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ENERO Bolso châtelaine Por: Carmen Cabrejas Sala: “Ilustración y casticismo” Domingos: 12:30 h. Duración: 30 min. Asistencia libre y gratuita MODELO MES Los modelos más representativos de la exposición DEL 2015

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ENEROBolsochâtelainePor: Carmen CabrejasSala: “Ilustración y casticismo”

Domingos: 12:30 h. Duración: 30 min. Asistencia libre y gratuita

MODELO MESLos modelos más representativos de la exposición

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L

2015

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Texto

Carmen Cabrejas es licenciada en Historia del Arte porla Universidad Complutense de Madrid, donde cursótambién el Doctorado en Historia y Teoría del ArteContemporáneo y el postgrado en Educación Artística.Ha trabajado en los Departamentos de Educación yDifusión de varios museos y desempeña actualmentesu labor en el Museo del Romanticismo. Ha participadocomo investigadora en diversas publicaciones deHistoria del Arte y de fotografía.

Coordinación Mª José Pacheco

Corrección de estiloAna Guerrero

MaquetaciónAmparo García

** Todas las imágenes de este folleto corresponden a piezas de lacolección del Museo del Traje CIPE son imágenes de dominiopúblico o están liberadas bajo licencias libres.

NIPO: 030-14-008-9

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EL BOLSO CHÂTELAINE

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El bolso que analizamos como modelo desta-cado de este mes se encuentra expuesto enla sala "Ilustración y casticismo (1700-1788)",dentro de la vitrina Guardar, aunque cronológi-camente no pertenece al periodo represen-tado en esta sala, ya que está fechado hacia1880. Sin embargo, su ubicación en estavitrina pone en relación esta pieza con los últi-mos años de finales del siglo XVIII, en los queel bolso comienza a convertirse en un comple-mento femenino imprescindible.

Está fabricado en seda amarilla en su exterior,guarnecido con un galón de seda morada, yforrado en tafetán de lino beis en el interior. Lacara frontal está decorada con motivos flora-les en sedas bordadas de diferentes colores(aplicadas sobre un soporte de cartulina, paradarles más volumen), y cierra con una tapalobulada que remata en dos presillas dobles yun botón de metal dorado. En la parte poste-rior tiene una abertura para otro comparti-mento interior, también en tafetán de lino.Del interior del bolso sale una cinta que sirvepara atar el mismo a la cintura de su propieta-ria. Este elemento es el que nos indica la tipo-logía particular de la pieza, ya que se trata deun bolso châtelaine, un formato que estuvomuy de moda en las últimas décadas del sigloXIX, aunque el origen de su nombre y de suuso sea muy anterior.

La châtelaine o castellana era en la Franciamedieval la propietaria o la encargada de ges-tionar un castillo, entre cuyas funciones seencontraba la de guardar las llaves del recinto,que pendían de su cintura sujetas por unacadena. La necesidad de acarrear consigoobjetos de valor personal o imprescindibles

para el desempeño de ciertas labores no fueexclusiva de estas châtelaines, ni muchomenos de una época o región determinada,pero va a ser de esta ocupación medieval dela que termine derivando el nombre dado aestos complementos, que con el paso de lossiglos van a transformarse de mero elementofuncional en complemento de moda y símbolode estatus social. Es a partir del siglo XVIIIcuando estos accesorios comienzan a embe-llecerse y sofisticarse (antes de esa centuria,fue habitual el uso de cadenas o cordonesentre mujeres y hombres de todas las capassociales para portar diversos objetos, entre losque parecen ser especialmente frecuentes,además de las llaves, los relojes) y alcanzaránsu máximo esplendor durante el siglo XIX. Esees también el momento en el que se empiezaa denominar châtelaine a este tipo de comple-mento (una referencia medieval muy del gustode la época), que se convierte en elemento deuso exclusivamente femenino al tiempo quemultiplica sus cadenas y los tipos de objetosque podía sostener1.

