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Los Cuadernos de Literatura JUAN RULFO: MAS ALLA DE LA VIDA Cristina Pacheco e uando . . leí El llano en llamas y Pedro Pá- ramo nunca imaginé que más tarde cono- cería a Juan Rulfo. No puedo decir que soy su gran amiga ni que conversamos largamente, pero hace años llegaba a visitarnos a mi esposo y a mí. Agobiado por el dolor de ca- beza, perseguido por el otro Juan Rul o del que todos hemos deseado hacer un personaJe, se sen- taba en un rincón de la sala para conversamos sólo de cosas reales. Hablaba de historia, de paisajes, de amigos es- . critores de novelas recién leídas. Jamás se rería a sus p�opios libros. Desde entonces anhelé una conversación más directa, más personal con Ruo. Nunca tuve suerte. La simple sugerencia de una entrevista ponía una distancia cada vez más grande entre él y yo. Al encontrarno ? escu- bría en sus ojos recelo, temor de que le hiciera la consabida pregunta: «¿ Cuándo me vas a dar una entrevista?». Si algo divertido había en la situación eran las estrategias que Juan Rul desplegaba : ª desha- cerse de mí. La última vez e el pnmero de noviembre de 1982. Llamó Juan por teléno. Lo noté stidiado cansado. «Es que estos días son horribles, �uy tristes. No hay adonde ir. Clara, mi mujer, se e al pueblo ...». < : P es n- tonces podríamos conversar un poco, si tu qm - res», propuse, temerosa de que colgara el tel - no. Me aseguró que al día siguiente iba a reci- birme en su casa: «Ven como a las seis, para que platiquemos a gusto y no se te haga tarde». El día 2 a las cuatro de la tarde, Juan volvió a ll. D� entrada me preguntó: «Oye, ¿ has estado en China? Me han invitado varias veces pero no he querido ir: China está lejos», a rm ? con voz tigada. «No me digas que te h n mv tado y no has querido ir sólo porque Chma _ esta muy lejos». «Sí, y por eso ya me da pena decirles que no voy...». «Ah, entonces hoy te vas _ a China». Traté de convencerme de que se iba realmente y no estaba inventando un cuento chino para librarse de la entrevista. «No, no ºY a hina sino a un cóctel que hoy dan los amigos chmos. Esas cosas de mucha gente no me gustan, pero voy para que vean que si no _ he aceptado sus invitaciones no es porque me caigan mal o no me interese su país. Lo que pasa es que China está muy lejos». Esa tarde sentí que Juan _ Ru o se hallaba tan distante de mí como la propia Chma. UNA VA NORMAL El mismo año en que aparecSiempre! la lite- ratura hispanoamericana se enriqueció con tres 8 obras importantísimas: Odas elementales de Pablo Neruda, Los pasos perdidos de Alejo Car p entie y El llano en llamas de Juan Rul. Los tremta anos del libro y de la revista significaban una oportuni- dad para reencontrarme con Juan Rul, que unos días después recibió el Premio Príncipe de Astu- rias. Cuando, por instancias de Fernando Beníte , Juan Rul aceptó finalmente que nos encontra- ramos en el más reciente de sus regios, la pre- ciosa Librería de El Juglar, yo ignoraba lo que iba a preguntarle. Sólo descartaba de la conversación una interrogante: «¿Por qué no publicas un nuevo libro desde hace 28 años?». Un hombre que ha escrito lo que Rul tiene derecho a guardar si- lencio. A las siete en punto lo vi aparecer. Venía de prisa, con una gran incomodidad. Me saludó, en- cendió un cigarro y pidió «un café de a treinta pesos». Su sonrisa me tranquilizó. Ante la impo- sibilidad de decirle cuanto pienso de él empecé por recordarle que El llano en llamas ha cumplido treinta años de vida, aunque desde luego no los representa. -Fate, cuántos años han pasado. -¿ Qué ha sucedido contigo en todo este tiempo? . . -Durante más de veinte años he hecho hbros de antropología social. Antes hice otras cosas: viajes por toda la República como representante de _ la Goodrich Euzkadi. Después me metí a hacer diz- que argumentos de cine, con mala _ suerte. Estuve en Guadalajara para ndar Televicentro y l ? ego de plano me vine acá para trabajar en el Instituto Nacional Indigenista. Y ya ves, desde entonces estoy aquí. He llevado una vida normal, una vida familiar, procurando que mis hijos uvieran edu- cación y que lograran lo que ellos qmeren : Eso ha sido para mí más importante que consegmr logros personales. 30 AÑOS DESPUES -Por más que quieras ignorarlo, esos logros personales llegaron: el caso es que has tenido éxito. -El éxito no me importa. La mala ma tam- poco. El éxito no me llama la tenció . qui á e _ so se deba a que tengo conciencia de mis hmitac10- nes. La mayor de todas es que me siento ustrado hasta cierto punto en el aspecto literario. :La cantidad de reimpresiones que se han he- cho de El llano en llamas y Pedro Páramo, las traducciones a todos los idiomas, los textos cri- cos que se escriben dondequiera, ¿no son signos de algo completamente contrario a la ustración? -No sé. No digo que la literatura no me haya dado cosas. Gracias a ella no me lta nada y mi milia tiene lo necesario para vivir. La literatura me compensó de la burocracia que, como sabes, paga mal. De acuerdo; tengo la satiscció e que mis libros han sido traducidos a todos los idiomas

