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1 Ficha técnica La soledad -Película- Título: La soledad Dirección: Jaime Rosales País: España Año: 2007 Duración: 130 min Género: Drama Guión: Jaime Rosales y Enric Rufas Producción: José María Morales, Jaime Rosales y Ricard Figueras Fotografía: Oscar Durán Montaje: Nino Martínez Sosa. Dirección artística: Ion Arretxe Vestuario: Eva Arretxe y Asun Arretxe Interpretación: Sonia Almarcha (Adela), Petra Martínez (Antonia), Miriam Correa (Inés), Nuria Mencía (Nieves), María Bazán (Helena), Jesús Cracio (Manolo), Luis Villanueva (Carlos), Luis Bermejo (Alberto), Juan Margallo (padre), José Luis Torrijo (Pedro), Carmen Gutiérrez (Miriam) Premios: Goyas 2007 Categoría Persona Resultado Mejor película Ganadora Mejor director Jaime Rosales Ganador Mejor actor revelación José Luis Torrijo Ganador Sinopsis: Adela, una joven separada y con un hijo de un año de edad, está cansada de la vida que lleva en su pequeño pueblo natal al norte de León. Deja atrás las montañas y los paseos por los prados para trasladarse a Madrid, donde todo es ruido, tráfico y un continuo vaivén de un lado a otro. Para salir adelante se busca un trabajo de azafata y se muda a un apartamento junto a Carlos e Inés, dos jóvenes muy agradables. Los tres se llevan muy bien en seguida, compartiendo comidas, dudas y ratos de ocio. Antonia, la madre de Inés, tiene un pequeño supermercado de barrio; lleva una vida bastante tranquila junto a su novio, Manolo, y sus tres hijas: Inés, Nieves y Helena, la mayor. Sin embargo, poco a poco, su placentera vida empieza a tambalearse. Adela no ha tenido grandes dificultades para adaptarse a la vida urbana, a pesar de que el padre de Miguelito no le ayuda demasiado económicamente. Un atentado terrorista, mientras viaja en autobús, dejará su vida hecha añicos. A partir de ese momento, deberá encontrar la fuerza para regresar a una vida normal.

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Ficha técnica La soledad -Película-

Título: La soledad Dirección: Jaime Rosales País: España Año: 2007 Duración: 130 min Género: Drama Guión: Jaime Rosales y Enric Rufas Producción: José María Morales, Jaime Rosales y Ricard Figueras Fotografía: Oscar Durán Montaje: Nino Martínez Sosa. Dirección artística: Ion Arretxe Vestuario: Eva Arretxe y Asun Arretxe Interpretación: Sonia Almarcha (Adela), Petra Martínez (Antonia), Miriam Correa (Inés), Nuria Mencía (Nieves), María Bazán (Helena), Jesús Cracio (Manolo), Luis Villanueva (Carlos), Luis Bermejo (Alberto), Juan Margallo (padre), José Luis Torrijo (Pedro), Carmen Gutiérrez (Miriam) Premios: Goyas 2007 Categoría Persona Resultado

Mejor película Ganadora

Mejor director Jaime Rosales Ganador

Mejor actor revelación José Luis Torrijo Ganador Sinopsis: Adela, una joven separada y con un hijo de un año de edad, está cansada de la vida que lleva en su pequeño pueblo natal al norte de León. Deja atrás las montañas y los paseos por los prados para trasladarse a Madrid, donde todo es ruido, tráfico y un continuo vaivén de un lado a otro. Para salir adelante se busca un trabajo de azafata y se muda a un apartamento junto a Carlos e Inés, dos jóvenes muy agradables. Los tres se llevan muy bien en seguida, compartiendo comidas, dudas y ratos de ocio. Antonia, la madre de Inés, tiene un pequeño supermercado de barrio; lleva una vida bastante tranquila junto a su novio, Manolo, y sus tres hijas: Inés, Nieves y Helena, la mayor. Sin embargo, poco a poco, su placentera vida empieza a tambalearse. Adela no ha tenido grandes dificultades para adaptarse a la vida urbana, a pesar de que el padre de Miguelito no le ayuda demasiado económicamente. Un atentado terrorista, mientras viaja en autobús, dejará su vida hecha añicos. A partir de ese momento, deberá encontrar la fuerza para regresar a una vida normal.

 

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Federación Internacional de Mujeres Universitarias

Federación Mexicana de Universitarias Universidad Nacional Autónoma de México

Museo de la Mujer Bolivia 17 Centro Histórico, Ciudad de México.

Cine-Club de Género, 8 de mayo de 2012.

La soledad Mtra. Delia Selene de Dios Vallejo♣♥

Jaime Rosales nos muestra ya desde su primera obra, Las horas del día, como un cineasta honrado con un estilo perfectamente definido, siendo el suyo un cine pausado y relajado, construido por matices. La soledad sigue la vida cotidiana de dos mujeres, Adela y Antonia. La primera, recién divorciada, intentará hacerse un hueco en la ciudad con su hijo pequeño.

