enseñar es formar al hombre
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Enseñar es formar al hombre.
Para educar no basta con instruir, es decir, no basta con transmitir conocimientos
y habilidades, se requiere, además, formar el espíritu. La enseñanza debe permitir
el desarrollo de la personalidad de cada uno y debe asimismo formar ciudadanos
que jueguen un papel útil en la sociedad. La dificultad fundamental estriba en
articular estos dos objetivos teniendo en cuenta la diversidad de las capacidades y
de los temperamentos.
La diversidad biológica asegura que cada alumno sea un ser irremplazable, único,
con potencialidades internas que, de no ejercitarse mediante la enseñanza,
habrán de anquilosarse. Sabemos que el hombre, al nacer, no es un ser
completamente formado, como lo pensaban los biólogos preformistas del siglo
XVII; el cerebro humano del bebé no posee estructuras definitivas: es el
aprendizaje y las vivencias del niño, niña (lo que escuche, vea, goce, sufra, etc.)
las que irán abriendo unas vías nerviosas y cerrando otras.
La fisiología ha demostrado que cuando una facultad del nin@ no se ejerce, cesa
de desarrollarse y más tarde se atrofia. He aquí un experimento significativo: Se
colocó un parche sobre el ojo de un mono al momento de nacer y se le mantuvo
así durante; se pudo comprobar que la oclusión produjo una pérdida importante de
vías cerebrales de la visión. De manera semejante, si se priva a un niño de toda
enseñanza del lenguaje entre los cero y siete años (como en los casos de infantes
“salvajes” que fueron alejados de todo contacto humano en su primera infancia), lo
que sucederá es que ese niño jamas aprenderá a hablar correctamente.
La tarea de la enseñanza durante la infancia es, en consecuencia, una enorme
responsabilidad de cuyo cumplimiento satisfactorio depende el desarrollo perfecto
o imperfecto de las estructuras mentales de la persona. Estructuras que no se
desarrollan en esa edad, no tiene posibilidad de hacerlo durante la vida adulta.
Estas consideraciones constituyen el punto de partida del interesante libro del
Institut de France coordinado por Jacques Friedel que se titula Reflexions sur
l´enseignement (Flamarion, 1993, 231 pp.). De las reflexiones anteriores autores
coligen que: “A cada minuto, durante la infancia y la juventud, se juega el
futuro del cerebro y la enseñanza recibida por un niño influirá para siempre
sus estructuras mentales. Una enseñanza imperfecta puede dejar a un niño
sin recursos ulteriores…”
En los primeros grados, la tarea del educador se puede dividir en tres universos:
I. En materia de formación del espíritu y la personalidad se trata de
desarrollar dos conjuntos amplios de facultades.
a) El primer conjunto se integra con las facultades de pensar y razonar.
b) El segundo, las facultades de la atención, la memoria, el autocontrol y la
sensibilidad moral.
II. En seguida vienen los saberes útiles:
a) Leer, escribir, contar.
b) La facultad de expresión.
c) El conocimiento del mundo.
d) El conocimiento de las ideas anteriores.
III. Finalmente, se trata de las facultades que ayudan a la inserción en la
sociedad.
La sociedad espera que los jóvenes se inserten en ella a través de un oficio o una
profesión, pero esto es difícil de satisfacer por diversas razones, entre las que
destacan las transformaciones aceleradas y contradictorias que se producen en la
misma sociedad (el cambio tecnológico, las migraciones, la automatización y el
desempleo asociado a ella, etc.). Hoy no es fácil planificar con precisión el futuro
de una generación y los desfases entre la educación y el trabajo son frecuentes.
Sin embargo se pueden hacer tres anotaciones en forma de antinomias:
a) Aptitudes vs Oficios. Ante la incertidumbre que generan las necesidades
inmediatas y la tendencia a la elevación de las calificaciones, se ha
buscado desarrollar una enseñanza media masiva cuyo curriculum busca
responder a las aptitudes medias de los alumnos y las necesidades medias
previsibles de la sociedad.
b) Formación técnica vs Formación generalista. La escuela debe reconocer
tempranamente estos dos tipos de formación y debe desarrollar una
Universidad por igual: diversos tipos de formación técnica y generalista.
Debe aspirar a evitar los extremos (ni total educación técnica, ni total
educación abstracta) y buscar en todos los niveles un equilibrio entre
aspectos concretos y abstractos.
c) Inserción primera en el campo de trabajo vs educación continua.
Actualmente los títulos se han banalizado y es previsible que la formación
inicial vaya perdiendo importancia frente a la educación continua que día
con día crece en significado. La tarea es readecuar el sistema educativo
para dar respuestas a estas nuevas condiciones.
No existe una pedagogía de valor universal que sirva de apoyo en todas las
circunstancias, a la enseñanza. No hay didáctica suprema. Sin embargo, dicen los
autores de esta obra, es pertinente evocar cuatro grandes principios que deberán
tomarse en cuenta en esta materia de metodología de la enseñanza:
1. El conocimiento razonado debe ser preferido sobre la rutina.
2. Los conocimientos transmitidos, en la medida de lo posible, deberán
remontarse hasta los conceptos ( o principios) básicos.
3. La enseñanza no debe someterse a cambios continuos: los cambios de
métodos deben ser simplemente prudentes, limitados al principio y
progresivos.
4. Toda enseñanza reclama un esfuerzo por parte del alumno.
Finalmente, todo concluye en el profesor. La posibilidad de ofrecer una enseñanza
formadora, que le dé libertad al alumno y, al mismo tiempo, sea exigente, depende
de un factor central: formar profesores de calidad preparados para esa tarea.
La preparación de maestros se vuelve aquí el tema de capital importancia, es el
problema mayor de la enseñanza. Se necesitan docentes con vocación, con
pasión con el progreso intelectual, con iniciativa, que asuman su responsabilidad y
no la rehúyan a la vista de los problemas prácticos y terminan acusando al sistema
escolar de impedir el desarrollo de sus facultades o presentándose como meras
victimas del entorno. Un asunto decisivo es que no se debe cometer la
imprudencia, dicen los autores, de ceder a las presiones de corto plazo y bajar el
nivel de exigencia en el reclutamiento de profesores. Al contrario, es necesario
buscar a toda costa la calidad y no olvidar que la calidad de la enseñanza actual
definirá la calidad de los hombres del mañana.
Guevara Niebla Gilberto; “Lecturas para maestros”; 2002; pag. 40-43.