Los bolsos châtelaine, es decir, los bolsos conuna cadena o cinta para suspenderlos de lacintura, se popularizaron sobre todo a partirde la década de 1860. Su notoriedad guardarelación con la transformación de la siluetafemenina, que a partir de 1868 viene definidapor un novedoso elemento, el polisón.Fig.1.Se trata de una prenda de armazón interiorque sustituye al miriñaque (que dotaba a losvestidos de amplias formas semicirculares), ydesplaza el volumen a la parte posterior de lafalda. La introducción del polisón viene acom-pañada, además, por la utilización de un tipode corsé más estilizado, que alarga el talle,

1 La primera referencia del uso de la palabra châtelaine en este sentido pertenece al periódico londinense TheWorld of Fashion y está fechada en 1828. Para un excelente resumen del origen y peculiaridades de las châtelai-nes, véase HERRADÓN, Mª Antonia: Châtelaine, siglo XVIII, Modelo del Mes del Museo del Traje, noviembre 2011;un estudio en profundidad puede encontrarse en CUMMINGS, Genevieve,

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ciñe las caderas y destaca poderosamente lacintura de la mujer. Es en el contexto de esamoda del polisón (cuyo periodo de máximoapogeo se desarrolla entre 1868 y 1888)cuando se extendió el uso de los bolsos châ-telaine (y también de las propias cadenas quereciben ese nombre), que contribuyeron arealzar aún más las formas femeninas de cin-tura y cadera, puestas de relieve por las pren-das de nuevo uso.

Aunque el término châtelaine es el más utili-zado en general en el ámbito occidental, enEspaña tuvo escaso predicamento (al igualque su traducción, "castellana"). En nuestropaís, escarcela parece ser el vocablo más fre-cuentemente utilizado para referirse a estetipo de bolsos, un término que también teníasus connotaciones medievales, pues original-

mente una escarcela era una bolsa que se lle-vaba colgada de la parte delantera del cintu-rón, además de una pieza de la armaduradestinada a proteger la zona frontal del muslo.Fue el término favorito de la revista La modaelegante, que lo utilizó constantementedurante las décadas de 1870 y 1880, coinci-diendo como decíamos antes con el apogeode la moda del polisón. Otra de las publicacio-nes de referencia de la época, El Correo de laModa, prefirió en cambio el vocablo limosnera,también de reminiscencias medievales (era labolsa con monedas que se llevaba atada a lacintura para entregar como limosna a losnecesitados o durante la misa), y lo empleóabundantemente entre 1860 y 1880; iría des-apareciendo progresivamente a lo largo deesa última década.

En estas revistas fueron frecuentes los figuri-nes que lucían este tipo de bolsos, e igual-mente se publicaron con asiduidad patronespara que las lectoras pudiesen elaborar y de-corar su propia escarcela (por cierto, no solose consideraba apropiada para el uso de lasdamas, sino también para los niños) (fig .2).

MODELO DEL MES DE ENERO

Fig. 1: Ilustración de La moda elegante, Jules David, 1887, Hemeroteca Digital,

Biblioteca Nacional de España

Fig. 2 Patrón de escarcela de La Moda elegante, 6 de julio de 1874, Hemeroteca Digital,

Biblioteca Nacional de España

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EL BOLSO CHÂTELAINE

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Al margen de las châtelaines de modestafabricación casera, a lo largo del siglo fueronsurgiendo modelos cada vez más sofistica-dos, pues en esos momentos el bolso se vaconvirtiendo en un complemento de lujo desti-nado a mostrar el estatus social de su propie-taria. A la decoración a base de bordados,como la que muestra nuestro ejemplar, se vansumando lentejuelas, borlas, adornos metáli-cos y otro tipo de ornamentaciones, comoveremos más adelante.

