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CLAVES DE LA CRISIS ECONÓMICA ESPAÑOLA Y RETOS PARA CRECER EN LA UEM Resumen La crisis económica que ha afectado a los países industrializados en los últimos años ha sido singular por su intensidad, complejidad y por las dificultades para su superación. El objetivo de este trabajo es analizar los factores que han determinado que la crisis haya adquirido en España una profundidad y duración superiores a las de episodios anteriores y que la salida de la recesión esté encontrando obstáculos significativos. La pertenencia de España a la UEM es un aspecto crucial a considerar, pues contribuye tanto a explicar la acumulación de desequilibrios en la expansión como a condicionar la naturaleza del ajuste en la crisis, dado que la batería de instrumentos de política económica se ha reducido significativamente. Los desequilibrios macroeconómicos y financieros acumulados en la etapa de alto crecimiento (boom inmobiliario, exceso de endeudamiento y pérdida de competitividad), todos ellos estrechamente interrelacionados, representaban factores de vulnerabilidad, pero, incluso los fundamentos aparentemente más sólidos en otros ámbitos, como en el caso de la situación presupuestaria y del mercado laboral, han mostrado sus debilidades en la crisis. La experiencia a lo largo de los últimos cuatro años permite extraer algunas lecciones en relación con el sector exterior, el mercado inmobiliario, la política fiscal y el mercado de trabajo, que alertan, en particular, sobre la necesidad de evitar la complacencia en la gestión de la política económica en las etapas de auge y sobre la urgencia de adaptar en España la estructura de los mercados de bienes y factores y el comportamiento de los agentes a los requisitos que impone la pertenencia a una unión monetaria. 1 Introducción La economía mundial vive desde 2007 una etapa de acusada inestabilidad. La sucesión de distintas perturbaciones, la retroalimentación de los efectos que se han ido generando entre el sector financiero y el sector real, el rápido deterioro de la situación fiscal en numerosos países, las dificultades que muchos de ellos están mostrando para volver a crear empleo y, por último, el agravamiento de la crisis de deuda soberana en la zona del euro son factores

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CLAVES DE LA CRISIS ECONÓMICAESPAÑOLA Y RETOS PARA CRECEREN LA UEMResumenLa crisis económica que ha afectado a los países industrializados en los últimos años ha sidosingular por su intensidad, complejidad y por las dificultades para su superación. El objetivo deeste trabajo es analizar los factores que han determinado que la crisis haya adquirido enEspaña una profundidad y duración superiores a las de episodios anteriores y que la salidade la recesión esté encontrando obstáculos significativos. La pertenencia de España a la UEMes un aspecto crucial a considerar, pues contribuye tanto a explicar la acumulación dedesequilibrios en la expansión como a condicionar la naturaleza del ajuste en la crisis, dadoque la batería de instrumentos de política económica se ha reducido significativamente. Losdesequilibrios macroeconómicos y financieros acumulados en la etapa de alto crecimiento(boom inmobiliario, exceso de endeudamiento y pérdida de competitividad), todos ellosestrechamente interrelacionados, representaban factores de vulnerabilidad, pero, incluso losfundamentos aparentemente más sólidos en otros ámbitos, como en el caso de la situaciónpresupuestaria y del mercado laboral, han mostrado sus debilidades en la crisis. La experienciaa lo largo de los últimos cuatro años permite extraer algunas lecciones en relación con elsector exterior, el mercado inmobiliario, la política fiscal y el mercado de trabajo, que alertan,en particular, sobre la necesidad de evitar la complacencia en la gestión de la políticaeconómica en las etapas de auge y sobre la urgencia de adaptar en España la estructura delos mercados de bienes y factores y el comportamiento de los agentes a los requisitos queimpone la pertenencia a una unión monetaria.

1 IntroducciónLa economía mundial vive desde 2007 una etapa de acusada inestabilidad. La sucesión dedistintas perturbaciones, la retroalimentación de los efectos que se han ido generando entreel sector financiero y el sector real, el rápido deterioro de la situación fiscal en numerosospaíses, las dificultades que muchos de ellos están mostrando para volver a crear empleo y,por último, el agravamiento de la crisis de deuda soberana en la zona del euro son factoresque, sin duda, están provocando que el ritmo de la salida de la recesión esté siendo máslento que lo previsto inicialmente y que siga rodeado de una elevada incertidumbre,especialmente en Europa.La economía española se ha visto muy afectada por los desarrollos anteriores, pueslos desequilibrios que había acumulado en la fase de auge la hacían particularmentevulnerable a cambios en las condiciones macroeconómicas y financieras o en las propiasexpectativas sobre la continuidad de ese ciclo expansivo. La crisis financiera internacionalprecipitó la corrección de los excesos inmobiliarios y de endeudamiento del sector privadoque caracterizaron la etapa de alto crecimiento que precedió a la recesión. El deterioro delescenario macroeconómico y, de manera singular, del empleo incidió muy negativamentesobre las finanzas públicas y sobre la situación de las entidades financieras cuyos balancesmostraban una mayor exposición al riesgo inmobiliario1. España entró en recesión en elsegundo trimestre de 2008 y permaneció en esa situación hasta el primero de 2010, fecha enque inició una modesta recuperación que se ha quebrado en la segunda mitad de 2011, antela intensificación de la crisis de deuda soberana y su generalización a un número cada vezmayor de países.Es evidente que el elevado grado de sincronía de la crisis a nivel internacional y lascomplicaciones adicionales que comporta la crisis de la zona del euro, que afecta a laeconomía española con particular intensidad, están dificultando la recuperación. Es sabidotambién que la absorción de los desequilibrios macroeconómicos que se generaron enEspaña durante la etapa expansiva está condicionando la trayectoria de salida de la crisis2.Pero cabe preguntarse si otros factores vinculados al insuficiente grado de adaptación a laestabilidad macroeconómica que requiere la pertenencia a la UEM –y que fueron, en parte,responsables de esos desequilibrios- entorpecen o retrasan el retorno a pautas decrecimiento más sólidas.El objetivo de este trabajo es recapitular los factores que han determinado que lacrisis económica y financiera en España haya adquirido una profundidad y duraciónsuperiores a las de episodios anteriores y que la salida de la recesión esté encontrandoobstáculos significativos. El artículo realiza una aproximación selectiva a este tema,centrándose en la evolución macroeconómica y en las políticas económicas no financieras.Dentro de este conjunto de cuestiones se presta particular atención a los desarrollos que

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han actuado como factores catalizadores de la recesión o del ajuste posterior, o que ilustransobre las posibilidades efectivas de estabilización a través de las políticas económicasinstrumentadas. En este sentido, la pertenencia de España a la UEM es un aspecto cruciala considerar, pues contribuye tanto a explicar la acumulación de desequilibrios en laexpansión como a condicionar la naturaleza del ajuste en la crisis. Finalmente, debedestacarse el enorme grado de incertidumbre que todavía planea sobre las perspectivasde las economías española y europea, transcurridos más de cuatro años desde que seiniciara la crisis financiera internacional, dadas las fuertes tensiones imperantes en losmercados financieros y las dudas en torno al desenlace de la crisis de la deuda soberana.Esta incertidumbre limita lógicamente el carácter prospectivo del análisis que se realiza acontinuación, que bascula, en mayor medida, en torno a las lecciones que cabe extraer dela experiencia acumulada en estos años.Con este objetivo, en el primer apartado se repasan los hechos estilizados delúltimo ciclo contractivo en España, en comparación con las crisis que tuvieron lugar enlas últimas décadas. A continuación se examinan los determinantes de la profundarecesión y del consiguiente proceso de ajuste económico, mientras que en el cuartoapartado se tratan de extraer algunas lecciones de la crisis en relación con el sectorexterior, el mercado inmobiliario, la política fiscal y el mercado de trabajo. Al final sepresentan algunas conclusiones.

2 Hechos estilizados de los períodos de contracción (2008-2009)y de estancamiento (2010-2011)La crisis económica que ha afectado a gran parte de los países industrializados en los últimosaños ha sido singular por su intensidad, por su carácter bastante generalizado, por sucomplejidad y por las dificultades para su superación. En este último aspecto, España, quefue uno de los países que experimentó una expansión más acusada en el período anterior,destaca por el fuerte retroceso que está experimentando el empleo, por las dificultades queafronta la recuperación y por los mayores riesgos que presenta la posible recaída. Algunas deestas cuestiones merecen una mayor atención.2.1 El ciclo contractivo 2008-2009El PIB empezó a descender en España en el tercer trimestre de 2008 y siguió disminuyendodurante el resto de 2008 y todo el año 2009, completando seis trimestres consecutivos decaídas, que, en términos acumulados, supusieron un descenso del nivel de producción de entorno a 5 puntos porcentuales (pp)3 (véase gráfico 1). El ajuste del empleo ha sido másvirulento y prolongado -el descenso de la ocupación se inició a comienzos de 2008 y todavíacontinuaba a finales de 2011- mientras que la productividad ha mostrado el mismo patrónanticíclico que en episodios recesivos anteriores. Por componentes, el ajuste de la actividadse concentró en la demanda nacional, que retrocedió 8 pp hasta finales de 2009, con unascaídas acumuladas de más de 5 pp del consumo privado, 29 pp en la inversión en equipo y18 pp en la inversión en construcción. Como consecuencia de ello, las importacionestambién descendieron intensamente, más de 20 pp en términos acumulados. Aunque lasexportaciones sufrieron el parón del comercio mundial y disminuyeron en 11 pp, la demandaexterior neta amortiguó el impacto negativo de la caída de la demanda nacional sobre laactividad debido a las menores importaciones. Por el lado de la oferta, la caída mássignificativa se registró en el valor añadido de la industria (15 pp) y la construcción (9 pp),mientras que el de los servicios apenas disminuyó, pues los servicios no de mercadocompensaron el descenso de 4 pp de los de mercado.La magnitud de la contracción en 2008 y 2009 no fue muy diferente a la quemostraron los principales países europeos. En el punto más bajo del ciclo, Alemania e Italiahabían perdido más de 6 pp de su nivel de producción anterior a la crisis, mientras Franciasolo había cedido 3,5 pp de su nivel de actividad anterior. En esa comparación, Españadestaca por ser el país que experimentó el retroceso más brusco de su demanda nacional,que fue más del doble que el registrado en cualquiera de los otros tres países (véansegráficos 2 y 3).La duración de la contracción en España fue de 6 trimestres en el caso del PIB y entorno a esa cifra en la mayor parte de variables (consumo privado, inversión en bienes deequipo, exportaciones o importaciones), pero el descenso de la inversión en construcción yde su valor añadido todavía continúa -tras 15 trimestres consecutivos de declive-, al igual queocurre con el empleo (véase gráfico 4).

