la santa muerte de homero aridjis

16

Upload: me-gusta-leer-mexico

Post on 17-Feb-2017

41 views

Category:

Entertainment & Humor


3 download

TRANSCRIPT

11

La Santa Muerte

Mi venganza secreta: Lo obedecí en todo,pero nunca creí en él.

DECLARACIÓN ANTE EL MINISTERIO PÚBLICO DE

EL HOMBRE DE LA COLA DE CABALLO

Entre todos la mataron y ella sola se murió.DICHO DE SANTIAGO LÓPEZ

1

De unos días para acá me había dado por dormiren la tarde. Después de comer empezaba a cabecearno importa donde me encontrara: en la oficina, enmi cuarto o en un cine. Ayudaba mi soñolencia unacopa de tequila o un vistazo al día sin planes. Dor-mir en la tarde me deprimía. Cerrar los ojos en lashoras de mayor esplendor del sol era como cerrarlas puertas a la vida. El peor día era el sábado, cuan-do el tedio exterior oprimía mis párpados y tumba-ba mi cuerpo en la cama. Sentía entonces que unapiedra de molino jalaba mi existencia hacia el abis-mo de mí mismo. Una pesadilla casi siempre medespertaba: un sicario entraba a mi cuarto para eje-cutarme mientras me hallaba dormido. Cuandoabría los ojos, venturosamente no había nadie y lascortinas del día desperdiciado estaban cerradas. Quédepresión en ese momento, más demolido por ladesolación interior que por las armas del gatillero. Laúnica compensación por esas siestas sísmicas, llenasde sacudidas, era que me daba por levantarme tem-prano, sin importar la hora en que me acostara, y

La Santa Muerte 1/12/09, 2:56 PM11DB La Santa Muerte 488p.indd 11 28/11/16 20:00

12

12

que en la oscuridad tomara notas para mis reportajesdel domingo. Pero esa tarde gris no estaba dormidoen mi cuarto, sino en el sillón gris de mi oficina gris,entre archiveros y paredes grises. Así, entró el fax.

LA VIDA COMIENZA A LOS CINCUENTATE INVITAMOS A CELEBRAR EN EL

RANCHO EL EDENMEDIO SIGLO DE SANTIAGO

LOPEZ TOVAR,VEINTICUATRO HORAS DE ALEGRIA

SIN PAR.NO FALTES. UNA FIESTA FANTÁSTICA.

La invitación cayó al piso. El texto no traía nombrede destinatario ni de remitente. Papel en mano,observé el azul de la mancha urbana, tan turbio queparecía color café con leche. No conocía a JaimeArango ni a Margarita Mondragón, los anfitrio-nes. En mi fichero criminal no estaban registradossus nombres. Ni estaban en mi lista de contactos yde madrinas. Tampoco se hallaban en los archivospolíticos o económicos del diario. Sin duda eranprestanombres de Santiago López Tovar, el supernarco apodado El Fantasma porque no se dejabaver. Todos sabían que era el capo de los capos, peronadie podía probárselo. Y el narcotraficante másbuscado del país, que asistía a todas las reunionessociales y políticas de importancia. Era fácil de ha-llar, pero evasivo. El problema es que nadie lo busca-ba donde podía encontrarlo, aunque las fechoríascolgaban de su pecho como medallas. Su poder nosólo alcanzaba a las altas esferas políticas, sino tam-bién a nuestro periódico: más de un colega había sido

La Santa Muerte 1/12/09, 2:56 PM12DB La Santa Muerte 488p.indd 12 28/11/16 20:00

13

13

despedido por escribir sobre sus actividades. Notasbien documentadas habían sido descartadas por eljefe de redacción, quien alegaba que no había prue-bas suficientes para publicarlas. Eso había pasado enEl Tiempo, ese baluarte de la libertad de expresiónsituado en el centro histérico de la ciudad.

