guía de lectura reforma protestante

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GUIA DE LECTURA La Reforma Protestante. (1) Por su amplitud y consecuencias, se llama Reforma a la revolución religiosa que, en el siglo XVI, separa del Papa y de la iglesia católica una gran mitad de la Europa cristiana. Sus jefes fueron Lutero en Alemania, Zuinglio y Calvino en Suiza y Enrique VIII en Inglaterra. Estos países se transformaron en el hogar de propaganda protestante. En el estudio de la Reforma se distinguen causas lejanas y profundas y también causas próximas. Desde hace dos siglos se empezaron a preparar en Europa cambios profundos en el orden religioso que produjeron, el momento llegado, un cambio total en la Cristiandad: Entre las causas lejanas y profundas hay que citar algunos movimientos heréticos: los Albigenses o Cátaros de Dalmacia [Siglos XI, XII y XIII, a los cuales se les lanzó una cruzada en 1208]. Predicaban la coexistencia eterna de dos creadores (dualidad: el bueno, la luz, el malo, las tinieblas); la negación de la realidad de la encarnación (Dios se hace hombre en el seno de

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Page 1: Guía de Lectura Reforma Protestante

GUIA DE LECTURA

La Reforma Protestante. (1)

Por su amplitud y consecuencias, se llama Reforma a la revolución religiosa que, en el siglo

XVI, separa del Papa y de la iglesia católica una gran mitad de la Europa cristiana. Sus

jefes fueron Lutero en Alemania, Zuinglio y Calvino en Suiza y Enrique VIII en Inglaterra.

Estos países se transformaron en el hogar de propaganda protestante.

En el estudio de la Reforma se distinguen causas lejanas y profundas y también causas

próximas.

Desde hace dos siglos se empezaron a preparar en Europa cambios profundos en el orden

religioso que produjeron, el momento llegado, un cambio total en la Cristiandad: Entre las

causas lejanas y profundas hay que citar algunos movimientos heréticos: los Albigenses o

Cátaros de Dalmacia [Siglos XI, XII y XIII, a los cuales se les lanzó una cruzada en 1208].

Predicaban la coexistencia eterna de dos creadores (dualidad: el bueno, la luz, el malo, las

tinieblas); la negación de la realidad de la encarnación (Dios se hace hombre en el seno de

la Virgen María), y de la resurrección, especialmente). Los Vaudois: famosos heréticos del

siglo XII que deben su nombre a su fundador, Pierre Valdo, rico comerciante de Lyon que

abandona sus bienes y, acompañado de algunos amigos, predica la pobreza. Los Vaudois,

cuya doctrina se expande en el Sur Este de Francia y en el norte de Italia reprochan al clero

sus inmensas riquezas y piden la traducción de las Escrituras en lengua vulgar (las

Escrituras en latín: monopolio de la iglesia) a fin de que cada uno pueda interpretarlas y

predicar los evangelios. Ellos fueron excomulgados pero no fueron perseguidos sino hasta

el siglo XVI, cuando trataron de aproximarse a los protestantes. Los Lollards. Walter

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Lollard: herético inglés del siglo XIV que negaba la utilidad de los sacramentos, las

ordenanzas de la Iglesia y rechazaba la autoridad de los reyes y del papa. Tuvo sobre todo

partidarios en Alemania y en Bohemia. Fue quemado en Colonia en 1322.

El Gran Cisma (o Cisma de Occidente) del siglo XIV, cuando hubo dos papas colocados al

mismo tiempo a la cabeza de la Iglesia, el 9 de abril de 1378. Urbano VI en el trono del

Vaticano y Clemente VII en Avignon. (Este último duró 40 años.). Hay que señalar

también las herejías de Wyclif [John de Wiclef, Wiclif o Wycliffe, (1330-1384), herético

inglés y uno del los precursores de la Reforma, creador de la congregación de los

predicadores pobres. Fue reformista sobre todos los puntos retomados después por el

Protestantismo: critica las costumbres del clero de su tiempo, predica contra las

indulgencias, los peregrinajes, la disciplina, por el libre examen, colocó la Biblia al alcance

de los fieles traduciéndola al inglés; en fin, niega la transubstanciación, y por lo mismo, el

sacramento de la Eucaristía (la substancia del pan y del vino es convertida por la acción

divina en la sustancia del cuerpo y de la sangre de Jesucristo). Y de Jean Huss (1369-1415).

