no pocos vecinos cayeronaplastados bajo el casco y los dientes dela banda en cuyas filas causaronestragos también las armas humanas.

Conmovida de tropeles, la ciudadoscurecíase con la polvareda queengendraban; y un extraño tumultoformado por gritos de cólera o de dolor,relinchos variados como palabras a loscuales mezclábase uno que otrodoloroso rebuzno, y estampidos decoces sobre las puertas atacadas, unía suespanto al pavor visible de la catástrofe.Una especie de terremoto incesante

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hacía vibrar el suelo con el trote de lamasa rebelde, exaltado a ratos como enráfaga huracanada por, frenéticostropeles sin dirección y sin objeto; pueshabiendo saqueado todos los plantíos decáñamo y hasta algunas bodegas quecodiciaban aquellos corcelespervertidos por los refinamientos de lamesa, grupos de animales ebriosaceleraban la obra de destrucción. Y porel lado del mar era imposible huir. Loscaballos, conociendo la misión de lasnaves, cerraban el acceso del puerto.

Sólo la fortaleza permanecíaincólume y empezábase a organizar enella la resistencia. Por lo pronto

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cubríase de dardos a todo caballo quecruzaba por allá; y cuando caía cerca,era arrastrado al interior como vitualla.

Entre los vecinos refugiadoscirculaban los más extraños rumores. Elprimer ataque no fue sino un saqueo.Derribadas las puertas, las manadasintroducíanse en las habitaciones,atentas sólo a las colgaduras suntuosascon que intentaban revestirse, a las joyasy objetos brillantes. La oposición a susdesignios fue lo que suscitó su furia.

Otros hablaban de monstruososamores, de mujeres asaltadas yaplastadas en sus propios lechos conímpetu bestial; y hasta se señalaba una

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noble doncella que sollozando narrabaentre dos crisis su percance: eldespertar en la alcoba a la media luz dela lámpara, rozados sus labios por lainnoble jeta de un potro negro querespingaba de placer el belfo enseñandosu dentadura asquerosa; su grito depavor ante aquella bestia convertida enfiera, con el resplandor humano ymalévolo de sus ojos incendiados delubricidad; el mar de sangre con que lainundara al caer atravesado por laespada de un servidor…

Mencionábanse varios asesinatos enque las yeguas se habían divertido consaña femenil, despachurrando a

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mordiscos las víctimas. Los asnoshabían sido exterminados, y las mulassubleváronse también, pero con torpezainconsciente, destruyendo por destruir, yparticularmente encarnizadas contra losperros.

El tronar de las carreras locasseguía estremeciendo la ciudad, y elfragor de los derrumbes iba aumentando.Era urgente organizar una salida, pormás que el número y la fuerza de losasaltantes la hiciera singularmentepeligrosa, si no se quería abandonar laciudad a la más insensata destrucción.

Los hombres empezaron a armarse;mas, pasado el primer momento de

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licencia, los caballos habíanse decididoa atacar también.

Un brusco silencio precedió alasalto. Desde la fortaleza distinguían elterrible ejército que se congregaba, nosin trabajo, en el hipódromo. Aquellotardó varias horas, pues cuando todoparecía dispuesto, súbitos corcovos yagudísimos relinchos cuya causa eraimposible discernir, desordenabanprofundamente las filas.

El sol declinaba ya, cuando seprodujo la primera carga. No fue, si sepermite la frase, más que unademostración, pues los animaleslimitáronse a pasar corriendo frente a la

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fortaleza. En cambio, quedaronacribillados por las saetas de losdefensores.

Desde el más remoto extremo de laciudad lanzáronse otra vez, y su choquecontra las defensas fue formidable. Lafortaleza retumbó entera bajo aquellatempestad de los cascos, y sus reciasmurallas dóricas quedaron, a decirverdad, profundamente trabajadas.

Sobrevino un rechazo, al cualsucedió muy luego un nuevo ataque.

Los que demolían eran caballos ymulos herrados que caían a docenas;pero sus filas cerrábanse conencarnizamiento furioso, sin que la masa

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pareciera disminuir. Lo peor era quealgunos habían conseguido vestir susbardas de combate en cuya malla deacero se embotaban los dardos. Otrosllevaban jirones de tela vistosa, otroscollares; y pueriles en su mismo furor,ensayaban inesperados retozos.

Desde las murallas los conocían.¡Dinos, Aethon, Ameteo, Xanthos! Yellos saludaban, relinchabangozosamente, enarcaban la cola,cargando en seguida con fogososrespingos. Uno, un jefe ciertamente,irguióse sobre sus corvejones, caminóasí un trecho manoteando gallardamenteal aire como si danzara un marcial

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balisteo, contorneando el cuello conserpentina elegancia, hasta que un dardose le clavó en medio del pecho…

Entretanto, el ataque iba triunfando.Las murallas empezaban a ceder.

Súbitamente una alarma paralizó alas bestias. Unas sobre otras,apoyándose en ancas y lomos, alargaronsus cuellos hacia la alameda quebordeaba la margen del Kossínites; y losdefensores volviéndose hacia la mismadirección, contemplaron un tremendoespectáculo.

Dominando la arboleda negra,espantosa sobre el cielo de la tarde, unacolosal cabeza de león miraba hacia la

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ciudad. Era una de esas fierasantediluvianas cuyos ejemplares, cadavez más raros, devastaban de tiempo entiempo los montes Ródopes. Mas nuncase había visto nada tan monstruoso, puesaquella cabeza dominaba los más altosárboles, mezclando a las hojas teñidasde crepúsculo las greñas de su melena.

Brillaban claramente sus enormescolmillos, percibíanse sus ojosfruncidos ante la luz, llegaba en el hálitode la brisa su olor bravío. Inmóvil entrela palpitación del follaje, herrumbradapor el sol casi hasta dorarse sugigantesca crin, alzábase ante elhorizonte como uno de esos bloques en

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que el pelasgo, contemporáneo de lasmontañas, esculpió sus bárbarasdivinidades.

Y de repente empezó a andar, lentocomo el océano. Oíase el rumor de lafronda que su pecho apartaba, su alientode fragua que iba sin duda a estremecerla ciudad cambiándose en rugido.

A pesar de su fuerza prodigiosa y desu número, los caballos sublevados noresistieron semejante aproximación. Unsolo ímpetu los arrastró por la playa, endirección a la Macedonia, levantando unverdadero huracán de arena y deespuma, pues no pocos disparábanse através de las olas.

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En la fortaleza reinaba el pánico.¿Qué podrían contra semejante enemigo?¿Qué gozne de bronce resistiría a susmandíbulas? ¿Qué muro a sus garras…?

Comenzaban ya a preferir el pasadoriesgo (al fin era una lucha contrabestias civilizadas) sin aliento ni paraenflechar sus arcos, cuando el monstruosalió de la alameda.

No fue un rugido lo que brotó de susfauces, sino un grito de guerra humano:el bélico ¡alalé! de los combates, al querespondieron con regocijo triunfal loshoyohei y los hoyotohó de la fortaleza.

¡Glorioso prodigio!Bajo la cabeza del felino, irradiaba

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luz superior el rostro de un numen; ymezclados soberbiamente con la flavapiel, resaltaban su pecho marmóreo, susbrazos de encina, sus muslosestupendos.

Y un grito, un solo grito de libertad,de reconocimiento, de orgullo, llenó latarde:

—¡Hércules, es Hércules que llega!

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VIOLA ACHERONTIA

Lo que deseaba[1] aquel extrañojardinero era crear la flor de la muerte.Sus tentativas remontaban a diez años,con éxito negativo, siempre, porqueconsiderando al vegetal sin alma,ateníase exclusivamente a la plástica.Injertos, combinaciones, todo habíaensayado. La producción de la rosanegra ocupóle un tiempo; pero nada sacóde sus investigaciones. Despuésinteresáronlo las pasionarias y lostulipanes, con el único resultado de doso tres ejemplares monstruosos, hasta queBernardin de Saint-Pierre[2] lo puso en

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el buen camino, enseñándole cómopuede haber analogías entre la flor y lamujer encinta, supuestas ambas capacesde recibir por “antojo” imágenes de losobjetos deseados.

Aceptar este audaz postuladoequivalía a suponer en la planta uncoeficiente mental suficientementeelevado para recibir, concretar yconservar una impresión; en unapalabra, para sugestionarse conintensidad parecida a la de un organismoinferior. Esto era, precisamente, lo quehabía llegado a comprobar nuestrojardinero.

Según él, la marcha de los vástagos

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en las enredaderas obedecía a unadeliberación seguida por resolucionesque daban origen a una serie de tanteos.De aquí las curvas y acodamientos,caprichosos al parecer, las diversasorientaciones y adaptaciones adiferentes planos, que ejecutan las guías,los gajos, las raíces. Un sencillo sistemanervioso presidía esas oscurasfunciones. Había también en cada plantasu bulbo cerebral y su corazónrudimentario, situados respectivamenteen el cuello de la raíz y en el tronco. Lasemilla, es decir, el ser resumido para laprocreación, lo dejaba ver con todaclaridad. El embrión de una nuez tiene la

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misma forma del corazón, siendo asazparecida al cerebro la de loscotiledones. Las dos hojas rudimentariasque salen de dicho embrión recuerdancon bastante claridad dos ramasbronquiales cuyo oficio desempeñan enla germinación.

Las analogías morfológicas[3]

suponen casi siempre otras de fondo; ypor esto la sugestión ejerce unainfluencia más vasta de lo que se creesobre la forma de los seres. Algunosclarovidentes de la historia natural,como Michelet[4] y Fríes, presintieronesta verdad, que la experiencia vaconfirmando. El mundo de los insectos

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pruébalo enteramente. Los pájarosostentan colores más brillantes en lospaíses cuyo cielo es siempre puro(Gould). Los gatos blancos y de ojosazules son comúnmente sordos(Darwin). Hay peces que llevanfotografiadas en la gelatina de su dorsolas olas del mar (Strindberg). El girasolmira constantemente al astro del día, yreproduce con fidelidad su núcleo, susrayos y sus manchas (Saint-Pierre).

He aquí un punto de partida. Baconen su Novum Organum[5] establece queel canelero y otros odoríferos colocadoscerca de lugares fétidos retienenobstinadamente el aroma, rehusando su

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emisión; para impedir que se mezcle conlas exhalaciones graves…

Lo que ensayaba el extraordinariojardinero con quien iba a verme era unasugestión sobre las violetas. Habíalasencontrado singularmente nerviosas, locual demuestra, agregaba, la afección yel horror siempre exagerados que lesprofesan las histéricas, y quería llegar ahacerlas emitir un tósigo mortal sin oloralguno: una ponzoña fulminante eimperceptible. Qué se proponía conello, si no era puramente unaextravagancia, permaneció siempremisterioso para mí.

Encontré un anciano de porte

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sencillo, que me recibió con cortesíacasi humilde. Estaba enterado de mispretensiones, por lo cual entablamosacto continuo la conversación sobre eltema que nos acercaba.

Quería sus flores como un padre,manifestando fanática adoración porellas. Las hipótesis y datos consignadosmás arriba fueron la introducción denuestro diálogo; y como el hombrehallara en mí un conocedor, se encontrómás a sus anchas.

Después de haberme expuesto susteorías con rara precisión, me invitó aconocer sus violetas.

—He procurado —decía mientras

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íbamos— llevarlas a la producción delveneno que deben exhalar, por unaevolución de su propia naturaleza; yaunque el resultado ha sido otro,comporta una verdadera maravilla; sincontar con que no desespero de obtenerla exhalación mortífera. Pero ya hemosllegado; véalas usted.

Estaban al extremo del jardín, en unaespecie de plazoleta rodeada de plantasextrañas. Entre las hojas habituales,sobresalían sus corolas, que al prontotomé por pensamientos, pues erannegras.

—¡Violetas negras! —exclamé.—Sí, pues; había que empezar por el

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color, para que la idea fúnebre grabaramejor en ellas. El negro es, salvo algunafantasía china, el color natural delluto[6], puesto que lo es de la noche, valedecir, de la tristeza, de la disminuciónvital y del sueño, hermano de la muerte.Además, estas flores no tienen perfume,conforme a mi propósito, y éste es otroresultado producido por un efecto decorrelación. El color negro parece ser,en efecto, adverso al perfume; y así tieneusted que sobre mil ciento noventa y tresespecies de flores blancas, hay cientosetenta y cinco perfumadas y docefétidas; mientras que sobre dieciochoespecies de flores negras, hay diecisiete

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inodoras y una fétida. Pero esto no es lointeresante del asunto. Lo maravillosoestá en otro detalle, que requiere,desgraciadamente, una largaexplicación…

—No tema usted —respondí—; misdeseos de aprender son todavía mayoresque mi curiosidad.

—Oiga usted, entonces, cómo heprocedido.

Primeramente debí proporcionar amis flores un medio favorable para eldesarrollo de la idea fúnebre; luego,sugerirles esta idea por medio de unasucesión de fenómenos; después, ponersu sistema nervioso en estado de recibir

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la imagen y fijarla; por último, llegar ala producción del veneno, combinandoen su ambiente y en su savia diversostósigos vegetales. La herencia seencargaría del resto.

Las violetas que usted ve pertenecena una familia cultivada bajo ese régimendurante diez años. Algunoscruzamientos, indispensables paraprevenir la degeneración, han debidoretardar un tanto el éxito final de mitentativa. Y digo éxito final, porqueconseguir la violeta negra e inodora esya un resultado.

Sin embargo, ello no es difícil;redúcese a una serie de manipulaciones

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en las que entra por base el carbono conel objeto de obtener una variedad deañilina. Suprimo el detalle de lasinvestigaciones a que debí entregarmesobre las toluidinas y los xilenos[7],cuyas enormes series me llevarían muylejos, vendiendo por otra parte misecreto. Puedo darle, no obstante, unindicio: el origen de los colores quellamamos añilinas es una combinaciónde hidrógeno y carbono; el trabajoquímico posterior se reduce a fijaroxígeno y nitrógeno, produciendo losálcalis artificiales cuyo tipo es laañilina, y obteniendo derivados despuésAlgo semejante he hecho yo. Usted sabe

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que la clorofila es muy sensible, y a estose debe más de un resultadosorprendente. Exponiendo matas dehiedra a la luz solar, en un sitio dondeésta entraba por aberturas romboidalessolamente, he llegado a alterar la formade su hoja, tan persistente, sin embargo,que es el tipo geométrico de la curvacisoides; y luego, es fácil observar quelas hierbas rastreras de un bosque sedesarrollan imitando los arabescos de laluz a través del ramaje…

Llegamos ahora al procedimientocapital. La sugestión que ensayo sobremis flores es muy difícil de efectuar,pues las plantas tienen su cerebro

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debajo de tierra: son seres inversos. Poresto me he fijado más en la influenciadel medio como elemento fundamental.Obtenido el color negro de las violetas,estaba conseguida la primera notafúnebre. Planté luego en torno losvegetales que usted ve: estramonio,jazmín y belladona[8]. Mis violetasquedaban, así, sometidas a influenciasquímica y fisiológicamente fúnebres. Lasolanina es, en efecto, un venenonarcótico; así como la daturina contienehioscyamina y Atropina, dos alcaloidesdilatadores de la pupila que producen lamegalopsia, o sea, el agrandamiento delos objetos. Tenía, pues, los elementos

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del sueño y de la alucinación, es decir,dos productores de pesadillas; de modoque a los efectos específicos del colornegro, del sueño y de las alucinaciones,se unía el miedo. Debo añadirle quepara redoblar las impresionesalucinantes, planté además beleño, cuyoveneno radical es precisamente lahioscyamina[9].

—¿Y de qué sirve, puesto que la florno tiene ojos? —pregunté.

—Ah, señor; no se ve únicamentecon los ojos —replicó el anciano—. Lossonámbulos ven con los dedos de lamano y con la planta de los pies. Noolvide usted que aquí se trata de una

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sugestión.Mis labios rebosaban de objeciones;

pero callé, por ver hasta dónde iba allevarnos el desarrollo de tan singularteoría.

—La solanina y la daturina —prosiguió mi interlocutor— seaproximan mucho a los venenoscadavéricos (ptomainas y leucomainas)que exhalan olores de jazmín y de rosa.Si la belladona y el estramonio me danaquellos cuerpos, el olor estásuministrado por el jazminero y por eserosal cuyo perfume aumento, conforme auna observación de de Candolle,sembrando cebollas en sus cercanías[10].

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El cultivo de las rosas está ahora muyadelantado, pues los injertos han hechoprodigios; en tiempo de Shakespeare seinjertó recién las primeras rosas enInglaterra…

Aquel recuerdo, que tendía a halagarvisiblemente mis inclinacionesliterarias, me conmovió.

—Permítame —dije— que admirede paso su memoria verdaderamentejuvenil.

—Para extremar aun la influenciasobre mis flores —continuó él sonriendovagamente—, he mezclado a losnarcóticos plantas cadavéricas. Algunosarum y orchis, una stapelia[11] aquí y

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allá, pues sus olores y colores recuerdanlos de la carne corrompida. Las violetassobreexcitadas por su excitaciónamorosa natural, dado que la flor es unórgano de reproducción, aspiran elperfume de los venenos cadavéricosañadido al olor del cadáver mismo;sufren la influencia soporífica de losnarcóticos que las predisponen a lahipnosis, y la megalopsia alucinante delos venenos dilatadores de la pupila. Lasugestión fúnebre comienza así aefectuarse con toda intensidad; perotodavía aumento la sensibilidad anormalen que la flor se encuentra por lainmediación de esas potencias

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vegetales, aproximándole de tiempo entiempo una mata de valeriana y deespuelas de caballero, cuyo cianuro lairrita notablemente. El etileno de la rosacolabora también en este sentido.Llegamos ahora al punto culminante delexperimento, pero antes deseo hacerleesta advertencia: el ¡ay! humano es ungrito de la naturaleza.

Al oír este brusco aparte, la locurade mi personaje se me presentóevidente; pero él, sin darme tiempo apensarlo bien siquiera, prosiguió:

—El ¡ay! es, en efecto, unainterjección de todos los tiempos. Perolo curioso es que entre los animales

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sucede también así. Desde el perro, unvertebrado superior, hasta la esfingecalavera, una mariposa, el ¡ay! es unamanifestación de dolor y de miedo.Precisamente el extraño insecto queacabo de nombrar, y cuyo nombreproviene de que lleva dibujada unacalavera en el coselete, recuerda bien lafauna lúgubre en la cual el ¡ay! escomún. Fuera inútil recordar a losbúhos; pero sí debe mencionarse a eseextraviado de las selvas primitivas, elperezoso, que parece llevar el dolor desu decadencia en el ¡ay! específico alcual debe uno de sus nombres…

Y bien; exasperado por mis diez

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años de esfuerzos, decidí realizar antelas flores escenas crueles que lasimpresionaran más aun, sin éxitotambién; hasta que un día…

… Pero aproxímese, juzgue porusted mismo.

Su cara tocaba las negras flores, ycasi obligado hice lo propio. Entonces—cosa inaudita— me pareció percibirdébiles quejidos. Pronto hube deconvencerme. Aquellas flores sequejaban, en efecto, y de sus corolasoscuras surgía una pululación depequeños ayes muy semejantes a los deun niño. La sugestión habíase operadoen forma completamente imprevista, y

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aquellas flores, durante toda su breveexistencia, no hacían sino llorar.

Mi estupefacción había llegado alcolmo, cuando de repente una ideaterrible me asaltó. Recordé que, al decirde la hechicería, la mandrágora[12] lloratambién cuando se la ha regado con lasangre de un niño y con una sospechaque me hizo palidecer horriblemente, meincorporé.

—Como las mandrágoras —dije.—Como las mandrágoras —repitió

él, palideciendo aun más que yo. Ynunca hemos vuelto a vernos. Pero miconvicción de ahora es que se trata deun verdadero bandido, de un perfecto

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hechicero de otros tiempos, con susvenenos y sus flores de crimen. ¿Llegaráa producir la violeta mortífera que sepropone? ¿Debo entregar su nombremaldito a la publicidad…?

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YZUR

Compré el mono en el remate de uncirco que había quebrado.

La primera vez que se me ocurriótentar la experiencia a cuyo relató estándedicadas estas líneas fue una tarde,leyendo no sé dónde que los naturales deJava atribuían la falta de lenguajearticulado en los monos a la abstención,no a la incapacidad. “No hablan, decían,para que no los hagan trabajar”.

Semejante idea, nada profunda alprincipio, acabó por preocuparme hastaconvertirse en este postuladoantropológico: los monos fueron

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hombres que por una u otra razóndejaron de hablar. El hecho produjo laatrofia de sus órganos de fonación y delos centros cerebrales del lenguaje;debilitó casi hasta suprimirla la relaciónentre unos y otros, el idioma de laespecie en el grito inarticulado, y elhumano primitivo descendió a seranimal[1].

Claro está que si llegara ademostrarse esto quedarían explicadasdesde luego todas las anomalías quehacen del mono un ser tan singular; peroello no tendría sino una demostraciónposible: volver el mono al lenguaje.

Entre tanto había corrido el mundo

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con el mío, vinculándolo cada vez máspor medio de peripecias y aventuras. EnEuropa llamó la atención, y, de haberloquerido, llego a darle la celebridad deu n Cónsul[2] pero mi seriedad dehombre de negocios mal se avenía contales payasadas.

Trabajado por mi idea fija dellenguaje de los monos, agoté toda labibliografía concerniente al problema,sin ningún resultado apreciable. Sabíaúnicamente, con entera seguridad, queno hay ninguna razón científica paraque el mono no hable. Esto llevabacinco años de meditaciones.

Yzur (nombre cuyo origen nunca

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pude descubrir, pues lo ignorabaigualmente su anterior patrón), Yzur eraciertamente un animal notable. Laeducación del circo, bien que reducidacasi enteramente al mimetismo, habíadesarrollado mucho sus facultades; yesto era lo que me incitaba más aensayar sobre él mi en aparienciadisparatada teoría.

Por otra parte, sábese que elchimpancé (Yzur lo era) es entre losmonos el mejor provisto de cerebro yuno de los más dóciles, lo cualaumentaba mis probabilidades. Cadavez que lo veía avanzar en dos pies, conlas manos a la espalda para conservar el

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equilibrio, y su aspecto de marineroborracho, la convicción de suhumanidad detenida se vigorizaba en mí.

No hay a la verdad razón algunapara que el mono no articuleabsolutamente. Su lenguaje natural, esdecir, el conjunto de gritos con que secomunica a sus semejantes, es asazvariado; su laringe, por más distinta queresulte de la humana, nunca lo es tantocomo la del loro, que habla, sinembargo; y en cuanto a su cerebro, fuerade que la comparación con el de esteúltimo animal desvanece toda duda,basta recordar que el del idiota estambién rudimentario, a pesar de lo cual

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hay cretinos que pronuncian algunaspalabras. Por lo que hace a lacircunvolución de Broca[3], depende, esclaro, del desarrollo total del cerebro;fuera de que no está probado que ellasea fatalmente el sitio de localizacióndel lenguaje. Si es el caso delocalización mejor establecido enanatomía, los hechos contradictorios sondesde luego incontestables.

Felizmente, los monos tienen, entresus muchas malas condiciones, el gustopor aprender, como lo demuestra sutendencia imitativa; la memoria feliz, lareflexión que llega hasta una profundafacultad de disimulo, y la atención

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comparativamente más desarrollada queen el niño. Es, pues, un sujetopedagógico de los más favorables.

El mío era joven además, y essabido que la juventud constituye laépoca más intelectual del mono,parecido en esto al negro. La dificultadestribaba solamente en el método queemplearía para comunicarle la palabra.

Conocía todas las infructuosastentativas de mis antecesores; y está demás decir que, ante la competencia dealgunos de ellos y la nulidad de todossus esfuerzos, mis propósitos fallaronmás de una vez; cuando el tanto pensarsobre aquel tema fue llevándome a esta

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conclusión:Lo primero consiste en desarrollar

el aparato de fonación del mono.Así es, en efecto, como se procede

con los sordomudos antes de llevarlos ala articulación; y no bien hubereflexionado sobre esto, cuando lasanalogías entre el sordomudo y el monosé agolparon en mi espíritu.

Primero de todo, su extraordinariamovilidad mímica que compensa allenguaje articulado, demostrando que nopor dejar de hablar se deja de pensar,así haya disminución de esta facultadpor la paralización de aquélla. Después,otros caracteres más peculiares por ser

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más específicos: la diligencia en eltrabajo, la fidelidad, el coraje,aumentados hasta la certidumbre porestas dos condiciones cuya comunidades verdaderamente reveladora: lafacilidad para los ejercicios deequilibrio y la resistencia al mareo.

Decidí, entonces, empezar mi obracon una verdadera gimnasia de loslabios y de la lengua de mi mono,tratándolo en esto como a un sordomudo.En lo restante, me favorecería el oídopara establecer comunicaciones directasde palabra, sin necesidad de apelar altacto. El lector verá que en esta parteprejuzgaba con demasiado optimismo.

