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DE LOS ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE La Glaciación Actual y Cuaternaria de la Cordillera de Los Andes JUAN BRÜGGEN Director del Instituto de Geología-y Química Establecimientos G r á ft c o s «BALCELLS & Co.» FONTEC/LLA 268 1 9 2 8 SANTIAGO (Chile)

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DE LOS ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE

La Glaciación Actual

y Cuaternaria de la

Cordillera de Los Andes

J U A N B R Ü G G E N Director del Instituto de Geología-y Química

E s t a b l e c i m i e n t o s G r á ft c o s « B A L C E L L S & C o . »

FONTEC/LLA 268 1 9 2 8 SANTIAGO (Chile)

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DE LOS ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE

La Glaciación Actual

y Cuaternaria de la

Cordillera de Los Andes

J U A N B R Ü G G E N Director del Instituto de Geología y Química

Establecimientos O r á fi c o s « B A L C E L L S & Co.»

fONTBCILLA'268 1928 SANTIAGO (Chile)

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LA GLACIACION ACTUAL Y CUATERNARIA DE LA CORDILLERA DE LOS ANDES

Uno do los capítulos más interesantes de la geo-logía que ha a t ra ído también el interés de personas ex t rañas a esta ciencia, es el que t r a t a de la g r an extensión que han tomado los glaciares en épocas no m u y remotas. E l interés se debe en g ran p a r t e a la circunstancia de que esos grandes cambios cli-matológicos fue ron presenciados p o r el hombre pre-histórico, de modo que la geología del cuaternar io constituye em cierto modo una timncisión entre la his toria geológica y la his tor ia humana.

P a r a la geografía , la impor tancia de la glacia-ción cuaternar ia se debe a que las fo rmas super f i -ciales creadas por los glaciares diluviales se han conservado en perfecto estado, cubriendo muy grandes superf ic ies de la t i e r ra f i rme. Es t a s fo r -mas glaciales? ocupan la mi tad de Norteamérica y de Europa , lo mismo que en Chile central, mien-t r a s que desde P u e r t o Mont t hacia el su r no sólo toda la superf icie ter res t re , sino también todo el fondo del mar vecino al continente, deben su con-

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f igurac ión a la erosión y sedimentación de los gla-ciares del diluvio.

Antes de en t ra r al tema pr incipal , debemos es-tud i a r brevemente los rasgos principales de la ex-tensión de los glaciares en Nor teamér ica y de E u -ropa, pa ra poder relacionar las observaciones he-chas en nues t ras cordil leras con las de regiones mucho mejo r investigadas.

La f igura 1 presenta la extensión alcanzada por el hielo continental du ran te el cuaternar io en el hemisfer io norte y, además, los centros aislados de glaciación situados en las se r ran ías de las zonas templadas.

Fig.' 1.—La extensión (le la glaciación cuaternaria en el hemis-ferio norte. Según Koppen y Wegener

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Se ve que más de la m i t ad de Norteamérica es-taba cubierta por una capa de hielo continental cuyo espesor se calcula p a r a las par tes centrales en unos 2,000 m. Chamberlin y Salisbury dis t in-guen seis diferentes épocas glaciales con los nom-bres s iguientes: 1) Je r seyan , 2) Kansan , 3) I l l i -noian, 4) Iowan, 5) E a r l i e r Wisconsin, 6) La t e r Wisconsin. Las mor renas mejor conservadas son las del Wisconsin an ter ior y- del Wisconsin poste-r ior , lo que indica que ellas corresponden a las úl-t imas épocas glaciales.

Lo que sorprende es que el centro del hielo con-t inental de Nor teamér ica se hal laba en una región completamente ba ja , donde no hay ni indicio de se-r r an í a s altas, y que de este centro ba jo se ha movido la <capa de hielo hacia el O. y S. O. encima de una planicie que hoy asciende paulat inamente. Ade-más, el centro se lia movido en las diferentes épocas desde la región s i tuada al Oeste de la bahía de Hudson hacia Labrador , como resul ta del estudio de los bloques erráticos. Las cordilleras occidenta-les han tenido su propia glaciación que se ha ex-tendido muy poco más allá de sus cont ra fuer tes orientales, en t rando allá en contacto con la capa de hielo continental.

Mucho menor ha sido la extensión del hielo con-t inental en E u r o p a donde debemos buscar <el cen-t ro de la glaciación en Escandinavia . E l número de épocas glaciales que pueden dist inguirse es toda-vía mater ia de discusión, en cuanto se re f ie re al hie-lo continental ; en general se distinguen tres a cua-t ro diferentes épocas. E n su mayor extensión el hielo alcanzó una línea t razada desde la desembo-

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cadura del Támesis por el sur de Holanda, el sur de Silesia has ta Kiew.

E s en los Alpes donde se lian hecho los estudios más detenidos acerca de las diferentes épocas gla-ciales, especialmente poir Penck y Brückner. Es tos sabios distinguen. 4 d i ferentes épocas glaciales que lian nombrado según di ferentes ríos en 'cuyos va-lles se han desarrollado me jo r sus mor renas ; p r in -cipiando con las más ant iguas son las glaciaciones de Gilnz, Mindel, Riss y Wilrm separadas por las épocas interglaciales Giim-Mindel, Mindel-Riss y Iiiss-Würm. E n las d i ferentes épocas glaciales, los glaciares salieron de los valles alpinos y se ex-tendieron como grandes glaciares de piedmont en las planicies que acompañan a los Alpes en el nor te y sur. Su erosión y la acumulación de las mor renas dió or igen a los grandes lagos que caracter izan e! pie de los Alpes.

La distinción de las d i ferentes épocas glaciales se basaba en pa r t e en el estado de destrucción de las morrenas, siendo las más modernas las m e j o r conservadas, y especialmente^ en las relaciones que existen entre los sedimentos fluvioglaciales que, a mayor distancia de los Alpes aparecen en f o r m a de var ias te r razas fluviales. U n a idea de los cam-bios climatológicos habidos durante el cua ternar io y la duración de las d i ferentes épocas glaciales e interglaiciales nos da el d iagrama de la f i g u r a 2.

Las abcisas represen tan el t iempo y las ordena-das la posición de la l ínea de las nieves, correspon-diendo la línea O a la posición actual. Se ve que en las épocas glaciales, la línea de las nieves se halla-ba a unos 1,200 m. más aba jo que hoy, pero que en

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las épocas interglaciales el clima lia sido más be-nigno que el actual.

E n cuanto se re f ie re a la duración de las épocas glaciales, Pench-Brückner dan c i f ras solamente p a r a los últimos 20 mil años que consideran como, un idad pa ra calcular la duración de la úl t ima épo-ca interglacial en unos 60,000 años y la penúl t ima en unos 240,000 años. Según el d iagrama resultan pa ra todas las épocas glaciales unos 660,000 años.

In te resantes son también las indicaciones de las d i fe rentes cul turas prehis tór icas en este diagra-ma,: Chellóen a Mágdalénica son paleolíticas, mien-t ra s que el corto espacio que queda corresponde al neolítico y a la actualidad.

Después del glacial de Wíirm, más o menos en el Magdalénien, el hielo ha tenido un nuevo avance, conocido ba jo el nombre de avance de Bühl en que W l í n e a de las nieves que ya estaba subiendo, vol-vió a descender de los 700 in. a los 1,000 m. debajo de su nivel actual. Las mor renas bien conservadas de este avance se hallan dent ro de los valles Alpi-nos, como por ejemplo las que rodean la ribera in-fe r io r del Lago de los Cuat ro Cantones en Suiza.

1.) La glaciación actual y anterior de la Cordillera de los Andes

E n el mapa de la f i g u r a 1 vemos que en el he-misfer io norte ha habido-, f ue r a de las masas de hielo continental, también un gran número de se-r r an í a s que en el cua te rnar io han tenido una gla-ciación mucho más fue r t e que actualmente. Pero , todas estas ser ranías son puntos aislados, separa-dos por extensas regiones b a j a s que no han produ-

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cido glaciares en el cuaternario. E n este sentido, la Cordillera de los Andes ofirece un interés especial porque 'Constituye u n a serie de elevaciones m u y grandes que permi ten seguir las líneas de las nie-ves eternas, no sólo de la actualidad, sino también del cuaternario, desde las regiones ár t icas has ta las antár t icas . Debemos l imitarnos en estas líneas a un estudio de la glaciación en Sud-América, inves-t igando especialmente las condiciones glaciales de la Cordillera chilena.

A) LA GLACIACIÓN ACTUAL Y CUATERNARIA

DE LA ZONA TROPICAL

Entendemos en este p á r r a f o como zona t ropical de la Cordillera de los Andes su extensión com-prendida entre la S ie r ra Nevada de Sta. Mar t a ( l l 9 L. N.) has ta la f r o n t e r a aus t ra l del Pe rú . Nuestros conocimientos actuales de los factores pr incipales acerca de la glaciación pueden com-prenderse en la tabla siguiente confeccionada se-gún los datos publicados por Sievera:

A e, t H a 1 i d a ri Ul t ima .Epoca glacial

Línea <le las Término de los Término <le los Nieves 'eternas Glaciares Glaciares

Venezuela Ecuador .

4600-4700 4300-4400 4700-4800 4500-4600

3800 3700-3800 3500-3700 Perni septentrional . 4800-4900

Perú austral . . . . 5700-5900

Natura lmente , los actuales glaciares de la zona tropical son de tamaño muy ir educido; según H. Mr-per t ienen solamente 2 % & 3 km. de longitud en la

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cordillera volcánica del E c u a d o r ; pero probable-mente habrá glaciares de tamaños más impor tan-tes en la cordillera oriental que es más lluviosa. En el Ecuador y en el P e r ú septentr ional , el té rmino de los glaciares lia retrocedido unos 150 m. verticales en los últimos 50 años.

Según se desprende de la tabla anterior , en la últ ima época glacial, los glaciares lian descendido unos 600 a 800 m. verticales en comparación con los actuales y de consiguiente lia habido en plena zo-na t ropical un gran número de glaciares que bien pueden .compararse con los alpinos de la actuali-dad. E n el Ecuador observó Aleyer que los glacia-res de la últ ima época glacial se re t i ra ron en t res e tapas dejando igual número de morrenas termi-nales acumuladas 'durante di t lempo em que el gla-ciar quedaba estacionario. E l límite de las nieves e ternas se hallaba en el Ecuador entre los 4,200 y 4,250 ni. Además encontró Meyer indicios de una extensión mucho mayor de los glaciares en una época glacial anter ior .

E n el centro y sur del Peí ú existen glaciares de cierta importancia solamente en la cordillera orien-tal. Bowman observó en la cordillera de Vilcapam-pa más de 20 glaciares, algunos de' ellos de 2 km. de longi tud; te rminan a unos 4,850 y 5,000 m. In te -resante es que se pueden observar las mismas t res e tapas de la extensión cua ternar ia de los glaciares que en el Ecuador : las mor renas más ba jas se ha-l lan a 3,500 m.; están fue r t emen te des t ru idas ; o t ras menos destruidas se ha l lan a 3,650 m. y morrenas bien conservadas a 3,900 m.

Más al sur, en la cordillera occidental, la línea actual de las nieves e ternas sube ráp idamente ; en

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Arequipa se hal la a 5,700 m. en el cerro Chachani, y el Misti con 5,855 m. de a l tura ya no alcanza la región de la nieve eterna.

B) L A GLACIACIÓN DE BOLIVIA

E n el nor te de Chile y en Bolivia las diferencias entre las regiones occidentales y orientales son tan grandes que debemos t r a t a r por separado la Cor-dillera Marí t ima, como podríamos l lamar la cordi-llera que constituye la f r o n t e r a entre Chile y Boli-via, y la Cordillera Rea l que pasa al Es te de la al-tiplanicie boliviana. Mient ras que la Cordillera Mar í t ima tiene un clima tan seco que actualmente carece de nieve eterna, aparecen en la Cordillera Real glaciares que por sus dimensiones pueden compararse con los de los Alpes. Sin embargo, la actual línea de las nieves se halla según Hauthal a 5,300 y 5,400 m. en la Cordillera Real, a una a l tu ra considerablemente mayor que en los países t ropi-cal'les; los término« de ios. glaciares se ha l la r ían a unos 4,800 m.

E n la época glacial, los glaciares han descendi-do a a l turas muy bajas. E n la hacienda Cotani, si-tuada en la fa lda occidental del Il l iniani, encontré morrenas a 2,500 ni de a l tura y en la fa lda orien-tal, observé en Unduar i , en las Yungas, un típico cajón glacial a unos 3,000 ni. que penetra a los bos-ques subtropicales. Con estos datos coinciden las observaciones de rocas aborregadas hechas por TIoech en la región de Cochabaniba a 2,600 ni.

Hauthal dist ingue en Bolivia dos épocas glacia-les, de las cuales la p r imera habr ía sido la más im-portante . Atril)uve a la pr imera época una termi-

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nación de los glaciares del I l l imani a 3,000 ni. y una a l tu ra de la línea de las nieves de unos 4,000 a 4,500 m. E n la segunda época, los glaciares de la fa lda oriental habr ían terminado entre 3,400 y 3,500 m. mient ras que en la al t iplanicie habr ían alcanzado solamente 4,000 m. Es t a diferencia se explica fácil-mente porque la presencia de la alt iplanicie hab rá impedido al hielo descender a menores al turas. Las grandes morrenas de Oliuquiaguillo, Pa lca , Cha-caltaya. Yauli , etc., que se hal lan a unos 4,500 m. de a l tura , están tan bien conservadas y las fo rmas de la erosión glacial que se observan valle a r r iba de ellas son tan fresca^f ¡que IIauthal considera es-tas monrenas como pertenecientes a un avance postglacial del hielo, que conoceremos más aba jo también en las cordilleras chilenas.

L a penúl t ima época glacial, o la p r imera de H a u -tlial, ha t ra ído una extensión muy grande del hielo, como puede deducirse especialmente de los cente-nares de metros de rodados fluvioglaciales en los cuales se ha excavado la quebrada de La Paz . Des-de el Alto de La Paz uno obtiene una impresión muy buena de las enormes masas de rodados que se hallan antepuestas a la Cordillera Real como una gran «formación de piemoint». Si pudiéramos sacar estas masas, obtendríamos un ancho y p ro fun -do valle que se extendería hacia el N. mucho más allá de la actual quebrada de La P a z y que comu-nicaría probablemente con el lago Titicaca. Es tas ideas emit idas por Gerth, encuent ran apoyo en otras observaciones. La l lanura de rodados del Alto de La P a z se extiende hasta el Tit icaca sin in te r rup-ciones de cordones de rocas fundamentales , alcan-zando el lago en la región de Chililava v Oopanca-

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ra . Además, Jel mapa batimétrico del lago (F ig . 3) indica claramente que la zona más p ro funda , el an-tiguo talweg del valle, se dirige hacia estos dos pue-blos recién nombrados, pero no hacia el desagüe ac-tual, el río Desaguadero.

