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LA ('ONTEMPLACION RA EN SAN PABLO DE LA CRUZ Desde la publicación de las cartas de San Pablo de la Cruz en 1924 (1) han aparecido numerosos e interesantes estudios acerca de su personalidad mística. Todos ellos vienen a justiftcar la aftrmación del Padre Viller, se· gún la cual el Santo Fundador de los Pasionistas aparece como «el mÍsti. co más esclarecido de su siglo» (2). Uno de los aspectos con mayor cariño estudiados -sin que todavía pueda aftrmarse más completamente dilucidados- es el referente a la con· templación reparadora. Conocen los especializados en cuestiones místicas la obra del abate Gi· loteaux sobre las almas hostias o víctimas (3). En uno de sus capítulos ofrece una larga lista de ellas durante los últimos siglos y a través de las diversas naciones de Europa. Al brindar el catálogo de las italianas (4), no registra el nombre de San Pablo de la Cruz. No lancemos contra él el cali. ftcativo de indocumentado, por cuanto esa manifestación de la vida y ma· gisterio espiritual del Santo era todavía por entonces muy poco conocida. Posteriormente ha sido la que mayor interés ha ofrecido y sigue ofrecien. (1) Lettere di S. Paolo del/a· Croce, Fondatore dei Passionisti, d¡sposte ed annotate dal P. Amedeo della Uadre del Buon Pastare, della stessa Congregazione. 4 volúmenes, Roma, 1924. Cuando en adelante citemos esta obra lo haremos con la mera indicación del volumen y la página. (2) En DS, n, col. 2039. (3) Les Ames Hosties. Les Ames j!ictimes. París, 1923,4." ed., 470 págs. (4) lb. p. 71.

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Page 1: LA ('ONTEMPLACION REPARADO~ RA EN SAN PABLO ...morir mártir, yendo allí donde se niega: el adorabilísimo misterio del Santísi mo Sacramento. Este deseo hace ya bastante tiempo

LA ('ONTEMPLACION REPARADO~ RA EN SAN PABLO DE LA CRUZ

Desde la publicación de las cartas de San Pablo de la Cruz en 1924 (1) han aparecido numerosos e interesantes estudios acerca de su personalidad mística. Todos ellos vienen a justiftcar la aftrmación del Padre Viller, se· gún la cual el Santo Fundador de los Pasionistas aparece como «el mÍsti. co más esclarecido de su siglo» (2).

Uno de los aspectos con mayor cariño estudiados -sin que todavía pueda aftrmarse más completamente dilucidados- es el referente a la con· templación reparadora.

Conocen los especializados en cuestiones místicas la obra del abate Gi· loteaux sobre las almas hostias o víctimas (3). En uno de sus capítulos ofrece una larga lista de ellas durante los últimos siglos y a través de las diversas naciones de Europa. Al brindar el catálogo de las italianas (4), no registra el nombre de San Pablo de la Cruz. No lancemos contra él el cali. ftcativo de indocumentado, por cuanto esa manifestación de la vida y ma· gisterio espiritual del Santo era todavía por entonces muy poco conocida. Posteriormente ha sido la que mayor interés ha ofrecido y sigue ofrecien.

(1) Lettere di S. Paolo del/a· Croce, Fondatore dei Passionisti, d¡sposte ed annotate dal P. Amedeo della Uadre del Buon Pastare, della stessa Congregazione. 4 volúmenes, Roma, 1924. Cuando en adelante citemos esta obra lo haremos con la mera indicación del volumen y la página.

(2) En DS, n, col. 2039. (3) Les Ames Hosties. Les Ames j!ictimes. París, 1923,4." ed., 470 págs. (4) lb. p. 71.

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do. Ahí está el caso de cuatro esclarecidos especialistas en estas materias que han quedado como subyugados ante la riqueza y profundidad de la mística reparadora de San Pablo de la Cruz. Son nada menos que los Pa­dres De Guibert, Garrigou-Lagrange, Lebreton y Villero

El Padre De Guibert, en un breve estudio de la espiritualidad del San­to, hace notar el singular relieve que en él adquiere la vida de intensa re­paración, no dudando catalogarlo entre las almas estrictamente víctimas (5).

El Padre Garrigou-Lagrange hace referencia a los fundadores de Orde­nes religiosas que, "a ejemplo de nuestro Señor tuvieron que completar su obra mediante la total inmolación de sí mismos. Lo vemos particularmente, y de la manera más notable, en la vida de San Pablo de la Cruz, Funda­dor de los Pasionistas en el siglo XVIII» (6). En otra parte habla de la no­che reparadora del espíritu. Tras una referencia a dicha reparación en San Alfonso María de Ligorio, añade: "Un ejemplo más notable aún lo encon­tramos en la vida de San Pablo de la Cruz, fundador de los Pasionistas)) (7).

El Padre Lebreton, en una obra sólida y profundamente doctrinal con­sagrada a la mística cristo céntrica (8), dedica el Libro III a «la unión con Cristo paciente». De los tres capítulos en que lo subdivide, el primero lo consagra a los mártires; el segundo, a San Pablo de la Cruz, y el tercero, a Santa Verónica Juliani. Afirma ya al comenzar ese capítulo II: «El estu­dio de la mística reparadora nos vendrá a revelar estos dos rasgos que he­mos comprobado en los mártires: el cristiano al que Cristo llama a llevar su cruz, se une a la Pasión de su Salvador y se asocia a su obra repara­dora. De estos dos rasgos, predominará el primero en San Pablo de la Cruz; el segundo, en Santa Margarita María de Alacoque; mientras que Santa Verónica J uliani será previamente atraída por el amor de Cristo sin conocer hacia dónde es llevada, siendo muy pronto dominada del deseo de expiar las faltas de los pecadores y obtener su perdón» (9).