Jaime Arango y Margarita Mondragón da-rían en su honor la fiesta del año, con la probableasistencia de la sociedad rica del país. ¿Quién mehabía mandado la invitación? ¿Un agente de la Se-cretaría de Gobernación? ¿O de los Servicios deIntriga de la Procuraduría General de la República?¿O Santiago López mismo? ¿Lo habrían hecho asabiendas de que mi especialidad periodística eranlos cárteles de la droga y la corrupción policiaca?¿O alguien había querido invadir su fiesta con per-sonas non gratas para sabotearla? El número de faxde la invitación no correspondía al número de AnaRangel, la secretaria ejecutiva con la que se debíaconfirmar por teléfono la asistencia personal y la demis acompañantes. El empleo de la segunda perso-na del singular en el texto me llamó la atención,sobre todo tratándose de un capo conocido por eluso de la violencia en tercera persona.

Ese sábado 20 de enero a partir de las 17horas, los amigos de Santiago López Tovar festeja-rían su cincuenta cumpleaños hasta las 17 horas deldomingo. “Garantizamos que tú, tu familia y tusamigos vivirán 24 horas de intensa diversión y degratas sorpresas en esta fiesta fantástica.” Habríaquinientos invitados, sin contar a los miembros deseguridad y a los colados de último momento (comoyo). Diez invitados por cada año de vida de Santiago.El lugar de la cita: Rancho El Edén. Anfitriones:

La Santa Muerte 1/12/09, 2:56 PM13DB La Santa Muerte 488p.indd 13 28/11/16 20:00

14

14

los Arango-Mondragón. Ubicación: kilómetro 45.2de la carretera libre a Puebla. Se anexaba un Progra-ma de Festejos y un Plano de Localización del Ran-cho. El primer acto de la tarde: un espectáculo decaballos pura sangre. El segundo, una corrida detoros. Consulté mi reloj. Eran las dieciocho horas.Ya me había perdido los caballos. Y si no me dabaprisa perdería los toros.

No debería ir solo. El problema era que enla redacción a esa hora no había asistentes. Los dosque estaban eran los comisarios de publicación deldiario. Otro problema: tenía que volar el domingotemprano a Bogotá. En la capital colombiana debíainvestigar las relaciones de los cárteles sudamerica-nos con los mexicanos. Imposible cambiar la horade salida de vuelo. Peor aún, El Tiempo tenía el du-doso prestigioso de dar a conocer los delitos come-tidos por el crimen organizado y difundía lasencuestas oficiales sobre el incremento de la inse-guridad pública. Peor peor aún, yo era un periodis-ta notorio en los medios del hampa y seríareconocido de inmediato por el festejado o por susallegados, tanto por los del jet set como por los delbajo mundo. Y peor peor peor aún, acudir a esafiesta sería como viajar sin pasaporte al más allá.

La tentación era grande: presenciar una fiestade narcos con sus familias y sus amigos era una opor-tunidad única. Valía la pena arriesgar el pellejo.Aunque, como mínima precaución, debía transpor-tarme en un taxi del sitio que servía al periódico,pedir un chofer que conociera el área y hacer queme esperara.

“La Santa Muerte” era el título de mi próxi-mo artículo dominical. Karla Sánchez, una reporte-

La Santa Muerte 1/12/09, 2:56 PM14DB La Santa Muerte 488p.indd 14 28/11/16 20:00

15

15

ra de nuestro diario, había investigado la muerte deJessica (así, sin apellido) a manos de La Flaca, unamujer bastante miserable con una sola capacidad: lade cometer un crimen horroroso en honor de la San-ta Muerte. Con sus cómplices Ojo Machucado, ElVíbora y Cabeza de Piedra (fugitivos) había celebra-do el asesinato y desmembramiento de la dicha Jessi-ca en un cuartucho situado en el primer piso de unedificio sin nombre en un callejón anónimo a lasorillas de una ciudad perdida. A los pies de una mesaque servía de altar se habían encontrado los despojosde la hoy occisa. Lado a lado, en un altar se habíancolocado las imágenes de la Santa Muerte y de laVirgen de Guadalupe. El sincretismo de La Flaca sal-taba a la vista al reunir bajo el mismo techo a la muerteazteca (representada por la Santa Muerte) y a la cató-lica Virgen de Guadalupe. El altar estaba adornadopor un cráneo humano, floreros de vidrio rojo y cu-chillos de carnicero. Velas rojas apagadas no lo alum-braban. A La Flaca se le halló acostada en un camastrorodeado de bolsas negras con basura, y con droga enuna mesita de noche. En una hielera la cultista guar-daba un camisón ensangrentado, vísceras humanas yuna pantaleta (de Jessica).