Muy interesantes son los estudios de Boto man, según las cuales el Titicaca ha tenido anter iormen-te un nivel en 36 a 40 m. más al to; el nivel de este antecesor del Titicaca, que llamó Lago Ball ivian, ha descendido ráp idamente hasta el nivel actual, porque fa l tan ter razas intermedias.

E l proceso ha sido probablemente el s iguiente : Cuando las aguas del ant iguo río La Paz pr incipia-ron a estancarse porque cantidades excesivas de rodados fluvioglaciales se depositaban en la región al norte de la actual capital, se formó en la región del Titicaca un lago cuyas aguas, al subir, penetra-ban a todos los valles afínenles, hasta que, algún día, rebalsaron por un portezuelo bajo si tuado en el actual valle del Desaguadero. El agua (pie rebal-só cayó a la hoya del río Maur i y debe- haber rápi -damente cortado el umbra l del portezuelo que se hallaba cerca de la Concordia. Que el lago no quedó mucho t iempo a su nivel más alto, po-demos deducir de la ausencia de te r razas de abra-sión correspondientes a la al tura de rebalse. Bowmun menciona expresamente esta ausencia, pe-ro la explica por la denudación posterior que indi-caría una edad muy grande del lago Ball ivian. P e -ro, en las explicaciones de las fo togra f í as habla siempre, de una delgada cubierta de arcillas con conchas que representan el sedimento del lago. Tam-bién esta circunstancia habla en favor de un perío-do corto de sedimentación, porque si las t e r razas

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hubieran sido dest ruidas por la larga duración de la denudación, entonces deberíamos esperar que pr imeramente se hubieran' dest ruido las arcillas blandas si tuadas generalmente en los bordes de las fa ldas y poco protegidas por una delgada cubierta vegetal. Las conchas encerradas en las arcillas son muy parecidas a las que viven hoy día en el lago; G. II. Valí las considera como pertenecientes al plistoceno infer ior . También esta determinación permite suponer que el lago Ball ivian se haya es-tancado en la penúl t ima época glacial y que ya en la úl t ima época glacial sus aguas hayan descendido a su nivel actual.

También en la pa r t e sur de la planicie boliviana existía en la época glacial un antecesor gigantesco del actual lago Poopó, que ocupó toda la al t iplani-cie de Bolivia desde el pie de la Cordillera Marí t i -ma hasta más allá de O r u r o ; Bowmau le ha dado el nombre de lago Miudr in . Los sedimentos de este lago son tobas calcáreas que cubren las te r razas al Es te de Oruro. Hac ia el nor te el lago se extendía por el valle del río Desaguadero hasta un poco más allá del lago Ball ivian; pero este lago, entonces, ya había retrocedido a las r iberas actuales del Ti-ticaca.

Sin duda alguna, la existencia de ambos lagos indica, que en las épocas glaciales, el c.lima de la alt iplanicie y de la Cordillera Real ha sido mucho más lluvioso que hoy día.

E) E L XOKTE DESÉRTICO DE C H I L E

Chile septentr ional consti tuye la continuación de la zona seca del sur del P e r ú . E n la costa y en la

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f a lda occidental de la Cordil lera al ta hay un clima completamente desértico. Desde los 3,000 m. de al-tu ra para ar r iba pr inc ip ian precipitaciones atmos-fér icas regulares que oscilan entre 5 y 10 om. anua-les. Igua lmente desfavorable p a r a el desarrollo de glaciares es la sequedad ex t raord inar ia del aire que causa una evaporación muy f u e r t e ; el exceso de eva-poración sobre las lluvias es de casi 4 m. en Ohuqui-eamata 2,660 ni.) y de 1.50 m. en Collalmnsi (4,800 m.) .

E n vista de estas c i f ras no puede sorprender que ningún (ierro del nor te de Cliile alcance la línea de las nieves: tanto el Tacara con 5,950 m. situado al in ter ior de Tacna, como el Llullaillaco con 6,700 m. s i tuado al N. E. de Taltal , carecen de nieve eterna. Hac i a el sur, la zona seca se extiende también lia-cia la f a lda oriental de la cordillera, donde, en te-r r i to r io argentino, el cerro Cachi (6,000 m.) no contiene glaciares.

E n vista de tales a l tu ras anormales casi no pue-de hablarse de una línea de nieves, tanto más si se toma en cuenta que en los cerros gigantes del nor-te de Chile no aumentan las precipitaciones, de por sí escasas, con la a l tura . Según Pench las precipi-taciones t ienen su máximum entre 3,000 y 4,000 m. en el sur del 'desierto de A t a c a m a ; en la época gla-cial, esta zona se habr ía hallado a unos 600 a 800 m. más abajo.

También duran te el cua ternar io la cordillera ma-r í t ima ha sido una región relat ivamente seca, co-mo se desprende de la escasa importancia que tie-nen las fo rmas glaciales en la morfología de los ce-rros. E n el Tacora, la línea de las nieves debe ha-berse hallado más o menos a 5,000 m., ya que a esta

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al tura en la fa lda oriental del cerro se observan al-gunos pircos glaciales con morrenas. A 4,300 m. se halla, al lado del ingenio de la azuf re ra de Chupis-quiña, una gran morrena terminal de la últ ima época glacial. E n Tarapacá , en el volcán Chapi re s i tuado en la cordillera do Silla jguay, (19942'L. S.) encontré nocas aborregadas a 4,300 m. mient ras mo-r renas pueden observarse hasta 4,200 m. E l valle, en que se hallaban las casas de una pequeña mina de azufre , te rmina en fo rma de circo. La línea de las nieves debe haberse hallado en la época glacial a una a l tura de unos 5,000 m. ( fa lda su r ) .

Probablemente n inguno de los glaciares cuater-nar ios del norte de Chile ha tenido una 'longitud superior a 5-10 km.

De los datos anter iores se deduce -que la r epa r -tición relativa de las precipitaciones a tmosfér icas en el nor te de Chile y en líolivia ha sido parecida a la actualidad. Pero , los cambios climatológicos deben haber sido muclio más importantes en Chile que en Bolivia. E n la fa lda oriental de la cordille-ra, la. zona más lluviosa parece haberse extendi-do más hacia el sur en el cuaternario, según se des-prende de las observaciones de Kuehn que encon-t ró G?"V,.el Cerro Cachi bloques erráticos y f o r m a s glaciales que descienden hasta 3,000 m.

Un aumento considerable de las precipitaciones atmosfér icas en el norte de Chile queda evidencia-do por las t e r razas de lagos que se observan a a l tu-ras considerables en las fa ldas de depresiones sin desagüe cuyo fondo está hoy día cubierto de un ex-tenso salar o de a lgunas laguni tas saladas poco profundas . E n el salar del Huasco. situado al Es te de P ica a 3,700 m., a unos: 30 m. encima del fondo

Glaciación.—2

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de la depuesión, encontré una terraza de abrasión de pocos metros de aiiclio cortada en la roca v iva ; t an to la terraza como la fa lda si tuada más aba jo estaba eulbierta de tobas calcáreas, un sedimento químico del lago cuaternar io .

Más al sur, liasta la región de Copiapó f a l t an to-dos los datos acerca de la extensión de los glaciares cuaternar ios que seguramente lian existido, aunque en la misma forma reducida que los del Tacora y del volcán Ohapire.

d ) L A S COKWIXEKAS DE COPIAFÓ Y DE E L Q U I

E n la región del Sa la r de Marieunga, al Es te di1

la ciudad de Oopiapó aparecen los pr imeros cerros que se elevan por encima de la línea de las nieves como puede deducirse de los numerosos cerros de-signados como «Xevados». Penck- -atribuye a la línea actual de las nieves una a l tura de 6,300 m. en el Ce-r ro Tres ( ' rucesque se levantan al Este del bolsón de Marieunga. U n a glaciación cuaternar ia bastante importante , resul ta de mis observaciones hechas al pie occidental del cer ro ; existe allá una gran morre-na te rminal que en fo rma de semicírculo cierra una ancha depresión antepuesta al Nevado. De t rás de esta morrena hay un extenso fondo de un lago que poster iormente se lia secado porque el desagüe lia cor tado el cordón de morrenas. E l término del gla-c ia r en el cuaternar io se ha hallado a 4,200-4,300 111. de a l tura , igual a la región del Tacora.

Y a desde la la t i tud del Sallar de Mar ieunga au-men ta el número de los cerros cubiertos de nieve e t e rna ; pero, debido al acceso muy difícil de las pa r t e s más altas de la cordillera, las noticias exac-

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tas son muy escasas. Según Brackebnsclt, el cerro del P o t r o de 5,830 m. de a l tura s i tuado a 28923', es el p r imer cerro que contiene glaciares de cierta im-portancia . Siso patrón dice que el cerro está cubier-to de nieve perpe tua desde los 5,200 m. c i f r a que in-dica probablemente el término de los glaciares.

Más al sur, se halla en el nacimiento del r ío H u a s -co, la Laguna Grande a 3,470 m. de a l t u r a ; la la-guna ocupa el fondo de un ancho valle glacial, pe-ro su ribera in fe r io r está cubierta de un gran de-r rumbe de cerro de modo que no me f u é posible ob-servar morrenas terminales típicas. E n vista de que más aba jo de la laguna, el valle toma fo rmas carac-teríst icas de erosion f luvial , podemos considerar los 3,500 m. como término de la glaciación cuater-nar ia .

E n la cordillera de Elqui , menciona Bracke-hmch que cerca del paso de la Agua Negra, en el lado argentino, te rmina un glaciar a poca distan-cia de su morrena t e r m i n a l ; esta úl t ima tendr ía una a l tura de 4,150 m. por lo cual podríamos supo-ner como límite de los glaciares una a l tu ra de unos 4,200 m. U n poco más al nor te se halla enteramente en terreno chileno el cerro de Doña Ana de 5,690 m. de a l tu ra que también contiene glaciares que no alcanzan tan aba jo como en el lado argentino.

E n la subida de H u a n t a al portezuelo de la Doña Ana, a unos 4,300 m. de a l tura y ,a unos 300 m. de-ba jo del portezuelo, observé varios circos glaciales que nos indican la a l tu ra de la línea de las nieves e ternas duran te la ú l t ima época glacial. E n esa época, los glaciares de la alta cordillera han tenido una extensión muy grande como resul ta de la si-tuación de las grandes mor renas terminales si túa-

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das en. el río de la Laguna a 3,1.00 a 3,200 ni. ; el gla-c iar que los lia depositado debe haber tenido una longitud de 50 km. De t rá s de las morrenas termi-nales se hallaba ant iguamente una extensa laguna que más ta rde ha sido rel lenada p a r sedimentos y que en par te se ha vaciado por profundiza miento del río de desagüe. Hac ia valle aba jo las mor renas terminales pasan a sedimentos fluvioglaciales que constituyen una te r raza de 30 a 40 m. encima del fondo del río la que más aba jo desciende hasta 10 m. encima del río.

La región del irío de la Laguna es in teresante porque allá se observan también sedimentos glacia-les de otra época glacial anter ior . F r e n t e a la de-sembocadura de la quebrada del Tapado, se hal la a unos 100 m. encima del río una impor tante t e r r a -za compuesta de rodados y arcilla de bloques de un espesor de a lo menos 40 m. La misma arcilla gla-cial puede seguirse también hacia valle a b a j o ; el últ imo punto donde la observé, se hallaba a unos 2 km. valle a r r iba de P o t r e r o Cortez, a 2,440 m. ; for -ma una terraza si tuada a unos 40 m. encima del río.

p) I ) E OVALLE AL R Í O ACONCAGUA

Al sur de la hoya h idrográ f ica del r ío Elqui , la línea divisarla de las aguas su f r e una considerable depresión, de modo que has ta el río Choapa no se levanta niingún cerro hasta 5,000 m. de a l tu ra , que-dando muchas cumbres debajo de los 4,000 m. P e r o más al Este, en te r r i to r io argentino, la cordi-llera alcanza sus mayores a l turas , en el Mercedario con 6,900 m. y en el Aconcagua con 7,000 m. Debi-do a esta repar t ic ión de las al turas , parece que liay

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pocos cerros en el lado chileno que se levanten enci-ma de la actual línea de las nieves eternas, en cuanto se re f ie re a la región s i tuada al nor te del r ío Ali-cahue.

E n la época glacial, ha habido una glaciación bastante importante . Así, todo el valle superior del r ío Taseadero, a f luente del Río Grande-Limar í , t iene fo rmas netamente glaciales hasta los potreros del Polvo (2,200 m.) . N o encontré mor renas ter -minales bien desarrolladas, pero la fo rma de valles colgados que t ienen todos los valles laterales y ade-más, las mor renas i r regu la rmente esparcidas en el valle principal , 110 de jan duda de que los glaciares se hayan .extendido has ta la a l tu ra mencionada. Nu-merosas morrenas s i tuadas en circos a unos 3,400 rn. de a l tura nos indican la situación aproximada de la línea de las nieves en el cuaternario.

E n el valle andino del río Choapa cerca de la de-sembocadura deil río Leiva, lia y grandes morrenas terminales que en el p r o f u n d o corte del r ío princi-p ian a 1,600 in. de a l tu ra y suben has ta 1,800 m. De-ba jo de su base, el r ío h a excavado un valle en las rocas fundamenta les de 100 m. de hondura . Tan to la poca a l tu ra de estas morrenas , como el t r a b a j o erosivo efectuado por el r ío después del re t i ro del glaciar, indican que se t r a t a de sedimentos de la penúl t ima época glacial.

E n el valle pr incipal , las morrenas de la úl t ima época glacial no están bien desarrol ladas; morre-nas se observan en numerosas par tes valle a r r iba del punto mencionado; las me jo r desarrol ladas se hal lan a 2,780 m. de a l tura , c i f r a que coincidería bien con el término de los glaciares del valle de Elqui .

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U n pa i sa je de f o r m a s glaciales muy caracter ís-t icas se observa en la región de la laguna del Pe la -do, al pie del cordón l imí t rofe con Argent ina . L a laguna mencionada es una depresión excavada por erosión glacial, debajo de la cual sigue un gran es-calón, a cuyo pie hay otras dos lagunitas, la del Círculo y la Laguna Baya . Aguas aba jo de estas lagunitas, a 3,500 m. de a l tura , hay morrenas f r o n -tales de bastante importancia . Pero , en vista de que los kares cuaternar ios se hal lan en las fa ldas aus-t ra les a 3,800 m. y en las orientales a 4,000 m., las morrenas no pueden corresponder a la úl t ima épo-ca. glacial, sino debemos considerarlas como prove-nientes de un avance postglacial.

Actualmente, la línea de las nieves debería ha-llarse a unos 4,800 m. en las fa ldas aus t ra les de los cerros del cordón l imítrofe . E n el lado chileno, es-ta línea desciende ráp idamente hacia el s u r ; en el valle de la Chicharra , a f luen te aus t ra l del río Choa-pa observé a mediados de Marzo un extenso campo de nieve con inclinación suave hacia el sur que cu-br ía un cerro s i tuado al Es te del P o t r e r o L a r g o ; según la posición, la línea actual de las nieves de-bería hal larse en las f a ldas ¡australes a una a l tu ra de solamente 4,200 m. ; no obstante la época va avan-zada, se observaron muchas manchas de nieve has-t a 3,500 m. Kares de la época glacial indican que en el cuaternar io la línea se ha "hallado a solamente 3,400.