La popularidad de los bolsos châtelaine fue talque en su momento de máximo apogeo llega-ron a usarse incluso dos simultáneamente.Pero, a partir de 1890, esta tipologíacomienza a pasar de moda, y en las revistaslos bolsos châtelaine empiezan a ser reco-mendados fundamentalmente como comple-mento para trajes de usos muy determinados:de comunión (será el contexto donde pervivadurante más tiempo la tipología del bolsolimosnera) o de máscaras (asociados a disfra-ces de inspiración medieval). Todavía en 1900vemos en La moda elegante algún figurín contraje de calle que va acompañado de unaescarcela, aunque la cronista de la publicaciónya nos indica: "no soy muy partidaria de ellas;pero en determinadas circunstancias tienen surazón de ser" 2.

Al margen de su tipología, el bolso châtelaineobjeto de este texto, y las piezas de las que seacompaña en su vitrina, nos dan pie a anali-zar el carácter funcional y simbólico que estecomplemento cobró a lo largo del siglo XIX. Laevolución de este accesorio nos permite reco-rrer los cambios en la moda de la época, y através de los objetos que sus propietariasguardaban en ellos podemos conocer algunosdetalles sobre su vida cotidiana.

El bolso, un indispensable de la moda deci-monónica

Durante siglos, hombres y mujeres habíantenido la necesidad de llevar consigo ciertosobjetos imprescindibles, y en determinadosmomentos de la historia la ausencia de bolsi-llos en las prendas de vestir había conllevadola utilización de bolsos (y otros objetos, comolas châtelaines) para transportar estas perte-nencias indispensables. A partir del siglo XVII,la amplitud de las prendas, tanto femeninascomo masculinas, permitió ocultar en su inte-rior bolsillos en los que poner a buen recaudolos pequeños objetos esenciales para el día adía. El bolsillo se convirtió así en un comple-

2 V. de Castelfido: La moda elegante, 6 de abril de 1900.

Fig. 3: Vestido, ca. 1798-1805, Museo del Traje,Madrid (MT097652)

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mento de máxima importancia durante toda laEdad Moderna entre las clases altas, si bienpasó desapercibido, oculto en las casacas ychupas de los caballeros, o escondido debajode las aparatosas faldas de las damas (donde,por cierto, se ataba a la cintura, ya que el bol-sillo era entonces una pieza independiente).Las prendas masculinas habitualmente conta-ron con un mayor número de bolsillos, mien-tras que las mujeres se conformaron con uno(eso sí, de mayor tamaño), siendo frecuenteque se decorase con exquisitos bordados, apesar de ser un elemento que comúnmentepermanecía oculto a la vista.

A finales del siglo XVIII se produjo un drásticocambio en la moda femenina, que conllevó larecuperación del bolso como complementoimprescindible, aunque reservado ya en exclu-siva a las mujeres: la aparición del llamado"vestido camisa" (fig.3). Fue el traje adoptadoen Francia tras la Revolución, en oposición alos recargados vestidos de la aristocracia delAntiguo Régimen, y encontró su inspiraciónen el gusto por las formas del clasicismo gre-corromano. Recibió el nombre de vestidocamisa por ser similar a dicha prenda interior,de colores claros, corte recto con talle bajo elpecho y elaborado con telas ligeras, de algo-dón fundamentalmente, o lino, como la muse-lina. Su rasgo más importante fue laeliminación de armazones interiores que opri-miesen y distorsionasen la figura de la mujer.El vestido camisa no permitía la presencia debolsillos en los que guardar las pertenencias,por lo que el bolso se convirtió de nuevo en unelemento necesario.

Acorde con la sencillez de la nueva moda, sur-gió un modelo de bolso de pequeño tamaño,

bautizado en Francia como reticule (ya queempezaron a fabricarse a partir de una red omalla de hilos metálicos), y que prontoempezó a ser conocido tanto en Españacomo en otros países de forma jocosa como"ridículo", haciendo referencia a sus reducidasdimensiones (lo cierto es que no todos estosbolsos fueron tan pequeños, y de ello da fe lacolección del Museo del Traje, en el que seconserva un ejemplar que alcanza los 36 cmde longitud )3 (fig. 4). Ridículo es el nombrecon el que este complemento ha pasado a lahistoria, aunque en los países anglosajones sele dio también el revelador nombre de "indis-pensable". Estas bolsitas se cerraban general-

MODELO DEL MES DE ENERO

Fig. 4.:Ridículo, ca. 1810.1820, Museo del Traje, Madrid

(MT000799)

3 Más allá de la cuestión del tamaño, es probable que estas burlas viniesen motivadas por el hecho de mostrar unaprenda que se consideraba íntima. De hecho la forma de los primeros ridículos, a modo de saquito triangular conlos extremos redondeados, y su decoración los hacían muy similares a los bolsillos interiores.