Ya me figuraba la noticia de mañana: “Vuel-ve a matar la Santa Muerte”. Y las fotos horrrorosasde la descuartizada, de la asesina estúpida y de laimagen siniestra de la muerte convertida en santa,con su forma de araña y de esqueleto agresivo vesti-do de rojo, calavera mirando de frente con una es-pada sujeta con ambas manos. Sentada en su trono,de su pecho descarnado colgaba un crucifijo. Se-gún la política del diario, las imágenes debían sertremendas pero no demasiado tremendas, debían

La Santa Muerte 1/12/09, 2:56 PM15DB La Santa Muerte 488p.indd 15 28/11/16 20:00

16

16

atraer la atención pero no despertar repulsión, es-pantar pero no espantar. Nadie sabía cómo se habíapropagado su culto, pero lo que sí se sabía es que lamuerte violenta estaba en boga en los últimos tiem-pos, adoraban su imagen lo mismo los narcotrafi-cantes que los secuestradores, los policías corruptosque los delincuentes de poca monta, y tanto las amasde casa como los niños de la calle le rendían culto.Cuando en la mañana uno se acercaba a estos últi-mos, dormidos a la intemperie sobre cualquier ban-queta, a veces uno distinguía recargada en un murola reproducción enmarcada de la muerte violenta.

Sentado a la computadora liquidé con unascuantas frases el artículo. Fumé un cigarrillo, bebícafé y sopesé los pros y contras de asistir a la fiesta.En el cajón inferior de mi escritorio se arrumbabael retrato de la fotógrafa Alicia Jiménez, mi últimanovia. O la última que me dejó. Esa mujer era uncuerpo anoréxico, un rostro fino, unos ojos negrosy un pelo lacio que un día me miró con amor en elcuarto oscuro del periódico. Detrás de sus lentesno había luz en sus ojos, sino furia opaca. Nuestrarelación había sido una historia de incompatibili-dades, un cocktail de mala sangre con mala leche.Como botón de muestra, a ella le gustaban los cen-tros ceremoniales donde el espítitu de la Coatlicuese aparece con una falda de cráneos humanos, lasbibliotecas penumbrosas donde la vista se iluminapor el hallazgo de un volumen con el signo de Acua-rio, los cafés baratos de los que uno sale deprimidoy con acidez por el mal vino. A mí me atraían lossitios concurridos, la revista al alcance de la mano,la noche matada con una chica al lado viendo tele-visión. Detestaba los filmes musicales. Las cancio-

La Santa Muerte 1/12/09, 2:56 PM16DB La Santa Muerte 488p.indd 16 28/11/16 20:00

17

17

nes idiotas. De la gente, ella esperaba lo máximo;yo, lo mínimo. Ella perdonaba traiciones de todostamaños, yo no perdonaba una, por pequeña quefuese. Su pasión: una cena bien dotada con perso-najes melancólicos. Mi pasión: un domingo en lamañana con los ojos cerrados, sin sentimientos niremordimientos. A pesar de esas diferencias espera-ba recobrarla en un futuro no muy lejano, si meconvertía en el director del diario. Al dejarme, nohabía habido engaño o desdén de su parte. Sola-mente olvido. Olvido de una cita, aquella noche enque entré al café a buscarla y en el café no habíanadie. El lugar estaba muy concurrido, pero no es-taba ella. Su retrato me decidió a asistir a la fiesta.

Saqué la corbata que me regaló una azafatade British Airways. La silueta del Big Ben estaba ne-gra; el reloj, en blanco. En Londres llovía. Las rayasgrises simulaban lluvia. Los humanos y los paraguaseran grises, gris indolente, gris cansado. Me anudé eltrapo hecho en Italia como quien se pone una soga.Descolgué el saco pardo de pana. Mis zapatos des-lustrados. No tenía tiempo de buscar un boleroen la calle. Durante los días laborales venía uno ala redacción para limpiar el calzado de periodistasneuróticos que pagaban con un puntapié. Limpiémis zapatos con un pañuelo. Levanté el teléfono ypedí un taxi.