E n el lado argentino, la línea de las nieves sigue a la misma a l tu ra de 4,800 m. según las observacio-nes e jecu tadas por KueJin en el cordón de la Ra -m a d a ; debido a los cerros gigantescos, se lian fo r -mado grandes glaciares que te rminan a 4,000 m.

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La* únicas mor renas del cuaterna: i o observadas po r Kuehii, se hallan a 3,000 m. ; lian estancado la l aguna del Tomé, en la fa lda occidental de la Cor-dillera de Ansilta (31'35"). Si estas morrenas co-rresponden a la mayor extensión alcanzada por los glaciares del cuaternario, y 110 al avance postgla-cial, como es más probable, entonces la diferencia entre las glaciaciones de ambos lados del cordón di-visorio debe haber sido muy grande.

l ia región en estudio tiene un interés especial, porque en ella, por p r imera vez desde la zona tro-pical, la linca de las nieves se halla en el lado occi-dental más aba jo que en el lado oriental. La fa l t a

' de grandes, glaciares en ter r i tor io chileno se debe a la a l tura re la t ivamente reducida de sus cerros. Pe ro , en la época glacial, el desarrollo de los glacia-res ha sido inverso al actual, porque entonces, el descenso de la línea de las nieves hizo aparecer ex-tensos nevados en el lado chileno de las cuales se han desprendido largos glaciares; mient ras en el. lado argentino, los glaciares cuaternar ios han al-canzado longitudes muy reducidas no obstante la a l tura mucho más gratule de sus serranías.

f ) L A GLACIACIÓN ACTUAL DKSOE EL ACONCAGUA HASTA EL VOLCÁN S A N J O S É

Al Es te de la línea divisoria de las aguas se levan-ta el Aconcagua con sus 7,000 ra. de a l tura como gigante aislado entre los demás cerros que vistos desde lejos se pierden en el s innúmero de las o t ras cumbres andinas y que, 110 obstante sus a l tu ras de más de 5,000 m. 110 parecen más que olas del m a r .

L a fa lda nor te del Aconcagua está libre de

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nieve eterna y glaciares' que se hal lan solamente m u y abajo, en los valles protegidos contra los tem-porales de viento. E n la fa lda sur la línea de las nieves se hal lar ía según Kiiehn a 4,600 m.; además hay varios glaciares de los cuales el más impor tan-te es el de Horcones con 6 km. de longi tud ; según Reichert todos están en retroceso rápido. E n la úl-tima época glacial, los glaciares han descendido hasta 2,900 ni. t e rminando en la región de P u e n t e del Inca .

Al sur del fenrocarr i l t ransandino siguen los gi-gantes andinos ; hasta el San José hay seis cerros de más de 6,000 m. de a l tu ra y has ta el Tupunga to (6,650 m.) el cordón l imí t rofe tiene solamente t res portezuelos, todos ellos de más de 4,700 m. de al-tu ra . Correspondiendo a estas al turas , los glacia-res alcanzan dimensiones alpinos, como resulta de los estudios de Reichert, llelbling y o t ros ; así, ei glaciar del Río Plomo, (pie en el lado argent ino ba j a desde la cumbre del cer ro del Río Blan-co tiene una longitud de 17 km. descendiendo hasta una a l tu ra de solamente 3,165 m. P e r o en general los glaciares t e rminan en el lado argent ino entre 3,400 y 3, 600 m. ; sorprende que en el Tupungato , el cerro más alto y situado más al sur, los glaciares del la-do argent ino terminen ya a 4,200 y 4,300 m., proba-blemente porque el Tupunga to está si tuado al S. E . del Cerro Las Polleras y del cordón alto del J u n -cal, cumbres en las cuales las nubes pierden ya la mayo r par te de su contenido en agua.

No encontré datos acerca de la extensión de los glaciares on la época glacial ni acerca de la posi-ción de la línea ac tua l de las nieves; pero a juzgar de los excelentes mapas publicados, debe hal larse

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esta línea a los 4,200 m. en la región del O9 Junca l , pero en regiones s i tuadas un ¡JOCO más al Es t e sube hasta 4,600 y 4,800 m.

Hélblvng explica esto porque la mayou; cant idad de nieve se deposita de t rás de los cerros donde en-cuentra protección contra el viento que no permi te la acumulación de nieve en las fa ldas de barloven-to. Pe r sonas que conocen la fuerza increíble de los vientos en las cumbres al tas de la cordillera, com-prenden per fec tamente esta explicación.

Muy poco conocida es la fa lda ch i l ena 'de l alto cordón divisorio en la que la glaciación actual debe tener un desarrollo m u y g rande ; un glaciar que desciende del Junca l hacia el río Blanco, a f luente del Aconcagua, t e rmina a solamente 2,800 m. se-gún las exploraciones de Reiohert. E l mismo at re-vido explorador observó desde el Tupunga to que la glaciación, po r lo demás enteramente descono-cida, del lado chileno de este cerro era mucho más importante que la del lado argentino.

Antepuesto al cordón l imítrofe, escondiéndolo en su mayor par te p a r a los habi tantes de Santiago, se halla en ter r i tor io chileno el macizo del Cerro del P lomo (5,430 m ) y Cerro A l t a r (5,200 in) que no obstante su menor a l tura , t iene una glaciación bastante importante .

E n el •'nacimiento del Río Blanco, al nor te del cerro Al tar , encontré la situación de la l ínea de las nieves a 4,300 m. de a l tura , hallándose los términos de los glaciares alrededor de 4,000 m.

E l alto cordón l imí t rofe tiene en el sur un té rmi-no na tu ra l con el portezuelo de las Nieves Negras s i tuado en la f a lda aus t ra l del volcán de San José. Al su r de este pun to ya no existen cerros que al-

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caneen 5,500 ni. de a l tura . Al pie del portezuelo te rmina a 2,680 m. el glaciar de las Nieves Negras que debe su nombre a la f u e r t e cubier ta de a renas volcánicas oscuras.

O ) L A GLACIACIÓN CKATKKNAIÍIA DE LAS HOYAS

HIDROGRÁFICAS DEL ACONCAGUA Y MAIPO

E n el río Aconcagua y en su af luente pr incipal , el río Blanco, en el que termina hoy día un glaciar a solamente 2,800 m., se observan fo rmas glaciales muy bien conservadas hasta 1,300 m. A esta a l tura se halla la angostura del «Salto 'del Soldado» que representa un umbral glacial que ha sido de jado por el glacial' y que poster iormente f u é cortado por el río, originándose la angostura que parcialmente se estrecha hasta 2 m. de ancho. Aguas arr iba , el valle presenta las fo rmas t ípicas de un cajón gla-cial. E l buen estado de conservación de estas fo r -mas indica que el glaciar, que ba jó hasta los 1,300 m. de a l tura , pertenecía a la úl t ima época glacial. Pe-ro sorprende que todavía no se conocen las morre-nas terminales pertenecientes a la misma época: es posible que éstas se hayan conservado a alguna dis-tancia del camino y se encuentren al hacer un es-tudio más detallado de la región..

La laguna del Inca (2,840 m.) que se ve desde el f e r roca r r i l t ransandino, está estancada por una gran morrena ¡de bloques; por su situación alta y análoga a la de las mor renas del cajón del Yeso, a t r ibuimos la morrena de la laguna al avance post-glacial del hielo.

Morrenas más ant iguas existen en el valle del r ío Colina, a f luente del Mapoeho, en un punto lia-

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ruado «Los Huinganes» , donde .se observa el pe r f i l de la f i g u r a X.9 4.

Las mor renas f o r m a n una al t iplanicie ondulada de 1,500 ni. de a l t u r a s i tuada al sur del río'. Según se ve en el j)erfil , después del retroceso del glaciar , el río no ha dado con su an t iguo curso sino que lia excavado en las 'rocas du ras u n nuevo valle estre-cho de unos 100 m. de p r o f u n d i d a d . E n el pun to x puede observarse la p a r e d rocosa del ant iguo valle, cubier ta de es t r ías glaciales un poco torradas. Considerando el g ran t r a b a j o de erosión efec tuado

Fig. 4. JVi-fil por las morrenas «lo Los Jluiagaiies. !?'•> Oniimi.

2>or el pequeño estero de Colina, debe haber pasa-tío u n largo t iempo desde el retroceso del glaciar , razón por la cual debemos a t r ibu i r las m o r r e n a s de Los Huinganes a la penúl t ima época glacial. Con esta suposición se explica también la posición re-la t ivamente b a j a de la.s morrenas , po ique los ce-r ros que rodean la hoya del río tienen muy esca-sa a l tura , pocos pasan de 3,500 m. Debemos supo-ner que la línea de las nieves en la penú l t ima época glacial se haya encontrado d e b a j o de los 3,000 m.

E n el valle del Mapocho no he podido descubr i r ha s t a ahora mor renas te rminales de n inguna de

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LEYENDA: MOfiKEMAS

ßt/tulftma ¿paca 6/octa¡ Ultima F/xxa Slernal

V fmrájfos ÑOCAS

M fweArter/-

—Oroi¡u¡9 morfiil-'ieico doli Vallo Longitudinal de Santiago.

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las épocas glaciales; probablemente que dan sepul-tadas debajo de los rodados que el río lia tenido que deposi tar a su salida de la cordillera debido al es-tancamiento detrás del g ran cono de rodados depo-sitado por el r ío Maipo. Rasgos t ípicamente glacia-les se observan' has ta 1,200 m. y ¡restos de arcil las glaciales hasta 1,000 m., en1 las cercanías del puen-te Nilhue.

Muy impor tante debe haber sido el aspecto del glacial' del Maipo cuando alcanzó su término en el Valle Longi tudinal de Santiago, construyendo su anf i tea t ro de morrenas en la región de Puen te Al-to entre 700 y 800 m. de a l tura . Superf ic ia lmente , • las morrenas se presentan como un lomaje i r regu-l a r ; cerca del río han sido destruidas en pa r t e pol-las terrazas. L a descomposición superf ic ia l no b a j a mucho más de 2 a 3 m. indicando así la edad rela-t ivamente moderna del depósito. En t e r amen te frescos aparecen especialmente los enormes bloques errát icos que, al su r del camino de P u e n t e Al-to a ' la Obra, yacen en las lomas a largadas de la mo-r rena .

Superf icialmente, las morrenas ¡no ocupan mu-cha extensión de terreno, como puede verse en el mapa de la f i gu ra 5. Se debe esto a que, en gran pa r t e están cubiertas por los sedimentos f luviogla-ciales del gran cono de rodados que rellena el valle longi tudinal ; así, en un pozo de agua excavado en la maestranza de los fe r rocar r i les de San Berna r -do encontró el Dr . Felscli una capa de típica arcilla glacial de 20 m. de espesor, que principia a 34 m. de profundidad y que se apoya en una capa de ro-dados de más de 30 m. de grueso. Debemos conside-r a r esta arcilla glacial como depositada en un a van-

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ce del glacial' resul tando el per f i l siguiente que nos demuestra el eng rana j e en forma de cuña que existe entre las mor renas y los rodados fluviogla-eiales.

E l cono de rodados, se lia conservado per fec ta-mente liasta hoy d ía ; 110 hay ninguna quebrada que haya surcado su superficie . Solamente el r ío Maipo ha cortado un estrecho cañón de unos 50 m. de pro-fund idad en1 la pa r t e super ior del cono; pero, más abajo, antes de en t r a r al valle desf i ladero de la cos-ta, alcanza la ¡superficie del cono y, en la región lla-ma da «Isla de Maipo» está depositando una g ran pa r t e de sus rodados. Resulta , d é l a fo rma bien con-

Kig. (i.—I'orfil por las morrenas y el cono do rodados del Valle Longitudinal de Santiago.

servada del cono de rodados, que este debe ser bas-tante «nevo, y lo mismo vale de las morrenas de la región de Puen te Alto, que, por esto, deben per te-necer a la úl t ima época glacial.

Cna extensión mucho más grande han tenido los glaciares de la penúl t ima época, como resul ta de la repar t ic ión de sus depósitos, que según' uno de sus componentes más característicos, l lamaremos mo-rrenas de piedra pómez. Es tas moru enas componen en el valle longi tudinal un extenso lomaje al Oeste de Santiago, que abarca desde P u d a h u e l hasta el campo de batalla de Maipú, y cuya a l tura es de unos 450 m. Las lomas presentan un estado muy

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avanzado de denudación y liaceu contraste con la planicie per fec ta del cono de rodados, sobre el cual se levantan en unos 10 a 20 ni. F u e r a de ese punto, se observan las mor renas de piedra pómez en nu-merosos otros pun tos : así en la r inconada si tuada de t rás del cerro de Lo Aguir re , al Oeste de P u d a -huel ; al pie oriental del cerro de Cliena constitu-yen una pequeña ter raza que se levanta uuos 15 ín. encima del llano. F r e n t e a La Obra, al sur del río Maipo, aparecen1 en f o r m a parecida, en una ter ra-za que corresponde a un ancho ca jón glacial, más alto que el ocupado por las morrenas de la úl t ima época glacial.

Posición parecida t ienen las morrenas de piedra pómez en el Toyo, f ron te a San .Tose de Maipo. E l punto más alto, donde observé estas trocas, es la pa r t e in fer ior del valle del Yeso, un poco ar r iba de San Gabriel, donde se hal lan a unos 300 m. en-cima del río, en un típico fondo ant iguo de valle.

Hacia la costa, pude seguir las rocas de p iedra pómez hasta da región de Melipilla, donde también componen una te r raza que se levanta unos 10 m. encima del fondo más moderno del val le; en t r an también al curso in fe r io r del río Puangue , en el cual llegan hasta la hacienda de Ibacache.

E n su composición pe t rográf ica , la mayor par te ele las morrenas de la úl t ima época glacial, pre-sentan el aspecto típico de una toba 1)1 anca de pie-dra pómez ; en una masa 1 flanea arenosa, que care-ce enteramente de estrat if icación, yacen i r regular -mente repar t idos p iedras pómez blancas cuyo diá-metro var ía entre pocos y 15 em.; además hay algu-nas piedras esquinadas de rocas más antiguas, ge-neralmente de po r f i r i t a s mesozoicas. Es te aspee-

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to, lo t ienen las mor renas en la región de río Yeso, f r e n t e a La Obra y en g r an extensión en el lomaje al Oeste de Santiago. Pe ro , en este último punto, hay al lado de la toba blanca también una arcil la de bloques que 110 deja lugar a dudas acerca de su origen glacial; en esta f o r m a contiene solamente aislados' f r agmentos de p iedra pómez, prevalecien-do las rocas fundamenta les , (pie alcanzan has ta me-dio metro de diámetro y que a menudo 110 mues-t r a n indicio de haberse gasta-do sus cantos. Tam-bién, en la par te más occidental en Melipilla, las mor renas contienen solamente aislados f r agmen tos chicos de piedra pómez.