Teólogo, predicador y reformador checo, dos veces rector de la Universidad de Praga quiso

fortificar la disciplina de la Iglesia

En cuanto a las causas próximas hay que citar la situación de Alemania como determinante.

Hay un común denominador en todo lo que hemos dicho: nunca habían cesado en Europa,

desde el siglo XII, las quejas contra el clero; incluso los doctores de la Iglesia y los

concilios declaraban que la mayor parte de los prelados, de los sacerdotes y de los monjes

estaban corrompidos por la riqueza y la ociosidad. Se les reprochaba sus magníficos

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vestidos, su lujo, su insolencia y su ignorancia. A medida que los laicos se instruían, este

espectáculo les parecía más chocante.

Los más descontentos eran los pueblos del Norte, ingleses y alemanes; su odio se dirige

contra los italianos que gobernaban la Iglesia, sobre todo contra el Papa y la corte romana.

El Renacimiento acaba por escandalizarlos; ellos no podían comprender cómo el jefe de la

Iglesia cristiana podía admirar las estatuas y los libros de los paganos. He aquí la impresión

que Lutero llevó a Alemania de su viaje a Roma: “Yo no quisiera ni por mil florines volver

a ver Roma; me inquietaría siempre si no tratara injustamente al Papa. Los crímenes en

Roma son increíbles… Nosotros los alemanes nos hartamos de bebida hasta reventar,

mientras que los italianos son sobrios; pero son los más impíos de los hombres, se mofan de

la verdadera religión; nos hacen bromas, a nosotros los cristianos, porque nuestra creencia

se basa en la Escritura… En Italia cuando ellos van a la iglesia, dicen: Vamos a

conformarnos/acomodarnos/ con el error popular. Si nosotros estuviésemos obligados,

dicen también los italianos, a creer en todo la palabra de Dios, seríamos los más

desgraciados de los hombres y no podríamos jamás tener un momento de alegría. Los

italianos son epicúreos (es decir incrédulos) o supersticiosos. El pueblo cree más en San

Antonio o en San Sebastián que en Jesucristo, a causa de las llagas que ellos envían… (Se

creía entonces que ciertas enfermedades de la piel eran enviadas por San Antonio.) He aquí,

como ellos viven en una extrema superstición, sin conocer la palabra de Dios, no creyendo

ni en la resurrección de la carne ni en la vida eterna. Ellos celebran el carnaval con una

inconveniencia y una locura extremas durante varias semanas, y han instituido allí muchas

extravagancias, porque son hombres sin conciencia que viven en los pecados públicos”.

Justos o injustos, estos sentimientos eran compartidos en el siglo XVI por la mayor parte de

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los cristianos en Alemania y en Inglaterra, y muchas personas estaban listas para apoyar a

cualquiera que osara atacar la corte de Roma.

Los reformadores. Fueron hombres obscuros/poco conocidos/ los que dieron el ejemplo y

lanzaron la revuelta; Lutero era un simple monje, doctor de la pequeña universidad de

Wittenberg, Zuinglio un sacerdote de campo en Glaris (Alpes suizos), Calvino, hijo de un

burgués de Noyon en Picardía.

El éxito de la Reforma en Alemania se debió a causas religiosas, políticas y sociales. Entre

las causas religiosas, hay que citar sobre todo los abusos que sufría la iglesia. Uno de los

principales era la decadencia de las costumbres y del espíritu eclesiástico del clero. Las

riquezas de la Iglesia que hubieran debido ser empleadas en el servicio de Dios y de los

pobres servían para mantener la vida lujosa de obispos notoriamente indignos.