Lo propio que el Padre Garrigou-Lagrange, comprueba la contempla­ción reparadora de San Pablo de la Cruz a través de sus casi cincuenta años consecutivos de pruebas angustiosas, sobrellevadas con una resigna­ción, generosidad e incluso ocultación del todo sorprendentes.

El Padre Viller hace derivarse la vida reparadora de nuestro Santo de la peculiaridad de su vida contemplativa. En la apropiación de los tor-

(5) Le fou.mal de Retra.ite de Saint Paul- de la Crois, en .Revue d'Ascétique et Mystique., VI (1925) 29. (6) Las tres edades de la vUa interior. Buenos Aires, 1944, vol. Ir, p. 557. (7) La ""it de l'espritl-éparútrlceen S. Paul de la Croix, en .Études Carmélitalnes., XXIII (1938), t. Ir, 287-293;

Ap. Las tres ,dades ... , p. 555. (8) Tu. solus Sanctus. fésus-Christ YiYant dans ¡es So ints. París, 1948, p. 215-236. (9) lb., p. 215.

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mento s de Jesucristo descubre incluída la orientación reparadora de los mismos. «Puesto que Jesús trabaja y padece para rescate de las almas, tam­bién Pablo de la Cruz trabajará y sufrirá para el mismo fin" (10).

El deseo de ampliar ese estudio, coordinar esos diversos aspectos, com­pletar esos datos y valorizar justamente esa misión celestial nos impulsa a escribir estas líneas.

Nos será dado a comprobar la contemplación reparadora de San Pablo de la Cruz, en los divinos impulsos hacia ella; en su vida espiritual; en sus insti­tuciones y en su dirección de las almas.

No dudamos de que estas comprobaciones contribuirán al esclareci­miento de este importante aspecto de la vida mística y apostolado del Santo, e incluso a ilustrar las nociones fundamentales sobre la reparación cristiana.

l.-EN LOS DIVINOS IMPULSOS HACIA ELLA

Hemos hecho una ligera alusión al «Diario" de San Pablo de la Cruz. Recoge ese interesantísimo documento toda la vida espiritual del Santo durante un retiro de 40 días con el que, recibido el hábito de la Pasión, se preparó por orden de su obispo para escribir las Reglas de la futura Congregación.

Como quiera que esa vida aparece ya por entonces -el Santo no había cumplido los 27 años- discurriendo por los grados más elevados de la contemplación, puesto que son muy frecuentes las referencias a oración pasiva, con total suspensión del ejercicio de las potencias, embriagueces del santo amor, celestiales visiones, altísimas ilustraciones sobre los miste­rios de la fe, arrobamientos maravillosos y otros parecidos fenómenos, por ese solo escrito cabría colocar al Santo entre los místicos experimentales más esclarecidos del cristianismo.

En la Introducción que puso el Padre De Guibert a la traducción france­sa que hizo del mismo, lo califica de «documento de primer orden", aña­diendo: «Mucho me extrañaría no ocupase inmediatamente un puesto en­tre los textos clásicos de la mística católica" (11).

Viniendo a recoger los divinos impulsos y celestiales llamamientos a la vida reparadora que hacen a nuestro próposito, cabe afirmar que abarcan toda la vida espiritual del Santo durante aquella maravillosa cuarentena, que comienza el día 23 de noviembre de 1720 para terminar el día 1 de enero

(10) La Mystique de la Pass!oll chez S. Pa,,! de la Gro!x. en «Recherches de sclence religleuse., XL (1953) 443. (11) Art. cit., p. 27.

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4_S_2 ___________________ P_._B_A_SI_LI_O_D_E __ S._P_A_B_LO __ C_._P_. __________ ~ _________ 4

del año siguiente. Ya el tercer día de ella nos habla de que «cuando más fervor sentí fué por la noche, incluso acompañado de algunas lágrimas, pi· díendo al Señor por la Santa Iglesia y por los pecadores, para que se apla. que y no descargue los castigos merecidos» (12).

Mucho más expresivos son a este respecto l<ils divinos impulsos del día 13. El Señor le ha dado ese día en la oración «inteligencia infusa del gozo que tendrá el alma cuando vea a Dios cara a cara; cuando esté unida a él con santo amor». Sin dejarle el Señor sumergirse del todo en esos g0ces celestiales, le presenta el espectáculo de los pecadores alejados del camino de esa eterna bienaventuranza. De aquí su inmediata impresión reflejada en estas emotivas palabras: «Luego me venía dolor de verle ofendido y le decía que querría verme martirizado por un alma. ¡Ay de míl, me parecía languidecer viendo la pérdida de tantas almas que no reciben el fruto de la Pasión de mi Jesús» (13).

Este languidecer de pena hay que medirlo por la intensidad de su amor a Cristo crucificado y por el gozo que experimentó ese día en la visión de la gloria bienaventurada.

El día 7 de diciembre sentirá los mismos fervores y recibirá idénticos impulsos. Escribe lacónicamente: «He tenido igualmente gran fervor, mez­clado con lágrimas, rogando por la conversión de los pecadores. Decía a mi Dios que no puedo sufrir verlo ofendido» (14). ¡Cuánto dice ese «no poder sufrir el ver a Dios ofendido»1 Ese sufrimiento sobrehumano es el forjador de las almas reparadoras.