Morrenas compuestas de mater ia l volcánico, pero más bien de lavas porosas andesíticas de color negro u oscuro, ocupan extensiones muy grandes en las par tes centrales y aust ra les del valle longi-tudinal , especialmente entre el río L a j a y Térmi-co, o en los cerril los del Teño, cerca de Curicó, don-de s iempre tienen mayor edad que los grandes an-f i t ea t ros morrénicos. L a abundancia de mater ia l volcánico puede deberse a que, en la penúl t ima época glacial había u n a f u e r t e actividad volcáni-ca ; pero más probable es que esa penúl t ima época glacial, ha sido también la pr imera , en que los gla-ciares removían'das enormes masas de mater ia l vol-cánico esparcido superficiialmenfe por los volcanes precuaternarios'.

Impor t an te s mor renas terminales, que son más nuevas que las de la región de P u e n t e Alto, se ha-llan en varios cajones de la alta cordillera. Las me-j o r conocidas son las del r ío Yeso; debido a su enor me masa, se han extendido a lo largo del fondo del valle en una longi tud de unos 12 km., alcanzando

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desde los 2,700 m. liasta los 1,670 in. de a l tura so-bre el mar . F o r m a n una larga lengua de terrera o po-co ondulado que separa el r ío Yeso de su af luente, del estero Manzani to ; ambos ríos, así separados, corren por una distancia de unos 10 km. por el mismo valle. (F ig . 7) .

E l espesor de la mor rena es muy grande ; espe-cialmente en la par te superior , extendiéndose la ar-cilla glacial desde la laguna de los P iuquenes has-ta más a r r iba del nivel de l a Laguna Negra, lo que corresponde a un espesor mínimo de 200 m. que bien puede ser el doble porque no se conoce la base rocosa del valle. Según se ve en el mapa, las mo-r renas han estancado t res lagos. La Laguna de los P iuquenes es el úl t imo resto de un g ran lago que, rellenaba el valle pr incipal . La Laguna Negra co-rresponde a. la pa r t e in fe r io r de dos af luentes del Yeso que se estancaron detirás de las morrenas . Origen parecido tiene la laguna Encañada, situa-da a unos 200 m. debajo de la anter ior .

Valle arr iba , el río Yeso corre al nivel del fondo del ca jón glacial, mient ras que más abajo este fon-do está rellenado hasta cierta a l tura por rodados fluvioglaciales correspondientes a las morrenas de la Laguna Negra ; los rodados componen una te-r raza que se levanta unos 30 m. encima del r ío ; la terraza puede seguirse por el r ío Maipo has ta el valle longi tudinal ; en Nos, donde la a t raviesa el fe r rocarr i l , puede reconocerse todavía claramente como grada en el terreno.

Las morrenas del ca jón del Yeso fue ron deposi-tadas por un glaciar de una longitud de unos 40 a 45 kilómetros. Son caracter izadas por su aspecto enteramente fresco.

Glaciación. —3

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Fig. 7.- La morrenas del Cajón del Yeso,

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E n el río Colorado, el a f luente pr incipal del Mai-po, que nace al pie del Tupunga to y Juncal , se ha-llan grandes morrenas terminales entre Maitenes (1,200 m.) y el A l f a l f a l (1,400 m.) ; por todos sus caracteres, especialmente por su relación con la te-r raza fluvioglacial del r ío Maipo, deben conside-rarse como contemporáneas a las morrenas del (río Yeso. La misma edad t ienen las morrenas termi-nales s i tuadas en el ca jón del volcán entre el Cam-pamento Valdés y La Engorda cuya superf icie es-tá cubierta de un enorme amontonamiento de blo-ques gigantescos; el glaciar que los lia depositado, tenía en par te solamente unos 18 km. de longitud. E l Campamento Valdés está si tuado en una peque-ña planicie, que corresponde a u n ant iguo fondo de un lago; este fué estancado por grandes morre-nas terminales que descienden por una quebrada proveniente del norte.

L a extensión de los glaciares que han dejado sus morrenas dentro de los valles de la alta cordillera ha sido muy reduc ida ; las de la Laguna Negra co-rresponden a un glaciar de 40 km. y las del Volcán a uno de solamente 18 km. de longitud. Comparan-do estas c i f r a s con los 50 km. de longitud que te-nía el glaciar del Río Turbio (Coquimbo) en la úl-t ima época glacial, resul ta que las morrenas de am-bas regiones no pueden corresponder a la misma época glacial, y que debemos considerar las g randes morrenas de la al ta cordillera de Sant iago como pertenecientes a un avance postglacial de los gla-ciares. Con esto resul ta también que las mor renas de P u e n t e Alto pertenecen a la úl t ima época y las de piedra pómez a la penúl t ima época glacial.

La extensión de los glaciares cuaternar ios en el

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Indo argentino parece 'haber sido muy reducida, si la comparamos con la f u e r t e glaciación que ca-racteriza actualmente la f a lda oriental del cordón l imítrofe. De la región del Junca l -Tupunga to nos f a l t an noticias sobre la extensión de los glaciares cuaternarios. E n la Cordil lera del P la ta , que cul-mina a 5,700 m. y que está si tuada al Es te del río Tupungato , encontró Stappenbeck un resto de mo-r r enas dudosas a 2,500 m. de a l t u r a ; pero dice que, por lo común, los depósitos glaciales no descienden más abajo de 2,700 m. H o y día, los pequeños gla-ciares terminan a 3,950 m. o casi a la misma a l tura que los glaciares actuales del lado chileno.

H) DESDE EL CACHAPOAL HASTA EL T E Ñ O

Hacia el sur, la a l tu ra de la cordillera disminu-ye pau la t inamente ; los cerros más australes de más de 5,000 m. se ha l lan en los nacimientos del Ca-"b^noal. Es tas elevaciones siempre muy considera-v p s ! v la cantidad ya bastante aumentada de preci-mfaciones atmosféricas,—en el Teniente cae anual-mente más de 1 m. de agua—han dado origen a una „.i-^Voióu muy impor tante . Como punto más ba-•.. ri0i -i-p-'nrrio de los glaciares podemos considerar 1 9°0 m., a l tura has ta la cual desciende el glaciar

los Cipreses; pero, segó 11 l'ltifjciiKimi, debemos '••r>n=iderar como té rmino medio de los glaciares ac-iv i l es la al tura de 2,500 ni. Según el misino autor , ^ actual línea de las nieves se halla entre 3,100 y 3.300 m. de a l tura , Gnessfeld, que visitó esta región en 1882, dice que el glaciar de los Cipreses' está re-trocediendo r áp idamen te ; a 1,730 m. de distancia del término había un gran- bloque errát ico que, se-

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gún el arr iero, se hallaba 30 años antes en el tér-mino del glaciar, lo qne corresponde a un retroce-so de 58 ni. anuales.

Directamente al Es te del glaciar de los Cipreses terminan en el lado argent ino del cordón l imít rofe los glaciares a 2,800 m., estando la línea de las nie-ves a 3,300 ni. de a l tura . Más hacia el oriente, en el Cerro Risco P la teado (4,860 m.) , la línea de las nieves sube a los 3,800 ni. y los glaciares descienden solamente hasta los 3,600.

E n el valle del Tinguir i r ica , cerca de la f ron te ra te rmina el glaciar Palacios a 2,700 m. Al otro lado del Portezuelo de las Damas, en las minas de las Clioieas, encontré el término de los pequeños gla-ciares a 3,400 m. y la línea de las nieves a 3,500 m.

E n las lagunas del Planchón o del Teño, termi-na el pequeño glaciar de San ta Cruz a 2,500 m., po-co más ar r iba del nivel de la laguna infer ior sepa-rada de ella por. una pequeña planicie de rodados fluvioglaciales y un cordón de morrenas termina-les que indican un retroceso reciente del g lac ia r ; la línea de las nieves debe hal larse en la fa lda sur de los cerros a unos 2,700 a 2,800 m. E n la fa lda nor-te del volcán Planchón, la misma línea está a los 3,200 m. descendiendo los pequeños glaciares sola-mente hasta unos 3,000 ni. En el lado argent ino las c i f ras correspondientes serían según Oerth 3,200 y 2,500.

E n las épocas glaciales la extensión de los gla-ciares ha sido igual a la de la región de Santiago. A la salida del río Cacíhapoal de la Cordillera pue-den observarse dos t e r razas ; una principal , situa-da unos 50 a 80 m. encima del río, y o t ra de 6 a 10 m. que más hacia el Es te se levanta hasta 20 m. en-

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cima del río. La te r raza pr inc ipa l que corresponde también a la superf icie del valle longitudinal de I lancagua, está en relación con morrenas que, con su es t ruc tura muy característ ica, pueden observar-se en la estación Urzúa , a 675 m. sobre el mar . E n la superf ic ie hay también drumlins y muchos blo-ques erráticos. Según la situación y según su rela-ción con el cono de rodados del valle longitudinal, debemos considerar estas mor renas como contem-poráneas con las de P u e n t e Al to ; quiere decir per-tenecen a la úl t ima época glacial. Igua l edad debe tener también la arci l la glacial que se observa en los numerosos cortes del canal de la fuerza de Coya.

Más valle arr iba , en la región de los Chacayes y a unos 1,000 m. de a l tu ra se hallan grandes morre-nas terminales pertenecientes al avance postglacial del hielo; río aba jo de estas morrenas aparecen las extensas te r razas de rodados en el valle, mien-t r a s que río a r r iba de ellas el valle tiene fo rma tí-pica de U.

Más al sur , se encuentran impor tantes morre-nas terminales de la úl t ima época glacial, a la sa-lida del río Tingui r i r ica de la cordillera. E n for-ma parecida a las morrenas del cajón del Yeso, los sedimentos glaciales se han extendido a lo largo del valle, separando el río pr incipal de su af luente aus-t ral , del r ío ¡Claro; ambos ríos corren por más de 12 km. por¡ el mismo valle separados por las' morre-nas que constituyen una clase de meseta entre los dos ríos que tiene el nombre de «Isla de los Pif io-nes».

La meseta se compone de arcilla glacial muy tí-p ica ; la superf ic ie es un poco ondulada, notándose algunos drumlins. La a l tu ra de las morrenas en su

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extremo Oeste es de unos 600 m., hallándose el r ío unos 50 m. debajo de la superf ic ie de la mese ta ; pe-ro más al Este, tanto el río Tinguir i r ica como el Claro han cortado un valle de a lo menos 100 m. de hondura en la morrena .

Las morrenas del avance postglaeial se encuen-t r an en t re 1,400 y 1,650 m. de a l t u ra ; de t rás de ellas se halla una extensa planicie conocida ba jo el nombre de «Vega del Placeo» que corresponde al fondo de un ant iguo lago estancado por estas mo-rrenas.

E n el lado Argent ino, en el valle del río Atuel, había según Ger th un glaciar de 35 km. de longitud que terminó a 2,100 m. de a l tura , estancando con sus morrenas f ron ta les a la laguna del Sosneado. Probablemente se t r a t a de morrenas correspon-dientes al avance postglacial que conocemos en las cordilleras chilenas.

E n la región del río Teño, el glaciar de la penúl-t ima época glacial dejó sedimentos parecidos a las mor renas de piedra pómez ide Santiago. Se t r a t a de arcillas glaciales cuyos bloques se componen en su mayor pa r t e de lavas porosas de andesi tas ; los l lamados «Cerrillos del Teño» que a 200 m. sobre el nivel del mar , ocupan gran extensión del valle longitudinal de la región de Curicó, son drumlins compuestos por este sedimento. Más al inter ior , al Es te de Los Quefíes, la misma roca aparece for-mando un ant iguo suelo del valle que se levanta unos 100 m. encima del río.

Sedimentos glaciales de composición normal, que a l ternan con rodados fluvioglaciales, aparecen a la salida del río Teño de la Cordillera. Per tenecen probablemente a la úl t ima época glacial.

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Morrenas correspondientes al avance postglacial, las observé a 1,350 m. de a l tura , f r en t e a la desem-bocadura de la quebrada de Maitenes. Aguas ar r i -ba, el valle presenta las f o r m a s t íp icas de un cajón glacial, mien t ras que valle abajo, el río lia excava-do en partes , p ro fundas angos turas en el fondo del cajón correspondiente a la úl t ima época glacial.

U n a morrena muclio más moderna es la pequeña loma que ha estancado las lagunas del Teño, situa-das al pie del Volcán Planchón, cuyas aguas tie-nen una a l tura de 2,570 m. E n vista de la situación muy b a j a de la actual línea de las nieves, en las épocas glaciales, toda depresión de las lagunas de-be haber pertenecido a la región1 del nevado que al imentó el glaciar del Teño.

i ) LOS VALLES DEL LONTIJÉ Y DEL MAULE

E n el valle del Lontué hay condiciones pareci-das ; pero las enormes -corrientes de lava que ocu-pan grandes extensiones del valle, han cubierto to-dos los sedimentos glaciales de la úl t ima época gla-cial. Circos glaciales, si tuados al nor te de la lagu-na de Mondaca, indican que la línea de las nieves e te rnas se ha hallado en la época glacial a 2,200.

E n el lado argent ino se levanta, más o menos en . la la t i tud del Planchón, el cerro Los Dedos del F r a i l e a unos 4,000 m. de a l tura . Según Getili, en este cerro la línea de las ¡nieves, que actualmente se halla a 3,600 ni., descendió en la úl t ima época glacial a 2,800 m., y en vez del actual pequeño gla-ciar de 1 /2 km. que te rmina a los 3,550 m., había un glaciar de 6 km. de longitud con su término a 2,200 m. También del Pe te roa , s i tuado en el cor-

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don l imítrofe, descendieron glaciares impor tan tes hasta unos 2,200 m., dando origen a los anchos ca-jones glaciales del Valle de los Ciegos y del Valle Grande.

E n la penúlt ima época glacial, la glaciación ha sido mucho más impor tante , alcanzando en la épo-ca de su mayor extensión un punto llamado Totora, a 1,800 m. en el Río Grande, correspondiente a un glaciar de unos 45 km. de longitud.

Al oeste de la laguna del Maule, observé desde lejos los glaciares que descienden por las fa ldas orientales del volcán Yeguas o San Ped ro (3,500 m.) y del Cerro Pal lado (3,250 m.) y que, según mi estimación parecen t e rmina r >a 2,600 m. de a l tura .

L a región de la Laguna del Maule se halla ya lucra de la zona de las grandes precipitaciones atmosféricas, perteneciendo climatológicamente a la fa lda argent ina. Los numerosos cerros de 3,000 m. de a l tura que rodean la laguna no contienen nie-ve e terna, ni en sus fa ldas australes, mient ras que más al no'ite, en las lagunas del Planchón, en tal situación)' la línea de las nieves queda indicada por numerosos- glaciares de kar . La diferencia no se debe a una situación más oriental de la laguna del Maule, <pie en real idad se halla solamente 3-4' al Es te de las del P l anchón ; sino que estas úl t imas tie-nen una situación más marginal , hallándose rodea-dos de los pr imeros cerros altos de la cordillera, mien t ras tanto, entre la laguna del Maule y el Valle Longitudinal , se intercala una ancha zona de cor-dilleras que impiden la l legada de mayores canti-dades de humedad hacia la laguna.