Antonia, ya anciana, es el soporte y nexo de unión de unas hijas que no saben mirar más allá de ellas mismas. Su dolor, su vulnerabilidad y su lucha pueden ser de cualquiera de nosotros. Y su soledad, en el mundo compuesto por mecanismos que en vez de unir aíslan, que obstaculizan la comunicación, es la de ser humano contemporáneo. Y para ello Rosales, frente a la saturación de imágenes y movimiento que nos rodea propone quietud y silencio, ante un discurso subrayado y dogmatico, él sugiere, escribe con lo que no dice, sin acentuar, solo mostrando. Hablándonos con las imágenes y recurriendo para ello a uno de los recursos más felices de la película, la polivisión. Esta división que hace de la pantalla en dos partes iguales nos ofrece más información que cualquiera de los diálogos de los personajes. A través de ella Rosales nos muestra su estado de ánimo y su situación con el mundo. Vemos dos ambientes de una misma casa y dos personajes que comparten su habitad, pero también se nos hace patente la inmensa distancia que les separa. Vemos a dos personajes cenando y donde el plano y contraplano se sustituye por este recurso que nos sitúa a uno de perfil y al otro de frente. Los dos conversan de lo mismo, pero la dirección opuesta de sus miradas no deja dudas a su profunda incomunicación. Lleno de gente, pero todos visualmente separados por las barras de apoyo que, en numerosas líneas verticales, se nos erigen como autenticas barreras que nos acercan y nos encierran en nuestra propia soledad. Una soledad terrorífica y desesperanzadora, desde donde Adela, con su pequeñín en brazos, observa a un adolescente, metáfora del futuro que está luchando por conseguir para su hijo. Un porvenir que no se hará realidad.

                                                                                                                         ♣ Catedrática de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales-UNAM *Secretaria General de la Unión Nacional de Mujeres Mexicanas Asociación Civil. ♥ Se agradece el apoyo de las licenciadas: Eva Calderón, Eurídice Román de Dios, Adriana Romo Sotres, Pamela Jiménez Romo y Rosalinda Cuéllar Celis.

 

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Y así se podría seguir enumerando diversas situaciones similares que el director expresa a través de una cuidadosísima puesta en escena en cuya composición, de una aparente armonía y obsesiva búsqueda de simetría, hallamos otra de las claves de la película. Tanto en los planos dobles de la polivisión, como en los convencionales, la norma general es encontrar un elemento que hace de eje vertical y divide a ambos lados del mismo en una disposición casi simétrica. Sin embargo, siempre hay algo, apenas perceptible ya sea un objeto, una línea oblicua o una ligera diagonal sobre la horizontalidad o verticalidad del constante juego compositivo de líneas, que rompe dicha simetría. Es como la vida misma, donde nunca encontraremos la perfección, la felicidad absoluta, habiendo siempre algo discordante. Nuestra obligación será saber vivir con ello mientras seguimos buscando la forma insistentemente de perfección, sin detenernos. Porque no hay lugar para ello. Todo avanza. Lentamente pero avanza. Y así se muestran los personajes de La soledad, avanzando paulatinamente, y cambiando de forma gradual, sin darnos cuenta, al ritmo lento de la película, al compas de ese tempo que nos cansa y donde parece que no pasa nada, que todo es igual, que aburre, pero donde, a base de muchos y pequeñísimos matices, evolucionan de tal manera que viéndolos al final, y echando la vista atrás, al principio de la película, se nos presentan como personas completamente distintas. Como cuando Adela vuelve al pueblo y la pantalla nos muestra el mismo doble plano de la casa de su padre con que se la presenta al principio. Pero el encuadre que antes ocupaba la parte derecha de la pantalla ahora ocupa la izquierda, y viceversa. Es decir, nada es lo mismo1.

Cómo se hizo "LA SOLEDAD"

«Todo empieza con una emoción. Una emoción difusa sobre la vida, sobre el mundo que nos rodea, sobre cómo nos relacionamos los unos con los otros. Esa emoción se transforma en una necesidad de hacer una película; en compartir con el espectador una serie de inquietudes, una cierta angustia también. La muerte está, de alguna

manera, en el centro de esa angustia. Estamos diseñados para sufrir y también para superar el sufrimiento. Somos seres duros y sensibles, pero al final, nuestra dureza supera nuestra sensibilidad. La película retrata momentos de dureza y momentos de fragilidad en la vida de los personajes. Al final, la vida continúa siguiendo su curso a través del tiempo. Me interesan las relaciones humanas; me llama mucho la atención la forma extraña en que tenemos de tratarnos los unos a los otros. Hacemos bromas sobre cosas serias. Escondemos nuestras intenciones para lograr engañar al otro y lo que logramos de esta manera es confundirnos más de lo que lo estábamos. Podemos llegar a odiar a las personas que más nos quieren. Le damos mucha importancia al dinero. El dinero está presente en casi

