“ganaremos por calidad”

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19 “GANAREMOS POR CALIDAD” ¿Y cómo le vamos a ganar? “Es el suyo un juego muy previsible, poco imaginativo. En ese sentido, es un partido más fácil de jugar que ante otros equipos: no es difícil saber su planteamiento, su estilo. Eso sí, será durísmo. Y podemos ganar por calidad”.

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“GANAREMOS POR CALIDAD” ¿Y cómo le vamos a ganar? “Es el suyo un juego muy previsible, poco imaginativo. En ese sentido, es un partido más fácil de jugar que ante otros equipos: no es difícil saber su planteamiento, su estilo. Eso sí, será durísmo. Y podemos ganar por calidad”.

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Un equipazo ¿Puedes dibujarme el Arsenal? Llamamos a Picasso, y que te vaya haciendo un boceto. El Arsenal es un grande, grande. ¿Entiendes lo que es un grande? Un equipo de solera, de tradición. Un militante clásico del podio de la “Premier League“, un equipo acostumbrado a vivir en las alturas, el último ganador de la Recopa europea, un surtidor habitual -¡habitual!- de jugadores a la selección inglesa -¿te suena la selección inglesa?-, un fuera de serie, la envidia de cualquier entrenador, de cualquier aficionado, de cualquier futbolista. ¿Y crees que podemos ganarle?

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Se adelantó a la rueda de preguntas a la que iba a ser sometido al día siguiente, después del duelo con el Chelsea. Era normal: él conocía el fútbol inglés y se trataba, sin duda, de la referencia más directa, de la fuente más fresca a la hora de analizar el rival de la final de la Recopa. El Arsenal. Una final contra el Arsenal. ¿Crees que podremos ganarle? Se sonrió. Recordó la conversación del día anterior, en el autobús, aún en Londres, nada más conocerse el adversario, el contrincante de la final. ¿Qué sabes del Arsenal?, le preguntó un compañero. Torció el gesto con cierto aire de complicidad: “Duro. El más duro. Por eso está ahí”. “Es una escuadra muy completa, muy dura. Un equipo que juega en conjunto más allá de las individualidades -contestaba ya a los periodistas en la sala de prensa-. Se sostiene sobre una sólida defensa, con Adams y Bould, aunque éste creo que no va a poder jugar. Además, tiene a Keown, a Parlour, a Jensen... Y ha recuperado a Paul Merson, que es un gran futbolista. Por delante juegan Ian Wright, que creo que ha marcado en todos los partidos de esta Recopa, y Hartson. Y al portero internacional de la selección inglesa, David Seaman: un guardameta de garantía. El héroe de la clasificación para la final: ya lo habéis leído en los periódicos: además de parar penaltis, juega el balón con los pies y tiene una gran visión de juego; sabe atender a cualquier problema de los centrales. Está siempre pendiente del juego, al borde de su área. Un equipazo”. ¿Y crees que podemos ganarle? “¿Qué es una final? Un partido de once contra once en 90 minutos. Y ahí todo puede pasar. Estamos aquí por méritos propios; nos lo hemos merecido. Nadie nos ha regalado nada y hemos apeado a un puñado de grandes equipos europeos. Ellos tuvieron que recurrir a los penaltis para eliminar a la Sampdoria. Nuestro camino fue más llano... ¿Qué puede pasar? De todo”.

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Ahora, Nayim, lejos del asedio de los periodistas, háblame del Arsenal, de su espíritu, de su alma: “Lo conozco bien. Es el gran rival del Tottenham. Nuestros partidos eran los grandes derbis de la 'Premier': como un Madrid-Atlético o un Barça-Espanyol. Para nuestra afición, el partido del año. Lo poníamos todo y el ambiente en las gradas era impresionante. Apenas si ha variado aquel bloque que se ha mantenido a lo largo de cinco años, con Seaman, con Adams, Dixon, Merson, Parlour, Winterbourn... Al único que no conozco es al sueco, a Schwarz. Y mantengo una buena amistad con su goleador, con Ian Wright. Ya nos saludaremos antes del partido”. “Con quien siempre he tenido un 'pique' sano -duro, pero muy sano, como casi todos en el fútbol inglés- es con Dixon, a quien también tengo ganas de ver. El último partido contra ellos creo que lo jugué en Highbury y perdimos no me acuerdo si 1-0 o 2-1. Pero mi mejor recuerdo es un encuentro de la clásica 'Charity', una especie de Supercopa que supone el arranque de la competición en el fútbol inglés, una cita de prestigio. Jugamos en Wembley, un escenario monumental y empatamos (0-0). El trofeo fue seis meses a una vitrina y otros seis meses a otra”. Tiene este Arsenal un héroe, el portero David Seaman, el guardameta de Inglaterra, que se ganó las portadas de todos los periódicos en los que se anunciaba que el cuadro de Highbury, “los cañoneros”, habían logrado un hueco en París. El portero fue el gran protagonista en la tanda de penaltis (en esos mismos diarios, apenas nadie se ocupó del mérito zaragocista y del dolor del Chelsea, también londinense). “¿O es que os creéis -ya lo anuncian los seguidores de los “gunners”, del Arsenal- que por haber eliminado a ese Chelsea decadente tenéis alguna posibilidad de conquistar el título?”. Nayim viste la camiseta blanquilla, pero guarda en su corazón un trocito de alma de ese Tottenham que le cobijó en el fútbol inglés. Y como buen

