la investigacion latinoamericana de la comunciacion y su entorno social

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E. Sánchez Ruiz Enrique E. Sánchez Ruíz La investigación latinoamericana de la comunicación y su entorno social: notas para una agenda diálogos de la comunicación Profesor-investigador de la Universidad de Guadalajara, México. E-mail: [email protected] 24 25

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diálogosde la comunicación

Profesor-investigador de la Universidad deGuadalajara, México.

E-mail: [email protected]

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¿Desde dónde deben re-pensar-se las posibles articulacionesentre la investigación latinoame-ricana de la comunicación, y larealidad social en el Siglo XXI?

La comunicación no es una cien-cia. Es un «objeto de estudio».Tampoco es una disciplina, porlo menos en el sentido fuerte quedenota sinonimia de «disciplina»con «ciencia», aunque incluye losdominios humanísticos. La co-municación es (o debería ser) unobjeto privilegiado de práctica-mente todas las ciencias y/o dis-ciplinas sociales o humanas,puesto que no hay probablemen-te nada humano ni social, que nopueda entenderse mejor sin to-mar en cuenta la comunicaciónentre los humanos.1 Las investi-gaciones empíricas autorre-flexivas, sistematizaciones docu-mentales y recuentos bibliográ-ficos que conocemos sobre las

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investigaciones «de la comunica-ción» en América Latina, mues-tran que la inmensa mayoría delos estudios han tenido comoobjetos privilegiados a los me-dios de difusión masiva.2 Peroinvestigar a los medios y/o lasllamadas industrias culturalesno es necesariamente «investigarla comunicación»: Las dimensio-nes propiamente comunica-cionales, los procesos de pro-ducción y «puesta en común» desentido, han sido más que esca-sos en los inventarios sobre laindagación (Sánchez Ruiz, 1999).Los medios son la síntesis demúltiples dimensiones: cuandolos medios de difusión son ana-lizados en su operación comoindustrias culturales, producien-do y haciendo circular mercan-cías, se hace investigación eco-nómica, o en su caso, de econo-mía política (Sánchez Ruiz 1992).Cuando se analiza el papel de losmedios como actores políticos yen los procesos electorales, elénfasis es en los medios comoactores políticos: es un objeto deciencia política.3 O pueden serexaminados como organizacio-nes complejas, para lo que ayu-da la perspectiva de la sociolo-gía de las organizaciones, la so-ciología de las profesiones, elanálisis institucional, etc.(Sánchez Ruiz 1992). El enfoqueque ha prevalecido en los análi-sis latinoamericanos de mediosha sido el político (Marques deMelo 2002).

Los medios son objetos comple-jos, que operan socialmente des-de diversas dimensiones (econó-mica, política, cultural, social,tecnológica, organizacional, pro-fesional, etc.), articuladas en unmismo entramado histórico so-cial, que se desenvuelven en eltranscurrir del tiempo histórico(Sánchez Ruiz, 1992). Si a estosumamos que muchos de los

objetos de estudio de, por ejem-plo, los llamados estudios cultu-rales, son procesos socialescomplejos, debemos llegar nue-vamente a la conclusión de quela llamada comunicación es uncruce de múltiples caminos: Po-siblemente la formulación deWilbur Schramm (1973) en lossesenta, de que el campo de lacomunicación es más que nadauna encrucijada, a la que poten-cialmente pueden concurrir ycontribuir todas las ciencias so-ciales y humanas, siga teniendovigencia.4

Todo esto implica la necesidadde que los estudios sobre comu-nicación social, o sobre mediosde difusión e industrias cultura-les, así como los «estudios cul-turales» que se convirtieron du-rante la última década del siglopasado en el enfoque hegemóni-co sobre el campo académico,deben ser inter-, multi- y trans-disciplinarios (Vassallo de Lopes2002; Mattelart y Neveu 1997;Mato, 2001; Follari 2002). Haypropuestas interesantes de«postdisciplinarización» (Fuen-tes Navarro 2002), pero en lamedida en que el prefijo «post»connota muy fuertemente «supe-ración», o «dejar atrás» (a lo quemodifica el prefijo, en este casoa la disciplina), no entendería-mos cómo dejar atrás algo quenunca en realidad ha existido(una «ciencia de la comunica-ción» o una disciplina «comuni-cológica», o algo así, que al«postdisciplinarizarse» se disuel-ve en una ciencia social genéri-ca).5 Pero si la comunicaciónnunca ha sido una disciplina,sino ese objeto-encrucijadamultidimensional que siempreha necesitado de la inter- ytransdisciplina, no se puede«desdisciplinarizar». Otro proble-ma con las formulaciones «post»es que con mucha frecuencia