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Los Cuadernos de Literatura

JUAN RULFO: MAS ALLA DE LA VIDA

Cristina Pacheco

e uando .. leí El llano en llamas y Pedro Pá­

ramo nunca imaginé que más tarde cono­cería a Juan Rulfo. No puedo decir que soy su gran amiga ni que conversamos

largamente, pero hace años llegaba a visitarnos a mi esposo y a mí. Agobiado por el dolor de ca­beza, perseguido por el otro Juan Rul�o del que todos hemos deseado hacer un personaJe, se sen­taba en un rincón de la sala para conversamos sólo de cosas reales.

Hablaba de historia, de paisajes, de amigos es-. critores de novelas recién leídas. Jamás se refería a sus p�opios libros. Desde entonces anhelé una conversación más directa, más personal con Rulfo. Nunca tuve suerte. La simple sugerencia de una entrevista ponía una distancia cada vez más grande entre él y yo. Al encontrarno� ?escu­bría en sus ojos recelo, temor de que le hiciera la consabida pregunta: «¿ Cuándo me vas a dar una entrevista?».

Si algo divertido había en la situación eran las estrategias que Juan Rulfo desplegaba Pª:ª desha­cerse de mí. La última vez fue el pnmero de noviembre de 1982. Llamó Juan por teléfono. Lo noté fastidiado cansado. «Es que estos días son horribles, �uy tristes. No hay adonde ir. Clara, mi mujer, se fue al pueblo ... ». <:P�es �n­tonces podríamos conversar un poco, si tu qm�­res», propuse, temerosa de que colgara el tel�­fono. Me aseguró que al día siguiente iba a reci­birme en su casa: «Ven como a las seis, para que platiquemos a gusto y no se te haga tarde».

El día 2 a las cuatro de la tarde, Juan volvió a llamar. D� entrada me preguntó: «Oye, ¿tú has estado en China? Me han invitado varias veces pero no he querido ir: China está lejos», a�rm? con voz fatigada. «No me digas que te h�n mvi: tado y no has querido ir sólo porque Chma

_esta

muy lejos». «Sí, y por eso ya me da pena decirles que no voy ... ». «Ah, entonces hoy te vas

_ a

China». Traté de convencerme de que se iba realmente y no estaba inventando un cuento chino para librarse de la entrevista. «No, no :'ºY a �hina sino a un cóctel que hoy dan los amigos chmos. Esas cosas de mucha gente no me gustan, pero voy para que vean que si no

_he aceptado sus

invitaciones no es porque me caigan mal o no me interese su país. Lo que pasa es que China está muy lejos». Esa tarde sentí que Juan

_ Ru�o se

hallaba tan distante de mí como la propia Chma.

UNA VIDA NORMAL

El mismo año en que apareció Siempre! la lite­ratura hispanoamericana se enriqueció con tres

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obras importantísimas: Odas elementales de Pablo Neruda, Los pasos perdidos de Alejo Carpentie_r y El llano en llamas de Juan Rulfo. Los tremta anos del libro y de la revista significaban una oportuni­dad para reencontrarme con Juan Rulfo, que unos días después recibió el Premio Príncipe de Astu­rias.