Asimismo, la recesión española fue más intensa que las registradas a mediadosde los años setenta y a principios de los noventa4 (véase gráfico 5). De hecho, en la crisisque se inició en 1974 el PIB apenas descendió, mientras que en la de 1992 la caídaacumulada en el mínimo fue de solo 2 pp. La destrucción de empleo en la última crisistambién es de aproximadamente el doble de lo observado en las dos anteriores. Casi

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todos los componentes de la demanda han descrito una trayectoria más débil en estarecesión respecto a las otras dos, si bien destaca la evolución de la inversión, que ha caídoun 36% acumulado en esta crisis, frente a descensos inferiores al 15% en la de 1992 y entorno al 6% en la de 1974. Dentro de la inversión, la diferencia más significativa seencuentra en la inversión en construcción, que hasta el tercer trimestre de 2011 habíacaído un 40%, frente a disminuciones del 12% y del 6% en los dos períodos recesivosanteriores. También las exportaciones y las importaciones sufrieron en mayor medida en laúltima recesión, lo que está relacionado con la intensidad del ajuste de la demandanacional y el carácter internacional de la crisis en 2009, aunque la aportación de lademanda exterior neta al crecimiento del PIB fue superior a la que tuvo en 1992-1993. Porel lado de la oferta, los tres episodios analizados se caracterizaron por mostrar un fuertedescenso del valor añadido bruto (VAB) de la construcción y por un escaso impacto en larama de servicios, de modo que el elemento diferencial de la última recesión es elsignificativo retroceso del VAB industrial (véase gráfico 6).

2.2 El estancamiento de 2010-2011Desde el primer trimestre de 2010, cuando el PIB volvió a mostrar tasas positivas, hasta eltercer trimestre de 2011, la actividad apenas se ha recuperado en términos acumulados en1 pp. La lentitud de la recuperación está siendo el resultado de la continuación del procesode digestión de los desequilibrios desarrollados en la fase expansiva, que ha supuesto que lainversión residencial siga contrayéndose y que el consumo privado se encuentre estancado,ante las necesidades de desapalancamiento de las familias y las inciertas perspectivaseconómicas. A esto se ha unido el proceso de consolidación fiscal, que ha exigido recortarla inversión pública y detener la anterior expansión del consumo público, además deincrementar algunos impuestos. Así, aunque el PIB dejó de caer a finales de 2009, lademanda nacional ha seguido ajustándose a la baja después de esa fecha, y podríacontinuar haciéndolo en el futuro próximo.En consecuencia, la recuperación del gasto en este período se ha apoyadoexclusivamente en la demanda exterior, con un fuerte empuje de las exportaciones y ciertacontención de las importaciones, que han permitido corregir sustancialmente el déficit porcuenta corriente, desde un 10% del PIB en 2007 hasta un 3,5% estimado para 2011.Cuando se analiza el desequilibrio exterior en términos del exceso de inversión sobre elahorro nacional, el grueso del ajuste ha recaído sobre la inversión, cuyo peso en 2007, conuna ratio de 30,7%, era muy superior (9 pp más) a la que registraba el área del euro. Encambio, el ahorro nacional, que representaba en 2007 un 21% del PIB, solo era 2 pp inferioral observado para el área del euro y similar al de algunos países, como Francia o Italia. En2011, el peso de la inversión en el PIB se había reducido más de 9 pp respecto a su máximo,hasta el 21,5%, lo que refleja principalmente la caída del componente de inversiónresidencial, mientras que la ratio de ahorro nacional sobre PIB había disminuido también enese período, aunque en menor cuantía, en torno a 2,5 pp.Como en el caso de la demanda nacional, la contracción no ha finalizado en elmercado laboral, donde el empleo lleva 15 trimestres disminuyendo, con una pérdidaacumulada de en torno al 10% de los puestos de trabajo existentes a comienzos de 2008(véase gráfico 7). Por ramas productivas, la ocupación en los servicios ha registrado unacaída acumulada más moderada, del 3%, dado el peso del empleo público en este sector, enel que el ajuste ha comenzado solo recientemente. Por el contrario, tanto en la industria –conun descenso acumulado de la ocupación del 19%- como en la construcción –donde la caídaacumulada alcanza el 40%- el ajuste ha sido muy intenso y en el caso de la construcciónse ha acentuado en los últimos trimestres, dado que a la debilidad de la inversión residencial seha sumado el descenso más reciente de la inversión pública.El patrón de debilidad se observa en el comportamiento de todas las ramasproductivas: el repunte de la industria –que se apoya fundamentalmente en la expansiónde las exportaciones- no es muy distinto del que se apreció tras la recesión de losprimeros noventa, aunque ahora se parte de un nivel de producción inferior, mientras queel valor añadido de la construcción ha seguido disminuyendo y el de los servicios seencuentra casi estancado.

La intensidad de los efectos de la crisis en España apenas se ha vistoatemperada por el comportamiento de los precios y los salarios que, de hecho, hancontribuido de manera insuficiente a la absorción de la perturbación y al ajuste de laeconomía. El nivel medio de la remuneración por asalariado ha aumentado en torno a un5% en términos acumulados desde 2008, mientras que la productividad se haincrementado casi un 10% desde entonces, de modo que los costes laborales unitarios(CLU) se han desacelerado solo modestamente en los últimos tres años. Si bien estavariable aumentó en la crisis de los primeros años noventa, pues entonces los salarios

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crecieron con más fuerza, debe tenerse en cuenta que en aquel momento la economíaespañola pudo recuperar competitividad a corto plazo por la vía de la depreciacióncambiaria (véase la columna izquierda del gráfico 8). Una perspectiva similar se obtienesi se observa la evolución del deflactor del PIB: en la actual crisis, el deflactor apenas haaumentado, frente a un incremento de casi el 15% en los primeros años noventa. Sinembargo, esta relativa moderación de precios y salarios ha quedado muy lejos depermitir una mejora sustancial de la competitividad. En términos del tipo de cambioefectivo real (TCER) frente a los países desarrollados, calculado sobre la base de losCLU relativos, se observa que la depreciación lograda entre 2008 y 2011 ha sido del 8%,mientras que en la crisis de 1992 ascendió a un 23% en un período de apenas tres años(véase la columna derecha del gráfico 8). En todo caso, la experiencia histórica de unbuen número de economías avanzadas y la propia experiencia española de las últimasdécadas muestran que los países con tipo de cambio flexible –y que, por tanto, cuentancon la posibilidad de devaluación de la moneda nacional- no tienen más éxito en mantenero aumentar la competitividad a medio y largo plazo que los que adoptan un régimen detipo de cambio fijo5.

3 Determinantes de la crisis y del ajuste macroeconómico en EspañaLa intensidad de los efectos de la crisis económica en España y la debilidad de la pauta desalida están relacionadas con la magnitud de los desequilibrios acumulados y con la virulenciade las perturbaciones sufridas, entre las que destaca la prolongada crisis de la deuda soberanaen el área del euro, que está generando potentes efectos contractivos sobre las condicionesde financiación y sobre la confianza. Pero, además, la fase de ajuste se está viendocondicionada por ciertos desarrollos idiosincrásicos de la economía española, ya sea por suexposición a shocks que la han afectado de forma asimétrica en comparación con otrospaíses de su entorno o por ciertas características institucionales que inciden sobre losmecanismos de ajuste a esas perturbaciones. Cabe considerar, en este sentido, las característicasdel proceso de corrección de los excesos en el sector inmobiliario, el ajuste en el mercadolaboral y el funcionamiento del canal de la competitividad.El desplome de la inversión en vivienda es un factor esencial para entender ladinámica y profundidad de la crisis. La inversión en vivienda, que había tenido unaexpansión muy intensa en el período de auge, hasta sobrepasar el 12% del PIB, harecortado su peso en el PIB hasta menos del 7% en 2011, por debajo de su mínimoanterior, trayectoria que probablemente aún no ha concluido6. De hecho, la interacción dela desaceleración de la actividad en el sector de construcción residencial con los efectosde la crisis financiera impidió que los excesos inmobiliarios se corrigieran de forma másgradual. Por el contrario, todos los canales de propagación de los desarrollos en el sectorinmobiliario hacia el resto de la economía se activaron, contribuyendo a amplificar larecesión. La desaceleración en la demanda de vivienda por parte de los hogares enrespuesta al endurecimiento de las condiciones de financiación y de deterioro de laconfianza provocó una caída en la iniciación de viviendas y en la construcción residencial,así como un cambio en la evolución de sus precios, que empezaron a descender en elsegundo trimestre de 2008. La consiguiente reducción de la producción y del empleo enel conjunto de la economía, y la caída de los precios inmobiliarios tuvieron un impactodirecto contractivo sobre la renta disponible y la riqueza, lo que desencadenó una serie deefectos de segunda vuelta sobre la inversión residencial, la actividad del sector y de susindustrias complementarias y, nuevamente, sobre el empleo7.Además, las peculiares características del sector de construcción residencial,fuertemente apalancado y con un prolongado período de producción de las viviendas (noinferior a dos años), hicieron que en 2008 y 2009 siguieran construyéndose y terminándoselas viviendas iniciadas antes del comienzo de la crisis y que las empresas inmobiliariasacumularan voluminosas deudas, al no poder liberarse de sus cargas financieras mediante laventa de esos inmuebles8, siguiendo el ciclo habitual. De esta forma, en esos años emergióun elevado stock de viviendas sin vender, que deprimió los precios y eliminó las perspectivasde una pronta recuperación del sector, conduciendo a un desplome del número de viviendasiniciadas. En esas circunstancias se registraron incrementos sustanciales de la morosidad delas empresas inmobiliarias, la quiebra de algunas de ellas y el deterioro de los balances dealgunas entidades bancarias. El ajuste de los precios de la vivienda está siendo superior alregistrado en los ciclos de finales de los años setenta y de principios de los años noventa. Lafuerte volatilidad de la inversión residencial y de los precios de la vivienda, y las implicacionescíclicas que comportan son aspectos clave para extraer lecciones para el futuro, que seexaminan en el apartado 4.