El fervor que experimenta en la oración de la noche del día 9 le impul­sa también a rogar por los pecadores .• Por la noche me sentí muy enfervo­rizado, sobre todo al rogar por la conversión de los pecadores» (14 bis).

Los días 15-18 declarará ser su obsesión los pecadores, traducida en ansias de que no ofendan a Dios. He aquí sus palabras: «No se me va el deseo continuo de la conversión de todos los pecadores, y me siento parti­cularmente movido a rogar a Dios por ese fin, pues no querría que jamás fuese ofendido» (15).

Al acercarse al término de su santa cuaresma, transcurrida toda ella junto al sagrario de la iglesia parroquial de San Carlos de Castellazo, le brinda el Señor con la visión de los pueblos donde el protestantismo ha desterrado la fe en la Sagrada Eucaristía. Escribe muy conmovido: «Sentí

(12) 1,3. (13) 1,9. (14) 1, B. (14 bis) 1, B. (15) 1, 9.

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particular elevación de espíritu, sobre todo en la santa comunión. Deseaba morir mártir, yendo allí donde se niega: el adorabilísimo misterio del Santísi­mo Sacramento. Este deseo hace ya bastante tiempo que me lo hace sentir la infinita bondad; pero hoy lo tuve de modo muy particular. Tenía deseo de la conversión de los herejes, especialmente de Inglaterra y reinos veci­nos, y por ello hice particular petición en la santa comunión» (16).

Este celo por la conversión de los herejes, muy particularmente por Inglaterra, le acompañará toda la vida. El Señor le consohrá con la visión del establecimiento de sus hijos en aquellas islas, y probablemente de su retorno un día a la fe católica.

Sobre el mismo tema volverá a escribir el 29 de diciembre: «En la ora­ción de la noche he tenido particular recogimiento al hacer el ofrecimiento de su santísima vida, Pasión y muerte, como también en las súplicas, má­xime por los herejes, y me he sentido movido a rogar particularmente por Inglaterra, pidiendo que en ella sea izada la enseña de la Santa Fe, para que la devoción, reverencia, obsequios, amor y frecuentes adoraciones al Santísimo Sacramento-misterio inefable de la santísima caridad de Dios­se extiendan yde modo particular sea glorificado su Santísimo Nombre. No se me quita el deseo de morir mártir, en especial del Santísimo Sacra­mento, allí donde este misterio es negado ... Por la tarde he estado un poco recogido, y me he sentido movido a reparar las muchas irreverencias que se cometen especialmente en las iglesias, haciéndolo principalmente por me­dio de correcciones, según lo voy realizando con la gracia de Dios» (17).

Por los fragmentos transcritos es dado colegir que la publicación de ese «Diario» nos lo ha revelado también singularmente llamado y consagrado con todo el fervor de su alma a la vida reparadora. Es un místico insigne, cuyas actividades contemplativas aparecen volcadas hacia la reparación de los pecados del mundo. No seguiremos esta comprobación a través de los llamamientos que sigue recibiendo años adelante. Su vocación reparadora quedará bien manifiesta a través de los puntos que todavía nos restan por esclarecer en este estudio.

n.-EN EL DESPLIEGUE DE SU VIDA ESPIRITUAL

Es en el despliegue de la vida espiritual del Santo donde principalmente ha sido estudiado este aspecto víctimal. Justamente el aparecer tan rica en perspectivas y matices hace sea aquí donde nos enfrentamos con las prin­cipales dificultades.

(16) 1,16. (17) 1.16.

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Téngase ante todo presente que la noción de la reparación es bastante compleja, integrándola muchos y muy variados elementos. Basta hojear a este respecto los más recientes documentos pontitlcios, singularmente las encíclicas de los dos últimos Papas Miserentissimus Redemptor, Mystici Carpo­ris, Mediator Dei, y la exhortación apostólica Menti Nostrae.

Respecto al caso concreto de San Pablo de la Cruz, es muy de notar que el Padre Raul Plus hace resaltar su espiritualidad reparadora en el hecho de su muerte mística a todo lo creado para vivir con suma perfección la vida divina de Cristo; el Padre Costante Brovetto, en la apropiación, o por mejor decir, inmersión en los tormentos de Jesucristo; los Padres Garrigou­Lagrange y Lebreton en su purgatorio místico por espacio de casi cin­cuenta años, y el Padre Viller, en su total entrega a Jesucristo para sacri­tlcarse con El por la salvación de las almas.

Todos convienen en señalar al Santo un puesto muy relevante entre las almas místicas llamadas y totalmente entregadas a la vida de repara­ción, por más que cada cual haga resaltar alguno de los elementos o activi­dades integrantes de la idea y de la vida reparadora.

El Padre Raul Plus, ofrece previamente como ilustre ejemplo de alma victimal en Francia a San Luis Maria Grignion de Montfort. Lo presenta todo abrasado en el amor a Cristo crucitlcado, reflejado singularmente en la «Carta circular a los amigos de la Cruz» (18). A continuación añade: «Lo que fué para Francia Grignion de Montfort fué para Italia el Fundador de los Pasionistas San Pablo de la Cruz» (19).