2

En la calle, en su coche rojo me aguardaba Lázaro.Joven moreno de facciones finas, vivaz y tranquilo,había nacido en las inmediaciones de El Edén y

La Santa Muerte 1/12/09, 2:56 PM17DB La Santa Muerte 488p.indd 17 28/11/16 20:00

18

18

conocía el rancho, aunque nunca había entrado pormiedo a los pistoleros y a los perros. Negocié pa-garle por hora y aceptó esperarme el tiempo nece-sario, con la salvedad de que tenía que estar deregreso el domingo en la tarde. Llevaría a su noviaal cine. La cita era seria: le pediría que se casara conél el Día de Muertos. ¿Por qué? Ese día declaraba asu soltería difunta.

—Si no es indiscreción ¿a quién visitará enEl Edén? —Lázaro disminuyó la velocidad parasubirse a un tope.

—A Santiago López.—Ah.—¿Lo conoce?—De niño jugaba futbol cerca de su ran-

cho. Una tarde sus hombres soltaron los rottweilersy me atacaron. La jauría me persiguió entre losmaizales. Cuando protesté porque nadie los dete-nía, el jefe de seguridad se alzó de hombros: “Estano es una oficina de quejas, mis ocupaciones sonotras.” Desde entonces los perros fueron dueños dela noche. Mi familia y yo no podíamos salir de casahasta la mañana. Un viernes santo los canes mor-dieron a un primo y despedazaron a un puerco.Íbamos a comerlo en el cumpleaños del abuelo. Nosquedamos sin carnitas y el abuelo falleció luego.Cuando reclamamos, el jefe de seguridad me gritó:“Mejor cuídate el culo, no te vayan a usar comomujer.”

Tráfico adelante se oyó una sirena. Unaambulancia pintarrajeada buscaba abrirse paso en-tre los coches. Ninguno se lo permitía. Indiferentesa la urgencia, a los automovilistas les interesaba másganar espacio en la avenida que hacerse a un lado.

La Santa Muerte 1/12/09, 2:56 PM18DB La Santa Muerte 488p.indd 18 28/11/16 20:00

19

19

El sol se metía en la contaminación como en la car-ne de una manzana podrida. Triángulos isóscelessobresalían en el neblumo como dientes cariados.Edificios se alzaban en el horizonte como piernasvaricosas. Tetillas grises, las nubes pendían del cie-lo. Una luz vengativa refulgía en las ventanas. “Quécrepúsculo idóneo para pintar el paisaje con toses,lagañas y flemas”, pensé.

Lázaro se reservó sus comentarios. Desde elcoche yo observaba las calles apretadas como nalgasde señorita, las espirales de los rascacielos rompien-do el aire con sus puntas broncíneas. En todas par-tes esas nadas metálicas a toda velocidad convergíana los ejes viales y formaban un chorizo de ruido. Lapolicía había desviado el tráfico a causa de unamanifestación contra el gobierno hacia otra partedonde había otra manifestación contra el gobierno.Aunque había comenzado la dispersión de la gente,los embotellamientos continuaban. La estación delMetro Pino Suárez tragaba y vomitaba multitudes.La ciudad era un delirio demográfico.

—Mira, Lázaro, el monumento a BenitoJuárez, esa obra maestra de la arquitectura kitsch.

—¿No quiere pasar por debajo de su cuer-po? ¿Prefiere otra ruta, señor?

—La que escojas.Se habían evaporado los vestigios del agua-

cero que había convertido el Valle de Chalco en elexcusado al aire libre más grande del mundo. Lalagartija poluta de la lluvia callejera era ahora unanube de hidrocarburos. El aire de invierno parecíade verano y las partículas suspendidas flotaban de-lante de los ojos como basuritas. Aquí y allá habíaperros tiesos planchados sobre el asfalto. Me im-

La Santa Muerte 1/12/09, 2:56 PM19DB La Santa Muerte 488p.indd 19 28/11/16 20:00

20

20

presiónó en particular un enorme rottweiler en elperiférico, tendido boca arriba con las patas tiesas.Flotábamos en una nada de carros. Un río sin nom-bre avanzaba en sentido opuesto que su corriente,buscando salirse de sus cauces, deseando no ser río,sino pájaro o árbol, para escapar de su mierda.