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El funcionamiento del mercado de trabajo constituye también un factor esencial paraentender la dinámica y profundidad de la crisis. Como se ha señalado, el nivel medio de laremuneración por asalariado ha aumentado moderadamente desde 2008, pero detrás deeste crecimiento se oculta un comportamiento salarial muy expansivo en los años de mayordescenso de la actividad (2008-2009), con crecimientos anuales superiores al 5%, seguido deincrementos prácticamente nulos, aunque estos están determinados por la disminución de lossalarios públicos. En el mismo período, sin embargo, el empleo ha caído en más de dosmillones de personas y el número de desempleados ha aumentado hasta situar la tasa deparo en niveles superiores al 21% al concluir 2011. Como se ha repetido en numerosasocasiones9, la mayor amplitud de la respuesta del empleo en nuestro país, junto con laevolución más inercial de los salarios que se ha vuelto a observar en este período, refleja unpatrón histórico en el que subyacen algunas características institucionales del mercado detrabajo, como la excesiva diferencia en el grado de protección entre contratos indefinidos ytemporales, y la escasa capacidad de adaptación del sistema de negociación colectiva a lacoyuntura económica, la situación de las empresas y los avances de la productividad.En una unión monetaria, con una política monetaria y moneda únicas, límites a laactuación discrecional de la política fiscal y fricciones en el funcionamiento del mercadode factores y productos a nivel del área, es preciso que los canales de ajuste funcionen demanera eficiente para corregir los posibles desequilibrios que se puedan generar comoconsecuencia del desalineamiento de la competitividad o para absorber de la forma menostraumática posible la emergencia de perturbaciones. Como se señaló anteriormente, el déficitexterior español había alcanzado en 2007 cotas excesivas, cercanas al 10% del PIB, al hilodel auge inmobiliario y del fuerte aumento del endeudamiento de empresas y familias. A suvez, la demanda nacional había llegado a representar casi el 107% del PIB, lo que significabaque la demanda exterior neta realizaba una fuerte detracción al crecimiento y la existencia detensiones internas de precios muy significativas. La corrección urgente de este desequilibriopasaba por la activación inmediata del canal de ajuste que opera a través de lacompetitividad. Según éste, en una unión monetaria, los países que tienen mayor inflaciónacusarán pérdidas de competitividad que terminarán por reducir las exportaciones eincrementar el grado de penetración de las importaciones. El consiguiente retroceso de lademanda debería presionar a la baja precios y salarios, lo que promovería la depreciación deltipo de cambio efectivo real, restaurando la competitividad perdida. La eficacia de estemecanismo de ajuste está obviamente relacionada con el grado de flexibilidad de lossistemas de determinación de costes y precios, que en España era bastante limitado, comose acaba de señalar.

Desde 2007 el déficit exterior se ha corregido sustancialmente, con un avancesignificativo de las exportaciones de bienes y de servicios, que han incrementado suparticipación en los mercados mundiales. El peso de la demanda nacional se ha reducidoal 101% del PIB en 2011, lo que supone que el saldo exterior de bienes y servicios casi seha equilibrado10. No obstante esta corrección del déficit se ha basado, en gran medida, enla acusada debilidad de la demanda interna y, por lo tanto, de las importaciones11 mientrasque, como se ha mencionado, el TCER se ha depreciado solo moderadamente y, además,lo ha hecho sobre la base de un intenso ajuste del empleo, que ha conducido a unincremento de la productividad aparente. Esta mejora de la productividad no ha sido elresultado, por tanto, de la acumulación de ganancias en la eficiencia productiva, un aspectocrucial para lograr incrementos permanentes de la competitividad, definida en el sentido másamplio. Todo ello apunta a que en España, como en otros países de la UEM, el canal deajuste que opera sobre la competitividad ha funcionado solo parcialmente en estos años12.

4 Las lecciones de la crisisLa sostenibilidad del déficit exterior en una unión monetariaEspaña es un país que ha presentado de forma persistente un cierto nivel de déficit exterior.Esa situación respondía, al menos en parte, al hecho de que la economía española tenía ungrado de desarrollo menor que el de nuestros principales socios, lo que suponía mayoresoportunidades de inversión en el país (o mayor rentabilidad de esos proyectos de inversión) yuna insuficiencia del ahorro nacional para cubrir esas posibilidades de inversión. Sinembargo, al mismo tiempo, el déficit exterior era la expresión de la incapacidad de laeconomía para dotarse de un grado suficiente de estabilidad macroeconómica, que conducíaa una pérdida periódica de competitividad en las fases de auge y a incrementos del déficitexterno, que debían ser corregidos con devaluaciones también regulares de la peseta comomecanismo para reequilibrar transitoriamente el saldo frente al exterior (véase gráfico 9).

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La incorporación a la UEM en 1999 contenía en este sentido dos elementosfundamentales: en primer lugar, España se integraba en una unión con una sola moneda ycon libertad completa de movimientos de capital, lo que permitía presagiar que lasoportunidades de inversión que hubiera en el país iban a ser aprovechadas más fácilmentecon el recurso al ahorro externo, pues el euro proporcionaría confianza en la economíaespañola al eliminar la posibilidad de devaluación. La restricción exterior no sería, pues, tanexigente como cuando se disponía de moneda propia, ni habría un límite tan evidente aldéficit exterior, que, una vez rebasado, pusiera en marcha ataques especulativos o presionessobre la moneda nacional13. En segundo lugar, la pertenencia a la UEM eliminaba laposibilidad de corregir periódicamente la posición competitiva del país mediante el recurso alas devaluaciones. Por tanto, la financiación de los eventuales déficits exteriores en la UniónMonetaria se presentaba más sencilla, pero no se podía olvidar que, si estos déficitsalcanzaban un elevado nivel, si la competitividad se deterioraba sustancialmente o si lademanda exterior neta detraía una parte significativa al crecimiento, no se podía contar con elinstrumento del tipo de cambio para mejorar rápidamente la competitividad de la producciónnacional, corregir el déficit exterior e impulsar la actividad sobre la base de las exportaciones.La ausencia de ese instrumento requería, por tanto, una evolución flexible de costes y preciosque garantizase la competitividad de la producción nacional.A medida que el desequilibrio externo fue incrementándose durante los años deauge, diversos informes y artículos publicados recordaron que la senda ascendente delendeudamiento exterior no era sostenible y subrayaron los problemas que la apreciación realestaba generando y los costes de corregirla en una unión monetaria, así como el fuerteendeudamiento del sector privado, que reflejaba el intenso recurso al ahorro externo14.Además, se enfatizaba la necesidad de efectuar un diagnóstico y una corrección tempranos,dadas las dificultades que se percibían para revertir algunos de esos desequilibrios dentro deuna unión monetaria. Otros trabajos resaltaron el hecho de que solo unas expectativas muyfavorables sobre el crecimiento de la renta en el futuro podían sostener el sustancial aumentodel endeudamiento externo, expectativas que difícilmente podían cumplirse dado que laacumulación de desequilibrios de la economía española hacía que fuera insostenible elmantenimiento de un proceso de fuerte crecimiento de forma indefinida15.

Pese a que estas consideraciones estuvieron presentes en el debate económicodesde la incorporación de España a la UEM, el elemento relativo a la facilidad de financiar losdéficits exteriores en una unión monetaria se vio en cierta medida debilitado por la ausenciade tensiones en los mercados financieros durante un período muy prolongado de tiempo, loque hizo que se infraestimaran los riesgos de esa trayectoria. No obstante, losacontecimientos posteriores se encargarían de mostrar que la restricción exterior seguíaestando plenamente operativa en la UEM. El hecho de que el aumento del déficit exterior enlos años de expansión estuviera íntimamente ligado al auge inmobiliario y, en general, alintenso aumento del endeudamiento de empresas y familias resulta fundamental paraentender este giro en la percepción del riesgo por parte de los mercados. Si se analiza ladescomposición de la necesidad de la financiación de la nación en términos de la aportaciónde cada sector institucional, se observa que el déficit exterior se explica, básicamente, porel fuerte incremento de la necesidad de financiación de las empresas no financieras y por elhecho de que la tradicional posición acreedora del sector de hogares se tornara en deudoraen los años de la expansión (véase gráfico 10). Es cierto que las AAPP desempeñaron ciertopapel compensador, pero este fue insuficiente para contener el déficit exterior y, como seanaliza más adelante, también para garantizar la sostenibilidad de las finanzas públicascuando desaparecieron los ingresos extraordinarios que sustentaban esa posición.Si bien fueron las familias y las empresas no financieras los dos sectoresinstitucionales en los que se generó una clara posición deudora en términos netos, lasentidades de crédito fueron, a su vez, quienes intermediaron para obtener la financiaciónexterior que cubriera el desequilibrio externo. De este modo se originó un proceso de fuerteaumento del endeudamiento de empresas y familias con las entidades de crédito españolas,al tiempo que estas recurrían al ahorro externo para financiarlo. Este proceso alcanzó unvolumen y una velocidad notables, lo que incrementó sustancialmente la vulnerabilidad de laeconomía española, especialmente si algún acontecimiento fuera del control de lasautoridades o de los agentes nacionales afectaba a la percepción de riesgo sobre ella o susistema financiero.La crisis financiera global, el desplome inmobiliario en España, el deterioro de lasposiciones fiscales y de las perspectivas de crecimiento y, finalmente, la inadecuación de lagobernanza europea para hacer frente a las severas dificultades que surgieron en diversos

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países a medida que se propagaban los efectos de la crisis configuraron un escenario en elque el elevado endeudamiento, tanto frente al exterior como del sector privado nacionalfrente a los bancos, emergió como una fuente de riesgo considerable. De hecho, a partir de2008 empezó a observarse un cambio en la forma de financiación del déficit exterior, con unmayor peso de los fondos obtenidos a través de la venta de valores públicos y de fondos acorto plazo, frente a los recursos captados mediante la emisión de cédulas hipotecarias ytitulización de activos que predominaron en los años de expansión económica. En paralelo, lafinanciación exterior siguió una trayectoria de encarecimiento progresivo que situó a Españaen una posición de vulnerabilidad ante los episodios de bloqueo de los flujos de financiaciónque se producirían de manera recurrente desde entonces. En otros países de la zona deleuro, el origen de las tensiones estuvo más estrechamente ligado, al menos en los estadiosiniciales, a las dudas sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas o a la fortaleza relativa delos sistemas bancarios pero, independientemente de las causas últimas de la vulnerabilidad,cuando a principios de 2010 los mercados percibieron las contradicciones entre el elevadoendeudamiento, el deterioro de las perspectivas de crecimiento y los fallos en laconfiguración institucional del área del euro para hacerles frente, surgió la crisis de la deudasoberana, cuyo desenlace está todavía por escribir.