Cuando, por instancias de Fernando Beníte�, Juan Rulfo aceptó finalmente que nos encontra­ramos en el más reciente de sus refugios, la pre­ciosa Librería de El Juglar, yo ignoraba lo que iba a preguntarle. Sólo descartaba de la conversación una interrogante: «¿Por qué no publicas un nuevo libro desde hace 28 años?». Un hombre que ha escrito lo que Rulfo tiene derecho a guardar si­lencio.

A las siete en punto lo vi aparecer. Venía de prisa, con una gran incomodidad. Me saludó, en­cendió un cigarro y pidió «un café de a treinta pesos». Su sonrisa me tranquilizó. Ante la impo­sibilidad de decirle cuanto pienso de él empecé por recordarle que El llano en llamas ha cumplidotreinta años de vida, aunque desde luego no los representa.

-Fíjate, cuántos años han pasado.-¿ Qué ha sucedido contigo en todo este

tiempo? . . -Durante más de veinte años he hecho hbros de

antropología social. Antes hice otras cosas: viajes por toda la República como representante de

_ la

Goodrich Euzkadi. Después me metí a hacer diz­que argumentos de cine, con mala

_ suerte. Estuve

en Guadalajara para fundar Televicentro y l?egode plano me vine acá para trabajar en el Instituto Nacional Indigenista. Y ya ves, desde entonces estoy aquí. He llevado una vida normal, una vida familiar, procurando que mis hijos �uvieran edu­cación y que lograran lo que ellos qmeren: Eso hasido para mí más importante que consegmr logros personales.

30 AÑOS DESPUES

-Por más que quieras ignorarlo, esos logrospersonales llegaron: el caso es que has tenido éxito.

-El éxito no me importa. La mala fama tam­poco. El éxito no me llama la �tenció�. qui�á e

_so

se deba a que tengo conciencia de mis hmitac10-nes. La mayor de todas es que me siento frustrado hasta cierto punto en el aspecto literario.

:..La cantidad de reimpresiones que se han he­cho de El llano en llamas y Pedro Páramo, lastraducciones a todos los idiomas, los textos críti­cos que se escriben dondequiera, ¿no son signos de algo completamente contrario a la frustración?

-No sé. No digo que la literatura no me hayadado cosas. Gracias a ella no me falta nada y mi familia tiene lo necesario para vivir. La literatura me compensó de la burocracia que, como sabes, paga mal. De acuerdo; tengo la satisfacció� �e que mis libros han sido traducidos a todos los idiomas

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Los Cuadernos de Literatura

y lógicamente eso significa cierto desahogo eco­nómico. Pero he vivido momentos difíciles, en mi infancia, en mi adolescencia y después. No tenía trabajo y estaba viviendo con un montón de pro­blemas encima.

-¿Cuál es tu relación con El llano en llamas?-No muy profunda. Lo releí una vez y mal.

Ahora que el Fondo de Cultura Económica hizo la edición ilustrada lo tuve que leer con otras perso­nas para decidir ciertos ajustes. En realidad no tomé en serio ese trabajo: fue Felipe Garrido quien se ocupó de ver los originales de El llano en llamas y de Pedro Páramo que estaban en el ar­chivo del Centro Mexicano de Escritores.

La primera edición de mis dos libros se hizo sobre borradores. Tienen el estilo y el tono que quería. Lo que corregí fueron palabras mal trans­critas.

-¿Qué siente un escritor al releerse treinta añosdespués?

-Ya te dije que la relectura no fue a conciencia;de otro modo hubiera reducido los dos tomos.

-¿ Te disgusta algún cuento?-Macario ya no me gustó. Es más, nunca me

agradó.

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-Es un cuento magistral, pero si no te gustaba,¿por qué lo publicaste?

-Porque había que darle cierto volumen, ciertocuerpo al libro. De no haber sido por eso, habría eliminado Macario. Ahora no lo hice porque ya no tengo paciencia para trabajar y considero que una cosa escrita está muerta.

-¿Cómo lo sabes?-Porque deja de rondarle a uno la cabeza. Mien-

tras no escribes algo los personajes y las situacio­nes andan dándote vueltas por la cabeza. Luego te dejan en paz.

-¿Qué escuchas, qué te obsesiona antes.de es­cribir?

-Percibo el ambiente, la historia, también laforma de expresarse de los personajes. Todo eso aparece cuando ellos adquieren su propia condi­ción humana, es decir, cuando se te vuelven de carne y hueso. En ese momento me zafo del es­quema de la historia y sigo al personaje, le per­mito que actúe por sí mismo. Cuando se da este mecanismo sé que el cuento funciona.