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EL BOLSO CHÂTELAINE

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mente con unos cordones, que servían almismo tiempo para llevarlas colgadas de lamuñeca, si bien en ocasiones tenían otro tipode cierres y se colgaban del hombro pormedio de una cadena.

Por su carácter revolucionario (en el másamplio sentido de la palabra), la vida del ves-tido camisa fue corta. Ya a principios del sigloXIX se fueron incorporando a este modelo ele-mentos decorativos, telas cada vez máspesadas y cortes más elaborados, típicos delestilo Imperio. A finales de la década de 1820,el talle alto bajó hasta la cintura y las faldas ymangas comenzaron a inflarse, con lo queaparece el primer vestido Romántico. Lasilueta femenina de las décadas centrales delsiglo XIX estuvo definida de nuevo por el usodel corsé (que permanecerá hasta principiosdel siglo XX) y sobre todo por las faldas deamplios volúmenes circulares, conseguidosgracias a la utilización del miriñaque comoprenda interior. La vuelta a las faldas ahueca-das, unida a la utilización de volantes, lazos opliegues como elementos decorativos, permi-tió de nuevo disimular en los trajes femeninosla presencia de bolsillos, esta vez ya confec-cionados generalmente como parte de la pro-pia falda.

Pero el retorno de las faldas amplias y porconsiguiente de los bolsillos interiores, no hizodesaparecer el bolso. Ambos complementosconvivieron, y de hecho en las publicacionesfemeninas de la época las damas podíanencontrar testimonios que abogaban por larecuperación del bolsillo:

"Nunca salga de su habitación por la mañanasin esa anticuada prenda de vestir: el bolsillo;descarte para siempre ese invento modernollamado ridículo -con propiedad, retículo-, yrecuerde que un pañuelo es el objeto de des-hechos más repugnante y menos femeninoque puede ser expuesto a la vista, lo que ocu-rre a menudo cuando no se tiene bolsillo" 4.

Pero también, alegatos de las partidarias deluso del bolso, que lo consideraban imprescin-dible para toda mujer moderna:

"(...) hoy esa linda cartera de un tamañopequeño, con su boquilla de acero y su ele-gante cadenita de lo mismo, es una necesi-dad de buen tono en manos de toda señora,que va a compras o a misa, en cuyo últimocaso hace las veces de limosnera" 5.

La agitada vida social de la dama decimonó-nica (la cronista del Álbum de señoritas men-ciona las salidas de compras o a misa, perono hay que olvidar las visitas, los paseos, laasistencia a espectáculos como el teatro y laópera, o la invitación a eventos y cenas) asícomo la llegada de la moda del polisón en ladécada de 1870, terminaron por consolidar enel último tercio del siglo XIX el uso del bolso.Se multiplicaron los modelos y tamaños, asícomo el modo de llevarlos (en la mano, colga-dos del brazo, a modo de bandolera, o atadosa la cintura como nuestro bolso châtelaine),surgieron tipologías con usos más específi-cos, como el bolso de viaje, y cobraron unimportante papel como signo de distinción. Endefinitiva, el bolso terminó por convertirse enun complemento femenino indispensablehasta nuestros días.

4 TIDY, Theresa: Eighteen Maxims of Neatness and Order, 1819. Consultado online en la página web del proyecto"Pockets of History", dirigido por la investigadora Barbara Burman de la Universidad de Southampton, con la cola-boración de diversos museos como el Victoria and Albert de Londres o el Fashion Museum de Bath:http://www.vads.ac.uk/collections/POCKETS.html. (Traducción de la autora).5 Álbum de señoritas y Correo de la moda, 8 de diciembre de 1857, pág. 9.

