la serpiente de kekule federico di trocchio

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LA SERPIENTE DE KEKULÉ Federico di Trocchio En “Las Mentiras de la ciencia” La desgracia de Mendel se vuelve mucho más evidente si se la compara con el destino diferente sufrido por una mentira, muy probablemente menos inocente, mediante la cual August Kekulé ofreció no sólo un informe poco verídico de la forma real en que había descubierto la estructura química del benceno, sino que incluso logró encubrir aquello que algunos estudiosos consideran un plagio en perjuicio de un colega. A comienzos del siglo XIX en Londres los teatros y otros edificios públicos se iluminaban con un gas extraído de las ballenas. Cuando este gas se comprimía a fin de transportarlo en barcas, formaba un líquido. Este líquido fue analizado por primera vez en 1825 por el famo- . so científico Michael Faraday, quien verificó que contenía carbono e hidrógeno en iguales proporciones. Posteriormente se lo denominó benceno. Durante muchos años nadie pudo aislar la fórmula de la estructura de esta sustancia, hasta que en 1865 Friedrich August Kekulé de- mostró que su molécula está constituida por un anillo de seis átomos de carbono dispuestos en forma de hexágono ideal, cada uno de los cuales está unido a un átomo de hidrógeno. ¿Cómo había hecho Kekulé para encontrar esta singular y hasta entonces desconocida estructura? El autor no quiso revelarlo jamás, hasta que en 1890, en el transcurso de una celebración-convención con motivo del vigésimo quinto aniversario del descubrimiento, que pasó a la historia como la «fiesta del benzol», reveló que había realiza- do el descubrimiento en sueños. En 1865 cuando era profesor de química en Gagte, Bélgica, contó Kekulé que una noche, mientras se ocupaba de preparar su manual de química, se durmió frente al fuego y comenzó a soñar con una danza de ·átomos que poco a poco se convirtieron en varias serpientes, hasta que finalmente una de ellas se mordió la cola formando un anillo. En aquel momento, Kekulé, guiado por una repentina iluminación, se despertó y pasó el resto de la noche intentando disponer los átomos de carbono y de hidrógeno del benceno de acuerdo con la figura que había aparecido en el sueño. Esta anécdota comenzó a formar parte de las curiosidades y los mitos de la historia de la ciencia y ha sido narrada infinitas veces, sobre todo para subrayar que a menudo en la investigación científica también entran en juego factores psicológicos oscuros e imponderables. El propio Kekulé había concluido su discurso diciendo: «Durmamos entonces, señores, y tal vez podamos descubrir la verdad. Pero cuidémonos de no publicar nuestros sueños antes de haberlos discutido en profundidad cuando estemos despiertos.» Kekulé era un hombre que gozaba de tanto atractivo y autoridad (no se le otorgó el premio Nobel sólo porque aún no existía, pero lo obtuvieron tres de sus alumnos) que nadie se preguntó jamás si aquel sueño le había ocurrido en realidad, o si simplemente lo había inventado. Hasta que en 1984 John Wotiz, profesor de bioquímica de la Universidad de Illinois, y Susanna Rudofsky, de la Universidad de Chicago, decidieron llegar al fondo de la cuestión ya que sentían curiosidad por el hecho de que durante más de veinticinco años Kekulé hubiera mantenido en absoluta reserva las circunstancias que le habían llevado a su descubrimiento. Apoyándose en los documentos que puso a su disposición Klaus Hafner, director de los archivos de Kekulé de la Universidad de Darmstadt, los dos estudiosos llegaron a la conclusión de que muy probablemente el sueño de la serpiente no fue más que un invento del ya anciano Kekulé quien, de esta manera, procuraba esconder frente a la posteridad el verdadero origen de su idea, mucho más prosaico y casi tramposo. Wotiz y Rudofsky señalaron que en 1854 el químico francés A. Laurent publicó un libro en el que atribuía al cloruro de benzoílo una fórmula de estructura hexagonal. Los dos autores norteamericanos demostraron también que Kekulé conocía muy bien aquel libro, y que ya en 1854 sabía de su publicación. Encontraron, de hecho, una carta con esta fecha en la cual Kekulé proponía a un editor alemán la traducción del libro. Además, en un artículo de 1858 Kekulé citaba el libro de Laurent y hacía referencia precisamente a la página 408, en la que el químico francés había diseñado la estructura hexagonal del cloruro de benzoílo. Esta referencia falta, en cambio, en el ar- tículo de 1865 en el que Kekulé proponía la estructura hexagonal para el benceno. La conclusión de Wotiz y Ru- dofsky es que Kekulé no sólo «cogió inspiración» del libro de Laurent, sino que además procuró por todos los me- dios evitar que Laurent compartiera con él el honor y el mérito del descubrimiento.