LA IMAGINACION SUPERA A LA

REALIDAD

-Has dicho que nunca empleas experiencias au­tobiográficas para escribir. ¿De dónde salen tus temas?

-La realidad es muy limitada. Por eso hay queauxiliarla con la imaginación. Hay quienes afirman que la realidad es mucho más variada que la fanta­sía y que la rebasa. Y o creo que para escribir hay que hacer uso de la imaginación, y la imaginación a su vez se vale de la intuición. Te pongo un ejemplo. Vas a escribir una historia, la tienes en la mente, pero dentro de ti hay algo inexplicable que lo determina todo. Ese algo puede ser intuitivo, irracional, pero el resultado que te da siempre es lógico.

Es cierto, declaré que jamás me basaría en pasa­jes autobiográficos para escribir. Como género li­terario las biografías me interesan; en cambio, mi vida no me interesa en absoluto porque es gris, tan apagada que no tendría ninguna razón para escribir sobre ella. Mi vida no me interesa. Lo que me apasiona es la vida de los otros. Quiero oír otras voces, no la mía.

A eso se debe que en Pedro Páramo haya eli­minado muchas páginas que no eran acción sino elucubraciones, divagaciones. Hay quienes pien­san que en una novela cabe todo y· por eso hay autores que en ellas incluyen su filosofía, exponen sus teorías acerca de la vida. Creo que divagan sobre eso cuando el tema se les acaba.

La vida de uno, la vida real, no sirve para escribir porque en primer lugar no tiene seq1en­cia, da saltos. Hay vidas que transcurren Cin­cuenta o sesenta años sin que pase nada; pero de pronto, cuando la persona cumple, digamos, se­sentaiuno,. le sucede lo más importante. Eso sí

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Los Cuadernos de Literatura

vale la pena de ser contado. Lo demás hay que olvidarlo.

-¿Te gusta recordar?-Lo que me múlesta lo olvido. Por olvidar cier-

tas cosas, he perdido la memoria. La memoria es una cosa muy rara: no recuerdo lo que hice ayer pero en cambio recuerdo perfectamente lo que hice cuando tenía dos años.

-¿Por ejemplo?-Acompañaba a mi hermano, cuatro años ma-

yor que yo, a su escuela. Su salón de clase era una cocina que tenía el piso de tierra y mesas de tablas. Mi hermano me llevaba porque sin mí no quería ir a la escuela. Me acuerdo también de una compañía de cirqueros que iba al pueblo de vez en cuando. Había unos saltimbanquis que me encan­taba mirar, sobre todo a uno que se amarraba con sus cabellos de un mecate que daba desde la torre de la iglesia hasta el piso. Entonces se dejaba caer. Era muy emocionante. Abajo lo cachaba su esposa. También me acuerdo de otro que se lla­maba Blackamán y de Hero, un forzudo que do­blaba barras de fierro.

-¿Con qué despiertan tus recuerdos?-El recuerdo me viene por la luz, por cierto aire,

por cierta atmósfera. El cielo azul me remonta a los cielos de mi infancia, al aire, a la lluvia, allá en San Gabriel.

-El proceso de tu memoria es muy similar alrevelado fotográfico.

-Pues sí, más o menos: cae la luz sobre el papely van apareciendo, dibujándose, precisándose las formas de las gentes, de las cosas. Pero ya te digo, hay cosas que no me gusta recordar. Mi infancia, por ejemplo. Quiero olvidarla porque estuvo llena de violencia. Hablo del cristerismo, del bandidaje que vimos en aquel tiempo. A mi padre lo mata­ron. A sus cuatro hermanos también.

LA CASA ENLUTECIDA

-Me gusta repetir el nombre de tu padre -JuanNepomuceno- y el de tu pueblo, San Gabriel. Son muy bellos.

-San Gabriel es mi pueblo, el lugar donde nací yviví. Desde niño vi la violencia, la sentí muy cerca, dentro de mi propia familia. Mi casa estaba siempre enlutada o enlutecida, como decimos por allá.

-En esa casa oscura, enlutecida, ¿había undios, una religión?

