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BIBLlOGRAFIA COSTARRICENSE CORDERO, ]OSE ABDULIO, El ser de la nacionalidad costarricense, Madrid, Ed. Tridente, 1964, pp. 179. La Editorial Tridente de Madrid, que el año pasado publicó las "Lecciones de Filoso- fía del Derecho" de Carlos José Gutiérrez, publica ahora otra obra de autor costarricense. El autor es José Abdulio Cordero, y el libro se titula EL SER DE LA NACIONALIDAD COSTARRICENSE. .. El título, con ser ambicioso, no da, sin embargo, plena razón de la obra, que va más allá del tema enunciado. Porque si bien Cor- dero inicia el libro con una búsqueda de lo que él llama "vigencias", que dan sentido y personalidad a nuestro ser nacional, y las es- tablece al través de una inteligente indaga- ción del. hombre de la colonia, el resto de la obra deja de ser análisis sociofilosófico, para dedicarse a aplicar las premisas alcanzadas, a determinados ¡{!";chos de la historia; y ser entonces un estudio histórico de considera- bles dimensiones sobre los días de la inde- pendencia, la guerra contra los filibusteros y, principalmente, el liberalismo y los liberales de la década de 1880. Las "vigencias" básicas que Cordero en- cuentra en el hombre de la colonia, y pre- senta como prolongadas a 10 largo de la his- toria, son tres: el sentido conservador, el sen- timiento de propiedad y el amor a la libertad. Estas tres se conjugan en un espíritu profun- damente democrático, con características ances- trales hispánicas y católicas, que repudian toda influencia externa. Aplicada esa premisa al período liberal 1882-1890, Cordero produce un ensayo his- tórico fuertemente polémico escrito con con- vicción y soltura, que es posiblemente de todo lo que contiene este libro, lo que más interés va a despertar. y es que en las otras épocas estudiadas, el libro se conforma más con lo que hasta la fecha ha sido "verdad sabida" de nuestra his- toria. Sobre el tema de Independencia, Cor- dero se acoge casi totalmente a las conclusio- nes alcanzadas (fijadas diríamos) por Her- nán Peralta, las cuales calzan perfectamente con las conclusiones a que el libro ha llegado sobre las características de la nacionalidad. (También coinciden con ellas otros estudios inéditos hechos desde el punto de vista mar- xista) . En cuanto a los hechos del 56, Cordero se acoge a la tesis de Enrique Macaya de que el patriotismo costarricense fue causa y no efecto de esa epopeya, contra la tesis de Eu- genio Rodríguez Vega que sostiene lo con- trario. El punto de vista de Cordero agrega, sin embargo, una concepción de hispanidad a la interpretación (lo hispano contra lo anglo- sajón); y algo también de sentimiento reli- gioso a la decisión costarricense (Cordero da una importancia al elemento religioso en los hechos históricos, que posiblemente le sea discutida por la mayoría de los historiadores costarricenses, que no ven en el pueblo costa- rricense demasiada religiosidad). Esta vivencia religiosa está presente en el largo capítulo que en "El Ser de la Nacio- nalidad Costarricense" se dedica a lo que nos hemos acostumbrado a llamar "la revolución liberal" de los ochentas; Cordero subraya la posición anti-religiosa de los pioneros libera- les (Montúfar) y del estadista liberal que es el blanco de sus mayores ataques (Mauro Fer- nández) . Para Cordero, las medidas liberales de esa época fueron superpuestas, si no impuestas, a un pueblo religioso, sin que correspondieran n un sentimiento popular. Por lo tanto, fue- ron antidemocráticas; además, fueron demos- tración de intolerancia. Y al tomar las los liberales negaron su ideología aunque no se negaron a sí mismos.

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BIBLlOGRAFIA COSTARRICENSE

CORDERO, ]OSE ABDULIO, El ser de la nacionalidad costarricense, Madrid, Ed.Tridente, 1964, pp. 179.

La Editorial Tridente de Madrid, que elaño pasado publicó las "Lecciones de Filoso-fía del Derecho" de Carlos José Gutiérrez,publica ahora otra obra de autor costarricense.El autor es José Abdulio Cordero, y el librose titula EL SER DE LA NACIONALIDADCOSTARRICENSE.

..

El título, con ser ambicioso, no da, sinembargo, plena razón de la obra, que va másallá del tema enunciado. Porque si bien Cor-dero inicia el libro con una búsqueda de loque él llama "vigencias", que dan sentido ypersonalidad a nuestro ser nacional, y las es-tablece al través de una inteligente indaga-ción del. hombre de la colonia, el resto de laobra deja de ser análisis sociofilosófico, paradedicarse a aplicar las premisas alcanzadas,a determinados ¡{!";chos de la historia; y serentonces un estudio histórico de considera-bles dimensiones sobre los días de la inde-pendencia, la guerra contra los filibusteros y,principalmente, el liberalismo y los liberalesde la década de 1880.

Las "vigencias" básicas que Cordero en-cuentra en el hombre de la colonia, y pre-senta como prolongadas a 10 largo de la his-toria, son tres: el sentido conservador, el sen-timiento de propiedad y el amor a la libertad.Estas tres se conjugan en un espíritu profun-damente democrático, con características ances-trales hispánicas y católicas, que repudiantoda influencia externa.

Aplicada esa premisa al período liberal1882-1890, Cordero produce un ensayo his-tórico fuertemente polémico escrito con con-vicción y soltura, que es posiblemente de todolo que contiene este libro, lo que más interésva a despertar.

y es que en las otras épocas estudiadas,el libro se conforma más con lo que hasta lafecha ha sido "verdad sabida" de nuestra his-

toria. Sobre el tema de Independencia, Cor-dero se acoge casi totalmente a las conclusio-nes alcanzadas (fijadas diríamos) por Her-nán Peralta, las cuales calzan perfectamentecon las conclusiones a que el libro ha llegadosobre las características de la nacionalidad.(También coinciden con ellas otros estudiosinéditos hechos desde el punto de vista mar-xista) .