El clero de las parroquias imitaba muy a menudo el ejemplo de sus superiores y la atracción

de los bienes eclesiásticos hacía entrar en la iglesia hombres sin vocación y sin espíritu

religioso. El mismo relajamiento se había introducido en los monasterios. Lutero, él mismo

antiguo monje, predice: “Las defecciones se producirán en masa, como los frutos maduros

caen un día de gran viento”.

Para ser justos hay que decir que la iglesia no se resignó nunca a estos abusos, a pesar de la

tolerancia de ciertos papas. La reforma católica esbozada en el siglo XV por ciertos santos

personajes, debió ser en fin realizada en el siglo XVI, por el Concilio de Trento. “Lutero

tuvo la culpa de prevenirla por una ruptura estrepitosa”.

(Santos personajes: Ciertos santos tentaron todo para sacar a la iglesia del marasmo, al

menos para remontar y poner en un alto sitio a las órdenes religiosas decadentes. En Italia,

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San Bernardo de Siena, en Francia, Santa Colette de Corbie, reformaron la orden de San

Francisco de Asís. Poco después los mínimos fueron fundados por Francisco de Paula. En

Alemania, el ilustre cardenal Nicolás de Cusa, emprendió una reforma religiosa que definía

así: “depurar, renovar y no destruir ni aplastar”. En Hungría y en Polonia, un gran

misionario, San Juan de Capistrán, que incendiaba las masas por su elocuencia vigorosa,

flagelaba rudamente las costumbres relajadas y quemaba en las plazas públicas los cuadros

inconvenientes, así como los objetos de lujo.)

Causas políticas: La ambición y la avidez de los príncipes van a asegurar el éxito del

Protestantismo en Alemania, como más tarde en Inglaterra y en los países escandinavos.

Para ellos la Reforma fue un medio inesperado para fortalecer su poder absoluto, agregando

a éste la autoridad religiosa, y enriquecer su dominio agregando a éste los bienes del clero.

A pesar de su energía, Carlos V no pudo impedir esta confiscación del poder laico sobre la

libertad y la fortuna de la iglesia alemana.

Causas sociales: a pesar del grado de civilización que había alcanzado y de la paz relativa

de que gozaba, Alemania estaba madura para los grandes cambios que se avecinaban. Sus

príncipes laicos, siempre insaciables, codiciaban los bienes de la iglesia. Igual codicia

encontramos entre los miembros de la pequeña nobleza, formada por caballeros inactivos,

después que apareció la infantería y la artillería. En las ciudades, la rica burguesía se había

dejado ganar por el paganismo del Renacimiento, mientras que por debajo se agitaba

socialmente la plebe trabajadora de artesanos. En fin, los campesinos, entre los cuales los

siervos eran aún numerosos, soportaban cada vez menos el pesado yugo de sus amos. En

algunas regiones como en Alsacia y Suabia, habían estallado movimientos campesinos

(Jacqueries).

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En resumen, a finales de la Edad Media, la sociedad alemana entraba en crisis. La

caballería o la pequeña nobleza, trabajadora y descontenta, estaba en lista para secundar el

movimiento revolucionario. Ella van a proveer/entregar/ a las guerras de religión, que van a

venir, el contingente más numeroso y activo.

Por debajo, se agitaba la clase de los oprimidos: artesanos de las ciudades y campesinos en

general. Para ellos, la Reforma será, fuera de toda cuestión religiosa, la ocasión oportuna

para sacudirse el yugo de la miseria.

Se puede decir que a la muerte del emperador Maximiliano Iº (1493-1519), la Reforma

religiosa y social estaba en el ambiente, se sentía venir. Lutero tuvo la habilidad de agrupar

a todos los sectores y a todos los descontentos en un odio común contra el Papa y la Iglesia

Romana.

Martín Lutero: (1483-1546). Personalidad angustiada y aterrada, estudiante pobre, estudia

Derecho en la Universidad de Erfurt. 1505: ingresa al convento de los agustinos, más por

exaltación religiosa que por vocación profunda. 1511-1512: viaja a Roma por asuntos de su

orden. Personalmente dudaba de su salvación eterna y de la misericordia de Dios. Crea su

sistema religioso: la salvación por la fe donde resume su experiencia de monje y su

enseñanza de profesor. En 1508, fue encargado de la enseñanza de teología en la

Universidad de Wittemberg.