-Demasiada religión, diría yo. Vivíamos conuna abuela que se pasaba el tiempo en la iglesia. En cuanto a mi abuelo te diré que él construyó la mejor iglesia del estado de Colina. Es de mármol negro y parquet mezclado con palo dulce. Cuando llegué a México me llamó la atención ver los pisos de duela. Yo sólo había visto el parquet.

-La iglesia estaba en la hacienda de tu abH·elo.-La hacienda era de mi abuelo y se llamaba

Apulco. El construyó todo el pueblo, todas las

casas alrededor de la hacienda. El pueblo es un pueblo grande. Está en una barranca precisamente para que la gente pudiera ver a los bandoleros desde que aparecían por los caminos, desde que se aproximaban por el llano. Ese es el llano grande. Ese es el llano en llamas.

-¿Escuchabas música en la iglesia?-La iglesia tenía de todo, pero le faltó el órgano.

Mi abuelo lo había mandado pedir, pero en eso se murió. Nos quedamos sin órgano en la iglesia. Muchos de sus tesoros, como por ejemplo los vasos sagrados, mi abuelo los compró en el Vati­cano. Se gastó gran parte de su fortuna en eso, en comprar tesoros para la iglesia. Lo hizo para gran­jearse a Dios y a los santos, de modo que el día de su muerte lo recibieran bien por allá en el cielo.

-Las iglesias siempre están llenas de ecos. Enla iglesia construida por tu abuelo no había mú­sica, pero en cambio deben de haberse oído muy claramente los rezos, las súplicas y hasta las con­fesiones de la gente.

-Hay algunas oraciones muy bonitas, terribles.Por allá por mi tierra tiembla mucho. Cuando se nos venía el sacudón toda la gente se hincaba para rezar La Magnífica: «Glorifica mi alma el Señor y

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Los Cuadernos de Literatura

mi espíritu se llena de gozo al contemplar su bon­dad ... » Luego habla de «cosas grandes y maravi­llosas». Imagínate lo que era decir esa oración mientras veías qu,e la tierra temblaba y los techos de las casas se venían abajo ...

UN LUGAR TENEBROSO

-¿Cómo era tu casa en San Gabriel?-Estaba llena de santos, todos protegidos por

vitrinas, todos adornados con flores de papel de colores, papel brillante. Entre esos santos estaban El Anima Sola, el Cristo del Veneno y una Virgen Purísima que me encantaba. Era, creo, una copia de Rafael o de Fray Angélico.

-¿Qué te quedó de aquel ambiente tan reli­

gioso, de las oraciones de los santos, la iglesia sin

música?

-Como todos los jóvenes de pueblo, fui mona­guillo. Lo hacía con fe. Luego empecé a pensar. Quizá ese es uno de los errores más grandes de la escuela -quiero decir, errores contra la religión-: que lo enseña a uno a pensar. Al seminario vas a lo mismo: a aprender a pensar. Entonces hay co­sas de la religión que ya no aceptas. Muchos se­minaristas destripan por eso, porque llega un mo­mento en que tienen otra conciencia de las cosas y encuentran absurdos algunos principios de la misma religión bajo la cual se formaron.

Cuando tuve mi primera experiencia sexual fui a confesarme y el padre me negó la absolución. Me habló del puro pecado, de la blanca flor de la virginidad manchada para siempre, del infierno.

-¿Cómo te representabas la idea atroz del in­fierno?

-Sin lumbre pero como un lugar tenebroso. Encuanto a los pecados acabé por creer que no exis­ten. En el mundo no hay pecadores. Ahora que ya estamos viejos, ahora que nos llegó la antigüedad, echamos una mirada hacia atrás y nos dan risa los temores de antes. Nos dan risa también los peca­dos. Pero allá iba uno a decirle: «Padre, me acuso que he levantado falsos; padre, me acuso de que me acosté con una fulana ... » Eso, ¿qué pecado es?

Si te pones a pensar en la gente, si conoces algo de su historia, te darás cuenta de que todos sus actos están justificados. Puedes repudiar y horro­rizarte ante un crimen; sin embargo, cuando oyes al asesino ves que tuvo una razón. Tampoco la aceptas, pero comprendes qué lo movió a cometer ese acto tan negativo.

Por lo que respecta a mi vida me siento comple­tamente limpio. No tengo pecados. No hay en el mundo nadie que los tenga. Somos seres humanos y ya.

LA LECTURA COMO VIAJE

-La iglesia de tu pueblo tuvo otra influencia: elcura le dejó encargada su biblioteca a tu familia.