El resultado de todo esto fue la recuperación de un papel determinante para elriesgo país en los mercados financieros, que han pasado de tratar a todas las economíasintegradas en el euro casi como regiones de un mismo país a considerarlas como partes deun proyecto no totalmente consolidado y con riesgos de disgregación, algo que no eraposible prever en los años de expansión. En consecuencia, la visión de que el déficit exteriorhabía dejado de ser relevante en una unión monetaria pues las economías nacionales podríanconsiderarse como regiones de la nueva área monetaria única se ha visto claramentecuestionada. A los factores anteriores habría que sumar el hecho de que la UEM no contabacon instrumentos estabilizadores suficientemente potentes, como los que existen, porejemplo, en los Estados Unidos, y que van desde una política presupuestaria federal conmecanismos de trasferencias de rentas entre Estados hasta una movilidad muy superior delos trabajadores dentro del territorio.Con todo, la magnitud del desbordamiento del desequilibrio exterior en Españadurante la fase de auge y la dificultad para su reversión dentro de la Unión Monetariavalida las recomendaciones que se habían formulado preventivamente. Para asumir lasrestricciones que impone la pertenencia a una unión monetaria, en lógica contrapartida de losenormes beneficios que la misma reporta, habría sido necesario, en primer lugar, evitar unempeoramiento tan intenso del déficit exterior y, en segundo lugar, contar con un mayormargen de maniobra para poder manejar los instrumentos de política económica bajo controldoméstico en el caso de que se presentaran tensiones o riesgos de crisis. Una política fiscalmás restrictiva y una mayor liberalización de los mercados de bienes y factores habríansuministrado una ayuda fundamental para afrontar los acontecimientos desatados con lacrisis: en primer lugar, porque habrían reducido las presiones de la demanda nacional,conduciendo a unos saldos de comercio exterior más equilibrados, con menoresincrementos de precios y salarios, y una trayectoria más favorable de la competitividad; ensegundo lugar, porque, en presencia de la crisis, el margen de actuación de la política fiscalhabría sido mayor y la flexibilidad de los mercados habría permitido reaccionar mejor a laspresiones recesivas, con un mayor ajuste vía precios en vez de a través de cantidades, comoel que se ha observado16.Para mejorar rápidamente la competitividad dentro de una unión monetaria espreciso ir más allá de la mera estabilidad de los precios y de los costes. Es imprescindible unajuste significativo del TCER; un aspecto que cobra especial relevancia cuando se observaque en la trayectoria histórica reciente la economía española solo había logrado equilibrar susaldo exterior tras episodios de devaluaciones significativas de la peseta. Para evitar que elajuste dentro de la unión monetaria siga recayendo de modo predominante en las variablesreales, debe superarse la excesiva rigidez a la baja que presentan las variables nominales ymejorar el entorno competitivo para impulsar incrementos genuinos en la productividad.De cara al futuro y a tenor de los acontecimientos de los últimos años, lasposibilidades de que se reproduzcan situaciones de este tipo se han reducidoconsiderablemente. Primero, porque los mercados financieros probablemente van aintroducir de modo permanente un elemento de disciplina en el comportamiento de laspolíticas económicas, que estuvo casi ausente en la fase de auge. Segundo, porque en losmecanismos de gobernanza europea se ha incluido un procedimiento para el seguimientode los desequilibrios macroeconómicos en la UEM y, en ellos, el déficit exterior, la evolución de

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los indicadores de competitividad-precio, el déficit público o el endeudamiento privado van adesempeñar un papel primordial. Finalmente, la impronta que ha dejado la reciente crisis enEspaña, en forma de una elevadísima tasa de paro y de una necesidad imperiosa de resolverimportantes desequilibrios, como el fiscal, debería modificar la forma de afrontar las futurasetapas de expansión, prestando más atención a las restricciones macroeconómicas y a lasexigencias de formar parte de una unión monetaria.

El mercado inmobiliarioLa inversión en construcción en España aumentó su peso en el PIB desde el 15% en 1998 al22% en 2007, pero más del 70% de ese incremento se debió a la inversión en vivienda. Noes fácil establecer una referencia sobre el nivel apropiado de la ratio de inversión en viviendasobre el PIB. En España, además, dado el peso del sector turístico y la frecuenteadquisición de segundas residencias tanto por no residentes como por nacionales, laconstrucción residencial podría mostrar un peso algo superior al de la mayor parte de paísesde nuestro entorno. Pero, en cualquier caso, en el período 2000-2010, mientras que la ratio deinversión en vivienda sobre el PIB se mantuvo con ligeras oscilaciones en torno al 6% en elárea del euro, en España llegó a duplicar esa cifra en 2006 y 2007, cuando se situó porencima del 12% del PIB. Como se analiza más adelante, el sobredimensionamiento delsector inmobiliario supone, además, situar una gran cantidad de recursos en una actividadque presenta una baja productividad relativa, con el consiguiente freno a la expansión delproducto total.

Por otra parte, la inversión en vivienda es tradicionalmente el componente de lademanda que tiende a generar oscilaciones cíclicas más pronunciadas, no solo en España,sino a nivel internacional17. En EEUU, por ejemplo, Leamer (2007) estimó que la mayorparte de las recesiones se originaron en un desplome del mercado inmobiliario, que sepropagó luego al resto de la economía. Estas dos características del mercado de lavivienda son esenciales: la inversión en este mercado es proclive a presentar cambios muysustanciales, pues las expectativas del mercado (en precios y en actividad) pueden ejercerun peso considerable en su dinámica, y, además, es un sector muy intensivo en empleo yestá ligado a otras ramas productivas y a otras decisiones económicas, de modo que,cuando entra en crisis, no solo tiene efectos directos muy potentes, sino que tambiénarrastra a algunas ramas industriales y de servicios, y afecta negativamente a lasdecisiones de gasto de las familias18.

A la volatilidad de la inversión residencial se añade, además, el hecho de que losperíodos de crisis suelen ser más intensos y breves que los de expansión, lo que subrayael papel catalizador de ese componente de la inversión en las recesiones. En el caso español, elpeso de la inversión residencial en el PIB, que tardó 12 años en alcanzar un máximo (en2007), solo ha necesitado cuatro años en volver a su ratio de partida (en 2011)19. Esta formade ajuste supone que, en un corto espacio de tiempo, una gran cantidad de mano de obrase ve expulsada del mercado, lo que, en ausencia de un cierto dinamismo en otros sectoresproductivos, una gran flexibilidad del mercado de trabajo o un nivel de formación suficientede la mano de obra afectada requisitos que claramente España no cumplía, da lugarindefectiblemente a un incremento significativo de la tasa de paro20. Al mismo tiempo, esosperíodos de ajuste traumático tienen implicaciones financieras muy negativas, en la medidaen que la construcción residencial es una actividad muy intensiva en la financiación crediticia.Como se observa en el gráfico 10, la mayor parte del gran dinamismo que se observó en elendeudamiento del sector privado en los años de expansión se encuentra ligado al sectorinmobiliario: así, el crédito a familias para la adquisición de vivienda se duplicó, en porcentajedel PIB, entre 2000 y 2007, al pasar del 30% a más del 60%, al tiempo que el crédito paraadquisición de bienes de consumo y otros fines permaneció casi estancado; en el caso delas empresas no financieras, también fue la financiación a las actividades de construcción einmobiliarias las que mostraron un repunte más acusado en ese período, pasando derepresentar algo más del 10% del PIB en el año 2000 a superar el 40% en 2007. Tras estaacumulación de deudas, el sector privado tiene que hacer frente ahora a un procesode desapalancamiento, que se prevé complejo y prolongado, y que exige lograr un patrón decrecimiento económico menos dependiente del crédito21.

Es cierto que la profundidad de la actual crisis inmobiliaria viene determinada por lanaturaleza de la crisis internacional, que se originó en el mercado de la viviendaestadounidense y que se propagó a través de los sistemas financieros, que desempeñan un

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papel clave en el soporte de la actividad residencial y que todavía hoy afrontan seriasdificultades en el contexto de la crisis de la zona del euro. Pero, en todo caso, pareceprobable que, incluso en ausencia de esa severa perturbación internacional que sedesencadenó en 2007, España habría terminando sufriendo una crisis inmobiliaria,simplemente porque la trayectoria de los precios y de los recursos reales y financierosconcentrados en el sector no eran sostenibles. Cuando esa dinámica se agota, existe elriesgo de que esos excesos se absorban de forma desordenada, pues este es un mercadodonde las expectativas, el comportamiento de otros agentes y la confianza desempeñan unpapel esencial, y estas variables son propensas a cambiar de forma muy rápida,desencadenando movimientos también intensos de las decisiones de gasto y, en definitiva,en las principales variables macroeconómicas, como la actividad y el empleo.En suma, lo ocurrido durante esta crisis muestra el papel fundamental que puedellegar a desempeñar el mercado inmobiliario en la generación de desequilibriosmacroeconómicos. La implantación de una política más rigurosa en la concesión de créditoshipotecarios, así como el establecimiento de otros instrumentos macroprudenciales queestán discutiéndose en diversos foros internacionales en los últimos años22, o la utilización dela fiscalidad, para asegurar un tratamiento fiscal neutral de la compra respecto al alquiler, sonsolo dos ejemplos de los instrumentos que se encuentran al alcance de las autoridades paralimitar la dinámica expansiva del ciclo inmobiliario. Junto a ellas, y como ocurría en el caso deldéficit exterior, serían beneficiosas las medidas que dotaran de más flexibilidad al mercado detrabajo, de modo que los posibles excedentes de mano de obra en un sector pudieranrecolocarse con más agilidad en otros y que los salarios dieran una señal más nítida de laescasez o abundancia relativa de mano de obra por sectores.