Su sistema religioso: para Lutero, Dios salva gratuitamente a los hombres o los condena,

según si Él los ha predestinado al cielo o al infierno. En cuanto al hombre, éste no puede

hacer nada por su salvación, porque no es libre, sino esclavo de sus malos instintos, frutos

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del pecado original. En su desesperación, el hombre pide a Dios de cubrir su irremediable

corrupción con los méritos de Jesucristo.

Este favor es acordado al pecador, siempre y cuando tenga la Fe, es decir la confianza en

Jesucristo, considerado como el único mediador. Por esta sola “buena obra”, él obtiene no

sólo su justificación, sino además la certeza de su salvación. En 1517, el “asunto de las

indulgencias”, permitió a Lutero proclamar su nueva doctrina: la justificación (salvación)

por la fe.

El asunto de las indulgencias: el papa León X había acordado indulgencias (remisión total o

parcial de una pena debido al pecado) a todos los fieles que contribuyeran con una limosna

para terminar la construcción de la Basílica de San Pedro, comenzada bajo Julio II, su

predecesor. Se trata de una indulgencia por el cumplimiento de una buena obra. En

Alemania se pensó en una verdadera venta de indulgencias. Lutero tomó como pretexto esta

indulgencia para pegar en la puerta de la iglesia colegial de Wittemberg (31 de octubre de

1517) 95 tesis o proposiciones, que contradicen a la vez, la doctrina católica sobre las

indulgencias y su aplicación a las almas del Purgatorio. Lutero niega así la autoridad

doctrinal de la Iglesia: La justificación por la fe lo conduce a negar el purgatorio, el culto

de los Santos, los votos monásticos, la misa, los mismos sacramentos, tales como la iglesia

los comprendía. Por otro lado, en previsión de su condenación por Roma, el reformador

declaraba que él sólo conocía una autoridad en la Iglesia: La Santa Escritura, interpretada

por cada fiel según su inspiración interior. Este principio del libre examen, ruinaba a la vez

la jerarquía católica, la liturgia y los mandamientos de la iglesia. Para Lutero “todo fiel era

un sacerdote”.

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Reforma, Luteranismo y Calvinismo. (2)

Respecto a la Reforma, habíamos dicho en la clase anterior que tanto para Calvino como

para Lutero toda la religión conduce a la fe. El hombre es justificado (es decir salvado) por

la fe, no por sus obras. En este sentido, todas las instituciones que la Iglesia ha establecido

son pues inútiles. Una sola cosa es salvadora, es la palabra de Dios; pero la palabra de Dios

hay que tomarla directamente en su fuente, en la Escritura. En este caso, todas las

explicaciones dadas por los padres y los doctores de la Iglesia no hacen más que alterarla,

obscurecerla (piensen en el texto de Erasmo). “Si alguien lo ataca diciendo que la escritura

es oscura y que hay que ayudarse de los comentarios de los Padres, responda: Ningún libro

ha sido escrito sobre la tierra más claro que la Biblia”.

Las características de la Reforma.- Los reformadores no hablaban, como los filósofos, en

nombre de la razón y del libre albedrío. Los reformadores, lejos de obligar a los fieles a

examinar libremente sus creencias para rechazar las que les parecían desrazonables, ellos

los prevenían contra la razón. “La palabra de Dios, es una locura a los ojos de la razón… La

razón lo único que hace es blasfemar a Dios y criticar sus obras, ella no comprende en nada

a Dios, hay que matarla” “El cristiano debe cerrar los ojos, las orejas, los sentidos y no

pedir nada más – Lo que los reformadores reprochaban a la Iglesia de su tiempo, no era de

creer demasiado, era de no creer bastante.

