inercia solar

Artículos y ensayos SociÁlogo Nº 1 Artículos y ensayos

GUACARÁN, Francisco. “Sobre la inercia mental”,

en SociÁlogo. Revista de teoría, epistemología, comunicación, cultura y política, Nº 1. Caracas, Sequía, Octubre 2006-Marzo 2007. En la siguiente dirección de URL:

http://www.sociologando.org.ve/pag/index.php?id=67&idn=15&r_num=1

Sobre la inercia mental

Francisco Guacarán Estudiante de Sociología.

Universidad Central de Venezuela [email protected]

Resumen: ¿Qué entendemos por inercia mental? Definitivamente es algo que está relacionado con la resistencia a los cambios de paradigmas e imaginarios por parte de una persona o una sociedad en general. En este ensayo haremos una caracterización de este estado mental cuando influyen agentes internos, intrínsecos a la persona misma como ciertos paradigmas mentales –por ejemplo: una cultura de mal reivindicar unas supuestas raíces culturales y no querer adoptar otras visiones diferentes; y, no asumir nuestras responsabilidades-, y externos –en este caso entra perfectamente la globalización económica tal como está planteada en la actualidad y la denuncia de convertirse en plataforma para el pensamiento único global- para su aparición o mantenimiento. Finalmente, en un breve recorrido por la historia y sus personajes, daremos cuenta de los avances de la humanidad gracias a que en algunos momentos se dio rienda suelta al pensamiento libre y creativo del hombre, asimismo a su trabajo. Palabras clave: Inercia mental, cultura, globalización, pensamiento único, desarrollo, paradigmas.

Modelos culturales influyentes en la inercia mentalQué es lo que entendemos por inercia mental. Definitivamente cuando hablamos de

inercia mental se nos vienen muchas cosas a nuestra mente. Podemos hablar de una incapacidad para usar nuestro cerebro, de un momento estático de nuestra mente en el que se nos hace imposible procesar o producir cualquier conocimiento, y así según las ideas de cada quien. Si bien Miguel Martínez Miguélez (1997) no ofrece una definición concreta de la llamada "inercia mental", podemos tener una idea de su significado mediante el análisis de su trabajo: básicamente, se habla de inercia mental cuando alguna persona, también podemos hablar de una sociedad, se encuentra en un estado de resistencia férrea ante cualquier tipo de cambio en sus paradigmas, en su forma de pensar, en su comportamiento y en su concepción del mundo (cultura).

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SociÁlogo, Nº 1. Caracas, Sequía (octubre), 2006.

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Esta resistencia al cambio impide directamente el desarrollo tanto de la persona que la "padece", como de todos aquellos cuanto lo rodean, tomando en cuenta que nosotros somos seres sociales, no somos una isla en nosotros mismos -utilizando palabras de Hemingway. Ahora bien, para efectos de este ensayo me tomaré el atrevimiento de caracterizar dos tipos de inercia mental de acuerdo a su procedencia. La primera se refiere a la que surge desde las propias ideas del individuo, convirtiéndose en una actitud inherente a la de la persona que la padece. Está relacionado estrechamente con su cultura y con todas aquellos juicios y valores que ha internalizado a lo largo de su vida, que repite como una receta infalible y como estilo de vida correcto, la única forma de comportarse que él mismo, como individuo, acepta.

Como segundo punto, nos podemos referir a una inercia mental proveniente de la coacción de agentes externos; en este caso, hablaríamos de un proceder impuesto de la "inercia mental", bien sea por la fuerza o por la manipulación. Observamos que en este punto la actitud inerte no proviene de la forma de ser del individuo, o de su cultura, sino que proviene del exterior: un invasor que amenaza con atacar su cultura, con la finalidad de invadirla, manipularla y moldearla para que siga un modelo específico de pensamiento, para que copie o se rija por reglas ya impuestas, y que en muchos de los casos son totalmente diferentes a su concepción de la vida y del mundo.

Para entender mejor esta clasificación podemos remitirnos a ejemplos bien claros de cada una de las características que contienen las dos clasificaciones.