El papel de la política fiscalLa orientación de la política presupuestaria ha mostrado en los últimos años un grado desincronía relativamente elevado entre los países europeos, con un tono decididamenteexpansivo en los años iniciales de la crisis, que se tornó en contractivo a partir de 2010,una vez que se inició la crisis de la deuda soberana en Europa. Esto no debe ocultar, sinembargo, que persiste un cierto debate en torno a la capacidad efectiva de estabilizaciónde la política presupuestaria, que se ha avivado como consecuencia de la dimensión queha adquirido la citada crisis de deuda. Cuestiones como el tamaño de los multiplicadoresfiscales, las medidas que potencian la capacidad estabilizadora de la políticapresupuestaria o bajo qué condiciones las consolidaciones fiscales tienen más éxito, noestán exentas de controversia23. En esta sección no se entra en este debate pero, a la luzde la experiencia de los últimos años, se trata de recapitular sobre los factores quesubyacen al rápido e intenso deterioro de la posición fiscal en España durante los años dela crisis y los retos que plantea el proceso de consolidación en marcha. En último términose trata de delimitar en qué medida la crisis económica y financiera ha cambiado lapercepción sobre la capacidad estabilizadora de la política fiscal. Con este objetivo, acontinuación se resumen algunos hechos estilizados sobre la orientación de la políticafiscal en España durante el período 2008-201124.

Partiendo de una posición presupuestaria relativamente confortable (España tenía unsuperávit fiscal cercano al 2% del PIB y una ratio de deuda pública sobre el PIB del 36% en2007), en el bienio 2007-2008 se adoptaron un conjunto de medidas expansivas de tipodiscrecional, en un contexto de política fiscal contracíclica a nivel mundial, promovida yapoyada por las instituciones internacionales, en lo que constituyó la respuesta coordinada ala crisis financiera25.Desde ese momento se produjo un rápido e intenso deterioro de la situaciónpresupuestaria. El déficit público aumentó en más de 13 pp de PIB, hasta alcanzar el 11% en2009, y la ratio de deuda pública en 18 pp, hasta situarse en el 54% del PIB ese mismo año(véase gráfico 11). En conjunto, el deterioro fiscal fue muy severo y superior a lo previsto, nosolo porque la magnitud de la recesión fue mayor a lo esperado, sino también por ladesaparición de los ingresos extraordinarios que había generado el auge inmobiliario. Elaumento de la posición deudora tuvo un carácter principalmente estructural, lo que elevó elvalor del déficit ajustado de ciclo a tasas inéditas (cerca del 10% del PIB en 2009).La intensificación de la crisis de la deuda soberana a lo largo de 2010 y las dudasque empezaron a surgir en torno a la sostenibilidad de las finanzas públicas españolasrequirieron adelantar e intensificar el proceso de consolidación fiscal que se había iniciadounos meses antes, de modo que en 2010 el déficit público se situó en el 9,3% del PIB,alcanzando el objetivo establecido a nivel europeo. Para 2011 se fijó un objetivo del 6%,aunque las estimaciones iniciales del gobierno sitúan el déficit en torno al 8% del PIB, lo que

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supondría una ratio de deuda pública superior al 70% del PIB, casi el doble de la registradacuatro años antes, describiendo una trayectoria todavía ascendente.La experiencia obtenida en recesiones previas en España hacía presagiar que unapolítica presupuestaria que fuera más allá del uso de los estabilizadores automáticos podíaterminar generando un rápido deterioro de la posición de las finanzas públicas. En estesentido, el desbordamiento del déficit en estos últimos años ha desvelado la existencia dealgunas fragilidades en el funcionamiento institucional y de errores en el diagnóstico sobre lacapacidad estabilizadora de la política fiscal que sería útil retener para evitar que se vuelvan acometer en el futuro.

En primer lugar, centrándonos en el diagnóstico que realizaron los organismosinternacionales sobre los problemas europeos, al comienzo de la crisis se sobrevaloró elmargen disponible para instrumentar políticas fiscales contracíclicas. Por lo general, no seadecuaron las recomendaciones de política económica a las diferencias existentes en lasposiciones fiscales subyacentes26. Tampoco se tuvieron en cuenta las posibles diferencias enlos canales de propagación de la crisis y, por consiguiente, en la magnitud y persistencia dela contracción. En España era sabido que una parte no trivial de los ingresos tributariosrecaudados en los años de expansión se debía al dinamismo de la actividad inmobiliaria, peroresultaba difícil estimar su magnitud con las técnicas habituales de descomposición del saldofiscal27. Precisamente la dificultad para medir con exactitud el componente estructural de losingresos llevó a minimizar los riesgos que subyacían en la situación de las finanzas públicas ya reducir el esfuerzo de ajuste en el gasto primario en los años de expansión.Por otra parte, los marcos de disciplina fiscal existentes se han revelado insuficientespara asegurar el cumplimiento de los objetivos presupuestarios. Los procedimientos desupervisión europeos no fueron capaces de promover un saneamiento sostenido de lascuentas públicas durante la fase de expansión28, lo que se espera subsanar con la reformadel Pacto de Estabilidad y Crecimiento recientemente aprobada y con los cambios de máscalado que van a acometerse a través del Tratado Intergubernamental que se aprobará en2012. Por su parte, en el ámbito doméstico, las Leyes de Estabilidad Presupuestariatampoco fueron efectivas para alertar, prever e impedir la magnitud del deterioro fiscal, sobretodo en el caso de las CCAA. Los mecanismos de seguimiento y control resultaron serinsuficientemente vinculantes. La reciente inclusión en la Constitución de límites al déficit yendeudamiento público pretende resolver estos problemas de cara al futuro29.En cuanto al potencial estabilizador de la política fiscal, aunque resulta difícil calibrarel efecto macroeconómico de los paquetes fiscales instrumentados en las distintas fases,algunas aproximaciones analíticas parecen indicar que tuvieron un efecto contracíclicomoderado. En los años de la crisis, dado el entorno de incertidumbre que prevaleció, partedel impulso expansivo se embalsó en una mayor tasa de ahorro de las familias o se limitó aalterar el perfil del gasto, sin afectar su tendencia subyacente.En cualquier caso, una vez que se han alcanzado posiciones fiscales muydeficitarias, como ocurría en España en 2009, la experiencia de los últimos años muestra queel esfuerzo fiscal que hay que realizar para recuperar posiciones presupuestarias saneadas esde gran magnitud, se traslada solo de manera gradual a las cifras de déficit y se reflejará conmucho mayor retraso en las de deuda pública. Como se acaba de señalar, el déficit públicoen España se incrementó en 13 pp del PIB en tan solo dos años, mientras que se prevé que senecesitarán cuatro años y un esfuerzo de consolidación considerable para situar el déficiten el 3% del PIB en 2013. En el caso de la ratio de deuda no se contempla el retorno a losvalores pre-crisis en el horizonte más inmediato. Y no solo por la menor contribuciónprevisible del crecimiento económico, sino, además, porque no se podrá contar, como en elpasado, ni con una reducción de los pagos por intereses, que se hallan sometidos a unaclara trayectoria alcista, ni con la contribución de otras fuentes de mejora, como los ingresosextraordinarios del pasado auge inmobiliario.En definitiva, los riesgos que se había anticipado que podrían surgir comoconsecuencia de actuaciones fiscales de tipo discrecional que fueran más allá de la propiaactuación de los estabilizadores se han materializado. Como se señalaba entonces, unaactuación de este tipo podría agotar prematuramente el margen de maniobra fiscal paraafrontar, si fuese necesario, situaciones cíclicas adversas. En el peor de los casos, se advertíaque incluso podría ser necesario tener que instrumentar políticas restrictivas en el momentocíclico menos adecuado, como ha terminado ocurriendo como consecuencia de la crisis dela deuda soberana en la zona del euro.

5 Conclusiones

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La crisis económica que ha afectado a gran parte de los países industrializados en los últimosaños ha sido singular por su intensidad, complejidad y por las dificultades para susuperación. Se trata de la primera crisis de entidad que afecta a España desde que entró aformar parte en la UEM y, por lo tanto, surgió en una situación en la que la batería deinstrumentos de política económica se había reducido significativamente, aunque se contabacon la red de seguridad que proporcionaba la pertenencia a una área fuertemente integradatanto en lo económico como en lo financiero. Se desconocía, no obstante, cómo responderíaante posibles perturbaciones internas o de corte más global. Durante los diez primeros añosde participación en la UEM, la economía española había acumulado desequilibriosmacroeconómicos y financieros significativos en determinadas áreas (mercado inmobiliario,exceso de endeudamiento y pérdida de competitividad), todas ellas estrechamenteinterrelacionadas, que obviamente representaban factores de vulnerabilidad pero, en otrosámbitos, arrojaba fundamentos aparentemente más sólidos (como en el caso de la situaciónpresupuestaria y del mercado laboral), que le podrían proporcionar elementos de resistencia.Con este trasfondo, la recesión que vivió la economía española entre 2008 y elprimer trimestre de 2010 fue más intensa que las registradas a mediados de los setenta yprincipios de los noventa del siglo pasado, con un ajuste muy acusado en la demandainterna, que se vio parcialmente compensado por una aportación positiva de la demanda exteriorneta al crecimiento del PIB. Por el lado de la oferta, la recesión se dejó sentir con virulenciaen el sector de la construcción, pero también afectó de manera severa a la actividadindustrial. Las pérdidas en términos de empleo duplicaron aproximadamente lo observado enepisodios recesivos anteriores.Un aspecto central de la crisis son las dificultades que muestra la economíaespañola para su recuperación, superiores a las que afrontan otros países europeos o a lasregistradas en España en anteriores fases cíclicas. Hasta el tercer trimestre de 2011 apenasse recuperó un 20% del retroceso registrado en el nivel de producción desde 2007, mientrasque el empleo, que sigue retrocediendo tras quince trimestres de descensos, ha perdido entorno al 10% de su nivel a comienzos de 2008. Como contrapartida, el déficit exterior haexperimentado una drástica corrección. Además, desde el pasado verano, las perspectivasse han deteriorado con intensidad y no puede descartarse que se registren de nuevodescensos de la actividad, aunque este es un fenómeno más global y muy vinculado aldeterioro de la crisis de la deuda soberana.En España esta pauta de salida de la recesión está condicionada por la absorciónde los desequilibrios acumulados previamente y por la virulencia de las perturbaciones. Elajuste del sector inmobiliario continúa y el desapalancamiento financiero de empresas yfamilias avanza, aunque lentamente, en un entorno financiero severamente afectado porla crisis de la deuda soberana, que refleja, entre otras cosas, fallos en el diseñoinstitucional inicial de la UEM. Adicionalmente, el ajuste de la economía española siguepresentando una serie de rasgos distintivos -sobre todo, en la fijación de precios y salariosquerevelan una insuficiente adaptación en el comportamiento de los agentes a laestabilidad macroeconómica que requiere la pertenencia a la UEM. Por último, la necesidadde enderezar la vulnerable situación de las finanzas públicas exige la instrumentación deplanes de consolidación fiscal ambiciosos, lo que también condiciona la trayectoria desalida de la crisis.