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uizsoslayan o confunden qué tanto

lo son en términos descriptivos,sobre procesos que ya estánocurriendo, con respecto a loque tienen de proyecto, o pro-puesta de origen ético, utópico,etc.6 Sin embargo, en la medidaen que este tema se desligue delas modas «posmodernas» y sesiga articulando una propuesta(que tendría que ser más quenada epistemológica y metodo-lógica, pues ya nadie cree queuna sola teoría -por muy«postdisciplinaria» que sea- pue-da dar cuenta de todo), podríade ahí surgir un enfoque fructí-fero para guiar la investigaciónempírica.7 Ojo: Si bien no haydisciplina, sí hay campo,8 en unsentido más sociológico queepistemológico: tenemos obje-tos de estudio (todo el dominiode la comunicación social, losmedios, etc.,) y una comunidadque se interesa de manera siste-mática por los mismos. De he-cho, consideramos que este esun tema primordial para la agen-da: la continuación de una dis-cusión fundamentada sobre elestatuto epistemológico de lasllamadas «ciencias de la comuni-cación», sobre su estatuto disci-plinar, su relación con otros do-minios científicos, etc. (Vassallode Lopes, y Fuentes Navarro2002; Martín Barbero s/n).

Lo que usualmente llamamos«campo académico» de la comu-nicación está constituido porvarios «subcampos», que no ne-cesariamente se han desarrolla-do en forma articulada (Galindoy Luna 1995). En primer lugar,preexisten al campo académicolos dominios profesionales de lacomunicación. Estos fueron el«referente empírico» y fuentes dedemanda social para la emergen-cia de la enseñanza universitariadel periodismo, que posterior-mente coexistiría -ya como

subcampo académico- con el dela investigación. Con posteriori-dad se generaron más o menosexplícita y articuladamente lasactividades de extensión univer-sitaria relacionadas con la comu-nicación y las de vinculación (ar-ticulaciones explícitas ya no so-lamente a través de los merca-dos de trabajo, sino por ejemplo,mediante la prestación de cier-tos servicios como la investiga-ción aplicada hecha desde launiversidad, para el sector pri-vado, o para otros sectorescomo organismos no guberna-mentales, o para el gobierno mis-mo, etc.). De todas estas, lassubáreas centrales del campoacadémico son la de la enseñan-za y la de la investigación.

El primero de los campos profe-sionales de la comunicación quesurgió en todos nuestros paísesfue el periodismo y necesaria-mente la primer articulación fuede la docencia universitaria conel mismo. Los recuentos sobreel desarrollo de nuestro campoacadémico muestran que, preci-samente, las primeras escuelas«de comunicación» lo fueron deperiodismo (Fuentes Navarro1992; Marques de Melo 1998;Fuentes Navarro 1998). Después,los medios crecieron y sediversificaron (y algunos de ellosincluso dejaron de ser «propia-mente de comunicación»;Sánchez Ruiz, 1999), y así lo hi-cieron los estudios profesiona-les en las escuelas que ya paralos años sesenta se denomina-ban con algún nombre relaciona-do con las «ciencias de la comu-nicación». Algunos de los inves-tigadores actuales del campo,posiblemente la mayoría, prime-ro estudiamos una licenciaturaque básicamente nos habilitabaprofesionalmente como comuni-cadores y posteriormente hici-mos estudios de posgrado -no

necesariamente en comunicación-que nos habilitaron más biencomo investigadores (de hecho,algunos incluso sostenemos que«estudiamos para investigado-res»), a fin de hacer buenos estu-dios sobre la comunicación, losmedios, las mediaciones, etcéte-ra.9 Esto vino ya en un períodomás reciente, durante el cual noshemos ido profesionalizandocomo investigadores o, quizásmás ampliamente, como acadé-micos. En los años sesenta secomenzó a abrir el espectro deáreas de aplicación de «saberescomunicacionales» a partir dedesarrollos en los campos de tra-bajo y de la invención de las cien-cias de la comunicación.

El primer período al que nos re-ferimos fue netamente pragmáti-co. La educación universitaria sediseñaba estrictamente paraprofesionalizar periodistas yotros comunicadores, usualmen-te empleados de los medios decomunicación. Había un acopla-miento más o menos simple ydirecto entre esta oferta de edu-cación superior y las demandasdel campo profesional. En lossesenta surge un nuevo modelo,humanístico, con las «ciencias dela comunicación» (Fuentes Nava-rro, 1998). Durante esa década,llegan también investigadores es-tadounidenses a Latinoaméricaa realizar indagaciones empíri-cas para «modernizar a los cam-pesinos», como por ejemploEverett Rogers en Colombia, omás en general, aparece la in-fluencia empirista como modelopara la investigación científica,durante la primer época deCIESPAL10 (Sánchez Ruiz, 1988;Fuentes Navarro 1992). Paradó-jicamente, casi al mismo tiempollega una suerte de reduc-cionismo cientificista en elempirismo norteamericano en lainvestigación, y surge un univer-

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salismo humanista, a partir deuniversidades católicas, princi-palmente jesuíticas (SánchezRuiz 1988). Coexisten entoncesestudios de comunicación basa-dos en el primer modelo, prag-mático (al que en lo investigativoapuntalaba el empirismo), con elnuevo modelo humanístico, debases filosóficas y literarias. Estenuevo modelo propiciaba un ale-jamiento crítico de la operacióncotidiana de los medios, desdeun plano más bien filosófico (elcomunicólogo como «intelec-tual»; Sánchez Ruiz 1988; Fuen-tes Navarro, 1998).