En cuanto a los hechos del 56, Corderose acoge a la tesis de Enrique Macaya de queel patriotismo costarricense fue causa y noefecto de esa epopeya, contra la tesis de Eu-genio Rodríguez Vega que sostiene lo con-trario. El punto de vista de Cordero agrega,sin embargo, una concepción de hispanidad ala interpretación (lo hispano contra lo anglo-sajón); y algo también de sentimiento reli-gioso a la decisión costarricense (Cordero dauna importancia al elemento religioso enlos hechos históricos, que posiblemente le seadiscutida por la mayoría de los historiadorescostarricenses, que no ven en el pueblo costa-rricense demasiada religiosidad).

Esta vivencia religiosa está presente en ellargo capítulo que en "El Ser de la Nacio-nalidad Costarricense" se dedica a lo que noshemos acostumbrado a llamar "la revoluciónliberal" de los ochentas; Cordero subraya laposición anti-religiosa de los pioneros libera-les (Montúfar) y del estadista liberal que esel blanco de sus mayores ataques (Mauro Fer-nández) .

Para Cordero, las medidas liberales de esaépoca fueron superpuestas, si no impuestas, aun pueblo religioso, sin que correspondierann un sentimiento popular. Por lo tanto, fue-ron antidemocráticas; además, fueron demos-tración de intolerancia. Y al tomar las losliberales negaron su ideología aunque no senegaron a sí mismos.

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Luego hace un detallado análisis de laconducta de los liberales ante la rebelión po-lítica de noviembre de 1889, para concluirque en esa conducta hubo también elementosde insinceridad y de traición a los principiosliberales proclamados. Este análisis se pro-longa (aunque con menos prolijidad) a lolargo de todo el predominio liberal, hasta1936 dijéramos, y también deduce que la con-ducta política de los próceres del liberalismoestuvo saturada de traiciones a sus principios.

Los ataques más certeros, los reserva Cor-dero para ion Mauro Fernández. Tras encon-trar mucho de positivo en él, en lo referentea su Ley de Educación Común y Reforma dela Segunda Enseñanza, entra a analizar losaspectos negativos de la clausura de la Uni-versidad de Santo Tomás.

No encuentra el autor explicación al he-cho "clausura, no reforma". y concluye quela medida fue anti-Iiberal, por cuanto tuvocomo consecuencia el cerrar los estudios su-periores a los estudiantes de clase humilde, y

dejarlos al alcance sólo de los favorecidos dela fortuna o de la política (sistema de becas).Resultado de esto es la formación de unaoligarquía económico-política que domina al

país por espacio de cincuenta o sesenta años.Esta interesantísima tesis, así como las

demás que la longitud de una columna perio-dística no permite reseñar, están bien susten-tadas y documentadas. El autor se enfrentaa una batería formidable de historiadores, cu-yas conclusiones se propone refutar; entreellos, Rafael Obregón Latía, Rodriga Facio,Abelardo Bonilla e Isaac Felipe Azofeifa.

Es interesantísimo este libro, como estudiohistórico fuertemente polémico, que arremetecontra interpretaciones que habían pasado en-tre nosotros como axiomas históricos.

Además está escrito en una prosa enérgica,colorida, que muchas veces contiene originaly viva adjetivación, y todo el tiempo pasióny convicción. Aun e! lector que se sienta enla obligación de disentir tendrá que reconoceresta virtud. Y habrán de disentir todos quie-nes no compartan la posición fuertementecatólica que adopta José Abdulio Cordero.

En todo caso, se trata de un libro impor-tante. De un libro que hay que leer. Y queojalá levante un gran polvorín, como lo me-rece.

Alberto F. Cañas

PACHECO, LEON, El Hilo de Ariadna, ed. Costa Rica, 1965, San José. 193 pp.

Si Emilio Boutroux recomendaba leer aBias Pascal de rodiJIas, este bello libro de!señor Pacheco, en cambio, es preciso leerloen plena posesión del espíritu: he pensadoen una condición, no en una sugerencia. Esun libro de grandes signos de interrogación,como los libros de memorias: espejos de símismos en los cuales se reflejan los coloresluminosamente, esos increíbles colores de to-da una vida. Pero el Hilo de Ariadna, sinser y siendo no obstante a la vez un "librode memorias" -se trata aquí de una especieextraña- es la biografía intelectual de unhombre. Unos autores, leídos y releídos, sehacen nuevos en cada nueva lectura. Y esalectura recreadora es una toma de conciencia.iAl fin unas cuartillas, y un ensayo terrible-mente profundo en los trazos sugerentes de laletra! De nuevo, entonces, hacia adelante, enbusca de otros actos. Es como un largo pere-grinaje en el que otros hombres se arrancanpequeños suspiros, pequeños sorbos de sus

cantimploras, silenciosas miradas de confi-dencia, y fortifican el transitar sin remordi-mientos del viajero.

Los seis capítulos de esta obra (AndréGide, Jean Cocteau, Paul Verlaine, VíctorHugo, Miguel de Montaigne, Bias Pascal),escritos unos en París, otros en Costa Rica,a lo largo de muchos años (de 1926, 1927,1944, 1955, 1961, 1962), permiten la contem-plación de una historia particular transpa-rentada en otras historias particulares, delsemblante del explorador en la caja eufónicade su hallazgo.

León Pacheco ha escrito libros. Ha escritosiempre. Ha vivido entre los libros y la plu-ma. Ha gastado muchas plumas. Desde muyjoven, como secretario, en París, de GómezCarrillo, o durante otros momentos en que haparticipado de la amistad de 'Cocteau, de Ca-mus, de Saint-Exupery, de Malraux, o de Al-fonso Reyes en América, ha escrito. Escribehoy. Cuartillas y más cuartillas. Colaborador

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incansable en importantes revistas. Es LeónPacheco -la afirmación se desliza por sísola- el auténtico escritor.