La experiencia de la economía española a lo largo de los últimos cuatro añospermite extraer algunas lecciones en relación con el sector exterior, el mercado inmobiliario,la política fiscal y el mercado de trabajo. El déficit exterior es una variable de importanciasingular en una unión monetaria. Los acontecimientos de los últimos años muestran que laacumulación de déficit excesivos termina siendo sancionada por los mercados financierosque, bajo determinadas circunstancias, pueden restablecer el riesgo país y, por esta vía,obstaculizar la financiación de los déficits. Especialmente si esos déficits exteriores han sido,en gran parte, la consecuencia de un fuerte incremento del endeudamiento del sector privadoorientado fundamentalmente a la inversión residencial, que ha convivido con unaspersistentes pérdidas de competitividad frente al exterior. Para sortear los límites que imponela pertenencia a una unión monetaria habría sido necesario durante la etapa expansiva evitarun empeoramiento tan intenso del déficit exterior, instrumentado una política fiscal másrestrictiva y una mayor liberalización en los mercados de bienes y factores que hubierareducido las presiones de demanda y permitido un ajuste más intenso de costes y precios.En las circunstancias actuales es necesaria una mejora competitiva sustancial que aceleree intensifique la reacción de la economía. Los ajustes graduales y modestos pueden serinsuficientes y existe el riesgo de que conduzcan a una senda de crecimiento

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persistentemente inferior al potencial.

Por su parte, se ha comprobado que la fuerte volatilidad de la inversión residencialy de los precios de la vivienda puede generar, bajo determinadas circunstancias,implicaciones cíclicas muy negativas, por lo que, para mantener un grado adecuado deestabilidad macroeconómica, es necesario realizar un seguimiento estricto de la evolucióndel mercado inmobiliario y de los recursos reales y financieros que se dedican a la inversiónen vivienda, y utilizar los instrumentos disponibles al alcance de las autoridades para limitarla dinámica expansiva del ciclo residencial. El caso español muestra, además, lasdificultades para digerir los procesos de apalancamiento de empresas y familias,fuertemente ligados a las actividades inmobiliarias, lo que, a su vez, tiene efectos negativossobre los balances bancarios y, en general, sobre las condiciones de financiación en lasque la economía debe desenvolverse.En el caso de las finanzas públicas, la experiencia de estos últimos años hadesvelado, de una parte, la dificultad que comporta determinar con precisión su situaciónsubyacente (en parte, como consecuencia del insuficiente instrumental analítico, perotambién por la influencia de consideraciones de economía política) y, de otra, el fallo en losmecanismos institucionales de seguimiento y supervisión tanto a nivel europeo como a nivelnacional. Y ello a pesar de que, en ambos casos, se diseñaron mecanismos para constituircolchones fiscales en épocas de bonanza que facilitaran la instrumentación de políticaspresupuestarias contracíclicas en fases recesivas. Los cambios en los marcos fiscales que sehan adoptado en España en los últimos meses y las modificaciones al Pacto de Estabilidad yCrecimiento que se están instrumentando en Europa corregirán estas disfunciones. En todocaso, la aplicación de políticas fiscales que vayan más allá del funcionamiento de losestabilizadores automáticos pueden terminar provocando efectos adversos, como haocurrido en estos últimos años, y el esfuerzo para doblegar una trayectoria fiscal negativarequiere un esfuerzo presupuestario de gran magnitud, tanto mayor cuanto más débiles seanlas bases de crecimiento.

Por último, el mercado de trabajo ha respondido con inusitada intensidad a lasperturbaciones que han afectado a la economía española en los últimos cuatro años. Eldinamismo del empleo en los años de bonanza, al hilo de la realimentación de la expansiónde la construcción con la inmigración, había llevado a sobrevalorar la mejora en losfundamentos que subyacían al funcionamiento del mercado de trabajo y en su capacidad deajuste frente a las perturbaciones, y, en consecuencia, a infraestimar el potencial que podíadesempeñar como factor amplificador de los efectos de la crisis inmobiliaria, primero, y de suextensión al resto de la economía, después. Como consecuencia de todo ello, el desempleoestructural ha alcanzado cotas muy elevadas y costará mucho absorberlo en los próximosaños, a menos que se introduzcan medidas que doten de mayor flexibilidad a la economía,de manera que se facilite la reasignación sectorial de los recursos excedentarios. Por otraparte, los niveles de participación han mostrado una cierta resistencia a bajar a lo largo deestos últimos cuatro años, sobre todo entre los mayores y el colectivo de mujeres, adiferencia de los patrones más habituales en el pasado, si bien el impulso demográficomuestra indicios de agotamiento, lo que, a su vez, tendrá efectos desfavorables sobre elcrecimiento potencial.En suma, la economía española se enfrenta a una tarea extremadamente complejaque exige, junto a medidas decididas en el ámbito europeo para avanzar en la reforma delmarco institucional de la Unión Monetaria y en el diseño de los mecanismos de gestión decrisis, el cumplimiento de los ineludibles compromisos de consolidación fiscal y laintroducción de reformas ambiciosas en diversos frentes. Esto permitiría, por un lado,recuperar la confianza y mejorar las perspectivas de crecimiento económico y, por otro,acelerar el ajuste económico, haciendo que este discurra más a través de la variación deprecios y costes, y minimizando su impacto en empleo y actividad. El prolongado períodode expansión vivido hasta 2007, la severidad de la crisis y las dificultades para lograrla reactivación de la economía han dejado algunas lecciones que alertan, en particular, sobre lanecesidad de evitar la complacencia en la gestión de la política económica en las etapas deauge y sobre la urgencia de adaptar en España la estructura de los mercados de bienes yfactores y el comportamiento de los agentes a los requisitos que impone la pertenencia a unaunión monetaria.

La crisis económica española: orígenes y consecuencias. Unaaproximación crítica.

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Agustí Colom. Universidad de Barcelona

El endeudamiento: elemento consustancial al modelo económico neoliberalEl desarrollo económico de la mayor parte de las economías capitalistas avanzadasdesde los años 80 ha estado caracterizado por el crecimiento del recurso alendeudamiento. La enorme acumulación de deuda no sólo se ha producido en lospaíses periféricos europeos como forma de soslayar el desequilibrio en las relacioneseconómicas entre la zona central y la periferia del área euro (Lapavitsas, C et alt.,2011) sino que ha caracterizado al conjunto de los países de la OCDE (gráfico 1).

Esto es, el crecimiento del endeudamiento con el sistema financiero hasta alcanzar en el año 2010 cifras del 355% del PIB en el caso español y del 363% en el caso dePortugal no resulta tan alejado de niveles de deuda del 341% correspondientes aDinamarca, 340% referido a Suecia, 328% Bélgica o 322% en el caso del Reino Unido(Cecchetti, Mohanty y Zampolli, 2011).

Por consiguiente, más allá que países periféricos de la zona euro hayan recurrido a ladeuda para financiar el prolongado y elevado crecimiento económico de suseconomías de las últimas décadas, el proceso de financiarización ha invadido todas ycada una de las distintas economías. Incluso Alemania, el país europeo queprobablemente presenta un nivel inferior de deuda del conjunto de su economía estaalcanzaba en el año 2010 el 241% del PIB, se había multiplicado por 1,7 respecto elnivel existente 30 años antes.

Pero además, el crecimiento económico de Alemania seha producido en gran parte gracias a que los países con los que ha mantenido unsuperávit comercial han recurrido al endeudamiento y con ello financiar lasimportaciones procedentes de Alemania. En tanto que economías como la Alemana ola China han financiado a los países con déficits comerciales recurrentes –como elcaso de España- no les exime de la corresponsabilidad en la gestación de losdesequilibrios y por consiguiente de la crisis económica (Tugores, 2010).Así pues, la proliferación del endeudamiento masivo y extenso en la mayor parte delas economías avanzadas constituye uno de los elementos que caracterizan eldesarrollo de la economía mundial en las últimas décadas. Si bien ha constituido elrecurso que ha permitido financiar los desequilibrios de las balanzas comerciales y deservicios de los países periféricos de la zona euro, se ha extendido por doquierinundando también las economías superavitarias comercialmente. Estas últimas, engran parte han mantenido sus superávits de forma permanente gracias a que laseconomías deficitarias comercialmente han dispuesto de forma constante de créditopara financiar los desequilibrios.

El endeudamiento tiene su origen en cómo el neoliberalismo afrontó la dinámicaintrínsecamente inestable de las economías capitalistas. La evidencia histórica indicaque las economías capitalistas tienen una seria dificultad para mantener el niveladecuado de demanda agregada que de salida a la totalidad de producción de bienesy servicios realizada por las empresas. Ello explica la existencia periódica de crisis delas economías capitalistas. Sin embargo, a pesar de esta constatación, loseconomistas ortodoxos neoclásicos creían firmemente en la autorregulación de losmercados y, por tanto, la imposibilidad de la existencia de crisis. La crisis de 1929desacreditó todo este conjunto de teorías y creencias. Fue el keynesianismo, el queaportó la solución de la intervención del sector público para mantener el nivel dedemanda agregada que estabilizara la economía y, por tanto, en última instancia,

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preservara el sistema económico capitalista.

El neoliberalismo reniega del mecanismo keynesiano de estabilización económica yasigna esta función al crédito. Así pues, el crédito asume en el planteamientoeconómico neoliberal el papel de dotar a los agentes económicos de los recursosadicionales para mantener su nivel de demanda y, por consiguiente, de estabilizar lademanda agregada dando salida a la producción.