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-Sí, en esa biblioteca empecé a leer. En ella nohabía libros religiosos. Estaba El verdadero Juá­rez, de Bulnes. Había novelas de Salgari, de Du­mas, de Víctor Rugo. Yo entonces tenía diez años y me pasaba la vida leyendo.

El cura que nos dejó a cuidar la biblioteca se fue con los cristeros. Mi abuela, una persona a la que el cura le tenía mucha confianza, recibió junto con la biblioteca todas las cosas de la iglesia. Uno de mis tíos era coronel en el estado mayor de A vila · Camacho. El y un capitán, «el Pelón» Díaz, eran perseguidos por los cristeros. Así que nuestra casa la respetaban todos porque era frecuentada lo mismo por el coronel que por los cristeros. Estos iban a pedirnos de comer.

Ese tiempo fue muy malo. Unos y otros roba­ban y mataban. ¡\llanaban las casas, se subían a las azoteas a dispararle al enemigo. Fueron años violentos. De repente veías que entraba un mon­tón de jinetes gritando: « Viva Cristo Rey, hijos de la chingada». Sí, ese. era el grito. Al rato veíamos a los soldados que se subían a las bóvedas del templo y desde allí cazaban a los cristeros. Todos fueron crueles, todos robaron, todos participaron por igual en la que considero nuestra guerra más absurda.

-¿ Te gustan las bibliotecas?-Mucho. En mi vida he tenido nada más tres.

La primera la formé precisamente aquí en la Ciu­dad de México. Se la dejé encargada a un amigo cuando me fui a Guadalajara, pero cuando regresé se había deshecho. En esa biblioteca tuve a Ham­sun, Lagervist, Dostoiewski, Pilniak, Andreiev. En esa época conocí a Azuela porque Espasa-Cal­pe publicó Los de abajo. Leí también La sombra del caudillo. Los libros mexicanos se publicaban en Madrid porque en México no había casas edito­ras. La primera que se hizo grande fue «Botas» con todos los libros de Vasconcelos.

·-¿Dónde vivías entonces?-En el Molino del Rey, donde ahora está el

edificio de Guardias Presidenciales. Allí era la Fundación Nacional de Artillería. A vila Camacho le prestaba esa casa a mi tío el coronel. Se suponía que esa casa era la residencia del director de la Fundación. Por eso en todas partes había caño­nes, granadas, cerros de granadas. Después Cár­denas convirtió esa casa en Cooperativa para ha­cer varillas. Chapultepec era precioso, tranquilo y estaba pegadito a nuestra: casa. Cárdenas tuvo una peculiaridad: la gran burocracia que formó estaba integrada por hijos de hacendados. Les quitó las tierras, pero les dio la. burocracia. Allí conocí a muchos que habían sido hacendados y ya eran burócratas. No había nada más que trabajar: el campo o la burocracia porque no teníamos indus­tria. Los que nos habíamos quedado en la calle encontramos refugio trabajando en el gobierno.

-¿Dónde descubriste a James Joyce?-En Guadalajara. Leí Retrato del artista ado-

lescente. Ese libro me abrió las puertas de un mundo. No me dio el tono de la escritura pero me

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Los Cuadernos de Literatura

dio una forma de pensar, me permitió ver la vida desde otro ángulo. Gracias a él entré al mundo herético. Leía mucho, compulsivamente, quizá para compensarme de la imposibilidad de realizar un sueño: irme de viaje. Así que viajé a través de los libros. En Espasa-Calpe había una colección dedicada a las crónicas de viaje. La devoré. ¿A dónde quería ir o para qué? Lo ignoro. Sé que anhelaba conocer el mundo, pero no lo hice.

-¿Te gusta leer libros prestados?-Nunca he podido hacerlo porque o no los ter-

mino de leer o no comienzo a leerlos porque siempre estoy pensando que tengo que devolver­los. Para leer un libro necesito que sea mío. A mis libros los trato muy bien, de modo que parece que ni los he tocado, que están nuevos.

-¿Tomas notas o marcas las páginas?Tomo notas. Alguna vez hasta pensé en hacer

un inventario de lecturas con juicios críticos y todo.

-¿Cómo y dónde formaste tu segunda biblio­teca?