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militante, su ambición es hacer hincar la rodilla a los “gunners”, a los cañoneros de Highbury. ¿Y cómo le vamos a ganar? (Esboza otra sonrisa cómplice) “Es el suyo un juego muy previsible, poco imaginativo. En ese sentido, es un partido más fácil de jugar que ante otros equipos: no es difícil saber su planteamiento, su estilo. Eso sí, será durísmo. Y podemos ganar por calidad”. Apuesta por el espectáculo Otra vez la calidad. Y es que este Zaragoza ha devuelto a los estadios el cariño por el fútbol. Con todo el mérito, pero también con todo el riesgo que eso supone. “Es que esta historia es una apuesta por el fútbol: una nueva filosofía, la conjunción de un grupo de futbolistas de calidad en un momento de forma extraordinario, de esplendor. El gran mérito del proyecto es aunar a todos esos futbolistas: jugadores empeñados en un gran trato por el balón y que, además, juegan de memoria”. Lo tiene muy claro el aragonés Alberto Belsué. Y sabe también que aquella formación le abría las puertas de la internacionalidad. “Son cuestiones que están entrelazadas. Ya resultó extraño que de aquel gran Zaragoza que acabó tercero en la Liga y se proclamó campeón de Copa en 1994 no hubiera nadie en el Mundial de Estados Unidos. Poco después, entrábamos Paco Higuera y yo. Y, personalmente, estoy convencido de que le debo gran parte de ese éxito al Real Zaragoza: todo se magnifica por el gran momento del equipo. ¿De qué sirven unos centros geniales si no están Higuera, Pardeza, Poyet, Esnáider… para rematarlos? La resolución embellece el conjunto de la jugada… y dignifica el trabajo de todos”.

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Y remata Nayim: “Merece la pena la apuesta por el espectáculo. En los dos últimos años, la gente que va a La Romareda se ha aburrido bastante poco. Yo me acuerdo que me pegaba a la tele durante horas o me iba al campo de mi pueblo y me veía diez partidos seguidos. En el campo es donde mejor se vive el fútbol. Ves tantas cosas… Ahora, la gente va a divertirse, a ver espectáculo; y esa es la mejor manera de definir un deporte”. “Sois mis hijos” Todo forma parte de un nuevo concepto. Tiene este Real Zaragoza un capitán de barco, Víctor Fernández, que ha crecido guiando con elegancia la nave blanquilla. El joven técnico, que tomó el testigo que le entregó el uruguayo Ildo Maneiro, supo comprometer al equipo en uno de los momentos más delicados de la formación en los últimos años, en aquella dolorosa promoción por la supervivencia que enfrentó al equipo aragonés ante el Murcia. Desde entonces, la progresión ha sido admirable, bajo la confianza que le entrega el presidente Alfonso Soláns Serrano. “Sois mis hijos”, suele decirles a los jugadores el veterano presidente, una institución en la ciudad, creador de una de las grandes referencias en el mundo de los colchones, la empresa Pikolín. Ha cambiado el presidente la mentalidad del equipo: crecido, grande. Capaz de codearse con los mejores. Ha convertido al conjunto aragonés en una escuadra sin complejos, encabezada por un amante del fútbol y del equipo. “Puse el dinero porque no había otro que lo hiciera y porque quiero al Zaragoza“, fue su argumento cuando llegó a tomar las riendas de la escuadra. El dirigente blanquillo ha apostado por la serenidad en el banquillo: ha dejado trabajar con soltura a Víctor Fernández, a quien ha permitido elegir a sus jugadores. “No venderé a ningún futbolista que el entrenador

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considere necesario para el club. Lo que haré será traer nuevos jugadores de categoría”, sostiene en su discurso. A su vera trabaja también su hijo, Alfonso Soláns Soláns. Con el reto de mantener la continuidad, de tomar el testigo que, con el paso de los años, es lógico que le entregue su padre. Su pasión es admirable: vive cautivado por el fútbol y es capaz de contagiar a unos aficionados que ven en él a ese presidente que ha guiado al Real Zaragoza de nuevo a lo más alto. ¡A la final de la Recopa! Hoy, por encima de escuadras más clásicas como el Madrid, el Barcelona, el Atlético, el Valencia… Un nuevo grande. Y no se puede borrar de la cabeza esa imagen genial de Alfonso Soláns en el palco del estadio de La Romareda, celebrando con los seguidores blanquillos cada gol ante el Chelsea, ante la mirada sorpresiva del presidente del club inglés. Aquel gesto poco diplomático -enfundado en la camiseta del Real Zaragoza- suponía el enfado del rival, pero la admiración de los suyos. El 10 de mayo, en París, el zaragocismo sueña con ver a Alfonso Soláns cautivado por la magia de la Recopa.