Pero este libro penetrante, escrito sobreotros, escrito sin pretensión de unidad, reco-ge sorpresivamente una visión total, casi in-tuitiva y providencial, de sí mismo. El Hilode Ariadna no es un título a manera de velo,de ornamento. León Pacheco no es de esosescritores aglutinantes y abigarrados que tam-bién andan sueltos por el mundo. El hilo,robado a la mitología, ni siquiera denotainfluencia heideggeriana. Al contrario: es elcamino invencible y misterioso de sus secre-tos, el sueño de su vida, ese sueño lúcido yprofundo de sus propias inquietudes que através de la inalienable temporalidad va hen-diendo en mármol los instantes del martilloy del cincel. El hilo que orienta la obra,además de manifestarse bajo la forma de ca-lendario, dirige el gusto insuperable y afa-noso de la recreación. André Gide es el de-monio de la inquietud: "para André Gide noexiste ninguna obra definitiva ni ninguna in-teligencia suficientemente alerta, ni ningu-na experiencia humana que justifique, conplenitud y claridad, la existencia del bien yel mal, suprema obsesión del espíritu" (pág.23). Y, si Gide es el demonio de la inquie-tud, Paul Verlaine es el poeta maldito, Mon-taigne el filósofo de la soledad, "el últimode los pensadores antiguos y el primer filó-sofo de los tiempos modernos" (pág. 120),o BIas Pascal un místico rebelde, sorpresivo,que no es ni razón pura ni emoción pura, sino"Ia angustia misma en carne viva, que gimeen un estilo único por su claridad nerviosa"(pág. 173), o Cocteau, un ángel cubista querefleja en excitaciones picassianas el ritmo del

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verso francés, o Víctor Hugo, sombra seño-rial,el mayor lírico de Francia, que repre-senta la leyenda de su patria... Cada unode esos hombres, tomado en su implacablehumanidad, cobra vida en la pluma elegante,tranquilamente dibujada, de León Pacheco.No estamos, pues, ante una simple revisiónde cronista. Al señor Pacheco no le gustanlas crónicas. Toma los secretos en su purezanatural, los esboza sigilosamente, y, ya ela-borada, nos da una historia en una ediciónperfecta, sin erratas, en perpetua palpitación.

Lo que seduce de León Pacheco, en estaobra, es su poder de mostramos al Hombre.El Hombre es lo que uno busca, y León Pa-checo desvela la vivencia humana en sus pa-labras. Es claro: se ha estudiado a sí mismoa través de esos otros hombres.

* * *León Pacheco nacio en 1900. Escuela

Primaria y Secundaria en Costa Rica. Viajóa Europa en 1919, y se radicó en París.Estudió en la Facultad de Letras de la Sor-bona. En 1932 regresó a Costa Rica. Profe-sor de Estética en la Facultad de Bellas Artesde la Universidad. Profesor también en laFacultad de Filosofía y Letras, en las cátedrasde Literaturas Hispanoamericanas y France-sa. En 1955, Embajador de Costa Rica enFrancia. Hoyes miembro de la AcademiaCostarricense de la Lengua, correspondientede la Real Academia Española de la Lengua.Ya jubilado, es Profesor Honorario de laFacultad de Ciencias y Letras.

Rafael Angel Herra

AGUILAR MACHADO, ALEJANDRO, SU Voz En Mí, San José, 1963.

El Profesor Alejandro Aguilar Machadoha reunido en un tomo, titulado SU VOZEN MI (LA INMORTALIDAD Y OTROSENSAYOS), una nueva colección de los es-critos de tono científico y filosófico que havenido publicando en los últimos años enla prensa. Es ésta la tercera de esas recopila-ciones, y la de mayor volumen.

El libro consta de cinco ensayos, en losque el tema de la inmortalidad y de la super-

vivencia personal -que tanto ha preocupadoal auto?" en épocas recientes- se reitera.

Los tres primeros ensayos tienen un ca-rácter netamente divulgativo. "La Inmortali-dad" es un prolijo estudio de lo. que pensa-dores y filósofos, desde la antigüedad hastanuestros días, han escrito sobre el tema; to-dos los grandes filósofos han sostenido laexistencia de un alma inmortal. El profesorAguilar Machado antologiza sus pensamientos.

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la tesis del ensayo podría ser: tantos grandesgenios no pueden haber estado equivocados.

El segundo, "La Nueva Sicología" tieneel mismo sentido divulgativo del anterior, yexplica la progresiva "espiritualización" de lasicología a la luz de recientes hallazgos yteorías.

"La Realidad del Alma" narra ciertos ex-

perimentos --realizados a nivel universitarioen Estados Unidos, Francia y Argentina- so-bre percepción extrasensorial y otras activida-des relacionadas con ella. Estos tres ensayos,como dijimos arriba, son esencialmente infor-mativos.

Los dos ensayos restantes tienen otro ca-rácter: son expresiones personales del autor,y por ello su interés rebasa lo puramente in-formativo. Ya el Profesor Aguilar Machadono explica a los lectores lo que ocurre ennuestros días en determinados campos de lainvestigación y de la cultura, sino que hablaél mismo.

Pero estos dos ensayos de filosofía perso-nal son consecuencia de los tres anteriores. Es

como si estos tres iniciales constituyeron labase de los que siguen.

Se titulan "la Lección del Dolor" y "Con-ceptos de la Felicidad". Ambos -principal-mente el primero- son ricos en experienciay en sabiduría. El primero pareciera resumircon superior serenidad, toda la experiencia vi-tal del autor, que la entrega a los lectorescomo consuelo y -tal vez sin proponérse-10- como norma también. Ambos son de ele-vado y contemplativo pensamiento. En el pri-mero, sobre el dolor, el autor rechaza laclásica tesis estoica, e igualmente el enfoqueexistencialista. El dolor -parece concIuir-es una experiencia formativa y un impulsohacia la creación, que es la forma superiorde la auto-realización.