Desde mediados de los sesenta,pero definitivamente durante lossetenta, surgió y se generalizóotro modelo que impactaba alquehacer académico de la comu-nicación en América Latina,como de hecho al resto de lasciencias sociales y humanidades.Era el paradigma del análisis so-cial crítico con raíces profundasen el marxismo (ortodoxo y noortodoxo, el cual poseía una so-fisticación intelectual y analíticaimportante), muy influido porvarias de las versiones del enfo-que de la «dependencia», y nonecesariamente divorciado delmodelo humanista, sino al con-trario, alimentado por él. Unafuente muy importante de in-fluencia fue por ejemplo la peda-gogía del oprimido de PauloFreire (1970), que ante la injustarealidad socioeconómica latinoa-mericana, «denuncia y anuncia».Es decir, tiene un componenteutópico importante. De hecho,ya para los años ochenta los tresmodelos (el pragmático, el hu-manista y el cientificista críti-co)11 coexistían (a veces no tanpacíficamente) en las universida-des latinoamericanas. En la me-dida en que la realidad social ennuestros países ha sido -y siguesiendo- injusta para una gran ma-

yoría, la ciencia social crítica fueuna característica importante deLatinoamérica, de la que los es-tudios de comunicación y sobremedios abrevaron (Sánchez Ruiz1988). De hecho, algunos denuestros pioneros eran -y algu-nos siguen siéndolo- parte de eseparadigma crítico y utópico,como es el caso por ejemplo deAntonio Pasquali, quien provi-niendo de la filosofía, fundó elanálisis crítico de los mediosdesde Venezuela con la publica-ción en 1963 de su libro Comuni-cación y Cultura de Masas y quiensigue produciendo como «joven-cito» análisis críticos alimenta-dos por la imaginación utópica(con una gran carga ética y unapoyo enorme de informaciónfactual).12

Pero nosotros consideramosque durante los años ochentafue tomando forma un nuevomodelo, quizás motivado por loscambios ideológicos mundialeshacia la derecha y la hegemoníadel pensamiento neoliberal. Elnuevo modelo consistió en unretorno al pragmatismo y -conrespecto a las escuelas de comu-nicación- en alguna medida a laespecialización (ya no en perio-dismo, sino en las nuevas ver-tientes profesionales),13 muy enlínea con corrientes intelectua-les de moda como el posmo-dernismo, que preferían ver larealidad en fragmentos, por so-bre la integración y la síntesis(modos de pesquisa preferidosen los dos modelos previos). Laforma preferida de indagación ymoda intelectual de los noventafueron los estudios culturales,de los cuales hemos escrito enotro lado que enriquecieron elentendimiento de los procesosde comunicación en las socieda-des contemporáneas, pero queal devenir moda, obstaculizaronotras miradas complementarias

e, incluso, sin proponérseloobscurecieron las miradas críti-cas tradicionales de las cienciassociales latinoamericanas(Sánchez Ruiz, 2000). Por otrolado, los estudios de recepción,que también originalmente fue-ron una veta importante de en-riquecimiento y sofisticación delanálisis, devinieron en una suer-te de «populismo» del receptor,tal que al cabo de tantas media-ciones, apropiaciones, reseman-tizaciones e, incluso subversio-nes de los «mensajes hege-mónicos», terminaban mostran-do que los grandes consorcios yoligopolios transnacionales delas industrias culturales en rea-lidad eran «hermanitas de la ca-ridad». Curiosamente, muchosde estos estudios, autodeno-minándose críticos, minaban lasbases de un enfoque crítico alprivilegiar la óptica de nivelmicrosocial y del corto plazo,machaconamente demostrandoque los medios no tienen «efec-tos» (y si los tienen, es con lacomplicidad de los receptores: alfin y al cabo, las grandes trans-nacionales -y aquí incluyo a Te-levisa y Globo- solamente dan alpúblico lo que éste demanda/merece). Finalmente el poderdiferencial de emisores y recep-tores quedaba soslayado(Vassallo de Lopes 1995).