Ofrece algunos rasgos de su devoción a la Pasión de Cristo y algunos fa­vores místicos recibidos del divino Crucitlcado, entre ellos el haberle estre­chado contra su pecho el divino Salvador desde un crucitljo, como a San Francisco de Asís, para añadir: «Más interesante que estos hechos maravillosos es el espíritu que animaba a Pablo de la Cruz. Penetra­do de la admirable doctrina del Apóstol, comprueba que la auténtica vida cristiana consiste en morir al yo pecador para vivir enteramente de Cristo. El secreto de la santidad no consiste en los rigurosos ejerci­cios de la penitencia corporal, sino en la total inmolación de la propia voluntad para seguir a impulsos del amor la soberana voluntad divina ... Comprueba que el texto del Apóstol estáis muertos y que vuestra vida se halla escondida con Cristo en Dios (Col. 3, 3), es el que mejor resume el ideal esencial del cristiano que ha comprendido su identitlcación con

(18) Véase este precioso documento en Obras de San Luis Mal'ía G. de Montfol't. Madrid, B. A. c., 1954, p.227·257.

(19) La Folie de la Cl'oix. París, 1926, p. 222.

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Cristo, y consiguientemente la necesidad de eliminar de sí todo cuan­to no es Cristo: «Iam non ego, Christus». Nos contentaremos con indicar a este respecto que la noción de la muerte mística constituye una de las ideas claves en la espiritualidad de nuestro Santo. El actual Pontífice ofre­ce esa muerte mística como eminenten1ente reparadora, al escribir: « El di­cho del Apóstol, tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo, exige de to­dos los cristianos que reproduzcan en sí mismos, cuanto lo permite la naturaleza humana, el mismo estado de ánimo que tenía el mismo Reden­tor cuando consumaba el sacrificio de sí mismo: la humilde sumisión del espíritu, la adoración, el honor y la alabanza y la acción de gracias a la di­vina Majestad; exige, además, que reproduzcan en sí las condiciones de víctimas, la propia abnegación, según los preceptos del Evangelio; el vo­luntario y espontáneo ejercicio de la penitencia, el dolor y la expiación de los propios pecados; exigen, en una palabra, nuestra muerte mística en la cruz de Cristo, de tal manera que podamos decir lo que decía San Pablo: Crucificado estoy con Cristo» (20).

Desd'e el momento en que esa muerte mística constituye la síntesis de la espiritualidad de San Pablo de la Cruz, bien podemos concluir con el Padre Raul Plus, que por ese lado es eminentemente reparadora.

El otro aspecto de la reparación, consistente en apropiarse los tormen­tos de Jesucristo, del que se ocupa incidentalmente el Padre Brovetto, coincidiendo casi totalmente con el Padre Víller, es también muy intere­sante. Escribe muy reflexivamente: «Respecto a la espiritualidad pasionis­ta, queremos aludir a aquella actitud tan frecuente en el Santo Fundador, por la cual aspira a convertir en proPios los padecimientos de Jesús. Se ha habla­do de espiritualidad reparadora (21), pero la historia de la espiritualidad de San Pablo de la Cruz aparece en muy distinto plano que la de Paray-le­Monial. Más bien deberá hablarse de espíritu compasivo. Nuestro Santo, ante la Pasión de Cristo, no se pierde en cerebralismos, no se entrega a sutiles indagaciones teológicas, mucho menos piensa que con su vida moribunda de austera penitencia añada algo al tesoro de los méritos d·e su Señor. Se deja plenamente arrastrar del amor, y es el amor quien le obliga a una vida crucificada como la de Jesucristo. Nótese bien: no se trata me­ramente de aplicarse la penitencia que los pecados del mundo reclaman, sino más bien, como Jesucristo, de cargarse en algún modo con los mis­mos pecados, de experimentar sobre sí todo su horror, de llorarlos sin consuelo como crímenes de lesa majestad» (22).

(20) Exhortación Pontificia .Menti Nostrae", edición Sigueme, n. 36. (21) El Padre Garrigou-Lagrange, en el articulo citado. (22) Saeerdot! seco lar! e Spiritualita Passiollista, en "Fonti Vive., marzo de 1957, p. 46.

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Este juntar a una vida penitente el cargarse con los pecados del mun­do, sentir el horror de los mismos y llorarlos sin consuelo, evidentemente que constituye una forma de reparación excelentísima.

El elemento expiación, que no señala el Padre Brovetto en esa vida crucificada, lo descubre muy expresivo el Padre Villero De aquí el que es­criba: «El Santo se preocupa por lo pronto de la expiación de los propios pecados. Mas, por cuanto ofrecerse víctima por la expiación de los pecados de los hombres constituye un modo de asociarse a la Pasión de Cristo, se presta a ello de muy buena gana. Acepta incluso el sacrificarse por una sola alma, y manifiesta (en el «Diario») expresamente el deseo de reparar las irreverencias en los templos y por dos veces el de morir mártir de la Eucaristía» (23).

Cristo sigue padeciendo en la Iglesia para expiación de los pecados; por donde asociarse a su dolor de los mismos y a sus tormentos redentores equivale a proseguir y completar su obra redentora. Muy oportunamente escribe Pío XI: «Con mucha razón, padeciendo como padece todavía Cris­to en su Cuerpo Místico, desea tenernos por compañeros de su expiación, y esto exige también nuestra unión con El; pues, como seamos cuerpo de Cristo y miembros de miembros (I Coro 12, 27), cualquier cosa que padece la cabeza, es menester que la padezcan con ella todos los miembros» (24).

De pocos miembros del Cuerpo Místico se podrá afirmar con tanta ver­dad como de San Pablo de la Cruz que sumergieron su alma, su cuerpo y su corazón en los tormer:tos de la Pasión de Cristo, fija la mente en los pecados del mundo por los cuales padece Jesucristo. No cabe duda que semejante compenetración con los tormentos de Jesucristo, llevando siem­pre en el espíritu el vivísimo sentimiento de las ofensas que Cristo recibe de los pecadores y el no menos vivo deseo de evitarlas y compensarlas, implica una espiritualidad eminentemente reparadora.