Debido a estas condiciones, el valle pr incipal ha tenido una glaciación cua te rnar ia mucho menos

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impor tan te que sus af luentes que nacen en las se-r r a n í a s occidentales. E n el valle de la Inve rnada observé morrenas cerca de su confluencia con el río Mau'le, a una a l tura de unos 900 m.; lian sido de-posi tadas por un glaciar de unos 50 km. de longi-tud. Las morrenas consti tuyen un lomaje i r regular en que abundan los bloques er rá t icos ; en el valle ocupan una posición parecida a las morrenas del avance postglacial del r ío Yeso. E n gran ex-tensión están cubiertas por arenas volcánicas y por un g r an cono de rodados que proviene de un valle la te ra l ; son más ant iguas que la gran' corrien-te de lava que termina un poco más valle a r r iba y que lia estancado la laguna de la Invernada .

E n el valle del r ío Maule se hallan morrenas de la misma edad a 1,200 m. de a l tu ra cerca de la de-sembocadura de la quebrada de la P l a t a ; son de desarrollo muy reducido; más impor tantes son las que se hal lan a .1,480 m. de a l tu ra que corresponden a un glaciar de solamente 40 km. de longitud.

Muy poco importantes son las morrenas que cie-r r a n la angostura por la cual desemboca la gran laguna del Maule; se t r a t a de unas lomas de pocas hectáreas de superf ic ie que se levantan solamente unos K) a 20 m. encima del nivel del lago que tiene 2,200 m. de a l tura . Podemos considerarlas como contemporáneas a la pequeña loma cpie estanca las lagunas del Planchón.

E n f o r m a mucho más grandiosa se presentan las morrenas s i tuadas más al Oeste, en los naci-mientos del río Melado, donde lian estancado a la l aguna de Dial, cuyo nivel se halla a 1,600 m. de a l tura . La superf icie enteramente f resca de las aglomeraciones de bloques gigantescos de estas mo-

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t r e n a s nos indica que no pueden tener g ran edad, sino que pertenecen al avance postglacial.

E n este caso, la situación bastante alta de las mo-r renas se explicaría por la escasa a l tura de los ce-r ros que rodean la laguna y que apenas se levan-tan encima de los 2,000 m. Muy probable sería tam-bién que las morrenas de la laguna de Dial tengan la misma edad que las que cierran la laguna del Maule. E n tal caso, habr ían existido en el cuater-nar io las mismas di ferencias climatológicas que en la actualidad.

Es tas diferencias se notan especialmente bien al comparan' las fo rmas del valle Troneoso, del naci-miento principal , del Melado, con las del r ío Mau-le. E l vaille Troneoso es un típico cajón glacial cu-yo fondo se halla unos 300 a 400 m. debajo del fon-do preglaeial. Circos glaciales que se observan en la fa lda norte del valle indican que la línea de las nieves se halló en la ú l t ima época glacial a unos 2,000 m. de a'ltura. Morrenas de la misma edad que las de la laguna Dial, se encuentran en la pa r t e su-perior del valle a una a l t u r a de 1,900 m. ; su mayor a l tura corresponde a su situación muy avanzada hacia al Este.

E l valle Troneoso presenta fo rmas glaciales has-ta la desembocadura del corto af luente que sale de la laguna de Dia l ; en este punto, la longitud del valle es ya de más de 40 km. E n vista de, que en el avance postglacial debe haber 'recibido fue r t e s af luentes de ihielo de los numerosos valles que des-cienden' de los cerros altos como el Longaví, Cerro Pellado, etc., debemos esperar muy valle aba jo las morrenas terminales correspondientes a ese avan-ce; a lo menos no podría sorprender si el Melado

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hubiera tenido un glaciar de la doble longitud del que existía en el valle del r ío Maule.

Acerca de la extensión de los glaciares de la úl-t ima y penúl t ima época glacial f a l t an las observa-ciones; arcillas de bloques se observan entre Jos p r imeros cont ra fuer tes de la cordillera, entre el camino de San Clemente a Colorado. Groeber men-ciona una morrena s i tuada a la salida del río Mau-le a ()00 m. de a l tura sobre el m a r que puede corres-ponder a la últ ima época glacial.

;}) LA I!K(Í1ÓN ENTRE CtfTLLÁN Y T R M U C O

Las cordil leras de esta región pertenecen a las par tes menos conocida« geológicamente. Según Do-ni'eyko t e rmina un gran glaciar que desciende del Nevado de Chillan, a unos 2,150 m. o a solamente 250 ni. encima de los baños. La glaciación del ma-cizo volcánico de los «Nevados de Chillán», que culminan a 3,100 ni. es muy considerable.

Más al sur, en el volcán Antuco (2,990 m.) y en la S ie r ra Velluda, (3,580 m.) los glaciares descien-den según Dowei/ko hasta unos 2,000 m. Kiihn a t r i -buye a la línea de las nieves una a l tura de 2,100 m.

Acerca de la extensión de los glaciares cuater-nar ios en la región de Chillán sabemos muy poco; (h'oeher encontró una 'mor rena f ron ta l a la salida del río Ñtibie de la cordillera. La morrena tiene unos 400 m. de espesor y su liase se halla a 300 m. sobre el m a r ; se extiende f u e r a de la cordillera hasta Coehueco; pertenecerá a la úl t ima época gla-cial.

In te resan tes son las condiciones glaciales del va-lle del L a j a ; a la salida de este impor tante río de

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la cordillera 'y a míos 300 metros de a l tura , se le-vanta un g r an an f i t ea t ro de morrenas pertenecien-tes a la úl t ima época glacial ; detrás de las mor renas que constituyen un zona de 15 km. de ancho, había ant iguamente un lago cuyo fondo puede reconocer-se todavía como ter raza desde el fe r rocar r i l de An-tuco. F r e n t e a las mor renas se extiende un gran cono de sedimentos f'luvioglaeiales que a poca dis-tancia pasan a las planicies arenosas tan caracte-ríst icas de esta par te del Valle Longitudinal .

E n la penúlt ima época, los glaciares de jaron sus sedimentos característ icos en gran extensión en medio de'l Valle Longi tud ina l ; en Tra iguén en-t r a r o n también a los valles situados entre los cerros de ila costa donde los depósitos glacia-les componen las lomas s i tuadas entre Galvar i -no y Tra iguén ; el punto más occidental donde los encontré era Idaico en el río Lumaco. E n forma esquemática, la f i g u r a N. ' 8 indica la repar t ic ión de las diferentes clases de rocas. Se ve como los se-dimentos fluvioglaciales t ienen su mayor desarro-llo en la par te norte , v que hacia el sur los sedimen-tos glaciales de la penúl t ima época glacial ocupan la mayor extensión de la superf ic ie del llano, cons-t i tuyendo una serie de mesetas in te r rumpidas por los p ro fundos valles de los ríos. Esta repart ición se debe en primera línea al t r a b a j o erosivo de los grandes ríos Bio-Bio y La ja , (pie. en gran exten-sión, han destruido los sedimentos de la penúltima época glacial. Además, los sedimentos fluviogla-ciales del L a j a y Bio-Bio cubren una par te consi-derable de. las morrenas más ant iguas que apare-cen, por ejemplo, en el p ro fundo corte del río L a j a .

Los sedimentos glaciales más antiguos se compo-

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k cnmi a ^ 1 2 3 * »

Fig. 8.—Esquema geológico del Valle Longitudinal en la región del Laja y Biobio

1. Bocas fundamentales. 2. Sedimentos glaciales antiguos. 3. Sedimentos fluvioglaciales de la última época glacial. 4. Anfiteatro de morrenas con depresión excavada por el glaciar

de la líltima época glacial.

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nen de arenas y arcillas, especialmente de una arci-lla glacial con piedras y bloques volcánicos; esta roca está bastante endurecida y constituye el ban-co duro encima del cual cae el salto del L a j a . Ade-más, tiene g ran extensión en los alrededores del cer ro de los Guanacos. Más al sur ocupa el subsue-lo de las mesetas ya mencionadas. E l espesor es muy var iable ; es de solamente 2 m. en el salto del L a j a , en la región del cerro de los Guanacos tiene más de 6 m. y más al sur alcanza var ias decenas de me-tros. Las piedras encerradas son especialmente la-vas volcánicas, lo que i ndu jo a Domeyko a consi-de r a r esta capa como sedimento volcánico. P e r o la g ran extensión que tiene la roca en el valle longi-tud ina l y su es t ructura característ ica no deja duda acerca de su origen glacial. L a roca corresponde a las mor renas de -piedra pómez de Sant iago y a las de los Cerrillos del Teño.

In te resan te es la reconstrucción paleogeográfica de la región del L a j a duran te la penúlt ima época glacial. U n a enorme masa de hielo cubría el valle longitudinal , estancando todos los esteros que ba-j a ron de los 'cerros de la costa, en cuanto éstos no se f i l t r a ron en el hielo. La hoya de los Sauces pa-rece haber fo rmado un extenso lago en que se de-posi taron las arcillas que abundan t an to en esa re-gión. Según parece, no existía el valle desfi ladero del Bio-Bio en la Cordillera de la Costa,, que hu-biera dado salida a una pa r t e del agua proveniente del deshielo; a lo menos no he encontrado en nin-guna pa r t e entre San Rosendo y Concepción sedi-mentos f luviales de te r razas más a l tas ; la única te-r raza que acompaña al río en su curso infer ior co-r responde a los sedimentos fluvioglaciales de la re-

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gión del L a j a , indicando así que en la últ ima época glacial existía ya el desagüe por los cerros de la costa. Pa rece que la mayor p a r t e del hielo se movía hacia el sur y que las aguas de deshielo buscaban su salida hacia el mar por la región de los ríos Im-per ia l y Toltén.

E n el volcán Copahue, s i tuado en el l ímite con Argent ina , observó (Jroeber a 2,000 m. el término de un glaciar que desciende por la fa lda sur. E n el lado argent ino dist ingue dos épocas glaciales: en la úl t ima, la línea de las nieves se hallaban a unos 1,800 m. t e rminándo los glaciares a 1,500 m.; en la penúl t ima, las c i f ras correspondientes son 1,600 y 1,400 m. P e r o probablemente las observaciones se re f ie ren , en irealidad, al avance postglacial y a la úl t ima época glacial.

E n el curso super ior del Bio-Bio, en la región de Lonquimay, las condiciones climatológicas son parecidas a las de la Laguna del Maule ; las altas ser ranías s i tuadas en el borde del Valle Longitu-dinal, impiden la pasada de mayores cantidades de precipi taciones atmosféricas, causando un clima re la t ivamente seco. E s t o puede observarse muy bien en Lonquimay, donde los densos bosques no pasan al lado or iente del r ío que ya pertenece a las se r ran ías pastosas de la Argent ina .

Al Oeste de Lonquimay, los altos volcanes t ienen impor tan tes glaciares que, en la fa lda norte del Lla ima descienden hasta los 1,800 m. y en la fa lda sur del volcán Lonquimay hasta los 2,200 m. Las c i f r a s no son muy exactas, porque hay una fue r t e cubierta de arenas volcánicas que permite ' recono-cer el hielo solamente en aislados puntos en la par-te in fe r io r de los glaciares. E l l ímite de las nieves

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eternas -debe bailarse a unos 2,400 ni. de a l tura en las fa ldas australes.

C i f r a s casi iguales encontró Kiielm para el Lanin (3,700 ni.) situado en la f ron te ra , al S. E . de Vi-l larr ica. La glaciación del cerro es muy caracterís-tica pa ra volcanes apagados ; toda la cumbre está cubierta de un casquete de hielo que termina con una pared vertical de unos 30 m. de a l t u ra ; de la pa red se desprenden de vez en cuando avalanchas de hielo. Solamente en dos direcciones salen de ella grandes glaciares; uno de ellos se dirige hacia el N. O. y te rmina a los 1,800 m., el otro desciende ha-cia, el su r y termina a los 1,500 111. Todavía en 1897 había otro glaciar grande que ba jaba por la fa lda norte, pero estaba en un retroceso tan fue r t e que ya en 1909 se había in t e r rumpido su continuidad con el casquete de la cumbre, y en 1918 había que-dado solamente una pequeña masa aislada de hie-lo. La línea de las nieves se hal lar ía entre 1,800 y 2 , 0 0 0 m . -

. /»•) L A REGIÓN PE LOS LAGOS DEL SUR DE C H ILE:

E n cuanto se re f ie re a los sedimentos glaciales del cuaternar io , pr incipia con la (región de Temuco una zona de condiciones enteramente cambiadas. E l valle Ldmgitudinal desaparece y su continuación queda ocupada por nina serie de ser ranías ba jas en-t re las cuales los ríos cordil leranos pasan por anchos valles. P o r esto, los sedimentos fluvioglaeiales ya no aparecen en fo rma de un ancho cono de rodados corno en la región del L a j a , sino como te r razas den-t ro de los valles. Morrenas de la penúlt ima época glacial no se conocen todavía hasta la región de

Glaciación —4

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Osorno; deben esperarse en mayor desarrollo en el valle de Toltén, aguas aba jo del Lago Vil larr ica, y en el curso superior del r ío Valdivia.

La segunda diferencia grande consiste en que los anf i t ea t ros de morronas de la úl t ima época gla-cial conservan todavía en su infer ior los grandes lagos que contribuyen en alto grado a las bellezas del sur de Chile. Se debe esto a que el desarrollo de los glaciares en la úl t ima época glacial ha sido tan enorme que ellos salieron lejos del borde de la al ta cordillera en t rando a la zona de serranías ba jas que consti tuyen la continuación del Valle Longitudi-nal. Al salir de los estrechos cajones de la cordille-ra, el hielo se extendía la teralmente dando origen a glaciares de piedmoint que excavaron depresio-nes tan extensas, que a los ríos postglaciales no les lia sido posible re l lenar las depresiones. Además los grandes lagos se hallan a tan poca a l tu ra enci-ma del nivel del mar que los ríos de desagüe no han tenido suficiente gradiente ni fue rza erosiva paira vaciar los lagos por medio del profundi^amiento del desagüe.

No carece de interés es tudiar los lagos chilenos de origen glacial, en cuanto se re f ie re a la edad de las morrenas detrás de las cuales se hallan. E l lago más septentrional, el de la Laguna del río Turbio (E lqu i ) se halla detrás de mor renas de la úl t ima época glacial, pero consti tuye una gran excepción. Haciendo abstracción de los pequeños lagos situa-dos en valles escalonados, como la Laguna Verde V otras, los lagos glaciales de Chile central se en-cuent ran detrás de mor renas más modernas. Los la-gos más septentrionales, como los del Teño y del Maule lian' sido estancados por morrenas aún más

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recientes que el g ran avance postglacial. A este avance mismo debe su or igen la laguna de Dia l ; más al nor te las lagunas de esa edad lian desapare-cido, como lo comprueba la Vega del Maceo en el Tinguir i r ica y el fondo seco de la Engorda si tuado det rás de las mor renas del cajón del Volcán. La Laguna Negra, 110 constituye ninguna excepción porque se baila en un valle lateral , mient ras que en el Valle pr incipal el ant iguo lago del Yeso se lia vaciado hace muclio tiempo.