En alguna forma, el espíritu deltiempo lo marcaba el «posmo-dernismo», que tendía a frag-mentar y descontextuar las mi-radas, y a aceptar acríticamentey con cierto encantamiento lasirracionalidades del mundo ac-tual. Con respecto a este puntode vista, se pregunta AnthonyGiddens (1996: 226-227):

¿Deberíamos entonces quizásaceptar, como algunos de losposmodernistas dicen, que laIlustración se ha agotado a sí mis-

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uizma y que tenemos más o menos

que tomar al mundo tal como es,con todas sus barbaridades y li-mitaciones? Seguro que no. Casilo último que necesitamos ahoraes una suerte de «nuevo medie-valismo», una confesión de impo-tencia frente a fuerzas más gran-des que nosotros mismos. Vivi-mos en un mundo radicalmentedañado, para el cual se necesitanremedios radicales.

Considero importante citar tam-bién a este respecto, a ManuelCastells (1999a: 30), con cuyaopinión también coincido total-mente:

La cultura y la teoría posmo-dernas se recrean en celebrar elfin de la historia y, en cierta me-dida, el fin de la razón, rindien-do nuestra capacidad de com-prender y hallar sentido inclusoal disparate. La asunción implí-cita es la aceptación de la plenaindividualización de la conduc-ta y de la impotencia de la socie-dad sobre su destino.

El proyecto que informa este li-bro nada contra estas corrientesde destrucción y se opone a va-rias formas de nihilismo intelec-tual, de escepticismo social y decinismo político. Creo en la ra-cionalidad y en la posibilidad deapelar a la razón, sin convertir-la en diosa. Creo en las posibili-dades de la acción social signifi-cativa y en la política transfor-madora, sin que nos veamos ne-cesariamente arrastrados hacialos rápidos mortales de las uto-pías absolutas. Creo en el poderliberador de la identidad, sinaceptar la necesidad de su indi-vidualización o su captura por elfundamentalismo. Y propongo lahipótesis de que todas las ten-dencias de cambio que constitu-yen nuestro nuevo y confusomundo están emparentadas y que

podemos sacar sentido a suinterrelación. Y, sí, creo, a pesarde una larga tradición de erro-res intelectuales a veces trági-cos, que observar, analizar y teo-rizar es un modo de ayudar aconstruir un mundo diferente ymejor.

Esperamos que efectivamentenos encontremos en un tiempode regreso hacia una mayor fe enla razón y la solidaridad huma-nas -en las que parecen no creeralgunos posmodernistas-, y unaretirada del individualismoegoísta y fragmentador, que estáen el centro de la fe en el merca-do, de la religión secular llama-da «neoliberalismo».

En virtud del neoliberalismo do-minante a nivel mundial, aterri-zado en el pragmatismo preva-leciente en las escuelas de comu-nicación, con el posmoder-nismo, si no hegemónico, por lomenos «contaminante» -comouna especie de trasfondo omni-presente- en el plano de la inves-tigación, se dejaba relativamen-te poco espacio para el análisiscrítico y el ejercicio de la «imagi-nación utópica». Nuevamente,recordamos que estos modeloshan ido coexistiendo con los pre-vios. Pero ha sido notorio unvaivén pendular entre un relati-vo predominio del pragmatismoacrítico y el de acercamientoscríticos y emancipatorios. Encierto sentido, las tendenciashan sido como un péndulo quese mueve, si se me permite lacaricatura, de los «apocalípticos»a los «integrados» y viceversa(Eco 1975).14 Así, en el caso mexi-cano, por ejemplo Raúl Fuentes(1998) concluía en su tesis doc-toral que había dos principalesalternativas para la reestructu-ración del campo de la investi-gación académica de la comuni-cación: a) la «extensión de la ima-

ginación utópica», o b) la «recu-peración del pragmatismo». No-sotros nos preguntamos si se tra-taría de dos opciones necesaria-mente opuestas e irreconcilia-bles. Y nos contestamos que no:Finalmente, creemos que hay lu-gar en la historia y en el mundopara un «pragmatismo utópico»,que crea en la necesidad y en laposibilidad de la invención de ór-denes más justos, menos asimé-tricos socialmente de realidad,producidos a partir de la eficien-cia y en los resultados de la acti-vidad humana; con base en lasposibilidades presentes y futu-ras de emancipación y sobrevi-vencia de nuestra especie (y, depasada, de otras especies, y dela biodiversidad de nuestro pla-neta). Lo que llaman «desarrollosustentable» no puede dejarsesolamente a merced de las fuer-zas del mercado. Pero, ya quereinan las economías de merca-do en el mundo, sería buenomaximizar sus aspectos-factuales y doctrinarios- máspositivos. Por ejemplo, la disci-plina económica neoclásica va-lora de manera positiva la com-petencia, de frente a estructurasde mercado oligopólicas ymonopólicas. Pues precisamen-te en tono con esta exigencia,hay que demandar competenciay diversidad en esos canales devisibilidad que son las industriasculturales contemporáneas. Defrente al fundamentalismo delmercado y sus perniciosas con-secuencias sociales, es indispen-sable recuperar el espíritu críti-co, ético y moral, emancipatorioy utópico que caracterizó a laprimera generación de investiga-dores latinoamericanos de la co-municación. El reto para la agen-da es entonces una investigaciónautocrítica y reflexiva, que huyade cualquier fundamentalismo omaniqueísmo simplificador, yque al mismo tiempo reconozca

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los obstáculos para el pleno de-sarrollo humano y para la repro-ducción de la vida en el planetay plantee opciones emancipa-torias. De nuevo, ejercer un«pragmatismo utópico», que per-mita demostrar válido el asertoque se atribuye a Kurt Lewin deque «no hay nada más prácticoque una buena teoría».