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Felizmente, el chimpancé es detodos los grandes monos el que tienelabios más movibles; y en el casoparticular, habiendo padecido Yzur deanginas, sabía abrir la boca para que sela examinaran.

La primera inspección confirmó enparte mis sospechas. La lenguapermanecía en el fondo de su boca,como una masa inerte, sin otrosmovimientos que los de la deglución. Lagimnasia produjo luego su efecto, pues alos dos meses ya sabía sacar la lenguapara burlar. Esta fue la primera relaciónque conoció entre el movimiento de sulengua y una idea; una relación

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perfectamente acorde con su naturaleza,por otra parte.

Los labios dieron más trabajo, pueshasta hubo que estirárselos con pinzas;pero apreciaba —quizá por miexpresión— la importancia de aquellatarea anómala y la acometía con viveza.Mientras yo practicaba los movimientoslabiales que debía imitar, permanecíasentado, rascándose la grupa con subrazo vuelto hacia atrás y guiñando enuna concentración dubitativa, oalisándose las patillas con todo el airede un hombre que armoniza sus ideaspor medio de ademanes rítmicos. Al finaprendió a mover los labios.

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Pero el ejercicio del lenguaje es unarte difícil, como lo prueban los largosbalbuceos del niño, que lo llevan,paralelamente con su desarrollointelectual, a la adquisición del hábito.Está demostrado, en efecto, que elcentro propio de las inervacionesvocales se halla asociado con el de lapalabra en forma tal, que el desarrollonormal de ambos depende de suejercicio armónico; y esto ya lo habíapresentido en 1785 Heinicke, el inventordel método oral para la enseñanza de lossordomudos, como una consecuenciafilosófica. Hablaba de una“concatenación dinámica de las ideas”,

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frase cuya profunda claridad honraría amás de un psicólogo contemporáneo.

Yzur se encontraba, respecto allenguaje, en la misma situación del niñoque antes de hablar entiende ya muchaspalabras; pero era mucho más apto paraasociar los juicios que debía poseersobre las cosas, por su mayorexperiencia de la vida.

Estos juicios, que no debían ser sólode impresión, sino también inquisitivosy disquisitivos, a juzgar por el carácterdiferencial que asumían, lo cual suponeun raciocinio abstracto, le daban ungrado superior de inteligencia muyfavorable por cierto a mi propósito.

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Si mis teorías parecen demasiadoaudaces, basta con reflexionar que elsilogismo, o sea, el argumento lógicofundamental, no es extraño a la mente demuchos animales. Como que elsilogismo es originariamente unacomparación entre dos sensaciones. Sino, ¿por qué los animales que conocenal hombre huyen de él, y no aquellos quenunca lo conocieron…?

Comencé, entonces, la educaciónfonética de Yzur.

Tratábase de enseñarle primero lapalabra mecánica, para llevarloprogresivamente a la palabra sensata.

Poseyendo el mono la voz, es decir,

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llevando esto de ventaja al sordomudo,con más ciertas articulacionesrudimentarias, tratábase de enseñarle lasmodificaciones de aquélla, queconstituyen los fonemas y suarticulación, llamada por los maestrosestática o dinámica, según que se refieraa las vocales o a las consonantes.

Dada la glotonería del mono, ysiguiendo en esto un método empleadopor Heinicke con los sordomudos,decidí asociar cada vocal con unagolosina: a con papa; e con leche; i convino; o con coco; u con azúcar, haciendode modo que la vocal estuviesecontenida en el nombre de la golosina,

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ora con dominio único y repetido comoen papa, coco, leche, ora reuniendo losdos acentos, tónico y prosódico, esdecir, como sonido fundamental: vino,azúcar.

Todo anduvo bien mientras se tratóde las vocales, o sea, los sonidos que seforman con la boca abierta. Yzur losaprendió en quince días. La u fue lo quemás le costó pronunciar.

Las consonantes diéronme un trabajoendemoniado; y a poco hube decomprender que nunca llegaría apronunciar aquellas en cuya formaciónentran los dientes y las encías. Suslargos colmillos le estorbaban

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enteramente.El vocabulario quedaba reducido,

entonces, a las cinco vocales; la b, la k,la m, la g, la f y la c, es decir, todasaquellas consonantes en cuya formaciónno intervienen sino el paladar y lalengua.

Aun para esto no me bastó el oído.Hube de recurrir al tacto como con unsordomudo, apoyando su mano en mipecho y luego en el suyo para quesintiera las vibraciones del sonido.

Y pasaron tres años sin conseguirque formara palabra alguna. Tendía adar a las cosas, como nombre propio, elde la letra cuyo sonido predominaba en

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ellas. Esto era todo.En el circo había aprendido a ladrar,

como los perros, sus compañeros detareas; y cuando me veía desesperar antelas vanas tentativas para arrancarle lapalabra, ladraba fuertemente comodándome todo lo que sabía. Pronunciabaaisladamente las vocales y consonantes,pero podía asociarlas. Cuando más,acertaba con una repetición vertiginosade pes y de emes.

Por despacio que fuera, se habíaoperado un gran cambio en su carácter.Tenía menos movilidad en las facciones,la mirada más profunda, y adoptabaposturas meditabundas. Había

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adquirido, por ejemplo, la costumbre decontemplar las estrellas. Su sensibilidadse desarrollaba igualmente; íbaselenotando una gran facilidad de lágrimas.

Las lecciones continuaban coninquebrantable tesón, aunque sin mayoréxito. Aquello había llegado aconvertirse en una obsesión dolorosa, ypoco a poco sentíame inclinado aemplear la fuerza. Mi carácter ibaagriándose con el fracaso, hasta asumiruna sorda animosidad contra Yzur. Estese intelectualizaba más, en el fondo desu mutismo rebelde, y empezaba aconvencerme de que nunca lo sacaría deallí, cuando supe de golpe que no

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hablaba porque no quería.El cocinero, horrorizado, vino a

decirme una noche que habíasorprendido al mono “hablandoverdaderas palabras”. Estaba, según sunarración, acurrucado junto a unahiguera de la huerta; pero el terror leimpedía recordar lo esencial de esto, esdecir, las palabras. Sólo creía retenerd o s : cama y pipa. Casi le doy depuntapiés por su imbecilidad.

No necesito decir que pasé la nocheposeído de una gran emoción; Y lo queen tres años no había cometido, el errorque todo lo echó a perder, provino delenervamiento de aquel desvelo, tanto

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como de mi excesiva curiosidad.En vez de dejar que el mono llegara

naturalmente a la manifestación dellenguaje, llamélo al día siguiente yprocuré imponérsela por obediencia.

No conseguí sino las pes y las emescon que me tenía harto, las guiñadashipócritas y —Dios me perdone— unacierta vislumbre de ironía en la azogadaubicuidad de sus muecas[4].

Me encolericé, y sin consideraciónalguna le di de azotes. Lo único quelogré fue su llanto y un silencio absolutoque excluía hasta los gemidos.

A los tres días cayó enfermo, en unaespecie de sombría demencia

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complicada con síntomas de meningitis.Sanguijuelas, afusiones frías, purgantes,revulsivos cutáneos, alcoholaturo debriona, bromuro: toda la terapéutica delespantoso mal le fue aplicada. Luchécon desesperado brío, a impulsos de unremordimiento y de un temor. Aquél porcreer a la bestia una víctima de micrueldad; éste por la suerte del secretoque quizá se llevaba a la tumba.

Mejoró al cabo de mucho tiempo,quedando, no obstante, tan débil, que nopodía moverse de la cama. Laproximidad de la muerte habíaloennoblecido y humanizado. Sus ojos,llenos de gratitud, no se separaban de

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mí, siguiéndome por toda la habitacióncomo dos bolas giratorias, aunqueestuviese detrás de él; su mano buscabalas mías en una intimidad deconvalecencia. En mi gran soledad, ibaadquiriendo rápidamente la importanciade una persona.

El demonio del análisis, que no essino una forma del espíritu deperversidad, impulsábame, sin embargo,a renovar mis experiencias. En realidad,el mono había hablado. Aquello nopodía quedar así.

Comencé muy despacio, pidiéndolelas letras que sabía pronunciar. ¡Nada!Dejélo solo durante horas, espiándolo

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por un agujerillo del tabique. ¡Nada!Habléle con oraciones breves,procurando tocar su fidelidad o suglotonería. ¡Nada! Cuando aquéllas eranpatéticas, los ojos se le hinchaban dellanto. Cuando le decía una frasehabitual, como el “yo soy tu amo” conque empezaba todas mis lecciones, o el“tú eres mi mono” con que completabami anterior afirmación, para llevar a suespíritu la certidumbre de una verdadtotal, él asentía cerrando los párpados;no producía un sonido, ni siquierallegaba a mover s labios.

Había vuelto a la gesticulación comoúnico medio de comunicarse conmigo; y

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este detalle, unido a sus analogías conlos sordomudos, redoblaba misprecauciones, pues nadie ignora la granpredisposición de estos últimos a lasenfermedades mentales. Por momentosdeseaba que se volviera loco, a ver si eldelirio rompía al fin su silencio.

Su convalecencia seguíaestacionaria. La misma flacura, la mismatristeza. Era evidente que estabaenfermo de inteligencia y de dolor. Suunidad orgánica habíase roto al impulsode una cerebración anormal, y día más,día menos, aquel era caso perdido.

Mas, a pesar de la mansedumbre queel progreso de la enfermedad aumentaba

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en él, su silencio, aquel desesperantesilencio provocado por miexasperación, no cedía. Desde un oscurofondo de tradición petrificada eninstinto, la raza imponía su milenariomutismo al animal, fortaleciéndose devoluntad atávica en las raíces mismas desu ser. Los antiguos hombres de la selva,que forzó al silencio, es decir, alsuicidio intelectual, quién sabe québárbara injusticia, mantenían su secretoformado por misterios de bosque yabismos de prehistoria, en aquelladecisión ya inconsciente, peroformidable con la inmensidad de sutiempo.

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Infortunios del antropoide retrasadoen la evolución cuya delantera tomaba elhumano con un despotismo de sombríabarbarie, habían, sin duda, destronado alas grandes familias cuadrumanas deldominio arbóreo de sus primitivosedenes, raleando sus filas, cautivandosus hembras para organizar la esclavituddesde el propio vientre materno, hastainfundir a su impotencia de vencidas elacto de dignidad mortal que las llevabaa romper con el enemigo el vínculosuperior también, pero infausto de lapalabra, refugiándose como salvaciónsuprema en la noche de la animalidad.

Y qué horrores, qué estupendas

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sevicias[5] no habrían cometido losvencedores con la semibestia en trancede evolución, para que ésta, después dehaber gustado el encanto intelectual quees el fruto paradisíaco de las biblias, seresignara a aquella claudicación de suestirpe en la degradante igualdad de losinferiores; a aquel retroceso quecristalizaba por siempre su inteligenciaen los gestos de un automatismo deacróbata; a aquella gran cobardía de lavida que encorvaría eternamente, comoen distintivo bestial, sus espaldas dedominado, imprimiéndole esemelancólico azoramiento que permaneceen el fondo de su caricatura.

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He aquí lo que al borde mismo deléxito había despertado mi malhumor enel fondo del limbo atávico. A través delmillón de años, la palabra, con suconjuro, removía la antigua almasimiana; pero contra esa tentación queiba a víolar las tinieblas de laanimalidad protectora, la memoriaancestral, difundida en la especie bajoun instintivo horror, oponía tambiénedad sobre edad como una muralla.

Yzur entró en agonía sin perder elconocimiento. Una dulce agonía a ojoscerrados, con respiración débil, pulsovago, quietud absoluta, que sólointerrumpía para volver de cuando en

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cuando hacia mí, con su desgarradoraexpresión de eternidad, su cara de viejomulato triste. Y la última tarde, la tardede su muerte, fue cuando ocurrió la cosaextraordinaria que me ha decidido aemprender esta narración.

Habíame dormitado a su cabecera,vencido por el calor y la quietud delcrepúsculo que empezaba, cuando sentíde pronto que me asían por la muñeca.

Desperté sobresaltado. El mono, conlos ojos muy abiertos, se moríadefinitivamente aquella vez, y suexpresión era tan humana, que meinfundió horror; pero su mano, sus ojos,me atraían con tanta elocuencia hacia él,

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que hube de inclinarme inmediato a surostro; y entonces, con su último suspiro,el último suspiro que coronaba ydesvanecía a la vez mi esperanza,brotaron —estoy seguro— brotaron enun murmullo (¿cómo explicar el tono deuna voz que ha permanecido sin hablardiez mil siglos?) estas palabras cuyahumanidad reconciliaba las especies:

—AMO, AGUA. AMO, MI AMO…

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LA ESTATUA DE SAL

He aquí[1] cómo refirió el peregrinola verdadera historia del monjeSosístrato:

—Quien no ha pasado alguna vezpor el monasterio de San Sabas[2] digaque no conoce la desolación. Imaginaosun antiquísimo edificio situado sobre elJordán[3], cuyas aguas saturadas dearena amarillenta se deslizan ya casiagotadas hacia el Mar Muerto por entrebosquecillos de terebintos y manzanosde Sodoma[4]. En toda aquella comarcano hay más que una palmera cuya copasobrepasa los muros del monasterio.

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Una soledad infinita, sólo turbada detarde en tarde por el paso de algunosnómadas que trasladan sus rebaños; unsilencio colosal que parece bajar de lasmontañas, cuya eminencia amuralla elhorizonte. Cuando sopla el viento deldesierto, llueve arena impalpable;cuando el viento es del lago, todas lasplantas quedan cubiertas de sal. Elocaso y la aurora confúndense en unamisma tristeza. Sólo aquellos que debenexpiar grandes crímenes arrostransemejantes soledades. En el convento sepuede oír misa y comulgar. Los monjes,que no son ya más que cinco, y todos porlo menos sexagenarios, ofrecen al

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peregrino una modesta colación dedátiles fritos, uvas, agua del río yalgunas veces vino de palmera. Jamássalen del monasterio, aunque las tribusvecinas los respetan porque son buenosmédicos. Cuando muere alguno, losepultan en las cuevas que hay debajo, ala orilla del río, entre las rocas. En esascuevas anidan ahora parejas de palomasazules, amigas del convento; antes, haceya muchos años, habitaron en ellas losprimeros anacoretas, uno de los cualesfue el monje Sosístrato, cuya historia heprometido contaros. Ayúdeme NuestraSeñora del Carmelo y vosotros escuchadcon atención. Lo que vais a oír me lo

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refirió palabra por palabra el hermanoPorfirio, que ahora está sepultado en unade las cuevas de San Sabas, dondeacabó su santa vida a los ochenta añosen la virtud y la penitencia. Dios lo hayaacogido en su gracia. Amén.

* * *

Sosístrato era un monje armenio, quehabía resuelto pasar su vida en lasoledad con varios jóvenes compañerossuyos de vida mundana, reciénconvertidos a la religión delcrucificado. Pertenecía, pues, a la fuerteraza de los estilitas[5]. Después de largo

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vagar por el desierto, encontraron un díalas cavernas de que os he hablado y seinstalaron en ellas. El agua del Jordán,los frutos de una pequeña hortaliza quecultivaban en común, bastaban parallenar sus necesidades. Pasaban los díasorando y meditando. De aquellas grutas,surgían columnas de plegarias, quecontenían con su esfuerzo la vacilantebóveda de los cielos próxima adesplomarse sobre los pecados delmundo. El sacrificio de aquellosdesterrados, que ofrecían diariamente lamaceración de sus carnes y la pena desus ayunos a la justa ira de Dios, paraaplacarla, evitaron muchas pestes,

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guerras y terremotos. Esto no lo sabenlos impíos que ríen con ligereza de laspenitencias de los cenobitas[6]. Y, sinembargo, los sacrificios y oraciones delos justos son las claves del techo deluniverso.

Al cabo de treinta años deausteridad y silencio, Sosístrato y suscompañeros habían alcanzado lasantidad. El demonio, vencido, aullabade impotencia bajo el pie de los santosmonjes. Estos fueron acabando sus vidasuno tras otro, hasta que al fin Sosístratose quedó solo. Estaba muy viejo, muypequeñito. Se había vuelto casitransparente. Oraba arrodillado quince

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horas diarias, y tenia revelaciones. Dospalomas amigas traíanle cada tardealgunos granos de granada y se losdaban a comer con el pico. Nada másque de eso vivía; en cambio, olía biencomo un jazminero por la tarde[7]. Cadaaño, el viernes doloroso, encontraba aldespertar, en la cabecera de su lecho deramas, una copa de oro llena de vino yun pan, con cuyas especies comulgabaabsorbiéndose en éxtasis inefables.Jamás se le ocurrió pensar de dóndevendría aquello, pues bien sabía que elSeñor Jesús puede hacerlo. Yaguardando con unción perfecta el díade su ascensión a la bienaventuranza,

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continuaba soportando sus años. Desdehacía más de cincuenta, ningúncaminante había do por allí.

Pero una mañana, mientras el monjerezaba con sus palomas, éstas, asustadasde pronto, echaron a volarabandonándolo. Un peregrino acababade llegar a la entrada de la caverna.Sosístrato, después de saludarlo consantas palabras, lo invitó a reposarindicándole un cántaro de agua fresca.El desconocido bebió con ansia, comosi estuviese anonadado de fatiga; ydespués de consumir un puñado de frutassecas que extrajo de su alforja, oró encompañía del monje.

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Trascurrieron siete días. Elcaminante refirió su peregrinación desdeCesárea hasta las orillas del MarMuerto, terminando la narración con unahistoria que preocupó a Sosístrato.

—He visto los cadáveres de lasciudades malditas —dijo una noche suhuésped—; he mirado humear el marcomo una hornalla, y he contempladolleno de espanto a la mujer de sal, lacastigada esposa de Lot[8]. La mujer estáviva, hermano mío, y yo la he escuchadogemir y la he visto sudar al sol del:mediodía.

—Cosa parecida cuenta Juvencus[9]

en su tratado De Sodoma —dijo en voz

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baja Sosístrato.—Sí, conozco el pasaje —añadió el

peregrino—. Algo más definitivo hay enél todavía; y de ello resulta que laesposa de Lot ha seguido siendofisiológicamente mujer. Yo he pensadoque sería obra de caridad libertarla desu condena…

—Es la justicia de Dios —exclamóel solitario.

—¿No vino Cristo a redimir tambiéncon su sacrificio los pecados del antiguomundo? —replicó suavemente elviajero, que parecía docto en letrassagradas—. ¿Acaso el bautismo no lavaigualmente el pecado contra la Ley que

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el pecado contra el Evangelio…?Después de estas palabras, ambos

entregáronse al sueño. Fue aquella laúltima noche que pasaron juntos. Alsiguiente día el desconocido partió,llevando consigo la bendición deSosístrato; y no necesito deciros que, apesar de sus buenas apariencias, aquelfingido peregrino era Satanás enpersona.

El proyecto del maligno fue sutil.Una preocupación tenaz asaltó desdeaquella noche el espíritu del santo.¡Bautizar la estatua de sal, libertar de susuplicio aquel espíritu encadenado! Lacaridad lo exigía, la razón argumentaba.

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En esta lucha trascurrieron meses, hastaque por fin el monje tuvo una visión. Unángel se le apareció en sueños y leordenó ejecutar el acto.

Sosístrato oró y ayunó tres días, y enla mañana del cuarto, apoyándose en subordón de acacia, tomó, costeando elJordán, la senda del Mar Muerto. Lajornada no era larga, pero sus piernascansadas apenas podían sostenerlo. Asímarchó durante dos días. Las fielespalomas continuaban alimentándolocomo de ordinario, y él rezaba mucho,profundamente, pues aquella resoluciónafligíalo en extremo. Por fin, cuando suspies iban a faltarle, las montañas se

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abrieron y el lago apareció.Los esqueletos de las ciudades

destruidas iban poco a pocodesvaneciéndose. Algunas piedrasquemadas era todo lo que restaba ya:trozos de arcos, hileras de adobescarcomidos por la sal y cimentados enbetún… El monje reparó apenas ensemejantes restos, que procuró evitar afin de que sus pies no se manchasen a sucontacto. De repente, todo su viejocuerpo tembló. Acababa de advertirhacia el sur, fuera ya de los escombros,en un recodo de las montañas desde elcual apenas se los percibía, la silueta dela estatua.

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Bajo su manto petrificado, que eltiempo había roído, era larga y finacomo un fantasma. El sol brillaba conlímpida incandescencia, calcinando lasrocas, haciendo espejear la capa salobreque cubría las hojas de los terebintos.Aquellos arbustos, bajo lareverberación meridiana, parecían deplata. En el cielo no había una solanube. Las aguas amargas dormían en sucaracterística inmovilidad. Cuando elviento soplaba, podía escucharse enellas, decían los peregrinos, cómo selamentaban los espectros de lasciudades.

Sosístrato se aproximó a la estatua.

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El viajero había dicho verdad. Unahumedad tibia cubría su rostro. Aquellosojos blancos, aquellos labios blancos,estaban completamente inmóviles bajola invasión de la piedra en el sueño desus siglos. Ni un indicio de vida salía deaquella roca. El sol la quemaba contenacidad implacable, siempre igualdesde hacía miles de años; y sinembargo, ¡esa efigie estaba viva, puestoque sudaba! Semejante sueño resumía elmisterio de los espantos bíblicos. Lacólera de Jehová había pasado sobreaquel ser, espantosa amalgama de carney de peñasco. ¿No era temeridad elintento de turbar ese sueño? ¿No caería

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el pecado de la mujer maldita sobre elinsensato que procuraba redimirla?Despertar el misterio es una locuracriminal, tal vez una tentación delinfierno. Sosístrato, lleno de congoja, searrodilló a orar en la sombra de unbosquecillo…

Cómo se verificó el acto, no os lovoy a decir. Sabed únicamente que,cuando el agua sacramental cayó sobrela estatua, la sal se disolvió lentamente,y a los ojos del solitario apareció unamujer, vieja como la eternidad, envueltaen andrajos terribles, de una lividez deceniza, flaca y temblorosa, llena desiglos. El monje, que había visto al

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demonio sin miedo, sintió el pavor deaquella aparición. Era el pueblo réprobolo que se levantaba en ella. ¡Esos ojosvieron la combustión de los azufresllovidos por la cólera divina sobre laignominia de las ciudades; esos andrajosestaban tejidos con el pelo de loscamellos de Lot; esos pies hollaron lascenizas del incendio del Eterno! Y laespantosa mujer le habló con su vozantigua.

Ya no recordaba nada. Sólo unavaga visión del incendio, una sensacióntenebrosa despertada a la vista de aquelmar. Su alma estaba vestida deconfusión. Había dormido mucho, un

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sueño negro como el sepulcro. Sufría sinsaber por qué, en aquella sumersión depesadilla. Ese monje acababa desalvada. Lo sentía. Era lo único claro ensu visión reciente. Y el mar… elincendio… la catástrofe… las ciudadesardidas… Todo aquello se desvanecíaen una clara visión de muerte. Iba amorir. Estaba salvada, pues. ¡Y era elmonje quien la había salvado!

Sosístrato temblaba, formidable.Una llama roja incendiaba sus pupilas.El pasado acababa de desvanecerse enél, como si el viento de fuego hubierabarrido su alma. Y sólo esteconvencimiento ocupaba su conciencia:

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¡la mujer de Lot estaba allí! El soldescendía hacia las montañas. Púrpurasde incendio manchaban el horizonte. Losdías trágicos revivían en aquel aparatode llamaradas. Era como unaresurrección del castigo, reflejándosepor segunda vez sobre las aguas del lagoamargo. Sosístrato acababa deretroceder en los siglos. Recordaba.Había sido actor en la catástrofe. Y esamujer… ¡esa mujer le era conocida!

Entonces un ansia espantosa lequemó las carnes. Su lengua habló,dirigiéndose a la espectral resucitada:

—Mujer, respóndeme una solapalabra.

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—Habla… Pregunta…—¿Responderás?—Sí; habla. ¡Me has salvado!Los ojos del anacoreta brillaron,

como si en ellos se concentrase elresplandor que incendiaba las montañas.

—Mujer, dime qué viste cuando turostro se volvió para mirar.

Una voz anudada de angustia lerespondió:

—Oh, no… Por Elohim[10], ¡noquieras saberlo!

—¡Dime qué viste!—No… no… ¡Sería el abismo!—Yo quiero el abismo.—Es la muerte…

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—¡Dime qué viste!—¡No puedo… no quiero!—Yo te he salvado.—No… no…El sol acababa de ponerse.—¡Habla!La mujer se aproximó. Su voz

parecía cubierta de polvo; se apagaba,se crepusculizaba, agonizando.

—¡Por las cenizas de tus padres…!—¡Habla!Entonces aquel espectro aproximó su

boca al oído del cenobita y dijo unapalabra. Y Sosístrato, fulminado,anonadado, sin arrojar un grito, cayómuerto. Roguemos a Dios por su alma.