Este breve ensayo -bien complementadopor el que le sigue sobre la felicidad- bienvale el libro.

Alberto F. Cañas

LASCARIS c., CONSTANTINO, Desarrollo de las Ideas Filosóficas en Costa llica,San José, Editorial Costa Rica, 1965, pp. 623.

De lectura obligada para todo el que enadelante quiera emprender un estudio sobrecualquier aspecto de la vida intelectual, social,o política de C. !R., este libro está destinadoa convertirse en obra clásica sobre el tema.En todo caso, por el asunto tratado, por laextensión y la profundidad, resulta ser única.

Llama la atención la extensa bibliografíaque se añade en cada capítulo y en cada apartedel libro. Desde este punto de vista consti-tuye una ayuda inapreciable para el investi-gador.

Como el título lo indica, presenta la his-toria del desarrollo de las ideas filosóficasen C. R. Resulta explicable que no sea es-trictamente una obra de historia de la filo-sofía sino más bien una historia de la vidaintelectual que, poco a poco, se concreta envida filosófica, en e! sentido técnico de! tér-mino Filosofía.

La importancia del tema, con relación a laevolución cultural del país, -se comprende ala luz de una de las primeras afirmacionesdel autor: Costa Rica tiene una vocación in-telectual dominante que se trasluce en toda

la vida social. Una historia del quehacer inte-lectual de Costa Rica refleja por lo tanto,mucho más de lo que podría esperarse.

Comienza el desarrollo con un panoramade la provincia de Costa Rica hasta e! año1800. "Si no de Filosofía -dice Láscaris-tampoco de nivel cultural podemos hablar enesta época" (p. 18).

Sin embargo presenta una excepción a es-te panorama: la figura de José Antonio Lien-do y Goicoechea, franciscano costarricense quefue profesor de Teología, Filosofía, Física yMatemáticas en la Universidad de San Carlosde Guatemala.

Lleva adelante la caracterización generalhasta la primera mitad del siglo XIX en laque destaca a Florencio del Castillo paraentrar al análisis de la vida intelectual de laCosta Rica independiente, en el aparte titu-lado "De la Independencia a la Soberanía':(1821-1848). Se refiere de Il?-anera especiala la Casa de Enseñanza Pública fundada porel Ayuntamiento de San José a principios desiglo, y que en 1843 se transformó en laUniversidad de Santo Tomás. Para el autor,

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e! decreto de fundación de la Universidad ese! acontecimiento cultural decisivo que marcauna nueva etapa en la vida de! país, más im-portante que la declaración de soberanía mis-ma, que en 1-848 no hizo más que ratificaruna situación de hecho y que era eco de ladeclaración de soberanía de Guatemala.

Presenta toda esta época como el afianza-miento de principios ilustrados y liberales.Hace resaltar, especialmente, la figura de!primer profesor de Filosofía, e! BachillerRafael Francisco Osejo, republicano, que fren-te a la clase alta "sostuvo que e! Gobiernodebía prevenir de elección del pueblo" (p.56). Gracias a él, según el autor, un perió-dico guatemalteco habló en la época del es-píritu verdaderamente filosófico que dirigelas reformas e instituciones de Costa Rica.Frente a Osejo destaca a José Santos Lom-bardo y como el principal liberal del período,a Víctor de la Guardia. Concluye con un es-tudio sobre José Toribio Argüello que ocupóla Cátedra de Filosofía de la Casa de Ense-ñanza y propuso un plan para reformada.

Los temas señalados ocupan las dos prime-ras partes del libro. La tercera: "Costa Ricaen la Segunda mitad de! Siglo XIX" comien-za también con una caracterización generalque lleva, en este caso, hasta el año 1902.Es el momento dé la "estructuración del Es-tado" . Comq consecuencia de! aislamientosurge la necesidad de fortalecer la cosa pú-blica, que deviene en un proceso híbrido decentralismo y liberalismo. El primero de ori-gen constitucional por imitación de la Cons-titución Norteamericana y el segundo porreacción al regalismo y confesionalismo deEstado de la Colonia. Las dos orientacionesconvergentes y contradictorias desembocan, se-gún e! autor, en la real imitación del estatis-mo liberal francés, realizado en gran partea finales de! siglo. A través de las relacionesjurídicas de la Iglesia y e! Estado, fruto delas tensiones ideológicas, y de la actitud delEstado respecto a la enseñanza, se va mos-trando el proceso aludido. Parte importantede esta tarea la cumple e! autor analizando laevolución constitucional del país, sin descui-dar otros aspectos de su evolución jurídica.

Debido a que los estudios de Filosofía,sin tener todavía un nivel propiamente uni-versitario, se intensifican en la segunda mitaddel siglo, les dedica un aparte de indudableimportancia, que resulta en definitiva un aná-lisis de la educación en general y un completo

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estudio de la Universidad de Santo Tomás.Hace ver "que los hechos nos muestran elcruce, violento, de dos procesos distintos: elintento de desarrollo de la Universidad, y lapoderosa aparición desde mediados de! siglode una clase media que requiere una enseñan-za media no satisfecha por la Universidad"(p. 90). Esta situación culmina con la su-presión de la Universidad.

La relación histórica de la Universidadva desde la Casa de Enseñanza Pública hastalas dificultades, de "consecuencias fatales pa-ra la cultura del país" (p. 102), que tuvoésta con e! Gobierno poco antes de su clau-sura. Se completa el estudio con referenciassobre los grados que otorgaba, las CátedrasDepartamentales que, a imitación del régimenfrancés, se impusieron, para concluir con unaexposición de la enseñanza de la Filosofía enlos Institutos Secundarios y en el Seminario.Si se hubiera mantenido una Facultad de Fi-losofía con la misión de preparar profesorespara la enseñanza secundaria, es posible se-gún el autor que se habrían superado 'muchosde los problemas de la educación costarricen-se: en todo caso, como lo señala en los últi-mos capítulos del libro, la ausencia de Uni-versidad que "fue vivida como dolorosa paratodos intelectuales de prestigio de! país" (p.579), resultó funesta para los estudios de Fi-losofía y permitió que el país desaprovecharala mayor parte de la energía mental de mu-chos de sus intelectuales.