                                                                                                                         1  http://www.miradas.net/2007/n63/criticas/lasoledad.html  

 

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todas nuestras acciones, en casi todas nuestras conversaciones. En general, creo que tenemos buenas intenciones los unos sobre los otros aunque no siempre somos capaces de mostrar lo que pensamos y sentimos realmente. Estamos acostumbrados a que una película cuente una historia. En esta película se cuenta la historia de dos mujeres: Antonia y Adela. El relato avanza a partir de las cosas que les van pasando a una y otra. Las emociones que se desprenden de lo que hacen o lo que dejan de hacer y la manera en que se relacionan con los personajes de su entorno forman la columna vertebral de la película. Pero, desde mi punto de vista, realizar una película no consiste únicamente en tejer una historia mediante una tecnología audiovisual. Sin renunciar al placer que proporciona el relato, el director de cine tiene el deber de añadir otras dimensiones a su obra. La creación cinematográfica pasa por encontrar nuevas formas de percepción. Encontrar maneras nuevas de mostrar imágenes o enlaces entre imágenes. Aunque se corra el riesgo de fracasar, hay que intentar ir más allá. Ahí es donde entra la polivisión. La polivisión ha consistido en dividir la pantalla (formato cinemascope) en dos mitades iguales. Cada mitad corresponde a un punto de vista diferente sobre una misma escena. A veces se trata de dos ángulos sobre un mismo espacio (por ejemplo la cocina de una casa vista desde dos posiciones distintas). Otras, una visión simultánea sobre dos fragmentos de un espacio escénico más amplio (por ejemplo, el comedor y el salón de un apartamento sobre el que los personajes vienen y van). La idea detrás de la polivisión ha sido crear un código homogéneo a partir de un conjunto de reglas cuya función es aportar un sistema de percepción distinto al del formato natural. El reto y la dificultad han consistido en lograr un cierto distanciamiento y ruptura respecto a la lectura natural sin que dicha ruptura constituya un freno al tránsito de emociones. Alrededor del 30% del metraje total está rodado en polivisión.» Esto ha expresado Jaime Rosales acerca de su obra, de su creación La soledad. Notas de la actriz Sonia Almarcha

«Interpretar el papel de Adela ha sido un gran regalo para mí. Me siento muy privilegiada de haber podido ponerme en la piel de esta mujer. Adela es una mujer valiente, decidida, que apuesta por cambiar su vida. Es una madre que se ha criado sin la suya y que ama a su hijo y no se conforma. Es una mujer sola, poco hablantina. Una mujer a la que el silencio no le asusta; se siente a gusto en él. Creo que la entiendo bien, entiendo sus ganas de vivir, su amor a su hijo, su seguridad. Yo tampoco me conformo, si algo no me gusta y no me siento bien, me muevo. Busco otro camino. Yo, como ella, apuesto por seguir adelante, aunque en sus circunstancias no sé si sería tan fuerte.

 

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Antes de empezar los ensayos tenía marcadas varias escenas que me asustaban bastante. Eran escenas muy delicadas de contar, como si tuviesen una medida justa que había que enganchar. No te podías pasar ni quedarte corto. Las escenas en polivisión fueron un caso aparte; planteaban bastantes dificultades. Había que sincronizar todo de tal manera que requería una concentración brutal. Teníamos que combinar la técnica, que era muy compleja, con todo lo que me estaba pasando en las escenas, que era muy potente. Hacía tiempo que no tenía la sensación de aprender tanto trabajando. Desde que terminé la película, he pensado que más allá del resultado me siento muy plena con lo que he vivido, creo que lo he hecho con mucho amor y mucha entrega, y eso ya lo tengo.» Notas de la actriz Petra Martínez

«Cuando leí el guión me emocioné en muchos momentos y también me pregunté muchas cosas sobre mí misma. Las historias que cuenta, son situaciones muy creíbles, desgracias de la vida misma. El personaje de Antonia es un personaje corriente; una persona que puedes encontrar en la calle, debajo de tu casa. Yo diría que es un personaje tan corriente que hay algo en ella que te suena familiar. En Antonia veo la síntesis de lo que es una madre.