Comenzaremos analizando dos formas de comportamiento que se ha arraigado en los países subdesarrollados (aunque no esté del todo de acuerdo con dicha etiqueta). La primera se refiere a la cultura hiperquinética o cultura del bochinche. Sin irnos más allá de nuestras fronteras, observamos claramente diversos ejemplos de este comportamiento acá en nuestro espacio venezolano. Es una actitud muy sencilla de describir, debido a los diversos ejemplos que diariamente observamos en el país: la pasión por las fiestas; el abandono de responsabilidades, muchas de ellas importantes, por estar anotados en la lista de invitados a la nueva rumba del barrio; la espera impaciente de las próximas vacaciones, generalmente desde la segunda semana de enero cuando regresamos de las vacaciones decembrinas y ya estamos pensando en los días de asueto de carnaval; la simplicidad con que tomamos muchos de los problemas que nos suceden, en infinidad de casos se las atribuimos al destino y esperamos a que sea éste mismo el que resuelva los problemas; y así muchos otros ejemplos más, en los que se demuestra que nos hemos acostumbrado a permanecer en un estado de letargo mental muy peligroso, al no poder, o no querer, ver más allá de lo que está ante nuestros ojos.

Ante esta situación siempre respondemos con un tajante y retrógrado: "¡Ay, es que nosotros somos así! ¡Esa es nuestra cultura!". Esta posición, algunas veces radical, y las simplificaciones absurdas de recurrir a las "raíces" propias -como si estuviéramos tratando con vegetales- al referirnos a nuestra forma de ser, se internan en lo intelectualmente incapacitante, dicho en términos de este trabajo: nos encontramos ante la presencia de pura "inercia mental". Parafraseando a Miguel Martínez Miguélez: es muy difícil que comportamientos, o arquetipos de pensamientos, que se encuentren tan arraigados dentro de la cultura de una sociedad, puedan ser inhibidos o reemplazados por mejores


paradigmas que permitan un verdadero desarrollo de dicha sociedad. Este hecho se explica debido a que aquella es la única forma válida, o racional, que tienen de explicar e interpretar su comportamiento o, más bien, de explicar la realidad en que viven. Definitivamente nos parece mucho más fácil -y también por efectos de comodidad- continuar con una visión del mundo basada en viejos paradigmas mentales, por más errores que estos modelos puedan tener, e incluso teniendo pleno conocimiento de ello; es una clara representación de otro dicho popular: "Así he sido toda la vida, y así me iré a la tumba. Y al que no le guste que se lo aguante o que se largue". Mediante este último ejemplo, podemos observar la carencia de voluntad propia que permita el surgimiento de un pensamiento creativo e innovador, que nos conduzca directamente al desarrollo personal.

El segundo ejemplo de la primera clasificación, es referido a la cultura del "me jodieron". Como afirman muchas personas: siempre buscamos echarle la culpa a los demás. En palabras de Savater: "(...) el mérito positivo de mis acciones es mío, pero mi culpabilidad puedo repartirla con mis padres, con la generación, con la educación recibida, con la situación histórica, con el sistema económico, con cualquiera de las circunstancias que no está en mi mano controlar" (SAVATER; 1999, 157). Este argumento se encuentra basado sobre la premisa fundamental del derecho a la libertad, asumida con responsabilidad. Claramente concuerda con lo que queremos expresar en esta parte: el asumir como propios nuestras acciones, aciertos y fracasos.