Al hecho de cargar sobre sí las culpas ajenas, apuntado por el Padre Brovetto, se junta en nuestro Santo el de salir responsable de ellas ante la divina justicia. Esto da lugar a episodios muy interesantes y que más y más nos revelan su espíritu reparador.

Según refiere San Vicente María Strambi, para ensanchar en el confe­sonario el corazón de los pecadores y asegurarles del perdón alcanzado, les solía decir:

(23) Art. cit., p. 443. (24) Ene .• Miscrentissimus Redemptor" en El Reino de Cristo por la devoción a su Sagrado Corazón. Documen­

tos Pontificios, n. 16.

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-Consuélese; respecto a los pecados pasados, los tomo yo sobre mis espl1das. Piense únicamente en lo porvenir.

Añade el Santo biógrafo:

« U na vez intentó el demonio turbar la paz de su corazón poniendo algún obstáculo a su viva confianza en el Señor. Estando un día ante el Santísimo Sacramento, le sugirió el enemigo: Desgraciado de tí. Puesto que cargas pecados ajenos sobre tus espaldas, yo te los recordaré el día del jui­cio. Pero recordando Pablo al punto que Jesucristo es propitiatio pro peccatis nostris (1 Joan. 2)), buscó inmediatamente descargarlos sobre las espaldas del Señor, diciéndole muy confiado: .

-Heme aquí, Señor, que he cargado con pecados ajenos por vuestro amor; pensad Vos en ellos, que sobre Vos los deposito.

Al pronunciar estas palabras, hizo un gesto con las espaldas como de descargar un peso sobre otro, aplicando aquel peso al amorosísimo Reden­tor, que a impulsos de su infinita caridad llevó sobre sus espaldas con el peso de la cruz los pecados de todos. Con esto se aquietó y recuperó la acostumbrada .paz, prosiguiendo en la amorosa acogida· de los pobres peca­dores y ensanchando sus corazones» (25).

Declara sobre esto mismo en los procesos Rosa Calabresi:

. « En sus cartas y conversaciones me recomendaba calurosamente que rogara por los pecadores para que se arrepintieran y alcanzaran perdón, añadiendo que ese acto de generosa caridad es muy agradable al Señor. Me refirió que una tarde, mientras dirigía al Señor estas súplicas, abismado en el profundo sentimiento de su humildad, vuelto al crucifijo, exclamó:

-Yo ruego por los demás, cuando mi alma está en lo profundo del in-fierno.

Al punto escuchó de labios del Salvador esta respuesta:

- Tu alma está en mi corazón» (26).

Si acaso en la espiritualidad reparadora de nuestro Santo no resaltan cuanto desearíamos en nuestros días los elementos de consuelo, expiación, compensación y singularmente corredención-suficientemente compensados por el elemento apostólico añadido al reparador-, atribúyase a dos razones fundamentales: el escaso relieve que todavía habían alcanzado ciertas nocio­nes y el profundísimo sentimiento de humildad que acompaña a Pablo du­rante los cincuenta años de sus desolaciones interiores.

(25) J.o Spirito di S. Paolo d,lla Croce. Alba, 1951, p. 79·80. (26) POR 2404, 2094.

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Respecto a 10 primero, escribe oportunamente el Padre Raul Plus: «Esta rica teología paulina, según la cual el cristiano no es solamente un redimido sino también un «redentor», de sus hermanos-teología corriente en los orígenes del cristianismo-al cabo de permanecer soterrada en el subsuelo cristiano, ha surgido felizmente a la superficie en el siglo XIX, viniendo a enriquecer y fecundar de modo más ostensible el conjunto de la piedad cristiana» (27).

Es muy cierto que ciertas ideas incorporadas ya definitivamente a la doctrina general de la reparación no estaban en boga en el siglo XVIIt ni siquiera entre las personas de espiritualidad muy elevada. Que esas ideas no fueran del todo extrañas a nuestro Santo, 10 veremos en la tercera parte de este trabajo.

En cuanto a 10 segundo, difícilmente se sentiría Pablo inspirado a ex­piar por pecados ajenos en la íntima persuasión de que le faltaba tantísimo por expiar los propios.

En uno de esos momentos angustiosos, detenido en el lecho por grave enfermedad, estrecha el crucifijo contra el pecho, pero teniendo la imagen vuelta hacia el cielo. El hermano Bernabé que le asistía, se lo vuelve varias veces hacia el pecho, hasta que, oponiéndose el Santo a ello, le dijo. « Con­sérvemelo vuelto hacia el cielo para que Siempre se interponga en mi favor ante el divino Padre» (28).

Así que, algunos de los elementos doctrinales y reales de la reparación deberemos buscarlos más bien que en su vida espiritual en su dirección de las almas.

Añadamos todavía que los Padres Garrigou-Lagrange y Lebreton han descubierto toda la grandiosidad de la espiritualidad reparadora de San Pablo de la Cruz en su pavoroso purgatorio místico de cincuenta años.

Reconocen todos cuantos han estudiado la vida mística de San Pablo de la Cruz, que constituye un caso excepcional. Después de recoger el Padre Lebreton el testimonio de Rosa Calabresi, a la que el Santo comu­nica poco antes de morir «que a pesar de los favores recibidos del cielo había sido probado por espacio de cincuenta años con desolaciones y ari­deces espirituales» (29), y de compararlo a este respecto con María de la Encarnación, que también experimentó algo parecido, es de parecer que la misionera ursulina fué sometida a estas pruebas para cooperar con ellas

(27) Op. cit., p. 192. (28) PV 1254. (29) POR 2008.