Lo hace todo por sus hijas; sufre en silencio; se preocupa por cada una de ellas; está siempre disponible. Ese amor por los hijos es algo que comprendo muy bien, algo con lo que me identifico claramente. Los actores nos llevamos muy bien entre nosotros y lo pasamos muy bien. Todo el equipo era fantástico. Jaime trabaja con un equipo de gente en la que confía plenamente. Me llamó la atención la forma que tiene de situarse en el rodaje. No ve el rodaje a través del combo. Se sitúa estratégicamente en el set siempre del lado de los actores. Eso quiere decir que los actores le importamos mucho y eso nos da confianza. La peculiar forma de trabajar que tiene y la manera de contar las historias es lo que creo que hará que esta película sea muy especial. Yo creo que habrá momentos en los que el público se emocionará y otros en los que verá la acción de una forma más distanciada. Eso, seguramente, le hará reflexionar más fríamente sobre lo que está viendo.» Nos dice Julio Rodríguez Chico en su texto “Tristeza en el celuloide”: Con solo dos películas, Jaime Rosales se ha ganado el respeto de todos y el merecido título de “autor”. Alejado del cine comercial y comprometido con el valor de la imagen como instrumento para reflejar la vida, ha sabido recoger historias humanas llenas de verdad y sentido de lo cotidiano. El Festival de Cannes ha reconocido este talento, y la cinta que ahora se estrena viene de recoger los mejores elogios de crítica y público. Su propuesta se sitúa en ese territorio compartido por la ficción y el documental, donde se da una cuidada puesta en escena y una marcada voluntad de estilo, todo al servicio de una autenticidad y de

 

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un respeto hacia la realidad, con unos personajes retratados en sus más interiores y complejos recovecos.

Estructurado en cuatro capítulos y un epílogo, Rosales deja que la cámara se empape de tristeza y también de humanidad al recoger fragmentos de vida de dos mujeres, Antonia y Adela, y de sus respectivas familias. Sus historias conforman tramas que apenas se entrecruzan en su devenir, pero que funcionan como

hilos de un mismo tejido social, entre la lucha por evitar la soledad y las dificultades propias de la convivencia. Antonia es una viuda que vive para sus hijas y que encuentra en Manolo, un buen hombre, alguien con quien sobrellevar el final de sus días. Su único anhelo es mantener la paz y armonía familiar, a pesar de las pequeñas mezquindades y egoísmos de Nieves, del cáncer que padece Helena o de las verdades lanzadas como puñales por Inés. Por su parte, Adela es una joven separada y con un hijo, que abandona el pueblo para intentar abrirse camino en la capital, y que tendrá que enfrentarse al trágico destino de estar sola en el mundo. Entre otras muchas, quizá la primera y mayor virtud del director catalán sea la de saber presentarnos a personas normales, con sus intentos por convivir pacíficamente y evitar la soledad, y los problemas que torpedean esas relaciones y amenazan con llevarlas a pique: dinero, enfermedad, muerte e incomunicación frente a sentimientos soterrados de amistad y amor pudoroso para seres necesitados de compañía e ilusión. Sus diálogos son naturales y espontáneos, nada pretenciosos ni rebuscados, sobre los temas más ordinarios y también más importantes. En cuanto a sus reacciones, resultan absolutamente verosímiles y cargadas de frescura, tanto cuando se enfrentan a un diagnóstico médico fatal como cuando hablan de los tatuajes o se disponen a repartir una herencia. Son vidas que comienzan entre divertidos comentarios con un punto de ilusión y alegría, entre juegos infantiles y opiniones sobre la importancia o no de ser guapos para enamorar, y que poco a poco van derivando, entre situaciones dramáticas y esfuerzos por sortear el temporal, hacia la negrura existencial. Retratos matizados y respetuosos, con una marcada pátina de pesimismo que su director ya mostraba en "Las horas del día", aunque sin amargura y sí con una triste resignación. En cada situación y gesto se adivina una magnífica dirección de actores y unas interpretaciones acordes con la cuidada puesta en escena y planificación. Desde el comienzo, Rosales hace gala de un estilo preciso en el que cada detalle tiene un sentido narrativo o expresivo. Los mismos títulos de crédito aparecen fragmentados en su disposición, en clara referencia a la fragilidad de la vida y de las relaciones humanas. En las primeras escenas, la pantalla partida en dos le servirá para mostrar el aislamiento de unos personajes que hablan y conviven en un mismo espacio pero cuya realidad está continuamente amenazada por la distancia emocional; ese mismo recurso cobra especial fuerza cuando recoge, con primeros planos, las difíciles conversaciones de pareja situando a uno de perfil y a otro de frente, con miradas a cámara que llegan a conmover y perturbar al

 