Existe una forma muy peculiar de ver la situación actual de muchas sociedades que conforman los países llamados subdesarrollados, especialmente en América Latina: la visión maniqueísta de que su calidad de vida, y las demás penurias que estén atravesando, son resultado de las acciones que "otros" han llevado a cabo sobre nosotros o nuestros países; e incluso, sectores más extremistas, llegan a culpar a personajes que existieron hace siglos por el panorama desastroso de la actualidad; ejemplo de ello, son los sectores de la sociedad latinoamericana, generalmente ligados a sectores ultra-nacionalistas, quienes han llegado a culpar a Cristóbal Colón por su actual situación. Es innegable que este hecho (el de la participación de los "otros" en nuestra cultura) ha sido uno de los principales causantes de las desgracias que sufre en la actualidad esta parte del mundo, llamada tercermundista; y así lo refleja claramente el escritor Eduardo Galeano en su maravillosa obra: Las venas abiertas de América Latina (1971). De acuerdo a todos los hechos a los que hace referencia el autor, se puede observar que la actitud que tuvieron los personajes miembros del poder económico internacional hacia esta región, no fue la más idónea. Fueron personajes que vieron en América Latina una importante fuente de materia prima para la exportación y luego realizaron el consecuente desangramiento mediante el vacío de sus fuentes de recursos naturales, e incluso humanos; hechos que tuvieron un innegable impacto, muy relevante, en la estructura actual de la sociedad latinoamericana, y en la realidad que enfrenta esta región hoy en día.

Pero en este ensayo no estamos analizando quién es el culpable de las desgracias de Latinoamérica, sino que a partir de dicha realidad histórica se fue construyendo una matriz de opinión muy nociva para el desarrollo de la región: la culpa es de los "otros"; esos "otros" quienes saquearon nuestros recursos naturales y esclavizaron a nuestros

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indígenas; esos "otros" quienes asesinaron a nuestros dignos representantes; esos "otros" quienes descapitalizaron a nuestros países; esos "otros" quienes nos invadieron e instalaron tiempos de terror y caos en nuestras sociedades. Si bien todo esto es cierto, no hemos dejado de conseguir las explicaciones en aquellas situaciones, provocando un estado peligroso de estancamiento intelectual que nos impide avanzar. Siempre estamos mirando hacia el pasado, buscando los culpables de nuestras desgracias en vez de buscar las soluciones que nos permitan avanzar directamente al bienestar de todos. No surge desde una reflexión crítica de la realidad sino del hecho simplista de buscar culpables en lugar de soluciones.

Estas dos maneras de pensar -la cultura del bochinche y la cultura del "me jodieron"- permiten ilustrar claramente la inercia mental, un tipo de estancamiento intelectual que, si bien no parte de alguna coacción externa, es un comportamiento aprendido y aprehendido, el cual es heredado de generación en generación, presentando una gran resistencia a cualquier tipo de cambio.

Para ilustrar la segunda clasificación que realicé a comienzos de este ensayo -la inercia mental inducida por agentes externos a la cultura-, plantearé una situación o un proceso que se encuentra actualmente en pleno desarrollo y expansión: la globalización. Vista desde términos conceptuales se trata de llevar a cabo un proyecto ambicioso: la realización un mundo global, unificado y sin fronteras. Hasta acá la idea nos parece bastante atractiva y hasta aceptable: ¿quién no ha soñado con un mundo en el que las fronteras no existan; donde compartamos una infinidad de cuestiones respetando siempre las diferencias? Respetando las diferencias. Un punto muy importante que ha sido objeto de debate en los últimos años; ha sido la vía en que aquel proyecto se debería llevar a cabo.

Originalmente es un proceso basado en la apertura o liberación de los mercados, derribando las fronteras comerciales y aplicando un mismo modelo a todas las naciones: la implementación de un modelo liberal y capitalista en la nueva esfera global. Muchas voces disidentes han sido levantadas contra esta idea para llevar a cabo la construcción de un mundo global. Uno de los argumentos, firmemente defendidos por los detractores de la teoría global liberal, radica en la peligrosidad de implementar un único modelo de vida, sin tomar en cuenta el carácter pluricultural de nuestro mundo actual.

Por lo tanto, la globalización surge como un modelo integrador que no respeta las diferencias existentes entre las culturas de hoy día. No se forja bajo la premisa de intercambio cultural, sino más bien de imposición de modelos que todos tienen que aceptar necesariamente, cercenando el derecho de la soberanía de los pueblos, pero ese es otro tema mucho más amplio e igual de controversial. Al no existir un intercambio cultural en la formación del mundo globalizado, y al tener un mundo regido bajo un único modelo, gobernado por las leyes del mercado, incluso las políticas (la llamada democracia liberal occidental) y sociales, surge un problema importante como consecuencia directa: la imposición de un Pensamiento Único, surgido desde las altas esferas del poder económico. Ignacio Ramonet, director de uno de los diarios más importantes de Europa, Le Monde Diplomatique, se ha dedicado a definir y explicar dicha línea de pensamiento. Se refiere a éste, parafraseando a Ramonet, como una especie de doctrina viscosa, que,


insensiblemente, envuelve cualquier razonamiento rebelde, lo inhibe, lo perturba, lo paraliza y acaba por ahogarlo; y, también, como la traducción en términos ideológicos con pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en particular las del capital internacional. Hemos llegado al punto que nos interesa en este trabajo.