Dicho en otras palabras, en el mundo keynesiano, mediante las políticasredistributivas, se transferían recursos de las rentas elevadas a las rentas inferiores,de forma que estos recursos se incorporaban a la economía en forma de consumo,con lo cual contribuían a mantener el nivel de demanda agregada, lo que estabilizabala actividad económica. En cambio, en el marco doctrinal neoliberal, al reducirse losflujos redistributivos –por los agresivos programas de desfiscalización-, es elendeudamiento -los préstamos de las rentas elevadas a las inferiores, en últimainstancia- a quien se atribuye el papel de mecanismo por el cual las personas derentas más bajas acceden a un nivel de consumo que mantenga el nivel de demandaagregada.

Obviamente, el endeudamiento acentúa la financiarización de la economía y, enconsecuencia, eleva la inestabilidad del sistema económico. Minsky (1992) ya habíaadvertido de la profunda inestabilidad de los mercados financieros capitalistas loscuales “experimentan de vez en cuando procesos de inflación o de deflación porsobreendeudamiento que parecen potencialmente explosivos” y que lejos de seratemperados por el comportamiento habitual de la economía, esta de hecho no hacesino que amplificarlos. Los mercados no se autorregulan.Así, el endeudamiento se convierte en el motor de la economía y en su verdugo. Elcrecimiento económico de los Estados Unidos, y de la mayor parte de los paíseseuropeos, entre ellos de manera extraordinaria España, se realizó a partir de unamplio recurso al endeudamiento.

En efecto, la economía española ha sido el paradigma del crecimiento económicofundamentado en el crédito vinculado, mayoritariamente, al desarrollo del sectorinmobiliario. Las cifras son explícitas: en 1999, el conjunto del Estado español, elcrédito interno de 476.966 millones de euros representaba el 82,2% del PIB y, al finalde la década, el año 2010, sumaba el 173,5% del PIB, es decir, 1.843.953 millones, envalor absoluto. Se había multiplicado por 3,86. El nivel más álgido había alcanzado elaño 2009, con el 174,3% del PIB. Si consolidamos la deuda externa con la interna, eltotal de la deuda sumaba, en 2010, de forma estimada, el 355% del PIB729 español, delque sólo el 72,0% era deuda pública.

Es evidente que el problema de la deuda en España es un problema de deuda privada(gráfico 2) y dentro de ella del conjunto de empresas. Con ser elevada la deuda de loshogares españoles, comparativamente, se encuentra en el mismo nivel del promediode 18 países de la OCDE, 91% los hogares españoles, 90% los hogares de los paísesde la OCDE seleccionados en la muestra. Sin embargo, a nivel empresarial, la deudaespañola no solo es sumamente elevada sino que casi duplica la media de los paísesde la OCDE.

La situación se agrava por el hecho que si en general el aumento exponencial delrecurso al crédito ha estado estrechamente vinculado al sector inmobiliario, como lomuestra que en 2006 el 61,45% de todo el stock de crédito estuviera vinculado a lavivienda (en 1999 lo había sido el 42,97%).

Pero lo que es más significativo y

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probablemente presenta diferencias con otros países es el hecho de que el aumentodel recurso al crédito vinculado a la actividad inmobiliaria fue más importante por partede las empresas que de los hogares. En efecto, en cuanto al destino del crédito a lossectores productivos, si en 1999 el 23,17% del crédito iba a empresas constructoras einmobiliarias, en 2007 éste había llegado al 48,45% del crédito a los sectoresproductivos - había más que duplicado-, por lo que constituyó prácticamente la mitaddel crédito destinado al sector empresarial. Y ello se produjo bajo la supervisiónfinanciera del Banco de España que se mantuvo en la total inacción ante laconcentración de la exposición crediticia de las entidades financieras en el sectorinmobiliario.

Así pues, esta es la realidad del desarrollo económico de la primera década del sigloXXI, un modelo de crecimiento económico insostenible basado en el créditodesaforado dirigido a la construcción. Y la burbuja inmobiliaria estalló: laestadounidense de la titulación de hipotecas subprime y la española del sectorinmobiliario. La crisis financiera española tiene sus propios activos tóxicos.

El mundo al revés: El sistema financiero como damnificado por la crisis.Es habitual ubicar el inicio de la crisis económica actual en la economía de los EstadosUnidos en los primeros meses del año 2007. Por aquellas fechas, ya empezaron amostrarse los primeros síntomas del estallido de la burbuja especulativa en el mercadonorteamericano inmobiliario de la hipotecas de riesgo (subprime); crecimiento de lamorosidad hipotecaria, aumento del stock de viviendas a la venta, caída de los preciosinmobiliarios,…. En los tres primeros meses de 2007, en Estados Unidos más decuarenta agencias730 que habían emitido hipotecas subprime tuvieron que cerrar oestaban en proceso de ello, en junio el banco norteamericano de inversión BearStearns anunció que dos de sus fondos invertidos en hipotecas de riesgo presentabanimportantes perdidas, lo que llevo al poco tiempo a ser liquidados.Y esta fue la nueva pauta, la entrada en bancarrota de hedge funds y tras ellosbancos, aseguradoras y fondos de inversión que habían participado y financiado elproceso de titulación. La lista de entidades financieras que participaron en la burbujade la titulación la encabezan las principales entidades financieras norteamericanas yeuropeas: la norteamericana Goldman Sachs, el Deutsche Bank alemán, el BNPParibas francés, el UBS suizo, el Northern Rock Bank inglés o la belga Fortis entremuchos otros.

En general, todas ellas tuvieron que liquidar fondos, reestructurar susentidades y ser socorridas de una forma u otra por las autoridades públicas, por lo quelos errores, decisiones incorrectas, apuestas arriesgadas que cometieron susdirectivos han acabado repercutiendo no sólo sobre los accionistas –comocorresponde, en tanto que propiedad del capital- sino que los costes han sidodirectamente repercutidos sobre sus trabajadores, clientes, y el conjunto de laciudadanía.

La contabilidad de la crisis debería permitirnos identificar, cual es el coste generadopor el programa neoliberal y quien lo está pagando. De momento, el sector público -ypor tanto, a cargo del conjunto de la ciudadanía- se han dedicado ingentes cantidadesde recursos a evitar el colapso del sistema capitalista. A principios del año 2010, sehabían contabilizado 670 entidades financieras en Estados Unidos y 50 en Europa lasque hasta esa fecha habían recibido ayudas públicas por un valor total de 430 milmillones de euros, importe al que habría que sumar el valor de avales y otras garantíaspúblicas. En este sentido, para el conjunto de las economías de la UEM los importesen inyecciones de capital, avales y otras fórmulas de financiación para las fechasreferidas ya habrían alcanzado el billón de euros (Iglesias-Sarria y Vargas, 2010).

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El FMI (2011) sitúa para un conjunto de economías –aquellas de mayor cuantía de lasintervenciones731-, los importes de las ayudas públicas a las respectivas entidadesfinancieras en un billón de euros, en el período desde el inicio de la crisis hastadiciembre de 2010-marzo 2011 –según disponibilidad de los datos. En términos dePIB, estaríamos hablando de ajustes en promedio del 6,4%, pero con una ampliadisparidad en la dimensión del apoyo público, así por ejemplo en Irlanda se habríaalcanzado en aquellos momentos un empleo de recursos públicos del 30% del PIB enIrlanda, el 14% del PIB en Holanda o el 10% del PIB en Alemania frente importes del2, 9% del PIB referidos a España. Otros autores, multiplican por 6 estas cifras,situando en un total de 6 billones de euros, el coste de los recursos públicoscomprometidos (garantías de depósitos incluidas) en la salvaguarda del sistemafinanciero. (Lorente y Capella, 2009). Está claro, que al menos para algunos païses –España incluida- los costes para el erario público de sostenimiento del sistemafinanciero han seguido produciéndose y las previsiones indican con toda certeza, queaún no se ha alcanzado el cénit de las intervenciones públicas.Los argumentos de carácter sistémico de una parte de las entidades financieras o elchantaje del too big to fail están conduciendo a una actitud general acrítica de desvíode ingentes cantidades de recursos públicos hacia un sector financiero que ni harespondido de su responsabilidad en la gestación de la crisis ni está cooperando en lasalida de la misma a través de canalizar la ingente cantidad de liquidez que fluye haciaellas hacia la financiación de actividades productivas.

El aumento de la desigualdad base de la crisis financieraNo constituye ninguna novedad afirmar que la génesis de la crisis no se produce por elestallido de la burbuja inmobiliaria sino, que el origen de la crisis se encuentra en lagestación de la burbuja especulativa.

En esta dirección, se han propuesto argumentosdiversos sobre el origen de la crisis, centrándose en uno u otro aspecto comoelemento explicativo fundamental. Se ha planteado la crisis financiera como resultadode la desregularización y liberalización del sector financiero que alimentó la codicia delos financieros, al tiempo que no impidió las connivencias entre estos y los respectivosreguladores estadounidenses para favorecer los intereses de Wall Street (Johnson,2009). Recientemente, el trabajo de Igan y Mishra (2011) encuentra evidencia para losEstados Unidos que la intensidad de las campañas de presión de la industriafinanciera tienen resultado y tanto estas como un nivel elevados de contactos entre loslegisladores y la industria aumentan la probabilidad de que la votación de loslegisladores sea favorable a la industria financiera.Otros, han insistido en que fue la búsqueda de nuevos espacios de valorización delcapital lo que condujo ingentes cantidades de recursos financieros hacia el sectorinmobiliario generando una burbuja de activos que finalmente estalló. De la mismaforma se pueden divisar procesos similares en los mercados de materias primas o delos alimentos a nivel mundial, o intuir los intentos de generar nuevos espacios denegocio privado en el campo de las pensiones o de la salud en varios países, entre loscuales se encuentra el nuestro.Existe, sin embargo, un argumento explicativo que se encuentra en el origen de todoslos demás y es el aumento de la desigualdad. Este planteamiento situa a ladesigualdad la causa, en última instancia, de la crisis financiera. Las políticasneoliberales impulsadas desde los años 80 del siglo pasado han tenido un fuerteimpacto en el aumento de los niveles de desigualdad, en gran parte impulsado por lasreformas impositivas desficalizadoras que han beneficiado ampliamente a las clasesmás ricas en detrimento de las clases populares. Pero como había que mantener losniveles agregados de consumo a fin de sostener la demanda agregada se otorgó alcrédito la función estabilizadora de la economía. Así pues, de la misma forma que en

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las formulaciones keynesianas las políticas redistributivas de la renta a través delsector público juegan el papel estabilizador económico, en el mundo neoliberal es elcrédito que pretende adoptar esta función. El aumento de la desigualdad en ladistribución de la renta y el endeudamiento masivo son efectos, ambos, fuertementeinterrelacionados.