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EL PSYCHON

El doctor Paulin[1], ventajosamenteconocido en el mundo científico por eldescubrimiento del telectróscopo, elelectroide y el espejo negro[2], de loscuales hablaremos algún día, llegó aesta capital hará próximamente ochoaños, de incógnito, para evitarmanifestaciones, que su modestiarepudiaba. Nuestros médicos y hombresde ciencia leerán correctamente elnombre del personaje, que disimulo bajoun patronímico supuesto, tanto porcarecer de autorización para publicarlocuanto porque el desenlace de este

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relato ocasionaría polémicas, que miignorancia no sabría sostener en campocientífico.

Un reumatismo vulgar, aunquerebelde a todo tratamiento, me hizoconocer al doctor Paulin cuando todavíaera aquí un forastero. Cierto amigo,miembro de una sociedad de estudiospsíquicos a quien venía recomendadodesde Australia el doctor, nos puso enrelaciones. Mi reumatismo desapareciómediante un tratamiento helioterápicooriginal del médico; y la gratitud haciaél, tanto como el interés que susexperiencias me causaban, convirtiónuestra aproximación en amistad,

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desarrollando un sincero afecto.Una ojeada preliminar sobre las

mencionadas experiencias servirá deintroducción explicativa, necesaria parala mejor comprensión de lo que sigue.

El doctor Paulin era, ante todo, unfísico distinguido. Discípulo deWroblewski en la Universidad deCracovia, habíase dedicado conpreferencia al estudio de la licuación delos gases, problema que, planteadoimaginativamente por Lavoisier, debíaquedar resuelto luego por Faraday,Cagniard-Latour y Thilorier[3]. Pero noera éste el único género deinvestigaciones en que sobresalía el

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doctor. Su profesión se especializaba enel mal conocido terreno de laterapéutica sugestiva[4], siendo dignoémulo de los Charcot, losDumontpallier, los Landolt, los Luys; yaparte el sistema helioterápico citadomás arriba, mereció ser consultado porGuimbail y por Branly repetidas veces,sobre temas tan delicados como laconductibilidad de los neurones, cuyaley recién determinada entonces porambos sabios era el caso palpitante dela ciencia.

Forzoso es confesar, no obstante,que el doctor Paulin adolecía de undefecto grave. Era espiritualista,

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teniendo, para mayor pena, la franquezade confesado. Siempre recordaré a esterespecto el final de una carta que dirigióen julio del 98 al profesor Elmer Gates,de Washington, contestando otra en lacual éste le comunicaba particularmentesus experiencias sobre la sugestión enlos perros y sobre la “dirigación”, o sea,la acción modificadora ejercida por lavoluntad sobre determinadas partes delorganismo.

“Y bien, sí —decía el doctor—;tenéis razón para vuestras conclusiones,que acabo de ver publicadas junto con elrelato de vuestras experiencias en elNew York Medical Times. El espíritu es

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quien rige los tejidos orgánicos y lasfunciones fisiológicas, porque es élquien crea esos tejidos y asegura sufacultad vital. Ya sabéis si me sientoinclinado a compartir vuestra opinión”,etc.

Así, el doctor Paulin era mirado dereojo por las academias. Como aCrookes, como a de Rochas[5], loaceptaban con agudas sospechas. Sólofaltaba la estampilla materialista paraque le expidieran su diploma de sabio.

¿Por qué estaba en Buenos Aires eldoctor Paulin? Parece que a causa deuna expedición científica con la queprocuraba coronar ciertos estudios

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botánicos aplicados a la medicina.Algunas plantas que por mi intermedioconsiguió, entre otras la jarilla, cuyaspropiedades emenagogas[6] habíale yodescrito, dieron pie para una súplica aque su amabilidad defirió de buengrado. Le pedí autorización para asistira sus experimentos, siendo testigo deellos desde entonces.

Tenía el doctor, en el pasaje X, unlaboratorio al cual se llegaba por la salade consultas. Todos cuantos loconocieron recordarán perfectamenteeste y otros detalles, pues nuestrohombre era tan sabio como franco y nohacía misterio de su existencia. En aquel

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laboratorio fue donde una noche,hablando con el doctor sobre lasprescripciones rituales que afectan a loscleros de todo el mundo, obtuve unaexplicación singular de cierto hecho queme traía muy atareado.

Comentábamos la tonsura[7], cuyaexplicación yo no hallaba, cuando eldoctor me lanzó de pronto esteargumento que no pretendo discutir:

—Sabe usted que las exhalacionesfluídicas del hombre son percibidas porlos sensitivos en forma de resplandores,rojos los que emergen del lado derecho,azulados los que se desprenden delizquierdo. Esta ley es constante, excepto

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en los zurdos, cuya polaridad se trueca,naturalmente, lo mismo para el sensitivoque para el imán. Poco antes deconocerlo, experimentando sobre esehecho con Antonia, la sonámbula quenos sirvió para ensayar el electroide, mehallé en presencia de un hecho quellamó extraordinariamente mi atención.La sensitiva veía desprenderse de mioccipucio una llama amarilla, queondulaba alargándose hasta treintacentímetros de altura. La persistenciacon que la muchacha afirmaba estehecho me llenó de asombro. No podíasiquiera presumir una sugestióninvoluntaria, pues en este género de

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investigaciones empleo el método deldoctor Luys, hipnotizando solamente lasretinas para dejar libre la facultadracional.

El doctor se levantó de su asiento yempezó a pasearse por la habitación.

—Con el interés que se explica anteun fenómeno tan inesperado, ensayé elotro día una experiencia con cincomuchachos pagados al efecto. Antoniano vio en ninguno la misteriosa llama,aunque sí las aureolas ordinarias; mascuál no sería mi sorpresa al oírlaexclamar en presencia del portero, donFrancisco, usted sabe, llamado por mícomo último recurso: “El señor sí la

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tiene, clarita pero menos brillante”.Cavilé dos días sobre aquel fenómeno;hasta que de pronto, por ese hábito de nodesperdiciar detalle adquirido ensemejantes estudios, me ocurrió una ideaque, ligeramente ridícula primero, notardó en volverse aceptable.

Chupó vigorosamente su cigarro ycontinuó:

—Tengo la costumbre de operarllevando puesto mi fez casero[8]; lacalvicie me obliga a esta incorrección…Cuando Antonia vio sobre mi cabeza elfulgor amarillo, estaba sin gorro,habiéndomelo quitado por el excesivocalor. ¿No habría sido el cabello de los

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muchachos lo que impidió la emisión dela llama? Según Fugairon, la capacórnea que constituye la epidermis esmal conductor de la electricidad animal;de modo que el pelo, sustancia córneatambién, posee idéntica propiedad.Además, don Francisco es calvo comoyo, y la coincidencia del fenómeno enambos autorizaba una presunciónatendible. Mis investigacionesposteriores la confirmaron plenamente; yahora comprenderá usted la razón de serde la tonsura. Los sacerdotes primitivosobservarían sobre la cabeza de algunosa p ó s t o l e s electrógenos, diremos,aceptando un término de reciente

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creación, el resplandor que Antoniapercibía en las nuestras. El hecho, deMoisés acá, no es raro en lascronologías legendarias. Luego senotaría el obstáculo que presentaba elcabello, y se establecería el hábito derapar aquel punto del cráneo por dondesurgía el fulgor, a fin de que estefenómeno, cuyo prestigio se infiere,pudiera manifestarse con todaintensidad. ¿Le parece convincente miexplicación?

—Me parece, por lo menos, taningeniosa como la de Volney [9], paraquien la tonsura es el símbolo del sol…

Tenía la costumbre de contradecirlo

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así, indirectamente, para que llegasehasta el fin en sus explicaciones.

—Podría usted citar, asimismo, lade Brillat-Savarin[10], según el cual seha prescrito la tonsura a los monjes paraque tengan fresca la cabeza —replicó eldoctor entre picado y sonriente—. Noobstante, hay algo más —prosiguióanimándose—. Desde mucho tiempoantes proyectaba una experiencia sobreesas emanaciones fluídicas, sobre lalohé, para usar la expresión deReichenbach, su descubridor: queríaobtener el espectro de esos fulgores. Lointenté, haciéndome describir por lasensitiva, minuciosamente, todos los

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fenómenos…—¿… Y qué resulta? —pregunté

entusiasmado.—Resulta una raya verde en el

índigo para la coloración roja, y dosnegras en el verde para la coloraciónazul. En cuanto a la amarilla descubiertapor mí, el resultado es extraordinario.Antonia dice ver en el rojo una rayavioleta claro.

—¡Absurdo!—Lo que usted quiera; pero yo le he

presentado un espectro, y ella me haindicado en él la posición de la raya queve o cree ver. Según estos datos, y contodas las suposiciones de error posible,

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creo que esa raya es la número 5567. Deser así, habría una identidad curiosa;pues la raya 5567 coincidiríaexactamente con la hermosa raya número4 de la aurora boreal…

—¡Pero, doctor, todo esto esfantasía pura! —exclamé alarmado poraquellas ideas vertiginosas.

—No, amigo mío. Esto significaríasencillamente que el polo es algo asícomo la coronilla del planeta (!).

Poco después de la conversaciónque he referido y cuya última fraseconcluyó entre la más afable sonrisa deldoctor Paulin, éste me leyó una tarde,entusiasmado, las primeras noticias

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sobre la licuación del hidrógenoefectuada por Dewar en mayo de aquelaño, y sobre el descubrimiento hechoalgunos días después por Travers yRamsay, de tres elementos nuevos en elaire: el krypton, el neón y elmetargón[11], aplicando precisamente elprocedimiento de licuación de los gases;y a propósito de estos hechos recuerdoaún su frase de labor y de combate:

—No; no es posible que yo muerasin ligar mi nombre a uno de estosdescubrimientos, que son la gloria deuna vida. Mañana mismo continuaré misexperiencias.

Desde el siguiente día púsose a

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trabajar, en efecto, con ardor febril; yaunque yo debía estar curado deasombro ante sus éxitos, no pude menosde estremecerme cuando una tarde medijo con voz tranquila:

—¿Creerá usted que he visto conmis propios ojos esa raya en el espectrodel neón?

—¿De veras? —dije con evidentedescortesía.

—De veras. Creo que la tal raya meha puesto en buen camino. Pero a fin desatisfacer su curiosidad, me es menesterhablarle de ciertas indagaciones que hemantenido reservadas.

Agradecí calurosamente y me

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dispuse a oír con avidez. El doctorempezó:

—Aunque las noticias sobre lalicuación del hidrógeno eran hartobreves, mis conocimientos en la materiame permitieron completarlas,bastándome modificar el aparato deOlzewski, que uso en la preparación delaire líquido. Aplicando después elprincipio de la destilación fraccionada,obtuve, como Travers y Ramsay, losespectros del kryptón, el neón y elmetargón. Dispuse luego extraer estoscuerpos, por si aparecía algún espectronuevo en el residuo, y efectivamente,cuando ya no quedó más, vi aparecer la

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raya mencionada.—¿Y cómo se opera la extracción?—Evaporando lentamente el aire

líquido, y recogiendo en un recipiente elgas desprendido por esa evaporación. Situviera aquí una máquina Linde que mesuministrara sesenta kilogramos de airelíquido por hora, podría operar en granescala; pero he debido contentarme conuna producción de ochocientoscentímetros cúbicos. Obtenido el gas enel recipiente, lo trato por el cobrecalentado para retirar el oxígeno, y poruna mezcla de cal con magnesio paraabsorber el ázoe. Queda, pues, aisladoel argón; y entonces es cuando aparece

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la doble raya verde del kryptón,descubierta por Ramsay. Licuando elargón aislado, y sometiéndolo a unaevaporación lenta, los productos de ladestilación suministran en el tubo deGeissler[12] una luz rojo-anaranjada, connuevas rayas, que por la interposiciónde una botella de Leyden[13] aumentan,caracterizando el espectro del neón. Sila destilación prosigue, se obtiene unproducto sólido de evaporación muylenta, cuyo espectro se caracteriza pordos líneas, una verde y la otra amarilla,denunciando la existencia del metargóno eosium, según propone Berthelot[14].Hasta aquí, es todo lo que se sabe.

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—¿Y la raya violeta?—Vamos a verla dentro de algunos

instantes. Sepa usted, entretanto, quepara llegar a resultados iguales yoprocedo de otro modo. Retiro el oxígenoy el ázoe por medio de las sustanciasindicadas; luego el argón y el metargóncon hiposulfito de soda; el kryptón enseguida con fosfuro de cinc, y por últimoel neón con ferrocianuro de potasio.Este método es empírico. Queda todavíaen el recipiente un residuo comparable ala escarcha, que se evapora con sumalentitud. El gas resultante es midescubrimiento.

Me incliné ante aquellas palabras

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solemnes.—He estudiado sus constantes

físicas, llegando a determinar algunas.Su, densidad es de 25,03, siendo la deloxígeno de 16, como es sabido. Hedeterminado también la longitud de laonda sonora en ese fluido y el númeroencontrado, permitiéndome evaluar larelación de los calores específicos, queme ha indicado que es monoatómico.Pero el resultado sorprendente está en suespectro, caracterizado por una rayavioleta en el rojo, la raya 5567coincidente con la número 4 de la auroraboreal, la misma que presentaba elfulgor amarillo percibido por Antonia

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sobre mi cabeza.Ante tal afirmación, dejé escapar

esta pregunta inocente:—¿Y qué será ese cuerpo, doctor?Con gran sorpresa mía, el sabio

sonrió satisfecho.—Ese cuerpo… ¡hum! Ese cuerpo

bien podría ser pensamientovolatilizado.

Di un salto en la silla, pero el doctorme impuso silencio con un ademán.

—¿Por qué no? —siguió diciendo—. El cerebro irradia pensamiento enforma de fuerza mecánica, habiendograndes probabilidades de que lo hagatambién en forma fluídica. La llama

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amarilla no sería en este caso más que elproducto de la combustión cerebral, y laanalogía de su espectro con el de lasustancia descubierta por mí me hacecreer que sean algo idéntico. Figúrese,por el consumo diario de pensamiento,la enorme irradiación que debeproducirse. ¿Qué se harían,efectivamente, los pensamientos inútileso extraños, las creaciones de losimaginativos, los éxtasis de los místicos,los ensueños de los histéricos, losproyectos de los ilógicos, todas esasfuerzas cuya acción no se manifiesta porfalta de aplicación inmediata? Losastrólogos decían que los pensamientos

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viven en la luz astral, como fuerzaslatentes susceptibles de actuar endeterminadas condiciones. ¿No seríaesto una intuición del fenómeno que laciencia está en camino de descubrir?Por lo demás, el pensamiento comoentidad psíquica es inmaterial; pero susmanifestaciones deben de ser fluídicas,y esto es quizá lo que he llegado aobtener como un producto delaboratorio.

A horcajadas en su teoría, el doctorlanzábase audazmente por aquellasregiones, desarrollando una temiblelógica, a la que yo intentaba resistir envano.

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—He dado a mi cuerpo el nombre dePsychon —concluyó—: ya comprendeusted por qué. Mañana intentaremos unaexperiencia: licuaremos el pensamiento.(El doctor me agregaba, como se ve, asus experimentos, y me guardé bien derehusar.) Después calcularemos si esposible realizar su oclusión en algúnmetal, y acuñaremos medallas psíquicas.Medallas de genio, de poesía, deaudacia, de tristeza… Luegodeterminaremos su sitio en la atmósfera,llamando “psicósfera”, si se permite laexpresión, a la capa correspondiente…Hasta mañana a las dos, entonces, yveremos lo que resulta de todo esto.

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A las dos en punto estábamos enobra.

El doctor me enseñó su nuevoaparato. Consistía en tres espiralesconcéntricas formadas por tubos decobre y comunicadas entre sí. El gasdesembocaba en la espiral exterior, bajouna presión de seiscientas cuarenta ytres atmósferas, y una temperatura de -136º obtenida por la evaporación deletileno según el sistema circulatorio dePictet; recorriendo las otras dosserpentinas, iba a distenderse en laextremidad inferior de la espiral interna,y atravesando sucesivamente loscompartimientos anulares en que se

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encontraban aquéllas, desembocabacerca de su punto de partida en elextremo superior de la segunda. Elaparato medía en conjunto 0,70 m dealtura por 0,175 m de diámetro. Ladistensión del fluido compresionadoocasionaba el descenso de temperaturarequerido para su licuación, por elmétodo llamado de la cascada, tambiénperteneciente al profesor Pictet[15].

La experiencia comenzó, previos lostrámites del caso que sólo interesarían alos profesionales, siendo por ellosuprimidos.

Mientras el doctor operaba, yo medisponía a escribir los resultados que

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me dictase, en un formulario. Doy acontinuación esas anotaciones tal comolas redactó, en gracia de la precisiónindispensable.

Decía el doctor:“Cuando la distensión llega a

cuatrocientas atmósferas, se obtiene unatemperatura de -237º3 y el fluidodesemboca en un vaso de doblesparedes separadas por un espacio vacíode aire; la pared interior está plateada,para impedir aportes de calor porconvexión o por irradiación”.

“El producto es un líquidotransparente e incoloro que presentacierta analogía con el alcohol.”

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“Las constantes críticas del psychonson, pues, cuatrocientas atmósferas y -237º3.”

“Un hilo de platino cuya resistenciaes de 5038 ohms en el hielo fundente nopresenta más que una de 0.119 en elpsychon hirviendo. La ley de variaciónde la resistencia de este hilo con latemperatura me permite fijar la de laebullición del psychon en -265º.”

—¿Sabe usted lo que quiere deciresto? —me preguntó, suspendiendobruscamente el dictado.

No le respondí; la situación erademasiado grave.

—Esto quiere decir —prosiguió

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como hablando consigo mismo— que yano estaríamos más que a ocho grados delcero absoluto.

Yo me había levantado, y con laansiedad que es de suponer examinabael líquido cuyo menisco se destacabaclaramente en el vaso. ¡Elpensamiento…! ¡El cero absoluto…!Vagaba con cierta lúcida embriaguez enel mundo de las temperaturasimposibles.

Si pudiera traducirse, pensaba, ¿quédiría este poco de agua clara que tengoante mis ojos? ¿Qué oración pura deniño, qué intento criminal, qué proyectosestarán encerrados en este recipiente?

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¿O quizá alguna malograda creación dearte, algún descubrimiento perdido enlas oscuridades del ilogismo…?

El doctor, entretanto, presa de unaemoción que en vano intentaba reprimir,medía el aposento a grandes pasos. Porfin se aproximó al aparato diciendo:

—El experimento está concluido.Rompamos ahora el recipiente para queeste líquido pueda escaparevaporándose. Quién sabe si al retenerlono causamos la congoja de algunaalma…

Practicóse un agujero en la paredsuperior del vaso, y el líquido empezó adescender, mientras el ruido mate de un

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escape se percibía distintamente.De pronto noté en la cara del doctor

una expresión sardónica[16] enteramentefuera de las circunstancias; y casi almismo tiempo, la idea de que sería unainconveniencia estúpida saltar porencima de la mesa acudió a mi espíritu;mas, apenas lo hube pensado, cuando yael mueble pasó bajo mis piernas, no sindarme tiempo para ver que el doctorarrojaba al aire como una pelota su gato,un siamés legítimo, verdadera niña desus ojos. El cuaderno fue a parar conuna gran carcajada en las narices deldoctor, provocando por parte de ésteuna pirueta formidable en honor mío. Lo

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cierto es que durante una hora estuvimoscometiendo las mayores extravagancias,con gran estupefacción de los vecinos aquienes atrajo el tumulto y que no sabíancómo explicarse la cosa. Yo recuerdoapenas que, en medio de la risa, measaltaban ideas de crimen entre unavertiginosa enunciación de problemasmatemáticos. El gato mismo se mezclabaa nuestras cabriolas con un ardorextraño a su apatía tropical, y aquello nocesó sino cuando los espectadoresabrieron de par en par las puertas; puesel pensamiento puro que habíamosabsorbido era seguramente el elixir dela locura.

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El doctor Paulin desapareció al díasiguiente, sin que por mucho tiempo mefuese dado averiguar su paradero.

Ayer, por primera vez, me llegó unanoticia exacta. Parece que ha repetido suexperimento, pues se encuentra enAlemania en una casa de salud.

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ENSAYO DE UNACOSMOGONÍA

EN DIEZ LECCIONES

PROEMIO

Hallándome cierta vez en un paso dela cordillera de los Andes, trabéconocimiento con un caballero que allámoraba desde poco tiempo atrás, porcuenta de cierto sindicato para el cualestaba efectuando una mensura.

Era un hombre alto, moreno, en cuyotipo resaltaba ante todo una grandistinción, a poco acentuada por elencanto de su lenguaje.

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Un accidente montañés, que inutilizópor varios días a mi peón de mano, meobligó a compartir su real de agrimensorcon cierto exceso quizá; pero mi hombremerecía aquel corto sacrificio detiempo, y yo, además, no llevaba prisa.

Arrobado verdaderamente por suconversación, confieso que las horas seme iban sin sentirlo, así las ideasexpresadas por aquellos labios fuesende las más extraordinarias; pero entreellas y su autor había cierta correlaciónde singularidad que las hacíaenteramente aceptables mientras élhablaba.

En el hombre aquél, el tipo era tan

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indefinible como la edad, bien que aprimera vista se le atribuyera unavigorosa juventud y una procedenciaamericana; pero éstas pueden serocurrencias mías en las cuales ruego allector que no insista.

Nuestras pláticas —susconferencias, mejor dicho— dejaron enmi ánimo una gran impresión a la cualcontribuirían ciertamente la soledadinspiradora de las noches andinas, lacomunión de naturaleza que sugería suserenidad, y el silencio divino de lasestrellas; pero cuyo mérito intrínsecobien merecía el estupor de un mortal.

Una de aquellas noches, cerca del

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fuego medio apagado, mientras lospeones reparaban en el sueño las fatigasdel día, escuché la revelación queprocuraré trasmitir tan fielmente comome sea posible, ya que no se me exigiósecreto alguno. Por mucho que difiera delas ideas científicas dominantes, ellector apreciará su concepción profunda,su lógica perfecta, y comprenderá queexplica bastantes cosas con mayorclaridad aun. He meditado bien antes dedecidirme a publicarla, pero doscircunstancias me han impulsado sobretodo. La primera es que, a pesar de lasmás prolijas indagaciones, no he podidoencontrar indicio alguno de aquel casual

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interlocutor, pues todas las señas que medio a su respecto han resultado inciertas;la segunda es la facilidad con que mehizo el confidente de sus revelaciones.Estas dos circunstancias me hacen creerque yo fui tomado como agente paracomunicar tales ideas, papel que aceptodesde luego con la más perfectahumildad.

La ocultación del revelador podríainfundir sospechas; pero el lector veráque ella era innecesaria dada lanaturaleza de sus enseñanzas, y que, entodo caso, responde a la decisión de nodecir más, o a la modestia. Ambas cosasrespetables.

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Para no caer en conjeturas, lo mejorserá abordar cuanto antes el asunto.

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PRIMERA LECCIÓNEL ORIGEN DEL UNIVERSO

La vida, que es la eterna conversiónde las cosas en otras distintas, abarcacon su ley primordial el universo entero.Todas las cosas que son dejarán de ser,y vienen de otras que ya han dejado deser. Tan universal como la vida mismaes esta periodicidad de susmanifestaciones.

El día y la noche, el trabajo y elreposo, la vigilia y el sueño, son, comoquien dice, los polos de la manifestaciónde la vida. Engendrándose unos a otros ypermutándose es como engendran los

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fenómenos. Toda fuerza será inercia ytoda inercia será fuerza. Siendo ambasvida en su esencia, su identidad radicales lo que produce sus permutaciones.

Su diferencia aparenté, lacontradicción en que parecen hallarse,es sencillamente una diferencia demagnitudes: la noche es menos día, y asíen lo demás.

Ahora bien, toda magnitud es unaprogresión y de esto depende que nohaya brusquedad en los cambios deestado de las cosas. Así es como lacontinuidad de la vida se mantiene en laperiodicidad.

Vivir es estar continuamente

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viniendo a ser y dejando de ser. Cadauno de los focos donde esto se opera —átomo o planeta, célula u organismo—es una vida. Ese equilibrio infinitamenteinstable, sin duración puesto que la másmínima permanencia en uno u otro de losestados que lo forman lo anularía ya; ysin tiempo, puesto que es unacoincidencia de ser y de no ser, eseequilibrio es lo que se llama laexistencia. Dejar de existir es acabarseese equilibrio: entrar el ser en un estadoinconcebible. En nuestro universo, loque viene a ser se llama materia, y loque deja de ser se llama energía; peroclaro está que estas cosas figuran aquí

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como entidades abstractas. No obstante,como las manifestaciones polares de lavida se permutan, lo que viene a ser, esdecir, la materia, proviene de la energía,y viceversa.

Si toda magnitud es una progresión,su crecimiento y su decrecimiento debende tener una duración equivalente, y éstees otro carácter de la periodicidad enlas manifestaciones de la vida. Elisocronismo de las oscilacionespendulares materializa en forma visibletal ley.

Estas consideraciones, que en nadaafectan a las ideas científicas yfilosóficas de nuestra época, son

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necesarias para que se comprenda mejorla exposición del sistema cosmogónico.