El resto de la tercera parte lo dedica aexponer el pensamiento de las principales fi-guras de la primera mitad del siglo, conarreglo a una clasificación en cuatro corrien-tes: Liberales Ilustrados (Nazario Toledo,Nicolás Gallegos, Bruno Carranza y LorenzoMontúfar ] ; Doctrinarios Católicos (DomingoRivas, Bernardo Augusto Thiel y Juan deDios Trejos}; Positivistas (Máximo Jerez,Mauro Fernández,Antonio Zambrana y JoséTorres Bonet); Krausistas (Valeriano Fernán-dez Ferraz, Juan Fernández Ferraz, José 11a.Céspedes y Salvador Jiménez). Desde la pers-pectiva histórica generalizada en Costa Ricaresultan novedosas por la importancia que lesconfiere el autor, las figuras de Máximo Je-rez y Bruno Carranza y de Víctor de la Guar-dia en la primera mitad del siglo.

Con relación al liberalismo afirma Lás-caris: "Desde el momento de la Independen-cia, el liberalismo se hace atmósfera generaldel país. Con la sola excepción de los 'doc-

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trinarios' Rivas, Thiel y Juan de Dios Tre-jos, todos los intelectuales adoptan en el XIXuna tesis liberal, y los políticos, todos inclusoel General Guardia, mantienen una actitudliberal". "Por otra parte, es de señalar unaduplicidad en la interpretación periodísticadel liberalismo. En cuanto ambiente general,pasa por liberalismo el espontáneo individua-lismo costarricense, en frecuente fricción conel intento de los liberales intelectuales de for-talecer un Estado casi inexistente. Por ello,en general, es la actitud del liberalismo fran-cés, estatista, la que domina a lo largo delXIX como aspiración" (p. 125). En la ex-posición de los autores debemos subrayar laimportancia de los estudios dedicados a JoséMaría Castro Madriz, "que tiene para CostaRica la importancia de haber influido en laestructura del Estado configurándolo en sen-tido moderno" (p. 134), y a Lorenzo Mon-túfar, figura arquetípica que encarnó en Cen-tro América al liberal aconfesional. Dice, delprimero, que dos decisiones singulares lo pre-sentan como iniciador de una nueva época:la fundación de la Universidad (1843) Y ladeclaración de la soberanía del Estado ....(1848) .

Bajo el término "doctrinaríos católicos"clasifica a los pensadores que escribieron mo-vidos por causas confesionales sin que, enrigor, pueda calificarse de escolástico ni enTeología, ni en Filosofía a ningún pensadorcostarricense del siglo XIX. De muy bajaformación a principios de siglo, en sus pos-trimerías el Clero consigue que el privilegiocon algunas figuras destacadas que se abocanal problema de la competencia de jurisdiccióncon el Estado. Surge así un conflicto, que serecoge en el libro a través de la exposición

de los autores de todas las corrientes doctri-nales, y de las observaciones generales que sehacen. Logra ofrecer una interesante infor-mación, sobre las tensiones entre la Iglesia yel Estado, que culminan en el año 84, conlas reformas liberales y la expulsión del Obis-po Thiel, vistas sobre su trasfondo doctrinal.No se omite tampoco la referencia cuidadosaal Partido Unión Católica y la notable orien-tación de carácter socialista que apunta enalgunos escritos de Monseñor Thiel.

Refiriéndose al positivismo señala quequizá sea Costa Rica "el único país del con-tinente en el que la entrada de! positivismono implicó cambios, siendo sin embargo másgeneral su influencia. La 'ideología' de Dest-

tut de Tracy había preparado el ambiente, yel empirismo práctico del costarricense veníasiendo ya, en cierta manera, pre-positivista"(p. 173). Destaca la influencia de MáximoJerez, su predicador en Costa Rica, del queda una visión diferente de la que común-mente se tiene. Hace resaltar, también, lasenseñanzas de profesores de materias cien-tíficas, que lograron la divulgación del posi-tivismo como maduración de un espíritu deinvestigación científica o enlazado con el ma-terialismo. A pesar de que por esto no en-contramos casi doctrinarios positivistas, "casitodos los intelectuales del país, desde el 1870,lo fueron básicamente" (pp. 173-174). Estoconstituye el hecho más importante de fin desiglo.

De Mauro Fernández dice: "En conjunto,su obra fue constructiva. Y en lo que fallóésta, puede apreciarse que la responsabilidadfue general, como en el caso de la Univer-sidad, o de la mayor parte de los continua-dores, que no tuvieron empuje ni altura"(p. 189).

Son de especial mérito Ias+páginas dedi-cadas a Antonio Zarnbrana, figura de notableinfluencia en tierra costarricense.

Ya desde el análisis de la educación quehace el autor al hablar de los estudios deFilosofía en la segunda mitad del siglo, habíacomenzado a referirse al krausismo y a lainfluencia de sus principales exponentes enla vida costarricense: los hermanos FernándezFerraz. Esa influencia se muestra de maneraespecial en los planes de estudio, "Al nohaber una tradición escolástica, ni siquieraunos 'hábitos' pedagógicos generalizados, elkrausismo por obra de los Fernández Ferraz,en su aspecto pedagógico, será e! basamentode la naciente enseñanza media costarricense"(p. 205). Por otra parte, gracias a ellos "laMetafísica krausista se transfundirá en CostaRica en forma de racionalismo con sentidoreligioso, pero aconfesional" (p. 205).