Si nos trasladamos a lo que dice Miguel Martínez Miguélez acerca del "criterio único de verdad" en las técnicas metodológicas de la enseñanza, observamos importantes similitudes con el argumento de Ramonet, cuando dice que:

"Este hecho (el criterio único de verdad) -expresado a veces en formas veladas y sutiles, pero decididas- de forzar hacia un conformismo, de mutilar el pensamiento divergente, de sancionar la discrepancia aunque sea razonada, de no aceptar la oposición aunque sea lógica, de no tolerar la crítica aunque sea fundada, está también en directa contradicción (...) con las investigaciones neuropsíquicas sobre la interacción entre ambos hemisferios cerebrales y sobre la creatividad (...), las cuales nos alertan seriamente de la instalación de una actividad inhibidora (...) (Martínez; 1997, 50) (paréntesis míos)

Tomando en cuenta la acertada definición que hace Ignacio Ramonet del "pensamiento único", relacionado directamente con la imposición de reglas en el mundo globalizado, es muy fácil realizar un ejercicio de analogía entre el significado de dicho término y lo ya explicado acerca de la inercia mental. Encontramos muchos aspectos comunes entre ambos conceptos: los dos son comportamientos que, a través de la imposición de nuevas normas o reglas que contrarían los criterios propios de cada cultura, inhiben el razonamiento, específicamente aquel razonamiento que vaya en contra de los cánones establecidos por los factores de poder; y por ende privan cualquier posibilidad de un pensamiento crítico y creador. Pero a diferencia de la cultura del bochinche y la cultura del "me jodieron", este último caso presentado llega, o llegaría, a la sociedad en forma de invasión; es decir, como un agente externo que influye directamente en la cultura de las sociedades mundiales y las transforma totalmente.

Cualquiera que sea la manera en que la "inercia mental" surja, es necesario recalcar la peligrosa influencia que ejerce ésta sobre el desarrollo humano. No importa si surge de la misma persona o si es impuesta por la fuerza, más que representar un estancamiento en el proceso de desarrollo mental y social del ser humano, puede representar un retroceso importante en su vida y sociedad.

Destructores de la inercia mental: herejes confesos

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No ha sido nada fácil la vida de las personas que se han atrevido a pensar diferente e incluso quienes han llegado a refutar los cánones establecidos a través del tiempo. En el medioevo todos aquellos personajes quienes se atrevían a contrariar los designios teológicos de la Iglesia de la época eran cruelmente perseguidos por la Santa Inquisición o, como también se le conoce, Santo Oficio. Cientos de personas fueron enviadas a la hoguera. Todos acusados de herejía y enjuiciados por un tribunal en cuya decisión inapelable se reflejaba la "justicia implacable de Dios". Brujos, hechiceros, locos, todos ellos supuestos, pero aún así hallados culpables de haber sido poseídos por el demonio y sus acciones y pensamientos debían ser consumidos por el fuego ardiente de la hoguera.


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Éste era, de cierto modo, el cuadro que se nos presentaba durante la llamada época del oscurantismo europeo, en el que muchos de aquéllos, léase bien, supuestos brujos, hechiceros y locos resultaban ser personas que no deseaban plegarse a las doctrinas impuestas desde la Iglesia y tuvieron la osadía y el gran atrevimiento de ir en contra de sus designios divinos, convirtiéndose de esta manera en unos detestables herejes.