-En Guadalajara. Fue la más grande. Llegué atener como dos mil libros. Claro que en ese mo­mento llegaba a Guadalajara toda la producción editorial de España y de Argentina. Había un buen ambiente cultural, teníamos orquesta sinfónica. Los intelectuales podían reunirse en cafés y mu­chos iban de aquí, de la capital. Y es que la Universidad tenía presupuesto para invitar profe­sores. Gracias a eso dio clases en Guadalajara Carlos González Peña. En esa biblioteca, junto con mis libros, tenía muchos discos. En ese cuarto me pasaba el tiempo libre. Era un cuarto para leer y para oír música. A mí nunca me gustó sacar los libros fuera de la biblioteca.

NOVEDAD Y ETERNIDAD DE LA NOVELA

-¿Puedes leer y escuchar música al mismotiempo?

-La música no es un fondo para leer. O leo oescucho música, no puedo hacer las dos cosas simultáneamente.

-¿Qué libros recuerdas de aquella biblioteca?-Desde luego estaban los autores que descubrí

en esa época: Evelyn Waugh, Graham Greene, Victoria Sackeville, West. El primer libro de Faulkner que leí, Luz de agosto. Los autores rusos en las ediciones La Nave, que tenían una pasta marroquí preciosa. También leí mucho a James, a Joseph Conrad ...

-¿Crees que la culpa es el gran tema de Con­rad?

-Nunca pienso en esas cosas. Leo lo que megusta y porque me gusta. No saco conclusiones, no puedo hacerlo porque no soy crítico. A veces me acusan de que critico a la gente. No es cierto. Aunque quisiera no podría hacer crítica. Para ser crítico hay que ser poeta.

-¿Por qué?-La poesía es un género tan exigente como la

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crítica. Un buen crítico -alguien que diga algo más de si un libro es bueno o es malo- está creando un texto. Enriquece el juicio con un lenguaje comple­tamente imaginativo porque la crítica, como análi­sis, es muy seca. Hay creadores que también son críticos, pero tan buenos que en este sentido lle­gan a ser mejores que en el otro. Te voy a poner un ejemplo: Lino Novás Calvo. Hay críticos ma­gistrales como Edmund Wilson o Cyril Connolly, el autor de La tumbra sin sosiego, traducido por Ricardo Baeza y editado por Sur. El libro tiene la pasta azul oscura. Y o se lo presté a Carlos Fuen­tes.

-¿Lees textos críticos?-No tengo tiempo. Me interesa cada vez más la

ficción; pero claro, también leo periódicos, revis­tas, cosas así. Tampoco leo novelas muy grandes. Odio los ladrillos.

-¿Condenas las novelas-río?-No condeno la novela como género. Existirá

mientras exista la humanidad sobre la tierra. Lo que pasa es que no tengo mucho tiempo. La no­vela es la «novedad», son las historias que nos cuenta alguien que regresa de quién sabe dónde y nos dice: «ya vine, les traigo unas novedades, cosas que han sucedido».

-¿Por qué si la realidad es tan limitada la no­vela, en cambio, es siempre novedosa?

-El cuentero te da la esencia de las cosas, peroal mismo tiempo añade de su propio peculio algo que él imaginó frente a los hechos. Tienes el caso de Juan de la Cabáda y de Eraclio Zepeda. Pueden contar varias veces una cosa, pero siempre es distinta: crece con palabras, nuevos personajes, nuevas situaciones.

-La narración oral, ¿también es literatura?-Es literatura precisamente porque Juan y Era-

clio y todos los cuenteros van más allá de los hechos, los transforman agregándoles cosas nue­vas. Eraclio me ha contado varias veces la historia del diluvio. La prueba está en la cumbre de los volcanes.

-El cuentero se vuelve un personaje central desu historia.

-Le sucede lo mismo al que la escribe. Las doscosas son literatura, la diferencia está en que la escritura es algo que exige soledad. Si quieres ser escritor y vives rodeado de gente, todo el tiempo hablando, no tendrás la soledad necesaria para es­cribir un texto.

LAS PAGINAS SILENCIAS

-Naciste en una región donde la gente vivesumida en el silencio.

-Es cierto. La gente de mi tierra no cuenta nadasi aparece por allí un extraño. En las tardes, los importantes del pueblo se sientan en algún quicio a conversar. Supongamos que llegas tú. No se callan, no se van, pero empiezan a decir cosas sin sentido, cosas que no son· de ellos: «¿Qué pasó con aquel camión?», «Parece que va a llover»,

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Los Cuadernos de Literatura

«Se está haciendo tarde». Luego, cuando te vas, seguro vuelven a contarse sus cosas, las cosas que pasan en el pueblo.