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a la evangelización del Canadá, y San Pablo de la Cruz para ayudar a la fundación de la Congregación de la Pasión y a su apostolado en favor de las almas (30). Fué un purgatorio místico reparador y apostólico.

Del mismo parecer es el Padre Garrigou-Lagrange. Tras consignar que, «nos hallamos verdaderamente ante una vida reparadora en toda su pro­fundidad y elevación, y ante el apostolado por el sufrimiento espiritual en grado excepcional» (31), añade: «En casos como éste, el sufrimiento hace pensar en aquél que en un naufragio, olvidándose de sí, lucha desespera­da y heroicamente por librar de la muerte a los que están en trance de pe­recer. Estos héroes espirituales, a la manera de San Pablo de la Cruz, lu­chan años enteros por librar a las almas de la muerte eterna y tienen que hacer frente en su lugar a las tentaciones para que su ayuda resulte eficaz» (32).

Adviértase que en San Pablo de la Cruz responde ese martirio a unas ansias indecibles de padecer por Cristo, sin consuelo y sin alivio, y a unas ardientes peticiones en el mismo sentido. Se nos comienza revelando todo eso en el retiro de cuarenta días y se prosigue a 10 largo de toda su vida. «Cabe afirmar -escribe el Padre Viller- que durante toda su vida perse­vera San Pablo de la Cruz en esta disposición fundamental. (33). Incluso vienen a constituir esos anhelos como el tema central de todas las reco­mendaciones a sus dirigidos.

A esas aspiraciones y oraciones responden los desamparos en que la mantiene el Señor por tan largos años. Su reparación tiene aquí mucho de pasividad mística. El Santo se ofrece a Dios para llevar una vida de todo en todo semejante a la de Jesucristo, y como quiera que esa vida esta con­sagrada a la fundación de una Congregación religiosa y a las actividades de un infatigable apostolado, Cristo padece en Pablo de la Cruz por la consolidación de esa obra y la santificación de esas almas. Así 10 hace constar expresamente el Padre Lebreton (34).

Este indecible padecer de Cristo en Pablo de la Cruz y de Pablo de la Cruz por Cristo, constituye indudablemente una vida de altísima reparación, por más que no descuellen los elementos de consuelo, expiación y compensa­ción por los pecados del mundo.

No se equivocan tan esclarecidos maestros de la mística cristiana cuan-

(30) Op. cit., p. 227·228. (31) Op. cit., p. 557. (32) lb. 559. (33) Art. cit. 444. (34) Op. cit .• p. 228.

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do colocan a nuestro Santo entre las más célebres y misteriosas almas vic­timales de estos últimos siglos. Los impulsos de la gracia sobre su espíritu tienen por blanco la destrucción del reinado del pecado en el mundo por la oración, la penitencia, la inmersión en los tormentos de Jesucristo y las actividades apostólicas.

III.-EN sus INSTITUCIONES

Cuando indico a este respecto «las instituciones de San Pablo de Cruz», me refiero concretament€ a las dos Congregaciones pasionistas de varon¿s y de mujeres que le reconocen por Padre. Al razonar el Padre Garrigou­Lagrange las desolaciones reparadoras de nuestro Santo da también por ra­zón el que «debía ser fundador de una Orden religiosa consagrada a la re­paración» (35).

En el ánimo de San Pablo de la Cruz se juntan las aspiraciones a repa­rar los estragos del pecado con los celestiales impulsos de fundar una Con­gregación religiosa consagrada a ese apostolado desde su retiro en el sótano de la iglesia de CasteIlazo.

Cuando terminado este retiro se pone a escribir las Reglas de la nueva Congregación, la misión apostólica y reparadora figurará también como el blanco que señale. Además del fin santificador personal, por el constante recuerdo de los padecimientos de Jesucristo, apuntará como fin específico, «alimentar el celo por su santo honor, promover en las almas el temor de Dios, procurando la destrucción del pecado, y en suma mostrarse incansa­bles en las santas fatigas de la caridad, a fin de que nuestro amado Señor sea de todos amado, temido, servido y alabado por los siglos de los siglos» (36).

Le acompañarán tan santas aspiraciones a todo lo largo de su vida, des­ahogando ya en la ancianidad su corazón con estos acentos: « ¡Ah ama dí­simosl, rogad, pedid al Altísimo que dilate nuestra pobre Congregación, que la provea de hombres santos, para que, como trompetas animadas por el soplo del Espíritu Santo, vayan a predicar lo que ha hecho y sufrido por amor de los hombres Jesús; ya que la mayor parte de ellos viven olvi­dados de todo completamente, cosa digna de llorarse sin consuelo y causa de tantas iniquidades como abundan en el mundo» (37).

Quiere a sus religiosos juntando con el celo infatigable por la conver­sión de los pecadores muy intensa contemplación. No encontramos en sus

(35) Op. cit., p. 555. (36) 4,220. (37) 4, 228.

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,escritos referencias a «completarlo» o «suplir» lo que falta a la Pasión de Jesucristo; pero todos ellos están impregnados del sentimiento de ayudar al Cuerpo Místico de la Iglesia en la realización de su obra corredentora.

Nos dice el actual Pontífice que «Jesucristo necesita de la ayuda de su Cuerpo, necesita de sus miembros, lo cual no proviene de insuficiencia por parte suya, sino más bien porque El así lo dispuso para mayor honra de su Esposa inmaculada» (38).