Es ta repart ición de los lagos de diferente edad se debe a que los ríos caudalosos de Chile central han hecho desaparecer las Ilagunas, sea rellenándolas con sus sedimentos, sea vaciándo.las por p ro fund i -zamiento de sus desagües.

La al tura de los grandes lagos del sur es muy i r r e g u l a r ; el Vil larr ica, Calafquén y Puyelme tie-nen a l turas entre 210 y 240 m. ; el Panguipul l i , Ri-fiiliue y Rupaneo a l turas entre 140 y 172 111.; los dos más grandes t ienen las a l tu ras menores, el Ran-eo 70 m. y el Llanquilme 51 111. Es tas diferencias 110 indican (pie los glaciares de la úl t ima época gla-cial hayan descendido a d i ferentes al turas, sino se deben a condiciones topográf icas , ,a la situación más alta o más b a j a de la región. Práct icamente , los glaciares de esa -región han ba jado hasta el ni-vel del mar , nivel que es alcanzado probablemente por el fondo de todos estos lagos.

Las morrenas terminales tienen su desarrollo más impor tan te en la r ibera occidental de los lagos donde aparecen con sus f o r m a s caracter ís t icas de lomas a largadas en dirección paralela a la r ibera. Hac ia el Este, las morrenas se apoyan en las rocas fundamenta les y la¡? r ibe ras suaves de la pa r t e oc-

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cidental son sust i tuidas por r iberas rocosas de fue r -te declive, que a menudo mues t ran los indicios de la erosión glacial. Tales indicios, con rocas abo-r regadas y rocas pulidas abundan especialmente en las pequeñas islas que se levantan de varios de los lagos.

Al oeste de las mor renas terminales se halla la zona de las arenas fluvioglaciales que constituyen un plano suavemente inclinado hacia el oeste que a mayo r distancia entra como te r raza a los anchos valles de los ríos.

Indicios de una mayor extensión de los glacia-res de la penúl t ima época glacial, los he observado hasta ahora en un solo punto, en Trumao, en la ori-lla sur d d Río Bueno ; pero 110 cabe duda que se puede encontrar también en numerosos otros puntos. La pr imera región, donde encontré arcilla glacial a la orilla del mar , es la P t a . Grodoy, al nor-te de la desembocadura ¡del r ío Maullín. Se t r a t a de unos 8 m. de arcilla sin estrat i f icación que con-tiene i r regularmente repar t idas piedras, en pa r t e esquinadas, compuestas de rocas volcánicas. La roca está fuer temente descompuesta hasta 6 m. de p r o f u n d i d a d ; más aba jo sigue un manto de 3 m. de a renas y rodados y después vuelve la misma capa de arr iba ,

1) PATAGOXIA SEPTENTRIONAL

Como Pa tagonia septentr ional entendemos las se r ran ías andinas s i tuadas en t re Llanquihue y el istmo de Ofqui , serranías en las cuales la glacia-ción toma un desarrollo tan grande que luego deja muy a t rás a los glaciares de los Alpes. B a j o condi-

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ciones favorables, como extensos nevados si tuados a grandes al turas, se observan a l turas muy anor-males del término de los glaciares; así, cerca de Casapangue, desciende un glaciar del Tronador (3,470 in.) hasta 370 m. sobre di m a r ; pero en el lado argent ino del cerro, te rmina el glaciar del que nace el río Frío, a unos 825 in. La diferencia se debe probablemente sólo a que en el lado argenti-no el fondo de los valles tiene una a l tura mucho más g rande ; así, el Lago Nahuelhuapi , que pa ra toda esta región constituye la base de erosión, tie-ne una a l tura de 759 m. Donde las condiciones no son tan favorables, los glaciares terminan' a al tu-ras más grandes, como los del Pun t i agudo (2,220 m.) a 1,200 m.

La línea de las nieves parece subir hacia la par-te central de la cordillera ; en el Calbuco (2,015 ni.). Reíchert la determinó a 1,400 m. ; pero 'más al orien-te, el cerro Techado (1,880 m.) se levanta muy poco encima de esta línea que, según Kiihn se encuentra en el Tronador a 1,500 m.

Al sur del estero de Reloneaví, en el cerro Yate, los glaciares descienden has ta 1,600 y 1,500 m. y sólo en »la fa lda aus t ra l has ta 1,200; Steffen a t r i -buye a la línea de las nieves una a l tura de 1,600 m. Desde la cumbre de este cerro observó Reíchert un enorme glaciar desconocido hasta ahora, que des-ciende del Cordón del P ico Al to ; tiene una longi-tud de 30 a 40 km. alcanzando así las dimensiones del glaciar más grande de Europa . E l glaciar di-visado por Reicliert te rmina a unos 800 m., a l tura que coincide con otras observaciones hechas por Steffen en las cordilleras del río Puelo donde, ade-más, podía comprobar que las fa ldas orientales te-

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nían una glaciación más f u e r t e que las occidenta-les.

L a línea de las nieves f u é observada por el Dr. Carlos Martín a 1,300 m. en los cerros de Hua ina i o Amunátegui , si tuados al Es te del estero de Coman; pero bacía el Es te sube considerablemente; en el portezuelo de Navar ro (42'43'L. S.) Kriiger la ob-servó a 1,400 m. y en la f a lda argent ina más seca, en: el valle del 1(> de Octubre se halla a más de .1,700 m. Al inter ior del .Canal de Poyehuap i (44*25'L. S.) t e rminan grandes glaciares a menos de 100 m. encima del mar .

l^a glaciación de Patagonia septentr ional ha sido enorme en el 'Cuaternario, aunque hasta ahora se conozcan en el lado chileno sólo los sedimentos de la úl t ima época. Comparando el Lago Llanquiiliue con el seno de Reloncaví, sorprende que no sólo la fo rma exterior es casi idéntica, sino también la es-t r u c t u r a geológica. También en Puer to Montt te-nemos morrenas terminales que rodean la r ibera Noroeste del seno. Subiendo por el estero de Relon-caví, el más septentr ional de los canales patagóni-cos, notamos luego un s innúmero de rasgos glacia-les; a la misma salida del canal hay grandes rocas aborregadas en la ribeira norte, fenómeno (pie se repi te también en las islas Marimel i s i tuadas f r en -te al cerro Yate.

Todo esto indica que el glaciar que lia deposita-do las mor renas terminales en la región de P u e r t o Montt , ha descendido por el valle del Es te ro de Re-loncaví. Al salir de la cordil lera, se extendió en f o r m a de un ancho glaciar de piedmont, excavando la depresión del Seno de Reloncaví. In te resante es la repar t ic ión de las p ro fund idades en estas bahías,

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que se puede estudiar en la f i g u r a N.° 9. Se ve que las p ro fund idades del golfo 110 son muy impor tan-tes, en término medio de solamente 300 m., excep-ción hecha de una f a j a más p r o f u n d a que corre a lo largo de la orilla or ienta l ; mient ras que las pro-fund idades más grandes se hal lan en el valle rela-t ivamente estrecho del canal de Reloncaví. E l mis-mo fenómeno de que las .honduras máximas se ha-llan en los valles cordilleranos se encuentra aún me jo r desarrollado en el estero de (Joman, s i tuado un poco más al sur, y en escala grandiosa en el río Baker. E n este canal tenemos una sterie de depresio-nes que en par te alcanzan has ta 1,400 m. in tewum-pidas por zonas de una p ro fund idad mucho menor, mien t ras que en la costa abier ta del (iolfo dé Penas las p ro fund idades son infer iores a 400 m. E s t a re-part ición de las honduras se conoce también en los fiou-ds de Noruega y se explica solamente por la erosión glacial que, según liemos visto más ar r iba , es capaz de excavar valles que por cierta distancia t ienen declive inverso. La g ran d i ferencia entre la pa r t e cordil lerana y la iregión del antiguo glaciar del piedmont se explica porque en el valle relat iva-mente estrecho de la cordil lera, el hielo ha tenido no sólo un espesor, sino también una velocidad mu-cho más grande que en la zona de piedmont, donde el hielo se ha extendido lateralmente. Ambas pro-piedades!,—el espesor porque origina una presión más grande dentro del hielo,—lia ce 11 aumenta r con-siderablemente la fuerza erosiva del glaciar dentro de la -cordillera.

También el lago Llanquiliiie debe haber tenido an-t iguamente una continuación cordillerana parecida al Es te ro del Reloneaví, que f u é consti tuida por el

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Fig. 9.—Mapa batimétrico de los golfos situados al Este de la Isla do Cliiloé.

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lago Todos los Santos. E l g ran cajón glacial ocu-pado por este lago continúa en dirección hacia el Oeste.

Si estudiamos el mapa de p rofundidades de la f i -gura 9, notaremos que al sur del seno del Keloncaví, siguen varios otros golfos de condiciones morfoló-gicas parecidas. E n t r e éstos tenemos pr imero el Golfo de Aneud, o más bien su par te septentr ional . El glaciar (pie excavó esta depresión descendía por el estero de (Joman y alcanzó la costa oriental de Chiloé donde observé morrenas típicas en la región de Manao. E l glaciar de Coman, como podemos lla-marlo, quedó separado del de Keloncaví por las actuales islas- de JPuluqui y Queullin, en t re las cua-les hay un canal p r o f u n d o ; este último correspon-de a un antiguo desagüe del lago que antes del últi-mo hundimiento de la costa ocupaba la región del seno de Keloncaví. Hacia el sur,, el glaciar de (Joman parece haberse unido al glaciar de Keñihue.

Más al sur, las condiciones parecen haber cam-biado uniéndose los d i ferentes glaciares que des-cendieron por los valles del Yelcho, Corcovado, etc., en una sola masa de hielo que ocupó la región del Golfo Corcovado hasta una distancia descono-cida.

In teresantes son las numerosas bahías de la cos-ta oriental de la isla de Cliiloé (pie al Oeste quedan l imitadas por las mor renas terminales, indicando así que el borde del g ran glaciar no ha sido una sola línea recta, sino que se ha compuesto de numerosos lóbulos. Resul ta de esto una semejanza muy gran-de con la costa báltica de Alemania, donde tenemos bahías idénticas como la de Kiel, de Elensburg, etc., conocidas bajo el nombre de Foelirden.

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Siguiendo hacia el sur, llegamos a la región del Canal Moraleda y de las islas Chonos. P o r todos los canales de esa región han descendido en el cua-te rnar io gigantescos glaciares, uniéndose todos en un solo glaciar enorme que Irnjó por el canal Mora-leda; pero la cantidad de hielo ha sido tan enorme que el hielo rebalsó por innumerables portezuelos hacia el occidente; por la erosión se p rofundizaron estos portezuelos y dieron origen al s innúmero de canales que atraviesan las islas Chonos y Cuaitecas.

Acerca de la situación de la línea de las nieves en la época glaciar carecemos de noticias; pero en la región t r a t ada siempre debe haberse hallado a al-gunos 300 a 500 m. En te ramen te desconocida es la extensión que puede haber tenido la glaciación en la penúl t ima época glacial.

M ) PATAGONÍA AUSTRAL

Consideramos como límite entre Pa tagon ia sep-tent r ional y aus t ra l la región del istmo de Ofqu i donde el p r imer glaciar alcanza el nivel del m a r y donde pr incipia también el enorme campo de hielo (pie, con la única in ter rupción del canal de Baker se extiende por casi 700 km. de longitud.

Nuest ros conocimientos de esas regiones heladas y azotadas por continuos temporales, los debemos exclusivamente a las audaces exploraciones de los señores Ecichert y Jlieken de Buenos Aires.

E l campo septentr ional consti tuye un manto con-t inuo de hielo de unos 40 km., hallándose la super-ficie del hielo a unos 1,000 a 1,200 m. de al tura. Des-de los 1,000 ni. el campo está cubierto de nieve de nevado, c i f r a que nos indica la actual posición de

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la línea de las nieves. E l hielo rellena un gran valle longi tudinal que separa los cerros re la t ivamente ha jos de la costa de un cordón de cerros muy altos, lodos de más de 3,000 rn. siendo el más alto el cerro San Valentín con 4,000 m. Estos cerros no consti-tuyen un cordón continuo sino cada una de sus cum-

Fig. 10.—Oro()uis del Hielo continental al interior de Ofijui. Según Reichert.

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bres se llalla separada de la vecina por al »ras an-chas por las cuales avanza el hielo hacia el Este. Como región de alimentación del campo de hielo debe considerarse especialmente el cordón oriental, hacia donde el glaciar sube paula t inamente ; la gla-ciación de este cordón es t a n fue r t e que en la de-presión longitudinal no alcanza a derret i rse ente-ramente el hielo, de modo que la depresión se relle-nó has ta una a l tura tan grande que el hielo sale hoy día de la línea de las nieves. P o r esto, todo el enor-me campo de nieve pertenece a la región de alimen-tación, lo que explica también la ausencia de mo-r renas superficiales. Los glaciares que se despren-den de este nevado gigantesco, en t ran a los nume-rosos1 valles que descienden hacia los canales pata-gónicos donde te rminan en el nivel del mar . E l pri-mero de ellos es el glacial' de San Rafael que termi-na en el lago del mismo nombre, abriéndose en for -ma de abanico. U n poco más al sur se halla el gla-ciar Tadeo que tiene cerca de su término un ancho de 10 km. E l g ran campo de hielo de Ofqui repi te en escala reducida las condiciones que, en las épo-cas glaciales, existían en el canal de Moraleda, don-de también la masa pr incipal de hielo ocupó un g ran valle longitudinal, mandando numerosos gla-ciares por los valles que conducen hacia el Oeste.

Los glaciares marginales del lado oriental termi-nan a a l tu ras mucho más grandes al inter ior de los valles que desembocan en el Lago Buenos Aires, o en su desagüe, el río Baker . E l glaciar más oriental que desciende al nivel del mar , termina en el canal S te f fen , ramo septentrional del canal de Baker . La diferencia entre el lado chileno y argent ino se debe a que este últ imo es mucho más seco que el pr imero.