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espectador que advierte el dolor de los personajes. De igual manera, más adelante el uso de una cámara fija y discretamente colocada no impide un perfecto tratamiento espacial de los lugares de acción, y entonces la planificación partida permite elaborar una mirada plural de un único objeto, desde distintos ángulos o puntos de vista a modo de "cubismo cinematográfico", y penetrar en los entresijos de una matizada realidad relacional o personal. Todos los actores y actrices realizan trabajos soberbios y logran momentos de verdadera emoción contenida, nada impostada ni artificiosa. Parecen no estar representando ninguna tragedia ni drama existencial, sino sólo permitiendo que la cámara se cuele en su alma cuando el dolor la inunda y quedan sumidos en la soledad y tristeza. Duele ver a Petra Martínez como esa madre que se esfuerza por pasar por alto las salidas de tono de sus hijas que se pelean, o contemplar a Sonia Almarcha sola ante el espejo hundiéndose en su fatalismo, o la llegada al Hospital de una María Bazán dispuesta a enfrentarse a una operación de riesgo. El guión avanza con un ritmo constante y adecuado, el necesario para que el espectador se meta y comparta con los protagonistas unas oscuras nubes que van cubriendo el cielo de su vida. La ausencia de música extradiegética permite que el sonido y el silencio adquieran una función esencial para dar verismo a cada situación, lo mismo que un inteligente uso del fuera de campo con el que Rosales permite al espectador asistir activamente a esos momentos de convivencia real. En todo el desarrollo de la trama, únicamente hay un momento en que el tono parece romper la dinámica intimista y lacónica. Es el de la acción terrorista, quizá algo forzada en su necesidad de dar un giro narrativo a la historia y también en el deseo —según su director— de dejar constancia de un miedo tan presente en la actualidad. Pero, a pesar de esa cuestionable opción, la verdad es que está resuelto de la manera menos espectacular posible, con un minimalismo y desnudez narrativa que nos recuerda al mejor Robert Bresson. No estamos ante una película de entretenimiento, lo que no significa que sea un film "raro" o de difícil visión. Todo lo contrario, pues, desde su inicio, quien asiste a la proyección se siente cautivado por su cuidada e inteligente elaboración, donde forma y fondo caminan al unísono en su intento por plasmar la verdad de la realidad cotidiana. Es cierto que sólo es recomendable para quien así entienda el cine, y no para quien sólo busque una evasión loca y desenfrenada repleta de acción externa y efectos especiales. Aquí la acción es interior y se da en cada personaje, la realidad es cierta y no construida sobre sueños imposibles, y la imagen es cauce para decir algo y no sólo soporte en el que se impresionen unos objetos. Rosales nos ofrece una joya de cine auténtico, que recoge una parte de la realidad, triste y dolorosa, desde una óptica nada complaciente ni optimista, pero verdadera y honesta. Por su parte Miguel A. Delgado nos comenta: En demasiadas ocasiones, la apuesta estética sirve sólo para enturbiar lo que se quiere contar, convirtiendo lo que vemos en pantalla en algo pretencioso e insoportable. En otras, sin embargo, cumple a la perfección a la hora de ayudar al cineasta a transmitir mejor el aliento que habita en su obra. Cuando esa combinación se da (desgraciadamente, menos

 

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veces de lo que nos gustaría), puede decirse que nos encontramos ante una gran película. Y “La soledad”, sin duda, lo es. Pero no es una propuesta sencilla, porque su afán de involucrar al espectador le lleva a emplear planos largos, aparentemente (sólo aparentemente) sin contenido, en los que las dos protagonistas (Adela y Antonia) van mostrándonos su vida diaria (las dos con proyectos para romper las situaciones en las que se encuentran y que parecen traer consigo una tibia esperanza: Adela está separada y acaba de trasladarse a Madrid desde el pueblo junto con su hijo de trece meses, y Antonia ejerce de mediadora continua en los conflictos de sus tres hijas, mientras se plantea abandonar el piso en el que ha pasado la mayor parte de su vida para irse a vivir con un hombre), llena de momentos con aparente contenido pero que, en realidad, al mirar hacia atrás, son más bien la expresión de una soledad profunda, íntima, que ni siquiera la continua relación con los otros puede compensar. Incluso, para reforzar esa impresión, Jaime Rosales opta por dividir la pantalla en varios momentos de la cinta, reforzando de esta manera la sensación de aislamiento al romper la forma tradicional de mostrar las conversaciones, de tal manera que podemos ver sólo a uno de los intérpretes, encerrado en el estrecho encuadre, mientras que la presencia del otro es apenas una voz en off. O de manera más directa, cuando nos muestra a dos personajes que hablan, uno a cámara y otro mirando a un lado: una ruptura del tradicional método plano-contraplano, que destruye cualquier contacto visual o sensación de interrelación. Un fino trabajo con la banda sonora, en la que siempre están presentes los sonidos del exterior (los coches, las obras, los juegos de los niños), que vienen a decirnos que la vida es una cosa que siempre sucede fuera de donde nos encontramos, completa la apabullante arquitectura de esta sólo en apariencia sencilla película. Por ello, cuando el espectador está inmerso en esta dinámica que le va llevando sin que en realidad ocurra nada verdaderamente relevante (o sea, como en la mayor parte de la vida de la gente), irrumpirán, sin previo aviso, zarpazos irracionales que traerán la muerte, el sufrimiento, una ruptura brusca de ese adormecimiento vital que sacudirá al espectador casi como a las actrices y los (pocos) actores. Y es inevitable sentir una sacudida en la butaca, pero al final el paso de la rutina irá cayendo como polvo disparado por una explosión, y todo terminará reposándose en los tranquilos y bien marcados caminos del día a día. Pero esta apuesta no sería posible sin que, a pesar de toda la preparación de la película, el resultado no respirase verdad. Y en gran parte lo hace por la extraordinaria labor de las actrices, de Sonia Almarcha (Adela) y Petra Martínez (Antonia), a las tres hijas y sus compañeros. La cámara de Rosales se inserta en un Madrid reconocible pero, a la vez, perfecta metáfora de cualquier lugar. Y el resultado es una de las obras más duras, tristes y desalentadoras que nos haya regalado últimamente el cine español; pero, a la vez, una apuesta valiente, llena de interés por trazar nuevos caminos, y una buena muestra de que, más allá de