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Page 1: La Serpiente de Kekule Federico Di Trocchio

LA SERPIENTE DE KEKULÉ Federico di Trocchio

En “Las Mentiras de la ciencia”

La desgracia de Mendel se vuelve mucho más evidente si se la compara con el destino diferente sufrido por una

mentira, muy probablemente menos inocente, mediante la cual August Kekulé ofreció no sólo un informe poco

verídico de la forma real en que había descubierto la estructura química del benceno, sino que incluso logró

encubrir aquello que algunos estudiosos consideran un plagio en perjuicio de un colega.

A comienzos del siglo XIX en Londres los teatros y otros edificios públicos se iluminaban con un gas extraído de

las ballenas. Cuando este gas se comprimía a fin de transportarlo en barcas, formaba un líquido. Este líquido fue

analizado por primera vez en 1825 por el famo- . so científico Michael Faraday, quien verificó que contenía

carbono e hidrógeno en iguales proporciones. Posteriormente se lo denominó benceno. Durante muchos años

nadie pudo aislar la fórmula de la estructura de esta sustancia, hasta que en 1865 Friedrich August Kekulé de-

mostró que su molécula está constituida por un anillo de seis átomos de carbono dispuestos en forma de hexágono

ideal, cada uno de los cuales está unido a un átomo de hidrógeno.

¿Cómo había hecho Kekulé para encontrar esta singular y hasta entonces desconocida estructura? El autor no

quiso revelarlo jamás, hasta que en 1890, en el transcurso de una celebración-convención con motivo del vigésimo

quinto aniversario del descubrimiento, que pasó a la historia como la «fiesta del benzol», reveló que había realiza-

do el descubrimiento en sueños.

En 1865 cuando era profesor de química en Gagte, Bélgica, contó Kekulé que una noche, mientras se ocupaba de

preparar su manual de química, se durmió frente al fuego y comenzó a soñar con una danza de ·átomos que poco a

poco se convirtieron en varias serpientes, hasta que finalmente una de ellas se mordió la cola formando un anillo.

En aquel momento, Kekulé, guiado por una repentina iluminación, se despertó y pasó el resto de la noche

intentando disponer los átomos de carbono y de hidrógeno del benceno de acuerdo con la figura que había

aparecido en el sueño. Esta anécdota comenzó a formar parte de las curiosidades y los mitos de la historia de la

ciencia y ha sido narrada infinitas veces, sobre todo para subrayar que a menudo en la investigación científica

también entran en juego factores psicológicos oscuros e imponderables. El propio Kekulé había concluido su

discurso diciendo: «Durmamos entonces, señores, y tal vez podamos descubrir la verdad. Pero cuidémonos de no

publicar nuestros sueños antes de haberlos discutido en profundidad cuando estemos despiertos.»

Kekulé era un hombre que gozaba de tanto atractivo y autoridad (no se le otorgó el premio Nobel sólo porque aún

no existía, pero lo obtuvieron tres de sus alumnos) que nadie se preguntó jamás si aquel sueño le había ocurrido en

realidad, o si simplemente lo había inventado. Hasta que en 1984 John Wotiz, profesor de bioquímica de la

Universidad de Illinois, y Susanna Rudofsky, de la Universidad de Chicago, decidieron llegar al fondo de la

cuestión ya que sentían curiosidad por el hecho de que durante más de veinticinco años Kekulé hubiera mantenido

en absoluta reserva las circunstancias que le habían llevado a su descubrimiento. Apoyándose en los documentos

que puso a su disposición Klaus Hafner, director de los archivos de Kekulé de la Universidad de Darmstadt, los

dos estudiosos llegaron a la conclusión de que muy probablemente el sueño de la serpiente no fue más que un

invento del ya anciano Kekulé quien, de esta manera, procuraba esconder frente a la posteridad el verdadero

origen de su idea, mucho más prosaico y casi tramposo.

Wotiz y Rudofsky señalaron que en 1854 el químico francés A. Laurent publicó un libro en el que atribuía al

cloruro de benzoílo una fórmula de estructura hexagonal. Los dos autores norteamericanos demostraron también

que Kekulé conocía muy bien aquel libro, y que ya en 1854 sabía de su publicación. Encontraron, de hecho, una

carta con esta fecha en la cual Kekulé proponía a un editor alemán la traducción del libro. Además, en un artículo

de 1858 Kekulé citaba el libro de Laurent y hacía referencia precisamente a la página 408, en la que el químico

francés había diseñado la estructura hexagonal del cloruro de benzoílo. Esta referencia falta, en cambio, en el ar-

tículo de 1865 en el que Kekulé proponía la estructura hexagonal para el benceno. La conclusión de Wotiz y Ru-

dofsky es que Kekulé no sólo «cogió inspiración» del libro de Laurent, sino que además procuró por todos los me-

dios evitar que Laurent compartiera con él el honor y el mérito del descubrimiento.