Un gran hereje de la humanidad fue el fraile dominico Giordano Bruno (1548-1600), un teólogo bastante rebelde quien tuvo graves desviaciones doctrinales, según los miembros de la Orden religiosa a la que pertenecía, y tuvo un modo de razonar que no era congruente con la línea de pensamiento que se le obligaba a seguir. Dada su visión filosófica del mundo se le ha considerado como uno de los pioneros del panteísmo y su modo de pensar influyó de tal manera que "se agradece a Bruno la elaboración filosófica del sistema copernicano y la fundación primera de una concepción puramente filosófica del mundo, esencialmente antagónica a la teología." (JODL; 1951, 112).

Galileo Galilei (1564-1642) fue acusado de caso grave de herejía desde 1614 y obligado en 1633 a abjurar de sus teorías y de su apoyo al heliocentrismo[1] so pena de ser enviado a la hoguera. Famosa es la frase de Galileo luego de ser absuelto por el tribunal inquisitorio: "Sin embargo se mueve", en una manera retadora y algo directa de reafirmar su teoría a pesar de las grandes persecuciones sufridas y de la condena enérgica que se hizo de sus trabajos, llegándose a quemar sus libros en plazas públicas.

Estos personajes son apenas dos de una larga lista de grandes herejes que se atrevieron a tomar rumbos diferentes, en cuanto a pensamiento se refiere, de aquellos concebidos por el orden imperante de la época, de talante religioso y bastante represor, condenatorio de lo diferente. Todos ellos fueron osados al romper paradigmas y a viajar en contra de la marea, a pesar de los prejuicios y obstáculos de los dogmas impuestos continuaron adelante, podemos recordar una frase que, supuestamente, se le atribuye a Miguel de Cervantes[2] en su obra Don Quijote de La Mancha: "Ladran los perros, Sancho, señal de que avanzamos".

A pesar de todas las vicisitudes que han sufrido todos aquellos "desviados del pensamiento" todas sus acciones han rendido frutos, debido a que se ha creado nuevos esquemas de vida y de pensamiento, ciertamente más evolucionados y desarrollados que han estado inexorablemente ligados a la concepción humana de libertad.

Durante la Edad Moderna europea la capacidad creadora e innovadora del pensamiento humano tuvo una enorme expansión si la comparamos con la época anterior. Pudiéramos afirmar, sin ánimos de que se convierta en una verdad absoluta, que la expansión de la imprenta por toda Europa marcó un importante hito en la región e impulsó enormemente el desarrollo del conocimiento. En la época renacentista surgieron notables figuras que lograron dar un giro descomunal al conocimiento en el momento histórico que se estaba viviendo, destacándose en las ramas humanísticas (expresiones artísticas), de las ciencias naturales (física, biología, anatomía) y la filosofía. Uno de los hombres más importantes de esta época fue Leonardo da Vinci (1452-1519) quien pudo abarcar todos los conocimientos de su tiempo. Realizó estudios sobre las ondas, el principio de la inercia y la anatomía comparada; además de numerosas obras de artes


muy importantes como La Última Cena, La Gioconda, entre otras, e innumerables bosquejos de inventos majestuosos. Algunos investigadores lo han considerado como un personaje adelantado a su momento histórico, un hombre visionario e innovador.

Si hablamos de la edad contemporánea y los grandes avances que hemos tenido producto de la evolución en el pensamiento humano y científico, entonces no tendríamos espacio suficiente que pueda abarcar todo aquel conocimiento innovador. Definitivamente han sido muchos y muy importantes los progresos que ha tenido la humanidad en el último par de siglos y aun continúan creciendo exponencialmente. En el preciso momento en que se fueron rompiendo viejos paradigmas, viejas formas de pensar bastante obsoletas, decadentes y, en muchos casos, autoritarias comenzó a darse una explosión libre del pensamiento creador e innovador. No había ningún tipo de barreras que impidieran dar rienda suelta a aquella magnífica capacidad creativa del ser humano.