A procurar a Cristo esta ayuda se encaminará toda la vida de San Pablo ,de la Cruz como todos sus afanes por la fundación de la Congregación Pasionista. Bien podríamos añadir aquí que la Congregación habrá de rea­lizar su misión apostólica y reparadora por los mismos caminos de su Santo Fundador: por la participación de los tormentos de Jesús crucificado, y no -como' quiera o en general, sino precisamente por la participación de los más crueles: los desamparos del Gólgota.

Téngase en cuenta que los más de los primeros pasionistas eran almas ,contemplativas. El Santo se felicita por ello; singularmente al comprobar que su contemplación era la afligida y doliente de las almas reparadoras.

Escribía a un religioso: "Es para alabar al Señor el fervor y exacta ,observancia en que viven estos benditos siervos de Dios, que reprenden con su vida perfecta mi tibieza. Frecuentemente al verlos asoman las lágri­mas a mis ojos, pareciéndome contemplar ángeles en carne humana. Ade­más, la mayor parte de ellos, después de haber recibido dulces visitas de Dios en los principios, caminan sobre el filo del espíritu, casi sin gustos interiores, o al menos, con raros consuelos. ¡Oh, qué hermosa prueba de fe revela Dios en estos benditos hijos! Yo me gozo, ya que nuestros tiem­-pos son tan fatales que es necesario aparezcan hombres fortísimos en la fe para combatir, etc.» (39).

Este espíritu contemplativo y reparador es el que anima también a las "místicas palomas del Crucificado», como solía denominar el Santo a las religiosas pasionistas (40). Ellas emiten el cuarto voto de fomentar en el pueblo cristiano la devoción a la Pasión de Jesucristo, que caracteriza a los religiosos. La forma de cumplirlo es principalmente por medio de la oración y la reparación.

El Señor había comunicado a nuestro Santo desde muy joven luces especiales acerca de la fundación de ese Instituto. Esas luces abarcaban a la

(38) Ene, «Mystlc1 Corporis., AAS 35 (1943) 213. (39) 2, 667. ,(40) 1,511; 2,726,785,817; 3, 373, 377,

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religiosa que había de constituir la piedra fundamental de la obra, la Madre María Crucificada Constantini, religiosa benedictina de Cometo. También esta religiosa era frecuentemente ilustrada sobre esos designios celestiales.

Refiere el Padre Cristóbal, C. P., que en 1741, hallándose gravemente enferma, se le apareció Jesucristo y le dijo: «Por ahora, Crucificada, quiero curarte, pero con una condición ... : la de fundar a su tiempo un monasterio de religiosas que tengan por fin peculiar honrar mi Pasión. Deberás entrar en él y cooperar a su establecimiento» (41). A la indicación de esa funda­c ión se junta la manifesta~ión de su fin eminentemente reparador.

El 17 de diciembre de aquel mismo año, al terminar su oración en el coro, salía ya para sus ocupaciones, cuando la llama una voz misteriosa. Le era ya conocida aquella voz. Vuelve a penetrar en el coro, siendo al punto arrebatada en éxtasis. Se le aparece Jesús crucificado y le muestra las iniquidades del mundo. Crucificada queda estremecida con visión tan horrenda. Jesús está decidido a flechar los rayos de su furor sobre tamañas maldades, castigando severísimamente a la tierra. Crucificada implora mise­ricordia para sus hermanos extraviados, uniéndose en la súplica la Santísi­ma Virgen. Jesús se serena un tanto ante la plegaria de su madre, difiriendo el castigo. Vuelto hacia Crucificada, le dice:

-Mira, hija mía, cómo se vive en el mundo. Dime si no me sobran motivos para estar irritado con los hombres.

Crucificada se siente conmovida, y en un ímpetu de generosidad se ofrece como víctima de expiación por sus hermanos. Jesús se serena toda­vía más y le señala de momento una lista de severas penitencias.

Pablo de la Cruz escuchaba con la máxima atención estas manifesta­ciones del cielo; las comprobaba verdaderas, y esperaba la hora providen­cial para la realización de tan santa obra, que no llegó hasta el 3 de mayo de 1761.

Dos años después explicará el Santo en una carta a la Madre María Crucificada lo que han de ser «las hijas de la Pasión", cuando le dice: «Deben no sólo con el hábito, sino mucho más con el corazón, con la mente y con las obras, llevar perpetuo luto por amor del Señor crucificado, y curar con el continuo ejercicio de las virtudes sus santísimas llagas» (42).

Ese «curar las santísimas llagas de Jesucristo», constituye una forma delicadísima de indicar lo que debe ser su vida reparadora.

Sabemos por otras fuentes que la Madre Crucificada se ofreció más ade-

(41) Il Gigallte della Croee. Alba, 1952, p. 600. (42) 3,327.

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lante como víctima por los pecadores, acompañándola en tan generoso ofre­cimiento muchas de las primitivas y de las posteriores religiosas pasio­nistas.

La misión victimal de las religiosas, hijas de San Pablo de la Cruz, apa­rece muy interesante en las locuciones de Jesucristo a Santa Gema Galga­ni. En una de ellas le decía: «Hija, tengo necesidad de almas que ofrezcan a mi corazón un consuelo proporcionado al dolor que me causan tantísimas criaturas. Tengo necesidad de víctimas, pero de víctimas fuertes. Para cal­mar la justa ira de mi Padre necesito que se presenten almas cuyos pade­cimientos, tribulaciones e incomodidades suplan por la malicia e ingratitud de los pecadores ... En otro tiempo se entretenía mi Padre presentándole un grupo de almas queridas, verdaderas víctimas esforzadas. Sus penitencias, incomodidades y actos heroicos eran suficientes para aplacarle: mas ahora, al mostrarle de nuevo esas almas, me responde: ¡No puedo; no 'puedo más! Con que ya ves, hija mía, que ya no me bastan dichas almas, porque son pocas en número» (43).