La espiral del endeudamiento contribuyó a la extraordinaria financiarización de laeconomía, el carácter intrínsecamente inestable del sistema financiero ya había sidoadvertido por diversos autores y la comprobación de sus efectos, desgraciadamente,los hemos vivido de primera mano en esta crisis. Así pues, la crisis financiera ha sidola crisis de la doctrina del endeudamiento y por tanto la crisis de la doctrina económicaque la ha promovido. Restablecer una economía con menores niveles deendeudamiento requiere por tanto, restablecer mayores niveles de igualdad.El análisis de la evolución económica de las economías industriales avanzadas en elperíodo 1980 hasta el inicio de la crisis muestra un patrón general de crecimiento de ladesigualdad. Los datos muestran como en la mayoría de las economías se produce unaumento de la desigualdad en general que se corresponde en gran medida en undeterioro de los ingresos salariales. Así, a lo largo de las tres décadas que transcurrenentre los ochenta y finales de la primera década del siglo XXI, la desigualdad entérminos generales había aumentado en 17 de los 22 países de la OCDE de los quese tenían datos (OCDE, 2008). Solamente había disminuido significativamente enTurquía y Grecia y por otro lado, países como Alemania, Finlandia, Suecia, Israel,Nueva Zelanda y los Estados Unidos se erigen como los países que lideran el rankingde mayor aumento de la desigualdad a lo largo de este período.El análisis anterior no contempla la evolución de la desigualdad de España, porcarecer de suficiente información. Sin embargo, un estudio reciente indica una mejorade la desigualdad en España desde el año 1980 hasta el año 2003, con un deteriorodel indicador de igualdad en el año 2007, hasta el punto que en este año el nivel dedesigualdad se retrotrae hasta los niveles del inicio de los noventa.El crecimiento de la desigualdad se corresponde en gran medida con la disminuciónde la participación de los salarios en el producto nacional, como corrobora que en elmismo período la participación salarial disminuyera en 17 de 24 países de la OCDE(OIT, 2010).

El caso españolLa economía española entró técnicamente en recesión entre el segundo y tercertrimestre de 2008 al presentar durante dos trimestres consecutivos tasas decrecimiento negativas. El deterioro de la economía se prolongó hasta el últimocuatrimestre de 2009 si se mide por las tasas de crecimiento trimestral mientras queen términos de tasas de crecimiento interanual el deterioro se prolongó hasta elsegundo trimestre de 2010 a partir del cual la economía española mostró unaincipiente mejoría. Inicialmente, la evolución de la actividad económica sigueclaramente una evolución en forma de V, alcanzando el suelo para la mayor parte delas variables macroeconómicas entre el primer y segundo trimestre de 2009, esteúltimo constituye el momento en que el PIB español cae en mayor profundidad, el4,4% en tasa de crecimiento interanual. Por otra parte, la incipiente recuperación setrunca en el segundo trimestre de 2011 que de confirmarse las estimaciones para elcuarto trimestre de 2011 nos encontraríamos en tasas nulas de crecimiento siendo lasexpectativas de entrada de nuevo en una fase de recesión en el primer trimestre de2012, que de confirmarse nos situaría en la perspectiva del desarrollo de la crisis enforma de sierra por lo que se prolongan sus efectos y consecuencias hacia adelante.

La burbuja inmobiliariaLa fase de crecimiento de la economía española se sustentó en la construcción,convirtiéndose en el sector dinamizador del desarrollo económico a partir de 1997

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(Matea y Sánchez, 2006). Prueba del crecimiento del sector és el hecho que el VAB dela construcción que en 1997 significaba el 6,5% del PIB, alcanzó el año 2006 –valormás alto-el 10,8%, Ello conllevó a un significativo incremento de la ocupación en elsector, de forma que en el momento de mayor ocupación fue en el tercer trimestre de2007 en que se encontraban ocupados en la construcción 2.717,5 miles de personas -según datos de la EPA-, esto es, el 13,25% de los ocupados de la economía española.Prueba de la elevada actividad inmobiliaria son las 5,5 millones de viviendas libres quese iniciaron en el período 1997-2007, un promedio de 502.646 viviendas anuales quetuvo su nivel máximo en las 664.923 viviendas de promoción libre iniciadas en el año2006 (gráfico 3), a las que si sumamos las 60.878 viviendas protegidas alcanza la cifrade las 725.801 viviendas para ese año. La oferta de vivienda iniciada llegó a duplicarlas cifras estimadas de 325.000 unidades de demanda de vivienda por razonesdemográficas (Garcia Montalvo, 2006).La sobredimensión de la actividad constructiva realizada era pues enormementeevidente, de hecho la ingente cantidad de viviendas iniciadas sin comprador que hadejado el cese abrupto del boom inmobiliario, son consecuencia de la burbuja perotambién prueba de la sobreproducción que la burbuja especulativa generó. Las cifrasoficiales sitúan en 687.523 el stock en el año 2010 de viviendas nuevas terminadas sinvender (Ministerio de Fomento), a estas habría que añadir el parque de viviendas queel estallido de la crisis económica ha dejado a medio construir. Algunas estimacionessitúan estas últimas en 1,3 millones, de las cuales un 44% tendría en estos momentosparalizada su construcción (Vergés, 2011).

El ritmo constructivo frenético fue acompañado, asimismo, por un incremento de losprecios de la vivienda sin precedentes en la historia reciente: los precios promedio dela vivienda libre en España se multiplicaron por tres durante los años 1997-2007, alpasar de los 684,79€/m2 1997 a 2.056,40€/m2 en 2007.Se han articulado diversos argumentos explicativos del incremento acelerado de losprecios de la vivienda. Los trabajos teóricos apuntan a un conjunto de factoresfundamentales acotado con capacidad explicativa de un aumento de los precios de lavivienda: aumentos demográficos, bajada de los tipos de interés, incremento de larenta per càpita, entre otros. No obstante, estos son los más ampliamente citados enla literatura al respecto. De hecho, diversas explicaciones del aumento de los preciosde la vivienda española se han construido apelando a uno de estos tres factores o laincidencia conjunta de un subgrupo de ellos.

Con todo la referencia a la bajada de lostipos de interés atribuida a la entrada de España en la UEM primero y a laimplantación efectiva del euro después goza de un apoyo importante en elargumentarlo del origen del incremento de los precios de la vivienda.Sin embargo, en este argumentarlo existe una contradicción lógico explicativa. Deaceptar, la variable tipo de interés, demográfica o cualquier otra como argumentoexplicativo del incremento de precios de la vivienda, entonces queda automáticamentedescartada la posibilidad de que se tratase de una burbuja inmobiliaria. Ello, porqueprecisamente, la existencia de una burbuja se corresponde con otro argumentoexplicativo: las expectativas de revalorización del activo que tengan los compradoresde este732. Así pues, sólo estaríamos ante una burbuja si el incremento de precios,precisamente, no puede ser explicado por el aumento de los precios de las variablesmacroeconómicas fundamentales. En este sentido, los estudios concluyen que elcomponente no fundamental, o burbuja, es importante para explicar el rápidocrecimiento de los precios inmobiliarios en España en el período 1997-2007 (Garcia-Montalvo, 2006; Bellod, 2011).Obviamente, la consolidación de una burbuja requiere que esta sea alimentada conliquidez y por consiguiente, sea los bajos tipos de interés y principalmente lasfacilidades con que las entidades financieras prestaban alimentó la exuberante

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irracionalidad de la burbuja.

El deterioro de las finanzas públicas como resultado de la crisis.El estallido de la burbuja inmobiliaria empezó a fraguarse en el año 2007, con ciertaantelación a que la crisis financiera mostrara sus efectos de forma significativa en laeconomía española. Probablemente, la crisis financiera y el estallido de la burbuja sereforzaron mutuamente, y ello tuvo consecuencias dramaticas para el sector de laconstrucción. Prueba de ello es la rápida y elevada destrucción del empleo en el sectorde la construcción. Los datos son ilustrativos, entre el tercer trimestre de 2007 i eltercer trimestre de 2011 se perdieron 1.346, 6 miles de empleos (ocupados), el 49,6%del empleo, de forma que en esta última fecha el numero de ocupados ascendía a1.370,7 miles de personas, el 7,55 % de la población ocupada –tasa que nos retrotraeal año 1985 en que la tasa de ocupación en el sector de la construcción se situó enniveles similares733-. Significativo es comprobar que en los 4 años de crisistranscurridos se han perdido en la construcción tantos empleos como los generadostras 9 años de crecimiento ininterrumpido del sector.

Las consecuencias de la caída de la actividad económica general afectó de formarápida y contundentemente a las finanzas públicas. De hecho, el conjunto deAdministraciones públicas españolas, en 2007, cumplía escrupulosamente con loscriterios ortodoxos de estabilidad presupuestaria: presentaba superávit presupuestariodel 1, 9% del PIB y la deuda pública era del 42,1% del PIB. El comportamiento españolera además, dentro de la ortodoxia neoliberal, mucho más ejemplar que la media de laUnión Europea y los países de la OCDE. Lo que lleva a cuestionar, como mínimo, lasgarantías que se atribuyen a tales preceptos.

Entonces, ¿por qué se deterioraron las cuentas públicas? En gran medida por la caídade los ingresos (gráfico 4) y no tanto como a consecuencia de la perdida derecaudación atribuida a la disminución de la actividad económica como el costerecaudatorio de las medidas fiscales expansivas que se implantaron. Así, a partir delos datos ofrecidos por la Administración tributaria española estimo que el 76% de ladisminución de los ingresos tributarios de 2008 (20.000 M€) se deben a medidasdiscrecionales, las cuales explicarían el 60% (17.800 M€) de la caída de los ingresosdel año 2009.