Un universo que nace es el productode un universo que fue, y basta parademostrarlo, que ese universo hayanacido: ex nihilo nihil.

Los universos acaban comomanifestación material, convirtiéndoseen energía pura según la ley fundamentalde la vida, y en este último estadopermanecen por una duraciónequivalente a la que tuvieron comomateria. Esta duración, que respecto a lamateria es un reposo absoluto en el cualno hay tiempo ni ninguna otra ideaproveniente de la relación de

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magnitudes, pues al no existir la materiano hay magnitud de ningún género, estaduración es la eternidad. Eternidadsignifica, como es sabido, ausencia detiempo.

Semejante estado, que es el noexistir de qué hablábamos más arriba, esun estado inconcebible como decíamostambién. Hay, pues, una imposibilidadabsoluta para especular a su respecto.Sólo podemos saber que es energíaincondicionada.

Los antiguos decían que las tinieblasson luz absoluta; y siendo la luz unaforma de energía, la forma más elevada,mejor dicho, para nuestra percepción,

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luz pura, es decir, energía pura, equivalea aquel estado inconcebible, o sea, a lastinieblas: luz absoluta. La ciencia hablaahora de luz negra, exactamente como elZohar, libro hebreo más antiguo que laBiblia; y esta luz negra parece ser laforma más sutil del éter, teniendo unaabsoluta fuerza de penetración. Resultasuperior a la otra luz, bien que seainvisible.[1]

Trascurrida la duración de ununiverso como energía pura, la ley deperiodicidad lo llama de nuevo a laexistencia material; pero esta nuevaexistencia no será, naturalmente, unarepetición de la antigua. Constituirá, por

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el contrario, una continuación de lasactividades que cesaron al dejar deexistir ese universo, y que hanpermanecido latentes en el seno de laabsoluta energía[2]. De otro modo sevolvería atrás, y la naturaleza nuncavuelve atrás.

¿Pero qué habrá podido ser,supongamos, el universo anterior alnuestro, aquel de que el nuestroprocede?

Siendo una realidad la ley que rigelas manifestaciones de la vida bajodeterminadas formas, la más simpledesviación de ella comporta el cambiode todas esas formas. Así, por ejemplo,

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nuestro universo tiene por base la curva;todo lo presupone en él; todas nuestraspercepciones dependen de este acomodofundamental. Supongamos que en vez deser la curva fuese la recta. El universose convertiría en algo «enteramenteimperceptible para nosotros, y hastapodría coexistir con nuestro universoactual, sin la más mínima sospecha denuestra parte. Ahora, si conjeturamos —lo que es bien posible— otros conceptosgeométricos y otras formas de universos,el problema se simplifica más aun.Quizá el “mundo invisible” que nosrodea y se comunica a veces connosotros bajo formas tan extrañas no sea

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sino esto; y con una existencia tan real,tan material como el nuestro, nos resultedel todo imperceptible.

El universo antecesor del nuestrohabía regresado, pues, a su estado deéter puro, de pura energía, al concluir unciclo de evolución bajo determinadasformas, cuyo desarrollo, al entrar denuevo en el período material,engendraría nuestro universo curvilíneo.

Este determinismo cósmico nadatiene de violento para nuestrosconceptos científicos; y quizá máspronto de lo que se cree lasespeculaciones sobre la cuartadimensión del espacio puedan darnos un

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esquema del origen de nuestrageometría.

Pero lo interesante es describir elproceso de la organización de la materiatal como la conocemos.

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SEGUNDA LECCIÓNEL ORIGEN DE LA FORMA

Cuando el éter puro en que sedisolvió un universo ha tenido unaduración equivalente a la de este último,ocurre en él un cambio de estado. Lavida, ya lo hemos dicho, es un eternocambiar de estado.

La primera manifestación de esto enel éter del cual nuestro universo procedefue un movimiento. Sabemos que lasdiversas manifestaciones de laelectricidad son cambios de estado porel movimiento; de tal modo que bastamover con velocidad uniforme un

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cuerpo cargado de electricidad estáticapara que ésta se vuelva corrientevoltaica; y que basta con variar esavelocidad para producir la inducción: esdecir, tres electricidades distintas.

Ahora bien, los primeros fenómenosdel éter que va a organizarse en materiapresentan una gran analogía con estoscambios de estado, pues la primeramanifestación del éter es, en efecto,electricidad.

Para seguir con la analogía,conviene recordar que la electricidad enel vacío produce los rayos catódicos ylos rayos X. La ciencia acaba dedescubrir los rayos γ, más poderosos

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aun, pues atraviesan todos losobstáculos y no hay fuerza que puedadesviarlos. Este estado todavía malconocido de la electricidad, esta “luz”invisible que sólo presenta una analogíalejana con la luz habitual, es la primeramanifestación material del éter. Eselectricidad puramente dinámica en unaforma que no podemos concebir ahora,según lo prueba su indiferencia antetodos los obstáculos y todas las fuerzas.Es el primer ser del universo, eluniverso mismo, puesto que todas lasformas que han de componerlo serán susdesdoblamientos; y he aquí por qué laantigua sabiduría llamaba a la

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e l e c t r i c i d a d alma del mundo.Representa el mundo de una soladimensión, el mundo de la longitudabsoluta, inconcebible para nosotros ano ser como una mera abstracción.

La propagación de este rayo esrectilínea, pero su forma es ondulada; ya medida que se propaga, vanagrandándose naturalmente susondulaciones. Como el absolutodinamismo posee una tendencia aconvertirse en electricidad[1] estática,pues a esto se debe su manifestación enforma de “luz” y, llega un momento enque las ondulaciones dividen el rayo entrozos venciendo su cohesión; y como

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estas ondulaciones son arcos de círculo,sus extremos, libres de toda solicitaciónpor otras fuerzas, se buscan, se unen yforman ruedas en el espacio.

La ondulación, levísima al principioen el rayo γ, empieza siendo unatendencia hacia la segunda dimensión, lalatitud; pero ésta no alcanzamanifestación real sino al formarse losprimeros círculos. El mundo de lalongitud absoluta, el mundo de unadimensión, era, como es claro, el mundode lo uniforme: un simple movimientosin puntos de referencia, tan abstractopara nosotros como una idea, pero conexistencia real. La transformación de la

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electricidad puramente estática enelectricidad dinámica es, pues, lo queengendra la segunda dimensión —lalatitud— y con ella la superficie, esdecir, la forma.

Esta tendencia de la energía apermanecer, cambiando su movimientoabsoluto en equilibrio, o sea,engendrando el principio de inercia,constituye la fuerza original en elnacimiento y organización de la materia;sin serlo todavía en nuestro supuestouniverso de dos dimensiones, aunque enél existan ya la forma y la magnitud.Predomina en él todavía el dinamismo,pues la materia, es decir, el equilibrio

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de fuerzas que conocemos bajosemejante nombre, no es posible sino enel espacio de tres dimensiones: cuandoel equilibrio entre la electricidadestática y la dinámica engendra latercera dimensión.

Sábese, en efecto, que el únicocarácter constante de la materia, el quepermanece bajo los diversos estadosque ella puede asumir, es el peso; y elpeso no puede existir sin volumen, o, loque es lo mismo, sin la terceradimensión.

Así, pues, las ruedas formadas porla división del rayo original son simplesmanchas de luz en el espacio, pero

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carecen de volumen. Tienen magnitud yforma, pero no son materia aún, pues laforma y la magnitud anteceden a lamateria. Por absurdo que esto puedaparecer, basta recordar la mancha de luzproducida por la reflexión solar en unespejo. Tiene forma y magnitud; pero¿es materia…?[2]

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TERCERA LECCIÓNEL ESPACIO Y EL TIEMPO

Entretanto, el espacio ha nacido conla manifestación de la vida, pues eldinamismo absoluto del éter puroexcluye el espacio. El mundo de unadimensión, que supone un espacio deuna dimensión también, da a éste supropio carácter inconcebible a no sercomo abstracción. Conviene recordarque el concepto del espacio nace paranuestra mente por comparación entremagnitudes de materia y de movimiento;y que siendo así, son éste y aquélla losque engendran el espacio.

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Por incomprensible que sea elespacio, su objetividad es evidente,pues siempre lo concebiremos como uncuerpo, aunque sea ilimitado einmaterial. El hecho de que es algoprueba su objetividad, y desde estepunto de vista su materialidadtambién[1]. Spencer ha demostrado enl o s Primeros principios quecientíficamente equivale a un sólidoperfecto, pues si se le supusiera la másmínima solución de continuidad, latransmisión de la luz sería imposible,por ejemplo; pero como no es un sólido,y como los sólidos tampoco poseen lacontinuidad perfecta que excluiría, por

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otra parte, toda vibración, debe ser algohomogéneo e inmaterial a la vez, desdeel punto de vista de la materiaponderable: el mundo de una dimensión,es decir, la primera manifestación de lavida, que está eternamenteconvirtiéndose en los otros estados máscomplejos.

Precisamente al convertirse en elsegundo estado adquiere el espacio laextensión, si bien continúa siendoinconcebible para nuestra mente.Necesita llegar a la tercera para ser elespacio concebible, el objetoilimitadamente hueco donde todo semueve; pues ésta es nuestra concepción

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intuitiva del espacio.El tiempo es lo mismo que el

espacio esencialmente, si bien no existeen el mundo de una dimensión. Estambién una relación de magnitudes,pero con referencia a la duración de losseres, mientras que el espacio nonecesita de ella para existir. Ahora bien,el rayo absolutamente longitudinal delprimer mundo es eterno comomanifestación vital, puesto que sólopuede concluir en un estado negativo enque no hay espacio ni abstraccionessiquiera: la energía absoluta de dondeprocede; pero las manchas luminosasdel segundo estado de vida pueden

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morir, es decir, transformarse, y aquícabe ya el tiempo. Por lo demás, el rayoprimordial es unidad absoluta comomanifestación vital[2], mientras que lasmanchas son varios seres; cabe ya entreellas la relación de existencia a quedebe la suya el tiempo, pues una puedemorir mientras las otras permanecen,engendrando así la relación.

Tenemos, entonces, que en el mundode dos dimensiones, pobladoúnicamente por estas vastas y sencillasexistencias cósmicas que son lasmanchas de luz, existe ya el espacioc o mo magnitud, si bien no comoextensión[3] todavía; y el tiempo en su

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concepto actual.Podrá objetarse que siendo el

tiempo y el espacio estados deconciencia, nuestras consideracionesson pura dialéctica; pero nosotrosreplicamos —y muy luego se verá eldesarrollo de esto— que todas esasmanifestaciones de la vida, de las cualesproceden el espacio y el tiempo, sonestados de conciencia, puesto que sonpensamientos. Así pues, seguiremos ladescripción del proceso vital de nuestroplaneta[4]

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CUARTA LECCIÓNLOS ÁTOMOS

Las ruedas de luz continúanmoviéndose en el espacio con lavelocidad del rayo de que proceden;pero esta velocidad que era infinita en lalongitud absoluta, lo cual da un caráctermás abstracto aun a ese primer mundode una dimensión, se convierte enrotatoria por la forma circular de lasmanchas. Estas, seres unitarios comoformas, si bien como vidas[1] resultan yacompuestas por el equilibrio de dosfuerzas, constituyen toda la poblacióndel espacio.

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Sin embargo, la luz no era uniformeen todos los puntos de su superficie,pues se debilitaba hacia el centro; ysucedió que los puntos de mayorintensidad fueron los vértices de otrostantos polígonos regulares, primerasformas en la rueda luminosa que era laúnica hasta entonces.

Nuestra electricidad reproduceahora este fenómeno; pues sabido es queen el fluido eléctrico acumulado sobrela superficie de un cuerpo se provoca laformación de polígonos regulares por laproximidad de varios mecheros queionizan[2] la electricidad. Estapropiedad de engendrar en su seno

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formas geométricas por accionesanálogas es común a todos los fluidos,así sean líquidos dispuestos en capasdelgadas, o metales en fusiónbruscamente enfriados: y es ella la que,constituyendo una ley primordial comoacaba de verse, engendra la tendenciahacia la cristalización, que todos lossólidos manifiestan. Pero ya veremosesto mejor en la parte relativa al origende la vida orgánica.

Dichos polígonos son las primerasdiferenciaciones individuales de laenergía absoluta, consistiendo su tareavital en marchar armónica yproporcionalmente con la rotación y la

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traslación de la mancha luminosa dondetoman origen, y en el mismo sentido queella. No existe, pues, para ellos,adelante ni atrás, conservando desdeeste punto de vista la tendencia del rayoprimordial hacia el movimiento en unsolo sentido. Disminuidas o aceleradassus velocidades, la línea que los formase rompe y el ser perece: reingresa en elno ser, que es para él el ser absoluto, elinfinito. Este es el concepto superior dela muerte.

Semejantes seres son lo que ennuestro lenguaje se llama “espíritus”, esdecir, existencias incorpóreas, bien quelimitadas y dinámicas; y así es como

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procediendo la materia de la energíapura localizada en movimiento, enforma, en extensión, el espiritualismoresulta una consecuencia lógica de laorganización universal, y lainmortalidad del alma un fenómenonatural en el universo. Más adelanteveremos que esas fuerzas primordialestienen que ser inteligencias y voluntadesen acción, si la ciencia positiva noquiere caer en el mismo contrasentidoque las religiones, asignando al hombreun papel extranatural.

La vida, que para esos seresrectilíneos es moverse en una soladirección, dinamiza a su paso la luz

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amorfa incorporándola a cada uno deellos, pero sin conservarla en él. Enrealidad, lo único que permanece es laidea de la figura, una existenciapuramente espiritual[3], como que es unaidea solamente, y a la vez inmaterial, sinemociones y sin desgaste. Rotos lospolígonos, se desvanecen en un ánguloinfinito, pues son organismos unitariosen su esencia, bien que ya poseen forma,magnitud y movimiento. Su tarea espreparar la luz amorfa para la futuraatomización, pues estas formasgeométricas superficiales son losesbozos de los átomos.

Las ruedas luminosas han seguido,

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entretanto, su curso por el infinito; perocomo proceden de muchos puntos a lavez, y como su traslación se verifica ensentido rectilíneo bajo el impulso delrayo primordial, hay entre ellasacercamientos y conflictos. Estos no sonotra cosa que la absorción de unasruedas por otras de mayor magnitud ovelocidad, es decir, nuevos cambios deestado equivalentes a nuevas formas devida.

Pero las fuerzas tangenciales queestos choques engendran[4], unidas a unamenor actividad central de las ruedas,por efecto de su propia forma, inicia enéstas un principio de expansión que las

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convierte en lentejas, originando latercera dimensión y por consiguientenuestro espacio. Esta fuerza obra dedentro hacia afuera, hasta convertir laslentejas en esferas huecas, existiendo ennuestro mundo una analogía sencillísimapara objetivar el procedimiento. Nosreferimos a las pompas de jabón, que lafuerza del soplo originario agranda,engendrando a la vez un rapidísimomovimiento rotatorio de sus partículas,perceptible claramente a simple vista[5].

Esta fuerza expansiva transforma lospolígonos absolutamente superficialesen poliedros, es decir, divide la luzdentro de la cual eran formas lineales en

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partículas poliédricas. Ahora bien, si lasruedas de luz conservaban la velocidaddel rayo primordial, y los polígonosformados en ellas marchaban con lamisma velocidad, según hemos visto,como en cada punto donde se hallabandichas figuras dinamizaban la luzamorfa, geometrizándola[6] a la vez enotros tantos polígonos; y como aquellavelocidad era prácticamente infinita,resulta que no había punto de la ruedaque no estuviera contenido en una dedichas formas. Al convertirse éstas enpoliédricas por efecto de la expansiónde toda la masa, que adquirió así latercera dimensión, dicha masa quedó

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formada por poliedros innumerables,que constituyeron los átomos. Las masasfueron lo que conocemosastronómicamente por nebulosas.

Ahora, una explicación másdetallada del fenómeno.

Cualquiera entiende que el númerode puntos en que puede dividirse unasuperficie (las ruedas de luz) es infinito;y si es infinita también la velocidad dela fuerza divisora, quiere decir que lamasa, en cualquier momento, seencuentra dividida en infinito número depuntos. No pudiendo éstos sermateriales por causa de su divisibilidadinfinita, deben ser simples centros de

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fuerza, y la expansión de ésta tiene queresultar poliédrica para que todos susplanos de desarrollo puedan coincidir yno queden huecos en la masa.

Esto fue lo que sucedió, segúnhemos visto[7].

Así, pues, tenemos que la primeramanifestación de la energía absoluta enque se resolvió, al concluir su ciclo deexistencia, el universo predecesor delnuestro, fue un movimiento de desarrolloabsolutamente longitudinal, un rayo γ; yque este movimiento engendró elespacio. El rayo en cuestión llevaba ensu propio curso la segunda dimensión,puesto que serpenteaba; y sus

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ondulaciones, al acentuarse, concluyeronpor dividirlo en arcos cuyos extremos,faltos de toda solicitud hacia una u otraparte, por no haber en el infinito másexistencias, se unieron formando ruedasy engendrando el espacio de segundadimensión.

En el ámbito de estas ruedasformáronse (ya vimos cómo) polígonosque fueron los primeros seres, con unaexistencia análoga a la de los queconocemos, y que constituyeron losprototipos lineales de los átomos.

Las ruedas luminosas se atrajeron, yal chocar o absorberse según susmagnitudes, se desarrolló en ellas el

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volumen a que tendían, transformándolasen lentejas, en ovoides y en esferoides, yengendrando por consecuencia elespacio de tercera dimensión, nuestroespacio, al par que la rotaciónplanetaria. Los polígonos seconvirtieron en poliedros y nacieron losátomos, que son centros de fuerzaindividualizada.

Naturalmente, esto no es más que undesarrollo esquemático del procesocósmico.

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QUINTA LECCIÓNNUESTRA TEORÍA ANTE LA CIENCIA

Fácilmente se echa de ver que estasideas nada tienen de semejante con elsistema de Laplace, hoy en vigencia;pero intentemos demostrar que no sonanticientíficas.

El sistema de Laplace empiezasuponiendo una nebulosa ígnea surgidadel espacio ex nihilo, o al impulso delazar, que es la misma cosa[1].Cualquiera nota la inferioridad de estecomienzo, así como la consiguienteembrolla en la organización de losmovimientos que impulsan a la nebulosa

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en cuestión, haciéndola girar, aplastarse,desprender anillos, dividirlos yreunirlos en esferoides; si bien existecon nuestra teoría un punto común: losarcos procedentes de la división de losanillos en que se descompone lanebulosa tienden a unirse por susextremos engendrando los esferoides,así como los provenientes de la divisiónde nuestro rayo primordial, lo hacenpara formar las ruedas luminosas. Ladiferencia está en que el sistema deLaplace supone la existencia previa delespacio y de la materia tal como losconocemos, para describir la vida de sunebulosa; mientras que el nuestro

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acomete radicalmente el problema delos orígenes. El positivismo nada quieresaber de esto, y le daríamos razón, si noempezara por faltar a su propio métodoconstruyendo a su vez hipótesis comoésta de Laplace; pero cuando él lo hace,el mismo derecho nos asiste y usaremosampliamente de él.

Ahora bien, como la ciencia quierehechos y el método positivo afirma queteoría es “hipótesis verificada”, diremosque de todas las nebulosas conocidas,ninguna confirma la hipótesis deLaplace. Algunas se hallan en un estadode homogeneidad muy primitivo, pues suespectro sólo manifiesta la raya del

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hidrógeno, lo cual hace suponer queestán formadas de este gasexclusivamente; pero ninguna presentauno solo de los supuestos anillos.Adoptan las más variadas formas, bajoun aspecto común de masasprofundamente atormentadas, y algunashan cambiado de forma, imposibilitandoasí el argumento de que si no se las veanillarse, es debido a la gran lentitud desu evolución. Las más regulares, las queafectan precisamente una formalenticular, han resultado no sernebulosas, sino sistemas de estrellas,vías lácteas semejantes a la nuestra[2].Ya veremos de dónde resulta esa forma

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atormentada de las nebulosas.Falta, entonces, el testimonio de los

hechos; a no ser que se quiera darle porconfirmación, harto lejana ciertamente,la subordinación planetaria al sol denuestro sistema; pero como la cienciaadmite que esta subordinación puede serejercida por los soles sobre loscometas, no queda ya mucho para lateoría.

No hemos olvidado, naturalmente, aSaturno, que con sus anillos parecepresentar un testimonio, bien que ellosestén considerados sólidos, lo cual es unobstáculo sobremanera grave; pero unaexcepción evidente entre los astros no

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puede servir para verificar unahipótesis, con mayor razón cuando ellase refiere a las nebulosas donde no haynada parecido, y cuando de conformidada su enunciado los astros sólidos nodebieran presentar esa conformación[3].

Saturno es realmente un defectuosodel espacio, y de aquí que la astrologíalo considere el planeta de las malasinfluencias; pero esto puede serdesdeñado por el lector, sin más trámite.

Otra cosa que la hipótesis deLaplace no explica es el origen delmovimiento rotatorio, ya muycomplicado, de su supuesta nebulosaoriginaria, que como todas las masas

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esferoidales del espacio giraba sobre símisma y se trasladaba a la vez; para nohablar de los movimientos secundariosengendrados por los dos anteriores. Lanebulosa en cuestión era un organismobastante complejo, según se ve, y portemplada que sea la curiosidadpositivista, ha de sentir tentaciones debuscar más simples antecedentes.

Pero cuando la hipótesis pierde todosu valor, quedando reducida a un merojuego de gabinete, es cuando seconsidera que una masa rotatoria debeforzosamente trasladarse en una órbitaespiral, tal como se acepta actualmente.Suprimidas entonces las curvas

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cerradas, vale decir, las elipsesperfectas de la hipótesis, los supuestosanillos desprendidos de la nebulosaserían largas espirales de materiacósmica difusa, que tenderían aconcretarse en cometas, no en planetasconcéntricos. El experimento de Plateaufalla, entonces, por su base, y los anillosde Saturno se desvanecendefinitivamente esta vez[4].

Al experimento de Plateau, queempieza por suponer la nebulosaoriginaria parada en el espacio (la gotade aceite en el seno del aguaalcoholizada), nosotros oponemosnuestra modesta pompa de jabón, que le

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lleva de ventaja su sencillez, siendoésta, como es sabido, un atributo de laverdad; y consecutivamente alegamoscontra la hipótesis la falta completa dehechos confirmatorios[5].

Tampoco es admisible la nebulosainfinita que supondría esa supuesta faltade movimiento traslaticio, necesariopara que el experimento de Plateau serealice; pues con sólo tener en cuenta laaparición en ella de focos que serán losfuturos soles centrales, y sus diversasmagnitudes, la suposición se vuelveinsostenible.

Por otra parte, la astronomía se alejacada vez más de la suposición de un

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universo infinito, o siquiera deilimitadas dimensiones; pues piensa quesi ello fuera así, los rayos de lasestrellas infinitas llenarían todo elespacio (dado que el rayo de luz no sepierde por razones de distancia, segúnenseña la física); no habría punto delespacio sin un rayo de luz, y porconsiguiente no existiría la noche.

Newcomb supone, basándose sobrelos paralajes de las estrellas y pormedio de complicados cálculos, cuyoresumen es imposible sin confusión, quenuestro universo es una esfera de sietemil millones de millones de leguas deradio[6]. Sin aceptar especialmente

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ningún cálculo, opinamos que nuestrouniverso es limitado en efecto, es decir,un organismo en evolución por enormeque se lo considere; si bien esto nosupone que rechacemos la eternaactividad del cosmos en el infinito[7].

Nuestra teoría va apoyada en todo sudesarrollo por hechos científicos, desdeel rayo primordial hasta la generaciónde los átomos; consistiendo sudiferencia con el criterio positivista enque no hace distinción fundamental entrefuerza y materia, o considera loselementos permutables y provenientesde una sola causa: la energía absoluta.Salvo esta última parte, la ciencia va

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aceptando la identidad sustancial defuerza y materia e inclinándose más anuestra definición: materia es todo loobjetivo, sea o no ponderable. Laelectricidad y el rádium le imponen estaconclusión.

Los estados de la materia y de laconciencia, así como la generación deunos elementos por otros, puesto que lavida, como hemos dicho, es un perpetuocambiar de estado, explican mejor laevolución total del universo que lahipótesis cosmogónica de la ciencia, sinsubordinarla exclusivamente a lamateria ni al azar, que es lo arbitrario,antes conciliando el doble aspecto

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sustancial de los fenómenos y dando a suproducción inicial un carácterdeterminista; todo lo cual es, por cierto,mucho más filosófico y aceptable.

Expresaremos, para concluir estecapítulo, algo que acentúa aun elcarácter científico de la teoría.

Apenas la luz primordial seindividualiza, comienza ya en el espaciola lucha por la vida (la absorción deunas ruedas por otras) que acarrea deconsiguiente la supervivencia de los másaptos, principio progresivo de todaevolución; lo que está lejos de sucederen la demasiado perfecta maquinaria dela nebulosa de Laplace. Las leyes de la

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vida, ya lo hemos dicho, son las mismaspara el insecto que para la nebulosa.