 

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los monótonos y aburridos lugares comunes, hay vida y creación entre los autores de España. Brindemos por ello2.  El incontestable reconocimiento que ha obtenido “La soledad”, ha sorprendido incluso a su director, Jaime Rosales. El realizador hubo de reconocer no estar acostumbrado « A eventos fuera de círculos estudiantiles o de cinefilia, máxime en un espacio cultural diferente, dado que mi cine es considerado minoritario». Aun así, el ambiente estuvo presidido por la distensión y la cercanía de todos los curiosos que acudieron a conocerlo en persona, confesó que su película «coincide con un momento de emoción vital muy personal, ya que he sido padre recientemente, lo que me ha hecho darme cuenta de que la vida es algo muy potente, pero muy frágil a un tiempo». El aspecto formal de su cine corresponde al uso de la “polivisión” o pantalla partida, le parece « una manera fabulosa de reflejar la necesidad de las personas de estar juntas, aunque les resulte imposible conseguirlo». Los suyos son dibujos profundos, y para ello confesó que se esfuerza por «acercar el personaje al actor. Escribes el personaje pensando sus facetas, pero luego el casting sale de forma distinta. Prefiero aceptar la realidad como es, lo que garantiza cierta frescura y espontaneidad». Y es que Rosales da mucha importancia a las similitudes entre las vidas de rol e intérprete, lo que hace que «mis procesos de selección sean muy largos. Comparo las biografías de los actores con las de los personajes que han de acometer, luego los hago improvisar, hacemos lecturas de las escenas, ensayos…». Semejante planificación llamó la atención, a interesados por este geométrico estudio previo. A este respecto, remarcó que «el cine es un arte del momento, en el rodaje hay una intensidad tremenda. Hay que aprovechar cada instante, pero eso no está reñido con la preparación. Determino reglas con lo que se puede o no hacer; no me sirvió de storyboards, ni cuántos planos hay, pero conozco los caminos a seguir para solucionar cada secuencia».  Lo que tiene muy claro, más allá de formalidades y temáticas, es la necesidad de respetar al espectador, lo que no considera reñido con «proponerle cierta exigencia y esfuerzo por su parte. Me produce rechazo la actitud de algunos compañeros de profesión que no se preocupan por la difusión de su obra, por tratar de llegar a una importante cantidad de público ». «Creo que cualquier soporte es válido para influir en el espectador y llegar a él. Pero, obviamente, la percepción es distinta, las películas están pensadas para ser proyectadas en una sala. Pero es evidente que a mí, como a todos, me han influido títulos que no han podido ver en un cine, así que he disfrutado igualmente en DVD. Sinceramente-confesó- creo que estos sistemas pueden funcionar como complemento, pero también aportar nuevos espectadores». Con no pocos ánimos

                                                                                                                         2  http://www.labutaca.net/films/54/lasoledad.htm  

 