-Aquel silencio de tu pueblo, ¿habrá influido entu vocación?

-Quizá aquel silencio determinó que yo fueraescritor. En mi vida tengo muchos silencios. En mi escritura también. Por eso dejé muchas páginas en blanco ...'..silencias- para que las llenara el lector. Esas páginas permanecieron vacías. Hoy podría llenarlas, pero no deseo hacerlo.

-El otro lado de tu silencio, ¿es la música?-Podría ser ... La música me ha dado muchas

satisfacciones, desde la que hicieron los trovado­res o troveros hasta la misa del Camino de San­tiago. Hace poco encontré un libro de música so­bre la antigua Grecia. Ahora sé lo que escuchaba Sófocles. Me gusta la música sacra, los cantos gregorianos de los dominicos. Escucharlos en No­tre Dame me produjo una sensación indescripti­ble. Sí, la música me encanta, la busco sobre todo si es música de otro tiempo. Cada vez me remonto más y más hacia la antigüedad. Primero me gusta­ban los románticos y después hasta el rock; los corridos me gustaban y me gustan todavía; luego

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me dio por el barroco y por la música del Renaci­miento, de la Edad Media ... Ahora voy en la Gre­cia antigua y quiero remontarme más y más.

-Parece un mar que se repliega y se aleja. 1'orcierto, siempre quise preguntarte, ¿cuál es tu re­lación con el mar? Viviste en Veracruz un tiempo y te fascinan los barcos.

-Estuve por allá cuando me nombraron promo­tor de las obras del Papaloapan. Desgraciada­mente debía hacer artículos para El Dictamen que contaran cómo eran los pueblos y cómo se trans­formarían gracias a esas obras. Digo «desgracia­damente» porque eso me impidió contar lo que vi y sentí en aquellos lugares. Lo que hacía era dar informes escuetos porque no puedo escribir sobre cosas que veo o que suceden. Para escribir tengo que imaginar.

La realidad no me dice nada literariamente, aunque pueda decírmelo fotográficamente. Ad­miro mucho a quienes pueden escribir acerca de lo que oyen y ven inmediatamente. Yo no puedo penetrar la realidad: es misteriosa.

-¿No te resulta más misteriosa la imaginación?-No, se abre para mí gracias a ciertos sonidos.

Es un proceso mental inexplicable. Lo referente a la escritura es inexplicable, ya te lo dije. Me pongo a trabajar en un texto, tengo el tema y todo; escribo cinco o seis páginas de corrido pero de pronto aparece el personaje tal como lo pensé, tal como lo imaginé, y allí comienza el cuento. Y para que comience destruyo las páginas antes escritas. Voy al encuentro del personaje, o viene á mí, por el camino de la palabra escrita.

-¿Por qué destruiste «La cordillera» y «Losdías de la floresta»?

-Los destruí porque no llegué a sentirlas comouna cosa propia, no les tuve cariño como se le tiene a un hijo. Las olvjdé. Pero hay temas que me dan vueltas por la cabeza, hay temas de los que uno jamás se separa. Yo tenía una historia muy parecida a la Crónica de una muerte anunciada. El libro comenzaba en el momento en que a un hombre lo van a matar. Conozco bien el tema, me ha seguido durante años, pero no puedo desarro­llarlo, no me sale, cuando lo intento se me va por el otro lado. Hay otra historia, la del hombre de

'las muletas de hule, que me da vueltas. Y, no creas, esas cosas me pesan encima pero digo: «pues a ver cuándo tengo tiempo, a ver cuándo me decido ... » Son pretextos eso de que no tengo tiempo. La época en que escribí más fue cuando debía trabajar más en otras cosas.

-Renunciar a la literatura, ¿no sería tu únicopecado?

-No sé ... Si los libros caminaron el mundo nofue por mí, sino por ellos. Mi interés era que los leyeran dos o tres amigos míos y nada más. Con esto quiero decirte que no escribo para nadie, sino para mí, por mi necesidad. Cuando escribo no pienso en nada más que en ver cómo � salgo del atolladero porque para escribir • � se sufre, cómo no, se sufre un poco... �