MÚLTIPLESMARGINALIDADES YDESVINCULACIONES

Entre muchos otros factores,debido a la juventud de la profe-sión de comunicador, al igualque del campo de investigaciónde la comunicación, éste se en-cuentra en un cierto estado dedesventaja e incomprensión, aúndentro del ámbito de las cienciassociales. En este sentido, hace yamás de diez años, al analizar RaúlFuentes y quien esto escribe lascondiciones dentro de las cua-les se hacía la investigación em-pírica en nuestro país, caímos enla cuenta de que estábamos enuna situación de «triple margina-lidad» (Fuentes Navarro ySánchez Ruiz 1989). Es decir, quelos datos mostraban que la in-vestigación científica en generalestaba marginada de las priori-dades del desarrollo nacional,además de que en el plano cul-tural se le suele representar -aho-ra, como antes- estereotipada-mente (Rodríguez 1977; Gutiérrez1998). Aun hoy en día, mientrasque Estados Unidos dedica 2.66%de su producto interno bruto(PIB) al gasto en ciencia y tecno-logía, en América Latina y el Cari-be le destinamos el año 2000 enpromedio apenas un poco más demedio punto porcentual(0.54%).15 Este es un primer gra-do de marginalidad. Entre las cien-cias, una queja constante y tradi-cional es que las ciencias socia-les y humanidades a su vez tie-

nen menos peso en el reparto depresupuestos y en términos depoder y prestigio (ciencias «blan-das» versus ciencias «duras»).16

Marginalidad de «segundo or-den». Finalmente, en virtud de lajuventud del campo, por proble-mas de identidad disciplinaria yotros más, algunos de los cualesacabamos de revisar, el campo deinvestigaciones en comunicaciónestaría a la vez en una situaciónde margi-nalidad entre las cien-cias sociales (una especie de «her-manita menor» a la que se tratacon-descendientemente). Terce-ra marginalidad. Como muestraun botón: Nuestro admirado Car-los Monsiváis describe con suusual ironía un «congreso de lacomunicología aplicada», quetuvo lugar (imaginariamente, des-de luego) en el Estadio Azteca (elmás grande de México, con uncupo de alrededor de 100,000 per-sonas):

Los temas tratados son, y loscito en desorden:

- Las relaciones incestuosas en-tre emisor y receptor.- Las concesiones para el funcio-namiento de radioemisoras y suvínculo con la filosofía posmar-xista.- Semiótica de lo subliminal (y noes por intensificarles la carga deadrenalina.- Las utopías radicales. De la ciu-dad del sol de Campanella y elpensamiento de Tomás Moro ala búsqueda de empleo para losegresados de universidades pú-blicas.- Los clásicos de la comunicacióny cómo hacer ver que uno los haleído.- Análisis del capítulo 343 de Lasuerte de la fea la horrenda ladesea, telenovela de moda.- Los signos de pesos y cómodecodificarlos (Monsiváis 2001,Pág. 19).

Aunque hay cientistas socialesque tienen ya una buena opinióndel campo y de quienes lo pobla-mos, todavía hay percepcionesestereotipadas y prejuiciosasque nos hacen ver como pocorigurosos e, incluso como en elejemplo anterior, banales. Quie-nes solemos participar en comi-siones de diverso tipo con inves-tigadores de otros campos, loexperimentamos más directa-mente.17

Al cabo del tiempo fueron sur-giendo otros «niveles» de margi-nalidad, pero uno fundamentalse refiere a la poca articulaciónque ha existido entre la investi-gación académica de la comuni-cación y las profesiones decomunicador, incluyendo losmedios. Este caso lo trataremosun poco más adelante, junto conotras «desvinculaciones». En elcaso de la original «triple mar-ginalidad», desde luego que pocopodemos hacer directamentepara superar las dos primeras,porque son de un orden estruc-tural cada vez mayor. Sin embar-go, no es imposible remontarlassi comenzamos por los retos quesupone generar una identidadcientífica que reciba respeto porlos pares de otros campos y dis-ciplinas sociales y humanísticas.Esto comenzará mostrando en eltrabajo académico y científico,solidez académica y científica(valga la redundancia). El uso delpragmatismo utópico al que invi-tamos en páginas anteriores, porotro lado, haría más socialmentepertinente nuestro trabajo y susproductos, con lo que, además,ayudaríamos a resolver una par-te de los problemas que ensegui-da comentaré de «desvincula-ción múltiple».