Si trasladamos la concepción que tiene Miguel Martínez acerca de la imposición de normas metodológicas en la enseñanza con todo cuanto se ha descrito anteriormente, referente a las líneas de pensamiento y dogmas que se deben seguir, se puede afirmar que esta forma de criterio absoluto de una verdad única ha provocado que:

“(...) todo lo reduce a caminar por donde ya se caminó, a explorar como antes se exploró, a pensar como antes se pensó y, en resumidas cuentas, a no hacer nada que antes no se haya hecho, cortándole, de esta manera, las alas y el vuelo a la mejor imaginación creativa y al pensamiento original y productivo. Ante esta situación, se debiera tener siempre presente que no se puede disponer de un camino seguro y cierto para ir a un lugar que todavía se desconoce, o -como dice San Juan de la Cruz- "para llegar al punto que no conoces, debes tomar un camino que tampoco conoces". (MARTÍNEZ; 1997, pp. 49-50) (Comillas del original)

Por tanto, podemos observar lo fatal que significa privar a la humanidad de una facultad que se encuentra intrínsecamente ligada a ésta: la creatividad y la innovación; así como sería nefasto expropiar todos los sentimientos de la especie humana, las consecuencias de limitar el desarrollo libre del pensamiento innovador serían de una magnitud calamitosa. Sin ese talante creador que va inexorablemente acompañado de otras características que definen a la especie humana, no hubiese sido posible ningún tipo de descubrimientos, de desarrollo ni mucho menos de evolución en la historia de la humanidad. Por lo tanto, correríamos el riesgo de quedar estancados por la eternidad en un mundo totalmente estático y en el que la idea del filósofo Heráclito hubiese perdido total validez y en vez de echarnos un chapuzón en un fluyente río estaríamos ahogándonos en un estanque sucio y viejo.

La única manera de que esta situación no se convierta en realidad sería dándole total libertad a nuestra mente para que comience a hacer lo que mejor sabe: pensar y producir conocimientos. Pero es necesario que sea una forma de pensar muy personal, aunque suene redundante, es decir, que no siga exactamente anteriores esquemas de pensamientos que hayan sido impuestos. Resulta imprescindible dejar de lado el conformismo y la aceptación de verdades absolutas y únicas, las cuales al final resultan más falaces que todas las demás; seamos osados y sigamos razonando de una manera

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diferente a la que se nos pueda presentar, siempre y cuando esa diferencia ofrezca resultados que pueda beneficiar a la sociedad entera.

Para ello podemos tomar como claro ejemplo a estos personajes quienes, como ya hemos mencionado, se atrevieron a ir más allá de las barreras impuestas y a ver mucho más allá de sus narices, traspasando las fronteras del mundo del conocimiento de la época de cada uno de ellos. De gran relevancia han sido los aportes en todos los campos -científico, humano, filosófico- que los descubrimientos de estos personajes han hecho al mundo del conocimiento, impactando de una manera importante en el desarrollo y evolución del pensamiento humano. A partir de sus diferentes hallazgos y premisas, las fronteras del conocimiento se hicieron cada vez más y más extensas hasta lo que podemos observar hoy día la influencia que ha tenido, e incluso la vigencia que aun conservan, dichos descubrimientos científicos.

Claramente observamos la relación que tienen estos dos aspectos: la inercia mental y el estancamiento cultural o, dicho en otros términos, el avance mental y el desarrollo humano.

Notas[1] Teoría Heliocéntrica (1543) de Nicolás Copérnico, basada en la idea de que el Sol es el centro del Universo y que la Tierra gira en torno a él. Refuta la concepción toloméica del universo en el que el Sol gira en torno a la Tierra, la cual permanece estática.

[2] Se afirma que dicha frase, atribuible a la obra citada de Cervantes, no aparece en la edición original del libro. Sin embargo, se ha hecho lugar común aceptarla como propia del Quijote, lo que ha incentivado a grandes debates en el seno de la intelectualidad literaria hispanoamericana.

Bibliografía JODL, Friederich (1951). Historia de la filosofía moderna. Editorial Losada S.A. Buenos Aires.

MARTÍNEZ MIGUÉLEZ, Miguel (1997). El paradigma emergente hacia una nueva teoría de la racionalidad científica. Editorial Trillas, México.

SAVATER, Fernando (1999). Las preguntas de la vida. Editorial Ariel, Barcelona.

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