El lector está ya lo bastanteinformado para elegir entre esa hipótesiso la nuestra; entre el proceso puramentematerial, o el cambio de estado de laabsoluta energía, que al volversemateria engendra simultáneamente altiempo y al espacio, o mejor dicho, laextensión por el movimiento; lamagnitud, la forma, el átomo, es decir,los fundamentos del universo bajo susmúltiples aspectos de ideación, deconciencia, de número y de objetividad.

Veamos ahora cómo prosiguió laevolución de ese universo.

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SEXTA LECCIÓNLA VIDA DE LA MATERIA

Al adquirir la tercera dimensión, laslentejas se hacen perceptibles bajo laforma de copos de luz blanca, puesmientras fueron simples cambios deestado de la energía tuvieron unaexistencia tan invisible como la de las“luces” α, β, γ, que la ciencia conoceahora. Entonces es cuando empieza ahaber propiamente materia y fuerza y adesarrollarse fenómenos más familiarespara nosotros.

El primero de ellos (y en relacióncon la materia ponderable, el

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primordial) es el calor, o sea, laelectricidad bajo este aspecto, resultantede la fricción de los átomos[1].

Átomos dotados de una velocidadcasi infinita producen al chocar entre síuna incandescencia enorme, cuyo primerefecto es consumir a muchos, o mejordicho, refundirlos en otros, condensandoasí la materia al revés de lo que el calorhace ahora. Los átomos sobrevivientesde esa verdadera lucha por la existenciarepresentan, pues, sumas colosales deenergía en equilibrio, explicándose asíla procedencia de esta energía que tieneperpleja a la ciencia. La armoníavibratoria formada por proporciones

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numéricas, que resulta de este acomodotanto como de la estructura poliédrica delos átomos, es el prototipo de lasvibraciones armónicas que llamamosmúsica, y que explica a la vez la“música de las esferas” de Pitágoras yel poder constructor de la lira deAmphion; pues siendo el sonido fuerzaprimordial, es naturalmente fuerzacreadora[2].

El calor se manifiesta al mismotiempo que la luz roja, la luz máscaliente como es sabido; del propiomodo que la electricidad fría de losanteriores estados había coincidido conlos rayos ultravioletas excitadores de la

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fosforescencia y de la fluorescencia,manifestaciones a su vez de laradiactividad de la materia.

De aquí que el calor y la luzcarezcan (en sentido material) demagnitud y de tiempo, respectivamente.Basta con reflexionar que la máspequeña llama puede encender losfuegos de toda la tierra sin disminuirabsolutamente; y que el rayo de luz,según queda enunciado más arriba, no sepierde por razones de distancia,viajando incesantemente. No eranecesario el rádium, como se ve, parahacer perceptible la infinitud de laenergía, pues bastaba observar la más

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mísera candela como fuente de luz y decalor; pero la ciencia requiere tambiénsus maravillas. Por lo demás,sostenemos que el olor es también unaforma de radiactividad, como lo pruebael ejemplo bien conocido de la partículade almizcle que perfuma durante un siglosin variar de peso. Ya veremos todo elalcance de estas consideraciones[3].

La materia, pues, existía ya, cadavez con mayor tendencia hacia lainercia; y para valernos de una analogíagráfica, que encierra una verdad, porotra parte, diremos que la tensióneléctrica se había transformado engravedad, identificándose con el

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volumen. La materia es, si se tiene estoen cuenta, electricidad neutra cuyatensión se ha transformado engravedad[4].

Pero ¿qué era esta materia? Estamateria era el hidrógeno, cuya rayafigura única en el espectro de lasnebulosas propiamente dicho. Elhidrógeno es la electricidad bajo formade gas, y de aquí sus cualidadescaracterísticas. Todos los gases sonformas alotrópicas del hidrógeno,provienen de su átomo; pero este átomo,que es el hexaedro primordial antesmencionado, desarrolla al girar untorbellino formado por espirales

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concéntricas, según resulta de su formaen rotación, y este torbellino constituye,como quien dice, su cuerpo. Así, cuandola ciencia vea los átomos no ha de serbajo la forma de menudas chispas[5],sino de torbellinos espiraloidesenteramente análogos a los sistemassolares.

Los tres estados que la energía debióasumir al convertirse en materia soninapreciables para nosotros mientras nollegan al perfecto equilibrio y semanifiestan bajo forma de hidrógeno. Heaquí por qué en los ocho grupos delsistema de los elementos los compuestoshidrogenados primordiales no tienen

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clasificación sino a contar desde elcuarto (MH4); los tres restantes sonmateria radiactiva pura.

Esas masas de gas incandescentesufren diversos percances; explosionesque las destruyen, absorciones,divisiones en regueros espirales que seconvierten en cometas ydesplazamientos que las arrojan alespacio con movimiento parabólico,bajo forma de cometas igualmente[6].Este desplazamiento eterno de las masasestelares va dejando el sitio necesariopara nuevas formaciones, y así es comovive el infinito, convirtiéndoseperpetuamente; todo ello sin contar los

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cataclismos que semejantes movimientossuponen y que explican la formaatormentada de las nebulosas.

La lucha por la vida es activísimaentre esos errantes del espacio. Unosson devorados por los que ya seconvirtieron en soles; otros se conjugany forman seres mixtos; otros seorganizan en sistemas; pero al cabo decierto tiempo ninguno es simple ya, sinouna suma de otros, exactamente como elanimal que incorpora a su organismo losde diversos seres; y su vida se vuelvesingularmente compleja. Menester esque aquí dejemos al astro hipotético,para seguir la evolución de la vida en

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nuestro planeta.Antes de pasar a otro capítulo,

conviene tener presente, sin embargo,que las leyes primordiales de la vidason comunes a todos los astros y a todosaplicables por analogía; así como quedichos astros nunca pierden su relaciónsustancial, continuando ésta bajocomunicaciones luminosas, magnéticas,etc. El átomo originario sigue siendo elprototipo de cada ser, tanto en el insectocomo en la estrella.

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SÉPTIMA LECCIÓNLOS ELEMENTOS TERRESTRES

A cada uno de los cambios de estadodel movimiento que engendra el espaciode tres dimensiones corresponde, comohemos visto, una clase de electricidad,una clase de forma, una clase de luz. Enla tierra corresponde también a cada unoun elemento.

En el gas predomina la fuerzaexpansiva del rayo primordial; en ellíquido, la expansión horizontal delsegundo estado; en el sólido, elequilibrio del tercero, que es la tensióneléctrica convertida en gravedad: la

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electricidad neutra.Prototipo de todos los líquidos, el

agua es una permutación del hidrógeno,cuyo nombre significa, como es sabido,generador del agua. El agua viene a ser,así, electricidad líquida, como elhidrógeno es electricidad gaseosa[1]. Aesto se debe que las leyes dedistribución de la electricidad y de loslíquidos sean las mismas; aunque éstosse hallen sometidos a la gravedad yaquélla no; pero tensión y gravedad sonuna misma cosa, como hemos visto. Lolíquido es, pues, dado nuestro punto devista, más vivo, es decir, más próximoal estado de energía pura o éter, y por

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esto el agua es la fuente de la vidaorgánica. Los alquimistas decían que elmercurio es el más vivo de los metales(en francés, vif argent) y debe notarseque los vehículos esenciales de la vidaorgánica —sangre, savia, leche— sonlíquidos.

Tanto en el estado gaseoso como enel líquido, la forma poliédrica de losátomos continúa siendo el prototipo, yesto se encuentra asaz bien demostradopor las fórmulas químicas, para quedebamos insistir; no obstante, en elestado líquido, los poliedros son yacristales prototípicos de los futurossólidos en que se manifestará el

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máximum de inercia de la materia.La tierra era una especie de océano

esferoidal, denso y glutinoso, en el cuallos átomos se agruparon baja formascristalinas, es decir, poliédricas, segúnsu modelo fundamental. La cienciaproduce cristales semifluidos en el senode un líquido, por medio del calor y dela electricidad, y estos cristales seportan como seres vivos, no sólo por suestructura semejante a la de las células,sino porque poseen propiedades tannotables como la de reparar susmutilaciones. Esto bastará, segúncreemos, para demostrar que el estadolíquido no es un estado amorfo, y que el

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sólido ha podido perfectamente derivarde él. De aquí la tendencia de todos lossólidos a cristalizar, es decir, amodelarse bajo el patrón originario.

Cuando un planeta[2] ha organizadotoda su materia en los tres estados, o, entérminos generales: cuando la materia deun planeta ha alcanzado su máximo deestabilidad, comienza el proceso dedesintegración de esta materia. Ella hade efectuarse en un tiempo equivalenteal que empleó para formarse, conformea la ley de periodicidad, y en estadossemejantes, bien que inversos[3].

La función vital preponderante, queera condensar éter, es reemplazada por

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la de “eterizar” la materia, aunque estono quiere decir que haya sustitucióncompleta de un proceso por otro. Elequilibrio entre ambos persiste pormucho tiempo, exactamente como ahoralo vemos en nuestro mundo, sindiferencias apreciables, pero contendencia progresiva hacia laeterización. A esto último responde laaparición de los seres orgánicos.

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OCTAVA LECCIÓNLA VIDA ORGÁNICA

En los mundos de una y de dosdimensiones no había sensibilidad,puesto que faltaba extensión y la vida derelación no era posible por lo tanto. Alexistir aquélla, o sea, el espacio de tresdimensiones, la sensibilidad se hizoposible en la materia.

Pero ¿qué es la sensibilidad? Lasensibilidad es la radiactividad de lamateria, el fenómeno por el cual ésta setransforma en energía pura; y como todamateria es radiactiva, según lo prueba eldescubrimiento de los rayos N, de

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Blondlot, toda materia poseesensibilidad.

La ciencia se encamina rápidamentea esta comprobación, que cuenta ya conuna cantidad de hechos tan grande comosingular. Los rayos N, la fatiga de losmetales, sus propiedades eléctricas yterapéuticas, la vida de los cristales, handemostrado ya hasta la evidencia que lasensibilidad no es una propiedadexclusiva de la matera llamada orgánica.

Ahora, en cuanto a la producción delos seres vivos, las fuerzas de lasmoléculas libres en el seno de loslíquidos; la presión osmótica, que es unfenómeno fundamental de la vida

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orgánica; las propiedades todavía vagas—mas no por ello menos prodigiosas—de los metales coloidales, tansemejantes a los fermentos orgánicos ensus manifestaciones[1], todo eso estáindicando cómo debió de producirsegrosso modo el fenómeno. La generaciónespontánea es, entonces, un hecho real,bien que limitado a épocas, por lacoexistencia en ellas de diversascircunstancias; todo depende de lascondiciones en que se halle el átomo.

Los seres vivos son máquinaspoderosas de eterización, porque son loscuerpos más sensibles, y la sensibilidades —ya lo hemos dicho— la

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radiactividad de la materia. El amor esel producto eléctrico del contacto de doscuerpos heterogéneos[2]. La sangre es unpotentísimo reservorio de electricidad.

Ahora bien, los organismossiguieron, al formarse, las mismas leyesque la materia. Un solo ser, primerodifuso y de constitución unitaria,desarrolló de sí mismo los primerosórganos y se propagó por los conocidosprocedimientos de generación —fisiparidad, ovulación, hermafroditismo— hasta alcanzar en la sexualidad sumáximum de materialización.

Poderosas oxidaciones habíanengendrado la vegetación, cuyas formas

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asumió previamente el reino mineralcomo un intento prototípico, debiéndosea dichas oxidaciones el nacimiento de lavida orgánica.

El sexo único que concebía y paríapor los métodos ya descritos eranaturalmente femenino. Todos los sereseran madres, llevando reasumido, yluego latente en su facultad deautoengendrar, el sexo masculino futuro.

De aquí que la materia haya sidoconsiderada por las antiguas filosofíascomo la “gran madre” (mater-ia)personificada en el agua, pues el aguaes, a contar desde el punto en que laenergía pura se manifiesta como materia,

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una permutación de la electricidad, osea, su cuarto estado.

Procuraremos hacer tangibles estaspermutaciones de la energía absoluta enun esquema que será un resumen a la vezde todo lo estudiado.

Lo que concibe y produce por símismo llevará el signo (-), el signo de lapasividad o femenino; y el elementoengendrador, el signo (+), el signo de laactividad o masculino.

El ser absoluto, la absoluta energía,en que todo se reasume al concluir eluniverso su ciclo de manifestaciónmaterial, será los dos elementos a la vezen un absoluto equilibrio equivalente a

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cero (+ -); más como de eso sale el rayoprimordial, puede ser considerado comoelemento femenino: autoengendra.

Previa explicación, véase esteesquema:

Estas propiedades lo son porexcelencia de los diversos estados demateria, pero no excluyen las otras;forman sus características, pero no son

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exclusivas.Se ve, entonces, que el elemento

femenino es el primordial, y que lasituación del estado líquido (agua) en elcuadro de las manifestacionesmateriales justifica su símbolo[3].

La biología moderna consideraprimitivo también al sexo femenino, ycree que desarrolló su contrarioantecediéndolo con la fase hermafrodita.No tenemos, pues, por qué esforzarnosen buscar mayores razones.

Conviene hacer notar ahora que esasformas de vida eran fluídicas,verdaderos moldes de las actuales porcausa del enorme calor del globo y de la

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todavía escasa diferenciación de suselementos; y si el rádium u otra cosaanáloga era el sólido prototípico, dichasformas debían de ser luminosas, o, enotros términos, manifestar másintensamente la radiación que hoyperciben apenas las sensitivas (el od deReichenbach, la exteriorización de lasensibilidad del coronel de Rochas) yque la placa fotográfica revela comorayos N.

La fluidez de esos seres, tanto comosu relación de magnitud con la tierraque, al ser casi gaseosa, era de muchomayor volumen, debía darles unaestructura gigantesca y a la vez

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sencillísima, para que resistieran mejorlos vastos conflictos de fuerzas a que seveían sometidos.

El hombre, o mejor dicho, el serinteligente que devendría hombre con eltiempo, bogaba en el fluido glutinoso delmar universal como una célulagigantesca, sin órganos, sin conciencia,sin mente, reproduciéndose como loszoófitos y desvaneciéndose como ellos,sin morir realmente, en los seres que desu masa engendraba.

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NOVENA LECCIÓNLA INTELIGENCIA EN EL UNIVERSO

Lo que acabamos de expresar es detal modo extraño a las ideas corrientes,que requiere una explicación de losfenómenos estudiados bajo un aspectono percibido hasta aquí: el aspectointelectual del universo, o mejor dicho,el universo como manifestacióninteligente.

Si el pensamiento es un producto delas combinaciones físico-químicas delorganismo humano, dondequiera quehaya análogas combinaciones existiránefectos análogos. A iguales causas,

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idénticos efectos.Ahora, cuando se piensa que la vida

obedece a leyes muy simples en sucomienzo, y que no hay realmentediferencia entre la materia orgánica y lainorgánica, siéndoles común lasensibilidad, parece que no es ya tanabsurdo buscar pensamiento en todamanifestación de la vida. Atribuirlosolamente al hombre es caer ya en elantropocentrismo del ser singular creadoex profeso por los dioses de lasreligiones positivas; decir que es unaactividad peculiar a su organismo esnegar la perfecta analogía e identidadsustancial de éste con los del resto del

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mundo animal, sin excluir a los insectos,cuya inteligencia es tan notable;limitarlo a los seres vivos es volver a laseparación de materias, que no existe enrealidad.

¿Qué derecho tendría el hombre paraconsiderarse como el único serinteligente del universo, si apenas essuperior en su pequeño mundo?

¿Superior en absoluto? De ningúnmodo. Superior a él es el mineral enestabilidad; el vegetal en duración comoser vivo; el animal en muchasfacultades. Víctima de la bacteriamicroscópica durante edades, hace muypoco que ha empezado contra ella una

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lucha desigual, en la que hasta ahoralleva la peor parte. Durante edades hasido la víctima de los más ínfimos delreino animal.

Esto para los materialistas. Losespiritualistas, especialmente los fielesde las religiones positivas, creen enentidades espirituales o inteligenciassuperiores al hombre, conforme lomanifiestan sus complicadasangelologías, y en otras inferiores a él,según sus demonologías máscomplicadas aun. Con esto nos bastarápara ponernos de acuerdo sobre elmodus operandi de semejantesinteligencias.

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Sentadas estas advertencias,podemos ya iniciar el asunto.

El pensamiento, nadie puedenegarlo, es una forma de la energía, sibien no presenta identidad con ningunade las otras. No es luz, calor,electricidad, aroma ni sonido; pero es loque percibe de un modo consciente esasformas de energía, puesto que lasestudia o investiga sus leyes. Elpensamiento es la energía absoluta deque todo procede y a la que todoregresa, lo que en sí llevapotencialmente todas las formas deenergía, sin tener sus cualidades, comoes natural, pues no es ninguna de ellas

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parcialmente considerada. El esrealmente el ser absoluto cuya primeramanifestación consiste en electricidadpuramente dinámica, como se recordará,o sea, el movimiento absolutamentelineal e inconcebible. Sabe todo elmundo que la actividad cerebralproduce fenómenos eléctricos; y lossensitivos y lúcidos de de Rochas dicenque durante dicho trabajo ven a lascélulas cerebrales relumbrar comoestrellas. Más recientemente aun, se haobservado que la actividad nerviosaaumenta la producción de rayos N.

Como energía sensible, elpensamiento es imponderable y no

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objetivo a la vez: no es materiaabsolutamente. Su indiferencia a ladistancia y al tiempo, puesto que setraslada con abstracción de ambos y sinque ambos lo estorben, prueba susuperioridad sobre ellos; así comodemuestra, al concebirlos, que loscontiene y que puede crearlos. Lasconsecuencias de su lógica, anteriores alconocimiento de los hechos, puesto quelos predice en ciertos casos, establececuando menos la identidad de sus leyescon las que rigen el universo. Maxwellencontró como un resultado matemáticola onda eléctrica, que Hertz hizoperceptible, sin realizar ninguna

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experiencia y bastante tiempo antes queHertz. Estos hechos podríanmultiplicarse.

Todas las manifestaciones de la vidason formas de pensamiento, puesto quelo son de la energía absoluta en sueterno doble trabajo de integrarse ydesintegrarse; pero entonces, también,las fuerzas son seres inteligentes enproporción con su mayor vecindad a laenergía de donde proceden.

Así, el primer movimiento ensentido lineal, o bien la electricidadpuramente dinámica, sería la primeraidea, el primer ser, que en su simpleunidad lleva potencialmente todo el

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universo por desarrollarse, un diosverdaderamente; pero no la unidadneutra y extracósmica de las religiones,sino la síntesis de todas las energías,que hasta su tercer estado no es materiaen realidad.

Oímos ya que se objeta con elpanteísmo; pero los estados sucesivosno tienen lugar por disminución odesaparición del primero, según loprueba nuestro pensamiento en acción,pues coexiste con todos ellos y nuncadeja de estar convirtiéndose. Así seexplica que los universos acaben yvuelvan a empezar en el punto dondeacabaron, no como un nuevo proceso de

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repetición, sino como una continuacióndel que lo precediera.

No siendo esa energía una magnitud,no puede disminuir, lo que explica supermanencia; y así está eternamenteconvirtiéndose y siendo la misma.

Las ruedas de luz en que luego sedivide forman la primera hueste deseres, multiplicados en los polígonosinscritos en ellas, y sucesivamente enlos poliedros del primer estado atómico;pero como estos seres no son materia dela nuestra, digamos así, es forzosoconsiderarlos entidades incorpóreas, osea, espíritus[1].

Unitarios en un principio, como que

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no son sino formas, se convierten enhermafroditas al volverse átomos, nopor razones de sexo, naturalmente, sinopor reunir en el perfecto equilibrio queconstituye su existencia la materia y lafuerza bajo el estado potencial. El átomoes, así, un espíritu puro, y su conversiónal estado de materia y de fuerza yadefinido, su caída.

Entretanto, los seres que fueron lasprimeras ruedas, y que como estados deenergía no han dejado de existir, vandirigiendo su propio fraccionamientoevolucionario, por actos de conciencia yde voluntad; pues se recordará que, nosiendo nada material, resultan

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forzosamente espíritus: pensamiento enacción.

¿Quién duda, por otra parte, quecada pensamiento es unaindividualidad? Cuando leemos unpensamiento, no necesitamos recordar asu autor, ni se ve que aquél tenganinguna identidad con éste, pues deninguna manera es necesario conocer alautor de un pensamiento, ni saber nadasobre él, para entenderlo. Una vezcreado, el pensamiento es unaindividualidad con vida propia; y si estosucede en la humanidad, cualquieraadvierte la importancia que revestirácuando se trate de seres cósmicos.

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La fuerza, cualquiera que ella sea,nunca posee esta individualidad; y heaquí otra demostración de que son cosasdistintas, así sea toda fuerza unamanifestación de pensamiento, como soncosas distintas el rastro y la planta quelo imprimió.

Aquellas primeras energíascósmicas debían de poseer una potenciaprodigiosa, dadas su libertad y laasimilación de energías que constituía suser; pero esto no querrá significar nuncala omnipotencia ni la omnisciencia, sinorelativamente al intelecto humano. Losfracasos de mundos estallados enasteroides o consumidos en las hogueras

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solares, tanto como la desaparición deespecies animales que convivieron conotras aún existentes, revelan errores decriterio y de procedimiento en esasinteligencias primordiales[2].

Ahora, lo que es existenciacorpórea, no la tuvieron sino cuandohubo materia voluminosa y extensión,correspondiendo entonces al calor supuesto de primer numen[3]; pero elcatálogo de las existencias cósmicas notendría interés para el lector sino comouna nomenclatura estéril de personajesfantásticos.

Lo que sí interesa saber es que todasestas manifestaciones son atómicas y

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susceptibles de transformarse en otras,es decir, de crear, si ha de darse a esteverbo su único sentido aceptable[4]. Sonatómicas como el hombre es celular, sinque su unidad de ser individual seresienta; y si están sujetas a la evoluciónque hemos descrito como una serie deconsecuencias, este determinismo es elresultado de las causas desconocidasque actuaron sobre ellas en el universoanterior; pero ellas sabían lo que lespasaba, y ayudaban a la evolucióndirigiéndola en los seres emanados deellas, si bien no sin conflictos, es decir,sin errores, como lo prueban loscataclismos cósmicos[5]. Si hubiera un

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Creador omnisciente y omnipotente, eluniverso sería una maquinaria perfecta,sin ningún tropiezo posible.

Por lo demás, las fuerzas estándemostrándonos a cada momento suinteligencia. Todos los fenómenosnaturales nos revelan operacionescomplicadísimas, ejecutadas con unaprecisión, con una economía tal deesfuerzo, con una adaptación tanperfecta a su objeto, que revelandirecciones muy superiores a nuestrarazón. Compárese el trabajo que ésta hadebido ejecutar para repetir el másinsignificante de esos fenómenos, y setendrá la relación entre ella y las fuerzas

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directoras de éstos.La ley del menor esfuerzo, la

tendencia a la regularidad de las formas,que la ciencia llama “inclinaciónnatural” de la materia, ¿qué son sinodeliberaciones inteligentes? ¿Noimplican, acaso, comparación entre dostérminos? Todavía si el universo fuerade una estabilidad perfecta, seexplicaría esa precisión como unequilibrio resultante de largasoscilaciones; pero cuando todo cambiaincesantemente, las fuerzas ciegas soninexplicables.

Al no asignar inteligencia sino alhombre, la ciencia cae en el error

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antropocéntrico de las religiones, o estáobligada a suponerla en todamanifestación físico-química, en todofenómeno cuya dirección tenga analogíacon un raciocinio, una comparación, unamodalidad intelectual en una palabra;mucho más cuando esa modalidadresulte, como hemos visto, superior a lassuyas. Efectos análogos suponen causassemejantes.

¿Qué será, finalmente, siparangonamos al hombre con el planetaque habita, y cuyas manifestacionesfísico-químicas mucho más poderosas ycomplicadas que la suya (como que él esuna en el planeta) supone una

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inteligencia mucho más vasta, así seaella la causa (espiritualismo) o el efecto(materialismo) de esas manifestaciones?

¿O sería osado el hombre asuponerse más perfecto como ser, que elplaneta —el ser enorme— en el cualaquél no es sino una célula…?[6]

Hay, sin embargo, otro aspecto muyinteresante del asunto.

Si la radiactividad de la materia enforma de luz, calor, electricidad, olor,sonido, es un trabajo de regreso hacia laenergía absoluta, percibir esasmanifestaciones por medio de lossentidos es incorporarlas a dichaenergía, es decir, al pensamiento. Esto

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explica a la vez la percepción y lanaturaleza etérea (radiactividadabsoluta) del pensamiento. De aquí queel mejor aparato para apoderarse de laenergía etérea sea el hombre, que alllevarla en sí está en ella y es ella, comoentidad espiritual, naturalmente.