En el curso de la celestial locución Jesús le manifiesta que esas almas reparadoras son las religiosas pasionistas.

Son bien conocidas, tanto la vida víctimal de Santa Gema Galgani como sus aspiraciones a alistarse entre las hijas de San Pablo de la Cruz (44). Por esta peculiaridad de su espiritualidad y por estas aspiraciones, se deno­minaba en su humildad, «la última hija de San Pablo de la Cruz» (45); reconociendo muy claramente que tal es el espíritu que anima al Instituto.

IV.-EN su DIRECCION DE LAS ALMAS

Vamos a completar este estudio con los datos directamente referentes a la reparación en la dirección espiritual de San Pablo de la Cruz. Y bien podemos decir «completar», por cuanto en ella aparecen algunos preciosos elementos ausentes en su vida espiritual e instituciones.

Sea el primero el elemento consolador. A este elemento hace particular referencia Pío XI cuando escribe: «Aun ahora podemos y debemos conso­lar con maravillosa pero verdadera manera, al Corazón Sacratísimo, que continuamente es herido por los pecados de los hombres ingratos» (46).

(43) Epistolario de Salita Gema. Barcelona, 1944. Carta 85 al director espiritual, Padre Germán de San Estanis-lao, C. P., p. 180·183.

(44) Cfr. BASILIO DE SAN PABLO, C. P., Salita Gema Galgalli. Barcelona, 1948, 2. a ed., p. 301. (45) Epistolario, Carta 27 a Monseñor Volpl, p. 273.274. . (46) Ene ... Miserentissimus Redemptor)) I edición citada¡ n. 15.

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En una carta en verso a Inés Grazi recoge el Santo de labios del Salva­dor estos lamentos:

E no v' e chi me compianga

Oh si sapessi quanto Il mio Cuor fu addolorato

Fra le turbe emPie ed ingrate (47)

Per vedermi tant' offeso Del mio popolo COSl ingrato (48)

También asoma en su pluma el vocablo «reparación»: «Déjese penetrar de un vivo dolor por los ultrajes que se infieren al Corazón de Jesús en el adorabilísimo Sacramento, y repárelos con humillaciones, adoraciones, afec­tos, alabanzas y acciones de gracias» (49).

Ya no falta sino que asome a los puntos de su pluma la idea de «vícti­ma», familiar entre las almas reparadoras. Después de confirmar Pío XI de estas almas que «desean satisfacer con mayor fervor, por tantas injurias al divino Corazón», añade: «Más aún, no titubean en ofrecerse a sí mismas como víctimas» (50).

Aquel perderse en el mar de las penalidades de Jesucristo, tan reco­mendado a sus dirigidos, tiene en la mente de nuestro Santo como meta «ser siempre víctima sacrificada como holocausto en el fuego del Santo amor» (51).

Por no alargar ya más este estudio, vamos a recoger todo su magisterio sobre esta materia de una interesantísima carta a una religiosa. Tras acon­sejarle «volar en espfritu al corazón deífico e introducirse en él para perma­necer como víctima sobre aquel divino altafJ>, añade: «Pero es necesario advertir que ese vuelo del espíritu debe realizarse en el Corazón de Jesús Sacramentado, y allí languidecer de dolor, por las irreverencias que recibe de los malos cristianos, de los malos eclesiásticos, como también de los re­ligiosos y religiosas, que corresponden con ingratitudes y sacrilegios a tan­to amor. Para reparar esos ultrajes debe el alma amante ofrecerse como víctima, totalmente incinerada en el fuego del santo amor, amarle, alabarle, y visitarle con frecuencia por aquéllos que le maltratan ... ¡Oh, cuánto tendría que decir sobre esta materia!» (52).

Aquí evidentemente hay alusiones a las tan conocidas palabras de Jesu­cristo a Santa Margarita de Alacoque, recogidas sustancialmente en la

(47) 1,260. (48) 1, 7.60. (49) 1,273. (50) Encíclica citada, n. 20. (51) 3,336; 1, 209; 2, 301; 3, 803. (521 1,473.

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Miserentissimus Redemptor: «He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que les ha llenado de toda suerte de beneficios y que no sólo no ha encontrado agradecimiento a su infinito amor, antes bien olvido, desprecio, contumelias y, por cierto, inferidas a veces por los que estaban obligados a un especial amor».

El modo de reparar tan horribles ultrajes es para nuestro Santo «ofre­cerse como víctima incinerada en el fuego del santo amor». Aquí tenemos ya una Teología completa sobre la reparación cristiana. El que sólo haya tratado el Santo de insinuarla, lo revelan los puntos suspensivos y esta exclamación tinal: «¡Oh, cuánto tendría que decir sobre esta materia!».

No es mucho efectivamente lo que ha dicho, bien que, añadido a su vida e instituciones sea sobrado para catalogarlo entre los místicos particu­larmente reparadores. Lo han catalogado con una especie de estupor los Padres Garrigou-Lagrange, Lebreton y Víller, 'por el mero hecho de haberse sumergido totalmente en los padecimientos del Salvador y haber quedado asociado a su obra reparadora con unos tormentos y agonías raramente registradas aun entre los Santos. Lo seguirán catalogando sobre la más amplia base que ofrecemos en este estudio cuantos en adelante se dediquen a estas oportunísimas investigaciones.

P. BASILIO DE S. PABLO C. P.

Secretario de lo Sociedad Ñlariológ1ca. EspQ110la