A trechos el coche chirriaba como si fuera adesintegrarse en una curva. Le dije a Lázaro que notenía prisa y que apagara el radio. Resonaba la can-ción Viajera y me puse a pensar en Alicia, nostálgicoy abatido, cuando cruzamos colonias indistingui-bles una de otra, paralelas al Metro. Colonias demala muerte en los últimos años se habían propa-gado como hongos al pie de cerros, al borde de ba-rrancas y en lechos de ríos secos. Los bosques,invadidos, ahora eran ciudades perdidas, cemente-rios de carros. En las avenidas con nombres de po-líticos olvidables se habían establecido tianguis conproductos globales. En los puestos fayuqueros sepodía comprar lo ilegal, lo pirata y lo falso: televi-sores Sony, tenis Reebok, pantalones Versace, len-tes Armani, pañoletas Chanel, café colombiano,chocolate suizo, cigarrillos, coñacs, champañas yperfumes, todo adulterado. Coladeras mal tapadaseran las bocas fétidas por las que se desahogaba elvientre urbano. Los inmuebles, ruinas contempó-raneas, estaban más décrepitos que las construccio-nes sólidas de la Colonia.

Cuando Lázaro abandonó la carretera y diovuelta a la izquierda, a la derecha, a la izquierda,obedeciendo flechas que apuntaban a ninguna par-te, creí alucinarme, pensando que habíamos retor-nado al barrio del que habíamos salido. Procuré,sin embargo, fijarme en algunos detalles. En mi

La Santa Muerte 1/12/09, 2:56 PM20DB La Santa Muerte 488p.indd 20 28/11/16 20:00

21

21

topografía mental marcar señales para un posibleregreso solo. Columbré un ocaso esplendoroso: elvolcán Iztac Cíhuatl (llamada la Mujer Blanca, laDiosa Lunar, Nuestra Señora de los Sacrificios Hu-manos) tenía la cara roja dirigida a la Luna, la cualen esos momentos se encontraba en el centro delcielo. Junto al Iztac Cíhuatl el Popacatépetl guarda-ba púrpura silencio.

En la zona connurbada que estábamos atra-vesando las casas de cemento esperaban el segundopiso. Tenían las varillas desnudas, redes de diablitoscolgando de los postes para robarse la corriente eléc-trica. Los habitantes, que disponían de calles asfal-tadas, servicio de minibuses, drenaje y agua limpia,arrojaban la basura a la calle.

—¿Estamos cerca?—Ya llegamos.—¿Adónde piensas que vas, carnal? —un

hombre emergió de la oscuridad, el saco abierto, elarma larga.

—Al Edén.—Párate allí.—Voy a la fiesta del licenciado Santiago

López —me asomé a la ventana.—¿Invitación?Le mostré el fax.—Adelante.Avanzamos. No mucho tiempo. A veinte

metros bloqueaban el paso docenas de automóvi-les. Descendí.

—¿Adónde va? —me gritó un guardia depelo corto.

—Soy invitado.—¿Con quién viene?

La Santa Muerte 1/12/09, 2:56 PM21DB La Santa Muerte 488p.indd 21 28/11/16 20:00

22

22

—Solo.—Y el taxista, qué.—Se quedará a esperarme.—Adentro del carro.

3

Por camino de terracería llegué a Rancho El Edén.Cuesta arriba fui a pie, con el saco en el brazo. Elcamino pedregoso, que descendía en forma de esta-ca, no necesitaba alumbrado: los faros de los auto-móviles iluminaban todo. Y lo que no iluminabanera porque debía quedarse a oscuras. La banquetaaccidentada tenía losetas flojas. Las coladeras sin tapaeran trampas para descuidados. Al fondo de un bal-dío se apreciaban casuchas despintadas. Esas cons-trucciones eran pura fachada, detrás de las paredesno había nada. Las puertas y las ventanas azules tam-bién eran decepción. Un alto muro de piedra dabala vuelta a la propiedad y se perdía en la distanciacon sus barras metálicas y sus alambradas eléctri-cas. El terreno, de unos treinta mil metros cuadra-dos, incluía arroyos, barrancas, parques interiores,canchas de tenis, piscinas cubiertas y descubiertas,invernaderos, establos, cocheras, helipuerto y aero-puerto, campo de tiro y casas.