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Mostrar y guardar

Los bolsos, como cualquier otra prenda ocomplemento, habían sido ya desde sus orí-genes objetos "parlantes" que a través de susmateriales y adornos ofrecían informaciónsobre la clase social o el buen gusto de supropietaria. Pero especialmente en las últimasdécadas del siglo XIX cobraron un importantepapel como elemento de diferenciación social,y se convirtieron en auténticas joyas elabora-das con las más variadas materias (comocarey, metal, cuero o malla de plata). Frente ala mayor uniformidad del periodo anterior, semultiplicaron sus formas y decoraciones,dejándose influir por las corrientes artísticasde moda en el momento. Si bien el modelochâtelaine que da pie a este texto destaca porsu sencillez (con sus modestos bordados flo-rales en seda de tres colores), en la coleccióndel Museo del Traje se conservan otros ejem-plos que dan fe de la variedad y del caráctersorprendente que tomaron muchas de estaspiezas a finales de siglo, y de la que informantambién las revistas de la época (fig.5).

"El bolsillo o limosnera es otro de los acceso-rios de vestir hoy más cuidados, y se hacende tan caprichosas formas, que resultan unaverdadera obra de arte. Los hay de forma decartera, de cuerno de la abundancia, de ridí-culo plegado por cordones o lazos. El bolsilloMazanielo, que es una redecilla suspensa porcadenas, y el dandy, hecho de dos telas com-binadas. En fin, la limosnera es hoy una verda-dera preocupación para las modistas y lasseñoras que se confeccionan sus trajes, yalguna figurará de seguro entre los presentesque se cambian a principio de año entre laspersonas de cariño (…)".6

Pero, si el exterior era importante, por tratarsede un signo que comunicaba una serie dedatos sobre su propietaria, el interior de unbolso transmitía tanta o más información. Através de su contenido podemos acercarnosa la vida cotidiana de estas damas decimonó-nicas, a los aspectos que querían mostrarpúblicamente y a los que guardaban en sumás celosa intimidad. Y es que los bolsillos,primero, y los bolsos, después, permitieron alas mujeres de los siglos XVIII y XIX disfrutar deuna cierta privacidad y del legítimo sentimientode propiedad de unas (eso sí, escasas) perte-nencias. Estos elementos, junto a la apariciónde otros espacios y propiedades reservados ala mujer en las casas acomodadas (como lasala del boudoir o los escritorios femeninos),representaban una pequeña conquista dentrode una sociedad que reservaba a las mujeresun papel secundario, relegado a su relacióncon el hombre y carente en la mayoría de loscasos de independencia económica o de otrotipo. No en vano, una de las cronistas delCorreo de las damas, consciente de la impor-tancia del bolso como garante de unapequeña independencia y privacidad, comen-

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MODELO DEL MES DE ENERO

Fig. 5: Bolso, 1900, Museo del Traje, Madrid.

(MT043029)

6 BALMASEDA, Joaquina: El Correo de la moda, 2 de enero de 1876, pág. 8.

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taba a sus lectoras que los llamados ridículos,debían tener "capacidad suficiente para llevarun pañuelo de batista, un monedero, algunastarjetas y alguna llave de un recóndito tesoro,o de una secreta papelera" 7.

En el texto del Correo de las damas encontra-mos ya una pequeña pista del contenido delbolso de una dama decimonónica, si bien setrata de una lista muy reducida, dado que laautora está haciendo referencia a uno de losridículos de menor tamaño (que aun siendode escasa capacidad, ya permitía a su propie-taria guardar algo de mayor importancia sim-bólica como era esa llave de "un recónditotesoro" o de un compartimento secreto de suescritorio). En su listado aparecen sobre todoaquellos elementos prácticos que resultabanindispensables a la hora de salir de casa: lasmencionadas llaves, el pañuelo, o el mone-dero, que desde finales del siglo XVIII acom-pañaba a las damas de clase alta y que lespermitía un limitado (pero liberador) pago debienes y servicios. No son pocos los monede-

ros que conserva el Museo del Traje, en sumayoría con forma de bolsita alargada y estre-cha (con una pequeña abertura de ojal en elcentro para introducir el dinero, y anillas acada lado para mantenerlo cerrado y separarlas monedas), la tipología más en bogadurante el silgo XIX (fig. 6).