La Reforma no era tampoco una revolución política, hecha para liberar los pueblos del

poder absoluto. Cuando los campesinos alemanes se sublevaron en nombre de la Escritura,

Lutero los condenó violentamente. “Cualquiera que sea el derecho de los campesinos, ellos

son culpables por el solo hecho de reclamarlo; ellos deben sufrir y callarse, si ellos quieren

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ser cristianos. El cristiano se deja robar, desollar, matar, porque él es un mártir sobre la

tierra. La doctrina de la resistencia es una doctrina pagana, los griegos y los romanos la han

practicado, pero el evangelio no tiene nada en común con el derecho natural”. (La guerra de

los campesinos, 1524-1525, nace de una interpretación de las palabras de Lutero. El

reformador había lanzado este principio esencialmente revolucionario: “Cada uno es juez

de la verdad y Dios nos dispensa de obedecer a la autoridad que se mete en contradicción

con el Evangelio”. Algunos “profetas” (como Karlstadt y Münzer), discípulos de Lutero,

pero más radicales que él, se pusieron a predicar la liberación de los siervos, la igualdad

social y la repartición de bienes a los campesinos de Alemania del Sur. Lutero que había

ayudado a lanzar y a determinar esta revolución por sus primeros escritos, desaprobó

abiertamente a “estos campesinos saqueadores y mentirosos” como él los llamaba. Lutero

que acababa de colgar los hábitos y de casarse con una antigua religiosa, Catherine de Bora,

quería la paz social a todo precio, condición de su propia tranquilidad. El se dirige entonces

hacia los príncipes alemanes obligándolos a aplastar estos “perros rabiosos”. Alrededor de

veinte mil campesinos fueron masacrados.). Señalemos que por este recurso al poder laico

se acaba la evolución religiosa de Lutero; la pretendida religión de libertad que había

fundado va a dar lugar al Protestantismo organizado en Iglesias de Estado. De esta forma,

para salvar la Reforma de la anarquía en la cual corría el riesgo de hundirse/irse a pique/,

Lutero no vaciló en hacer un llamado al “brazo secular”. Lutero declara que, en cada

Estado, “el Príncipe es el pastor, el padre, el jefe visible de la Iglesia sobre la tierra”. Al

poder civil, al cual la introducción reciente del Derecho Romano en Alemania ya había

vuelto absoluto, los príncipes añadirán el gobierno de la Iglesia. (Césaro-papismo:

confusión del poder religioso y del poder civil).

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Los reformadores y la restauración religiosa. Los reformadores no querían ni liberar la

razón, ni reformar el Estado, incluso ellos pretendían no innovar nada en religión sino

solamente restablecer la fe cristiana en su pureza primitiva. Si ellos rechazaban la tradición

enseñada por la Iglesia, no es que ellos la encontraran desrazonable, si no que ellos la

creían contraria a la palabra de Dios. Ellos pretendían volver quince siglos atrás hasta el

tiempo de los apóstoles. La iglesia había modificado la religión de Cristo, ellos iban

entonces a buscar la doctrina pura en la Escritura Santa, incluso no les bastaba leer esta

Escritura Santa en la traducción latina como lo habían hecho hasta entonces, ellos tenían la

firme resolución de leer el Evangelio en griego y el Antiguo Testamento en hebreo. Ellos

volvían a la Antigüedad religiosa como los letrados y los humanistas del Renacimiento

habían vuelto a la antigüedad profana. Los reformadores creían hacer sólo una restauración

religiosa.

Pero esta pretendida restauración no podía hacerse sin un cambio general: si todo lo que

había sido establecido por la Iglesia durante estos quince siglos no era si no una alteración,

todo debía ser derribado. En efecto, los reformadores rechazaron todas las doctrinas y todos

los usos que ellos no encontraban en el Evangelio (doctrinas y usos creados por la Iglesia);

el purgatorio y la doctrina de los méritos de los santos y de las indulgencias; la autoridad

del papa y de los obispos, el celibato de los sacerdotes, los conventos, la misa, las

imágenes, los ornamentos de la Iglesia; las procesiones, el culto de los santos y de la

Virgen, las reliquias, los peregrinajes y la mayor parte de los sacramentos. Se trataba de

destruir la religión antigua fundada en la tradición. En su lugar ellos establecieron, sin

apercibirse, una nueva religión fundada en una interpretación de la escritura. Del antiguo

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catolicismo ellos conservaban apenas las creencias; ellos no dejaron subsistir casi nada, ni

de la organización, ni del culto, ni de las prácticas.