Ya desde los años ochenta, cole-gas como Raúl Trejo (1988) co-mentaban la poca articulación

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uizque había entre la enseñanza y la

investigación en las escuelas decomunicación. Este ha sido untema al que por ejemplo Felafacsle ha dedicado muchos recursosy esfuerzo. Pero resulta que elcampo académico sostiene unaserie de tensiones que se origi-nan en una múltiple desvincula-ción:

⇥ Entre enseñanza e investiga-ción;⇥ entre investigación y camposprofesionales;⇥ entre enseñanza y campos pro-fesionales;⇥ entre investigación básica e in-vestigación aplicada.

Este es otro tema para la agendade nuestro campo académico:Generar las pertinencias mutuasy correspondencias entre todosestos subcampos. Solamentevoy a enumerar algunas inter-acciones posibles que conside-ro pertinentes:

⇥ Los investigadores académicosefectivamente hacen investiga-ción empírica, aunque no nece-sariamente dejen de producirteoría. La investigación empíri-ca es la forma primordial de li-gar las pesquisas con la realidad.De esta manera, de hecho inter-actúan con los sujetos sociales(comunicadores, decisores, pú-blicos usuarios y receptores), entanto informantes. Los investiga-dores, eventualmente, «regresan»a aquellos sus hallazgos de inves-tigación.

⇥ Los investigadores «básicos»nos beneficiamos de los resul-tados de indagaciones «aplica-das», que suelen ser muy pun-tuales y realizadas con correc-ción técnica (a veces, ya quisié-ramos contar con los tan des-preciados ratings). Tales resul-tados puntuales se enmarcarían

en argumentaciones explicativaso interpretativas más amplias.

⇥ Los investigadores «aplicados»acuden a teoría y a hallazgosempíricos de la investigación«básica», para enriquecer ycontextuar las interpretacionesa sus propios descubrimiento(mejorando en extensión y/oprofundidad las recomendacio-nes al cliente).

⇥ Los profesionales de la comu-nicación se informan y actuali-zan, leyendo la producción aca-démica de los investigadores«básicos». No todas las teorías yhallazgos de investigación soninmediatamente aplicables, peroen principio, la acción crítica-mente informada puede ser másefectiva («nada más práctico queuna buena teoría»).

⇥ Los docentes de escuelas, fa-cultades y departamentos decomunicación se informan y ac-tualizan, leyendo la produccióny los datos de la investigaciónbásica, tanto como la aplicada(cuando ésta está disponible). Laenseñanza de las profesionesentonces adquiere mayor perti-nencia con respecto a la realidadconcreta que constituye el ám-bito de intervención de loscomunicadores profesionales.

⇥ Los comunicadores y decisoresen los medios efectivamente ha-cen uso de la investigación aplica-da. En principio, más allá de lossimples índices de audiencia. Envirtud de su aprendizaje universi-tario (donde llevaron por ejemploclases de metodología de investi-gación), aquellos -se supone- tie-nen el conocimiento suficientepara leer críti-camente la informa-ción producida (por ejemplo, parajuzgar la idoneidad de los méto-dos y técnicas utilizados, su rigor,validez, confiabilidad, etc.).

⇥ El investigador académico esconsultor del comunicador y/odel consultor y/o de quien esta-blece políticas públicas en elcampo y/o de usuarios, recepto-res o público (por ejemplo, enONGs.). La investigación realiza-da contribuye a resolver proble-mas inmediatos, pero también agenerar bases de datos e infor-maciones puntuales que even-tualmente también auxilian en laconstrucción de teoría o de co-nocimiento (comprensión, expli-cación).

En el caso de las vinculacionescon las profesiones y los polosde decisión (tanto públicoscomo privados) en todo casohabría que hacer la precisión deque no es lo mismo el interés deuna empresa que por ejemplo eldel desarrollo de todo un sectoro una rama (una cosa es el inte-rés de Televisa, y otra el interésde que se desarrolle un sectoraudiovisual, pujante y competi-tivo en México; de hecho, estoúltimo puede ser en contra de laempresa, si detenta poder mono-pólico u oligopólico, como es dehecho el caso). Entonces, deje-mos la investigación privada parala empresa privada. Si acaso, po-dría haber una división del traba-jo, aunque no absoluta, para quela Institución pública de investi-gación se encargue principalmen-te de aspectos referidos a políti-cas públicas, por ejemplo, y noolvidar que favorecer el interésprivado no implica, beneficiar elbien común. Por lo menos, quelas vinculaciones directas con losotros sectores surjan a partir dela actividad fundamental de pro-ducción de conocimiento, o inves-tigación básica.