Así, pues, toda luz, todo sonido,todo calor, todo fenómeno olfatorio ogustativo son trabajos de desintegraciónde la materia, y toda percepcióninteligente de estos fenómenos esreintegración de materia a la energíaabsoluta.

Esto acarrea una consecuenciaracional inesperada, y que resuelve uno

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de los más oscuros problemasfilosóficos.

Sábese, en efecto, que el espaciocomo extensión infinita e incorpórea,vale decir, el movimiento absoluto,puesto que es el movimiento lo queentendra al espacio, es a un tiempoinconcebible e imprescindible paranuestra mente. Si el pensamiento es laenergía absoluta, nuestro pensamiento yel espacio son una misma cosa, o sea,éter infinito e incondicionado donde nohay magnitud ni tiempo; resultando asíinconcebible como sensación, bien queimprescindible porque constituyenuestro propio ser. Los términos, al

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parecer antagónicos, se hallan asíconciliados.

He aquí el espiritualismo y lainmortalidad del alma como solucionesracionales de una concepcióncosmogónica, es decir, aceptables sinconflicto con la ciencia o con la razón.Posición intermedia, bien que sólo porrazones de distancia, entre elmaterialismo y el supernaturalismo, lanuestra considera todos los fenómenoscomo naturales, pero no los derivatotalmente de la materia; y lejos desometerlos a la arbitrariedad del azar ode un dios ex nihilo, los consideradeterminados por una existencia

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anterior. Todas las consecuencias que sederivan del espiritualismo asíconcebido: solidaridad humana,inmortalidad, causalidad del destinohumano, son consecuencias racionales.

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DÉCIMA LECCIÓNEL HOMBRE

Cuando vuelve a la vida un universo,los seres que lo poblaron vuelventambién a la acción por orden deimportancia; es decir que las fuerzassuperiores, las más poderosas y activas,son las primeras en reaparecer. Estoexplica la formación de los mundoscomo entidades primordiales, y todo elproceso de conversión de la energía enmateria, hasta que ésta alcanza sumáximum de estabilidad en el estadosólido. A partir de este punto se inicia elproceso inverso, o de desintegración, y

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los seres van tendiendo a convertirse enfocos de eterización cada vez másactiva. Siendo éstos los seres vivos,según se expresó, y figurando entre ellosel hombre como el más activo de todos,alcanzar el estado humano viene a serpara los seres de la tierra la supremaperfección en este mundo. Conociendoeste proceso, la Kábala había dichomuchos siglos antes que los darwinistas:“La piedra se convierte en árbol, elárbol en animal, el animal en hombre yel hombre en espíritu puro”, dando a lascosas un alcance bien superior, como seve.

Sabido esto, es claro que al aparecer

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en la tierra la vida animal, su primerrepresentante ha tenido que ser elhombre; y ya hemos visto que vidaanimal, tanto como vegetal y mineral,hubo en la tierra desde que ésta entró enel estado líquido, bajo formas fluídicaspero no menos reales por ello.

Antes del proceso cristalino y delvegetativo, en el cual la ciencia vaencontrando ya las células poliédricasprimordiales, así como los rudimentosde un sistema nervioso[1], el espíritu delhombre existía ya, pero no divididotodavía en seres humanos, sino comouna entidad sintética que dirigía laevolución todavía poco diferenciada de

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su planeta. Era un habitante de lanebulosa ígnea que constituía la tierraentonces, y engendraba por acciónmental, es decir, pensaba sudescendencia.

Cuando el planeta entró en el estadolíquido, aparecieron en su seno loscristales blandos, los rudimentos deexistencias filamentosas queconstituirían la vegetación, y lasprimeras células animales. El serplanetario se había dividido enexistencias. De éstas, las destinadas aformar el reino animal eraninteligencias, es decir, hombres, segúncorrespondía, dado que el hombre era la

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fuerza superior en la animalidad y debía,por lo tanto, aparecer primero. Todaslas formas animales son derivados deaquellas células, ideaciones suyas, y laescala darwiniana se encuentra, así,totalmente invertida[2]. El hombre es,pues, el progenitor del reino animal,explicando esto por qué repite lascaracterísticas de la serie zoológicadurante su vida intrauterina: argumentoel más poderoso del darwinismo parademostrar que es la síntesis inversa detoda esa serie.

Pero Darwin, urgido porimperativos teológicos, habló delhombre como del “coronamiento de la

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escala animal”. La lógica anuló bienpronto esa capitulación con la Biblia;pues si el hombre no era más que unpeldaño, no había razón para que fueseel superior y el último, sino uno detantos. Así, pues, el mono antecesor seha convertido en un primo, lo cual ya esalgo.

Sin embargo, hay un hecho bastantesignificativo; y es que el esqueleto o losrastros del hombre coexisten con todaslas formas de vertebrados extinguidos yen todas las épocas geológicas, sinmostrar alteraciones muy sensibles en suestructura y en su tamaño, lo cual revelacuando menos una estabilidad superior

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como especie; y teniendo en cuenta quesemejante estabilidad no puede provenirsino de una organización superior a lade los coetáneos ya desaparecidos, asícomo que se requiere una antigüedadmuy grande para fijar los caracteres deuna especie cuanto más complejosson[3], parece que la misma ciencia vademostrando la situación anterior delhombre en el reino animal.

La división que hemos debidoestablecer entre el hombre como espíritude la tierra y como ser material requieretambién una explicación.

En efecto, como espíritu de la tierra,o sea, en su carácter de fuerza sintética

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animadora, el hombre es el progenitorde todos los reinos; pero como sermaterial, es decir, dividido enmónadas[4] activas, se circunscribe alreino animal. Eso sí, como la ley devida es una sola, al constituir el hombrela fuerza superior de la animalidad,aparece primero.

Teniendo en cuenta, sin embargo,que la vida de los planetas concluyedentro del ciclo de todo el universo, delpropio modo que la del hombre dentrode la vida del planeta, muchas de esasmónadas quedan detenidas en suevolución hacia la espiritualidad,cuando el planeta sucumbe. ¿Qué sucede

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entonces?Hemos dicho que los astros de un

sistema conservan relaciones magnéticasy luminosas, pudiendo agregar ahora quedichas relaciones son influenciasevidentes, pues la ciencia dice que bastala incidencia de un rayo de luz sobre unpunto para provocar múltiplesfenómenos.

Siendo ello así, la energía de esasmónadas pasa a otros astros que seencuentran en evolución correlativa,para seguir su ciclo en ellos; y de aquíque el pretendido absurdo de laastrología sea sostenido por talentossuperiores.

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Callaremos, no obstante, lo quepasa, para limitarnos a decir lo quepasó, continuando así nuestrasdescripciones.

Al entrar la tierra en el estadolíquido, la vida orgánica de la lunahabía concluido su ciclo demanifestación, y las mónadas de susseres inteligentes debieron pasar aincorporarse en las nuestras. No lohicieron como puras energías, sinotambién como agregados de materia sutilque se infiltró en la masa de lagigantesca célula humana a modo deinfluencia magnética, comunicándolenuevas propiedades, de la manera que el

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imán al acero. De aquí las relacionesmagnéticas que el estado líquidoconserva con la luna bajo la forma demareas.

El vehículo de que esos espírituslunares se valieron para venir a la tierrafue el cono de sombra que ésta proyectasobre la luna, y que durante los eclipsesnos trae exhalaciones maléficas de aquelastro; pues siendo él un cadáver, no hade exhalar vida, naturalmente. Estoexplica la tradición en cuya virtud loschinos y muchas otras gentes alborotandurante los eclipses “para ahuyentar losmalos espíritus”.

El cono de sombra es tan objetivo

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para esas formas sutiles como un chorrode agua o una columna de humo; puessiendo la luz el más poderoso agente deeterización de la materia, donde ellafalta, es decir, donde hay sombra, lamateria es más densa y puede servir devehículo. Cuando se dice que la luzahuyenta los espectros se expresa unaverdad más grande de lo que parece; ycuando los “bárbaros” hacen ruido paraproducir un efecto igual, por estar laluna oculta, echan mano de un agente (elsonido) que según se ha visto es unafuerza primordial, pues es la que ordenalos átomos en series armónicas. La luz yla música son enemigas de la muerte.

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Muchos errores había cometido elhombre, espíritu puro sin conciencia, ensus engendros de la animalidad, asícomo en los tanteos para adoptar supropia forma; y de este modo, sobre elglutinoso mar primitivo iban formándoselos monstruos (fracasos) cuyadescendencia estudia nuestrapaleontología.

Sobre un coágulo de temblorosamasa albúmina, aparecía de pronto uninmenso ojo azul; una pulida mano queal carecer de huesos[5] era más tiernaaun, surgía de la antena de un moluscomonstruoso; peces con cara humana,copos de nácar fluido en cuyo centro

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latían con intermitente fosforescenciaglándulas pineales; serpientesengendradas por el simple movimientode las olas coloidales, y aniquiladas depronto en una multitud de cabecitas depájaro; membranas de colores,esbozando en su tornasolcomplicaciones intestinales y vesículasnatatorias…

Los espíritus de la luna trajeron alhombre su experiencia, es decir, ledieron la percepción mental que pusoorden en aquella confusión; pero esto nobastaba; requeríase aún la conciencia yla memoria para que aquel espíritutuviera responsabilidad, o sea, para que

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se individualizara del todo, aprendiendoa causar su propio destino.

Entonces los espíritus solares seesparcieron por el planeta.

Iban a ayudar al hermano inferior ensu obra, que la simple ley evolucionaríahabría llevado a término; pero que poreste acto se adelantaba hacia laperfección, economizando edades[6].Este era un deber (como lo es todo actocaritativo), un deber de los espíritussolares; pero muchos de ellos noquisieron llenarlo, por no descender desu puesto superior. Llegó un momento,sin embargo, en que la ley evolucionarlalos impelió a cumplir como fatalidad lo

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que habían rehusado como deber[7], yentonces debieron encarnarse en lasmónadas que les tocaba animar; peroéstas, mientras tanto, habían seguidocometiendo errores, que refluyeronsobre los que habrían debido impedirlosanimándolas, y es así como esasmónadas se encontraron retrasadas en suevolución.

Comprendiendo, entonces, quedurante la vida de este globo no puedenalcanzar la perfección de los otros,continúan entregados a la fatalidad, quees la trasgresión del deber, es decir,haciendo mal. El bien y el mal, lasdiferencias de calidad, de inteligencia,

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etc., en los hombres quedan asíexplicados en carácter de fenómenoslógicos y productos de la concienciaespiritual. Así es como, únicamente, elmal no viene a ser una forma del bien,según el conocido sofisma deísta, ycomo el dualismo de Dios y de Satanásno es tampoco un imperativo categórico.Hay condenados por su culpa (por nohaber animado voluntariamente lasmónadas), pero su condenación no eseterna, sino respecto al ciclo deevolución de este planeta. Los que hanpreferido obrar como fuerza ciega sonlas víctimas de la fatalidad[8].

Sólo falta por agregar ahora que, así

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como después de reingresar en laenergía absoluta, el universo vuelve aser materia, mundos y hombres hacen lopropio en ciclos equivalentes a laduración de sus vidas; y que de talmodo, la reencarnación humana resultauna ley racional y necesaria[9].Necesaria, sobre todo, si a los actos desu corta vida no han de corresponder,contra toda razón y toda justicia,eternidades de gloria o de tormento. Unasola es la ley de la vida, lo mismo parael insecto que para la estrella[10].

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EPÍLOGO

Y mi extraño interlocutor callódurante una hora, cuyo silencio no meatreví a turbar.Sobre nuestras cabezas palpitaba deastros la inmensidad transparente yoscura. Su antigüedad formada por eltranscurso de todos los tiempos era, noobstante, ligera como un aroma; suprofundidad estaba serena como unsueño en paz.

En el silencio de aquella noche, antela cordillera ahí erguida como unapresencia superior, tenía realmente laelevación de una idea. Estrellas y

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sombras, infinito y eternidad, componíanpara mi mente en comunión con ellos esaarmonía del silencio que presta alas aléxtasis.

Pero semejante grandeza no meanonadaba. Era grata por el contrario ami pequeñez, y experimentaba ante ella,como ante una madre, la dulce seguridadde un niño desnudo.

Los misterios cuya exposición habíaoído eran poca cosa ante aquél muchomás grande de todos los astros delfirmamento, concentrando sus rayos enmi pobre ojo humano,inconcebiblemente pequeño ante eluniverso, y subordinados por la mísera

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chispa de mi cerebro al imperio de unaley; pues a través del frágil cristal de miojo, el universo entero estaba en mí, ytodos sus astros brillaban en mí como siyo hubiera sido el infinito.

Música de las esferas que eliniciado heleno concibió en su sistema:¿qué necesidad tenía de oírte con misorejas, si tu transporte comunicaba a míser la beatitud inefable? Espectáculo dela bóveda estrellada, siempre el mismoy nunca monótono para el humano enmeditación: ¿qué mérito mayor podíaatribuirte que el de consolar mistristezas? Condición humana,dulcemente grata en tu pequeñez, puesto

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que a ella debes la dicha de adorar; vidadel hombre, preciosa en su fugacidad desoplo, ya que ésta misma te acerca a lainmortalidad: nunca como aquella nochecomprendí vuestro destino, uno con elinfinito y siendo el infinito mismo, a lamanera del rayo solar que tamizado porel más pequeño poro lleva, no obstante,a la pupila la sensación de todo el sol.

Mi interlocutor hizo un movimientocomo si despertara, y alzando su manoseñaló el cielo del sur.

Las nubes magallánicas rozaban elhorizonte con sus lejanos tules,evocando recuerdos de navegación y denoches antiguas.

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—Eso —dijo el sabio—, aquellasmanchas negras, sombra de la sombra,que la astronomía llama sacos decarbón, son sitios de futuros universos,abismos de pensamiento eterno dondereposa la eterna vida.

¿Qué fueron, qué son, qué serán? Unsilencio más hondo que la muerte, elsilencio mismo del no ser, guarda esesecreto. Los rayos de todos los astrosson impotentes para penetrar esa sombracuya existencia es tan real como la de laluz, puesto que se destaca sobre la otrasombra que es disminución de luz,siendo tinieblas existentes por símismas.

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¿Cómo explica la ciencia laimpenetrabilidad de esas sombras alrayo estelar? No lo explica. ¿Quéconjetura sobre su naturaleza? Nadaconjetura. Ante esos abismos dondepiensa la eternidad y no existe el tiempo;donde el sol más flamígero se apagaríacomo un candil en una cueva; donde elsilencio mismo no existe, donde laextensión misma no es concebible —elpavor de lo absoluto paraliza aun alrayo de luz que la inmensidad nodetiene.

Pero un día, cuando nuestro universoesté quizá disuelto en una nubecillaatómica, el seno de esas tinieblas se

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estremecerá al impulso del rayo inicial,y los abismos estelares volverán atransformarse en soles. Quizá nosotrosmismos seamos los animadores de esavida, y así como ahora pensamos ideas,pensemos entonces espíritus vivientes.Pero nuestras ideas son tambiénespíritus, espíritus que aspiran arealizar, como los astros en el cielo ylas flores sobre la tierra, no la sombríastruggle for life de la ciencia, sino ladivina struggle for light de los seressuperiores…

Su estatura parecía haber crecidohasta sobrepasar la vecina montaña; noera ya más que una larga niebla

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confundiéndose con la vía láctea en elfondo del horizonte. Y fuese ilusión demi mente sobreexcitada, o maravillosarealidad, es lo cierto que, sin darmecuenta del prodigio, estaba viendo,desde hacía un rato, emblanquecer surostro entre las estrellas.

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LEOPOLDO LUGONES (Villa deMaría del Río Seco, Argentina, 1874 -Buenos Aires, 1938). El pequeñoLeopoldo pasó su niñez en Santiago delEstero y en Ojo de Agua. Tiempodespués, este joven educado bajo unaformación católica muy estricta, fueenviado a la casa de su abuela materna

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para poder cursar el bachillerato en elColegio Nacional de Córdoba. Allí, enesa ciudad, fue donde, en 1892, comenzóa realizar sus primeras experiencias enmateria de periodismo y literatura, tantoen la publicación El Pensamiento Librecomo publicando poesías bajo elseudónimo Gil Paz.

Cuatro años después, el flamanteescritor viaja a Buenos Aires y contraematrimonio con Juana González, quienpronto se convertiría en la madre de suúnico hijo, Polo. En esa ciudad, quienfuera fundador del primer centrosocialista de Córdoba, se une al grupointegrado por José Ingenieros, Roberto

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Payró y Manuel Ugarte, entre otrosescritores, y colabora, de maneraesporádica, con el periódico socialistaLa Vanguardia y el periódico roquistaTribuna.

En 1903, con su primer libro publicado(al que tituló Las montañas del oro),actividades en el diario La Nación y unaadhesión a la masonería en su haber,Lugones es expulsado del socialismopor apoyar la candidatura conservadorade Manuel Quintana para ocupar elcargo de presidente de la RepúblicaArgentina. Para ese entonces, elprotagonismo político del poetadespertaría polémicas en Buenos Aires.

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En este marco, cabe recordar que elautor de obras como Los crepúsculosdel jardín, Lunario sentimental,Historia de Sarmiento, Las fuerzasextrañas, Cuentos fatales y Mibeligerancia, entre otras, experimentódiversas identificaciones ideológicas alpasar por el socialismo, el liberalismo,el conservadurismo y hasta el fascismo.

En la década de los 30, decepcionadopor su frustrada militancia política trasapoyar el golpe de Estado y deprimidopor una profunda crisis sentimental, elganador del Premio Nacional deLiteratura (1926) y presidente, desde1928, de la Sociedad Argentina de

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Escritores, decidió suicidarse. Así, el18 de febrero de 1938, con una mezclade cianuro y whisky, el escritor le pusofin a su vida.

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Notas

ESTUDIO PRELIMINAR

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[1] Las fuerzas extrañas. Buenos Aires,Arnoldo Moen y Hermano, editores,1906. Segunda edición: Buenos Aires,M. Gleizer, editor, 1926. Terceraedición: Buenos Aires, EdicionesCenturión, 1948; Colección Ulises, 12;con un prefacio "En torno a LeopoldoLugones" por Leopoldo Lugones (h), pp.5-11. Cuarta edición: Buenos Aires,Editorial Huemul, 1966; "Estudiopreliminar" y notas de LeopoldoLugones (h), pp. 5-21.

Las citas que hagamos en este estudioserán por la edición de 1926. <<

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[2] En vida de Lugones se publicó unasola antología de sus cuentos: Loscaballos de Abdera. Cuentos escogidos.México, Lectura Selecta MCMXIX, 70pp. Contiene: "Los caballos de Abdera","La lluvia de fuego" y "La estatua desal" (de Las fuerzas extrañas) y"Francesca" y "Dos ilustres lunáticos"—diálogo o esquema dramático, másque cuento— (de Lunario sentimental).<<

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[3] En las notas a los cuentos indicamoslugar y fecha en que éstos fueronpublicados por vez primera. El autorrevisó y corrigió los textos al recogerlosen el libro de 1906; para la segundaedición introdujo variantes leves. En elestudio, hemos señalado las variantesmás significativas entre las versioneshemerográficas y el texto de 1926. <<

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[4] Podría ensayarse la clasificación apartir de las observaciones que AnaMaría Barrenecea hace a propósito delcriterio de Todorov. Véase de la autoracitada: "Ensayo de una tipología de laliteratura fantástica", en Textoshispanoamericanos. De Sarmiento aSarduy. Buenos Aires, Monte Ávilaeditores, 1978, pp. 87 103. <<

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[5] La adhesión de Lugones a la teosofíay sus lecturas de autores de la corrientey su influencia en la obra del argentino,en especial las de Helena PetrovnaFadéef de Blavatsky, Isis sin velo, y LaDoctrina Secreta la desarrollamos ennuestro estudio Lugones, la teosofía y"Philadelphia "; obviamos, pues,extendernos aquí sobre este puntofundamental, que requiere señalamientosy matizaciones que eviten planteossimplistas. <<

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[6] En la "Advertencia" de 1926 llama alos cuentos capítulos (“varios de suscapítulos corresponden a una época…”).De igual manera llamará en un par deocasiones a las lecciones del Ensayo.<<

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[7] El género de ficción científica yahabía sido ensayado en la Argentina porautores de generaciones anteriores a lamodernista: Carlos Monsalve, EduardoL. Holinberf, Juan Carlos Goyre, yotros. <<

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[8] La lectura de Las metamorfosis delos insectos de Maeterlinck fue unarevelación para Lugones niño (véaseHistoria de Sarmiento. Buenos Aires,Otero y Cía. impresores, MCMXI, cap.VI, p. 164). En sus años de juventudcordobesa, alternó con los sabios de laUniversidad que había traído Sarmiento:los hermanos Doering, uno físico y otrodoctor en ciencias naturales; Harperath,astrónomo y cosmógrafo; Bodembendery Kurtz, químicos y botánicos. Estos loilustraban con sus conocimientosaplicados a las realidades de sumediterránea provincia natal, según

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testimonios del propio Leopoldo y de suhermano Santiago. Véase Capdevila,Arturo, Lugones. Buenos Aires, Aguilar,1973, pp. 90-91. <<

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[9] En la "Advertencia" dice: "Algunasde las ocurrencias de este libro (…) soncorrientes ahora en el campo de laciencia", es decir, veinte años después omas. La observación afectaría a "Lafuerza Omega" y a "La metamúsica",particularmente. <<

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[10] H. P. Blavatsky. Glosario teosófico.Traducción de J. Roviracta Borrell.Buenos Aires, Editorial Glem, 1959; locitado p. 406. <<

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[11] “Las armonías de la luz” había sidorepublicado un año antes del cuento deLugones en una revista porteña en la queéste colaboraba: Buenos Aires, año III,Nº127, domingo 12 de setiembre de1897, pp. 2-7. El hecho actualizaba paraLugones el conocimiento o la relecturadel texto de Cané aparecido por vezprimera en 1877. Citamos Ensayos. Conuna introducción de Norberto Piñero.Buenos Aires, La Cultura Argentina,1919, pp. 184-203; el capitulillo centralpara nuestro interés es el III. <<

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[12] Señalamos, de paso, la posibilidadde que Adolfo Bioy Casares haya usadocomo fuentes para su novela Plan deevasión los trabajos de Jehan de Cartel,Pues las experiencias con colores ysonidos del gobernador Castel en lanovela están vinculados con esatemática. <<

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[13] Véase “El éxodo y las flores delcamino”, en Obras completas. Edición,estudio y notas de Francisco GonzálezGuerrero (prosas) y Alfonso MéndezPlancarte (poesías). Madrid, Aguilar,1955, tomo I, pp. 1478-1479. <<

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[14] loc. cit. p. 1479. Bouyer en suartículo recuerda, entre sesgos dehumor, a quienes han calificado lamúsica de Wagner de escarlata, a la deMeyerbeer de violeta episcopal, a la deMassenet de flava, “tirando aanaranjada”; a la de Carlos Lecop decereza, a la de Offenbach de verdemanzana. Y recuerda a Liszt, queindicaba a su orquesta: “Un poco másazul, señores, os suplico”, “Todo estepasaje menos rosa”, o “Aquí, violetaoscuro”. <<

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[15] El tiempo, Buenos Aires, 18 desetiembre de 1896. <<

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[16] “¡Un tulipán!, exclamó el ancianoirritado. ¡Un tulipán!, ¡ese símbolo delorgullo y de la lujuria que haengendrado en la desgraciada ciudad deWittemberg la detestable herejía deLutero y de Melanchton!”, en “Elmercader de tulipanes”, “Escuelaflamenca”, V. <<

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[17] En Indonesia se sostiene que sepuede hablar con la mandrágora si se lacoloca en una “cama vitalizadota” dearroz cocido y hojas de té, en un rincónoscuro. <<

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[18] Sin salir del ámbito modernista,traigamos al caso un ejemplo de Nervo,autor de un cuento, “Guillotinadas”, alque, posteriormente, con algunosretoques, le dio marco ensayístico,ingiriéndole largas disquisicionescientíficas. El tema es: “La flor ve ysabe que van a cortarla”, pero no puedehuir, con lo que se agudiza la agoníafloral. El ensayo predicho es “El almade las plantas”; en él dice: “Ahora meencuentro en una revista científica con lacomprobación de esta fantasía” (O. C.,op. cit., tomo 11, pp. 876-880). Lasasistentes a la conferencia sobre

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sensibilidad floral, en el cuento“Guillotinadas”, arrebatadas por elentusiasmo, arrancan flores a manosllenas para arrojárselas al disertantecomo conmovido homenaje. <<

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[19] op. cit., p. 442. <<

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[20] Publicado en Caras y Caretas el 19de octubre de 1907, un año después dellibro de Lugones; recogido en Obrasinéditas y desconocidas. Cuentos(1905-1910), tomo V. Montevideo,Arca, 1968, pp. 52-55. En el novelín "Elmono que asesinó" hay otro mono que“habla”; fue publicado en Caras yCaretas, año XII, núms. 552 a 556, del1º de mayo al 5 de junio de 1909 yrecogido en op. cit., tomo I, pp. 59-93.Otra obra quiroguiana, “El hombreartificial”, Caras y Caretas año XIII,núms. 558 a 593, del 8-I al 12 II de1910, recogido en op. cit., tomo I, pp.