Pero en el interior de un bolso femenino de laépoca (cuyo tamaño oscilaba generalmenteentre unos 10 y 30 cm de longitud 8), tambiénera frecuente encontrar otros elementos, quenos hablan de los roles asociados a la mujeren el siglo XIX, sus actividades sociales y deocio, e incluso de sus sentimientos y pensa-mientos más íntimos.

Dentro de los roles femeninos de la época,destacan dos conceptos. Por un lado, lamujer se concebía en el siglo XIX como "elángel del hogar": a ella correspondía ocuparsedel cuidado de la familia y de las laboresdomésticas, entre las que tenía un especialprotagonismo la costura, actividad que desdetiempos inmemoriales se consideraba sinó-nimo de virtud y abnegación. La costurarepresentaba un papel tan importante para lasmujeres decimonónicas que era frecuente queentre los objetos personales que llevabanencima en su día a día se encontrasen los úti-les indispensables para desarrollar esta acti-vidad (aguja, tijeras, dedal, alfiletero). Dehecho, el poder portar consigo estos instru-mentos fue una de las principales razones deser de la moda de las cadenas o châtelainesque mencionábamos al principio del texto yde los propios bolsos. Así lo reflejaba porejemplo la conocidísima escritora Jane Austen(como la mayoría de las mujeres de su tiempo,practicaba con asiduidad la costura) al elabo-

Fig. 6: Monedero, ca. 1826-1850, Museo del Traje, Madrid

(MT013520)

7Correo de las damas, 16 de octubre de 1833, pág. 9.8Cabe destacar que nuestro "modelo del mes", el bolso châtelaine, con sus poco más de 15 cm, es uno de losmás pequeños que conserva la colección del Museo del Traje.

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rar un pequeño bolsito como regalo para sucuñada. En el interior del bolso incluyó unminúsculo costurero, provisto de alfileres ehilo, que guardaba un papelito con lossiguientes versos:

"Este pequeño bolso espero podrá probarno estar hecho vanamente;pues, si aguja e hilo son de necesidad,te ayudará inmediatamente" 9.

Por otro lado, en el siglo XIX correspondía a lamujer mostrar con su aspecto físico (a travésde vestidos, joyas y complementos) el estatussocial y riqueza de la familia, frente a la unifor-midad y sobriedad que caracterizaba elatuendo de los caballeros en su rol de hom-bres de negocios. Además, la belleza físicaera una cualidad extremadamente valorada enrelación con lo femenino, pues como se mani-

festaba en una de las revistas más célebresde la época: "una mujer no existe sino con lacondición de ser bonita (…) una mujer fea esuna negación" 10.

Por ello, entre los elementos que podíanencontrarse en el bolso de una dama decimo-nónica, destacaban los objetos destinados alcuidado personal: un espejo, un peine, per-fume, algunas joyas (era frecuente guardar lasmás lujosas en el bolso durante el trayecto aun evento, ya que podía resultar peligrosolucirlas en plena calle) y una o varias cajitas depequeño formato a modo de pastilleros o pol-veras (los polvos de maquillaje venían utilizán-dose desde hacía siglos, pero fue en el sigloXIX cuando se generó toda una industria cos-mética). Estas cajitas eran artículos muy apre-ciados por su calidad estética, y susdecoraciones (que al igual que las de los pro-pios bolsos, seguían las tendencias estilísticasde la época) y la riqueza de sus materialesservían también para manifestar el nivel eco-nómico de sus propietarias (fig. 7).