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para sus nominaciones en los premios de la Academia española los Goya, se despidió un encuentro diferente, que acercó al realizador a un público generalmente alejado de los artífices de las cintas que ellos mismos encumbran con su pasión y fidelidad3. Adela está separada y decide irse a Madrid con su hijo. Antonia tiene tres hijas, Helena le pide dinero para comprarse un piso, a Nieves le detectan un cáncer e Inés alquila una habitación de su casa a una recién llegada Adela. Y de pronto la herida, el brusco giro que vuelve todo inevitable. Hay filmes que se conforman con contar una historia, otros con conmover, otros con hacer dinero, y luego hay otro cine que busca perderse, contemplarse desde fuera, ser cine pero hacer otra cosa. Es un cine suicida, contracorriente, carente de concesiones, autista, al margen de todo lo que se ha llamado cine hasta ahora. Y La Soledad era (es) esto. ¿Entonces qué es? Algo tan sencillo (y complejo) como la vida misma. Las protagonistas (Sonia Almarcha y Petra Martínez, no hay suficientes premios para vosotras) no actúan, viven, sufren, cocinan, comen, no interpretan un papel, y precisamente esa delicada línea que separa la ficción del documental es lo que Jaime Rosales domina a la perfección. Después de la demoledora y hanekeniana “Las horas del día”, éste barcelonés, amante del cine de Bresson nos vuelve a regalar un par de ojos nuevos para degustar su cine áspero, seco y directo, una (s) nueva (s) narración (es) sin música, como los días, con el único sonido de la ciudad como partitura. Un film donde a veces los silencios son más expresivos que las palabras, únicamente dichas cuando algo parece a punto de romperse dentro. La película introduce un nuevo atractivo visual, la “polivisión” que consiste en dividir la pantalla en dos mitades iguales y registrar dos ángulos diferentes y simultáneos de la acción, algo que da una potencia infinita a la narración en algún caso y entorpece en algún otro. Si obviamos que el invento se usa, quizás, demasiado, podemos hablar de uno de los films más importantes, de verdad, del nuevo cine español. La Soledad desvela a un autor inquieto, muy de fiar, orgullosamente minoritario e infinitamente interesante. Un autor tan necesario como Haneke, Winterbottom o Von Tier, entre otros, para hacernos creer que puede haber un cine diferente, que solo se rige a los dictados del propio cine-arte, un cine-experiencia que toma como punto de partida y meta la propia vida4                                                                                                                          3 http://dvd.labutaca.net/jaime-rosales-y-cameo-acercaron-la-soledad-al-publico-madrileno/

4  http://www.otrocine.com/archivos/la-soledad-jaime-rosales-2007/  

 

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Biografía del Director

Jaime Rosales nació en Barcelona, en el año 1970 es Director de cine español. Licenciado en Ciencias Empresariales, pasó en Cuba tres años, estudiando cine en la Escuela Internacional de Cine y Televisión

de San Antonio de los Baños (EICTV) de La Habana, y estudió luego en la Australian Film Television and Radio School Broadcasting Enterteinment (AFTRSBE) de Sydney (Australia). Autor de varios cortos de éxito, su primer largometraje, Las horas del día obtuvo el Premio de la Crítica Internacional en la Quincena de Realizadores en el Festival de Cannes. En 2007 estrenó su segundo largometraje, La soledad. El cine de Rosales, muy influido por cineastas como Robert Bresson, Jess Franco o Yasujirō Ozu, intenta mostrar fragmentos de la vida cotidiana de forma ascética y mediante planos fijos. Obtuvo el Premio Goya al mejor director por La soledad, película premiada también como la mejor película en la XXII edición de los Premios Goya.En ella aporta una nueva forma narrativa y visual, la polivisión, por la cual se puede contemplar la acción de varios personajes de manera simultánea. En el Festival de Cine de San Sebastián 2008 se presentó su película "Tiro en la cabeza", con críticas dispares. Con él ganó el Premio Frispeci a mejor película, otorgado por la crítica. Filmografía Director y guionista: 2003: Las horas del día 2007: La soledad 2008: Tiro en la cabeza Productor: 2003: Las horas del día (Dir: Jaime Rosales) 2003: Un instante en la vida ajena (Dir: José Luis López-Linares) 2006: La línea recta entre dos puntos (Dir: José María de Orbe) 2007: La soledad (Dir: Jaime Rosales) 2008: Tiro en la cabeza (Dir: Jaime Rosales) 2009: El árbol (Dir: Carlos Serrano Azcona) También recibió otros premios: Círculo de guionistas de España: Mejor director Unión española de actores: Mejor actriz revelación y mejor actriz protagonista

 

