altamira se niega a morir

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www.defrentebarinas.com Martes, 16 de noviembre de 2010 4 Un pueblo histórico que se queja de sus problemas Altamira de Cáceres se niega a morir (I) La creación de Al- tamira de Cáceres sucedió un 30 de junio de 1577 y no el 25 de mayo, como se creyó por muchos años, pues fue en esta fecha cuando salió la expedición desde Mérida, como nos lo recuerda Hum- berto Morillo, cronis- ta del poblado ELVIS RAMIREZ FOTOS: JAIRO MONSALVE Altamira de Cáceres, meseta donde nació Bari- nas, ha estado allí, entre Barinitas y Calderas desde el año de 1577, cuando por Real Cédula del Rey Felipe II y cumpliendo órdenes de Francisco de Cáceres, gobernador de Mérida, el español Juan Andrés Varela fundó un poblado. “Altamira”, por ser una meseta elevada y “de Cá- ceres” por el apellido del gobernador referido, ya estaba habitado por los in- dígenas de la zona, quienes al ver esas personas con armadura, caballos y un hablar extraño, decidieron huir del lugar. La creación de Altamira de Cáceres sucedió un 30 de junio de aquel año y no el 25 de mayo, como se cre- yó por muchos años, pues fue en esta fecha cuando salio la expedición desde Mérida, como nos lo re- cuerda Humberto Morillo, cronista del poblado. Junto al español Varela, estaban en esa aventura Juan Camacho, Francis- co de Villapando, Julián Rondón, Gaspar González, Sebastián Hernández, Mag- dalena de Triaga, María de Oviedo y Miguel de Ocho- gansa, quien años mas tarde descubriría la nave- gación por el río Apure. Luego, por problemas de relieve para desarrollar la ganadería y la agricultu- ra, se le pide un permiso a Juan Pacheco, virrey de Santa Fe de Bogotá, para mudar la ciudad a la Meseta de Moromoy, en 1628, años después Nueva Trujillo de Barinas, que fue cuando se usa por primera vez el nombre de Barinas. Hoy es la ciudad de Barinitas. Pero Altamira continuó allí, con la mayoría de los habitantes y algunos indígenas que decidieron quedarse en ese territorio de clima benigno, selvático y de constante neblina. Pero, 433 años después de su nacimiento, Altamira de Cáceres se encuentra en el olvido de las autoridades gubernamentales, pues “no ha tenido la ayuda ne- cesaria para crecer”, dijo Morillo. Con un número de ha- bitantes entre 1500 y 1800 en el casco central, es un pueblo de donde han salido poetas, escritores, cronis- tas, músicos y cantantes. “La Universidad de Los Andes, por ejemplo, ha tenido dos rectores hijos de altamireños”, destaca Morillo. A PLENA OSCURIDAD Para los habitantes de Altamira de Cáceres, tran- sitar de noche por las ca- lles o hasta sentarse en la plaza Bolívar es una suerte de aventura, pues en las principales vías del pueblo reina una oscuridad por la falta de alumbrado público. Tan es así que la ilumi- nación que existe se debe a la preocupación de sus vecinos, quienes no han tenido otra cosa que hacer que iluminar las afueras de sus casas con varios bombillos para contribuir a combatir la inseguridad, como nos contó Francisco Quintero, vocero de uno de los consejos comunales de Altamira. Igualmente así es en la plaza Bolívar, donde la preocupación de algunos parroquianos, más unos metros de cable y par de reflectores, sirven para medio acompañar a los pocos transeúntes que se atreven a descansar sobre los bancos del lugar. EN “EL CAMPITO” NADIE JUEGA En Altamira existe en las afueras del pueblo, “El Campito”, una amplia can- cha deportiva donde era tradición todos los años realizar campeonatos de softbol entre los diferentes equipos de las parroquias o sectores de los alrede- dores. Pero eso quedó en el ol- vido, pues desde hace más de un año no se practica ninguna disciplina depor- tiva allí. Después que una contratista “acondicionó” el estadio, sólo dejó un terre- no enmontado e irregular que sólo serviría para prac- ticar piques fangueros. Lo único positivo que dejaron los trabajos fue una cerca perimetral que sólo quedó de adorno para delimitar un campo del que apenas sobresalen las pocas tribunas donde se sentaban los fanáticos. Francisco Quintero, vo- cero de uno de los consejos comunales de Altamira, exhortó a las autoridades municipales y estadales a que visiten “El Campito”, pues considera que es una falta de respeto que se diga que fue acondicionado y hasta aparezca en la prensa escrita como entregada el 26 de febrero de este año. LOS “TUNEROS” NO DEJAN DORMIR A NADIE En los últimos meses y bajo la mirada indolente de las autoridades poli- ciales, llegan casi todos los días a la plaza Bolívar de la localidad, unos jóve- nes con potentes autos y con poderosos “equipos de sonido” para pertur- bar la tranquilidad del pueblo. A cualquier hora, los “tuneros” aparecen con su música a alto volumen, lo que afecta hasta el turismo, pues los turistas que se hospedan en las posadas buscando la tranquilidad del pueblo, se ven obliga- dos a abandonarlo. Además, las familias de- nuncian que incluso hasta son un peligro para los y las adolescentes porque por el hecho de permanecer allí hasta bien entrada la madrugada, incitan a los jóvenes locales a promover la perturbación. Altamira de Cáceres es un pueblo con inmensas potencialidades turísticas Así quedó “El Campito” luego de los trabajos de acondiciona- miento de la contratista Los “tuneros” suenan su música a cualquier hora del día o de la noche Humberto Morillo es el cronista de Altamira de Cáceres

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Reportaje sobre el pueblo de Altamira de Cáceres en el municipio Bolívar del estado Barinas