En relación con algunos de los roles asocia-dos a la mujer decimonónica, no podemosdejar de señalar otros objetos que tambiénformaron parte frecuentemente del equipajefemenino, como los devocionarios, o el con-sabido frasquito de sales aromáticas, prestopara utilizarse en los momentos de desvaneci-miento que tan a menudo recoge la literaturade la época, en las novelas de GustaveFlaubert o Benito Pérez Galdós, por ejemplo.

Otros objetos que portaban las mujeres ensus bolsos hacían referencia a las actividadessociales en las que participaban. En el siglo

Fig. 7: Polvera, siglo XIX, Museo del Romanticismo, Madrid

9AUSTEN-LEIGH, James Edward: A Memoir of Jane Austen, 1870 (Recuerdos de Jane Austen, traducción deMarta Salís, Alba Editorial, 2012, pág. 64).10"¿Qué es la belleza?", Semanario Pintoresco Español, 7 de enero de 1849, pág. 9.

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XIX existía un estricto protocolo que, entreotras muchas cosas, marcaba la necesidadde utilizar ciertos adminículos en determina-das ocasiones. Los bailes, por ejemplo, eranuno de los acontecimientos sociales favoritosde burgueses y nobles decimonónicos, ycomo tal estaban sometidos a un sinfín denormas de actuación. Una de ellas era la obli-gación de las damas de llevar un carné debaile en el que, por riguroso orden de petición,se anotaban los nombres de los caballerosque solicitaban un baile. El carnet servía a sudueña para recordar a quién había concedidocada pieza (cuidándose mucho de no repetiren más de cuatro ocasiones con el mismoacompañante, algo terriblemente mal vistosegún el protocolo de la época), al tiempo queel material con el que estuviese fabricado indi-caba al solicitante el estado civil de su propie-taria (pues habitualmente el nácar era usadopor las solteras, el marfil por las casadas y elazabache por las viudas).

Las damas solían llevar en su bolso estosutensilios, que a menudo actuaban tambiéncomo agendas (y recibían el apelativo de "libri-

tos de memoria") y tarjeteros. Las visitas eranotro de los rituales sociales imprescindiblesdel siglo XIX, en el que además las mujeresjugaban el papel principal. Las tarjetas devisita se convirtieron en un elemento impres-cindible, cuyo intercambio fue una costumbremuy extendida en la época (superaban lospropios límites de la visita, pues se utilizabancomo medio para transmitir mensajes eincluso, a partir de mediados de siglo, comosoporte de retratos fotográficos). El tarjeteroservía para almacenar las tarjetas que se reci-bían, pero sobre todo para transportar las pro-pias (en el caso de las damas erangeneralmente de papel porcelana o concha, yde diversos colores) fuera de casa (fig. 8).

Por último, en el interior del bolso de unadama del siglo XIX no podían faltar, como en laactualidad, elementos más personales y senti-mentales. Los útiles de escritura fueron obje-tos que, junto a las llaves e instrumentos decostura, ya colgaron habitualmente de lasantiguas châtelaines, y también formaronparte esencial desde sus inicios del contenidodel bolso femenino (en el interior de uno de losejemplares de finales del siglo XVIII del Museose conserva un fragmento de pluma de escri-tura que supone un emotivo testimonio deesta costumbre). Con ellos fue frecuentetransportar pequeños diarios íntimos, cartas ynotas que irían en muchos casos almacena-das en carteras muy similares a las que usa-mos hoy en día como billeteros, pero queoriginalmente servirían para albergar papeles.Eran elementos que aportaban una impor-tante información privada sobre su propietaria,y su pérdida o robo podía suponer una vulne-ración de la intimidad tan preocupante para sudueña como lo es para nosotros hoy en día elextravío de uno de los dispositivos electróni-cos que solemos llevar encima.

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Fig. 8: Cuaderno-tarjetero, último cuarto del siglo XIX, Museo del Traje, Madrid.