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Verona Love Screens Films festival: Mejor película5 De la reinvención de la realidad en Jaimes Rosales nos dice Alberto Haj–Saleh lo siguiente: Cualquiera que haya sufrido un accidente con el coche, o haya recibido un puñetazo inesperado, o se haya caído por las escaleras, sabrá que la sensación de extrañamiento ante un suceso que se sale tanto de nuestros esquemas cotidianos es realmente peculiar. La frase que más se repite en estos casos es <<era como si estuviese en una película>>. Es decir, de algún modo inconsciente nuestro cerebro trata de alejarse de nosotros mismos para lograr ver y comprender lo que está ocurriendo con un mínimo de perspectiva. Las tres películas que componen la todavía corta filmografía del cineasta Jaime Rosales (Barcelona, 1970) –Las horas del día (2003), La soledad (2007) y Tiro en la cabeza (2008) – son, en mayor o menor medida, un ejercicio consciente de darle la vuelta a todo lo dicho en el párrafo anterior, es decir, de narrar la cotidianidad rompiendo los códigos y acuerdos preestablecidos entre espectador y película. El resultado es el mismo: el extrañamiento, la certeza de que lo que se está viendo necesita de un ejercicio de perspectiva para poder comprenderlo. Déjenme que intente explicar este pequeño galimatías: decía William Goldman en uno de sus libros autobiográficos que alguien que conocía quiso escribir una película sobre los bomberos de una localidad norteamericana. Como quería el mayor realismo posible, pasó semanas con ellos tomando notas para poder reproducir al pie de la letra las conversaciones y los modos de hablar de aquellos hombretones (en su mayoría) que apagaban fuegos y sacaban gente de los escombros. El resultado fue un desastre: allí no había un guión, allí había realidad, y la realidad puesta en la pantalla produce el monstruo del no reconocimiento. Aunque aquello sea real, no lo reconocemos. Por eso, Rosales no trata de filmar la realidad, como muchas veces se ha sugerido desde la crítica, sino que lo que hace es construir un discurso hiperrealista, es decir, la “verdad” contada también es una verdad creada: una realidad encuadrada y delimitada por muchas fronteras que obligan al espectador a mirar de un modo muy concreto. Los límites los crea a través de la propia narración, pero sobre todo a través de su propia técnica al filmar. ¿Qué otra cosa es la famosa polivisión que divide en dos un tercio de La soledad sino un dibujo nítido de esas fronteras? ¿Qué es la abundante proliferación de planos fijos de Alex Brendemühl sin los correspondientes e intuitivos contraplanos de sus acompañantes en Las horas del día sino una orden explícita de atención a un punto concreto de la acción? ¿Qué es, en definitiva, el punto de vista absolutamente espía de Tiro en la cabeza sino un sesgo preciso de la realidad que intenta contarnos el director? Si hiciéramos un análisis riguroso de la veracidad (que no verosimilitud, ésta si la cumple con creces) de las dos primeras películas de Jaime Rosales, encontraríamos con una cierta rapidez lagunas de coherencia que desmontarían el                                                                                                                          5  http://es.wikipedia.org/wiki/Jaime_Rosales  

 

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conjunto. Dos ejemplos a vuelapluma: el Abel asesino de Las horas del día no se toma la más mínima molestia en limpiar huellas u ocultar pruebas; el atentado aislado en un autobús de línea regular de Madrid, no siendo algo imposible, sí es cuanto menos improbable. Pero lo cierto es que da lo mismo: dentro del juego narrativo que nos propone el director, el espectador (generalmente) acepta sin demasiados problemas esos hechos insólitos en beneficio del conjunto de la película. Donde se debilita, sin embargo, ese pacto narrativo es precisamente en el uso de los diálogos. El guión de Rosales y Enric Rufas en estas dos primeras películas trata de reproducir la intrascendencia general de las conversaciones rutinarias de personas sin nada especialmente extraordinario en sus vidas. Pero esa inanidad de la gran mayoría de las palabras que decimos cada día resuenan impostadas en una pantalla de cine, incluso memorizadas algunas veces (por ejemplo, cuando en La soledad conversan sobre si conviene más un novio guapo o uno bueno, y uno de los personajes se arranca con una anécdota del pasado que narra con solemnidad de orador de iglesia). Volvemos entonces al punto de partida: cuanto más trata de aproximarse a la realidad desnuda, menos funcionan las películas. Cuanto más apuesta por dar un paso más allá y construir una hiperrealidad, más perfecto se vuelve el discurso. Es por eso, tal vez, que al observar la progresión de la obra de Rosales encontramos que el cineasta ha ido despojándose film a film de los elementos más artificiales de sus narraciones. En la técnica, pasamos de una alternancia entre los planos “espía” (filmados desde detrás de una puerta o desde una ventana) y los más convencionales de Las horas del día a una casi totalidad de esos planos distanciados en La soledad, para terminar llegando al voyeurismo más completo y definitivo en el teleobjetivo lejano de Tiro en la cabeza. Igualmente, los diálogos más o menos frecuentes y rutinarios de la primera película del director dan paso en La soledad a una predominancia de los silencios y, finalmente, a la ausencia completa de diálogo escuchado en Tiro en la cabeza. De este modo, las decisiones estéticas y narrativas de este último film plantean una pregunta inevitable: ¿cuál será el siguiente paso hacia la desnudez formal en el cine de Jaime Rosales? La polivisión. Las lágrimas de Petra Martínez. Una explosión en plano general. Una ausencia infantil. Una productora a la que venerar (Fresdeval Films)… imposible perderse una cita con la historia cinematográfica reciente como la que José María Morales y Jaime Rosales produjeron en el año 2007. Fuentes documentales:

Notas de producción © 2007 Wanda Visión Notas del director Jaime Rosales http://www.elmundo.es/elmundo/2007/06/01/cultura/1180691298.html http://es.wikipedia.org/wiki/Jaime_Rosales http://www.otrocine.com/archivos/la-soledad-jaime-rosales-2007/ http://www.miradas.net/2007/n63/criticas/lasoledad.html http://www.labutaca.net/films/54/lasoledad.htm http://dvd.labutaca.net/jaime-rosales-y-cameo-acercaron-la-soledad-al-publico-madrileno/