De don Valeriano, el prototipo del sabiopara los costarricenses, afirma: "escribió mu-cho, en todas circunstancias, No se preocupóde recogerlo, ni buscó resonancia fuera delpaís, Por ello, casi no es conocido fuera deCosta Rica; sin embargo, juzgando por la en-jundia de sus escritos, su talla doctrinal laconsidero superior, por buscar un término decomparación, a Giner de los Ríos, que jugóen España un papel equivalente" (p. 208).Dedica a este intelectual más páginas que a

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cualquier otro autor de los que estudia delsiglo XIX. Junto con su hermano, según secolige del libro, encarna un grado más en lamadurez intelectual costarricense.

La cuarta' parte del libro, "Costa Rica ene! Siglo XX" varía la forma del enfoque. Elencuentro con la filosofía hace al autor aban-donar el desarrollo histórico para enfrentamosde manera directa con las distintas corrientesque florecen en el país. En rigor, en lasprimeras partes del libro no se sigue un es-tricto sistema de exposición histórica, perose guarda siempre el orden en las influenciasque se suceden y, muchas veces, se sigue undesarrollo con fundamento en la evoluciónhistórica, sobre todo en lo que respecta a lasrelaciones de la Iglesia y el Estado.

La clasificación general la hace con fun-damento en el especial interés de los autorespor un campo determinado de la Filosofía.Cuando son del caso, hace otras especificacio-nes con arreglo a la postura filosófica delautor estudiado. Así encontramos un impor-tante capítulo destinado a las ideas políticas,donde se incluyen apartes para el Anarquis-mo, e! Liberalismo, SociaJcristianismo, Social-estatismo, Solidarismo y Marxismo.

La introducción con que inicia el capítulo,notable por la agudeza de las observaciones yla capacidad de síntesis, que muestra el au-tor, esboza ~9n acertados rasgos la Costa Ricadel tránsito de siglo y de los tiempos másrecientes: Un Estado con estructura bien de-finida, de corte liberal, con una colectividadCOnconciencia cívica madura y una propiedadrústica muy repartida. Con relación a la de-cadencia intelectual de Costa Rica en la pri-mera mitad del Siglo XX dice el autor:"sin embargo, hay que tener en cuenta unhecho, que no suele ser valorado suficiente-mente. Durante el período que va de 1888a 1941, los hombres que llevan e! peso delpaís son, de manera aplastante, o antiguosalumnos de la Universidad de Santo Tomás,o de la Escuela de Derecho que subsiste to-dos estos años. Y es precisamente la lentadisminución de los antiguos universitarios laque hace que el tono intelectual, en muchosaspectos, disminuya. El vacío provocado conel cierre de la Universidad- se hace patentede manera grave desde 1920, pues se desa-rrolla de manera vertiginosa e! "empirisrno"en casi todas las profesiones" (p. 239).

El panorama se completa con un breveanálisis de la estructura del Estado costarri-

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cense en e! Siglo XX, vista a través de susconstituciones y otros documentos jurídicos.Viene siendo la continuación del estudio quesobre el mismo tema en el siglo XIX, pre-senta al comienzo del capítulo III.

"Los años 1940, 1941 se suelen señalarcomo paso a una nueva época. Yo considerofundamental el 1941, en que se abre la Uni-versidad Nacional como hito. Podrá parecerexagerado dar una tal importancia a un he-cho cultural, pero en la historia de CostaRica los hechos culturales son los únicos sig-nificantes" (pp. 237-238).

Dentro del capítulo sobre e! anarquismo,con el que se inicia el tema de la FilosofíaPolítica, destaca la influencia de Masferrerdesde el siglo XIX quien, junto con Zam-brana, dio a conocer el movimiento en elpaís. Por el pacifismo de los costarricenses etanarquismo se desarrolla dentro de la líneade Tolstoy, "e! cual, aparte de Unamuno, esel escritor que más ha influido en CostaRica" (p. 251). Encajó esta corriente en elindividualismo costarricense y representó, se-gún Láscaris, la reacción anticentralista fren-te a los liberales, que buscaban el fortaleci-miento de! Estado. Además de Masferrer, quefundó en 1885 el "Diario de Costa Rica",dedica varias páginas a Elías Jiménez, a Gar-da Monge, el costarricense de mayor presti-gio continental durante toda la primera mitaddel siglo XX, y a Omar Dengo, "verdaderocreador de la 'mística del magisterio' costa.rricense que suele atribuirse a Mauro Fer-nández" (p. 226).

Dentro del liberalismo, en el siglo XX, seocupa de Ricardo Jiménez, figura señera dela Costa Rica liberal patriarcalista que, "aun-que no fue propiamente un pensador original,sí fue un expositor original del liberalismopolítico" (p. 269); de Cleto González Vi-quez, liberal de base positivista, prototipo dela última generación de abogados de la Uni-versidad de Santo. Tomás, que, junto con Ri-cardo Jiménez, incardina medio siglo de lapolítica costarricense. A la par de ellos ana-liza las figuras de Juan Trejos, Hernán G.Peralta y Norberto Castro.

El socialcristianismo es encabezado porJorge Volio, "la biografía más apasionantede Centro América" (p. 293), discípulo deMercier, que inició el "reformismo" social.Dentro de la misma línea social-cristiana pre-senta a Monseñor Víctor Sanabria y al Presi-

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dente Calderón Guardia, en cuya administra-ción se promulgaron las leyes sociales.

Bajo el título de social estatismo, aunquede hecho, según advertencia del autor, en Cos-ta Rica no suele utilizarse esta palabra paradenominar esa corriente de pensamiento polí-tico-económico, agrupa a aquellos intelectua-les que tienen, como característica más impor-tante, la de considerar necesaria la planifica-ción de la economía desde el Estado. Afir-man también la "función social de la propie-dad privada", en lo que no se distinguen delos reformistas, los social-cristianos y los mar-xistas. Interesantes resultan, por la vigenciaque aún tienen en la vida nacional, los estu-dios dedicados a Figueres y a Alfonso Carro ydigno de mención el dedicado a Rodriga Fa-cio, Rector por varios años que "entregó suvida a la maduración de la Universidad Na-cional, la cual le debe su Ciudad Universita-ria y la realización de la Reforma de 1957"(p. 323).