La Reforma suprime el clero, papa, obispos, sacerdotes, monjes; los pastores protestantes,

encargados de enseñar la palabra de Dios, no se parecen más a los sacerdotes, ellos se

casan, no llevan hábitos, viven en medio de los laicos y ya no forman más una clase aparte.

La Reforma suprime de hecho la misa, la liturgia en latín, las procesiones. Ya no hay más

otro culto que la asamblea de fieles que se reúnen cada domingo para escuchar la lectura de

la escritura, escuchar el sermón y las oraciones del pastor y cantar cánticos. Oraciones y

cánticos que se hacen en la lengua de los fieles. En cuanto a la comunión, los laicos la

reciben raramente y ellos la toman bajo la forma del pan y del cáliz (que en el catolicismo

es reservado a los sacerdotes, más precisamente al que oficia la misa).

La Reforma suprime las prácticas de devoción, los peregrinajes (a Santiago de

Compostela), el rosario, los ayunos, autoflagelaciones, las misas en honor a los muertos; no

queda ningún otro ejercicio de piedad que el de leer la Biblia y de rezar.

La Reforma no admite más que el clero sea superior a los laicos. Para colocar la escritura al

alcance de los laicos, en cada país los reformadores la tradujeron a la lengua del país. El

ejemplo fue dado por Lutero; su traducción al alemán es uno de los monumentos de la

lengua.

Si estas son las características generales de la reforma, hay que señalar que existieron y

existen diversas formas del protestantismo, de allí que se habla de sectas protestantes.

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El luteranismo: ha sido la forma adoptada por los Estados alemanes (del cual el principal es

Prusia) y por los reinos del Norte (Suecia, Dinamarca y Noruega). El luteranismo se había

establecido también en el siglo XVI en Bohemia, en Polonia, en Austria y en Hungría, pero

todos estos países volvieron a abrazar el catolicismo.

Sectas protestantes. (Falta una dirección común, un Vaticano)

Los luteranos han formulado su doctrina en la confesión presentada en Ausgbourg (1530).

Ellos dicen que el fiel sólo puede obtener su salvación directamente de Dios, que él no debe

demandarla ni por oraciones de la Iglesia, ni por mediación de los santos o de la Virgen;

también ellos rechazan las indulgencias y todas las prácticas de devoción. Dicen que toda la

palabra de Dios está contenida en la Escritura y que la Iglesia no tiene el poder de cambiar

nada, la escritura debe ser redactada en lengua vulgar para que sea colocada al alcance de

los fieles. Ellos dan la comunión a los laicos bajo las dos especies, es decir bajo la forma de

pan y de vino. Admiten que en el misterio de la comunión Cristo está presente en el pan y

el vino, pero en forma distinta a como lo enseñaba la Iglesia (substanciación). “Cristo, dice

Lutero, está presente en el sacramento como el fuego en el hierro incandescente”. Por otro

lado ellos no han llegado a un acuerdo referente a la interpretación de la Cena. Conservan

aún la confesión, pero en su sistema, el penitente no tiene necesidad de hacer la

enumeración de sus pecados, ni de recibir la absolución del sacerdote; la confesión luterana

es sólo una ceremonia. Ellos admiten la mayor parte de los dogmas católicos: la Trinidad,

la Encarnación, la Redención y el Santo Espíritu. En sus iglesias, ellos conservan el altar,

pero suprimen los cirios, el incienso y todos los ornamentos. No abolieron toda la jerarquía;

sino que declararon que la organización de la Iglesia no es de institución divina, ella

depende de la organización civil y puede ser cambiada. Establecieron en lugar del obispo

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un superintendente superior a los pastores, pero ellos no le dieron casi ningún poder. De

hecho, en los países luteranos es el príncipe quien gobierna la Iglesia, nombra los ministros

del culto e incluso regla los artículos de fe, los libros de cánticos y los catecismos.