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Page 1: Altamira se niega a morir

www.defrentebarinas.comMartes, 16 de noviembre de 20104

Un pueblo histórico que se queja de sus problemas

Altamira de Cáceres se niega a morir (I)La creación de Al-

tamira de Cáceres sucedió un 30 de

junio de 1577 y no el 25 de mayo, como se creyó por muchos

años, pues fue en esta fecha cuando salió la expedición

desde Mérida, como nos lo recuerda Hum-berto Morillo, cronis-

ta del poblado

ELVIS RAMIREZFOTOS: JAIRO MONSALVE

Altamira de Cáceres, meseta donde nació Bari-nas, ha estado allí, entre Barinitas y Calderas desde el año de 1577, cuando por Real Cédula del Rey Felipe II y cumpliendo órdenes de Francisco de Cáceres, gobernador de Mérida, el español Juan Andrés Varela fundó un poblado.

“Altamira”, por ser una meseta elevada y “de Cá-ceres” por el apellido del gobernador referido, ya estaba habitado por los in-dígenas de la zona, quienes al ver esas personas con armadura, caballos y un hablar extraño, decidieron huir del lugar.

La creación de Altamira de Cáceres sucedió un 30 de junio de aquel año y no el 25 de mayo, como se cre-yó por muchos años, pues fue en esta fecha cuando salio la expedición desde Mérida, como nos lo re-cuerda Humberto Morillo, cronista del poblado.

Junto al español Varela, estaban en esa aventura Juan Camacho, Francis-co de Villapando, Julián Rondón, Gaspar González, Sebastián Hernández, Mag-dalena de Triaga, María de Oviedo y Miguel de Ocho-gansa, quien años mas tarde descubriría la nave-gación por el río Apure.

Luego, por problemas de relieve para desarrollar la ganadería y la agricultu-ra, se le pide un permiso a Juan Pacheco, virrey de Santa Fe de Bogotá,

para mudar la ciudad a la Meseta de Moromoy, en 1628, años después Nueva Trujillo de Barinas, que fue cuando se usa por primera vez el nombre de Barinas. Hoy es la ciudad de Barinitas.

Pero Altamira continuó allí, con la mayoría de los habitantes y algunos indígenas que decidieron quedarse en ese territorio de clima benigno, selvático y de constante neblina.

Pero, 433 años después de su nacimiento, Altamira de Cáceres se encuentra en el olvido de las autoridades gubernamentales, pues “no ha tenido la ayuda ne-cesaria para crecer”, dijo Morillo.

Con un número de ha-bitantes entre 1500 y 1800 en el casco central, es un pueblo de donde han salido poetas, escritores, cronis-

tas, músicos y cantantes. “La Universidad de Los Andes, por ejemplo, ha tenido dos rectores hijos de altamireños”, destaca Morillo.

A PLENA OSCURIDADPara los habitantes de

Altamira de Cáceres, tran-sitar de noche por las ca-lles o hasta sentarse en la plaza Bolívar es una suerte de aventura, pues en las principales vías del pueblo reina una oscuridad por la falta de alumbrado público.

Tan es así que la ilumi-nación que existe se debe a la preocupación de sus vecinos, quienes no han tenido otra cosa que hacer

que iluminar las afueras de sus casas con varios bombillos para contribuir a combatir la inseguridad, como nos contó Francisco Quintero, vocero de uno de los consejos comunales de Altamira.

Igualmente así es en la plaza Bolívar, donde la preocupación de algunos parroquianos, más unos metros de cable y par de reflectores, sirven para medio acompañar a los pocos transeúntes que se atreven a descansar sobre los bancos del lugar.

EN “EL CAMPITO” NADIE JUEGA

En Altamira existe en las afueras del pueblo, “El

Campito”, una amplia can-cha deportiva donde era tradición todos los años realizar campeonatos de softbol entre los diferentes equipos de las parroquias o sectores de los alrede-dores.

Pero eso quedó en el ol-vido, pues desde hace más de un año no se practica ninguna disciplina depor-tiva allí. Después que una contratista “acondicionó” el estadio, sólo dejó un terre-no enmontado e irregular que sólo serviría para prac-ticar piques fangueros.

Lo único positivo que dejaron los trabajos fue una cerca perimetral que sólo quedó de adorno para delimitar un campo del que apenas sobresalen las pocas tribunas donde se sentaban los fanáticos.

Francisco Quintero, vo-cero de uno de los consejos comunales de Altamira, exhortó a las autoridades municipales y estadales a que visiten “El Campito”, pues considera que es una falta de respeto que se diga que fue acondicionado y hasta aparezca en la prensa escrita como entregada el 26 de febrero de este año.

LOS “TUNEROS” NO DEJAN

DORMIR A NADIEEn los últimos meses y

bajo la mirada indolente de las autoridades poli-ciales, llegan casi todos los días a la plaza Bolívar de la localidad, unos jóve-nes con potentes autos y con poderosos “equipos de sonido” para pertur-bar la tranquilidad del pueblo.

A cualquier hora, los “tuneros” aparecen con su música a alto volumen, lo que afecta hasta el turismo, pues los turistas que se hospedan en las posadas buscando la tranquilidad del pueblo, se ven obliga-dos a abandonarlo.

Además, las familias de-nuncian que incluso hasta son un peligro para los y las adolescentes porque por el hecho de permanecer allí hasta bien entrada la madrugada, incitan a los jóvenes locales a promover la perturbación.

Altamira de Cáceres es un pueblo con inmensas potencialidades turísticas

Así quedó “El Campito” luego de los trabajos de acondiciona-miento de la contratista

Los “tuneros” suenan su música a cualquier hora del día o de la noche

Humberto Morillo es el cronista de Altamira de Cáceres