Sigue, a continuación del social estatismola exposición del solidarismo, doctrina polí-tico-económica que propugna la capitalizaciónuniversal, y de Alberto Martén, su fundadory principal difusor. Concluye la exposiciónde la Filosofía Política con Un análisis delmarxismo y de su representante más desta-cado, Manuel Mora, quien, para Láscaris, "damás la impresión de un intelectual que de unpolítico" (p. 341).

Reúne bajo el título "Filosofía General"a aquellos pensadores que en sus escritos hantratado en conjunto, o por etapas, los distin-tos campos de la Filosofía. No los clasificapor escuelas o tendencias, con la sola excep-ción de los neoescolásticos entre los que in-cluye a Claudio 'María Volio, al mismo JorgeVolio y a Ligia Berrera.

El primer pensador de que nos habla, enesta parte del libro dedicada a la FilosofíaGeneral, es Roberto Brenes Mesén, "El cere-bro más poderoso y el escritor de mayor ea-Iidad, como prosista y como poeta, que haproducido Costa Rica, y, sin duda, una de lasfiguras señeras del Continente" (p. 3·50). Se-gún el autor, Brenes Mesén significa la plenavigencia del siglo XX, no ya como aspira-ción o eco, sino como creación. Su estudiolo inicia con una de las afirmaciones que máshan lamado la atención: "Rafael Osejo, JoséMaría Castro y Roberto Brenes Mesén han si-do los tres hombres de más decisivo influjo enla evolución del país" (p. 350).

Nos presenta un autor que, después desuperar el positivismo de tipo materialista,pasa a ser, por sus vivencias ante la natura-leza y por su actitud filosófica, un pagano."Este paganismo es platónico. Platónico more'Banquete', con bastante de aplíneo y muchode dionisíaco. Pleno de exaltación intelectual,y latiendo siempre un filantropismo exigente.Todo ello, inmerso en un espiritualismo pco-fundo" (p. 355).

Moisés Vincenzi es hasta hoy, según elautor, juzgando el conjunto de su obra impre-sa, "e! filósofo más maduro, completo y ori-ginal que ha producido Centro América" (p_362). El examen que nos presenta de su pen-samiento es completo y logra reflejar de ma-nera plena la personalidad y el pensamientode este distinguido escritor y pensador costa-rricense. Lo mismo podemos decir de laspáginas dedicadas a Abelardo Bonilla quienencarna "la presencia en la política nacionalde la figura intelectual" (p. 379).

La personalidad de Alexander F. Skutch,un norteamericano que vive retirado, hace másde treinta años, en e! Valle d'é El General,al extremo sur del país, resulta sorprendente.Conocido por su obra científica, en e! campode la Ornitología, se nos revela en el librode Láscaris como poseedor de una profundasensibilidad filosófica. Incluye, el libro, unartículo de este autor, titulado "La Filosofíade la lealtad cósmica", que resume su pensa-miento.

En el aparte destinado a analizar la vigo-rosa figura intelectual de Teodoro Olarte, re-sulta notable el resumen de su pensamientoque nos presenta en once puntos y que confir-man la afirmación hecha por. el autor de que"posee una mente rigurosamente metafísica"(p. 400). Concluye el capítulo destinado ala Filosofía General, analizando a ClaudioGutiérrez, el pensador costarricense que "ofre-ce la paradoja de ser un marce!iano logicista".(p. 408).

Varias veces, desde la introducción dellibro, el autor hace énfasis en la característicadel pueblo costarricense de tener un sentidocolectivo social y no histórico, consecuencia,según Láscaris, de la paz que ha vivido siem-pre el país. "Costa Rica es un país sin histo-ria, -dice el autor- lo que ha hecho queno se manifieste una problemática filosóficade la historia. En su lugar, se aprecia unamplio desarrollo de la filosofía social" (p.423). Bajo esta denominación clasifica a va-

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rios de los más distinguidos intelectuales cos-tarricenses: Rómulo Tovar, Mario Sancho,Enrique Macaya, Alejandro Aguilar Machadol' Luis Barahona, Después de estudiados,concluye el capítulo con una reseña de laspublicaciones que, sobre sociología costarri-cense, se han hecho, donde se refiere no a lasociología científica, "pues por científica noes filosofía", sino a los ensayos de caractero-logía nacional.

La Etica es para Láscaris la disciplinafilosófica menos representada en la filosofíacostarricense. En el siglo XIX, salvo las Lec-ciones de Ética de Gallegos, no ha encon-trado nada más propiamente doctrinal; en elXX aparecen publicaciones sobre temas demoral profesional y señala como de impor-tancia los nombres de Claudio González Ru-cavado, Moisés Vincenzi, A. Skutch, PabloLuros y Víctor Brenes, catedrático de Eticaen la Universidad al que destaca de maneraprincipal.

A pesar de que, dentro de la estética úni-camente estudia a Rogelio Sotela, Max ji-ménez, Rafael Estrada, Francisco Amighetti,Alfredo Cardona y Ricardo Ulloa, debemosseñalar, como el autor mismo lo advierte, queen capítulos anteriores ha analizado la obrade escritores de Estética y Filosofía del Arte.Tal es el caso de Zambrana, Brenes Mesén,Abelardo Bqnilla, Vincenzi y Enrique Macaya.