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El campo aust ra l de hielo ha sido explorado por licichert y Kiüin en la región si tuada al Oeste del lago Viedma. También en este punto el hielo rellena depresiones longitudinales. Pe ro , éstas son de an-chos mucho más reducidos debido a que el cordón f ron te r izo Mariano Moreno se levanta en el medio dél campo de hielo. Donde el cordón termina hacia el norte, se halla el «Paso de los cuatro glaciares» que es una ancha región plana de hielo rodeada de se-r r an í a s más a l tas ; desde este punto se dirige el hie-lo en cuatro di ferentes direcciones, sin que sea po-sible d is t ingui r una línea divisoria. Dos brazos van hacia el Pac í f ico donde desembocan en fo rma de glaciares marginales en los canales del Palcó-n- y de Evre . El tercer brazo va hacia el N. E. hacia el la-go San Mart ín , y el cuar to fo rma el g ran glaciar de Viedma, que termina en el borde del lago del mismo nombre a una a l tura de 250 m. sobre el mar . Es to significa que a esta la t i tud de lí)1/^" también los glaciares del lado argent ino descenderían al ni-vel del mar , si la topograf ía lo permit iera . Según la descripción del v ia je e jecutado por Reichert , la línea de las nieves parece hallarse en el gran glaciar de Viedma a una a l tura de unos .1,200 m.; debido a la situación bas tante or ienta l de esa región es'ta c i f ra es superior a la a l tu ra indicada más a r r iba p a r a Ofqui .

Debemos discurr i r ahora brevemente si estos enormes campos de hielo merecen el nombre de hielo continental, como lo supone líeichert, o si se t r a t a de un tipo especial de glaciación para el cual Kuehn ha propuesto el nombre de t ipo patagóni-co. O. Nordemkjoeld compara los campos de P a t a -gonia con ciertos glaciares de Espitzbergen. Si to-

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mamos como caracter ís t ica pr incipal del hielo con-t inental la ausencia de una línea divisoria bien pro-nunciada en la región del nevado, 110 cabe duda de que en Patagonia , especialmente en la región de Ofqui , existe verdadero hielo continental. Kuelin se basa especialmente en la. circunstancia de que el campo de nieve se alimente en cordones más altos que lo rodean. Es to no puede negarse, pero las ob-servaciones de liei-cihert comprueban claramente que también todo el campo de hielo pertenece a la región de alimentación, de modo que la ablación se l imita a los numerosos glaciares marginales que en pa r t e ent regan el exceso de hielo a los canales en forma de témpano. La consecuencia de esto es la ausencia de morrenas .superficiales en la región de Ofqui , fenómeno muy característico liara el hie-lo continental. E n el glaciar de Viedma se observan numerosas ¡morrenas superficiales, especialmente en la pa r t e i n f e r io r ; en real idad, en esta región la glaciación es mucho menos extensa y se puede du-dar si merece el -nombre de hielo continental, aun-que en el punto del Paso de los cuatro Glaciares no hay ninguna línea divisoria pronunciada.

P o r las razones expuestas, debe considerarse, a lo menos, el gran campo, de hielo situado al Es te de Ofqu i como verdadero hielo continental.

Natura lmente hay, f ue r a de los gigantescos cam-pos 'de hielo que acabamos de describir, también numerosos glaciares grandes del t ipo alpino.

Más al sur, la glaciación pr incipia a disminuir considerablemente, porque al acercarnos a Maga-llanes, toda la región de la cordillera pr incipia a disolverse en una serie de islas a t ravesadas por p ro fundos y largos canales; además, la elevación

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de la cordillera disminuye fuer temente , habiendo al su]- del Lago Argent ino sólo aisladas cumbres (jue se levantan más allá de los 2,500 m. Si la can-t idad de las lluvias disminuye también, es difícil decir, ya que ella depende tan to de las condiciones orográf ioas del pun to de observación; además, el número- de estaciones meteorológicas es muy esca-so en esos para jes . E n 1918, la estación de Bahía Fél ix (53* L. S.) tenía 518 em. de lluvias contra 573 em. del P i l l án de l íeñilme, f r e n t e a Ckiloé, lo que no constituye n inguna disminución conside-rable.

Hacia el sur, la línea de las nieves sigue descen-liendo, haíllánclose, según Steffen, en la par te oc-cidental del Estrecho de Magallanes, a solamente 900 m. de a l tura ; pero las condiciones desfavora-bles que acabamos de mencionar impiden la fo rma-ción de extensos campos de hielo continental.

La comparación (pie haremos más aha jo entre la glaciación de Pa tagonia y los Alpes, nos indica que la extensión actual de los glaciares patagónicos y la posición de la línea de las nieves corresponde a las condiciones que en la época glacial existían en Europa . P e r o en esa misma época la glaciación de Pa tagon ia lia sido aún mucho más grande, que la actual. E n la costa del Pací f ico , carecemos de ob-servaciones acerca de la extensión de los glaciares; solamente puede decirse que los glaciares descen-dieron por todos los canales llegando al m a r abierto donde dieron origen a un s innúmero de icebergs. Como depósitos de estos icebergs podemos consi-de ra r los bloques errát icos que se encuentran en Cerro Verde, al nor te de P e n c o ; se componen espe-cialmente de granitos y ot ras rocas cristalinas que

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yacen encima de las areniscas del terciario carboní-fero. Depósitos parecidos pueden esperarse también en numerosos otros puntos de la costa.

E n el lado argentino, los grandes lagos indican la extensión alleam'zada por los glaciares en la últi-ma época glacial. E l lago más septentr ional que al-canza el borde de las mesetas es ell Nahuelhuapi . Más al sur, siguen una serie de lagos de tamaño re-lat ivamente reducido, lo que se debe a que la línea divisoria de las aguas se llalla en la pa r t e oriental, a veces al pie de la Cordi l lera ; en vista de que debe haber tenido esta posición ya antes del diluvio, la mayor pa-rte de los grandes glaciares cuaternar ios siguió el declive na tu ra l de los valles en dirección al Pacífico. Los glaciares, que excavaron los peque-ños lagos de La P la ta , de Pon tana , etc., nacieron en las f a ldas orientales de la cordillera, que son re-la t ivamente secas, razóia por la cual no han alcanza-do grandes dimensiones.

P e r o en la iregión de Ofqui , la glaciación cua te rnar ia alcanzó dimensiones tan grandes que los valles trasversales que a t ravesaban toda la cor-dillera corno el del r ío Baker , el del río Pascua , etc., ya no eran suficientes p a r a conducir la enorme producción de hielo hacia el Pacíf ico. P o r esto, los extensos campos de hielo de la región central de la cordillera mandaron gigantescos glaciares hacia las pampas argentinas, donde excavaron los gran-des lagos Buenos Aires, San Mar t ín , Viedma, Ar-gentino etc., depositando al mismo tiempo sus mo-r r enas terminales al Es te de ellos. Es tas consti tu-yen en el lago Buenos Aires la actual línea diviso-r i a de las aguas entre el At lánt ico y el Pacíf ico.

Los lagos se componen de dos par tes muv distin-Olaciación:—5

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tas, una occidental, s i tuada entre las altas serra-nías y que corresponde a los f jo rds de la costa del Pacíf ico, y otra pa r t e ancha excavada por el glacial' de Piedniont que se extendía entre las mesetas pa-tagónicas. E n fo rma menos per fec ta pueden dis-t inguirse estas dos par tes también en varios de los lagos del sur de Chile, especialmente en el lago Puyehue .

Los morrenas consti tuyen magníf icos anf i tea -tros, compuestos a veces 'de 5 cordones distancia-dos unos 300 a 400. entre ¡sí. Hauthal dis t ingue t res d i ferentes épocas glaciales, de las cuales la p r i -mera era la de mayor extensión y la úl t ima la de menor, correspondiendo a la úl t ima las morrenas s i tuadas al Es te de los grandes lagos.

E n el Pacíf ico, el hielo debe haber alcanzado el m a r con largo f rente , del cual se desprendían con-t inuamente numerosos icebergs. E n la f a lda orien-tal, el hielo habrá descendido de las serranías b a j a s probablemente también en forma de una capa con-t inua ; pero en los puntos donde había una comuni-cación más abierta con las ser ranías altas del occi-dente, avanzó el hielo en f o r m a de extensos lóbu-los que dejaron en su f r e n t e a las grandes morre-nas terminales, det rás de las cuales excavaron ex-tensas depresiones, como las bahías de Skyr ing y de Otwav. Es tas bahías constituyen la continua-ción de los grandes lagos patagónicos, presentan-do como ellos una pa r t e oriental ancha que corres-ponde al glaciar de P i edmon t y una pa r t e occiden-tal de fo rma de f j o r d , po¡r la cual descendió el hie-lo. Solamente, la si tuación ba j a del terreno, sea de-bida a un hundimiento de la costa o más bien a la f ue r t e erosión glacial, ha permit ido al m a r pe-

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n e t r a r a las depresiones s i tuadas en el lado oriental de la cordil lera.

Los lóbulos más impor tan tes se hal laban en el Es t recho de Magallanes y en la zona b a j a que de la Bah ía Inú t i l se extienden hacia el Este. E n ambas par tes , los glaciares alcanzaron el Atlántico, duran te la época de la mayor extensión1 del hielo. Otro an f i t ea t ro de morrenas, se observa al Es te del lago F a g n a n o ( F . ) ; corresponde probablemente a la ú l t ima época glacial.

2) Resumen de la Geología Glacial de Chile

Todos los datos dados en las páginas anter iores se encuentran retiñidos en 'la f i gu ra 12. H e toma-do en cuenta con preferenc ia a l turas normales del té rmino de los glaciares, suprimiendo puntos ex-cepcionalmente bajos, porque solamente así se pue-den obtener curvas de c ier ta regular idad. No tomé en cuenta la fa lda a rgen t ina ; más a r r iba se han. mencionado las' d i ferencias que ofrece en compa-ración con el lado chileno. Excepciones constitu-yen na tura lmente los cerros del cordón divisorio de las aguas y aún sus f a ldas orientales.

Las i r regular idades que ofrece la curva L. N. a, se deben en pa r t e al escaso número de observacio-nes ; la línea indica claramente que el descenso en-tre el Aconcagua y el P lanchón es más rápido que en o t ras par tes del perf i l . Igua l fenómeno puede observarse también en la curva G. a, aunque en ella se producen i r regular idades debido a la o r o g r a f í a ; la g ran influencia de ésta se ve en el Tronador donde, f u e r a del té rmino medio de los glaciares, se

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ha indicado también el término del glaciar de Ca-sapangue.

E n vista de que todas las observaciones conteni-das en la f i gu ra 12, las he hecho en viajes! rápidos dedicados especialmente a estudios de otra índole, no me h a sido posible d is t inguir las líneas de las nieves correspondientes a las dos épocas glaciales, sino que las he reunido en una sola curva. Se ve que esta curva tiene en el nor te una distancia mayor de la actual línea de las nieves—son 1,250 m. en Elqu i —que en la par te central del país, donde la distan-cia vertical es de solamente 700 m. Esto indica que los cambios climatológicos han sido más grandes en las regiones' semiáridas que en la zona más lluviosa del centro del país.

E l fenómeno contrar io lo demuestran las dos curvas de los términos de los glaciares (G. a. y G. u. g.), que en Chile cent ra l t ienen mayor distancia entre sí qué en el norte. La explicación se encuen-t r a en las condiciones orográf icas . E n el nor te del país los cerros altos que en el cuaternar io han sa-lido de la línea de las nieves y que por lo siguiente, han tenido una glaciación, se l imitan casi exclusi-vamente a la línea divisoria de las" aguas. U n gla-ciar que, descendiendo de uno de estos cerros, se ale-jó del cordón fronter izo, recibió sólo excepcional-mente otros afluentes, de modo que no podía al-canzar mucha longitud. Además, en las par tes cen-trales de las cordil leras septentrionales, los valles tienen escasa inclinación. L a consecuencia de ambas causas es que los glaciares cuaternar ios no des-cendían a a l tu ras mucho menores que las de sus actuales sucesores. A ú n el glaciar del valle supe-

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r io r de E lqu i que tenía 50 km. de longitud, ba jó solamente has ta 3,100 m.

E n Chile central aún los cerros más distantes del cordón -divisorio pasaron en la época glacial de la línea de las nieves y mandaron numerosos afluen-tes al glaciar que descendía por el valle principal , de modo que este glaciar podía alcanzar una longi-tud considerable, porque aumentó 'continuamente en masa o porque los afluentes, a lo menos, eran ca-paces de sust i tu i r el hielo que se perdía por abla-ción. Además, los glaciares encontraron en el valle longi tudinal de Chile central una depresión muy ba j a s i tuada cerca de su nacimiento que permit ía al hielo vencer en curso ráp ido una diferencia con-siderable de a l t u r a ; en1 rea l idad en Santiago, el borde del valle longitudinal se halla en línea recta a solamente 60 km. del cordón divisorio.

Muy interesante es la comparación de la actual l ínea de las nieves con la de los Alpes ; esta úl t ima se halla indicada encima de Ofqui , región a la cual corresponde por su la t i tud geográfica. Se ve que la diferencia vert ical es más g rande que la que hay entre las curvas L. N. a. y L. N. g\, lo que signif ica que, en comparación con el hemisfer io norte, pare-cemos hal larnos en una época glacial. La explica-ción de este fenómeno, nos ocupará en el p á r r a f o siguiente en el cual estudiaremos brevemente las causas de las épocas glaciales.

3) El origen probable de las épocas glaciales

Antes de t r a t a r brevemente las di ferentes teo-r ías generales acerca del origen de las épocas gla-ciales, debemos estudiar las condiciones climatoló-gicas que favorecen una f u e r t e glaciación.

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Los dos factores más impor tantes que hacen crecer a los glaciales son grandes cantidades de nieve y t empera tu ra ba j a , especialmente duran te el verano ya que la t e m p e r a t u r a de invierno siem-p re debe estar debajo de 0', sin que impor te si se t r a t a de -5' ó de -20".

E n su obra monumenta l sobre la glaciación de los Alpes, Penck y Brueckner llegan a la conclu-sión de que los d i ferentes avances de los glaciares alpinos son causados en p r imera l ínea por un des-censo de la t empera tu ra de verano, debido a lo cual la ablación en los glaciares h a sido mucho me-nor. Que las precipitaciones atmosféricas no han sido mucho más abundantes , lo deducen de la ob-servación de que la can t idad de nieve existente en los nevados no ha sido mayor que actualmente.

P a r a el sur y centro de Chile pueden valer estas ideas, porque allá las cordilleras tienen abundantes precipitaciones atmosféricas. P e r o en la zona seca del norte debemos suponer un fue r t e aumento da las lluvias, no obstante las dimensiones reducidas de los glaciares cuaternarios. Las' ter razas de ant i -guos lagos en depresiones hoy cubiertas po r sala-res, especialmente los g randes lagos cuaternar ios de la a l t ip lan ic ie de Bolivia, indican tal aumento considerable de las precipi taciones atmosféricas, porque serían imposibles con un exceso de evapo-ración de 1.5 m., tal como se observa en Collahua-si, punto que con su a l tu ra de 4,800 m. se halló cer-ca de la línea de las nieves. L a situación de la lí-nea de las nieves y el desarrollo de los glaciares que había, en el cua ternar io en Tarapaeá , nos indica que había entonces allá un clima parecido al que

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actualmente reina en la región comprendida en-t re los ríos Elqui y Ohoapa.