El Calvinismo: establecido primero en Ginebra, fue adoptado por Holanda, Escocia, los

protestantes de Francia (hugonotes) y más tarde por una parte de los Ingleses y por algunos

príncipes alemanes.

Para los calvinistas no hay confesión de fe única, en cada país la Iglesia ha redactado la

suya; la de los calvinistas de Francia es la confesión de fe de La Rochelle. El calvinismo es

de todas las sectas la más alejada del catolicismo. Su doctrina fundamental es la

predestinación. Todo lo que pasa se hace por la sola voluntad de Dios, él ha reglado el

destino de los hombres antes de su nacimiento, el predestina a unos a ser salvados, a otros

de ser condenados; no depende del hombre por sus actos cambiar los decretos de Dios. Dios

podría justamente condenar a todos los hombres, porque todos están corrompidos por el

pecado; pero Él elige a unos por gracia y rechaza a los otros por justicia. Dios actúa así por

su gloria y nosotros sólo tenemos que venerar su voluntad. Hay una sola cosa que importa

pues, es la gracia de Dios; el que la ha recibido está asegurado de la salvación.

Los calvinistas sólo conservan dos sacramentos, el bautismo y la comunión; incluso la

comunión sólo es para ellos una ceremonia de conmemoración, donde el pan y el vino sólo

son símbolos del cuerpo y de la sangre de Cristo.

El culto calvinista no admite ninguna práctica (ni el signo de la cruz, ni el ayuno, ni la

abstinencia, ni la confesión), ningún ornamento, ninguna ceremonia simbólica, nada que le

hable a los ojos. El culto calvinista se hace en un edificio desnudo y consiste

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exclusivamente en la lectura de la Biblia, en sermones, en oraciones y en cánticos cantados

por los fieles; algunas iglesias no querían ni siquiera tener un órgano para acompañar los

cantos.

En la organización de las iglesias, el calvinismo no ha conservado nada de la jerarquía de la

iglesia católica, ni incluso el poder de los obispos. Las iglesias calvinistas se constituyeron

en la forma que Calvino se imaginaba haber sido la de las iglesias primitivas. Cada

parroquia (que ella tenga un solo pastor o varios) forma una iglesia independiente, ella tiene

un consejo (el consistorio), compuesto del pastor y de los ancianos: estos ancianos son

laicos, comúnmente los notables de la parroquia (algunas veces son elegidos por los fieles).

Este consejo arregla todos los asuntos de la parroquia, cita delante de él los fieles acusados

y ordena al pastor de llamarles la atención, de reprenderlos o incluso de excluirlos de la

comunión. Como los ancianos son comúnmente más numerosos en el consistorio que los

pastores, son los laicos los que lo dirigen.

Para los asuntos que interesan a todas las iglesias del país, ellos se reúnen en asambleas

generales (sínodos), formadas por delegados de todas las iglesias; es en estos sínodos donde

se reglan las cuestiones de doctrina y de culto, es allí donde se condena a los pastores o a

las iglesias que se han salido de la fe. Todas las iglesias son iguales, sin tomar en cuenta el

número de pastores o de fieles, es decir que una pequeña iglesia de campo compuesta de un

solo pastor y algunas centenas de fieles, tiene el mismo derecho de voto que una iglesia de

ciudad compuesta de varios miles de fieles. En el sínodo como en el consejo de parroquia,

son los laicos los que dominan. Así el calvinismo ha colocado el gobierno de la iglesia en

manos de los laicos.

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Este régimen ha sido llamado en Escocia y en Inglaterra el régimen presbiteriano

(gobernado por los ancianos). El presbiterianismo es la forma inglesa del calvinismo; fue

adoptado en Escocia por todos los habitantes y en Inglaterra por un gran número de

disidentes anglicanos.

Charles Seignobos. Histoire de la civilisation au Moyen Age et dans les Temps Modernes .

Paris : Masson Editeur, s/d, p. 241-254.

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