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95-112, se basa en un planteocientificista.

Annie Boule, “Science et fiction dansles contes de Horacio Quiroga”, enBulletin Hispanique, t. LXXII, núms. 3-4 Juillet-Décembre 1970, pp. 360-366,se ocupa de “El retrato” y “El vampiro”.<<

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[21] Una leyenda griega hace proceder elnombre de “licántropo” de Licaón,legendario rey de Arcadia, que duranteun banquete ofreció a Zeus un platopreparado con la carne de un niño.Como castigo, Zeus transformó a Licaóny a sus hijas en lobos. El vocablo se usapara los hombres-leopardos y hombres-mandriles de África, las muchachas-cabras de Haití, y en nuestras leyendaspara el lobizón o, lobisome, el tigrecapiango, el uturunco y el yaguareté-abá.<<

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[22] El tema del doble aparece en otrocuento de Lugones, “La noviaimposible”, de Lunario sentimental.

El texto del cuento en Philadelphiasufrirá modificaciones al serincorporado al libro: seccionaparágrafos largos en dos o tres másbreves; suprime media docena depasajes descriptivos. El trozo mássignificativo de los aligeradoscorresponde a la presentación delprotagonista, que estaba trazada conamplias referencias fisionómicas:“Todas estas observaciones de

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metoposcopia, para emplear un términode Alta Magia, se verificaron con larapidez a que me habían acostumbradopersistentes estudios en la ciencia deGratiolet y Lavater”, dice para justificarsu explayación en la versión original. <<

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[23] Las fuentes bíblicas de los episodiosde Sodoma y Gomorra están en elGénesis: 18, 20-23 y 19, 1-29.Referencias en el N. T. San Pedro, II,2,6-7. <<

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[24] No nos detenemos en otroselementos de análisis de este cuentopues ya lo ha hecho con lucidez JuanCarlos Ghiano en “El narrador y losprotagonistas en Las fuerzas extrañas”,Revista Nacional de Cultura.Publicación de Humanidades, Artes yCiencias. Buenos Aires, Secretaría deEstado de Cultura, año I, No 1, pp. 9-28,esp. 19-22. <<

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[25] El Evangelio de San Lucas recuerdael episodio en 17, 28-32. <<

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[26] Lugones manejó la edición de:Cavalca, Domenico. Vite scelte deiSanti Padri. Volgarizate con prefazionee note di Francesco Costino. Milano. E.Sonzogno, 1879, un ejemplar de la cualtenía en su biblioteca. <<

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[27] “Durante la noche, mientras andabasumisa y hábil la costura materna, elpadre leía otro libro de la descabaladabiblioteca: La Jerusalem libertada delinsigne Torcuato. Y recuerdo que meconmovió hondamente la leyenda de laselva encantada, con sus árbolessangrantes y sus láminas de pavorososdibujos”, en Historia de Sarmiento, op.cit., loc. cit. <<

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[28] Pernoud, Régine. Las cruzadas.Buenos Aires, Fabril, 1964, pp. 75-76.<<

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[29] Podría recordarse otro caso, p. ej. Elhuésped desconocido de Maeterlinck,en el que se habla de los caballos deEberfeld, que hacían altas operacionesmatemáticas. <<

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[30] De esto se apartarían solamente lasnotas 2 y 5 de la quinta lección. Lasnotas, salvo la última del Ensayo, estánen primera persona del plural y seatribuirían al narrador. <<

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[31] Prometeo. (Un proscripto del Sol.)Las limaduras de Hephestos, II. BuenosAires, 1910, pp. 63-65, y lo siguiente enp. 129. Hay conexiones noexplícitamente indicadas por Lugones,pero si evidentes entre Las fuerzasextrañas y Prometeo, que requeriríanmayor espacio de dilucidación. <<

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[32] Poe escribió Eureka: an essay onthe material and spiritual universe en1847, y lo publicó dos años después. Suproyecto superaba al de unacosmogonía: “Me propongo hablar delUniverso físico, metafísico ymatemático; material y espiritual; de suesencia, origen y creación; de sucondición presente y de su destino”.Cito por Obras en prosa. Traducción ynotas de Julio Cortázar. Puerto Rico,Editorial Universitaria de Puerto Rico,1969; segunda edición, tomo II, pp. 729-827; lo aquí citado en pp. 729-730. Lacarta del 29-II-1848 mencionada más

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adelante, en pp. 830-831. <<

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[33] Lermina, Julio: “La literatura y elocultismo”, en Philadelphia, BuenosAires, año III, No II, 7 de agosto de1900, pp. 61-67; lo citado, p. 61. <<

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[34] Los capítulos fueron publicadosentre el 7 de mayo de 1899 y el 7 deoctubre de 1900. <<

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[35] Remitimos, para una documentacióny ampliación de lo señalado, a nuestroe s tud i o : Lugones, la teosofía y“Philadelphia". <<

LA FUERZA OMEGA

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[1] Publicado en El Diario, número deNavidad y Año Nuevo, Buenos Aires, lºde enero de 1906. <<

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[2] Ciencias ocultas, herméticas oesotéricas, doctrinas secretas, sabiduríasecreta o filosofía oculta, ocultismo,hermetismo, son todas expresiones quealuden a disciplinas o saberes referidosa los secretos de la Naturaleza física ypsíquica, mental y espiritual, y a lospoderes ocultos en sus fuerzas y a lasformas de dominio sobre ellos. Losconocimientos del ocultismo sólo setrasmiten a los iniciados y están vedadosa los profanos. Las jergas peculiares ylos complicados simbolismos quemanejan tienen una doble razón: sonnecesarios por referirse a materia

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abstrusa, difícil y de índole muypeculiar, y, al tiempo, constituyen unatraba o valla para los profanos. <<

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[3] Lampiña: sin barba. Gañán: labrador,hombre fuerte y rudo. <<

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[4] Bilocación o duplicación: fenómenopor el cual una persona puede hallarsesimultáneamente en dos lugaresdiferentes, aun muy distantes entre sí. <<

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[5] Continencia: abstinencia de losdeleites carnales. La virtud de lamoderación y freno de las pasiones delánimo y de todo tipo de excesos,aumenta la fuerza vital y psíquica, dicenlos ocultistas. De allí la naturalezaascética de ciertas prácticas y ejerciciosa que se someten. <<

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[6] Onda hertziana: son las que seencuentran en el extremo opuesto a lasgamma en el espectro, electromagnéticocontinuo, de mayor longitud que las delinfrarrojo. Son de frecuenciarelativamente baja. Heinrich Hertz(1857-1894), físico alemán, demostró suexistencia, midió su velocidad y lasreflejó, refractó y polarizó.

Rayos Roentgen: son los conocidosrayos X, otro tipo de ondaselectromagnéticas de mucho menorlongitud de onda que la luz. Losdescubrió Guillermo Roentgen en 1895.

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[7] “Falseadura”: línea desde donde sedesvía, ligeramente y en forma gradual,la dirección del corte perpendicular enel perfil de la campana. <<

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[8] Diapasón: regulador de voces einstrumentos; que consiste en unahorquilla de acero con pie que, alhacerla vibrar, suena. <<

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[9] Nasardo de órgano: uno de losregistros de este instrumento, asíllamado porque imita la voz de unhombre gangoso o produce sonido nasal.<<

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[10] Despretz, César (1792-1863), físicofrancés que hizo investigaciones sobrela acústica. <<

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[11] Fourier, Jean Baptiste Joseph, Barónde (1768-1830), físico y matemáticofrancés, autor de La teoría analítica delcalor, obra en la que sintetiza susinvestigaciones. Ha dado su nombre alAnálisis Armónico de las Series, degran aplicación en teorías físicas yfenómenos de naturaleza periódica, talescomo vibraciones de cuerdas, mareas,vibraciones magnéticas. <<

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[12] Tyndall, John (1820-1893), físicoirlandés, investigó sobre el calorradiante en sus relaciones con gases yvapores; demostró la imposibilidad dela teoría de la generación espontánea yciertos efectos dinámicos de la luz. <<

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[13] Orfeo: hijo de Apolo y la musaCalíope; su padre le regaló la lira y leenseñó a tocarla con tal perfección quenadie se podía substraer a su encanto:las fieras se amansaban y los árboles yrocas no eran insensibles a su hechizo.<<

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[14] Koenig, Rodolfo (1832-1901), físicofrancés, se especializó en acústica eintrodujo modificaciones a la sirenainventada en 1819 por Cagnard-Latour.<<

LA LLUVIA DE FUEGO

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[1] Son palabras de Yavéh al pueblojudío, diciéndole que si no obra segúnsus mandamientos lo castigará con todaclase de desgracias: enfermedades,derrota en las guerras, esterilidad de loscampos, fieras que devoren sus ganadosy niños, etcétera, y, entre ellas, elconvertir el cielo en hierro y la tierra encobre o bronce. Esta referencia alude ala infecundidad en que sumirá loscampos, según se advierte por elversículo siguiente: “Serán vanasvuestras fatigas, pues no os dará la tierrasus productos ni los árboles sus frutos”.Este epígrafe bíblico fue agregado en la

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edición de 1926. <<

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[2] Desencarnado: espíritu separado delcuerpo que animó.

Gomorra: ciudad en el sur de Canaán,Palestina. Formaba con Sodoma,Adama, Seboim y Soar una Pentápolis.Sodoma y Gomorra constituían unadoble ciudad. Ambas, según la Biblia,eran pecadoras y corruptas, por esoDios las destruyó, salvando sólo a Lot ya parte de su familia (Génesis, 19, 24 yss.), haciendo llover fuego y azufre. <<

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[3] Vírgula: rayita o línea muy delgada ycorta. <<

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[4] Sodoma y Gomorra han pasado asignificar, por antonomasia, La imagende las ciudades depravadas, centro delas desviaciones aberrantes ypecaminosas. La palabra "sodomía",para indicar relaciones antinaturales,homosexuales, proviene de estarelación. <<

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[5] Granallas: granos o porcionesmenudas a que se reducen los metalespara su fundición. Caldereros: quevenden o fabrican calderas, vasijasredondas de metal. <<

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[6] Piernas glabras: sin vello, lampiñas.Jaqueladas de cintas: dos cintas setrenzan subiendo por la pierna desde eltobillo, formando cuadros o escaques enella, como adorno. Se llaman“escaques” las casillas del tablero deajedrez y las divisiones de los escudosheráldicos. <<

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[7] Coselete: pieza de vestir que, comoun corsé (en francés corselet) ajusta eltalle por debajo de los senos. <<

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[8] Lenón: alcahuete, es decir, que traficacon mujeres públicas o prostitutas. Alprostíbulo se le llama también lenocinio.<<

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[9] Asafétida o asa (jugo) fétida: plantaexótica que da una resina gomosa decolor amarillento sucio, de olor muyfuerte y de sabor amargo y nauseabundo.Se usa como antiespasmódico. <<

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[10] Oropimente: mineral compuesto dearsénico y azufre, de color limón y debrillo anacarado, que se emplea enpintura y en tintorería. <<

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[11] Eunuco: castrado. Morbidez:blandura, flaccidez de las carnes.Crótalos: instrumento musical depercusión, semejante a las castañuelas.<<

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[12] Caliginoso: denso, oscuro, nebuloso.Fosfatado: con fosfato, sal formada porácido fosfórico. Urinoso: propio de laorina. <<

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[13] Famulario: famular, propio de laservidumbre. <<

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[14] Biso: producto segregado por ciertosmoluscos, en forma de filamentos. Estasfibras se mezclan con lana y seda paraconfeccionar tejidos. <<

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[15] Natrón: es el carbonato de sódico,usado en la fabricación de jabón yvidrio. <<

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[16] Adaraja: cada uno de los dentellonesque se forman en la interrupción lateralde un muro para su trabazón alproseguirlo, con una hilera saliente yotra entrante. Apice: extremo superior,punto más alto. <<

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[17] Escorial: sitio donde se echan lasescorias o sobrantes de las fábricasmetalúrgicas. También, el montón deescorias, que es la substancia vítrea quesobrenada en el crisol de los hornos defundir metales. Por fin, la lava de losvolcanes. Las distintas acepciones seconcitan en el texto. <<

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[18] Bermejor: arcaísmo por bermejura:color bermejo, rojizo. <<

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[19] Dos de las ciudades de laPentápolis. Véase nota 1. <<

UN FENÓMENO INEXPLICABLE

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[1] Publicado con el título “Lalicanthropia” (cuento) en Philadelphia,Revista Mensual de EstudiosTeosóficos, Buenos Aires, año 1, No 3,7 de setiembre de 1898.pp. 84-92. <<

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[2] Tener su luna: sentir perturbacionesen el tiempo de las variaciones de laLuna. <<

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[3] Pañuelo de hierbas o yerbas: se llamaal de tela basta, de tamaño algo mayorque el ordinario y con dibujosestampados en colores, comúnmenteaceros. <<

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[4] Clergyman: (inglés) clérigo,sacerdote. <<

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[5] Las observaciones apuntadasresponden a la fisiognomía, disciplinaque se basa en las relaciones entre elalma y el cuerpo para inferir del aspectoy configuración del rostro de unindividuo rasgos de su carácter. <<

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[6] La alusión es propia de laquiromancia, ciencia oculta asociada ala Astrología y a la Cábala, queconsidera a los signos que contiene lamano del individuo como reveladoresde su destino. <<

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[7] Homeópata: que profesa lahomeopatía, sistema curativo que aplicaa las enfermedades, en dosis mínimas,las mismas sustancias que, en cantidadesmayores, producirían al hombre sanosíntomas iguales a los que trata decombatir. Se opone a la medicinaalópata. Más adelante se aplica eladjetivo “homeopático” como sinónimode lo presentado en dosis diminutas. <<

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[8] El péndulo al que se alude es elusado en radiestesia; consiste en unabolita, casi siempre de metal —aunquepuede ser de otros materiales, p. ej.saúco que cuelga de un hilo. Losmovimientos del péndulo proporcionanlos indicios buscados. La radiestesia esla ciencia de la percepción de lasradiaciones de índole electromagnéticade la naturaleza, cuya presencia noregistrarían instrumentos de otro tipo.Los zahoríes o rabdomantes sostienenque ellos pueden captar, con un pénduloo una varilla en forma de horqueta, lasradiaciones que emiten los yacimientos

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minerales o aguas subterráneas. Otrosradiestesistas captan las radiaciones queemanan de un organismo —“magnetismoanimal o fluido vital”— y diagnosticandolencias. <<

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[9] Reichenbad, Karl von. Barón alemán,químico e industrial, realizóexperiencias sobre magnetismo animal yllamó od a la fuerza magnética presenteen todo el universo imanes, animales,plantas, hombres. <<

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[10] Sensitivo: persona con determinadascondiciones de hipersensibilidad paracaptar los efluvios, ondas, emanacionesque emiten los objetos o los seresvivientes. <<

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[11] Alucinación: se la puede definircomo una sensación subjetiva que noestá causada por percepción sensorialalguna. Producen este fenómeno losdeseos exacerbados, el histerismo, losnarcóticos, etc. Se ven, se tocan, se oyencosas que no existen; es ilusión de lossentidos.

El narrador no la estima aquí comoilusión falaz, sino como una fuerzapropia de algunas personas, como eladepto y el vidente, para percibirrealidades, escenas, objetos, ya seanpasados, presentes o futuros, pero

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verdaderos. Véase Glosario teosófico,op. cit. pp. 32-33. <<

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[12] Home, Daniel-Douglas (1833-1886),escocés, ha sido el médium espiritistamás famoso, quizá. Su peculiaridad eraque trabajaba a plena luz y en medio delos asistentes en sus demostracionesmetapsíquicas.

Sir William Crookes (1829-1919),ilustre físico inglés, interesado enfenómenos paranormales, sometió arigurosa observación a Home entre 1869y 1873, con resultados positivos. No fueigual con otra médium, Florence Cook,que, supuestamente, hacía aparecer unfantasma llamado Katie King, durante

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1874. A estos seudofenómenos de esteaño se alude en el texto. <<

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[13] Yoghi: el que practica el yoga(“unión”), que es un método indiopropuesto al hombre para llegar a lamística unión con Dios. Existen variasinterpretaciones del yoga, pero escomún en ellas buscar el completodominio de sí en lo físico y lo espiritual;este dominio les permite realizarfenómenos de insensibilidad,aislamiento, ayunos prolongados, etc. Laalusión al espionaje proviene de novelasdel siglo pasado, en las que falsosyoghis aprovechaban sus exhibicionespara tales fines, durante el dominioinglés en la India. <<

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[14] Autosonambulismo: capacidad paraproducir en sí el estado sonambúlico,que es un grado del aislamiento.Vidente: que puede descubrir hechospara él desconocidos o predecir elfuturo. <<

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[15] Traslación consciente:voluntariamente el sujeto producedesdoblamiento —proyectar el cuerpoastral fuera del cuerpo físico— y sedesplaza en el espacio. <<

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[16] Reintegración: el movimientoopuesto al desdoblamiento. <<

EL MILAGRO DE SAN

WILFRIDO

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[1] Publicado en El Tiempo, BuenosAires, Nº 763, 15 de abril de 1897. Mástarde: “Del libro Las fuerzas extrañas:`El milagro de San Wilfrido”, en Carasy Caretas, Buenos Aires, año IX, Nº392, 7 de abril de 1906. <<

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[2] Valle de Josafat: denominaciónsimbólica, no topográfica, del lugar enel que Yavéh juzgará a los enemigos deIsrael (JI, 4, 2-12). Se lo llamó tambiénel Valle del Juicio o de la Sentencia. Seidentificó, más tarde, sin fundamento,con el valle del Cedrón, al oriente deJerusalén. <<

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[3] Salomón, el rey Sabio, tuvo unasostenida tendencia idolátrica queescandalizaba a los israelitas, y algúnprofeta, como Ajías de Silo, se hizo ecode ello y señaló por castigo la pérdidade diez de las doce tribus (V. 1 Reyes.11. 29 y ss.). <<

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[4] Belphegor o Baal Fagor o Fagor:Baal era el nombre genérico de “señordel lugar” para los dioses locales deSiria y Palestina. Baal Fagor era la delmonte de este nombre. A veces, se lorepresentó como una mujer desnuda;otras, como un demonio horrendo (véaseNúmeros, 23, 3-5; Deuter, 4,3; Oseas,9, 10).

Moloch, Moloc o Molek. también eranombre genérico para dios local. Elnombre de Moloch se repite como diosde Cartago y de las colonias fenicias alque hacían sacrificios de niños para

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aplacarlo. <<

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[5] Profeta Joel, hijo de Patuel, dejó unpequeño escrito profético que se recogeen el canon bíblico. Lo citadocorresponde al Cap. 3, 11: “Juntáostodas las gentes…”. <<

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[6] Zacarías: hay varios personajesbíblicos con el nombre de Zacarías; elmás importante es el profeta de estenombre, que dejó sus escritos, recogidosen la Biblia. Absalón: tercer hijo deDavid y de Maaká, renombrado por suhermosura. Hermano de Tamat, mató aAmnán cuando éste la ultrajó. Fuemuerto por Yoab cuando Absalónquedara colgando de un árbol alenredarse en sus ramas su largacabellera. Según Génesis, 14, 7,descansa en el valle de los Reyes. <<

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[7] Omar: califa, amigo y sucesor deMahoma. Sus conquistas de Siria, Persiay Egipto dieron universalidad al imperioislámico. <<

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[8] Cruces: son más dé cuarenta los tiposde cruces definidas. Véase: Koch,Rundolph, El libro de los símbolos,Buenos Aires, Betiles, 1980, pp. 20 y ss.<<

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[9] Todos son nombres de caballeroscruzados. <<

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[10] Enumeración de quienes tuvieronpoder o gobierno sobre Jerusalén, a lolargo de los siglos. <<

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[11] “Jerusalem, civitas Dei… " Es partedel cántico del Libro de Tobías , 13,versículos 11 y 13. Lugones hatranscripto de corrido los comienzos dedos versículos diferentes: "Jerusalem,civitas Dei… " del v. 11 y "Lucesplendida fulgebis… " del 13, en eltexto de la Vulgata. <<

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[12] Tarja: escudo grande que cubríatodo el cuerpo. <<

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[13] Sinople: color verde, en heráldica.<<

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[14] Cimera: parte superior del casco.Nasal: parte que protege la nariz delcaballero. Gerifalte: ave de presa delnorte de Europa, muy cotizada encetrería. <<

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[15] Alusiones a diferentes pasajes yepisodios de la historia sagrada deIsrael narrados en el AntiguoTestamento. <<

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[16] Jafa, Jaffa o Yaffá: ciudad muyantigua sobre el Mediterráneo; losisraelitas la utilizaban como puerto. Talvez en Jafa es donde se entregaba lamadera para los templos de Salomón yZorobabel, y donde Jonás se embarcópara Tarsis (Jonás, 1, 3). Josué (19, 46)la adscribe a la heredad de Dan, tribudescendiente del epónimo de esenombre. <<

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[17] Alusión al milagro de resurrecciónde la joven Tabita por San Pedro(Hechos de los Apóstoles, 9, 36-43). <<

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[18] Eolo: dios de los vientos, o rey delos vientos, como en la Odisea.Andrómeda: bellísima hija de Cefeo,quien comentaba que era superior a lasNereidas en hermosura. Poseidón,encolerizado, la encadenó a una roca,donde padecía custodiada por unmonstruo marino. Plinio: (23-79 d. C.)Secundo Cayo, el Viejo. Naturalistaromano, murió víctima de su curiosidadcientífica al acercarse al Vesubio enerupción. Su obra es monumental ycontiene enorme cantidad de referenciasy datos de las más disímiles fuentes.Pausanias: viajero y geógrafo griego que

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vivió en el siglo II. Su obra, Itinerariode la Hélade, recoge amplísimo caudalde sus observaciones. Perseo: hijo deZeus y Dánae. Luchó y derrotó a lagorgona Medusa y rescató a Andrómedade su cautiverio, casando con ella. <<

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[19] San Esteban: presbítero yprotomártir, del primero, de la Iglesia.Murió lapidado. Véase Hechos de losApóstoles, 6, 8-60, esp. 57-60. <<

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[20] Se refiere a la impresión auditivaque la lengua de los paganos producía alescucharla. <<

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[21] Apogeos: que ha alcanzado lo sumode la grandeza, de la perfección, de lavirtud, de la gloria. <<

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[22] Agá: oficial del ejército turco. <<

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[23] Gumía: cuchillo de punta curva quelos moros llevaban en la manga. <<

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[24] Solima: corresponde a una de lasdos lecturas del nombre de la CiudadSanta: Jerusalem o Jerosólima. Lasegunda forma es la que usa elDeuteronomio, en el AntiguoTestamento, y Mateo, Marcos y Juan, enel Nuevo. <<

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[25] Ingenios de madera: construcciones,máquinas o artificios de guerra paraatacar o defenderse: torres sobre ruedas,catapultas, arietes rodados, etc. <<

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[26] Alfanje: especie de sable corto ycorvo con filo de un solo lado. Loriga:armadura para defensa del cuerpo hechacon láminas de metal o anillosimbricados. Yatagán: especie de sablecon dos filos, de origen turco. Adarga:escudo de cuero ovalado o de forma decorazón. Estribos tajantes: tenían haciaafuera un reborde afilado para causarheridas en el tobillo del caballeroenemigo o en los flancos de su caballo.Lo usaban los habitantes de Berbería,África. <<

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[27] Babuchas: zapatos livianos, sin taco,usado por los moros. Albornoz: especiede capa con capucha. <<

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[28] Creencia árabe de que el ángel deAlá los tomaría del pelo para llevarlosal Paraíso. Por eso dejaban crecer unpenacho largo en el occipucio, donde searticula la cabeza con las vértebrascervicales. <<

UN ESCUERZO

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[1] Publicado con el título de "Losanímales malditos", en El Tiempo,Buenos Aires, año IV, Nº 965, 10 dediciembre de 1897. <<

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[2] Escuerzo: (Ceratophrys ornato)batracio de mayor tamaño que los saposcomunes. Otra especie es laCeratophrys cornutus. <<

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[3] Batracomiomaquía: guerra entreratones y ranas, etimológicamente. Hayun poema épico burlesco, escrito enhexámetros griegos, con ese título y selo ha atribuido a Homero. El texto hasido imitado y traducido muchas veces.<<

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[4] Paparrucha: noticia falsa y desatinadaacerca de algún suceso, esparcida por elvulgo. <<

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[5] Sabandija: cualquier reptil o insectopequeño, asqueroso o molesto(mosquitos, arañas, tábanos, lagartijas,escarabajos, etc.). <<

LA METAMÚSICA

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[1] Publicado con el título de "La MetaMúsica", en Tribuna, Buenos Aires, 29de junio de 1898, pp. 1-2. <<