No bien había andado quince metros quese paró a mi lado una Suburban roja con los vidriosahumados. A ésta se le emparejó una Suburban ne-gra. Los guardaespaldas de ambos vehículos se ba-jaron rápidamente y se apuntaron con armas largas,listos para madrugarse. Eran hombres fornidos, pocoágiles, con pelo corto y barba untada. El enfrenta-

La Santa Muerte 1/12/09, 2:56 PM22DB La Santa Muerte 488p.indd 22 28/11/16 20:00

23

23

miento parecía inminente, hasta que descendieronde las Suburban los patrones y se dieron la mano.Eran dos capos enemigos invitados a la fiesta por sujefe. Con paso ejecutivo anduvieron de prisa, losregalos en portafolios de piel repletos con billetesverdes de máxima denominación. Los cheques noeran bienvenidos. Los pistoleros los siguieron decerca, rudos, agitados, con el saco abierto. Atrás deellos vinieron otros invitados con esposas o amigas,y con ayudantes cargándoles regalos: joyas en estu-ches, cuadros con caballos, animales vivos en cade-nas o en jaulas, llaves de un coche último modelo,escrituras de casas o de condominios en Cancún,Mazatlán o Los Cabos. Yo era el único con las ma-nos vacías.

—El rancho no pertenece ya al señor licen-ciado, ahora es del ingeniero Dámaso Smith, contodo y coches, caballeriza, vigilancia y servicio do-méstico —aclaró un guardaespaldas cara de niño.Una medalla de la Virgen de Guadalupe colgaba desu ancho pecho.

—El señor licenciado es muy astuto, el ran-cho es suyo, pero pretende que no es suyo por segu-ridad, maña y discreción. Se lo prestó a su cuñadopara la fiesta de quince años de su hija, o para unreventón con su secretario particular. A mí me tocóhacerle de guardia y presencié el desmadre —el pis-tolero cara de rana presumió de una informaciónque sólo el tenía. Su padre había sido guarura deministro. Su tío, de gobernador. Su abuelo, de pre-sidente. Todos habían gozado de los privilegios es-peciales de un sistema político que se amparaba enel poder de la ley para violarla, mal definidos loslímites entre gobierno y crimen organizado con su

La Santa Muerte 1/12/09, 2:56 PM23DB La Santa Muerte 488p.indd 23 28/11/16 20:00

24

24

telaraña de operadores en puestos oficiales y de in-formantes internos en los cuerpos policiacos.

—El rancho se quedó huérfano desde lamuerte de don Jesús López, el señor padre del se-ñor Santiago. No se hagan guajes, cállense y a tra-bajar —les gritó un guarura de pecho velloso desdeel otro lado de un Grand Marquis.

Qué cantidad de coches de lujo estaban es-tacionados a derecha e izquierda: Cadillacs, Mer-cedes Benz, BMWs, Jaguares, Ferraris, ChryslerShadow, rojos, verdes, azules, negros, plateados;camionetas blindadas Silverado, camionetas Subur-ban, Ram Chargers, Buicks, Rolls-Royce, Porsches.Las inmediaciones del rancho parecían una distri-buidora de automóviles. La mayoría contaban convidrios polarizados y placas superpuestas. Todoseran auxiliados por elementos de la policía vial, lapolicía bancaria y comunitaria, por motociclistasy patrullas de la Federal de Caminos. Los prote-gían fuerzas especiales y de reacción rápida, losTigre, los Águila, ambos grupos expertos en el com-bate al narcomenudeo. Los guardaespaldas ubicuosestaban posicionados en lugares estratégicos y afue-ra y adentro de los vehículos. Una limosina blancase hallaba al borde de un barranco como una sal-chicha engullida por la oscuridad. Por un carrillibre los choferes accedían hasta la puerta para de-jar a sus patrones. Un helicóptero sobrevolaba elrancho.

—Pocos conocen los carros de colección delseñor Santiago. Posee una diligencia del siglo dieci-nueve, una berlina de 1910, un mail-coach, un ca-briolé con pescante, un American-buggy, unRolls-Royce descapotable de 1920 y un Renault

La Santa Muerte 1/12/09, 2:56 PM24DB La Santa Muerte 488p.indd 24 28/11/16 20:00