(MT001175)

EL BOLSO CHÂTELAINE

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Junto a estos escritos, entre las pertenenciasque las mujeres del siglo XIX llevaban en susbolsos, hubo un espacio reservado para losobjetos de valor sentimental: camafeos,pequeños retratos de un ser querido (primeroen miniaturas y posteriormente fotográficos) oguardapelos (los mechones de cabello de unfamiliar o un enamorado eran entonces unafrecuente y valiosa muestra de afecto), queocupaban un lugar destacado entre las pose-siones de las damas del momento (fig. 9).

Este breve repaso a la historia y contenidos deun complemento tan cotidiano nos permitedescubrir las diferencias y, sobre todo, lassemejanzas, que guardamos con nuestrosantepasados, al tiempo que es una buenamuestra de la cantidad de información,pública y personal, que podemos extraer deuna pieza tan sencilla como nuestro pequeñobolso châtelaine.

MODELO DEL MES DE ENERO

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Fig. 9: Guardapelo con retrato de joven caballero, L. Pavón, 1813,

Museo del Romanticismo, Madrid.

Fig. 10: Fotografía de Antoni Esplugas, ca. 1904-1914, Museo del Traje,

Madrid (MT-FD 011413)

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EL BOLSO CHÂTELAINE

Bibliografía

- BARRETO, C., LANCASTER, M.: “Napoleone e l'impero della moda: 1795-1815”, Milán, Skira,2010.

- BURMAN, B.: "A Linnen Pockett a prayer Book and five keys: approaches to a history of women'stie-on pockets", en HAYWARD, M.: Textiles and Text, Londres, Archetype, 2007, pp. 157-163.

- CHENOUNE, F. (ed.): Carried away: all about bags, Nueva York, París, The Vendome Press,Hermès, 2005.

- HERRADÓN, M. A.: "Châtelaine, siglo XVIII", Modelo del Mes (noviembre de 2011) Museo delTraje.

- PENA, P.: La moda en el Romanticismo y su proyección en España, 1828-1868, Madrid, Ministeriode Cultura, 2008.

Revistas:

- Álbum de señoritas y Correo de la moda, 8 de diciembre de 1857, pág. 9

- Correo de las damas (Madrid, 16 de octubre de 1833, pág. 9 ).

- El Correo de la moda (Madrid, 2 de enero de 1876, pág. 8 ).

- La moda elegante (Cádiz, 6 de abril de 1900 ).

- Semanario Pintoresco Español (Madrid, 7 de enero de 1849, pág. 9 ).

Recursos de internet:

- Proyecto "Pockets of History": http://www.vads.ac.uk/collections/POCKETS.html

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MODELO DEL MES. CICLO 2015

En estas breves conferencias, que tendrán lugar en las salas de exposición, se analizará e inter-pretará un modelo de especial importancia entre los expuestos. A los asistentes se les entregarágratuitamente un cuadernillo con el contenido de la conferencia.

Domingos: 12:30 h.Duración: 30 min.Asistencia libre

ENEROBolso châtelaine, ca. 1880Carmen Cabrejas

FEBREROVestido de Pedro Rodríguez, ca. 1950 Clara Nchama

MARZOSeda de Lyon, s. XVIIILucina Llorente

ABRIL Vestido años 20 Rodrigo de la Fuente

MAYOVestido s. XIXElvira Gonzalez

JUNIOVestido de André Courrèges, ca. 1970Juan Gutiérrez

SEPTIEMBREVestido de Coco Chanel, ca. 1939Beatriz Bermejo

OCTUBRETraje popular Ana Guerrero y Américo López

NOVIEMBREVestido de Isaura y Rosario, ca. 1950 Concha Herranz

DICIEMBREPieza por determinar

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Descubre más sobre la progra-mación del Modelo del mes. Si tienes un teléfono compati-ble, descárgate un lector decódigos QR.

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MUSEO DEL TRAJE. CIPE

Avda. Juan de Herrera, 2. Madrid, 28040

Tel. 915504700 Fax. 915504704

Dpto. de Difusión: [email protected]

http://museodeltraje.mcu.es

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