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[2] La audición coloreada es unfenómeno psicológico en el que seatribuye, por asociación o porevocación, determinados colores asonidos o a palabras. Varía la atribucióncon las personas. Aunque hayantecedentes, el soneto de Rimbaud "Alas vocales": "A negra, E blanca, I roja,U verde, O azul, vocales…", inspiradoen un abecedario escolar coloreado, esseñalado como la primera asociacióndesarrollada de sonido y color. Lossimbolistas y los modernistashispanoamericanos la practicaron:Martí, Darío, Herrera y Reissig, etc. <<

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[3] Age dum: expresión latina; equivale a¡Vamos, ánimo, ea!, etc. <<

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[4] Lippman, Gabriel (1845-1921), físicofrancés, Premio Nobel, inventó elelectrometro capilar y en 1891 unprocedimiento de fotografía en coloresbasado en interferencias luminosasproducidas por reflexión. <<

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[5] Hanslick, Edward (1825-1904),crítico y esteta musical austriaco. Suensayo De lo bello en la música (1854)reacciona contra la unidad de las artes Ycontra Wagner y es uno de los hitos dela estética musical. <<

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[6] Gozzi, Carlo (1720-1806),dramaturgo italiano que se opuso aGoldoni e imitó, a Calderón. Schillertradujo su cuento dramático Turandot,princesa de China. Polti, Georges, esautor del libro aludido Les 36 situationsdramatiques, París, Mercure de France,1895. <<

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[7] Simbología numérica: desde laAntigüedad se ha estimado el valorsimbólico de ciertos números y de suscombinaciones: 1, 3, 7, 9, 10, etc., en lasmás diversas doctrinas y credos. Alasociar números y letras nace laNumerología, la Aritmomancia, laAritmosofía y otras ciencias ocultasvecinas. <<

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[8] El universo es música: este conceptotraza toda una línea de permanencia enoccidente, desde Pitágoras hastapensadores contemporáneos. Así sehabla de "la música de las esferascelestes", "la lira de la creación", etc.<<

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[9] Timeo (345?-250? a. C.), historiadorgriego, autor de una Historia de Sicilia.Dedicó mucha atención a la exactitudcronológica y computó el tiempohistórico por Olimpíadas. Kepler.Johann (1571-1630) astrónomo alemán.En su obra Mysterium Cosmographicum(1596) intentaba establecer unageometría mística de los cielos. SuAstronomía Nova y Harmonices Mundiestablecen un conjunto de leyesmatemáticas referidas al movimiento delos planetas. Eratóstenes (c. 276-194 a.C.), astrónomo y geógrafo matemático ypoeta griego. Hizo importantes cálculos

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sobre la oblicuidad de la elíptica y lacircunferencia de la tierra. <<

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[10] Palestrina, Giovanni Perluigi da (c.1524-94), compositor y Maestro deCapilla italiano. Autor de variosvolúmenes de Misas Y del conocidoStabat Mater. <<

EL ORIGEN DEL DILUVIO

(NARRACIÓN DE UN ESPÍRITU)

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[1] La doble vista de los sonámbulos:con los ojos cerrados se mueven sintropezar en su deambular. Hay quienessostienen que los pies y manos detectanlos obstáculos; es lo que llaman vistaparóptica, ver sin usar los ojos, graciasa las yemas de los dedos, provistos deocelos. <<

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[2] Alotropía: dícese en química de lasdiferencias que en su aspecto, textura uotras propiedades puede presentar unmismo cuerpo. <<

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[3] Mucílago o mucilago: sustanciaviscosa, de cierta transparencia, que sehalla en algunos vegetales o se preparadisolviendo en agua materias gomosas.<<

VIOLA ACHERONTIA

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[1] Publicado, con el título de"Acherontia atropos" en Tribuna,Buenos Aires, 31 de enero de 1899, p.2. <<

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[2] Bernardin de Saint-Pierre, JacquesHenri (1737-1814), novelista francés, esautor de la célebre obrita Pablo yVirginia. Fue director del Jardín dePlantas de París, cargo en el que sucedióa Buffon. Como naturalista publicóEtudes de la Nature y Les Harmoniesde la Nature. <<

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[3] Analogías: para el ocultismo, elpensamiento analógico o simbólico escapital. La relación aparente o desemejanza entre dos cosas puedeconducir a establecer una complejacadena analógica; así, entre elmicrocosmos que es el hombre, y elmacrocosmos o universo. <<

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[4] Michelet, Jules (1798-1874), francés,autor de la famosa Historia de Francia(1835-1866). A partir de 1851 suatención se volcó hacia el campo de lasciencias naturales, y publicó: El pájaro(1850) , El insecto (1857), El mar(1861). <<

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[5] Novum Organum de Francis Bacon(1561-1626), filósofo inglés, su obraNuevo órgano o elementos deinterpretación de la naturaleza (1620)pretende constituir una nueva lógica, encontraposición a la de Aristóteles,conocida como Organum. Postula unanueva forma de acercamiento a lanaturaleza. <<

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[6] Los entierros chinos se hacenacompañados de una banda musical yvistiendo los asistentes colores vivos.<<

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[7] Toluidina: anilina derivada deltolueno o toluol, sustancia obtenida,inicialmente, a partir del bálsamo deTolú. Hidrocarburo aromático de laserie del benceno. Xileno o xilol:líquido incoloro obtenido pordestilación de los aceites ligerosprocedentes de la brea de hulla. Ambassustancias son de amplio uso industrial.<<

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[8] Estramonio: hierba venenosa, degrandes hojas dentadas y de olor fuerte.Se cultiva por el alcaloide stramonium,que se usa en medicina como sustitutivode la belladona. Belladona: planta deflores purpúreas, de acción calmante,narcótica y venenosa. <<

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[9] Beleño: planta narcótica, de hojasvellosas y flores amarillas. Su principioactivo se denomina hioscyamina. <<

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[10] Candole, Alphonse de (1806-1893)y su padre, el célebre botánico ginebrinoAgustín de Candolle (1778-1841),ambos fueron directores del JardínBotánico de Ginebra. El padre es elautor de la magna obra Prodromussystematis naturalis regni vegetalis, yel hijo de Geografía botánica razonaday Origen de las plantas cultivadas. <<

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[11] Arum, aro o tragontina: género dehierbas euroasiáticas, tales como la calanegra o lirio de Salomón, de Israel yJordania, el aro dragón, el aro de flechay el acuático. Orchis: orquídeas.Stapelia: planta de la familia de lasasclepiadáceas, como la llamada flordel lagarto, de hermosísimas flores. <<

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[12] Mandrágora: planta narcótica, dehojas anchas y flores malolientes enforma de campanilla. Se le atribuíanvirtudes mágicas por tener las raícesparecidas a la figura humana. Haymuchas leyendas en torno de esta planta.Se dice que lanza gemidos lastimeroscuando se la arranca del suelo; quevuelve fértiles a las mujeres que no loson; produce riqueza; revela el porvenir;ella nace del esperma de un ahorcado;es afrodisíaca, etc. <<

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YZUR

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[1] Es la teoría regresiva, que invierte elproceso de la que sostiene que elhombre proviene del mono. Para laregresiva, el mono es un hombredegenerado, degradado. <<

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[2] Cónsul: nombre de un mono célebrehacia comienzos del siglo. Darío lo viotrabajar en un music-hall de París,donde se presentaba vestido a la modacon un perro y un negrito como sirviente.<<

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[3] Circunvolución de Broca: situada enel lóbulo frontal izquierdo del cerebro;en ella se localiza el centro del lenguajearticulado. <<

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[4] Azogarse: contraer la enfermedadproducida por los vapores de azogue,que genera un temblor continuado. Ensentido figurado, turbarse y agitarsemucho; aquí, referido a las muecasincesantes del simio. <<

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[5] Sevicia: crueldad excesiva. <<

LA ESTATUA DE SAL

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[1] Publicado en Tribuna, Buenos Aires,17 de mayo de 1898, pp. 1-2. <<

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[2] San Sabas, obispo de Cesárea,fundador del monasterio que lleva sunombre, cerca de Belén en el siglo IV.<<

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[3] Jordán: el río más largo del SO deAsia Menor, asociado íntimamente a lahistoria hebrea A sus orillas hay restosde más de, cincuenta ciudades, algunasde hace 5.000 años. <<

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[4] Véanse notas sobre Gomorra en “Lalluvia de fuego”. <<

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[5] Estilita: anacoreta que, por sacrificio,vivía sobre una columna, como SanSimeón, el Estilita. <<

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[6] Cenobita: persona que, en losprimeros siglos del cristianismo, vivíaen una comunidad religiosa (cenobio:monasterio) gobernada por un superior,a diferencia del anacoreta, que vivía enla soledad. <<

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[7] Olor de santidad: una de las virtudesque se señalan en algunos santos es la deexhalar aroma perfumado, en vida, enmomentos de éxtasis, y aun después damuertos. <<

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[8] La mujer de sal: la castigada esposade Lot, que no cumplió con el mandatodivino y tornó la cabeza para ver ladestrucción de la ciudad. <<

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[9] Juvencus, Cayo Vecio Aquilino: deorigen español, vivió en tiempos deConstantino. Presbítero cristiano, deformación clásica, versificó losEvangelios h. 330 en hexámetros. <<

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[10] Elohim: aunque es nombre en plural(sing.: eloah) se lo usa en el AntiguoTestamento como sinónimo del únicoDios verdadero, sea o no el de losisraelitas. <<

EL PSYCHON

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[1] Publicado en Tribuna, Buenos Aires,31 de enero de 1898; p. 2. <<

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[2] El espejo negro: con este títulopublicó un cuento Lugones, que norecogió en Las fuerzas extrañas. Véaseestudio preliminar. <<

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[3] Físicos. Los más importantes son losaportes de Lavoisier, Antoine Laurent(1743-1794) en el estudio de lacombustión del oxígeno; y Faraday,Michael (1791-1867) en el campo de lalicuefacción de los gases y en laelectrodinámica. <<

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[4] La terapéutica sugestiva: tratamientode los pacientes, especialmentehistéricos, por medio de la sugestiónhipnótica. El célebre neurólogo francésJ. M. Charcot, precursor de lapsicopatología, realizó sus experienciasen el Hospital de la Salpétrière. <<

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[5] Rochas, Albert de. Oficial de laEscuela Politécnica francesa dedicadoal estudio de la sugestión hipnótica ensensitivos histéricos. Además realizósesiones con la celebre médium EusapiaPaladino. Publicó Le Fluide desmagnétiseurs y L’ Extériorisation de lasensibilité, entre otras. <<

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[6] Propiedades emenagogas: queproducen o provocan la menstruación dela mujer. <<

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[7] Tonsura: corte de pelo, al ras delcuero cabelludo, en forma circular, en lazona de la coronilla. Es uso muy antiguoen sectas y religiones. <<

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[8] Fez: gorro de fieltro rojo, en forma decubilete, usado especialmente por losturcos. <<

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[9] Volney, Constantin F., Conde de(1757-1820), historiador francés, cuyaobra capital Las ruinas o meditacionessobre los revoluciones de los imperios(1790) fue lectura reiterada de Lugones.<<

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[10] Brillat-Savarin, Anthelme (1755-1826), gastrónomo y jurista francés. Suobra más notable, Psicología del gusto(1825) sobre el arte del buen comer,está matizada con fino humor. <<

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[11] Dewar, Sir James (1842-1923),físico y químico británico. Investigósobre la licuefacción de los gases yobtuvo el hidrógeno líquido (1898) yluego solidificado (1899). Ramsay, SirWilliam (1852-1916), químicobritánico. Descubrió cinco elementosgaseosos inertes: el argón (1894), elhelio (1895) y el kriptón, el neón y elxenón, estos tres últimos juntamente conMorris W. Travera, en 1898. <<

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[12] El tubo de Geissler, lleno de gasesenrarecidos y atravesados por unacorriente de alta frecuencia, produceluminosidad más o menos intensa. Suinventor fue el físico alemán HeinrichGeissler (1814-1879). <<

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[13] La botella de Leyden es uncondensador eléctrico: una botella devidrio recubierta hasta los dos terciosde su altura por una lámina de estaño. Suinventor fue el médico alemán Ernst vonLeyden (1832-1910). <<

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[14] Berthelot, Marcelin (1827-1907),químico francés. Sintetizó numerososcompuestos orgánicos (metano,acetileno, benceno, etc.); midió el calorlatente en la vaporización de loslíquidos. <<

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[15] Pictet, Raúl (1846-1929), físicosuizo que licuificó el nitrógeno y eloxígeno. <<

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[16] Expresión sardónica: reacciónpatológica, convulsión y contracción delos músculos de la cara que producen ungesto como cuando uno ríe. <<

ENSAYO DE UNA COSMOGONÍAEN DIEZ LECCIONES

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[1] "Luz negra" y "tinieblas" noequivalen, naturalmente, a sombra, esdecir, a una disminución de luz. Son la"no-luz" en absoluto. (Esta y las demásnotas de las presentes Leccionespertenecen a Leopoldo Lugones.) <<

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[2] Esta causalidad, que es la leysuprema de toda vida, tiene un símboloadmirable en el paganismo. Queremoshablar del destino (o sea, eldeterminismo de las causas anteriores)que era superior a todos los dioses, sinser él mismo un dios. <<

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[1] Conviene tener presente siempre queesta electricidad es la del rayo γ, y no laque conocemos habitualmente. <<

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[2] La ciencia empieza a considerarcomo materia a la luz y a la electricidad,porque está obligada a suponerlasatómicas. Nosotros también; pero si sonmateria porque son objetivas y ésta es laverdadera definición, carecen de lapropiedad sustancial única de lamateria: el peso. No sabemos si laciencia creerá que no hay, entonces,diferencia sustancial entre la materia yla energía; pero la lógica obliga a estaconclusión. <<

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[1] Recuérdese nuestra definición de lamateria en la nota anterior: materia estodo lo objetivo. <<

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[2] La unidad absoluta en abstracto es laenergía absoluta; por eso decimos que elrayo es unidad absoluta comomanifestación vital. <<

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[3] No se nos escapa lo imperfecto deestas expresiones, pues parece, enrealidad, que la extensión debierapreceder a la magnitud; pero creemoshaber demostrado en el caso de lamancha de luz que ésta puede tenermagnitud sin tener volumen, mientrasque la extensión lo requeriría. El valorconvencional que damos a las palabrasresulta de la novedad de las ideas. <<

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[4] Nosotros llegamos a Dios, es decir,al Ser Supremo (que de ninguna manerase nos representa como un tiposemejante al humano) a través de lamateria y de la fuerza, sin necesidad denegarlas; antes, refundiéndolas en supropio ser, una de cuyas manifestacioneslas consideramos. De aquí que tengamosa las manifestaciones de la vida absoluta(Dios) por estados de conciencia. <<

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[1] Recuérdese nuestra definición de lavida. <<

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[2] Es decir que producen iones. Losiones surgidos de los mecheros son losproductores del fenómeno. En lasmanchas de luz primordial, los puntosmás luminosos vienen a ser las fuentesde ionización. <<

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[3] Las analogías entre estas vidas conlos fenómenos del mundo actual noimplican identidades. Los fenómenos deaquéllas son los prototipos de nuestrosfenómenos; son parecidos, pero noiguales. <<

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[4] Como siempre que hay choque de dosmagnitudes de forma circular. <<

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[5] El sol, que es, sin duda, una esferafluida, no tiene achatamiento polaralguno, como una pompa de jabón,aunque su densidad sea sólo una cuartaparte de la terrestre, y su fuerzacentrífuga cuatro veces mayor. A sutiempo recordaremos esta singularidadsolar. <<

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[6] El pensamiento divino geometriza enel Cosmos, decía Platón, que sabía a quéatenerse. <<

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[7] Conviene quizá advertir que elhexaedro es la única forma materialperceptible que realice estascondiciones, si bien un agregado dehexaedros nunca puede componer untodo perfecto, estando limitado siemprepor ángulos abiertos. Es lo que ocurrecon la materia en eterno trabajo dedesintegración, que la pone en contactocon la absoluta energía, como losángulos abiertos con el infinito a nuestroconjunto de hexaedros. <<

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[1] En efecto, el azar que es una causa sincausa, equivale a los dioses de lasreligiones positivas, cuyo carácter mássaliente y común es la arbitrariedad. <<

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[2] La astronomía moderna se inclina acreer que todo el universo estelar tieneesta forma, y que nuestra vía láctea sehalla próxima a su centro; pues elnúmero de estrellas de dos puntosopuestos del cielo, ya estén situadas enla vía misma o en sus polos, es casiigual. Siendo esto así, el universoestelar presentaría la forma de unalenteja o esferoide muy achatado en lamisma dirección que la vía láctea.Dividiendo el cielo en nueve círculosparalelos al plano de ésta (las zonasprimera y novena abarcarían sus polos)resulta la siguiente relación de

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densidades: 1,2.8; 2,3.0; 3,3.5; 4,5.3;5,8.2; 6,6.1; 7,3.7; 8,3.2; 9,3.1; lo cualestablece el puesto central de la víaláctea (5,8.2), así como la forma deluniverso estelar. Nuestras lentejas noson, pues, pura fantasía. <<

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[3] Dadas su velocidad rotatoria y lacondensación de la materia gaseosa delos anillos en materia sólida, esta últimaes inexplicable. En efecto, si es delmismo peso y densidad que la delplaneta, no ha podido condensarse sinromperse; y si no es del mismo peso yde la misma densidad, ¿cómo giraarmónicamente con él? <<

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[4] Los cambios de conformación dealgunas nebulosas manifiestan tendenciaa definirse en torbellinos espirales. Elcapítulo siguiente expresará en detalleestos movimientos. <<

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[5] En cambio, abundan loscontradictorios, y entre éstos son losmás notables: la densidad de Venus,menor que la de la Tierra, no obstante sumayor proximidad al Sol; la de Urano;mayor que la de Saturno, a pesar dehallarse más lejano que éste; la de lossatélites de Júpiter, mucho mayor que lade éste; el movimiento retrógrado de lossatélites de Urano y de Neptuno; la faltade achatamiento polar del Sol, antesmencionada; la depresión polar deMercurio, diez veces mayor que la de laTierra, a pesar de que su rotaciónequivale apenas a un tercio de la de

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esta, siendo mayor su densidad en unacuarta parte tan sólo; las depresionespolares igualmente desproporcionadasde Saturno y de Júpiter… <<

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[6] Es curioso que el número 7, elnúmero sagrado por excelencia,reaparezca como cifra inicial de esteresultado; pero lo es más aun el que ladocena y la decena, también números,sagrados, estén significados en lapoblación de ciento veinte millones(diez docenas de millones) de estrellasque los mismos cálculos asignan aluniverso. <<

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[7] Del propio modo que no se niega lacontinuidad de la vida, porque losorganismos individuales acaben. <<

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[1] En la materia no atómica, es claroque no puede haber calor. <<

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[2] Sábese que el sonido aumenta laproducción de rayos. <<

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[3] La emanación continua del rádium,tanto como la propagación de la luz, eldesprendimiento odorífero, etc., resultanser movimiento perpetuo. La locura delpasado es la razón del presente. <<

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[4] No damos a la palabra gravedad suacepción corriente. Para nosotros,gravedad es atracción magnética, pormás extraño que esto pueda parecer. Porlo demás, la atracción en razón directade las masas e inversa del cuadrado delas distancias no se efectúa conforme aesta ley, según es sabido, en las masasmuy pequeñas; y en las grandes existe unhecho por demás curioso: los cometasdesarrollan su cola (materia más tenueque el núcleo) en oposición al sol, porel cual son atraídos en razón directa delas masas, etc. Se ve, entonces, que lagravedad ofrece contradicciones harto

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serias. <<

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[5] Como en el último aparato deCrookes, que pone al rádium enpresencia del sulfuro de cincfosforescente a la distancia de mediomilímetro. <<

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[6] La astronomía supone que algunoscometas son masas desprendidas de lasnebulosas. <<

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[1] Esta "agua" y este "hidrógeno" noson, naturalmente, los que conocemos;basta reflexionar que si todos los gasesson formas alotrópicas, el hidrógenoprimordial era todos estos gases, esdecir, una cosa bien distinta de hoy,cuando ellos se encuentran yadiferenciados. Del propio modo, ellíquido primordial, cuya forma actual esel agua, era un conjunto ahoradiferenciado, una especie de fluidocoloidal, como se verá luego. Elhidrógeno y el agua primordiales eranestados generales de materia: logaseoso y lo líquido. <<

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[2] Como el nuestro. <<

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[3] Siendo el hidrógeno y el agua, el gasy el líquido prototípicos, ¿cuál era elsólido de esta cualidad? Probablemente,el rádium, o una composición parecida,que al solidificarse del todo debe deperder muchas de sus cualidadesradiantes (tensión eléctrica) paraadquirir peso (gravedad). El rádiumposee la propiedad de descomponer elagua en hidrógeno y oxígeno, y esto esun fuerte indicio. <<

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[1] Las diastasas, las toxinas, presentantambién analogías sorprendentes con losmetales en estado coloidal. Estos obransobre ciertos cuerpos (formiatos,alcoholes) como las bacteriasespecíficas de ciertas transformaciones,y son neutralizadas por los mismoscuerpos. El átomo, resumen de lasfuerzas primordiales, lleva en síresumida la potencia de todos losfenómenos, y le basta cambiar de estadopara producirlos a todos. <<

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[2] Basta este contacto, como es sabido,para producir electricidad; y es claroque aquí nos referimos solamente alamor físico en su más simple expresión.<<

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[3] Haremos notar, sin embargo, que elsímbolo físico del agua en todas lasfilosofías antiguas es la cruz; pero elloviene de que, cuando se parte delespacio de tres dimensiones, o sea, de lamateria tal como podemos percibirla, elagua ocupa el cuarto lugar; siendo lacruz el símbolo cuaternario. Las doslíneas horizontal y vertical que lacomponen simbolizan también elequilibrio material que es la formalíquida, y ésta era otra razón. <<

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[1] He aquí por qué llamamos ideaciónal ternario superior de nuestro esquema.<<

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[2] Conviene no olvidar que si elpensamiento es la energía primordial,todas las fuerzas (energía manifestada)son pensamiento, es decir, seresinteligentes. <<

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[3] El calor, como se recordará, es unaforma de la electricidad, que en estadopuramente dinámico es pensamiento. <<

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[4] Si de la nada, nada sale, crear es sólotransformar. <<

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[5] El calor mata o vivifica según elpoder y las circunstancias de su acción.Por otra parte, no hay evolución posiblesin errores, es decir, progreso,causalidad, fenómenos. La absolutaperfección, o sea, el Dios de lasreligiones, implica la absolutaesterilidad. <<

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[6] El capítulo siguiente dilucidará estacuestión. <<

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[1] Porque el vegetal es un reinointermedio entre los otros dos yparticipa de la naturaleza de ambos. <<

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[2] Esto explica por qué en el Génesis,Adán “da nombre” o, lo que es igual,especifica a los animales que ya estabancreados por Dios; es igual que existíancomo meras potencialidades sinobjetividad alguna en la mente delespíritu director del planeta. <<

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[3] Esta es la respuesta a los que objetanque ciertos insectos viven también consu forma adquirida, desde remotasedades geológicas, por más que ningunoalcance la antigüedad del hombre. <<

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[4] Usamos el término como unasemejanza y advirtiendo que estasmónadas tienen la misma existenciaincorpórea de los átomos, ya descrita enotro lugar, siendo sustancialmenteidénticas a los átomos minerales ovegetales, pero en otro estado de vida,según los antecedentes del ser que lasengendra. <<

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[5] No se olvide que el estado sólido noexistía aún, y téngase presente que aundespués de existir, el fosfato de cal,producto de los moluscos primitivos, fuede los últimos en aparecer. <<

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[6] Este es el origen del mito dePrometeo, un numen que roba fuego paralos hombres. Cuando se sabe quePrometeo viene de pro-methis,“premeditación”, el mito resultaenteramente claro. <<

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[7] Cumplir un deber indicado por larazón es adelantarse a la ley fatal,activando la vida consciente, o sea,produciendo un acto meritorio; puessiendo la razón un ser superior alhombre, si bien encarnado en él —elespíritu solar mismo—, ella esrealmente la guía del hombre. Así seexplica satisfactoriamente el bien y lasuperioridad en apariencia paradójicade la razón humana, que, estando en elhombre, es superior al hombre y daleyes a su existencia. <<

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[8] Este es el concepto del pecado,cuando se lo considera individualmente.Pecado es ignorancia, es decir, fuerzaciega, según la propia definiciónteológica. <<

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[9] Conviene no olvidar que la razón deestos regresos a la vida está en la ley decausalidad puesta en acción por elmismo ser que sufre sus consecuencias.<<

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[10] Repetimos que toda esta cosmogoníaes sólo un esquema. La evolución de lasrazas humanas, así como la explicacióndetallada de las relacionesinterplanetarias, excederían de suobjeto; pero algo me dice que he devolver a encontrar un día las huellas demi augusto revelador… <<