Pero hay otro aspecto que no hayque olvidar tampoco. Nuestrassociedades siguen siendo profun-damente injustas y desiguales.

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Solamente una postura más plu-ral y tolerante, más autocrítica yreflexiva, utópica pero tambiénrealista, nos puede conducir aque el conocimiento que genere-mos sea útil socialmente, produc-tivo en lo científico y generador ala vez de alternativas viables a eseprincipio de realidad que haceque nuestros países sigan sien-do tan asimétricos, tan inexcusa-ble e inmoralmente injustos.

1. De ahí que algunas de las

propuestas de grandes sín-

tesis de, por ejemplo la so-

ciología, acudan a la comu-

nicación como una categoría

privilegiada en sus modelos (por

ejemplo: Luhmann, 1991; Habermas,

1989). Pero, finalmente, ninguno de

ellos reduce lo histórico-social o lo

humano a la comunicación, propo-

niendo una teoría (social) «de la co-

municación»; ni siquiera Jurgen

Habermas, que tanto énfasis hace en

la misma. De cualquier forma, no

hay que olvidar el intento «globa-

lizante» de la cibernética, que tenía

grandes pretensiones epistemológi-

cas (Wiener, 1960), de donde se de-

rivó (reduciendo pretensiones), por

ejemplo toda una propuesta de una

teoría psicológica basada en la co-

municación (Ruesch y Bateson,

1965; Watzlawick et al, 1971; Bateson

et al, 1982). En este caso, la comuni-

cación sería el fundamento de una

disciplina, cuyo estatuto epistemo-

lógico ya está bastante acreditado,

como es la propia psicología.

2. Al parecer las primeras revisiones

que se hicieron, a principios de los

años setenta, se originaron en

CIESPAL, en preparación para un

célebre seminario que tuvo lugar en

Costa Rica en 1973 (CIESPAL, 1973;

Merino, 1974). Otros de los diag-

nósticos pioneros fueron fruto del

trabajo de Luis Ramiro Beltrán y

se encuentran reunidas en Beltrán

(2000). Una muestra de trabajos de

esta naturaleza es, para México,

Fuentes (1988; 1996); para el caso

Argentino, Rivera (1987: 1997); en

Brasil, la Intercom (Sociedade

Brasileira de Estudos Interdisci-

plinares da Comunicação) publica

con regularidad este tipo de revi-

siones. Ver también Orozco Gómez

(1997) y Torrico (1999).

3. La cual, a su vez, se puede consi-

derar una «interdisciplina», entre

economía y (ciencia) política. Den-

tro de esta interdisciplina se pueden

ubicar también todos los estudios

que tratan con cuestiones de políti-

cas públicas (de políticas de comu-

nicación, de cultura, audiovisual, ci-

nematográfica, etc.).

4. «La comunicación, naturalmente,

no se ha convertido en una discipli-

na académica, como la física o la

economía; pero sí ha alcanzado a ser

un campo animado de investigación

y teoría. Es una de las más activas

encrucijadas en el estudio del com-

portamiento humano, lo cual es

comprensible, ya que la comunica-

ción es un proceso -quizá el proce-

so- social fundamental. (...) Ha sido

una encrucijada académica por la

cual han pasado muchos, pero po-

cos se han detenido» (Schramm,

1973: 12). En todo caso, hoy podría-

mos corregir la última parte de la

cita, en la medida en que, especial-

mente en Estados Unidos -lugar de

referencia del aserto de Schramm-,

los congresos de las diversas aso-

ciaciones académicas de comunica-

ción suelen reunir cada vez a varios

cientos, si no miles, de estudiosos,

que difícilmente están de paso por

el área. Un aspecto que creo impor-

tante resaltar es que, al hacer el

recuento de la «investigación de la

comunicación» en Estados Unidos,

Schramm de hecho se refería casi

únicamente a la investigación so-

bre medios de difusión.

5. Aunque entendemos que la pro-

puesta de Fuentes va más allá, en el

sentido de substituir todas las dis-

ciplinas por una sola, «ciencia so-

cial», que nos recuerda las preten-

siones «imperialistas» en su momen-

to, del materialismo histórico. Por

otra parte, dice un crítico del cam-

po: «El caso de la comunicología es

una muestra de las confusiones a

que puede llevar la desformalización

cuando previamente no se ha pasa-

do por períodos e instancias de

formalización... Esto es lo que su-

cede con aquellos que practican el

posestructuralismo (caso decons-

trucción) sin haber pasado previa-

mente por la constitución sistemáti-

ca de aquel logos al cual esos dis-

cursos se oponen. Sólo cabe

deconstruir lo previamente cons-

truido (Follari 2000, Pág. 1).