L a impor tancia de las precipitaciones atmosfé" ricas, sin las cuales aún las t empera tu ras más ba-jas no son capaces de produci r una época glacial, se ve en el ejemplo de Siberia, donde el suelo está congelado hasta centenares de metros, sin que se haya fo rmado hielo continental . Mucho contribuye a ésto la t empera tu ra muy alta de los meses de ve-r a n o ; la t empera tu ra media de ellos es en unos 7° más al ta que la del sur de Groenlandia.

Donde los dos factores favorables, t empera tu ras ba j a s de verano y fue r t e s precipitaciones se reú-nen, tenemos una glaciación muy fuer te , como en los Andes de Pa tagonia v en Alaska. Especialmen-te sorprendente es la f uer te glaciación de Pa tago-nia, donde el hielo cont inental de la región de Ofqui se halla en el mismo grado de la t i tud en que, en el hemisfer io norte, se encuent ran los Alpes (Ginebra y Bozen) . Según Nordenskjoeld, la t empera tu ra de verano observada por él en la costa de Ofqui , co-rresponde a la. del Cabo Nor te de Europa . (71.' L. N. ) . Al mismo tiempo, las precipitaciones atmosfé-ricas de Pa tagon ia occidental pertenecen a las más al tas que se conocen. Ambos fenómenos, unidos a la existencia de serranías de más de 3,000 m. de altu-ra, son las causas de la enorme glaciación de P a t a -gonia.

A las mismas causas se debe la fue r t e glaciación cua te rnar ia de Chile cent ra l que parece extraordi-na r i a si la comparamos, con las regiones correspon-dientes del hemisferio norte. E n Santiago, si tuado a la misma distancia del ecuador que el estrecho de Gibralta.r, los glaciares de la úl t ima época glacial

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descendieron hasta los 500 ni. y, en la penúl t ima época, casi hasta el nivel del mar . E n término me-dio, en el cuaternario, la línea de las nieves debe haberse hallado a los 3,000 m. ; según Broeckman, en la hoya del r ío Maipo si tuada ar r iba de L a Obra, las a l turas superiores a 3,000 m. ocupan una super-ficie de más de 2,700 km2 . Es to significa que sólo la región de alimentación del glaciar del Maipo era casi t res veces más g rande que todo el campo de nieve y hielo de Ju s t eda l en Noruega.

Tomando en cuenta que en el caso del glaciar del Maipo, todo el exceso de nieve caída en los nevados, tenía que b a j a r por un solo valle y no por numero-sas lenguas de glaciares como en >el caso noruego, entonces se comprende que el glaciar del Maipo haya ba jado a regiones tan bajas . L a situación re-lat ivamente b a j a de la línea de las nieves e ternas que causó la f ue r t e glaciación cuaternar ia se explica por la considerable cant idad de precipitaciones at-mosféricas, que todavía hoy día serán superiores a 1 m. en la alta cordi l lera de Santiago, c i f r a que se ha observado en el Teniente a una a l tura de sola-mente 2,100 m. y que, según hemos visto más a r r i -ba, en las épocas glaciales, debe haber sido mucho más grande.

Después de conocer las causas climatológicas de una fue r t e glaciación, estudiaremos algunas de las numerosas teor ías que t r a t a n de explicar los cam-bios climatológicos.

La teoría de la -pendiüación supone que, f u e r a de los polos de rotación, existían otros dos polos, si-tuados en Ecuador y Sumat ra , entre los cuales el globo ter res t re oscila lentamente, moviéndose el e je de rotación entre ellos; por ejemplo, oscilando

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has ta 30 a. 40" hacia el sur, quiere decir, al hal lar-se el polo norte en el sur de Escandinavia , se pro-duci r ía l ina época glacial em Europa . De manera análoga, en el permiano, el polo sur se había acer-cado a la pun ta sur de Af r i ca , causando la época gla-cial del permiano. P e r o en ta l caso, los dos polos de la oscilación deberían corresponder siempre a regiones t ropicales ; mien t ras que en realidad, ha habido en el Ecuador dos épocas glaciales en el cua-ternar io , y S u m a t r a se hal laba en el permiano en-t remedio de los grandes centros de glaciación de Sud-Afr ica , Ind i a oriental y Austra l ia .

E l hecho que en cuaternar io hubo t res o cua t ro di ferentes épocas glaciales i n t e r rumpidas por épo-cas interglaciales de un clima aún más benigno que el actual hace suponer que una de las causas de las épocas glaciales haya sido periódica, y lo más ¡na-tu ra l sería buscarla pr imero en los cambios perió-dicos de la órbita terres t re .

Uno de los cambios periódicos afecta a la obli-cuidad de la eclíptica con que se designa el ángulo fo rmado entre el Ecuador de la t i e r ra y el plano de la órbi ta de la misma. A esta oblicuidad se debe el fenómeno de las diferentes estaciones del a ñ o ; con el aumento del ángulo, las diferencias entre el ve-rano e invierno deben acentuarse más, quiere de-ci r, los inviernos de las regiones polares y templa-das serán más f r íos y los veranos más calientes. E l período es de 26,000 años; el ángulo que forma el eje de la t i e r r a con la eclíptica que hoy es de 66.1/2', var ía en t re 68' 1 ' y 65' 24'. Ult imamente se alcanzó el mín imum (de solamente 65" 46') en el año de 10926 a. J . O. E n esa época los círculos po-lares se hal laban 3/4° más cerca del ecuador, y los

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trópicos en igual distancia más cerca de los polos. La cant idad del calor que recibe cualquier pun to de la t i e r ra del sol, depende exclusivamente del án-gulo de incidencia y de la duración del día. E n el ecuador la cant idad de calor recibido e r a un poco menor, porque en los' solsticios el ángulo de inci-dencia de los rayos ded sol era en 3/49 menoir1 que actualmente. E n la zona templada, los inviernos e ran más helados, pero los veranos más calientes, porque en ellos el ángulo de incidencia era mayor en la c i f r a ya mencionada. Según cálculos', en el año ci-tado de 10926 ha habido en los distintos grados de la t i tud las diferencias siguientes de las t empera tu-ras (PC.) en comparación con los actuales.

Orados de latitud: 0o 30° 50°. G0° 70° 80° 90° semestre de in-

vierno —0.2 —1.2 —1.0 —1.1 0 0 0 semestre de vera-

no —0.2 -(-0.5 -f-1.1 —J—1.4 —|—2.4 -(-3.0 -(-3.2

año entero —0.2 - 0 . 3 5 - f - 0 . 0 5 - f 0 . 1 5 + 1 . 2 + 1 . 5 + 1 . 6

Resulta de esta tabla que hace unos 13,000 años ha habido un clima más benigno en las zonas com-prendidas especialmente entre las la t i tudes supe-riores á fiO". Es te clima más benigno que había des-pués de la úl t ima época glacial, ha sido comproba-do por hallazgos arqueológicos, lo mismo por el lí-mite ártico alcanzado por ciertos árboles, etc. También pa ra Magallanes han comprobado Scotts-herg y Hagrj Ja existencia, de tal clima, más favora-ble ; el pr imero se basa en la presencia de ciertas p lantas (Gimnera cMlensis, Adiantum chilense, etc.) en la región de seno de Skyr ing ; las conside-ra como una f lo ra relicta, cuyo límite sur se halla

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ac tua lmente en Cliiloé y el canal de Baker. Hiigg encontró en una ter raza de 15 111. sobre el mar , si-tuada cerca de P u e r t o Hambre , conchas de Venus antiqua, especie característ ica pa ra el P e r ú y el nor te y centro de Chile, que es muy r a r a en Chiloé y en el Golfo de Penas .

Otros cambios periódicos se re f ie ren a la excen-t r ic idad de la órbita de la t ie r ra , a la que se debe que el hemisfer io que, en verano se halla en el pe-rihelio y en invierno en el afelio, tiene mayores di-ferenciáis entre ambas estaciones que el otro hemis-ferio. Es te últ imo tendr ía veranos menos calientes e inviernos morros helados, quiere decir condicio-nes favorables p a r a una época glacial. P e r o ¡resul-ta que actualmente la excentricidad es tan reduci-da (solamente 1/60) que las diferencias de la dis-tr ibución de continentes y océanos tiene mayor in-f luencia en el clima que la excentricidad. E l hemis-fer io nor te cuyo invierno coincide con el perihelio, t iene en real idad diferencias climatológicas muy grandes ent re verano e invierno, debido a la gran extensión que tienen las masas continentales en él; por el otro lado, en el hemisfer io sur hay un clima oceánico con veranos poco calientes e invier-nos re la t ivamente benignos.

L a excentricidad de la órbi ta te r res t re tiene otra consecuencia muy importante , debiéndose a ella di ferencias de la duración del semestre veraniego y del invernal . De la circunstancia que los puntos equinocciales vuelven después de 21,000 años a su posición ant igua, resulta que duran te 10,000 años u n hemisfer io tiene un verano corto v duran te los 10,000 años siguientes el otro hemisferio. Actual-mente, en el hemisferio norte el semestre veraniego

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es en 8 días más largo que el semestre invernal , siendo la relación inversa en el hemisfer io sur .

Gran importancia t ienen también los cambios de la excentricidad de la órbita terrestre , porque con un aumento de ella aumenta también la inf luencia de todos los demás cambios periódicos. Los cambios de la excentricidad, que puede alcanzar un valor t res veces mayor que el actual, se ver i f ican con un período de unos 92,000 años.

Basándose en todois estos cambios periódicos, Milankovitch en Belgrado ha calculado la radia-ción solar p a r a los d i ferentes grados de la t i tud de la t i e r ra duran te los úl t imos 660,000 años, t iempo que, según liemos visto más arr iba , se calcula como • duración de las épocas glaciales. E n la f igura si-guiente damos esta curva que, por las razones más ar r iba expuestas, se re f i e re solamente al semestre veraniego. E n el d iagrama la radiación solar se re f ie re ,al grado 65 L. N. y se expresa también en grados lat i tud. Si en el d iagrama la curva alcanza duran te el glacial de Riss has ta el grado 75, sig-ni f ica esto que en esa época la t empera tu ra media del verano que re inaba en el grado 65, era igual a la t empera tu ra correspondiente que tiene actual-mente el grado 75. E s t a diferencia de 10° la t i tud expresada en t empera tu ra corresponde en el he-misfer io norte a una disminución en unos 7'C ex-per imentada por la t empera tu ra media del mes más caliente y en unos 1()90 para el mes más f r í o del año.

E n la curva de la f i g u r a anter ior volvemos a en-cont ra r el largo intervalo correspondiente al inter-glacial Mindel-Riss que habían deducido ya Penck-Brueckmr basándose en el t r aba jo erosivo ejecuta-

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do por los ríos alpinos en esa época (cp. f ig. 2) Llama la atención que cada época glacial se compo-ne de dos mínimas de t empera tu ra separadas por unos 40,000 años de veranos más calientes. E n este sentido es muy interesante que p a r a la úl t ima época glacial ya se ha constatado que ella se compone de dos avances de hielo. P a r a las otras épocas anterio-res, las dif icultades de comprobar tales cambios cor-tos son muy grandes ; y además, es posible que las grandes masas de hielo continental se hayan con-servado durante el corto intervalo de veranos más calientes.

Aún cuando esta curva nos da una explicación muy sat isfactoria del r i tmo según el cual han alter-nado las épocas glaciales e interglaciales duran te el cuaternario, ella no es capa / de explicar el origen de las épocas glaciales mismas', porque en forma pare-cida, la curva puede prolongarse, por los millones de años' anter iores al cuaternario, de los cuales no conocemos depósitos glaciales.

P a r a subsanar esta dif icul tad, suponen Koeppen i) Wegener impor tantes migraciones de los polos. E l polo norte se habría hallado en el mioceno, al norte de Alaska, en 75* L. y en 150' al Oeste de Greenwich. (lomo comprobantes de esta situación citan el hielo fósil de Alaska y del N. E. de Siberia al cual a t r ibuyen edad iniocena; además es' la épo-ca en que, debido a su mayor distancia del polo, ha-bía un clima subtropical en Europa central. J)esde ese punto, el polo se habr ía movido hacia el Este, siguiendo siempre el mismo paralelo, llegando en el plioceno a la costa occidental de la isla de Baf f in y alcanzando al pr incipio del cuaternar io la costa occidental de Groenlandia. Desde este punto el polo

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se movía en línea casi rec ta liacia su situación ac-tual .

No podemos en t r a r a las numerosas observacio-nes c i tadas por los dos autores p a r a comprobar su t eo r í a ; pero debemos es tud ia r el camino corres-pondiente tomado por el polo sur . Este, en el mio-ceno debería haberse hallado más o menos a la misma distancia de Sudamérica que en la actuali-dad. E n realidad, la f lo ra fósil de esa edad encon-t r a d a en Magallanes por Dasén indica un clima no muy distinto del ac tua l ; pero no debe olvidarse que, al mismo tiempo se fo rmaron los carbones de Arau-co y Concepción en un clima enteramente tropical. Las p lantas hal ladas por Dusén en capas más nue-vas, separadas de las de aba jo por dos horizontes marinos, acusan un mejoramiento considerable del clima, lo que coincidiría con el movimiento supues-to del polo. Pero , este habr ía tenido su mayor dis-tancia al pr incipio del cuaternar io , cuando Con-cepción habr ía alcanzado una la t i tud de casi 15*. P a r a apoyar su teoría, suponen Koeppen y Wege-ne r que los carbones de Concepción tengan edad cuaternar ia , siguiendo los procedimientos de Be-rry e Irmscher; pero, no cabe la menor duda acer-ca de la edad mucho más grande del terciar io car-bonífero cuyas capas han sido fue r temente dislo-cadas y que más t a rde han sido niveladas por la t ransgres ión mar ina del plioceno cuyos sedimen-tos a su vez han suf r ido dislocaciones posteriores.

L a presencia de dos épocas glaciales comproba-das-hasta ahora, de las cuales la penúl t ima ha sido la más fue r t e y otras consideraciones generales ha-cen más probable -que las épocas glaciales de núes-

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t ro hemisfer io coincidan temporalmente con las del hemisfer io norte.

La teoría del movimiento de los polos, estableci-da por Koeppen y Wegner , no encuentra n ingún apoyo en la historia geológica del cuaternar io de Chile. Si, en realidad, la migración del polo norte , sa t isface las exigencias de la geología glacial del hemisfer io norte, entonces debemos suponer que la costra exterior de la t i e r r a puede efectuar movi-mientos independientes de la masa pr incipal del globo te r res t re y del e je de rotación. L a misma teo-r ía de las translaciones continentales de Wegener , nos indica tales movimientos, en vista, de los cua-les no es necesario que puntos hoy día ant ípoda les lo hayan sido también en épocas geológicas pasa-das.

Si no se aceptan tales movimientos, entonces de-bemos suponer que, f u e r a de las. variaciones perió-dicas de la radiación solar que causan el r i tmo de las diferentes épocas glaciales', exista otro fac tor desconocido por nosotros que origina de vez en cuando un empeoramiento del clima de toda la tie-r r a has ta tal grado que las variaciones periódicas pueden causar una sucesión de var ias épocas gla-ciales.

Qlacíación.—6

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