Junto al capítulo de la Estética apareceotro titulado "La Filosofía Poética". Por Fi-losofía poética el autor entiende, "la expre-sión de una concepción de! mundo, de índoleintuitiva aunque abstracta. En lugar de desa-rrollarse mediante e! pensamiento discursivo,plasma intuiciones esenciales mediante unlenguaje bello". La mayor parte del capítuloes dedicada a Fernando Centeno Güell, que"corresponde a una actitud esencialista des-criptiva, pero ceñida a la existencia humana"(p. 481). Al terminar, aparece un pequeñoestudio sobre Manuel Picado.

Los capítulos que siguen, "Teoría de laCiencia" "Filosofía de! Derecho" "Psicolo-gía", "Filosofía de la Educación", no difierenen lo que al sistema de exposición y la cali-dad se refiere. Es indudable sin embargo queno se encuentran aquí tantas figuras brillan-tes como en los anteriores. La parte destina-da a Teoría de la Ciencia comienza con unaexposición de la situación general, que se en-trenca con el comienzo de la difusión delmaterialismo en el siglo XIX y se analizan

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las figuras de Clodomiro Picado, Luis Gon-zález y Antonio Balli para concluir refirién-dose al prestigioso pensador español RobertoSaumells, que ha tenido una fecunda labor dedocencia y de especulación en Costa Rica. Enlo que a la Filosofía del Derecho respecta elpanorama general llega a constituir una histo-ria de la cátedra .de esa disciplina desde laUniversidad de Santo Tomás en adelante y.ahonda incluso en algunos aspectos del en-foque y el concepto de derecho que se hatenido en la Facultad correspondiente. Al ter-minar se muestran aspectos doctrinales intere-santes de la legislación costarricense en lorelativo a la pena de muerte y su supresióny al régimen penal. El autor más extensa-mente tratado es Carlos José Gutiérrez, pri-mer profesor de la Cátedra de Filosofía delDerecho que se ha dedicado de manera con-tinuada a esta disciplina.

La Psicología en Costa Rica ofrece, parael autor, la paradoja "de ir perdiendo calidaddocente precisamente a medida que gana ennivel de investigación" (p. 541).

La introducción al capítulo se polarizafundamentalmente en una historia de su ense-ñanza vista desde los principales nombres delos profesores de la materia. Agrega también,una lista de los textos de Psicología que sehan publicado. El resto de! estudio gira entorno a los nombres de Francisco CorderoQuirós, Juan Trejos, Mariano Coronado y Li-lia Ramos, para concluir con una referenciaa la Psicología en la Universidad.

El último grupo de pensadores costarri-censes que se presenta como tal es el de losque se han preocupado por la Filosofía de laEducación. La situación general en gran par-te reitera hechos antes afirmados y cita ideasy nombres conocidos ya para el lector. Sedestaca de una manera especial a Luis FelipeGonzález, autor de los mejores estudios dehistoria educativa y se completa e! panora-ma con las figuras de. Emma Gamboa e IsaacFelipe Azofeifa.

La última parte del libro es consagradaa los estudios de Filosofía. Sucesivamente senos habla de la enseñanza de la Filosofía enla primera parte del siglo XX hasta 1941,de la Universidad de Costa Rica en su tra-yectoria hasta la actualidad. Concede atenciónespecial a la Facultad de Filosofía y Letrasque funcionó desde 1941 a 1956 y al Depar-tamento de Filosofía que a partir de 1957funciona en la Facultad Central de Ciencias y

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Letras. La última parte del capítulo la dedicaa la Cátedra de Filosofía del Departamentode Estudios Generales, a los estudios de Filo-sofía en el Seminario Central y en la Ense-ñanza Media y Normal. Termina el libro conuna referencia a la vida filosófica de CostaRica en la actualidad.

De todo este último capítulo es quizá laparte de más interés la que encabeza el estu-dio sobre la Universidad y que titula "La au-sencia de Universidad" (1888-1941). Elasunto tratado aparece muchas veces en eltranscurso de esta obra al tratar distintos pen-sadores y en las referencias generales. Preci-samente por ser una de las tesis fundamen-tales del libro la de la importancia funda-mental de los acontecimientos culturales y lavida intelectual en el país, el autor concedeen todo momento una importancia preponde-rante a la Universidad. Su presencia y suausencia constituyen, por lo tanto, factores de-cisivos en la historia de este pequeño país,que comenzó siendo un conjunto de clanesinsolidarios, formados por montañeses de paíslluvioso.

La obra resulta de una envergadura insos-pechable y el emprenderla, antes de demos-trado con los hechos, parecía imposible. Suaparición ha sido calificada por Alberto Ca-ñas como el "acontecimiento editorial más im-portante de este año" en Costa Rica. Noso-tros nos atrevemos a calificada del aconteci-miento cultural más importante de los últimos

tiempos, pues representa un avance inapre-ciable en la toma de conciencia del costa-rricense sobre su propia cultura y sobre supropia reflexión, hecha, paradójicamente, poralguien que ha llegado de fuera. Si el pen-samiento costarricense que descubre el autorno resulta absolutamente original y si parece-usando la frase de Alfredo Cardoña Peña-que los costarricenses "hemos barajado todaslas ideas ajenas, sin atrevemos a plantear laspropias", esto se debe fundamentalmente aque las ideas, la filosofía, no tienen naciona-lidad.

Indiscutible resulta, porque el libro lodemuestra, que sí hay rasgos propios en lamanera de barajar esas ideas de otros, y quela preocupación intelectual en el país en con-junto es de un ascenso continuado que noshace esperar mucho en el futuro.

Para el extranjero, esta obra representauna fuente de información excelente. Al lectornacional, aparte de ayudarle en el conoci-miento de lo que los costarricenses hemossido y somos, le plantea la necesidad de ana-lizar la historia intelectual de Gasta Rica conbase en investigaciones serias como se ha he-cho en. este libro. No bastará en adelante elsimple opinar por opinar, pues Láscaris, con-tinuando la labor de costarricenses estudio-sos, ha marcado en este sentido una ruta queen adelante no se puede torcer.

Francisco Antonio Pacheco