6. Por ejemplo, Jurgen Habermas

propone en términos éticos la cons-

titución de identidades postna-

cionales «universalistas» que supe-

ren los particularismos que han pro-

vocado xenofobias, guerras, genoci-

dio, etc. (Alemania nazi). De ahí, hay

quienes toman el planteamiento éti-

co y lo convierten en descriptivo.

Pero las encuestas de Eurobaró-

metro demuestran que la mayoría

de los europeos no han leído a

Habermas. Una cosa es declarar

muertas las identidades nacionales

y darlas por «substituidas» por

«identidades postnacionales», y otra

muy diferente es demostrar que este

es ya el caso (Ver Sánchez Ruiz

2002).

7. Ver, por ejemplo, Sayer (1999).

Una crítica interesante, desde un

punto de vista «conservador», en

Menand (2001). La dificultad del

tema se demuestra por el hecho

de que, por ejemplo, Raúl Fuentes

(op. cit.) propone una funda-

mentación de la posdiscipli-

NOTA

S

33 E. S

ánch

ez R

uiznariedad en parte basada en la

teoría de la estructuración de

Anthony Giddens, el cual ha escri-

to más o menos recientemente «en

defensa de la sociología» (Giddens

1996), su propia disciplina. Apro-

vecho aquí para dejar constancia

de que tengo más coincidencias

con Fuentes que divergencias. Si

difiero con él -que es mi amigo per-

sonal- en este tópico, eso no me

hace ningún «traidor» o «enemigo»

de él.

8. De una manera bastante poco es-

tricta, usamos «campo» en el senti-

do de Pierre Bourdieu (2000), como

«espacios estructurados de posicio-

nes» (p.112). El campo académico

del que hablamos nosotros equival-

dría en líneas generales al «campo

científico» de Bourdieu (ibid.).

9. Yo respeto pero no comparto la

opinión de quienes piensan que es

banal la diferenciación entre el

comunicador y el comunicólogo (o,más claramente, el investigador de

la comunicación): en tanto seres

humanos, todos somos comunica-

dores; sin embargo, pocos tienen las

habilidades y competencias adqui-

ridas y desarrolladas para ser

comunicadores profesionales. Mu-

cho menos son comunicólogos, en

el sentido de analistas (académicos

o no académicos) especializados en

comunicación (los medios, las tec-

nologías, las redes, los contenidos,

etc.); bastantes menos son investi-

gadores científicos (en el sentido

más o menos «duro», por ejemplo,

de ciencias sociales, aunque tam-

bién aquí se incluirían los investiga-

dores desde las humanidades). Muy

pocos de todos aquellos son buenos

comunicadores y buenos comuni-

cólogos (rigurosos, con fundamen-

tos empíricos y teóricos, etc.). La

carrera de un investigador, que tie-

ne ya como requisito haber cursa-

do un posgrado (y de preferencia,

un doctorado) se suele comenzar

con una escolaridad de unos 25

años. Una defensa de la profesión

de investigador científico, en Verón

(s/f).

10. Centro Internacional de Estudios

de Periodismo para América Latina,

organismo de la ONU.

11. Fuentes (1998) los llama «mode-

los fundacionales».

12. Ver, por ejemplo, Pasquali

(1998).

13. Una descripción muy interesan-

te de éstas bajo el nombre de «co-

municación productiva» (aunque

personalmente no entiendo si el tra-

bajo en los medios y otros ámbitos

es «improductivo»), está en Islas,

Gutiérrez y CamposGarrido (2002).

14. Digo caricatura en el sentido de

que hay una enorme simplificación.

Considero que los «apocalípticos» y

los «integrados» de Eco son una

suerte de «tipos ideales», construi-

dos un tanto exageradamente para

facilitar el análisis, no es que piense

que el análisis de Umberto Eco sea

simple. También cabe aclarar que lo

del «movimiento pendular» también

es una sobresimplificación, pues en

todo caso, por ejemplo el modelo

humanista era intermedio y comen-

tamos antes que propiciaba la críti-

ca y la ideación utópica.

15. Lo cual va desde una inversión

de 0.87% del PIB por parte de Brasil

en 1999, o un 82% por Cuba en 2000,

hasta 0.08% en Ecuador y El Salva-

dor también en años recientes

(RICYT 2002). Ver Saldaña (1987);

Schoijet (1991); Cereijido (1997); De

la Peña (2002).

16. Por ejemplo, en el caso mexica-

no, solamente después de una lucha

de muchos años en el Sistema Na-

cional de Investigadores (sistema de

estímulos a los investigadores por

parte del gobierno federal) se ha

comenzado a evaluar a los científi-

cos sociales desde criterios pro-

pios, y no los emanados de usos y

costumbres de las ciencias exac-

tas y naturales (Béjar Navarro y

Hernández Bringas 1996).

17. Ver un diagnóstico no tan

prejuicioso de un sociólogo, que

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